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Los itinerarios formativos en

el seminario diocesano
Directorio para la formación sacerdotal

SACERDOTES OPERARIOS DIOCESANOS


CENTROS VOCACIONALES
Colección Cuadernos Vocacionales

Los itinerarios formativos en


el Seminario Diocesano
Directorio para la formación sacerdotal

Servicios de Animación Vocacional Sol, A.C.


Sacerdotes Operarios Diocesanos

México, 2012
Elaborado por:
Emilio Lavaniegos González.

Con la colaboración de:


Rubén Barrón Porcayo
José Manuel Martínez Espinoza

Esta obra fue publicada con la ayuda de


Fundación Mosén Sol
de la Hermandad de Sacerdotes Operarios
Diocesanos.

Los itinerarios formativos en el seminario


diocesano.
Directorio para la formación.
Primera edición, julio de 2012.
Edita: Servicios de Animación Vocacional Sol,
A.C.

Presa Las Pilas 63, 11500 México, D.F.


ISBN: 968-6723-52-8
Impreso en México
Introducción

La formación de las vocaciones sacerdotales es una tarea hermosa por su gran


profundidad y trascendencia, pero a la vez temida. Pocos son los que se ofrecen
para realizar este ministerio exigente y delicado. Con frecuencia los formadores
se hallan perplejos ante la tarea que se les presenta. Después de una aproximación
a los documentos de la Iglesia, llegan a ver claros los objetivos, pero siempre
queda un interrogante en torno al cómo de la formación. Es decir, al modo de
proceder más adecuado, que pueda facilitar a ¡os alumnos la consecución del
objetivo de cada etapa.
A esta pregunta quiere responder la presente publicación. No se trata de un
cómo absoluto o universal, sino de una propuesta que se puede hacer, entre otras,
para abordar la formación de un modo sistemático y coherente. Le hemos llamado
itinerarios formativos. El título está en plural porque el itinerario no consiste en la
definición de las etapas formativas y su gradualidad, que está muy bien elaborada
en la Ratio Instituciones Formationis Sacerdotalis, y en las Normas Básicas para
la Formación Sacerdotal en México, sino en el proceso que se hace al interno de
cada una de las etapas para conseguir el fin que se proponen. Estos dos
documentos, junto con la Presbyterorum Ordinis, la Optatam Totius y la Pastores
Dabo Vobis, serán la referencia continua de este trabajo. El texto se ha presentado
en la forma de una guía o directorio para la formación, es decir, señalando
caminos concretos en los cuales evidentemente media una visión concreta de la
formación y una opción pedagógica. Habrá que entender estas opciones como una
sugerencia para el equipo formador.
El documento de Aparecida indica en esta misma línea: La realidad actual nos
exige mayor atención a los proyectos formativos de los seminarios... Es necesario
un proyecto formativo del Seminario que ofrezca a los seminaristas un proceso
integral (nn 318-319).
El texto es fruto de un trabajo realizado con diversos equipos formativos en
los seminarios diocesanos, después de constatar la dificultad de estos equipos
para empeñarse en el diseño de los itinerarios. Queremos ofrecer así un
documento intermedio, entre las Normas Básicas y el Plan de Formación
Orgánico y Unitario, que según estas mismas normas (n. 35-37) debe ser
elaborado por cada seminario. Contiene diez capítulos que se ordenan
internamente de la siguiente manera:
■ Los cuatro primeros tienen un carácter introductorio. Se presenta primeramente
el concepto de itinerario formativo para después pasar a las condiciones que
posibilitan su puesta en práctica: la responsabilidad del seminarista, la
existencia de un equipo formador y el constante empeño por crear un clima
adecuado para la formación. Estos cuatro capítulos presentan a pie de página
algunos ejercicios que quieren cuestionar y estimular la posibilidad misma de
la formación. En el caso de equipos formativos que están comenzando a
trabajar, o recomienzan conviene estudiarlos despacio y provocar un diálogo
amplio en el equipo formador. Podríamos decir que se trata de vender la idea
de los itinerarios como medio pedagógico para ¡a formación.
Itinerarios formativos 4 Introducción

■ Los capítulos 5 al 7 abordan el núcleo teórico de la propuesta. Se inicia con el


fundamento espiritual y antropológico, presentado con suma brevedad; luego, el
capítulo 6 desarrolla la propuesta desde el punto de vista metodológico; por
último, el capítulo 7 hace la definición de las dimensiones de la formación y las
etapas formativas, siguiendo siempre los documentos del Magisterio de la Iglesia.
En este séptimo capítulo se intentó establecer un puente entre los postulados
teóricos de la propuesta formativa y la orientación práctica de las dimensiones de
la formación.
■ Los capítulos 8 al 12 son más amplios. Contienen la formulación del itinerario
para cada una de las etapas. Se han incluido el seminario menor, el curso
introductorio, la etapa filosófica, la etapa teológica y la etapa pastoral,
desarrollando así todo el arco de la formación básica tal como se aplica en la
mayor parte de los seminarios de México. Cada capítulo divide la etapa en
momentos formativos y ofrece materiales para los "encuentros comunitarios" con
los seminaristas, es decir, para la catequesis propia de la formación. Hay que
advertir que se trata de un material semi-elaborado, y por ello debe ser
completado e implementado prácticamente por los formadores de la etapa
correspondiente. Cada etapa tiene su propio ritmo de formación, que se explica en
sendas introducciones en las cuales se dan orientaciones para el uso de los medios
formativos.
■ Los capítulo 13 da unas líneas generales para la formación permanente. Sólo
menciona las etapas de la formación permanente pero no las desarrolla, porque no
es el objetivo de esta publicación. Sobre todo quiere establecer el vínculo entre la
formación básica y la permanente.
■ Se añade un capítulo más, el 14, sobre el acompañamiento personal y grupal.
Esta insistencia didáctica quiere señalar la absoluta necesidad de que los procesos
formativos sean acompañados puntualmente. Sin tal acompañamiento perderían
su sentido los mismos itinerarios.
■ El capítulo 15 presenta una bibliografía básica sobre la formación que puede
ser útil a la hora de completar el diseño de los itinerarios en la realidad local.
Se ha asumido estrictamente el punto de vista del Seminario Diocesano,
teniendo delante la realidad de los Seminarios de México. Para otras realidades
nacionales y para la formación en la vida religiosa hay elementos válidos, pero
deberán hacerse las oportunas adaptaciones. El texto constituye una segunda
edición del libro Los Itinerarios Formativos, del año 2009, ampliado y
profundizado para el Seminario Diocesano.
No quiero terminar esta introducción sin agradecer la hermosa experiencia
que tuve colaborando con el equipo formador del Seminario de Yucatán, porque
ésta ha sido la base para la elaboración de los presentes materiales, como también
a los equipos formadores de una veintena de seminarios que me han abierto las
puertas de sus instituciones para tocar este tema tan delicado como urgente.
1. ¿Qué es un itinerario formativo?

Queremos reflexionar en este primer momento en torno al concepto de "itinerario


formativo". El término "itinerario" es acertado, en el sentido de que indica un
camino, implica movimiento, pasos en ese camino. Todos hemos tenido la
experiencia de planear un itinerario de viaje. Entran en juego una serie de
componentes: la variedad de actividades, la satisfacción de los objetivos o
expectativas de cada uno de los que viajan, el conocimiento del lugar, las
comidas, etc. Todo con el fin de facilitar una buena experiencia al turista. Como
la misma palabra lo dice, se trata de establecer una serie de pasos o momentos
formativos a través de los cuales los seminaristas puedan caminar con mayor
certidumbre hacia el objetivo de la etapa formativa correspondiente.
Hay que dejar bien claro que el itinerario no puede ser elaborado democrática-
mente por los alumnos, porque constituye la propuesta pedagógica del equipo
forma-dor. Pero tiene no sólo como destinatarios, sino como principales agentes a
los mismos seminaristas, porque lo que más interesa es que cada uno de ellos
acepte la propuesta formativa haciendo un proceso libre e intencional hacia el fin
de la misma, donde su participación activa y su responsabilidad es esencial. Esta
característica permite que los alumnos puedan evaluar por sí mismos sus avances
y retrocesos.
El itinerario formativo aglutina, en torno a unas líneas maestras, todo el
contenido de la formación sacerdotal. No se trata de una mera estrategia, sino de
proponer un modelo probado y coherente que el alumno puede transitar en su
camino de formación. Modelo que cada seminario debe elaborar y probar a través
de su aplicación a distintas generaciones, e ir afirmando poco a poco hasta
construir una tradición y un método. Volviendo a la comparación con el viaje, no
es lo mismo tener previstos los traslados en autobús, que dejar al azar los
traslados. El itinerario da seguridad, claridad y objetividad a los alumnos, y
también al equipo formador, en el proceso formativo que van realizando.
Los documentos sobre la formación, suelen dejar clara una finalidad para cada
una de las etapas formativas. Gracias a Dios se ha hecho un notable esfuerzo en
este sentido. La encíclica sinodal Pastores dabo vobis y las ratío para la
formación, especialmente las tres versiones de la Ratío mexicana, son preciosos
ejemplos de este esfuerzo. Pero al mismo tiempo se deja al equipo formador la
definición de los medios pedagógicos para que se vaya consiguiendo dicha
finalidad en un lugar concreto, en una cultura y circunstancias muy definidas.
Por otro lado, nos encontramos con un problema grave en la formación:
muchos de los seminaristas, que aspiran al sacerdocio como vocación específica,
no tienen aún bien afirmada su iniciación cristiana. Surge así el fenómeno del
seminarista no convertido y, lógicamente, la confrontación con quien ha
conseguido una mejor definición de su identidad como discípulo del Señor. La
formación en el Seminario Mayor es estrictamente sacerdotal, sin embargo, debe
trabajar en los tres planos: el humano, el cristiano y el sacerdotal, porque la
persona que se forma es una sola. La
Itinerarios formativos 6 ¿Qué es un itinerario?

insistencia del documento de Aparecida en torno a la formación de todos los


discípulos y misioneros es un reflejo de esta realidad. Por ello la iniciación
cristiana ha de ser inspiradora del itinerario y a la vez un objetivo prioritario a
conseguir, sobre todo en las primeras etapas de la formación sacerdotal. De este
modo, las primeras etapas pondrán el acento en lo humano-cristiano y las
últimas, en lo específicamente sacerdotal, aunque los tres niveles estén presentes
siempre.
En el ámbito del seminario diocesano, hay que decir que no es suficiente con
dar al Curso Introductorio un contenido en esta línea. Toda la Etapa Filosófica,
unida al Curso Introductorio, apenas podría ofrecer un fundamento suficiente.
Cuando el Código de Derecho Canónico exige en el canon 235 un mínimo de
cuatro años de formación en el seminario, se refiere a la formación específica
para el sacerdocio, suponiendo precisamente una iniciación cristiana previa. Por
ello se identificará la etapa filosófica como una etapa discipular.
Más adelante se explicitará todo lo que se refiere a las etapas de la
formación, pero ahora interesaba dejar constancia de la gran importancia que
tiene el establecer unas bases desde la iniciación cristiana en la formación de las
vocaciones y de que, si llegara a faltar esta iniciación, sería muy difícil intentar
dar pasos más concretos en la formación de la vocación específica.

Definición y características del itinerario


El itinerario formativo es el conjunto de pasos que se proponen
pedagógicamente a los seminaristas para que consigan, de una manera
intencional y libre, el objetivo que se pretende en la etapa correspondiente.
Tiene contenidos propios y propone una metodología. El itinerario tiene unas
características:
■ Es espiritual. El núcleo de la formación es espiritual. Éste es el eje en
torno al cual debe girar toda la formación. Se propone al seminarista un camino
propiamente espiritual, semejante ai catecumenado para el bautismo, en el que va
a ir consiguiendo un crecimiento más objetivo en su vida cristiana y vocacional.
Por eso el itinerario implica a todo el equipo formador, y a todos desde el punto
de vista de la formación espiritual. El itinerario exige una orientación precisa de
los medios espirituales en la etapa, y en especial de los ejercicios espirituales, los
retiros mensuales, la oración personal y comunitaria, ía lectura espiritual. Sobre
todo interesa el paso que cada muchacho pueda dar en la maduración de su
imagen de Dios, su conocimiento de la Palabra, su vivencia de! misterio de
Cristo.
■ Es integral. A la vez implica las demás dimensiones de la formación, de
modo que se proponga un desarrollo de toda la personalidad, especialmente de los
aspectos humanos que entran en juego en el proceso vocacional y fundamentan el
camino espiritual que se ha emprendido. Es importante que el itinerario establezca
los nexos entre los estudios, ia formación humana y comunitaria, la actividad
apostólica y la dimensión espiritual. Todo está
Itinerarios formativos 7 ¿Qué es un itinerario?

conectado para hacer un solo proceso. Los alumnos identifican bien el


camino que se les propone y logran esta integración de todos los medios
formativos. No existen actividades yuxtapuestas, sino profundamente
complementarias entre sí, ordenadas en su conjunto a un fin.
Es propositivo. Invita constantemente al seminarista a comprometerse en
su formación en momentos bien definidos de su proceso vocacional. No
establece más normas disciplinares, no pretende coaccionar, sino
proponer un camino de crecimiento personal y comunitario que puede ser
evaluado así como es propuesto de manera pedagógica. Pretende fijar la
atención del alumno en un objetivo concreto, unificador de su momento
formativo. El estilo propositivo supone dos actitudes formativas: se
cuenta con la inteligencia y la voluntad del alumno, es decir, con su
capacidad de comprender lo que se le propone y de asumirlo
personalmente; pero sobre todo se propone con el propio ejemplo de
vida, con la participación en el proceso del mismo equipo formador.
Es gradual. Propone pasos consecutivos, en donde un elemento lleva a
otro de modo dinámico, bien organizado, incluso experimentado a lo
largo de los años. Da el tiempo suficiente para que el muchacho
comprenda lo que se le pide, consulte sus dudas, se determine y dé los
pasos correspondientes. Por ello no debe ser agobiante para el muchacho.
Al contrario, hay que seleccionar bien lo que se le propone para que
pueda realizarlo con serenidad, respetando el ritmo de crecimiento de
cada uno.
Implica un acompañamiento personal y grupal. Este camino
pedagógico debe ser explicado a cada grupo de seminaristas con detalle,
en reuniones amplias en las que se va proponiendo el camino a seguir y
los medios formativos. Pero también exige que las entrevistas, se realicen
en sintonía con los objetivos que se van planteando y que esto lo hagan
todos los que intervienen en el proceso. El itinerario es orientación para
diversos elementos formativos como son los ejercicios espirituales, las
celebraciones litúrgicas, los paseos comunitarios, la organización del
deporte, la formación complementaria o práctica, etc.

Resonancias psicoafectivas
Si estas son las características objetivas y pedagógicas del proceso
formativo, no dejan de tener importancia las resonancias psicológicas del
mismo. Proponer a los alumnos itinerarios bien diseñados es:
■ Alentador. Tener un rumbo fijo, bien definido, es fuente de aliento, un
verdadero estímulo para el formando. No tiene la sensación de caminar
sólo o de ir a la deriva, o de vivir sujeto al capricho de los formadores.
Su esperanza de ir avanzando en el camino se ve afirmada por la
experiencia concreta de pasos que se le van proponiendo y por el ejemplo
de otros compañeros que ya han transitado por la propuesta. Hay que
reconocer que muchos de los
Itinerarios formativos 8 ¿Qué es un itinerario?

seminaristas llegan a una situación de desaliento que viene provocada


por la falta de calidad de los procesos formativos.
■ Exigente. Un itinerario bien elaborado plantea exigencias concretas para
los seminaristas en cada uno de los momentos de su formación. Así como van
cambiando los objetivos y el carácter de cada etapa, así el muchacho va descu-
briendo exigencias para cada momento formativo. De modo que no es un clima
que acoja a personas que no trabajan sobre sí mismas o que se refugian en la
pereza mental. En un ambiente verdaderamente formativo no es posible
permanecer pasivamente, sino que cada uno debe afrontar la exigencia de una
verdadera perseverancia. Aquí conviene distinguir entre la mera permanencia de
una persona, que está como un mueble, sin plantearse objetivos de crecimiento, y
la perseverancia de quien formula y replantea continuamente objetivos para su
formación.
■ Confrontador. La confrontación es una regla fundamental del clima que
forma. El alumno se acostumbra a recibir confrontaciones porque sabe que es la
única manera de progresar en la ¡nternalización de los valores cristianos y
vocacionales. La relación con los formadores, sin perder en nada su sentido
fraterno, es reconocida por el alumno como una referencia indispensable y como
una inestimable ayuda para llegar a ser él mismo. No solamente soporta la
confrontación, sino que aprende a abrirse a ella de corazón, experimentando de un
modo muy vivo que no se puede caminar sólo en la vida de fe. Se sabe amado en
la confrontación.
■ Cuestionante para los formadores. Tampoco el formador puede estar
fácilmente en un clima como el que estamos describiendo. El solo hecho de
proponer itinerarios a los jóvenes hará que los formadores se vean cuestionados
en su propio camino de conversión y de formación permanente. Para ellos el
ministerio presbiteral ejercido en la formación se torna en invaluable oportunidad
para retomar los retos pendientes de su propia formación. Esto provoca que no
tengan lugar las actitudes de orgullo y de altanería que muchas veces han
padecido nuestros formandos cuando se tropiezan con formadores que no están en
camino, y por ello no tienen verdadera autoridad para proponerles un camino de
fe.

Justificación Es conveniente
elaborar un itinerario formativo por las siguientes razones:
■ Las normas establecen solamente el fin. Se necesita una mediación
pedagógica
de los objetivos de la etapa, de modo que el formando tenga una idea
clara
sobre qué pasos concretos debe dar en cada momento de cara a conseguir
el
objetivo. Con el itinerario respondemos metodológicamente a la pregunta
que
el muchacho se hace con la mayor espontaneidad: ¿Cómo se consigue el
fin de
la etapa?
Itinerarios formativos 9 ¿Qué es un itinerario?

■ Cada etapa de formación persigue objetivos difíciles de conseguir. Sólo se


caminará hacia ellos con planteamientos específicos, acompañados muy cer-
canamente. Por ejemplo, al terminar la etapa filosófica en el seminario se pide que
el alumno tenga una decisión firme por el sacerdocio. Conviene que nos
preguntemos: ¿Cómo se consigue esa decisión firme? ¿Qué cuestionamientos hay
que provocar para que esto realmente se consiga? ¿Qué criterios pueden ayudar a
evaluar si esto se ha conseguido o no?
■ Los jóvenes en la actualidad tienen dificultades para plantearse objetivos a
largo plazo, piden satisfacción en el corto plazo. Su perspectiva es la del pequeño
fragmento, la del momento presente. Esta condición de la posmodernidad plantea
una exigencia grande a los formadores. Es necesario proponer objetivos y medios
específicos al menos para cada curso, e incluso para períodos de tiempo más
breves, dentro de una visión orgánica, para que el muchacho tenga criterios de
autoevaluación en cada uno de ellos y note verdaderos avances en la línea de los
objetivos propuestos.
■ Algunas de las etapas pueden ser percibidas como un requisito para pasar a
la siguiente. Conviene presentar objetivos claros para cada curso, de modo que la
etapa se justifique por el proceso espiritual que se lleva a cabo. El itinerario
compensa cierta dificultad que puedan encontrar en otras dimensiones como, por
ejemplo, la de los estudios. Un ejemplo clásico es el de la etapa filosófica. Hay
alumnos a quienes la filosofía les parece un túnel oscuro que tienen que pasar
para llegar a la tierra prometida de la teología. Si se identifica a esta etapa como
discipular, los estudios filosóficos se integran en torno a un fin mayor, de carácter
específicamente espiritual.
■ Los formandos necesitan tener criterios más objetivos para su propio
discernimiento vocacional, el itinerario los va proponiendo poco a poco. De modo
que se hace posible la autoformación y la autoevaluación. Dependen menos de las
situaciones coyunturales que se dan en toda casa de formación y de los momentos
afectivos por los que van pasando y más de criterios sólidos de discernimiento.
■ Cada vez se percibe con mayor claridad que la propuesta formativa debe
ser mejor perfilada, pues la falta de definición en esto es una causa importante de
las deserciones en el proceso vocacional. No suele ser defecto de los jóvenes, ni
del ambiente, sino de nuestra propia propuesta como equipo formador.
■ El itinerario ofrece materia abundante para las entrevistas, tanto con el
director espiritual como con el asesor o prefecto, e implica una formación más
detallada y exigente.

Salto de calidad en la formación


El itinerario es, sobre todo, una guía y un estímulo para los mismos seminaristas.
Se comprende más como guía para los alumnos que como acuerdo del equipo
formador.
Itinerarios formativos 10 ¿Qué es un itinerario?

De modo que ellos puedan conocer los pasos que objetivamente es necesario dar
en su proceso y tengan criterios de autoevaluación. Evidentemente el itinerario
es para quien emprende el viaje. Sería poco estimulante que la agencia de viajes
guardase en secreto los detalles del trayecto. Al contrario, se esfuerza por darlo a
conocer a los viajantes para que se sientan confiados durante el recorrido y
estimulados para llegar a la meta.
Crear los itinerarios formativos implica un salto de calidad en la formación,
que se puede describir de la siguiente manera:
■ El paso de una formación que obedece a la improvisación y a la inevitable
falta de experiencia de los formadores, a una formación que propone un método
bien reflexionado por el equipo, probado y mejorado a lo largo de los años y en
circunstancias reales. El itinerario no sólo exige acuerdo del equipo formador,
también conlleva el estudio, la preparación detallada de la propuesta misma y de
los diversos momentos formativos. Exige también un esfuerzo de continuidad
entre los formadores que se van sucediendo en la responsabilidad formativa sin
que esto vaya en detrimento del proyecto.
■ El paso de la transmisión automática e inconsciente de las deficiencias
forma-tivas de los mismos formadores a los alumnos, hacia un cuidado más
objetivo y armónico del equilibrio entre las diversas dimensiones de la formación.
Esto se puede dar porque la estructura de la formación depende de un plan y no
sólo de unas personas. El equipo formador se ve exigido, por el propio itinerario,
a cultivar un mayor equilibrio, a caminar hacia una formación más integral.
■ El paso de los desacuerdos y las rupturas entre los criterios de un formador
que sucede a otro, a la continuidad del proyecto formativo apoyada por las distin-
tas generaciones de formadores. Los nuevos miembros que llegan al equipo
formador, reciben los materiales que concretan la experiencia y el aprendizaje de
los anteriores. Más allá de las personas prevalece el proyecto.
■ El paso de la experiencia del alumno en un "régimen" formativo o de
internado, donde muchos de los elementos que teóricamente apoyan su formación
no son comprendidos por el sujeto y por ello no son aprovechados, a quien vive
apasionadamente un camino de crecimiento personal en torno a los valores
evangélicos que ha comprendido y ha aceptado como buenos para sí en el camino
de su vocación específica y contempla cómo se constriyen en su vida espiritual.
■ El paso de una casa en la cual la disciplina, comprendida como norma
exterior, ocupa el centro, a una casa en la que la autodisciplina es vivida como
camino de exigencia y vía de plenitud personal y comunitaria. Desde una
formación que consiste en sobrevivir en una estancia cronológica a una formación
kairológica, es decir, donde el hoy del encuentro con el Señor ocupa el centro.
Itinerarios formativos 11 ¿Qué es un itinerario?

■ El paso de la dolorosa experiencia de grupos de seminaristas que se van des-


membrando poco a poco, según van teniendo dificultades de distinto orden en su
proceso, creando toda una situación de desaliento, a grupos que tienen el gozo de
culminar como tales las etapas formativas y donde todos cubren los objetivos que
se les propusieron, más allá de su perseverancia o no en este camino vocacional.
De ver la ordenación como único objetivo a considerar la formación como un
proceso de crecimiento en la fe y en el discipulado.
■ El paso del desequilibrio entre las dimensiones formativas, que nos lleva a
darles nombres que privilegian una de ellas en detrimento de las otras, como
"etapa filosófica", "facultad de teología", etc., a una propuesta integral de la
formación en la cual el eje identificador y unificador del proceso está en la línea
de la identidad espiritual y vocacional del alumno. Este segundo modelo se
plasma en nombres como "etapa discipular", "etapa configuradora", "cenáculo",
etc.
■ El paso de una formación rutinaria, en la que es frecuente la desconfianza y
la falta de transparencia, a una formación impregnada por el sentido místico y
ascético propio de los procesos de maduración en la fe.
■ El paso de alumnos que cultivan miras humanas desde su formación como
el prestigio y la competitividad, a alumnos que polarizan sus energías en torno a
objetivos específicamente formativos y por ello pueden vivir en libertad, más allá
de estas ambiciones de cargos y privilegios.
2. El seminarista

Es un principio pedagógico aceptado por todos que el seminarista es el primer


protagonista de su propia formación1. El enunciado es claro, pero ahora nos
interesa responder al cómo de este protagonismo. Se requiere especificar cuáles
son los cauces por los cuales realmente se convierte en el primer agente y
responsable de su propia formación. La vida espiritual se puede comparar con un
entrenamiento físico, es éste el origen de la conocida expresión ejercicios
espirituales. En el ejercicio físico la parte que corresponde al ejercitante es
absolutamente necesaria. El entrenador puede dar indicaciones, hacer
observaciones, sugerir métodos, pero nadie puede sustituir a la persona que se
ejercita. Algo similar ocurre en la formación. Al finalizar la formación será él
quien, de su puño y letra, solicite el paso a una nueva etapa formativa o a la
recepción de las órdenes. Consecuentemente en este capítulo se intentará
especificar cuáles son las responsabilidades que corresponden al seminarista.
La autoformación exige un desarrollo personal suficiente que se irá
consiguiendo de modo gradual a lo largo de la formación. Por tanto, en todo lo
que se indique en este capítulo hay que tener muy presente la gradualidad. Poco a
poco el seminarista se irá haciendo responsable de sus actitudes formativas hasta
ser propiamente el primer responsable en la formación permanente. Así, durante
la formación básica es necesario responder continuamente a la pregunta: ¿cómo
estamos preparando al seminarista para que asuma por sí mismo esta parte de su
formación? La formación permanente se convierte de esta manera en el referente
y el marco de comprensión de la formación básica. Esto desde dos puntos de
vista: a) Un presbiterio puede ofrecer la formación básica para la que está
capacitado. Es evidente que el presbiterio transmite unos contenidos a los
seminaristas. Lo hace muy concretamente por medio de los formadores. Hay que
verificar que estos contenidos sean positivos, y si no lo son, hay que trabajarlos
no sólo en el seminario, sino también en el presbiterio. Los formadores tienen
datos importantes que aportar a la comisión de formación permanente, b) El
resultado de la formación básica se verá aproximadamente diez años después, en
el modo como los ya sacerdotes estarán dispuestos para la formación permanente,
por ello hay que enseñar los medios formativos de tal manera que se sigan
aplicando a lo largo de la vida, desde la convicción adquirida en la formación
básica.
La actitud formativa básica que toda persona ha de cultivar se puede enunciar
por medio de un binomio: docilidad-disponibilidad. Es una actitud que ha de
cultivarse no sólo ante los medios formativos, sino ante la vida misma. Lo que
interesa es que la persona esté dispuesta a aprender de la vida, manteniéndose
dócil y disponible ante lo que ella le presenta. La docilidad subraya más la
dimensión pasiva de quien se mantiene abierto ante lo que se le propone; la
disponibilidad subraya, por el contrario, la dimensión activa de quien colabora
intencionalmente para que los acontecimientos se transformen en aprendizajes.
Desde esta actitud básica se perfilan una serie de actitudes que los formadores
necesitan aprender a observar y a estimular en los alumnos:
1
Este principio está bien establecido en Pastores Dabo Vobisn. 51 y en NBFSM n. 39.73.76.77.78.
Itinerarios formativos 14 El seminarista

Aprovechar lo que tiene. Es un elemento de realismo de gran valor. El


alumno debe aprender a aprovechar los medios con los que cuenta en medio de
las normales limitaciones de la vida. No existen formadores perfectos, ni
bibliotecas totalmente surtidas, ni canchas de juego ideales; lo que existe son
siempre medios y recursos limitados y en cierto sentido pobres. Pero es
fundamental que aproveche lo que tiene y construya lo mejor que pueda. Ser dócil
y disponible ante estos medios formativos bien concretos. La capacidad de
aprovechar lo que tiene es un comportamiento que ya debe aparecer en las
primeras etapas de la formación, incluso en el seminario menor. Conviene
confrontar la actitud contraria, que puede tomar la forma de la añoranza de lo que
no tiene o del desperdicio de lo que tiene y huele a justificación. Es una condición
de realismo, porque ha de trabajar con la realidad concreta. De modo gradual se
irá perfilando una actitud más profunda y espiritual de gratitud ante todo lo que le
ha ofrecido la casa de formación, pero lo primero que hay que observar y evaluar
es un buen aprovechamiento.
Buscar el equilibrio. El seminarista debe aprender el valor del equilibrio entre
las dimensiones de su personalidad, que son también las dimensiones de la
formación. Todos tenemos una dimensión en la que nos sentimos más fuertes y
seguros, pero es un error grave refugiarse en ella en detrimento de las demás.
Conviene objetivar a los muchachos los desequilibrios que puedan existir en su
proceso y estimularles para buscar un desarrollo más armónico de su propia
personalidad. Para ello es útil que se les acostumbre a analizar las áreas fuertes y
las áreas débiles, de modo que adquieran conciencia de ellas, llevando las más
débiles al diálogo con los formadores. El muchacho debe llegar a experimentar el
gozo de desarrollarse en las dimensiones más débiles, haciendo verdaderos
progresos en ellas. Observar los pasos graduales: a) Al principio de la formación,
que cultive la docilidad para introducirse en las diversas dimensiones formativas
mostrándose dispuesto a aprender y a incorporar un elemento nuevo en su
formación. Por ejemplo, el que nunca ha hecho deporte o el que nunca ha hecho
limpieza, que ponga verdadero interés en ello, b) A la mitad del proceso, que vaya
adquiriendo hábitos en cada una de las dimensiones, de modo que ninguna de
ellas permanezca siendo ajena para él. Sabe cómo estudiar, cómo orar, cómo
hacer deporte o limpieza, c) Acercándose al final del proceso, que se mantenga
abierto a todas las dimensiones de la formación y trabaje efectivamente en ellas
en todo tiempo. Por ejemplo, que sea capaz de hacer oración en tiempo de
exámenes o de estudiar en tiempo de apostolado.
Consultar y clarificar. Con estos dos verbos se señala la docilidad ante los
forma-dores y la disposición a dejarse ayudar. El seminarista necesita aprender de
manera existencial que el camino de la fe y de la maduración personal se recorre
con la ayuda de otros, tanto en el acompañamiento del Prefecto como del Director
Espiritual. Aquí también hay una gradualidad: a) Se abre a la ayuda que le
ofrecen los formadores o a otros especialistas, asistiendo puntualmente a las
entrevistas y pidiendo ayuda cuando lo necesite. Aprende a preparar una
entrevista y a aprovecharla, a afrontar la verdad, a reportar sus avances y
retrocesos, b) Sistema-tiza el recurso a la ayuda de los forma-dores, de modo que
profundiza en la relación, consiguiendo una referencia de acom-
Itinerarios formativos 15 El seminarista

pañamiento estable y sólida. Se ha dado a conocer más profundamente y así com-


prueba la utilidad práctica del acompañamiento, c) Ha adoptado el
acompañamiento como un referente necesario para su proceso de maduración
humana y espiritual, de modo que tenderá a buscarlo en el futuro.
Compromiso y radicalidad. El seminarista debe estar abierto a
comprometerse en su formación y dispuesto a vivir con radicalidad la etapa de
formación en la que se encuentra. El compromiso se opone al mero cumplimiento
o a aplicar a medias los recursos con que cuenta para la formación. La radicalidad
es una expresión de su fe. Para crecer en ella es útil observar los ejemplos de
radicalidad que tiene a su alcance y muestran un camino de compromiso creyente:
a) Un primer paso consiste en vencer la tendencia a la comodidad o a la
negligencia. Debe comprender que la vida sacerdotal no es para personas
perezosas, cómodas o aburguesadas. Por tanto, asumirá el trabajo como parte
ordinaria de su vida; hará un verdadero esfuerzo en cada uno de los aspectos de la
formación. Este esfuerzo es una manifestación de su fe. b) Aparecerá en su
horizonte de intereses lo que es más urgente en el contexto comunitario, de modo
que surjan las prioridades como objeto de su compromiso. Accede a estas
prioridades guiado por el Evangelio, c) El compromiso se torna definitivo,
estableciendo opciones que ya marcarán su personalidad para siempre.
Adquirir hábitos. La adquisición de hábitos está en el centro del proceso
formativo y es materia específica de formación durante la etapa filosófica, pero
anteriormente se prepara y después se afina. En la formación de hábitos se juega
en buena medida la posibilidad de perseverar en el camino formativo. Tienen una
gran importancia en la cultura actual. Junto a los hábitos está el aprendizaje de los
métodos, por ejemplo, consigue más fácilmente un hábito de oración o de estudio
quien ha conseguido un método estable para la oración o el estudio. Cuando
realmente se ha adquirido un hábito, éste redunda en la disposición pronta para
aprovechar las ocasiones y medios que se le presentan, por ejemplo, si hay hábito
de oración, se aprovechan bien los espacios de retiro espiritual. Algunos de los
hábitos que es necesario fomentar son los siguientes: limpieza e higiene, orden,
puntualidad, deporte, silencio, escucha, diálogo, oración, trabajo, distribución del
tiempo, diálogo formativo, preparación del apostolado, estudio, respeto del
tiempo y el espacio de los demás.
Desde la metodología propuesta en el capítulo 6 que inspira todo el itinerario,
el seminarista deberá hacerse responsable del cultivo de cuatro actitudes
formativas:
Capacidad perceptiva. Consiste en aprender a poner atención a la realidad
que le rodea. La percepción es la puerta de entrada del conocimiento y el
referente para el compromiso. Lo opuesto a la percepción es la distracción, la
falta de atención. Percibir implica la disponibilidad para poner atención y para
acumular datos. Es en el fondo una actitud de docilidad ante la realidad misma y
de disponibilidad para relacionarse con ella. La capacidad perceptiva se abre a
dos objetos fundamentales: los ideales que nos han convocado en el seminario y
la realidad personal, comunitaria y social. La aplicación de la precepción es
amplia y marca un proceso de maduración en la apertura a la realidad: a) La
percepción clara de lo que se propone como objetivo y
Itinerarios formativos 16 El seminarista

medio para la formación. El seminarista pone verdadera atención al paso


formativo que propone el itinerario. No es válida la actitud del quien no se da
cuenta, de quien se olvida o no consulta sus dudas. Esto se resuelve en las
primeras etapas, b) La atención al modelo de Cristo y a los valores del Evangelio,
que nos han convocado en este proceso de formación. El misterio de Cristo ocupa
un lugar importante en la disponibilidad perceptiva del seminarista, de modo que
garantiza una actitud atenta y orante, especialmente ante la Palabra de Dios, c) El
seminarista aprende a poner atención a las necesidades de los demás, percibe no
sólo las situaciones externas, sino su vida interior y sus sentimientos. Es percibir
a los destinatarios de la propia misión, contemplando como Cristo contempla a
las multitudes con misericordia. Desde esta actitud ha de llegar a interpretar su
futuro sacerdotal como un verdadero compromiso social, d) Es atención a su
propio comportamiento. Deja de estar distraído y adquiere la habilidad de percibir
sus aciertos y contradicciones, su coherencia o incoherencia con los valores
evangélicos. El continuo ejercicio de cuestionamiento que propone el itinerario
exige que el seminarista permanezca atento a su propio comportamiento, e) Es
atención, por fin, al clima comunitario y formativo que existe entre los mismos
seminaristas. En el proceso se insiste una y otra vez en la importancia de definir
un contexto moral y un ambiente comunitario que efectivamente ayude a la
formación. El seminarista debe adquirir una capacidad crítica ante esta realidad
comunitaria.
Capacidad reflexiva. Es la capacidad de profundizar, de guardar silencio, de
entrar dentro de sí mismo para comprender mejor, de modo que llegue a dar una
explicación de la realidad y sea hábil para expresarla con sus propias palabras.
Existen varios campos en los cuales se puede observar el crecimiento de los
alumnos en este sentido:
1) En la dimensión espiritual adquiere la capacidad de guardar silencio y de
dedicar espa-cios amplios de tiempo a la reflexión orante. Durante el curso
introductorio se ha ampliado a una hora el tiempo diario de oración y se le ha
enseñado a utilizarlo, de modo que en las etapas posteriores el muchacho pueda
reflexionar con profundidad.
2) La capacidad reflexiva que le lleva a relativizar sus propios impulsos. Ya no
actúa movido sólo por los sentimientos, sino ponderando bien las razones que
tiene para actuar de un modo o de otro, c) La reflexión intelectual tiene un lugar
importante en la formación de los seminaristas. Ya en la etapa filosófica deben
conseguir una profun-dización intelectual suficiente y una expresión ordenada y
personal del propio pensamiento, matizando y personalizando los datos que
puedan extraer de otros autores o pensadores. El seminarista debe llegar a
formular su propio pensamiento, d) Es fácil notar la capacidad reflexiva de los
seminaristas en torno a sus decisiones, a la pertinencia de pedir ciertos permisos, a
lo que es oportuno y lo inoportuno, e) La reflexión tiene por objeto la realidad
social y política. El seminarista ha de llegar a elaborar juicios reflexivos en su
visión de los conflictos sociales, de la realidad política, de situaciones en las
cuales su ministerio pastoral va a incidir directamente.
Disponibilidad para la confrontación. La confrontación es necesaria en el
proceso formativo porque todos estamos necesitados de la retroalimentación que
las demás personas nos ofrecen para nuestro propio desarrollo. Hay formación en
la medida en que existe la disponibilidad para ser corregido o para recibir
advertencias. Se pueden
Itinerarios formativos 17 El seminarista

distinguir cuatro niveles en la disponibilidad ante la confrontación: a) El rechazo


y la reacción defensiva. La primera reacción ante la confrontación es negarla.
Este tipo de reacción es muy normal porque siempre se trata de algo doloroso o
incómodo, que cuestiona a la persona. Lógicamente surgen las reacciones
defensivas. Es importante que el formador refleje al alumno sus reacciones
defensivas, haciéndole consciente de lo que le ocurre, b) La apertura inicial. El
segundo nivel se da cuando el seminarista aprende a "tomar nota" de la
confrontación. Más allá de sus sentimientos o de sus reacciones, pone atención a
la confrontación y se abre a la posibilidad de un análisis, aunque éste se dé
posteriormente, en un momento de mayor calma. Su reacción primaria está ya
matizada por la decisión de aprovechar lo que se le está advirtiendo. Cuando da
este paso, el papel del formador consiste en reflejarlo y alentarlo a mantenerse en
este progreso, c) La apertura profunda. Este tercer nivel ocurre cuando el
muchacho toma conciencia de que está necesitado de la confrontación, entonces
ya no sólo la tolera, sino que la agradece y la pide, porque sabe que es un medio
indispensable para crecer. Las reacciones pasan a un segundo plano, porque ha
llegado a ver la realidad con mayor objetividad. Adquiere la habilidad de captar el
momento de la confrontación y de abrirse para escuchar con profundidad lo que
se le advierte. Su reacción es de mayor serenidad, d) La capacidad de cuestionarse
a sí mismo. El muchacho se hace capaz de criticar su propio comportamiento. Se
ha abierto a la corrección de tal manera que basta con una breve insinuación para
que saque por sí mismo las conclusiones pertinentes. Cuando llega a esta situación
reacciona ante la confrontación con una sonrisa, mirando sus defectos con buen
humor: se hace capaz de reír de sí mismo en la situación.
Integración y apropiación. El seminarista llega a ser protagonista de su
propia formación cuando, habiendo percibido las contradicciones de su propia
personalidad, encuentra una resolución positiva transformándolas en
oportunidades para hacer el bien y para servir. El seminarista ha hecho un
esfuerzo por conocerse a sí mismo, de modo que permanece abierto ante la propia
realidad, con virtudes y defectos. Esta apertura le ayuda a prevenir las situaciones
en la cuales puede surgir la contradicción. Y esto al grado de que pueda conseguir
una visión positiva de sí mismo en medio de ella. Se describen a continuación tres
pasos consecutivos en la integración y apropiación de las propias contradicciones:
a) El que pone verdadera atención a las confrontaciones o a la retroalimentación
que se le hace y pone los medios para mejorar lo que sea conveniente. Aplica sus
energías en esta integración y en la superación de sí mismo y no en defenderse o
en negar las contradicciones, b) El que elabora su proyecto personal y lo
comparte, incorporando las sugerencias o puntos de vista que le ofrecen los
demás, descubriendo en ellos una mediación de la presencia de Dios que lo llama
y lo conduce a la santidad, c) El que interpreta los propios aciertos y deficiencias
como oportunidades para hacer el bien. Es una persona vigilante sobre sí misma,
pero puesta de tal modo al servicio, que todo lo que tiene sabe aprovecharlo para
el bien. Ha integrado y apropiado sus contradicciones de modo que ya no son un
obstáculo, sino un medio para el servicio.
Capacidad de decisión. Los objetivos de las distintas etapas formativas
proponen
Itinerarios formativos 18 El seminarista

un desarrollo en la capacidad de decisión que va desde la primera opción


vocacional al final del curso introductorio, la decisión firme en el paso a la etapa
teológica y la decisión definitiva en el proceso de órdenes. Es evidente que este
proceso implica la maduración espiritual (determinación espiritual) y humana (la
decisión misma) de la persona. La capacidad de acercarse a estas grandes
decisiones ha de reflejarse en las pequeñas decisiones de cada día, de modo que el
seminarista vaya consiguiendo una auténtica autonomía en lo que le corresponde.
La capacidad de decisión se expresa de un modo particular en la elaboración de
su proyecto personal. Para los formadores es relativamente fácil observar si el
muchacho está creciendo o no en ello; a lo largo del proceso deberá ir perfilando
un estilo personal cada vez más coherente con los valores evangélicos y
sacerdotales, afinando en los pequeños detalles y sobre todo en las actitudes que
irán marcando su vida en el camino vocacional que ha elegido. Para ello se
propuso la elaboración del proyecto personal desde el curso introductorio y se
pide en la etapa teológica el proyecto sacerdotal.
El examen y el arrepentimiento. Es una faceta espiritual de la
responsabilidad del seminarista sobre su propio proceso. En el proceso formativo
deberá irse ampliando el horizonte del examen de su conciencia y,
consecuentemente, de su arrepentimiento. Desde una moralidad de tipo más
individual hasta una moralidad de cuño más social y comunitaria; desde una
visión genérica del bien y del mal hasta una visión bien específica de lo
conveniente o no conveniente en el ministerio sacerdotal; desde cierta
superficialidad que tiende a justificar las propias faltas hasta la autoexigencia;
desde la visión determinada por su origen familiar y social hasta una visión más
objetiva de lo bueno y lo malo. Un verdadero ejercicio del examen y del
arrepentimiento lleva al mucha-cho a convertirse en protagonista de su propia
formación.
Sintonía-comunión. El ministerio sacerdotal es un ministerio de comunión,
en el cual cada uno ha de buscar intencional y libremente construir la comunión.
Por ello el seminarista se hará sujeto de su propia formación en la medida en que
desarrolle la sintonía con todo lo bueno que tienen y hacen los demás y de
comunión en medio de las diferencias. Los formadores deberán estimular y
alentar las actitudes de sintonía y de comunión con los demás. Lo contrario es la
persona individualista, centrada en sí misma, que no ve más allá de sus propios
intereses o carece de la capacidad de valorar lo que los demás edifican.
Se podría continuar describiendo las actitudes por las cuales los seminaristas
se hacen responsables de su propia formación, pero lo que más interesa subrayar
es la mirada de los formadores sobre esta realidad. Los formadores encontrarán
su mayor alegría en contemplar cómo los seminaristas se van haciendo cada vez
más capaces de asumir autónomamente su propia formación, porque así están
preparando las actitudes que garantizan la formación permanente.
3. El equipo formador

Proponer los itinerarios formativos plantea, como primera exigencia, la existencia


de un verdadero equipo formador. Desgraciadamente ésta suele ser la primera
dificultad en muchas diócesis. A veces se da tal carencia a causa de la falta de
valoración de la tarea formativa o por la escasez de personal. En los seminarios
diocesanos nos tropezamos con muchos formadores que no llegan a descubrir la
tarea formativa como una verdadera acción pastoral, y por ello les cuesta
centrarse en el seminario y encontrar en él un campo válido de realización
pastoral. Es llamativo que en las nuevas Normas Básicas se utilice
reiterativamente la expresión: La pastoral de la formación, precisamente porque
se ha tomado conciencia de este problema. De modo que la primera dificultad que
se plantea es la de no contar con un verdadero equipo, en el fondo porque la
formación no ha llegado a ser una prioridad real en la Iglesia Particular. En
ocasiones el Plan Diocesano de Pastoral no cuenta suficientemente con el
Seminario como institución formativa en la Diócesis o se enfrenta con él. Este
tipo de dificultades no son más que signos de la inmadurez de la Iglesia local.

El equipo sacerdotal
Antes de abordar el tema del equipo formador queremos buscar su
fundamento en el equipo sacerdotal como una forma de vida válida e incluso
necesaria en la vida presbiteral. Esta reflexión nos servirá, al mismo tiempo,
como introducción.
La comunión en la Iglesia. Partimos de una realidad subrayada por la
eclesiología de todos los tiempos. La Iglesia es una realidad colegial. Existe en
una forma comunitaria. Es una comunidad muy especial, porque está marcada al
mismo tiempo por el dinamismo de la misión. De tal modo que existe como
comunidad para ser enviada y dispersada, pero es enviada y dispersada para ser
nuevamente reunida. Convocación y éxodo marcan su naturaleza, que es
esencialmente evangelizadora. Además esta comunidad se entiende como
peregrina, sin ciudad permanente, atenta y expectante del mundo futuro; por ello
relativiza siempre sus logros y aspira siempre a una mejor realización de la
misión. La comunión eclesial es lo más contrario a una afiliación, que constituiría
un club selecto, formado por personas afines. Se parece más bien a un cuerpo
vivo, abierto siempre a una finalidad que va más allá de sí misma y de su propio
desarrollo. Este carácter centrifugo-misionero y centrípeto-comunional que la
marca íntimamente, hace de ella una comunidad singular. Una singularidad que la
convierte en testimonio de pobreza, de desprendimiento, solidaridad y esperanza
extraordinarias. Las múltiples formas de vida comunitaria que existen en su
interior participan de esta singularidad tan característica. Por ello se definen como
comunidades en camino y poseen una gran flexibilidad para ser convocadas y
dispersadas. El motivo de la comunidad no es la asociación, sino una misión
trascendente.
El orden sacerdotal, un ministerio colegiado. El ministerio de los presbíteros
y los diáconos está unido desde su mismo origen al orden episcopal, de tal modo,
que la
Itinerarios formativos 20 El equipo formador

vinculación de los presbíteros y los diáconos con el obispo es necesaria. Se


entienden como colaboradores del orden episcopal en una única misión y por ello
miembros de un único presbiterio. Este sentido de comunión y participación en el
único presbiterio nos hace descubrir que se trata de un ministerio que se recibe y
se realiza más como colegio que como individuos, es decir, que es esencial o
radicalmente colegial (PDV 17; Aparecida 195), tal como afirmamos que la
comunión es parte de la esencia misma de la Iglesia. Aceptar la colegialidad del
ministerio ordenado tiene muchas consecuencias prácticas, implica que la vida y
el ministerio sacerdotal se realicen en alguna forma de vida común, que ha sido
detalladamente explicada en la Presbyterorum Ordinis.
La íntima fraternidad sacerdotal. Estas tres palabras son las que se utilizan
en P.O. 8 para describir la relación que debe existir entre los presbíteros. Se da al
tema un lugar central, habiéndose descrito previamente la relación del presbítero
con el obispo o comunión jerárquica (n.7) y posteriormente con los fieles laicos o
fraternidad apostólica (n.9). La relación fraterna es presentada como clave
interpretativa y sustento práctico de todas las relaciones del presbítero.
Analicemos más detalladamente los términos que se utilizan.
■ El término central, fraternidad, está tomado de la vida de la familia.
Muestra que, como ocurre en la familia, a los hermanos no los elegimos, sino que
los recibimos porque nos son dados. De la misma manera, recibimos a los co-
presbíteros como un don y una gracia, como verdadera familia. Los presbíteros y
diáconos han sido llamados para constituir una familia en la cual se comparte la
vida y no solamente la actividad. El esquema de Presbyterorum Ordinis en torno a
la vida y ministerio de los presbíteros, vale para comprender el mismo modo de
vida del presbiterio. Está llamado a compartir la vida, y también el servicio
evangelizador. Si personalmente lo que hace fluye de lo que es, comunitariamente
su ser colegial precede a la organización de la actividad apostólica y aún más a la
administración. Dicho de otro modo, su ministerio, que es una responsabilidad
compartida, viene avalado y sostenido por alguna forma de vida común. Por esta
razón es coherente que entre los presbíteros, o entre los seminaristas, se llamen
"hermanos" y ensayen formas de vida común.
■ El primer adjetivo, íntima, coloca las relaciones entre los presbíteros en un
plano profundo. No se trata de cualquier tipo de relación, sino de un vínculo que
toca el corazón, la intimidad de las personas que lo construyen. Esto significa que
han sido llamados a compartir algún modo de vida común. El documento deja
muy abierta la realización de la misma: desde la mesa común hasta la casa
común... Lo importante es que se concrete algún modo de compartir la vida, que
implique todas las dimensiones de la persona del presbítero: su vida espiritual, sus
necesidades materiales, sus relaciones afectivas, su dedicación a la misión, su
tiempo libre. El código de 1983 abrió la posibilidad de la nueva figura jurídica de
los co-párrocos (canon 517) precisamente para garantizar que los presbíteros,
muchas veces aislados por la responsabilidad pastoral, pudiesen tener una forma
de vida común. La íntima relación entre los
Itinerarios formativos 21 El equipo formador

presbíteros evidentemente implica también una comunión ministerial, es


decir, la colaboración en el trabajo.
■ El segundo adjetivo, sacramental, quiere dejar claro el fundamento de
este
modo de vida propio de los presbíteros. Se funda en la común ordenación
y
en la común misión, no en las relaciones de simpatía ni en el sentido
práctico
de la vida. De modo que se trata de una vinculación que se da al mismo
tiempo con todo el presbiterio pero se concreta en la relación con los co-
presbíteros con quienes comparten una encomienda específica, por
ejemplo, el
párroco y sus vicarios, otro ejemplo es el de una residencia sacerdotal. El
equipo formador del seminario es una concreción excepcional de la íntima
fraternidad sacerdotal. Tanto la común ordenación como la común misión
exigen algún modo de vida común y la organización pastoral en común.
Múltiples concreciones. Existen muchos modos de concretar la vivencia de la
íntima fraternidad sacramental. Dependerá en buena medida de la misión recibida
por cada uno de los presbíteros y de los diáconos; también de las formas de vida
de cada uno de ellos y de las costumbres de cada lugar. Si queremos distinguir el
modo de vida común de los presbíteros frente a la comunidad religiosa, puede ser
útil el término "equipo". Así, podemos hablar del equipo sacerdotal, como la
forma de vida común más frecuente entre los presbíteros. Todo esto es discutible,
pero lo que queda claro es que se nos plantea un reto: que el equipo sacerdotal
llegue a ser una realidad en los presbiterios, que demos el paso de un sacerdocio
solitario, con todos los riesgos que conlleva, a un sacerdocio vivido en común. El
equipo formador del seminario ¿no estará llamado a ser una profecía de la íntima
fraternidad sacramental en el ámbito del presbiterio, y especialmente para las
nuevas generaciones?
La vida y el trabajo en el equipo formador. El modo de vida común de los
equipos formadores de los seminarios es un modo privilegiado y, por supuesto,
una gracia en la vida sacerdotal de sus miembros. El solo hecho de convivir en un
equipo y de trabajar en común asumiendo una responsabilidad compartida es
profundamente formativo para las personas que conviven allí. Siguiendo el
esquema, hay que especificar cómo se realiza la vida y el ministerio del equipo
formador. Pongamos atención a ambas realidades.
■ La vida común. Está marcada en el seminario por dos polos: el mismo
equipo
formador y la comunidad formativa. Es decir, los padres del equipo
formador
deberán buscar un modo de vida común con los seminaristas,
compartiendo
con ellos momentos de vida espiritual y de convivencia; de trabajo y de
descanso; formando con los alumnos una verdadera comunidad de vida y
enseñándoles a hacer realidad la íntima fraternidad. Pero, por otro lado,
han
de buscar un modo de vida común al interno del mismo equipo formativo,
que llegue a ser modelo visible y cercano de fraternidad presbiteral para
los
seminaristas. El arte de combinar ambos elementos producirá una vida
fraterna
sumamente rica, polifacética. Esto se completa ampliamente si
comprendemos
que la unión del equipo formador con el obispo es muy estrecha, y
también la
Itinerarios formativos 22 El equipo formador

unión con las familias de los seminaristas y otros miembros de la


comunidad educativa del seminario, que constituyen un sector muy selecto
de la Iglesia particular.
La tarea común. Lo que tienen delante en la vida cotidiana es una tarea
educativa de inmensa trascendencia para la Iglesia Particular. Surge así con
una gran fuerza el valor de la colaboración en lo que podemos llamar el
ministerio pastoral de la formación, para que ésta se realice de la mejor
manera posible. Todo lo que signifique preparar en equipo y presentarse
como equipo ante los seminaristas tendrá un doble efecto en la formación,
porque vendrá apoyado por la fuerza de un grupo. La riqueza de relaciones
y de tareas compartidas es grandísima, de modo que el trabajo en el
seminario se convierte en un campo precioso para vivir la comunión, la
colegialidad y la fraternidad1.

