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ACTIVIDAD PRÁCTICA
Texto 1
P rimero descartaré tres acepciones aceptables de la noción de competencia, pero que no aportan
mucho a la comprensión de los problemas.
A veces, solo se habla de competencias para insistir en la necesidad de expresar los objetivos de una
enseñanza en términos de conductas o de prácticas observables; así se reanuda la «tradición» de la
pedagogía dirigida a alcanzar un grado o diversas formas de pedagogías por objetivos. Estos
enfoques nunca son superados, a menos que se dominen los excesos conocidos ahora: conductismo
rudimentario, taxonomías interminables, fraccionamiento excesivo de los objetivos, organización de
la enseñanza, objetivo por objetivo, etc. Al conocer estos límites, hoy ya no se debería enseñar sin
perseguir objetivos claros, que se puedan comunicar a los estudiantes y sin evaluar regularmente,
con los estudiantes, su grado de realización, primero, de acuerdo a fines de regulación (evaluación
formativa), luego, cuando no queda más tiempo de enseñanza-aprendizaje, de acuerdo a fines de
certificación. Sin embargo, hablar de competencia con este propósito no agrega mucho a la idea de
objetivo. Por otra parte, se puede enseñar y evaluar a través de objetivos sin preocuparse de la
transferencia de conocimientos, y menos aún de su movilización frente a situaciones complejas. La
asimilación de una competencia con un simple objetivo de aprendizaje complica el asunto, mientras
que la pedagogía por objetivos es perfectamente compatible con una enseñanza exclusivamente
centrada en los conocimientos.
La tercera concepción clásica: la competencia como facultad única, como potencialidad de todo el
espíritu humano. Para Chomsky la competencia del lenguaje es “una capacidad de producir
infinitamente”, es decir, de pronunciar un número infinito de oraciones diferentes. En general, se
podría decir que una competencia permite producir un número infinito de acciones no programadas.
En una conversación, nadie sabe, en general, qué frase pronunciará un minuto más tarde, ni qué
gesto hará. Ni las palabras, ni los actos se sacarán de un repertorio predefinido, donde estos
supuestamente estarían esperando que se les fuera a buscar. Un ser humano no tiene necesidad de
conservar, en su posesión, un gran libro que contenga todas las oraciones que podría necesitar decir
«un día». Su inmensa capacidad de invención hace que este repertorio sea inútil. La competencia, tal
como la concibe Chomsky, sería esta capacidad de improvisar y de inventar continuamente algo
nuevo, sin recurrir a una lista preestablecida. En esta perspectiva, la competencia sería una
característica de la especie humana, la capacidad de crear respuestas sin tomarlas de un repertorio.
Según mi opinión, existe una confusión en los niveles de análisis. Los seres humanos ciertamente
tienen la facultad, arraigada en su patrimonio genético, de crear competencias. Sin embargo,
ninguna competencia se da desde un principio, las potencialidades del individuo solo se transforman
en competencias efectivas según los aprendizajes, que no se producen espontáneamente, por ejemplo,
de acuerdo a una maduración del sistema nervioso, y no se realizan en el mismo grado en cada ser
humano. Cada uno debe aprender a hablar, aunque sea genéticamente capaz de hacerlo. Las
competencias, en el sentido como serán tratadas aquí, son adquisiciones, aprendizajes construidos, y
no potencialidades de la especie.
PERRENOUD, Philippe (2011). Construir competencias desde la escuela. Recuperado de:
http://memsupn.weebly.com/uploads/6/0/0/7/60077005/construir_competencias_perrenoud.pdf [2018, 15 abril]
A veces, solo se habla de competencias para insistir en la necesidad de expresar los objetivos de
una enseñanza en términos de conductas o de prácticas observables; así se reanuda la
«tradición» de la pedagogía dirigida a alcanzar un grado o diversas formas de pedagogías por
objetivos
A) La actualización de una pedagogía tradicional.
B) La necesidad de expresar los objetivos de una enseñanza en términos de competencias.
C) La escuela tradicional en las escuelas.
7. ¿Por qué el ser humano no necesita un gran libro que contenga todas las oraciones que podría
necesitar decir?
A) Por el inútil repertorio.
B) Por la capacidad de improvisar.
C) Por la enorme capacidad de invención.
Texto 2
E ra yo muy joven cuando me dijeron que en cierta ciudad todos sus habitantes vivían con apego
a las Escrituras.
Y me dije: "Buscaré esa ciudad y la santidad que en ella se encuentra". Y aquella ciudad quedaba
muy lejos de mi patria. Reuní gran cantidad de provisiones para el viaje, y emprendí el camino. Tras
cuarenta días de andar divisé a lo lejos la ciudad, y al día siguiente entré en ella.
Pero, ¡oh sorpresa! vi que todos los habitantes de esa ciudad solo tenían un ojo y una mano. Me
asombró mucho aquello, y me dije: "¿Por qué tendrán los habitantes de esta santa ciudad solo un ojo,
y solo una mano?"
Luego, vi que también ellos se asombraban, pues les maravillaba que yo tuviera dos manos y dos
ojos. Y como hablaban entre sí y comentaban mi aspecto, les pregunté:
- ¿Es esta la Ciudad Bendita, en la que todos viven con apego a las Escrituras?
-Sí, esta es la Ciudad, Bendita -me contestaron. Y añadí-; ¿Qué desgracia os ha ocurrido, y qué
sucedió a vuestros ojos derechos y a vuestras manos derechas?
- ¡Dios mío! -pregunté-, ¿qué inhumano conquistador ha cometido esta crueldad con vosotros?
Y hubo un murmullo entre los habitantes. Uno de los más ancianos dio un paso al frente, y me dijo:
-Esto lo hicimos nosotros mismos: Dios nos ha convertido en conquistadores del mal que había en
nosotros.
