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César De María
LA CAJA NEGRA
César De María
(Julio Heredia, Libro de los muchachos chinos) MARCO: ¿Tienes un terno? Puedo pres-
tarte uno. ¿Sabes anudarte la corbata?
«Ay de los que hacen sus obras en las ti- (Le alcanza traje y corbata. El joven se
nieblas y dicen: ¿quién nos ve y quién viste.)
nos oye?»
LUCAS: Mientras más larga la corbata,
(Isaías, 29 - 15) mejor. Más te miran.
En la oscuridad aparecen de golpe, bajo sen- LUCAS: Sí: métela sana en un cuerpo
dos haces de luz, los tres ciegos. Los vie- bien sano. (Trata de no reír.)
jos lucen monstruosamente decrépitos. El
joven los escucha con cándido temor. MARCO: Se trabaja hasta las seis. Des-
Marco y Lucas lo acosan suave y veloz- cansas una hora a mediodía, para almor-
mente, sin oírse uno al otro. Marco trata zar. Se respetan las reglas y se vive en
de ser paternal y sólo resulta posado. paz. El trabajo es fácil, es pensar lo mis-
mo que todo el mundo pero en la direc-
El público aún no descubre la ceguera de ción correcta. Al principio parece ruti-
los tres. nario, pero el éxito es producto de la
constancia y la constancia es el apellido
MARCO: Acá hay reglas, Manuel, como en de la rutina.
todas partes.
LUCAS: ¿Por ejemplo, cuál es tu rutina?
LUCAS: Las mujeres saben de esas co- ¿En la cama o en el baño? ¿Con cuál
sas. mano?
MARCO: Uf... (Se abanica.) ¡Así no se LUCAS: Redacción y lectura del progra-
puede trabajar! ma bíblico correspondiente al tema «Ex-
pulsión de Adán y Eva del Paraíso», rea-
LUCAS: Decía Baudelaire: donde no se lizado por don Marco el Patrístico y su
puede trabajar, se puede q escribir. ayudante Manuel el Hagiógrafo, cuya
ausencia extraña a los presentes.
MARCO: Escucha: viene un avión. (Espe-
ran a que el rugido de un avión cubra sus MARCO: Tercer número: escritura de un
voces. Gritan sin oírse mutuamente.) comercial de cuadernos que realizará en
vivo y ante nuestros propios ojos don
LUCAS: ¡Odio empezar todos los días la Lucas de Bergerac, quien vende sus ideas
misma vida! a despiadados publicistas que trepan con
ellas al balcón de los compradores. Y
MARCO: Tengo miedo al deber de cam- como cuarto número...
biar. (Pasa el avión. Hacen sus labores.)
LUCAS: Lectura del poema de la sema-
LUCAS: ¿Dijiste algo de cambiar? na, realizado como calistenia cerebral y
ejercicio de educación artística por el
MARCO: Es un secreto. Sólo el avión sabe. velado artista, don Marco Nervo.
(Silencio.) ¿Sabes en qué pensé? En que
escribamos nuestro famoso cuento po- MARCO: (Abandona modesto el juego.)
niendo a doña Estela de protagonista. No, el poema no...
LUCAS: O sea: un personaje ficticio. LUCAS: ¿Vas a leer? Si lees, te hago café.
(Lo prepara en una vieja cafetera.)
MARCO: Y esta mujer va contando la vida
de acuerdo a su moral y se asombra cons- MARCO: Qué me queda. De algo tienes
tantemente pero se somete a lo que ... que burlarte.
MARCO: No, ya no. (Se enoja sonriendo y ESTELA: (Se cambia en el baño.) ¡Sí, lea!
deja el poema sobre su escritorio.)
LUCAS: No crea que el título es por us-
LUCAS: Caramba, nos quedamos sin ted, señora, después se nos pone muy
cuarto número. sobrada.
LUCAS: ¿No se ha dado cuenta? Cada LUCAS: Lo veo muy apropiado para la
miércoles el rejuvenecido Marco Gray re- mujer que limpia. Y tan bueno como
trata sus sentimientos en un poema que nuestro café.
escribe con persistencia germánica, inspi-
rado por Desempolvia, musa del plumero. MARCO: Burlón.
LUCAS: Pues nada menos que mía, que MANUEL: (Entiende.) Ah, caray. Buenos
no ando destripando el idioma con un días. (Tiende la mano hacia ella.) Usted
poema cada siete días. debe ser doña Estela. Mucho gusto.
LUCAS: Y usted tiene olor a que se está MANUEL: O sea que es miércoles. Tengo
cambiando delante de nosotros. Vas a ver, tres días aquí.
Marco. Para darte clases, ejem, yo tam-
bién voy a escribir algo. ESTELA: ¿Lo ayudo? (Trata de guiarlo por
la habitación.)
MARCO: ¿Cuánto me vas a cobrar? Tú
nunca escribes gratis. MANUEL: Sí, por favor. Mi escritorio es el
de atrás.
LUCAS: Lo voy a hacer por amor al arte,
mira tú. Y el próximo miércoles te lo leo. MARCO: No, doña Estela, déjelo solo y que
Así descansamos de tu inspiración. aprenda.
MARCO: Yo voy a seguir escribiendo, ha- LUCAS: Para eso está grandecito y no
gas lo que hagas. vive con su mamá, ¿verdad, Manolito?
MARCO: Apúrese que ya viene nuestro ESTELA: (Al presente.) Ángel debió lla-
discípulo... marse, por la carita. Era un ángel en
medio de esos viejos tan tristes. Y don
LUCAS: Cinco, cuatro, tres... Marco, de tanto que lo quería, a cada rato
lo resondraba.
ESTELA: ¿De veras? (Doña Estela corre a
terminar de vestirse dentro del baño.) MARCO: Llegar tarde es como no llegar,
¿sabes?
LUCAS: Dos, uno... (Entra Manuel.) ¡Cero!
MANUEL: Pero don Marco...
MANUEL: Buenos días.
MARCO: No hay peros.
MARCO: No son horas de llegar, Manuel.
