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COMUNICACIÓN UNIVERSITARIA

Entre la necesidad, la voluntad y la realidad


CAPÍTULO PRIMERO
SOBRE LA COMUNICACIÓN UNIVERSITARIA,
LAS PÁGINAS QUE SIGUEN... Y ALGUNAS COSAS MÁS

CARLOS MIRAZ SUBERVIOLA*


UNIVERSIDAD DE CÓRDOBA, ESPAÑA

MAGDALENA LAURA SIDERIDES*


UNIVERSIDAD NACIONAL DE CÓRDOBA, ARGENTINA

La comunicación universitaria ha adquirido desde hace


varios años suficiente entidad propia como para ser objeto de
consideración e investigación en sí misma. Los que hace ya cerca de
un cuarto de siglo nacieron como gabinetes de prensa universitarios
han evolucionado hacia formas organizativas más complejas que
abarcan todos los campos comunicacionales: relaciones con los
medios, publicidad, divulgación científica, imagen corporativa,
protocolo, publicaciones, técnicas de promoción y proyección,
producción radial y televisiva, periodismo digital, creación y
diseño de páginas web, comunicación por Internet, prensa de
las autoridades…. En diversos grados, de diversos modos y
maneras, con distintas estructuras y recursos, pero sin duda
convergiendo hacia lo que, tarde o temprano, habrá de ser una
oficina de comunicación integral, profesional y especializada, de
marcado carácter estratégico en la concepción organizativa de
cualquier universidad. Como lo es ya en la de cualquier empresa
o corporación.
No es extraño pues, que desde hace ya varios años, los
profesionales de la comunicación universitaria, tomada ésta en
su sentido más amplio, se pregunten por el qué somos, de dónde
venimos y a dónde vamos. Es propio de la madurez en cualquier
proceso de raciocinio. Y viene propiciado no sólo por la evolución
en los planteamientos objetivos de su trabajo, sino también por la
propia dinámica de éste. Ha sido preciso abordar nuevos campos,
incorporar nuevas tecnologías, reflexionar sobre la singularidad
y proyección de los contenidos a comunicar, responder a nuevas
y diversificadas demandas informativas, actuar sobre diversos
públicos utilizando distintas herramientas y conformar métodos y
sistemas de comunicación acordes con las circunstancias de cada
momento. Pero sobre todo cambiar toda una manera de pensar y
actuar dentro de las estructuras universitarias, adecuándolas a los
fenómenos comunicativos del mundo moderno. Una labor en la
que sin duda se ha avanzado, pero en la que queda mucho camino
por recorrer.
Otro de los elementos que propician estas reflexiones
e indagaciones sobre la comunicación universitaria ha sido la
dinámica asociativa que ha ido desarrollándose a uno y otro
lado del Atlántico, impulsada fundamentalmente por los propios
profesionales relacionados con este área. En este sentido los
gabinetes universitarios de comunicación españoles pueden
hacer gala de una vocación temprana que, si bien durante su
periodo inicial contó sólo con las reuniones organizadas desde el
entonces Consejo de Universidades como elemento estructurador,
tomó forma definitiva en los años noventa, tras una reunión
en Barcelona, como Asociación Universitaria de Gabinetes de
Comunicación [AUGAC], cuya actividad y presencia en los
ámbitos que le son propios ha ido creciendo y desarrollándose
fructíferamente hasta nuestros días.
No es un fenómeno ni mucho menos aislado.
Paralelamente, antes y después, asociaciones similares, de
carácter nacional han ido surgiendo en toda Europa, y hoy la
EUPRIO (European University Public Relations and Information
Officers) aglutina a los profesionales que trabajan en este
terreno en universidades, centros de investigación, órganos de la
administración e instituciones de Educación Superior. Y más o
menos cabe decir en el ámbito Iberoamericano aunque con distinto

