Está en la página 1de 58

EN UN LUGAR DE

LA MANCHA
Adaptación para teatro de Alejandro Gómez, sobre la novela de Miguel de
Cervantes Saavedra “El ingenioso hidalgos Don Quijote de la Mancha”.

Dirección general: Nelson Celis · César Morales


Dirección musical: Catalina Gómez
Producción: La CNA
PERSONAJES

SANCHO, el escudero
QUIJOTE, el de la Mancha
AMA, de la casa
SOBRINA, la del Quijote
CURA, viejo presbítero
NICOLÁS, el barbero
TERESA PANZA, esposa del Sancho
CASTELLANO, el posadero
ALDONZA, la Dulcinea
BASILIO, el pastor pobre
MERCADER, de los duques
SANSÓN CARRASCO, el apuesto bachiller
EL DUQUE Y LA DUQUESA, los lectores
CAMACHO, el rico
QUITERIA, la pobre

HOMBRES Y MUJERES, en la posada y en el palacio de los duques.

  2  
 

PRÓLOGO

Música. El escenario se encuentra a oscuras, vemos en un extremo a Sancho con su burro,


y en el otro un sillón de largo espaldar donde adivinamos está el Quijote, sentado leyendo
uno de los libros que tiene a su alrededor. Sancho Panza deja al burro y se dirige al
público.

SANCHO: En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, hace ya un


tiempo que vivió un ingenioso hidalgo...
QUIJOTE: (Leyendo en voz alta) ¡Mis arreos son las armas, mi descanso el pelear!
SANCHO: (cont.) …de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo
corredor.
QUIJOTE: (cada vez más enérgico) ¡Tú a quien los ojos dieron la bebida de abudante
licor, aunque salobre, y alzándote la plata, estaño y cobre, te dió la tierra en
tierra la comida!
SANCHO: Rondaba los cincuenta años... de complexión recia, seco de carnes...
QUIJOTE: ¡Monta, valiente Cid, en tu Babieca! ¡Moros en la costa! ¡Hay moros en la
costa!
SANCHO: Enjuto de rostro, gran madrugador y amante de la caza...
QUIJOTE: ¡Protejed la fortaleza! ¡Ataquen!

Gran escándalo. Vemos por completo a El QUIJOTE quien comienza a saltar y a imaginarse
toda una batalla campal dentro de su estudio. Siempre cambia el libro que está leyendo.
Los lanza, busca elementos que hagan las veces de caballo, de espada, de armadura.

SANCHO: Se le conocía en su pueblo como Don...


AMA Y SOBRINA: ¡Alonso!

Entran el AMA y la SOBRINA afanadas mientras se escuchan sonidos de libros y muebles


cayéndose, vidrios que se rompen y alaridos del QUIJOTE. Se hacen al pie de la puerta
rogando para que les abra.

SOBRINA: ¡Otra vez no!


AMA: ¿Hay que llamar al cura, manden a llamar al cura!
SANCHO: Vivía Don Alonso con dos queridas mujeres, su ama de llaves que pasaba de
los cuarenta, y su sobrina, que no llegaba a los veinte.
QUIJOTE: (gritando) ¡Amadis, que con su voz templada reclama la justicia de un caso ya
resuelto! ¡Traidores, malandrines y jueces bellacos! ¡Bellacos!

El AMA y la SOBRINA golpean enérgicamente la puerta.

QUIJOTE: ¡Por tus infamias serás condenado!


AMA: ¡Don Alonso, abra la puerta!
QUIJOTE: ¡Maldito gigante soberbio y cruel, será mi espada plateada la que os quite la
vida y la desvergüenza!
SANCHO: Era pacífico...
QUIJOTE: ¡Muerte!
SANCHO: Alegre...
QUIJOTE: ¡Maldito rufían!

La Sobrina intenta abrir la puerta a patadas. El Ama se recoje la falda y se acomoda para
intentar ella lo que la sobrina no pudo. Abre la puerta y entran en el estudio de Don
Quijote.

SANCHO: Pero sobre todo honrado y respetuoso con las damas.


QUIJOTE: (Hacia las damas que acaban de entrar) ¡Malditos monstruos infernales!
¡Intrusos asesinos! ¡Espías malfechores!

El Quijote arremete contra ellas y se da inicio a una persecusión entre los tres.

QUIJOTE: ¡Fuiste tú, Roncesvalles, el que lo mató¡ ¡Traición!


AMA: (a la SOBRINA) ¿El mismo Roncesvalles de antier?
SOBRINA: ¡El mismo!
QUIJOTE: (Lanzando espadazos, libros y todo lo que se encuentre contra las dos
mujeres) ¡El traidor! ¡Por el alma de Roldán!

La sobrina y la dama, en medio de la persecusión, se ponen de acuerdo y lo atrapan con un


tapete y lo enrollan. Don Quijote, quien no hace más que gritar y quejarse, las mira con
odio.
QUIJOTE: ¡Glorioso será el día en el que os asesine a ustedes dos!
SOBRINA: Tío, soy yo. ¿No me reconoce?
QUIJOTE: ...En el que con el filo de mi espada serán atravesadas.

  4  
SOBRINA: ¡Tío!
QUIJOTE: No hay cura que os confiese ni dios que os perdone. Vuestras faltas serán...

El Ama coge el más pesado de los libros y se lo pone en la cabeza, dejando inconciente al
hidalgo que permanece enrollado en el tapete.

AMA: Viejo loco.

Apagón. Sancho continúa con el público.

SANCHO: Aquel hidalgo era mi amo. Y yo solia ser su escudero. Algunos decían que del
tan poco dormir y del tan mucho leer, se le secó la cabeza y se enloqueció
creyéndose un caballero andante. Eso dicen unos. Otros sabemos que fue
verdaderísimamente de los caballeros el más de máses. El valiente de
valientes, el justo entre los justos y el audaz de los audacez. Y esta que les
voy a contar es la historia de sus famosas fazañas, que en bronce se tallaron,
en mármoles se esculpieron, en madera se pintaron y en papel
se...se…”tintearon”, para que la memoria del futuro no olvidara al gran
caballero de la triste figura: Don Quijote de la Mancha.

SANCHO sale. Musica. Volvemos al estudio de Don quijote.

ACTO PRIMERO

Escena I

Don Quijote, el AMA, la SOBRINA, el CURA y NICOLÁS, el barbero. En el estudio de Don


Quijote. Se adivina que ha pasado un tiempo desde el golpe del ama hacia el patr’on. El
QUIJOTE está todavía inconciente, sentado en la silla, entre el tapete. De repente se
despierta y comienza a gritar.

QUIJOTE: ¡Traición! ¡Traición!

Entran el AMA y la SOBRINA.

  5  
QUIJOTE: ¡He sido traicionado! ¡Viles monstruos horripilantes y detestables.
AMA: Todavía no nos reconoce.
QUIJOTE: ¡Claro que te reconozco, sabandija, oruga inmunda y fea!
SOBRINA: ¡Tío!
AMA: ¡Mequetrefe infeliz!

El AMA intenta nuevamente pegarle pero es interrumpida por la SOBRINA.

SOBRINA: (al AMA, imperiosa) Avísele al cura y a don Nicolás que ya se despertó.

El AMA sale. La SOBRINA empieza a liberarlo del tapete.

QUIJOTE: Jamás se hubiera visto a ningún caballero de la mesa redonda ser traicionado
por su propia familia. Ni aprisionado en un tapiz tan repugnante...
SOBRINA: Ya viene don Nicolás a razurarlo, y el cura...
QUIJOTE: Pero, ¿acaso no me han razurado la semana pasada?
SOBRINA: Por eso.
QUIJOTE: ¡No! Hoy no se me razura.
SOBRINA: Por amor a mí, no vaya a cometer ninguna locura cuando lo vea.
QUIJOTE: Jamás ningún capítulo de estos libros se ha referido a encuentros de los
caballeros con su barbero. Con los curas, sí. ¡Que venga el cura y escuche y
confiese y aconseje y profetice! ¡Que aquí lo espero para que cumpla a
cabalidad la labor que sagradamente le ha sido asignada...
SOBRINA: Tío... tiene que calmarse. Mire como queda todo cuando le dan esos ataques.
QUIJOTE: (Imperioso) El caos después de la batalla siempre será un panorama desolador
para aquel que ha sido derrotado.

El AMA entra, la siguen el CURA y NICOLÁS, el barbero.

AMA: ¡Claro, pero fui yo quién gano! (Hace un gesto como si fuera a pegarle otra
vez. El QUIJOTE se asusta y cubre su cabeza. El AMA ríe)
QUIJOTE: ¡Pero cómo se atreve!
CURA: ¡Don Alonso, buen día!
NICOLÁS: Buenos días, Don Alonso.
QUIJOTE: Buen día señor barbero. Lamento que mi sobrina le haya hecho venir pero no
requerimos de sus servicios.
AMA: (Tratando de ponerle la toalla al rededor del cuello) No: hoy es día de barbero.

  6  
QUIJOTE: Hoy no se me razura.
SOBRINA: Sí, ya sabemos, tío. Yo hablo con el señor. (a los otros) Distráiganlo con algo.
No sean tan agresivos.
CURA: Don Alonso, cuénteme por favor de usted. Hace tanto tiempo que no venía.
QUIJOTE: (Mientras lo sientan) Que no me salude usted cada vez que viene no quiere
decir que no venga, excelentísimo. Lo escucho siempre que viene y habla con
esta gorda, allá abajo en la cocina.
AMA: ¡¿Gorda?! (Lo estrangula con la toalla)

La SOBRINA y NICOLÁS ríen.

AMA: ¡Cállense!
CURA: Pero esas son visitas improvisadas...
QUIJOTE: Sin embargo, me alegra que haya usted venido y que pregunte sobre mi
persona. Ya que hace unos días que vengo pensando algo y me gustaría que
usted me aconsejase.
CURA: Con todo el gusto.
QUIJOTE: Señores, señorita, querida elefanta: he decidido convertirme en un caballero
andante.

Se enciende una luz en otro punto del escenario. Vemos al DUQUE y a la DUQUESA leyendo
un gran libro, muy entusiasmados.

DUQUE Y DUQUESA: ¡Caballero andante! (Rien y continuan leyendo. Desaparecen.)

Apagón. Volvemos al estudio.

NICOLÁS: ¿Caballero andante?


SOBRINA: ¡Un caballero!
NICOLÁS: (emocionado) ¿Así como el duro Fierabrás? ¿El caballero de Febo, Amadís de
Gaula, Tirante el Blanco?
CURA: Señor Nicolás…
QUIJOTE: ¡Como ellos y más! He dedicado gran parte de mi vida a leer las historias de
aquellos bravos caballeros, y por eso pienso que tengo el mérito suficiente
para convertirme yo mismo en uno y luchar por la paz de la República.
AMA: ¿Y a quien le importa la paz de la república?

  7  
SOBRINA: (Interrumpe al AMA. Le hace gestos a todos para que le sigan la cuerda.) ¡Tío,
eso es muy interesante! Y, ¿qué hace un caballero como esos?
QUIJOTE: ¡Pobre mi niña, tan ignorante!
CURA: Cuéntenos.
QUIJOTE: (con cada evento que nombra se emociona más y más, levantándose de su
silla y haciendo grandes gestos como si recitara) ¡Desfacer agravios!
¡Enderezar entuertos! ¡Enmendar sinrazones! ¡Proteger al desvalido¡ ¡Abogar
siempre por la justica en caminos y ciudades! ¡Eliminar los abusos y satisfacer
algunas deudas!
CURA: (Siguiendo el juego) ¡Honorables labores todas!
AMA: Más caballeros serían esos señoores si se quedaran en la casa y complacieran
a nadie más que a su familia.
QUIJOTE: ¿Y los demás?
AMA: La “Paz de la república” es una excusa para irse a vagabundear por los
caminos, beber y conseguir mujerzuelas.
QUIJOTE: Yo abogo por la paz de los demás.
AMA: Cada quien con la paz de cada quien. Cada uno es como Dios le hizo, y aun
peor muchas veces.
QUIJOTE: ¿Pero como se atreve?
AMA: A mi me da lo mismo un atraco en Barcelona, que en Sevilla. No me
incumben.
QUIJOTE: ¡Conforme!

La SOBRINA calma al QUIJOTE quien est’a bastante exaltado. Pide ayuda al CURA mediante
gestos.

CURA: Sin embargo, jamás vi, en mis muchos años, a un caballero con barbas tan
largas. En mi humilde opinión, eliminar el exceso de barba es prioridad.
QUIJOTE: ¡Hoy no se me razura!
SOBRINA: En lugar de caballero lo confundirían con un mendigo.
QUIJOTE: No: ¡no se me razura!
CURA: Con un hechicero enclenque y común.
QUIJOTE: No!
NICOL’AS: Hasta es posible que lo confundan con un... moro.
QUIJOTE: (Exáltandose) ¡Moros! ¡Moros en la costa!
AMA: ¡Dijo la bendita palabra!
NICOLÁS: ¡Con esas barbas parece un árabe, un moro, invasor y desleal!

  8  
QUIJOTE: ¡Fuera los moros! (Se calma repentinamente. Se queda est’atico como una
estatua. Se sienta súbitamente.) ¡Que se me razure, entonces!

El QUIJOTE se sienta y le ponen tranquilamente la toalla y NICOLÁS empieza a razurarlo.

