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Por su parte, el Juzgador A Quo se pronuncia en la decisión recurrida condenando al acusado

Ciudadano Juan Carlos Salgado López, a cumplir la Pena de dos (2) años de Prisión, más las
accesorias de Ley, previstas en el artículo 16 del Código Penal, por la comisión del Delito de
Posesión de Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas, previsto y sancionado en el artículo 36 de
la Derogada Ley Orgánica Sobre Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas, por efectos de la
aplicación del Procedimiento Especial de Admisión de los Hechos, establecido en el artículo 376
del Código Orgánico Procesal Penal

IV
DE LA MOTIVACION PARA DECIDIR

Ahora bien, el Tribunal Ad Quem a los efectos de decidir la presente causa sometida a su
conocimiento hace las siguientes consideraciones, a saber:

A los fines de determinar la posible aplicación de la extraactividad de la Ley al caso subjudice, a


priori, debe analizarse la noción de la validez temporal de la Ley Penal, máxime, cuando la Ley
Orgánica Sobre Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas fue derogada y así tenemos que:

A) Nacimiento de la Ley Penal:

El nacimiento de la Ley Penal, como el de toda ley jurídica, opera al cumplirse los requisitos que la
Constitución exige en sus artículos 162 y siguientes para su promulgación y publicación.
Conforme lo establecido en el artículo 1° del Código Civil Venezolano, cumplido el último requisito
de la publicación, la ley se hace obligatoria, a menos que la misma ley determine la fecha posterior
de su entrada en vigencia, en cuyo caso se atenderá a esta fecha.

B) Extinción de la Ley Penal:

La extinción de la Ley Penal, como la de toda Ley jurídica, se regula en el artículo 177 de la
Constitución, el cual establece que “las leyes sólo se derogan por otras leyes, y podrán ser
reformadas total o parcialmente.”

Derogar una ley, en sentido general, significa extinguirla y dejarla sin efecto, sea que se reemplace
por otra o no. En la Doctrina suelen distinguirse cuatro variantes o situaciones dentro de este
concepto general, a saber: 1) Derogación en sentido estricto: la nueva ley se limita a suprimir parte
de la anterior; 2) Modificación: la nueva ley deja sin efecto parte de la anterior, pero
reemplazando ese texto por uno nuevo; 3) Abrogación o derogación total: la nueva ley deja
totalmente sin efecto a la ley anterior; 4) Subrogación: La ley nueva no sólo deja totalmente sin
efecto a la ley anterior, sino que la sustituye por un nuevo texto.

Así pues, como fácilmente puede deducirse la vigencia limitada en el tiempo de la ley penal hace
que surjan las cuestiones relativas a la sucesión de las leyes penales que se presenta en tres casos,
a saber:

1) Ley Penal Modificativa:

Cuando una nueva ley modifica la sanción prevista en la ley penal anterior, bien sea alterando la
pena misma de la norma penal específica, o bien, modificando la pena como consecuencia de una
modificación, a su vez, de las reglas generales aplicables a los hechos punibles. Puede suceder que
estas modificaciones se hagan con beneficio para el reo, o por el contrario, con perjuicio para el
mismo.

2) Ley Penal Extintiva:

Cuando una nueva ley quita el carácter de delito a una determinada conducta que estaba
tipificada como tal en la ley derogada. Tal derogatoria puede provenir de una declaratoria del
legislador respecto a todo el artículo de la ley formal, bien sea en forma expresa, como cuando en
una disposición final se declara la derogatoria de un determinado artículo de la ley anterior, tal es
el caso del artículo 109 de la Ley Orgánica de Salvaguarda del Patrimonio Público respecto a los
artículos del Código Penal, allí citados; o en forma tácita, o sea, no incluyendo en la nueva ley
formal el precepto que ya existía en la ley formal anterior y habiendo derogatoria expresa de una
ley formal por la otra ley formal.

También puede acontecer que, la derogatoria se haga respecto a un particular supuesto de hecho
que ahora no se puede incluir en la norma incriminadota por haberse modificado la redacción del
texto contentivo del precepto de la misma; tal sería el caso por ejemplo, de una ley “A” que
tipifique un delito de sujeto activo genérico y que en ley posterior el mismo sólo sea comisible por
sujetos determinados, quedando excluídos de la punición cualquiera otra persona que no sea la
específicamente mencionada en la norma.

Asímismo, puede suceder que la derogatoria provenga de la modificación de una norma general
que determine, por ejemplo, una causa de exclusión de la responsabilidad penal para un caso que
antes quedaba comprendido en la norma incriminadota, que así se altera indirectamente, al
modificarse la norma general sin ser tocado el texto de la misma norma incriminadota.
3) Ley Penal Creadora:

Cuando una nueva ley formal erige en delito una conducta que era totalmente atípica en la ley
formal anterior derogada por la posterior que le establece ahora una pena que antes no existía.
También puede suceder lo mismo, es decir, erigirse en delito lo que antes no lo era, con una
modificación del precepto de la norma penal stricto sensu que abarque nuevos supuestos de
hecho, o con la creación o modificación de una norma penal lato sensu que produzca
indirectamente el mismo efecto.

Corolario de todo lo anterior, hay siempre sucesión de leyes penales cuando una ley formal
declara típico o atípico un hecho que la ley formal anterior consideraba lo contrario, vale decir,
cuando la ley anterior pierde su poder por entrar en vigencia la posterior. De manera que, al
publicarse la posterior, por supuesto ya promulgada, y suponiendo que no tiene un plazo de
vacatio legis esta última, deja de estar vigente la primera y entra a regir, inmediatamente, la
segunda.

Sin embargo, es posible la aplicación de una ley no vigente en dos casos, a saber: primero, cuando
haya referencias en la ley vigente a leyes derogadas; y segundo, en los casos de extraactividad de
la ley penal.

PRINCIPIO DE IRRETROACTIVIDAD DE LA LEY

La norma contenida en el artículo 24 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela,


establece el Principio de Irretroactividad de la Ley en los términos que a continuación se
transcriben:

Artículo 24.- “Ninguna disposición legislativa tendrá efecto retroactivo, excepto cuando imponga
menor pena. Las leyes de procedimiento se aplicarán desde el momento mismo de entrar en
vigencia aun en los procesos que se hallaren en curso; pero en los procesos penales, las pruebas ya
evacuadas se estimarán en cuanto beneficien al reo o rea, conforme a la ley vigente para la fecha
en que se promovieron.

Cuando haya dudas se aplicará la norma que beneficie al reo o rea.”

Ha dicho la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia en Sentencia N° 35 de fecha 25 de


Enero del año 2001 con ponencia del Magistrado José M. Ocando, con respecto al carácter
irretroactivo de la ley y de la retroactividad en materia penal, lo siguiente:

“Del principio de legalidad deriva el carácter irretroactivo de la ley y, como excepción, su


retroactividad es admitida sólo en materia penal, tanto en el orden sustantivo como adjetivo,
únicamente en el caso de su mayor benignidad en relación al acusado.

La retroactividad obedece a la existencia de una sucesión de leyes penales, que por emanar de
seres humanos y estar destinadas a controlar la conducta de éstos, su validez o vigencia se
encuentran sometidas a la temporalidad, por lo cual se dan casos donde la situación fáctica
acaecida en un determinado momento y bajo el imperio de una ley, al tiempo de ser sometida al
juzgamiento se encuentra con que la entrado en vigencia otro texto legal que favorece más a la
persona involucrada en los hechos y por ello se debe aplicar la nueva ley retrotrayendo su vigencia
al momento de la comisión del delito.” (Subrayado de la Corte).

En este mismo orden de ideas, se ha pronunciado la Sala Constitucional del Máximo Tribunal de la
República en Sentencia N° 1760 de fecha 25 de Septiembre del año 2001 lo siguiente:
“……A) “La garantía del principio de irretroactividad de las leyes está vinculada, en un primer
plano, con la seguridad de que las normas futuras no modificarán situaciones jurídicas surgidas
bajo el amparo de una norma vigente en un momento determinado, es decir, con la incolumidad
de las ventajas, beneficios o situaciones concebidas bajo un régimen previo a aquél que innove
respecto a un determinado supuesto o trate un caso similar de modo distinto. En un segundo
plano, la irretroactividad de la ley no es más que una técnica que conforme a la cual el Derecho se
afirma como instrumento de ordenación de la vida en sociedad. Por lo que, si las normas fuesen
de aplicación temporal irrestricta en cuanto a los sucesos que ordenan, el Derecho, en tanto
medio institucionalizado a través del cual son impuestos modelos de conducta conforme a pautas
de comportamiento, perdería buena parte de su hábito formal, institucional y coactivo, ya que
ninguna situación, decisión o estado jurídico se consolidaría. Dejaría, en definitiva, de ser un
orden.”