Existencia del equipo formador


El primer punto que conviene considerar es si realmente existe el equipo
formador. Tradicionalmente esto no ha sido lo más frecuente. Pero s¡ queremos
mejorar la calidad de la formación es necesario que las diócesis y sus órganos de
gobierno den un paso valiente hacia la constitución de verdaderos equipos
formativos, en los cuales los individuos pasen a un segundo plano y se subraye la
responsabilidad compartida. El equipo formador se constituye como una
referencia estable, que va más allá de los cambios de los formadores y de las
cualidades y deficiencias de cada uno. Para que se pueda hablar de la existencia de
un equipo formador, se señalan ahora algunos indicadores:
Número suficiente. Este es el elemento de juicio más básico. El equipo
formador existe cuando cuenta con un número suficiente de formadores que
pueda sustentar la tarea que llevan entre manos. Para juzgar sobre este punto
valen dos criterios:
■ El primero tiene que ver con las funciones de los formadores, que se
puedan ejercer con objetividad y estabilidad, más allá del número de alumnos. Por
ejemplo, es necesario que exista al menos un rector, un administrador y un
director espiritual. En nuestros seminarios se ha dado el paso a nombrar un
prefecto y un director espiritual para cada etapa formativa. La figura de dos
formadores corresponsables de cada una de las etapas ya está concretando lo que
significa la fraternidad presbiteral.
■ El otro criterio tiene que ver con el número de alumnos. Deberá contarse
con el número suficiente de formadores para que se garantice el acompañamiento
personal y grupal. Si se quiere dar una norma, diríamos que es necesario un
formador por cada 12 o 15 alumnos, de modo que, en una etapa formativa

1
Para dialogar en el equipo: ¿Estás convencido del valor de la fraternidad presbiteral? ¿Sientes la necesidad de una
relación fraterna en el presbiterio? ¿Cómo lo has vivido en el pasado? ¿Cómo se concreta este valor en el equipo
sacerdotal del Seminario?
Itinerarios formativos 23 El equipo formador

con 30 alumnos, puede trabajar muy bien el equipo de prefecto y director


espiritual, pero en una etapa que tenga más de 45 alumnos, ya hay que
pensar en nombrar directores espirituales extemos o buscar otra solución.
Si el número de los alumnos de la etapa pasa de 60 hay que pensar en un
equipo formador más amplio.
Dedicación real. Se puede armar un equipo formador y al mismo tiempo
cargar a sus miembros con otras responsabilidades, a veces son tantas, que es
realmente difícil que efectivamente trabajen en la formación. Se ha constituido el
equipo formador cuando cada uno de sus miembros puede dedicarse con
serenidad a la tarea formativa, de modo que cuenta con tiempo suficiente para
reflexionar sobre la delicada tarea que lleva entre manos, para estudiar y preparar
lo que sea necesario, como las clases, charlas de formación, retiros, ejercicios
espirituales, etc. La experiencia del equipo no es la de la superficialidad ni la de la
improvisación, sino la de una serena profundidad en la dedicación a su tarea. Hay
dedicación real cuando:
■ Los formadores no tienen cargos diocesanos absorbentes como ser vicario
de pastoral, canciller, responsable de la formación permanente, etc.
■ La pastoral de la formación es la prioridad en la vida y ministerio de los
miembros del equipo formador.
■ Otras ocupaciones y cargos pasan efectiva y objetivamente a un segundo
plano, e incluso son asumidas más como equipo que como individuos.
Un nivel de convicción. En el equipo formador cada uno de sus miembros
está convencido del valor pastoral de la formación y aplica sus energías a este fin.
No se busca otras ocupaciones, intereses o campos de realización personal. En
todo caso, este tipo de ocupaciones no se asumen en detrimento de la dedicación
de los forma-dores a su tarea propia. El rector tiene la responsabilidad, por un
lado, de defender la dedicación objetiva cada sacerdote del equipo a la formación
y por otro lado, de verificar el grado de convicción que tienen los miembros del
equipo y fomentar un crecimiento en este sentido. La falta de esta convicción se
refleja en las ausencias de los miembros del equipo. En concreto:
■ Cuando faltan en momentos importantes de la marcha de la casa, como la
programación, la formación permanente del equipo, las fiestas, etc.
■ Cuando no encuentran tiempo suficiente para el acompañamiento personal
de los seminaristas, y por ello no se consigue un ritmo suficiente de entrevistas.
■ Cuando hay una ausencia cotidiana, por ejemplo, a las comidas, al tiempo
de deporte, a los momentos de descanso.
Decisiones consensuadas. Las decisiones no dependen de una persona, sino de
los acuerdos que se establecen en el equipo. La autoridad del rector no se ejerce
sólo para dar normas y permisos, sino para coordinar los esfuerzos, definir estilos
y modos de presencia y delegar funciones entre los formadores y también entre
los mismos alumnos, a quienes se considera capaces de asumir una
responsabilidad. En este
Itinerarios formativos 24 El equipo formador

sentido la sola existencia del equipo formador constituye un freno al


autoritarismo y al infantilismo, tan frecuentes en los medios clericales y
formativos. Hay equipo formador cuando las actitudes y las presencias de los
formadores obedecen a criterios establecidos en el equipo y no a iniciativas
personales. Por ejemplo, si decidimos vivir en los sectores de las habitaciones de
los alumnos, o si decidimos participar en los deportes con ellos, o en los
momentos de comida o de diversión. De modo que la presencia y la actitud de
todos y cada uno de los formadores comunique un mensaje unívoco a los
alumnos y no mensajes yuxtapuestos.
Pertinencia de los medios formativos. Existe el equipo formador cuando
éste se hace responsable de los medios que se ponen para la formación. La casa
de formación no depende de una tradición que se va repitiendo sin siquiera
cuestionar su sentido y su pertinencia. No se pretende la continuidad de
tradiciones o costumbres que habitualmente nacieron en otros contextos
históricos, sino proporcionar los elementos que conduzcan hacia una mejor
formación. Por ello todos los medios formativos se someten al examen y a la
decisión del equipo. Es muy notorio cuando la puesta en práctica de estos medios
se va mejorando con el tiempo. Por ejemplo, las entrevistas, las charlas de
formación, los ejercicios espirituales, el modo de impartir las clases. Todo queda
abierto a un examen y mantiene la posibilidad de ser mejorado.
Actividad realizada en equipo. Existe un equipo cuando las tareas se
preparan y ejecutan en común y no individualmente. Antes de presentar a los
alumnos un medio formativo, por ejemplo, los retiros mensuales, los ejercicios
espirituales, un paseo comunitario, una charla de formación, se ha dado una
orientación para ellos de acuerdo al itinerario formativo y se ha elaborado el
material correspondiente en colaboración, al menos entre dos formadores. Mejor
aún si estas actividades se ejecutan en equipo, mostrando con claridad a los
alumnos que la propuesta procede de un grupo y no de una persona. Para los
alumnos, el solo hecho de contemplar a los formadores colaborando entre sí, es
un testimonio de grandísimo valor.
Continuidad. Pesa más la continuidad de una tarea emprendida en equipo y
de un estilo formativo asumido por todos que la originalidad de cada una de las
personas. Los cambios de personal se hacen de modo gradual para garantizar la
gestión y la continuidad del equipo. Cuando hay cambios, el nuevo formador
recibe la herencia de los anteriores a través del mismo proyecto formativo, pero
también a través de materiales concretos para la formación que se ven
enriquecidos con el aporte de diversas generaciones de formadores. La
continuidad del equipo formador hace posible que se llegue a ofrecer a los
alumnos un camino probado de formación. Probado por la experiencia y
sabiduría de distintos formadores, probado en varias generaciones de alumnos,
que lo han ido enriqueciendo y perfilando.
Equipo que discierne. En su discernimiento vocacional, el alumno no se
entiende sólo con una persona, sino con un equipo, de cuyos miembros recibe
diversos puntos de vista y de cuyo acuerdo depende su continuidad en la casa de
formación. La pareja de prefecto y director espiritual tienen la capacidad de
dialogar sobre cada uno de los alumnos, de modo que puedan matizar el juicio
que hacen sobre ellos. El equipo de
Itinerarios formativos 25 El equipo formador

los prefectos y el rector reflexionan ampliamente sobre el mejor modo de ayudar


a los muchachos. En un verdadero equipo prácticamente no se da el
enfrentamiento entre un formador y un alumno, porque pesa mucho más el aval
del equipo y la referencia al grupo.

Funcionamiento del equipo formador


Constituido el equipo formador, deberá ponerse a funcionar en la práctica. Una
cosa lleva a la otra. Pueden existir equipos suficientes, pero que no tienen un
funcionamiento práctico coherente. Este funcionamiento brota de dos elementos:
la calidad de las relaciones al interno del equipo formador y el estilo de trabajo y
colaboración que existe entre ellos. Se señalan a continuación algunos indicadores
sobre el funcionamiento objetivo del equipo:
Relaciones profundas. Se ha dado el paso de las relaciones defensivas entre los
formadores a las relaciones profundas al interno del equipo. Esto quiere decir que
el equipo se constituye como testigo de la íntima fraternidad sacramental que
exige la vocación presbiteral y en la cual pretenden educar a los seminaristas. Hay
en cada uno de los formadores un honesto sentido de la ayuda mutua en relación a
cada miembro del equipo, desde la solidaridad económica hasta la dirección
espiritual; desde la colaboración en el trabajo hasta el tiempo libre compartido;
desde la mesa en común hasta la bolsa común. Los alumnos perciben este tipo de
relaciones como un bien que es constitutivo de la casa de formación. El equipo es
un referente para las relaciones fraternas que los seminaristas están llamados a
establecer entre sí. Este modo de relación se cultiva intencionalmente y llega a ser
un elemento central en la formación del clima básico de la comunidad formativa.
Formación permanente. El equipo cultiva la formación permanente de sus
miembros, no sólo en un nivel general, sino también específicamente, atendiendo
las exigencias que la tarea encomendada entraña. Los miembros del equipo
aprenden unos de otros a ejercer el ministerio presbiteral en la formación y se
saben estimulados para buscar medios para su formación como formadores:
cursos, libros, capacitación práctica y pedagógica. Aprenden cosas tan prácticas
como hacer entrevistas, preparar clases, diseñar programas educativos, organizar
paseos, facilitar consensos, confrontar y confortar a las personas y a los grupos,
utilizar instrumentos para la formación. El equipo vive intensamente esta
dimensión auto formativa porque todos se saben necesitados de formación para
una tarea tan delicada. La formación en común va consiguiendo, poco a poco, la
unidad del equipo y un estilo formativo que expresa y estimula el crecimiento y la
convicción que cada uno va consiguiendo.
Diseño del itinerario o proyecto formativo. El equipo formador dedica
tiempos largos al diseño del proyecto o itinerario formativo. Esto significa que se
reúnen, investigan, elaboran continuamente, para poder conseguir mejores
medios para la formación. Hay materia abundante para el diálogo, para la toma de
decisiones y para la definición de un estilo pastoral en la formación. Esto ocurre
en el nivel general, pero también en cada una de las etapas y en cada una de las
dimensiones de la
Itinerarios formativos 26 El equipo formador

formación. Se camina continuamente hacia acuerdos que van definiendo un


proyecto formativo y un estilo en común. El sólo hecho de tener un proyecto,
afirma la unidad y la identidad del equipo. Este proyecto que comparten se asienta
por escrito y se convierte en un referente para todos.
La colaboración efectiva. Un equipo funciona cuando se pone a colaborar
realmente. En concreto se pueden perfilar diversos ámbitos de colaboración que
muestran el funcionamiento práctico del equipo:
■ El de los asesores o prefectos. El rector junto con los responsables de cada
una de las etapas, tienen un funcionamiento autónomo, en el sentido de que deben
dar una palabra sobre la idoneidad de los alumnos y tienen que tomar decisiones
que afectan al régimen organizativo del seminario. Las reuniones frecuentes entre
ellos y el diálogo sobre los problemas reales que se presentan en la comunidad,
van formando un clima de confianza en todo el ámbito formativo. Es importante
que los acuerdos de este grupo se den a conocer a todos puntualmente, por medio
de una secretaría eficaz, para que cada uno se sitúe en lo que el equipo va
determinando. Es importante que las acciones de los prefectos sean percibidas por
todos, y muy especialmente por los alumnos, como expresiones del servicio y no
de poder. Esto recomienda que haya un acuerdo amplio no sólo sobre el qué de su
tarea, sino sobre los modos de hacer y de actuar que suelen ser determinantes.
■ El de los directores espirituales. Es una instancia paralela y
complementaria con la anterior. Los directores espirituales hacen responsables de
toda la vida espiritual de las casas de formación. Entre ellos y en colaboración con
los alumnos se va creando un estilo formativo que marca a todo el seminario:
modo de celebrar la liturgia, es decir, tiempos litúrgicos, sacramentos, liturgia de
las horas, devociones, etc. Su tarea va más allá, creando estilos en común para la
dirección espiritual. Es muy interesante la preparación en común de los retiros
mensuales y de los ejercicios espirituales anuales, siempre en relación con el
itinerario formativo. También todo lo que se refiere a la preparación espiritual de
los alumnos en las decisiones que tienen que tomar y de cara al proceso de
órdenes.
■ El de la dimensión humana, Hoy se tiende a designar a un formador
como responsable de la dimensión humana. Esta dimensión incluye muchos
elementos: la atención a dificultades de la personalidad de los alumnos, la vida
comunitaria, desde el aseo de la casa hasta los deportes y los paseos o las
diversiones, la formación complementaria, los eventos culturales, la atención
médica. Son realidades que tienen también mucho que ver con la economía. El
formador responsable de esta dimensión es más bien un coordinador de la acción
de todos. Por ello tiene la oportunidad de establecer vínculos de colaboración y de
comunión entre los formadores y con los alumnos. En general las actividades que
corresponden a esta dimensión no están determinadas, por ello es un campo de
creatividad.
Itinerarios formativos 27 El equipo formador

■ El de la dimensión académica, donde todos intervienen en algún sentido


y donde se incorporan otros colaboradores. Se va perfilando un estilo pedagógico,
un modo de presencia y de asesoría intelectual. Habitualmente a los formadores
no se les ha preparado para ser maestros. Sin embargo tienen que ejercer esta
función cotidianamente, sobre todo cuando la casa de formación se hace cargo de
los estudios. Un campo precioso de colaboración y de formación permanente es la
preparación pedagógica del equipo formador. Esta preparación no sólo beneficia
al modo de dar las clases, sino también al modo de plantear el proceso formativo.
Cuando todo el equipo acierta en la pedagogía que emplea en las clases, adquiere
credibilidad ante los alumnos. El solo hecho de compartir los programas de clase y
de ayudarse en este sentido, crea un estilo de comunión y de mutua edificación.
Parce muy conveniente que los alumnos vean a sus formadores estudiando, tal
como ellos lo hacen cada día y que sean acompañados también en esta dimensión.
■ El de la formación pastoral y complementaria. Aquí la colaboración se
extiende a los responsables de los apostolados a los cuales acuden los muchachos.
La dificultad más frecuente es que no todos ven el apostolado de los seminaristas
desde su dimensión estrictamente formativa. Es todo un arte conseguir el estilo
formativo y la gradualidad en estas prácticas pastorales, de modo que sea acorde
con los pasos que se van proponiendo en el itinerario y que efectivamente ayude a
la formación. El equipo formador deberá estar bien informado de los pasos que se
van dando para que puedan apoyar la intención formativa de estas actividades
desde su propia competencia. Aunque el referente de la formación pastoral es el
presbiterio u otras instituciones ajenas al seminario, es interesante implicar al
equipo formador y a otras personas capacitadas en tiempos extraordinarios de
apostolado, como las misiones de semana santa, el verano o los apostolados
especializados. También en la preparación espiritual y técnica para estas las
actividades pastorales y la formación pastoral práctica de los alumnos.
■ El de la economía. El responsable de la economía y sus colaboradores, casi
siempre laicos, deberán aparecer como verdaderos formadores, integrados en el
conjunto de la formación y en las diversas dimensiones de la misma. Si es
sacerdote, deberá aparecer como tal en la comunidad formativa, de modo que se
evite dar un doble mensaje: por un lado va la economía y por otro lado van el
ministerio y la formación. Al contrario, desde la gestión económica hay preciosas
oportunidades de formación, que deben perfilarse también desde la función propia
del equipo. La economía abre un campo amplísimo para el trabajo en equipo y
para la colaboración de toda la comunidad formativa, especialmente de los
mismos alumnos.
■ El interno de cada etapa. Una mención especial merece el estilo de
colaboración y de equipo al interno de cada una de las etapas formativas. Se trata
de caminar hacia un estilo de corresponsabilidad en ellas. En los seminarios
diocesanos se tiende a la pareja de prefecto y director espiritual. Lo que nos
Itinerarios formativos 28 El equipo formador

interesa es observar el funcionamiento práctico de estos equipos más


específicos. El primer indicador es la presencia formativa y fraterna de
ambos en la vida ordinaria de la etapa. Un ritmo de entrevistas con ambas
instancias (prefecto y director espiritual) que haga ver a las dos como
necesarias, formati-vas y complementarias. Un diálogo frecuente entre
ellos sobre el proceso de la etapa y de cada uno de los alumnos. Una
capacidad de actuar en la etapa con criterios comunes. La preparación de
los medios formativos en común, de cualquier clase que sean. Parece
importante poner todos los medios para que en este nivel de las etapas las
relaciones entre los formadores sean especialmente armónicas.
Se han especificado muchas posibilidades de colaboración del equipo
formador como para mostrar una visión de la amplitud que tiene y debe tener2.

Proceso de afianzamiento del equipo formador


Con el equipo formador ocurre lo que con todos los grupos humanos. Pasa por un
proceso a través del cual se constituye como grupo. La verdadera experiencia de
grupo hace que las personas pasen de la soledad-carencia a la solidaridad.
Conviene establecer estos dos extremos con claridad. Toda persona tiene una
experiencia profunda de soledad, en la cual se subrayan sus necesidades en
relación con los demás. No nos referimos a una experiencia absoluta, sino la
relativa a un grupo determinado. Me siento atraído hacia el grupo y hacia las
personas que lo forman en torno a necesidades tan básicas como el saberme
amado o el poder expresar los propios sentimientos. Al mismo tiempo anhelo una
experiencia de solidaridad, por medio de la cual me sepa efectivamente unido a
los demás. La solidaridad es también relativa a las situaciones por las que va
pasando el grupo. Soledad y solidaridad se dan como dos extremos en medio de
los cuales existe la vida del grupo. En un equipo formador, que vive todo el
tiempo en la casa de formación y que afronta una tarea difícil, esta experiencia es
especialmente intensa. Se puede dar un sentido profundo de solidaridad y de
comunión, o la experiencia contraria, de una dolorosa fragmentación, rivalidad y
distancia. Evidentemente el modo de la relación de los formadores afecta directa-
mente a los seminaristas, como en una familia, el modo de relación de los padres
es el clima en el cual se hace posible la educación de los hijos.
El paso de la soledad a la solidaridad se da a través de un proceso, que se
puede describir de la siguiente manera:
a. Objetivación de mí mismo y feed back del grupo. En un primer momento la
persona "se presenta". Es decir, cultiva una imagen en el grupo y recibe,
de modo inmediato, una retroalimentación, casi siempre en la forma de
aprobación o desaprobación. Es el momento más superficial del grupo,
pero existen
2
Para dialogar en el equipo: Volvemos al diálogo en el equipo formador: ¿Qué juicio te merece el funcionamiento
práctico del equipo formador? ¿En qué aspectos nos falta funcionar como un verdadero equipo?
Itinerarios formativos 29 El equipo formador

grupos que se quedan en este nivel de relación. Ocurre, por ejemplo, con
ciertos círculos sociales, en los que las personas se relacionan desde una
ligerísima superficialidad.
b. Objetivación de los demás y establecimiento de una imagen de los demás y
de
prejuicios en torno a ellos. El segundo paso se da cuando los miembros del
grupo elaboran un concepto de los demás. Dicen: "esta persona es de tal o
cual manera". Entonces se establece un prejuicio, es decir, tienen la
convicción
de que de tal persona se puede esperar tal cosa y no se puede esperar tal
otra.
Basta con que se repitan algunos comportamientos para que den por
conocida
a la persona, y comiencen a relacionarse desde los prejuicios. Incluso en
ocasiones llegarán a ver en el otro lo que no hay, porque cualquier
comporta
miento suyo será interpretado desde el prejuicio. Este nivel de relación es
frecuente en ámbitos religiosos, como en el presbiterio. Más que
relacionarse
con los demás, lo que hacen es reafirmar la imagen que se han formado de
aquella persona. En este nivel simplemente saben predecir algunas
reacciones
del otro y por eso piensan que lo conocen, pero este conocimiento es tan
superficial y tan lleno de prejuicios que se puede considerar falso. Un
grupo
puede permanecer durante años en los prejuicios que ha establecido, pero
¿será un verdadero grupo?
c. Transparencia: se muestran las verdaderas intenciones de cada uno. Es
difícil
pasar a esta tercera fase porque los prejuicios crean una barrera dura. Se da
cuando las personas llegan a automanifestarse o a revelar sus auténticas
inten
ciones. Es necesario que se dedique el tiempo suficiente para que el grupo
pueda bajar a un nivel más profundo de comunicación. Entonces
comienzan a
conocer a los demás en el grupo. Ya no se relacionan con su prejuicio, sino
con lo que el otro valora, siente, vive, sufre y espera. Aquí consiguen una
noticia más cierta del mundo interior del otro. Entrados en esta dinámica,
comienza a existir la apertura para conocer siempre aspectos nuevos de las
otras personas. Ya no se relacionan con la caricatura, con una imagen
construida, sino con la persona real, o al menos con algunos aspectos de
ella.
d. Empatia: llegan a comprender al otro sin juzgarlo. Constituye un paso de
madurez en el grupo, a través del cual se superan los juicios y prejuicios y
comienzan a comprender a los demás desde su propio punto de vista. El
grupo
adquiere la tierra firme de la comprensión empática, que es el verdadero
cimiento de la construcción del grupo. La experiencia de los miembros es
la de
saberse aceptados y comprendidos, y esto produce un profundo bienestar.
Dejan de cultivar temores, sobre todo a ser juzgados por los demás, y
comien
zan a caminar juntos.
e. Aceptación cordial: permiten al otro ser como es. Como en otros aspectos
de
la vida, la mayor madurez se muestra en la aceptación. Aceptar de corazón
a
los demás significa permitirles que se manifiesten como auténticamente
son, sin
necesidad de deformar sus percepciones y convicciones para ganar el
aprecio
Itinerarios formativos 30 El equipo formador

del grupo. Decir que hay aceptación cordial no significa que cada quien
puede actuar como le dé la gana. Al contrario, una verdadera aceptación y
comprensión de los demás lleva al grupo a caminar en torno a valores
objetivos, a buscar la verdad.
Cuando las personas interactúan en los grupos, se subrayan una serie de
necesidades cuya satisfacción entra en juego inmediatamente. Se trata de
necesidades básicas, que toda persona tiene que satisfacer tarde o temprano y van
a condicionar el sentido de pertenencia al grupo. Se han sintetizado en seis
fundamentales:
Amar y ser amado. Esta es la necesidad más básica. Todos tenemos la
expectativa de amar y ser amados en el grupo. Sobre todo esperamos encontrar en
él el fruto precioso de la amistad. Se puede medir la calidad de los grupos por el
tipo de amistades que producen y la vinculación no sólo afectiva, sino existencial
que fomentan entre sus miembros. Podemos referirnos al grupo discipular de
Jesús, en el cual la palabra "amigos" resuena con un sentido peculiar. En el equipo
formador se ha de dibujar un ejemplo bien concreto de la íntima fraternidad
sacramentalpropia de la relación entre los presbíteros (P.O.8).
Crecer y ser útil. Al participar en un grupo uno espera desarrollarse en algún
sentido y al mismo tiempo ser útil para el crecimiento de los demás. Nos
preguntamos: ¿Qué me aportará este grupo en mi trayectoria de vida? ¿Qué podré
yo aportar a los demás? En un equipo sacerdotal como el de un seminario, el
crecimiento que cabe esperar está en la línea de los valores vocacionales, es decir,
de la misma identidad y vida sacerdotal. Pero también toca el mundo de las
habilidades pastorales. ¿En qué sentido esta experiencia de equipo me ayudará a
vivir con mayor radicalidad el propio ministerio sacerdotal y ser útil en la
formación?
Tener y poseer. Los valores más altos vienen mediatizados por las cosas
materiales. Para valorar el funcionamiento de un grupo es importante preguntar
por la gestión que hace de la economía, sobre todo si los miembros se sienten
libres para el uso de las cosas y del dinero. Nos preguntamos: ¿Las cosas que
tenemos en común son significativas y utilizables para todos? ¿Existe una gestión
corresponsable y solidaria de los asuntos económicos? ¿El modo de tenerlas es un
reflejo de los valores sacerdotales y del sentido de una comunidad formativa?
¿Hay igualdad económica entre los formadores y con los demás en el presbiterio?
¿Hay confianza en la administración y aportación económica con motivos de fe?
Creer y ser signo. En todos los grupos se desarrolla la capacidad de creer en
unos valores que compartimos y existe el anhelo de ser un signo social de eso que
creemos. ¿De qué valores es signo y testimonio el equipo formador? En concreto
podemos preguntarnos sobre nuestra significación en tres ámbitos que interactúan
intensamente con el equipo: el de los seminaristas, el del presbiterio y el de las
propias familias de los formadores. ¿Cuáles son los valores y convicciones que
define el equipo formador con claridad?
Saber y conocer. Un bien más sutil que las posesiones materiales es el saber
teórico y práctico. En todo grupo sus miembros esperan aprender unos de otros.
En la línea
Itinerarios formativos 31 El equipo formador

práctica existe la expectativa de aprender a desarrollar las complejas acciones


propias de la formación: la preparación de clases, el acompañamiento y
discernimiento vocacional, la conducción de los grupos, etc. Pero más allá del
saber práctico, estamos llamados a aprender unos de otros a ser sacerdotes y
formadores. ¿Realmente existen cauces de aprendizaje de aquello que
verdaderamente importa en nuestro equipo formador? ¿Cuál es la experiencia
de los nuevos miembros que se incorporan a él?
Expresarse. Esta es una necesidad profunda de todas las personas en los
grupos, se trata de encontrar el clima grupal adecuado para expresar los propios
sentimientos y preocupaciones, el mundo interior. No se trata sólo de una
expresión festiva o externa, sino sobre todo de la comunicación de lo que cada
uno está viviendo en cada momento. Necesitamos de algún modo decirnos a
nosotros mismos en el grupo al que pertenecemos. En nuestro caso, hay dos
ámbitos de expresión fundamentales: el de los sentimientos religiosos y la vida
espiritual y el de los sentimientos en torno a la labor formativa.
No es necesario señalar que la satisfacción de estas necesidades en el equipo
formador hará de él un referente válido para los seminaristas y el modelo más
cercano de la fraternidad presbiteral con el que cuentan. Al contrario, si el
equipo formador es un grupo conflictivo, en el cual las necesidades básicas de
sus miembros no se satisfacen, se convertirá en el primer obstáculo para la
formación. Ya hemos insistido en la trascendencia de la vida interna del equipo
formador, pero con el estudio de las necesidades que entran en juego queda aún
más clara.
Por medio de una tabla se expresa a continuación el contraste entre el grupo
armónico y el grupo conflictivo, mirando al modo como ambos grupos
satisfacen las necesidades de sus miembros.

Necesidades G. conflictivo G. armónico


Amar y ser amado Grupo de coexistencia Grupo de vida con tendencia a cultivar
amistades duraderas.

Crecer y ser útil Activismo Grupo de creatividad con


elaboración de proyectos.
Tener y poseer Acumulación de bienes Coparticipación económica.

Creer y ser signo Compañerismo, camaradería Grupo de fe, cree en unos valores y los
transmite.
Saber y conocer Presunción cultural, esnobismo Comunicación de lo que sé.
Aprenden unos de otros.

Expresarse Fiesta, diversión Comunicación de los sentimientos actuales.

Quizá conviene describir con un poco más de detalle el funcionamiento del


grupo conflictivo para aquilatar con más precisión las consecuencias que tal
funcionamiento puede tener en una casa de formación:
Itinerarios formativos 32 El equipo formador

Amar y ser amado. En el grupo nos tropezamos con los demás, pero no nos
encontramos auténticamente. Hay cierta coexistencia, pero no se consigue la
verdadera convivencia. Surgen espacios excesivamente privados, en los cuales los
demás no son bienvenidos. Cada uno está midiendo el modo de su relación con el
otro porque no hay confianza. Llega un momento en el cual procuramos
evadirnos, porque el sólo hecho de encontrarse con los demás reviste dificultades.
Se frustra la necesidad de amar y ser amado. Surgen las puertas cerradas y los
horarios en los que las personas no están disponibles.
Crecer y ser útil. El grupo nos mete en una actividad frenética, pero poco
programada y poco constructiva para cada persona. Los individuos se pueden
llegar a sentir utilizados, como si no se consideraran sus auténticas posibilidades,
cualidades y habilidades. El activismo es agobiante e impide la creatividad de las
personas, apenas se conforman con sacar las tareas que tienen delante. En este
sentido frustra la necesidad de crecer y de ser útil. Hacen muchas cosas, pero esta
actividad no consigue su desarrollo como personas.
Tener y poseer. Hay acumulación de bienes, es decir, lo que tienen en común
se convierte en un terreno prohibido. No hay confianza para disponer de las cosas
y para gestionarlas como cada uno cree que debe hacerlo. Hay quien tiende a
aprovecharse de los bienes comunes y quien tiene miedo de utilizarlos, no hay
motivación para aportar económicamente o para conservar y cuidar los bienes.
Puede haber sentimientos de injusticia o de desigualdad. Es muy notoria la
desconfianza de la administración.
Creer y ser signo. El grupo se convierte en un ámbito de camaradería, donde
lo que funciona, más que la verdadera amistad, son los "amigotes"; es un
referente para pasar bien un momento, pero el modo de hacerlo es ajeno a los
valores que nos han convocado. El modo de esta convivencia puede ser
interpretado como un antisigno, es decir, como algo escandaloso, en algún sentido
contrario a los valores. Se crea un ambiente propicio para la "carrilla", para la
falta de respeto a las personas, para las bromas pesadas o para que circulen
bebidas alcohólicas.
Saber y conocer. La expresión del saber se hace humillante para algunos,
porque tiende a descalificar a los demás. Hay más presunción cultural que
auténtico aprendizaje para la vida. El saber que se comunica se queda a nivel de
contenidos teóricos, pero no baja a la existencia sacerdotal de cada uno. Se frustra
la necesidad profunda de saber, porque no hay un aprendizaje de lo que son y
para recorrer juntos un camino de santidad. Llega a presentarse el hastío en torno
a la manifestación de los saberes.
Expresarse. El equipo formador encuentra como modo de expresión la mera
diversión externa, pero al interno no se da una verdadera comunicación de tú a tú.
Funcionan como verdaderos desconocidos, e incluso necesitan estímulos como la
comida o el alcohol para expresar su estar juntos. Esta situación frustra la
necesidad de expresarse, porque en medio de la fiesta quedan más solos que
nunca. Se comparten momentos, pero no se comparte la vida, la interioridad, los
anhelos.
Itinerarios formativos 33 El equipo formador

A continuación se presenta el mapa que muestra el camino para la


satisfacción de las necesidades básicas de las personas en el equipo formador de
un seminario. Puede servir para contrastar la propia experiencia del equipo y
hacer el discernimiento adecuado. Se puede pedir en ocasiones la renuncia a la
satisfacción de estas necesidades, pero tal renuncia no se debe pedir
permanentemente. Hay un mínimo grado de satisfacción en el cual las personas
necesitan vivir, para que puedan rendir en su trabajo3.
Las necesidades personales en el equipo formador
Necesidades Equipo de seminario

Amar y ser ■ Se expresa el interés por cada persona en el momento


amado evolutivo y
formativo en el que se encuentra, procurando su bien a través
de actos
sencillos de fraternidad.
■ Las relaciones se profundizan motivados por el carisma
sacerdotal y por
el encargo recibido, somos los primeros beneficiados de la
vida del
seminario y de los planteamientos de la formación.
■ Ayuda mutua para crecer en la fe y en los valores de la vida
presbiteral
en este servicio concreto. Esta ayuda mutua nos da libertad
Crecer y ser útil ■ Los miembros del equipo asumen con alegría su condición
sacerdotal y
el encargo pastoral recibido para ejercer el ministerio en el
Seminario.
Creen en la tarea formativa.
■ Los formadores participan en el proyecto del Seminario
elaborando el
itinerario o plan de formación, conociéndolo y apropiándolo.
■ La participación en el equipo formador se convierte en un
estímulo
Tener y poseer ■ Capacidad de diálogo sobre el uso del dinero y de los bienes,
influencia
mutua en la vivencia de un estilo definido de pobreza
sacerdotal y por
la solidaridad entre los miembros del equipo.
■ Educación de los seminaristas en este sentido, evitando que
accedan al
ministerio sacerdotal como plataforma para medrar.
■ Alegría en medio de las limitaciones y gozo de compartir lo
sencillo.
■ Solidaridad con los pobres, especialmente con los
seminaristas que
3
Para dialogar en el equipo: Después de analizar el proceso de afianzamiento del grupo ¿Qué juicio me merece el
funcionamiento del equipo formador? ¿Realmente constituimos un grupo armónico, capaz de sustentar la formación de
los seminaristas? ¿Estoy satisfecho de mi experiencia de grupo?
Itinerarios formativos 34 El equipo formador
Creer y ser signo ■ Coherencia entre los valores sacerdotales y las actitudes al
interno del
equipo y en la convivencia con los seminaristas. Aparecemos
todos
como sacerdotes y no desde otras funciones.
■ Comunicación espontánea en torno a los valores específicos de
la vida
pastoral.
■ Búsqueda en común de los medios para el cultivo de la vida
presbiteral
en todas las dimensiones de la formación: espiritualidad,
Saber y conocer ■ Se manifiestan y comparten las convicciones, habilidades y
conoci
mientos de cada uno, que se convierten en un bien de la
comunidad
formativa.
■ Los formadores comparten su propio trabajo, abriendo la
realización
del mismo, a nivel personal y de etapas, a las aportaciones de
los
demás.
■ Capacidad de escucharse y de aprender unos de otros en
Expresarse ■ Los miembros del equipo comparten su propia experiencia de
fe.
■ Hay comunicación sobre los procesos vocacionales, respeto y
apoyo a
la situación de cada uno.
■ Celebración profunda y afectuosa de la presencia de Dios en
nuestra
vida y del don que hemos recibido y crece en cada uno.

Solidez creciente del equipo formador

El equipo formador del seminario se va afianzando con el tiempo. Al principio


realmente es improvisado, pero con el tiempo y la inversión de vida y de
trabajo que van haciendo sus miembros, adquiere la solidez necesaria para
ofrecer a los seminaristas un camino probado de formación. Si queremos
describir los elementos que; ayudan al proceso de conformación del equipo,
podemos señalar los siguientes pasos:
a. Conformidad con la formación. Lo primero es que todos los
formadores estén conformes con ejercer su ministerio pastoral en el
Seminario, de modo que encuentren en él, de un modo existencial y
claro, un campo de realización presbiteral. Esta sería la condición
necesaria para pertenecer al equipo formador. Que cada miembro
descubra y valore la trascendencia de la tarea formativa. Esto significa
que otros compromisos pasan a un claro segundo plano, y que se marca
una tendencia a asumir esos otros compromisos como equipo más que
como individuos. Lo contrario se da cuando los formadores
Itinerarios formativos 35 El equipo formador

evaden la tarea formativa dedicándose a otros ministerios y descuidando su


presencia en el seminario. Una tarea del rector es verificar el bien estar de
cada uno de los formadores en el equipo y en la labor formativa concreta
que le toca desempeñar. Diríamos, "que se pongan la camiseta". Es frecuente
que se requiera un proceso para poder llegar a la aceptación cordial del
cargo.
b. Asunción del cargo concreto. Cada formador asume el rol específico que le
corresponde en el Seminario de un modo estable y solvente. Sea en la
estruc
tura de rector, ecónomo, prefectos y directores espirituales o en la
estructura
de las dimensiones formativas: humana, espiritual, académica, pastoral.
Cada
uno de ellos tiene interés por desarrollar las competencias que
corresponden a
su rol de un modo gradual. Se puede comparar con una pintura de calidad
que "cubre" con la primera mano. Diríamos que los diversos roles de la
forma
ción están cubiertos, se ejercen con cierta competencia y sobre todo con
responsabilidad. Lo contrario se da cuando los formadores fallan continua
mente en lo que sería de su competencia, por ejemplo, a las entrevistas, o
faltan a los momentos comunitarios, etc. En este caso hay que estar tapando
huecos continuamente, porque en el fondo no han asumido la
responsabilidad
del cargo.
c. Funcionamiento de los pequeños equipos. Es muy evidente cuando el
pequeño equipo formador de la etapa está funcionando bien. Es decir, se
establece una dinámica de colaboración y de mutua ayuda entre el prefecto
y
el director o los directores espirituales de cada etapa. De esta manera está
garantizada la atención a los seminaristas de la etapa. Esta integración se
muestra en el tipo de relación que los une, especialmente en el modo de
expresarse el uno del otro, pero también en la capacidad de integrar a su
vez a
otros colaboradores: directores espirituales externos, maestros, laicos,
emplea
dos, etc. El diálogo permanente en este nivel y la unidad de criterios y de
acciones es un signo de la maduración de las personas y una fuente de
estabili
dad para la etapa. Al final, la etapa, que es donde se realiza efectivamente la
formación, funciona como una familia en la cual el acuerdo entre los
padres es
la piedra fundamental.
d. Elaboración y aplicación de un proyecto o itinerario formativo. El equipo
se
sabe unido por un proyecto común con opciones pedagógicas concretas, en
cuya confección han colaborado todos e incluso varias generaciones de
forma-
dores. Se han superado las fronteras entre lo tuyo y lo mío y se comienza a
construir lo "nuestro", es decir, una visión de la formación y una
formulación
de sus contenidos. Esto supone diálogo, esfuerzo compartido y
perseverante,
capacitación de las personas, humildad para hacer todo tipo de ajustes y
correcciones, hasta llegar a la formulación y aplicación de proyectos
concretos.
El proyecto o itinerario formativo es percibido como un gran bien para
todos
porque ofrece claridad sobre el cómo de la formación. Lo contrario ocurre
cuando cada formador se siente "dueño" de su etapa o de la dimensión
Itinerarios formativos 36 El equipo formador

formativa correspondiente, de modo que no permite que los demás opinen


sobre ella o intervengan en el modo de gestionarla.
e. Funcionamiento de las dimensiones. Un signo de que el equipo está
madu
rando se da cuando los responsables de las diversas dimensiones en todas
las
etapas se comienzan a reunir y definen un estilo común. Muy
especialmente el
equipo de los directores espirituales, pero también esto se puede dar en la
dimensión humana o académica, como se ha explicado, o también en la
economía. Hay una capacidad de gestionar en común la actividad
formativa
en cada dimensión concreta. Se logra un acuerdo, por ejemplo, sobre el
estilo
y la duración de las entrevistas, sobre el modo de presencia de los
formadores,
sobre la organización de la comunidad, sobre el modo de las
intervenciones
formativas, etc. Lo contrario se da cuando surge el desacuerdo y los estilos
contradictorios en la misma dimensión.
f. Proceso de los formadores. Lo más ordinario es que los formadores
comiencen
por las primeras etapas y, según vayan adquiriendo experiencia, pasen a
las
otras etapas. Se puede hacer una descripción del proceso por el que va
pasando un formador comparándolo con las relaciones en la familia. En un
primer momento se sitúa ante los seminaristas como hermano mayor, es
decir,
alguien suficientemente cercano que estimula el proceso de crecimiento
del
otro. Esto suele ocurrir en el seminario menor o en el curso introductorio.
Después se sitúa como padre, en una relación claramente educativa, quizá
a
veces demasiado exigente, por ejemplo, en la etapa filosófica o teológica.
Por
último se sitúa como abuelo, relativizando algunos detalles para mirar más
el
proceso en su conjunto y subrayar la misericordia. Hay que notar que, más
allá de estos matices, la relación con el alumno es siempre desigual. Nunca
asumo el papel de su compadre ni de su camarada, sino siempre me sitúo
como formador. Esta sencilla descripción hace ver la importancia de que el
equipo esté constituido por personas de diferentes edades. También que es
conveniente que existan personas que permanezcan por un tiempo largo en
la
formación, de modo que puedan facilitar cierta solidez al mismo proceso
de
los formadores.
g. Acumulación de la experiencia. Es muy interesante cuando se observa que
el
equipo comienza a acumular experiencia a través de diversos formadores
que
van pasando por él. Ya no son sólo las personas, sino el equipo como
grupo,
quien aprovecha los elementos que han aportado diversas generaciones de
formadores, los enriquece y los continúa aplicando en la formación,
construyendo una tradición. Cuando se da esta acumulación podemos
decir
que hay madurez en el equipo formador4.

4
Para dialogar en el equipo: ¿En qué paso de maduración se encuentra tu equipo formador? ¿Cuáles de los rasgos
de maduración del equipo formador te parece que se están cubriendo o no en tu seminario? ¿Qué signos descubres de que
el equipo va adquiriendo la solera que conviene?
Itinerarios formativos 37 El equipo formador

Funciones al interno del equipo formador


Si el sentido de equipo o de grupo que se ha subrayado es importante, también lo
son las funciones que cada uno asume y desempeña al interno del equipo
formador. Vamos a señalar a continuación las diferentes funciones y su contenido
fundamental, sabiendo que esto cambia mucho según las circunstancias. Por
ejemplo, un seminario con un reducido número de alumnos, no desarrollará
ciertas funciones en su equipo formador; al contrario, un seminario con muchos
alumnos, desarrollará funciones nuevas.
El equipo formador como tal. Antes de desglosar las funciones de los
miembros del equipo formador, conviene describir con claridad la función del
equipo como tal. Ya se han puesto las condiciones de existencia y de
funcionamiento del equipo, pero ahora queremos mirar a su desempeño práctico.
Debe aparecer ante todos como un verdadero equipo, es decir, un conjunto de
personas que asume corresponsablemente la tarea pastoral de la formación.
Es un equipo sacerdotal. Todos los miembros del equipo deben aparecer ante
la comunidad educativa del seminario como sacerdotes. Esto es fundamental
porque como tales han sido nombrados para este servicio. Hay que evitar, por un
lado, que los formadores desempeñen funciones que pudieran aparecer como
desligadas del ministerio sacerdotal, como un ecónomo o un guardián de la
disciplina. Al aparecer como sacerdotes, sobre todo debe brillar en sus actitudes la
caridad y la misericordia. Desde estas actitudes profundas se realizan actos como
exigir, confrontar, corregir... en cada uno de ellos debe aparecer con claridad la
misericordia, de modo que el seminarista se experimente amado en la exigencia,
en la confrontación, en la corrección. Pero los formadores también realizan
acciones que muestran en positivo la caridad: confortar, alentar, consolar,
sostener. Este tipo de acciones no deben faltar en el trato cotidiano con los
seminaristas. De modo que, en este conjunto, se perfile una verdadera presencia
espiritual y pastoral.
El equipo completo del seminario se debe reunir formalmente con cierta
frecuencia. Sobre todo para diseñar las líneas maestras del itinerario formativo.
Todos los miembros del equipo deben tener una idea clara de la propuesta
formativa que se está haciendo en cada una de las etapas. De modo que sepan
intervenir acertadamente en los momentos en que participan en la vida de las
diversas etapas. Es conveniente que todos ayuden a reflexionar sobre cada una de
las etapas. Esta reflexión compartida y abierta es uno de los elementos que dan
mayor solidez al equipo formador porque facilita la continuidad de los procesos.
El conocimiento del conjunto facilita los cambios de personal. También se reúnen
de un modo más informal, tal como se ha explicado al hablar del equipo
formador.
La participación de todos en todas las etapas. Ser corresponsable significa
participar, de algún modo, en todo lo que tiene que ver con la formación. Aunque
cada uno tiene sus responsabilidades, es conveniente que se manifieste no sólo el
interés, sino también la participación en todas las etapas. Un cauce para ello es la
presencia. En muchos seminarios se hace un rol para la celebración de la Eucaristía
por las etapas, de
Itinerarios formativos 38 El equipo formador

modo que todos los formadores vayan pasando por todas ellas; la homilía en una
etapa de formación es un medio excelente para apoyar el sentido objetivo del
itinerario formativo y para cuidar pastoralmente a los grupos en formación. En
estas ocasiones es fundamental cuidar el modo de presencia con los seminaristas.
Pero los formadores pueden intervenir de otras maneras, a través de la
preparación de los itinerarios formativos, o de la revisión de los materiales para la
formación; a través de las clases o de diversos momentos como los retiros
espirituales o los paseos comunitarios.
Los momentos en que el equipo se muestra como tal delante de los alumnos.
Hay ciertos momentos en los cuales el equipo aparece actuando como equipo
delante de los seminaristas. Algunos ejemplos son las concelebraciones, los
momentos de fiesta o de convivencia de la gran comunidad del seminario, los
retiros de cuaresma y adviento, también el cotidiano compartir los alimentos, el
deporte, o el simple encuentro de dos formadores en el pasillo. En estos
momentos es interesante cuidar la presencia y las actitudes de los formadores, de
modo que se manifieste la relación fraterna entre ellos. El testimonio de
fraternidad que puedan dar es como un catalizador de los procesos formativos
porque está mostrando sin palabras hacia dónde tiende toda la formación.
Puesto el contexto del equipo como tal, ahora sí se puede bajar a describir las
funciones diversificadas de sus miembros.
El rector. Es el último responsable de todas las etapas de formación. Se
entiende que es una persona de confianza del obispo, de manera que a él se remite
la solución de los problemas del seminario. Es importante que el obispo respete
esta función que ha delegado en el rector, de modo que no interfiera
personalmente en las decisiones del seminario, sobre todo en lo que se refiere a la
admisión de los seminaristas.
El rector tiene, por derecho, una serie de responsabilidades en los consejos
diocesanos. Pero es importante que su participación en estos consejos sea discreta,
de modo que, aportando los datos que le da el conocimiento de las personas desde
su formación, sepa también respetar la responsabilidad propia de estos consejos,
fomentando la participación de otros presbíteros. Una gestión adecuada en este
nivel ayuda a garantizar su dedicación prioritaria al seminario.
Es el coordinador de la vida del seminario y del equipo formador. Una de sus
más importantes tareas consiste en acompañar a los padres del equipo formador.
Se pueden especificar varias funciones al respecto:
Verificar que los miembros del equipo ejerzan su función con suficiente
convicción, de modo que descubran en su tarea formativa una auténtica
realización del ministerio presbiteral. En este sentido él se encarga de
seleccionar a los padres del equipo, previendo la renovación del mismo por la
incorporación de nuevas personas y la salida de algunas.
Ayudar a cada uno de los padres del equipo formador para que asuman sus
funciones con eficacia. Esto supone un doble acompañamiento, en su vida
personal y
Itinerarios formativos 39 El equipo formador

en su tarea dentro del seminario. La atención al equipo formador ha de ser una


prioridad para él.
Fomentar la elaboración de los itinerarios o proyectos formativos de cada una
de las etapas, y el compromiso de los padres del equipo en estas tareas de
carácter pedagógico y estructural. Velar, al mismo tiempo, para que el equipo
del seminario vaya acumulando experiencia para que pueda ofrecer a los
seminaristas un camino probado de formación. Para ello también le
corresponde facilitar la formación de los formadores, de modo que puedan
ejercer mejor sus funciones.
Conviene que el rector garantice algún modo de presencia en todas las etapas
formativas y que los seminaristas puedan tener un contacto personal con él, de
modo que en todo momento puedan consultar personalmente con él si lo creen
necesario. Este contacto no sustituye a los prefectos en sus responsabilidades, más
bien ofrece un aval y una referencia institucional a la labor directa del prefecto
con los seminaristas de su etapa.
El rector mantiene también los vínculos del seminario con personas
especializadas que prestan su ayuda en la formación: médicos, psicólogos,
psiquiatras, pedagogos, religiosos y religiosas. Es responsable de dar una
orientación precisa a la intervención de estos especialistas en la formación de los
seminaristas con la ayuda de su equipo. También mantiene los vínculos del
seminario con las comunidades religiosas, especialmente las de clausura.
El vicerrector. Sustituye al rector en sus funciones cuando no está presente en el
seminario. Esta función sustitutiva debe ejercerse con mucha discreción. Muchas
veces no está nombrado oficialmente, pero hay un miembro del equipo formador
que hace estas funcio-nes. Con frecuencia es el prefecto de los teólogos. Más que
una tarea de régimen hacia los muchachos, realiza una función de apoyo y
consulta para el rector en asuntos del seminario.
Los prefectos. Reciben diversos nombres: prefectos o prefectos de disciplina,
asesores, tutores. Su función es hacerse responsables de una etapa o de un curso, en
el caso de seminarios muy grandes. Son propiamente los formadores inmediatos
de los seminaristas. Colaboran con el rector en el discernimiento vocacional.
Habitualmente se designa a un prefecto por etapa. En el caso del seminario menor
parece más práctico llamarle también prefecto y no vicerrector, para no confundir
su rol con el que se ha definido anteriormente.
Los prefectos actúan primeramente como grupo, junto con el rector. Forman
una especie de consejo del rector en el que se toman las determinaciones que
afectan al régimen de todo el seminario y al proceso de los alumnos.
Tradicionalmente en este consejo no intervienen los directores espirituales con el
fin de reservar el fuero interno. Es conveniente que este consejo se reúna con
frecuencia durante el año y no sólo para los escrutinios. De modo que ayude en
positivo a ir perfilando y mejorando las normas disciplinares del seminario. Las
decisiones que se toman en estas reuniones, sobre todo las que afectan al orden
del seminario, deben comunicarse eficazmente a los directores espirituales y a los
auxiliares. Algunas de sus funciones son:
Itinerarios formativos 40 El equipo formador
Acompañar a los alumnos de la etapa en el plano personal, principalmente por
medio de entrevistas frecuentes y de revisiones grupales; en el plano grupal,
principalmente por medio de la programación y revisión de grupo o de etapa. Este
acompañamiento debe ser cercano, detallado y exigente. Por su presencia
continua, el prefecto adquiere la capacidad de confrontar a las personas y a los
grupos. Junto al acompañamiento formal está la relación informal y cotidiana con
los seminaristas. Ambas instancias, la formal y la informal, deben
complementarse armónicamente, de modo que en las dos se dé a los seminaristas
el mismo mensaje.
Organizar la vida de la etapa, especialmente en lo que atañe a la distribución
de los tiempos y de los horarios, a las decisiones de cualquier tipo. En la gestión
de la etapa es conveniente que consulte continuamente a los demás formadores de
la misma, de modo que las decisiones en el plano objetivo estén matizadas por
varias opiniones.
Atender a los alumnos en sus necesidades. Por un lado, velando por el buen
orden y el aprovechamiento del tiempo y de los recursos. Por otro lado, acudiendo
a las situaciones personales y familiares por las que van pasando. También le
corresponde dar o no permiso a los seminaristas para atender sus propias
necesidades. Es importante que la función disciplinar del prefecto no merme la
confianza de los alumnos en él. Tal confianza se ganará sobre todo por la
credibilidad de su vida y la cercanía de su presencia. Si existe una distancia
excesiva entre el prefecto y los alumnos va a ser difícil que luego éstos se abran a
él en la entrevista.
Informar al rector sobre la marcha de la etapa y presentar a los candidatos
para los pasos que necesiten dar de cara al proceso formativo. Es importante que
el prefecto haga flexiblemente una función de puente entre los seminaristas y el
rector, de modo que facilite y propicie la presencia del rector en la etapa y, por
otro lado, la atienda autónomamente. Es el responsable del acompañamiento de
los auxiliares, si los hay. El prefecto debe estar continuamente presente en la etapa
a su cargo, es la referencia formativa fundamental.
Mantener la comunicación con la economía del seminario y con los
responsables de las dimensiones de la formación, de modo que facilite el ejercicio
de las diversas responsabilidades. Aquí también hace la función de puente, como
en el caso del rector. Una buena coordinación de la actividad pastoral, de la
formación complementaria, de los eventos espirituales, etc., favorece mucho la
buena marcha de la etapa.
Le corresponde acompañar a los seminaristas de su etapa que han dejado el
proceso formativo temporal o definitivamente, para ayudarles en su
discernimiento voca-cional y en todo su proceso. Sobre todo a aquellos que
pueden reingresar en el seminario después de un año de trabajo.
El ecónomo. Realiza en nombre del rector las actividades administrativas,
contables y legales del seminario. Es recomendable la creación de una secretaría
para la economía, de modo que los seminaristas y en general toda la casa de
formación estén convenientemente atendidos. Al ecónomo corresponde la
administración de las cocinas y la previsión de los alimentos, el mantenimiento de
los edificios del seminario
Itinerarios formativos 41 El equipo formador

y, junto con los prefectos y los alumnos encargados de ello, la organización de la


limpieza. Un momento importante es el de los eventos económicos, en los cuales
participan todos los alumnos, como kermeses, colectas, rifas, etc. Es importante
que estos momentos sean también educativos para los seminaristas, en el sentido
de que enseñen un correcto manejo de la economía. Le corresponde atender a los
bienhechores del seminario y fomentar la recepción de donativos. Parte
importante de su trabajo es el trato con los empleados del seminario y con los
profesores en lo que toca a sus sueldos y a sus necesidades económicas. La tarea
del ecónomo tiene grandes posibilidades evangelizadoras y educativas, pero es el
mismo ecónomo quien necesita descubrirlas y ponerlas en práctica.
Los directores espirituales. Son los responsables del acompañamiento
espiritual de los alumnos, específicamente a través de un proceso cuidadoso y
exigente de dirección espiritual. Los directores espirituales actúan en el seminario
como grupo organizando la vida espiritual y litúrgica de todo el seminario.
Habitualmente se nombra para esto a un coordinador de la dimensión espiritual.
En muchos seminarios existe un director espiritual para cada etapa. Al director
espiritual le corresponde:
Acompañar a los alumnos personalmente, haciendo un proceso similar al que
hace el prefecto, incluyendo en este acompañamiento los aspectos más personales
del fuero interno. Ellos confiesan a los alumnos o coordinan a los confesores y
directores espirituales externos. Hacia estos colaboradores tienen la función de
ayudarles a comprender mejor el itinerario formativo, para que sus intervenciones
sean más acertadas.
Organizar a los alumnos que colaboran en la dimensión espiritual,
especialmente a los sacristanes, a los responsables del canto litúrgico, a los que
organizan el servicio al altar, a los que decoran el seminario para los tiempos
litúrgicos u organizan cualquier tipo de actividad ligada a la animación espiritual.
Proponer y enseñar a los alumnos los métodos de oración, facilitar los
momentos de oración comunitaria o por pequeños grupos. Animar y organizar los
retiros mensuales y las celebraciones litúrgicas. Facilitar la participación de los
alumnos en algunas actividades de crecimiento espiritual, como en las
experiencias cercanas a la vida contemplativa, en ejercicios espirituales más
prolongados o en cursos de oración y de meditación.
Proponer a los alumnos textos adecuados para la lectura espiritual de acuerdo a
la etapa en que se encuentren, de modo que se facilite a todos el desarrollo de una
cultura espiritual suficiente, que apoye y sostenga la vida espiritual que intentan
vivir. Facilitar, si esa es la costumbre, las lecturas o música que se va a usar en
momentos de comida o de lectura comunitaria.
El equipo de la etapa. Además de las acciones propias del prefecto y del
director espiritual, están las acciones que emprenden en conjunto los padres que
trabajan en una etapa de formación. A veces es la pareja de prefecto y director
espiritual; en otras ocasiones es un prefecto con dos o más directores espirituales;
a veces es un prefecto, un auxiliar y un director espiritual. Lo importante es que
ellos actúen en la etapa como equipo, secundando unos la acción de los otros.
Itinerarios formativos 42 El equipo formador

