Está en la página 1de 142

Takarahl

1
Una historia que alienta al lector a que le guste no es necesariamente buena. Pero una
historia que provoque una reacción en él podría decirse que lo es, aunque las opiniones
siempre difieren unas de otras. Pero aquí eso no importa.

Esta historia te sabrá tan mal a veces que sentirás un incómodo disgusto por su autora
pero te tragarás ese disgusto y seguirás leyendo porque querrás saber, querrás entender
en que parte de su retorcida mente se originaron las situaciones que aquí encontrarás.
Sin embargo… aún con mi generosa advertencia comenzarás a ingerir mis palabras,
porque aquí estás.

Humano y curioso.

2
Bueno, sigues aquí. Has ignorado lo que te dije.

No importa.

No hay luz hacia dónde vamos, al menos no cómo tu la conoces. Puedes calificar esta
historia como bizarra, producto de una mente aburrida y en parte tendrías razón. O quizá
descubras que la tuya estaba más aburrida de lo que pensabas, lo cual sería emocionante
aunque seguramente un poco aterrador, pero no te cuestiones tanto, nadie aparte de mí
lo sabrá.

En fin.

Ésta es mi última advertencia.

Espero que mis palabras sólo te perturben un poco… tu mente hará el resto sí se lo
permites.

Con cariño, Lisara.

3
La primera cosa de la que fuí consciente fue de la oscuridad que me rodeaba, tardé en
encontrar mi cuerpo y más aún en darle sentido a los estímulos exteriores que me rodeaban .
Y luego lentamente mi cerebro comenzó a darle sentido a todo.

Colonista Saya Restall, número 8, signos vitales normales, en espera de descriogenización


hasta nuevo aviso. — dijo una voz lejana y vacia.

Con el tiempo y conforme mi cuerpo se fue sintiendo más fuerte comencé a escuchar otros
sonidos.

Energía auxiliar al noventa y 5 coma 3 por ciento agotada. Fallo total del sistema en
aproximadamente 1 año, 9 meses y 21 días. Datos de navegación corrompidos, ubicación
actual desconocida. Señal de emergencia inoperante. Se recomienda evacuación inmediata.

— Ya está respirando - dijo una voz masculina en tono aliviado.


— ¿Alguno la conoce? - Preguntó alguien más
— Yo – respondió una mujer con voz cansada - es miembro del ejército, una clase Assassin.
—Mierda – comentó otro hombre - nunca había visto un Assassin, siempre pensé que eran una
leyenda urbana o algo así, bueno ahora que ella despierte todo esto será más fácil ¿No?
— ¿De que hablas hombre?
— Oh vamos, mira nuestra situación, estamos aquí varados y rodeados de quien sabe que
criaturas, tenemos que defendernos de quien sea.
— Ivy ya nos explicó la situación, lleva más tiempo despierta que nosotros y dijo que Kethan
nos ayudaría.
— ¿Y de verdad te fias de esa cosa? Ni siquiera es humano, es un monstruo.
— Hombre te lo digo ahora, controla tu lengua o nos meterás en problemas a todos.

Era frustrante escuchar su conversación, tal vez estaba soñando. Quise hablar pero de mi
boca solo salió un balbuceo incomprensible.

— Tranquila – dijo la primera voz que escuché - los efectos de la estasis pueden ser molestos,
tómalo con calma.

Otro leve quejido salió de mi boca y mis ojos se abrieron poco a poco. Muy lentamente se
fueron acostumbrando a la luz hasta que pudieron enfocar toda la estancia.

— Carajo - fué la primera palabra que dije - me siento horrible.


— Es normal - giré mi cabeza para ver a quien me hablaba, era un hombre apenas rondando
los 30, caucásico de expresión amable. - ¿Quieres un poco de agua? - asentí con la cabeza y
traté de sentarme - oh, con cuidado, dejame ayudarte - rodeo mis hombros con uno de sus
brazos y con el otro sostuvo mi mano para soportar mi peso y sentarme. Miré alrededor y
habia seis personas más mirándome fijamente, dos hombres y tres mujeres, cada uno vestido
con sus uniformes blancos y expresiones aprehensivas que inmediatamente me hicieron
pensar que algo no iba bien. Solo una de esas caras me era conocida.

— ¿Ella? - se veía cansada y enferma, como si tuviera una horrible gripe, pero por lo demás
ilesa.
— Hola linda - respondió con una sonrisa - ¿Cómo te va? – preguntó mientras el hombre me
pasaba una botella abierta y me ayudaba a beber. Tenía la boca seca y sentía mi cuerpo
pesado y más débil de lo que recordaba estar cuando me puse a dormir.
— ¿Te sientes mejor? - preguntó el hombre llamando mi atención. - Voy hacerte una revisión
rápida para asegurarme de que estás bien.

4
— Claro - respondí vagamente mirando a Ella.

Esperaba ver a mi escuadrón rodeandome y vitoreando por llegar a Xolea, seríamos el primer
escuadrón de Assassin's en llegar al nuevo planeta, todo era posible pero en lugar de eso
estaba sentada con personas desconocidas (Con excepción de Ella) que definitivamente no
eran militares, algo no estaba bien. El hombre revisaba mis pupilas y mi temperatura y con eso
concluyó su revisión.

— Es posible que te sientas un poco desorientada y tu cuerpo un poco débil debido a la


estasis, tardaras unas cuantas horas en sentirte mejor así que no te excedas. Tus signos
vitales son normales, tienes buen color y no hay nada anormal. - dijo amablemente.

— Gracias - respondí simplemente. Volví a ver la estancia con más detenimiento, no había más
personal médico ni otros miembros despertando. Se me hizo un nudo en el estómago. —
Identifícate, colono - no era una petición, era una orden. El hombre se sobresaltó y su
expresión se volvió repentinamente preocupada.
— Mi nombre es Diego, cápsula 4, soy enfermero. Lo siento no soy de la Marina, militar ni
nada, solo un enfermero civil. Ya conoces a Ella, tenia la cápsula 3. Callie es química, tiene la
cápsula 5.
- Hola - respondió Callie. Era una chica joven de cabello castaño, ojos verdes y de
estatura media.
- El de allá es William, capsula 1 es miembro del equipo informático de la tripulación. -
William alzó una mano en puño sobre su pecho y saludó - Es un placer, señor. - asentí
en reconocimiento al gesto.
- Ella es Lacey, cápsula 4 - dijo señalando a una chica pequeña peliroja, ella saludó
tímidamente y bajó su mano. - y él es Cole, cápsula 6. - el hombre pareció cuadrar los
hombros, tratando de parecer más alto, era de cuerpo fornido y esbelto y tenía los
brazos cruzados en una postura aparentemente masculina, era un engreído.
- Genial - dije en tono neutral. - y ahora que ya se presentaron Diego; cuéntame que está
pasando y dime dónde está mi escuadrón.
Diego y los otros colonos se miraron entre ellos un momento y luego Ella se acercó a mí y tomó
mi mano.
- No estamos en Xolea Saya - comenzó Ella. - de hecho nosotros también acabamos de
despertar hace unas horas, necesito que tomes ésto con calma.

Ella relató brevemente lo que sabían desde que despertaron. El Somnium se partió en
pedazos antes de estrellarse en el lugar dónde estamos ahora, no sabíamos dónde estaba el
resto de la nave ni nuestra ubicación en el cosmos. Con ayuda de Diego me puse de pie y
caminé hacia las cápsulas cercanas a mí donde sabía que debia estar mi escuadrón, todas
ellas estaban a oscuras y con los sistemas de soporte de vida dañados desde hacía 60 años,
habían muerto hacía mucho tiempo. Sentí que las pocas fuerzas que tenía me abandonaban y
rápidamente Diego me llevó de regreso a mi cápsula.

— ¿Cuánto tiempo ha pasado desde que nos estrellamos aquí? - pregunté


- Según el sistema 198 años, señor. - respondió William.
—Esta bien, no necesitan llamarme "señor" ni nada parecido, aparentemente a éstas alturas
no importa. Y en todo caso ¿Cómo fue que despertaron?
— Nos despertó una chica, ella ya lleva más de 3 meses despierta, un nativo de este planeta
activó su cápsula por accidente y la despertó.
— ¿Nativo? - era demasiado para procesar, sentí que comenzaba a dolerme la cabeza.
— Una cosa de unos 2 metros, es como un hombre araña, seis patas, cuatro brazos y ocho
ojos, si hay más de esas cosas van a terminar comiéndonos. - dijo Cole.
— Pero no se la comió a ella, ¿quiere decir que tal vez sean civilizados?
— No se la ha comido porque está cogiendosela, eso es todo - respondió Cole con un gesto de
asco.
— ¿Perdona? - estaba segura de haber escuchado bien.
— Agh, cállate Cole. - dijo Ella que hasta el momento se habia mantenido callada - Es Ivy, Saya.

5
Ella nos despertó, la energía de la nave se terminará en dos años pero en este planeta la
lluvia ya ha comenzado y el crater en el que estamos quedará inundado en unas semanas,
por eso nos despertó, solo quedamos nosotros.

Así que Ivy, bueno eso era una sorpresa sumada a todas las demás, al menos esta era una
agradable. El resto del tiempo pasaron explicándome los detalles de este nativo y su relación
con Ivy. ¿Era una cuestión de simple necesidad física o algo más? Diego mencionó que el
nativo se llamaba Kethan y que Ivy le habia enseñado inglés y español y él su propio idioma
por lo que sabía comunicarse medianamente bien. Ivy regresaría en unas horas con Kethan y
otros nativos para ayudarnos a salir del crater ya que estabamos a muchos metros de
profundidad. Decidí dormir unas horas más para procesar todo lo que estaba pasando, no
había más humanos, estabamos en un planeta desconocido con criaturas y flora
desconocidas y sin la tecnología necesaria para cualquier caso de enfermedad o emergencia
médica ni comida, cuanto más lo pensaba peor parecía todo.

Cuándo desperté me dí cuenta de que me sentía mucho mejor que cuando abrí los ojos luego
de la estasis. Me puse de pie y caminé hacia la terminal de la sala de mi escuadrón esperando
que los sistemas de emergencia aún no hubieran fallado. Afortunadamente las pantallas se
enecendieron y la voz fría del sistema retumbó en las paredes plateadas de la sala.

Nombre y código de identificación por favor.

— Saya Restall, Assanssin 024, Escuadrón plateado.

Bienvenida, Líder de escuadrón.

— Acceso a armamento.

Acceso a armamento básico de supervivencia concedido.

Un siseo leve sonó en la estancia y una placa metálica se elevó del suelo dejando a la vista
armas, ropa y demás equipo de supervivencia básico.

— ¡Diego! - llamé en voz alta. Un montón de pasos apresurados se hicieron escuchar por los
pasillos lo que me dió a entender que Diego no venía solo.
— ¿Que pasa? - preguntó asustado mientras entraba a trompicones en la sala. El resto venía
detrás de él y se pararon de golpe al contemplar la placa de armas en mitad de la estancia.
— Perfecto - dijo Cole - ahora podremos defenernos de esas cosas - avanzó sin tomar en
cuenta las miradas de advertencia de sus compañeros y trató de tomar el cuchillo dentado
más cercano.
— ¿Se puede saber que estás haciendo? Ninguno de ustedes tiene conocimiento ni
experiencia en manejo de armas, no toques nada. Diego ven aquí. - al tal Cole no le gustó que
lo ignorara pero igualmente se apartó. - Mira parte del equipo con el que cuento es para
emergencias y tratamiento médico, toma todo lo que necesites; te dejaré a cargo de eso. El
resto de ustedes, hay calzado de sobra en la parte inferior de la placa tomen los que sean de
su talla y quedenselos, los van a necesitar.
— Vaya, este equipo médico es más que el que encontré en otras salas, si se usa bien puede
durar mucho tiempo, siempre que nada salga mal claro.
— Son insumos muy básicos, pero nuestra situación todo lo que podamos tener a la mano es
bueno. - contesté yo.
— Y eso incluye las armas ¿No? Hasta donde sabemos este planeta puede estar plagado de
cosas más horribles que ese tal Kethan y es mejor estar preparados. ¿Porque no podemos
tener cada uno un arma? Creo que es lo justo - dijo Cole cruzandose de brazos.
— Yo no quiero un arma - respondió Lacey desde la esquina - podemos hacerle daño a
alguien.
— Esa es la idea - contestó Cole poniendo los ojos en blanco
— Se refiere a que podríamos hacernos daño entre nosotros genio - dijo Will cómo si fuera
algo tan obvio que resultara tonto explicarlo.

6
— Yo solo digo que no es justo que ella acapare todas las armas, tener una nos dará una
oportunidad.
— o podría terminar por matarnos a todos en un ataque de pánico - respondí armandome de
paciencia - ninguno tendrá un arma hasta que considere que pueden sostener una y asumir
las consecuencias de usarla, mientras tanto no lo harán y se acabó el debate. - dije
acercándome a él con las manos en la cintura.

Cole dió un paso hacia atrás y no volvió a replicar. Luego de eso se escucharon ruidos y voces
lejanas fuera de la nave, Ella quien estaba cerca de la puerta miró por la ventana y dijo:

— Son Kethan e Ivy, ya regresaron.


— Bien, necesito cambiarme - dije - salgan un momento y estaré con ustedes en un rato.

Todos salieron y en cuanto me aseguré de que estuvieran fuera comencé a desvestirme, tomé
las ropas de la placa y me sentí más cómoda y segura en mi traje de asesina que en el burdo
uniforme blanco de los colonos, sabía que solo estaba en mi cabeza pero me hacía sentir un
poco mejor. Mi traje consistía en una blusa negra hecha de manta, suave pero resistente,
fresca en climas calurosos y calida durante el frío; short a la cintura y por debajo de los
muslos que me daba libertad de movimiento, media individuales a la altura de los muslos,
elásticas pero firmes y un chaleco negro con capucha sin costuras que se ajustaba bajo mis
pechos y en mi cintura y que llegaba hasta las rodillas. Me puse mis botas que aunque
pequeñas eran ligeras y resistentes y encajaban muy bien con todo el atuendo, terminé por
ponerme guantes sin dedos, piernera con herramientas, agujas y demás insumos y mi katana
de mango medio a la cintura. Me miré en el muro plateado tan limpio que prácticamente era
un espejo y me agradó la imagen, para ser una anciana de 198 años me veía bastante joven,
me reí para mis adentros pero fue una risa triste, mi cabello llegaba casi a mi cintura y me
alegré de que la cortina color rojo encendido en mi cabello que se veía por mi cuello y nuca
resaltara tanto junto a mis ojos. Siempre me habia cohibido su color, de un café tan claro y
tan encendido que casi parecía dorado y que desde niña asustaba a los demás, ahora
quedabamos tan pocos humanos en este planeta desconocido valoraba más su extraño color.
Me acerqué a la pantalla de la terminal y cerre con clave y voz la placa de armas, no quería
accidentes y el estado emocional de Cole no me daba confianza, era mejor no tentar la suerte.

Salí de la estancia y caminé por el pasillo donde estaba el resto, habia mucho silencio salvo
por la voz de Ivy y otra voz grave pero que hablaba español con acento muy marcado y
rústico.

Doblé en la esquina y me paré de golpe, habia una criatura humanoide con claras
características arácnidas en todo su haber, de cintura hacia arriba era de cuerpo fuerte y
esbelto, cuatro brazos que terminaban en 4 dedos de filosas y peligrosas garras y en la
cabeza que de espaldas podría haber pasado por humana llevaba una cola de caballo de
intenso color negro con cabello largo y sedoso adornado con broches de algo que parecía
algún tipo de madera tallada. De cintura hacía abajo no había nada que tuviera algún rastro
de humanidad, seis patas poderosas y cuartos traseros que terminaban de dar con lo que
perfectamente uno llamaría hombre araña. Traté de recomponer mi expresión y me aclaré la
garganta para hacerme notar, la criatura era de casi dos metros y me impedía ver al resto de
humanos en el pasillo. La criatura se dió la vuelta rápidamente y soltó un gruñido de
advertencia, de manera automática me incliné hacía adelante empuñando mi katana
esperando el primer movimiento hasta que vi salir un pequeño cuerpo de cabello rubio
ondulado detrás de él.

— ¡Kethan espera! Es Saya, es mi amiga ¿Recuerdas? Es mi amiga.


—¿Saya? - preguntó él con acento marcado, se acercó y me miró atentamente, me di cuenta
entonces de que su mirada, a pesar de ser de ocho ojos era inteligente, me estaba evaluando.
Relajé mi postura y alejé mis manos de mi arma con las palmas hacia arriba.
— Hola Ivy - saludé sin dejar de mirarlo y luego me dirigí a él. - ¿Tu eres Kethan?
— Si - respondió él - Mi Nyleea me ha hablado mucho de ti.

7
— ¿Nyleea? - pregunté si comprender pasando mi mirada de la criatura a Ivy y de vuelta.
Entonces me quedo claro. - ¿te refieres a que es tu pareja?

Ivy se puso roja bajo su piel blanca y la criatura chasqueo sus mandíbulas y un suave trino
sonó en su pecho mientras una de sus manos inferiores la tomaba de la cintura. Ivy no hizo
ningún intento por evitarlo y se ruborizó aún más si era posible. Solté una carcajada frustrada
sin poder evitarlo. Así que no era una maldita broma, realmente había algo con el nativo. Era
demasiada información para procesarla en solo unas horas. Estaba en un planeta infestado
de una cantidad inimaginable de criaturas de las cuales desconocía prácticamente todo, no
habíamos más que ocho humanos y ahora un nativo de este lugar había dejado claro que mi
amiga era su pareja. No tenía espacio en mi cabeza para comprenderlo todo tan rápido,
necesitaba tiempo. Pero cómo toda situación de crisis; el tiempo no era un recurso con el que
contaramos. Pero lo más duro de todo, lo que más me costaba entender era que mi escuadrón
estaba muerto. Matt, Jorge y Jerome yacían fríos en sus oscuras biocáramaras. La muerte
había llegado de forma tan repentina que ni siquiera se habían dado cuenta de que estaban
muriendo y mucho menos de lo que sucedía fuera. ¿Cómo había pasado todo esto? No se
suponía que las cosas sucedieran de este modo. Mis pensamientos eran un completo caos,
sentía que la cabeza se me iba partir en dos. Simplemente era demasiado y yo quería
reaccionar, quería llorar, gritar, golpear algo. Pero no podía. Porque de alguna manera aún
esperaba que nada de esto estuviera pasando, se sentía demasiado irreal. Sin embargo era
conciente de una cosa: estaba completamente sola ahora y eso era lo que más me asustaba.

— Vale vale, un placer conocerte Kethan, gracias por cuidar de Ivy - dije ofreciendo mi mano
para saludar y esperando que mi instante de vacilación le hubiera pasado por alto. Él volvió a
chasquear las mandíbulas en lo que asumí era una sonrisa y tomó mi mano en una suya, su
agarre fue firme pero suave, fuí consciente de que tenía la fuerza suficiente para aplastarme si
quisiera pero estaba siendo cuidadoso.

Me tomé mi tiempo para observarlo detenidamente, su boca no tenia labios, sus ojos era de
un morado brillante y tenia marcas blancas y púrpura en todo su cuerpo. Su piel era un de un
decidido color negro y al tacto se sentía suave pero asombrosamente dura, como si fuera
alguna especie de armadura. Cambié mi atención a Ivy y noté que no llevaba zapatos, iba
descalza pero estaba limpia, sus facciones no habían cambiado en lo absoluto, el rostro
ovalado, la pequeña naríz, pómulos equilibrados, labios no muy llenos pero en forma de
corazón con unos ojos de brillante color azul que tenían un leve reflejo lila debido a la luz de
la nave y llevaba un vestido blanco casi plateado que parecía hecho justo a su medida y la
tela…

— Ivy, la tela de tu vestido es… es…


— Ah! Si, seda. Kethan la hizo para mi. - Lo decía como sí hablara del clima del día. La observé
un poco más notando que su cuerpo se veía más atlético, las piernas más fuertes y los brazos
descubiertos ligeramente más músculosos. Escuché un ruido de asco detrás de ella y vi a Cole
mirandola, era la clase de mirada que desnudaba. Le dediqué una mirada de advertencia y
me llevé la mano a la empuñadura de mi arma, él se sobresaltó miró hacia otra parte. De
pronto Ivy me lanzó los brazos al cuello sollozando, la rodeé con mis manos devolviéndole el
abrazo con un nudo en la garganta. Era obvio que habia pasado momentos difíciles y para mi
también era un consuelo volver a verla. Pero incluso con su emoción desbordandose no pude
llorar. Y yo quería hacerlo pero simplemente las lágrimas no llegaban a mis ojos.
— Ya, ya pequeña llorona, esa parte supongo que no ha cambiado. - dije ligeramente
recordando lo sensible que era cuando la conocí en el Somnium.
— Creo que no - dijo ella apartandose de mi para mirarme de arriba a abajo - te ves muy bien.
— Gracias, también tu, te ves muy sana. Me encanta tu vestido - dije con una sonrisa que no
duró mucho tiempo. Kethan se acercó con una especie de bolsa de piel y sacó de ella objetos
extraños que nunca habia visto.
— Venir a comer, deben comer para no enfermar - dijo Kethan. El resto de humanos se acercó
y pronto estabamos todos apiñados alrededor del hombre araña. Los objetos tenían los
colores y las formas más inesperadas y si hubiéramos seguido en la tierra me habría
preguntado si eran venenosos.

8
— ¿Que son Kethan? - preguntó Callie. Kethan miró a Ivy y le dió un asentamiento de cabeza.
— Esta es fruta de flor de luna, es muy rica y muy dulce. Esta colmillo azúl es un poco ácida
pero también dulce y es muy jugosa y esta de aquí es si'ran, sabe parecido al plátano, o algo
así, todo es seguro para comer.
— ¿Estás segura? ¿Podemos comer lo que él nos traiga? - Cole no dejaba de lanzar miradas
desconfiadas a Kethan y aunque la situación era desesperada su actitud no ayudaba en nada
y estaba poniéndolos a todos de los nervios. Ivy le puso cara de pocos amigos pero antes de
que pudiera contestar Ella se sentó y tomó la primera fruta que tuvo a la mano.
— Te puedes morir de hambre si eso hace que te calles Cole, si quieres quedarte aquí a morir
con tus estupideces nadie te va detener.

El resto comenzó a comer también tal como Ivy nos estaba explicando, todos tratando de
ignorar a Cole y sus comentarios. Kethan estaba sentado sobre sus cuartos traseros y miraba
a los humanos con curiosidad cuando más ruido vino de afuera. Me levanté rápidamente para
salir con mi mano en la empuñadura de mi arma pero Kethan alzó una de sus manos para
detenerme.

— Quedar aquí, esperar.


— ¿Porqué? - dije yo
— Son los amigos de Kethan, vienen a ayudarnos. - dijo Ivy levantándose también.
— Muy bien, pero ¿Porqué no puedo ir?
— Ellos no conocen a Saya - respondió Kethan. Me crucé de brazos y lo miré directamente.
— Ellos son mi responsabilidad ahora también - dije señalando a los 7 humanos en el suelo -
confío en ti si Ivy lo hace pero debo conocerlos primero a ellos.

Kethan me sostuvo la mirada midiendo mi determinación.

— Muy bien, pero moverte despacio, para Vrix tu eres nueva, todos son nuevos.

— ¿Que es Vrix? - preguntó Will


— Así es como se llama su especie - contestó Ivy
— Está bien - dije yo - me portaré bien. - Entonces había más. Bueno si lo pensabamos con
lógica… no estaba segura de que ese fuera el término correcto. Pero si Kethan existía y tenía
una forma de ser y un lenguaje propio entonces resultaba obvio que habría más. Aunque eso
no significaba que me hiciera sentir mejor.
— Ven conmigo - dijo Kethan finalmente.

Telok hizo un ruido rítmico en las paredes del pozo que luego fue respondido por Kethan en el
fondo. Bajé por el borde del pozo hasta que lo tuve a la vista. El lugar tenía una rara entrada
de lo que parecía algún tipo de piedra lisa de color plateado y que parecía tallada de una
manera tan limpia que los bordes eran absolutamente de la misma medida, nada se salía de
lugar, parecía que alguien había impuesto que fuera así y por lo tanto no se veía natural.
Entonces esta era la nave de la que Kethan había hablado y aunque la palabra nave no
significaba nada para mí ahora bien podía encontrarle algún sentido. Aquí era dónde dormía
Ivy y el resto de su gente. Pero ¿ Cómo es que pasaron durmiendo tantas lunas sin morir? Y
¿Cómo fue que los Ocho hicieron para traer a su gente de las estrellas? Ivy había dicho que
habían venido de un lugar muy lejos, más allá de nuestras lunas y del Sol pero no podía
imaginar cómo. Ivy era tan pequeña y se veía tan frágil, como si cualquier cosa pudiera

9
romperla por lo que todo sonaba incomprensible para mí. Pero sorprendentemente Kethan la
había tomado como su compañera, ( eso también era incomprensible) y nos había pedido
ayuda para sacar a su gente y llevarlos lejos de Takarahl que en todo caso era lejos de
Zurbashi, la Reina.
Y aunque todo el plan era descabellado resultó que no me desagradaba. Estar lejos de
Takarahl era algo que ansiaba desde que la guerra había terminado y ahora había más
motivos para estar lejos. El día de la Reclamación sería en 16 soles y Zurbashi estaba frenética
por tomarnos a Kethan y a mí. Era un interés que a cualquier vrix le resultaría embriagador,
todo un honor, pero no a nosotros, no después de todo lo que había pasado, de todo lo que
habíamos perdido por su culpa. E incluso sí las cosas no fueran así yo simplemente no podía
sentir por la Reina otra cosa que no fuera repulsión, todo en ella resultaba intolerable, su
presencia, su olor, en fin, todo su aire me provocaba un enorme desagrado y ser reclamado
por ella era una idea insoportable. Pero era una Reina y una hembra. Una hembra podía
forzar a un macho a soltar su semilla en pleno apareamiento dejándolo marcado y eso era
considerado normal entre las hembras de Takarahl, siendo mucho más grandes que nosotros
los machos y más fuertes pero para mí ser reclamado por Zurbashi, obligado a darle mi
semilla era poco menos que una humillación.

— ¿Sigues escondido en este agujero Kethan? - dije tratando de despejar mis pensamientos.
— Lo mantuve caliente para ti amigo mío. - respondió él con un chillido.
— ¿Son ellos Kethan? - una voz femenina que definitivamente no era la de Ivy resonó en el
fondo del pozo, seguramente era otro humano pero no pude entender sus palabras. Pero esa
voz hizo que mi cuerpo reaccionara de forma extraña y me sentí repentinamente nervioso.
Llegué al fondo con Urkot detrás de mí y me acerqué a Kethan que tenía a su pequeña Ivy a su
lado.
— ¿Hay otra hembra aquí? - pregunté tratando encontrar el origen de su voz.
Kethan soltó un chillido y su compañera una pequeña risa.
—Esta a tu lado amigo - respondió Kethan.

Miré a mi costado derecho y la vi. Más alta que Ivy, de piernas torneadas y pecho
proporcionado que se adivinaba suave y firme. Tenía largo cabello levemente rizado con una
cortina interna de un encendido color rojo y en su rostro boca carnosa y unos ojos de
brillante dorado que recordaba al sol de verano en el Laberinto. Mi primera reacción fue el
sobresalto, estaba seguro de que no había nadie ahí, respiré profundamente y mi segunda
reacción fue de mero instinto. Su fragancia me golpeó de lleno, era el aroma de una hembra
joven, dulce, embriagador y exótico. Me miraba con ojos curiosos, escaneandome de la misma
forma que yo la escaneaba a ella, llevaba ropa oscura que resaltaba su figura y me hacía
preguntarme que habia debajo de todo eso. Un estremecimiento me recorrió desde la cabeza
hasta mis broches, queria acercarme y olerla más de cerca.

— Ella es peligrosa - dijo Telok de repente detrás de mí - tiene ojos de Quelicera.

La hembra apartó sus ojos de mí para mirar a Telok, llevó lentamente su mano hacia el arma
en su cintura y su mirada se volvió más atenta como si evaluara la mejor forma de moverse. Su
mirada recordaba al acecho de un depredador, cómo si tratara de decidir cual era la mejor
forma de matar a Telok si se atrevía a dar un paso en falso.

— No es peligrosa para nosotros Telok - se apresuró Ivy hablando en su extraño intento de


vrix acercandose a la chica - es una guerrera igual que tu, pero de nuestro mundo.

— Pensé que todos los humanos eran inofensivos - dijo Urkot acercandose también. La chica
se dió cuenta de que estaba rodeada por nosotros pero no retrocedió, nos enseñó las palmas
y dijo unas cuantas palabras que obviamente no comprendimos. Su voz nuevamente llegó a
mí haciendo que mis corazones se aceleraran.

— Dice que no es nuestra enemiga y que si Ivy confia en ustedes entonces ella también lo
hace. - Kethan tradujo.
Era valiente, hermosa y fuerte y sus ojos rebozaban de inteligencia. Me acerqué teniendo poco

10
cuidado con mis movimientos, la chica volvió su atención nuevamente a mi pero no se apartó.
Sus ojos se clavaron en los míos con curiosidad. Su piel parecía suave, me hacía querer
tocarla, era del color del verano.

— Perdona que no pueda entender tus palabras, mi nombre es Rekosh.

La mujer ladeo su cabeza mientras me miraba y luego miro a Ivy, ella le tradujo mi mensaje y
cuando volvió su rostro a mi me dedicó una hermosa sonrisa.

— Rekosh - dijo suavemente. Se señaló a si misma y respondió - Saya, mi nombre es Saya.

— Saya, tan delicada y suave. Tienes los ojos del sol. — alcé una mano hacía ella y durante un
momento pensé que no la tomaría pero entonces ella acercó la suya y me tocó. Su toque era
suave y cálido, cerró sus deditos y me dió un ligero apretón. Entonces un repentino repiqueteo
se escuchó en mi pecho por encima del sonido de mis propios corazones.

— Rekosh dice que tienes los ojos del sol, las vrix hembras no tienen tus colores. - comentó
Kethan primero en su idioma y luego en el nuestro para poder comprenderlo. Los ojos de la
chica brillaron y un suave color rosado tiñó sus mejillas y el repiqueteo se hizo más intenso
mientras mis corazones se emocionaban. La había encontrado. Esta humana era mi
Resonancia.

— ¿Que está haciendo ese? - un humano más apareció hablando rápidamente en su


rebuscado idioma. - más arañas buscando robar y follar a nuestras mujeres?

Kethan se movió hacía Ivy con los pelos de las patas erizados.

— Hombre necesitas mantener la boca cerrada - dijo otro macho mirando fijamente a Kethan.

— Yo sólo digo que el rojo se veía demasiado cómodo con Saya ¿Cómo vamos a colonizar si
capturan a nuestras hembras?

No sabía que había dicho el humano pero Kethan soltó un gruñido amenazante y el agarré de
la chica se volvió más fuerte en mi mano, me dedicó una última sonrisa antes de soltarme y de
pronto su brazo se volvió un borrón incomprensible, había lanzado un objeto hacia el humano
que no pudo reaccionar y se quedó paralizado en su lugar. El objeto se clavó en una de las
paredes cercanas detras de él no sin antes dejar un hilo delgado de sangre en su brazo.
La chica se acercó rápida pero silenciosamente al macho, irradiaba violencia y olía a ira. Se
paró frente a él y sus palabras fueron suaves y bajas pero ninguno de nosotros pudo
entenderlas, Kethan entonces tradujo palabra por palabra todo su discurso.

— Voy a decir esto solo una vez. Ninguna de nosotras es tu hembra, ninguna de nosotras está
aquí para servir como simple paridera. No soy un objeto y no voy a tolerar otro comentario de
ese tipo, atrevete a degradarme de nuevo y te arrancaré la lengua, no creo que para
sobrevivir en este planeta la necesites.

— Les dije que era peligrosa - comentó Telok - es como ver a Korahla, la primera guardia de la
reina.

— Una mujer de espíritu - dije yo.

El hombre volvió a su cueva con la cabeza baja. Ivy se acercó a la chica y comenzaron a
hablar en voz baja con el resto de humanos.

— Está causando problemas? - pregunté a Kethan.


— Si, el hombre esta lleno de ira y miedo y en ocasiones deja que esas emociones lo
gobiernen. Saya lo pone a raya pero si sigue así ella o yo acabaremos rompiéndole algún
hueso.

11
Seguí mirando unos momentos más a la chica que hablaba con expresión seria con el resto de
pequeños humanos, de todos ellos era la única que se veía verdaderamente fuerte y de todas
las hembras quien se veía más hermosa, su olor era único. Urkot llegó a darme un empujón
amistoso con su lanza.

— ¿Ya te gustó la pequeña Quelicera? - preguntó en tono burlón.


— Solo estaba siendo amigable, por si lo olvidaste, éstas criaturas serán nuestros
acompañantes durante un buen tiempo.

Un enorme chapoteo rompió repentinamente la tensión, Cole me estaba poniendo de los


nervios, no necesitábamos más problemas. Miramos en la dirección del sonido y lo que vi me
robó el aliento.
Otro vrix se acercaba pero era fácilmente de tres metros, más fornido y llevaba una enorme
trenza, tenía los mismos colores que Kethan. Caminó lentamente hacia nosotros. El resto de
sobrevivientes se apiño detrás de mi con excepción de Ivy que avanzó con confianza. Kethan
se reunió con el otro vrix y chocaron suavemente sus frentes, hablaron rápidamente en su
lengua y se giraron hacia nosotros.

Lacey fue quien rompió el silencio.

— Kethan… ese es…


— Grande - terminó Diego
— Si, grande…

12
Kethan soltó un suave chillido que reconocí como una risa. Se hizo a un lado y señaló hacía el
vrix nuevo.

— Ella ha venido a ayudar, igual que los otros


— ¿Ella? - pregunté yo de forma incrédula.
— Si, ella es mi hermana Ahnset.
— ¿Hermana? - repitió Will - ¿Quieres decir hermana mayor? ¿Aún no has terminado de
crecer?

Kethan negó con la cabeza y volvió a chillar. - crecimos en la misma prole y yo soy el hombre
más grande de Takarahl. Nuestras hembras son más grandes.

— Creo que me voy a desmayar - dijo Ella débilmente. Nos giramos para verla y se veía
demasiado pálida, no parecía haber mejorado. Diego y yo apenas llegamos antes de que
cayera al suelo. Llevamos a Ella adentro mientras los demás se quedaban conociendo a los
vrix recién llegados.
Ella estaba fría, sudaba y estaba pálida.

— No se ve bien Diego.
— Lo sé, pero solo le está costando más trabajo a su cuerpo. Dejemos que descanse y cuando
despierte estará mejor.

La dejamos dormir en su criocamara y salimos con los demás, Cole ya estaba fuera pero al
parecer estaba guardandose sus comentarios. Ivy traducía las palabras de los otros vrix,
Urkot, Telok y Ahnset. Estaban debatiendo que vrix llevaría a que humanos al borde del cráter.
Ivy obviamente era la más confiada pero el resto de dividía entre la necesidad de salir y
aprender todo lo que estos nativos nos enseñaran para sobrevivir y el temor a que alguno de
ellos los dejara caer. Miré hacía arriba comprobando que escalar el cráter sin equipo
adecuado era una muerte segura. Al final se decidió subir en cuanto Ella despertara y eso
generó otro debate, no estabamos seguros si estaba en condiciones se subir incluso con
ayuda, sabía que Kethan pensaba que traer una persona enferma solo sería un retraso
tomando en cuenta que debían cuidar de ocho humanos sin experiencia y yo pensaba lo
mismo pero ninguno de los dos lo decía en voz alta. Al final Ahnset se ofreció a cuidar de Ella,
cosa pareció sorprender incluso a los otros vrix, pero no había tiempo para ponernos a
pensar en el porqué. Finalmente cuando Ella pudo despertar pero su mejoría no fue mucha.

Los vrix deberían dar dos viajes para sacar a los nueve humanos, Ivy obviamente subiría
primero con Kethan; bastaba con observarlo un momento para darse cuenta de que había un
rasgo de evidente posesividad de él hacia Ivy. Telok subió a Callie y Urkot a Lacey, Rekosh se
acercó a mi y habló en su extraño lenguaje, se señaló a sí mismo y luego al borde del cráter
con tiras de seda en las manos y después me ofreció su mano. Había algo extraño en su forma
de actuar, y extraño ya era decir bastante como si su misma apariencia no fuera sacada de
una película de ciencia ficción. Durante las dos horas que tardamos en estar listos para salir
Rekosh no me quitaba sus ocho ojos de encima y parecía querer moverse hacia dónde yo iba.
Era sinceramente un poco incómodo y me ponía de los nervios, como si no fuera suficiente
toda la situación para agregar una más. Sin embargo Ivy me había explicado que los vrix solo
tenían curiosidad, nosotros eramos tan extraños como ellos nos lo parecían a nosotros.

— Gracias - le dije yo mientras él me subía sin esfuerzo sobre sus cuartos traseros y me
afianzaba con la seda a su cintura. Cuando estuve bien ajustada Rekosh se dirigió al cráter y
comenzó a escalar hábilmente cómo si no llevara mi peso sobre él, cuanto mas subía mas
escarpado se volvía el cráter, rodeé su cintura con mis brazos y pegué mi cara a su espalda,
olía de manera especiada con notas dulces que sólo pude comparar con el aroma de la
vainilla, aspiré un poco más maravillada de lo mucho que me gustaba. Rekosh ronroneó y
puso una de sus manos sobre las mías y habló nuevamente, me frustraba no poder
comprenderlo. Miré a mi izquierda y le pregunté a Kethan que iba a poca distancia de

13
nosotros que había dicho. Rekosh soltó un chillido y repitió sus palabras. Kethan asintió con la
cabeza y tardó un poco en responder.

— Ha dicho: No te preocupes ojos de sol, no te dejaré caer.

Sentí como la sangre se agolpaba en mis mejillas y me abracé un poco más fuerte a la espalda
de Rekosh y me relajé. Me llené los pulmones de su aroma otra vez y de repente sentí que mis
pezones se endurecían y mi núcleo se apretaba con anticipación, negué con la cabeza
tratando de despejarme y de repente Rekosh volvió a ronronear y su mano inferior acariciaba
suavemente la mía. ¿Había mi notado mi reacción? No, no, no, seguramente era coincidencia y
creía que estaba asustada, intenté pensar en otra cosa pero yo estaba demasiado cerca de él
y su olor me llenaba la nariz sin darme cuenta ya estaba imaginando como se sentirían sus
manos por mi espalda. Mi mente estaba nadando en su aroma, como si fuera alguna especie
de droga, me estaba costando concentrarme. Abrí los ojos mientras él seguía subiendo y
notando más de cerca el color de su piel, era oscura solo unos cuantos tonos más leves que la
de Kethan y sus marcas era de un vivido color carmesí, su cabello era de un negro azabache
con diferentes adornor de madera envolviendo unos cuantos mechones y lo llevaba suelto.
Sus brazos y parte de sus cuartos traseros tenían diversas marcas de cicatrices, algunas
parecían hechas con garras o mordidas y otras realizadas con algún tipo de arma. Pero nada
de eso ke asustaba, si acaso solo servía para despertar aún más mi curiosidad. Tardamos
menos de lo que pensé en llegar al borde y el viento soplo suavemente ahí haciendo que
pudiera pensar mejor, Rekosh soltó la seda y me ofreció su mano para ayudarme a bajar.
Cuando estuve en el suelo me di cuenta que éramos los primeros en llegar. Me dí la vuelta
para darle las gracias a Rekosh pero en cuanto lo hice él se inclinó hacia mí encerrandome en
sus patas delanteras y sus brazos.

— Saya… - dijo él con voz ronca. Sentía ondas de calor y lujuria pura emanando de él. Sus ojos
rojos me miraban fijamente y yo estaba paralizada mirándolo. Su olor me saturó por completo
y me dejó aturdida y extrañamente relajada. No había nada que lo hiciera atractivo según los
estándares humanos pero había una belleza innegable en él y la forma en la que sus ojos me
taladraban era posesiva y reverente a la vez. Mi corazón latía cómo loco y mi respiración se
estaba volviendo pesada, entonces escuchamos que Kethan e Ivy alcanzaban el borde y eso
me sacó de mi sopor, le di las gracias rápidamente y me alejé de él varios pasos. Kethan
estaba ocupado desatando a Ivy y no se dió cuenta de nuestro intercambio, Rekosh se inclinó
hacia mi y enterró su cara en mi cuello y su cálido aliento me estremeció.

— Iska'ri a laela. - dicho eso se apartó y se dió la vuelta para bajar nuevamente dejándome
aturdida. Kethan bajó poco después detrás de Rekosh, me acerqué al borde y luego miré a mi
alrededor, estabamos en lo que parecía ser una espesa jungla. Me retiré un poco tratando de
aclarar mis ideas. ¿Que demonios había sido eso? Fuera lo que fuera; las reacciones que
provocaba en mi cuerpo me preocupaban. Debía mantener mi distancia de él y mantener mis
pensamientos para mí.

— A simple vista se parece al Amazonas - dije distraídamente cuando Ivy caminó en mi


dirección.
— Sólo a simple vista, ya verás el Laberinto, no es nada que hayas visto antes. - comentó Ivy.
Hacía un calor insoportable incluso con mi ropa, me quite el chaleco y até mi cabello dejando
solo unos mechones al frente con el fleco mientras esperabamos al resto en el borde.

14
Tuve que recordarme que habia un motivo mayor por el que estaba aquí. Conforme subía el
borde del pozo el olor de Saya me abrumaba cada vez más, sentía sus pechos en mi espalda y
su respiración constante sobre mi piel. Al subir al borde la ayudé a bajar, se dió la vuelta y no
pude evitar acercarme a ella, se quedó quieta y me miró con esos ojos brillantes, su olor se
arremolino cerca de mi y tuve que luchar contra el impulso de llevarla lejos para reclamarla y
marcarla como mía. Hundí mi cara en su cabello y su cuello deleitándome con su aroma.

— Tu serás mía. - le dije y bajé por el borde antes de hacer algo que posiblemente haría que se
alejara de mí. Sería paciente y la conquistaría, por los Ocho haría que ella fuera mía y le daría
el hilo de mis corazones, ella sería mi Resonancia, los Ocho habían sacado a su gente de las
estrellas y la habían dejado dormir para que pudiera encontrarla.

Una vez que todos los humanos estuvieron en el borde Kethan los guío a la jungla, esperaba
poder caminar cerca de mi sol pero ella se adelantó sin mirarme para andar a la par de Telok,
mantenía su mano sobre su arma pero su cuerpo estaba relajado, solo sus ojos vagaban

15
alertas a cualquier peligro y cada que había un ruido que no reconocía preguntaba a Telok y
éste respondía con Ivy o Kethan traduciendo. Constantemente lanzaba miradas a Ella que iba
sobre los cuartos traseros de Ahnset pero la pequeña humana se veía cada vez más cansada.
Todos y cada uno de los humanos estaban cubiertos de sudor debido al calor pero solo Ivy y
Saya se mantenían a la par nuestra sin tantos problemas, Saya escuchaba atentamente todas
las explicaciones de Ivy y siempre estaba pendiente de las instrucciones de Kethan, a pesar de
ser una guerrera con experiencia aceptaba sus limitaciones y se mostraba dispuesta a
aprender. Ivy había dicho que su gente la llamaba Assanssin un tipo de guerrero experto en
asesinatos e incursiones en áreas enemigas, una guerrera de élite, por esa razón los demás
humanos obedecían y creían ciegamente en ella.

Kethan se detuvo y señaló un árbol con manchas amarillas.

— crestas de oro - le dijo a Ivy - muestrales. - Ivy sonrió y les dió una lección sobre los riesgos
de comer los frutos de árboles con crestas de oro, eran árboles enfermos. Anhset se acercó a
Ivy para que Ella pudiera escuchar, la presencia de la humana parecía animar a humanos y
vrix por igual, además de Saya ella no había mostrado renuencia a nosotros y parecía
esforzarse por decir palabras vrix. Anhset parecía igual de fasinada con la pequeña humana,
su mutua curiosidad era alentador de observar.

Me acerqué a Kethan que se encontraba sentado en un árbol caído con Telok y Urkot, yo era
el único idiota que miraba en el mismo lugar donde me había detenido.

— ¿Tus pensamientos? - pregunté


— Más fuertes de lo que esperaba, tal como dijo mi compañera, pero aún no se recuperan
totalmente de su letargo.
— Pero aún son muy ruidosos, son pequeños pero hacen parecer que Anhset y Urkot parezcan
callados.
— Un logro impresionante - trinó Kethan

Telok chillo

— Deben aprender a caminar por el Laberinto antes de volverse más silenciosos - comentó
Urkot.

Telok gruñó, cruzó los brazos sobre el pecho y miró hacia el cielo. La luz del sol del último día
se filtraba a través de los huecos del dosel, proyectando sombras indistintas y danzantes
sobre todo lo que había debajo.

—¿Cuánto tiempo piensas mantenerlos aquí, Ketahn?


—Hasta después del anochecer.

Telok golpeó el tronco con una pierna en un ritmo lento y suave. — La mayoría de ellos
estarán agotados mucho antes de que caiga el sol.

Abajo, Lacey recogió su cabello rojo y lo apartó de su cuello, retorciéndolo en un tosco


paquete. La parte de atrás de su cuello brillaba de sudor. La atención de Telok cayó sobre ella
y permaneció allí.

—Debemos encontrar sus límites y superarlos. Los Guardias, a pesar de toda su cobardía, no
descansarán mientras buscan.
—Nos ayudará poco si estos humanos ni siquiera pueden permanecer erguidos cuando
regresemos—. Telok volvió la cabeza para mirar a Ketahn. —Los trajimos aquí para enseñarles.
—Y aprender, amigo mío—. Ketahn se encontró con la mirada de Telok. —Tenemos tanto que
aprender como ellos.

Saya se acercó a nosotros entre toda la maleza. Caminaba con seguridad pero con ojos
precavidos.

16
— Si todos los humanos aprendieran a la misma velocidad que ella sería más fácil. - comentó
Urkot.

Ella llegó hasta nosotros pero no me dedicó ni siquiera una pequeña mirada, bien pude no
haber estado ahí. Mirando a Kethan respiró profundamente y habló.

— ¿Quien es Zurbashi?

Kethan se puso tenso de inmediato, no comprendí todas sus palabras pero el nombre de la
Reina estaba en esa pregunta. Kethan seguía sin responder, solo miraba a la humana,
indeciso.

— Es la Reina de Takarahl. - respondió en español.


— ¿Y? ¿Que más? ¿Que más es lo que tengo que saber? ¿Tu Reina es nuestro enemigo?

Kethan tradujo sus preguntas y Telok chasqueo las mandíbulas y chocó una pata delantera
contra el suelo. Saya lo ignoró. Kethan se cruzó de brazos pensativo. Ella esperó
pacientemente hasta que decidió hablar. Contestó de manera honesta hablando entre el
español de los humanos y nuestra lengua.

— Zurbashi quiere reclamarme, en nuestra sociedad las crías de machos y hembras fuertes
nacen igual de fuertes, eso es lo que ella quiere, pero eso es algo que no puedo darle, su
reinado ha sido un baño de sangre, hemos perdido a muchos y no estoy dispuesto a
entregarme a ella. Rekosh también está en una situación parecida, aunque por puro capricho.
— Imagino que no sabe de Ivy. - Kethan gruñó.
— Por supuesto que no. Nunca debe saberlo por eso debemos irnos tan pronto cómo sea
posible, antes de que sus Guardias entren al laberinto a buscarnos.

Saya se recargó en el mismo tronco de árbol caído frunciendo el ceño. De pronto su mirada se
posó en Anhset y el ceño se profundizó aún más.

— Tu hermana tiene armas diferentes a las de ustedes. ¿A que se dedica?


— Es una Quelicera. Es cómo tu.
— Entonces trabaja para la Reina ¿Verdad?
— Mi hermana de cría no me traicionará.

Saya soltó un largo suspiro y comenzó a caminar hacia el grupo humano de nuevo. No volvió
a hacer más preguntas pero a partir de ese momento pareció estar más pendiente de Anhset.

— Eso fué inesperado - comenté - ¿Cómo sabe de Zurbashi?


— Debió preguntar a mi compañera - contestó Kethan.
— Sólo tenemos 16 soles hasta la Reclamación ¿Cuando volverá Anhset a Takarahl?
— Consiguió unos días, después de eso solamente vendrá un día antes para despedirse.
— ¿De quedará entonces? Esperaba que te acompañara, es tu hermana de cría.
— Yo no lo esperaba - dijo Kethan con renuencia - su honor es más fuerte. Incluso si Zurbashi
no merece ese honor. Incluso trató de convencerme de que aceptara el reclamo. Por cierto, he
visto como miras a Saya ¿Vas a marcarla?

Golpeé el suelo con las patas chasqueando mis mandíbulas.

— Resoné con ella…


—¿Que?
— Es mi Resonancia. No puedo marcarla así cómo así. Debo conquistarla primero y dar mi
ofrenda a ella.
— No pensé que resonarías con alguien, en Takarahl ningúna hembra te provocaba lo
suficiente. Además en tu linaje…
— Lo sé… soy el último de mi linaje y si te soy honesto después de la guerra nunca tuve

17
esperanzas de poder resonar con alguien, ni siquiera lo buscaba. Pero ahora…

Comencé a tener dudas. Aunque Saya no había mostrado ninguna aversión a mí tampoco
había mostrado interés. No sabía si los humanos resonaban y ahora que yo lo había hecho
con ella resultaba imposible hacerlo con otra hembra. Sólo la quería a ella. Ella debía
pertenecerme, pero el problema era si ella me consideraría digno de ser su compañero. Había
estado tan fría e indiferente desde que la dejé en el borde del pozo que comenzaba a
preocuparme. Kethan había dicho que los humanos no solían mostrar tan abiertamente su
interés por sus parejas al primer momento. Los vrix no escondíamos nuestro interés,
cortejabamos, llevabamos buestras ofrendas e incluso en algunas ocasiones el instinto era
tan fuerte en ciertos linajes que la lucha de apareamiento casi la llevan a cabo en cuanto
captan el olor de su pareja. Yo no podía hacer eso, sin importar cuánto lo deseaba.

Las lecciones continuaron como lo habían hecho durante toda la mañana: tanto Kethan como
Ivy señalaron plantas notables, huellas de animales y peligros, y el grupo se detuvo
ocasionalmente para que Ketahn pudiera mostrarles las cosas con mayor detalle.
Cuando los llevó a un árbol infestado de larvas, indicó los signos de la infestación y demostró
cómo levantar la corteza para llegar a las larvas regordetas debajo, algunos de los humanos
palidecieron.
Ketahn sacó un gusano que se retorcía, se lo metió en la boca y lo mordió. Hubo un sonido
audible cuando estalló entre sus dientes.
La mayoría de los humanos parecieron enfermos después de eso.
—De alguna manera es peor de ver la segunda vez—, murmuró Ivy, dándose la vuelta.

A Ketahn no le sorprendió su reacción y, por tanto, no le sorprendió que los demás


reaccionaran de forma similar. Pero fue tomado por sorpresa cuando tanto Saya como Will
dieron un paso al frente y dijeron que probarían las larvas. Cole se ofreció como voluntario
inmediatamente después de Will, dando nuevamente a Ketahn la impresión de algún ritual de
apareamiento subyacente, como si Cole pensara que estaba compitiendo con los otros
machos.
Los tres humanos hicieron muecas de incertidumbre mientras se metían en la boca gusanos
que se retorcían, los labios hacia abajo, las cejas arrugadas y las narices fruncidas.
No pude evitar mirar con orgullo a mi sol, nuevamente me demostraba que era valiente.

— Eso fue raro - dijo después de tragar - en mis primeros entrenamientos teníamos que
incluso comer insectos, pero igual no me acostumbro, que asco.

Sacaba la lengua como si quisiera quitarse el sabor de las larvas.

—Sí.— Will bebió de uno de los odres de agua, haciendo esa extraña cosa humana en la que
agitaba el líquido en su boca, haciendo que sus mejillas se hincharan de un lado a otro, antes
de escupirlo al suelo. —Ese sabor simplemente no encaja con la textura.

Ella asintió y luego simplemente ambos se echaron a reír, era un sonido de diversión y de
pronto sentí mi sangre tronando en mi cabeza, yo quería hacerla sonreír, no quería que lo
hiciera ese humano.

Nadie se dió cuenta de mi ánimo, siguieron concentrado en las larvas. Nadie más quería
probar una comida a pesar de la persuasión de Ketahn.
Ivy se rió entre dientes y golpeó la pierna de Ketahn con la cadera.

—¿Ves? No soy solo yo.

Ketahn chilló y el grupo reanudó su viaje. Aunque los humanos mostraban signos de
cansancio, los empujó un poco más rápido, guiándolos por una raíz ancha que conducía más
alto hacia los árboles.
Ivy se las arregló bien, aunque su ritmo era más lento de lo normal, pero los demás eran

18
inestables e incluso más lentos que ella.
Telok y Ketahn se miraron el uno al otro mientras los humanos intentaban cruzar de la raíz a
una rama baja.
La comprensión pasó entre los dos. Nuestro viaje real, nuestro vuelo desde Takarahl, sería
lento, difícil y extremadamente peligroso, especialmente porque tendríamos que hacerlo casi
por completo en tierra. Solamente Saya mantenía nuestro ritmo pero incluso ella comenzaba
a mostrar cansancio.

Había que darle crédito al resto de humanos, a pesar de su evidente cansancio se quejaron
muy poco, se ayudaban entre ellos y permanecían alertas. Aún les faltaba mucho para
trabajar juntos de manera instintiva pero había potencial. Comprendí entonces porque
Kethan adoraba tanto a su Ivy y mi pecho se hinchó de esperanza mirando a mi sol avanzar.

Cuando los primeros indicios anaranjados de la inminente caída del sol se deslizaron hacia el
cielo, Urkot se cruzó con un nurunal, al que mató con un lanzamiento de su lanza. Mientras
Urkot recogía el animal delgado y peludo y se lo colgaba al hombro, aún empalado en la
lanza, Telok guió al grupo a un claro cercano.

Saya quién había está callada todo el camino de pronto se detuvo y respiró hondo.

Kethan y yo nos tensamos levantando la lanza volviendonos hacia ella, un sonido así
seguramente significaba peligro.

Se paró frente a una planta de hojas anchas y flores de tallo largo.


Los finos pelos de Ketahn se erizaron. Sus ojos recorrieron la vegetación de la jungla
alrededor de Saya, y respiró hondo por la nariz, buscando cualquier signo de depredadores
cercanos.

—¿Qué pasa, Saya?— preguntó Ivy, dando un paso hacia la humana.


Ketahn se apresuró a colocarse entre Ivy y Saya. Si hubiera una amenaza invisible, no dejaría
a su pareja expuesta a ella.
—Estas flores—, respondió Saya, sacudiendo la cabeza lentamente. — son increíbles.— ya me
había precipitado cerca de ella pero nuevamente pareció no notar mi presencia.
—¿Asusta a todo el mundo porque vió unas malditas flores? ¿Qué demonios ?— Cole refunfuñó.
A Kethan le estaba costando trabajo inspeccionar y traducir todo lo que los humanos decían.
—¿Cuántas especies de flores exóticas has visto? Disfrutar de las pequeñas cosas también es
importante— Saya respondió distraídamente. Alargó la mano hacia la flor más cercana. Sus
pétalos eran largos y delgados, ensanchados y afilados en sus extremos. Eran de un azul
intenso y vibrante, aunque con un giro de la cabeza, podían verse morados con la misma
facilidad, con rayas carmesí que se dirigían hacia sus centros. Los largos zarcillos que
crecieron en esos centros tenían pequeños racimos rojos en sus extremos.
La mano de Saya se detuvo en el aire. Miró a Ketahn e Ivy por encima del hombro. —¿ Es
seguro tocarlas?- Ketahn asintió. Saya sonrió y volvió a centrar su atención en la flor. Con una
delicadeza inimaginable, pasó las yemas de los dedos por un pétalo. El ligero movimiento
causado por su toque hizo que el pétalo brillara entre azul y púrpura.

No estaba dispuesto a seguir siendo ignorado, me acerqué un poco más y le hablé.

— Se llaman flores de lanza - le dije. Para mi satisfacción ella se sobresaltó y me miró después
de estar todo el día privándome de sus ojos. - ¿Las encuentras hermosas?

Saya pasó su mirada entre Ivy y yo buscando apoyo.

— Dice que se llaman flores de lanza y pregunta si son hermosas.

La chica volvió su mirada a mi y me dedicó una sonrisa. - Las más hermosas que he visto.

—Para los Vrix, son signos de recuerdo. Los pétalos son lanzas de cazadores, de guerreros, y

19
el rojo es la sangre que se ha derramado para permitir que nuestra especie sobreviva. Las
flores de lanza son recuerdos de todos aquellos que se han perdido ... Pero también son una
esperanza para el futuro. Significan sufrimiento y dolor, pero también significan vida.

Ivy tradujo mis palabras y la sonrisa de Saya se suavizó. Kethan nos dejó a nosotros solos
mientras los otros humanos hacían el fuego. Quería decirle que ella era más hermosa que
todas las flores del laberinto juntas y que yo me encargaría de mostrarle todo lo que ella
quisiera ver pero la barrera del idioma no me dejaba expresarme. Me estaba hartando de
recurrir a Kethan o Ivy cuando le hablaba, quería atrapar su corazón yo mismo, sin
intermediarios. Tomé su mano y la llevé a mis corazones y me ayudó enseñándome.

