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LA MANCHA
Adaptación para teatro de Alejandro Gómez, sobre la novela de Miguel de
Cervantes Saavedra “El ingenioso hidalgos Don Quijote de la Mancha”.
SANCHO, el escudero
QUIJOTE, el de la Mancha
AMA, de la casa
SOBRINA, la del Quijote
CURA, viejo presbítero
NICOLÁS, el barbero
TERESA PANZA, esposa del Sancho
CASTELLANO, el posadero
ALDONZA, la Dulcinea
BASILIO, el pastor pobre
MERCADER, de los duques
SANSÓN CARRASCO, el apuesto bachiller
EL DUQUE Y LA DUQUESA, los lectores
CAMACHO, el rico
QUITERIA, la pobre
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PRÓLOGO
Gran escándalo. Vemos por completo a El QUIJOTE quien comienza a saltar y a imaginarse
toda una batalla campal dentro de su estudio. Siempre cambia el libro que está leyendo.
Los lanza, busca elementos que hagan las veces de caballo, de espada, de armadura.
La Sobrina intenta abrir la puerta a patadas. El Ama se recoje la falda y se acomoda para
intentar ella lo que la sobrina no pudo. Abre la puerta y entran en el estudio de Don
Quijote.
El Quijote arremete contra ellas y se da inicio a una persecusión entre los tres.
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SOBRINA: ¡Tío!
QUIJOTE: No hay cura que os confiese ni dios que os perdone. Vuestras faltas serán...
El Ama coge el más pesado de los libros y se lo pone en la cabeza, dejando inconciente al
hidalgo que permanece enrollado en el tapete.
SANCHO: Aquel hidalgo era mi amo. Y yo solia ser su escudero. Algunos decían que del
tan poco dormir y del tan mucho leer, se le secó la cabeza y se enloqueció
creyéndose un caballero andante. Eso dicen unos. Otros sabemos que fue
verdaderísimamente de los caballeros el más de máses. El valiente de
valientes, el justo entre los justos y el audaz de los audacez. Y esta que les
voy a contar es la historia de sus famosas fazañas, que en bronce se tallaron,
en mármoles se esculpieron, en madera se pintaron y en papel
se...se…”tintearon”, para que la memoria del futuro no olvidara al gran
caballero de la triste figura: Don Quijote de la Mancha.
ACTO PRIMERO
Escena I
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QUIJOTE: ¡He sido traicionado! ¡Viles monstruos horripilantes y detestables.
AMA: Todavía no nos reconoce.
QUIJOTE: ¡Claro que te reconozco, sabandija, oruga inmunda y fea!
SOBRINA: ¡Tío!
AMA: ¡Mequetrefe infeliz!
SOBRINA: (al AMA, imperiosa) Avísele al cura y a don Nicolás que ya se despertó.
QUIJOTE: Jamás se hubiera visto a ningún caballero de la mesa redonda ser traicionado
por su propia familia. Ni aprisionado en un tapiz tan repugnante...
SOBRINA: Ya viene don Nicolás a razurarlo, y el cura...
QUIJOTE: Pero, ¿acaso no me han razurado la semana pasada?
SOBRINA: Por eso.
QUIJOTE: ¡No! Hoy no se me razura.
SOBRINA: Por amor a mí, no vaya a cometer ninguna locura cuando lo vea.
QUIJOTE: Jamás ningún capítulo de estos libros se ha referido a encuentros de los
caballeros con su barbero. Con los curas, sí. ¡Que venga el cura y escuche y
confiese y aconseje y profetice! ¡Que aquí lo espero para que cumpla a
cabalidad la labor que sagradamente le ha sido asignada...
SOBRINA: Tío... tiene que calmarse. Mire como queda todo cuando le dan esos ataques.
QUIJOTE: (Imperioso) El caos después de la batalla siempre será un panorama desolador
para aquel que ha sido derrotado.
AMA: ¡Claro, pero fui yo quién gano! (Hace un gesto como si fuera a pegarle otra
vez. El QUIJOTE se asusta y cubre su cabeza. El AMA ríe)
QUIJOTE: ¡Pero cómo se atreve!
CURA: ¡Don Alonso, buen día!
NICOLÁS: Buenos días, Don Alonso.
QUIJOTE: Buen día señor barbero. Lamento que mi sobrina le haya hecho venir pero no
requerimos de sus servicios.
AMA: (Tratando de ponerle la toalla al rededor del cuello) No: hoy es día de barbero.
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QUIJOTE: Hoy no se me razura.
SOBRINA: Sí, ya sabemos, tío. Yo hablo con el señor. (a los otros) Distráiganlo con algo.
No sean tan agresivos.
CURA: Don Alonso, cuénteme por favor de usted. Hace tanto tiempo que no venía.
QUIJOTE: (Mientras lo sientan) Que no me salude usted cada vez que viene no quiere
decir que no venga, excelentísimo. Lo escucho siempre que viene y habla con
esta gorda, allá abajo en la cocina.
AMA: ¡¿Gorda?! (Lo estrangula con la toalla)
AMA: ¡Cállense!
CURA: Pero esas son visitas improvisadas...
QUIJOTE: Sin embargo, me alegra que haya usted venido y que pregunte sobre mi
persona. Ya que hace unos días que vengo pensando algo y me gustaría que
usted me aconsejase.
CURA: Con todo el gusto.
QUIJOTE: Señores, señorita, querida elefanta: he decidido convertirme en un caballero
andante.
Se enciende una luz en otro punto del escenario. Vemos al DUQUE y a la DUQUESA leyendo
un gran libro, muy entusiasmados.
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SOBRINA: (Interrumpe al AMA. Le hace gestos a todos para que le sigan la cuerda.) ¡Tío,
eso es muy interesante! Y, ¿qué hace un caballero como esos?
QUIJOTE: ¡Pobre mi niña, tan ignorante!
CURA: Cuéntenos.
QUIJOTE: (con cada evento que nombra se emociona más y más, levantándose de su
silla y haciendo grandes gestos como si recitara) ¡Desfacer agravios!
¡Enderezar entuertos! ¡Enmendar sinrazones! ¡Proteger al desvalido¡ ¡Abogar
siempre por la justica en caminos y ciudades! ¡Eliminar los abusos y satisfacer
algunas deudas!
CURA: (Siguiendo el juego) ¡Honorables labores todas!
AMA: Más caballeros serían esos señoores si se quedaran en la casa y complacieran
a nadie más que a su familia.