Y me condujo hasta un altar enorme; todos nos siguieron. Y aquel anciano me mostró una
inscripción grabada encima del altar. Leí: "Si tu ojo derecho peca, arráncalo y apártalo de ti; porque
es preferible que uno de tus miembros perezca, a que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno. Y si tu
mano derecha peca, córtatela y apártala de ti, porque es preferible que uno de tus miembros perezca,
a que todo tu cuerpo sea arrojado al infierno".
Entonces comprendí: Y me volví hacia el pueblo congregado, y grité: "¿No hay entre vosotros ningún
hombre, ninguna mujer con dos ojos y dos manos?"
Me contestaron: "No; nadie; solo quienes son aún demasiado jóvenes para leer las Escrituras y
comprender su mandamiento".
Y al salir del templo inmediatamente abandoné aquella Ciudad Bendita, pues no era yo demasiado
joven, y sí sabía leer las Escrituras.
GIBRÁN KHALIL GIBRÁN. (2001, diciembre) El loco. Obtenido de: http://biblio3.url.edu.gt/Libros/2011/el_loco.pdf el 15 de abril de 2017
10. ¿Por qué el joven les preguntó a los pobladores sobre si esa era la Ciudad Bendita?
A) Porque todos vivían con apego de las escrituras.
B) Porque todos tenían solo una mano y solo un ojo.
C) Porque todos comentaban el aspecto extraño, para ellos, del joven visitante.
B achar es peor que Alí, el químico de Sadam Hussein. Más peligroso que Abu Bakr, el falso califa
del falso califato terrorista. En dimensiones globales, anda a la zaga y quizás supera a Osama, el
único de los cuatro de quien no se conoce que haya usado armas químicas, aunque lo hubiera hecho
a gusto de tenerlas.
Al talento genocida de Alí Hassan al Mayid, primo de Sadam y destacada figura del régimen, se
debe la matanza de Halabja, en 1988, donde murieron entre cuatro y cinco millares de civiles kurdos
atacados con gas mostaza. Sobre las espaldas de El Asad recae la responsabilidad de decenas de
ataques químicos desde que empezó la revuelta siria en 2011, cuyas víctimas forman parte del medio
millón de vidas perdidas en la guerra civil de la que él es el primer y principal responsable.
La Organización para la Prohibición de las Armas Químicas, que recibió el Nobel de la Paz en 2013,
ha documentado 85 ataques químicos en Siria, aunque tiene constancia de que han sido muchos
más. Solo tres son imputables al Estado Islámico, uno a una guerrilla de la oposición al régimen y
más de 50 han sido sólidamente acreditados como obra de Bachar el Asad.
A la perversión de estas armas se añade la perversión del gas sarín, utilizado al menos en dos
ocasiones por El Asad, la última este pasado fin de semana en Duma. Este agente químico no tiene
doble uso y su fabricación está expresamente prohibida puesto que se encarga estrictamente con fines
bélicos.
El uso de este tipo de armas no es una casualidad o un descuido. Al contrario, es toda una exhibición
de impunidad y un desafío, después de que Barack Obama obtuviera en 2013 el compromiso de
Vladímir Putin de su total eliminación en Siria y de que Donald Trump intentara restaurar, con el
lanzamiento de 59 misiles, la capacidad disuasiva de Estados Unidos hace un año cuando El Asad
volvió a utilizarlas en Jan Sheijun en 2016.
Los agentes químicos pertenecen a la temible segunda división de las armas de destrucción masiva, a
cuya primera clase pertenecen las nucleares. Ambas son instrumentos y emblemas máximos de una
soberanía nacional que se sitúa por encima de organizaciones y legislaciones internacionales. Putin y
El Assad usan las de segundo rango —en Salisbury para liquidar al agente traidor Serguéi Skripal o
en Duma para echar a la población civil y culminar la victoria sobre los rebeldes— ante la
imposibilidad de acudir directamente a las de mayor capacidad destructiva.
Texto 4
El concepto de inmunidad colectiva (o de rebaño, del término inglés herd immunity) se emplea para
referirse a cosas diferentes. En general se utiliza para referirse a la protección indirecta frente a la
infección que obtienen las personas susceptibles de una población cuando existe una proporción
elevada de personas no susceptibles (inmunes a la infección, sea tras recuperación de infección
natural o tras vacunación) en esa población.
La experiencia histórica muestra que en muchas infecciones ( viruela, polio, sarampión, difteria,
tosferina, paperas, etc.) los inmunizados son resistentes a nuevas infecciones por el mismo agente y,
si su proporción en una población es suficientemente alta, conforman una barrera que interrumpe
las cadenas de transmisión.
Este umbral alude a la proporción mínima de personas inmunes en una población que es necesaria
para alcanzar una disminución en la incidencia de la infección, aproximando la proporción mínima
de personas de una población que deberían ser vacunadas para proteger a toda la población.
En este sentido, a finales del año pasado, Anthony Fauci, asesor médico jefe de la Presidencia de
Estados Unidos y uno de los inmunólogos más prestigiosos del mundo, declaró a la CNN que sería
necesario vacunar entre el 70 y el 85 % de la población de Estados Unidos para la alcanzar la
“inmunidad de rebaño” frente al SARS-CoV-2.
Fauci matizaba que había que ser “humilde” con estos cálculos y que, “en realidad no sabemos cuál
es la cifra real”. Pero su prudencia no impidió que se desatara la –también colectiva– “fiebre” del 70
% en los medios de comunicación (y gobiernos) de muchos países.
Salvador Peiró, Por qué ya no es suficiente la inmunidad de rebaño del 70 % para frenar la pandemia
COMPETENCIA LEXICAL