— Corazón - dijo lentamente. Repetí la palabra y ella asintió aprobando mi acento.


Seguimos intercambiando palabras y yo trataba de memorizarlas todas. Mis corazones se
emocionaban mientras pasaba tiempo con ella.
Después de unos felices pero no suficientes momentos volvimos con el grupo que ya había
hecho un fuego y quemaban la carne de un animal que habíamos cazado. La caída del sol
había llegado y la jungla era conquistada por la oscuridad. El pequeño grupo de humanos
charlaba animadamente mientras comían la carne en compañía de los otros vrix. Kethan e Ivy
estaban sentados juntos susurrandose cosas en un vrix mezclado con español. Tomé carne
del fuego en una hoja amplia y gruesa y se lo ofrecí a Saya que ya se encontraba hablando
nuevamente con Will. Pasé de la felicidad a la rabia con rapidez mientras ese humano me
quitaba la atención de mi sol. Del otro lado del fuego Urkot soltaba chillidos ahogados
divirtiéndose con mi situación, le dediqué un gruñido y aparte mi vista de su cara, para
cuando volví mi vista a Saya ella me miraba con curiosidad seguramente preguntándose el
porque de mi gruñido. Chasquee las mandíbulas y volví a ofrecerle la carne caliente, ella la
tomó y comenzó a comer, nunca se quejó del sabor pero por su forma de comer no sabía si se
debía al hambre o si realmente le habia gustado.
Un movimiento extraño captó mi atención, al frente Kethan e Ivy juntaban sus bocas en un
movimiento raro pero que parecía extremadamente íntimo, los humanos apartaron la mirada
y Telok y Urkot hicieron lo mismo. Para un vrix tocar el reposacabezas de otro era señal de
gran confianza e intimidad pero eso parecía incluso más, no sabía que era eso pero
definitivamente ningún vrix habia tocado la boca de otro jamás. Bajé mis ojos para mirar a
Saya que también se había dado cuenta y apartó la mirada de ellos. Fijé mi atención en su
boca, tenia dos lineas de carne que habia dicho que se llamaban labios y al principio pensé
que solo servían para comer y emitir los sonidos que salían de su boca al hablar pero de
pronto me pregunté que se sentiría tocarlos. Tomé un mechón de su cabello café/rojo para
volver a llamar su atención. Señalé mi boca y luego la suya a modo de pregunta. Ella frunció el
ceño y se quedó pensando, finalmente volvió su cuerpo hacia mi y habló señalando
nuevamente su boca y luego la mía.

— Beso. Es un beso.
— ¿Beso? - asintió con la cabeza y dijo - lo hacen los amantes - al ver que no la comprendía
señaló a Ivy y dijo - beso es lo que le das a tu Nyleea.

La comprensión me llegó de golpe. No habia entendido todas sus palabras pero el significado
era obvio, el beso era un gesto que solo podía tener un macho con su compañera. Alterné mi
vista de Kethan e Ivy a Saya y quise poder acercar mi boca a la suya, sus labios se veían
calidos y suaves y ansiaba devorarlos dejando mi marca en ellos para que nadie más ya fuera
humano o vrix pudiera tocarla.

—No te haría daño estar en contacto con tu lado más sensible por una vez, hombre —, dijo
Diego en un tono tranquilo y relajado.

—No te haces ningún favor estando tan nervioso todo el tiempo.

Will y él estaban sentados cerca de Ella, que estaba apoyada contra los cuartos traseros de
Ahnset con los ojos cerrados.

20
Saya se unió a la conversación diciendo - el estrés no regulado es malo para las personas,
cada quién lo afronta diferente pero algo de holgura no te haría mal.

Me tomó un momento registrar que estaban hablando de Cole. La sonrisa que le dedicó Saya
era amable y tranquilizadora. Quise tomarla en ese momento y apartarla de aquellos
humanos, ella era mía y sus sonrisas deberían ser para mi, no para un humano que no sabía
defenderse a el mismo.

—¿Qué están diciendo, Ketahn?— Preguntó Ahnset.

Había estado rodeada de seres que no podía entender en todo el día. Yo estaba familiarizado
con tal frustración. Ya había tenido suficientes problemas cuando Saya me hablaba en un
idioma que no entendía.

—Estos humanos no están atados por la sangre y no se conocían antes de despertar de su


sueño. Todavía están construyendo vínculos entre ellos. Tejiendo los hilos entre ellos.

—Las cosas serán difíciles, pero estamos juntos en esto —, dijo Callie. —Todos somos
importantes.

En voz baja le hablé a Saya en mi idioma sin importarme si los demás me veían. - Ninguno tan
importante o hermoso como tu, mi sol. - ella me miró confundida mientras el rubor subía por
sus mejillas.

Todo ese rato Kethan e Ivy charlaban y traducian todas las conversaciones para que
pudieramos seguirlas.
Saya no se apartó pero sentí su cuerpo estremecerse cuando me acercaba un poco más, si
bien no entendíamos lo que decía el otro nuestros cuerpos se comunicaban a la perfección.

—Son como crías—, dijo Ahnset a nadie en particular llamando la atención de Ketahn hacia
ella. Ella estaba en una posición baja, las patas delanteras dobladas y metidas parcialmente
debajo de ella, mirando a Ella.

Había plantado su lanza de guerra en el suelo a su lado; su eje se elevaba por encima de
todos los presentes.
—Pero no son crías—, respondió suavemente Ketahn, —y no podemos tratarlos como tales.
—Lo sé, hermano de cría—. Ahnset levantó una mano, extendió los dedos y le hizo un gesto a
la cara. —Está en sus ojos. Están perdidos, confundidos, asustados, tristes… pero no son crías.
Hay fuego en sus ojos.
—Sí—, dije con un clic de mis mandíbulas. Me aparté del grupo, mirando la jungla. — Después
de todo, ¿qué crías podrían haber creado un medio para viajar entre las estrellas y dormir
durante cientos de años sin morir?

Este había sido un buen día de enseñanza y aprendizaje, de unión a pesar de las diferencias
en apariencia y lenguaje. Pero el día no había terminado. Si tomaban un camino serpenteante
en su viaje de regreso, se acercarían al pozo al anochecer, tal como Ketahn había planeado;
quería que probaran el Laberinto en la oscuridad.

Desafortunadamente, a la jungla, al igual que a la Reina Zurbashi, no le importaban nuestros


planes.

Un rugido resonó entre las ramas, gutural y ondulante.

El resto de vrix y Saya fuimos los primeros en girar en dirección del sonido. Ahnset se levantó
rápida pero gentilmente para no lastimar a Ella y tomó su lanza de guerra. Saya ahora llevaba
ambas manos en su arma y escuchaba con atención los sonidos de la jungla.

— ¿Que fue eso? - preguntó

21
—Yatin—, dijo Ketahn, levantándose y ayudando a Ivy a ponerse de pie.
—Trescientos segmentos—, dijo Telok con voz ronca, —tal vez un poco más.

Urkot golpeó el suelo con una pierna. —O un poco menos.

—¿Supongo que el sonido es malo?— preguntó Will.


Un segundo rugido sonó desde una dirección diferente, más profunda y áspera que el
primero y solo un poco más lejos.
—Todos levantados—, dijo Ketahn en español, levantando el par de lanzas del suelo. Le
entregó a Ivy su arma. —Reúne todas las cosas. Rápido.

Ninguno de los otros humanos salvo Ivy se había movido, parecían clavados al suelo.

— ¡Arriba! ¡Muevanse! - Saya elevó la voz sobresaltando a todos. - Lacey apaga el fuego, todos
de pie, recojan todo ¿A qué diablos esperan? ¿Una invitación?

Los humanos se movieron rápido en parte debido al miedo y en parte porque al parecer Saya
les había impartido una orden. Su postura y su actitud eran completamente diferentes,
irradiaba una energía potente que nada tenía que ver con la sensibilidad que habia mostrado
cuando miraba las flores.

— Dos machos - dije - se desafían para ganar este terreno. Ivy tradujo rápidamente.

En algún lugar distante, la madera crujió como un trueno. Ya fueran ramas o un árbol entero,
significaba que uno de los yatins estaba en movimiento.

—Ahora,— gruñó Ketahn a los humanos con los ojos muy abiertos.

El grupo se puso en marcha. Ivy, que llevaba su pequeña lanza en un puño cerrado, estaba
detrás de ellos, justo por delante de Ketahn, quien se había colocado en la parte de atrás
deliberadamente.

A pesar de su cansancio, los humanos viajaron a un ritmo decente, ayudándose unos a otros a
sortear los inevitables obstáculos esparcidos por el suelo de la jungla. Traté de permanecer
cerca de Saya pero para mi sorpresa se movía incluso más rápido que el resto, saltaba,
bordeaba y usaba los mismos obstáculos de la jungla como impulso para seguir moviéndose,
aún dentro del caos mi pecho se hinchó de orgullo por mi sol, se estaba esforzando y yo haría
lo mismo, haría cuánto fuera necesario por protegerla y ayudarla a adaptarse a este mundo
nuevo para ella dónde le demostraría que yo era el único digno de su corazón.

Son esas cosas carnívoros o herviboros?— Callie preguntó sin aliento.

— No hables, guarda aliento. Traten de controlar su respiración. - entonó Saya a media voz.

—Los Yatins comen plantas—, dijo Kethan

El primer yatin volvió a llamar, desde mucho más cerca que antes.

—Modelador, deshazme,— refunfuñó Urkot.


—Protector, protégenos —entonó Ahnset.

—¿Qué diablos importa lo que comen?— preguntó Cole. Sostenía su cuchillo de metal en una
mano, la hoja inclinada hacia abajo. El arma perforaría la piel de un yatin, pero era poco
probable que infligiera heridas importantes a una bestia así.

—Solo quería saber si estamos a punto de ser pisoteados o devorados—, dijo Callie

El segundo yatin hizo su llamado de desafío; también estaba incómodamente más cerca.

22
—Deben tener nuestro olor,— dijo Telok por encima del hombro.
—Tenemos que despegar—, dijo Ahnset.
—No podemos mover a todos los humanos lo suficientemente rápido. Dos de ellos en tu
espalda te obstaculizarían incluso a ti mientras subes, Ahnset , —dije yo. Gruñi al resistir el
impulso de tomar a Saya y trepar el primer árbol en busca de un lugar seguro pero sabía que
eso significaba condenar al resto y Kethan no me lo perdonaría.

—Ahí,— llamó Telok.

Enredaderas, algunas tan gruesas como raíces de árboles, se elevaban desde el suelo de la
jungla que tenía delante, creando una extensión de crecimiento denso y espinoso plagado de
enredaderas y plantas de garra. A la débil luz del sol, las sombras en medio del gruñido de las
espinas eran más profundas y más llenas que las de cualquier otro lugar.

—¿Es ahí a donde vamos?— Diego preguntó con incredulidad.


—Vamos—, gruñó Ketahn. Solo se había alejado veinte segmentos del tronco cuando se hizo
añicos con un crujido estremecedor detrás de él.

Los humanos jadearon y gritaron, mirando por encima de sus hombros con terror, y algunos
de ellos tropezaron o ralentizaron el paso al hacerlo. Podría haber rugido yo mismo, pero no
podía permitirme perder el tiempo y el esfuerzo que habría requerido.

—Urkot, Ahnset—, gritó Ketahn sobre el trueno de los cascos, —¡lleva a los humanos!.

Sin perder un paso, Urkot hizo señas a los humanos y corrió hacia el enredo. Telok y yo
retrocedimos para unirnos a Ketahn, tomando las cuerdas de seda atadas a sus lanzas en la
mano. Ahnset chasqueó los colmillos de la mandíbula y se apresuró a acompañar a los
humanos.

El yatin era una amalgama de bestias sacadas de una pesadilla, estúpidamente mi cerebro
estaba buscando a que animal terrestre se parecía más, jabalí, alce, toro, elefante y era más
grande que todos esos animales juntos. Incluso Ahnset se veía pequeña al lado del yatin, que
tenía que medir al menos cinco metros de altura con sus enormes y poderosos hombros, y
probablemente tenía el doble de longitud.

No estaba segura de si llamar astas o cuernos a las enormes protuberancias óseas a los lados
de la cabeza. Eran aterradoras de cualquier manera, anchas y planas como astas de alce en
algunos lugares, pero ardiendo en puntas malvadas. Un par de colmillos gruesos y
manchados sobresalían de su boca, curvándose hacia arriba en garfios desafilados pero
mortales. Su cuerpo era un músculo abultado debajo de una piel de color marrón claro con
cicatrices, con un gran parche de pelo desgreñado en la parte superior de su grueso cuello
que barría hacia atrás más allá de sus enormes hombros.

Urkot bramó algo en su idioma pero no me molesté en buscar un significado, por el


movimiento de sus brazos era bastante obvio que nos estaba apresurando, incluso a mi me
estaba comenzando a costar trabajo moverme, mi cuerpo no se había recuperado del todo de
la estasis, no estaba al máximo de mis capacidades, maldije para mis adentros mi debilidad
rogando que no fueramos a morir en nuestra primera noche luego de despertar.

Ahnset patinó hasta detenerse, sus gruesas piernas rasgaron el suelo y se giró para
enfrentarse al yatin y a los otros machos. Ella se aferraba a los cuartos traseros de Ahnset con
una fuerza desesperada que desmentía su condición.

23
Con un rugido ensordecedor, un segundo yatin tan grande como el primero salió de la maleza
desde una dirección diferente, sus enormes cascos abrieron un camino de destrucción. Se
estrelló contra la primera bestia. La piel y los músculos se agitaron con el impacto. Los
cuernos y los colmillos chocaban con un fuerte y resonante chasquido de hueso contra hueso.

— Ah'kilha no tarsis Ella - Llamó Anhset.

Corriendo al lado de Ahnset, Ivy se acercó y ayudó a Ella a bajar. La mujer enferma se
desplomó con un grito ahogado, todo su peso cayó sobre Ivy. Afortunadamente, Diego
también se había apresurado y ayudó a agarrar a Ella antes de que ella e Ivy pudieran caer.
Ivy y Diego echaron los brazos de Ella sobre sus hombros para soportar su peso y la llevaron
al arco, agachando la cabeza para pasar por debajo.

No podía ver a Ketahn ni a los otros machos. Solo Ahnset, de pie firme ante la abertura baja, y
el segundo yatin detrás de ella. Se había desprendido de la primera bestia y estaba
enfrentando contra la Vrix hembra.
Ahnset saltó a un lado en el último momento. Creí ver la lanza de la Vrix hundirse en las
costillas de la bestia justo antes de que el yatin se estrellara de cabeza contra la masa de
enredaderas espinosas.
Hubo gritos de los otros humanos cuando la vegetación se rompió y se sacudió con los golpes
del yatin, y trozos de madera y espinas salieron disparados hacia adentro. No sabía si mi
propia voz estaba en esos gritos, me habia quedado atrás ayudando a quienes caían o se
retrasaban y mis piernas se sentían lentas y pesadas. profundizamos aún más, agachándonos
y retorciéndonos mientras las espinas se enganchaban en el cabello y la ropa sentí que
algunas de esas espinas me picaban con tanta fuerza que me rompieron la piel, pero el dolor
no llegó. La adrenalina me estaba cuidando.

Por ahora.

El ruido del exterior de la zarza apenas disminuyó; sonaba como si una manada de bestias en
estampida estuviera arrasando toda la jungla. Rugidos, gruñidos y bufidos llenaron el aire,
algunos agresivos, otros doloridos.

Urkot y los demás habían atravesado un espacio ancho y bajo —debió haber gateado sobre
su vientre para encajar— y ahora era el turno de Ivy, Diego y Ella. Afortunadamente, Ella tuvo
la fuerza suficiente para mover las piernas mientras estaban agachadas.
Después de mucha lucha y luchar contra innumerables espinas, emergieron en un área
sorprendentemente abierta donde parecía que las plantas y enredaderas habían sido
despejadas deliberadamente. Urkot y nosotros estábamos justo en el centro rodeados de
penumbra.

Urkot dijo algo con voz tensa. Tenía las piernas abiertas en una postura amplia y sólida, y su
mirada estaba fija en el lado más alejado del claro, donde había varios senderos más a través
de la vegetación como el que acababan de atravesar. Eran como túneles perforados en la
zarza y yo no estaba ansiosa por descubrir que los había creado. Rápidamente desenfunde mi
katana feliz de tenerla conmigo, era un consuelo vago pero me hacía sentir un poco mejor.

— Prepara tu lanza Ivy. - le dije en un susurro tenso. Ivy tomó su lanza con ambas manos y se
acercó a mí. Temblaba de pies a cabeza y miraba frenéticamente de un punto a otro. —
respira profundo, separa tus piernas y distribuye tu peso para tomar tu lanza.

Ivy trató de respirar lo mejor que pudo y seguir mis indicaciones, su bota chocó contra algo
pequeño y duro, y miró hacia abajo.
El suelo estaba cubierto de hierba seca, hojas y escombros que eran más gruesos en el centro.
Algunos de esos escombros eran ramitas, ramas y trozos de enredadera que se
desmoronaban. Pero a pesar de la escasa iluminación, sabía que algo era claramente ... hueso.

Este es un nido.

24
Tenía que ser una maldita broma.

— Todos formen un círculo lo más apretado posible, que Ella quede al centro, Diego quédate
con Ella, no importa lo que veas ni lo que escuches, Ella es tu responsabilidad.

A pesar de todo el ruido de la lucha furiosa más allá de las espinas, este claro, este nido,
estaba en un silencio sepulcral.
Todos se agruparon en un círculo apretado, tan rápido como pude les repartí un cuchillo
dentado a quienes faltaban de uno y les mostré como sostenerlo. Caminé lentamente hacia el
frente, Urkot permanecía detras del círculo en una postura defensiva. En cuanto adopte mi
posición se desató el infierno.

Algo chilló delante, la llamada recordó a un ave de presa. Fue respondida por llamadas
similares de todas partes. Los sonidos formaron un coro amenazador.
Alguien gritó; sonaba como Callie.
En una fracción de segundo supe el motivo del grito,una forma negra saltó hacia Callie desde
una de las aberturas en las enredaderas espinosas. Antes de que pudiera tocarla mi espada
ya había atravesado a la criatura, se sentía hueca y aulló de dolor en el suelo, clavé mi espada
más profundamente y el aullido se detuvo con un desagradable gorgoteo, entonces dos cosas
más salieron siseando de los túneles y pronto la zarza circundante cobró vida con silbidos,
gruñidos y chillidos. Entonces a esos sonidos se sumaron los gritos humanos y vrix en todo el
claro. Otra criatura pasó cerca de mí alumbrada brevemente por la luz de las lunas y su
imagen se grabó en mi memoria de forma aterradora: Cuatro ojos relucientes, un cuero
moteado y curtido, garras largas en forma de gancho y una hilera de púas a lo largo de la
columna. Pero no tuve tiempo de procesar mi pánico porque los chillidos se escuchaban cada
vez mas cerca, en mi espalda, a mis pies, las criaturas parecían salidas de todas partes,
parecía un enjambre que no tenía fin. Me ardían los músculos de las piernas y la espada me
pesaba cada vez más en los brazos, me obligué a ignorar el dolor y me moví tanto cómo pude
por el frente del círculo apretado que formaban el resto de supervivientes, era imposible
abarcar a cada criatura en el claro incluso con Urkot a mis espaldas apoyándome, varías de
ellas lograron pasar nuestra linea y el grupo se defendía como podía, todos ellos cuchillos en
mano e Ivy con lanza.

Era vagamente consciente del retumbar más allá de las enredaderas y que advertía que los
yatins estaban más cerca, pero nada podía hacerse desde nuestra posición, ni huir ni atacar,
solo defendernos.

Y de pronto un dolor lacerante en mi pierna izquierda me hizo sentirme aún más despejada.
Solté un grito desde el fondo de mi garganta y me puse de pie.

Incluso el ensordecedor ruido de los furiosos yatins no pudo evitar que escuchara el grito de
Saya. El sonido hizo que mis corazones se congelaran, sentí su miedo, su ira, su dolor y su
cansancio. Unos cuantos latidos más y a ese sonido le siguió un desgarrador grito de Ivy.
Kethan y yo nos miramos el uno al otro y luego volvimos a cargar contra los yatins que nos
separaban de ellas. Sentía un frío desesperado recorrer todas mis extremidades, ella sería mi
compañera, mi Nyleea, no la perdería, acabaría con el yatin e iría con ella para consolarla en
mis brazos, nada más importaba.

Xiskals chilló en el gruñido de espinas, y los humanos gritaron con voces aterrorizadas. Algo
poderoso se aferró a hilo de mis corazones y me empujó con fuerza hacia los sonidos. Pero mi
visión se centró en el yatin. La bestia patinó hasta detenerse a trompicones que golpeó sus
cuartos traseros contra el tronco de un árbol cercano. La corteza se astilló, se agrietó y se
derramó sobre el suelo. Un asta de lanza, la lanza de Telok, rebotó y se sacudió en el costado
del yatin, la cabeza enterrada demasiado profundamente como para que pudiera sacudirse
libremente. Una docena de otras heridas hicieron que la piel de la criatura brillara con sangre
oscura pero sabía que ninguna de ellas era mortal.

25
Ahnset captó la atención de la criatura. Sus garras y el garrote de colmillos chorreaban
sangre, pero algunas de las salpicaduras carmesí en su piel parecían ser las suyas. Yo
también estaba ensangrentado pero apenas sentí dolor. Con mis manos libres enrollaba una
hebra de seda gruesa extraída de mis hileras. La seda haría poco por si sola pero…

— Anhset, conmigo… - la llamé.


Anhset se colocó junto a mi y corrimos hacia el yatin que ya tenía el costado giraso hacia
nosotros. Justo cuando se abalanzó sobre Anhset lanzamos nuestros cuerpos contra la
bestia. Se sintió como chocar contra un acantilado de piedra sólida, pero no resistió la fuerza
y el peso de dos vrix. El yatin gruñó y cayó, aterrizando pesadamente de costado.

Rápidamente enrolle la seda en las extremidades agitadas del yatin que luchaba por ponerse
de pie hasta que los forcejeos de la bestia la volvieron a poner de costado, evitando por poco
un colmillo que se balanceaba mientras
caía. La bestia finalmente se enderezó, apoyando sus cascos en el suelo.
La suciedad y los restos de plantas se aferraban a su piel manchada de sangre. Sus pequeños
y oscuros ojos se fijaron en el Vrix que tenía delante, Ahnset, y trató de cargar. La hebra se
tensó en el instante en que las patas delanteras de la bestia se movieron hacia adelante. Las
patas traseras del yatin se doblaron y su trasero volvió a caer.

Ahnset lanzó un ondulante grito de batalla y se abalanzó sobre el yatin. Ella golpeó su garrote
contra su cabeza, enterrando los fragmentos de roca negra en su carne con un crujido
repugnante, antes de agarrar sus cuernos y colmillos con las cuatro manos. Abrió las piernas
y tiró a la bestia a un lado, torciendo su cabeza.
El gruñido yatin volvió a caer, esta vez al borde del gruñido, aplastando enredaderas y
espinas debajo de él.

La bestia se quedó quieta.

Pero el silencio no duró más que unos pocos latidos. Los chillidos y silbidos de los xiskals
mezclados con frenéticas voces humanas me llegaron con nueva claridad. Mis corazones
tartamudearon, no me demoré más que unos cuantos latidos y ya estaba corriendo entre las
enredaderas y espinas acercándome al grupo de humanos que de pronto hicieron silencio.
Kethan gruñía detrás de mí lidiando también con las zarzas que lo obstruian.
El pasaje bajo se abría en un lugar no muy diferente de una de las cámaras de piedra inferior
de Takarahl; una guarida que los xiskals deben haber despejado entre las enredaderas
espinosas y enredadas. Los humanos estaban agrupados en el centro, varios con sus
cuchillos de metal, cuchillos de metal ensangrentados. Los cadáveres de muchos xiskals
estaban esparcidos a su alrededor. Algunas de las bestias todavía estaban vivas, gruñendo y
rechinando sus colmillos a los humanos. Saya estaba fuera del círculo cubierta de sangre
xiskal en sus brazos y piernas, en su mano derecha llevaba un arma de empuñadura corta
que jamás había visto en ningún guerrero o Quelicera vrix, tenia un filo largo y era muy
delgada y parecía finamente forjada. Clavó su arma en el suelo cayó de rodillas respirando
con dificultad y sosteniendose de ella con evidente esfuerzo, mi cuerpo se movió por si solo
acercandose a ella. La chica no notó que era yo quien se acercaba y en un rápido movimiento
que contradecía su cansancio se puso de pie y me apuntó con su arma, me miró confundida y
luego a su alrededor.

— ¿Rekosh? - dijo con voz cansada y luego las fuerzas la abandonaron, soltó su arma y se
tambaleó a un lado. Apenas fuí capaz de sostenerla antes de que tocara el suelo.

— ¿Mi sol? Háblame mi dulce resonancia. ¿Saya?

Ella frunció el ceño y volvió a abrir los ojos, trató de sentarse e hizo un gesto de dolor, se miró
la pierna derecha donde había una herida que sangraba. Quise retenerla pero ella negó con
la cabeza y me palmeó el brazo regalandome una sonrisa. Entonces me miró de arriba a abajo
y sus ojos se abrieron de par en par.

26
— Creo que estás peor que yo. - no entendí una sola palabra pero llevó una mano a mi pecho
y acercó su boca a mis corazones dónde posó sus labios brevemente. Un trino surgió de mi
pecho y quise acunarla en mis brazos para que se quedara ahí pero ella de apartó demasiado
rápido y se puso de pie apoyandose en su pierna ilesa. Miró alrededor y luego al grupo de
humanos que seguían en un apretado círculo y más allá de ellos la figura de Urkot que tenía
su lanza destrozada y llevaba arañasos por todas partes. Kethan ya tenía a Ivy en sus brazos y
sus broches estaban enganchados en las caderas de ella. Saya recogió su arma y en un
ondeo rápido la dejó limpia de la sangre de los xiskals que habían encontrado la muerte por
ella, la enfundo y se acercó al grupo apenas cojeando.

Quedó de frente a Urkot y alzó su mano en un puño hacia él. - Hacemos buen equipo
grandote - Urkot la miró con curiosidad y luego le preguntó a Ivy que significaba ese gesto.

Ivy soltó una risita y dijo en vrix - Quiere que choques puños con ella, eso hacen los amigos
después de una situación difícil.
Urkot chilló con fuerza y chocó su puño con Saya. Ella siguió su camino hacia el grupo
mientras Urkot caminaba hacia mi.

— Elegiste una buena hembra amigo, debiste verla Rekosh, se movía como un espíritu furioso,
nunca vi nada moverse tan rápido, es una guerrera en toda regla.

Me quedé callado mirandola.

Will siseó. —El hijo de puta me atrapó

Levanté los ojos para mirar a los humanos. Ya habían estado sudorosos y sucios de su largo
viaje por la jungla, y ahora también estaban ensangrentados, todos con destellos de miedo en
sus ojos, aunque las amenazas inmediatas habían desaparecido. Ese miedo podría
consumirlos si se deja desatendido, pero también podría convertirse en una herramienta tan
fácilmente como un trozo de roca negra o un bloque de madera. Will tenía una mano aferrada
a su brazo izquierdo sobre un corte largo y profundo. La sangre brotaba de la herida y goteó
al suelo.
—Déjame echar un vistazo—, dijo Diego, tomando con cuidado el brazo de Will y
examinándolo. Sus cejas se fruncieron mientras pinchaba suavemente el corte. —Extiende tus
dedos por mí y luego apriétalos en un puño.
Will hizo lo que le ordenaron, mostrando los dientes de dolor. Sus dedos se movieron
rígidamente pero no parecía haber perdido ninguna flexibilidad.
—Bien—, dijo Diego, usando una mano para agarrar la correa de su bolso mientras se lo
quitaba del hombro. —Es un corte desagradable, pero se ve peor de lo que realmente es. Voy
a hacer que te remenden, ¿de acuerdo? - Will asintió.
Diego miró a los demás. —¿Alguien más está herido?.
—Yo - respondió Saya - pero puedo tratarme yo misma, encárgate de los demás.

Los otros humanos respondieron de manera similar; cortes, raspaduras y magulladuras


menores, pero nada tan grave como la herida de Will, y nada peor.

Cole se rió entre dientes; el sonido estaba mezclado con un toque de amargura. —Supongo
que tuvimos suerte.

Will resopló, arqueando una ceja. Su expresión estaba en algún lugar entre dolorida y
divertida. —Si esto fue buena suerte, no quiero ver cómo se ve la mala suerte.
—Ahora lo sabes—, dijo Ketahn en un español mesurado traducido por Ivy, bajandola
suavemente a sus pies. —Siempre hay peligro. Muerte, siempre. Pero somos más fuertes juntos.

—No puedo evitar sentir que nos saltamos un par de pasos entre ser supervivientes y luchar
contra los animales salvajes- dijo Callie. Estaba inclinada hacia adelante, con las manos
apoyadas en los muslos, mientras recuperaba el aliento.

27
— A veces la mejor forma de aprender es hacer, claro que es la forma menos cómoda pero
también es la más rápida - contestó Saya mientras se lavaba las manos para tratar la herida
en su pierna con leve gesto de dolor. Se puso un ungüento de olor extraño en la pierna y
luego la cubrió con una película cristalina que impidió que la herida siguiera sangrando.
Tomo un objeto extraño con tres agujas de su pequeña bolsa y se lo clavó en la pierna en un
lugar cercano a la lesión. Se puso de pie y comenzó a caminar como si no hubiera existido una
lesión en primer lugar - Como sea, ¿Te encuentras bien Ella?
La mujer tenía la frente perlada de sudor y aunque de todos había sido la única en salir ilesa
parecía demasiado enferma.

— Hay que irnos - dijo Kethan. El grupo de humanos se movió y salieron uno a uno del claro
donde estaban los xiskals muertos. Saya se quedó al final dándole una última mirada al claro
y finalmente salió con Ivy tomada de la mano.

Kethan y yo nos quedamos mirandolas.


—Debería haberlo sabido,— Urkot retumbó detrás de nosotros.

Nos volvimos para mirar a nuestro amigo, con las mandíbulas hundidas.

—Debería haber visto las señales, debería haberlas olido—, continuó Urkot, golpeando una
pierna en el suelo. —Pero yo no. Yo... estaba demasiado concentrado en ...

—Suficiente, Urkot—, dijo Ketahn en voz baja. Extendió una pata delantera y la rozó contra la
de Urkot. —Hiciste lo necesario para protegerlos. Más cerca del borde del gruñido, y los yatins
podrían haberlos alcanzado.

Gruñendo, Urkot juntó la parte superior de los antebrazos y se hundió en una reverencia. —
Me confiaste a tu pareja, Ketahn, y yo … Sino hubiera estado esa humana Saya no habríamos
salido tan bien librados e incluso ella salió herida - se inclinó en una disculpa hacia mi con las
mandíbulas y los hombros caídos - Apenas encontraste a tu hembra Rekosh y yo…

Ketahn se volvió para mirar a Urkot de lleno y extendió la parte superior de los brazos,
agarrando a Urkot por sus anchos hombros y obligándolo a enderezarse. — Las mantuviste
con vida. Luchaste por ellas, sangraste por ellas, y por eso siempre tendrás nuestro
agradecimiento. Como si no te lo hubieras ganado mil veces antes de este día.

— Hoy ha sido un día de descubrimientos, mi sol es fuerte deberé demostrar que soy digno de
ella.

Nos miramos mutuamente durante varios segundos antes de que Urkot finalmente apartara la
mirada. Su voz era baja y grave cuando habló. — Atacaron porque estábamos en su nido,
pero… creo que olieron a enfermedad en esa hembra, Ella.

Kethan soltó un gruñido infeliz. — Querían separarla de los demás.

— Si, si los humanos no se hubieran agrupado a su alrededor…

No había necesidad de completar el pensamiento; sabían lo que hubiera pasado. El silencio


hablaba lo suficientemente fuerte para lo espantoso de lo que podría haber sido.

Un trino cansado sonó en el pecho de Urkot. — Vamos. Este lugar apesta. Estoy listo para el
aire fresco de la jungla una vez más.

Los humanos se reunieron a varios segmentos del yatin que había muerto al borde del
gruñido de espinas. Diego estaba atendiendo la herida de Will con sus extrañas herramientas
humanas, usando una mano para trabajar mientras sostenía la mano de Will con la
otra, y los dos machos se miraban el uno al otro cada pocos momentos.

28
Una sonrisa curiosa se formó en los labios de Will. Si todavía tenía dolor, ya no se mostraba.

Ella estaba en el suelo, acostada de lado con la parte superior del cuerpo y la cabeza
apoyada en una de las bolsas que habían traído en el viaje. Aunque parecía estar durmiendo,
a veces sus ojos se abrían para mirar a los demás; incluso un movimiento tan pequeño
parecía cansarla.

—¿Estás herida?— Preguntó Ketahn, estudiando a sus amigos y a su hermana.


—No hay heridas que no puedan ser vendadas por un poco de seda— contestó Telok.

—Todos tendremos dolores por la mañana—, dijo Ahnset.

Ketahn chilló. —Nuevos y viejos.

Después de que los humanos curaron sus heridas, Diego, Lacey, Saya e Ivy se acercaron al
nosotros. Con Ivy traduciendo, los cuatro se ofrecieron a ayudarnos a atender nuestras
heridas.

Aunque estuve igual de sorprendido que el resto estaba encantado con la idea de pasar
tiempo con mi sol. Tenía mejor semblante que cuando entré en el claro y aunque su ropa
seguía manchada; sus brazos y piernas ahora estaban tan limpios cómo cuando la saqué del
pozo.

Saya caminó directo a mí y me habló en tono firme pero suave.

— Muy bien Rekosh, siéntate. - ladeé la cabeza y ella señaló con un dedo hacia abajo que
quería que me sentara. Obedecí y ella comenzó tomando uno de mis brazos con una mano y
sosteniendo un extraño tubo de metal en la otra - esto va escoser un poco, pero hará que te
sientas mejor.

Ivy me informó de lo que Saya decía mientras parchaba una de las patas delanteras de
Kethan. Saya presionó el extraño tubo y un rocio cayó por mi antebrazo, mi primera impresión
era que el líquido era frío pero poco después comenzó un ardor que parecía penetrar en mi
piel. Solté un siseo y quise retirar mi brazo de forma instintiva pero ella lo tenía fuertemente
agarrado. - Shhh, tranquilo, lo siento - hablaba suave y bajo mientras el ardor desaparecía,
aplicó el ungüento que había visto antes y una película que cubría la mayor parte de mi
antebrazo. Enganché una de mis patas delanteras en su pantorrilla y la acaricié suavemente,
ella levantó la vista y me miró, sus ojos dorados se veían cansados pero también curiosos.
Continuó tratando mis heridas mientras yo me deleitaba con su cercanía,
desafortunadamente eso ya no era suficiente. Se mantuvo en silencio hasta que terminó con
su labor, trató de alejarse sin mirarme pero la tomé de la cintura y levanté su barbilla para
obligarla a mirarme.

— Gracias - dije en su idioma y una brillante sonrisa irrumpió en su cara. Posó su mano en una
de las mías y luego en un movimiento rápido se agachó y se deslizó debajo liberándose de mis
brazos, sonrió con maldad y caminó lejos hacia Ella.

Urkot me dió un golpe juguetón en la cabeza obligándome a apartar la vista de mi sol.

— Te tiene dónde quiere ¿Eh? Quien lo diría. - gruñi y traté de quitarmelo de encima pero él
seguía molestando.

— Por los Ocho Urkot, ¡Quítate de encima!

— ¿Porqué? ¿Temes quedar mal con la pequeña Quelicera?

De pronto un coro de risas nos hicieron detener nuestro juego de tontos. Saya, Ivy y Ella se
reían mirandonos, eran sonidos fáciles y relajados.

29
Cuando todo estuvo hecho, todos parecían cansados, tanto humanos como Vrix.
—Eso fue una locura—, murmuró Cole, inspeccionando a los yatins muertos.

—Estas cosas hacen que los elefantes parezcan pequeños—, dijo Will.

—Que se jodan—. Cole agitó las manos con desdén. —Estoy listo para colapsar en mi cápsula
y dormir durante dos malditos días.

Diego se arrodilló sobre su bolso para guardar sus herramientas.

—Finalmente estoy de acuerdo contigo en algo, hombre.

Ketahn trinó. —No podemos irnos.

—¿Qué?— Preguntó Callie mientras todos los humanos miraban a Ketahn.

—No me digas que hay más de esas cosas—, dijo Will, con los ojos muy abiertos.

Alzando las mandíbulas en una sonrisa, Ketahn inclinó la cabeza hacia los yatins caídos. — Su
carne y su piel son muy buenos. No podemos dejarlo .

—¿Hablas en serio?— preguntó Lacey. Miró a Ivy, luego a Ketahn y luego de nuevo. — Habla en
serio, ¿no?

Ivy rió. —Habla en serio.

—Maldición—, gruñó Cole, con los hombros caídos.

—Sean rápidos, humanos—, dijo Ketahn con un chillido. —La jungla es peligrosa por la noche.

30
Todos, tanto humanos cómo vrix resentimos los efectos del día. Había sido mi primer día fuera
del cráter y casi muero en el proceso. Fue un día de aprendizaje y descubrimientos, aún me
faltaba procesar el hecho inicial de que jamás llegaría a Xolea y que mi escuadrón llevaba 60
años muerto.

La comida que compartimos fuera de la nave fue tranquila excepto por el crepitar del fuego.
Los humanos luciamos varios moretones mientras que las lesiones de los vrix eran menos
visibles. La estancia de mi escuadrón tenía cuatro regaderas por lo que una ducha fresca fue
bien recibido por todos, decidimos aprovechar mientras aún tengamos la oportunidad de
bañarnos.

Mientras me duchaba traté de rememorar los eventos de este día. Un planeta desconocido,
una amenaza en ciernes, una exploración que casi termina en tragedia y un nativo alienígena
que claramente estaba interesado en mi persona. ¿Era una locura que me sintiera atraída por
un alien? Técnicamente nosotros también éramos aliens para ellos pero ¿Quería yo sentirme
de es manera? Era extraño, apenas tenía un día aquí y mi cuerpo reaccionaba
automáticamente a Rekosh a quién apenas conocía ¿En que me convertía eso? Necesitaba
tener respuestas y pronto. Obviamente esas respuestas solo podía darmelas Ivy. Salí a la
fogata dispuesta a mantener la cabeza fría.

Los vrix se sentían claramente incómodos en la nave que no se parecía en nada a sus cuevas
o guaridas pero Kethan explicó que era necesario. Creó una especie de cama mullida para Ivy
hecha de seda y casi en cuanto se recostó cayó dormida, sentí una pequeña punzada de
envidia, una cama se sentiría excelente. A pesar del cansancio me sentía extrañamente
despierta, el resto se había retirado a sus criocamaras para descansar y los vrix estaban
esparcidos por la nave tratando de dormir. Salí un momento de la nave y me senté cerca del
fuego, al que le faltaba poco para extinguirse. Después de un rato un sonido detrás de mí me
puso en alerta y me levanté rápidamente con mi mano en la empuñadura de mi katana.
Respiré hondo al darme cuenta de que era Rekosh. Solté mi arma y alcé una mano a manera
de saludo.

— Hola.
— Hola - dijo él en español.

Me senté nuevamente y él se acercó al fuego para sentarme junto a mi. Me devane los sesos
tratando de decidir si quedarme o irme. Volví a sentir el sopor de su aroma en el aire mientras
notaba como la tensión de mi cuerpo desaparecía y mi piel se erizaba. Nos quedamos en
silencio todo ese tiempo pero mi corazón latía cómo loco, quise controlar mis respiraciones
pero no tuve mucha suerte.

— Saya.

El sonido de mi nombre me sobresaltó. Miré a Rekosh pero él no dijo nada más, simplemente
estaba mirándome. Se inclinó sobre mi y yo me congelé durante una fracción de segundo
antes de levantarme y retroceder, pero Rekosh siguió mi movimiento y siguió acercandose, no
encontraba mi voz, sentí que podía escuchar mi propio corazón y luego Rekosh se movió más
rápido de lo que yo creía posible y sus patas delanteras me encerraron, sus manos inferiores
me tomaron fuertemente de la cintura y me acercaron a él. Puse mis palmas sobre su pecho
tratando de conservar la calma pero entonces pude percibir su aroma especiado avainillado
y mis pezones se endurecieron y mi clítoris comenzó a palpitar de anticipación. Enterró su
cara en mi cuello y un sonido mitad gruñido mitad ronroneo surgió desde su pecho. Su
respiración cálida me hizo estremecer y comencé a mojarme en mi entrepierna.
Sin previo aviso Rekosh tomó mi blusa y la levantó de golpe dejando mis pechos al aire, la
sorpresa hizo que mi última parte de razonamiento despertara y los cubrí con mis manos pero
él me tomó de las muñecas y las llevó a mis espaldas dónde las amarró con seda en un bucle
hábil. Me alarmé y traté de moverme pero mis piernas estaban restringidas, muy tarde me di

31
cuenta de que él ya habia atado mis tobillos y no podía moverme.

— Rekosh basta - dije tratando de razonar con él pero en lugar de escucharme puso sus
manos calientes sobre mis pechos palpandolos y explorandolos haciendo que mi sexo se
apretara. Sus manos los masajeaban y cuando pellizcó suavemente mis pezone mi espalda se
arqueó y no pude evitar dejar escapar un gemido. Rekosh volvió a meter su cabeza en mi
cuello gruñendo cuando sentí algo húmedo en nuca hasta mis hombros y volví a gemir.
Mi mente seguía nublada debido a su olor y mis pensamientos comenzaban a perder
coherencia, era como estar ebria aunque el alcohol nunca tuvo mucho efecto en mí, ésto era
algo similar pero mucho más potente.

Su aroma me estaba volviendo loco, quería llenarme de su olor y marcarla pero aún se veía
asustada. La levanté sin esfuerzo colocándola sobre mi mientras seguía explorando esos dos
montículos llenos tan suaves y firmes, cuanto más los tocaba más potente se volvía el aroma
de su deseo, desconocía por completo que ella pudiera hacer sonidos musicales tan lascivos y
bajos. Las hembras vrix se apareaban en un coro de gruñidos pero jamás gemían y aunque lo
hicieran dudaba mucho que sonaran tan bien como los de la mujer que tenía en brazos.
Sentía curiosidad por esos montículos de carne y sin pensarlo dos veces acerqué mi boca a
uno de ellos y lo saboree con mi lengua, la reacción de Saya fue increíble, su cuerpo se
estremecio y sus gemidos se convirtieron en jadeos, ya no luchaba contra las ataduras para
alejarse de mi; dejaba que tocara su cuerpo como quisiera entregandose a mis atenciones. El
sabor que tenía era lo más dulce que jamás hubiera probado, algo tan fuera de este mundo
que definitivamente no estaba destinado a hombres como yo. Apenas podía retener mi tallo
bajo mis broches, la presión era casi dolorosa y el instinto me gritaba que la marcara ahí
mismo pero sabía que si lo hacía todos los humanos llegarían alertados por el ruido, no era el
momento y yo quería que ella pudiera comprenderme cuando la reclamara. De modo que
haría que disfrutara de mis atenciones y me deseara tanto como yo la deseaba a ella.

Acerqué mi cara a la suya mientras seguía explorandola, sus ojos dorados ya no reflejaban
miedo sino deseo puro entonces ella hizo algo que yo no esperaba. Acercó su boca a la mia y
rozó su lengua en mi mandíbula y un temblor me recorrió haciendo imposible seguir
reteniendo mi tallo que salio palpitante de mis broches, jadee y ella aprovechó para jugar su
lengua con la mía, burlándose, escapando y moviendose avidamente por mi boca.

Un beso. Mi sol me estaba entregando un beso. Quería reclamarla, quería hundirme en ella y
perderme en sus profundidades, sabía que no debía pero cada vez ese argumento pesaba
menos. Entonces de alguna manera ella logró soltarse de las muñecas y lanzo sus brazos
sobre mi cuello, tenía una mirada hambrienta y consumidora. Se acercó a mi oído y me tomó
del cabello.

— Dos pueden jugar este juego cariño, espero que quieras seguir jugando. - su voz estaba
cargada de lujuria cruda.

Bajó sus caderas hasta toparse con mi tallo palpitando, su núcleo se sentía húmedo y caliente
a través de su delgada capa de ropa que estaba prácticamente empapada. Comenzó a
moverse a lo largo de mi tallo con insistencia, podía sentir sus pliegues húmedos moverse y
apretarse contra mi tallo. Ella seguía su vaivén sobre mí con deleite, gimiendo en mi boca; mis
manos se posaron en sus muslos apretandolos mientras mis manos seguían masajeando sus
montículos en su pecho. Me estaba dejando llevar por el frenesí cuando Saya aceleró el
movimiento de su cadera soltando su cuello y poniendo sus manos en sus patas delanteras
para estabilizarse dándome una vista completa de su cuerpo. Nuestros jadeos eran lo único
que se escuchaba en el fondo del cráter, no aguantaría mucho más, no podría retener mi
semilla por mas tiempo, capturé uno de sus montículos con mis mandíbulas y clave mis garras
en su espalda mientras los movimientos de Saya se volvian más frenéticos y su respiración se
entrecortaba.

— Rekosh… Rekosh… - decía entre gemidos. Su mirada se encontró con la mía por espacio de

32
un latido y su cuerpo de tensó al mismo tiempo que dejaba escapar mi semilla con un rugido
de liberación. Ella soltó un gemido prolongado mientras su cuerpo temblaba sobre el mío,
soltó sus manos y se recargó en mi pecho respirando con dificultad. Pasé mi lengua por su
cuello mientras acariciaba su espalda, mi semilla goteaba de sus muslos junto con su néctar,
prueba del placer que habíamos compartido.

— Mi dulce sol. Pronto serás toda mía. - ella abrió lánguidamente sus ojos dorados para
mirarme y me echó los brazos al cuello mientras suspiraba mi nombre con voz dulce. Nos
quedamos así un momento muy largo y de pronto sus brazos se aflojaron y su respiración se
volvió lenta y regular. Se había quedado profundamente dormida. La cargué con facilidad y
caminé directo a la nave para dejarla descansar en su capullo de cristal, cuando se levantara
el sol y despertara la alimentaría y prepararía mi regalo para dárselo cuando por fin la
reclame como mía.

Desperté en medio de los recuerdos de la noche anterior, me levanté de golpe y lo primero


que noté fue una manta de seda que me cubría, era ligera pero resistente, era suave y fresca,
excelente para el bochornoso calor que hacía por la noche. Tomé la manta y la oli, tenia el
mismo perfume de Rekosh. Lentamente me llevé una mano a mis muslos y los noté mojados
con algo que obviamente no era mío. Semen de Rekosh. Había tenido un encuentro sexual con
un extraterrestre y esperaba la sensación de asco y náuseas pero en su lugar sentía una
satisfacción a medias, quería continuar lo que habíamos comenzado pero otra parte de mí no
creía que fuera prudente hacerlo. Me desvesti y me metí en la ducha para salir limpia al cráter
desde dónde escuchaba un chisporroteo constante que me daba a entender que estaba
lloviendo.

Salí sin molestarme por una toalla ya que aún era muy temprano, yo era la primera en
levantarse, me vestí con otro atuendo limpio, el anterior estaba arruinado debido a los
rasguños y la sangre. Seguí dandole vueltas al asunto de Rekosh preguntándome que podría
significar para él todo el encuentro de la pasada noche mientras caminaba por el pasillo de la
nave y al dar vuelta a la esquina choque de lleno con lo que pensé al inicio era un muro, pero
al levantar la vista me di cuenta que no era otro que Rekosh.

Tomó un mechón de mi cabello y puso su frente junto a la mía mientras un trino alegre
retumbaba en su pecho y otra de sus manos de posaba en mi cintura para acercarme a él. Se
estaba mostrando afectuoso y eso me derretía.

— Hola - dije alegremente


— Hola Saya - respondió en español, sus ojos rojos me miraban con atención y sus
mandíbulas se elevaron en su versión de una sonrisa. Se apartó para dejarme pasar y caminó
junto a mí pero no soltó mi cintura. Salimos de la nave y ya estaba encendido un fuego alegre
y alrededor había una pequeña montaña de fruta. Rekosh me dió un leve empujón señalando
la fogata. Quise sentarme pero él negó con la cabeza, fruncí el seño y se acercó me cargó sin
esfuerzo y me sentó sobre su regazo.
Tomó una fruta al azar y clavó una de sus filosas garras en ella para quitar la cáscara, una
vez que terminó me ofreció la fruta pero no dejó que la tomara.

— Puedo comerla yo misma - dije tratando de tomar la fruta pero él la alejó de mi.

— Ha'riska sra phik kirshalree Saya. - contestó él. Me crucé de brazos aún sentada sobre él.

— Damelo Rekosh - pero él no parecía tener la intención de hacerlo, me estiré para agarrar la
fruta nuevamente pero volvió a alejarla. Cambiaba la fruta de mano cada vez mientras
chillaba aparentemente divertido - ¿Ah si? Tu te lo buscaste.

Me lancé sobre su espalda y me impulse sobre sus cuartos traseros y le tapé los ojos con toda
mi mano, quedó momentáneamente quieto sorprendido por mi ataque y aproveché para

33
colgarme de su brazo y arrebatarle la fruta y salí corriendo mientras mordía la fruta de flor de
luna. Rekosh se levantó rápidamente tratando de atraparme y solté un grito divertido
mientras corría alrededor de la fogata con él vrix detrás de mí. Rekosh gruñía trinaba
frustrado por no poder atraparme y sin previo aviso dio un saltó por encima del fuego y cayó
sobre mi para después levantarme cual cavernícola y quitarme la fruta y darle él una enorme
mordida que casi acaba con ella. Seguí retorciendome mientras me partía de la risa cuando
escuchamos voces apresuradas y gruñidos amenazantes procedentes de la nave. Telok salió
con lanza en mano seguido de Kethan, Urkot y el resto de humanos empuñando sus cuchillos.
Rekosh y yo dejamos nuestro juego de tontos y miramos a los demás que tenían expresiones
que iban entre la sorpresa y la confusión, incluso entre los que no tenían caras humanas.

— ¿Que carajos? - preguntó Cole. Rekosh me bajó con su mano aún en con su mano en mi
cintura.
— En mi defensa él no quiere darme mi fruta - dije señalando a Rekosh. Él debió entender el
significado de mis palabras porque se echó el último bocado a la boca y chilló chasqueando
las mandíbulas. Le dí un puño juguetón en su pata delantera y él se agachó para ronronear
en mi cabello.

— Vak'see tersi'gse Rekosh ah'kirs arsisk Saya alerlee'is? - preguntó Telok, o al menos asumí
que sonaba a una pregunta. Miré a Ivy en busca de ayuda pero se veía tan estupefacta como
el vrix de marcas verdes.

— Por los Ocho Rekosh, ¿La marcaste?


— Aún no, pero pronto. - Telok alternaba la mirada de Saya a mi.
— Es alguno de tus caprichos? - gruñi acercando a Saya a mi pecho.
— Ella es mía, será mi Nyleea, los Ocho la eligieron para mi.
—¿Nyleea? - preguntó ella mirándome con ojos serios.
— Eres mi sol, mis corazones y mi resonancia, te esperé mucho tiempo ojos de sol. - le dije
tomando su barbilla y acariciando su cabello.

Sus ojos dorados me miraron confundidos pero ahí en el fondo había confianza. Apartó su
mirada de mí y le diji algo a Ivy en su idioma pero ella se veía demasiado avergonzada para
traducirle, entonces Kethan soltó un chillido divertido y le expresó mis palabras en su idioma.
Su cara se tiñó de un hermoso color rosado y negó a volver a mirarme, Ivy caminó hacia ella y
la tomó de la mano remolcandola lejos, sisee molesto porque la estaba alejando de mi.

— Déjala amigo, mi Nyleea va explicarle todo, si vas por ella solo vas confundirla más. Y hay
otras que yo debo explicarte.

— Por el Protector Kethan, mi hembra es la mujer más hermosa que existe y ha estado aquí
durmiendo por tantas lunas, sino hubieras caído en este pozo jamás la habría encontrado.

— Los Ocho las destinaron para nosotros - dijo él chasqueando las mandíbulas - pero debes
saber que para los humanos la idea de pertenecer a alguien más no es algo que les suceda a
ellos en su mundo. Ivy estaba tan asustada al principio que se negaba a creer que estaba
destinada a ser mía hasta que la reclamé. Y Saya parece ser mas dura.

— Lo es, pero solo por fuera Kethan, es tan adorable y suave y no se asusta de que no sea
como ella, sé que está tan atada a mi como yo a ella.

34
Nyleea

Nyleea

La palabra seguía repitiéndose en mi cabeza conforme avanzábamos. Ivy me llevó del otro
lado del cráter dónde nadie pudiera escucharnos

— ¿Te acostaste con Rekosh? - preguntó sin anestesia.


— No - contesté medio a la defensiva.
— ¿Entonces?

Me tomé mi tiempo para responder, ni siquiera yo comprendía los motivos detrás de mi


comportamiento.

— No estoy segura Ivy. De repente me volví loca, Rekosh me gusta, me gusta mucho y no sé
cómo evitarlo; apenas me desperté ayer, eso no debería ser posible. No entiendo que me pasa.

Ivy me miraba pensativa mientras caminaba de un lado a otro. Paró de sopetón y respiró
hondo.

— ¿A que huele Rekosh? - me ruborice por completo sabiendo los efectos que tenía su olor en
mí.

— Tiene un olor especiado y dulce, parecido a la vainilla.

— Y te sientes diferente cuando estás con él pero no cuando estás con los otros.

— Ajá.

Ivy asintió con la cabeza y se relajó.

— Mira, para los vrix el término Nyleea y Luveen es especial. Cuando un macho o una hembra
encuentran a su compañero detectan una especie de olor especial y ellos solo reaccionan a
ese olor.

— ¿Y Rekosh percibe ese olor en mí?

— Y tu en él. No estoy segura de como funciona exactamente pero ese olor se intensifica
cuando ellos hacen lo que llaman "el reclamo" que básicamente es tener relaciones sexuales,
constantemente me pasa que cuando estoy asustada o estresada el olor de Kethan me
tranquiliza y duermo incluso mejor de lo que dormía en la tierra.

Ahora era yo la que caminaba de un lado a otro pensando.

— ¿Una especie de hormona entonces?


— Es posible
— Pero nuestras especies son distintas ¿Debería eso ser posible? Y además ¿Eso no
condiciona a la otra persona a la simple procreación?
— No sé cómo es posible y si te soy sincera a éstas alturas no me interesa, pero no creo que
sea solo por procrear, los vrix se relacionan de manera física con otros de manera similar a
nosotros, ya sabes el equivalente a amigos con beneficios, uniones por conveniencia y cosas
así pero cuando encuentran a su pareja abandonan todo lo demás, nada importa más que
esa persona.
— ¿Y entonces que hago?
— jaja ¿Que quieres hacer? ¿Acaso quieres cambiarlo?

Medité un momento su última pregunta, ¿Quería yo dejar de sentirme así por un alienígena?
No, me encantaba sentirme así y quería conocer más. Intercambiamos miradas de

35
complicidad y nos echamos a reir.

— Así que somos las chicas araña ¿No?


— jaja cuidado, no creo que les guste el término.

Caminamos de regreso tomadas de la mano. Ya no había nadie cerca del fuego con excepción
de Rekosh y Kethan. Ivy me dejó a mis medios para entrar a la nave con Kethan, aún faltaba
mucho para que saliera el sol. Me quedé caminando sola poniéndome cada vez más nerviosa.

Rekosh salvó rápidamente la distancia restante y se plató frente a mi. Sus manos se cerraron
en torno a mi, con los brazos inferiores en mis caderas y una de las inferiores se posó en mi
cara con una de sus garras rozando mis labios.

— Mi sol, mi dulce Saya - ronroneo en español. Lo miré sorprendida y halagada, al ver mi


reacción trinó y chasqueo sus mandíbulas - Kethan enseñar.

Se inclinó hacia mi y me levantó del suelo sin esfuerzo para tenerme a su altura. - Saya, beso.

Me sentí repentinamente acalorada, puse mis manos alrededor de su cuello y cepille su


cabello negro antes de acercarme a su boca. Poco me importaban sus amenazantes
mandíbulas o los colmillos que se escondían en su boca sin labios quería que exoermientara
un beso desde el inicio. Deposité suaves besos desde la comisura de su dura boca y a lo largo
de ella, jugueteé con sus colmillos usando levemente mi legua; tentandolo.
Rekosh abrió su boca y lentamente mi lengua buscó la suya hasta encontrarla y al hacerlo se
enroscaron en un intrincado baile que nos tenía a ambos jadeando en la boca del otro. Me
retiré a regañadientes cuando comenzó a bajarme, respiraba pesadamente y gruñía desde el
fondo de su pecho que sonaba instintivo y primario.

Saya no parecía incómoda en mi presencia pero podía notar el cambio al estar sola conmigo
y cuando se encontraba con el resto de humanos, su manera de moverse siempre era fluida,
confiada y segura pero también era fuerte y su presencia imponía autoridad. Me alegraba
darme cuenta que al estar conmigo ella relajaba sus defensas y se volvía dulce y cariñosa.

