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CAPITULO I:

El carro daba contra los escombros de la carretera de un momento a otro. Era


imposible conducir de manera correcta y más en caminos de tierra donde se
amontonaban los restos de ramas secas. Emma estaba cansada de todo lo que había
sucedido, necesitaba un poco de tranquilidad pero cuanto más pensaba que se
había equivocado miro de frente y vio el mar.
Detuvo el carro con calma y se inclinó un poco, en el transcurso para apagar los
faros delanteros. De repente le pareció ver un destello de luz brillante, en plena luz
en medio de la oscuridad. Cerro sus candados párpados para quitarle algo de
tensión y volvió a mirar. Cuando se fijó nuevamente no hubo nada, solamente la
oscuridad, se sintió aliviada, estaba sola a tan altas horas de la noche.

Pasaron algunos minutos y decidió descansar con serenidad, tomó un gran suspiro
y abrió la puerta del carro, necesitaba tener aire fresco y poder reorganizar en su
cabeza lo que iba a suceder ahora con su vida y con su carrera.
Fue caminando lentamente hasta acercarse a la orilla del mar: Se descalzo de sus
zapatillas clásicas y pudo sentir con gusto la arena húmeda, el monótono ruido del
mar la calmaba. Nada más eso la hacía un poco feliz.
Instintivamente se despojó de su ropa quedando completamente desnuda como si
estuviera hipnotizada, entonces se fue introduciendo poco a poco en el mar. Ella
sólo pensaba que aquí no había corrupción, nada perverso, no había nadie que la
pudiera justificar.

El agua se sentía arremolinarse cuando se adentraba más y más al mar,


invitandola, seduciendola. Solo quería olvidar lo que había sucedido esa noche.
Aquí había paz, podía encontrarla en este lugar.
Oyó la voz de algo pero no le prestaba suficiente atención, quería aislarse durante
un tiempo si era posible. Cuando por fin su cerebro reacciono que era la voz de
alguien, ella automáticamente se dio la vuelta, de pronto sintió pánico al
percatarse que la voz era de un hombre que la llamaba mientras que nadaba a su
distancia.

Emma empezó a nadar para evitar tener un enfrentamiento con ese hombre pero a
poca distancia le dio un calambre que le paralizó una de sus piernas. Intento de
grito pero era imposible ya que le había entrado agua, ahogandola, entrando en
pánico aún más. Se hundió, agitando los brazos porque las piernas no le servían.
Salio a la superficie durante algunos segundos y así logró recuperar un poco de
aire. Necesitaba respirar. Solo quería respirar y recuperar sus fuerzas nuevamente.
Al estar consciente del desvanecimiento que había tenido cuando estaba en el mar,
sintió más dolor, en su pecho, empezó a toser compulsivamente arrojando agua
salada, se le nubabla la vista, sentía náuseas mientras que las piernas las sentia
aún dormida.

- Señora ¡Si desea ahogarse puede hacerlo en otra parte o sino hay otros
métodos efectivos que le servirían! Mientras que no lo haga en una playa que
no sea la mía. - Le dijo furioso.

Emma no escuchaba nada estaba en shock. Se aferraba solamente a sus piernas.

- ¡Oh Dios! -Dijo distraídamente en la parte de la pierna donde más le dolía.

Una manos alejaron las suyas permitiendo así que empezara a sentir un ligero
alivio por el masaje que le estaba haciendo a su pierna. La tensión se fue
disminuyendo hasta que logró quedar con un pequeño dolor que ella podía
soportar. Relajo sus ojos y los abrió, el hombre que la había salvado estaba de
rodillas junto a ella, era una figura enorme.

- Se lo agradezco - Murmuro.

Le dio una última palmada más a su pierna, se puso de pie, era mucho más alto que
ella y estaba completamente desnudo. Solo fue entonces cuando se dio cuenta que
también lo estaba ella.

Se sentía incómoda al ver que él la miraba de pies a cabeza y le dijo:

- El acto de la Sirena ya terminó por esta noche, levántese -Le ordenó de una
forma autoritaria.

Antes de que ella pudiera reunir suficiente fuerza para levantarse, el se había
inclinado para levantarla. Ella sentía que sus piernas necesitaban un momento
más para establecerse y se hubiese caído sino la hubiera sostenido a tiempo -¡Por el
amor a Dios¡- murmuró- Creo que tendré que llevarla en brazos.

No había ninguna delicadeza en la manera como la cargaba. Sentia los senos de


ella apretados contra su pecho lleno de vello rasposos, y la arena que sentía era
molestosa en su cuerpo, necesitaba darse un buen baño. Era incómoda la situación
además de vergonzosa.
- Sera posible que me baje puedo caminar si…

- ¡Callese por favor! - La aguda impaciencia del hombre la hizo empujarlo un


poco pero él la apretó más.

