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La prescripción y su regulación en nuestro Código Penal

(1) El efecto de la prescripción en el Código Penal (art. 101)

La prescripción de nuestro Código Penal impide la aplicación de una sanción penal a una
persona física. La idea estaba bastante bien señalada en el anteproyecto que dio origen al
Código Penal, que en su art. 100 inc. 1º establecía: La prescripción excluirá solo la aplicación de
una sanción penal.

Sin embargo, el anteproyecto fue modificado en la Cámara de Diputados, quedando el art.


1012 del CP, en la versión de la Ley 1160/97, de la siguiente forma: La prescripción extingue la
sanción penal…, esta redacción ha logrado confundir a algunos operadores del sistema,
haciéndoles creer, erróneamente, que el artículo extinguía la sanción firme ya impuesta.

No obstante, esa mala redacción podría ser sorteada utilizando correctamente los criterios de
interpretación de la ley, pues resultaba incontestable que la prescripción apenas impedía la
aplicación de una sanción. Por ejemplo, una interpretación histórica nos llevaría al ya citado
art. 100 inc. 1º del Anteproyecto del Ministerio Público (AMP) y al §78, I del Código Penal
Alemán (StGB), fuentes de nuestro art. 101, y de lo que se concluye fácilmente que se estaba
ante una situación que impedía la aplicación de una sanción.

También la interpretación sistemática, a través de la lectura de los arts. 102 al 104 del CP, en
donde al regular la prescripción claramente se advierte que se habla del “hecho punible” y no
de la pena, lleva a la misma conclusión expuesta anteriormente.

Si bien quedaba claro a través de la interpretación que el efecto de la prescripción en la Ley


1160/97 era impedir la aplicación de una sanción, la actual redacción del art. 1013 del CP con
la modificación introducida por la Ley 3440/08 debe despejar toda discusión acerca del efecto
de la prescripción en nuestro CP.

Ahora bien, el alcance del término “sanción” debe entenderse en el sentido de penas y
medidas (art. 14 inc. 1º num. 7 del CP). Es decir, no entran en consideración el comiso y la
privación de ganancias. Por tanto, aunque no se pueda aplicar una sanción a una persona, esto
no impide privarle de la propiedad de los objetos utilizados para cometer el hecho o incluso de
las ganancias obtenidas en la comisión del hecho antijurídico (ver arts. 101 in fine y 96 inc. 2º
del CP).

Por último, cabe recalcar que nuestro Código Penal –tanto en su redacción de la Ley 1160
como con la Ley 3440 – no prevé la prescripción de la sanción ya impuesta. No obstante, la
Comisión Nacional de Reforma del Sistema Penal y Penitenciario, a través de una subcomisión
conformada para tal efecto, elaboró un Anteproyecto de Código de Ejecución, en el cual se
regula la prescripción de las penas en sus arts. 14 al 16.

(2) Los plazos de la prescripción (art. 102)

El art. 102 del Código Penal, en la versión de la Ley 3440, dice:

1º.- Los hechos punibles prescriben en:

1. quince años, cuando el límite máximo del marco penal previsto sea de quince años o más de
pena privativa de libertad;
2. tres años, cuando el límite máximo del marco penal previsto sea de pena privativa de
libertad de hasta tres años o pena de multa;

3. en un tiempo igual al máximo de la pena privativa de libertad en los demás casos.

2º.- El plazo correrá desde el momento en que termine la conducta punible. En caso de ocurrir
posteriormente un resultado que pertenezca al tipo legal, el plazo correrá desde ese
momento.

3º.- Son imprescriptibles los hechos punibles previstos en el artículo 5º de la Constitución.

4º.- El plazo se regirá de acuerdo al tipo legal aplicable al hecho, sin consideración de
agravantes o atenuantes previstas en las disposiciones de la parte general o para casos
especialmente graves o menos graves”.

La lectura en conjunto del inciso 1º del artículo 102 claramente denota que el legislador
decidió que los plazos de los hechos punibles que prescriben tienen un techo que es 15 años –
numeral 1– y un piso que es 3 años –numeral 2–, todos los demás casos que tengan marcos
penales cuyo máximo de pena privativa de libertad sea superior a 3 años e inferior a 15 años
son atendidos por el numeral 3. Por tanto, el plazo de prescripción será el mismo que el
máximo de la pena privativa de libertad.

El inciso 2º determina que para dar inicio al cómputo del plazo de prescripción se debe esperar
que el hecho haya concluido. Así, en los tipos penales que solo exigen una acción u omisión,
bastará la realización de la conducta prohibida o en la no realización de la mandada. Por
ejemplo, en la primera variante descripta en el cohecho el plazo comenzará desde el momento
de la solicitud del beneficio, con prescindencia del momento en que el mismo es
efectivamente recibido. Por otro lado, en los tipos penales de resultado, cualificados por este o
en los de peligro concreto, la prescripción comienza siempre a partir del acaecimiento del
resultado descripto en el tipo legal.

El inciso 3º determina que son imprescriptibles el genocidio, la tortura, la desaparición forzosa


de personas, así como el secuestro y el homicidio, siempre y cuando estos últimos se realicen
por razones políticas.

En cuanto al inciso 4º, debe destacarse que ha sido una adición de la Ley 3440 y desde nuestro
punto de vista, antes que incluir algo nuevo en el CP, apenas ha servido para esclarecer cuál es
el marco penal que debe tomarse en cuenta para el plazo de prescripción, pues la misma
solución propuesta en el inciso podía derivarse del CP antes de la reforma.