LUCAS: Deja que nos cuente el pretexto
MANUEL: ¿A qué huele? del día. Quinto número del programa.
LUCAS: No, el café nunca huele tan bien. MANUEL: Es que no es braille y no sé a
El nuestro al menos... que hora suena, me despertó en la ma-
drugada, creo, y me volví a dormir... Ade-
MANUEL: Tampoco es cigarrillo. ¿A qué más tuve problemas con el micro...
huele, don Marco? Esa no es la rata del
baño, ¿verdad? LUCAS: Como los cantantes.
LUCAS: Qué va. Viene del baño pero no MANUEL: De veras... en el microbús no me
es rata. avisaron.
MANUEL: No entendí nada, don Marco. Mis LUCAS: (Entra y muestra su compra.)
dedos no sienten. Casi no pude leer. Bombones.
MARCO: Tienes que practicar. ¿Cómo vas MARCO: ¿Y desde cuándo comes eso?
a ayudarme con el libreto si no has leído
la historia? LUCAS: Desde ahora. Me provocó.
MARCO: Igual hay que repasarla, ¿o aca- LUCAS: Claro, pero bombón que come
so te acuerdas de todo? bombón es caníbal.
MARCO: (Palpa un globo terráqueo.) ¿Sa- LUCAS: Iba a traer algo de beber, pero
bes cómo recordaban sus mapas los an- no sabía. Cualquier cosa es mejor que el
tiguos exploradores? Se recorrían la piel brebaje que hacemos en este aparato.
con las uñas, casi cortándose el pellejo. Pero me decidí por los chocolates con li-
Si veían una bahía, se hacían una cur- cor. ¿Qué es, Manuel?
va, si era un río, una raya. Registraban
el saber con todos los sentidos, porque MANUEL: Ron. Ron barato.
LUCAS: Coman todos los que quieran. LUCAS: Pero el cuentito de miércoles que
(Manuel duda. Come otro sin mascarlo.) tengo que hacer está difícil.
LUCAS: Pero si no les gusta el ron bara- LUCAS: Un comercial para los cuader-
to, acá tengo... ¡sidra! nos Atlas.
MARCO: ¿Y para qué has comprado eso? ESTELA: ¿Los que tienen un dibujo de
Dios con el mundo acá?
LUCAS: Para celebrar, hombre, primera
vez que estamos los cuatro juntos. (Des- MARCO: No es Dios, doña Estela, es At-
corcha la botella y sirve.) A la salud de las. Según los antiguos griegos, él tenía
los ciegos, que no vemos diablos azules que cargar el universo sobre los hombros.
ni siquiera en blanco y negro.
ESTELA: Yo pensé que era Jesús, o Dios.
MARCO: Yo no tomo.
LUCAS: No, no, Dios soy yo que tengo
LUCAS: Hazlo por ellos. Y tú, Manuel, que crear una idea para el bendito cua-
tómate este que llega hasta el borde. derno. ¿Y qué le importará Atlas a los
chicos? ¡Todo el día de espaldas al mun-
MANUEL: No, por favor. do! Pero ya tengo algo, escuchen. Ima-
gínense la historia de un niño al que le
LUCAS: ¡Salud! (Beben. Manuel duda y compran estos cuadernos y usa uno
apura su trago.) para matar una mosca, para jugar
pimpón y para un montón de tonterías
ESTELA: Uy, estaba con sed. (Ríe.) Y ca- así, y al final el locutor dice: «cuader-
lor, mire cómo suda. nos Atlas: soportan el mundo de la fan-
tasía infantil.» ¿Qué les parece? (Silen-
LUCAS: Hablando de sudor, hay que ga- cio.)
narnos el pan con el sudor del lapicero.
En vez de mirarnos deberíamos apurar- MARCO: Hmm...
nos con el trabajo.
MANUEL: (Muy impetuoso y expresivo.)
MANUEL: Bueno, lo graban el sábado. Mejor mostrar que el papel aguanta todo.
MARCO: Pero tiene razón Lucas, la radio ESTELA: Ajá. Para que las mamás com-
paga contra entrega. pren.
LUCAS: O sea: esclavo entregar hoy, es- LUCAS: ¿Qué? ¿No les gustó?
clavo cobrar hoy.
MANUEL: Digo, mostrar que en cada cua-
MARCO: Y tú (A Lucas.) tienes que hacer derno cabe un mundo, lo que se dibuja y
la idea del comercial de televisión. se escribe pero como si fuera real... el
papel sería como Atlas que soporta todo
ESTELA: ¿Van a salir en la tele, don Mar- lo que...
co?
LUCAS: Pero de eso no estamos hablan-
MARCO: No, escribimos comerciales. Me- do, ¿les gusta mi idea o no?
jor dicho, Lucas. El inventa las ideas y
después las filman, como películas. MARCO: A mí... no sé.
MARCO: Pero eso le gusta a la gente, que MANUEL: Si no me hacen caso, prefiero
le oscurezcan la vida y le pasen una bue- leer la Biblia.
LUCAS: Pero para barrer. (Ríe enojado.) ESTELA: (A su vecina.) Y comía sin que-
En serio, ¿no les gustó? Voy a pensar jarse, era tan inocente. Con don Marco
otra. (Pausa.) escribían esas cosas para la radio, que el
Rey Salomón, que el carro de fuego... Y
MARCO: Manuel, ¿de veras te acuerdas don Lucas sus propagandas. Era medio
de toda la historia? sucio. Pero buena gente, de veras. Me
caían bien, vecina.
LUCAS: La de Adán y Eva yo también me
la sé, por si acaso. LUCAS: ¡Hora de almorzar! ¿Acabaron?
MANUEL: La culebra le dice a Eva que LUCAS: Yo voy ahorita, Marco. (A Ma-
coma, que está rica... nuel, por ella que se cambia en el baño.)
Esta ya la tengo madurita, ¿cómo la
LUCAS: ¿Rica quién? ¿Eva? ¿O la culebra? ves? Siempre me hace ascos, pero va a
caer. Y tú, ¿me conseguiste lo que te
MANUEL: ¡La manzana, don Lucas! pedí?
