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El documento describe la historia y evolución del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM), desde su primera edición en 1952 hasta la cuarta edición en 1994. Resalta que el DSM III de 1980 marcó un cambio hacia un enfoque más descriptivo y basado en síndromes, alejándose de las teorías psicopatológicas. El DSM IV de 1994 consolidó este modelo, promoviendo diagnósticos estandarizados y tratamientos basados en medicamentos y terapias cognitivo-conductuales,
El documento describe la historia y evolución del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM), desde su primera edición en 1952 hasta la cuarta edición en 1994. Resalta que el DSM III de 1980 marcó un cambio hacia un enfoque más descriptivo y basado en síndromes, alejándose de las teorías psicopatológicas. El DSM IV de 1994 consolidó este modelo, promoviendo diagnósticos estandarizados y tratamientos basados en medicamentos y terapias cognitivo-conductuales,
El documento describe la historia y evolución del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM), desde su primera edición en 1952 hasta la cuarta edición en 1994. Resalta que el DSM III de 1980 marcó un cambio hacia un enfoque más descriptivo y basado en síndromes, alejándose de las teorías psicopatológicas. El DSM IV de 1994 consolidó este modelo, promoviendo diagnósticos estandarizados y tratamientos basados en medicamentos y terapias cognitivo-conductuales,
París, 26 de marzo (ALP) - Recibimos de Dominique Laurent, psiquiatra y psicoanalista, miembro de la École de la Cause freudienne, el texto siguiente. Sabemos que el texto del Inserm consagra el triunfo de las TCC, y denuncia al mismo tiempo la poca eficacia de las psicoterapias analíticas y relacionales. Sabemos menos que esta operación se inscribe en el hilo de las elecciones epistémicas operadas por la psiquiatría americana desde hace 25 años. Es por esto, que para aislar los mismos procesos, métodos y consecuencias, volveré sobre la historia reciente de esta disciplina (se puede leer el libro publicado bajo la dirección de A. Ehrenberg et A. Lovell , La maladie mentale en mutation, ediciones Odile Jacob, 2001). La misma deriva del "para todos" se hace sentir aquí y allá, antes y ahora. Desemboca en la desaparición de un saber especializado, en la falsa universalización "científica" y en la descalificación efectiva de los practicantes. Historia del DSM El cambio en el enfoque diagnóstico está simbolizado por la publicación en 1980 del DSM III y en 1994 del DSM IV. La ruptura es verdaderamente con el DSM III. El cambio de estilo que operó la clasificación del DSM (IV) acoplada a la epidemiología se produjo en el momento en que las neurociencias tomaban fuerza. La primer edición del DSM en 1952 da una buena representación del estado de la psiquiatría americana luego de la segunda guerra mundial, donde mostró posibilidades limitadas frente a los cuadros agudos de traumatismos psíquicos de los saldados en el frente antes de la llegada de los diversos psicotrópicos que modificaron en profundidad la práctica de los tratamientos psiquiátricos. Esta primera versión es el reflejo de la influencia de Adolf Meyer sobre la psiquiatría americana, que podemos considerar como un compromiso entre el psicoanálisis freudiano y una concepción psicobiologista según la cual la noción de reacción de la personalidad a factores psicológicos, sociales o biológicos es central, y más importante que las determinaciones genéticas, constitucionales o metabólicas. Estos años ven la fuerza de una psiquiatría social y comunitaria teniendo como consecuencia una desmedicalización así como también cuadros clínicos e intervienientes en el dominio clásico de la psiquiatría. Una coyuntura económica particularmente favorable permitió asegurar que se tomen a cargo más terapias y diversificar las categorías de terapeutas intervinientes. Le DSM III en 1968 permaneció en la misma lógica. A mediados de los años 70, surgieron críticas intensas y condujeron a una revisión fundamental del DSM y su adaptación a la clasificación de la OMS (CIM9). Las críticas se referían a la dificultad de obtener diagnósticos confiables y válidos independientes de las diferentes teorías psicopatológicas. La falta