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Giuseppe Garibaldi (Niza, 4 de julio de 1807-Caprera, 2 de junio de 1882) fue un

militar y político italiano. Junto con el rey de Cerdeña Víctor Manuel II, fue uno
de los principales líderes y artífices de la unificación de Italia.

Índice
1 Biografía
1.1 Primeros años
1.2 Estancia y luchas en América
1.3 Las batallas de Itapebí y de San Antonio
1.4 Retorno a Italia y segundo exilio
1.5 Segunda guerra de la independencia
1.6 Tercera guerra de la independencia y últimas aventuras
1.7 Garibaldi en Nicaragua
1.7.1 El testimonio de John Foster
1.7.2 El hombre de la camisa roja
1.8 Giuseppe Garibaldi, unificador de Italia en el Perú
2 Un italiano evoca a Garibaldi en 1930
3 Garibaldi el aventurero
4 Monumentos a Garibaldi en el mundo
5 Véase también
6 Referencias
7 Bibliografía
8 Enlaces externos
Biografía
Primeros años

Casa en la que nació Garibaldi en Niza (en el Reino de Cerdeña).


Giuseppe Garibaldi nació en Niza, ciudad situada en la costa del mar Mediterráneo,
actualmente en territorio francés cerca de la frontera italiana. Sin embargo, puede
considerarse que era italiano, dado que en esa fecha la ciudad de Niza pertenecía
al Reino de Piamonte —posteriormente incorporado al Estado italiano con la
unificación— habiendo sido Niza cedida a Francia en 1860 a consecuencia de la
guerra con Austria. Se hizo notorio históricamente a causa de su participación en
las actividades político-militares vinculadas al proceso que finalmente produjo la
unificación política de Italia, durante el segundo y tercer cuartos del siglo xix.

En 1827, con veinte años, formó parte de la tripulación del Cortese, un barco que
partió de Niza y viajó por el mar Negro, Estambul y Galacia, siendo testigo de la
guerra turco-rusa. En 1832, y teniendo solo veinticinco años, fue nombrado capitán
del barco Clorinda, con el que viajó de nuevo por el mar Negro. La mala suerte
quiso que este barco fuera secuestrado por unos piratas turcos. Se dice que
Giuseppe Garibaldi estuvo a punto de ser fusilado, pero solo fue herido en la mano.
Con la ayuda del resto de tripulantes y su primo consiguió zafarse de los piratas y
escapar. Después de más de seis años de ausencia —exactamente setenta y tres meses
—, Giuseppe volvió a su ciudad natal. Pero en 1833 regresó a Estambul en un barco
capitaneado por Emile Barrault. Fue en esa época cuando se dio a conocer por sus
discursos sobre la libertad.

Un año más tarde, participó en el movimiento de la Joven Italia de Mazzini,


entregando su vida a la patria y ganando los galones de capitán en la Marina del
Piamonte. Lo apodaron Cleómbroto, como si se tratara del mítico héroe espartano, y
estuvo involucrado en la insurrección del Piamonte, lo que le costó una condena a
muerte, después de su captura y tras ser considerado uno de los cabecillas de la
revuelta.

Viéndose obligado a huir, escapó a Niza, pasó por la casa de su amigo Giuseppe
Pares en Marsella, donde se embarcó hacia el mar Negro y en 1835 estuvo en Túnez.
Volviendo a Marsella, partió hacia Sudamérica en el bergantín Nautonnier,
haciéndose pasar por un tal Borrel —en referencia al mártir revolucionario Joseph
Borrel—, siendo seguido por otros camaradas de la Joven Italia como el capitán Juan
Lamberti. Una vez llegado a su nuevo destino, se afincó en Río Grande del Sur.

