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Derecho Civil Patrimonial-Derechos Reales
Derecho Civil Patrimonial-Derechos Reales
DERECHOS REALES
2 NERIO GONZÁLEZ LINARES
DERECHO CIVIL PATRIMONIAL. DERECHOS REALES 3
PALESTRA EDITORES
LIMA – 2006
DERECHO CIVIL PATRIMONIAL. Derechos Reales
Nerio González Linares
Primera edición, octubre 2006
ISBN: 9972-224-27-9
Sumario
Presentación ..................................................................................................... 11
PRIMERA PARTE
CAPÍTULO I: DERECHO PATRIMONIAL
TÍTULO I.- Consideraciones generales sobre la noción de patrimonio ............. 17
SEGUNDA PARTE
CAPÍTULO II: TEORÍA DE LOS DERECHOS REALES
TÍTULO I.- Generalidades ................................................................................. 49
TÍTULO II.- Disimilitudes: Derechos reales y derechos personales o de crédito. 82
TERCERA PARTE
CAPÍTULO III: DE LOS BIENES
TÍTULO I.- Cosas y bienes. ............................................................................... 99
TÍTULO II.- Clasificación de los bienes. .......................................................... 121
TÍTULO III.- Frutos y productos ..................................................................... 121
CUARTA PARTE
CAPITULO IV: DE LA POSESIÓN
TÍTULO I.- Generalidades. ............................................................................... 137
TÍTULO II.- Las presunciones. ......................................................................... 168
TÍTULO III.- Clasificación de la posesión. ....................................................... 174
TÍTULO IV.- La posesión en el Proyecto para el Libro de los Derechos reales .. 191
TÍTULO V.- Adquisición y conservación posesoria. ......................................... 196
TÍTULO VI.- Derechos del poseedor. ................................................................ 216
TÍTULO VII.- Las mejoras. ............................................................................... 220
8 NERIO GONZÁLEZ LINARES
QUINTA PARTE
CAPÍTULO VI: DEL DERECHO DE PROPIEDAD
SEXTA PARTE
CAPITULO XII: DEL USUFRUCTO
TÍTULO I.- Generalidades ................................................................................ 561
TÍTULO II.- Constitución del usufructo. ........................................................ 579
TÍTULO III.- Clasificación. .............................................................................. 587
SUMARIO 9
SÉPTIMA PARTE
CAPÍTULO XVI: DE LOS DERECHOS REALES DE GARANTÍA
TÍTULO I.- Generalidades ................................................................................. 693
Presentación
Primera Parte
16 NERIO GONZÁLEZ LINARES
CAPÍTULO I: DERECHO PATRIMONIAL 17
CAPÍTULO I
Derecho Patrimonial
TÍTULO I
CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE
LA NOCIÓN DE PATRIMONIO
3. ROMERO ROMAÑA, Eleodoro, Derecho civil - los derechos reales, Lima, 1947, p. 11. Nuestro
ordenamiento jurídico civil no contiene definición normativa de patrimonio a dife-
rencia del Código Civil argentino, que en su artículo 2312, señala: «Los objetos
inmateriales susceptibles de valor, e igualmente las cosas, se llaman bienes. El con-
junto de los bienes de una persona constituye su patrimonio». En la nota al dispositivo
aludido Vélez, dice: «El patrimonio de una persona es la universalidad jurídica de
sus derechos reales y de sus derechos personales, bajo la relación de un valor pecu-
niario, es decir, como bienes». La concepción legal de patrimonio que encierra la
norma acotada, está inspirada en la información de la doctrina de origen francés
(teoría clásica o subjetiva). El Dispositivo acotado concuerda con el artículo 3283 del
Código en mención. O como dice CIFUENTES, SANTOS: «Nuestros codificadores y las
normas del Código Civil, se han adscrito sin duda al criterio de que el patrimonio es
un atributo de la persona y, por ende, está ligado inescindiblemente con ella», Ele-
mentos de derecho civil, Astrea, Buenos Aires, 1991, p. 121. La base filosófica se debe a
AUBRY Y RAU, juristas franceses que elaboraron con toda precisión la teoría del patri-
monio, como concepto ideal y jurídico considerándolo un aspecto de la personalidad;
pero como sabemos esta teoría llamada también subjetiva o clásica, ha sido cuestio-
nada por la corriente alemana, que no considera la personalidad como un atributo
patrimonial de la persona.
4. JOSSERAND, Louis, Derecho civil, EJEA- BOSCH, Buenos Aires, 1955, p. 15.
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de los derechos reales, como aquellos que ostentan su objeto —los bienes—
en utilidad y beneficio de sus titulares, rebasando, inclusive, a otros cam-
pos del derecho (como el agrario, minero) a través de su gran gama de
institutos típicos (ius reales), como ocurre particularmente con el paradig-
mático derecho de propiedad, centro solar del sistema civil patrimonial.
Vista la historia del derecho, en lo que corresponde al patrimonio, se
tiene que en Roma5 se llegó a diferenciar el patrimonio (pecunia hominis sui
juris) del peculio (pecunia hominis alieni juris), y propiamente en la época de la
República se llegó a entender por patrimonio el conjunto de bienes pertene-
cientes al pater familias, que integraba el activo bruto del patrimonio familiar.
CABANELLAS6, informa que el «progreso jurídico realizado durante el Imperio,
con la sucesiva independencia económica de los miembros de la familia, fue
originando la escisión del patrimonio familiar y la consiguiente aparición de
otros varios patrimonios, caracterizados entonces como masas de bienes per-
tenecientes a un hombre libre y afectadas a la persona de su titular. Durante
el clasicismo jurídico de Roma, por patrimonio llegó a entenderse todos los
derechos activos que con valor apreciable en dinero corresponden a una
persona, tanto sean derechos crediticios como derechos reales; pero los juris-
consultos de entonces no descubrieron o no quisieron incluir en la acción
patrimonial las deudas del titular del patrimonio».
A manera de corolario, junto a ALESSANDRI, diremos que el derecho civil
patrimonial, en esencia, se clasifica7 en derechos patrimoniales reales y per-
5. Es cierto que el origen etimológico del concepto «patrimonio», proviene del Derecho
romano —patrimonium—. Con la significación de los bienes corporales pertenecientes
al pater familias que había recibido en la sucesión de su pater, y que había trasmitido a sus
hijos. Los créditos no estaban comprendidos. Pero lo cierto es como dice Hugo HANISCH
ESPÍNDOLA, citado por FIGUEROA YÁNEZ, Gonzalo, «que los romanos no estudiaron el patri-
monio como institución y en relación a quien lo detente, sino que su preocupación se
produjo al analizar la suerte de él en los casos en que la muerte del titular, o en cambio
en su estado, significaba una transformación en la titularidad», «El patrimonio», Edito-
rial Jurídica de Chile, Santiago de Chile, 1991, p. 19.
Lo que quiere decir que en el Derecho romano, durante la República, por patrimonio
se entendía el conjunto de bienes pertenecientes al pater familias que integraban el
activo bruto del patrimonio familiar.
6. CABANELLAS, Guillermo, señala que el Derecho romano distinguía el patrimonio del
peculio. El patrimonio era «pecunia hominis sui juris», el peculio era «pecunia hominia
alieni juris», Diccionario de derecho usual, 6ª ed., t. III, Buenos Aires, 1968, p. 250.
7. ALESSANDRI RODRÍGUEZ, Arturo; SOMARRIVA U., Manuel y VODANOVIC, Antonio, Tratado de
los derechos reales – bienes, 6ª ed., t. I, Temis S.A. - Editorial Jurídica de Chile, 2001, p. 13.
Sobre la clasificación de los derechos patrimoniales, Josserand, Louis, divide los
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sonales, los primeros —ius in re—, como aquellos que atribuyen a su titular
un señorío o poder inmediato sobre la cosa , señorío o poder que dentro de
los márgenes de la ley puede ser más amplio o menos amplio; y los segundos
—ius in personam—, como aquellos que nacen de una relación inmediata en-
tre dos personas en virtud de la cual una (deudora) está en la necesidad de
cumplir una determinada prestación (dar, hacer o no hacer) a favor de otra
(acreedora), que por su parte está facultada para exigir tal cumplimiento.
2. LA RELACIÓN JURÍDICO-PATRIMONIAL
Es la que se produce sobre un bien o bienes e intereses concretos de
naturaleza económica que generan beneficios o utilidades a favor de su suje-
to titular. Al respecto DIEZ-PICAZO8, dice: «Los bienes y los intereses poseen
una naturaleza económica cuando pueden ser objeto de valoración. Esta va-
loración debe medirse de una manera objetiva, es decir, con independencia
de cual sea la postura o actitud del sujeto con respecto a los bienes en cues-
tión, por ejemplo, aun cuando el interés del sujeto respecto de un bien sea
puramente sentimental o de afección, la relación jurídica será patrimonial
siempre que el bien, sobre el que recaiga objetivamente considerado, posea
un valor económico». De ello se desprende que el objeto de la relación patri-
monial real no puede ser sino un bien, o una pluralidad de bienes, para satis-
facer una o varias necesidades del hombre, v. gr., una casa, un conjunto de
habitaciones o una manada de bueyes. En el derecho real moderno se vienen
instituyendo con gran fuerza las relaciones reales.
Al ostentar el sujeto de derecho capacidad jurídica, es titular de dere-
chos y obligaciones, los cuales mantiene de modo efectivo como integran-
tes de su esfera jurídico-patrimonial; en consecuencia, las relaciones patri-
moniales habrán de comprenderse siempre en el conjunto que implican y
no en las relaciones concretas que configuran. De la misma manera sólo se
puede hablar de titularidad de este patrimonio en las relaciones integradas
en torno a su titular, que es siempre un sujeto de derecho.
3. EL OBJETO PATRIMONIAL
El derecho patrimonial9 toma como su objeto, dentro de las relaciones
patrimoniales, a los objetos o cosas que al ingresar al mundo de la ciencia
DO, 1952, p. 261. Por su parte DIEZ-PICAZO, citando a MORENO QUESADA, señala como
características de la categoría de los derechos patrimoniales, las siguientes: «1. Los
derechos patrimoniales significan atribución a la persona de un poder jurídico sobre
valores económicos. 2. Los derechos patrimoniales son susceptibles de una valora-
ción pecuniaria (sic). 3. Los derechos patrimoniales tienen siempre un carácter
instrumental en cuanto que se dirigen a satisfacer intereses, económicos o de otra
índole, propios de su titular», ob. cit., vol. 6°, p. 51.
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YÁNEZ11, «el vínculo jurídico que liga al acreedor y deudor no se ejerce directa-
mente sobre la persona de este último, sino sobre sus bienes, respecto de los cuales
éste limitó su poder originario, su derecho subjetivo por el acto de su voluntad. La
actuación del acreedor se dirige de verdad sobre el patrimonio del deudor».
6. EL PATRIMONIO
Ha sido definido desde varias ópticas: JOSSERAND12, expresa que es el
conjunto de valores pecuniarios, positivos y negativos pertenecientes a una
misma persona y que figuran unos en el activo y otros en el pasivo. AUBRY
y RAU13, afirman que patrimonio es el conjunto de bienes de una persona
considerado como universalidad de derecho. Los franceses C OLLIN y
CAPITANT14, sostienen que patrimonio es el conjunto de relaciones jurídicas
apreciables en dinero que tienen por sujeto activo y pasivo a una misma
persona. Para PLANIOL y RIPERT15, el patrimonio es el conjunto de derechos y
obligaciones de una persona apreciable en dinero.
11. FIGUEROA YÁNEZ, Gonzalo, ob. cit., p. 95; el mismo autor cuando se ocupa de la utilidad
de los bienes, explica que «un bien es una cosa que presta utilidad para la satisfacción
de alguna necesidad humana —y agrega—, esta ‘cosa útil’ o ‘bien’ es primeramente
una ‘cosa única’, en el sentido de que ella toda, incluidas todas sus partes, está desti-
nada a la satisfacción de alguna necesidad humana», ibídem, p. 55. Consideramos
necesaria ampliar esta nota, sobre la utilidad de los bienes junto a ROCCO, Alfredo,
para quien «es bien todo lo que existiendo como realidad es apto para satisfacer una
necesidad humana. No son sólo las cosas consideradas en su naturaleza, sino también
algunos modos particulares de ser de ellas, que les confieren el carácter de determi-
nada utilidad, el bien es tal en cuanto presenta el requisito de la utilidad, esto es, la
aptitud de satisfacer una necesidad (…), L’oggetto del reato, Buenos Aires, p. 261.
12. JOSSERAND, Louis, ob. Cit., p. 454. PLANIOL y RIPERT, concibieron el patrimonio como «el
conjunto de derechos y obligaciones de una persona, apreciables en dinero», Tratado
práctico de derecho civil francés, trad. de Mario DÍAZ CRUZ, 1946.
13. AUBRY y RAU, Cours de droit civil francais. 4ª ed., París, 1869, además consideran el
patrimonio como «el conjunto de bienes sobre los que se ejercen los derechos de una
persona». Estos juristas son los propugnadores de la teoría clásica del patrimonio, sus
ideas tuvieron gran ingerencia en el concepto de la personalidad o en el de patrimo-
nio como atributo de la personalidad, considerándolo como una universalidad jurídica,
inalienable, indivisible e imprescriptible.
14. COLIN y CAPITANT, Curso elemental de derecho divil, Madrid, 1922, p. 20.
15. PLANIOL y RIPERT, Tratado práctico de derecho civil francés, trad. de Mario DÍAZ CRUZ, 1946,
p.15. Agregan los autores que, «el patrimonio constituye una unidad abstracta distin-
CAPÍTULO I: DERECHO PATRIMONIAL 27
ta de los bienes y de las cargas que lo componen». Los juristas en mención junto a
GENY, mantienen una posición intermedia en la concepción del patrimonio, y consi-
deran «que es exagerada la posición clásica en cuanto concibe al patrimonio como
una realidad sustancial. El patrimonio no es una ficción, sino una realidad en sentido
de unidad finalista», ibídem, p. 17.
16. LARENZ, Karl, Derecho civil - parte general, Edit. Rev. de Derecho Privado, 1978. El autor
es adherente, como no podía ser de otra manera, a la teoría objetivista del patrimo-
nio, y en sus comentarios establece que «el patrimonio es una suma, una conjunción
de derechos y relaciones jurídicas, concretamente respecto a una persona determina-
da a la cual corresponde (…). Jurídicamente, no cabe reducir a un común denominador
las cosas, en cuanto objeto de derecho de primer orden, y los derechos, como objeto
de derecho de segundo orden. Por ello habría de decir: derecho de propiedad sobre
inmuebles, derechos de propiedad sobre bienes muebles, créditos y otros derechos».
Cita el autor a VON TUHR, para quien «el patrimonio está formado por la propiedad de
las cosas que pertenecen al titular, no por las cosas mismas: por los créditos, no por
los objetos de la prestación que pueden exigirse en virtud del crédito (…). Sólo los
derechos, no las obligaciones de una persona forman su patrimonio a efectos del
concepto de patrimonio jurídico-privado (…)», ibídem, p. 404.
17. SALVAT, Raymundo, Tratado de derecho civil argentino – Derechos Reales, 4ª ed., Buenos
Aires, 1951, p. 32.
18. MARIANI DE VIDAL, Marina, Curso de derechos reales, t. 1, 6ª ed., Zavalia, Buenos Aires,
2000, p. 9.
19. DE CASTRO GARCÍA, Jaime: Código Civil (español), Colex, Madrid, 2002, p. 164.
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20. MAZEAUD, Henri, Jean y León, Lecciones de derecho civil, trad. de Alcalá Zamora y Casti-
llo, Ejea, Buenos Aires, 1960, p. 435.
21. ROCCO, Alfredo, L’oggetto del Reato, Ejea., Buenos Aires, p. 261. Por su parte FIGUEROA
YÁNEZ, ob. cit., p. 80, considera que el patrimonio, es antes que nada, una universali-
dad, y las universalidades son —desde la formación del concepto por los
posglosadores— cosas formadas por una pluralidad de objetos no cohesionados
físicamente entre sí, pero unidos por una destinación común. Son «bienes» y «cosas»,
los que se unifican en la universalidad. Son «bienes» y «cosas» los que carecen de
cohesión física entre sí. En las universalidades de hecho, la agrupación de «cosas» es
evidente, puesto que sin «cosas» no hay qué agrupar (ibídem, p. 80).
22. Cit. por FIGUEROA YÁNEZ, ibídem, p. 63.
23. Ibídem, p. 66.
CAPÍTULO I: DERECHO PATRIMONIAL 29
24. FIGUEROA YÁNEZ, G., ibídem, p. 64. El autor al ocuparse de las universalidades, señala
que en «la clasificación usual de las universalidades, se distingue entre universalida-
des de hecho y universalidades jurídicas o universalidades de derecho. Esta clasificación
fue formulada aparentemente por primera vez por los posglosadores, cuando inten-
taron formular una teoría general de la universalidad y distinguieron entre universitas facti y
universitas iuris. Parece ser que ella se fundamenta en un texto de PONPONIO recogido
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nosotros ambos derechos mantienen gran vinculación, son autónomos, peno no in-
dependientes. Sí bien conforman el Derecho Civil Patrimonial, pero cada uno con la
autonomía legislativa, científica y didáctica.
27. ROMERO ROMAÑA, Eleodoro, Derecho civil –los derechos reales, Lima, 1947, p. 11.
CAPÍTULO I: DERECHO PATRIMONIAL 33
9. PREMISA
La concepción de patrimonio como el atributo o la prolongación de la
personalidad, y consiguientemente como la garantía de la libertad de las
personas corresponde a A UBRY y R AU28 , para fundamentar la doctrina
subjetivista. Pero de otro lado se afirmó con GENY, que la teoría subjetiva
había llegado a ser inútil y peligrosa; inútil porque no es incapaz de solucio-
nar los problemas legales, y peligrosa porque impide el desarrollo o pro-
greso de la jurisprudencia, y se planteó —con GENY— la llamada teoría
objetiva, en contraposición a la subjetiva. Fue CASTÁN TOBEÑAS, quien con
gran didáctica ha diferenciado las dos teorías: una clásica, subjetiva o
subjetivista; y otra objetivista, realista o finalista.
28. Aubry y Rau, Cours de Droit civil francais d’apres la méthode de zachariae, t. VI, París, 1873,
p. 229. Los autores son los impulsores de la doctrina subjetivista o clásica del patri-
monio, entre sus afirmaciones tenemos que, «patrimonio no es sino la personalidad
misma del hombre en sus relaciones con los objetos exteriores, sobre los cuales tiene
o podría tener derechos que ejercer». También definieron el patrimonio aseverando
que, «es el conjunto de bienes de una persona considerado como universalidad de
derecho». Es decir, en la concepción de un conjunto unitario. Ibídem, p. 253.
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29. Ibídem, ob. cit., t. VI, p. 229. Son juristas partidarios de la doctrina subjetivista que
preconiza el patrimonio como la universalidad de bienes (muebles e inmuebles
presentes y futuros), formando la prenda común de sus acreedores, y que define el
patrimonio como la universalidad jurídica de todos los objetos exteriores que perte-
necen a una persona. La teoría clásica del patrimonio, en sí, es creación de los franceses
AUBRY y RAU. Algunos la denominan incluso tomando sólo los nombres de los men-
cionados juristas. Según esta teoría el patrimonio es una universalidad jurídica de
bienes y deudas apreciables en dinero, que constituyen un atributo de la personali-
dad. Rápidamente advertimos que es la persona humana el centro de esta
universalidad, razón para haber adquirido la denominación de subjetiva. Entre los
adherentes a esta doctrina tenemos, entre otros, a COLIN y CAPITANT, BONNECASSE, GARY,
PLANIOL y RIPERT. En cambio para Karl LARENZ, pertenecen al patrimonio todos los
derechos evaluables en dinero, y solamente ellos; son derechos que, en circunstan-
cias normales, pueden enajenarse a cambio de dinero o adquirirse sólo mediante el
pago de dinero, o que, como el usufructo, producen, según su naturaleza, una utili-
dad económica expresable en valor pecuniario. No pertenecen a ellos los meros
derechos de la personalidad ni los derechos de familia personales, pero sí los dere-
chos sobre bienes inmateriales, los derechos reales y los de crédito, si tienen como
sucede por lo regular, un valor pecuniario; igualmente la condición de socios en una
sociedad de capital, esto es, los derechos de participación en una sociedad de respon-
sabilidad limitada y las acciones así como las participaciones son un patrimonio de
mano común. Ibídem, p. 405.
CAPÍTULO I: DERECHO PATRIMONIAL 35
30. FIGUEROA YÁNEZ, Gonzalo, ob. cit., p. 37. Para ampliar el estudio de cada característica de
la doctrina clásica, véase ibídem, pp. 37 y ss.
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31. GENY, Método de interpretación y fuentes en el derecho privado positivo, Madrid 1925, p. 36. Se
trata de uno de los impulsores de la teoría objetiva o finalista del patrimonio. Los finalis-
tas no atacan a la universalidad jurídica patrimonial, preconizada por los clási-cos, sino
básicamente el cuestionamiento está dirigido al patrimonio que lo consideran como
atributo de la personalidad, es decir, que resulta como sostienen los subjetivistas inútil e
insostenible que el patrimonio sea inseparable o inescindible de la persona humana. En
consecuencia los finalistas postulan que no existe razón alguna para tomar como sinóni-
mos los conceptos de patrimonio y persona. Desde luego razones no les falta a nuestro
juicio, pues la desvinculación de los conceptos persona y patrimonio, resulta racional-
mente idónea. Los objetivistas o finalistas en la concepción del patrimonio, junto a GENY,
afirman que «la patrimonialidad es una noción absolutamente distinta de la personali-
dad. Desligando estos conceptos —agrega el jurista— se otorga una importancia mucho
mayor a la noción de patrimonio, pues se convierte en un elemento inútil en el campo
que le es propio, que es el campo de los bienes», ibídem, p. 138.
32. WINDSCHEID, Die ruhende erbschaft und die vermögensrechtliche personlichkeit, en Kritische
ueberschau, t. I, y Pandekten, t. III, 1930.
CAPÍTULO I: DERECHO PATRIMONIAL 37
de dominar la ley, no tiene razón de ser sino cuando la explica toda entera;
peligrosa, al mismo tiempo, pues impide diversos desarrollos que la juris-
prudencia progresista, sin estas ideas preconcebidas, podría y debería lo-
grar ella misma».
La doctrina objetiva propugna la concepción del patrimonio sin la ne-
cesaria vinculación a la persona humana, por ende se aleja de la noción del
patrimonio como atributo de la personalidad. WINDSCHEID32, fue el primero
en aseverar la posibilidad de que existieran derechos sin sujeto, y fueron
especialmente BRINZ, y BEKKER, los que dijeron, que al fin aparecía una no-
ción de patrimonio de carácter concreto que correspondía íntegramente al
campo de los bienes, lo que estaba de acuerdo con el sentido común y con
la acepción corriente del término, y que permitía explicar instituciones jurí-
dicas hasta entonces imposibles de comprender con la idea de la escuela
clásica (entre otros SALEILLES, GENY, DUGUIT). Según los objetivistas, sobre la
concepción del patrimonio (a nuestro juicio, en forma acertada), no hay
razón para tratar como sinónimos los conceptos persona humana y patri-
monio.
El ataque más lúcido contra los subjetivistas fue de COVIELLO33, al ex-
presar que: «La afirmación de que toda persona tiene un patrimonio es
ridícula, pues la vida demuestra que existen numerosas personas sin patri-
monio un pobre que no posea más que sus andrajos y alguna calderilla
recogida por limosna. Existen, por consiguiente, personas sin patrimonio,
cuando ellas carecen de bienes». El patrimonio desprovisto ya de su con-
cepción subjetivista he informado de los planteamientos objetivistas pasa a
ser conceptuado como el conjunto real y efectivo de bienes y deudas que un
sujeto de derecho ostenta en un momento determinado.
No podemos hablar de continente de un determinado contenido, pues
el patrimonio es el contenido mismo porque, como afirma FIGUEROA34, en lo
que se llama patrimonio de una persona no hay en realidad otra cosa que la
afectación socialmente protegida de una cierta cantidad de riqueza a un fin
determinado.
33. COVIELLO, Nicolás, Manual de derecho civil italiano, México, 1938, p. 273.
34. FIGUEROA YÁNEZ, Gonzalo, ob. cit., p. 80.
38 NERIO GONZÁLEZ LINARES
14.4. Los derechos y las obligaciones. Respecto a los bienes y a las deudas.
funciones35 (infra 20) que la ley y la realidad social le asignan, así, entre
otras, tenemos:
35. PEÑAILILLO ARÉVALO, Daniel, enseña que «mientras el Derecho de obligaciones regula el
intercambio de bienes y servicios para la satisfacción de las necesidades de los indivi-
duos, la materia jurídica de los derechos reales, fija o radica los bienes en el patrimonio
de cada individuo, y determina los poderes o facultades que el sujeto tiene sobre ellos».
Luego el mismo autor nos dice, que «la visión económica de los bienes, determinada
por su aprovechamiento o utilidad impone reglas que alcanzan y simplemente inva-
den el ambiente del derecho patrimonial privado», Los Bienes, 2ª ed., Editorial Jurídica
de Chile, 1979, p. 4. Consúltese además DIEZ-PICAZO, Luis, «La función económica de los
derechos patrimoniales - derechos de disfrute y derechos de obligaciones», en op. cit., p. 64.
36. CANDIAN, Aurelio, señala que «es distinta la noción de patrimonio autónomo. Un
patrimonio puede carecer de sujeto; perro sólo limitadamente en el tiempo, no inde-
finidamente (…). La razón práctica de la institución reside en el interés de la sociedad
42 NERIO GONZÁLEZ LINARES
Segunda Parte
48 NERIO GONZÁLEZ LINARES
CAPÍTULO II: TEORÍA DE LOS DERECHOS REALES 49
CAPÍTULO II
Teoría de los Derechos Reales
TÍTULO I
GENERALIDADES
21. PREMISA
Nuestro propósito es avocarnos al conocimiento de una de las más
extraordinarias y fascinantes clasificaciones jurídicas del derecho civil pa-
trimonial, que recibe la denominación de «derechos reales». Desarrollare-
mos el conocimiento acumulado de la ciencia ius real cuidando el lineamiento
metodológico en la cognoscencia orientada a lo doctrinal, positivo, crítico y
reflexivo, sin apartarnos de la práctica de los derechos reales, que el fecun-
do ejercicio de la profesión y la labor académica nos ha deparado, gracias
a Dios.
Los derechos reales en su evolución histórica han demostrado ser par-
tícipes del surgimiento de la propia naturaleza humana del hombre, lo que
nos hace recordar que todo lo que le es útil o necesario al hombre para sus
propios fines de supervivencia, lo encuentra de manera inescindible en la
misma naturaleza (tal como nos ofrece o con una o múltiples transformacio-
nes), de la cual es parte indisoluble.
Sin la presencia de los derechos reales no se hubiera alcanzado a desa-
rrollar, en el mundo civilizado actual, el concepto de pertenencia de un
bien (propiedad) o la significación real del concepto de utilidad —fines
sociales y económicos de los bienes—, los cuales son realidad jurídica gra-
cias a los derechos reales, que en modo directo contribuyen con el hombre
a llevar una vida civilizada junto a los bienes que nos brinda la naturaleza o
50 NERIO GONZÁLEZ LINARES
los creados por él. BENTHAM, decía: «Antes de las leyes, no existía la propie-
dad, suprimid las leyes, y toda propiedad desaparece».
La extraordinaria trascendencia económica y social de los derechos rea-
les en el mundo actual nos permite afirmar junto a CUADROS1, que «el desa-
rrollo de la sociedad y la evolución de su propia organización jurídica, se
realiza principalmente en el campo de los derechos reales». Para los hom-
bres, las cosas fueron y seguirán siendo un gran nexo con todo cuanto le
ofrece la naturaleza, tal cual o ya transformado en una o múltiples formas,
que al ser reguladas por el derecho objetivo-real adquieren la categoría de
bienes por su contenido de utilidad económica, destinados a satisfacer direc-
tamente las necesidades individuales y colectivas de la persona humana, crean-
do de esta manera una gran gama de relaciones jurídicas entre los hombres.
Los derechos patrimoniales se objetivizan con mayor efectividad so-
bre los bienes de carácter material, es decir, estamos hablando de la rela-
ciones reales, caracterizadas por ser directas e inmediatas entre el sujeto y
los bienes objeto de los derechos reales.
El derecho patrimonial, en su conjunto, encuentra en los derechos rea-
les y su positividad el fundamento jurídico para la regulación y seguridad
de la propiedad privada. Por consiguiente, la importancia de los derechos
reales es también la del derecho privado, porque se funda en la propiedad
para erigir su tamaña construcción. Sin la propiedad, sería insostenible ha-
blar de derecho civil patrimonial. No olvidemos que las relaciones cultura-
les, políticas, tecnológicas, económicas, comerciales y financieras que el
hombre de hoy afronta, se dan por la presencia de una civilización
globalizada, basada en bienes, sustancialmente corporales, de los cuales
normativamente se ocupa el derecho real.
1. CUADROS VILLENA, C. Ferdinad, Derechos reales, t. I, 2ª, ed., Lima, 1994, p. 35. Agrega el
jurista, que «la importancia técnica del estudio de los derechos reales, deriva del
hecho de ser ellos columna vertebral fundamental de los derechos patrimoniales,
que a su vez son la estructura del ordenamiento jurídico de la sociedad (sic)».
Los derechos reales tienen gran importancia bajo el triple aspecto de lo social,
político y económico, porque constituyen las normas jurídicas que organizan la
riqueza de un país, que es el sustento material del Estado moderno. AGLIANO, H.,
citando a LAFAILLE, recuerda que el dominio de los inmuebles ha determinado a
menudo la formación de clases y hasta el régimen gubernativo de los pueblos o la
calidad de sus instituciones; luego al citar a BONNECASSE, dice que los derechos reales
como los personales son formas jurídicas que están integradas por un contenido
económico. Así el derecho real sería la organización jurídica de la apropiación de la
riqueza (ob. cit., p. 178).
CAPÍTULO II: TEORÍA DE LOS DERECHOS REALES 51
dica de los derechos reales2 con el objeto de determinar las relaciones jurídi-
co-reales que produce. Así se habla de la teoría clásica o tradicional del dere-
cho real, luego de la teoría personalista de los derechos reales. Lo que se
pretende es establecer la naturaleza de las relaciones que producen los dere-
chos reales, y también determinar las disimilitudes de la dicotomía derechos
reales-derechos personales o de crédito. Veamos cuales son esas teorías:
2. Las teorías para determinar la naturaleza jurídica de los derechos reales que tienen mayor
ingerencia en la doctrina son las que nos ocupan en la presente obra, como la tradicional o
clásica y la personalista; pero su tratamiento para algunos involucra un estudio más dete-
nido y básicamente con el objeto de la distinción de los derechos personales, como en efecto
lo hace PÉREZ LASALA, José Luis (Derechos Reales y Derechos de Crédito, Depalma, Buenos Aires,
1967, pp. 105-122) tomando el llamado dualismo que comprende la teoría personalista y la
realista, luego la doctrina tripartita, bajo las categorías del ius ad rem como intermedia entre
el ius in re y el ius in personam, y por último, el autor, toma en cuenta los planteamientos que
contiene la tesis de GINOSSAR, quien niega la existencia de los derechos reales, y se orienta a
combatir la concepción tradicional de los derechos reales.
Por su parte CUADROS VILLANA, destaca tres doctrinas que debaten la naturaleza jurídi-
ca de los derechos reales y su distinción de los derechos obligacionales, como son: 1.
La doctrina tradicional; 2. La doctrina del sujeto pasivo universal; 3. La doctrina de la
creación institucional (ob. cit., p. 41). Cfr. PUIG BRUTAU, José, Fundamentos de derecho civil,
t. III, 2ª ed., Bosch, Barcelona, 1971, pp. 8-12; Messineo, Francesco, ob. cit., pp. 54-56;
GATTI, Edmundo - ALTERINI, Jorge H., El derecho real - elementos para una teoría general,
Buenos Aires, 1998, pp. 33-49.
3. AUBRY y RAU, ob. cit., p. 70. Además dicen que «los derechos reales son aquellos que
crean una relación inmediata y directa entre una cosa y la persona al poder de la cual
se encuentra sometida de una manera más o menos completa, siendo por eso mismo
susceptibles de ser ejercidos, no solamente contra tal persona determinada, sino
contra todos», ibídem, p. 72.
En palabras de PUIG BRUTAU, la teoría clásica del derecho real se caracteriza «como una
relación directa e inmediata entre el sujeto y el objeto del derecho, y que ésta es, en
definitiva, la concepción del derecho real que corresponde a la tradición romanista»,
ob. cit., p. 8. La doctrina clásica alcanza la cima con las concepciones de AUBRY y RAU,
junto a DEMOLOMBE, para quien «el derecho real es el que crea entre la persona y la cosa
una relación directa e inmediata, de tal manera que se encuentran en ella dos elemen-
54 NERIO GONZÁLEZ LINARES
tos, a saber: la persona que es el sujeto activo del derecho, y la cosa que es el objeto».
Otro de los adherentes a la doctrina clásica es MACKELDEY, F., para quien el derecho
real es «el que nos pertenece inmediatamente sobre cosa sometida por razón del
mismo a nuestro poder legal y a nuestra voluntad, bien sea bajo todos los conceptos
o bajo algunos solamente», Elementos del derecho romano, 3ª ed., Madrid, 1876, p. 128.
4. PUIG BRUTAU, José, ob. cit., t. III, p. 8
5. La doctrina clásica o romanista y la personalista u obligacionista del derecho real, no
son incompatibles, o como dice PUIG BRUTAU, «se complementan porque cada una
subraya uno de los rasgos esenciales del ius in re —luego agrega—, que la personalis-
CAPÍTULO II: TEORÍA DE LOS DERECHOS REALES 55
ta fácilmente puede armonizar con la clásica en una concepción del derecho real que
destaque sus aspectos interno y externo. En lo interno el derecho real recae de mane-
ra directa e inmediata sobre la cosa que constituye su objeto (…), en el aspecto
externo, el derecho real se ofrece con el carácter de un derecho absoluto (…) en el
sentido que puede oponerlo contra todos los titulares, así se dice que el derecho real
tiene efectividad erga omnes (sic)», ob. cit., p. 12.
CUADROS VILLENA, F., al ocuparse de la denominada doctrina personalista, cita a DEMOGUE,
MICHAS, RIPERT, quienes expresan que, «el derecho real es una relación establecida entre
una persona como sujeto activo y todas las demás como sujetos pasivos de una obliga-
ción de abstención y respecto del derecho del titular. Se trata de un sujeto pasivamente
universal», op. cit., p. 41. Sobre la teoría personalista o también llamada unitaria perso-
nalista, expresan GATTI y ALTERINI, que «a fines del siglo pasado, Planiol, en Francia,
expuso y difundió a través de su ‘traité élémentaire’, lo que calificó como nueva doctri-
na, conforme a la cual no existe diferencia substancial entre los derechos reales y
personales, porque en los primeros también existen sujetos pasivos representados por
cada uno de los integrantes de la comunidad obligados a respetarlos», ob. cit., pp. 35.
Para el estudio de la doctrina que nos ocupa en esta nota, véase PUIG BRUTAU, José, op.
cit., pp. 8-11; LAFAILLE, Héctor, Derecho civil - tratado de los derechos civiles, t. III, vol. I,
Buenos Aires, 1943, pp. 14-23. Borda, Guillermo, Manual de derechos reales, 4ª ed.,
Buenos Aires, 1994, pp. 12-14, el autor, cuando se ocupa de la teoría de la obligación
pasivamente universal, pondera sus críticas afirmando que «esta teoría nos parece
más brillante que sólida. En primer término, no vemos por qué razón el derecho
objetivo no puede amparar una relación directamente establecida entre una persona
y una cosa. En verdad, creemos que existe aquí un equívoco respecto de la palabra
relación. Es obvio y axiomático, como dice PLANIOL, que el derecho rige relaciones
entre las personas, puesto que su campo de acción es precisamente la coexistencia
humana. Pero ello no se opone de modo alguno a que proteja ciertos bienes del
hombre, teniendo en mira precisamente una posible agresión por parte de los demás
individuos. Y así como hay un derecho al honor, a la vida, hay también un derecho
sobre los bienes que sirven para la satisfacción de nuestras necesidades económicas»,
op cit., p. 13-14.
VALIENTE NOAILLES, Luis M., habla de la doctrina de la creación institucional: «reconoce
la diferencia existente entre los derechos personales y los reales, buscando desentra-
ñar la naturaleza de los segundos con la teoría de la institución. Nosotros debemos
entender por institución todo organismo o agrupación en la cual el ser humano
convive y disfruta de protección». El autor siguiendo a SALVAT, apunta que «dentro de
56 NERIO GONZÁLEZ LINARES
sujeto activo, siendo así, el derecho real deja de ser una relación sólo entre
hombre y cosa, y más bien, existe una relación jurídica entre el titular y todas
las demás personas determinadas como sujetos pasivos universales.
Según esta teoría los derechos reales tienen como elementos constituti-
vos, los siguientes: a) el sujeto activo titular del derecho (ejemplo, el propie-
tario, el usufructuario, el superficiario, etc.); y, b) el sujeto pasivo de carácter
universal, que son los integrantes de la colectividad, que carecen de titulari-
dad, pero con el deber colectivo de respeto y abstención de los derechos que
ostenta el titular sobre el bien. En suma, de acuerdo con esta corriente doc-
trinal en el derecho obligacional como en el real existe un sujeto activo titular
del derecho, con otras palabras el primero —obligacional— sería el sujeto
activo que tiene relación con un sujeto pasivo, empero en el segundo —real—
se encontraría un sujeto activo, como el titular del derecho real, pero el sujeto
pasivo sería el conjunto universal de todas las personas obligadas a respetar
su derecho, la obligación de estas personas sería respetar el derecho real del
titular, con la abstención de todo acto que pudiera lesionar los derechos de
uso, disfrute o disposición del bien, que las leyes tutelan.
estas instituciones, se crean situaciones o estados de hecho, los cuales con el tiempo se
transforman en estados de derecho. El derecho de propiedad ha nacido en esta forma
como un resultado de la tendencia del hombre que ocupa, a establecerse y fijarse
sobre ellas…», Derechos reales, Depalma, Buenos Aires, 1958, pp. 3-4.
6. SALVAT, Raymundo, Tratado de Derecho Civil argentino - Derechos Reales, 4ª ed., Edit.
Argentina, Buenos Aires, 1951, pp. 7-8. CUADROS, como lo hace BORDA, reafirma con
sumo razonamiento lógico, que «no deja de ser cierto, que no sólo los derechos
reales tendrían un sujeto pasivo universal o indeterminado, sino en general todos
los derechos, inclusive los obligacionales, puesto que el orden jurídico obliga a
toda la sociedad, a respetar la vida, la libertad y sus propias relaciones de crédito»,
ob. cit., p. 43.
CAPÍTULO II: TEORÍA DE LOS DERECHOS REALES 57
28. DEFINICIÓN
Definir los derechos reales, como ocurre con toda disciplina jurídica
material, resulta delicado e inclusive peligroso, en cuanto podría limitar su
propio contenido y desarrollo científico; sin embargo, por razones de di-
dáctica es necesario, como también así lo comprenden la gran mayoría de
los autores. Nuestro propósito de definición reposa en la firme convicción
CAPÍTULO II: TEORÍA DE LOS DERECHOS REALES 59
10. ALBALADEJO, Manuel, Derecho civil - derecho de bienes, t. III, 8ª ed., España, 1994, p. 1. ¿Por
qué derecho real? A los derechos reales se les da la denominación de reales, por
CAPÍTULO II: TEORÍA DE LOS DERECHOS REALES 61
llevar el carácter esencial que los distingue, de recaer directamente sobre las cosas,
sin sujeto pasivo individualmente determinado, dando lugar a una acción eficaz
contra cualquier poseedor de la misma.
11. ALLENDE, Guillermo, citado por MARIANI DE VIDAL, Marina, en Colección de análisis jurispru-
dencial - derechos reales, Buenos Aires, 2002, p. 3. Asimismo puede consultarse el mismo
trabajo en Panorama de derechos reales, 1ª ed., p.18 y ss. Se trata de una definición analítica
y descriptiva de los derechos reales. Por su contenido didáctico merece ser comentada
en la enseñanza de la materia, desbrozándola y estableciendo sus elementos.
62 NERIO GONZÁLEZ LINARES
a una actitud lícita. En sede de los derechos reales, el derecho subjetivo, está
integrado por tres elementos (infra 42):
30.2. El objeto, que es el bien sobre el cual la persona ejerce su señorío o poder.
12. MESSINEO, Francesco, Manual de Derecho Civil y Comercial, t. II, Ejea, Buenos Aires, 1952,
p. 9. Además el autor dice que «cuando se menciona el poder de la voluntad, como
contenido del derecho subjetivo, se quiere aludir a voluntad potencial, no necesaria-
mente actual. Esto explica cómo el derecho subjetivo, aunque sea potestad de querer,
pueda corresponder también al incapaz de entender o de querer», ibídem. Cfr. GATTI-
ALTERINI, «El derecho real en las clasificaciones de los derechos subjetivos», en El derecho real
- elementos para una teoría general, Buenos Aires, 1998. pp. 8-20.
64 NERIO GONZÁLEZ LINARES
32.1. Absolutos. Son los derechos denominados erga omnes, esto quiere
decir, que la facultad o el poder del titular implica la exigencia de abstención
de todos los demás, porque sólo corresponde o pertenece al titular. Entre
estos derechos subjetivos absolutos tenemos los derechos de la personali-
dad, de la familia, intelectuales y desde luego los derechos subjetivos reales.
32.2. Relativos. Son los derechos subjetivos que sólo otorgan a su titu-
lar el poder de exigir un determinado comportamiento a personas deter-
minadas, este comportamiento no es de abstención, sino, básicamente de
acción (de obrar). Entre estos derechos subjetivos relativos están los dere-
chos de obligaciones o de crédito.
13. FREITAS, citado por AREÁN, Beatriz, Derechos reales, t. 1, Hammurabi-Depalma, Buenos
Aires, 2003, p. 35.
CAPÍTULO II: TEORÍA DE LOS DERECHOS REALES 65
14. Los derechos reales reconocidos por nuestro ordenamiento jurídico civil tienen ori-
gen legal (artículo 881 del Código Civil). El sistema adoptado es el numerus clausus o
cerrado por ende prevalece frente al numerus apertus o abierto. No hay más derechos
reales que los regulados por el Código Civil, y las leyes especiales. Cfr. Alessandri,
Arturo, ob. cit., p. 27-28; AREÁN, Beatriz, ob. cit., t. 1, p. 65; GATTI-ALTERINI, ob. cit., pp. 77-
88, estos autores analizan el artículo 2502 del Código Civil argentino que, al igual
que nuestro Código Civil, adoptó el sistema numerus clausus (artículo 881), sobre el
que expresan: «El numerus clausus apunta a la determinación de cuáles han de ser los
derechos reales y al contenido in abstracto de ellos, pero no avanza sobre cuál ha de
ser la calidad específica de ese contenido, o sea sobre su contenido in concreto (tipi-
cidad)», ibídem, p. 82. Véase también LASARTE, Carlos, Principios del Derecho Civil, t. IV, 4ª
ed., Madrid, 2002.
El debate sobre los sistemas numerus clausus y numerus apertus, viene de antiguo y se
cristalizó finalmente a lo largo del siglo XIX, el siglo codificador, cuando dos de los
grandes cuerpos legales europeos optaron por seguir distintas sendas en la materia;
así, el Código Civil francés se pronunció claramente proclive al numerus apertus, esto
es, a favor del sistema de libre creación de los derechos reales; más tarde, otros
códigos de la familia latina y, finalmente, el BGB alemán optaron (normalmente, de
forma más implícita que expresa) por considerar que no deberían admitirse más
derechos reales que los que fueran considerados tales por la ley. La efectiva influen-
cia del BGB alemán (1900) en sede del numerus clausus en la legislación de la familia
latina cobra presencia en la nuestra.
Se puede consultar además, CASTÁN TOBEÑAS, José, «El sistema limitativo es el más conforme
con la naturaleza del derecho real y los intereses de los terceros», en Derecho civil español
común y floral, Madrid, 1978, p. 73.
66 NERIO GONZÁLEZ LINARES
15. La adopción del sistema numerus clausus, en la creación de los derechos reales, exige
normas de orden público, como en efecto tiene esta naturaleza el artículo 881 del
Código Civil peruano. La trascendencia que tienen los derechos reales en el orden
político, económico y social, reclaman la incidencia de la publicización de la norma ius
real, sobre todo si se trata de la creación legal de los derechos reales. En este entender
no estamos de acuerdo cuando algunos (GATTI-ALTERINI), afirman fuera del rigor norma-
tivo, «que en los derechos reales de garantía (prenda, anticresis o hipoteca) la única
fuente es la convención que debe ser expresada en la hipoteca (…)»; o «que tienen como
fundamento la voluntad presunta de las partes (…)». Dijimos, «fuera del rigor legal»,
en efecto así es, cuando se contrapone una afirmación a una norma prohibitiva, impe-
rativa y de orden público, y este fenómeno se produce cuando se dice que los derechos
reales, como los de garantía, tienen como fuente la autonomía de la voluntad (no es así
en un sistema orientado por el numerus clausus, como el de la Argentina y el Perú). A
ello se agrega, que los mismo juristas que sostienen que «los derechos reales de garan-
tía tienen origen en la voluntad de las partes», dicen lo siguiente: «Las proyecciones del
orden público en los derechos reales, que se traducen en el principio del ‘numerus
clausus’, impiden no sólo la creación de derechos reales distintos a los previstos por la
ley, sino también la modificación de los que ella admite. La imposibilidad de modifi-
car los derechos reales permitidos, está implícita en la segunda parte del artículo 2502
del Código Civil (…)». El numeral corresponde al Código Civil argentino; en el nues-
tro es el artículo 881.
Si le atribuimos a los derechos reales de garantía un origen convencional, no serían
derechos reales, sino contratos (Cfr. los rubros 645, 705, 706). Entendemos que en los
derechos de obligaciones rige el principio de la autonomía de la voluntad (creación
de derechos y obligaciones), que se halla limitado por la norma prohibitiva, impera-
tiva o de orden público, la moral y las buenas costumbre, en cambio en los derechos
reales esa autonomía pierde vigor, e impera el orden público que adquiere gran
connotación en la regulación de los derechos reales, o como dice MOLINARIO, Alberto
D., «significa que los derechos reales son creados y organizados exclusivamente por
la ley, y que la regulación total de los derechos reales es de orden público», «Enseñan-
za de los derechos reales que integran el derecho civil», en Revista los anales de la Faculta de
CAPÍTULO II: TEORÍA DE LOS DERECHOS REALES 67
Ciencias Jurídicas y Sociales, Universidad Nacional de La Plata, La Plata, 1959, p. 28. Los
defensores del numerus clausus, afirman que el argumento de mayor peso es el orden
público. Los principios y la doctrina en su mayor parte fundamentan la valía del
sistema numerus clausus, en el orden público y el riesgo de conceder a los particulares
la creación de los derechos reales de manera indiscriminada lindantes en el ejercicio
abusivo del derecho. Como bien expresa MAISCH VON HUMBOLDT, L., «la razón de esta
limitación es la de impedir la desnaturalización de las instituciones y proteger las
figuras existentes, dado que todo ello integra la noción de orden público», Los Dere-
chos Reales, Lima, 1980, p. 14. En definitiva es el orden público y la publicización de
los derechos reales los que justifican el sistema cerrado.
16. CASTÁN TOBEÑAS, José, Derecho civil español común y floral, 7ª ed., Madrid, 1950, t. II, p. 8.
DIEZ-PICAZO, es partidario del sistema cerrado en la creación de los derechos reales,
pero también recomienda que el derecho creado debe responder a la función social y
económica, señala que «…es menester que la función económica social que con la
constitución del derecho se trate de conseguir, exija la especial forma de afectación
del bien que el derecho real lleva consigo, y que lo imponga así la legitima utilidad
que se trata de obtener y la naturaleza de esa utilidad en relación con los bienes de
que ella constituyan objeto», Fundamentos de Derecho Civil Patrimonial, t. II, Madrid,
1978, pp. 99-101. En la práctica el sistema cerrado facilita la labor registral de los
bienes con la seguridad jurídica que debe ofrecer.
17. AREÁN, BEATRIZ, Derechos Reales, Hammurabi, t. 1, Depalma, 6ª ed., Buenos Aires, 2003,
p. 66. Cfr. DIEZ-PICAZO, ob. cit., pp. 99-101.
18. ALTERINI, Atilio Aníbal, Reformas al código civil - derechos reales, t. 1, Buenos Aires, 1994,
p. 34. ALTERINI, Jorge Horacio, comentando sobre el sistema adoptado por el Código
Civil argentino, comparativamente con el artículo 881 del Código Civil peruano,
llega a la conclusión que tanto la Argentina como el Perú, han adoptado el sistema
del numerus clausus. El artículo 2502 del Código Civil argentino, dice: «Los derechos
reales sólo pueden ser creados por la ley (…)», «El numerus clausus en los derechos
reales», en Diez años Código Civil peruano, Universidad de Lima, t. I, Lima, 1994, pp. 401-
68 NERIO GONZÁLEZ LINARES
412. Como dispone el artículo 881 del Código Civil peruano, los derechos reales
pueden ser también creados fuera del Código mediante leyes especiales (dice «…y
otras leyes»), por ejemplo, la propiedad agraria (artículos 4 a 19 del Decreto Legisla-
tivo 653 y el Decreto Supremo 0048-91-AG., artículos 88 y 89 de la Constitución del
Estado), la propiedad comunal (artículo 89 de la Constitución del Estado, Ley 24656),
la propiedad de las aguas (Decreto Ley 17752), la propiedad del autor (Decreto Legis-
lativo 822, artículo 2093 del Código Civil).
19. VÉLEZ SARSFIELD, Dalmacio, redactó el Código Civil de la República Argentina vigente
desde el 29 de setiembre de 1869. Reproducción facsimilar de la edición oficial de
Nueva York, 1870, Librería el Foro, Buenos Aires, marzo - 2003.
CAPÍTULO II: TEORÍA DE LOS DERECHOS REALES 69
ha hecho permisible el numerus apertus (artículo 543 del Code) y sólo es enunciativo.
Al respecto PLANIOL y RIPERT20, expresaban que «es preciso respetar la libertad de
contratación con tal que esta no vaya contra una disposición de orden público lo
que sucedería por ejemplo, si se quisieran resucitar los antiguos derechos feuda-
les». Este sistema, sencillamente no se adapta a nuestra realidad social, económi-
ca y cultural. Querer ser dueños para crear derechos reales sólo produciría des-
orden en nuestra compleja vida jurídica nacional.
20. PLANIOL, RIPERT y PICARD, Tratado práctico de derecho civil francés, t. III, Cultural S.A., La
Habana, 1946, p. 5. ALBALADEJO, Manuel, jurista español, ardoroso defensor del sistema
abierto o numerus apertus en la creación de los derechos reales, señala que «en cuanto
que los derechos reales típicos no son los únicos posibles (…) junto a ellos caben en
principio, cualesquiera otros derechos reales concretos que los particulares quieran
establecer, creando otras variedades (bien totalmente originales, si ello es práctica-
mente posible, bien mezclando elementos de los ya existentes o modificando en
estos los normales) de poderes directos sobre las cosas», ob. cit., p. 20. Cfr. HIGHTON E.,
Lineamientos de derechos reales, Ad Hoc, Buenos Aires, 1988.
70 NERIO GONZÁLEZ LINARES
rrado o sistema legal de los derechos reales), cuando expresa: «Son dere-
chos reales los regulados en este Libro y otras leyes». Metodológicamente
su ubicación resulta muy acertada, en el Libro V, Sección Primera, Disposi-
ciones generales. Es la primera de las normas en la regulación de los dere-
chos reales, e irradia la imperatividad de casi toda la normatividad ius real
que contiene el Código. Siendo así, los derechos reales están limitados en
su vida jurídica (en su nacimiento, vigencia y extinción), por la ley. La con-
cepción del numerus clausus, cerrado o legal, es adoptada por el Código
Civil peruano, por su propia trascendencia socio-económica y jurídica, e
igualmente adoptada por la mayoría de las legislaciones de otros países.
21. La Comisión creada por ley 26394 para elaborar el Anteproyecto de la Ley de Refor-
ma del Código Civil, pretende modificar la norma contenida en el artículo 882 del
Código Civil, haciendo facultativo su rigor imperativo, es decir, permitiendo que
mediante acto jurídico se establezca la prohibición de disponer o gravar la propie-
dad, hasta por el plazo máximo de diez años. Creemos que el poder de disposición
del bien por el titular, o de ejercer la libertad de disponer o gravar su patrimonio, no
debe sufrir prohibición o limitación alguna, porque atentaría a la libertad absoluta
de la que debe gozar el titular dominial.
El binomio libertad-propiedad es el fundamento en el que reposa un Estado demo-
crático, aun con las limitaciones de la expropiación o la funcionalidad social que debe
cumplir la propiedad. Si bien modernamente la propiedad sufre una serie de limita-
ciones, cuando éstas corroen la libertad de disposición (ius disponendi) vulneran la
esfera más privada del derecho patrimonial.
¿Cuál sería el fundamento para prohibir contractualmente enajenar o gravar la pro-
piedad? Seguramente el mismo que busca recortar la libertad. No se puede pasar
drásticamente de la prohibición de atentar a la libertad de enajenar o gravar la
propiedad a la facultad de limitar esa libertad, menos en un Estado democrático
donde aquella es la esencia de su mundo patrimonial. Es principio de los derechos
reales consagrado en la ley que «no puede establecerse contractualmente la prohibi-
ción de enajenar o gravar» (artículo 882 del Código Civil), y así está consagrado
también la legislación civil comparada, v. gr., entre otros, los Códigos Civiles mexi-
cano (artículo 834) y argentino (artículo 2612).
CAPÍTULO II: TEORÍA DE LOS DERECHOS REALES 71
23. Son los que otorgan al titular la facultad exclusiva de explotación económica como
los que tienen los autores de las obras literarias, artísticas o científicas, etc. Cfr. ALES-
SANDRI, Arturo, ob. cit., t. I, pp. 328 y ss., se ocupa ampliamente de la propiedad
intelectual considerada como un derecho doble: contiene un derecho moral pertene-
ciente a la categoría de los derechos de la personalidad y destinado a defender la
paternidad e integridad de la obra, y un derecho patrimonial que resuelve la explo-
tación económica exclusiva de la obra a su creador o autor. MESSINEO, Francesco, ob.
cit., t. III, pp. 376-418, se ocupa ampliamente de la propiedad intelectual, que la consi-
dera como una especie de la propiedad o como un derecho real. Puede verse también
la obra de MARIANI DE VIDAL, Marina, ob. cit., t. 1, p. 96.
24. Sobre los caracteres fundamentales de los derechos reales, véase la genial construcción
doctrinal de MESSINEO, Francesco, ob. cit., t. III, pp. 196-200. Este autor considera, entre
otros, los que siguen: «a) la inherencia del poder del titular de la cosa que es objeto del
mismo (sic); b) un poder con carácter de inmediación (sic); c) un poder que excluye todo
otro poder igual, o concurrente del sujeto sobre la cosa: poder de exclusión (sic); d) a tal
poder —configurado en los dos modos que hemos señalado— corresponde un deber
de la generalidad de los terceros de abstenerse (sic); e) nace sólo excepcionalmente, un
deber de contenido positivo a cargo del sujeto pasivo del derecho real (según el autor
es el lado positivo del derecho real); f) la oponibilidad y la eficacia del derecho real
frente a todos (erga omnes); g) el objeto del derecho real es siempre una cosa y una cosa
determinada (sic); h) no-esencial es que los derechos reales sean perpetuos; son sustan-
cialmente temporales, esto es derechos a término —el autor se refiere a los derechos
reales sobre bienes ajenos— (sic); I) la preferencia de determinado derecho real sobre
los otros derechos reales está determinada, de ordinario por la prioridad (precedencia)
de la adquisición (prior empore, prior iure); k) la preferencia (prevalencia) concedida al
derecho real sobre los concurrentes derechos personales patrimoniales, por lo que
puede hablarse de una jerarquía de poderes (sic)», ibídem.
También se puede consultar ALESSANDRI, Arturo, ob. cit., p.15. DIEZ-PICAZO, Luis, ob. cit., p.
59. Este último citando a GIORGIANNI, expresa «que los derechos reales están caracteriza-
dos por la inherencia o ligazón de los poderes del titular a una cosa determinada (sic)».
Otra caracterización de los derechos reales se tiene con el objeto de su distinción de los
derechos de crédito, como la que propone PÉREZ LASALA, José L., «por la inmediatez, por
razón de los sujetos, por el objeto, por el derecho de preferencia, por el orden de
prioridad, por el modo de originarse, por la duración, por el número, y por la publici-
dad registral», Derechos reales y derechos de crédito, Depalma, Buenos Aires, 1967, p. 45.
74 NERIO GONZÁLEZ LINARES
los derechos reales, que dicho sea de paso, les proporcionan tipicidad in-
confundible frente a los derechos de obligaciones y a los de las demás ra-
mas del Derecho civil. En consecuencia, las características de mayor rele-
vancia jurídica, son:
40.1. Es un poder jurídico del titular. El titular del derecho real tiene
inherencia con el bien sobre el que ejerce el poder jurídico; pero esto no
significa que siempre haya aprehensión material o física, sino basta la jurídica
o formal como ocurre con la propiedad de inmuebles que conlleva ínsitamente
el uso, el disfrute o la disponibilidad del bien. La titularidad es directa.
25. MESSINEO, Francesco, Derecho civil y comercial, t. III, trad. de Santiago Sentís Melendo,
Ejea, Buenos Aires, 1952, p. 197.
26. En la práctica y en alguna doctrina del carácter excluyente de los derechos reales, se
confunden los caracteres de exclusividad y excluyente. La exclusividad debe enten-
derse como el ejercicio del derecho de propiedad con exclusividad por parte del
titular dominial sobre todo el bien; es decir, que pertenece el bien sólo a una persona.
No puede pertenecer más que sólo a una persona. HIGHTON, Elena I., al tratar este
carácter previamente cita el artículo 2508 del Código Civil argentino, que define lo
exclusivo que son los derechos reales, propiamente el de propiedad, con el tenor
siguiente: «El dominio es exclusivo. Dos personas no pueden tener cada una en el
todo el dominio de una cosa; más pueden ser propietarias en común de la misma
cosa, por la parte que cada una puede tener». En cambio el carácter excluyente, conce-
de al titular del derecho real el poder de excluir de su propiedad a todo aquel
considerado tercero en relación al bien e impedir que tenga cualquier ingerencia
como a colocar o introducir objetos en el bien o ejercer actos posesorios o de domi-
nio, etc, sin tener la calidad de titular del bien. Los derechos reales son exclusivos y
CAPÍTULO II: TEORÍA DE LOS DERECHOS REALES 75
41.1. Por la inherencia del poder del titular al bien que es objeto del
mismo. El poder del titular se proyecta de manera directa sobre el bien y
no se aparta de éste aun cuando esté en posesión de un tercero (es el
poder jurídico del titular sobre el bien).
41.2. Por la determinación del objeto del derecho real. Los derechos
reales funcionan en base a bienes determinados o no indeterminados. Los
bienes deben ser inconfundibles, la duda o la confusión de la individuali-
dad del bien, crea dudas en la titularidad del bien.
28. En la doctrina casi de manera uniforme se establece que los elementos constitutivos
de los derechos reales son el sujeto activo del derecho, y la cosa es objeto del derecho;
en cambio en los derechos de obligaciones o personal, los elementos que lo estruc-
turan son el sujeto titular o activo del derecho, el objeto de este derecho y el sujeto
deudor o pasivo. En esta línea Cfr. ALESSANDRI, Arturo, ob. cit., t. I, p. 15; MESSINEO,
Francesco, ob. cit., t. III, p. 197; LAFAILLE, Hector, ob. cit., t. I, p. 3; GATTI – ALTERINI, «por
oposición, se configuró al derecho personal con tres elementos: El sujeto activo
(titular del derecho), el sujeto pasivo (obligado) y el objeto (la prestación dar, hacer
o no hacer)», ob. cit., p. 34.
Algunos autores hablan de relación jurídico real, pues si estamos a que las relaciones
jurídicas sólo pueden darse entre personas, y no con los bienes, lo pertinente es hablar
de relaciones reales, como lo recomiendan la mayoría de ius realistas argentinos; así,
MOLINARIO, Alberto D., De las relaciones reales, Edit. Universidad, Buenos Aires, 1981. El
autor dice: «Hemos recurrido a la expresión relación real, teniendo en cuenta que si por
derecho real entiende la doctrina moderna el derecho de los bienes, la relación entre el
hombre y la cosa puede también ser calificada de real». Para un estudio detenido y
profundo sobre las «relaciones reales», se recomienda la obra citada.
78 NERIO GONZÁLEZ LINARES
29. Cfr. nuestro planteamiento sobre las relaciones entre el titular y el bien (supra 43).
30. CARBONNIER, Jean, Derecho civil, Bosch, Barcelona, 1961, p. 198.
31. Objeto de los derechos reales. El contenido o asiento de estos derechos es la cosa tomada en
su acepción técnica, de objeto corporal, susceptible de valor. Cfr. LAFAILLE, ob. cit, t. III, p. 16.
CAPÍTULO II: TEORÍA DE LOS DERECHOS REALES 79
TÍTULO II
DISIMILITUDES: DERECHOS REALES Y DERECHOS
PERSONALES O DE CRÉDITO
33. El Código del Medio Ambiente y de los Recursos Naturales, en el artículo VII de su
Título Preliminar regula la función ambiental que debe cumplir la propiedad, cuya
literalidad es como sigue: «El ejercicio del derecho de propiedad, conforme al interés
social, comprende el deber del titular de actuar en armonía con el medio ambiente».
34. PEÑAILILLO ARÉVALO, Daniel, Los bienes, 2ª ed., Editorial Jurídica de Chile, 1991, p. 5.
CAPÍTULO II: TEORÍA DE LOS DERECHOS REALES 83
46.1. Por razón de los sujetos. En los derechos reales se instituye una
relación directa e inmediata entre persona y bien, v. gr., si soy propietario de un
determinado bien, no tengo la necesidad de un intermediario, porque ejerzo
directamente mi derecho sobre el bien. Se trata de ejercer un derecho por sí
mismo. De esta manera el derecho real crea una relación directa e inmediata
entre la persona y el bien, dando lugar a la concurrencia de dos elementos: a) la
persona, que es el sujeto activo o titular del derecho; y, b) el bien, que es el objeto
de aquella relación (relación típicamente real). Según DEMOLOMBE36, «en los dere-
chos reales intervienen sólo dos elementos, el titular del derecho y la cosa; en
cambio en los derechos de crédito los que intervienen son tres, el titular, el
35. El problema de las disimilitudes entre los derechos reales (ius in re) y los obligacionales o
de crédito (ius in personam), es uno de los más importantes de dilucidar en el derecho civil.
No en vano se considera como la summa divisio. No se trata de un problema puramente
teórico, sino, tiene sin duda el valor didáctico en la enseñanza de la materia ius real, en esta
misma medida su trascendencia jurídica es en la práctica de ambos derechos (reales y
personales). De lo que resulta que las diferencias elaboradas en la doctrina tomando como
fuente el aporte de las mismas clasificaciones jurídicas (reales y obligacionales) sirvan para
que operen cada una con plena autonomía. Para todo véase la excelente obra de PÉREZ
LASALA, José Luis, Derechos reales y derechos de crédito, Depalma, Buenos Aires, 1961. Véanse
además, MESSINEO FRANCESCO, ob. cit., t. II, p. 16; GATTI - ALTERINI, «Comparación analítica entre los
derechos reales y los personales», en ob. cit., pp. 51-63; PUIG BRUTAU, José, ob cit., t. III, p. 12.
36. DEMOLOMBE, C., citado por PÉREZ LASALA, José L., expresa: «Aceptamos esta posición en
cuanto atañe al dominio, pero la negamos al extenderla a los demás derechos reales. En
principio en el dominio no hay otro sujeto que su titular, que es quien ejerce el poder
sobre la cosa. No hay sujeto pasivo alguno; la idea del sujeto pasivo colectivo (obligación
pasivamente universal) es ajena al derecho civil. Afirmamos en cambio, la existencia del
sujeto pasivo en los derechos reales sobre cosa ajena (…)». «Tal sujeto pasivo existe en las
dos categorías de los iura in re aliena, en los derechos de goce y en los de garantía». Estas
afirmaciones no dejan de ser totalmente ciertas, en cuanto el sujeto pasivo universal
estaría reservado sólo para el derecho de propiedad, o como reitera el autor, que «estas
CAPÍTULO II: TEORÍA DE LOS DERECHOS REALES 85
obligado y la prestación». Sobre estas afirmaciones PÉREZ LASALA37, dice que «acep-
tamos esta posición en cuanto atañe al dominio pero la negamos al extenderla a
los demás derechos reales —prosigue el autor— afirmamos, en cambio, la exis-
tencia del sujeto pasivo en los derechos reales sobre cosa ajena. Tal sujeto pasivo
existe en las dos categorías en los iura in re aliena, en los derechos de goce y en los
de garantía». En efecto, en todo derecho real derivado de la propiedad existe el
sujeto pasivo como persona natural o jurídica, las aseveraciones del jurista men-
cionado, desde luego provocan nuestra plena adherencia. Si esto es así, las dife-
rencias entre los derechos reales y de obligaciones, por razón de los sujetos,
resultan innecesarias o sin objeto, como se tiene explicado.
