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Manuel Alberto Vargas Hernández

El mundo elemental de José Revueltas: nota final

No es ningún secreto el que José Revueltas haya sido por mucho tiempo un escritor

marginal por sus posturas políticas. Su militancia en el partido comunista en México le

granjeo no sólo la aversión de ciertos grupos intelectuales de su tiempo sino también causó

su arresto y presidio en la cárcel múltiples veces. Ya en vida fue objeto de severas críticas

como escritor de parte de sus detractores. Como suele pasar en esos casos, se le calificó de

rustico y falto de recursos. Se señalaron, además, errores graves en sus primeras novelas.

Las técnicas narrativas usadas por Revueltas que más tarde fueron elogiadas en Rulfo

fueron en su caso, más bien, menospreciadas. Pasaría mucho tiempo para que se

reconociera su gran talento y originalidad.

Al leer algunas de sus líneas no puede uno sino maravillarse de la calidad de su estilo,

aunque el mismo no intentó ser un estilista. Algunas de las líneas más sobresalientes de El

luto humano, su primera novela, por cierto, galardonada con el premio de mejor novela

latinoamericana, recuerdan mucho a aquellas de El laberinto de la soledad de Octavio Paz

escritas diez años después:

El mexicano tiene un sentido muy devoto, muy hondo y respetuoso, de su


origen. Hay en esto algo de oscuro atavismo inconsciente. Como ignora su
referencia primera y tan sólo de ella guarda un pensamiento confuso, padece
siempre de incurable y pertinaz nostalgia. Entonces bebe, o bebe y canta, en
medio de los más contradictorios sentimientos, rabioso en ocasiones, o
tristísimo. ¿Qué desea, qué le ocurre cuando vuelve sus ojos a sus horizontes
vacíos, a su viejo paisaje inmóvil y es capaz de permanecer así por años sin que
tal vez un único pensamiento cruce por su mente? Quizá añore una madre
terrenal y primigenia y quiera escuchar su voz y su llamado (El luto humano
143).

Es justo decir que José Revueltas fue un escritor de gran calidad al tomar en cuenta la

originalidad de su vocabulario, la pulcritud de su sintaxis, lo maravilloso de sus imágenes,


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lo sugerente de sus metáforas y lo vanguardista de sus técnicas de narración. En el siguiente

fragmento de Los muros de agua, por citar un ejemplo concreto, podemos observar lo antes

mencionado:

Dentro del pecho de Rosario, al ser arrancada de sus compañeros, aquella


primera tarde de la isla, algo penosos y duro se movió, con insistencia de llanto.
“La mujer se queda aquí”, escuchó como en un sueño. ¿De dónde partían estas
palabras? La tierra era opaca y sobre su superficie las pisadas cobraban sitio
prolongándose como en un planeta sin atmosfera. Rosario distinguió por última
vez los ojos sanos, sin horizontes, de Ernesto, que la miraban con dulzura, y
entonces una cosa antigua, de salones de clase, de jóvenes con libros, de
palabras cálidas, de pupitres, de caricias remotas y de alientos, se le aglomeró en
los sentidos como si el recuerdo viniese solamente por ellos; por el tacto,
aludiendo a la consistencia de viejos cortaplumas escolares; por el oído,
encontrando su referencia en voces inconfundiblemente amigas; por la vista,
fijándose en aquellos ojos de Ernesto, tan semejantes, tan próximos. “¿A quién,
Dios mío?”, se preguntaba con asombro y duda (Los muros de agua 108).

