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Arquitectura Colombiana en El Siglo XX e
Arquitectura Colombiana en El Siglo XX e
busca de ciudad
Por: Saldarriaga Roa, Alberto
JUNIO 1999.
Arquitectura colombiana en el siglo XX: edificaciones en busca de ciudad.
Por: Alberto Saldarriaga Roa.
El proceso
La relativa felicidad de los logros alcanzados en treinta años de modernización se vió afectada por
la imposición en el país de nuevas políticas económicas que, basadas en la importancia de la
construcción como factor de desarrollo, instauraron en 1972 la modalidad financiera de las
corporaciones de ahorro y vivienda, con el sistema de captación y crédito conocido con la sigla
UPAC (Unidades de Poder Adquisitivo Constante). El sistema amparó la asociación de grandes
empresas financieras, urbanizadoras y constructoras con el más claro y transparente "ánimo de
lucro", productoras de vivienda en serie, con poca o ninguna preocupación por la calidad y mucho
interés en la cantidad. Esta "pesadilla sin fin" ha determinado desde entonces el rumbo de la
arquitectura y de la ciudad en Colombia, con resultados entre regulares y malos.
Las obras
Las obras de arquitectura del siglo XX en Colombia se pueden agrupar en dos grandes períodos:
el fin de la arquitectura republicana y el período moderno, cuya frontera se encuentra alrededor de
1930. Esta división esquemática separa las edificaciones proyectadas bajo la influencia estilística
del academicismo, de las obras basadas en los principios de los movimientos modernos de la
arquitectura. En el primer período trabajaron varios arquitectos europeos llegados al país por su
propia voluntad o por encargos especiales: Gaston Lelarge, Pietro Cantini, Robert M. Farrington,
Agustin Goovaerts, Auguste Polty, Joseph Martens. También actuaron algunos arquitectos e
ingenieros colombianos formados en las escuelas locales o en el exterior: Mariano Santamaría,
Julián Lombana, Arturo Jaramillo, Horacio Marino Rodriguez, Alberto Manrique Martín, entre otros.
El segundo período se gesta bajo la influencia de otros extranjeros: Vicente Nasi, Leopoldo Rother,
Karl Brunner, Bruno Violi, y se desarrolla con el trabajo de los mejores profesionales graduados en
Colombia.
Lelarge fué especialmente prolífico en Bogotá entre 1900 y 1920. En este período proyectó el
Palacio Echeverri (actual Ministerio de Interior) (1900-1904), el Edificio Liévano (actual Alcaldía
Mayor) (1901), el Palacio de La Carrera (1906-1918, con Julián Lombana ) y el Palacio de San
Francisco (ANTIGUA Gobernación de Cundinamarca) (1918-1933, con Arturo Jaramillo ). Al
radicarse en Cartagena desarrolló una serie de obras entre las que se destaca el Club Cartagena
(1920-1925). Cantini, italiano, proyectó el Teatro Colón (1885-1896) y el Hospital de San José
(1904-1925). Goovaerts, arquitecto belga radicado en Medellín, produjo una extensa obra en la
ciudad y su región. A él se deben el Teatro Junín, hoy desaparecido (1924) y el Palacio
Departamental en Medellín (1925). Joseph Martens, otro arquitecto belga, proyectó el Palacio
Nacional en Cali (1925-1933), como parte de los proyectos del Ministerio de Obras Públicas.
La década de los años cincuenta puede verse como el período de apogeo de la arquitectura
internacional y de las grandes firmas profesionales. Es también el período de oro de la
construcción en concreto armado, con obras de gran despliegue estructural, y es la década de los
ensayos más interesantes en el campo de la vivienda en serie. La iglesia del Gimnasio Moderno
(Juvenal Moya, 1954), el Hipódromo de Techo (Alvaro Hermida y Guillermo Gonzalez Zuleta,
1955), el Aeropuerto Internacional Eldorado (Cuéllar Serrano Gómez, 1956-1958) y el edificio
Ecopetrol, todos ellos en Bogotá, y el aeropuerto Olaya Herrera en Medellín (Elías Zapata, 1957-
1960) son demostraciones del manejo talentoso de estructuras en concreto. La casa de Guillermo
Bermúdez proyectada por él mismo (1952) es un ejemplo a pequeña escala del excelente manejo
de ese material aunado a una gran sensibilidad espacial.
Guillermo Bermúdez, Fernando Martínez y Rogelio Salmona son tres figuras definitivas en la
configuración de la nueva mentalidad arquitectónica establecida en Bogotá hacia 1960. En sus
obras individuales y en algunas realizadas en compañía, demostraron la posibilidad de separarse
de las tendencias del funcionalismo puro y proponer formas y espacios diferentes en los que la
tradición artesanal de la construcción en ladrillo se prestaba perfectamente para plasmar sus
intenciones estéticas. Este cambio de paradigma se puso de manifiesto en los edificios
multifamilares El Polo en Bogotá (Bermúdez y Salmona, 1959-60), la Caja de Crédito Agrario en
Barranquilla y las casas en el barrio El Refugio en Bogotá (Martínez, 1961-63) y, sobre todo, en el
conjunto residencial El Parque en Bogotá (Salmona, 1965-71). La obra de Arturo Robledo Ocampo
se vincula a esa tendencia, pero refuerza el componente racional y técnico, sobre todo en planes y
proyectos de gran escala. A Robledo se deben, entre otras obras, el Plan Maestro y la fuente
ornamental del Parque Simón Bolívar en Bogotá (1979-1994).
Las obras de Laureano Forero, Oscar Mesa, Patricia Gómez y Santiago Caicedo en Medellín
dieron en los años ochenta la pauta para la formación de una tendencia propia en la que se han
incorporado jóvenes profesionales con óptimos resultados. El Teatro Metropolitano (Mesa, 1985-
87), el conjunto residencial La Mota (Forero, 1982-87) y la casa La Gavilana (Caicedo y Gómez,
1979-81) son ejemplos influyentes en la nueva arquitectura antioqueña. El Centro Administrativo
Municipal de Itagüí (Javier Castañeda, Juan F. Forero, y otros, 1996), la Biblioteca de la
Universidad Pontificia Bolivariana (Javier Vera, 1995-96) y el Cementerio Jardines de Paz (Héctor
Mejía, Mauricio García y Felipe Uribe, 1998) son tres de obras demostrativas del enfoque de las
jóvenes generaciones antioqueñas. En el edificio de las Empresas Públicas Municipales de
Medellín (Carlos Calle y Carlos J. Calle, 1996) se propuso una arquitectura de gran despliegue
tecnológico que ha suscitado discusiones y polémicas y que es, de todos modos, un hito en la
arquitectura colombiana reciente.
En esta breve reseña faltan muchos nombres y obras significativas. Falta además espacio para
detallar la importante laborr que se lleva a cabo en la recuperación del patrimonio urbano y
arquitectónico, en la investigación histórica y cultural y en la experimentación de nuevas
tecnologías, tres de los campos que se abren como opciones importantes para el futuro de una
profesión que lleva poco menos de un siglo de reconocimiento y ha dejado obras memorables en
medio de ciudades devastadas por el utilitarismo.