LUCAS: Pero la culebra también, ¿o no, MANUEL: Don Lucas, ¿es en serio? Me bro-
doña Estela? ¿Usted nunca ha comido mea con eso todos los días...
culebra?
LUCAS: No es broma, por supuesto que
ESTELA: No. es en serio. Y la quiero chiquilla, te
dije. Alguna vecinita de la casa de tu
LUCAS: Yo estuve veinte años en la sel- mamá...
MANUEL: Digo que no me diga usted, dí- ESTELA: ¿Usted? ¿Y por qué me cuenta
game tú. Dime tú. esas cosas?
ESTELA: No, ¿después que van a decir los MANUEL: Bueno, es que su voz... se oye
señores? tan confiada. Y quería advertirle, nada
más. Y ahora me estoy sintiendo mal, no
MANUEL: Dime tú cuando no estén. Si no me concentro... tengo miedo de que los
te molesta. recuerdos vuelvan, y peor en la oficina.
Aquí no puedo contarle a nadie, sólo a
ESTELA: No, no. usted, estos asuntos no se hablan entre
hombres.
MANUEL: ¿Tú sueñas, Estela?
ESTELA: Usted está muy joven para ator-
ESTELA: Todos soñamos. ¿Tú no? mentarse. (Pausa.)
MANUEL: ¿Sabes que no? Sólo cuando es- MANUEL: Te olvidaste del tú.
toy despierto. Por eso me gusta trabajar
acá. Invento historias, escribo cosas... ESTELA: Uy, sí. La poca costumbre. (Son-
pero cuando duermo no veo nada. ríen. Pausa.)
ESTELA: Yo sí. Sueño que soy chiquilla. MANUEL: Dime... ¿qué se ve por la venta-
De niña iba siempre a la gruta de mi co- na?
legio. Le llevaba flores a la Virgen.
ESTELA: Los barcos. (Abre.) Esas cajas
MANUEL: ¿Sí? (Pausa.) Sabes que a veces de fierro que cargan...
MANUEL: Las gaviotas. Se ríen de uno. MANUEL: O sea que sólo yo sé cómo eres.
¿Dónde está usted?
ESTELA: Ajá. Pero no cuente, ah.
ESTELA: Junto a la ventana. Se ve el mar,
marrón cerca, azul lejos. (Manuel pone MANUEL: (Tocándole la mejilla.) Tienes la
la mano en el hombro de ella, ambos de piel tan...
cara a la ventana.) Chicos jugando fút-
bol y... ESTELA: ¿Tan qué?
MANUEL: Yo sí, después que... me pasó ESTELA: Digo, ¿no la visita? ¿Y ella a us-
esto. Son tan frías. ted?
ESTELA: Ustedes ven con las manos. MANUEL: No sabe dónde estoy. Hace tiem-
po que no tiene idea de mi vida. Y si me
MANUEL: ¿Cómo es tu cara, Estela? viera ciego, se moriría. Diría que Dios lo
hizo para castigarla. Además, no quiero
ESTELA: Es... un poco redonda. (Manuel verla porque he sido muy malo, pero aho-
bebe a pico de botella y toca el rostro de ra tengo que cambiar. (Alucinado.) Esto
Estela.) es un castigo mío y no de ella, por eso
tengo que cambiar. (Pausa.)
MANUEL: No te puedo imaginar. Antes sólo
podía tocar una mujer en mi imagina- ESTELA: ¿No va a comer?
ción. Ahora ni tocando me la puedo ima-
ginar. MANUEL: Sí, traje algo. ¿Quieres comer
conmigo? Fíjate qué hay en esa bolsa.
ESTELA: Ya se acostumbrará. Mire a los ¿Está mi frasco allí? Tengo que tomar
señores, han hecho su vida. pastillas para los nervios. ¿Encontraste?
¿Qué más hay?
MANUEL: ¿Y eso es vida? ¿Venir todos los
días al mismo lugar a oír cómo se van ESTELA: (Busca en la bolsa de él.) Hay un
MANUEL: ¡Por Dios! Si volviera a vivir, di- MARCO: No lo engría, doña Estela. Deje
ría que no. Moriría oponiéndome, Santa de hacerle caso.
Madrecita, ¡pequé por omisión! ¡Por mie-
do! ESTELA: Es que está medio enfermo.
LUCAS: A las ideas, como a las pelotas y MANUEL: No, uno se castiga. No los demás.
a las mujeres, hay que atraparlas prime- No Dios.
ro y luego deshacerse de ellas con una
buena patada. MARCO: Manolito, sólo se castigan los
que nadie quiere, porque no tienen ni
MANUEL: O sea que estamos destinados a quién los perdone ni quién los resondre.
cumplir un guión.
MANUEL: Eso mismo, Virgencita. Eso es.
MARCO: No, un guión tiene personajes (Tropieza con la cafetera en su camino al
escogidos con acciones fijas. Esto es baño. Entra y da un portazo.)
como una canción que se improvisa,
como los duelos de coplas entre gauchos El rugido de un avión irrumpe y los viejos
argentinos, pero lo terrible es que alguien, gritan al cielo.
allá arriba, ya sabe la letra de cada es-
trofa. Y sólo espera que la digamos. LUCAS: ¡Deja de vigilarme!
MANUEL: No puede ser. ¿Y uno dónde que- LUCAS: Doña Estela, buenos días. La
da? última perturbación que nos faltaba.
LUCAS: Nuestro joven discípulo se ence- MARCO: No bromees, hombre. esta juven-
rró en el baño. tud es incomprensible. ¡Tiró mi crucifi-
jo!
ESTELA: ¿Y?
ESTELA: ¿El que usa de pisapapeles?
MARCO: ¡Sal, Manuel!
MARCO: No, los ciegos usamos las cosas
LUCAS: Que Marco se aterra y yo sólo de otra manera.
digo: son las necesidades naturales de
todo varón joven... LUCAS: ¡Y se lo lanzó a él, que tanto lo
educa!
ESTELA: Usted es un sucio.
