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Las palabras mágicas

Carlos Francisco era un niño a quien le gustaba, mucho estar con sus amigos. Un día,
mientras jugaba tenta en el parque, encontró una varita mágica, la agarró y de súbito corrío
hacía su casa.
Carlos trataba de pedir un deseo, pero no sabía las palabras mágicas, le dijo a su papá:
“¿Conoces algunas palabras mágicas?”. El padre dijo: “Sí, di abracadabra. Carlos fue a su
dormitorio y gritó: “Abracadabra, quiero una lámpara”, pero la varita no funcionó porque nada
apareció.
Al día siguiente, le preguntó a su maestra: “¿Usted conoce palabras mágicas?”. La maestra
pensó un momento y le respondió: “Ocusfocus”. Carlos intentó usarla al llegar a su casa, pero
tampoco funcionó.
Por fin le preguntó a su mamá: “¿Cuáles son las palabras mágicas que debo usara para que
la varita mágica me dé algo?”. La mamá inmediatamente le dijo: “Siempre debes decir: por
favor”.
Carlos corrió a su cuarto y dijo: “Quiero un carro automático de control remoto, por favor”, y el
carro apareció. La varita sólo podía cumplir un deseo, pero Carlos aprendió que para pedir
algo, siempre debe decir: “Por favor”.

