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Alejandra Birgin'
Múltiples argumentos han depositado en la docencia y su formación la solución a los serios y
complejos interrogantes que hoy atraviesan el sistema educativo. Sin embargo, una apuesta
excluyente a los docentes y a su formación implica una responsabilización simplificadora que evade
la complejidad de la trama escolar, una configuración histórica constituida a lo largo de siglos.
En este trabajo nos proponemos reflexionar sobre las condiciones que producen el trabajo de
enseñar, asumiendo el lugar fundamental que los docentes ocupan en la tarea de transmitir la
cultura, de generar un lazo entre el pasado y el futuro, de anudar el presente a la posibilidad de una
construcción distinta.
Ello no sólo nos remite a la evidencia de que el trabajo docente requiere mejores condiciones
materiales de trabajo (entre ellas escuelas mejor equipadas, mejores salarios), sino que nos exige
también advertir la relevancia de las dimensiones simbólicas que constituyen dicha labor. Entre
estas condiciones simbólicas, las políticas de formación juegan un papel central en la construcción
de una posición pública para los docentes, en la configuración de su identidad en el entramado
social más amplio y, por lo tanto, en la apertura de posibilidades de ser docente.
Cuando las políticas macro o microinstitucionales se proponen producir transformaciones, mejoras u
otros modos de mirar la escuela y la docencia, sus acciones no se imprimen sobre un vacío, sino que
se realizan en un proceso de negociación con tradiciones, historias y culturas, que constituyen a los
sujetos y las instituciones. Por eso, es necesario pensar la docencia desde las complejidades de las
tramas discursivas y las prácticas sociales a través de las cuales se configura.
El trabajo y la formación de los docentes son construcciones históricas ligadas a los avatares de la
identidad y la autoridad de dicha posición, estrechamente vinculadas con los proyectos sociales y
políticos en los que se enmarca la tarea educativa. En este contexto, entendemos las identidades
docentes como producciones siempre en proceso, incompletas, resultantes de la articulación de
fragmentos y dinámicas diversas procedentes de distintos campos, prácticas y tiempos, cuya
característica es la complejidad y la hibridación (Dussel, Tiramonti y Birgin, 2001).
En este sentido, se nos plantean algunos interrogantes: ¿qué elementos se articularon en la
configuración de la identidad docente, ¿qué rol jugó el Estado en la definición de sus rasgos?, ¿cómo
se fue definiendo la tarea docente en relación con los espacios de formación y capacitación?, ¿desde
dónde se sostiene hoy la necesidad de la escuela y sus maestros?
Un recorrido por nuestro sistema educativo, por los diversos proyectos y discursos que sostuvieron y
otorgaron un determinado sentido a la docencia, puede permitir poner en tensión algunas
dimensiones que atraviesan la problemática educativa actual, y reflexionar acerca de los desafíos
que supone el trabajo y la formación de los docentes en nuestro tiempo.
Las escuelas fueron espacios sostenidos por el Estado para la construcción de la ciudadanía desde
una ética republicana. Esta articulación entre escuela y ciudadanía se configuraba alrededor de un
Esta do que sostenía la promesa de progreso y un horizonte de igualdad. En tal sentido, la educación
tenía un papel particular en la alianza que por ese entonces se producía entre Estado y sociedad, y
que sostendría el proyecto de construir la nación.
La acción que fundó el sistema escolar, también fundó las instituciones en las que se formarían
quienes llevarían a cabo la tarea de enseñar.' Las escuelas normales fueron agentes centrales en la
conformación de sucesivas camadas de docentes y usinas de producción de un saber específico,
relativo a la infancia y a la enseñanza: un saber pedagógico, que dotaría de identidad, autoridad y
legitimidad a la figura del educador moderno.
La matriz normalista constituyó la identidad fundante del magisterio, aunque no sin vaivenes y
disputas. Directamente implicado en el proceso de estatización, el magisterio portaba el mandato de
la inclusión del con junto de la población para la formación de la ciudadanía?
El normalismo fue una estrategia centralizada del Estado para con formar un cuerpo especializado y
homogéneo de docentes que dirigiera y sostuviera la expansión escolar. En este marco, la escuela y
las instituciones de formación docente incluyeron a sectores de la población tradicionalmente
excluidos del derecho a la educación escolar. Al mismo tiempo, fueron construidas sobre una
compleja dialéctica entre,