- Por favor. -volvio a decir ella.

- No voy a pasar toda la noche complaciendola Señora.

- Mire si me deja ir, no tendrá que preocuparse por mi.

Él siguió caminando ignorandola hacia el camino de tierra, pero no hacía donde se


encontraba su carro, que estaba a unos cuantos metros de ellos. El malestar y la
vergüenza se fue convirtiendo en miedo.

- ¡A donde piensa llevarme! -Le pregunto llena aterrada.

Él llegó a tierra firme y la bajo con brusquedad, sus manos apretaron su figura,
sosteniendola mientras que él meditaba sus siguientes palabras. Sus palabras
fueron cortantes pero precisas.

- Mire, no estoy interesado en usted. Las mujeres dramáticas son un fastidio


para mi, para hablarle con más claridad, usted es solo un dolor de cabeza.
Estoy cansado y tengo frío. Deseo regresar a mi casa para darme un buen
baño y así lograr poder dormir un poco.

- Yo tengo mi carro, usted no tiene porqué…

- De ninguna manera- Se le notaba el cansancio- Si crees, que le voy a dar


otra oportunidad para ahogarse esta muy equivocada.

- Pero yo no trataba de ahogarme.

- Esta perdiendo su tiempo conmigo en esta conversación. -Dijo él.

- No, de verdad yo…


- ¡Dios mío! Vi las luces que venían por el camino y observé para ver que era
lo que usted iba hacer. Fue directamente al mar y cuando se desnudó no
pensaba volver a ponerse esa ropa. Se fue directamente hacia el mar, sin
mirar atrás. Una suicida decidida, como nunca la hubiera visto. Se hundió
para desaparecer de mi vista.

- Me dio un calambre por eso…

- Hace frío. Yo tengo frío. Y no me voy a quedar aquí discutiendo contigo. Lo


que usted haga o deje de hacer la semana que viene es cuestión suya. Pero
usted vino esta noche a mi playa y tuve que preocuparme por usted, así que
será mejor que se calle y camine, ya que no quiere que la lleve cargada, mi
casa está detrás de esa Arboleda.

La hizo girarse y la empujó lentamente, Emma tropezó y siguió caminando. La


mano que sentia en medio de la espalda no le daba ninguna alternativa. No tenía
fuerzas para seguir luchando con el hombre, y además estaba temblando de frío. A
poco rato vio un pequeño edificio en la oscuridad. Era una cabaña de troncos,
pequeña y primitiva. La puerta del frente estaba abierta ella vaciló en la entrada;
de nuevo le había entrado pánico al pensar que estaría sola, con un extraño,
adverso y estando los dos completamente desnudos. El la hizo entrar y cerró la
puerta.

- Quédese quieta mientras enciendo la lámpara -Le ordeno.

Emma no se movió del sitio donde se encontraba, su mente estába completamente


aturdida para cualquier acción. Era una lámpara antigua de petróleo que traía él
consigo. El rostro del hombre finalmente surgió a la vida, con un fulgor amarillo,
era de rostro duro, autoritario, rodeado de cabello negro y grueso. Cejas rectas
sobre sus ojos miel. Su nariz era ligeramente curva, la mandíbula fuerte, y
cuadrada. Tenia una boca atractiva que gradualmente adelgazaba de irritación al
mirarla.

- Voy a encender el calentador del agua, tome una manta de la cama y


cubrase.

Sus ojos se desvanecieron a su masculina desnudez. Aquel físico la intimidaba


bastante. Había una cama doble en un rincón del cuarto principal y una alfombra
de mohair al pie de de la cama. El hombre salió por una puerta posterior y
desapareció. Sin su presencia, Emma le arrebató la alfombra a la cama y se
envolvió en ella. Se sentó en la cama para calmarse. Sus piernas estaban
temblando del frío y además necesitaba recuperarse.
Por un momento pasaban pensamientos de lo que había pasado. Estaba exhausta y
no podía pensar con claridad. Era mucho más fácil quedarse sentada a que la
llamaran. Tenia que esperar al hombre para que le dijera que debía hacer.
Gracias a él estaba a salvo de haberse ahogado en la playa. De repente el hombre
entro y le dijo:

- Venga a darse un baño.

Miro atontado al hombre, sin caso omiso. La toalla que llevaba al rededor de sus
caderas le daba seguridad a Ella. Pensó por un momento: “Era mayor de lo que
había pensado. Sus facciones tenían una estable madurez. Más cerca de los treinta
que de los cuarenta, pero su cuerpo era de hombre joven”.

- Muevase, Por Dios santo, creo que es suficiente por una noche, trayendola en
brazos.

