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Pasaron algunos minutos y decidió descansar con serenidad, tomó un gran suspiro
y abrió la puerta del carro, necesitaba tener aire fresco y poder reorganizar en su
cabeza lo que iba a suceder ahora con su vida y con su carrera.
Fue caminando lentamente hasta acercarse a la orilla del mar: Se descalzo de sus
zapatillas clásicas y pudo sentir con gusto la arena húmeda, el monótono ruido del
mar la calmaba. Nada más eso la hacía un poco feliz.
Instintivamente se despojó de su ropa quedando completamente desnuda como si
estuviera hipnotizada, entonces se fue introduciendo poco a poco en el mar. Ella
sólo pensaba que aquí no había corrupción, nada perverso, no había nadie que la
pudiera justificar.
Emma empezó a nadar para evitar tener un enfrentamiento con ese hombre pero a
poca distancia le dio un calambre que le paralizó una de sus piernas. Intento de
grito pero era imposible ya que le había entrado agua, ahogandola, entrando en
pánico aún más. Se hundió, agitando los brazos porque las piernas no le servían.
Salio a la superficie durante algunos segundos y así logró recuperar un poco de
aire. Necesitaba respirar. Solo quería respirar y recuperar sus fuerzas nuevamente.
Al estar consciente del desvanecimiento que había tenido cuando estaba en el mar,
sintió más dolor, en su pecho, empezó a toser compulsivamente arrojando agua
salada, se le nubabla la vista, sentía náuseas mientras que las piernas las sentia
aún dormida.
- Señora ¡Si desea ahogarse puede hacerlo en otra parte o sino hay otros
métodos efectivos que le servirían! Mientras que no lo haga en una playa que
no sea la mía. - Le dijo furioso.
Una manos alejaron las suyas permitiendo así que empezara a sentir un ligero
alivio por el masaje que le estaba haciendo a su pierna. La tensión se fue
disminuyendo hasta que logró quedar con un pequeño dolor que ella podía
soportar. Relajo sus ojos y los abrió, el hombre que la había salvado estaba de
rodillas junto a ella, era una figura enorme.
- Se lo agradezco - Murmuro.
Le dio una última palmada más a su pierna, se puso de pie, era mucho más alto que
ella y estaba completamente desnudo. Solo fue entonces cuando se dio cuenta que
también lo estaba ella.
- El acto de la Sirena ya terminó por esta noche, levántese -Le ordenó de una
forma autoritaria.
Antes de que ella pudiera reunir suficiente fuerza para levantarse, el se había
inclinado para levantarla. Ella sentía que sus piernas necesitaban un momento
más para establecerse y se hubiese caído sino la hubiera sostenido a tiempo -¡Por el
amor a Dios¡- murmuró- Creo que tendré que llevarla en brazos.
Él llegó a tierra firme y la bajo con brusquedad, sus manos apretaron su figura,
sosteniendola mientras que él meditaba sus siguientes palabras. Sus palabras
fueron cortantes pero precisas.
Miro atontado al hombre, sin caso omiso. La toalla que llevaba al rededor de sus
caderas le daba seguridad a Ella. Pensó por un momento: “Era mayor de lo que
había pensado. Sus facciones tenían una estable madurez. Más cerca de los treinta
que de los cuarenta, pero su cuerpo era de hombre joven”.
- Muevase, Por Dios santo, creo que es suficiente por una noche, trayendola en
brazos.
Sus movimientos lentos la incomodaban. Dijo algo más con voz baja. Con
exasperación, arrojo su toalla a un lado y se metió bajo la regadera con ella. No
había nada cortés en la manera como le quitaba la arena del cuerpo. Del cuello,
espalda y las piernas con rápidos masajes. Luego de forma brusca la hizo girarse
para quedar frente a frente con él.
- ¿Porque? en nombre de Dios, una mujer con un cuerpo como el suyo trataba
de ahogarse. -Le pregunto.
- ¡Dios mío! No todos los días tomo un baño en compañía de una mujer. Y
usted no es exactamente fea.
- ¿Qué es usted? ¿Una ninfómana? ¿O sólo es una mujer que encuentra placer
en vivir peligrosamente? El paquete es tentador, pero no estoy tan deseoso
de sexo que tome cualquier cosa que me ofrezcan -Cerro la llave y le arrojo
una toalla. - Sequese y cubrase. Voy a preparar un poco de café.