B) “…..en Venezuela la aplicación de las disposiciones legislativas, entendida como ley en sentido
formal o material, de forma retroactiva está prohibida por imperativo constitucional. Sólo se
admite su aplicación con tales efectos hacia el pasado en aquellos casos mencionados en la misma
norma.”

Continúa pues, la Sala Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia ilustrándonos con sus
pronunciamientos, en este caso mediante Sentencia N° 2461 de fecha 28 de Noviembre de 2001
con ponencia del Magistrado Pedro Rafael Rondón Haaz, quien expresa lo siguiente:

“El artículo 24 de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, similar al artículo 44 de


la Constitución de 1961, establece: ……….
La norma precedentemente transcrita establece, como uno de los importantes soportes de
seguridad jurídica inherente al Estado de Derecho, la garantía de irretroactividad de las
disposiciones legales, las cuales, en principio y como regla general, no son aplicables a hechos
acaecidos con anterioridad a la entrada en vigencia de la ley, salvo las excepciones allí previstas, a
saber: (i) las leyes de procedimiento se aplicarán aun a los procesos que se hallaren en curso
cuando entren en vigencia, con la limitación relativa a los procesos penales, en los cuales se
estimarán las pruebas evacuadas conforme a la ley vigente para la fecha en que fueron ofrecidas,
en cuanto beneficien al reo o rea (in dubbio pro reo); y ii) cuando haya dudas se aplicará la norma
que beneficie al reo o a la rea (favor libertatis).

Con relación a la norma comentada y en referencia al específico punto de la retroactividad de las


leyes en materia penal, esta Sala, en Sentencia N° 35 del 25 de Enero de 2001, estableció:

“Del principio de legalidad deriva el carácter irretroactivo de la ley y, como excepción, su


retroactividad es admitida en materia penal, tanto en el orden sustantivo como adjetivo,
únicamente en el caso de su mayor benignidad en relación al acusado.
La retroactividad obedece a la existencia de una sucesión de leyes penales, que por emanar de
seres humanos y estar destinadas a controlar la conducta de éstos, su validez o vigencia se
encuentran sometidas a la temporalidad, por lo cual se dan casos donde la situación fáctica
acaecida en un determinado momento y bajo el imperio de una ley, al tiempo de ser sometida al
juzgamiento se encuentra con que ha entrado en vigencia otro texto legal que favorece más a la
persona involucrada en los hechos y por ello se debe aplicar la nueva ley retrotrayendo su vigencia
al momento de la comisión del delito.” (Subrayado de la Corte).

En consecuencia, a la luz de la posible aplicación retroactiva de la ley penal hay que considerar tres
supuestos, a saber:

1) En primer lugar, puede darse el caso de una nueva ley penal que erija en delito una conducta
que anteriormente no era considerada punible. En este caso la nueva ley es totalmente
irretroactiva, y por tanto, no se podrá aplicar a hechos acontecidos antes de su entrada en vigor.
Evidentemente, la nueva ley es más severa, menos favorable para el ciudadano cuando se crea un
delito, y por ende, inaplicable a conductas anteriores a su entrada en vigencia.

2) El segundo supuesto es el de la ley abolitiva. Esto se da cuando una nueva ley deja de considerar
como delito a un hecho que tenía el carácter de tal en la ley derogada. En este caso hay que
proclamar el principio de retroactividad absoluta de la ley. La ley abolitiva es, sin duda alguna, más
favorable para el reo porque al no penarlo no afecta sus derechos. Lógicamente al hablar de ley, se
entiende por ella la ley en sentido formal como todo acto legislativo.

3) El tercer caso es el de la ley penal modificativa. Si la nueva ley constituye una modificación de la
ley anterior y la misma es desfavorable para el reo, se aplicará el principio de irretroactividad de la
ley penal, pero si la modificación de la ley hace aparecer a ésta como más benigna para el reo, se
aplicará el principio de la retroactividad de la ley penal.

En este supuesto de la ley penal modificativa, hay que tener sumo cuidado en el momento de
establecer el concepto de ley más favorable. No puede dejar de considerarse que para establecer
tal concepto, debe tomarse en cuenta no sólo la idea de que la ley pueda establecer una pena
menor en cantidad que la anterior, sino también que las modificaciones pueden estar en la
cualidad de la pena, en las circunstancias agravantes o atenuantes y hasta las mismas normas
penales lato sensu, que fijan principios generales y que pueden intervenir eficazmente para
modificar la cualidad o la cuantía de la pena.

Si la modificación por el contrario está en el propio precepto, no se puede hablar de ley


modificativa, porque habrá que examinar el hecho a la luz del precepto para saber si el mismo
queda o no incluído en la nueva ley y así se presentará el problema como un caso de la ley penal
abolitiva o creadora según que el supuesto de hecho no encaje o sí quede tipificado en el nuevo
precepto.
Y en este orden de ideas, es conveniente distinguir la norma penal stricto sensu de la norma penal
lato sensu, a saber:

La norma penal stricto sensu, es aquella disposición jurídica del Estado, dictada por el legislador
nacional, que describe y prohibe un hecho y lo sanciona con una pena. En síntesis, es la norma
incriminadota, como puede ser, a título de ejemplo, el artículo 407 del Código Penal que establece
el delito de homicidio, etc. De tal manera que, la norma penal stricto sensu describe el hecho
punible, fija la pena, es autónoma en sus concretas cualidades y cantidades, determina la
antijuricidad del hecho, en fundamento a la ofensa causada al derecho protegido por la misma
norma y la culpabilidad del autor del hecho punible como violador del deber que lo obliga a
respetar el derecho protegido por dicha disposición jurídica.

En tanto que, la norma penal lato sensu, es aquella disposición legal de carácter general que, sin
describir delitos ni establecer penas, integra el sistema jurídico-penal en la medida en que
determina los criterios necesarios y que están dirigidos a hacer posible la aplicación de las normas
penales stricto sensu, sirviendo, además, para la correcta interpretación de la norma penal
propiamente dicha.

Queda claro pues, que las leyes penales lato sensu, son leyes penales en la medida en que se
refieren al delito y a la pena, pero lo son en sentido impropio, genérico e indirecto, y así, por
tanto, se encuentran implícitas en las normas penales stricto sensu que las requieren para poder
lograr su concretización y adecuada aplicación.

EXTRAACTIVIDAD - ULTRAACTIVIDAD
DE LA LEY PENAL

En síntesis, hemos dicho que se aplicará una ley no vigente cuando el precepto penal remita a una
ley de distinta índole a la ley penal, ya vigente para el momento de la promulgación de la ley
penal, pero que luego es derogada, permaneciendo, por su parte, vigente la ley penal misma que
se presenta entonces como una ley imperfecta que se remite a la ley extinguida. Así pues, para
que se siga aplicando la ley formal derogada a la cual hace remisión la ley penal, sería necesario
que la disposición penal la cite como tal ley formal, señalando el nombre y la fecha en que entró
en vigencia u otro elemento que individualice la ley en cuestión. En consecuencia, este supuesto
constituye el primer caso en los cuales es posible la aplicación de una ley penal no vigente cuando
haya referencia en la ley vigente a leyes derogadas.

Ahora bien, el segundo caso consiste en la extraactividad de la ley penal y en este sentido, tiene
fuerza una ley no vigente cuando ha de aplicarse en el momento de la sentencia una ley penal
anterior ya derogada pero que estaba vigente para el momento del hecho; o cuando en el
momento de la sentencia se ha de aplicar una ley vigente para ese momento y no así para el
instante de la comisión del hecho. En estos casos se plantean los problemas de la ultraactividad y
de la retroactividad de la ley penal respectivamente.
Ya hemos dicho que, hay retroactividad cuando se aplica una ley vigente para el momento de
pronunciarse el fallo, a un caso acontecido durante la vigencia de una ley ya derogada.

En cambio, existe ultraactividad cuando se aplica la ley vigente para el momento de la comisión
del hecho a pesar de que la misma esté derogada para el momento del fallo.

En sentido estricto, debe entenderse por ultraactividad, la aplicación de una ley derogada a
hechos acontecidos después del momento de la cesación de su vigencia. Sin embargo, el sentido
que comúnmente se le da a éste término, tiene relación con la aplicación de una ley derogada a un
hecho acontecido dentro de su vigencia pero que se va a juzgar de acuerdo con esa ley derogada a
pesar de que para el momento del juicio ya está vigente una nueva ley.

Entonces, al hablar de ultraactividad no se está negando el principio del tempos regit actum, lo
que sí se haría de acogerse el primero de los dos significados de la palabra anteriormente
mencionados. Y en este sentido, cabe destacar que, el legislador patrio acoge el principio general
de la no extraactividad de la ley que funda la máxima tempos regit actum, pero la regla general
está atemperada por la excepción según la cual se debe aplicar con efectos retroactivos la ley
penal más favorables. Por eso añade el citado artículo 44 de la Constitución de la República
Bolivariana de Venezuela, a lo antes dicho, lo siguiente: “…excepto cuando imponga menor pena.”