Crhistopher Miguel Ramos Ascencio


Araña Migraña
Había una vez, una araña muy buena y educada, que no le hacía daño a nada ni a nadie,
pero tenía un pequeño problema, su nombre era Migraña.
Cuando hacía nuevos amigos, le daba verguenza decir su nombre. Ellos pensaban que si se
juntaban con ella, les daría migraña. Y por eso se alejaban.
Un día que paseaba por el bosque, Migraña pensaba en su situación. De pronto, ¡auch!, se
golpeó con algo y su sorpresa fue tan grande como su golpe. Encontró un ser muy extraño
que tenía unos palos en la cabeza y un manto enorme en el cuerpo.
El ser se presentó. Le dijo que era una mariposa que no tenía amigos, porque nadie quería
hablar con ella.
Migraña se sorprendió y le dijo que como era posible que alguién tan agradable y tan hermosa
como ella no tuviera amigos. La mariposa le contó que era por su nombre y no se lo diría,
porque no quería perder a una amiga más.
Migraña le aseguró que su nombre no podia ser peor que el de ella. Y así las dos dijeron al
mismo tiempo: “Migraña”, porque las dos tenían el mismo nombre.
La mariposa y la araña aprendieron que no se debe juzgar a los demás, y que es importante
tomarse el tiempo suficiente para conocerlos.
Marcela Reyes
El Conejo T
En un dulce país hecho de muchas golosinas, vivían dos hermanos Pablo y Juan. Su casa
tenía puertas y ventanas hechas con paletas de sabores, el techo era de chocolate y el piso
tenía galletas de fresa y vainilla.
Un día, mientras comían pastelillos, alguién tocó a la puerta y una voz ronca les dijo: “Soy el
Conejo T”.
Al abrir la puerta los niños pudieron observar a un conejo muy grande, con largas orejas y
dientes muy blancos. En la espalda tenía un costal rojo.
-¿Qué haces aquí?- preguntaron los niños. -Alguien me informo que no se han lavado los
dientes después de comer. Así que vine a obsequiarles algo -respondió el conejo.
Los niños estaban un poco avergonzados, pero los ilusionaba saber que había en el costal. El
conejo sacó dos regalos. Los niños los abrieron y ¡oh, sorpresa! en la caja había cepillos y
pastas de dientes con sabor a golosina.
El Conejo T les dijo: “Es importante que cepillen sus dientes luego de cada comida” Así los
tendran blancos y sanos como los míos.
Ahora, Pablo y Juan cepillan sus dientes luego de cada comida, y sus dientes están sanos y
brillan cada día más.
Connie Enriquéz
El águila dorada
Féliz es un niño muy inquieto que vive en la ciudad junto a sus padres y su hermana menor.
Un día organizaron una excursión al bosque. Todos estaban felices, prepararon agua, comida,
ropa y artículos para exploración.
Cuando llegaron al campamento, Félix corrío a su cabaña dejó el equipaje y decidió explorar
el bosque. Mientras caminaba, escuchó un sonido agudo, era un águila que cruzaba el cielo,
ella reflejaba una luz tan brillante que cuando Félix la vió, cayó al suelo.
Cuando el guardabosques llegó, Félix le contó lo sucedido y él le dijo que era el águila dorada.
Ella tenía el cuerpo cubierto de oro y quien tuviera la fortuna de verla, debía pedir un deseo.
Al día siguiente, Félix buscó el águila, pero no la encontró. Una mañana, sus padres salieron a
caminar y vieron al águila descansando en una peña cercana a la cabaña, llamaron a Félix y
él con mucho cuidado se acercó y le tomó una fotografía para regálarsela a los dueños del
museo de la ciudad. Félix pidió un deseo: siempre ver volar libre al águila dorada.
Cada vez que Félix viaja al bosque y levanta su vista a las alturas, el águila dorada cruza el
firmamento.
Ricardo Javier Escobar Ramírez
Canto mágico
¿Has escuchado de la gente que canta y habla con las plantas? Dicen que de esta forma ellas
crecen más.
Hace mucho tiempo, había un pueblo en donde era tradición tener un huerto familiar para
sembrar hortalizas. Allí vivía Jade, a la que le encantaba la naturaleza y siempre soñaba con
tener su propio huerto.
Un día, decidió convertir el patio de su casa en un huerto. Preparó la tierra y sembró muchas
semillas. Ella quería que crecieran en un instante, porque no le gustaba esperar.
A la mañana siguiente, su madre le dijo: “Jade cántale y háblale a tus plantas, así ellas
crecerán tanto como tú”.
Jade dudó, porque pensaba que era absurdo cantar y hablar con las plantas, ya que ellas no
podían escucharla. Sin embargo, lo hizo.
Después de tres días, las plantas salieron de la tierra más rápido de lo que haría una planta
sin esos cuidados. Luego de quince días, las hortalizas eran las más hermosas del pueblo y
Jade estaba muy feliz por su trabajo.
Ahora, Jade siempre les canta a sus plantas y sabe que quien persevera, siempre obtiene su
recompensa, aunque a veces esperar también es buena idea.
Claudía Marroquín
La tortuga simona
Simona era una tortuga muy amable, alegre, inquieta y atrevida.
Un día, se puso a pensar que no quería tener caparazón, porque de esa forma sería igual que
los otros animales y correria a grandes velocidades.
Así que, con la ayuda de una piedra se quito la caparazón. Lo guardó bajo la tierra y empezó
a saltar y a correr. Era más veloz que la liebre.
Cada día, corría en busca de aventuras y fue así como una vez que caminaba por el bosque,
logró escapar de un águila arpía que quiso atraparla.
Eso la asustó mucho, y como empezó a llover, decidió refugiarse bajo unas hojas secas. Allí
conoció a otra tortuga llamada Balut, que al verla tan asustada, le preguntó qué le sucedía y