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grado de desarrollo. En el caso de Argentina, el asociacionismo
no ha logrado aún cristalizarse. Sin embargo, se está en camino
de lograrlo. Un ejemplo de concreción lo constituye la Asociación
Nacional de Comunicación y Relaciones Públicas de Instituciones
de Enseñanza Superior [ANARPIES], de México. Páginas más
adelante el lector encontrará una reflexión de su presidente,
Alvaro Belin, analizando cómo éstas se enfrentan al reto de la
comunicación en función de una serie de parámetros relevantes
en el país azteca. No es de extrañar por lo tanto que unos y otros
acabasen confluyendo en campos de actuación de interés mutuo,
a través de programas de colaboración, reuniones, iniciativas
conjuntas, intercambio de estudios y experiencias, etcétera…
Uno de ellos es, claramente, este libro.
Toda esa actividad ha dado lugar a un amplio conjunto
de experiencias, reflexiones, informes y análisis —buena parte de
ellos bajo la forma de ponencias y comunicaciones presentadas en
lo que es ya un importante número de congresos y reuniones—
que, en su mayoría dispersos, convendría comenzar a recuperar
y sistematizar como cuerpo de doctrina, por utilizar un término
clásico de la retórica jurídica. El tiempo y el propio desarrollo
de la comunicación universitaria han concedido a algunos de
ellos el carácter de auténticos «clásicos» a la hora de entender
determinados procesos, cuando no recogen datos y aportaciones
enormemente valiosos para la propia intrahistoria informativa de
la educación superior.
A ir jalonando etapas dentro de este propósito vienen
publicaciones como ésta. Donde, además, se conjugan visiones
de ámbitos geográficos y sistemas educativos que pueden
resultarnos cercanos o lejanos pero en los que cabe encontrar
muchas inquietudes y realidades compartidas, a la vez que
soluciones creativas a problemas comunes. En este sentido las
páginas iniciales del trabajo de Irene Trelles sobre la gestión de
la comunicación universitaria contienen reflexiones fácilmente
adaptables a otras realidades. Especialmente cuando expresa

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cómo ésta se asume, en muchos casos, «como un fenómeno de
generación espontánea al que no es preciso atender de manera
particular o integrar en los sistemas de dirección universitaria,
ni concebir en su dimensión más integral….». O cuando afirma
que «se producen frecuentemente esfuerzos y acciones de
comunicación de manera inconexa en diversas áreas que, muchas
veces duplican los recursos y esfuerzos empleados en detrimento
no sólo de la economía sino, además, de la coherencia del discurso
universitario….».
Junto a estos elementos Trelles reivindica algo esencial
en la materia que nos ocupa cual es el carácter estratégico que la
comunicación posee. Y acude a Joan Costa para sentar que «la
imagen de una empresa no es un elemento secundario, ni una
moda, sino un instrumento estratégico de primer orden y un valor
diferenciado y duradero que se acumula en la memoria social.
Es un supravalor que se impone más allá de la variabilidad de
los productos y servicios a los que el propio tiempo ampara. La
imagen es un valor global agregado que recubre y trasciende
todas las realizaciones, producciones y comunicaciones de la
empresa, a las que inyecta identidad, personalidad y significados
propios exclusivos». Una cita que debería distribuirse y ser
leída detenidamente por todos los responsables de la gestión
universitaria. Y que, bien comprendida y aplicada, orientaría
correctamente la solución de una gran cantidad de problemas,
al tiempo que potenciaría la fortaleza de la institución
universitaria.
Y es que en estas palabras —aunque no sólo en ellas—
nos encontramos con varios de los principales problemas con los
que, en distinta medida, pero seguro que en uno o varios aspectos,
se enfrentan los gabinetes universitarios de comunicación dentro de
su quehacer. Uno de ellos es la necesidad de que éstos adquieran
el status adecuado a ese carácter estratégico. De ello se habló
con ocasión del congreso de Augac en Cádiz donde una de las
ponencias estructuraba una especie de decálogo que se iniciaba