QUIJOTE: ¿Y los demás?
AMA: La “Paz de la república” es una excusa para irse a vagabundear por los
caminos, beber y conseguir mujerzuelas.
QUIJOTE: Yo abogo por la paz de los demás.
AMA: Cada quien con la paz de cada quien. Cada uno es como Dios le hizo, y aun
peor muchas veces.
QUIJOTE: ¿Pero como se atreve?
AMA: A mi me da lo mismo un atraco en Barcelona, que en Sevilla. No me
incumben.
QUIJOTE: ¡Conforme!
La SOBRINA calma al QUIJOTE quien est’a bastante exaltado. Pide ayuda al CURA mediante
gestos.
CURA: Sin embargo, jamás vi, en mis muchos años, a un caballero con barbas tan
largas. En mi humilde opinión, eliminar el exceso de barba es prioridad.
QUIJOTE: ¡Hoy no se me razura!
SOBRINA: En lugar de caballero lo confundirían con un mendigo.
QUIJOTE: No: ¡no se me razura!
CURA: Con un hechicero enclenque y común.
QUIJOTE: No!
NICOL’AS: Hasta es posible que lo confundan con un... moro.
QUIJOTE: (Exáltandose) ¡Moros! ¡Moros en la costa!
AMA: ¡Dijo la bendita palabra!
NICOLÁS: ¡Con esas barbas parece un árabe, un moro, invasor y desleal!
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QUIJOTE: ¡Fuera los moros! (Se calma repentinamente. Se queda est’atico como una
estatua. Se sienta súbitamente.) ¡Que se me razure, entonces!
NICOLÁS continúa afeitándolo mientras el QUIJOTE repite una y otra vez su nuevo nombre.
La SOBRINA lo mira con pesar.
Salen.
Escena II
SANCHO: Pero mi amo, que nunca ha dicho una mentira, hablaba muy en serio. Esa
misma tarde buscó por toda la casa las armas de sus bisabuelos y las limpió.
Estuvo en el patio toda la tarde perfeccionando sus habilidades. Y ahí es donde
yo comienzo a hacer parte de la historia.
TERESA PANZA: (en off, un largo grito): ¡Panza!
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SANCHO: ¡Mi amorcito!
TERESA PANZA: (Con una voz estridente y fastidiosa) ¡Panza! ¡Tengo hambre!
SANCHO: (refunfuñando, entre dientes) Ya te oí, mi amorcito lindo, ya te oí.
TERESA PANZA: ¡Panza!
SANCHO: ¡Ya voy, mi amorcito!
Sancho trata de organizar todo para poder atender al llamado de su esposa, pero se
tropieza y cae en medio del heno. Se desespera, hace una chiripiorca. Se sienta. De
repente de la oscuridad aparece el QUIJOTE.
QUIJOTE: Panza...
SANCHO: ¿Quién habla?
QUIJOTE: Panza...
SANCHO: (al burro) ¿Eres tú?
QUIJOTE: ¡Panza! Soy yo.
SANCHO: ¡Don Alonso! (ayudándolo a salir) ¿Qué hace aquí?
QUIJOTE: Te he estado observando, Panza.
SANCHO: ¿A mí?
QUIJOTE: Cuidadosamente.
SANCHO: ¿Y qué ha visto?
QUIJOTE: Tenacidad, valentía, fuerza, ¡coraje!
TERESA PANZA: (Desde afuera gritando) Panza: ¡los caballos tienen hambre!
SANCHO: ¡Ya voy, mi amorcito! Ay, ay , ay, ya voy. (Empieza a recoger el heno para
darle de comer) ...¿de verdad le parece que esto es ser tenaz, valiente,
fuerte… “corajudo”?
QUIJOTE: Panza, querido vecino. Es que yo veo en tu interior.
SANCHO: ¿Por dentro?
QUIJOTE: No todo lo que se demuestra es real, mas dificilmente aquello que se esconde
es una mentira, querido Sancho.
SANCHO: ¡Madre mía! Y yo que pensaba que era un cobardón, y no.
QUIJOTE: ¡No!
SANCHO: ¡Soy un valiente escondido!
QUIJOTE: ¡Exacto!
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SANCHO: ¡En el fondo de mi corazón!
QUIJOTE: ¡Silencio!
SANCHO se calla.
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QUIJOTE: Para un caballero andante no hay mayor alimento que el de la justicia, ni
mejor plato que la del agradecimiento recién servido.
SANCHO: Eso me parece muy bien para el caballero. Pero usted dijo que yo apenas
llegaba a escudero, y el escudero, según lo que conozco en mi vasta
experiencia, sí necesita comer, y tener motivaciones económicas.
QUIJOTE: ¿Ah, sí?
SANCHO: Por supuesto, señor.
QUIJOTE: ¡Está bien! La comida va y viene. Pero no puedo asegurarte ninguna
retribución económica. Jamás he leído yo que un caballero andante lleve
consigo efectivo.
SANCHO: Entonces no hay trato.
QUIJOTE: Pero… ¡te puedo dar una ínsula!
SANCHO: ¿Ínsula? ¿Completa?
QUIJOTE: Bien es sabido, querido Sancho, que los duques y los reyes recompensan la
labor de los caballeros andantes con terrenos y los hacen gobernadores de las
islas que poseen. Cuando tenga mi propia isla te la daré en recompensa de tu
trabajo, y serás gobernador y harás cuánto quieras en tus territorios. Llevarte
a tu mujer y comenzar una nueva vida.
SANCHO: No: tierra nueva, mujer nueva. Me consigo una nueva. ¿Gobernador? ¡ Yo un
gobernador!
QUIJOTE: ¿Suficiente recompensa?
SANCHO: A penas. Pero me conformo.
QUIJOTE: Perfecto. Entonces prepara tu caballo.
SANCHO: Burro. Los caballos son demasiado pretenciosos y yo demasiado humilde.
QUIJOTE: Bien.
SANCHO: ¿Entonces qué necesitamos para tener la ínsula?
QUIJOTE: Primero que todo tengo que hacerme caballero, hay que buscar un noble, un
duque o un rey para cumplir con esa labor. Luego a una mujer a la cual
dedicarle mis triunfos y encomendarle mis batallas.
SANCHO: Un ricachón y una novia, listo.
QUIJOTE: Pero necesito primero que me hagas un favor...
(TEREZA PANZA grita desde afuera. El QUIJOTE y SANCHO han quedado como est[aticos.