En cambio sucede con claridad en los derechos de obligaciones o de
crédito, la creación de una relación entre la persona titular del derecho
(acreedor), un sujeto pasivo (deudor) y un objeto del derecho (prestación).
En los derechos personales o de crédito, existe sólo un sujeto pasivo en la
relación jurídico-obligacional frente al titular del derecho, de tal manera
que generan eficacia sólo entre las partes (inter-partes).
39. Ibídem, p. 52. Agregan en nota a pie de página que, «sin una cosa que le sirva de objeto
inmediato, no puede configurarse el derecho real», ibídem.
CAPÍTULO II: TEORÍA DE LOS DERECHOS REALES 87
40. La autonomía de una rama jurídica como la de los derechos reales o la de obligaciones,
se determina como aconseja Antonio CARROZZA, a través de los planos o niveles autonó-
CAPÍTULO II: TEORÍA DE LOS DERECHOS REALES 89
reales; en cambio los derechos personales son aquellos que pueden hacerse
valer entre personas determinadas.
47. SEMEJANZAS. Sin duda, las semejanzas entre los derechos reales y
los derechos obligacionales o de crédito esencialmente radican en:
1. Ambos son los dos grandes derechos patrimoniales, en razón de
que esencialmente son de extraordinario contenido económico.
2. Ambos son clasificaciones jurídicas del derecho civil.
3. Ambos normativamente están regulados por el mismo Cuerpo legal
(Código Civil.).
4. Ambos están informados por los principios de la patrimonialidad, la
economicidad y la función social de la propiedad, que tributan por todas
las vertientes al desarrollo del país
48. RELACIONES
Las relaciones entre los derechos reales y los personales o de crédito
están marcadas porque se trata de derechos de contenido económico-patrimo-
nial, que no pueden mantenerse desvinculados o escindidos —esta situación
de escisión no existe en el derecho—, pues ante todo el derecho es un sistema.
Una de las fuentes vinculatorias entre ambos derechos son los derechos
reales de garantía, que operan de accesorios garantizando el cumplimiento
de una obligación de naturaleza personal o de crédito (por ejemplo, en la
hipoteca, la prenda, etc.), o sea, la pretensión personal se sirve de la preten-
sión real (v. gr., en una servidumbre con respecto a los gastos de manteni-
miento y conservación a cargo del propietario del predio sirviente). Luego
podemos aludir a las obligaciones denominadas propter rem (obligaciones rea-
les), establecidas por la ley. Los derechos reales son accesorios de los nego-
cios jurídicos (derechos reales de garantía), de los que surgen derechos y
41. Citado por LAQUIS, Manuel A., Derechos reales - parte general, t. I, Depalma, Buenos
Aires, 1975, pp. 18-19.
42. Ibídem, p. 33.
92 NERIO GONZÁLEZ LINARES
Pero ¿qué son las obligaciones reales? Son aquellas atribuidas al pro-
pietario o poseedor de un bien en su calidad de tal, cuya relación culmina
con la sola cesación de la transferencia del derecho. Es decir, desaparecido
el derecho real sobre el bien, por ejemplo, efectuada la transferencia del
derecho de propiedad, las obligaciones del transferente cesan.
Las obligaciones, como las que se derivan de la medianería, de la servi-
dumbre, etc., son obligaciones que nacen de la ley u obligaciones ex lege.
Sobre estas obligaciones MESSINEO43, nos dice: «Que la cosa es en cierto modo
la ocasión de la obligación, y tanto es así que, al desaparecer el derecho sobre
la cosa, desaparece la obligación propter rem, y el deudor queda liberado o la
misma se extingue en lo absoluto (...) o porque (casos más frecuentes) la
misma se desplaza con el desplazamiento del derecho sobre la cosa, esto es,
se transfiere al nuevo sujeto del derecho sobre la cosa». Se advierte que las
obligaciones derivadas de los derechos reales, se deslizan juntamente que el
derecho sobre el bien, cuando se transfiere al nuevo propietario o poseedor.
La obligación propter rem44, nace de la ley o es impuesta por la ley, al
igual que el surgimiento de los derechos reales —numerus clausus—. En
cambio la obligación personal no sólo nace de la ley, sino fundamentalmen-
te del acuerdo convencional (contratos), que es la fuente más rica del dere-
cho de obligaciones o de crédito.
En conclusión, la obligación propter rem, sólo se deriva cuando se vincula a
un derecho real, y se cumple junto con este derecho por su función ambulatoria.
La obligación real nace y sigue al bien, esto es, tiene por origen un derecho real.
Las obligaciones reales se pueden derivar de los derechos reales principales, de
los derechos reales sobre bienes ajenos o de los derechos reales de garantía.
A. Clasificación de Enneccerus
1. Derechos reales de dominación.
1.1. Derecho que concede el señorío total sobre la cosa, solamente el
derecho de propiedad, derecho fundamental y clásico que, en principio,
constituye el derecho real de mayor amplitud, naturalmente sujeto hoy, a
las limitaciones impuestas por el derecho moderno.
1.2. Derecho que puede conceder el señorío total en cuanto al goce pero
no la disposición del bien, como el usufructo, que da a la persona el derecho
de gozar del bien pero no la facultad de disponerlo.
B. Clasificación de WOLFF
Ampliando los criterios clasificatorios de los derechos reales, pode-
mos señalar el elaborado por el notable jurista Martín WOLFF, como sigue:
Tercera Parte
98 NERIO GONZÁLEZ LINARES
CAPÍTULO III: DE LOS BIENES 99
CAPÍTULO III
De los bienes
TÍTULO I
COSAS Y BIENES
«bien es toda cosa que puede servir de algo, y que el contenido de todo derecho
es un bien y el destinatario del derecho es el hombre»; el mismo jurista escribe,
«que no hay derecho sin utilidad, y que bien y derecho nunca se combaten».
Para el profesor CASTAÑEDA5, los bienes denotan un concepto más amplio que el
de cosas, las cosas son los objetos corporales, los bienes son cosas, derechos
reales, obligaciones. En definitiva, se llaman bienes a todos aquellos que conlle-
van ínsitamente un valor que se traduce en la utilidad destinada a satisfacer las
necesidades del hombre, por ejemplo, los vestidos, alimentos, vehículos, los cré-
ditos, las acciones en una sociedad anónima, el derecho de autor, etcétera.
4. IHERING, Rudolf Von, El espíritu del derecho romano, t. I, versión española, 5ª ed., Madrid,
1892, p. 366.
5. CASTAÑEDA, Jorge Eugenio, Los derechos reales, 4ª ed., Lima, 1973, p. 19. El autor citando a
BURGUNDUS, explica que, «los bienes son para los hombres sangre y alma; cuando no los
tiene, anda como difunto entre los vivos; y la persona que regla según la condición de los
bienes; estos no siguen a la persona, sino que atraen a la persona». La cosa tiene una
significación más restringida que la de bien, la cosa es la res de los romanos. Y res está
dentro de los vocablos «padre», «patriota». El patriota debe tener cosas para ser tal. Y el
padre no sólo debe tener hijos, sino también cosas. Sin embargo, cosa viene del latín
causa. Por ella, hay cosas; y en griego «causa» es principio; origen. Lo hemos dicho y
reiteramos que todas las cosas son bienes, pero no todas son bienes Es también de insistir
que los bienes son el género y la cosa la especie. El Proyecto del Código Civil argentino,
contiene en su artículo 214 lo siguiente: «Se denominan bienes los objetos susceptibles de
valor económico. Los bienes materiales se llaman cosas. Las disposiciones referentes a
las cosas son aplicables a la energía y a las fuerzas naturales susceptibles de ser puestas al
servicio del hombre», Nos parece una definición de los bienes acorde a la concepción
moderna, sobre todo en cuanto hace alusión a la energía (como la eléctrica) y las fuerzas
de la naturaleza, en cuanto sean de utilidad y beneficio para el hombre, ingresan a ser
regulados por el derecho real, en la categoría de bienes. El Código Civil peruano en
comparación con la mayoría de los Códigos latinoamericanos, que adoptan la termino-
logía de «cosas» (como el colombiano, chileno, argentino, etc.), utiliza el concepto jurídico
de «bienes». Actualmente el novísimo Código Civil de Brasil, en el Libro II, se ocupa bajo
el título «De los bienes», desterrando el concepto «cosa».
CAPÍTULO III: DE LOS BIENES 103
chos reales sobre bienes futuros; d) las cosas deben ser singulares. Ibídem. Para una
mejor información Véase DE SALVO VENOSA, Silvio, Direito civil - direitos reais, 3ª ed., vol.
5, Sao Paulo - Brasil, Atlas S. A., 2003. Resulta interesante lo que el autor brasileño
enseña sobre los bienes, cuando dice que «entendemos por bienes todo el que nos
puede proporcionar utilidad. En una visión legal, no jurídica, bien es todo el que
puede corresponder a nuestros deseos. En la comprensión jurídica, bien debe ser
considerado todo el que tiene valor pecuniario o axiológico. En este sentido bien es
una utilidad, puede ser económica, puede ser no económica (filosófica, psicológica o
social). En este aspecto, bien es especie de cosa, empero los términos sean, por veces,
utilizados indistintamente», ibídem, p. 17.
9. CUADROS VILLENA, Ferdinad C., ob. cit., t. I, p. 85.
10. PÉREZ LASALA, José Luis, ob. cit., p. 71. Nuestro ordenamiento jurídico en materia ius
real, modernamente admite como objeto del derecho de propiedad los derechos
intelectuales. Estos derechos por su fuerte contenido patrimonial, pese a denotar
cierta inmaterialidad, excepcionalmente son considerados derechos reales por el
artículo 2093 del Código Civil peruano.
CAPÍTULO III: DE LOS BIENES 105
bienes, término con el cual se abarca tanto las cosas corporales como las
incorporales». Al respecto nuestro Código Civil (artículo 2093) considera a
las obras intelectuales, artísticas o industriales como derechos reales.
En el derecho real comparado tenemos el artículo 90 del Código Civil
alemán, que en la Sección Segunda de la Parte General, regula las «cosas»
expresando que, «en el sentido legal son cosas los objetos corporales». Por
su parte el Código Civil italiano en su artículo 810, conceptúa el «bien»
como aquella cosa que puede ser objeto de derecho».
mando que los bienes son el objeto y la fuente material de los derechos
patrimoniales.
63.2. Bienes por las relaciones entre las cosas. Tenemos: 1. Bienes sim-
ples y compuestos. 2. Bienes principales y accesorios. 3. Bienes frutos y
productos.
15. Sobre la clasificación de los bienes como los objetos de los derechos reales, se puede
ver, LAFAILLE, Héctor, ob. cit., t. III, p. 16; BORDA, Guillermo, Manual de derechos reales, 4ª
ed., Perrot, Buenos Aires, 1994, pp. 9 y ss.; ALESSANDRI, Arturo, ob. cit., t., I, p. 6;
CIFUENTES, Santos, ob. cit., pp. 122-152. Este último autor clasifica los bienes de la
manera siguiente: a) atendiendo a su relación con el patrimonio, que a su vez pueden
ser: a.a) dentro del patrimonio (…), a.b) fuera del patrimonio, cosas que no tienen
dueño por no ser objeto de un derecho privado; b) atendiendo a utilización y dispo-
sición, que representan: b.a) dentro de comercio, b.b) fuera de comercio; c) atendiendo
a su naturaleza, como: c.a) muebles e inmuebles, c.b) fungibles y no fungibles, c.c)
consumibles y no consumibles, c.d) divisibles y no divisibles, frutos y productos; d)
atendiendo a la conexión entre sí: d.a) simples, d.b) compuestos, d.c) principales; e)
atendiendo a las relaciones de los bienes con las personas: e.a) bienes del Estado,
e.a.a) bienes públicos, e.a.b) bienes privados, e.b) bienes municipales, e.c) bienes de
la Iglesia, e.d) bienes particulares. Ibídem.
CAPÍTULO III: DE LOS BIENES 109
64.1. Corporales (res corporalis), son aquellos que tienen existencia real
y pueden ser percibidos por los sentidos. Se caracterizan por su materiali-
dad o presencia física, v. gr., una casa, un libro. La energía es un bien corpo-
ral, aun cuando no tiene forma, es sensible. Estos bienes son los que pue-
den verse y tocarse.
16. El novísimo Código Civil de Brasil, clasifica y define los bienes en inmuebles y
muebles; así, afirma lo siguiente: «Son bienes inmuebles el suelo y todo cuanto se le
incorpore natural o artificialmente» (artículo 79). «Son muebles los bienes suscepti-
bles de movimiento propio, o de remolcación por fuerza ajena, sin alteración de la
sustancia o de la destinación económico-social» (artículo 82).
CAPÍTULO III: DE LOS BIENES 111
no todo es inmueble, el casco del fundo, sino también todos los cultivos, y si se
trata de animales de labranza o de ganado, se consideran como que forman
parte del inmueble, por su destino». Claro está, mientras los cultivos no sean
cosechados son inmuebles, pero una vez realizados pasan a ser muebles.
El tratadista francés PLANIOL18, critica la clasificación, por ficción legal, ex-
presando: «que es una de las ficciones más innecesarias del derecho, que a
nada conduce declarar que determinados bienes muebles son inmuebles, ya
que éstos sólo lo son por su naturaleza y para los muebles hay una fórmula más
simple: por el fin perseguido. Que si lo que se pretende con esta clasificación es
evitar que rijan normas destinadas respecto a determinados bienes que deben
estar sometidos a las mismas, por ejemplo, el suelo y lo que está agregado a él
es inútil la ficción de declarar que son inmuebles los muebles agregados, cuan-
do es más simple o mejor disponer que quedan sujetos a las mismas reglas
aplicables a los inmuebles y que no pueden separarse sin la voluntad del pro-
pietario —el autor agrega— que así lo consignan los códigos alemán y suizo,
los cuales hablan de partes integrantes y accesorios, sin usar ficciones puede
ocasionar dificultades». Nosotros creemos que no existe mayor dificultad, si
es por mandato legal, tener a ciertos muebles como inmuebles, y por razones
de su utilidad y tráfico económico, máxime que los derechos reales que sólo
pueden ser típicos o legales, así ocurre en nuestro derecho real positivo, como
aparecen de los incs. 4, 9 y 10 del artículo 885 del Código Civil.
69. PREMISA
Como antecedentes legislativos de la clasificación de los bienes en
inmuebles y muebles tenemos en nuestro país el Código Civil de 1852, que
en su artículo 456, se refiere a los inmuebles enunciativamente y en el artí-
culo 455 sólo define los muebles. Este primer Código Civil peruano, siguió
la teoría clásica de los romanos, que aplica la clasificación de muebles e
inmuebles a los bienes corporales. Luego tenemos el Código Civil de 1936,
que se ocupa enumerativamente de los bienes inmuebles en el artículo 812,
y de los bienes muebles en el artículo 819. En el Código Civil de 1984,
vigente, se legisla siguiendo la metodología legal, simplemente enumerativa
de los bienes inmuebles en once incisos del artículo 885. El Código nos
habla de manera uniforme, no de cosas, sino de bienes.
El artículo 886 del Codigo Civil, en sus 10 incisos, enumera cuales son los
bienes muebles. Hoy todos los Códigos modernos acogen la distinción entre
inmuebles y muebles, como ocurre en la legislación comparada, así tenemos, el
Código Civil italiano, en su artículo 406, expresa: « Todas las cosas susceptibles
de ser objeto de una propiedad pública o privada son bienes inmuebles o mue-
bles». El Código Civil español en su artículo 335, dice: «Todas las cosas que son
o pueden ser objeto de apropiación se consideran como bienes inmuebles». El
Código Civil mexicano para el Distrito Federal, clasifica los bienes de manera
general como inmuebles y muebles en sus artículos 750 a 751; 752 a 763. El
novísimo Código Civil de los Estados Unidos de Brasil, vigente desde el 10 de
enero de 2003, dedica la Sección I, Capítulo I, del Libro II, De los Bienes, a los
bienes inmuebles (artículo 79), y muebles (artículo 82).
70. BIENES INMUEBLES. El artículo 885 del Código Civil, sin ser
limitativo, los enumera, y son:
1. El suelo, el subsuelo y el sobresuelo.
2. El mar, los lagos, los ríos, los manantiales, las corrientes de agua, y
las aguas vivas o estanciales.
3. Las minas, canteras, y depósitos de hidrocarburos.
4. Las naves y aeronaves.
5. Los diques y muelles.
6. Los pontones, plataformas y edificios flotantes.
7. Las concesiones para explotar servicios públicos.
8. Las concesiones mineras obtenidas por particulares.
9. Las estaciones y vías de ferrocarriles y el material rodante afectado
al servicio.
10. Los derechos sobre inmuebles inscribibles en el registro.
11. Los demás bienes a los que la ley les confiere tal calidad.
71. BIENES MUEBLES. El artículo 886 del Código Civil enumera las cla-
ses de bienes muebles, y son:
1. Los vehículos terrestres de cualquier clase.
2. Las fuerzas naturaleza suceptibles de aprovechamiento.
3. Las construcciones en terreno ajeno, hechas para un fin temporal.
4. Los materiales de construcción o procedentes de una demolición si
no están unidos al suelo.
114 NERIO GONZÁLEZ LINARES
TÍTULO II
CLASIFICACIÓN DE LOS BIENES
19. El artículo 2324 del Código Civil argentino, dice: «Son cosas fungibles aquellas en que todo
individuo de la especie equivale a otro individuo de la misma especie, y que pueden susti-
tuirse las unas por las otras de la misma calidad y en igual cantidad». Cfr. Código Civil de la
República Argentina, redactado por Dalmacio VÉLEZ SARSFIELD, sancionado por ley 340 de 25 de
setiembre de 1869 y vigente desde el 1° de enero de 1871, Edición Oficial, Buenos Aires, 2003.
20. El Código Civil español, define normativamente los bienes fungibles o no fungibles
en el artículo 337, expresando: «Los bienes muebles son fungibles o no fungibles: A la
primera especie pertenecen aquellos de que no pueden hacerse el uso adecuado a su
naturaleza sin que se consuman; a la segunda especie corresponden los demás». Cfr.
Código Civil Alemán, XIII ed., Comentarios y Solución de Jurisprudencia por Jaime de
CASTRO GARCÍA, Edit. Codex, Madrid, 2002, p. 152.
21. SALVAT, Raymundo, Tratado de derecho civil argentino – derechos reales, tt. I y II, 4ª ed.,
Buenos Aires, 1951, p. 658. véase para todo ALESSANDRI, Arturo, op. cit. t. II. p. 201 y ss.
116 NERIO GONZÁLEZ LINARES
1177 del Código Civil. 3. La decisión o voluntad de los titulares del bien de
efectuar o no la división del bien. Aquí juega papel importante la voluntad
de las personas.
73.4. Bienes presentes y futuros. Bienes presentes son aquellos bienes que
tienen existencia real y efectiva en un tiempo determinado, como es al cele-
brarse una relación jurídica. Bienes futuros, son aquellos que no tienen todavía
existencia y tan sólo se espera que existan o hay la probabilidad de que existan,
v. gr., el fruto de un árbol, la obtención de la pesca. Si hablamos de bienes
presente y futuros rápidamente advertimos que nos encontramos controlados
por el tiempo, lo presente ya es una realidad en el tiempo, existe. Lo futuro es
una expectativa con posibilidades de existir el bien en un momento dado.
Constituir hipoteca sobre bienes futuros, de acuerdo con nuestra ley
civil, se encuentra prohibido; sin embargo, la Comisión Revisora del actual
Código Civil, pretende crear todo lo contrario, es decir, la hipoteca sobre
bien futuro, y como si esto fuera poco pretende crear la hipoteca sobre
bienes muebles. ¿Es conveniente crear la hipoteca sobre bienes futuros que
equivale a decir sobre bienes inciertos? Los de la Comisión han olvidado
que los derechos reales operan sobre bienes determinados, que un bien de
obtención a futuro que sirva de garantía real conduciría a una garantía
incierta —por no decir inexistente— y a un imposible jurídicamente hablan-
do y, finalmente, que no es posible la inscripción de un bien futuro en los
Registros Públicos.
25. BARASSI, Lodovico, Instituciones de derecho civil, vol. II, trad. de Ramón GARCÍA DE HARO,
Bosch, Barcelona, 1955, p. 142.
CAPÍTULO III: DE LOS BIENES 119
rio del predio todo lo que está aplicado permanentemente a su fin econó-
mico y se halla en una relación que responde a ese fin». Esta disposición ha
sido superada con mejor precisión y técnica por el artículo 888 del Código
Civil de 1984, en cuyos supuestos no se limita, en lo accesorio, sólo a los
denominados «predios», como lo hacía el numeral acotado del Código Ci-
vil de 1936, sino ahora, se utiliza la palabra «bien», como en efecto el artícu-
lo 888 (del Código Civil de 1984), dice: «Son accesorios los bienes que, sin
perder su individualidad, están permanentemente afectados a un fin eco-
nómico u ornamental con respecto a otro bien (...)».
Los bienes accesorios son los que para existir dependen de otros bienes,
son los que están subordinados a otros. Así, serán accesorios de un predio
agrícola todo lo que es necesario o aplicado de manera permanente a los
fines económico-productivos del bien principal, seguirán la suerte del bien
principal y sólo tendrán vida en la medida del cumplimiento de los fines del
principal, v. gr., un tractor arador. Hemos dicho que un bien simple es el que
tiene propia existencia en lo físico y económico, pero si este bien requiere
conectarse con otro bien lógicamente estaremos ante un bien compuesto.
Tradicionalmente a los bienes accesorios se les denominó «pertenen-
cias» o bienes unidos por accesión. En el derecho real moderno se prefiere
hablar de las partes integrantes y accesorias, las cuales tienen que ver mucho
con el bien principal, sobre todo en el cumplimiento de sus fines económico-
sociales. En suma, los bienes principales son aquellos que tienen existencia
propia e independiente, no requiere de otros bienes; en cambio, bienes acce-
sorios son los que están subordinados a otro bien llamado principal, que sin
éste no pueden existir. Bienes integrantes y accesorios están ligados al prin-
cipal, para imprimirle funcionalidad socio-económica. El ejemplo por exce-
lencia del bien principal es el suelo y los árboles serían accesorios de aquel.
TÍTULO III
FRUTOS Y PRODUCTOS
76.1.2.1. Frutos naturales. Son aquellos que nos ofrece la naturaleza y, que
se renuevan periódicamente con el cambio de los frutos (porque se van perci-
biendo), como ocurre en la agricultura, con cada campaña agrícola. Esta clase
de bienes tiene estrecha vinculación con los recursos naturales renovables.
Consideramos que habrá la obtención o percepción de los frutos naturales
económicamente hablando, como en la agricultura, sólo cuando hay intervención
del hombre; pero si sólo fueran las fuerzas de la naturaleza, en su explotación,
estaríamos en una mera actividad extractiva, por ejemplo, la tala de los bosques
naturales como ocurre en la selva y ceja de selva, con fines madereros. Pero es otra
la actividad económica cuando interviene el hombre aprovechando los recursos
renovables como ocurre con las actividades agrarias, en las cuales la presencia del
hombre es imprescindible con el objeto de colaborar con la naturaleza, para obte-
ner primariamente los frutos, cien por ciento naturales, directamente de la natura-
leza tal cual nos ofrece, destinados al consumo humano. Frutos naturales que son
generados aprovechando la fuerza productiva del suelo o la tierra. Pero si habla-
mos de las actividades agrarias necesariamente requieren de la colaboración del
cultivador o criador, de lo contrario no habría actividad agraria o agricultura.
76.1.2.2. Frutos industriales. Esta clase de frutos son creados por el hom-
bre, es decir, la intervención del hombre es indispensable. La capacidad
creadora y transformadora del ser humano hace posible que los bienes
sean transformados en una o múltiples formas (actividad industrial). Son
frutos industriales los que produce el bien, por la intervención humana
(artículo 891 del Código Civil). Las utilidades o beneficios obtenidos de
una actividad industrial son frutos industriales.
76.1.2.3. Frutos civiles. La norma que los regula (artículo 891 del Código
Civil), establece: «(...) son frutos civiles los que el bien produce como consecuen-
cia de una relación jurídica». Así, como dice la norma, nacen estos frutos, por
ejemplo, de un contrato de arrendamiento, la renta que se debe percibir por éste
es el fruto civil; en el préstamo de dinero, los frutos civiles son los intereses que
debe pagar el prestatario. En consecuencia el resultado de esas relaciones jurídi-
cas, son las ganancias que percibe y corresponden al titular del derecho.
77. PRODUCTOS
El artículo 894 del Código Civil, nos alcanza la definición legal siguien-
te: «Son productos los provechos no renovables que se extraen de un bien».
Siendo así, los minerales, petróleo, gas, etc., son productos. Todo provecho
obtenido de los recursos naturales no renovables, afectando su sustancia hacia
la extinción del bien productivo, son considerados jurídicamente productos.
124 NERIO GONZÁLEZ LINARES
perjuicios a quienes tienen el derecho adquirido sobre tales bienes. Así se des-
prende de la norma contenida en el artículo 892 del Código Civil; sin embargo,
en sentido estricto, los frutos no siempre pertenecen al propietario del inmue-
ble fructífero o de la fábrica, sino, también puede pertenecer al titular del
derecho de uso y goce, por ejemplo, el arrendatario, el usufructuario o el
anticresista-acreedor. Esto quiere decir, que la percepción de los frutos no sólo
puede pertenecer al titular de la propiedad, sino también a quien tiene el uso y
goce del bien principal. La percepción de los frutos naturales se efectúa cuando
se recogen o se cosechan los frutos, los industriales cuando se obtienen los
frutos transformados y los civiles cuando son recaudados.
fuera del comercio de los hombres (extra comercium), es decir, a la res in comer-
cio y a la res extra comercium. Los bienes extra comercio se encontraban exclui-
dos unos por ser derechos divinos y otros por ser derechos humanos, éstos
fueron los llamados res nullius divini iuris y res nullius humani iuris, respectiva-
mente. Por cuestiones de derechos humanos se hallaban excluidas las res
communes (las cosas sobre las que no se concebía un derecho privado como
son el aire, la luz, el sol, etc.), de igual manera se hallaban excluidas las res
publicae (las destinadas al uso público y que los hombres, como ciudadanos
tenían derecho de utilizarlos, por ejemplo, los caminos, las plazas, etc.), ha-
bían también las res universitatum, que eran algunas cosas que pertenecían a
los ciudadanos (como los forum, los baños públicos, etc.).
Modernamente los Códigos Civiles28, contienen la clasificación de los
bienes por el titular al que pertenecen, así como también por la diferencia
28. Entre los códigos civiles que contienen la clasificación de los bienes tenemos nada
menos que al novísimo de Brasil, en vigor desde el 11 de octubre de 2003, de la siguien-
te manera: artículos 79 y 82, sobre los bienes inmuebles y muebles; artículos 85 y 86, los
bienes fungibles y consumibles; artículos 87 y 88, los bienes divisibles; artículos 89, 90,
91, los bienes singulares y colectivos; artículos 92-07, los bienes recíprocamente consi-
derados (principales y accesorios); artículos 98-103, los bienes públicos. Luego tenemos
el Código Civil argentino, que ubica la clasificación legal de los bienes en los artículos
2311-2350, del Título I, «De las cosas consideradas en sí mismas, o en relación a los
derechos». De los Derechos Reales, del Título Tercero. En el Código Civil de México
para el Distrito Federal, se advierte en el Título Segundo, Capítulo I, Del Libro Segun-
do, De los Bienes, Clasificación de los Bienes, comprende los artículos 750-789 (40
artículos dedicados a la clasificación de los bienes). El BGB alemán, vigente desde el 1°
de enero de 1900, en palabras de HEIN KOTZ, «…conserva hoy en gran parte de su
contenido la misma redacción que hace casi cien años (…) la mayoría de los juristas
alemanes opinan que aún no se acerca siquiera el momento de tocar las campanas
fúnebres por el Código, manteniendo con firmeza la ‘idea de la codificación’. Esta idea
se basa en la concepción de que una codificación es el mejor camino para la disposición
de normas jurídicas aplicables a un determinado sector de forma ordenada y sin contra-
dicciones, con el fin de simplificar la materia jurídica, para hacerla accesible al ciudadano
y manejable para la praxis jurídica (…)». Este importante Cuerpo normativo también
contiene la clasificación de los bienes en los numerales 91 (bienes fungibles); 92 (bienes
consumibles); 93 (bienes integrantes esenciales); 94 (partes componentes esenciales de
la finca o del edificio) y 97 (accesorios). Cfr. Código Civil Alemán, trad. de Emilio EIRANOVA
ENCINAS, Marcial Pons, Edic. Jurídicas y Sociales S. A, Madrid, 1998, pp. 63-66.
El Anteproyecto de la Comisión Revisora del Código Civil pretende instituir, en el
artículo 886-A, la clasificación de los bienes en registrados o no registrados, al expre-
sar: «Los bienes también pueden ser registrados o no registrados. Son bienes registrados los
incorporados en algún registro de carácter jurídico». Disposición que concuerda con el
numeral 883 que según el aludido Anteproyecto instituiría la inscripción registral
CAPÍTULO III: DE LOS BIENES 127
que existe entre los bienes del Estado y de los particulares, o por el princi-
pio de la enajenabilidad o alienabilidad, etc.
Como antecedentes legislativos, sobre la clase de bienes que nos ocu-
pa, tenemos el Codigo Civil de 1852, que en su artículo 459, clasificó las
cosas en públicas, comunes, particulares, de culto, vacantes y las de nadie
(ninguno). Sobre estos últimos bienes que no pertenecen a nadie en propie-
dad, en la actualidad jurídicamente no se admite su existencia (en inmuebles),
por cuanto dentro de la concepción amplia que se tiene del Estado, los
inmuebles sin dueño (res nullius), los abandonados (res derelictae) y los va-
cantes (res vacatio), pertenecen en propiedad al Estado; es decir, no cabe
jurídicamente hablar de bienes sin dueño ni de bienes vacantes.
El Código Civil de 1936, incorporó también el principio de la enajenabilidad
en el Título II del Libro IV, y clasificó los bienes según el titular del derecho de
propiedad en bienes de propiedad privada (artículo 821) y bienes del Estado
(artículo 822). En el actual Código Civil de 1984, sin que exista justificación, se
ha omitido legislar la clasificación de los bienes según el criterio del «titular del
derecho», rompiendo de esta manera la línea de los antecedentes legislativos y
en especial con referencia a la propiedad privada, como había quedado esta-
blecido en los Códigos Civiles de 1852 y 1936.
29. Sobre los bienes registrables y no registrables se puede consulta: LÓPEZ DE ZAVALÍA,
Fernando, «Adquisición de bienes de derechos reales», en Cuestiones esenciales en derechos
reales, LexisNexis, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2002, pp. 61-69. El autor señala que
«…la clasificación de las cosas es en inmuebles y muebles. Sin perder su importancia,
de esta clasificación básica de las cosas hay otra, que distingue las cosas según sean
registrables o no registrables. Cuando uno examina la clasificación en registrables y
no registrables, no deja de pensar en cómo la historia, sin repetirse, pareciera que
avanzara y retrocediera, porque la clasificación en cosas registrables y no registra-
bles, guarda un cierto parentesco con la clasificación en res macipi y nec mancipi. Para
el Derecho Romano, la clasificación originaria fue la de mancipi-nec mancipi, atendien-
do a la importancia socioeconómica de las cosas. En cambio a esa misma época, la de
muebles e inmuebles apenas comenzaba a ser esbozada, como se puede advertir en
las Institutas de Cayo, pues recién en la época justinianea aparece claramente la
diferenciación al mismo tiempo que se desdibuja la de res mancipi y nec mancipi (…).
Esta clasificación de cosas registrables y no registrables no coincide con la de mue-
bles e inmuebles, ya que hay muebles registrables y hay muebles no registrables. Y
en cuanto a los inmuebles, todos los del dominio privado son registrables», ibídem.
¿Con la institucionalización de la clasificación de los bienes en registrables y no
registrables, se podrá superar definitivamente la clasificación de los bienes en mue-
bles e inmuebles? Sencillamente la respuesta es negativa, sería como creer que con
aquella clasificación no habrán muebles e inmuebles. Recordemos que el novísimo
Código Civil de Brasil (2003), con precisión instituye la clasificación de los bienes
considerados en sí mismos en inmuebles (artículos 79-81) y muebles (artículos 82-84).
CAPÍTULO III: DE LOS BIENES 131
Cuarta Parte
136 NERIO GONZÁLEZ LINARES
CAPÍTULO IV: DE LA POSESIÓN 137
CAPÍTULO IV
De la posesión
TÍTULO I
GENERALIDADES
86. PREMISA
Iniciamos el estudio del complejo mundo de la posesión con las elo-
cuentes palabras de IHERING, conjugadas en la metáfora de lo jurídico de tan
importante institución, al decir que «la posesión es el instituto molusco,
blanda y flexible como el molusco, no opone a las ideas que se quieren
introducir en ella la misma resistencia enérgica que las instituciones vacia-
das en moldes de formas rígidas, como la propiedad y la obligación. Po-
dríamos llamarla el juguete que el hada del derecho ha puesto en la cuna
de la doctrina para ayudarle a descansar, divertido de su ruda labor. Es
una figura de caucho a la cual puede dársele las formas que se quiera».
La posesión como institución jurídica es atendida en su estudio por la
ciencia ius real, y con solvencia y seriedad científica a partir de SAVIGNY1 y
1. SAVIGNY, Friedrich Carl Von, nació en Frakfurt, el 21 de febrero de 1779. Para una
completa información de la biografía y personalidad de este renombrado jurista
alemán, véase LAQUIS, Manuel A., Derechos reales, t. I, Depalma, Buenos Aires, 1975, pp.
173-179. A decir de este autor, «con la recuperación del derecho romano para la
ciencia jurídica, y con la extensión que Savigny propuso su aprehensión, construyó la
teoría posesoria extraída de las fuentes romanas, dogmática e inductivamente, a
diferencia de la metodología abstracta y deductiva del racionalismo jusnaturalista.
Partiendo de los textos consideró a la posesión como un ‘hecho’ con consecuencias
138 NERIO GONZÁLEZ LINARES
tra para abrir todas las puertas de los demás derechos reales, sea sobre bie-
nes propios (la propiedad) o sobre bienes ajenos, en nexo inescindible con la
realidad o la vida misma de los hombres en relación con sus bienes. Como se
ve, razones no faltan para reafirmar que la posesión, sin duda, sigue siendo
la figura jurídica más controvertida como más utilizada.
La historia nos informa que todo cuanto se refiere a la posesión es
motivo de debate, porque sobre su etimología, definición, elementos, ca-
racteres, naturaleza jurídica, fundamentos de su tutela jurídica, etc., siem-
pre concurrirán el análisis, la reflexión y la crítica. Si recordamos el proceso
de reforma agraria llevado a cabo en nuestro país, veremos, por ejemplo,
que fue la posesión agraria la que sirvió de instrumento jurídico o columna
vertebral de una nueva estructura agraria basada en el trabajo y produc-
ción agrarios, liquidando los sistemas de haciendas, latifundios, así como
los antisociales en la explotación de la tierra, y esto nadie lo puede negar,
nisiquiera aquellos delirantes de un régimen de la posesión y propiedad de
tipo feudal o colonial. Y es que, aunque no lo crean muchos, el principio «la
tierra es para quien la trabaja», vive a luz meridiana en el vigente Decreto
Legislativo N° 667, leyes ampliatorias y modificatorias.
3. Para una información completa sobre la posesión en Roma, véase LAQUIS, Manuel
A., ob. cit., pp. 142-145. Maximiano ERRAZURIZ E., Apuntes de derecho romano - de los
derechos reales, 3ª ed., Editorial Jurídica Chile, 1983. En Roma se definió la posesión
como tenencia de una cosa con ánimo de dueño. Los términos posesión y dominio
son distintos, el primero es un derecho, el segundo, en cambio, un hecho. Al que
tiene el derecho de propiedad sobre una cosa se le llama propietario. Al que tiene
una cosa se le llama poseedor. Los romanos distinguieron tres clases de posesión y
no a todas protegieron de igual manera; de ahí que no pueda darse una definición
única de posesión: a) la simple tenencia de una cosa, que no tenía ninguna protec-
ción (como la del comodatario o el depositario); b) el poder efectivo que se tiene
sobre una cosa, situación que está protegida por interdictos posesorios; y c) la
relación de amplio señorío que se tiene sobre una cosa y que, además de estar
protegida por interdictos permitirá al poseedor adquirir la propiedad quiritaria
por usucapión, ya que su posesión procede de un justo título y buena fe. La primera
se llamó posesión natural; la segunda, simplemente, posesión o «possessio ad inter-
dicta»; la tercera posesión civil o «possessio ad usucapionem». Tanto el poseedor ad
interdicta como el poseedor ad usucapionem gozaba de los interdictos para proteger
su posesión, si se ve perturbado. El mero tenedor o poseedor natural no goza de
ninguna protección.
CAPÍTULO IV: DE LA POSESIÓN 141
90.1. Etimología.
142 NERIO GONZÁLEZ LINARES
4. BONFANTE, Pedro, Instituciones de derecho romano, 8ª ed., trad. de Luis Bacci, Reus, Ma-
drid, p. 361.
CAPÍTULO IV: DE LA POSESIÓN 143
miento, etc.). De todo ello podemos extraer las acepciones con las que fun-
ciona la posesión en la doctrina y la práctica.
5. Sobre el particular Cfr. SALVAT, R., ob. cit., t. I, p. 105; MOLINARI ROMERO, Pedro E., Ideas
para una revisión de la teoría de la posesión, Depalma, Buenos Aires, 1968; LAFAILLE, Héc-
tor, ob. cit., t. III, pp. 95-98.
LAQUIS, Manuel A., citando a SAVIGNY, señala que «es evidente que en su principio y consi-
derada en sí misma, la posesión es un simple hecho; por otra parte, es también cierto que
existe consecuencias legales que la acompañan. Así, ella es a la vez un hecho y un derecho:
por sí misma, es un hecho; por sus consecuencias se asemeja a un derecho (…)», ob. cit., p.
198. ALBALADEJO, Manuel, concluye sobre la naturaleza jurídica de la posesión, lo siguiente:
«1. Se puede decir que la posesión es un hecho; 2. Que es un derecho. Se trata de dos figuras
distintas, en el que (...) se designa con un mismo nombre, pero que cada una tiene su
naturaleza», Derecho civil – derecho de bienes, t. III, vol. I, 8ª ed., España, 1994, p. 39.
6. IHERING, Rudolf Von, Teoría de la posesión - el fundamento de la protección posesoria,
CAPÍTULO IV: DE LA POSESIÓN 145
7. La primera parte del artículo 1141 del Código Civil italiano, dice: «Se presume la
posesión de quien ejercita el poder de hecho, cuando no se prueba que ha comenzado
a ejercitarlo simplemente como detentación».
8. Sobre esta figura se puede ver MESSINEO, ob. cit., t. III, p. 203. El jurista italiano considera
que el ius possessionis (derecho de posesión), se trata por lo general de una terminolo-
gía antigua, pero siempre actual, distinguida del derecho a la posesión (ius possessionis), esto
es, posesión considerada en sí misma, en cuanto ejercicio efectivo, independiente-
mente de la circunstancia de que, como base de la posesión, esté un fundamento o
título, y que puede corresponder a quienquiera (…). A nuestro juicio, el ejercicio del
derecho de posesión (ius possessionis) es el conjunto de facultades jurídicas nacidas del
hecho de la posesión que se trasunta en ciertos efectos jurídicos, como la protección
posesoria, la percepción de los frutos, e inclusive alcanzar con el transcurso del
tiempo a la usucapión y constituir un derecho real de propiedad. Cfr. BELMAÑA JUÁREZ,
Jorge, Manual de la posesión, Alveroni, Buenos Aires, 1999, pp. 92-93; LASARTE, Carlos,
«Ius possessionis y ius possidendi», en ob. cit., pp. 236-238, señala «(…) que las situacio-
nes posesorias son múltiples y variadas, partiendo del dato inicial de que el señorío
de hecho sobre las cosas puede asentarse tanto en la posesión como derecho o ius
possidendi, cuando en la posesión como hecho o ius possessionis», ibídem.
9. Messineo, con respecto al ius possidendi expresa que «es el derecho a la posesión,
como una de las posibles manifestaciones de la titularidad del derecho subjetivo, es
148 NERIO GONZÁLEZ LINARES
10. Con toda nitidez y con fuerte influencia se advierte la presencia de la teoría objetiva
(de IHERING) en el artículo 854 del BGB que a la letra dice:
150 NERIO GONZÁLEZ LINARES
«(adquisición de la posesión).
1. La posesión de una cosa se adquiere por la obtención del señorío de hecho sobre la cosa.
2. El acuerdo entre el poseedor anterior y el adquirente es suficiente para la adquisi-
ción si el adquirente es capaz de ejercer el señorío sobre la cosa».
En la traducción comentada del BGB (Código Civil alemán) de Emilio EIRANOVA ENCI-
NAS (Marcial PONS, Edic. Jurídicas y Sociales, Barcelona, 1998, p. 273), se dice: «Posesión
(Besitz): Concepto no transcrito al BGB. La posesión es el dominio de hecho, recono-
cido en el tránsito de las cosas de una persona a otra [mediante posesión jurídica
(RechtBesitz)]; por tanto, no es ninguna relación de derecho, sino de hecho. Sin em-
bargo otorga una importante posición de derecho de modo que tiene el sentido de un
derecho, si bien sólo provisional. El poseedor tiene derecho a la protección de su
estado de posesión (…)».
CAPÍTULO IV: DE LA POSESIÓN 151
11. Los Códigos Civiles modernos contienen definiciones sobre la posesión, así pode-
mos citar los siguientes: El Código Civil alemán, como aparece de la nota precedente.
El Código Civil español, se limita en su artículo 430 a expresar la definición de la
posesión natural y la civil. El Código Civil Mexicano para el Distrito Federal, en su
artículo 790 contiene una definición normativa no de la posesión, sino del poseedor
en los términos siguientes: «Es poseedor de una cosa el que ejerce sobre ella un poder
de hecho, salvo lo dispuesto en el artículo 793. Posee un derecho el que goza de él» (el
artículo 793 al que alude la norma, se refiere al servidor de la posesión). El novísimo
Código Civil de Brasil (2003), en su artículo 1.196, contiene la norma que define
legalmente al poseedor, como sigue: «Se considera poseedor a todo aquel que tiene
de hecho el ejercicio pleno o no de alguno de los poderes inherentes a la propiedad».
CAPÍTULO IV: DE LA POSESIÓN 153
otro, tenga una cosa bajo su poder, con intención de someterla al ejercicio
de un derecho de propiedad». Aquí se advierte la influencia de la doctrina
de SAVIGNY.
En el Código Civil mexicano (artículo 790), se define: «Es poseedor de
una cosa el que ejerce sobre ella un poder de hecho, salvo lo dispuesto en
el artículo 793. Posee un derecho el que goza de él». El artículo 793 al que
hace referencia el acotado, se refiere al estado de dependencia del verda-
dero poseedor, entre nosotros es el servidor de la posesión, que desde
luego no es poseedor. Del dispositivo transcrito observamos que define al
poseedor y no la posesión, lo que nos parece un error. El Código Civil
español, nos habla en sus artículos 430, 431 y 432, de la posesión natural, de
la posesión de las cosas o en los derechos y de la posesión de bienes y
derechos, respectivamente. Asimismo, regula la llamada posesión civil o
civilísima (artículo 430).
15. El distinguido profesor cusqueño CUADROS Villena, ob. cit., t. I, pp. 287-288, nos habla
de «Relaciones y diferencia con la tenencia» (y la posesión), y después de analizar sucin-
tamente los planteamientos de IHERING y SAVIGNY, afirma que la diferencia entre
posesión y tenencia carece de toda importancia, para luego aludir al artículo 905 de
nuestro Código Civil, distinguiendo del contenido de este artículo la posesión inme-
diata y la mediata, recurre a la figura del arrendamiento para deducir que el
arrendatario es poseedor inmediato y el propietario arrendador el poseedor media-
to. Esto significa que el arrendatario es típico poseedor inmediato y con título posesorio
(derivado del derecho de propiedad del arrendador —ius possidendi).
Cfr. RAMÍREZ, Eugenio M., «La tenencia o detentación», en Tratado de derechos reales, ob. cit., t.
I, pp. 459-476. El autor citando a SALVAT, anota: «La concepción tradicional siempre consi-
deró que en la posesión existe una intención de someter el bien al ejercicio de un derecho
de propiedad, en la tenencia, la voluntad consiste en someterla al ejercicio del derecho
subjetivo». Luego dice, que «la diferencia está no en la voluntad del poseedor, sino en la
del legislador; éste, por excepción, dispone en qué casos hay tenencia», ibídem.
No estamos de acuerdo con las afirmaciones de VELÁSQUEZ JARAMILLO, Luis, en cuando
dice que «se llama mera tenencia la que se ejerce sobre una cosa, no como dueño, sino
en lugar o a nombre del dueño. El acreedor prendario, el secuestre, el usufructuario,
el usuario, el que tiene derecho de habitación, son meros tenedores de la cosa empe-
ñada, secuestrada o cuyo usufructo, uso o habitación les pertenece», Bienes, Temis,
Bogota, 1998, p. 137. Los mencionados son típicos poseedores con el poder de uso y
goce del bien porque estos se desplazaron del poder del titular dominial. Ejercen
posesión sobre bienes ajenos, sustentados en el título posesorio otorgado por el
CAPÍTULO IV: DE LA POSESIÓN 159
dueño del bien, situación que los aleja (al usufructuario, habitador, arrendatario)
abismalmente del mero tenedor, que no es poseedor.
16. CUADROS VILLENA, C. F., ob. cit., t. I, p. 284.
17. VALIENTE NOAILLES, Luis M, Derechos reales, Depalma, Buenos Aires, 1958, p. 37.
160 NERIO GONZÁLEZ LINARES
18. ALBALADEJO, Manuel, ob. cit., p. 75. Cfr. PUIG BRUTAU, José, en ob. cit., p. 55-59. El autor cita
a WOLFF y RAISER, para expresar que, «lo que distingue al servidor de la posesión de
los demás no-poseedores, es que a él le es lícito ejercer —hasta más allá de los límites
del derecho general la legítima defensa— los derechos de autoprotección del posee-
dor, contra ataques extraños. Le es lícito defender la cosa por la fuerza, tal como le
sería lícito al poseedor mismo, tal como no sería lícito a otros terceros», ibídem. Con-
venimos a plenitud con estas palabras, por la misma inmediatez que tiene el servidor
con la posesión del bien, debe asumir la defensa extrajudicial o privada de la pose-
sión, como lo autoriza el artículo 920 del Código Civil, de lo contrario la presencia
del servidor sería inútil. La jurisprudencia nacional debe orientarse en este criterio
jurídico que la doctrina aconseja.
CAPÍTULO IV: DE LA POSESIÓN 161
dacción del Código Civil de 1852), que dice: «El poseedor puede adicionar
a su plazo posesorio el de aquél que le trasmitió válidamente el bien». Esta
norma tiene como fuente el Código Civil de Suiza, que en su artículo 941, se
lee: «El poseedor que tiene el derecho de prescribir tiene la facultad de unir
a su posesión la de su antecesor si la prescripción podía correr también en
favor de éste último». La adición del plazo posesorio le da mayor seguri-
dad al poseedor ad usucapionem, en la solución del posible problema del
plazo prescriptorio que requiera para la usucapión (en la corta), haciendo
posible la unión de posesiones sea a título universal o a título particular,
siempre que sean posesiones compatibles u homogéneas, v. gr. un heredero
puede acumular a su posesión la de su testador, si ella fue legítima.
La adición o unión de posesiones tiene importancia, así por ejemplo,
en el supuesto de que Pedro, con justo título y buena fe, con el plazo
posesorio de tres años pretende acogerse a la prescripción adquisitiva de
propiedad puede adicionar este plazo al de su transferente y alcanzar a lo
que preceptúa el artículo 950 del Código Civil. La acumulación, la suma o
llámese la unión de posesiones ha sido establecida como dice, ARIAS -
SCHREIBERT PEZET20, «por razones prácticas que conciernen a la propiedad y a
la circulación de la riqueza. En efecto ella facilita la usucapión, con las ven-
tajas que esto supone para la consolidación del dominio».
105. LA COPOSESIÓN
Ninguno de los Códigos Civiles anteriores al vigente llegaron a regu-
lar la coposesión, siendo así, es una de las innovaciones del actual Código,
y se halla regulada en el artículo 899, cuya hipótesis legal es como sigue:
«Existe coposesión cuando dos o más personas poseen un mismo bien con-
juntamente». El mismo numeral, en su segunda parte, expresa: «Cada po-
seedor puede ejercer sobre el bien actos posesorios con tal que no signifi-
quen la exclusión de los demás». Este artículo según la Ponencia del Pro-
yecto está inspirado en el Código alemán (artículo 866).
La norma transcrita autoriza que, sobre un mismo bien pueden existir
dos o más poseedores, y cuando alude a «…dos o más personas…» implica
que la coposesión puede ser ejercida no sólo por las personas naturales sino
también por las personas jurídicas.
20. ARIAS-SCHREIBER PEZET, Max, Exégesis del Código Civil peruano - Los derechos reales, Stu-
dium, Lima, 1991, p. 101.
21. ALBALADEJO, Manuel, ob. cit., p. 75.
CAPÍTULO IV: DE LA POSESIÓN 165
y posesorias (artículo 921 del Código Civil) radica en que nadie puede hacer-
se justicia por mano propia, esta corresponde a la prehistoria del derecho. El
autor, en la cita, confunde la independencia con la autonomía, nos quedamos
con esta última, porque ninguna institución jurídica dentro del mundo del
Derecho, puede valerse por sí misma, o ser independiente de las demás cla-
sificaciones jurídicas, sino opera o funciona en amplia interacción sistémica.
TÍTULO II
LAS PRESUNCIONES
25. Las presunciones las hemos conceptuado como el elemento normativo de los dere-
chos reales y del derecho en general. En el Código Civil las podemos advertir en casi
todos sus Libros de manera directa o indirecta. En el Digesto se decía «presuntione
locus est veritas alio modo investigatori non potest» (Libro XXXII, tit Ley 75) —hay lugar a
la presunción, cuando la verdad no puede investigarse de otro modo—. Las presun-
CAPÍTULO IV: DE LA POSESIÓN 169
ciones legales en los derechos reales no se agotan en las que tenemos desarrolladas,
pues en el Libro V del Código Civil tenemos todavía las siguientes: «las cuotas de los
copropietarios se presumen iguales, salvo prueba en contrario» (artículo 970); «el
pacto de indivisión que no consigne plazo se presume que es por cuatro años» (artí-
culo 993); «las paredes, cercos o zanjas situados entre dos predios se presumen comunes,
mientras no se pruebe lo contrario» (artículo 994); «las servidumbre son perpetuas,
salvo disposición o pacto en contrario» (artículo 1037); «se entiende entregado jurídi-
camente el bien al poseedor cuando queda en poder del deudor» (artículo 1059); «la
hipoteca se extiende a todas las partes integrantes del bien hipotecado (….) salvo
pacto distinto» (artículo 1101); y, «se presume que la pérdida o el deterioro del bien
en posesión del deudor es por culpa suya, salvo prueba en contrario» (artículo 1139).
170 NERIO GONZÁLEZ LINARES
26. MAISCH VON HUMBOLDT, Lucrecia, De los derechos reales, en Proyecto para el Libro Cuarto del
Código Civil y Exposición de motivos, Desarrollo, Lima, 1982.
CAPÍTULO IV: DE LA POSESIÓN 171
27. AUBRY y RAU, ob. cit., p. 223. La presunción iuris tantum, exige ser probada por quien le
niega este derecho al poseedor. Los juristas citados además dicen «que la posesión de
las cosas corporales engendra, a favor del poseedor, la presunción legal de la existen-
cia, en su persona del derecho de propiedad y aluden al aforismo in pari causa melior
est conditio possidentis (que en igualdad de condiciones se prefiere al poseedor), y esta
es una consecuencia de la presunción de la propiedad que milita a favor del posee-
dor». ARIAS SCHREIBER, explica, que la presunción de dominio establecida por el artículo
bajo comento (artículo 912 del Código Civil) beneficia única y exclusivamente a
quienes poseen en nombre propio. Ella se encuentra pues al margen de la posesión
mediata e inmediata. Y, citando a Martín WOLFF, prosigue, que no se establece presun-
ción alguna a favor de los que poseen en ejercicio de un derecho de crédito como
arrendatario, comodatario, socio, o un derecho de señorío sobre un patrimonio sepa-
rado (marido, padre, albacea), ob. cit., t. IV, p. 135. Cfr. PLANIOL y RIPERT, señalan que
corresponde aclarar «que lo contrario a esta presunción es que, al propietario no se le
reputa poseedor, en consecuencia debe probarlo», ob. cit., p. 189.
172 NERIO GONZÁLEZ LINARES
muebles que se hallen en él». Pareciera implicante con la primera parte del
dispositivo acotado (La posesión de un bien hace presumir la posesión de sus
accesorios), toda vez que tanto bienes accesorios como integrantes son mue-
bles; pero el sentido de la norma es más amplio en cuanto refiere a la posesión
de un bien inmueble (principal) extensiva a los bienes muebles (no necesaria-
mente accesorios) que en él se encuentren, salvo prueba en contrario.
112.4. Presunción de buena fe. Para nosotros esta presunción tiene
especial relevancia jurídica. Se halla normada por la primera parte del artí-
culo 914 del Código Civil, que dice: «Se presume la buena fe del poseedor,
salvo prueba en contrario. La presunción a la que se refiere este artículo no
favorece al poseedor del bien inscrito a nombre de otra persona». Dijimos
especial relevancia, porque la buena fe se presume siempre, y porque vive
en el espíritu de nobleza de los hombres, como sostén de lo moral y lo
ético de todos sus actos y hechos. Esta nuestra percepción sobre la buena
fe, también la encontramos en HERNÁNDEZ GIL28, cuando se ocupa de esta
presunción, expresando que, «está basada, en que el comportamiento, en
principio, ha de entenderse atenido a los criterios de honestidad y probi-
dad. En materia posesoria, además, es un modo de favorecer las situacio-
nes establecidas y de obviar las dificultades que en muchos casos ofrecería
la exigencia de una prueba directa y posesiva dada la constante referencia
de la regulación posesoria a la realidad social es incomprensible que acuda
a esta en la que puede considerarse como una expresión normal».
La norma antes señalada (914) contiene la presunción iuris tantum, pues
toda posesión como expresión objetiva de la propiedad se presume de buena
fe, máxime que se presume al poseedor como propietario del bien sustenta-
do en un título válido, de lo contrario sería un poseedor de mala fe. No cabe
duda, que la buena fe posesoria consiste en la convicción que tiene el posee-
dor de que tiene legitimidad basada en un título de propiedad o en su caso
en un título posesorio como derivación de un derecho subjetivo material (la
propiedad).
28. HERNÁNDEZ GIL, Antonio, La posesión, Civitas, Madrid, 1980, p. 241. Buena fe no es sino
estar persuadido de tener la calidad de titular del derecho real, razón por la que se
habla que la buena fe, se integra por dos elementos: a) el elementos positivo, que
consiste en la creencia del adquirente de tener la calidad de titular; b) el elemento
negativo, consistente en el absoluto o total desconocimiento de los vicios de titulari-
dad del derecho, es decir, el desconocimiento de que se ejerce posesión viciosa.
CAPÍTULO IV: DE LA POSESIÓN 173
29. PLANIOL y RIPERT, ob. cit., p. t. III, p. 615. La presunción de continuidad posesoria se
fundamenta en el apotegma «probatio extremis, media praesumuntur» (probada la pose-
sión de los extremos, se presume la del tiempo intermedio), se trata, como ya se dijo,
de una presunción iuris tantum, implica que debe ser probada.
174 NERIO GONZÁLEZ LINARES
TÍTULO III
CLASIFICACIÓN DE LA POSESIÓN
30. Véase GATTI, E., «El derecho real en las clasificaciones de los derechos subjetivos», en El derecho real,
elementos para una teoría general, reimpresión, ABELEDO-PERROT, Buenos Aires, 1998, pp. 7-20.
31. CASTAÑEDA, Jorge E., ob. cit., p. 122. Cfr. MOLINARIO, Alberto, «para la relación real de
carácter estable la buena o mala fe es requerida al tiempo de establecerse la relación;
en cambio, en cada hecho de la percepción de los frutos debe existir la buena fe». El
176 NERIO GONZÁLEZ LINARES
mismo autor argentino, dice, «sin embargo, en uno y otro caso, para que la posesión sea
legítima debe ser adquirida del verdadero propietario», De las relaciones reales, Edit.
Universidad, Buenos Aires, p. 56. Véase, además, WOLFF, Tratado de derecho civil, t. III, trad.
de BLAS PÉREZ, Bosch, Barcelona, 1936, p. 117, según este autor no puede hablarse de buena
ni de mala fe sino en el caso que el poseedor no haya tenido objetivamente un derecho a
la posesión; el titular del derecho posesorio no obra ni de buena ni de mala fe; pues la
buena fe es siempre error. Para un estudio amplio de la buena y mala fe, consúltese PUIG
BRUTAU, José, ob. cit., pp. 72-78; DE LOS MOZOS, Luis, El pricipio de la buena fe, en ob. cit., pp. 229.
32. LAFAILLE, Héctor, ob. cit., t. II, p. 143. Cfr. BORDA, Guillermo, explica la importancia de la
distinción entre posesión legítima e ilegítima, expresando que «la posesión legítima es
aquella adquirida por justo título y que asegura el derecho del poseedor contra toda
pretensión de un tercero a la posesión de la cosa. La ley le asegura que no podrá ser
privado de la posesión por vías legítimas; decimos vías legitimas, porque cualquier
poseedor, sea legitimo o ilegítimo puede ser despojado de su posesión por vía de
hecho», op. cit., pp. 47-48. Habrá, sin duda, posesión ilegítima cuando el poseedor carece
de título de propiedad o posesorio, o de existir se encuentran viciados, como resultado,
no es titular del derecho posesorio, sólo tendrá una mera posesión (yo poseo porque
poseo), o un ius possessionis, que no podrá resistir los efectos de la propiedad.
CAPÍTULO IV: DE LA POSESIÓN 177
modo derivado, sin observar los requisitos para la validez del acto jurídico
previstos en la ley (artículo 140 Código Civil), dando lugar a un acto nulo
de pleno derecho (artículo 2l9, 220 del Código Civil). Habrá ilegitimidad,
dice LAFAILLE32, «cuando la posesión se tenga sin título o por un título nulo
o fuere adquirido por un modo insuficiente para adquirir los derechos rea-
les, o cuando se adquiera del que no tenía derecho a poseer la cosa o no
tenía para trasmitirla». Por su parte, refiere CASTAÑEDA33, que «la posesión
ilegítima es la que carece de título; es la posesión que se adquiere de quien
no tenía derecho a poseer el bien, o que carecía del derecho para transmi-
tirlo, por ejemplo, el usurpador no es un poseedor legítimo, porque adqui-
rió la posesión mediante un delito, no de un negocio jurídico. Sin embargo,
el usurpador, es un poseedor que puede ganar la cosa por prescripción
larga».
En oposición a la posesión legítima (ius possidendi), que es cuando pro-
cede de un derecho real fundado en un título suficiente que conste en actos
o negocios jurídicos celebrados y otorgados por voluntades inter vivos o
mortis causa, con validez y eficacia legales, se encuentra la posesión ilegíti-
ma; así, refiere OVEJERO34, que «no puede existir posesión legítima de mala
fe. Sin embargo la mala fe no es más que una especie de la posesión ilegíti-
ma». Adviértase su grado de contraposición.
La hipótesis normativa del artículo 906 del Código Civil, regula la de-
nominada «posesión ilegítima de buena fe», expresión que por su simple
lectura la percibimos contradictoria e implicante, cuando junta al disvalor
(ilegitimidad) con un principio axiológico (buena fe). Es decir, por un senci-
llo razonamiento entendemos que no puede existir posesión ilegítima de
buena fe, ni legítima de mala fe. Sin embargo, la buena fe en el derecho
juega un gran papel en la convalidación de los errores que cometen los
hombres en el inmenso mundo del intercambio de los bienes, y en este
entender la buena fe y la seguridad jurídica van de la mano.
Al respecto tenemos una ejecutoria muy constructiva y de contenido
dogmático y edificante de la buena fe, que señala: «La buena fe es un esta-
do de espíritu consistente en creer o estar convencido —por error— que se
117.1. Posesión de buena fe. El vocablo «fe» proviene del latín «fides», y
según el Diccionario de La Lengua Española, la buena fe, en derecho, es la
«convicción en que se halla una persona de que hace o posee alguna cosa con
derecho legítimo». En cambio, su opuesta, que es la «mala fe», según el mis-
mo Diccionario, también en una acepción jurídica, es la «malicia o temeridad
con que se hace una cosa o se posee o detenta algún bien». De tal suerte que
la convicción del poseedor de buena fe debe provenir de un error de hecho o
de su ignorancia de haber creído tener el título conforme a ley.
Esta creencia del poseedor debe ser cierta, real o absoluta, sin que exista
duda alguna de haber actuado de buena fe. Si existiera por lo menos indicios
de saber el poseedor o adquirente que su transferente no tenía derecho algu-
no sobre el bien, la buena fe se derrumbaría sin atenuante alguno y como
resultado se tendría una posesión de mala fe e ilegítima. La buena fe36, sin
una eficacia mucho más amplia. Significa que los derechos subjetivos de naturaleza
económica tienen que ser ejercitados de conformidad con la buena fe y que las obligacio-
nes deben ser también de buena fe cumplidas», ibídem.
37. Ibídem, p. 46., con la precisión de sus expresiones el autor español dice: «La buena fe
es, en el sentido que aquí nos importa, un arquetipo de conducta social, la lealtad en
los tratos, el proceder honesto, esmerado, diligente. Supone guardar fidelidad a la
palabra dada, no defraudar la confianza de los demás, ni abusar de ella, conducirse
conforme cabe esperar de cuantos con honrado proceder intervienen en el tráfico
jurídico como contratantes o partícipes en él es virtud de otras relaciones jurídicas»,
ibídem. Sobre el principio de la buena fe en armonía con la seguridad jurídica se puede
consultar la obra muy importante del español DE LOS MOZOS, Luis, ob. cit., p. 247.
180 NERIO GONZÁLEZ LINARES
materia de mejoras. Para los efectos de los artículos 918 y 1123 del Código
Civil.
38. CUADROS VILLENA, Carlos F., ob. cit., t. I, p. 315. Agrega el autor que «la mala fe es una
posesión ilegítima. Es decir sin título o con título inválido, insuficiente para transmi-
tir la posesión. Caracteriza a la mala fe el conocimiento que tiene el poseedor de su
falta de título o de la invalidez de su título», ibídem.
39. MAISCH VON HUMBOLDT, Lucrecia, ob. cit., 71.
182 NERIO GONZÁLEZ LINARES
del actual Código Civil, cuya hipótesis está formulada así: «La posesión
precaria es la que se ejerce sin título alguno o cuando el que se tenía ha
fenecido». Por consiguiente, habrá precariedad en la posesión que se ejerce
cuando el poseedor no ostenta títulos que sustenten su derecho a la pose-
sión —ius possidendi—, o cuando el que tenía ha fenecido.
No existe precariedad cuando se posee a título de propietario, o sobre
inmuebles de propiedad ajena (usufructuario, superficiario, uso y habitación,
etc.), tampoco existirá precariedad cuando se ha cumplido el plazo del contra-
to de arrendamiento, como lo establece el artículo 1700 del Código Civil; es
decir, para ser considerado como precario debe darse la total ausencia de
vínculo jurídico entre el precario y el titular de derecho sobre el inmueble. ¿Si
el poseedor precario es amparado en la posesión por una sentencia firme recaí-
da en una pretensión de interdicto de retener, puede seguir siendo considera-
do precario? La respuesta es afirmativa, porque aún habiendo sido amparado
con la resolución jurisdiccional, dicho poseedor no pierde su calidad de preca-
rio, si tenemos en cuenta que el derecho de propiedad no puede ser enervado
por una pretensión en la que sólo se ha discutido la mera posesión (ius possessionis).
En la práctica jurídica, con frecuencia, son confundidos el poseedor
ilegítimo con el poseedor precario; en el primero se advierte la presencia
de un título que adolece de nulidad o anulabilidad (por el fondo o la forma
del contrato); en el segundo (precario), existe la carencia absoluta del docu-
mento que sustente el uso y goce del bien. Sin embargo, quien ejerce pose-
sión de manera precaria teniendo perfecto conocimiento que no es dueño,
y ni tiene título posesorio, linda en la mala fe y la ilegitimidad.
Asimismo, en la praxis del derecho se incurre con frecuencia en el error
de creer que a la «conclusión del plazo de arrendamiento se convierte al
arrendatario en poseedor precario», lo cual no es así, porque el hecho de
fenecer el plazo convenido en el contrato de arrendamiento no da lugar al
fenecimiento del título posesorio, al respecto nos puede ilustrar la ejecuto-
ria aclaratoria de la Corte Suprema, que dice: «El hecho de dar por conclui-
do el contrato de arrendamiento, significa que el arrendador tiene derecho
a exigir la devolución del bien, lo que no convierte al inquilino en ocupante
precario, puesto que como dispone el artículo 1704 del Código Civil, debe
continuar pagando una prestación igual a la renta. Por lo anteriormente
expuesto, no se configuran los supuestos de ocupante precario a que se
refiere el artículo 911 del Código sustantivo citado»40. En la ejecutoria
transcrita se advierten dos errores: a) que el artículo 911 del Código Civil,
119. CAUSALES
De la norma contenida en el artículo 911 del Código Civil se despren-
de que la posesión precaria es provocada por dos causas:
1. La absoluta ausencia del título posesorio (sin título alguno). Siendo así,
estamos ante un poseedor típicamente precario. La precariedad en el con-
cepto jurídico se entiende como el uso y el disfrute del bien inmueble sin
título alguno o la carencia de todo vínculo jurídico del poseedor con el
dueño (sin pagar renta alguna); además, el concepto de poseedor precario
no sólo radica en aquel que ejerce posesión sin título alguno, sino, en que el
que ostentaba (de haber existido) ha fenecido.