La disposición de las oraciones yuxtapuestas en las últimas líneas aludiendo a los

sentidos es notable, llena de elegancia además de gran sensibilidad. Por otra parte, el uso de

comparaciones y metáforas originales es notable en el siguiente fragmento:

Ravena construía canoa que eran una gloria del primitivismo, verdaderamente
mágicas a fuerza e devastar grandes troncos ahuecándolos con hachuela. El árbol
de quien se servían los “canoyeros” iba perdiendo su fisionomía, de pronto, a
cada golpe de hachuela, y se iba alterando y como adquiriendo agilidad y
movimiento al tornarse liviano y sin peso propiamente. Adivinábase entonces la
canoa, como esos fetos en los que se adivina al hombre y que aún tienen o la
cabeza demasiado grande o el cuerpo enteco, o las manos mínimas, o todavía sin
precisión el continente. Pero más tarde todo aquello ya era un ser distinto, una
nueva cosa, un parto alegre como si el hombre hubiese, alguna vez, fecundado al
árbol en un fantástico ayuntamiento de trabajo, de sudor, de esperanzas. Ravena
veía su obra lleno de emoción, los ojillos antiguos, de saurio melancólico,
clavados en el mar (Los muros de agua 166, 167).

La comparación de la canoa con un feto es muy sugestiva pues lejos de evocar un

parto esperado evoca una acción llena de violencia y primitivismo: el del ayuntamiento

furtivo. Por último, la imagen del rostro melancólico de Ravena como un saurio o lagarto es

inverosímil pero llena de fuerza. Tiene, además, un tinte primitivo, primigenio.


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Al entender la calidad de escritor de José Revueltas es útil analizar su obra desde una

perspectiva estilística, aunque como ya mencioné el mismo no intentó ser un estilista; sin

embargo, la narrativa de Revueltas está llena de rasgos característicos en él de gran

manufactura. La estilística como teoría literaria supone que el lector experimenta lo que

Alonso llama “delicia estética”, es decir, un estado de goce de los sentidos por medio de un

sistema expresivo compuesto por recursos retóricos formales y recursos estructurales

concretos. Tales rasgos distintivos deben reflejar una particularidad psíquica propia del

autor. La estilística pone además énfasis en la composición de la obra y en los mecanismos

por los cuales se llega a dicho goce estético:

La estilística estudia la obra literaria como una construcción poética, y esto en


sus dos aspectos esenciales: cómo está construida, formada, hecha, tanto en su
conjunto como en sus elementos, y qué delicia estética provoca; o desdoblando
de otro modo: como producto creado y como actividad creadora. Ya sea un
poemita, y sea una novela o una tragedia, el estudioso de estilo trata de sentir la
operatoria de las fuerzas psíquicas que forman la composición de la obra, y
ahonda en el placer estético que mana de la contemplación y experimentación de
la estructura poética. Después, sólo después, cada uno de los elementos es
estudiado y mirado en su papel estructural dentro de la creación poética: ¿qué
expresa o sugiere aquí este diminutivo? ¿Cómo está constituido el ritmo, qué
revela del acto de la creación poética y qué efectos estéticos produce? ¿Cuáles
son los caracteres especiales de las metáforas, con qué clase de elementos están
hechas y cuáles son los procedimientos particulares de la condensación?
La estética estudia, pues, el sistema expresivo de una obra, o de un autor, o de
un grupo pariente de autores. Y sistema expresivo significa desde la
construcción y estructura interna de la obra hasta el poder sugestivo de las
palabras y la eficacia estética de los juegos rítmicos (Alonso 89, 90).

En el siguiente fragmento, José Revueltas narra en Los errores como un chulo de

barrio niega el asesinato de su madre. El rostro de ésta es semejante a una máscara de

madera. Hay algo de primitivo en estas alusiones, algo de elemental en sus imágenes:

-Dios y ella saben que no la maté -había dicho el hombre ante el féretro,
mientras miraba con una expresión perturbada a través del cristal. Se había
vuelto hacia Mario, que estaba junto a él-. Me basta con que tú me creas, hijo
mío -le dijo-; tu juicio es para mí lo más sagrado en el mundo. Te juro que no
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mate a tu madre. Que me enseñen el arma con que lo hice. Ese balazo entró por
la ventana -haía levantado la cubierta del féretro-. ¡Bésala si me crees inocente!
-le pidió a Mario con una humildad sumisa e inerme, en la actitud de un perro
triste. Mario permaneció rígido, sin acceder, víctima de una fascinación
maravillosa, la mirada vacía y fija en el lugar frío, a la altura del pómulo, sobre
el espantoso rostro de su madre, gigantesco como una máscara de madera que
parecía pedirle también aquel beso con todas las impotentes fuerzas de la muerte
(Los errores 28).