Al no recibir respuesta TERESA vuelve a gritar dos veces m’as. La ‘ultima es un grito
desesperado)
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El QUIJOTE desaparece, SANCHO grita de repente como uniéndose al grito de su esposa.
SANCHO: ¡Ayuda!
Dejamos de escuchar a Tereza. Aparece el ama quien está recogiendo los libros en el
estudio de Don Quijote. Ella advierte el grito. Cambio de escena.
Escena III
La casa de Don Quijote
Entra la SOBRINA.
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QUIJOTE: ¡Magnífica e inigualable interpretación, querido Sancho!
AMA: ¡Loco!
SOBRINA: (Grita) ¡Atrápenlo!
Escena IV
En otro lugar del escenario vemos a Sancho y al Quijote ya montados en sus bestias,
cabalgando a toda marcha, continúan en la fuga. Muy contentos, riendo.
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SANCHO: ¿Vió sus caras, señor? ¿Les vió las caras?
QUIJOTE: (Muy emocionado) La libertad, Sancho, es el don m’as precioso que al hombre
dieron los cielos!
SANCHO: ¡Libres!
QUIJOTE: ¡Y así comienza la gran aventura de Don Quijote de la Mancha!
ACTO SEGUNDO
Escena I
En medio de la música vemos aparecer los molinos de viento en una gran llanura.
Escuchamos primero en off, y luego apareciendo, al QUIJOTE y a SANCHO.
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SANCHO: ¿De verdad? Mi madre decía que lo hago rápido… sin embargo nunca le crei…
Pero en el fondo siempre pensé que tenia una gran habilidad con esto de
aprender cosas nuevas, sabe?
El QUIJOTE se queda perplejo mirando los molinos. SANCHO no les presta mayor atención
y continúa con su historia
El QUIJOTE se abalanza contra los molinos. Sus aspas lo mandan de una lado al otro, de un
molino al otro. Sancho lo persigue para ayudarlo a salir del trayecto de las aspas de los
molinos. Finalmente, los molinos expulsan a Don Quijote, fuera del campo de batalla.
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QUIJOTE: ¡Maldito hechicero! ¡Justo cuando iba a perforar su gruesa piel los hizo parecer
molinos de viento!
SANCHO: Mi señor, mire cómo me lo han dejado.
QUIJOTE: Maldito Temósfiles ¡Malditos sean tus gigantes de madera!
Escena II
ALDONZA muerde su manzana y canta. Mientras canta, con sus gestos, invita a las
mujeres a que abandonen la labor, y empiezan a lanzar las sábanas por todo el patio,
volviéndolas a ensuciar.
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Olvidar las presiones, los regaños y empujones.
Descansar. Me cansé. No doy más.
MUJER 2: ¡No!
ALDONZA Y MUJER 1: ¿No?
ALDONZA: ¡Otro!
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Las tres descansan y comen sus manzana, ven el panorama y ríen. Escuchamos a
CASTELLANO, su patrón, gritando.
QUIJOTE: ¡Sancho!
SANCHO: Dígame, señor.
QUIJOTE: Contempla.
SANCHO: ¿A quién?
QUIJOTE: El gran castillo. Es una gran fortaleza, elegante pero no muy ambiciosa. Eso
solo demuestra que el corazón de su Señor es puro: el hombre perfecto para
nombrarme caballero.
SANCHO: Sea puro o no, señor, tenemos que entrar al gran castillo. Necesitamos comer
y dormir y que alguien tenga compasión de curarle esas heridas. Después lo
pueden nombrar caballero las veces que quiera.
QUIJOTE: Solo se nombra una vez Sancho, solo una vez... Ahora haz mi entrada.
SANCHO: La entrada ya esta ahí hecha, señor.
QUIJOTE: ¡Tonto! Dí quién soy.
SANCHO: ¿Con el nombre que usa como caballero que aun no es, o el que usa como
hidalgo que niega ser?
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QUIJOTE: No te las des de sabio, querido Sancho. Tu ínsula está en juego.
SANCHO: (abandonado la ceremonia) Sí, señor, ese cadaver flaco que está ahí
montado. Le ruego nos deje entrar porque tiene graves heridas en su
cuerpo.
CASTELLANO: ¿Heridas?
QUIJOTE: Señor, anduve luchando con los gigan...
SANCHO: (interrumpiendo) ¡Se ha caído, señor! Una yegua que pasaba hizo
alterar a su rocín, y él perdió el control por completo y cayó al suelo.
SANCHO le levanta la mano. Hace el mismo gesto que vimos entre el CASTELLANo y
ALDONZA anteriormente.
QUIJOTE: ¡Espera, Sancho! Jamás contra una mujer. Menos si se trata de damiselas tan
prestigiosas como estas.
ALDONZA: ¿Como nosotras?
QUIJOTE: (Coqueto) Curioso: lo pregunta la más delicada y hermosa de ellas.
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CASTELLANO: (Interrumpiendo) ¡Está bien! ¡Está bien! Señoritas: reciban a los señores, .
Denles de comer y de beber. Y que alguien le cure las heridas al
caballero...¡Y recojan estas sábanas!
SANCHO: ¡Comida!
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CASTELLANO: ¿Castellano?
QUIJOTE: Le llamo por su nombre...
CASTELLANO: Ese no... Mi nombre no es ese, es....
QUIJOTE: Castellano. Ya lo sé.
CASTELLANO: ¿Cómo lo sabe?
QUIJOTE: Me lo acaba de decir.(Entrando. Para sí) Alguna gente sí que esta
demente...
Entran en la posada
Escena III
Aparece Sancho comiendo una gran pierna de pavo y una jarra de vino. Tiene marcas de
besos en las mejillas, y está un poco despeinado.
SANCHO: (Al público) Fue esa sagrada noche, en tan apacible lugar, en que mi amo por
primera vez se sintió oficialmente caballero, y yo oficialmente más cerca de
mi ínsula. Esa noche estuvo en el patio deambulando y hablándole a gentes y
a caballeros invisibles: repasaba sus votos como si se fuera a casar mañana.
Practicaba miles de poses con su lanza y su armadura. A veces se quetaba
tan quieto, que parecía que posaba para que alguien le pintara un retrato.
Estuvo así horas hasta que una belleza ... inusual... lo interrumpió.
Al fondo hemos visto al QUIJOTE hacer todo lo que SANCHO ha narrado. Entra en la
escena, al patio, ALDONZA, quien empieza a recoger las sábanas que continúan en el piso.