En nuestro segundo día fuera del pozo los humanos se despertaron con gemidos y gestos de
dolor, la pelea con los yatins habia dejado secuelas y todos incluyendo a Saya lucían
moretones y rasguños, aunque evidentemente ella junto a Ivy eran las únicas que no se
quejaban; ya sea que Ivy lo hiciera por consideración a Kethan o por esfuerzo propio y Saya
simplemente porque estaba habituada y sabía que era necesario. Eso me entristeció un poco,
quería que no tuviera que despertar todos los días planeando como sobrevivir, quería que
tuviera una vida tranquila y buena. Al salir de la nave ella venia con otra ropa oscura pero en
lugar del chaleco largo del día anterior venía con una pequeña tela color negro que llegaba a
la cintura y dejaba sus brazos al descubierto, otra prenda para sus piernas que llegaba un
poco más abajo de sus muslos y una faldilla con una gran abertura desde la cadera que
dejaba ver sus piernas torneadas y firmes; llevaba el cabello recogido en un moño relajado y
en sus piernas pequeñas bolsas con diferentes herramientas, en su cintura no llevaba el arma
del día anterior sino dos pequeñas lanzas con dos soportes a los lados que claramente
funcionaban para mejorar su agarre, vagamente escuché a Ivy decirle a Telok que se
llamaban sais.

Las hembras humanas se apiñaron de pronto alrededor de Saya hablando rápidamente, ella
les frunció el ceño y les dió una respuesta corta pero lo suficientemente amable para no
asustarlas pero eso no parecía ser suficiente para ellas.

— ¿Que están diciendo? - pregunté acercándome a Kethan.


— Tienen curiosidad sobre su relación contigo y preguntan si eres bueno otorgando besos.

36
—¿Y que dice ella? - repentinamente me sentí nervioso ¿Mi sol estaría satisfecha conmigo?
¿Todo se iría al infierno si ella no me consideraba digno? Kethan emitió un chillido ahogado
considerando responder o no lo que provocó que le gruñera en respuesta.
— Dice que fué muy bueno para alguien que nunca ha besado y que se tomará su tiempo para
enseñarte. Ahora le preguntan si tu le atraes a pesar de que son diferentes y ella ha
respondido que si. - mi pecho se hinchó de felicidad. Aunque las humanas querían hacer más
preguntas Saya las detuvo y miró a Kethan esperando instrucciones.

— Hoy será día de más lecciones - los humanos soltaron un leve jadeo.
— Ojalá no sea un día en el que podamos morir - dijo Will. Kethan dió una palmada como
apreciando la intervención del humano.
—Tenemos mucho que hacer—, les dijo. —No hay tiempo para hacer lágrimas.

—Nos acaba de decir que dejemos de llorar, ¿no?— Will le preguntó a Ivy.

Ivy se rió entre dientes mientras levantaba los brazos por encima de la cabeza y se estiraba. —
Sí, básicamente.

—Entonces, ¿cuál es el plan para hoy?— Preguntó Lacey, poniéndose de pie.

— El plan es no morir - contestó Saya - relajense, siempre hay cosas nuevas para conocer. - se
acercó a mí dedicándome esa sonrisa que ya había detectado cómo la única que sólo
guardaba para mí. Subió a mis cuartos traseros y me rodeó con sus pequeños brazos, tomé
una de sus finas manos y me la llevé al rostro aspirando su embriadora fragancia para
finalmente ordenarme a mi mismo a moverme.

Tomó más tiempo para que todos llegaran a la cima que la mañana anterior, pero hoy había
menos miedo e incertidumbre en el proceso. Solo podíamos esperar que eso significara que
aumentaba la confianza entre los Vrix y los humanos; necesitarían mucho para tener éxito en
las próximas pruebas.

El ritmo de los humanos era un poco más lento que antes, pero parecían más confiados para
sortear los obstáculos de la jungla. Por pequeña que fuera la mejora, fue una mejora de todos
modos.
Aunque estaban maltrechos y cansados, los humanos también estaban más alerta, quizás
demasiado, ya que algunos de ellos parecían sobresaltarse al oír cualquier sonido.
Encontrarían la medida adecuada de cautela a medida que aprendieran más sobre la jungla y
sus numerosos signos y sonidos.
Ketahn no los llevó tan lejos del pozo como lo había hecho durante su viaje anterior, sino que
estableció un camino a su alrededor en círculos que se ensanchaban gradualmente. Si algo
volvía a suceder, queríamos una ruta rápida y directa al refugio. Estaba seguro de que Saya
había notado esto porque se detenía cada cierto tiempo para comprobar sus alrededores y
luego seguía avanzando.

Ella volvió a montar en Ahnset. Aunque había sido la única que había escapado de los yatins y
xiskals sin una sola herida, no se veía mejor que el día anterior. Mientras estaba despierta, sus
ojos eran a menudo brillantes y curiosos, pero a veces eran inquietantemente distantes y
vacíos. Muchas veces, había mirado a Ella para encontrar sus ojos cerrados y su mejilla
apoyada contra la ancha espalda de Ahnset.Los otros humanos la vigilaban de vez en
cuando, ninguno con más frecuencia que Diego y Saya y en más de una ocasión intercambian
miradas de preocupación. Finalmente Diego llevó a Saya a un espacio apartado del grupo,
sentí una punzada de rabia al ver que tocaba su brazo como si tuviera derecho de hacerlo y
estuve a punto de ir a recordarle a quién pertenecía pero me detuve en seco al ver sus
expresiones, la de él era renuente y frustrada y la de ella era triste y resignada si es que las
había juzgado bien, hablaban rápido y en susurros mirando alternadamente a Ella que en ese
momento dormía sobre Ahnset; finalmente Saya asintió con la cabeza y Diego se marchó para
ir en busca de Kethan e Ivy. Saya recompuso su expresión y se acercó nuevamente al grupo
sin otra palabra.

37
Aunque todos seguían trabajando en sus lanzas, Ketahn no esperó mucho antes de decirles
que recogieran sus cosas para poder viajar. El número del grupo evitaría algunas amenazas,
pero como habían demostrado los yatins, no todas las bestias podían asustarse. Con tan
pocas armas, el grupo era más vulnerable aquí que nunca. Sería más prudente terminar su
trabajo con seguridad. El hoyo era el mejor lugar si tenían que permanecer inmóviles
durante un tiempo prolongado.Pero eso no significó el fin de las lecciones del día, ni de que
Ketahn midiera las habilidades de los humanos. Una vez que todos estuvieron empacados y
de pie, hizo un gesto a los humanos.

— Guianos - Los humanos lo miraron sin comprender y Saya alzó las cejas.

Cuándo Telok se acercó a preguntar que estaba pasando y se lo expliqué; él y Urkot chillaron.

—¿Es este el momento de bromear con ellos?— preguntó Ahnset. Estaba de pie con Ella sobre
sus cuartos traseros, sus manos inferiores cubriendo las de la humana, que estaban
presionadas a los lados del abdomen de Ahnset. Los brazos de la pequeña hembra ni siquiera
podían envolver completamente la cintura de Ahnset.

Ketahn esbozó un rápido gesto de disculpa. —No es una broma, hermana de cría.
—Solo una prueba,— dijo Telok.

Después de un par de salidas en falso, que los humanos corrigieron ellos mismos, comenzaron
su viaje de regreso. Kethan no ofreció ninguna orientación y tampoco Ivy y decía bastante que
Saya no se uniera al resto de humanos discutiendo los caminos que podían tomar, era como
si ella también los estuviera probando.

El proceso de los humanos fue interesante para Ketahn. Hablaron largamente, sugiriendo
varios medios por los cuales podrían determinar la dirección del pozo, ofreciendo muchas
razones de por qué cada idea era correcta o incorrecta. Un par de veces, esos intercambios
estuvieron al borde de convertirse en discusiones, especialmente porque Cole parecía pensar
que su opinión era correcta simplemente porque hablaba más alto que los demás. De alguna
manera, el grupo serpenteaba en la dirección general correcta. De alguna manera, sus voces
no atrajeron a ninguna bestia curiosa y hambrienta pero aún así no lograban dar con la
dirección que finalmente los sacaría al borde del pozo.

Saya soltó una gran bocanada de aire aparentemente cansada de discusiones, se paró frente
al grupo explicando cuál era el camino correcto y que sí lo seguían llegarían al borde en muy
poco tiempo.

—Es de esta manera—, dijo Cole, señalando con el pulgar hacia el distante Takarahl.

Callie negó con la cabeza. —Eso no puede ser correcto.

—Caminamos en círculos todo el día. Tiene que ser así .

—Sí, pero ¿de qué manera estábamos caminando en círculos?—preguntó Diego.

— Es en ésta dirección - dijo Saya apuntando directamente al pozo u dirigiéndose a Cole - Si


prestaras atención lo verías.

— ¿Porqué esa dirección Saya? - preguntó Kethan sabiendo que era el camino correcto.

— Por las flores, he visto esas flores por todas partes mientras caminábamos, hoy y ayer. Por la
mañana, siempre están directamente al sol. Al mediodía, están a la sombra y comienzan a
cerrar. Cada vez que los veo, siempre están de cara al amanecer. Y, bueno… les he prestado
atención hoy, y los he usado para hacer un seguimiento de cómo siempre estábamos girando.
Así que creo que es así —. De nuevo hizo un gesto hacia el pozo.

38
Telok se acercó a Ketahn e inclinó la cabeza. —Estos humanos aprenden rápido.

Kethan chilló - Tienes razón, sobre las flores y nuestro camino, esas son flores de cresta solar.

— ¡Bien hecho! - la felicitó Lacey


—Habra que prestar más atención a flora y fauna ¿No? - dijo Will chocando su palma con la
de ella lo cual nuevamente me molestó.

— malditas flores - murmuró Cole pateando el suelo.

Kethan tomó la delantera el resto del viaje. Aún había luz en el cielo cuando llegamos al fondo
del pozo.
Encendieron el fuego, pusieron más carne a cocinar y continuaron
trabajando en las lanzas.

A pesar de lo cansados que estaban todos, hubo mucha más


conversación durante esta comida que la que habían compartido en la mañana, y más risas y
chillidos.
En un momento dado, cuando la oscuridad se hizo cada vez más profunda y encogió el
mundo al alcance de la luz del fuego, Diego dijo: —Ojalá tuviéramos más luz.
—Podemos instalar un montón de esas linternas solares—, sugirió Callie.
Will sonrió, extendió un brazo y golpeó la rodilla de Diego con el puño. —Tengo una idea. No
sé si funcionará, pero … - Se puso de pie y se apresuró hacia la nave. — Permanece allí. Sabrás
si funciona o no en unos minutos.

Los demás observamos a Will navegar por el suelo sembrado de escombros hasta que
desapareció en el interior de la nave.
—Me pregunto qué está haciendo—, dijo Lacey.
—No lo sé—, dijo Diego distraídamente. Algo se había suavizado en su sonrisa; Continuó
mirando en la dirección en la que Will se había ido durante unos segundos después de que el
otro humano se perdió de vista.

Las conversaciones se reanudaron, hasta que una luz repentina brilló a través del pozo. Hubo
un coro de jadeos y uno que otro gruñido por parte de los vrix, Anhset incluso había tomado
su lanza pero Kethan la calmó con un gesto de su una de sus manos. Miramos hacia la fuente
de la luz y vimos que se trataba de la parte exterior de la nave estrellada. Rekosh miraba
asombrado hacia los brillantes ventanales de la cubierta sucia y enlamada de la nave.

— Luz - le dije haciendo énfasis en esa única silaba - se llama luz.


— Ruz - decía él. Negué con la cabeza y volví a repetir la palabra acariciando lentamente el
vocablo. - Luz - volvió a decir y le sonreí en respuesta. Rekosh chasqueó sus peligrosas
mandíbulas y acarició distraídamente mi espalda.

Miré de regreso a la cubierta y era obvio el paso del tiempo, el musgo, la suciedad y el óxido
cubrían todo lo que alguna vez había sido el Somnium.

—Eso sigue siendo ... es una locura—, dijo Diego sombríamente. — Hace unos días, estaba
mirando esa nave y estaba reluciente. Jodidamente reluciente, brillante como el sol. Estaba
tan nervioso y emocionado que pensé que iba a vomitar allí mismo.

—Yo también estaba emocionada—, dijo Ella con una pequeña sonrisa. Se sentó con la
espalda apoyada contra el costado de los cuartos traseros de Ahnset. —No podía esperar a
ver un mundo nuevo y descubrir nuevas plantas y animales —. Miró a Ketahn y sus amigos y

39
luego a Ahnset. —Pero creo que esto es aún más sorprendente.

Hice lo posible por no reaccionar a sus palabras, Diego y yo intercambiamos una rápida
mirada antes de apartarla. Ambos sabíamos que no sería mucho más lo que Ella podría ver de
este mundo, sus órganos fallaban poco a poco; ésta mañana apenas había sido capaz de
despertarla y la mayor parte del tiempo parece agotada incluso por el simple hecho de
hablar. Al firmar el contrato nos habían informado que esos efectos eran poco probables pero
incluso si se presentaban había todo un personal y la tecnología para tratarlo y corregirlo ¿El
problema? Todo el personal médico estaba muerto y no teníamos ni la tecnología ni los
medicamentos que podrían ayudarla. Lo único que podíamos hacer era ver como su cuerpo
empeoraba día tras día. Nunca me había sentido tan impotente, el bienestar de mi equipo
siempre parecía estar al alcance de mis manos independiente de la dificultad que
atravesaramos y al repasar mis experiencias pasadas me di cuenta de que era porque de
alguna u otra manera siempre podíamos echar mano de diferentes cosas que nos ayudaran a
salir adelante pero en esta ocasión no era posible porque no habia nada que pudiera
ayudarnos.

—Me estaba mordiendo las uñas mientras esperaba para entrar, solo mirándolo —, dijo Lacey,
mirando sus dedos extendidos. Traté volver a la conversación—No he hecho eso en años, pero
el hábito regresó porque, en ese momento, sabía que nada volvería a ser lo mismo.

—Casi cambié de opinión—, dijo Callie. Tenía una pequeña piedra en una mano y la hacía
rodar entre los dedos lenta y
contemplativamente. —Simplemente tenía esta ... sensación de que iba a pasar algo malo.

Diego se rió entre dientes. —¿Prueba de poderes psíquicos?

Callie se rió y negó con la cabeza, cerrando los dedos alrededor de la piedra . —Nah. Solo
nervios. ¿Qué diablos había hecho antes de subirme a esa nave? Pasé toda mi vida en la
escuela, aprendiendo en estos entornos seguros y controlados, y luego comencé a entrenar
con esa mierda. Subir a esa nave significaba realmente hacer algo. Algo que nadie más había
hecho jamás.

— Y eso es algo aterrador - dije yo con la mirada perdida - mi escuadrón y yo decidimos


ingresar porque ya estabamos hartos de todo lo que habíamos visto en nuestro mundo,
fuimos los únicos miembros del ejército a los cuales dejaron entrar sin deliberación.

— ¡Vaya! - dijo Will desde algún lugar dentro de la nave- Para que yo pudiera entrar tuvieron
que investigar hasta mi árbol genealógico.

— No hubo deliberación, pero si trataron de convencernos de quedarnos, los Assassin somos


prácticamente una inversión muy difícil de soltar y muy escasos; un Assassin no sube de rango
sino que es elegido y entrenado específicamente para ser uno, sin embargo también estaba la
cuestión de que seriamos valiosos en este nuevo inicio por lo que no hubo más debate.

—¿Porqué eran valiosos? - preguntó Kethan desde su lugar aovillado sobre sus seis patas con
Ivy en su regazo quién junto con él traducia todo lo que decíamos.

— Por nuestras diferentes habilidades. - traté de explicarselo tan sencillo como pude - no nos
veías a plena luz del día y en uniforme con todos los demás. Estabamos ocultos entre todas
las otras personas observando, espiando, para eso era necesario hablar muchas lenguas por
ejemplo, conocer muchas personas, lugares y costumbres y si algo o alguien alteraba o
amenazaba de manera significativa la seguridad de la gente no armabamos ningún
escándalo… lo eliminabanos en silencio y listo, todo seguía su curso tranquilamente. Pero en
este trabajo se ven muchas cosas y con el tiempo comienzas a preguntarte si realmente vale
la pena un planeta podrido hasta la médula… por eso de común acuerdo decidimos
abandonarlo, no había nada que nos hiciera desear quedarnos.

40
Y ahora yo era la única que quedaba. El escuadrón que me había acompañado por tantos
años y que ya prácticamente eran mi familia de había ido hacía mucho tiempo. Me di cuenta
de que apenas estaba dándome la oportunidad de sentir tristeza por ello, apreté los dientes y
traté de regular mi respiración negandome a llorar porque no tendría consuelo para mi dolor.
En ese momento Rekosh me tomó en brazos y me puso en su regazo acunandome en su pecho
y moviendo su boca contra mi cabello entre un beso tierno y una caricia. Me sorprendió lo
rápido que me dejé llevar por su gesto y me acurruque contra él.

— De cualquier forma - dije con más optimismo - también era emocionante, Somnium significa
sueño y es es lo que era la nave.

—Y ahora mírala—. Cole arrojó otro palo al fuego. —Nada más que maldita chatarra.

—No, no lo es—, dijo Ivy en voz baja. —Es una tumba. Y un ... un memorial. A todas esas
personas, a todos los sueños que nunca lograremos y a todos los sueños que nunca supimos
que teníamos—. Se volvió para mirar a Ketahn, mirándolo a los ojos. —Mi sueño.

Ketahn le puso la palma de la mano en la mejilla, deslizando la punta de los dedos por su
cabello dorado y acariciando su suave piel con la yema del pulgar. —Hilo de mi corazón.

Cole se aclaró la garganta. —Sí, bueno, mi maldito sueño no era estrellarme aquí.

—¿En realidad? Esa es la razón por la que me inscribí, hombre—, dijo Diego. —¿A quién no le
gusta ser atacado por un cerdo gigante o elefante y una mierda loca como esa? Hace que la
vida sea interesante.

—¿Realmente funcionó?— La voz emocionada de Will provino de la nave descompuesta,


llamando la atención de todos sobre él. Había emergido del agujero y estaba mirando hacia la
luz
brillante, una amplia sonrisa en su rostro mientras caminaba de regreso hacia el grupo.

Estaba fascinado de la forma de ser de los humanos, cada uno era tan diferente a los otros,
igual que los vrix. No éramos tan distintos. Bajé la mirada hacia mi sol que al igual que los
otros reía y sonreía, sus ojos por ahora habían perdido su tristeza.

—Criaturas extrañas—, rugió Urkot, —pero me gustan.

—Hay cosas que admirar de ellos —. Telok estaba mirando a Lacey, quien, como el resto, reía y
sonreía.

—Son muy diferentes a nosotros. El uno del otro, también. Sin embargo, tienen una belleza
innegable. Belleza inesperada.
—La hay—, asintió Ketahn, mirando a su pareja.

Muy pronto, Urkot se acercó a Callie. Gentilmente señaló la piedra


que tenía en la mano e, insistiendo en que Ketahn e Ivy le permitieran comunicarse con ella
por su cuenta, la convenció de que se alejara un poco del fuego. Se hundió junto a un terreno
despejado y abrió una de sus manos, mostrando una colección de pequeñas piedras en su
palma.

Urkot usó una garra para dibujar un círculo en la tierra. Retrocediendo un segmento, tomó
una de las pequeñas piedras, marcada con una raya negra de carbón, entre el índice y el
pulgar y la arrojó al círculo. Luego le hizo un gesto a Callie.

Ella miró de él a la piedra en su mano. Echándose hacia atrás, se colocó junto a Urkot, apretó

41
los labios y arrojó su piedra al círculo.
La segunda piedra de Urkot golpeó la de Callie, sacándola del círculo con un pequeño
chasquido. Ella lo miró mientras dejaba una marca en el suelo frente a él. Luego dividió las
piedras restantes en su palma, entregándole la mitad que no estaba marcada.
—Espera ... ¿están jugando?— preguntó Diego.
Ivy rió. - Eso parece.
Callie sonrió y se arrancó un guijarro pequeño y redondo de la palma. —¡Oh!, ya está.

Los dos jugaron de ida y vuelta con mayor velocidad e intensidad; Urkot permaneció en gran
parte callado salvo por el gruñido o trino ocasional cuando Callie golpeó una de sus piedras
fuera del círculo, mientras que Callie era bastante vocal, burlándose de Urkot de buen humor
y celebrando sus obras.
Al final, contaron las piedras que le quedaban a cada uno en el círculo, contándolas con sus
marcas por golpear las piedras de cada uno. Urkot chilló: había ganado por tres.
Callie se inclinó hacia adelante, recogiendo sus piedras. — Está bien, grandote, vamos de
nuevo. Vamos.— Sonriendo, señaló las piedras marcadas de Urkot.
Chilló y recogió sus piedras. Su segundo asalto fue rápido, los giros
ardiendo como golpes intercambiados entre dos guerreros. Los otros humanos y Vrix
continuamo mirando, bromeando entre nosotros y con los dos competidores mientras tanto
Urkot como Callie se volvían cada vez más intensos.
El lanzamiento final de Callie derribó dos de las piedras de Urkot, otorgándole la victoria por
una sola marca. La pequeña humana alzó los brazos mientras hacía una extraña danza
sacándole la lengua a Urkot.

— ¿Que es eso? ¿Un baile de apareamiento? - preguntó Kethan tanto en vrix como en el
idioma de los humanos. Ivy y Saya se revolvían haciendo ese sonido divertido que ellas
llamaban risa.

— Es un baile de la victoria - contestó la pareja de Kethan cuando por fin se le pasó.

— Así que ellos también juegan - comentó Telok con curiosidad - me pregunto si… - solté un
gruñido de advertencia porque de pronto su mirada estaba fija en Saya y no la apartaba. Al
escucharme ella velozmente tomó su arma buscando la amenaza pero al no haber ninguna
me miró ceñuda. Claro que ella no percibía ninguna amenaza pero yo sí y Telok seguía
mirándola sin hacer caso de mi. - Ivy, ¿los humanos también hacen juegos para ver quienes
son más fuertes?

Ivy lo pensó durante unos cuantos latidos considerando como responder.

— Si, hacemos diferentes competencias, pero son muy variadas y no todas miden la fuerza de
alguien.

Telok chasqueo las mandíbulas interesado y se acercó a nosotros hasta quedar de frente y
preguntó chocando los puños de sus manos superiores - Saya ¿Quieres competir conmigo? -
Sabía que ella no podía entender sus palabras pero la actitud de Telok dejaba bien a las
claras sus intenciones. Gruñi nuevamente pero esta vez ella tampoco me hizo caso, tocó
levemente mi brazo y se puso de pie. Le habló a Telok en su idioma con un tono emocionado,
Kethan ya estaba traduciendo.

— Ella pregunta si quieres pelear. - Telok asintió con la cabeza. Saya le sonrió abiertamente y
se quitó todas sus armas. Le dirigió otras palabras y esperó - ahora dice que gana el primero
que tire al suelo al otro y que si pierdes tendrás que hacer armas resistentes para ella y
pregunta si aceptas las condiciones.

Telok chilló estridentemente y volvió a asentir caminando al centro del pozo dónde había más
espacio. Saya se dió la vuelta y puso sus labios sobre mi boca antes de acercarse también al
centro dando saltitos.

42
Los humanos también parecían interesados, Diego ya tenía consigo ese pequeño saco negro
lleno de cosas curativas y mirando con preocupación a Saya. Ivy seguía traduciendo sin
parecer conciente mientras miraba absorta a los dos combatientes. Y yo me debatía entre
mostrar mi apoyo a mi compañera o tratar de arrancarle un brazo a Telok por si quiera
proponer un juego tan tonto. Este era un juego común entre vrix pero ella no era un vrix, era
humana y ella era tan suave tan frágil y ya había visto en Ella lo sensibles que podían ser los
humanos.

Urkot de pronto puso una de sus nudosas manos en mi hombro, reteniendome.

— Por mis ocho ojos que Saya será ganadora, si Telok la hubiera visto contra los xiskals no la
habría retado. Pero creo que será divertido ver como azotan el piso con él. - yo tampoco la
había visto pero eso no quería decir que me hiciera gracia.

Kethan se mantenía lejos pero él iba dar la señal de inicio. En el centro Saya no sonreía más,
su rostro se veía vacío y sus ojos estaban clavados en Telok, él en cambio la miraba
detenidamente evaluando la mejor forma de acercarse. Kethan rugió en señal de inicio pero
pude ver la sorpresa de Telok al ver que ella no se movía, seguía parada mirandolo. ¿Acaso
estaba asustada? Siguieron pasando los latidos y no había ningún cambio incluso los
humanos permanecian callados. Telok por espacio de un pequeño latido miró a Kethan
confundido pero rápidamente se dió cuenta de su error, Saya se lanzó de frente hacia él
corriendo más rápido de lo que jamás la había visto hasta quedar prácticamente de cara a
Telok hizo un pequeño movimiento como para impulsarse hacía arriba para saltar. Había visto
ese movimiento antes, lo hacía cuando escapabamos de los yatins y usaba los obstáculos de
la jungla para impulsarse hacia adelante y estaba seguro de que él también lo había visto
porque preparó su cuerpo para reforzarse y atraparla en el aire, claramente pensando al
igual que yo que atacarlo de frente siendo tan pequeña era un error. Pero cambió el
movimiento a último momento se escabulló entre su patas, se agachó y puso sus manos en el
suelo elevando sus pies para golpear a Telok justo donde se unían sus patas delanteras a su
cuerpo desequilibrandolo y forzandolo a llevar sus manos inferiores al frente para
nuevamente ponerse de pie con un gruñido pero para cuando lo hizo Saya ya había salido de
entre sus patas y subió hábilmente por sus cuartos traseros para elevarse de un salto y
golpear directamente en su cabeza de una patada que lo dejó brevemente aturdido, ella cayó
nuevamente sobre sus manos y aprovechando el aturdimiento de Telok volvió a escabullirse
esta vez en sus patas traseras para golpearlo en diferentes puntos. Telok que ya se había
cansado saltó a un lado dejándola expuesta y luego nuevamente se lanzó hacia ella de frente
sabiendo que no podía enfrentarse a él de esa manera pero Saya rodó y esperó nuevamente
hasta el último momento cuando Telok caía sobre ella para saltar y colgarse de su cuello.
Telok se quedó paralizado cuando ella tomó sus mandíbulas con sus manos y a decir verdad
su aturdimiento no duró mucho pero el suficiente para que Saya aprovechara su duda y
enganchara una de sus piernas en su brazo superior izquierdo y la otra al derecho y se
elavara sobre su cabeza tirando fuertemente de su cabello hacía atrás que seguramente no
habria sido suficiente de no ser porque ella volvió a tomarlo de una de sus mandíbulas y en su
desesperación Telok alzó sus patas delanteras y trató de llevar sus manos inferiores hasta la
humana para quitarsela de encima pero eso era lo que ella estaba esperando y en cuanto sus
patas se elevaron ella se inclinó hacia adelante y hacia a un lado usando todo el peso de
Telok en su contra, velozmente soltó su cabello y su mandíbula para tomar las muñecas de
Telok mientras caía pesadamente de lado. En cuanto cayeron Saya lo soltó y desengancho sus
piernas de él para levantarse dando unos pasos hacia atrás y finalmente volver a caer sobre
su trasero jadeando.

Había sucedido ridículamente rápido. Los humanos sonaron sus manos y gritaron de emoción
mientras sonreían y se acercaban a Saya dándole palmadas e imitando burdamente sus
movimientos. Telok sin embargo se sentó y miró a Saya con el asombro en sus ojos, nadie
excepto Kethan lo había vencido. Urkot y Kethan también miraban a Saya en plena impresión,
había derrotado a un vrix sin armas y aunque sabíamos que lo hizo debido a que tomó a
Telok por sorpresa al inicio era obvio que si de una pelea a muerte se hubiera tratado con ella
armada él habría terminado dándole cuentas a los Ocho. Finalmente Telok se puso dobre sus

43
patas y se acercó a Saya poniendo su mano superior sobre su reposa cabezas en señal de
respeto. Ella lo miró un momento e imitó su gesto.

Yo era el único que no estaba feliz, Telok había ignorado mis advertencias y se había
acercado a ella como si nada y ella había respondido e interactuado con él del mismo modo,
cómo si fuera cualquier cosa. Sabía que no lo había hecho con intención, sabía que ella no
reaccionaba con ningún macho de la manera en que lo hacía conmigo pero Telok había
actuado como si fuera una hembra cualquiera a la que se podía acercar y en el fondo conocía
la razón. Yo aún no la había marcado. Mientras no la marcara ella no me pertenecía y
cualquier macho podría pelear por sus atenciones, sus sonrisas y afectuosa forma de ser. Era
consciente también de que ni Telok ni Urkot tenían intenciones de arrebatarmela pero no
podía soportar que ella le diera su atención a otro, que le dedicara atención a otros ni
siquiera soportaba que los otros machos humanos se le acercaran y cuando la tocaban
sentía hervir mi sangre y ansiaba destrozar sus cabezas y dejarlas como recordatorio a todo
aquel que quisiera quitarmela. Pero no podía hacer eso porque esos humanos eran inocentes
e inofensivos mi razón me decía que tampoco tenían intenciones sobre ella pero era difícil
aferrarse a la razón alguno la tocaba o le sacaba una sonrisa. Era una mezcla de dolor,
desesperación y deseo que me consumía y era cada vez más difícil de ignorar, tenerla en mis
brazos me calmaba pero ciertamente no era suficiente. Respiré hondo para acercarme y
volver a reclamar su atención pero entonces Diego se acercó y le dijo algo al oído mientras la
tomaba del brazo.

Aquello fue todo lo que necesite, mi autocontrol yacía hecho pedazos.

Solté un rugido solo medio consciente de que todos se sobresaltaron y se hacían a un lado
mientras yo avanzaba hacia ella. Saya notó mi repentina furia y empujó a Diego lejos
plantandose frente a mi. Lo protegía. Le gruñi al humano y de un movimiento rápido tomé a
Saya de una mano y con mi seda la até en un nudo, ella se dió cuenta de lo que intentaba
hacer y se preparó para apartarse pero había comenzado a conocerla y estaba preparado.
Tire de la seda levantándola del suelo mientras ella forcejeaba y se revolvia, até su otro brazo
detrás de ella en un bucle mucho más complicado que la primera vez que la até y la giré para
amarrar más seda ésta vez creando una mordaza para silenciarla. Saya gritó ahogadamente
contra mi seda en su boca y se retorcía sobre mis ataduras pero no me importó, la puse de
espaldas en mis cuartos traseros y la até a mi de manera segura, caminé rápidamente al
fuego y tomé mi lanza para dirigirme al borde del pozo.

— Volveremos después del amanecer - le dije a Kethan al pasar por un lado y comencé a
escalar.

Los humanos hablaban alto y me señalaban con expresiones preocupadas y algunas


molestas, Diego era el más molesto. Su reacción casi hacia que bajara directo a él pero Ivy les
hablaba y movia sus manos para calmarlos.

A mi espalda Saya seguía soltando gritos furiosos y amortiguados y pateando mis cuartos
traseros pero en la posición en la que estaba bien pudo estar dando ligeros golpecitos. Al
llegar al borde la noté agotada de tanto gritar y guardó silencio en parte por el cansancio y
en parte porque sabía que ahora estabamos en el laberinto. Avancé y al adentrarme en la
jungla despegué y me lancé escalando los árboles saltando de rama en rama cada vez más
lejos y más alto, Saya ya no gritaba pero en ocasiones soltaba un pequeño jadeo cuando nos
balanceabamos pero de vez en cuando volvía a revolverse en las ataduras y a patearme
claramente furiosa conmigo. Eso en lugar de calmarme solo avivó las flamas de mi
desesperación y mi deseo ¿Diego era importante para ella? ¿Más importante que yo? ¿Lo era
alguno de esos humanos? Si ese era el caso entonces yo borraría cualquier rastro de ellos, le
demostraría que solo necesitaba verme a mí, dejaría mi marca en su cuerpo y en su alma y
nadie ni siquiera ella podría cuestionar que me pertenecía, antes de que el sol se alzara ella
misma sentirá como la conquisto.

Avancé adentrandome cada vez más profundamente en el laberinto buscando mi antigua

44
guarida. La encontré sobre un viejo y enorme árbol, no vivía en ella desde la guerra de
Zurbashi pero de vez en cuando venía para no dejarla abandonada, tenía varios recuerdos en
ella y ahora se sumaría uno más. Subí por las ramas hasta casi la copa del enorme árbol que
entre sus gruesas ramas sostenía mi seda la cual estaba atada a mi guarida que permanecia
firmemente suspendida en el aire. Unos cuantos valanceos más y entramos en mi guarida de
un salto. El interior no tenia ningún medio de ilumin
ación pero había creado una ventana que dejaba pasar de lleno la luz de las lunas y la
mantenía iluminada por las noches. Desate la seda de mi cintura y le ofrecí una mano a Saya
para que bajara pero ella la ignoró y bajó por sus medios, observó detenidamente mi guarida
mirando de un lado a otro hasta que finalmente sus ojos se posaron en mi. Ira, incertidumbre,
curiosidad, más ira. Me acerqué a ella pero dió un paso atrás alejándose de mi.

— Voy a desatarte, quédate quieta - le dije. No podía entenderme. Traté nuevamente y lo hice
más lentamente, ella no me quitó los ojos de encima pero permitió que desatara sus manos. Al
hacerlo frotó sus muñecas y se quitó la mordaza de la boca.

— ¡Que carajos Rekosh! - me miraba llena de rabia. Caminó hacia el hueco de la entrada y miró
hacia abajo pero no se veía nada más que ramas y grandes hojas, nada del fondo. Resoplo y
se alejó de la entrada.

— Saya, solo quiero que estemos solos, solo quiero que me mires a mi. - esperaba atenuar su
enojo, que escuchara como ronroneaba su nombre a pesar de que no podía comprenderme.

—¿Que demonios pensabas hacer? - su enojo seguía intacto - ¿Ibas a matar a Diego?

No estaba pensando en mí, estaba pensando en él. No sabía el significado de todas sus
palabras pero el nombre de Diego fue suficiente para enfurecerme.

—¡No! - rugí tomando bruscamente su mano para llevarla a mi pecho - ¡Diego no! ¡Rekosh! -
Saya me devolvió la mirada sobresaltada con sus dorados ojos muy abiertos - Mi sol - dije más
suavemente en su idioma tomándola por la cintura - solo mírame a mi. - volviendo al mío.

Algo de su enojo se había desvanecido, su corazón latía muy rápido. Quiso retirar su mano
pero la sostuve fuerte, hoy no dejaría que se apartara. Acaricié su pierna con una de mis
patas y ella se estremecio, cerró los ojos y respiró profundamente. Cuando los abrió parecía
más calmada relajé mi agarre pero ella aprovechó para nuevamente apartarse de mi lado,
caminó hacia el hueco de la guarida y señaló hacía abajo.

—Llevame de regreso - dijo con firmeza. Eso si que lo entendí pero yo no estaba dispuesto a
volver.

— No - le respondí.

— Quiero irme - dijo ella señalando nuevamente la salida.

— No.

Saya lanzó un gritó frustrado y pateó varias veces el suelo mientras movía furiosamente las
manos, era una especie de pataleta. Se cruzó de brazos y me dio la espalda mirando hacia
afuera y negándose a volver a interactuar conmigo. Si así lo quería entonces adelante, no
importa cuan molesta esté conmigo, nada evitaría que la reclamara esta noche. En lugar de
discutir con ella aproveché su indiferencia para crear una red con mi seda que fluía desde el
techo hasta el suelo y por las paredes de la guarida, muy silenciosamente saque el regalo que
habia hecho para ella, un vestido corto con una gran cola y una capucha hecho con mi seda.
Era lo más complicado que había hecho y me había tomado toda la noche hacerlo pero
estaba seguro de que encajaría bien en su cuerpo y me moría por verla vistiendolo al día
siguiente. Dejé el vestido cuidadosamente doblado en una esquina y cuando me aseguré de
que todo estaba preparado avancé nuevamente hacia ella. Saya no me había dedicado una

45
sola mirada desde su berrinche, solo observaba con ojos perdidos la inmensidad de la jungla
bajo la luz de las lunas, soltó un suspiro pero seguía sin mirarme.

— Tu eres la más hermosa ésta noche mi sol - dije tomando un mechón de su cabello. Ella no
reconoció el gesto y sacó el cabello de entre mis dedos. - me castigas con tu silencio Saya -
intenté de nuevo tomándola por la cintura atrayendola a mí por la espalda, ella suspiró
nuevamente pero no reaccionó, tomé su barbilla con otra de mis manos y guíe su cara hacia
mi obligándola a mirarme - mis corazones laten por ti, no me castigues ¿No ves que muero por
ti? - podía ver la lucha en sus ojos, tratando de resistirse a mí mientras su corazón latía
fuertemente y su respiración se volvía pesada. Bajé lentamente mis manos inferiores a sus
piernas y subí nuevamente apartando la tela para tocarla, mis manos superiores se posaron
en sus hombros, su cuello y sus pechos; abarcandolos por completo y presionandolos para
sentir todo su volumen.

El aire se sentía caliente y espeso, podía oler el aroma de su deseo emanando de sus piernas y
sus pesadas respiraciones en respuesta a mi toque. Bajé mis manos superiores y volví a subir
esta vez por debajo de su ropa ansiando tocar esos montículos llenos directamente, eran
calidos, firmes y suaves y sobretodo sensibles a mi tacto. Kethan me había explicado que
partes humanas debía tocar para reclamarla y ya era hora de confirmar si tenía razón, llevé
una de mis manos por debajo de la fina tela que cubría sus muslos pero ella me detuvo
tomando mi mano, dudando - No temas, no voy a lastimarte - le dije presionando sus pezones
provocando un leve gemido de ella y dejó que continuara. El interior de sus piernas estaba
caliente y muy mojado, hurgué entre sus pliegues conociéndola mientras ella emitía suaves
gemidos y se apretaba contra mi cuerpo, su resistencia había desaparecido; ahora mi
hembra estaba dispuesta para mi y yo me estaba volviendo loco por ella, sabía que debía
tener cuidado de no sucumbir al frenesí sin que ella estuviera lista o la lastimaria. Pero su olor,
su cuerpo, todo de ella me llamaba, me gritaba que la marcara. Seguí tocandola un poco más
y saque mi mano de entre sus piernas mientras ella jadeaba por aire y me pregunté que era lo
que volvía su olor tan dulce así que me llevé dos de mis dedos a la boca para saborearla y me
estremecí hasta mis broches al probar su sabor. Era con diferencia lo más dulce que habia
probado, nada tenía comparación, era como si si sabor no estuviera destinado más que a
hombres de su mundo y ahora yo era el único que podía disfrutar de ella. Su sabor me dejó
aturdido y de repente ya no pude pensar claro.

La tomé de la mano con fuerza guiandola al centro de la guarida, ella jadeó de sorpresa al ver
la enorme red y retrocedió en mi agarre pero yo no la dejaría volver a irse y la lancé con poco
cuidado contra la red e inmobilice sus piernas y amarré fuertemente sus muñecas a la altura
de su cabeza.

— ¿Rekosh? - decía ella evidentemente tratando de razonar conmigo pero yo ya no quería


razonar, había dejado de luchar contra eso. Desgarre y arranqué toda su ropa y le quite los
aditamentos que llevaba en sus pies llamados botas dejandola solamente con la tela de sus
piernas pero por lo demás estaba completamente desnuda y expuesta para mi. Habia
incertidumbre en sus ojos al encontrarse así frente a mí pero ahí también había curiosidad y
deseo. Mis manos se movieron avariciosas por toda su piel palpando sus muslos, su espalda,
sus piernas y sus pechos cada vez con mas ansia, con menos cuidado. Enterré mi cara en su
cuello recorriendolo con mi lengua, dejando mi rastro mientras bajaba a sus pechos; capturé
uno con mis mandíbulas y el otro con una de mis manos y Saya se revolvió en mis ataduras
jadeando sin poder moverse, yo tenía todo el control pero estaba atado, atado a esta mujer
que me hacía sentir frenético y fuera de mi.

Mis manos inferiores masajearon su trasero golosamente mientras yo seguía saboreando el


resto de su cuerpo cuándo escuché un leve goteo, miré hacia abajo para darme cuenta de
que el goteo venía de entre sus piernas. Saya se dió cuenta de esto e hizo un esfuerzo por
cerrarlas pero fue inútil porque mis ataduras las mantuvieron en su lugar, tiré de la seda
levantando aún más su cuerpo y tener su sexo a la altura de mi cara. Aspiré su aroma
asombrandome de lo potente y delicioso que olía, sus pliegues brillaban con néctar que aún
goteaba de su canal. Pasé mi lengua por todos sus pliegues y la reacción de Saya fue

46
increíble, arqueó su espalda y emitió un gemido ahogado.

— ¡Oh Dios! ¡Rekosh basta! - pero sus palabras sonaban arrastradas y sin verdadera
convicción y mi tallo palpitaba dolorosamente dentro de mis broches, lo dejé salir mientras lo
sentía pulsar hacia ella buscando el lugar dónde sabía que encajariamos. Lamí sus muslos y
saboreé todo su néctar sin desperdiciar una sola gota y cuando mi lengua llegó hasta una
pequeña protuberancia en el nacimiento de sus pliegues sentí sus piernas temblar y a ella
retorcerse. Me adentré en ese capullo enrollando mi lengua en sus pétalos y pinchando
suavemente su piel con mis mandíbulas deleitándome con su sabor. Durante todo eso Saya
gemía, suplicaba y se retorcía pero nunca pareció querer alejarse de mí, nunca había visto
una hembra tan receptiva y los sonidos musicales que salían de su boca eran mejores que los
que había escuchado de ella en el pozo, venían desde el fondo de su garganta y no hacía
nada por ocultarlos.

Miré hacia arriba y me encontré con sus ojos dorados nublados de placer, su pecho subía y
bajaba mientras me miraba. Apreté mi boca sobre ese pequeño capullo insistentemente
mientras mi lengua rozaba su canal entonces su cuerpo se tensó, echó la cabeza hacia atrás y
gritó mientras su néctar fluía directo a mi boca y sus caderas se balanceaban contra mi cara
y espasmos la recorrían por espacio de latidos. Seguí devorandola ansioso por conocer más
de sus reacciones, ansiaba verla azotada por el placer que solo yo podía darle. Sus jadeos se
intensificaron mientras luchaba contra la seda que la tenía firmemente atrapada.

— Rekosh… por favor… basta… ya no ¡Ah! - su cuerpo volvió a tensarse mientras otra avalancha
de néctar corría por mis mandíbulas. Era más de lo que podía tolerar, estaba al máximo de
mis capacidades, no podía soportarlo más. Solté la seda que la tenía suspendida y lentamente
volvió a bajar, mis broches de abrieron para aprisionar sus caderas pero siempre con sus
piernas abiertas, Saya que respiraba con dificultad me miró al sentir mi tallo en sus muslos y
bajó la mirada hasta mi tallo y sus ojos se abrieron de par en par al observarlo, yo solté un
gruñido satisfecho al ver su reacción. Tomé su barbilla para encontrarse conmigo mientras
alzaba sus piernas para mantener mis manos inferiores en su trasero y acercaba mi tallo a su
canal.

— Mía - gruñi en su lenguaje al mismo tiempo que apretaba mi agarre empujandola hacia mi
con fuerza obligando a su entrada a abrirse para mi pero no encontré la resistencia que
esperaba. Entrar en una hembra vrix era una verdadera lucha de esfuerzo contra los
músculos que trataban de mantenermo todo fuera pero con Saya era diferente, ella era
humana y su canal en lugar de tratar de sacarlo apretó mi tallo con inesperada fuerza como
si quisiera engullirlo, dándole la bienvenida.

Saya gritó. Sus ojos se agrandaron pero no se alejó, su canal estaba caliente y humedo. Me
moví dentro de ella y me estremecí ante el calor y placer que amenazaba con destrozarme la
mente, mis garras se clavaron en su cuerpo mientras gruñía en su cuello con los gemidos y
gritos en mis oídos. Empujé enterrandome más profundamente en ella, nada en toda mi vida
se había sentido tan bien, ni remotamente y quería más, necesitaba más, mis pensamientos
giraban solo en torno a éstas nuevas sensaciones y la mujer que me las proporcionaba e
incapaz de pensar en nada más, cedí por completo al frenesí.

Estaba completamente perdida, sentía la mente nublada, el olor de Rekosh llenaba mi nariz
mientras el me clavaba una y otra vez contra la telaraña que había fabricado. Sus empujones
eran fuertes, salvajes destrozandome el cuerpo pero con cada uno de ellos se sentía que me
estiraba para obligarme a tomarlo todo de él. Mis pechos rozaban contra el suyo duro como
la piedra enviando descargas a mi sexo mientras Rekosh seguía entrando y saliendo de mí con
una facilidad que asustaba pero nada de eso era importante porque yo estaba disfrutando
como nunca gimiendo al aire completamente expuesta a él y sin poder defenderme,
sintiéndolo todo.

47
Rekosh se retiró un momento y yo me quejé al sentirme vacía, gruñó satisfecho y volvió a
entrar de golpe embistiendo cada vez con más fuerza. Estaba abrumada, la sensación y
saciedad y éxtasis era asombrosa. Rekosh me tomó del cabello y tiró hacia atrás obligandome
a mirarlo. - Mía, mía - decía remarcando cada palabra con un empujón y con sus garras
clavansose en diferentes partes de mi cuerpo, entonces lo sentí venir y sabía que no podría
tolerarlo, era demasiado pero ya era muy tarde, una corriente de placer salida de mi
entrepierna se apoderó de mi cuerpo y me corrí gritando su nombre incapaz de contenerme
pero Rekosh no se detuvo, siseó y aceleró sus embestidas y de pronto su cuerpo ya duro se
tensó y una chorro de algo caliente me llenó mientras se venía en medio de un rugido. Aún
con eso Rekosh parecía lejos de detenerse y continuó clavandose en mi sin piedad
haciéndome correr de nuevo con extrema facilidad cuando un nuevo chorro de semen
caliente me inundaba y entonces justo cuando creí que nada más podría pasar sentí su
miembro pulsar y algo salió de su cabeza y se deslizó dentro de mi con insistencia hasta salir
por mi vagina y arrastrarse por mis labios vaginales y enrollarse en mi clítoris mientras
palpitaba y aleteaba frenéticamente y tal como estaba poco me importaba; esas cosas se
movían cómo si supieran dónde estaban y se retorcian y apretaban mientras Rekosh se unía a
mí gimiendo junto conmigo. Me iba volver loca, solo existía él, su extraño cuerpo, su
maravilloso olor y este imposible placer. No sabía cuánto tiempo había pasado pero yo seguía
corriéndome como si estuviera en celo y cuando por fin todo terminó y Rekosh encontró su
propia liberación yo apenas estaba conciente.

Corté fácilmente los hilos de seda que aprisionaban a Saya y su cuerpo se dejó caer lánguido
sobre mi pero me negué a salir de su interior. La cargué sin esfuerzo y puse sus piernas
alrededor de mi cintura y sobre mis cuartos traseros mientras ambos nos recuperabamos del
apareamiento. Ella tenía la respiración entrecortada con sus manos apoyadas en mi pecho, la
rodeé con mis brazos y acaricié lentamente su espalda esperando su reacción y no me
decepcionó al suspirar y abrazarme poniendo sus pechos contra mi, ella alzó su cara para
encontrarse con la mía y solté un rugido para que todas las bestias pudieran oirlo, quería
gritarselo a todo Takarahl, a los Ocho y al mundo entero porque ya no había vuelta atrás,
nada podría interponerse porque ya era definitivo. Los ojos dorados de Saya ahora tenían un
rastro de brillante color rojo en ellos; estaba marcada, era completamente mía.

Tenía una expresión de curioso desconcierto y luego de la nada me sonrió, puse mi frente en
la suya y ronroneé su nombre y mi pecho se hinchó cuando ella suspiró el mío. - Ahora eres
mía. Eres mi Nyleea. Mi corazón tiene tu hilo y tejo ahora mis palabras, me tendrás siempre
para acompañarte y te atesorare hasta que mis corazones dejen de latir. - Saya me miraba
atentamente tratando de comprender el significado de mis palabras, podía ver el calor en sus
nuevos ojos y cuando habló mis corazones latieron frenéticos en mi pecho - Te quiero Rekosh.
Mmm, ¿Luveen? - triné contento de que ella me hubiera aceptado porque ahora yo también le
pertenecía, nuestros hilos estaban atados. - Si - dije en su idioma - somos uno - señalé
entrelazando mis dedos en uno, ella comprendió lo que quise decir y asintió con una sonrisa.
Nos quedamos así por muchos latidos con los sonidos de la jungla de fondo hasta que noté
que ella se removía sobre mí y comprendí que seguramente su cuerpo se había acalambrado.
La ayudé a bajar y lentamente salí de las profundidades de su canal solo para que ella aún
seguía receptiva a mi toque y me habría encantado continuar apurando mi lujuria con ella
pero sabía que la había dejado agotada y debía descansar. La tomé en brazos y la dejé en
una cama de seda hecha para después de nuestro apareamiento. Saya miró la nube de seda
con curiosidad y pasó sus manos por su intrincado tejido para después dejarse caer en él con
una risita, me recosté con ella y la atraje hacia mi pecho llenandome de su fragancia. Mi sol se
acurrucó y pronto se quedó profundamente dormida.

La miré dormir por largo rato, descubriendo nuevas cosas, como que no era tranquila en su
sueño, se movía constantemente pero siempre buscando mi tacto y siempre que volvía a
encontrarse con mis manos ella sonreía y se aovillaba conmigo pero al cabo de un rato se
quedó quieta abrazada de una de mis manos. El sueño comenzaba a vencerme también y al

48
tener a mi pareja en mis brazos me dejé llevar por el Tejedor.

Desperté mucho antes del amanecer con el sonido de las criaturas de la jungla y uno que se
me antojo similar al de las cigarras. Rekosh no estaba conmigo. Me levanté de golpe mirando
alrededor pero él no estaba ahí y tardé en reaccionar al repentino dolor que había en todo mi
cuerpo, sentía los músculos agarrotados pero a pesar de todo era un dolor placentero.
Inspeccione mi cuerpo y descubrí que tenía leves marcas de las ataduras de Rekosh en mis
muñecas, piernas y tobillos y también tenía marcas dónde las garras de Rekosh se habia
aferrado a mí, eran las señales claras de que había tenido una noche de sexo duro y si eso no
era suficiente al levantarme las piernas me temblaron cual potrillo recién nacido e
inmediatamente después una gran cantidad de semen corrió de entre mis muslos. Volví a
sentarme sintiéndome escurrir a chorros completamente estupefacta, nunca nadie me había
llenado así aunque ya pensándolo bien nadie ni en mis más locas imaginaciones me había
hecho correrme como Rekosh. Repasé toda la noche de ayer con calma, aparentemente y por
la forma en que se comportaba; Rekosh me había hecho una escena de celos en toda regla y
erróneamente pensaba que de alguna manera Diego se sentía atraído por mí. Me reí sin poder
evitarlo, si Rekosh supiera quién realmente le atraía a Diego jamás se habría puesto así y me
aseguraría de ver su reacción avergonzada cuando regresaramos y lo sacara de su error,
pero más allá de eso me di cuenta de lo posesivo que era, no le gustaba que nadie me tocara
ni que yo lo hiciera con alguien más y me pregunté si sería algo instintivo. Durante todo el
acto de ayer en varias ocasiones había dicho "mía" en español como si supiera su significado
lo que en resumen quería decir que me había secuestrado para marcarme debido a que
estaba molesto de que otros se acercaran a mí y en cualquier otra circunstancia yo estaría
furiosa y ciertamente ayer lo estaba pero después me había resultado prácticamente
imposible enojarme con él e incluso ahora no podía hacerlo y mi mente comenzó a divagar
recordando su manera de tocarme, la forma que tenía de dirigirse a mí cuando hablaba,
posesivo y al mismo tiempo como si yo fuera la criatura más preciosa de la tierra y en ese
momento me quedó claro que él solo tendría ojos para mí.

La guarida se tambaleó ligeramente y de pronto me vino a la cabeza la horrible idea de que


caería hasta el fondo de la jungla pero unos momentos después Rekosh entró por el agujero
con su bolsa de piel llena de algo que no pude ver y un cuenco que dentro de él sonaba como
si trajera algún tipo de líquido. Dejó todo en el suelo y se sacudió su largo cabello negro
salpicando todo a su alrededor, miró hacia la cama de seda dónde yo estaba y alzó las
mandíbulas en su versión de una sonrisa, mi corazón se aceleró y de pronto no pude quitarle
los ojos de encima porque él era la cosa más hermosa que había visto; alto, fuerte, gracioso,
posesivo, amable, apasionado y comprensivo y era mío. Luego de la noche anterior y que
ahora podía verlo como él me veía a mí supe también que yo era suya, le pertenecía
completamente.

Nada más entrar busqué a mi Nyleea con la mirada y la encontré sentada en el nido de seda
con su cabello salvaje cayendo por su espalda y hombros cubriendo sus pechos con las
piernas dobladas a los lados y sus manos entre ellas. La luz de las lunas caía directamente
sobre ella haciendo que sus ojos brillaran, estaba ahí mirándome tan deslumbrada como yo y
mis corazones se aceleraron al acercarme a ella que me siguió en todo momento con la
mirada y en silencio.

Me sente junto a ella poniendo un de mis manos en su mejilla, ella sonrió y puso su mano en la
mía emitiendo un suave suspiro. Besó suavemente mi mano y no pude evitar ronronear en
reacción a su afectuoso gesto. Saqué la fruta que salí a recolectar y quité la cáscara del fruto
de flor de luna que había notado le gustaba a Saya especialmente y se la ofrecí recordando la
primera vez que lo había hecho y que no le había gustado la tratara cómo si no pudiera

49
hacerlo por si misma y eso había ido directamente a la lista que estaba haciendo sobre su
persona, a ella no le gustaba que cuidaran de ella porque ella era una protectora y tampoco
le gustaba sentirse débil todo ello sumado a que era dulce, fuerte, divertida, inteligente,
compasiva y cariñosa. Me llevé una sorpresa al ver que ella abría la boca y me dejaba
alimentarla y chillé sin poder evitarlo chasqueando las mandíbulas porque parecía que hacía
un esfuerzo por dejarse mimar y al escucharme se ruborizó tiñendo de rosa sus mejillas y giró
la cabeza claramente ofendida y avergonzada pero el enojo no le duró mucho y con una
chispa de suspicacia se levantó y caminó hacia donde estaban sus botas ¿Acaso quería irse?
Me entristecía eso pero en su lugar rebuscó algo en ellas y volvió con el cuchillo más pequeño
que había visto ¿Que tan armada estaba esta mujer? Se sentó sobre sus piernas y me quitó la
fruta haciendo cortes aquí y allá en la fruta y cuando terminó evaluó su trabajo que al
parecer había salido bien; me miró y se dió una suaves palmaditas en sus piernas ¿Quería que
me sentara sobre ella? La aplastaria si hacia eso. Saya se rió de mi confusión y dejando la
fruta a un lado tomó mi cabeza obligándome a bajar y guío mi cuerpo para quedar de
espalda y cuartos traseros y con mi cabeza sobre sus suaves piernas, una se sus manos se
quedó sobre mi pecho mientras la otra peinaba mi cabello mirándome todo el tiempo. Tomó
nuevamente la fruta y con el cuchillo sacó un pedazo perfectamente cortado y lo guió
directamente a mi boca - Rekosh, dí "ahh" - abrí la boca haciendo el mismo sonido que ella
dejando que me alimentara, ciertamente era una sensación extraña, nadie aparte de mi
madre me había alimentado y eso había sido cuando era una cría pero ahora mi Nyleea me
estaba mimando a mí y yo estaba encantado. Cuándo terminó dejó el cuchillo y la cáscara
lejos y regresó su atención a mí, eso era lo que había querido desde el inicio, que ella solo me
mirara a mí como yo sólo la miraba a ella - Cierra los ojos - y al ver que no entendía se llevó su
mano al rostro cubriendo sus ojos y luego señalandome a mí, obedecí cerrando mis ojos
esperando. Una sensación suave se extendió por mi boca dejando rastros de calor por dónde
pasaba, sentía el aliento de Saya llenándome de su fragancia y mis broches se movieron
inquietos - Rekosh… - dijo en un susurro contenido, abrí la boca para responder pero era una
trampa; su lengua me asaltó moviendose por su interior, rozando mis colmillos y tentando mi
lengua, respondí con un gruñido uniendome a su juego y bailando con ella. Saya entonces
capturó mi lengua con su boca chupando y succionando con sus labios y de pronto una de
sus manos estaba sobre mis broches presionando ligeramente, provocándome. Me levanté de
un gruñido, tomé su cara entre mis manos y asalte su boca con fiereza enrollando mi lengua
en la suya y con mis manos inferiores en sus caderas pero antes de que pudiera hacer otra
cosa ella pasó una de sus piernas sobre torso rozando contra mis broches que se abrieron
por si solos y se engancharon en sus caderas dejando salir mi tallo que ya palpitaba hacia
ella, Saya tomó suavemente mis manos de su rostro con una de las suyas mientras yo la
devoraba con la mirada, me miró de vuelta y volvió a ordenarme cerrarlos, chillé entre
divertido y encendido al verla jugar, obedecí y volví a cerrar los ojos. Entonces sentí de pronto
que Saya ataba mis muñecas, sus manos se movían con impensable rapidez, gruñi y tiré de la
atadura con fuerza pero no pude liberarme, abrí los ojos y seguí el hilo de seda que iba de mis
muñecas hasta uno de los troncos delgados que había usado al construir la guarida y que
estaba firmemente enganchado y clavado con el pequeño cuchillo con el que había cortado la
fruta. Volví la mirada hacia mi Nyleea y sus ojos eran de oro y fuego líquido, sonreía con
deliciosa maldad, su mirada era consumidora y su deseo hacía eco del mío, mis manos
inferiores subieron por su cintura hasta llegar a sus pechos, amasandolos y apretandolos con
fuerza y ella me dejó hacer con ellos lo que yo quisiera, tiré de ellos y Saya siguió mi
movimiento para que pudiera llevarmelos a la boca, alternaba de uno a otro lamiendo,
mordisqueando y pellizcando y ella gemía, jadeaba y se contoneaba. De un momento a otro
ella se alejó levantándose y yo gruñi en respuesta porque estaba privandome de su cuerpo
pero ella entrelazó sus manos en las mías y con una demostración de fuerza que no sabía que
tenía las puso a ambos lados para evitar que la tocara y de pronto todo me encajó. Estaba
restringiendome.