Estancia y luchas en América

Grabado de Garibaldi

Garibaldi
Llegado a Sudamérica, contactó con otros disidentes italianos por las revueltas de
la Joven Italia y llegó a ser presidente de la filial de esta organización en el
continente americano gracias a su amigo Giuseppe Stefano Grondona. También formó
parte de la logia masónica Asilo di Vertud. Luchó contra el Imperio de Brasil en la
revolución de la República Riograndense liderada por Bento Gonçalves da Silva. En
estas acciones tomó, junto al general David Canabarro, la ciudad portuaria de
Laguna en el estado de Santa Catarina, lo que facilitó la creación de la República
Catarinense o República Juliana.

Mientras que en Italia buscaba la unificación, en Sudamérica buscaba la


fragmentación de las antiguas colonias. Garibaldi entró en el cuerpo de
revolucionarios de La joven Europa. Durante esta época tuvo como amantes a Manuela
de Paula Ferreira, sobrina de Bento Gonçalves da Silva, y Ana María de Jesús
Ribeiro, llamada después Anita Garibaldi.

En 1841 pasó a Uruguay, donde tenía lugar la guerra entre los blancos de Manuel
Oribe, apoyado por el gobierno de Buenos Aires del gobernador Juan Manuel de Rosas,
y el Gobierno colorado de Fructuoso Rivera instalado en Montevideo. Declarada en
diciembre de 1838, la denominada Guerra Grande se desarrolló desde 1838 hasta 1851.
El Gobierno de Oribe estaba en las afueras de Montevideo, en el barrio que hoy se
denomina La Unión, a la espera del momento justo y oportuno para tomar la ciudad.
En Montevideo se encuentra el Museo Casa de José Garibaldi, instalado en la casa
donde residieron él y su familia durante ese tiempo.

Mientras tanto Garibaldi, radicado en Montevideo, además de su actividad


revolucionaria, daba clases de matemáticas e ingresó en la Logia Masónica Les Amis
de la Patrie.

Bandera calabresa usada contra Napoleón III, enseña de la Liga Italiana de 600
hombres bajo el mando de Garibaldi en el Sitio de Montevideo.
Al mismo tiempo en el Río de la Plata operaba la flota de la Confederación, al
mando del almirante argentino Guillermo Brown, que intentaba bloquear el puerto de
Montevideo. La flota armada por el gobierno de Montevideo, comandada por el
comodoro Juan Coe, había sido destruida. En 1842, el Gobierno de Montevideo designó
a Garibaldi como sustituto de Coe. Al mando de la flota, libró el 16 de agosto de
1842 un combate naval en el río Paraná en una sección del río llamada Costa Brava,
denominándose así el enfrentamiento el combate de Costa Brava cerca de la localidad
de Esquina, Provincia de Corrientes, Argentina. Las naves comandadas por Garibaldi
fueron derrotadas por las fuerzas de Brown. Después de sufrir fuertes pérdidas,
Garibaldi escapó.

Vuelto a Montevideo, en 1843 —y establecido por Oribe el sitio de Montevideo, que


habría de prolongarse hasta 1851— Garibaldi organizó una unidad militar que fue
denominada «La Legión Italiana», al frente de la cual se puso al servicio del
Gobierno de Montevideo, conocido históricamente como el Gobierno de la Defensa.
Entre las acciones militares en que participó Garibaldi al frente de su Legión
Italiana, se destaca la que tuvo lugar en las afueras de las murallas de
Montevideo, llamada combate de Tres Cruces, por haberse realizado en el paraje así
denominado, el 17 de noviembre de 1843.
Luego de ello, embarcado en una nueva flotilla de una veintena de naves con unos
900 hombres de tropa para desembarco, y contando con el amparo de las escuadras de
Francia e Inglaterra, pudo ocupar en abril de 1845 la ciudad de Colonia. Garibaldi,
en sus Memorias, sostiene que fue «difícil de mantener la disciplina que impidiera
cualquier atropello, y los soldados anglofranceses, a pesar de las órdenes severas
de los almirantes, no dejaron de dedicarse con gusto al robo en las casas y en las
calles. Los nuestros, al regresar, siguieron en parte el mismo ejemplo aun cuando
nuestros oficiales hicieron lo posible para evitarlo. La represión del desorden
resultó difícil, considerando que la Colonia era pueblo abundante en provisiones y
especialmente en líquidos espirituosos que aumentaban los apetitos de los virtuosos
saqueadores». En septiembre toma la isla Martín García, defendida por la
Confederación, y la ciudad de Gualeguaychú de la provincia de Entre Rios, la que
sufre saqueos.1 Es de notar que Garibaldi admite los saqueos, que fue una pauta de
comportamiento del cuerpo mercenario que dirigía. En sus memorias llama a su legión
«virtuosos saqueadores».2