de consenso en el diagnóstico de las patologías mentales (mala fidelidad inter-juicio para los epidemiólogos) resulta de la diversidad de las doctrinas psiquiátricas y de un desacuerdo sobre las causas de las enfermedades. Parece que mientras la psiquiatría deje una parte mucho más importante al juicio personal de los psiquiatras, no podrá ser una auténtica disciplina médica. La construcción de un lenguaje común cualquiera sean las orientaciones teóricas de los clínicos, aparece como la única solución para llegar a ello. Este lenguaje común apunta a la falla de obtener un consenso diagnóstico a partir de causas, de establecer un consenso sobre la noción de síndrome. A falta de consenso sobre las causas, la descripción fina del síndrome por medio de instrumentos ad hoc (informes de datos confiables con criterios diagnósticos y de escalas estandarizados), el clínico clasifica los síntomas, su duración y su intensidad para diagnosticar tal síndrome. Este nuevo consenso obtenido por la clasificación tiene como resultado dejar pensar que se trata de entidades naturales de las que un día se conocerá el disfuncionamiento biológico subyacente que las producen. El DSM III salió a la luz en 1980 luego de una batalla llevada tardíamente por las asociaciones de psicoanalistas americanos que trataron en vano de sostener la diferencia que existe entre un manual de clasificación epidemiológica, tal vez útil en la investigación y un manual diagnóstico útil al clínico. La batalla tuvo lugar en torno de la neurosis. Era un hecho inscribir el término de la neurosis correspondiente entre paréntesis luego del término DSM III ej: distimia (o neurosis depresiva)..El DSM IIIR en 1987 aplica los mismos principios; El DSMIV en 1994 vuelve definitivamente obsoleto el término de neurosis. Vencidos en el frente de la neurosis, los psicoanalistas lo fueron también en el de los trastornos de la personalidad. El hombre sin subjetividad Si el primer objetivo del DSM III era tener un lenguaje común entre los investigadores y los clínicos que pregonan un ateorismo etiológico, el DSM IV se presenta como un manual que podrá servir también de soporte educativo y de instrumento de enseñanza de psicopatología. Ya no es solo un libro de clasificación. Es un manual de psiquiatría al que se le agrega una parte terapéutica que se desprende de cada diagnóstico. El DSM IV tiene como brújula conceptual lo observable en un momento t. La descripción del síntoma es fáctica, recogida por un observador objetivo. El diagnóstico determina una terapia estandarizada del síntoma o del síndrome. En suma, se trata de ser experto en una descripción de la superficie codificada del comportamiento humano y la estrategia de un lazo cada vez más directo entre diagnóstico de esta superficie y tipo de medicación. El fracaso terapéutico se explica por un error, ya sea en la precisión de la clasificación o en la de la elección de la medicación. De esta nueva clínica se elimina toda referencia al sentido, a los significantes propios del sujeto, al tiempo, al inconsciente, al goce. En el psicoanálisis, el sujeto puede encontrar una esperanza de liberación de su propia historia sintomática en un proceso que convoca eminentemente al sentido para extraer luego la fórmula por la cual se vuelve a ligar a su "partenaire síntoma"; o para retomar un momento más tardío de la enseñanza de Lacan reducirlo al fuera de sentido del aparato del síntoma articulado al goce. La nueva clínica articulada a los medicamentos, por un lado, y a las TCC por otro, permite al sujeto liberarse de toda explicación causal, de todo sentido, y de afirmar una ilusión de ser todo poderoso. Puede, de ahora en más, con total legitimidad rechazar el imperio del sentido, desconocer la guía escondida de su acción en el mundo que llamamos fantasma y lo real con el cual se choca. El hombre del DSM IV es un hombre a quien se le rehusa toda subjetividad. Esto es tan cierto que a medida que la fragmentación clínica se extiende, el pasaje al acto aparece cada vez más enigmático.. La multiplicación de los pasajes al acto homicidas que provienen de los niños o adolescentes en los Estados Unidos conmovió fuertemente a la opinión americana y condujo a la movilización de todo tipo de saberes ya sea sociológicos, educativos, incluso