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Elmore y Sykes
Elmore y Sykes
Inseguridad
Del mismo modo, las políticas son pensadas con un alto desconocimiento de sus
potenciales consecuencias. La mayoría de las políticas son adivinaciones mejor o peor
documentadas, o hipótesis acerca de la relación entre intención y resultado.
Mientras que las políticas son típicamente predicciones poco seguras, los
diseñadores de políticas generalmente las consideran simples aserciones de hecho. Diseñar
políticas implica tener apoyo político y para conseguir apoyo político es necesario borrar la
distinción entre hecho y predicción. Así, mientras que quienes apoyan una política pueden
ver una política determinada como trasparentemente beneficiosa y realizable, los
investigadores en política probablemente verán esa misma política como una red de eventos
dudosos e interdependientes. Mientras que quienes apoyan una política considerarán como
causas del fracaso de esa política a las malas intenciones de quienes debían implementarlas
o a los oponentes políticos; los analistas políticos probablemente buscarán las causas del
fracaso en la mala previsión y el mal diseño. Así, por ejemplo, quienes apoyan el aumento
de los requisitos para la graduación de la escuela superior (high-school), a través de más
cursos académicos, ven los beneficios como auto-evidentes. Los analistas o investigadores,
en cambio, preguntarían si requisitos adicionales dan como resultado aprendizajes
adicionales, si requisitos uniformes afectan a todos los estudiantes del mismo modo o
tienen más impacto en algunos estudiantes; y si requisitos adicionales realmente se
concretan en una mayor oferta de contenidos académicos por parte de los sistemas escolares
locales (que podrían simplemente re-categorizar cursos existentes).
Desde la perspectiva de quien apoya una política o de quien la diseña, las políticas
parecen una serie de aserciones de valor y de hecho fuertemente unidas. Desde la
perspectiva del investigador, las políticas son predicciones más o menos dudosas que nunca
deben aceptarse sin ser puestas en consideración.
Múltiples formas de autoridad
En curriculum, como en muchas otras áreas de la política pública, las intervenciones
directas del gobierno, en la forma de leyes o regulaciones, es solo una, entre muchas otras
fuentes de influencia, en lo que se enseña. El gobierno influye sobre el currículo en varias
formas indirectas. —por ejemplo, financiando la investigación y el desarrollo, apoyando las
ideas acerca del currículo de organizaciones profesionales, y por el modo como enmarca las
pollíticas de áreas relacionadas, tales como formación docente y evaluación. Además, la
política del gobierno no es la única fuente de ideas legitimadas acerca del currículo. Los
docentes y las escuelas extraen sus propias claves acerca del currículo de un gran número de
fuentes legitimadas, que incluyen su propio juicio profesional, grupos de referencia
profesionales, sistemas informales de colegas e instituciones de educación superior. En
muchas instancias, estas fuentes tienen una autoridad igual o aún mayor que la de la política
formal; de hecho, la política suele incorporar o capitalizar estas fuentes para influir sobre el
currículo. Si las intervenciones directas del gobierno son una entre muchas fuentes de
autoridad en la toma de decisiones acerca del currículo, entonces el estudio de los efectos
políticos debe tener en cuenta simultáneamente otras fuentes de influencia.
Instrumentos políticos
La responsabilidad del gobierno en currículo, como en muchas otras áreas de la vida
pública, no es simplemente una cuestión de realizar e implementar reglamentaciones. La
acción del gobierno toma variadas formas directas e indirectas e involucra tanto el ejercicio
de la autoridad para establecer reglamentaciones como la movilización de la autoridad
desde otras fuentes. La política curricular muestra toda la gama de acciones de gobierno.
(Esta sección se basa en Mc Donnell y elmore 1987; ver también Elmore 1987, 1988;
Ingraham 1987; Linder y Peters 1989; Salamon 1989.)