Emma se esforzó para que sus piernas le respondieran correctamente. Él la llamó


hacia fuera y ella lo siguió por una corta galería a un cuarto que también estaba
alumbrada por una lámpara. Había implementados de pesca apoyados en la pared,
y un baño provisional al final del cuarto. El agua caliente salia, verificó la
temperatura para ver si estaba adecuada, antes de arrebatarle la alfombra y
empujarla bajo la regadera.

- ¡Dese prisa! No tengo agua que malgastar.

Sus movimientos lentos la incomodaban. Dijo algo más con voz baja. Con
exasperación, arrojo su toalla a un lado y se metió bajo la regadera con ella. No
había nada cortés en la manera como le quitaba la arena del cuerpo. Del cuello,
espalda y las piernas con rápidos masajes. Luego de forma brusca la hizo girarse
para quedar frente a frente con él.

- ¿Porque? en nombre de Dios, una mujer con un cuerpo como el suyo trataba
de ahogarse. -Le pregunto.

- No pretendía ahogarme, ya se lo dije -murmuro mientras que un calor


traicionero pasaba por su cuerpo.
El agua baja de sus senos hasta su estómago y después a sus muslos. Más y más se
daba cuenta del cuerpo que estaba tan cerca del de ella. Aquí estaba un verdadero
hombre. No como Bratt. No, este hombre estaba muy consciente de ella como mujer.
Miro un poco más fascinada, el tenso cuerpo masculino que estaba evidenciando su
excitación.
Había terminado la tarea que él se había impuesto, se enderezó al ver que ella lo
miraba fijamente, exasperado.

- ¡Dios mío! No todos los días tomo un baño en compañía de una mujer. Y
usted no es exactamente fea.

Su expresión cayó a oídos sordos. Dentro de Emma había una turbulencia de


emociones confusas. La frustrante desilusión de ver al hombre que amaba con otro
hombre la hacía gritar con todos sus instintos, que ella era una mujer que deseaba
ser amada, deseada, tomada como lo que era
Poder sentir, poder saber como sería esa experiencia, si Bratt fuese sido el hombre
que ella creía que era. Había esperado hasta su noche de bodas, pero esa deseada
noche no llegaría nunca, estaba harta de eso y sentía curiosidad, perversión más
mil necesidades que anhelaba calmar. Eso hizo que ella extendiera la mano lo tocó,
sus dedos eran suaves, tentativas y dudosos.
Él inhala y la rechazó le apartó la mano para apartarla, y salir de allí rápidamente
se envolvió en la toalla que tenía anteriormente en la cintura, se volvió para
dirigirle una mirada con rabia.

- ¿Qué es usted? ¿Una ninfómana? ¿O sólo es una mujer que encuentra placer
en vivir peligrosamente? El paquete es tentador, pero no estoy tan deseoso
de sexo que tome cualquier cosa que me ofrezcan -Cerro la llave y le arrojo
una toalla. - Sequese y cubrase. Voy a preparar un poco de café.

Emma sabía que debía estar avergonzada, eso no había sido necesario, pero aquella
necesidad de vacío había vuelto a ella. En su mente no le parecía importa lo que
pasaría igual al día siguiente ella se marcharía. Además ese hombre era un simple
Extraño, no era de su mundo. Estaba hoy aquí y mañana no. En realidad era algo
irónico, lejos de ser una ninfómana era una virgen que jamás había sido tocada.
Ahora podía entender porque Bratt nunca deseaba hacerle el amor, por que había
insistido tanto en que su ropa fuera de estilo tipo masculino y porque quería que
llevara el cabello corto, le había dicho que deseaba a una novia virgen, Emma se
había sentido halagada completamente por su manera de pensar tan
románticamente.
Se preguntaba con mal humor que excusa le habría dado la noche de bodas, si
hubiese podido ocultar sus inclinaciones sexuales y continuar engañandola. Pero
no se sentía con verdadera suerte, de haberlo descubierto. Se sentía usada, y lo peor
es que no había sido usada. Aquí estaba, sin hacer sido tocada. Y al parecer así
permanecería próximamente. Hizo una mueca de amargura y salió de allí. Por lo
menos estaba a salvo de ser tocada por el hombre de cabaña. Se envolvió una vez
más con la alfombra y volvió al cuarto principal.
El hombre se había puesto un par de Jeans y una camiseta negra. Estaba de pie
frente a la cocina, esperando que sirviera el agua para así servir el café. Había dos
tazas sobre una mesa rústica, era evidente que a él no le gustaba la situación.
Emma tomó una silla y se sentó en silencio. Ninguno de los dos habló. El agua
hirvio y se sirvió el café.

- Ahí azúcar, pero no hay leche- dijo.

- Gracias, pero no tomo ninguna de las dos cosas.

