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LA VIDA SECRETA DE LAS FAMILIAS

Verdad, privacidad y reconciliación en una sociedad del "decirlo todo"

VIVIR LOS DILEMAS


Los secretos:
● Son indispensables y temidos
● Mejoran y protegen la vida
● Pero también asfixian, devastan y se salen de control.
● Pueden ser utilizados para resguardar la intimidad o para invadirla, para nutrir o para
destruir.
● Se erigen barreras de secretos para resguardarse contra las tramas secretas.
Cuando se toca la cuerda íntima de una familia, es muy posible que se encuentre un
secreto. Se pueden guardar secretos ante el cónyuge, los hermanos, los padres, hijos,
mejores amigos, pueden tener secretos compartidos con ellos.
Hay secretos que toda una familia guarda ante el mundo exterior, con el deseo de
protegerse y el temor de ser estigmatizado.
Se guardan secretos ante los niños, con la ilusoria esperanza de evitarles un dolor.
Hay secretos que todos conocen, que impiden que una familia cruce sus propios límites,
rígidamente defendidos, y pueda pedir ayuda externa que necesita.
Hay secretos que se guardan ante el miedo de perder el apoyo familiar, un trabajo, etc.
Hay secretos que los débiles guardan ante los poderosos con el objeto de ganar seguridad
y secretos por medio de los cuales se ejerce coerción, en forma tiránica, contra los que no
tienen ni voz ni voto.
Un secreto puede pasar silenciosa e inconscientemente de generación en generación.
Un secreto pueden hacer mañana mismo y echar raíces con rapidez, invadiendo todos los
rincones de la vida familiar.
Los secretos no existen en forma aislada.
En el trabajo con personas que se debaten para la toma de una decisión acerca de los
secretos (¿Lo cuento?¿A quién?), es evidente que todo secreto existe dentro de la trama de
la historia familiar y social, de las relaciones pasadas y presentes, de emociones intensas,
de creencias arraigadas, de los significados que se le atribuyen, y de un futuro imaginado.
No hay dos fuentes, instancias o contextos del secreto que sean exactamente iguales, las
complicaciones y ambigüedades engendradas por estos nos llevan a declarar en forma
absoluta "cuéntalo siempre" o "nunca lo cuentes".
Existe una errada creencia de que podemos encontrar una respuesta que se adecue a
todas las situaciones. Cuanto más trabajo con las familias y sus secretos, más convencida
estoy de qué debemos desechar esta simplificación tampoco satisfactoria y que debemos
ampliar nuestra capacidad para dar cabida a las complejidades que nos presentan los
secretos.

Vivir excluido de un secreto

El vivir excluido de un secreto central de la familia puede moldear la identidad y la conducta,


generar sentimientos de inseguridad, lejanía y desconfianza, y también puede contribuir a
que se tomen decisiones cruciales sin contar con la suficiente información.

Vivir dentro de un secreto


El vivir dentro de un secreto puede generar una extraña mezcla de responsabilidad, poder,
angustia, actitud protectora, vergüenza, agobio y miedo. Gran parte de todo esto depende
del modo en que se ha llegado a vivir dentro de un secreto.
¿Es usted quien originó el secreto? ¿Es el receptor de la confidencia de otra persona?
¿Guarda un secreto por propia decisión, bajo coerción, o a partir de alguna complicada
combinación entre ser fiel a una relación y al mismo tiempo sentirse por ello culpable en
otra relación?
Durante años, hemos luchado para dar respuesta a las complejas preguntas que asedian la
vida de quienes guardan un secreto. En tanto que las respuestas son diferentes en cada
situación (lo que me recuerda a cada paso que los secretos nunca admiten fórmulas
sencillas) las preguntas se repiten en cada conversación prudente:
¿De quién es la responsabilidad de revelar un secreto, especialmente si el contenido del
mismo sobre otra persona?¿Cuando está bien romper la promesa de guardar un secreto?
¿Si cuento un secreto, quiere decir que tengo que contar los otros?¿Como determino a
quién contarlo? ¿Cuando se cruza el límite entre la protección y la arrogancia al guardar un
secreto?¿Y cómo se mide la aparente certeza del silencio contra las impredecibles
consecuencias de ventilar aquello que previamente era innombrable?

