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CULTURA Y NORMALIDAD

Ralph Linton

Nota: Impreso de George Devereux: Culture and Mental Disorders (Springfield, Ill.: Charles C Thomas, 1956),
págs. 3-14.

La naturaleza de la cultura

La cultura ha sido definida a menudo como «la suma total del éxito humano». Esta es una definición filosófica que
no es de utilidad para los propósitos de este libro. Aún más, es necesario decir que el concepto de cultura que se usa
aquí no se refiere al uso común, el de designar «las cosas buenas de la vida», tales como leer a Browning y tocar el
piano. En este libro usaré el concepto de cultura en su sentido técnico, antropológico.
Ya que la definición antigua y largamente establecida de cultura como «la suma total del éxito humano» es
operativamente inútil para el antropólogo, se habla de culturas, en plural. Cuando el antropólogo usa la cultura, en
singular, se refiere a los procesos que se encuentran en muchas culturas y pueden ser considerados como la
característica de Cultura; es un fenómeno distinto.
Cada sociedad tiene su propia cultura, que puede ser definida brevemente como su «modo de vida». La tendencia
en la que caen algunos científicos sociales e historiadores, la de usar los términos «sociedad» y «cultura»
intercambiándolos es lamentable, y tiene como resultado una confusión considerable. Realmente, la sociedad es
simplemente un grupo organizado de individuos. La cultura, por lo contrario, es un grupo organizado de ideas,
hábitos y respuestas emocionales condicionadas, compartidas por los miembros de una sociedad. En la práctica, la
sociedad y la cultura están siempre unidas, ya que, sin cultura, un grupo de individuos no es una sociedad, sino
meramente un colectivo. Un gran partido de fútbol puede juntar miles de personas, unidas por un interés común y
reaccionando al unísono a un estímulo, tal como la prórroga o una caída, pero cuando termina el juego, el colectivo
se disuelve. Las sociedades deben de estar unidas el tiempo suficiente para desarrollar técnicas de vida y trabajo en
colectividad. La organización de todas las sociedades y la existencia de cualquier sociedad como tal, depende de la
cultura. Es el compartir las ideas, hábitos, actitudes, etc..., lo que hace posible que un grupo de individuos se
organice y funcione como una sociedad. Para tener esta distinción bastante clara, debemos de decir los agentes
implicados son diferentes. La sociedad es la gente, mientras que las culturas existen en un nivel psicológico y
conductista. Tanto las sociedades como las culturas son continuas. Persisten a través del tiempo y tienen
normalmente una duración de vida más larga que cualquier individuo. Ambas son en gran medida autoperpetuas.
Esta persistencia de la sociedad y la cultura está, desde el punto de vista de la sociedad, basada en la formación de
los individuos; cuando se ve desde el punto de vista del individuo, se basa en el aprendizaje. Así, los mecanis mos de
aprendizaje tienen una gran importancia en cualquier intento de relacionar la personalidad y la cultura. Este punto
debería ser llevado en la mente con anticipación a nuestra discusión subsecuente de ciertos problemas básicos en la
formación de la personalidad étnica o básica.
La estructuración de la sociedad es en realidad un aspecto de la cultura, ya que la sociedad, como organización
continua, está formada de posiciones, o status, que están ocupados por series de individuos sucesivos o grupos de
individuos, cuyas relaciones con otras posiciones, u otros status, puede sólo ser definido con los términos de los
derechos y deberes recíprocos que existen entre los que mantienen los status1 .
Debemos decir, entonces, que las culturas tienen contenido y organización; que están presentes en cada punto del
tiempo y también a través de la entera dimensión temporal. El contenido de las culturas consiste en las ideas y
comportamiento de los miembros de la sociedad, aunque esto no sea lo que pensamos cuando nos enfrentamos con la
Cultura como un concepto. De esta forma, debemos detenernos por un momento y considerar la manera en que este
concepto llega a ser, o está construido. Ya que no hay identidades en ningún lugar del universo, ni dos situaciones, ni
dos comportamientos, etc., son idénticas. De hecho, los semánticos incluso señalarán que nadie es el mismo
individuo en dos instantes diferentes de su vida. Incluso cuando no hay identidad real en ningún lugar, tampoco hay
variedad infinita. Lo que observamos es una amplia gama de semejanzas. Así, aunque nunca dos situaciones que
sirven de estímulo a la conducta individual son idénticas, muchas situaciones son muy parecidas, y es en los términos
de estas semejanzas que los seres humanos operan equiparando situaciones diferentes con las formas de conducta