Es así que el inciso 4º establece que para el plazo de prescripción se tendrá en cuenta el tipo
legal, sin considerar las atenuantes y agravantes establecidas en la Parte General o para casos
especialmente graves o menos graves. La fórmula utilizada es idéntica a la establecida en el §
78, IV del StGB.

Según lo expresa el inciso agregado, como modificaciones irrelevantes para el plazo de


prescripción están las atenuaciones de la Parte General del Código Penal. También serán
irrelevantes las circunstancias que por aplicación de la Parte General hagan más grave el marco
penal.

El nuevo inciso incorporado al artículo 102 también excluye de la consideración para el plazo
de prescripción a los casos especialmente graves o menos graves que son establecidos en
algunos hechos punibles de la Parte Especial. Esta decisión se debe a que los casos
especialmente graves o menos graves no son modificaciones del tipo penal, sino lo que se
conoce en la doctrina como causas innominadas de modificación de la pena. Entonces, en
estos casos no se configuran nuevos tipos sino que se amplían las escalas penales. No hay la
relación tipo base – tipo agravado o tipo base – tipo atenuado.

Así por ejemplo en el artículo 192, si bien se advierten dos tipos legales, ambos se encuentran
en el inc. 1º; por un lado está el que causara y por el otro el que no evitara. En síntesis, lo
establecido en el inc. 2º no es un tipo agravado, sino una regla para la medición de la pena en
un caso concreto. Es decir, en caso de una lesión de confianza el plazo de prescripción será
siempre de 5 años, sin importar que en un caso concreto el mismo sea grave.

Tomando ahora como ejemplo la privación de libertad (art. 124 CP), tenemos que en el inc. 1º
el marco penal es de hasta tres años de pena privativa de libertad y en el inc. 2º el marco penal
es de hasta cinco años. Ahora bien, en el caso del art. 124 en el segundo inciso se describen
nuevas conductas y, por ende, nuevos tipos legales. Por tanto, la prescripción de hechos que
se encuadren en el inc. 1º operará a los tres años y los que se encuadren en el inc. 2º
prescribirán a los cinco años.

(3) La suspensión de la prescripción (art. 103)

Según el art. 103 del CP el plazo de suspensión quedará cancelado cuando la persecución penal
no pueda ser iniciada o continuada por circunstancias objetivamente insuperables. Ahora, qué
son esas “circunstancias”. Para tal efecto deberíamos recurrir a las fuentes de nuestra
legislación penal.

En tal sentido tenemos que el art. 101 del AMP establecía: “El plazo para la prescripción se
suspenderá cuando, con arreglo a las disposiciones de la ley, la persecución del hecho no
pueda ser iniciada o continuada”. Del mismo modo, el § 78b, inciso I, num. 2. del StGB
establece que el plazo de prescripción se suspende cuando haya un obstáculo legal.

Así, por ejemplo, si se ha dictado una suspensión del procedimiento o se ha declarado una
cuestión prejudicial, el plazo de prescripción permanecerá suspendido hasta tanto se pueda
reanudar el proceso penal. Lo mismo ocurre si una de las personas contra quien iría dirigido el
procedimiento cuenta con fueros, el plazo solo se computará una vez que la misma deje de
contar con ellos.

Sobre esta base no quedan dudas de que las circunstancias objetivamente insuperables solo
pueden entenderse en el sentido de que el Estado se ve impedido de ejercer o continuar la
persecución penal por situaciones en que la ley lo limita.

Es decir, la complejidad de un caso o las presentaciones dilatorias realizadas por los


intervinientes en el proceso no pueden ser consideradas como causales de suspensión del
plazo de prescripción.

La Ley 3440 ha introducido un numeral “2” en el inciso 1º del art. 103. La nueva regla establece
que el plazo para la prescripción se suspenderá hasta el cumplimiento de la mayoría de edad
de la víctima en los casos de los hechos punibles contemplados en los arts. 128 al 140 del CP.

La inclusión resulta sin duda un acierto más que plausible del legislador. Pues la experiencia de
estos años ha demostrado que muchos de los hechos punibles contra niños son cometidos por
personas del íntimo ámbito familiar, lo cual conspira con que la información de esos hechos
llegue a conocimiento de las autoridades de persecución penal.
Por ende, cuando esos niños se convierten en adolecentes o inclusive adultos y denuncian los
hechos, podría haber ya transcurrido el plazo de prescripción. Sin embargo, con la
modificación del CP ello ya no ocurrirá, pues el plazo permanecerá suspendido y empezará a
correr una vez cumplida la mayoría de edad.

(4) La interrupción de la prescripción (art. 104)

Si bien el art. 104 del CP enumera los actos interruptivos de la prescripción, la característica
definitoria de estos, conforme a lo establecido en el antecedente más importante de nuestro
Código Penal, es que los actos que interrumpen la prescripción se refieren a una hipótesis
delictiva, es decir, individualizan a una persona, contienen un relato fáctico y subsumen esos
dos elementos en la descripción de un hecho punible concreto. En este orden de ideas es
importante alegar que el plazo solo se interrumpe con relación al sujeto vinculado al acto
interruptivo y no para los demás involucrados en el hecho.

Una vez producida la interrupción, el plazo se vuelve a computar inmediatamente. Por


ejemplo, un sujeto es llamado a indagatoria el 20 de marzo de 2011 por estafa (cuatro años
después de haberse cometido el hecho), por lo que el plazo transcurrido hasta ahí vuelve a
cero. Entonces, el 21 de marzo de 2011 se reinicia el plazo, siendo dicho día el primero del
nuevo plazo de prescripción.