Los momentos de programación y de evaluación. Es necesario un momento de


programación de la etapa y otro de evaluación. La programación se realiza
habitualmente a principio de curso y la evaluación al final. Con frecuencia se
integra este momento con otro de programación y evaluación del curso. El fin de
la programación es marcar unos acentos o insistencias de cara al mejor
funcionamiento de la etapa, y se hace con la intervención de alumnos y
formadores. No hay que confundir esta programación con el itinerario formativo.
El itinerario es la propuesta del equipo formador; la programación se hace en
orden a la organización de la etapa o del curso. El itinerario plantea el camino de
formación; la programación atiende a las situaciones por las que van pasando los
grupos. El itinerario tiene una gran consistencia, la programación simplemente
hace unas matizaciones en orden a un mejor funcionamiento práctico. La
programación es cercana a los reglamentos y horarios. Tanto la programación
como el itinerario deben respetar los objetivos de la etapa y de los cursos, que
vienen determinados por las Normas Básicas. Por eso, a la hora de programar, es
mejor no formular otro objetivo, sino diseñar una serie de insistencias o
matizaciones que nos ayudarán a cultivar mejor el objetivo que ya viene dado. Así
se pueden evitar muchas confusiones.
La preparación y presentación de los itinerarios formativos. Es la acción más
típica de este pequeño equipo. Conviene que los materiales que corresponden al
itinerario estén bien preparados y sean bien presentados, de modo que aparezcan
como algo valioso a los ojos de los seminaristas. En los encuentros comunitarios,
en los cuales se presenta el camino de la formación, es importante la presencia y
la intervención de ambos. De modo que se muestre con evidencia el trabajo en
equipo.
La reunión frecuente. Es muy recomendable una reunión formal de frecuencia
semanal. En esa reunión se preparan los temas de los itinerarios, se dialoga sobre
la marcha de la etapa, sobre las dificultades que va teniendo cada curso. Cuando
ambos han terminado una vuelta de entrevistas con todos los alumnos, y sobre
todo cuando se acerca el final del curso y de la etapa, conviene que se reúnan para
compartir su visión de cada uno de ellos. A través de estos diálogos el prefecto
afina su criterio para poder dar una opinión más ponderada sobre la idoneidad
vocacional de los alumnos y se ayudan uno al otro para intervenir más acertada y
unívocamente en el proceso de los alumnos.
Los encuentros con las familias de los seminaristas. Son momentos
privilegiados en los cuales es conveniente que los responsables de la etapa
aparezcan juntos. Esto cuando el encuentro se da en el seminario, por ejemplo en
el día de las familias, como cuando se visita a las familias de los seminaristas en
sus casas.
Los momentos propios de la etapa. Cualquier momento que corresponda a la
etapa en su conjunto, además de los encuentros comunitarios formales, está
reclamando la presencia de sus formadores: celebración de cumpleaños, paseos
comunitarios, eventos deportivos, etc.
Los auxiliares. Son habitualmente seminaristas, casi siempre a mitad de la
etapa teológica, que prestan su servicio durante uno o más años para ayudar a los
formado-
Itinerarios formativos 43 El equipo formador

res en las primeras etapas. Si son auxiliares, entonces no son directamente


responsables de la formación. Esta distinción es importante, porque sería un error
dar a un alumno de teología responsabilidades que no le corresponden o que no
puede asumir con un mínimo de preparación. La presencia de auxiliares se da
sobre todo en los seminarios menores y en los cursos introductorios. Suelen ser
varios cuando hay un número grande de alumnos.
Los formadores de la etapa delegan en los auxiliares algunos aspectos de
carácter disciplinar: dar ciertos permisos, estar presentes en algunos actos
comunitarios o de curso, organizar algunas actividades. El modo de su presencia y
de su actuación debe transparentar los valores del Evangelio, siempre motivada
por la caridad, como se señalaba para el equipo formador. Los auxiliares tienen
grandes posibilidades de prestar un servicio porque son más cercanos a los
alumnos; en este sentido son semejantes a los animadores juveniles. Hablan el
mismo lenguaje de los muchachos y por ello pueden influir más en ellos. Hay que
garantizar que su participación en la formación sea positiva, permaneciendo en
los actos comunitarios con los seminaristas y viviéndolos con intensidad. Para
ellos, como para los sacerdotes formadores, el servicio en el seminario debe
significar un crecimiento en su propio proceso formativo.
Los auxiliares no deben suplir a los formadores en sus funciones propias. Hay
que dejar muy claro que no son prefectos ni directores espirituales. Por tanto, no
deben asumir el acompañamiento de los alumnos, ni las entrevistas, ni las
revisiones de curso, porque no están preparados para ello. Es necesario que los
auxiliares sean acompañados a su vez por los formadores, de modo que también
reciban la confrontación de sus comportamientos en el seminario y caminen hacia
el estilo que corresponde a la formación y que ha ido dibujando el equipo
formador. Están ellos en el momento de la configuración, es decir, de la
formación de la caridad pastoral. Su presencia en el seminario debe ser un factor
formativo en este sentido.
El responsable de la dimensión académica. Coordina y organiza los estudios
en el seminario. Es necesario que tenga la preparación pedagógica adecuada. Es
conveniente la creación de una secretaría académica en el seminario, que gestione
todo lo relacionado con programas de clase, asistencia y puntualidad de los
profesores, distribución de los salones de clase, organización académica de los
alumnos, calificaciones y papelería relacionada con la enseñanza. Le corresponde
fomentar y facilitar la preparación pedagógica de los profesores, coordinar su
trabajo, prever la formación de nuevos profesores, velar por la calidad de la
enseñanza.
El responsable de la dimensión espiritual. Coordina a todos los directores
espirituales y organiza la vida espiritual del seminario, según se ha explicado al
hablar de los directores espirituales.
El responsable de la dimensión humana. Junto con el rector, le corresponde
acompañar a los psicólogos, médicos y otros profesionales para que intervengan
con mayor acierto en el seminario. Organizar la formación cultural y
complementaria, tal como se explica al hablar de la dimensión humana.
Itinerarios formativos 44 El equipo formador

El responsable de la dimensión apostólica. La organización de la dimensión


apostólica es de lo más difícil de conseguir, porque aquí intervienen muchos
agentes externos a la vida del seminario. El principio fundamental consiste en que
la actividad apostólica de los seminaristas tiene como fin su formación. Por ello,
los responsables de esa actividad, han de constituir como un equipo formador más
amplio, es decir deben comprender su función formativa y ponerla en práctica.
Este equipo de formación pastoral incluye a quienes preparan a los seminaristas
para la acción pastoral a través de la enseñanza de métodos de apostolado y a
quienes les acompañan en la misma actividad apostólica. La actividad pastoral
debe introducir a los seminaristas en el apostolado de la Iglesia, y muy en
concreto en la riqueza de la Iglesia Particular. Este apostolado no sólo es
realizado por los presbíteros, por ello deben incluirse campos de apostolado de la
vida religiosa y de la vida laical. Al mismo tiempo ha de introducir a la vida
sacerdotal en la práctica. El horizonte formativo es, pues, amplísimo. Ya se
desarrollará al presentar las dimensiones formativas.
Todo el equipo formador puede colaborar en la búsqueda de ámbitos de
formación apostólica para los seminaristas. Las relaciones que los padres del
equipo tienen suelen ser un medio estupendo para ello. Éste es también un motivo
para seleccionar las capellanías o los ámbitos de colaboración pastoral en los que
intervienen los formadores. Los formadores de cada etapa tienen como parte de su
responsabilidad acompañar a los seminaristas en su actividad pastoral, sobre todo
a través de la entrevista, que debe incluir este aspecto de su formación.
4. El clima formativo

El itinerario formativo no se limita simplemente a ofrecer una serie de pasos


metodológicos para que cada seminarista logre no perderse en el proceso
formativo; también consiste en crear el clima grupal adecuado para la formación.
Los documentos de la Iglesia insisten en la importancia no sólo de propiciar, sino
de garantizar el clima espiritual que facilita el proceso formativo1. ¿Cuáles son las
características de este ambiente que forma? Seguramente tienen mucho que ver con
las relaciones entre los miembros de la comunidad y el modo de entablar esas
relaciones. Pero también se refiere a los estilos con que se ejerce la autoridad y el
tipo de presencia de los formadores. Para conseguir un clima formativo es
necesario poner atención a dos factores con una verdadera actitud crítica:

Lo que ocurre entre los seminaristas


La dinámica grupal que se establece entre ellos es determinante, tanto a
nivel de formas como de contenidos. Los valores vocacionales se transmiten a
través de los grupos y su dinámica, mediante un proceso de identificación. Hay
que garantizar que la identificación que se da entre los alumnos sea de carácter
internalizante, es decir, que conduzca por sí misma a la intemalización de los
valores. Si esto no ocurre, la misma dinámica grupal alejará gradualmente a los
alumnos de los valores vocacionales. Espontáneamente surge en los grupos otro
tipo de identificación, pero la que a nosotros nos interesa sólo surgirá a base de
toma de conciencia y de libre determinación de todos y cada uno. Un ejemplo
ilustra esta ¡dea: ya puede el seminario poner una estupenda biblioteca y asesorar
la dimensión intelectual, si entre los alumnos no existe un clima de valoración del
estudio y de verdadero trabajo intelectual, todo el esfuerzo del seminario como
institución formativa será en vano.
Desde este punto de vista conviene poner mucha atención y ejercer una severa
crítica al tipo de liderazgos que los seminaristas ejercen entre sí. Deberán ser
liderazgos auténticos, y son tales cuando conducen a la vivencia de los valores y
a la disponibilidad para formarse. Los liderazgos negativos rompen la dinámica
autoformativa del grupo. Quizá conviene especificar aún más. Los liderazgos
negativos más comunes entre muchachos son los siguientes:
■ En torno al poder. Cuando establecen una relación de dominio en cualquier
sentido, de modo que provocan un proceso de afiliación al poderoso y
establecen una moral de consecuencias: "si no te afilias al poder, tendrás

1
Es relevante la insistencia en la importancia del acompañamiento grupal en los procesos vocacionales: II
Congreso mundial de pastoral Vocacional, La pastoral vocacional en las iglesias particulares, Roma, 1981, nn.
51-52. Juan Pablo II, Pastores dabo vobis, n. 42, se señala esta necesidad de facilitar un clima grupal que
forme: La casa de formación, antes de ser un espacio material, debe ser un ambiente espiritual, un itinerario
de vida, una atmósfera que favorezca y asegure un proceso formativo.
Itinerarios formativos 46 El clima formativo

consecuencias". Este tipo de liderazgo llega al extremo cuando se juega con


el "poder" de los superiores o de los formadores, de modo que el líder
adquiere la capacidad de amenazar a los demás desde una supuesta
capacidad de influencia en algún superior. Es frecuente que hagan este juego
de poder en áreas determinadas. Por ejemplo, en el deporte, en los estudios,
en el apostolado o en la liturgia... el común denominador consiste en
establecer vínculos de sometimiento o de coacción. La coacción es
contraria a la convicción que se necesita para hacer una opción
medianamente libre por los valores.
■ En la línea de la complicidad. Este tipo de liderazgo interpreta la solidaridad
como consigna de "cubrirse" unos a otros, especialmente delante de los forma-
dores. Evidentemente se ocultan las fechorías, mayores o menores, que puedan
realizar los seminaristas. Esto es problemático porque es una vinculación estable-
cida sobre la mentira. Se establece un vínculo desde el cual se comprende y siente
como infidelidad a la amistad el puro hecho de mostrar la verdad. Estás obligado
a callar la verdad en virtud del vínculo amistoso que hemos establecido.
Realmente no hay verdadera amistad, sino una especie de camaradería.
■ En un estilo de mediocridad. Es el típico liderazgo que surge en las oficinas
públicas, que impone la mediocridad como norma de conducta: "aquí nadie
sobresale, todos nos ajustamos a un mero cumplimiento, para que nadie quede
descalificado". En este sistema se castiga la creatividad, el entusiasmo, la radicali-
dad o la originalidad. Cuando este sistema funciona en un grupo de seminaristas
se hace evidente el perfil bajo que se plantea. Funciona en el fondo la comodidad,
la ley del menor esfuerzo.
■ Desde relaciones superficiales. Es muy frecuente que las relaciones entre los
seminaristas sean superficiales. Se nota esta situación cuando no se conocen entre
sí, establecen prejuicios y permanecen en ellos. Para juzgar sobre la profundidad
de las relaciones se puede recurrir al cuadro de maduración de un grupo que se
propuso en el capítulo correspondiente al equipo formador. Las relaciones
superficiales son totalmente contradictorias con el modelo de la comunidad
discipular de Jesús y con la íntima fraternidad sacramental que la Iglesia pide a
los presbíteros.
■ Con algún modo de marginación. El seminario suele ser una caja de
resonancia de los problemas sociales de la diócesis. Sin embargo, los
seminaristas, por la calidad de su vida de fe y del proceso formativo, deben llegar
a superar estos condicionamientos. En ocasiones también en los seminarios se dan
situaciones lamentables de discriminación. La marginación no se debe tolerar
porque es incompatible con el Evangelio; los seminaristas deben dar un paso
positivo y definitivo en la superación de los prejuicios de clase. Conviene tipificar
dos casos más frecuentes en las comunidades de seminaristas: a) La marginación
racial-cultural de los pobres y de los indígenas. Esto se da sobre todo cuando el
seminarista de clase baja o de origen indígena tiene dificultades en los estudios.
No se trata de una deficiencia intelectual, cuanto de una dificultad cultural que
Itinerarios formativos 47 El clima formativo

es aprovechada por el grupo para hacer ver al otro como inferior en algún
sentido, b) La marginación económica. Fácilmente se pueden localizar dos
fenómenos. Cuando se margina a los más pobres, que provienen de una
clase más baja o de las zonas rurales. Cuando se margina a los que proceden
de un nivel social más alto. En ambos casos se trata de una situación que es
necesario confrontar y corregir.
Si se quiere definir el buen clima formativo entre los seminaristas, se puede
hacer así: Hay buen clima formativo cuando todos hacen lo que deben hacer,
porque lo quieren hacer y cuando corresponde hacerlo con las motivaciones
adecuadas. Aceptar esta definición exige ajusfar la propia conducta al ritmo
comunitario, reconociendo en la comunidad una mediación formativa de primer
orden. Todos han de llegar a asumir la responsabilidad de hacer una comunidad
mejor y al mismo tiempo a sentirse estimulados y exigidos por la misma
dinámica comunitaria.

Lo que ocurre en el equipo formador


Se hace necesario cuestionar las costumbres del equipo y caminar
intencionalmente hacia un estilo mejor, que sea más transparente en relación con
los valores vocacio-nales. Si esto no se consigue, el equipo formador transmitirá
un doble mensaje, que va a ser inmediatamente captado por los alumnos. Al final
será este segundo mensaje, opuesto a los valores, el que quede impregnado en su
comportamiento. El equipo formador es el referente vocacional inmediato con
que cuentan los seminaristas en su proceso de aceptación de los valores. Las
conductas que vean en el equipo serán al final el referente de su propio
comportamiento. Si volvemos al ejemplo: un equipo formador que estudia y que
consigue una buena calidad intelectual y pedagógica en sus clases, será un
referente valiosísimo para el estudio de los seminaristas. Comprenderán sin
demasiadas explicaciones que en la vida presbiteral la dimensión intelectual es
necesaria. AI contrario, un equipo formador que se caracteriza por la mala calidad
intelectual y la mala preparación de las clases, por más que insista en el valor del
estudio, realmente transmitirá a los alumnos la idea de que la formación
intelectual es un mero requisito que hay que aprobar.
Quiero señalar algunas características fundamentales del clima que forma,
pero siempre conservando la posibilidad de que sean completadas y enriquecidas
por cada equipo formador.
Estilo positivo y propositivo. El itinerario plantea a los seminaristas retos de
crecimiento. No se trata principalmente de corregir defectos cuanto de proponer
desarrollos. En este sentido es positivo. Intentamos conseguir que el formando se
proponga metas concretas, se oriente hacia un más cada día, dinámica coherente
con la opción vocacional que ha hecho, en la cual se supone un seguimiento cada
día más estrecho del Señor. Este modo de plantear la formación es más
pedagógico, porque provoca que el muchacho capte los avances que ha
conseguido, aunque sean pequeños y adquiera la indispensable confianza en sí
mismo para continuar avanzando. Lo importante no es que se consiga el éxito,
sino que se vaya caminando gradualmente hacia
Itinerarios formativos 48 El clima formativo

metas concretas, hacia los verdaderos frutos de la formación. En el fondo se trata


de aceptar que no somos hombres hechos, sino estamos en camino de ser,
haciéndonos poco a poco. Por ello siempre aparecen nuevos retos en su horizonte
existencial.
Este sentido positivo de la formación supone que existe una propuesta bien
específica de lo que se anhela conseguir, es decir, una aspiración. En las cárceles se
pide a los presos que tengan buen comportamiento, y éste se premia con una
reducción de la condena. Pero en una casa de formación hay que pedir algo más
que buen comportamiento. No basta con que un muchacho respete el reglamento
o no cometa fechorías sobresalientes, es necesario que camine hacia conductas
positivas, que concreten su vida de fe y su dinámica creyente hacia los valores
bien específicos, los que corresponden a su opción vocacional. La conducta
objetiva del alumno será el criterio básico del discernimiento vocacional 2, y ésta
deberá ser estable, no casual. Se trata de conseguir conductas positivamente
comprobadas, convertidas en hábitos, que muestren con suficiente credibilidad y
estabilidad la autenticidad de su entrega en este camino vocacional. Por ejemplo,
no basta con que un seminarista se ajuste al régimen económico del seminario, es
necesario que cultive rasgos de conducta en la línea de la pobreza sacerdotal que
sean más específicos: capacidad dé relacionarse con los pobres y de disfrutar de
lo sencillo, desprendimiento de lo que pueda significar lujo o ambición
económica, criterio para juzgar sobre la posesión y uso de los bienes, etc. Estas
conductas que ya muestra en el presente, garantizan, en lo humanamente posible,
que en el futuro podrá vivir el valor de la pobreza sacerdotal tal como se describe
en los documentos de la Iglesia.
Un estilo propositivo supone que los formadores cuentan con la capacidad
que tienen los alumnos de entender |o que se les propone y con su ritmo real de
crecimiento. Es decir, se proponen los objetivos y metas que los seminaristas
deben conseguir, explicándolos con detenimiento, dando tiempo para que
clarifiquen sus dudas, y sobre todo para que afronten los temores y vacilaciones
que son normales en esta etapa de juventud, de modo que se determinen libre y
voluntariamente a dar el paso correspondiente. Acompañan a cada uno, para que
concrete el reto que se le propone en las posibilidades reales que ofrece su
personalidad y su cultura. Acompañan también a los grupos, para que la
convivencia de unos con otros sea estimulante de este proceso. Proponer implica
así una opción pedagógica, un modo de estar y de actuar que se ordena a la
determinación espiritual de los alumnos y evidentemente integra diversos
factores o dimensiones de la persona.
Lo que se propone, se testimonia en una buena medida. Deben percibir un
estilo positivo y propositivo sobre todo en el comportamiento del equipo
formador. Este mensaje se transmite sin palabras, y llega a ser eficaz cuando las
relaciones al interno del equipo dejan de ser defensivas y comienzan a ser
profundas; fundadas no en la
2
La conducta del candidato es el criterio que lo avala para el ejercicio de un ministerio en el nuevo testamento. Es decir,
lo determinante no son sus sentimientos, ni siquiera las mociones espirituales, sino el comportamiento que está
demostrando una verdadera determinación espiritual en torno a un ministerio. Al respecto, se puede consultar: Castillo, J.
M., El discernimiento cristiano, Ed. Sigúeme, Salamanca, 2001.
Itinerarios formativos 49 El clima formativo

mutua simpatía, sino en la común vocación, en la común misión y en la común


responsabilidad formativa. Si las relaciones en el equipo no son las que
convienen, parece importante dedicar tiempo a armonizarlas. Se trata de
compartir momentos con alegría y de mostrarse amigos entre sí, ayudándose
mutuamente en su propia vida y vocación y en concreto fomentando entre ellos
una adecuada espiritualidad. Esto se consigue centrándose en lo fundamental e
integrando otras actividades o apostolados del equipo formador de manera
objetiva (capellanías, asesorías a grupos apostólicos, conferencias, servicios a la
propia diócesis, etc.). También afrontando las dificultades que puedan surgir en
las relaciones y asumiendo un proyecto de trabajo y de vida en común.
Clima fraterno y presencia cercana. Los alumnos, cuando llegan a la casa
de formación perciben espontáneamente a los formadores como hermanos en la
fe, y más en concreto como sacerdotes. Esperan que hagan con ellos vida común,
comprar-tiendo momentos significativos: comedor, esparcimiento, deporte,
estudio, vacaciones, etc., tal como ocurre en su propia familia. La casa de
formación es el primer ensayo de la fraternidad. Los mismos seminaristas ya se
experimentan hermanos y comienzan a llamarse así unos a otros. Los formadores
están continuamente presentes y disponibles. Se defiende esta presencia y
disponibilidad ante la tentación de dedicarse a otras cosas, por muy apostólicas y
santas que parezcan. Se busca algún modo de compartir los bienes y de enseñar a
los formandos a compartirlos entre sí, dando el equipo un claro testimonio de
pobreza, castidad y obediencia, que se traduce en un clima de simplicidad de
vida, amistad verdadera y continuamente fomentada, transparencia,
comunicación, trabajo continuo en la tarea formativa encomendada, etc.
El tipo de presencia de los formadores introduce a los alumnos en la
fraternidad propia de personas creyentes, que se concreta en los valores de la vida
presbiteral. Es decir, un modo de relación en el cual los valores que nos han
convocado ocupan el centro. Aprendemos a compartir lo que nos edifica,
convirtiéndonos unos para otros en referencia de identidad espiritual y
vocacional. Se establece una dinámica de autoexigencia y de confrontación, que
ayuda a todos a caminar hacia la meta común. La corrección fraterna es un fruto
típico de este clima comunitario y al mismo tiempo un medio esencial para
conservarlo.
Tan importante como el talante fraterno de los formadores es su actitud
paternal-matemal. Se perciben con toda claridad como personas más mayores
que los alumnos, en edad y en el camino de la fe y de la vocación, de modo que
saben afrontar una relación que es esencialmente desigual y se sitúan
continuamente en ella, de modo semejante a la que tienen los padres con sus
hijos. Esto significa que no entran en una dinámica de meros compañeros, y
mucho menos de camaradas o de compadres, sino que, como equipo formador,
son muy conscientes de que están llamados a ser molde y forma de la vocación
de los alumnos. Esta relación desigual no atenta contra el estilo fraterno de la
comunidad, al contrario, lo fortalece. Hay un hermano mayor que tiene la
especial obligación de dar buen ejemplo y que es el medio ordinario para el
acompañamiento y la confrontación. El formador adquiere con el tiempo una
Itinerarios formativos 50 El clima formativo

aguda capacidad de observación, que, tocada por el amor, se transforma en solícita


corrección fraterna. Así no sólo es un referente testimonial de los valores vocacionales,
sino también como un espejo en el cual el alumno puede ver reflejado el grado y modo
como va asimilando esos valores.
Es importante decir una palabra en este sentido sobre el tipo de relación afectiva que
los formadores establecen con los alumnos. Lamentablemente existen muchos abusos en
esta materia, no sólo de conflictos de codependencia afectiva entre forma-dores y
formandos, sino incluso de abuso sexual. Así como en una familia repugna que los
padres fomenten la dependencia afectiva de los hijos, sin respetar su autonomía; así
repugna que un formador no sepa estar en su sitio cuando entabla relaciones con los
alumnos. Los educadores saben perfectamente que si se quieren comprometer en los
procesos educativos, tendrán que vivir una ascesis en las relaciones con los alumnos.
Hay que amarlos de verdad, y en este sentido, arraigar en la amistad con ellos, pero al
mismo tiempo es necesario aprender a respetar su vida y su proceso como
verdaderamente autónomo. El formador no es más que un punto o referencia en el
proceso de vida de los alumnos, de modo que no ha de tener más pretensiones que la de
hacerles un bien en el momento en que le toca intervenir, cuidando mucho de no
reproducir en ellos sus propias inconsistencias. Arraigarse y desarraigarse, amar y
desprenderse, acompañar y respetar las decisiones del otro, es un camino ascético que
deberá recorrer. No podemos imaginar a un Jesús manipulador, dependiente, que
pretenda una vinculación afectiva incondicional con sus discípulos. Al contrario, en los
evangelios contemplamos a Jesús que respeta la autonomía de los discípulos, al grado de
tolerar la traición y mantenerse, sin embargo, en la opción por la edificación de la
comunidad.
Trabajo en equipo y unanimidad de criterios. El equipo formador se comunica
habitualmente, de tal modo que esto le permite actuar en una línea unánime. En este
sentido el acuerdo debe ser profundo y fácilmente comprobable para los alumnos. No
sólo nos ponemos de acuerdo en lo que hay que hacer, sino en los valores y criterios de
fondo, que nos llevan a hacer tal o cual cosa y a hacerla de un modo o de otro. Los
miembros del equipo viven polarizados por la propuesta formativa, a ella dedican sus
energías. Este estado de cosas provoca que pasen a un segundo plano los conflictos
interpersonales que normalmente surgirán entre ellos. Este es un indicador del mínimo
grado de madurez que hay que exigir a los miembros del equipo. Es similar a lo que se
pide a una pareja de esposos para poder educar a sus hijos. La unidad del equipo
formador se consigue con medios sencillos, que producen bienestar a sus miembros y los
formandos suelen contemplar con alegría:
■ La mesa común: un momento de comer juntos que esté bien integrado con el
horario del seminario. Allí se muestra el deseo de compartir y el sentido
fraterno de las relaciones entre los formadores. Los seminaristas observan con
atención estos espacios comunitarios del equipo, por ello deben ser
especialmente edificantes por su sencillez, transparencia y afabilidad. Puede
ser, por ejemplo, una comida al día en la que hacemos el esfuerzo por
reunimos para estar al día de lo que ocurre. En estos espacios se comunica
informalmente el día a día. Conviene
Itinerarios formativos 51 El clima formativo

liberar los espacios del equipo formador de toda ambigüedad: comidas


especiales, bebidas alcohólicas, televisión, actitudes de comodidad o de
despotismo, porque todo ello, aunque ocurra en la intimidad de una habitación
aparentemente privada, resonará en el seminario como la vibración de las
cuerdas de una guitarra se multiplican en la caja de resonancia.
■ La reunión semanal. Este es un medio importante porque consigue que exista,
de un modo más formal, una comunicación frecuente. Todos los miembros del
equipo están enterados de lo que se va decidiendo en esta reunión. Esto se puede
conseguir a través de un vehículo sistemático para comunicar y recordar los
acuerdos, como el internet. Cuando las distintas etapas de formación están cerca,
las reuniones son más frecuentes; cuando están lejos, tiene un gran valor que se
pongan todos los medios posibles para que, gracias a una comunicación asidua, se
llegue a la unanimidad. En estas reuniones se tratan los asuntos importantes de la
casa de formación. De modo que los formadores se perciben solidarios y corres-
ponsales de toda la marcha de la casa y del proceso formativo que siempre lleva
consigo sorpresas y dificultades, las cuales es necesario afrontar juntos. Los
forma-dores de cada etapa tienen reuniones aún más frecuentes, donde se tratan
temas relacionados con la etapa y se examina la situación de cada uno de los
alumnos. El punto es que exista el hábito de reunirse, de establecer acuerdos y
respetarlos, de comunicar y discernir los asuntos importantes de la formación y de
cada una de las personas. En algunas de estas reuniones participa el obispo, el cual
se sabe integrado en una dinámica que tiene bien establecida el equipo en su vida
ordinaria. El hábito de reunirse y de comunicar las decisiones oportunamente
produce el acuerdo profundo en el equipo, una joya de extraordinario valor que
facilitará luego cualquier eventualidad.
■ Los actos espirituales que edifican nuestro ser como formadores. Algunos
momentos de retiro, de oración o de celebración en común. Algunos se realizarán
sólo con el equipo, otros con los alumnos. Tales momentos no se entienden como
actos disciplinares para los chicos, sino como una actividad que brota de la misma
identidad vocacional y sacerdotal del equipo formador, y en la que también
pueden participar los formandos. No nos permitimos faltar a estos momentos
significativos de nuestra vida en común.
■ Casi tan importantes como los actos espirituales son los momentos de
descanso y de ocio compartido. De todos es conocido el ritmo fuerte de trabajo y
de responsabilidad que exige la tarea formativa. Por eso es muy conveniente que
se cultiven estos espacios. Por un lado supliéndose unos a otros para poder
mantener el contacto con la familia y tomar tiempos de descanso. Por otro lado
fomentando un ritmo adecuado de descanso y diversión en común. Como hemos
dicho respecto a los actos espirituales, algunos momentos de descanso serán sólo
del equipo formador y otros se compartirán con los alumnos, pero lo importante
es que se tome en serio esta dimensión de la propia vida y del equipo, reservar de
vez en vez una tarde para pasarla juntos sin urgencia por trabajar ni por resolver
asuntos pendientes.
Itinerarios formativos 52 El clima formativo

■ La amistad continuamente fomentada. No se trata de ser amigos previamente,


sino de fomentar la amistad prácticamente con quien sea. Los alumnos necesitan
formarse en un clima de verdadera amistad en la fe, donde los motivos para las
relaciones ¡nterpersonales van mucho más allá de la simpatía y la antipatía. Se
trata de construir relaciones positivas, sin defensas, que subrayan la común voca-
ción y la común responsabilidad. Los nuevos miembros del equipo formador se
saben incluidos y como envueltos en este clima cálido de amistad, clima que
muestra la madurez afectiva y la identidad espiritual de personas que han sido
especialmente seleccionadas para la tarea formativa.
■ La colaboración entre los miembros del equipo, en distintos niveles y
direcciones, como un criterio estable de comportamiento y una metodología de
trabajo. Nada deberá pasar del equipo formador a los alumnos que no haya sido
previamente consultado, contrastado, corregido en algún nivel de esta
colaboración. Colaboración de los formadores de las distintas etapas, con el
Obispo, con la economía, con los directores espirituales, también al interno de
cada etapa. Es interesante que nos vean actuando en equipo y que se utilicen
materiales comunes que demuestran a todos la eficacia del trabajo en equipo.
Cuando se muestra esta unanimidad en el equipo formador, todo adquiere
estabilidad y durabilidad. Un ejemplo sencillo puede ser ilustrativo. No es lo
mismo que el padre espiritual, por muy santo y original que sea, prepare los
ejercicios espirituales para el curso introductorio, que se reúnan los padres
espirituales del seminario y, concentrando su atención en el curso introductorio,
diseñen en común unos ejercicios espirituales que se pueden aplicar todos los
años. El modo de proceder en equipo será más eficaz y dará, sin necesidad de
muchas palabras, un mensaje contundente en la línea de la fraternidad presbiteral.
■ Estar todos informados de la situación de cada muchacho y también de los
casos especiales que puedan surgir. Las situaciones por las que pasan los
seminaristas no sorprenden a los miembros del equipo formador. Cada uno, desde
su propia competencia, sabe apoyar una única dirección en el discernimiento de la
vocación de los alumnos y en su proceso educativo. Este acuerdo y comunicación
de los formadores en torno a las personas no puede sino repercutir en bien del
individuo. Un repaso con la lista de los alumnos parece obligado al menos una
vez al semestre. Ante cualquier problema con un alumno, el acuerdo habitual
facilita la comunicación rápida y la intervención acertada de todos.
■ La preparación de los temas que explican el itinerario formativo a los alumnos
es una estupenda ocasión para el trabajo en equipo. Que los alumnos lleguen a
percibir el proyecto de la casa de formación y no la pura iniciativa de una perso-
na. Es deseable una actuación conjunta e intercambiable entre los formadores,
rompiendo o desdibujando roles demasiado acartonados, de modo que se mues-
tren cada uno principalmente en sus valores espirituales y como sacerdotes, todos
como verdaderos formadores. Por ejemplo, no está mal que el ecónomo dirija un
retiro espiritual, o presida la fiesta de una etapa; o que el rector colabore en
alguna de las reuniones de los itinerarios.
Itinerarios formativos 53 El clima formativo

■ La discusión real de temas que son importantes en la marcha de la casa y en el


proceso formativo, y el llegar a acuerdos que son conocidos por todos.
Cuando se discuten los temas reales se llega a acuerdos realistas y eficaces.
Cuando se disimulan los verdaderos problemas, el equipo se muestra como
profundamente ineficaz. Se trata de objetivar las dificultades normales que
pueden surgir en las relaciones en el seminario.
Superación de la distinción de fueros. Uno de los problemas típicos de la
formación son esos seminaristas amañados y esas tradiciones paralizantes que se
pasan de unos a otros. La distinción de fueros, sobre todo por parte de los
seminaristas, es un refugio fácil para actitudes inconsistentes que impiden una
verdadera formación. Se trata de conseguir, sobre todo en los formandos, la
expresión espontánea y profunda de sí mismos. Más allá de las funciones de cada
uno de los formadores y del régimen disciplinar de la casa de formación, está el
amor de todos a la verdad y la capacidad de construir en la verdad. Así, para que
sea eficaz el itinerario formativo, parece fundamental conseguir:
■ De parte de los seminaristas, una confiada manifestación de sí mismos, a
ser posible con varios formadores al mismo tiempo y en concreto con el prefecto
y el director espiritual. Por medio de las entrevistas aprenden gradualmente a
manifestar la verdad sobre sí mismos y a dejarse ayudar y confrontar. Conseguir
esta transparencia puede llevar mucho trabajo de parte de los formadores, sobre
todo cuando se encuentran con ambientes viciados, en los que existe la
desconfianza, pero será productivo a largo plazo.
■ De parte del equipo formador: un verdadero respeto de los fueros sin
distinciones artificiales o separaciones rígidas. Aprendemos a comunicar lo que
más conviene, por el bien de los propios alumnos y al mismo tiempo a guardar
con discreción lo que debe ser guardado. En este sentido conviene desdibujar una
distinción demasiado rígida entre prefecto y director espiritual, para que ambos
aparezcan principalmente como formadores.
■ De parte de todos: un respeto grande a las confidencias de las personas, un
clima de respeto profundo al proceso vocacional de cada uno, a sus aciertos y
deficiencias. Los formadores tratan con verdadero respeto a los alumnos, evitando
toda clase de opinión superficial o de juicio ligero sobre ellos. Este solo hecho es
capaz de crear también entre los alumnos un clima de respeto de unos para con
otros. Es deseable que en la comunidad formativa nunca se hable con frivolidad o
superficialidad de estos asuntos que, para nosotros, son de la máxima importancia
y por ello deben tratarse con toda delicadeza.
■ Un ritmo de entrevistas, en el plano horizontal, que ayude al alumno a ir
formando su propio criterio por la alternancia y la complementariedad de su trato
con los formadores. En concreto la alternancia entre el director espiritual y el
prefecto o coordinador de la etapa. En este plano horizontal también es
interesante incluir otras referencias que son reales en la vida de los alumnos: su
familia, un sacerdote amigo, su párroco, una religiosa... instancias reales con
Itinerarios formativos 54 El clima formativo

las que ellos interactúan y que no raramente ofrecen elementos útiles para
el discernimiento vocacional.
■ Un respaldo institucional, en el plano vertical, que ofrezca segundad al
proceso formativo de los alumnos por instancias de acompañamiento que
se sitúan a diversos niveles. En concreto, que el formador de la etapa se
vea respaldado por el rector o que el rector se vea respaldado por el
obispo. Que la atención médica o psicológica venga avalada y sea
interpretada por quienes dirigen la propia institución. Este respaldo
institucional es también importante para los alumnos. Que si un
seminarista tiene dificultades normales de entendimiento con un formador,
no se vea asfixiado por esta relación, sino que encuentre referentes de
acompañamiento en la propia institución que garanticen la objetividad de
su proceso, ofreciendo otras alternativas. Que incluso tenga vía libre para
denunciar un abuso del formador, en caso necesario.
Estas funciones tan esenciales del equipo formador, que facilitan el clima
formativo, recomiendan su presencia continua en la casa de formación y su
dedicación exclusiva a este fin3.

3
Para dialogar en el equipo: ¿Hemos aprendido a crear el "clima formativo" del que hablan los documentos de la
Iglesia? ¿Cuál es el aporte real que como equipo formativo estamos haciendo al clima de la comunidad formativa?
Después de discutir estos puntos, volvemos a la propuesta inicial de elaborar itinerarios formativos, para preguntarnos
¿Qué nos parece la propuesta? ¿Cómo podemos ponerla en práctica?
5. El fundamento

Se ha presentado el itinerario como una metodología para la formación. Sin


embargo es importante que el equipo formador, y el mismo candidato, en la
medida de sus posibilidades, lleguen a dar el paso de la metodología al método.
Es decir, que lleguen a descubrir el fundamento de la metodología propuesta.
Este nivel de comprensión del método capacitará a los formadores para aplicar la
metodología y al mismo alumno para continuar aplicándola a lo largo de su vida,
en la formación permanente. El esfuerzo por comprender el fondo de la cuestión
de la formación deberá mantenerse constantemente, de modo que el equipo
formador vaya compartiendo, siempre de modo creciente, una visión de la
formación y, desde esta comprensión, cuente con un criterio valorativo del
proceso que hace cada una de las personas que en ella están implicadas. En este
sentido, es de especial trascendencia que todos caminemos hacia la verdad
objetiva, es decir, que la formación no dependa de las intuiciones o de las
percepciones subjetivas de una persona, sino que tienda a fundamentarse en una
verdad que va más allá de cada uno, porque es comprendida y aceptada por
todos, compartida y discernida en la comunidad formativa. Se hace muy evidente
que la dedicación a este ministerio eclesial exige al mismo que lo ejerce una
humilde actitud autoformativa. La primera tarea de los formadores es así su
propia formación.
Al tratarse de procesos educativos en la vocación cristiana, y en la vida
sacerdotal, necesariamente este fundamento será complejo. Una complejidad que
se deriva del fenómeno mismo de la vocación, don de la gracia y camino de
identidad humana. Son datos que han sido señalados certeramente por la
tradición de la Iglesia y aparecen en sus documentos y, sin embargo, necesitan
ser leídos desde una clave holística, es decir, con el sentido global.
Deberá contar, en primer lugar, y como elemento central, con el dinamismo
propio de la fe. A este dinamismo le llamaremos "conversión". La formación
antes que nada debe ser un proceso de conversión al Señor. Se ha extendido el
caso de tener seminaristas "no convertidos", es decir, que no entran en la
dinámica propia de la iniciación cristiana, cuyas actitudes son distantes de los
criterios de fe, esperanza y caridad. Aunque esto fuera inevitable, es una
situación que no se debe perpetuar. Por ello hay que insistir en que la conversión
no se debe suponer, sino que se ha de fomentar decididamente a través de medios
pedagógicos y catequéticos. Formarse para el sacerdocio implica necesariamente
entrar en una dinámica de conversión. Un punto que no se improvisa, al
contrario, siempre será susceptible de profundización.
Por otro lado, deberá cimentarse bien en un fundamento humano, es decir, en
el reto y la tarea que se presenta a cualquier persona para llegar a ser ella misma
en un proceso de maduración, del que no están eximidos los candidatos al
sacerdocio. A este segundo dinamismo le llamaremos "autoconocimiento". Este
punto viene condicionado por la edad evolutiva de los seminaristas y por la
cultura a la que pertenecen. Hay que verificar que sus comportamientos se sitúen
en la edad evolutiva correspondiente, de modo que no se fomenten las
regresiones y los infantilismos. La cultura
Itinerarios formativos 56 El
fundamento

emergente, en la cual se reconoce la pluralidad y la individualidad, facilita en


cierto sentido que se proponga un camino de autoconocimiento. Pero éste debe
ser presentado en cada momento formativo con claridad pedagógica y
mediatizado con instrumentos concretos para que los individuos se determinen a
caminar por él.
Por último, deberá considerarse la capacidad real de aprendizaje y de
implicación en el proceso con que cuentan los diversos sujetos de la formación,
tanto a nivel personal como grupal, con sus típicos avances, estancamientos y
retrocesos. A este tercer elemento le llamaremos "gradualidad". Los valores y el
avance hacia ellos no se proponen de una vez para siempre, sino en una sucesiva
aproximación. De modo que primero se colocan unos puntos fundamentales,
luego se construyen hábitos y finalmente se amplían y se profundizan hasta
lograr el objetivo. En un grupo de seminaristas siempre habrá los que avanzan
más prontamente y los que lo hacen con más lentitud. El itinerario deberá
proponerse de tal modo que todos puedan avanzar, o al menos se hagan cada vez
más conscientes del déficit que van acumulando.
El alma de la formación y su eficacia se juega así en la adecuada
combinación de los tres elementos: conversión, autoconocimiento y gradualidad.
En un primer momento vamos a poner atención a cada uno de estos elementos,
para después relacionarlos entre sí.

La conversión
La conversión es un fenómeno que ocurre en el ámbito de la fe. Se define
habitualmente como una vuelta al Señor, a su Palabra, a sus criterios, a su amor.
Sin embargo, implica todo lo que la persona es. Se sitúa en un conjunto al que
podemos llamar el "yo". Es decir, una personalidad con toda su riqueza.
Conviene matizar muy bien la interpretación de la expresión evangélica: Si
alguno quiere venir detrás de mí, que renuncie a sí mismo, cargue con su cruz y
me siga (Mt 16, 24). Porque es imposible que el Señor pida al hombre que
renuncie al propio yo. El texto apunta más bien hacia cierta manera de gestionar
la propia personalidad, en la cual la realización personal ya no ocupe el centro de
las motivaciones del individuo. Porque será él, en su integridad, con todos los
factores que componen su personalidad, quien emprenda el camino del
seguimiento del Señor. Tengo interés en hacer esta advertencia porque no ha sido
raro que en los procesos formativos se haga una interpretación de la radicalidad,
la obediencia o la disponibilidad que tiende a anular el dinamismo propio de la
personalidad. Debajo de esta praxis suele existir una visión negativa del hombre
que no tiene nada que ver con los valores de la fe y de la vocación.
Si la conversión se hace efectiva en la total personalidad del sujeto, esto
quiere decir que la conversión se experimenta en varios planos, los que
corresponden a la naturaleza humana, y persigue el mismo objeto desde estos
planos o puntos de vista diversos y complementarios. Y que éstos se integran
entre sí de un modo dinámico. En concreto una conversión a la realidad, en el
plano de la inteligencia; una conversión al bien, en el plano de la voluntad; y una
conversión al amor, en el plano de la afectividad. En los tres planos la conversión
deberá llegar a constituirse como una
Itinerarios formativos 57 El fundamento

actitud permanente, es decir, algo que está en continuo funcionamiento y en lo


que conservamos siempre la posibilidad de crecer.
El plano de la verdad. El primer referente de la conversión es la realidad
que, pese a todas las limitaciones de nuestra percepción, podemos llegar a
conocer objetivamente. La realidad de Dios, siempre mayor que nuestra
imaginación en torno a él, y en algún modo siempre desconocida; la realidad
creada, que se constituye como un valor objetivo irrenunciable, un referente
necesario; la realidad personal, que ha de ser valorada y respetada en su propia
naturaleza. La verdad es objeto de contemplación porque Dios es la verdad en
sumo grado. El hombre creyente es un amante de la verdad. En torno a la verdad
gira su existencia y sus opciones. La realidad es objeto de percepción, de
conocimiento y de opción. Es importante que la persona que ha emprendido el
camino de la fe y de la formación alcance un nivel suficiente de conocimiento de
la realidad que le rodea y en medio de la cual existe. Pero aún es más importante
que cultive una actitud de apertura ante la realidad, permitiendo un conocimiento
siempre mayor. Lo contrario a este conocimiento es vivir en la fantasía, en la
imaginación, en los sueños o en los esquemas rígidos, preconcebidos, que pueden
estar unidos al ideal vocacional que ha elegido. Ésta es la parte intelectual de la
conversión, que nos lleva a percibir valores objetivos y a contemplarlos como
meta de la propia existencia. Aunque la realidad conserva siempre su carácter de
misterio, y en este sentido no puede ser totalmente conocida y mucho menos
dominada, el hombre tiene la capacidad real de esta aproximación a ella. Es el
objeto de su inteligencia y por ello experimenta más que una tendencia a ella, una
necesidad profunda de conocerla. La realidad nunca puede ser poseída y por ello
nuestra aproximación a la verdad siempre será limitada, humilde, pero real.
Formar a una persona significa ayudarle a permanecer atento a la realidad y a
comprenderla de un modo inteligente, razonable, responsable, manteniendo una
actitud respetuosa ante ella. La aproximación a la realidad establece así un valor.
El hombre se pregunta dónde están los valores y por qué esto puede ser
considerado un valor. Y debe responder con la ayuda de su inteligencia,
adhiriéndose al valor que está allí, objetivamente. Los valores que implica la fe y
la vocación necesitan ser comprendidos y explicados razonablemente.
Durante el proceso formativo cada uno de los alumnos debe llegar a formular
el contenido de los valores vocacionales con razonabilidad e inteligencia. De
modo que cuente con la claridad suficiente, siempre en un sentido gradual, para
poder alcanzar lo que se propone y para explicarlo a los demás, dando razones de
su fe y de su vocación. Cuando esto ocurre, podemos decir que es posible la
autoformación. Las opciones que realiza no son absurdas u oscuras, sino
claramente comprendidas, justas y razonables. Se ha dado una conversión hacia
la verdad, tanto en su sentido de revelación como en el sentido de apertura a
dicha realidad. El Señor nunca nos pide en su seguimiento negar la capacidad de
nuestra razón, al contrario, nos pide que la pongamos a funcionar, que
comprendamos aquello que hacemos. Interesa, pues, garantizar que el formando
comprenda los pasos que necesita dar en su proceso antes de que los ponga en
práctica, y que en este sentido se acostumbre a entender y a
Itinerarios 58 El
formativos fundament
o

cuestionar lo que se le propone. Esta actitud no es opuesta a la docilidad, porque la


auténtica docilidad hay que tenerla ante la voluntad de Dios, que exige el esfuerzo de
nuestra inteligencia y la implicación de nuestra voluntad.
El plano del bien. No basta con comprender la verdad. Es necesario que esta verdad
sea significativa para mí en un contexto determinado. Es decir, que tenga un sentido y
sea percibida como un bien. Si hemos dicho que el hombre tiene la capacidad intelectual
para buscar la verdad, también podemos decir que tiene la capacidad, ya no sólo
intelectual, sino también poniendo en juego su libertad, su capacidad volitiva, para
buscar el sentido y optar por el bien. Cuando la verdad es significativa entonces se
constituye como un bien y establece lo que los moralistas llaman un "ethos", es decir, un
contexto ético que nos ayuda a distinguir entre el bien y el mal. El bien es algo recto y
valioso que puede ser elegido como camino para llegar a ser. Entonces un objeto real se
convierte en algo bueno para mí. Nuestra capacidad de tender al bien objetivo nos obliga
a la heteronomía, es decir, a salir de nosotros mismos hacia un bien que se nos presenta
desde fuera con carácter objetivo. La aproximación al bien establece en la subjetividad
un valor como bueno para mí. Llego a percibir el valor como deseable, porque estoy
convencido de que puede traerme un bien. Muchos formandos no dan este paso en torno
a valores que pueden ser centrales en la forma de vida que están eligiendo, no llegan a
establecer este contexto moral. Por ejemplo, esto ocurre cuando el celibato es visto más
como una norma que hay que cumplir que como un don carismático que hay que
desarrollar y un bien para la persona.
Este movimiento es fundamental cuando se trata de los valores de la fe y de la
vocación, porque son valores normativos, que vienen dados desde fuera y la persona
asume como buenos para sí. No se trata de que sea cristiano, o sacerdote como pueda,
sino como dice la norma, como la Iglesia lo pide, como el Evangelio lo exige, es decir,
desde una norma objetiva. Pero para que esto sea posible, es necesario que el sujeto
llegue a percibir esa norma como un bien. La conversión al bien es por ello un elemento
fundamental de la formación. El ethos que el sujeto va construyendo está íntimamente
relacionado con el objeto de su opción. Se va perfilando una moralidad específica, de
cuño más social que individual, en la que se elige no sólo lo bueno, sino lo mejor, en el
sentido de que es lo más urgente o lo necesario para los demás 1. El sujeto va
consiguiendo un grado de madurez ética, porque comienza a comportarse de acuerdo
con los valores que comprende y acepta como buenos para sí. No es percibido como
bien más que lo concreto, en un sistema de valores determinado. Por eso se puede
dibujar el bien comunitario, es decir, los valores que compartimos en la comunidad y
que todos aceptamos para nuestra vida, valores que se traducen en una serie de
comportamientos también grupales que nos muestran un sentido de vida. Así se puede
hablar de un "ethos" compartido o comunitario que va evolucionando a lo largo del
proceso formativo. Nos interesa mucho que los seminaristas vayan caminan-