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preguntando: «¿Sabemos cada uno de nosotros qué es lo que
realmente somos? ¿Tenemos un concepto suficientemente claro de
lo que es nuestro gabinete de comunicación y de lo que queremos
que sea? Es más, ¿Tienen nuestras autoridades académicas una
percepción lo suficientemente clara de lo que son los gabinetes
de comunicación universitarios y somos capaces de transmitirles
nosotros la importancia y trascendencia que tienen las acciones
comunicativas para la institución?».
La profesionalidad y la posición del gabinete de
comunicación dentro de la estructura organizativa de la institución
universitaria son esenciales. Y ello, al menos, por tres tipos de
razones: por la importancia de la propia función comunicativa,
porque la esencia de esa función está íntimamente ligada a la
misión social de la universidad y por la trascendencia, muchas
veces irreparable, que cualquier disfunción, contradicción o falta de
coordinación puede traer consigo.
En cualquier organización empresarial y política la
dirección de comunicación trabaja muy estrechamente con la alta
dirección. No olvidemos que de ella depende, no sólo la relación
con los medios de comunicación en un mundo donde el noventa
por ciento de la información que percibimos lo hacemos a través
de ellos, sino la comunicación interna y, de una u otra manera, la
gestión de la imagen corporativa, la publicidad institucional, en
cierta manera, la relación de la universidad con el medio social
al que pertenece, y los mecanismos de proyección exterior. No
es extraño que la división de comunicación sea una de las piedras
angulares de cualquier empresa o institución. Y así debe comenzar a
percibirse y contemplarse por las universidades. A título puramente
anecdótico, pero ilustrativo: el cine nos narra a menudo distintas
situaciones, reales o ficticias, en el despacho oval de la Casa Blanca,
prácticamente en todas es indispensable, cuando no determinante,
la asistencia de los asesores de comunicación del presidente….
…. Que son, ante todo, profesionales de aquellas áreas en
las que desarrollan su actividad. La profesionalidad es otro factor

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fundamental en este tipo de planteamientos, entendiendo ésta como
especialización —y, en la medida de lo posible, experiencia— en
las distintas materias que conforman la comunicación o en el
conjunto de ellas. Es el director de comunicación quien, en
estrecha relación con la alta dirección de la empresa, en este caso
del equipo de gobierno, debe gestionar los diferentes aspectos de
la política comunicativa a desarrollar (objetivos) recogidos en el
plan estratégico de comunicación que, en definitiva, no consiste
en otra cosa que en imaginar estrategias, coordinar, analizar,
desarrollar, difundir, potenciar y controlar la emisión de mensajes
internos y externos y habilitar técnicas rápidas, rigurosas,
veraces y apropiadas para cada caso (y, lógicamente, asumir la
responsabilidad de todo ello).
Para tener esta agilidad y capacidad el gabinete en
su conjunto, y muy particularmente su director, ha de estar en
estrecha relación con la cúpula directiva. Esto es, ser perfectamente
partícipe de la cultura corporativa de la organización de tal manera
que pueda, en cualquier momento, asumir iniciativas y tomar
decisiones con rapidez y eficacia, aun en casos de crisis, además
de ser un buen catalizador de los mensajes hacia los diferentes
públicos al tiempo que un buen conocedor de unos y otros.
Paradójicamente, a pesar de que las universidades
forman recursos humanos capaces de resolver situaciones
propias de la comunicación institucional, en general, sólo
lentamente o en aspectos parciales están asumiendo estas ideas
de estrategia y profesionalidad. Contra ellas juegan la propia
mentalidad universitaria, en la que sigue existiendo un importante
componente corporativista, una estructura representativa y de
toma de decisiones «sui generis» con marcada resistencia a los
cambios, unos esquemas organizativos a menudo clientelares,
todo un complejo mundo de visiones y opiniones sobre lo que la
institución deba ser o dejar de ser y una actitud en general reacia
a ceder lo que se consideran «ámbitos de poder» a profesionales
cualificados procedan estos de dentro o fuera de la institución.