Katherine la madre de Emma había sido sumamente estricta con la alimentación


de su hija, ella siendo modelo deseaba que su hija le siguiera los pasos, en cambios
Emma no estaba decidida a soportar más de sus prohibiciones estaba cansada. He
hizo su vida aparte. Su madre la obligo a meterse en la Agencia de modelaje siendo
aún joven, ella lo aceptaba para que su madre dejara de insistir, ahí fue donde
conocio a Bratt siendo presentador de un reality show. Las modelos no podían
excederse en su peso. Bratt como conocer de todo eso lo sabía bien, había aprobado,
sus caderas esbeltas, y sus largas piernas pero siempre había criticado sus senos
que eran un poco grandes. Hasta le exigía para colocarse de manera no muy
evidente donde se le vieran tan excesivos.
Había estado ciega, completamente ciega, fue ingenua, al no haber adivinado que
había algo equivocado en la relación. Él jamás había sido un hombre varonil, no era
como el hombre que tenía de frente. La silla de él crujio. Ella alzó la vista para ver
que la observaba con una fria objetividad.

- Me parece haberla visto en otra parte.

Ella se puso nerviosa. Lo ultimo que faltaría sería que la reconocieran. Su


rompimiento con su ex-pareja causaría bastante escándalo además de
comentarios no deseados. Los periódicos hablarían de un intento de suicidio. Se
esforzo lo máximo posible para que su voz pareciera apagada y despreocupada.

- No lo creo. En realidad, nunca nos hemos visto.

Podía haber visto su rostro en portadas de revistas haciendo modelaje al pasar por
un puesto de periódicos, en anuncios de televisión, en carteles, pero no
exactamente el rostro que se mostraba en ese momento, un rostro lavado, sin
maquillaje, la miro fijamente durante algunos segundos y se encogió de hombros.
Miro sus manos.

- ¿No está casada?

Ella negó con la cabeza mientras se tomaba el café puro, aliviada que hubiese
pasado el peligro ya.

- ¿Tiene algún problema con alguien o algún hombre?

- Algo así. -Contesto con disgusto algo pensativa.

- Me imagino.

Aquel comentario la hizo sonrojarse. Era evidente lo que había sucedido en el baño.
Esa impulsividad de tocarlo debió de ser demasiado obvio.

- Lamento haber perturbado su noche, y haberle causado tantas molestias. No


pensé que hubiera alguien aquí.

- Fue una suerte para usted en realidad que estuviera aquí y aún despierto.

- Si. Muchas gracias de haberme salvado.

- ¿Él la quería? - Pregunto suspirando e inclinándose en su silla hacia atrás.

Ella lo miro y volvió aquel abismo de desilusión a sus ojos.

- No, no me quería. Solo quería la imagen, no a mi.

Había perplejidad en su voz, cuando preguntó:


- ¿Cual imagen? Quiere decir, ¿El rostro y cuerpo? O es usted alguien…

- No, no. -Contesto de forma precipitada, espero que él no investigara más de


la cuenta y pudiera identificarla.

El desastre de su amor por el idiota de su ex se agrandó en su mente, y todo el


horror reprimido de la noche estalló en palabras atormentadas.

- Él no quiere a una mujer. No a una verdadera mujer. Nos íbamos a casa en


tres días. Y esta noche… me esperaba en su apartamento. Fui… la música era
tan fuerte que no oyó cuando llame así que decidí entrar usando mi llave.
Podía percibir un olor algo fuerte…. Dulce, tal vez era incienso o marihuana,
no se. Me preocupé y entré en su habitación. Estaba allí… con otro hombre y
están… yo salí corriendo y continué manejando, hasta llegar aquí.

Las lágrimas que Emma había contenido durante horas empezaron a desbordarse
por sus mejillas. Los grandes ojos Aguamarina eran estanques de desdichas, ciegos
a todo lo que fuera su dolor interno. No vio el destello de reconocimiento en el
rostro de él ni la comprensión, que prestó a sus ojos suave compasión. Al sentir algo
de alivio, las lágrimas continuaron saliendo hasta desbordarse. Emma se desplomó
hacia adelante, cubriéndose el rostro con una mano, al llorar en forma
incontrolable. Su corazón estallaba sollozos desahogado por la contracción de su
pecho y paso mucho rato antes de que finalmente se calmara. Se secó la humedad
de los ojos con el dorso de la mano.

Solo entonces advirtió el ruido que hacían unos dedos en la mesa. Se controló. Se
dirigió una furtiva mirada al hombre y vio que tenia el ceño fruncido. Los dedos
dejaron dejaron de tambalear y sintió que la miraba. Había desnudado su corazón
así como había hecho con su cuerpo y se sentía desnuda completamente. Apreto la
alfombra contra si; su subconsciente solamente buscaba refugio.