Siguiendo con el ejemplo anterior, en caso de que no se vuelva a producir ningún acto
interruptivo, la prescripción operará el 21 de marzo de 2016, es decir, cinco años después de la
interrupción y nueve años desde que ocurrió el hecho. Ahora bien, supongamos que después
de la indagatoria el sujeto es imputado el 10 de marzo de 2016, acusado el 10 de marzo de
2017 y que se haya elevado el caso a juicio el 10 de junio de 2017. Nótese que en ninguno de
los casos habrán transcurrido 5 años sin un acto interruptivo, sin embargo, por aplicación del
inc. 2º del art. 104 el caso estará prescripto el 21 de marzo de 2017.

Resumiendo, las causales de interrupción descriptas en la ley hacen que se vuelva a computar
el plazo desde cero, pero solo con relación al sujeto que afecte dicho acto. Si no se dan otros
actos de interrupción y transcurre el plazo determinado para el hecho punible en cuestión,
operará igualmente la prescripción. Por último, independientemente que el plazo se
interrumpa antes de que opere la misma, indefectiblemente la persecución penal estará
prescripta con relación al sujeto una vez transcurrido el doble del plazo de prescripción,
computándose desde la fecha de comisión del hecho o el acaecimiento del resultado, según el
caso.

(5) Conclusiones

1. La prescripción en el Código Penal paraguayo impide aplicar una pena o una medida. No así
el comiso, la privación de beneficios.

2. No existe en nuestro Código Penal la prescripción de la ejecución de una pena o medida, es


decir: sentencia firme y ejecutoriada por tribunales competentes.

3. El plazo se computa desde la culminación de la conducta típica. El marco penal a tener en


cuenta es el establecido para el tipo legal.

4. La suspensión del plazo de la prescripción se da siempre y cuando el Estado esté


imposibilitado de continuar con la persecución penal, debido a limitaciones legales. En ciertos
hechos punibles contra menores (arts. 128 al 140 del CP) el plazo no se computa hasta tanto la
víctima cumpla la mayoría de edad.

5. La interrupción de la prescripción solo afecta al imputado contra quien va dirigido uno de los
actos interruptivos señalados en el art. 104 del CP.

http://www.iced.org.py/la-prescripcion-y-su-regulacion-en-nuestro-codigo-penal/

#2 #1:

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#3

No cabe sino aplaudir entonces la reciente reforma de la Ley 25.990 que ha


terminado con aquella incertidumbre que se prolongó durante 56años, mediante la
defunción de la “secuela del juicio” y su reemplazo por la enumeración taxativa de los
actos del procedimiento que podrán operar como interruptores del plazo de
prescripción
http://www.catedrahendler.org/doctrina_in.php?id=120
LATORRE http://www.abc.com.py/articulos/la-prescripcion-en-el-derecho-penal-
paraguayo-240980.html

LATORRE

Se dice que el estado de derecho consiste en la sujeción de la actividad estatal a la


Constitución y a las normas aprobadas conforme a los procedimientos que ella
establezca, que garantizan el funcionamiento responsable y controlado de los órganos
del poder.

Luego, si en un país, un poder del Estado o todos los entes estatales actúan al margen
del derecho positivo vigente, sería imposible hablar de estado de derecho.
En la actualidad, lamentablemente, nuestras autoridades compiten en una acelerada
carrera para demostrar quién actúa con mayor picardía y absoluta desaprensión de las
normas constitucionales y legales que rigen su actuación y que reconocen derechos y
garantías a los ciudadanos.

Cuando esa violación del derecho vigente se manifiesta en los órganos jurisdiccionales
y, más aún, en la propia Corte Suprema de Justicia, la desazón, la impotencia y un
sentimiento de absoluta indefensión se apodera del ciudadano, que naturalmente espera
que los abusos del poder político encuentren un eficaz freno en la correcta
administración de justicia.

Tal es la sensación que tengo en este momento. La Corte Suprema de Justicia, Sala
Penal, integrada por la ministra Gladys Bareiro de Módica y los camaristas Clara
Estigarribia Mallada y Crescencio Páez, ha dictado dos fallos absolutamente arbitrarios,
a través de los cuales ha validado una sentencia injusta para mantener a una persona
ilegítimamente privada de su libertad.

El caso del ex ministro de Justicia y Trabajo

El caso, si bien afecta particularmente al Dr. Silvio Gustavo Ferreira, en realidad


trasciende la persona de este, pues demuestra claramente que esta forma de actuación de
los magistrados judiciales nos somete a todos los ciudadanos a una absoluta indefensión
ante el poder punitivo del Estado.

Omito considerar el pretexto de la Corte para analizar los fundamentos del recurso de
casación interpuesto como tampoco el ardid para modificar la fecha de realización del
hecho punible, para así permitir la realización del juicio oral en una causa donde la
acción penal había quedado previamente prescrita.

Me limitaré a destacar los groseros errores en la interpretación y aplicación de la ley


penal, para rechazar el pedido de prescripción de la acción penal.

En el Acuerdo y Sentencia Nº 99, de fecha 21 de marzo de 2011, al fundamentar el


rechazo de la prescripción solicitada, la ministra Gladys Bareiro de Módica sostuvo que,
al haberse dictado el auto de rebeldía contra el imputado Silvio Ferreira, se originó una
circunstancia que impidió el normal desarrollo del proceso, lo cual determinó la
suspensión del plazo de la prescripción, por aplicación de lo dispuesto en el art. 103 del
Código Penal, que reza: “Suspensión. 1º El plazo para la prescripción se suspenderá
cuando, por circunstancias objetivamente insuperables, la persecución penal no pueda
ser iniciada o continuada”.
A su vez, la magistrada Clara Estigarribia Mallada, luego de adherirse al voto de la
ministra Bareiro de Módica, señaló que la prescripción de la acción no puede ser
invocada habiendo sobrevenido una sentencia condenatoria, aún cuando el fallo
estuviere recurrido.