Saya iba a marcarme.

Pero ¿Acaso los humanos podían hacer eso? Sus ojos estaban hambrientos tan hambrientos
como yo lo estaba de ella. Levantó sus caderas deslizando sus húmedos y calientes pliegues
por todo ni tallo, se agachó en mi oído con la voz cargada de lujuria - mío - entonces en un

50
solo movimiento se clavó en mi tallo, aprisionandolo en su canal. Soltamos un grito placentero
y Saya comenzó un sube y baja tomando mi tallo lentamente hasta que se hundió
profundamente tomándolo todo. Bajó su mirada considerando si apiadarse de mi o no y con
dolorosa lentitud soltó mi manos inferiores, automáticamente mis manos se posaron en sus
piernas, ella sonrió cómo dándome autorización y posó sus manos en mi pecho y ahí comenzó
mi tortura, se inclinó hacia adelante y con sus caderas abandonó por completo sus lentos
movimientos para clavarse mi tallo por completo una y otra vez con repentina fiereza, podía
escucharse el chapoteo provocado por los choques de mi tallo contra ella.
Gruñiamos, gemiamos y jadeabamos pero ella no se detenía, seguía moviendose y clavándose
con insistencia, su interior caliente y humedo apretaba mi tallo y lo succionaba como si
quisiera devorarlo y yo trataba de aguantarlo todo para darle todo el placer que ella
demandaba pero nunca había estado en esta posición y estar parcialmente restringido me
impedía tomar el control, estaba a merced de ella pero no podría seguir por mucho tiempo, el
éxtasis me nublaba el pensamiento, no quería dejarme llevar por el frenesí sin que ella hubiera
encontrado su propia liberación primero y como si pudiera escuchar mis pensamientos ella se
detuvo de golpe, la miré confundido pero entonces ella se levantó y cambió de posición
dándome la espalda y volvió a clavarse de golpe en mi tallo, aquello me tomó por sorpresa y
antes de que pudiera procesar sus acciones ella comenzó sus freneticas embestidas dándome
una extraordinaria vista de su trasero y permitiéndome ver cómo mi tallo entraba y salía de
ella con sus jugos llenándome por completo. Saya comenzó a tocar el nacimiento de mis patas
justo debajo de mis broches al ritmo de sus salvajes movimientos, jamás había sido tocado en
esas zonas y me sorprendió que la sensación fuera placentera, ella tomó su cabello y lo llevó
hacia adelante dejándome a la vista su preciosa espalda y sin poderlo evitar mis manos
inferiores atraparon sus pechos turgentes mientras me dejaba llevar por el frenesí. Rugí
llenándola con mi semilla mientras la guarida se llenaba de los gemidos de ella.

Pero no era suficiente, necesitaba tomarla de nuevo, necesitaba tomar el control. Corté la
seda de mis muñecas y aprisione a Saya entre mis brazos y salí de sus profundidades lo cual
provocó una queja necesitada de ella, la coloqué sobre la nube de seda enterrando mis
broches en sus caderas mientras sujetaba sus dos manos sobre su cabeza y me enterraba en
ella de un solo empujón sintiendo como la estiraba; embelesado con la forma en que se
movían sus pechos con mis embestidas. Los tomé apretandolos y clavando mis garras en ellos,
aquello parecía encantarle a mi sol, gemia y se retorcía tomando todo lo que yo le daba con
sus piernas y mis patas enganchadas entre sí. Sentí el frenesí venir de nuevo y no lo evité, me
clavé salvajemente en ella solo consciente de Saya, de cómo me daba placer con ella y como
ella disfrutaba que yo la tomara. Volví a llenarla de mi semilla sintiendo como mis zarcillos
salían de mi tallo para deslizarse por todo su canal. Saya se quedó quieta mirándome
mientras mis zarcillos seguían deslizandose por ella, saliendo y arrastrandose por sus
pliegues palpitando y aleteando, comenzamos a jadear y los jadeos se convirtieron en
gemidos. Dejé salir otro chorro de semilla sin poder evitarlo, porque mis zarcillos me dejaban
sentir todo el placer que la invadía a ella. Puse mi frente contra la suya mientras un placer
desesperado nos poseia a ambos.

Nos quedamos así mientras nuestras respiraciones se regulaban y bajábamos de los picos a
dónde ambos nos habíamos llevado. Salí a regañadientes de su interior y me tumbé sobre mi
espalda y cuartos traseros para quedar junto a ella. Me dedicó una sonrisa juguetona
mirándome con sus brillantes ojos y en ese momento yo era el hombre más grande sobre el
laberinto porque la tenía a ella, ya no pasaría nunca mis noches solo ni me dejaría llevar por
el aburrimiento que me provocaba la soledad porque Saya estaría conmigo y no importaba
que ella tuviera un cuerpo frágil, pequeño, suave y humano o que yo fuera grande, duro,
diferente y vrix, no importaba porque a Saya no le importaba y ese era motivo suficiente. No le
interesaban nuestras diferencias, no le importaba que no pudiera andar en dos pies como los
suyos ni que hubieran ocho ojos en mi cara a diferencia de los dos que brillaban como el sol
en la suya. Ahora ella tenía una expresión curiosa seguramente porque yo solo estaba ahí
mirándola sin decir nada y no es que hiciera falta, la comprensión vendría con el tiempo
atando los hilos de mis corazones con el de ella y ahora que era toda mía yo tendría
paciencia, sabría esperar. Y así volvimos a caer dormidos.

51
Desperté con el canto de los pájaros y maldije a Zurbashi por provocar la situación en la que
la gente de Saya se encontraba y que me obligaba a regresar con ella en lugar de quedarnos
en este lugar para reclamar nuestro apareamiento por la jungla tal cómo quería hacerlo. El
sol aún no se levantaba pero no tardaría en hacerlo y aún había algo que quería mostrarle
antes de regresar, con pesar me acerqué a ella para sacarla de su sueño. Susurré su nombre
suavemente y moví su cuerpo para despertarla, se movió perezosamente durante unos
cuantos latidos hasta que finalmente abrió los ojos y se sentó. Miró con el ceño fruncido a su
alrededor y luego a mí, estiró sus brazos y abrió su boca inhalando profundamente antes de
relajar su cuerpo, frotar sus ojos y dedicarme una sonrisa somnolienta. Chillé ante su rito para
despertar, era la primera vez que lo veía y era fascinante, todo era nuevo para mí cuándo se
trataba de ella.

— Buenos días - dijo en lo que supuse era un saludo al salir el sol. Puse mi frente contra la de
ella ronroneando para darle la bienvenida a su primer día como mi compañera.

— Hola Nyleea - ella sonrió ampliamente y me dió rápido beso cerca de mi mandíbula. Ese
beso no envío una ola de calor directo a mis broches pero si hizo que mis corazones latiera
más rápido, era un beso de afecto; no de lujuria.

— Hay que irnos, ya casi sale el sol. Quiero mostrarte algo. - la tomé de la mano y ella se
levantó y caminó conmigo deteniéndose brevemente para ponerse los aditamentos de sus
pies. Miró toda la fina tela que llevaba puesta la noche anterior hecha girones por todo el
suelo de la guarida y luego se vió a si misma, como si hubiera olvidado que estaba desnuda.
Un hermoso rubor subió por sus mejillas y miró insegura hacia la salida.

— No puedo salir así - dijo señalandose. Chillé sin poder evitarlo, a pesar de lo aguda y atenta
que era la mayoría del tiempo me hacía gracia que cuando se relajaba fuera así de distraída.

— ¿De que te ríes? - preguntó todavía ruburizada. Negué con la cabeza mientras recogía del
suelo el vestido que le había hecho y lo meti en mi bolsa mientras ella me esperaba
mirándome con curiosidad, si ella sería muy curiosa ésta mañana.

La ayudé a subir a mis cuartos traseros aferrandose firmemente a mi cintura. Salimos de la


guarida de un salto y me balancee por las ramas para subir por el grueso tronco del árbol
más grande buscando llegar a la última rama más cercana a su copa. Llegamos justo antes de
que el sol se levantara al fondo del laberinto, le ofrecí una de mis manos a Saya y ella bajó con
cuidado para pararse sobre la rama pero sin soltarme, todo el tiempo mirando hacia abajo.

— Mira Nyleea - dije llamando su atención, no quería que se lo perdiera. Alzó la cabeza justo
en el momento en que el sol rompía la oscuridad e iluminaba el cielo de colores y se dejaban
escuchar las criaturas que también despertaban junto con él. Bajé la mirada para ver si le
había gustado mi primer regalo y su cara tenía una expresión deslumbrada. Me miró de
regreso y ahora que había luz del sol era más evidente el brillo rojo en su mirada que aunque
era llamativo no opacaba su dorado natural. - Tu eres como el sol, calida, hermosa y brillante,
me alegra haberte encontrado mi preciosa Resonancia. - inclinó su cabeza a un lado,
concentrada, esforzándose por comprender. Finalmente suspiró y dió paso decidido hacia mí
poniendo sus palmas sobre las mías.

— Todo esto no es nada de lo que yo buscaba, pero estoy aquí y quiero conocer este mundo
contigo. No sé lo que me hiciste y no importa, quiero entenderte y atesorarte. Quiero
quedarme contigo. - no sabía sus palabras pero entendí que era una declaración como la mía
y cuando pudieramos entendernos el uno al otro la haría de nuevo.

La ayudé a subir nuevamente y saltamos de árbol en árbol con el viento en nuestra cara. Saya
soltaba risas emocionadas detrás de mí y yo coreaba chillidos con ella; feliz de que le gustara
mi compañía. Guardó silencio cuando notó que comenzabamos a bajar e ir más lento. El olor
a humedad llenó mi nariz y ya podía escuchar el sonido del agua contra las rocas a poca
distancia. Saya se dió cuenta también porque de pronto se quedó muy quieta, escuchando y

52
podía oír como olisqueaba el aire tratando de identificar que era. Aterricé sobre el suelo
húmedo y camine poco entre las plantas de enormes hojas y los árboles para salir a un
pequeño lago en medio del laberinto, el mismo al que mi madre me traía cuando era una cría
y que sabía que solo yo conocía. Saya saltó hábilmente de mis cuartos traseros observando
todo lo que la rodeaba y siempre sonriendo. Mi segundo regalo también le había gustado.

A pesar de que el sol se había levantado hacía muy poco ya comenzaba a sentirse un
bochornoso calor por lo que pensé que a ella le gustaría lavarse conmigo. Dejé la bolsa que
llevaba y mi lanza en una enorme roca cerca de la orilla y caminé adentrandome en el agua
poco profunda del lago. Era tan cristalina que se podía ver claramente el fondo y en el cual no
había ningún tipo de animal que obviamente ella desconocía. Sabía que eso haría sentir
segura a mi sol. Me detuve a unos pasos y ofrecí mi mano para que me acompañara. Ella no
me defraudó y se quitó sus aditamentos y la tela de sus piernas para caminar hacia mí.
¿Acaso dejaría de emocionarme que sus acciones siempre fueran un "si"? Lo dudaba. Caminó
de puntitas sobre la orilla observando detenidamente el agua y evaluando si calidez.

— Nada te pasará mi Nyleea - al escucharme llamarla se relajó y tomó mi mano para entrar en
el agua conmigo. Su mirada vagaba de mí al fondo del lago, observando su transparencia y
posando una de sus manos en la superficie mientras nos adentrabamos cada vez más hasta
que el agua le llegaba a los pechos y consideré que era una profundidad segura para ella.

Tomé agua con mis manos y la dejé caer lentamente sobre ella desde su cabeza. Se
estremecio al primer contacto pero luego de relajó disfrutando de la frescura del agua y
frotandola en su cuello, sus brazos, sus pechos y su cabello. Verla tocándose me deleitaba
casi tanto cómo tocarla yo mismo. Cuándo consideró que estaba limpia cerró el espacio entre
nosotros y con sus pequeñas manos echó agua por mis hombros, mi pecho y mi espalda
mirándome atentamente, preguntándose si lo estaba haciendo bien, ella quería mimarme con
sus atenciones. Guíe sus manos por las diferentes partes de mi cuerpo para enseñarle lo que
quería conocer y sin darme cuenta yo también comencé a tocarla. Nuestras manos se movían
explorandonos sin temor, queriendo conocernos y antes de siquiera detenerme a pensar
estaba nuevamente apareandola en medio del lago. El aire se llenó de nuestros gritos,
gruñidos, jadeos y gemidos hasta que la llené de nuevo con mi semilla y me hubo sacado
hasta la última gota. Volvimos a lavarnos y la tomé en brazos para sacarla del agua. La dejé
en la orilla y ella disfrutó del sol y el viento que soplaba suavemente, secando su cuerpo
recien apareado. Caminé hacia una planta cercana que contenía un perfume únicamente la
Reina en turno y algunas Queliceras más importantes usaban. La flor era tan escasa que por
eso solamente ellas podían acceder a las pocas que habían, sin embargo solo yo conocía este
lugar atestado de esas flores y por lo tanto nadie más sabía de su existencia. Tomé una flor y
caminé de regreso a ella sabiendo lo mucho que le gustaban las flores. Saya que se había
mantenido con los ojos cerrados disfrutando del sol los abrió al escuchar mis pasos y su
mirada bajó a la flor en mis manos provocando una sonrisa en ella. Me acerqué a ella y
respiré el aroma de la flor para luego ofrecérsela y confirmar si su aroma le gustaba. Ella
aspiro la fragancia de la flor y me miró sorprendida, por un momento pensé que no le había
agradado pero entonces volvió a olerla y suspiró cerrando los ojos mientras sonreía. Un trino
de felicidad retumbó en mi pecho.

— Quieta - le indiqué y pareció entenderlo. La mejor forma de extraer la fragancia de la flor


era agitarla para que liberara todo el polvo que contenía su fragancia. Agite la flor sobre mi
mano y una gran cantidad de polvo del color de la madera cayó sobre mi palma. Espolvoree la
fragancia por todo su cuerpo y esta se combinó con su aroma natural pero no eclipsandolo
haciendo que oliera aún más dulce para mí. Cuándo terminé corté los pétalos de la flor
sacando un jadeo ultrajado de Saya que me miraba como si acabara de cometer un enorme
pecado al quitar los pétalos de tan hermosa flor. Puse los pétalos en el suelo y la senté sobre
mi regazo para tener espacio de trenzar su cabello. Era una tradición en mi prole que si
alguno encontraba a su Nyleea debía trenzar su cabello con la flor más hermosa que pudiera
encontrar y así demostrar su adoración por ella. El cabello de Saya era largo, espeso y pesado
y fluía entre mis dedos con facilidad mientras las ondas se pronunciaban hasta las puntas.
Coloqué los pétalos de la flor como parte del trenzado y lleve su cabello hacía arriba dejando

53
algunos mechones en su cara y otros cayendo por su espalda pero con el trenzado suave
coronando su cabeza por detrás dónde todos aquellos que la siguieran pudieran verlo.
Contemplé mi obra satisfecho al ver lo hermosa que se veía. Se puso de pie y abrió la boca
para decirme algo pero la detuve con un gesto y saque de la bolsa el vestido cuidadosamente
doblado que había hecho con mi seda durante toda una noche. Saya tomó delicadamente el
vestido y lo dejó deslizarse en toda su extensión revelando su forma. Los ojos de Saya se
abrieron de par en par y unos latidos después se llenaron de agua. Recordé que Kethan había
dicho que eso se llamaba llorar y que los humanos lo hacían cuando estaban tristes o muy
felices. Apretó el vestido contra au pecho y luego me lanzó los brazos al cuello con la
respiración irregular.

— Te quiero, te quiero - dijo en tono afectuoso. Me soltó y comenzó a ponérselo con extremo
cuidado, como si temiera romperlo. El vestido encajaba en su cuerpo a la perfección. Se
pegaba a ella como una segunda piel llegando a la altura de sus muslos y con la capa extra
que iniciaba en su cintura y se dejaba caer hasta debajo de sus pantorrillas. Se puso la tela
negra en sus piernas y sus aditamentos completando toda la imágen. Saya se miraba el
vestido alisandolo e inspeccionandolo descubriendo la capucha que podía cubrir su cabeza y
la tela extra escondida al frente que servía para ocultar su cara dejando libres únicamente
sus ojos y su frente.

Me miró contenta y yo la estreche contra mi pecho mientras un ronroneo subía por mi


garganta. - Gracias - murmuró. Había escuchado esa palabra muchas veces, significaba
agradecimiento. Me separé ligeramente de ella y negué con la cabeza - Te mereces todo lo
hermoso que yo pueda darte Nyleea mía.

Suspiró de nuevo y se puso de puntitas para besarme. Era un beso tierno y suave en un inicio
pero al rodearla con mis brazos no pude evitar profundizarlo. Era mi Nyleea, mi hembra, mi
mujer y el corazón que latía fuera de mi pecho y estaba vistiendo mi seda, mi artesanía, mi
regalo y la emoción era tal que de no saber que debíamos irnos la habría apareado de nuevo
ahí mismo.

El vestido era prácticamente perfecto. Era evidente que Rekosh lo había tejido únicamente por
para mí. El diseño era sencillo en si mismo pero estaba hecho de manera tan delicada e
intrincado que podía considerarse un tesoro. El material de su seda era fino pero resistente,
pensado para luciera pero sin que fuera incómodo y me permitiera moverme libremente
además el detalle de la capucha y el extra para cubrir mi rostro era excelente. El vestido era
fresco al tacto y me ayudaba con el horrible calor de la jungla y al ponerme las medias negras
y las botas descubrí que combinaban perfectamente, tenía un pequeño rastro de destellos
plateados a la luz del sol cómo si tuviera decenas de pequeños cristales en él. La flor también
había sido una sorpresa, nunca había percibido un aroma igual, era dulce, fresco y almizclado
pero no se parecía a ningún perfume de la tierra, encontrar similitudes era muy difícil y me
sorprendió la forma en que se extraía su aroma. No había ningún rastro del polvo en mi
cuerpo que no fuera la fragancia de la flor. Yo estaba prácticamente eufórica y tardé en
registrar que el contacto con flores de un planeta desconocido podría desencadenar una
horrible reacción alérgica y afortunadamente para mí mi cuerpo no mostraba ningún
indicador que alertara sobre mi salud.

Caminé directo al agua de nuevo para ver mi imágen en ella. Rekosh había trenzado mi
cabello hecho un suave tocado que de mis sienes hacia atras con algunos mechones al frente
sirviendo de fleco y una cortina de cabello cayendo por mis hombros y ahí entre el tocado
corriendo como si fuera parte misma de mi cabello estaban los brillantes petalos blancos de
la flor con la que me había perfumado.

Entonces me puse rígida. Había algo extraño en mis ojos, un ligero pero evidente cambio en el
iris que resultaba en un llamativo destello rojizo en ellos. Me di la vuelta y caminé decidida
hacia Rekosh que me miraba confundido desde la enorme roca dónde había dejado su lanza.

54
Me planté frente a él mirándolo más atentamente y me quedé sin aliento. Sus ocho brillantes
ojos rojos tenían un brillo de un color muy parecido al dorado que estaba segura que no tenía
el día de ayer.

Entonces esto era la marca.

No era simplemente tener relaciones sexuales, no era una mera forma de hablar sino que se
refería a una marca real que demostraba que Rekosh me había apareado. Me devane los
sesos recordando, Ivy tenía un leve brillo lila sobre sus ojos decididamente azules y haciendo
memoria Kethan también tenía los ojos púrpuras con un leve destello azúl sin embargo nunca
le había prestado demasiada atención a Kethan y simplemente asumí que el cambio en los
ojos de Ivy se debía a un simple efecto de la luz por lo que no reparé en ello, ni siquiera le
dedique un pensamiento, además en ella el cambio no era tan evidente a diferencia del mío
porque ese destello rojo sobre dorado podía verse a simple vista y era tonto pensar que no
era obvio.

¿O sea que ahora era mitad alien o algo así? No podía hacer otra cosa que especular ¿Un
intercambio de fluidos podía tener un efecto tan drástico como para modificar alguna parte
de mí a nivel celular? ¿Estaba equivocada? Deseé haber estudiado sobre genética cuando
pude hacerlo, ahora me vendría muy bien aunque nuevamente solo podría especular, con un
mínimo de certeza pero especular al fin y al cabo.

Seguí esperando que llegara el miedo, el pánico pero lo único que sentía era curiosidad por el
asunto porque era algo nuevo. No me molestaba en absoluto el cambio, lo abrazaba de buena
gana y si yo estaba marcada entonces Rekosh también lo estaba y un pensamiento posesivo
me llegó con más fuerza que la noche anterior: Rekosh era mío.

Todo mi monólogo mental no duró más que un minuto o dos mientras seguía mirándolo pero
me obligué a pensar en eso después. Le sonreí y esperé a que eso aliviara su confusión. Me
ofreció su mano y nuevamente monté sobre sus cuartos traseros. Amarró su seda por mi
cintura para asegurarme y caminó hacia la espesura de la jungla. Dió unos cuantos pasos
más y de un salto comenzó a subir por los árboles saltando y balanceándose de una rama a
otra tomando velocidad. La sensación era muy parecida a la de la montaña rusa pero sin
tanta fuerza, era como columpiarse con fuerza propia. Me agarré a su cintura riéndome sin
poder evitarlo, en parte porque era divertido y en parte porque cuánto más tiempo pasaba
más se parecía al personaje del Hombre Araña, claro que yo nunca se lo diría, Rekosh era un
vrix, no un hombre araña. No pasó mucho tiempo cuando Rekosh comenzó a ir más lento y a
bajar entre las ramas mientras avanzaba. Miré a mi alrededor reconociendo el paisaje, había
tratado de memorizar todo el camino pero era complicado, casi todo parecía igual y estaba
acostumbrada a moverme en el suelo y no entre las ramas de los árboles. Rekosh aterrizó a
unos cuántos árboles del borde del crater dónde Ivy y los demás ya habían escalado. Diego y
los demás humanos miraban de un lado a otro con evidentes expresiones de preocupación. Al
escucharnos los vrix se movieron cómo uno y nos apuntaron con sus lanzas pero al ver a
Rekosh salir con su lanza hacia abajo y sus otras tres manos hacia arriba se relajaron.

Rekosh les dijo algo en vrix, desató la seda de ni cintura y me ofreció su mano para bajar. Una
vez que tuve los pies en el suelo me tomé el tiempo de mirar a todos más atentamente, sabía
que solo había pasado una noche fuera pero sentía que había pasado más tiempo.
Caminamos para reunirnos con ellos sintiendo cómo la sangre comenzaba a subir por mis
mejillas cuando estuve los suficientemente cerca y los humanos me miraban de arriba a abajo
con expresiones que iban entre la preocupación, el alivio y la sorpresa.

Callie, Lacey e Ivy fueron las primeras en larzarme los brazos encima haciendo que casi pierda
el equilibrio.

— ¡Nos has tenido con el corazón en un hilo! ¿Dónde estabas? - preguntó Callie mirándome y
buscando algún indicio de daño en mi cuerpo.

55
— ¿Estás bien? - Lacey miraba entre Rekosh y yo cuándo de pronto se plantó frente a él con
las manos en la cadera - ¡No puedes secuestrarla así nada más! - sentenció dando una
patada al suelo.

Rekosh también pateó el suelo con sus patas delanteras mirando a Kethan en busca de
traducción. Al procesar sus palabras su voz salió en un siseo ofendido y Kethan volvió a
traducir.

— Rekosh no se llevó a Saya para lastimarla - dijo mirando a Lacey y al resto de humanos - eso
es lo último en lo que él piensa.

— ¿Entonces? - preguntó Diego acercandose - cuando me defendió se la llevó en contra de su


voluntad y todos pudimos verlo. Además ¿Porque estaba tan furioso conmigo?

Traté de reprimir una risa que no engañó a nadie. Diego frunció el ceño.

— Tu no pareces molesta.

— Ciertamente ayer lo estaba. Créeme estaba furiosa. Pero te digo ahora Diego que todo fue
un malentendido.

— ¿A que te refieres? ¿Te secuestró por accidente? ¿Quieres que nos creamos eso?

— No, aunque descubrí que ser secuestrada puede ser bueno - dije guiñandole a Ivy un ojo -
me refiero a la razón por la que me secuestró. - tomé aire, aquí venía lo que esperaba, yo
apenas podía contener la risa - Rekosh piensa que yo te gusto, en otras palabras fue una
escena de celos.

Diego me miró un momento en silencio, luego a Rekosh, luego a mí y de vuelta a él. Entonces
rompió en sonoras carcajadas. Ivy también se rió levemente negando con la cabeza.

— Así Diego, que me gustaría que se lo aclararas. - Diego continuó partiendose de risa un
momento hasta que se le pasó. Se enderezó limpiando las lágrimas que la risa le había
producido.

— Vale, vale. Se lo diré - se acercó a Ivy y le dijo algo al oído y luego ella le respondió igual al
oído, luego se acercó a Rekosh. - venga hombre, baja. - Ivy tradujo y Rekosh se agachó para
que Diego pudiera cuchichear lo que quería decirle. Un momento después se enderezó de
golpe, me miró un momento y se llevó una de sus manos a la cara mientras sus hombros se
hundían. Estaba claramente avergonzado.

Comencé a reirme a carcajadas y una vez iniciado era difícil parar. Ivy y Diego también se
reían mientras los demás nos veían con la confusión en la cara, sin embargo yo no iba a
explicar nada, no hasta que Diego estuviera listo para decirlo.

Los vrix se acercaron a Rekosh hablando en su idioma cuando Lacey volvió a reclamar mi
atención.

— ¿Que traes puesto? Oh está hecho de seda cómo el de Ivy. ¡Que lindo! - su irritación parecía
haberse borrado. De pronto las tuve a las tres alabando el diseño del vestido y el peinado.

— ¿Saya? ¿Que le pasó a tus ojos? - preguntó Will de repente. Todos me miraron y solamente
Ivy no parecía sorprendida.

— Es la marca - contesté yo. - Cuando sucede el reclamo al parecer los vrix adquieren parte
del color de su pareja y bueno… los ojos de Rekosh son rojos y… también cambiaron.

— Y cuando dices reclamo ¿Te refieres a…? - continuó Will.

56
— Aja. - no estaba dispuesta a entrar en detalles. Will soltó un silbido corto y corrió hacia
Rekosh y le dió un puño en una de sus patas mientras le decía "bien campeón!". Puse los ojos
en blanco. Hombres.

Ahnset se acercó con Ella a su espalda. Estaba profundamente dormida, pero no parecía que
hubiera empeorado aunque todavía estaba pálida. Se largó a hablar en vrix mientras Ivy me
traducia rápidamente.

— Dice que el linaje de Rekosh nunca fue muy abundante pero que se conocen por ser
tejedores muy hábiles y que de entre todos los vrix solo ellos salían a buscar las flores más
hermosas luego del reclamo y trenzarlas en el cabello de sus hembras para mostrar su amor
por ellas.

Sentí mi cara arder y cambié rápidamente el rumbo de la conversación. Había notado el


tiempo pasado.

— ¿Rekosh tiene más familia? - Ivy tradujo y el semblante de Ahnset (o al menos sus ojos)
cambió y sus mandíbulas cayeron cuando respondió. Supe que no eran imaginaciones mías
cuando Ivy asintió.

— Dice que todo su linaje murió en la guerra de Zurbashi. Él es el último.

Sentí un repentino pinchazo de dolor y mi garganta se hinchó. Entonces él tampoco había


tenido una historia muy feliz. Me pregunté que tanto teníamos él y yo en común y me
entristecía que esas similitudes fueran dolorosas.

— Anhset piensa que serás una buena compañera y… ¿Anhset?

La vrix hembra se había puesto rígida. Se acercó aún más mientras me olfateaba y miraba mi
cabello con más atención; casi en el mismo movimiento se acercó a Rekosh en dos zancadas.
Mirándolo con desaprobación.

Ahnset se plantó de pronto frente a mí siseando. Saya se movió casi igual de rápido para
colocarse a mi lado, acompañándome. Anhset la miró brevemente y luego a mí.

— ¿Que sucede hermana de cría? - Kethan se puso entre la Quelicera y yo, inquieto.

— ¿Cómo te atreviste? ¿Cómo te atreviste a robar la flor que solo la reina puede usar para
ponersela a ella? - gruñi en respuesta, Saya era mucho más digna de llevar su perfume que
cien como Zurbashi.

Los humanos de pronto también flanquearon a mi pareja mostrando su apoyo. Saya alzó una
mano y la movió ligeramente ordenándoles distancia. Había abandonado de nuevo su actitud
suave y adorable para ponerse la máscara de guerrera. Ivy hablaba a toda velocidad en su
idioma, explicando lo que decíamos.

— Jamás robaría algo de tu reina para ensuciar la presencia de mi Nyleea, Anhset. - La rabia
bullia dentro de mí.

— ¿ Y de dónde sacaste la flor si no la has robado?

— ¿Olvidas que mi prole eran los únicos que le proveían a la reina en turno esta flor? Nada me

57
impide adornar a mi Nyleaa con ella si lo deseo.

La discusión se estaba volviendo casi un enfrentamiento físico hasta que Kethan intervino.

— No hay una norma que prohíba el uso de la flor hermana de cría. Las reinas y sus
Queliceras la usan por mera tradición y porque demandaban encontrarla.

— Pero ella no es una reina, hermano de cría.

— No lo es, pero es una guerrera tan buena como cualquier Quelicera. Es digna Anhset.

— Pero ella no es vrix, no es una Quelicera. - Sentí a Saya encogerse levemente pero se
recuperó.

— Ella es mía, es mi Nyleea. No necesita ser vrix para ser digna. Así cómo Zurbashi al parecer
no necesita ser digna para reinar.

— ¡Rekosh! - me dijo Saya en tono de advertencia con la mirada fija en Anhset. Respiró
profundo y se dirigió directamente a ella - Tal vez no sea una reina Anhset, tal vez no sea
digna a tus ojos. Sin embargo nadie que se haga llamar guerrero busca la aprobación de
otros más que la propia y la de aquellos que consideran que merecen su respeto. Zurbashi no
es mi reina, no lo era antes y no lo será en un futuro, no respondo ante nadie por lo tanto no
es necesario que tu me consideres digna, si Rekosh lo hace es suficiente para mí porque él es
mi compañero.

Anhset se irguio en toda su considerable altura abalanzando su presencia sobre ella,


midiendo su determinación. Saya no se movió.

— Bien - dijo Anhset - lo aceptaré.

Saya rodó sus ojos y se alejó de ella.

— Bueno - dijo Ivy en un evidente intento de cambiar la conversación - ¿Que haremos hoy?

— Practicar - respondió Telok - humanos deben aprender a usar sus lanzas.

Nos adentramos en la jungla no muy lejos del borde del pozo. Caminé junto a Saya la mayor
parte del tiempo con Urkot molestándome sobre que no estaba respetando nuestra
formación, hasta que me harté y me obligué a moverme a la retaguardia.
Aún así mantenía toda mi atención dividida entre los posibles peligros de la jungla y Saya.
Ella caminaba atenta, observando y escuchando igual que siempre pero de vez en cuando
fruncía el ceño, como si algo la molestara.

Se decidió que en esa nueva incursión Ella debía volver a la nave, su condición ya no le
permitía salir ni siquiera con Anhset cuidándola por lo que Ivy se ofreció a quedarse
haciéndole compañía. Noté a Kethan incómodo con su ausencia, era evidente que no estar
cerca de su Ivy lo disgustaba, del mismo modo que a mí me disgustaba no estar cerca de mi
sol.

Los grupos se dividieron para comenzar a enseñarles. Telok estaba con Lacey y Diego, Urkot
con Callie y Will y yo me hice cargo de Cole ya que Kethan parecía no soportarlo. Saya miraba
desde una enorme rama en un árbol cercano, observando. Cole le dirigía miradas irritadas y
se quejaba porque ella no practicaba con ellos.

— Ella no necesitar aprender a usar lanza - dijo Kethan a punto de perder la paciencia - si
derrotas a Rekosh tal vez puedan cambiar de lugar.

Cole gruñó irritado, si esa era la condición obviamente nunca cambiarían de lugar.

58
El día avanzaba sin inconvenientes y en algún momento Saya saltó desde su rama para
recorrer los grupos y dar algunos consejos humanos y corregir posturas en su gente. Cuándo
el sol comenzaba a dar indicios de caer por el horizonte Saya llamó a sus humanos y vrix por
igual. Nos reunimos en un círculo con Diego a un lado y yo al otro, a pesar de haber estado
cerca anhelaba su toqué y me conformé con tomarla de la cintura y ella puso su mano sobre
la mía.
Miró a Kethan y él asintió solemne para traducir.

— Escuchen, estaremos si acaso una o dos semanas más aquí y luego de eso nos
marcharemos lejos, no sé que tanto pero definitivamente tan lejos de Zurbashi como sea
posible.

El resto de humanos la escuchaba con atención. Anhset se movió con incomodidad, aunque
no aprobaba varias de las acciones de la reina aún era leal a ella.

— Para estar en un planeta desconocido sin ayuda humana del exterior he de decir que
hemos avanzado bastante, sobre todo porque nuestros amigos vrix están aquí para
ayudarnos y guiarnos en esto - me dió un ligero apretón y le dió una significativa mirada a
Diego antes de continuar.

— Bueno si somos honestos hemos tenido mucha suerte - dijo Will

— No sé a que le llamas suerte - contestó Cole.

— Suerte de que alguien nos tendiera la mano hombre - repuso Diego - sino fuera por ellos ya
estaríamos muertos.

— Aunque hemos avanzado - dijo Saya retomando la conversación - y somos ocho los que
despertamos, me temo que solo podremos irnos siete.

Los humanos la miraron sin comprender y Kethan soltó un gruñido infeliz.

— ¿De que hablas? - preguntó Callie - ¿Porque no podemos irnos todos?

— Ella está demasiado enferma.

— Pero es efecto de la estasis ¿No? Se recuperará - dijo Cole mirando a Diego, buscando. El
resto también lo miró buscando confirmación.

— La enfermedad de estasis era una posibilidad remota pero a todos se nos advirtió que
podía suceder. Todos pasamos por los efectos de la estasis, y Ella es la única que no ha
mejorado.

— Pero ¿No hay nada que podamos hacer? - preguntó Lacey con agua en los ojos. Telok puso
una mano en su espalda tratando de consolarla. Parecía que se había movido sin pensar.

— Sus órganos ya están fallando, ayer apenas pude despertarla. Si tuviéramos la tecnología y
los medicamentos adecuados podríamos ayudarla, pero en éstas condiciones es imposible.
Ella no está en condiciones para viajar y aunque lo estuviera no creo que pueda esperar
hasta que tengamos que irnos. Su enfermedad está muy avanzada. - respondió Saya
tristemente.

— ¿Porque tiene que morir? - preguntó repentinamente Anhset.

— El olor a muerte ya puede percibirse en ella, no hay nada que podamos hacer. - dije yo.

59
— Podemos - dijo ella

— Nada de lo que tenemos puede ayudarla hermana de cría.

— Si lo hay. Podemos tratar con raíz reparadora.

Kethan se tensó.

— ¿Raíz? - Preguntó Saya

— Alivia males que otras cosas no pueden, pero son muy raras y difíciles de encontrar. - le
contesté.

— ¿Y dónde podemos empezar a buscar? - Diego parecía ser el más interesado en salvar a
Ella.

Anhset se tomó su tiempo. Y de pronto supe la respuesta.

— Eso no, Anhset.


— Jamás - respondió Kethan en acuerdo conmigo.

— Solo eso puede salvarla - insistió ella.


— Confío en los conocimientos de Diego hermana de cría, la muerte ya esta sobre ella.

— ¿De que están hablando? ¿Porque no podemos usar esa raíz? - preguntó Saya mirandonos.

— La última raíz la tiene Zurbashi, está en Takarahl. - la comprensión golpeó a mi pareja que
negó con la cabeza.

— Ella me escuchará Kethan, me dará la raíz.

— ¿Bajo que pretexto Anhset?

— Debemos decirle la verdad, hablarle sobre los humanos. - respondió simplemente.

Kethan y yo gruñimos. No lo haríamos. Ella jamás debía enterarse sobre los humanos, no
debía saber sobre Ivy y Saya o sobre cualquier otro. Los asesinaria solo por existir. Zurbashi
no tenía respeto por la vida de nadie que no fuera la suya y en el mejor de los casos los usaría
como mascotas.

— Es un error Anhset, si Zurbashi se entera sobre la existencia de los humanos los hará
masacrar. - Telok hablaba con calma pero no dejaba de lanzar miradas a Lacey.

— No merece una muerte lenta, Telok. Necesita ayuda.

— Y le brindamos toda la que podemos, pero si hacemos lo que propones los estaremos
condenando a todos.

— Hablas de tu reina como si fuera un demonio. Ella ha hecho que Takarahl sea grande.

Solté un bufido disgustado. Anhset siempre había sido así, veía las cosas como debían ser y no
como realmente eran.

— Basta - dijo Saya elevando su voz por encima de la nuestra - Diego, tu conoces mejor que
nadie el estado de Ella, según sé Takarahl está a mínimo dos días de aquí. ¿Ella tiene alguna
posibilidad?

— Me encantaría decirte que si - se veía apesadumbrado - si hubiéramos sabido desde el

60
primer día que se pondría así seguramente habríamos podido hacer algo con la raíz que
mencionan, pero su cuerpo ya está muy débil, apenas prueba bocado y permanecer conciente
consume casi toda su energía, pronto respirar se convertirá en un esfuerzo real.

— De acuerdo, no se hablará más de esa raíz entonces. Ella merece que sus últimos momentos
sean pacíficos.

— Entonces la dejarán morir…- Saya reaccionó cómo si la hubieran golpeado. Se giró para
enfrentar a Anhset mientras las hembras humanas derramaban agua por sus ojos y los
machos intentaban consolarlas. La sostuve antes de que pudiera hacer algo más.

— No la abandonan Anhset. La acompañarán hasta que los Ocho la llamen. - me estaba


costando todo mi esfuerzo no ceder a mis recuerdos.

— Conozco tus rencores Rekosh y los de mi hermano de cría, pero Zurbashi es nuestra reina,
puede ayudar si le dab la oportunidad, ser lider implica tomar decisiones difíciles, y en
ocasiones hacer sacrificios.

— Sacrificios que ella no tuvo que pagar - dijo Urkot con rabia.

— La juzgan con demasiada dureza.

— ¡Y tu no la juzgas con suficiente dureza! - grité. No me importaba si era una Quelicera o la


hermana de cría de Kethan, no soportaba como no podía ver lo que para nosotros era tan
obvio.

—Sé lo que significa liderar—, dijo Kethan de pronto, su voz cruda emergiendo como una
bestia asustada saliendo de su garganta. —Sé lo que significa ver sufrir a los que me siguen,
verlos morir. Sé lo que se siente tener su sangre en mi piel, en mis manos, dominando
cualquier otro maldito olor. Yo estaba aquí—, clavó su lanza en el suelo y la soltó, dejándola
sola, —con nuestros amigos, con nuestro hermano de cría, guiándolos contra un enemigo que
ella provocó.

— Hermano de cría, yo…

—Sostuve a Ishkal mientras su sangre se acumulaba en el suelo, sentí que su agarre sobre mí
se debilitaba con cada latido de sus corazones y supliqué. - dije incapaz de contener la
avalancha de recuerdos que siempre luchaba por olvidar -— Le rogué a los Ocho que lo
preservaran. El Protector, el Cazador, la Madre de la Cría, el Cantor de Raíces, el Deliverador ,
el Portador del fuego, el Tejedor, incluso el Cortador. Les rogué a todos y ambos sabemos el
bien que hizo. No volveré a pasar por eso, Ahnset. No quiero a Zurbashi ni a mil segmentos de
mi Nyleea.

Ahnset no encontró más argumentos contra eso.

— De acuerdo, no insistiré más. - y después de eso no volvió a hablar.

Saya me miraba intensamente pero rehui su mirada, no quería que me viera así. Ella no
insistió y se dirigió a los humanos de nuevo.

— De acuerdo entonces. Durante todo el tiempo que le quede a Ella nos turnaremos para
cuidar de ella y acompañarla. No quiero escuchar quejas sobre su cansancio, su incomodidad
o nuestra falta de una cama confortable y sobre todo no quiero que tenga que ver nuestras
caras largas, ninguno de nosotros la está pasando peor que Ella y haremos lo posible para
que tenga buenos recuerdos antes de irse.

Los humans mostraron su conformidad con vigor. Las mujeres se secaron el agua que había

61
salido por sus ojos y trataron de sonreir. Era admirable como todos ellos se movían y
cambiaban por el bien del miembro más débil. Al final no eran tan diferentes a nosotros más
que en su apariencia.

Nos dirigimos rápidamente de regreso al pozo. Nadie hablaba, todos parecían estar sumidos
en sus propios pensamientos pero al llegar al borde todos los humanos recompusieron su
expresión tratando de verse alegres para Ella.

Pronto solo quedamos Kethan, Saya y yo en el borde. Se dispuso a bajar pero ella lo detuvo, le
dijo unas cuantas palabras en su idioma y Kethan asintió. Entonces Saya se estiró y tomó mi
cara mirándome directo a los ojos. Me habló suavemente mientras Kethan traducia detrás de
ella.

— Nunca tendrás que estar solo de nuevo. Estaré contigo y te seguiré a dónde vayas. Te
acompañaré en tus momentos más felices y te consolare en los más tristes, no tendrás que
cargar todo por ti mismo nunca más.

Me soltó y bajó sus manos lentamente. Kethan bajó por el borde en silencio dejándome a solas
con Saya. Puse mi frente en la suya mientras mi tristeza se desvanecía y era sustituida por una
euforia abrumadora. Saya suspiró y me dió un beso ligero tras otro en un evidente intento de
animarme. Chillé divertido y la atrapé elevandola en el aire para jugar con ella mientras mi sol
se reía hasta que accidentalmente roce sus pechos soltando un debil gemido y mi euforia se
transformó en una emoción diferente. La llevé lejos del borde y trepe hacia el árbol más
grande hasta llegar a la rama más alta, gruesa y resistente. Bajó de mis cuartos traseros
observando como las lunas iluminaban el laberinto, pero yo no tenía intenciones de admirar el
paisaje, la quería a ella. Tomé las tiras de su vestido y lo bajé por sus hombros dejando todo
su torso descubierto. La tomé por las muñecas y las llevé a su espalda para sujetarlas con mi
seda. Pasé mis hilos entre sus montículos llenos y por debajo de ellos haciendo bucles por su
cuerpo bajando por sus muslos enrollandolos en sus piernas a fin de dejarlas abiertas. La
levanté sin esfuerzo con su espalda sobre mi pecho y todo su cuerpo expuesto para mí, para
aparearla como deseara. Sus pezones estaban duros y ya podía oler el aroma de su deseo.
Giré su cabeza buscando su boca que se abrió para mi con un suspiro y la devoré con ansias
mientras mis manos tocaban cada parte de su cuerpo sin tapujos. Saya jadeaba y temblaba
con mis atenciones y cuándo llegué a los pliegues entre sus piernas gimió y perdí mi
autocontrol. Quería aparearla con calma pero su olor y los cantos de lujuria que salian de su
boca me volvían loco. Su néctar corría entre sus muslos y por mis patas mojandolo todo y me
sentí orgulloso de que todo ese néctar era por mí porque le daba placer que yo la tomara.
Seguí tocandola escuchandola gemir, podía ver sus pechos subir y bajar y sus pezones muy
duros pero aún así suaves para mí. Ya había saboreado su delicioso sabor pero me pregunté
que otras cosas podía hacer con ellos. Capture sus pezones retorciendolos, jalandolos y
pellizcandolos tratando de asegurarme de que ella no sintiera dolor pero lejos de eso Saya
gimió más fuerte en mi boca y su cuerpo comenzó a tensarse. Supe entonces que venía su
liberación y jugué con sus pezones con un poco más de fuerza y me concentré en el capullo
que había descubierto la noche de ayer. El efecto fue increíble, gritó con una enorme sonrisa
mientras su néctar se derramaba por mi mano y su cuerpo buscaba instintivamente mi tallo.
Mis broches se abrieron por si solos encerrando sus caderas y liberando mi tallo que también
palpitaba buscando su canal.

— ¿Esto es lo que necesita mi Nyleea? - dije mientras clavaba mi tallo dentro de ella. Su canal
me aprisionó con fuerza mientras en cuerpo de Saya se ponía rígido de nuevo y gritaba con
sus dorados ojos nublados de éxtasis. Dejé que el frenesí se apoderara de mí sintiendo mi
semilla a punto de salir.

— Tómala Saya, tómala toda - alcancé a decir mientras mi semilla la llenaba y mis zarcillos
salían y se movían por todo su canal y salían de él para deslizarse por sus resbaladizos
pliegues moviendose con insistencia entre ellos y acabando con nuestra cordura. El placer
era tal que Saya no dejaba derramar néctar mientras yo seguía llenándola de mi semilla hasta
que no pudo contenerla y salía de ella junto con sus deliciosos jugos. Tenía la mente en

62
blanco, mi cuerpo se movía por si solo clavandome en ella y llenandola y ella me miraba con
lujuria cruda, tampoco razonaba, en ese momento era mi hembra y yo su macho, existiamos
solo para satisfacernos el uno al otro.

Cuándo el apareamiento hubo terminado estabamos sudorosos y jadeantes. Solté sus


muñecas y Saya se recargó sobre mi pecho con la respiración agitada. Nos quedamos así un
largo rato mientras la rodeaba con los brazos y ella me tomaba de la mano.
A regañadientes comenzó a moverse, sabíamos que debíamos regresar al pozo. Me moví
lentamente para salir de ella y al hacerlo mi semilla se derramaba de sus muslos
copiosamente. Cuándo por fin dejó de derramarse para simplemente gotear Saya bajó por
mis patas delanteras mirando los amarres que había hecho por su cuerpo y parecían
gustarle. Chillé contento y con una de mis garras corte los hilos de mi seda para que pudiera
volver a reacomodar su vestido. Lo único fuera de lugar era su cabello alborotado. Deshice su
trenzado dejando caer sus bucles, aspiré su fragancia con deleite, su olor se mezclaba con el
perfume de la flor y el mío luego de haberla reclamado. Era un aroma dulce y emocionante.
Subió a mis cuartos traseros y nos fuimos directo al pozo, contentos de la cercanía del otro.

Debí saber que esa alegría no iba durar.

El resto de días fueron pasando con relativa calma, sin incidentes. Era bueno ver que el resto
de supervivientes aprendían cada vez con mayor rapidez. Podían cazar en equipo y aunque
aún eran torpes los resultados eran casi siempre satisfactorios. Kethan y el resto de los vrix
tenían paciencia para enseñarnos pero resultaba obvio que no era suficiente. En menos de
una semana partiriamos y necesitabamos estar tan preparados como fuera posible.

Pero incluso con todo eso yo estaba eufórica casi siempre. Los días eran muy cortos para
conocer cosas nuevas, siempre había algo nuevo que ver, cada día era diferente y nos
sorprendía con algo que jamas habíamos visto. Las noches no eran suficientes para satisfacer
mis ansias de Rekosh. Conforme avanzaban los días nuestra comunicación mejoraba, cada
día nos entendíamos mejor y aunque nuestras conversaciones siempre eran una mezcla
extraña de vrix-español resultaba divertido darnos cuenta que incluso así podíamos
entendernos. Y todas las noches Rekosh me llevaba a un lugar nuevo en el laberinto y
hacíamos el amor hasta quedar exhaustos.

Podía darme cuenta del evidente cambio en mí, porque a pesar de la situación yo habría
podido elegir a cualquier hombre o mujer que yo deseara, nunca había sido un problemas.
Pero ahora era diferente. Mi cuerpo solo reaccionaba al toque de Rekosh cómo el único que
deseaba y siempre que tenía algo de tiempo libre aunque fuera poco; terminaba pensando en
él. Supuse que era una simple cuestión de enamoramiento ¿Cuánto tiempo duraría? ¿Se
aburriría él de mí cuando ese tiempo pasara?

Pensar en ello me resultaba doloroso. Sentía una extraña opresión en el pecho que me
incomodaba. Nunca había sentido algo así. Imaginar que se alejaba de mí y elegía a alguien
más me dolía, no quería a nadie cerca de él porque sin importar el tiempo que durase,
mientras estuviera conmigo él era mío.

Lo único que opacaba mi constante euforia era la situación de Ella. Cada día estaba peor.
Llegó un momento en el que dormía la mayor parte del día y durante sus momentos de vigilia
hablar le representaba un gran esfuerzo. Me daba gusto ver que todos los supervivientes se
esforzaban por cuidarla, incluso Cole se callaba sus quejas y hablaba animadamente sobre
todo lo interesante que había en el laberinto. Pero eso solo era un bálsamo engañoso. Ella
tenía grandes círculos morados alrededor de sus ojos azules y los pómulos marcados por la
falta de alimento. Estaba cada vez más delgada y extremadamente pálida y cuándo su
organismo dejó de tolerar incluso beber agua supimos que el tiempo nos había alcanzado.

63
Todos los días alguno de nosotros se quedaba con ella para hacerle compañía. Anhset y
Diego eran quienes más estaban pendientes de su estado y aunque obviamente la vrix
hembra apenas podía comprender unas pocas palabras permití que se quedara por
consideración a Ella. Parecía haberse apegado mucho a Anhset.

Hoy sería más difícil para variar. Yo debía quedarme con Ella. Me despedí de Rekosh al salir el
sol. Él estaba renuente a irse y yo no estaba mejor, estar lejos de él me ponía muy ansiosa
pero Ella era prioridad en ese momento y no me lo reprochó.

Estuve todo el día peinando su cabello mientras dormía. Limpié su cuerpo tratando de
moverla lo menos posible, le puse ropa limpia y ocasionalmente mojaba sus labios con agua
para tratar inútilmente de combatir su deshidratación. Tristeza e impotencia eran las únicas
emociones en mí en ese momento. Había conocido a Ella en mis primeros días del Somnium,
antes de entrar en estasis. Había derramado toda su bandeja de comida sobre mí al tropezar
en el enorme comedor blanco. Mi escuadrón alternaba la mirada entre la muchacha y yo
claramente preocupados por una explosión de mi parte, tenía que admitir que yo no era la
persona más tolerante. Pero la cara de la chica era una mezcla de asombro, vergüenza y
pánico con la inmensidad del espacio a su espalda. Trataba frenéticamente de limpiar el
desastre que era mi ropa mientras tartamudeaba disculpas una y otra vez. La detuve con un
solo gesto mientras a la chica se le llenaban los ojos de lágrimas, miré de reojo alrededor, la
gente comenzaba a mirarnos. Le dirigí una sonrisa mientras despachaba a mi escuadrón.

— No pasa nada, le puede suceder a cualquiera. ¿Como te llamas? - pregunté mientras me


agachaba para recoger la bandeja y un miembro del personal se apresuraba a llegar y
limpiar todo.

— Cómo lo siento señor - dijo nada más llegar mientras realizaba un saludo propio de un
miembro de la milicia. Ella abrió mucho los ojos evidentemente asustada al darse cuenta de
que acababa de derramar su comida en un militar. - limpiaremos esto de inmediato por favor
si gusta acompañarme le daremos ropa limpia y nos aseguraremos de que no vuelvan a
molestarla. - le dirigió una mirada severa a la chica que se puso a temblar con los ojos
llorosos.

— No hay problema - le dije - muestreme el camino para cambiarme y sirvale a la señorita lo


mismo que comeremos nosotros para que pueda sentarse en nuestra mesa. - por la comida
regada en el suelo era obvio que su clasificación era muy baja.

— ¿Señor? Eso no… - trató de decir el hombre.

— Disculpe ¿Acaso está cuestionando una orden?

— N-no señor, se hará de inmediato.

El hombre salió disparado para dar mis indicaciones en la cocina. Me di la vuelta y le hice una
seña a uno de mis chicos que nos observaban curiosos desde nuestra mesa. Él se levantó de
inmediato y caminó a toda prisa hasta dónde nos encontrabamos.

— ¿Señor? - preguntó con una sonrisa

— Matt, lleva a la señorita a nuestra mesa, será nuestra invitada hoy. - Matt miró a la chica y le
dedicó una sonrisa tranquilizadora y le ofreció el brazo.

— Será un placer. ¿Me acompaña señorita?

La chica tomó a Matt del brazo y lo acompaño insegura hacia nuestra mesa. El asistente
volvió unos segundos después con dos miembros del personal de limpieza.

64
— Señor, si gusta acompañarme - dijo con una inclinación de cabeza. Me llevó a una sala
aislada donde ya me esperaba un atuendo nuevo y planchado. Me cambié rápidamente y
arrojé la ropa sucia en el canal que la llevaría al incinerador. Salí nuevamente al comedor. El
suelo se encontraba tan limpio como siempre y todos continuaban comiendo enfrascados en
sus propias conversaciones. La chica se encontraba entre mi equipo que trataba de
tranquilizar sus nervios. Estaba de espaldas a mí mientras me acercaba a nuestra mesa. Los
demás notaron mi presencia pero no la chica. Era gracioso ver la comparación entre la chica
y mi escuadrón, se veía extremadamente pequeña.

— Espero que no estén asustando a nuestra invitada - dije al llegar. La chica dió un respingo y
bajó la mirada.

— Claro que no jefa - comentó Jerome - sólo le explicabamos que iría a la corte marcial. -
Jerome y Matt rompieron en carcajadas ante la mirada asustada de la chica, solo Jorge no se
reía.

— No les hagas caso, a mis compañeros les encanta bromear - le dije mientras me sentaba y le
daba un puño a Jerome en la cabeza. - no irás a una corte marcial sólo por tirar un poco de
comida. - no pude evitar reirme ante lo estúpido que sonaba eso.

Desde ese día Ella comía todos los días con nosotros, poco después conocí a Ivy.

— ¿Saya? - La débil voz de Ella me trajo de regreso al presente. Tenía la mirada levemente
perdida, tratando de enfocar la estancia y temblaba un poco. A pesar del horrible calor que
hacía supuse que debido a su debilidad su cuerpo ya no regulaba correctamente su
temperatura. Puse la manta de seda que Ivy había dejado para ella; arropandola.

— Hola linda ¿Como dormiste?

— Bien. Soñé con el Somnium. ¿Dónde están los otros?

— Salieron temprano, volverán en unas horas.

— ¿Y Anhset? - Reprimi una mueca.

— Ella también volverá junto con los otros. - respondí en un tono neutral.

En ese momento Ella comenzó a tener arcadas. Froté su espalda en círculos lentos mientras la
ayudaba a sostenerse mientras se arrojaba por un costado de su criocamara. Arrojaba un
líquido cristalino amarillento de olir fuerte. La recosté y puse nuevamente agua en sus labios.

— Está bien, está bien, tranquila.

— No está bien - dijo en su débil voz - y no, no… no estoy mejorando. - tembló y se le escapó un
sollozo ahogado.

Mi garganta se apretó con la desesperación y la culpa quemandome. Las palabras de Anhset


resonaron en mi cabeza. Sabía que ir en busca de la raíz era una apuesta que no ganaríamos,
solo provocaría la muerte de todos. Pero eso no aliviaba mi culpa.

Ella soltó débiles jadeos y luchó por sentarse. La sostuve deteniéndome cuando ella lo hacía
para que se tomara su tiempo. Cuando finalmente lo logró puso una de sus manos en su
pecho. Tenía las mejillas inundadas de lágrimas. Era duro verla así, con los ojos hundidos y las
manos esqueléticas con los nudillos y los tendones sobresaliendo a través de su piel.
Lentamente abrió los ojos y miró directo a los míos. No se parecía en nada a la mujer que
había conocido en el Somnium.

— Me estoy muriendo ¿No? - no era capaz de mentirle, no en su estado pero confirmarlo en

65
voz alta se sentía como si su destino ya estuviera sellado. Tenía la garganta cerrada, no podía
hablar. Solo pude asentir.

— Si… es lo que pensaba. Lo ví en los ojos de Diego, el miedo, la lástima. Lo veo en los ojos de
todos aunque se esfuerzan por animarme. Y Saya… yo también lo siento… puedo sentirme…
muriendo… - se detuvo respirando con dificultad.

— Lo siento tanto - mi voz se quebró al final.

