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Hay un paralelismo en el Evangelio de Juan, sobre los últimos momentos de Cristo en la Cruz,

en el que nunca había pensado y que me gustaría compartir con ustedes y conocer su opinión.
El pasaje es de sobra conocido:

Después de esto, sabiendo Jesús que ya todo estaba cumplido, para que se cumpliera la
Escritura, dijo: «Tengo sed». Había allí un jarro lleno de vinagre. Y, sujetando una esponja
empapada en vinagre a una caña de hisopo, se la acercaron a la boca. Jesús, cuando tomó el
vinagre, dijo: «Está cumplido». E, inclinando la cabeza, entregó el espíritu.

En este pasaje, las citas y referencias al Antiguo Testamento son muy numerosas:

La sed de Cristo y el uso de vinagre para calmarla son el cumplimiento del Salmo 69, 22:

Me pusieron además hiel por comida,


Y en mi sed me dieron a beber vinagre.

En cuanto a la caña de hisopo, es probable que sea una conexión con la Pascua, ya que fue la
planta que se utilizó para pintar los marcos de las puertas de los judíos con la sangre del
cordero pascual.

Y las palabras “Está cumplido”, no son sino la constatación de que las profecías que nutren el
Antiguo Testamento se han consumado en la Pasión.

Sin embargo, quiero centrarme en el detalle del vinagre, porque puede ser una referencia
intraevangélica con la que se pretendiera hacer aún más explícita la relación entre ambos
Testamentos.

La palabra que se traduce como “vinagre” en la mayoría de las traducciones en español, es la


palabra griega “ὄξος”. Algunos especialistas creen que la bebida aquí descrita es no tanto el
vinagre común, sino la conocida como “posca”, un tipo de vino avinagrado, barato y de baja
calidad, que se mezclaba con agua para hacerlo menos amargo, y que era muy consumido por
los soldados romanos. Esto explicaría la razón por la que se encontraba disponible cerca del
lugar de la crucifixión.

Como saben, tras la muerte de Cristo, un soldado atraviesa su costado con una lanza, y de la
herida salen “al punto, sangre y AGUA”. Esta referencia al agua se relaciona con otro salmo, en
este caso 22, 14
He sido derramado como aguas

El paralelismo que quiero mencionarles es tiene que ver con esta alusión al vino y al agua. Me
llama poderosamente la atención que la primera señal que narra el Evangelio de Juan sea
precisamente la conversión de agua en vino. En este caso, no un vino amargo y de mala
calidad, sino buen vino:

“Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en
cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora”. Juan 2, 10

El vino remplazando se interpreta por algunos comentaristas como el reemplazo de la Antigua


Alianza por la superabundancia de la Nueva, las bendiciones temporales de lo viejo con la
bendición eterna de lo nuevo.

¿Pudiera ser que, de la misma forma que en Juan 2, el agua y el vino representan las dos
alianzas, también en Juan 19 se esté utilizando el mismo lenguaje metafórico? ¿Pudiera ser
que, así como en Juan 2 la transformación del agua en vino nuevo nos sugiere el anuncio de un
nuevo pacto, en Juan 19, la transformación del vino malo en agua nos recuerde el
cumplimiento de las promesas de Yahveh?

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