El artículo 101, inc. 1º del Código Penal, claramente dispone: “1º. La prescripción de un
hecho punible impide la aplicación de una sanción penal…”.

A su vez el artículo 102 inc. 2º del mismo cuerpo legal dispone: “El plazo correrá desde
el momento en que termine la conducta punible…”.

Y, finalmente, el artículo 104 inc. 2º del Código de Fondo prevé: “… Después de cada
interrupción, la prescripción correrá de nuevo. Sin embargo, operará la prescripción,
independientemente de las interrupciones, una vez transcurrido el doble del plazo de la
prescripción”.

Partiendo de la premisa establecida por el tribunal de sentencia y el tribunal de


apelación, compartido por la propia Corte Suprema de Justicia, que el cómputo del
plazo de prescripción se inició el 31 de diciembre de 2000, al 31 de diciembre de 2010,
transcurrieron 10 años, que es el doble del plazo establecido para la prescripción del
hecho punible de lesión de confianza (5 años).

Interpretando correctamente la disposición del artículo 104, inc. 2) del Código Penal,
resulta absolutamente inútil analizar cuáles fueron los actos procesales que
interrumpieron el plazo de la prescripción, pues, con independencia de ellos, la
prescripción de la sanción quedó operada, de pleno derecho al haber transcurrido el
doble del plazo previsto para la prescripción.

Se trata, como se ve, de una operación elemental que no ofrece mayores complicaciones
y no requiere el análisis detallado de los distintos actos procesales realizados en el
proceso penal seguido a SILVIO GUSTAVO FERREIRA.

La rebeldía del procesado no es causa de suspensión del plazo de prescripción, pues está
expresamente contemplada como acto interruptivo del mismo.

Tal es lo que claramente resulta del artículo 104, Inc. 1) num. 4, cuando se establece:
“Interrupción. 1º. La prescripción será interrumpida por: 4. Un auto de declaración de
rebeldía y contumacia…”
Siendo así, como efectivamente lo es, es imposible alegar que la declaración de rebeldía
autoriza al órgano jurisdiccional a invocar el artículo 103 del Código Penal, para
sostener que el plazo de prescripción quedó suspendido y así evitar, con absoluta
ligereza, que la prescripción de la acción solo se produciría el 31 de diciembre de 2014.

Es de señalar, que la hipótesis prevista en el artículo 104, inc. 2) del Código Penal,
determina el plazo máximo de vigencia de la acción penal, por lo que, con prescindencia
de los actos interruptivos que se pudieron dar en el proceso, incluyendo la rebeldía, el
pasado 31 de diciembre de 2010, al cumplirse 10 años desde que el supuesto hecho
punible se produjo, indiscutiblemente la prescripción quedó operada.

Para clarificar lo que aquí se está apuntando, es posible afirmar que en un proceso de
lesión de confianza, donde se han sucedido actos interruptivos durante la mayor parte de
los 10 años transcurridos desde que el hecho se produjo, igualmente, la prescripción de
la acción quedará operada al cumplirse el tiempo máximo que la ley contempla.

Es más, podrá darse el caso que aún concurriendo un acto que interrumpa el plazo, al
cumplirse los 10 años desde que el hecho punible se produjo, la prescripción quedará
operada y deberá ser admitida inexcusablemente por el órgano jurisdiccional.

Por ese mismo motivo, el artículo 103 del CP que contempla la hipótesis de la
suspensión de la prescripción no resulta aplicable al caso del Dr. Silvio Gustavo
Ferreira, sencillamente porque la rebeldía es causa de interrupción y no de suspensión
del plazo de prescripción de la acción penal. Ambas normas son claras y no permiten
confusión alguna.

Sin embargo, la Corte ha invocado una causal de interrupción del plazo para sostener la
concurrencia de una circunstancia que autoriza la suspensión contemplada en el artículo
103 del Código Penal, el que obviamente se refiere a otras hipótesis, extrañas a las
circunstancias particulares en que se desarrolla el proceso penal.

El presupuesto de suspensión al que se refiere el artículo 103, tan reiteradamente


manoseado en el fallo comentado, se refiere a situaciones extraprocesales que nada
tienen que ver con la declaración de rebeldía del procesado, la cantidad de incidentes
deducidos o cualquier otra situación procesal.

Siguiendo las pautas establecidas por los Tribunales en las dos instancias anteriores en
relación al punto de partida para el cómputo del plazo de la prescripción resulta
innegable e indiscutible que en esta causa la pretensión punitiva del Estado ha quedado
definitivamente extinguida por aplicación del reiteradamente referido artículo 104
inciso 2º del Código Penal, el 31 de diciembre de 2010.

El argumento de que la prescripción no opera luego de una sentencia condenatoria

El argumento de que la prescripción no puede operarse luego de dictada una sentencia


condenatoria, aún cuando ésta estuviere recurrida, no se compadece de norma alguna en
el derecho positivo paraguayo y, me atrevo a sostener, tampoco en el derecho
comparado.

La tesis desconoce que la presunción de inocencia favorece al procesado mientras no


exista una sentencia condenatoria firme y pasada a la autoridad de cosa juzgada.

Y, pone en evidencia que la magistrada desconoce que en el nuevo Código Penal, la


prescripción de la acción y de la condena se regula por la misma normativa prevista en
los artículos 101 y sgtes.

Estas aberraciones jurídicas, que se exponen sin ningún disimulo en un fallo del más
alto tribunal de la República, nos imponen una profunda reflexión sobre la situación de
la administración de justicia en nuestro país.