NICOLÁS: ¡Eso es!


QUIJOTE: ¡Jamás habrá caballero andante que se parezca a un moro!
CURA: ¡Nunca!
QUIJOTE: ¡Don Quijote de la Mancha!
SOBRINA: ¿Qué?
QUIJOTE: Ese es mi nombre de caballero. Muere Alonso y sepulta tus cobardías
humanas. ¡Don Quijote de la Mancha. ¡Don Quijote de la Mancha! Don Quijote
de la Mancha partirá mañana temprano.
SOBRINA: Por supuesto, tío. Mañana en la mañana.

NICOLÁS continúa afeitándolo mientras el QUIJOTE repite una y otra vez su nuevo nombre.
La SOBRINA lo mira con pesar.

AMA: (Aparte al cura): ¡Es el demonio mismo! ¡Hay que exorcisarlo!


CURA: No es tan grave. No hay que perderlo de vista. Hay que quemarle todos los
libros.
AMA: Yo me encargo
CURA: Mientras tanto, seguirle la corriente.
AMA: ¿Y Don Quijote de la Mancha? ¿Lo de hacerse caballero?
CURA: ¡Hacerse caballero! A eso no hay que prestarle atención.

Salen.

Escena II

Sancho se dirige al público.

SANCHO: Pero mi amo, que nunca ha dicho una mentira, hablaba muy en serio. Esa
misma tarde buscó por toda la casa las armas de sus bisabuelos y las limpió.
Estuvo en el patio toda la tarde perfeccionando sus habilidades. Y ahí es donde
yo comienzo a hacer parte de la historia.
TERESA PANZA: (en off, un largo grito): ¡Panza!

  9  
SANCHO: ¡Mi amorcito!

SANCHO se transporta al pasado. Peina en la esquina a su borrico, limpia el establo, no


para de hacer labores. Se ve cansado.

TERESA PANZA: (Con una voz estridente y fastidiosa) ¡Panza! ¡Tengo hambre!
SANCHO: (refunfuñando, entre dientes) Ya te oí, mi amorcito lindo, ya te oí.
TERESA PANZA: ¡Panza!
SANCHO: ¡Ya voy, mi amorcito!

Sancho trata de organizar todo para poder atender al llamado de su esposa, pero se
tropieza y cae en medio del heno. Se desespera, hace una chiripiorca. Se sienta. De
repente de la oscuridad aparece el QUIJOTE.

QUIJOTE: Panza...
SANCHO: ¿Quién habla?
QUIJOTE: Panza...
SANCHO: (al burro) ¿Eres tú?
QUIJOTE: ¡Panza! Soy yo.
SANCHO: ¡Don Alonso! (ayudándolo a salir) ¿Qué hace aquí?
QUIJOTE: Te he estado observando, Panza.
SANCHO: ¿A mí?
QUIJOTE: Cuidadosamente.
SANCHO: ¿Y qué ha visto?
QUIJOTE: Tenacidad, valentía, fuerza, ¡coraje!
TERESA PANZA: (Desde afuera gritando) Panza: ¡los caballos tienen hambre!
SANCHO: ¡Ya voy, mi amorcito! Ay, ay , ay, ya voy. (Empieza a recoger el heno para
darle de comer) ...¿de verdad le parece que esto es ser tenaz, valiente,
fuerte… “corajudo”?
QUIJOTE: Panza, querido vecino. Es que yo veo en tu interior.
SANCHO: ¿Por dentro?
QUIJOTE: No todo lo que se demuestra es real, mas dificilmente aquello que se esconde
es una mentira, querido Sancho.
SANCHO: ¡Madre mía! Y yo que pensaba que era un cobardón, y no.
QUIJOTE: ¡No!
SANCHO: ¡Soy un valiente escondido!
QUIJOTE: ¡Exacto!

  10  
SANCHO: ¡En el fondo de mi corazón!
QUIJOTE: ¡Silencio!

SANCHO se calla.

QUIJOTE: Recuerda que la prudencia es de sabios.


SANCHO: Ah, pero yo no soy sabio, nunca me ha interesado la sabiendería.
QUIJOTE: ¡A callar! O si no vas a hacer que me arrepienta de mi decisión.
SANCHO: ¿Cuál decisión?
QUIJOTE: (muy ceremonioso) Sancho Panza: habeís sido escogido para ser el Escudero
de Don Quijote de La Mancha.
SANCHO: ¿Me escogió?
QUIJOTE: Sí.
SANCHO: ¿A mi?
QUIJOTE. A ti.
SANCHO: ¿Y quien?
QUIJOTE: Don Quijote de La Mancha
SANCHO: ¿Quién?
QUIJOTE: (se va alterando) ¡Yo!
SANCHO: ¿Don Alonso?
QUIJOTE: ¡Don Quijote!
SANCHO: ¿Don Pringote?
QUIJOTE: ¡Quijote! Ese soy yo. Don Quijote de la Mancha. El caballero que ha de cuidar
a los débiles y enderezara entuertos en nombre de su bella dama y de la
justicia.
SANCHO: Quijote... ya voy entendiendo.
QUIJOTE: Y tu labor será la de cuidarme, asistirme, protejerme, combatir a mi lado de
llegar a ser necesario, anunciar mis llegadas y mis salidas, celebrar mis
triunfos, limpiar mis armas, apear mi caballo, lavarlo y cuidarlo, entregar mis
cartas y recibir los presentes que me envíe mi dulce amada, y demás que
vengan al caso durante la travesía que emprenderemos en la que te permitiré
usar un caballo.
SANCHO: ¿Todo eso?
QUIJOTE: Y cuánto más se me ocurra.
SANCHO: ¿Y cuánto es el pago?
QUIJOTE: ¿Pago?
SANCHO: Tengo que comer,¿o no ?

  11  
QUIJOTE: Para un caballero andante no hay mayor alimento que el de la justicia, ni
mejor plato que la del agradecimiento recién servido.
SANCHO: Eso me parece muy bien para el caballero. Pero usted dijo que yo apenas
llegaba a escudero, y el escudero, según lo que conozco en mi vasta
experiencia, sí necesita comer, y tener motivaciones económicas.
QUIJOTE: ¿Ah, sí?
SANCHO: Por supuesto, señor.
QUIJOTE: ¡Está bien! La comida va y viene. Pero no puedo asegurarte ninguna
retribución económica. Jamás he leído yo que un caballero andante lleve
consigo efectivo.
SANCHO: Entonces no hay trato.
QUIJOTE: Pero… ¡te puedo dar una ínsula!
SANCHO: ¿Ínsula? ¿Completa?
QUIJOTE: Bien es sabido, querido Sancho, que los duques y los reyes recompensan la
labor de los caballeros andantes con terrenos y los hacen gobernadores de las
islas que poseen. Cuando tenga mi propia isla te la daré en recompensa de tu
trabajo, y serás gobernador y harás cuánto quieras en tus territorios. Llevarte
a tu mujer y comenzar una nueva vida.
SANCHO: No: tierra nueva, mujer nueva. Me consigo una nueva. ¿Gobernador? ¡ Yo un
gobernador!
QUIJOTE: ¿Suficiente recompensa?
SANCHO: A penas. Pero me conformo.
QUIJOTE: Perfecto. Entonces prepara tu caballo.
SANCHO: Burro. Los caballos son demasiado pretenciosos y yo demasiado humilde.
QUIJOTE: Bien.
SANCHO: ¿Entonces qué necesitamos para tener la ínsula?
QUIJOTE: Primero que todo tengo que hacerme caballero, hay que buscar un noble, un
duque o un rey para cumplir con esa labor. Luego a una mujer a la cual
dedicarle mis triunfos y encomendarle mis batallas.
SANCHO: Un ricachón y una novia, listo.
QUIJOTE: Pero necesito primero que me hagas un favor...

(TEREZA PANZA grita desde afuera. El QUIJOTE y SANCHO han quedado como est[aticos.
Al no recibir respuesta TERESA vuelve a gritar dos veces m’as. La ‘ultima es un grito
desesperado)

TEREZA PANZA: ¡Panza! Panza? ¡Panzaaaa!

  12  
El QUIJOTE desaparece, SANCHO grita de repente como uniéndose al grito de su esposa.

SANCHO: ¡Ayuda!

Dejamos de escuchar a Tereza. Aparece el ama quien está recogiendo los libros en el
estudio de Don Quijote. Ella advierte el grito. Cambio de escena.

Escena III
La casa de Don Quijote

AMA: ¿Quién grita?


SANCHO: (Desde afuera) ¡SEÑORA, SEÑORA URGENTE¡ ¡SOY YO: PANZA!

El AMA corre y abre la puerta.

SANCHO: ¡Señora, buen día!¡ ¡Es urgente, es urgente!


AMA: ¡Hable!
SANCHO: (muy escandaloso) ¡Don Alonso se volvió loco! Está en el mercado gritando y
tumbando todos los puestos. ¡Dice que los vendedores son monstruos
horribles del Teperatrón!
AMA: ¡Ay, por Dios!
SANCHO: ¡Pero vaya señora haga algo, yo intenté retenerlo pero tiene la fuerza que a
los cuerdos se nos niega!
AMA: ¡Ay, Dios mío!

Entra la SOBRINA.

SOBRINA: ¡¿Qué es ese escándalo?!


AMA: ¡Su tío está matando gente en el mercado!
SOBRINA: ¿Qué?
SANCHO: Sangrienta y horriblemente. ¡Ay qué sufrimiento!
SOBRINA: ¿Qué hacemos?
SANCHO: ¿Pero qué están esperando? ¡Vayan por él! ¡Vayan por él!
AMA: ¡Muévase!

El AMA y la SOBRINA salen mientras SANCHO permanece como llorando en la puerta.


Espera a que salgan las dos. Silencio. Entra el QUIJOTE

  13  
QUIJOTE: ¡Magnífica e inigualable interpretación, querido Sancho!

El QUIJOTE empieza a buscar las armaduras y a vestirse rápidamente. Busca cualquier


cosa que pueda necesitar.

SANCHO: ¿Se va a llevar todo eso encima?


QUIJOTE: Es la indumentaria que un caballero tiene que usar.
SANCHO: Bueno, señor, apúrele, que no demoran en volver.
QUIJOTE: Lo único que falta es ir por mi Rocinante.
SANCHO: ¿El caballo?
QUIJOTE: ¡Al establo por mi rocinante!

Entran el AMA, NICOLÁS, el CURA y la SOBRINA.

SOBRINA: Señor Panza, en el mercado no hay nadie, nadie ha vis...

La SOBRINA se detiene al encontrar al QUIJOTE vestido con toda su indumentaria. Todos


quedan absortos.

AMA: ¡Loco!
SOBRINA: (Grita) ¡Atrápenlo!

Intentan atraparlo todos. Sancho lanza libros, muebles, lo que encuentra.

SANCHO: ¡Retirada! ¡Retirada!


QUIJOTE: ¡Afuera!

El QUIJOTE y SANCHO lanzan espadazos a todos mientras salen.

SOBRINA: ¡NO! ¡ATRÁPENLOS! ¡ESTÁ LOCO! ¡LOCO!


Apagón.

Escena IV
En otro lugar del escenario vemos a Sancho y al Quijote ya montados en sus bestias,
cabalgando a toda marcha, continúan en la fuga. Muy contentos, riendo.

  14  
SANCHO: ¿Vió sus caras, señor? ¿Les vió las caras?
QUIJOTE: (Muy emocionado) La libertad, Sancho, es el don m’as precioso que al hombre
dieron los cielos!
SANCHO: ¡Libres!
QUIJOTE: ¡Y así comienza la gran aventura de Don Quijote de la Mancha!

Apagón. Música.Vemos al DUQUE y a la DUQUESA celebrar la libertad de los dos


aventureros mientras cambia la escena.

ACTO SEGUNDO

Escena I
En medio de la música vemos aparecer los molinos de viento en una gran llanura.
Escuchamos primero en off, y luego apareciendo, al QUIJOTE y a SANCHO.

SANCHO: Y en cuánto tiempo se supone que encontraremos algún entuerto que


enderezar, señorr. Ya llevamos medio dia y nada nos hemos encontrado más
que ardillas y llanuras.
QUIJOTE: Hay que ser pacientes.
SANCHO: Paciente soy, mi señor. ¿Pero es acaso necesario que vayamos tan despacio?
QUIJOTE: La labor de un caballero andante, Sancho, es, como su nombre lo indica,
andar. No correr.
SANCHO: Pues debería convertirse usted en un caballero corriente y no andante. A ver si
aceleramos un poco el ritmo de esta “travesia”
QUIJOTE: Corriente, jamás. Los caballeros andantes no somos corrientes! Somos
inusuales.
SANCHO: "Inusuales"…¿sin uso?
QUIJOTE: ¡Poco comunes! ¡Que ignorante eres en el uso del lenguaje, Sancho!
SANCHO: Pero como ignoro que soy ignorante, no me importa mucho.
QUIJOTE: Un escudero debe ser impecable en el uso del lenguaje. Ya aprenderás…si la
voluntad te alcanza.
SANCHO: Pues creo que la voluntad me alcanza, y estoy seguro de que el tiempo sería
más que suficiente si seguimos con esta larga racha de “inactividad”.
QUIJOTE: ¡”Inactividad”!¡Vas aprendiendo!