La posesión, para ser calificada precaria por fenecimiento del título
posesorio, se debe extender a quienes ejercieron la posesión por un plazo
determinado o temporalmente, con título posesorio, por ejemplo, los
anticresistas acreedores, usuarios, superficiarios, usufructuarios. En conse-
cuencia, ¿la precariedad se establece sólo por la falta de título posesorio o
haber fenecido éste? Si bien es cierto que debe carecer de título, para ser
considerado en la situación de precario debe existir la total y absoluta au-
sencia de cualquier hecho o acto y de toda circunstancia que pueda justifi-
car el uso y goce del bien inmueble.
2. La calificación de posesión precaria. La precariedad implica la ausencia
total o absoluta de toda circunstancia que pudiera generar algún vínculo
jurídico entre el precario y el propietario del bien, o que pudiera justificar
de alguna manera el uso y goce a través de alguna relación jurídica con el
propietario.
En el ámbito jurisdiccional, por una práctica judicial errónea se utiliza
la palabra «ocupante», como sinónimo del concepto «poseedor». Estas ex-
presiones jurídicamente difieren, no son sinónimos; sin embargo, se ad-
vierte con frecuencia en las demandas, resoluciones judiciales e incluso en
algunos textos, el uso impreciso de la expresión «ocupante precario», sien-
do lo preciso y jurídico la expresión «poseedor precario». La jurispruden-
cia, al respecto, refiere: «Ocupante precario, a entender de nuestra legisla-
ción sustantiva, es aquel que posee un bien sin título o cuando el título ha
fenecido, esto es, resulta precario aquella persona que no cuenta con justifi-
cación para poseer el bien, contrario sensu, aquel que justifique su posesión
184 NERIO GONZÁLEZ LINARES
no podrá ser calificado como tal»41. Notamos que el juzgador utiliza como
sinónimos los conceptos jurídicos de ocupante y poseedor.
44. ARIAS SCHREIBER P., Max, ob. cit., t. IV, p.123. ALBADALEJO, M., nos dice que es posesión
«inmediata la que se tiene directamente, sin mediador posesorio. Es mediata la que
se tiene a través (por mediación) de la posesión de otro. Por ejemplo, si el dueño
arrienda la cosa y la entrega al arrendatario, la posesión inmediata la adquiere éste,
pero aquel sigue poseyéndola inmediatamente. Hay, pues, un desdoblamiento de
posesiones, en el que uno conserva la posesión como derecho, pasando a otro la
posesión como un hecho», ob. cit., p. 63.
45. Ibídem, p. 122-123.
CAPÍTULO IV: DE LA POSESIÓN 189
posesión, situación que le asigna legitimidad activa en los interdictos, por cuanto
ostenta interés para obrar en defensa de su posesión si ésta es perturbada,
alterada o intranquilizada, situación en la que el poseedor podrá hacer uso del
interdicto de retener; y si el poseedor ha sido despojado o privado material-
mente de la posesión, podrá hacer uso del interdicto de recobrar. Pretensiones
que exigen para su ejercicio ciertos presupuestos (infra 204, 210).
TÍTULO IV
LA POSESIÓN EN EL PROYECTO PARA EL LIBRO
DE LOS DERECHOS REALES
128. PREMISA
Partamos previamente señalando, que en la práctica jurídica se percibe
que la posesión básicamente es la tangibilización efectiva del corpus del bien,
192 NERIO GONZÁLEZ LINARES
TÍTULO V
ADQUISICIÓN Y CONSERVACIÓN POSESORIA
46. VALENCIA ZEA, Arturo, Derecho civil - derechos reales, t. II, Bogota, Temis, 1976, p. 612.
198 NERIO GONZÁLEZ LINARES
47. Ibídem.
48. LAFAILLE, Héctor, ob. cit., t. III, p. 190. Agrega el autor que «… así ocurre cuando falta la
posesión anterior (cosa de nadie, cosa abandonada). También es el caso, siempre que
se adquiera contra la voluntad del poseedor, porque no media transferencia, ni se
une causa independiente», ibídem.
CAPÍTULO IV: DE LA POSESIÓN 199
141. LA APREHENSIÓN
Los bienes se pueden adquirir de modo originario mediante la apre-
hensión (adprehensio), o sea, poniendo las manos sobre el bien en caso de
muebles, y asentándose en el bien si es inmueble; en estas aprehensiones se
hace presente la actitud unilateral de quien toma la posesión, por la que se
obtiene uno de los elementos indispensables para que haya posesión, que
es el «corpus», y también se hace presente la intención de tenerla como pro-
pia obteniendo el otro elemento que es el «animus domini».
La aprehensión como figura jurídica, no es definida legalmente por
nuestro Código Civil, a diferencia del Proyecto del que nos hemos ocupado
(supra 131), o como también lo hace el artículo 2374 del Código Civil argen-
tino, que la define así: «La aprehensión debe consistir en un acto que, cuan-
do no sea un contacto personal, ponga a la persona en presencia de la cosa
con la posibilidad física de tomarla». Obviamente, se advierte la doctrina
de SAVIGNY sobre el corpus, que no requiere necesariamente del contacto
físico del sujeto con el bien. La aprensión como se desprende de nuestra
sistemática jurídica ius real es objetiva y efectiva del corpus.
El modo es unilateral u originario cuando se adquiere la posesión por la
aprehensión del bien (elemento material) con la intención de tenerlo como
dueño (elemento formal), y cuando la cosa no tiene dueño el elemento for-
mal se perfecciona con la intención del poseedor de hacerla suya. De tal suer-
te que la posibilidad exclusiva y actual de ejercer posesión sobre un bien, es
con actos materiales, que se manifiestan con la aprehensión; pero tampoco se
debe quedar sólo en la aprehensión, sino debe exteriorizarse con el uso y
disfrute, estos en sí, son los que van a caracterizar a la posesión por aprehen-
sión. Es de precisar también que en nuestro sistema jurídico nacional, los
únicos bienes que no pueden carecer de propietario son los inmuebles (res
nullius inmobiliarius) toda vez que estos, al carecer de dueño pertenecen al
Estado. De esta manera la res nullius (cosa sin dueño) no es posible jurídica-
mente en los inmuebles (en estos no existe la cosa sin dueño).
En los bienes muebles que no se hallan poseídos o carecen de dueño (res
nullius) la forma jurídica como se adquiere la posesión es a través del fenómeno
200 NERIO GONZÁLEZ LINARES
142. LA OCUPACIÓN
Adquirir por ocupación un bien inmueble significa ejercer posesión de
manera originaria. Pero debemos aclarar que se habla de la «ocupatio» como
el modo originario de adquirir la posesión; lo cual, en el derecho moderno,
se limita a la apropiación de bienes muebles, siendo así, toma la denomina-
ción de aprehensión (adprehensio). En sentido estricto, dice RAMÍREZ49, la
ocupación es el modo (muy antiguo) de adquirir la posesión —y la propie-
dad— de un bien inmueble de nadie (res nullius inmobiliarius), a través de la
aprehensión y con ánimo de ejercer el dominio.
Como se ha dicho líneas arriba, no existen bienes inmuebles de nadie o
sin dueño (res nullius), toda vez, que si un bien inmueble se halla abandona-
do o carece de propietario particular, se entiende que pertenece al Estado,
de tal manera, la ocupación sólo se limita a los bienes muebles. Si se llegara a
ocupar un bien inmueble sin el consentimiento de su dueño y por la fuerza,
estaremos ante la comisión delictual de la usurpación, pero si el propietario
49. RAMÍREZ CRUZ, E. María, en ob cit., p. 614, señala el autor nacional, que modernamente la
ocupatio se restringe únicamente a la apropiación de bienes muebles, pero en tal caso
toma el nombre técnico de aprehensión (adprehensio). Cfr. PUIG BRUTAU, José, ob. cit., p.
235, citando a CLEMENTE DE DIEGO, define la ocupación en el como «la aprehensión de
una cosa corporal que no tiene dueño con ánimo de adquirir la propiedad. Requiere,
pues, la actuación de un sujeto de derecho a través de un acto de apropiación o domina-
ción física de una cosa». Y continúa indicando que «la ocupación es un modo originario
de adquirir el dominio de las cosas muebles que a nadie pertenece (res nullius o res
derelictae) mediante su aprehensión material con el ánimo de adquirirlas y siempre que
la ley permita su apropiación», ibídem; es de este mismo entender VELÁSQUEZ JARAMILLO,
Luis G., BIENES, Temis, Bogota, 1998, p. 203. Se puede también consultar, sobre la ocupa-
ción, la importante obra del español LASARTE, Carlos, ob. cit., t. IV, pp. 94-109, «la forma
más primaria e intuitiva de adquirir la propiedad consiste en apoderarse de algo que
nadie tiene bajo su dominio y que, por consiguiente, puede ser objeto de libre apropia-
ción», a esto añade «que la aprensión de los bienes sea la más idónea requiere de dos
elementos: 1. Aprensión material efectiva de la cosa, y 2. Ánimo o intención de hacerla
objeto de su propiedad por parte del ocupante: ánimo de apropiación», ibídem, p. 95.
CAPÍTULO IV: DE LA POSESIÓN 201
50. CASTAÑEDA, Jorge E., ob. cit., p. 141. Véase para todo LASARTE, Carlos, «La tradición», en ob
cit., pp. 30-35, «tradición (vocablo romance del latino traditio) significa lisa y sencilla-
mente entrega de la cosa o de la posesión de la cosa sobre la que recae el derecho de
propiedad (u otro derecho real) que se transmite de una persona a otra», ibídem.
202 NERIO GONZÁLEZ LINARES
51. Nuestro ordenamiento civil establece: «La transferencia de propiedad de una cosa
mueble determinada se efectúa con la tradición a su acreedor, salvo disposición
diferente» (artículo 947). La norma se refiere a la tradición real de bien mueble, la que
es constitutiva de propiedad. En cambio en materia de inmuebles el perfecciona-
miento de la transferencia es ad consensu (artículo 949).
204 NERIO GONZÁLEZ LINARES
52. La tradición requiere de elementos fundamentales, como los que hemos tocado en el
texto;. así, para BELMAÑA JUÁREZ, son: 1. La justa causa, que es el negocio precedente que
sirve de base a la entrega de la cosa. Esto ha hecho expresar a varios autores que nadie
entrega nada porque sí, sino porque algo dice que debe entregarse, existe una causa
precedente. 2. Voluntad concorde a recibir y de entregar, así denominada por la
doctrina española. Debe existir voluntad, un acuerdo mediante el cual una persona
entrega una cosa a otra. Ambas partes deben conocer que la cosa es entregada en
posesión, constituyendo determinado derecho real (…), ob. cit., pp. 71-72.
CAPÍTULO IV: DE LA POSESIÓN 205
53. CUADROS VILLENA, Carlos F., ob. cit., t. I, p. 347. Cfr. SALVAT, R., ob. cit., p. 121, «en el
derecho romano se llegaron a admitir tres formas de tradición, la que las partes
procedían juntas un paseo por el fundo; o aquella en que el transferente autorizaba al
accipiens realizar sólo los actos materiales de toma de posesión, y la que se mostraba
el predio con la intención de transmitir la posesión».
206 NERIO GONZÁLEZ LINARES
traditio llamada mano a mano, mediante ésta la posesión vale como título,
generada por los actos de comercio. Sobre estos bienes no cabe la reivindi-
cación, v. gr., los actos de comercio sobre bienes verificados en los estable-
cimientos comerciales (artículos 85, 86 y 1542 del Código Civil).
2. La llamada tradición documental opera cuando se trata de artículos en
viaje, sujetos al régimen de almacenes generales (v. gr., de mercaderías en via-
je), se entiende realizada con la entrega de los documentos destinados a reco-
ger los bienes (artículo 903 del Código Civil).
3. La tradición simbólica, se operativiza en los bienes muebles, con la en-
trega de las llaves, v. gr., la entrega de las llaves de una moto, de un automóvil,
de un artefacto, que pueden ser recogidos en el acto o después.
4. Puede operar también la tradición por custodia, cuando los bienes se
dejan en poder del que debe recibirlos, siendo requisito sólo el consenti-
miento (del accipiens).
5. En cuanto a los título valores (v. gr., al portador), la tradición opera
sólo con su entrega, por cuanto al portador se le tiene como titular, y en los
títulos a la orden se trasmiten por endoso o cesión (artículo 1206, 1207 del
Código Civil).
55. En el BGB alemán la «traditio brevi manu» se halla contenida en el numeral 929, que a
la letra dice: «Para la transmisión de la propiedad de una cosa mueble es necesario
que el propietario de la cosa se la entregue al adquirente y que ambos acuerden la
transmisión de la propiedad. Si el adquirente está en posesión de la cosa, el acuerdo
de transmisión de la propiedad es suficiente». Léase LAQUIS, Manuel, ob. cit., p. 392, al
comentar sobre los casos en los cuales no es necesaria la tradición del bien, esto es la
traditio brevi manu y constituto posesorio, explica que en ambos casos se comprueba la
existencia de un elemento común que se manifiesta en la circunstancia de que la
tradición no se opera por actos materiales del que entrega la cosa con asentimiento
del que la recibe, o por actos materiales del que recibe, con asentimiento del que
entrega; asimismo, se observa una diferencia, pues mientras en la «traditio brevi manu»,
el acto jurídico celebrado eleva al tenedor de esa categoría, a la de poseedor, en el
«constituto posesorio» se presenta la situación inversa, dada por la conversión del
propietario en tenedor o poseedor. Cfr. CUADROS VILLENA, ob cit., t. I, p. 392; CASTAÑEDA,
Jorge E., ob. cit., p.146; BORDA, Guillermo, ob. cit., p.75; OVEJERO, Daniel, La posesión,
Buenos Aires, 1942, 214, «la traditio brevi manu, carece de objeto en un sistema que
considera a los poseedores inmediatos tan poseedores como aquellos que la doctrina
clásica considera tales por oposición a los precarios, o sea los que poseían animo
domini», ibídem.
210 NERIO GONZÁLEZ LINARES
56. La constituto posesorio fue tratada por MAISCH VON HUMBOLDT, en su Proyecto para el
Libro de derechos reales (artículo 63), consignando tres casos en los que no es necesa-
ria la tradición del bien mueble o inmueble: 1. Cuando el propietario del bien lo
transfiere al que lo venía poseyendo. 2. Cuando el que lo poseía a nombre del propie-
tario principia a poseerlo a nombre del tercer adquirente, desde el momento en que
es informado de la enajenación. 3. Cuando el propietario enajena el dominio del
bien, pero queda como poseedor del mismo. Para un estudio detenido sobre la tradi-
ción real, traditio ficta, traditio longa manu, traditio breve manu, constituto posesorio, se
puede consultar BELMAÑA JUÁREZ, Jorge, Derechos reales - manual de la posesión, Alveroni,
Argentina, 1999, pp. 72-78.
CAPÍTULO IV: DE LA POSESIÓN 211
A REÁN 57, cuando dice, «que para conservar la posesión basta el animus.
El corpus puede faltar, pero en forma accidental. Que el animus se pre-
sume, que subsiste mientras no se expresa una voluntad contraria».
57. AREÁN, Beatriz, ob. cit., t. 1, p. 167, «…siendo esta la razón por la cual la pérdida del
discernimiento por parte de quien adquirió válidamente la posesión impide su con-
servación…», ibídem.
CAPÍTULO IV: DE LA POSESIÓN 213
TÍTULO VI
DERECHOS DEL POSEEDOR
160. IDEAS PREVIAS. Todo poseedor de buena fe, e inclusive de mala fe,
tiene los derechos y las obligaciones inherentes a la posesión, que la misma
ley le concede de manera expresa; sin embargo, en la doctrina es un tema
muy discutido, así algunos sobre los derechos del poseedor se ocupan bajo
la denominación de efectos de la posesión; nosotros preferimos hablar de
derechos del poseedor por tener más contenido jurídico, porque además,
los efectos son los producidos por el derecho.
Existen autores, entre ellos WOLFF60, que consideran que el poseedor tiene
un derecho a la posesión provisional y no eficaz contra todos, y que por ello el
poseedor goza de la protección de la ley frente a la perturbación y a la desposesión
ilegal; es más, que tiene derecho a la devolución de la posesión perdida y a la
indemnización de los daños y perjuicios si de la posesión perdida fue privado sin
fundamento jurídico, desde luego también por el daño patrimonial causado con
la desposesión. Al respecto SAVIGNY, señalaba que los derechos más importantes
son los interdictos y la usucapión. En cambio SALVAT61, indicaba que los efectos
de la posesión están en las acciones posesorias, la presunción de propiedad, la
adquisición de los frutos y la prescripción, refiriéndose a la usucapión.
Para nosotros los derechos del poseedor son fundamentalmente el ius
utendi y el ius fruendi, que son los que jurídicamente le dan contenido eco-
nómico y social a la posesión. Lo que queremos resaltar es que todos los
derechos que la ley le acuerda al poseedor emergen del uso y goce del bien,
los cuales son de indiscutible inherencia a todo poseedor. Por consiguiente,
teniendo en cuenta este razonamiento jurídico, nos limitaremos a los que
nuestra legislación civil considera como derechos del poseedor.
60. WOLFF, Martín, Derecho de cosas, trad. de BLAS PÉREZ, vol. I, Bosch, Barcelona, 1951, p. 80.
El autor alemán considera que el poseedor ostenta un derecho a la posesión, provi-
sional y no eficaz contra todos, pero derecho de todos modos, y como tal puede
generar, según el jurista, entre otros, los efectos siguientes: a) goza de protección de
la ley frente a la perturbación o desposesión ilegal; b) el poseedor tiene derecho a la
devolución de la posesión perdida, si de ella fue privado sin fundamento jurídico
(condictio possessionis); c) tiene derecho a la indemnización por el daño patrimonial
causado por la desposesión indebida, intencional o por negligencia.
61. SALVAT, Raymundo, ob cit., t. I, p. 227.
CAPÍTULO IV: DE LA POSESIÓN 217
165. DERECHO A LA RETENCIÓN DEL BIEN (artículos 918 y 1123 del Código
Civil). Entendemos que el poseedor tiene derecho al valor actual de las mejoras
necesarias y útiles; y en el caso de no reembolso de dicho valor puede ejercer el
derecho de retención (infra 752) hasta que se le reembolse el valor total y actual.
TÍTULO VII
LAS MEJORAS
169. GENERALIDADES
64. CASTAÑEDA. Jorge E., ob. cit., p. 149, «…lo gastado por dicho concepto si hubo pacto de
abono de mejoras en que el locador se hubiere comprometido a pagarlas». Estas
afirmaciones del profesor citado fueron cuando las mejoras se regularon junto al
CAPÍTULO IV: DE LA POSESIÓN 221
171.1. Necesarias. Son aquellas que tienen por objeto impedir la destruc-
ción o deterioro del bien (primer párrafo del artículo 916 del Código Civil), por
tanto se hacen indispensables para la conservación del inmueble, aún estando
destinadas a la alteración o modificación de la misma estructura del bien prin-
cipal, pero con el propósito de su conservación en estado óptimo. Las mejoras
necesarias son las que están destinadas a evitar el deterioro o la destrucción del
bien principal, y desde luego benefician al propietario. Esta es la razón que
obliga al propietario a abonar o reembolsar el valor de las mejoras necesarias,
por ejemplo, las reparaciones del techo de una casa, de una pared que está por
desplomarse, el cambio o la reparación de las tuberías de agua y desagüe, etc.
arrendamiento en el Código Civil de 1936, por influencia del Código Civil español,
que se mantiene en el artículo 1573: «El arrendatario tendrá, respecto de las mejoras
útiles y voluntarias, el mismo derecho que se concede al usufructuario».
222 NERIO GONZÁLEZ LINARES
CAPÍTULO V
De la defensa posesoria
TÍTULO I
ASPECTOS GENERALES
180. PREMISA
La paz social con seguridad jurídica interesa en grado superlativo a
toda sociedad humana. La justicia como expresión axiológica y teleológica
del derecho debe ser obtenida en un ámbito de paz. En este contexto el
proceso jurisdiccional busca cómo satisfacer, a través del derecho y sus
fines (abstractos y concretos), la necesidad de coexistencia humana con paz
y justicia social.
Uno de los deberes del Estado es crear instituciones y mecanismos de
carácter procesal encaminados a lograr la paz social en justicia. La sociedad
vive preocupada por el respeto de los derechos subjetivos como la posesión
o la propiedad, etc., dentro de un orden jurídico que proteja fundamental-
mente la libertad, puesto que sin ella peligraría la misma paz social. Dentro
de esta compleja aspiración del hombre surge la necesidad jurídica de pro-
tección de los derechos subjetivo-materiales, v. gr., la tutela efectiva del
derecho de posesión frente a quienes (con sus hechos) lo vulneran. La paz
jurídica debe quedar, como dice DE DIEGO LORA1, protegida mientras no se
demuestre su injusticia.
1. DE DIEGO LORA, Carmelo, La posesión y los procesos posesorios, Rialp S. A, vol. I, Madrid,
1962, p. 42. El distinguido jurista español, además con respecto a la tutela de la
posesión expresa que «el interés no radica en la relación hombre cosa u objeto de
228 NERIO GONZÁLEZ LINARES
más, la defensa del orden público afectado por la violencia ejercida. El ju-
rista aludido, consecuente con su posición subjetivista de la posesión, expli-
ca que la protección no es concedida a los simples detentadores, sino al
poseedor titular del derecho de propiedad; es decir, junto al animus o la
intención de poseer el bien como propietario.
Por su parte IHIERING, como opositor a la doctrina de SAVIGNY, rechaza
la distinción entre poseedor y propietario. Para el jurista alemán, el posee-
dor es el mismo propietario que la ley protege facilitando de tal modo la
prueba del dominio. El autor de la teoría objetivista de la posesión, sienta
la doctrina siguiente: «la protección posesoria ha sido introducida según
ésta, teniendo en cuenta la propiedad. Pero es imposible conceder esta pro-
tección al propietario sin que los no propietarios se aprovechen de ella al
mismo tiempo (...) el mismo servicio que presta al propietario que posee,
de protegerlo sin dificultad contra los ataques extraños, lo presta al no
propietario que posee».
3. LAFAILLE, Héctor, ob. cit., t. II, 294-295. Cfr. ALTERINI, Jorge H., señala que, «la defensa
extrajudicial de la relación real tiene dos modalidades, ‘o repulsar la fuerza con el
empleo de una fuerza suficiente’ o ‘recobrarla’ por la fuerza [artículo 920 del Código
Civil peruano]. Pero en ambos casos, la defensa tiene varias circunstancias: a) ‘que los
auxilios de la justicia’ hubieran llegado ‘demasiado tarde’, o sea, que la asistencia de
la autoridad sería tardía; b) ‘que no exceda los límites de la propia defensa, que sea
adecuada, razonablemente’», ob. cit., p. 65; el autor señala el artículo 2470 del Código
Civil argentino (en nuestro Código es el artículo 920), que regula la defensa privada
o extrajurídica de la posesión, expresando que «el hecho de la posesión da el derecho
de proteger en la posesión propia, y repulsar la fuerza con el empleo de una fuerza
suficiente, en los casos en que los auxilios de justicia llegarían demasiado tarde; y el
que fuese desposeído podrá recobrarla de propia autoridad sin intervalo de tiempo,
con tal que no exceda los límites de la propia defensa», ibídem. Al comentar VÉLEZ
SARSFIELD, el dispositivo transcrito en la nota respectiva, cita a SAVIGNY, para afirmar
«que las acciones posesorias (para nosotros pretensiones interdictales) han nacido de
la presunción de la propiedad en el poseedor; más esta presunción no tiene ningún
fundamento jurídico, porque las acciones posesorias se conceden también al que
manifiestamente no es dueño de la cosa , al que no tenga el derecho de poseer y en
contra el que tenga derecho a la posesión, y aun contra el verdadero propietario». El
artículo 446 del Código Civil español expresa: «Todo poseedor tiene derecho a ser
respetado en su posesión y, si fuese inquietado en ella, deberá ser amparado o resti-
tuido en dicha posesión por los medios que las leyes de procedimiento establecen».
En este dispositivo advertimos la presencia del principio que orienta la defensa de la
posesión, es decir, «todo poseedor tiene el derecho a ser respetado en la posesión que
ejerce».
232 NERIO GONZÁLEZ LINARES
8. CUADROS VILLENA, Carlos F., ob. cit., t. I., p. 377. Cfr. DE LOS MOZOS, Luis, La tutela interdictal
de la posesión, Madrid, Edit. Revista De Derecho Privado, 1962, p. 716.
236 NERIO GONZÁLEZ LINARES
9. CASTAÑEDA, Jorge, E., ob cit., p. 155. Véase AVENDAÑO VALDEZ, Jorge, «La posesión en el
Código Civil de 1984», en Libro homenaje a José León Barandiarán, Cultural Cuzco,
Lima, 1985, pp. 27-39, este autor para diferenciar los interdictos de las acciones
posesorias, señala que una primera posición sería considerar las acciones poseso-
rias como el género y los interdictos como la especie. Estos últimos serían entonces
un tipo de acciones posesorias, que serían, «in genere», todo medio judicial desti-
nado a la restitución, conservación y manutención de la posesión. Posición diversa
es la de nuestros códigos de 1936 y 1984, ambos han entendido por «acciones
posesorias», aquellas en las que se discute el derecho a poseer. El interdicto, en
cambio, es una acción sumaria y anual en la que no se discute el derecho sino que
se protege la posesión misma.
CAPÍTULO V: DE LA DEFENSA POSESORIA 237
194. GENERALIDADES
Anteriormente nos hemos ocupado de las pretensiones posesorias,
ahora, pasamos al estudio de los interdictos, recordando que si bien los
10. Véase RAMÍREZ CRUZ, Eugenio M., ob. cit., t. I., p. 791, señala que «a pesar de que los
conceptos están claros, se confunde comúnmente el interdicto con las acciones [preten-
siones] posesorias, y es que se les llama indistintamente. Pero el primero protege el ius
possessionis, y la segunda el ius possidendi, o sea, el hecho posesorio actual y el derecho
a la posesión, respectivamente», ibídem. Sin embargo es necesario aclarar que los inter-
dictos no sólo están facultados para los meros poseedores (ius possessionis), sino de
conformidad con el artículo 921 del Código Civil, se extiende a todo poseedor inclu-
yendo al propietario o aquel que tiene el derecho a la posesión (ius possidendi). Para
todo véase ALTERINI, Jorge Horacio, Acciones reales, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2000.
CAPÍTULO V: DE LA DEFENSA POSESORIA 241
11. Sobre la llamada acción (pretensión) publiciana, véanse ALBALADEJO, Manuel, ob cit., p.
366; VELÁSQUEZ JARAMILLO, Luis, G., Bienes, Temis, 1998, p. 370-371. Este último autor
citando a POTHIER, afirma: «Ordinariamente el antiguo poseedor de buena fe, que
todavía no es propietario, sólo puede reivindicar la cosa cuya posesión ha perdido,
contra los que la poseen sin título; si después de haberla perdido, contra los que la
poseen sin título; si después de haberla perdido, la posesión de esta cosa hubiere
pasado a manos del verdadero propietario, es evidente que no podría la ley reivin-
dicarla contra él», ibídem. La acción publiciana no se introdujo, decían los romanos,
para quitarle al dueño o señor lo que es suyo.
12. HERNÁNDEZ GIL, Antonio, La posesión, Civitas, Madrid, 1980. Cfr. DE DIEGO LORA, Carme-
lo, ob cit., vol. I, pp. 28-29; DE LOS MOZOS, José Luis, La tutela Interdictal de la posesión,
Revista de Derecho Privado, Madrid, 1962, p. 4, apunta que «todo poseedor tiene
derecho a ser respetado en su posesión, y si fuera inquietado en ella, deberá ser
amparado o restituido en dicha posesión por los medios que las leyes de procedi-
mientos establecen. Y en términos de análoga amplitud se expresan en los Códigos
francés, alemán, y otros extranjeros», ibídem.
242 NERIO GONZÁLEZ LINARES
Debemos dejar establecido que los interdictos están inclusive para pro-
teger a quien fundamenta su pretensión en la posesión considerada en sí
misma, es el prototipo del axioma, «poseeo porque poseo» (o «el poseedor
posee porque posee»), que normativamente se encuentra inserto en nues-
tro Código Civil (artículo 921) al igual que en muchos otros códigos. Sobre
este particular PEÑA HERRERA13, enseña que tal proposición es la síntesis de
toda la doctrina en este asunto —indica además—, que el poseedor es pro-
tegido aún contra el mismo propietario cuando existen elementos que mues-
tran una relación actual y externa de una persona con un objeto.
De lo precedente se puede colegir que el estudio de la posesión
involucra, de manera natural, también el de los interdictos. De tal suerte
que la identificación y el fundamento de la posesión ad interdicta, como dice
DE LOS MOZOS14, «es un aspecto que se encuentra íntimamente ligado a la
tutela interdictal misma en virtud de que ésta es fruto de un ensanchamien-
to de la concepción de la posesión». El autor mencionado nos habla del
condicionamiento mutuo entre la posesión y los interdictos, expresando
que, la posesión ad interdicta es la forma más amplia y difusa de posesión,
más que una especie o tipo, viene a ser el aspecto de su regulación por
donde ha ensanchado el concepto mismo de la posesión; dentro de ella,
como expresión de la tutela interdictal.
En la doctrina, los autores mayormente eluden dar una definición de la
posesión interdictal —ad interdicta— (supra 98), pero nuestra labor investigativa
nos lleva a las palabras de DE DIEGO LORA15, quien toma el concepto de corpus
elaborado por Saleilles, pero liberando la nota económica existente en él,
para definir la posesión interdictal afirmando: «La posesión susceptible de la
protección de los interdictos es una relación actual de ejercicio, externa e
independiente, aparentemente jurídica, de una persona respecto a un objeto
de derechos». Esta definición a decir de MEZA LAZARUS16, es sin duda amplia;
sin embargo, sirve para diferenciar aquellas situaciones de hecho que no son
merecedoras de tutela y que pueden ser confundidas con la posesión.
13. PEÑA HERRERA, Víctor Manuel, La posesión, Editorial Universitaria, Ecuador, 1942, p. 56.
14. DE LOS MOZOS, José Luis, La tutela interdictal de la posesión, Revista de Derecho Privado,
Madrid, 1962, p. 164.
15. DE DIEGO LORA, Carmelo, ob. cit., p. 44.
16. MEZA LAZARUS, Álvaro, La posesión agraria, Alma Mater, Universidad de Costa Rica,
1986, p. 167. Trabajo muy importante para diferenciar la posesión agraria de la pose-
sión civil regulada por el Código Civil. En la concepción científica ius agraria entre
ambas sólo hay una semejanza, en el vocablo «posesión».
CAPÍTULO V: DE LA DEFENSA POSESORIA 243
1. Que cualquier poseedor está protegido. 2. Que para tal fin no cuen-
tan las clases ni las categorías posesorias. 3. Que aún cuando la posesión no
confiera ningún otro derecho, existe en cuanto incorpora un derecho al
respeto de sí misma. 4. Que fuera de la posesión no hay ninguna situación
protegida como tal, con lo que la protección como posesión y la posesión
además de constituir un correlato, forman una equivalencia excluyente de
cualquier otra en la que la protección sea la posesoria y lo protegido no
llegue, sin embargo, a ser posesión.
De las consideraciones anteriores se colige que todo poseedor se en-
cuentra legitimado de manera activa, para ejercer la pretensión interdictal
en defensa de los hechos de terceros que turban materialmente la posesión
e incluso llegan a su privación. El interdicto está para el poseedor —ius
possessionis o ius possidendi—, importa básicamente que exista posesión en el
concepto legal del artículo 896 del Código Civil, esto es, basta el goce y
disfrute del bien propio o ajeno.
Si la regla general es que todo poseedor está legitimado para ejercer
los interdictos ¿existe alguna excepción? Si, la excepción es el servidor de la
posesión, porque éste como sabemos, no es poseedor sólo cumple las órde-
nes del verdadero poseedor, y como tal carece de toda legitimidad para
accionar en defensa de la posesión (supra 103).
cen», al respecto comenta PUIG BRUTAU, que el Código habla de posesión en uno y otro
caso, pues tanto quien tiene la mera tenencia o disfrute como el que además posee la
cosa como propia gozan de la pretensión de los interdictos. En ob. cit., t. III, p. 51.
CAPÍTULO V: DE LA DEFENSA POSESORIA 245
19. Citado por DE DIEGO LORA, Carmelo, ob. cit., vol. I., p. 232.
246 NERIO GONZÁLEZ LINARES
TÍTULO II
LOS INTERDICTOS
21. PRIETO CASTRO, Leonardo, Derecho procesal civil, t. II, Zaragoza, 1954, p.199.
CAPÍTULO V: DE LA DEFENSA POSESORIA 249
sante que haya sufrido el poseedor perturbado (artículo 1969 del Código
Civil; artículos 602 y 604 del Código Procesal Civil).
205. LOS HECHOS PERTURBATORIOS. El poseedor por el solo hecho de
mantener la relación directa e inmediata con el corpus de la posesión tiene
derecho a no ser intranquilizado, o como también se dice a no ser lesionado
en la posesión que ejerce. Ya se ha dicho que «todo poseedor tiene derecho
a ser respetado en su posesión», principio que rechaza cualquier hecho de
perturbación material y no material, es decir, no admite la intranquilidad o
zozobra a través de hechos materiales (v. gr., cortes de luz, agua, cerrar las
puertas de los servicios, ruidos insoportables, destrucción de cercos, corte
de plantas, etc.), que son hechos objetivos de perturbación posesoria que
alteran la pacifica posesión del poseedor. Pero también existen y con gran
frecuencia actos que perturban la posesión que son de carácter moral (noti-
ficaciones innecesarias e ilegales mediante la subprefectura, el gobernador,
la policía, las amenazas de palabra o por escrito —cartas notariales—, etc.).
Estos hechos y actos sin llegar a la desposesión alteran la tranquilidad
posesoria generando el interés jurídico del poseedor para hacer valer su
derecho a ser respetado en su posesión, mediante el interdicto de retener.
mediado proceso judicial previo (artículo 603 del Código Procesal Civil).
Quien es despojado implica haber ejercido posesión del bien hasta antes de
la desposesión. Pero, si el poseedor repele o rechaza la fuerza del despojo
imprimida contra él y recobra la posesión sin ningún intervalo de tiempo,
como autoriza el artículo 920 del Código Civil, la demanda será declarada
improcedente, porque sencillamente recuperó la posesión haciendo uso del
dispositivo señalado. No existe interdicto de recobrar, si no hay despojo
total o parcial.
2. La ejecución de los hechos de despojo. Este presupuesto exige la
precisión clara de los hechos que causaron el despojo de la posesión. Algu-
nos nos hablan de actos violentos, clandestinos, abuso de confianza; sin
embargo, lo evidente es que se haya producido el despojo material, como
hecho concreto, porque sólo bajo este supuesto opera el interdicto de reco-
brar (artículo 600 del Código Procesal Civil).
3. La época en que se realizaron los hechos de despojo. Es decir, el día
o los días, el mes o los meses, pero dentro del lapso del año, en que se
ejecutaron los hechos de desposesión por el o los demandados (artículo 600
del Código Procesal Civil). Este presupuesto tiene estrecha vinculación con
la prescripción de la pretensión interdictal.
4. Que la pretensión no se haya prescrito extintivamente. Desde la
fecha del despojo se debe computar el plazo del año para accionar con la
pretensión de interdicto de recobrar (artículo 921 del Código Civil; artículo
601 del Código Procesal Civil). Si la demanda contiene la pretensión indica-
da, y ha sido interpuesta extemporáneamente (fuera del año), el demanda-
do al contestar la demanda puede proponer la excepción de prescripción
extintiva en contra de la referida pretensión, y en el supuesto que ésta sea
declarada fundada, la pretensión no tendrá ningún efecto sustancial, y se
dispondrá la nulidad de todo lo actuado y por concluido el proceso (artícu-
lo 451, inciso 5, del Código Procesal Civil).
5. La determinación del bien que fue objeto de despojo. El objetivo del
interdicto, que nos ocupa, es obtener una sentencia estimatoria que ordene
la restitución de la posesión. Esta situación es de importancia para el juzga-
dor en cuanto el bien debe estar inequívocamente determinado o identifi-
cado en la demanda, para no cometer el error de restituir un bien distinto
al que efectivamente fue objeto de expoliación, por el demandado. Recor-
demos que los derechos reales operan sobre bienes determinados.
6. La determinación de la persona o personas naturales o jurídicas (sus
representantes) que hayan ejecutado los hechos materiales del despojo. Este
presupuesto se vincula con la legitimidad pasiva (demandado).
7. La determinación, según el caso, de los frutos dejados de percibir
por las acciones de privación de la posesión. Asimismo los hechos que ha-
CAPÍTULO V: DE LA DEFENSA POSESORIA 257
212.1. Semejanzas.
1. Ambos se fundan en el ejercicio efectivo y real del hecho de la pose-
sión (ius possessionis).
2. Procesalmente ambos están sometidos a las reglas del proceso su-
marísimo.
3. Ambos debaten, dentro de proceso, sólo la posesión, cualquiera sea
el hecho del que deriven. Esto es, la posesión actual o perturbada (retener)
o la posesión despojada (recobrar).
4. Ambos interdictos, para ser ejercitados, no requieren de la posesión
anual.
CAPÍTULO V: DE LA DEFENSA POSESORIA 259
212.2. Diferencias
1. La diferencia radica en que el interdicto de retener es accionado
cuando el poseedor se halla en plena posesión directa, o sea, es sobre la
posesión actual. En cambio el de recobrar es accionado cuando el poseedor
ha sido despojado.
2. La pretensión interdictal de retener tiene como causa petendi los he-
chos perturbatorios de la posesión. En cambio, en el interdicto de recobrar
esa causa es el hecho del despojo.
3. Procesalmente, interpuesta la demanda con la pretensión de inter-
dicto de retener, el juez ordenará en decisión inimpugnable se practique
una inspección judicial, designándose peritos. En cambio, en el interdicto
de recobrar, no existe la necesidad de practicar dicho medio probatorio.
4. El interdicto de retener tiene como objeto una sentencia que dispon-
ga que el demandado se abstenga de seguir perturbando la posesión del
demandante. En el de recobrar la sentencia que declara fundada la preten-
sión debe ordenar la restitución de la posesión del bien que fue objeto del
despojo a favor del demandante, bajo apercibimiento de ejecutar la restitu-
260 NERIO GONZÁLEZ LINARES
Quinta Parte
262 NERIO GONZÁLEZ LINARES
CAPÍTULO VI: DEL DERECHO DE PROPIEDAD 263
CAPÍTULO VI
Del derecho de propiedad
TÍTULO I
GENERALIDADES
4. Así, GATTI, Edmundo, Propiedad y dominio, ABELEDO-PERROT, Buenos Aires, 1996. El autor
al referirse a la Constitución argentina, comenta: «Nuestra Constitución de 1853
adopta, en cuanto a terminología, un criterio distinto y opuesto al anterior; distinto,
y opuesto, en cuanto el término ‘propiedad’ es empleado con un alcance amplio y,
más que amplio, amplísimo, en cuanto dentro de él queda comprendido no sólo el
dominio y los demás derechos reales, sino también los derechos personales o credi-
torios, es decir, en suma, todos los derechos patrimoniales», ibídem, p. 17. El BGB
alemán ha influido en el Código Civil peruano, en la utilización del concepto jurídi-
co de «propiedad». Así se advierte del BGB de su Sección Tercera, Propiedad; Título
Primero, Contenido de la Propiedad, comprende los numerales 903-1011.
CAPÍTULO VI: DEL DERECHO DE PROPIEDAD 269
5. FIGALLO ADRIANZEN, Guillermo, Derechos reales agrarios, Ius, Lima, 1997, p. 78.
272 NERIO GONZÁLEZ LINARES
comparado6, entre las que tenemos la del Código Civil colombiano, que en
su artículo 669, define expresando: «Es el derecho real de una cosa corporal,
para gozar y disfrutar de ella arbitrariamente, no siendo contra la ley o con-
tra derecho ajeno». El Código Civil argentino, en el numeral 2506 contiene la
definición legal siguiente: «El dominio es el derecho real en virtud del cual
una cosa se encuentra sometida a la voluntad y a la acción de una persona».
En los Códigos indicados advertimos que emplean el vocablo «dominio»,
como sabemos con limitación exclusiva a las cosas corporales. En el Código
Civil español el artículo 348, expresa: «La propiedad es el derecho de gozar y
disponer de una cosa, sin más limitaciones que las establecidas en las leyes.
El propietario tiene acción contra el tenedor y el poseedor de la cosa para
reivindicarla». En cambio algunos Códigos, no definen la propiedad, sino al
propietario, como el Código Civil mexicano, que en su artículo 830 dice: «El
propietario de una cosa puede gozar y disponer de ella con las ilimitaciones
y modalidades que fijen las leyes». Finalmente, y con el propósito de que
nuestra labor comparativa sea eficaz tenemos el artículo 923 del Código Civil
8. WOLFF, Martín, ob. cit., p. 274. Agrega citando a WINDSCHEID, que la propiedad no conce-
de las facultades libres y exclusivas sino dentro de ciertos límites fijados a priori por el
ordenamiento jurídico; que esos límites son impuestos a la voluntad del titular, pero
no a la propiedad misma, ibídem.
9. Cit. por CASTAÑEDA, J. E., ob. cit., p. 204.
10. PUIG BRUTAU, José, ob. cit., t. III, p. 153.
CAPÍTULO VI: DEL DERECHO DE PROPIEDAD 275
11. Cfr. AURELIO CANDIAN, Aurelio, Instituciones de derecho privado, Uteha, trad. de Álvaro
PASCUAL LEONE, México, 1961, pp. 356-369; LASARTE, Carlos, La propiedad privada, en ob.
cit., t. iv, pp. 77-78, para este autor «el abandono de la concepción absolutista de la
propiedad privada, históricamente, se ha ido produciendo de forma paulatina». Es
así, cómo en las constituciones modernas instituyen que la propiedad privada debe
cumplir la función social (como la italiana de 27 de diciembre de 1947, la española en
su artículo 32.2, y la peruana en su artículo 70, aún cuando su redacción es mediatiza-
da). La expresión «función social de la propiedad» (privada) fue acuñada por el
estudioso francés LEÓN DUGUIT, atemperando la excesiva liberalidad que le había asig-
nado a la propiedad, la revolución francesa.
276 NERIO GONZÁLEZ LINARES
TÍTULO II
CONTENIDO
tud como los poderes jurídicos atribuidos por la ley al propietario. El con-
tenido jurídico de la propiedad se advierte porque en su interior coexisten
un conjunto de derechos sometidos al poder del propietario (artículo 923
del Código Civil). El sustento jurídico-constitucional (inciso 16, del artícu-
lo 2º) es en la categoría de Derecho Fundamental y como tal inviolable
(artículo 70). Algunos nos hablan de poderes, facultades o atributos de la
propiedad, pero lo adecuado jurídicamente es hablar de derechos.
La aprehensión objetiva o real del contenido de la propiedad se hace
efectiva, según nuestro criterio, con el ejercicio pleno de la posesión, que no
es sino, el uso y el disfrute de la propiedad, o propiamente su contenido
material. El derecho de disposición, sintetiza el poderío del titular sobre el
bien. Sólo el propietario —in strictu—, está facultado para disponer o ena-
jenar el bien a título inter-vivos o mortis causa. Es con este poder (ius abutendi)
que la propiedad adquiere valor económico-social, y asume una vasta
dinamicidad dentro de los derechos que generan relaciones jurídico-reales
en el gran mundo patrimonial del hombre.
15. FERNÁNDEZ SESSAREGO, Carlos, ob. cit., p. 147. Además el ilustre jurista dice: «Es del caso
señalar, asimismo, que el abuso en el ejercicio o en el no uso de un determinado
derecho subjetivo no agravia un derecho subjetivo ajeno, desde que esta última
situación configura, como es obvio, un conflicto de derechos. El abuso del derecho es
aquel ejercicio o no uso ilícito de un derecho subjetivo que lesiona un determinado
interés existencial», ibídem. Para una información completa sobre el abuso del dere-
cho léanse la obra del mismo autor, Abuso del derecho, Lima, 1999; LASARTE, Carlos, «La
consideración actual de la propiedad privada», en ob. cit., t. iv, pp. 76-89.
CAPÍTULO VI: DEL DERECHO DE PROPIEDAD 283
16. AREÁN, Beatriz, ob. cit., t. 1, p. 248. Sobre el carácter absoluto del derecho de propiedad
se pueden consultar las obras de: HIGHTON, Elena, op cit., p. 39; CUADROS VILLENA, C., ob.
cit., t. I, p. 368; LAQUIS, Manuel, ob cit., t. II, p. 69.
CAPÍTULO VI: DEL DERECHO DE PROPIEDAD 285
17. Los derechos reales según su clasificación pueden ser exclusivos o no exclusivos. La
exclusividad del derecho de propiedad es frente a su titular, así v. gr., dos personas no
pueden tener la misma situación de propietarios sobre la totalidad de un bien (excep-
to en la copropiedad, pero en cuotas ideales); o en su caso el que adquiere la propiedad
de un bien por un título no puede posteriormente ser adquirido por otro. La propie-
dad excluye la posibilidad de que existan otros derechos reales sobre el mismo bien
a favor del mismo titular. Los romanos enunciaron la máxima «nemine res sua servit»,
seguramente en razón de que la servidumbre fue la figura real que coexistió junto a
la propiedad. Luego la otra connotación de dicho carácter es como excluyente, esto
significa que el propietario tiene el pleno derecho de excluir a terceros del uso, goce
y disposición del bien de su propiedad, así como prohibir el ingreso o a colocar
bienes ajenos en su propiedad.
286 NERIO GONZÁLEZ LINARES
18. MAZEAUD, León y Jean, Lecciones de derecho civil, vol. IV, Ejea, Buenos Aires, 1960, p. 18. El
derecho de propiedad dura en tanto dure la titularidad del sujeto. Cfr. LAFAILLE, Héctor, ob.
cit., p. 378; HIGHTON, Elena, ob. cit., p. 45, considera que la idea de perpetuidad del dominio
se vincula a la cosa y no a la persona. Por lo que se relaciona con las causales de extinción
absoluta de este Derecho Real. Considera además, que el dominio está latente en la cosa,
a la espera de un titular; si no se piensa así deberá aceptarse que el abandono de cosa
mueble es causal de extinción del dominio y excepción a la perpetuidad.
19. COLIN, Ambrosio y CAPITANT, M., Curso elemental de derecho civil, vol. II, Reus, Madrid,
1923, p. 163.
CAPÍTULO VI: DEL DERECHO DE PROPIEDAD 287
230. OBJETO DEL DERECHO DE PROPIEDAD. Los bienes sobre los cuales
puede recaer el derecho de propiedad, son aquellos susceptibles de apropia-
ción, debidamente individualizados o determinados. Antiguamente, como
en el derecho romano, era necesario que recaiga sobre cosas materiales o
corporales, hoy, por las tendencias de liberalidad del derecho de propiedad,
también tiene como objeto los bienes no corporales o inmateriales (dere-
chos). Lo cierto es, aunque se trate de bienes incorporales, éstos en muchos
casos no se pueden sustraer de las características de la propiedad antes seña-
ladas, y desde luego de los poderes jurídicos atribuidos al propietario. Acla-
ramos que nuestro Código Civil sobre la propiedad de los bienes incorporales
se remite a la legislación de la materia, conforme expresa el artículo 884.
Son objetos del derecho de propiedad20, los bienes inmuebles que se
hallan enumerados en el artículo 885 del Código Civil, y los demás bienes a
los que la ley les confiere tal naturaleza. Los bienes inmobiliarios adoptan
también la denominación de predios que se clasifican en dos grandes áreas:
20. Bienes sobre los cuales recae el derecho de propiedad, al respecto los tratadistas
ALESSANDRI y SOMARRIVA, expresan: «Pueden ser objeto de propiedad las cosas apropia-
bles e individualmente determinadas. De acuerdo con la tradición romana, es necesario
288 NERIO GONZÁLEZ LINARES
que se trate de cosas corporales; en conformidad a otra tendencia, más liberal aunque
menos técnica, también las cosas inmateriales y los derechos pueden ser objeto de la
propiedad, porque a despecho de ciertas modificaciones que imprime la incorporali-
dad, siempre concurren los atributos esenciales que deriven para caracterizar el
dominio». El objeto del derecho de propiedad, hoy, anda junto al gran avance de la
ciencia y la tecnología, pues la propiedad intelectual o la propiamente real no dejaran
de tener como contenido las facultades que la ley y el derecho le atribuyen al titular
de la propiedad (ius utendi, ius fruendi, ius abutendi, ius vindicandi), y la característica
esencial de los derechos reales: erga omnes.
CAPÍTULO VI: DEL DERECHO DE PROPIEDAD 289
21. Hablar de propiedades (en plural), hoy cobra gran importancia en el derecho moderno,
pese a que algunos, por no decir muchos, tratan la propiedad con cierta miopía. Se
informa que ya los romanos conocieron tipos de propiedades: a) el dominium denomina-
do sobre todo como dominium ex iure quiritium; b) la propiedad bonitaria o pretoria en
cuanto se encontraba protegida por la actio publiciana; c) la propiedad provincial, que
según el criterio de los juristas de la época era una especie de uso o usufructo pues la
propiedad sólo existía en territorio itálico y provincial; d) la propiedad de los peregrinos
que se solidifica cuando se adquieren la ciudadanía todos los súbditos del imperio. Hoy
en día es irrefutable, porque es toda una realidad, la existencia de tipos de propiedades.
O como dice ZELEDÓN ZELEDÓN, R., «… que ya no se debe hablar de «la propiedad» sino de
«las propiedades», o bien —como también se afirma— de que junto a la propiedad (civil
o del Código Civil) existen otros tipos de ‘propiedades’ (especiales, o de la legislación
especial), por ello en este tema se desarrollan las propiedades agraria, urbana, forestal,
industrial, de las aguas, minera», La propiedad (presentación), Juricentro, Fundación Inter-
nacional de Derecho Agrario Comparado, San José de Costa Rica, 1983. Además, el
mismo autor cita a PUGLIATTI, Salvatore, quien plantea que «… si las cuestiones propuestas
se quieren afrontar, si se quiere tener la esperanza de resolverlas, es necesario salir del
campo de los esquemas y, del campo de las palabras, es decir, superar el puro formalismo
jurídico. Entonces es necesario identificar en la realidad económica y social aquellos tipos
de intereses, aquellos lazos de intereses, considerados por la legislación, Se podrá así ver
si una pluralidad de institutos en torno a un interés o a un complejo de intereses». Tanto
es así, que frente a la gran variedad de propiedades surgidas al calor de las realidades
socio-económicas como son las reguladas por las leyes especiales, el Código Civil, no
está en la capacidad de regular por ejem., las propiedades: minera, agraria (dentro de ésta
las propiedades: forestal, la comunal, la de aguas, la de tierras eriazas, la de selva y ceja de
selva, la de semillas, etcétera), así como la comercial, la industrial, la de marcas y señales,
etcétera. Siendo así resulta que la regulación normativa del Código Civil cada vez se va
reduciendo en cuanto a su contenido y ámbito, pasando a servir como derecho común o
general con la aplicabilidad supletoria (artículo IX del Título Preliminar del Código
Civil) para todo lo que no esté previsto en los derechos especiales. Véase, RODOTÁ, Stefa-
no, «Ciencia jurídica oficial y definiciones de la propiedad», en El terrible derecho -Estudios sobre la
propiedad privada, Civitas, Madrid, 1986, pp.121-144.
290 NERIO GONZÁLEZ LINARES
22. ZELEDÓN ZELEDÓN, Ricardo, «En busca de un nuevo concepto de propiedad», en La propiedad,
Fundación Internacional de Derecho Agrario, San José de Costa Rica, 1983, p. 33.
23. Citado por ZELEDÓN ZELEDÓN, R., ob., cit. p. 54.
24. Citado por GONZÁLEZ LINARES, Nerio, en Derecho procesal agrario, t. I, 1991. JOSSERAND, L.,
explica: «Es preciso hablar hoy no de la propiedad, sino de las propiedades. Cada
categoría de bienes implica una forma de apropiación especial para ella; no se tiene
sobre una finca rústica los mismos derechos ilimitados que se ejercen sobre el mobi-
CAPÍTULO VI: DEL DERECHO DE PROPIEDAD 291
TÍTULO III
RESTRICCIONES Y LIMITACIONES
27. JOSSERAND, Louis, Derecho civil, t. I., Edit. Bosch, Buenos Aires, 1950, p. 152.
CAPÍTULO VI: DEL DERECHO DE PROPIEDAD 295
28. Cfr. FERNÁNDEZ SESSAREGO, Carlos, «Propiedad y abuso del derecho», en ob. cit., p.146; PLA-
NIOL, Marcel, llega a observar la fórmula «uso abusivo de los derechos», por cuanto
todo acto abusivo, por ello sólo es ilícito, y no es el ejercicio de un derecho, por lo que
el abuso de derecho no constituye una categoría jurídica distinta al acto ilícito», ob.
cit., p. 278. AREÁN, Beatriz, «El abuso del derecho en el ejercicio de los derechos rea-
les», ob. cit., p. 102.
29. AREÁN, Beatriz, ob. cit., t. 1, p. 259, sobre la fundamentación de las restricciones y
limitaciones de la propiedad, agrega que «la ley organiza el dominio de forma tal
296 NERIO GONZÁLEZ LINARES
tar la propiedad privada a las miras con que fue instituida, dentro de la
convivencia y del interés superior de la sociedad».
De lo expresado se desprende que toda restricción básicamente nace
de la ley, así v. gr., el artículo 925 del Código Civil, que establece lo que
hemos venido afirmado, en cuanto que las restricciones son establecidas
por la ley; por ende, no pueden ser modificadas ni suprimidas por acto
voluntario de las partes; en el fondo dicho dispositivo contiene una norma
prohibitiva. El legislador del Código Civil, por medio de las restricciones
ha procurado el normal ejercicio de todos los poderes de la propiedad; en
este mismo sentido señala SALVAT30, al expresar que, «por medio de las res-
tricciones y limitaciones de la propiedad, el legislador ha creado un mar-
gen dentro del cual deben desenvolverse normalmente los poderes del pro-
pietario». De tal manera debemos de comprender que las restricciones y
limitaciones de la propiedad son las mejores garantías para el efectivo y
normal uso económico-social de la propiedad, en este sentido todas las
propiedades, de una u otra forma, están sometidas a restricciones y limita-
ciones, v. gr., como las propiedades urbana, agraria, la propiedad indus-
trial, de aguas, propiedad comunal, propiedad forestal, etc., y no sólo por
razones de la imperatividad legal, social o de vecindad, sino, fundamental-
mente hoy, por la función ambiental de la propiedad que el titular debe
asumir en armonía con el medio ambiente (artículo VII del Título Prelimi-
nar del Código del Medio Ambiente y Recursos Naturales).
que pueda cumplir sus fines individuales y sociales. Para ello lo somete a una serie de
limitaciones que se fundan, precisamente, en la potestad del Estado para adoptar la
propiedad privada a las miras con que fue instituida, dentro de la convivencia y del
interés superior de la sociedad», ibídem, p. 260.
30. SALVAT, Raymundo, Tratado de derecho civil argentino - derechos reales, t. II, Buenos Aires,
1962, p. 337. Se puede consultar también, HIGHTON, E., «Restricciones y limites al domi-
nio», en ob. cit., primera parte, pp. 83-95.
CAPÍTULO VI: DEL DERECHO DE PROPIEDAD 297
ajena sin perjuicio alguno para su propietario —ius usus inocui—, sobre este
particular rigen algunos principios que justifican y orientan su legitimidad,
como los que siguen: «cada uno puede hacer en el fundo de otro lo que a él
aprovecha o no daña al fundo», «cualquiera puede utilizar a su discreción la
posesión ajena con tal que no lo haga en daño del poseedor». Sobre el parti-
cular, escribe WIELAND, que «aunque el propietario tiene el derecho de prohi-
bir a los demás que penetren en su propiedad, esta facultad no puede exten-
derse más allá de lo que es necesario para permitir la realización de un inte-
rés digno de protección». Esto podría ocurrir cuando, por ejemplo, se da el
hecho de una inundación en una vivienda, y resulta necesario penetrar al
inmueble para realizar actos dignos de protección del mismo bien o de la
persona del propietario. De tal manera, el propietario tiene que reconocer el
«ius usus nocui», no sólo a los vecinos sino a cualquier otra persona que tenga
la intención noble de ingresar al bien en provecho o salvaguarda del interés
del propietario del predio vecino, sin causar daño en el sentido estricto de la
palabra. Toda esta doctrina encierra el artículo 959 del Código Civil; pero en
el supuesto de haberse causado daños se le indemnizará al propietario. Tam-
bién se puede dar la autorización que señala aquella norma en los casos de
incendios, inundaciones, terremotos, etc., a quienes acudan con auxilio pro-
pio como los bomberos, la policía, el ejército, etc., procediendo éstos a ingre-
sar a las propiedades vecinas, aun muchas veces provocando la destrucción
del inmueble ajeno. «El propietario no puede impedir que en su predio se
ejecuten actos para servicios provisorios de las propiedades vecinas, que evi-
ten o conjuren un peligro actual o inminente, pero se le indemnizará por los
daños y perjuicios causados» (artículo 959 del Código Civil).
245.1. Ideas previas. Ya hemos visto que los poderes jurídicos que el
propietario ejerce sobre los bienes se tangibilizan en los derechos de goce,
disfrute, disposición y reivindicación, razón por la que se dice que se trata de
un derecho real completo y perenne, sin dejar de ser excluyente de toda
ingerencia de terceros. De los derechos mencionados se derivan muchos otros
como los contenidos en los artículos 965 y 966 del Código Civil (los derechos
de cercar, de deslinde y amojonamiento o de cortar las ramas y raíces, etc.);
resaltando con nitidez jurídica, el poder jurídico de disposición del bien (ius
abutendi), que es tipificante del derecho de propiedad, y pertenece sólo al
propietario, permitiéndole el ejercicio de los derechos sustanciales como el
de transferir el goce y disfrute del bien —para configurar los derechos reales
sobre bien ajeno—; luego enajenar —vender, permutar, donar, etc.—, gra-
var el bien —hipoteca, anticresis, etc.—, o accionar con la pretensión
reivindicatoria cuando el bien se encuentre en posesión de quien no es pro-
pietario. Pasemos a desarrollar estos derechos del propietario:
puede hacer también un tercero por encargo del dueño. El objeto fundamen-
tal de este derecho es delimitar, individualizar o determinar la superficie del
inmueble; por tanto, el hecho de cercar es precisar físicamente los límites por
los cuatro puntos cardinales; y desde luego es, rodear de seguridad el pre-
dio frente al acceso o intromisión clandestina de terceros. Por la ejecución del
derecho de cercar el predio, el titular genera la actitud del ejercicio público y
notorio de la propiedad a través de hechos materiales (cercos o muros, plan-
taciones —cercos vivos—, alambrados, estacados, etc.). Un bien inmueble
cercado o delimitado, demuestra la presencia del carácter exclusivo de la
propiedad, más la nota de efectividad del dominio material y privado del
bien. A todo ello podemos agregar, que el hecho de cercar un predio urbano,
determinará su cabida en metros cuadrados o en hectáreas, el perímetro en
metros lineales, y si esto se verifica, el inmueble no ofrecerá mayor problema
sobre sus linderos y su determinación objetiva.
Los predios o fundos rurales destinados a la explotación con activida-
des agrarias, que generalmente comprenden grandes extensiones, se miden
por hectáreas. Tenemos que la ejecución del derecho de cercar en estos bie-
nes, se presenta con cierta complejidad, provocada por la misma configura-
ción topográfica del suelo rural. Se pueden presentar problemas de confu-
sión de linderos, que obligue al propietario del predio colindante a recurrir
al deslinde, con la respectiva colocación de hitos o el amojonamiento. El
deslinde puede operar mediante acuerdo convencional entre los propieta-
rios colindantes (extrajudicial), y si no es posible este acuerdo, la solución
será jurisdiccional a través de la pretensión de deslinde total o parcial, según
el caso (supra 229).
linderal. En este mismo sentido define RUIZ SERRAMALERA31: «Son las opera-
ciones necesarias para fijar materialmente los límites de una finca, y por
amojonamiento, el acto de marcar con señales ciertas cuales sean los límites
establecidos». El derecho que tiene el propietario al deslinde y amojona-
miento exige la presencia física de dos predios o fundos rústicos colindan-
tes o contiguos. El deslinde no tendrá objeto si no existe continuidad, o no
existe solución material de lindero a lindero, por ejemplo, cuando existe un
riachuelo entre ambos predios.
No creemos que sea una adecuada redacción la que contiene el artículo
966 del Código Civil, cuando dice: «El propietario de un predio puede obli-
gar a los vecinos sean propietarios o poseedores, al deslinde y al amojona-
miento». La premisa es, que el deslinde se deriva del derecho de propie-
dad, y procesalmente se configura como pretensión que tiene como funda-
mento el derecho de propiedad e incluso se dice que tiene visos
reivindicatorios. Sabemos que la fijación de los linderos de bienes inmuebles
rústicos no sólo es definir la extensión física, sino la delimitación material
de esa extensión con la determinación de linderos fijos e inconfundibles.
Estos hechos, obviamente, sólo pueden ser decididos, dilucidados, por quien
o quienes tienen el poder de disponibilidad del bien, que no viene a ser
sino sólo el propietario. En cambio el poseedor carece de ese poder.
En el deslinde, como en toda pretensión que se deriva del derecho de
propiedad juegan un papel importante y decisivo los títulos de propiedad en
armonía con los planos perimétrico y de ubicación, así como las memorias
descriptivas, que respondan a la determinación precisa de las líneas linderales
o divisorias de los fundos contiguos, de modo tal que contribuyan a la decla-
ración constitutiva del derecho de propiedad en la vía jurisdiccional (senten-
cia), a través de la fijación exacta y real de la línea separatriz entre dos
fundos. A esto se debe agregar, que ese resultado (sentencia), tiene que man-
tener congruencia con el informe técnico-pericial, que corrobore al mejor es-
tudio de los títulos de propiedad sobre las áreas que son separadas por la
línea linderal y señaladas por las partes, es decir, se trabaja sobre la preten-
sión afirmada, por un lado por el pretensor y por el otro por el demandado
(en el deslinde las partes tienen recíprocamente la calidad de demandante y
demandado). Si todo esto es así, no cabe duda, que en el deslinde se tiene
como cuestión de fondo el debate del derecho de propiedad. En nuestra
opinión, dicho debate, no es posible con alguien que sólo tenga la situación
simple de poseedor, como erróneamente expresa el artículo 966 del Codigo
31. RUIZ SERRAMALERA, Ricardo, Derecho civil - derechos reales, t. I, Madrid, 1988, p. 72.
304 NERIO GONZÁLEZ LINARES
Civil, cuando dice: «El propietario de un predio puede obligar a los vecinos,
sean propietarios o poseedores, al deslinde y al amojonamiento». El sentido
de esta norma se repite en el artículo 504, inciso 3, del Código Procesal Civil,
por cuanto también da la posibilidad de que el propietario colindante pueda
exigir al poseedor del predio vecino a someterse al deslinde y al amojona-
miento con el predio del que sólo es poseedor.
Hasta aquí se advierte que el deslinde es una pretensión jurídica de
naturaleza procesal, siendo así, su regulación positiva en lo procesal se ha-
lla tenuemente redactada, y con muchos vacíos, en los artículos 504, inciso
3 (quienes pueden pretender), y 505 (requisitos especiales) del Código Pro-
cesal Civil. La regulación sustancial y procesal que contienen los dispositi-
vos mencionados es deficiente, tal vez porque el legislador o la Comisión
Redactora, nunca pensó en los predios rústicos o agrarios, para haberse
puesto muy lejos de la realidad, menos haber recogido la experiencia nor-
mativa y casuística de la regulación sustancial y procesal del deslinde que
estuvo establecida en el derogado Decreto Ley 17716, desde luego, técnica
y normativamente, muy superior. Además de la fecunda jurisprudencia
agraria del ex Tribunal Agrario de la República.
La pretensión que nos ocupa, como uno de los derechos del propieta-
rio, conlleva implícitamente el reconocimiento del derecho de propiedad e
incluso en el fondo tiene visos reivindicatorios, toda vez que está destina-
da a la fijación de linderos que deben separar dos fundos rústicos que limi-
tan entre sí, con derechos de propiedad recíprocamente reconocidos. Todo
esto con la ostentación de títulos de propiedad suficientes, fehacientes y en
tracto sucesivo (si provienen del modo derivado), y con la debida repre-
sentación gráfica de los inmuebles en los planos oficiales (certificado
catastral, planos de ubicación y perimétrico, más memorias descriptivas),
expedidos por el Sector público correspondiente. Si esto es así, legalmente
se puede pensar en debatir el derecho de propiedad con el mero poseedor.
La causa petendi en la pretensión de deslinde está en la confusión de
linderos entre dos predios colindantes, y es por ella que podemos decir,
donde no hay confusión de linderos no hay deslinde, o donde no hay con-
tinuidad física de fundos tampoco hay deslinde. Estas afirmaciones son en
razón de que el objeto del deslinde es precisamente definir la confusión
linderal entre dos fundos y evitar intromisiones deliberadas en propiedad
ajena. Si los predios colindantes están perfectamente delimitados, con cla-
ros signos materiales de colindancia, v. gr., por ríos, barrancos, cuchilladas
de montañas o cerros, etc., no será viable el deslinde, porque resulta impo-
sible que haya confusión de linderos, en donde hay demarcación natural.