En el sentido ordinario del término de ultraactividad, se dice que las leyes tienen efectos en el
futuro para los hechos nacidos durante su vigencia; y ya sabemos que en materia penal el efecto
ultraactivo de la ley es la regla que se rompe cuando una ley penal más favorable la deroga.

La ley penal, como toda ley jurídica, está sujeta al principio por el cual ella rige para los hechos
acontecidos dentro del período de su vigencia. Por tanto, una ley penal no puede ser aplicada a
hechos nacidos antes de su vigencia, así como tampoco se puede aplicar a hechos consumados
después de su derogación. La ley penal, en principio, no tiene efectos retroactivos ni ultraactivos,
o sea, no tiene efectos extractivos, utilizando la expresión con el cual Lucchini envuelve a ambas
nociones.
Al respecto, la Sala Constitucional del Máximo Tribunal de Justicia de la República Bolivariana de
Venezuela, en Sentencia N° 790 de fecha 4 de Mayo de 2004, con ponencia del Magistrado Pedro
Rafael Rondón Haaz, se pronunció en los siguientes términos, a saber:

“…1) La Constitución de la República Bolivariana de Venezuela establece en el artículo 24 el


principio de irretroactividad de la ley; y asímismo, dispone la excepción a este principio en los
siguientes términos:

…….

Esta Sala aprecia, que el contenido de dicha norma, específicamente cuando contiene la expresión
“cuando imponga menor pena”, debe ser entendida mediante una interpretación finalística, en el
sentido de que será retroactiva la ley que imponga un menor gravamen al reo.

2) El Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional que fue suscrito y ratificado por Venezuela,
y vigente en el país mediante Ley Aprobatoria que se publicó en la Gaceta Oficial Extraordinaria N°
5.507, el 13 de diciembre de 2000, acogió la referida concepción ampliada de la retroactividad de
la ley penal, tanto sustantiva como adjetiva para los delitos que dicho instrumento internacional
establece.

“Artículo 24.

…….

Artículo 51.

……

De los artículos que se transcribieron, se puede colegir que para aquellos delitos tan graves como
los que establece el Estatuto de Roma se aplica de manera amplia el principio de retroactividad de
la ley penal más favorable. En consecuencia, no hay razón que justifique la no extensión de esta
concepción de la retroactividad de la ley penal más favorable al resto de los delitos que tipifica
nuestro ordenamiento jurídico interno, que revisten menor entidad. Lo contrario sería
discriminatorio y crearía un carácter desigual en el tratamiento de los procesados por los delitos
que dispone el Estatuto y los que establecen otras normas penales.

3) El autor Alberto Arteaga Sánchez, en su obra Derecho Penal Venezolano, (Novena Edición,
Editorial McGraw Hill, 2001) señala en relación con el principio de irretroactividad de la ley y la
excepción de la retroactividad de la norma penal más favorable, lo siguiente:

“En nuestro ordenamiento penal tiene plena vigencia el principio de la irretroactividad de la ley…..
Pero a pesar de lo expresado, en nuestro propio ordenamiento se establecen excepciones al
principio general, admitiéndose la retroactividad de la ley nueva cuando ésta sea más favorable al
reo. De esta forma el artículo 24 de la Constitución señala: “…..”. Y el artículo 2° del Código Penal
reza: “……”.

4) El artículo 553 del Código Orgánico Procesal Penal vigente establece de manera clara principio
de extraactividad penal, que dispone:

……..

5) Esta Sala Constitucional, en reiteradas oportunidades ha señalado, de manera inequívoca, que


se aplicará la ley más favorable al reo. En este sentido, se invocan las siguientes decisiones:
“Se trata de una disposición contenida en la Constitución de 1999, menos favorable al reo, y
además, aplicada retroactivamente, por cuanto el delito fue cometido antes de la entrada en
vigencia del actual texto constitucional. Aun cuando se considere que se trata de una norma de
procedimiento y, por tanto, aplicable desde su misma entrada en vigencia a los procesos ya en
curso, tiene prelación el principio general de la extraactividad de la ley penal cuando la misma
fuere más favorable al reo, contenido en la misma disposición, así como en las Leyes Aprobatorias
del Pacto Internacional de los Derechos Civiles y Políticos (artículo 15) y la Convención Americana
sobre Derechos Humanos (Pacto de San José, artículo 418);” (Sentencia N° 2036, del 23 de octubre
de 2001, exp. 01-1977, Magistrado-Ponente Pedro Rafael Rondón Haaz).

“Del principio de legalidad deriva el carácter irretroactivo de la ley y, como excepción, su


retroactividad es admitida sólo en materia penal, tanto en el orden sustantivo como adjetivo,
únicamente en el caso de su mayor benignidad en relación al acusado.

La retroactividad obedece a la existencia de una sucesión de leyes penales, que por emanar de
seres humanos y estar destinadas a controlar la conducta de éstos, su validez o vigencia se
encuentran sometidas a la temporalidad, por lo cual se dan casos donde la situación fáctica
acaecida en un determinado momento y bajo el imperio de una ley, al tiempo de ser sometida al
juzgamiento se encuentra con que ha entrado en vigencia otro texto legal más favorable y por ello
se debe aplicar la nueva ley retrotrayendo su vigencia al momento de la comisión del delito, o por
el contrario, con la nueva ley se desfavorece al sujeto activo del hecho punible acaecido bajo el
imperio de la ley derogada, por lo que ésta adquiere supervivencia”. (Sentencia N° 1807 del 3 de
julio de 2003, exp. 02-1870, Magistrado-Ponente José Manuel Delgado Ocando).

En este mismo sentido, pueden verse entre otros fallos, sentencia N° 35 del 25 de enero de 2001,
exp. 00-1775, sentencia N° 2461, del 28 de noviembre de 2001, exp. 00-2524, sentencia N° 3269
del 20 de noviembre de 2003, exp. 02-0740, y sentencia N° 3467 del 10 de diciembre de 2003, exp.
02-3169.

En este mismo orden de ideas, considera esta Sala Constitucional que la Corte de Apelaciones del
Circuito Judicial Penal del Estado Mérida, cuando dictó la decisión objeto de impugnación, incurrió
en una errónea interpretación de la norma adjetiva penal en relación con las alternativas a la
prosecución del proceso, por cuanto estimó que la suspensión condicional del proceso no era
procedente, porque el nuevo Código Orgánico Procesal Penal excluía el delito de lesiones
personales intencionales gravísimas, ya que al mismo le era aplicable una pena de 3 a 6 años de
presidio. Con ello la Corte de Apelaciones apreció equivocadamente las disposiciones aplicables al
caso concreto, en virtud de que no consideró el principio de extraactividad que establece el
artículo 553 ejusdem. Así, para el caso de autos debió aplicar el Código Orgánico Procesal Penal
derogado, ya que era más favorable al procesado de autos.

Por otra parte, el pronunciamiento de la decisión objeto de impugnación mediante el amparo que
se decide fue el 19 de noviembre de 2001, pese a que el recurso de la apelación contra la decisión
del Juzgado Segundo de Control se incoó el 17 de noviembre de 1999, con lo cual se desprende
que la Corte de Apelaciones del Circuito Judicial Penal del estado Mérida tardó más de dos años
para la resolución del recurso de la apelación, lo cual a todas luces es violatorio de los derechos a
una tutela judicial efectiva y a una justicia sin dilaciones indebidas y pone en evidencia el
incumplimiento de los lapsos procesales penales. En consecuencia, estima esta Sala que tal
situación amerita la remisión de copia certificada a la Inspectoría General de Tribunales, para que
determine si la misma es generadora de responsabilidad disciplinaria alguna de los integrantes de
la Corte de de Apelaciones del Circuito Judicial Penal del estado Mérida. Así se decide….” (sic).

