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Hoy me gustaría hablarles sobre el momento en el que Juan el Bautista supo que iba a

morir.

Todos conocemos el pasaje de Mateo en el que Juan, desde prisión, manda a dos
discípulos para que le pregunten al Señor:

¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro? M. 11:3

Aunque tradicionalmente este pasaje se ha interpretado como un ejemplo de que incluso los
hombres más santos pueden dudar (recuerden las palabras del Señor: (...) entre los nacidos de
mujer no se ha levantado nadie mayor que Juan el Bautista), me gustaría ofrecerles otra lectura.
Aunque la tradicional es la más razonable, esta, alternativa, y un poco más embrollada, nos
puede ofrecer una buena oportunidad para dar cuenta de cómo se vivía la Escritura en los
tiempos del ministerio de Jesús.
En primer lugar, noten que tanto Juan como Cristo, siendo rabinos, no sólo conocían y
entendían la Escritura, sino que también la tenían memorizada. Hay una tradición que afirma
que a los doce años, un niño judío podía tener memorizada la Torá, lo que arroja luz sobre este
pasaje
"Aconteció que después de tres días, le encontraron en el templo, sentado en medio de los
maestros, escuchándoles y haciéndoles preguntas".
Cristo, como hombre, también aprendía, a pesar de su naturaleza divina (L. 2:52), y a los doce
años, ya podía enseñar en el Templo.
Bien. Una de las técnicas que utilizaban los rabinos durante las discusiones, era citar parte de la
escritura, sobreentendiendo que la audiencia, al conocerla de memoria, podía "completar los
huecos". Y es esto lo que pudo haber ocurrido en el pasaje que estamos comentando:
Juan pregunta a través de los discípulos:
¿Eres tú aquel que había de venir, o esperaremos a otro?
Y Cristo responde:
Los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos son limpiados, los sordos oyen, los muertos son
resucitados, y a los pobres es anunciado el evangelio.
¿Podría ser que este intercambio entre los dos sea un ejemplo de la técnica rabínica?
Empecemos con la pregunta de Juan:
Lean este pasaje de Zacarías 9:
Alégrate mucho, hija de Sion; da voces de júbilo, hija de Jerusalén; he aquí tu rey VENDRÁ a
ti, justo y salvador, humilde, y cabalgando sobre un asno, sobre un pollino hijo de asna.

Tanto en la pregunta de Juan, como en el pasaje de Zacarías (en la Septuaginta), se usa


el mismo verbo: ἔρχομαι (venir).

Juan: Σὺ εἶ ὁ 👉ἐρχόμενος (¿eres tú el que VIENE?)


Zacarías: ιδου ο βασιλευς σου 👉 ερχεται (Tu rey VENDRÁ)

De hecho, puede que Mateo haya incluído un juego de palabras en la pregunta de Juan:
ἐρχόμενος (-erjómenos- el que viene) y ἀρχόμενος (-arjómenos- el que manda). Juan no
podía preguntar abiertamente si era el Rey prometido en el AT, pero el Rey que VIENE,
viene para MANDAR.
Pero, ¿por qué alude Juan a esta profecía? Por lo que hará este Rey prometido:

Y a ti también, por la sangre de tu pacto libertaré a tus prisioneros de la cisterna sin


agua. Zacarías 9:11

Juan le ha preguntado a Jesús: ¿me liberarás de esta prisión, Señor?

Jesús, en su respuesta, cita a Isaías:

Yo, el SEÑOR, te he llamado en justicia y te asiré de la mano (...) a fin de que abras los
ojos que están ciegos y saques de la cárcel a los presos, y de la prisión a los que moran
en las tinieblas. Isaías 42.

El Espíritu de Dios está sobre mí, porque me ha ungido el SEÑOR. Me ha enviado para
ANUNCIAR LAS BUENAS NUEVAS A LOS POBRES, para vendar a los quebrantados de
corazón, para proclamar libertad a los cautivos y a los prisioneros apertura de la cárcel. Isaías 61

¿Se han fijado en que las palabras de Cristo no citan enteramente a Isaías? Efectivamente, en
ambos casos, omite la referencia a la liberación de los prisioneros. Juan, al escuchar esto, y
conociendo la escritura como la conocía, entendió: "Juan, morirás cautivo".

A esto añade el Señor:

Bienaventurado es el que no toma ofensa en mí. Mat. 11:6.


"Tomar ofensa" traduce el verbo griego σκανδαλίζω (skandalizó), que literalmente
puede significar "tropezar con una piedra", "indignar", "ofender", etc.

Así que la respuesta completa sería algo así: Juan, morirás cautivo, pero que esto no te
haga tropezar, no dejes de confiar en mí. Como dice el Salmo 9:11:

En ti confiarán los que conocen tu nombre,


Por cuanto tú, oh Jehová, no desamparaste a los que te buscaron.

No es que Juan dudase, sino que por confiar en la Torá que vivía en él, tenía una legítima
expectativa en ser liberado. Juan saltó de alegría en el vientre de su madre, preparó la vía,
señaló al cordero y mandó que le siguieran. Pero a veces las promesas no se entienden.

Cristo pudo sacar a Juan de la cárcel (como liberó a Pedro en Hechos 12), pero no lo
hizo. Porque vivir en Cristo no garantiza la prosperidad material, ni una vida sin
tribulaciones. ¿Cómo murieron Pedro, Pablo, Jacobo, Andrés, Marcos, Santiago?
¿Acaso no confiaban?
¿Cómo murió el joven Carlo Acutis? Confiando en la voluntad de Dios.

No perdáis, pues, vuestra confianza, que tiene grande galardón; porque os es necesaria
la paciencia, para que habiendo hecho la voluntad de Dios, obtengáis la promesa.
Hebreos 10:35-36

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