- ¿ Quiere recostarse?

Aquella calmada pregunta hizo que se ruborizase aún más. Todo el tiempo el
hombre la había juzgado mal y ella no podía entender si la criticaba o trataba de
ser amable.
- Debes de sentirte completamente afligida. Ha sido una noche dura para
usted, y yo que no he hecho nada para que se sienta a gusto. - Suspiro y le
tendió la mano en modo de reconciliación. -Siento haber sido tan duro al
principio.

- En realidad, yo no intentaba ahogarme, solo sentía la necesidad de…..

- No tienes que explicarme nada. Usted sabe que fue mejor haberse deshecho
de él.

- Lo sé- murmuró, pero sus ojos estaban llenos de dolor.

El se levantó, se acercó a ella y le apretó el hombro con amabilidad.

- Vamos, venga a la cama, se sentirá mejor por la mañana.

Él dio por hecho que ella acataria su sugerencia y se inclinaron para apagar la
lámpara Emma fue lenta para reaccionar. El paso un brazo por sus hombros,
sosteniendola en los pocos pasos hasta la cama. No fue sino hasta que el intento por
quitarle lo que cargaba puesto.

- Por favor…

- Es un poco tarde para que se sienta pudorosa ¿No le parece? -Comento-. No


lo necesitará en la cama.

Emma, vaciló un poco, y sabiendo que de cualquier modo, la oscuridad la cubría,


dejó que le quitara la alfombra y rápidamente se metió entre las sábanas. Sintió la
agradable suavidad de la almohada y el colchón. Estiro las piernas y suspiro antes
de adoptar su posición de dormir. Escucho el murmullo de una ropa. Volvió la
cabeza y abrió los ojos alarmada. El hombre también se iba acostar.

- ¿Que pretende estar haciendo?

- Acostándome.

- ¿Conmigo?
- Solo hay una cama. De seguro no objetara a que la compartamos. - le dijo de
forma razonable.

- Pero…

- ¡Mire me equivoqué antes y la hice pasar un mal rato. No comprendía lo que


usted sentía, el asqueroso tipo de shock que había pasado. Ninguna mujer
merece que la lastimne de ese modo.

Subió a la cama antes de que Emma pudiera apartarse y extendió la mano para
tomarle la barbilla, la miro.

- Además usted es una mujer, hermosa, deseada y muy femenina.

Ella lo miro a su vez; su mente estaba con miles de pensamientos, deseando hacer
el amor con el. El bajo la mano has su garganta, acaricio sus hombros con sus
labios suavemente, la piel de ella saltó, sintiendo toques electrónicos.

- Relájate. No te lastimare. Solo relájate y no pienses. Yo te daré la clase de


amor que necesitas.

El gemido de protesta de Emma se convirtió en un jadeo estrangulado. La mano de


él bajo de sus hombros y se cerró sobre sus senos, disfrutando suavemente de su
redondez. Después su boca estaba sobre la de ella y su cuerpo se movía, tocandola,
presionandose.
CAPITULO II:

Emma sabía que había provocado esto. Nada podía ser más alentador que su acción
en el baño ¿Y como podía detenerlo? Que debía hacer ahora, tenía que hacer algo
para evitar que avanzara más de la cuenta. Abrió la boca, pero no le salía nada,
estaba muy impresionada, ese beso que había empezado de manera seductora en
sus labios se había convertido en un profundo y sensual explosión que le quitaba la
misma respiración.
Sus suaves dedos tentivos tiraron de la mano que tenía cautiva su seno, pero el
deseo y la sensación excitante del contacto prefiero quedarse quieta. Había un
extraño regocijo al sentir la excitación con la dureza de su cuerpo contra el suyo
propio. En su mente se decía si ¿De verdad deseaba detener todo esto? Todo lo que
tenía que permitir era que sucediera.
Una voz en su conciencia le decía a gritos que parara esto, que no estaba bien
hacerlo. Pero no conocía a este hombre, mucho menos lo amaba. Ignoro el mensaje
de su conciencia. Y cerró sus ojos quería pretender que esta noche era su noche de
bodas.
El no era Bratt porque él la había engañado cruelmente. Su amor había sido una
decepción, esa sensación que sentía era muy distinta. Había estaba reteniendo su
aceptación, pero ahora anhelaba con todas sus fuerzas sentir ese amor que le
habían sido negado. Devolviendo ese beso con fervor, dejando sus manos sueltas se
daba cuenta que podía acariciarlo.
Empezó mientras lo besaba, le daba toques suaves a sus hombros, y cuello, le
agradaba el grueso de su cabello, la fuerza muscular que tenía. La firmeza; que
contrastaba con la suavidad de su piel.
Arqueo el cuerpo, invitándolo, exigiendole que la tocara, suplicandole que la hiciera
conocer esa parte desconocida que ella no comprendía y él que prometía.

