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El miedo es un sentimiento casi que inherente al ser humano, debido a que se encuentra
en el mundo sin tener certeza de su futuro inmediato y mucho menos del prolongado. Se
puede decir que está a la deriva, por lo cual de él y de sus habilidades depende el curso que
tome su vida. Paradójicamente, el individuo desea vivir y ser feliz siempre por lo que según
su convicción adopta una postura frente a la vida y desarrolla su personalidad como
estrategia para alcanzar sus objetivos, intereses y mantener la vida misma.
En ese sentido, hay quienes se ponen la armadura desde el principio para blindarse de
todo aquello que le afecta, que le duela, que le condiciona y le limita. De modo que se
niegan a aceptar lo que la misma vida trae consigo para cada sujeto, dejando de lado su
realidad y el entorno que le da sentido a su existencia.
Ahora bien, para nadie es un secreto que la vida tiene momentos difíciles y de duras
pruebas. Sin embargo, el llamado está orientado a aprovechar justamente esas situaciones
para sacar los mejores recursos de la personalidad y con ellos revertir los hechos y si bien
no volverlos positivos, mínimamente encontrar el aprendizaje como insumo vital para
seguir adelante y avanzar. De manera que la actitud del hombre y la mujer debe forjarse en
torno a ello, evitando precisamente ser objeto de una armadura que por su fortaleza puede
condicionarlos para siempre y sumergirlos una situación que difícilmente podrán superar,
dado que del mismo individuo depende, pues hay que recordar que la costumbre es ley.
La reflexión es el primer y más grande paso que debe agotar quien reconoce que
necesita un proceso de sanación y cambio en su vida. Pues con ella el ser humano es capaz
de sacar a flote su yo verdadero, es capaz de aceptar la verdad y se prepara para recibir
ayuda. Cuando el individuo reflexiona se ve tal como es y se dispone para generar cambios,
suelta lo que le pesa y se rinde ante toda su realidad olvidándose de lo que ha adoptado para
protegerse.
Los sentimientos juegan un papel importante para alcanzar la felicidad, puesto que es lo
que mueve a la humanidad. Por lo cual la persona debe dejarlos fluir en todo momento para
permitirse actuar desde el corazón. La relación con otros es lo que vivifica la existencia, por
lo tanto, el sujeto debe prepararse para interrelacionarse, amarse para amar y dar lo mejor a
los demás, pues en ese sentido gira su retribución.
Cuando el ser humano decide y se permite explorar el fondo de su ser, se entera que de
las situaciones más críticas puede salir airoso, pues solo necesita ser franco consigo mismo
a través de una reflexión interna que le permita conocer su realidad y fortalecer su voluntad
y osadía para enfrentar la situación que lo perturba. Esta es la manera como se deja caer
cualquier tipo de armadura, caparazón o máscara que se apodere de un individuo que haya
sido poseído por sentimientos o estados negativos como la ira, la frustración y el miedo
generado por grandes y difíciles situaciones.
El llamado es entonces a revisarse desde honestidad para construir todos los días un
mejor ser, capaz de modificar sus traumas y poner su experiencia y aprendizaje al servicio
de la sociedad y en esa misma línea recibir lo que espera en torno a sus intereses y
necesidades para satisfacer su deseo de ser feliz.
Referencias
Fisher, R. (2007). El Caballero de la Armadura Oxidada. Barcelona, España:
Ediciones Obelisco.