por qué no tenía caparazón.
Simona le contó lo ocurrido con el águila y le dijo que no quería tener caparazón para ser
veloz como otros animales del bosque.
Balut, le dijo que la caparazón servía para protegerla de varios peligros, pues seguramente el
águila se la hubiera comido si no hubiera podido escapar.
Simona desenterró su caparazón, se lo puso y ese día aprendió a aceptarse tal como era.
María Cristina Ordóñez Quino
El primer eclipse
Cada vez que el sol se encontraba con la luna en el día, le decia piropos y hasta quitaba las
nubes para poderla admirar.
La luna siempre se escondía porque era muy tímida. El sol le enviaba mensajes con las
estrellas fugaces.
Por alguna extraña razón, la luna empezó a tener miedo a la oscuridad y trataba de pasar más
tiempo junto al sol. Pasaban horas y horas hablando, hasta que llegaron a ser muy buenos
amigos.
Un día, como a las seis de la mañana, hora en que normalmente sale el sol, decidieron
reunirse. Así provocaron el primer eclipse de sol, pero pudieron ver que los habitantes de la
Tierra tenían miedo de esa oscuridad.
No quisieron causar temor en la gente, así que comprendieron que no podían estar juntos y
que el mundo necesita de la luz del sol durante el día y el reflejo de la luna durante la noche,
por eso se separaron nuevamente.
Ahora, el sol y la luna se reúnen de vez en cuando en un eclipse y siguen en comunicación
enviándose mensajes con las estrellas fugaces.
José Mariano Calderón Beltranena
Las cuatro estaciones
Un día, el creador observo el colorido de la Tierra y pensó que era necesario hacer cuatro
estaciones.
Observó con detenimiento cada detalle del planeta y de pronto se le ocurrió crear la
primavera, el verano, el otoño y el invierno. También vio que necesitaba asignar un protector a
cada estación.
Mientras descansaba en el bosque, observó a unas hermanas que jugaban y corrían por el
lugar. Ellas eran: Aura, Karin, Yesenia y Amarilis.
Ellas escucharon una voz fuerte que les decía que por ser unas niñas muy responsables y
dedicadas, les sería otorgarada una tarea: Ser protectoras de las cuatro estaciones. Tenían
que velar porque cada estación iniciara y terminara en el tiempo justo y dieran vida a las
diversas especies que esperaban su turno para despertar o florecer.
Para ello, les entregó un reloj mágico que les informaría el tiempo en que cada una debía
recorrer el planeta.
Así, a Aura le otorgó la primavera, a Amarilis el verano, karin sería la responsable del otoño y
Yesenia del invierno.
Ahora cada solsticio y cada equinoccio, salen con una canasta llevando rayos de sol, flores,
gotas de lluvia y hojas de colores. realizan una danza desde el cielo y dejan caer lo que tienen
en sus canastas.
Jacqueline Flores Poitán
Los instrumentos musicales
Un día, los instrumentos se encontraban discutiendo sobre quién era el más importante. La
batería exclamó: “Yo soy el alma de las canciones, porque sin mí no es fácil seguir el ritmo”.
El bajo habló con su grave voz: “Tienes razón, pero sin mi acompañamiento el ritmo se siente
flojo y débil”.
La guitarra eléctrica replicó: “Señores, están en lo cierto, pero sin mis sonidos y melodías,
ustedes estan incompletos”.
Llegó el turno al piano: “Hay un instrumento que puede sonar solo. Ese soy yo, así que yo soy
el más importante.
Finalmente llegó el director de orquesta y dijo: “La bella música se escucha sólo cuando todos
los instrumentos suenan en armonía, por eso no hay instrumentos más importantes que otros.
Lo mismo sucede en el mundo, es más importante trabajar todos unidos y no estar
compitiendo unos con otros”.
Después de unos segundos en silencio, todos los instrumentos empezaron a entonar una
canción, porque comprendieron la importancia del trabajo en equipo.
María Fernanda González
La camiseta mágica
María era una niña muy inquieta. Un día que visitó un extraño pueblo, vio una camiseta que le
gustó y decidió comprarla para tenerla como recuerdo de ese lejano lugar.
Ya en su casa, María decidió ponerse la camiseta nueva. Quería salir a jugar pero, como
estaba lloviendo, no pudo y se enojó un poco. Entonces se sorprendió porque su camiseta se
puso roja. Al momento, cayó un rayo y la asustó tanto, que la camiseta se puso blanca.
Como no pudo salir a jugar al parque, decidió quedarse en casa a disfrutar algunos juegos de
mesa y tomar chocolate caliente. La camiseta al instante se tornó azul, y con la felicidad que
ella sentía, hizo relucir el color amarillo.
En la tarde, visitó una feria, se subió a la rueda de chicago y gozó tanto, que la camiseta se
puso anaranjada. Al entrar a la casa embrujada, sintió tanto terror al ver los fantasmas, que la
camiseta se puso gris.
Al regresar, accidentalmente quebró una maceta de su mamá y no se lo confesó, entonces la
camiseta se puso morada y se asutó. así que le dijo la verdad a su mamá.
De está forma, María está feliz porque tiene una camiseta mágica que de forma sorprendente
manifiesta sus emociones a través de los colores. esto le ayuda a compartir, a decir siempre
la verdad, a disfrutar de las cosas y a ser una mejor persona.
Ana Lucía Vidal Méndez
ABUELITO DIME TU
Abuelito dime tu,
que sonidos son los que oigo yo,
Abuelito dime tu,
porque yo en la nube voy.
Dime porque huele el aire así,
dime porque yo soy tan feliz.
Abuelito, nunca yo de ti me alejaré.