En el siguiente fragmento se compara a un enano, amigo del chulo, con un pájaro

ciego, un pájaro con alas de plomo. De repente me recordó esa otra alusión a la del saurio

que llora. Como ya mencioné hay algo de rudimentario y primitivo en estas metáforas:

El enano abrió los ojos con la rapidez de quien jamás ha tenido párpados. Una
increíble ola roja encendió su rostro trastornado por la rabia. De pie, ágil,
movedizo, frenético, brincaba para alcanzar la botella que Mario mantenía en lo
alto. Éste retrocedió unos pasos, pero de pronto ya estaba el enano tras de él, una
bola de mercurio que se escurría por el cuarto con vertiginosos pasitos de
pesadilla, espeluznantes, brincando cada vez con mayor fuerza, pero al mismo
tiempo con mayor impotencia y desesperación, parecido a un pájaro ciego, un
pájaro con alas de plomo (Los errores 30).

Luego el enano es un dios azteca bárbaro, sobrenatural y horrible. ¿Qué puede revelar

esto sobre el autor? ¿Tendrá talvez la intención de reflejar cierta violencia en la

configuración del mundo la cual hace que los personajes tengan algo de animal y primitivo?

Inmóvil y muerto, invadido por aquellas serpientes que lo abrazaban como una
túnica helada, Elena parecía un pavoroso dios azteca, bárbaro y sobrenatural,
horrible y distante, con su cara de caballo sin ojos, allá abajo en el serpentario.
Los reptiles lo envolvían, se enroscaban en su torso, ascendían por su cuerpo con
el sediento avance de una yedra de tallos múltiples e intranquilos, hasta
envolverlo por entero, oculto y silencioso como una pieza arqueológica cubierta
por las raíces de la selva (Los errores 41).

En mi opinión, José Revueltas quiso que toda su obra reflejara una temática concreta.

Es decir, existe una unidad particular en la obra de Revueltas. Él mismo deseaba que su

obra se reuniera bajo el nombre de Los días terrenales. Ya el nombre refleja ese interés de

Revueltas de señalar como el mundo o la tierra tiene un poder destructor que puede

lastimar. En otras palabras, las figuras, imágenes y metáforas de Revueltas antes señaladas
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reflejan una lucha por sobrevivir, tal vez, la lucha de clases marxista que indica que la

emancipación de un grupo sólo se puede lograr por medio de la violencia del mismo y que

la clase dominante ostenta un monopolio sobre esta violencia. La violencia de la tierra y de

los seres que la habitan es una violencia primitiva, animal, que los impele a buscar su

perpetuación.

En el Luto humano, por ejemplo, es evidente las relaciones antitéticas que se

establecen entre los personajes: Natividad, el líder sindical, Adán, el sicario, Cecilia y

Úrsulo, los padres de Chonita. La violencia de unos tiene como contraparte la resignación

de otros y la brutalidad de la realidad es el trasfondo de la historia de la muerte de Chonita

y el asesinato de Natividad. En Los muros de agua, por otra parte, la naturaleza es un juez

brutal que imparte justicia a los reos. Las relaciones entre los presidiarios y las autoridades

están marcadas además por el abuso de unos y la complicidad de otros. En El apando,

desde luego, la traición de El Carajo refleja el grado en que un individuo se puede

corromper cuando el contexto es adverso.