Ahora bien, como es sabido, el artículo 31 de la Ley Orgánica Contra el Tráfico Ilícito y el Consumo
de Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas, tipifica los Delitos de Tráfico, además de, contener
una serie de conductas que constituyen esta actividad, no solamente en cuanto a la conducta
ilícita de las drogas en sentido estricto, sino que comprenden los solventes, los productos químicos
y precursores, almacenamientos y aquellas que tienen por finalidad dirigir o financiar las
operaciones sobre el tráfico y sobre el transporte de las drogas.
Por tanto, es necesario definir lo que se entiende por tráfico de droga. El tráfico de drogas es un
delito que consiste en facilitar o promocionar el consumo ilícito de determinadas sustancias
estupefacientes y adictivas, que atentan contra la salud pública, con fines lucrativos. No obstante,
hay que hacer la salvedad que esta definición puede variar según las distintas legislaciones penales
de cada Estado.
Por tráfico de drogas se entiende no sólo cualquier acto aislado de transmisión del producto
estupefaciente, sino también el transporte e incluso toda posesión que, aun no implicando
transmisión, suponga una cantidad que exceda de forma considerable de las necesidades del
propio consumo, ya que entonces, se entiende que la posesión tiene como finalidad promover,
favorecer o facilitar el consumo ilícito (entendiéndose como ilícito todo consumo ajeno). En
algunas legislaciones, se considera delito solamente el tráfico, pero no la posesión de drogas en
cantidades reducidas a las necesidades personales del consumidor, mientras que otras tipifican
como conductas delictivas, tanto el tráfico como la posesión.
Existen tres modalidades dentro del tráfico de drogas, establecidas en base a los medios que se
utilizan para realizarlo y son los siguientes:
a.- Tráfico Aéreo: Consiste en aquel que utiliza como medio de tránsito, naves o aeronaves
públicas o privadas, para que transporten vía aérea sustancias estupefacientes o psicotrópicas.
b.- Tráfico Marítimo: Consiste en aquel que utiliza como medio de transporte buques, barcos, etc.,
para que transporten vía marítima sustancias estupefacientes o psicotrópicas depositadas en
container u otros lugares del buque.
c.- Tráfico Terrestre: Consiste en aquel que utiliza como medio de tránsito, vehículos o cualquier
medio de transporte vial, para que trafique vía terrestre sustancias estupefacientes o
psicotrópicas, cualquiera sea su forma de ser embalada.
Pero existe otra figura excepcional, aparte de las ya mencionadas, y es el tráfico de drogas por
medio de humanos, la cual es una nueva modalidad bien conocida con el nombre de: narcomulas
intraorgánica, que consiste en introducir en el estómago de un individuo, cierta cantidad de
dediles para facilitar el tráfico de varios gramos de droga, que en muchos casos resultan
infructuosos, debido a la ruptura de los dediles, que pueden ocasionar hasta la muerte del
narcomula; todo esto con la finalidad de evadir las medidas de seguridad que cada día son más
rigurosas e intensas, sobre todo en los aeropuertos, en pro de la lucha contra el tráfico de drogas.
El tráfico de drogas cubre actividades que van desde la compra, venta, el financiamiento y el
transporte de la materia prima, los insumos, los productos y los subproductos, el establecimiento
de laboratorios, operación de los mismos y aeropuertos clandestinos, hasta la creación de
intrincadas redes de comercialización al mayor y al detal, de aparatos de violencia y de soborno a
funcionarios y políticos y de mecanismos para el lavado de dólares. Por otra parte, dado su
carácter de ilegalidad, conlleva el establecimiento de sociedades secretas, cerradas y selectivas,
como ocurre con todas las mafias.
En la práctica, funciona como un mercado segmentado, con ofertas y demandas generadas en
países distintos y muy localizados. En ese mercado, donde los protagonistas actúan con una gran
racionalidad económica -buscando optimizar sus beneficios económicos y políticos-funcionan dos
sectores: uno oligopólico, que controla las actividades más rentables del negocio (refinación,
transporte y distribución al por mayor del producto, así como de lavado de los beneficios); y otro,
competitivo, formado por los numerosos cultivadores independientes de la coca, refinadores y
comerciantes del PBC o pasta básica, y distribuidores callejeros de la cocaína al detal en los
principales centros de consumo.
Venezuela es una de las primeras democracias de Sur América, su riqueza petrolera la convierte en
una potencia económica importante en la región. Por el hecho de que la crisis fiscal venezolana y
severas reformas económicas han obligado al gobierno venezolano a reducir los aportes
presupuestarios para la represión legal. Venezuela se enfrenta a una amenaza creciente de tráfico
de drogas. Los traficantes explotan los controles inadecuados de las fronteras venezolanas para
mover grandes volúmenes de cocaína y, cada vez más, heroína, a través del país. Un estimado de
100 a 200 toneladas métricas de cocaína pasan por el país anualmente, principalmente escondidas
en contenedores de carga en naves oceánicas y en aeronaves.
Venezuela es uno de los principales países de tránsito para el envío de cocaína, heroína, y cannabis
sativa, hacia los Estados Unidos y Europa y para los productos químicos enviados hacia Colombia.
Los cargamentos dentro de contenedores por transporte marítimo-comercial constituyen el
método predominante de contrabando de una o más toneladas de cocaína. La heroína se
transporta principalmente por correo en las aerolíneas comerciales. Entre las nuevas tendencias se
encuentra un aumento dramático en el contrabando de heroína que pasa de contrabando y en los
nuevos métodos, incluyendo el encubrimiento de grandes cantidades en el equipaje de carga y
posiblemente los primeros intentos de usar los contenedores de transporte marítimo para la
heroína, a veces como parte de un gran cargamento de cocaína.
La cocaína, el producto principal del proceso, se caracteriza, por tener una oferta elástica, debido a
la alta rentabilidad del rubro en comparación con otros cultivos y por la disponibilidad relativa de
mano de obra y de tierra en los países productores, que son, a su vez, países pobres. Además, la
cocaína tiene una demanda inelástica, por el carácter adictivo de la droga y por el gran número de
consumidores con alto poder adquisitivo existente en los países industrializados o ricos. Los
resultados globales del negocio son tan elevados, que lo han convertido en uno de los negocios
más rentables del mundo.
Con base en las estadísticas de incautaciones en el 2002, continúan entrando a Venezuela
cargamentos de múltiples toneladas de cocaína, principalmente de Colombia, por la Carretera
Panamericana (en el estado fronterizo del Táchira) y salen de Venezuela de los estados costeros de
Carabobo (Puerto Cabello), Vargas (Puerto de La Guaira y el Aeropuerto Internacional de
Maiquetía) y Sucre (la costa frente a la Isla de la Margarita).
Las incautaciones sustanciales de cocaína en los estados fronterizos del Zulia y Bolívar confirman el
tránsito de cocaína de Colombia por la Península de Guajira y por el Río Orinoco, respectivamente.

El tráfico de heroína, según estadísticas de incautaciones hechas en el año 2002, indica la intensa
actividad de entrada por la frontera colombiana en el estado Táchira, así como la intensa actividad
de salida por el Aeropuerto Internacional Maiquetía. También se registra un notable tráfico de
heroína en la Península de la Guajira y en las cercanías de Puerto Cabello y Maracaibo.

La cocaína y, en forma creciente, la heroína entran a Venezuela desde Colombia por tierra en
cierto número de puntos de cruce. Los traficantes ocultan grandes envíos de drogas en
contenedores de carga legítima. Los mensajeros contrabandean con volúmenes más reducidos. La
droga es luego reenviada a los EE.UU. y a Europa por carga aérea y por cargueros marítimos. Los
traficantes colombianos han creado falsas compañías y utilizan métodos de ocultamiento
novedosos, tales como la inserción en productos legítimos.
El problema de la producción, tráfico y consumo de drogas está afectando y preocupa a muchos
padres, educadores, políticos, religiosos, gobernantes, etc. en fin, es mucha la gente que se está
poniendo a pensar qué hacer.
Vemos que hay personas con una visión equivocada y distorsionada del problema, con
información incompleta. Muchas de ellas desarrollan acciones con buena voluntad pero son
infructuosas. El problema es complejo y complicado.
Hoy en Venezuela, éste es un problema de tipo social, muy relacionado con la problemática de
violencia e inseguridad que se vive en el país en los actuales momentos; es decir, lo que antes de
1960, era un problema de algunos grupos de consumidores y sus familiares (un problema
individual y de salud), hoy ocupa la atención de todos, nos preocupa a todos. Pasó a ser un
problema colectivo.
El tráfico de drogas es un problema social cuya solución necesita de la más amplia participación de
la ciudadanía y de los organismos públicos y privados: en acciones orientadas a buscar el
desarrollo integral que enfatice el crecimiento emocional, intelectual y social de la población y
educando a las personas a rechazar participar en esta clase de hechos delictivos.
Es necesario desarrollar prácticas sociales alternativas: acciones válidas reales dirigidas a modificar
las condiciones que permiten la aparición y el agravamiento del problema del tráfico de drogas o
cualesquiera otra que debilite al individuo y a la sociedad, así como los obstáculos que nos
impiden desarrollar nuestra acción preventiva.
Es necesario desarrollar programas de información, formación y educación preventiva a nivel
escolar, familiar y comunitario, asignando de manera justa la responsabilidad, funciones e
importancia que tiene los diferentes actores.
Necesitamos organizarnos y unirnos para fortalecer nuestras fuerzas como comunidad para que
nuestras acciones sean eficaces.

A los fines de despejar cualquier tipo de duda, en este sentido, debe señalarse que, las diversas
acciones delictivas concebidas en las normas de los artículos 31, 32 y 33 de la Ley Especial,
constituyen tipos penales calificados por el resultado, en cuyos casos no hay prueba de dolo ni de
culpa en orden al resultado que califica el delito, porque las consecuencias que lo califican son
comunes y probables del delito intencionalmente cometido. Por tanto, el legislador en dichos
delitos presupone la culpabilidad, porque la acción principal (el delito cometido dolosamente) es
una acción efectivamente imprudente con respecto al bien jurídico protegido que lesiona el
resultado.