Las formas más comúnmente reconocibles de formas de acciones de gobierno son los
mandatos y los estímulos. Los mandatos son reglas que rigen la acción de individuos y
agencias que se pretende que las acaten. Los estímulos son transferencias de dinero a
individuos y agencias a cambio de ciertas acciones. En política curricular, un ejemplo de
mandato puede ser un requisito estatal de que todas las escuelas ofrezcan un número
específico de cursos en un tema de un área determinado. No cumplir con este requisito
puede provocar la pérdida de la acreditación estatal. Un ejemplo de estímulo podría ser un
programa subvencionado por el estado que provee fondos a los distritos escolares que
deseen adoptar innovaciones curriculares.
Los gobiernos también emplean otras dos estrategias. Una es la formación de
capacidades, o la transferencia de dinero para inversiones en recursos materiales,
intelectuales o humanos dirigidos a producción a largo plazo de resultados esperados. Un
ejemplo de formación de capacidades podrían ser las subvenciones a agencias del gobierno,
tales como la Fundación Nacional de la Ciencia (National Science Foundation) o a
universidades para el desarrollo de un nuevo currículo en matemática y ciencia, que luego
esté disponible para la adopción voluntaria de escuelas y distritos. La distinción entre
formación de capacidades y estímulos es la diferencia entre transferencia de dinero con la
intención de producir efectos inmediatos (estímulos) y transferencias con la intención de
aumentar la habilidad de agencias e individuos para producir resultado deseados a largo
plazo (formación de capacidades).
Una última forma de acción del gobierno es el cambio sistemático, o transferencia de
autoridad entre individuos y agencias con el fin de alterar la naturaleza de las relaciones
sociales por medio de las cuales se producen bienes y servicios públicos. Un ejemplo podría
ser la creación de centros de docentes, organizaciones con estatutos independientes a las
cuales pertenecen los docentes y de las cuales reciben asistencia y apoyo en el desarrollo de
nuevos materiales y técnicas de enseñanza.
La mayoría de las políticas combina estos instrumentos y estrategias comunes, pero es
útil distinguirlas de formas de acción de gobierno en un nivel elemental porque cada forma
de acción produce un tipo de problema diferente.
Los mandatos plantean el problema básico de la imposición, el acatamiento y la
capacidad variable. Cuando un estado establece una regulación especificando qué debe
enseñarse acerca de un tema específico, por ejemplo, asume la responsabilidad de imponer
esa regulación, y los recursos que las agencias del estado usan para imponerla son recursos
que no puede utilizar para otros propósitos. Y las escuelas variarán en su capacidad y su
inclinación a cumplir con una reglamentación dada. Algunas ya la estarán cumpliendo,
algunas encontrarán fácil cumplirla; pero para otras el cumplimiento puede resultar costoso
y difícil. Frente a una capacidad variable, el estado se enfrenta con el problema de usar la
imposición para generar el cumplimiento o usar el estímulo o la formación de capacidades
para asistir a escuelas o distritos más bajos.
El estímulo también plantea el problema de la capacidad variable. Algunas escuelas y
distritos están inicialmente mejor preparados para responder a estímulos que otras.
Entonces, cualquier programa de subsidios que intente que las escuelas y los distritos
implementen un currículo en particular va producir necesariamente un rango de respuestas.
El estado puede intentar reducir la variabilidad usando mandatos o buscar incrementar la
capacidad de los distritos menos preparados.
La formación de capacidades plantea el problema de la incertidumbre respecto de los
resultados a largo plazo. Las inversiones del gobierno en el desarrollo de currículo, por
ejemplo, han descubierto que el proceso de desarrollo puede salir mal; que unas pocas
escuelas o distritos pueden adoptar el producto sin estímulos adicionales; y que a los
distritos que adoptan nuevos currículos les puede faltar la capacidad para implementarlos si
requieren nuevas concepciones de enseñanza y aprendizaje ambiciosas. Frente a las
incertidumbres involucradas en formación de capacidades, los gobiernos típicamente o
reducen sus riesgos limitando sus inversiones, o se concentran en resultados a corto plazo
más que en mejoras en la capacidad a largo plazo.