Las batallas de Itapebí y de San Antonio


El 17 de enero de 1840, el Gobierno de Juan Manuel de Rosas ataca el pueblo de
Belén, en Uruguay, al que también saquean y destruyen. Manuel Lavalleja, aliado de
Rosas, ocupa luego la ciudad de Salto desalojando por la fuerza a sus habitantes,
que les eran adversos, y ubicándolos en un campamento a orillas del arroyo Itapebí,
a 21 millas al norte de la ciudad. En noviembre de 1845 una flotilla al mando de
Garibaldi llega al puerto de Salto y logra recuperar la ciudad prácticamente sin
resistencia. Manuel Lavalleja espera confiado la llegada del ejército de Urquiza,
pero es sorprendido antes de tiempo por Garibaldi, quien había marchado durante la
noche para rodearlo y vencerlo en las orillas del arroyo Itapebí. Garibaldi rescata
a las familias de la ciudad, las que vuelven con sus carros de víveres. Es hora de
organizar la resistencia al ejército que está por llegar. Entre el 6 y el 26 de
diciembre, junto a la guarnición formada en Salto, Giuseppe Garibaldi debe resistir
un ataque combinado de tropas de Urquiza. La ciudad de Salto sufre un sitio hasta
que los atacantes son derrotados el 9 de enero de 1846 en Puntas del arroyo Ceibal.
Al amanecer del 8 de febrero de 1846, tropas que provenían de Corrientes, al mando
del general Servando Gómez, se disponen ahora a atacar a la ciudad de Salto por el
norte. La situación es muy difícil, Garibaldi entiende que la mejor oportunidad
para la ciudad es que el combate tenga lugar lejos de ella, por lo que sale al
encuentro del general Servando Gómez en las cercanías del arroyo San Antonio,
afluente del río Uruguay. Garibaldi con su Legión Italiana libra el combate, en un
desesperado intento de detener el avance de las fuerzas de la Confederación, las
cuales son muy superiores en número y calidad de armamento. Servando Gómez ordena a
su infantería sucesivas oleadas de cargas a la bayoneta y con lanzas. Las fuerzas
de Garibaldi, sabiéndose inferiores, toman posiciones defensivas estáticas. Los
ataques van siendo rechazados uno tras otro, y las pausas entre las oleadas sirven
para que los hombres de Garibaldi se vayan suministrando con armamento y municiones
de los enemigos caídos. Como a las nueve de la noche, con los hombres totalmente
exhaustos, y ante un campo repleto de cadáveres, los combates finalmente cesan. Las
intenciones invasoras habían sido derrotadas. Garibaldi se retira de sus posiciones
rumbo a Salto, tras haber perdido alrededor de una tercera parte de sus efectivos.