Sin embargo, en los denominados delitos calificados por el resultado se plantea un interesante
problema y es que para poder imputarle al autor una determinada conducta ilícita, a titulo de
dolo, no basta que se haya demostrado su realización material, sino además, probar que ella y su
eventual resultado fueron queridos por el agente. Contario sensu, implica y conlleva la presunción
del dolo – dolus in re ipsa – proclamada por los clásicos, en oscuras épocas, en la cual el hombre
permanecía inerme ante el Estado onmímodo y presentar prueba de su inocencia para desvirtuar
la presunción de la responsabilidad penal que sobre él pesaba, sólo por el hecho de haber
ejecutado un comportamiento previsto en la Ley como delito. Por tanto, el dolo no se presume
sino hay que probarlo.

Indiscutiblemente, esta tesis ya ha sido superada por las legislaciones modernas y es inaceptable,
básicamente, porque contraría un derecho de rango constitucional y principio penalístico de
Presunción de Inocencia, en virtud de la cual es el Estado, en uso de todos los instrumentos
legales, científicos y humanos, al que le corresponde probar la responsabilidad penal del autor,
porque quiso el hecho antijurídico y no a la inversa.

De allí que, los delitos calificados por el resultado deben ser imputados al agente, a título de culpa,
toda vez que el Código Penal Venezolano, en la norma contenida en el artículo 61, consagra el
principio, que consiste, en que la responsabilidad penal, sólo puede ser consecuencia de conducta
dolosa o culposa.

En efecto, los delitos preterintencionales o ultraintencionales son una especie de los delitos de
doble resultado o evento (delitos calificados por el resultado), porque en ambos casos la conducta
del actor da lugar a dos eventos, el segundo de los cuales – más grave que el primero – no fue
querido, aunque era previsible.

No obstante, los delitos calificados por el resultado o de evento plurimo se diferencian de los
delitos preterintencionales, porque en los primeros, el resultado ulterior es una mera
circunstancia agravante punitiva que deja inalterado el título del delito base; en cambio, en los
segundos, la produccción del evento final modifica siempre el título correspondiente al delito
originado por el primer resultado, por ejemplo, el homicidio preterintencional, porque al
verificarse la muerte del sujeto pasivo, el delito base, que era el de lesiones personales (primer
resultado), se transforma en homicidio (segundo resultado), entidad jurídica autónoma diversa de
la precedente.

De modo pues, que los partidarios de esta tesis afirman que el segundo evento antijurídico se le
imputa al agente a título de responsdabilidad objetiva, vale decir, sin que sea necesario establecer
un nexo subjetivo entre la conducta y su resultado final, porque basta simplemente que exista una
relación de causalidad entre aquella y éste.

En esta orden de ideas, una de las instituciones mas criticadas que afecta directamente el Principio
de Culpabilidad y elemento subjetivo del delito, es la responsabilidad objetiva o la calificación por
el resultado, que a su vez, no es más que la consagración del versari in re illicita, toda vez que el
supuesto del Artículo 36 de la Ley Orgánica sobre Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas, es la
versión declarada en cuanto a la posesión, porque no existe una determinación conductual que
haga posible la captación del dolo.

En cuanto a este punto, el informe sobre Derechos Humanos y Sistemas Penales, abroga por el
rechazo absoluto de los llamados “Delitos Calificados por el Resultado”, en la medida en que con
ellos se entiende la consagración de una forma de versari in re illicita.

La doctrina venezolana con respecto a la noción analítica del delito adopta la conseción
denominada bipartita, como lo señala Antolisei, en virtud de la cual el delito esta compuesto por
dos elementos, a saber: un elemento objetivo, que consiste en el hecho material o
comportamiento exterior del hombre; y un elemento subjetivo, la voluntad culpable, vale decir, la
culpabilidad. Elemento éste suprimido en los denominados “Delitos Calificados por el Resultado”,
por cuanto sólo se sancionan con fundamento al elemento objetivo, lo cual acarrea una
imputación objetiva y por ende, una responsabilidad objetiva.

En efecto, el Tribunal Ad Quem fundado en las nociones precedentes y sometido a su


conocimiento, con motivo de la interposición de Recurso Extraordinario de Revisión de Sentencia
Condenatoria Firme, dictada por el Tribunal A Quo, por medio de la cual condena al penado de
autos, a cumplir la Pena de dos (2) años de Prisión, por la perpetración del Delito de Posesión de
Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas, tipificado en el artículo 36 de la Derogada Ley Orgánica
Sobre Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas, en virtud de la entrada en vigencia la Ley
Orgánica Contra el Tráfico Ilícito y el Consumo de Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas, en
fecha cinco (5) de Octubre de dos mil cinco (2005), que prevé una pena menor para el tipo penal
indicado ut supra, motivo por el cual debe aplicarla por vía de excepción, debido a la
retroactividad de la ley penal, indudablemente.

Sin embargo, observa esta Alzada, en el caso bajo estudio, en primer lugar que, el Delito cometido
y por el cual se condenó al penado de autos, es Posesión de Sustancias Estupefacientes y
Psicotrópicas, el cual a tenor de lo prescrito en la norma contenida en el artículo 34 de la novísima
Ley Especial que regula la materia, merece una pena de Prisión de uno (1) a dos (2) años.

En este orden de ideas, la Sala de Casación Penal del Máximo Tribunal de Justicia de la República
Bolivariana de Venezuela, en Sentencia N° RC03 de fecha 10 de Mayo de 2005, con ponencia del
Magistrado Alejandro Angulo Fontiveros, se pronuncia con respecto al Principio de
Proporcionalidad en los casos de Narcotráfico, a saber:

“......La Ley Orgánica sobre Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas, como se puntualizó antes,
es, hoy, propicia para ejercer obra de equidad: es odioso que un delincuente o traficante de
drogas, que opere con una exigua cantidad, sea castigado con la misma pena de otro que trafique
con enormes cantidades. Pero esa justiciera consideración no debía ser hecha en vigencia del
anterior o reformado Código Orgánico Procesal Penal, porque tal equivaldría a que los traficantes
de drogas (porque eso es exactamente lo que son aunque lleven una cantidad muy pequeña en
comparación a los grandes capos del narcotráfico) se beneficiarán del modo más injusto con la
impunidad que propició el ya reformado Código Orgánico Procesal Penal y no tuvieran un castigo
acorde a la suma gravedad de sus crímenes de lesa humanidad, tal como son considerados por la
Constitución Venezolana, la Jurisprudencia (Sentencia N° 1.712 del 12/9/01) de la Sala
Constitucional del Tribunal Supremo de Justicia y los ordenamientos jurídicos del mundo civilizado.

En este caso la cantidad de cocaína es de veintitrés gramos y cuatro gramos con cien miligramos
de marihuana. Esta cantidad es insignificante en comparación a la manejada por otros traficantes
de drogas. Muchos de éstos, incluso, por tan sólo haber “admitido” unos hechos que en algunos
casos estaban patentizados del modo más público y notorio, obtuvieron una substancial
disminución de la pena. Criterio éste que iba muy bien durante la vigencia del reformado Código
Adjetivo; pero que ahora, a la luz de los cambios habidos, debe modificarse, a veces, a juicio de
esta Sala. No hacerlo así podría implicar un desvío del sendero de la Justicia, cuyo más puro
espíritu supone que se ha de imbuir la equidad en la administración de la ley penal.

En suma: hay que tomar en consideración que habría un mínimum de peligrosidad social –
siempre en relación con la muy alta nocividad social de tal delito – si una actuación criminosa con
drogas fuera sin un ánimo elevado de lucro o, por lo menos, sin una posibilidad real de lograr un
elevado beneficio económico: esto puede inferirse de una cantidad muy baja de droga y que, por
lo tanto, representaría un ataque no tan fuerte al muy alto y trascendente bien jurídico protegido.
La fuerza del ataque a dicho bien debe influir en el criterio de peligrosidad, pues de eso
dependería en principio el peligro social implícito en la conducta delictuosa.

Por consiguiente, opina esta Sala que debe disminuirse la pena al Ciudadano imputado PEDRO
ARCANGEL VELAZCO PRATO…” (sic).

