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1. Cristo vive
Nada de lo humano, ni los limites ni lo bochornoso, ni las alegrías y las tristezas, ni los
gozos y las angustias, los placeres y los dolores están al margen de Dios. El Vaticano II
decía: “Los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de
nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, son a la vez gozos y
esperanzas, tristezas y angustias de los discípulos de Cristo. Nada hay verdaderamente
humano que no encuentre eco en su corazón.” (Gaudium et Spes, 1) Por eso, como
creyentes podemos hacer la ciega para eliminar nada de lo bello, bueno y verdadero que
1
Ireneo de Lion, Tratado contra las Herejías, Libro 4, 20:7
2
ROMERO, Oscar A, “La dimensión política de la fe desde la opción por los pobres”, Discurso de
recepción del doctorado Honoris Causa en Humanidades, Universidad de Lovaina, Bélgica, 2 de febrero
de 1980, en ROMERO, Oscar A, ¡Cese la represión!, Madrid, 1980, p. 119.
ocurre en la sociedad, aunque tenga visos de ambigüedad. Porque, en las culturas –y por
extensión, en la cultura juvenil- no sólo hay “semillas del Verbo” como señales de la
presencia de lo divino, sino que hay “mucho más que semillas del Verbo”.
Porque Jesús se comunica como don y salvación para los jóvenes, se hizo “carne” y
continúa haciéndose “carne” hoy, para que los jóvenes vivan.
Una pastoral centrada en el Dios que vive en los jóvenes cambia el eje del asunto. Se
trata, en primer lugar, de descubrir los signos de la presencia de lo divino −el Dios de
los jóvenes− y, en segundo lugar, de transmitir un mensaje sobre Dios. Es el reverso de
la afirmación de fe: los jóvenes como epifanía divina. Ello nos ayudaría a tomar
conciencia de la presencia/ausencia de Dios/Jóvenes para expandirla, reconocerla,
afianzarla, descubrirla, contemplarla, actuarla, actualizarla, anunciarla.
El fenómeno de Dios presente en los jóvenes −con sus equívocos, así y todo− y de la
irrupción de los jóvenes cómo manifestación divina −aún con todas sus ambigüedades−
es una clave para repensar la pastoral juvenil desde una perspectiva no unidireccional.
3
Sobre esta temática me inspiro en GALLI, Carlos, Dios Vive en la ciudad. Hacia una nueva pastoral
urbana a la luz de Aparecida, Buenos Aires, 2012.
Los jóvenes se le presentan a la pastoral como horizonte a la vez que, como frontera,
implican un “choque” con nuestras concepciones actuales y con la realidad eclesial para
animarnos a mirar más lejos.
Hay una institución y una tradición, cierta concepción teológica y prácticas legitimadas
que sostienen propuestas insostenibles. Prácticas sin sentido para los creyentes jóvenes.
Cuando la pastoral no logra sintonizar con los jóvenes de la época se produce el
desfasaje. De tal forma que las propuestas resultan atractivas o responden a quienes
integran cotos de practicantes o de conversos. Situación por demás interesante para
discutir, pues algunos ambientes eclesiales fundamentalistas y neoconservadores
continúan sosteniendo que están en lo correcto, ganan adeptos y legitiman socialmente
tales prácticas asociadas con rituales, dogmas y prescripciones.
4
MAFFESOLLI, Michel, “Nomadismo juvenil”, en: Revista Nómadas nº 13, Universidad Central,
Bogotá, 2000, p 154. [gyrovagu: vagabundo, que gira sin rumbo]
social y capacidad de compartir”. 5 Por eso, la experiencia pastoral en el camino revela
el encuentro con el “Camino” mismo, de modo que esa experiencia penetra todos los
recovecos vitales no sólo aquellos visibles (porque están al alcance de la mirada). Sino
también los otros (invisibles a nosotros)6 pero que ocurren más allá o más acá de las
programaciones, porque Jesús sale inesperadamente al encuentro.
Los llamados por el Maestro comprendieron que lo suyo era seguirlo por los caminos de
la Galilea. Estar en movimiento. Y se convirtieron en caminantes y fueron identificados
como los “seguidores del Camino” (Hch 9, 2) a quienes Pablo persiguió hasta la muerte
(Hch 22,4). Jesús mismo dijo que él “era el camino” (Jn 14, 6).
⎯ En el camino se dieron las grandes enseñanzas a sus seguidores, se produjeron
nuevos encuentros (Jn 1, 37), invitaciones a seguirlo (Lc 9, 57) y a anunciar el
Reino.
⎯ En el camino pasó sanando enfermos, resucitando muertos, limpiando leprosos y
echando demonios (Mt 10, 8).
⎯ “Marchaba por adelante subiendo a Jerusalén” (Lc 19, 28-29)
⎯ En el camino ocurrieron milagros, liberaciones y curaciones (Mc 7, 31-32).