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Todo ello genera, más que a menudo, las situaciones que tan
bien define Irene Trelles en la cita antes aludida: fragmentación,
desconexión, multiplicación de instancias, duplicación de recursos
y esfuerzos, contradicciones en los mensajes, inadecuación en las
personas o en los procedimientos…
Tampoco estos comentarios críticos son novedosos u
originales. Prácticamente cabe encontrarlos en cualquier análisis
medianamente riguroso del sistema universitario español, lo
cual no es óbice para reconocer que las cosas van, poco a poco,
cambiando en algunas áreas —por ejemplo la económica— y que
la profesionalización se va imponiendo a la hora de incorporar
mecanismos y estructuras de gestión, de crear servicios y de
conformar las relaciones con la sociedad. La incorporación al
Espacio Europeo de Educación Superior va a acentuar, cada vez
más, esta exigencia por la necesidad de habilitar mecánicas y
procedimientos altamente cualificados, especializados, flexibles,
ágiles y competitivos. Por otra parte los Planes Estratégicos están
llamados a contemplar e integrar, inexorablemente, planes de
comunicación como herramienta sine quae non con que llevarlos
a cabo. Como decían los clásicos en una frase de la que la Iglesia
ha sacado a lo largo de la Historia mucho partido: qui potest
capere capiat.
Tampoco escapan a esa realidad las universidades
argentinas, gráficamente definidas como paquidermos, las que
con diverso grado de complejidad, de acuerdo a la magnitud y la
antigüedad de la que se trate, afrontan ese tipo de problemáticas,
donde los viejos esquemas y la cultura institucional, impiden o
dificultan los cambios que se imponen en esta nueva era.
Dentro de esta concepción estratégica hay que situar la
ordenación de las actuaciones comunicativas. Algo primordial a lo
que contribuyen eficazmente, siempre que estén bien planteados,
los antes citados planes de comunicación. Ellos nos permiten
diagnosticar, programar, gestionar y evaluar estas acciones y
obtener de ellas la máxima rentabilidad. Como además apuntan

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Ángeles Durán y Francisco Fernández «la política de imagen
corporativa es también una política de gestión estratégica en la
que es precisa la implicación de toda la comunidad universitaria,
pero en la que también se necesita la adecuada flexibilidad y
capacidad de adaptación a la evolución de la realidad o a cada
circunstancia concreta para dar respuesta adecuada a los objetivos
perseguidos en cada momento».
Sobre todos estos elementos y la importancia de la
comunicación en el compromiso social de la Universidad
se ha venido conformando toda una serie de acciones y
consideraciones. La nueva proyección de la Universidad —nos
dice—, algunas páginas más adelante, la directora del Gabinete
de Comunicación de la Universidad Complutense, Pilar Cuena,
«exige a ésta un esfuerzo de adaptación a las transformaciones del
entorno y a las suyas propias. Sus estructuras —continúa— deben
adecuarse a los nuevos tiempos en los que la comunicación tiene
un protagonismo esencial, subrayando el significado que la
institución universitaria tiene para el desarrollo y progreso de la
sociedad y haciendo hincapié en la necesidad de una dirección de
comunicación potente, gestora de la comunicación corporativa, a
través de un departamento profesional y estable que debe entender
el proyecto comunicativo y su plan estratégico para participar en
él y hacerlo comunicable, configurar la imagen global de la
institución, explotando sus señas de identidad y sus valores fuertes
y diferenciales». De este modo, la comunicación se convierte en
una estrategia global, un elemento decisivo en el quehacer diario
y en el instrumento de construcción de una imagen sólida de la
universidad. De nuevo aparecen los elementos esenciales antes
apuntados.
Sin duda, un factor que configura una nueva dimensión
dentro de la labor de los modernos gabinetes de comunicación
es la aparición de las nuevas tecnologías en constante evolución
y renovación. Ello no sólo ha hecho necesaria una rápida
reconversión y adaptación de sus recursos humanos, sino también