Cuando los secretos afectan nuestra relación con nosotros mismos y con los otros
Los secretos nacen, respiran, permanecen vivos, estallan o se resuelven en el marco de
nuestra relaciones más significativas.
Ellos modelan, facilitan y restringen nuestras posibilidades para vincularnos tanto dentro de
la familia como fuera de ella. La decisión de crear y conservar un secreto tiene raíces
profundas y complicadas. En tanto resulte simple decir que guardamos en secreto los que
nos produce vergüenza y lo que tememos no poder afrontar, los temas complejos que
debemos considerar habitan tanto en la génesis como en la disolución de esta vergüenza y
de este miedo. La intimidación proveniente de otras personas puede producir y apuntalar
nuestros silencios. También podemos guardar secretos para proteger a las personas que
amamos, para luego encontrarnos atrapados en un pantano donde se confunde la
protección y el engaño que erosiona las mismas relaciones que esperamos preservar. Otras
veces los mantenemos para protegernos a nosotros mismos o para asegurarnos el poder, Y
al hacerlo traicionamos a los cónyuges, a los padres, a los amigos, a los hijos o a los
hermanos.
Cualquier secreto puede provocar el anquilosamiento de nuestro sentido de identidad y de
nuestra posición respecto de las otras personas.
Gran cantidad de secretos se gestan o se revelan en periodos de un intenso cambio en las
relaciones, tales como el casamiento, el divorcio, el nacimiento de un niño, la partida del
hogar o la muerte. Un secreto construido en estos puntos cruciales del desarrollo puede
detener la evolución natural de las cosas. Las relaciones que comúnmente cambiarían y
crecerían, se congelan en el momento en que la presencia de un secreto encierra las
personas involucradas. Puede provocar conmoción en las relaciones de la familia,
produciendo más confusión que claridad.
Cuando faltan las palabras, las acciones ocupan ese lugar
He presenciado en mi trabajo como conductas que de otro modo resultan inexplicables, a
menudo son modos de hacer un comentario metafórico sobre lo que no puede ser
mencionado. Pueden ser signos de que los secretos se conocen en un nivel no verbalizable.
Cuando la familia tienen secretos horribles e incomunicables, la conducta de uno de sus
miembros puede ser a veces un elemento de distracción eficaz, que suministra todos un
tema de conversación seguro aunque perturbador. Como es el caso de muchas familias,
donde los niños proveen tremendas conmociones que desvían el secreto central.
Cuando la conducta cumple realmente el papel de desviar la atención de aquello que se
calla, un terapeuta tras otro pueden intentar intervenir, apuntando en forma equivocada a
estas señales a nivel biológico, intrapsíquico o interpersonal, pero dejando de lado por
completo la imaginable maraña de secretos en que esas acciones están sumergidas.
En cualquier momento, lo que debe permanecer escondido puede surgir. Simultáneamente,
aquellos que quedan fuera del secreto experimentan tensión en las relaciones de la familia
o en la terapia. La ansiedad ligada a la conversación en secreto se transmite a los que no lo
conocen.
Tipos de secretos
Paradójicamente, las mismas acciones que se desarrollan para crear secretos que generan
dolor pueden utilizarse para crear secretos que posibilitan la alegría. La conducta que
modela los secretos destructivos es similar a la conducta que intensifica el desarrollo
individual, familiar y cultural. Imponer el silencio, seleccionar lo que se dice, producir charlas
subrepticias y hacer confidencias susurradas, son todos los recursos que pueden ser
utilizados al planear una fiesta sorpresa o para encubrir una pedofilia. He necesitado
diferenciarlos por el propósito, la duración y el resultado.