⎯ Muchos quedaron en el camino porque no se avenían a las exigencias del
seguimiento: no mirar atrás, que los muertos entierren a los muertos, no tener
donde recostar la cabeza (Lc 9, 58. 60. 62). Así como la vocación requiere
libertad, no se puede responder sin la experiencia de ser libre. 8
5
Documento de Aparecida, n 361 y n 363
6
JACKSON, Philip, Enseñanzas implícitas, Buenos Aires, 1999.
7
LONA, Horacio, Caminando con Lucas. Meditaciones sobre el Evangelio, Buenos Aires: Ediciones
Don Bosco Argentina, 2020, p. 16.
8
LEÓN-DUFOUR, Xavier, Vocabulario de teología bíblica, Barcelona, 2001, voz: Camino.
⎯ Los seguidores de Jesús estaban en el camino, eran caminantes y Jesús les
recomendó que no llevaran nada para el camino.
⎯ El seguimiento no es pasividad, ni aceptación estática y, menos aún, estructura
condicionante (ni plata, ni monedas, ni previsiones, ni dos túnicas, calzado de
repuesto ni bastón. (Mt 10, 9-10).
⎯ El seguimiento se practica como dinamismo, actividad, movimiento, libertad.
Ser seguidores del Camino, estar en las huellas de Jesús implica apertura a
diversas experiencias de aprendizajes y de múltiples encuentros vitales (Hch 18,
25 y 24, 22) antes que pertenecer a una religión estática y a las instituciones de
la ley.
⎯ “Yo soy el camino, la verdad y la vida” (Lc 14, 6)
El carácter dinámico del discipulado, los seguidores del Camino (Hch 9, 2) y la astucia
de la gracia para operar desde los acontecimientos ordinarios orientan mínimamente el
mapa del movimiento que requiere el seguidor del Camino. El ritmo del seguimiento y
el tiempo de las decisiones están marcadas por encuentros.
Generalmente el caminante no toma los caminos comunes, por donde todos pasan. Así
se erigen como las vías oficiales por donde se debe circular. Los otros, que no son
caminantes pero que caminan, maximizan los recursos y minimizan los costos eligiendo
las vías rápidas y seguras, sin sorpresas ni emergentes que puedan obstaculizar el
tránsito. En cambio, el caminante, elige los atajos, aquellos senderos que puedan aportar
novedad, caminitos alternativos no legitimados por ninguna legalidad, ni prescriptos por
roles y funciones definidos a priori que indiquen que algunos tramos son mejores que
otros para caminar. Elige caminarlos igual, pasar por la experiencia del camino,
atendiendo a las indicaciones de los demás caminantes, pero si dejar condicionar sus
elecciones.
Por eso, la pastoral con jóvenes se obstaculiza cuando se entiende que sólo los adultos
enseñan, son los habilitados para ello y están legitimados para el acompañamiento. No
intento decir que haya que deslegitimarlos y, menos aún, en estos momentos de fuertes
intentos de deslegitimización de la tarea de acompañar. En cambio, si intento afirmar y
reforzar, que los jóvenes también pueden ser empoderados para el acompañamiento
pues su experiencia radica en otra expertisse que no la dan los años, ni la acción pastoral
ni la responsabilidad: la connaturalidad primordial con los de su generación.
10
Documento Preparatorio XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos sobre el tema
“Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”, Ciudad del Vaticano, 13/01/2017.
La “caminata es el lugar de una “ética elemental” 11 justamente por las huellas que deja
en los sujetos que caminan. Pero también es una religación con los otros, por el cuidado
del espacio vital y de la libertad que implica compartir un recorrido. Además, implica
un un reconocimiento esencial de unos con otros en su multiforme diversidad.
Una ética que, a la vez, se ve confrontada con una religación, incluso para aquellos que
no se reconocen como practicantes de una determinada creencia pero que igualmente
son creyentes errantes en el fondo de sus convicciones. Creyentes errantes como los
mismos jóvenes con los que se encuentran en su actividad profesional o pastoral.
Reconocer que los jóvenes son errantes –y que muchos de los adultos que los
acompañan también lo son- implica reconocer la diversidad de trayectorias y la validez
de las búsquedas, aun por caminos no trazados e incluso fuera de los marcos
institucionales.
Porque los creyentes errantes reclaman una forma de libertad que no los sujete,
experiencias de comunitariedad que los incluyan, sentidos del gusto y de los placeres
ordinarios que no sean sancionadas, “formas de libertades intersticiales sin ideologías
afirmadas, empíricamente vividas” como dice Maffesolli. Y continua “libertades
emparentadas con aquellas del errante que encontramos en diversos periodos históricos
y en diversas civilizaciones y que traducen la necesidad de la aventura, el placer de los
encuentros efímeros, la sed de lejanías y, por último, la búsqueda de una fusión
comunitaria.”12
Por eso, se trata de una ética elemental compartida y una religación con los otros y el
Otro, tiene que estar presente en los procesos de aprendizajes, sean o no adherentes a
una determinada religión. Pues tanto la ética como la religación dejara huellas en los
jóvenes, en los colegas, en los padres y en los demás agentes educativo-pastorales.