Los cambios sistemáticos plantean el problema de acompañar la interrupción de
cualquier conjunto estable de relaciones políticas e institucionales. Cuando los gobiernos
crean nuevas instituciones y alteran la distribución de autoridad para la producción de
bienes y servicios públicos, invitan a reacciones defensivas por parte de las instituciones
establecidas. Autorizar a los centros de docentes a comprometerse con el desarrollo de
actividades curriculares y de equipos puede causar que los sistemas escolares y las
organizaciones de desarrollo de equipos establecidas cambien sus propias actividades y
usen su influencia política sobre los planeadores políticos para limitar la influencia de estas
nuevas instituciones. Frente a estas reacciones políticas, los planificadores políticos se
enfrentan con el problema de decidir entre proteger a las nuevas instituciones con mandatos
y formación de capacidades o “domesticarlas” insertándolas en relaciones formales con
instituciones existentes.
Cuando los planificadores políticos entran en un campo complejo como currículo, se
enfrentan a un importante umbral de preguntas acerca de la forma de las acciones de
gobierno más apropiadas para el tipo de problema que intentan abordar. La “articulación”
entre formas de acciones de gobierno y los problemas que enfrentan los planificadores
políticos debe ser un punto de interés básico para la investigación en política curricular. El
tipo de asuntos que se plantean en el proceso de implementación de política curricular se
relaciona con el tipo de acción incrustada en las políticas. Una parte importante de
investigación política en asuntos curriculares, entonces, debe tener una concepción más
refinada del tipo de problemas que sigue a cada curso de acción particular.
Elección institucional
Dentro de la elección de acciones de gobierno está la cuestión más básica de cuál
institución en la sociedad debe estar autorizada a manejar asuntos colectivos, y cómo deben
estar diseñadas estas instituciones (brandl 1988; Clune 1987; Gormley 1987). Los
investigadores en política llaman elección institucional a este punto.
En cualquier momento dado, la política se hace dentro de un conjunto más o menos
estable de relaciones institucionales y estas relaciones muestran una división implícita entre
autoridad y capacidad. En currículo, por ejemplo, el gobierno federal se concentra en la
investigación y el desarrollo de actividades diseñadas para aumentar la capacidad de las
escuelas; el estado participa en un nivel de desarrollo y formación de capacidades, pero
concentra su participación en currículo en regulaciones diseñadas para asegurar el acceso de
los estudiantes a cierto tipo de temas de las materias; y las localidades participan
principalmente en el envío directo de contenido académico. Todo el espectro de actores
institucionales que operan en decisiones curriculares es, evidentemente, más amplio. Los
colegios y las universidades afectan el currículo de escuelas elementales y secundarias con
los standars de admisión que establecen y con la educación que dan a los docentes. Los
editores de textos escolares y las empresas evaluadoras tienen un interés prioritario en
proveer materiales e instrumentos que se ajusten a la perspectiva respecto del currículo
prevaleciente en el nivel estatal y local. Una variedad de grupos de interés educacionales —
asociaciones de estudiantes, administradores, especialistas en temas de las materias, padres
y consejeros escolares— tienen una participación en las decisiones curriculares según sus
esferas de influencia.
Normalmente, el estudio de la planificación política y la implementación mantiene
constante estas relaciones institucionales. Los análisis de cambio institucional hacen la
pregunta más fundamental acerca de qué instituciones deben tomar cuál rol en un área dada,
cuáles son las fuerzas y los límites de las instituciones en particular, qué roles
institucionales faltan, y cómo nuevas instituciones deben ser diseñadas para cumplir ciertas
funciones.