Abuelito dime tu,


lo que dice el viento en su canción
Abuelito dime tu,
porque llovió, porque nevó.
Dime porque, todo blanco es,
dime porque yo soy tan feliz
Abuelito, nunca yo de ti me alejaré.

Abuelito dime tu,


si el abeto a mi me puede hablar,
Abuelito dime tu,
porque la luna ya se va.
Dime porque hasta aquí subí
dime porque yo soy tan feliz.
Abuelito, nunca yo de ti me alejaré
UN ELEFANTE

Un elefante se balanceaba
sobre la tela de una araña
y como veía que no se caía
fue a llamar a otro elefante.
Dos elefantes se balanceaban
sobre la tela de una araña,
y como veían que no se caían
fueron a llamar a otro elefante.
Tres elefantes....ETC
LOS POLLITOS

Los pollitos dicen,


pío, pío, pío,
cuando tienen hambre,
cuando tienen frío.

La gallina busca
el maíz y el trigo,
les da la comida
y les presta abrigo.

Bajo sus dos alas


se están quietecitos,
y hasta el otro día
duermen calentitos.
OVEJITAS

Tengo, tengo, tengo.


Tú no tienes nada.
Tengo tres ovejas
en una cabaña.

Una me da leche,
otra me da lana,
y otra me mantiene
toda la semana.

Caballito blanco
llévame de aquí.
Llévame hasta el pueblo
donde yo nací.
MARINERO

Marinero que se fue a la mari, mari, mari


Para ver lo que podría veri, veri, veri
Y lo único que pudo veri, veri, veri
Fue el fondo de la mari, mari, mari.
LOS DEDITOS DE LAS MANOS

Los deditos de la mano,


nada más.
Los deditos de las manos,
Estirados lo verás,
Si tú cuentas las dos manos,
Cinco y cinco Qué serán…
EL PATIO DE MI CASA
El patio de mi casa
es particular,
cuando llueve se moja
como los demás.

Agáchate
y vuélvete a agachar,
que los agachaditos
no saben bailar.

H, I, J, K,
L, M, N, A
que si tú no me quieres
otro novio me querrá

H, I, J, K,
L, M, N, O
que si tú no me quieres
otro novio tendré yo.

Chocolate, molinillo,
corre, corre,
que te pillo.
A estirar, a estirar,
que el demonio va a pasar
EL GALLITO

Hay tres noches que no duerno, la, la, la


Al pensar en mi gallito, la, la
Pobrecito, la, la se ha perdido la, la,
Y no se donde estará.
Tiene las plumas de oro, la, la
Y la cresta colorada, la, la
Mueve el ala, la, la, abre el pico, la, la
Y no sé donde estará.
CINCO LOBITOS

Cinco lobitos tienen la loba


Blancos y negros tendrás de una escoba.
Cinco tenía y cinco criaba
Y a todos los cinco tetita les daba.
EL MONO DE ALAMBRE

Vamos a bailar, vamos a bailar


El mono de alambre
El que no lo baile
El que no lo baile
Se queda con hambre.

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