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Una vez seco y vestido lo ayudaron a pararse. Cayó al primer intento, pero
luego sus piernas lo sostuvieron sin problemas. El ser de ojos verdes se
colocó frente a él: “Ven acá, BEMP, ven acá.” BEMP trató de avanzar, pero
se enredó con su cola y volvió a caer. Se levantó sin ayuda y dio tres torpes
pasos antes de caer nuevamente y romper a llorar.
Luego se fue dejando a BEMP con los dos pater. El nunca pudo saber quién
de los dos era 34 y quién 35, pues ambos eran idénticos: cuerpos bajos y
redondos, brazos cortos y fuertes de manos grandes, cabeza sin cabello de
facciones pequeñas, pequeños ojos, pequeña boca sin labios.
- Vamos, BEMP. – Dijo uno de los pater mientras le extendía la mano para
ayudarlo a levantarse. – Te mostraremos tu cuarto. – El segundo pater le
levantó la cola para que pudiese caminar sin dificultad.
Flanqueado por los pater, se dirigió a su cuarto; un amplio salón blanco,
con una cama mullida y varios instrumentos que poco a poco descubriría
para qué servían.
BEMP quiso hacer algunas preguntas, por qué él tenía cabello y los pater
no, por qué ellos no tenían cola; pero su boca permaneció muda.
Y llegó el día en que la Doctora Hécate lo miró como nunca antes lo había
hecho y se acercó a tocarlo por primera vez desde su nacimiento. Acarició
largamente sus brazos, sus muslos, mientras en el cerebro de BEMP
volvían a aparecer los recuerdos atávicos, las piernas, los gemidos agudos.
Una pequeña presión en la pelvis lo inquietó.
- Perfecto. ¡Qué brazos, qué piernas! Ya está listo para la segunda fase.
Mañana temprano empezará su entrenamiento. – Dijo antes de dejar el
cuarto.
Ambas salieron. Al parecer todas las dueñas eran doctoras, todas las
doctoras tenían largas piernas delgadas pero no colas, eran altas y con
extraños globos en el pecho pero podían tener diferentes rostros. También
podían vestir diferente; la doctora Hécate llevaba muchas veces, un
vestido tubular, negro, muy corto y largas botas negras, no como las que
BEMP usaba; estas botas tenían un alto y fino taco metálico. La doctora
Astarte había usado un largo vestido rojo, con cortes que dejaban ver sus
piernas, la parte superior del vestido consistía en sólo dos tiras de tela que
se ataban al cuello.
BEMP se preguntaba por qué al ver a las dueñas, los recuerdos atávicos
regresaban a su mente. Debía ser porque una de ellas lo creó, porque quizá
ellas también crearon a los pater, porque ellas dominaban todo. Por eso
también eran diferentes, no como los pater que tenían el mismo rostro y
traje gris pegado al cuerpo. ¿Y él? ¿Había otros como él, vestidos igual con
sólo el suspensor y botas negras, largas y planas, sin taco metálico?
- Siéntate aquí.
Luego de decir esto, 69 lo dejó sólo y BEMP se sintió así, sólo, sólo...
BEMP notó por primera vez que la doctora Hécate tenía un olor amargo,
dulce, ácido y picante al mismo tiempo. Ella se fue y el aroma siguió
flotando en el cuarto. Desde ese día BEMP no necesitó ver a la doctora
Hécate, con los ojos cerrados, sólo al percibir su perfume, se erguía ante
ella.
Al hacerlo él vio que el pliegue había cambiado; estaba más rosado, más
grande, brillante y duro. Poco a poco volvió a su apariencia inicial. BEMP
notó cierto parecido con su cola delantera, que también cambiaba al ser
frotada.
Al tocarla BEMP notó que esa dueña se veía extraña, la movió un poco más
y ella cayó al suelo. El se asustó. 69 volvió a simular una sonrisa.