En segundo lugar, cabe destacar el hecho que, el penado se acogió al Procedimiento Especial de
Admisión de los Hechos, previsto en el artículo 376 del Código Orgánico Procesal Penal y en tal
sentido, la Sala Constitucional del Supremo Tribunal de Justicia de la República Bolivariana de
Venezuela, en Sentencia N° 135 de fecha 13 de Febrero de 2003, con ponencia del Magistrado
Jesús Eduardo Cabrera Romero; en fecha 13 de Julio de 2005, con ponencia del Magistrado Luis
Velásquez Alvaray, en el Asunto N° 1648; y en Sentencia N° 2507 de fecha 5 de Agosto de 2005,
con ponencia del Magistrado Luis Velásquez Alvaray, de manera constante, pacífica y reiterada
determinó lo siguiente:

“…El Código Orgánico Procesal Penal en su artículo 376, prevé el denominado procedimiento por
admisión de los hechos, conforme al cual en la audiencia preliminar, una vez admitida la
acusación, o en el caso del procedimiento abreviado, una vez presentada la acusación y antes del
debate, el imputado podrá admitir los hechos objeto del proceso y solicitar al tribunal la
imposición inmediata de la pena. En estos casos, el Juez deberá rebajar la pena aplicable al delito
desde un tercio a la mitad de la pena que haya debido imponerse, atendidas todas las
circunstancias, tomando en consideración el bien jurídico afectado y el daño social causado,
motivando adecuadamente la pena impuesta. Si se trata de delitos en los cuales haya habido
violencia contra las personas, y en los casos de delitos contra el patrimonio público o los previstos
en la Ley Orgánica sobre Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas, cuya pena exceda de ocho
años en su límite máximo, el Juez sólo podrá rebajar la pena aplicable hasta un tercio.
De acuerdo con la norma transcrita, el procedimiento por admisión de los hechos es una de las
formas de auto composición procesal mediante la cual el legislador creó una manera especial de
terminación anticipada del proceso, con prescindencia del juicio oral y público y con la condena
del imputado, que, a pesar, de no estar incluida dentro de las alternativas a la prosecución del
proceso, previstas en el Capítulo III, Título I del Libro Primero del Código Orgánico Procesal Penal, a
saber, el principio de oportunidad, la suspensión condicional del proceso y los acuerdos
reparatorios, cumple la misma función, es decir, pone fin al proceso.
Del análisis del señalado artículo 376 se coligen los requisitos para que proceda la admisión de los
hechos, el primero de ellos, es la admisión por parte del juez de control, en la audiencia
preliminar, de la acusación presentada por el Ministerio Público, cuando se trate del
procedimiento ordinario, o en el caso del procedimiento abreviado -delitos flagrantes-.
El segundo de dichos requisitos es la admisión por parte del imputado de los hechos objeto del
proceso -los comprendidos dentro de la acusación- y la solicitud de la imposición inmediata de la
pena.
Ahora bien, respecto a la oportunidad para que el imputado admita los hechos, en el
procedimiento ordinario, el regulado por las normas contenidas en el Libro Segundo del Código
Orgánico Procesal Penal, el imputado sólo podrá admitir los hechos objeto del proceso, en la
audiencia preliminar y una vez que el juez de control haya admitido la acusación presentada en su
contra por el Ministerio Público. En el caso del procedimiento abreviado -Título II del Libro
Tercero- la admisión de los hechos sólo procederá en la audiencia del juicio oral, una vez
presentada la acusación por el Ministerio Público y antes que el juez de juicio unipersonal haya
dado inicio al debate.
En el caso de autos, el imputado Antonio Luis Ruiz León, admitió los hechos, de conformidad con
lo establecido en el artículo 376 del Código Orgánico Procesal Penal, en el acto de la audiencia del
juicio oral y público -ya abierto el debate- al momento de rendir declaración, una vez que el
representante del Ministerio Público expuso su acusación, la cual había sido admitida totalmente
el 3 de marzo de 2005, por el Juzgado Sexto Unipersonal de Primera Instancia en funciones de
Juicio del Circuito Judicial Penal del Estado Vargas, en la oportunidad de la audiencia preliminar,
una vez impuesto de las alternativas a la prosecución del proceso, de lo que se desprende que el
proceso penal seguido contra el prenombrado imputado estuvo regido por las normas del
procedimiento ordinario, siendo el acto de la audiencia oral la oportunidad procesal para que éste
admitiera los hechos y solicitara la imposición inmediata de la pena.
No obstante ello, el Juzgado Sexto Unipersonal de Primera Instancia en funciones de Juicio del
Circuito Judicial Penal del Estado Vargas, estimó procedente la admisión de los hechos imputados,
y con base en ello ejerció el control difuso de la Constitución, de conformidad con lo establecido
en el artículo 334, dado que “…quien decide que en el presente caso el contenido del segundo
aparte del artículo 376 del Código Orgánico Procesal Penal de noviembre de 2001, colide y en
contrario con los principios constitucionales de igualdad ante la Ley, tutela judicial efectiva, de
progresividad de los derechos humanos, y del debido proceso, consagrados en los artículos 21, 26,
19 y 49 numeral 4, todos de la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, procede a
desaplicarlo, dejando sin efecto su segundo aparte… (sic)”.
Por otra parte, esta Sala constata que, objetivamente, en la decisión hoy sometida a revisión, el
Juzgado Sexto Unipersonal de Primera Instancia en funciones de Juicio del Circuito Judicial Penal
del Estado Vargas, desaplicó el segundo aparte del artículo 376 del Código Orgánico Procesal Penal
como único mecanismo viable -a su juicio- para hacer prevalecer la real y efectiva igualdad ante la
Ley y la equidad en la administración de justicia, procurando así una tutela judicial efectiva a favor
de los justiciables sometidos al proceso penal y trae a colación además, el contenido de normas
que consagran principios constitucionales relativos a la progresividad de los derechos humanos y
el debido proceso, principios que estima el juzgador colinden con el segundo aparte del artículo
376 adjetivo penal.
Cabe señalar al respecto, que la Sala de Casación Penal de este Tribunal Supremo de Justicia, en
sentencia del 28 de marzo de 2000 (Caso: Mirtha Josefina Zambrano Carrillo), con relación a los
delitos contra la humanidad, estableció lo siguiente:
“…El Estado debe dar protección a la colectividad de un daño social máximo a un bien jurídico tan
capital como la salud emocional y física de la población, así como a la preservación de un Estado
en condiciones de garantizar el progreso, el orden y la paz pública: se requiere
imprescindiblemente una interpretación literal, teleológica y progresiva, que desentrañe la “ratio
iuris”, pueda proteger los inmensos valores tutelados por las normas incriminatorias y esté a tono
con el trato de delito de lesa humanidad que reserva la novísima Constitución para las actuaciones
relacionadas con las substancias prohibidas por estupefacientes y psicotrópicas.(omissis)
En verdad, sí son delitos de lesa humanidad y por tanto de leso Derecho, ya que causan un
gravísimo daño a la salud física y moral del pueblo, aparte de poner en peligro y afectar en
realidad la seguridad social (por la violenta conducta que causa la ingestión o consumo de las
substancias prohibidas) y hasta la seguridad del Estado mismo, ya que las inmensas sumas de
dinero provenientes de esa industria criminal hacen detentar a ésta un poder tan espurio cuan
poderoso que puede infiltrar las instituciones y producir un “narcoestado”: poco importa que sólo
sea un Estado “puente”, o se crea o se finja creer que lo es, porque aun en ese caso se ha
establecido que de allí se pasa siempre a estadios más lesivos: Estado “consumidor”, “productor” y
“comercializador”.(omissis)
(...) Y no es únicamente Venezuela donde se persiguen tales delitos: la gran mayoría de los Estados
actúan igual y lo prueba el que sean suscriptores de la Convención de las Naciones Unidas contra
el Tráfico Ilícito de Estupefacientes y Sustancias Psicotrópicas (Viena, 1988), que en 1991 pasó a
nuestra legislación a través de la Ley Aprobatoria de la Convención de Viena...(omissis)
(...) nadie podrá poner en tela de juicio el derecho de punición que compete al Estado respecto a
los delitos del denominado narcotráfico y se comprenderá que éstos son los que violan de modo
tan grave como sistemático los derechos humanos del pueblo venezolano y de la humanidad en
general, por lo que justicieramente son tenidos por nuestra Constitución como delitos...de lesa
humanidad...(omissis)
La Constitución de la República de 1961, en su artículo 76, establecía la protección a la salud
pública como de las garantías fundamentales y por ello todos estaban obligados a someterse a las
medidas legales de orden sanitario. Y la Constitución de la República Bolivariana de Venezuela de
1999, en el marco de los Derechos Sociales y de las Familias, en el artículo 83, amplía con creces
este tan legítimo derecho social, que incluso forma parte del derecho a la vida. Proteger tales
derechos es obligación primordial e ineludible del Estado, que lo debe garantizar sobre la base de
leyes nacionales, principiando por la Constitución misma, y por convenios internacionales suscritos
y ratificados por la República...”.
Ahora bien, la Sala Constitucional estima pertinente reiterar la doctrina establecida en sentencia
del 12 de septiembre de 2001 (Caso: Rita Alcira Coy, Yolanda Castillo Estupiñán y Miriam Ortega
Estrada), que estableció:
“…Los delitos de lesa humanidad, las violaciones punibles de los derechos humanos y los delitos
por crímenes de guerra, quedan excluidos de beneficios como lo serían las medidas cautelares
sustitutivas, en caso que el juez considerare que procede la privación de la libertad del imputado.
Al comparar el artículo 271 constitucional con el transcrito 29, donde el primero se refiere a
acciones penales imprescriptibles y que, al igual que la última norma mencionada, reconoce como
imprescriptible a los delitos contra los derechos humanos, la Sala debe concluir que el delito de
tráfico de estupefacientes, cuya acción también es imprescriptible, debe considerarse por su
connotación y por el especial trato que le otorga el artículo 271 constitucional, como un delito de
lesa humanidad, y así se declara.
Los delitos de lesa humanidad, se equiparan a los llamados crimen majestatis, infracciones penales
máximas, constituidas por crímenes contra la patria o el Estado y que, al referirse a la humanidad,
se reputan que perjudican al género humano, motivo por el cual el tráfico de sustancias
psicotrópicas y estupefacientes ha sido objeto de diversas convenciones internacionales, entre
otras, la Convención Internacional del Opio, suscrita en La Haya en 1912, ratificada por la
República el 23 de junio de 1912; la Convención Única sobre Estupefacientes, suscrita en las
Naciones Unidas, Nueva York, el 30 de marzo de 1961; y la Convención de las Naciones Unidas