El despropósito de condenar a una persona, con absoluta prescindencia del contenido de


la acusación, de las pruebas aportadas y quebrantando con descaro el principio de
legalidad, jamás puede ser justificado.

Este tipo de fallos pervierte todo el sistema de garantías previsto en la Constitución y en


las leyes y justifica, lastimosamente, que nuestro país sea conocido por su total
inseguridad jurídica.

La Corte Interamericana de Derechos Humanos corregirá el nefasto fallo.

Sin embargo, mientras eso ocurra, Silvio Gustavo Ferreira continuará privado
ilegalmente de su libertad y el Estado paraguayo terminará siendo condenado a pagar
una cuantiosa indemnización por la ligereza o impericia de sus funcionarios.

FGJJFDFGJKDFHGJKDGHSDFHGJKSDHGJDHGJKSDHFJKGSDFHGHKLJKHGKDF WEB
CHILENO
La prescripción de la acción penal

Una “secuela” de 56 años 

Por Adrián Federico Grünberg 

La flamante Ley 25.990 -sancionada el 16-12-04, promulgada de hecho el 10-1-05 y publicada en


el Boletín Oficial el 11 de enero de 2005- ha modificado rotundamente el instituto de la
prescripción de la acción penal al suprimir la “secuela del juicio” como factor interruptor del plazo
prescriptivo. 
Si existe un tema que ha causado en la doctrina y en la jurisprudencia disímiles posturas tanto
teóricas como prácticas - o quizás ideológicas-, ese tema es sin duda el de la prescripción de la
acción penal. 
Comenzaremos fijando algunas pautas directrices que se derivan de la propia naturaleza del
instituto, ello con el simple afán de realizar un aporte que permita clarificar algunas cuestiones y
acercar un enfoque que apunte a su raíz más profunda, pues tras su aparente trivialidad como
mero “resorte procesal” en realidad subyace una de las garantías o principios primordiales en un
Estado de Derecho. 
Tras recordar la normativa aplicable tanto a nivel legal como constitucional, entraremos en la
problemática consideración de las alternativas o vías que -previo a la reforma- existían para
aplicar, o no, el instituto de la prescripción, específicamente en lo que hace a su interrupción
por “secuela del juicio”. 
Finalmente, se hará una somera evaluación de los pro y contra de la reforma al Código Penal en
esta materia. 

NATURALEZA JURÍDICA. NORMATIVA. 

La prescripción de la acción penal es una causa de extinción de la pretensión punitiva estatal que
opera por el mero transcurso del tiempo tras la comisión del delito (1). 
Como refiere Binder, es un límite temporal al ejercicio del Poder Penal del Estado (2). 
Por su parte, Pastor señala que desde el punto de vista material la prescripción es la derogación
del poder penal del Estado por el transcurso del tiempo; ello sin perjuicio de su repercusión en el
ámbito del derecho procesal (3). En este sentido, su consecuencia más importante es que opera
como instrumento realizador del derecho fundamental a la definición del proceso penal
en un plazo razonable. 
Si recorremos ahora la normativa supralegal, veremos que a partir de la reforma constitucional de
1994, por aplicación de lo preceptuado por el artículo 75 inciso 22 de nuestra ley fundamental
diversos tratados internacionales han adquirido jerarquía constitucional. En relación al tópico que
nos ocupa, la Declaración Americana de los Derechos y Deberes del Hombre en su artículo 25
inscribe el derecho a “ser juzgado sin dilación injustificada”. El Pacto Internacional de Derechos
Civiles y Políticos reza en su artículo 9.3 sobre el derecho a “ser juzgado dentro de un plazo
razonable” y en el artículo 14.3.c) plasma la garantía a “ser juzgado sin dilaciones indebidas”. Por
su parte, la Convención Americana sobre Derechos Humanos (Pacto de San José de Costa Rica)
asienta en el artículo 7.5 el derecho a “ser juzgado dentro de un plazo razonable”. 
En lo que hace a la faz jurisprudencial sólo recordaremos que la Corte Suprema de Justicia de la
Nación ha hecho prevalecer esta garantía en numerosos casos (cfr. “Mattei” (4), “Mozzatti” (5) y
otros). 
Si descendemos entonces en la pirámide normativa y hacemos entrar en juego el artículo 28 (6)
de la Constitución Nacional, verificamos que el instituto de la prescripción aparecía como
reglamentación del precepto constitucional, con anterioridad a la Ley 25.990, en los artículos 59
(7) y 67 párrafo cuarto del Código Penal (8). El primero, al establecer la prescripción como una de
las causales de extinción de la acción penal; y el segundo, pretendiendo limitar sus alcances en
dos supuestos: la comisión de otro delito o -la urticante- “secuela del juicio”. 

SECUELA DEL JUICIO 

Ya en el meollo del asunto, pasemos al análisis de factibilidad que exigía la interrupción de la


prescripción por la secuela del juicio. Sin entrar a considerar en profundidad este inefable término
(para lo cual el lector podrá acudir a los prístinos trabajos de Pastor (9) y Zaffaroni (10), nos
alcanza a los fines de este artículo simplemente equiparar “secuela del juicio” a actos del
procedimiento. 
Vale decir, tal como estaba legislado, cometido un delito, comienza a partir de allí un plazo en el
cual puede válidamente ponerse en marcha la persecución penal. Transcurrido ese lapso sin que
se hubiera arribado a una condena, la acción penal -la pretensión punitiva- se extingue por
prescripción. 
No obstante ello, aparecen aquí las dos hipótesis de interrupción de la prescripción que
establecía el artículo 64 párrafo cuarto del Código Penal. La primera, cuando el agente comete un
nuevo delito, y la segunda en los supuestos en que se llevan a cabo ciertos actos procesales en la
investigación del delito original, a los que se inviste con potestad interruptora. 
Frente a esta última causal de interrupción la doctrina nos dividía en varios caminos a seguir. Por
considerar que sólo dos de estos caminos podían consustanciarse con el poder punitivo de un
verdadero Estado de Derecho Democrático, a éstos me remitiré. 