● Secretos placenteros: tienen un tiempo limitado y se realizan con propósitos de


diversión y sorpresa. Pueden producir el temporario desplazamiento de las
relaciones y crear nuevos lazos. La revelación brinda una visión positiva de la
persona o la relación. Protegen y expanden nuestros sentimientos del yo. Por
ejemplo: regalos, fiestas o visitas inesperadas.
● Secretos esenciales: promueven los límites que demarcan una relación. Son
esenciales para el bienestar. Una familia puede tener su propio lenguaje privado,
incluyendo palabras especiales y queridas que fomentan y mantienen la cercanía.
Un secreto esencial entre los cónyuges crea además intimidad. Por el mismo hecho
de ser confiados a la otra persona, intensifican la cercanía y la unión en una pareja.
Cuando surgen en la terapia, son una señal de creciente confianza, ceden las
barreras de la defensa.
Son partes de los contratos en nuestras relaciones y romperlos puede ser un acto
de traición. Son duraderos y se crean para propiciar el desarrollo del yo, las
relaciones y las comunidades. Por ejemplo: rituales de iniciación que requieren del
secreto para diferenciar a los participantes de las otras personas, las religiones
pueden tener prácticas secretas, los oprimidos pueden crear secretos a menudo
alrededor de la protección o la huida, los refugios para mujeres golpeadas guardan
sus ubicaciones en secreto.
● Secretos nocivos: envenenan nuestras relaciones. Pudo haberse formado tres
generaciones atrás o el mes pasado. Las historias claves de la familia permanecen
silenciadas e inaccesibles. Diezman nuestras relaciones, desorientan nuestra
identidad y desquician nuestra vida. Cercenan nuestra capacidad para realizar
elecciones claras, para utilizar recursos en forma eficaz y para participar en
relaciones auténticas. Mantenerlos tienen efectos negativos crónicos en la
capacidad para solucionar problemas, en el repertorio temático de las
conversaciones, en las percepciones y el bienestar emocional. Quitan energía,
promueven ansiedad, ahora humana quienes los conocen y confunden a los que no
los conocen. Al vivir dentro de ellos se amplifican nuestras dudas acerca del modo
como las otras personas nos pueden responder. Vivir excluido de un secreto nocivo
nubla nuestra visión. Al presentir un secreto pero no contar con su confirmación,
comenzamos a dudar de nuestras propias percepciones. Dado que al guardar un
secreto nocivo no siempre se producen crisis agudas, tales secretos tienden a dilatar
su existencia por mucho tiempo, generando un sentimiento de confusión con
respecto a si se debe contar, a quién y cuándo.
Vivir en un secreto nocivo puede resultar cómo vivir en una olla a presión. La
necesidad de contarlo puede crecer y crecer hasta explotar de un modo no planeado
y lacerante o el secreto puede filtrarse a través de indicios, aparentemente
inadvertidos, que fuercen a alguien a revelarlo.
Existen situaciones donde los secretos nocivos han sido revelados
descuidadamente, dejando como secuela un profundo deterioro de las relaciones en
cuestión. Este descuido resulta ser ansiedad que no pudo ser contenida durante
más tiempo. Los secretos nocivos que son revelados en forma imprudente llevan
más tiempo en resolverse que cuando se lo hace de un modo cuidadosamente
planeado.
Si se es depositario de un secreto nocivo se debe contar con el tiempo para
considerarlo con cuidado y prepararse para sacarlo a la luz. Esta preparación,
reduce la ansiedad, permitiendo pensar antes de actuar. Se debe estar consciente
de que el descubrimiento de secretos nocivos a menudo produce en una familia un
desequilibrio, probablemente llevará un tiempo hasta que la identidad del individuo y
de la familia se restablezca, y hasta que las relaciones cicatricen y tomen nueva
forma. Por ejemplo: una madre que no le cuenta a su hija que tiene una hermana y
la presenta en su cumpleaños número 21. El secreto del suicidio de una hermano
guardado ante los niños cuando eran pequeños.
● Secretos peligrosos: hay secretos que colocan a las personas ante un riesgo