Don QUIJOTE la mira hacer sus labores. Luego de un rato ella se siente incómoda.
QUIJOTE: ¡Don Quijote de la Mancha a tan divina flor saluda, la que a sus ojos brilla
como estrella ninguna!
ALDONZA: Ay, pero qué ridículo. (Continúa con sus labores)
QUIJOTE: Señora...
ALDONZA: ¿Qué?
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QUIJOTE: Debo confesar que, desde que la vi en la entrada al castillo, se ha llevado
usted toda mi admiración por el mundo, y se ha robado gran parte de mi
corazón.
ALDONZA: Con engañitos y palabras bonitas no va a llegar usted a ningun lado, señor.
QUIJOTE: No son engaños, Dulcinea, es lo que siente mi corazón.
ALDONZA: ¿Cómo dijo?
QUIJOTE: Que es lo que mi corazón siente...
ALDONZA: No. ¿Que cómo me llamo?
QUIJOTE: Dulcinea del Toboso.
ALDONZA: No. ¡Y con apodos menos!
QUIJOTE: Mi dama. Mi gloria. La luz que brilla sobre mí en la adversidad.
ALDONZA: ¿Qué?
QUIJOTE: Permítame, señora, pedirle que sea esa mujer a quien por su hermosura yo
dedique mis glorias y encomiende mis batallas.
ALDONZA: ¡Haga lo que quiera!
QUIJOTE: Prometo aleccionar a todo el que diga que no hay mujer más bella sobre este
mundo que mi Dulcinea del Toboso.
ALDONZA: Pues se va usted a entretener, porque hay bastantes.
QUIJOTE: ¿Quiénes? ¡Señálalos, señora mía! Que la punta de tu dedo indique donde
debe ser enterrada mi espada.
ALDONZA: (cambiando de tono) No me alcanzarían los dedos...
QUIJOTE: ¡Qué loca está la gente! ¡Cómo no quererla!
ALDONZA: Eso no es necesario para complacer a alguien.
QUIJOTE: Entonces, ¿qué sentido tiene?
ALDONZA: ¿Qué?
QUIJOTE: Verla todos los días, si no se puede ni querer ni admirar... Estoy dispuesto,
señora, a creerle a la belleza de sus ojos hasta que los alientos de este pobre
caballero abandonen su cuerpo en el campo de batalla.
ALDONZA: Usted es...muy caballeroso.
HOMBRE 1: ¡Aldonza!
ALDONZA: ¿Qué quiere?
HOMBRE 1: ¿Dónde estás, lindurita?
ALDONZA: No me diga lindura.
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Aparece notablemente ebrio el HOMBRE 1. Se sorprende al encontrar a ALDONZA sola en el
patio con el QUIJOTE.
ALDONZA no responde.
Se suelta.
Le lanza tres monedas al piso. Ella por reflejo va hacia ellas, pero reflexiona y se
arrepiente. Él la vuelve a sujetar por el brazo.
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QUIJOTE: Le exijo respetuosamente, señor, que la suelte o que se atenga a las
consecuencias.
HOMBRE 1: ¿Me amenza?
QUIJOTE: Le condeno. Suéltela.
HOMBRE 1: ¿O si no qué?
El QUIJOTE, arremete contra él con su lanza. El HOMBRE 1 lo esquiva y el QUIJOTE cae, sin
quejarse se vuelve a levantar y arremete nuevamente, una y otra vez mientras el HOMBRE
1 ríe. Del interior, a causa del ruído, empiezan a salir HOMBRES, las mujeres, SANCHO, y
demás a observar la faena. Se burlan del QUIJOTE. En uno de los intentos una lanzada
golpea en la cabeza al HOMBRE 1. Silencio. El hombre después de recuperarse del golpe
invita a sus amigos, el resto de los HOMBRES, a integrarse y arrementen contra el
QUIJOTE. SANCHO se involucra en la pelea, ALDONZA y las mujeres también pelean. Se
arma un gran alboroto. Reciben golpes tanto los unos como los otros. CASTELLANO, el
posadero, entra en la mitad de la pelea y los detiene.
CASTELLANO: ¡Alto!
CASTELLANO: (imperativo) Todos a las esquinas ya, ya. Párense ahí en silencio.
Obedecen.
CASTELLANO ubica al QUIJOTE en la mitad del patio, lo arrodilla bruscamente. Sancho, sin
que se dé cuenta el QUIJOTE le entrega una pequeña nota. Él busca una escoba. Recita.
CASTELLANO: Con el poder que me otorga la santa iglesia, mi órden de caballero del
castillo, y la siempre buena voluntad de mis actos...
ALDONZA: ¡Ja!
CASTELLANO: (cont.) ...le confiero a este buen hombre el título de Caballero.
CASTELLANO hace los movimientos propios con la escoba sobre los hombros del QUIJOTE.
Un hombo, el otro, un hombro.
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CASTELLANO: Dios haga a vuestra merced muy venturoso caballero y os dé ventura en
lides. ¡Ende ahora y para siempre, os llamareís Don Quijote de la Mancha!.
SANCHO aplaude muy contento. CASTELLANO, con la mirada, obliga a que todos aplaudan.
El QUIJOTE adopta una vez más una pose extraña y permanece quieto como una estatua.
La luz ahora se posa únicamente sobre él. Vemos las sombras de los demás desaparecer.
La estatua de Don Quijote permanece un tiempo más, en silencio. Sutíl cambio de luz. Ya
es el amanecer, el Quijote permanece quieto. Entra ALDONZA.
Escena IV
SANCHO: Tome.
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ALDONZA: A mí me parece que costó más que esto...
SANCHO: No quiera hacerse la sabia conmigo.
ALDONZA: Págueme, por lo menos lo que me costó el pañuelo.
SANCHO: ¿Ese pedazo de tela?
ALDONZA hace como si le fuera a decir algo al Quijote. Sancho, resignad,o saca otras dos
monedas y se las entrega. Sale ALDONZA. Ha amanecido por completo.
SANCHO: (Al QUIJOTE) ¡Mi señor! Listo a primera hora. Tal y como me lo pidió. (Sancho
sale por las bestias)
QUIJOTE: Perfecto, Sancho. Tenemos mucho por hacer en los días siguientes.
SANCHO: (Que vuelve a entrar con los animales) Aquí está su Rocinante.
El CASTELLANO con un grito convoca a toda la posada para hacer un acto que parece por
todos bien conocido.