Un ejemplo de una cuestión relacionada con la elección institucional es el desarrollo
del Consejo Nacional de Standars de Enseñanza Profesional (National Board for
Professional Teaching Standards). El propósito del consejo surgió a partir de un informe
realizado por una fuerza de tarea subvencionada por la Corporación Carnegie (Carnegie
Forum 1986). La mayoría de los miembros del consejo son docentes. Cuando sea
totalmente operativo, el consejo va a proveer certificados voluntarios a docentes que deseen
ser distinguidos en su campo. Este certificado va a estar basado en una gran batería de
valoraciones que puede incluir exámenes convencionales de temas de la materia, ejercicios
de simulación de resolución de problemas y evaluación de muestras reunidas por el
docente. El consejo es un nuevo actor institucional en el proceso de legitimar docentes. El
primer grupo de referencias del consejo es la profesión de enseñar, más que instituciones de
enseñanza superior o agencias educativas locales o estatales. El certificado del consejo
introduce un nuevo tipo de credencial dentro del sistema educacional. Los métodos del
consejo y sus criterios para otorgar certificados a los docentes introduce un nuevo standar
acerca de “lo que los docentes deben saber y estar capacitados para hacer”. El desarrollo de
técnicas de valoración supone una actividad de investigación mayor que va a influir otras
visiones acerca de la buena enseñanza. En otras palabras, la introducción deliberada de un
nuevo actor institucional en un conjunto establecido de instituciones que opera sobre la
formación y la certificación de los docentes altera las condiciones de planeamiento e
implementación política en la formación docente, la certificación y —eventualmente, en
tanto se filtran en el sistema nuevas expectativas— en currículo.
Contradicciones y control
Estrechamente relacionada está la perspectiva de Linda Mc Neil (1986), que
considera que las políticas iniciadas externamente tienen un impacto negativo sobre las
prácticas curriculares de los docentes, aun cuando su explicación es substancialmente
diferente de la ofrecida por Wise. Las escuelas públicas suponen una contradicción básica
entre las metas de eficiencia social, representadas por los sistemas de selección y
seguimiento, y las metas educativas, que proclaman el acceso de todos los niños.
Históricamente, este conflicto tiene sus raíces en la evolución de un sistema escolar que
carga simultáneamente con la obligación de educar a los ciudadanos y seleccionarlos para
roles en un sistema económico estratificado. La declinación de la calidad educativa es el
resultado de la tensión permanente entre estas dos metas irreconciliables de la escuela. Los
controles destinados a la eficiencia, diseñados para ajustar la selección, se han combinado a
lo largo del tiempo con la trivialización del currículo escolar y las subversión de las metas
de la escuela.
Las reformas actuales, continúa la argumentación, confundieron el problema de la
calidad al no haber comprendido esta contradicción básica. Estas reformas se han basado en
políticas que centralizan el control sobre los currículos escolares —evaluaciones, requisitos
de graduación, certificación de los docentes, y cosas por el estilo—, aumentando así la
presión para controlar, seleccionar y seguir, más que para educar. “El lenguaje del control
se ha convertido en el lenguaje de la reforma educativa” (Mc Neill 1986, xvii).
Mc Neill percibe un contradicción más entre las metas que los docentes enuncian y
los sistemas de enseñanza que emplean. Los ideales que los docentes expresan requerirían
una investigación extensa y profunda y una discusión abierta; pero los docentes enseñan a la
defensiva, sobresimplificando los conocimientos, presentando información fragmentada y
omitiendo el conocimiento controvertido. La enseñanza defensiva proviene de la estructura
administrativa de las escuelas, que le da un importancia fundamental al control sobre la
clase. “Los modelos de control del aprendizaje de los docentes se fundamentaban, según sus
propias declaraciones en cintas grabadas, en modelo de control de la clase” (159). Además,
la dominación y el control del conocimiento de los docentes está unido a su falta de control
en la organización escolar mayor. La descualificación de docentes produce su resistencia en
forma de enseñanza defensiva. La estructura administrativa de las escuelas también
promueve la descualificación de estudiantes, transformándolos en receptores pasivos del
conocimiento preparados para invertir un esfuerzo mínimo en el trabajo escolar. Una
estructura administrativa que premia a los docentes por controlar a los estudiantes más que
por educarlos, en última instancia está minando la enseñanza y el aprendizaje verdaderos.