contra el Tráfico Ilícito de Estupefacientes y Sustancias Psicotrópicas (Convención de Viena de
1988). En el Preámbulo de esta última Convención las partes expresaron: ...Profundamente
preocupadas por la magnitud y la tendencia creciente de la producción, la demanda y el tráfico
ilícitos de estupefacientes y sustancias psicotrópicas, que representan una grave amenaza para la
salud y el bienestar de los seres humanos y menoscaban las bases económicas, culturales y
políticas de la sociedad....
Por otra parte, en el Preámbulo de la Convención de Viena de 1961, las partes señalaron, sobre el
mal de la narcodependencia: ...Considerando que para ser eficaces las medidas contra el uso
indebido de estupefacientes se hace necesaria una acción concertada y universal, estimando que
esa acción universal exige una cooperación internacional orientada por principios idénticos y
objetivos comunes....
En consecuencia, los delitos relativos al tráfico de estupefacientes los considera la Sala de lesa
humanidad.
A título de ejemplo, en el Estatuto de Roma de la Corte Penal Internacional, no suscrito por
Venezuela, en su artículo 7 se enumeran los crímenes de lesa humanidad; y en el literal K de dicha
norma, se tipificaron las conductas que a juicio de esta Sala engloban el tráfico ilícito de
estupefacientes. Dicho artículo reza:
Artículo 7
Crímenes de lesa humanidad
1. A los efectos del presente Estatuto, se entenderá por "crimen de lesa humanidad" cualquiera de
los actos siguientes cuando se cometa como parte de un ataque generalizado o sistemático contra
una población civil y con conocimiento de dicho ataque:
k) Otros actos inhumanos de carácter similar que causen intencionalmente grandes sufrimientos o
atenten gravemente contra la integridad física o la salud mental o física.”.
En este orden de ideas, la Sala de Casación Penal de este Tribunal Supremo de Justicia, en
sentencia del 10 de mayo de 2005 (Caso: Edixon Olave Medina), estableció:
“…Es de observar que el segundo aparte del artículo 376 del Código Orgánico Procesal Penal,
contempla la excepción a la rebaja o disminución de pena por admisión de los hechos a la cual
hace referencia el encabezamiento y el primer aparte de la referida norma (desde un tercio a la
mitad). De manera que el legislador, atendiendo al bien jurídico protegido, estableció que en los
delitos en los cuales haya habido violencia contra las personas y en los casos de delitos contra el
patrimonio público o previstos en la Ley Orgánica Sobre Sustancias Estupefacientes y
Psicotrópicas, cuyas penas excedan de ocho años en su límite máximo, el juez no podrá imponer
una pena inferior al límite mínimo de aquella que establece la ley para el delito correspondiente.
Tal excepción, prevista expresamente en el segundo aparte del artículo 376 del Código Orgánico
Procesal Penal, no colide con el derecho que tiene toda persona a ser juzgada por sus jueces
naturales, con las garantías constitucionales y legales, pues, como ya se dijo el legislador excluyó
los casos previstos en el referido aparte (cuya pena exceda de ocho en su límite máximo) de una
rebaja de pena, por admisión de los hechos, inferior al límite mínimo de aquella que establece la
ley para el delito correspondiente…”.
En atención a los criterios jurisprudenciales expuestos, esta Sala Constitucional, considera no
ajustada a derecho la desaplicación del segundo aparte del artículo 376 del Código Orgánico
Procesal Penal, efectuada por el Juzgado Sexto Unipersonal de Primera Instancia en funciones de
Juicio del Circuito Judicial Penal del Estado Vargas, en virtud que el delito cometido fue de
transporte ilícito de sustancias estupefacientes y psicotrópicas, previsto y sancionado en el artículo
34 de la Ley Orgánica sobre Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas, el cual es considerado
como un delito contra la humanidad, que ocasiona un profundo perjuicio a la colectividad.
Dicho Juzgado desaplicó erróneamente la norma, que es clara y precisa al establecer que si se
trata de delitos en los cuales haya habido violencia contra las personas, y en los casos de los
delitos contra el patrimonio público y los establecidos en la Ley Orgánica sobre Sustancias
Estupefacientes y Psicotrópicas, cuya pena exceda de ocho años en su límite máximo, sólo se
podrá rebajar la pena aplicable hasta un tercio. En el caso que hoy nos ocupa se condenó al
acusado por la comisión del mencionado delito, previsto y sancionado en la Ley Orgánica sobre
Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas. En este sentido, la Sala aprecia que la sentencia que se
revisa, desaplicó el segundo aparte del artículo 376 del Código Orgánico Procesal Penal,
imponiéndole al acusado una pena menor de (ocho años) de prisión, sin tomar en cuenta lo
dispuesto en el artículo 34 de la Ley Orgánica sobre Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas,
que señala el límite mínimo de pena para el delito
A tal efecto, es criterio de esta la Sala que el principio de igualdad ante la ley, implica un trato igual
para quienes se encuentren en situación de igualdad y trato desigual para quienes se encuentren
en situación de desigualdad.
Al respecto, esta Sala ha reconocido en varios fallos, que el derecho subjetivo a la igualdad y a la
no discriminación es una obligación de los Poderes Públicos, de tratar de igual forma a quienes se
encuentren en análogas o similares situaciones de hecho y que todos los ciudadanos gocen del
derecho a ser tratados por la ley de forma igualitaria. (Vid. sentencias exp. 00-1337 del 8 de junio
de 2000 (Caso: Michel Brionne) y exp. 00-1408 del 17 de octubre de 2000 (Caso: Luis Alberto
Peña).
En el presente caso, la Sala no encuentra que al ciudadano Antonio Luis Ruiz León, condenado por
la comisión del delito de transporte ilícito de sustancias estupefacientes y psicotrópicas, haya
sufrido una discriminación o un perjuicio por la aplicación del segundo aparte del artículo 376 del
Código Orgánico Procesal Penal, toda vez que la gravedad del delito cometido tiene una pena que
es proporcional.
En definitiva, del exhaustivo análisis de las actas del presente expediente, así como de las
exposiciones del Ministerio Público y del defensor, esta Sala estima que la disposición contenida
en el segundo aparte del artículo 376 del Código Orgánico Procesal Penal, sobre “Si se trata de
delitos en los cuales haya habido violencia contra las personas, y en los casos de delitos contra el
patrimonio público o previstos en la Ley Orgánica sobre Sustancias Estupefacientes y
Psicotrópicas, cuya pena exceda de ocho años en su límite máximo, el Juez sólo podrá rebajar la
pena aplicable hasta un tercio”, no vulnera el derecho a la igualdad y no discriminación expresado
en el Texto Constitucional, así como en los diversos cuerpos normativos alegados, toda vez que la
misma no otorga un trato distinto o desigual a los sujetos a los cuales se dirige.
Según lo asentado por esta Sala Constitucional en reiteradas oportunidades, si el recurrente
considera que el artículo 376 del Código Orgánico Procesal Penal vulnera algún derecho o garantía
constitucional, deberá solicitar su nulidad mediante el procedimiento que al efecto establece la
Ley Orgánica del Tribunal Supremo de Justicia.
Así las cosas, esta Sala Constitucional, no comparte el criterio del Juzgado Sexto Unipersonal de
Primera Instancia en funciones de Juicio del Circuito Judicial Penal del Estado Vargas, que
desaplicó el artículo 376 del Código Orgánico Procesal Penal, por control difuso, para inhibir los
efectos de una sentencia condenatoria por un delito de lesa humanidad, situación que contraría
los tratados internacionales suscritos y aprobados por el Poder Legislativo en la materia los cuales
conforme a lo establecido en el artículo 23 de la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, tiene jerarquía constitucional.
Es por ello, que esta Sala Constitucional debe anular la decisión dictada el 15 de marzo de 2005,
por el referido Juzgado Sexto Unipersonal de Primera Instancia en funciones de Juicio del Circuito
Judicial Penal del Estado Vargas, en la que por desaplicación del segundo aparte del artículo 376
del Código Orgánico Procesal Penal, rebajó la pena aplicable al ciudadano Antonio Luis Ruiz León,
por la comisión del delito de Transporte Ilícito de Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas, y así
se declara.
En virtud de lo antes señalado, esta Sala considera necesario remitir las presentes actuaciones a la
Inspectoría General del Tribunales y a la Comisión Judicial del Tribunal Supremo de Justicia, a los
fines de iniciar la investigación pertinente para determinar la responsabilidad del Juez que dictó la
sentencia objeto de la presente revisión. Así se decide…” (Resaltado y subrayado de la Corte)….”
(sic).
En consecuencia, conscientes de la obligación que nos imponen las normas contenidas en los
respectivos artículos 7 y 334 de la Carta Fundamental, de asegurar y garantizar su integridad y por
ende, de la responsabilidad penal, civil, administrativa y disciplinaria, de la cual podemos ser
objeto por su incumplimiento, a tenor de lo dispuesto en la norma del artículo 255 ejusdem, en
concordancia con la consagrada en el artículo 6 de la Ley Orgánica del Poder Judicial, a los fines de
garantizar en la situación jurídica planteada el derecho a la libertad personal, tutela judicial
efectiva o garantía jurisdiccional y un debido proceso, que todos los Juzgadores de Venezuela
estamos obligados, constitucionalmente, a velar por su respeto y materialización eficaz y
efectivamente a tenor de lo establecido en la Constitución de la República Bolivariana de
Venezuela, artículos 2, 3, 7, 26, 44 numeral 1°, 49, 257 y 334, en tanto en cuanto, la justicia es uno
de los valores fundamentales y fines esenciales del Estado y como tal debe estar presente en
todos los aspectos de la vida social e impregnar absolutamente el ordenamiento jurídico y
constituir uno de los objetivos primordiales de la actividad del Estado, en garantía de la paz social,
esta Alzada, cambia prudencial y sustancialmente el criterio sostenido hasta la fecha de la
presente decisión al respecto y en consecuencia, declara con lugar el Recurso de Revisión de
Sentencia Condenatoria Firme; modifica el quantum de la Pena a un (1) año de Prisión por la
perpetración del Delito de Posesión de Sustancias Estupefacientes y Psicotrópicas, tipificado en el
artículo 34 de la Ley Orgánica Contra el Tráfico Ilícito y Consumo de Sustancias Estupefacientes y
Psicotrópicas, en concordancia con lo previsto en el artículo 37 del Código Penal; Pena cumplida; y
ordena la remisión del presente Expediente a la Unidad de Recepción y Distribución de
Documentos del Circuito Judicial Penal de este Estado, para su debida devolución al Tribunal de
Primera Instancia en Funciones de Ejecución de Penas y Medidas de Seguridad del Circuito Judicial
Penal del Estado Nueva Esparta, a los fines legales consiguientes. Y así se decide.