  15  
SANCHO: ¿De verdad? Mi madre decía que lo hago rápido… sin embargo nunca le crei…
Pero en el fondo siempre pensé que tenia una gran habilidad con esto de
aprender cosas nuevas, sabe?

El QUIJOTE se queda perplejo mirando los molinos. SANCHO no les presta mayor atención
y continúa con su historia

SANCHO: ¿Señor? ¿Está bien?


QUIJOTE: Shhh. Silencio, Sancho.
SANCHO: ¿Qué pasó?
QUIJOTE: El enemigo...
SANCHO: ¿Cuál enemigo?
QUIJOTE: ¡Silencio de te digo! Son los gigantes del hechicero Temósfiles.
SANCHO: ¡Ah! ¿Gigantes? ¿Dónde?
QUIJOTE: Ahí, en frente tuyo. Míralos. Moviendo sus largos brazos.
SANCHO: Señor, discúlpeme la osadía, pero yo no veo más que... molinos.
QUIJOTE: Tu ignorancia como todas es atrevida. Mira sus dientes afilados.
SANCHO: Molinos...
QUIJOTE: Mira sus largas piernas...
SANCHO: Molinos...
QUIJOTE: Mira sus armas que se preparan para asesinarnos.
SANCHO: ¡Son molinos!
QUIJOTE: No ves más que lo que tus ojos ignorantes te dejan ver. Cobarde Temófsiles,
tus engaños no funcionan conmigo.
SANCHO: ¿Qué hace, señor?
QUIJOTE: (Preparando su indumentaria) Yo soy Don Quijote de la Mancha, y no caigo en
tus trucos baratos.
SANCHO: ¡Espere, señor, espere!
QUIJOTE: ¡Muerte a los gigantes! ¡Muerte!
SANCHO: ¡Señor!

El QUIJOTE se abalanza contra los molinos. Sus aspas lo mandan de una lado al otro, de un
molino al otro. Sancho lo persigue para ayudarlo a salir del trayecto de las aspas de los
molinos. Finalmente, los molinos expulsan a Don Quijote, fuera del campo de batalla.

SANCHO: Señor, señor. ¿Está bien?

  16  
QUIJOTE: ¡Maldito hechicero! ¡Justo cuando iba a perforar su gruesa piel los hizo parecer
molinos de viento!
SANCHO: Mi señor, mire cómo me lo han dejado.
QUIJOTE: Maldito Temósfiles ¡Malditos sean tus gigantes de madera!

Escena II

En una posada. Vemos a CASTELLANO, el posadero, contando dinero y mandando a sus


sirvientas. Entran tres mujeres. Son las sirvientas, y son muy feas. Entre ellas ALDONZA.
Entran con unas sábanas que poco a poco irán colgando en el patio. Se ven muy cansadas
y aburridas. Suena una música mientras realizan su labor. Cantan.

ALDONZA: Me duelen los pies

MUJER 1: Me duelen las manos


Mis piernas se doblan.

ALDONZA: No siento mis hombros.


Mis dedos se ampollan.

MUJER 1: Sudo como un macho, mis pies tienen callos.


Mi estómago cruje, mis dedos se entumen,
Mi pelo se enreda, parece de greda.

ALDONZA: No soporto este trabajo, y me grita mi patrón


Pero ya tengo en mis manos, la jugosa solución.

ALDONZA saca tres manzanas. Le lanza una a cada una.

AMBAS MUJERES: ¿Manzanas?

ALDONZA muerde su manzana y canta. Mientras canta, con sus gestos, invita a las
mujeres a que abandonen la labor, y empiezan a lanzar las sábanas por todo el patio,
volviéndolas a ensuciar.

ALDONZA: Descansar, descansar.


No hacer nada. Ya no más.

  17  
Olvidar las presiones, los regaños y empujones.
Descansar. Me cansé. No doy más.

MUJER 2: ¡No!
ALDONZA Y MUJER 1: ¿No?

MUJER 2: Tengo miedo de los hombres.

ALDONZA Y MUJER 1: ¿Cómo?

MUJER 2: ¿Y quién va a cocinar, a coser, a limpiar, a barrer, a lavar y fregarle la


ropa a los hombres?

ALDONZA: ¡Otro!

MUJER 2: ¿Y a servir, a lustrar, estender y planchar, preparar, sazonar, sonreír,


obedecer y entregarle placer en la cama
A los hombres?

MUJER 1: ¡Yo no lo soporto más!

ALDONZA: ¡Yo tampoco!

MUJER 1: No soporto depender del trabajo


De los hombres,
Y tener que besar a esos gordos y viejos malolientes
De los hombres.

Aldonza convenciendo canta el estribillo


.
ALDONZA: Descansar, descansar.
No hacer nada. Ya no más.
Que el patrón se muerda un codo
Decidimos, ya ni modo.
Descansar. Me cansé. Ya no más.

  18  
Las tres descansan y comen sus manzana, ven el panorama y ríen. Escuchamos a
CASTELLANO, su patrón, gritando.

CASTELLANO: (en off) ¡Aldonza!


ALDONZA: ¡Dígame, señor!
CASTELLANO: ¿Dónde están las sábanas que te pedí?
ALDONZA: (Ve a su alrededor) ¡Se están secando, señor!

Las tres ríen.

CASTELLANO: ¡LAS NECESITO AQUÍ YA!


ALDONZA: (Furiosa, retando) ¡Entonces venga a escurrirlas usted con sus
manos sucias! ¡Lagartija!
Las tres ríen.

CASTELLANO: (Apareciendo) ¡No me levante la voz!


ALDONZA: ¡Le levanto la voz al que me venga en gana!
CASTELLANO: ¡Cómo te atreves!

Vemos cómo le levanta la mano para golpearla. Congelado. Aparecen en un extremo


SANCHO y el QUIJOTE, este último muy lastimado.

QUIJOTE: ¡Sancho!
SANCHO: Dígame, señor.
QUIJOTE: Contempla.
SANCHO: ¿A quién?
QUIJOTE: El gran castillo. Es una gran fortaleza, elegante pero no muy ambiciosa. Eso
solo demuestra que el corazón de su Señor es puro: el hombre perfecto para
nombrarme caballero.
SANCHO: Sea puro o no, señor, tenemos que entrar al gran castillo. Necesitamos comer
y dormir y que alguien tenga compasión de curarle esas heridas. Después lo
pueden nombrar caballero las veces que quiera.
QUIJOTE: Solo se nombra una vez Sancho, solo una vez... Ahora haz mi entrada.
SANCHO: La entrada ya esta ahí hecha, señor.
QUIJOTE: ¡Tonto! Dí quién soy.
SANCHO: ¿Con el nombre que usa como caballero que aun no es, o el que usa como
hidalgo que niega ser?

  19  
QUIJOTE: No te las des de sabio, querido Sancho. Tu ínsula está en juego.

SANCHO avanza. El congelado de la escena anterior se rompe. El golpe es evitado por la


interrupción del escudero.

SANCHO: (Ceremonioso) ¡Nobilísimas y nobilisimos! ¡Excelentísimas y


excelentísimos! Buenas mujeres y gallardos caballeros que habitaís
este fermosísimo castillo...
QUIJOTE: (aparte) Qué bonito.
SANCHO: Dejádme presentaros al mismísmo Don Quijote de La Mancha, quien se
presenta hoy ante estas finísimas puertas.
CASTELLANO: ¿Castillo?....Déjame ver, noble caballero. ¿Ese es tu amo?

Contemplando al QUIJOTE que hace una pose exagerada encima de su caballo.


CASTELLANO le indica a las mujeres que se les insinúen a los recién llegados.

SANCHO: (abandonado la ceremonia) Sí, señor, ese cadaver flaco que está ahí
montado. Le ruego nos deje entrar porque tiene graves heridas en su
cuerpo.
CASTELLANO: ¿Heridas?
QUIJOTE: Señor, anduve luchando con los gigan...
SANCHO: (interrumpiendo) ¡Se ha caído, señor! Una yegua que pasaba hizo
alterar a su rocín, y él perdió el control por completo y cayó al suelo.

Las mujeres y ALDONZA ríen.

SANCHO: ¿Se burlan de mi amo?


ALDONZA: Del caballo ganoso y del amo inestable.

SANCHO le levanta la mano. Hace el mismo gesto que vimos entre el CASTELLANo y
ALDONZA anteriormente.

QUIJOTE: ¡Espera, Sancho! Jamás contra una mujer. Menos si se trata de damiselas tan
prestigiosas como estas.
ALDONZA: ¿Como nosotras?
QUIJOTE: (Coqueto) Curioso: lo pregunta la más delicada y hermosa de ellas.

  20  
CASTELLANO: (Interrumpiendo) ¡Está bien! ¡Está bien! Señoritas: reciban a los señores, .
Denles de comer y de beber. Y que alguien le cure las heridas al
caballero...¡Y recojan estas sábanas!
SANCHO: ¡Comida!

Las mujeres, coquetas, entran a SANCHO. El QUIJOTE llama cautelosamente a


CASTELLANO. Quedan los dos en escena.

QUIJOTE: Disculpe, gran señor.


CASTELLANO: (Asumiendo su papel de gran señor, con una voz fingida) Oh,
dígame.
QUIJOTE: Le agradezco profundamente las atenciones que en futuro recibiremos
mi escudero y yo. Mas, y no crea usted que estoy abusando de la
confianza suya, quisiera yo pedirle un favor adicional.
CASTELLANO: Oh, claro. Cuál.
QUIJOTE: Hace un tiempo ya que vengo caminando por el fermoso valle de
Montiel buscando a un Señor con la nobleza tan grande como la suya.
CASTELLANO: Oh, gracias.
QUIJOTE: Es usted, siéntase halagado, el indicado para convertirme oficialmente
en caballero, que no lo soy todavía.
CASTELLANO: Oh ¿No es caballero?
QUIJOTE: ¡Sí! Pero no lo diga usted en voz alta que me inunda la vergüenza.
CASTELLANO: (ríe) No se preocupe, Señor Veramancha.
QUIJOTE: ¡DE LA MANCHA!
CASTELLANO: De la mancha. Yo puedo. Sí que puedo.
QUIJOTE: ¡Perfecto! Indicadme, entonces, donde está tu capilla, que será el lugar
donde tendré que pasar mi vigilia.
CASTELLANO: ¿Capilla?...Mi capilla…la están remodelando.
QUIJOTE: ¿Remodelando una capilla?
CASTELLANO: Vino el Papa la semana pasada. ¡Viera usted el escándalo que hizo. ¡Le
pareció que nuestra capilla tenía más lujos que la Sixtina! Y la mandó a
cambiar.
QUIJOTE: ¡Ah, envidia que corroes hasta las almas más santas! Está bien
¡Entonces lo haré aquí en la patio! La luna como dios serán testigos de
mis votos de caballero.
CASTELLANO: Está bien, señor. Siga, que alguna muchacha le curará las heridas.
QUIJOTE: Os agradezco, señor....Castellano.

  21  
CASTELLANO: ¿Castellano?
QUIJOTE: Le llamo por su nombre...
CASTELLANO: Ese no... Mi nombre no es ese, es....
QUIJOTE: Castellano. Ya lo sé.
CASTELLANO: ¿Cómo lo sabe?
QUIJOTE: Me lo acaba de decir.(Entrando. Para sí) Alguna gente sí que esta
demente...
Entran en la posada

Escena III

Aparece Sancho comiendo una gran pierna de pavo y una jarra de vino. Tiene marcas de
besos en las mejillas, y está un poco despeinado.

SANCHO: (Al público) Fue esa sagrada noche, en tan apacible lugar, en que mi amo por
primera vez se sintió oficialmente caballero, y yo oficialmente más cerca de
mi ínsula. Esa noche estuvo en el patio deambulando y hablándole a gentes y
a caballeros invisibles: repasaba sus votos como si se fuera a casar mañana.
Practicaba miles de poses con su lanza y su armadura. A veces se quetaba
tan quieto, que parecía que posaba para que alguien le pintara un retrato.
Estuvo así horas hasta que una belleza ... inusual... lo interrumpió.

Al fondo hemos visto al QUIJOTE hacer todo lo que SANCHO ha narrado. Entra en la
escena, al patio, ALDONZA, quien empieza a recoger las sábanas que continúan en el piso.
Don QUIJOTE la mira hacer sus labores. Luego de un rato ella se siente incómoda.

ALDONZA: (agresiva) Bueno, ¿qué?


QUIJOTE: Discúlpeme, oh fermomis..fermotísim...Fermosísima dama. No la he saludado.

Don QUIJOTE hace una pose extraña y saluda ceremonioso.

QUIJOTE: ¡Don Quijote de la Mancha a tan divina flor saluda, la que a sus ojos brilla
como estrella ninguna!
ALDONZA: Ay, pero qué ridículo. (Continúa con sus labores)
QUIJOTE: Señora...
ALDONZA: ¿Qué?