I) Inconstitucionalidad. 

A) Alberto Binder (11) distingue dos supuestos en los que resulta plausible ampliar el plazo de la
persecución penal, pero sólo cuando existe una condición externa a la actividad estatal. 
El primero, cuando el Estado no ha realizado aún acto alguno para el ejercicio de su poder
punitivo. Aquí la ampliación del término se halla fundada en una condición que imposibilita al
Estado tomar tal iniciativa, como por ejemplo el quiebre del orden Constitucional o el desempeño
por parte del imputado de un cargo público. En estos casos, por ende, se justifica dicha ampliación
y así lo contempla nuestro Código Penal en el artículo 67 párrafos segundo y tercero. Es lo que se
denomina “suspensión del curso de la prescripción”. 
El segundo supuesto que admite Binder se puede constatar, a diferencia del primero, cuando ya el
Estado ha realizado actos formales que indican la puesta en marcha de la persecución penal contra
el imputado. Siendo que en tal caso se verifica una injerencia más intensa sobre aquel, se impone
arribar dentro de un plazo razonable a una solución definitiva (ver el leading case “Mattei” antes
citado). Aquí, la superación del“persecutionis tempus” sólo está permitida cuando es el imputado
el que realiza algún acto que imposibilita la persecución (vgr. la fuga). 
Fuera de los casos mencionados Binder es categórico al afirmar que ningún acto del
procedimiento puede justificar una extensión del plazo establecido como límite al Poder Penal
del Estado. Y agrega en forma irrefutable que en un Estado de Derecho el limitado no puede
ampliar el límite que se le ha impuesto. En efecto, deviene irrazonable que la ley fije el límite de
persecución penal y al mismo tiempo autorice la potestad del limitado (o sea del Estado) para
ampliar esos límites con actos propios, como lo son los actos del propio procedimiento penal que
está llevando a cabo. 
Conjugando lo dicho, el artículo 67 párrafo cuarto al incluir como causal de interrupción de la
prescripción la“secuela del juicio” -entendida como actos del procedimiento- (12), es
inconstitucional y no debe ser aplicado. 
B) En la misma orientación se pronuncia Carlos Beraldi (13) al aseverar que si se acepta que la
idea de la ley fue conceder al órgano jurisdiccional la facultad ilimitada de interrumpir el curso de
la prescripción, entonces debe declararse la inconstitucionalidad de la norma en cuestión. Y cita a
Carrara: “...el sistema penal sólo puede establecer o no la prescripción de la persecución; cuando
junto a la prescripción se impone la interrupción por actos de procedimiento, entonces no se ha
consagrado realmente a la prescripción o se la ha derogado.”(14) 
C) Por su parte, Esteban Righi sostiene que el principio “nullum crimen nulla pena” también impide
la indeterminación de preceptos penales que no permiten conocer con exactitud los
comportamientos que comprenden. 
Por ende, la regla imprecisa del artículo 67 párrafo cuarto, cuyo efecto es deslindar el ámbito de
los comportamientos punibles de otros que no lo son, incumple el mandato de certeza y el
principio de legalidad. (15) 
D) Finalmente, citamos al Profesor Zaffaroni, quien tras recordar las críticas que la expresión
“secuela del juicio” ha recibido por parte de toda la doctrina, analiza los diversos criterios
interpretativos que en definitiva -dice- dan margen a un amplio campo de arbitrariedad y ha
sumido la cuestión en un “estadio normativo preliberal”. 
Concluye que esto es suficiente para sostener su inconstitucionalidad, por cuanto la imprecisión
semántica de la expresión deja en la más absoluta oscuridad un límite de punibilidad, lo que
implica una abiertainfracción al principio de máxima taxatividad. (16) 

II) Constitucionalidad. 
Como señaláramos ut supra, una segunda alternativa consistía en lograr la adecuación
constitucional de lasecuela del juicio por medio de su interpretación restrictiva. 
En su importante obra, Daniel Pastor deslinda los posibles criterios interpretativos y los reclasifica
según el modelo de enjuiciamiento o de sistema penal que prevalezca en la mentalidad del
intérprete. 
Así, emparenta al que llama el “criterio amplísimo” con una posición extremadamente autoritaria,
al “criterio amplio” con una posición meramente autoritaria y al “criterio restringido” con una
posición meramente respetuosa del Estado de Derecho. (17) 
Para la primera posición, todo acto del procedimiento interrumpe el curso de la prescripción aún
cuando ese acto resulte anterior a la declaración indagatoria. 
La segunda hipótesis, en cambio, afirma que el primer acto interruptivo es el llamado a prestar
declaración indagatoria (en concordancia con esto, ver el Plenario “Czernicer” (18) y la postura de
la Cámara Nacional de Casación Penal (19). 
La última postura, otorgando carácter dirimente al vocablo “juicio”, sostiene que los actos
interruptivos deben hallarse en la etapa del plenario (En la doctrina esto es sostenido por Núñez). 
Finalmente, Pastor adhiere a esta posición por resultar más restrictiva del poder penal del
Estado , y termina por asignar potestad interruptiva a sólo dos actos procesales: la citación a
juicio (art. 354 del Código Procesal Penal de la Nación) y la lectura de la sentencia condenatoria.
(20) 
No obstante, en un trabajo posterior este autor opta por afirmar la inconstitucionalidad de la
interrupción de la prescripción por actos del procedimiento. Sin perjuicio de ello, y hasta tanto
esto no sea aceptado en la jurisprudencia de la Cámara Nacional de Casación Penal, brega por
restringir el margen de arbitrariedad al mínimo. De tal forma, afirma, los actos de la instrucción no
podrán interrumpir la prescripción porque no son actos del “juicio” propiamente dicho. (21) 
Sin perjuicio de la crítica formulada por Zaffaroni (ver punto D del acápite anterior), éste sostiene
que la confusión generada por la imprecisa expresión “secuela del juicio” puede ser superada
mediante lainterpretación estricta dentro de sus límites semánticos, lo que a su juicio permite
evitar la tacha de inconstitucionalidad. 
Valiéndose de aquel método concluye -tras un lúcido desarrollo- que la única “secuela del
juicio” es la sentencia (obviamente condenatoria) de primera instancia que, aunque no se halle
firme, debilita la fuerza de la presunción de inocencia. (22) 