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poner en marcha una serie de herramientas que precisan de
tratamientos para los que es necesario personal especializado o una
adecuada coordinación entre servicios y niveles administrativos
con el fin de optimizar recursos y establecer procedimientos y
objetivos comunes.
Son estas nuevas herramientas las que permiten también
estructurar, de forma novedosa, esquemas de comunicación
clásicos. Y una de ellas son las agencias de noticias universitarias
propiciadas desde las propias instituciones. Se trata de configurar
fuentes atractivas y fiables de información que, como dice Luis
Benavente refiriéndose a la Agencia de Noticias Universitarias de
la Universidad de Lima, «eleven los estándares de calidad de los
procesos y productos informativos». Y, para ello, surgen de nuevo
la metodología, los elementos y la gestión del planeamiento
estratégico: partir de la identificación de los factores internos
y externos que afectan a la organización para determinar los
mecanismos de comunicación necesarios con los que alcanzar los
objetivos estratégicos.
Otro referente clásico e indispensable en este terreno
es la Agencia de Noticias surgida de la experiencia de la
revista «Diálogo Iberoamericano», hoy por hoy, el proyecto
de cooperación universitaria en el ámbito de la comunicación
hispanoamericana que más lejos ha llegado en todos estos
planteamientos y del que han surgido, y siguen surgiendo,
directa o indirectamente, mayores y más fructíferas iniciativas,
colaboraciones y proyectos en los más variados terrenos. Una de
ellas, estos congresos y estas publicaciones.
Sin duda, «Diálogo» abordó un proyecto extremadamente
ambicioso para sus recursos económicos y humanos, pero sirvió
para establecer contactos, fomentar la colaboración, ver que
eran muchos las personas y los investigadores que trabajaban
en mecanismos de comunicación similares, que se encontraban
con los mismos problemas, que reflexionaban sobre las mismas
cuestiones… y que existía una voluntad conjunta de trabajo a

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través de la que era posible avanzar y gracias a la cual se está, sin
duda, avanzando. Quizá todo se planteó demasiado pronto y un
tanto románticamente. Pero con el suficiente atractivo y respuesta
como para seguir fortaleciendo y expandiendo las bases sobre
las que seguir estructurando propuestas, aún más ambiciosas y
evolucionadas.
También en esta línea, universidades europeas e
iberoamericanas elaboraron en su día un plan Alfa sobre el que
crear una agencia universitaria de noticias. Su propuesta no halló,
entonces, eco ante la UE. Hoy es la propia Comisión Europea la
que aprecia el carácter estratégico de la comunicación hasta el punto
de crear, por primera vez, una comisaría específica sobre la materia
tomando como base varios de los elementos antes apuntados.
Posiblemente, sea el momento de actualizar viejas ideas.
Porque los procesos comunicativos universitarios no
son ajenos al gran planteamiento que supone preguntarse por la
distribución general del conocimiento, sino que en determinados
momentos precisan buscar su lugar dentro de este campo. Aunque
en la práctica más cercana suponga resolver problemas muy
concretos —por ejemplo los relacionados con la divulgación o
el asesoramiento científico— su consideración genérica lleva el
análisis bastante más allá.
Graziela Giusti y Roberto Valdés, por una parte, y
Delia Crovi, por otra, se preguntan acerca de ello. En un caso,
por la relación entre la producción científica del conocimiento y
los procesos de enseñanza y extensión y, en el otro, por cómo
situarlos dentro de los mecanismos de comunicación universitaria
y del nuevo marco tecnológico, antes comentado, que cada día
está determinando un papel más activo de las universidades en esa
difusión general del saber.
Para ello, sin duda, es necesario partir de las funciones
en las que se fundamenta la propia esencia de la institución
universitaria: mantenimiento, transmisión y creación del
conocimiento a través de los procedimientos de gestión