ESTELA: Es de bronce. Suerte que no le
LUCAS: A mucha honra. cayó.
ESTELA: ¿Pero sigue bien, no? ¿Hace ruidos? ESTELA: No lo toque, se ha cortado...
MARCO: Está quejándose de algo. LUCAS: Pero sigue de pie. ¿Se cortó el
cuello? ¿Está mal?
ESTELA: ¿A qué huele?
ESTELA: (Vuelve y lo cubre.) Salga del
MARCO: A alcohol. ¡Manuel! camino, voy a taparlo. (Don Marco vomi-
ta en el baño.)
LUCAS: ¡Se lo está tomando!
MARCO: ¡Acá hay una gillete mojada con
MARCO: Lo tiró al piso. sangre!
LUCAS: Porque está loco. ¡Hay que tirar MARCO: (Vuelve.) ¿Qué dice?
la puerta!
MANUEL: San Sebastián.
ESTELA: ¿No hay una llave en el arma-
rio? (Va por ella.) LUCAS: Está loco.
MARCO: Yo empujo, hay que hacerlo sin MARCO: ( Lo abofetea.) ¡Idiota! Uno que-
riesgo. riendo enseñarte a producir, a cumplir
una rutina, a ser normal, y tú... Mira con
LUCAS: No, yo lo hago. lo que sales. ¿Así quieres escribir sobre
Dios? ¿Así quieres interesarte en la cien-
MARCO: ¡Tú has metido la pata muchas cia?
veces, no le tires la puerta encima!
ESTELA: (Le pega curitas.) No, joven, esto
LUCAS: ¡Yo lo saco! no se hace...
LUCAS: ¿Y qué diría tu madre, sabes? LUCAS: Hay que encontrar a su madre.
MANUEL: No, mi madre no. MANUEL: No, mi mamá no, por favor... dé-
jenla en paz...
LUCAS: Tenemos que hablar con ella y
contarle todo. MARCO: Ya no hables, Manuel. (Pausa.)
MARCO: ¿Ella vive, cierto? ¿No eres huér- LUCAS: Y yo tengo que entregar esta tar-
fano? (A Lucas.) No es...? de el comercial de bronceador.
LUCAS: ¡Que lo diga él! ¿Dónde está tu MARCO: Y no hemos acabado el progra-
madre? ma de este sábado.
LUCAS: ¡Dónde vive! ¿Tiene teléfono? MARCO: Sí, pero la radio no entiende
braille. No hemos grabado el cassette con
MANUEL: No... (Llora callado, infantil.) la lectura.
ESTELA: Déjenlo en paz, ¿por qué lo aco- LUCAS: ¿De qué están hablando, doña
san? Estela?
ESTELA: No lo regañe, mire que lo quiere ESTELA: Es la voz del joven que murió. Y
mucho... de don Marco.
MARCO: ¡Nadie se hace daño delante de MARCO: «¡Te pondré a prueba para ver tu
alguien a quien quiere! No hay que ser... amor por mí! Toma a tu hijo Isaac, a
(Suspira.) quien tanto amas, y llévalo a Moriyyá!»
MARCO: Se está olvidando de sus cosas. MANUEL: Buenos días. ¿Cómo está, doña
La gente imaginativa sufre, y como re- Estela?
cién le ha pasado lo de la vista, usted
entiende. Y es un chico solo. No habla LUCAS: Esperándote.
del pasado, pero tratamos de que recuer-
de su formación religiosa... ESTELA: Bien, gracias. ¿Y usted?
LUCAS: «Tratamos» es mucha gente. MANUEL: Igual que siempre, pero como
soy tímido con usted...
ESTELA: ¿Cuál formación?
LUCAS: Se siente «cortado». (Ríe.)
MARCO: Estuvo en un grupo religioso, un
coro, algo así. La religión ordena el alma. MARCO: Hola. ¿Pensaste los diálogos
Y un chico no se malogra de golpe... para San Pablo?
LUCAS: ¿Yo? Jamás he visto a ese loquito. LUCAS: Digo, un pecadillo, alguna ladro-
MANUEL: No, es una mujer muy linda que MANUEL: Es que me distraje con los fo-
me tutea. ¿Han notado que a los ciegos cos... ya me conocen...
nos tratan siempre de usted?
ESTELA: Pero tiene lindas ideas, joven
LUCAS: No sé. ¿Usted que opina, don Manuel.
Marco?
LUCAS: Cada vez que le dice joven Ma-
MARCO: Lo mismo que usted, don Lucas, nuel siento que me va a decir viejo
pero no conozco ciegos así que no sé Lucas.
cómo los tratan. ¡Apenas vea uno, le pre-
gunto! (Ríen.) MARCO: No sería injusto. (Ríen.) Ah, bue-
nas noticias: ¡hoy salimos temprano!
MANUEL: Traje una idea para los focos...
no recuerdo la marca. LUCAS: (Pela su naranja.) ¿Por qué? ¿Día
Nacional del Ciego?
LUCAS Y MARCO: ¡LUMIMAX!
MARCO: Mejor, payasito: día de la proce-
MANUEL: La idea es así: vemos un foco sión.
encendido que de pronto se pone amari-
llo... LUCAS: ¡Vamos! Por ahí nos toca un
milagrito. Sería la gran obra de Dios de-
MARCO: En mi época todos eran amari- jarme volver a ver a las dueñas de este
llos. valle de lágrimas.
MANUEL: Se pone amarillo y se escucha MARCO: Su gran obra sería que además
un corazón palpitando y una señal que de ciego te deje manco. ¿Vas a portarte
hace pip-pip-pip y de pronto el foco em- bien en la procesión?
pieza a inflarse y desinflarse como si res-
pirara, como si fuera a darle infarto, y se LUCAS: Siempre me porto bien. Y si me
acelera el corazón y la señal, más rápi- apuras, te diría que ya me aburrí de eso.
do, hace pi-pi-pi ...
MARCO: No te hablaba a ti sino a San
LUCAS: O sea: ¡se hace pipí! (Ríen.) Sebastián.