  22  
QUIJOTE: Debo confesar que, desde que la vi en la entrada al castillo, se ha llevado
usted toda mi admiración por el mundo, y se ha robado gran parte de mi
corazón.
ALDONZA: Con engañitos y palabras bonitas no va a llegar usted a ningun lado, señor.
QUIJOTE: No son engaños, Dulcinea, es lo que siente mi corazón.
ALDONZA: ¿Cómo dijo?
QUIJOTE: Que es lo que mi corazón siente...
ALDONZA: No. ¿Que cómo me llamo?
QUIJOTE: Dulcinea del Toboso.
ALDONZA: No. ¡Y con apodos menos!
QUIJOTE: Mi dama. Mi gloria. La luz que brilla sobre mí en la adversidad.
ALDONZA: ¿Qué?
QUIJOTE: Permítame, señora, pedirle que sea esa mujer a quien por su hermosura yo
dedique mis glorias y encomiende mis batallas.
ALDONZA: ¡Haga lo que quiera!
QUIJOTE: Prometo aleccionar a todo el que diga que no hay mujer más bella sobre este
mundo que mi Dulcinea del Toboso.
ALDONZA: Pues se va usted a entretener, porque hay bastantes.
QUIJOTE: ¿Quiénes? ¡Señálalos, señora mía! Que la punta de tu dedo indique donde
debe ser enterrada mi espada.
ALDONZA: (cambiando de tono) No me alcanzarían los dedos...
QUIJOTE: ¡Qué loca está la gente! ¡Cómo no quererla!
ALDONZA: Eso no es necesario para complacer a alguien.
QUIJOTE: Entonces, ¿qué sentido tiene?
ALDONZA: ¿Qué?
QUIJOTE: Verla todos los días, si no se puede ni querer ni admirar... Estoy dispuesto,
señora, a creerle a la belleza de sus ojos hasta que los alientos de este pobre
caballero abandonen su cuerpo en el campo de batalla.
ALDONZA: Usted es...muy caballeroso.

Se empiezan a escuchar gritos desde adentro.

HOMBRE 1: ¡Aldonza!
ALDONZA: ¿Qué quiere?
HOMBRE 1: ¿Dónde estás, lindurita?
ALDONZA: No me diga lindura.

  23  
Aparece notablemente ebrio el HOMBRE 1. Se sorprende al encontrar a ALDONZA sola en el
patio con el QUIJOTE.

HOMBRE 1: ¿Qué haces tendiendo sábanas a esta hora?

ALDONZA no responde.

HOMBRE 1: ¡Te hice una pregunta!


ALDONZA: Es mi trabajo. ¿Qué quiere que le diga?
HOMBRE 1: (Violento) Yo había reservado esta noche contigo.

La agarra por el brazo.

ALDONZA: ¡Yo veré con quién paso mis noches!

Se suelta.

HOMBRE 1: ¡No creo que te puedas dar semejante privilegio!

Le lanza tres monedas al piso. Ella por reflejo va hacia ellas, pero reflexiona y se
arrepiente. Él la vuelve a sujetar por el brazo.

QUIJOTE: (Interrumpiendo) ¡Disculpe! Me parece que no es muy amable la manera como


trataís a la doncella.

HOMBRE 1: ¿Doncella? ¡No me haga reír!


QUIJOTE: Le exijo que la suelte.
HOMBRE 1: ¿Quién es este?
ALDONZA: No sé...
HOMBRE 1: ¡No me mientas!
QUIJOTE: Soy Don Quijote de la Mancha. ¡Y soy su protector!
HOMBRE 1: ¿El mío?
ALDONZA: ¡El mío, imbécil!
QUIJOTE: ¡De Dulcinea!
HOMBRE 1: ¿Y quién es esa?
ALDONZA: ¡Pues yo!

  24  
QUIJOTE: Le exijo respetuosamente, señor, que la suelte o que se atenga a las
consecuencias.
HOMBRE 1: ¿Me amenza?
QUIJOTE: Le condeno. Suéltela.
HOMBRE 1: ¿O si no qué?

El QUIJOTE, arremete contra él con su lanza. El HOMBRE 1 lo esquiva y el QUIJOTE cae, sin
quejarse se vuelve a levantar y arremete nuevamente, una y otra vez mientras el HOMBRE
1 ríe. Del interior, a causa del ruído, empiezan a salir HOMBRES, las mujeres, SANCHO, y
demás a observar la faena. Se burlan del QUIJOTE. En uno de los intentos una lanzada
golpea en la cabeza al HOMBRE 1. Silencio. El hombre después de recuperarse del golpe
invita a sus amigos, el resto de los HOMBRES, a integrarse y arrementen contra el
QUIJOTE. SANCHO se involucra en la pelea, ALDONZA y las mujeres también pelean. Se
arma un gran alboroto. Reciben golpes tanto los unos como los otros. CASTELLANO, el
posadero, entra en la mitad de la pelea y los detiene.

CASTELLANO: ¡Alto!

Todos quedan inmóviles. CASTELLANO lanza a todos a los extremos.

CASTELLANO: (imperativo) Todos a las esquinas ya, ya. Párense ahí en silencio.
Obedecen.

CASTELLANO: Excepto usted, excelentísimo caballero.

CASTELLANO ubica al QUIJOTE en la mitad del patio, lo arrodilla bruscamente. Sancho, sin
que se dé cuenta el QUIJOTE le entrega una pequeña nota. Él busca una escoba. Recita.

CASTELLANO: Con el poder que me otorga la santa iglesia, mi órden de caballero del
castillo, y la siempre buena voluntad de mis actos...
ALDONZA: ¡Ja!
CASTELLANO: (cont.) ...le confiero a este buen hombre el título de Caballero.

CASTELLANO hace los movimientos propios con la escoba sobre los hombros del QUIJOTE.
Un hombo, el otro, un hombro.

  25  
CASTELLANO: Dios haga a vuestra merced muy venturoso caballero y os dé ventura en
lides. ¡Ende ahora y para siempre, os llamareís Don Quijote de la Mancha!.

SANCHO aplaude muy contento. CASTELLANO, con la mirada, obliga a que todos aplaudan.
El QUIJOTE adopta una vez más una pose extraña y permanece quieto como una estatua.
La luz ahora se posa únicamente sobre él. Vemos las sombras de los demás desaparecer.
La estatua de Don Quijote permanece un tiempo más, en silencio. Sutíl cambio de luz. Ya
es el amanecer, el Quijote permanece quieto. Entra ALDONZA.

Escena IV

ALDONZA: (Fingidamente amable) ¿Se va a quedar ahí? Ya amaneció.


QUIJOTE: Soy un caballero ahora.
ALDONZA: ¿Y los caballeros no duermen?
QUIJOTE: Siempre es curioso cómo reaccionamos cuando vemos que un sueño se ha
vuelto realidad. Sentimos que no exactamente como lo soñamos, pero está.
Fue. Es.
ALDONZA: Usted habla tan... bonito.
QUIJOTE: Y de repente tengo a la mujer de mis sueños enfrente mío, en un amanecer en
el patio de su castillo.

ALDONZA no sabe qué decir, ríe y se cubre la boca gentilmente.

QUIJOTE: (Arrodillándose, súbito) Dulcinea del Toboso, día de mi noche, gloria de mi


pena, norte de mis caminos, estrella de mi ventura: te encomiendo, señora,
mi camino. Condúceme por los caminos donde consideres sea necesario, y por
senderos cuyos árboles huelan al perfume de tu belleza.
ALDONZA: No sé qué decirle.
QUIJOTE: Me basta su mirada.

ALDONZA saca un pañuelo, lo besa y se lo entrega al QUIJOTE. Él lo huele mientras


ALDONZA termina de recojer las sábanas. Vemos SANCHO entrar en el patio. Ha estado
observando la escena. Se cruzan SANCHO y ALDONZA. Ella lo increpa. Él saca una moneda
del bolsillo y se la entrega.

SANCHO: Tome.

  26  
ALDONZA: A mí me parece que costó más que esto...
SANCHO: No quiera hacerse la sabia conmigo.
ALDONZA: Págueme, por lo menos lo que me costó el pañuelo.
SANCHO: ¿Ese pedazo de tela?

ALDONZA hace como si le fuera a decir algo al Quijote. Sancho, resignad,o saca otras dos
monedas y se las entrega. Sale ALDONZA. Ha amanecido por completo.

SANCHO: (Al QUIJOTE) ¡Mi señor! Listo a primera hora. Tal y como me lo pidió. (Sancho
sale por las bestias)
QUIJOTE: Perfecto, Sancho. Tenemos mucho por hacer en los días siguientes.
SANCHO: (Que vuelve a entrar con los animales) Aquí está su Rocinante.

SANCHO y QUIJOTE se montan en sus bestias y empiezan a salir. CASTELLANO se asoma


por una ventana, todavía en pijama.

CASTELLANO: ¡Ey, señores! ¡Caballeros!


QUIJOTE: (sin detenerse) ¿Qué necesitaís, nobilísimo señor?
CASTELLANO: Mi pago.
QUIJOTE: Entiéndase con mi escudero.
CASTELLANO: (a SANCHO) ¡Págueme!
SANCHO: ¡Entiéndase con mi señor!
CASTELLANO: ¡No se burlen de mí!
SANCHO: ¡Mi señor!
CASTELLANO: ¡Usted dijo que me pagaba!
SANCHO: (A un QUIJOTE ya muy lejano) ¡Señor!

El CASTELLANO con un grito convoca a toda la posada para hacer un acto que parece por
todos bien conocido.

CASTELLANO: ¡Mantel!
Aparecen de repente.
TODOS: ¡Mantel!

Entre todos capturan a SANCHO. Todos se ríen del gordinflón. Empiezana mantearlo en la
mitad del patio. El QUIJOTE vuelve

  27  
QUIJOTE: ¡Sancho!
SANCHO: (Cada vez que está arriba) ¡Señor! ¡Ayuda!
QUIJOTE: ¡Estáis volando!
SANCHO: ¡Ayúdeme!
QUIJOTE: ¡Paren ya!

Lanzan por última vez a Sancho. Lo sueltan, SANCHO permanece de pie un segundo y se
desvanece El Quijote se baja e Rocinante a ayudarle. Todos ríen y se vuelven a entrar tan
súbitamente como salieron.

CASTELLANO: Nadie sale caminando de mi posada sin haberme pagado. (Sale)


QUIJOTE: ¿Estás bien?
SANCHO: Le tengo miedo a las alturas..

Apagón.

ACTO III

Escena I
En la casa de Don Quijote. El AMA, la SOBRINA, NICOLÁS y el CURA. Están reuniendo los
libros de don Alonso para quemarlos. NICOLÁS ojea los libros apasionadamente antes de
apilarlos. Cada vez que el CURA lo ve ojeando libros, le da un coscorrón.

SOBRINA: No le estoy diciendo, padre, que no me satisfaga deshacerme de estos


malditos libros, pero...
CURA: ¿Qué?
SOBRINA: Que nos preocupa más...
AMA: ¿Nos?
SOBRINA: Me preocupa más qué puede estar pasando con mi tío allá afuera.
CURA: Ya les dije, damas, que debemos arrancar el mal de raíz. Las maneras de
proceder de Satán son siempre ocultas. Su maldad puede estar oculta en las
cosas, en los animales, en los lugares, ¡en las personas!
SOBRINA: ¡Quiero a mi tío de vuelta! Ustedes tiene que ayudarnos.
AMA: ¿Nos?
SOBRINA: ¡Basta!
NICOLÁS: La verdad es que no pueden estar muy lejos...

  28  
CURA: No ayude tanto...
NICOLÁS: Pero es verdad: el caballo está demasiado viejo.
CURA: ¡Está bien! ¡Prepare, Nicolás una jaula!
NICOLAS: ¿Una jaula?
CURA: ¡A los locos se les encierra!
SOBRINA: Pero no le haga daño a mi tío.
NICOLÁS: Señor, permítame. Pienso que esa no es la mejor manera, deberíamos....

El CURA le da un último coscorrón.

CURA: Nadie te ha permitido, nada. Barbero.


SOBRINA: Muchísimas gracias, padre.
CURA: (refunfuñando) Siempre a vuestro servicio.

Apagón.

Escena II

En el campo, SANCHO y QUIJOTE montados en sus bestias. El QUIJOTE, contento, se


entretiene con las bellezas del paisaje y con la naturaleza, mientras SANCHO trata de
armar un emparedado. De repente se posa en la cabeza de Rocinante, un pajarillo azul. El
QUIJOTE lo observa contento..

QUIJOTE: Azules como el pájaro que pasa y el cielo


son los ojos que te adornan
donde encuentro mi consuelo.
SANCHO: ¿Qué?
QUIJOTE: Que los ojos de mi dama,
Alta de pechos y ademán brioso,
Son el azul en toda su gama:
Luceros de Dulcinea del Toboso.
SANCHO: (Ríe, incrédulo) ¿Azules?
QUIJOTE: Como dos záfiros fulgentes, como dos Circones durmientes…
SANCHO: ¿Pero a quién estaba viendo usted? A mí más bien me pareció bastante…
inusual su belleza.
QUIJOTE: ¿Cómo inusual?
SANCHO: Pues a mí me ha parecido que era medio tuerta de un ojo…

  29  
QUIJOTE: ¿Qué?
SANCHO: Y medio bizca del otro…
QUIJOTE: Son brillantes y limpios los ojos de mi amada,
y su pelo de la seda más dorada
SANCHO: (Desesperado) ¡¿Y por qué está hablando así, señor?!
QUIJOTE: Hago poesía. Así hablamos los letrados.
SANCHO: Poesía…
QUIJOTE: La poesía exalta hasta la belleza de aquello, que ningún hombre en prosa
pueda llamarlo ‘bello’.

SANCHO: (Reflexiona un momento)


La señora del Toboso
Quien se llama Dulcinea,
Tiene un pco de boso,
Y además es muy fea.