1
Este concepto del bien elegido en cuanto es lo mejor o lo más urgente,
estableciendo una nueva moralidad típica del camino discipular es profundamente
explicado por Castillo, J. M., El discernimiento cristiano, Sigúeme, 2001, pp. 45-
54.
Itinerarios formativos 59 El fundamento

do hacia esta manera de comprender la vida y su propio futuro, y desde aquí


aprendan a tomar sus determinaciones con un grado suficiente de libertad y una
capacidad de responsabilidad sobre ellas.
Durante su proceso formativo, el alumno debe lograr la sensación de que
elige libremente los medios formativos y de que se aplica a ellos con verdadera
determinación personal. No se dice nada en contra de la disciplina comunitaria,
que facilita y exige un cierto régimen de vida pero, para que esta disciplina sea
eficaz, es necesario que se transforme, tarde o temprano, en autodisciplina. Es
decir, en un ejercicio que parte de un uso de la libertad y de la convicción de
cada uno. Es lo que tradicional-mente se llama disciplina interior. Es hermoso
contemplar cómo los individuos y los grupos se van definiendo en este sentido.
Al contemplar este proceso estamos contemplando su propia maduración.
El plano del amor. La conversión tiene también un carácter afectivo. Pone a
funcionar la gran fuerza del amor. La vocación es un camino específico para el
amor. No llegamos a la auténtica realización de un valor si no es a través de
relaciones afectivas en medio de las cuales encuentra el valor su posibilidad de
ser para mí. De ahí la gran importancia de las relaciones y sobre todo de la
amistad. La verdadera amistad construye a las personas en la verdad, en el bien y
en el amor. Pero en el camino de la fe el primero que ha amado ha sido Dios, y él
se ha mantenido fiel a la amistad de un modo incomparable y definitivo. Por eso
el creyente cuenta con una especie de plataforma o molde para el amor. Ha
nacido de la situación afectiva de quien se sabe amado definitivamente y esta
verdad fundamenta sus relaciones de amistad, que son ya interpretadas de un
modo nuevo, desde una especial exigencia de gratuidad y de madurez, la del
amor de Cristo y la de su seguimiento. El plano del afecto hace del bien un
camino efectivamente transitable, que se va realizando en cada uno. La persona
descubre una vía concreta para amar. Aprende poco a poco a transitar por ella.
No se trata de cualquier tipo de afectividad, sino de una afectividad adulta,
que ya no se centra en la gratificación de las propias necesidades, sino que viene
caracterizada por el don de sí a favor de los demás. Se trata de la oblatividad.
Desde aquí se comprende la posibilidad del amor virginal y de la entrega a una
misión. Hay conversión afectiva en la medida en que, tanto la persona como el
grupo, vayan unificando sus afectos en torno a un fin y vayan construyendo lo
que se puede llamar el régimen ascético del amor. Efectivamente, el amor
conlleva siempre una cuota de sacrificio y de lucha.
La conversión afectiva lleva a los formandos a asumir existencialmente un
valor. La vida afectiva tiende a integrarse en un todo con sentido. Se perciben a
sí mismos como realizando un verdadero camino humano de amor y al mismo
tiempo una extensión o continuidad del amor de Dios manifestado en Cristo. Por
eso se dice que el corazón de la vida vocacional es la caridad. La caridad pastoral,
en el caso de los presbíteros. Esto produce una adhesión a Cristo y a su proyecto,
un sentido de pertenencia a la Iglesia Particular y más allá de ella, a la Iglesia
Universal.
Itinerarios formativos 60 El fundamento

El autoconoclmiento
El propio conocimiento es un terreno amplio, que nunca se termina de
explorar. La realidad personal es una de esas verdades que hemos dicho
permanecen como misterio. Cuanto más me conozco más me respeto, porque sé
que desconozco mucho más. Sé que quien me puede conocer a fondo es sólo
Dios. Hay una gran diferencia entre una persona que ha emprendido el camino
del autoconocimiento y otra que no lo ha hecho. Porque el conocimiento de la
realidad personal es el cimiento sobre el cual se funda el proceso formativo. Una
base totalmente necesaria. La formación debe facilitar que el candidato se haga
cada vez más consciente de los valores por los que merece la pena dar la vida,
pero al mismo tiempo debe ayudar a que el individuo llegue a conocerse a sí
mismo con profundidad, objetivando las condiciones reales en las cuales puede
realizar y vivir los valores vocacionales. El autoconocimiento es así exigido por
la conversión y juega con los siguientes elementos:
La doble percepción que todo hombre tiene de sí mismo, por un lado como
trascendente, capaz de realizar un ideal y por otro lado como necesitado de ser
trascendido en las condiciones objetivas de su comportamiento, precisamente
para poder plasmar el ideal en su comportamiento y en su personalidad, es el
contexto en el que nos situamos. Se trata de que el sujeto sea consciente del
contraste existente entre el yo ideal y el yo real. Que perciba con toda claridad
que una cosa es lo que Dios quiere de él y otra distinta lo que él quiere o lo que
de hecho hace. La conciencia de esta doble percepción es asombrosamente
vivida por Jesús en su oración de Getsemaní (Le 22, 39-46). Sabe muy bien que
él no quiere lo que quiere el Padre, que su voluntad no coincide con la voluntad
de Dios. Lo reconoce con naturalidad. Esta conciencia abre la posibilidad de la
entrega definitiva al camino de la cruz.
Lo contrario sería la actitud ingenua de quien cree estar realizando
nítidamente el ideal o la voluntad de Dios, sin la mínima capacidad de
autocrítica. Es una actitud ingenua porque es irreal. La persona en esta situación
vive de un sueño. Además es muy probable que tal sueño sea utilizado
inconscientemente como un escudo para defenderse de las propias
contradicciones que amenazan la estima de sí. Cuando esto ocurre el sueño
dorado de su vocación se irá alejando cada vez más, porque será inaccesible. Ya
se ve que en el proceso formativo es necesario un esfuerzo perceptivo de las
propias contradicciones y debilidades, es necesario adquirir conciencia de sí en
el camino vocacional que ha sido emprendido. De modo que el sujeto llegue al
final del proceso con una conciencia nítida de la existencia de estas
contradicciones, a las cuales sabe poner un nombre y en torno a las cuales ha
aprendido a cultivar una actitud positiva.
El yo ideal es lo que quisiera llegar a ser con la ayuda de Dios. Este yo ideal
se confecciona de un modo peculiar cuando la persona opta por la vocación
cristiana, porque aspira a valores altísimos, que sólo podrá realizar con la ayuda
de la gracia. Y por ello entra en un contraste más profundo con la condición
objetiva del yo real, que se muestra en el comportamiento. El yo ideal se
confecciona normativamente. Viene dado por la Iglesia y bien definido en los
documentos que se refieren a la
Itinerarios formativos 61 El fundamento

vocación específica. El creyente aspira a la perfección de Cristo, a realizar en sí


mismo el modelo de hombre pleno que Cristo representa. Y esto en el contexto
de un llamado específico al servicio del pueblo de Dios. A este ideal acceden los
seminaristas gradualmente. Primero desde una percepción muy parcial, que se
teje en torno a sus propias experiencias con personas que viven esta vocación.
Gracias al proceso formativo, van completando su visión del ideal que se les
propone. Este proceso de conocimiento del ideal culmina en una fundamentación
bíblica y teológica de la propia vocación que existencialmente define una vía
mística y ascética capaz de unificar todas sus capacidades humanas en torno a la
realización del ideal. Deben llegar a contemplar a Cristo desde la perspectiva del
propio ideal y desde allí emprender el camino de su imitación.
El ideal nunca es una realidad poseída. Al contrario, los valores que definen la
propia vocación revisten una novedad permanente, porque nadie es en plenitud el
sacerdote que Dios quiere. Siempre estamos en camino de comprender los
valores y de llevarlos a una realización original. Se pueden describir dos
extremos en los que la conciencia del ideal no se da. El primero, cuando la
referencia al ideal no existe. La persona formula su opción vocacional desde una
óptica totalmente ajena a los valores de la fe y esta situación no le hace ruido.
Por ejemplo, quien interpreta el sacerdocio como un negocio, como una carrera
en la que tiene garantizado un modus vivendi. No llega a percibir el valor del
sacerdocio, su sentido evangélico, etc. Lo único que ve es un negocio como otro
cualquiera. El otro extremo es el de quien tiene una excesiva seguridad en torno
al ideal. Cree haberlo conseguido al grado de que se siente con autoridad para
dictar normas al respecto y para elaborar juicios sobre quién lo vive y quién no.
Este modo de percibir el ideal se reconoce por su rigidez. El valor se confunde
con un modo específico de realizar el valor, de modo que no hay lugar para la
diversidad. Por ejemplo, un seminarista que adopta siempre la misma postura en
la capilla y espera que todos los demás lo hagan de la misma manera. Confunde
el ideal con un modo muy específico de realizarlo, al grado de que este modo
rígido de actuar le aleja del verdadero conocimiento del ideal.
La formación debe ayudar a los jóvenes a mirar con atención al ideal, a
conocerlo cada vez mejor y a permanecer abiertos a su novedad. Los valores que
constituyen el propio ideal se convierten en objeto de estudio, de examen del
propio comportamiento, de sucesivas interpretaciones en creciente profundidad,
de modos diversos de ponerlos en práctica que van siendo complementarios entre
sí y van enriqueciendo la visión de sí mismo en el camino vocacional. Este
permanecer atentos al ideal tiene una gran importancia y va a ser una clave en la
dinámica de la formación permanente. Tiene muchas facetas: la bíblico-
teológica; la carismática-espiritual; la sociológica y psicológica; la existencial y
pastoral. Porque la vocación es una realidad compleja. En todas estas facetas
conviene garantizar un crecimiento que sea cada vez más consciente y una opción
cada vez más intencional.
El yo real es mostrado por el comportamiento objetivo de la persona. Es un
dato que no se puede negar porque aparece evidente a la conciencia de una
persona que tenga un mínimo de capacidad de autocrítica. El hombre debe llegar
a la toma de
Itinerarios formativos 62 El fundamento

conciencia de sus propias contradicciones, porque este es el camino por el que


podrá vivir con un mínimo de autenticidad el ideal. El Nuevo Testamento es
explícito en esto. Se narran las debilidades de los apóstoles con una gran libertad,
porque los autores bíblicos tienen la conciencia de que los valores vocacionales
son un don de Dios y se realizan en personas conscientes de su propia fragilidad.
La expresión paulina llevamos este tesoro en vasijas de barro (2 Cor 4, 7) es bien
clara al respecto. El formando debe llegar a conocer con precisión y profundidad
la fragilidad de su vasija de barro, que es portadora de un don del Espíritu. Como
ocurría con el ideal, el seminarista inicia su proceso con una serie de intuiciones
más o menos superficiales y con una visión muy parcial de sí mismo. Lo normal
es que existan actitudes defensivas que le impiden percibir sus propias
contradicciones. Irá poniéndoles un nombre, sobre todo a través de la reflexión
personal y del diálogo con los formadores, y profundizando en ellas hasta que
llegue a abrazarlas y a interpretarlas como un camino de salvación: cuando me
siento débil, entonces es cuando soy fuerte (2 Cor 12, 10), es decir, cuando llegue
a comprender y a abrazar mi propia debilidad, podré vivir con verdadera
fortaleza los valores de la fe y de la vocación.
También en este terreno existen dos extremos que conviene evitar. El primero
es el del total desconocimiento de sí. Es la persona que no tiene contacto con su
propio yo y sus condiciones. No se ha aproximado a su realidad personal, de
modo que ésta es ajena a su conciencia. No tiene ¡dea de que existan
contradicciones. Mucho menos ha dialogado sobre ellas con otras personas. Aún
no ha narrado su verdad. Está tranquilo en el desconocimiento de su propia
realidad. Dice un refrán castellano, dormido en sus laureles. Cuando la persona
no confronta su realidad, no es posible la formación, porque no hay materia que
formar. Esta situación se parece a quien pretende hacer un proyecto
arquitectónico sin contar con un terreno real. Es imposible porque el diseño hay
que hacerlo sobre unas condiciones objetivas y en unas dimensiones reales. Lo
contrario se puede hacer, pero es bordar en el vacío. El otro extremo es el de
quien hace una constatación demasiado cruda de sí mismo, de manera que
objetiva sus condiciones reales, pero sin que parezca posible trabajar sobre ellas.
Esta visión de sí mismo es frecuente en la cultura posmoderna. La persona
constata sus deficiencias pero sin darse la oportunidad de crecer. Volviendo al
ejemplo del arquitecto, es como quien constata que el terreno con que cuenta es
fangoso, y por ello es imposible construir sobre él. En este caso la persona
necesita comprobar que es posible ir secando el terreno, rellenando con nuevos
materiales, hasta que adquiera la solidez necesaria para soportar una
construcción. Esta situación es peligrosa porque, aunque el sujeto comprueba el
yo real, no toma la determinación de trabajar sobre él.
Esta doble situación en la que se pueden hallar los candidatos hace ver que el
formador debe situarse en una doble estrategia. Por un lado confrontadora, y por
otro lado consoladora. Es decir, debe poner los medios para confrontar al
candidato de modo que vaya adquiriendo conciencia de sí. Pero al mismo tiempo
debe animar y confortar, es decir, dar fortaleza al muchacho para que pueda
emprender el camino del autoconocimiento con alegría. Estas actitudes tienen
que ver con los mecanismos
Itinerarios formativos 63 El fundamento

que todas las personas utilizamos para garantizar la propia estima, son por un
lado defensivos y por otro lado protectores. Para hacer esta delicada tarea, el
formador cuenta con el modelo de la pedagogía de Dios y de su Palabra, que
puede llegar a ser tajante, como espada de doble filo (Hb 4, 12) que hiere hasta lo
profundo, pero a la vez puede llegar a la ternura de la madre que acaricia a su
creatura (Is 66, 13).
El autoconocimiento se hace aún más necesario cuando tenemos un mayor
número de vocaciones que han nacido en el dolor, es decir, cuando existen
situaciones dolorosas o difíciles que han marcado el proceso humano de los
candidatos. Para este fin contamos con un instrumento muy valioso, que es la
redacción y narración de la propia historia. Es fundamental que estas situaciones
que marcan la vida de las personas sean trabajadas con asiduidad. No basta una
aproximación superficial, que se manifiesta en el hecho de que el muchacho
comparta verbalmente con el formador aquellos acontecimientos, muchas veces
guardados en silencio durante años. Éste es sólo el primer paso. Detectados los
acontecimientos, han de ser objeto de un análisis profundo hasta llegar a una
relectura de los mismos como parte de la personal historia de salvación. Esta
condición de los jóvenes, que hoy está siendo mayoritaria en las casas de
formación, exige una atención cuidadosa de los formadores y una preparación
técnica, pero sobre todo exige verdaderas actitudes y criterios de fe. Conviene
que desde el principio del proceso se detecten estas situaciones para que luego
haya el tiempo suficiente para trabajarlas con asiduidad, y si es necesario,
recurriendo a la ayuda técnica.
Queda muy claro que no basta con una aproximación superficial al yo real,
sino que es necesario que esto se haga sistemáticamente y contando con una
metodología adecuada. Más adelante se profundizará en los medios pedagógicos
que se pueden utilizar. Por ahora es suficiente insistir en que este confrontar y
confortar han de ponerse en práctica tanto en el nivel personal como en el grupal,
de modo que las personas lleguen a una capacidad sobresaliente de autocrítica, a
la valentía necesaria para enfrentarse consigo mismos y a una nueva
interpretación de su propia personalidad, junto con los acontecimientos que han
sido parte de su historia, desde las claves de la fe.
El yo latente. El ejercicio continuo de permanecer atento al ideal y de
confrontar la realidad personal, conduce a adquirir alguna conciencia
aproximativa de las condiciones profundas de la personalidad. Se trata del yo
latente. Son las necesidades que marcan la personalidad de un modo definitivo y
fueron establecidas en la primera infancia. Realidades que no van a cambiar, y sin
embargo es necesario aceptar lo más que se pueda. El autoconocimiento lleva a la
autoaceptación. Esta conciencia nunca es clara del todo, pero sí se intuyen estas
condiciones de un modo genérico. Las intuyen tanto el acompañado como el
acompañante. Evidentemente en muchos casos no se llega a esta profundidad.
Pero entonces no podemos decir que conocemos al candidato, y más aún, que se
conozca a sí mismo. Las necesidades no son ni buenas ni malas. Simplemente
existen en la dinámica de la personalidad. Sin embargo son un condicionante
muy importante de las posibilidades de esa persona para el futuro.
Itinerarios formativos 64 El fundamento

La aproximación al yo latente lleva habitualmente a una conclusión en torno


a las posibilidades que aquella persona tiene para vivir un estilo de vida
determinado. Los psicólogos distinguen entre las necesidades de carácter
narcisista o autocéntrico y las necesidades de carácter más neutro o
heterocéntrico2. Para nuestro fin se pueden distinguir así: Las necesidades
autocéntricas o narcisistas son las que obligan al individuo a centrarse en la
gratificación y por ello le impiden optar con libertad suficiente por el ideal, que
es de carácter heterocéntrico. No es que una persona con estas características no
pueda acceder al ideal cristiano y vocacional, lo que queda claro es que le será
más difícil, y que específicamente las exigencias de la vida sacerdotal, que son
las de una continua oblatividad en el amor, le serán especialmente duras. En este
sentido hay que decir que la vida ministerial y en especial el celibato, es un
camino extraordinario y por ello requiere condiciones suficientes en la personali-
dad de quien tiene una aspiración hacia ella. Lo deseable es que quien llegue a la
conclusión de no contar con una naturaleza apta para el ministerio, sea el mismo
candidato, y esto precisamente mediante un proceso de autoconocimiento que la
misma casa de formación le facilita.
La tensión dialéctica de base. La confrontación entre el yo ideal y el yo real
produce una situación afectiva de incomodidad. No es agradable vivir en la
conciencia de la propia contradicción y menos aceptarla como parte del vivir
cotidiano. La descripción de san Pablo es magistral, porque muestra el realismo
de esta tensión: En efecto, el querer el bien está a mi alcance, pero el hacerlo no.
Pues no hago el bien que quiero, sino el mal que aborrezco. Y si hago el mal que
no quiero, no soy yo quien lo hace, sino la fuerza del pecado que actúa en mí.
Así que descubro la existencia de esta ley: cuando quiero hacer el bien, se me
impone el mal. En mi interior me complazco en la ley de Dios, pero experimento
en mí otra ley que lucha contra lo que dicta mi mente y me encadena a la ley del
pecado que está en mí (Rm 7, 18-23). El texto merecería un comentario amplio,
pero aquí lo que nos interesa es la constatación viva de esta tensión o lucha
interior que se da en el corazón del creyente.
Porque esta lucha interior provoca desazón e incomodidad, las personas
tendemos a negar alguna de las dos partes. Puedo tender a aceptar el yo real, pero
lo hago de tal manera que niego la posibilidad del ideal, porque esto me exime
del esfuerzo que tendría que hacer para vencerme a mí mismo. Reconozco la
propia debilidad pero me niego a trabajar sobre ella, postulando un realismo
duro, excesivamente negativo. Concluyo que es imposible para mí caminar hacia
el ideal. Puedo, por el contrario, tender a afirmar el ideal, pero de tal manera, que
niegue el yo real, y así quedo

2
Se puede encontrar una clasificación en Cencini, Α., - Manenti, Α., Psicología y formación., Paulinas, México, 2001,
pp. 358. El problema real no es el de la mera existencia de necesidades autocén tricas, sino el desconocimiento de las
mismas. Cuando la persona se hace consciente de sus propias necesidades, se abre la posibilidad de que aprenda
gradualmente a satisfacerlas de un modo adecuado o no plenamente contradictorio en relación a los valores. Se trata de
un aprendizaje que cada persona necesita hacer y requiere de un acompañamiento sistemático. Al contrario, las
necesidades de carácter neutral, si no están confrontadas, también pueden llegar a convertirse en un grave impedimento.
Itinerarios formativos 65 El fundamento

también eximido del esfuerzo. Reconozco los valores, pero hago de ellos una
utopía, casi una ideología, que realmente no me toca. Es el idealismo irrealista,
que oculta o niega la realidad personal. La persona no camina hacia el ideal
porque le falta el piso. El ideal queda reducido a un planteamiento teórico
hermoso, convincente, pero inaccesible. El autoconocimiento tiene como fruto
principal la aceptación de esta tensión.
La tensión dialéctica de base es definida con estas tres palabras por B.
Lonergan y L. M. Rulla3. Es tensión porque consiste en una contradicción
interior que la persona experimenta y en cierta medida le angustia. Es dialéctica
porque le obliga a entrar en una lucha de contrarios, en un diálogo interior. Es de
base porque marca la personalidad de un modo definitivo y le acompañará
durante toda la vida.
La aceptación de la tensión dialéctica de base ocurre gradualmente y es un
objetivo importante del proceso formativo. Si queremos poner nombre a la
diferencia entre una persona que ha trabajado sobre sí misma y la que está en un
estado silvestre, será precisamente el de la aceptación cordial de esta tensión. Nos
parecemos a los dragones que tienen una cola larga. Puedo ser inconsciente de mi
cola y, desde este desconocimiento, ir haciendo daño a los demás con ella. O
puedo hacerme consciente de la cola que llevo, al grado de que aprenda a
encogerla en el momento oportuno para no dañar a los demás con ella. Este
modelo gráfico del dragón y su cola es un aproximado de lo que ocurre cuando
ha existido verdaderamente un proceso formativo en este sentido. Cada uno
hemos de hacernos responsables de nuestras inconsistencias y de los conflictos de
nuestra personalidad a fin de no perjudicar demasiado a la comunidad con ellos.
Es un ejercicio exigente, que deben poner en práctica asiduamente muy
especialmente quienes van a estar al frente de esa comunidad.
La resolución positiva de esta tensión es un criterio para el discernimiento
voca-cional. Los alumnos llegan a tratar con delicadeza las propias
contradicciones y, como consecuencia de sentido común, las de los demás,
haciendo de ellas un punto de comunión y no un motivo de división.
Evidentemente, para que esto sea posible, no vale el voluntarismo, sino que es
necesario que cada quien haya pasado por una con-

3
Lonergan, B., Método en Teología, Sigúeme, 2006, p. 111. Sobre todo nos interesa este texto iluminador: El desarrollo
religioso no consiste simplemente en que el estado dinámico de estar-enamorado sin restricciones se despliegue en todas
sus consecuencias. Porque ese amor es la cima de la auto-transencencia y la auto-transcendencia del hombre es siempre
precaria. La auto-transcendencia implica en sí misma una tensión entre uno mismo en cuanto transcendente y uno mismo
en cuanto transcendido. Así pues, la autenticidad humana nunca es una posesión pura, serena, segura. Siempre es un
apartarse de la inautenticidad y todo apartarse que tenga éxito sólo descubre la necesidad de seguir apartándose de ella.
Nuestro progreso en el entender es también la eliminación de inadvertencias y falsedades. Nuestro desarrollo moral se
logra a través del arrepentimiento de nuestros pecados. La genuina religión se descubre y se realiza redimiéndose de las
muchas trampas de la aberración religiosa. Es así como estamos obligados a vigilar y a orar, a hacer nuestro camino con
temor y temblor. Y son los más grandes santos los que se proclaman más pecadores, aunque sus pecados parecen de veras
insignificantes a gente menos santa que carece del discernimiento y del amor que ellos tienen. Cf. También la aplicación
de este concepto en Rulla, L. M., Antropología de la vocación cristiana, Atenas, 1990, p. 139.
Itinerarios formativos 66 El fundamento

frontación sistemática y haya conocido y aceptado, en alguna medida, sus


propias contradicciones. Las personas que han hecho este proceso de
autoconocimiento saben estar al lado unas de otras para fortificarse en la lucha
contra el mal que cada uno lleva dentro y saben estimularse en la búsqueda de los
valores vocacionales. El autoconocimiento de cada uno conduce a la creación de
un clima formativo. Al contrario, cuando las personas son inconscientes de su
propio yo con sus conflictos y contradicciones, comparten estos conflictos en la
convivencia, reforzando mutuamente sus inconsistencias. Este modo viciado de
vivir en comunidad, en vez de abrir el camino hacia los valores vocacionales,
impide que las personas los alcancen, formando en ocasiones barreras
infranqueables. Estoy junto a ti para gratificar mis necesidades inconscientes.
Como desconozco mi propia interioridad te perjudico como me perjudico a mí
mismo con un mal manejo de la misma. Esta situación llega a un extremo cuando
es el formador quien establece esta dinámica, perjudicando gravemente a los
alumnos.
La capacidad real de optar por los valores depende así del propio
conocimiento, que se complementa con el conocimiento del ideal. Esta capacidad
es un bien que la formación debe garantizar, y en este sentido hay que ser
realmente exigentes.

La gradualidad
La gradualidad es un criterio tradicional de la educación en la Iglesia
admirablemente sólido. Consiste en el reconocimiento de que las personas no
avanzan definitivamente hacia los valores de una vez, sino que necesitan hacer
aproximaciones sucesivas hasta llegar a realizarlos como parte de su
personalidad. Es un principio que nos interesa mucho en la formación porque va
a constituir como la técnica pedagógica básica. La gradualidad se justifica desde
varias perspectivas:
La perspectiva teológico-espiritual. Los valores que se proponen al candidato
en el proceso vocacional son difíciles de alcanzar porque poseen una gran altura.
No es cualquier cosa, por ejemplo, proponer a un seminarista que viva una
entrega oblativa a favor del pueblo de Dios, imitando las actitudes de entrega de
Cristo, el buen pastor. Esto supone una madurez extraordinaria, pero además un
proceso de comprensión del modelo de Cristo, una aceptación de este modelo y
un esfuerzo prolongado para ir adoptando estas actitudes. A la aceptación del
modelo le podemos llamar una vía mística. Es decir, un camino muy concreto de
identificación con el misterio de Cristo que se propone como modelo de vida. Se
entiende que este camino es un don de la gracia, al que sólo podemos acceder
con la ayuda de Dios y en un continuo clima de unión con él. Al esfuerzo
continuado que la persona pone le podemos llamar ascesis. Es el esfuerzo que el
hombre pone para secundar este don de la gracia. Tal camino ascético tiene
mucho que ver con el autoconocimiento y la confrontación que se han presentado
anteriormente.
No se entra en este camino de una vez para siempre, sino a través de sucesivas
aproximaciones, definiendo un proceso. Esta es la enseñanza unánime de los
místicos, que presentan la vida espiritual dividida en etapas, que se van
siguiendo unas a otras
Itinerarios formativos 67 El fundamento

en un orden creciente. No entramos ahora en la definición de estas etapas, lo que


nos interesa afirmar con mucha claridad es que la vida espiritual requiere un
proceso educativo que se lleva toda la vida y por ello es ingenuo pretender que
en un corto período de formación, por ejemplo, el curso introductorio, ya se haya
conseguido este fin. La naturaleza misma de la vida espiritual y de los valores de
la vocación sacerdotal exigen, pues, procesos prolongados y etapas gradualmente
organizadas.
La perspectiva psicológica. Los valores que se proponen en la vida espiritual
son, en cierto sentido, no naturales. No es lo más normal que un joven intente
vivir una mística y ponga para ello una serie de medios ascéticos. Sería deseable
que todos lo hicieran, les haría un gran bien. Pero hay que reconocer que este
proceso no brota espontáneamente, que la mayoría de los jóvenes gestionan su
propia personalidad regidos por otros principios; menos en el ambiente en que
nos movemos hoy. Para que se emprenda este camino es necesaria una cultura
que podemos llamar cristiana. Sin esta cultura es imposible. La vivencia de los
valores vocacionales no es un fruto espontáneo, sino bien cultivado,
intencionalmente buscado, propuesto explícitamente. Y en este sentido no es lo
más natural. Decir no natural no significa antinatural, porque, por otro lado, es un
auténtico camino de maduración y de plenitud humana.
Una propuesta de esta naturaleza, con el dinamismo de conversión y de auto-
conocimiento que se ha explicado, prácticamente en todos los casos presenta
resistencias. Es totalmente normal que existan actitudes defensivas ante una
propuesta que pretende una nueva interpretación de toda la personalidad y para
ello provoca un cuestionamiento del yo. El objeto de la formación no es verificar
si existen las defensas, sino descubrir el modo como se ponen en práctica e
intentar desmontarlas. En el proceso, la persona siente profundamente una
amenaza, y por ello es fundamental conseguir que, poco a poco, superando esta
sensación, se vaya sintiendo segura y llegue a confiar. Por ello el arte de la
formación implica este doble juego, lleno de paciencia, entre la mano blanda que
estimula y alienta y la mano dura que propone y exige.
La perspectiva pedagógica. Al conocimiento nunca se accede de modo
inmediato. No es un proceso lineal-progresivo, sino un proceso dubitativo. La
persona avanza, se estaciona, duda, retrocede, asimila, vuelve a avanzar... Si esto
es verdad en relación con cualquier conocimiento, mucho más con los que
implican un cambio de vida, como son los procesos formativos. En el plano
grupal ocurre lo mismo. El grupo avanza y retrocede como tal. Y los miembros
del grupo no avanzan a un ritmo uniforme. Cuando se trata de valores
normativos existe otro elemento que complica el proceso, es la credibilidad de los
valores que intenta encarnar el grupo que acoge las vocaciones y siempre es
limitada, en concreto el presbiterio. El valor no se aprende teóricamente, sino que
es contemplado a través del testimonio de quienes ya viven esa vocación
específica. Esto hace el proceso aún más lento porque es inevitable que los
seminaristas capten contenidos contradictorios. Es un juego de credibilidad,
contradicciones, avances, caídas, dudas, perplejidades, aclaraciones.
Si así es.el proceso del candidato, la propuesta deberá presentarse en tal
amplitud
Itinerarios formativos 68 El fundamento

de plazos, que permita todos estos movimientos hasta llegar a la libre


determinación por los valores. Por este motivo no es bueno presentar en el
itinerario demasiados contenidos, sino más bien los esenciales, en torno a los
cuales se pueda fijar la atención de los jóvenes. Lo contrario será la pretensión,
ciertamente ingenua, de que las personas apliquen a su vida de modo inmediato y
automático lo que se explica en una charla de formación.
La perspectiva de la cultura emergente. La posmodernidad viene
caracterizada por el pensamiento frágil y por el relato breve que se da en un
fragmento. Por eso los jóvenes que hoy tenemos en las casas de formación
exigen una satisfacción en el corto plazo. Quisieran evaluar en cada momento y
sentir verdaderos avances. Esta situación, hoy generalizada en las casas de
formación, hay que llegar a percibirla como una oportunidad pedagógica. Si el
joven se sitúa en el fragmento, es precisamente en el fragmento donde se pueden
ofrecer pasos concretos y criterios de autovaloración a través de un itinerario
formativo. Si el muchacho no tolera el relato a largo plazo, nos está exigiendo la
gradualidad. Es verdad que hay que insistir en el proceso en su conjunto y en los
valores perennes que están de fondo, pero es fundamental situarnos en la cultura
propia de los jóvenes para responder desde sus condiciones reales y proponer un
avance gradual y paulatino en la comprensión y vivencia de los valores.
La gradualidad se da en varios planos, que son complementarios entre sí y
hay que tomar en cuenta al mismo tiempo:
A través de las etapas. Evidentemente hay una gradualidad en las etapas
formativas. Cada una de ellas presenta una secuencia en relación con la anterior
y la siguiente que tiene una lógica y propone un proceso. La formación se hace
muy difícil cuando aparece como la monótona repetición de los mismos tópicos
a través de las etapas formativas. Esta suele ser una falta grave en muchas casas
de formación. Los documentos de la Iglesia dejan clara esta gradualidad,
definiendo objetivos precisos para cada una de las etapas y en las diferentes
dimensiones de la formación, gradualidad que debe ser respetada e
implementada en cada casa de formación. Los acuerdos de los formadores
tienden a establecer cada vez con mayor claridad estas etapas secuenciales. La
ratio define la gradualidad a lo largo de las etapas, pero es fundamental que los
formadores se hagan conscientes de dicha gradualidad y la vayan proponiendo de
tal modo que se logren concatenar las etapas entre sí. El seminarista pasa de una
etapa a otra con tal conciencia de su propio proceso, de sus logros y deficiencias,
que pide la natural continuidad. Cuando se ha asimilado la gradualidad es muy
notorio que no se pierde el tiempo, porque los seminaristas están polarizados por
los retos formativos que se les presentan, dentro del ritmo de cada uno.
Al interno de cada etapa. Sin embargo, como ya hemos explicado, se deja a
cada seminario el diseño de los medios que se han de implementar para
conseguir el objetivo. Hay etapas que duran un año, tres, y hasta cinco años. Sea
cual sea su duración, hay que proponer una gradualidad al interno de la etapa. De
modo que formadores y seminaristas sepan situarse en objetivos precisos para
cada momento formativo, sea trimestral, semestral o anual. Esta definición de
momentos diversos al interno de cada
Itinerarios formativos 69 El fundamento

etapa va a ser la estructura básica del itinerario, que se propondrá más adelante.
Los formadores necesitan aprender a distinguir el grado de madurez de los
muchachos al iniciar y al terminar las etapas, a poner en un segundo plano sus
propia expectativas y a proponer, de un modo pedagógico, el proceso de
maduración que corresponde a cada uno de los momentos formativos en los
cuales se divide la etapa.
En cada propuesta formativa. Los ejercicios que se proponen a los
muchachos no son fáciles de realizar. Por ejemplo, una catequesis cristológica, o
un instrumento para afrontar las necesidades que caracterizan al yo real. Exigen
un proceso en el cual el muchacho comprende, consulta sus dudas, afronta sus
resistencias, toma una determinación, elabora, confronta con los formadores...
Por ello cada propuesta ha de presentarse gradualmente, dando el tiempo
suficiente para que cada uno realice este proceso. Existe así una tensión
pedagógica entre el objetivo propuesto, con el reto que conlleva, y su resolución
positiva. Lógicamente el llegar a tal resolución lleva su tiempo porque plantea
pequeños procesos de maduración. Este proceso es semejante al que hace el
constructor de una máquina, tiene que modelar con cuidado cada una de las
piezas para que encaje en el conjunto, haciendo todos los ajustes pertinentes para
conseguir un buen funcionamiento.
En cada persona y cada grupo. El proceso de las personas y de los grupos no
es uniforme. Siempre hay quien se adelanta y quien se retrasa. Siempre hay
grupos que traducen más nítidamente un paso formativo y los que son más
deficientes en ello. Grupos y personas que adelantan en un sentido pero les
cuesta avanzar en otro. No tiene sentido comparar ni a las personas ni a los
grupos. Lo importante es ofrecer una propuesta y permitir que cada uno la vaya
implementando de modo irrepetible, respetando y valorando su originalidad. Las
personas y los grupos han de adquirir el hábito de evaluar y re-emprender el
camino una y otra vez, de ajustar y volver a ajustar, especialmente mediante la
metodología del proyecto, de cuestionar lo que han conseguido y permanecer
dispuestos a completarlo o a afinarlo.
La aceptación de la gradualidad como técnica pedagógica fundamental
supone así que tanto el alumno como el formador perciben los avances y las
deficiencias del proceso y se hacen conscientes de que el perfil formativo se va
definiendo en las personas y en los grupos poco a poco. Lo importante no es que
se consiga el perfil de modo regular, es decir, comparativamente, todos a la vez,
sino que las personas y los grupos vayan avanzando hacia él y sea precisamente
la percepción de su progreso objetivo el mejor estímulo para continuar. Ésta será,
tanto para las personas como para los grupos, una experiencia gozosa, que
producirá el sano orgullo de la pertenencia a un grupo que efectivamente camina,
ciertamente a su propio ritmo, hacia un fin determinado.
Se descubre con facilidad la mutua implicación de los tres dinamismos:
conversión, autoconocimiento y gradualidad. Los tres han de estar presentes y
fomentarse a través de los materiales del itinerario formativo y han de
presentarse con la claridad y la agilidad suficientes para que el joven se haga
sujeto de la propia formación. La combinación de los tres elementos produce, en
su conjunto, una experiencia estética. Es
Itinerarios formativos 70 El fundamento

decir, alguna suerte de armonía o de equilibrio entre los tres dinamismos, en


creciente profundización, que hace del proceso formativo una experiencia bella.
Esta armonía es lo opuesto a los desequilibrios que producen exactamente lo
contrario, una experiencia no bella, en algún sentido contradictoria y antinatural.
Al final, este lenguaje estético es percibido con mucha naturalidad por las
personas sencillas que contemplan el proceso de maduración de los jóvenes,
quienes descubren con meridiana certidumbre cuándo existe un equilibrio
suficiente y cuándo no.
6. La metodología

Para poder llevar a la práctica los itinerarios formativos es necesario un planteamiento


pedagógico que concrete para el proceso educativo el fundamento que se ha expuesto en
el capítulo 4. Esta metodología se hará realmente practicable a través del itinerario de
cada etapa, cuyo esquema general se desarrolla en los capítulos 8 al 12. Ahora nos
interesa dejar claros los pasos metodológicos que los seminaristas necesitan dar para
conseguir su crecimiento en la fe y en la vocación, independientemente de la etapa en la
que se encuentren.

Introducción: las perspectivas vocacionales


El punto de vista existencial por el que accedemos a una opción vocacional es tan
complejo como la persona que hace esta opción. Desde el punto de vista del sujeto éste
puede situarse en tres perspectivas:
a) La perspectiva de los valores. Los valores vocacionales son el objeto de la
opción vocacional. Se trata de valores objetivos y revelados, es decir, que vienen
definidos en el Evangelio y a través de los ejemplos de Cristo. Fundamentalmente son
cinco: la unión con Dios, el seguimiento de Cristo, la pobreza, la castidad y la
obediencia. Aunque estos valores definen cualquier vocación, adquieren un sentido
preciso para la vocación específica. Así, podemos describir el modo de unión con Dios y
de seguimiento de Cristo que corresponde a un sacerdote; o el sentido preciso de la
pobreza sacerdotal, el celibato sacerdotal y la obediencia en el ámbito de una Iglesia
Particular. Esta concreción es presentada por los documentos de la Iglesia. En nuestro
caso lo hacen la Presbyterorum Ordinis, la Pastores Dabo Vobisy el Directorio para la
vida y ministerio de los presbíteros.
La perspectiva de los valores ocurre cuando el objeto de la opción vocacional son
los valores vocacionales tal como se nos ofrecen en la Escritura o en los documentos de
la Iglesia. La persona mira directamente a los valores vocacionales, de tal manera, que la
conducta relativa a los valores constituye para ella un premio. Así, la persona encuentra
su mayor alegría en la vivencia del valor, y llega a ser testimonio transpa rente y claro de
dicho valor. Se trata de valores objetivos y revelados porque éstos no son elaborados por
la persona o por el grupo, sino que son definidos desde los ejemplos de Cristo y desde
las enseñanzas del Evangelio.
Desde esta primera perspectiva se pueden dar tres situaciones.
■ La persona que ha hecho la opción vocacional lo hace con buena intención,
pero no conoce suficientemente los valores. Al desconocer el contenido
objetivo de los valores, obra como si éstos no existieran. Esto puede
ocurrir con muchas personas en la actualidad. Están con buena intención
en una casa de formación, pero desconocen el contenido de los valores de
la vocación que
Itinerarios formativos 72 La metodología

han elegido. Por ejemplo, un seminarista del curso introductorio que


utiliza ropa muy costosa y ostentosa. Lo hace porque desconoce el valor
de la pobreza sacerdotal. Necesita catequesis, es decir, que alguien le
explique con más detalle el valor, para que lo pueda poner en práctica. En
cuanto llega a comprender el valor con mayor precisión, lo aplica. Esta
aplicación pronta demuestra que, aunque no había la conducta sí había
buena disposición, porque él se situaba en la primera perspectiva.
■ La persona que, conociendo el contenido de los valores, se halla sin la
determinación espiritual necesaria para ponerlos en práctica. Hay conocimiento
del valor pero no hay determinación. Necesita una profundización espiritual para
que la opción por el valor llegue a ser eficaz. En nuestro ejemplo, el seminarista
que comprende el sentido de la pobreza sacerdotal con precisión, pero no termina
de optar por ella. No termina de descubrir existencialmente el valor como bueno
para sí y va postergando la decisión de ponerla en práctica. No se encuentra con
fuerzas para emprender el camino ascético que la pobreza sacerdotal le exigiría.
Podríamos decir que le falta profundidad espiritual.
■ La persona que conoce los valores de un modo objetivo y, en medio de
sus limitaciones, los pone en práctica con claridad. En nuestro caso, el
seminarista que comprende el sentido de la pobreza sacerdotal y la vive,
haciendo opciones concretas desde este valor y mostrando con transparencia un
comportamiento relativo a él. Éste se parece a la tierra buena del Evangelio, que
da fruto, sea el 30, el 60 o el 100 por ciento.
b) La perspectiva ambigua. La persona está en esta perspectiva cuando como
objeto de la opción vocacional aparecen los valores con su contenido objetivo,
pero éstos se hallan mezclados con otros intereses, que la persona no conoce con
claridad, pero enturbian su opción. Esto ocurre de tal modo, que la conducta
relativa a los valores no es tan objetiva ni tan profundamente satisfactoria porque
habitualmente se experimenta unida a la gratificación de otras necesidades
opuestas a los valores. Podemos decir que la persona vislumbra los valores pero
sin claridad suficiente. Su testimonio de los valores será tan ambiguo como su
percepción de los mismos. En este caso, se pueden dar dos soluciones:
■ La persona que, habiendo desenmascarado el engaño, consigue una
amplia
ción de su libertad, de tal modo que, aunque siempre va a sentir la
tendencia
contraria al valor, puede optar por él en su contenido objetivo, porque se
ha
hecho consciente de la tendencia contraria que existe en sí misma. Ha
llegado
a tal grado de confrontación, que, sintiendo la tendencia contraria, su
compor
tamiento traduce el valor de un modo real y concreto. Si volvemos al
ejem
plo: el seminarista que tiene la tendencia a vestirse con ropa costosa, pero
ha
llegado a ser de tal modo consciente de esta tendencia, que su modo de
vestir
refleja auténticamente la pobreza sacerdotal. Existe todo un movimiento
interior por el cual confronta su propia tendencia para vivir el valor.
■ La persona que permaneciendo en el engaño, opta por un bien aparente.
No
Itinerarios formativos 73 La metodología

puede optar por el valor porque conserva una percepción ambigua en


torno al mismo. Lógicamente, su conducta será tan ambigua como su
percepción. En el ejemplo, el seminarista que no llega a descubrir la
contradicción entre la ropa costosa que utiliza y la pobreza sacerdotal,
argumenta que él es pobre de espíritu y dice que a él eso no le afecta. El
problema es que continúa comprando ropa costosa y ostentosa. Hay que
señalar que su comportamiento resulta escandaloso porque es claramente
opuesto a los valores objetivos.
c) La perspectiva utilitaria. La tercera perspectiva es la de quien no
vislumbra el valor, sino sus propios intereses, de modo que la opción vocacional
es, en realidad, opción por otro fin. El valor es utilizado para gratificar otra
necesidad. Es una perspectiva tan pobre que la persona es incapaz de ver más
allá de sí misma. En nuestro caso, el seminarista que pide dinero a bienhechores
para gastarlo en ropa costosa y ostentosa. Usa los valores sacerdotales para
aprovecharse de los bienhechores, en un comportamiento totalmente distante de
la pobreza sacerdotal. Esta distancia es aún más radical que en el ejemplo
anterior, porque no sólo ocurre como algo superficial, sino que brota de la
convicción íntima de la persona. La perspectiva utilitaria puede ser inconsciente,
entonces hay un profundo autoengaño. Pero también puede ser consciente,
entonces hay deshonestidad.

Los itinerarios en este contexto


En el contexto de las perspectivas vocacionales que se han descrito, la
propuesta de formación que hemos designado con el nombre "itinerarios", si
quiere ser realista y, sobre todo, eficaz, deberá atender las necesidades de los
diversos individuos que participan en ellos, de modo que ayude a todos y no
solamente algunos a progresar en el proceso vocacional y formativo. Nos quedan
así, cinco tipos de individuos:
3) El que se sitúa en la perspectiva del valor, pero desconoce el valor. Para la
persona en esta situación, los itinerarios necesitan ofrecer una catequesis amplia,
que le lleve a percibir con exactitud el contenido de los valores.
4) El situado en la perspectiva del valor, pero carente de profundidad
espiritual. Para esta persona, los itinerarios deberán ofrecer un camino de
conversión o de crecimiento espiritual, de modo que adquiera la profundidad
suficiente, capaz de sostener su opción.
5) El que se coloca en la perspectiva del valor, y cuenta con el conocimiento
del valor y la profundidad espiritual que falta a los dos anteriores. Para él bastaría
con ofrecer con claridad los objetivos y medios formativos.
6) El que se sitúa en la perspectiva ambigua, pero ha logrado confrontarla.
En este caso, los itinerarios deberán mantener el estilo y el nivel de la
confrontación, para que la persona pueda conservar el grado de libertad que ha
conseguido.
e) El situado en la perspectiva ambigua y no ha logrado confrontarla. Para
él, los
Itinerarios formativos 74 La metodología

itinerarios necesitan provocar una cierta crisis, de modo que llegue a la


confrontación, a la toma de conciencia y al análisis de la ambigüedad de
sus planteamientos, de modo que consiga cierta mayor libertad para que
pueda tender con más facilidad al valor.
f) El que se sitúa en la perspectiva utilitaria, sea consciente o inconsciente de
su tendencia. Si la persona es consciente de estar en esta perspectiva y no
quiere cambiar, los itinerarios no tienen nada que hacer con él. Habría que
excluirlo de la formación. En el caso de que se coloque
inconscientemente en la perspectiva utilitaria, habría que trabajar por una
primera conversión, pero esto sería mejor hacerlo fuera de la casa de
formación.
Mirando así las cosas, el planteamiento pedagógico de los itinerarios
formativos deberá:
■ Presentar con claridad los objetivos formativos. No basta con poner el
objetivo general de la etapa en un cartel grande. Es necesario explicarlo con
detalle, fundamentarlo teóricamente y desglosarlo en objetivos específicos, de tal
modo que sea efectivamente reflexionado, comprendido y asumido por el
seminarista. Por ello conviene dedicar un tiempo suficiente a la presentación de
cada objetivo y a su justificación, de modo que los seminaristas puedan
explicarlo con sus propias palabras.
■ Ofrecer una catequesis suficientemente amplia, que lleve al seminarista al
conocimiento más objetivo y real de los valores vocacionales, por los que merece
la pena optar. Aquí conviene aplicar un método catequético completo, es decir,
que no se reduzca a la transmisión de una doctrina, sino que implique la
experiencia orante en torno a los contenidos, haciendo de la catequesis un
encuentro con Dios, y perfile un compromiso vital de la persona en su proceso
formativo.
■ Provocar una confrontación suficientemente clara, de modo que haga a la
persona más consciente de las ambigüedades que puedan estar acompañando su
opción y le ayude a ampliar su libertad para optar con mayor autenticidad por los
valores. La confrontación ha de ser de tal calidad que no se reduzca a la sesión o
a un momento de la misma, sino que se plantee para un período de tiempo
determinado, provocando al seminarista un cuestionamiento que se reflejará en
las entrevistas con los formadores. Por ello conviene ofrecer los medios para que
esta confrontación se mantenga en el tiempo, de modo que la persona no reduzca
nuevamente su capacidad de optar por los valores. Conviene que la confrontación
sea personal y grupal
■ Objetivar la situación en la cual es imposible la opción por los valores. Al
describir el comportamiento no deseado se intenta desenmascarar las posiciones
defensivas que impiden el compromiso vocacional en este momento concreto de
la formación. Esta objetivación es válida tanto para la persona como para el
grupo.
Itinerarios formativos 75 La metodología

Dado que todos los individuos presentan una mezcla de todas estas
situaciones, es necesario ofrecer para todos este conjunto pedagógico. De modo
que se consiga un instrumento apto para promover en todos los casos un
crecimiento en la fe y para que el crecimiento conseguido se mantenga a lo largo
de la vida. Lo que se pretende no es que el muchacho pase una prueba o apruebe
un curso, sino que asuma un reto espiritual dinámico para el resto de su vida,
haciendo efectivamente, de cada paso que se le propone, una actitud de vida. De
este modo planteamos la formación inicial, pero mirando hacia la formación
permanente.
Conviene, antes de pasar adelante, hacer dos advertencias:
■ Los valores no pueden ser confeccionados democráticamente. Son
objetivos y revelados, y se asumen en el contexto de una institución normativa.
Por este motivo los alumnos no pueden elaborar los itinerarios. Éstos constituyen
la propuesta del equipo formador. Tampoco pueden elaborar la metodología, ésta
se propone de manera objetiva. Su aportación consistirá en asumir con intensidad
la propuesta formativa y caminar bajo su guía. En todo caso podrán enriquecer el
proceso después de haber pasado por él, y pensando en las generaciones que
vienen detrás.
■ La propuesta formativa no es meramente situacional. Depende más bien
de factores normativos. Por ello define en un primer momento el ideal de sí, y
después lo hace concreto como ideal-de-sí-en-la-situación. Por ello, no depende
de un análisis de la realidad o de la situación concreta del seminario o de la
diócesis, ni tampoco del plan diocesano de pastoral. Evidentemente existen
realidades que hay que tomar en cuenta, desde la cultura de los seminaristas hasta
las condiciones en que vive la Iglesia Local, pero igualmente es verdad que los
valores sacerdotales son universales, y que lo más esencial es igual en todas partes.
Los itinerarios miran hacia esta parte más universal y luego la concretan para una
realidad específica.

La metodología concreta
Proponemos a continuación una metodología en cuatro pasos, que puede
aplicarse a cada una de las etapas formativas. Estos pasos son acumulativos y
progresivos, y se situarán en el contexto del objetivo general que las Normas
Básicas señalan para cada una de las etapas. Son acumulativos porque el reto que
propone cada paso permanece vigente para la vida del sujeto y son progresivos
porque se enriquecen unos a otros, formando un conjunto armónico y perfilando
una actitud de vida.
Primer paso: experimentar. Consiste en dejar de estar distraídos para poner
atención. Es un ver en profundidad, acudiendo a los datos de los sentidos,
enfocando el objeto de la opción. Más aún, consiste en observar con
detenimiento, acumulando datos. De modo que aquella realidad que nos ha
convocado sea experimentada directamente. No es un ver pasajero, sino exige la
actitud profunda de permanecer atento.
Itinerarios formativos 76 La metodología

Como lo que planteamos es un camino de fe y de formación, este ver tiene un


objeto específico, que son los ejemplos de Cristo en los Evangelios. Es un mirar
amplio, que contempla a Cristo presente en toda la Historia de Salvación y como
clave interpretativa del ser humano. Permanecer atento significa fijar un ideal
para sí en el camino de la imitación de Cristo. En el seminario la imagen de
Cristo que el muchacho necesita percibir con claridad va pasando del primer
conocimiento de Cristo, al Maestro en un camino discipular y a la imagen del
Buen Pastor.
Segundo paso: entender. En este segundo momento intentamos elaborar los
datos. Es decir, analizar y comprender con mayor profundidad, aplicando nuestra
capacidad racional. De modo que la opción a la que nos acercamos sea
razonablemente comprendida y explicada con las propias palabras. El
seminarista debe llegar a elaborar un juicio por medio del cual exprese la
razonabilidad de su proceso formativo. Esta razonabilidad implica un paso
interior hacia la convicción, porque sólo es posible realizar con convicción lo
que previamente ha sido comprendido.
En concreto, se trata de descubrir la "razón y justicia" que hay debajo de la
propuesta evangélica. El muchacho, respondiendo a la pregunta: ¿por qué esto es
bueno para mí?, debe comprender que el seguimiento de Cristo en esta faceta
concreta no es algo descabellado o utópico, sino algo justo y necesario,
perfectamente razonable. Esto al grado de que pueda explicarlo por sí mismo.
Tercer paso: afirmar. Habiendo comprendido el contenido de la opción de
un modo suficiente, ahora se trata de "bajar" el contenido a la personalidad.
Intentamos apropiar ese contenido, es decir, llegar a percibirlo como propio. Para
ello será necesario confrontar los comportamientos que sean contrarios al valor,
contando con las tres perspectivas que se han explicado. Se trata de adquirir
convicciones, asumir personalmente los valores hasta impregnar con su
contenido objetivo el propio modo de ser y de actuar.
Para esto, es necesaria una confrontación con los valores evangélicos que
toque lo profundo de la personalidad y lleve a la persona a un proceso de
cuestionamiento, y en ocasiones a una verdadera crisis de la que saldrá
fortalecida. Queremos ampliar la libertad del sujeto para que pueda vivir con
mayor autenticidad y verdad los valores del Evangelio.
Cuarto paso: decidir. Al final, la formación siempre propone al seminarista
que tome una decisión. Debe abrazar el valor objetivo libremente, de tal modo,
que llegue a disfrutar de la conducta objetiva que concreta ese valor en su
personalidad y en su comportamiento, e incluso prescindiendo de la aprobación
de la autoridad o del apoyo de los demás, haciendo de ella una auténtica
experiencia del amor, en nuestro caso del amor pastoral. La opción por el
comportamiento relativo al valor está dinámicamente relacionada con la opción
vocacional, que compromete la vida.
El estado en el que una persona, movida por el amor de Dios, se compromete
desde su fe, se llama en el lenguaje espiritual "consolación espiritual". Sea cual
sea su decisión, pues durante todo el proceso conserva intacta su libertad, la
persona se sabe consolada en su decisión, o en la aceptación de la decisión que la
Iglesia y el equipo
Itinerarios formativos 77 La metodología

formador tome sobre él.