SECUELA DE LA “SECUELA”. 

“Hasta que quede una gota de tinta en nuestro tintero, podremos siempre impedir gozar de la
prescripción al imputado que sea objeto de nuestra especial antipatía, aun cuando el mismo Dios
le concediese la vida de un patriarca”. 
Esta genial hipérbole de Carrara (23) vale como introito para vislumbrar la cabal dimensión del
asunto que subyace a la punta del iceberg aquí desarrollado. 
El filósofo del derecho Luigi Ferrajoli distingue el “Modelo Garantista” del “Modelo Autoritario” de
Derecho Penal. El primero, al que llama Derecho Penal Mínimo, establece límites (garantías) del
ciudadano contra el arbitrio o el error penal. En tal inteligencia, impone un ideal de racionalidad
y certeza. 
Por el contrario, el segundo modelo, al que emparenta con un Derecho Penal Máximo, además de
su excesiva severidad, se caracteriza por la incertidumbre y la imprevisibilidad de las
condenas y de las penas. Este modelo, sin duda, suele coadyuvar a un sistema de poder no
controlable racionalmente por ausencia de parámetros ciertos y razonables. (24) 
En concordancia con el marco del primer modelo, de todos los principios garantistas, Ferrajoli
otorga importancia primordial al principio de estricta legalidad. Distinguiéndolo del principio de
“mera legalidad”, caracteriza al de legalidad en sentido estricto como norma meta-legal dirigida al
legislador, a quien impone una técnica específica para garantizar, con la taxatividad de
los presupuestos de la pena, la decibilidad de la verdad jurídica. 
De tal modo, al revestir el contenido de la norma un significado unívoco y preciso, es posible
su empleo en proposiciones judiciales susceptibles, mediante la verificación o refutación, de ser
catalogadas como verdaderas o falsas. (25) 
No nos parecen nimios los conceptos del Profesor italiano pues quienes bregamos por el modelo
garantista del sistema penal, debemos propugnar por el cumplimiento de su sistema de principios
(o garantías) tanto en el ámbito forense como -y más importante aún- en el campo ideológico-
penal. 
Por ello, ante la aporía (26) que nos presentaba el término secuela del juicio, no dudamos en
acompañar a la jerarquizada doctrina que propiciaba su inconstitucionalidad como causal de
interrupción del curso de la prescripción. 

CONCLUSIÓN. 

No cabe sino aplaudir entonces la reciente reforma de la Ley 25.990 que ha terminado con aquella
incertidumbre que se prolongó durante 56años, mediante la defunción de la “secuela del juicio” y
su reemplazo por la enumeración taxativa de los actos del procedimiento que podrán operar como
interruptores del plazo de prescripción. 
En efecto, no hay duda de que la reforma, al clarificar los presupuestos normativos válidos para la
extensión de la pretensión punitiva en el tiempo, se aviene cabalmente al principio de estricta
legalidad, dejando atrás los múltiples inconvenientes que originaba la “maldita” expresión. 
No obstante ello y en consonancia con algunas críticas que ya han comenzado a hacerse oír (27),
advertimos dos cuestiones problemáticas. La primera -de orden técnica- referida a la no inclusión
como acto interruptivo del auto de rebeldía (u orden de captura) en los casos de fuga del
imputado. 
Coincidimos plenamente con Binder en justificar la extensión del límite temporal al ejercicio del
poder penal del Estado cuando es el propio imputado quien dificulta la persecución, pues no
parece descabellado afirmar que el acto de sustraerse de la jurisdicción no puede jugar en su
beneficio. 
Amén de ello, cabría considerar la violación al principio de igualdad que resultaría en los casos en
que un co-procesado, en forma contraria al fugado, continuara sometido a la potestad punitiva del
Estado. En efecto, para ambos el plazo de prescripción sería el mismo sin que la rebeldía del
contumaz lo interrumpa, de modo que quien se encuentra a derecho podrá ser pasible de pena.
Por el contrario, quien ha incurrido en -llamémosle así- inconducta procesal podrá quedar impune
cuando comparezca ante la justicia habiendo aprovechado -sin interrupción alguna- de su
situación de rebeldía. 
La segunda cuestión a considerar, ya de orden práctico, está relacionada especialmente con la
conocida realidad por la que atraviesan los juzgados Correccionales de la Capital Federal,
saturados de expedientes en los que, dada la pena máxima de la escala penal para los delitos que
juzgan, cuentan con un breve lapso de prescripción. 
No es que estemos postulando incrementar las penas para estos delitos, pero resulta evidente que
con el ya colapsado fuera Correccional puede fácilmente vislumbrarse que, sin la creación de
nuevos juzgados, en la mayor parte de las causas habrá de extinguirse la acción penal por
prescripción. 
Finalmente, respecto de las consecuencias que la reforma pueda producir en las “célebres” causas
donde se investigan presuntos hechos delictivos cometidos por funcionarios públicos -política
aparte- dejemos la palabra a los distinguidos jueces del fuero Federal.- 

