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Tarea

Nombre: Adrian Mesias


Fecha: 5 de Noviembre
Grado: Octavo “F”
Materia: Proyectos
Tema: Los valores
1.) has una historia corta de los valores

a.)Puntualidad
La niña puntual
Habìa una vez una niña llamada Ritmary era muy
puntual,estudiosa, trabajadora era casì perfecta, desde
pequeña sus padres le inculcaron el valor de la puntualidad,
ella era la primera en llegar a la escuela, un dìa tenia un
examen, habìa estudiado para el examen pero cuando iban
camino al colegio se quedaron sin combustible llego un poco
tarde al colegio, el papà le explico a la maestra por que habìan
llegado tarde la maestra le respondiò nose preocupe Sr. Que
todos sabemos que su hija siempre llega puntual al
colegio,ademas no fue culpa de la niña que el carro se
accidentara. La niña presento el examen, al dia siguiente la
maestra la felicito por que fue una de las mejores en el
examen.Desde entoces la llamaron la niña puntual.
b.)Responsabilidad
c.) Amabilidad
La nueva casa de Roco

Silvia tenía un periquito de plumaje verde y amarillo


que se llamaba Roco. Con la ayuda de su padre había
logrado que hiciese volteretas en su jaula. Era un
periquito con grandes habilidades acrobáticas. A Roco
le encantaba picotear hojas de lechuga y trozos de
manzana. De vez en cuando lo soltaban por una
pequeña terraza acristalada que tenían en casa para
que batiese libremente las alas. Roco era un pájaro
feliz, un periquito al que su familia humana colmaba
de mimos y atenciones.

Un sábado por la mañana, mientras limpiaban la casa,


alguien dejó la jaula de Roco abierta. El periquito
pensó que era su hora del paseo y empezó a
revolotear alegre por las habitaciones. Vio la ventana
del salón abierta y se le pasó por la cabeza la idea de
salir solo a dar una vuelta. Se lo pensó mucho porque
era algo miedoso pero, al final, se aventuró a dar una
vuelta por el barrio. Con lo que no contaba Roco era
con que no conocía la zona. Así que, sin poder
remediarlo, se perdió. Voló durante una media hora
hasta que acabó exhausto. Ni siquiera tras sus
sesiones de volteretas acababa tan cansado. No le
quedó más remedio que buscar un sitio para
descansar. Además, estaba sediento. A lo lejos, divisó
un parque en el que parar a hacer un descanso antes
de seguir buscando el camino a casa. Lo primero que
hizo fue beber agua en una fuente y, después,
apoyarse en una barra para ver a la gente pasar y
tratar de orientarse. Sin que se diera cuenta, una niña
se acercó corriendo hacía él.
d.) Justicia
El caso del ladron de libros viejos
Había una vez un ladrón que se dedicaba a robar libros
viejos. Al principio nadie le dio importancia. Es más,
muchos terminaban agradeciéndole que se los llevara.
Porque hay mucha gente a la que le cuesta deshacerse de
las cosas que ya no usa, aunque estén viejas, y les da
pereza hacer algo con ellas. ¡Con lo fácil que es donarlas!

El caso es que el ladrón de libros viejos había acumulado


una gran cantidad de material. Llevaba años actuando sin
que nadie hiciera nada. La policía ni siquiera sabía quién
era.

Pero el ladrón de libros viejos quería más. Y como nadie le


había parado nunca los pies pensó que lo que hacía
tampoco era tan malo. Así que decidió lanzarse a por algo
más jugoso.

-Los museos guardan libros muy muy viejos -pensó el


ladrón-. Y también en las grandes bibliotecas, y en las
iglesias. Y también en los conventos.

El ladrón empezó por las iglesias, que están abiertas


muchas horas al día y, durante muchas horas, están casi
vacías. También robó en los almacenes de los museos e
incluso en algunas bibliotecas importantes. Llevaba ya
varios libros robados cuando saltaron las alarmas.

El ladrón de libros viejos se había llevado libros


antiquísimos, algunos con un valor material muy elevado.
Libros por los que se podrían pagar millones.
e.) Solidaridad
El gigante generoso
Había una vez un gigante que vivía oculto en una casa
construida dentro de una cueva en una gran montaña. Con
mucho esmero, el gigante había puesto un suelo de madera
para igualar el piso y había construido una fachada con
ventanas y una gran puerta para aislarse del frío en
invierno y evitar que nadie invadiera su hogar.