CAPÍTULO VI: DEL DERECHO DE PROPIEDAD 305
CAPÍTULO VII
De los modos de adquirir el derecho de propiedad
TÍTULO I
LOS MODOS EN LA LEY CIVIL Y LA DOCTRINA
1. En esta nota nos urge ampliar los conceptos «modo» y «título», que de acuerdo a la
sistemática jurídica civil adoptada pueden tener o no ingerencia en el perfecciona-
miento de las transferencias de los bienes. El elemento infaltable de todo derecho es
la causa entendida como la causa-fuente. Razón es, que se afirme que todo derecho
emerge o nace de un hecho generador (de derecho). Lo cual se refiere a los hechos y
los actos jurídicos que se constituyen en esa causa generadora del derecho real de
propiedad. Es como dice AREÁN, que «todo derecho reconoce su origen en un hecho
que le sirve de antecedente, de modo que quedan comprendidos dentro del concepto
de ‘causa’ todos los hechos o actos jurídicos que actúan como fuente de los derechos»,
ob. cit., t. 1, p. 92.
La teoría del modo y el título, tiene gran ingerencia en el perfeccionamiento de las
transferencias de inmuebles, como ocurre en el derecho argentino, donde juega pa-
pel importante la tradición como el modo de adquirir la propiedad de los bienes
(artículo 2524, inciso 4). En cambio como sabemos, en nuestro medio, el modo va
implícito en el título, en razón de que la transferencia de tales bienes, es ad consensu
(artículo 949); es decir, la tradición pierde la calidad de modo, sólo representa la
obligación del transferente de poner a disposición del adquirente el bien. Nuestro
Código Civil ha rechazado la teoría de la coexistencia del título y el modo, para
adoptar la teoría espiritualista o francesa o del consensualismo. Al respecto se pue-
den consultar: VELÁSQUEZ JARAMILLO, Luis. G., ob. cit., pp. 183-186; ALESSANDRI, Arturo, ob.
cit., t, I, pp. 133-138; HIGHTON, Elena, ob. cit., pp. 2-4; PUIG BRUTAU, José, ob.cit., t. III, pp.
323-324.
312 NERIO GONZÁLEZ LINARES
das por la ley; y que sea apto o idóneo para servir de fundamento o base a la trasmi-
sión del dominio», ob. cit., segunda parte, p. 104.
De acuerdo con nuestro ordenamiento civil en materia ius real, la transmisión de
bienes inmuebles (compraventa, permuta, donación, dación en pago, etc.) se perfec-
ciona con el solo consentimiento o el acuerdo de voluntades, sin que se requiera la
tradición del bien ni la inscripción registral, el acuerdo consensual (artículo 949
Código Civil), puede constar en documento privado o con publicidad notarial (escri-
tura pública); pero la cultura registral va pegando fuertemente en nuestro medio, es
decir, la publicidad registral, en garantía de terceros (o frente a ese sujeto pasivo
universal del que se habla para que, según algunos, se establezca la relación jurídica
real con sociedad, y valga erga omnes, que se traduce en el respeto que la sociedad le
debe al derecho real dominial). En cambio la transmisión de bienes muebles deter-
minados de conformidad con el artículo 947 del Código Civil, se efectúa por la
tradición, salvo disposición legal diferente, lo que quiere decir, que tratándose de
bienes muebles no resulta suficiente el título, sino se requiere de la tradición que
perfecciona el acto traslativo de propiedad.
5. El modo y el título en el perfeccionamiento de la transferencia de bienes que funcio-
nan a plenitud, bajo la inspiración del sistema germano, los tenemos, entre otros, en
los códigos civiles de: Chile, Colombia, Uruguay, Argentina, Brasil, Ecuador, Salva-
dor (véase nota 58).
314 NERIO GONZÁLEZ LINARES
8. BORDA, Guillermo, ob. cit., p. 165, agrega, sobre si la adquisición de la propiedad por
prescripción es modo originario o derivado, «que dentro de la lógica que inspira esta
clasificación, no tenemos duda de que se trata de un modo originario, porque el
adquirente no recibe su derecho del antecesor de tal manera que el dominio del uno
y otro están disociados. Esta consideración es válida aún en el caso de la usucapión
breve, en la que se exige justo título; porque el justo título no es la causa de la
316 NERIO GONZÁLEZ LINARES
254.1. Por actos inter vivos y mortis causa. Los actos inter vivos (entre
vivos) son aquellos que realizan las personas de manera directa y efectiva,
adquisición del dominio, sino sólo la prueba de la buena fe», ibídem. Esta es la orien-
tación que también a nosotros nos dio la razón para afirmar que hay un lindero entre
el justo título y la buena fe, es decir, establecer dónde termina el justo título, para sólo
pervivir la buena fe o la posesión de buena fe, en la usucapión breve.
Estamos ante el modo originario de adquisición de la propiedad, cuando la propiedad
se adquiere sin que exista una voluntad anterior o precedente que la transfiera, como
ocurre con el aluvión, la avulsión, la aprehensión o la prescripción adquisitiva, etc. Este
modo opera sobre objetos que no han tenido propietario o que habiéndolos no existe
una transferencia voluntaria y válida de su primitivo propietario. En lo que correspon-
de al modo derivado en la adquisición de la propiedad, opera cuando los que transfieren
la propiedad lo verifican con fundamento legal en una sucesión jurídica como la tradi-
ción y la sucesión por el hecho de la muerte o por acto o negocio jurídico. En los modos
derivados se observa la aplicación del principio según el cual «nadie da lo que no
tiene». Si el tradens no es propietario del bien mueble o inmueble traditado o transfe-
rido no llega a transferir la propiedad al adquirente. En la transferencia de la propiedad
existen los denominados sistemas jurídicos, los cuales son tratados en la presente obra
(romano, germano, francés, y el que nuestro ordenamiento jurídico civil ha adoptado).
CAPÍTULO VII: DE LOS MODOS DE ADQUIRIR EL DERECHO... 317
9. SALVAT, Raymundo, ob. cit., p. 236. El autor nos informa que en el último período del
derecho romano, la tradición respondía a este concepto y es por eso que los juriscon-
sultos nos dicen: traditionibus et usucapionibus dominia rerum, non nudis pactis transferruntur.
El sistema del derecho romano lo encontramos consagrado en las antiguas leyes
(españolas), como así también en varias legislaciones modernas entre ellas la espa-
ñola. En el Derecho romano la simple celebración del contrato no bastaba para operar
la transmisión de la propiedad; era necesario, para que ella se produjera, el empleo
de los modos que la ley prescribía. La idea esencial de este sistema era que la volun-
tad de las partes podía bastar para el perfeccionamiento del contrato, porque éste
creaba obligaciones y derechos únicamente entre ellas; pero esa voluntad no era
suficiente para crear el derecho real de propiedad, porque tratándose de un derecho
oponible a todos los miembros de la sociedad (erga omnes), su creación sólo podría
tener lugar con la intervención y conocimiento de ellos. En el último período del
320 NERIO GONZÁLEZ LINARES
partes con terceros, pero se exige la inscripción respectiva del acuerdo con-
tractual, de tal manera que el consentimiento y la inscripción son imperati-
vos para que exista transmisión dominial. La tradición es sustituida por la
inscripción en los registros. Este sistema ofrece seguridad para el adquirente,
por cuanto en el (sistema) concurren: el consentimiento, la tradición y la
inscripción del derecho de propiedad.
Precisando aún más sobre este sistema11, diremos que le otorga gran
importancia a la adquisición y a la transferencia de los derechos reales en
cuando al modo, el cual se subdivide en dos momentos: 1. El acuerdo real;
y, 2. La propia tradición e inscripción. En consecuencia según la doctrina
alemana, para que funcione la transmisión de la propiedad, después del
acuerdo de voluntades, debe operar la entrega o tradición del bien, si es
sobre bienes muebles; pero, además de la entrega, exige la inscripción en el
11. Según SALVAT, R., el sistema romano respondía a la distinción entre el título y el modo
de adquisición de la propiedad. Pero en lo tocante a los inmuebles, la tradición era un
modo de transmisión imperfecto por dos razones: «1. Porque se realizaba sin la
intervención de autoridad alguna lo cual puede dar lugar a toda clase de fraudes; 2.
Porque la ley misma autorizaba la tradición breve mano y el constituto posesorio en
cuyos casos la tradición se efectuaba sin que exista acto material alguno que la auto-
rice. El derecho germánico sin abandonar la idea esencial del sistema romano, lo ha
perfeccionado en forma completamente satisfactoria, haciendo la siguiente diferen-
cia: 1. Cosas muebles, es necesaria la tradición. De manera que la propiedad de ella se
transmite del derecho real; 2. Cosas inmuebles, consagrándose principios adoptados
ya en las antiguas legislaciones germánicas, la transmisión de la propiedad se produ-
ce, sin distinción alguna entre relaciones de las partes entre sí y relaciones con los
terceros, por el consentimiento y la inscripción en los registros territoriales, de suer-
te que la tradición es sustituida por esta última, con todas las ventajas y la seguridad
que representa un acto de esta naturaleza. Es el sistema que encontramos también en
algunos países americanos», ob. cit., 494. El sistema germano que opera en la transfe-
rencia del derecho de propiedad, en nuestra apreciación y en la del argentino VALIENTE
NOAILLES, L. (ob. cit., p. 231), perfeccionó el sistema anterior (romano), admitiendo la
simple tradición para los bienes muebles únicamente, y en cuanto a los bienes inmo-
biliarios obligaba a la inscripción en uno de los registros. Sus efectos se observan en
el sentido que la publicidad de la transmisión es mayor y de tal modo se aseguran los
derechos de terceros; es que la intervención del Estado en la inscripción de inmue-
bles, daba cierto aspecto público al acto. Cfr. ALESSANDRI, Arturo, ob. cit., p.133; DE SALVO
VENOSA, Silvio, «Sistemas de adquisición de la propiedad», en Derecho civil - derechos reales,
vol. 5, San Pablo, 2003, pp. 169-171, el autor expresa (refiriéndose a su país, Brasil):
«Nuestro ordenamiento de adquisición de la propiedad sigue el modelo alemán».
Entre los códigos civiles latinoamericanos que adoptaron el sistema alemán, tene-
mos: Chile (artículos 670, 686 y 699); Colombia (artículos 740 y 761); Ecuador (artículos
705 a 733); Uruguay (artículos 720 a 737); El Salvador (artículos 651 y 667); y, Ecuador
(artículos 670 y 699).
322 NERIO GONZÁLEZ LINARES
12. ALESSANDRI, Arturo, ob. cit., t. I, p. 476. Para todo véanse, SALVAT, R., ob. cit., p. 138;
ALESSANDRI, Arturo, ob. cit., t. I, p. 4924. El Código Civil alemán (BGB), por influencia de
SAVIGNY —que menosvaloraba la justa causa traditionis romana y otorgaba el papel
relevante al acuerdo de partes sobre la traditio—, llegó a la conclusión antagónica: el
título causal es irrelevante. No tiene por qué haber un sustrato precedente, sino que
basta y sobra con el mero acuerdo abstracto relativo a la adquisición o transmisión
del dominio.
13. El sistema francés en la transmisión de la propiedad como dice LASARTE, Carlos, «se
caracteriza porque la trasmisión puede tener lugar mediante el mero consentimiento
de los interesados en la dinámica del derecho real de que se trate. Se advierte el
llamado proceso de ‘espiritualización de la tradición’. En este sistema se convierte el
puro acuerdo entre transmitente y adquirente —esto es, el título que sirve de substra-
to a la tradición o modo en los sistemas causales—, en un acto equivalente a la
tradición. La tradición, pues, se espiritualiza, alejándose de su nota primitiva de
materialidad», ob. cit., t. IV, p. 31.
Por su parte SALVAT, Raymundo, nos dice que en la actualidad el sistema francés puede
ser resumido como sigue: «1. En materia de inmuebles, la convención basta por sí
CAPÍTULO VII: DE LOS MODOS DE ADQUIRIR EL DERECHO... 323
sola para transferir la propiedad y los demás derechos reales, en las relaciones de las
partes entre sí; pero con respecto a terceros, la transmisión no se produce sino por la
inscripción en el registro de la propiedad, la cual como ya hemos observado, ha
venido a sustituir con ventajas inestimables, a la tradición del derecho romano, 2. En
materia de las cosas muebles se aplica hoy mismo, tanto en las relaciones entre las
partes como respecto de terceros, el principio que la propiedad se transmite por el
solo efecto de las convenciones, salvo, sin embargo, la aplicación de la regla que, en
materia de muebles la posesión vale título», ob. cit., p. 494. Este es el sistema adoptado
por nuestro Código Civil, en la transferencia de la propiedad de bienes inmuebles
(artículos 949 y 1351). Asimismo véase MAZEAUD, Henri, León y Jean, Lecciones de
Derecho Civil, vol. IV, Ejea., Buenos Aires, 1960, 495; ALESSANDRI, A., ob. cit., t. I, p. 133.
Entre los códigos civiles latinoamericanos adheridos al sistema francés tenemos:
Perú (artículo 940); México (artículo 2014); Costa Rica (artículo 480); Bolivia (artículo
584). Y entre los códigos europeos tenemos Italia (Código Civil de 1942, artículos
1376 y 1465) y Francia (artículo 711).
324 NERIO GONZÁLEZ LINARES
16. Las características de la tradición para VELÁSQUEZ JARAMILLO, L., son: a) es un modo
derivado; b) es un modo de adquirir por acto entre vivos; c) es a título oneroso o
gratuito, d) es una convención; e) el título que lo origina debe generar la adquisición
del derecho real; f) es un negocio jurídico dispositivo bilateral; y g) por la tradición se
adquiere el derechos real sobre cosas singulares (excepcionalmente cosas universa-
les como en la compraventa en un derecho herencial), ob. cit., p. 232.
330 NERIO GONZÁLEZ LINARES
17. ARIAS SCHREIBER, Max, ob. cit., p. 277. Para este autor la formula que contiene el numeral
948 del Código Civil exige los requisitos siguientes: a) que se trate de cosa mueble,
susceptible de ser comercializada; b) que se aplique a los bienes corporales y no a los
incorporales; c) debe producirse la entrega del bien; d) el sujeto adquirente debe
hacerlo como propietario; d) el sujeto en cuestión deberá actuar de buena fe; e) no
deben concurrir determinadas situaciones especiales que enervan la eficacia de todo
el principio, como son las que corresponden a los bienes perdidos y a los adquiridos
con infracción del código penal, ibídem, p. 279.
CAPÍTULO VII: DE LOS MODOS DE ADQUIRIR EL DERECHO... 331
18. Casación N° 1702-99; Jurisprudencia Civil, t. I. Normas Legales, 2002, Lima, p. 191.
334 NERIO GONZÁLEZ LINARES
TÍTULO II
MODOS ORIGINARIOS
943) 3.3.4. Innovación del suelo colindante (artículo 944). 3.3.5. Edificación
con materiales ajenos (artículo 945). 3.4. Siembra con plantas o semillas aje-
nas (artículo 945) 3.5. Accesión natural (artículo 946).
4. Prescripción adquisitiva de propiedad (usucapión, artículos 950 a 953).
273. LA APROPIACIÓN
legal que autoriza matar los animales, con cierta crueldad, porque si «sólo
han sido heridos» el cazador debe perseguirlos hasta cogerlos o matarlos,
esta regulación es insostenible moral y legalmente. Un Código Civil, para
una sociedad civilizada de la época actual, que autorice destruir la natura-
leza viviente resulta irracional, máxime si convivimos en un mundo de pro-
tección holística de toda la flora y fauna viviente del planeta. Es inminente
la derogatoria expresa del dispositivo citado (la crítica reflexiva es sobre la
norma contenida en el artículo 930 del Código Civil).
21. La Ley Forestal y Fauna Silvestre N° 27308; reglamento Decreto Supremo 014-2001-
AG; Decreto Legislativo 613; Decreto Ley 17752 y reglamentos.
22. Véanse las diferentes convenciones de Eco-92, Río de Janeiro-Brasil.
CAPÍTULO VII: DE LOS MODOS DE ADQUIRIR EL DERECHO... 341
normativa amplia como ocurre con el Código Civil argentino, que trata
sobre el tesoro en 17 artículos, lo que a nuestro juicio resulta exagerado (tal
vez para cuanto fue promulgado dicho Código en 1869), pero hoy, es una
figura en retirada de la legislación. El numeral 2551 del Código referido
nos proporciona una definición legal, que a la letra dice: «Se entiende por
tesoro todo objeto que no tiene dueño conocido y que está oculto o ente-
rrado en un inmueble, sea de creación antigua o reciente, con excepción de
los objetos que se encuentren en los sepulcros, o en los lugares públicos,
destinados a la sepultura de los muertos».
También podemos mencionar el Código Civil colombiano, que en su
artículo 700, expresa: «Se llama tesoro la moneda y joyas u otros objetos
preciosos, que elaborados por el hombre, han estado largo tiempo sepulta-
dos o escondidos, sin que haya memoria ni indicio de su dueño». Se trata
de bienes muebles de considerable valor económico y susceptibles de apro-
piación privada (por ejemplo, monedas de oro, plata, joyas, piedras precio-
sas, etc.), que pueden estar enterrados u ocultos en las paredes o en espa-
cios de las casas apropiados para tal fin, los que pueden ser intencionalmente
buscados y hallados, como también pueden ser descubiertos casualmente;
y si ello ocurre, procede la adquisición de la propiedad por apropiación del
tesoro, pero observándose las disposiciones legales pertinentes (artículos
934 y 935 del Código Civil).
281.3. Definiciones de la doctrina. Definiendo el concepto tesoro, se pue-
de decir que, son aquellos bienes muebles de cierto valor económico que se
encuentran ocultos por acción deliberada o intencional, y que no se tiene
conocimiento respecto a quien le pertenezcan. En la doctrina, SALVAT, afir-
ma que el tesoro es susceptible de apropiación, por tener la situación de
cosa sin dueño o res nullius; por su parte BAVILAQUA23, señala que la apropia-
ción del tesoro descubierto es considerado como accesión del bien conti-
nente (tesoro como contenido del continente tocado por el fundo).
En cuanto al reparto del tesoro hallado, LAFAILLE24, considera de ma-
nera equitativa, que la adquisición de la propiedad debe ser en la propor-
ción siguiente: la mitad iure inventione y la mitad iure domini. Sobre este
particular creemos que lo equitativo, en el hallazgo del tesoro, es que co-
rresponda una mitad al descubridor o hallador del tesoro y la otra mitad al
propietario del fundo o edificio. Aquí cabe preguntarse ¿cómo opera la
propiedad del tesoro hallado por el mismo propietario del fundo o edifi-
23. Citado por CUADROS VILLENA, F. C., ob. cit., t. 2°, p. 369
24. LAFAILLE, H., ob. cit., t. IV, p. 280.
344 NERIO GONZÁLEZ LINARES
26. CABANELLAS, Guillermo, Diccionario de derecho usual, t. III, Bibliografía Omeba, Buenos
Aires, 1968, p. 548. Cuando define la especificación expresa: «presupone la pérdida de
la individualidad y se presenta como un modo de adquirir el dominio que se produce
cuando alguien, por su trabajo, hace un objeto nuevo con la materia de otro y con
intención de apropiársela». «La mezcla no es otra cosa que la incorporación, unión,
mixtura o reunión de varias sustancias o cosas en un conjunto más o menos homogé-
neo, distinguiéndole y siendo separable. Cuando la mezcla es de sólidos, se habla de
conmixtión, si es de líquidos, de confusión, por la mayor dificultad para diferenciar-
los y separarlos», ibídem, p. 407.
27. WOLFF, M., ob. cit., p. 576.
348 NERIO GONZÁLEZ LINARES
dos en la obra por el artífice (el Código emplea este término —artífice—,
como sinónimo de creador o autor). Aquí juega papel importante la buena
fe, la que en su generalidad es muy subjetiva, toda vez que la buena fe
perderá sus efectos una vez que el artífice llegue a saber que el material que
utilizó para crear su obra no fue de su propiedad, sino ajeno. Pero el simple
hecho de legalizar la utilización o el empleo del bien ajeno, con el pago de
su valor, no puede operar así de fácil —pagando el valor del bien ajeno
empleado por el especificador—, sino creemos que podría tener acceso el
propietario del material indebidamente empleado, es decir, participando
como copropietario, con el valor del bien producido a través de la mezcla,
y no únicamente recibir el pago del material utilizado por el artífice. En
realidad la buena fe no siempre aparece en la ley como constitutivo óntico
de equidad, como lo advertimos de la norma que contiene la primera parte
del artículo 937 del Código Civil.
286.2. La mezcla. La segunda parte del artículo 937 del Código Civil,
pone solución al problema sobre ¿cómo debe operar el reconocimiento por la
utilización de los materiales pertenecientes a varios dueños en la elaboración
de un bien determinado por el artífice?, en cuanto establece que «la especie
que resulta de la unión o mezcla de otras de diferentes dueños, pertenece a
éstos en proporción a sus valores respectivos». De esta manera se genera la
figura de la copropiedad sobre el bien, con participación proporcional para
cada uno. Se presenta la mezcla o la unión cuando se produce una cosa nueva
por la reunión de materias (áridas o líquidas), pertenecientes a diferentes
dueños, sin que puedan separarse, v. gr., la unión de la arena y el cemento, la
combinación de la pintura con varios colores, etc. Nuestra ley civil no contie-
ne norma que regule la unión o la mezcla producto de la mala fe, vacío que
debe ser llenado dentro de una interpretación sistémica.
TÍTULO III
LA ACCESIÓN
28. VALIENTE NOAILLES, Luis, ob. cit., p. 222. En el derecho comparado la mezcla y confusión
las podemos ubicar en el artículo 2597 del Código Civil argentino, que contiene la
siguiente hipótesis normativa: «Cuando cosas secas o fluidas de diversos dueños se
hubiesen confundido o mezclado, resultando una transformación, si una fuese la
principal, el dueño de ella adquiere el dominio del todo, pagando al otro el valor de
la materia accesoria». El BGB Alemán, sobre la mezcla de cosas se ocupa en el nume-
ral 948: «1. Si cosas muebles se mezclan o confunden entre sí inseparablemente, las
disposiciones del 947 se aplican mutatis mutandis. 2. Si la separación de las cosas
mezcladas o confundidas suponen un gasto desproporcionado, es equivalente a la
inseparabilidad». El artículo 950 regula la especificación. Véase Código Civil ale-
mán, ob. cit., p. 317.
350 NERIO GONZÁLEZ LINARES
29. De manera general sobre la accesión dice HIGHTON, E., citando a BIONDI, Biondo, que
«en un sentido amplio se llama derecho de accesión al principio en virtud del cual
todo lo que proviene de nuestra cosa o se agrega a ella de manera que no forma más
que una sola unidad, nos pertenece por el solo hecho de ser propietarios de la cosa
principal». Agrega además, que «es característica de la propiedad la posibilidad de
recibir un incremento de la cosa que constituye su objeto, y estos conceptos y amplia-
ciones son agrupados en la doctrina bajo la denominación genérica de accesión. En la
accesión existe un incremento del objeto de la propiedad.(…). Fundamentalmente lo
que ocurre es que dos cosas pertenecientes a diversos propietarios se unen de mane-
ra tal que jurídicamente se las considera una sola. Los principios que rigen en la
accesión son: 1. El principio de la buena fe; 2. Principio accesorium sequitur principale
(lo accesorio sigue la suerte del principal); 3. Principio superficies solo cedit (todo lo
que existe sobre la superficie sigue la suerte, marcha junto, o es accesoorio al suelo)»,
Dominio y usucapión, segunda parte, Hammurabi, Buenos Aires, 1983, p. 53-54. Para
DIEZ-PICAZO (ob. cit., p. 196), no hay posibilidad de construir un concepto unitario de
accesión. Entre las clasificaciones de la accesión incluye las siguientes: accesión dis-
creta y continua; accesión horizontal y vertical; accesión inmobiliaria y mobiliaria;
accesión natural y artificial; accesión mediata e inmediata; considera que la más
importante, desde el punto de vista del derecho positivo, es la que distingue la
accesión natural y artificial, porque se toman en cuenta elementos objetivos y subje-
tivos respectivamente para su valoración.
CAPÍTULO VII: DE LOS MODOS DE ADQUIRIR EL DERECHO... 351
ríos, arroyos, lagunas que han podido quedar sin el elemento del agua,
provocado por la sequía o la variación de sus causes, que son de propiedad
inalienable del Estado. Hechos que deben ser regulados legalmente. La
figura del aluvión por retroceso se halla legislada por otros Códigos como
el argentino, que en su artículo 2573, dice: «Pertencen también a los ribereños,
los terrenos que el curso de las aguas dejare a descubierto, retirándose
insensiblemente de una de las riberas hacia la otra».
32. Hemos venido estudiando sobre el aluvión y la avulsión, pero creemos que, por
didáctica, conviene efectuar sus diferencias: a) el aluvión se forma paulatina e insen-
siblemente; b) la avulsión ocurre por una fuerza súbita o violenta; c) en la accesión
por aluvión por la misma lentitud no puede reconocerse de que fundo proviene el
material incorporado, resulta difícil su probanza; d) en la accesión por avulsión es
singulariza por la existencia de un titular de esa porción objeto de accesión a un
inmueble. En cuanto a las semejanzas (aluvión y avulsión) tenemos: a) ambos son
modos originarios de adquirir la propiedad; b) ambos son accesiones naturales; c)
ambos se producen por las aguas de un río; d) ambos se producen en el ámbito rural;
e) ambos acrecentan la propiedad del particular.
CAPÍTULO VII: DE LOS MODOS DE ADQUIRIR EL DERECHO... 357
305. PRESUPUESTOS
1. Acción violenta de la fuerza de la naturaleza. En el caso de la avul-
sión, ésta es provocada por la fuerza de un río o arroyo, arrancando o des-
prendiendo una porción, de tamaño considerable, de un fundo ribereño.
2. Que el traslado de la porción reconocible de tierras arrancadas por
el río hacia otro predio ribereño sea a la misma ribera o a la ribera opuesta.
3. La unión física o adherencia material de las tierras desprendidas a
otras ribereñas.
4. La reclamación del propietario del predio ribereño accecionante.
Según este presupuesto el propietario primigenio puede reclamar las tie-
rras de su propiedad accecionadas a las de otro propietario ribereño, den-
tro del plazo de dos años, computado desde el momento en que se produjo
la accesión.
5. Pérdida del derecho y la pretensión. Si el propietario primigenio, del
área súbitamente arrancada por las fuerzas de un río, no hace valer su dere-
cho dentro del plazo antes señalado perderá su derecho de propiedad. El
plazo es de caducidad, extingue el derecho y la pretensión, pasando a adqui-
rir la propiedad por avulsión el dueño del predio ribereño accesionado. Pero
de la norma (artículo 940) se entiende que la adquisición de la porción
accesionada debe hacerse efectiva una vez que haya tomado la posesión quien
es dueño del predio ribereño al cual se han adherido las tierras por avulsión.
Cabe una observación a la norma (artículo 940), en cuanto resulta con-
tradictoria a la imprescriptibilidad y a la no caducabilidad del derecho de
propiedad, concretamente a la pretensión que la protege, la reivindicatoria
(artículo 927). El legislador, por copiar literalmente el artículo 910 del Có-
digo Civil Federal mexicano, no advirtió sobre la prescripción adquisitiva
corta, tampoco pensó en la regulación idónea y pertinente a nuestra reali-
dad sobre cómo debe operar la adquisición de la propiedad por aluvión o
por avulsión, será de pleno derecho, por resolución jurisdiccional o por
inscripción registral. Ahora bien, si la adquisición por accesión funcionara
de pleno derecho, entonces, ¿cómo quedaría la forma o el título?, ya que el
modo, es la accesión. Creemos que el título que otorgue seguridad, sobre
los bienes accesionados, debe formalizarse mediante la posesión en pleno
ejercicio, en los casos del aluvión y la avulsión —estamos hablando de la
posesión agraria, que no es posesión urbana o civil—, recurriendo a la pre-
tensión más idónea y en la vía jurisdiccional, por ejemplo, la usucapión.
CAPÍTULO VII: DE LOS MODOS DE ADQUIRIR EL DERECHO... 359
acto de buena fe, es decir, que el invasor cree tener derecho sobre el suelo
de la propiedad vecina, y edifica en él; si frente a estos hechos no se opone
el propietario del predio de alguna manera, será el dueño del edificio quien
adquiera el terreno que ocupa la edificación, pagando su valor, o alternati-
vamente puede adoptar el edificante por la demolición; la segunda, es so-
bre la posibilidad de que el propietario del terreno advierta que el terreno
sobrante al área ocupada por el invasor sea insuficiente para sus propósitos
de efectuar una construcción normal, en este supuesto, el dueño del terre-
no, puede adoptar la decisión de que el invasor adquiera todo el terreno; y,
la tercera, es con respecto a la invasión de mala fe, en tal supuesto la norma
obviamente se remite al artículo 943 del Código Civil.
34. Según expresa el italiano CARROZZA, la actividad agraria consiste «en el desarrollo de
un ciclo biológico, vegetal o animal, ligado directa o indirectamente al disfrute de las
CAPÍTULO VII: DE LOS MODOS DE ADQUIRIR EL DERECHO... 365
Código Civil contiene la hipótesis siguiente: «Para que los animales se con-
sideren frutos, basta que estén en el vientre de la madre, aunque no hayan
nacido». Lo que quiere decir, que concebido un animal en el vientre de la
hembra, es fruto animal; que desde ya, tiene un contenido económico, así
por ejemplo para estimar el valor de una vaca preñada, se tendrá en cuenta
que se halla con cría, aunque no haya nacido.
El tercer parágrafo del dispositivo citado regula la adquisición de la
cría por accesión, expresando: «En los casos de inseminación artificial reali-
zada con elementos reproductivos procedentes de animal ajeno, el propie-
tario de la hembra adquiere la cría pagando el valor del elemento
reproductor, si obra de buena fe, y el triple de dicho valor, si lo hace de
mala fe». La norma sanciona al propietario del animal hembra con cría ob-
tenida por inseminación artificial con la utilización de elemento reproductor
proveniente de animal de propiedad ajena, en cuyo caso la solución es, que
el propietario del animal hembra adquiera la propiedad de la cría, por acce-
sión, con la sola obligación de pagar el valor del elemento reproductor, si
ha procedido de buena fe, lo que quiere decir, que al momento de fertilizarse
al animal, el dueño tenía el convencimiento de que tales elementos eran de
su propiedad; pero si procedió de mala fe, debe pagar el triple del valor
que paga la persona que obró de buena fe.
CAPÍTULO VIII: DE LA PRESCRIPCIÓN 367
CAPÍTULO VIII
De la prescripción
TÍTULO I
ASPECTOS GENERALES
VISIÓN GENERAL
A modo de advertencia. Por razones de metodología y de didáctica,
antes de proceder con el modo originario de adquirir la propiedad mediante
la prescripción adquisitiva o usucapión, hemos visto por convenir el estudio
de la teoría general del instituto jurídico de la prescripción. La misma que
debe informar previamente al lector para la cognocencia de la usucapión.
1. El tiempo es la sangre del derecho que corre por las venas de la ley. Para un estudio
detenido del significado trascendental del tiempo en la vida del Derecho, véase
368 NERIO GONZÁLEZ LINARES
del derecho, tanto es así que se dice que el tiempo gobierna el mundo del
derecho; por ejemplo, la vida jurídica de las grandes obligaciones de dar,
hacer o no hacer, operan controladas por el tiempo (la prescripción extintiva,
la caducidad, etc.).
Como elemento metajurídico, el tiempo ingresa al mundo del derecho
traduciéndose en el plazo, el término, la prescripción o la caducidad, y al
operar lo hace con rigor y fuerza controladora de las relaciones jurídicas o de
las situaciones jurídicas subjetivas, desde que nacen como obra humana, has-
ta que se extinguen (tempus regit actum), por ejemplo, crea derechos a través
de la prescripción adquisitiva o libera al obligado mediante la extintiva, e
incluso extingue el derecho mismo (caducidad) y la pretensión (prescripción
extintiva). La prescripción es tiempo que puede crear o extinguir derechos y
obligaciones, es un fenómeno jurídico de extraordinaria necesidad para la
vida misma del derecho que no es, sino, la vida del propio hombre.
El tiempo cumple en el derecho un papel vital al gobernar el vigor y la
extinción de las leyes y de las relaciones jurídicas, v. gr., al cesar el hecho de
la minoría de edad ingresa el sujeto al mundo de las relaciones jurídicas de
naturaleza real o personal; pero siempre controladas por el transcurso del
tiempo, ya sea para constituir un derecho real de propiedad (usucapión), o
extinguir una obligación (liberando al deudor). El derecho no sólo es vida,
convivencia, voluntad, decisión y libertad, es, fundamentalmente, tiempo.
Esta es la extraordinaria funcionalidad que el derecho le asigna al tiempo o
como expresivamente escribe IHERING, al señalar que el tiempo modifica los
principios así como las reglas de derecho, porque éstas y aquellas no son
categorías lógicas sino concentraciones de reglas materiales y éstas cam-
bian como también cambian las relaciones.
No cabe duda, que la prescripción, la caducidad, el plazo y el término
son los modos cómo jurídicamente se hace presente el tiempo en el dere-
cho. Si el fenómeno jurídico del tiempo no se diera como el catalizador de
la vigencia de los derechos y las obligaciones, la estabilidad de la misma
seguridad jurídica estaría expuesta a la incertidumbre e inseguridad, y el
derecho no podría cumplir sus fines.
GONZÁLEZ LINARES, Nerio, El derecho la ley y el tiempo, Mercantil, Cusco, 1995, pp. 61-65.
Cfr. VIDAL RAMÍREZ, Fernando, Prescripción extintiva y caducidad, Gaceta Jurídica, Lima,
1996, pp. 9-19.
CAPÍTULO VIII: DE LA PRESCRIPCIÓN 369
2. ENNECCERUS, KIPP y WOLFF, Tratado de derecho civil, Bosch, Barcelona, t. I, 1981, p. 1009.
RUBIO CORREA, Marcial, señala que los fenómenos basados en el tiempo jurídicamente
operan en tres tipos de instituciones: «las prescripciones, las caducidades y los plazos
(…). En cuando a las prescripciones, el desarrollo del Derecho civil ha llevado a
distinguir progresivamente como dos figuras distintas a la prescripción adquisitiva
y a la extintiva. Esto no fue siempre así en el Derecho civil moderno (en efecto, así es,
donde la doctrina dualista tuvo, como sabemos, gran ingerencia). El artículo 2219 del
Code francés, establece: ‘La prescripción es un modo de adquirir o de liberarse por
transcurrir un espacio de tiempo, en las condiciones determinadas por la ley’». Pres-
cripción, caducidad y otros conceptos en el nuevo Código Civil, Lima, 1987, p. 13.
3. La prescripción es el modo por el cual, cumplidas sean ciertas condiciones, el trans-
curso del tiempo crea la adquisición o modificación sustancial de un derecho o una
obligación. Al respecto HIGHTON, E., dice que «pese a los términos generales en que se
expresa la definición del codificador, de la que aparentemente todos los derechos
pueden adquirirse y los derechos creditorios perderse por la prescripción, ello no es
así. En efecto, si bien en principio solamente se pierden los derechos personales por
el transcurso del tiempo, el Código legisla la pérdida de los derechos reales de
disfrute por el no uso y por otra parte solamente algunos derechos reales se adquie-
ren por este mismo transcurso del tiempo, pues los derechos reales de garantía están
excluidos de esta posibilidad», ob. cit., p. 131. Cfr. ALESSANDRI, Arturo, ob. cit., p. 9; VIDAL
RAMÍREZ, F., ob. cit., p. 64. Este último señala que «el transcurso del tiempo es, pues el
que produce los efectos jurídicos necesarios para que operen tanto la prescripción
adquisitiva como la extintiva. Por la primera, el simple poseedor de un bien se puede
transformar en propietario y, por la segunda, el titular de un derecho no podrá
ejercitar útilmente la acción [pretensión] que le es correlativa», ibídem. Aclaramos,
que lo que prescribe extintivamente no es la acción sino la pretensión. Toda referen-
370 NERIO GONZÁLEZ LINARES
derecho que genera su mutación o cambio (en las relaciones jurídicas y los
plazos), produciendo efectos jurídicos concretos. Se puede decir también,
que la prescripción es el medio de determinar el transcurso del tiempo,
trasuntado jurídicamente en el plazo legal, que da nacimiento a la usucapión,
como el modo originario de adquirir la propiedad, o a la liberación o extin-
ción de obligaciones. Mientras la primera tiene funcionalidad en los dere-
chos reales, la última opera en los derechos de obligaciones o de crédito.
rriendo los demás requisitos legales». Este dispositivo trata ambas prescrip-
ciones en conjunto y es de clara influencia francesa. Igualmente el Código
civil argentino en su artículo 3947, regula ambas especies de prescripciones
de manera unitaria o conjunta, cuya formula es: « Los derechos reales y per-
sonales se adquieren y se pierden por la prescripción. La prescripción es un
medio de adquirir un derecho o un modo de liberarse de una obligación por
el transcurso del tiempo». Dispositivo que también maneja ambas especies
de prescripción, a nuestro juicio lo hace de manera inadecuada.
Por último podemos mencionar el artículo 1939 del Código Civil espa-
ñol, que dice: «Por la prescripción se adquieren, de la manera y con las
condiciones determinadas por la ley, el dominio y demás derechos reales.
También se extinguen del propio modo por la prescripción los derechos y
las acciones, de cualquier clase que sean». Estos Códigos, como ya lo acla-
ramos, no han superado el tratamiento unitario de las dos especies de pres-
cripción, que resulta técnica y legislativamente inadecuado, si tenemos en
cuenta, que la extintiva tiene regulación propiamente procesal, y la adquisi-
tiva es de derecho material, mientras una es excepción, la otra es preten-
sión, sus efectos, ni por asomo, son semejantes.
a 953 y artículos 1989 a 2002 del Código Civil); como también en la ley
procesal (artículos 446 a 453 y artículo 504, inciso 2, del Código Procesal
Civil, etc.). 6. Requieren de pronunciamiento jurisdiccional estimatorio para
que tengan efectos jurídicos.
CAPÍTULO IX
La prescripción adquisitiva o usucapión
TÍTULO I
LA USUCAPIÓN
332. DEFINICIÓN
Tanto en la doctrina como la legislación, desde los romanos hasta la
actual ciencia ius real, la usucapión participa de la importancia que la histo-
ria del derecho le atribuye a la posesión, y llega a tener su propia relevancia
jurídica al estar directamente conectada con el derecho de propiedad, es
más, por ser el modo idóneo de poner término a la separación entre la
propiedad y la posesión. De allí, y con mucha razón, en la antigüedad se le
atribuyó la relevante calificación de patrona del género humano, sobre
todo por ser el modo de adquirir la propiedad que mayor seguridad ofrece
para perfeccionar el título obtenido en acto de buena fe, o en su caso, para
transformar al poseedor directo, real y efectivo, en propietario.
Se define la usucapión, por GÓMEZ L., como «un modo de adquirir los
derechos reales ajenos, o de constituir derechos reales sobre bienes ajenos,
mediante la posesión de las cosas, por el tiempo y con los requisitos lega-
les». Se trata de una definición simple, pero incluye algunos elementos como
la posesión, el tiempo y las exigencias de la ley; sin embargo, omite el ele-
mento del comportamiento del poseedor. Para los franceses PLANIOL y RIPERT1,
la usucapión es concebida como «el modo de adquirir la propiedad de una
cosa mediante la posesión prolongada durante un período de tiempo de-
terminado»; de otro lado, los hermanos MAZEAUD2, pasan a definir la pres-
cripción adquisitiva o usucapión, sosteniendo que es «La adquisición, por
el poseedor de una cosa, del derecho de propiedad o de otro derecho real
sobre esa cosa, por efecto de la posesión prolongada durante cierto plazo».
Las definiciones que proponen los juristas son casi de contenido uni-
forme, cuidando no dejar de lado los elementos sustanciales como la pose-
sión y el tiempo transcurrido. Así piensa también ALBALADEJO, cuando es-
cribe que la «usucapión (o prescripción adquisitiva) es la adquisición del
dominio u otro derecho real posible, por la posesión continuada del mismo
durante el tiempo y con las condiciones que fija la ley». Advertimos en las
definiciones, que el objetivo de la usucapión no es sino el de otorgar segu-
ridad jurídica al ejercicio mismo de la propiedad, y esto lo ratifica el nota-
5. CUADROS VILLENA, C. F., ob. cit., t. 2°, p. 404. El mismo autor dice: «Sostengo que es
mixto, porque cuando se trata de la prescripción larga, más bien de la prescripción a
plazo largo no es necesario el título, consiguientemente puede ser originaria la pose-
sión para prescribir. Pero para que se opere la prescripción corta, propiamente la
usucapión, es necesario el título adquisitivo que implica la tradición del bien y la
transmisión del derecho», ibídem. Con estas afirmaciones, sobre la usucapión corta,
no estamos de acuerdo, porque se debe deslindar hasta dónde puede el justo título
tener esta calidad, como tenemos explicado en los rubros 333; 347.5; 347.5.1; 347.6. de
la presente obra.
CAPÍTULO IX: LA PRESCRIPCIÓN ADQUISITVA O USUCAPIÓN 385
corta o la larga), tiene exigencias legales específicas (artículo 950 del Códi-
go Civil), y también algunas comunes (infra 418).
6. JOSSERAND, L., ob. cit., p. 867. Para una labor investigativa sobre los fundamentos de la
prescripción adquisitiva o usucapión se puede consultar ALBADALEJO, Manuel, Derecho
civil - derecho de bienes, t. III, Zaragoza, 1994, p. 167;
ACEVEDO PRADA, Luis y ACEVEDO PRADA, Martha I., «Fundamento y justificación jurídica de la
usucapión», en La prescripción y los procesos declarativos de pertenencia, Temis, Bogotá,
1999, pp. 42-44, estos dos últimos señalan, sobre la institución que nos ocupa que «…
se trata del más fuerte pilar del derecho de dominio y garantía plena y absoluta de
este y de todos los demás derechos reales». «El papel que desempeña la usucapión en
la vida jurídica no es otro que el de resolver, en nombre del bien común público y la
equidad, una diferencia existente entre dos personas: la una constituida por el primi-
tivo propietario, y la otra, por el último o actual poseedor, de los cuales el primero
tiene título nominal constituido por la posesión inscrita y el segundo tiene título
nominal constituido por la ley que lo faculta para adquirir el dominio por el modo
de la usucapión, y además, tiene lo más importante que es el contacto con el bien, el
poder de hecho que implica la posesión material», ibídem. Nosotros diríamos el po-
386 NERIO GONZÁLEZ LINARES
der de hecho de contenido económico y social de los que emerge el derecho del
poseedor ad usucapionem para transformar su situación jurídica de poseedor en situa-
ción mayor, la propiedad. HIGHTON, Elena, ob. cit., p. 136, nos habla de que existen
varias teorías para explicar el fundamento de la prescripción adquisitiva, como: a)
que se encuentra en la necesidad de asegurar la estabilidad de la propiedad pues sin
la misma la propiedad estaría siempre sujeta a contestación; b) se funda en la presun-
ción de renuncia del dueño derivada del abandono de la cosa; c) se asienta en la
dificultad de la prueba. Véanse, además: CUADROS VILLENA, C. F., ob. cit., p. 406. Casta-
ñeda, J. E., ob. cit., p. 310. BORDA, G., ob. cit., p. 199; MARIANI DE VIDAL, M., en Colección de
análisis jurisprudencial - derechos reales, La Ley, Buenos Aires, 2002, p. 97.
7. HERNÁNDEZ GIL, A., ob. cit., p. 476.
CAPÍTULO IX: LA PRESCRIPCIÓN ADQUISITVA O USUCAPIÓN 387
9. CASTAÑEDA, J. E., ob. cit., p. 310. El mismo autor expresa, «que la prescripción adquisi-
tiva otorga estabilidad a los derechos reales mobiliarios e inmobiliarios, consolida
situaciones jurídicas»; en efecto, así funciona el tiempo en el Derecho, frente a quien
ha demostrado negligencia e indiferencia sobre un bien que teniendo perfecto cono-
cimiento admite que otro ejerza la posesión como propietario, quien acogiéndose a
la usucapión transforma su situación jurídica de poseedor a la situación jurídica sub-
jetiva de propietario. HIGHTON, argumenta con acierto que la fundamentación de la
prescripción adquisitiva radica en la necesidad de asegurar la estabilidad de la pro-
piedad pues sin la misma la propiedad estaría siempre sujeta a contestación; que se
funda en una presunción de renuncia del dueño derivada del abandono de la cosa y
ejercicio del derecho por parte de otro; y, que la usucapión se asienta en la dificultad
de la prueba. La presunción legal que suple la ausencia de título se llama prescripción
adquisitiva; la presunción legal que cubre la ausencia de recibo se llama prescripción
liberatoria. Para mayor información véase su obra Dominio y usucapión, Edit. Ham-
murabi, Buenos Aires, 1983, p. 136. Cfr. PUIG BRUTAU, J., ob. cit., p. 360.
La usucapión cobra trascendental importancia en cuanto estabiliza al poseedor como
propietario rodeándole de seguridad jurídica en la posesión y propiedad del bien;
también cobra importancia en el poseedor con justo título y buena fe, que puede
sanear la propiedad viciosa que ha adquirido. El español DE CASTRO GARCÍA, Jaime,
transcribe algunas sentencias sobre la materia, veamos: «La prescripción es institu-
ción necesaria que sirve para asegurar la estabilidad económica, transformando en
situación de derecho lo que sólo era un mero hecho, ya que sin este medio de propie-
dad y los derechos estarían expuestos a una incertidumbre e inseguridad impropia de
CAPÍTULO IX: LA PRESCRIPCIÓN ADQUISITVA O USUCAPIÓN 389
10. BORDA, Guillermo., ob. cit., p. 202. El autor además, caracteriza a la posesión ad usucapionem,
y no propiamente a la prescripción adquisitiva, expresando: a) ante todo, debe poseerse la
cosa a título de dueño (nosotros la tenemos como presupuesto para el ejercicio de la
prescripción adquisitiva); b) en segundo lugar, la posesión debe ser continua, no inte-
rrumpida. Entendiéndose por posesión continua aquella que importa el ejercicio normal
de los derechos del propietario (esta característica, la tomamos como presupuesto para el
ejercicio de la usucapión); c) que la posesión sea pública y pacífica (de igual modo para
nosotros es requisito para acogerse a la usucapión). Aquí cabe insistir, que en esencia, la
usucapión gira bajo las condiciones convergentes de: la posesión efectiva, directa, pacífica,
pública y como propietario, por el plazo ininterrumpido que establece la ley.
CAPÍTULO IX: LA PRESCRIPCIÓN ADQUISITVA O USUCAPIÓN 393
11. Al parecer este problema está superado con la vigencia de la ley 27584, Ley General
del Proceso Contencioso Administrativo, que en su artículo 3 establece la exclusivi-
dad del proceso contencioso administrativo, y por ella, el que toda actuación de la
administración pública únicamente pueda ser impugnada en el proceso contencioso
administrativo con la única situación excepcional que son los casos en que se pueda
recurrir a los procesos constitucionales. Y en cuanto a la nulidad de un acto jurídico
administrativo como es una inscripción registral se establece en el artículo 17, inciso
5, de la ley en mención, que la demanda de nulidad del acto jurídico a que se refiere
394 NERIO GONZÁLEZ LINARES
el artículo 2001, inciso 1, del Código Civil, deberá ser interpuesta dentro del plazo de
tres meses cuando se trata de acto jurídico administrativo, a lo que la propia norma se
ocupa de aclarar, que el plazo referido es de caducidad. Por lo que, si se tiene en
cuenta que la prescripción adquisitiva administrativa según el Decreto Legislativo
667 se consuma con la inscripción registral de la propiedad, y que ésta, de conformi-
dad con el artículo 2012 del Código Civil, se presume, sin admitirse prueba en
contrario, conocida por toda persona, bastará que transcurra en plazo de caducidad
para que genere seguridad jurídica.
CAPÍTULO IX: LA PRESCRIPCIÓN ADQUISITVA O USUCAPIÓN 395
TÍTULO II
PRESUPUESTOS DE LA USUCAPIÓN
347. PRESUPUESTOS. Desbrozamos del artículo 950 del Código Civil, los
siguientes:
398 NERIO GONZÁLEZ LINARES
12. La posesión de predios destinados a las actividades agrarias principales o conexas, por la
misma naturaleza de las cosas, por la misma presencia del sujeto agricultor, del ciclo de
producción de vida vegetal o animal, y la exigencia connatural de un ambiente sano y
ecológicamente equilibrado, nada tiene de «posesión civil», siendo indiscutiblemente
así, requiere con la amplitud científica del derecho agrario, de una normatividad especial.
Frente a esta connotación de la posesión agraria las normas del derecho común se pier-
den por ineficaces o por pretender regular lo que no debe y no puede hacerlo. El legislador,
el juzgador o el gobernante al no estar avisado de los grandes avances del Derecho
agrario en las dimensiones del mercado agrícola (nacional e internacional), de la agricul-
tura ambiental y ecológicamente equilibrada (sanidad agraria), y de su trascendental
instrumentalidad para el desarrollo integral del país (de todo país, con la gran posibili-
dad de diversificar la industria y por ende la creación masiva de trabajo, etc.), todavía
siguen pensando que agricultura (y sus grandes avances científicos y tecnológicos: la
biotecnología agraria —especies transgénicas—, bioseguridad agraria, bioética agraria,
etc,) es Código Civil. La ciencia del Derecho, hace mucho ha superado la dogmática de «la
posesión» o de «la propiedad», para pasar (en plural) a «las posesiones» y «las propieda-
des» (PUGLIATTI, JOSSERAND, CARROZZA, ZELEDÓN). La actividad agraria, que como dice CARROZZA,
es «el ciclo biológico de cultivo de vegetales y la cría de animales…»; jurídicamente se
sintetiza en el instituto de la posesión agraria, pues, donde no hay actividad agraria (ciclo
biológico de contenido económico - productivo destinado al consumo humano), no hay
posesión agraria y por tanto se da la imposibilidad de invocar la presencia de esta
CAPÍTULO IX: LA PRESCRIPCIÓN ADQUISITVA O USUCAPIÓN 399
posesión, lo contrario significa sencillamente el abandono agrario, el cual debe ser san-
cionado con rigor, por las leyes agrarias (con la declaración de abandono de oficio o a
petición, debiendo revertir a dominio del Estado). Sobre el particular véase GONZÁLEZ
LINARES, Nerio, Temas de derecho agrario contemporáneo, Mercantil, Cusco, 1991.
La noción legal de la posesión agraria, actualmente se halla en los artículos 22 y 27 del
Decreto Legislativo 667; los artículos 5 y 6 del Decreto Legislativo 653, pese a su
redacción o elaboración deficientes, nos hablan de una «explotación económica de
predio rural», «cementeras de plantaciones de cultivo» (debió decir cultivo de vege-
tales), «de crianza de ganado (debió decir de crianza de animales), asimismo regula
sobre las actos posesorios complementarios, que sin ser propiamente actos poseso-
rios agrarios, se consideran como complementarios de ellos (v. gr., cercos,
instalaciones, amojonamientos, construcciones, etc.).
400 NERIO GONZÁLEZ LINARES
13. Los bienes susceptibles de usucapir son los de dominio privado, con otra palabras,
son objeto de la usucapión todos los bienes muebles o inmuebles que pueden adqui-
rirse por actos inter vivos o mortis causa. Nuestro Código Civil, no cuenta con norma
alguna que determine los bienes que son usucapibles. En la legislación comparada la
ubicamos en el artículo 3952 del Código Civil argentino, que a la letra dice: «Pueden
prescribirse todas las cosas cuyo dominio o posesión puede ser objeto de una adqui-
sición». CASTAÑEDA, sobre los bienes susceptibles de usucapir, expresa que «sólo se
puede adquirir por usucapión aquello que puede ser objeto de posesión. La prescrip-
ción funciona sobre lo que se posee», ob. cit., p. 314. Lo bienes que pueden ser objeto
de posesión ad usucapionem, son todos los que están en el comercio de los hombres —
in comercium—. Al respecto el artículo 437 del Código Civil español dice: «Sólo
pueden ser objeto de posesión las cosas y derechos que sean susceptibles de apropia-
ción». Lo cierto es que por la usucapión no pueden adquirirse más derechos que los
reales, carácter que no tienen los emanados de un contrato, v. gr., el mutuo, aquí
existe una obligación (pago del mutuo), pues la obligación nace de la ley o de la
autonomía de la voluntad privada, y nadie puede hacerse deudor o acreedor por
usucapión. En cuanto a los sujetos de la usucapión, pueden adquirir bienes por este
modo los sujetos que tienen la capacidad para adquirir bienes por los demás modos
(derivados).
CAPÍTULO IX: LA PRESCRIPCIÓN ADQUISITVA O USUCAPIÓN 401
347.3. Posesión como propietario. Todos los actos posesorios materiales deben
ser ejercidos por el poseedor con la actitud propia del comportamiento de cual-
quier propietario. Surge aquí el elemento del animus domini de la posesión, el
cual nos hace entender que no basta una posesión cualquiera, sino sólo la que se
ejerce con la intencionalidad de comportarse como propietario o para sí. En
consecuencia, ¿cómo debe ser conducida la posesión para usucapir? La respuesta
sencillamente es ejerciendo la posesión animus domini. La posesión, como dice
SALVAT14, es palabra cuyo significado técnico es precisamente el de una posesión
a título de dueño. A ello podemos agregar, que el ejercicio posesorio material-
mente se debe desplegar de manera efectiva y real para acogerse a la usucapión.
Es preciso esclarecer la disimilitud que existe entre los conceptos po-
seedor a nombre ajeno y poseedor a nombre propio o titular del derecho
real. El primero, es el que reconoce a otro como propietario del bien que
posee, actúa por su cuenta y al mismo tiempo reconoce a otro como dueño,
v. gr., el arrendatario, el anticresista acreedor, el superficiario, el usufruc-
tuario, etc.; quienes dicho sea de paso, jamás podrán acogerse a la usucapión
en ninguna de sus clases. Una cosa es carecer de animus domini, y otra ser
poseedor en nombre ajeno. ¿Qué pasaría si el demandante que instó la pre-
tensión de usucapión estando en pleno proceso judicial reconoce que el
demandado es el propietario del bien inmueble? ¿será una renuncia al de-
recho de prescripción? Creemos que esa declaración o afirmación sólo es el
reconocimiento del poseedor que nunca ejerció la posesión como propieta-
rio, sino reconociendo al demandado como al titular del derecho de pro-
piedad. Declaración que la tomará el Juez como asimilada (artículo 221 del
Código Procesal Civil).
Los copropietarios no pueden usucapir todo ni parte del bien común,
porque no existe el ejercicio de la posesión para si o con exclusividad del
bien, porque además, el copropietario mantiene la posesión para todos y
desde luego para él, a ello se suma que en la copropiedad sólo existen
derechos y acciones para cada copropietario, no hay áreas físicamente de-
terminadas; siendo así la posesión es para todos e indeterminada.
14. SALVAT, Raymundo, Tratado de derecho civil argentino - derechos reales, t. I, Buenos Aires,
1951, p. 917. La posesión para prescribir, dice el autor, «debe ser a título de dueño, es
decir, una posesión en el concepto técnico de la palabra o posesión con animus domi-
ni», ibídem. Lo que debe quedar sin duda alguna es, que sólo puede usucapir aquel
que ha mantenido la posesión del bien como lo haría el mismo dueño, lo que signi-
fica que el poseedor ad usucapionem no debe reconocer ni mantener relación con
tercero a quien se le reconozca como a propietario, es por eso que se dice que no todo
poseedor puede usucapir.
402 NERIO GONZÁLEZ LINARES
15. BORDA, G., ob. cit., p. 202. El curso del tiempo está conectado al curso de la prescripción.
En la doctrina se expresa que «la propiedad se adquiere cuando el último día del
plazo termina». Pero, es bueno recordar que ninguna prescripción, sea adquisitiva o
extintiva, opera de oficio o de pleno derecho, sino deben ser invocadas (artículo 1992
del Código Civil). El decurso prescriptorio debe ser ininterrumpido o como dice la
ley «…mediante la posesión continuada…» (artículo 950 del Código Civil).
CAPÍTULO IX: LA PRESCRIPCIÓN ADQUISITVA O USUCAPIÓN 403
ridículo; poco más y la Comisión prescinde del transcurso del tiempo para
usucapir.
16. Los MAZEAUD (ob. cit., p. 212.), se formulan la pregunta siguiente: ¿Qué significa este
requisito de la adquisición con justo título, que se designa más sencillamente el
requisito del «justo título»? Según los autores la expresión está mal elegida, por
prestarse a confusión, tanto más que no existe en el Código francés definición de
justo título (tampoco en nuestro Código). El «título» (de adquisición) es un acto
jurídico. Contrariamente a lo que el término sugiere, no se trata pues, de un
escrito o documento, de un instrumento; sino de un negocio jurídico, de un nego-
tium. Ese acto jurídico debe ser un acto cuya finalidad consista en transmitir la
propiedad u otro derecho real: una acto traslativo. La venta, la permuta, la dación
en pago, la donación, el legado singular, son actos traslativos. El justo título es un
acto cuya finalidad consiste en transmitir la propiedad, pero que no la ha trans-
mitido: un título de adquisición ineficaz, en el sentido de que no ha llegado a
adquirir nada. Por eso es enojoso calificarlo de justo. En realidad no es conforme
con las reglas de derecho; y por no serlo, no puede, por sí solo, transmitir la
propiedad.
Para nosotros la calificación de «justo título», tiene vigencia sólo hasta cuando el
adquirente llega a conocer que su transferente no tenía derecho o facultad para haber-
le transferido, de allí tiene fuerte vigor la buena fe o la posesión de buena fe. Sobre
este requisito que exige la usucapión breve pueden verse: LASARTE, Carlos, ob. cit., t. IV,
pp. 144-145; CUADROS VILLENA, para quien el justo título «se caracteriza por: a) debe ser
causa eficiente para transmitir el dominio (…); b) el enajenante no debe ser dueño del
derecho de propiedad que transmite (…); c) el enajenante no debe tener capacidad
para hacer la transmisión siendo dueño», ob. cit.,. 2do. p. 416. Es bueno advertir que,
cuando se habla de justo título estamos haciéndolo en sentido material como acto o
negocio jurídico, por tanto debe reunir los requisitos que exige el artículo 140 del
Código Civil; es decir, debe tratarse de uno justo y verdadero, o como dice PUIG
BRUTAU, «…no sólo que el título sea verdadero, es decir, que tenga existencia real sino
que sea válido. Pero indudablemente no podrá tratarse de una absoluta validez y
eficacia porque, en semejante caso, el adquirente sería sin más propietario de la cosa
adquirida y no debería recurrir a la usucapión», ob. cit., t. III, vol. I, p. 367. A lo dicho
podemos agregar, que si la transferencia es otorgada por el legitimado a enajenar
(propietario), la usucapión breve no tendría objeto.
404 NERIO GONZÁLEZ LINARES
17. Todo sobre justo título, títulos injustos véase en ALESANDRI y SOMARRIVA, ob. cit., t. I, pp.
76-77. El Código Civil chileno, en su artículo 704 señala cuándo un título es injusto;
entre los cuales se tienen: el falsificado, es decir, el no otorgado realmente por la
persona que se pretende; el conferido por una persona en calidad de mandatario o
representante legal de otra sin serlo; el que adolece de un vicio de nulidad; el mera-
mente putativo, como el del heredero aparente que no es en realidad heredero (…).
18. LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando, «Adquisición de derechos reales», en Cuestiones esenciales en
derechos reales, Lexis Nexis, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2002, p. 13, nos informa
que para un sector «título suficiente», es un negocio jurídico con finalidad traslativa
referido a una cosa determinada, revestido de las solemnidades establecidas por la
ley y otorgado por un disponente capaz y legitimado. Luego nos habla de un verda-
dero «título suficiente», afirmando que el título suficiente como el título justo debe
ser verdadero, ibídem, p. 73.
Nuestra legislación no cuenta con una norma que defina el «justo título», a ello obedece
que la jurisprudencia, sobre el tema, no sea uniforme. Lo que nos permite recurrir a la
ley comparada; así, el artículo 4010 del Código Civil argentino, expresa: «El justo título
para la prescripción, es todo título que tiene por objeto trasmitir un derecho de propie-
dad, estando revestido de las solemnidades exigidas para su validez, sin consideración
a la condición de la persona de quien emana». Según esta norma, la calidad de título
justo, exige solemnidad, y esto porque según la legislación argentina la transferencia
de bienes inmuebles para su perfeccionamiento exige constar en escritura pública
(título), y efectuarse la tradición del bien e inscribir el título en los registros de la
propiedad (modo). Entre nosotros bastará el acuerdo de voluntades sobre la transfe-
rencia de bien inmueble y habrá quedado perfeccionada la transferencia (título
406 NERIO GONZÁLEZ LINARES
Cabe aclarar que el justo título para la prescripción corta, sólo tiene
operatividad en tanto el otorgante o transferente no haya sido el propieta-
rio del bien y, si esto se presenta así, hay que perfeccionar el título median-
te la usucapión corta. ¿Qué pasaría jurídicamente si el justo título proviene
del propietario?, si recordamos que el justo título no puede originarse del
verdadero propietario del bien, sino de quien no tiene la calidad de propie-
tario, responderemos afirmando que no habría usucapión, no tendría obje-
to, no habría nada que consolidar o perfeccionar con el transcurso del tiem-
po, menos habría lugar para hablar de justo título y de buena fe.
De la práctica jurídica surge la pregunta siguiente: ¿es necesario que concu-
rran el justo título y la buena fe en forma conjunta, o funcionan independiente-
mente? Se dice que el justo título y la buena fe son autónomos, pero no indepen-
dientes, nosotros diremos que son copulativos, viven en conexión directa; pero
mientras haya transcurrido el plazo legal para usucapir, creyendo siempre el
usucapiente que ha adquirido el bien de su verdadero dueño. Hemos dicho que
el justo título se halla revestido, para ser tal, de la buena fe; si faltara alguno de
ellos no habría prescripción adquisitiva de cinco años o corta. Con este criterio
expone SALVAT19, que el título no es el instrumento, sino el acto jurídico que es
causa de la transferencia de dominio; y que no importa que aquel de quien
procede no sea el propietario. Justo título es, en términos más sencillos, el hecho
o la causa que transfiere la propiedad. Aunque bien visto, no hay verdadera
transferencia de propiedad, porque si hubiera, el que adquiere la cosa obtendría
inmediatamente el dominio sobre ella; hay sólo transferencia de posesión, la
cual por medio de la prescripción se convertirá en propiedad.
La doctrina precedente nos señala cómo opera el título para la pres-
cripción corta u ordinaria (segunda parte del artículo 950 del Código Civil).
Finalmente, insistimos, que el justo título no es el documento, sino, el he-
cho, la causa, la razón que justifica la posesión, al respecto anota DE DIEGO20,
que es el hecho en cuya virtud nos creemos legalmente autorizados para
21. La buena fe para usucapir la entiende DE LOS MOZOS, José Luis, como aquella «que
cobra un significado más rígido que hace se estreche más su relación con el concepto
técnico de posesión de buena fe, allí es donde cobra precisamente más fuerza», Prin-
cipio de la buena fe, Bosch, Barcelona, 1965, pp. 250-261. La buena fe para usucapir
implica tener el poseedor la total convicción de ser titular del derecho real. Con otras
palabras, la buena fe para adquirir por prescripción es tener la creencia, sin duda
alguna, por parte del poseedor de ostentar en la calidad de dueño del bien. La buena
fe del poseedor usucapiente debe nacer desde el momento en que se originó el
ejercicio de la posesión de buena fe, y ésta jurídicamente siempre se presume. No
toda buena fe es la buena fe para usucapir, sino que ésta debe originarse junto a un
justo título. CASTAÑEDA, J. E., ob. cit., p. 392, «la buena fe se exige al comienzo de la
prescripción. Nada importa que el poseedor sea después de mala fe. ‘Mala fides super-
veniens non nocet»’, ibídem. En el derecho comparado el Código Civil español, en su
artículo 1.950, indica expresamente que: «La buena fe del poseedor consiste en la
creencia de que la persona de quien recibió la cosa era dueño de ella y podía transmi-
tir su dominio». Este dispositivo guarda conexión con el numeral 433, que dice: «Se
reputa poseedor de buena fe al que ignora que en su título o modo de adquirir exista
vicio que lo invalide». LASARTE, Carlos, comenta estos dispositivos anotando que, «el
usucapiente ha de tener creencia de legitimidad posesoria ad usucapionem y, simultá-
neamente, ignorancia de ilegitimidad posesoria», ob. cit., t. IV, p. 143.
22. DE RUGGIERO, Roberto, Instituciones de derecho civil, vol. I, trad. de Ramón Serrano, p. 658.
408 NERIO GONZÁLEZ LINARES
extraordinaria no son necesarios el justo título y la buena fe, los que son
propios de la usucapión corta. En la prescripción larga basta el ejercicio de
la posesión como propietario, sin tener vínculo jurídico con tercero, pose-
sión que debe ser ejercida en forma pacífica y de manera pública por el
plazo mínimo de diez años continuados.
Quien se posesiona de un bien inmueble ajeno, aun cuando es de su
pleno convencimiento que no le pertenece en propiedad, lo adquiere por el
transcurso del plazo legal; es decir, adquiere el derecho para que se le de-
clare propietario mediante la prescripción larga de diez años continuados.