NOTAS 
1) “Código Penal y Normas Complementarias. Análisis doctrinario y jurisprudencial”. David Baigún
y Eugenio Zaffaroni, Directores. Ed. Hammurabi, 2002, pág. 653. 
2) Alberto Binder, “Prescripción de la Acción Penal: El indescifrable enigma de la secuela del juicio”
(Doctrina Penal. Año 13. nº 49/52). 
3) Daniel Pastor, “Prescripción de la persecución y Código Procesal Penal” (Editores del Puerto,
1993, cfr. págs. 39/40 y 52). 
4) In re “Mattei, Angel” rta. el 29-11-1968. La C.S.J.N. dijo: “...La garantía constitucional de la
defensa en juicio incluye el derecho de todo imputado a obtener un pronunciamiento que,
definiendo su posición frente a la ley y a la sociedad, ponga término del modo más breve, a la
situación de incertidumbre y de restricción de la libertad que comporta el enjuiciamiento penal ...”
(Fallos: 272:188). 
5) In re “Mozzatti, Camilo y otro” rta. el 17-10-1978 (Fallos: 300:1102). 
6) Art. 28 C.N. “ Los principios, garantías y derechos reconocidos en los anteriores artículos, no
podrán ser alterados por las leyes que reglamenten su ejercicio”. 
7) Art. 59 Cód. Penal “ La acción penal se extinguirá: ...3º Por la prescripción...” 
8) Art. 67 párrafo cuarto Cód. Penal “... La prescripción se interrumpe por la comisión de otro
delito o por lasecuela del juicio...” 
9) Pastor, op. cit. 
10) Eugenio Raúl Zaffaroni: La “secuela del juicio” es la sentencia, en “De las Penas” Homenaje al
Profesor Isidoro De Benedetti (Ed. Depalma, 1997, págs. 569/581). 
11) Binder, op. cit. 
12) La expresión “secuela del juicio” fue incorporada en el artículo de mención mediante la Ley
13.569, del año 1949, contando como antecedente el proyecto Coll-Gómez -1937-, según
Zaffaroni de “neta filiación positivista ferriana”, ver op. cit. 
13) Carlos Alberto Beraldi: Análisis del instituto de la “secuela de juicio” a la luz del nuevo texto
constitucional (Nueva Doctrina Penal, 1998/A. 
14) Francesco Carrara, Programa de Derecho Criminal. Parte General. Ed. Temis, Bogotá, 1997,
Vol. I, pág. 381/383. 
15) Esteban Righi, “Los límites de la persecución penal y la tutela de Derechos Fundamentales”
(Cuadernos de Doctrina y Jurisprudencia Penal. Año 2 Número 3, 1996, pág. 208). 
16) Zaffaroni, ver op. cit. en nota 10) así como en “Derecho Penal. Parte General”, junto con
Alejandro Alagia y Alejandro Slokar. Ed. Ediar, 2000, pág. 865. 
17) op. cit. en nota 3) 
18) Cámara Nacional de Apelaciones en lo Criminal y Correccional, en pleno, 11-8-1992, in re
“Czernicer, Sergio A.” Plenario nº 162. 
19) vgr. en los fallos: C.N.C.P., Sala III “Patat, Juan Carlos s/ rec. de casación” causa nº 241 del
13-12-1995. C.N.C.P., Sala II “Andrada, Nicolás y otros s/ rec. de casación” causa nº 268 del 9-3-
1995, y C.N.C.P., Sala I “Percunte, Mario Daniel s/ rec. de casación” causa nº 307 del 7-3-1995
(Fallos publicados en Cuadernos de Doctrina y Jurisprudencia Penal, Año 2 Número 3, 1996). 
20) Ver este desarrollo en op. cit en nota 3, págs. 115/124. 
21) Daniel Pastor, “La Casación Nacional y la interpretación de la prescripción de la acción penal
por actos del procedimiento.¿Un caso de tensión entre la ciencia y la praxis?. Cuadernos de
Doctrina y Jurisprudencia Penal, Año 2, Número 3, 1996, págs. 231/232. 
22) op. cit. en nota 10), pág. 578/581. 
23) citada por Zaffaroni-Alagia-Slokar en op. cit. en nota 16), pág. 867. 
24) Luigi Ferrajoli “Derecho y Razón. Teoría del Garantismo Penal” Ed. Trotta, Madrid, 1997, págs.
103/106.
25) Ferrajoli, ibidem, págs. 94/96. 
26) APORÍA: “Dilema o incertidumbre que un lector experimenta frente a un texto ambiguo,
equívoco, ilógico. Si el texto es de carácter referencial, informativo, proviene de los peores
defectos de redacción y es resultado de la torpeza; pero si nace de la intención artística, es
un efecto deliberadamente buscado, y, aunque no pueda ser aclarado su significado, de todos
modos ofrece un efecto global de sentido que puede ser muy variado.” ( Helena Beristáin,
“Diccionario de Retórica y Poética”, Ed. Porrúa, México, 1998). Está claro que la mentada Ley
13.569 que generara este dilema nada tiene que ver con una manifestación o expresión
artística... 
27) ver diario La Nación, 6 y 7 de febrero de 2005. 

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