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AÑOS 95 - 96 

/ PERSECUCIÓN DE DOMICIANO
Breve biografía del emperador Domiciano
Domiciano (Tito Flavio Domiciano). Nació en el año 51 d.C. Emperador romano
(81-97). Hijo pequeño de Vespasiano y de Domitila, hermano y sucesor de Tito. Había
recibido el título de César, heredero del imperio, en diciembre de 69, a la vez que su
hermano. A la muerte de su hermano, el 13 de septiembre de 81 (según algunos
asesinado a instancias de Domiciano), se conviertió en emperador.
 Ejerció una hábil administración: reorganizó el Consejo imperial y las oficinas, y
controló a los gobernadores de las provincias. Reconstruyó Roma tras los incendios de
64 y 80.
 Se lanzó a una política de conquistas y realizó
numerosas campañas en Britania y en Germania
superior. En las fronteras luchó sin descanso contra los
bárbaros: en el Rin, obtuvo la victoria frente a los catos
y mejoró la defensa del Imperio. Para él, los grandes
enemigos del Imperio eran los dacios. Levantó una línea
fortificada en la frontera del Danubio.
 El régimen burgués de Domiciano se volvió hacia el
absolutismo. No quiso reinar con el Senado, con apoyos
en los equites y en el ejército se nombró a sí mismo
censor perpetuo.
En 95, Domiciano ejecutó a Flavio Clemente, primo
suyo. La historia acusa a Domiciano de llevar un
régimen de terror (persiguió a los cristianos y a los
judíos). Murió asesinado el 18 de septiembre de 96 a los  
45 años, a instancias de su mujer Domicia y del prefecto Domiciano
del pretorio. Según Suetonio, al conocer su asesinato el
Senado romano se apresuró a hacer desaparecer todos
los recuerdos de Domiciano.

 
Persecuciones judías y cristianas
Domiciano decidió que todos los judíos debían enviar a las arcas imperiales la
ofrenda anual que antes mandaban a Jerusalén (al Templo, que ya no existía). Cuando
algunos judíos se negaron a hacerlo o mandaron el dinero al mismo tiempo que dejaban
ver bien claro que Roma no había ocupado el lugar de Jerusalén, Domiciano empezó a
perseguirles y a exigir el pago de la ofrenda. Puesto que todavía no estaba del todo claro
en qué consistía la relación del judaísmo con el cristianismo, los funcionarios imperiales
empezaron a presionar a todos los que practicaban «costumbres judías». Así se desató
una nueva persecución que parece haber ido dirigida, no sólo contra los cristianos, sino
también contra los judíos.
 No se conoce el motivo por el que Domiciano persiguió a los cristianos, podría ser
que él amaba y respetaba las viejas costumbres y tradiciones romanas. Gran parte de su
política consistió en reponer esas tradiciones y costumbres, y parte de ese trabajo
podrían haber sido las persecuciones.
Amenaza mesiánica
Otro aspecto que durante los primeros siglos de la era cristiana preocupó al
Estado romano fue la amenaza de las expectativas mesiánicas que habían
levantado al pueblo judío contra el Imperio y causado grandes bajas y
humillantes derrotas. Después de la toma de Jerusalén, Vespasiano mandó
buscar a todos los descendientes de David, para que no quedase nadie de la
casa real entre los judíos. Los parientes de Jesús se hallaban implicados por el
hecho de su descendencia davídica (Eusebio, Hist. ecl. III, 12.)
El emperador Domiciano, que sentía un terror mórbido ante los judíos y sus
profecías mesiánicas (Suetonio, Vida de los Césares, Domiciano. Eusebio
interpreta teológicamente este temor como “miedo del Cristo que había de
venir, igual que Herodes” (Eusebio, Hist. ecl. III, 20).
estaba convencido de que los cristianos conspiraban contra él, ya que al no ser
judíos, deberían haber aceptado la
religión ancestral romana. Ordenó la ejecución de todos los miembros de
la familia de David para impedir así la posibilidad de que se produjera una
nueva revuelta judía bajo patronazgo real.
Una antigua tradición recogida
por Hegesipo, judío convertido, refiere que algunos herejes acusaron a los
descendientes de Judas, el hermano del Señor según la carne, de pertenecer
a la familia de David y de que estaban emparentados con el mismo Cristo.
Conducidos ante Domiciano, los nietos de Judas fueron puestos en libertad
luego de un breve interrogatorio y después de ver sus manos encallecidas
por el trabajo: se consideró que eran simples campesinos de los que no
podía temerse peligro alguno. Preguntados por la naturaleza del Reino de
Cristo, los nietos de Judas respondieron que “no era de este mundo, y que
sería establecido al fin del siglo, cuando vendría en gloria para juzgar a los
vivos y a los muertos y a recompensar a todos según sus obras. Con esto,
Domiciano no los condenó, sino que, despreciándolos como gente simple,
los dejó libres y ordenó que cesara la persecución contra la Iglesia” (Cit.
por Eusebio, Hist. ecl. III, 20, 1-6.)
Unos años después, durante el reinado de Trajano, se detuvo, torturó y
ejecutó al anciano Simeón, un primo hermano de Jesús y segundo obispo
de Jerusalén, acusado de ser miembro de la casa real judía