— No es tu… culpa… no es culpa de nadie - negué con la cabeza mientras luchaba contra las
lágrimas que querían asomarse por mis ojos. ¿Cómo explicarle? ¿Cómo decirle me había
negado a buscar una opción que aún con pocas posibilidades podría salvarla a costa de la
vida de todos? ¿Como podía decirle que había puesto la vida del resto por encima de la suya
porque sabía que iba morir? La lógica me decía que no había opción viable para preservar la
vida de Ella, que mi decisión era la correcta. Pero el costo era alto porque la tenía aquí
conmigo y prácticamente podía ver como la vida escapaba de su cuerpo.

— Ojalá hubiera podido ver más de éste mundo - continuó - conocer más de los vrix, aprender
su idioma, su cultura aprender de ellos. Son tan, tan fascinantes Saya.

Aquello me hizo recordar a Rekosh y no pude evitar sonreír un poco.

— Veo porque te apegaste tanto a él - Dijo mirándome - he visto la forma en que se mueve
desde que te vió la primera vez, he visto la manera en que te mira, lo protector que es contigo.
He visto lo mismo en Kethan e Ivy, es como si él fuera capaz de interponerse entre una bala y
ella. Supongo que al final somos todos iguales.

Yo no había podido ver más allá del exterior al ver a Kethan la primera vez. La forma en que
Ivy lo tocaba y lo miraba me había resultado incomprensible. Pero al ver a Rekosh, al hablar
con él la apariencia no me había importado, me había sentido irresistiblemente atraída por él.

— Lo dices como si fuéramos almas gemelas o algo así.

— Entiendo que suenes escéptica pero piensalo un momento ¿De que otra forma pudo
haberse dado algo como ésto? Si solo pudieras ver tu cara cuando lo miras.

— Todo lo que hizo falta fue un viaje por el espacio y ciento sesenta y ocho años ¿No?

Ella soltó una risita pero casi de inmediato se puso rígida de dolor.

— ¿Estás bien?

—Está bien. Vale la pena.— Ella sonrió y respiró hondo, soltándolo lentamente. —Me alegro de
que me hayan despertado. Me alegro de haber podido ver algo tan increíble antes del final.
Entiendo... Que llegué a ser uno de los ocho humanos en todo el universo que han conocido a
los Vrix.

Apreté la mano de Ella. —Y más que eso, te hiciste amiga de ellos. Creo que a Ahnset le gustas
mucho.

Ella sonrió, con los párpados caídos. —No puedo creer lo grande que es y ella es tan amable
conmigo. Solo desearía… desearía haber tenido una conversación real con ella. ¿Le darás las
gracias de mi parte?.

—Puedes decírselo más tarde cuando regresen, y yo le traduciré. Creo que le gustaría
escucharlo de ti.

Cuando sus ojos se cerraron y su agarre en mi mano se aflojó, Ella habló de nuevo; sus

66
palabras fueron un poco arrastradas. —Sí. Yo... creo que sí…

Y se quedó dormida. Hablar la había agotado demasiado. La miré durante largo rato.
Respiraba entre jadeos y en más de una ocasión estuve a punto de despertarla preocupada
de que no oxigenara bien. No podía verla más de lo necesario, era más de lo que podía
soportar.

Me levanté y caminé entre las diferentes salas de la destrozada nave simplemente por hacer
algo. Solo necesitaba despejarme un momento. El momento en el que sellariamos la cámara
de Ella con su cuerpo dentro estaba cada vez más cerca, se acercaba con horrenda
velocidad.

Escuché voces lejanas fuera de la nave. Los demás habían vuelto. Le dí un último vistazo a Ella
comprobando que aún dormía y salí de la nave.

Los supervivientes parecían cansados y sudorosos pero no más que en otras ocasiones.
Rekosh que venía con Cole a la espalda aterrizó suavemente en el fondo del crater y soltó la
seda que lo sostenía. Cole bajó aunque no sin dificultad - gracias - le dijo y fue a reunirse con
Will. Rekosh caminó de inmediato hacia mí con Diego y Anhset inmediatamente detrás aunque
Diego tenía que correr un poco para mantener su paso.

— Mi resonancia - dijo abriéndome los brazos. Le lancé los brazos al cuello aspirando su
aroma.

— ¿ Y Ella? - preguntó Diego.

— Está durmiendo ahora. No ha habido muchos cambios pero hoy no ha empeorado.

Diego asintió y entró con Anhset detrás de él.

Rekosh me levantó del suelo y ronroneo en mi cabello reclamando mi atención.

— Hueles a tristeza Nyleea. - me miró más atentamente y puso una de sus manos en mi mejilla
- ¿Porque haces lágrimas?

Acarició mi cabello consolandome. Le expliqué lo mejor que pude la situación de Ella.

— No tienes culpa Nyleea. Pero es bueno sentir triste. Porque Ella es importante para Nyleea.
Los Ocho la cuidarán.

Sonreí un poco ante eso. Miré más alla de él y vi al resto preparando todo para la fogata.
Urkot aún se esforzaba por comunicarse con Callie por sus propios medios y Lacey afilaba su
lanza bajo la vigilante mirada de Telok mientras que Ivy se hallaba en el regazo de Kethan.
Cole y Will eran los únicos que estaban solor y charlaban sobre que suministros serían más
importantes de llevar.

— Nyleea - me llamó Rekosh. Lo miré y aunque sus facciones no cambiaban mucho pude notar
que algo le molestaba.

— ¿Si?

— No mires otros - su mirada era feroz y posesiva. Me apretó un poco más contra él y sentí
como sus broches se movían inquietos - no querer compartirte. - su lengua recorrió mi cuello
haciendo que me mojara de inmediato y los pezones se me endurecieron hasta que fue
doloroso. Un sonido mitad gruñido mitad ronroneo sonó en su pecho y me puso rápidamente
en sus cuartos traseros y se apresuró a trepar por el borde. Ninguno de los presentes se
sorprendió. Al llegar a la cima del borde echó a correr por el laberinto justo cuando
comenzaba a llover. De un salto trepó por los árboles y se balanceaba por las ramas en

67
silencio. La lluvía era copiosa y no me permitía ver en que parte de la jungla estabamos hasta
que escuché el sonido de oa lluvía estrellándose en la superficie del agua. Me había llevado al
lago. Soltó su lanza y desató la seda de su cintura mientras me tomaba del brazo y me bajaba
bruscamente de sus cuartos traseros. Caí casi de bruces en la orilla del lago y el olor a tierra
mojada inundó mi naríz.

Me levanté y de pronto Rekosh me sacó el vestido de un tirón y me arrancó las bragas y me


quitó las botas con una rapidez desesperada. La lluvía seguía cayendo y podía sentirla
refrescante en el calor de la jungla, para ese momento yo ya estaba empapada. El agua
escurría por todo el cuerpo de Rekosh que ya tenía todo su miembro fuera y soltaba gruñidos
mientras me recorría de arriba a abajo con la mirada. Se acercó lentamente pero no retrocedí.

— ¿Que harás? - le pregunté inocentemente mientras miraba su miembro. Me sentía escurrir


mientras lo miraba, anhelaba tenerlo dentro.

Se lanzó sobre mí haciendo que cayera al suelo pero la arena suave y húmeda amortiguó el
golpe y no sentí nada.

— Hacerte gritar que eres mía - dijo en un gruñido mientras sujetaba mis manos y comenzaba
un tortuoso recorrido con su dura boca desde mi cuello. Bajó lentamente por mis pechos y sus
filosas mandíbulas capturaba mis pezones enviando descargas a mi clítoris que palpitaba.
Como si me leyera el pensamiento Rekosh se demoró ahí y con una de sus manos comenzó a
masturbarme mientras la lluvia seguía cayendo sobre nosotros.

— Dilo - ordenó.

— No - le respondí mientras gemia y me reía. Me gustaba ese juego y al parecer a él también.


Sus mandíbulas aprisionaron uno de mis pechos mientras su lengua jugueteaba con mis
pezones haciendo que se endurecieran aún más mientras su mano se movía sin piedad entre
mis pliegues. Mis gemidos podían escucharse incluso por encima del agua que caía.

— Dilo - volvió a ordenar.

— ¡No! - gemi en respuesta. Luchando por aguantar, si seguía así iba correrme tal como él
quería. Rekosh chilló y luego soltó un gruñido que me estremecio. Bajó rápidamente y se coló
entre mis piernas dónde podía sentir su cálido aliento. Quise cerrarlas en inútil intento de
mantenerlo a raya pero no funcionó. Abrió mis piernas con sus manos y pasó su lengua
caliente de forma lenta por todos mis pliegues mientras me miraba a la cara. Su lengua se
movió hábilmente hasta llegar a mi clítoris donde hurgó y se enrolló mientras Rekosh
apretaba y amasaba mis pechos con sus manos inferiores. Mi mente se estaba poniendo en
blanco mientras luchaba por no correrme entonces Rekosh soltó mis manos y mis pechos y se
concentró exclusivamente en mi clítoris moviendo su lengua sobre él y presionandolo
cruelmente cada vez con más rapidez. Mis piernas se tensaron y llevé mis manos a su cabeza
mientras me presionaba contra su cara, no quería que se detuviera.

— ¡Dilo! - gruñó al mismo tiempo que sus mandíbulas se clavaban en mí y mordisqueaba mi


clítoris sin piedad.

— ¡Si! — grité mientras me corría - ¡Soy tuya! ¡Soy tuya!

Rekosh no se detuvo y continúo torturandome hasta que me corrí en su boca de nuevo. Se


acercó a mi cara buscando mi boca y la abrí para él entregandome a sus extraños besos.

— No olvidar - me gruñía - eres mía.

— Si - le dije embelesada - toda tuya.

68
Rekosh me levantó sin esfuerzo y me llevó directo al lago. El agua estaba templada pero se
sintió fría al estar en contacto con mis afiebradas partes. Llevé mis piernas alrededor de su
cintura y me aferré a su cuello mientras bajaba mis caderas buscando lo que yo tanto
anhelaba. Él entendió mis intenciones y trinó con lujuria, su voz salió más ronca de lo usual
cuando habló.

— Mi Nyleea, te deseo tanto - y se clavó en mí de un solo empujón haciéndome gritar. Podía


sentir como su enorme miembro se abría paso dentro de mí y me estiraba para obligarme a
tomarlo todo. Y me encantaba, ninguna sensación era mejor que esa. Sus garras se aferraron
en mi trasero trabajandome en toda la extensión de su miembro haciéndome gemir.

Una de sus manos tiró de mi cabello hacia atrás dejando mi cuello expuesto y Rekosh clavó
sus colmillos ahí mientras su lengua se movía dejando rastros de fuego por dónde pasaba. Y
entonces lo sentí venir, me apreté fuertemente contra él como si fuera mi tabla de salvación y
Rekosh aceleró el paso con el sonido de la lluvia y el chapoteo del agua del lago de fondo.
Sentí que el cuerpo de Rekosh también se tensaba, alcé la vista para verlo, quería ver su cara
mientras se venía. De pronto sus broches me encerraron y de clavó aún más profundo en mí. Y
en ese instante nos perdimos me corrí junto con él en medio de gritos y gemidos sintiendo
como me llenaba. Aún no nos habíamos recuperado cuándo sentí sus zarcillos recorriendo mi
interior, aleteando tan rápido que parecía que vibraban. Salieron de mí y se deslizaron por
mis pliegues buscando mi clítoris dónde de enroscaron y comenzaron a agitarse.

Sin importar las veces que lo habíamos hecho siempre me dejaba aturdida. Esas cosas me
hacían sentir extraña y en esos momentos no sabía dónde terminaba mi cuerpo y empezaba
el de Rekosh. Traté de resistir pero no pude y me dejé llevar mientras sentía como estaba a
punto de correrme de nuevo. Entonces un chorro caliente me inundó y un orgasmo me
atravesó junto a Rekosh, era un ciclo que parecía interminable, cuando me corría; Rekosh
sentía ese mismo placer y se venía dentro de mí pero al hacerlo me provocaba otro orgasmo y
así continuabamos. Al final terminabamos uno encima del otro soldados por sus zarcillos
gimiendo incontrolablemente sin poder detenernos. Cuándo todo terminó mis piernas
estaban entumecidas y no podía moverme. La lluvia ahora se había calmado y caía solo una
leve llovizna. Rekosh me levantó saliendo de mí y en el acto toda su semilla salió copiosamente
derramandose por mis piernas. Gemi un poco mientras me bajaba y me ponía de pie en el
fondo del lago dónde el agua apenas me llegaba a la cintura.

Me abrazo fuertemente contra su pecho acariciando mi espalda.

— Nyleea… Nyleea… eres tan dulce. Mis corazones se emocionan por estar contigo.

Pero una parte de mí sentía una duda.

— ¿Nyleea? - preguntó él notando mi confusión.

— ¿Puedo preguntarte algo?

— Lo que sea, mi resonancia.

— ¿Que significa ser la Nyleea de un vrix? Quiero decir, los humanos pueden tener una
relación con otros sin tener un compromiso hasta que se encuentra al correcto. Pero yo no
soy vrix, no soy como Anhset ¿No prefieren a alguien como ustedes?

Rekosh chasqueo las mandíbulas.

— Los vrix también nos unimos así. Algunos se aparean sin motivos fuertes, otros solo lo hacen
para preservar el linaje y otros como en mi prole solamente nos unimos cuando encontramos
a nuestra pareja. Cuando vrix decir que alguien es su Nyleea significa que es la dueña de sus
corazones. En mi prole los vrix resonamos con nuestra Nyleea.

69
— ¿Resuenan? - pregunté sin comprender.

— Mis corazones resuenan con el tuyo. Saber cuándo mi Nyleea siente tristeza o cuando me
desea. Pronto mi Nyleea también escuchará mi Resonancia en su corazón. Mi Nyleea también
es el hilo de mi corazón, mi Nyleea es todo. Tu eres todo mi mundo Nyleea mía. Mi corazón
tiene tu hilo.

— ¿Aunque no sea como tú? - Rekosh me levantó y puso su frente en la mía.

— Nadie podría ser mía más que tu. Si no te hubiera encontrado no habría resonado con
nadie más. Me gusta mi Nyleea suave y humana, me gusta su inteligencia, me gusta su
compasión y su valentía, me gusta que es fuerte y decidida. Me gustan sus hermosos ojos
color del sol, su olor dulce y su delicioso sabor. Nadie es más perfecta que mi Nyleea. - luego
ladeando la cabeza dijo - Siento tu miedo Saya ¿A que le temes?

— Bueno - dije mirando a otro lado - pensaba que tal vez podrías aburrirte de mí.

— No conozco esa palabra. ¿Que significa?

— Ummm quiero decir que podrías dejarme si ya no te intereso.

Rekosh soltó un gruñido enfadado.

— Tu eres mía, serás mía eternamente. Y yo seré tuyo hasta que mis corazones dejen de latir.
No temas mi Nyleea, nunca tendrás que vivir sin mí.

Mi corazón latió como loco mientras lo escuchaba. ¿Como podía no ser amor? El amor de mi
escuadrón era diferente, ellos eran mi familia pero nada se parecía a esto. Nadie me había
querido como Rekosh lo hacía. Un trino suave recorrió su pecho mientras me miraba
intensamente.

— Si Nyleea - dijo - solo yo soy digno de tu corazón. Y viviré para seguirlo siendo.

Sus ojos bajaron a mi boca y se agachó buscandola. Puso su dura boca contra la mía y luego
su lengua jugó con mis labios, tentandome.

— Hay que regresar - le dije.

— ¿Querer regresar? - me preguntó mientras ponía sus manos en mi trasero y me acercaba a


él. - falta mucho para que el sol se levante.

— Ummm - de repente se me ocurrió una idea que se me antojaba genial y descabellada - de


acuerdo pero quisiera probar algo contigo.

Rekosh me miró con una curiosidad que no opacaba su hambre.

— Para los humanos hay más de una forma de aparearse.

— ¿Más de una? - preguntó mientras sus broches se movían.

— ¿Quieres que te muestre? - él asintió con la cabeza chasqueando las mandíbulas. Lo tomé
de la mano adentrandonos en el lago hasta que el agua le llegó casi a la cintura a mitad de
sus broches.

— ¿Que haces Nyleea?

70
Lentamente subí mis manos por el nacimiento de sus patas delante y hasta el borde de sus
broches. Presioné sus broches buscando su hendidura mientras lo miraba. Se veía atenyo,
curioso y hambrientos, me acerqué un poco más rozando mis pechos en su hendidura y dejó
abrir sus broches con un gruñido dandole oportunidad a su miembro de salir en toda su
extensión.

— Quiero darte placer… - dije acercando mi boca a su pene. Era del mismo color de su piel,
negro de hermosas marcas rojas. Comencé depositando pequeños besos, era mucho más
grande al tenerlo así de cerca y su olor me llamaba en automático, era un refuerzo del aroma
normal de Rekosh. Era demasiado grueso para que pudiera cerrar mis manos a su alrededor
pero pasé mis dedos ligeramente en todo su largo deleitandome con su tamaño.

— Saya… - gimió y ese sonido me desarmó. Mi clítoris se apretó rogando por atenciones pero
lo ignoré, quería concentrarme solo en él.

Sus mandíbulas se movían de un lado a otro. Era obvio que nadie lo había tocado de esa
forma. Moví mis manos apretando un poco más fuerte y rozando mi boca hasta llegar a la
punta dónde ya comenzaba a gotear. Pasé mi lengua bebiendo su deliciosa esencia y mi
hambre estalló. Abrí mi boca devorandolo tratando de abarcar todo lo que podía. Estaba
caliente, palpitante y tenía un regusto salado con un sabor amaderado y dulce avainillado
que me excitaba y me hizo abrir más la boca para tomar todo de él. Pero era demasiado
grande para abarcarlo solo con mi boca solté mis manos y Rekosh gruñó insatisfecho pero
entonces tomé mis pechos y los llevé a su miembro en la rusa con el pene más grande que
había visto. Abracé su pene caliente y resbaloso con mi pechos ahora abarcando toda su
longitud y con mi boca saciandose de él.

Rekosh flexionó sus garras con la respiración entrecortada y soltando asperos jadeos
mientras su cuerpo era atravesado por espasmos. Mi lengua se movió en toda su punta y
chupé todo lo que pude de forma golosa. Él tembló y una de sus patas delanteras se posó en
mi espalda mientras sus manos se aferraban a mi cabello. Soltó alguna especie de maldición
atónita seguido de un largo gemido que me encantó.

Mi clítoris palpitaba, dolía y podía sentir mis jugos bajar calientes para luego perderse en el
agua. Cerré los ojos y seguí trabajandolo a un ritmo constante sin importarme el
entumecimiento que comenzaba a sentir en mi mandibula. Chupaba, lamia y rozaba con mis
dientes todo lo que podía mientras mis pechos subían y bajaban por toda su longitud.

Jugué con la hendidura de su punta ansiosa por conocer que era lo que había sentido en
todas esas ocasiones en que algo se arrastraba fuera de él.

— Saya… - dino Rekosh con voz ronca mientras sus garras se clavaban en mi espalda y sus
manos de pronto empujaron mi cabeza aún más profundo. Respiré tan hondo como pude y de
repente tenía su miembro en rozando mi garganta mientras las embestidas de Rekosh se
volvían erraticas y desesperadas. Sabía que estaba cerca de llegar al climax y eso solo
aumentaba mi hambre.

Aceleré el movimiento de mis pechos alrededor de él escuchándolo gruñir y gemir y yo estaba


cada vez más excitada. Mis pezones rozaban su miembro resbaladizo y enviaban descargas
directo a mi entrepierna y me corrí gimiendo con su pene en mi boca sin poder evitarlo.
Rekosh embistió mi boca aún con más fuerza y lo dejé usarme cómo quisiera, en ese momento
su placer era lo que me importaba.

— Saya… Modelador, deshazme… - y entonces apretó sus manos en mi cabello y echó la


cabeza hacia atrás viniendose con un rugido.

Su semilla me llenó la boca. Definitivamente no sabía que esperar pero aún así su sabor me

71
shockeo. Era especiado, dulce y potente pero sobre todo abundante. En una palabra,
delicioso. Me lo tragué sin desperdiciar una sola gota, gimiendo por lo rico que sabía.

Estaba tan concentrada en su sabor que olvidé lo que seguiría después. Algo salió, se
desplegó y vibró aferrandose a mi lengua y mi paladar. Mi cuerpo se quedó donde estaba y no
pude apartarme. Sin previo aviso una oleada de placer me invadió desde mi boca haciéndome
gemir y mi boca se movió por sí sola nuevamente. Rekosh siguió viniendose y yo me tragaba
todo lo que me daba, mi lengua estaba tan sensible cómo lo estaba mi entrepierna,
rápidamente me perdí en la sensación de placer estupefacto. Cuándo por fin los zarcillos me
soltaron, mi lengua se sintió adormecida y mi entrepierna dolorida, pero a pesar se todo era
un buen dolor.

Rekosh se tambaleó y cayó al agua jadeante. Me miraba con las mandíbulas caídas y los ojos
muy abiertos. Me reí sin poder evitarlo, solo podía recordar su delicioso sabor.

— ¿Te gustó? - pregunté con inocencia.

Él chilló todavía jadeando - Nyleea… - volvió a chillar negando con la cabeza mientras se
levantaba con las patas temblorosas - me has deshecho, Saya.

Le saqué la lengua juguetonamente y comencé a caminar hacia la orilla. Escuché un enorme


chapoteo detrás de mí y me giré para ver a Rekosh yendo rápido en mi dirección. Grité y traté
de ir más rápido pero me alcanzó antes llegar a tierra. Me lanzó a su espalda de una manera
que solo podía comparar con tarzán. Caminó hasta la orilla y me bajó poniéndome de
espaldas a la arena.

— Mi Nyleea es traviesa… ahora yo ocuparme de ella…

Cuándo regresamos yo ya no podía ponerme en pie. Rekosh literalmente me había devorado y


yo me sentía satisfecha y ligera. Fácilmente y en poco tiempo olvidé al resto de parejas
sexuales que había tenido. Rekosh era con diferencia el mejor.

Regresamos al pozo con lentitud. Saya iba a mi espalda en mis cuartos traseros y se abrazaba
suavemente a mi cintura. Constantemente suspiraba y se apretaba un poco más. Estaba
relajada, disfrutando de las últimas sensaciones del apareamiento. Era increíble cómo la
Resonancia me permitía conocer sus sensación. Mi Nyleea sentía la misma adoración que yo
sentía por ella, no dejaba de agradecer que los Ocho hubieran sacado a su gente de las
estrellas para permitirme encontrarla.

— ¿Casi llegamos? - preguntó con voz suave y somnolienta. No dejaba de sorprenderme lo


drástico que era el cambio cuando se encontraba a mi lado.

— Si Nyleea. - soltó un suspiro y me dió un suave beso en la espalda.

— Te amo - dijo en voz baja. La intensidad de sus sentimientos me abrumo.

— ¿Que significa esa palabra?

— Se lo dices a alguien a quien amas. Lo que yo siento por ti nosotros lo llamamos amor. Tu
eres mi amor.

Mi pecho se hinchó de felicidad. Y continuamos caminando en silencio hasta llegar al borde.


Bajamos con calma, teniendo cuidado con las paredes resbalosas después de la lluvia.
Cuándo llegamos al fondo vimos que Kethan a Ivy también iban llegando. Desate a Saya y le

72
ofrecí mi mano para bajar pero ella no la tomó. Por un momento un pensamiento de
preocupación me embargó pero me relajé al darme cuenta de que se había quedado
dormida.

La bajé suavemente y la cargué contra mi pecho mientras caminaba a la nave. Más adelante
Kethan llevaba a Ivy exactamente en la misma posición, estaba decididamente dormida. Nos
miramos unos latidos y soltamos un chillido ahogado.

— ¿Has disfrutado el paseo mi amigo? - preguntó él.

— Tanto como tú según parece. - le respondí mirando a su pequeña humana dormir.

Kethan negó con la cabeza y abrió camino entrando a la nave dónde llevamos a Saya y a Ivy a
la sala de los Assanssin. Hicimos un rapido nido de seda para cada una y nos acurrucamos
con ellas.

Podíamos ver en las ventanas que se movían llamadas pantallas a Telok y Urkot dormidos
cada uno en un rincón cerca de los pasillos y Anhset de espaldas al nido de Ella, cuidandola.
El resto de humanos dormía en sus nidos de cristal. Usando eso llamado reconocimiento de
voz pedí que la luz desapareciera.

Apagando luces - respondió el espíritu invisible y las luces desaparecieron con excepción de
unas cuantas en las paredes. Kethan se hizo un ovillo con Ivy y pronto se quedó dormido,
aunque era un sueño inquieto.

Me acosté sobre mi espalda en el nido de seda y en cuanto Saya sintió mi cercanía se movió y
se acurrucó en mi pecho. Pronto los latidos de su corazón me indujeron al sueño y me dejé
llevar por el Tejedor.

Desperté con la respiración entrecortada buscando a mi Nyleaa con mis manos. La encontré
aún dormida sobre mi pecho, respirando suavemente. Una sensación de horrible temor se
habia colado en mi mente cansada y de pronto la nave de los humanos me pareció fría y más
sombría que nunca. Miré la ventana que aun estaba encendida y pude ver que los humanos
también seguían durmiendo, sus nidos de cristal de pronto se me antojaron como cuevas de
muerte, terriblemente oscuros.

No podía saber que era pero no podía quitarme ese miedo. El miedo era algo natural en todas
las criaturas y los vrix no eramos inmunes a él. Pero no temía por mi existencia. Mi temor era
perder lo único que me era preciado. Miré hacia abajo donde ella dormía tranquilamente
abrazada de mí y mi miedo no hizo otra cosa que aumentar. Ella era tan dulce, tan preciosa y
delicada. No importaba lo fuerte y poderosa que fuera, solo yo podía ver que incluso así ella
por alguna razón corría peligro. No me lo explicaba, no había razón alguna pero no podía
evitar sentirme así.

Miré a mi alrededor para ver a Kethan revolverse inquieto en su sueño. ¿Acaso sentía él esa
misma angustia?

Volví a mirar a mi compañera. Su mejilla descansaba sobre mi pecho, su cabello salvaje caía a
mechones sobre su cara. Enganché un dedo en ellos y los aparté. Sus mejillas estaban
sonrosadas, ya no estaba tan palida como cuando salió de la nave el primer día y sus labios
estaban un poco hinchados después del apareamiento. Sus labios llenos, suaves y calientes
me llamaban, prometían ser un consuelo para mi angustia, llamaban a todos mis deseos que
nunca serían o podrían ser satisfechos y después de como había usado sus labios para
complacerme mi anhelo por ellos estaba más cerca de ser una necesidad.

73
Fuí consciente de su expresión. Estaba relajada y tranquila sin la preocupación que
normalmente tenía cuando estaba despierta. Fuí consciente de su peso y de su cuerpo que se
entrelazaba con el mío, de su delicioso calor. Pero también lo era del constante zumbido
producido en algún lugar de la nave y que Kethan seguía en la misma sala con Ivy.

Lentamente llevé mi mano a su espalda acariciándola suavemente. Sabía que estaba agotada,
sabía que era egoísta pero solo ella podía ayudarme. Saya se despertó brevemente y me miró.
Sus ojos dorados me miraban preocupados.

— ¿Rekosh? ¿No puedes dormir?

Negué con la cabeza, incapaz de expresarle mis miedos. Ella sonrió y acarició suavemente mis
mandíbulas. Se reacomodo y abrió sus brazos en una clara invitación. Me abracé a ella y
acunó mi cabeza contra su pecho mientras tarareaba una extraña canción que jamás había
escuchado. Era una canción lenta y baja, lentamente mi pecho se calentó y el sueño se
apoderó de mí de nuevo.

Un ruido errático volvió a despertarme. Incluso con los ojos cerrados sabía que aún faltaba
mucho para que el sol se levantara, aún había mucho espacio para dormír. El sonido volvió a
repetirse y mis ojos se abrieron: tos.

Kethan también se removió en su improvisado nido mirando la ventana igual que yo.

Era Ella. La tos ahogada ni siquiera podía dejarla tener un poco de descanso. Anhset se dió la
vuelta y tomó la pequeña mano de la humana, ayudándola a levantarse. En vrix Anhset le
susurraba "tranquila pequeña, respira".

Solo algunos otros se despertaron, Telok miraba alerta desde su rincón con sus brillantes ojos
verdes y Lacey desde su nido de cristal miraba con ojos nublados en la penumbra.

— ¿Estás bien?

— Solo… necesito un poco de a-aire fresco - respondió Ella entre toces.

Tenía la frente perlada de sudor a pesar del frío y la piel era palida de un color enfermizo. Su
respiración era laboriosa y rápida.

Kethan y yo nos miramos preocupados.


Ahnset movió su enorme cuerpo hacia la parte delantera del nido. Suavemente, enganchó un
dedo doblado debajo de la barbilla de Ella y guió a la mujer para que la mirara. Ahnset se
señaló a sí misma, luego a Ella, antes de señalar con la mano hacia la puerta. Ella asintió y le
ofreció una sonrisa; la expresión parecía delgada y tensa, genuina pero hecha a un costo
invisible. Era doloroso de ver.

Levantándose por completo, Ahnset se inclinó sobre el nido de cristal, tomó a Ella con
cuidado en sus brazos, con manta y todo, y se volvió hacia la puerta. Se detuvo solo para
recoger su lanza de guerra y su bolso antes de avanzar.

La miramos avanzar hacia la salida y presionar el boton que abría la puerta con un siseo.
Permaneció unos cuantos latidos más en la puerta y finalmente salió. Kethan volvió a
acurrucarse con Ivy. A mi lado Saya se revolvió y se levantó con ojos somnolientos.

— ¿Ella está bien?

— Shhh, está bien. Duerme mi Resonancia.

Con un suspiro se relajó y volvió a dormir con sus manitas tomando una de las mías. Me

74
recosté y vagamente fuí consciente de que Telok seguía mirando atentamente la salida. Debí
saberlo, sus sospechas debieron despertar las mías pero el sueño nublaba mis pensamientos,
solo quería acurrucarme con mi compañera y perderme en mi descanso con ella.

Jamás imaginé el terrible precio que pagaríamos por ello.

— Rekosh - la voz profunda de Telok me arrancó del sueño con tal seguridad salpicandome de
un extraño estado de alerta como si me hubieran arrojado un odre de agua fría. Saya seguía
dormida con su cuerpo calido sobre el mío. Telok ya estaba despertando a Kethan que se
levantó con la misma rapidez que yo.

— Se han ido - dijo simplemente.

No necesitábamos explicación, supimos en el acto a que se refería.

— ¿Que?

— Ahnset y Ella. Fui a ver cómo estaban cuando sentí que se habían tardado demasiado. Pero
no están afuera.

Bajé la mirada a Saya que había comenzado a despertar mientras luchaba contra el pánico
que se apoderaba de mi pecho. Ivy también había comenzado a despertar.

— ¿Ya se ha levantado el sol? - preguntó Kethan.

—Solo un poco,— respondió Telok. —Pero llegó una tormenta durante la noche y aún no ha
cesado.

— ¿Rekosh?
— ¿Que pasa? - preguntó Ivy.

Saya fué más rápida y al registrar nuestro silencio se sentó de golpe mirándonos
atentamente.

Las palabras de la respuesta de Ketahn sonaron como si estuvieran mezcladas con dolor e
incertidumbre, incluso para él. En español, dijo: —Ahnset se ha llevado a Ella.

Ivy apoyó el codo contra su pecho, empujando su peso sobre él mientras se levantaba. Sus
ojos estaban muy abiertos e incrédulos.

—¿Qué? ¿Qué significa eso, Ketahn? ¿La llevó a dónde?

— Oh por Alá - dijo Saya levantándose y llevándose las manos a la boca mientras una
expresión de horror asomaba a sus ojos. Había entendido todo tan rápido como nosotros.

Kethan miraba a su pareja con ojos torturados.

—Ahnset se ha llevado a Ella de aquí—, respondió.

— No, no, por favor no - Saya caminaba de una lado a otro con las manos en su pecho
aparentemente inconsciente de que lo hacía.

—¿Por qué? ¿A donde? Ketahn, ¿qué es …? - preguntó Ivy mientras miraba a Saya con ojos
preocupados.

— Va a llevar a Ella a Takarahl, Ivy.

75
Al decir eso, Saya se movió más rápido de lo que jamás la había visto. Se acercó a una de las
paredes y le habló al espíritu de la nave. Importandole poco que el resto estuviera
despertando.

— Desplegar equipo de asesinato furtivo.

Se requiere autorización.

— Saya Restall, Assassin 024. Orden de autorización de primer nivel.

Orden aceptada. Liberando equipo de asesinato furtivo. Bienvenida Lider de escuadrón. ¿Sus
órdenes?

— Rastrea a Ella Thompson, cápsula 3.

Error. Ubicación desconocida. Datos corrompidos.

— Dame la distancia aproximada entre Ella y su cápsula.

Analizando

Ivy miraba de Kethan a Saya llena de pánico y yo solo podía mirar a mi compañera.

— ¿Que está haciendo? - preguntó Telok.

— Trata de averiguar dónde está. - contestó Ivy en un hilo de voz.

— ¿Eso es posible? - pregunté ahora yo. Abrazándome a esa sola esperanza. Saya miraba la
pantalla abriendo y cerrando los puños con expresión desesperada.

— ¿Que Sucede? - escuché la voz de Diego entrando con el resto de humanos y Urkot detrás
de ellos. Nadie les prestaba atención.

Distancia aproximada de 25 km. Señal intermitente.

Saya golpeó una de las mesas cercanas con los puños mientras soltaba una maldición tras
otra. Ivy se cubría la cara con los hombros hundidos.

Saya se dió la vuelta para enfrentarnos y su expresión rompió mis corazones. Había
preocupación, tristeza, desesperación, ira y culpa nadando en sus hermosos ojos dorados.
Había incontables preguntas en ellos, haciendo eco de las mías y al mirar a Kethan supe que
las suyas eran las mismas. En el aire flotaba una sensación de condena, muerte y traición.
Aunque sabía que la traición no era intencional.

— ¿Alguien puede decirnos que sucede? - dijo Lacey alzando la voz.

— Anhset se llevó a Ella - contestó Ivy.

Los humanos jadearon y algunos ahogaron un grito. Cole se agachó y juntó las manos como
si estuviera rezando con los ojos muy abiertos. Callie y Lacey perdieron todo el color que
había en sus caras mientras que Diego se tambaleó y Will tuvo que sostenerlo.

— Anhset quiere ayudar - dije en un murmullo tenso - pero está equivocada en como hacerlo.

Saya soltó una carcajada amarga.

76
— No jodas - soltó Cole.
— Eso no ayuda hombre - recriminó Will.
— ¿Que tan lejos están? - preguntó Diego.
— Más de 25 km. No podemos darles alcance con esta distancia. - dijo Saya con impotencia.

— ¿Que va pasar? - la pregunta de Ivy caló tan profundo que dolió. Kethan y yo nos miramos.
No había opciones, sabíamos lo que debíamos hacer.

Tomé a Saya en mis brazos y puse mi frente en la suya. Podía sentir toda la tormenta de
emociones que la embargaba, se veía tan pequeña, tan frágil pero incluso con todo lo que
estaba sucediendo se veía tan hermosa. Nada deseaba más que quedarme con ella. Aspiré su
fragancia y enterré mi cara en su cuello sin intentar ocultar el gruñido en mi pecho,
intentando que su olor se quedara conmigo acompañándome antes de que la lluvia se lo
llevara.

Detrás de nosotros Kethan se aferraba a Ivy para despedirse.

— Diles que iremos a buscar a Ella. - le dije en vrix. Sus ojos se abrieron de par en par y se
llenaron de lágrimas. - haremos todo para encontrar a Anhset antes de que entren en
Takarahl.

— Vuelve Rekosh - respondió en una mezcla de vrix y español - tienes que volver mi adorado
Luveen. Hilo de mi corazón.

— Volveré mi Nyleea, eres el corazón que late fuera de mi pecho. Jamás podría vivir sin tí.

La bajé mientras todo mi cuerpo protestaba. Me exigía que me quedara con ella. Las
sensaciones de Saya eran un torbellino pero sobresalía ahora su preocupación por mí y una
repentina aversión a Zurbashi.

Dió órdenes a sus humanos hablando tan rápidamente en su idioma que no pude captar
todas sus palabras. Los humanos salieron corriendo de la estancia dejándonos solo a los vrix
con ella e Ivy.

— Dejennos ir en su lugar Kethan - dijo repentinamente Telok. Había una dureza en su voz que
me recordaba a la guerra de Zurbashi.

— Todos somos amigos de ella - argumentó Urkot pateando el piso. - nosotros podemos ir en
su lugar.

— Imposible - dije negando con la cabeza - los asesinarían solo por verlos cerca de Takarahl.
Yo soy el único que sabe moverse sin ser visto.

— Y en esto también debo ser yo. Ésta situación corre hasta el centro de mi hermana de cría.
Si alguien puede detenerla somos nosotros. - respondió Kethan mirando a nuestros amigos.

Urkot gruñó y golpeó el suelo con una pierna. —Sin embargo, Ahnset debería llegar a Takarahl

—Mañana es el día en que se espera que cumplamos nuestra palabra a Zurvashi—, dijo
Ketahn, conteniendo el destello de rabia que habia en sus ocho ojos. —Hoy, todavía tenemos
algo de gracia. La Reina no será motivo de preocupación.

— ¿Que palabra? - preguntó Saya repentinamente en su mejor vrix. Nadie respondió. Telok y
Urkot bajaron la mirada incapaces de encontrarse con la de ella. Saya me miró fijamente

77
exigiendo más que esperando una respuesta.

— Antes de venir al pozo para sacar a humanos dimos nuestra palabra de reclamar a la Reina
en 16 soles. - dije mirandola. Podía sentir como su decepción se abría paso en su corazón - lo
hicimos para tener esos días para enseñar a humanos e irnos lejos y nunca volver.

— Jamás reclamariamos a Zurbashi - la voz de Kethan era casi un ruego mientras miraba a
Ivy.

— ¿Y que pasará si Zurbashi se entera de que están entrando en Takarahl? - preguntó Saya
en un tono frío. Su voz hizo temblar mis corazones.

— Nada evitará que vuelva a ti Nyleea mía. No le pertenezco, jamás lo haré. - le dije llevando su
mano a mi pecho. Rogando que creyera en mis palabras. Sus ojos se suavizaron y cuando
respondió su voz se torno repentinamente posesiva.

— Más le vale no poner un dedo sobre ti.

Se apartó con renuencia mientras seguía mirándome.

Amor

Esa era la palabra que Saya había usado para describir su vínculo conmigo. Para vrix no era
desconocido pero no teníamos una palabra para eso. Para mí era un conjunto de muchos
sentimientos entretejidos en una enorme red de hilos inquebrantables. Pero al darle nombre
todas las piezas habían caído en su lugar.

— Mis corazones laten por ti Saya

— Y el mío por ti Rekosh. Asegúrate de volver a mí, amor.

— Siempre.

Aparté mi vista de ella mientras sentía el dolor de nuestra separación. Kethan aún seguía
firmemente aferrado a Ivy.

— Hay que irnos. - le dije. Kethan suspiró y tomó su bolso y su lanza para salir. Avanzamos por
los pasillos hasta salir de la nave y el fondo del pozo se abría paso ante nosotros. Caminé
directo al borde sin mirar atrás, sabía que si lo hacía querría quedarme. Escalamos en silencio
hasta llegar a la entrada del borde.

— Hay que movernos rápido - dijo Kethan en un murmullo tenso.

— Sabemos que va a Takarahl pero ¿Que camino tomará?

— Seguramente el menos complicado, lleva a Ella a cuestas. Irá demasiado rápido.

Corrimos adentrándonos en la jungla del laberinto y despegamos hacía los árboles, cada uno
sumido en sus pensamientos. No había nada que iluminara el camino salvo los relámpagos
erráticos, todos los cuales eran demasiado débiles y distantes para superar la penumbra. No
había señales del reciente paso de Ahnset. Tanto en el foso como en la parte superior, el suelo
estaba demasiado plagado de huellas para distinguir algo específico, y esas huellas se habían
oscurecido aún más por el barro y el agua de lluvia.

Solo teníamos una ventaja. Éramos más rápidos que Ahnset y sabíamos a dónde iba.

78
Sabía que era inútil pero de repente me encontré hablándole a los Ocho. Kethan a mi lado
hizo eco de mis plegarias. Sentía una extraña carga en mis corazones que hacía que mis
miembros se sintieran pesados. Y supe a que se debía eso. Los humanos con los que
convivíamos ahora era también mi gente tanto como lo eran de Kethan. Sus vidas dependían
de nosotros y era consiente de porque importaban tanto.
Era por ella. Porque ellos eran su gente, eran su tribu ahora.

Protector, déjame ser su escudo.

Cazador, déjame ser su proveedor.

Deliverador, déjame ser su guía.

Con tus Ocho ojos, vigila a mis nuevos parientes ... O hazte a un lado para que pueda hacerlo
yo mismo.

Durante todo el trayecto no encontramos un solo rastro de Anhset. Cada latido eran
oportunidades que ya no teníamos y debimos seguir avanzando. Y luego con la respiración
entrecortada y los músculos agarrotados llegamos irremediablemente a Takarahl.

Se suponía que nunca volveríamos a este lugar.

Kethan gruñó una maldición deteniendose en un árbol a varios segmentos de la cueva de


entrada.

— Hay que separarnos - dijo

— Esa no es la mejor idea amigo. Así no sabremos que pasa con el otro.

— Pero debemos encontrarla rápido. Y no deben vernos juntos.

No tenía argumentos. Sabía que tenía razón.

— Yo iré por la entrada y tu debes por los túneles.

— Por tus ocho ojos Kethan. Ir por la entrada te llevará casi seguro a la Reina.

— Pero también hará que pueda encontrarla más rápido.

Solté una maldición y tomé mi lanza.

— Nos veremos aquí cuando el Sol esté en su punto más alto y nos llevaremos a Ella. Con o sin
Anhset - sentencie.

— Con o sin Anhset - dijo en un susurro.

— Que los Ocho te acompañen Kethan.

— Y a ti mi amigo, cuídate.

Me alejé andando por las ramas más altas aprovechando la penumbra. Las Queliceras
montaban guardia en las principales entradas. Trepe hasta el árbol más grande cerca de la
entrada a Takarahl moviendome tan silenciosamente como el mismo aire de la madrugada.
Salté de la rama más cercana al túnel que quedaba escondido entre la maleza y que sólo mi
prole conocía pero ahora que estaban muertos únicamente lo conocía yo.

Me quedé quieto y me pedí silencio antes de entrar. Estos túneles nunca se habían sentido tan
estrechos, esta piedra nunca había parecido tan fría, estas sombras nunca se habían visto

79
tan crueles, este lugar nunca había sido tan desagradable. Nuestra pelea siempre había sido
con la Reina, pero a lo largo de los ciclos lunares, había llegado a ver a Takarahl como una
extensión retorcida de ella. Era como si la malicia de Zurvashi se hubiera filtrado en cada
roca, saturado cada jirón de tela y excavado en el núcleo de cada cristal.

Pasé por los estrechos túneles con rapidez aprovechando que la piedra escondía los sonidos
de mis movimientos. Las telas se asomaban aquí y allá en los puntos abiertos y me dejaban
ver a los vrix que vagaban por la ciudad. Había Queliceras por todas partes, apostadas en los
principales caminos, vigilando. No era el día de la reclamación pero parecía como si lo fuera.
Había grandes adornos de madera y tela colgando de las paredes, las hembras ibam
ataviadas de sus mejores accesorios y los machos iban sin sus armas o sin sus agujas sí eran
tejedores.

Pero no había rastro de Anhset, mucho menos de Ella. Iba de un tunel a otro acechando
buscando por alguna señal de ellas y nada. Entonces al girar en un tunel mis corazones
amenazaron con detenerse.

Kethan estaba justo frente a la Cámara de los Espíritus. Flanqueado por dos guardias de la
Reina, adornadas con grandes collares de oro y piedras preciosas.

—La Reina está celebrando una audiencia privada —, dijo una de las Queliceras, dando un
paso adelante con una palma hacia afuera. La conocía; la llamaban Nahkto, una veterana de
la guerra.

Avanzaron más allá y Kethan fue despojado de su lanza mientras lo escoltaban directamente
con la Reina. Sus mandíbulas se movían y chasqueaban y miraba con aprehensión todo el
lugar. Entró en la cámara y no pude avanzar más.

Temblé de desesperación. No sólo no había rastro de Anhset y Ella, ahora Kethan estaba a
merced de la Reina y yo sabía tan bien como él lo que eso significaba.

Me obligué a seguir moviendome, nada ganaría con detenerme. Si Anhset no había ido a la
entrada y pasado por las otras guardias entonces debió hacerlo por otro lugar. Me arrastré
frenéticamente de un tunel a otro buscándola.

Vrix pasaban por los túneles con relativa normalidad. No había rastro de asombro,
cuchicheos ni sorpresa que me indicaran que alguno había visto una criatura desconocida de
dos ojos y dos piernas llevada por una de las Queliceras de la Reina.

Y entonces la ví. Parada en un rincón fuera de la vista, escondiéndose y buscando la mejor


oportunidad de colarse en la Cámara de los Espíritus sin ser vista. Rodeé rápidamente el túnel,
temeroso de perderla de mi vista y que desapareciera. Salí a pocos segmentos de ella,
escondido por la sombra de enorme figura.

— Anhset… - susurré. Ella se sobresaltó y giró para enfrentar la amenaza con su lanza. Traté
de no moverme, no quería llamar la atención. Al reconocerme de entre las sombras bajó su
lanza pero no se relajó.

— ¿Que haces aquí Rekosh? - preguntó con desconfianza.

— ¿Que más voy hacer? ¿Como has podido? ¿Como pudiste traerla aquí?

— Necesita mi ayuda - dijo abrazando un poco más fuerte el cuerpo débil de Ella oculto bajo
la manta de seda.

— Nada puede ayudarla Anhset, debes comprenderlo. Tu traición solo traerá desgracias.

Anhset reaccionó como si yo mismo la hubiera apuntado con mi lanza. Me dedicó un siseo

80
bajo.

— Que más traición que dejarla morir. - respondió con ira.

— No hay nada que se pueda hacer por ella, traerla aquí solo la hará sufrir. La has apartado
de su tribu, debe volver.

— No.

Tuve que luchar con la rabia que bullia dentro de mí. Cuánto más nos quedaramos más riesgo
había de ser descubiertos. Me esforcé por contener mi pánico y hablar con calma.

— Anhset, aún puedes retractarte. Aún podemos llevarla con su gente. Déjame llevarla con los
suyos. Por favor.

La Quelicera me miraba dudando. Y por un instante creí que me entregaría a Ella pero en su
lugar se irguió en toda su altura y habló en voz alta.

— Haré lo que se tiene que hacer.

Su voz llamó la atención de las guardias cercanas que pronto nos rodearon.
Ikerah, una de los Colmillos de la Reina miró a Anhset y luego a mí posando sus agudos ojos
en mi lanza.

— Tu arma - exigió.

Instintivamente apreté la mano alrededor del mango. La vrix avanzó amenazadora hacia mí.
De mala gana le entregué mi única arma mientras dos Queliceras me cerraban el paso
tomándome de mis cuatro brazos.

— Solicito una audiencia con la Reina. - dijo Anhset con voz repentinamente autoritaria.

— La Reina tiene audiencia privada con un cazador, de hecho estará feliz de recibir a éste. -
respondió Ikerah.

Se me revolvieron las tripas hasta lo más profundo pero traté de ignorarlo.

— Anhset por favor.

Pero ella fingió no escucharme.

— Esto es un asunto de enorme importancia, la Reina debe estar al tanto.

Irekah intercambió una mirada con una Quelicera detras de mí y le permitió pasar pero yo no
me moví. Mi cuerpo se negaba a hacerlo.

— Darse prisa. No estamos interesadas en compartir tu compañía, tejedor. Deberás esperar


para entrar después de él Anhset, recuerda que la Reina no te esperaba a ti.

Miré hacia atrás rogándole a Anhset con la mirada, pero ella nunca me miró.
Me dieron un empujón obligandome a avanzar y luego Irekah me dió golpe con su lanza que
casi me hace caer.
La Cámara de los Espíritus tan atestada cómo estaba acostumbrado a verla ahora estaba
casi vacía. Solo había unos cuantos vrix en el centro del estrado. Todos miembros de la
guardia y la corte de la Reina. Todos enemigos.

Las Queliceras estaban a lo largo del borde del estrado como estatuas adornadas con oro.

81
Un pequeño grupo de Oradores Espirituales estaba ubicado a un par de segmentos de ese
borde, sus figuras envueltas en seda eran tan grandes pero mucho menos imponentes que las
de las Queliceras.

La Oradora de los Espíritus del medio vestía un atuendo diferente al de sus dos compañeras,
la Portavoz Valkai.

Y ahí cerca del estrado, sometido por dos guardias estaba Kethan y Zurbashi a pocos
segmentos de él con las mandíbulas subiendo y bajando. La fragancia de la Reina me golpeó
de lleno y solté un siseo.

La cabeza de Zurvashi se volvió hacia mí. Incluso desde esa distancia, no me perdí el brillo
voraz en sus ojos ámbar y mi estómago volvio a revolverse de asco. Sus mandíbulas se
movieron hacia afuera y se juntaron, y se elevó un poco más. Los extremos largos y fluidos de
sus mantas de seda púrpura se arrastraban a través de la piedra debajo de ella.

Se volvió hacia mí por completo sin reconocer la obvia falta de respeto hacia la Portavoz que
se encontraba en la Cámara de los Espíritus.

— Mi pequeño tejedor - La caverna


convirtió su voz en algo retumbante y siniestro. - también viniste. Ustedes dos me han hecho
esperar demasiado.

La Reina hizo un gesto despectivo con la mano a las Oradores del Espíritu . —Reanudaremos
nuestra discusión en otro momento. - Las Oradores Espirituales que flanqueaban a Valkai se
hundieron en reverencias.

De alguna manera encontré aún más razones para odiar a Zurbashi. La Portavoz a pesar de
pertenecer a la corte de la Reina siempre era imparcial. Siempre respetuosa, amable y justa.
Ella siempre había parecido nutrir un cuidado genuino por toda la prole expansiva de los
Ocho aquí en el Reino de la carne, la sangre y los huesos.

Valkai volvió a encontrar mi mirada y cruzó sus antebrazos en el signo de los Ocho. Quise
devolver el gesto pero aún tenía los brazos sujetos y solo pude hacer una inclinación de
cabeza.

—Que te velen favorablemente, tejedor, también a ti cazador — dijo suavemente la Portavoz


mirando también a Kethan que estaba en el suelo frio.

Las Queliceras forzaron su agarre y me obligaron a caer al suelo también.

— No veo regalos de su parte ¿Debo expresar mi decepción?

El aire comenzó a espesarse con su olor arremolinandose. Los guardias machos en el estrado
se movieron inquietos con sus broches agitandose. Me concentré en el recuerdo del olor de
Saya y dejé que envolviera mi mente combatiendo su desagradable aroma. Sabía que a mi
lado Kethan hacía lo mismo.

— Eres la Reina, ¿No dijiste que nada podría satisfacerte? - respondió Kethan desde el suelo
sin poder levantar la cabeza debido a que lo mantenían firmemente sujetado.

El chillido de Zurvashi fue bajo y retumbante, tan pausado como su paso. — No sé si alabarte
por aprender o castigarte por tu insolencia. Sin embargo, cualquiera de los dos me será un
gozo.

— Lo que para nosotros seguramente será repulsivo - le dije sin poder contenerme.

82
Se detuvo demasiado cerca y liberando sus patas traseras de su largo manto púrpura y con
ellas rozó nuestros brazos levemente. Sus finos cabellos juguetearon con mi piel enviando una
nueva ola de repulsión.

— Tienen un extraño olor en ustedes… - un escalofrío me recorrió desde la cabeza a las patas.
Era el aroma de nuestras parejas. La lluvia no había sido suficiente para desvanecerlo.

— Hay muchos aromas en la selva - respondió Kethan.

— Tal vez la Reina ha estado demasiado tiempo dentro de esta enorme guarida - dije yo.
Esperando que la burla fuera suficiente para distraerla.

— Aunque como siempre - comentó Kethan en sintonía conmigo - ninguno de esos aromas es
suyo.

— Sus pequeñas burlas no significan nada. Solo son débiles fintas lanzadas a un enemigo. -
dijo chillando suavemente. Apreté mis manos en puños inútiles. Mirando más allá de la Reina,
rogando con todos mis corazones que Anhset hubiera recapacitado.

— ¿Eso somos Zurbashi? ¿Enemigos? - preguntó Kethan continuando con la farsa. ¿Cuánto
tiempo podríamos sostenerla?

Zurbashi trinó pensativa.

— Parecen ansiosos por convertirnos en eso, mi pequeño cazador.

—Estamos ansiosos sólo por demostrar nuestra valía—, dije de alguna manera manteniendo
mi voz firme. —No hay mujer como tú, mi Reina, y conquistarte es el mayor desafío que
cualquier Vrix podría enfrentar. Sin embargo, hasta ahora solo nos hemos ganado tu
decepción.

—Ah, mis tontos machos—, dijo en un tono ligero. —Estoy decepcionada solo porque no han
llegado cargados de regalos, como prometieron. Eso significa que tendrán que hacer un
esfuerzo adicional en otros asuntos para apaciguarme. - terminó en un tono más seductor.

Todo dentro de mí se retorció al imaginar los esfuerzos a los que se refería.

—Tu paciencia dará frutos. Pero debo señalar que por mucho que lo deseemos, Reina mía, el
siete llega antes que el ocho. Mañana es tu día. - señaló Kethan.

Ella chilló de nuevo. No esperaba que hubiera tanto humor en ella y me inquietó. Dejando a
un lado la larga tela de seda, Zurbashi bajó suavemente del estrado. — Cada día es mi día,
Ketahn. Y según nuestros queridos Oradores Espirituales, ocho es antes que todos.

Zurvashi caminó hacia él, los dos Guardias no muy lejos. Su fragancia emanaba de ella,
fundiéndose alrededor de nosotros en una nube más espesa que cualquier niebla de la jungla
que hubiera encontrado. Rastrilló sus garras contra su abdomen, buscando un punto débil en
su piel para abrumar sus sentidos y reclamarlo. Él sostuvo su mirada mientras ella se
acercaba y mantuvo su lugar. Eso era lo que más odiaba de estar en su presencia. El aroma
de una Reina era casi imposible de ignorar incluso para los machos marcados por otra
hembra. En mi mente pensaba en Saya, en sus ojos, su fragancia, en su hermoso rostro.

La Reina se detuvo a menos de medio segmento de Ketahn. Ella levantó sus manos superiores;
una se dirigió a las finas trenzas que colgaban sobre su hombro, jugando con ellas
delicadamente, mientras ella pasaba los nudillos de la otra por el brazo de Ketahn. Quise
apartar la mirada pero me era imposible. Pensar en Saya me llevaba todo mi esfuerzo.

83
Zurbashi deslizó sus patas delanteras hacia adelante, frotándolas contra las de Ketahn, y
ronroneó.

Las manos de Kethan se abrían y cerraban buscando frenéticamente algo a lo que aferrarse.
"¡Ella no es Ivy! ¡No es tu compañera!" Quise gritarle. Pero ni siquiera podía respirar, hacerlo
era llevar su olor a mis pulmones.

Kethan resistió y aguantó la mirada de la Reina sin una sola reacción visible a ella.

— Cuanta arrogancia

— Confianza. - corrigió Kethan.

Zurbashi dejó de tocarlo y bajó su mano que ya estaba rozando sus mandíbulas. De pronto se
giró hacia mí y calor de su cuerpo se intensificó y la tensión de sus músculos vibró en el aire.
Ese embriagador y tóxico aroma se intensificó aún más, arremetiendo en represalia a la
resistencia de Ketahn, tratando de derribar mis defensas y forzar una reacción en mí.

Apreté mis broches con tanta fuerza que era doloroso pero no me importó. No traicionaria a
Saya. Al infierno con el instinto.

Avanzó a zancadas y puso una de sus enormes manos alrededor de mi cuello pero no ejerció
ninguna presión, al menos no aún.

— Mañana - dije - no romperemos nuestra palabra.

Nuestra palabra a nuestras Nyleeas. Kethan asintió detrás de ella con una mirada de feroz
entereza. Ella no merecía una sola de mis palabras, ni el más vago de mis respetos. Era mi
palabra a mi mismo. No le debía nada a ella, ni lealtad, ni honestidad.

Hubo movimiento al otro lado de la caverna, el lado que conducía a la Cámara de los Espíritus
dónde estabamos. Pasos pesados, golpes de culata de lanzas y tintineo de oro.
Zurbashi habló en una voz tan baja como la mía, pero su tono estaba mezclado con amenaza.
—¿Mi generosidad les ha hecho creer que pueden dictar los términos de nuestra relación,
Rekosh?

— Ya lo hemos hecho, mi Reina.

Los ojos de Zurbashi ardían de lujuria. En ese preciso momento estuve a punto de tener
arcadas debido al asco que me producía pero me obligué a mantener la compostura.

Los sonidos que habían entrado en la caverna se acercaron rápidamente.

—Mi Reina—, dijo uno de los recién llegados, —por favor, perdone la interrupción.

El recién llegado jadeó cuando el aroma de la Reina lo golpeó y sus broches temblaron
violentamente.

— Más tarde - gruñó ella acercando sus mandíbulas a las mías. No me moví, no le iba dar el
gusto.

— Mi Reina, es una situación…

— ¡Más tarde!

—Esto no debe ser ignorado, mi Reina,— dijo Korahla con una voz a la vez autoritaria y
extrañamente delgada.

