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La comedia de dos enamorados del cine

Hombre de celuloide

Un guion. Esto es lo primero que necesita una buena película. Lo sabe el protagonista de Ok, está bien,
dirigida por Gabriela Ivette Sandoval y escrita y actuada por Roberto Andrade Cerón. Y es que el
protagonista es también autor de este guion que divierte lleno de guiños y referencias a lo mejor del cine. A
Manhattan, por ejemplo. Por eso al final de la película escuchamos un clarinete y asistimos a un montaje
que elogia Tlatelolco como si fuese Nueva York. Ok, está bien puede verse a través de Vimeo, plataforma
que permite al espectador pagar directamente al creador de contenido, de modo que los cineastas no
necesiten padecer las políticas de distribuidores y exhibidores al servicio del cine estadounidense. Así
nuestro cine, con todo y sus penurias, puede aprovechar el momento histórico y democratizarse. El
protagonista de Ok, está bien es, pues, un guionista de cine que se llama Mariano. Tiene veintinueve años,
es gordo y no hace otra cosa que ver cine. En uno que otro momento lanza críticas (francamente justas) al
estado del arte nacional. Por ejemplo, en las clases que ofrece en un asilo se queja de que los creadores
parecen incapaces de levantar un proyecto sin el apoyo del gobierno. Y eso no es lo peor, dice, no
consiguen historias redondas porque viven seducidos por el oropel de los efectos por computadora del cine
hollywoodenses. Así que Ok, está bien tiene que predicar con el ejemplo. Y sale bien parada porque cuenta
una historia redonda, aprovechando perfectamente sus recursos y sin la necesidad contumaz de
“visibilizar”, “denunciar” o incluso medrar con las desgracias de este atribulado país. Ahora bien, además
de un buen guion y un buen protagonista, una película, para ser excepcional necesita de buenos actores de
reparto. Los de Ok, está bien son magníficos. En torno a Roberto Andrade Cerón (quien a todas luces
escribió la historia para explotar su histrionismo natural) gira la madre mexicana, esperanzada con que su
hijo ya por fin escriba una película y, cuando menos, gane una beca. Gira también un primo que, cual pez
fuera del agua viene de Querétaro para vivir con este soñador fracasado y una muchachita guapa que, nos
enteramos, tiene aliento a guayaba. Todos ellos se dan cita en este departamento en Tlatelolco en el cual, de
inmediato, se establece un triángulo amoroso. Es justamente en este triángulo que Ok, está bien deja de ser
una buena película para volverse de lo mejor. Porque a un guion, un protagonista y buenos actores hay que
añadir un tabú que permita reflexionar cómicamente en torno a la sociedad. El tabú es este: Mariano tiene
casi treinta años y se ha enamorado de una niña de quince que, para colmo, es la novia de su primo Ramiro.
Con todos estos elementos es lógico que Ok, está bien resulte una magnífica comedia. Al nivel de, por
ejemplo, Temporada de patos, de Fernando Eimbcke filmada, por cierto, en el mismo lugar. Porque la obra
de Gabriela Ivette Sandoval y Roberto Andrade Cerón no necesita ni de vulgaridades ni de lugares
comunes para hacer reír y pensar, no necesita de otra cosa que las vivencias de dos creadores capaces de
reírse, primero, de sí mismos, de sus propios miedos y carencias, de la impuesta necesidad de triunfo al
costo de vender los ideales y hacer cine que en el fondo de pena. Con este miedo al fracaso y amor al cine
los autores de Ok, está bien han realizado una obra magnífica que, paradójicamente, se burla de todo lo
malo del cine nacional.

Ok, está bien. Gabriela Ivette Sandoval. México, 2020.

Fernando Zamora

@fernandovzamora

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