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EL MITO DEL SENTIDO: EL TEMA

“¿Cuál es el sentido de la vida?”. La pregunta es tan antigua como la humanidad y cada


respuesta constituye una interpretación de un mundo cargado de enigmas. Ninguna respuesta es final
y ninguna de ellas puede responder completamente la pregunta. La respuesta cambia a medida que
cambia nuestro conocimiento del mundo; el sentido y el sinsentido son parte de la plenitud de la vida.
“La vida es loca y posee a la vez un sentido. Y cuando no nos reímos de un aspecto y especulamos
sobre el otro, la vida es excesivamente monótona y todo se reduce a la mínima escala. Hay, por tanto,
un poco de sentido y un poco de sinsentido también”. Jung escribió esto a los cincuenta y nueve años.
Veinte años más tarde, la misma idea adquiere un significado extrañamente diferente: “Qué elemento
creamos que tiene mayor peso que el otro, ya sea el sentido o el sinsentido, es una cuestión de
temperamento. Si el sinsentido fuese absolutamente preponderante, el sentido de la vida se
desvanecería a un grado cada vez mayor con cada paso en nuestra evolución. Sin embargo, ése no
parece -o al menos no me lo parece a mí- ser el caso. Probablemente, como en todas las preguntas
metafísicas, ambas son verdaderas: La vida es -o tiene- sentido y sinsentido. Deseo fervientemente
que el sentido sea preponderante y gane la batalla”. A la vejez, la pregunta del sentido se convierte
en una pregunta ominosa que decide el valor o la desvalorización de la propia vida. Jung se sentía
profundamente conmovido por ella, aunque sabía que no existe una respuesta final o definitiva.
El objetivo de este libro es mostrar qué tipo de “sentido” oponía Jung al “sinsentido” de la
vida. Para él, el sentido provenía de una larga vida, rica en experiencia y de más de medio siglo de
investigación en la psique humana. Encontró una respuesta que le satisfizo, que coincidía con su
conocimiento científico aunque no pretendía ser científica. No existe una respuesta objetivamente
válida a la pregunta del sentido; pues además del pensamiento objetivo, la valoración subjetiva
también juega un papel. Cada respuesta constituye un mito que el hombre crea para responder a lo
que no tiene respuesta.
Para Jung la pregunta del sentido no era un problema filosófico o teórico. Como muchos temas
en su trabajo, surgió de las experiencias y necesidades diarias a la hora de la consulta. Jung era antes
que nada médico y la obligación de ayudar y curar siguió siendo decisiva hasta el final de su vida. El
lema de su libro RESPUESTA A JOB “Me siento apenado por ti, hermano mío” (II Sam. 1:26), expresa
un ímpetu poderoso detrás de su creatividad y su pensamiento. La ausencia de sentido en la vida
juega un papel crucial en la etiología de las neurosis: “Una psiconeurosis debe considerarse, en última
instancia, como el sufrimiento de un alma que no ha descubierto su sentido”. Jung Informa que:
“alrededor de un tercio de mis casos no sufren de ninguna neurosis que pueda definirse clínicamente,
sino de un sinsentido y falta de objetivos en sus vidas”. No eran “excéntricos infelices” buscando del
médico una respuesta a la pregunta del sentido, “sino… con mucha frecuencia personas
excepcionalmente capaces, virtuosas y valientes”.
Eran neuróticos sólo porque compartían lo que Jung llamó la “neurosis general de nuestro
tiempo”, un sentimiento cada vez más extendido de futilidad. En la mayoría de los casos, iba de la


Tomado del libro: EL MITO DEL SENTIDO EN LA OBRA DE C. G. JUNG de Aniela Jaffé. Madrid: Editorial Mirach, 1995.
Cap. 1, pp. 11-13.
mano de una sensación de vacío religioso. Estas personas ya no eran capaces de creer, ya fuera porque
no podían reconciliar el pensamiento científico con los fundamentos de la religión, o bien porque las
verdades del dogma habían perdido autoridad para ellos y toda justificación psicológica. Si eran
cristianos, no se sentían redimidos por la muerte de Cristo; si eran judíos, la Torah ya no les ofrecía
apoyo alguno. Por ende, carecían de la protección que nace de estar arraigados en una tradición
religiosa. El hombre que se siente a salvo en la religión jamás se perderá a sí mismo en la obscuridad
y la soledad de un mundo sin sentido y, según la experiencia de Jung, nadie se cura realmente y nadie
encuentra su propio sentido “si no recobra su visión religiosa. Esto, obviamente, no tiene nada que
ver con un credo particular o la pertenencia a una iglesia”. En lo que respecta a la pregunta sobre el
sentido de la vida, ninguna ciencia puede reemplazar a la religión en esta comprensión inclusiva. Los
sistemas biológicos, físicos o cósmicos de ordenamiento, no brindan una respuesta, como tampoco
lo hace la interpretación de los contenidos psíquicos exclusivamente en términos de la experiencia
personal. El sentido es la experiencia de la totalidad. Cualquier descripción del mismo presupone la
realidad vivida en el tiempo, así como la cualidad de eternidad de la vida; las experiencias personales
y conscientes, así como un ámbito que trasciende la conciencia y el mundo tangible. Si la tensión entre
estos dos polos del ser desaparece, el hombre tiene la “sensación de que es una criatura frágil, sin
sentido y este sentimiento le impide vivir su vida con la intensidad que ésta requiere si ha de ser
disfrutada al máximo. La vida se torna rancia y ya no es más un exponente de hombre íntegro”. Para
Jung la vida se vive sólo cuando se convierte en “la piedra fundamental para la verdad del espíritu”.

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