jurídicos para tratar de comprender lo que la clínica psiquiátrica actual no puede elucidar. A la unidad dramática del pasaje al acto responde la fragmentación del ítem clínico, uno no teniendo más relación con el otro. La ambición del DSM IV, instrumento de la American Psychiatric Association, es una subversión radical del síntoma en nombre de un nuevo todo saber que hace tabla rasa con la clínica psiquiátrica clásica y los aportes del psicoanálisis. Desregulacion y descalificación El DSM IV pretende guiar la clínica psiquiátrica por su carácter puramente empírico y de este modo permitir la globalisación y la predominancia de la American Psychiatric Association sobre la psiquiatría mundial. El DSM III R insistía en la necesidad de una buena formación clínica especializada de los usuarios, no teniendo estos necesariamente la calificación de psiquiatras. Así, un autor canadiense, Lehmann, en un artículo del Journal canadien de psychiatrie podría escribir en 1986: "El diagnóstico psiquiátrico está facilitado por los métodos modernos, la mayoría automáticos y la práctica psicofarmacológica no es tan complicada para poder ser muy bien enseñada en dos o tres semanas a médicos clínicos e internistas brillantes y muy motivados." El DSM IV ya no tiene estas precauciones. El manual es en efecto recomendado a los psiquiatras, médicos psicólogos, trabajadores sociales, enfermeros, ergoterapeutas, terapeutas de la rehabilitación, consejeros y otros profesionales de la salud y de la salud mental. Esta última categoría incluye, por supuesto, a los gestionadores de la salud, autoridades políticas o aseguradores que tienen de este modo un instrumento de trabajo común con los clínicos, probablemente para permitir entre otras cosas un control más estricto de la actividad médica bajo una cubierta científica. En los Estados Unidos, sabemos cuán determinante es el uso de este manual en el sistema de reembolso de los tratamientos. Esta psiquiatría descriptiva del DSM permite de este modo hacer diagnósticos sin que ninguna formación psiquiátrica sea necesaria. Vuelve por otra parte mas realizable y menos cara la investigación epidemiológica permitiendo la observación y la toma de informaciones diagnósticas por investigadores no especializados. En el momento en que el debate se desencadena en Francia sobre la evaluación de las psicoterapias y la formación de aquellos que las practican, es muy urticante constatar que la APA no se molesta desde hace tiempo en este tipo de debates. Constituyó un sistema cuya ambición es reabsorber en el universal el malestar en la civilización. El DSM IV es un manual accesible a todos y hecho para todos. Los diagnósticos y las estrategias terapéuticas que se desprenden de allí constituyen estándares. El medicamento vale para todos y la desregulación de su prescripción hecha por cualquier practicante viene a confirmarlo. La deriva de la prescripción de los psicotrópicos desemboca en un sobreconsumo preocupante. El crecimiento en potencia de las psicoterapias cognitivo comportamentales es correlativo de esta perspectiva. Estas terapias pueden ser codificadas según estándares muy homogéneos a aquellos que son utilizados por el DSM IV y ser evaluados de este modo en términos seudo científicos. Ofrecen además la ventaja de poder entrar en una lógica contable rentable pues está codificada en términos de tiempo. La economía del tiempo en la historia del sujeto aquí retorna por la duración de la terapia concebida como técnica reeducativa de un pattern identificado a un comportamiento desviado. A la desregulación de la prescripción de los psicotrópicos va a responder en Francia, si no tenemos cuidado, la de la práctica de las TCC. No es necesaria ninguna formación psiquiátrica para hablar la lengua DSM IV. Esto puede dar a pensar que la desregulación de los actos quimioterapéuticos y psicoterapéuticos durante largo tiempo patrimonio del psiquiatra, va a desembocar en una desaparición de la función práctica del psiquiatra en beneficio de intervinientes varios reclutados en nombre de la trasferencia de competencias. La reducción considerable del número de psiquiatras formados acredita esta versión. Hacen falta pocos psiquiatras para articular un trabajo clínico con los laboratorios de