En la actualidad el recuerdo de Garibaldi está muy vivo en Uruguay. En Salto existe


un monumento a Garibaldi de importante escala, construido en piedra de arenisca y
diseñado por el arquitecto Juan Giovanni Veltroni, que sigue líneas modernas
inspiradas en el futurismo italiano. En un nicho interior, se guardaron hasta
entrado el siglo xx restos de los combatientes caídos en la batalla de San Antonio.
Este monumento está ubicado en la avenida Giuseppe Garibaldi, próximo a la zona de
la batalla, y ha sido objeto de recordatorios de la comunidad italiana y recibido
la visita de descendientes de Garibaldi en varias oportunidades.
Monumento a Garibaldi en Salto (Uruguay).
Después de diversos avatares y aventuras en este país, Garibaldi se casa en 1842
con Ana María de Jesús Ribeiro, llamada después Anita Garibaldi. A ella la conoció
en 1839 en Laguna, Santa Catarina, en lo que fue un auténtico amor a primera vista.
Con ella tuvo cuatro hijos, Menotti, Rosita, fallecida con dos años, Teresita y
Ricciotti.

Retorno a Italia y segundo exilio

Giuseppe y Anita Garibaldi refugiándose en San Marino.


Tras volver a Italia en 1848, libró numerosas batallas a favor de la independencia
de los Estados del norte de Italia, ocupados por Austria y Francia, a las órdenes
del ejército del Reino de Saboya. Se convirtió en un auténtico héroe para el pueblo
de Italia del norte ávido de libertad. Con apoyo francés, intervino en la guerra
contra Austria, si bien el cambio de actitud de Napoleón III, apostando súbitamente
por la negociación, truncó temporalmente los objetivos de Garibaldi. Se creó la
República Romana, pero esta fue derrotada. Tuvo que huir de Italia con 3900
soldados y su esposa Anita, mientras eran perseguidos por un ejército de españoles,
franceses y napolitanos. Sin embargo, Anita murió en la fuga a consecuencia de una
fiebre tifoidea el 4 de agosto de 1849.

Estuvo un tiempo en Tánger y luego se fue a Staten Island, Nueva York.


Posteriormente sería capitán de navío mercante por el océano Pacífico hasta abril
de 1851, cuando visitó a la heroína y compañera sentimental de Simón Bolívar,
Manuela Sáenz, en Paita, Perú. Antes de retirarse fundó la primera estación de
bomberos del Callao, la cual hasta el día de hoy lleva su nombre. Volvió a Nueva
York, de donde salió en noviembre de 1853 hacia Tyneside, al noreste de Inglaterra,
en donde estuvo un mes, para volver a partir en abril de 1854.

Segunda guerra de la independencia


En 1854 volvió de nuevo a Italia y compró la isla de Caprera. Al estallar la
segunda guerra de la independencia italiana, era mayor general de los Cazadores de
los Alpes, compuestos por 3000 soldados. Con ellos conquistó Varese, Como, Brescia
y en las negociaciones de paz, Víctor Manuel II de Saboya logró la anexión de
Lombardía, tras la que vendrían las de Parma, Módena, Toscana y Romaña, al
solicitar sus gobiernos provisionales su unión al Piamonte. El siguiente objetivo
de Garibaldi fue entonces lograr la anexión del Reino de las Dos Sicilias, el más
próspero de la península italiana, al Piamonte. En dicho reino Francisco II de
Nápoles ejercía una monarquía absoluta. Sin embargo, le garantizaba el bienestar a
la población. Los movimientos separatistas en Sicilia fueron el caldo de cultivo
para la expedición de los mil Camisas rojas, auspiciada por Cavour. Al frente de su
tropa de voluntarios, Garibaldi llegó a Marsala (después de haber zarpado desde
Génova), donde fue recibido con entusiasmo por los rebeldes que pensaban que así
lograrían la independencia de la isla, incluso algunos de estos se unieron a los
mil.