CASTELLANO: ¡Mantel!
Aparecen de repente.
TODOS: ¡Mantel!
Entre todos capturan a SANCHO. Todos se ríen del gordinflón. Empiezana mantearlo en la
mitad del patio. El QUIJOTE vuelve
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QUIJOTE: ¡Sancho!
SANCHO: (Cada vez que está arriba) ¡Señor! ¡Ayuda!
QUIJOTE: ¡Estáis volando!
SANCHO: ¡Ayúdeme!
QUIJOTE: ¡Paren ya!
Lanzan por última vez a Sancho. Lo sueltan, SANCHO permanece de pie un segundo y se
desvanece El Quijote se baja e Rocinante a ayudarle. Todos ríen y se vuelven a entrar tan
súbitamente como salieron.
Apagón.
ACTO III
Escena I
En la casa de Don Quijote. El AMA, la SOBRINA, NICOLÁS y el CURA. Están reuniendo los
libros de don Alonso para quemarlos. NICOLÁS ojea los libros apasionadamente antes de
apilarlos. Cada vez que el CURA lo ve ojeando libros, le da un coscorrón.
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CURA: No ayude tanto...
NICOLÁS: Pero es verdad: el caballo está demasiado viejo.
CURA: ¡Está bien! ¡Prepare, Nicolás una jaula!
NICOLAS: ¿Una jaula?
CURA: ¡A los locos se les encierra!
SOBRINA: Pero no le haga daño a mi tío.
NICOLÁS: Señor, permítame. Pienso que esa no es la mejor manera, deberíamos....
Apagón.
Escena II
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QUIJOTE: ¿Qué?
SANCHO: Y medio bizca del otro…
QUIJOTE: Son brillantes y limpios los ojos de mi amada,
y su pelo de la seda más dorada
SANCHO: (Desesperado) ¡¿Y por qué está hablando así, señor?!
QUIJOTE: Hago poesía. Así hablamos los letrados.
SANCHO: Poesía…
QUIJOTE: La poesía exalta hasta la belleza de aquello, que ningún hombre en prosa
pueda llamarlo ‘bello’.
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SANCHO: ¿Ve?
QUIJOTE: Hasta seudónimo. Me hacía llamar El rimador de la tinta oscura.
SANCHO se queda mirándolo. El QUIJOTE lo mira también. Permanecen uno enfrente del
otro.
Escena III
SANCHO y el QUIJOTE continúan caminando. Aparecen ante ellos las Ninfas.el barbero. Se
les atraviesan en el camino a SANCHO y al QUIJOTE, y empiezan hacer torpemente una
danza extraña.
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CURA: (como ninfa, continúa con la danza mientras habla) Buscamos valientes caballeros
quieran conocer los misterios de la fortaleza eterna, del valor inagotable y de la más alta
sabiduría.
SANCHO: ¡Pues, señoras, mi amo es el más amable y correcto de los caballeros! ¿Si
escuchó, señor?
QUIJOTE: Bien he escuchado, Sancho. Lo que ocurre es que todo eso, tu amo ya lo conoce.
NICOLÁS: Pero seguramente no conoce, señor, la magnífica pócima de Fierabrás.
CURA: (Al barbero) ¿Fierabrás?
NICOLÁS: Lo leí en uno de sus libros…
QUIJOTE: ¿Sabeís la receta de la pócima?
NICOLÁS: ¡Sí, la sabemos!
CURA: ¡Ya la tenemos preparada! Tras de aquellos arbustos… (Señala los arbutos donde
esconden la carreta.)
SANCHO: ¿Qué pócima, señor?
QUIJOTE: Aquella que cura todos los males que por ser caballero y escudero nos puedan
venir.
CURA: ¿Huele la esencia de la pócima?
QUIJOTE: ¿Olerla?
CURA: Siga, siga y conózcala.
QUIJOTE: (de repente, dejándose envolver) La huelo.
NICOLÁS: ¿La huele?
SANCHO: (Siguiendo el juego, repentinamente) Yo también la huelo
CURA: Sigan, sigan y conózcanla.
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SANCHO intenta abrir.
SANCHO: Está cerrado, señor. Nos encerraron. ¡Señoras ninfas! ¡Se les cerró la puerta!
QUIJOTE: ¡Revélate, oh pócima de Fierabrás!
SANCHO: ¡Nngún Piedeatrás!¡Nos engañaron, señor! ¡Estamos encerrados!
QUIJOTE: ¿Encerrados?
Sancho y el QUIJOTE comienzan a empujar la jaula. NICOLÁS y el CURA sienten los golpes.
Detienen la carga.
SANCHO: ¡Traidoras!
QUIJOTE: (viendo al cura) ¡Noble Señor!
CURA: ¿Quién? ¿Yo?
SANCHO: ¿Qué hace usted aquí?
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CURA: (dándose cuenta de su revelada identidad) Le estaba buscando, señor. Con
urgencia. Hay cosas que...necesito de usted. Favores que solo un caballero andante puede
cumplirme.
QUIJOTE: Eso lo entiendo, noble señor. lo que mi inteligencia no comprende, es el por qué
de su falda.
CURA: Es.. es. Es un disfraz que he usado para poder...
SANCHO: ¿Sentirse mejor?
CURA: ¡No!
SANCHO: ¿Más cómodo?
CURA: ¡No!
SANCHO: ¿Bonito?
QUIJOTE: ¡Silencio, Sancho! Deja hablar a la señorita.
CURA: Vengo en una misión secreta, y en extremo importante.
QUIJOTE: ¿Y cómo puedo yo ayudar?
CURA: Mire. Esa de allá....
NICOLÁS asiente.
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SANCHO: Pero no entiendo por qué necesita de nosotros.
CURA: ¡Ah! Males horribles persiguen a la princesa Micomicona.
QUIJOTE: ¿Qué terribles males os persiguen?
NICOLÁS llora.
SANCHO le entrega el burro para que se monte la princesa, no sin molestarse un poco.
La princesa señala.
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Escena III
Escena IV
La compañía se encuentra tomando una merienda. SANCHO aparece dándole comida a las
bestias, las princesa y el cura comen. Don QUIJOTE está sentado, quieto. De repente se
escucha en Off.
BASILIO: (canta)
¡La muerte!
Todos permanecen quietos escuchando los terribles quejidos. Ahora BASILIO grita
desesperadamente. De repente reaccionan.