Y él con paciencia y delicadeza le dio lo que necesitaba. Demostrando ser un


amante digno muy experimentado. Emma no pensaba en el como persona, para
ella era como un objeto en el cual podía usar. Era sólo un efecto, despertando su
cuerpo a una vida que jamás había conocido. Dandole placer, disfrutando de esos
momentos tan intensos. Su boca y manos buscaban para explorar esas áreas
eróticas que tanto había leído, pero nunca había experimentado. No podía creer, lo
que era capaz imaginar la increíble sensación de excitación al sentir el placer:
exigiendole más y más su atención. Era una urgencia que se había convertido en
una convulsión, al grado de que su cuerpo no podia más en concentrarse a una
cosa. Al placer.
Su cuerpo temblaba de expectación. Contuvo la respiración cuando él empezó
hacerla suya. Hubo un poco de vacilación y repliegue. Ella anhelaba por el deseo
que sentía. Sus manos suplicaban que sucediera. Cuando paso, sentía que la
traspasaba, con dureza, con un dolor desgarrador. Después su cuerpo contra el
suyo, en un claro acto de posesión que era totalmente dominante. Hasta que
aquella exigencia fue correspondida, y Emma se sintió diferente, su cuerpo estaba
bañado por dulce y tibio éxtasis que no sabía que conocía. Suspiro de alegría: Era
una hermosa medida de paz y satisfacción. También él suspiro, se levantó y se
retiró. Fue cuando ella sintió una punzada de pensar porque se había terminado, al
separse de ella. La tocó suavemente en el estómago y ella se estremeció.

- ¿Te encuentras bien?

Su voz profunda denotaba preocupación y sintió una repentina vergüenza. Estaba


aquí, acostada con un completo extraño. Acababa de experimentar una de las
mejores sensaciones que su vida le habían mostrado. Deseo que el no hubiese
hablado. El no se movió, debía contestarle.

- Si, descuide no se preocupe, estoy bien.

Sus palabras salieron de forma informal. Ella se sentía como en una burbuja de
histeria al pensar que lo malinterpretaria.

- Pudo haberme detenido cuando usted hubiese querido. Yo me habría


detenido inmediatamente. Solo debías decírmelo.

La acusación que advertía en su voz la golpeó. ¿Por qué la estaba acusando? Ella no
lo había seducido. Se habia quedado rígida en un solo lado de la cama si la hubiese
dejado. Pero tampoco él la había seducido; prefería ser sincera.

- No quise detenerlo. No sé preocupé. No lo acusare de violencia.

Violación. Era una palabra que no cabía en la situación, echaba a perder el placer
que le había brindado. Rodo hasta un lado de la cama, poniéndose de espaldas a él,
pero antes de poder acomodarse para intentar dormir. Él la atrajo de nuevo y se
puso sobre ella.

- La violación como ambos sabemos no cabe aquí, pero podía haberme dicho
que era virgen. ¡Dios Santo! No actuaba como una virgen y nunca se me
paso por la cabeza que lo fuera. - Suspiro y meneo la cabeza, y cuando volvió
hablar se había esfumado su ira convirtiéndola en ironía-. Bien, espero que
lo haya disfrutado porque ya no hay vuelta atrás. Lo peor de todo es que
intentaba ayudarte yo de crearte más problemas.

Ella lo había disfrutado si, su cuerpo se derretía al recordar el placer de todo lo que
había sentido. No, no se arrepentía de nada y mucho menos de la experiencia que le
había brindado. Ahora lo comprendía todo.

- Yo anhelaba saberlo. - Murmuro, confirmando sus pensamientos más que


contestando a sus palabras.

Se hizo un silencio entre ellos, demasiado intenso, y aún así aquella separación
hacia que Emma estuviera más consciente de aquel hombre. Él estaba muy quieto y
había mucha tensión en él, de repente se dio cuenta que Bratt se había borrado de
su mente durante más tiempo del que le había parecido posible hacia ya algunas
horas.

- Bien, si eso es lo que deseabas. ¿Porque debería entonces preocuparme?


-Murmuro aquellas palabras como si estuviera ya dispuesto a finalizar la
noche. De pronto volvió la cabeza hacia ella - ¿Y se puede saber porque aún
eras virgen? no eres joven…

- Ya sabe porque - deseaba poder poner punto y final a esa conversación.


Dejar de mencionar el asunto de su virginidad.

- Pero seguro habría otros hombres que la deseaban a usted- Insistio.

- Yo lo amaba a él. Por favor, no insista. Eso ya no importa.