Emma sabía que debía estar avergonzada, eso no había sido necesario, pero aquella
necesidad de vacío había vuelto a ella. En su mente no le parecía importa lo que
pasaría igual al día siguiente ella se marcharía. Además ese hombre era un simple
Extraño, no era de su mundo. Estaba hoy aquí y mañana no. En realidad era algo
irónico, lejos de ser una ninfómana era una virgen que jamás había sido tocada.
Ahora podía entender porque Bratt nunca deseaba hacerle el amor, por que había
insistido tanto en que su ropa fuera de estilo tipo masculino y porque quería que
llevara el cabello corto, le había dicho que deseaba a una novia virgen, Emma se
había sentido halagada completamente por su manera de pensar tan
románticamente.
Se preguntaba con mal humor que excusa le habría dado la noche de bodas, si
hubiese podido ocultar sus inclinaciones sexuales y continuar engañandola. Pero
no se sentía con verdadera suerte, de haberlo descubierto. Se sentía usada, y lo peor
es que no había sido usada. Aquí estaba, sin hacer sido tocada. Y al parecer así
permanecería próximamente. Hizo una mueca de amargura y salió de allí. Por lo
menos estaba a salvo de ser tocada por el hombre de cabaña. Se envolvió una vez
más con la alfombra y volvió al cuarto principal.
El hombre se había puesto un par de Jeans y una camiseta negra. Estaba de pie
frente a la cocina, esperando que sirviera el agua para así servir el café. Había dos
tazas sobre una mesa rústica, era evidente que a él no le gustaba la situación.
Emma tomó una silla y se sentó en silencio. Ninguno de los dos habló. El agua
hirvio y se sirvió el café.
Podía haber visto su rostro en portadas de revistas haciendo modelaje al pasar por
un puesto de periódicos, en anuncios de televisión, en carteles, pero no
exactamente el rostro que se mostraba en ese momento, un rostro lavado, sin
maquillaje, la miro fijamente durante algunos segundos y se encogió de hombros.
Miro sus manos.
Ella negó con la cabeza mientras se tomaba el café puro, aliviada que hubiese
pasado el peligro ya.
- Me imagino.
Aquel comentario la hizo sonrojarse. Era evidente lo que había sucedido en el baño.
Esa impulsividad de tocarlo debió de ser demasiado obvio.
- Fue una suerte para usted en realidad que estuviera aquí y aún despierto.
Las lágrimas que Emma había contenido durante horas empezaron a desbordarse
por sus mejillas. Los grandes ojos Aguamarina eran estanques de desdichas, ciegos
a todo lo que fuera su dolor interno. No vio el destello de reconocimiento en el
rostro de él ni la comprensión, que prestó a sus ojos suave compasión. Al sentir algo
de alivio, las lágrimas continuaron saliendo hasta desbordarse. Emma se desplomó
hacia adelante, cubriéndose el rostro con una mano, al llorar en forma
incontrolable. Su corazón estallaba sollozos desahogado por la contracción de su
pecho y paso mucho rato antes de que finalmente se calmara. Se secó la humedad
de los ojos con el dorso de la mano.
Solo entonces advirtió el ruido que hacían unos dedos en la mesa. Se controló. Se
dirigió una furtiva mirada al hombre y vio que tenia el ceño fruncido. Los dedos
dejaron dejaron de tambalear y sintió que la miraba. Había desnudado su corazón
así como había hecho con su cuerpo y se sentía desnuda completamente. Apreto la
alfombra contra si; su subconsciente solamente buscaba refugio.
- ¿ Quiere recostarse?
Aquella calmada pregunta hizo que se ruborizase aún más. Todo el tiempo el
hombre la había juzgado mal y ella no podía entender si la criticaba o trataba de
ser amable.
- Debes de sentirte completamente afligida. Ha sido una noche dura para
usted, y yo que no he hecho nada para que se sienta a gusto. - Suspiro y le
tendió la mano en modo de reconciliación. -Siento haber sido tan duro al
principio.
- No tienes que explicarme nada. Usted sabe que fue mejor haberse deshecho
de él.
Él dio por hecho que ella acataria su sugerencia y se inclinaron para apagar la
lámpara Emma fue lenta para reaccionar. El paso un brazo por sus hombros,
sosteniendola en los pocos pasos hasta la cama. No fue sino hasta que el intento por
quitarle lo que cargaba puesto.
- Por favor…
- Acostándome.
- ¿Conmigo?
- Solo hay una cama. De seguro no objetara a que la compartamos. - le dijo de
forma razonable.
- Pero…
Subió a la cama antes de que Emma pudiera apartarse y extendió la mano para
tomarle la barbilla, la miro.