[…] abandonado hasta lo último, hundido, siempre en el límite, sin importarle


nada de su persona, de ese cuerpo que parecía no pertenecerle, pero del que
disfrutaba, se resguardaba, se escondía, apropiándoselo encarnizadamente, con
el más apremiante y ansioso de los fervores, cuando lograba poseerlo, meterse
en él, acostarse en su abismo, al fondo, inundado de una felicidad viscosa y
tibia, meterse dentro de su propia caja corporal, con la droga como un ángel
blanco y sin rostro que lo conduciría de la mano a través de los ríos de la sangre,
igual que si recorriera un largo palacio sin habitaciones y sin ecos ( El apando
15, 16).

Tal sesgo psíquico en Revueltas refleja a su vez lo que Spitzer llama “rumbo

histórico”; es decir, la fijación de Revueltas con la lucha de clases muestra una realidad

brutal, cruel, primitiva, en la que unos pasan de ser víctimas en victimarios y los más viles

son los que sobreviven.


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La estilística, pensaba yo, llenará el hueco entre la lingüística y la historia de la


literatura. Por otra parte, recordaba la advertencia del adagio escolástico:
“individuum est ineffabile”, no se puede definir el individuo. ¿Estaría por fuerza
destinado al fracaso cualquier intento de definir un escritor particular por su
estilo? Yo argüía así: toda desviación estilística individual de la norma corriente
tiene que representar un nuevo rumbo histórico emprendido por el escritor; tiene
que revelar un cambio en el espíritu de la época, un cambio del que cobró
conciencia el escritor y que quiso traducir a una forma lingüística forzosamente
nueva. ¿No sería posible, quizá, determinar ese nuevo rumbo histórico tanto
psicológico como lingüístico? Ahora bien: señalar el comienzo de una
innovación lingüística sería más fácil, naturalmente, en el caso de escritores
contemporáneos, por la sencilla razón de que conocemos mejor su base
lingüística que la de escritores de tiempos pasados (Spitzer 21).

Existe evidentemente un tratamiento artístico de Revueltas en que la materia prima, la

realidad social, es convertida en una obra autónoma donde el individuo, en este caso el

autor, mezcla lo real con lo imaginativo:

La estilística se aprovecha ávidamente de estos estudios y, al tratarlos ella


misma, les da su sesgo particular: la estilística ve al poeta como una energía
hacedora. Y puesto que la otra crítica pone en primer plano cuáles son las
fuerzas históricas y sociales que se juntan y armonizan en el autor estudiado, lo
que la estilística antepone es la armonización de esas fuerzas, que es lo que el
autor hace con ellas, cómo funcionan en la obra constructivamente, como
valiosos materiales en los actos estéticos y de creación. Y si la crítica tradicional
desenreda y aclara qué es lo que su sociedad y su tiempo han dado al escritor, la
estilística, complementariamente, estudia con qué nueva potencia se lo devuelve
y qué le añade. Pues, si en parte, la historia hace a nuestro autor, en parte
también nuestro autor hace a la historia. Con los riesgos de todo esquema
podríamos llegar a esta fórmula: toda creación artística resulta de la conjunción
de lo individual y libre con lo social y dado; admitiendo ambos polos, la crítica
tradicional se ha especializado en lo social; la estilística, en lo individual
(Alonso 84).

El autor, logra el acto de placer estético por medio de un sistema expresivo intrincado

lleno de elementos que aluden a lo elemental de las pasiones humanas y a la brutalidad del

mundo donde los dominados sufren la violencia de sus opresores. Aunque tal sistema alude

a un mundo primitivo y elemental, las técnicas usadas para lograrlo distan de ser sencillas.

Por el contario, están dotadas de elegancia, vanguardia, riqueza y complejidad.