La política, desde esta perspectiva, generalmente refuerza los controles burocráticos,
trivializa la enseñanza y subvierte la meta de proveer acceso al conocimiento a todos los
estudiantes.
Burocracia de la calle
En contraste con estas interpretaciones que enfatizan el alto impacto de la política en
la práctica docente, otros consideran que la política externa no tiene más que un efecto
modesto . una versión de este argumento surge del texto de Michael Lipsky Burocracia de
la calle (Street level Bureaucracy 1980), una exploración del trabajo en organizaciones
públicas en las que “trabajadores a nivel calle”3 establecen relaciones directas con los
clientes (docentes, policías y trabajadores sociales, por ejemplo). Los trabajadores a nivel
calle tienen un número importante de atributos.
Primero, hay una incertidumbre considerable sobre los resultados. “Los trabajadores a
nivel calle se caracterizan por trabajar en empleos con metas ambiguas y conflictivas”
(Lipsky 1980, 40). No solo son metas difíciles de especificar sino que terminan siendo
idealistas (por ejemplo, justicia igualitaria, buena salud, etcétera) y, por lo tanto, difícil de
lograr. Además, las metas centradas en el cliente que focalizan el bienestar individual
generalmente entran en conflicto con metas organizacionales y políticas que presionan
sobre la eficiencia y el control de costos. En segundo lugar, la incertidumbre caracteriza a
los medios que los trabajadores a nivel calle aplican en sus contextos de trabajo para lograr
sus objetivos. La velocidad con que aparecen y desaparecen nuevas tendencias en educación
ilustra una indecisión básica acerca de la tecnología de la enseñanza. Y una tercera
complicación en la incertidumbre del trabajo de los trabajadores a nivel calle es lo
impredecible de las interacciones sociales con los clientes. Responder a las necesidades
personales de los clientes y las reacciones de los clientes a sus decisiones supone un alto
grado de incertidumbre para los trabajadores a nivel calle. Finalmente, los trabajadores a
nivel calle luchan con recursos limitados, que incluyen falta de tiempo, restricciones en el
servicio y la resolución de casos difíciles. Estas restricciones fuerzan a los trabajadores de
servicios humanos a tomar decisiones rápidas basadas en información inadecuada.
Es así como las condiciones fundamentales de trabajo ejercen una poderosa influencia
sobre la política externa. El efecto es que aumenta la discrecionalidad que los trabajadores a
nivel calle deben ejercer para realizar su trabajo y disminuir el impacto de controles
externos. Metas vagas, medios inciertos, clientes impredecibles y recursos limitados fuerzan
al trabajador a nivel calle a hacer juicios frecuentes en sus interacciones con los clientes y
estos juicios tienen un fuerte efecto sobre el servicio que los clientes reciben. La naturaleza
del trabajo es tal que es difícil supervisarlo y controlarlo con inspecciones directas.
Los trabajadores a nivel calle adoptan un número de mecanismos de reproducción
para hacer que el volumen de trabajo sea manejable. Hacen una rutina de la interacción con
los clientes para lograr mayor eficiencia, y para desalentar desviaciones de sus rutinas. Y
modifican concepciones de la tarea y las imágenes del cliente para que se ajusten a las
restricciones con las cuales operan. Los clientes son clasificados según estereotipos para
que las interacciones con ellos sean más manejables. Lipsky explica que, a veces, estas
rutinas y simplificaciones de la tarea son la política que recibe el público. La clasificación
3
Se tradujo de este modo la expresión street-level workers y también la expresión street level burocrats, que
se refiere a los empleados públicos que realizan su trabajo en relación directa con el público (docentes,
policías, asistentes sociales, etcétera).
de los estudiante según sus habilidades académicas realizada por el docente influye
significativamente sobre el tipo de conocimiento que esos alumnos reciben. Para esos
estudiantes, los mecanismos de reproducción del docente constituyen la política que los
gobiernos aplican al conocimiento.