84
Korahla era la Primera Guardia de la Reina. Su guerrera más fuerte después de ella misma.
Zurbashi me soltó y de un manotazo ordenó a sus guardias que nos soltaran. Los guardias
aflojaron su agarre sobre nosotros y se apartaron levemente. Sentí mi sangre correr
dolorosamente por mis brazos pero lo ignore. Mire brevemente a Kethan quién apenas podía
verme desde que entré en la Cámara.

Lanzando un gruñido bajo, Zurvashi volvió la cabeza hacia los recién llegados. Por un
momento la mirada de Kethan se clavó en la garganta de la Reina. Negué ligeramente con la
cabeza. Atacarla era la peor idea. Kethan asintió una vez pero solo yo percibí el movimiento.
Miramos más allá de la Reina y deseé no haberlo hecho.
Sentí como mis entrañas se apretaban y mis corazones se enfriaban horriblemente.

Flanqueada por un par de Queliceras claramente confundidas e inquietas estaba Ahnset.


Sostenía algo contra su pecho, envuelto en una manta de seda familiar donde obviamente
estaba Ella.

Tenía los ojos abiertos y una disculpa brillaba en ellos. Ni siquiera tenía tiempo para
enfurecerme con ella, la desesperación lo superaba todo.

Aunque era más grande y más ancha que cualquiera de sus escoltas, aunque había luchado a
muerte contra innumerables enemigos, aunque era élite incluso entre la guardia de élite de la
Reina, había algo lamentablemente inocente en Ahnset en ese momento, algo que recordaba a
una cría. Era ingenuidad en su estado más puro.

La Reina gruñó. —¿Ahnset?— Ella apartó la mano de mi cuello y se giró para mirarla de lleno.
—Explicame. Ahora.

Anhset solamente miraba a Kethan a pesar de que ahora era el centro de atención de la
Reina. Y mis ojos estaban fijos en Ella que se mantenía oculta en la manta. Me giré para ver a
Kethan. No había palabras para describir la magnitud de su tristeza, de su decepción, porque
su propia hermana de cría había terminado de traicionarlo.

—No me ignores.— Zurvashi dio un paso hacia Ahnset. Las escoltas de Guardia se retiraron a
la misma distancia. La Reina hizo una pausa, su ira flaqueó solo un poco mientras sus ojos se
hundían. —¿Qué llevas?

Perdóname. Perdóname Nyleea.

Ya no se podía hacer nada.

Ahnset respiró hondo y finalmente miró a la Reina, la suavidad desapareciendo de sus ojos. —
Una criatura que necesita ayuda, mi Reina.

Levantó el bulto en sus brazos. La criatura que estaba dentro se agitó y parte de la tela se
cayó, revelando un rostro pequeño de piel pálida, cabello castaño lacio y ojos verdes
exhaustos y aterrorizados.

Ojos humanos.

Las hembras cercanas jadearon y profirieron maldiciones conmocionadas. Una de las


Oradores de Espíritus susurró una breve oración a los Ocho. Algunas de las Queliceras
volvieron sus lanzas hacia Ella y Ahnset, como si la diminuta y enfermiza humana pudiera
hacerles algún daño.

Pero solamente una de esas reacciones provocó mis más profundos temores. El frío en mi
cuerpo aumentó. Zurvashi miró a Ella, completamente en silencio, totalmente inmóvil.

En la Reina las mandíbulas subían y bajaban, e inclinó la cabeza a un lado en un grado

85
mínimo. El único sonido en la cámara era el de la tormenta que se desataba muy, muy arriba,
amplificado a través del agujero en el techo de la caverna, y el lento y resonante goteo de
agua que caía por ese mismo agujero.

—¿Qué es esta criatura?— Preguntó Zurvashi. El zumbido subyacente a sus palabras podría
haber sido curiosidad, pero también podría haber sido disgusto.

De manera muy leve Anhset se alejó de la Reina. - Ella es una humana.

Zurvashi convocó a sus Guardias más cerca con un gesto de impaciencia. Los machos
avanzaron con cautela, mirando a Ketahn y manteniendo sus manos en sus armas mientras lo
hacían.

—¿Has visto una criatura como esta?— preguntó la Reina.

—No, mi Reina—, respondió uno.

—Nunca—, dijo el otro.

—Solo los mejores cazadores de tu Guardia, mi Reina ,— dijo Zurvashi burlonamente. —Si no
fuera por su lealtad, habría aplastado a ese tonto de Durax hace mucho —. Ella despidió a los
Guardias con un enérgico saludo y miró a Ketahn. —¿Y tú?

Ketahn no respondió.

La Reina chilló. —Tú lo sabes. Es evidente en tus ojos, Ketahn.

—¿Q-qué está pasando?— Ella preguntó con una voz pequeña y gastada. La luz en sus ojos
era más que miedo. Era un fuego chisporroteante que ardía a través de lo último de su
madera, más brillante que nunca al entrar en sus momentos finales. Y, cada vez que su mirada
se alejaba del Vrix para contemplar la caverna que la rodeaba, esa luz adquiría un toque de
asombro.

—Tiene una llamado extraño—, comentó una de las Queliceras.

—Silencio—, espetó Primer Guardia Korahla.

—¿Ahnset?— Ella miró de Ahnset a Ketahn y por último a mi, un pliegue suplicante formándose
entre sus cejas. —¿Ketahn? ¿Rekosh?

Zurvashi soltó un bufido de incredulidad. —¿Esta criatura acaba de decir sus nombres?

Sentí como si un filo helado atravesara mis corazones cuando Ella dijo mi nombre.

—Todo estará bien, Ella—, dijo Ketahn en español; no apartó la mirada de la Reina.

—Palabras,— respiró la Portavoz Valkai.


—Esas son palabras en otro idioma.

—Los humanos son inteligentes—, dijo Ahnset, reforzando su voz con nueva confianza. —Mi
Reina, entablar amistad con estas criaturas beneficiaría a todos en Takarahl. Las
herramientas que son capaces de crear están más allá de todo lo que hayamos imaginado.

La Reina se acercó a Ahnset y Ella. La hembra humana se encogió en los brazos de Ahnset,
acurrucándose contra su pecho.

—¿R-Rekosh?, ¿qué ... qué es este lugar?— Ella preguntó, temblando. —¿Por qué Ahnset ... me
trajo aquí?

86
Reprimi un gruñido. Y la furia comenzó a ganarle terreno al miedo. Las palabras se me
atoraban en la garganta tomando la forma de una enredadera espinosa. No era la lengua
extraña en la que las hablaba lo que las hacía tan dolorosas. Era la verdad de ellas.

Era la inutilidad de ellas.

—Para la curación—, dije. —Ahnset... quiere ayudar.

—¿Entiendes a esta criatura, Rekosh?— preguntó la Reina, mirándome de nuevo. — Dime lo que
está diciendo.

Ketahn cerró los puños con las manos y apretó las garras contra las palmas.

—Ahnset, sácala de aquí.

—No harás tal cosa,— gruñó Zurvashi, empujando un dedo hacia Ahnset como si fuera una
lanza de guerra. —Tráeme esa cosa.

Las mandíbulas de Ahnset se movieron y cayeron, colgando a los lados de su cara. Su postura
estaba rígida por la tensión y la incertidumbre. —Ketahn, yo…

—Tu Reina te lo ha ordenado,— gruñó Zurvashi. —No me ignores.

El temblor de Ella solo había empeorado ante la ira de la Reina.

Por grande y poderosa que le pareciera la Reina, debió de serlo mucho más desde la
perspectiva de Ella. Ella era una cosa pequeña, suave y enferma en un mundo de gigantes, y
ninguno era tan grande como Zurbashi.

No me importaba si la muerte de Ella sería pronto o en varias lunas. Su muerte no debía ser
aquí. No con la Reina. Mi cuerpo se movió por si solo entre Zurbashi y Anhset, Kethan se movió
a mi lado como una sombra.

Cuatro Queliceras nos rodearon en el acto con sus lanzas apuntandonos a la garganta.

— Lárgate de aquí Anhset - dije apenas controlando mi voz. Pero Anhset parecía soldada al
suelo mirándonos con ojos asustados.

— No hemos terminado Zurbashi - gruñó Kethan en un débil intento de distraerla.

La Reina soltó un trino pensativo. — No pequeño Kethan, aún no terminamos pero por ahora
apartense.

— No

— Maldigan su terquedad, cazador. - dijo Korahla, la Primera Guardia que estaba detrás de la
Reina.

— Al igual que su estupidez - gruñi de regreso. Sus ojos cambiaban de Anhset a nosotros
repetidamente. Nunca la había visto tan preocupada.

La máscara de calma que se había posado sobre los ojos de Zurvashi se hizo añicos. Se
abalanzó sobre nosotros rugiendo, rindiendose a su deseo. Sus largas y malvadas garras eran
borrones que corrían hacia la cabeza de Ketahn, cada una tan capaz de perforar su piel
como un fragmento afilado de roca negra.
Trataba de usar sus enormes y poderosas patas para inmobilizarme pero rodé por su lado
izquierdo intentando arrancarla de su agarre sobre Kethan. Cuándo por fin lo logré Kethan se

87
lanzó sobre sus brazos superiores por su espalda en un movimiento muy parecido al que
había hecho Saya con Telok. Seguí sus movimientos y salté sobre sus patas delanteras y
afianzandome a sus brazos inferiores. Entre el impulso de mi ataque y el peso de Kethan, las
patas delanteras de Zurbashi se doblaron y golpeó el suelo con ellas. El oro y las gemas
vibraron y resonaron, algunas de ellas golpearon la piedra, y se vio obligada a torcer el torso
para agarrarse con la mano superior derecha que se había librado de Kethan.

Pero se levantó demasiado rápido y se lanzó sobre mi con un gruñido furioso. Kethan se
aferró a ella con sus patas sobre su torso y cuartos traseros y clavó sus garras en su cara
para agarrarse mejor. Zurbashi gritó de dolor mientras la sangre goteaba caliente sobre mi
pecho. Gritos por todas partes pero el caos no importaba. Me aferré a su garganta tratando
de clavar mis garras en ella tanto cómo era posible, sintiendo su carne desgarrarse, pero no
era suficiente.

La Reina volvió a gritar y con una de sus manos clavó sus garras en uno de mis costados pero
no sentí dolor, tan concentrado como estaba en poder matarla. Dobló una de sus enormes
manos a tientas hacia atrás aferrándose al hombro de Kethan y con una fuerza aterradora se
lo quito de encima y lo lanzó en medio de un rugido a unos cuantos segmentos lejos. Me tomó
del cuello amenazando con aplastarlo y también me arrojó lejos de ella.

Los guardias nos rodearon e inmobilizaron rápidamente. En ese momento fuí consiente del
dolor lacerante en mi costado y sentí la sangre caliente derramándose. Kethan se revolvía y
gruñía contra el agarre de los guardias mirando con desesperación en dirección a la entrada
de la Camara de los Espíritus.

Anhset seguía ahí con Ella en brazos.

Gruñi de impotencia. Nada se interponia ahora entre la Reina y Ella que no tenía forma de
defenderse.

— No los maten - gruñó la Reina mientras se tocaba la mejilla y el cuello ensangrentados.

Sin ocultar su frustración, los guardias nos arrastraron por el suelo y golpearon con sus
hachas. La cabeza me palpitaba horriblemente mientras todo mi pánico se enfocaba en Ella. Y
en ese momento, en la parte más profunda de mi mente deseé no haber comprendido su
idioma.

—Por favor, Ahnset, quiero volver. P-por favor. Llévame... llévame... llévame de regreso —. Las
palabras de Ella estaban rotas, débiles, desesperadas.

— Shh tranquila pequeña - le susurraba Anhset en vrix. Pero la grieta en su aparente calma
era muy visible.

—¿Fue esto un desafío para gobernar?— —exigió la Reina, clavando su mirada en la Portavoz.
—¿Estábamos luchando bajo sus Ocho ojos para determinar el destino de Takarahl?.

Valkai bajó la cabeza. —No, mi Reina.

—No.— Zurvashi se volvió hacia las Queliceras, con los finos pelos erizados. — Entonces, ¿por
qué todos ustedes se quedaron mirando mientras atacaban a su Reina? ¡Los cantos rodados
me habrían ofrecido una mejor protección!

—Estaban desarmados—, respondió la Primer Guardia Korahla, —y alguna vez has elegido
enfrentarte a tus atacantes con tus propias manos. Mi Reina.

La Reina caminó hacia la Primer Guardia, flexionando los dedos como si se preparara para
atacar. La voz de Zurvashi era peligrosamente baja. — Cuando todo esto termine, Korahla,

88
tendremos una animada discusión sobre la lealtad y eficacia de las Queliceras bajo tu mando.

La Primera Guardia hizo un gesto de disculpa y agachó la cabeza.

—Sí mi Reina

Zurvashi se quedó allí durante varios latidos más; Korahla se mantuvo firme pero no volvió a
levantar la cabeza. Entonces se acercó a nosotros siseando.

— No hemos terminado. Doblegarlos a mi voluntad será el mayor desafío, y a mi me encantan


los desafíos. Pero cuando finalmente se desmoronen y acepten que me pertenecen. Ese
momento será el más dulce y solo vivirán para cumplir mis deseos.

— Por los Ocho que un día te mataremos - le dije con el odio impregnado en cada palabra.

— Solo unos machos que necesitan aprender su lugar. Tienen suerte de que su lugar sea
como mis compañeros y proveedores de mis crías, ya habrá oportunidad de educarlos como
corresponde. Pero ahora debo atender a otros invitados mi pequeño tejedor.

—Diré esto pero una vez más, Ahnset. Trae a la criatura aquí.

Anhset respiró hondo y cerró la distancia entre ella y Zurbashi en dos zancadas.

La Reina Zurvashi cruzó los brazos sobre el pecho. —Colócala.

Ahnset bajó a Ella con rigidez. La humana se aferró a Ahnset, luchando por permanecer cerca,
por permanecer al abrigo de sus brazos, pero habría sido una lucha imposible de ganar para
Ella incluso si estuviera en su mejor momento. Los pies de Ella tocaron el frío suelo de piedra;
estaban desnudos.
Se tambaleó hacia atrás contra Ahnset, haciendo como si tuviera la intención de girarse hacia
ella.

La dureza en los ojos de Ahnset se hizo añicos. Miró hacia otro lado mientras colocaba un par
de manos sobre los hombros de Ella y suavemente empujaba la humana hacia adelante. Las
luchas de Ella cesaron cuando se encontró mirando a Zurvashi. La piel alrededor de sus ojos
estaba oscura y hundida, en marcado contraste con su piel terriblemente pálida, y había un
tinte azul en sus labios. Se envolvió con la manta más cómodamente, temblando.

—Como dije, mi Reina, hay mucho que podríamos aprender de ellos—, dijo Ahnset.

—¿De algo tan pequeño y frágil?— Zurbashi se inclinó más cerca de Ella. —¿ Qué tiene de
malo?

—Ella está enferma. Tenía la esperanza... de adquirir raíz reparadora, mi Reina, para curarla.

—¿Son todos así? ¿Suaves y débiles? - La Reina levantó la mirada hacia Ahnset. —Esta criatura
parece algo que cazaríamos los Vrix, aunque apenas haría una sola comida.

Se me revolvió el estómago solo de pensar que los humanos podían ser comida. Que mi sol
podía ser comida.

La Reina alcanzó a Ella. La pequeña humana soltó un grito ahogado y trató de retroceder
pero Anhset la mantuvo en su lugar. La tomó de la barbilla con poco cuidado mientras la
miraba como si se tratara de cualquier animal.

— No la toques - gruñó Kethan al ver como la trataba.

Zurbashi nos miró por un momento y luego a Anhset.

89
— Hay más ¿No es así?

Las mandíbulas de Ahnset se juntaron, los colmillos rechinando unos contra otros.

— Cosas feas. Como larvas deformes saliendo de la tierra —. La Reina agarró la manta y se la
quitó a Ella. El paño húmedo rozó la pata delantera de Zurvashi cuando lo soltó.

— Ella es como una cría, déjala irse. No es una amenaza para ti. - le dije mirando el cuerpo
tembloroso de Ella que tenia los ojos fijos en la Reina, mirándola llena de miedo.

El cuerpo de la Reina se puso rígido. Un gruñido retumbó en su pecho mientras enganchaba


la manta caída con las garras de sus piernas y la levantaba hacia una de sus manos. Apretó la
tela
contra su cara y respiró profunda y pesadamente.

La comprensión me golpeó con más fuerza que cualquier golpe de Zurbashi. Esa era la manta
de Ivy. La manta que Kethan había hecho para ella y que Saya había tocado en tantas
ocasiones mientras cuidaba de Ella. Llevaba el aroma de ellas hasta en sus fibras más
diminutas.

Con las mandíbulas extendidas, Zurvashi se inclinó y olió a Ella, quien cerró los ojos y volvió la
cara.

—¡Déjala, Zurvashi!— Ketahn gruñó.

—Conozco este olor—. La Reina movió su mano para envolverla alrededor de la garganta de
Ella.

Ella dejó escapar un grito ahogado, levantando las manos para agarrar inútilmente el brazo
de Zurvashi.

— Los he olido muchas veces - dijo apuntandonos, con ira irracional brillando en sus ojos -
uno de los muchos olores de la jungla dijeron. Y he caminado por la jungla Rekosh. Nada se
parece a esto.

Los brazos de Ahnset se tensaron y los temblores los recorrieron.


—Mi Reina, por favor. Ella no te ha hecho nada malo a ti ni a ningún otro Vrix. Ella y los suyos
no quieren hacernos daño.

— ¡Callate de una maldita vez Anhset! - le grité. Solo podía ver a Ella luchar contra el poderoso
agarre de la Reina.

Zurvashi arrancó a Ella del agarre de Ahnset, dejando que la Guardia se tambaleara hacia
adelante. Los pies de Ella se arrastraron por el suelo mientras Zurvashi, sosteniéndola por el
cuello, se giraba para mirarnos — ¡Se han apareado con ésta criatura!

— ¡No lo hicimos! - gritó Kethan en respuesta.

El rostro de Ella se estaba poniendo rojo. Había visto hermosos rastros de ese color en Saya.
Pero ahora nada de eso se veía saludable. Tratamos de lanzarnos hacia ella. Nuestro instinto
exigía sangre, exigía la muerte, exigía salvajismo para proteger a este miembro enfermo y
frágil de nuestra tribu. Pero los guardias nos mantuvieron en el suelo mientras veíamos a Ella
sufrir.

Los ojos redondos y aterrorizados de Ella, que mostraban gran parte de su blanco, y las venas
en forma de telarañas que los atravesaban, ahora más visibles que nunca, se encontraron con
los míos. Trató inútilmente de sonreir y de sus ojos rodaron lágrimas. Porque lo sabía, sabía

90
que había llegado su hora para morir.

—Se emparejaron con esta abominación,— gruñó Zurvashi. - ¡Me han despreciado por esta
criatura! ¡Este gusano! Se les ha ofrecido lo mejor de nuestra especie y en su lugar eligieron
un animal.

Sacudió a Ella con fuerza; las extremidades de la humana se desplomaron contra la fuerza,
pero de alguna manera Ella aguantó.

—Suéltala—, rugió Ketahn, luchando contra sus captores.

Las Queliceras se balancearon, moviendo sus piernas para prepararse mejor, y apretaron sus
aplastantes agarres sobre él.

— Por favor, mi Reina —, suplicó Ahnset. — ¡No es como dices!

Se lanzó hacia adelante, pero Korahla la interceptó, bloqueando el camino de Ahnset con su
propio cuerpo.

— ¿Luchan por la vida de este insignificante ser? - dijo levantando a Ella del piso. Los pies de
la humana colgaban y pateaban débilmente a casi dos segmentos del suelo. - No permitiré
que nuestra especie sea contaminada por estas viles criaturas. Ya no me harán quedar como
una tonta en mi ciudad.

La Reina dió un paso hacia adelante y nos tomó a ambos por el cuello con la suficiente fuerza
para detener el aire de nuestros pulmones. — Ya no les permitiré pensar que tienen opción,
lloriqueantes insectos de la jungla. Takarahl es mío. El laberinto es mío. Ustedes son míos.

Traté de forzar mis brazos buscando a Ella. Tratando estúpidamente de alcanzarla. Me miró
durante un latido y después a Kethan y reuniendo todas las fuerzas que le quedaban nos dió
un silbante y ronco "adiós".

Zurbashi no nos dejó apartar la mirada mientras sujetaba una mano en la parte superior de
la cabeza de Ella. No nos permitió apartar la mirada mientras apretaba el cuello y el cráneo
de Ella. No nos permitió mirar hacia otro lado mientras ella tiraba de sus manos en
direcciones opuestas.

El grito agonizante de Ella fue interrumpido por la fractura húmeda del hueso y el desgarro
de la carne. Aquél sonido húmedo y gorgoteante me perseguiria por mucho tiempo y atravesó
mis corazones. Escuché como a través de un tunel muy lejano el grito de rabia de Anhset pero
todo lo que predominaba era el crujir de los huesos de Ella mientras eran arrancados de su
indefenso cuerpo, la carne desgarrándose y ese corto y horrible grito.

Un gemido ahogado fue el último sonido que Ella hizo. Fue como un susurro en medio de una
tormenta.

La sangre caía de los dedos de Zurbashi con rastros de carne y huesos triturados y luego por
pura diversión tomó lo que quedaba de la cabeza de Ella y la separó de su cuerpo mientras se
deleitaba con nuestra desesperación.

Los agarres de las Queliceras se aflojaron. Ya no hacían falta. Ya no luchabamos. No


podíamos dejar de mirar el charco de sangre dónde ahora estaban esparcidas las partes de
lo que hasta hacía unos momentos era Ella. Y de pronto mi mente sustituyó a Ella por Saya en
una macabra visión que amenazó con destrozar mi cordura.

Entonces fuí consciente de que los Ocho no existían. No podían existir. ¿Cómo permitían un
acto semejante con una criatura noble que no tenía como defenderse en el mismo espacio

91
dónde eran adorados? No, los Ocho no existían. No velaban por nosotros. No cuidaban
nuestro camino ni juzgaban nuestros actos.

La Cámara de los Espíritus estaba en absoluto silencio. Nadie decía una palabra. Las
Queliceras se veían inquietas unas a otras y los Oradores Espirituales miraban de la Reina al
charco de sangre y de vuelta a ella como si de repente la vieran tal cual era. Pero ya era tarde.
¿Que podía importar ahora? Ella ya no estaba. En lugar de encontrar el descanso rodeada del
calor de su tribu se había encontrado aquí con el miedo impregnado en sus ojos a cada latido
de su débil corazón y luego terminado en un dolor inimaginable sin nadie que pudiera
ayudarla.

Zurbashi tiró de nuestra cara con fuerza. Pero ni Kethan ni yo hicimos nada por evitarlo. No
teníamos fuerzas.

— Haré que me traigan a cada una de esas criaturas — ronroneó con malicia. - verán cómo
las destrozo, una por una. Verán como pinto la piedra de Takarahl con su sangre. Y me darán
todo lo que pido y más, porque me pertenecen. Y pasarán el resto de sus días dónde
pertenecen, debajo de mí.

La Reina arrojó los restos de Ella a un lado como si fuera un pedazo de seda sucia,
sacudiendo el exceso de sangre de sus manos. — Llevenlos al agujero más profundo y oscuro
de Takarahl y asegúrate de que permanezcan allí hasta que considere oportuno usarlos.

—En cuanto a ti, Ahnset…— dijo la Reina, dándonos la espalda.

Primer Guardia Korahla se movió para estar más completamente frente a Ahnset . — Zurvashi,
ella…

La Reina silenció a la Primer Guardia con un clic de sus colmillos.

—Ella va a llevar mis Guardias al resto de estas criaturas.

Kethan y yo gritamos pero las Queliceras forzaron sus agarres y nos arrastraron fuera de la
Cámara de los Espíritus hacia la oscuridad.

92
Desperté en medio la oscuridad absoluta. El frío y la humedad calaban hasta los huesos. Sentí
la seda que restringía mis brazos y mis muñecas a mi espalda. Luché por moverlas, por
conseguir al menos un poco de holgura y tratar se liberarme. Pero nada. A pesar de toda mi
rabia estaba siendo retenido por simple seda. Quise ponerme de pie pero mi cuerpo no se
movió. Más seda mantenía separadas mis patas delanteras y traseras y los amarres recorrian
mi cintura pasando por mi pecho para terminar en mi cuello y todas esas ataduras iban
afianzadas al techo de la camara en donde me encontraba.

— ¿Rekosh? - murmuró una voz en algún lugar cercano.

— ¿Kethan?

Escuché un suspiro aliviado seguido de un sonido ronco.

— No sabes cómo me alegra escucharte. Pensé… - no hacía falta que continuara para saber lo
que había pensado.

— También yo lo pensé - dije tratando de hacerme el chistoso, pero no pude mantenerlo -


¿Sucedió Kethan? ¿Ella?

Se hizo un largo silencio.

— Si… sucedió.

Los recuerdos comenzaron a golpearme uno tras otro. El miedo de Ella. Sus gritos. Su sangre
en el suelo de la Cámara de los Espíritus.

— ¿Cuánto llevamos aquí? - pregunté

— No lo sé. Aquí no llega la luz del sol. Pero creo que al menos un día entero.

Gruñi sin poder evitarlo. Un día entero al menos. Era demasiado. La amenaza de Zurbashi se
repetía una y otra vez en mi cabeza. Y ahí en la oscuridad mi mente seguía mostrándome esas
horribles imágenes.

La forma rota y ensangrentada de Ella en el suelo. Pero sus ojos no eran de un pálido color
verde, eran dorados con apagados rastros rojizos. Su cabello castaño era oscuro con una
espesa cortina decididamente roja, tan roja como su sangre. Y su piel no era blanca y pálida
sino ligeramente morena. Era Saya mirándome con ojos vacíos. Muertos. Mientras Zurbashi la
apretaba rompiendo sus huesos y expulsando la sangre de su cuerpo. Y yo no podía moverme,
mi cuerpo no me obedecía mientras todo lo que me importaba, todo lo que amaba, era
aplastado.

Tenía el cuerpo maltrecho y ensangrentado. Los Colmillos y Queliceras de la Reina nos habían
golpeado todo el camino. Pero ese dolor solamente se sumaba a la angustia de mis corazones.
Necesitaba a Saya simplemente la necesitaba. Necesitaba tenerla en mis brazos escuchando
su corazón latir en mi pecho, viva.

Ahnset había llevado a Ella a Takarahl a pesar de que lo habíamos prohibido, ahora Ella
estaba muerta, y ahora eramos prisioneros de Zurbashi, arrojados al lugar más profundo y
oscuro donde la reina enviaba a sus enemigos a marchitarse y morir. Y su amenaza era una
promesa de sufrimiento.

No.

Luché contra la seda con rabia. Ella estaba muerta. Pero Saya me esperaba y los Guardias de
la Reina la buscarían. Ella estaba en peligro y aunque pudiera defenderse de uno o dos vrix se
vería superada por un grupo entero, aún con Telok Y Urkot apoyándola. Moriría

93
irremediablemente tratando de proteger al resto de la tribu. Todos morirían. Todo mi cuerpo
protestó de dolor pero traté de ignorarlo, revolviendome contra mis ataduras.

En la oscuridad podía escuchar como Kethan también trataba de liberarse.

— Ivy… Ivy… - murmuraba cada tanto. Su llamado era un intento de ánimo y una súplica a la
vez.

Pero nuestros intentos no rendían frutos. Sólo logré lastimarme a mi mismo tirando de las
ataduras. Entonces débiles vibraciones recorriendo el suelo.

— Alguien viene - anunció Kethan.

Me quedé inmóvil y el pelo de mis patas se erizó. Una suave y breve corriente de aire fluyó
alrededor de mis patas. La entrada al corredor más allá de esta cámara se había abierto.

A pesar de la incomodidad y el dolor me mantuve firme. Pero nada pasó. Solo silencio. Y en ese
silencio opresor en conjunto con la humedad y el frío estuve a punto de perderme. La
desesperación y la rabia me nublaban el pensamiento con cada latido de mis corazones.
Habría sido muy fácil rendirme y convertirme en una bestia rabiosa llena de puro odio. Pero
me aferraba al recuerdo de mi objeto de adoración con ahínco. Yo era más que mi odio y mi
rabia. Saya merecía lo mejor de mí. La tenía a ella.

Las vibraciones se sintieron de nuevo. Muy débiles al inicio pero se fueron haciendo más
claras. Varios pasos firmes acercándose. Tuve que recapitular. Solo había tres tipos de Vrix
que podían bajar aquí. Colmillos, Queliceras o la Reina misma.

En la oscuridad cerca de mí escuché a Kethan volver a forcejear con sus ataduras.

— Cálmate Kethan. Quédate quieto. Guarda tu furia.

— Al infierno… - contestó pero se quedó tranquilo.

El tintineo del oro chocando pesadamente con cada paso nos alertó sobre la presencia que
nos visitaba. Era ella. Reaccionamos por puro instinto y gruñimos a la oscuridad con
hostilidad.

Las pesadas puertas se abrieron y la luz cegadora nos atacó los ojos mientras los gruñidos no
dejaban de salir.

— Cuanta furia - dijo Zurbashi burlándose. - pudieron tener el mayor honor pero mirense,
amarrados como animales salvajes. Ojalá hubieran empleado esa furia contra mis enemigos.

— Nuestra furia solo se enfocará en ti. - gruñó Kethan.

— Incluso ahora son muy tontos para ver lo que es simple. ¿Siguen molestos porque me
deshice de ese gusano pálido?

— ¡No te atrevas a nombrarla! - rugi en respuesta.

Zurbashi se acercó con los cristales azules brillando detrás de ella. Sus ojos parecían espíritus
rencorosos brillando de manera espeluznante en el marco de su cara.

— Insisten en valorar más a esas criaturas que a mí. Pero ya no importa. Ustedes son míos. Su
odio, su tristeza, sus alegrías, sus brazos, su piel. Su pasado, presente y futuro. Todo es mío y
pronto tendré su semilla y sus retoños.

94
— ¡Nunca! - Rugió Kethan.

— Prefiero la muerte. - dije yo.

Se movió más cerca y su olor nos abrumó a pesar de que no tenía todo el peso de su lujuria.

— Solo merecen la muerte. Pero viven solo porque esa es mi voluntad. A pesar de su traición
siguen siendo los únicos dignos de enjendrar mi prole.

Gruñimos por toda respuesta.

— Realmente esperaba más de ustedes. Son los mejores machos de Takarahl y están aquí
desperdiciandose.

El olor de la reina se fortaleció; el sabor de su deseo se agudizó. Kethan trató de retroceder.


Luché por traer de regreso el aroma de Saya, esperando su dulce consuelo pero todo lo que
llegó a mi mente fue el aroma de la sangre de Ella.

—Nunca has encontrado a tu igual porque estás por debajo de todos los demás vrix en el
Laberinto—, dijo Ketahn.

—Tu crueldad no es fuerza — continué yo sosteniendo su mirada. — El miedo que infundes en


los que están bajo tu gobierno no es fuerza. Con todo el poder de tu cuerpo, Zurvashi, eres la
vrix más débil de Takarahl.

La verdadera fuerza se encontraba en el espíritu. La verdadera fuerza estaba en mirar un


mundo mucho más grande que uno mismo, un mundo decidido a aplastarte y seguir luchando
incluso cuando parecía que no había esperanza de éxito. La verdadera fuerza era encontrar
lo bueno de todo lo malo que te rodeaba y ser capaz de apreciarlo y atesorarlo.

La reina jamás podría igualar a Saya. No había comparación que hacer.

—¿La descendencia de un tejedor piensa decirme qué es la fuerza ? — La voz de Zurbashi


parecía emanar de las paredes a su alrededor, los ecos hacían imposible determinar su
verdadera fuente.

Un gran puño se aplastó en mi abdomen obligando a mis pulmones a expulsar todo el aire
dentro de ellos de golpe. Kethan se revolvió a mi lado solo para recibir un golpe él también. A
pesar de su ira, el aroma a lujuria de Zurbashi no disminuyó. Aplanó su palma dónde me
había golpeado y rastrillo sus garras ahí. Intentando tentarme.

Cada vez que Saya rozaba sus manos en mi piel se despertaba en mi una emoción. Hambre de
ella, deseo, anhelo. Me hacía desear tener su calor inundandome.

Tener las manos de Zurbashi me hacía desear arrancarme la carne para que no me tocara
nunca más.

Zurbashi había matado a Ella. Quería matar a Saya. E incluso si no hubiera sido así, todo de
ella me repugnaba.

—Engendrarán mi prole, Rekosh, y cumplirán con todos sus deberes como mi pareja mientras
yo forjo mi legado con nuestra descendencia. Pero primero verán cómo masacro al resto de
sus pequeñas criaturas incluyendo a esos estúpidos de Telok y Urkot y a tu tonta hermana de
cría, Kethan.

La Reina nos soltó no sin antes abrumarnos con su nauseabundo olor. Ella estaba en todas
partes, tratando de nublarnos para reclamarnos en contra de nuestra voluntad.

95
— Pronto volveré a visitarlos. No les concederé la liberación de la muerte. La próxima vez será
una visita mucho más placentera, al menos para mi.

Se dió la vuelta y cerró la puerta de golpe dejandonos nuevamente en la oscuridad. No había


una palabra, maldición lo suficientemente vil, breve o firme para adaptarse a la situación
actual. Solo un término humano lo era.

— Mierda - dijimos juntos.

Chillamos largo rato, aunque era un chillido triste. En ese preciso momento deseé con todos
mis corazones poder ser humano solamente para poder llorar. Los vrix no podíamos hacer
lágrimas.

— ¿Cómo estás amigo? - preguntó Kethan.

— Mejor de lo que me veo supongo. ¿Y tu?

— Más o menos igual. ¿Pudiste ver algo de la salida?

— Solo un poco pero no olí a ningún guardia más allá. Su asqueroso olor no me dejaba oler
otra cosa.

— Tampoco yo. Pero tampoco se escucha nada ahora.

— Entonces hay que aprovechar la oportunidad.

Giré la cabeza buscando el nudo de seda en mis brazos y la atadura en mi cuello se tensó.
Expulsé lentamente el aire de mis pulmones pero entonces el dolor del golpe de la Reina me
atacó de nuevo. Trataba de respirar lentamente combatiendo el dolor constante. Volví a girar
la cabeza mientras doblaba la muñeca intentando alcanzar el nudo de seda con mis garras
pero apenas podía rozarlo aún cuando tenía la muñeca en un ángulo antinatural
amenazando con zafarse. La fuerza de mis garras no era suficiente para cortar todo el hilo de
seda, solo podía cortar hebra por hebra hasta rasgarlo por completo.
Mis ojos comenzaban a acostumbrarse a la oscuridad y pude ver la sombra de Kethan
forcejeando contra las cuerdas de seda con los brazos amarrados sobre su cabeza y
tratando de rasgar la seda igual que yo usando sus colmillos.

Era más un esfuerzo de resistencia que de velocidad. Teníamos los cuerpos maltrechos y
luchabamos contra el cansancio y el ardor de los músculos cuando flaqueaban. Pero poco a
poco, hilo por hilo pude ir cortando las ataduras de mis muñecas. Tenía la piel en carne viva
en varias partes sin contar la herida sangrante de mi costado, cada una dejaría cicatrices.
Para los vrix las cicatrices eran un motivo de orgullo, de sus batallas granadas. Pero mí y sabía
que igual con Kethan, estás cicatrices solo serían un recordatorio de nuestro fracaso, serían
un recordatorio constante de la muerte de Ella.

Seguí cortando el nudo de seda hasta que de pronto sentí una holgura considerable en mis
muñecas. Mis corazones se aceleraron y tiré de lo que quedaba de la atadura con toda la
fuerza que podía reunir provocando que un gruñido saliera de mi boca. Me lleve mis manos
superiores al frente frotando mis muñecas mientras flexionaba mis dedos tratando de
recuperar movilidad para luego buscar el amarre en mi cuello y cortar la seda que me
impedía respirar bien.

Con un rugido Kethan tiró de sus manos hacia abajo forzando lo que quedaba de la seda
cortada y arrancando los anillos de metal del techo. Me tomé un momento para respirar
profundamente antes de cortar rápidamente el resto de seda que me restringía. Aún tenía
problemas para cortar la seda en mis manos inferiores que aún seguían a mi espalda y
Kethan las cortó por mí llevándose algo de mi piel en el proceso aunque no me quejé, una

96
herida más no importaba.

Nos tomó otro rato poder ponernos de pie. Las patas me temblaban violentamente y me dolía
todo el cuerpo. Cada movimiento era un dolor nuevo. Cuando por fin pudimos pararnos
caminamos con torpeza hacia la puerta. Pero a pesar de que nuestros ojos se habían
acostumbrado a algo de esa oscuridad no podíamos encontrarla. Tanteamos a ciegas por las
paredes humeda y frías. Habían hendiduras aquí y allá pero sabía que no se trataban de las
marcas de cinceles de los talladores sino de las garras de cautivos anteriores. Entonces me
topé con algo que definitivamente no era parte de la piedra.

— Aquí - dije sorprendido de lo débil que sonaba mi voz. Kethan se acercó a tientas chocando
contra mí antes de encontrar la puerta. Empujamos decididos contra ella pero apenas se
movió la mitad del grueso de un hilo.

— Vamos hacia atrás - sugirió Kethan.

— A la de tres - dije usando esa frase que los humanos solían usar tanto. - Una… dos… ¡Tres! - y
nos lanzamos de costado hacia la puerta. Gruñimos de dolor al estrellarnos en ella.

— De nuevo - gruñó Kethan - Una… dos… ¡Tres!

— ¡Otra vez! - repetimos - Una… dos… ¡Tres!

La puerta comenzaba a ceder. Solo hacía falta uno o dos empujones más cuando escuchamos
que una puerta en el pasillo se abría. Esa maldita había vuelto. Si estuviera sola entonces las
cosas solo serían entre ella y nosotros pero había que admitir que estabamos en nuestra peor
condición. En el mejor de los casos moririamos los tres.

Ahora sentí las vibraciones de su movimiento mucho más claramente, y el flujo de aire
alrededor de sus piernas era más pronunciado. Los pasos de hicieron más rápidos y
constantes. Mis hileras ya estaban trabajando con un largo hilo de seda enrollandose en mis
manos y Kethan hacía lo mismo. Caminamos lentamente hacia atrás, esperando.

Alguien se detuvo justo frente a la puerta, a unos cuantos segmentos de nosotros. Solo la
puerta nos separaba de ella. La puerta se abrió y una enorme figura envuelta en una capucha
apareció obstaculizando toda la luz. Esa no era Zurbashi. Un sentimiento de alivio mezclado
con frustración me invadió. Sus adornos de oro tintineaban por debajo de su capa.

— Kethan… Rekosh… - susurró buscando en la oscuridad. Conocía esa voz, pero antes de que
pudiera hacer cualquier otra cosa Kethan se lanzó sobre ella. La vrix soltó un siseo de
sorpresa mientras él luchaba por rodear su garganta con la seda tensa en sus manos.
Korahla trataba de quitárselo de encima pero le hacía daño. Gruñó y atrapó otro de los
brazos de la Colmillo con la cuerda, tirándolo a un lado. Pero ella giró sobre si misma y lo tiró
al suelo.

— ¡No he venido a pelear contigo ! - volvió a susurrar ella pero Kethan era todo gruñidos.
Intentó acecharla de nuevo pero lo tomé por los brazos forcejeando con él.

— No es ella amigo, no es Zurbashi.

— ¡Está muerta Rekosh! ¡Ella está muerta! - gruñía él intentando liberarse. Me estaba costando
todo mi esfuerzo retenerlo dónde estaba.

— Matar a Korahla no la traerá de vuelta amigo - quería gritar, quería salir corriendo a buscar
a Zurbashi y matarla yo mismo pero también sabía que sería un desperdicio hacerlo - Nos
necesitan Kethan, piensa en quien nos necesita.

97
Nada hubiera podido atravesar la ira de Kethan más que eso. Ivy lo necesitaba. Saya me
necesitaba. Nuestra tribu de humanos nos necesitaban.

— Por tus ocho ojos Kethan, soy yo.

— ¿Korahla? - podía ver que al fin la razón asomaba a sus ojos.

— ¿A que has venido Primer Guardia? - pregunté a la defensiva. Aunque no hubiera atacado
ella aún era parte de la guardia de la Reina. Incluso Anhset nos había traicionado.

— A liberarlos. - respondió.

— ¡No mientas! - gruñó Kethan

— Maldito sea este día - murmuró Korahla. - tu hermana de cría me pidió que los liberase.

Nos miramos un momento sin hablar. ¿Era aliada o enemiga?

— Tuvimos muy poco para hablar, pero me rogó que lo hiciera.

— Discúlpanos si no creemos en tus palabras Primer Guardia - dije sin poder ocultar mi
amargura. Korahla no decía nada - ¿Traicionarás a tu Reina? Al final eres igual que Anhset.

— Le di mi palabra como su pareja.

— Entonces libérate de involucrarte más y hazte a un lado — dijo Ketahn, suavizando su tono.

Korahla levantó la mirada. La luz en sus ojos era más brillante ahora, pero era dura, tenía un
propósito. — Primero deben escuchar.

— Pues habla - dije haciendo acopio de toda mi paciencia.

—Los guardias en esta área están siendo cambiados. Me aseguré de que hubo un retraso
entre ese cambio, por lo que el camino está despejado siempre que sean rápidos. Diríjase
rápidamente a las cámaras funerarias y se encontrarás con un portavoz espiritual cerca de la
Tumba de la Reina. Ella los guiará a un pasaje que conduce a la superficie.

— ¿Un portavoz? - pregunté con desconfianza.

— La Portavoz Valkai - volvimos a mirarnos y una corriente de comprensión pasó entre


nosotros. - estaba perturbada por los eventos de hoy. Ella ofreció ayuda.

— Será aceptada con gusto - respondió Kethan.

Liberando otro profundo suspiro, Korahla miró por encima del hombro. —La reina obligó a
Ahnset a salir de Takarahl con un grupo de Guardias y Colmillos y le ordenó que los guiara
hacia el resto de sus criaturas. Tu hermana dijo que los llevaría a un lugar al que llamó Punta
de la Aguja. - dijo ahora mirando a Kethan - Que los retrasaría lo suficiente como para
permitirte escapar con los demás.

La voz de Kethan sonó crispada.

— ¿Los lidera como Quelicera?

Las mandíbulas de Korahla se juntaron de forma vacilante.


—No.

Negué con la cabeza. Todo esto había pasado por culpa de Ahnset. Todo había desembocado

98
en desgracia. Ella misma había forjado su destino y sobre el camino condenó a Ella y al resto
de su tribu.

El Primer Guardia se movió sobre sus patas, haciendo que la tela de su sudario crujiera y sus
adornos de metal tintinearan suavemente. — Ahnset está profundamente apenada por…

— No quiero escuchar sus disculpas - dije bruscamente. No importaban sus intenciones, sus
acciones bastaban y sobraban.

— Escucharás de todos modos —, gruñó Korahla, chasqueando los colmillos en respuesta. —


Ahnset lamenta lo sucedido. Está... rota. Nunca la había visto así en todos los años que la
conozco. Tal vez a Rekosh no le importe pero es tu hermana de cría Kethan.

Kethan no respondió.

— ¿Está rota? ¿Lamenta lo sucedido? - gruñi con rabia - Nos traicionó Korahla. Ella provocó
todo esto. Ella y su maldita estupidez.

—Ella es la que está rota—, respondió, sus palabras bajas y forzadas. — Ahnset debería haber
hecho lo que dijimos. No debería haber traído a Ella aquí. Y ahora está muerta por su culpa. .

Las mandíbulas de Korahla se crisparon con inquietud . — Ella... ¿Ese era el nombre de la
criatura?

— El nombre de la humana… - Hablar con Korahla de esto no estaba mejorando mi humor.

—¿Ella era... su pareja?

—No, ella era nuestra amiga. - dijo Kethan con la voz cargada de tristeza.

— También era amiga de Anhset entonces.

— Y aún así en su estupidez y arrogancia vino aquí. Aunque le advertimos que traerla ante tu
maldita Reina traería la desgracia no solo para Ella sino para todos. - Korahla no tenía cómo
discutir con eso.

Ketahn arrojó la cuerda y se acercó a Korahla, sosteniéndole la mirada. — Debemos mantener


a los demás a salvo, debo mantener a mi compañera a salvo, tenemos que irnos ahora.

Korahla se tensó, el pecho y los hombros se le hincharon mientras respiraba lenta y


profundamente.

—Debes darme tu palabra, Ketahn.

—¿Qué me pides?.

—Encuentra a Ahnset. Llévala lejos de Takarahl y asegúrate de que nunca regrese. No te lo


pediré a ti Rekosh, es obvio que nunca la perdonarás.

— No te equivoques Korahla - dijo Kethan - está traición por parte de mi propia prole es algo
que no perdonaré. Haré lo que me pides, pero solo para devolver el favor que estás haciendo,
no le debo nada a Anhset.

Korahla soltó un chillido infeliz.

— Ven con nosotros Korahla - pedí. Incluso con toda mi rabia contra Anhset sabía que si
Korahla se quedaba corría el riesgo de ser descubierta.

99
Sus mandíbulas se contrajeron y su mirada vaciló. — No puedo. Mi lugar está aquí.

—¿Qué lealtad puedes tener hacia Zurbashi?— exigió Ketahn. —¿Qué lealtad merece ella?.

—Los Queliceros se están astillando, Ketahn. Si me voy, aquellos que aún tengan el coraje de
enfrentarse a la reina se quedarán sin líder... y Zurbashi los descubrirá a todos uno por uno y
hará de ellos un ejemplo.

Sabía que era cierto. Pero tal como estaba tampoco argumenté en contra.

— Vámonos ya entonces, debemos ser rápidos si queremos alcanzarla.

— ¿Rekosh? - Korahla me miraba esperanzada.

— Lo hago solo por ti y porque mi amigo de sangre no debe ir solo - rezongué.

— Me basta - dijo ella. - y por favor que no volvamos a vernos porque si eso sucede los mataré,
no tendré opción.

— No se llegará a eso - respondió Kethan. Luego vaciló un momento. - pero si llegara a


suceder Korahla deberás dejar claras tus lealtades o ni siquiera el vínculo con Anhset te
protegerá de la ira de otros.

Sabía que hablaba de Saya. Yo ni siquiera quería pensarlo. ¿Como sería capaz de verla
después esto?
Korahla no hizo otro comentario y asintió. Nos ofreció dos mortajas de tela oscura del tamaño
de una mujer, nos la echamos a la espalda y salimos corriendo por el pasillo sin mirar atrás.
Seguíamos solo la débil luz que se asomaba al final del tunel. Mis corazones latían frenéticos
mientras me movía.

Pronto Saya, pronto mi Nyleea.

Salimos a un pasadizo que subía y bajaba en espiral. Los únicos pasadizos de este tipo que
conocía en Takarahl conducían a las cámaras funerarias. Dimos media vuelta y comenzamos
su descenso. El olor a sangre volvió a llenar mi mente. Sangre y el horrible grito de Ella. Me
recorrió un escalofrío.

— No - dije en voz alta tratando de despejar mi mente.

— Lo sé, amigo de sangre - dijo Kethan en sintonía conmigo.

Sin embargo, fue difícil olvidar la muerte cuando entramos en los túneles oscuros y desiertos
que conectaban las cámaras funerarias, donde la única luz procedía de llamas parpadeantes
de color verde azulado. Presionándonos contra la pared de la esquina, nos asomamos al
último túnel. Estaba mejor iluminado que los demás, lo que aún lo dejaba oscuro en
comparación con el resto de Takarahl, lo que nos permitió vislumbrar una figura vestida de
blanco cerca de la entrada de la Tumba de la Reina. Si no hubiera visto la expresión de horror
en el rostro de la Portavoz Valkai jamás habría confiado en su promesa de ayuda.

Cuando hubimos cerrado la mitad de la distancia que nos separaba, ella giró la cabeza para
escudriñar el túnel y sus ojos se posaron en nosotros, brillando con la luz reflejada. Su rostro
se perdía en las sombras bajo la capucha levantada. Ella levantó una mano y nos hizo señas.
Aceleramos el paso hasta quedar frente a ella.

— Vengan mis pequeños. Debemos ser rápidos, me temo que los Colmillos los estarán
persiguiendo demasiado pronto.

100
Negué con la cabeza con Kethan haciendo eco se mi gesto.

— No Portavoz, no podemos pedirte eso.

— No lo has pedido pequeño y no me dejaré disuadir. Ojalá hubiera sido diferente, que los
Ocho hubieran juzgado de manera distinta el día en que Zurbashi desafío a la Reina Azunai.
Pero la amenaza apremia, hay que movernos.

— Portavoz - habló Kethan con voz ronca - debo preguntar, Ella, la humana que Ahnset trajo a
la Cámara de los Espíritus…

— Mis hermanas se ocupan de sus restos Kethan. Aunque no agradaría a la Reina no importa.
Su Ella descansará con todo el respeto que le daríamos a cualquier vrix y rezaremos para que
su espíritu encuentre la paz que seguro se merece.

— Gracias Portavoz - dijimos en una reverencia.

Valkai comenzó a caminar (casi correr) mientras hablaba.

— No podemos deshacer lo que le hizo ni eliminar el horror que tuvo que pasar esa pequeña
cría, pero no toleraremos más.

Su voz era dura. Nunca desde que era una cría había escuchado ese tono en ella. Llegamos al
pasaje donde la lluvia caía copiosamente fuera de Takarahl.

— Corran mis pequeños y nunca vuelvan. Sean libres, rezaré siempre por ustedes y su tribu.

Y dicho eso salimos adentrándonos en la espesa jungla.

101
El interior de la nave de repente me parecía fría y antipática. La angustia me apretaba el
estómago. Telok y Urkot se habían quedado fuera de la nave vigilando pero a pesar de que
sus expresiones no eran humanas era fácil distinguir su inquietud. Ivy no estaba mejor que yo,
salía de la nave constantemente y miraba hacia arriba, esperando que Rekosh y Kethan
volvieran con Ella en brazos. Yo había dejado de hacerlo cuando el sol se ocultó el primer día
en que fueron. No soportaba la espera, que pasaran los minutos y las horas y la figura de
Rekosh no apareciera en la cima del borde del cráter. Decidí hacer un mejor uso de mi tiempo
preparando todo para una salida de emergencia. Había dos maletas que fácilmente podrían
llevar Urkot y Telok a la espalda sin obstaculizarlos demasiado. Cada una llevaba equipo
médico, un mínimo de ropa, agua y sobretodo armás. Ninguna era un arma de fuego. Pero no
me preocupaba, con un poco de ingenio cualquier cosa podría usarse como un arma, hasta la
cosa más inocente.

No tardé demasiado en hacer todo ese acomodo y nuevamente mi mente dejó de estar
ocupada. Por lo general no tener algo que hacer no me representaba problema alguno, pero
ahora como todo, era diferente. Yo no había sentido por nadie lo que ahora siento por Rekosh
pero esa solo era una de mis preocupaciones. Ella llenaba el resto de mi angustia. Su estado
era crítico por lo menos, el movimiento no le hacía bien y estaba lejos de nosotros. Rechine los
dientes de rabia, maldita fuera Anhset por habersela llevado. A éstas alturas la enfermedad de
Ella era lo menos que me preocupaba. Un temor crudo me recorría sin cesar y se hacía cada
vez más pesado conforme pasaba el tiempo. Ella sin nosotros. Ella en Takarahl. Ella cerca de
la Reina. Rodeada de otros vrix a los cuales no conocía ni comprendía. Completamente sola.

Traté de alejar esos oscuros pensamientos y volver a enfocarme. Salí de la estancia y caminé
por el pasillo hacia el resto de criocamaras. El resto de humanos estaban ahí.

— ¿Cómo van las provisiones? - pregunté al entrar.

— Bien - contestó Will - aunque no es que sea demasiado.

— Comida y medicamento ¿Para cuántos días?

— 25, tal vez 50 si lo racionamos bien con lo que cacemos y recolectemos por el camino. Habrá
que cuidar el medicamento, sobre todo los antibióticos para no usarlos más que cuando sea
estrictamente necesario.

— ¿Alguna señal de ellos? - preguntó Diego que se encontraba al fondo con los brazos
crutones. Tenía marcadas ojeras por la falta de sueño. No había querido dormir, esperando a
que Ella volviera. Había una sombra en su mandíbula dónde había comenzado a crecerle la
barba.

— Nada - respondí secamente.

— ¿Porque no van a buscarlos? - preguntó Cole. - No podemos solo quedarnos aquí.

— Telok y Urkot son los únicos que pueden ayudarnos mientras Kethan y Rekosh no están. Yo
sola no podría protegerlos si de repente la guardia de la Reina nos encuentra y salir
solamente aumentaría el riesgo.

Era necesario pensar en esa posibilidad. Era necesario prepararnos para ello, pero también
era doloroso. Pensar en no volver a ver a Rekosh me carcomía el corazón. Traté con insistencia
de traer el aroma de Rekosh a mi memoria. Su fragancia dulce, especiada y avainillada
siempre era calmante pero recordarlo no lograba tranquilizar mi preocupación.

— Traten de dormir. Ya no nos queda mucho tiempo antes de irnos y en cuanto vuelvan habrá
que partir.

102
— No podemos dormir - dijo Callie con voz temblorosa. Jugueteaba en sus manos una
diadema de flores tejida a mano hecha para Ella.

— Deben intentarlo. Yo les avisaré cuando vuelvan, lo prometo. Pero salir de aquí agotados
solo hará el viaje más complicado. Duerman. - dije y salí sin más.

Yo misma había tratado de dormir sin resultados. Mi sueño solo había estado plagado de
pesadillas y en todas ellas Rekosh estaba en un charco de su sangre con el cuerpo tirado en
un ángulo extraño y con una enorme figura a la que no podía darle forma sobre él.

Caminé de regreso a la estancia buscando otra cosa para hacer. Me había cambiado al
menos tres veces, había cambiado de armas al menos otra media docena solo por tener algo
que hacer. Al final volvi a ponerme el vestido que Rekosh había hecho para mí y me senté
durante mucho tiempo aspirando su aroma, buscándolo. Entonces mis ojos se clavaron en el
nido que había improvisado apenas hace dos noches. Me agaché y levanté el enorme e
intrincado telar. Las hebras fluían unas con otras sin enredarse entre ellas, eran
increíblemente finas pero tenían una gran resistencia. Miré mi vestido y estiré la tela tanto
como fué posible y luego lo solté observando como la tela volvía a su estado normal sin
ningún cambio aparente. Y de pronto tuve una idea que se me antojó más un pecado que una
idea. Tomé el dobladillo del vestido y lo extendí sobre la delgada placa de metal en mitad de
la estancia y desenfunde una pequeña navaja de mi piernera. Sin pararme a pensar otro
segundo clavé la navaja en el vestido atravesando la mesa. Aguanté la respiración esperando
lo mejor y saqué la navaja haciéndola a un lado.

Una pequeña sonrisa se dibujó en mi cara. El vestido estaba intacto. Una repentina euforia se
apoderó de mí. La clase de euforia que tiene un artista cuando le acomete la inspiración para
llevar a cabo una obra maestra. La euforia que precede a la creación. Abrí una de las maletas
y saqué dos muñequeras y me quité los guantes para ponerlos sobre la mesa.

Las muñequeras tenían dos compartimentos. Uno muy delgado dónde se ocultaba una larga
navaja que salía al flexionar de cierta manera la mano y ejercer presión en un diminuto
mecanismo y otro pequeño justo por arriba de dónde se ocultaba la navaja que servía para
lanzar un delgado hilo que podía servir de último recurso para causar estrangulamiento. Pero
la presión y velocidad a la que salía ese hilo era muy lenta debido al grosor del hilo. Liberé el
cartucho y tomé nuevamente el enjambre de seda que Rekosh había hecho por nido. Acerqué
la lupa de mesa y la luz comparando ambos hilos con unas delgadas pinzas. El hilo de Rekosh
era mucho más delgado y mucho más resistente y la tensión no se parecía a nada que
hubiera visto antes.

Y para lo que quería hacer necesitaba de una sustancia que hiciera reacción con el hilo. Pero
no tenía ninguna sustancia parecida en mi equipo. Ni siquiera sabía si existía. Pero ¿Entonces
cómo hacían para sostener sus pesados nidos en las ramas? ¿Como hacían esas redes sin
ningún enganche o amarre necesario más que el que se hacían entre los nudos de la seda? Y
la respuesta vino fácilmente a mi mente. Pero necesitaba comprobarlo y la única fuente de esa
sustancia estaba fuera de la nave, vigilando. Tomé el vaso más grande que encontré y salí de
la estancia por el pasillo hacia la salida.

Me encontré a Telok sobre una piedra con una postura vigilante y alerta mirando hacia
arriba. Urkot por otro lado estaba en un rincón tallando su lanza con Ivy a su lado. Caminé
directo a Telok y le dí a Ivy un asentamiento de cabeza cuando me dedicó una insegura
sonrisa.

Telok bajó su cabeza para mirarme.

— No has salido en mucho rato pequeña Quelicera. - comentó con voz profunda en vrix.

— Hay mucho que preparar. ¿Aún nada? - pregunté

103
Telok negó con la cabeza. Nos quedamos en silencio.

— ¿Necesitas algo pequeña Quelicera?

— Si… pero no sé como comenzar.