Pérdida de Niza y de Saboya en 1860 durante la Unificación de Italia. Napoleón III


impedirá a Córcega unirse a Italia.
Participó entonces en la supresión de la resistencia, dirigiendo más tarde sus
tropas hacia Nápoles, entre las que se encontraba la Legión Internacional,
compuesta, entre otras nacionalidades, por 500 húngaros, quienes derrotaron a las
tropas del rey en la batalla del Volturno, en octubre de 1860. Esto obligó a
Francisco II a huir y refugiarse en los Estados Pontificios, instaurando en Nápoles
una república regida por un gobierno provisional. En Sicilia recibió ayuda
económica de Alejandro Dumas, quien había viajado con su nave Emma con un
cargamento de armas para Garibaldi. Posteriormente el escritor francés también
ayudó a Garibaldi a escribir sus memorias. Ambicionando una Italia unida bajo un
solo gobierno radicado en Roma, concibió la idea de marchar sobre los Estados
Pontificios, defendidos por tropas francesas. Sin embargo, Víctor Manuel y Cavour,
temerosos de perder lo logrado ante una radicalización del conflicto, evitaron el
avance de Garibaldi. El incidente no supuso un enfrentamiento entre el rey del
Piamonte y Garibaldi; antes al contrario, el revolucionario reconoció a Víctor
Manuel como rey de Italia el 26 de octubre de 1860. En 1861 fue invitado por
Abraham Lincoln para un puesto en el ejército federal en la guerra civil
estadounidense, pero Garibaldi desistió.

Tercera guerra de la independencia y últimas aventuras


Garibaldi prosiguió incansablemente sus actividades militares en busca de la unidad
de Italia, emprendiendo acciones sin éxito en 1862 al grito de: ¡Roma o muerte! La
protesta de Napoleón, cuyas tropas custodiaban Roma, llevó al ejército de ocupación
piamontés en Nápoles a repeler a Garibaldi, haciéndole prisionero en Aspromonte —
sur de Nápoles—. En 1864 viajó hacia Inglaterra, donde fue recibido con entusiasmo
por la población y se reunió con el primer ministro Lord Palmerston. Tuvo durante
esta época la ambición de liberar otras naciones ocupadas, como Croacia, Grecia o
Hungría, pero nada de esto se hizo realidad. En 1866 estalla la tercera guerra de
la independencia italiana, en la que Garibaldi y 40 000 hombres de los Cazadores de
los Alpes, con apoyo prusiano, lucharon contra los austriacos en la Batalla de
Bezzecca, consiguiendo la única victoria y tomando la ciudad de Trento. En 1867
realiza una nueva marcha hacia Roma aprovechando la retirada de las tropas
francesas, que se ven obligadas a desembarcar otra vez y a derrotar al italiano en
Mentana.

Igualmente, luchó en la guerra franco-prusiana en 1871, interviniendo en la batalla


de la ciudad de Dijon, y posteriormente fue elegido diputado de la Asamblea
Nacional Francesa, contribuyendo al progreso de la nueva Francia republicana.

Finalmente, lograda la unidad italiana en 1870, Garibaldi fue elegido diputado al


Parlamento, cargo al que posteriormente renunció al no concretarse en hechos las
ideas republicanas por las que él luchó incansablemente. En sus últimos años se
retiró a la isla de Caprera, donde falleció el 2 de junio de 1882.

Por sus luchas en Italia y Sudamérica, desde siempre se le ha llamado el héroe de


dos mundos, de Europa y de América. Aunque también existe un lado negro: se dice
que en América fue esclavista, pirata y ladrón de caballos.

Garibaldi en Nicaragua
El 14 de mayo de 1851, Giuseppe Garibaldi arribó al puerto de San Juan del Norte —
entonces la única salida de Nicaragua al océano Atlántico—, acompañado de Francisco
Carpaneto. Para entonces el forjador de la unidad italiana tenía 44 años y era
viudo, famoso y mítico.

La causa de su estadía en Nicaragua fue una operación comercial, iniciativa de su


amigo y subalterno Carpaneto: ofrecer productos europeos de exportación en la Feria
de San Miguel, El Salvador, y transportarlos desde el puerto de Génova en el St.
Giorgio. El negocio no pudo realizarse, y los dos italianos regresaron por el río
San Juan, partiendo de Nicaragua el 2 de septiembre de 1851. Ciento dieciséis días
duró el viaje de Garibaldi entre Nicaragua y El Salvador.