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adecuados en cada momento para ello. Sin embargo, sería un
error —en el que, por desgracia, todavía se sigue incurriendo—
limitarnos solamente a ellas. Utilizando terminología matemática
podríamos decir que son necesarias, pero no suficientes en una
sociedad como la actual. Hoy la proyección social de los procesos
formativos e investigadores, su trascendencia e interrelación con
el tejido productivo, la apertura hacia dinámicas formativas que
van más allá de la consecución de buenos profesionales (y de
buenos ciudadanos dentro del más clásico concepto de la tradición
grecorromana) han de llevarnos mucho más allá.
Lo ideal, posiblemente, sería cumplir armónicamente
con todas esas funciones, lo que nos llevaría a un máximum
de calidad y eficacia. Pero la Universidad es una institución
que se caracteriza en sus actuaciones por toda una gama de
contradicciones, intereses y alternativas en las que no siempre
se adoptan las decisiones correctas. La reforma de los planes de
estudio en España es ejemplo paradigmático de ello. Así que no es
extraño que los citados autores se planteen una serie de preguntas
en torno a la disfunción entre la producción de conocimientos y
calidad de la educación, el papel de los procesos de evaluación
en la calidad de la enseñanza o la articulación entre investigación
y docencia (o si se quiere, entre profesores que investigan e
investigadores que enseñan).
En el fondo de todo ello sigue estando el acceso por
parte de la sociedad a los conocimientos que se generan como
un factor importante para su desarrollo social, económico y
cultural, la preocupación por una cierta mercantilización de los
servicios educacionales o por la concepción de la educación como
un producto más del mercado y no como un bien o un servicio
público esencial para los ciudadanos. Y, por supuesto, todo lo
referente a su comunicación.
La consecuencia más inmediata, como apunta Delia
Crovi, y adelantábamos al principio, es que las Universidades
se han esforzado, especialmente durante el último tercio del

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pasado siglo, en potenciar esa comunicación. Bien a través de
su propios medios, bien utilizando los tradicionales. Pero sobre
todo, incorporando los emergentes. El hecho de que las radios
universitarias puedan protagonizar un encuentro internacional
específico sobre su actividad es buena prueba de esta afirmación.
Pero no sólo ellas podrían hacerlo. También, por ejemplo,
existe una amplia experiencia tanto en materia de diarios y
publicaciones informativas tradicionales, como de periódicos
universitarios digitales.
La informática ha hecho que este tipo de iniciativas
esté al alcance no sólo de las grandes empresas y consorcios
informativos, sino también de instituciones capaces de dotarlos
de contenidos atractivos, fiables y de gran actualidad, elaborados
con calidad y rigor y de conseguir, a través de ellos, difusiones
más allá de los límites que suponen los medios informativos
locales, regionales e incluso nacionales. Periódicos universitarios
capaces de generar procesos dinámicos e interactivos y de
conjugar la comunicación externa con la interna alcanzando
niveles difícilmente asumibles por los medios de comunicación
tradicionales y, al mismo tiempo, capaces también de influir en
la configuración del fenómeno informativo, al constituirse en
fuentes confiables para los medios de comunicación masiva.
Periódicos que nos permiten, asimismo, entender lo que sucede
dentro de la organización, interpretar los acontecimientos en
función de la cultura organizacional y proyectar ésta hacia el
exterior sin necesidad de intermediarios.
Dos ejemplos se analizan en este libro: Uno, que bien
puede considerarse joven, como es el «Duvi» de la Universidad
de Vigo, en España, del que es responsable Primitivo Carbajo.
Una buena piedra de toque sobre la que tomar conciencia de los
distintos factores con los que puede encontrarse una Universidad
a la hora de implementar este tipo de publicaciones; desde las
relaciones con la propia comunidad universitaria y con los medios
de comunicación de su entorno, hasta su proyección en el ámbito