Decir que estos cuatro pasos son acumulativos y progresivos significa que
cada uno de ellos conduce al siguiente y reafirma el anterior. Así, por ejemplo, el
experimentar me lleva a entender y el entender me remite nuevamente al
experimentar. De modo que no deben ser puestos en práctica como escalones que
conducen a un aprendizaje lineal, sino al modo de un círculo hermenéutico, por
medio del cual el seminarista se va asomando a nuevos horizontes de
comprensión y vivencia de los valores, los cuales permanecen siempre
desconocidos y en alguna medida desconcertantes, como es desconocido el
paisaje que llega a contemplarse después de subir a una montaña. El círculo ha
de completarse con la metodología en su conjunto, de modo que, establecido un
experimentar-entender-afirmar-decidir, ésta misma decisión lleve al sujeto a
afirmar-entender-experimentar en su vida práctica. Y así sucesivamente.
En el núcleo de la metodología está el tercer paso, es decir, la afirmación de
los valores desde el cuestionamiento de la propia personalidad. Esta va a
constituir la roca firme del proceso de conversión en los tres planos que se han
explicado en el capítulo 4: el de la verdad, el del bien y el del amor. Es nuclear la
experiencia de cuestionarse a sí mismo porque allí reside la clave de una más
auténtica espiritualidad, que es el centro de los procesos formativos. Esta idea es
expresada de modo muy nítido por san Francisco de Borja. Considera que la
"confusión" de sí mismo es el referente que fundamenta la vida espiritual. Tal
confusión es el efecto de haber reconocido con puntualidad y precisión la propia
debilidad1. El resultado final es una persona más libre y continuamente abierta a
la novedad de Dios, como Jesús que recorrió un camino de continua clarificación
de la voluntad de Dios; como el publicano de la parábola, que se presentó ante
Dios con un corazón contrito y humillado; como san Pablo, que reconociendo
con precisión su propia debilidad y dejándose conducir por otros llega a ser
fuerte.
A la hora de proponer la metodología a los seminaristas es útil hacerlo en
forma de imperativos o consignas, porque presentan más dinámicamente cómo
no sólo se trata de dar los cuatro pasos, sino de adoptar las actitudes que
corresponden:
■ ¡Permanece atento! Deja de estar distraído, de vivir en la superficialidad.
Haz un esfuerzo perceptivo ante los retos que la vida te presenta.
■ ¡Sé inteligente! No te refugies fácilmente en la pereza mental. Aplica la
fuerza de tu razón para comprender y explicar los contenidos y retos de tu
formación.

1
Dice a la letra san Francisco de Borja: Quien desee que sus obras vayan fundadas con perfecci ón, comiéncelas todas por
la confusión, y consérvese en ella en todo lo que hace; tómela por compañera, y mientras no la dejare, no lo dejará Dios
Nuestro Señor. Porque no suele menospreciar el corazón contrito y humillado, antes está escrito que con los humildes es
su conversación. Esta es la vestidura de las bodas, de las cuales nadie que de ella estuviere vestido, será lanzado. Esta es
la librea de los hijos de Dios, de ésta se han de vestir todos los que le quieran seguir. Pues su sacratísima humanidad se
vistió tanto de ella que decía: cada día estaba delante de mí mi ignominia, y la confusión de mi rostro me cubría.
Itinerarios formativos 78 La metodología

■ ¡Sé razonable! Evita decididamente la doble vida. Intenta ajustar lo más


posible tu comportamiento a aquello que has comprendido y aceptado como
bueno para ti. Da un paso hacia la coherencia.
■ ¡Sé responsable! ¡Ama! No te instales en el egoísmo y el individualismo.
Da un paso de verdadera generosidad tomando decisiones a favor de los demás,
recorriendo un camino efectivo para el amor.
Es conveniente señalar que la aplicación de la metodología a la formación
inicial prepara para la formación permanente, porque desarrolla precisamente la
actitud formativa que nos interesa, y que se puede definir con los términos
docilidad-disponibilidad. Una actitud que es necesario cultivar ante los ejemplos
de Cristo y los evangelios, pero también ante todos los acontecimientos de la
vida que son interpretados por el creyente como presencia providente de Dios.
En nuestro caso es la actitud ante los medios formativos con los que cuenta el
seminarista para emprender su camino.

Aplicación de la metodología a las etapas formativas


Para aplicar la metodología es importante considerar las etapas que las
Normas Básicas proponen, de modo que se garantice primeramente el
aprendizaje de la metodología y después su correcta aplicación, de la siguiente
manera:
En el seminario menor, la metodología se aplicará de una manera muy suave,
sin objetivarla demasiado, al modo de una etapa previa, como estando en el
fondo de todos los elementos que se proponen para la formación. Así, no se hace
una invitación explícita a dar los pasos metodológicos. Los muchachos están
muy ocupados con las actividades de la preparatoria, de modo que el itinerario
formativo no debe reclamar excesiva atención o trabajo de su parte.
■ Primer semestre: Momento de integración, Dios llama. En el Seminario
Menor es necesario un primer semestre de adaptación, durante el cual los
muchachos suelen tener muchas dificultades, las más frecuentes en los estudios,
en la convivencia comunitaria, en el descubrimiento de la vida espiritual. El
centro del proceso educativo consiste en que lleguen a percibir la llamada de
Dios como un misterio y un don que hemos recibido y se hace real a través de
una serie de medios formativos.
■ Segundo semestre: Momento de crecimiento, aprendiendo a responder.
Este segundo semestre es un tiempo oportuno para que los seminaristas den un
estirón, es decir, consigan un crecimiento intenso en su actitud formativa. Si
antes reflexionaron sobre la llamada como misterio, ahora aprenden a responder,
con una actitud auténticamente formativa y poniendo todo su esfuerzo en las
propias responsabilidades. Se propone la contemplación de las actitudes de Jesús
en su vida oculta.
■ Tercer y cuarto semestres: Momento de estabilidad, un sí sostenido. A
partir
Itinerarios formativos 79 La metodología

del segundo año de preparatoria los muchachos tendrán habitualmente


menos dificultades. Ya han adquirido cierta estabilidad y deben ser
productivos. El referente espiritual puede ser el de María, que sostiene
una actitud de apertura ante Dios y de servicio al prójimo y, junto a ella,
la de tantos otros testigos perseverantes de la Biblia y de la Historia.
■ Quinto semestre: Momento de profundización, el sentido de la misión. La
actividad formativa se centra en comenzar a recoger los frutos del proceso en el
seminario menor. Los seminaristas del quinto semestre comienzan a presentarse
ante los demás como testigos de un proceso ya realizado y ejemplo de una
verdadera actitud formativa. Se profundiza en los valores espirituales,
especialmente en la oración, en el ejercicio de la libertad y la responsabilidad,
invitándoles a ejercer un liderazgo positivo en el ambiente del seminario menor.
■ Sexto semestre: Momento de discernimiento, la decisión. La atención se
enfoca hacia la decisión del paso al Seminario Mayor. Parece conveniente que los
seminaristas participen en el proceso vocacional junto con otros candidatos que
se preparan para el ingreso en el curso introductorio, de modo que ya constituyan
con ellos un grupo en proceso de maduración de la opción vocacional.
En el curso introductorio, se procura una introducción a la metodología, de
modo que los muchachos capten parte de ella, pero sobre todo para que aprendan
a aplicarla. Los objetivos del curso introductorio están muy bien definidos en las
Normas Básicas. Por razón de su objeto, tan centrado en el discernimiento
vocacional, es recomendable que adopte el modelo de un catecumenado
vocacional. Proponemos para ello cinco momentos que siguen el esquema del
catecismo de la Iglesia Católica:
■ La Sagrada Escritura. Se trata de explicar el misterio de Cristo, de la
Iglesia, de la vocación y las vocaciones y en concreto de la vocación presbiteral
desde una primera aproximación al texto bíblico. Como símbolo de este primer
paso está la entrega de la Sagrada Escritura en una versión que sea manejable
para los muchachos.
■ El Credo. Una catequesis sistemática sobre el contenido de la fe que
profesan, al estilo de un catecumenado de Confirmación, insistiendo de modo
especial en los sacramentos de la iniciación cristiana. Se pueden incluir los ritos
de la renovación del Bautismo y de la Confirmación, y una Eucaristía didáctica,
es decir, que muestre el modo práctico de participación activa en la celebración.
■ La moral. Aquí nos interesa una aproximación práctica al modo de
comportamiento del creyente y del seminarista, que ayude a definir el contexto
moral en el que necesita situarse la vida del joven, insistiendo en los valores que
con frecuencia son cuestionados en el ámbito social del que proceden.
■ El autoconocimiento. A lo largo de estos tres primeros pasos, el muchacho
ha aprendido la metodología del examen como un modo de oración y ha
Itinerarios formativos 80 La metodología

comprendido el valor y sentido del sacramento de la reconciliación.


Ahora, a través de diversos medios, se procura un análisis de sí mismo,
por el que llegue a percibir con claridad sus virtudes y defectos, de modo
que adquiera un primer nivel en el conocimiento de sí.
■ El discernimiento vocacional. Los seminaristas aprenden las reglas
fundamenta
les del discernimiento vocacional y las aplican a su propio proceso en la
decisión de pasar a la Etapa Filosófica o, en su caso, abandonar el proceso
formativo.
En la etapa filosófica se persigue el aprendizaje directo del planteamiento
pedagógico, de modo que los pasos metodológicos se distribuyan a lo largo de
los tres años que dura la etapa. Se explícita el contenido de la metodología y se
provoca una vivencia intensa, incluso forzando un poco a los seminaristas a
entrar en ella, de modo que la acepten y la asuman como parte de su vida. Este
modo de proceder es coherente con el fin estructurador de la etapa.
■ Primer año: La actitud de "permanecer atento". Se centra toda la dinámica
en el primer y segundo pasos de la metodología. La acumulación de datos se
hace en torno a dos objetos principales: los ejemplos de Cristo, el hombre
perfecto revelado en la Escritura y el propio comportamiento. El fruto de este
primer año de la etapa consiste en que el seminarista ha dejado de estar distraído
y comienza a poner atención, percibiendo con mayor agudeza la realidad.
■ Segundo año: La actitud de "liberarse de". Ahora toca el turno al tercer
paso de la metodología. Intentamos que el seminarista entienda bien la necesidad
que tiene de Dios en su vida y se cuestione profundamente. Para ello planteamos
un prolongado descenso a los infiernos de la propia interioridad, con todas sus
contradicciones. Procuramos que llegue al reconocimiento puntual y preciso de
las propias esclavitudes, debilidades e inconsistencias, de modo que no
solamente las toque, sino las trabaje sistemáticamente, tomando la decisión de
dejarse acompañar en ellas para toda la vida.
■ Tercer año: la actitud de "liberarse para" tomar una decisión. Se aplica el
cuarto paso, que consiste en tomar las decisiones que se derivan de la verdad que
ha conocido. Ahora se abordan las características de la personalidad desde una
perspectiva más positiva, en la línea del desarrollo de la propia capacidad de
amar a Dios, al prójimo y especialmente a los que más lo necesitan. Este año
cierra la etapa con un acompañamiento para la decisión del paso a la etapa
teológica o, si conviene a esta persona, para interrumpir el proceso formativo
temporal o definitivamente.
Durante la Etapa Teológica, la metodología se aplica en sucesivas ocasiones,
poniendo como objeto diversos aspectos de la configuración con Cristo Pastor.
Se pretende que el seminarista vaya dando pasos acumulativos por medio de los
cuales aplique la metodología a distintas facetas del misterio de Cristo Buen
Pastor que da la vida por su rebaño, consiguiendo la configuración de un modo
gradual, y preparando una disposición similar para la formación permanente. En
cada uno de los pasos que
Itinerarios formativos 81 La metodología

se describen se deberán aplicar los cuatro pasos metodológicos de un modo


consciente y cada vez más armónico. Esto es posible porque ya se ha tomado
conciencia de ellos en la etapa filosófica.
■ Primer año: Las virtudes teologales. Este es un año de transición en el que
es importante recuperar y sintetizar toda la experiencia formativa anterior y a la
vez introducir en el método de los tratados teológicos y en los fines de etapa
teológica. Se propone poner atención a la fe, la esperanza y la caridad tal como
las vive Jesús en los evangelios, pero también observando las figuras que hacen
referencia a Jesús en el Antiguo Testamento y las de sus seguidores en el tiempo de
la Iglesia. Las virtudes teologales son fundamento de la vida presbiteral. Se invita
al seminarista a leer con ojos de fe la realidad a la que se ha aproximado durante
la etapa anterior, a mantenerse con esperanza en medio de ella y a amar con el
amor que procede de Dios en circunstancias reales.
■ Segundo año: Los consejos evangélicos. Intentamos la contemplación de
Cristo en la vivencia de la pobreza, la castidad y la obediencia. Antes de ser
consejos para sus seguidores, son vivencia personal y profunda en él. Para desde
allí perfilar la vivencia de los consejos evangélicos en la vida presbiteral. Los
seminaristas conocen con precisión el carácter propio de la pobreza sacerdotal,
de la castidad en el celibato sacerdotal y de la obediencia en un único presbiterio.
Al finalizar el segundo año, cuentan ya con los elementos fundamentales para
elaborar un proyecto presbiteral.
■ Tercer año: La caridad pastoral y las prioridades presbiterales. Se presenta
la caridad pastoral como alma de la vida y ministerio de los presbíteros, elemento
central de la configuración con Cristo Pastor, siempre partiendo de la
contemplación de sus ejemplos. Junto a este motor de la vida sacerdotal, las
prioridades que se proponen al presbítero en Presbyterorum Ordinis 6c: Los
pobres y los más débiles, los jóvenes, los cónyuges y padres de familia, los
religiosos hombres y mujeres, los enfermos y agonizantes. Con lo visto en los
dos años anteriores hay un conjunto suficiente para que el seminarista elabore su
proyecto presbiteral, respondiendo a la pregunta: ¿Qué sacerdote puedo llegar a
ser? La elaboración de este proyecto, a largo plazo, puede estar unida a los
primeros pasos en torno a las órdenes.
■ Cuarto año: Las actitudes del presbítero. Se vuelve a aplicar la
metodología, ahora en torno a las actitudes y habilidades prácticas que hacen del
presbítero un evangelizador eficaz, tales como la escucha, la capacidad de
consuelo, la disponibilidad para el humilde servicio, la capacidad de trabajo en
equipo, etc. Se vuelve a proponer la contemplación de los ejemplos de Cristo y
de la comunidad cristiana para tomar la decisión de cultivar intencional y libre-
mente tales actitudes y desarrollar las habilidades que corresponden.
Durante la etapa pastoral, la metodología se supone asimilada como proceso
de configuración con Cristo Buen Pastor y como parte de la dinámica del
seminarista que se encuentra ya en el proceso de órdenes. Una clave importante
de esta etapa es la
Itinerarios formativos 82 La metodología

personalización; que deje de considerarse un grupo y se trate cada caso de modo


individual. En los seminarios de México suele ser un tiempo flexible, que puede
llevar desde seis meses hasta varios años. Existe en diversas modalidades,
principalmente tres: la de inserción en una comunidad o apostolado concreto, la
de una comunidad formativa con inserción en diversos apostolados y la que se
realiza en el mismo seminario, ya terminada la Etapa Teológica. Podemos
dividirlo de acuerdo al proceso de órdenes con una duración flexible para cada
una de las etapas:
■ Momento introductorio. Es un momento para situarse en la realidad
comunitaria en la cual va a vivir esta etapa. Conocimiento de las personas, de la
tarea pastoral, del equipo sacerdotal en el que estará inserto. Es una iniciación
práctica al significado existencial del término "disponibilidad". Requiere un
esfuerzo de adaptación importante. Concluye con la elaboración de un proyecto
para la etapa pastoral, bien situado en circunstancias reales.
■ Los ministerios laicales. El ejercicio de los ministerios laicales va
marcando un modo de vida y de inserción pastoral. Es conveniente que esto se
vaya viviendo de manera gradual, dando todo su valor al sentido del ejercicio
ministerial que señala el ritual de órdenes. Momentos privilegiados serán el de la
preparación de los pasos correspondientes: recepción del lectorado, del acolitado
y admisión a órdenes. Por último, la elaboración de la solicitud para el diaco-
nado.
■ Ejercicio diaconal. Es el tiempo que va desde la ordenación diaconal a la
presbiteral. Hay que saber combinar el ejercicio litúrgico y a la vez pastoral y
social del ministerio diaconal, inserto en una comunidad y en una tarea pastoral
concreta. Es un tiempo para la profundización espiritual que viene exigida por
los compromisos definitivos.
■ Recepción del presbiterado. Marca el cierre de la etapa pastoral. Es
fundamental que la ordenación presbiteral sea preparada convenientemente. El
diácono, con la experiencia que ha acumulado, tiene ya una mayor capacidad
crítica para revisar y volver a elaborar su proyecto presbiteral.
7. Las dimensiones de la formación

A partir de la publicación de la Pastores dabo vobis ha existido en los ambientes


formativos una conciencia más clara de las dimensiones de la persona que están
implicadas en la formación. El término "dimensiones" es más feliz que el de
"áreas", porque el segundo propicia que sean comprendidas como realidades
yuxtapuestas; mientras que el primero tiende más claramente a su integración.
Esta fue precisamente la intención al proponer las dimensiones. Para efectos
prácticos se han subdividido las cuatro dimensiones que presenta el documento
hasta conseguir seis. Queremos aproximarnos a cada una de ellas: espiritual-
carismática, humana-personal, humana-comunitaria, académico-laboral,
apostólica o pastoral y vocacional o del proyecto. Se trata no sólo de comprender
el valor y el contenido de cada una de ellas, sino de disponerse para asumir la
función que corresponde al formador en cada dimensión. Si se quiere garantizar
la integralidad de la formación, todo el equipo formador debe abrirse a cada una
de las dimensiones, tanto en las repercusiones que esto tiene para la propia
formación permanente como para intervenir acertadamente en el proceso
formativo de los alumnos.

Integración de las dimensiones


Es importante señalar que las dimensiones de la formación no se relacionan
entre sí de cualquier manera, sino cada una desde su propia naturaleza,
garantizando la integralidad del proceso. Siempre existe el peligro de
yuxtaponerlas, como si nada tuviese que ver una con otra. Esta idea ilumina
concretamente nuestra tarea de confeccionar una propuesta formativa porque ésta
debe integrar todas las dimensiones armónicamente. En este capítulo queremos
señalar primeramente el modo correcto como se debe dar esta integración. En un
segundo momento nos asomaremos al contenido de cada una de ellas haciendo
fundamentalmente una síntesis de los documentos de la Iglesia y señalando,
finalmente, unas líneas pedagógicas elementales.
La dimensión espiritual es el alma de la propuesta formativa. Es el eje en
torno al cual giran los demás elementos. Cada una de las etapas del proceso
formativo debe proponer al alumno metas espirituales específicas, o como se
señaló al hablar de los fundamentos de la formación en el capítulo quinto, un
camino de conversión. Lo espiritual-carismático no es una parte más, sino el
elemento central, el que define el proyecto. Si comparamos la personalidad del
seminarista con un triángulo, la dimensión espiritual será la altura. Es
fundamental que el edificio tenga una altura suficiente. Si es verdad que la
dimensión espiritual ocupa el centro, la etapa deberá tomar su nombre de esta
dimensión, y no de otra. Tradicionalmente en los seminarios se han definido las
etapas desde la dimensión académica: propedéutico, etapa filosófica, etapa
teológica... con tales nomenclaturas se está poniendo el acento donde no tiene
que estar. Más adelante se propondrán otros nombres que juzgamos más
acertados porque expresan mejor el contenido espiritual de la etapa.
Itinerarios formativos 84 Las dimensiones

Se ha popularizado la idea errónea de que primero hay que construir a nivel


humano para después proponer los valores espirituales. Así se establece un
prejuicio a la hora de realizar la formación. Parece mejor postular la idea
contraria: el muchacho se ha apuntado a un proceso de maduración espiritual y
vocacional que debe quedar claro. Esta opción bien presentada es la mejor
motivación para poner atención a las necesidades humanas, tanto personales
como comunitarias, que entran en juego en el mismo proceso espiritual. De
modo que al construir los itinerarios se tenderá a respetar la primacía de lo
espiritual.
Que la dimensión espiritual sea el eje del proceso formativo exige que se
haga la propuesta de un avance en la vida espiritual para cada una de las etapas,
que esta propuesta se implemente en la práctica a través de la enseñanza de los
medios espirituales que serán necesarios, que sea acompañada convenientemente
y que en torno a ella se aglutinen los demás elementos de la formación. Si se
desdibuja la propuesta espiritual se desdibuja automáticamente el mismo
proceso. Esto ha ocurrido históricamente en muchos seminarios. No existió una
verdadera propuesta espiritual, no se enseñaban los medios, etc.. y se termina por
hacer procesos carentes de lo fundamental. Un ejemplo clásico es éste: Se
procuró proveer los ejercicios espirituales de cada año. Pero nos olvidamos de
enseñar al formando a hacer ejercicios. De modo que el alumno ha sobrevivido,
ha soportado los ejercicios, pero nunca aprendió a ser sujeto de los mismos. Este
fenómeno se repite en relación a otros medios como la oración, el examen, la
dirección espiritual, etc. Pero además exige que, tanto en la distribución del
tiempo como en el empleo de los recursos, se invierta decididamente en la
propuesta formativa y en la vida espiritual. En muchos casos la formación quedó
reducida a unas charlas que daba el padre espiritual sin un orden lógico, sin una
secuencia pedagógica. Queremos que lo propiamente formativo se explicite con
claridad y gradualidad desde la vida espiritual. En esto consiste la esencia de los
itinerarios formativos.
La dimensión humana corresponde a la base del triángulo. Una base que los
documentos presentan como absolutamente necesaria porque sin ella no se
entiende la misma propuesta espiritual. Para que la vida espiritual se sostenga, es
necesario que exista un yo, una persona, en la cual se van a encarnar los valores
espirituales y vocacionales de un modo irrepetible. Pero también es necesaria
una comunidad en la cual estos valores se aprendan desde el mismo clima
formativo, que muestre una mínima coherencia con los valores. La dimensión
humana es tan compleja como la personalidad. Para poder manejarla mejor la
hemos dividido en dos: la parte personal y la parte comunitaria. La doctrina
evangélica es de un realismo profundo en este sentido. Nos enseña que no
existen auténticos valores espirituales y carismáticos si no se hace al mismo
tiempo un asiduo trabajo sobre la propia personalidad y sobre la vida de los
grupos. El hombre debe llegar a adquirir una naturaleza capaz de secundar los
dones de la gracia. De este modo, conocimiento de los valores espirituales y
autoconocimiento van de la mano. Por ello los autores espirituales subrayan una
y otra vez que la humildad, es decir, el reconocimiento de la propia verdad
personal y social, es la base firme para todo el edificio espiritual.
Itinerarios formativos 85 Las dimensiones

No se trata de un autoconocimiento superficial. Los años de la formación


inicial o básica son suficientes para que se realice un trabajo sistemático y
profundo sobre sí mismo, y sobre la dinámica grupal en la cual viven y crecen
los alumnos, trabajo que deberá continuarse en las distintas etapas de la
formación permanente. El oportuno recurso a las ciencias humanas tiene toda su
pertinencia en este proceso: la psicología, la pedagogía, la sociología, la
medicina. Hay que garantizar que el proceso vocacional se cimente en un
realismo radical, que cuente con las condiciones objetivas de las personas y de
los grupos. Sin esto, se edificaría en el vacío.
Como se puede apreciar, la integración de la dimensión espiritual con la
dimensión humana es fundamental, tanto que se puede designar a esta doble
referencia como la estructura fundamental de la personalidad religiosa del
seminarista y por ello el objetivo prioritario del proceso formativo. Las otras
dimensiones tienen una gran importancia, pero no son las centrales, las que
forman la estructura. Por eso es un error querer colocar en el centro la dimensión
intelectual o la dimensión pastoral. Hay que tomarlas con seriedad, pero lo
fundamental está en otra parte. Sería absurdo buscar la identidad sacerdotal en la
capacidad organizativa o en la actividad práctica, la cual tiene su lugar, pero no
es el centro. Igualmente sería absurdo buscar la identidad sacerdotal solamente en
el aspecto académico. Sin embargo es frecuente que los seminaristas se vean
atrapados por este tipo de falacias. Conviene, pues, prevenir tales confusiones
poniendo el centro donde debe estar.
La dimensión académica-laboral. Tiene dos componentes que se
complementan profundamente entre sí: el estrictamente intelectual y el laboral.
Éste último se refiere a la capacidad de trabajar y a las actitudes ante el trabajo,
desde el trabajo manual hasta el trabajo evangelizados Hoy estamos en guardia
ante una visión intelectualista de la realidad en la que muchas veces se formó en
el ámbito eclesial. Nos damos cuenta de la importancia de que las personas
aprendan a trabajar y lleguen a tener un sentido profundo del trabajo. Pero a la
vez somos más críticos ante un trabajo carente de fundamentos y de contenidos
propiamente académicos. Una cosa y otra son importantes. La dimensión
académica es la parte de los estudios que, a su vez, se ordenan a la adquisición de
habilidades intelectuales y prácticas, y de la capacidad de decisión.
La dimensión académica-laboral es expresión de la estructura fundamental de
la personalidad, es decir, de los valores espirituales de la persona y de su
madurez humana. En la forma de estudiar y de trabajar reconocemos la calidad
del proceso que las personas han realizado. Pero por otro lado, la dimensión
académica-laboral refuerza la estructura de la personalidad. Por ejemplo: quien
interpreta con mayor fundamento los textos bíblicos, ora mejor; quien trabaja
con responsabilidad refuerza sus propios valores. La capacidad de estudio y de
trabajo refuerzan y enriquecen la madurez de la persona. Una dedicación seria a
los estudios y al trabajo manual e intelectual es necesaria en el proceso formativo
y deberá ser materia de análisis en la formación permanente. Esto frente a la triste
fama de que muchos sacerdotes no saben trabajar ni estudiar.
Itinerarios formativos 86 Las dimensiones

La dimensión apostólica se refiere a la difusión del evangelio. Tiene una


gran importancia porque el apostolado es el fin de toda la formación. En ella se
perfilan las habilidades prácticas, pero sobre todo interesan las convicciones y las
actitudes que se van tejiendo en torno al servicio pastoral. Hay que procurar que
la actividad apostólica no se comprenda y viva como una mera práctica pastoral,
sino como expresión de la propia fe del seminarista. Por otro lado, es necesario
abrir el panorama apostólico de los seminaristas, de modo que puedan
experimentar de un modo vivencial la amplitud de posibilidades del ministerio
presbiteral. Muchas veces en los seminarios se ha transmitido una visión
reductiva del ministerio presbiteral, tan reductiva que se le ha llegado a entender
como mero ministro de culto. La liturgia es la expresión final de toda una tarea
evangelizadora que se realiza en múltiples ámbitos y de distintas maneras, pero
no es el único objetivo de la acción pastoral del presbítero. Las actitudes del
formando en el apostolado expresan su propia estructura humana y espiritual.
Pero al mismo tiempo esta estructura se ve reforzada a partir del apostolado.
Hemos añadido una dimensión nueva, la vocacional o del proyecto. Al
principio, en el proceso de ingreso a la casa de formación, tiene una tesitura más
vocacional en el sentido de que hay que cuidar explícitamente la opción
vocacional del candidato. Según va avanzando en el proceso formativo se perfila
esta dimensión como orientada a la elaboración de un proyecto, es decir, de un
modelo que da forma y contenidos específicos a la propia opción vocacional. Al
final del proceso formativo se tratará de la elaboración cuidadosa del proyecto de
vida presbiteral, muy en la línea de la configuración con Cristo Pastor. Se ha
añadido esta dimensión porque es un elemento que con frecuencia se da por
supuesto, pero parece conveniente trabajar en él a través de medios específicos.
Se trata de explicitar la capacidad que el muchacho va logrando para implicarse
intencionalmente en un proyecto, para diseñar un modelo para el futuro e irlo
consiguiendo gradualmente. Es la parte de la autoconciencia y de la
autoformación.
Se perfilará ahora, con más detalle, el contenido de cada una de las
dimensiones de la formación, siguiendo siempre los documentos de la Iglesia al
respecto. En cada una de ellas se definirá primero el núcleo esencial, es decir,
aquellos contenidos que hay que salvaguardar porque definen la identidad
cristiana y formativa de la dimensión. Se consignarán los opuestos, es decir, las
interpretaciones de cada una de las dimensiones que se están excluyendo al
señalar un núcleo. Después se describirá el proceso formativo en cada una de las
etapas, detallando más lo que se ha dicho y mostrando la gradualidad de cada
dimensión. Con el fin de expresar mejor estos contenidos y ofrecer una guía
práctica, se presenta un esquema propio de cada dimensión. Por último se
perfilará una lista de medios prácticos para la formación.
Itinerarios formativos 87 Las dimensiones

Dimensión espiritual-carismática
Esta dimensión se sitúa en el dinamismo propio de la fe. Al principio
consiste en una confesión de fe básica, en la aceptación del misterio de Cristo y
de la propia historia. Pero esta fe inicial, de carácter más bien genérico, se va
concretando poco a poco en compromisos específicos. Se vive en una creciente
especificidad. Por eso parece oportuno el doble nombre "espiritual-carismática".
En los primeros momentos del proceso, la formación tendrá su centro en la
revisión y profundización de la identidad cristiana; hacia el final del proceso el
centro estará en el carisma concreto que ese creyente vive y aporta a la
comunidad y define aún mejor su identidad espiritual. Así, un seminarista es
necesario que primero se defina con claridad como creyente (curso
introductorio), luego que estructure los hábitos que dan consistencia a su vida de
fe (etapa filosófica), para que al final se configure con el carisma sacerdotal
(etapa teológica).
Los documentos de la Iglesia insisten en que existe un núcleo en esta
dimensión que es necesario salvaguardar, porque compromete su autenticidad1.
Ese núcleo hace referencia al modo de la relación de Jesús con su Padre. Se trata
de una relación íntima y profunda con Dios, de carácter definitivo, habitualmente
cultivada, una relación de verdadera familiaridad. La expresión trato familiar y
asiduo es densa, y expresa un modo muy concreto de relacionarse con Dios y su
misterio. Es un núcleo que debe cultivarse en todas las etapas, al que debe
introducir gradualmente el proceso formativo con mucha claridad y seriedad. La
experiencia dice que, aunque parece muy sencillo, no es tan fácil transmitir este
modo de relación con Dios que fue el de Jesús. Evidentemente el cultivo de este
tipo de espiritualidad exige un aprendizaje, unos medios y métodos que los
formadores han de conocer bien y proponer explícitamente a los alumnos. Quizá
este es un punto central, en el cual los formado-res deben ofrecer a los alumnos
algo mejor de lo que recibieron en su propio proceso formativo.
Muchas veces en la formación el núcleo de la vida espiritual se da por
supuesto, pero no debe ser así. Cuando se señala este núcleo, se quieren excluir
explícitamente otras maneras de comprender la vida espiritual. Por ejemplo, el
culto meramente exterior, meramente ceremonial, incluso mágico o legalista; o
una percepción del misterio de Dios como el lejano y el distante, que suscita más
temor que amor; o el refugio en las devociones que, por muy buenas que sean, no
logran introducir por sí mismas en esta relación íntima con Dios. La clásica
espiritualidad de las prácticas de piedad no parece ser suficiente. Hay que
reconocer que si se insiste tanto en esto es porque con frecuencia no se salva
dicho núcleo fundamental. Entonces se estaría edificando en el vacío. Lo primero
que debe ser consistente es la vida espiritual de la persona, en cualquier nivel de
la formación en que se encuentre. Siempre conviene someter a examen este
punto y proponer caminos de crecimiento en él. Es un núcleo porque
compromete la identidad cristiana del sujeto.

1
Las indicaciones específicas sobre esta dimensión se pueden localizar en PDV 45-50, OT 8, Normas básicas para la
formación sacerdotal en México 106-127.
Itinerarios formativos 88 Las dimensiones

Esta dimensión se despliega a lo largo del proceso formativo. Incluye


diversos puntos, que no hay que dar por supuestos y conviene cuidar en
particular, respetando la gradualidad. Se va consiguiendo así una definición cada
vez más específica de la espiritualidad.
En el Seminario Menor. Más que un régimen disciplinar, el seminario
menor ofrece a los alumnos un clima espiritual adecuado para la maduración de
su fe y de su vocación. Por ello una figura de primer orden es la del director
espiritual. En algunos seminarios menores se ha ido optando por nombrar un solo
prefecto y varios directores espirituales, precisamente para que no falte la atención
adecuada a los seminaristas. Por otro lado tiene una gran importancia que el estilo
espiritual que se proponga a los seminaristas sea el adecuado a su edad, es decir,
el propio de la espiritualidad juvenil. Esto se consigue por medio de una atención
pedagógica detallada en la cual tiene un puesto importante el protagonismo de
los seminaristas y los liderazgos que van desarrollando entre ellos en este campo.
Los medios espirituales han de dosificarse convenientemente, en especial la
oración y sus métodos, los ejercicios y retiros espirituales, la vida sacramental y
otros, de modo que se dibuje con claridad la vida espiritual en esta etapa previa.
En al Curso Introductorio es fundamental que se inicie la revisión de la
iniciación cristiana que luego se profundizará en la etapa filosófica. En muchos
seminarios se ha adoptado para esta etapa la forma pedagógica de un
catecumenado. Más allá de la forma, lo importante es que se fundamente bien la
propia experiencia de fe. Cada vez es más frecuente que los jóvenes provengan
de familias disfuncionales y de ambientes con una religiosidad ambigua o con
incipientes procesos de fe. Es un punto que hay que afrontar desde la dimensión
espiritual en este momento inicial, porque condiciona la capacidad de creer y de
confiar que luego deberá entrar en juego. En el contexto de la cultura actual
reviste una gran importancia restablecer la imagen de Dios que corresponde a la
revelación. Para esto, es necesario el estudio de la Historia de la Salvación, y una
buena introducción a la imagen de Dios que presenta la Sagrada Escritura, una
introducción al silencio y a la vida de oración, y al sentido espiritual de la vida
comunitaria. La revisión de la iniciación cristiana apunta hacia el desarrollo de la
habilidad para el discernimiento espiritual y hacia un discernimiento vocacional
fundamental. El fruto consistirá en que el muchacho clarifique su opción
vocacional inicial. Hay que garantizar que los seminaristas caminen hacia una
verdadera experiencia de fe y no se queden con meras intuiciones religiosas. La
formación espiritual subraya en este momento el rasgo catequético. A ello
coadyuva de un modo muy eficaz el programa que se ha ido confeccionando para
la dimensión académica de la etapa. Hay que proponer y descubrir el misterio de
Cristo, de la Iglesia, de los sacramentos de la iniciación cristiana y de los medios
espirituales. Al finalizar la etapa el sujeto tendrá una ¡dea más concreta de cómo
se cultiva la vida espiritual y habrá crecido efectivamente en ella.
La etapa filosófica, a la que podemos llamar estructuradora o educativa,
tiene como fin crear hábitos en todos los órdenes y también en la vida espiritual.
El formando tiene experiencia directa de los medios espirituales y, asumiéndolos
libremente,
Itinerarios formativos 89 Las dimensiones

hace de ellos un hábito. En este sentido se educa. Se están preparando las


estructuras espirituales que funcionarán durante toda su vida vocacional. La
eficacia de su desempeño en las etapas siguientes dependerá en buena medida de la
base que se establezca aquí. Adquiere convicciones profundas y probadas a través
de la vida espiritual práctica, por ejemplo, en torno a los métodos de oración, de
modo que va configurando su propio método; en la dirección espiritual y el
acompañamiento formativo, aprende a actuar con eficacia, aprovechando las
personas y las oportunidades con que cuenta; en la escucha de la Palabra, a la
cual se acerca cotidianamente con una metodología concreta; en el examen de su
propio comportamiento y la confesión sacramental; en la participación activa en
la liturgia y especialmente en la Eucaristía. Es el momento de adquirir una fe más
sólida, que parte de convicciones. Por eso se le ha llamado en muchos lugares la
etapa "discipular", señalando hacia el continuo trabajo en la iniciación cristiana,
que se presentó e inició durante el curso introductorio. Como fruto final de la
etapa, el alumno establece un vínculo definitivo con Cristo, más allá de su deci-
sión de perseverar o no en el proceso formativo. La fe llega a ser un factor
irrenuncia-ble de su personalidad. Esta fe más arraigada se expresa en
comportamientos que se pueden llamar cristianos. Lógicamente conduce a un
discernimiento vocacional más radical. El fruto es una opción vocacional firme,
condición indispensable para el paso a la siguiente etapa.
La etapa teológica se puede llamar "configuradora" o "propiamente
formativa" se caracteriza por la asimilación de los valores propios del carisma
sacerdotal. El alumno llena con contenidos teológicos, místicos y ascéticos las
estructuras que fue formando en la etapa anterior. Todo lo que conoce y
experimenta en las diversas dimensiones, y especialmente en los estudios,
revierte en su proceso espiritual. Tiende ya a la unificación práctica de todas las
dimensiones. Se configura el tipo de oración que corresponde a la vocación
presbiteral. Existe una relación profunda de los estudios con la vida espiritual y
moral. En el acompañamiento da la impresión de estar revisando por segunda o
tercera vez asuntos que son de una gran importancia para la persona, asuntos que
ya se leen desde una óptica distinta, más creyente. Se trata de una perspectiva
mística. Podemos decir que estamos ante un sujeto que ya ha trabajado sobre sí
mismo al grado de que pueda intentar una interpretación de todo lo que es desde
la clave de la unión con Cristo y de la vocación específica. El uso de los métodos
y medios de la vida espiritual se profundiza y se personaliza. Se perfilan
actitudes que derivan del proyecto vocacional al que aspira, subrayando el
servicio, la disponibilidad, la abnegación, etc. Se inclina al trabajo en equipo. Va
aprendiendo a pasar a un segundo plano, evitando el protagonismo excesivo, y
todo ello motivado por los ejemplos de Cristo y las exigencias de su futura vida
sacerdotal. Se perfila una identidad carismática fuerte. Este camino de
configuración prepara al sujeto para recibir de la Iglesia la encomienda oficial de
una misión. El fruto de esta etapa es una libertad grande para la entrega definitiva
de sí.
La etapa pastoral, a la que podemos llamar "de concreción" se caracteriza
por la implementación práctica de la vida espiritual en lo cotidiano de una
comunidad y de un servicio pastoral. El seminarista se enfrenta con la realidad
humana, eclesial y
Itinerarios formativos 90 Las dimensiones

pastoral y en medio de ella sabe encontrar las fuentes de la espiritualidad. Todo


lo que ha aprendido se transforma en práctica concreta y se ofrece como
enseñanza para los demás. En este sentido se pone a prueba su propia vida
espiritual. El sujeto está haciendo un ensayo de su vida futura en el ministerio
presbiteral. El acompañamiento adquiere un gran valor porque el individuo
necesita contrastar su propia experiencia. Debe aparecer el equilibrio entre la
autoexigencia y la flexibilidad para comprender a los demás. Comienza a vivir
con más fuerza un flujo desde su vida espiritual hacia la comunidad y desde la
comunidad hacia su vida espiritual. Hace una interpretación cristiana y
vocacional de las formas de vida por las que se concreta la propia existencia: el
celibato, la participación en el presbiterio, la vinculación con una comunidad, la
misión concreta, etc. Esta última etapa lleva a la aceptación de los compromisos
definitivos.
Dimensión espiritual-carismática

Curso introductorio Etapa filosófica

Conoce los objetivos


de la vida espiritual
Se inicia en el proceso de la fe orientado hacia el
y comienza a emplear con fruto
misterio de Cristo y de la Iglesia, mediante la
invitación a la los medios que le ofrece y
conversión de cara a enseña para ello la casa
su posible opción por La vida espiritual ocupa
la vocación efectivamente el centro
sacerdotal. de su proceso...
Etapa pastoral
Alimenta su vida de formación.
con las fuentes de la Etapa teológica
espiritualidad, Se aplica a fondo
recurre a los medios a los medios espirituales
espirituales configurando ya una espiritualidad
y aplica flexiblemente propia y bien definida
los principios desde su personalidad
en las circunstancias y desde la fundón
de su servicio pastoral. propia de la vida presbiteral.

Descrito el núcleo de la dimensión espiritual


y el proceso gradual que corresponde a través de las etapas formativas, se
ofrecerán ahora una serie de líneas prácticas para
Itinerarios formativos 91 Las dimensiones

el cuidado de la vida espiritual, que deberán aplicarse en cada una de las etapas, y
son señaladas también por los documentos. La pregunta que nos hacemos desde
los itinerarios formativos es: ¿cómo se consigue que el formando camine
efectivamente en cada una de ellas? Al mismo tiempo conviene señalar algunas
líneas de acción para la aplicación de los medios clásicos para la formación
espiritual, como la dirección espiritual, los ejercicios espirituales o los retiros
mensuales. En esto, como se ha señalado al hablar del equipo formador, el
acuerdo del equipo de los directores espirituales del seminario es fundamental,
de modo que la orientación que se dé a estos medios sea similar y respete los
principios de la gradualidad y de la autoformación. En la medida en que esto se
haga, se estará preparando a los seminaristas para la formación permanente porque
llegarán a ser autónomos no sólo en la aplicación de estos medios, sino en su
misma vida espiritual. Se hacen estas puntualizaciones con brevedad.
La meditación asidua de la Palabra de Dios. Consiste en la valoración de la
Escritura que caracteriza a los seminaristas como verdaderos oyentes de la Palabra
y discípulos de Jesús. Esto significa que en cada una de las etapas se les deberá
proponer un camino específico y una materia concreta para la meditación de la
Palabra, dibujando un verdadero aprendizaje de la oración. Este es uno de los
aspectos más nucleares de la formación sacerdotal y, sin embargo, uno de los más
descuidados. Hay que conseguir que su oración tenga como núcleo de identidad
la meditación de la Palabra. Para ello es importante la distinción práctica entre
meditación orante de la Palabra y lectura espiritual. La lectura espiritual ofrece
elementos de cultura en torno a la vida espiritual que pueden redundar en un
mejor aprovechamiento de la meditación, pero no es propiamente oración. En este
sentido, conviene enseñar a los seminaristas, desde las primeras etapas, a
distinguir los momentos que son propiamente de oración y están así previstos en
el horario y otros elementos de cultura espiritual que no se deben confundir con
ella. De modo que no lleven a la oración libros espirituales, sino se centren en la
Sagrada Escritura. Se busca formar al hombre de oración que debe llegar a ser
maestro de oración en la comunidad cristiana.
El tiempo diario de meditación. Si los ejercicios espirituales y los retiros
mensuales son importantes, éstos se quedarían sin sentido si llegara a faltar la
meditación diaria. Los tres elementos deben enriquecerse mutuamente. Es
fundamental que el quipo formador respete y valore el tiempo de la meditación y
enseñe a los seminaristas a valorarlo de la misma manera. También para esto se
puede señalar una gradualidad.
En general conviene facilitar que los seminaristas hagan tres aproximaciones
de carácter orante a la Sagrada Escritura, correspondientes a cada una de las
etapas centrales del proceso formativo: En el curso introductorio se intentará
procurar la aceptación de la Sagrada Escritura en su integridad, tanto en el
Antiguo como en el Nuevo Testamento, como referente de toda la vida espiritual.
En la etapa filosófica, sobre todo se insistirá en la meditación de los Evangelios
como camino de formación discipular. En la etapa teológica se trata de garantizar
que la Palabra, que es objeto de estudio detallado, se mantenga como alimento de
la vida espiritual.
En el seminario menor. Se trata de un ejercicio sencillo de meditación y
muchas veces comunitario, o guiado, donde la creatividad y el protagonismo de
los mucha-
Itinerarios formativos 92 Las dimensiones

chos se pone en juego. Más que una oración formal y prolongada, se trata de una
oración sentida y compartida. Enseñarles a cultivar tiempos de silencio y a
valorar la Palabra de Dios, pero sin exigirles un sentido más profundo de la
meditación y sin imponerles una metodología demasiado estricta. La oración
debe ir surgiendo como algo natural en su vida, que viene fomentado por los
mismos espacios físicos del seminario.
En el curso introductorio. En el itinerario se propone que el tiempo de oración
se vaya prolongando a lo largo del curso. En los primeros dos meses sería de
quince minutos; desde allí hasta el final del primer semestre, sería de media hora
y durante el segundo semestre sería de una hora. Así los muchachos tendrán la
sensación de que se ha ido ganando el tiempo para la oración de modo gradual.
Al mismo tiempo conviene cuidar la enseñanza de los métodos para la oración.
En concreto se proponen un método básico, los cuatro sentidos de la Escritura, la
meditación, la contemplación y la oración vocacional. Hay que poner mucha
atención a la traducción de la Biblia que utilicen, de modo que se garantice que el
texto sagrado sea percibido más como materia de oración que como objeto de
estudio.
En la etapa filosófica. Es un tiempo para vivir la oración prolongada y
sistemática. El seminarista debe llegar a confeccionar su propio método y a
aplicarlo autónomamente, de modo que efectivamente la oración llegue a ocupar
el centro de su vida. Los seminaristas de filosofía ya deben poder ejercer el rol de
animadores de la oración en los grupos de apostolado en los que participan, en su
propia familia e incluso entre sí. Es conveniente ayudarles a elaborar un
programa espiritual para los tiempos de vacaciones, con el fin de que
experimenten que tienen éxito en lo que se proponen, y no se queden con la
sensación de que fallaron a aquellos medios que en el seminario ponen en
práctica ordinariamente.
En la etapa teológica. Los seminaristas han adquirido el hábito de la
meditación y lo emplean fructuosamente. La consigna de hacer oración los
tratados teológicos se debe operacionalizar, quizá pidiéndoles que elaboren un
programa mensual para la oración, seleccionando los textos que van a meditar.
Ya su oración tiene que adquirir el sentido de orar por el pueblo de Dios y de
preparación para servirle mejor.
En la etapa pastoral. En esta etapa es fundamental ayudar al seminarista a
conservar los hábitos adquiridos en las circunstancias de su servicio pastoral y al
mismo tiempo a participar con humildad en la vida espiritual de la comunidad en
la que está destinado. Su práctica de la meditación se mantiene y se flexibiliza,
adaptándose a las condiciones del ministerio que desempeña.
La enseñanza de la meditación en cada una de estas etapas implica, necesaria-
mente, dos elementos:
a) Una enseñanza práctica de los métodos de meditación que deberá
realizarse de manera gradual y profunda. En el campo de los métodos de oración
se puede aplicar con mucha eficacia el criterio de la gradualidad.
En el seminario menor es útil presentar a los alumnos una selección de textos
en la línea de la etapa juvenil que viven, que ayuden a afirmar su formación en la
fe. La oración comunitaria en esta etapa necesita ser muy ágil, implicando la
creatividad de
Itinerarios formativos 93 Las dimensiones

los mismos seminaristas. La oración personal, con un tiempo más bien breve, en
el que puedan aplicar un método simple. Son muy útiles los momentos de
oración guiada porque marcan a los seminaristas una pauta de cómo utilizar el
tiempo destinado a la oración.
Durante el curso introductorio se puede ir aumentando gradualmente el
tiempo destinado a la oración, de modo que los seminaristas vayan aceptándolo
como un tiempo de especial calidad. Aquí el objetivo es que aprendan un método
básico de oración y diversas maneras de orar, como la meditación, la
contemplación y el examen.
Durante la etapa filosófica se puede ampliar la visión de los métodos de
oración, Conviene mostrar caminos para la oración comunitaria con la Palabra de
Dios y facilitando que los seminaristas asuman el rol del animador de la oración,
primeramente entre ellos y después en su actividad apostólica. Es muy útil
proponer una aproximación sistemática al texto bíblico, especialmente a los
evangelios, desde el punto de vista del camino discipular.
Durante la etapa teológica se puede enseñar a los seminaristas diversos
métodos para orar con textos del Antiguo Testamento, de las cartas apostólicas y
del Apocalipsis, de modo que lleguen a una aproximación espiritual y orante que
se corresponda con el estudio crítico de la Sagrada Escritura. También se les
puede presentar una selección de temas de oración, que les ayuden a hacer
oración con el contenido de los tratados teológicos, aunque dando siempre la
prioridad al texto bíblico.
b) Una aproximación crítica y espiritualmente fructuosa a los textos bíblicos.
La actitud crítica ante el texto bíblico ha de ir creciendo en el proceso formativo,
marcando una sucesiva aproximación.
Durante el seminario menor y el curso introductorio se trata de garantizar el
contacto con un texto bíblico comprensible para ellos y practicable para orar. Es
importante conseguir que el muchacho lo sienta como suyo, de modo que
adquiera familiaridad con la Palabra de Dios. Es muy recomendable procurar una
introducción a la Sagrada Escritura, motivar la lectura de la introducción de su
Biblia y cuidar la traducción que utilizan de la misma.
Para la etapa filosófica parece interesante una aproximación más espiritual y
discipular. Poner en sus manos un buen comentario a los Evangelios que,
contando con las conclusiones de la exégesis bíblica, al mismo tiempo dé pautas
para la asimilación espiritual en concreto de los textos vocacionales de los
Evangelios. No hay que perder de vista que nos interesa la contemplación de los
ejemplos de Cristo, especialmente en los rasgos humanos de su comportamiento.
En las etapas teológica y pastoral el seminarista cuenta con todo el estudio
amplio que va haciendo de los libros bíblicos, de modo que se puede mover con
mayor autonomía. Aquí hay que garantizar que no se pierda el sentido orante de
la Escritura, de tal modo que la visión crítica de los textos se transforme en
fuente de una más auténtica y profunda meditación de la Palabra.
El valor del silencio y el sacrificio. La formación espiritual deberá ayudar a
que los seminaristas cultiven un ambiente religioso, y sean capaces de buscar el
silencio y la
Itinerarios formativos 94 Las dimensiones

contemplación en cualquier circunstancia. Al mismo tiempo debe crear un


ambiente no apto para personas cómodas o burguesas, sino dispuestas al
sacrificio en la vida cotidiana, e incluso al sacrificio de su vida. El presbítero
debe ser un testigo personal del valor del silencio y del sacrificio en la vida
humana y en la vida espiritual. Alguien que, desde un ambiente de reflexión, es
capaz de responder según Dios a las diversas inquietudes de los hombres. Nada
más opuesto a esto que el sujeto violento, impulsivo o pertinaz. La vivencia de
esta experiencia continua del silencio implica un esfuerzo que podemos llamar
contraculturai. Se trata de formar al hombre del silencio, que llegará a ser
maestro de espiritualidad, y sea capaz de poner su vida para que el rebaño tenga
vida.
En el seminario menor basta con garantizar algunos momentos de silencio
breves y bien aprovechados, de modo que el muchacho experimente el silencio
amigablemente como un ámbito de intimidad fecunda y de alegría, conquistando
la capacidad de vivir una soledad positiva.
Para el curso introductorio es útil hacer una inducción al silencio, ayudando a
los seminaristas a tener la "experiencia" de permanecer en silencio y de ir
ampliándola para ganar momentos prolongados de silencio. Esto se puede hacer
paralelamente a la ampliación del tiempo de meditación. Es necesario afrontar en
la práctica el problema tan frecuente de la dependencia de los aparatos
electrónicos y de los medios de comunicación, porque estos medios les impiden
con frecuencia a los jóvenes la oportunidad de un verdadero encuentro consigo
mismos, que aprendan como parte de su introducción a la formación cuál es el
lugar que corresponde a los medios electrónicos.
Durante la etapa filosófica el silencio debe llegar a convertirse en un hábito
profundo. El criterio negativo es que no pueda sobrevivir en la etapa un
muchacho que evada continuamente el silencio. Dicho en positivo, que los
espacios de silencio se amplíen llegándose a convertir en un elemento necesario
para la oración, el estudio, la preparación del apostolado y otras actividades
individuales. El seminarista de esta etapa ya debe buscar los momentos de
silencio con diversos fines, también cuando va al apostolado o cuando está de
vacaciones con su familia. Este puede ser un aspecto a considerar en la
evaluación personal y en el proyecto de vida.
La etapa teológica apunta ya hacia la vida sacerdotal. El seminarista debe
utilizar los momentos de silencio como parte de la propia definición como buen
pastor del rebaño, sabiendo que esos momentos, aplicados en las diversas
dimensiones de la formación, construyen la vida del apóstol y son clave para su
fecundidad pastoral.
La participación activa en la liturgia. El evangelizador, cualquiera que sea
su vocación específica, es aquél que se alimenta primeramente de la Palabra y de
los Sacramentos para luego introducir a ellos a los hermanos, esto se dice de un
modo eminente del presbítero. Los seminaristas deberán aprender gradualmente
a poner en práctica una participación activa en la Eucaristía, en los tiempos
litúrgicos, en la Penitencia y los medios penitenciales, en los otros sacramentos y
en la recitación del oficio divino. Todo ello debe llegar a ser visto como alimento
de la propia vida espiritual y por ello como necesidad personal. Por eso es
importante un continuo cuestio-namiento constante sobre la vida de la gracia y la
práctica sacramental y sobre del sentido dinámico de la participación en la
liturgia. Se intenta formar a quien luego
Itinerarios formativos 95 Las dimensiones

asumirá el papel de maestro en la participación litúrgica. Siempre es conveniente


mantener ciertas cautelas ante algunos comportamientos de los seminaristas en el
ámbito de la liturgia. La línea general es sencilla de trazar. Que no sientan que la
liturgia es el mismo oficio del presbítero, sino, como bien indican los
documentos, fuente y cumbre de la actividad de la Iglesia y del ministerio
presbiteral. La reducción del ministerio a funciones litúrgicas es así un peligro
que hay que evitar. Aquí también se pueden sugerir unas líneas para el proceso:
Durante el seminario menor. Quizá la línea más importante consiste en que el
muchacho descubra y sienta la liturgia como algo suyo, en lo que puede
participar y le hace un bien. Lo contrario sería que percibiera la participación
litúrgica como una obligación o como un mero asunto disciplinar. Nos interesa
que descubra y valore los tiempos litúrgicos. Que acepte la celebración de la
Eucaristía como momento cumbre del día. Que se introduzca en la oración
comunitaria, de un modo muy discreto, algunos elementos de la liturgia de las
horas, como algunos salmos, himnos o preces. Es importante que el uso de estos
elementos signifique para los seminaristas menores un hallazgo personal y no sea
percibido como algo rutinario.
Para el curso introductorio, estos mismos elementos, pero vividos con mayor
intensidad. De modo que realmente introduzca a la espiritualidad que los
muchachos vivirán durante toda su vida del seminario. Una explicación detallada
de la estructura y contenidos de los tiempos litúrgicos que les lleve a vivir su
vida espiritual al ritmo que marca la liturgia de la Iglesia en el año litúrgico. Una
explicación mistagógica de los ritos del Bautismo, la Confirmación y la
Eucaristía que les ayude a comprender su valor y promueva su participación. Es
recomendable estudiar el ordenamiento y sentido de la liturgia de las horas e irla
introduciendo gradualmente durante el curso, de modo paralelo a la oración
personal.
Para la etapa filosófica es importante conseguir la estabilidad en la vida
litúrgica, animando de un modo intenso los tiempos litúrgicos; haciendo de la
Eucaristía la fuente y expresión cotidiana de la espiritualidad; procurando alguna
práctica de las diferentes horas, incluida la hora intermedia y las completas.
Tiene una importancia especial ayudar a los seminaristas a preparar un programa
espiritual para los tiempos de vacaciones y de apostolado, de modo que tengan la
sensación de haber conseguido lo que se propusieron y no de un fracaso
continuo.
Las etapas teológica y pastoral se caracterizan por una vivencia más fructífera
de la liturgia de la Iglesia. Han asumido la vida litúrgica como parte ordinaria de
su existencia. Se pueden provocar momentos comunitarios en torno al oficio de
lecturas y a la meditación guiada por los Padres de la Iglesia. Las celebraciones
con los alumnos de esta etapa son el molde inmediato para su futuro ejercicio
litúrgico, por ello deben realizarse con sumo cuidado. En estas etapas finales el
alumno debe llegar a definir un estilo para la celebración de la liturgia que esté
bien justificado desde el punto de vista teológico y pastoral, de modo que sus
acciones en este campo tengan una clara razón de ser y sean dialogadas con los
formadores.
La oración con el oficio divino. La oración con la liturgia de las horas y la
práctica orante que tiene presente a todo el pueblo de Dios deberá arraigar en el
corazón de los seminaristas. El Oficio divino no sólo tiene un valor instrumental.
Tiene un valor
Itinerarios 96 Las dimensiones
formativos

en sí mismo en el sentido de que ofrece el cauce para unirse a la Iglesia en oración. No


sólo debe llegar a constituir una buena costumbre, sino despertar las resonancias
afectivas y espirituales que su riquísimo contenido provoca en la vida espiritual. Se
intenta formar a una persona que ora por su pueblo y que promueve entre los fieles la
oración por la Iglesia y con la Iglesia. Siempre existe el peligro de que ésta sea la única
oración del seminarista, por ello debe quedarle claro que, aunque es muy valiosa y es la
oración oficial de la Iglesia, es insuficiente para su futura vida y ministerio. Por ello
también es conveniente que no se presente como un absoluto, sino se vaya introduciendo
de manera gradual y con el conveniente estudio de la instrucción para el uso de la
liturgia de las horas.
La formación del corazón. La caridad pastoral es el alma de la formación y es
objeto de la vida espiritual, pero para que se pueda formar en el corazón del seminarista
hay que dar una serie de pasos previos.
La constante predicación del kerigma. Es necesario que los elementos de la vida
espiritual lleguen a aceptarse y vivirse desde una síntesis vital, que implica la opción
fundamental por Cristo y por el Evangelio. Garantizar que estos elementos no queden
aislados unos de otros constituyendo más que una cultura religiosa y cristiana, una
opción de fe; es una tarea delicada de la formación. El ministerio presbiteral ha de llegar
a ser comprendido y elegido como una expresión de fe y no sólo como una carrera. La
predicación del kerigma va consiguiendo este fin, desde el momento inicial en el que un
anuncio sintético e incisivo del misterio de Cristo provoca una adhesión de fe, hasta el
anuncio más específico del kerigma vocacional y del kerigma de la vocación presbiteral,
que provoca una adhesión al Señor en los rasgos de la vocación específica.
La formación de la caridad. Pastores dabo vobis insiste en la importancia del sentido
horizontal de la dimensión espiritual. Junto a todos los medios de la vida espiritual
deberá sobresalir la actitud misericordiosa ante el prójimo en cualquier circunstancia. La
caridad es como el alma de toda la formación y llegará a configurarse como caridad
pastoral. Sólo quien ya ha aprendido a amar a Cristo en los hermanos luego podrá
amarlos desde la responsabilidad pastoral. La caridad es la expresión más clara y social
de la fe y de la esperanza. El sacerdote es el hombre de la caridad, maestro y promotor
de la misericordia en la comunidad de los fieles.
La formación específica para la castidad, pobreza y obediencia. Especialmente en la
etapa configuradora, pero durante toda la formación, los alumnos deben encontrar los
medios necesarios para comprender y vivir los consejos evangélicos tal como le
corresponde hacerlo en su vida como seminarista. Esta vivencia de los consejos no se
improvisa. El sentido humano de estas virtudes se debe referir al ejercicio ministerial y
enmarcarlo en el conjunto de valores que definen el carisma sacerdotal. De manera que
el alumno vea claro el nexo entre los consejos evangélicos, su vida cristiana y su futuro
ministerial. Debe ir descubriendo las aptitudes y dificultades con que cuenta para la
vivencia de los consejos evangélicos y hacer una positiva experiencia de progreso en
cada una de ellas. Se trata de formar al hombre fiel al modelo de Cristo, y al mismo
tiempo molde para la vida de los creyentes.
Itinerarios formativos 97 Las dimensiones