— Puedes pedir. Si está en mis manos intentaré ayudar.

Asentí con la cabeza y tomé un gran respiro.

— Tengo una duda… sobre su seda. Hay algo que quisiera probar y creo saber que necesito
pero no sé como comprobarlo. - Telok escuchaba atentamente y esperó a que continuara - yo
me preguntaba cómo hacían para que sus nidos se sostuvieran de las ramas por si solos y
como suspendían sus redes sin algún… soporte.

— Nuestra seda es fuerte - contestó sin vacilación - la usamos para muchos fines como ya
habrás observado pero no podemos hacer nidos solo con ella, debemos mezclarla.

— ¿Y que usan para mezclarla?

— Nuestra saliva - respondió simplemente. Tuve que evitar aplaudir porque eso era justo lo
que había pensado, o al menos en parte. Algunos insectos y aves en la tierra usaban algún
fluido corporal para construir nidos, guaridas y demás.

— Y… ¿Crees que podrías brindarme un poco?

Telok se quedó mirándome y yo me estaba poniendo nerviosa. Me controlé manteniendo mi


expresión neutral. Ya me imaginaba como sonaba eso. "¿Podrías por favor darme algo de tus
fluidos corporales?" Cuánto más lo pensaba, peor sonaba.

— Haces pedidos muy extraños Pequeña Quelicera - me miraba con gran curiosidad - ¿Porque
la necesitas?

— Una herramienta - dije simplemente.

— Está bien - respondió. Le dí el vaso y discretamente miré hacia otro lado. Por alguna razón
me pareció irrespetuoso mirar. Me regresó el vaso hasta el tope.

— Gracias - le dije y me llevé el puño a la frente en señal de respeto como me había enseñado.
Él me devolvió el gesto y me observó alejarme con los mismos ojos curiosos.

En cuanto entré a la nave prácticamente corrí a la estancia. Me senté a la mesa poniendo el


vaso sobre ella y tomé el hilo de Rekosh y lo empapé de la saliva de Telok, al sacarlo no había
ningún cambio aparente, solamente se veía como un hilo cualquiera. Entonces lo azote con
fuerza sobre la mesa y tiré de él. Para mi asombro y satisfacción la mesa se movió al tirar del
hilo que estaba firmemente pegado a ella. Ahora el problema era ajustar ese hilo al
compartimiento de las muñequeras. La longitud no sería un problema si ajustaba los hilos
correctamente pero se atacarían irremediablemente debido a la saliva si la usaba en exceso o
se pegarian unos con otros si no estaban lo suficientemente lubricados con ella. Era un
detalle mayor considerando las minúsculas dimensiones del compartimiento dónde estarían
los hilos. Lo único que podía hacer era agregar un tercer compartimiento que sirviera como
una continuación del primero. Pero habría que probarlo para ver si funcionaría. Desarmé las
muñequeras teniendo cuidado de tener bien ubicada cada pieza de ellas, no estaba en
condiciones de arruinar mis herramientas por un experimento.

Abrí nuevamente la maleta sacando una daga que Jerome le había comprado a un
contrabandista hindú especialmente para mí. La daga tenía cuatro cartuchos increíblemente
pequeños dónde se almacenaba veneno en la funda. Saqué dos de esos cartuchos rogando

104
para que tuvieran el tamaño adecuado para mis fines. Los cartuchos encajaban a la
perfección. Llené cada uno con la saliva de Telok y saqué hebra por hebra los hilos de seda
del nido que Rekosh había hecho para que quedarán firmemente enrollados en el mecanismo
dentro de la muñequera. Ajuste los cartuchos de modo que cuando los hilos salieran
disparados pasaran por el cartucho que los inundaria del fluido y se pegarian prácticamente
a cualquier cosa. El problema era el tiempo que llevaba ajustar los hilos dentro de las
muñequeras. El límite del compartimiento era muy reducido. Solo había espacio para enrollar
un máximo de 10 hilos de entre 3 metros y 3 metros y medio cada uno. O sea que eran en total
10 disparos por muñequera. Y luego debía volver a enrollarlos uno por uno. Obviamente con el
tiempo el proceso sería más ágil pero definitivamente estaba lejos de ser perfecto. Podría
usarlo solo limitadas ocasiones por ahora. Me puse las muñequeras en cada mano y mis
guantes. Esperaba sentir alguna diferencia de peso pero no fué así. Miré el reloj y me
horrorice. Solamente habían pasado dos horas. Había estado encerrada solo dos malditas
horas. Tenía los dedos acalambrados y el cuello dolorido por no cambiar de postura y
esperaba que hubiera pasado mucho más tiempo.

Salí de la nave de nuevo, decidida a esperar a Rekosh afuera como si mi pura fuerza de
voluntad fuera suficiente para traerlo de vuelta. Telok seguía en la misma piedra balanceando
distraidamente su lanza. Urkot estaba de pie recargado en una pared cercana y justo en el
centro estaba Ivy.

Tenía la mirada perdida con los ojos fijos en la cima del crater. Su mano subía y bajaba por su
antebrazo izquierdo y cuando estuve más cerca pude apreciar que clavaba sus uñas en la
piel al subir y bajar hasta la muñeca dejando marcas rojas y en algunos lugares de manera
tan profunda que había comenzado a sangrar ligeramente. Aceleré el paso y tomé su mano,
deteniendola.

— Para Ivy, te estás haciendo daño. - Ella se sobresaltó y bajó la mirada a su brazo sangrante.

— Yo no… no quise… - alzó la mirada y sus ojos azul/violeta se llenaron de lágrimas - ¿Dónde
están? ¿Porque no han vuelto todavía?

Saqué una pequeña venda de mi piernera y vendé cuidadosamente su antebrazo mientras


pensaba en como responder.

— No lo sé. Pero hay que tener en cuenta que Takarahl está muy lejos de aquí como para
volver el mismo día. - traté forzar mi voz para que sonara segura pero la realidad era que ya
había pasado demasiado tiempo. Si todo hubiera ido bien ya habrían regresado.

— Pero ¿Y la Reina? ¿Que…? - Ivy soltó un sise de dolor cuando apreté la venda con más fuerza
de la necesaria.

— Lo siento. Prometieron que volverían confío en que lo harán. Cuándo nos hayamos ido la
Reina ya no será un problema.

— Solo lo quiero de vuelta… - murmuró Ivy

— Lo sé. También yo. A veces tengo que reprimir la urgencia de salir.

— Ellos vendrán - dijo Telok de repente mientras se acercaba - incluso si debo ir a buscarlos.

— Debemos quedarnos aquí Telok, somos los protectores de esta tribu. - contestó Urkot desde
su lugar.

— Nada vendrá en mi ausencia - insistió Telok.

— Pero es un riesgo - dije de mala gana - Kethan encontró una vez este lugar y otros también
podrían hacerlo. Es mejor si se quedan Telok, no podría defender a mi gente yo sola, solo en

105
ustedes confío.

Había estado tentada a aceptar la sugerencia de Telok, de pedirle que trajera a Rekosh de
regreso dónde sea que estuviese, pero Urkot tenía razón.

— ¿De que están hablando? - Col había salido de la nave con el resto detras de él.

— Creí haberles dicho que descansaran - mi humor prometía empeorar con cada minuto que
pasaba.

— No podemos - contestó Callie en voz baja. Suspiré y me encogí de hombros.

— ¿Entonces de que hablaban?

— Telok está pensando en ir tras Kethan y Rekosh. Urkot y Saya le dijeron que necesita
quedarse. - respondió Ivy.

—¡Deberíamos ir tras ellos! No podemos simplemente abandonar a uno de los nuestros a…—
Agitó las manos vagamente con frustración. — ¡A todo eso!

—No vamos a abandonar a Ella, Cole—. Ivy se pasó las manos por la cara y dejó caer los
brazos a los costados. Yo no estaba de animos para discutir con él — No hay nada que
podamos hacer. Incluso si no hubiera una tormenta, nunca lo alcanzaríamos. Tiene una
ventaja de un día completo.

— Estoy de acuerdo en que debemos quedarnos aquí, juntos — dijo Callie. Estaba sentada en
el suelo con la espalda contra la pared, las rodillas dobladas y los brazos cruzados sobre
ellas. — Sería estúpido separarnos más de lo que ya hemos hecho.

— Y todo lo que lograríamos es lastimar a alguien — agregó Diego. Él era uno de los pocos que
había estado relativamente quieto durante todo esto.

—¡Necesitamos hacer algo! ¿Se supone que debemos sentarnos y esperar para siempre? ¡Ya
han pasado veintiocho horas enteras o lo que sea que el día tenga de jodidamente largo en
este planeta!

Will negó con la cabeza y soltó una risa amarga. Se sentó al lado de Lacey, las muñecas
descansando sobre sus rodillas.

— ¿Crees que el resto de nosotros no sentimos lo mismo? Habría salido corriendo por esa
puerta justo detrás de ellos si hubiera pensado que habría servido aunque sea un poco.

— ¿Cómo diablos pueden sentarse todos actuando tan tranquilos?

—No estamos tranquilos—, respondió Will. — No estoy tranquilo. Pero estoy tratando de ser
realista, Cole. Soy un maldito tipo de TI. ¡Y algunos días de jugar con lanzas y caminar por la
naturaleza no cambia eso! Ya viste lo grande que es Ahnset. ¿De verdad crees que tendríamos
alguna posibilidad contra otra vrix de su tamaño o más grande? ¿Una reina?

— Si trabajamos juntos con Saya…

Me reí amargamente. Esto no nos estaba llevando a ningún lado.

— Para poder avanzar se deben aceptar las limitaciones Cole. Incluso yo tendría posibilidades
muy bajas de poder matar a una Reina. Necesitaría de todo mi escuadrón y mi escuadrón está
muerto - mi voz se quebró al final, hice un esfuerzo por respirar mejor - discutir entre nosotros
no ayuda. Todos sentimos la impotencia de no poder hacer nada más pero a veces se debe
admitir que no podemos controlarlo todo.

106
— Yo sé eso… pero siento que necesito hacer algo…

—Si trabajamos juntos, podemos sobrevivir aquí—, dijo Diego. —Y todos sabemos ahora,
incluso tú, que juntos significa con estos vrix. Significa confiar en ellos, hombre.

Nos quedamos en silencio otro rato. Todos mirando hacia arriba.

— ¿Que pasará si Anhset llegó a Takarahl? ¿Que le hará la Reina a Ella? - preguntó Lacey en
un murmullo temeroso. Nadie, desde que Kethan y Relosh se habían ido había hecho esa
pregunta en voz alta. Ivy le tradujo a los vrix y Urkot se acercó a ella poniendo una de sus
enormes manos en su hombro.

— No te preocupes por esas cosas. Sólo permitirás que lo que no conoces te devore desde
dentro. - la mirada de Lacey se suavizó. Pero yo negué con la cabeza mientras veía a Telok
hacer lo mismo.

— Sería más fácil pedirle que no respire - le dije en una mezcla de vrix- español.

— Todos nos preocupamos por esas cosas, y ella ya sabe lo que es probable. Si Ella es
descubierta por la reina, nunca la volveremos a ver. - dijo Telok bruscamente.

Ivy no tradujo. Se quedó callada con las manos temblando.

— ¿Que fue lo que dijo? - preguntó Callie mirando a Telok. - ¿Porque se quedan callados? - de
nada serviría mentirles.

— Dijo que si la Reina descubre a Ella… no la volveremos a ver. - contesté.

— ¿En que ayuda eso? - gruñó Urkot.

— Ellos deben saber lo que puede pasar. Sino ¿Me harías mentir? - respondió Telok

— Aplastarás su espíritu. Son palabras ciertas pero innecesarias.

— ¿Que dicen ahora? Parece que discuten - preguntó Diego con desgana. Lacey y Callie
habían perdido todo el color y Will se agarraba la cabeza como si temiera que fuera a
partirse.

— Urkot dice que aunque sea cierta esa posibilidad debemos mantener el espíritu y confiar en
que podrán encontrar a Anhset y traer a Ella de vuelta.

— Es cierto - dijo Cole de pronto con los ojos muy abiertos - Cuando vuelvan llenaremos a Ella
de las flores que encontramos como habíamos planeado y le patearemos el trasero a Anhset.

Los demás asistieron y los animos se elevaron un poco. Pero yo no estaba convencida. No
podía alejar la angustia que pesaba sobre mi espalda ni apartar la imagen de Ella de mi
memoria. Debí prever las acciones de Anhset luego de nuestra discusión. No había esperado
que su vínculo con Ella fuera tan fuerte como para traicionar a su hermano y llevarsela en
contra de nuestra voluntad a dónde sabíamos que correría peligro aunque ella pensara que
sería su salvación.

Volvimos al interior de la nave en grupo con Ivy de la mano cuándo escuchamos ruidos en el
fondo del cráter.

Ivy y yo salimos disparadas a la salida. Apenas crucé el umbral cuando me topé de frente con
Rekosh y mi alma se fue al suelo. En sus ojos rojos brillaba el dolor y una profunda rabia y si
eso no era suficiente nuestro contacto no duró ni dos segundos. Se giró en redondo y buscó a

107
los otros vrix con la mirada.

No tenía su lanza ni su bolso. No estaban Anhset ni Ella. Miré más allá de él y Kethan también
estaba desarmado. Ambos goteando por la lluvia y ambarrados de fango.

— Telok, Urkot con nosotros - ordenó Kethan - traigan nuestras armas. - sus palabras eran
muy rápidas y me costó trabajo seguirlas.

— ¿Kethan? - preguntó Ivy. Era evidente que las cosas no habían salido como esperaban.

— ¿Que pasa? - preguntó Diego al salir con los demás antes de que yo misma la formulara.

— Cacería - dijo Rekosh simplemente en español. Mis ojos se abrieron y mis manos volaron en
automático a mis armas en mi cintura.

— ¿Que diablos pasó ahí afuera? - soltó Lacey. Rekosh la ignoró.

— ¿Que pasó Rekosh?

— Lo siento Nyleaa… perdóname… - el dolor seguía brillando en sus ojos.

No.

No.

— Iré contigo - le dije en vrix.

— No - respondió él cerrandome el paso.

— Rekosh…

— ¡No! ¡Quedarte! - me tomó por los hombros y me sacudió con fuerza. Me miraba lleno de
desesperación - Quedarte Saya, no salgas, quedarte - me suplicó en español. Puso su frente
en la mía y me soltó para tomar la lanza que Telok le daba.

—Deben estar listos para viajar, Ivy. Deben ocuparse de ello. - murmuró Kethan en vrix cuando
la soltaba. Cambió al español — Mantengan sus lanzas en la mano, no salgan de la nave,
volveremos dentro de poco. - terminó mirándome.

La tensión amenazaba con romperme la cabeza.

— Todos adentro, tomen sus lanzas - ordené.

— ¿Que demonios pasa? — volvió a decir Lacey elevando su voz.

— ¡He dicho que vayan adentro! ¡Harás lo que te digo ahora y preguntarás después!

Lacey me dió una mirada dolida y asintió con la cabeza. Los demás se movieron torpes
mientras entraban de forma apresurada.

Ivy era la única que no se movía. Seguía plantada mirando a Kethan. Aturdida. Kethan le dió la
espalda con Rekosh a su lado. - Vamos hermanos, debemos movernos rápido. - y se
apresuraron a escalar el borde sin mirar atrás con Telok inmediatamente detrás de ellos.
Urkot se demoró un poco más con una mirada comprensiva.

— Ellos lo explicarán. Cuándo volvamos me aseguraré de que lo hagan. - y luego también se


fue.

108
— Vamos Ivy - pero ella seguía sin moverse. — maldita sea ¡Muevete! - dije tomándola del brazo
y arrastrándola de regreso a la nave.

Una vez dentro la guíe hacia las criocamaras dónde estaban reunidos los demás. Tenían las
lanzas en la mano y estaban apiñados en el centro de la sala. Ivy caminó para tomar su lanza
y se colocó también en el centro con la cara llena de lágrimas.

— ¿Saya? - inició Callie, dudosa. - ¿Porque Ella no estaba con ellos? - preguntó como si temiera
otra explosión de mi parte.

— No lo sé. Pero si es una cacería significa que quizá no pudieron alcanzarlas.

— ¿Por eso se fueron los cuatro? - Will estaba tan pálido que su cabello oscuro resaltaba
sobre sus facciones. - ¿Son muchos vrix?

— Es posible.

— ¿Pero y Ella? - preguntó Lacey acercandose a mí con las lágrimas brillando en sus ojos.

— No sé Lacey. No quiero responder a esa pregunta porque no tengo ninguna certeza.

— Pero ¿Que piensas? Sé honesta. - pidió.

— No tenían sus armas - empecé - y Anhset tampoco iba con ellos. Yo… no creo que la hayan
encontrado antes de llegar a Takarahl.

Lacey asintió con la cabeza y las lágrimas comenzaron a caer por su rostro. Cerró la distancia
que quedaba y se abrazó a mí llorando. La rodeé con mis brazos frotando su espalda en
círculos. En el centro Ivy también lloraba abrazada de Callie mientras Diego agachaba la
cabeza con su mano libre cubriendo su cara y Will a su lado tomándolo del hombro.

109
Mirar atrás era un lujo que no podía darme. Hice bien en no hablar más con ella. Su sola
intención de acompañarme era suficiente para hacerme perder la poca calma que había
conseguido.

La lluvia caía inclemente y oscurecía el cielo a pesar de que era tarde en la mañana. Nos
movíamos con toda la rapidez de la que éramos capaces. Estaba cansado, sangrante y me
ardían los músculos con cada movimiento pero debíamos seguir. Anhset nos necesitaba y
Saya estaba sola de nuevo, seguramente llena de dudas e incertidumbre. Telok y Urkot nos
seguían de cerca.

— Rekosh, alto - escuché detrás de mí. No sabía quien había sido con el estruendo de la lluvia
tan alto. Pero no nos detuvimos.

— Kethan… - llamaron esta vez. Él se detuvo a trompicones y casi choqué contra él.

—¿Qué cazamos y dónde?— Preguntó Telok, que era el más cercano a Ketahn pero él no
respondió.

— Es todo lo que necesitamos - urgió Urkot. Pero no estábamos en condiciones de una


conversación ni de explicar lo que había sucedido.

— Colmillos y Queliceras - respondió por fin - Punto de Aguja - dijo rechinando los colmillos.

Algo brilló en los ojos de nuestros amigos. Ya sea realización o leve confusión, comprensión o
tristeza, no importaba. Sólo que no hubo conmoción en sus reacciones, ni vacilación cuando
Telok avanzó con Urkot siguiéndolo de cerca y golpeó con una pata delantera nuestros
cuartos traseros.

Punto de aguja había significado algo diferente para nosotros hace muchísimos ciclos
lunares, cuando éramos jóvenes y estábamos ansiosos por demostrar nuestra valía. Cuando
habíamos sido demasiado inexpertos para comprender la verdad del mundo... la verdad de la
reina.

Telok colocó su lanza junto a nosotros y juntó los puños inferiores, golpeándolos en el pecho.
—Tienen mi lanza.

Se me escapó un gruñido. Urkot hizo eco de las palabras de Telok, ambos con miradas
inquebrantables.

— Rescatemos a Anhset - gruñó Kethan elevando su lanza al cielo - y mataremos al resto. Sin
piedad este día.

— Nutriremos las raices con su sangre - sentencie uniendo mi lanza a la suya. Me miró con una
mezcla de gratitud y orgullo.

— Y el laberinto devorará sus huesos - rugieron Telok y Urkot como uno.

Nos sumergimos en la jungla y nos abrimos camino por las ramas durante un espacio que me
pareció eterno. Cada paso más cerca de Anhset era un paso más lejos de Saya. Estaban solos
en el pozo, corriendo peligro.

Pero hoy yo era un portador de la muerte. No podía clavar mi lanza en Zurbashi pero lo haría
en cada uno de los miembros de su guardia. Ellos pagarían el precio por ella hasta que le
llegara el día. Nos estabamos acercando al Punto de Aguja. Miré a los alrededores notando
que había cambiado bastante desde la última vez que estuve aquí. Con movimientos rígidos,
reducimos la velocidad. Juntos, nos deslizamos de sombra en sombra, manteniéndonos cerca

110
de las ramas sobre las que nos movíamos.

Telok se colocó junto a Ketahn, y los dos avanzaron hasta el borde de la espesa jungla
alrededor de Punta de la Aguja,
deteniéndose a la sombra de un árbol retorcido mientras Urkot y yo protegíamos sus flancos.
La lluvia tenía menos obstáculos en esa franja de tierra relativamente despejada. Cayó en
sábanas inclinadas, gotas ondeando en el viento, creando un velo translúcido a través del
cual miramos el anillo de árboles que conformaba el Punto de Aguja. El laberinto había
comenzado a reclamar toda la zona. Las enredaderas parecían consumir todos los antiguos
edificios en ruinas cubiertos de maleza. Durante la guerra, Zurbashi lo había llamado Punta de
Lanza porque sus guerreros iniciarían la guerra ahí. Era la punta de su lanza. Sin embargo
Anhset lo llamó en broma Punta de Aguja debido aque Kethan, mi hermano Ishkal y yo que
éramos tejedores jugábamos a ir a la batalla con nuestras agujas cuando éramos unas crías.
Desde entonces para nosotros el lugar era la Punta de Aguja.

Pero después de que Ishkal murió habría preferido olvidar este lugar.

Un movimiento fuera del anillo emde árboles me sacó de mis pensamientos. Una figura
solitaria dobló la curva, caminando por el exterior de Punta de la Aguja con una lanza en la
mano. Aunque los detalles eran difíciles de discernir, llevaba algo negro sobre el hombro: era
una Colmillo de la Reina.
Mi primer instinto fue el de atacar pero aún no había visto a Anhset ni a ningún otro vrix.

— ¿Explorar o vigilar? - pregunté.

— Vigilar - contestó Kethan que también había visto a la Colmillo.

La Colmillo solitaria se detuvo en uno de los árboles centenarios, miró a su alrededor y se dio
la vuelta para caminar de regreso en la dirección de donde había venido. Pasaron unos
cuantos latidos más antes de que apareciera una segunda Colmillo desde el lado opuesto de
la formación del
árbol. Las marcas azules de sus piernas parecían más cercanas al gris pétreo en la penumbra.
Esta se movía con menos urgencia que la primera, aunque
su paso era más largo y suave. Ketahn y Telok vieron a la recién llegada caminar hacia un
árbol, el mismo árbol donde la otra se había detenido.

Pronto se perdió de vista otra vez; la primera Colmillo reapareció poco después de que la
segunda desapareciera.

—Guardias de patrulla,— dijo Telok. — No es el mejor uso del lugar.

Ahora Ketahn no hizo ningún esfuerzo por ocultar su furia. — No esperan una batalla.
Esperan criaturas pequeñas y débiles para sacrificar.

— Hay que moverse. - dije en medio de gruñidos. Había pasado mucho desde aue habíamos
luchado como uno contra los craneos negros pero no habíamos olvidado como era la guerra.
Y esto era guerra. La sangre era sangre y no terminaría mientras Zurbashi estuviera viva.
Kethan y Telok se movieron en silencio hacía la Colmillo de marcas verdes en medio de la
lluvia mientras Urkot y yo nos movíamos por el interior del anillo de árboles para encontrar a
la segunda Colmillo que se encontraba a poca distancia. Soltó un rugido que quedó
silenciado por la tormenta al ver a Kethan y Telok arremeter contra la otra que aún no los
había visto. Pero ya era muy tarde. Urkot la rodeó sorprendiendola antes de que pudiera
actuar mientras yo empujé mi lanza directo a su pecho atravesando la dura piel, la carne y los
huesos. La Colmillo intentó estirarse y mover su arma pero Urkot atravesó su corazón y con un
espasmo dejó de moverse. De un tirón arranqué mi lanza de su pecho y la sangre comenzó a
brotar en grandes cantidades mezclandose con el barro y la lluvia. Urkot sacó su lanza y tomó

111
el cadáver de la Colmillo por sus cuartos traseros mientras yo lo tomaba por sus manos y lo
arrojamos a la espesa maleza para después adentrarnos en la Punta de Aguja siguiendo a
Kethan y Telok.

Profundizamos en el Punto de Aguja rápidamente. Las ramas se elevaban de manera más


altas adornadas con enormes hojas que brindaban refugio de la lluvia y amortiguaban el
sonido por lo que ya no podíamos usar eso como ventaja. Debíamos movernos con mucho
silencio para no ser descubiertos. A medida que nos acercabamos podíamos distinguir
distintas voces. Y luego en la penumbra podían distinguirse cinco, no seis figuras. Tres
hembras y tres machos. Dos de los machos estaban más lejos del resto, vigilando alrededor.

— Este es el lugar - dijo una de las hembras en voz baja. Sonaba como Anhset. Tuvimos que
retener a Kethan para que no se moviera.

— Ella está mintiendo—, dijo el macho más cercano a las hembras.

El Colmillo de la izquierda empujó a la hembra del centro: Ahnset. Una de las patas delanteras
del Ahnset se dobló y cayó sobre la articulación de su pata, salpicando barro.

—¿Dónde están las criaturas?— exigió el Colmillo a la derecha.

Un relámpagos atravesó el cielo iluminando el claro y permitiendonos ver a Anhset. Sabía que
había dejado parte de sus adornos en Takarahl pero ahora, sus sedas, los pequeños adornos
de oro de su cabello, su cinturón, sus brazaletes, todo le había sido despojado.

Ahnset apoyó una mano en el suelo, manteniendo la cabeza gacha. — Ellos están aquí. Aquí es
donde han hecho su guarida.

— Jardok — llamó el Colmillo más cercano a las hembras — ¿qué opinas?

Un cuarto macho emergió de la oscuridad dentro de la ruina central unos momentos después,
agachándose a través de la entrada que se derrumbaba. Metió un fragmento de cristal en
una bolsa en su cinturón.

— Señales de animales que anidan aquí, pero son viejos. Este no es el lugar, Hakvahl.

Hakvahl miró al Colmillo de la derecha. — Está mintiendo, Leteki. Ella nos ha llevado por mal
camino.

Leteki agarró un puñado del cabello de Ahnset y la obligó a echar la cabeza hacia atrás. —
Esto es lo que sucede cuando confiamos en los traidores.

El otro Colmillo agarró tres de los brazos de Ahnset y los tiró hacia atrás.
Leteki deslizó su mano por el asta de su lanza, agarrándola justo debajo de la cabeza, y
presionó el borde de roca negra en la garganta de Ahnset. — La verdad, traidora..

En ese momento nos separamos. Cada uno en direcciones distintas.

— Deberíamos atarla, colgarla y destriparla como a una bestia — dijo el Colmillo de la


izquierda. —Eso sería mejor de lo que ella se merece.

Hakvahl se acercó a las hembras, los finos cabellos se le erizaron — La reina quiere que le
entreguen las pálidas criaturas. Esta traidora es nuestro único medio de localizarlos.

112
— Solo necesito unos momentos con su hermano,— espetó Leteki — y él cooperará, no la
necesitamos—. Tiró más fuerte del cabello de Ahnset.

Ahnset cerró las mandíbulas y los ojos, pero no emitió ningún sonido.

— Última oportunidad,— dijo Leteki. — ¿Dónde están las criaturas?.


— Son pequeños — dijo Ahnset con voz áspera, entrecerrando los ojos para mirar a sus
captores. — Quizás deberías mirar más de cerca.

Kethan salió antes de que pudieramos estar más cerca.

— Carajo - gruñi la maldición humana mientras salía de la maleza y Telok y Urkot saltaban de
los árboles aprovechando la distracción de Kethan.

Kethan rugió antes de que el primer Colmillo pudiera darse vuelta y clavó su lanza en su
pecho, el macho soltó un gruñido confuso y la luz de sus ojos desapareció antes que cayera al
suelo mojado. El otro Colmillo se giró alertado por el rugido de Kethan y ya alzaba su lanza
contra él cuando mi lanza salió disparada de mi mano atravesando su corazón limpiamente
desde atrás.

Urkot ya había llegado y arrastró a una de las hembras con su lanza clavada en su cuello
mientras sus patas se convulsionaban para no volver a moverse. Saqué mi lanza del Colmillo
muerto y apunté a Jardok que se alejaba de las ruinas, andando hacia nosotros con lanza en
mano. Mi lanza se clavó en su hombro izquierdo antes de que pudiera usar su arma contra mí.
Jardok se tambaleó hacia atrás dónde Telok ya estaba esperándolo y le rebanó la garganta
con un cuchillo dentado que reconocí cómo uno de los que Saya le había dado a sus
humanos el primer día.

— ¡Traidores! - gritó Hakvahl.

Ketahn respondió con un rugido propio y arrancó su lanza de la Colmillo caída. Cargó para
encontrarse con Hakvahl.

Leteki aprovechó la confusión y se preparó para cortar la garganta de Anhset. Corrí y caí a su
espalda tomando sus mandíbulas. Tiré hacia atrás y rompí su cuello girando su cabeza fuera
de su eje.

Ketahn clavó su lanza en el pecho de Hakvahl en el instante en que la Colmillo estuvo lo


suficientemente cerca. Hakvahl se hizo a un lado, evitando por poco la punta de la lanza, y
arremetió con su hacha. Ketahn esquivó el golpe e invirtió su estocada, arrastrando la punta
de la lanza por el abdomen de Hakvahl. El filo cortó la piel de la Colmillo, haciéndola gruñir.
Antes de que Hakvahl pudiera tomar represalias con un golpe de revés, Ketahn usó sus manos
libres para agarrar el antebrazo de su enemiga. Sus garras perforaron la carne y rasparon el
hueso debajo.

—¡Gusano de la selva!— Hakvahl pasó las garras de su mano inferior por el abdomen de
Ketahn.

Ketahn inclinó la cabeza y cerró las mandíbulas sobre el brazo extendido de Hakvahl. El
Colmillo gritó y las articulaciones de sus patas se doblaron. Dejando caer la punta de su lanza
al suelo y levantando la cabeza hacia Hakvahl, Ketahn tiró de ese brazo con más fuerza.La
colmillo cayó con la punta de la lanza de Ketahn justo debajo de su barbilla. Su caída se
detuvo abruptamente cuando la punta de la lanza de roca negra golpeó el interior de su
cráneo. El ruido que hizo fue pequeño, breve y fácil de olvidar.

Ya no quedaban Colmillos ni Queliceras. Corté la seda que restringia a Anhset, dejándola


libre. Estando más cerca era fácil ver todas las marcas del maltrato que había sufrido a

113
manos de sus antiguos camaradas. Anhset de quedó mirándome e hizo algún intento de
hablar pero me alejé antes de que pudiera hacerlo. Kethan estaba sacando su lanza de la
Colmillo y cuando lo hizo quedó prácticamente de frente a su hermana. Pasé a su lado
palmeando su hombro para darles espacio. Telok bajaba de las ruinas con mi lanza en la
mano y Urkot se alejaba también de los hermanos.

Mil emociones se agitaron en mi pecho. Todo esto… todo porque ella no había escuchado.
Porque no había confiado en nosotros, independiente de sus intenciones de hacer lo correcto.
Porque de alguna manera eso lo hacía peor. Los hermanos se miraron el uno al otro, los
hombros y el pecho agitados por sus respiraciones irregulares, y miles de emociones
parpadearon en sus ojos. Sus mandíbulas subían y bajaban con incertidumbre.

Su mano temblaba cuando se estiró y agarró la parte posterior del cuello de Ahnset,
atrayéndola hacia abajo para tocar su cabeza con la de ella. Cerró los ojos, soltó un suspiro
tembloroso y colocó sus grandes manos sobre sus hombros. Cuando inhaló, su cuerpo se
hundió y cayó sobre las articulaciones de sus patas delanteras.

—Lo siento, Ketahn,— dijo con voz áspera. — Yo soy…

— Levántate Anhset - gruñó Kethan. Las heridas eran profundas - debemos irnos.

Anhset me miró con los ojos más culpables que jamás había visto y mi rabia contenida solo
aumentaba.

— Rekosh, yo… por favor…

— Levántate ya Anhset, arriba. No quiero tus palabras, quiero que te muevas - le dije.

Mi rabia no había disminuido pero tenía el cuerpo adolorido y el espíritu cansado. Lo único
que anhelaba era volver con Saya. Acurrucarme con ella. Telok y Urkot nos miraban
atentamente, cubiertos de sangre y barro. Sabía que tenían dudas, enormes dudas pero en su
mirada no juzgaban, solo observaban.

— ¿Cuál es el daño en dejarla hablar? - preguntó Urkot, inseguro.

— No hay nada que decir. - gruñó Kethan - busquen lo que sea útil, debemos regresar al pozo
y partir.

— ¿Quieres iniciar nuestro viaje? - preguntó Telok - ni siquiera sabemos que pasó.

— Rekosh, Kethan y Anhset están aquí… pero Ella no. Sabemos lo que pasó - repuso Urkot con
tristeza.

— Si y no hablaremos más de eso aquí. Hay que irnos - contesté con la rabia pugnando por
salir.

Anhset mantenía la mirada baja. No me demoré un latido más mirándola y me dispuse a


buscar cualquier cosa cosa útil. Bajo la lluvia podía escuchar su voz baja y rota.

— Lo siento. Madre de linaje perdóname. Ella…

114
La lluvia seguía cayendo de forma constante. Si solo por la lluvia hubiera sido podría decirse
que el tiempo no pasaba pero yo sabía que no era así.
Kethan había dicho que debíamos quedarnos dentro pero no podía, ya no había nada más
que preparar y al final tuve que aceptar que lo único útil que se podía hacer era esperar. Salí
de la nave en mi atuendo normal, había guardado mi vestido con celo en una de las maletas
con armas. Debía estar fuera para saber antes que nadie si había enemigos bajando por el
cráter… o eso me decía a mi misma. La realidad era que solo lo hacía porque lo primero que
quería ver era a Rekosh.

Lo siento Nyleea. Perdóname.

Sus palabras seguían resonando en mí cabeza dolorosamente y aumentaban mi angustia.


Estaba comenzando a hiperventilar y me concentré en controlar mi respiración.

Vuelve Rekosh. Cumple tu promesa.

Un pequeño chapoteo me alertó de que no estaba sola. Esos pasos ya eran conocidos para
mí.

— ¿Que haces aquí Ivy? - dije sin mirarla.

— Lo mismo que tú. No soporto esperar dentro. - respondió.

Puse los ojos en blanco pero no dije nada más.

— ¿Puedes sentir algo? - preguntó en una vocecita.

— ¿A que te refieres?

— Bueno… Kethan una vez me dijo que en la familia de Rekosh podían resonar con sus
parejas… que les permitía saber cosas sobre ellos…

— No soy psíquica Ivy… - dije en una risa triste - la Resonancia no funciona así. Permite saber
cómo está la otra persona, sus emociones y algún atisbo de sus pensamientos pero solo
estando cerca y aún no logro percibir los de Rekosh, es algo que se desarrolla con el tiempo.
Pero incluso así no creo que me permita saber dónde está.

— Entiendo.

— Volverán Ivy.

— Tienen que hacerlo.

Y nos quedamos así una a lado de la otra mirando la lluvia caer. Viendo cómo el nivel del agua
poco a poco aumentaba en el fondo del cráter. Ahora era solo como un enorme charco pero
pronto se inundaria. En uno o dos días como máximo. Entonces pude escuchar voces
apresuradas y roncas que venían de la cima del cráter aunque aun no se habían dejado ver.
Sonaban débiles con el sonido de la lluvia pero sabía que estaban ahí.

— Adentro - dije tomándola por el brazo. Ivy jadeo y se movió rápidamente junto conmigo.
Entramos en la primera sala dónde se iniciaba el pasillo hacia las criocamaras dónde estaban
el resto de supervivientes. - Luces fuera - dije acercándome al sensor de reconocimiento de
voz - ¡Todos en silencio! - ordené apenas en mi volumen normal y aprecié que de inmediato las
voces cesaran. En silencio le indiqué a Ivy que se quedara en un rincón y mientras señalaba
con mis manos que debía apuntar su lanza a la garganta de quién fuera que entrara sin
invitación. Ella asintió y apretó sus manos en su arma. Al fondo pude distinguir a Cole en la

115
penumbra también con lanza en. En una mímica que esperaba el pudiera ver le indiqué lanzar
su arma con fuerza apuntando al pecho y alzó un puño indicándome que había comprendido.
Me subí al falso plafón sobre la salida de aire justo por encima de la puerta empuñando los
sais en cada mano. No pasó mucho tiempo hasta que percibí pasos apresurados fuera de la
nave; uno, dos, tres, cuatro, cinco vrix. No ibamos a durar ni un padre nuestro en un espacio
tan pequeño, la única opción era matar al primero en la puerta y salir para distraer a los otros
cuatro para dar espacio a los otros. Pero ese no era un plan efectivo, el resultado sería el
mismo. Rechine los dientes rogando para que se me ocurriera otra cosa que hacer. Los pasos
sonaron más cerca. La puerta se abrió con un siseo y una figura oscura obstruyo la entrada y
dió un paso cauteloso dentro. El sonido de una lanza siendo arrojada silbó en el aire y supe
que Cole había atacado. El vrix apenas tuvo oportunidad de atraparla cuando Cole salió de la
oscuridad con un cuchillo dentado en mano al mismo tiempo que me arrojaba a la cabeza del
vrix, pero Cole fue muy lento y lo tomaron del cuello para ponerlo de golpe contra la pared
aunque no antes de que yo cayera sobre él y tirara de su cabello hacia atrás para rebanarle
la garganta y justo en esa fracción de segundo ocho ojos púrpuras con un brillo azúl me
miraron.

— ¡Ivy alto! - grité justo en el momento en que la lanza de Ivy se acercaba al cuello de Kethan.
Una mano suya salió disparada parando su lanza en seco a milímetros de su yugular. -
maldita sea - espeté alejando mis armas para volver a enfundarlas mientras bajaba de su
cabeza.

— Kethan - suspiró Ivy soltando su lanza como si quemara - ¡Lo siento! No quise… pensamos…

— Te dije que te quedaras adentro ¡Dije no salgas!

— Técnicamente estamos adentro - replicó Cole que seguía contra la pared.

— Y solo al ancho de un hilo de ser atravesado - contestó Kethan.

— Lo mismo para ser degollado, ya suéltalo Kethan y hazte a un lado. - dije en vrix perdiendo
la paciencia. Cole cayó sobre sus pies y Kethan se movió mirando a Ivy todo el tiempo.
Inmediatamente detrás de él venía Rekosh.

Esperaba que avanzara hacia mí pero no lo hizo. Estaba rígido y con las mandíbulas
crispadas.

— ¿Porque desobedeciste? - me reprochó - ¿Porque ponerte en peligro? Si haber sido alguien


más…

— Porque estaba preocupada por ti… - repliqué dolida interrumpiendolo.

Se tensó y soltó su lanza. Cerró la distancia entre nosotros de una zancada y me encerró con
sus cuatro brazos poniéndome contra su pecho mojado por la lluvia y enterrando su cara en
mi cabello. Sus brazos temblaban y se aferraban a mi con desesperación con la respiración
errática.

— Siento no haberte escuchado. Pero ya no podía esperar más. No soportaba no saber si


estabas bien… - dije en vrix. Mi voz estaba a punto de quebrarse.

— Estoy aquí mi Resonancia… perdóname por agitar tu paz…

Detras de Rekosh entraron Telok y Urkot con un puño de lanzas envueltas en seda y aún más
atrás estaba Anhset. No pude evitar notar que ya no llevaba ninguno de sus adornos de oro y
seda finamente tejida, era como si la hubieran despojado. Y Ella… Ella no estaba con ellos. Mi
corazón dió un vuelco.

116
— ¿Dónde está Ella? - preguntó Cole recuperando su lanza.

Rekosh se puso rígido en su abrazo. Nadie respondió.

— Debemos irnos - gruñó Kethan en español.

— Kethan… - Ivy tenía los ojos muy abiertos.

— Ahora - dijo él girándola y empujandola hacia adelante con la fuerza suficiente para dejar
claro que no aceptaba resistencia.

—De verdad, Ketahn, ¿dónde está Ella?— exigió Cole.

Telok siseó, corto y agudo, un sonido universal para callarse. Me separé de Rekosh de golpe y
lo miré. Sus ojos me devolvían la mirada con brillo infeliz.

Los demás fueron saliendo.

— ¡Están de vuelta! - soltó Lacey con una sonrisa que murió cuando se encontró con mis ojos.

— ¿Que pasó? - preguntó Callie frunciendo el ceño.

—Ella no está aquí—. Cole plantó la punta de su lanza en el suelo y miró a Ahnset. —¿ Dónde
diablos está Ella? ¿Qué le hiciste a Ella?

Ahnset no se encontró con la mirada de Cole; mantuvo los ojos bajos, las mandíbulas
colgando. Pero yo no tenía paciencia para estupideces. Saqué mis armas lentamente mirando
a Anhset. Rekosh me dedicó una mirada alarmada pero yo no tenía cabeza para nada más.

— Kethan - dije lentamente - o explicas que demonios sucedió o juro que voy a salpicarte con
la sangre de tu hermana.

Telok y Urkot me cerraron el paso con sus mandíbulas chocando con inquietud. Kethan se dió
la vuelta para enfrentarme. Miré un segundo más a Anhset que seguía con la cabeza gacha y
luego lo miré a él. Ivy salió desde su espalda poniendose en medio con los ojos llorosos.

— Saya por favor… estoy segura de que si les das un momento podrán…

— Cállate Ivy.

Ivy dejó de hablar en el acto. Nadie hablaba. Kethan solo seguía ahí mirándome con los
mismos ojos infelices de Rekosh. Pero yo estaba insensible en ese momento.

— Estoy esperando Kethan.

Telok y Urkot se miraron con incertidumbre como si estuvieran esperando la misma


información que nosotros.

— ¿Dónde está Ella? - gritó Cole - ¡Responde!

—Relájate, hombre —, dijo Diego, saltando de su criocámara y levantando las manos. — Ella no
entiende lo que estás diciendo.

— Pero Ketahn sí —, dijo Lacey, con los ojos fijos en Ketahn. — Tenemos derecho a saber qué le
pasó a Ella.

Me dí la vuelta para mirar a Rekosh justo en el momento en que las luces volvían a encenderse

117
y pude verlo claramente.

Los vrix no eran propensos a simples moretones o heridas superficiales. Pero Rekosh estaba
cubierto de fango y sangre. Había grandes moretones en todo su cuerpo y cuánto más lo
miraba más daño encontraba en él. Era cómo si lo hubieran torturado. En sus muñecas y
cuello había marcas en carne viva de ataduras recientes y en uno de sus costados había una
herida profunda que sangraba en algunas partes cada vez que él respiraba. El shock
atravesó mí nube de rabia para dar paso a la impotencia y el pesar. Me dí la vuelta y Kethan
estaba en una condición similar.

Sentía mis manos temblando hasta la punta de mis dedos. Mis armas se deslizaron de las
manos y las escuché caer con un ruido metálico en el suelo. Me acerqué a Rekosh teniendo
cuidado de no tocar ninguna de sus heridas para no lastimarlo y puse mi mano en su
mandíbula.

¿Que te han hecho? - pensé con angustia.

— Rekosh ¿Que pasó? Dímelo - dije en voz alta mirándolo a los ojos. Él tomó la mano que tenía
sobre su mandíbula y la apretó.

— Fallé - contestó con voz ronca.

— Fallamos - dijo Kethan.

— ¿Fallaron? - preguntó Will.

— Ella está muerta - Anunció Kethan en un murmullo triste.

— ¡Mierda! - jadeó Will con las manos entrelazadas en la cabeza.

— Oh Dios - Lacey tenía los ojos abiertos cómo platos.

Ella muerta. Ella muerta. Sabía que era algo que cabía esperar pero tenía la esperanza de que
no fuera el caso.

Las piernas me fallaron y caí de rodillas sobre el frio suelo de la nave.

— Saya ¡Saya! - escuchaba la voz de Rekosh cómo a través de un tunel, lejana. Me tomó de la
barbilla obligando a mi cabeza a levantarse y mi visión se empañó. Solo entonces me dí
cuenta de que estaba llorando. Las lágrimas corrían por mi cara sin que pudiera detenerlas.
No sentía el suelo. Todo me daba vueltas.

— Debemos irnos - repitió Kethan.

— ¿¡Que pasó!? - gritó Callie. Había lágrimas en sus ojos pero también furia. Dió un paso
adelante enfrentando a Anhset y gritándole a la cara - Confíamos en tí. Todos nosotros - dijo
abarcando tanto a vrix como a humanos - ¿Porque hiciste esto?

— Debemos irnos - insistió Rekosh en español.

— ¡Al carajo esa mierda! ¿Esperas que vayamos con ustedes después de que su hermana
matara a Ella? - respondió Cole elevando la voz por encima de todas las demás.

— Anhset no mató a Ella - dijo Kethan pero no había convicción en su voz

— Ella estaría aquí si no se la hubiera llevado. Lo discutimos maldita sea. Incluso Saya se lo
advirtió y ustedes también. ¡Acordamos no llevarla ahí!

118
Me levanté sintiendo las piernas de gelatina. Me limpié las lágrimas de la cara y encaré a
Rekosh. Era consiente de su estado y si solo fuéramos nosotros dos lo habría dejado
recuperarse hasta que estuviera listo para hablar. Pero esta situación era demasiado grande.

— ¿Que pasó? - preguntó Ivy entre sollozos, intentando controlarse sin conseguirlo. Kethan
trató de limpiar sus lágrimas.

— Debemos partir Nyleea.

— De eso nada - dije con la voz quebrada y no me importo - debemos saberlo Kethan. Nadie te
seguirá si no pueden confiar en tí. En ustedes - dije mirando al resto de vrix. Entonces miré a
Rekosh y traté de hacer mi voz más suave - ¿Que fue lo que pasó Rekosh?

Rekosh y Kethan se miraron, indecisos.

— No encontré a Anhset - comenzó Kethan mirando a Ivy - las guardias de la Reina me


atraparon antes de que pudiera encontrarla.

— Yo fuí el que pudo encontrarla - continuó Rekosh. Había rabia en cada una de sus palabras
- me escabulli por túneles ocultos de Takarahl hasta que la ví. Le pedí, le rogué que me la
entregara, le dije que debía volver con su tribu para descansar pero no me escuchó. Al final
las guardias también me atraparon y me llevaron ante la Reina. Kethan ya había sido
capturado.

— Entonces - dijo Kethan - Anhset entró y pidio sanidad para Ella. Trató de explicar que
estaba enferma y necesitaba ayuda. - Kethan no pudo continuar cayó al suelo agarrando su
cabeza.

— La Reina no escuchó nada de lo que Anhset quisiera decirle y se enfureció cuando


peleamos para salvar a Ella y entonces… la Reina le dió muerte frente a nosotros. No pudimos
ayudarla.

Diego maldijo. Se pasó las manos por el pelo, lo apretó y se dirigió hacia Ahnset. — ¿ Por qué te
la llevaste? ¿Por qué
jodidamente te la llevaste?

Pero Anhset no decía nada. No se defendía.

— Pensó que ayudaría - respondió Kethan con decepción - pensó que estaría bien…

— Pero sabía cómo era la Reina - dijo Ivy con amargura - lo sabía y se la llevó de todos modos.

— No - dije yo en español y luego en vrix - lo sabía pero no creía. No confiaba en su propio


hermano ni en sus amigos cuando le dijeron que no debía acudir a la Reina.

—Ella no se merecía esto—, gruñó Diego. —Ella ya se estaba muriendo, pero no se merecía
esto—. Dio media vuelta y se alejó, apoyando los codos en una criocámara y escondiendo la
cabeza entre las manos.

Will se acercó a Diego y colocó una mano sobre su hombro.

— No lo merecía - dijo Rekosh levantándose y dándole un golpe a Kethan para que también lo
hiciera - Pero están aquí para vivir. Debemos irnos.

Nadie se movió.

— Hay que moverse - dije haciendo acopio de todas mis fuerzas para que mi voz sonara firme

119
- Ya sabemos que Anhset presentó a Ella ante la Reina, eso significa que ya sabe de nosotros.

Ketahn miró por encima del hombro a su hermana. — Envió a Ahnset con cazadores para
encontrar a todos los humanos.

—¿Y desgraciadamente la trajiste aquí de todos modos? — Cole levantó una mano y se golpeó
la cabeza, tirando de su cabello con fiereza. — Esto está jodido.

Con un resoplido y un fuerte movimiento de cabeza, Ketahn dio un paso adelante. — Ahnset se
los llevó lejos de aquí.

—Pero luego regresaste —, dijo Lacey, — lo que significa que podrían haberte seguido.

Rekosh resopló frustrado.

— No lo hicieron.

—¿Como puedes estar seguro?— Callie cruzó los brazos sobre el pecho; normalmente, habría
sido una postura confiada para ella, pero ahora solo transmitía nerviosismo.

—No fueron seguidos—, dijo Ivy.

Will volvió la cabeza para mirarla sin quitar la mano del hombro de Diego. —¿Cómo puedes
saber eso?

Cole se enfrentó a Ivy. Su expresión estaba tensa por la ira, pero el miedo brillaba en sus ojos.
— ¿No ha pasado el tiempo de la confianza ciega, Ivy?

— No es confianza ciega - mi paciencia estaba agotandose en conjunto con mi dolor y mi


rabia. - la maldita falta de observación de este grupo me está colmando. Rekosh y los demás
se fueron con sus lanzas y sus bolsas. Mira con lo que regresaron.- y señalé en conjunto de
lanzas extras que habían traído.

Pero la comprensión floreció gradualmente en los rostros de los humanos.

— Los cazadores están muertos, pero vendrán más —, dijo Ketahn. La firmeza de su tono no
dejaba lugar a discusión.

— ¿No velaremos a Ella? - preguntó Lacey en medio de un sollozo.

Mi voz sonó dura cuando hablé.

— No hay tiempo para eso. Habrá lugar y momento para llorar a Ella pero no ahora ni aquí.
Quiero que entiendan esto: sobrevivir es lo único en lo que podemos enfocarnos ahora, la
jungla es peligrosa, no conocemos este planeta y ahora una maldita desquiciada con una
guardia entera comenzará a buscarnos. Si perdemos eso de vista nos matarán a todos. Ella
no pudo pelear pero nosotros lo haremos, porque es la única opción que hay.

120
El éxodo del Somnium fue miserable. La lluvia implacable hizo resbaladiza cada superficie
sólida y dejó el suelo del bosque como un campo minado de profundos charcos y lodo, gran
parte oculto bajo capas de maleza y hojas y ramas caídas. Al llegar a la cima del cráter Anhset
repentinamente me cerró el paso. Dobló sus patas y puso sus cuatro palmas sobre la tierra
húmeda mientras me miraba.

— ¿Podrías explicar mis palabras? - le pidió a alguien en particular pero no vi a quién. Tomó
aire y habló. - He cometido un terrible error. Nada de lo que pueda hacer podrá remediarlo.
Daría mis corazones por traer a Ella de vuelta. Quería ayudarla, quería sanarla. Yo causé todo
esto, sé que no puedo obtener su perdón, lo mínimo que merezco es la muerte.

Ivy tradujo las palabras de Anhset en medio de sollozos. Anhset agachó la cabeza, esperando
que la asesinara. Una colera fría me recorrió y estuve tentada a cumplir su deseo.

— Levanta la cabeza Anhset - dije en mi mejor vrix. - esto es lo que ha provocado tu estupidez.
Tu tonta confianza en una Reina que solo existía en tu mente provocó la muerte de Ella . La
estupidez es igual de nociva que la malicia y ya lo has comprobado - saqué una daga de mi
piernera y corté con ella medio rostro de Anhset, no era una herida profunda pero dejaría una
marca. Escuché un gruñido de Kethan pero no le presté atención. - Yo no te perdonaré Anhset.
No voy a premiarte con la muerte. - y luego con una sonrisa le dije - tu Reina morirá por mi
mano, ella y cualquiera que haya presenciado la muerte de Ella en Takarahl, de eso puedes
estar segura. Pero tu Anhset, vivirás tu patética existencia llevando tu deshonra en esta
marca. Los Assassin no tenemos piedad para quienes tocan a los que nos importan. Y ahora
ya no me molestes más.

Caminé en silencio de nuevo hacia el grupo. Ivy me tomó brevemente de la mano al pasar y
algunos tocaron mi brazo mientras que otros palmearon levemente mi espalda en señal de
apoyo. Los vrix me miraban callados.

Iniciamo nuestro camino por el laberinto dejando el cráter atrás para nunca volver.

Las junglas eran cálidas y húmedas, ¿no? Se suponía que la lluvia traería algún alivio de ese
calor espeso y opresivo. Pero esta tormenta había vuelto la jungla gélida en comparación con
lo que ella estaba acostumbrada, y solo se había vuelto más fría a medida que se desvanecía
la escasa luz gris del día. Habíamos caminado durante horas, acurrucados tan juntos que a
menudo chocabamos y tropezabamos con los pies. Los vrix nos habían rodeado, sombríos
protectores que parecían poco obstaculizados por la lluvia, no es que hubiera pasado mucho
tiempo observándolos. Había mantenido la cara hacia abajo durante la mayor parte del viaje,
tanto para protegerme los ojos de la lluvia como para cuidar mí equilibrio.

Entre las terribles condiciones, la pesada mochila a la espalda, el cansancio físico y el dolor
de la perdida me sentía agotada de todas las formas posibles. Aún con todo mi entrenamiento
mi cuerpo se estaba acercando a su límite. Pero sabía que mi cansancio era mínimo en
comparación con el de Rekosh. Me reacomodé la capucha de la capa y levanté la vista
buscándolo. Iba al frente de la formación junto a Kethan que en la oscuridad lo hacía verse
como una sombra descomunal. Su paso siempre había sido confiado y seguro pero ahora
tenía los hombros encorvados debido al peso de la maleta que llevaba y caminaba con una
amarga determinación frente al agotamiento.

Me rompió el corazón. Sabía que si por él hubiera sido me habría tomado dejado a todos los
demás atrás. Pero no lo había hecho por consideración a mí. Había pasado por todo esto por
mí. Me dolía verlo en esas condiciones, ansiaba tratar sus heridas y sanar su dolor.

— Estoy bien Nyleea mía.

Había dicho en algún momento mientras lo miraba. Era una mentira. Pero se esforzaba por no

121
mostrarlo.

— Creo que no puedo sentir mis piernas - comentó Lacey después de muchas horas de
silencio.

— Las mía s están en piloto automático —, dijo Callie desde atrás. — Siento que si me detengo,
voy a colapsar.

Lacey se rió entre dientes, aunque fue aireado y sin aliento.

—¿Recuerdas cuando solían obligarnos a correr en la escuela? Sí, así es como me siento en
este momento.

Callie se rió. — Mis amigos y yo estábamos demasiado ocupados hablando y siempre


llegábamos de último.

— Igual yo - resopló Ivy - me metía en muchos problemas por eso.

— Mi escuadrón y yo nos escapabamos del entrenamiento y entrabamos a las cocinas para


robar galletas y compartirlas por la noche. Recuerdo que el castigo fué duro. - dije yo. Esos
recuerdos me parecían ahora tan lejanos que me pregunté si realmente habían pasado.

— Siento que mi cuerpo olvidó que solía correr un kilómetro todas las mañanas antes del
trabajo — dijo Diego.

Cole se rió. — Supongo que el levantamiento de pesas no me hizo mucho bien en el área de
cardio.

Todos se rieron pero la risa no duró mucho cuándo el pie de Callie se atoró en una raíz y la
lanzó hacia adelante. Ella jadeó y empujó a Ivy desde atrás en lo que prometía ser un efecto
dominó. Ivy se colgó se forma inconsciente de la mochila de Lacey y tuve que agarrar su mano
para que la soltara y no llevara a Lacey a caer se espaldas e interponer mi cuerpo para que
amortiguara el golpe pero no evité que Ivy se diera de cara contra mi mochila y Callie cayera
al lodo detrás de ella.

— ¡Lo siento mucho! - dijo Callie desde el suelo. Diego que iba detrás de ella la ayudó a
levantarse y limpiarse el lodo de la cara.

— No te preocupes - contestó Ivy.

— Gracias - me dijo Lacey frotándose el cuello donde la capa había tirado de él.

— No hay problema - dije mientras soltaba con cuidado la mano de Ivy dándole un ligero
apretón. Ella me dedicó una pequeña sonrisa.

— ¿Estás bien mi sol? - Rekosh se había dado la vuelta junto a Kethan para ver que había
pasado. Puso su mano sobre mi mejilla y en automático giré mi cara hacia ella buscando su
toque. Era áspera pero también muy calida y reconfortante.

— Si estoy bien - Rekosh asintió y con un suspiro se retiró lentamente. No me perdí el temblor
de su cuerpo cuando se movió. - Rekosh debemos parar.

— No - dijo él - Hay que seguir.

Inmediatamente Ivy intentó convencer a Kethan también. Ninguno de los dos estaba en
condiciones de continuar.

122
— Debemos ir hasta dónde podamos - murmuró Kethan dándose la vuelta.

Caminé tan rápido como pude para cerrarle el paso a Rekosh.

— Necesitamos parar. Necesitas parar. Rekosh estas exhausto.

— Es demasiado pronto - murmuró él.

— Ya casi es de noche. Sé que pasaron más cosas de las que mencionaste y mirense - dije
señalando a Kethan - no han probado bocado. Hemos estado así por horas.

Necesitas descansar mi Luveen. - dije en mi mente, rogando que pudiera escucharme.

Rekosh me tomó de la cintura y no supe si quería alejarme o acercarme. Su indecisión me


rompía el corazón.