MANUEL: Escuchen, pues. Hace pi-pi-pi y MANUEL: ¿Yo? Nunca he ido. Digo, en esta
luego un piii largo y el foco muere y se parte de mi vida.
desinfla. Y una voz dice: ¿por qué com-
prar un mal foco para verlo morir? Com- LUCAS: Sólo cuando te portabas bien.
pre LUMIMAX: ¡luz que vive eternamen-
te! MARCO: Entonces... ¿salimos?
MARCO: ¡Bravo! (Aplaude.) LUCAS: Hay que llevar plata para comer
picarones.
LUCAS: No sé... yo tenía otra idea...
MANUEL: ¡Llevemos una tacita y pidamos
MARCO: ¿Cuál? limosna!
LUCAS: Claro, así nos dice dónde está la MARCO: Ya sé: llévate la rata.
imagen, para no acabar rezándole al ca-
ballo de San Martín. MANUEL: Es que es un frasquito chiqui-
to...
MARCO: Usted debe ser muy buena ca-
tólica. LUCAS: ¿Frasquito? ¿Es un líquido?
ESTELA: Voy. Hace tiempo no veo al Se- ESTELA: ¿Y cómo se lo van a dar a la rata,
ñor de los Milagros. joven?
Los tres ciegos se paralizan, atentos al si- LUCAS: Si logramos que se tome este
lencio. Estela no entiende pero calla. café, ya no hace falta el veneno. (Ríen.)
Apúrate, lee el poema que nos perdimos
LUCAS: ¿Oyen otra vez? (Pausa.) cuando este se hizo ranuras de alcancía.
¿O ya te olvidaste de eso también?
MARCO: La rata.
MANUEL: No fastidie...
ESTELA: Yo, nada.
MARCO: Nadie se acuerda, Manuel. No te
LUCAS: La Gran Rata que dirige el Uni- preocupes.
verso. Está ordenando sus cosas, como
cada millón de años. LUCAS: Lee. Al mal paso darle prisa.
LUCAS: Ahora el mío. Tiembla, Marco. LUCAS: La que tiene que apurarse es
usted, venga... (Trata de cogerle una
MARCO: Parió Paula. mano. Ella lo esquiva.) No se corra.
LUCAS: Su título es muy apropiado para LUCAS: ¿Le dan miedo los hombres?
esta oficina: (Lee.) «Poema al café».
ESTELA: No.
Le robas el sueño a la noche. Eres
la sangre de la muerte. Enlutas las ideas LUCAS: Entonces le damos asco los cie-
y llenas los mares con tu oscuridad. gos.
Chamanes antiguos
torturaron a los locos hasta destilar su odio ESTELA: Tampoco.
y condensarlo en granos traicioneros. Hoy
las mujeres LUCAS: ¿Entonces los hombres viejos?
te lanzan hacia el sol y tu herejía crece
entre poetas y homicidas a los cuales des- ESTELA: Don Lucas, ¿a qué tanta pregun-
pedirás ta?
cuando zarpen hacia el averno -una oscu-
ra paila hirviente- LUCAS: Porque Manuel es ciego y es
en el cual se agitarán, eternos, perfuma- hombre, pero no le tienes asco. Lo miras
dos con ganas, ¿verdad? Los ciegos sabemos,
girando a la deriva en una caja negra. sentimos las miradas como balas que sil-
ban. Lo miras, ¿no?
MARCO: Un poco fúnebre, pero muy tuyo.
Vámonos de una vez, mañana trabajamos. ESTELA: ¿Por qué me habla así?
ESTELA: Yo tengo que limpiar... LUCAS: ¿Te quieres acostar con él?
LUCAS: Así, sin saber bien si de usted Las dos parejas recorren las calles atesta-
o de tú. Como se ponen las mujeres das de gente que asiste a la procesión.
cuando les gusta un hombre. Quieren Entra Estela seguida por Lucas, buscan-
estar serias y no pueden. Quieren ha- do a Manuel en una persecución román-
blar poco y vomitan el diccionario en- tica e infantil. Ella enciende una o más
tero. Nerviositas. Como usted. grabadoras en escena, que recrean dis-
tintos planos sonoros: carros, multitud,
ESTELA: No invente, don Lucas. música de banda, una radio transmitien-
do programas religiosos, un organillero,
LUCAS: ¿Inventar? Nunca. Sólo cuando niños jugando, vendedores ambulantes...
trabajo. Lo que pasa es que no me quie-
res dar bola. Suerte la de los jóvenes. ESTELA: El día de la procesión ocurrió
todo. (Sale.)
ESTELA: No se acerque.
Este trayecto se recrea irrealmente con so-
LUCAS: No la estoy tocando. nidos, extras amorfos y luces. Los extras
encarrilan a los actores como si fueran
ESTELA: Ya querrá tocar. niños jugando a la gallina ciega. Entran
Marco y Manuel. Ríen como niños y be-
LUCAS: ¿Por qué no? Sólo toco mis li- ben ron a pico de botella.
bros en braille, la máquina en braille,
mi barba en braille. Puntitos y agujeri- MARCO: La banda está cerca.
tos. Yo podría leer su piel, doña Estela.
MANUEL: ¿Ha visto la Procesión de Luren?
ESTELA: Yo no soy libro abierto. Si pide un deseo y ve que Cristo tiene los
ojos abiertos, se le cumple. Si los ve ce-
LUCAS: Por todos lados. Leería sus po- rrados...
ros, su piel de gallina... usted debe te-
ner muchas historias, un pasado pro- MARCO: Salado. Salud por eso.
fundo...
MANUEL: ¡Oiga, un payaso!
ESTELA: Qué tal imaginación. Apúrese.
Mejor limpio en la noche. (Detiene su Salen hacia el payaso. Entran Lucas y Es-
cambio de ropa.) tela.
LUCAS: ¿Me lleva de la mano? Así baja- LUCAS: La banda está por acá...
mos la escalera.
ESTELA: Yo quiero ver al payaso...
ESTELA: Usted siempre baja en ascensor.
LUCAS: ¡Venga, no pierda el tiempo! (La
LUCAS: Pero me provocó, por conversar... lleva por el otro lado.)