Esta perspectiva sugiere que la política en general, y la política curricular en
particular, tiene poca influencia sobre qué se enseña a quién. La enseñanza conlleva un alto
grado de incertidumbre respecto de qué debe ser enseñado y cómo debe ser enseñado, para
lo que las políticas externas proveen solo una guía limitada a los enseñantes. El pesado
volumen de trabajo de los docentes generalmente produce modificaciones en las políticas
para adaptar la cantidad de tiempo y experiencia en el lugar de trabajo (ver Weatherly y
Lipsky 1977). Enfrentados a una serie de requisitos diseñados para influir sobre su trabajo,
los docentes se ven forzados a modificar las políticas para adaptarlas a la cantidad de
tiempo y energía disponible. Finalmente, el carácter altamente incierto de la enseñanza,
unido a la estructura administrativa de las escuelas, hace que la supervisión del trabajo de
los docentes sea difícil. Mínimamente afectados por controles externos, disfrutan de una
discrecionalidad considerable respecto de qué se enseña a quién.
La planificación política provee un foro cada vez más importante para trabajar en
temas curriculares y el análisis político provee una perspectiva diferente en currículo. Por
otra parte, el campo del currículo presenta ciertos problemas a la política que exploramos
por medio de cuatro líneas de investigación tradicionales. Cada una establece problemas en
política, se hace diferentes preguntas y apunta a formas de influencia sobre el currículo.
Las principal tradición, la más antigua, considera al currículo como conocimiento
valioso y se centra en cuál conocimiento es más valioso en la sociedad, para establecer los
criterios y las bases para desarrollar un currículo. Los criterios de base serían una herencia
intelectual, o las características de los alumnos, o conocimiento científicamente validado, o
una concepción de la buena sociedad, y la meta política relacionada es proveer
prescripciones legitimadas para un contenido curricular que exprese la orientación
subyacente.
Una segunda tradición ve al currículo como un sistema racional. Aquí los analistas
consideran al currículo como un instrumento para lograr cambios a gran escala en la
práctica educacional, aumento de la eficiencia en el uso de los fondos públicos para
educación y un mayor consenso en los valores esenciales que promueve una nación a través
de su sistema educativo (Walker 1990, Capítulo 12). El currículo, desde esta perspectiva, es
un medio racional para conseguir fines sociales colectivos y para realizar progresos en una
escala a la que no se puede llegar a través de acciones individuales.
Una tercera tradición se centra en el currículo como control e incluye dos líneas de
análisis. Un grupo de analistas busca determinar quién debe, y realmente lo hace, ejercer
una influencia sobre el currículo. En esta línea, el currículo es tratado como no como una
exigencia de contenidos ni como un medio racional de lograr fines colectivos, sino como
producto de negociaciones plíticas pluralistas. Las políticas curriculares emergen de
interacciones con una compleja red de actores políticos, que representan intereses y puntos
de vista diversos y ejercen influencia limitada en decisiones específicas y producen
crecientes cambios en la práctica educativa en respuesta a la presión de problemas sociales
(ver, Boyd 1979; Elboim-Dror 1970; Kirst y Walker 1971; Merelman 1973).
Una segunda línea de análisis considera al currículo no como exigencia de
contenidos, instrumental racional, ni como resultados políticos sino como medio por el cual
ciertos intereses económicos y políticos de la sociedad sostienen su autoridad sobre otros
definiendo qué es conocimiento legítimo y controlando el acceso a ese conocimiento. Desde
esta perspectiva, el currículo es una expresión de los intereses dominantes en una sociedad
y de los valores fundamentales que tales intereses usan para determinar la distribución del
conocimiento (ver Apple 1979; Berntein 1975; Bourdieu 1971, 1973; Bourdieu y Passeron
1977).