1
La mayoría de la investigación para Culture and Normality fue hecha con una beca dada por la Fundación Wenner-
Gren para la Investigación Antropológica para el Instituto de Relaciones Humanas de la Universidad de Yale para ser
administrada por el doctor Linton. Se hace un gran reconocimiento a esta ayuda generosa sobre el estudio de la
personalidad y la cultura.

1
que, habitualmente, van con ellas 2 . Dicho brevemente, mientras la conducta de los miembros de una sociedad variará
con respecto a un tipo de situación particular, estas variaciones entrarán en un rango definido y finito. Este rango es
lo que llamamos el modelo real de cultura, tan diferente de la Cultura como una configuración.
El cuadro generalizado que el etnógrafo hace de una serie de comportamientos, o respuestas a una situación
particular, es lo que yo llamo el modelo de configuración de la cultura. Me apresuro a añadir que uso el término
«modelo» de acuerdo con su utilización ampliamente establecida, que está más limitada que la forma en que fue
usada por Ruth Benedict en Patterns of Culture (1934). La suma total de esos modelos de configuración, que
reconocemos como «la cultura», es lo que nosotros, los antropólogos, queremos decir cuando hablamos acerca de la
cultura de una sociedad particular. Estos modelos de configuración representan los modos de variación en la
conducta de los miembros de ese grupo como respuesta a lo que ellos consideran situaciones similares 3 .
La idea que debe quedar grabada es que el modelo real de la conducta es, en cada caso, no un solo punto; es un
rango en el que caen las conductas estudiadas. Este rango es un rango particular finito, y, por caer en este rango, la
conducta se convierte en efectiva social y realísticamente, respecto a un tipo particular de situación.
Este cuadro generalizado es lo que yo llamo el modelo configurado de cultura, y lo que está incluido en él es el
modo del rango de variaciones en el punto de máxima frecuencia. Como veremos, estos modelos configurados son
de gran importancia para los estudios de la personalidad4 .
Excepto por unas breves referencias a los problemas de status y posición, yo hablaba en las páginas anteriores
como si todos los miembros de una sociedad fueran mutuamente intercambiables, por ejemplo, como si todos ellos
definieran las situaciones de la misma manera y respondieran a ellas más o menos similarmente. Este, sin necesidad
de decirse, no es el caso. El individuo participa en la cultura de su sociedad hasta lo que sus roles sociales requieren.
Cada cultura incluye una serie de ideas, valores, y modelos de conducta con los que todos los miembros de la cultura
deben ser familiares. El lenguaje es uno de estos5 .
En adición a tales modelos, familiares a todos los miembros de una sociedad o cultura, hay muchas otras
habilidades que son sólo conocidas por un número limitado de individuos, incluso cuando estas habilidades
contribuyen materialmente al bienestar de toda la sociedad. La habilidad de un médico es un ejemplo de tal
conocimiento específico, poseído por un grupo de personas que están dentro de una cultura.
El contenido de la cultura de cualquier sociedad homogénea puede ser dividida en tres categorías, sobre la base de
la extensión en que los elementos de cada categoría están compartidos por los miembros de una sociedad.