El detalle de sus incidencias está sustentado tanto en documentos de la época —dos


cartas y en el propio diario de Garibaldi en inglés— como en testimonios, escritos
sobre la tradición oral de su misma estadía en Granada, Masaya, León, Chinandega y
El Realejo.

Así quedó demostrado que del 26 de mayo al 12 de junio de 1851, Garibaldi


permaneció en la ciudad de Granada. Allí fue recibido por la pequeña colonia
italiana —Costigliolo, Solari, entre otros—, comenzó a preparar el negocio e
instaló una fábrica de velas.
Luego pasó a Masaya, donde reparó una casa que se estaba cayendo, enseñó a los
indios de Monimbó la industrialización de la cabuya para elaborar canastos,
sombreros y petates; y a su amigo Leónidas Abaunza la elaboración de jáquimas. Hizo
amistad con Francisco Luna, Domingo Lacayo, Carlos Alegría, Rafael Zurita y otros
liberales que se apellidaban jacobinos. Uno de ellos refería que Garibaldi hablaba
de la libertad y que «su espada estaba al servicio de cualquier pueblo oprimido que
se la solicitara».

También tuvo tratos íntimos con la viuda del letrado José Benito Rosales, de
apellido Mantilla. Inspirado en esa relación, el pueblo inventó este dístico: «Si
es italiano, no hay duda: / le alza la mantilla a la viuda».

El testimonio de John Foster


El 1 de junio, Garibaldi ya había pasado, regresando de San Miguel, por Chinandega.
En esa fecha, John Foster, vicecónsul británico en el puerto de El Realejo,
escribió a Frederick Chatfield, cónsul general para Centroamérica, que el líder
italiano «es muy modesto, con un grado extraordinario de simpleza; no quiere ser
reconocido y pasa bajo el nombre de capitán Ansaldo. Fue originalmente marino y se
distinguió como almirante en la Escuadra de Montevideo en conflictos diversos
contra la flota de Buenos Aires al mando de nuestro compatriota Brown. Su actitud
es particularmente amable. Pero sus ojos inquisidores revelan determinación en sus
decisiones. Su famosa barba roja, aunque reducida, no deja de ser respetable. Ni en
su vestimenta ni en su trato hay indicios del espíritu ardiente e inquieto que
lleva dentro sí. Carpaneto me dijo que él, Garibaldi, dejó Roma de la misma manera
que entró en ella: sin un centavo. Yo me imagino que se está preparando para
retornar a Italia cuando las circunstancias lo permitan».

Garibaldi llegó a León, capital entonces del Estado de Nicaragua, el 4 de julio de


1851, y, según carta del vicecónsul británico fechada el 7 de agosto, el día
anterior partió desde Granada. Acababa de acontecer un golpe de Estado al gobierno
constituido que ejecutó el Club Jacobino en dicha ciudad; pero él no podía
comprender que el Ministro de Relaciones Exteriores del nuevo gobierno fuera un
presbítero, Pedro Solís.

Amigos leoneses de Garibaldi fueron el militar Rafael Salinas, el poeta Antonino


Aragón —quien le confió a Rubén Darío una anécdota del «famoso italiano»— y el
exdirector supremo José Guerrero. Frecuentó a las hermanas Alonso Jerez —como
afirmaría Azarías H. Pallais— y recibió la visita de una adolescente, la niña Félix
Murillo, en el Hotel León de Oro, cuyo dueño se presentaba como «Giuseppe
Menicucci, capitano de largo corso, aunque cuchinero, soldato de Garibaldi,
condecorato en Porta Pia: arriba a il Realejo, conochutta a la Fortunata, e nunca
retornero a la mía Patria».

El hombre de la camisa roja


El 15 de agosto de 1851, Garibaldi ya estaba en San Juan de Nicaragua, según carta
que escribió a su amigo Félix Foresti, anunciándole que se marcharía a Chagre en
Panamá, y Lima, Perú.