La dirección espiritual. El seminarista necesita aprender por experiencia que


el camino espiritual no se recorre a solas. Es un camino en el cual el compartir y
el dejarse ayudar, el ser confrontado y alentado, tiene una especial importancia.
Para ello conviene un proceso muy delicado y equilibrado, y por ello se designan
sacerdotes preparados para hacerlo. En el aprendizaje de la dirección espiritual
conviene mantener el equilibrio entre dos extremos: por un lado, garantizar la
continuidad, para que se consigan procesos profundos y un verdadero
conocimiento de las personas; por otro lado, la capacidad de cambiar de director
espiritual en cada una de las etapas, a través de esta práctica del cambio de
director espiritual se garantiza el enriquecimiento de cada uno de los
seminaristas a través de distintos directores espirituales, que aportan su
diversidad. Hay que caminar hacia la transparencia en el fuero interno y también
en el fuero externo, hacia el equilibrio entre la confianza y la autonomía, la
madurez para tomar decisiones por sí mismo y la capacidad para consultarlas. El
proceso deseable para cada seminarista sería el siguiente:
En el seminario menor. La dirección espiritual debe acomodarse a la
condición de los adolescentes. Se requiere un acompañamiento cercano,
amigable, paternal. El director espiritual deberá permanecer atento a las
situaciones de los seminaristas, a sus altibajos afectivos, a las expresiones de
dificultad que tienen y acudir en ese momento. A causa de la variabilidad de
ánimo de los seminaristas de esta etapa, conviene que se designen personas
suficientes, de modo que puedan atenderlos con verdadera solicitud y eficacia.
Este acompañamiento debe ser realizado por sacerdotes o por personas de cierta
edad y experiencia, que pueden equipararse a los padres de los muchachos, no
por seminaristas de etapa de servicio, porque el seminarista, aunque ya esté en la
etapa teológica, tiene la capacidad de ser animador del grupo, pero no la madurez
para algo tan delicado como la dirección espiritual de un adolescente. La
entrevista en el seminario menor aún no necesita ser tan formal, es más
importante que sea cercana y significativa.
En el curso introductorio conviene hacer una verdadera iniciación a la
dirección espiritual en su sentido formal. Los seminaristas están ya en la etapa de
juventud y por ello se puede plantear una mayor exigencia. Convendría cultivar
dos líneas fundamentales. Primeramente, que los seminaristas adquieran
verdadera confianza con sus formadores, de modo que lleguen a una
manifestación transparente de sí mismos, es decir, que acepten con profundidad
la dirección espiritual como parte de su proceso de maduración personal y
cristiana. Si este elemento se consigue, se están estableciendo las bases para que
se siga trabajando en las otras etapas de formación. La otra línea es la de un
aprendizaje del método de la dirección espiritual, es decir, que aprendan a
preparar las entrevistas, a dejarse confrontar, a elaborar por sí mismos un análisis
de su situación, a incluir todas las dimensiones de su personalidad en el
acompañamiento.
En la etapa filosófica. Es la etapa en la que hay que conseguir estructuras. Se
trata de fortalecer un verdadero hábito de dirección espiritual. Por ello debe ser
sistemática, rigurosa, profunda. El itinerario de la etapa filosófica plantea retos
difíciles, sobre todo el descenso a la propia interioridad. Estos retos exigen un
acompañamiento muy cuidadoso y sistemático, que en más de una ocasión le
resultará difícil a los seminaristas. La frecuencia y la duración de las entrevistas
debe adquirir aquí la estabilidad que le
Itinerarios formativos 98 Las
dimensiones

corresponde. El director espiritual de la etapa filosófica ha de tener la cultura necesaria


para incorporar en su trabajo la intervención de médicos y psicólogos si la situación del
seminarista lo requiere. Esto implica detectar a tiempo las situaciones en que estas
intervenciones son necesarias, buscar la ayuda pertinente, acompañar el proceso y
finalmente cerrarlo desde el mismo acompañamiento. Tiene una gran importancia el
cierre de la dirección espiritual en la etapa filosófica. Después de tres años de acompa -
ñamiento sistemático, el director espiritual ha logrado un conocimiento más preciso del
joven y puede sintetizar su trayectoria en la etapa y señalarle las líneas que en el futuro
deberá cultivar, sobre todo si pasa a la etapa teológica. En cualquier caso, el director
espiritual de esta etapa es una persona capacitada para aportar datos muy valiosos para
el proceso formativo del seminarista. El reporte final del proceso que da al muchacho le
hace consciente de su propio desarrollo a lo largo de la etapa y despierta en él una visión
optimista de sí mismo que será de un inmenso valor en adelante. Se ha conseguido la
estructura que después funcionará por sí misma.
En la etapa teológica se pretende un proceso de configuración con Cristo buen
pastor. Esta configuración es, si se quiere, la tarea más delicada de la formación. Si era
importante dar sistematicidad al acompañamiento en la etapa anterior con el fin de
conseguir estructuras, la entrevista mensual será absolutamente necesaria en esta etapa
de configuración. Ya no se trata sólo de acompañar en las dificultades, sino de suscitar
un crecimiento espiritual positivo y de lograr una interpretación de toda la personalidad
desde el punto de vista de la unión mística con Cristo y de la vida ascética que
corresponde al carisma del pastor y puede lograr la formación de actitudes verdadera-
mente sacerdotales. Esto supone un diálogo profundamente marcado por los valores
espirituales. Hay que acompañar a los seminaristas en la elaboración de su proyecto
sacerdotal, para que lleguen a definir con claridad el ideal sacerdotal en su situación
social, eclesial y personal. Para ello se propone una metodología en el itinerario
correspondiente. El director espiritual de los teólogos debe jugar especialmente el doble
juego de confrontar y confortar a los seminaristas para que perseveren en este exigente y
apasionante proceso de maduración espiritual y carismática. Al cerrar el
acompañamiento se deben llegar a dibujar con claridad las líneas e insistencias del
futuro ministerial que son válidas y aplicables para esta persona en particular.
En la etapa de pastoral. El proceso formativo se hace cada vez más personal, porque
viene ritmado por el proceso de órdenes, cuyos pasos se disciernen ya no para el grupo
sino para cada individuo. La dirección espiritual ha de ayudar a que se den estos pasos
con actitudes de fe y de confianza en la Iglesia y para que se preparen
convenientemente. Este es el ritmo que se propone en el itinerario correspondiente. Se
requiere un acompañamiento cuidadoso que sepa atender a las dificultades que los
seminaristas enfrentan en un destino pastoral concreto, sea en una parroquia u otro tipo
de servicio pastoral y les ayude a continuar poniendo en práctica los medios espirituales
que han aprendido a lo largo de toda la formación. También es importante ayudarles a
descubrir el aporte que cada uno de ellos puede y debe hacer en la comunidad
presbiteral y apostólica en la que están insertos.
Itinerarios formativos 99 Las dimensiones

Los ejercicios espirituales y los retiros mensuales. En el seminario se ofrecen


tiempos muy concretos para el cultivo de la vida espiritual. El alumno deberá
aprender a dedicar el tiempo a la oración y a aprovechar los medios que para ella
le ofrece la Iglesia. De un modo especial el tiempo diario de la meditación, los
retiros mensuales, los ejercicios espirituales, los tiempos de preparación para
encomiendas pastorales, la preparación para los pasos del proceso de órdenes.
Son tiempos que deben ser considerados por ellos como preciosos y cada vez
deben aprovecharlos mejor. Se busca formar al hombre que, según el modelo de
Cristo que oraba intensamente con su Padre, sepa abrir y mantener en su vida
espiritual los espacios dedicados más intensamente a la unión con Dios. Al
mismo tiempo será capaz de animar este tipo de espacios en el servicio
apostólico. Vamos a especificar un poco más en varios de estos ámbitos:
Los ejercicios espirituales. Se trata del tiempo más largo que se dedica a la
vida espiritual y se seguirá dedicando durante la formación permanente, por ello
conviene garantizar un buen aprendizaje de este medio. Por otro lado, con
frecuencia los presbíteros animan ejercicios espirituales para laicos o para
religiosos y religiosas; la experiencia que tengan en su propia formación va a ser
un referente indispensable a la hora de prestar este servicio eclesial. Los
ejercicios espirituales de los seminaristas deben ayudarles a asumir la oración
diaria con determinación, tanto por la motivación que ofrecen como por la
metodología que proponen.
En el seminario menor se trata de facilitar momentos de retiro espiritual que
sean significativos en el proceso de maduración de los adolescentes. Quizá
convenga no llamar a estos encuentros propiamente ejercicios espirituales. Para
su elaboración se puede recurrir a experiencias juveniles que existen en la
diócesis para la maduración de la fe de los adolescentes. Suelen ser buenas
experiencias los retiros de iniciación a la vida de la fe y los retiros kerigmáticos.
Lo importante es que se ponga este medio para conseguir que la fe arraigue en
sus corazones y para que adquieran cierto hábito de oración personal.
Los ejercicios del curso introductorio, como otros elementos, deben ser,
precisamente, introductorios. Esto significa que pueden durar menos días, pero
sobre todo que se enseña a los seminaristas a adoptar el hábito del silencio y de
la oración, con una metodología concreta. En muchos seminarios en vez de
proponer los ejercicios a principio de curso, se han desplazado al inicio del
segundo semestre. Esto resulta útil porque ya han experimentado un aprendizaje
de la meditación diaria, de modo que los ejercicios son una ocasión para
profundizar. Es interesante cuidar la pedagogía de la oración de ejercicios,
haciendo ejercicios guiados por el director y ejercicios realizados en grupo hasta,
gradualmente, dejar a los seminaristas solos en la realización personal de los
ejercicios. Muchos jóvenes que optan por la vida sacerdotal tienen dificultades
en la vida de oración porque falla la confianza básica y tienen poco claras las
figuras parentales. Por eso es oportuno que se dedique tiempo en esta
profundización espiritual a la recuperación de la figura del Padre, del Hermano y
de la Madre, es decir, de Dios, de Cristo y de María como referencias
fundamentales de la vida espiritual. Esto se hace mediante la catequesis
correspondiente y también a través de ejercicios concretos que tengan este
objetivo. Lo importante es que se garantice
Itinerarios formativos 100 Las dimensiones

una experiencia positiva y profunda de los ejercicios espirituales. El momento de


diceñar de este modelo de ejercicios es una ocasión de colaboración para el
equipo de los directores espirituales.
Durante la etapa filosófica. Los ejercicios deben atender al fin estructurador y
discipular de la etapa. Es conveniente presentar aspectos de la vida discipular
que no están incluidos en el itinerario, o perspectivas complementarias, como la
visión de los sinópticos y la visión del cuarto evangelio. El método para la
oración ya no sólo es conocido, sino que debe ser aplicado y personalizado, de
modo que cada seminarista consiga configurar su propio modo de proceder en la
oración. Para ello es ilustrativo que se le presenten diversos métodos o formas de
meditar la Sagrada Escritura. Lo ideal es establecer un ciclo de tres tandas de
ejercicios para la etapa filosófica, de modo que se consiga una visión más
completa del discipulado como actitud de vida.
Durante la etapa teológica. Los ejercicios pueden ser de muy diversa índole,
así como es amplia la temática de los estudios. Es importante que siempre
ayuden al proceso de configuración con Cristo Pastor, pero esto se puede hacer
desde muy diversos puntos de vista. Deben seguir proponiendo una metodología
para la oración y un acompañamiento personalizado. Parece interesante incluir lo
más posible diversas aproximaciones al ideal del pastor que partan tanto del
Antiguo Testamento como del Nuevo Testamento.
Es más difícil elaborar ejercicios para la etapa pastoral. Los ejercicios
ordinarios han de recoger e iluminar las situaciones reales que los seminaristas
viven en su inserción pastoral. Por otro lado está la posibilidad de hacer el mes
de ejercicios espirituales. Esta es una experiencia muy recomendable, sin
embargo hay que advertir que debe ser deseada por los seminaristas y nunca
impuesta por el seminario. Por ello conviene una sugerencia, pero nunca una
imposición que haga ver el mes de ejercicios como un requisito para las órdenes.
En muchos casos también puede ser adecuado aplazar el mes de ejercicios para
otro momento, ya en la vida presbiteral. Lo que se exige para las órdenes son
ocho días de ejercicios, no más. Este tipo de ejercicios para la recepción del
diaconado y del presbiterado han de prepararse al caso, como se prepara por
medio de un retiro correspondiente la recepción de los ministerios laicales.
Los retiros mensuales. La experiencia dice que es muy recomendable hacer
un alto en el camino, de vez en cuando, de acuerdo al ritmo de los calendarios
que organizan la vida de los seminaristas. Se pueden distinguir dos tipos de
retiros:
Los de adviento y cuaresma. Estos retiros se pueden preparar para toda la
comunidad formativa. Son como una invitación solemne a vivir con intensidad
los tiempos litúrgicos propuestos por la Iglesia. Es conveniente que se dispongan
con la suficiente variedad, para que los seminaristas descubran facetas nuevas y
complementarias de los riquísimos momentos del calendario litúrgico.
Los otros retiros mensuales. Quitando estos dos, quedarían seis o siete retiros
mensuales ordinarios. Éstos sería más conveniente proponerlos por etapas e
incluso, si lo permite el número de alumnos, por cursos, de modo que se les dé el
tinte más específico del itinerario correspondiente. Se hace a continuación la
sugerencia de temas por las etapas formativas, considerando un ritmo de seis
retiros al año. A esta
Itinerarios formativos 101 Las dimensiones

lista, que es meramente orientativa, se pueden añadir otros temas que por
diversos motivos parezcan convenientes. Lo importante es que el director
espiritual de la etapa tenga claridad sobre una secuencia de temas que convienen
en el proceso formativo.
Para el seminario menor se proponen algunos de los iconos propios de las
etapas intercalados con la atención al momento por el que están pasando los
seminaristas.
Primer semestre: Es un primer momento de adaptación a la vida del seminario
menor, a) La llamada misteriosa de Dios, sensibilidad para escuchar y
disponibilidad para responder: ISam 3,1-10; Gn 12, 1-9. b) Prepararse lo mejor
posible aprovechando todas las oportunidades que Dios nos da: Prov 3, 1-12; Dn
1, 8-21. c) Contemplar el propio crecimiento con alegría y gratitud: Le 2, 41-52.
Segundo semestre: En este segundo momento se pretende ampliar las
perspectivas del seminarista para que comprenda elementos que quizá no estaban
presentes en su opción vocacional. a) La realidad social, clamor del Pueblo de
Dios: Je 6, 1-6.11-24; Ex 3, 1-17. b) Crecimiento espiritual y solidaridad
humana. La vinculación con Dios tiene como contraparte la vinculación con los
demás, especialmente con los pobres: Tob 1, 3-22; Le 1, 26-38. c) La fuerza de la
fe. La fe conduce al creyente a vencer muchos obstáculos, porque sabe que Dios
está con él: ISam 17, 1-51.
Tercer y cuarto semestres. Se presenta como un momento de mayor
estabilidad, en el cual el crecimiento de los seminaristas es más constante. El
itinerario aprovecha para introducir las dimensiones formativas. Se sugiere que
los retiros se orienten hacia el descubrimiento del rostro auténtico de Dios: a)
Dios escucha el clamor de los pobres: Gn 21, 1-19; Ex 3, 1-10; Le 1, 26-38; 21,
1-4. b) La fidelidad eterna de Dios Ex 34, 1-10; Salmo 117; IPe 2, 21-25. c) El
Emmanuel, Dios con nosotros: Is 7, 13-17; Le Hech 10, 34-43 d) La misericordia
de Dios: Jon 4; Salmo 136; Me 6, 30-37; Le 15, 11-32. e) Ternura paterna y
materna de Dios: Os 11, 1-4; ls 66, 10-14; Mt 7, 7-12. f) Dios guarda nuestros
pasos, la providencia de Dios: Tob 6, 1-9; Sal 118, 105-112; Le 12, 22-34.
Quinto semestre. Antes de plantear el discernimiento para el paso al curso
introductorio es necesario reafirmar en los seminaristas su sentido de pertenencia
a la Iglesia y su compromiso evangelizador, base de toda vocación. Se sugiere
que los retiros se dediquen especialmente a reflexionar sobre la Iglesia: a) La
Iglesia, una comunidad convocada por Dios: Ef 2, 11-22. b) La Iglesia,
comunidad enviada para evangelizar: Mt 5,13-16. c) La Iglesia llamada a la
plenitud de Dios: Ap 21, 9-27.
Sexto semestre, se propone como un tiempo dedicado especialmente al
discernimiento del paso al curso introductorio. En el itinerario se afronta
directamente el tema, pero en los retiros mensuales se puede proponer una
práctica concreta del discernimiento. Se sugiere repetir y reafirmar los temas del
itinerario para que los muchachos los apliquen desde el punto de vista
estrictamente espiritual: a) El discernimiento como una actitud básica del
creyente: elegir la voluntad de Dios en todo momento, b) El discernimiento de la
vocación como disponibilidad para poner la vida al servicio del Señor y de la
comunidad, obedeciendo a la voz de la Iglesia, c) El discernimiento concreto
para el paso al curso introductorio con las exigencias que conlleva.
Para el curso introductorio se puede seguir el esquema de los ritos de la
iniciación cristiana, así se afirma con más claridad el carácter catecumenal de la
experiencia. Se puede recurrir a los Padres de la Iglesia en su amplia reflexión
sobre el valor y el senti-
Itinerarios formativos 102 Las dimensiones

do de los ritos bautismales. Algunos de los temas se reafirman o complementan


con los del itinerario correspondiente, a) La inscripción del nombre y la señal de
la cruz. Profundizar en el significado de la práctica de la inscripción del nombre
y el concepto del bautismo en sangre, mostrando el valor de definirse como
creyente. El candidato al bautismo es marcado con la señal de la cruz como
perteneciente al rebaño de Cristo, b) Los exorcismos y las unción prebautismal.
Si es posible, hacerlo coincidir con la cuaresma, insistiendo en la importancia de
la purificación del mal como parte de todo proceso de conversión. Qué significa
la penitencia en el contexto juvenil actual, cauces para vivirla como seminaristas,
c) El bautismo y la unción postbautismal. Centrarse en el triple rito: el repudio
del mal y la confesión de la fe, la inmersión en el agua y la unción real. Cómo
por estos ritos se representa la participa-ción mística en el misterio pascual de
Cristo y la familiaridad con la Santísima Trinidad, d) La Eucaristía, presentada
como culmen del proceso catecumenal y alimento cotidiano del creyente, e) La
Confirmación como sacramento de la fortaleza cristiana y el ordo de los peniten-
tes, como nueva oportunidad de conversión. Fortaleza y debilidad se combinan
en un estilo espiritual que abraza realistamente toda la verdad del hombre, f) La
Virgen María en la vida del creyente. La referencia a María como necesaria en la
vida discipular y como un medio siempre presente en la tradición de la Iglesia.
Para la etapa filosófica se propone una secuencia íntimamente relacionada
con los pasos metodológicos que se implementan por primera vez de un modo
consciente y claro.
Primer año: permanecer atento a. Los temas de los retiros ayudan al
seminarista a contemplar el ideal por el que vale la pena dar la vida y al mismo
tiempo la realidad en la cual hay que encamar ese ideal, a) Presentación de Jesús
en los Evangelios, b) La imagen de Cristo en los primeros capítulos del
Apocalipsis y cartas a las Iglesias de Asia, c) El mundo como misterio de
salvación y de iniquidad. La encamación en este contexto, d) El mundo como
misterio de salvación y de iniquidad. El misterio pascual en este contexto, e) La
propia realidad personal abrazada y redimida por Cristo salvador, f) María como
discípula atenta a la Palabra de Cristo.
Segundo año: liberarse de. a) La actividad taumatúrgica de Jesús. Reflexión
sobre algunos textos en los que Jesús aparece curando a los enfermos y liberando
del mal a los endemoniados, b) La liberación interior. Importancia de dar los
pasos hacia una profundización en la propia realidad negativa, en los afectos
desordenados o inconsistencias. Sólo lo que es reconocido y abrazado puede ser
redimido, c) Análisis del mundo en su realidad negativa y su necesidad de
salvación. Identificar el valor simbólico de la propia conversión en este contexto,
d) La cruz como camino de liberación y de redención del propio mal.
Aprovechar el tiempo de cuaresma para un viacrucis en el que se refleje el
descenso a la propia interioridad, e) El arrepentimiento como actitud espiritual
que expresa la liberación interior. Sentido de la penitencia y de la reconciliación
sacramental en este contexto, f) María como refugio de pecadores.
Tercer año: liberarse para decidir, a) La libertad de Jesús. Presentación de
Jesús en los Evangelios como persona libre para hacer la voluntad del Padre, b)
Profundizar en el concepto de libertad interior, ya desde un punto de vista
positivo. El vínculo entre la vida de fe y la libertad para hacer el bien como
Jesús, que pasó haciendo el bien. El
Itinerarios formativos 103 Las dimensiones
profundo sentido de vida que deriva de esta actitud, c) La auténtica religiosidad a
la que accede quien se ha liberado de su propio mal, representada en el publicano
de la parábola y en todos aquellos "pecadores" que se han determinado por seguir
a Jesús. Tienen una relación con Dios más libre, más auténtica, más disponible,
d) Volver a reflexionar en torno a las reglas del discernimiento vocacional de
cara a la decisión del paso a la etapa teológica, e) La gratitud como perspectiva
evangélica de quien sabe percibir los dones de Dios, que ayuda a cerrar la etapa
filosófica, f) María, modelo del discípulo que camina confiando sólo en Dios.
Para la etapa teológica
Primer año. Se centra en la adaptación a la etapa y en las virtudes teologales.
La reflexión se centra en los modelos sacerdotales del Nuevo Testamento: a)
Presentación de Cristo como modelo del discípulo llamado a la vida sacerdotal.
Su disposición ante el llamado de Dios y ante las necesidades del prójimo es la
clave desde la cual se desarrollará su ministerio, b) El modelo de san Pablo,
testigo de fe, de esperanza y de amor en las comunidades cristianas, c) El elogio
de la fe y del sacerdocio en la Carta a los Hebreos, d) El modelo sacerdotal de
Timoteo, invitado a perseverar en la fe que ha recibido y a dar un testimonio
desde el ministerio que se le ha encargado, e) El modelo del apóstol Santiago, f)
María como modelo de fe, esperanza y caridad.
Segundo año. El contenido toca la personalidad del seminarista desde los
consejos evangélicos. Los retiros ayudarían a que el seminarista formule
compromisos en la línea de los consejos evangélicos, que han sido ya objeto del
itinerario: a) Presentación de Cristo como modelo de la vivencia de los consejos
evangélicos. Lo que aconseja a los demás es vivido por él de manera proactiva.
La contemplación de Cristo en este sentido, b) El camino de los consejos
evangélicos, que implica dejar tocar la propia existencia por los valores del
Evangelio con cierta profundidad, c) La pobreza sacerdotal, d) La obediencia
sacerdotal, e) El celibato sacerdotal, f) María pobre, desprendida y libre es un
modelo acabado de la vivencia de los consejos evangélicos.
Tercer año. Se aborda el núcleo de la identidad presbiteral por medio del
concepto de caridad pastoral: a) Presentación del corazón de Jesús como modelo
de la caridad pastoral. La contemplación que profundiza en los sentimientos y
motivaciones de Jesús, el buen pastor que da la vida por el rebaño, b) El modelo
sacerdotal de san Pablo, que vive entregado al servicio comunitario movido por
el amor, c) Modelos sacerdotales de los padres de la Iglesia, que configuraron con
sus vidas el concepto de "vida apostólica" como forma de vida propia de los
presbíteros y obispos, d) Modelos sacerdotales en la historia de la Iglesia que
muestran el valor permanente de la caridad pastoral, e) Modelos sacerdotales en
la historia de la Diócesis, de sacerdotes que han vivido con nitidez la caridad
pastoral, f) María que acoge de modo singular los sentimientos y motivaciones de
Jesús respetando su camino de fe y de pasión y participando de su misterio.
Cuarto año. Se coloca en una perspectiva práctica, al final, las actitudes
sacerdotales son las que muestran que allí existe un corazón de pastor. Se
proponen para los retiros otras actitudes sacerdotales que no aparecen en el
itinerario o que son mostradas desde otro punto de vista. Nos interesa dar la
impresión de que existen muchos aspectos que es importante afinar en el sentido
práctico de la configuración con Cristo
Itinerarios formativos 104 Las dimensiones

pastor: a) Presentación de las actitudes de Jesús como buen pastor; las actitudes
de Jesús como cauces concretos por los que da su vida que muestran la
profundidad de su corazón, b) La catolicidad. Es la actitud de verdadera
disponibilidad ante la Iglesia para ir a donde sea necesario, comprendiendo que
la misión va mucho más allá de los límites de una Diócesis o de los planes que
cada uno legítimamente hacemos. Es también la disposición a apoyar a quienes
son envía-dos más allá de ciertas fronteras, c) El sentido apostólico. Se trata de la
comprensión del sacerdocio desde la clave apostólica. El sacerdote no es un
administrador, ni un organizador, ni el empleado de una estructura, sino un
apóstol. Este carácter apostólico implica un verdadero dinamismo evangelizador.
d) El sentido espiritual del ministerio sacerdotal. Antes que una función eclesial
el ministerio presbiteral es un camino espiritual. El sacerdote está llamado a ser
testigo de los valores espirituales en medio de la comunidad humana y cristiana.
Hay que tomar en serio esto, que es más que una faceta, el corazón de su mismo
ministerio sacerdotal, e) La liberación como actitud sacerdotal de solidaridad con
los pobres y de opción preferencial por ellos, siguiendo las enseñanzas del
episcopado latinoamericano. Después de la larga reflexión que se ha realizado en
el Continente, cómo se traduce este valor en la vida sacerdotal, f) María
permanece en la escuela de Jesús, a la escucha de sus actitudes, guardando los
comportamientos de Jesús en su corazón y repitiendo sus comportamientos en el
grupo discipular.
Para la etapa pastoral se puede distinguir en los retiros de preparación
espiritual para la recepción de ministerios y órdenes, que habitualmente se
centran en el contenido del ministerio correspondiente y en la meditación del
ritual, de otros momentos de retiro que se puedan proponer. Hay que contar con
que en el presbiterio también habrá la estructura de retiros mensuales, que los
seminaristas deben aprovechar.
La devoción mariana. Aparece no solamente como un medio espiritual más,
sino como algo necesario en la vida y en la identidad de quienes han sido
llamados al ministerio presbiteral. Pueden existir diversas maneras o estilos de
devoción mariana. Fundamentalmente dos. Uno que da a María una centralidad
tal que a través de ella se accede al Hijo y al Padre (Vgr. modelo de san Alfonso
o de San Luis Griñón de Montfort). Otro que recurre a María como una
referencia explícita en su acceso al hijo y al Padre (Modelo franciscano e
ignaciano). Lo importante es que el formando cultive una auténtica devoción
mariana y sea esta una expresión de su propia fe. La santidad de los creyentes
está históricamente unida a la piedad mariana. Se quiere formar al discípulo y
misionero hijo de María, capaz de alentar la devoción mariana de los fieles.
Itinerarios formativos 105 Las dimensiones

La dimensión humana personal


Esta dimensión se refiere a la persona que acoge el don de la gracia que
llamamos "vocación". En esta personalidad concreta se harán visibles y reales los
valores voca-cionales. Por ello se la define como "base necesaria" y, junto a la
dimensión espiritual, forma parte de la estructura básica de la personalidad
religiosa de los seminaristas. En Pastores Dabo Vobis y en otros documentos
formativos2 aparece en primer lugar, como señalando que primero hay que poner
las bases, pero hemos preferido dar la prioridad a la dimensión espiritual para
que no se tienda a yuxtaponer ambas dimensiones. Una vida espiritual asumida
libremente exige poner el fundamento necesario y se convierte en la mejor
motivación para que el sujeto emprenda la fatigosa tarea de llegar a ser él mismo.
Partimos del principio de que la persona es importante porque la vocación
consiste más que en hacer cosas, en llegar a convertirse en un símbolo personal
de la fidelidad del Señor.
Nuevamente nos encontramos con un núcleo que conviene salvaguardar.
Contiene dos elementos. Primeramente que se edifique la formación sobre el
sólido cimiento de la madurez humana, es decir, en el continuo desarrollo de la
personalidad. Sin esto es imposible un verdadero proceso formativo. Llaman la
atención las formulaciones negativas: sin una adecuada formación humana... no
sea obstáculo a los demás en el encuentro con Jesucristo... que remiten a la
experiencia de situaciones en las cuales ha faltado el cuidado conveniente de esta
dimensión. Hay que salvaguardar que este factor de madurez humana entre en un
juego dinámico con los valores espirituales y apostólicos, de modo que la
personalidad llegue a ser un medio apto para la evangeli-zación. No se espera que
de la dimensión humana provenga el criterio para el discernimiento vocacional,
el cual debe ser positivamente espiritual y evangélico. Pero sí se describe la
condición existencial y natural desde la cual es posible este discernimiento. El
punto positivo está en cómo, a través del desarrollo de su personalidad, el
seminarista puede llegar a ser puente para el encuentro de los demás con
Jesucristo. Se persigue, pues, conseguir personas suficientemente libres como
para poner efectivamente sus cualidades y condiciones personales en función de
la misión. Pero a la vez, personas conscientes de sus aptitudes y de sus carencias,
de modo que sepan ampliar sucesivamente el margen de su libertad para que esas
carencias no constituyan un impedimento en la misión y esas aptitudes se
desarrollen convenientemente en función de la misma.
Al definir este núcleo se quiere excluir un estilo de formación de la
personalidad que atienda el comportamiento exterior de la persona pero no baje a
lo profundo de su personalidad, al estilo del mero cumplimiento de normas de
urbanidad. También se excluye un estilo en el que el sujeto permanezca en el
desconocimiento de sí mismo, de las esclavitudes e inconsistencias que pueden
obstaculizar su propia misión evangeli-zadora. Hay que afirmar que a mayor
conciencia del don espiritual debe existir también una mayor conciencia de que
cada uno posee un yo del cual ha de hacerse responsable. Sobre todo que no se
puede avanzar en el proceso formativo sin haber

2
La dimensión humana viene reportada en PDV 43-44, NBFSM 93-105.
Itinerarios formativos 106 Las
dimensiones

trabajado asiduamente la propia personalidad. Se perfila el proceso a través de


las etapas por el cual se va consiguiendo una aguda autoconciencia:
En el seminario menor. Se pretende ofrecer la educación integral. De modo
que se cultive una formación humana que abarque lo más posible. Es lo que
corresponde a los estudios amplios de la preparatoria. El seminario debe llegar a
constituirse en un ámbito privilegiado de maduración humana en muy diversos
aspectos, como la práctica del deporte, el desarrollo de la voluntad y de las
virtudes, la capacidad de diálogo y de relaciones, etc.
El curso introductorio conduce a la toma de conciencia del yo y a un primer
análisis de la personalidad. El formando identifica las luces y sombras de su
personalidad, sus virtudes y defectos. Se trata de hacer una especie de radiografía
de sí mismo, de modo que tenga claro que necesita trabajar sobre esta realidad
suya. Adquiere conciencia de sí, detectando y verbalizando lo más posible las
propias posibilidades y limitaciones. Adquirir conciencia de lo más funda-mental
y estar en la disposición de trabajarlo, ya en esta etapa, pero sobre todo en la
siguiente. Se pretende que el seminarista concluya con una clara puntualización
de aquello que necesita trabajar y lo afronte inmediatamente, mediante el diálogo
con los formadores, al pasar a la etapa siguiente.
La etapa filosófica consiste en sacar del mismo sujeto (e-ducere) los factores
de su crecimiento. Detectados los defectos y conocidas las virtudes, ahora se
pretende afrontar los primeros y de potenciar las segundas. En el centro del
proceso formativo de la etapa se propone un análisis puntual y profundo de las
propias esclavitudes o inconsistencias, de modo que habiendo pasado por la
dolorosa experiencia del cuestiona-miento de sí, llegue a ser una persona más
libre y más segura. Este es un elemento fundamental para dar firmeza a su
decisión vocacional. La ampliación de la propia libertad supone una serie de
crisis afectivas y dificultades de maduración, que conviene incluso provocar.
Para esto ayuda mucho un conocimiento más amplio de la persona desde el punto
de vista de la antropología, la psicología y la sociología. En medio de la
confrontación que provoca el análisis crítico de sí mismo es necesario un
acompañamiento muy cercano de parte de los formadores. Se puede observar
fácilmente cómo se está cimentando la opción "firme" que se le pedirá al final de
la etapa. El análisis y confrontación del yo debe venir precedido y como envuelto
por la vida espiritual. Lo mismo hay que decir de las ayudas técnicas, sobre todo
médicas y psicológicas. Éste sería el mejor momento para implementarlas,
precisamente por la finalidad estructura-dora de la etapa.
La etapa teológica. En la etapa configuradora o propiamente formativa, el
seminarista une con más profundidad el autoconocimiento a los valores
espirituales y en concreto al misterio pascual de Cristo. El formando llega a una
interpretación de su personalidad como unida al misterio de la cruz y
resurrección del Señor. Sus virtudes y defectos, plenamente aceptados, se ven
redimensionados y redimidos desde la unión personal con Cristo y desde la
gradual puesta en práctica del carisma sacerdotal. Este es el sentido humano de la
configuración. El sujeto pone su vida al servicio contando
Itinerarios formativos 107 Las dimensiones

con las condiciones de la cultura que le toca vivir, con las exigencias de la Iglesia
en su concreción diocesana y con las características objetivas de su personalidad.
Así se aproxima a una formulación más realista del ideal sacerdotal que
anteriormente había aceptado como bueno para sí, pero ahora comienza a poner
en práctica.
Dimensión humana-personal

Curso introductorio Etapa filosófica

Descubre las características de su Profundiza en su propia


personalidad y los prindpales aspectos personalidad,
(virtudes y defectos) que deberá trabajar Afronta básicamente los conflictos
en el futuro y potencia sus cualidades.

Ha llegado a ser
Núcleo
un joven seguro de sí
y libre para su opdón.
Sin una adecuada
formación humana,
toda la formadón
estaría privada de su fundamento
necesario...

Etapa pastoral Etapa teológica


Que plasme su personalidad
de tal manera que sirva de
puente y no de obstáculo
a los demás en el encuentro
con Jesucristo
(PDV43).
Ha plasmado una Posee libertad y madurez
personalidad bien definida suficientes para dedicarse
y ha mostrado, a través con empeño y productividad
de la práctica pastoral, a la formación teológica y
que es humanamente práctica y para servir
apto para el servicio apostólico. a sus hermanos
en una misión concreta.

La etapa pastoral traza una línea aún más clara de realismo. El seminarista
traduce su experiencia de maduración en una mayor capacidad para el servicio
apostólico. Ha llegado a ser un evangelizador competente y un signo de la
presencia de Cristo. Ya se define como constructor de la comunidad, de modo
que el aprendizaje realizado a través de la vida comunitaria del mismo seminario
es aplicado a la comunidad apostólica en la que trabaja y al ámbito del
presbiterio. Se constata la aptitud positiva y no sólo se eliminan los datos
negativos. Esta aptitud se refleja en conductas objetivas y evaluables. Todo esto
supone que el seminarista no se sitúa como quien ha llegado al final, sino como
quien ha adquirido la humilde conciencia de que falta mucho por trabajar sobre
sí mismo y de que necesita dejarse acompañar.
Itinerarios 108 Las
formativos dimensiones

Ponemos ahora atención a algunas líneas prácticas de la dimensión humana-perso-


nal, que están presentes en cada una de las etapas.
El proceso de maduración humana. La maduración de la persona, como se ha
insistido, debe evolucionar paralelamente al proceso espiritual. Se señalan sólo algunas
líneas fundamentales en este sentido:
La educación física. Este es un elemento básico que entra en juego en el proceso
formativo. Es un reto en la vida de cualquier persona. Además, en los seminarios se
propone a los seminaristas que hagan deporte habitualmente. Habrá los muchachos a
quienes les es muy fácil entrar en esta dinámica y otros a quienes les es muy difícil; este
aspecto hay que cuidarlo especialmente en el curso introductorio. Es interesante que los
formadores busquen la asesoría de personas especializadas en educación física, para que
aquilaten la profundidad personal que está implicada en estas actividades. La formación
en la dimensión corporal de la persona presenta una diversidad de retos en el caso de los
seminaristas:
7) La aceptación de la propia corporalidad. Es algo importante para muchos semi-
naristas. Es conveniente que este punto se afronte en las primeras etapas de la formación,
para que el muchacho efectivamente emprenda un cierto trabajo sobre la propia
corporalidad. En las entrevistas se debe detectar si la aceptación de la corporalidad es un
reto pendiente y en qué puntos necesita ser trabajada.
8) En las primeras etapas, una última definición de la propia sexualidad. El recono-
cimiento y valoración de la propia corporalidad, junto a los hábitos deportivos, tiene una
relación profunda con la definición de la identidad sexual y la gestión de la propia
sexualidad, sobre todo cuando se trata de jóvenes. Cada muchacho debe descubrir
existencialmente esta vinculación y necesita aprender a vivirla.
9) El acondicionamiento físico. Una buena proporción de los jóvenes que ingresan al
seminario necesitan este aprendizaje básico. El acondicionamiento físico compromete el
estado de salud y la propia imagen. No tiene sólo por objeto facilitar la preparación para
que puedan hacer deportes, sino conseguir un fundamental bienestar corporal y facilitar
una vida saludable.
10) La búsqueda del equilibrio en la propia personalidad, en especial entre trabajo
intelectual y actividad física. Dado el tipo de trabajo sedentario que caracteriza los
estudios del seminario y luego la vida sacerdotal, este equilibrio tiene grandísima im-
portancia. Cada seminarista debe llegar a unas convicciones al respecto y a un método
práctico para conseguirlo. No sólo se consigue a través del deporte, sino también me-
diante el trabajo corporal.
11) El aprendizaje de diversos deportes y el trabajo manual. Introducirse en la prác-
tica de los diversos deportes que desarrollan aspectos complementarios. En concreto el
fútbol, el basquetbol y el voleibol, pero también la aproximación a otras disciplinas
deportivas según los recursos que estén al alcance. Un buen criterio formativo consiste
en que los seminaristas aprendan a hacer trabajo manual y lo incorporen a su disci plina
personal en adelante. En este capítulo se abre una gama de posibilidades: El
Itinerarios formativos 109 Las dimensiones

trabajo manual que es frecuente en la población de la Diócesis, de modo que no


permanezcan ajenos a la realidad de la mayoría. El trabajo de sus propios
familiares. El trabajo de limpieza y mantenimiento del edificio del seminario. El
trabajo del hogar, en concreto el lavado de su ropa y el aseo de su habitación,
algo que es deseable que conserven para toda la vida. Si es posible, que aprendan
también a cocinar lo más fundamental.
12) La construcción del hábito del ejercicio físico. No basta con que los
seminaristas hagan ejercicio físico o practiquen deportes como grupo. Es
necesario que adquieran el hábito del ejercicio físico para toda su vida. En el
largo proceso de la formación esto se puede conseguir con suficiente eficacia.
13) Los hábitos alimenticios. Con mucha frecuencia los muchachos que
ingresan al seminario tienen establecidos, desde su propia familia y cultura,
malos hábitos alimenticios. En vez de ¡mplementar correctivos en las etapas
posteriores, es mejor enseñar desde el principio mejores hábitos, con la asesoría
médica conveniente. De modo que aprendan a prevenir muchos problemas de
salud, de un modo especial los que se derivan del sobrepeso.
h) El cuidado de la salud. Unido al tema de los hábitos alimenticios está el del
cuidado de la salud. Un chequeo médico en torno al ingreso al seminario puede
ser muy clarificador al respecto, para detectar a tiempo cualquier enfermedad y
para garantizar la atención adecuada. El recurso a un médico de la institución es
muy útil porque ayuda a objetivar la medida en que es necesario o no el uso de
medicinas. Hay que impedir que ni los formadores ni los alumnos se receten a sí
mismos, estableciendo estrategias y hábitos muy cuestionables en este terreno.
El cultivo de las cualidades humanas. Son todas aquellas cualidades o
disposiciones personales que ayudan a la eficacia de la tarea pastoral y pueden
llegar a ser significativas en el contexto cultural, social y eclesial. Pueden parecer
muy elementales, pero hay que reconocer que cuando faltan son fuente de serios
problemas en el ministerio sacerdotal. El objetivo pedagógico es que las
cualidades humanas, a través de la formación, lleguen a convertirse en
habilidades intencionalmente cultivadas. Se hace a continuación un elenco de
algunas de estas cualidades-habilidades:
14) La amabilidad. Los seminaristas necesitan aprender a tratar con buena
educación y amabilidad a los demás, porque esta virtud va a ser en el futuro un
vehículo principal de su tarea evangelizadora. Para ello conviene confrontar, en
especial en la etapa filosófica, las tendencias personales que puedan ser contrarias
a esta virtud, como la agresividad, la manipulación o la utilización de los demás
para los propios fines. En la etapa teológica es recomendable que exista una
catequesis suficientemente amplia sobre las virtudes sacerdotales, de modo que
los seminaristas descubran su valor pastoral, como parte de la configuración con
Cristo pastor. Entre estas virtudes la amabilidad, el buen trato, ocupa un lugar
prioritario.
15) La austeridad, Una persona relativamente madura es más libre ante los
satisfac-tores que la sociedad actual ofrece. Como tiene identidad propia, no
necesita construirla a partir del uso de las cosas. Existen unas exigencias de
austeridad y pobreza en
Itinerarios formativos 110 Las dimensiones

la vida sacerdotal que los seminaristas necesitan aprender. En tal aprendizaje


también se da la gradualidad. Desde una austeridad juvenil, típica de los
estudiantes, en las primeras etapas; hasta una austeridad propiamente pastoral, en
las últimas etapas. El proceso formativo debe lograr varias lecturas sucesivas del
modo de utilizar los bienes materiales.
16) La generosidad-diligencia. Lo propio de un sacerdote es que sea diligente y
generoso en el servicio, que manifieste la tendencia a servir con prontitud a los
demás. Esta actitud se aplica primeramente en su sentido humano, el servicio
material, especialmente a los necesitados. Debe llegar a ser una actitud habitual.
Después hay que aplicarla al servicio evangelizador y, por último, al servicio
sacerdotal. De modo que estos tres niveles sean conservados por el seminarista y
mantenga una espontánea disponibilidad para ello.
17) La magnanimidad-tolerancia. Es la capacidad de perdonar las ofensas, de
ser indulgentes y comprensivos con los demás, especialmente con sus defectos. La
tolerancia es una virtud ampliamente recomendada por Jesús en los evangelios;
en la comunidad de la Iglesia hemos de ser tolerantes unos con otros (Cf. Mt 13,
36-43; Mt 20, 1-16), más aún en la comunidad del seminario. Cuando las
personas aspiran a valores superiores, muchos detalles de las relaciones humanas
pasan a un segundo plano. Los muchachos deben tener experiencia viva de este
ejercicio, que al final ayuda a que todos puedan desarrollar mejor su propia
personalidad.
18) La sinceridad-honestidad. Es necesario educar a los muchachos en el amor a
la verdad. Que aprendan a ser honestos consigo mismos y con los demás. Este va
a ser un elemento central que condiciona el clima formativo y el
acompañamiento. Partimos de la manifestación honesta y valiente de la verdad.
Para ello un campo precioso es el ejercicio que se propone, especialmente en la
etapa filosófica, de afrontar la propia verdad y de dejarse acompañar en ella. Es
importante velar porque las relaciones entre los mismos seminaristas se
construyan en la verdad. Para ello hay que educar. Las revisiones de grupo
realizadas por el prefecto son una gran oportunidad para ello. En este sentido no
hay que ser ingenuos; la autenticidad es siempre un reto para las personas y por
ello es algo que no se debe dar por supuesto.
19) La hospitalidad-acogida. El creyente reconoce en cualquier persona el
rostro de Cristo y por ello a un hermano en la fe. De esta conciencia deriva una
actitud de acogida incondicional y de hospitalidad ante los demás. Los
seminaristas tienen ámbitos muy concretos para el ejercicio de esta virtud.
Primeramente al interno del mismo grupo formativo, con los hermanos, con sus
familias y con cualquier persona que visite el seminario. También en las
actividades apostólicas, en las cuales son como un rostro visible de la Iglesia.
Deben aprender a vivir esta actitud en relación con las otras personas que forman
la comunidad cristiana, con los laicos que colaboran en las obras apostólicas, con
los animadores juveniles, con los religiosos y religiosas, con los desconocidos, a
los que ya no tratan como extraños, sino como a hermanos queridos. La acogida a
los pobres y a los pequeños tiene un valor central, como bien lo enseña la Carta a
Filemón. El seminarista debe superar cualquier prejuicio de clase o de raza
Itinerarios formativos Π.1 Las dimensiones

para afirmar la fraternidad universal que corresponde al Evangelio y que va a ser


objeto de su propio ministerio presbiteral.
g) La capacidad de escucha. La escucha es un instrumento de uso cotidiano en
el ministerio sacerdotal. No sólo es esencial para la dirección espiritual, también
para la organización y conducción de la comunidad. Tanto que se podría decir
que de la calidad de la escucha depende la profundidad de la evangelización. En
la forma-ción es muy conveniente ofrecer un verdadero entrenamiento para la
escucha, para la entrevista y el diálogo espiritual. De modo que los seminaristas
incorporen esta virtud como un elemento fundamental de su modo de estar entre
los demás.
h) El respeto y el diálogo. El sacerdote entra en relación con muchas personas
e instituciones. Es fundamental que se relacione con ellas respetuosamente, es
decir, considerando y valorando las competencias de los demás. Hay ocasiones
muy vivas y concretas para crecer en esta virtud: la presencia en hospitales
públicos y otras instituciones de gobierno; la relación con personas de otras
denominaciones cristianas o de otras religiones; el trato cotidiano con personas
de otra condición social, raza o sexo. Lo contrario sería una persona excluyente o
prejuiciosa. La condición espiritual del seminarista o del sacerdote le exige estar
humildemente ante los demás, superando la tendencia al orgullo o a la imposición
de sus criterios. Para esto es una excelente ocasión el trato con profesionales de
distintos ramos, con quienes está obligado al respeto y al diálogo.
i) La compasión y de consuelo. Esta es una de las típicas virtudes sacerdotales
a la vez humanas y espirituales. Se espera del sacerdote que tenga una mirada
compasiva sobre las realidades humanas y sobre las personas. Y que actúe en
medio de ellas llevando un mensaje de paz y de solidaridad. Que sintonice con
las personas, creyentes o no creyentes, que cultivan esta actitud. Pero además,
que obre con verdadera misericordia, como signo que es del actuar de Dios. La
formación de una actitud compasiva toca el corazón y la fibra íntima de su futura
vida sacerdotal.
j) La laboriosidad. El seminario no debe ser un sitio apto para personas
ociosas o perezosas. Todo lo contrario, exige un ritmo de trabajo que todos
deben cumplir. No sólo esto, sino un verdadero amor al trabajo, según el modelo
de Jesús, que trabajó continuamente. La laboriosidad es un hábito que se debe
construir en las primeras etapas de formación de modo que permanezca para toda
la vida. Se aplica a diversas áreas: el trabajo intelectual, físico, artístico, pastoral.
Los seminaristas han de aprender el evangelio del trabajo, para poder
evangelizar después tan diversos ámbitos de trabajo.
k) El buen gusto. No se trata de cultivar refinamientos, pero sí es necesario
que se eleve el nivel cultural de los seminaristas, para que adquieran criterios
estéticos más estables. Provocar que los muchachos caigan en la cuenta de que
existen criterios objetivos en este sentido. Por ejemplo, el buen gusto
arquitectónico, que tiene que ver con la distribución de un presbiterio o la
decoración de un templo; el buen gusto en la confección y uso de manteles,
ornamentos y vasos sagrados; el buen gusto en su propia presentación personal.
Itinerarios formativos 112 Las dimensiones