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sociocultural y político más inmediato, estructuración y definición
de contenidos, etcétera… El otro, más veterano, con más de 544
números de vida, es el semanario UEDC de la Universidad de
Concepción en Chile, del que nos habla Carmen Gloria Donoso.
Este mismo formato de «Vidas paralelas», que tan
buen resultado le diera a Plutarco, mediante el que no sólo
se comparten o contraponen experiencias, sino que también
pueden llevarse a cabo análisis paralelos y comparados, es,
asimismo, utilizado por Antonia Cortés y Carmen Quesada,
para contemplar, desde el punto de vista comunicativo, dos
importantes programas de cursos universitarios de verano en
España. La mecánica de organización y proyección informativa
de este tipo de actividades y las situaciones singulares que
plantean contribuyen a enriquecer el capítulo de especificidades
dentro de la comunicación universitaria.
En esta potenciación informativa se ha ido evolucionando
desde los contenidos político-administrativos hacia los de carácter
científico-divulgativo, más por la propia dinámica externa que por
una iniciativa institucional que, como suele acontecer en el campo
jurídico, a menudo va por detrás de la realidad social. Como
sucede con cualquier institución pública a la que se encomiendan
funciones esenciales para la sociedad y a la que se entregan
para ello recursos facilitados por los ciudadanos, cuanto afecta
a la gestión y política universitaria es objeto del interés y de la
exigencia informativa, así como de los controles y limitaciones
propios de los sistemas democráticos.
Los medios de comunicación cumplen esta función pero
las dinámicas informativas hacen que, en una sociedad donde el
conocimiento y las tecnologías evolucionan a gran velocidad y
donde es preciso practicar a nivel del ciudadano de a pie lo que
en el terreno académico se denomina «formación permanente»,
la demanda haya evolucionado en los últimos tiempos hacia la
divulgación de los nuevos conocimientos y la mejor comprensión
de cuanto sucede. Y ello, no sólo por el interés que en sí mismos

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puedan encerrar estos temas, sino también por la necesidad
de devolverle a la sociedad el conocimiento producido, y para
propiciar la generación de un determinado nivel de información
que permita abordar políticas y proyectos conjuntamente con los
ciudadanos (buenos ejemplos al respecto hemos tenido con ocasión
del reciente tsunami en el Océano Indico o tenemos en las campañas
para promocionar determinados hábitos saludables), sin olvidar
la formación de opinión a la hora de abordar líneas de actuación
políticas, sociales, económicas e incluso éticas (un claro ejemplo
es el debate sobre alimentos transgénicos o sobre el uso de células
madre). En este sentido, las herramientas de difusión desarrolladas
por las oficinas de comunicación de las universidades, pueden
constituir un espacio donde estos problemas sean abordados por
especialistas y científicos de la propia institución, con una mirada
profunda, crítica y carente de sectorialismos.
A estas demandas responden con notable eficacia
las nuevas tecnologías y muy particularmente Internet. Hoy,
la mayor parte de los profesionales acude con regularidad a
las fuentes de la red, para obtener tanto noticias como toda
clase de informaciones complementarias. Y los portales
universitarios se han convertido en una magnífica —y bastante
fiable— fuente de información para ello. Asimismo, Internet es
una fuente de información consultada permanentemente por los
periodistas (especialmente, los gráficos). Un reciente ejemplo
de su utilización es el crecimiento que están experimentado las
bibliotecas digitales a disposición de los Internautas o los soportes
informativos que combinan toda clase de técnicas digitales,
video, fotografía, textos, enlaces seleccionados, programas de
apoyo, cuadros de diálogo, mecanismos interactivos, etcétera...
hasta constituir herramientas de tremenda potencialidad
informativa y también, ¿por qué no decirlo?, de gran atractivo
e ingenio en su configuración y diseño. Un terreno en el que las
universidades están capacitadas para sacar clara ventaja por sus
recursos materiales y humanos.