Rubén Darío, quien lo llamó «prodigioso mosquetero de la Libertad y aventurero de


la Gloria», le dedicó además el artículo «El hombre de la camisa roja» y una
estrofa de su Oda a Mitre (1906), sobre la sustancial emigración italiana a la
patria de San Martín:

Jamás se viera una lealtad mayor


que la del león italiano
al amigo de América que amó en fraterno amor.
De Garibaldi y Mitre las dos diestras hermanas
sembraron la simiente de encinas italianas
y argentinas que hoy llenan la simiente de rumor.
Oda a Mitre (Rubén Darío, 1906)
Giuseppe Garibaldi, unificador de Italia en el Perú
Llegó al Perú en 1851, luego de haber estado brevemente en Estados Unidos —Nueva
York— y Centroamérica, ningún país quería recibirlo, pues Garibaldi se había
convertido en un perseguido político ya que había participado en la defensa de
Roma. En Nueva York Garibaldi tuvo que trabajar como obrero para sostenerse, hasta
que recibió la oferta de un amigo suyo, Francesco Carpanetto, quien comerciaba con
América del Sur, tomó un vapor inglés que lo llevaría al Callao donde tuvo gran
acogida por la colonia italiana que residía en el puerto.

Garibaldi buscaba empleo mientras mejoraran las condiciones políticas en Italia, en


Perú había demanda de capitanes de barcos, pues el país estaba en pleno boom del
Guano.

Garibaldi adquirió la ciudadanía peruana, como condición para poder obtener la


licencia de capitán de barco y estuvo trabajando para la marina mercante hasta
noviembre de 1853.

En los días siguientes protagonizó un incidente con un ciudadano francés, que


concitó la atención pública y estuvo a punto de generar un conflicto entre los
italianos y franceses residentes en Lima, pues en un encuentro que tuvo con el
francés Charles Ledó este se burló de los italianos que habían perdido ante las
tropas de Napoléon III, Garibaldi le respondió cortante y todo supuestamente quedó
ahí. Sin embargo el francés publicó un artículo en el periódico Correo, en el que
se hacía afirmaciones calumniosas sobre Garibaldi, al que tildaba de «héroe de
pacotilla». Días después Garibaldi buscó a Ledó en el almacén donde trabajaba y
tuvo un enfrentamiento con él, donde lo golpeó. El incidente llegó a mayores, pues
el francés llamó a la policía, argumentando haber sido agredido y cuando la policía
intervino, un numeroso grupo de italianos impidió que Garibaldi fuese detenido, con
lo cual el incidente adquirió el carácter de conflicto entre las «colonias» de
italianos y franceses.

Un italiano evoca a Garibaldi en 1930


Detrás de la parroquia —hoy catedral— de Granada se admira una placa que dice:

Aquí vivió Giuseppe Garibaldi


Héroe de dos mundos
en 1851
Efectivamente, ese año se hospedó allí, entonces una modesta pensión llamada Casa
de La Sirena, propiedad del francés Víctor Mestayer, que sería devorada por el
incendio ordenado por el esclavista filibustero William Walker. Poco tiempo
después, se convirtió en el primer hotel de la ciudad reconstruida y centro de
sociabilidad y convocatorias gastronómicas. El inglés Thomas Belt, entre otras
personalidades extranjeras, fue uno de sus huéspedes en 1872.

Pero hacia 1930, visitó un viajero italiano uno de sus cuartos ocupado como taller
por un carpintero mulato. La esposa, gordísima, ahuyentaba con un abanico de fibra
vegetal medio quemado a las gallinas que picoteaban granos y semillas, cuando lo
dejaron pasar a un pequeño cuarto, utilizado como depósito de mesas y de serrín.

A través de una ventanilla se admiraba el pequeño patio tropical de la vivienda. El


marco, descompuesto y polvoso, encuadraba un arbolito de papayo, encorvado por el
peso de sus enormes frutos. Tres girasoles tenían al árbol de compañeros. Detrás
brillaba el esplendor azul de la tarde. Un niño desnudo y mocoso, color de azúcar
cocido, le pidió un céntimo.

