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El Patrimonio, evolución conceptual y jurídica


Ensayo
Mayra Alejandra Gallego

Desde que los romanos legislaron sobre los bienes y posesiones de las
personas y de las familias, el concepto y la naturaleza del patrimonio ha evolucionado
hacia la universalidad de derechos con que se reconoce en la actualidad. En el derecho
Romano el patrimonium (voz latina para bienes derivados del padre) estaba integrado
por los activos de contenido económico constituidos como una universalidad jurídica y
era el Pater familias (voz latina para padre de familia) dueño absoluto del patrimonio
formado por todo el núcleo familiar (Caycedo y Lara, 2000).
En las familias romanas, como lo refieren Caycedo y Lara (2000), el patrimonio
era una especie de copropiedad llamada copropiedad familiar de naturaleza sui
generis, en donde el hijo de familia no tenía patrimonio propio, pues sus adquisiciones
entraban directamente al patrimonio del Padre de familia, al igual que las adquisiciones
producto de los esclavos entraban al patrimonio de su señor y dueño. Así que durante
la vida del Pater familias sólo él tenía las facultades dispositivas y administrativas sobre
el patrimonio.
Con la expansión y evolución del Imperio Romano se da también la evolución del
concepto referente al patrimonio. Se instituyó en primer lugar el Peculium Prolectitum
que constituía una atenuación del régimen (Espinoza, 1977, citado por Grisales y
Yépez, 2021) y que era conformado por los bienes que el padre entregaba
voluntariamente al hijo para su administración independiente, con la finalidad de
educarlo en la práctica de los negocios, el cual podía comerciar, pero no podía cederlo
ni heredarlo.
En legislaciones posteriores, referidas por Escobar (1995, citado por Caycedo y
Lara, 2000), se aprecia la tendencia evolutiva de la siguiente manera: Bajo el reinado
de Augusto, se instituyó el peculio castrense con características a favor del hijo; en el
imperio y en el año 320 en la era Cristiana se entiende la institución por analogía a los
bienes que adquiría el hijo en su desempeño de cargos públicos; durante el período
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Justiniano se instituyó el peculio adventicio, formado por los bienes adventicios que
eran todos aquellos que el hijo adquiría de fuente distinta e independiente de la del
padre de familia.
Así que, durante el clasicismo jurídico romano, se entendió por patrimonio los
derechos activos que, con un valor apreciable en dinero, corresponden a una persona,
determinando de esta manera una universalidad jurídica solo de bienes susceptibles de
una valoración pecuniaria, incluyendo además de los activos como bienes positivos, los
pasivos como bienes negativos, dando lugar a la teoría clásica de la naturaleza jurídica
del patrimonio.
Der tal manera que, para determinar la naturaleza jurídica del patrimonio en la
actualidad, se destacan dos teorías: la clásica expuesta por Aubry y Rau y la moderna
definida por Duguit y soportada en críticas a la clásica (Velásquez, 2010).
En la teoría clásica el patrimonio es un atributo de la personalidad, y sólo la
voluntad humana es suficiente para reunir en un todo los derechos de que es titular una
persona; es una universalidad de derechos de contenido económico en cabeza de una
persona. La forma originaria de la teoría clásica, subjetivista o personalista del
patrimonio se debe a Aubry y Rau, en su tratado de Derecho civil, quienes la
elaboraron en base al Código Napoleónico, donde consideran que el patrimonio es el
conjunto de las relaciones jurídicas de una persona, valorables en dinero, consideradas
como una universalidad jurídica y ligadas entre sí por estar sujetas a la voluntad de una
misma persona.
Al referirse por tanto al conjunto de relaciones jurídicas, se entiende entonces
que la teoría clásica el patrimonio comprende tanto un activo como un pasivo.
Entendiendo el activo como lo que está conformado por todos los derechos presentes y
futuros, valorables en dinero de los que puede ser titular una persona (Angarita, 1980).
Aunque Aubry y Rau no lo aclaran, las cosas en sí misma no forman parte del
patrimonio, sino que los componentes del activo son la propiedad y demás derechos
reales, los derechos de crédito y los llamados derechos de propiedad intelectual e
industrial. Quedan fuera del activo del patrimonio los derechos políticos o públicos, los
derechos de la personalidad y al menos la mayor parte de los derechos familiares. De
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otra parte, el pasivo lo constituye tanto las obligaciones como las cargas o gravámenes
que pesen sobre los bienes de la persona de que se trate.
Para los exponentes de esta teoría clásica, el patrimonio tiene tres
características fundamentales: El Patrimonio es una Universalidad Jurídica, es una
universalidad unida o que emana de la misma persona y es una universalidad que no
contiene sino derechos pecuniarios (Rodríguez, s.f., citado por Caycedo y Lara (2000).
Es una universalidad jurídica porque todos los derechos avaluables en dinero se
encuentran en el patrimonio formando un solo todo. El activo patrimonial responde al
pasivo, pues ambos están íntimamente unidos y esa universalidad está compuesta por
derechos reales, personales e inmateriales, que conforman la clase de derechos
singulares.
Es una universalidad unida a la persona, ya que el patrimonio es la emanación
de la personalidad y la expresión de la potestad jurídica de que esta investida una
persona como tal. Por último, es una universalidad que sólo contiene derechos y
obligaciones de carácter pecuniario, es decir, todo lo apreciable en dinero, como son
los derechos singulares (personales, reales e inmateriales) y los derechos universales
(que están en la herencia, las sociedades, la sociedad conyugal y en el usufructo legal).
Si se consideran en cabeza de la persona que los aprovecha, se llaman créditos y se
les mira desde el punto de vista de quien lo soporta, se denominan pasivos (Angarita,
1980).
Velásquez (2010) sintetiza las características de la teoría clásica en cuatro
principios fundamentales: a) Sólo las personas pueden tener un patrimonio, porque
sólo ellas pueden ser capaces de tener derechos y obligaciones; b) Toda persona
necesariamente debe tener un patrimonio, entendiendo el patrimonio, como una
entidad abstracta que comprende no sólo los bienes presentes, sino también los bienes
por adquirir, es decir, que no supone necesariamente una riqueza actual, sino también
la aptitud de poseer en un momento dado, de tener bienes y derechos y reportar
obligaciones.; c) Toda persona sólo puede tener un patrimonio; nunca podrá tener dos
o más patrimonios, es decir que el patrimonio como la persona es indivisible. De esta
suerte, el patrimonio será una universalidad de derechos y obligaciones, con relación a
una persona determinada. El atributo de unicidad es inherente al mismo concepto de
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universalidad; siempre aquellos derechos y obligaciones que corresponden a un sujeto