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Aparece BASILIO muy afectado. Es un pastor joven, poco apuesto.
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Micomicona también hace un gesto de pregunta.
SANCHO: (a Basilio) Este otro es el cura del pueblo. Y allí, mi señor Don Quijote de la
Mancha: el caballero de la triste figura. Y yo su noble escudero.
BASILIO: Son ustedes muy importantes todos.
SANCHO: A excepción del cura que de esos hay en todos los pueblos…
CURA: ¿Perdón?
QUIJOTE. No se altere, su señoría. No condene con el puño la ignorancia de un campesino.
CURA: Debemos darnos prisa, señor. El gigante nos acecha.
BASILIO:¿Un gigante?
SANCHO: De fieros ojos y manos peludas que persigue a la Micomicona.
BASILIO: ¿Dónde?
CURA: No sabemos.
BASILIO: ¿Y hacia donde vamos?
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QUIJOTE: Al reino de Micomicón.
SANCHO: ¡Un momento! No creerá usted, señor, que vamos a caminar por ahí de noche.
Mucho menos con un gigante acechándonos.
Sancho organiza el sitio para dormir y desempaca la comida. Encienden unas antorchas. Se
oscurece. Todos quedan dormidos.
Escena V
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DULCINEA: Hazlo por mí, entonces. Por el amor que me tienes.
QUIJOTE: Lo que quieras, amada mía.
DULCINEA: Ten cuidado con el gigante. Él busca a la princesa. La acecha esta noche…
QUIJOTE: ¿Dónde, mi señora? Decídmelo.
DULCINEA: La acecha esta noche. Él busca a la princesa
Dulcinea desaparece. El Quijote queda solo entre los dormidos acompañantes y la princesa,
que ronca muy duro. El Quijote decide coger sus armas, una antorcha y salir en busca del
gigante. Todo permanece en silencio un rato. De repente entra otra iluminada mujer
vestida de rojo. Mismo efecto que el anterior. Es TERESA PANZA.
Desaparece.
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CURA: ¿Qué pasa? ¿Qué son esos gritos?
SANCHO: Una inmunda pesadilla.
BASILIO: ¡Cálmese, señor Panza!
SANCHO: ¡Vi sus fulminantes ojos! ¡Los vi!
BASILIO: (Al Cura) Creo que vio al demonio.
CURA: ¿Dónde está el señor Alonso?
SANCHO: Don Quijote de la Mancha querrá decir.
Todos corren en búsqueda del QUIJOTE , quien se encuentra en otro espacio del escenario
luchando contra el gigante en una profunda oscuridad.
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Se esconden. En la oscuridad siguen escuchándose los ruído de la batalla contra el gigante.
De repente cesa el ruído. Se escucha desde afuera.
De repente sale un MERCADER, hombre fortachón, con una antorcha que ilumina y nos
muestra que aquel gigante no es más que una carroza con grandes barriles de vino, que
ahora se derrama.
El MERCADER envuelve a los tres con una soga y los amordaza. Los monta en la carroza.
MERCADER: ¡Los duques les cortarán la cabeza!
El CURA visiblemente derrotado sale, mientras NICOLÁS, quien no para de reir, lo sigue.
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ACTO IV
Escena I
En la casa de Don Quijote. Entra el AMA, la SOBRINA. Luego aparece SANSÓN CARRASCO,
un muchacho buen mozo
SANSÓN: ¿Interrumpo?
AMA: No, sigue.
SOBRINA: No interrumpes nada.
SANSÓN: Hay dos hombres, en la puerta. No sé si hacerlos seguir o…
AMA: ¡Llegaron!
SANSÓN: ¿Quiénes son?
SOBRINA: (a Sansón) Los que persiguen a mi tío. (A ellos) ¿Alguna noticia? ¿Dónde está
mi tio?
NICOLÁS y el CURA tratan de hacer que hable el otro. Finalmente el CURA obliga a
NICOLÁS.
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SANSÓN: ¿Con tu tío?
SOBRINA: ¡Sí!
SANSÓN: ¿Y como lo han dejado escapar?
CURA: De noche, mucho vino, una pelea con un gigante, en fin. Se lo llevaron.
BACHILLER: ¿Batallas, mucho vino? Tiene estilo el tío.
CURA: ¿Y este quién es?
AMA: El pretendiente de la señorita.
CURA: Pues este es un tema confidencial…le aconsejo que…
NICOLÁS: ¿Y a qué se dedica?
SANSON: Soy…bachiller.
SOBRINA: Es bachiller.
NICOLÁS: (Mientras lo inspecciona con cautela, le mide su altura, le mide los músculos) ¿Y
le han enseñado, Señor bachiller, además de sus estudios teóricos, digamos, a luchar en
caballo?
SANSÓN: (Muy intimidado) Algunas lecciones.
CURA: ¿Para qué todo esto?
NICOLÁS ve un yelmo con una enorme pluma blanca que hay en el estudio. Lo coge y se lo
pone a SANSÓN.
Escena II
En la casa de los duques. Son dos personajes inquietos, caricaturezcos y algo maniáticos.
Suelen repetir todo lo que dice el otro. BASILIO, QUIJOTE y SANCHO llegan amarrados
todavía por el mercader, quien los pone con la cabeza cubierta ante el Duque y la Duquesa.
El MERCADER los descubre. El duque y la duquesa los miran extrañamente como si los
conocieran.
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EL DUQUE: (a la duquesa) ¿Será posible?
LA DUQUESA: ¿Será posible?
MERCADER: Quisiera, pedirles, oh grandísimo duque y oh grandísima duquesa, que se les
corte la cabeza por la gran ofensa que a su ducado le han dado.
AMBOS DUQUES: ¡Cállese, pobre mercader!
LA DUQUESA: Digan, rápido y en voz alta, ¿quiénes son?
QUIJOTE: El mismo que les ha de ajusticiar por sus actos bandálicos… ¡soís aliados del
gigante!
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AMBOS DUQUES: ¡Dulcinea!
Los duques se burlan.
QUIJOTE: Pero, ¿cómo conoceís tanto de nosotros y de nuestras fazañaz?
DUQUE: ¿Bromea, señor?
DUQUESA: Si ustedes son los personajes más famosos de toda España. ¡Mire!
La DUQUESA saca la novela, donde se lee claramente, “El ingenioso hidalgo: Don Quijote
de la Mancha”.
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EL DUQUE: Es nuestra oportunidad.
LA DUQUESA: ¿De qué, de qué?
