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Algo más que una caricatura

Hombre de celuloide

Miguel de Unamuno está moribundo, mira al Cristo en su biblioteca. Lo increpa. Su esposa, fallecida ya, lo
llama. Unamuno se mira dormido en el regazo de ella quien lo abraza. Como una Virgen en La Piedad. Esta
escena onírica en la película Mientras dure la guerra (que puede verse por HBO Max) contiene los
elementos por los que hay que ver esta obra de Alejandro Amenábar. En primer lugar el cuadro mismo. El
fotógrafo Alex Catalán consigue una imagen que remite al academicismo francés y español. Auguste Cot
de modo inmediato, pero si uno se fija bien, encontrará también la referencia a Francisco Pradilla. Y no se
trata de un comentario erudito o anecdótico. Más que imágenes bucólicas Pradilla exaltaba la historia de
una España que, en su momento, se encontraba en franca decadencia política y moral. Este hecho nos
remite al presente histórico y a la exaltación que parece querer transmitir Amenábar en Mientras dure la
guerra, un retrato grandioso y muy pensado de una historia que aún duele, la de la Guerra Civil y el ascenso
de Franco al poder. No son estos retratos fáciles. El filme dejó descontentos a “fachos y a rojos” pero
consiguió poner a Amenábar en los reflectores que parecían haberlo abandonado y sobre todo consiguió
que una película española pudiese competir con el imperio hollywoodense durante al menos un par de
semanas. Porque en su país todo mundo la vio. Y también en el nuestro hay que verla. Para asombrarse con
lo que es, sin duda, la honestidad y el trabajo de un autor cuando lo que quiere es hacer un retrato y no una
caricatura. Y es que, viniendo de Amenábar, uno esperaría que esta historia que va de la famosa polémica
entre Miguel de Unamuno y José Millán-Astray, terminara por ser una parodia. Como la que el director nos
espetó en la fallidísima Ágora del 2009; caricatura esta sí en que los malos son los sospechosos comunes:
los cristianos. También por eso llama la atención la imagen del hombre que se mira dormido en un prado,
en los brazos de su mujer. El furibundo ateo y liberal que ha sido Amenábar ofrece a su protagonista en esta
película la posibilidad de imaginar un más allá bucólico y lleno de paz. Llegados aquí es posible especular
que ha sido el propio Unamuno quien cambió a Alejandro Amenábar, un director que para narrar el ascenso
al poder de Francisco Franco y, sobre todo, la famosa polémica en que los fascistas estuvieron a punto de
linchar al escritor en el paraninfo de la Universidad de Salamanca tuvo que investigar a profundidad y
encontrar que a veces los fascistas (o al menos sus esposas) tienen actos de humanidad. Miguel de
Unamuno era un hombre que sólo estaba comprometido con el pensamiento. Justamente por eso no tuvo
empacho en ser socialista y abandonar el socialismo, ser ateo y abandonar el ateísmo, ser nacionalista y
abandonar el nacionalismo. Como buen intelectual analizaba los hechos con la curiosidad de un sabio que,
como vemos en Mientras dure la guerra, puede extraviarse del mundo doblando papelitos, haciendo
papiroflexia. Y Amenábar ha tenido la honestidad de dejarse seducir por este protagonista. Este hombre que
en la cara de Millán-Astray tuvo la valentía de discutir el lema de la Legión Española, el famoso “viva la
muerte” y además tuvo el valor de decir a los fascistas en su cara: “venceréis, pero no convenceréis.” Mito
o no, la realidad de este escritor fue capaz de volver artista a un director de cine que solía hacer caricaturas
y nada más.

Mientras dure la guerra. Alejandro Amenábar. España, Argentina, 2019.

Fernando Zamora

@fernandovzamora

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