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Así que, volviendo al análisis de Delia Crovi, resulta
lógico que cuando ésta mira hacia el futuro se pregunte por
el tipo de organización que deba tener en el siglo XXI la
comunicación universitaria y sobre la necesidad de que vayamos
pensando en «otro tipo» de acciones comunicativas que llevar
a cabo paralelamente o junto a las tradicionales. Pero poco
podremos avanzar si antes no resolvemos satisfactoriamente
algunas de las cuestiones básicas ya esbozadas.
La comunicación universitaria es hoy un camino rico
en posibilidades y experiencias. Y también en proyectos de
futuro. El potencial informativo de las universidades, así como
la diversidad de posibles públicos hacia los cuales dirigir las
acciones informativas hacen que su tarea, prácticamente, no
tenga techo, sino sólo el que le impongan las circunstancias
institucionales y la imaginación. En esto confluye el interés
de muchos profesionales, especialistas e investigadores y se
singularizan también todos los ámbitos de la comunicación en
general. Su rápida evolución y desarrollo han de contribuir a dotar
a las instituciones de enseñanza superior de un instrumento eficaz
a la hora de asumir los retos de un mundo dinámico y cambiante.
Y quizá por senderos aún hoy en día ni tan siquiera intuidos.

* Carlos Miraz Suberviola

Es director del gabinete de comunicación de la Universidad


de Córdoba (España) desde 1984. Licenciado en Periodismo y en
Derecho y graduado en Criminología, ha desarrollado su trayectoria
periodística tanto en prensa —redactor de los diarios «Voluntad»
y «Córdoba» y corresponsal en Andalucía del Semanario Cambio
16— como en radio y televisión. Creador y coordinador de Radio
Universidad en Córdoba (un experimento de «radio dentro de
la radio» en la cadena COPE), ha sido también corresponsal y
delegado de los servicios informativos de Radiotelevisión española.

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Especialista en temas de la Unión Europea, realizó sus
cursos de doctorado sobre estructuras y política comunitarias y
actualmente dirige la revista «Arco de Europa» del Centro de
Documentación Europea de la UCO. Presidente de la Asociación
Universitaria de Gabinetes de Comunicación [AUGAC] entre 1994
y 1996, ha sido también uno de los promotores de la EUPRIO, de
cuyo comité ejecutivo formó parte, como representante español,
desde el año 1989 al 2000, y de la revista «Diálogo Iberoamericano»
como subdirector de investigación. Actualmente es vicepresidente
de la Asociación de la Prensa de Córdoba.

* Magdalena Laura Siderides

Comenzó su tarea periodística como redactora becaria


del periódico universitario «Hoy la Universidad» (1986-1989).
Fue Jefa de Redacción de «ConCiencia Social», publicación sobre
investigación en ciencias sociales, editada por la Escuela de Trabajo
Social de la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina.
En el ámbito privado, se desempeñó como corresponsal
de la revista de actualidad política y cultural «Caras y Caretas». Es
coautora del proyecto, actualmente en ejecución, y directora del
periódico impreso «Hoy la Universidad», que se distribuye con un
diario de circulación masiva de Córdoba, con una tirada de ochenta
mil ejemplares. Igualmente, de su versión digital.
Es autora del proyecto, en ejecución, del informativo
televisivo «Universidad al Día», que se emite diariamente a través
de un canal de aire. En su trayectoria como personal de apoyo
técnico administrativo en la UNC, como Consejera representó a
su claustro en dos períodos, en diferentes unidades académicas.
Actualmente, y desde 2001, es Directora de Prensa y Difusión de
la UNC. Es Técnica Superior de Turismo y Hostelería.

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