Una cuarta perspectiva de análisis, conectada con la tercera, trata al currículo como
capital. De este modo, el currículo se convierte en una mercancía en un mercado de
credenciales que entra en transacción con otros valores culturales. Los análisis de esta
tradición describen las propiedades y la dinámica del mercado, concentrándose
especialmente en los procesos que determinan el valor económico del currículo y en
principios de acceso y distribución (ver Collins 1979; Green 1980; Labaree 1989). El
currículo es considerado un sistema económico, tomar parte de él produce una distribución
de beneficios con diversas consecuencias sobre la sociedad y sobre los individuos.
Esta cuarta perspectiva presenta complejos modos de ver al currículo, y cada uno de
ellos sugieren fenómenos para observar, preguntas para hacer y modos de interpretación.
(ver Tyack 1976). Existen otras orientaciones, incluyendo, por ejemplo, una analogía
lingüística —el currículo como un sistema de significados, como un diálogo, como un
lenguaje. Pero son estas cuatro perspectivas las que mejor sirven a nuestros propósitos de
iluminar las relaciones entre currículo y política.
También nos proponemos cumplir con dos objetivos cruzados. El primero consiste en
distinguir entre política como intenciones y política como acción. Los expertos en currículo
han investigado ambas concepciones de política, examinando, en el primer caso, un
espectro de evidencia en declaraciones políticas, razonamientos y concepciones; y en el
segundo caso, revisando los efectos de las políticas y las acciones de los educadores en los
distritos, las escuelas y las aulas.
Un segundo objetivo, muy importante, es la relación entre currículo e instrucción. El
modo como la política construye esta relación es vital para el modo como el conocimiento
es representado y el modo como se organiza el aprendizaje. Por el momento,
sobresimplificaremos este punto presentando dos alternativas. La alternativa política
modesta pretende influir sobre el contenido del currículo. La alternativa ambiciosa abarca
toda la pedagogía que se incluye dentro del currículo y pretende ejercer influencia conjunta.
Cada aproximación a la política curricular crea problemas diferentes en la
conceptualización y el consenso sobre el conocimiento.
Consideremos primero la alternativa modesta. La política curricular apunta, como
objetivo final, a influir sobre lo que los niños aprenden en la escuela. Con el requisito de
que ciertos temas se incluyan en el currículo escolar y estableciendo ciertos stándars de
enseñanza para esos temas, la política puede tener poderosos efectos sobre el aprendizaje.
El sentido común nos dice que es más posible que los niños aprendan un tema que está en
el currículo que uno que no está, y en este nivel general —presencia versus ausencia de
contenido— los mandatos de política curricular son un medio efectivo para promover
aprendizajes, y muchas consideraciones sostienen la separación entre método y contenido.
Una de ellas es la viabilidad. Influir sobre la naturaleza de la instrucción sobre una
base amplia es una empresa compleja e incierta que no puede manejarse fácilmente frente a
la gran variabilidad de la práctica. Otra es la oportunidad política. El contexto político de la
planificación política presiona notoriamente hacia soluciones simples, de bajo costo y a
corto plazo que produzcan signos visibles de éxito. Sin embargo, los esfuerzos por influir
sobre la educación suelen tener un desarrollo lento e irregular, suelen ser costosos y
producir poco rédito político inmediato. Las especificaciones acerca del contenido
curricular están más cerca de encontrarse en estos criterios políticos que de hacer esfuerzos
por influir sobre la educación.
Hay una tercera razón que explica la predominancia de la perspectiva modesta. La
instrucción es considerada como el terreno profesional del docente, el necesario corazón de
autonomía dentro de la cáscara de constricciones impuestas por la política y la
administración. Sculman (1983, 501-2) expresa la relación de esta forma: “(…) las políticas
se parecen a las leyes y los docentes a los jueces. El sistema educativo está diseñado de
modo que permite el diseño de políticas y su interacción en los juzgados de la clase. Los
docentes deben comprender las bases de demandas que compiten sobre su tiempo, su
energía y su capacidad. Deben ser libres de hacer elecciones que se acumularán justamente
en interés de sus estudiantes, de la sociedad y de la humanidad”.