tendrán que agruparse, vincularse y referirse a una persona, constituyendo un todo; d)
El patrimonio es inalienable durante la vida de su titular. Este es el principio llamado
también de la inalienabilidad del patrimonio, que expresa que puede existir una
enajenación total del patrimonio durante la existencia de la persona a que corresponda,
porque sería tanto como admitir que puede enajenarse la personalidad.
De acuerdo con estos principios, surge la crítica que da paso a la teoría
moderna, que argumenta que se estableció por la escuela clásica una noción del
patrimonio artificial y ficticia, despegada de la realidad y vinculada hasta confundirse
con la capacidad, que en realidad es difícil distinguir ambos conceptos, pues además
de considerar al patrimonio como conjunto de bienes presentes, se le considera
también como aptitud para adquirir bienes futuros, y más aún, se acepta que en un
momento dado exista el patrimonio sin los bienes presentes, bastando la posibilidad de
adquirirlos en el futuro. Es por esto, que toda persona debe tener necesariamente un
patrimonio, aunque no posea bienes ni reporte obligaciones, bastando la aptitud o
posibilidad que tiene para adquirir dichos bienes o llegar a ser sujeto de obligaciones y
derechos. Debido a esta confusión entre patrimonio y capacidad se atribuyen al primero
las características de indivisibilidad e inalienabilidad, que son inherentes a la persona
(Planiol, 1981).
De las críticas a la teoría clásica, surge la teoría moderna que según Velásquez
(2010), parte de la base de que la concepción clásica es estrecha y deja por fuera
fenómenos perfectamente adaptables a la institución patrimonial. De tal manera que la
universalidad de derechos se funda en la afectación de derechos a un fin determinado
y no en la voluntad. El patrimonio adquiere entonces un valor puramente económico o
material y conforme a ella puede existir un patrimonio sin persona (Velásquez, 2010).
Conforme a esta doctrina, la noción de patrimonio ya no se confunde con la de
personalidad, ni se le atribuyen las mismas características de indivisibilidad e
inalienabilidad propias de la persona, sin dejar por ello de existir relación entre estos
conceptos, pero no de identidad o de proyección del concepto de persona sobre el de
patrimonio, de tal manera que éste sea una emanación de aquélla.
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Es decir que los bienes y obligaciones contenidas en el patrimonio forman lo que