inmediato, o ante tal torbellino emocional que su capacidad de funcionamiento se ve
amenazada. En muchas de las órbitas públicas, el descubrimiento de secretos
peligrosos requiere la acción. Exigen una acción rápida inmediata para salvaguardar
la vida. Intimidación, miedo, poder sobre los otros y sometimiento están, usualmente,
entrelazados con los secretos peligrosos. En un secreto peligroso, a menudo la
persona sometida vive en un contexto de gran amenaza física y emocional y siente
que si da a conocer el secreto, el daño podría ser mayor. La persona con poder para
causar daño y demandar silencio en los secretos peligrosos frecuentemente invoca
la privacidad, oscureciendo de este modo la importante diferencia entre el secreto y
la privacidad. Ejemplo: secretos sobre maltrato físico o abuso sexual de niños,
esposas golpeadas, alcoholismo discapacitante, drogadicción y planes para cometer
suicidio o dañar a otra persona.
¿Privacidad saludable o secreto patológico?
La distinción entre los secretos y la privacidad es crítica y resbaladiza, al mismo tiempo.
Sostener que algo es privado puede estar inadmisiblemente puesto al servicio propio o ser
un medio adecuado de protección.
El concepto de que es secreto y qué es privado cambia con el tiempo, las culturas, las
circunstancias socio-políticas, dependiendo de lo que una determinada cultura o una familia
en particular estigmatiza o valoriza.
Lo secreto y lo privado algunas veces coexisten en una paradójica relación circular. Se hace
algo que limita la privacidad en algún nivel de los muchos sistemas sociales yuxtapuestos
en los que vivimos, es probable que respondamos creando un secreto en otro nivel. Cuando
el ámbito de la privacidad personal es redefinido por la legislación, los tribunales,
compañías de seguros o los hospitales, individuos y las familias pueden responder con el
ocultamiento de un secreto.
Normas familiares
Cada familia confecciona sus propias normas sobre lo que es secreto y lo que es privado.
Los secretos nocivos y los peligrosos muy a menudo nos hacen sentir avergonzados, en
tanto que esto no ocurre con las cuestiones verdaderamente privadas. Esconder y ocultar
son hechos centrales para el mantenimiento de un secreto, pero no para la privacidad. Si el
retaceo de información afecta las decisiones vitales de otra persona, su capacidad de tomar
decisiones y su bienestar, gobierna es el secreto.
Lo que es verdaderamente privado no afecta nuestra salud física o psíquica. Guardar
secretos nocivos o peligrosos impide el acceso a los recursos que se necesitan para
resolver los problemas. Las cuestiones privadas de la vida no constituyen una barrera para
alcanzar los recursos necesarios. Cuando se está viviendo al margen de un secreto, la falta
de información deteriora la capacidad para tomar decisiones bien fundamentadas. Cuando
se vive al margen de los asuntos privados de alguien, la vida no se ve afectada por esto.
Finalmente, lo que es secreto en nuestras vidas puede transformarse en privado. Cuando
se descubre un secreto, por lo común se lo hace dentro de un círculo íntimo de miembros
de la familia o de amigos más cercanos.

Dar entrada a la complejidad


¿Por qué son tan poderosos los secretos? Quizá sea por que desafían las soluciones
simplistas. Los secretos rara vez se guardan prolijamente. Demandan que experimentemos
una sensación de ambivalencia. Los secretos nos atraen y nos rechazan a un tiempo. El
mismo secreto puede ser un manto de protección un día y una cama de clavos al siguiente.
Pueden prestar calidez y contención a una relación, al mismo tiempo que nos separan de
otras personas con quienes ansiamos sentirnos cerca.
Cuando se me pide que guarde un secreto y accedo a ello, pronto me encuentro
debatiéndome en una red de relaciones donde, al mismo tiempo, soy digna de ser creída y
no lo soy, soy fiable y no fiable, poderosa y sometida. Descubrir un secreto nos expone a la
posibilidad tanto de profundizar una relación como de perderla. Indudablemente, abordar
secretos es la prueba más arriesgada del circo de la vida.

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