Durante el invierno, el gigante no podía salir de su casa


debido a la nieve. Por eso, durante la primavera y el verano
el gigante se dedicaba a recoger granos, frutos y hierbas y
las almacenaba para pasar el invierno. También recogía
leña para calentarse y compraba leche para hacer queso.

Una día de primavera, cuando el gigante llegó a casa,


descubrió unos pequeños agujeros en el suelo de madera.
El gigante observó y vio que una familia de ratones se
había instalado bajo su suelo. El gigante no le dio
importancia, y siguió a lo suyo, como siempre.

Al día siguiente, al llegar a casa, observó que el saco que


usaba tenía un pequeño agujero por el que se iban cayendo
algunos frutos y granos. El gigante no le dio mucha
importancia. Vació el saco, lo cosió y volvió a bajar a por
más.

Pero al día siguiente, cuando regresaba, descubrió que el


agujero estaba ahí de nuevo. Lo volvió a coser, pero al día
siguiente volvió a pasar lo mismo.

Así estuvo varios días hasta que descubrió que los ratones
hacían el agujero cuando él dejaba el saco en el suelo para
abrir la puerta y así coger los frutos que se caían al suelo.

-¡Ay, picarones! -dijo el gigante-. Si no me volvéis a


romper el saco os dejaré un puñado de frutos para vosotros
cada vez que traiga uno.

f.) Gratitud
El sueño de Mogli
Mogli vivía en un pueblo con casas de piedra, calles
estrechas y huertas en las que se cultivaban todo tipo de
verduras y hortalizas. A Mogli siempre le había atraído
mucho la idea de dedicar sus días a la agricultura. Preparar
la tierra, abonar, regar, quitar las malas hierbas,
cosechar……. Lo malo es que Mogli era un gato y no podía
hacer todo eso. El resto de felinos del pueblo se dedicaban
a hacer vida de gato: estar en casa durante el día y
cazando y por los tejados durante la noche.

Las personas y los gatos se llevaban muy bien. Los


primeros les dejaban estar en sus casas, les acariciaban y
les daban de comer. A cambio, los gatos les calentaban los
pies las tardes de lluvia. Pero esa vida no era la que Mogli
quería. Se aburría de hacer siempre lo mismo, de la vida
gatuna. Por eso, se pasaba las tardes en lo alto de un muro
observando la huerta de uno de los vecinos.

– ¿Cómo vas a cultivar tomates o zanahorias si tienes patas


en vez de manos? – le decían sus amigos.

Pero Mogli no quería escucharles. El olor de la tierra y el


sonido del agua al regar le tenían enganchado.

– ¿No ves que nunca podrás tener una huerta?- le decía su


madre.

Pero Mogli no quería llegar a tener su propio cultivo. Le


valía con sentir, con ver, con soñar.
g.) Honestidad
El marcianito misterioso
Había una vez un marcianito llamado Verdecín que jugaba
alegremente en el espacio, saltando de asteroide en
asteroide. Era muy divertido. En esa galaxia había muchos.
Era un campo de asteroides al que los pequeños marcianos
iban a jugar, como si fuera un parque. Una nave sacaba a
los pequeños marcianitos del planeta todas las tardes y los
llevaba allí para que se divirtieran.

Pero había que tener cuidado, porque si no se saltaba con


cuidado el asteroide se podía mover. Y si el asteroide se
movía se podía chocar con otro. Y quién sabe qué pasaría
entonces.

Verdecín sabía que tenía que saltar con cuidado. Pero a él


le daba igual. Saltaba y saltaba y no se fijaba. Y como
nunca pasaba nada, Verdecín no se tomaba en serio las
advertencias de los demás marcianitos.