ESTELA: Baje solito, yo no aguanto tre- PAYASO CALLEJERO: (Su público lo rodea.)
ce pisos. Y menos con usted. (Abre la Y así fue mi vida, señores y señoras, mi
puerta y cierra. Por tomar su cartera vida de pobre, igualita a la de ustedes
queda dentro y oye a Lucas, que se cree porque Dios nos fabrica a todos en una
solo.) maquinita, con un martillo gigante y un
desarmador. ¡De verdacito! ¿Quieren ver
LUCAS: Espere... Se fue esta puta de la huella del desarmador? (Enseña el tra-
mierda. sero.) ¡AhíÕtá! Y a los maricones no los
atornilla, ¡a esos hay que clavarlos! Y
ESTELA: No se fue. Se quedó escuchando. ahora, llegaron los voluntarios para pa-
sar el sombrero... (Toma a los ciegos de
LUCAS: Perdón. Me puse nervioso. la mano y les da dos sombreros viejos.)
Vengan para acá. Hermanito, cógeme el
ESTELA: Lo espero abajo. (Sale.) sombrero. (Pone sobre su bragueta la
PAYASO: (Actuando.) ¿Saben el chiste del Cambio de luces: en la calle, Lucas y Este-
ciego en el parque? Dicen que un ciego está la.
con calor, ¿no?, pasa por un parque y en-
cuentra una lagunita, una pileta! Y em- LUCAS: ¿Por qué tanto tráfico?
pieza a tomar agua el cieguito y de repente
siente en la cara un chorrito caliente y dice: ESTELA: Un entierro. Y son varios cajo-
¿quién es el cojudo que me está orinando nes.
la cara? Y el otro le contesta: ¡el cojudo
eres tú, cieguito, que te estás tomando el LUCAS: Qué barbaridad. (Pausa.) ¿Qué
agua del water! (Ríe. Se vuelve y descubre es la muerte para usted, doña Estela?
que los ciegos se han fugado.) ¿Mis som-
breros? ¡Me robaron! ¡Ciegos de mierda! ESTELA: Es como apagar el televisor, ¿no?
¡Regresen! (Corre tras ellos, que han des- Se pone todo negro, como si una estu-
aparecido. Tropieza con Estela y Lucas.) viera en una caja.
MANUEL: ¡Qué va a ser, pues! ¡Un cine! ¿No MARCO: Le arruinas la vida al organillero.
oye? Vamos. Deben estar por allí. (Se alejan.)
LUCAS: Acá había un cine, ¿todavía exis- MARCO: ¿Quién crees que me dio tanto
te? trago?
ESTELA: Sí, pero es una porquería. Pu- LUCAS: ¿Y él tomó? ¿No se puso mal?
ras indecencias.
MARCO: ¡Fue su idea! Chupa como un
LUCAS: ¿Por qué no entramos? desagüe, Lucas.
Ahora todos ellos deambulan sin verse, MARCO: Déjalos, son jóvenes, ¡están vi-
atendiendo al mundo. vos! Darwin estaría contento. Freud tam-
bién. Y Mendel. ¿No eras tú quien decía
MARCO: ¿Hueles? ¡Picarones! que la vida es contagiosa?
LUCAS: Escuche: hay negros cantando LUCAS: Sí, como los virus.
arriba del edificio...
MANUEL: (Aparte, con ella.) Doña Estela,
MARCO: Se mueve el piso con tanta gen- perdóneme que haya tomado tanto...
te, por aquí debe andar la imagen...
ESTELA: Qué hombre no toma. No se pre-
MANUEL: ¡Huele a basura! ocupe. Las mujeres
tenemos nariz de fierro.
LUCAS: ¿No oye los gritos, Estela? Juro
que en esta calle hay un burdel. MANUEL: ¿Sabe que soñé con usted? Ca-
minaba por el cielo y yo la seguía con
MARCO: ¿Otra botella? ¡Salud por eso! miedo, pensando «estás siguiendo a la
Virgen» pero luego vi que no. Era us-
MANUEL: ¡Por acá... Estela! (La abraza tor- ted.
pemente.)
ESTELA: ¿Y qué pasó con el tú?
MARCO: ¡Lucas!
MANUEL: Disculpa, se me fue al fondo de
LUCAS: Marco, ¿qué haces borracho? la botella.
MARCO: ¿Qué tiene? ¡De vez en cuando ESTELA: Que no se te vaya más. (Se la
hay que soltarse! Este chico es el hijo quita.) Te tiemblan las manos.
que yo soñaba, hermano. ¿Dónde está?
MANUEL: Es que el trago me puso alegre.
LUCAS: Estaba contigo, ¿a dónde se fue? Quería tomar contigo, fíjate. No me des
más, me tocan mis pastillas... (Busca en
MARCO: ¡No sé, no lo veo! (Ríe.) los bolsillos.)
LUCAS: Estás intoxicado. Dame un poco. ESTELA: No puedes. Con licor la otra vez
te pusiste mal.
MARCO: La boca me duele de tanto reír-
me. Hemos hecho una cantidad de ton- MANUEL: Siempre que tomaba me pasaba
terías... Las reglas sí eran para romper- eso. Pero ahora no. Me lo habían prohi-
las. ¡Hasta le robamos a un payaso! bido, ¿sabe?
MARCO: ¡Y si vieras el cine! ¡Y el olor del MANUEL: Me dan diablos azules. ¿No te
mono! Pero no me siento mal. Me hubie- dije que yo era muy malo?
ra puesto tieso si alguien hacía eso jun-
to a mí, pero ¡lo hice yo! Como la gente ESTELA: Ay, qué miedo. No sé si temblar
del medioevo que en Carnaval hacía cual- o mandarte al reformatorio.
quier barrabasada. ¡Hoy es mi carnaval!
¡Salud! MANUEL: No te burles. (Le toma el pelo.)
MANUEL: Mira qué valiente me pone el tra- ESTELA: Don Marco a su edad ya sabe lo
go. (La besa con gesto enérgico.) que hace.