QUIJOTE: (Haciendo el intento de pegarle desde Rocinante) ¡Atrevido!


SANCHO: (Esquivando el golpe) ¡Poesía!
QUIJOTE: Aquello no es poesía. Es solo una rima ramplona y vulgar.
SANCHO: ¡Qué va!: Envidia.
QUIJOTE: No has de hablar así de la más bella mujer de todas las mujeres.
SANCHO: Precisamente a la bella no me refiero...
QUIJOTE: ¡Su hermosura es sobrehumana! Sus cabellos son de oro, su frente campos
elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios
corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil sus
manos, su blancura nieve, y las partes que a la vista humana encubrió la
honestidad son tales que sólo la discreta consideración puede encarecerlas y no
compararlas.
SANCHO: (Absorto) Eso no fue poesía, ¿verdad?
QUIJOTE: No: eso fue mi corazón.
SANCHO: Pues más le vale poner a hablar más a su corazón, que dice mejores cosas que
usted. ¿Me lo podría repetir?
QUIJOTE: ¿Qué?
SANCHO: Para anotarlo y decirlo a alguna moza que lo merezca.
QUIJOTE: Imposible.
SANCHO: Debería usted dedicarse a escribir en lugar de andar andando por ahí.
QUIJOTE: Vocación siempre tuve.

  30  
SANCHO: ¿Ve?
QUIJOTE: Hasta seudónimo. Me hacía llamar El rimador de la tinta oscura.

SANCHO se ríe a carcajadas.

QUIJOTE: ¿Qué te pasa?


SANCHO: ¡Es malísimo!
QUIJOTE: ¿Te parece de veras?
SANCHO: Me parece mil veces, señor.

SANCHO se queda mirándolo. El QUIJOTE lo mira también. Permanecen uno enfrente del
otro.

SANCHO: El caballero de la triste Figura.


QUIJOTE: ¿Triste figura?... (incrédulo) me … gusta.
SANCHO: ¿Ve? ¡Ya hago poesía!
QUIJOTE: Don Quijote de la Mancha…
AMBOS: El Caballero de la Triste Figura.

Escena III

Aparecen en un extremo NICOLÁS y el CURA. Están disfrazados con mantas y pelucas,


pretendiendo ser unas ninfas.

NICOLÁS: ¿Está seguro, señor, de que esto va a funcionar?


CURA: Por supuesto. Cúbrase, señor.

SANCHO y el QUIJOTE continúan caminando. Aparecen ante ellos las Ninfas.el barbero. Se
les atraviesan en el camino a SANCHO y al QUIJOTE, y empiezan hacer torpemente una
danza extraña.

SANCHO: ¡Mi señor! ¿Qué son esas cosas?


QUIJOTE: ¡Ninfas, Sancho! Ten cuidado. Como las sirenas engañaron al sabio Odiseo,
también podemos caer nuevamente, en una trampa vulgar y vil del hechicero Temósfiles.
Pregúntales quiénes son.
SANCHO: ¡Oh, señoras ninfas! ¿Qué se os ofrece y por qué interrumpís nuestro caminar?

  31  
CURA: (como ninfa, continúa con la danza mientras habla) Buscamos valientes caballeros
quieran conocer los misterios de la fortaleza eterna, del valor inagotable y de la más alta
sabiduría.
SANCHO: ¡Pues, señoras, mi amo es el más amable y correcto de los caballeros! ¿Si
escuchó, señor?
QUIJOTE: Bien he escuchado, Sancho. Lo que ocurre es que todo eso, tu amo ya lo conoce.
NICOLÁS: Pero seguramente no conoce, señor, la magnífica pócima de Fierabrás.
CURA: (Al barbero) ¿Fierabrás?
NICOLÁS: Lo leí en uno de sus libros…
QUIJOTE: ¿Sabeís la receta de la pócima?
NICOLÁS: ¡Sí, la sabemos!
CURA: ¡Ya la tenemos preparada! Tras de aquellos arbustos… (Señala los arbutos donde
esconden la carreta.)
SANCHO: ¿Qué pócima, señor?
QUIJOTE: Aquella que cura todos los males que por ser caballero y escudero nos puedan
venir.
CURA: ¿Huele la esencia de la pócima?
QUIJOTE: ¿Olerla?
CURA: Siga, siga y conózcala.
QUIJOTE: (de repente, dejándose envolver) La huelo.
NICOLÁS: ¿La huele?
SANCHO: (Siguiendo el juego, repentinamente) Yo también la huelo
CURA: Sigan, sigan y conózcanla.

Cuando se acercan lo suficiente, el CURA empuja a SANCHO y al QUIJOTE hacia la jaula y


los encierra.NICOLÁS y el CURA celebran sin quitarse sus disfraces

CURA: Funcionó. Muy bien, barbero.


NICOLÁS: Bien, hecho, señor.

Empiezan a llevar la jaula. Vemos dentro a SANCHO y al QUIJOTE.

SANCHO: Señor,¿y la pócima?


QUIJOTE: Aún siento su aroma… ¿La ves?
SANCHO: Ya se me esfumó todo. Y no veo nada.
QUIJOTE: ¡Pregúntale a las ninfas!

  32  
SANCHO intenta abrir.

SANCHO: Está cerrado, señor. Nos encerraron. ¡Señoras ninfas! ¡Se les cerró la puerta!
QUIJOTE: ¡Revélate, oh pócima de Fierabrás!
SANCHO: ¡Nngún Piedeatrás!¡Nos engañaron, señor! ¡Estamos encerrados!
QUIJOTE: ¿Encerrados?

SANCHO le da una cachetada.

SANCHO: ¡Despiérte! Algún enemigo nos ha encerrado en esta caja negra.


QUIJOTE: Maldito Temósfiles. ¡No nos llevarás a tu guarida!

Sancho y el QUIJOTE comienzan a empujar la jaula. NICOLÁS y el CURA sienten los golpes.
Detienen la carga.

CURA: ¿No ha encontrado la pócima?

SANCHO y QUIJOTE continúan empujando.

CURA: ¿Qué hacemos?


NICOLÁS: No sé.
QUIJOTE: Uno.
SANCHO: Uno.
QUIJOTE Y SANCHO: Dos...¡tres!

La carreta cae, logran salir de la jaula el QUIJOTE y SANCHO, se reincorporan rápidamente.

QUIJOTE: ¿Donde estás, terrible Temósfiles?


SANCHO: Las ninfas, busque a las ninfas

NICOLÁS y el CURA salen detrás de la desbaratada jaula, al CURA se le ha caído la peluca


sin darse cuenta.

SANCHO: ¡Traidoras!
QUIJOTE: (viendo al cura) ¡Noble Señor!
CURA: ¿Quién? ¿Yo?
SANCHO: ¿Qué hace usted aquí?

  33  
CURA: (dándose cuenta de su revelada identidad) Le estaba buscando, señor. Con
urgencia. Hay cosas que...necesito de usted. Favores que solo un caballero andante puede
cumplirme.
QUIJOTE: Eso lo entiendo, noble señor. lo que mi inteligencia no comprende, es el por qué
de su falda.
CURA: Es.. es. Es un disfraz que he usado para poder...
SANCHO: ¿Sentirse mejor?
CURA: ¡No!
SANCHO: ¿Más cómodo?
CURA: ¡No!
SANCHO: ¿Bonito?
QUIJOTE: ¡Silencio, Sancho! Deja hablar a la señorita.
CURA: Vengo en una misión secreta, y en extremo importante.
QUIJOTE: ¿Y cómo puedo yo ayudar?
CURA: Mire. Esa de allá....

Coge bruscamente a NICOLÁS, quien continúa medianamente vestido de mujer.


Únicamente se le ha caído el velo de la cara.

CURA: ...es la princesa... Micomicona.


SANCHO: ¿Micomicona?
CURA: ¡La próxima reina de Micomicón!
QUIJOTE: ¡Oh soberana princesa! ¿Decidme, dónde está ubicado el reino de Micomicón.

NICOLÁS, asumiendo su papel, intenta contestar como la princesa. El CURA lo interrumpe.

CURA: Lastimosamente, señor, la princesa es muda.


SANCHO: Y muy fea.
QUIJOTE: ¡Sancho!
SANCHO: ¿O acaso en Micomicón todas las mujeres tiene barbas?
QUIJOTE: ¡Poco sabes, Sancho, de la cultura de otros reinos!
CURA: Cierto: las mujeres barburdas son muy raras, y por eso los Micomicones las adoran.
Por eso tiene que ser llevada hasta el reino de Micomicón, rápido.
QUIJOTE: Requiere usted que este noble caballero la acompañe y proteja hasta el reino de
Micomicón.

NICOLÁS asiente.

  34  
SANCHO: Pero no entiendo por qué necesita de nosotros.
CURA: ¡Ah! Males horribles persiguen a la princesa Micomicona.
QUIJOTE: ¿Qué terribles males os persiguen?

NICOLÁS llora.

CURA: ¡Un gigante!


SANCHO: ¿Gigantes?
CURA: Un horrible gigante nos viene persiguiendo. Él desea ser el Rey y señor del reino de
Micomicón. ¡Quiere asesinar a la princesa!
QUIJOTE: ¿Si ves, Sancho? Ahora que tengo mi dama y que soy caballero, la fortuna me
sonríe. Una princesa que debe ser escoltada y protegida de un horrible gigante. Es la labor
que un caballero como yo me merezco.
SANCHO: ¡Por fin!
QUIJOTE: No os preocupeis, amable señora. Don Quijote de la Mancha...
SANCHO: ... El caballero de la Triste figura.
QUIJOTE: Y su amable escudero, os protejerán hasta que lleguemos al reino de Micomicón.
CURA: La princesa se lo agradece.
QUIJOTE: O aniquilar al horrible gigante, si llegase a alcanzarnos.
CURA: No creo que eso ocurra.
SANCHO: (muy paranóico) ¡Yo nunca he visto un gigante!
QUIJOTE: ¡Andando! Sancho: entrégale tu borrico a la princesa Micomicona, que no debe
una princesa andar por el campo sucio sobre sus pies.

SANCHO le entrega el burro para que se monte la princesa, no sin molestarse un poco.

QUIJOTE: Indicadnos vos el camino, queridísima princesa.

La princesa señala.

QUIJOTE: Que así sea.


CURA: (a NICOLÁS, aparte): Todo va a salir bien. Creo que se consiguió uno tan loco como
él.
NICOLÁS: No los podemos perder de vista.

  35  
Escena III

Escuchamos en Off a los duques leyendo.


DUQUE: Emprendieron camino con el cura, caballero y escudero.
DUQUESA: Como escoltas de la Micomicona, quien no era más que el barbero.
Ríen
DUQUE: Acamparon en la intemperie o en castillos.
DUQUESA: Liberaron a esclavos de sus captores.
DUQUE: Ajusticiaron a un injusto que latigaba a un pobre hombre
DUQUESA: Y contemplaron batallas de enormes ejércitos de ovejas y carneros.
DUQUE: Hacia La Mancha los dirigía la Princesa, a través de valles de pastores.
DUQUESA: En donde encontraronse a uno afligido, con el corazón lleno de dolores

Escena IV

La compañía se encuentra tomando una merienda. SANCHO aparece dándole comida a las
bestias, las princesa y el cura comen. Don QUIJOTE está sentado, quieto. De repente se
escucha en Off.

BASILIO: (canta)

¿Quién me causa este dolor?: Amor


¿Quién consiento mi duelo: El cielo
El bien del amor, ¿quién alcanza? : Mudanza
¿Y sus males quien los cura?: Locura
¿Quién mejorará mi suerte? : La muerte

¡La muerte!

Todos permanecen quietos escuchando los terribles quejidos. Ahora BASILIO grita
desesperadamente. De repente reaccionan.

SANCHO: ¿De dónde vienen esos gritos?


QUIJOTE: ¡Alguien suplicando consejo!
BASILIO: (en off) ¡Lo que le faltaba a mi suerte! ¡Mis ovejas!
CURA: Debe ser un pastor.
QUIJOTE: ¡Seaís quien seaís, ayuda te brindaremos! ¡Aparece y cuéntanos tus penas!

  36  
Aparece BASILIO muy afectado. Es un pastor joven, poco apuesto.

SANCHO: Que obediente.


QUIJOTE: Joven muchacho, cuéntanos, por favor cuál es el mal que aqueja vuestro
corazón.
BASILIO: Ninguno, señor.
QUIJOTE: Entonces, ¿por qué os aparecisteis cuando os lo solicité?
BASILIO: Yo no me aparecí, señor. Estoy buscando a mis ovejas. Se me perdieron, y yo
no puedo…
SANCHO: ¿Qué?
BASILIO: No puedo…
CURA: ¡Qué!
BASILIO: No puedo…
QUIJOTE: ¡QUÉ!

BASILIO comienza a llorar desconsoladamente.

SANCHO: ¡Pobre, muchacho! ¡No le grite, mi señor!