2
El ejemplo clásico es, por supuesto, el proceso legal, que opera ampliamente en términos del precedente, aunque
nunca dos situaciones que aparecen en la vida son verdaderamente idénticas.
3
Un ejemplo normal de esto es la forma inicial en la que algunas de las tribus de los indios de las Praderas se
enfrentan con el caballo acabado de importar. Los crow lo llamaban «el perro mágico» (siendo el perro su único
animal doméstico real) y pronto ataron el caballo a las riendas, una manera de transportar los bienes que consistía en
dos palos, cuyo final se arrastraba por el suelo, mientras la parte de arriba se cruzaban por la espalda del animal de
carga. Este invento se diseñó para el perro como animal de transporte. De la misma forma, cuando el caballo primero
se importo del Cercano Oriente, donde el animal de carga durante mucho tiempo fue el asno, se utilizó primeramente
el caballo como un animal de juego y después, como aprendemos de Homero, se le llevó no con un látigo, sino con
un aguijón.
4
Los problemas involucrados en la construcción de estos modelos desde el comportamiento observado han sido
discutidos en detalle por Devereux (1945, 1953).
5
Puede aludirse, por supuesto, que en algunas sociedades hay un «lenguaje de mujeres» especial o «un lenguaje de
niños» o más aún «un discurso direccional», cuyo vocabulario y estructura están determinados por si se dirigen a un
superior, a un igual o a un inferior. Estos hechos son correctos, por supuesto, pero no invalidan la tesis de que el
lenguaje es compartido por todos los miembros de una sociedad. Sin lugar a dudas, incluso cuando una cultura
pudiera contener vocablos especiales para el uso de las mujeres, este lenguaje debería ser comprendido por los
hombres. El ejemplo más obvio es el hecho que aunque, ordinariamente, el macho no tiene ocasión de usar la
expresión «mi marido», la entiende perfectamente bien.

2
Primero, existen esas ideas, hábitos y respuestas condicionadas emocionalmente, que son comunes a todos los
miembros cuerdos, adultos de la sociedad. Los llamaremos Universales. Debe sobreentenderse que esta terminología
se aplica solo al contenido de una cultura particular. Un elemento clasificado como universal en una cultura puede no
estar en otra. A esta categoría pertenecen elementos tales como el uso de un lenguaje en particular, los modelos
tribales de costumbres y alojamiento y los modelos ideales para la relación social. Esta categoría también incluye las
asociaciones y valores que están, en su mayoría, por debajo del nivel de la conciencia, pero que forman, al mismo
tiempo, parte integrante de la cultura.
En segundo lugar, tenemos esos elementos de la cultura que están compartidos por los miembros de ciertas
categorías de individuos reconocidas socialmente, pero que no están compartidas por toda la población. Las
llamaremos Especialidades. Bajo este nombre están los modelos para todas aquellas actividades variadas pero
mutuamente interdependientes que han sido asignadas a varios sectores de la sociedad en el curso de la división del
trabajo. En todas las sociedades, ciertas cosas están hechas por, o conocidas por, sólo una parte designada de la
población, aunque contribuyen al bienestar del conjunto. Así, todas las mujeres de una tribu estarán familiarizadas