Garibaldi vivió en esta casucha, enseñando a varias personas la fabricación de


velas. Después donó la fabriquita a la familia que lo hospedaba. En Granada hizo
amistad con un costigliolo que tenía el servicio de vapores en el río San Juan y le
ofreció comandar uno de ellos, pero el gobierno —presionado por el obispo de León—
mandó decir al concesionario que «no vería bien al italiano a cargo de un servicio
público».

Un día —prosigue el viajero— el héroe dejó el país, abandonando a los amigos.


Regresaba a su vida aventurera. Únicas huellas de su estadía en Granada fueron
algunas poesías que inspiró a un versificador popular de la ciudad, muerto de
tuberculosis pocos años después.

Una calle sombreada por almendros lleva hacia el Gran Lago de Nicaragua, un pequeño
mar verdadero. Aunque de agua dulce, está lleno de tiburones y peces espadas. Donde
termina la calle en el Lago, se encuentra un círculo de rocas que las lavanderas de
Granada han transformado en espacio para ejercer su oficio. Me siento sobre una de
las rocas a mirar las mujeres que lavan. Quizá también Giuseppe Garibaldi venía
aquí a fumar su pipa y a soñar con su fallecida esposa Anita. En el horizonte se
alza como pirámide el volcán Concepción. Al lado del pequeño muelle, un vapor con
ruedas carga sacos y ganado.

Pero yo poseo un aire tan tranquilo que a los escasos minutos no se fijan más en
mí. Sólo una hermosa y joven mujer tiene el pudor de ocultarse y encarga a dos de
sus hijitos tender un pañuelo de nariz bien estirado, detrás del cual se desviste.
El sol dora su torneada carne color canela. Con gestos que tienen algo de ritual,
la hembra se envuelve alrededor de las poderosas ancas el trapo de siempre y así
entra al agua, llevando en equilibrio una gran canasta de ropa sucia, altiva como
una Rebeca y solemne como una estatua griega. Garibaldi debió contemplar escenas
similares durante sus desvaríos frente al Gran Lago.

Garibaldi el aventurero
Giuseppe Garibaldi ha pasado a la historia como el principal impulsor de la
unificación de Italia y del nacimiento de un nuevo Estado bajo la monarquía de
Víctor Manuel II. Hijo de un pescador de Niza, fue marinero, capitán de la marina
del Piamonte y luchador por las libertades de los pueblos. Pero también ejerció
otros curiosos oficios, como vendedor de espaguetis, profesor de matemáticas en
Uruguay y fabricante de velas en Nueva York.

Monumentos a Garibaldi en el mundo

Rosario (Argentina): Plaza Italia, en el Parque de la Independencia. Monumento en


mármol de Carrara. Realizado por el artista italiano Alessandro Biggi en 1885.

Rosario (Argentina): patio externo del Hospital Italiano Garibaldi. Obra del
escultor italo-argentino Erminio Blotta.

Montevideo, Uruguay

Ciudad de Buenos Aires (Argentina): Plaza Italia. Monumento inaugurado el 19 de


junio de 1904

Guayaquil, Ecuador: Busto ubicado en la Plaza Garibaldi en el centro urbano de la


ciudad.
Budapest (Hungría).

Nueva York (Estados Unidos): Washington Square Park, Lower Manhattan.

Taganrog, Rusia.

Repubblica di San Marino: Primer monumento del mundo dedicado a Garibaldi, obra de
Stefano Galletti, en 1882.

Anita y Giuseppe Garibaldi, Porto Alegre, Brasil

São José do Norte, Brasil.

La Plata (Argentina): Ubicado en Villa Garibaldi, al Sur de la ciudad.

Niza, Francia, ciudad donde nació.

Rovigo, Italia Obra del escultor (Ettore Ferrari)

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