El fundamento, entre otros, de esta especie de prescripción adquisitiva (lar-
ga), está en la seguridad del tráfico de los bienes inmuebles.
352. PRESCRIPCIÓN LARGA. La parte in fine del artículo 951 del Código
Civil, establece cuatro años de posesión continuada, como el plazo legal para
adquirir la propiedad de bienes muebles y sin la concurrencia de la buena fe.
El prescribiente puede invocar la posesión que adquirió en acto de mala fe,
pero es el decurso del tiempo que la convalida (cuatro años), transformando
el hecho de la posesión del mueble en derecho de propiedad.
24. En la doctrina se distinguen las interrupciones del decurso prescriptorio con las
denominaciones de interrupción civil y natural, al respecto VIDAL RAMÍREZ, Fernando,
explica que, «este criterio era válido sólo cuando la codificación civil daba un trata-
miento unitario a la prescripción, ya que la interrupción civil se entendía referida a la
extintiva mientras que la natural a la usucupativa, pues la interrupción natural con-
414 NERIO GONZÁLEZ LINARES
sistía en la pérdida de la usucapión». El mismo autor cita a LEÓN BARANDIARÁN, quien asevera
que la distinción entre interrupción civil y natural carecía ya de interés en nuestro Dere-
cho. Del autor citado véase «Prescripción extintiva y caducidad», Gaceta Jurídica, Lima,
1996. ROMERO ROMAÑA, al ocuparte de las interrupciones natural y civil, expresa que la
primera se da en caso de abandono o pérdida de la posesión; y la segunda cuando, pese al
deseo del poseedor de continuar en la posesión, no lo logra porque se presentaba a hacer
valer sus derechos el verdadero dueño. CASTAÑEDA, trata la interrupción del decurso pres-
criptorio con acuciosidad y riqueza doctrinal en Los derechos reales, t. I, Lima, 1973, pp.
452-471, el autor dice que «es verdad que la interrupción civil se produce por intermedio
del Juez, quien ordena la citación», y citando a POTHIER, afirma que «producirá efectos
interruptivos la citación, aunque se haga ante Juez incipiente. Pero la notificación deberá
ser contra la misma persona y no contra otra, para que produzca efecto». En cuanto a la
interrupción natural de la prescripción, «se produce si el prescribiente pierde o es privado
de la posesión por un año, porque si la pérdida no dura por lo menos un año no considera
la ley que exista interrupción». También puede consultarse RUBIO CORREA, Marcial, Prescrip-
ción, caducidad y otros conceptos en El nuevo Código Civil, Lima, 1987, pp. 13-151.
CAPÍTULO IX: LA PRESCRIPCIÓN ADQUISITVA O USUCAPIÓN 415
25. ACEVEDO PRADA, Luis A., La prescripción y los procesos declarativos de pertenencia, Temis,
Santa Fe de Bogota, 1999, p. 110-111. Señala el artículo 2514 del Código Civil colom-
biano, que regula la renuncia de la prescripción, que «…la prescripción puede ser
416 NERIO GONZÁLEZ LINARES
quirir; por consiguiente, puede hacerlo el que tenga capacidad para enaje-
nar. Empero, renunciar anticipadamente al derecho de prescribir, importa
derogar por pacto una ley que interesa al orden público. En consecuencia,
el reconocimiento resulta radicalmente destructivo del derecho a la
usucapión ordinaria, como lo es también para la extraordinaria. Sabemos
que la prescripción, por principio, no opera de pleno derecho; o sea, cual
sea la clase de prescripción no puede ser declarada ex oficio por el Juez,
debe ser siempre invocada; de igual modo también la renuncia es acto de
disposición del prescribiente, claro está, siempre sobre la ya ganada, y pro-
ducirá los mismos efectos que la interrupción al reconocerse a tercero como
a propietario del bien, en el fondo se está renunciando expresamente a la
prescripción.
CAPÍTULO X
Protección del derecho de propiedad
TÍTULO I
LA REIVINDICACIÓN
1. BRENES CÓRDOBA, Alberto, Tratado de los bienes, Edit. Costa Rica, San José, 1963, p. 65,
422 NERIO GONZÁLEZ LINARES
agrega que «la facultad de reivindicar no se pierde sea cual fuere el tiempo que
transcurra sin ejercitarse, siempre que otro no haya consolidado la propiedad de la
cosa mediante la prescripción adquisitiva», ibídem. La pretensión reivindicatoria,
nace de la propiedad con el objeto de protegerla de quien no tiene la calidad de
dueño. En el derecho comparado se tiene el artículo 2757 del Código Civil argentino
que dice: «Las acciones reales que nacen del derecho de propiedad son: la acción de
reivindicación, la acción confesoria y la acción negatoria». En nuestra sistemática
civil, para la tutela jurídica del derecho de propiedad, aparte de la reivindicatoria,
emergen también, entre otras, las pretensiones de deslinde, división y partición,
declaración del mejor derecho de propiedad, desalojo (por posesión precaria), etcéte-
ra. Cfr. nuestro Derecho procesal civil - teoría del proceso civil, Universidad Andina del
Cusco, Cusco, 2005.
2. WINDSCHEID, Bernardo, Diritto delle pandette, trad. de Fedda y Bensa, Torino, 1925, p.
319. Es famosa la polémica de WINDSCHEID y MUTHER y sus repercusiones sobre la
acción y la pretensión. Si el lector se interesa sobre el tema puede informarse en
RAMÍREZ ARCILA, Carlos, «La pretensión procesal», Temis, Bogotá, 1986, pp. 27-43. Cfr.
CHIOVENDA, Giuseppe, Instituciones de derecho procesal civil, t. I, Madrid, Revista de
Derecho Privado, 1954, p. 156; WACH, Adolf, La pretensión de declaración, Ejea, Buenos
Aires, 1962, pp. 11-12; BRISEÑO SIERRA, Humberto, «La pretensión como núcleo central del
proceso», en Derecho procesal, t. II, Cárdenas, México, 1960, p. 210-211; COUTURE, Eduardo
J., «La acción, la pretensión y el derecho de petición», en Fundamentos del derecho procesal
civil, Depalma, Buenos Aires, 1958, p. 76. Asimismo, véase nuestro Ensayos de cerecho
procesal civil, Ipij, Cusco, 2004.
CAPÍTULO X: PROTECCIÓN DEL DERECHO DE PROPIEDAD 423
puede hacerse valer erga omnes (contra todos), y la pretensión real es la que
protege precisamente aquel derecho. No podemos decir que a cada dere-
cho real le corresponde una «acción» real, sino una pretensión real, v. gr.,
cuando el derecho real de la propiedad es vulnerado en el uso y goce (utendi
y fruendi), por un tercero no propietario, surge la pretensión real de la rei-
vindicación. Para nosotros la pretensión efectiva e idónea en la defensa
jurisdiccional del derecho de propiedad es la reivindicación.
También se habla de las «acciones» confesorias, «acciones» negatorias,
«acciones» declaratorias de certeza, «acción» publiciana, que no tienen la
trascendental relevancia jurídica de la reivindicatio. En el ordenamiento jurí-
dico civil peruano (artículo 923 del Código Civil), el propietario de un bien
goza del poder jurídico consistente en el ius vindicandi (derecho a la reivin-
dicación).
La importancia de las pretensiones reales como la reivindicación se
hace prevalente en aplicación del principio que «nadie puede transmitir un
derecho mayor ni más extenso del que posee —nemo plus iuris—. Pretensio-
nes que en la práctica y en nuestro medio, donde las transferencias de los
bienes inmuebles son consensuales y la inscripción registral es facultativa,
se ejercitan con suma frecuencia. En la casuística y en la legislación son casi
desconocidas las llamadas acciones (pretensiones) confesoria, negatoria o
publiciana, a diferencia de las reales que son muy ejercitadas y conocidas
como las interdictales, posesorias, la declaración del mejor derecho a la
posesión, la declarativa del mejor derecho de propiedad, la reivindicatoria,
etc., esta última, normativamente aparece en el artículo 923 del Código
Civil, dispositivo que establece expresamente los poderes y el propio con-
tenido del derecho de propiedad, como son el uso, disfrute, disposición y
reivindicación. Discriminando estos poderes, percibimos precisamente que
la reivindicación es concedida sólo al propietario, pero fundado en título
fehaciente e indubitable (y no a cualquiera con apariencia de propietario).
La reivindicación no sólo está vinculada con las características de los
derechos reales (supra 36), como las anteriormente mencionadas, sino tam-
bién con los caracteres propios del derecho de propiedad (imprescriptible,
perpetuo y excluyente), y es precisamente por ser excluyente (supra 227.2),
que el titular procede con la exclusión de todo aquel que no es titular del
bien; además dicho carácter le otorga al titular la situación jurídica de propie-
tario individual. Es a mérito de esa exclusión que el propietario puede iden-
tificar, señalar y determinar físicamente el bien objeto de su derecho, para
ejercitar la defensa de su derecho de propiedad, en cuanto sea privado del
derecho a la posesión —ius possidendi—, por tercero no propietario. En tal
caso la pretensión idónea en la defensa de la propiedad, es la reivindicación.
424 NERIO GONZÁLEZ LINARES
3. PLANIOL, Marcel y RIPERT, Georges, Tratado práctico de derecho civil francés, La Habana,
Cultural, t. III, 1942, p. 304, conciben la reivindicación como «…la acción que ejercita
una persona para reclamar la restitución de una cosa de la que pretende ser propieta-
rio. La reivindicación se basa, por tanto, en la existencia del derecho de propiedad y
tiene como finalidad la obtención de la posesión», ibídem.
4. RESCIGNO, Prieto, Manuale di diritto privato, Jovene, Nopoli, 1976, p. 462. El Código Civil
peruano no llega a definir la pretensión reivindicatoria, pues el artículo 923, sólo hace
mención a los derechos que otorga la propiedad al titular. El artículo 946 del Código
Civil colombiano, dice: «La reivindicación o acción de dominio, es la que tiene el
dueño de una cosa singular, de que no está en posesión, para que el poseedor de ella sea
condenado a restituirla». En el Código Civil argentino, se la define en su artículo 2758,
cuyo tenor es: «La acción de reivindicación es una acción que nace del dominio que
cada uno tiene de cosas particulares, por la cual el propietario que ha perdido la pose-
sión, la reclama y la reivindica, contra aquel que se encuentra en posesión de ella».
5. ENNECCERUS, Ludwing, KIPP, Theodor y WOLFF, Martín, Tratado de derecho civil, Barcelo-
na, Bosch, t. III, 1972, p. 563. Estos autores afirman que «la acción de reivindicación
supone que el derecho de propiedad es negado; por hipótesis el bien esta detentado
por un tercero que se pretende dueño; es ahora cuando el propietario puede ejercer la
reivindicación y ésta se funda en la existencia del derecho de propiedad y se dirige a
la obtención de la posesión. La reivindicación es un efecto necesariamente dirigido
contra el poseedor que se prevalece de esa cualidad, jamás la reivindicación será
ejercida contra un detentador precario», ibídem, p. 453.
426 NERIO GONZÁLEZ LINARES
6. PUIG PEÑA, Federico, Tratado de derecho español, Revista de Derecho Privado, t. III, vol. I,
Madrid, 1972, p. 290.
7. POTHIER, Oeuvres, Tratado del derecho de dominio de la propiedad, trad. de Manuel Deo, p.
216.
8. SHOM, citado por PUIG BRUTAU, J., ob. cit., p. 365.
CAPÍTULO X: PROTECCIÓN DEL DERECHO DE PROPIEDAD 427
9. ENNECCERUS, Ludwing, KIPP, Theodor y WOLFF, Martín, ob. cit., t. III, p. 453.
10. El fundamento de la pretensión reivindicatoria es la tutela efectiva del derecho sub-
jetivo de la propiedad y su contenido, la posesión. El concepto tutela no es sólo
428 NERIO GONZÁLEZ LINARES
alcanzar a la titularidad dominial del bien, sino básicamente al ejercicio total de los
atributos que el derecho de propiedad otorga al titular. El artículo 923 del Código
Civil, instituye los poderes jurídicos del propietario, entre los cuales, está el derecho
a la reivindicación (ius vindicandi), que sólo está reservado para el propietario, exclu-
yendo a los demás no propietarios. MESSINEO, nos dice que «el fundamento de la
acción reivindicatoria se encuentra en lo que la doctrina ha denominado ‘poder de
seguimiento’ y en la ‘inherencia’ del derecho a la cosa. Estos atributos son propios de
los derechos reales en general», ob. cit., vol. II, p. 458. El Fundamento legal de la
pretensión reivindicatoria se encuentra en los poderes jurídicos contenidos en el
artículo 923 del Código Civil, según el cual todo propietario tiene la facultad de
reclamar en juicio el bien de su propiedad y desde luego el libre y pleno goce de
todos y cada uno de los derechos que contiene la norma mencionada.
CAPÍTULO X: PROTECCIÓN DEL DERECHO DE PROPIEDAD 429
11. COLLIN y CAPITANT, Curso elemental de derecho civil, Reus, t. II, p. 937. Véase TRABUCCH,
Alberto, con la claridad de su didáctica nos dice que «la finalidad de la acción reivin-
dicatoria es precisamente lo que se denomina restitución. Se ha considerado que la
acción de reivindicación tiene la finalidad de hacer conseguir al propietario la pose-
sión definitiva de la cosa con todos sus incrementos (cum omni causa), por lo que la
acción es ejercitada por quien se pretende propietario y no está en la posesión del
bien; como típica acción real ella se dirige contra cualquiera que tenga la cosa: ubi rem
mean invenio, ibi vindico», Instituzioni di diritto civile, Cedam, Padova, 1971, p. 457. Enten-
demos que la pretensión reivindicatoria tiene como finalidad sustancial la de
restablecer el orden jurídico alterado por el poseedor ilegítimo, restituyendo el bien
a su titular. Pero para el cumplimiento a esa finalidad el poseedor será vencido con la
probanza de los elementos como son; a) el derecho de propiedad del pretensor; b) la
falta de derecho a la posesión del emplazado o demandado; c) el hecho de la posesión
que mantiene el demandado poseedor del bien objeto de la reivindicación; d) la
identidad física del bien y la jurídica con los títulos de propiedad del actor.
430 NERIO GONZÁLEZ LINARES
12. Al respecto MESSINEO, F., señala que «efecto de la reivindicación —cuando se obtie-
ne— es que el poseedor debe reintegrar al propietario (restitutio in integrum) en la
posesión de la cosa, con todo accesorio: cum omni causa (función también restitutoria);
el poseedor es privado del derecho en la posesión (ius possidendi): o sea, no tiene más
derecho de continuar poseyendo; ello, como consecuencia de la constatación positiva
del (preferente) derecho del reivindicante», ob. cit., p. 458. Para todo se puede consul-
tar ALTERINI, Horacio Jorge, Acciones reales, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2000.
CAPÍTULO X: PROTECCIÓN DEL DERECHO DE PROPIEDAD 431
responsabilidad se traduce en el pago del valor del bien (artículo 909 del
Código Civil).
5. La indemnización de los daños y perjuicios (extracontractual) ejecu-
tados por el poseedor, menoscabando dolosa o culposamente el bien prin-
cipal, sus accesorios e integrantes (artículo 1969 del Código Civil).
6. El pago de las costas y costos del proceso por el demandado venci-
do en proceso, quien sabiendo perfectamente que no ostenta título de pro-
piedad del bien o reconociendo al demandante como propietario litiga sin
razón alguna que justifique su contradicción.
Conclusión: los efectos son de rigor procesal y se traslucen en la sen-
tencia, de la manera siguiente: a) restitución del bien reivindicado; b) in-
demnización de daños y perjuicios; c) pago de los frutos indebidamente
percibidos; d) Pago de las costas y costos del proceso. Estos efectos, deben
emanar o nacer de una sentencia firme, con categoría de cosa juzgada mate-
rial, y que definitivamente le otorgue a la propiedad y a su titular toda la
seguridad jurídica, como uno de los fines del derecho.
culo 664 del Código Civil), con el objeto de recuperar los bienes que inte-
gren la herencia adquirida por el heredero que no posee los bienes, pero
que considera le pertenecen, y que se encuentran en poder de otro herede-
ro, contra quien debe dirigirla, con el objeto de excluirlo o concurrir con su
coheredero. Consecuentemente, debe recuperar el bien, sin que pueda ha-
cer valer la reivindicación, sino mediante la pretensión de petición de he-
rencia, que a nuestro juicio no es sino una reivindicación camuflada.
8. La cuota ideal, que ostentan los copropietarios en el bien común, se
traduce en derechos y acciones, los cuales son físicamente indeterminados, y
ésta es la razón por la que las cuotas ideales no son susceptibles de reivindi-
cación; en todo caso habría reivindicación tratándose de todo el bien, en su
conjunto, como una unidad física (la reivindicación es corpórea o material).
En la copropiedad existe indeterminación y por ende no es posible la
reivindicación, porque ésta requiere de bienes determinados o debidamen-
te individualizados. Lo que se reivindica son bienes corporales determina-
dos y no cuotas ideales, es por ello, que cualquiera de los copropietarios
está en la facultad de asumir la defensa del patrimonio común sin requerir
autorización de los demás copropietarios (artículo 979 del Código Civil),
este proceder es sólo cuando el bien es objeto de reivindicación como un
todo determinado.
No creemos que la figura de la reivindicación sea posible en bienes en
los que sólo existen cuotas ideales. Sin embargo, si acudimos a la legislación
civil comparada, tenemos que las cuotas abstractas o ideales (como en la
copropiedad), son posibles de reivindicación, así lo establece el artículo
2761 del Código Civil argentino, al expresar: «Son también reivindicables
las partes ideales de los muebles o inmuebles, por cada uno de los
condóminos contra cada uno de los coposeedores». Nos parece, strictu
sensu, una figura muy forzada, porque no hay reivindicación, y en todo
caso sólo se podría alcanzar al reconocimiento de la proporción de la cuota
ideal que le corresponda al copropietario accionante, pero carece de lo esen-
cial o del objeto de la reivindicación, que es la restitución física del bien.Otras
con el ejercicio práctico de los derechos reales nos permite calificar la natu-
raleza jurídica de la pretensión reivindicatoria en vinculación estricta al
ámbito procesal, de la manera siguiente:
15. COUTURE, Eduardo. J., Fundamentos del derecho procesal civil, Depalma, Buenos Aires,
1978, p. 80. El profesor uruguayo, cuando se ocupa de «acción y pretensión», expresa
que «la pretensión es la afirmación de un sujeto de derecho de merecer la tutela
jurídica y, por supuesto, la aspiración concreta de que ésta se haga efectiva. En otras
palabras: la autoatribución de un derecho por parte de un sujeto que invocándolo
pide concretamente que se haga efectiva a su respecto la tutela jurídica. Pero la pre-
tensión no es la acción. La acción es el poder jurídico de hacer valer la pretensión. Ese
poder jurídico existe en el individuo, aún cuando la pretensión sea infundada», ibí-
dem, p. 72. Sobre la pretensión se pueden consultar las obras de RAMÍREZ ARCILA,
Carlos, Fundamentos procesales y pretensiones contencioso-administrativas, Temis, Bogo-
tá-Colombia-1983, y La pretensión procesal, Temis, Bogotá-Colombia, 1986. Para todo
se puede consultar DEVIS ECHANDÍA, Hernando, «La pretensión», en Teoría general del
proceso, Edit. Universidad, Buenos Aires, 1984, pp. 231-285. Igualmente nuestras obras
Ensayos de derecho procesal civil, Ipij, Cusco, 2004, y Derecho procesal civil - teoría del
proceso civil, Universidad Andina del Cusco, Cusco, 2005.
436 NERIO GONZÁLEZ LINARES
17. Principio que se halla positivizado en el artículo 3270 del Código Civil argentino —
nemo plus iuris— es tratado por LÓPEZ DE ZAVALÍA, Fernando (ob. cit., p. 134) quien lo
divide en dos partes: la primera, «nadie puede transmitir», consagra un principio de
lógica indiscutible que no admite excepción alguna, es la famosa regla nemo plus iuris
ad alium transfere potest quam ipse habet. En cambio la segunda parte, recepta el espíritu
de la regla id quod nostrum est, sine facto nostro ad alium transferre non potest. Tiene
lógica: lo que es mío sin acto mío, no puede ser transferido.
CAPÍTULO X: PROTECCIÓN DEL DERECHO DE PROPIEDAD 441
371.7.2. Mobiliaria. La ley civil peruana, así como señala cuáles son los
bienes inmuebles (artículo 885 del Código Civil), también indica cuáles son
los bienes muebles (artículo 886), que también pueden ser objeto de la pre-
tensión reivindicativa siempre que tengan determinada materialidad que
los identifique como a bienes reivindicables. Cabría aclarar al respecto que
serán bienes reivindicables los que se encuentren inscritos en los Registros
de acuerdo con los artículos 2043 y 2044 del Código Civil, y desde luego
que no tengan origen delictual. En cuanto a los bienes perdidos, nos remi-
timos a lo estudiado sobre el particular (supra 280). En consecuencia, si to-
camos la reivindicación mobiliaria no podemos dejar de lado la adquisición
«a non dominus de bienes muebles» (supra 266), la cual para su procedencia
exige los requisitos siguientes: a) que se trate de bien mueble y no haya
sido perdido; b) que el bien no haya sido obtenido con trasgresión de la ley
penal (robo, hurto, apropiación ilícita, etc); c) que la posesión sea de buena
fe; y, d) que el poseedor haya adquirido el bien a título oneroso.
Entendemos que la posesión de buena fe de un bien mueble genera a
favor del poseedor la presunción de propiedad sobre el bien, y como con-
secuencia tiene el derecho de rechazar cualquier pretensión reivindicatoria,
siempre que el bien no haya sido robado o perdido; pero es bueno no alejar
de la memoria que el principio nemo plus iuris (nadie puede transmitir un
derecho mejor o más extenso que el que posee), sólo es aplicable en los
bienes inmuebles. En cuanto a los bienes muebles, la doctrina y la ley se
inclinan en proteger al poseedor de buena fe, creando para tal efecto otro
principio «a non dominus de bienes muebles» (la buena fe hace propietario al
poseedor).
Como corolario tenemos, que si la adquisición de los muebles es a non
dominus, con la concurrencia de las exigencias anotadas líneas arriba, la
reivindicación de bienes muebles es improcedente, será rechazada.
fallecido (artículo 660 del Código Civil), acreditando la vocación sucesoria (tes-
tamento o declaración de sucesión intestada), y continúan con el proceso.
privado del señorío de hacer sobre aquella, propone ciertos requisitos para
la viabilidad de la reivindicación, como son:
1. En el actor, la cualidad de dueño, que prácticamente se demuestra
mediante una probanza relativa o de preferente titularidad. 2. En el de-
mandado, la cualidad de poseedor (la legitimación como presupuesto pro-
cesal de satisfacer en la mera tenencia, al paso que, como requisito de la
acción (pretensión) eficiente, es menester, que dicha detentación esté pri-
vada de una prerrogativa que convierta el estado de hecho en oponible al
que acciona. 3. En la cosa, cumplida con la identificación de la misma. Sin
duda, como expresa el autor, son requisitos, que deben observarse en la
reivindicación, la legitimación del demandante y del demandado (cali-
dad), y la necesaria identificación del bien objeto de la reivindicación, pero
no son enunciados de manera completa, como lo veremos más adelante.
Para el español PUIG BRUTAU20, los requisitos de la reivindicación se
descomponen en varios aspectos, como son: 1. Puede ejercitarla tanto el
propietario que carece en absoluto de posesión, como el propietario que
tiene la posesión mediata. El propietario que no puede reivindicar es, pre-
cisamente, el que tiene la posesión inmediata y exclusiva de la cosa. Exigen-
cia que nos resulta evidente en cuanto la pretensión reivindicatoria es la
que idóneamente corresponde al dueño que no posee contra el poseedor
que carece de la propiedad. 2. Título de dominio, el demandante ha de
probar que es el propietario de la cosa que reclama. 3. Legitimación pasiva,
la reivindicación ha de dirigirse contra la apersona que tenga la posesión.
4. Objeto de la acción reivindicatoria y su necesaria identificación. En esta
proposición notamos ya la exigencia del título de propiedad que forja la
legitimidad sustancial del titular del derecho de propiedad (pretensor).
del derecho de propiedad el poder del ius vindicandi, toda vez que la cali-
dad del demandante se fundamenta en el derecho de propiedad que ejerce
sobre el bien. A nuestro juicio el principio predominante en la reivindica-
ción es, que a todo propietario le asiste el derecho de accionar con la pre-
tensión reivindicatoria, porque así se lo exigen los derechos del libre uso y
el disfrute (exteriorizan la propiedad), para el ejercicio pleno o total de la
propiedad. De tal manera que sólo será legitimado legalmente (legitimatio
ad caussam, para algunos es el interés sustancial para obrar) quien ostente el
derecho subjetivo de la propiedad tutelado por la ley civil. De allí que se
debe exigir necesariamente al propietario la situación de dueño para hacer
valer el ius vindicandi con todo éxito, el cual vale contra todos (erga omnes).
La regla general para la legitimación activa es, que todo propietario con
título suficiente, fehaciente e indubitable, y en tracto sucesivo (derivado o ya
originario), tiene la calidad o la identidad jurídica de la persona a quien la ley
le confiere el derecho a reivindicar el bien de su propiedad. De tal suerte que
se cumpla el principio de que «la pretensión reivindicatoria está concedida al
propietario no poseedor contra el poseedor no propietario». Quien carezca
de esta legitimidad no podrá accionar con la reivindicación, por ejemplo, el
usufructuario, arrendatario, comodatario; los cuales al no tener la calidad de
propietarios, carecen de toda legitimidad activa para reivindicar.
No debemos confundir la legitimatio ad caussam con las condiciones de
la acción, porque aquella, como dice DEVIS ECHANDÍA21, «es en realidad un
presupuesto de la pretensión contenida en la demanda y de la oposición
que a aquella formula el demandado, para que sea posible la sentencia de
fondo, que resuelva sobre ella. Forma parte de la fundamentación de la
demanda en sentido general». Conviene también aclarar que la legitima-
ción para obrar como demandante, no es igual ni semejante a los presu-
21. DEVIS ECHANDÍA, Hernando, «Legitimatio ad causam», en Teoría general del proceso, Edito-
rial Universidad, Buenos Aires, 1984, p. 246. El insigne procesalista colombiano señala
que «la identificación de la titularidad del derecho o relación jurídica material con la
legitimación en la causa, solamente puede explicarse en la doctrina tradicional, que
considera la acción como el derecho sustancial en actividad o como un elemento del
mismo [o que la acción no es sino el derecho sustancial puesto en movimiento]. Las
partes pueden estar legitimadas para la causa, tengan o no el derecho o la obligación
sustancial, según se trate de demandante o demandado, porque el derecho a poner en
actividad la jurisdicción y a recibir sentencia que resuelva en el fondo sobre las
peticiones incoadas, no pertenece solamente al titular del derecho sustancial. Si esto
no fuere así, resultaría lógicamente, imposible explicar por qué, se obtiene la senten-
cia de fondo o mérito, a instancia de quien, por no tener el derecho sustancial, no
estaría por ende legitimando para conseguir esos efectos...», ibídem.
CAPÍTULO X: PROTECCIÓN DEL DERECHO DE PROPIEDAD 445
para obrar del demandado (artículo 446, inciso 6, del Código Procesal Ci-
vil), por ejemplo, «A», es demandado con la pretensión reivindicatoria por
«B», pero sucede que «A», no se encuentra en posesión del bien, sino quien
se encuentra en posesión inmediata es «C»; en este caso «A», puede propo-
ner la excepción de falta de legitimidad para obrar del demandado, indi-
cando que «C» es quien se encuentra en posesión real y efectiva del bien.
22. ESPIN CANOVAS, Diego, Manual de derecho civil español, ob. cit., p. 182.
CAPÍTULO X: PROTECCIÓN DEL DERECHO DE PROPIEDAD 447
23. VELÁSQUEZ JARAMILLO, Luis G., Bienes, Temis, Santa Fe de Bogotá, 1998, p. 379. Véanse
para el estudio de los requisitos de validez de la reivindicación: PUIG BRUTAU, J., ob. cit.,
t. III, vol. I, p. 185; ALTERINI, Jorge H., ob. cit., pp. 9-158; MARIANI DE VIDAL, M., Curso de
derechos reales, t. 3, Zavalía, Buenos Aires, 2000, pp. 427 y ss.
24. POTHIER, Oeuvres, ob. cit., p. 216, «la carga de la prueba en la pretensión reivindicatoria
reposa en quien alega la titularidad dominial», ibídem. Al respecto MARIANI DE VIDAL,
M., dice que «quien demanda por acción reivindicatoria la restitución de la cosa
contra el poseedor, debe justificar la titularidad del derecho respectivo, porque la
reivindicación es una acción que nace del dominio sobre cosas particulares, y porque
el poseedor no está obligado a producir título alguno en apoyo de su posesión —
posee porque posee—, de donde, en el caso de que el actor no justifique su derecho
sobre la cosa, si el poseedor no invoca título o justifique uno mejor, en el caso de éste
448 NERIO GONZÁLEZ LINARES
gen la constatación directa y física del bien por del Juez (inmediación). En
las pretensiones reales no se puede litigar sin la inmediación que genera la
inspección judicial; así, resultaría insostenible definir una controversia (por
el Juez) que verse sobre desalojo, usucapión o reivindicación, sin la verifi-
cación objetiva del bien. En la practica, los jueces, todavía informados por
el Código de Procedimientos Civiles abrogado, siguen actuando como su-
jetos pasivos, sin el menor concepto de ser los directores y conductores del
proceso (artículo II del Título Preliminar del Código Procesal Civil), capa-
ces de disponer la actuación de la inspección judicial, aún cuando no haya
sido ofrecida, es decir, ordenándola de oficio. La inspección procura mate-
rialmente constatar la identidad del bien con el título, su ausencia podría
dar lugar a ordenarse la restitución de un bien que no haya sido objeto de
la pretensión, y a favor de quien no es el propietario.
Las pruebas documentales consistentes en el título de propiedad, los
planos perimétrico y de ubicación, las memorias descriptivas y la inspec-
ción judicial, deben ser cotejadas por el juzgador para determinar la indivi-
dualización y la titularidad del bien. En cuanto a las pruebas orales (testi-
gos y declaraciones de parte), las consideramos nada idóneas en la reivin-
dicación, porque aun las declaraciones de parte que desconozcan el dere-
cho del reivindicante, en nada pueden modificar los títulos que obran en
escrituras públicas o las inscripciones registrales.
El Código Procesal Civil peruano, en su artículo 196, regula la carga de
la prueba en proceso, y el artículo 197, del mismo Cuerpo legal, instituye el
sistema de valoración de los medios de prueba actuados en proceso. En la
reivindicación la carga de la prueba sobre el derecho de propiedad radica
en el demandante (actori incumbit probativo), lo que significa que al poseedor
no le incumbe probar la propiedad.
En conclusión: En la reivindicación el pretensor debe destruir la pre-
sunción —iuris tantum—: «al poseedor se le reputa propietario, salvo prue-
ba en contrario». La pretensión reivindicatoria, para ser declarada funda-
da, exige como requisito esencial la presentación de títulos que acrediten la
propiedad del bien objeto de litis (por el pretensor), de cuyo medio proba-
torio (documental), no se puede prescindir. Se debe aclarar que no en toda
reivindicación es exigencia la probanza del tracto sucesivo dominial, sólo
cuando el derecho de propiedad proviene del modo derivado, no así cuan-
do la propiedad proviene del modo originario (usucapión). Finalmente
podemos decir, que en el caso de existir títulos con inscripción registral de
ambas partes litigantes se aplicará el principio jurídico «prior tempore potior
iure» (el primero en el tiempo es mejor en el derecho), y es por ello que
debe estimarse preferente el título de propiedad que encuentre su funda-
450 NERIO GONZÁLEZ LINARES
TÍTULO II
LA REIVINDICACIÓN Y OTROS DERECHOS REALES
sobre esta pretensión que en la práctica judicial del derecho real es muy
usada. Por nuestra parte, ex cátedra, venimos configurando para su ejerci-
cio, los requisitos siguientes:
1. Legitimidad activa. Obviamente corresponde al propietario con título
fehaciente, indubitable y en tracto sucesivo, este último si el título es de
origen derivativo, además, el pretensor debe hallarse en pleno goce de la
posesión actual del bien. El carácter excluyente del derecho de propiedad
no admite la existencia de dos o más «propietarios» o titulares de un mismo
bien.
En la discusión del mejor derecho de propiedad de un bien por dos o
más «titulares», si éstos se encontraran en igual situación, el mejor derecho
estará en quien ejerce la posesión actual; como lo aclara la ejecutoria si-
guiente: «Cuando las partes discuten el mejor derecho de propiedad de un
bien, y ambos se encuentran en igualdad de circunstancias, es mejor la con-
dición del que posee el bien» (ejec. de 23.09.93. Gaceta Jurídica, N° 35, pág.
6-A). Pero, ¿por qué la exigencia de que el actor o pretensor se encuentre en
posesión? Sencillamente, porque de lo contrario, la pretensión no sería la
declarativa, sino, la reivindicatoria.
2. Legitimidad pasiva. Corresponde al demandado o a la persona que
provoca una incertidumbre sobre la propiedad del bien, alegando tener
derechos personales o reales; es decir, es aquel sujeto que también se consi-
dera ostentar documentos o títulos sobre el mismo bien que ejerce posesión
el pretensor. Siendo así, es imperativo resolver en la vía jurisdiccional de-
clarando el mejor derecho de propiedad. En la práctica se comete el error
de demandar con las pretensiones acumuladas de «reivindicación y la de-
claración del mejor derecho de propiedad». La primera es contra el posee-
dor no propietario, y la segunda es contra quien no se encuentra en pose-
sión, pero que pretende tener ingerencia sobre la propiedad del bien. Esa
indebida acumulación de pretensiones, por ser estas implicantes, determi-
na la improcedencia de la demanda.
3. Determinación o identificación del bien. El objeto de la pretensión
declarativa de propiedad al igual que el de la reivindicación, debe estar
debidamente individualizado o determinado físicamente y de manera in-
confundible, se trate de predio urbano o rural; por ello, se debe establecer
en la demanda los linderos por los cuatro puntos cardinales, la exacta ubi-
cación (calle, avenida, jirón, sector, anexo, distrito, provincia, departamen-
to), y los bienes accesorios, por ejemplo, instalaciones, plantaciones, maqui-
narias, etc. La identificación del bien debe mantener coherencia con el bien
al que se refiere el título de propiedad y los planos oficiales.
456 NERIO GONZÁLEZ LINARES
382.1. La reivindicación:
1.1. Por la materia es pretensión real por excelencia. 1.2. Por el objeto
de la sentencia es declarativa, de condena y constitutiva de derecho. 1.3. Es
persecutoria (ius persequendi). Su objeto es perseguir el bien en poder de
quien se encuentre. 1.4. Que el propietario no poseedor haya sido privado
de la posesión por el demandado no propietario. 1.5. Que el bien se en-
cuentre en posesión del demandado no propietario. 1.6. Que el bien objeto
de la reivindicación debe estar debidamente identificado o determinado.1.7.
1. De orden procesal:
1.1. La reivindicación se sustancia conforme a las reglas del proceso
de conocimiento, por la propia complejidad que presenta la probanza del
derecho de propiedad. En cambio el desalojo se tramita en el proceso su-
marísimo, por la simplicidad de alcanzar un título posesorio y demostrar la
precariedad del demandado.
1.2. Quien ha perdido el desalojo, puede accionar en proceso de cono-
cimiento con la pretensión reivindicatoria, si tiene la calidad de propietario
no poseedor, por ejmplo, contra el poseedor que dentro de proceso ha
demostrado no ser precario. El actor propietario podrá debatir, en la rei-
vindicación, el derecho de propiedad, y no sólo el mejor derecho a la pose-
sión, como en el desalojo.
1.3. En la probanza de la pretensión reivindicatoria sólo son pertinen-
tes e idóneos los títulos de propiedad.En el desalojo los medios probato-
rios pertinentes son aquellos que versan sobre la posesión legítima y de
buena fe, que se constituyan en el título del que habla el artículo 911 del
Código Procesal Civil, que no es sino el «título posesorio» (si el propietario
está legitimado, es porque ostenta el mejor título posesorio. No debe olvi-
darse que la propiedad subsume a la posesión.
2. De orden sustancial:
2.1. En el desalojo se discute el derecho a la posesión (ius possidendi), en
base a un título posesorio, sólo así se puede enervar la precariedad. Pero
también hay desalojo por falta de pago de la merced conductiva o venci-
miento del plazo; en cambio, no hay reivindicación por esa causal. En la
reivindicación se discute sólo el derecho de propiedad en base a títulos
fehacientes.
2.2. El desalojo versa sólo sobre bienes inmuebles. La reivindicación
recae sobre muebles e inmuebles.
2.3. La pretensión reivindicatoria es imprescriptible. La pretensión de
desalojo es prescriptible (artículo 2001, inciso 1, del Código Civil). Aunque,
para la Corte Suprema el desalojo es «imprescriptible», pese a que la pres-
cripción extintiva, que contiene un plazo debe estar preestablecida en la
ley, como dispone expresamente el artículo 2000 del Código Civil, y como
lo hace para la reivindicación el numeral 927 del mismo Código.
464 NERIO GONZÁLEZ LINARES
CAPÍTULO XI: DE LA COPROPIEDAD 465
CAPÍTULO XI
De la copropiedad
TÍTULO I
ASPECTOS GENERALES
1. VELÁSQUEZ JARAMILLO, Luis G., ob. cit., p. 157. Cfr. sobre copropiedad: ADROGUÉ, Manuel I.,
«Hipoteca sonstituida por condominio», en Temas de derechos reales, Plus Ultra, Buenos
Aires, 1986, «el dominio y la propiedad horizontal constituyen derechos reales ple-
nos. Por ello ejercitando su titular las más amplias atribuciones sobre la cosa, objeto
de su derecho, pareciera que en principio podrá constituir toda clase de derecho real
sobre el mismo», ibídem; LASARTE, Carlos, ob. cit., t. IV, pp. 168-184; MESSINEO, F., Manual
de derecho civil y comercial – derechos reales, t. III, Ejea, Buenos Aires, 1954, p. 524. Este
brillante jurista italiano, nos enseña sobre «las fuentes reguladoras de la copropie-
dad», afirmando que «la disciplina de la copropiedad se reduce, ante todo, de las
especiales disposiciones de ley, o del título (de ordinario pactos celebrados entre los
copropietarios). En efecto, con la voluntad de la mayoría de los copropietarios, puede
formarse un reglamento de la comunidad; el cual adquiere eficacia en cuanto a los
copropietarios singulares y a sus herederos o causahabientes (…). La copropiedad
466 NERIO GONZÁLEZ LINARES
puede tener origen diverso: a) puede ocurrir que dos o más sujetos adquieran conjunta-
mente, por acto entre vivos, una cosa, convirtiéndose así en copropietarios; b) puede
ocurrir que dos o más personas adquieran una cosa mortis casusa, por efecto de legado
(propiamente; co-legado), o por efecto de co-herencia; se establece entre ellos (co-legata-
rios o co-herederos) una relación de copropiedad; c) puede ocurrir que el propietario de
una cosa ceda una parte abstracta (cuota) de la misma a un tercero, dando origen a una
relación de copropiedad con él; d) la copropiedad puede nacer, además, de la ley (ejem-
plo, comunidad forzosa del muro, y similares); e) la propiedad puede nacer, finalmente,
de compensación que conduzca a la usucapión», ibídem. Para todo véanse: MARIANI DE
VIDAL, M., ob. cit., t. 2, pp.121-179; LAFAILLE, H., ob. cit., t. III, pp. 376; SOMARRIVA UNDURRAGA,
Manuel, Indivisión y partición, Editorial Jurídica de Chile, 1987. Un trabajo de lectura
obligada sobre copropiedad es ROMERO ROMAÑA, E., ob. cit., t. II, pp. 243-248. Para un estudio
sobre la cuota individual en la copropiedad, véase: MAZEAUD, Henri, León y Jean, «junto a
un derecho individual de cada copropietario sobre un acuota-parte indivisa, existe sobre
la cosa un derecho colectivo de propiedad. Este derecho colectivo no puede ser ejercido
sino con el acuerdo de todos; porque tan sólo mediante la unanimidad —y no por la
mayoría— se encuentran reunidas las diferentes cuotas partes», ob. cit., p. 494.
2. MESSINEO, F., ob. cit., t. III, p. 529.
3. AREÁN, B., señala que «las universalidades de bienes son las universalidades de dere-
cho compuestas no sólo de cosas como las de hecho, sino de cosas y bienes que no lo
son, que figuran en el activo, al tiempo que hay también un pasivo. Por lo tanto, falta
el objeto cierto y determinado que puede dar lugar a la reivindicación», Tutela de los
derechos reales y del interés de los terceros, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1979, p. 44. Los
derechos reales operan sobre bienes determinados, individualizados o singulares,
no se puede reivindicar un bien indeterminado, o imposible de individualizar, es
por ello que la pretensión reivindicatoria exige que el bien en posesión del deman-
dado, esté debidamente individualizado no sólo por su ubicación, linderos, cabida,
construcciones, instalaciones, sino también los bienes integrantes y accesorios. De tal
manera quedan excluidos los bienes que no son susceptibles de posesión corpórea,
pues carecen de materialidad (posesión) que es necesaria para reivindicar.
CAPÍTULO XI: DE LA COPROPIEDAD 467
5. Podemos mencionar el Código Civil argentino (Título VIII, Del Condominio; Libro
Tercero, De Los Derechos Reales, artículos 2673-2755), que define el condominio en
su artículo 2673, señalando: «El condominio es el derecho real de propiedad que
pertenece a varias personas, por una parte indivisa sobre una cosa mueble o inmue-
ble». El Código Civil español, utiliza indistintamente los conceptos «comunidad»,
«copropiedad» o «condueño», así aparece de sus artículos 392, 395 y 399. El Código
Civil Mexicano para el Distrito Federal emplea también indistintamente los voca-
blos «copropiedad» (artículo 938), «condominio» (artículo 940) y «condueño» (artículo
945). Nuestro Código Civil guarda uniformidad al utilizar los conceptos jurídicos de
propiedad y copropiedad.
472 NERIO GONZÁLEZ LINARES
6. GATTI, Edmundo, Propiedad y dominio, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1996, p. 17. El autor hace
un estudio completo sobre si el término más adecuado es «dominio» o es preferible «pro-
piedad». Su trabajo compendiado pero de valiosa información toca la evolución de los
conceptos dominio y propiedad en el Derecho romano, veamos: A) Antejustinianeo: 1. Res
mea est: durante los primeros siglos de su existencia, no dispusieron los romanos de una
palabra para designar al derecho que actualmente se conoce con los términos «dominio» o
«propiedad». Los romanos se limitaban a utilizar una breve frase que traducía la simple
idea de pertenencia de la cosa a la persona: «res mea est» —la cosa es mía—. 2. Mancipium. El
término más antiguo que utilizaron los romanos fue el de «Mancipium» (o mancupium),
derivado de manus (mano) y capere (tomar). Mancipium era lo adquirido mediante la apre-
hensión por la fuerza. 3. Dominium. El primer término técnico para designar el derecho que
tratamos es «dominium» (dominio) que aparece en la época de la jurisprudencia clásica. 4.
Proprietas. Posteriormente, en la época romano-helénica, llamada también la de la orienta-
lización del derecho romano y considerada por algunos romanistas como la de la decadencia
de ese derecho, aparece el término «propietas»(propriedad), que apunta a la idea de perte-
nencia y que llega a convertirse en el más común, inclusive en la actualidad. B) Derecho
Justinianeo: 1. La Instituta. Investiga el autor la terminología utilizada en las Institutas, y
señala que en ellas aparecen los términos «dominio» cinco veces, «propiedad» nueve veces,
dueño y «dueño de la propiedad» cinco veces cada uno. 2. El Digesto. En el Digesto, el
término «dominio» aparece más de 20 veces, el término «propiedad» es utilizado doce
veces e inclusive en cuatro oportunidades se habla de «dueño de la propiedad». Para
ampliar la información véase ob. cit., pp. 7-16.
Las diferencias entre los conceptos jurídicos «condominio» y «copropiedad», es de
especie a genero, el término «condominio» es más específico o restringido, hace
alusión propiamente a los bienes corporales de naturaleza inmobiliaria; en cambio
el concepto «copropiedad», comprende o involucra a todos los bienes muebles e
inmuebles, así como a la copropiedad intelectual. La copropiedad es mucho más
amplia en su significado jurídico, incluye en su acepción a la comunidad de derechos,
funciona para las universalidades patrimoniales de facto o de derecho. La utilización
de la copropiedad armoniza, en nuestro sistema jurídico civil, con el vocablo propie-
dad, que es utilizado en vez de dominio. Es un acierto técnico y científico del legislador
del Código Civil de 1984.
CAPÍTULO XI: DE LA COPROPIEDAD 473
dad tiene un sentido amplísimo y de carácter general, dentro del cual está
involucrado el condominio, que tiene un significado restringido o específi-
co. El concepto copropiedad por su generalidad condice con el término
patrimonio que también goza de generalidad.
8. AYASTA GONZÁLEZ, Julio, «El derecho comparado y los sistemas jurídicos contemporá-
neos», RJP, Lima, 1991. explica el autor que el derecho comparado tiene por objeto
poner en relieve qué de común tienen los distintos ordenamientos, sistemas e insti-
tuciones jurídicas positivos, mediante la confrontación de los mismos, en qué difieren
y cuáles son las cusas de esas relaciones, promoviendo y asegurando el progreso del
Derecho nacional. La labor de la comparación es, en cierta forma, un requerimiento
ineludible en la satisfacción de la vida jurídica que plantea la coexistencia de los
pueblos. Es que, la investigación comparativa dentro del ámbito de la meditación
jurídica ha motivado una inusitada actividad: como celebración de Congresos, crea-
ción de Institutos, inauguración de Facultades Internacionales para la enseñanza del
Derecho Comparado, Producción de la bibliografía especializada, revistas sobre la
materia, etc., que hacen pensar que no es posible mirar con indiferencia esta realidad
que evidencia el esfuerzo de un considerable sector de juristas, respecto de la actitud
comparativa. En suma, el Derecho comparado permite comprender nuestro propio
derecho en base a la generalidad. En definitiva el conocimiento del Derecho compa-
rado, no sólo regional, continental, sino mundial ha dejado de ser mera curiosidad,
para formar parte del verdadero estudio y no sólo para la formación o información.
CAPÍTULO XI: DE LA COPROPIEDAD 475
cultores de la materia, como PLANIOL y RIPERT9, que dicen que existe la copropie-
dad, «cuando una cosa pertenece a varios copropietarios, se halla en indivisión
si el derecho de cada propietario se refiere al total, no a una porción determi-
nada, de la cosa común. La parte de cada uno no será, por tanto, una parte
material, sino una cuota-parte (…) El derecho de propiedad está dividido en-
tre ellos; la cosa es indivisa». Adviértase de esta cita que lo que se halla dividi-
do o fraccionado es el derecho de copropiedad de manera ideal o abstracta.
SALVAT10, entiende que «la copropiedad o condominio es el mismo de-
recho real de propiedad, dividido entre los diversos copropietarios». Se
puede notar que el jurista utiliza como sinónimos los conceptos condominio
y copropiedad, pero es categórico cuando dice que la copropiedad es el
mismo derecho de propiedad, como en efecto lo es; pero con ciertas parti-
cularidades o características que a la copropiedad le dan una fisonomía
jurídica propia entre los demás derechos reales (por ejemplo, la pluralidad
de sujetos, la participación en el derecho de propiedad mediante cuotas
abstractas, etc.). Para el francés JOSSERAND11, «cuando una sola y misma cosa
pertenece en su conjunto a varias personas, sin que pueda asignársele las
partes materiales divididas, existe el condominio». No podemos dejar de
mencionar al ius realista ALESSANDRI12, cuando explica que el condominio o
copropiedad es el derecho de propiedad que sobre el total de una misma
cosa y sobre cada una de sus partes tienen dos o más personas conjunta-
nos referimos pues, a la communio pro indiviso, que es la comunidad en sentido pro-
pio», ibídem, pp.107-108.
CAPÍTULO XI: DE LA COPROPIEDAD 477
14. PEÑAILILLO Arévalo, Daniel, Los bienes, Editorial Jurídica de Chile, 1991, p. 93. El autor
refiriéndose a su país (Chile), dice: «La doctrina nacional estima que el Código Chileno
adopta, fundamentalmente, la doctrina romana. Se concluye así por los antecedentes
considerados para su elaboración y por el contenido de varios preceptos, en virtud de
los cuales se reconoce la noción de cuota y permite al comunero celebrar respecto de
ella diversos actos, sin el consentimiento de los otros», ibídem. Debe tenerse en cuenta
que el rasgo distintivo de la teoría romana es la noción de cuota ideal.
CAPÍTULO XI: DE LA COPROPIEDAD 479
TÍTULO II
LA COPROPIEDAD Y OTRAS INSTITUCIONES ANÁLOGAS
17. DÍEZ-PICAZO, Luis - GULLÓN, Antonio, Sistema de derecho civil, Tecnos, Madrid, 1987, vol.
IV, p. 694.
482 NERIO GONZÁLEZ LINARES
especial que comprenden las leyes 24656 y 24657; así como los Decretos
Supremos 008-91-TR y 009-92-TR. La copropiedad no es persona jurídica,
es la presencia de una pluralidad de personas que ejercen la copropiedad
sobre un bien común, en cuotas ideales.
2. La comunidad campesina como persona jurídica es la única propieta-
ria de todos sus bienes como son: las tierras (que integran todo su ámbito
territorial de acuerdo a los títulos de propiedad y los planos catastrales o de
conjunto, que mantienen), el ganado en todas sus especies, las construccio-
nes, instalaciones, plantaciones, maquinarias, etc. Los bienes urbanos u otros
no vinculados a la agricultura, son también de exclusiva propiedad de la
comunidad campesina. En cambio, en la copropiedad el bien pertenece a una
pluralidad de personas, con derechos representados en cuotas ideales.
3. En las comunidades campesinas no existe copropiedad entre la comu-
nidad y los comuneros o entre los mismos comuneros. Los comuneros (de
nacimiento o integrados), son aquellos reconocidos como tales por haber
cumplido los requisitos que exige la ley, el estatuto y reglamento comunal.
Siendo así, el comunero sólo tiene el derecho al uso y goce de las parcelas
familiares determinadas por la asamblea general de la comunidad de manera
indefinida, mientras no haya transgredido las normas legales, o las del esta-
tuto, que puede hacerle pasible de una sanción o de la pérdida de la condi-
ción de comunero. El comunero, no es copropietario de ningún bien mueble
o inmueble de la comunidad. Sólo puede tener derecho de propiedad sobre
las mejoras necesarias y útiles que haya introducido en el inmueble en que
ejerce posesión comunal (construcciones, instalaciones, plantaciones, etc.).
18. Para el tema de los caracteres de la copropiedad se puede consultar LASARTE, Carlos,
ob. cit., t. IV., pp. 170-171. Creemos que es conveniente abordar las características
diferenciales de las comunidades romana y germánica, que metodológicamente nos
parece de mejor didáctica; en efecto, siguiendo al autor, tenemos que las característi-
cas fundamentales de la comunidad romana (adoptadas por el Perú), son: 1. Cada uno
de los copropietarios, aunque sea idealmente, tiene atribuida una cuota de participa-
ción en el derecho compartido. 2. Los copropietarios gozan de amplia libertad para
adoptar los acuerdos que estimen oportunos respecto de la copropiedad, pudiendo
inclusive provocar la extinción de dicha situación de cotitularidad. 3. La copropiedad
se considera orientada a ser temporal o transitoria. 4. Respecto de las cuotas de
CAPÍTULO XI: DE LA COPROPIEDAD 485
ni menos puede establecerse, cuando hay varios sujetos, cuál de ellos co-
rresponde a determinada persona». Lo que se explica, a través de este ca-
rácter, es que el derecho de copropiedad es ejercido sobre un determinado
bien o bienes, sin que exista una parte materializada o individualizada a
favor de uno o más copropietarios, manteniéndose esta situación hasta que
sobrevenga la liquidación o desaparición del estado de copropiedad.
20. BORDA, Guillermo, ob. cit., p. 284. Véanse además, sobre la cuota ideal en la copropie-
dad: CUADROS V., C. F., ob. cit., t.. II, p. 622; MAZEAUD, ob. cit., segunda parte, vol. IV, p. 37,
dicen que «cada copropietario tiene un derecho individual de propiedad que recae
sobre una cuota-parte ideal, abstracta, de la cosa (…). Junto a un derecho individual
de cada copropietario sobre una cuota-parte indivisa, existe sobre la cosa un derecho
colectivo de propiedad. Este derecho colectivo no puede ser ejercido sino con el
acuerdo de todos; porque tan sólo mediante la unanimidad —y no por la mayoría—
se encuentran reunidas las diferentes cuotas partes», ibídem.
El Concepto de la cuota ideal es por la influencia de la teoría romana, unos la deno-
minan «cuota-parte», «parte alícuota», «cuota ideal», «cuotas indivisas». De la
definición de la copropiedad contenida en el artículo 969 del Código Civil, se des-
prende que el bien debe pertenecer a varios titulares por cuotas ideales. Esto significa
que el bien objeto del derecho de copropiedad se divide idealmente o por cuotas en
la proporción que le corresponda a cada cotitular. Cfr. sobre la «cuota», PEÑAILILLO
ARÉVALO, Daniel, Los bienes, Chile, 1991, p. 100. La ley civil comparada como lo hace
el Código Civil de Andrés Bello (chileno) también ha adoptado el sistema romano en
la regulación de la copropiedad, v. gr., ordena que el comunero puede disponer
libremente de su cuota por acto inter vivos (artículos 1320), puede reivindicarla (artí-
culo 892), etcétera.
488 NERIO GONZÁLEZ LINARES
405. CRÍTICA. Tanto para las decisiones por unanimidad o por mayoría
absoluta, creemos que la ley debió haber regulado con mayor horizontalidad
la participación de todos los copropietarios, sin tener en cuenta, la mayor o
menor cuota ideal, y evitar serías desigualdades que linden en la iniquidad
de quienes más tienen —cuanto tienes tanto vales—. Además se debió re-
gular sobre las sesiones de los copropietarios con la concurrencia de todos,
y con citación previa y expresa, con la determinación del objeto a tratarse
en la sesión.
TÍTULO III
DERECHOS Y OBLIGACIONES. EXTINCIÓN
408.1.2. Derecho de disfrute (ius fruendi). El disfrute del bien común co-
rresponde a todos los copropietarios, además, quien disfruta de todo o
parte del bien está en la obligación de reembolsar de manera proporcional
los provechos obtenidos y lo será a favor de los demás copropietarios, así
lo establece el artículo 976 Código Civil; pero ¿qué ocurre si el copropieta-
rio sólo disfruta de la parte que le corresponde de acuerdo a su cuota-
ideal?, sencillamente, no habría ninguna obligación de reembolso, por no
extender su derecho al de los otros.
El uso y el disfrute generalmente van juntos e implican posesión direc-
ta y efectiva. Si se diera la posesión exclusiva de todo o parte del bien
común, por uno o más de los copropietarios, estos estarán obligados al
reembolso en proporción a las alícuotas pertenecientes a los otros copro-
pietarios (artículo 976 del Código Civil), esta es la regla general; la excep-
ción la encontramos en el artículo 731 del Código Civil (derecho de habita-
ción del cónyuge supérstite). El derecho de reembolso por los provechos o
beneficios obtenidos en el bien común por el copropietario de manera per-
sonal, se funda en el reconocimiento del derecho de disfrute que tienen los
demás copropietarios de manera proporcional a la cuota-parte que mantie-
nen en el bien común (artículo 976 del Código Civil).
dispone el artículo 980 del Código Civil, en cuyo tenor no se alude a las de
recreo.
Cualquier copropietario puede introducir mejoras que estén destina-
das a la conservación del bien común (necesarias) o que aumenten el valor
o la renta del bien común (útiles). Estas mejoras introducidas por el copro-
pietario pertenecen en copropiedad a todos los copropietarios, quienes es-
tán en la obligación de pagar el valor de su ejecución de acuerdo a la pro-
porción de su cuota-parte.
En cuanto a las de recreo o de embellecimiento, no existe ninguna
obligación de reembolso del costo de su ejecución, estas son conservadas
por el copropietario que las introdujo y tiene el derecho a retirarlas o en su
caso puede negociar con los copropietarios para su adquisición. El hecho
de introducir mejoras necesarias y útiles en el bien común, por el copropie-
tario o por todos en conjunto requiere del acuerdo expreso de todos ellos,
fijando el monto económico y sus características, cuyo concierto de volun-
tades debe prevalecer entre los copropietarios.
22. Casación N° 793-99 - Ancash, 04.10.99, Código Civil a través de la jurisprudencia, t. III, p.
693.
CAPÍTULO XI: DE LA COPROPIEDAD 501
414. CAUSALES. Para algunos son modos de extinción. La regla general es,
que la copropiedad se extingue o concluye de manera normal mediante la
división y partición del bien común-material, recibiendo cada copartícipe
lo que por derecho le pertenece.
El objetivo es que mediante la partición se convierta el derecho abs-
tracto del copropietario en una parte materialmente determinada, con el
equivalente a su interés dentro del bien común. En nuestra sistemática
jurídica civil las causales de extinción de la copropiedad —junto a la divi-
508 NERIO GONZÁLEZ LINARES
TÍTULO IV
EXTINCIÓN DE LA COPROPIEDAD
25. Cfr. GONZÁLEZ LINARES, Nerio, Derecho procesal Civil - Teoría del proceso - Libro de texto
universitario, Universidad Andina del Cusco, 2005, Lección N° 6, pp. 87-108.
CAPÍTULO XI: DE LA COPROPIEDAD 513
27. MAISCH VON HUMBOLDT, L., ob. cit., p. 146. En lo concerniente a la «división y partición»,
el artículo 196 de su Proyecto tiene el siguiente contenido:
«La partición convierte el derecho inmaterial del copropietario en un lote material
equivalente a su interés dentro del bien.
Por la partición se extingue la copropiedad. La partición es un acto traslativo de
dominio, considerándose que los copropietarios han efectuado una permuta.
La partición del bien común no perjudica al tercero que conserva los derechos reales
que le pertenecen antes de la partición».
28. Expediente N° 361-95-Arequipa.
CAPÍTULO XI: DE LA COPROPIEDAD 517
29. El artículo 400 del Código Civil español, establece la facultad de todo copropietario
para instar la división de la cosa común, como una de las características de la copro-
piedad inspirada en el sistema romano (adoptado también por nuestro Código Civil).
La actio communi dividundo derivada del artículo 400 del Código Civil español (en el
nuestro el artículo 984), representa un derecho indiscutible e incondicional para cual-
quier copropietario. La pretensión (para nosotros) o la acción (para algunos como los
españoles, argentinos, etc.) sólo requiere del concurso de los cotitulares. Es de tal
naturaleza que la actio en referencia no está sometida a circunstancia obstativa algu-
na, valiendo como única causa de oposición el pacto de conservar la indivisa por
tiempo no superior a diez años (en nuestro derecho es de cuatro años). El Código
Civil Mexicano para el Distrito Federal, establece la división del bien común en sus
artículos 976, 977, 978 y 979. El Código Civil argentino, en su artículo 2695, dice: «La
división entre los copropietarios es sólo declarativa y no traslativa de la propie-
dad...». Norma que coincide con lo que venimos afirmando en armonía a lo regulado
con los conceptos «división» y «partición» del bien común (artículo 992.1) en nuestro
Código. En efecto la «división» es declarativa de los derechos de cada cotitular en la
proporción que ostentan su derecho en el bien común, y la «partición» es traslativa
de la propiedad material (permuta). En consecuencia jurídicamente no son sinóni-
mos, como algunos sostienen (entre otros, CUADROS VILLENA).
CAPÍTULO XI: DE LA COPROPIEDAD 519
30. ROMERO ROMAÑA, E., Derecho civil - los derechos reales, Lima, 1947.
520 NERIO GONZÁLEZ LINARES
¿la tierra agraria puede fraccionarse sin ninguna limitación?, ¿cuándo resul-
tan no susceptibles de partición los inmueble agrarios?, ¿en la división y
partición de bienes inmuebles rústicos, tiene alguna preferencia el copro-
pietario poseedor o agricultor?, ¿cómo opera la unidad agrícola familiar
mínima y sus equivalencias, para evitar o controlar el fraccionamiento de la
tierra agraria?, etcétera.
El antecedente legal inmediato que se tiene es el Decreto Ley 17716
(24.06.69), que prohibió la partición de un predio rural en extensiones infe-
riores a las señaladas para la unidad agrícola familiar o la unidad ganadera
familiar, las que en ningún caso podían ser inferiores a tres hectáreas de
tierras de cultivo bajo riego o sus equivalentes en tierras de secano o pastos
naturales (artículo 98). Como consecuencia, la copropiedad agraria fue re-
suelta con un profundo contenido económico-productivo y social (artículo
103), dando preferencia efectiva al productor agrario.
Bajo este criterio normativo agrario se estableció que en la partición
entre condóminos de un predio rústico tenía el derecho preferente a la
adjudicación el condómino que por cualquier título hubiera venido explo-
tando directamente el bien, o en su defecto, el que sea agricultor. Cuando
el predio se hallaba real y eficientemente trabajado o poseído por uno de
los copropietarios agricultores o criadores, disponía que la partición a fa-
vor de los demás copropietarios no agricultores o no poseedores se verifi-
caba en la forma indemnizatoria sobre la cuota ideal que le pertenecía en el
bien común. En consecuencia estuvo prohibido por cualquier motivo el frac-
cionamiento de un predio rústico en unidades inferiores a la unidad agrí-
cola familiar (3.00 Hás. de tierras de cultivo bajo riego, o sus equivalentes
en tierras de secano o pastos naturales).
Al ser abrogado el Decreto Ley 17716, por el Decreto Legislativo 653,
este conjunto normativo agrario bajo el rubro «fraccionamiento de predios
rústicos», en su artículo 16 establece que los predios rústicos podrán ser
materia de parcelación o independización, sin requerir de autorización pre-
via, con la única limitación de que la unidad o unidades resultantes no sean
inferiores a la superficie de la unidad agrícola o ganadera mínima; y ésta es
la regla general.
El artículo 18 del Decreto Legislativo acotado, determina que en ningún
caso la extensión de la unidad agrícola mínima en la costa y en la sierra será
una superficie menor a tres hectáreas, ni mayor de quince hectáreas de tie-
rras de cultivo bajo riego o su equivalente en tierras de secano. El reglamen-
to de dicho Decreto Legislativo aprobado por Decreto Supremo 0048-91-
AG., en su artículo 19, establece el fraccionamiento de la tierra agraria en
unidades inferiores a la superficie determinada para la unidad agrícola míni-
CAPÍTULO XI: DE LA COPROPIEDAD 523
31. JOSSERAND, L., Derecho civil, t. I, vol. 3, Buenos Aires, Bosch, 1950, p. 194.
32. Ibídem, p. 205.
CAPÍTULO XI: DE LA COPROPIEDAD 527
con el carácter del causahabiente único respecto a los bienes que se le atri-
buyen personalmente.
33. Artículo 983 del Código Civil señala: «Por la partición permutan los copropietarios,
cediendo cada uno el derecho que tiene sobre los bienes que no se le adjudiquen, a
cambio del derecho que le ceden en los que no se adjudican». El concepto de permuta
como acto jurídico traslativo de propiedad ad consensu, lo tenemos en el artículo 1602:
«Por la permuta, los permutantes se obligan a transferirse recíprocamente la propie-
dad de bienes». «La permuta se rige por las disposiciones sobre compraventa en lo
que le sean aplicables» (artículo 1603 del Código Civil).
528 NERIO GONZÁLEZ LINARES
TÍTULO V
CLASES DE DIVISIÓN Y PARTICIÓN
438. CLASIFICACIÓN
La legislación y la doctrina establecen dos clases de división y parti-
ción: la extrajudicial y la judicial.
35. DE LOS MOZOS, José Luis, Estudios de derecho agrario, Tecnos, Madrid, 1972, pp. 39-40, «ha
propósito del derecho agrario, dice F. DE CASTRO y en última relación con el plantea-
miento que nos ocupa, tratando de lo que podríamos llamar la agrarización del Derecho
civil codificado, afirmando que entendido así este renovador derecho agrario no es una
salida de tono sino que al dar con el tono apropiado a la regulación agraria descubre lo
desentonado del Derecho común vigente. Lo que importa, no sólo como orientación de
la política legislativa, sino también para la interpretación jurídica», ibídem.
CAPÍTULO XI: DE LA COPROPIEDAD 535
5.2. Los planos individuales de cada lote o fracción —que a cada co-
propietario le corresponda— de acuerdo con la proporción de las cuotas
ideales; acompañados de las respectivas memorias descriptivas-individua-
les. Toda esta documentación técnica constituye el elemento ilustrativo para
el juez, que en el caso concreto de la liquidación de la copropiedad cobra
importante ingerencia.
6. Debe procederse previamente a la deducción de los gravámenes
comunes, con relación a las participaciones del copropietario, en cuanto si
tiene alguna limitación por los actos que pudo haber realizado el copropie-
tario sobre la cuota ideal de la que es propietario.
7. Efectuadas las operaciones periciales que determinan las proporcio-
nes de las adjudicaciones materiales para cada copropietario, deben ser
sometidas a las observaciones de los interesados.
8. La división no sólo se concreta a la determinación del porcentaje
que le corresponde a cada copropietario, sino adquiere importante inge-
rencia junto a la operación técnico-pericial, en el momento de la partición
efectiva, materialmente hablando (del bien).