con ciertas ocupaciones y técnicas, mientras los hombres estarán familiarizados con series diferentes. Como regla,
los hombres tendrán un conocimiento bastante vago de las cosas que pertenecen al territorio de las mujeres y
viceversa. Bajo este nombre pueden estar también clasificadas las actividades que la sociedad ha asociado a
artesanos o funcionarios, tales como el herrero, el carpintero, el doctor y el sacerdote... Los no letrados no conocen
los detalles completos del procedimientos pero cada uno tiene un conocimiento general de como (estas cosas se
hacen) y estará resentido por trabajos inferiores y suspicaz de las innovaciones. Cualquier cambio del procedimiento
acostumbrado o error de conseguir los resultados esperados nos trae una reacción emocional.
En tercer lugar, hay en cada cultura un número considerable de características que son compartidas por ciertos
individuos, pero que no son comunes a todos los miembros de la sociedad o incluso a todos los miembros de cada
una de las categorías reconocidas socialmente. Las llamaremos Alternativas. Los elementos de la cultura que pueden
ser incluidos en esta clase tienen un amplio rango, variando de las ideas especiales y a menudo bastante atípicas y los
hábitos de una familia en particular para tales cosas, como diferentes escuelas de pintura o escultura. Aparte de la
naturaleza de la participación en ellas, todas estas Alternativas tienen esto en común: representan reacciones
diferentes a las mismas situaciones o diferentes técnicas de alcanzar los mismos fines. Las culturas de pequeñas
sociedades que viven bajo condiciones primitivas incluyen sólo un número moderado de tales Alternativas, mientras
que en una cultura como la nuestra hay muchísimas. Ejemplos de tales Alternativas podrían ser cosas como la
utilización de caballos, bicicle tas, ferrocarriles, automóviles y aviones con el simple propósito del transporte; nuestra
variedad de técnicas de enseñanza, o nuestro amplio rango de creencias y actitudes hacia lo sobrenatural.
Detrás de los límites de la cultura, todavía está una cuarta categoría de hábitos, ideas y respuestas condicionadas
emocionalmente; la de las Peculiaridades Individuales. Incluyen cosas como el temor anormal de una persona al
fuego, debido quizás a algún accidente anterior... Cada individuo tiene ciertas peculiaridades de esta clase, tanto si es
el miembro de una tribu primitiva o de una comunidad urbana moderna; y la suma total de tales diferencias
individuales dentro de una sociedad es enorme. Las Peculiaridades individuales no pueden ser clasificadas como
parte de la cultura, en el sentido en que el término se usa ordinariamente, ya que no son compartidos por los
miembros de una sociedad. (Linton 1936: 272-274).
Es obvio, por lo que estamos viendo, que la relación entre el individuo y la cultura de su sociedad es recíproca. El
está formado por esta y, a la vez, contribuye a su formación. Consideraremos, primero, con algo de detalle, las
influencias culturales ejercidas sobre el individuo en desarrollo —en otras palabras, como la conducta de otros
individuos, que actúan de un modo culturalmente prescrito, influencian el desarrollo de lo niños en crecimiento.
Hablando más ampliamente, las influencias pueden ser agrupadas bajo tres epígrafes:

1. Lo que otras personas hacen al individuo. Esta categoría incluye, primero y más importante, las técnicas del
cuidado de los niños y su formación.
2. Lo que otras personas le enseñan al individuo. Esta categoría incluye el rango entero de lo que normalmente se
entiende como «instrucción».
3. La conducta de otras personas, observada por el individuo. Esta categoría es frecuentemente ignorada en los
estudios del desarrollo del niño, especialmente en aquellos que enfocan su atención demasiado exclusivamente en
los procedimientos técnicos observados, actuales del cuidado del niño. Devereux (1945), en particular, ha
recalcado sistemáticamente la habilidad del niño en comparar el trato que él recibe con el que reciben otros, y ha
enfatizado que no es el aspecto menos importante de esta comparación el tono emocional característico del adulto

3
que hace una manipulación de la formación del niño culturalmente estandarizada6 . Se evidencia por si mismo que
las comparaciones del niño entre sus experiencias y aquellas de otros niños es un factor importante en el
desarrollo de su propia evaluación y en determinar el afecto emocional característico de las relaciones entre padre
e hijo.

Las influencias culturales en la formación de la ética normal o la personalidad básica son particularmente
importantes en los primeros años de la vida, aunque el periodo exacto durante el cual se ejerce la máxima influencia
está todavía sin determinar. Las últimas investigaciones parecen indicar que el rol predominante asignado a las
primeras experiencias infantiles por ciertas escuelas del psicoanálisis, no está secundado por la evidencia: cuidado de
los niños, enseñanza del aseo, etc., parecen ser mucho menos significativos como determinantes de la personalidad
de lo que se pensó en un principio. Esas parecen ser las conclusiones de los descubrimientos de Sewell (1952) y
Orlansky (1949). Sin embargo, debe recalcarse que estos estudios estuvieron enfocados primeramente hacia las
operaciones técnicas actuales, sin un estudio correspondientemente detallado de las actitudes maternas que
acompañan a estas actuaciones. Las diferencias no observadas o ignoradas en las actitudes que acompañan los actos
motores del cuidado de los niños, el destete o la enseñanza del aseo, como sugiere Devereux, son mucho más
importantes de lo que son los programas actuales del cuidado de los niños, la edad en la que un niño se desteta o la
brusquedad con la que se enseña el aseo. Aparte de esto, la conformidad o no con las experiencias infantiles de un
determinado niño frente a las experiencias usuales de otros en una sociedad dada, probablemente también tienen una
influencia profunda sobre la manera en que el actual cuidado de niños, destete y enseñanza del aseo afecta al
desarrollo del niño. Así, me acuerdo de que Devereux me habló de un paciente suyo de los indios de las Praderas; se
le había destetado siguiendo las costumbres occidentales —por ejemplo, cuando tenía un año—; como consecuencia,
sintió un resentimiento feroz por haberle negado el pecho tan pronto, ya que por los hábitos en relación con el
cuidado de los niños se les amamanta durante un tiempo más largo (1951).
Directamente relacionado con este problema, está el asunto del periodo crítico del desarrollo, durante el cual los
factores culturales ejercen la mayor influencia en la formación de la personalidad. Muchos antropólogos han estado
de acuerdo con ciertas escuelas del psicoanálisis de que la época crucial en la formación de la personalidad es la
tierna niñez. Sin embargo, me inclino a estar de acuerdo con los puntos de vista más recientes de Devereux (1953),
en que las influencias culturales podrían tener su mayor efecto durante el periodo de Edipo, al menos considerando la
formación de los segmentos socialmente más relevantes de la personalidad. Establece su punto de vista sobre este
punto de esta manera:

El esfuerzo para entender la personalidad básica primariamente en términos de las técnicas de cuidados del niño,
es inútil. Al recalcar casi exclusivamente las experiencias del estado de pre-Edipo del desarrollo psicosexual, se
tiende a desatender las experiencias verdaderamente cruciales de los períodos de Edipo; a fortiori, del periodo de la
pubertad, durante el cual el conflicto de Edipo es una vez más encarado y en muchos casos, resuelto más o menos
con éxito. Sin lugar a dudas, los períodos de Edipo y de la pubertad tienen un significado especial para el acopla-
miento del individuo en la sociedad, ya que la manera en que se desarrolla y se resuelve el complejo de Edipo
determina en gran proporción no solamente la manipulación del hombre de su cultura, sino sobre todo, la naturaleza
de su relación con otros seres humanos, como personas y no como meras fuentes de la gratificación puramente
narcisistas de pre-Edipo. Aún más, es por sí mismo evidente que, como el niño va madurando, los segmentos del
modelo de cultura que son sus mediadores a través de la experiencia cultural se expanden bastante rápidamente. Así,
el niño se ve más y más capacitado para ver —o, por lo menos, de sentir efectivamente— el bosque cultural detrás de
los árboles de las experiencias discretas, atomísticas que tienen características culturales individuales. En otras
palabras, sólo la expansión de las experiencias culturales del niño le permiten detectar el modelo, el carácter
distintivo, el sistema de valores, el esquema del medio, etc., que le da un significado y estructura a sus discretas
experiencias. Cuando se ve en este contexto, la tesis de que las técnicas del cuidado del bebé y del niño ejercen una
influencia apreciable en la personalidad sólo si están muy conectadas, y fácilmente derivables del carácter distintivo
tribal, cesa de ser meramente un axioma y se convierte en susceptible de verificación. Sin lugar a dudas, la
adaptación y ajuste del bebé, o niño a las expectativas y técnicas de formación de su entorno, y su respuesta a su
formación y a aquellos que le preparan, puede, durante el periodo de pre-Edipo, ser sólo narcisista y sadomasoquista.
Aquí, pueden llevarle a las relaciones constructivas con seres humanos reales, o a una manipulación significativa y
constructiva de los segmentos de la cultura que esas personas transmiten al niño. Sólo después de que el niño sea lo

6
En un trabajo reciente, escrito como respuesta a las críticas de su punto de vista sobre cómo poner los pañales,
Margaret Mead (1954) también llega a la conclusión de que el impacto del cuidado del niño está muy influenciado
por la actitud de aquellos que hacen estas operaciones técnicas.