EL DUQUE: De aparecer en la Segunda parte.
LA DUQUESA: Sí, sí. Lo convertimos en gobernador de su propia ínsula.
AMBOS DUQUES: ¡Y seremos estrellas famosas!
EL DUQUE: ¿Y qué hacemos con el pastor?
LA DUQUESA: Debe estar loco como ellos.
Los sirvientes van y traen una ropa de Duque muy elegante y se la ponen a
SANCHO.
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QUIJOTE: No os preocupeís, buenos duques. Es este hombre cualquier ser humano debe
poner toda su confianza.
BASILIO: (a parte) Esto está muy raro…
Entra un hombre.
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CAMACHO: Mire, señor…gobernador. Deseo casarme ante su… ¿realeza?
Los DUQUES ríen.
SANCHO: ¿Y dónde se encuentra la prometida?
CAMACHO la hace seguir. Aparece una mujer joven, cubierta con un velo. ES
QUITERÍA resopla debajo del velo. Se nota que empieza a llorar.
QUIJOTE: ¿Llora la joven?
LA DUQUESA: Todas las mujeres lloran el día de su boda.
SANCHO: Está bien. Pero yo jamás he oficiado una boda, no sé las palabras exactas.
QUIJOTE: ¡Yo las dicto!
BASILIO:¡Quitería, mi amor!
QUITERÍA: ¿Basilio?
Corren los dos e intentan abrazarce, CAMACHO coge a QUITERIA del velo impidiéndole
llegar hasta BASILIO.
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BASILIO: ¡Él tiene razón! Yo debo morir, y pienso quitarme yo mismo, enfrente de ustedes,
si se me concede un único favor.
QUITERÍA: ¡No!
AMBOS DUQUES: ¿Cuál?
SANCHO. ¿Cuál?
BASILIO: Que Quiteria me jure amor eterno, y que me casen con ella ahora mismo.
Después de eso, yo mismo me quitaré la vida.
CAMACHO: No le creo.
QUIJOTE: ¡El coraje y la valentía son difíciles de creer en estos días, pero su petición es
digna!
QUITERIA: ¡No, no lo hagan!
EL DUQUE: Que escoja el Gobernador.
LA DUQUESA: Él tiene la potestad absoluta
TODOS: Señor gobernador…
SANCHO: (Luego de dudarlo un poco) Está bien. Acepto su trato.
QUIJOTE: El gobernador ha hablado.
El QUIJOTE se prepara a oficiar el acto. QUITERIA quien no para de llorar, se acerca junto
con BASILIO, quien se ve agonizante y muy asustado. CAMACHO, permanece detrás
descreído.
Se sella el acto.
LA DUQUESA le entrega a BASILIO una pequeña daga. BASILIO, la recibe muy asustado.
Se propone cortarse el cuello, QUITERIA no deja de llorar. De repente el hombre afligido y
asustado que está a punto de sucidarse ante los expectantes ojos de CAMACHO, se quita el
cuchillo del cuello, súbitamente.
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BASILIO: Era mentira.
BASILIO besa a QUITERIA, se cojen de la mano y escapan muy contentos. Todos quedan
perplejos, SANCHO no puede evitar una pequeña sonrisa. Los DUQUES ríen
frenéticamente, se botan al piso, dan carcajadas.
CAMACHO: (furioso) ¡Nos engaño! Se los dije, Atrápenlo, atrápenlos. (A los Duques).
¡Hagan algo!
AMBOS DUQUES: ¡Era mentira! Jajajaja.
CAMACHO: ¡Atrápenlos!
SANCHO: No… Se nos han salido de las manos. Orden del gobernador.
CAMACHO: ¡Usted no es nadie, fuera de aquí!
QUIJOTE: ¡La gente no mantiene su palabra!
CAMACHO: ¡Viejo enclenque! Usted los casó: es su culpa.
CAMACHO se abalanza sobre el QUIJOTE. LOS DUQUES ríen. SANCHO intenta defender al
QUIJOTE, pero CAMACHO le da una golpiza también. Finalmente CAMACHO golpea al
QUIJOTE en la cabeza. El QUIJOTE queda prácticamente inconciente. SANCHO golpea a
CAMACHO. Recoje al QUIJOTE y huye. Camacho se recupera.
CAMACHO: ¡Me las van a pagar! ¡Les juro que me la van a pagar!
Apagón.
ACTO V
Escena I
Al borde de un río. Emìeza a oscurecer. SANCHO aparece, Rocinante carga al QUIJOTE,
quien continúa quejándose y muy malherido. SANCHO busca agua en el río para ponerle en
las heridas. Se empiezan a ver antorchas pasar a lo lejos: los buscan.
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SANCHO: ¿De qué está hablando, mi señor?
QUIJOTE: ¿No es acaso honor lo que les ofrezco?
SANCHO: Sí, señor.
QUIJOTE: ¿No es acaso justicia lo que buscamos?
SANCHO: ¡Sí, señor!
QUIJOTE: (Desconsolado) ¡¿Entonces por qué el odio rige siempre sus deseos? ¿Por qué
siempre buscan que la injusticia gobierne sus corazones?!
SANCHO: ¿Cómo?
QUIJOTE: ¿No es acaso honorable unir a una pareja que se ama? ¿Por qué tanto veneno en
sus almas?
SANCHO: ¿De quiénes?
QUIJOTE: De todos. ¡Me moriré de viejo no entenderé al animal bípedo que llaman
hombre!
SANCHO: ¡Cálmense, mi señor! Le han dado una paliza pero pronto se va a recuperar.
QUIJOTE: Mi cuerpo se recuperará, mas no mi honra jamás.
SANCHO: No diga esas cosas.
QUIJOTE: ¡Se han burlado de nuestras hazañas, y de tus sueños!
SANCHO: Pero pasaremos a la historia, señor.
QUIJOTE: ¿Qué dices?
SANCHO: Nadie olvidará al hombre que casó a un pobre pastor con la mujer de un rico
terrateniente. Ni al gobernador que menos tiempo ha gobernado jamás.
QUIJOTE: Cierto es, Sancho. Pero el precio por la inmortalidad en el futuro me deshonra en
el presente.
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SANCHO: ¡Nosotros también las sabemos! ¡Y no necesitamos de un arcangel para que nos
las recuerde!
QUIJOTE: ¡Sancho, silencio! (al caballero) Si su intención es provocar mi ira le aseguro que
no lo conseguira.