TÍTULO VI
PACTO DE INDIVISIÓN.- MEDIANERÍA
448. PREMISA.- El artículo 984 del Código Civil impone a los copropieta-
rios la obligación de realizar la división y partición sea convencional o judi-
cialmente, cuando cualquiera de ellos o el acreedor lo pida. Se advierte que
la norma es de orden público y por ende imperativa, pero adquiere este
carácter sólo cuando uno de los copropietarios o su acreedor pida la extin-
ción de la copropiedad. Si esto sucediera ninguno de los copartícipes po-
dría sustraerse de la liquidación de la copropiedad. Este mismo derecho
ostenta cada copropietario para proceder con la extinción de la copropie-
CAPÍTULO XI: DE LA COPROPIEDAD 539
dad; sin embargo, cada uno de ellos o ya en conjunto, tienen que velar por
los intereses comunes, decidiendo, por ejemplo, sobre la permanencia de la
copropiedad al mantenerla en un estado de indivisión (pacto de indivisión)
por un plazo no mayor de cuatro años continuados.
Aparentemente se podría pensar que las disposiciones legales son con-
tradictorias, por un lado se deja en amplia libertad a los copropietarios
para liquidar la comunidad (artículo 984 del Código Civil), pero de otro
lado, de conformidad con el artículo 993 del Código Civil, se posibilita
hacer indiviso el bien. Esa aparente contradicción es inexistente, y así lo
demuestra la propia realidad, v. gr., si el bien objeto de la copropiedad está
destinado a actos de renta muy provechosa para los interesados, por tanto,
se requiera de su permanencia como indiviso; o ya porque el precio del
bien común en el mercado es inconveniente, y se requiere esperar un tiem-
po prudencial; o en el caso de existir un menor de edad próximo a adquirir
la mayoría de edad, etc., razones que pueden someter la copropiedad a un
pacto de no división y partición, por el plazo legal que no exceda de los
cuatro años, como dispone la norma señalada, cuyo tenor es: «Los copro-
pietarios pueden celebrar pacto de indivisión por un plazo no mayor de
cuatro años y renovarlo todas las veces que lo juzguen conveniente (…)».
En el acuerdo de indivisión que haya omitido fijar el plazo legal, se
presume de pleno derecho que dicho plazo es de cuatro años. La constitución
del acuerdo de indivisión, para que produzca efectos contra terceros, debe
inscribirse en el registro correspondiente; sin embargo, en el supuesto que
posteriormente mediaran circunstancias graves entre los cotitulares, el juez
puede ordenar la partición antes del vencimiento del plazo señalado por la
ley. El pacto de indivisión37, por la propia naturaleza de la copropiedad, no
puede tener una duración ilimitada, porque sería negarle el derecho de pedir
o exigir la extinción de la copropiedad al condueño, que tiene la facultad para
hacerla en cualquier momento. Estas razones han hecho que el pacto de indi-
visión tenga permanencia en el tiempo, mediante plazos cortos susceptibles
de ser renovados cuantas veces lo consideren los copartícipes.
37. Véase CASTAÑEDA, J. E., señala que «no existiendo pacto, la partición la puede solicitar
uno de los copartícipes, el acreedor de cualquiera de ellos, el cesionario de las accio-
nes y derechos de alguno de los condóminos, el sucesor universal de uno de los
porcionistas. Habiendo pacto de indivisión la partición no podrán solicitarla los
condóminos ni sus sucesores a título universal, aunque no estuviere registrada. Nin-
guno de ellos puede invocar la calidad de tercero, lo que no ocurre si se trata de un
acreedor, que si es tercero, o del adquirente a título oneroso que adquiere la cuota
ignorando la existencia del pacto», Instituciones del derecho civil - los derechos reales, t. I,
540 NERIO GONZÁLEZ LINARES
pregunta; se tiene dos posiciones: 2.1. Algunos autores, como CLARO SO-
LAR38 , se inclinan por una respuesta afirmativa, pero advirtiendo que el
nuevo plazo se computaría desde el momento en que se acuerda, y no,
desde que venza el que se estipuló primero.
2.2. En cambio otros como SILVA BASCUÑAN39, tiene opinión contraria, y
estiman que ello no es posible atendiendo a que la renovación según la letra
de la ley sólo es posible cuando previamente haya vencido el plazo de cinco
años (refiriéndose al artículo 1317 del Código Civil chileno, en el nuestro es
el artículo 993, que establece un plazo no mayor de cuatro años).
Entendemos que el artículo 993 del Código Civil, contiene una norma
prohibitiva al regular el plazo del pacto de indivisión, con no más allá de
cuatro años continuados, siendo así, debe previamente cumplirse el plazo,
sea en el máximo legal de cuatro años o menor a él. En todo caso, se puede
nuevamente pactar, pero respetando que se concluya el plazo estipulado, y
luego volver a pactar renovando el plazo por el legal o uno menor, como si
se tratara del primer pacto. La ley dice «renovar», que literalmente signifi-
ca hacer como de nuevo algo, o volver a su primer estado. La ley no habla
de prorrogar el plazo, que se entiende como extensión de tiempo (o del
plazo).
Respondiendo a la pregunta formulada líneas arriba, para nosotros,
debe concluir previamente el plazo pactado para la indivisión, y concluido
sea, se puede proceder con su renovación por otro igual o menor a los
cuatro años. La renovación no acumula plazos; en cambio, la prorroga sí
acumula los plazos, por ejemplo, de treinta a cuarenta y cinco días, aquí sí
hay prorroga, pero no hay renovación —y la ley habla de renovación—.
Prorrogar no es renovar.
La renovación implica nuevo acuerdo o contrato, si se «renueva» el
pacto antes de que concluya el plazo pactado, se estaría transgrediendo lo
expresado en el dispositivo citado; además, con la «renovación» se estaría
pactando la indivisión de manera indirecta más allá de los cuatro años, por
ejemplo, si se pactó por cuatro años y transcurrido tres años sobreviene la
llamada «renovación» por cuatro años más, se tendría una acumulación
continuada de siete años, prohibida por la ley. ¿Qué pasa si en el acuerdo
de la indivisión no se ha establecido el plazo? La respuesta está en la segun-
da parte del artículo 993 del Código Civil, por el que se presume de pleno
38. CLARO SOLAR, Luis, La porción conyugal, la comunidad de bienes y un fallo de casación, en
Revista de Derecho y Jurisprudencia, Lima, t. XVII, p. 50.
39. SILVA BASCUÑAN, Marcos, La partición de bienes, Santiago de Chile, 1948, p. 10.
CAPÍTULO XI: DE LA COPROPIEDAD 543
derecho (iure et de iure) que es sólo por cuatro años, aún cuando se haya
pactado por un periodo mayor,
40. El tratamiento del pacto de indivisión en el derecho civil positivo comparado, citan-
do algunos de los Códigos lo tenemos en el Code Napoleón que innovó en materia de
pacto de indivisión en su artículo 815, al reducir el plazo a cinco años como tope. El
Código chileno en su artículo 1317, inciso 2), establece el plazo máximo para pactar la
indivisión de cinco años. Plazo —de cinco años— adoptado también por los códigos
civiles argentino en su artículo 2693; portugués en su artículo 2185; holandés en su
artículo 1112. Otros Códigos como el español y el suizo han adoptado el plazo de
duración, del pacto de indivisión, de diez años, conforme a sus artículos 400 y 604,
respectivamente.
CAPÍTULO XI: DE LA COPROPIEDAD 545
dad horizontal que tiene una normatividad especial como dispone el artí-
culo 958 Código Civil; veamos:
455. LA MEDIANERÍA
41. Para todo véase MUNDET, Eduardo, «Medianería», en Cuestiones esenciales en derechos
reales, LexNexis - Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 2002, pp. 79-105. MESSINEO, explica
que, «el muro divisorio existente entre edificios (y formando cuerpo con ellos), se
presume (iuris tantum) común hasta su punto más alto o (en casos de alturas desigua-
les) hasta el punto en que uno de los edificios comience a ser más alto. Igualmente, se
presume común el muro que sirva para dividir patios, jardines, huertos en los cam-
pos. Pero se admite siempre la prueba en contrario. La comunidad del muro, en la
práctica se llama medianería. El fundamento de la presunción de la comunidad de
muro está en la utilidad recíproca de los colindantes, o sea en la economía de gastos
(…)», ob. cit., t. III, p. 537.
546 NERIO GONZÁLEZ LINARES
42. ROMERO ROMAÑA, E., ob. cit., p. 221-222, considera con acierto, armonizando la doc-
trina y la legislación modernas, que la medianería es un caso de condominio
especial que se diferencia del condominio normal (e incluso de la servidumbre),
en lo siguiente: 1. Por la forma de constitución, ya que lo impone la ley. 2. Por su
duración, el condominio normal concluye por voluntad de cualquiera de los con-
dóminos, mediante la división y partición; la medianería es una situación
permanente, forzosa, a la que no se le puede poner fin, salvo acuerdo, abandono,
o renuncia, cuando no se utiliza la pared. 3. Por las facultades de las que gozan los
propietarios de los predios colindantes. Si bien hay derecho que deben ejercitar
en conjunto, hay también derechos especiales, sui géneris, que cualquiera de los
propietarios de los predios colindantes puede ejecutar. Así, puede por sí mismo
levantar a mayor altura la pared, aunque ello no convenga al vecino. En el condo-
minio normal es necesario el consentimiento de todos para ejecutar alguna obra
de importancia.
Algunas leyes civiles del derecho comparado, como la española, tratan a la mediane-
ría como «servidumbre de medianería», situación que ha sido ampliamente superada,
considerando a la medianería como una indivisión forzosa sui géneris o especial de
indivisión, como bien lo hace notar el profesor ROMERO ROMAÑA, en lo antedicho. En
efecto así también lo hace notar la misma jurisprudencia española, veamos: «En
realidad, la medianería no constituye en rigor técnico una servidumbre, sino una
forma especial de indivisión, tratándose en definitiva de uno de los tipos de comuni-
dad indivisible, pues la comunidad jurídica del muro medianero no puede entenderse
en el sentido de que pertenezca por mitad a cada uno de los propietarios contiguos,
porque la característica es la proindivisión en toda su extensión y espesor» (RDGRN
23-11-32). «La llamada servidumbre de medianería podría calificarse más bien de
condominio en el disfrute o utilización de la pared, siquiera sea sui géneris y espe-
cialmente regulado; situación que lo mismo puede afectar a un muro o pared limítrofe
de dos edificaciones que al cierre o cerca de separación de dos predios rústicos o de
uno rústico con urbano» (SS. 2-2-62 y 5-7-82). Igualmente el Código Civil Chileno se
ocupa de la medianería al hablar de las servidumbres legales; así, aparece definida en
su artículo 851 (servidumbre legal). Esta ubicación ha sido criticada por Claro Solar,
CAPÍTULO XI: DE LA COPROPIEDAD 547
afirmando que no tiene el carácter de tal (servidumbre); véase para todo, en lo refe-
rente a la naturaleza jurídica de la medianería, su obra Indivisión y partición, Editorial
Jurídica de Chile, 1987, pp. 85-88.
En definitiva, la medianería no es servidumbre, sino una copropiedad especial por la
particularidad de ser forzada; es por esto que se la define como la copropiedad con
indivisión forzada que existe entre dos propietarios de los predios contiguos o colin-
dantes con relación a las paredes, murallas o muros que los separan materialmente.
Tampoco hoy se puede pensar, que cada colindante o vecino sea el propietario exclu-
sivo pro indiviso de la mitad del muro separatriz, levantado o construido en su
predio.
548 NERIO GONZÁLEZ LINARES
entre ambos sea al cincuenta por ciento (terrenos, materiales, gastos de mano
de obra, etc.), Todo gasto debe ser en común por ambos propietarios de los
terrenos colindantes. Aquí también se configura típicamente la medianería.
Las alternativas hipotéticas segunda y tercera, pueden ser adoptadas
por los propietarios de los predios, sin mayor inconveniente, porque ofre-
cen equidad y, en esencia, generan la medianería.
nos, esto es, contiguos o colindantes están sujetos a las obligaciones recí-
procas, se manifiesta algo que en el hecho no es servidumbre, porque la
reciprocidad de esas obligaciones es contraria a la idea de un gravamen
que afecte a uno de los predios en utilidad de otro predio, una limitación
del dominio del propietario de uno de los predios que produzca un benefi-
cio o aumento en el dominio de otro predio». Por su parte SOMARRIVA44,
define que la medianería es «la copropiedad con indivisión forzada que
existe entre los dueños de los predios colindantes respecto a las cercas o
murallas que los separan».
Nuestra definición, líneas arriba, incluye el objeto común y la varie-
dad de cómo se puede materializar el elemento divisorio. Además, es de
resaltar, que nuestra legislación civil cuando se ocupa de la medianería la
involucra en la regulación de la copropiedad como lo hacen, entre otros, el
Código Civil argentino (artículo 2710, 2717) y el Código Civil de Brasil, en
vigencia desde el 11 de enero de 2003, que legisla la medianería en el Libro
III, del Derecho de las Cosas; Capítulo VI, Del Condominio; Sección Segun-
da, Del Condominio Necesario, artículos 1327 a 1330.
44. SOMARRIVA UNDURRAGA, Manuel, ob. cit., p. 85. CASTAÑEDA, J. E., señala que «al condomi-
nio con indivisión forzosa se le conoce también bajo el nombre de medianería», y
además agrega «que el derecho de cada comunero o copartícipe no está tampoco
materializado, al igual que en el condominio normal; se extiende a toda la pared,
cerco o zanja», ob. cit., p. 523. Lo esencial en la medianería frente a la copropiedad
normal, está en que ésta no se presume, en cambio la presencia de un muro o cerca,
rápidamente nos hace presumir que se trata de medianería; esto es, el muro entre dos
predios contiguos, se presumen comunes, salvo prueba en contrario (iuris tantum).
CAPÍTULO XI: DE LA COPROPIEDAD 551
línea divisoria entre dos predios contiguos está determinada por una pa-
red o muro levantado en terreno de ambos colindantes y construído con el
aporte económico de ambos, entonces estamos ante una típica copropiedad
especial llamada medianería, en la cual los copartícipes tienen derechos y
obligaciones muy peculiares. Sin embargo, toda pared, muro, zanja o cerco,
legalmente se presume que pertenece a ambos colindantes o que es bien
común, mientras no se pruebe lo contrario. Se trata de una presunción legal
iuris tantum, o también conocida como presunción relativa, regulada por el
artículo 994 del Código Civil, en cuanto expresa: «Las paredes, cercos o
zanjas situados entre dos predios se presumen comunes, mientras no se
pruebe lo contrario». Si alguien pretende alegar que la pared o muro que
separa dos predios colindantes no es medianera, debe probarlo, y sólo así
se habrá destruido aquella presunción.
466.1. Derechos
A la pregunta ¿cuáles son los derechos de los medianeros?, el Código
Civil no responde, pues no establece expresamente cuáles son los derechos
que tienen los copropietarios-medianeros. Pero si escudriñamos la
normatividad que regula la medianería podemos obtener que los derechos
de los medianeros, son:
554 NERIO GONZÁLEZ LINARES
45. El artículo 493 del Código Civil establece quienes pueden constituir patrimonio
familiar: 1. Cualquiera de los cónyuges sobre bienes de su propiedad. 2. Los cónyu-
ges de común acuerdo sobre bienes de la sociedad. 3. El padre o la madre que haya
enviudado o se haya divorciado, sobre sus bienes propios. 4. Entre padre y la madre
solteros sobre bienes de su propiedad. 5. Cualquier persona dentro de los límites en
que pueda donar o disponer libremente en testamento.
556 NERIO GONZÁLEZ LINARES
46. El Código Civil italiano, en su artículo 2082, define quien es empresario: «Es empre-
sario quien ejercita una actividad económica organizada con finalidad de producción
o de intercambio de bienes o de servicios». El agricultor es típico empresario pues
maneja toda una unidad económica y de producción: tierra agraria como instrumen-
to de producción de seres vegetales y animales, inversión de capital, trabajo agrícola.
Se organiza para las diferentes labores agrícolas. Ante todo es productor de bienes
vitales para el consumo humano y de servicios (ejmplo, la floricultura), todo ello
como actividad primaria, y como actividad secundaria ejercita actividad agroindus-
trial y agrocomercial.
47. El Código Civil italiano, en su artículo 2135 define: a) quien es el empresario agríco-
la; b) las actividades agrarias principales o esenciales; y, c) las actividades agrarias
conexas, veamos la norma: «Es empresario agrícola quien ejercita una actividad diri-
gida al cultivo del fundo, a la silvicultura, a la cría de ganado y actividades conexas».
Además señala: «Se consideran conexas las actividades dirigidas a la transformación
o a la enajenación en el ejercicio normal de la agricultura». Esta última parte indica
que el ejercicio normal de las actividades agrarias conexas (la agroindustria o la
agrocomercialización) son las que están a cargo del mismo productor o criador.
La influencia de lo agrario es inevitable cuando se habla de política agraria, econo-
mía agraria, legislación agraria, sanidad agraria, biotecnología agraria,
agroalimentación, bioseguridad agraria, agricultura ecoambiental, comercio agra-
rio, agroexportación, justicia agraria, etcétera.
CAPÍTULO XI: DE LA COPROPIEDAD 557
Sexta Parte
560 NERIO GONZÁLEZ LINARES
CAPÍTULO XII: DEL USUFRUCTO 561
CAPÍTULO XII
Del usufructo
TÍTULO I
GENERALIDADES
1. Para una información de la evolución de los iura res in aliena véanse: DOMÍNGUEZ DE
PIZZIO, Rosa A., Derechos reales de goce y disfrute sobre cosa ajena, Abeledo-Perrot, Buenos
Aires, 1979, pp. 9-15; ERRAZURIZ, Maximiano, Apuntes de derecho romano - de los derechos
reales, Editorial Jurídica de Chile, Santiago, 1983, pp. 76-105; MESSINEO, F., «Derechos
reales sobre cosas ajenas», en ob. cit., t. III, pp. 437-462. El jurista italiano, sobre los
derechos reales en bienes ajenos, nos dice: «Se llaman así aquellos derechos que
gravan sobre una cosa (material o también inmaterial) que, sin embargo, se presupo-
ne en propiedad de otro (res aliena); de donde resulta que sobre la misma cosa, incide
el derecho de propiedad de un sujeto y el derecho real (pero, evidentemente, de
contenido diverso de la propiedad) de otro sujeto. Concibiendo que, sobre una mis-
ma cosa, además del derecho de propiedad pueda darse otro derecho (u otros varios
derechos) en un sujeto diverso del propietario viene a admitirse una duplicidad de
poderes sobre la misma cosa, lo cual es un subcaso de aquel concurso de derechos (...).
562 NERIO GONZÁLEZ LINARES
Los dos derechos coexisten, sin ser por ello incompatibles entre sí, puesto que se concibe
el segundo como límite o carga del contenido del primero, de manera que el primero
(propiedad) queda económicamente vacío de contenido y compreso, exactamente en la
medida en que el segundo se llena de él. Al segundo se lo llama parciario o fraccionario,
precisamente porque no agota el contenido del derecho de propiedad, que el mismo
viene a limitar, y también porque no es un derecho autónomo, en el sentido de que no
puede existir sino en cuanto la cosa sobre la que rehace el derecho, sea de otro (nulli res sua
servit: sería ocioso pensar que, al mismo sujeto, le pertenezcan, por ejemplo, el derecho
de propiedad y el derecho de servidumbre, sobre la misma cosa)», ibídem. Sin embargo,
en nuestro Código Civil se regula que el propietario de dos predios puede gravar uno
con servidumbre en beneficio de otro (artículo 1048), contradice el principio «nemini res
sua servit» (nadie puede tener una servidumbre sobre cosa propia).
2. Citado por PUIG BRUTAU, J., ob. cit., t. III, vol. I, p. 274.
CAPÍTULO XII: DEL USUFRUCTO 563
4. El ordenamiento jurídico civil peruano, en sede de los derechos reales, como sabe-
mos, ha adoptado el sistema del numerus clausus, limitativo o legal (artículo 881 del
Código Civil, dispositivo de orden publico), siendo así los derechos reales sobre
bienes ajenos son sólo los regulados por el Código Civil y las leyes especiales. De tal
modo la tipicidad de tales derechos nace de la voluntad de la ley. Al respecto puede
consultarse MESSINEO, F., ob. cit., t. III, p. 441, el autor señala: «Los derechos reales sobre
cosa ajena son típicos, en el sentido de que la voluntad del constituyente no puede
crear figuras nuevas y diversas de las que la ley contempla y regula. Lo que, dicho
con otras expresiones, significa que los derechos reales sobre cosa ajena son taxati-
vos, como número y como tipo (…)». «Pero la tipicidad de los derechos reales sobre
cosa ajena debe entenderse en el sentido y con el alcance antes expresados; no en el
sentido de que el legislador no pueda innovar, o bien agregar, a las figuras tradicio-
nales de derechos reales sobre cosa ajena (…)». «Por tanto, un negocio que
eventualmente estuviese dirigido a crear nuevas figuras de derechos reales sobre
cosa ajena, sería contra legem, y por lo mismo nulo, o, por lo menos, ineficaz. El
CAPÍTULO XII: DEL USUFRUCTO 565
475. METODOLOGÍA LEGAL. Este instituto jurídico ius real tuvo su ori-
gen en el derecho romano6, que fue asimilado bajo la denominación de
ob. cit., pp. 293 y ss.; MESSINEO, F., ob. cit., t. III, pp. 463-489. Señala el autor italiano que
«en el pasado, estos derechos, considerados en su conjunto, se solían llamar servi-
dumbres personales (las denominadas servitutes personarum) y se formaba con ella
una categoría contrapuesta a las servidumbres prediales, en vista del hecho de que las
mismas gravan con una carga real la cosa (ajena). El usufructo, el uso y la habitación
son derechos reales en el sentido de que, si bien (a diferencia de las servidumbres
prediales) corresponden a una persona independientemente de una relación real
respecto de una cosa, se los puede hacer valer frente a cualquier sujeto que sea o
llegue a ser (nudo) propietario de la cosa gravada», ibídem, p. 464.
En su concepción moderna (entre otros MESSINEO, PUIG BRUTAU, ALBALADEJO, SALVAT, BOR-
DA ), el usufructo es un derecho real típico, que se aleja definitivamente de la
servidumbre, entendido como el derecho de uso y goce temporal que otorga el
derecho de disfrutar bienes ajenos mediante un gravamen en la propiedad que perte-
nece al nudo propietario, constituyendo un derecho real del grupo de los iura in re
aliena, por lo que el usufructuario es sólo titular de este derecho real.
CAPÍTULO XII: DEL USUFRUCTO 567
7. El artículo 467 del Código Civil español, expresa: «El usufructo da derecho a disfrutar
los bienes ajenos con la obligación de conservar su forma y sustancia, a no ser que el
título de su constitución o la ley autorice otra cosa». El usufructo es un gravamen o
derecho real en bien de propiedad ajena conforme al sentido jurídico del artículo 999
del Código Civil peruano.
8. El BGB alemán en su numeral 1030 dice: (concepto) «1. Una cosa puede gravarse de tal
manera que aquél en cuyo beneficio se establece el gravamen esté facultado a recibir
los emolumentos de la cosa (usufructo). 2. El usufructo puede estar limitado por la
exclusión de determinados emolumentos». El tratamiento del usufructo, en esta le-
gislación, se ubica en el Título Segundo (usufructo) 1. «Usufructo de Cosas», de la
Sección Quinta del Libro Tercero, Derecho de las cosas, comprende los numerales
1030-1089. El Código Civil de Brasil, regula el usufructo en la Parte Especial, Título
VI, Capítulo I, del Libro III, comprende los artículos 1.390-1.411. El Código Civil
Mexicano para el Distrito Federal (en vigor desde el 28. 01. 28), regula el usufructo en
el Título Quinto, Libro Segundo, De los Bienes, comprende los artículos 980-1048. El
artículo 980, expresa: «El usufructo es el derecho real y temporal de disfrutar de los
bienes ajenos».
568 NERIO GONZÁLEZ LINARES
764, una definición con mejor redacción al expresar: «Es un derecho real
que consiste en la facultad de gozar de una cosa con cargo de conservar su
forma y sustancia, y de restituirla a su dueño, si la cosa no es fungible, o
con cargo de devolver igual cantidad y calidad del mismo género, o de
pagar su valor, si la cosa es fungible». El Código Civil español, define legal-
mente el usufructo, con el tenor siguiente: «El usufructo da derecho a dis-
frutar los bienes ajenos con la obligación de conservar su forma y sustan-
cia a no ser que el título de su constitución o la ley autoricen otra cosa».
Las definiciones legales anotadas, incluyendo la de nuestro Código,
conciben el usufructo de manera uniforme, como el derecho real de uso y
disfrute ejercido por un sujeto —usufructuario— y la facultad de disposi-
ción por otro —nudo propietario o constituyente—.
MAISCH VON HUMBOLDT9, en su Proyecto (artículo 205) consigna la defini-
ción siguiente: «El usufructo es el derecho real y temporal de usar y disfrutar
los bienes ajenos». Esta definición es muy escueta e incompleta, al igual que
la contenida en el actual Código, porque se omite lo que es de inherencia al
propietario, al no incluir, que el usufructuario al usar y disfrutar del bien
ajeno, debe mantener y conservar la forma y la sustancia del bien, como
expresa el Código Civil español, en el dispositivo arriba mencionado.
9. La misma autora agrega que, «este artículo sanciona el concepto de usufructo seña-
lando su naturaleza jurídica, su carácter de temporalidad y las facultades que
concede».
CAPÍTULO XII: DEL USUFRUCTO 569
10. MESSINEO, F., ob. cit., t. III, p. 465, además, dice que «es el poder de hacer propio el
derecho (en sentido amplio y comprensivo del goce y del uso en especie y de los
frutos) sobre la cosa, salvo los límites establecidos por la ley y, en todo caso, salva-
guardando el destino económico: Salva rerum substantia, tal como lo haya impreso al
bien-capital la voluntad del propietario, o como resulte de la naturaleza del mismo»,
ibídem.
11. MAZEAUD, Henri, ob. cit., p. 399-499.
12. ALBALADEJO, Manuel, ob. cit., p. 347.
13. SALVAT, R., ob. cit., p. 157.
570 NERIO GONZÁLEZ LINARES
14. MESSINEO, F., señala como caracteres del usufructo: «1. Por su naturaleza de derecho
real: a) la predialidad (…); b) la posibilidad de gravar, además, de sobre bienes
inmuebles, también sobre bienes muebles (…); c) la determinación de la persona del
titular (…); d) la ambulatoriedad (…); e) la temporalidad de la duración; f) la intrans-
misibilidad a los herederos; g) la necesidad y el poder (…)», ob. cit., t. III, pp. 463-464.
Por su parte SALVAT, R., presenta los caracteres siguientes: «1. El usufructo es un
derecho esencialmente temporáneo. 2. Es un derecho intransmisible a los herederos
del usufructuario. 3. Es esencialmente divisible (…)», ob. cit., p. 157. Cfr. ALESSANDRI y
SOMARRIVA, ob. cit., t. II, p. 127; MARIANI DE VIDAL, M., Curso de derechos reales, tt. 2 y 3,
Zavalía, Buenos Aires, 2000; DOMÍNGUEZ DE PIZZIO, Derechos reales de goce o disfrute sobre
la cosa ajena, Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1979, pp.19-29, caracteriza el usufructo así:
a) derecho real; b) usar y gozar; c) cosa ajena; d) el salva rerum substantia.
CAPÍTULO XII: DEL USUFRUCTO 571
nombre, especialmente propias a llenar tal o cual destino, o hacer tal o cual
servicio en el orden de las necesidades del hombre». En cuanto a la tempo-
ralidad del usufructo está vinculado con la finalización y la devolución
material del bien usufructuado a favor del propietario, y éste dejará de ser
nudo propietario. En consecuencia, el propietario vuelve nuevamente —con
la devolución— a concentrar en su poder el ejercicio completo o total de su
derecho de propiedad. De esta manera el usufructuario tiene la obligación
de conservar el bien15, y cumplido sea el plazo estipulado conforme a ley,
tiene que restituir el bien en el mismo estado de conservación que lo reci-
bió. Pero, ¿cómo se garantiza que la devolución del bien al término del
usufructo sea en el estado normal de conservación? La respuesta es, con el
inventario del bien principal, así como de sus bienes integrantes y acceso-
rios, que oportunamente se debió haber practicado. El Inventario debe ser
practicado al tomar la posesión el usufructuario, junto con la tasación de los
bienes muebles (artículo 1006 del Código Civil). El inventario y la tasación
cuando se trata del usufructo legal y testamentario deben ser practicados
judicialmente (Sexta Disposición Final del Código Procesal Civil).
El usufructuario tiene la obligación de ejercer el uso y disfrute del bien
(explotación del bien), en la forma normal y acostumbrada, es decir, de
manera racional y sostenible sin afectar la sustancia del bien. De igual for-
ma el usufructuario no debe hacer modificaciones sustanciales del bien o de
su uso. Pero, si tiene la autorización expresa del constituyente, puede el
usufructuario realizar modificaciones en el bien e incluso introducir mejo-
15. Se trata de la denominada «salva rerum substantia». Lo que quiere decir, que el usu-
fructo como derecho real atribuye a su titular el poder de gozar (ius fruendi) y usar
(ius utendi) un bien ajeno, como lo haría su propietario, con la limitación de conservar
la sustancia del bien. Manteniendo el propietario (nudo) una propiedad vacía o caren-
te del contenido económico y social de la propiedad, por lo que estamos ante una
propiedad denominada nuda propiedad. El «salva rerum sustancia» encuentra su ori-
gen en el derecho romano, las Institutas de Justiniano que expresaban así: «Usufructus est jus
allienis rebus, utendi et fruendi, salva rerum substantia». Ubicamos este principio en
nuestro Código Civil (aunque sin la claridad de los artículos 2878 y 2892 del Código
Civil argentino), en sus artículos 1008 y 1009. DEMOLOMBE, citado por DOMÍNGUEZ PIZZIO,
explicaba que la sustancia «es el conjunto de las cualidades esenciales constitutivas de
los cuerpos, de esas cualidades que hacen que las cosas tengan una cierta forma y un
cierto nombre: que adquieran bajo esas formas y bajo ese nombre una especie de
personificación; que pertenezcan bajo ese nombre y bajo esa forma, a un género
determinado que se designa por un sustantivo característico, como una casa, un reloj;
y que sean, en fin, bajo esa forma y bajo ese nombre, especialmente propias a llenar
tal o cual destino, a hacer tal o cual servicio en el orden de las necesidades del
hombre», ob. cit., p. 21.
CAPÍTULO XII: DEL USUFRUCTO 575
489.1. Semejanzas
1. El usufructo y la copropiedad son derechos reales.
2. Se encuentran legislativamente ubicados en el Libro V, Derechos
Reales, del Código Civil.
576 NERIO GONZÁLEZ LINARES
489.2. Diferencias
1. El usufructo no puede confundirse con la copropiedad, porque en
ésta existe una pluralidad de personas que participan mediante cuotas ideales
sobre un mismo bien común, mientras en el usufructo sólo existen el usu-
fructuario y el nudo propietario.
2. El usufructuario no es propietario del bien, porque si lo fuera no
tendría razón de existir el usufructo. El copropietario si tiene la calidad de
propietario de la cuota-parte con la que participa en el bien común.
3. El usufructo otorga los derechos de uso y goce del bien, mientras
que en la copropiedad cada copartícipe es propietario de la cuota-parte que
le corresponde como a los demás copropietarios.
4. La copropiedad se extingue por las causales establecidas en la ley.
Legislativamente la copropiedad es tratada dentro del derecho de propie-
dad. El usufructo es tratado dentro de los derechos reales sobre bienes
ajenos.
5. El usufructo no da paso a la comunidad de bienes; entre el usufruc-
tuario y el nudo propietario.
490.1. Semejanzas
1. El usufructo con el arrendamiento tienen más semejanzas que dife-
rencias, porque en virtud del arrendamiento el arrendador cede el uso y
disfrute del bien.
2. La semejanza es más notoria cuando el usufructo es oneroso.
490.2. Diferencias
1. El arrendamiento es un derecho personal (aunque muy discutido).
Para nosotros, es un derecho real por el objeto. Algunos sostienen que es
un derecho mixto, porque participa de lo real y obligacional. En cambio el
usufructo es todo un derecho real típico.
2. Otra diferencia radica en que el arrendamiento puede ser por un
tiempo máximo establecido por ley, no más de 10 años. En cambio el usu-
fructo puede tener una duración muy larga o dilatada. Si el usufructo es a
favor de persona jurídica no puede ser mayor a los 30 años. Cuando se
trata de bienes monumentales de propiedad del Estado, el usufructo puede
tener un plazo máximo de 99 años (artículo 1001 del Código Civil).
CAPÍTULO XII: DEL USUFRUCTO 577
491.1. Semejanzas
1. La propiedad y el usufructo están regulados legislativamente en el
Libro V, Derechos Reales, del Código Civil.
2. El usufructo y la propiedad son derechos reales, sobre bien ajeno y
principal sobre bien propio, respectivamente.
491.2. Diferencias
1. El usufructo concede las facultades de goce y disfrute del derecho
de propiedad, que se desplazan a favor del usufructuario.
2. La propiedad es un derecho completo, total que otorga a su titular los
derechos de goce, disfrute, disposición y reivindicación sobre un determinado
bien, en cambio el usufructo sólo concede el derecho de uso y goce del bien.
3. La propiedad es un derecho real principal, en cambio el usufructo es
un derecho real secundario y recae sobre bienes ajenos.
492.1. Semejanzas
1. El usufructo y el derecho de uso y habitación son derechos reales
sobre bienes ajenos. Ambos se encuentran legislados en el Libro V, Dere-
chos Reales del Código Civil.
2. El usufructo y los derechos de uso y habitación se asemejan, en
cuanto son derechos reales sobre bienes ajenos.
3. El usufructo y el uso y habitación son desplazamientos del uso del
bien concedido por el propietario.
492.2. Diferencias
1. El usufructo recae sobre dos derechos: a) el derecho del propieta-
rio sobre el bien, quien sólo conserva el ius abutendi (derecho de disposi-
578 NERIO GONZÁLEZ LINARES
493.1. Semejanzas
1. El usufructo y la usucapión se hallan ubicados legislativamente en el
Libro V, Derechos Reales del Código Civil.2. Ambos son derechos típica-
mente reales.
493.2. Diferencias.
1. El usufructo es un derecho real sobre bienes ajenos, con lo cual se
demuestra que el usufructuario reconoce ejercer el uso y goce de un bien
del que no es dueño.
2. La prescripción adquisitiva o usucapión recae sobre bienes en los
que se ejerce la posesión como propietario.
3. En el usufructo, el usufructuario ejerce posesión reconociendo ex-
presamente el derecho de propiedad del nudo propietario.
4. El usufructuario ni por asomo es poseedor como propietario.
5. En la usucapión el poseedor no debe mantener relación jurídica al-
guna con tercero.
6. En el usufructo existe relación o vínculo jurídico entre el nudo pro-
pietario y el usufructuario a través del acto constitutivo entre vivos o por el
hecho de la muerte.
7. En el usufructo el sujeto titular es el usufructuario, propietario
de los bienes usufructuados; y otro es el sujeto propietario del bien
material o físico (nudo propietario). En la Usucapión el poseedor se com-
porta como propietario del bien, es poseedor efectivo y propietario en
potencia.
CAPÍTULO XII: DEL USUFRUCTO 579
494.1. Semejanzas
1. El usufructo y la servidumbre son derechos reales, regulados en el
Libro V, Derechos Reales del Código Civil.
2. Usufructo y servidumbre recaen sobre bienes de propiedad ajena
(son del grupo de los iura in re aliena).
494.2. Diferencias
1. En el usufructo no existe la necesaria presencia de dos predios con-
tiguos, basta un solo predio determinado.
2. En la servidumbre existen un predio sirviente y otro dominante,
que pertenecen a dos propietarios distintos. El requisito de constituirse la
servidumbre sobre bien ajeno responde al principio de que nadie puede
tener servidumbre sobre su propio bien (res sua neminem servit).
3. La servidumbre es de carácter perpetuo. El usufructo siempre es de
carácter temporal.
4. El usufructo es un derecho real de uso y disfrute de un bien ajeno.
La servidumbre es una carga que soporta el propietario del predio domi-
nante sobre ciertos actos o hechos que afectan el predio sirviente.
5. Las servidumbres por ser inescindibles entre el predio dominante y
sirviente, son también transferidas junto al bien principal.
6. El bien sobre el que recae el usufructo sólo es transferido por el nudo
propietario.
TÍTULO II
CONSTITUCIÓN DEL USUFRUCTO
16. Artículo 468 del Código Civil español: «El usufructuario se constituye por la ley, por
la voluntad de los particulares manifestada en actos vivos o en última voluntad y por
prescripción». Artículo 2812 del Código Civil argentino: «El usufructo se constituye:
1. Por contrato oneroso o gratuito. 2. Por actos de última voluntad. 3. En los casos que
la ley designa. 4. Por prescripción».
CAPÍTULO XII: DEL USUFRUCTO 581
18. MAISCH VON HUMBOLDT, L., ob. cit., p. 155. El Código Civil peruano (1984) no reconoce
la usucapión del usufructo. Cuando el artículo 1021, inciso 2), refiere a la prescripción
es a la extintiva o liberatoria.
CAPÍTULO XII: DEL USUFRUCTO 585
TÍTULO III
CLASIFICACIÓN
todavía desde 1936 el Código Civil abrogado (artículo 950). Parece que para el
legislador la cultura, la ciencia y la tecnología, se han congelado.
dos por persona natural o jurídica pueden ser entregados en usufructo por
un lapso de hasta casi un siglo, sin tener en consideración que dicho usu-
fructo recae sobre bienes inalienables. Los legados histórico–culturales, son
y deben ser siempre bienes inalienables, sin excepción alguna, sólo así po-
demos aspirar a mantenerlos como valores de nuestra historia y cultura
inmemoriales. Las normas jurídicas sobre el particular deben ser claras e
inteligibles, cargadas de fundamento constitucional.
20. Artículo 209 del Proyecto aludido: «Bienes sobre los que se puede constituir usufruc-
to: 1. Bienes muebles e inmuebles. 2. Bienes corporales e incorporales. 3. Bienes
presentes o futuros. 4. Bienes fungibles y no fungibles. 5. Créditos si estuvieren
representados por sus respectivos instrumentos. 6. Títulos valores».
21. Artículo 2838 del Código Civil argentino: «El usufructo puede ser establecido sobre
toda especie de bienes, muebles o inmuebles, corporales o incorporales, que pueden ser
vendidos o donados y todos los que pueden ser dejados por disposiciones de última
voluntad. Los bienes que no son cosas sólo pueden ser objeto actual de usufructo cuando
estuvieren representados por sus respectivos instrumentos. Cuando no estuvieren re-
presentados por instrumento, las cosas comprendidas en el crédito o en el derecho o en
el derecho, que viniesen a poder del usufructuario, serán su objeto futuro».
22. ROMERO ROMAÑA, E., ob. cit., p. 241.
23. MAISCH VON HUMBOLDT, L., ob. cit., p. 158.
CAPÍTULO XII: DEL USUFRUCTO 597
TÍTULO IV
DERECHOS Y OBLIGACIONES (USUFRUCTUARIO)
25. MAZEAUD, Henri, ob. cit., p. 301. Agrega el autor que, «se entiende por ‘frutos’ o ‘frutos
por naturaleza’ lo que la cosa da periódicamente y sin alteración ni disminución
sensible de la sustancia. Pero una cosa da a veces productos, que se oponen a los
frutos por naturaleza, a causa de su carácter no periódico y porque su percepción
altera la sustancia de la cosa», ibídem. Luego el autor se ocupa de «los frutos por
naturaleza» diciendo que los frutos por naturaleza comprenden: los frutos naturales,
los que la cosa da por el efecto exclusivo de la naturaleza (bayas silvestres, helechos,
zarzar); los frutos industriales, dados por la cosa con la ayuda del trabajo del hombre
(cereales, hortalizas, etc.); los frutos civiles o frutos en dinero, que son las sumas de
dinero que la cosa produce periódicamente (alquileres, rentas, arrendaticias, intere-
ses de cantidad de dinero, dividendos de acciones). Los productos se dividen
igualmente en productos naturales, industriales y civiles.
CAPÍTULO XII: DEL USUFRUCTO 601
valer el derecho de retención conforme a los artículos 918 y 1123 del Códi-
go Civil.
Restituido el bien por haberse cumplido el plazo de duración del usu-
fructo, el usufructuario pierde el derecho de separación; y, si de la fecha de
la restitución transcurren dos meses se prescribe la pretensión de reembol-
so (artículo 919 del Código Civil). El plazo referido es, para nosotros, de
caducidad, porque afecta a la pretensión y al derecho.
silencio en cuanto a qué clase de garantía se refiere; que desde luego, lo más
pertinente es, que se trate de una garantía personal o real.
La garantía debe ser prestada en el acto constitutivo del usufructo, lo
que significa que es antes que el usufructuario asuma la posesión o explota-
ción del bien, la cual deberá ser de la manera normal y habitual, conservan-
do la sustancia del bien, lo que quiere decir, sin alterar el uso al que esta
destinado el bien. Todo esto se debe verificar (inventario, tasación, garan-
tía) para los efectos de la restitución del bien al fenecimiento del plazo; es
más, que la devolución sea sin el menoscabo en su forma y sustancia, sino,
sólo con lo generado por el uso normal u ordinario.
La garantía será fijada por el juez, cuando haya razón que haga pensar
que existe peligro de que se afecten los derechos del nudo propietario so-
bre el bien objeto de usufructo; si es preciso, éste recurrirá al juez para que
disponga la clase de garantía que debe prestar el usufructuario. Sin embar-
go, puede ser eximido de prestar garantía, en cuyo caso la exoneración
debe constar expresamente en el acto constitutivo.
26. Se trata del principio rector en la vida de los derechos reales sobre bienes ajenos, en
particular del usufructo —salva rerum substantia—, obviamente esta fórmula constitu-
ye uno de los grandes temas de la materia considerada desde la definición de Paulo,
plasmada en los códigos civiles, con el objeto de establecer la obligación de conser-
var la forma y la sustancia de los bienes. La fórmula que contiene aquel principio
debe ser entendida como que el usufructo goza de temporalidad, que es necesaria
para garantizar al nudo propietario para cuando el bien usufructuado le sea restitui-
CAPÍTULO XII: DEL USUFRUCTO 605
cialmente; a efecto de que todas las obligaciones sean asumidas por el usu-
fructuario, pero deben estar expresadas en el acto constitutivo del usufruc-
to. Sabemos que la fuente de las obligaciones básicamente son los contra-
tos, y la ley es supletoria, siempre que ésta no sea imperativa.
pero que duran sólo hasta la conclusión del plazo convencional o legal del
usufructo, de tal manera que también la nuda propiedad sólo será de dura-
ción temporal al igual que el usufructo.
En consecuencia, la temporalidad del usufructo fundada en la ley (artí-
culos 999, inciso 1, y 1021, inciso 4, del Código Civil), nos está señalando que
la devolución del bien objeto de usufructo es una obligación fundamental del
usufructuario, quien al vencimiento del plazo deja de tener la situación jurí-
dica de usufructuario, por haberse reintegrado los poderes de uso y disfrute
al derecho de propiedad. La devolución del bien se efectuará en el mismo
estado como lo recibió el usufructuario, sin más menoscabo que el producido
por la explotación del bien en forma normal y acostumbrada (artículo 1008
del Código Civil), sin haber hecho modificaciones sustanciales del bien o de
su uso (artículo 1009). Desde luego, el usufructuario no responde del desgas-
te del bien por el disfrute ordinario (artículo 1012 del Código Civil).
Cuando nos ocupamos del inventario dijimos que su importancia radi-
caba para ser utilizado en el acto de la devolución del bien, en particular,
para establecer el estado de los muebles, confrontando con el inventario. El
inventario se constituye en un instrumento valioso para establecer el des-
gaste normal de los bienes y el estado en que fueron entregados, asimismo
el estado en que son devueltos los bienes.
TÍTULO V
DERECHOS Y OBLIGACIONES (NUDO PROPIETARIO)
534. DERECHOS
El Código Civil peruano, no regula sobre los derechos del propieta-
rio, excepto y muy tibiamente en los artículos 1014 y 1017. Lo que no
impide que del estudio sistémico del usufructo fluyan algunos de los de-
rechos del constituyente o nudo propietario de sus relaciones jurídicas con
el usufructuario. El propietario de un bien por acto voluntario, y en el
ejercicio de las facultades que la ley le confiere, puede constituir el usu-
fructo a favor del usufructuario, lo que significa jurídicamente la transfe-
rencia —aunque temporal— de sus poderes jurídicos de uso y disfrute
del bien, para pasar luego a la posición de espectador del bien de su
propiedad o como en la doctrina se dice, «a quedarse sólo con la propie-
dad, pero desnudo del uso y disfrute», o del contenido económico y
productivo de la propiedad, la posesión. Algunos hablan que el usufructo
produce el efecto del desmembramiento de los poderes de uso y disfrute
del derecho de propiedad, en todo caso, sólo es temporal. Para nosotros
sólo es el desplazamiento que limita el ejercicio pleno del derecho de pro-
piedad de manera temporal.
La legislación civil, como ya hicimos notar, se ocupa sólo de los dere-
chos y las obligaciones del usufructuario, en cambio de los del propieta-
rio, casi nada. En la legislación civil comparada la regulación de las obli-
gaciones y derechos del nudo propietario, son expresamente normados,
así por ejemplo, tenemos los artículos 2910 a 2919 del Código Civil ar-
gentino.
Entre los derechos del nudo propietario tenemos los siguientes:
CAPÍTULO XII: DEL USUFRUCTO 609
27. Las obligaciones del nudo propietario están normadas en el artículo 2910 del Código
Civil argentino: «El nudo propietario está obligado a entregar al usufructuario el
objeto gravado con el usufructo, con todos sus accesorios en el estado que se hallare,
aún cuando no pueda servir para el uso o goce propio de su destino…».
612 NERIO GONZÁLEZ LINARES
artículo 2910 del Código Civil y Comercial argentino, cuyo tenor es: «El
nudo propietario está obligado a entregar al usufructuario el objeto grava-
do con el usufructo, con todos sus accesorios en el estado que se hallare,
aun cuando no puede servir para el uso o goce propio de su destino. No
son accesorios para ser entregados al usufructuario, las crías ya nacidas de
animales dados en usufructo, aun cuando sigan a las madres, ni tampoco
los títulos de la propiedad». Como sabemos, en el usufructo esencialmente
se trata de usar y gozar de los bienes ajenos, facultades que se sintetizan
jurídicamente en la posesión, y ésta es precisamente la que debe entregar el
nudo propietario a favor del usufructuario, en estrecha vinculación con el
inventario y la tasación de los bienes muebles.
Nos hemos insinuado, en el sentido de que es necesaria la entrega física
o material del bien principal conjuntamente que los bienes accesorios. De tal
modo que el faccionamiento del inventario y la tasación de los bienes son
necesarios —básicamente el primero—, precisamente para los efectos de sa-
ber en un determinado momento lo que se entrega y lo que se devuelve. Por
consiguiente, la tradición resulta imprescindible para los efectos del otro ex-
tremo que viene a ser la devolución del bien, ésta debe operar, como sabe-
mos, en el estado de conservación como se entregaron los bienes —en el
usufructo funcionan secuencialmente los momentos: entrega, temporalidad
y devolución—, constatándose si la explotación fue en forma normal y acos-
tumbrada, sin que se hayan hecho modificaciones sustanciales del bien (artí-
culos 1008 y 1009 del Código Civil). Resulta que el inventario es la materiali-
dad jurídica de la entrega, y se constituye en un instrumento valioso, para el
acto no sólo de la entrega del bien, sino para el acto de su devolución.
posesoria. Pero, ¿cuáles pueden ser esas abstenciones del nudo propietario?
Entre otras, tenemos:
1. Abstenerse de toda intromisión en el libre ejercicio del uso y goce
del bien. 2. Abstenerse de toda intromisión so pretexto de ser propietario,
en los actos y hechos que realiza y ejecuta el usufructuario con ocasión de
la explotación del bien. 3. Abstenerse de cambiar la forma o la estructura
física del bien sin el asentimiento del usufructuario. 4. Abstenerse de cons-
tituir servidumbres pasivas que perjudiquen a la explotación normal del
bien. 5. El propietario no debe realizar actos jurídicos con terceros sobre el
uso y goce del bien, menos ejecutar hechos materiales que puedan entorpe-
cer o crear zozobra en el normal ejercicio de la posesión.
TÍTULO VI
EXTINCIÓN
549.2. La renuncia. Esta si es causal que depende del acto volitivo del
usufructuario. Se entiende como la expresión de la libre manifestación volun-
taria del usufructuario de no querer continuar con el uso y disfrute del bien.
La renuncia como causal de extinción del usufructo, para producir los
efectos necesarios, requiere de dos elementos copulativos, que son:
CAPÍTULO XII: DEL USUFRUCTO 617
CAPÍTULO XIII
De los derechos de uso y habitación
TÍTULO I
GENERALIDADES
no contiene una definición legal expresa de los institutos ius reales que nos
ocupan, sólo los regula señalando: «Cuando el derecho de uso recae sobre
una cosa o parte de ella para servir de morada, se estima constituido el
derecho de habitación» (artículo 1027). El derecho de uso opera cuando
una persona tiene la facultad de usar y servirse de los bienes de propiedad
ajena, según sus necesidades personales (artículo 1026 del Código Civil). El
derecho de habitación es una modalidad del derecho de uso constituido
sobre una casa o edificio que le sirva de morada al usuario y familia.
3. JOSSERAND, Louis, Derecho Civil, Bosch, t. I, Buenos Aires, 1950, p. 444. Agregando el
autor francés nos dice: «... pero este contraste es mucho menos radical que lo que a
primera vista parece porque el Código Civil concede al usuario el derecho de reco-
ger los frutos ‘para sus necesidades y las de su familia’; de suerte que el uso aparece,
en definitiva, como una reducción del usufructo, como un usufructo familiar, tenien-
do un carácter mucho más estrictamente personal todavía que el usufructo, puesto
que no debe beneficiar más que al titular —el usuario— y a su familia», ibídem.
4. MESSINEO, F., ob. cit., t. III, p. 488.
624 NERIO GONZÁLEZ LINARES
6. El Derecho romano clásico desarrollo al lado del usufructo las figuras del uso y la
habitación; mientras el usufructo comprendía el ius utendi más el ius fruendi, el uso en
sus orígenes sólo implicaba el ius utendi (usus, uti potest, fruit non potest). Esta diferen-
cia se fue borrando con el correr del tiempo, ya que los jurisconsultos ampliaron las
facultades del usuario, pues le permitían percibir los frutos que fueran indispensa-
bles para sus necesidades y las de su familia. Cfr. DOMÍNGUEZ PIZZIO, ob. cit., p. 79
CAPÍTULO XIII: GENERALIDADES 627
porque la percepción de los frutos sólo se justifica por las necesidades pro-
pias del usuario y su familia. El usufructo, con excepción del legal, puede
ser transferido a título oneroso o gratuito. El derecho de uso recae sobre
bienes corpóreos.
2. El usuario no puede ceder su derecho, es decir, se trata de una
relación jurídica personal entre el propietario y el usuario. Los derechos de
uso y habitación no son susceptibles de ningún acto jurídico, excepto la
consolidación. En el usufructo si se pueden celebrar actos jurídicos para
ceder el derecho de uso y goce a favor de tercero, observando las estipula-
ciones del acto constitutivo.
3. Los derechos de uso y de habitación son inembargables. El derecho
de usufructo si es embargable.
4. El usuario no puede dar en arrendamiento el bien, sólo debe utili-
zarlo de manera directa y personal. El usufructuario si puede arrendar,
respetando su duración y siempre que no haya expresa prohibición.
5. El derecho de uso sólo puede constituirse por acto convencional,
por contrato, acto unilateral o testamento. No existe uso y habitación lega-
les (excepto en el caso del artículo 731 del Código Civil, que constituye el
derecho de habitación vitalicia para el cónyuge supérstite). El Derecho de
usufructo se constituye por ley (cuando expresamente lo establece), por
contrato o por acto jurídico unilateral (testamento).
6. El derecho de uso y de habitación es un derecho incompleto, carece
de la facultad de goce o es muy limitado. El usuario y el habitador solo
tienen la facultad de uso o de servirse del bien en armonía a su naturaleza,
pero carecen de la facultad de goce, porque se sostiene que sólo pueden
percibir una parte limitada de las utilidades y productos del bien. En cam-
bio, el usufructo es un derecho completo, en razón de otorgar al titular la
facultad de uso y todo el poder de goce, es decir, otorga el derecho a
percibir todos los frutos del bien.
7. El derecho de uso es intransferible e intransmisible, sea a título inter
vivos o mortis causa. El usufructo es intransmisible a título de herencia, pero
transferible sólo entre vivos. Como expresa el artículo 1026 del Código
Civil, la regulación en todo lo demás del uso y habitación se rigen por las
reglas del usufructo.
bienes ajenos.3. Son derechos que se pueden constituir por contrato o por
testamento. 4. Tienen una determinada duración en el tiempo. 5. Por la
presencia del nudo propietario.6. Pueden extinguirse por la consolidación.
7. Pueden tener la duración por la vida del usufructuario o usuario. 8. Se
rigen por el título de su constitución. 9. Existe la obligación del usuario o
usufructuario de restituir el bien en favor de su propietario, a la conclusión
del plazo. 10. Se extinguen por las mismas causales previstas para el usu-
fructo, en lo que es aplicable (artículo 1026 del Código Civil).11. Recaen
sobre bienes no consumibles (el usufructo imperfecto sobre bienes fungibles).
duración será por el tiempo que dure la vida del usuario, feneciendo a su
muerte.
4. El derecho de uso se constituye sólo por acto voluntario (contrato o
testamento, sin confundir que, como derecho real nace de la ley), no existe
uso legal o creado por la ley. En nuestro medio la excepción a dicha regla
general la contiene el artículo 731 del Código Civil.
5. Es un derecho que sólo permite el acto jurídico de la consolidación,
que puede transformar al usuario en propietario del bien, extinguiendo el
derecho de uso.
7. Es un derecho inembargable, por razones de garantía en el cumpli-
miento de atender las necesidades del titular y su familia.
8. El derecho de uso solo se puede constituir sobre bienes no consumibles
(artículo 1026 del Código Civil).
8. Artículo 1027 del Código Civil: «Cuando el derecho de uso recae sobre una casa o
parte de ella para servir de morada, se estima constituido el derecho de habitación».
630 NERIO GONZÁLEZ LINARES
go Civil que, como dijimos, crea el derecho de habitación legal para el cón-
yuge supérstite. En consecuencia tenemos que convenir que el Código Civil
contempla también como fuente de constitución del uso y habitación a la
ley, junto al acto voluntario y al testamento.
CAPÍTULO XIV
Del derecho de superficie
TÍTULO
GENERALIDADES
570. PREMISA
Es con JUSTINIANO, en el derecho romano, que la superficie adquiere el
carácter de derecho real, entendido como un derecho enajenable y transmi-
sible a los herederos que otorgaba al titular llamado superficiario, quien
tenía el goce a perpetuidad o por largo tiempo del edificio construido en
suelo ajeno mediante el pago de un canon anual llamado pensium o salarium.
En Roma, rigió el principio orientador del derecho de superficie en cuanto
que la propiedad no reconocía limite sobre su extensión, altura ni profundi-
dad o como se expresaba que la propiedad era hasta el cielo y hasta los
infiernos.
El Código Civil de 1936 no le dio la necesaria importancia jurídica al
derecho de superficie, le llegó a asignar un tratamiento legislativo ineficaz
y confuso al involucrarlo dentro del título del usufructo, en abierta imper-
tinencia como lo demuestran los numerales 958 y 959 del citado Código.
En el actual Código Civil (artículos 1030 a 1034), se halla ubicado en el
Título V del Libro V, Derechos Reales, aún con muchas deficiencias, pero
con la autonomía necesaria.
Conocemos que la regla general en materia de derechos reales es, que
el titular del derecho de propiedad —propietario— de un bien inmueble
abarca o extiende su derecho dominial a todo lo que existe encima o debajo
del terreno; pero es aquí donde se puede dar el caso, de que todo lo que
636 NERIO GONZÁLEZ LINARES
existe por encima del suelo sea propiedad independiente con relación al
suelo, se trata de la propiedad superficiaria. Es decir, la superficie1 como
derecho es propiedad en sí misma, diferente a la propiedad del dominus
soli. Esta situación a nuestro juicio debilita el concepto de tener la propie-
dad superficiaria como accesoria del bien raíz.
De lo precedente ya se puede advertir que la propiedad en el derecho de
superficie se desdobla: una es la que pertenece al constituyente y otra al
superficiario. Explicando mejor, por el derecho de superficie tenemos un dere-
cho temporal sobre un inmueble como es la construcción que pertenece en pro-
piedad al denominado superficiario, y la otra es la propiedad ordinaria que
tiene como objeto el suelo que pertenece al dueño, sobre el cual construye o
construyó el superficiario. De tal manera que se rompe aquella regla general de
que el terreno o suelo donde se asienta la construcción o edificación pertenece
en propiedad a una sola persona o que la propiedad siempre será desde el
punto de vista de su determinación, un bien indivisible o un todo.
No es posible confundir el derecho de superficie con la copropiedad,
porque en ésta hay cuotas ideales con las que participan los copropietarios
sobre el bien común. En cambio, en el derecho de superficie hay propieda-
des determinadas físicamente y propietarios individuales. De igual manera
el derecho de superficie frente al usufructo tiene un tratamiento distinto
como es en el plazo de duración, o que se puede constituir sobre toda clase
de bienes no consumibles y fungibles (el imperfecto); en el usufructo hay
un usufructuario que no es propietario, sino sólo sobre lo que rinde el bien
fructuado; en el derecho de superficie hay dos propietarios uno del suelo y
otro de la construcción o edificación en el mismo suelo
1. En cuanto a los orígenes del derecho de superficie se informa que fue en Roma, en
tiempos de la República, cuando el Estado concedió a los particulares zonas de terrenos
(ager publicus) para la construcción, ya sea tanto en el Foro Romano, como a lo largo de
las calles públicas, de pequeñas construcciones (tabernae) cuya propiedad, en virtud del
principio «superficie sole cedit», quedaba siempre en manos del Estado concedente, mien-
tras el uso estaba reconocido a favor de dichos particulares concesionarios. Para todo
véanse ANDORNO, Luis, «El derecho de superficie», en Diez años Código Civil peruano, Univer-
sidad de Lima, t. I, pp. 425-443; ERRAZURIZ, Maximiano, ob. cit., pp. 113-114, comenta que
en el derecho romano la superficie puede definirse como un derecho real, enajenable y
transmisible a los herederos que otorga al titular, llamado superficiario, el goce a
perpetuidad y por largo tiempo del edificio construido en suelo ajeno, mediante el
pago de un canon anual llamado pensium o salarium. Con JUSTINIANO, la superficie ad-
quiere el carácter de derecho real. El superficiario tiene una acción in rem y posee todos
los recursos que se otorgan a los propietarios. Por cierto que contra él también proce-
den los recursos que puedan deducirse normalmente contra los propietarios.
CAPÍTULO XIV: DEL DERECHO DE SUPERFICIE 637
2. MESSINEO, F., ob. cit., t. III, p. 420. Además el jurista define afirmando que, «La superfi-
cie consiste en un derecho temporal o perpetuo sobre una cosa inmueble
(construcción) que pertenece a un propietario diverso del propietario del suelo sobre
el cual se apoya aquella cosa; es un caso de propiedad inmobiliaria, con objeto abso-
lutamente singular».
638 NERIO GONZÁLEZ LINARES
ámbito rural, están los fundos o inmuebles que, por su ubicación, uso y
destino, están para el desarrollo económico y productivo del país, en los
cuales también puede recaer la constitución del derecho de superficie con el
objeto de levantar construcciones e instalaciones permanentes sobre o bajo
la superficie del suelo rural, v. gr., construcciones para el funcionamiento
de fábricas agroindustriales, construcciones en las explotaciones mineras,
viviendas rurales, etc.
En todo caso, el objeto sobre el cual recae el derecho de superficie es el
bien que está adherido, enclavado o incorporado al suelo, como las edifica-
ciones o construcciones que sobresalen o emergen del suelo, es pues el bien
que se ubica en el sobresuelo (superfaciem). En definitiva, el derecho de
superficie recae sobre bienes inmuebles edificables.
579. CARACTERÍSTICAS
579.1. Es derecho real sobre bien ajeno. Este derecho —de superfi-
cie—, no es sino el ejercicio de los atributos de uso y goce del derecho de
propiedad —por el superficiario—, con la singularidad de su temporalidad
y el objetivo de construir o edificar en propiedad separada sobre o bajo la
superficie del suelo. Notamos rápidamente la presencia indesligable del
derecho real por excelencia que es la propiedad; es decir, por un lado el
propietario del suelo y por otro el propietario de lo edificado. No cabe
duda, que el derecho de superficie por la propia naturaleza de su objeto
CAPÍTULO XIV: DEL DERECHO DE SUPERFICIE 643
(bienes inmuebles) es todo un derecho real. Como también con esta natura-
leza se halla ubicado en el Libro V, Derechos Reales, del Código Civil.
580.1. Diferencias
1. El derecho de superficie recae siempre sobre un bien inmueble
edificable.El usufructo recae en bienes inmuebles y muebles como en el
llamado cuasiusufructo. 2. El derecho de superficie genera la propiedad
superficiaria temporal con las facultades de uso, goce y disposición del bien
edificado.El usufructo concede al usufructuario sólo las facultades de uso y
goce. 3. El derecho de superficie es transmisible inter vivos y mortis causa. El
usufructo es intransmisible mortis causa, pero transferible inter vivos a título
oneroso o gratuito, respetándose su duración. 4. El derecho de superficie
está legislado en el Código Civil independientemente del usufructo.
580.2. Semejanzas
1. Ambos derechos son reales y recaen sobre bienes ajenos. 2. Son
derechos temporales, ninguno puede ser de duración indefinida o perpe-
tua. 3. Ambos derechos recaen sobre bienes no consumibles. 4. Ambos de-
rechos recaen sobre bienes inmuebles. 5. Son derechos que se hallan legisla-
dos en el Libro V, Derechos Reales, del Código Civil.6. Ambos derechos
son caducables por el no uso.
derechos y las obligaciones del propietario del suelo, es por ello que en el
acto constitutivo debe expresarse detalladamente todo cuanto correspon-
da a los derechos y las obligaciones del propietario del suelo cuidando no
afectar normas imperativas. En consecuencia, tenemos:
582.1. Derechos
1. Ejecutar la construcción o edificación sobre o bajo la superficie del
suelo del terreno ajeno. Derecho que emana de la norma contenida en el
artículo 1030 del Código Civil, que resulta siendo el elemento esencial para
la configuración jurídica del derecho de superficie. La norma dispone que
el superficiario tiene derecho a la utilización del subsuelo, suelo y sobresuelo
(espacio aéreo). Norma que armoniza con la hipótesis contenida en el artí-
646 NERIO GONZÁLEZ LINARES
582.2. Obligaciones
1. Si el derecho de superficie existe como figura jurídica es porque
fundamentalmente el superficiario asume la obligación de construir o de
edificar en un terreno o predio que no le pertenece en propiedad. Una vez
constituido el derecho de superficie surge la obligación de hacer uso del
subsuelo y sobresuelo, con el objeto de crear o forjar una nueva o separada
propiedad diferente a la del dominus soli, siempre observando el acuerdo o
lo establecido en el acto constitutivo.
En el supuesto de que el obligado a construir (superficiario) no ejecu-
ta, o no ha empezado, la construcción de la edificación dentro del plazo de
cinco años, perderá el derecho de superficie por el no uso del bien, y su
derecho habrá caducado. En la normatividad destinada a regular el dere-
cho de superficie contenida en el Código Civil, no se cuenta con ningún
precepto que sancione su extinción por el no uso del derecho, por lo que,
resulta de aplicación sistémica lo previsto en el artículo 1021, inciso 2, del
Código Civil, referente al usufructo.
2. Al fenecimiento del plazo establecido en el título constitutivo el
superficiario tiene la obligación de transferir la propiedad de lo construido
a favor del dominus soli, bajo los supuestos del artículo 1030 del Código
Civil, que dice: «(... ) A su vencimiento, el propietario del suelo adquiere la
propiedad de lo construido reembolsando su valor, salvo pacto distinto».
Este dispositivo no se ajusta a la realidad, porque da la impresión de que el
propietario del suelo debe abonar necesariamente el valor de lo construi-
do, lo que no es así, porque en todo caso las partes están sometidas a las
CAPÍTULO XIV: DEL DERECHO DE SUPERFICIE 647
TÍTULO II
EXTINCIÓN
la ley lo puede fijar— (artículo 2000 del Código Civil). Esta causal debe
regir para el derecho de superficie, en todo caso, por aplicación análoga y
sistémica del artículo 1021, inciso 2, del Código Civil, que versa sobre la
prescripción del usufructo (para nosotros el plazo es de caducidad), como
resultado del no uso del derecho por el lapso de cinco años.