- Retírate BEMP, perfecto. Ahora sabrás para qué sirven tu verga y tu cola.
- Tienes razón. 69, mañana trata con un choque más fuerte y auméntalo
cuantas veces sea necesario, hasta encontrar el nivel adecuado.
Ambas se retiraron dejando intrigado a BEMP, pues esta vez los ojos de la
doctora Astarte habían sido negros.
La idea de la doctora Astarte dio resultado. Muy pronto BEMP no necesitó
la vara, sólo al escuchar la palabra “retírate” él sentía un dolor tan fuerte
en el brazo que debía obedecer. Sin embargo la presión de su pelvis
seguía. Por suerte un día descubrió que con su detritus se iba la presión;
sólo debía evacuar inmediatamente después de haber servido a la dueña. Y
ya no supo qué le causaba más placer, si introducirse en una dueña
(aunque sólo sea un simulador) o evacuar.
Y una noche las doctoras llegaron. (Ese día la doctora Astarte llevaba los
ojos verdes.) Y tras escuchar el reporte de 69, sonrieron.
- Sí – Contestaron al unísono.
BEMP se sintió triste, sobre todo por nunca haber podido diferenciarlo, por
no poderles decir que los iba a echar de menos, a pesar de lo importante
que los tres fueron para su vida. ¿Por qué sólo las dueñas podían ser
diferentes?
Salió al mundo, volvió a recorrer pasadizos, volvió a encontrarse con los
otros seres. Una puerta se abrió.
- ¡Doctora Hécate! ¡Qué suerte que la encuentro! – Dijo un pater. – El
semental 73 parece tener algún problema.
- ¿No ves que estoy ocupada? ¿No podías esperar a la doctora de turno?
- Sí pues, está muy agotado. Hay que remplazarlo. ¿Sabes qué fichas
llenar?
- Sí, doctora.
- Ven, BEMP.
- Sube al transportador.
Los ojos de BEMP seguían llenándose del mundo hasta llegar ante el
edificio del Máximo Consejo. Bajaron del transportador. Entraron al edificio
por una puerta lateral y recorrieron algunos pasadizos; BEMP se sintió
reconfortado al encontrarse en un ambiente que le resultaba familiar.
Luego, se detuvieron ante una gran cortina roja.
Hemos creado un mundo en donde reina la eterna paz, pues con nuestra
infinita inteligencia hemos alcanzado un gran desarrollo en todos los
ámbitos del saber humano: política, tecnología, ciencia y arte. Sin
embargo, debemos aceptar que algunas actividades no pueden ser
realizadas por nosotras.
A BEMP nunca le habían enseñado a hacer eso, pero sabía que su deber era
satisfacer cada uno de los pedidos de las dueñas, así que lo hizo. El sintió
cómo ese orificio le apretaba la lengua más que el otro, igual como hacía
con su verga. Ella disfrutó un momento de la caricia y luego dijo. – Basta.
Penétrame.
Ella volvió a su posición inicial y abrió las piernas anhelante. Cerró los ojos
al ser penetrada. BEMP sólo había estado esperando eso: entrar en una
dueña, sentir en su verga el húmedo calor de una dueña y empezó a
moverse lentamente hacia arriba y hacia abajo. La doctora Astarte se
retorcía, se apretaba los pezones, se mordía los labios.
El casi no podía moverse, así que se incorporó con esa mujer fuertemente
aferrada a su cuerpo. Tomándola por las nalgas la levantó para
seguidamente dejarla caer. - ¡Ay! – Gritó la mujer. El siguió repitiendo la
operación cada vez más rápido, de pronto ella se arqueó y lanzó un agudo
alarido que parecía no tener fin, él disminuyó la velocidad.
- Retírate, BEMP.
- El BEMP se puede adaptar sin problemas. Cada una tendrá el tamaño que
le convenga.
Una mujer vestida de estricto blanco y sin ningún cabello sobre la cabeza
dijo:
Todas asintieron.