Resumen.
En las obras de Lactancio y de Eusebio Cesarea, y del mismo modo que en las
de otros Padres de la Iglesia (Sulpicio Severo, Paulo Orosio, Agustín de
Hipona), Domiciano (81-96) fue señalado como el “segundo perseguidor”.
Autores como Sulpicio Severo o Paulo Orosio (s. V) serían teoricamente los
primeros en informar que durante su reinado habría tenido lugar el martirio y
posterior exilio del apóstol Juan a la isla de Patmos. No obstante, desde el siglo
II en adelante, los Hechos de Juan o Acta Ioannis podrían identificarse como los
textos más antiguos en contener la información que vincule ambos
acontecimientos de una manera opuesta a las breves referencias conservadas en
las obras de los Padres de la Iglesia. Los objetivos de la presente comunicación
serían, por un lado, el análisis de los diferentes textos apócrifos joánicos en los
que estarían presentes tanto la persecución anticristiana de Domiciano como el
martirio del apóstol Juan. Por otro lado, comparar los rasgos característicos de
ambos acontecimientos con aquellos que tendrían como protagonistas a los
apóstoles Pedro y Pablo (como “apóstoles mártires”) y el emperador Nerón
(como “emperador perseguidor”) para establecer las similitudes y diferencias
existentes entre ambos textos. Palabras claves: Domiciano, martirio cristiano,
Juan el Apóstol, Hechos Apócrifos de los Apóstoles, Nerón.

Sulpicio Severo dedicó pocas líneas al reinado de Domiciano, mencionando


brevemente su persecución y resaltando de ella que su principal víctima no
habría sido otra que el apóstol Juan, condenado al exilio en la isla de Patmos,
lugar donde habría llevado a cabo la redacción del libro que ocupa la última
posición en la larga lista de los que conforman el canon bíblico: el Apocalipsis:
“Después, al cabo de un tiempo, Domiciano, hijo de Vespasiano, persiguió a los
cristianos. En esos tiempos relegó al apóstol Juan, el evangelista, a la isla de
Patmos. Allí, al revelársele los misterios ocultos, compuso el libro del Sagrado
Apocalipsis que, por cierto, no es admitido por muchos, bien por estupidez, bien
por impiedad (SULPICIO SEVERO, Crónica, II, 31. Traducción castellana en
C. CODOÑER (1987),
 
 Acusación de ateismo
Muy escasas son las noticias de la persecución que afectó a los cristianos en
esta época. De particular importancia es la noticia referida por el historiador
griego Dión Casio, que en Roma fue pretor y cónsul. En el libro 67 de
su Historia Romana afirma que bajo Domiciano fueron acusados y
condenados «por ateísmo» (ateótes) el consul Flavio Clemente y su
mujer Domitila, y con ellos muchos otros que «habían adoptado los usos
judaicos».
La acusación de ateísmo, en este siglo, era
dirigida contra quien no considera como divinidad
suprema la majestad imperial. Domiciano,
durísimo restaurador de la autoridad central,
pretendía el culto máximo a su persona, centro y
garantía de la «civilización humana». Esta
acusación de «ateismo» significa que en Roma no
se admitía ninguna idea de Dios que no coincidiera
con la majestad imperial. Quien tuviera una idea
diversa era eliminado como gravemente peligroso
para la «civilización humana».
Sólo se conoce por el nombre a esos dos
mártires romanos, pero muchos escritores
mantienen la postura de que hubo muchos mártires
más. Se escribió una carta de la iglesia de Roma a
la iglesia de Corinto después de las persecuciones.
Habla de «Los males y las pruebas inesperadas y
seguidas que han venido sobre nosotros». Se
conocen más pruebas de la persecución de Asia
Ofrenda de incienso a la divinidad Menor gracias al libro del Apocalipsis, el cual fue
escrito durante las persecuciones. A san Juan, que
era su autor, le desterraron a la isla de Patmos.

 
 Como en el caso de Nerón, no parece que la persecución haya sido
igualmente severa en todo el Imperio. De hecho, es sólo de Roma y de Asia
Menor que tenemos noticias fidedignas acerca de la persecución.

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