QUIJOTE: Me molesta la tibieza de los débiles.
SANCHO: (a Basilio) ¿Querías mucho esas ovejas, verdad?
BASILIO: ¡No son las ovejas! ¡Esas ya no me importan! ¡Váyanse! ¡Huyan! ¡Yo tampoco las
quise!
CURA: ¿Entonces?
BASILIO: Es mi amor el que se rompe.
QUIJOTE: ¿Por qué vuestro corazón se aflige, querido caballero?
BASILIO: Quiteria, mi amada Quiteria.
SANCHO: Bonito nombre.
BASILIO: Ella era mi prometida. Pero su padre no la quería ver casada con pobre y
harapiento pastor. El padre llamó a un amigo, un señor muy rico por estas tierras. Un tal
Camacho.
QUIJOTE: ¿Camacho?
BASILIO: Es amigo de los duques y tiene mucho dinero. Y le propuso matrimonio a
Quiteria.
SANCHO: ¿Y?
CURA: ¿Y?
QUIJOTE: ¿Y?

  37  
Micomicona también hace un gesto de pregunta.

BASILIO: ¡Y ella se fue con él!


SANCHO: Otra yegua casquisuelta.
QUIJOTE: ¡Sancho!
SANCHO: ¡Es verdad! Todas son iguales. Con perdón de la delicada princesa aquí presente,
de cuya vida amorosa no sabemos nada.
BASILIO: ¡Se la llevó y va a casarse con ella!
CURA: Eso pasa, hermano mío. Hay que acostumbrarse
SANCHO: No se preocupe. No hay mal que dure cien años, ni perra que lo resista.
QUIJOTE: ¡Sancho! No más lenguaje soez.
SANCHO: Perdón.
QUIJOTE: ¿Os habeís olvidado de la presencia de la princesa para hablar de tales formas?
BASILIO: ¿Princesa?
QUIJOTE: ¡¿Sancho, no los habeís presentado?
SANCHO: (a Basilio, susurrado) ¿Su nombre?
BASILIO: (igual, susurrando) Basilio.
SANCHO: (Ceremonioso) Nobilísima señora, gran dama, la más hermosa de todas..
QUIJOTE: Excepto de mi Dulcinea.
SANCHO:…Señorita Micomicona, princesa mía y de todos los Micomicones, os presento al
pobre y triste pastor Basilio.

La princesa hace un gesto de complacencia.

SANCHO: (a Basilio) Este otro es el cura del pueblo. Y allí, mi señor Don Quijote de la
Mancha: el caballero de la triste figura. Y yo su noble escudero.
BASILIO: Son ustedes muy importantes todos.
SANCHO: A excepción del cura que de esos hay en todos los pueblos…
CURA: ¿Perdón?
QUIJOTE. No se altere, su señoría. No condene con el puño la ignorancia de un campesino.
CURA: Debemos darnos prisa, señor. El gigante nos acecha.
BASILIO:¿Un gigante?
SANCHO: De fieros ojos y manos peludas que persigue a la Micomicona.
BASILIO: ¿Dónde?
CURA: No sabemos.
BASILIO: ¿Y hacia donde vamos?

  38  
QUIJOTE: Al reino de Micomicón.
SANCHO: ¡Un momento! No creerá usted, señor, que vamos a caminar por ahí de noche.
Mucho menos con un gigante acechándonos.

Todos miran el cielo que se oscurece.

CURA: No, señor, debemos continuar, el tiempo apremia…


QUIJOTE: Nada más aterrador que una lucha nocturna con una criatura asesina.
SANCHO: Nada más cierto, señor.
QUIJOTE: (a Basilio) ¿El pobre pastor desea pasar la noche con nosotros? Le aseguramos
un poco de comida y donde dormir.
BASILIO: Estaría muy agradecido.
CURA. (Hiriente) Ya no le quedan no ovejas para trabajar ni mujer para amar. ¿Qué más
puede perder.

Sancho organiza el sitio para dormir y desempaca la comida. Encienden unas antorchas. Se
oscurece. Todos quedan dormidos.

Escena V

En el recien armado campamento todos duermen. Silencio. De repente se ve entrar una


mujer de rojo con un manto rojo. Se descubre, es Dulcinea que entra en un sueño del
QUIJOTE. Vemos a la mujer entre nubes, con una luz blanca. Empieza a llamarlo, seductora
y mágicamente

DULCINEA: Noble caballero.


QUIJOTE: ¿Quién?
DULCINEA: Noble caballero, despierta.
QUIJOTE: (despertándose) Mi bella Dulcinea.
DULCINEA: La bella Dulcinea.
QUIJOTE: Señora mía, hermosura celestial. Tan hermosa eres en mis sueños como en mi
vigilia.
DULCINEA: Tantas muestras de amor recibo de ti, querido caballero. Mi vergüenza no las
soporta.
QUIJOTE: Que las soporte entonces tu vanidad, divina señora.
DULCINEA: Demasiado amor tienes para mí, mas poco para ti mismo.
QUIJOTE: Mi amor propio no puede compararse con el amor que te tengo.

  39  
DULCINEA: Hazlo por mí, entonces. Por el amor que me tienes.
QUIJOTE: Lo que quieras, amada mía.
DULCINEA: Ten cuidado con el gigante. Él busca a la princesa. La acecha esta noche…
QUIJOTE: ¿Dónde, mi señora? Decídmelo.
DULCINEA: La acecha esta noche. Él busca a la princesa

La dama comienza a desaparecer.

QUIJOTE: ¡Mi señora!


DULCINEA: Ten cuidado con el gigante.
QUIJOTE: No te vayas.
DULCINEA: Viene por ti.

Dulcinea desaparece. El Quijote queda solo entre los dormidos acompañantes y la princesa,
que ronca muy duro. El Quijote decide coger sus armas, una antorcha y salir en busca del
gigante. Todo permanece en silencio un rato. De repente entra otra iluminada mujer
vestida de rojo. Mismo efecto que el anterior. Es TERESA PANZA.

TERESA PANZA: Sancho.


SANCHO: ¿Quién?
TERESA PANZA: Sancho, despierta.
SANCHO: ¿Mi amorcito? Tan bella eres en mis sueños como en mi vigi…
TERESA PANZA: (Transformándose en un horripilante espectro gritón) ¡¿Dónde estás?!
SANCHO: ¡Teresa!
TERESA PANZA: ¡Los caballos tienen hambre! ¡Los niños te preguntan! ¡Mi madre y yo
nos morirmos de hambre!
SANCHO: ¡Espanto! ¡Espanto!
TERESA PANZA: ¡Ven acá ya mismo! ¡Ya mismo!

Desaparece.

SANCHO: (Despertando muy asustado de su sueño) ¡Ah, maldito espanto! ¡Maldito!

El CURA, NICOLÁS Y BASILIO se despiertan. NICOLÁS se olvida por un momento que es la


Micomicona y actúa como un hombre. BASILIO lo detalla, y NICOLÁS asume de nuevo su
pose de princesa. Ninguna identidad ha sido revelada.

  40  
CURA: ¿Qué pasa? ¿Qué son esos gritos?
SANCHO: Una inmunda pesadilla.
BASILIO: ¡Cálmese, señor Panza!
SANCHO: ¡Vi sus fulminantes ojos! ¡Los vi!
BASILIO: (Al Cura) Creo que vio al demonio.
CURA: ¿Dónde está el señor Alonso?
SANCHO: Don Quijote de la Mancha querrá decir.

Todos lo buscan con la mirada.

CURA: ¡Se escapó!


BASILIO: ¿Escaparse?
CURA: (a la Princesa) ¡Te lo dije! Te dije que no debíamos dormir. ¡Tonto!
SANCHO: ¡Cuidado con el lenguaje, cura! ¿Acaso olvidais a quién le hablas?
CURA: ¡Ahora se nos escapó!

Se escucha a Don Quijote dando alaridos y luchando.

QUIJOTE: (en off) ¡Te he encontrado, gigante, husmeando en la noche! ¡Tendrás tu


merecido!
CURA y NICOLÁS: ¿Gigante?
BASILIO y SANCHO: ¡El gigante!

Todos corren en búsqueda del QUIJOTE , quien se encuentra en otro espacio del escenario
luchando contra el gigante en una profunda oscuridad.

SANCHO: ¡Señor! ¿dónde está?


BASILIO: ¡Don Quijote! ¡Nosotros lo respaldamos!

SANCHO y BASILIO se unen a la pelea. Entran en la penumbra. Solo vemos a


NICOLÁS y al CURA.

NICOLÁS: ¿Qué hacemos ahora? (con ironía) ¿Enfrentamos al gigante?


CURA: No. Esperemos acá.
NICOLÁS: No tendrá usted miedo de un gigante.
CURA: Prefiero esperar.

  41  
Se esconden. En la oscuridad siguen escuchándose los ruído de la batalla contra el gigante.
De repente cesa el ruído. Se escucha desde afuera.

QUIJOTE: ¡Siento su sangre!


SANCHO: ¿Le dimos, señor?
QUIJOTE: Está sangrando, ¿lo sienten?
SANCHO: La siento, Señor. Puedo sentir su sangre. Es…es…
BASILIO: es… ¿vino?

De repente sale un MERCADER, hombre fortachón, con una antorcha que ilumina y nos
muestra que aquel gigante no es más que una carroza con grandes barriles de vino, que
ahora se derrama.

MERCADER: ¡Locos! ¡Locos! ¿Qué le hacen a mi vino?


QUIJOTE: ¡El gran gigante!
MERCADER: (tratando de recoger el vino de alguna manera) ¡Locos! ¡Locos!
BASILIO: Disculpa, señor no era nuestra intención.
MERCADER: ¡Ya van a ver lo que les va a pasar!

El MERCADER envuelve a los tres con una soga y los amordaza. Los monta en la carroza.
MERCADER: ¡Los duques les cortarán la cabeza!

Sale la carroza con sus prisioneros. El CURA y NICOLÁS aparecen.

CURA: ¡Se lo lleva! ¡Se lo está llevando!


NICOLÁS: ¡Era vino!
CURA: ¡Se volvió a escapar! ¡Espere, mercader!
NICOLÁS: ¡Eran barriles repletos de vino!
CURA: ¡Deje ya de reírse!
NICOLÁS: ¡Y usted creyendo que era un gigante!

El CURA visiblemente derrotado sale, mientras NICOLÁS, quien no para de reir, lo sigue.

  42  
ACTO IV

Escena I

En la casa de Don Quijote. Entra el AMA, la SOBRINA. Luego aparece SANSÓN CARRASCO,
un muchacho buen mozo

SOBRINA: Le repito una y mil veces: ¡deje a mi novio en paz!


AMA: ¡Yo no estoy haciendo nada, ni he hecho nada! No puedo negar que el
muchacho me parece buen mozo, pero…
SOBRINA: ¡Silencio!
AMA: ¿Cuál es el escándalo? De todas maneras necesita a su tío para que apruebe
esa unión… y como no está él la que sigue en su rango soy…
SOBRINA: ¡Yo! (Algo melancólica, pero decidida) Con mi tío es mejor no contar…

Entra SANSÓN CARRASCO.

SANSÓN: ¿Interrumpo?
AMA: No, sigue.
SOBRINA: No interrumpes nada.
SANSÓN: Hay dos hombres, en la puerta. No sé si hacerlos seguir o…

Entran derrotados y cansados el CURA y NICOLÁS.

AMA: ¡Llegaron!
SANSÓN: ¿Quiénes son?
SOBRINA: (a Sansón) Los que persiguen a mi tío. (A ellos) ¿Alguna noticia? ¿Dónde está
mi tio?

NICOLÁS y el CURA tratan de hacer que hable el otro. Finalmente el CURA obliga a
NICOLÁS.

NICOLÁS: Se nos escapó.


AMA: ¿Pero lo vieron?
CURA: ¡Sí!
SOBRINA: ¿Estuvieron con él?
NICOLÁS: ¡Sí!

  43  
SANSÓN: ¿Con tu tío?
SOBRINA: ¡Sí!
SANSÓN: ¿Y como lo han dejado escapar?
CURA: De noche, mucho vino, una pelea con un gigante, en fin. Se lo llevaron.
BACHILLER: ¿Batallas, mucho vino? Tiene estilo el tío.
CURA: ¿Y este quién es?
AMA: El pretendiente de la señorita.
CURA: Pues este es un tema confidencial…le aconsejo que…
NICOLÁS: ¿Y a qué se dedica?
SANSON: Soy…bachiller.
SOBRINA: Es bachiller.
NICOLÁS: (Mientras lo inspecciona con cautela, le mide su altura, le mide los músculos) ¿Y
le han enseñado, Señor bachiller, además de sus estudios teóricos, digamos, a luchar en
caballo?
SANSÓN: (Muy intimidado) Algunas lecciones.
CURA: ¿Para qué todo esto?

NICOLÁS ve un yelmo con una enorme pluma blanca que hay en el estudio. Lo coge y se lo
pone a SANSÓN.

NICOLÁS: Tengo una idea.

Escena II

En la casa de los duques. Son dos personajes inquietos, caricaturezcos y algo maniáticos.
Suelen repetir todo lo que dice el otro. BASILIO, QUIJOTE y SANCHO llegan amarrados
todavía por el mercader, quien los pone con la cabeza cubierta ante el Duque y la Duquesa.

EL DUQUE: ¿A quién nos traes, pobre mercader?


MERCADER: Unos, señores, oh gran duque, que asaltaron su carroza.
LA DUQUESA: ¿Cuál carroza?
MERCADER: La de, vino, oh grandísima duquesa.
EL DUQUE: ¡Nuestro vino!
LA DUQUESA: ¡Descrúbalos¡

El MERCADER los descubre. El duque y la duquesa los miran extrañamente como si los
conocieran.