se llama una universalidad de derecho, esto significa que el patrimonio constituye una
unidad abstracta distinta de los derechos y obligaciones que lo componen. Estos
pueden cambiar, disminuir, desaparecer enteramente y no así patrimonio que queda
siempre es el mismo, durante la vida de la persona. Para esta corriente los derechos y
obligaciones de una persona giran sobre su patrimonio en el que forman una masa
patrimonial. El patrimonio se funda en la idea de la personalidad, pero no es un simple
atributo de esta. Es imposible prescindir de la persona como centro de unidad de las
relaciones jurídicas patrimoniales. Es la persona que contrae las obligaciones, quienes
cierre y ejerce los derechos, y quién puede decir su responsabilidad a otra.
Es así como se ha evolucionado a la concepción actual del patrimonio el cual se
define teniendo en cuenta el destino que en un momento dado tengan determinados
bienes, derechos y obligaciones, con relación a un fin jurídico, gracias al cual se
organizan legalmente en una forma autónoma. O como expresa Planiol (1981), el
patrimonio de afectación es “una universalidad reposando sobre la común destinación
de los elementos que la componen, o más exactamente, un conjunto de bienes y de
deudas inseparablemente ligados, porque todos ellos se encuentran afectados a un fin
económico, y en tanto que no se haga una liquidación, no aparecerá el valor activo
neto”.
De esta suerte siempre que encontremos un conjunto de bienes, derechos y
obligaciones destinados a la realización de un fin determinado, sea de naturaleza
jurídica o económica, estaremos en presencia de un patrimonio por cuanto que se
constituye una masa autónoma organizada jurídicamente en forma especial, tal como
sucede en el patrimonio de familia, en el fundo mercantil, en el patrimonio del ausente,
o en el régimen de las sucesiones.
Es así como se entienden las definiciones y conceptos actuales, como la emitida
por la real Academia Española – RAE: Conjunto de bienes pertenecientes a una
persona natural o jurídica, o afectos a un fin, susceptibles de estimación económica. O
como lo definen diversos autores de actualidad, que como Velásquez (2010), sobre el
patrimonio en el sentido evolutivo actual, señala que es una universalidad jurídica
formada por bienes activos y pasivos en cabeza de una persona jurídica individual o
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colectiva, que tiene un contenido económico o pecuniario, y hacen parte de él los


derechos reales y personales, también los derechos sobre los objetos inmateriales
(propiedad intelectual) y aún la posesión como derecho real provisional, tal como lo
predican los modernos tratadistas.

Referencias

Angarita G., J. (1989). Derecho Civil: Bienes. Editorial Temis Librería.


Caycedo, C. F. & Lara, A. M. (2000). Derecho civil bienes – Derechos reales
investigación profesoral dirigida. Universidad de la Sabana – Colombia.
Disponible en:
https://intellectum.unisabana.edu.co/bitstream/handle/10818/5266/129862.PDF?
sequence=1&isAllowed=y
Grisales C., W. & Yepes A., C. A. (2021). La clasificación de los bienes jurídicos:
utilidad o inutilidad. Hacia una reforma del Código Civil colombiano. Apuntes al
derecho desde investigación. Disponible en:
https://www.researchgate.net/publication/349980152_La_clasificacion_de_los_bi
enes_juridicos_utilidad_o_inutilidad_Hacia_una_reforma_del_Codigo_Civil_colo
mbiano
Planiol, M. & Ripert, G. (1981). Tratado elemental de derecho civil. Cárdenas Editor.
Real Academia Española. RAE. (2020). Online. Consultado en:
https://dle.rae.es/patrimonio?m=form
Velásquez J., L. G. (2010). Bienes. Editorial Temis.

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