Emma pensaba en lo extraño que era estar aquí, acostada con un hombre a quien
no conocía, que era solo una voz en la oscuridad. Toda la noche había sido extraña,
aislada de una vida que antes, le parecía que tenía sentido. Ahora nada parecía
tenerlo. Bratt se había convertido en alguien que ella desconocía.

- Háblame de usted- Le pregunto el hombre.

Ella lo miro durante un momento, tratando de no dar mucha información. Él ya


sabía mucho, demasiado para decir verdad. Lo que había compartido aquí con él
había sido una de las experiencias más maravillosas, y no quería estropearlo. Era
lo único bueno que le había pasado esta noche.

- ¿Vive usted aquí todo el tiempo? - le pregunto, deseando de que alguien día
no se lo encontraría en la calle.

- Voy y vengo ¿Donde vive usted? - contesto vagamente.

- En Sydney- Eso era muy parecido. Era una ciudad grande.

- ¿Que harás el día de mañana?

- No lo sé, tal vez enfrentarme contra mi ex-prometido, lo pensaré en el


camino a mi casa. - Dijo odiando pensar que tendría que explicarle a su
madre porque razón había desaparecido y porque se cancelaba la boda.

- No será nada fácil, ¿verdad? Es mejor que se aleje unos días. Si quiere puede
quedarse aquí.

- No podría -Contesto. Sabia que se estaba involucrando mucho con ese


hombre.

- Sabes bien que necesitas un respiro. Tiempo para ordenar tus ideas, ¿Nunca
lo has hecho?.

Vinieron hermosos pero también amargos recuerdos de su niñez. Suspiro


levemente.

- Claro que lo sé, lo hacía cuando mis padres peleaban. Por la separación. Mi
papá era maravilloso porque me sacaba de viaje con él. Hace ya mucho
tiempo la verdad.

- ¿Y no has vuelto a viajar así con él?

- No. Hace algunos años que no he podido tener la dicha de tener un día y
disfrutarlo con él.

- Entonces ¿Vives sola?


- Si, aunque a veces mi madre va de visita. - Ella automáticamente se calló al
darse cuenta de repente lo que él estaba haciendo.

- Te haría bien quedarte, le sentará bien eso le aseguro. - le dijo tentandola.

- ¿Porque habrías de invitarme a que me quedara? Antes no me querías aquí…

- ¿Antes de descubrir qué no era lo que pensaba? No mejor…. Tiene razón.


Debí echarla de aquí lo más rápido posible- Suspiro con voz suave e irónica
- Tal quiero remediar algo…. Tal vez me siento responsable… No sé solo
quiero que estés bien.

- Se lo aseguro lo estaré. - Rechazando su interés en ella. Eso solo podría


convertirse en más problemas.

Durante algunos minutos se quedó pensando en esa idea tentadora, quedarse aquí,
reflexionar, tener un día para ella sola. Posponer la rabia y coraje, el arrebato y las
discusiones que serían inevitables. Seria como un escape temporal.

- ¿Usted cree?... -Vacilo un momento, se sentía atrapada entre la espada y la


pared.

- ¿Yo creo que? -Contesto el hombre.

- Podríamos, si decido quedarme ¿Podríamos permanecer como extraños


¿Solo deseo quedarme aquí para meditar…. Quiero decir sin hacer
preguntas. - Termino deseando que la animara, pero esperando que se diera
ante su idea.

Su silencio hizo que se sintiera como niña estúpida.

- Mejor olvidarlo. Me marchare.- Dijo decidida.

- Esta bien, si deseas quedarte. Solo quieres dejar todo atrás durante algún
tiempo. Estoy de acuerdo con eso. Después de todo, yo también he venido por
la misma razón. - Dijo lentamente.

- Gracias por su amabilidad.


- Tal vez es fácil ser amable con una extraña. - Empezando a reír levemente. -
¿Tienes frío?

- En realidad, no.

- Me imagino que te has estremecido.

Él la acercó a su cuerpo cubriéndola. Con su mano tomó uno de sus senos con
bastante familiaridad, mientras que besaba su oreja.

- Ahora, relájese y duermete. Yo te mantendré tibia.

Sintió menos frío, pero estaba demasiado consciente de su masculinidad para


relajarse y poder dormir. Él si se durmió, escuchó que su respiración se hacía más
ligera y su mano se fue aflojando. Ella en cambio estaba apretada a él, pero
maravillada de la comodidad que podía proporcionar otro cuerpo. Eventualmente,
debido a su cansancio, se quedó dormida.
Despertó con un sobresalto, dándose cuenta que le acariciaban la mejilla. Sus ojos
se abrieron, muy grandes perpleja de ver el rostro encima de ella. Hablaba de
recuerdos sumidos en un flujo de vergüenza.