  44  
EL DUQUE: (a la duquesa) ¿Será posible?
LA DUQUESA: ¿Será posible?
MERCADER: Quisiera, pedirles, oh grandísimo duque y oh grandísima duquesa, que se les
corte la cabeza por la gran ofensa que a su ducado le han dado.
AMBOS DUQUES: ¡Cállese, pobre mercader!
LA DUQUESA: Digan, rápido y en voz alta, ¿quiénes son?

Después de un silencio, se levanta SANCHO notablemente cansado y golpeado. Retoma sus


fuerzas y dice, ceremonioso.

SANCHO: ¡Ante ustedes, oh duquisimo grande y duquisima grandeza, el inservible pastor


Basilio, El Caballero de la Triste figura: Don Quijote de la Mancha, y su humilde servidor
Sancho Panza.

AMBOS DUQUES: ¡Don Quijote de la Mancha!

EL QUIJOTE se reincorpora bruscamente.

QUIJOTE: El mismo que les ha de ajusticiar por sus actos bandálicos… ¡soís aliados del
gigante!

Ambos duques permanecen un rato en silencio. Luego ríen desesperadamente.

LA DUQUESA: ¡Sí: es él!


EL DUQUE: ¡Son ellos!
AMBOS DUQUES: ¡Don Quijote y Sancho Panza!
BASILIO: ¿Los conocen?
SANCHO: ¿Nos reconocen, señor?

LA DUQUESA y EL DUQUE, ríen frenéticamente. Muy emocionados.

LA DUQUESA: Las batallas con Temósfiles, el hechicero.


EL DUQUE: Luchar contra los gigantes de viento.
LA DUQUESA: Cuando se hizo caballero en el patio de un “gran castillo”.
EL DUQUE: Y su dama, ¿cómo es el nombre de su dama?
SANCHO: ¿Dulcinea?

  45  
AMBOS DUQUES: ¡Dulcinea!
Los duques se burlan.
QUIJOTE: Pero, ¿cómo conoceís tanto de nosotros y de nuestras fazañaz?
DUQUE: ¿Bromea, señor?
DUQUESA: Si ustedes son los personajes más famosos de toda España. ¡Mire!

La DUQUESA saca la novela, donde se lee claramente, “El ingenioso hidalgo: Don Quijote
de la Mancha”.

DUQUE: Han sido todo un éxito.


DUQUESA: ¡Tenemos un ejército de escribas que se mueren por copiar su libro¡
DUQUE: El nuestro es edición especial.
DUQUESA: Recubierto en cuero.
DUQUE: Con detallitos de plata.
SANCHO: ¿Novela?
QUIJOTE: Déjenme ver. (El QUIJOTE ojea el libro) ¡Aquí está todo!
EL DUQUE:…Y ya anunciaron la Segunda Parte.
AMBOS DUQUES: ¡Segunda Parte!
LA DUQUESA: Don quijote de la Mancha. Es usted tan gracioso.
QUIJOTE: ¿Gracioso?
EL DUQUE: Este libro nos ha hecho unirnos como pareja.
LA DUQUESA: La risa nos alivia la carga diaria de nuestro trabajo.
AMBOS DUQUES: ¡No paramos de reírnos con sus aventuras!
QUIJOTE: ¿Reír?
DUQUE: Pero ustedes deben tener hambre…
DUQUESA: Y sed…

El DUQUE da una señal para que les traigan comida.

SANCHO: (AL QUIJOTE) Señor. ¡Somos famosos!


BASILIO: ¡Son muy famosos!
QUIJOTE: ¿Gracioso, reir?
SANCHO: ¡Comida gratis, mi señor! Ahora sí empiezo a creer que lo de la ínsula es cierto.

Los DUQUES escuchan la conversación.

AMBOS DUQUES: (Entre sí, haciendo un gran descubrimiento): La ínsula…

  46  
EL DUQUE: Es nuestra oportunidad.
LA DUQUESA: ¿De qué, de qué?
EL DUQUE: De aparecer en la Segunda parte.
LA DUQUESA: Sí, sí. Lo convertimos en gobernador de su propia ínsula.
AMBOS DUQUES: ¡Y seremos estrellas famosas!
EL DUQUE: ¿Y qué hacemos con el pastor?
LA DUQUESA: Debe estar loco como ellos.

SANCHO y BASILIO han empezado a comer, el QUIJOTE permanece quieto.

EL DUQUE: ¿No tiene usted hambre, noble caballero?


QUIJOTE: No…gracias.
EL DUQUE: (a Sancho) Creo que llegó la hora, Señor Sancho Panza…
SANCHO: De…
LA DUQUESA: De que por fin gobierne su propia ínsula.
EL DUQUE: ¡Traíganle los vestidos de Gobernador!

Los sirvientes van y traen una ropa de Duque muy elegante y se la ponen a
SANCHO.

SANCHO: ¡Mi señor, mire!


BASILIO: ¿Esto, una ínsula?
LA DUQUESA: ¡Claro!
BASILIO: Pero yo no he visto agua por ninguna parte.
LA DUQUESA: El agua está lejos, muy lejos. El agua está muy lejos porque nuestro castillo
queda en la mitad. Lejos del agua.
EL DUQUE: Nuestra ínsula es demasiado grande…
SANCHO: ¡Señor. Una ínsula! ¡Como me lo prometió!
QUIJOTE: (Algo descreído, empieza a entrar en confianza con los duques) A los buenos,
hombres, Sancho, les llegan buenas cosas.
SANCHO: ¡Míreme, parezco todo un gobernador!
AMBOS DUQUES: ¡Es nuestro gobernador!
LA DUQUESA: Nosotros estamos cansados.
EL DUQUE: Exhaustos.
LA DUQUESA: Pero no habíamos encontrado a alguien que nos inspirara la suficiente
confianza como para dejarle nuestras obligaciones.
EL DUQUE: Que son muchas.

  47  
QUIJOTE: No os preocupeís, buenos duques. Es este hombre cualquier ser humano debe
poner toda su confianza.
BASILIO: (a parte) Esto está muy raro…

Los DUQUES hablan entre sí.

LA DUQUESA: ¡Qué divertido! ¡Mira cómo se ve de ridículo!


EL DUQUE: Ahora dejemos entrar a los casos diarios.
LA DUQUESA: ¿Casos reales o de mentiras?
EL DUQUE: Reales. Veamos a ver qué hace el Señor gobernador.

SANCHO se ha sentado ahora en el sitio de los duques. Sigue comiendo.

EL DUQUE: Oh gobernador Sancho Panza. Buenos ciudadanos se acercan para exponer


ante usted sus problemas y sus alegrías, confiando en su buen consejo y ayuda.
SANCHO: (Muy asustado, al QUIJOTE) ¿Qué hago, mi señor? ¿Me ayuda?
QUIJOTE: No es mi responsabilidad.
SANCHO: (ceremonioso) ¡Háganlos pasar!
AMBOS DUQUES: ¡Que entren!

Entra un hombre.

CAMACHO: ¡Oh grandísimos duques!


AMBOS DUQUES: No: gobernador. (Descubren que el hombre es el viejo Camacho)
¡Camacho! Viejo amigo. Sigue, sigue.
EL DUQUE: Vienes para lo de…
CAMACHO: La boda…
AMBOS DUQUES: ¡La boda!
EL DUQUE: El nuevo gobernador oficiará la ceremonia.
CAMACHO: ¿Y quién es él?
LA DUQUESA: Una estrella.
EL DUQUE: Una celebridad.
LA DUQUESA: ¡Tu boda quedará grabada en la historia!
AMBOS DUQUES: ¡Serás parte de la novela!
CAMACHO: Está bien, está bien. (Avanza hacia SANCHO) ¡Oh, gran gobernador!
HOMBRE 1 (descreído) ¡Oh grandísimo gobernador¡
SANCHO: Bien. ¿Qué necesitas?

  48  
CAMACHO: Mire, señor…gobernador. Deseo casarme ante su… ¿realeza?
Los DUQUES ríen.
SANCHO: ¿Y dónde se encuentra la prometida?
CAMACHO la hace seguir. Aparece una mujer joven, cubierta con un velo. ES
QUITERÍA resopla debajo del velo. Se nota que empieza a llorar.
QUIJOTE: ¿Llora la joven?
LA DUQUESA: Todas las mujeres lloran el día de su boda.
SANCHO: Está bien. Pero yo jamás he oficiado una boda, no sé las palabras exactas.
QUIJOTE: ¡Yo las dicto!

El QUIJOTE asume el papel.

SANCHO: ¡Quitadle el velo a la muchacha!

El rico CAMACHO obedece y revela a QUITERIA, quien llora.

BASILIO:¡Quitería, mi amor!
QUITERÍA: ¿Basilio?

Corren los dos e intentan abrazarce, CAMACHO coge a QUITERIA del velo impidiéndole
llegar hasta BASILIO.

CAMACHO: ¿A dónde crees que vas?


QUITERÍA: ¡Perdón por dejarte! ¡Fue mi padre, te lo juro, fue mi padre!
CAMACHO: ¡Este hombre no debe que estar aquí¡
LA DUQUESA: Esto resultó mucho más divertido de lo que pensábamos.
QUIJOTE: ¿Es este, querido Basilio, el hombre que os ha quitado a tu doncella?
BASILIO: El mismo.
QUIJOTE: ¡Pues entonces, en guardia, porque vas a recibir lo que te mereces por ir en
contra del amor de dos jovenes!
SANCHO: (Imperativo) ¡Un momento, señor! ¡Durante mi gobierno se evitará la violencia!
Pastor Basilio, ¿qué tiene usted por decir?
BASILIO: Señor gobernador: bien sé que mi destino no será estar casado con Quiteria y,
aunque me entristece mucho, pienso afrontarlo con toda la gallardía posible.
CAMACHO: ¡No creo en sus palabras, señor gobernador, mátelo!
SANCHO: ¡Silencio!

  49  
BASILIO: ¡Él tiene razón! Yo debo morir, y pienso quitarme yo mismo, enfrente de ustedes,
si se me concede un único favor.
QUITERÍA: ¡No!
AMBOS DUQUES: ¿Cuál?
SANCHO. ¿Cuál?
BASILIO: Que Quiteria me jure amor eterno, y que me casen con ella ahora mismo.
Después de eso, yo mismo me quitaré la vida.
CAMACHO: No le creo.
QUIJOTE: ¡El coraje y la valentía son difíciles de creer en estos días, pero su petición es
digna!
QUITERIA: ¡No, no lo hagan!
EL DUQUE: Que escoja el Gobernador.
LA DUQUESA: Él tiene la potestad absoluta
TODOS: Señor gobernador…
SANCHO: (Luego de dudarlo un poco) Está bien. Acepto su trato.
QUIJOTE: El gobernador ha hablado.

El QUIJOTE se prepara a oficiar el acto. QUITERIA quien no para de llorar, se acerca junto
con BASILIO, quien se ve agonizante y muy asustado. CAMACHO, permanece detrás
descreído.

QUIJOTE: Hágaos, fieles esposos


Hágaos Amor mil siglos venturosos
que a despecho de cuantos
malignos hechiceros de la memoria
que quieran menoscabar sus encantos
permanezca y dure por siempre su gloria.

Se sella el acto.

CAMACHO: Bien. ¡Ahora que cumpla!

LA DUQUESA le entrega a BASILIO una pequeña daga. BASILIO, la recibe muy asustado.
Se propone cortarse el cuello, QUITERIA no deja de llorar. De repente el hombre afligido y
asustado que está a punto de sucidarse ante los expectantes ojos de CAMACHO, se quita el
cuchillo del cuello, súbitamente.

  50  
BASILIO: Era mentira.

BASILIO besa a QUITERIA, se cojen de la mano y escapan muy contentos. Todos quedan
perplejos, SANCHO no puede evitar una pequeña sonrisa. Los DUQUES ríen
frenéticamente, se botan al piso, dan carcajadas.

CAMACHO: (furioso) ¡Nos engaño! Se los dije, Atrápenlo, atrápenlos. (A los Duques).
¡Hagan algo!
AMBOS DUQUES: ¡Era mentira! Jajajaja.
CAMACHO: ¡Atrápenlos!
SANCHO: No… Se nos han salido de las manos. Orden del gobernador.
CAMACHO: ¡Usted no es nadie, fuera de aquí!
QUIJOTE: ¡La gente no mantiene su palabra!
CAMACHO: ¡Viejo enclenque! Usted los casó: es su culpa.

CAMACHO se abalanza sobre el QUIJOTE. LOS DUQUES ríen. SANCHO intenta defender al
QUIJOTE, pero CAMACHO le da una golpiza también. Finalmente CAMACHO golpea al
QUIJOTE en la cabeza. El QUIJOTE queda prácticamente inconciente. SANCHO golpea a
CAMACHO. Recoje al QUIJOTE y huye. Camacho se recupera.

CAMACHO: ¡Me las van a pagar! ¡Les juro que me la van a pagar!

Apagón.

ACTO V

Escena I
Al borde de un río. Emìeza a oscurecer. SANCHO aparece, Rocinante carga al QUIJOTE,
quien continúa quejándose y muy malherido. SANCHO busca agua en el río para ponerle en
las heridas. Se empiezan a ver antorchas pasar a lo lejos: los buscan.

SANCHO: Mi señor, ¿me escucha?


QUIJOTE: ¿Quién?
SANCHO: Soy yo, señor. ¿me reconoce?
QUIJOTE: (con voz apagada, como llorando) ¡Sancho!
SANCHO: ¡Mi señor!
QUIJOTE: Somos ingenuos ante su voluntad.