CAPÍTULO XV
De la servidumbre
TÍTULO I
GENERALIDADES
1. Se dice que las servidumbres reales son las más antiguas, ya que estaban reglamen-
tadas en la Ley de las XII Tablas. Se considera que la servidumbre de paso nació poco
después del dominio, con el que en cierto sentido se confunde. En Roma, para el
período clásico, servidumbre es un gravamen impuesto sobre un predio en beneficio
de otro predio de distinto dueño. El predio beneficiado se llama dominante y el otro
sirviente. En el derecho justiniano se agregó a las servidumbres prediales el usufruc-
to, uso y habitación con el nombre de servidumbres personales. A partir de ese
instante, y hasta el período clásico, se les comenzó a llamar servidumbres reales o
prediales. Estableciendo un paralelo entre las servidumbres personales y las predia-
les. Podemos observar las siguientes diferencias: a) las personales se establecen en
beneficio de una persona, en tanto que las prediales para la utilidad permanente de
un predio vecino; b) las personales tienen una duración limitada: en principio, se
extinguen con la muerte del titular, del beneficiario; las prediales son perpetuas; c)
las personales pueden recaer sobre bienes muebles o inmuebles, en cambio las pre-
diales sólo tienen como objeto inmuebles.
654 NERIO GONZÁLEZ LINARES
2. ALESSANDRI y SOMARROVA, ob. cit., t. II, p. 179. Por su parte señala MESSINEO, F., que «la
razón de ser económica de la servidumbre está en el hecho de que, en algunas utili-
dades provenientes de un fundo, se quiere que sea partícipe otro fundo, con la
consecuencia de que el sacrificio del fundo sirviente redunda en ventaja del fundo; y,
en muchos casos, en ventaja indirecta de la colectividad (incremento de riqueza
general). En efecto, la función de la servidumbre ha sido originariamente (y lo es
todavía) la de favorecer el progreso de la agricultura y de la edificación, mediante el
acrecentamiento de utilidad que el respectivo fundo dominante adquiere con la ser-
vidumbre. Pero en el mundo moderno, el campo de aplicación de la servidumbre
predial se ha venido ampliando, hasta extenderse al destino industrial de los fun-
dos», ob. cit., t. III, pp. 490-520.
CAPÍTULO XV: DE LA SERVIDUMBRE 655
entradas, salidas, caminos, acueductos, acequias, etc., que desde luego im-
piden cumplir con los fines económicos de orden personal y social del pro-
pietario (del predio dominante); este fenómeno se presenta no sólo por la
falta de solidaridad o mancomunidad entre los cultivadores o criadores,
sino porque estos están fuertemente arraigados al concepto de la propie-
dad individual que de por sí es egoísta o personalista.
El instituto jurídico de la servidumbre procura, con el aporte o concur-
so del predio sirviente, contribuir a la funcionalidad social y económica de
la propiedad, sobre todo de la propiedad agraria, y desde luego se hace
realidad el principio (de derecho agrario) de la solidaridad y la mutua co-
laboración entre los propietarios de predios o fundos contiguos
(FRASSOLDATTI). No debemos olvidar que las actividades agrarias en gene-
ral, son de profundo contenido económico, productivo y social.
3. Ibídem, p. 179.
656 NERIO GONZÁLEZ LINARES
del predio sirviente, por lo que, para gravar un bien se debe ostentar, con
suficiencia, el derecho de propiedad.
En cuanto al concepto predio (praedium), significa «hacienda, tierra o
inmueble»; acepciones utilizadas en la mayoría de los dispositivos del Có-
digo Civil sobre la servidumbre, que no es sino, el suelo —entiéndase
predio, heredad, casa, tierra o fundo— económicamente utilizado por el
hombre. Los inmuebles pueden ser determinados no sólo materialmente
sino también por su uso y destino, por su naturaleza urbana o rural..
Inmuebles en la equivalencia de predios. Desde el Código Civil, los predios
son aquellos taxativados en su artículo 885, inciso 1.
4. JOSSERAND, L., ob. cit., p. 450. Véase LASARTE, Carlos, ob. cit., t. IV, p. 325, «Calificadas tales
servidumbres, fundamentalmente, como prediales, los compiladores justinianeos,
movidos por simetría sistemática, encuadran los derechos de usufructo, uso y habita-
ción, bajo las denominaciones de servidumbres personales (…). Semejante visión
sistemática perdura hasta la Revolución francesa y, curiosamente, se mantiene inclu-
so en algunos de los códigos más recientes (así, en el BGB, Sección Quinta Del Libro
III, artículos 1.018 a 1.018). Sin embargo, como es lógico, aunque sea por puras razo-
nes lingüísticas, la categoría de servidumbres personales resulta antipática e inaplicable
para los revolucionarios franceses (…). Establecido, por fin, el principio de igualdad
ante la ley, es natural que el Code Civil regule separadamente y como derechos reales
autónomos los derechos de usufructo, uso y habitación, y de otra parte, reserve en
exclusiva la denominación de servidumbre para las prediales estrictamente conside-
radas», ibídem.
658 NERIO GONZÁLEZ LINARES
601. DIFERENCIAS
1. Las servidumbres reales se constituyen en favor de una o más personas
determinadas, en condición de propietarias de un bien inmueble, para que
ejerzan la facultad conferida sobre otro inmueble ajeno en utilidad o beneficio
económico o simplemente por tener comodidad en forma permanente. 2. Las
servidumbres personales tenían existencia a favor de una persona sin depen-
der de la posesión de fundo alguno. 3. Las servidumbres reales, por el contra-
rio, suponen siempre, dos fundos uno dominante y otro sirviente, que se ha-
cen inescindibles. No puede haber servidumbre en un solo predio o fundo. 4.
Las servidumbres personales por lo mismo que son inherentes a la persona, se
extinguen con ella, si se trata de personas naturales, o al fin del plazo que la ley
fija, si se trata de personas jurídicas. 5. Las servidumbres prediales o reales
tienen la tendencia a ser perpetuas, como también pueden ser temporales se-
gún el título de su constitución. 6. Las servidumbres personales, en el contexto
moderno del derecho civil han desaparecido, hoy, simplemente existen las
servidumbres. 7. Las servidumbres reales, por el contrario, subsisten o casi
siempre son perpetuas y tienen utilidad hasta después de la muerte del titular
de ellas. 8. Las servidumbres reales únicamente recaen sobre bienes prediales
o inmobiliarios. 9. Las servidumbres personales pueden ser divisibles e
indivisibles; el usufructo es divisible, el uso y la habitación son indivisibles. 10.
Las servidumbres reales son de carácter indivisibles; están consideradas en sí
mismas. Son siempre indivisibles. Finalmente cabe aclarar, que si todavía utili-
zamos la expresión «servidumbres personales», es sólo para los efectos de
haber hecho las diferencias, y desde luego deslindar cualquier confusión.
6. AREÁN, Beatriz, ob. cit., t. 2, p. 758. La autora, citando a MOLITOR, dice que la servidumbre
la define como un derecho sobre la cosa ajena, constituido en beneficio de una persona
o de una heredad, en virtud del cual se puede usar o gozar de la cosa ajena o ejercer
sobre ella ciertos derechos de disposición, o bien impedir que el propietario ejerza
algunos de sus derechos de propiedad. Se trata en síntesis —dice la jurista— «de un
derecho real sobre un inmueble ajeno, ya que no se concibe una servidumbre sobre una
cosa mueble. Además, el inmueble debe pertenecer a otra persona, pues implica una
desmembración del derecho de propiedad y nadie puede tener servidumbre sobre la
cosa propia», ibídem. Para todo véase ARIAS SCHREIBER, M., ob. cit., t. V, pp. 277-308.
7. BARBERO, DOMÉNICO, Sistema de derecho privado, t. II, Ejea, Buenos Aires, 1967, p. 404.
8. MESSINEO, F., ob. cit., t. III, p. 490. A manera de aclaración dice: «En lugar de servidum-
bre ‘predial’ (como dice la ley), se debe hablar de servidumbre sin otro agregado,
desde el momento en que ha desaparecido la categoría de las llamadas servidumbres
personales, y que todas las servidumbres son prediales por definición», ibídem.
CAPÍTULO XV: DE LA SERVIDUMBRE 661
11. La servidumbre considerada como carga y como derecho (como cualidades inheren-
tes al fundo sirviente o dominante) es indivisible, este principio se funda en la
naturaleza propia de las servidumbres, ya que consiste en un hecho que en sí mismo
no puede ser dividido: cuando una persona tiene un derecho de paso por el fundo
vecino, no se concibe que este derecho pueda existir sólo por mitad. Para todo véase
Domínguez De Pizzio, R., ob. cit., p.115.
668 NERIO GONZÁLEZ LINARES
TÍTULO II
CLASIFICACIÓN
17. Sabemos que la servidumbre es el derecho real que puede ser perpetuo o temporal y
que recae sobre un bien inmobiliario de propiedad ajena. El fundamento de que el
bien sea ajeno, es consecuencia de que nadie puede tener servidumbre sobre un bien
que le pertenece (res sua neminem servit). Cuando la servidumbre comprende un hacer
(in patiendo) es afirmativa, y si comprende un no hacer (non faciendo) es negativa.
18. BARBERO, D., ob. cit., p. 453.
680 NERIO GONZÁLEZ LINARES
627.1. Derechos
1. Ejercer ciertos actos de uso en el predio sirviente. Derecho que se encuen-
tra regulado por los artículos 1035 y 1043 del Código Civil. El propietario
del predio dominante tiene el derecho de ejercitar ciertos actos en el área
del predio sirviente, como también de impedir que su propietario efectúe
algunos de sus derechos, en perjuicio de la servidumbre.
Lo que persuade del numeral citado, es que la servidumbre puede to-
mar la situación de ser positiva o negativa. Todo está en mantener y obser-
var el respeto a la extensión y las condiciones que se hallan estipuladas en el
título constituido y la ley. Las servidumbres conceden derechos al propieta-
rio del predio dominante para que realice actos de uso en el predio sirviente
o en su caso impida que el dueño del predio sirviente ejerza algunos de sus
derechos de propiedad para obstaculizar el uso del predio sirviente.
2. Efectuar obras para el uso adecuado de la servidumbre. La norma del artí-
culo 1044 del Código Civil, autoriza al propietario del predio dominante
para que ejecute a su costo las obras requeridas para el uso adecuado de la
servidumbre, y deberá hacerlo cuidando que la oportunidad y la forma de
la ejecución de los trabajos, sean en lo posible, sin causar incomodidad al
propietario del predio sirviente, a quien también las obras le deben benefi-
ciar. La previsión legal de este derecho es regulado por el precepto señala-
do, que a la letra dice: «A falta de disposición legal o pacto en contrario, el
propietario del predio dominante hará a su costo las obras requeridas para
el ejercicio de la servidumbre, en el tiempo y forma que sean de menor
incompatibilidad para el propietario del predio sirviente». Pero lo racio-
nal, a nuestro entender, es fijar si la servidumbre requiere de obras indis-
pensables para su uso adecuado, v. gr., obras de mantenimiento, de mejora-
miento, etc., que deben ejecutarse con o sin autorización legal o contrac-
CAPÍTULO XV: DE LA SERVIDUMBRE 681
627.2. Obligaciones
1. Cuidar los límites de la servidumbre y no hacer uso para fines distintos de su
constitución. Constituida la servidumbre por contrato, testamento, senten-
cia estimatoria de usucapión o ley, el propietario del predio dominante está
prohibido de modificar la configuración física de la servidumbre, amplian-
do o incrementando el gravamen del predio sirviente, tampoco puede va-
riar por mutuo propio el destino de la servidumbre, ni desviar los objetivos
para los cuales se ha constituido. Tiene la obligación de hacer uso de la
19. Cfr. SARSFIELD, citado por ALTERINI, J. H., dice «que todas las servidumbres activas, o sea
tanto las reales como las personales, importan derechos inherentes a la posesión de
las cosas inmuebles», «Ámbito de la acción confesoria - finalidades», en Acciones Reales,
Buenos Aires, 2000, pp. 124-132. Nuestro ordenamiento civil no cuenta con la regula-
ción normativa de la denominada «acción confesoria», como lo hace el artículo 2796
del Código Civil argentino.
682 NERIO GONZÁLEZ LINARES
628.1. Derechos
1. Mantener todos los atributos que el derecho de propiedad le confiere (artículo
923 del Código Civil). Si bien la servidumbre constituye una limitación al
ejercicio del derecho de propiedad, con ella sólo se afecta el derecho de uso
—ius utendi— del propietario. En consecuencia, el propietario del predio
CAPÍTULO XV: DE LA SERVIDUMBRE 683
628.2. Obligaciones
1. Cumplir con la obligación de no hacer o de abstención. El propietario del
predio sirviente tiene la obligación de no hacer o de abstención de actos y
hechos que afecten el normal ejercicio de la servidumbre. La obligación
fundamental del propietario del predio sirviente es la de tolerar que la
684 NERIO GONZÁLEZ LINARES
TÍTULO III
EXTINCIÓN
dicho acto constitutivo en razón de la rescisión quedan sin efectos los acuer-
dos de las partes. Esta declaración es por resolución judicial, con la singula-
ridad de que los efectos de la sentencia se retrotraen al momento de la
celebración del contrato objeto de rescisión (artículo 1372 del Código Ci-
vil). Pero se debe tener en cuenta que la servidumbre constituida no cambia
ni modifica el derecho del propietario del predio dominante. La rescisión
puede alcanzar al título de propiedad del predio dominante o sirviente, y
desde luego, también al propio contrato de constitución de servidumbre,
provocando su extinción.
638.2. Resolución. Se trata de otra figura jurídica que también deja sin
efecto un contrato con plena validez, pero por causales que sobrevengan a
su celebración. Esto quiere decir que, por la resolución también se puede
producir la pérdida del derecho de propiedad del constituyente, dejando
sin efecto el acto jurídico que le daba titularidad del predio sirviente (artí-
culo 1371 del Código Civil). La resolución puede ser alegada o invocada en
la vía judicial o extrajudicial, en cualquiera de las modalidades sus efectos
se retrotraen a la fecha en que se ha incurrido en la causal de resolución. En
igual modo se puede dejar sin eficacia el acto convencional —constitución
de servidumbre— suscrito entre las partes, en cuanto también significa el
ejercicio de la libertad contractual (artículos 882 y 1354 del Código Civil),
principalmente si sobrevienen causales como el incumplimiento de pago
del precio o de construcción de accesorios para la servidumbre, etc. Obliga-
ciones que deben estar expresadas en el acto constitutivo, en lo que es con-
cerniente al propietario del predio dominante y del sirviente. Resuelto el
contrato se extingue la servidumbre.
CAPÍTULO XVI
De los derechos reales de garantía
TÍTULO I
GENERALIDADES
1. Para una exposición muy lúcida de orden histórico sobre los derechos reales de
garantía, véase PUIG BRUTAU, J., ob. cit., pp. 5-14.
694 NERIO GONZÁLEZ LINARES
las garantías personales son las que incrementan la solvencia del deudor
con la garantía de otra persona que asume la responsabilidad de manera
conjunta o solidaria, que no es sino la fianza. La fianza, con el transcurrir
del tiempo ha devenido con mayor precisión en el aval y el seguro —trata-
dos por los derechos obligacionales o de crédito—; en cambio, las garantías
reales son las que recaen sobre el derecho real de propiedad del deudor
con el objeto de asegurar el cumplimiento de sus obligaciones frente a su
acreedor.
Se afirma en la doctrina, con cierta implicancia generalizada, que el
patrimonio es la prenda común de los acreedores, aseveración que nos re-
sulta insuficiente para hacer efectivo el cobro del dinero mutuado.
¿Qué se entiende por la fianza y el aval? La fianza2, consiste en que una
tercera persona se sustituye por el deudor en el supuesto de que éste no
cumpla con sus obligaciones frente a su acreedor. Sin embargo, esto no
resulta del todo suficiente, ni puede salvaguardar debidamente los dere-
chos del acreedor, por las circunstancias latentes de que el fiador podría
caer en un estado de falencia económica o porque, deseando burlar el com-
promiso, realiza actos ilícitos que pueden perjudicar los intereses del acree-
dor, de tal manera que la fianza no es más, la garantía efectiva para el
cumplimiento de la obligación del fiado.
Encontramos la definición legal de la fianza en el artículo 1868 del
Código Civil, que dice: «Por la fianza, el fiador se obliga frente al acree-
dor a cumplir determinada prestación, en garantía de una obligación
ajena, si ésta no es cumplida por el deudor». En párrafo aparte continúa
señalando: «La fianza puede constituirse no solo en favor del deudor
sino de otro fiador». De esta definición colegimos que la fianza es un
contrato, así también lo ha entendido la jurisprudencia nacional, vea-
mos: «El contrato de fianza constituye una garantía personal por exce-
lencia, en el cual a tenor de la definición legal del artículo 1868 del Códi-
go Civil, el fiador se obliga frente al acreedor a cumplir determinada
prestación, en garantía de una obligación ajena si esta no es cumplida
2. Las garantías pueden ser también personales como la fianza, la cual opera cuando un
tercero se obliga al cumplimiento de la obligación si el deudor original no puede
hacerla efectiva. Y desde luego las garantías pueden ser también reales, las que se
originan en los derechos reales, en ellas los bienes están afectados al pago del présta-
mo o crédito (ejemplo, hipoteca, la prenda, anticresis). De esta manera estas se
manifiestan con el carácter de derechos reales accesorios y son determinadas por el
Código Civil, propiamente por sus artículos 881, (creación de los derechos reales),
1055 (prenda), 1091 (anticresis), 1097 (hipoteca) y 1123 (derecho de retención).
696 NERIO GONZÁLEZ LINARES
3. El Peruano, de 16/05/98.
CAPÍTULO XVI: DE LOS DERECHOS REALES DE GARANTÍA 697
lo que se les debía. Pero un acreedor puede encontrar, contra este peligro, una protec-
ción más o menos eficaz obteniendo garantías especiales. Hubo dos clases de garantías:
a) la garantía personal, es decir, el compromiso de una o varias personas que se
obligan junto al deudor principal con el acreedor, éste podrá dirigirse contra el más
solvente para hacerse pagar; y, b) la garantía real, que consistía en la afectación de una
cosa al pago de una deuda. A este último orden de garantía está unida la hipoteca.
Durante mucho tiempo, los romanos, emplearon sólo la llamada enajenación con
fiducia para dar a los acreedores una seguridad real. Después recurrieron al pignus o
prenda. En fin, la hipoteca se introdujo y desarrolló bajo la influencia del derecho
pretoriano. Para una información amplia sobre la evolución de los derechos reales
de garantía véanse: PUIG BRUTAU, ob. cit., t. III, vol. III, pp. 5-14; MARIANI DE VIDAL, M.,
«Desenvolvimiento histórico», en Curso de derechos reales, t. 3, pp. 123-125; LAFAILLE, H., en
ob. cit., t. V, vol. III, p. 6 ; CUADROS VILLENA, F.C., «Reseña histórica de los derechos reales de
garantía», en ob. cit., t. 4°, pp. 57-61; VALIENTE NOAILLES, L., Derechos reales, Depalma,
Buenos Aires, 1958, pp. 441-444.
CAPÍTULO XVI: DE LOS DERECHOS REALES DE GARANTÍA 699
7. Así, en el Código Civil argentino: Título XIV, De la hipoteca; Título XV, De la prenda;
Título XVI, De la anticresis; Libro Tercero, De los derechos reales; artículos 3108-3161.
En el Código Civil Mexicano para el Distrito Federal, pese a que llega a legislar la
prenda en el Título Decimocuarto y la hipoteca en el Título Decimoquinto, Segunda
Parte, De las diversas especies de contratos; Libro Cuarto, De las Obligaciones, se
CAPÍTULO XVI: DE LOS DERECHOS REALES DE GARANTÍA 701
646.1. Son derechos reales. Estamos enterados que los derechos reales
de garantía recaen como gravámenes sobre el derecho de propiedad —
quien no ostenta la calidad de propietario no puede gravar un bien—, el
cual debe soportar el gravamen, como que es el más completo de los dere-
chos reales —considerado como el príncipe de los derechos reales—, a tra-
vés del cual se ejerce directamente la disponibilidad del bien;
consiguientemente, hacer uso de los derechos reales de garantía importa el
ejercicio del ius abutendi, sobre los bienes.
Los demás derechos, no son sino el desplazamiento de los derechos
de uso y goce, como ocurre con todos los iura in re aliena, éstos limitan —
mientras dure el plazo concedido por el propietario— el ejercicio pleno de
los poderes jurídicos de los que goza el propietario, por ejemplo, en el
usufructo, la superficie, etc., o como también ocurre con las garantías rea-
les, cuando por actos de disposición el propietario procede a conferir el
gravamen de su derecho real de propiedad, con el objeto de asegurar una
determinada obligación, utilizando las garantía reales (prenda, anticresis,
etc.). Estos derechos son típicamente reales (artículo 881 del Código Civil),
advierte que la prenda en el artículo 2856 es definida como un derecho real: «La
prenda es un derecho real constituido sobre un bien mueble enajenable para garan-
tizar el cumplimiento de una obligación y su preferencia en el pago». Igualmente la
hipoteca en el artículo 2883: «La hipoteca es una garantía real constituida sobre bienes
que no se entregan al acreedor…». En el BGB Alemán, la hipoteca y la prenda se
encuentran legisladas en las Secciones Octava y Novena del Libro Tercero, Derecho
De Cosas, comprendiendo los numerales 1113-1203 (hipoteca) y 1204-1272 (prenda).
En el nuevo Código Civil de Brasil (2003), los derechos reales de garantía (prenda,
hipoteca y anticresis), son también ubicados como derechos reales, conforme se des-
prende del Título X, De la Prenda, de la Hipoteca y de la Anticresis; Capítulo I,
Disposiciones Generales; Capítulo II, De la prenda; Capítulo III, De la hipoteca, Capí-
tulo IV, De la anticresis; Libro III, Del Derecho de Las cosas, comprenden los artículos
1419-1506. La presente nota tiene por objeto demostrar que los derechos reales de
garantía, son considerados legislativamente en el derecho civil comparado en armo-
nía a la información doctrinal, como típicos derechos reales, los cuales no pueden ser
tratados como «contratos», así lo demuestran los Cuerpos normativos de gran im-
portancia como el alemán, el brasileño y desde luego el nuestro, en observancia del
sistema numerus clausus o sistema cerrado o legal adoptado.
702 NERIO GONZÁLEZ LINARES
646.3. Son indivisibles. Este carácter establece que los derechos reales
de garantía son indivisibles, lo que significa que la garantía se mantendrá
incólume durante la vigencia de la obligación hasta que sea cancelada en su
integridad, sin admitir en lo absoluto que la obligación sea cumplida en par-
tes o que tenga ingerencia en la garantía real, ésta permanecerá indivisible.
El que la obligación sea pagada en partes, no significa que la garantía
sea reducida o fraccionada, es decir, lo que no esta permitido es que la
garantía constituida sea disminuida parte por parte; en todo caso, se puede
reducir el monto o la suma de la hipoteca, por voluntad de las partes, pero
no la reducción o disminución de los bienes que soportan el gravamen con
la hipoteca u otra garantía real. Tampoco cabe la división, en partes, del
bien entregado en garantía real, el hecho de disminuir el monto de la obli-
gación no da lugar a la disminución del bien, su indivisibilidad es hasta
que toda la obligación se haya pagado.
Es cierto que los derechos reales de garantía son indivisibles, en tanto
no se extinga la obligación; no pueden extinguirse mientras subsista la obli-
gación o no haya sido pagada en su totalidad la deuda, pues no existe extin-
ción parcial de la garantía; tampoco habrá cumplimiento de la obligación con
CAPÍTULO XVI: DE LOS DERECHOS REALES DE GARANTÍA 703
Código Civil); anticrético (artículo 1096 del Código Civil, norma de remisión);
hipotecario (art 1111 del Código Civil); y, retenedor (artículo 1130 del Código
Civil). En suma, el acreedor está prohibido de pactar para apropiarse del bien
objeto de la garantía real, aún cuando no se haya cumplido con la obligación
principal. Si se produjera el pacto la ley lo sanciona con la nulidad absoluta.
9. Rango hipotecario o rango registral, son denominaciones que con frecuencia se utili-
zan (nos quedamos con la de rango registral). LASARTE, C., señala que «títulos
incompatibles pretende referirse a aquellos que son portadores de derechos que no
pueden multiplicarse respecto a una misma finca (inmueble). Así, registralmente no
puede existir más de un propietario (o, en su caso, copropietarios), ni más de un usu-
fructuario sobre la totalidad de la finca (…). Por el contrario, es obvio que el efecto del
cierre registral no se da en relación con aquellos derechos reales (y los títulos que son
portadores de los mismos) que pueden coexistir de forma plural sobre una finca, por
ejemplo, varias hipotecas. Tales títulos no son incompatibles ni contradictorios entre sí,
sino que, pudiendo recaer de forma simultánea sobre el inmueble inscrito, únicamente
plantean el problema de establecer el orden de jerarquía o prelación entre ellos, Por
tanto, todos ellos podrán coexistir registralmente, aunque en todo caso el rango regis-
tral de los mismos vendrá dado por la prioridad en la inscripción, que constituye una
regla de aplicación general en el mundo hipotecario», ob. cit., t. V, p. 358.
El rango consiste en el emplazamiento, ubicación o situación de un derecho respecto
de otro. No se concibe el rango que no sea referido a un derecho en actual o virtual
oposición con otro. No es un derecho autónomo, sino que su existencia misma de-
pende de un derecho. Es una prerrogativa que califica un derecho que se manifiesta
en caso de confrontación. El rango es presupuesto de toda causa legítima de referen-
cia, sea legal (privilegios) o convencional (derechos reales de garantía). ADROGUÉ,
Miguel, citando a DE CASSO ROMERO, dice en nota a pie de página, que «el rango en sí
mismo, nada significa, pero en relación con el de los distintos derechos reales, entre
sí, implica un positivo valor económico para el titular del derecho que ocupe rango
preferente», Temas de derechos reales, Plus Ultra, Buenos Aires, 1986, p. 227.
706 NERIO GONZÁLEZ LINARES
CAPÍTULO XVII
De la Garantía Real Mobiliaria
(De la Prenda)
TÍTULO I
GENERALIDADES
648. PREMISA
El vocablo «prenda» proviene de la voz latina «pignus», que a su vez
deriva de pugnus (puño), y la voz española «prenda» viene del verbo latino
prehendere, que significa prender, agarrar alguna cosa. Para algunos la etimo-
logía de la palabra prenda está relacionada a la denominación pignus, que la
definía el Jurisconsulto CAYO, como el pugno o punto, que representaba el
acto de aprehender el objeto prendado al constituirse la prenda. También la
hacen derivar de las palabras griegas pago y pango, en alusión al esfuerzo con
que se aseguraba el contrato de préstamo. La palabra prenda tiene una inme-
morial existencia que la podemos encontrar en la Biblia, en Deuteronomio
24,10. Los romanos conocieron la prenda y la hipoteca como garantías desti-
nadas a asegurar los créditos, diferenciando ambas garantías según el mo-
mento en que el acreedor asumía la posesión de la cosa, es decir, desde el
momento de la constitución, o después de haberse vencido el crédito. La
prenda fue conceptuada por el Derecho romano1 como el hecho por el cual el
acreedor recibía del deudor o de un tercero una cosa mueble o inmueble en
siste en que el deudor entrega al acreedor, a título de prenda, la posesión de una cosa,
y el acreedor se obliga a devolverla después del pago (…). El acreedor pignoraticio
tiene más que la simple detención de la prenda: es poseedor; más bien dicho, las
ventajas de la posesión están repartidas entre él y el deudor. El acreedor es tratado
como si poseyese por sí mismo, en cuando que tiene la protección de los interdictos.
Cualquiera sea la persona que le arrebate la cosa, aún el mismo deudor, puede
dirigirse al pretor para hacerse poner nuevamente en posesión de ella. Gracias a esta
protección, constituye su garantía (…)», ibídem, p. 88.
CAPÍTULO XVII: DE LA PRENDA 713
649. ACEPCIONES
El concepto jurídico prenda tiene algunas acepciones, como las que
siguen:
1. Como contrato de prenda, esta acepción no puede tener mayor rele-
vancia, porque sencillamente la prenda no es contrato nominado ni innomi-
nado. Se trata de un derecho real de garantía, cuya tipicidad emana del
artículo 881 del Código Civil. La prenda tiene por objeto asegurar el cum-
plimiento de una obligación principal, de la cual es accesoria.2. Como dere-
cho real de garantía, es la que tiene precisión jurídica y científica que armo-
niza con nuestra legislación, además, condice con su propia naturaleza jurí-
dica (de derecho real mobiliario). 3. Como objeto o bien entregado en ga-
rantía, esta acepción se halla relacionada con la tradición del bien a favor
del acreedor. La tradición perfecciona o es constitutiva de derecho —en la
prenda— propiamente en la celebración del contrato de préstamo de dine-
ro con garantía real. Pero hay que advertir que el objeto del contrato es
propiamente la prestación principal, de la que es accesoria la prenda como
derecho real.La correcta acepción, con relevancia jurídica, es la de derecho
real de garantía —de prenda—, como derecho accesorio de la obligación
principal; la cual, al constituirse, toma la denominación de contrato de prés-
tamo, crédito, mutuo o préstamo de dinero.
base que todo bien mueble esté —con o sin tradición— o no inscrito en los
Registros Públicos, debe adquirir relevancia económica y social en la obten-
ción del crédito.
652. DEFINICIÓN
El derecho real de prenda (garantía mobiliaria, aun ahora, con las in-
novaciones que nos trae la ley 28677), posiblemente sea el más antiguo —
incluso que el de hipoteca—, y esto se trasluce por la íntima vinculación que
CAPÍTULO XVII: DE LA PRENDA 719
mantiene con la posesión, porque como sabemos fue ésta la forma primigenia
de apoderamiento de las cosas haciéndolas suyas el poseedor, o por la for-
ma fácil de presentarse los bienes muebles para la real entrega, como ocu-
rre con la prenda; desde luego, no se trata de cualquier entrega, sino de
una que concede ciertas facultades al acreedor, como la de disponer el bien,
en caso de incumplimiento de la obligación de dar o pagar la deuda; de ahí
que la prenda, como dice WOLFF2, es «un derecho real de realización del
valor de una cosa mueble, que sirve para garantizar un crédito». Aseverar
con precisión, que la prenda es un derecho real de garantía, es aludir a su
naturaleza jurídica, con las connotaciones de tener como objeto sólo los
bienes muebles, la tradición como el modo que lo perfecciona y la presencia
del acreedor o de un tercero —como dice el autor— que ostenta la facultad
de venderlos o enajenarlos en cuanto se produzca el incumplimiento de la
obligación principal consistente en el pago de la deuda.
Por la omisión voluntaria o involuntaria de los «legisladores», en la
denominación de la Ley 28677, se advierte que no se ha utilizado el concep-
to «derecho real» o simplemente «real» (v. gr., «Ley de la Garantía Real
Mobiliaria» o «Ley de la Garantía Real Mobiliaria Unificada»). Sin embar-
go, la naturaleza real de la garantía mobiliaria está claramente instituida en
la misma ley cuando reconoce los poderes peculiares que otorgan los dere-
chos reales de garantía al acreedor como son el ius preferendi (artículos 22 y
25) y el ius persequendi (artículo 13).
En palabras de SALVAT3, «habrá constitución de prenda cuando el deu-
dor, por una obligación cierta o condicional presente o futura, entregue al
acreedor una cosa mueble o un crédito en seguridad de la deuda». El
profesor CUADROS4, define la prenda expresando que «es un derecho real
de garantía que se establece sobre el bien mueble que se entrega para
garantizar el cumplimiento de una obligación, autorizando al acreedor a
vender el bien si no se cumple la obligación. A esta definición se la puede
2 WOLFF, M., ob. cit., p. 410. Véase PUIG BRUTAU, J., que señala como características de la
prenda: «a) priva al deudor de la posesión de la cosa dada que pasa a poder del
acreedor o de un tercero; b) atribuye al acreedor el poder jurídico de realizar el valor
de la cosa pignorada (…), c) el derecho real de prenda puede, además, conferir al
acreedor otro derecho, pues, a falta de pacto que lo excluye, si la cosa dada en prenda
produce frutos o intereses, el acreedor compensará los que perciba con los que se le
deben (…)», ob. cit., t. III, vol. III, pp. 21-22.
3 SALVAT, R., Tratado de derecho civil argentino, t. III, Bs. As., 1956, p. 245.
4 CUADROS VILLENA, C. F., ob. cit., t. 4°, p. 109.
720 NERIO GONZÁLEZ LINARES
657. LOS BIENES DEBEN SER DE PROPIEDAD DEL DEUDOR. Esta ca-
racterística de la prenda mobiliaria, es común a todo acto de disposición de
un bien por parte del titular, esto es, que el deudor goce del derecho de
propiedad sobre el bien objeto de la garantía; lo cual, desde luego, y a
nuestro juicio, está vinculado con los requisitos de validez de la misma. En
consecuencia la exigencia para la validez de la prenda mobiliaria es que
grave el bien quien sea su propietario o quien esté autorizado legalmente.
¿Y quién es ese legalmente autorizado? Sin duda, es la persona a quien de
manera expresa se le ha conferido el mandato para que represente válida-
mente al propietario-deudor (artículo 156 del Código Civil). Es principio
que rige en los derechos reales de garantía que sólo está legitimado para
gravar bienes muebles o inmuebles quien ejerce plenamente el derecho de
propiedad, es por eso, que el gravamen pesa sobre este derecho. Claro está
que la legitimidad radica, sin duda, en el propietario del bien mueble.
tía mobiliaria al precio de venta —ius vendendi— del bien objeto de la ga-
rantía real mobiliaria (artículo 14 de la ley 28677).
659.2. La extensión comprende: el bien principal, sus integrantes y
accesorios. Se refiere a los bienes accesorios que están atraídos por el bien
mueble principal, como objeto de la prenda o garantía mobiliaria. Sabemos
que los bienes accesorios no tienen vida jurídica independiente o propia,
sino dependen fuertemente del bien principal al cual le sirven bajo el prin-
cipio accesorium sequitur principale (artículo 889 del Código Civil); sin em-
bargo, se puede hacer posible la diferenciación o separación, de los bienes
accesorios, del bien principal por voluntad de las partes o de la ley. Como
antecedente, tenemos que la tradición del bien principal objeto de la garan-
tía real se verifica conjuntamente que la de los bienes accesorios, que por
regla general están sometidos a las finalidades del bien gravado. El mueble
atrae a sus accesorios en una sola unidad mobiliaria para los fines del gra-
vamen; lo que significa que la prenda se extiende a todos los accesorios del
bien mueble, o conforme a los supuestos que contenía el artículo 1057 del
Código Civil, en el sentido siguiente: «La prenda se extiende a todos los
accesorios del bien, los frutos y aumentos pertenecen al propietario, salvo
pacto distinto». De acuerdo con la ley 28677 (artículo 6), la garantía mobiliaria
tendrá la extensión, en cuanto al bien mueble gravado o afectado, que las
partes convengan. A falta de pacto, la garantía mobiliaria afectará el bien
mueble, sus partes integrantes y accesorias existentes al tiempo de la ejecu-
ción y, eventualmente, el precio de la enajenación, el nuevo bien mueble
que resulte de la transformación del bien mueble afectado en garantía
mobiliaria, la indemnización del seguro que se hubiese contratado y la
justipreciada en el caso de la expropiación.
TÍTULO II
LA GARANTÍA REAL MOBILIARIA. SUS ANTECEDENTES
EN LAS PRENDAS ORDINARIA Y ESPECIAL DEL CÓDIGO CIVIL
ius real puede ser generada por la manifestación de la voluntad? Sobre el par-
ticular CUADROS6 afirma que «la fuente de la prenda como derecho real es la
voluntad de las partes expresada en el contrato de prenda», afirmación que no
compartimos, porque ningún derecho real puede nacer de la voluntad de la
partes, sino sólo de la ley, como orienta y dispone el artículo 881 del Código
Civil —sistema numerus clausus, legal o limitativo, adoptado por nuestro orde-
namiento jurídico civil, en cuanto a la creación de los derechos reales—. Ahora
bien, si conceptuamos, como algunos lo hacen, reiterativamente, que el dere-
cho real de la prenda es un contrato, entonces no es difícil, aseverar que la
prenda tenga como fuente la voluntad, lo que a nuestro juicio es equivocado.La
tradición real implica que debe ser objetiva y efectiva, y que satisfaga los inte-
reses del acreedor en cuanto a la seguridad que le ofrece la prenda como dere-
cho real de garantía; dijimos efectiva, porque con el desplazamiento de la po-
sesión del deudor hacia el acreedor toda posibilidad de burlar los derechos de
éste, se hace remota, o como dice SALVAT7, «la idea esencial es que haya la
desposesión del deudor y que las cosas dadas en prenda queden bajo el poder
inmediato del acreedor o de un tercero». Entendemos, entonces, que la tradi-
ción es inherente a la prenda, y que se halla impregnada fuertemente en el
concepto de la ciudadanía, es decir, donde hay prenda hay tradición del mue-
ble, que se constituye en la garantía idónea sobre todo en nuestro medio, en el
cual la cultura del incumplimiento de la obligación está siempre latente en el
deudor. En suma, la prenda con tradición sirve para asegurar real y efectiva-
mente el cumplimiento de la obligación por parte del deudor; y el desplaza-
miento del bien mueble para darle objetividad y publicidad a la prenda. En
efecto, ese es el espíritu de la Ley de la Garantía Mobiliaria (28677).
660.2.2. La tradición jurídica. Se posibilita en la prenda o garantía mobiliaria
sin entrega física del mueble, o, como se dice, sin desposesión. Esta variable
de la tradición de la prenda, se realiza sin el desplazamiento del objeto
otorgado en garantía; rompe, entonces, la regla general de la tradición real
o material. En algunos sectores de la doctrina se la compara con la hipoteca,
y la denominan «hipoteca mobiliaria», lo que desde luego merece nuestra
crítica, en razón de que la hipoteca es sólo sobre bien inmueble, y la prenda
sólo recae en muebles. Esta situación, es decir, la garantía con entrega o no
del bien mueble se encuentra prevista en el artículo 3, inciso 3.1., de la ley
28677, cuando expresa, «que la garantía mobiliaria puede darse con o sin
desposesión del bien mueble». Lo que significa que se puede pactar entre el
661. CRÍTICA. Nuestras ideas sobre una crítica reflexiva están ceñidas, en
cuanto se habla de «entrega jurídica de la prenda», o de «tradición con
entrega jurídica», estas expresiones resultan implicantes, porque el concep-
to «entrega», significa «acción y efecto de entregar» o «cantidad de cosas
que se entregan de una vez», y el vocablo «tradición», significa (en dere-
cho), entrega material, física, efectiva o real; por lo que, referir «entrega
jurídica» en vez de «tradición jurídica» no es conceptualmente preciso. Lo
correcto es referir a la «tradición jurídica», expresión que le da connotación
propia a la efectividad de lo que finge la ley. La ficción de la tradición, o la
simbólica tradición, implica que no existe entrega material alguna; por con-
siguiente, de qué entrega nos habla la ley, si la entrega es propiamente
material. De esta crítica tampoco escapa la ley 28677.
por escrito y podrá instrumentarse por cualquier medio fehaciente que deje
constancia de la voluntad de quien lo otorga, incluyendo el telex, telefax,
intercambio electrónico de datos, correo electrónico y medios ópticos o simi-
lares de conformidad con la ley N° 27269, Ley de Firmas y Certificados
Digitales, el Decreto Supremo Nº 019-2002-JUS, Reglamento de la Ley de
Firmas y Certificado Digitales y las demás normas aplicables en esta materia.
Cuando la garantía mobiliaria se constituye por un tercero, no se re-
querirá del consentimiento del deudor (artículo 17, ley 28677).
De lo precedente advertimos que la constitución de la garantía real
mobiliaria es ad solemnitatem en cuanto la garantía mobiliaria sea oponible
a terceros. De esta afirmación no hay duda, porque sólo la inscripción
registral asigna al acto publicidad registral y vale erga omnes o frente a to-
dos. Sin embargo, la norma también da paso a que la garantía real mobiliaria
pueda ser constituida por acto ad probationem, en cuanto requiere
instrumentarse por cualquier medio fehaciente que deje constancia de las
manifestaciones de voluntad del acreedor y del deudor, por ejemplo, me-
diante los medios mencionados (telex, telefax, correo electrónico, etc.).
La garantía mobiliaria se constituye por documento que conste por
escrito y debe registrarse en un nuevo Registro Mobiliario de Contratos o
en el Registro Jurídico del bien afectado o gravado con el objeto de que sea
oponible a terceros.
663.2. La entrega sin desposesión o con la entrega real del bien mue-
ble. ¿Cómo se entiende la garantía sin desposesión? Es sin duda la entrega
jurídica. Consiste en la entrega ficta del bien mueble a favor del acreedor,
porque la posesión material queda o sigue en poder del deudor. Con otras
palabras, en esta clase de prenda la entrega material del bien no se produ-
ce, es ficta, de tal suerte que el propietario-deudor seguirá poseyendo el
bien objeto de la prenda, pero la situación del deudor-poseedor se trans-
forma, conservando y manteniendo la posesión a nombre de su acreedor.
¿En el supuesto de que exista una prenda con tradición, las partes pueden
convenir que se transforme en una sin tradición? No habrá ningún inconve-
niente, siempre que exista acuerdo de voluntades y el bien se encuentre
inscrito en el Registro correspondiente. Este caso tiene como objetivo el
retorno del bien a la posesión del deudor, y el evitar los menoscabos que
podría sufrir la propia sustancia del bien. En este mismo caso, una vez
desposeído el acreedor, ¿cómo quedan sus derechos preferenciales de con-
currir con otros acreedores? Desde luego que la preferencia «subsiste» sólo
en tanto el bien dado en prenda permanezca en posesión del acreedor o del
tercero designado. Lo que significa que en la prenda con tradición jurídica
los derechos preferenciales del acreedor, se hallan expeditos.
8 Cfr. http://transparencia-económica.mef.gob.pe
CAPÍTULO XVII: DE LA PRENDA 737
TÍTULO III
DERECHOS Y OBLIGACIONES. EXTINCIÓN
675. CONCLUSIONES
Primera.- En la garantía mobiliaria sobre créditos la transmisión posesoria
se tangibiliza mediante la objetividad que representan los documentos del
crédito pignorado, en los cuales se hallan involucrados los derechos de cré-
dito del constituyente, de esta manera se hace posible el objeto de la prenda,
toda vez que la posesión del documento significa al mismo tiempo ejercer la
posesión del derecho que se halla incorporado en el documento.
Segunda.- Únicamente se pueden dar en prenda créditos que obren en
documentos, que deben ser traditados o entregados al acreedor.
Tercera.- Por acuerdo de partes el documento puede ser confiado a un
tercero o en su caso depositado en una institución bancaria o de crédito. La
aceptación del constituyente es irrevocable y desde luego el deudor debe
ser válidamente notificado.
676.4. La notificación del deudor del crédito. Este requisito, para la confi-
guración válida de la garantía mobiliaria sobre créditos estuvo previsto en la
parte in fine de la segunda parte del artículo 1086 del Código Civil, que expresa-
ba: «... y el deudor debe ser notificado». ¿Pero con qué objeto? Para que adquie-
ra conocimiento, mediante la comunicación directa y expresa, de los actos de
disposición del propietario del crédito y que la obligación del deudor (del crédi-
to) tenga que cumplir sus obligaciones ante el acreedor prendario. La notifica-
ción debe ser oportuna, expresa y directa; es decir, debe ser practicada inmedia-
tamente que el acreedor y deudor prendarios (del crédito), hayan generado y
concretizado sus acuerdos, y en la forma más idónea, v. gr., mediante carta nota-
rial con fecha cierta, notificada directa y personalmente al deudor del crédito.
títulos valores. El rubro nos indica que se trata de la prenda de los derechos
de crédito incorporados en documentos denominados títulos valores, lo que
quiere decir, que el acto pignoraticio es sobre los créditos incorporados en
ellos (títulos valores).
¿Qué es título para los fines del crédito? Entendemos que el título es el
instrumento de percepción material para la constitución del gravamen
prendario, es pues mediante el título que el crédito tiene existencia y pre-
sencia material, que a la vez hace posible la entrega de la posesión del
crédito, además le da legitimidad al constituyente para el ejercicio del de-
recho real de prenda, obviamente en razón de tener el derecho incorpora-
do en el documento o título valor. El tratamiento jurídico de los títulos
valores, en sí corresponde, por la materia, al derecho comercial, como en
efecto, el propio Código Civil disponía (artículo 1087, segundo párrafo):
«Cuando se trata de títulos a la orden y nominativos, debe observarse la
ley de la materia».¿Qué se entiende por valores, en la materia que nos ocupa? La
expresión «valores», según WOLFF —citado por ROMERO—, comprende en el
derecho comercial las acciones, bonos, títulos de crédito negociables, que
pueden consistir en: a) títulos nominativos, no endosables, que requieren
de la notificación al deudor a más de la entrega del título; b) títulos a la
orden, como letras de cambio, cheques nominativos, acciones y la entrega
del título sin notificación al deudor; y, c) títulos al portador, en que basta la
entrega del título sin endoso alguno, ya que son abonables a quien presente
el título. En todo caso, creemos que la entrega debe perfeccionar la prenda
sobre títulos valores, es la posesión del bien la que hace del poseedor su
titular (estamos aludiendo a bienes considerados muebles como establece
el artículo 886, inciso 5, del Código Civil). En cuanto a la notificación, resul-
ta que se trata de una formalidad que se hace imprescindible para la vali-
dez de la prenda, lo que significa que en ésta clase de bienes patrimoniales
(títulos valores) se hace también necesaria aún cuando se trate de docu-
mentos a la orden, se trasmiten por el endoso, pues basta la firma del acree-
dor. En lo que corresponde al título girado al portador no es necesario
ningún endoso, sino la simple entrega del título valor, y circula para quien
sea su portador, aquí es suficiente el acuerdo de la transmisión de la pose-
sión del título valor para tenerse por hecha la tradición, con ésta se cumple
la exigencia legal del aseguramiento del derecho incorporado en el título
valor. En suma, se entiende por títulos valores, entre otros, las letras de
cambio, los cheques, los pagarés, los vales; y desde luego, cualquier otro
documento de contenido patrimonial que tenga por objeto circular. La ley
de la garantía mobiliaria 28677, en su artículo 54, se ocupa de la garantía
mobiliaria sobre títulos valores, expresando: «El acreedor garantizado que
hubiese recibido títulos valores en garantía mobiliaria, queda subrogado
746 NERIO GONZÁLEZ LINARES
en los derechos del deudor para practicar todos los actos que sean necesa-
rios para conservar la eficacia del título y los derechos de su deudor, así
como para su cobro o la enajenación en caso de incumplimiento».
10 El artículo 886 del Código Civil, señala: «Son muebles: (...) 5. Los títulos valores de
cualquier clase o los instrumentos donde conste la adquisición de crédito o derechos
personales».
CAPÍTULO XVII: DE LA PRENDA 747
TÍTULO IV
DERECHOS Y OBLIGACIONES DEL ACREEDOR PRENDARIO
(DEL GARANTIZADO MOBILIARIO)
11 El Peruano, 21.01.99.
748 NERIO GONZÁLEZ LINARES
681.1.7.1. Casos (sobre el cambio del bien objeto de garantía). El derecho del
acreedor prendario de exigir el cambio del bien objeto de la garantía se
puede presentar en los casos siguientes:
1. Cuando el bien mueble entregado al acreedor no sea de propiedad
del constituyente, es decir, resulta que la prenda recayó en un bien ajeno. 2.
Cuando el acreedor haya sido engañado sobre el bien objeto de la garantía
(en su calidad, cantidad, etc.). 3. Cuando el valor del bien entregado en pren-
da es insuficiente para cubrir la obligación principal. 4. Cuando al acreedor se
le haya entregado el bien con vicio oculto. Los casos mencionados pueden
ser provocados por la actitud dolosa, o negligente del deudor; sin embargo,
por la misma movilidad de los muebles, éstos se prestan a la equivocación o
confusión en la tradición material; en todo caso, el constituyente debe actuar
o proceder de buena fe, con el convencimiento de que el deudor ha procedi-
do creyendo firmemente que el bien es de su propiedad, o que por ignoran-
cia cometió el error de entregar un bien ajeno. El engaño doloso y la mala fe
del deudor, serán manifiestos cuando el deudor, teniendo perfecto conoci-
miento de que el bien no le pertenece en propiedad, ejecutó o hizo la tradi-
ción del bien (ajeno); conducta que, a nuestro juicio, resulta inmoral y no
puede regularizarse por el simple cambio del bien por otro.
mos, prescribe a los diez años, claro está, siempre que no haya sufrido
interrupciones (artículos 1996 y 2001, inciso 1, del Código Civil). Cabe acla-
rar que la prescripción afecta directamente a la obligación principal deriva-
da del crédito (no es al derecho real de garantía inmobiliaria), pues extin-
guida ella por prescripción, la prenda como derecho real accesorio sólo
sigue la suerte de aquella obligación. La prescripción extintiva o liberatoria
no sólo está presente con ocasión del crédito de dinero, sino en todas las
obligaciones (dar, hacer o no hacer). Su vinculación es inescindible con el
transcurso del tiempo —tempus regit actum—. No es como algunos creen
que la constitución del crédito con la garantía del derecho real de prenda,
según nuestro ordenamiento, no está afectada por la prescripción para su
extinción, por cuanto se dice, que no se encuentra entre las causales de
extinción de la garantía mobiliaria. Sin embargo, en toda obligación está
insito el decurso del tiempo a la espera de que se cumpla el plazo que
señala la ley, para operar con su extinción.
681.2.1. El no uso y goce del bien dado en garantía mobiliaria. Más que una
obligación es una prohibición de no usar el bien prendado. Como antecedente lo
tenemos en el artículo 1076 del Código Civil, que establecía: «El acreedor no
puede usar el bien sin el permiso del constituyente. Si hay abuso del bien pren-
dado, tanto el deudor como el constituyente, si son distintos, pueden pedir que
sea puesto en poder de un tercero». La tradición del bien es obligación del cons-
tituyente, y mantener la posesión del bien es obligación del acreedor, éste no
puede usar el bien sin el consentimiento expreso del deudor propietario, lo que
significa que si el acreedor cuenta con el expreso consentimiento del constitu-
yente puede ejercer el uso y goce del bien a título oneroso o gratuito, si es
oneroso puede ser en arrendamiento, o puede ser gratuito en comodato; ade-
más, cuando la norma citada expresa que si hay abuso del bien prendado, tanto
CAPÍTULO XVII: DE LA PRENDA 755
el deudor como el constituyente, si son distintos, pueden pedir que sea puesto
en poder de un tercero, el abuso en la prenda se debe entender como el uso del
bien sin el consentimiento del deudor, o según como se presenten las circunstan-
cias el abuso puede ser por el uso arbitrario, perjudicial o excesivo del bien. En
cuanto al depositario si este procede con abuso en el uso del bien, se le puede
subrogar. El uso no autorizado o abusivo del bien, inclusive puede dar paso a la
resolución del contrato (artículo 1371 del Código Civil).
681.2.2. Restituir el bien entregado en garantía real. Esta obligación opera sólo
cuando el deudor ha cumplido íntegramente sus obligaciones frente al acree-
dor; lo que quiere decir que la posesión del bien mantenida por éste durante el
plazo del crédito, al ser cancelada totalmente la obligación, debe ser restituida
materialmente a favor del deudor-propietario. Todo esto significa que el acree-
dor está en la obligación legal de devolver o restituir el bien, en cuanto se haya
cumplido el pago total de la deuda principal, además, si es del caso, el pago de
los gastos de conservación. Extinguida la obligación principal con la cancela-
ción total de la deuda y otros reembolsos, la prenda como derecho accesorio
carece de objeto porque ya nada tiene que garantizar.
TÍTULO V
DERECHOS Y DEBERES DEL DEUDOR. EXTINCIÓN DE LA
PRENDA (GARANTÍA MOBILIARIA)
682.1.1. Derecho a la disposición del bien. Quien transfiere un bien por acto
inter vivos o mortis causa, está realizando actos de libre disponibilidad, y es que
ocurre lo mismo con quien grava su derecho de propiedad que tiene como
objeto un bien mueble entregándolo en garantía de un crédito; lo que preten-
758 NERIO GONZÁLEZ LINARES
comodato, en efecto, se tiene el artículo 1819 del Código Civil, el cual guarda
concordancia con el dispositivo antes citado, que norma el deber de custodia
y conservación del bien que tiene el acreedor. No está demás recordar que
todo lo precedente es en cuanto concierne a la prenda ordinaria o con entre-
ga material del bien.
artículo 1078 del Código Civil, que a la letra expresaba: «El propietario puede
oponerse a la explotación por el depositario, si importa riesgo para el bien».
Aclarando que en la prenda, el acreedor adquiría la calidad de depositario, a la
cual aludía la norma transcrita. Sin embargo, si el derecho a la oposición hoy no
tiene norma fija, no se puede negar que es un derecho natural del propietario.
dad frente a este hecho sería la presencia de un préstamo de dinero sin garantía
real, o en su caso, se tendría que recurrir a la garantía personal (fianza). Como
otra alternativa se tendría que resolver el contrato de mutuo o crédito, por
haber sobrevenido a su celebración la imposibilidad de prestar garantía real.
CAPÍTULO XVIII
De la anticresis
TÍTULO I
GENERALIDADES
cosa se podía establecer el pacto para que los frutos fuesen aprovechados en
pago de los intereses. Se percibe que el citado pignus ofrecía la peculiaridad
de que los frutos eran percibidos en lugar de los intereses; sin embargo, no
fue con el objeto de efectuar el pago de los intereses con el valor de los
frutos, sino, los frutos eran adjudicados en pago de los intereses, para lo cual
no se tenía en cuenta el valor de los frutos ni cuanto sumaban los intereses.
Fue Constantino, quien llegó a determinar o fijar la tasa de interés, y
estableció que los frutos percibidos por el acreedor no excedieran de las
tasas fijadas, y todo exceso debía imputarse o aplicarse al capital. En la
edad media el Derecho Canónico, proscribió la anticresis con la prohibición
del cobro de intereses que afectaba el principio de la gratuidad del mutuo,
y además, por considerar usurario cualquier interés (Concilio de París del
año 829, posteriormente con el Papa Gregorio IX, se aceptó la anticresis,
sólo para garantizar la dote prometida al marido).
El Code Civil francés, aún cuando en su proyecto nada disponía sobre
la anticresis, fue después de haber sido censurado por la omisión respecti-
va, y ya revisada en la versión oficial y definitiva, cuando se ocupa de la
anticresis muy detenidamente y con cierta autonomía. Posteriormente, in-
fluyó en los códigos civiles iberoamericanos, entre ellos, a los nuestros de
1852 —que la concebía como prenda inmobiliaria—, 1936 (artículos 1004 a
1009) y 1984 (artículos 1091 a 1096). En la actualidad la gran mayoría de los
Códigos3 mantienen la anticresis, como uno de los derechos reales de ga-
rantía; pero en algunos sectores de la doctrina se la rechaza por considerar-
la que se trata de una figura anacrónica, obsoleta e incluso injusta en el
trato del anticresista deudor. En esta línea de ideas, el proyecto para el
Libro de los Derechos Reales, elaborado por MAISCH VON HUMBOLDT4, no
691.1. Diferencias
1. En la prenda el bien que garantiza la obligación principal es de natu-
raleza mobiliaria. En cambio, en la anticresis el objeto es un bien de natura-
leza inmobiliaria y fructífera.
2. En la prenda el acreedor no puede hacer uso del bien, si no cuenta
con el consentimiento del deudor. En la anticresis el acreedor toma necesa-
riamente el bien para usar y disfrutar (posesión activa y productiva).
3. La constitución de la prenda puede ser por documento privado o
por escritura pública. En cambio, la constitución del contrato de mutuo o
préstamo de dinero con garantía anticrética, necesariamente debe constar
774 NERIO GONZÁLEZ LINARES
691.2. Semejanzas
1. La prenda y la anticresis normativamente están reguladas en el Li-
bro V, «Derechos Reales», del Código Civil.
2. Ambas son derechos reales que garantizan una obligación principal
emanada del contrato de préstamo o crédito de dinero.
3. Ambas tienen el carácter de derechos accesorios de la obligación
principal. No tienen vida jurídica independiente, sino dependiente de la
obligación mencionada.
TÍTULO II
DERECHOS Y OBLIGACIONES DEL ACREEDOR
694.1.6. Derecho a los reembolsos por conservación del bien y por las mejoras. El
uso y goce que imprime el acreedor sobre el inmueble entregado en garan-
tía deben ser ejercidos sin causar menoscabo o deterioro al bien, esto es,
que la posesión debe mantenerse con las reparaciones ordinarias que el
destino o la naturaleza misma del bien explotado exige, de tal manera que
el usufructo del bien sea racional y sostenido.
¿Qué se entiende por reparaciones ordinarias? Son aquellas que se pro-
ducen por el uso normal de los bienes o que son indispensables para su
conservación y explotación. Si la conservación del predio requiere de repa-
raciones extraordinarias, el acreedor-poseedor deberá contar con la autori-
zación del propietario-deudor para poder realizarlas, sólo así podrá exigir
el reembolso de los gastos correspondientes —gastos extraordinarios—;
ahora bien, si las obras y los gastos extraordinarios se han verificado por
hechos provocados por el acreedor, deben correr por su cuenta.
Lo cierto es que el acreedor, como consecuencia de la entrega del in-
mueble, ejerce el uso y goce del predio —explotación económica—, y por
tanto, adquiere la obligación de efectuar las reparaciones ordinarias del bien
en lo que corresponde a una explotación normal. En la normatividad desti-
nada a la regulación de la anticresis no advertimos norma alguna que haya
previsto dicha obligación del acreedor. Consiguientemente, tenemos que re-
currir al manejo sistémico de las normas, como las contenidas en los artículos
1013 y 1014 del Código Civil (con respecto al usufructo), en concordancia con
los artículos 1094 y 1681, inciso 6, del Código Civil, sin dejar de recordar que
la obligación de efectuar las reparaciones correspondientes al acreedor debe
emanar preponderantemente del acto constitutivo o de la ley.
En lo que respecta a las mejoras introducidas por el poseedor-acree-
dor; se debe observar la regulación de la clase de mejoras que hayan sido
introducidas —necesarias, útiles o de recreo (supra 171)—. La introducción
de mejoras, particularmente las útiles, debe estar sometida a la autoriza-
ción expresa del deudor propietario. Sólo así se podrán superar las dificul-
tades que puedan presentarse al momento de la restitución del inmueble y
accesorios, es decir, en cuanto se justifique el derecho del acreedor al reem-
bolso de las mejoras. Para salvar esas dificultades, la práctica nos enseña
que es el acto constitutivo o el contrato de mutuo con garantía anticrética
el momento para la creación de todas las obligaciones y los derechos de las
partes, siempre que no se vaya en contra de una norma imperativa. Intro-
784 NERIO GONZÁLEZ LINARES
TÍTULO III
DERECHOS Y OBLIGACIONES DEL DEUDOR.
EXTINCIÓN DE LA ANTICRESIS
695.1. Derechos
6. En el Código Civil español (artículos 354 y 355) se legisla las clases de frutos (natura-
les, industriales y civiles).
7. Expediente 1108-97-Lima, LEDESMA NARVAEZ, Marianella, Jurisprudencia Actual, t. II, N°
70).
790 NERIO GONZÁLEZ LINARES
ción del bien; por consiguiente, introducir mejoras por decisión unilateral
—sin la autorización expresa del propietario—, en la práctica genera serias
dificultades, al momento de la restitución del bien. Todo esto nos advierte
—insistimos—, que en el acto constitutivo debe constar con precisión y
claridad cómo debe operar física y económicamente la introducción de las
mejoras, en todas sus clases.
697.4. Destrucción total del bien. La ley al establecer esta causal para
la extinción de la prenda (artículo 1090 del Código Civil), de aplicabilidad a
la extinción de la anticresis, se refiere expresamente al bien físico que es
objeto de la garantía. Nuevamente la extinción es con relación al derecho
accesorio, que es la garantía real, siendo así, a esta causal de extinción se la
debe entender con referencia al inmueble.
La destrucción total del bien inmueble significa su desaparición física e
implica la extinción de la garantía. La destrucción puede ser provocada por
acción humana (una demolición) o por acción de las fuerzas de la naturale-
za (un sismo), en estos casos, la destrucción del bien como causal de extin-
792 NERIO GONZÁLEZ LINARES
CAPÍTULO XIX
De la hipoteca
TÍTULO I
GENERALIDADES
1. Al respecto véanse BORDA, G., «Breves noticias históricas sobre la hipoteca», en ob. cit., p.
502; ROMERO ROMAÑA, E., ob. cit., p. 359; DE SALVO VENOSA, Silvio, Dereito civil - direitos
reais, Atlas, vol. 5, San Pablo, 2003, pp. 513-516.
CAPÍTULO XIX: DE LA HIPOTECA 795
La hipoteca, para ROCA SASTRE5, seguido por PUIG BRUTAU, «es un dere-
cho real que, ya de momento, sujeta lo hipotecado, cualquiera sea su titular,
el poder de exigir eventualmente la realización de su valor así como la adop-
ción de medidas dirigidas a salvaguardarlo, todo en seguridad o garantía de
la efectividad de alguna obligación dineraria, y cuyo derecho es de carácter
accesorio, indivisible, de constitución registral, y grava bienes inmuebles,
ajenos, enajenables, que permanecen en posesión a su propietario o titular, y
el cual implica un poderoso instrumento de crédito territorial».
También se puede definir la hipoteca tomando sus características, como
un derecho real, accesorio, formal, indivisible, especializado, inmobiliario,
de constitución registral, que recae sobre el valor de los bienes inmuebles
que en caso de incumplimiento responden por la deuda del deudor, y vale
frente a todos (erga omnes). PLANIOL y RIPERT, definen la hipoteca como «una
garantía real que sin desposeer al propietario del bien gravado, permite al
acreedor embargarlo al vencimiento, hacerlo vender, a pesar de que se
halle en poder de tercero y cobrar con cargo el precio, con preferencia a los
demás acreedores. Consiste por tanto, esencialmente en la afectación con
preferencia y sin desplazamiento de un bien particular, separado del con-
junto del patrimonio de que forma parte, el cumplimiento de una deuda
determinada, quedando este bien, por otra parte, sujeto al derecho de prenda
genérico propio de todas las obligaciones del dueño».
Para PUIG BRUTAU6, la hipoteca «consiste en afectar el valor de unos bie-
nes determinados en garantía del cumplimiento de una obligación también
leza real. La hipoteca como derecho accesorio tiene como objeto bienes
inmuebles, no existe posibilidad alguna de hipoteca sobre bienes muebles.
La llamada hipoteca mobiliaria, es un contrasentido, porque no hay hipoteca
sobre muebles, en todo caso se trataría de la prenda sin desplazamiento de la
posesión o con tradición jurídica (sobre muebles). Pero, lo que realmente
configura la hipoteca como derecho real, y la diferencia de la prenda, no es la
naturaleza del bien inmueble que sirve de garantía, sino el hecho de que en la
hipoteca el bien se mantiene en posesión del deudor-propietario.
4. La garantía que ofrece la hipoteca radica esencialmente en la potes-
tad de disposición que el propietario-deudor le confiere al acreedor, para
proceder con la venta del bien —ius distrahendi—, aun sin el consentimiento
del deudor propietario. Esta situación básicamente le asigna la naturaleza
de derecho real a la hipoteca, por ejercer el acreedor uno de los poderes
sustanciales del propietario —ius abutendi—, para el caso del incumplimien-
to de la obligación principal.
5. Una razón de mucho peso es la potestad de persecución que el dere-
cho real le confiere al acreedor, para hacer eficaz la realización de la obliga-
ción principal, con el valor del inmueble, en poder de quien se encuentre.
Esta facultad es sólo inherente a los derechos reales.
¿En qué reside la garantía que otorga la hipoteca, si no existe tradición
real? Respondemos la pregunta acudiendo a los puntos tres y cuatro, trata-
dos precedentemente; y agregando, que la garantía reside jurídicamente
en aquella potestad de disposición del bien inmueble por el acreedor. Po-
testad que le es concedida con la fuerza del principio de la autonomía de la
voluntad ejercida por el propietario y limitada sólo por el respeto al orden
público, las buenas costumbres y la moral. Sin aquella potestad transmitida
por el deudor-propietario al acreedor, la hipoteca no tendría objeto, care-
cería de naturaleza real.
707.4. Derecho inmobiliario. Sabemos que una de las razones que de-
terminan, en esencia, la naturaleza real de la hipoteca es su carácter inmobi-
liario. La hipoteca debe recaer en bienes inmuebles sin interesar la clase de
obligación que garantiza. Consiguientemente, es de advertir, que no se debe
confundir la naturaleza accesoria de la hipoteca con el objeto que le sirve de
garantía, que es un inmueble. El Código Civil instituye que la hipoteca es
equivalente a inmueble, cuando dice, que por ella «se afecta un inmueble en
garantía del cumplimiento de cualquier obligación, propia o de un tercero»
(artículo 1097 del Código Civil). De lo que desprendemos, que lo accesorio
es la hipoteca y el préstamo es sobre el que versa el fondo del contrato.
¿La hipoteca puede recaer sobre bienes inmuebles no inscritos? La
operatividad de los derechos del acreedor —preferencia, persecución y
venta—, con la connotación de efectividad de la garantía, es para la oportu-
nidad en que los requiera hacer valer el acreedor. De esto aprendemos que
es requisito sine qua non, que el inmueble tenga una impecable vida registral
como objeto de la hipoteca; es decir, para que genere efectos, v. gr., como el
bienes gravados que se conserve, aunque la restante haya desaparecido», ob. cit., t. III,
vol. III, p. 63. Véase ROMERO ROMAÑA, E., ob. cit., t. II, p. 445.