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Ah, bien sabemos las limitaciones del hombre, aun e los creadores más geniales.
Bien sabemos que el goce estético que el poeta puede salvar y convertir en un
cristalino edificio de luz y de sonido, es apenas una sombra de aquel otro goce
estético que a él lo poseía como a un frenesí en el acto de la creación poética; es
apenas el rescoldo de la pasada hoguera. Pero justamente en esta condición se
apoya la estilística para dar sus mejores frutos. El mejor estudio consiste en
soplar en esos rescoldos de goce objetivados en la obra literaria para hacer brotar
de nuevo la llama con apetito de arder más. En llevar la atención del lector hacia
los valores de goce estético, para que salten y operen todas las sugestiones, para
que cobren eficaz presencia de contagio aquellos tensos momentos de la
creación poética que en la obra sólo han dejado su pálida contrafigura. Todas las
rebuscas y todos los estudios técnicos de la estilística están en última esencia al
servicio de esta misión. Todo se reduce, como programa, a apoderarse del
sistema expresivo de un poema o de un autor para llegar al íntegro goce estético
(Alonso 97).

Otro de los recursos utilizados por José Revueltas que confirma mi tesis es el uso del

flashback, una técnica tomada del cine donde nos podemos aproximar a la conciencia del

personaje sin intermediarios. Esta técnica es una técnica directa donde el lector percibe una

realidad llana sin eufemismos donde la conciencia toma rumbo propio:

Don Victorino detuvo de pronto el curso de sus pensamientos como quien se


para a escuchar un ruido confuso y lejano, que se aproxima. Algo se abría paso
en su interior, avanzaba como entre las penumbras de un bosque para precisar
gradualmente sus contornos: era aquel recuerdo tan buscado y que ahora se
rescataba a sí mismo, igual que un hijo pródigo de la memoria, devolviéndose
con esa repentina lucidez donde lo ocurrido en otros tiempos, por más lejano que
sea, reaparece en una forma nueva, más inteligente y ordenada de lo que fueron
aquellos acontecimientos que se habrán vivido en la realidad, aunque no e
quiera, de un modo distinto. Ese brazo del indio, ese brazo rebelde y furioso
encontraba en tal recordatorio su sorprendente referencia, muchos años antes,
cuando don Victorino, oficial entonces del ejército, combatí contra los
desharrapados y mugrosos zapatistas, tan miserablemente idénticos en todo al
indígena de hoy.
Habían caminado esa tarde horas enteras, bajo una terca llovizna helada, para
conducir y entregar, en el fuerte de Perote, a un grupo de dieciocho prisioneros
zapatistas. No era que poco a poco los odiaran más, a medida que la marcha se
hacía insoportablemente fatigosa y comenzaba a nacer en el ánimo de los
soldados una desesperación sombría, llena de recelos un miedo supersticioso,
sino que todos se abandonaban, cada vez con menos piedad y remordimientos, a
la imprecisa idea de que aquellos prisioneros eran más bien como animales cuyo
sufrimiento debía aceptarse con la misma lógica e indiferencia que se tiene ante
una bestia de tiro (Los errores 47, 48).
Manuel Alberto Vargas Hernández

Otra técnica usada por Revueltas es el “fluir de la conciencia” o stream of

conciuosness donde a manera de close up del alma de los personajes podemos ver y

escuchar lo que está oculto para los demás:

“¿Me arrojará el rio?”, pensó Úrsulo, y nuevamente tuvo intenciones de penetrar


en el sentido de aquella mascara, de aquella espesura enigmática de Adán.
“Ahora no, ahora que ha muerto Chonita”, replicóse. Y algo tan ilógico, tan
descomunal, tan extraño, sólo pudo ocurrírsele porque así era la tierra de este
país: tierna, cruel, hostil, cálida, fría, acogedora, indiferente, mala, agria, pura.