Un día Verdecín estaba saltando con mucha fuerza, como a


él le gustaba. Pero con tan mala suerte que cayó sobre un
asteroide más blandito de lo habitual y lo movió. Al
moverse le dio a otro asteroide. Y con el impulso le dio a
otro, y a otro, y a otro más. Y empezó un baile de
asteroides muy peligroso.
h.) Carisma
El carisma del líder

El líder logra ese poder especial que se llama carisma al atreverse a


modificar su estilo de vida cuando:

• Es intolerante ante la situación actual y su insatisfacción


permanente se convierte en el ingrediente básico para lograr
la superación.
• Crea conciencia y compromete a sus seguidores con el
cambio.
• Se atreve a poner a prueba lo tradicional.
• Identifica el privilegio de servir como una fuente inagotable del
poder.
• Su reconocimiento es constante y se convierte en un anhelo
de sus seguidores.
• Su presencia, estilo y lenguaje lo anuncian en todos los
lugares a donde llega.
• Toma riesgos y está siempre dispuesto al sacrificio personal.
• Es juzgado no por lo que ha logrado, sino por lo que está
intentando realizar.
• Ejerce la creatividad como un proceso de aprendizaje.
• Tiene una atención excepcional para identificar oportunidades
y sabe que la manera de encontrarlas es salir a buscarlas.
• Ante el fracaso se manifiesta inflexible y ante el éxito, asimila
humildad y responsabilidad.
• Posee una confianza excepcional en lograr metas imposibles.
• Difunde apasionadamente sus ideas y presenta sus proyectos
como algo emocionante.
• Liga los valores fundamentales y universales con el futuro.
• Su mística de trabajo con sus seguidores la sintetiza en una
frase «usted y yo haremos que lo imposible ocurra».
• Su misión representa su razón de ser, vive apasionadamente
su ideal, entrega su existir, por realizar un sueño.
• Seguramente Dios entrega a estos líderes extraordinarios su
don más preciado: El carisma del amor.

i.) Humildad
El árbol navideño sin hojas
Érase una vez en un pueblecito muy lejano en el que había
una familia muy pobre. Tan pobre era que que se dio
cuenta de que llegaban las navidades y apenas tenían
dinero para poder decorar su casa. Los niños estaban
preocupados porque pensaban que si su casa no estaba
decorada, ni Papá Noel ni los Reyes Magos, se darían
cuenta de ellos y no traerían ni regalos ni paz a su hogar.

Tanto insistieron los niños que sus padres el día antes de


Navidad fueron a dar un paseo por los mercadillos a ver si
encontraban un árbol que pudieran comprar. Pasearon y
pasearon y no encontraban nada hasta que un hombre que
guardaba árboles y adornos en una furgoneta tiró algo al
lado de un cubo de basura.

Los niños cuando se fue corrieron a ver que era y llamaron


a sus padres:

-Venid aquí, que ese señor se ha dejado un árbol, aunque


está un poco mayor.

-¿Un árbol mayor? -preguntó mamá mientras se acercaba.

-Sí, esta marrón y con pocas hojas -dijo la niña-. ¿Nos


servirá?

-Claro que sí. Es un regalo. Nos ha aparecido un árbol de


navidad.

Entre todos lo cogieron y lo llevaron a casa, hicieron


adornos de cartulina, colocaron espumillón de colores que
tenían del año anterior y se sacaron fotos con él. Mejor o
peor, era el árbol de Navidad de su casa. Al día siguiente
los niños fueron al colegio y enseñaron a algunos
compañeros la foto de su árbol y muchos de ellos
empezaron a reírse. ¡Vaya árbol! Con eso los reyes magos
no te van a traer nada. Se mofaban de ellos y criticaban su
ocurrencia en bajo.

Los niños llegaron a casa desilusionados y miraron al árbol


con tristeza, no era un gran árbol verde como los de los
centros comerciales.

Se lo contaron a sus padres, que no les dieron importancia


a los comentarios y les dijeron que disfrutaran de su belén
y su árbol que era suyo y, por lo tanto, único.
j.) Tolerancia
El robot lazarillo
Michael era un niño ciego. Cuando se hizo mayor sus
padres llevaron a casa un perro lazarillo para que pudiera
moverse solo por el pueblo, que era muy tranquilo. A
Michael le encantó la idea de poder salir solo a comprar el
pan, ir al colegio o pasear por el parque a escuchar el canto
de los pájaros.

Pero cada vez que salía con su perro lazarillo, Michael


empezaba a estornudar y le lloraban los ojos.

- Eres alérgico a los perros -le dijo el médico-. Pero no te


preocupes. Tengo la solución.
- No quiero ninguna solución -dijo Michael. Quiero a mi
perro.

Michael estaba encantado con su perro, y no quería


separarse de él. No entendía qué era eso de la alergia.
Además, prefería estar estornudando todo el día a quedarse
sin su nuevo amigo.

