Está en la página 1de 1

DOLORES DE MARÍA SANTÍSIMA

Primer dolor: La profecía del anciano Simeón


Dios a María Santísima la quiso reina dolorosa y en todo semejante a su Hijo, quiso que
tuviera siempre ante los ojos y que sufriera continuamente todas las penas que le
esperaban.

Estas penas fueron las de la pasión y muerte de su amado Jesús. He aquí que el santo
anciano Simeón en el templo, después de haber recibido en sus brazos al divino
infante, le predice que aquel Hijo suyo tenía que ser el signo de todas las
contradicciones y persecuciones de los hombres y que por esto la espada del dolor
debía atravesar el alma de María. Porque como le fue revelado a santa Teresa, aunque
María sabía desde el principio el sacrificio de su vida, que iba a ofrecer su Hijo por la
salvación del mundo, sin embargo, desde esa profecía conoció en particular y más en
detalle las penas y la muerte despiadada que le había de sobrevenir a su amado Hijo.
Durante treinta años tuvo que sufrir María semejantes penas. Fueron tanto mayores,
cuanto más amable era su Hijo. Reveló la misma Virgen a santa Brígida que no hubo
una hora en que no le traspasara este dolor. “Cada vez que miraba a mi Hijo, cada vez
que lo envolvía en pañales, cada vez que contemplaba sus manos y sus pies, tantas
veces en mi alma se recrudecía como un nuevo dolor pensando en el momento de la
crucifixión”.

Cuanto más crecía este amor, más se acrecentaba el dolor de tenerlo que perder con
muerte tan cruel; y cuanto más se acercaba el tiempo de la pasión de su Hijo, tanto
más y con mayor dolor aquella espada profetizada por Simeón atravesaba el corazón
de la Madre. Pues si nuestro rey Jesús y su Madre santísima no rehusaron padecer por
amor nuestro a lo largo de la vida una pena tan cruel, no tenemos derecho a
lamentarnos por nuestros padecimientos, ciertamente menores.

Oh Madre ya que has querido padecer tanto por mí, consígueme por tus méritos un
gran dolor de mis culpas y paciencia para soportar los trabajos de esta vida.

AMÉN

También podría gustarte