investigación y pocos psiquiatras para representar la autoridad sanitaria en este dominio. Esta redefinición de la profesión está en germen en el informe Cléry-Melin. Economía y política de la salud mental El crecimiento en potencia de las TCC en la psiquiatría americana y la aparición de esta práctica desde hace algunos años en Europa, promovida por el discurso cientista y sostenida por un argumento económico, encontrará simpre más apoyos frente al estado que tiene en su agenda política el sufrimiento psíquico a tratar. Los poderes públicos constatan el lugar creciente de las necesidades psiquiátricas y de salud mental frente a los datos de la epidemiología. No solo lo constatan, sino que las alientan también por las disposiciones legislativas. Una circular de 1990 relativa a las orientaciones de la política de salud mental da, de allí en más, la doble misión de tratar a los enfermos mentales pero también de promover la salud mental.. La última circular de 2003 , concerniente a los niños escolarizados sometidos a cuestionarios que suponen evaluar su salud mental, se inscribe en esta perspectiva. La promoción de la salud mental implicó desde los años 90 el mejor estar incluso el bienestar que es otra cosa que la enfermedad mental. Es abrir de hecho todo el campo de tratamientos a una patología hasta allí ignorada del campo psiquiátrico. La tensión entre este nuevo imperativo y la lógica contable del seguro-enfermedad conduce al político a encontrar en los métodos de la psiquiatría contemporánea los instrumentos de su proyecto. La promoción de las TCC por el informe del Inserm, en nombre de una evaluación seudo científica, viene a oponerse a lo múltiple de las prácticas psicoterapéuticas actuales, en que una parte importante, señalémoslo, se efectúa por fuera de todo sistema de reembolso. Estas práctica no pueden inscribirse cómodamente en la lógica contable burocrática establecida a partir de estándares de la metodología que validan las TCC. Además, a partir de una metodología inadecuada, el informe del Inserm arroja el descrédito sobre cincuenta años de prácticas psicoterapéuticas de masa. Esto roza el escándalo. El compromiso de los Profesores En ocasión del coloquio organizado por el Dr Ch. Vasseur el sábado último (ver la reseña de Agnès Aflalo aparecida en la ALP al comienzo de la semana), los Prs Kress y Allilaire señalaban lamentándolo que las psicoterapis sean plurales y se sostengan en psicopatologías distintas. Frente al despliegue de las TCC, su esfuerzo es por lo tanto mantener en el marco médico una práctica psicoterapéutica analítica legitimada por el saber universitario. Considerando que el psicoanálisis está "en su derecho de pedir cuentas a las otras psicoterapias", están listos para esto haciéndose los garantes de la formación universitaria en psicopatología. Mas bien que oponerse frontalmente a la promoción de las TCC, su estrategia es pactar todo denunciando lo que revela ser una ideología del aprendizaje reeducativo. Esta estrategia doble los conduce a encarar, frente a la presión burocrática evaluadora, el rivalizar con las TCC construyendo su propio sistema de evaluación cuantitativa reductora. Debemos constatar que esta dialéctica del compromiso es idéntica a la que ha presidido al triunfo del DSM IV. Desde su punto de vista, se encarnizan muy lógicamente contra "el autoproclamado". Nosotros no nos engañamos. El término de autoproclamado está allí para esconder su verdadero blanco: el psicoanálisis en tanto que se autoriza fuera de la enseñanza universitaria de psicopatología. Sin embargo, se inquietan al mismo tiempo por el carácter ecléctico de esta enseñanza. Nos enteramos por ejemplo que , para que su acreditación sea entregada por DESS, un departamento de psicología debe introducir necesariamente referencias cognitivistas muy precisas en su curso, incluso un laboratorio de investigación ad hoc. El escenario catástrofe En este país, estamos ya en el momento en que los jefes de servicio de psiquiatría piden a los psicólogos que comiencen a hacer una formación cognitivista. Si los proyectos orwellianos de los ministerios lo logran, estos mismo jefes de servicio no tendrán ya ninguna libertad para elegir la orientación de su práctica en el seno de su servicio. Estarán sujetos