- Tienes una piel perfecta. En realidad, eres una mujer sumamente hermosa
aún por la mañana. Dudo de haber visto un cabello Rubio platino tan
hermoso.

¿La habría reconocido? Sus dedos volaron a su cabello ya ya seco. Anoche había
estado húmedo por el baño, despeinados. Era un gran alivio sentir los rizos
esponjosos. Sin el ondulado que le hacían que le daba el suave Marco a su rostro.
No podía ser reconocida de inmediato como Emma Williams.

- Mejillas clásicas, facciones perfectas y esos ojos Aguamarina que me


fascinan. Suficiente para robarle el Alma a un hombre. Quizás anoche
atrape a una hermosa sirena.

La nota posesiva de su voz la hizo sentirse vulnerable. Anoche había estado loca,
había sido completamente inconsciente al ponerse en manos de un extraño y de
una manera tan íntima. No sabía nada de él absolutamente nada. Excepto que era
un excelente amante. Sentia miedo al pensar si quería una repetición. Se aferró a
la sábana, subiendoselas hasta la barbilla. Sus ojos miraron alrededor del cuarto,
aunque sabía que no tenía forma de escapar.

- ¿Que hora es?- Le pregunto.

- Casi la hora del almuerzo. -Brillaba una chispa de diversión en sus ojos-. Y
no soy el lobo feroz que viene a devorarla. Es más, podrías decir que estoy
domesticado. Hasta he traído tu ropa y la he lavado.- Indico con la cabeza a
la orilla de la cama. - Mira por ti misma.

El vestido rosa de tirante coctel que se había colocado estaba bien doblado con su
ropa interior.

- No es una ropa muy práctica. Pero es la que hay.

Emma reprimió una risa histérica. De verdad había estado loca para observar su
comportamiento tan irresponsable.

- Gracias, pero de verdad debo irme. -Le dijo-Mi madre se preocupará


demasiado.

- Lo dudo.

Ella aguantó la respiración al sentir miedo. ¿Que quería decir? Sus ojos nerviosos
pasaron por aquel físico fuerte. Sus Jeans y su camiseta enfatizaban el amplio
pecho y brazos marcados. Este lugar era solitario y estaban lejos de todo, y si quería
encerrarla aquí….
- Mi madre estará preocupada sino llego hoy en la mañana. Puede llamar a la
policía.

El se encogió de hombros y se puso de pie, mirándola con burla.

- ¿Por qué habría de hacerlo? ¿No estaba usted anoche con su prometido? Ella
sacará las conclusiones naturales y no preocupará demasiado. Después de
todo se casa mañana.

- No me caso - Contesto molesta.


- Nosotros lo sabemos, pero ella no. ¿Para qué apresurarse a decírselo?
Complazcase así misma. Sufriste anoche shock y no creo que lastimara a
nadie si se toma un día de descanso. Además, necesita tiempo para poder
organizar su mente y meditar que hará en su vida ahora en adelante. -Le
dijo- Iré a preparar la comida para almorzar. Hay un retrete más allá del
cuarto de lavandería. Vístete y camina un poco. No hay prisa.

Ella lo observó cruzar el cuarto hacia la puerta del corredor. Su aire de calma, sin
prisa, se fue tranquilizandose. Recordó su conversación de la noche anterior
después de… Paso una mano por el estómago y sus muslos se estremecieron al
recordar la noche pasada. Sintió que el calor invadía su cuerpo. Podía haber sido
una locura, pero no se arrepentía de nada todavía.
La tomo un concentrado esfuerzo de tentación a quedarse aquí acostada. Se esforzó
para levantarse de la cama. Paso los ojos por el cuarto. En realidad, el piso estaba
empedrado y la única concesión a la civilización era una estufa de gas y una malla
de alambre contra los mosquitos en la ventana. Bajo la vista hacia su vestido
siempre le gustaba vestirse con un vestido casual no le gustaba para nada tanta
formalidad en la vestimenta. Emma se lo puso. Estaba muy arrugado. Deseaba
tener otra cosa que ponerse con un suspiro se subió el cierre. Ahora era tiempo de
marcharse.

El hombre estaba fuera de su camino. Lo más sensato era salir por la puerta del
frente, caminar hacia su carro y regresar a Sydney, si se quedaba arriesgaría
mucho… Abrió la puerta del frente y sintió una ligera brisa del mar en la piel. Sus
ojos absorbieron el reluciente azul de luz del sol en el agua, una arena blanca, un
cielo sin nubes, manchados por las gaviotas que bajaban en picada. Respiro con
fuerza, saboreando aquel olor a sal. Era el olor a la libertad de todas las trabas de la
sociedad. ¿Qué perdería al quedarse aquí? Solo un día. Un día no importaba.

El hombre no la conocía

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