CABALLERO: No quiero más que devolverle su dignidad.
QUIJOTE: ¿Cómo?
SANCHO: ¿Cómo?
CABALLERO: Lo reto a un duelo. Caballero contra caballero.
SANCHO: Mi señor: usted no está en condiciones.
QUIJOTE: ¿Qué gano?
CABALLERO: Su dignidad, y os dejo en paz.
QUIJOTE. ¿Y si pierdo?
CABALLERO: Volverá a casa, a la Mancha y jamás se volverá a hacer llamar Don Quijote.
SANCHO obecede.
QUIJOTE: (Mientras sube al caballo) Parece que llegó el momento de pobrar mi valentía.
La escena toma un efecto extraño, solemne. Cada uno de los caballeros se hacen a un
extremo y, al tiempo, le ordenan a sus caballos el ataque. Los caballeros con sus lanzas en
un brazo y un escudo en el otro avanzan hasta chocarse. El QUIJOTE sale disparado y cae
fuertemente.
SANCHO: ¡Señor!
Apagón.
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Escena II
En la casa de Don Quijote. El AMA, la SOBRINA y NICOLÁS esperan ansiosos. El AMA entra
con un libro en la mano y lo arroja por la ventana. Desde afuera se ve una gran fogata.
Están quemando todos los libros
CURA: Hay una gran revuelta allá afuera. Y por culpa de Don Alonso.
SOBRINA: ¿Sansón?
CURA: No. No hay noticias de él.
AMA: ¿Y del señor?
CURA: Tampoco.
NICOLÁS: ¿Entonces?
CURA: Es una cantidad considerable de personas que vienen reclamando daños y perjuicios
a nombre del Señor Alonso. Que no pagó las cuentas, que agredió a unos campesinos, que
ofendió a unos duques.
AMA: ¡Santa madre!
SOBRINA: Pues simplemente dígales que está loco, que no es culpa conciente..
CURA: Me parece que se han enterado de su posición de hidalgo. Creo que lo que desean
es verse recompensados con varias monedas.
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CASTELLANO: Y yo el hombre a quien le debe unas cuantas monedas de oro. Y venimos en
representación de todos los campesinos que están ahí afuera alegando daños contra su
integridad y su honra.
SOBRINA: ¿Qué es lo que quieren?
ALDONZA: Ocupar el lugar que me corresponde… (Mira a CAMACHO quien le hace una
señal para que continúe) … al lado de mi amado.
Todos en el salón quedan un momento en silencio. El AMA anvanza hacia los farsantes.
El AMA trata de abalanzarce sobre ALDONZA. Los hombres la controlan. Hay un pequeño
forcejeo. De repente, la puerta se abre bruscamente, afuera vemos todavía el resplandor
del fuego quemando los libros. Entra SANCHO muy afanado,seguido de SANSÓN deja unos
elementos en la mitad de la sala y mira a todos los presentes con desconfianza. Sale de
nuevo y entra con don QUIJOTE quien se descuelga sobre él. Se ve muy mal herido. Todos
ven su entrada en silencio. El QUIJOTE los mira a todos también con desconfianza, tanta,
que ninguno se atreve a hablarle. Excepto ALDONZA quien lo saluda luego de un empujón
de CASTELLANO.
ALDONZA avanza hasta el QUIJOTE muy afectuosamente. Este la mira sin reconocerla.
ALDONZA: ¿No me reconoces? Soy tu Dulcinea del Toboso. Tu amada. Vine a casarme
contigo.
QUIJOTE: (Muy débil. Febril.) ¡Qué maldición la que ha caído sobre tu cara y sobre tu
cuerpo! Fea e indeseable te has vuelto.
CASTELLANO: ¿Qué?
ALDONZA: Pero si tú me amas. Tú me deseas.
QUIJOTE: ¡Qué ingenua! No todo lo que se desea se ama, ni todo lo que se ama se desea.
SOBRINA: Tio, ¿no está feliz de vernos?
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QUIJOTE avanza con SANCHO quien lo lleva hacia el sillón. Antes de llegar, el QUIJOTE se
detiene y ve el resplandor de los libros quemándose.
AMA: Son…
NICOLÁS: Son…
QUIJOTE: (Recobrando un poco de su fuerza. Se suelta de SANCHO, desesperadamente)
¡Mis libros, Sancho! ¡Son mis libros!
SANCHO: (Tratando de calmarlo) ¡Creo, señor que fue un encantamiento de Temósfiles!
QUIJOTE: ¡El honor se quema página por página! ¡La gloria se desvanece en cenizas!
SANCHO: ¡Cálmese, mi señor!
QUIJOTE: ¡Caballero de la Blanca Luna! ¿A esto me has hecho volver?
SOBRINA: ¡Tío, reaccione!
QUIJOTE: ¡Nadie destruirá a Don Quijote de la Mancha! ¡Haz que permanezca, Sancho,
amigo, haz que permanez…
SANCHO: ¡Atrás!
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QUIJOTE: No se necesitan ya caballeros andantes en el mundo… ¡Estaba loco!
SANCHO: ¡Viva! Viva muchos años. La mayor locura de este mundo es dejarse morir, sin
más ni más.
QUIJOTE: Demasiada cordura puede ser locura. Pero la locura de todas es ver la vida como
es, y no como debería ser.
QUIJOTE: Maldición más grande nunca cayó en la tierra, como la que cayó sobre este
pobre hidalgo, Alonso de nombre, Quijano de apellido.
AMBOS: (El QUIJOTE en la escena. SANCHO hacia el público) ¡Que nadie soporte jamás el
peso de tan fatal destino: morir cuerdo, y vivir loco!
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ahora Don Quijote. SANCHO, en primer plano, permanece con el público. Atrás la imagen
permanece un omento y luego desaparece.
SANCHO: Os he contado ya la historia del hombre más valiente que conocí jamás, del más
amable, justo. Y del mejor y único amigo que en la vida tendré. En la noche lloraron todos
ellos, al siguiente día también, y al siguiente, y al siguiente. Todos, incluyendo los que poco
lo conocieron, extrañaron para siempre la persona que fueron cuándo Don Quijote de la
Mancha estaba su lado: la más bella doncella, una princesa muda, el guarda de un castillo,
un caballero blanco, o un valiente escudero.
Música. Sancho comienza tímidamente a cantar. A la canción final se le suman los demás
personajes poco a poco en un coro, si bien no triste, sí solemne, triunfal, y algo
melancólico.
FIN
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