ESTELA: Y mírame a mí, sin tomar. (Lo LUCAS: Cómprele un café en ese kiosko.
besa igualmente. Ríen. Juguetean.)
Manuel sienta en el suelo a don Marco.
MARCO: (Aparte, a Lucas.) El chico es Estela va por el café. Lucas decide.
una bendición de Dios. A ti no te cae bien,
yo sé, te portas muy duro con él. Pero a LUCAS: ¡Manuel! Dijo la doña que... que
mí me ha enseñado cosas. (Le quita la te espera.
botella. Ya está vacía.) Te echaste media
botella de un tirón. ¿Por qué no hablas, MANUEL: ¿Me espera?
Lucas? (Silencio.)
LUCAS: Escucha antes de hablar: que va
LUCAS: Porque no me puedo emborra- a llegar a la oficina a las doce de la no-
char. (Al vacío.) ¡Estela! ¡Manuel! che. A veces limpia tarde, ¿sabes? Quie-
re que vayas.
ESTELA: (Aparte.) Nos llama don Lucas.
MANUEL: ¿Eso dijo?
MANUEL: Vamos que don Marco se viene
abajo... LUCAS: ¿Qué crees, que estoy inventan-
do?
ESTELA: A ese lo has alegrado. Al otro
nadie lo cambia. MANUEL: Pensé que a usted no le gustaba
que nosotros... nada. Gracias.
MANUEL: Está celoso.
LUCAS: O sea que vas. ¿Hay algo?
Se reúnen los cuatro.
MANUEL: Don Lucas...
LUCAS: ¿Dónde han estado?
LUCAS: (Rabioso. Finge sonreír.) Hay
ESTELA: Por ahí, conversando. ¿Pasó algo. ¡Doña Estela! ¡Qué fue del café!
algo?
ESTELA: (Trae un vaso.) Acá estoy.
MARCO: Nada, pero este te tiene bajo con-
trol. Y como yo estoy borracho, ahora el LUCAS: Manuel, ¿por qué no agarras un
papá de la casa es él. (Ríe y se tambalea.) taxi y te lo llevas?
Cójanme que el barco se hunde... se rom-
pió el giroscopio... MANUEL: Ahora mismo. (Carga a don Mar-
co y salen.)
ESTELA: (A don Lucas, mientras Manuel
sostiene a Marco.) No hay que darle más, ESTELA: Tenía que despacharlo. ¿Para
lo van a matar. qué pidió el café? ¿Y por qué no cogió el
taxi usted?
LUCAS: No hay más. Y si Manuel no com-
pra otra botella... LUCAS: Te voy a decir algo.
MARCO: ¿Por qué me despachas, Lucas? MARCO: (Sigue como un ángel ebrio.)
¡Hay que echarnos otra! Vamos a com-
prar... (Se mueve por la calle y lo siguen. Nunca podrás formar con frases huecas
Aparece un cantante mendigo y ciego.) la triste historia del dolor humano.
¿Qué son tus ilusiones? Flores secas.
LUCAS: (Enojado.) Ya estamos borra- ¿Qué son tus esperanzas? Humo vano.
chos. Vete. Llévatelo, Manuel.
LUCAS: ¡Marco, ya!
MENDIGO: Señoras y señoras del res-
petable público, soy un humilde artista MARCO: Sigue marcando el rítmico lati-
invidente que viene a entonar melodías do
populares que...
que a la vida automática acompaña
MARCO: ¡Un cantante! (Se desprende de fuiste trono, volcán, búcaro, nido,
Manuel.) Hay que ayudarlo, pobrecito, hoy eres, corazón, sólo una entraña.
¡es ciego!
LUCAS: ¡Vete con él, Manuel!
LUCAS: ¡Vamos, Marco! (A Manuel.) ¡Te
pedí que te lo lleves, mocoso de...! MENDIGO: (Al terminar el vals.) Como
les decía, señoras y señoras del respe-
MARCO: Pero yo también quiero cantar... table público, soy un humilde artista que
¡un vals! viene a entonar melodías populares
que...
LUCAS: (Perdiendo el control.) ¡Cállate,
hombre! ¡Estás haciendo un escándalo! LUCAS: Marco... ¡Termina de una vez!
LUCAS: ¿Con quién habla? LUCAS: ¿Qué me pasa? ¡Que cada vez me
aseguro más de cosas que ya sabía! ¡Y
ESTELA: Con nadie. veo que tú no sabes nada!
MENDIGO: ... las mías son obras... ESTELA: Don Lucas... no diga esas co-
sas...
LUCAS: Hablo en serio.
LUCAS: ...por eso sabe tratar tan bien
MARCO: ¿Tú, en serio? No me hagas reír. con esta mujerzuela, ¿o creen que soy
tonto? ¿Que no he notado nada? Soy cie-
LUCAS: Tú no sabes lo que está pasan- go pero no estúpido, ¿entienden?
do.
MARCO: Basta, Lucas.
MENDIGO: ...son obras de mi inspira-
ción... LUCAS: Por favor... (Tiembla.) Yo sé
quién me cortó los ojos, un delincuente
MANUEL: ¿Qué pasa? (Se acerca a Este- como tú que te has robado el crucifijo,
la.) no lo vi pero ya sé quién es, y sé por qué,
y sé lo que le gustaría: ¡que me olvide!
MARCO: Nada. Pero los ciegos tenemos memoria de ele-
fante, aunque estemos viejos, uno re-
LUCAS: ¡Aléjate, anda! (Empuja a Ma- cuerda siempre cuando lo humillan, y
nuel y Estela, separándolos.) ¡No te ha- toda la vida para un ciego es humillante.
gas! No me mientas, ¡mocoso de mierda! Pero tampoco me olvido de tu mamita,
¡Ya sabes lo que yo sé! (A Marco.) ¿Sa- ¿quieres que te cuente cuántos lunares
bes dónde perdió la vista tu querido tenía?
muchacho?
MANUEL: (Se tapa los oídos con las ma-
MARCO: ¿Qué tiene que ver eso con...? nos.) ¡No!
