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Asociado a María en sus gloriosos privilegios, San José tuvo, como ella, su
corazón traspasado por siete espadas.
Siete dolores principales son como las estaciones de la vía dolorosa, que
San José tuvo que recorrer en compañía de Jesús. Él sufrió sin interrupción
en su corazón; mas, en ciertas circunstancias su martirio redobló de
intensidad; parecía tomar entonces nuevas proporciones, por la renovación
del motivo de sus sufrimientos.
7º. La pérdida de Jesús en el Templo. Su dolor fue tan grande, tan amargas
sus lágrimas, que el Espíritu Santo quiso revelárnoslo por boca de María:
sufría tanto más, cuanto que en su humildad se acusaba de haber cumplido
con negligencia los cuidados que debía prodigar a Aquel que confiara a su
custodia el Padre Eterno.
Tales son los siete grandes dolores de San José: él los sobrellevó en
silencio, con humildad y amor. No gustó ni quiso disfrutar tampoco ningún
consuelo humano; no sufría por sí mismo, sino por Jesús, por María, por el
mundo entero, por nosotros: dichosos sufrimientos que lo unían al Salvador
y lo hacían participar en la redención del mundo.
Aspiración. San José, haz que tratemos a Nuestro Señor con tanto respeto y
amor como le tributaste siempre.