Ella lo miro a su vez; su mente estaba con miles de pensamientos, deseando hacer
el amor con el. El bajo la mano has su garganta, acaricio sus hombros con sus
labios suavemente, la piel de ella saltó, sintiendo toques electrónicos.
Emma sabía que había provocado esto. Nada podía ser más alentador que su acción
en el baño ¿Y como podía detenerlo? Que debía hacer ahora, tenía que hacer algo
para evitar que avanzara más de la cuenta. Abrió la boca, pero no le salía nada,
estaba muy impresionada, ese beso que había empezado de manera seductora en
sus labios se había convertido en un profundo y sensual explosión que le quitaba la
misma respiración.
Sus suaves dedos tentivos tiraron de la mano que tenía cautiva su seno, pero el
deseo y la sensación excitante del contacto prefiero quedarse quieta. Había un
extraño regocijo al sentir la excitación con la dureza de su cuerpo contra el suyo
propio. En su mente se decía si ¿De verdad deseaba detener todo esto? Todo lo que
tenía que permitir era que sucediera.
Una voz en su conciencia le decía a gritos que parara esto, que no estaba bien
hacerlo. Pero no conocía a este hombre, mucho menos lo amaba. Ignoro el mensaje
de su conciencia. Y cerró sus ojos quería pretender que esta noche era su noche de
bodas.
El no era Bratt porque él la había engañado cruelmente. Su amor había sido una
decepción, esa sensación que sentía era muy distinta. Había estaba reteniendo su
aceptación, pero ahora anhelaba con todas sus fuerzas sentir ese amor que le
habían sido negado. Devolviendo ese beso con fervor, dejando sus manos sueltas se
daba cuenta que podía acariciarlo.
Empezó mientras lo besaba, le daba toques suaves a sus hombros, y cuello, le
agradaba el grueso de su cabello, la fuerza muscular que tenía. La firmeza; que
contrastaba con la suavidad de su piel.
Arqueo el cuerpo, invitándolo, exigiendole que la tocara, suplicandole que la hiciera
conocer esa parte desconocida que ella no comprendía y él que prometía.
Sus palabras salieron de forma informal. Ella se sentía como en una burbuja de
histeria al pensar que lo malinterpretaria.
La acusación que advertía en su voz la golpeó. ¿Por qué la estaba acusando? Ella no
lo había seducido. Se habia quedado rígida en un solo lado de la cama si la hubiese
dejado. Pero tampoco él la había seducido; prefería ser sincera.
Violación. Era una palabra que no cabía en la situación, echaba a perder el placer
que le había brindado. Rodo hasta un lado de la cama, poniéndose de espaldas a él,
pero antes de poder acomodarse para intentar dormir. Él la atrajo de nuevo y se
puso sobre ella.
- La violación como ambos sabemos no cabe aquí, pero podía haberme dicho
que era virgen. ¡Dios Santo! No actuaba como una virgen y nunca se me
paso por la cabeza que lo fuera. - Suspiro y meneo la cabeza, y cuando volvió
hablar se había esfumado su ira convirtiéndola en ironía-. Bien, espero que
lo haya disfrutado porque ya no hay vuelta atrás. Lo peor de todo es que
intentaba ayudarte yo de crearte más problemas.
Ella lo había disfrutado si, su cuerpo se derretía al recordar el placer de todo lo que
había sentido. No, no se arrepentía de nada y mucho menos de la experiencia que le
había brindado. Ahora lo comprendía todo.
Se hizo un silencio entre ellos, demasiado intenso, y aún así aquella separación
hacia que Emma estuviera más consciente de aquel hombre. Él estaba muy quieto y
había mucha tensión en él, de repente se dio cuenta que Bratt se había borrado de
su mente durante más tiempo del que le había parecido posible hacia ya algunas
horas.
Emma pensaba en lo extraño que era estar aquí, acostada con un hombre a quien
no conocía, que era solo una voz en la oscuridad. Toda la noche había sido extraña,
aislada de una vida que antes, le parecía que tenía sentido. Ahora nada parecía
tenerlo. Bratt se había convertido en alguien que ella desconocía.
- ¿Vive usted aquí todo el tiempo? - le pregunto, deseando de que alguien día
no se lo encontraría en la calle.
- No será nada fácil, ¿verdad? Es mejor que se aleje unos días. Si quiere puede
quedarse aquí.
- Sabes bien que necesitas un respiro. Tiempo para ordenar tus ideas, ¿Nunca
lo has hecho?.
- Claro que lo sé, lo hacía cuando mis padres peleaban. Por la separación. Mi
papá era maravilloso porque me sacaba de viaje con él. Hace ya mucho
tiempo la verdad.