LUCAS: ¿O sea que en la cárcel te volvis- MANUEL: ¡No quiero escuchar esto!
te maricón? ¿Por eso tomas tanto?
LUCAS: Oye cómo suena la trompeta de
MANUEL: Y a usted... qué le importa. Jericó, escucha a la ramera!
LUCAS: Hay una mujer en el baño, ya te LUCAS: ¡Ya la estoy matando yo! ¡Escu-
dije. Es tuya. Ven. cha cómo llora, yo la consuelo! ¡Soy el
apóstol Tomás que no creía nada hasta
MANUEL: ¿Quién es? no meter el dedo en el hueco! (Ríe. Ella
gime. Manuel se cubre los oídos y esca-
LUCAS: Después te digo. (Pausa.) Se lla- pa. Oscuro. Aparece doña Estela, vesti-
ma Norma. da, en el presente. Contiene el llanto y
oye en la grabadora sus gemidos y la voz
MANUEL: Norma se llama mi mamá, don de Lucas.)
Lucas, usted sabe.
LUCAS: «Ven que te pongo los clavos...
LUCAS: Adiviné. Los brujos de la anti- ¡ven que te mato! A ver si la muerte se
güedad eran ciegos. (Le toma la mano. contagia. ¡Te voy a ahorcar!»
Lo lleva hacia el baño.) Ven. Bájate el
pantalón. Es tuya. ESTELA: «No!»
LUCAS: ¿Qué pasa? ¿No puedes entrar? MARCO: No salgas con chistes. ¿Por qué
¡Así son las puertas del cielo! (Golpea a no me contaste antes?
MARCO: ¿Por qué vomitaste anoche todo? LUCAS: Tal vez cuando hablaba yo con
¿Me has estado mintiendo? él... tú sales y nosotros...
LUCAS: ¡Calla! (Le arroja un lápiz.) MANUEL: No voy a hacer problemas. Vine
¿Quién eres tú para inventar mi vida? a despedirme.
¡Me ofendes! Inventa tu cuento de mier-
da que nunca terminas, inventa tu Bi- MARCO: Manolito, lo que pasó anoche
blia, tus mapas, tu universo, pero no me estuvo mal, pero no tienes que sentir-
metas a mí! Tu cabeza es tu cabeza, no te...
me metas en tus historias, no estoy he-
cho de puntitos braille, yo existo de ver- MANUEL: ¿Lo de anoche? ¿Ya sabe lo que
dad! ¡No soy el diablo de tus radionovelas! pasó?
MARCO: Ahora dame el frasquito, esto no MANUEL: Y un litro de lágrimas sigue pe-
es juego. sando un kilo. Yo lo envidio. Nunca pasa
nada. Para usted el mundo es sólo un
MANUEL: Lo voy a tirar aquí. (Vacía el fras- mapa de tamaño natural, cruzado de lí-
co en la cafetera.) A ver si mejora el sa- neas de colores y con ballenas dibuja-
bor. das en el Océano. Mientras no se desor-
denen los planetas, usted será feliz. Yo
MARCO: ¿Has estado tomando? ¿Por qué no. No veo brújulas, ni mapas, ni fle-
hablas así? chas ni caminos ni nada. Para mí todo
lo que pasa es de extrema gravedad. A
MANUEL: Don Marco, si pudiera explicar mí todo me atrae hacia lo más bajo, aun-
lo que se me ocurre... que trato de incorporarme y caminar
derecho, algo desde el suelo me jala la
LUCAS: No va a hacer nada, déjalo. corbata. (Se acerca a la ventana.) ¿No
siente el vacío? ¿No le provoca llenarlo
MARCO: ¡No digas más! de gritos?
LUCAS: Los dos, Marco. Vamos a dar ESTELA: No. Las tengo ocupadas.
vueltas en el patio de la cárcel como las
agujas de un gran reloj. Tú vas a medir LUCAS: ¿Con qué?
con pasos las paredes y los años. Yo...
ESTELA: El crucifijo. Venía a devolverlo.
MARCO: ¡No, no!
LUCAS: ¿Tú lo tenías? ¿Y para eso has
LUCAS: Y tan viejos. Como los relojes, venido?
vamos a morir parados.
ESTELA: No, la verdad... No sé. (Recoge la
MARCO: No. Yo no tengo la culpa de nada. daga a sus pies.)
Allí no.
LUCAS: ¿A qué has venido?
Duda y escapa. Se detiene antes de irse
para decir algo a Lucas, pero no se atre- ESTELA: ¿Tiene miedo?
ve. Arroja la daga y sale.
LUCAS: ¿A qué has venido?
Pausa. Lucas fuma. Oímos el mar, las ga-
viotas, un buque y una sirena. Entra ESTELA: Entonces ya sabe a qué.
Estela en silencio, buscando no ser de-
tectada. Trae el crucifijo entre las ma- LUCAS: (Sin levantarse.) No te acerques
nos. Pausa. Lucas se vuelve hacia ella, más.
que se paraliza.
ESTELA: ¿No quería que me acerque?
LUCAS: Así que regresaste. Como pen-
saba. Yo sé que eres tú, aunque te que- LUCAS: Para eso, no.
des calladita. Por el olor. Me lo sé de
memoria. ESTELA: ¿Para qué?
ESTELA: ¿Qué estaba mirando? LUCAS: ¡No! (Ella lo apuñala.) ¡No! ¡Pie-
dad! ¡Ag! (Más golpes. Forcejeos. Alguien
LUCAS: No estaba mirando nada. ¿Por cae. Lucas aparece dentro de un círculo
qué no te acercas y aprovechas el rato? de luz roja, tendido boca abajo, sangran-
Mira que luego caen los policías a pre- do en su último momento.) Ya lo vi, ya
guntar quién era... y tú vienes por el vuel- tengo la idea. Es un ángel. Se acerca a
to, Estelita, ¿verdad? Apúrate. ¿Escuchas un niño y le dice: ¡qué suave está tu ropa!
a la gente abajo? ¿Lo viste? Y el niño contesta: como la tuya, ángel