  51  
SANCHO: ¿De qué está hablando, mi señor?
QUIJOTE: ¿No es acaso honor lo que les ofrezco?
SANCHO: Sí, señor.
QUIJOTE: ¿No es acaso justicia lo que buscamos?
SANCHO: ¡Sí, señor!
QUIJOTE: (Desconsolado) ¡¿Entonces por qué el odio rige siempre sus deseos? ¿Por qué
siempre buscan que la injusticia gobierne sus corazones?!
SANCHO: ¿Cómo?
QUIJOTE: ¿No es acaso honorable unir a una pareja que se ama? ¿Por qué tanto veneno en
sus almas?
SANCHO: ¿De quiénes?
QUIJOTE: De todos. ¡Me moriré de viejo no entenderé al animal bípedo que llaman
hombre!
SANCHO: ¡Cálmense, mi señor! Le han dado una paliza pero pronto se va a recuperar.
QUIJOTE: Mi cuerpo se recuperará, mas no mi honra jamás.
SANCHO: No diga esas cosas.
QUIJOTE: ¡Se han burlado de nuestras hazañas, y de tus sueños!
SANCHO: Pero pasaremos a la historia, señor.
QUIJOTE: ¿Qué dices?
SANCHO: Nadie olvidará al hombre que casó a un pobre pastor con la mujer de un rico
terrateniente. Ni al gobernador que menos tiempo ha gobernado jamás.
QUIJOTE: Cierto es, Sancho. Pero el precio por la inmortalidad en el futuro me deshonra en
el presente.

De repente entra un halo de luz blanca. Aparece un hombre vestido de caballero en un


caballo, usando el yelmo con una gran pluma blanca. Es el bachiller SANSÓN CARRASCO,
vestido como el CABALLERO DE LA BLANCA LUNA. La escena toma un tono de ensueño.

SANCHO: ¿Qué es eso, mi señor? ¡Atrás!


QUIJOTE: ¿Un ángel?
CABALLERO: Don Quijote de la Mancha.
QUIJOTE: Noble caballero.
CABALLERO: Soy el Caballero de la Blanca Luna.
QUIJOTE: Y yo el de la Triste Figura.
CABALLERO: Te va bien el nombre. Triste ha sido tu recorrido, lo sé todo y conozco tus
desventuras.

  52  
SANCHO: ¡Nosotros también las sabemos! ¡Y no necesitamos de un arcangel para que nos
las recuerde!
QUIJOTE: ¡Sancho, silencio! (al caballero) Si su intención es provocar mi ira le aseguro que
no lo conseguira.
CABALLERO: No quiero más que devolverle su dignidad.
QUIJOTE: ¿Cómo?
SANCHO: ¿Cómo?
CABALLERO: Lo reto a un duelo. Caballero contra caballero.
SANCHO: Mi señor: usted no está en condiciones.
QUIJOTE: ¿Qué gano?
CABALLERO: Su dignidad, y os dejo en paz.
QUIJOTE. ¿Y si pierdo?
CABALLERO: Volverá a casa, a la Mancha y jamás se volverá a hacer llamar Don Quijote.

El QUIJOTE después de pensarlo un rato y a pesar de las súplicas de SANCHO.

QUIJOTE: ¡Sancho, tráeme a mi lanza y a Rocinante!


SANCHO: ¡No, mi señor!
QUIJOTE: Ahora.
SANCHO: Pero los dos pueden aliarce y hacer justicia juntos…
QUIJOTE: ¡Ahora!

SANCHO obecede.

QUIJOTE: (Mientras sube al caballo) Parece que llegó el momento de pobrar mi valentía.

La escena toma un efecto extraño, solemne. Cada uno de los caballeros se hacen a un
extremo y, al tiempo, le ordenan a sus caballos el ataque. Los caballeros con sus lanzas en
un brazo y un escudo en el otro avanzan hasta chocarse. El QUIJOTE sale disparado y cae
fuertemente.

SANCHO: ¡Señor!

Apagón.

  53  
Escena II

En la casa de Don Quijote. El AMA, la SOBRINA y NICOLÁS esperan ansiosos. El AMA entra
con un libro en la mano y lo arroja por la ventana. Desde afuera se ve una gran fogata.
Están quemando todos los libros

AMA: Ese era el último libro.


SOBRINA: (viendo la gran quema, no si cierta melancolía) ¿Ya se quemaron todos?
AMA: Todos. Un momento.

El AMA hace levantar a NICOLÁS lo requisa y le encuentra varios libros. Le da un


coscorrón y los bota por la ventana. De repente entra el CURA

CURA: Hay una gran revuelta allá afuera. Y por culpa de Don Alonso.
SOBRINA: ¿Sansón?
CURA: No. No hay noticias de él.
AMA: ¿Y del señor?
CURA: Tampoco.
NICOLÁS: ¿Entonces?
CURA: Es una cantidad considerable de personas que vienen reclamando daños y perjuicios
a nombre del Señor Alonso. Que no pagó las cuentas, que agredió a unos campesinos, que
ofendió a unos duques.
AMA: ¡Santa madre!
SOBRINA: Pues simplemente dígales que está loco, que no es culpa conciente..
CURA: Me parece que se han enterado de su posición de hidalgo. Creo que lo que desean
es verse recompensados con varias monedas.

Alguien golpea a la puerta fuertemente.

SOBRINA: ¡No abran!


El que golpea la puerta insiste ferózmente. La patea hasta conseguir abrirla. Son ALDONZA
y CASTELLANO, el posadero.

AMA: ¿Quiénes son ustedes?


ALDONZA: Yo soy la novia de Don Quijote.
SOBRINA: ¿Qué?
ALDONZA: Su bella Dulcinea del Toboso.

  54  
CASTELLANO: Y yo el hombre a quien le debe unas cuantas monedas de oro. Y venimos en
representación de todos los campesinos que están ahí afuera alegando daños contra su
integridad y su honra.
SOBRINA: ¿Qué es lo que quieren?
ALDONZA: Ocupar el lugar que me corresponde… (Mira a CAMACHO quien le hace una
señal para que continúe) … al lado de mi amado.

Todos en el salón quedan un momento en silencio. El AMA anvanza hacia los farsantes.

AMA: ¡Fuera de aquí: sucia!


ALDONZA: ¡Pues espere a que llegue y les demuestre quién es la señora aquí!

El AMA trata de abalanzarce sobre ALDONZA. Los hombres la controlan. Hay un pequeño
forcejeo. De repente, la puerta se abre bruscamente, afuera vemos todavía el resplandor
del fuego quemando los libros. Entra SANCHO muy afanado,seguido de SANSÓN deja unos
elementos en la mitad de la sala y mira a todos los presentes con desconfianza. Sale de
nuevo y entra con don QUIJOTE quien se descuelga sobre él. Se ve muy mal herido. Todos
ven su entrada en silencio. El QUIJOTE los mira a todos también con desconfianza, tanta,
que ninguno se atreve a hablarle. Excepto ALDONZA quien lo saluda luego de un empujón
de CASTELLANO.

ALDONZA: ¡Amor mío! ¿Qué te pasó? ¿Quién te hizo eso?

ALDONZA avanza hasta el QUIJOTE muy afectuosamente. Este la mira sin reconocerla.

ALDONZA: ¿No me reconoces? Soy tu Dulcinea del Toboso. Tu amada. Vine a casarme
contigo.

El QUIJOTE mira a SANCHO, como preguntándole. SANCHO no responde.

QUIJOTE: (Muy débil. Febril.) ¡Qué maldición la que ha caído sobre tu cara y sobre tu
cuerpo! Fea e indeseable te has vuelto.
CASTELLANO: ¿Qué?
ALDONZA: Pero si tú me amas. Tú me deseas.
QUIJOTE: ¡Qué ingenua! No todo lo que se desea se ama, ni todo lo que se ama se desea.
SOBRINA: Tio, ¿no está feliz de vernos?

  55  
QUIJOTE avanza con SANCHO quien lo lleva hacia el sillón. Antes de llegar, el QUIJOTE se
detiene y ve el resplandor de los libros quemándose.

QUIJOTE: ¿Qué es eso?

Nadie se atreve a decirlo.

AMA: Son…
NICOLÁS: Son…
QUIJOTE: (Recobrando un poco de su fuerza. Se suelta de SANCHO, desesperadamente)
¡Mis libros, Sancho! ¡Son mis libros!
SANCHO: (Tratando de calmarlo) ¡Creo, señor que fue un encantamiento de Temósfiles!

El QUIJOTE se recupera, empieza a correr por la habitación, delirando.

QUIJOTE: ¡El honor se quema página por página! ¡La gloria se desvanece en cenizas!
SANCHO: ¡Cálmese, mi señor!
QUIJOTE: ¡Caballero de la Blanca Luna! ¿A esto me has hecho volver?
SOBRINA: ¡Tío, reaccione!
QUIJOTE: ¡Nadie destruirá a Don Quijote de la Mancha! ¡Haz que permanezca, Sancho,
amigo, haz que permanez…

De repente se desmaya. Todos lo recogen y lo acomodan en su sillón, tiene mucha fiebre.


El AMA trae un trapo bañado en agua para que beba. El QUIJOTE reacciona nuevamente y
los mira a todos uno por uno, reconociéndolos.

SANCHO: ¡Atrás!

Todos dan un paso atrás. Dejan a SANCHO a solas con el QUIJOTE.

SANCHO: Mi señor, mi señor. ¿Está bien?


QUIJOTE: (Febril, agonizante) Perdón, Sancho. Perdón.
SANCHO: Nada tengo que perdonarle, mi amo.
QUIJOTE: Por hacerte parecer tan loco como yo, haciéndote caer en el error que yo he
caído de creer que aún se necesitan caballeros andantes en el mundo…
SANCHO: No se muera, mi señor. ¡No sea perezoso! ¡Levántese! Y vistámonos con
armaduras y salgamos al campo…

  56  
QUIJOTE: No se necesitan ya caballeros andantes en el mundo… ¡Estaba loco!
SANCHO: ¡Viva! Viva muchos años. La mayor locura de este mundo es dejarse morir, sin
más ni más.
QUIJOTE: Demasiada cordura puede ser locura. Pero la locura de todas es ver la vida como
es, y no como debería ser.

De repente el QUIJOTE trata de incorporarse. Febrilmente vemos el cambio entre ALONSO


y el QUIJOTE, quien en los siguientes momentos lanza sus últimas bocanadas de vida.
SANCHO empieza escuchándolo y luego se va convirtiendo nuevamente en el narrador. En
ocasiones habla simultáneamente lo que dice el QUIJOTE en medio de su delirio, las dos
voces se confunden. Todos se acercan nuevamente al sillón tratando de controlarlo. El
Quijote, alterado.

QUIJOTE: ¡Yo triunfaré a la muerte!


SANCHO: Decía.
QUIJOTE: ¡Nunca conocí que es el miedo!
SANCHO: Decía.
AMBOS: ¡Todo cuanto quiero puedo!
SANCHO: Decía…
SANCHO: ¡Aunque quiera lo imposible, decía.
QUIJOTE: Y en todo lo que es posible: ¡Mando!
SANCHO: ¡Quito!
AMBOS: ¡Pongo y vedo!

QUIJOTE: Maldición más grande nunca cayó en la tierra, como la que cayó sobre este
pobre hidalgo, Alonso de nombre, Quijano de apellido.

SANCHO: (Ya completamente apartado de la escena. Hacia el público) Dijo.

AMBOS: (El QUIJOTE en la escena. SANCHO hacia el público) ¡Que nadie soporte jamás el
peso de tan fatal destino: morir cuerdo, y vivir loco!

SANCHO: Y no dijo nada más.

Se desploma EL QUIJOTE sobre el sillón. Muere. Se escucha el lamento de los


acompañantes. Vemos en contra luz la imagen de todos acercándose al sillón donde yace

  57  
ahora Don Quijote. SANCHO, en primer plano, permanece con el público. Atrás la imagen
permanece un omento y luego desaparece.

SANCHO: Os he contado ya la historia del hombre más valiente que conocí jamás, del más
amable, justo. Y del mejor y único amigo que en la vida tendré. En la noche lloraron todos
ellos, al siguiente día también, y al siguiente, y al siguiente. Todos, incluyendo los que poco
lo conocieron, extrañaron para siempre la persona que fueron cuándo Don Quijote de la
Mancha estaba su lado: la más bella doncella, una princesa muda, el guarda de un castillo,
un caballero blanco, o un valiente escudero.

Música. Sancho comienza tímidamente a cantar. A la canción final se le suman los demás
personajes poco a poco en un coro, si bien no triste, sí solemne, triunfal, y algo
melancólico.

Conocen ahora, y por siempre conocerán,


Los sucesos más notables que a este hombre atribuirán.
Que derrotó la cobardía con un toque de locura,
Y sembró una enseñanza en las generaciones futuras:

La grandes ideas los locos las sueñan,


Y por realizarlas al mundo se enfrentan.
Cumplir lo imposible, alcanzar lo lejano
Así se burlen como dél se burlaron.

Se va el Alonso, mas no el caballero


Y deja el Hidalgo a su pobre escudero,
Quien hará conocer, y esto lo jura,
Al gran Caballero de la Triste Figura.

FIN

  58  

También podría gustarte