CAPÍTULO XIX: DE LA HIPOTECA 807
TÍTULO II
LA FORMALIDAD
la prenda y anticresis en el Título XV, Libro IV, bajo el rubro «De los con-
tratos de prenda, hipoteca y anticresis» (artículos1857 a 1886), se ha senta-
do jurisprudencia aclaratoria, estableciendo que la hipoteca no es contrato;
es más, que está conceptuada como derecho real de garantía; veamos: «La
hipoteca no es un contrato, sino un derecho real, pese al error del Código
Civil de incluirla en el Libro IV»13. «La hipoteca está conceptuada como un
derecho real de garantía y de realización de valor que recae sobre los bie-
nes inmuebles mediante la concesión al titular de la facultad de enajenarlos
y percibir su precio a través del procedimiento establecido legalmente, con
prohibición del pacto comisorio (…)»14.
La importancia de la jurisprudencia comparada señalada radica en que
concibe jurídicamente la hipoteca no como un contrato, sino como derecho
real de garantía, dentro de la línea del pensamiento de nuestras reflexio-
nes. Criterio jurídico que se hace extensivo para todos los derechos reales
de garantía.
que es constitutiva del derecho del acreedor. Dicho con otras palabras, el
negocio jurídico patrimonial del mutuo o crédito de dinero con garantía
real de hipoteca se perfecciona con la inscripción registral; de este modo
advertimos que el contrato tiene como objeto el crédito de dinero y la hipo-
teca es la garantía real. Del primero, surge el derecho personal de pagar la
obligación principal —pagar la deuda—; y de la segunda, el derecho real
accesorio, que garantiza la relación obligacional del deudor-acreedor.
¿Cuáles serían las consecuencias de la no inscripción registral? En pri-
mer término la hipoteca no producirá los efectos frente a terceros, de acuerdo
a ley (artículos 2012 y 2013 del Código Civil); además, en el caso de un
posible incumplimiento de la obligación principal, el acreedor no tendrá la
calidad de acreedor hipotecario, y carecerá de las facultades de persecu-
ción, preferencia y venta del bien inmueble (artículo 1097 del Código Ci-
vil). La constitución de un crédito con garantía hipotecaria sin inscripción
registral, carece de toda validez, en ella no hay hipoteca, únicamente un
contrato de mutuo. Al respecto la jurisprudencia ha pronunciado: «Uno de
los requisitos para la validez de la constitución de la hipoteca es su inscrip-
ción en el Registro de la Propiedad Inmueble, por lo que la inscripción es
constitutiva del derecho»15.
¿Cuál es la validez de un contrato de mutuo con hipoteca otorgado sin
la observancia de la forma prescrita por la ley? De la pregunta se despren-
de que existe un contrato que ha sido otorgado en documento privado y
por tanto sin inscripción; consiguientemente, en aplicación de las normas
antes indicadas, ese acuerdo carecerá de toda validez como contrato con
garantía hipotecaria, simplemente acreditará el préstamo de dinero, sin hi-
poteca. El contrato es simple, no requiere de la formalidad ni de la inscrip-
ción registral. No existe préstamo o crédito de dinero con garantía hipote-
caria otorgado en documento privado, menos sin inscripción registral.
cual se rerivan las obligaciones del deudor que son grantízadas con el dere-
cho real de la hipoteca).
2. La forma del contrato de mutuo o crédito con garantía hipotecaria
es por escritura pública. Esta publicidad notarial es asignada por la ley de
manera imperativa (artículo 1098 del Código Civil).
3. Los datos generales de las partes: nombre, identificación, domicilio,
estado civil, nacionalidad, v. gr., del cónyuge, si proceden por derecho pro-
pio. Si es por representación convencional, el apoderado debe contar con
poder especial, otorgado en escritura pública e inscrita en el registro co-
rrespondiente; además el poder debe contener la expresión literal del en-
cargo sea del deudor o acreedor hipotecario (artículo 156 del Código Ci-
vil). Cuando la intervención es en representación legal será conforme a los
estatutos de la persona jurídica o como dispone la ley.
4. El derecho de propiedad del deudor sobre el inmueble objeto de la
hipoteca, si es de origen derivado será con la secuencia del tracto sucesivo;
el historial literal registral y la libertad de todo gravamen.
5. La individualización del bien inmueble (urbano o rural) objeto de
hipoteca, comprendiendo sus bienes integrantes y accesorios de ser el caso
(principio de especialidad de la hipoteca con relación al inmueble).
6. La determinación exacta de la cantidad cierta o monto del dinero,
que constituye el objeto del crédito u obligación principal (principio de es-
pecialidad con relación al crédito).
7. Las condiciones de cumplimiento de la obligación garantizada con
la hipoteca (plazo, condición y modo de pago).
8. La valorización del bien inmueble (urbano o rural), al momento de
la suscripción del contrato, que debe cubrir el capital y los intereses.
9. El acuerdo sobre la cotización del seguro del capital e intereses, así
como sobre el seguro del bien inmueble.
10. Las estipulaciones de todo acuerdo que convengan a los intereses
de las partes, pero que no afecten al orden público, las buenas costumbres
y la moral. Que no vayan en contra de una norma imperativa o prohibitiva.
11. La inscripción en los Registros Públicos, por disposición del artícu-
lo 1099, inciso 3, del Código Civil; es decir, el gravamen debe inscribirse en
el Registro de la Propiedad Inmueble; de aquí desprendemos que el acto
constitutivo se perfecciona con la inscripción registral (aquí adquiere la ca-
tegoría de constitutiva de derecho, y de acto solemne).
CAPÍTULO XIX: DE LA HIPOTECA 813
716. PREMISA.
En Roma, la hipoteca podía recaer sobre la totalidad o integridad de
los bienes del deudor como muebles e inmuebles, presentes y futuros, esta
concepción de la hipoteca fue modificada por el derecho francés introdu-
ciendo el principio de la especialidad16, el cual ha influido fuertemente en
casi todos los Códigos Civiles modernos. Con la hipoteca caracterizada ya,
por una fuerte especialidad, se puso término a la histórica hipoteca roma-
na, total e indiscriminada.
Se cambió a un régimen más justo y equitativo en el trato del acreedor
y deudor hipotecarios, e incluso ofreciendo mayor seguridad y especial
atención de la hipoteca frente al incumplimiento de la deuda. Innovación
que ha posibilitado en la actualidad contar con una hipoteca que sólo recae
sobre uno o varios bienes inmuebles debidamente determinados o
individualizados. Esta nueva orientación proporciona mayor vigencia y cre-
ciente uso de la hipoteca ampliando la capacidad de crédito del deudor al
permitirle constituir otras hipotecas sobre sus demás bienes inmobiliarios.
La innovación legislativa en materia de hipoteca, alcanzó y permitió
también un gran avance en cuanto al crédito, limitándolo a su monto que
debe ser efectivo, cierto y determinado, sin permitir hipotecar o gravar de
manera indistinta todas las obligaciones pendientes o futuras del deudor.
Así, por la especialidad de la hipoteca la obligación del deudor debe ser
TÍTULO III
CLASIFICACIÓN DE LA HIPOTECA EN EL CÓDIGO CIVIL
18. CUADROS VILLENA, C.F., clasifica la hipoteca según diversos criterios, veamos: «1. La
publicidad: las hipotecas pueden ser ocultas y conocidas, comprendiendo consiguien-
temente el sistema romano, el sistema alemán, el sistema francés, el sistema Torrens
y el sistema peruano actual. 2. Por su origen: la hipoteca puede ser convencional,
legal o judicial, según sea el acuerdo de voluntades, la voluntad legal, o la decisión
judicial la que establezca la hipoteca. 3. Por su Naturaleza: la hipoteca puede ser de
seguridad o de crédito, según esté destinada a asegurar el cumplimiento de una
obligación o a financiar alguna actividad. 4. Por su destino: la hipoteca comprenderá
las formas especiales de hipoteca, naval, minera, agrícola, de edificación (…). 5. Por la
presencia de la obligación que se garantiza, la hipoteca puede ser de garantía de
obligación presente y garantía de obligación futura o eventual», ob. cit., t. 4°, p. 324.
Véase MARIANI DE VIDAL, M., ob. cit., t. 3, p. 121.
820 NERIO GONZÁLEZ LINARES
725.3.1. Formal
1. Escritura pública (publicidad notarial). El negocio jurídico de préstamo
o crédito de dinero con garantía real de hipoteca se debe concretizar nece-
sariamente por escritura pública (artículo 1098 del Código Civil); ésta, a su
vez, para tener efectos entre las partes y frente a terceros, debe inscribirse
en los Registros Públicos de la Propiedad Inmueble.
Si el contrato de mutuo con garantía real de hipoteca no se ha otorga-
do en la forma que manda la ley, obviamente no acredita hipoteca alguna.
La formalidad que se debe observar en la constitución del contrato de cré-
dito de dinero con hipoteca, la encontramos regulada en la norma arriba
mencionada, cuya formula, dice: «La hipoteca se constituye por escritura
pública, salvo disposición diferente de la ley». Norma imperativa donde la
voluntad de las partes se pierde.
¿Qué pasa si la hipoteca consta en documento privado? ¿Podría el acree-
dor reclamar el otorgamiento de la escritura pública? Si el contrato consta en
documento privado —sin la observancia de la forma prescrita por la ley—,
estamos ante un documento que no acredita la presencia jurídica de la hipo-
teca, por ende no existe crédito con garantía real. Pero, si el acuerdo es otor-
gado en documento privado —o ya en una minuta— observándose los requi-
822 NERIO GONZÁLEZ LINARES
sitos esenciales para la validez del acto jurídico (artículo 140 del Código Ci-
vil) y los requisitos que exige la hipoteca (artículo 1099 del Código Civil),
tenemos como resultado que la parte interesada, que generalmente es el acree-
dor, puede accionar con la pretensión de cumplimiento de obligación de ha-
cer, consistente en el otorgamiento de la escritura pública del contrato de
mutuo con garantía hipotecaria. Recordemos que la formalidad que exige el
artículo 1098 del Código Civil, no sanciona con la nulidad.
La formalidad en la constitución del contrato de mutuo con la garantía
del derecho real de hipoteca, para nosotros, mantiene su solemnidad no
propiamente en la escritura pública (artículo 1098), sino, la solemnidad se
traslada a la inscripción en el Registro de la Propiedad Inmueble (artículo
1099.3). No hay garantía hipotecaria por simple documento privado, por
mucho que de manera especial la ley disponga que su otorgamiento puede
ser por ésta clase de documento con firmas legalizadas por Notario, si no
cuenta con la inscripción registral; además, ésta forma de constituir hipote-
ca debe estar expresada en la ley.
Existen leyes especiales que autorizan la constitución de la hipoteca
por documento privado, como ocurre en materia agraria con el artículo 10
del Decreto Legislativo 653, cuando dispone: «La hipoteca y la prenda agrí-
cola podrán extenderse mediante documento privado con firmas legaliza-
das notarialmente, siendo título suficiente para su inscripción registral».
Por razones de orden social y de accesibilidad a la hipoteca, el legisla-
dor, utilizando leyes especiales (como el dispositivo arriba mencionado),
permite que en la hipoteca no se exija la formalidad de la escritura publica,
autorizando o permitiendo su constitución mediante documento privado
de fecha cierta, con legalización notarial de las firmas del acreedor y deu-
dor hipotecarios, desde luego observando la especialidad de la hipoteca,
por ejemplo, como ocurre en materia agraria, minera o en la hipoteca popu-
lar, etc.; sin embargo, esto no es obstáculo para que las partes puedan adoptar
su celebración por escritura pública, y proceder a su inscripción registral.
De esta manera, como ya dijimos, sólo habrá hipoteca, sea por escritu-
ra pública o documento privado, siempre que se haya inscrito en el Regis-
tro de la Propiedad Inmueble. Está afirmación rápidamente nos induce a
advertir que el inmueble objeto de hipoteca, a priori a ella, debe estar debi-
damente inscrito; de lo que colegimos, en síntesis, que la hipoteca sólo recae
sobre bienes inmuebles con inscripción registral.
2. Inscripción registral (publicidad registral). Toda hipoteca, para tener
validez y eficacia entre las partes y frente a terceros necesariamente, re-
quiere de publicidad registral, por ende debe estar inscrita en los Registros
de la Propiedad Inmueble de los Registros Públicos. De lo que desprende-
CAPÍTULO XIX: DE LA HIPOTECA 823
19. CUADROS VILLENA C. F., «Modalidades de la hipoteca - la condición», en ob. cit., t. 4°, pp. 405-
408.
CAPÍTULO XIX: DE LA HIPOTECA 825
hipotecaria. Esto quiere decir, que la obligación principal puede tener plazo
no coincidente con el plazo establecido para la hipoteca, v. gr., se puede
establecer un plazo para la obligación principal de ocho años, y para la
hipoteca de cinco años. Pero generalmente debe pactarse para que el plazo
de la obligación y el plazo de la hipoteca sea uno solo. Si el plazo es
resolutorio la garantía existe desde el momento de su constitución, pero se
extingue al vencimiento del plazo, esto es, al vencimiento del plazo pactado
y una vez satisfecha la obligación, la hipoteca se acaba.
20. PUIG BRUTAU, J., ob. cit., t. III, vol. III, p. 279.
21. PLANIOL y RIPERT, ob. cit., p. 437.
22. Citado por PUIG BRUTAU, J., ob. cit., p. 278.
826 NERIO GONZÁLEZ LINARES
dato legal. Por tanto, tienen vida jurídica esta clase de hipotecas cuando la
ley establece en qué casos se constituyen por su propio mandato.
Al respecto PUIG BRUTAU23, señala que «lo peculiar de las hipotecas le-
gales está en la obligación que existe de constituirlas —agrega el jurista—
desde que el derecho asegurado es exigible por una cantidad determinada
y definitiva, la equiparación con las demás hipotecas es total. No habrá
entonces diferencia entre hipoteca legal y voluntaria». Constituida la hipo-
teca legal obviamente toman la orientación de la hipoteca ordinaria o vo-
luntaria, es decir, después de constituida de pleno derecho e inscrita en los
Registros Públicos. Aclarando que la inscripción de la hipoteca legal es de
oficio, bajo responsabilidad del registrador, simultáneamente con el con-
trato del cual emana (artículo 1119 del Código Civil), y surte los mismos
efectos que la hipoteca voluntaria.
tuida e inscrita conforme dispone el artículo 1119 del Código Civil, produ-
ce los mismos efectos que la convencional o voluntaria, manteniendo tam-
bién la misma especialidad. En cuanto a la ampliación, puede operar si la
garantía constituida resulta insuficiente para asegurar la obligación princi-
pal, en tal caso, se procederá de igual forma que en la constitución original.
En lo que respecta a la reducción de la cantidad de la obligación principal
garantizada, obviamente procede cuando se haya reducido la obligación.
La extinción de la hipoteca legal se da por las mismas causales que establece
la ley para la hipoteca convencional (artículo 1122 del Código Civil).
27. BORDA, Guillermo, ob. cit., p. 552. Véase CUADROS VILLENA, C. F., «Extensión de la hipoteca»,
en ob. cit., t. 4°, pp. 379-381; MAISCH VON HUMBOLDT, Para todo véase Código Civil Exposición
de Motivos y comentarios - derechos reales, t. V, Lima, 1985, pp. 281-286.
CAPÍTULO XIX: DE LA HIPOTECA 833
hipotecaria. Con otras palabras, por todas las obligaciones responde el in-
mueble hipotecado.
Finalmente, en cuanto a los bienes agrarios, mientras el legislador siga
con la creencia que lo agrario es lo civil, la extensión de la hipoteca será de
conformidad con el artículo 1101 del Código Civil, que no se adecua a la
naturaleza de los bienes agrarios.
TÍTULO IV
EFECTOS DE LA HIPOTECA
dad por derecho propio o mediante quien esté autorizado para ese efecto
conforme a ley (artículo 1099, inciso 1, del Código Civil). Por consiguiente,
la hipoteca debe afectar el inmueble de exclusiva propiedad del deudor-
hipotecario, con dominio registral.
740.2. Derecho del deudor al uso y disfrute del bien hipotecado. Entre
los derechos reales de garantía regulados por la ley civil que no exigen la
tradición real está el que es objeto de nuestro estudio, situación que nos indica
que el uso y el goce del bien inmueble o la posesión en sí, se queda en poder
del deudor, sin producirse el desplazamiento material del bien a las manos del
acreedor. La segunda parte del artículo 1097 del Código Civil, dispone que, la
«... garantía no determina la desposesión...». En consecuencia, el efecto sustan-
cial que provoca la hipoteca, entre las partes, como ya se dijo, es la no desposesión
o la no privación de la posesión material que ejerce el deudor-propietario.
Finalmente, el deudor, poseedor y propietario del bien hipotecado
puede realizar normalmente todos los actos de uso y goce del bien inmue-
ble, este efecto es precisamente una de las grandes ventajas que concede el
derecho real de hipoteca al dejar en posesión del bien a su propietario-
deudor, situación que le proporciona la posibilidad de seguir explotando el
bien e incluso pagar la deuda con la producción o renta que genere el bien.
En la hipoteca se advierte que existe un manejo equitativo entre el crédito y
sus intereses con el efecto que produce la hipoteca al permitir que el uso y
disfrute sean mantenidos por el deudor.
en los términos siguientes: «El acreedor puede exigir el pago del deudor, por
la acción personal, o al tercer adquirente del bien hipotecado, usando de la
acción real. El ejercicio de una de estas acciones no excluye el de la otra, ni el
hecho de dirigirla contra el deudor, impide se ejecute el bien que esté en
poder de un tercero, salvo disposición diferente de la ley». Como anteceden-
tes legislativos de este dispositivo tenemos el artículo 2048 del Código Civil
de 1852; y luego en el artículo 1018 del Código Civil de 1936, cuyo texto se
repite en el artículo 1117 del actual Código Civil (antes citado).
Segunda.- En rigor de verdad, el contrato de crédito o préstamo y la
garantía real de hipoteca conviven en un mismo acto; pero cada uno con sus
particularidades, propias del derecho personal (obligación principal) y del
derecho real (hipoteca). La pretensión personal emerge de la obligación
principal contra el deudor y la persecutoria o real nace del derecho real de
hipoteca contra el tercero adquirente. Ambas hemos dicho no son excluyentes.
29. Véanse BORDA, Guillermo, en ob. cit., pp. 726-732; PUIG BRUTAU, J., cita a BELTRÁN DE
HEREDIA DE ONÍS, Pablo, para afirmar que «en este derecho de retención la posesión no
CAPÍTULO XIX: DE LA HIPOTECA 841
TÍTULO V
EXTINCIÓN DE LA HIPOTECA
750.1. Renuncia escrita del acreedor. Por la constitución del acto contrac-
tual el acreedor decide en acto voluntario y en el ejercicio de su libertad
otorgar un crédito o préstamo de dinero, y por la otra parte el deudor
decide también voluntaria y libremente aceptar dicho crédito y garantizar
el cumplimiento del mismo, otorgando hipoteca con el inmueble de su pro-
piedad. En consecuencia, también es lógico pensar, que así como volunta-
riamente el acreedor decidió aceptar el gravamen, puede también decidir
por acto voluntario renunciar a la hipoteca, sencillamente decide no reque-
rir ni exigir al deudor la garantía hipotecaria. La renuncia a la hipoteca por
parte del acreedor, no implica ninguna afectación a la obligación principal;
de ahí que, como ya dijimos, el mutuo o crédito de dinero puede existir
legalmente sin hipoteca, es decir, sin garantía real. Para una mejor
cognoscencia de esta causal, veamos cuales son las variables de la renuncia.
1. La renuncia a la obligación principal. La renuncia implica decisión libre
y voluntaria del acreedor a no exigir el cumplimiento de la obligación de
pago de la deuda, ella lógicamente acarrea la extinción de la obligación
principal (generalmente por la prescripción extintiva), lo que significa fun-
damentalmente que la hipoteca se acaba, por carecer de objeto.
2. La renuncia a la hipoteca o garantía real. Significa que la obligación prin-
cipal tiene vigencia, existe la deuda, pero no la garantía real;
consiguientemente, se tratará de un préstamo simple. La renuncia a la obli-
gación principal conlleva la extinción de ésta y de la hipoteca; en cambio, la
renuncia a la garantía real provoca su extinción, pero no la de la obligación,
ésta subsiste pendiente de pago.
Forma. Del artículo 1122, inciso 3, del Código Civil, se desprende que
no existe renuncia verbal ni tácita, sino expresa o por escrito. La renuncia es
acto de decisión que sólo corresponde al acreedor; es decir, a más de ser
expresa y por escrito, debe adoptar la misma forma que el contrato, por
escritura pública con inscripción registral.
750.2. Destrucción total del inmueble. Para que haya extinción de la
hipoteca fundada en esta causal debe tratarse de la destrucción total de la
CAPÍTULO XIX: DE LA HIPOTECA 845
CAPÍTULO XX
Del Derecho de retención
TÍTULO I
GENERALIDADES
1. Del artículo 1123 del Código Civil, como dice MAISCH VON HUMBOLDT, Lucrecia, «se
infiere que el derecho de retención, tiene una triple fuente: la ley, el contrato o
848 NERIO GONZÁLEZ LINARES
«El que ha ejecutado una obra en cosa mueble tiene el derecho de retenerla
en prenda hasta que se le pague».
Para AUBRY y RAU3, «el derecho de retención es el derecho en virtud del
cual el tenedor de la cosa que pertenece a otro, queda autorizado para tener-
lo hasta el pago de lo que el propietario de esta cosa le debe». En pensamien-
to de los MAZEAUD4, la retención consiste en «el derecho concedido por la ley
al acreedor de negarse, mientras que no se haya pagado, a la restitución de la
cosa perteneciente a su deudor, aun cuando no haya recibido esa cosa por un
contrato de pignoración». Lo rescatable de esta definición es que los autores
determinan que la retención es un medio autorizado por la ley, con el propó-
sito que el acreedor obtenga el pago de la obligación.
En el plano legislativo tenemos la definición que contiene el artículo
1123 del Código Civil, cuya hipótesis normativa dice: «Por el derecho de
retención un acreedor retiene en su poder el bien de su deudor si su crédito
no está suficientemente garantizado. Este derecho procede en los casos que
establece la ley o cuando haya conexión entre el crédito y el bien que se
retiene». En el plano de la legislación comparada5 tenemos el artículo 3939
3. Citado por ARIAS SCHREIBER, M., ob. cit., t. VI, p. 253. El jurista nacional entiende el
derecho de retención, como «la facultad otorgada por la ley a favor del poseedor de
una cosa ajena para conservarla en su poder, hasta que se le pague lo que le es debido
por concepto de la cosa retenida», ibídem.
Una definición normativa (de derecho comparado) del derecho de retención, se halla
en el artículo 3939 del Código Civil argentino que a la letra dice: «El derecho de
retención es la facultad que corresponde al tenedor de una cosa ajena, para conservar
la posesión de ella hasta el pago de lo que le es debido por razón de esa misma cosa».
VÉLEZ SARSFIELD, en nota al artículo transcrito, fija las condiciones necesarias para el
derecho de retención: a) posesión de la cosa de otro por un tercero; b) obligación de
parte del propietario respecto del poseedor; c) conexión entre la cosa retenida y el
crédito del que la retiene. Para ampliar al respecto véase Código Civil de la República
Argentina, Librería el Foro, Buenos Aires, 2003, p. 596. El BGB Alemán, que fue sancio-
nado en 1896 y entró en vigor el 1° de enero de 1900, se ocupa del derecho de retención
en sus numerales 273 y 274, en cuanto trata del contenido de las relaciones obligaciona-
les. La originalidad de este Código, en sede de derecho de retención está en contemplar
la posibilidad de reclamar la sustitución de la retención con otra garantía.
4. MAZEAUD, Henri, ob. cit., p. 487.
5. El Código Civil alemán, regula el derecho de retención en sus numerales 273 (derecho de
retención), 274 (efectos del derecho de retención) y 479 (retención del derecho de com-
pensación), ubicados en el Libro Segundo, Sección Primera. Luego se puede apreciar la
presencia del derecho de retención en el Código Civil suizo de 1907, cuyo artículo 898
positiviza de manera indirecta la posibilidad de sustituir la retención por otra garantía
850 NERIO GONZÁLEZ LINARES
suficiente. En el artículo 3939 del Código Civil argentino, se establece: «El derecho de
retención es la facultad que corresponde al tenedor de una cosa ajena, para conservar la
posesión de ella hasta el pago de lo que le es debido por razón de esa misma cosa».
CAPÍTULO XIX: DE LA HIPOTECA 851
que consiste en que las partes contratantes pueden determinar con plena
autonomía de la voluntad el contenido del contrato, siempre que no sea
contrario a la norma legal imperativa o prohibitiva, el orden público, la
moral y las buenas costumbres.
En todo caso, se ejercerá el derecho de retención siempre que la deuda
tenga: a) conexión con el ejercicio efectivo de la posesión del bien; b) pre-
existencia normativa (ley); y, c) nacimiento de un acto contractual. No siem-
pre es necesario como dice Borda6, «que el derecho de retención sea reco-
nocido por una disposición legal expresa con relación a cada caso particu-
lar, basta que se dé el supuesto general de esta norma para que sea ejercible».
Entre nosotros la norma es el artículo 1123 Código Civil. El derecho de
retención por mandato legal se encuentra de manera dispersa en el Código
Civil; así, tenemos los artículos 918 (retención de mejoras); 1230 (retención
de pago); 1852 (retención en el depósito), etc.
759. ES DERECHO SUI GÉNERIS. Mientras que unos dicen que es un dere-
cho personal, otros afirman que es real, para algunos es un derecho sui
géneris, que sin tener la categoría de derecho real de garantía puede ser
opuesto a terceros (MACHADO, ACUÑA). Es decir, se insinúan que no es per-
sonal ni real; que no es ni siquiera un derecho, sino simplemente un medio
de tutela de un derecho de crédito (COVIELLO). Apreciaciones que no tienen
ningún contenido jurídico. Se olvidan del principio que «sin la posesión no
hay retención». Esta aseveración a nuestro juicio tiene mucho contenido
jurídico-real, pues en la posesión retenida reposa propiamente la garantía
real, o con otras palabras, lo que se retiene es el derecho real de la pose-
sión, que no puede ser confundido con el derecho personal que tiene el
retenedor (al pago de una obligación).
TÍTULO II
MODOS DE EJERCER
pero puede ocurrir que en el predio, objeto de garantía real, existan mejo-
ras útiles introducidas por el acreedor, así como también se hayan efectua-
do gastos extraordinarios en la conservación del bien (gastos económicos
que exigen ser reembolsados); pero sucede que el propietario se niega a
pagar el valor actual de tales mejoras y los gastos por la conservación; esta
negativa hace que el poseedor-acreedor se rehúse a la restitución del bien,
procediendo a retener la posesión hasta que le sean totalmente pagadas
aquellas deudas.
Claro está, la retención de la posesión debe ser por la falta de pago de
algo justificado o existente, generado precisamente por la relación de
conexidad entre la posesión que se ejerce y la obligación que debe cumplir
el propietario. De tal suerte que el acreedor debe tener pleno conocimiento
del valor económico que tienen las mejoras o de los gastos extraordinarios,
y correlativamente el propietario-deudor debe también conocer la canti-
dad a la que está obligado a pagar. En suma, se entiende la retención
extrajudicial, como la actitud de rehusarse a la restitución del bien hasta
que se cumpla la obligación.
TÍTULO III
EXTINCIÓN
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Índice General
Presentación ..................................................................................................... 11
PRIMERA PARTE
CAPÍTULO I: DERECHO PATRIMONIAL
TÍTULO I
CONSIDERACIONES GENERALES SOBRE LA NOCIÓN DE PATRIMONIO
SEGUNDA PARTE
CAPÍTULO II: TEORÍA DE LOS DERECHOS REALES
TÍTULO I
GENERALIDADES
21.- Premisa. .................................................................................................... 49
22.- La expresión derechos reales. .............................................................. 51
23.- Nomen iuris. .............................................................................................. 51
24.- Naturaleza jurídica de los derechos reales. ....................................... 52
25.- Teoría tradicional. .................................................................................. 53
26.- Teoría personalista. ................................................................................. 54
27.- Crítica reflexiva. ...................................................................................... 56
28.- Definición. ................................................................................................ 58
29.- Metodología legal. Ubicación de los derechos reales en el Código
Civil peruano. .......................................................................................... 61
30.- Los derechos reales y los derechos objetivo y subjetivo. ............... 62
31.- Clasificación de los derechos subjetivos. ........................................... 63
32- Por su oponibilidad. ............................................................................... 64
33.- Por el carácter económico o no económico de su contenido. ......... 64
34.- Por su objeto inmediato. ....................................................................... 64
35.- Creación de los derechos reales. ......................................................... 65
36.- Sistema numerus clausus. ........................................................................ 65
37.- Sistema numerus apertus. ......................................................................... 68
38.- Sistema adoptado por el Código Civil peruano.- Metodología legal. 69
39.- Principios que informan los derechos reales. .................................... 70
40.- Caracterización general de los derechos reales. ............................... 72
41.- Otras características. .............................................................................. 76
42.- Elementos de los derechos reales. ...................................................... 77
43.- Los derechos reales en el contexto de la nueva funcionalidad
que le asigna el derecho ambiental. .................................................... 81
TÍTULO II
DISIMILITUDES: DERECHOS REALES Y DERECHOS PERSONALES O DE CRÉDITO
TERCERA PARTE
CAPÍTULO III: DE LOS BIENES
TÍTULO I
COSAS Y BIENES
53.- Metodología del Código Civil. ............................................................ 99
54.- Cosas y bienes. Delimitaciones conceptuales. ................................... 100
55.- Definiciones. ............................................................................................ 102
56.- Del concepto cosa. .................................................................................. 102
57.- Del concepto bien. .................................................................................. 104
58.- Elementos de los conceptos jurídicos de cosa y bien. ..................... 105
59.- Elementos del concepto jurídico de cosa. .......................................... 105
60.- Concepto jurídico de bien. .................................................................... 105
61.- Elementos del concepto jurídico de bien. .......................................... 106
62.- El objeto de las relaciones jurídico-patrimoniales (reales). ............ 106
63.- Clasificación de los bienes en la ley civil y la doctrina. .................. 108
64.- Bienes corporales e incorporales. ........................................................ 109
65.- Bienes inmuebles y muebles. ................................................................ 109
66.- Utilidad práctica de la clasificación de los bienes en muebles e
inmuebles. ................................................................................................ 110
67.- Bienes inmuebles siendo muebles.- Ficción legal. ............................ 111
68.- Los bienes inmuebles y muebles en el Código Civil peruano
(clasificación legal). ................................................................................ 112
69.- Premisa. .................................................................................................... 112
70.- Bienes inmuebles. ................................................................................... 113
71.- Bienes muebles. ....................................................................................... 113
72.- Funciones legales y prácticas de los bienes muebles e inmuebles. 114
TÍTULO II
CLASIFICACIÓN DE LOS BIENES
73.- Clasificación de los bienes en la doctrina. ......................................... 115
74.- Los bienes accesorios e integrantes.- vinculaciones y semejanzas
con el bien principal. .............................................................................. 120
75.- Disimilitudes entre los bienes integrantes y accesorios. ................. 121
876 NERIO GONZÁLEZ LINARES
TÍTULO III
FRUTOS Y PRODUCTOS
CUARTA PARTE
CAPITULO IV: DE LA POSESIÓN
TÍTULO I
GENERALIDADES
86.- Premisa. .................................................................................................... 137
87.- Metodología legal. .................................................................................. 138
88.- Breve referencia evolutiva de la posesión. ........................................ 139
89.- Terminología posesoria. ........................................................................ 141
90.- Etimología y acepciones. ....................................................................... 141
91.- Manifestaciones jurídicas de la posesión. ........................................... 143
92.- Naturaleza jurídica de la posesión. ..................................................... 144
93.- Influencia de las doctrinas de SAVIGNY y de IHERING en el derecho
real peruano. ........................................................................................... 146
94.- El derecho de posesión y el derecho a la posesión (ius possessionis
y ius possidendi). ....................................................................................... 146
95.- Características del ius possessionis. ........................................................ 148
96.- Características del ius possidendi. .......................................................... 149
97.- Elementos constitutivos de la posesión. ............................................. 149
98.- Definiciones legales y doctrinales ....................................................... 151
99.- Nuestra definición. ................................................................................. 154
100.-Efectos de la posesión. ........................................................................... 155
101.-La posesión y la propiedad: diferencias y vinculaciones ................ 155
102.-La posesión y la tenencia. ..................................................................... 158
103.-El servidor de la posesión ..................................................................... 159
104.-Adición del plazo posesorio. ................................................................ 163
105.-La coposesión. ......................................................................................... 164
ÍNDICE GENERAL 877
TÍTULO II
LAS PRESUNCIONES
109.-Las presunciones en los derechos reales. ........................................... 168
110.-Consideraciones previas. ....................................................................... 168
111.-Clases de presunciones legales ............................................................ 169
112.-Presunciones a favor del poseedor ..................................................... 170
TÍTULO III
CLASIFICACIÓN DE LA POSESIÓN
113.- Criterios clasificatorios ......................................................................... 174
114.- Metodología legal. ................................................................................. 174
115.- Nuestro criterio de clasificación de la posesión. ............................. 175
116.- Posesión legítima y posesión ilegítima. ............................................. 175
117.- Posesión de buena fe y posesión de mala fe .................................... 178
118.- Posesión precaria. .................................................................................. 181
119.- Causales. .................................................................................................. 183
120.- Posesión civilísima. ................................................................................ 184
121.- Posesión viciosa y no viciosa ............................................................... 186
122.- Posesión inmediata y mediata ............................................................ 187
123.- Posesión ad usucapionem y posesión ad interdicta ........................ 189
124.- Posesión continua y discontinua. ........................................................ 190
125.- Posesión urbana. .................................................................................... 191
126.- Posesión agraria. .................................................................................... 191
TÍTULO IV
LA POSESIÓN EN EL PROYECTO PARA EL LIBRO DE LOS DERECHOS REALES
TÍTULO V
ADQUISICIÓN Y CONSERVACIÓN POSESORIA
TÍTULO VI
DERECHOS DEL POSEEDOR
TÍTULO VII
LAS MEJORAS
169.-Generalidades. ........................................................................................ 220
170.-Metodología legal. .................................................................................. 220
171.-Clasificación de las mejoras. ................................................................. 221
172.-Constitución. ........................................................................................... 222
173.-Derecho del poseedor a las mejoras.- Pago de las mejoras. ........... 222
174.-Insuficiente regulación de las mejoras en el Código Civil. ............. 223
175.-Derecho de retención. ............................................................................ 224
176.-Formas de ejercer la retención. ............................................................ 224
177.-Presupuestos para el ejercicio del derecho de retención. ............... 225
178.-Separación de las mejoras y la pretensión del reembolso. ............. 225
179.-Las mejoras en la pretensión de desalojo ........................................... 226
TÍTULO I
ASPECTOS GENERALES
180.-Premisa. .................................................................................................... 227
181.-Fundamentos de la protección posesoria. .......................................... 228
182.-Teorías que sustentan la tutela jurídica de la posesión ................... 228
183.-Modos en la defensa de la posesión ................................................... 229
184.-Argumentos jurídicos que fundamentan la defensa privada
de la posesión. ......................................................................................... 232
185.-Caracteres. ............................................................................................... 233
186.-Defensa judicial de la posesión. ........................................................... 233
187.-Las pretensiones posesorias y las interdictales. ............................... 234
188.-Nociones generales. ............................................................................... 234
189.-Las pretensiones posesorias. ................................................................ 235
190.-La pretensión de declaración del mejor derecho a la posesión.
¿Cómo opera? .......................................................................................... 236
191.-Diferencias entre las pretensiones posesorias y las interdictales. . 238
192.-Pretensiones petitorias y posesorias. .................................................. 239
193.-La pretensión interdictal. ...................................................................... 240
194.-Generalidades. ........................................................................................ 240
195.-La legitimidad en los interdictos. ........................................................ 243
196.-Finalidades de los interdictos. ............................................................. 245
197.-La causa en los interdictos. ................................................................... 245
880 NERIO GONZÁLEZ LINARES
TÍTULO II
LOS INTERDICTOS
QUINTA PARTE
CAPÍTULO VI: DEL DERECHO DE PROPIEDAD
TÍTULO I
GENERALIDADES
213.- Consideraciones previas. ..................................................................... 263
214.- El problema de la significación conceptual de propiedad y
dominio. ................................................................................................... 266
215.- Reflexiones sobre los conceptos dominio y propiedad. ................. 267
216.- Definición del concepto «derecho de propiedad». ......................... 269
217. Algunas consideraciones preliminares de orden reflexivo. ........... 269
218.- Definiciones legales en el derecho nacional. .................................... 270
219.- Definiciones legales en el derecho civil comparado. ...................... 271
220.- Definiciones de la doctrina. ................................................................. 273
221.- Teorías que fundamentan el derecho de propiedad. ..................... 274
222.- Nuestra apreciación. ............................................................................. 278
223.- Sujeto del derecho de propiedad. ...................................................... 279
ÍNDICE GENERAL 881
TÍTULO II
CONTENIDO
224.-Contenido del derecho de propiedad. ............................................... 280
225.-Premisa. .................................................................................................... 280
226.-Contenido. ............................................................................................... 281
227.-Caracteres del derecho de propiedad. ............................................... 284
228.-Fundamentos (de la perpetuidad). ...................................................... 286
229.-El derecho de propiedad y los demás derechos reales. .................. 287
230.-Objeto del derecho de propiedad. ...................................................... 287
231.-De la propiedad a las propiedades. .................................................... 288
232.-Extensión de la propiedad. ................................................................... 291
TÍTULO III
RESTRICCIONES Y LIMITACIONES
233.-Restricciones y limitaciones de la propiedad. ................................... 292
234.-Premisa. .................................................................................................... 292
235.-El abuso del derecho. ............................................................................ 293
236.-Restricciones legales. .............................................................................. 295
237.-Restricciones en el Código Civil. ......................................................... 296
238.-Restricciones convencionales. ............................................................... 297
239.-Exclusión de las personas no propietarias. ........................................ 297
240.-Las restricciones y las servidumbres reales. ..................................... 298
241.-Limitaciones por razones de vecindad. .............................................. 299
242.-Metodología. ........................................................................................... 299
243.-Limitaciones. ........................................................................................... 299
244.-El Código Civil y las limitaciones de la propiedad fundadas
en cuestiones ambientales. .................................................................... 300
245.-Derechos del propietario. ..................................................................... 301
246.-Derecho al corte de ramas y raíces invasoras del predio. .............. 308
TÍTULO I
LOS MODOS EN LA LEY CIVIL Y LA DOCTRINA
247.-Metodología legal. .................................................................................. 309
248.-Título y modo. ........................................................................................ 311
249.-Definiciones y diferencias. .................................................................... 311
250.-Clasificación de los modos de adquirir la propiedad. .................... 314
251.-Nuestra clasificación. ............................................................................. 314
252.-Modos derivados y originarios. .......................................................... 315
882 NERIO GONZÁLEZ LINARES
TÍTULO II
MODOS ORIGINARIOS
268.-Modos originarios de adquirir la propiedad. ................................... 334
269.-Premisa. .................................................................................................... 334
270.-Modos originarios en el Código Civil. ............................................... 335
271.-Metodología legal. .................................................................................. 335
272.-Clasificación. ............................................................................................ 335
273.-La apropiación. ........................................................................................ 336
274.-Consideraciones previas. ....................................................................... 336
275.-Presupuestos para la configuración de la apropiación. ................... 337
276.-Bienes no susceptibles de adquisición por la apropiación. ............. 338
277.-Apropiación por caza y pesca. ............................................................. 338
278.-Crítica. ....................................................................................................... 338
279.-Caza y pesca en propiedad ajena. ........................................................ 339
280.-Hallazgo de bienes perdidos. .............................................................. 341
281.-La apropiación de tesoro. ..................................................................... 342
282.-Especificación y mezcla. ......................................................................... 345
283.-Ubicación metodológica en el Código Civil. ..................................... 345
284.-Criterios para la determinación conceptual de la especificación
y la mezcla. .............................................................................................. 346
285.-Definición. ................................................................................................ 347
286.-La especificación y la mezcla en el Código Civil. ............................. 347
287.-Elementos de la especificación y de la mezcla. ................................. 348
ÍNDICE GENERAL 883
TÍTULO III
LA ACCESIÓN
288.-Del derecho de accesión. ....................................................................... 349
289.-Metodología del Código Civil. ............................................................ 349
290.-Nociones del concepto accesión. .......................................................... 350
291.-Diferencias entre la accesión y los bienes accesorios. ...................... 351
292.-Presupuestos de la accesión. ................................................................. 352
293.-Clasificación de la accesión en el Código Civil. ................................ 352
294.-Accesión por aluvión. ............................................................................ 352
295.-Premisa. .................................................................................................... 352
296.-El aluvión en la legislación nacional y comparada. .......................... 353
297.-Críticas. ..................................................................................................... 354
298.-Otras modalidades de aluvión. ............................................................ 354
299.-Fundamento. ........................................................................................... 355
300.-Elementos. ............................................................................................... 355
301.-Presupuestos. ........................................................................................... 356
302.-Accesión por avulsión. ........................................................................... 356
303.-Nociones del concepto avulsión. ......................................................... 356
304.-Características de la avulsión. .............................................................. 357
305.-Presupuestos. ........................................................................................... 358
306.-La accesión por edificación hecha en terreno ajeno. ........................ 359
307.-Presupuestos. ........................................................................................... 360
308.-La adquisición de la propiedad de lo edificado por el invasor
si el propietario obra de mala fe. ........................................................ 360
309.-La accesión por edificación hecha de mala fe en terreno ajeno. .... 361
310.-Presupuestos. ........................................................................................... 361
311.-La accesión por edificación hecha en terreno ajeno de buena fe
y mala fe. .................................................................................................. 361
312.-Presupuestos. ........................................................................................... 362
313.-La edificación con materiales ajenos utilizados de buena fe. ......... 362
314.-Presupuestos. ........................................................................................... 363
315.-La siembra de plantas o semillas ajenas de buena fe. ...................... 363
316.-Presupuestos. ........................................................................................... 364
317.-La mala fe en la edificación, siembra con plantas y semillas
ajenas. ........................................................................................................ 364
318.-La adquisición de las crías de animales.- Consideraciones previas. 364
319.-Adquisición de las crías. ........................................................................ 365
884 NERIO GONZÁLEZ LINARES
TÍTULO I
ASPECTOS GENERALES
320.-La prescripción y el tiempo. ................................................................ 367
321.-Definición del concepto general de prescripción. ............................ 368
322.-Clases de prescripción. .......................................................................... 370
323.-La concepción de la unidad y la dualidad de la prescripción. ....... 371
324.-En el derecho comparado (concepción unitaria y dualista). ........... 372
325.-La prescripción debe ser invocada. ..................................................... 373
326.- Diferencias entre la prescripción adquisitiva y la prescripción extintiva. 374
327.-Semejanzas. .............................................................................................. 375
328.-Metodología del Código Civil en el tratamiento de la prescripción. 376
329.-Fundamentos de la prescripción. ......................................................... 376
TÍTULO I
LA USUCAPIÓN
330.-Aspectos generales. ................................................................................ 379
331.-Nomen iuris. .............................................................................................. 381
332.-Definición. ................................................................................................ 382
333.-Nuestra definición. ................................................................................. 383
334.-Clasificación de la prescripción adquisitiva. ...................................... 385
335.-Fundamentos de la usucapión. ............................................................. 385
336.-Efectos de la usucapión. ........................................................................ 389
337.-Principios que orientan la prescripción adquisitiva. ........................ 389
338.-Caracteres de la prescripción adquisitiva. ......................................... 391
339.-Objetivos de la prescripción adquisitiva. ........................................... 392
340.-Naturaleza jurídica de la usucapión. ................................................... 394
341.-Presunciones a favor del poseedor ad usucapionem. ......................... 395
342.-Presunciones vinculadas a la posesión ad usucapionem. ................... 395
343.-Otras presunciones. ................................................................................ 396
TÍTULO II
PRESUPUESTOS DE LA USUCAPIÓN
344.-Presupuestos para la configuración jurídica de la prescripción
adquisitiva. .............................................................................................. 396
345.-Prescripción adquisitiva corta (ordinaria). ........................................ 397
346.-Premisa. .................................................................................................... 397
ÍNDICE GENERAL 885
TÍTULO I
LA REIVINDICACIÓN
TÍTULO II
LA REIVINDICACIÓN Y OTROS DERECHOS REALES
TÍTULO I
ASPECTOS GENERALES
388.- Ideas generales. ..................................................................................... 465
389.- La copropiedad en el Código Civil peruano. ................................... 469
390.- Metodología. .......................................................................................... 469
391.- Crítica. ..................................................................................................... 469
392.- Nomen iuris.- Terminología. ................................................................. 470
393.- Definición. ............................................................................................... 473
394.- La copropiedad en el derecho comparado. ...................................... 474
395.- La copropiedad en la doctrina. ........................................................... 474
396.- Nuestra definición. ................................................................................ 476
397.- Teorías sobre la naturaleza de la copropiedad. .............................. 476
TÍTULO II
LA COPROPIEDAD Y OTRAS INSTITUCIONES ANÁLOGAS
TÍTULO III
DERECHOS Y OBLIGACIONES.- EXTINCIÓN
408.- Derechos y obligaciones de los copropietarios. .............................. 493
409.- Prohibiciones en la copropiedad. ....................................................... 505
410. Premisa. ................................................................................................... 505
411.- Prohibición de realizar actos que importen el ejercicio de la
propiedad exclusiva en el bien común. ............................................. 506
412.- Prohibición de establecer servidumbre sin el asentimiento
unánime de los copropietarios. ........................................................... 507
413.- Extinción de la copropiedad. .............................................................. 507
414.- Causales. .................................................................................................. 507
415.- División y partición. .............................................................................. 508
416.- Reunión de todas las cuota-partes en un solo propietario. ........... 508
417.- Destrucción total o pérdida del bien. ................................................ 509
418.- Enajenación del bien a favor de un tercero. ..................................... 509
419.- Pérdida del derecho de copropiedad. ............................................... 509
TÍTULO IV
EXTINCIÓN DE LA COPROPIEDAD
420.- División y partición. .............................................................................. 510
421.- Consideraciones previas. ..................................................................... 510
422.- Metodología legal. ................................................................................. 511
423.- La temporalidad de la copropiedad y la división y partición. ..... 512
424.- Análisis de los conceptos «división» y «partición». ........................ 513
425.- Conclusiones. .......................................................................................... 516
426.- Definiciones. ........................................................................................... 517
427.- Elementos de la definición legal. ........................................................ 519
428.- Nuestra definición. ................................................................................ 519
429.- Derecho y obligación de todo copropietario a la división y partición. 520
430.- ¿Cuándo no se puede pedir la división y partición? ....................... 520
431.- Bienes no susceptibles de partición material. .................................. 521
432.- La partición o fraccionamiento de bienes inmuebles agrarios. .... 521
433.- De la propiedad común a la propiedad individual. ........................ 523
434.- Imprescriptibilidad de la pretensión de división y partición. ...... 524
435.- Naturaleza jurídica de la división y partición. ................................ 525
436.- Doctrina adoptada. ............................................................................... 527
437.- Características de la división y partición. ......................................... 527
888 NERIO GONZÁLEZ LINARES
TÍTULO V
CLASES DE DIVISIÓN Y PARTICIÓN
TÍTULO VI
PACTO DE INDIVISIÓN.-
MEDIANERÍA
447.- Pacto de indivisión. ............................................................................... 538
448.- Premisa. ................................................................................................... 538
449.- Definición. ............................................................................................... 540
450.- Elementos del pacto de indivisión. .................................................... 540
451.- Forma de constitución. ......................................................................... 543
452. La indivisión forzosa o perpetua. ........................................................ 543
453.- Premisa. ................................................................................................... 543
454.- Clasificación. ........................................................................................... 544
455.- La medianería. ....................................................................................... 545
456.- Fundamento. .......................................................................................... 545
457.- Metodología. .......................................................................................... 545
458.- Naturaleza jurídica. ............................................................................... 546
459.- Operatividad en la fijación de la medianería. .................................. 548
460.- ¿Quiénes pueden establecer la medianería? ..................................... 548
461.- Definición. ............................................................................................... 549
462.- Presunción de medianería. .................................................................. 550
463.- Fuentes de la medianería. .................................................................... 551
464.- Bienes susceptibles de medianería. .................................................... 552
465.- Diferencias y semejanzas entre medianería, servidumbre y
copropiedad normal. ............................................................................ 552
466.- Derechos y obligaciones de los medianeros. .................................. 553
467.- Otras formas de indivisión. ................................................................. 554
468.- Casa-habitación de cónyuge supérstite. ............................................ 554
469.- Elementos. .............................................................................................. 554
470.- Patrimonio familiar. .............................................................................. 555
ÍNDICE GENERAL 889
SEXTA PARTE
CAPITULO XII: DEL USUFRUCTO
TÍTULO I
GENERALIDADES
473.- Consideraciones generales. ................................................................. 561
474.- Tipicidad de los derechos reales sobre bienes ajenos. ................... 564
475.- Metodología legal. ................................................................................. 565
476.- Definiciones y contenido del usufructo. ........................................... 566
477.- Definiciones legales. .............................................................................. 566
478.- Contenido. .............................................................................................. 568
479.- Definiciones de la doctrina. ................................................................. 568
480.- Nuestra definición. ................................................................................ 569
481.- Características del usufructo. .............................................................. 570
482.- Es un derecho real. ................................................................................ 570
483.- Confiere poderes de uso y disfrute del bien. .................................. 571
484.- Recae sobre bienes de propiedad ajena. ........................................... 571
485.- Es temporal. ............................................................................................ 572
486.- Conservación de la sustancia. ............................................................. 573
487.- No es transmisible. ................................................................................ 575
488.- Diferencias y semejanzas del usufructo con otros derechos reales
reales. ....................................................................................................... 575
489.- Con la copropiedad. .............................................................................. 575
490.- Con el arrendamiento. .......................................................................... 576
491.- Con la propiedad. .................................................................................. 577
492.- Con el derecho de uso y habitación. .................................................. 577
493.- Con la prescripción adquisitiva. ......................................................... 578
494.- Con la servidumbre. ............................................................................. 579
TÍTULO II
CONSTITUCIÓN DEL USUFRUCTO
495.- Modos de constitución del usufructo. ............................................... 579
496.- La ley. ...................................................................................................... 580
497.- Clases de usufructo legal. .................................................................... 580
498.- El contrato o acto jurídico unilateral. ................................................ 582
499.- Testamento. ............................................................................................ 583
500.- La adquisición del usufructo por prescripción. ............................... 584
890 NERIO GONZÁLEZ LINARES
TÍTULO III
CLASIFICACIÓN
507.- Clases de usufructo. .............................................................................. 587
508.- Usufructo perfecto.- .............................................................................. 587
509.- Usufructo imperfecto o cuasi-usufructo. ........................................... 588
510.- Clases del cuasi-usufructo. .................................................................. 589
511.- Usufructo de dinero. ............................................................................. 589
512.- Usufructo de un crédito. ...................................................................... 590
513.- Usufructo sobre dinero cobrado. ....................................................... 590
514.- Diferencias: usufructo perfecto y cuasiusufructo. ........................... 590
515.- Plazos del usufructo.- Clases. .............................................................. 591
516.- ¿Qué bienes son susceptibles de usufructo? ..................................... 595
517.- Forma de constituir el usufructo. ....................................................... 596
TÍTULO IV
DERECHOS Y OBLIGACIONES (USUFRUCTUARIO)
518.- Derechos y obligaciones en el usufructo. ......................................... 597
519.- La fuente. ................................................................................................ 597
520.- Esquematización. ................................................................................... 598
521.- Derechos del usufructuario. ................................................................ 599
522.- Derecho a percibir los frutos. .............................................................. 599
523.- Derecho a realizar actos de disposición o de administración. ...... 600
524.- Derecho de defensa. ............................................................................. 601
525.- Derecho a introducir mejoras. ............................................................ 602
526.- Obligaciones antes del usufructo. ...................................................... 603
527.- Obligaciones durante el usufructo. .................................................... 604
528.- La explotación y la conservación de la sustancia del bien. ........... 604
529.- Pagar los tributos, rentas vitalicias y pensiones de alimentos. .... 605
530.- Conservación del bien. ......................................................................... 606
531.- Obligaciones después del plazo. ......................................................... 606
532.- Devolución del bien objeto del usufructo. ....................................... 606
ÍNDICE GENERAL 891
TÍTULO V
DERECHOS Y OBLIGACIONES (NUDO PROPIETARIO)
TÍTULO VI
EXTINCIÓN
544.- Extinción del usufructo. ....................................................................... 613
545.-Causales. ................................................................................................... 613
546.- Cumplimiento de los plazos. ............................................................... 614
547.- Prescripción por el no uso. .................................................................. 614
548.- Consolidación. ........................................................................................ 615
549.- Muerte o renuncia del usufructuario. ................................................ 616
550.- Destrucción o pérdida total del bien. ................................................ 617
551.- Abuso del derecho. ............................................................................... 618
552.- Efectos de la extinción del usufructo. ................................................ 619
TÍTULO I
GENERALIDADES
553.- Ideas previas. ......................................................................................... 621
554.- Metodología. .......................................................................................... 622
555.- Definiciones: derecho de uso y derecho de habitación. ................. 622
556.- En la doctrina. ........................................................................................ 623
557.- Cuestiones que emergen de la práctica jurídica: uso y habitación. 624
558.- El uso y la habitación en el derecho civil comparado. .................. 625
559.- Contenido del derecho real de uso y habitación. ........................... 626
560.- Derechos de usufructo, uso y habitación: diferencias y semejanzas. 626
561.- Derecho de uso. ..................................................................................... 628
892 NERIO GONZÁLEZ LINARES
TÍTULO I
GENERALIDADES
570.- Premisa. ................................................................................................... 635
571.- Definición legal.- Elementos. .............................................................. 637
572.- ¿Quiénes participan en el derecho de superficie? ............................ 637
573.- El derecho de superficie en la definición doctrinal. ....................... 637
574.- El derecho de superficie en nuestra definición. .............................. 639
575.- Bienes sobre los que recae el derecho de superficie. ...................... 639
576.- El derecho de superficie y la propiedad superficiaria. ................... 640
577.- Propiedades en el derecho de superficie. ......................................... 641
578.- Constitución, contenido y forma. ....................................................... 641
579.- Características. ....................................................................................... 642
580.- Diferencias y semejanzas entre los derechos de superficie y
de usufructo. .......................................................................................... 644
581.- Derechos y obligaciones del propietario (dominus soli). ................. 644
582.- Derechos y obligaciones del superficiario. ....................................... 645
583.- Extensión del derecho de superficie. ................................................. 647
TÍTULO II
EXTINCIÓN
584.- Extinción del derecho de superficie. .................................................. 647
585.- Causales. .................................................................................................. 647
586.- Cumplimiento del plazo estipulado en el acto constitutivo. ......... 647
587.- La caducidad del derecho por el no uso del bien. .......................... 648
588.- La consolidación del derecho de propiedad por el dominus soli o
por el superficiario. ............................................................................... 649
589.- La expropiación. .................................................................................... 649
590.- Mutuo disenso. ...................................................................................... 649
591.- Derechos concedidos por el superficiario a favor de terceros.
ÍNDICE GENERAL 893
TÍTULO I
GENERALIDADES
595.- Premisa. ................................................................................................... 653
596.- Importancia. ............................................................................................ 654
597.- Los conceptos «gravamen» y «predio» (conceptos vinculantes
a las servidumbres). ........................................................................................ 655
598.- Las servidumbres en el Código Civil. ............................................... 656
599.- Metodología legal. ................................................................................. 656
600.- Diferencias entre las llamadas servidumbres personales y las
servidumbres reales. ............................................................................. 657
601.- Diferencias. ............................................................................................. 658
602.- Definiciones legales y de la doctrina. ................................................ 658
603.- Nuestra definición. ................................................................................ 662
604.- Elementos constitutivos de las servidumbres. ................................ 662
605.- Características de la servidumbre. ..................................................... 664
606.- Es un derecho real sobre bien ajeno. ................................................. 664
607.- La unilateralidad. .................................................................................. 664
608.- La perpetuidad. ..................................................................................... 665
609.- La doble realidad. ................................................................................. 665
610.- La predialidad. ...................................................................................... 666
611.- La indivisibilidad. ................................................................................. 667
612.- La prescriptibilidad. .............................................................................. 668
613.- La caducidad. ......................................................................................... 669
614.- La inseparabilidad. ................................................................................ 669
615.- La accesoriedad. .................................................................................... 670
TÍTULO II
CLASIFICACIÓN
616.- Clasificación de las servidumbres. ..................................................... 670
617.- Premisa. ................................................................................................... 670
618.-Servidumbres afirmativas y negativas. .............................................. 671
619.- Servidumbres aparentes y no aparentes. .......................................... 672
894 NERIO GONZÁLEZ LINARES
TÍTULO III
EXTINCIÓN
630.- La extinción de las servidumbres. ...................................................... 685
631.- Algunas ideas preliminares. ................................................................ 685
632.- Causales de extinción. .......................................................................... 686
633.- Vencimiento del plazo pactado. .......................................................... 686
634.- Destrucción total de los predios. ........................................................ 687
635.- El no uso de la servidumbre. .............................................................. 687
636.- Consolidación. ........................................................................................ 688
637.- Imposibilidad de su utilidad. .............................................................. 688
638.- Sentencia judicial. ................................................................................... 689
639.- Reivindicación del predio. ................................................................... 690
640.- Prescripción extintiva. .......................................................................... 691
SÉPTIMA PARTE
CAPÍTULO XVI: DE LOS DERECHOS REALES DE GARANTÍA
TÍTULO I
GENERALIDADES
641.- Nociones preliminares. ......................................................................... 693
642.- Las garantías personales y reales. ...................................................... 694
643.- Definición general de los derechos reales de garantía. ................. 697
644.- Nuestra definición. ................................................................................ 699
645.- Naturaleza jurídica. ............................................................................... 699
646.- Caracterización general de los derechos reales de garantía. ........ 701
647.- Importancia social y económica de los derechos reales de garantía. .. 707
ÍNDICE GENERAL 895
TÍTULO I
GENERALIDADES
648.- Premisa. ................................................................................................... 711
649.- Acepciones. ............................................................................................. 714
650.- La nueva ley de garantía mobiliaria (28677).- Sus antecedentes. . 714
651.- Reflexiones sobre la naturaleza jurídica de la prenda, ahora,
garantía mobiliaria (28677, artículos 1, 3). ........................................ 717
652.- Definición. ............................................................................................... 718
653.- Nuestra definición. ................................................................................ 721
654.- Características del derecho real de prenda o garantía mobiliaria. 721
655.-Recae sobre bienes muebles. ................................................................ 722
656.- La tradición. ........................................................................................... 724
657.- Los bienes deben ser de propiedad del deudor. ............................ 726
658.- La prenda o garantía real mobiliaria tiene por objeto garantizar
una obligación. ....................................................................................... 726
659.- Extensión de la prenda o de la garantía mobiliaria. ....................... 727
TÍTULO II
LA GARANTÍA REAL MOBILIARIA: SUS ANTECEDENTES EN LA PRENDA ORDINARIA
Y LA ESPECIAL DEL CÓDIGO CIVIL
660.- Requisitos para la validez de la prenda ordinaria (según regulaba
el Código Civil). ...................................................................................... 728
661.-Crítica. ....................................................................................................... 731
662.-Constitución y eficacia de la garantía mobiliaria. ............................ 731
663.-Requisitos de validez de la garantía real mobiliaria. ...................... 732
664.-Contenido del acto jurídico constitutivo de la garantía mobiliaria. 734
665.- Fundamento e importancia de la garantía real mobiliaria (Ley 28677). 735
666.- ¿Cuáles son las razones que fundamentan la garantía mobiliaria,
con desposesión del deudor? .............................................................. 737
TÍTULO III
DERECHOS Y OBLIGACIONES. EXTINCIÓN
667.- Premisa. ................................................................................................... 737
668.- Derecho de posesión, retención y venta del acreedor. .................. 738
669.- Derechos y obligaciones del constituyente (deudor), y del
eventual adquirente o depositario. .................................................... 738
670.- Derechos y obligaciones del acreedor garantizado. ....................... 739
896 NERIO GONZÁLEZ LINARES
TÍTULO IV
DERECHOS DEL ACREEDOR PRENDARIO O GARANTIZADO
TÍTULO V
DERECHOS Y DEBERES DEL DEUDOR PRENDARIO (GARANTÍA MOBILIARIA)
TÍTULO I
GENERALIDADES
685.- Consideraciones previas. ..................................................................... 767
686.- El crédito y la anticresis. ...................................................................... 769
687.- Funciones de la anticresis. ................................................................... 769
688.- Definición. ............................................................................................... 770
689.- Nuestra definición. ................................................................................ 771
690.- Nuestras reflexiones. ............................................................................ 772
691.- Diferencias y semejanzas entre la anticresis y la prenda. .............. 773
692.- Presupuestos. .......................................................................................... 774
693.- Características del derecho real de anticresis.- Naturalezas jurídica. . 776
TÍTULO II
DERECHOS Y OBLIGACIONES DEL ACREEDOR
TÍTULO III
DERECHOS Y OBLIGACIONES DEL DEUDOR. EXTINCIÓN DE LA ANTICRESIS.
TÍTULO I
GENERALIDADES
698.- Premisa .................................................................................................... 793
699.- La hipoteca como instrumentos de crédito.- Importancia. ............ 795
700.- Definiciones. ........................................................................................... 796
701.- Definición normativa en el Código Civil. ......................................... 796
702.- En el derecho comparado. ................................................................... 797
703.- Definiciones de la doctrina ius real. ................................................... 798
704.- Nuestra definición. ................................................................................ 800
705.- Naturaleza jurídica. ............................................................................... 801
706.- ¿Cuáles son las razones que influyen para determinar que la
hipoteca es un derecho real? ............................................................... 803
707.- Caracteres de la hipoteca. .................................................................... 804
708.- ¿Sobre qué bienes recae la hipoteca? ................................................. 807
TÍTULO II
LA FORMALIDAD
709.- La formalidad.- Nuestras reflexiones. ............................................... 807
710.- ¿La hipoteca es un derecho real de garantía o es un contrato? .... 807
711.- La jurisprudencia nacional y comparada. ......................................... 809
712.- Formalidad e inscripción. .................................................................... 810
713.- Contenido del acto constitutivo. ........................................................ 811
714.- No al pacto comisorio. ......................................................................... 813
715.- Especialidad de la hipoteca. ................................................................ 813
716.- Premisa. ................................................................................................... 813
717.- Modos de especialidad de la hipoteca. ............................................. 814
718.- Nulidad por defecto de especialidad. ............................................... 816
719.- La especialidad de la hipoteca y su validez en el Código Civil. .. 817
720.- Conclusiones. .......................................................................................... 817
721.- La hipoteca y el monto del gravamen. .............................................. 818
898 NERIO GONZÁLEZ LINARES
TÍTULO III
CLASIFICACIÓN DE LA HIPOTECA EN EL CÓDIGO CIVIL
722.- Clasificación de la hipoteca en el Código Civil. .............................. 819
723.- Hipoteca convencional o voluntaria. ................................................. 819
724.- Definición. ............................................................................................... 819
725.- Elementos de la hipoteca voluntaria. ................................................. 820
726.- Modos de la hipoteca. ........................................................................... 823
727.- Hipoteca legal. ....................................................................................... 825
728.- Definición. ............................................................................................... 825
729.- Caracteres de la hipoteca legal. .......................................................... 826
730.- ¿Cuáles son las hipotecas legales? ...................................................... 826
731.- Constitución de la hipoteca legal. ...................................................... 827
732.- Efectos, ampliación, reducción y extinción de las hipotecas legales. ... 827
733.- Hipoteca unilateral. ............................................................................... 828
734.- Definición. ............................................................................................... 828
735.- Naturaleza jurídica. ............................................................................... 829
736.- Caracteres. .............................................................................................. 830
737.- Extensión de la hipoteca. ..................................................................... 830
738.- ¿Sobre qué bienes se extiende la hipoteca? ...................................... 833
TÍTULO IV
EFECTOS DE LA HIPOTECA
739.- Efectos de la hipoteca. .......................................................................... 833
740.- Efectos entre las partes. ....................................................................... 833
741.- Conclusiones. .......................................................................................... 836
742.- Elementos constitutivos de las pretensiones derivadas de la hipoteca. . 837
743.- Efectos contra terceros. ........................................................................ 839
744.- Los efectos del derecho de preferencia en la hipoteca. ................. 840
745.- Efectos frente al crédito. ...................................................................... 841
TÍTULO V
EXTINCIÓN DE LA HIPOTECA
746.- Extinción de la hipoteca. ...................................................................... 842
747.- Premisa. ................................................................................................... 842
748.- Causas de extinción. .............................................................................. 842
749.- Causales indirectas. ............................................................................... 842
750.- Causales directas. .................................................................................. 844
751.- Cancelación de la hipoteca. .................................................................. 846
ÍNDICE GENERAL 899
TÍTULO I
GENERALIDADES
752.- Ideas preliminares. ................................................................................ 847
753.- Definición. ............................................................................................... 848
754.- Elementos del derecho de retención. ................................................ 850
755.- Naturaleza jurídica. ............................................................................... 852
756.- ¿La retención es un derecho real o personal? .................................. 853
757.- Es derecho real. ..................................................................................... 853
758.- Es derecho personal. ............................................................................. 854
759.- Es derecho sui géneris. ........................................................................... 854
760.- Características del derecho de retención. ......................................... 854
TÍTULO II
MODOS DE EJERCER
TÍTULO III
EXTINCIÓN
765.- Extinción del derecho de retención. .................................................. 860
766.- Extinción directa de la retención. ....................................................... 860
767.- Extinción indirecta de la retención. ................................................... 862
900 NERIO GONZÁLEZ LINARES
ÍNDICE GENERAL 901