Rekosh por favor. Te estás haciendo daño.

—Tu compañera tiene razón,— dijo Telok mientras se acercaba a ellos, clavando el extremo de
su lanza en el suelo frente
a su pata delantera. — Ganaremos poco si continuamos. Menos si debemos llevarlos a
cuestas, Rekosh.

— Estamos demasiado cerca — Ketahn volvió la cabeza y miró a lo lejos; sabía que estaba
mirando hacia Takarahl.

Telok extendió una pata delantera, golpeándola contra la de Ketahn. — La luz se está
muriendo. Nuestros pequeños compañeros ya han tenido suficientes problemas para ver
cómo es, y están cansados por la preocupación y el dolor. Estaremos a salvo refugiándonos
para pasar la noche.

Busque a Rekosh tocando su mandíbula. — No tienes que cargar todo tu solo. Y no dejaré que
te lleves a éstos extremos por mí. Estás herido amor.

Rekosh me miraba azorado. - No deseo verte triste Nyleea.

— Es porque me preocupo por ti.

— Yo… Kethan - dijo entonces pero él no respondía, parecía luchar una batalla interna. Rekosh
no esperó respuesta. - Nos detendremos.

— Gracias al infierno — dijo Cole desde algún lugar detrás de Ivy.

— Hay un hueco cerca —. Ketahn miró a Telok mientras cubría la mano de Ivy con la suya . — Es
lo suficientemente grande como para que todos podamos refugiarnos.

El hueco estaba en la base de un árbol inmenso, cuyo tamaño se hacía más imponente por la
espesa oscuridad que se cernía sobre la jungla. Una gran división en el tronco creó una
abertura similar a una cueva que comenzó a unos dos metros del suelo de la jungla. Aparte de
algunos escombros, hojas y palos, en su mayoría, y el musgo espeso y suave que se aferraba
al tronco y crecía en el suelo, el interior estaba vacío. También era sorprendentemente
espacioso, al menos hasta que todos estaban metidos dentro. Pero lo importante era que
estaba seco.

Nos cambiamos la ropa y pusimos a secar la que traíamos puesta. El cambio había mejorado
el frío pero solo un poco. Le pasé a Ivy un pequeño botiquín mientras ponía una barra
luminosa en mi boca para atender las heridas de Rekosh. Tanto él como Kethan se negaron al
principio pero los silenciamos con una mirada. Las marcas oscuras que se adivinaban cómo

123
moretones no requerían tanto cuidado pero las marcas de ataduras en muñecas y cuello y la
herida en el costado de Rekosh exigían atención. Limpié primero la herida de su costado. No
parecía profunda pero era incómoda y un movimiento mal realizado hacía que se abriera en
algunas partes. Puse una cantidad generosa de gel cicatrizante y la cubrí con el film
quirúrgico. Saqué una inyección de analgésico, no sabía si funcionaría en su biología pero
rogué por que así fuera. La piel era muy dura en la mayoría de zonas con excepción de las
articulaciones y por debajo de su pecho y abdomen. Decidí que la mejor zona sería debajo de
su pecho.

— Esto dolerá un poco pero te hará sentir mejor.

— No siento dolor mi sol.

Puse los ojos en blanco y presioné contra su pecho inyectando el analgésico. Rekosh soltó un
siseo pero rápidamente trató de recomponerse.

— No tienes que ocultar tu dolor - dije en voz baja - estoy aquí para tí. - en su pecho sonó un
ronroneo bajo y acarició mi cabello.

Seguí con las heridas en sus muñecas y su cuello que aparte de la limpieza requirieron un
poco más de gel y vendas. Cuándo terminé el temblor de Rekosh al respirar había
desaparecido. Miré a dónde estaba Ivy y noté que también estaba terminando. El resto de
supervivientes se habían quedado dormidos acurrucados unos contra otros para combatir el
frío. Guardé el botiquín preparándome para ir con el grupo pero Rekosh me tomó del brazo y
tiró de él para acercarme.

— Quédate aquí Nyleea.

— Pero tus heridas… es mejor si no…

— Quédate aquí - insistió llevando mi mano a su pecho donde podía sentir el latir de sus
corazones. Acercó su boca a la mía y abrí mis labios para él. Fue un beso suave pero podía
sentir su ansiedad, su desesperación. - Quédate - volvió a decir. Y ahí estaba yo, embelesada
con el corazón a punto de de salirse de mi pecho, tan completamente loca por él que no pude
negarme cuando me lo pidió de ese modo. Me puso sobre su regazo y me encerró entre sus
brazos. Estar ahí era como poner las manos cerca de una fogata, sabía que su temperatura
era mucho más alta en comparación a la nuestra; lo que era un alivio para el insoportable frío.

Miré de nuevo a mi grupo de humanos. Estaban apiñados unos contra otros intentando
conservar calor con las mantas de seda, pero el viento y el agua azotaban afuera con mucha
fuerza. Parecía que iba caerse el cielo, llovía a cántaros. Un día más en el cráter y nos
habríamos quedado atrapados.
Telok y Urkot permanecían a cada lado de la salida del hueco con sus lanzas en mano, sabía
que estaban durmiendo pero no era un sueño relajado. Ivy se mantenía acurrucada en el
pecho de Kethan mirando hacia afuera, parecía que eramos las únicas humanas que no
pegaban ojo. Y yo quería dormir pero al mismo tiempo me sentía incapaz de hacerlo y supe
porque. Dormír posiblemente me haría ver imágenes que no deseaba, imágenes que no eran
reales pero que serían alimentadas por mi dolor y mi miedo. Si cerraba los ojos vería a Ella.

Hacía muchos años que no tenía esa sensación. El número de personas que habían muerto
por mi mano era considerable y solo al principio sus caras me atormentaban pero con el
tiempo eso dejó de importarme, a todos dejó de importarnos. Por mucho tiempo vimos
escuadrones enteros cambiar de integrantes debido a las bajas en alguna misión pero solo el
nuestro de mantuvo como al inicio porque proteger al equipo siempre estuvo por encima de
cualquier misión, de cualquier objetivo. Y fué complicado, al principio eramos inexpertos y muy
jóvenes, estuvimos a punto de morir justo porque tratabamos de protegernos entre nosotros
pero no cedimos. Nos convertimos en el mejor escuadrón de Assassin's desde que el proyecto

124
se había creado, los más efectivos, los más letales… y también los más temidos. Teníamos
demasiadas libertades. Dejaron de enviarnos a misiones juntos para darnos incursiones
individuales que en más de una ocasión terminaron en algún intento de asesinato hacia
nosotros. Jorge estuvo desaparecido por meses.

— ¿Y ahora que? - Dijo Matt en una cafetería en Colombia un día de invierno.

— No podemos irnos así como así - murmuró Jerome dando un sorbo a su latte en la cafetería
de enfrente a través del comunicador.

— Podríamos simplemente pedir la baja de funciones - sugirió Jorge en el piso de arriba.

— ¿El escuadrón completo? - dijo Matt con un resoplido en nuestra mesa - Nadie se lo
tragaría. Irían por nosotros nada más salir del consejo.

— Bueno tampoco podemos desaparecer, nos darán caza como perros.

— Podemos defendernos - dijo Jerome en tono desafiante. Pelear era algo innato en él, la
perspectiva no le molestaba en lo más mínimo.

— Y viviríamos huyendo, no se detendría jamás, acabarían matandonos algún día. - respondió


Jorge.

— Bueno… al final para eso fuimos creados, me cuesta ver más allá - dijo Matt. Para eso
habíamos sido creados. Ninguno tenía familia y los que la tuvieron ya la habían olvidado,
éramos huérfanos, niños abandonados o maltratados que fueron escogidos específicamente.

— Pero hay más - contestó Jerome después de un corto silencio - sé que hay más.

— Has estado muy callada, Jefa. - dijo Matt mirándome.

— No estamos "trabajando", no tienes que llamarme así.

— La fuerza del hábito - dijo él esperando.

— ¿Que es lo que ustedes quieren hacer? - pregunté.

— Haremos lo que órdenes - dijo Matt sin vacilar.

— No - dije negando con la cabeza mientras lo miraba y sabiendo que el resto también estaba
escuchando - me refiero a lo que ustedes quieren. Lo que desean para ustedes mismos.

Nadie habló en un buen rato mientras digerian mis palabras. Le dí un sorbo a mi capuchino
mirando hacia la calle en pleno festival en Cartagena.

— Quiero dejar de "trabajar". Quiero vivir igual que el resto. - dijo de repente Jorge

— Siempre quise probar la jardinería - dijo Matt sonrojándose. Del otro lado de la calle Jerome
casi escupió su latte.

— ¿Jardinería viejo? Vaya secreto… - dijo entre risas. Matt puso los ojos en blanco. - pero
supongo que en mi caso también se resume en eso. Quiero una vida relajada. Estar en una
casa en la playa con una cerveza.

— ¿Que quieres tu Jefa? - me preguntó Matt intensamente.

— Yo… no estoy segura. No se que quiero hacer. Pero sé que no quiero seguir con esto, quiero
tener la libertad para ver que es lo que me gusta hacer y que no.

125
— Y algo me dice que tienes una propuesta - dijo Jerome más serio.

— ¿Que saben del Programa Somnium?

La decisión sorprendió al consejo. No nos dejaron ir tan fácil. Tuvimos que eliminar a quienes
nos estorbaban, cobrar favores para asegurarnos una posición cómoda en el Somnium y una
serie de incursiones de último momento para dejar claro que aunque estuvieramos lejos
seguiríamos siendo una amenaza si nos provocaban. El resto fue pura burocracia. Evento con
medallas de honor al servicio, condecoraciones y mucha pantalla y quejas de la Cámara que
consideraban nuestra partida como una enorme perdida económica.

Volví al presente con un peso en mi corazón. Ir a Xolea había sido mi idea. Ellos me habían
seguido sin una pizca de duda. Y aquí estaban los resultados.
Volví a mirar al resto de humanos y no hubo ningún cambio, Ivy seguía mirando la lluvia caer.

Y en el centro de todo estaba Anhset. De espaldas al grupo, una figura grande y sombría,
silenciosa e inmóvil en su vigilia. Ella solo había sido... una presencia, una sombra triste que se
arrastraba detrás del grupo mientras viajabamos.

La persona que Ahnset había sido hace dos días se había ido.

Sabía que mi proceder había sido cruel pero no iba a retractarme. No podía. Perdonar a
Anhset estaba más allá de mis capacidades. Ahnset no había sido más que amable y cariñosa
con Ella, y nunca la habría lastimado a propósito, pero… solo imaginar lo que la reina le había
hecho a Ella era suficiente para aumentar mi rabia. No, yo no estaba lista para perdonar a
Anhset. El camino al infierno estaba lleno de buenas intenciones.

— Tranquila Nyleea mía. Descansa.

— Lo siento - dije recargandome en el pecho de Rekosh - tengo muchas cosas en la cabeza.


Aunque tu también deberías estar durmiendo.

— Mis pensamientos también estan perturbados, pero estamos bien.

— ¿A dónde piensan llevarnos desde la cresta del sol? - preguntó Telok a nadie en particular
rompiendo nuestra burbuja.

— En la misma dirección en la que estamos yendo - respondió Kethan.

— ¿Acaso sus heridas les han confundido el juicio? - preguntó ahora girandose para mirar
tanto a Kethan como a Rekosh.

— No - dijo Rekosh .

— Entonces saben a dónde vamos.

— Conocemos el laberinto también como tu Telok, claro que sabemos a dónde vamos.

— De un enemigo a otro. ¿De que nos servirá eso?

— Es el último lugar dónde nos buscará la Reina. - se defendió Kethan.

Urkot se dió la vuelta también con las mandíbulas crispadas. — Eso no parece sabio.

126
— ¿De que hablan? ¿A dónde vamos? - pregunté.

Telok me miró un segundo antes de responder - Nos están conduciendo al territorio de los
Craneos Negros.

— Después de lo que ocurrió…— Ketahn respiró entrecortadamente, tensando el cuerpo. —


Zurvashi buscará sangre. Los Cráneos Negros son sus enemigos, y por lo tanto pueden ser un
escudo contra ella por un tiempo.

— Supongo que no han olvidado que también son nuestros enemigos.

— ¿Como podría olvidar? - contestó Rekosh.

— Kethan ya nos guío a su tierra antes y Rekosh nos trajo de vuelta - dijo Urkot - confíe en
ellos entonces y lo hago ahora también.

— No es una cuestión de confianza. No tuvimos una manada de humanos con nosotros y aún
así volver fué muy difícil.

Un trino pensativo sonó desde Rekosh. — De todos los vrix, esperaría que tú te opusieras a
esto, Urkot. Más de una vez nos has regañado por pensar que tomamos riesgos innecesarios.

Urkot se incorporó entonces y cruzó los brazos sobre su amplio pecho . — Nunca hubiera
regresado a Takarahl si no fuera por ustedes. Me habrían dejado pudrirme en el fango, otro
guerrero caído en la guerra de Zurvashi. No deseo volver allí, pero si creen que es la forma de
proteger a nuestra tribu, los seguiré.

Me dolió el corazón. Eran como ellos. Escucharlos era como volver a estar con mi escuadrón.

— Pues que los Ocho estén con nosotros porque esto es una tontería. Los Craneos Negros no
nos darán la bienvenida.

— Me gusta el plan - dije apenas conteniendo mi risa. Tal vez mi escuadrón ya no estaba pero
era la única que quedaba y de pronto en este mundo; ser una Assassin me agradaba más que
tener una vida normal.

— Pensé que estarías en desacuerdo mi Resonancia.

— ¿Y que parte es la que suena bien pequeña Quelicera? - preguntó Telok con ironía.

— Los humanos tenemos una frase: el enemigo de mi enemigo es mi amigo. - dije


esforzándome por encajar bien las palabras del español al vrix.

— Palabras buenas y sencillas —, dijo Urkot. — Me gustan.

— Espero que no demasiado sencillo. Rara vez estas cosas lo son - murmuró Telok con un
chasquido de sus mandíbula.

— Momantai - dije yo con una sonrisa.

— ¿Que significa? Nunca lo había escuchado - preguntó Ivy.

— Significa que todo estará bien. Todo se solucionará. Lo arreglaremos.

127
Fuí despertada por la ausencia de ruido. Afortunadamente había tenido una noche sin
sueños, sin duda producto del agotamiento pero lo agradecí. Tenía que empujar la tragedia al
fondo para continuar. Aún así sentí que el tiempo que dormí fue muy poco, como si solo
hubieran sido unos pocos minutos. Respiré profundo y estiré mis miembros solamente para
que mi cuerpo gritara en protesta, sin embargo me fue sencillo ignorar la sensación ya que no
era desconocida siendo quien era.

Rekosh tenía mi trasero firmemente agarrado y en cuanto me moví cerró sus manos en él
impidiendo que me levantara. Un hormigueo emocionante me recorrió y en automático mis
caderas se pegaron a él dónde ya podía sentir sus broches moviéndose.

— Quieta mi Resonancia - gruñó con la voz ronca.

— Lo siento - le dije. (Aunque en verdad no lo sentía) Mientras me apoyaba en uno de mis


codos para levantarme y poder mirarlo. Los vendajes en su cuello y muñecas se veían bien y la
herida en su costado ya había comenzado a cicatrizar sin algún rastro aparente (al menos
para mí) de infección. - ¿Cómo te sientes? - pregunté tocando apenas por encima el vendaje
de su cuello. Una inquietud revoloteó en mi cabeza pero no la externé.

Tocó mi mano y se la llevó al rostro para respirar profundo. Trinó con suavidad y me miró.

— Me encuentro mejor Saya.

Acercó su dura boca a la mía y lo que había empezado como un beso suave se convirtió en un
intento abierto por devorar mi boca. Me separé con la respiración entrecortada y una
sensación acalorada en la nuca.

— Quieto - le dije lamiendo uno de sus colmillos y me levanté. Chilló detrás de mí y profirió
alguna especie de maldición en vrix.

El resto de humanos seguían decididamente dormidos. Fuera del hueco el sol había
comenzado a salir y el agua había cesado, podían escucharse los extraños cantos de los
animales que se despertaban al alba y un olor fresco inundaba el ambiente.
Telok y Urkot ya estaban fuera del hueco con Anhset haciendo guardia. Me enfunde las armas
acomodé mi equipo para despertar al resto.

— Arriba - dije apenas tocando a Diego en una pierna. Diego se removió inquieto y abrió los
ojos de golpe sacando un cuchillo dentado de su regazo. - Buena reacción. La próxima vez
intenta que el cuchillo no apunte a tu propio cuerpo - murmuré con una sonrisa. - Tranquilo,
ya salió el sol. Despierta a los otros.

El resto comenzó a despertar entre voces somnolientas y gemidos.

— 5 minutos. - anuncié antes de asomarme por el hueco. Ahora que había luz podía ver
claramente el enorme árbol en el que nos habíamos refugiado. Miré hacia abajo. El hueco
estaba a casi dos metros del suelo, salté y caí sobre mis pies con más suavidad de la que
esperaba, el suelo estaba cubierto de una gruesa capa de musgo esponjoso que lo hacía
parecer una enorme alfombra.

— Hola - saludé a Telok y Urkot a unos metros del árbol.

— Pequeña Quelicera - saludó Telok con una inclinación de cabeza. - pareces más tranquila
hoy.

— Ligeramente - contesté.

— ¿Cómo están los humanos? - preguntó Urkot echando una mirada rápida a Callie que iba

128
saltando del hueco en ese momento.

— Agotados. Pero bien, mejoraran cada día - contesté.

— Y deben hacerlo. - murmuró Telok. - Tampoco podremos descansar a cada paso.

— El descanso también es importante. Y la paciencia es una virtud.

Telok me miró en silencio durante un momento un poco incómodo.

— Llevas razón. - dijo finalmente - Lamento mucho lo que sucedió. A partir de ahora mi lanza
estará siempre con tu tribu.

— Y la mía - dijo Urkot con ojos solemnes - no dejaremos que vuelva a suceder.

— Zurbashi no nos quitará nada más, mis amigos. Mi arma también estará de su lado siempre.
- dije ofreciendo un puño al frente. Urkot puso su enorme puño que fácilmente era tres veces
más grande que el mío e inmediatamente después lo hizo Telok.

Un gruñido conocido vino de atrás y las manos de Rekosh me rodearon por la cintura.

— No tocar - gruño

Telok y Urkot chillaron y se alejaron entre las enormes plantas para reunirse con los demás.

— Eres muy celoso - le dije a Rekosh dándole un puño juguetón en una de sus patas.

— Yo no sé que es esa palabra - contestó medio a la defensiva.

— No te gusta que nadie me toque. Ni siquiera pensar en ello.

Rekosh chasqueó las mandíbulas.

— ¿Porque me gustaría? Mi Resonancia es mía. No me gusta que otros te toquen.

— Tampoco a mi me gusta que otros te toquen - dije dándome la vuelta para mirarlo. - te hizo
daño - Rekosh se puso tenso al darse cuenta de quién hablaba. - ¿Te hizo algo más?
¿Zurbashi te reclamó… a la fuerza?

Rekosh atado… atacado sexualmente y apareado en contra de su voluntad. La sangre me


hervía solo de pensarlo, me hacía sentir unas tremendas náuseas.

Me tomó las manos y las llevó a sus corazones. Cuándo habló su tono fué duro y crudo.

— Lo intentó Nyleea… la compañera de Anhset nos liberó en secreto antes de que pudiera
hacerlo… Pero lo intentó…

La ira y el alivio se mezclaron en mi estómago a partes iguales. Pero rápidamente la ira venció
al alivio. Tal vez no lo había violado pero lo había intentado… lo había asaltado.

— Hueles a ira Nyleea… - acercó su frente a la mía, sus ojos se veían suplicantes y
desesperados. - No me reclamó. Nunca te traicionaria. Jamás le he pertenecido y jamás lo
haré. Todos mis corazones son tuyos mi preciosa Resonancia.

— Te confundes Rekosh - dije suavemente - sé que eres mío, me perteneces igual que yo a ti.
No siento ira hacía ti, mi ira está enfocada en ella.

— Saya… - dijo con furia, pateando el suelo con sus patas - No te quiero cerca de ella.

129
— Y no la quiero cerca de ti, Rekosh. Podremos ir todo lo lejos que tu y Kethan quieran pero
algún día nos encontrará, no podremos huir para siempre. Ella morirá, asesinó a Ella y se
atrevió a tocarte. No importa cuánto tarde, no voy a dejarlo pasar.

— Nyleea por favor… no quiero perderte a ti también… preferiría ver arder todo el laberinto…
tu lo eres todo.

— Yo ya lo perdí todo Rekosh. Y ahora te tengo a tí, tengo esta nueva familia… tribu, como tu la
llamas. Y soy alguien muy egoísta, no dejaré que nadie vuelva a quitarme lo que amo, es decir
tu. Y si para conservar lo que amo debo prenderle fuego al laberinto con Zurbashi en él, lo
haré.

Rekosh gruñó y me acercó a él con fiereza haciendo que sus broches me tomaran por la
cadera.

— Entonces la veremos arder juntos. Le daremos muerte y te llevaré a ver todo lo hermoso de
mi mundo. Pero primero ha de morir.

— Eso me gusta amor. - me puse de puntitas para besarlo y lo tomé de la mano para volver al
grupo.

Ya todos estaban fuera del hueco del árbol cuándo nos acercamos pero estaban apiñados
alrededor de Ivy que se encontraba doblada con una mano sobre su rodilla y la otra
presionando con fuerza la parte baja de su abdomen von evidente dolor.

—¿Ivy? - pregunté tratando de mantener mi voz neutral. Ella tenía los ojos cerrados y sacudió
la cabeza mientras dejaba salir el aire con lentitud.

— ¿Que estás sintiendo? - preguntó Diego con insistencia.

Ivy se enderezó con un resoplido todavía masajeando su abdomen.

— Es un dolor que hasta el día de ayer había sido persistente pero tolerable. Ya sabes… cosas
de mujeres.

Solté un suspiro de alivio. Eran simples cólicos menstruales. Diego sonrió tristemente.

— Entiendo. Siento que no tengamos nada para eso, apuesto a que quisieras una compresa
caliente.

— Y una enorme bolsa de papas fritas y un helado pero supongo que no se puede todo.

— ¿Que son cosas de mujeres? - preguntó Kethan cuándo Diego se alejó para revisar los
suministros médicos.

— Cosas humanas y normales. No te preocupes - contestó Ivy ligeramente.

— Eso no explica nada Ivy - respondió Kethan con frustración.

Me reí entre dientes. Incluso en una situación como esta resultaba extraño que un
acontecimiento tan normal como la menstruación causara tantos inconvenientes, sobre todo
porque hoy sería un día de larga caminata. Y nuestras necesidades humanas parecían
aparecer en los momentos menos indicados ya que justo en ese segundo me di cuenta de que
mi vejiga estaba incomodamente llena.

— ¿Alguien quisiera ser una mujer montañesa conmigo? - preguntó Callie en ese momento y
estuve agradecida de que lo hiciera.

130
— Voy - contesté dandole una sonrisa a Rekosh antes de soltar su mano. - ¿Lacey?

— Si, también iré. Siento que voy a estallar.

Ivy ya venía a su lado cuando Kethan y Rekosh hicieron ademán de seguirnos.

— ¿Que estás haciendo? - pregunté arqueando una ceja.

— Iré contigo - respondió Rekosh cómo si mi pregunta lo confundiera.

— ¿Para que?

— Para vigilar - contestó Kethan - cuando se va a orinar pasan cosas malas.

— ¿Que? - miré a Ivy en busca de ayuda. Ella puso los ojos en blanco y habló con sus manos
en las caderas.

— No dejarás que lo olvide ¿Verdad? Solo sucedió una vez.

— Ok, primero Ivy, vas a tener que explicar eso y segundo - dije señalando a ambos vrix -
ustedes dos no van a venir a vernos orinar.

— No vamos a mirar - resopló Rekosh - no comprendo porque molestarte Nyleea, no hay nada
de tí que no ver antes.

Sentí mi sangre subir súbitamente a mi cara y le dí la espalda llena de vergüenza. Esas cosas
claramente no debían decirse en voz alta frente a otros. Callie y Lacey se partían de la risa
hasta que las silencie de una mirada pero al final yo misma terminé riéndome.

— Sea como sea - dije al final - no van a venir a ver ni a vigilar nada. Iremos todas y así no
estaremos solas, así que está bien.

— No lo está - dijo Kethan - aún me preocupa.

— No tardaremos - insistió Ivy, luego añadió - puede Anhset venir con nosotras si te hace
sentir mejor.

Anhset se dió la vuelta al escuchar su nombre. - ¿Hermano?

Kethan no respondió y yo me puse tensa al instante. Él seguía mirando a Ivy y su lucha interna
era bastante evidente. A mi lado Rekosh no estaba mucho mejor, abría y cerraba los puños
con evidente furia.

— Eso no es necesario Ivy - dije sin mirar a la vrix hembra. Unas cuantas horas de sueño no
iban hacerme olvidar mi ira y mi desconfianza. - basta con que estén conmigo y alertas.

Ivy negó con la cabeza mientras me miraba duramente. Sentí como si estuviera abriendo una
enorme brecha entre nosotras mientras miraba como llamaba a Anhset en vrix. - ¿Puedes
ayudarnos a vigilar? - dijo señalandonos. Anhset se levantó en el acto empuñando su lanza e
inclinando la cabeza.

— Estaré alerta - dijo suavemente mirando a Kethan y Rekosh a la vez - protegeré a sus
compañeras con mi vida.

Kethan por fin miró a su hermana y sus ojos eran ilegibles pero se apartó e inclinó también la
cabeza en un movimiento superficial. Rekosh hizo lo mismo pero miró de vuelta antes de verme
avanzar entre la maleza - Permanecer atenta mi Nyleea.

131
Asentí con la cabeza y abrí camino entre los arbustos.

La jungla se veía muy diferente cuando la luz del sol la iluminaba. Parecía mágica, como salida
de un cuento de hadas dónde todo era hermoso a la vista pero sabía por experiencia propia
que las cosas hermosas también eran muy peligrosas y eso la hacía todavía más interesante.
Pronto llegamos a un lugar donde varias formaciones rocosas rompían el denso follaje del
suelo de la jungla. Las enredaderas verdes y moradas que se aferraban a las rocas servían
como un atractivo contraste con las piedras pálidas, que brillaban débilmente donde las
golpeaba la luz. Cientos de flores amarillas y anaranjadas de cresta solar estaban esparcidas
entre las enredaderas, sus pétalos abiertos para beber la luz del sol. El lugar le recordó a
Ivy esos viejos jardines que había visto en las fotografías, los que tenían paredes de piedra
cubiertas de enredaderas y flores silvestres que crecían a lo largo de los caminos
empedrados.

Callie se detuvo junto a un arbusto y le arrancó varias hojas.


— Nunca pensé que esta sería mi vida. Desde la escuela de posgrado hasta mear en el
bosque.

— No creo que nadie lo creyera. ¿Nos reunimos aquí? - me preguntó después de un momento.

— Si, pero no tarden demasiado, debemos volver pronto.

Ivy hizo algún ademán de acercarse a mí pero no reconocí el gesto y me alejé también. Caminé
unos metros dónde había un gran árbol libre de la infestacion de la cresta solar y cuándo me
aseguré de que no había ningún peligro me agaché. Al terminar caminé alrededor buscando
cualquier indicio de amenaza y pude tener a la vista tanto a Lacey como a Callie que se
encontraban bien.

No quería volver con Anhset. Estar en su presencia era apenas tolerable mucho menos tenía el
humor para estar a solas con ella. Caminé de regreso y me detuve a unos metros teniendo aún
una buena vista de las otras dos chicas y dónde podía estar sin acercarme a la vrix hembra.
Desafortunadamente podía escuchar todo lo que Ivy y ella hablaban.

— ¿Tienes… un compañero Anhset?

— Si, pero su lugar está en Takarahl y el mío… en ninguna parte.

Sentía una sincera lástima por Anhset. Pero esa lástima era mínima. Ivy por el contrario
deseaba consolarla.

— Tomará tiempo que todos nos curemos, pero necesitas saberlo, Ahnset… lo entiendo. Tú...
diste todo por la oportunidad de ayudar a Ella, y no lo habrías hecho si no creyeras que era lo
correcto. Lamento que hayas perdido tanto, hermana.

Mis manos se cerraron en puños y la saliva en mi boca me supo repentinamente amarga.


Sentía como si Ivy estuviera cometiendo alguna especie de traición. Pero ella la llamaba
"hermana" por lo que me obligué a pensar más fríamente. Si Ivy realmente consideraba a
Anhset como una hermana entonces la muerte de Ella puede que no haya impactado tanto en
ella como en mí, era simplemente eso. Aún así no podía evitar sentirme sin apoyo porque
desde todos los puntos de vista lógicos; Anhset no merecía ser consolada.

Lacey y Callie ya estaban caminando de regreso por lo que salí de entre los arbustos
haciendo todo el ruido posible para anunciar mi presencia. No quería oír nada más. Anhset
agachó la mirada en cuanto me vió e Ivy volvió a intentar acercarse a mí pero en ese momento
Callie y Lacey llegaron y aproveché para fingir que no la había visto. Caminamos de regreso
en silencio. Al salir de la maleza y pasar los últimos helechos Rekosh me recibió claramente
preocupado. Me miró un momento y luego clavó sus ojos en Anhset. Recordé que él podía

132
tener un atisbo de cómo me sentía por mi olor y me obligué a respirar profundamente para
tranquilizarme.

— ¿Ha pasado algo Nyleea? - preguntó en vrix.

— Nada que no pueda ignorar, no tiene importancia - contesté igual en vrix con una sonrisa.
Era una mentira. Nada había pasado pero yo no estaba bien, sentía que mi humor estaba tan
propenso a la alegría como a la rabia y me costaba regularme pero no tenía porqué
externarlo y Anhset no merecía que yo le dedicara tanta atención, si para eso tenía a Ivy
entonces podría conformarse con ella. Además había que ocuparse de otras cosas por lo que
decidí enfocar mis esfuerzos en otras áreas.

— Se ve muy diferente mientras no esté cayéndose el cielo - dije mirando alrededor y era
cierto. Todo el clima del día anterior resultaba deprimente. Rekosh me abrazó y luego me llevó
al gran árbol dónde se sentó y me puso en su regazo, inmediatamente su olor hizo que mis
músculos se relajaran de la bola de tensión que tenían y cerré los ojos recargando mi cabeza
en su pecho y enfocándome en el latir irregular de sus corazones. Ese era mi lugar. Cuándo
estaba lejos de Rekosh nada parecía estar bien.

Podía percibir los sonidos con mayor claridad si me privaba de la vista. El viento calido y
humedo que pasaba entre los arboles y que parecía crear una especie de música que me
relajaba. Las hojas moviéndose perezosamente unas con otras y un pequeño riachuelo dónde
el agua fluía de forma tranquila y chocaba suavemente contra la arena llena de pequeñas
piedras en la orilla. Los aromas también eran parte de todo el lugar. El de Rekosh
predominaba pero más allá del suyo podía oler la tierra mojada que guardaba un gran
parecido a cómo olía en la tierra. El dulce y resinoso aroma de los árboles después de la lluvia.

— ¿Saya?

La voz de Will me sacó de lugar feliz.

— Perdóname. Hemos ido a traer agua - dijo ofreciéndole un odre a Rekosh y uno a mí.

— Gracias - le contesté y apuré el odre contra mi boca. No me dí cuenta de lo sedienta que


estaba hasta que el agua fresca pasó por mi garganta. Me quedé en silencio de nuevo y la
parte más conciente de mí reconoció porqué. Estaba retrocediendo. Era un mal hábito
desarrollado durante los primeros años cómo asesina. Luego de una crisis, o algún asesinato
particularmente difícil me aislaba y podía pasar días enteros sin hablar con nadie.
Encontraba el silencio muy cómodo, nadie me molestaba y yo podía simplemente existir sin
preocupaciones, o al menos así me mentía. Me aislaba porque no sabía lidiar con mis propias
emociones, no quería tener que afrontar la interacción con otros mientras no me sintiera
cómoda para hacerlo pero el problema era que casi nunca estaba cómoda con el resto de la
gente. Mi equipo se esforzaba por mantenerme hablando, hacían las cosas más ridículas con
tal de que no saliera disparada a encerrarme en mi habitación, en una ocasión incluso me
amordazaron y me obligaron a ver dos películas de El Señor de los Anillos una tras otra.
Después de semejante tortura acordamos que aceptaría quedarme con ellos siempre y
cuando no volvieran a hablarme de nada que tuviera que ver con Tierra Media. Conforme
pasaron los años ese hábito quedó casi olvidado… hasta ahora. No quería hablar con nadie
que no fuera Rekosh pero sabía que debía hacerlo, ya no era una niña que podía salir
corriendo y esconderse en la almohada de su habitación.

El cielo apenas había comenzado a derramarse cuándo un camino de agua terminó


desbordandose desde el centro del laberinto. Los árboles nos protegían de la feroz corriente
y los depredadores que pudiera contener. A mi lado iban las tres Colmillos novatas que la
Reina había asignado para la cacería, ninguna con la suficiente experiencia pero todas con

133
impacientes por encontrar a las criaturas y a los traidores para ganar el favor de Zurbashi.

El ojo en el interior de mi cabeza no dejaba de mostrarme las imágenes de ese perturbador


día en la Camara de los Espíritus. La pequeña criatura retorciéndose y hablando en su
extraña lengua; buscando desesperadamente los brazos de Anhset… Kethan y Rekosh
luchando por protegerla… La Reina vociferando palabras que jamás deberían salir de las
mandíbulas de nuestra gobernante… Y la sangre, la sangre y los pedazos de la criatura
esparcidos en el centro del lugar donde adorabamos a los Ocho. El extraño nombre la
criatura tampoco me abandonaba.

— Ella - dijo la Portavoz Valkai mientras las Oradoras Espirituales limpiaban y recogían sus
restos como si fuera uno de nosotros - el nombre de la pequeña era Ella.

— ¿Que era? - pregunté. — ¿Porque defender algo que ni siquiera es un vrix? No sabemos que
son.

La respuesta de la Portavoz fue algo que no me esperaba.

— Todo en la tierra de la carne y los huesos es creación de los Ocho. Lo que deberías
preguntarte es ¿Porque se ha cometido esta crueldad en un recinto sagrado? Los Ocho
crearon el Laberinto, las plantas y las bestias para que los vrix pudiéramos vivir y
alimentarnos de ellos cuando tuvieramos necesidad y aprender cuándo quisiéramos ver lo
que no entendíamos. Asi que te pregunto pequeña ¿Que necesidad teníamos hoy? ¿Que
aprendimos? ¿Acaso nos alimentamos para sobrevivir? ¿Acaso esa pobre y débil criatura nos
amenazaba?

La Portavoz chasqueo las mandíbulas una vez y se retiró dejándome ahí parada, con los
pensamientos confusos. Pensamientos que muy lentamente comenzaban a aclararse aunque
no me producían ningún placer. Me debía a mi Reina, sin importar todo lo demás.

— Rak'sha - me llamó de pronto una de las novatas. - ¿Cuántas criaturas crees que sean?

— No lo sé. Pero no deben ser muchas, ya habríamos visto muchos rastros de ser así.

— Espero que sean bastantes. La Reina estará complacida de ver que le llevamos tantos de
esos gusanos. - Comentó otra haciendo sonar sus adornos de oro.

— No importa si son muchos o pocos, basta con que se los llevemos a todos. - respondió la
última.

— Por quienes deben estar alertas es de los cinco traidores. Kethan y Rekosh aunque son
tejedores son excelentes guerreros, Telok se siente tan en paz en el laberinto como cualquiera
de ustedes en Takarahl y Urkot es tan fuerte como cualquier Quelicera. Eso sin contar a
Anhset, solo con ella estamos en mayor peligro.

Esta cacería debería ser con al menos tres Queliceras, dos Colmillos y un Cazador pero la
Reina desestimó mi sugerencia y en su lugar me envió con tres novatas cuya experiencia en
para morirse chillando. Y había Queliceras con tanta experiencia como yo, por lo tanto
nuestra perdida no sería nada que la afectara.

Pero las hembras que me acompañaban no percibían el evidente engaño. Solo pensaban en
los honores que les daría su Reina, como las declararía sus Queliceras más cercanas y en
como arrastrarían a dos insignificantes machos nuevamente a la Cámara de los Espíritus.

Pero lo que más perturbaba a mis corazones era la lanza que llevaba una de ellas. No sabía
sus nombres, nunca pregunté, no me interesaban. Pero de algo estaba segura, aquello que iba
clavado en la punta de esa lanza sería el inicio de algo malo. No podía describir ese peso en
mis corazones, ni siquiera podía nombrarlo pero sabía que esa cosa no debía estar en

134
nuestra posesión. Era como si la muerte nos persiguiera igual que nosotras perseguiamos a
los traidores.

Anhset y yo nos quedamos largo rato en silencio, viendo el agua correr cada vez con menos
fuerza entre los árboles. Mi breve arrebato emocional parecía haberla dejado pensativa y de
me arrepentí de haberme dejado llevar por el repentino impulso de desahogarme con alguien.

El agua comenzaba a correr con menos fuerza, dónde sea que estuviera el rio desbordado al
parecer lentamente iría tomando su cause otra vez. Me limpié las lágrimas y me puse de pie
mirando corriente arriba. Todo se veía igual hasta dónde alcanzaba mi vista, solo agua y
árboles enormes. No había nada que me diera un indicio de a dónde ir. Sabía que debíamos
movernos rio arriba pero no sabíamos que tanto nos habíamos desviado del lugar dónde se
encontraban los otros, ni siquiera sabíamos si seguían ahí; pero algo era seguro, quedarnos
en ese lugar era perder el tiempo y no faltaba mucho para que anocheciera, debíamos
movernos rápido.

Miré la enorme mochila llena de armas que llevaba conmigo y luego la que Anhset tenía a la
espalda que en su interior tenía provisiones y algo de ropa. Teníamos que dejar una aquí. Me
acerqué a la enorme vrix y abrí la mochila que llevaba para sacar dos barras de chocolate, no
eran gran cosa pero al menos yo necesitaba algo de azúcar en mi organismo. Le quité la
envoltura a una barra y comencé a comer. Sentir el chocolate derritiéndose en mi boca casi
me hace llorar de nuevo, en poco tiempo no volvería a probar uno. Le ofrecí la otra barra a
Anhset y ella miró el pequeño dulce con curiosidad.

- ¿Que es? - preguntó


- Se llama chocolate, es dulce. Come, te ayudará.
Anhset tomó el chocolate con una de sus gigantes manos y se lo llevó a la nariz para olerlo.
Después de unos momentos lo partió a la mitad y se comió una. Se quedó en silencio y luego
sus mandíbulas chocaron entre ellas y un trino extrañamente alegre retumbó en su pecho.

- ¿Te gusta?
- Nunca había comido nada igual. Los humanos hacen cosas muy curiosas. Sabe dulce y
amargo a la vez y siento como me calienta por dentro. Gracias - dijo con una profunda
inclinación de cabeza.
- No es nada, es mejor tener algo en el estómago. Tendremos que dejar la mochila que
llevas aquí, cuándo nos reunamos con los demás podremos volver por ella, de alguna
forma ¿seguimos en la dirección que debemos? Quiero decir ¿Camino hacia los
Craneos negros?
- En general si, solo nos hemos desviado un poco, gracias a los Ocho que no fue por
mucho. Pero ya casi es la caída del sol.
- Entonces hay que movernos ¿Puedes colgar la mochila que llevas más alto en este
árbol con tu seda? - pregunté señalando las enormes ramas sobre nosotras.
Anhset asintió con la cabeza y subió ágilmente sobre el tronco a una altura considerable
dónde envolvió la pesada mochila en su seda y la dejó colgada en una de sus ramas, oculta
por las anchas hojas del árbol. Luego con la misma agilidad bajó nuevamente hasta mi.

- Hay que ser rápidas, el Laberinto es más peligroso en esta zona. Cuánto más caiga el
sol más depredadores habrá, hay que evitar el agua. ¿Puedo?
Me ofreció una de sus nudosas y enormes manos del mismo modo en que Rekosh lo hacía
conmigo cuando me ponía en su espalda. Me quedé estática unos segundos sin saber como
responder.

135
Le ofrecí a la pequeña humana mi mano pero ella solo se quedó ahí mirándola. Mis corazones
tartamudearon de incertidumbre. A pesar de que ambas nos habíamos abierto a la otra hacía
solo unos cuantos latidos seguramente ella aún no estaba lista para confiar en mi.

- No te haré daño - le dije esperando que eso la tranquilizara un poco. Debíamos


movernos antes de que los depredadores salieran a cazar. Ella parpadeó rápidamente
y en su boca se formó una pequeña sonrisa. Se echó su extraña bolsa a la espalda y
puso su pequeña manita sobre la mía.
- Sé que no lo harás, gracias.

La ayudé a subir a mis cuartos traseros y no me sorprendió no sentir mucho su peso, los
humanos eran muy ligeros. Esperaba que se sentara tal como lo hacía Ella pero en su lugar se
paró en mis cuartos traseros y me rodeó el cuello con sus bracitos.

- ¿Te molesta que vaya así? - preguntó.


- No ¿Estás lista?
- Si - dijo ella con voz firme.

Me sorprendí al darme cuenta de que a pesar de su enorme tamaño, Anhset se movía


increíblemente rápido saltando y balanceándose entre las ramas de los enormes árboles del
Laberinto, cada vez más alto, alejándonos de los peligros que podía haber en el agua. No
parecía molestarle mi peso y usaba tres de sus cuatro brazos para maniobrar mientras que el
otro sostenía firmemente su lanza de guerra. De vez en cuando se detenía para olisquear el
aire y escanear por alguna amenaza o señal de los otros y luego continuaba. Mientras tanto
yo llevaba unos pequeños binoculares esperando poder ver algo que nos ayudara a
encontrar al grupo antes de que cayera el sol.

Al mirar el agua me di cuenta de a que se refería la vrix hembra con eso de evitarla. Entre los
restos de árboles y plantas arrastradas por la inundación había cadáveres de animales
flotando por ahí. Tenían las formas más variadas e incluso algunas tenían algun vago
parecido con animales de la tierra, aunque nada demasiado acercado. Pero esos cadáveres
eran alimento fácil para los depredadores y supe que caer al agua sería lo peor que podría
pasar en ese momento. Uno en particular llamó mi atención pero en el momento en que salió
brevemente del agua para engullir un pequeño xiscal deseé no haberlo visto. Era largo, sin
patas visibles al menos hasta dónde pude mirar, la cabeza se asemejaría a una anguila de no
ser por el hecho de que parecía no tener mandíbula inferior o superior, tenía un simple hueco
que al abrirse dejaba ver que su mandíbula estaba dentro de ese hueco y que podía sacarla a
voluntad y en ella había un gran número de pequeños y afilados dientes. La mandíbula salió
de su boca y dejó salir los colmillos para atrapar al xiscal muerto y llevarlo directo a su
garganta. Tenía unos diminutos ojos negros que parecían querer salirse de sus órbitas
conforme el animal muerto era engullido. Estaba atrapada en la visión de su mandíbula que
tardé en darme cuenta de que había muchísimos de ellos, todos buscando algo que comer.
Eran de un color verde fangoso y hacían un sonido similar a un gorgoteo húmedo que ponía
la piel de gallina.

- ¿Que son esas cosas Anhset? - ella siguió mi mirada y suspiró.


- Son knules. Cazan en conjunto. Ese es un grupo pequeño. Casi siempre son unos 50 de
ellos, la inundación debe haberlos separado y arrastrado a esta zona. A ellos puedes
encontrarlos en las zonas pantanosas.

Volví a mirar al frente. ¿Es que acaso todos los animales aquí eran así? Posiblemente no, en la
tierra también habían animales aterradores pero si algo sabía es que las selvas al ser tan
ricas en nutrientes y agua eran las zonas perfectas para los animales más peligrosos.

Al cabo de una hora de estar moviendonos de regreso al lugar en el que nos separamos noté
que Anhset bajaba el ritmo. Seguramente necesitaba descansar pero cuando estuve a punto

136
de sugerirlo ella aterrizó de golpe sobre una rama y no se movió más.

- ¿Anhset? - pregunté mientras bajaba de su espalda para mirarla. Traté de llamar su


atención y moverla pero habría tenido más suerte moviendo un muro.

No era posible. No había modo. Seguramente me estaba volviendo loca, esa podría ser la
única razón porque no había manera de que esto estuviera pasando.

Volví a olisquear el aire y no hubo dudas. No estabamos solas. En algún lugar lejano podía
escuchar que Saya me llamaba insistentemente. Bajé la mirada pero no sabía que decir o que
hacer.

- Anhset ¿Que diablos te pasa?

Abrí la boca para responderle pero nada salió de ella. Mis mandíbulas se movieron solas;
chocando entre ellas. Fué difícil encontrar mi voz para hablarle pero finalmente pude hacerlo.

- Guardias de la Reina.

Los ojos de la humana se ensancharon por menos de un latido y se irguió en toda su estatu
aunque para mí no hubo una diferencia significativa. Ella era muy pequeña. Tuve la repentina
urgencia de huir con ella más lejos, pero las Guardias de la Reina seguramente ya habían
captado nuestro olor.

- ¿Dónde? - preguntó.
- Más adelante, las he olido. No tardaran en encontrarnos.

Ella volvió a sacar esa extraña herramienta que le permitía ver más lejos que mis ojos, los
humanos creaban cosas increíbles a pesar de lo pequeños e indefensos que eran.

- No puedo verlas. Seguramente aún están muy lejos. Pero si ya las oliste entonces vienen
rápido.
Ella seguía murmurando para sí misma hablando vrix y su rara lengua mezclada, lo que hacía
difícil poder entenderla. No me preocupaban tanto las guardias que pudieran venir como el
olor que capté al percibirlas a ellas. Era un olor familiar, un olor al que me acostumbré a llevar
conmigo hasta hace unos pocos soles. Pero era imposible porque quién llevaba ese olor ya no
existía y era…

- Ella.

Bajé nuevamente la cabeza a la humana que estaba junto a mí, sorprendida de que ella
pudiera completar mi pensamiento pero me sorprendí aún más de su expresión. Sus ojos se
abrían de par en par y de su boca salió un jadeo. Su rostro parecía haberse vuelto más pálido
y temblaba de arriba a abajo. Era una expresión que ya había visto y traté de reprimir la
oleada de recuerdos que me atormentaban, Ella había puesto esa misma expresión cuándo le
quité la manta de seda y pudo ver por primera vez a la Reina. Era miedo.

Y luego como sí el miedo no hubiera existido en primer lugar la expresión de Saya cambió y
mis corazones se congelaron. No podía ver nada. Sus ojos se volvieron repentinamente vacíos,
era como mirar a un muerto porque en esos ojos no había nada. Ni ira, ni miedo… ni
compasión. Y de pronto recordé sus palabras al salir del Pozo.

"Los Assassin's no tenemos piedad para los que lastiman a los que amamos…"

Estiró una mano hacía mí, dándome el extraño objeto que sostenía.

137
- Mira a través de ellos. - me ordenó. Su voz al igual que sus ojos también estaba vacía,
carente de vida.

Tomé el pequeño objeto y lo llevé frente a mis ojos, justo como había visto que ella lo hacía. De
pronto podía ver mucho más lejos de lo que estaba acostumbrada a ver y casi me dejo llevar
por eso pero justo al frente como si estuvieran a unos cuantos balanceos de nosotras, venían
las Guardias de la Reina. Una Quelicera y tres Colmillos. Y entonces lo ví, aquello que me había
hecho pensar que Ella por alguna razón estaba cerca. La Colmillo que encabezaba al grupo
sostenía una lanza y clavada en ella estaba la cabeza de Ella.

Estaba deformada y aún podían verse las marcas de las garras de Zurbashi al aplastarla y
arrancarla de su cuerpo. Su cabello iba suelto como el día en que la saqué del Pozo y
ondeaba al aire conforme avanzaban hacia nosotras pero lo que más llamaba la atención era
la mueca de horror en su cara, parecía que aún muerta gritaba de dolor y miedo.

Los pensamientos en mi cabeza eran un caos. La Portavoz Valkai había dicho que sus restos
serían sepultados en la Cámara de los Espíritus como cualquier vrix. Zurbashi la había
desenterrado, no conforme con haberla asesinado de la manera más cruel; ella se había
atrevido a profanar sus restos. Sin duda pensando que Ella era solo un animal que no merecía
tal respeto.

- Anhset - llamó Saya en el mismo tono frío y vacío. - vete de aquí. Encuentra a los demás
y traelos lo más pronto que puedas.

Eso era exactamente lo que Zurbashi quería. Para eso había tomado la cabeza de Ella, era
una provocación. Y Saya estaba cayendo.

- Es una trampa. Te matarán aquí mismo. Le prometí a Rekosh que te protegería.


- No necesito tu protección Anhset. Estás exhausta, si te quedas solamente me
estorbaras. Si nos vamos juntas las llevaremos directo a dónde están los otros
humanos y moriremos. Esta es la mejor opción.
- No te puedes quedar aquí sola, necesitas que…
- Necesito que te largues… además no es una trampa, es un enfrentamiento. La están
usando como trofeo, es una advertencia de lo que les pasa a los que se oponen a la
Reina. Cuándo los hayas encontrado traelos aquí pero no dejes que se acerquen, solo
quiero que miren, sí es que aún no termino cuándo lleguen.

Consideré discutir con ella pero no parecía querer ceder y en parte tenía razón, yo había
pasado mucho trazando el camino de regreso y todos mis músculos ardían y protestaban
pero dejarla sola tampoco me parecía la mejor opción. El sol ya estaba cayendo, las últimas
trazas de luz iluminaban tenues los rincones del Laberinto.

- Que los Ocho te cuiden, volveré con ayuda.

Ella no me respondió, tenía la mirada fija hacia delante. Le dí la espalda y me adentré en los
árboles de forma paralela a las Guardias que venían de frente, justo hacia la humana que yo
dejaba atrás.

El Laberinto comenzaba a quedarse en la oscuridad, ya era la caída del Sol. Las Colmillos se
habían rehusado a detenerse para descansar desde que salimos de Takarahl, ansiosas por
volver con la Reina con las cabezas de los traidores. Cuánto más avanzabamos la opresión en
mis corazones se hacía más pesada. Algo no estaba bien, no tenía esta sensación desde la
Guerra de Zurbash.

Un sonido hizo que me detuviera. ¿Un grito? No, un canto resonó en todo el Laberinto, parecía
venir de todas partes y de ninguna, como si viniera de los mismos árboles. Se me erizaron los

138
pelos de las patas y mis corazones martilleaban en mi pecho amenazando con detenerse. Era
la voz de una hembra, en un llamado extraño, una lengua desconocida pero no totalmente.
Esa lengua ya la había escuchado. Mis ojos se movieron a la punta de lanza de la Colmillo
frente a mi. Era la lengua de esa criatura llamada Ella.

El canto cesó y nos tragó el silencio. Las hembras que me acompañaban se movieron
inquietas en la oscuridad. Sabía que estaban ahí, podía olerlas. Podía escuchar los
chasquidos de sus mandíbulas mientras intentaban averiguar de dónde venía el sonido. Mis
ocho ojos se fueron acostumbrando a la falta de luz y me sentí ligeramente más segura. Puse
mi lanza al frente preparándome para lo que sea que hubieramos escuchado. Las otras
hembras hicieron lo mismo, escudriñando la oscuridad en busca de su presa. Pero el silencio
continuaba, parecía que incluso los animales habían decidido callarse, solo escuchábamos
nuestras propias respiraciones y el sutil sonido del viento contra las hojas de los árboles.

De pronto el canto se escuchó nuevamente, esta vez más cerca. Como si quien fuera que
estuviese haciéndolo se encontrara a nuestro lado. Pero no había nada, ni siquiera podíamos
oler otra cosa que a nosotras mismas y a las plantas.

- No te fies de los visitantes que llegan al anochecer… pues lo que parece una cría podría
mostrar los colmillos y envolverte en fuego maldito… eso es lo que significa lo que
escucharon.

Un escalofrío subió por mi espalda hasta la nuca. Esa voz no era la de una vrix hembra. Era
demasiado suave y aguda. Sus palabras sonaban extrañamente lentas, era obvio que no era
un vrix. Era una de esas criaturas, sabía nuestro idioma.

- Saludos, enviadas de la Reina.

Se me revolvieron las tripas hasta lo más profundo y tuve la horripilante urgencia de salir
corriendo en dirección a Takarahl pero hacerlo significaba la muerte. Las hembras a mi lado
chasqueaban las mandibulas ruidosamente.

- Tres Colmillos y una Quelicera - dijo la voz - Debo decir que esperaba algo mejor.

Las Colmillos sisearon a la noche y patearon las ramas dónde estaban paradas,
evidentemente ofendidas. Maldije para mis adentros por su estupidez. Era increíble que
cayeran en una provocación tan evidente.

Una de ellas dió un paso al frente y habló con voz segura.

- Muestrate gusano, entrégate y consideraremos dejarte vivir. Los traidores con los que
viajas no vivirán. Nuestra Reina es clemente y te dejará vivir cómo su mascota. O es que
¿Acaso quieres terminar como esta pobre abominación? ¿Crees que Kethan y Rekosh te
protegerán después de que se aparearon con este ser?
Maldije mi suerte. Kethan y Rekosh seguramente estaban cerca y usaban a esta criatura para
distraernos. Provocarlos no era una buena opción. El silencio nos tragó de nuevo, era la clase
de silencio que oprimía contra los árboles y llenaba de tensión el ambiente. El silencio que
precedía la muerte.

Entonces la voz comenzó a hacerse más alta, más rítmica. Era como si cantara pero no del
todo. Sonaba como si le faltara el aire y ese sonido hizo que mis corazones se tambalearan.
Nunca había escuchado un sonido así, ningún animal de la jungla podía emitirlo, eso era
seguro. Poco a poco la voz se fue desvaneciendo de nuevo hasta que volvió a hablar.

- Que tontería. Rekosh nunca se ha apareado con ninguna hembra que no sea yo. - Mi
respiración dió un vuelco. Los recuerdos de la Cámara de los Espíritus volvían de golpe.
La Reina acusando a los dos machos de haberse apareado con la criatura, Kethan y

139
Rekosh gritando que no era verdad y peleando para salvarla, la Reina descuartizando a
la pequeña cría. Ellos decían la verdad. Kethan y Rekosh decían la verdad. Y esa verdad
hizo que quisiera huir con mayor urgencia. - ¿ Entonces, Zurbashi asesinó a Ella porque
pensó que se había apareado con ellos?

La voz sonaba diferente, casi curiosa.

- ¿Dices que la asesinó porque dos machos no quisieron someterse a ella? - silencio de
nuevo.
Las Colmillos ya no hablaban, levantaron sus lanzas preparandose para pelear.

Unos latidos después un sonido explotó muy cerca de nosotras, tan cerca que casi estuve
segura de que había sucedido en nuestras caras. Fue breve pero en el instante que explotó
percibí un cambio en el aire, había un olor picante que me impedía respirar, mi garganta se
cerró y me dí cuenta con horror la oscuridad se había hecho más espesa y no podía ver ni mis
propias manos. Un coro de chillidos y maldiciones a media voz se hicieron escuchar a mi
alrededor. Podía oir las lanzas de las Colmillos ondeando el aire mientras atacaban a ciegas.
El sonido rítmico de la criatura volvió a oirse pero ya no sonaba ligero ni curioso. Y entonces
otro sonido se unió al resto, un sonido ondulante y rápido cortó el aire e inmediatamente
después escuché un ruidoso chapoteo en la corriente de agua lodosa que estaba bajo los
árboles sobre los que estabamos paradas. El sonido que siguió casi hace que suelte la lanza;
un aullido de dolor cerca de mí me indicó que la pelea ya había empezado, pero no podía
usar mi lanza con confianza por temor a herir a otra hembra. Estaba completamente a ciegas
y no podia oler nada fuera de ese horrible y picante aroma que no me dejaba respirar. Los
gritos y quejas de dolor seguían pero nada estaba sucediendome a mi.

Después de un rato los gritos fueron sustituidos por maldiciones, gemidos y quejidos turbios.
Mi cuerpo estaba agarrotado y sin fuerzas a pesar de que yo no había peleado. Mi lanza
temblaba en mis manos y mis corazones golpeaban dolorosamente en mi pecho. Un
movimiento en la rama en dónde me encontraba me indicó que no estaba sola. No hubo
mucha variación de peso, ¿Sería Kethan o Rekosh? Quise levantar mi lanza pero de repente
me pareció muy pesada, traté de caminar pero mis patas no me respondían ¿Acaso el miedo
me había paralizado? Sentía un dolor lacerante en mi nuca pero no recordaba haber sufrido
ningún daño y cuando intenté llevar mi mano al cuello tampoco pude hacerlo, eventualmente
ya no pude sostener mi lanza y terminé soltandola.

Me sentía muy cansada, dolor en mi cuello era cada vez peor y comenzaba a extenderse por
todo mi cuerpo, las patas me fallaron de modo que caí de espaldas contra el tronco del
enorme árbol. Lo único que parecía ir mejorando era mi vista, muy lentamente mientras me
sentía cada vez peor, la luz en mi ojos parecía volver. Podía ver un ligero destello cerca de mi
cabeza que se iba haciendo más nítido cada vez y gracias a esa luz pude por fin apreciar mi
alrededor aunque deseé no haberlo hecho.

140
141
142

También podría gustarte