- No. Hace algunos años que no he podido tener la dicha de tener un día y
disfrutarlo con él.
Durante algunos minutos se quedó pensando en esa idea tentadora, quedarse aquí,
reflexionar, tener un día para ella sola. Posponer la rabia y coraje, el arrebato y las
discusiones que serían inevitables. Seria como un escape temporal.
- Esta bien, si deseas quedarte. Solo quieres dejar todo atrás durante algún
tiempo. Estoy de acuerdo con eso. Después de todo, yo también he venido por
la misma razón. - Dijo lentamente.
- En realidad, no.
Él la acercó a su cuerpo cubriéndola. Con su mano tomó uno de sus senos con
bastante familiaridad, mientras que besaba su oreja.
- Tienes una piel perfecta. En realidad, eres una mujer sumamente hermosa
aún por la mañana. Dudo de haber visto un cabello Rubio platino tan
hermoso.
¿La habría reconocido? Sus dedos volaron a su cabello ya ya seco. Anoche había
estado húmedo por el baño, despeinados. Era un gran alivio sentir los rizos
esponjosos. Sin el ondulado que le hacían que le daba el suave Marco a su rostro.
No podía ser reconocida de inmediato como Emma Williams.
La nota posesiva de su voz la hizo sentirse vulnerable. Anoche había estado loca,
había sido completamente inconsciente al ponerse en manos de un extraño y de
una manera tan íntima. No sabía nada de él absolutamente nada. Excepto que era
un excelente amante. Sentia miedo al pensar si quería una repetición. Se aferró a
la sábana, subiendoselas hasta la barbilla. Sus ojos miraron alrededor del cuarto,
aunque sabía que no tenía forma de escapar.
- Casi la hora del almuerzo. -Brillaba una chispa de diversión en sus ojos-. Y
no soy el lobo feroz que viene a devorarla. Es más, podrías decir que estoy
domesticado. Hasta he traído tu ropa y la he lavado.- Indico con la cabeza a
la orilla de la cama. - Mira por ti misma.
El vestido rosa de tirante coctel que se había colocado estaba bien doblado con su
ropa interior.
Emma reprimió una risa histérica. De verdad había estado loca para observar su
comportamiento tan irresponsable.
- Lo dudo.
Ella aguantó la respiración al sentir miedo. ¿Que quería decir? Sus ojos nerviosos
pasaron por aquel físico fuerte. Sus Jeans y su camiseta enfatizaban el amplio
pecho y brazos marcados. Este lugar era solitario y estaban lejos de todo, y si quería
encerrarla aquí….
- Mi madre estará preocupada sino llego hoy en la mañana. Puede llamar a la
policía.
- ¿Por qué habría de hacerlo? ¿No estaba usted anoche con su prometido? Ella
sacará las conclusiones naturales y no preocupará demasiado. Después de
todo se casa mañana.
Ella lo observó cruzar el cuarto hacia la puerta del corredor. Su aire de calma, sin
prisa, se fue tranquilizandose. Recordó su conversación de la noche anterior
después de… Paso una mano por el estómago y sus muslos se estremecieron al
recordar la noche pasada. Sintió que el calor invadía su cuerpo. Podía haber sido
una locura, pero no se arrepentía de nada todavía.
La tomo un concentrado esfuerzo de tentación a quedarse aquí acostada. Se esforzó
para levantarse de la cama. Paso los ojos por el cuarto. En realidad, el piso estaba
empedrado y la única concesión a la civilización era una estufa de gas y una malla
de alambre contra los mosquitos en la ventana. Bajo la vista hacia su vestido
siempre le gustaba vestirse con un vestido casual no le gustaba para nada tanta
formalidad en la vestimenta. Emma se lo puso. Estaba muy arrugado. Deseaba
tener otra cosa que ponerse con un suspiro se subió el cierre. Ahora era tiempo de
marcharse.
El hombre estaba fuera de su camino. Lo más sensato era salir por la puerta del
frente, caminar hacia su carro y regresar a Sydney, si se quedaba arriesgaría
mucho… Abrió la puerta del frente y sintió una ligera brisa del mar en la piel. Sus
ojos absorbieron el reluciente azul de luz del sol en el agua, una arena blanca, un
cielo sin nubes, manchados por las gaviotas que bajaban en picada. Respiro con
fuerza, saboreando aquel olor a sal. Era el olor a la libertad de todas las trabas de la
sociedad. ¿Qué perdería al quedarse aquí? Solo un día. Un día no importaba.
El hombre no la conocía