Madurez afectiva. Más que de "madurez" conviene hablar de "maduración",


en el sentido de que se trata de un proceso continuo. El itinerario formativo
propone en cada etapa elementos importantes para la maduración afectiva.
Algunos están en la línea de las claves interpretativas de la propia existencia y de
la vocación específica. Hay mayores posibilidades de maduración cuando el
seminarista interpreta su vida en la casa de formación y su futuro ministerial
como una forma positiva de amor; su opción vocacional le ha llevado a amar más
y no a amar menos. Este amor, que tiene como objeto a Dios, a la comunidad
cristiana y a las personas concretas, debe encontrar cauces bien específicos de
expresión, de acuerdo al proceso evolutivo de la personalidad. La expresión de
sus sentimientos ha pasado por el filtro de la aceptación y apropiación de los
mismos, y por ello es más libre para expresarlos donde conviene hacerlo y de
una manera adecuada. El seminarista necesita adquirir conciencia de la textura de
su vida afectiva, tanto a nivel de las emociones, como de los estados emotivos y
de su propio temperamento. A través de estos medios debe lograr un cierto
control, no rígido, de su propia experiencia afectiva, llegando a tener la
capacidad de mirar sus contradicciones en el plano afectivo con buenos ojos y de
reaccionar ante sus propios rasgos de inmadurez con buen humor.
La conciencia moral. Un aspecto importante de la formación humana es la
formación de la conciencia; ésta debe ir evolucionando a lo largo del proceso. La
misma opción vocacional pide el paso de una conciencia más individual e
incluso ¡ntimista hacia una conciencia más comunitaria y social. Como formador
conviene preguntarse: ¿qué clase de moralidad es la que viven los seminaristas?
¿Qué clase de confesiones realizan? ¿Es el tipo de conciencia moral que
corresponde a la entrega personal a una misión como la sacerdotal? La propuesta
formativa debe ayudar a definir con claridad suficiente el contexto moral, tanto
personal como comunitario, en el que se sitúa la vida de los seminaristas. Este
punto ha de ser objeto específico de formación. Se intenta garantizar que el clima
moral en el que se desarrolla la vocación de los candidatos sea el adecuado a su
etapa formativa y a su edad evolutiva, de modo que garantice que la comunidad
ayude a la formación. El cuidado de este contexto moral tiene especial
importancia cuando los muchachos se forman en un presbiterio o en un ambiente
familiar y social que no tiene claridad al respecto.
La integración de la sexualidad. Poco a poco se debe notar una mayor
integración de la sexualidad en la personalidad del alumno. Es un proceso que
lleva toda la vida, pero ya se deben dar avances significativos, de los cuales el
seminarista necesita adquirir conciencia descubriendo un camino para crecer en
la virtud de la castidad. Si se da lo contrario, es decir, una separación mayor
entre su comportamiento sexual y sus convicciones, afectos y relaciones,
estamos ante un signo de alarma. Esta integración pasa por la capacidad de
afrontar en el acompañamiento los problemas de comportamiento sexual que
puedan surgir. La educación sexual es una parte importante de la formación
sacerdotal, que se debe desarrollar gradualmente, como los demás aspectos.
La urbanidad. Es la formación que se refiere al trato del seminarista con los
demás. No se reduce al cultivo de buenas maneras o a una educación externa y
superficial. Las
Itinerarios formativos 113 Las dimensiones

relaciones son un elemento central en el ejercicio del ministerio sacerdotal. Se


trata de conseguir que el seminarista perciba la trascendencia de su modo de
relacionarse y adquiera convicciones suficientemente firmes al respecto. Por un
lado está la triple relación en la cual ejercerá su ministerio: con el obispo, con los
hermanos en el presbiterio y con los fieles laicos. En otro plano están las
relaciones en el ámbito público y civil, que son significativas e inevitables en la
vida sacerdotal. En un tercer plano, y no son menos importantes, está la relación
con los pobres, los enfermos, las mujeres, los niños, los jóvenes, las familias, etc.;
personas con las que por su ministerio tendrá continuo trato porque son los
destinatarios principales de su misión.
La ayuda psicológica. Conviene que el seminario cuente con la ayuda de
psicólogos cualificados. Ellos necesitan una verdadera preparación para poder
intervenir acertadamente en el proceso formativo, en dos sentidos: por un lado,
que adquieran una visión crítica de la terapia psicológica desde el punto de vista
de la antropología cristiana y en concreto de la antropología de la vocación; por
otro lado, que hayan logrado una comprensión suficiente del sentido de las etapas
formativas y de los contenidos de la formación. Las pruebas psicométricas
pueden ser de una gran ayuda al principio del proceso formativo porque detectan
situaciones límite que pueden llegar a invalidar la opción vocacional del
muchacho, y porque dan pistas concretas para su acompañamiento. La terapia
psicológica o psiquiátrica no debe ser generalizada en el seminario. La mayor
parte de los problemas se resuelven en la dirección espiritual, pero en todo caso,
la terapia debe ser precedida y envuelta por la dirección espiritual. Conviene
procurar lo más posible la preparación psicológica de los formadores y
especialmente de los directores espirituales.
La formación cultural y complementaria. Éste es un aspecto de la formación
humana al que con frecuencia se le da poca importancia y, sin embargo, tiene un
gran valor porque abre los horizontes culturales y prácticos de los seminaristas, y
con ellos los ámbitos de su futura acción pastoral. Hay que tener en cuenta que la
gran mayoría de los jóvenes que ingresan a los seminarios tiene una formación
cultural deficiente. Todo lo que signifique ampliar sus perspectivas será un bien
para ellos. Con este fin habrá que detectar y aprovechar las oportunidades que
existan en la localidad. Es conveniente tener localizados los horizontes culturales
a los que se puede facilitar el acceso a los seminaristas, de modo que no se tienda
sólo a las oportunidades que se presenten, sino que se procure una formación
cultural más integral. La experiencia dice que los muchachos en formación están
muy abiertos a la cultura, pero con frecuencia les faltan los medios para acceder
a ella. Este abrir horizontes beneficia, en primer lugar, a los mismos formadores,
que estarán en una disponibilidad para formarse junto con los muchachos. Se
presenta a continuación el abanico de los horizontes culturales que convendría
abrir. Es imposible atender todo, pero en ocho años de formación se puede hacer
mucho.
a) En el ámbito de la música. El paso de la música grabada a la música viva,
que les lleve a valorar y reconocer los instrumentos originales. El conocimiento
de la música clásica y la música religiosa de las distintas épocas que les lleve a la
capacidad de apreciar la música y de situarla en su contexto histórico. El aprecio
de los géneros musicales
Itinerarios formativos 114 Las dimensiones

modernos y contemporáneos, que les sitúa en la cultura que les toca vivir. El
aprecio de la auténtica música popular y juvenil, sobre todo la de su región. El
conocimiento de la música popular religiosa. Tiene una especial importancia el
conocimiento de la música coral religiosa y del canto gregoriano. La
participación en realizaciones musicales como el coro del seminario y el
aprendizaje de los instrumentos musicales. La sensibilidad estética que se
consigue es de un gran valor para la misma vida espiritual.
20) En el ámbito de las artes plásticas. Una aproximación a la valoración
estética de la pintura y la escultura de todos los tiempos. El conocimiento y
valoración de las expresiones plásticas de las culturas ancestrales. El aprecio de los
diversos estilos pictóricos y escultóricos. La apreciación de la plástica moderna y
contemporánea, no siempre fácil de conseguir. La valoración de la plástica
regional y de las artes plásticas populares y la artesanía. La formación crítica para
la elaboración de impresos de todo tipo y el manejo de programas de
computación para estos fines. Sólo si se piensa en la trascendencia que tiene el
ministerio sacerdotal en esta área se descubrirá la necesidad de formar en ella.
21) Las artes escénicas. Las representaciones teatrales son una expresión
importante de la cultura. Es conveniente que los seminaristas tengan experiencia
directa de ello, de acuerdo a las oportunidades que se presenten, tanto a nivel de
la lectura de obras teatrales como de su representación. El contacto con el mundo
de la danza, del ballet clásico y contemporáneo y de la danza popular, es de una
inmensa riqueza. Existe una amplia gama de obras escénicas religiosas que han
sido parte de la evangelización: autos de fe, pastorelas, dramas, obras de carácter
vocacional y sacerdotal. Si se tiene la posibilidad de preparar obras teatrales en
las que actúen los mismos seminaristas, con la mayor calidad profesional posible.
No se pueden dejar de mencionar mundos artísticos de gran valor evangelizador
como el teatro de títeres, las sombras chinas, el sociodrama y otras técnicas
teatrales.
22) La cinematografía y el video. El cine es un arte característico de los
tiempos actuales. Una buena introducción a la historia del cine y a la apreciación
cinematográfica parece muy conveniente. El uso actual del video, tan accesible,
permite que los mismos seminaristas hagan incursiones en este arte,
descubriéndolo como un medio evangelizador. El uso del cine en la actividad
apostólica es práctico e ilustrativo. El aprendizaje de la técnica del cineforo en
distintos niveles y modalidades. El conocimiento de la historia del cine religioso.
Por otro lado está la formación complementaria. Son los elementos que les
pueden ayudar a vivir mejor en algún sentido y para actuar en la sociedad. Desde
unas buenas lecciones de higiene bucal o de primeros auxilios, hasta una
instrucción sobre las hidroponias y los cultivos productivos; desde la formación
para el uso de los micrófonos hasta el diseño de propaganda; desde unas
lecciones de limpieza y lavado de ropa hasta una orientación sobre el arbitraje en
los deportes. Todo lo que signifique adquirir nuevas habilidades o prepararse
para servir en diversas áreas. La formación complementaria atiende tres objetos:
Itinerarios formativos 115 Las dimensiones

23) Cuestiones relacionadas con la higiene, la salud y la limpieza. La higiene


bucal. La higiene corporal. Principios básicos de gastronomía: la combinación de
los alimentos y de las bebidas alcohólicas. La ventilación de los sitios públicos.
La higiene en casos de epidemia. Los primeros auxilios. Las lesiones deportivas.
Uso y abuso de medicamentos. La prevención de accidentes y los sistemas de
seguridad. Técnicas de limpieza de pisos y lavado de la ropa. Elaboración de
compostas y otras medidas ecológicas. El ahorro del agua. Higiene de la ropa y
calzado deportivos.
24) Problemas que los seminaristas tienen en su vida diaria y podrían resolver
mejor. La organización del tiempo y la puntualidad. Reglas del fútbol, basquetbol
y voleibol y arbitraje en estos deportes. Manejo adecuado de las relaciones
humanas, de la vida comunitaria y de la resolución de conflictos. Trato con las
mujeres. Relaciones con la autoridad civil y eclesiástica. El recurso a servicios
profesionales. La comunicación asertiva. La capacidad de perdón.
25) Habilidades prácticas que pueden poner a funcionar en su futuro ministerio.
Capacitación pedagógica y didáctica. La psicología evolutiva y la formación en
las distintas etapas de maduración. El uso de los micrófonos y del sonido en
general. El lenguaje radiofónico y el uso de la radio. La propaganda y la
publicidad. Técnicas de convocatoria. La dinámica de grupos. Las decisiones
consensuadas. Entrenamiento para la entrevista y para el acompañamiento
personal. El trato a los empleados. Nociones de contabilidad y administración.
Conocimiento de la realidad juvenil y técnicas de trabajo con jóvenes. El trato a
los enfermos y la presencia en los hospitales. El tratamiento de las enfermedades
psíquicas más frecuentes.
Itinerarios formativos 116 Las dimensiones

Dimensión humana comunitaria


La experiencia comunitaria es una gran novedad en la vida de los jóvenes
actuales, porque casi todos pertenecen a familias pequeñas. La mayor parte de
ellos han tenido en su propia familia una experiencia muy limitada al respecto.
La comunidad forma-tiva tiene una gran importancia porque de su dinámica
interna depende en buena medida la eficacia de toda la formación. Una cosa es lo
que proponen los documentos y los formadores y otra lo que realmente funciona
en el grupo. La comunidad formati-va es como un símbolo eclesial para los
candidatos. Por medio de ella conocen exis-tencialmente a la Iglesia, van
perfilando sus actitudes de pertenencia a ella y ponen en práctica los valores que
corresponden a la vocación sacerdotal.
En el núcleo formativo se subraya este sentido simbólico. Es la continuidad
del modo de las relaciones que Jesús estableció con sus discípulos, es decir, el de
una familia en la cual los lazos de la fe son mayores que los de la sangre o los de
la clase social. Por eso hay que cultivar en el seminario un clima de verdadera
familiaridad, donde se ensaye la futura fraternidad y constituya ella misma el
clima que forma. Como toda familia, debe ser productiva en lo que le
corresponde, en nuestro caso lo es cuando se dedica intensamente a la formación
provocando actitudes de verdadera participación y compromiso. Tiene una gran
importancia que se garantice la existencia de un clima que forme y no al revés,
que llegara a existir un clima grupal deformante o contrario a los valores.
Se excluye automáticamente el convertir la casa de formación en una mera
residencia o el mantener un tipo de relaciones humanamente superficiales.
También un clima grupal que no se corresponda a los valores de la fe y a los de
la vida sacerdotal. Por eso se describe al seminario como una verdadera
comunidad de fe. La experiencia ha de ser tal que deje marcados a los jóvenes
que participan en ella y disponibles para ser constructores de comunidad allá
donde vayan. La exigencia es grande para el equipo formador, que debe saber
establecer relaciones fraternas con los seminaristas sin perder su autoridad entre
ellos, a ejemplo de Cristo. Como ya se ha dicho al hablar del equipo formador,
éste es el referente inmediato para la vida comunitaria de los alumnos. Ponemos
atención al esquema que nos presenta el proceso formativo en esta dimensión:
Curso introductorio. El alumno comprende el valor de la comunidad desde
su sentido eclesial y simbólico. Esta es una parte importante de su introducción
al misterio de Cristo y de la Iglesia y por ello de la revisión de su iniciación
cristiana. No sólo capta la novedad sorprendente de vivir juntos, sino también el
sentido de vivir juntos compartiendo la misma fe y el mismo ideal vocacional.
Comienza a establecer relaciones fraternas, de modo que nacen verdaderas
amistades con los compañeros. La comunidad se convierte en un referente
continuo, para todas las dimensiones de la formación. La comunidad formativa,
como la comunidad eclesial, no está cerrada en sí misma, de modo que la sola
participación en ella implica una educación de la sensibilidad social y eclesial.
La respuesta vocacional que ha dado hace del seminarista un miembro más vivo
de la sociedad a la que pertenece y de la comunidad eclesial. En
Itinerarios formativos 117 Las dimensiones

este primer momento tiene relevancia observar si el muchacho tiende a abusar de


la comunidad y si es el caso, hacer la debida confrontación. Al contrario, debe
quedar muy claro que se hace corresponsable en ella y que aporta lo que puede
con sentido de fe.
La integración del curso suele acaparar la atención durante los primeros meses.
Es conveniente que, al mismo tiempo que van aprendiendo a relacionarse con
Dios, den pasos hacia la aceptación cordial de los demás, superando las fronteras
marcadas por la clase social, la cultura y la familia de origen. Al concluir el curso
introductorio, si se confrontaron debidamente estas diferencias, deben haber sido
asimiladas. Este paso es determinante para la formación de un clima comunitario
adecuado en las etapas siguientes. A partir del segundo semestre el grupo ha de
presentarse como un signo de comunión ante los demás, especialmente ante las
propias familias y ante la gran comunidad del seminario.
La etapa filosófica. Los comportamientos en el grupo son confrontados por
los formadores, de modo que el grupo va llegando gradualmente a una
conciencia de sí mismo y de sus dinamismos internos, tal como hemos dicho que
ocurre con los individuos. El grupo comienza a ser un medio formativo de primer
orden. A través del grupo se transmite una vivencia de los valores por los que
vale la pena dar la vida. Los seminaristas se estimulan entre sí para la aplicación
de los medios formativos como la oración, el estudio, el orden, etc. Los
seminaristas han llegado a una maduración en su participación grupal, de modo
que se puede comprobar su aporte positivo y constructivo a la dinámica grupal.
El liderazgo tiene un sentido positivo cuando el comportamiento de la persona en
el grupo llega ser un referente de los valores vocacionales para los demás. Su
actitud comunitaria positiva tiene un correlativo en el ambiente social. Aplica
fuera de la casa de formación el estilo de fraternidad y solidaridad que vive
dentro, esto especialmente con su propia familia. Se ha logrado el objetivo de
esta etapa cuando el grupo llega a ser, a través de sus modos de funcionamiento,
un medio de crecimiento en la identidad vocacional de sus miembros.
La etapa teológica. En esta etapa el alumno es consciente de que ha de ser
buen ejemplo para los hermanos más jóvenes. Muestra comportamientos
positivamente comprobados en la línea del trabajo en equipo, del servicio
comunitario y de la edificación mutua. Su compromiso comunitario le lleva a
una interpretación de toda su vida y su vocación desde el punto de vista del
servicio social. Establece con los seminaristas de su grupo un vínculo
permanente. Ha comprendido que no basta "perderse" por Cristo, sino que es
necesario perderse también por los hermanos. Aprende a pasar a un segundo
plano, de modo que disfruta más la participación comunitaria que su propio
protagonismo. Como fundamento de estas actitudes está una percepción de la
Iglesia y del grupo como objeto de su propio compromiso de fe.
La etapa pastoral. La convivencia en el presbiterio y en una comunidad
específica, fuera de la casa de formación, constituye una verdadera prueba. Llega
a la aceptación cordial de las personas y de los grupos con sus limitaciones. No
se mantiene aislado, sino que consulta sus dudas con los miembros más mayores
de la comunidad y se deja
Itinerarios formativos 118 Las dimensiones

ayudar por ellos. Es un ejemplo de servicio al interno de la comunidad y en el


ambiente social que lo rodea.

Dimensión humana-comunitaria
Etapa filosófica

Participa con espontaneidad Curso introductorio


haciendo un aporte
positivo al grupo Se inserta en la comunidad formativa
y a las personas. como algo nuevo en su vida aceptándola
como un don de Dios y un privilegio.
Asume algún tipo de
liderazgo de carácter Comienza a participar en ella
positivo.
con disponibilidad. Núcleo
AprovechaActúa como creyente
los medios La comunidad formativa
ante las necesidades
que se le ofrecen. es una continuación en la
sociales. Iglesia de la íntima comunidad
Adquiere sensibilidad apostólica formada en torno a
social. Jesús (PDV 60).
Etapa pastoral
Etapa teológica Es una experiencia original de la vida de la Iglesia.

Es una comunidad educativa,


intensamente dedicada
a la formación.
Acepta a la comunidad y Garantiza un clima
a las personas con sus formativa
aciertos y deficiencias. (PDV 61)
Ha dejado de ser
Consulta a los demás y se mero consumidor
deja ayudar. de comunidad para ser
constructor de comunidad.
Es ejemplo de servido
comunitario y social. Interpreta toda su vida
y vocación como
servido a la comunidad.

Se señalan a continuación las líneas prácticas de la formación en esta


dimensión. Están dinámicamente relacionadas con las que se han propuesto para
la dimensión humana personal.
Formación de las relaciones familiares. La primera comunidad de referencia
que todos tenemos es la familia; es una comunidad que permanecerá toda la vida.
Por eso es importante que la formación sacerdotal ayude a los seminaristas a
hacer un proceso de crecimiento en el modo de relacionarse con sus familias. En
este ámbito se presentan varios retos concatenados entre sí. El primero es el de la
aceptación de la realidad
itinerarios formativos 119 Las dimensiones

familiar. Habrá experiencias mejores y peores de familia, pero ya en las primeras


etapas formativas los seminaristas deben caminar significativamente hacia ello.
Dado este paso, corresponde actuar en la realidad familiar, haciendo los aportes
que corresponden a un joven de su edad; en su propia familia el seminarista ha
de aprender a dejar de ser consumidor de comunidad para ser constructor de
comunidad. El tercer reto está en la línea evangelizadora. El seminarista necesita
aprender a aplicar la caridad pastoral, que le mueve habitualmente en su
apostolado y en la vida comunitaria, a su propia familia, de modo que el vínculo
evangélico llegue a ser más fuerte y dinámico que el vínculo de la sangre. En
este sentido, el seminario ha de emprender todo un proceso de pastoral con las
familias de los seminaristas, de modo que este proceso sea de una gran ayuda
para los muchachos. Hay que realizar el trabajo sobre la familia de un modo
sistemático y exigente garantizando un verdadero progreso porque los vínculos
familiares no afrontados son luego una fuente permanente de dificultades en la
vida sacerdotal.
La comunidad formativa. El seminario antes que un edificio es una
comunidad formativa similar a la comunidad educativa de un colegio católico, en
donde interac-túan muchas personas y en la cual cada uno necesita situarse.
Conviene valorar el aporte que esta experiencia comunitaria hace a la vida de los
seminaristas. El sólo hecho de convivir con tantas personas de diferentes
condiciones, debe significar para ellos todo un entrenamiento para las relaciones
sociales que marcarán su vida sacerdotal en el futuro, cuando sean coordinadores
y conductores de una comunidad. Hay que ayudar a un proceso de maduración de
las actitudes comunitarias de los seminaristas. Desde esta formación específica
pueden llegar a valorar la trascendencia de las relaciones comunitarias, a
identificar los modos más sanos de proceder en la vida común y a vislumbrar los
caminos para la edificación comunitaria. Esta veta formativa se cultiva en buena
parte en la relación con los formadores, los compañeros, los mestros, los
empleados del seminario. Todos tienen algo importante que aportar a la vida y
formación de los seminaristas.
Sentido comunitario y social. Más allá de las paredes del seminario está la
comunidad humana y la sociedad a la cual los seminaristas pertenecen. El
seminario debe educar en orden a que sepan cultivar las actitudes cívicas
correspondientes. Los valores cívicos se transmiten a través del clima grupal. Son
las convicciones que se viven y se ponen en práctica espontáneamente. Sin
embargo, también se pueden explicitar, en orden a provocar la toma de
conciencia y un cambio de actitudes. Que el muchacho descubra el vínculo
existente entre su seguimiento de Cristo, la vocación específica y las actitudes
cívicas y de solidaridad social que es necesario implementar. El sacerdote está
llamado a ser un ejemplo de comportamiento social; éste es a su vez un factor de
credibilidad de la misión.
La verdadera amistad. La capacidad de establecer relaciones positivas y
duraderas es directamente proporcional a la identidad vocacional y al proceso de
maduración personal de los seminaristas. Al mismo tiempo las verdaderas
amistades les ayudan en su proceso de crecimiento. Siempre conviene estar atentos
a las relaciones. ¿Los seminaristas son verdaderos amigos entre sí? ¿O sólo son
amigotes? Se observará un
Itinerarios formativos 120 Las dimensiones

progreso en las relaciones de amistad, desde la solidaridad y la transparencia hasta


la amistad "en el Señor", profundamente matizada por valores espirituales, por el
amor a la verdad y por la entrega a una misión. También es interesante observar
el trato de amistad que tienen con personas externas al seminario, tanto hombres
como mujeres, jóvenes y adultos. El seminarista, al paso de las etapas de
formación, debe madurar notoriamente en este sentido, marcando sus relaciones
con el sello de las opciones que van madurando en su propio proceso.
La libertad y la obediencia. Ya hemos hablado del proceso complejo de la
ampliación de la propia libertad. La obediencia, como manifestación voluntaria
del amor, supone un alto grado en esa libertad, que lleva al hombre a prescindir
incluso del propio juicio para optar por el bien comunitario que le es indicado
por diversas mediaciones. Quien ha progresado en el camino de la obediencia
vive polarizado por los valores del evangelio y por un proyecto que va más allá
de sí mismo. Como Jesús, considera el proyecto del Padre, pero también el
proyecto de la Iglesia, del plan diocesano de pastoral, de la propia comunidad. Su
capacidad de libertad tiene como referente la pertenencia comunitaria.
Capacidad de relacionarse. Nos referimos a la relación social con diferentes
tipos de personas y en diversas clases sociales. Es a la vez un signo de la madurez
personal y un cauce para su desarrollo. El formando deberá mantener relaciones
libres, haciendo conscientes sus resentimientos sociales, sus prejuicios, sus
simpatías y antipatías, yendo más allá de estos factores, para poder hacer el bien a
toda clase de personas y en diversas circunstancias. Esto supone un arduo
aprendizaje, sobre todo en ambientes como los de Latinoamérica, donde la
sociedad está escindida en extremos muy profundos. También surge aquí la
importancia de relacionarse positivamente con las diversas realidades y grupos
que forman la iglesia, desde una auténtica valoración de la diversidad de los
carismas.
Itinerarios formativos 121 Las dimensiones

Dimensión académica laboral


Las actividades que corresponden a esta dimensión ocupan una gran parte del
tiempo de los seminaristas. Por ello a veces se ha tendido a absolutizarla. Por
otro lado se tiende a pensar que, habiendo cumplido los requisitos académicos, el
sujeto tiene "derecho" a dar el paso correspondiente en el proceso formativo. En
otros ambientes ocurre lo contrario, se da un menosprecio de la vida intelectual y
laboral, dando como resultado una formación intelectualmente pobre, una falta
grave de hábitos de trabajo y un esplritualismo carente de fundamentos. Es
necesario evitar ambos extremos, comprendiendo la formación académica como
un medio absolutamente necesario para una mejor vida vocacional y para una
mejor evangelización.
Es importantísimo que la institución seminario tome en serio la formación
académica y la proponga con solvencia. En general se ha avanzado mucho en la
preparación de los profesores de los seminarios, tanto sacerdotes como laicos.
Debe darse a los seminaristas un mensaje contundente: los estudios son parte de
tu formación y debes trabajar asidua y responsablemente en ellos.
Como en las otras dimensiones, se señala un núcleo u orientación
fundamental que conviene salvaguardar. El primer dato de este núcleo consiste
en que la formación intelectual es una exigencia de la propia vocación. Antes de
referirse al quehacer de cada uno, se refiere a su mismo ser. Para vivir una
vocación específica, en concreto la sacerdotal, es, pues, necesaria una cierta
cultura, un fundamento intelectual. Sin esta formación la persona puede intentar
vivir los valores vocacionales desencajados de su contexto, y por ello de un
modo absurdo. Al contrario, cuanto más cultura posea, con mayor claridad podrá
comprender y poner en práctica los valores. Se insiste además en las exigencias
de la evangelización de la cultura y de la nueva evangelización en el sentido de
que todos los evangelizadores necesitan tener un nivel intelectual suficiente para
la difícil tarea de adaptar los valores de la fe a las nuevas manifestaciones
culturales. Esto tiene una máxima importancia en el momento de cambio cultural
que nos toca vivir en el siglo XXI. La formación intelectual no puede reducirse a
un adoctrinamiento religioso, ni a un tradicionalismo, ni a la repetición de los
postulados de la filosofía y la teología clásicas, sino que ha de preparar al alumno
para el discernimiento crítico de la realidad personal, social, comunitaria,
eclesial, e incluso de los mismos contenidos de la fe. La formación intelectual es
un camino de profundización en el misterio y por ello de mayor adhesión a la
Palabra de Dios y de profundización espiritual.
La definición de este núcleo formativo excluye otras percepciones de la
formación intelectual. Por ejemplo la tendencia a no dar importancia a la parte
académica, absolutizando los objetivos de la dimensión espiritual y carismática o
la tendencia a realizar una actividad pastoral carente de fundamentos. O al
contrario, dar un valor excesivo a lo académico, desvalorizando la misma vida
espiritual y la identidad carismática. Un esquema nos ayuda a comprender mejor
la propuesta gradual de los documentos de la Iglesia3.
3
En concreto, PDV, nn. 51-56 NBFSM 128-150.
Itinerarios formativos 122 Las dimensiones

El curso introductorio tiene una finalidad múltiple en esta dimensión. El


alumno se aproxima al misterio de la salvación, interpretando desde allí la
realidad toda, con un sentido positivo, y sobre todo comprendiendo mejor el
contenido de su propio camino vocacional. En este sentido debe ¡lustrar la
opción vocacional que ha hecho y desde allí ayudar al discernimiento de esa
opción. Se trata de ofrecer un fundamento intelectual a los pasos que se le van
proponiendo en su formación: desde la doctrina cristiana hasta los factores
humanos y psicológicos que entran en juego. Por otro lado se pretende suplir las
deficiencias de su formación previa en todos los órdenes. La tercera línea es la de
un conocimiento más actualizado del ideal vocacional que se pretende y de los
medios formativos que se ofrecen para alcanzarlo, es decir, del sacerdocio y de la
formación sacerdotal. En la línea laboral, asume el trabajo físico e intelectual
como parte de su vida ordinaria. Ya se puede ver que se trata de un programa
formativo intenso, en el cual hay que aprovechar bien el tiempo, considerando
sobre todo la brevedad del curso introductorio.
La etapa filosófica pretende ofrecer fundamentos y crear hábitos en la vida
intelectual. El alumno adquiere una visión crítica de la realidad, del mundo, de la
sociedad que lo rodea y de sí mismo. Se trata de adquirir una aptitud crítica. Este
ejercicio cuestiona y a la vez fundamenta su opción vocacional, dándole mayor
firmeza. Hay que estructurar su mente y con ello su personalidad. Las ciencias
del hombre, con todo el desarrollo de que han sido objeto, son de gran ayuda en
este sentido, porque permiten que el sujeto comprenda mejor los dinamismos de
su propia personalidad y del ambiente social en el que se desenvuelve y en el que
debe llegar a ser relevante su opción vocacional. Este paso a una visión crítica y
a una estructuración de la mente hay que garantizarlo desde la formación
intelectual. En este contexto se sitúa el estudio amplio de la filosofía y de las
ciencias del hombre, o al menos una introducción suficientemente sólida. Se trata
de que el alumno adquiera tal profundidad en su comprensión del hombre, de las
relaciones interpersonales, del mundo y de Dios, que le capacite para el diálogo
con las otras religiones y con la cultura. En el plano laboral se hace realmente
productivo en el trabajo, que es descubierto por él como un cauce de desarrollo
personal. Interesa especialmente que comprenda y valore existencial-mente el
trabajo que realizan las personas mayoritariamente en la diócesis, por ejemplo, la
agricultura, la ganadería, la industria, etc.
La etapa teológica. La formación intelectual se polariza en la línea de los
valores vocacionales y del carisma sacerdotal. Es como si las estructuras que se
prepararon en la etapa anterior, se llenaran de contenidos. Esto se da por dos
vías. Por un lado la de la formación teológica, que ya no sólo clarifica, sino
profundiza el sentido de la fe, de la vocación y el carisma propio. Las distintas
áreas de la teología enriquecen la visión de la Iglesia y de la evangelización que
tiene el seminarista. Por otro lado, la preparación práctica, que atiende a la
correcta ejecución de la actividad pastoral que los muchachos realizarán, tanto en
el sentido de la capacitación técnica como en el cultivo de las actitudes propias
del evangelizador presbítero. Es importante que entre estas dos vías de
formación haya una relación profunda, de modo que se evite, desde
Itinerarios formativos 123 Las dimensiones

la misma formación intelectual, la yuxtaposición entre el ser y el hacer, entre la


identidad y el servicio, entre la espiritualidad y el apostolado.
La etapa pastoral. La vida intelectual y laboral se refiere muy concretamente
a una realidad local. Se subrayan sobre todo las habilidades prácticas, las
actitudes profundas y la disponibilidad al trabajo. Habilidades como aplicar los
conocimientos a la realidad, madurez y responsabilidad en la tarea pastoral.
Actitudes como la humildad para aprender y enseñar, la disposición al servicio y
a compartir lo que sabe, la capacidad de consultar sus planes y proyectos. A estos
criterios conviene añadir, la disposición adecuada para la formación permanente,
que es el resultado de todo el proceso formativo.
Dimensión académica-laboral

Curso introductorio Etapa filosófica


Complementa
Adquiere un conodmiento
esta
visión
y una
coninterpretadón
las
más profundas
"riendas del de la Consolida desde el estudio
persona, de su libertad la formación humana y cristiana
hombre".
Etapa sus relaciones con que recibe,
teológica
y de
el mundo y con Dios. suple las deficiencias de su
formadón previa y llega
Núcleo

a una comprensión
más actualizada de
la vocación presbiteral
y del conjunto
de la formación.
Encuentra su justificación
en la naturaleza de la vocación
presbiteral y manifiesta su urgencia
ante el reto de la nueva evangelizadón...

Requiere una espeda I aptitud para el discernimiento crítico...


Etapa pastoral
A través del estudio
el alumno se adhiere a la Palabra,
crece en la vida espiritual
y se dispone para el ministerio/
(PDV 51) / E, estudio de |a Teoi0gía
Aplica los conocimientos alimenta y desarrolla su fe
a la realidad pastoral en una visión sintética y unitaria
con criterio maduro y responsable de las verdades de la fe.

Está dispuesto a ponerse al servido a partir de lo que Responde con el Magisterio


sabe y a enseñar con humildad a otros lo necesario a problemas humanos muy vivos.
para su fe. Se prepara para ser apto para
evangelizar la cultura.
Itinerarios formativos 124 Las dimensiones

Se señalan a continuación algunas líneas prácticas:


Áreas de la formación académica. Teniendo presente el ordenamiento de
los estudios, solamente se hacen algunas insistencias.
Conocimientos básicos. Se incluyen conocimientos básicos en el doble plano
de la formación académica (ortografía, redacción, método de estudio, habilidades
del pensamiento) y de la formación religiosa (catequesis, historia sagrada,
comprensión de la Escritura). Son elementos que idealmente estarían presentes
en el momento del ingreso, pero hay que revisar y reafirmar en la casa de
formación. Estos conocimientos básicos no se limitan al seminario menor y al
curso introductorio. Hay que revisarlos constantemente e insistir en ellos para
que se trabajen de modo permanente.
Filosofía sistemática. Conviene cuidar de manera muy especial las materias
introductorias a la filosofía, de modo que sean percibidas por los alumnos como
realmente útiles y profundamente relacionadas con su proceso espiritual. Hay
que garantizar que el alumno acepte como bueno para sí el ejercicio mental que
suponen las asignaturas de carácter especulativo. Es en el primer momento de la
formación cuando se puede situar a los alumnos en un nivel universitario,
acostumbrándolos a expresar su propio pensamiento de una manera clara y
consistente. Hay que constatar una elevación suficiente del nivel cultural y
crítico de los alumnos. La filosofía sistemática forma la misma capacidad
intelectual de los seminaristas.
Área histórica. La historia de la filosofía, bien integrada con la historia del
pensamiento y de la cultura, hace las veces de introducción a todas las
asignaturas que tienen carácter histórico en el curriculum de estudios y forman
en los alumnos una actitud adecuada y creyente en torno a la historia. Este es un
paso difícil de dar para la mayoría de los alumnos que han sido formados en la
mayoría con una ausencia de los contenidos históricos o en una desvaloración de
la historia. En este sentido tiene un gran valor educativo el estudio de la filosofía
de la historia.
Filosofía aplicada. Prácticamente todas las asignaturas de esta área tienen una
relación directa con el sentido de la acción pastoral: filosofía de la ciencia,
filosofía de la cultura, filosofía política, etc. Son por ello de una especial
trascendencia. Algunas de las materias de este bloque tienden a desaparecer de
los programas de los seminarios y casas de formación, especialmente por la
dificultad para encontrar maestros cualificados. Pero hay que recordar que ellas
iluminan de modo muy especial la relación entre los estudios filosóficos, los
estudios teológicos y la vida espiritual. Esto se hace más posible cuando se
respeta la estructura de tres años de filosofía.
Ciencias auxiliares. Están cada vez más presentes en el curriculum de
estudios de los seminarios. Requiere especial atención la enseñanza de la
metodología del trabajo intelectual, en la cual se juega en buena medida la
calidad en los estudios filosóficos, y la hermenéutica y metodología teológica
que abren la puerta a los estudios bíblicos y teológicos. Algunas asignaturas
(psicología, sociología, ideologías contemporáneas) inciden de modo directo en
la autocomprensión de los alumnos en su proceso forma-tivo, por tanto no habría
que verlas como meras ciencias auxiliares, sino como referentes necesarios en la
estructuración de la propia personalidad. Otras asignaturas son
Itinerarios formativos 125 Las dimensiones

de especial trascendencia de cara a la futura acción pastoral (pedagogía,


didáctica, lenguas).
Sagradas escrituras. Conviene garantizar que el estudio de la Escritura no se
limite a una mera lectura del texto bíblico. La mejor manera de garantizar esto es
que el estudio del texto bíblico esté presente en todas las etapas formativas, como
parte integral de su formación espiritual y se aplique con creciente rigor el
sentido crítico y los métodos de la exégesis bíblica. Ahora se trata de que
adquieran una visión clara sobre el proceso de formación de los textos bíblicos y
unas claves para su interpretación, de modo que puedan ofrecer la Palabra como
alimento de la vida espiritual de los fieles y para sí mismos con un sólido
fundamento.
Teología dogmática. El desarrollo de la teología dogmática posterior al
Concilio Vaticano II señala con mucha claridad la orientación de los estudios de
este tipo. Es una teología más ecuménica, mejor fundamentada en los datos de la
Escritura y confeccionada en diálogo con la diversidad cultural. Una teología de
este cuño, prepara efectivamente para la tarea de la nueva evangelización. En un
contexto de superficialidad y de religiosidad ambigua se hace necesario que los
alumnos lleguen a una pro-fundización personal en esta área y a una claridad más
que suficiente de los contenidos fundamentales de la fe.
Patrología e historia de la Iglesia. Nuevamente nos hallamos ante un área del
saber especialmente vulnerable en el contexto cultural. Es recomendable cuidar
mucho la pedagogía de este tipo de asignaturas para que el alumno supere sus
prejuicios, tenga un acceso real a la gran tradición de la Iglesia y pueda recurrir a
ella en los momentos oportunos. Se pueden aprovechar algunos temas de los
itinerarios formativos para una presentación más atractiva y convincente del
pensamiento de los Padres de la Iglesia.
Teología pastoral. Aún nos encontramos en un momento histórico en el cual
hay que revalorar la pastoral como verdadera ciencia teológica. Esto frente a la
práctica de un pastoralismo a veces poco fundamentado o poco espiritual.
Conviene hacer todos los esfuerzos por contar con maestros verdaderamente
cualificados en esta materia, de modo que sepan establecer los nexos adecuados
con el plan pastoral de la diócesis. Este es uno de los puntos en los cuales la
misma formación mete en conflicto a los alumnos, porque suelen conocer bien el
Plan Diocesano de Pastoral pero no suelen encontrar la correspondencia en su
ámbito de apostolado. Se podrá salvar esta dificultad dando a la teología pastoral
su verdadero lugar.
Teología espiritual. Las asignaturas que corresponden a esta área conviene
distribuirlas a lo largo de todas las etapas formativas. De modo que no se
comprendan como meros instrumentos para la acción pastoral (riesgo de
colocarlas al final), sino también como elementos profundamente relacionados
con el proceso formativo en el momento presente, tal como se hace con las
ciencias humanas. Las materias de teología espiritual pueden ser un instrumento
muy apto para tender el puente entre la cultura de los alumnos, las materias de
carácter histórico y su propio proceso espiritual y formativo.
Itinerarios formativos 126 Las dimensiones

Lenguas. Prácticamente en todos los seminarios existe la enseñanza de


distintos idiomas. Pero es también frecuente que los seminaristas no tengan
mucho interés por aprenderlos. Aquí existen tres áreas importantes: las lenguas
indígenas, las lenguas clásicas y las lenguas modernas. Es conveniente dedicar
tiempos específicos a la motivación del aprendizaje de las lenguas.
La calidad de la enseñanza. En los seminarios en general tiene una gran
importancia que se mejore la calidad de la enseñanza. Cuando un seminarista
procede de ambientes universitarios es frecuente que tenga la impresión de que
los estudios en el seminario no se realizan con la debida seriedad. Esta impresión
es perjudicial para la formación, porque la coloca en un nivel pobre. Algunos
puntos para mejorar la calidad de la enseñanza:
26) Cumplir los calendarios. En los seminarios suele darse la costumbre de que
se suspenden las clases por cualquier motivo. Esto ocurre sobre todo en torno a
eventos eclesiales, del presbiterio o del mismo seminario. También es frecuente
que, por sus ocupaciones, sobre todo cuando son presbíteros, los profesores dejen
de asistir a clase. Conviene cambiar la mentalidad. Que nunca se suspendan las
clases y, si llegan a perderse, que se repongan. De modo que no se mine desde la
base la seriedad de los estudios. Un ejemplo muy sencillo: el día de la kermes del
seminario, los muchachos pueden perfectamente tener sus clases y luego atender
a los diversos servicios propios del evento, no hay por qué suspender clases.
27) Preparación pedagógica. La mayor parte de los profesores de filosofía y
teología se han preparado en su especialidad, pero no cuentan con la necesaria
preparación pedagógica y didáctica. Consecuentemente las clases se imparten
mal, sin método. Muchas veces por este motivo la secretaría académica tiene
problemas para recabar los programas de estudios o para unificar los métodos de
evaluación. La razón profunda de estas deficiencias es que los profesores, en
general, no saben preparar un programa de estudio, no saben evaluar, no preparan
bien sus clases, no saben utilizar los apoyos didácticos, no visualizan las
habilidades que hay que desarrollar en los alumnos. Esta situación provoca, en no
pocos casos, la desesperación de los seminaristas, que se ven sumergidos en un
sistema educativo de mala calidad. Por tanto, un reto importante de los
seminarios es cualificar en pedagogía y en didáctica a sus profesores,
especialmente a los de filosofía y teología. Para ello suelen existir recursos en las
diócesis, sobre todo en las facultades de pedagogía.
28) Calidad científica. Menos frecuente que la deficiencia anterior, pero
también ocurre, es el fenómeno de que las clases no se preparen
convenientemente. Se han multiplicado los profesores en los seminarios gracias a
la especialización más frecuente de los sacerdotes. En la mayoría de los
seminarios se ha repartido mejor la carga de horas de clase. De modo que se
pueden preparar mucho mejor las asignaturas. Aquí sobre todo interesa que los
maestros descubran en las clases un verdadero ministerio pastoral, subrayando la
"mística" del profesor en el seminario.
29) Exigencia básica. Si en los sistemas educativos se ha bajado el nivel de
exigencia en cuestiones básicas como la ortografía, la redacción, el estudio de las
lenguas, la
Itinerarios formativos 127 Las dimensiones

presentación de los trabajos, los plagios de internet, etc., en los seminarios, que
tienen su sistema educativo propio, debe hacerse un esfuerzo por remontar estas
deficiencias con cierta eficacia. No justificar la falta de exigencia por el estado en
que llegan los alumnos. En ocho años de formación perfectamente se pueden
superar estas deficiencias. Esto es un bien para todas las personas. Es necesario
trabajar en ello desde las primeras etapas de la formación.
e) Valoración de la dimensión intelectual. En algunos lugares, más bien
escasos, puede darse el fenómeno de que no sea suficientemente valorada la
dimensión intelectual, casi siempre por un pastoralismo mal entendido. Es
evidente que la preparación académica de los seminaristas es un elemento básico
para una mejor evangeliza-ción. Por ello no hay que oponer una cosa a la otra, y
mucho menos promover que los muchachos lo consideren así.
Sentido del trabajo y del descanso. La educación que se ofrece en el
seminario necesita formar en el equilibrio entre el trabajo y el descanso. En
general en los presbiterios se tiene el exceso y el defecto. La persona que no sabe
trabajar, o no le interesa, o no tiene la motivación adecuada... el punto es que
existe una imagen del sacerdote flojo, que prácticamente se limita a ejercer
funciones litúrgicas. Por otro lado está el extremo contrario, el del activista que
necesita hacer cosas continuamente y no tiene la capacidad de descansar. Aquí
existen puntos concretos para una mejor formación:
30) El ocio compartido. Facilitar momentos de descanso comunitario, de modo
que los seminaristas vayan teniendo una experiencia común de diversión, de
cultura y de distensión. En algunos seminarios parece interesante la experiencia
de incluir en la programación de las etapas este tipo de momentos en los que el
objetivo es propiamente descansar. Facilitar la experiencia de nuevos modos de
convivir y de pasar el tiempo sanamente.
31) El equilibrio entre trabajo intelectual y trabajo físico. La intensa dedicación
a los estudios requiere una compensación a través de la actividad física, que se da
a través del deporte y del trabajo manual. El trabajo físico es un elemento
educativo por varios motivos. Acerca a los seminaristas a la realidad de tantas
personas que trabajan con sus manos para vivir. Esta cercanía les hace
conscientes del valor del trabajo y abre la posibilidad de una actitud más solidaria
con los trabajadores. Es conveniente que los seminaristas hagan labores
domésticas y lleguen a un grado suficiente de convicción sobre la conveniencia de
continuar realizándolas toda la vida, adoptando un modo de vida sencillo, que no
les haga depender de otras personas que cocinen, laven la ropa, limpien la casa,
arreglen el jardín, hagan reparaciones, etc. El trabajo físico también les acerca a
la realidad social de la diócesis, sobre todo al tipo de trabajos que son
significativos en la región.
32) El descanso cotidiano. Lo que se hace en el gota a gota de cada día es más
eficaz que los momentos extraordinarios. Esto ocurre específicamente con el
descanso diario. Quien trabaja cotidianamente también sabe respetar y buscar los
momentos de descanso. El equilibrio en este sentido es determinante. La misma
salud de la persona se
Itinerarios formativos 128 Las dimensiones

ve comprometida cuando no existe el conveniente descanso. En este sentido es


necesario dejar de ver con sospechas hábitos como tomar una siesta, o dormir el
número de horas suficiente, o dedicar un tiempo a la expansión. La pregunta no
es si se "pierde" el tiempo en estas actividades, sino si verdaderamente se ha
aprovechado el tiempo en todas las demás.
d) Los tiempos de vacaciones. Los estudiantes tienen habitualmente largos
períodos de vacaciones. Un trabajo típico de los formadores es ayudar a los
seminaristas a elaborar su plan de vacaciones, en las que se continúan cultivando
todas las dimensiones formativas, pero en otra proporción. Las circunstancias de
los muchachos y de sus familias son muy diversas. Pero lo que debe establecerse
bien es cuáles son los criterios que utilizan para programar los tiempos más
prolongados de descanso y el tipo de descanso al que tienen acceso.
Itinerarios formativos 129 Las dimensiones

Dimensión apostólica
La dimensión apostólica o pastoral es un referente necesario de todo el
proceso. Se puede decir que el apostolado es el fin de toda la formación. Al final
se trata de formar evangelizadores presbíteros, y de que la misión se lleve a cabo
de la mejor manera posible. Por eso no se debe reducir esta dimensión a una mera
"práctica" pastoral sino que debe conservar siempre un carácter específicamente
formativo. Hay que garantizar así un verdadero aprendizaje en el apostolado y en
concreto del ministerio sacerdotal. En este terreno como en ninguno tiene una
gran trascendencia el respeto a la gradualidad del proceso. Esta gradualidad es
compleja porque se debe introducir al mismo tiempo a la teología pastoral, al
sentido de la misión y a la actividad apostólica de la Iglesia Particular. Por
último, debe enseñar a los seminaristas a asumir el apostolado como una realidad
colegiada y comunitaria, conociendo y secundando los planes de acción pastoral
y respetando las prioridades pastorales de la Diócesis, haciéndolas suyas.
El núcleo formativo señala tres líneas. La primera y fundamental es la
formación del corazón, de modo que sea la misericordia llegue a ser el motivo
profundo de la acción pastoral del futuro pastor. Debajo de esta propuesta hay
una comprensión de la misión evangelizadora de la Iglesia, que define lo más
íntimo de su ser y de su vocación. Desde este núcleo fundamental se afirma el
valor de la caridad pastoral y el sentido de la opción por los pobres en el
ministerio presbiteral. La segunda línea es la de la pertenencia a un cuerpo o
comunidad, en concreto al presbiterio, se trata de una actividad pastoral realizada
en nombre de la comunidad y en colaboración con los demás y por ello se
plantea la exigencia de saber dar continuidad a obras que permanecen más que
las personas. La actividad pastoral es una introducción práctica a la colegialidad
propia del presbiterio. La tercera línea es la del reconocimiento y valoración de la
diversidad carismática de la Iglesia y de las personas que intervienen en las
distintas obras de apostolado. Cada uno de los seminaristas ha de abrirse a la
diversidad ministerial y formarse en esta valoración, porque esta va a ser luego
una condición de su ejercicio presbiteral.
Al asignar a los seminaristas las diferentes actividades apostólicas el equipo
forma-dor ha de ser flexible, distinguiendo a cada seminarista en su proceso de
conocimiento de la realidad pastoral. Los formadores pueden contar con los
siguientes elementos:
■ La experiencia apostólica previa del seminarista. Saber con precisión el
historial de la actividad apostólica del muchacho, antes y después de ingresar al
seminario, de modo que se eviten las repeticiones y no se dé cauce a que el
muchacho se sienta dominador de una situación. Al contrario, siempre debe
mantenerse en la tesitura de quien está aprendiendo a realizar la actividad
pastoral.
■ Las necesidades de maduración personal del seminarista. En cada
momento formativo la actividad pastoral tiene unas repercusiones importantes
tanto en la maduración personal del seminarista como en su discernimiento
vocacional. Consecuentemente habrá que poner atención a estas necesidades, que
pueden ser de muy diverso orden, de modo que el apostolado se convierta en un
Itinerarios formativos 130 Las dimensiones

ámbito de verdadero crecimiento. En este sentido es importante


acostumbrar a los seminaristas a tomar el apostolado con seriedad,
superando actitudes de superficialidad, improvisación o rutina.
■ El conocimiento más amplio del carisma sacerdotal. A través del
apostolado, los muchachos van conociendo las diversas facetas del ministerio
sacerdotal. Esta experiencia se da en dos ámbitos. El primero y más significativo
es el del testimonio de los sacerdotes con quienes los seminaristas conviven en el
apostolado, ellos están transmitiendo un modelo sacerdotal. La transmisión de
ese ideal es objeto del acompañamiento en la formación. Por otro lado está la
percepción y el aprendizaje de la diversidad de tareas que corresponden al
ministerio sacerdotal. Hay que procurar que el seminarista no adquiera una visión
reductiva o cómoda del ministerio.
■ La apertura a la diversidad carismática de la Iglesia. Por último hay que
garantizar que el seminarista adquiera un conocimiento suficiente de la
diversidad de los carismas, movimientos apostólicos, comunidades religiosas y
tareas pastorales que existen en la comunidad diocesana, pues precisamente va a
ser a todas estas realidades y personas a quienes va a servir y con quienes va a
colaborar en toda su vida ministerial. Garantizar la experiencia de aprender de
otros, de modo que se rompan en la práctica los prejuicios y las distancias con
ellos, cuando ante los movimientos laicales, cuando ante las comunidades
religiosas. Tiene una especial importancia que los seminaristas tengan la expe-
riencia de aprender de la mujer evangelizados.
A la vista de estos cuatro elementos, queda claro que apenas da tiempo
durante los años de la formación básica para que el seminarista se introduzca y
comprenda algunos de los campos del apostolado de la Iglesia. Siempre su visión
será limitada, pero hay que garantizar la mayor amplitud posible, al mismo
tiempo que la conveniente maduración en las actitudes pastorales. Un buen
programa de formación práctica pastoral será un gran bien para el seminarista y
facilitará un sentido más integral del mismo ministerio sacerdotal. A
continuación se ofrece una gradualidad ideal de las actividades pastorales, que
deberá ajustarse a las condiciones de cada lugar y de cada persona.
El seminario menor. La formación pastoral de los seminaristas menores se
equipara a la experiencia que los jóvenes de su edad tienen en otros ámbitos
apostólicos y formativos, como los grupos juveniles, los colegios católicos o los
movimientos ecle-siales. Hay que evitar que los adolescentes se coloquen en un
estatuto clericalista, como si fuesen pequeños sacerdotes. Al contrario, deberán
aprender a ejercer gratuita y humildemente el apostolado.
Durante el primer semestre, sobre todo si los seminaristas tienen dificultades
en los estudios de preparatoria, probablemente sea mejor que no tengan
apostolado y se concentren en mejorar su habilidades de pensamiento y su
método de estudio, garantizando que éste no sea un motivo de deserción al pasar
al segundo semestre. Durante
Itinerarios formativos 131 Las dimensiones

este período se les pueden ofrecer algunos fundamentos de la acción pastoral para
que los pongan en práctica en los semestres siguientes.
Para los semestres 2° a 5o, como experiencias típicas se pueden mencionar las
siguientes: La participación en un grupo juvenil, sobre todo cuando el
seminarista ha carecido de ello en su experiencia previa. La participación en la
catequesis de confirmación, no sólo cuando el joven no ha recibido el
sacramento, sino también cuando necesita renovarlo. La función de auxiliar en la
catequesis de niños, sobre todo si nunca ha realizado esta función. Apostolados
de tipo social, sobre todo realizados como grupo, como llevar una obra de teatro
a un asilo de ancianos, o cosas similares. Se trata de experiencias apostólicas que
produzcan un conocimiento más cercano de la realidad. Las misiones, realizadas
con mucha moderación, y siempre acompañados por personas más mayores,
pueden funcionar como un ámbito de conocimiento de la realidad diocesana.
También puede ser interesante que realicen algunos trabajos voluntarios en la
comunidad civil, de modo que adquieran una mayor sensibilidad en torno a la
realidad social.
Durante el curso introductorio el apostolado tiene como finalidad formativa
el afianzamiento de la identidad cristiana del alumno y la expresión de esa
identidad. Esto se logra proponiendo el apostolado como un campo de
aprendizaje, sobre todo cuando se coloca a los seminaristas al lado de personas
experimentadas, capaces de enseñar: catequistas, animadores y asesores de la
pastoral juvenil, etc. Se persigue también como fin del apostolado un
enfrentamiento con la realidad, sea social o eclesial, y a través de esto caminar
hacia el discernimiento vocacional, pues hay que interpretar la vocación, en este
plano, como un verdadero servicio social. El apostolado reviste la forma de una
iniciación: a la pastoral de la Iglesia, al futuro ministerio, a las obras que existen
en la Iglesia Particular, a la universalidad de la Iglesia. El apostolado también los
introduce en la realidad de la diócesis, en un conocimiento más realista y
objetivo del camino vocacional que han elegido.
En algunos cursos introductorios se ha adoptado una modalidad cíclica. Se
ponen tres tipos de apostolados y los seminaristas van rotando en cada uno de
ellos durante un trimestre. De modo que en un trimestre les corresponde un
apostolado de tipo social, para que conozcan más la realidad. En otro trimestre
les toca un apostolado de tipo juvenil, para que afirmen su sentido de pertenencia
a la comunidad. El otro trimestre les corresponde un apostolado en el que puedan
tener la experiencia de compartir su propia fe. Al establecer este ciclo, se evita
que los muchachos adopten roles protagónicos en el apostolado. Queda más
claro que se trata de aprender y de formarse. La revisión del apostolado puede
ser una ocasión muy interesante para el conocimiento interpersonal y para la
profundización en los valores que los unen entre sí.
La etapa filosófica es siempre más amplia y sistemática. La opción más
generalizada es por la catequesis básica, como fundamento y estructura de toda la
acción pastoral. Es importante que, antes de actuar en la catequesis, el
seminarista cuente con los elementos teóricos de la catequética y los aplique por
medio de una metodología que
Itinerarios formativos 132 Las dimensiones

debe ser enseñada tanto en el plano teórico como práctico. Es deseable que
durante esta etapa recorra los diversos momentos de la iniciación cristiana, de
modo que comprenda su diversidad y al mismo tiempo le ayude a continuar
profundizando en el camino discipular. Si el apostolado de la primera etapa lo ha
hecho más sensible ante las necesidades de los demás, ahora aprende a actuar en
medio de ellas con espíritu cristiano. Se adopta como parte de la personalidad la
disposición al servicio.
En concreto se le puede enviar a: La catequesis de niños pequeños, de modo
que aprenda el modo de trabajar en el pre-escolar y en la primera etapa de
primaria; esto requiere una preparación pedagógica especial. La catequesis de la
primera comunión, con niños de la segunda etapa de primaria. La catequesis de
poscomunión. Puede ser que incursionen en la catequesis de confirmación.
Conviene que conozcan bien la catequesis parroquial, pero no conviene que
asuman roles de coordinación en ella, los cuales corresponden a los laicos. Al
mismo tiempo puede ser muy adecuado el conocimiento de otros métodos y
escuelas de catequesis de iniciación, como las que ofrecen los movimientos
eclesiales, sobre todo cuando se cuida el aspecto pedagógico especialmente. Si a
un seminarista le falta la experiencia de pertenencia a un grupo juvenil, aún en la
etapa filosófica puede ser interesante proponérsela. Algo similar hay que decir de
algunos movimientos eclesiales juveniles. Nuevamente vale la orientación de que
el seminarista de filosofía no sea coordinador de la pastoral juvenil, sino un
simple animador, o incluso participante. Tanto en la catequesis de iniciación
como en la pastoral juvenil, hay que priorizar el trabajo en equipo, con otros
agentes laicos o jóvenes de su edad.
La etapa teológica. La formación pastoral se especializa y se diversifica. Se
promueven experiencias diversas y complementarias, dando la impresión de que
existen muchas realidades pastorales en la Iglesia. Es un momento interesante
para incidir en la pastoral juvenil y vocacional, porque el seminarista ya puede
dar testimonio de su perseverancia en el proceso formativo y se encuentra más
seguro en su identidad vocacional. Las "actitudes de sensibilidad pastoral y de
solicitud para el servicio deben hacerse patentes en este momento. La apertura a
campos específicos de apostolado, a diversos grupos, movimientos e
instituciones de la Iglesia, crea en el alumno la disposición a acoger de corazón
todo carisma y don que el Espíritu deposita en la comunidad cristiana. El sentido
y valor del plan diocesano de pastoral afirma su pertenencia a la comunidad
diocesana. Es conveniente que ya incidan en los apostolados más propios del
ministerio sacerdotal, sin embargo, esto no debe ir en detrimento de su contacto
con la riqueza de la diversidad eclesial, más bien se deberá tender a que
encuentren el lugar del ministerio sacerdotal en cada faceta de esta diversidad
eclesial.
La posibilidad de diversas actividades pastorales se multiplica en esta etapa,
algunas de ellas son: La formación de catequistas o de animadores juveniles,
sobre todo cuando el seminarista ya ha tenido cierta experiencia en estos
ámbitos. La participación en movimientos eclesiales de jóvenes adultos o de
adultos, como los cursillos de cristiandad, los encuentros conyugales, etc. La
experiencia en realidades sociales más complejas, como los hospitales
psiquiátricos, los enfermos terminales, la cárcel, la pobreza extrema. El
conocimiento más directo de las comunidades religiosas y de su
Itinerarios formativos 133 Las dimensiones

servicio apostólico, como los colegios, los hospitales, el servicio a los pobres, la
evangelización. La colaboración en la pastoral juvenil y en la pastoral
vocacional. La colaboración en una etapa de formación previa, como el
seminario menor. La asesoría de organizaciones civiles, especialmente si son
juveniles.
Dimensión apostólica

Curso introductorio Etapa filosófica


Núcleo Es sensible
Aprende ante
el valor
Aprende las
de la catequesis
a asumir el
necesidades
apostolado de humanas
con la iniciación cristiana
generosidad.
y layrealiza
tiende ya con cierta eficacia. Inicia al alumno en su formadón pastoral, sobre todo
a actuar
en medio de ellas.
compartiendo su experienda de Dios y mejorando su conocimiento de la realidad para que
el seguimiento de Cristo
sea más vivo y su / Toda la educación de
discernimiento / los candidatos debe tender a
vocadonal sea / 1ue se forme en ellos un espíritu
más auténtico. / profundo de caridad y de servicio
a los pobres.