Porque se trata de una experiencia más que de una trasmisión, en todo caso se trata de
impresiones, aunque más no sea fugaces pero persistentes, aprendizajes implícitos que
deja el paso por las experiencias pastorales.
11
LE BRETON, David, Caminar. Elogio de los caminos y de la lentitud, Buenos Aires, 2014, p. 14
12
MAFFESOLLI, Michel, “Nomadismo juvenil”, en: Revista Nómadas nº 13, Universidad Central,
Bogotá, 2000, p 155.
En el camino, con Jesús y con los jóvenes
Por eso, la experiencia pastoral que podría provocar una acción con los sujetos
envolvería y llevaría a penetrar todos los recovecos de las biografías juveniles, desde las
experiencias de amistad y de búsqueda de la felicidad hasta el planteo de la fe, la
vocación y el compromiso eclesial y social. Es una propuesta de itinerarios a trabajar
con los jóvenes en sus comunidades que no se detiene solo en aquellos aspectos visibles
(al alcance de la mirada) sino también los otros elementos (invisibles a nosotros) pero
que ocurren, aunque no los percibamos. Porque en los jóvenes se generan muchas más
cosas que aquellas que podemos producir con nuestras intervenciones. Sabemos que
Dios actúa en ellos, incluso a costas de nosotros mismos y de nuestras propuestas.
Una experiencia pastoral con jóvenes a partir de las propuestas variadas en experiencias
de sociabilidad, de mensajes religiosos, de impactos estéticos y de connotaciones éticas
podría generar una especie de halo vital convirtiéndose en una atmosfera que provoca
13
LE BRETON, David, Caminar. Elogio de los caminos y de la lentitud, op.cit., p. 14
aprendizajes múltiples más allá del campo visual y los marcos perceptivos que
dominamos. A riesgo de saber que Dios puede provocar en los jóvenes procesos que
nosotros no podremos controlar, por suerte. ¡O mejor, ojalá!
Así como no son espacios para permanecer tampoco son sitios para recibir
conocimientos e instrucciones. Son lugares de tránsito, de paso, por donde circula el
flujo vital. Marcados por las circunstancias sin aspiraciones de eternidad, en el camino
de la vida todo es movimiento, incluso una parada o un cambio de rumbo que implique
aminorar la marcha no son una detención. En las circunstancias de la vida pareciera que
se dan las condiciones para estar al acecho de lo Divino y lo Santo en el movimiento. Si
Dios estaba en el éxodo, en el trueno y el fuego, en el relámpago y en el viento, en el
retumbar de los cantos y de los instrumentos (Ex 20, 18), cómo es que llegamos a
apreciar a un Dios quieto (primer motor), en el silencio y en el reposo (1Re 3, 15). De
Dios que llega a nosotros y los otros en el flujo de la vida con sus vericuetos, en sus
posibilidades y límites.
14
Jorge Drexler, Movimiento, 2017
minando las posibilidades de apertura y de generación de otras experiencias de Dios
actuando en la historia.
Porque, “si quieres que algo se muera, déjalo quieto”. (Dexler) La inquietud por el
aprendizaje se desvanece. Sabes de certezas, de informaciones, de estrategias y
objetivos cumplidos. Pero no aprendiste de la vida, de las tácticas ordinarias, de los
sabores vitales.
3. El trayecto y el final
Aunque las huellas persistan por algún tiempo, una ves finalizado el recorrido, lo
importante es lo que sucede en el trayecto y no tanto al término. O mejor, también
cuando llegamos. Estar en la huella abre la posibilidad de revelaciones insospechadas
sobre uno mismo y sobre los otros. Porque el camino funciona como una extensión de
los cuerpos donde se amalgama en la trama de la vida. Como la araña y su tela, el tejido
y las vibraciones, la información y los códigos de su construcción. Es tanto trama como
trampa, integrada al cuerpo y extensión que atrapa el alimento.
Por eso, las propuestas pastorales, los chicos y chicas, las circunstancias, aunque se
parezcan no son lo mismo: cambian en el camino. Las situaciones vitales en el camino
revelan lo inagotable de la experiencia de ser caminante. Porque ninguna rutina jamás
podrá agotar, por más trillado que parezca, el espacio transitado. Porque el camino es
trama de la vida y no simple trazado.
Bibliografía
Documento de Aparecida.
Documento Preparatorio XV Asamblea General Ordinaria del Sínodo de los Obispos
sobre el tema “Los jóvenes, la fe y el discernimiento vocacional”, Ciudad del Vaticano,
13/01/2017.