El médico les habló a los padres de Michael de un prototipo


de robot lazarillo que estaban diseñando en una estación
espacial.

- Mi hermano es el jefe del equipo -dijo el médico-. Le diré


que pueden probar el modelo de robot lazarillo para niños
con Michael, si os parece bien. El de adultos funcionar a las
mil maravillas.
k.)Empatía
El dibujo mágico
Santi era un niño al que le encantaba ir al cole y hacer
cualquier cosa. Cualquier
cosa menos pintar. No le importaba que se tratase de
lápices de colores, de ceras,
de acuarelas o de pinturas al óleo. Se podía muy nervioso
cada vez que veía un
pincel entre sus dedos y se bloqueaba.

Sus padres trataban de que al menos lo intentase pero no


había manera. Un día en
un rastrillo Santi encontró una caja de acuarelas a la que
no pudo resistirse. No
sabía cómo explicarlo, pero sintió un deseo irrefrenable de
abrirla, oler y tocar las
pinturas. Así que se la llevó a casa y se animó a rescatar
sus viejos pinceles del
fondo del cajón. Sobre una cartulina, comenzó a hacer
algunos trazos sin una idea
clara de lo que quería dibujar. Iba deslizando el pincel
según le marcaba su instinto.
A las dos horas, le entró hambre y fue a la cocina a
merendar. De repente, el dibujo
comenzó a hablar:

- ¿Me vas a dejar así, sin forma definida? Dame alguna


identidad, por favor.

Santi, incrédulo, puso el dibujo debajo del flexo de su


escritorio y trató de imaginar
de qué podía tratarse. Lo primero que hizo fue dibujarle un
par de ojos. Lo que pasa
es que dibujó uno más alto que el otro…..

- Con los ojos así no puedo enfocar bien…..

Santi le pidió perdón y le explicó que no dibujaba muy bien.

- ¡Bueno, no pasa nada! -le interrumpió el dibujo-. Seguro


que si lo intentas de
nuevo te sale mucho mejor ¡venga, coge la goma de
borrar!
Poco a poco el propio dibujo fue dándole instrucciones y
diciendo a Santi cómo
pintar. Se pasó el fin de semana dibujando y borrando…
mezclando colores y
probando nuevos trazos y figuras. El lunes, al volver al
colegio, Santi esperó con
ansia la hora de plástica para poder poner en práctica todo
lo que había aprendido.
l.) Perseverancia
La llave misteriosa
Para Mauricio aquella tarde fue inolvidable, eran cerca de
las siete de la noche, estaba lloviendo y las gotas
golpeaban su ventana con ritmo y fuerza tales que
acompañaban la conversación que tenía con su mamá.

Eugenia, la mamá de Mauricio, le hablaba sobre algunas


colecciones de objetos que tenía desde que era niña, entre
ellos algunos álbumes de estampas, monedas, tarjetas de
teléfono público y objetos diversos como una llave de color
dorado que se había encontrado en un baúl de sus abuelos.

A Mauricio le ganó la curiosidad y pidió ver los objetos.


Estaba interesado en todos, pero más en la llave
misteriosa. Eugenia fue hasta su vestidor y sacó una caja
de madera en donde junto con algunos anillos, collares y
otros artículos se encontraba la llave. Su mamá le advirtió
que esa llave no era útil para abrir ninguna puerta, que solo
era un objeto de la suerte. Eugenia se la regaló y le dijo
que esperaba que le acompañara siempre.

Mauricio se puso feliz y desatendiendo las recomendaciones


de su mamá, de inmediato trató de abrir el baúl de la
abuela, la puerta del armario de papá y la del cuarto de los
cachivaches. Pero la llave no abrió ningún lugar.

Fue cuando Mauricio recordó lo que su mamá le dijo y la


puso en su llavero como un objeto de la suerte que le
acompañaría en la vida. Cuando Mauricio terminó la
secundaria con excelentes calificaciones pensó que la llave
le había ayudado con ese logro. Lo mismo ocurrió en su
graduación de Preparatoria y Universidad en la que obtuvo
Mención Honorífica y todo el jurado y público lo felicitaron.

En una ocasión, cuando Mauricio ya era todo un hombre,


fue a un balneario y dejó sus pertenencias en un gabinete
como todos los demás. Al regresar la puerta estaba abierta
y sin candado, le habían robado sus pertenencias, entre
ellas su llavero y por supuesto la llave de la suerte.

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