Máxime, cuando la misma Sala Constitucional ha dicho que, la Administración de Justicia debe ser
asumida por el Estado para la solución de los conflictos que puedan surgir entre los administrados
o con la Administración misma y para que se comprometa a organizarse de tal manera que los
mínimos imperativos de la justicia sean garantizados y que el acceso a los órganos de
Administración de Justicia establecidos por el Estado en cumplimiento de su objeto sea expedito
para los administrados.

Empero, que el derecho a la tutela judicial efectiva es de amplísimo contenido que comprende no
sólo el derecho de acceso y de ser oído por los órganos de Administración de Justicia establecidos
por el Estado, sino el derecho a que previo cumplimiento de los requisitos establecidos en las leyes
adjetivas, los órganos judiciales conozcan el fondo de las pretensiones de los particulares y
mediante una decisión dictada en derecho, determine el contenido, alcance y extensión del
derecho deducido, de allí que la Constitución de la República señale que no se sacrificará la justicia
por la omisión de formalidades no esenciales y que el proceso constituye un instrumento
fundamental para la realización de la justicia (artículo 257) y que en un Estado Democrático y
Social de Derecho y de Justicia donde se garantiza una justicia expedita, sin dilaciones indebidas y
sin formalismos o reposiciones inútiles (artículo 26), la interpretación de las instituciones
procesales debe ser amplia, tratando que si bien el proceso es una garantía para que las partes
puedan ejercer su derecho de defensa, no por ello se convierta en una traba que impida lograr las
garantías que el artículo 26 de la Constitución instaura.

Por otra parte, fundados en la noción del debido proceso, el ejercicio de las funciones
jurisdiccionales, también regulado por la Ley y conocido con el nombre de proceso legal, se califica
de debido, no solo, porque es el camino que la Ley obliga a seguir para administrar justicia o
dirimir conflictos en derecho en cada caso concreto, sino también y sobre todo porque y en cuanto
la Ley lo hace con sujeción a los principios positivos supralegales, a las normas rectoras de la Ley
Penal y Procesal Penal y a las normas de garantías. Y esto, que vincula a los Jueces y legitíma
formalmente su actuación garantiza a los ciudadanos el no ser molestados, perturbados o
intervenidos por ellos sino por los motivos y con las formalidades previamente establecidas en la
Ley, y, desde luego, en esta misma medida limita o controla el ejercicio del Poder Judicial.

Si se habla de “debido proceso”, es porque puede haber procesos indebidos y porque no todo
“proceso legal” es un “debido proceso”, ya que sólo es el que asume determinados contenidos
valorativos impuestos por o derivados de las normas, principios y valores constitucionales e
internacionales relacionados con la independencia e imparcialidad del Juez, el derecho de defensa
formal y material, la legalidad, publicidad y contradicción de la prueba, la igualdad de los sujetos
procesales ante la Ley y ante el Juez, el juicio oral y público (contradictorio) y la inmediación, la
celeridad adecuada, el derecho a un fallo justo que respete la objetividad de la Ley y dispense a
todas las personas un trato igualitario, la libre (pero crítica y racional) apreciación de las pruebas,
el indubio pro reo, el favor libertatis, la libertad del procesado como regla general y la privación de
ella como excepción inspirada en las necesidades de una justicia pronta, cumplida, igualitaria,
democrática, transparente y eficaz, que está obligada a motivar racionalmente o fundamentar
correctamente las decisiones en interpretaciones sanas que se inscriban en un verdadero sistema
del Derecho Penal.

Por tanto, hay un “debido proceso” en sentido formal, que es el procedimiento de investigación y
juzgamiento previsto por la Ley (sentido que nos legó el positivismo), y otro, que es su
complemento esencial, que se puede llamar “debido proceso” en sentido material, que atiende al
contenido sustancial de las regulaciones procesales, a los derechos que de alguna manera afecten
o restringen y a la amplitud y firmeza de las garantías que se prevén para evitar la arbitrariedad o
el desafuero. Cabe destacar que, en el último tienen que contar los principios generales del Estado
de Derecho (legalidad formal, racionalidad, proporcionalidad, oportunidad, igualdad, dignidad,
derechos humanos internacionales, etc.).

No hay que pensar en la posibilidad de que el “debido proceso” se agote en las denominadas por
la Constitución y por la Ley “formas propias del juicio”, pues el juicio penal no es un mero rito y sus
formas son inútiles fórmulas sacramentales en tanto que no garanticen realmente los derechos
fundamentales de la persona sometida al mismo. En este sentido, la amplitud de los poderes
discrecionales del Juez no puede ser pretexto para suprimir o degradar su sujeción a la legalidad.
Por tanto, al interpretar la Ley y valorar la prueba el juez no actúa por capricho sino sometido a
reglas: en el primer caso, la dogmática fija las reglas de la hermenéutica jurídico-penal y en el
segundo, lo hace el derecho probatorio mediante las llamadas reglas de la sana crítica (lógica,
ciencia y experiencia).

De manera que, la verdadera Administración de Justicia sólo la hay en un Estado Social y


Democrático de Derecho, cuando Jueces imparciales e independientes deciden legalmente,
mediante un procedimiento amplio o generoso en garantías y en armonía con principios y valores
superiores del ordenamiento jurídico, sistemáticamente. En tal sentido, tenemos que la
Constitución de la República Bolivariana de Venezuela, se expresa en esos mismos términos en las
normas contenidas en los artículos 7, 253, 254 y 256 en relación con las previstas en los artículos
1, 2 y 3 de la Ley Orgánica del Poder Judicial.

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