4
suficientemente mayor para esas primeras impresio nes, expectaciones, reglas, etc., para adquirir un significado y
descubrir un modelo, pueden ser aceptados —aunque con ciertas determinadas distorsiones prenatales— en vez de
ser meramente tolerados; y sólo entonces pueden los humanos que los crían convertirse en personas, en vez de
permanecer como «objetos parciales» que son meramente fuentes de gratificaciones narcisistas, o golpes para la
autoestima del niño.
Aún así, se piensa que la fuerza decisiva en la formación de la personalidad es el carácter distintivo, que le da
significado a los rasgos culturales discretos, más que a los rasgos culturales individuales; por ejemplo, las propias
técnicas de formación. La fuerza determinante del último depende primariamente de la extensión en que ellos
reflejan el carácter distintivo global y el modelo de la cultura total. Esto significa que la personalidad básica está
formada primariamente durante los períodos de Edipo y de la pubertad, cuya resolución elimina o sublima las
primeras características e impulsos (1953:45-46).
Otro punto importante es si el inicio original que se da a la personalidad en ciernes en la infancia es, o no es,
secundado por experiencias subsecuentes. Incuestionablemente, algunos tipos de influencia continúan durante toda la
vida. En una cultura estable esta influencia está enfocada más hacia el refuerzo de modelos de personalidad ya
establecidos que para desarrollar otros modelos nuevos. Por el contrario, en una cultura que cambia rápidamente, el
cambio en las influencias y la diferencia entre las influencias formadoras de la personalidad experimentadas en la
niñez, contrastadas con aquellas experimentadas en la madurez, como resultado de un cambio cultural, pueden ser un
factor desorganizador apreciable, como todos los estudios de culturización tienden a mostrar.
Está implícito en lo que acabamos de decir que las influencias culturales sobre el individuo están a la par con la
influencia que el individuo ejerce sobre la cultura. Este último tipo de influencia se manifiesta claramente por la
aceptación o rechazo de nuevos puntos culturales. Sin lugar a dudas, es claramente en la madurez cuando el
individuo es libre y capaz de aceptar o rechazar ideas nuevas, aplicaciones nuevas , etc., determinando así si estos
nuevos puntos culturales se integrarán en la cultura de la sociedad7 .

Referencias

Benedict, Ruth: Patterns of Culture. Boston: Houghton Mifflin, 1934.


Devereux, G.: «Logical Foundations of Culture and Personality Studies», Transactions of the New York Academy of
Sciences, Series 2, 7:110-130, 1945.
Reality and Dream: The Psychotherapy 0f a Plains Indian. New York: International Universities Press, 1951.
«Cultural Factors in Psychoanalytic Theory». Journal of the American Psychoanalytic Association. 1:629—655,
1953.
Linton. R.: The Study of Man. Nueva York: Appleton-Century, 1936. Acculturation in Seven American Indian Tribes
(ed.). New York: Appleton-Century, 1940.
Mead, M.: «The Swaddling Hypothesis: Its Reception». American Anthropologist, 56:395-409, 1954.
Orlansky, H.: «Infant Care and Personality», Psychological Bulletin, 46:1-48, 1949.
Sewell, W. H.: «Infant Training and the Personality of the Child», American Journal of Sociology, 58:150-159.
1952.

7
Sin necesidad de decirl, esto se aplica también a nuevos préstamos de otras culturas a través de la aculturación, así
como a los nuevos puntos resultantes del desarrollo interno o progreso de la propia cultura del individuo.

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