por el discurso del amo a la introducción sistemática de las TCC en su protocolo de tratamientos. Conocemos aún servicios de psiquiatría orientados por el psicoanálisis. Son poco numerosos. Su duración depende de nuestra capacidad de denunciar la ilusión cientista que anima a sectores influyentes de las políticas ministeriales. Mucho más numerosos son los practicantes que, orientados por el psicoanálisis, trabajan en servicios de psiquiatría no identificados en el plano epistémico. Hay que tener presente que, si el escenario catástrofe se cumpliera, toda referencia al psicoanálisis en sus cursos o en su práctica sería de aquí en poco tiempo malvenido, o tolerado según cuotas muy precisas y cada vez más restringidas hasta su extinción. Un psiquiatra que trabaja en el sector público que había hecho un análisis me confió recientemente: "Hemos acostumbrado mal a nuestros enfermos al verlos una vez por semana. Los hemos maternizado demasiado." Es una curiosa concepción, es verdad, de la acción psicoanalítica, pero más allá de su posición fantasmática, sin embargo permitió a muchos sujetos psicóticos, en un lazo tranferencial, pacificar por su invención propia un goce que solo los medicamentos no podían contener. Para esto, fue necesario tiempo, semanas, meses, años, y un saber específico adquirido luego de largos años de formación. Un corte generacional Constatamos sin sorpresa que la linda movilización del 20 de marzo dirigida por Ch. Vasseur a los profesionales "que ejercen en el campo de la salud pública que acepten que la formación en psicopatología teórica y clínica sea un pre requisito insoslayable para ejercer las psicoterapias" no reunió mas que a veinte personas de los cuales dos eran miembros de la Escuela de la Causa freudiana y un interno en psiquiatría. Es decir la audiencia que tienen en el seno del movimiento analítico. Cuál será su impacto en las negociaciones con el imperio del DSM y de las TCC? Hay que notar que los pocos profesores de psiquiatría reunidos en esta ocasión pertenecen a una generación que no es la que decide ya las orientaciones actuales de la psiquiatría. De hecho, esta generación perdió el poder, pero trata de hacer como si lo tuviera aún. La nueva generación de psiquiatras no tiene nada en común con estas referencias teóricas diversas de la generación precedente. Un profesor de psiquiatría amigo me confiaba la manera en que su generación (de profesores) estaba separada en el plano epistémico de la que la sigue: "Con ellos, me decía, no se puede hablar más." Este corte está marcado por la desaparición de un saber especializado que se aplicaría al uno por uno, y por el crecimiento de la potencia, en nombre de una falsa universalización, científica, de las prácticas elevadas a la dignidad de psicoterapia, y que no se basan sino en la reeducación y el aprendizaje. J.-Cl. Milner en su obra, De la Escuela, denunciaba la invasión de los procesos pedagógicos para tratar los disfuncionamientos del S1, dicho de otro modo, la invasión del S2 para tratar al S1. Si lo seguimos, podríamos agregar que con las TCC, algo semeja al S2 para tratar al objeto a. La nueva generación psiquiátrica se dedica a ello. Es exactamente esto contra lo cual lucha el movimiento que inició J.-A. Miller. En todos los frentes Debemos constatar que los psicoanalistas de la IPA, que ya se habían ilustrado en el momento de la puesta en marcha del DSM, negocian hoy sin saberlo un vago papel de figurante en la última puesta en escena del gran teatro del mundo (para retomar la expresión de Calderón). La lucidez no conduce a ninguna ilusión sobre este porvenir, ni a ninguna desesperanza; ella debe incitarnos a no renunciar a nada. Es por eso, que después de la proposición de la enmienda Accoyer, hemos sido conducidos a luchar en todos los frentes. Esto no deja de tener efectos en la esfera intelectual, política y profesional El mundo profesional, hasta allí en un estado de estupor, comienza a captar aquello de lo que se trata. Apostamos a su despertar. No dudamos que nuestros colegas estarán con nosotros en los combates por venir. Disciernen con nosotros que se trata de mucho más que de un debate profesional, y que no bastará un voto legislativo. Es un debate que concierne el porvenir de una sociedad entera.