Pensaba en todo lo que Adán debía (Adán, padre de Caín padre de Abel); en las
vidas que debía, de las que era deudor, pues así se dice, y matar es deber; en el
macizo, inexorable Caín de que estaba hecho; en los nombres muertos,
sepultados, de Natividad, Valentín, Guadalupe, Gabriel, que Adán había borrado
de la tierra. “Dice la gente que debe más de cinco muertes”. Y quién sabe por
qué el más, pues a lo mejor sólo a cinco había matado. Pero la gente era una
gente humillada desde hacía muchos años y muchos siglos; humillada desde su
nacimiento, y la palabra más era tan sólo para indicar que el criminal –o los
criminales de siempre- seguirían matando. “Más de cinco”. Más. Más. Fatalidad
pura, resignación triste y antigua, donde una apatía interior, atenta, inevitable y
desolada, esperaba, sin oponerse, crímenes nuevos, más y más difuntos (El luto
humano 19).

Estas dos técnicas contribuyen aun más a crear una atmosfera de incertidumbre donde

fuerzas más allá de las humanas amenazan la sobrevivencia de los individuos. El mundo

literario de José Revueltas es mundo hostil donde fuerzas opuestas chocan constantemente

dejando a su paso muerte, pobreza y sufrimiento. Tales fuerzas a veces están encarnadas en

la figura de un sicario, un político taimado, un ex soldado de la revolución o una criatura

infrahumana que responde a estímulos elementales, carnales. Dichos personajes son

víctimas a su vez de acontecimientos que los rebasan. En ese contexto, los instintos

primitivos y bestiales de algunos pueden ser saciados sin mucha oposición. Hay en toda la

obra de Revueltas elementos primitivos a nivel semántico; es decir, mientras que las

técnicas de Revueltas son intrincadas, el efecto logrado es uno donde el mundo refleja lo

brutal de naturaleza humana.


Manuel Alberto Vargas Hernández

Así, el autor toma como motivo aspectos sociales concretos y crea a partir de ellos un

mundo literario único. Es esto a lo que Alonso llama estilística de la lengua y estilística del

habla: el tratamiento artístico que se hace de procesos históricos y sociales reales en el que

se expresa un uso particular de la lengua. Esto es el acto del habla:

De manera que hay dos estilísticas, la una previa de la otra. Aprovechando la


utilísima distinción de Saussure entre lengue et parole, que yo traduzco lengua y
habla, distinguimos entre una estilística de la lengua y una estilística del habla
(Alonso 79).

A menudo se suele asociar a los escritores de izquierda con individuos sin educación

formal quienes carecen de recursos liricos que les permitan crear una obra relevante. Por

mucho tiempo se mantuvo una postura de este tipo para con José Revueltas. A pesar de

haber estudiado filosofía y haber sido profesor en la Facultad de Filosofía y Letras, se le

marginó. Mientras que su obra tiene algo de elemental y primitivo a nivel semántico, los

recursos formales por medio de los que logra este efecto son muy desarrollados y

vanguardistas. Lejos de ser rustico y tosco, es hábil y complejo. Hay algo de intrincado en

el modo en que a distintos niveles -desde el morfosintáctico hasta el fonético y semántico-

entreteje un hilado de gran calidad. No obstante, desde mi punto de vista, el marxismo en sí

mismo pone énfasis no en la forma sino en la estructura de cualquier sistema. La novela,

como un sistema del lenguaje, no escapa a esto. A pesar de ser un escritor marxista, es

notable como sin querer ser un estilista Revueltas lo es de un modo muy particular.
Manuel Alberto Vargas Hernández

Bibliografía

Alonso, Amado. “Carta a Alfonso Reyes sobre la estilística”. Materia y forma en poesía.
Madrid: Gredos, 1986. Impreso.
---. “La interpretación estilística de los textos literarios”. Materia y forma en poesía.
Madrid: Gredos, 1986. Impreso.
Revueltas, José. El apando. México: Ediciones Era, 1979. Impreso.
---. El luto humano. México: Ediciones Era, 1980. Impreso.
---. Los errores. México: Ediciones Era, 1979. Impreso.
---. Los muros de Agua. México: Ediciones Era, 1985. Impreso.
Rodríguez, Azucena. Las teorías literarias y el análisis de textos. México: UNAM, 2016.
Impreso.

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