Etapa pastoral Educa para asumir las obras de apostolado


como compromiso y expresión de la
Etapa teológica
pertenenda a un único presbiterio.
Crecer en el conocimiento y la estimai Consulta y comparte con ellos las responsabilidades.
de los diversos dones y carismas, Colabora
de las diversas vocadones y armónica Manifiesta notable sensibilidad ante los más pobres y
responsabilidades. mente pequeños
en la
actividad pastoral Usa los bienes con fines pastorales.
con otros agentes,
en espedal laicos.
Se ejercita en el pasando a un segundo plano.
apostolado para
una visión amplia del Ofrece el testimonio de su vida en la pastoral juvenil
ministerio presbiteral y vocacional.
y de la diócesis.
Manifiesta una sensibilidad que le lleva a actuar con
Aprende a trabajar en equipo y misericordia.

La etapa pastoral. El criterio del servicio se concreta y se polariza en la línea


de las prioridades del ministerio presbiteral. Se subrayan los valores relacionados
con la colaboración, el trabajo en equipo y la capacidad de tomar decisiones
consensuadas. El seminarista ya cercano a las órdenes es más libre para utilizar
sus capacidades personales y los bienes materiales en función de objetivos
pastorales.
Para esta etapa puede ser conveniente: El aprendizaje de la administración
parroquial. Unido a la recepción del ministerio de lector, la preparación de
lectores y de catequistas. Unido a la recepción del ministerio de acólito, el
ejercicio del ministerio de la visita a los enfermos. Unido a la recepción del
diaconado, un estilo nuevo de
Itinerarios formativos 134 Las dimensiones

presencia en actividades de pastoral juvenil, vocacional o de otro tipo. Es


interesante la inserción en ámbitos del apostolado de la Iglesia como la pastoral
educativa, la pastoral social, la pastoral de la salud. También el aprendizaje de la
dirección de ejercicios espirituales y todo lo que tenga que ver con la formación
de agentes de pastoral.
Algunas líneas prácticas que están presentes a lo largo de todas las etapas:
El estudio de la teología pastoral. La formación pastoral se consigue,
primeramente, mediante la reflexión pastoral o práctica. Es necesario que se
reconozca el valor teológico de esta disciplina y se acepten principios válidos
para toda realidad pastoral. En esta reflexión sistemática sobre la Iglesia y su
actividad evangelizadora confluyen elementos bíblico-dogmáticos, normativos,
prácticos, morales, espirituales y pedagógicos que inciden fuertemente en la
configuración pastoral del futuro ministerio. La teología pastoral ha de
responder, y aquí está su segundo polo, a la situación socio-cultural y eciesial en
la cual se desarrolla la acción pastoral. De modo que se convierte en un ámbito
importante de discernimiento evangélico y en una clave de síntesis de la propia
formación. La teología pastoral ilumina la vida pastoral con criterios objetivos de
acción y facilita la adquisición de hábitos de programación. Como se puede apre-
ciar son cosas de no poca importancia, que muchas veces quedan en nuestros
seminarios como temas pendientes. Dentro de este ámbito de la teología pastoral
hay que considerar toda la cualificación práctica y pedagógica de los
seminaristas.
Capacitación práctica. La actividad pastoral, bien dosificada según las etapas,
tiene un carácter eminentemente formativo. Hay que insistir mucho en que se
conserve este carácter y en todo caso hay que dárselo desde el acompañamiento
personal. En este sentido conviene estar muy en guardia contra el protagonismo
excesivo y el directivis-mo que pueden tender una sombra de clericalismo o de
afán de dominio sobre el proceso formativo. La práctica pastoral deberá ser
coherente con los planteamientos teóricos y sobre todo con la recta espiritualidad
que se quiere fomentar. Por ello es imprescindible acompañar la actividad
pastoral de los seminaristas por medio de sacerdotes, religiosos y laicos ¡dóneos
que compartan esta responsabilidad con el equipo formador.
El fomento de la caridad pastoral. Tanto el estudio de la teología pastoral
como la participación en actividades prácticas deberá ayudar a los alumnos a que
descubran y profundicen su unión con la caridad pastoral de Jesús, motivación
profunda de su acción y su presencia a favor de los demás. La caridad pastoral
tomará diversas formas en los diversos servicios, pero en todos los casos es el
alma del apostolado y de la misión evangelizadora de la Iglesia.
La actividad pastoral como ámbito de discernimiento. La actividad
pastoral no puede reducirse al mero aprendizaje de unas técnicas pastorales, sino
que debe llevar a los alumnos a valorar las situaciones reales y a responder a
ellas según la voluntad de Dios. Conviene verificar en el acompañamiento
personal que se fundan en sus decisiones estén fundamentadas en motivaciones
de fe y en las exigencias teológicas de la
Itinerarios formativos 135 Las dimensiones

misma pastoral. Los momentos diversos de actividad pastoral constituyen una


prueba y un momento de discernimiento de la fe y de la vocación.
La capacidad de colaboración. Cada vez más la actividad pastoral supone
un ejercicio de colaboración con los demás. Este sentido del trabajo en equipo
conviene fomentarlo intencionadamente. Equipo entre los seminaristas,
especialmente en la etapa filosófica. Equipo con los laicos y con las otras
vocaciones. Que el muchacho sepa valorar como positivo el aporte de los demás
y se disponga a proceder como uno más y no como alguien superior a ellos o
distante de ellos.
El servicio como clave ministerial. Las actitudes de servicio son un punto
clave en el discernimiento de las diversas vocaciones y especialmente en el
ministerio presbiteral. En dichas actitudes se da toda una maduración, desde el
servicio entendido como cualidad y actitud humana hasta el servicio como cauce
de la identificación con Cristo-siervo, y por tanto marcado por la abnegación y la
entrega de sí mismo. Se trata de tender a que los alumnos den un testimonio
inequívoco de su voluntad de servir a los demás según el modelo de Jesucristo.
Esta capacidad pasa por el testimonio de auténtico servicio de los formadores en
medio de ellos.
El aprecio de los diversos carismas. La misma colaboración con las otras
vocaciones conduce al formando a la valoración de los diversos carismas que el
Espíritu ha dado a su Iglesia y a la colaboración con ellos. Así se descubre la
verdadera diocesaneidad, que consiste en la edificación de la Iglesia local en el
aprecio de todos los dones que ha recibido de Dios. Esta es una de las pruebas de
un verdadero apostolado y de una auténtica caridad pastoral, cuando lo que
interesa es el bien del pueblo de Dios y no el propio protagonismo.
Itinerarios formativos 136 Las dimensiones

Dimensión vocacional o del proyecto


Al final conviene añadir una última dimensión. Se trata del nivel de
autoconciencia o de intencionalidad que el seminarista ha logrado en su proceso
formativo. Es la medida en que el seminarista asume la propia formación y
elabora el propio proyecto. El núcleo de esta dimensión quiere garantizar que el
joven se haga sujeto de su propio proceso en la forma de un proyecto personal,
de modo que vaya caminando hacia las actitudes autoformativas que son propias
de la formación permanente.
En este sentido conviene señalar que la formación permanente precede y
envuelve a la formación inicial. La actitud autofromativa es descrita por A.
Cencini a través de un binomio: docilidad / disponibilidad. El primer término, de
carácter más pasivo, deja claro que la prioridad es de Dios y de quien actúa en su
nombre; un principio básico consiste en que el seminarista decida dejarse formar,
acompañar, confrontar, tocar. Esta actitud básica falla cuando la persona se
encarama en el individualismo, en el orgullo, en la prepotencia. El segundo
término, "disponibilidad" tiene un carácter más responsable y activo. Es la
actitud de quien trabaja industriosa y diligentemente en la construcción de su
propio proyecto vocacional, tomando iniciativas, buscando los medios,
aprovechando las oportunidades. Esta actitud de docilidad y disponibilidad hay
que tenerla no principalmente en relación con la formación, sino ante la vida
misma. Se trata de aprender de la vida y sus circunstancias, con verdadera
docilidad ante el misterio de Dios que se hace presente en ella y verdadera
disponibilidad para poner todo lo que está en su mano.
Tiene un valor central que el seminarista aprenda a aprovechar los medios
con los que cuenta, más allá de las limitaciones naturales que estos mismos
medios tienen, sean personales o materiales. Medios como unos formadores
concretos, una biblioteca, un horario, unos profesores. Que no esté suspirando
por otra realidad distinta, sino que se sitúe adecuadamente en la realidad
formativa concreta.
Al definir este núcleo formativo se quieren evitar dos extremos. Una
formación en la dependencia, donde el sujeto se limita a obedecer, pero sin tomar
la iniciativa ni asumir la propia responsabilidad, que tan frecuentemente está en
el origen de formas de infantilismo en el seminario. Y, por otro lado, el extremo
de un exceso de autonomía donde, bajo el pretexto de que ya son "adultos", se
niega a los seminaristas un verdadero acompañamiento y una verdadera
formación o se presenta tal acompañamiento como algo no necesario, dejándolo
a la voluntad del seminarista.
El seminario menor. La clave de esta dimensión está en que el seminarista
procure intencionalmente cultivar el equilibrio entre todas las dimensiones
formativas, de modo que ponga un verdadero esfuerzo en las áreas que son más
difíciles para él o que le cuesta más trabajo cultivar. Esta intención debe quedar
bien expresada en su proyecto personal. Lo contrario sería que el seminario
menor privilegiara un aspecto de la formación en detrimento de otro. Conviene
un proyecto a corto plazo, por ejemplo, trimestral, de modo que el seminarista se
habitúe a revisar el proyecto con frecuencia y a hacer las correcciones
pertinentes.
Itinerarios formativos 137 Las dimensiones

El curso introductorio, que lleva al alumno a un primer autoconocimiento,


debe conducirle también a comenzar a asumir su propia responsabilidad, siempre
en el límite de sus capacidades. Sobre todo interesa que llegue a ser espontáneo
en el grupo y ante los formadores, de modo que no se vea obligado a deformar
sus percepciones y convicciones para ganar el aprecio de los demás. Parece
fundamental en este momento que el candidato acepte las condiciones objetivas
de la formación y en medio de ellas se ponga a trabajar, aprovechando los
medios, más o menos limitados, que se le ofrecen. El aprovechamiento de esos
medios es un criterio de discernimiento vocacional en esta etapa. En esta etapa el
proyecto personal se centra en la aceptación de los medios que se le ofrecen para
la formación. La pregunta es: ¿entras verdaderamente en el proceso formativo?
¿qué indicadores encuentras para argumentar que esto es así? Si el itinerario se
ha propuesto por bloques, al terminar cada uno de ellos pueden los muchachos ir
enriqueciendo su proyecto.
La etapa filosófica ayuda al seminarista a elaborar su proyecto personal de
un modo esquemático y práctico. Adquiere una disciplina de proyecto-
evaluación. Camina hacia una autovaloración de su propio proceso formativo.
Por su experiencia en los medios espirituales, va adquiriendo la determinación
espiritual necesaria para asumir su propia formación en diversos aspectos. Es un
tiempo especialmente propicio para desrrollar liderazgos en la casa de formación,
en la línea de las propias capacidades y habilidades. En este sentido hace una
verdadera aportación a la casa de formación. En esta etapa el proyecto se ordena
a conseguir estructuras en la propia personalidad, a establecer hábitos. El plazo
de revisión del proyecto se puede alargar, por ejemplo, a un semestre o a un año,
de modo que adquiera crecimientos más estables y significativos.
La etapa teológica ayuda al muchacho que ya ha vivido el protagonismo, a
pasar a un segundo plano en todas las actividades, para apoyar la obra que se
realiza en común. Tiene una mayor alegría en que las cosas avancen que en ser él
quien las realiza. Ha aprendido a apoyar a los más jóvenes. El formando de esta
etapa debe reflexionar ampliamente sobre el sentido de su vocación y la manera
como él en particular podrá realizarla, de modo que llegue a la formulación de
un proyecto que explicite qué clase de sacerdote va a ser, lo ponga por escrito y
lo confronte con los formadores. En este sentido se hace práctica y real la
configuración. Su presencia en la casa de formación ya no es la de uno más, sino
la de quien ofrece el ejemplo de su vida como estímulo para otros, especialmente
para los más jóvenes. La característica del proyecto personal es doble. Por un
lado, debe elaborar el proyecto sacerdotal, respondiendo a la pregunta: ¿qué
sacerdote voy a ser?, e irlo enriqueciendo cada año a partir de los contenidos del
itinerario. Por otro lado tiene que dar pasos ya, en su situación actual, hacia ideal
que señala como posible para sí. La relación entre estos dos proyectos forma el
contexto del diálogo con los formadores.
La etapa pastoral provoca una revisión y actualización del propio proyecto
en relación a la realidad pastoral de la cual ya forma parte. El sujeto comprueba
que tiene la determinación de continuar avanzando en todas las dimensiones
formativas. Tiene sobre todo disponibilidad para aprender de la vida y de sus
circunstancias y
Itinerarios formativos 138 Las dimensiones

para darse a sí mismo un cauce de crecimiento. En la elaboración de su proyecto


dialoga con la realidad comunitaria y apostólica en la cual se halla inserto.

Dimensión del proyecto

Curso introductorio Etapa filosófica


Etapa
Haceteológica
Llega
un proceso
a ser el principal agente y
responsable
sistemático
de sude
propia formadón.
acompañamiento
enAsume
la formadón.
liderazgos positivos en la
comunidad formativa.
Se abre al proceso formatlvo aprovechando los medios que le puede ofrecer el Seminario.

Comienza a tomar inidativas hadendo su aportación personal


Fortalece su libertad de un modo
más radical, acogiendo la acción Acepta la mediadón de los formadores
formativa del Espíritu. Etapa pastoral
Persevera en el uso Acoge también las mediaciones
de los medios humanas de las que el
formativos Espíritu se sirve Elabora su proyecto
en nuevos contextos. (PDV 69) sacerdotal perfilando
sus posibilidades de
futuro en este camino
vocacional.

Da continuidad a la formación básica en las diversas Llega a ser un modelo vivo,


dimensiones de la formación. a través de sus actitudes formativas
dentro de la casa de formadón.

Parece conveniente resaltar dos elementos formativos en esta dimensión:


La intencionalidad y libertad en la formación. Toda la formación, en sus
diversas dimensiones, supone y exige un compromiso personal de los alumnos.
Se trata de establecer el principio de que no es posible formarlos desde fuera,
induciendo comportamientos o exigiendo externamente un cierto cumplimiento
de normas y de formas. Es difícil que se consiga así un verdadero fruto. La
verdadera formación cuenta con la intencionalidad de los alumnos, que
libremente asumen los objetivos que se les presentan y los aplican desde su
propia capacidad de comprenderlos y de elegirlos. Es
Itinerarios formativos 139 Las dimensiones

lo que se llama "autoformación". Queda claro que el primer protagonista de la


formación es el mismo seminarista. Y que sin esto no se puede avanzar mucho.
Decir que hay autoformación no significa dejar a las personas a su propio criterio
o dejar de brindar el acompañamiento. Es exactamente lo contrario. Para que
exista un verdadero compromiso de los seminaristas es necesario que el equipo
formador ofrezca líneas claras de formación y explicite los medios para avanzar
en la misma. Formar en un clima de autoformación exige, evidentemente, más
trabajo al equipo formador pero, sobre todo, hace ese trabajo más productivo. Ya
en las primeras etapas de la formación los seminaristas deben llegar a la toma de
conciencia de su responsabilidad formativa. Esta toma de conciencia condiciona
la creación del conveniente clima comunitario. Aquí se puede hacer una fila de
preguntas concatenadas: ¿Cómo se va a construir un clima formativo si no hay en
las personas convicción en torno a lo que hacen cada día? ¿Cómo va a existir la
convicción si no se confía en las personas y en sus capacidades, más allá de sus
limitaciones? ¿Cómo va a existir la confianza si los primeros que están
confundidos sobre lo que se pretende en la formación son los mismos
formadores? Podemos concluir que la autoformación será el fruto precioso de un
verdadero esfuerzo formativo y redundará en una mejor actitud para la formación
permanente.
Si esto es así, habrá que tener ciertas cautelas en lo relacionado con el
reglamento y con su cumplimiento. Es fundamental que los reglamentos,
horarios y requisitos se presenten como realidades vivas. Esto se consigue a
través de continuas revisiones, en las cuales los seminaristas participan
activamente. El reglamento debe ser percibido como fruto del compromiso de los
seminaristas y no como imposición del equipo formador. El juego entre el
establecimiento de normas claras y el respeto a la libertad y a la voluntad de las
personas es un verdadero arte, algo que el equipo formador debe llegar a
conseguir.
La autoconciencia y la autoformación han de vivirse en cada una de las
dimensiones formativas, de modo que el muchacho llegue a una opción por la
integralidad. Esto supone un paciente trabajo por el que se propone el desarrollo
personal en cada dimensión y en el nivel que corresponde a cada una de las
etapas, con el acompañamiento correspondiente.
La elaboración del proyecto personal. El otro punto que conviene destacar es
el de la elaboración del proyecto personal. Ya se irá presentando en los materiales
de cada etapa, pero conviene desde ahora señalar las líneas generales. El
proyecto supone que la persona goza de la debida autonomía, al grado de que
puede comprometerse libremente en su propia formación. Se puede definir como
la decisión de perfilar un modelo para el propio futuro. Queremos poner el
acento en la decisión que la persona toma, frente a otro tipo de programaciones
que ponen el acento en la técnica. Se quiere decir que lo central no es la
planificación misma y menos su forma externa, sino el compromiso vital,
fundado en la vida espiritual, que la persona adquiere y se expresa a través del
proyecto. Hay que evitar que el acto de programar se reduzca a rellenar un
esquema sin que exista un verdadero compromiso, quedaría el proyecto en papel
mojado y esto resultaría frustrante para el mismo muchacho. De esta manera se
Itinerarios formativos 140 Las dimensiones

habrá quemado este instrumento con frecuencia en los ambientes formativos.


Existen tres momentos muy claros que se suceden en la elaboración del
proyecto. Al primero se le puede llamar "determinación espiritual". Es el fruto de
unos buenos ejercicios espirituales. No consiste en la formulación de buenos
propósitos, sino en algo más. Se trata de un crecimiento en la convicción
personal, en la aceptación de los valores, que está en nuestro caso muy ligada a la
contemplación de los ejemplos de Jesús. Al segundo momento se le puede llamar
de "elaboración". A través de una plantilla o de un esquema adecuado al
momento formativo, y dedicando un tiempo de calidad, la persona da forma a
aquella determinación, definiendo objetivos, identificando prioridades,
proponiendo medios y recursos. El tercer momento se prolonga en el tiempo. Se
le puede llamar de "enriquecimiento y revisión". Implica la consulta al director
espiritual, la puesta en limpio del proyecto y un continuo corregir y afinar, que va
haciendo del proyecto un instrumento práctico, con aplicación específica y por
ello un referente el proceso formativo.
Las características del proyecto personal variarán para las diversas etapas del
proceso formativo, más o menos como se ha explicado al desarrollar los
momentos formativos en esta dimensión.
8. Itinerario para el seminario menor

El seminario menor es una etapa previa. Etapas previas son aquellas que aún no
tienen por objeto la formación sacerdotal, sino que se ordenan a la preparación de
los candidatos para que en su día tengan una mayor cultura religiosa y vocacional
y una mayor libertad para elegir la vocación al sacerdocio u otra vocación en la
Iglesia. Estas casas de formación son propiamente medios para la promoción de
las vocaciones1. En el ámbito diocesano es el caso de los seminarios menores,
pero también de otras instancias formativas que se relacionan con ellos, como el
seminario en familia o los seminarios especiales, que responden a necesidades
concretas que se dan entre los adolescentes de una región o un ámbito cultural. De
esta manera se define un espacio formativo, el de los jóvenes y adolescentes que
se preparan para ingresar al proceso propiamente formativo, al que llamamos
"etapas previas".
La duración de las etapas previas es muy variable. Depende de la decisión y de
las tradiciones de cada Iglesia Particular, de las necesidades de los candidatos de
una región e incluso de la situación personal de cada candidato. Se pueden
plantear etapas previas con diversas motivaciones, algunos ejemplos pueden ser
ilustrativos: un seminario para vocaciones indígenas; un seminario para
muchachos que no podrían estudiar de otra manera la preparatoria; una casa de
acogida para jóvenes que aún no tienen una determinación vocacional clara.
Estas etapas previas se pueden implemen-tar de varios modos y éstos suelen ser
complementarios entre sí. Ahora no se van a desglosar las diversas modalidades,
sino que se desarrollará sólo el itinerario formativo para el seminario menor.
Podemos incluir aquí también estructuras formativas más amplias, como la
pastoral juvenil, la pastoral educativa, la pastoral familiar, la pastoral social y los
movimientos eclesiales, siempre que cubran el mismo objetivo de ofrecer esa
peculiar formación religiosa a los jóvenes, ampliar las perspectivas vocacionales
de los adolescentes y acompañar su vocación. Este tipo de estructuras pastorales
naturalmente se relaciona con los seminarios y aspirantados, que se constituyen
como una referencia vocacional para todos los adolescentes que hay en la
diócesis.
El itinerario para el seminario menor se ha diseñado considerando la situación
de los adolescentes y las dificultades que con más frecuencia se presentan. Se
propone un ritmo de ocho encuentros comunitarios al año, es decir, cuatro para
cada semestre. Es importante ofrecer material de trabajo a los seminaristas para
que no se olviden de lo que se les está proponiendo para su formación. También
es muy útil proporcionar recordatorios como carteles o tarjetas, para sostener el
ambiente formativo.

1
La definición del seminario menor está bien clara en el Código de Derecho Canónico, c. 234. Lo que ahí hay
que ofrecer, además de la formación humanística y científica que se ofrece en otras instituciones, es una peculiar
formación religiosa que prepare a los jóvenes para su opción vocacional. El tema se aborda en PDV 63; NBFSM
7-10.
Itinerarios formativos 142 Seminario menor

Momento formativo Objetivo o meta Icono o texto para la oración


1er semestre El alumno conoce y valora a sus compañeros, asume los ISam 3, 1-10: El joven
Momento de integración. medios formativos que el seminario le ofrece y aprende a Samuel aprende a escuchar
buscar intencionalmente su propia formación a partir de la voz de Dios.
la elaboración del proyecto personal.

1er. encuentro El alumno se sitúa en la experiencia formativa del Gn 12,1-9: La llamada de


Presentación del seminario menor, comprende los objetivos de la Dios a Abrahán.
itinerario. formación y comienza a abrirse para compartir el
proceso con los demás compañeros y los formadores.

2° encuentro El alumno comparte y afronta sus dificultades en los Prov 3, 1-12: consejos de
Los estudios y el trabajo. estudios y en el trabajo propio del seminario y opta por un padre para su hijo.
cultivar un estilo de vida marcado por la disciplina y el
orden.

3er. encuentro El alumno integra su desarrollo físico, afectivo y Dan 1, 8-21: Los cuatro
El cuerpo, los afectos y el espiritual como tres elementos profundamente jóvenes hebreos en
espíritu. complementarios en la etapa en que se encuentra. Babilonia.

4° encuentro El alumno evalúa su trayectoria de este primer Le 2, 41-52. Jesús crecía en


El proyecto personal. semestre en el seminario menor y elabora su proyecto estatura y en gracia, ante
personal para el segundo semestre. Dios y ante los hombres.

2° semestre El alumno experimenta un crecimiento en diversas Gedeón responde a Dios


Momento de dimensiones de su personalidad, tendiendo a un mayor que lo llama a través de la
crecimiento. equilibrio y a relaciones más armónicas con compañeros realidad social: Je 6, 1-6.11-
y formadores 24.

1er encuentro El alumno confronta los desequilibrios de su propia Sal 139, 1-24: Señor,
El equilibrio formativo. formación y se propone aplicar los medios para buscar examina mi corazón,
una mayor armonía en su personalidad. guíame por el camino recto.

El alumno dialoga sobre la realidad social de la diócesis e David, que es sólo un


2° encuentro El incorpora a su proyecto vocacio-nal la actitud de muchacho, vence a Goliat,
solidaridad ante las necesidades del prójimo. el gigante: ISam 17,1-51.
sentido social.

3° encuentro El alumno comprende con mayor precisión en qué Tob 1, 3-22: Tobit, un
El sentido espiritual. consiste la espiritualidad, eje de su proceso formativo. israelita fiel que guarda la
alianza de Dios y es
solidario.

4° encuentro El alumno evalúa su trayectoria del primer curso, Se utiliza el icono del
Cierre del curso y elaboración elabora su proyecto personal y se dispone para el semestre: la vocación de
del proyecto. tiempo de vacaciones. Gedeón: Je 6, 1-6.11-24.
Itinerarios formativos 143 Seminario menor

El alumno de segundo año de preparatoria aprovecha Nacimiento de Juan el


3° y 4o semestres: Momento establemente los medios con los que cuenta para su Bautista: Le 1, 57-80.
formación y reflexiona sobre cada una de las dimensiones
de estabilidad. formativas.

1er. encuentro El alumno retoma los retos pendientes del primer año de Nacimiento de Sansón que
Presentación del preparatoria, comprende los objetivos del segundo año y es consagrado al Señor: Je
itinerario. se dispone a trabajar en ellos. 13, 1-25.

2° encuentro El alumno identifica el sentido de la vida espiritual, se Jn 11,1-44: Amistad de


La dimensión espiritual. introduce en el concepto de amistad y conoce los medios Lázaro y Jesús.
para progresar en ella.
3er. encuentro El alumno conoce los factores del desarrollo de su Gal 5, 13-26: Hemos sido
La dimensión personal. personalidad y crece en la valoración y respeto de su engendrados para la libertad.
afectividad y de su sexualidad.

4° encuentro El alumno cultiva las relaciones con los demás motivado La imagen de Filemón y
La dimensión por su fe, tendiendo a una mayor integración con sus Onésimo, hermanos en la fe:
comunitaria-social. compañeros y con su propia familia. Flm 8-20.

5° encuentro El alumno se introduce en el valor del servicio El leproso no puede callar


La dimensión apostólica. comunitario como un signo de su propio crecimiento en lo que ha ocurrido: Me 1,
la fe y en la vocación. 40-45.

6° encuentro La El alumno interpreta su dedicación al estudio y al trabajo Jn 5, 10-18: Jesús


dimensión académica- como un camino de desarrollo personal y de aprendizaje trabaja en sábado como
laboral. para la vida. su Padre.

7° encuentro El alumno opta por la autoformación y por la Heb5,11-14: Los que han
La dimensión del autoexigencia como camino de crecimiento personal y de aprendido a discernir.
proyecto. servicio comunitario.

El alumno hace una síntesis de su experiencia en el Busquen el Reino de Dios:


8o encuentro Cierre segundo año de preparatoria y elabora su proyecto Mt 6, 19-34.
personal para el quinto semestre.
del 2° año
5° semestre. El alumno de quinto semestre de preparatoria profundiza Mt 28,16-20: Misión
Momento de en el sentido de la misión evangelizadora de cara al universal de los discípulos.
profundización discernimiento de su vocación sacerdotal.

1er. encuentro El alumno comprende la finalidad del itinerario del Le 24, 36-53: Envío de los
La identidad de la Iglesia. quinto semestre, reflexiona más ampliamente sobre la apóstoles y bendición de
misión como elemento clave de la identidad de la Iglesia Jesús.
y se descubre a sí mismo como partícipe de esa misión.

2° encuentro El alumno identifica con claridad las distintas vocaciones Le 10, 1-24: Envío y
Participación en la dentro de la comunidad cristiana, vislumbra el modo de regreso de los 72.
misión. participar en la misión de cada una de ellas y valora el
sentido colegial de la misión.

Itinerarios formativos 144 Seminario menor

3er. encuentro El alumno expresa una valoración suficiente de la Hech 1, 3-8: Despedida de
La misión y la vocación. trascendencia de las vocaciones para la misión de la Jesús y envío de los
Iglesia y deduce algunos criterios de discernimiento discípulos.
vocacional.
4° encuentro El alumno descubre la opción definitiva por la misión Jn 15, 1-17: El envío nace
La misión irrenunciable. como una posibilidad para sí mismo más allá de su del amor del Padre y del
decisión vocacional, formando un patrimonio Hijo.
irrenunciable de su vida cristiana.

6° semestre: El alumno de sexto semestre de preparatoria aplica las Rm 12,1-2: Un breve texto
Momento de reglas del discernimiento espiritual a su propio proceso que define en breve la
discernimiento. de cara a su decisión de pasar al seminario mayor. dinámica del
discernimiento.

1er encuentro El alumno retoma el proyecto que elaboró al final del Se toma el texto de
El discernimiento semestre anterior, comprende el sentido del este momento
espiritual discernimiento espiritual y comienza a aplicarlo formativo: Rm 12, 1-2.
conscientemente en su vida diaria.

2° encuentro El alumno revisa sus actitudes de discernimiento, Hech 1, 15-26: La


El discernimiento comprende el sentido del discernimiento vocacional y se elección de Matías
vocacional abre a su práctica en el momento formativo en que se muestra cómo es la
encuentra. comunidad la que
discierne.

3o encuentro El alumno reporta su reflexión sobre el discernimiento Paso del pueblo de Israel
El paso al curso vocacional y se plantea la posibilidad del paso al curso más allá del Jordán: Jos
introductorio introductorio. 24,1-18.

4° encuentro El alumno concluye la etapa del seminario menor, Cántico de gratitud de Ef


Cierre de la etapa del comunica a sus compañeros la decisión vocacional que ha 1,3-14. Hemos recibido
seminario menor tomado y se dispone para el período de vacaciones. gracia sobre gracia.

Primer semestre: Momento de integración, Dios llama. Los cuatro encuentros


comunitarios tienen una estructura similar, con dos partes fundamentales. En la
primera se ofrece una catequesis sobre el llamado de Dios y en la segunda se
atiende a la integración grupal. Se pretende que los muchachos clarifiquen el
sentido de su presencia en el seminario y asuman los retos que esta realidad
nueva que están viviendo les propone.
Segundo semestre: Momento de crecimiento, aprendiendo a responder. Se
hacen una serie de insistencias o matices sobre el sentido de la formación. Se
pretende que los seminaristas comprendan la importancia de lo que están
viviendo en el seminario y respondan con mayor generosidad. Se quiere dejar
atrás la mera adaptación y exigir un mayor crecimiento, un mayor compromiso
con la formación. Con ello se prepara el siguiente momento formativo que va a
estar caracterizado por cierta estabilidad.
Tercer y cuarto semestres: Momento de estabilidad, un sí sostenido. Se
presentan ocho encuentros comunitarios cuyo contenido es guiado por el
esquema de las dimen-
Itinerarios formativos 145 Seminario menor

siones formativas. En este momento de estabilidad se les presenta la estructura que


va a funcionar a lo largo de todo el proceso formativo ulterior. Se trata de ampliar
y sistematizar lo que los seminaristas ya han ido ensayando durante los dos
semestres anteriores. De aquí en adelante el proyecto personal se propone para un
año.
Quinto semestre: Momento de profundización, el sentido de la misión. Durante
este semestre se pretende reafirmar el contexto del discernimiento vocacional, que
es el de la identidad eclesial y el del sentido de la misión. Por ello los cuatro
encuentros giran en torno a ¡deas fundamentales sobre la misión evangelizadora de
la Iglesia. Decida lo que decida, el seminarista debe quedar con este valor
profundamente grabado en su personalidad de joven cristiano.
Sexto semestre: Momento de discernimiento, la decisión. Se centra totalmente
en el discernimiento del paso al curso introductorio. Se insiste de diversas maneras
en que pasar al curso introductorio es lo más natural, porque es cuando se culmina
el objetivo por el cual ingresaron al seminario menor.
Itinerarios formativos 146 Seminario menor

Primer semestre
Momento de integración
Los muchachos que ingresan al seminario menor pasan por un momento difícil
de adaptación en el primer semestre que se complica por varios factores: Por un
lado está la separación de la familia, acompañada habitualmente de una serie de
dificultades económicas; por otro lado la exigencia de los estudios, ante la cual
muchas veces se ven rebasados, también se enfrentan aún con el crecimiento
físico, que los desconcierta. No es raro que añoren su casa, que se sientan solos y
que reprueben materias en la preparatoria. Por eso se requiere un momento
formativo que atienda a la adaptación, marcado por la actitud de tolerancia y de
aliento de parte de los formadores, después de este primer momento ya se les
puede pedir un segundo momento de crecimiento que corresponde al segundo
semestre.
Lo que más nos interesa en este momento es que el muchacho comprenda el
sentido del llamado de Dios y de la formación que está iniciando. Por ello el
itinerario se dedica a explicitar los contenidos propios de la formación,
desembocando en la elaboración de un proyecto personal para el segundo semestre
en el seminario:
ler. Encuentro: Presentación del itinerario. Sitúa prácticamente el concepto del
itinerario formativo, clarificando el objetivo del seminario menor, el objetivo del
primer año y el sentido fundamental de la vida del seminario.
2° Encuentro: Los estudios y el trabajo. Afronta de modo directo el tema de los
estudios de preparatoria y las dificultades que los muchachos puedan tener en
ellos. Junto con los estudios, el punto de los trabajos que los seminaristas tienen
que hacer en la casa.
3er. Encuentro: El cuerpo, los afectos y el espíritu. Se aborda de un modo
general la formación integral, para que comprendan el concepto y lo puedan
aplicar, en el último encuentro comunitario, a la elaboración de su proyecto
personal.
4° Encuentro: El proyecto personal. Se deja toda la holgura de tiempo para que
hagan con calma su proyecto personal, pidiéndoles que lo revisen y lo pasen en
limpio posteriormente.
Se han elegido motivos bíblicos que pueden simbolizar este tiempo de
adaptación. El icono del semestre es el joven Samuel, quien aprende de su maestro
Eli a escuchar la voz de Dios. Para el primer encuentro la vocación de Abrahán que
ha dejado a su familia y a su tierra para obedecer a Dios. Para el segundo
encuentro, los consejos de un padre para su hijo en el libro de los proverbios,
donde le pide amor, fidelidad, humil-dad y capacidad de recibir la corrección. Para
el tercer encuentro, el modelo de los cuatro jóvenes israelitas que en el libro de
Daniel desarrollan su cuerpo, su mente y su espíritu. Por último, en el cuarto
encuentro, el modelo de Jesús que crece en estatura y en gracia ante Dios y ante
los hombres. Como se puede apreciar es una iconografía rica, que quiere ilustrar el
momento en el que se encuentran los adolescentes.
Itinerarios formativos 147 Seminario menor

ler semestre / Primer encuentro comunitario


Presentación del itinerario y del primer semestre
Meta. El alumno se sitúa en la experiencia formativa del seminario menor,
comprende los objetivos de la formación y comienza a abrirse para compartir el
proceso con los demás compañeros y los formadores.
Recapitulación. Se pide a los seminaristas que compartan en grupos pequeños
lo que ha significado la separación de sus familias y cómo vivieron la primera
noche en el seminario. En el grupo eligen una de las historias y preparan una
representación. Luego todo el grupo ve las representaciones. Los formadores
llaman la atención de los alumnos sobre esta idea: hemos dejado nuestras familias
para formar una nueva familia, la del seminario. Esta nueva familia en la casa de
Dios, nos debe ayudar a amar más a nuestras propias familias y a colaborar para
que sean cada vez mejores.
La vocación de Abrahán. Se hace una meditación compartida del texto de la
vocación de Abrahán (Gn 12, 1-9). En el comentario correspondiente, se pone de
relieve cómo Dios pidió a Abrahán que dejara a su familia y a sus parientes para ir
a una tierra nueva que Dios le prometía. De la misma manera Dios nos ha pedido,
a cada uno de nosotros, dejar a nuestra familia y nuestra tierra, y nos pide un
esfuerzo para edificar la nueva tierra que Él nos regala. Esta nueva realidad se
construye con amor, comprometiéndonos a ir descubriendo este regalo de Dios,
poco a poco.
Mi casa y mi familia. Aunque hemos dejado nuestra casa y nuestra familia, de
algún modo la hemos traído con nosotros. Tiene una gran importancia que cada
seminarista se dé a conocer, exponiendo con sencillez los grandes valores de su
pueblo y de su familia. Para ello se pide a los muchachos que, antes del próximo
encuentro comunitario, elaboren una presentación de su lugar de origen y, en ese
contexto, de su casa y de su familia. Si dos o más jóvenes son del mismo pueblo o
colonia, tendrán que preparar juntos lo que corresponde al lugar. Durante los tres
encuentros comunitarios siguientes se expondrán a los demás las presentaciones,
con el fin de que todos puedan conocer de dónde viene cada uno.
Objetivo del seminario menor. El seminario menor es una etapa previa a la
formación sacerdotal, consecuentemente su objetivo es muy amplio, y va a ser útil
para tu vida más allá de la decisión de ser o no sacerdote. El objetivo dice: El
seminarista recibe los elementos de formación humana, espiritual, intelectual y
apostólica en un proceso de acompañamiento y discernimiento vocacional, para
responder al llamado de Dios, mediante una opción libre, consciente, responsable
y gozosa de seguir a Cristo redentor.
El itinerario formativo. El itinerario es un camino comunitario que te ayudará
a ser más consciente de los objetivos de la formación y a alcanzarlos con mayor
facilidad; marca un ritmo en el proceso de desarrollo que exige la formación. Este
camino se presentará en los encuentros comunitarios que compartirás con los
compañeros de tu curso, aproximadamente una vez al mes. Es importante que
entiendas bien lo que se te propone para que después lo puedas aplicar. Siempre
puedes consultar tus dudas
Itinerarios formativos 148 Seminario menor
con los formadores para que tengas la claridad suficiente. En los encuentros
comunitarios se darán una serie de consignas para que las apliques en distintos
aspectos o dimensiones de tu vida. Conviene que conserves muy bien los
materiales de los encuentros comunitarios, porque necesitarás recurrir a ellos más
de una vez. A través de la propuesta del itinerario se intenta dar el lugar central a
Dios que llama a cada uno de nosotros y nos invita a crecer en su amor.
Objetivo del primer semestre. Entendemos este primer semestre como un
tiempo de adaptación en todos sentidos y de integración del grupo. El objetivo de
este primer semestre es: El alumno conoce y valora a sus compañeros, asume los
medios formativos que el seminario le ofrece y aprende a buscar intenciona/mente
su propia formación a partir de la elaboración del proyecto personal.
La imagen-fuerza. Hemos elegido la imagen de Samuel, el hijo de Ana y
Elcaná que estaba en el santuario de Betel aprendiendo de Eli. El texto bíblico
(ISam 3, 1-10) muestra la vida nueva que estrena este muchacho en el santuario, y
cómo Dios le habla. Será Eli, su maestro, quien le enseñe a escuchar la voz de Dios
y a ponerse a su servicio. Es una imagen muy adecuada para el primer semestre del
seminario menor, como Samuel, los seminaristas están en la disposición de
escuchar la voz de Dios.
La casa del Padre. El solo hecho de vivir en el seminario te presenta una serie
de retos que es importante asumir lo más pronto posible. La vida del seminario es
intensa, no permite que uno pierda el tiempo o que permanezca distraído. Pero
también se corre el riesgo de llenar tu vida de actividades, olvidando lo más
importante. En el seminario harás muy diversas actividades: estudiar, hacer
deporte, limpiar la casa, lavar tu ropa, orar, hacer apostolado. Todas estas
actividades son importantes porque son formativas, pero lo verdaderamente
importante es que estás conviviendo en la Casa de Dios. Este solo hecho implica
que aprendas a fundamentar tus actitudes en la misericordia o en la caridad, que es
el corazón y la misma esencia del Dios quien nos ha convocado y nos llama a su
servicio. Queremos subrayar tres líneas fundamentales de este vivir en la
misericordia:
■ Que te acerques continuamente a Dios, a través de los medios espirituales, y
vayas descubriendo gradualmente su rostro, de modo que tengas experiencia de
primera mano de qué es eso de la "misericordia". El hecho de vivir en el seminario,
de ir a la capilla cada día para compartir la oración, de contar con un tiempo de
meditación, de participar de la Eucaristía, tener un director espiritual y recibir con
frecuencia el perdón sacramental, propicia el conocimiento personal del Padre
amoroso, del Hijo redentor y del Espíritu Santo vivificador.
■ Que te relaciones con los demás dentro del seminario desde el prisma y la
clave de la misericordia. La relación con los formadores y con los hermanos es una
relación de hermanos en la fe, y pide una mirada benevolente y benedi-cente sobre
todos. Este modo de relacionarse deriva, evidentemente, del primer punto, es decir,
de la relación misma con Dios. Cuando Cristo se hizo hombre nos enseñó a
cambiar el signo de nuestras relaciones; ya no serán más
Itinerarios formativos 149 Seminario menor

de dominio, sino de fraternidad, regidas por el amor. Hemos de ser personas


convencidas de que siempre es posible el amor. Así como somos bendecidos
continuamente por Dios, así estamos llamados a ser bendición continua a
favor de los demás, y principalmente a favor de aquellos con quienes convi-
vimos. Esta actitud que Dios tiene para con nosotros, se reproduce en
nuestra vida, y es el corazón del Evangelio y de la evangelización. El
proyecto de pastoral juvenil de Latinoamérica se llama "La construcción de
la civilización del amor". En tal contexto, el seminario menor está llamado a
ser una profecía del amor, una demostración viva de que podemos ser
bendición unos para otros. En concreto, la relación con los formadores ha de
estar revestida de una verdadera confianza; la relación con los hermanos, de
un sentido de solidaridad; todos impregnados de un gran amor a la verdad
que nos hace crecer.
■ Que te relaciones en ámbitos más amplios, también desde la misericordia.
Lo
que se vive hacia dentro, natural y espontáneamente se irradia hacia fuera.
Existen muchos beneficiarios de tu experiencia en el seminario menor. En
primer lugar están todos los jóvenes de tu edad que viven en la Diócesis y
que
están bien representados en tus compañeros y compañeras de la
preparatoria;
tu vida en el seminario no les es indiferente, eres un signo para ellos, lo
somos
todo el seminario como comunidad, la irradiación de este amor hacia los
jóvenes es una demostración de que realmente vivimos en el amor. Otro
beneficiario es tu propia familia, tus padres y tus hermanos especialmente.
Ellos irán conociendo gradualmente, tal como tú, en qué consiste tu camino
vocacional, pero desde ahora hay que decir que es algo que les beneficia; a
lo
largo del proceso formativo irás aprendiendo a relacionarte con tu familia
desde el amor de Dios. Otro beneficiario son los demás en un círculo más
am
plio, los conocidos y los desconocidos; los católicos y los no católicos; la
presencia de un joven seminarista debe llegar a ser una bendición para
todos.
En toda familia la presencia femenina es importante, más aún en la formación
en el seminario. María es la madre en esta familia. Es conveniente que desde el
principio cultives la relación con ella, por medio de pequeños actos de devoción,
que sean muy tuyos, simples, pero significativos. Será siempre un referente en la
vida cristiana y sacerdotal porque ella muestra el camino de la verdadera unión con
Cristo y de la vida discipular.
Los retos de la formación. El núcleo de tu experiencia en el seminario es así el
amor, de modo que tus acciones y actitudes sólo se puedan explicar desde el amor
que procede de Dios porque son un reflejo de su presencia gratuita y amorosa. En
este contexto y ya desde el primer encuentro, queremos remarcar también algunos
de los retos que la formación te presenta y que ya has experimentado en los días
que has vivido en el seminario:
■ Cultivar la vida espiritual. Tienes una oportunidad que muchos jóvenes de
tu
edad no tienen: aprender a hacer oración, conocer mejor la Palabra de Dios,
participar diariamente en la Eucaristía, tener muy a la mano la confesión,
culti-
Itinerarios formativos 150 Seminario menor

var momentos de silencio y de reflexión. En una palabra, vivir la vida


espiritual. El reto no consiste solamente en que participes en estos actos,
sino en que lo hagas activamente, con un compromiso personal,
aprovechándolos al máximo, como quien tiene una valiosa oportunidad.
Puedes cultivar algo precioso, que se llama "la espiritualidad juvenil". El
seminario es un lugar privilegiado para la oración y está llamado a ser un
modelo de espiritualidad juvenil para los jóvenes de tu edad de toda la
diócesis. Hay que evitar que los momentos espirituales sean vividos como
una rutina o con aburrimiento. La fe no se da solamente en el interior de la
persona, no es individual, sino profundamente comunitaria. Por ello es
importante que aprendas a expresar tu fe en comunidad, es decir, a
compartir con los demás tu vida espiritual, especialmente en la liturgia, pero
también en los momentos ordinarios.
■ Estudiar la preparatoria. Los estudios van a ocupar la mayor parte de tu
tiempo. Es fundamental que los asumas con verdadero interés. Puede ser que al
principio tengas dificultades, pero en el seminario cuentas con todos los recursos,
de modo que en poco tiempo debes llegar a ser un estupendo estudiante. El reto no
consiste sólo en obtener buenas calificaciones, sino en adquirir un buen método de
estudio, aprender para la vida y profundizar lo más posible. No dejes que se
acumulen las dificultades, al contrario, procura consultar a los formadores o a los
profesores cualquier problema que surja en los estudios. Ten en cuenta que, aunque
la preparatoria no es el único objetivo de tu formación, es algo totalmente
necesario y por ello debes esforzarte.
■ Aprendizajes básicos. AI separarte de tu familia y vivir en comunidad,
tienes que volver a aprender cosas tan básicas como dormir y levantarte a la hora
que corresponde, comer lo que haya, lavar tu ropa, limpiar la casa, hacer deporte,
dialogar con los formadores. Seguramente algunas cosas de estas necesitas
reafirmarlas, y otras necesitas aprenderlas por primera vez. Ajusfarte a una
disciplina comunitaria es un bien para ti, porque te ayudará a crecer de una manera
integral. Esfuérzate por adquirir estos aprendizajes básicos porque te serán útiles
para toda la vida.
■ Convivir con los hermanos. Estás estrenando la vida en comunidad. Aunque
se trate de una comunidad cristiana, en la que todos estamos con buena voluntad,
no es raro que surjan problemas de convivencia. Es fundamental que conozcas y
aceptes a los demás, recibiéndolos como verdaderos hermanos en una comunidad.
Por eso notarás que comenzamos a llamarnos "hermanos" entre nosotros. Para
llegar a esta relación fraterna es necesario vencer toda clase de prejuicios y
madurar todos a través de las relaciones humanas. Lógicamente te encontrarás con
costumbres diferentes, las que cada uno ha aprendido en su familia y en su
ambiente de origen; en este sentido es necesario que entre todos establezcamos un
modo de convivencia que exija a todos elevar las propias costumbres. Por eso
conviene que desde el principio evites utilizar malas palabras y frases de doble
sentido.
Itinerarios formativos 151 Seminario menor

■ Planificar tu vida. Una enorme oportunidad que te da la vida del seminario


es
la de planificar tu vida. Tienes que decidir cómo quieres vivir. Por ejemplo,
decidir aprovechar el tiempo, aprender a hacer deporte, mejorar tu
dedicación
a los estudios, etc. A este tipo de decisiones le podemos llamar
"intencionali
dad", porque no sólo haces lo que surge espontáneamente de tus sentimien
tos, sino lo que decides, aplicando tu propia intención o tu voluntad. El
seminario es un lugar para crecer en todo sentido. Aprovecha la oportunidad
que te presenta cada día y cada aspecto de la formación; con esta finalidad
dedicaremos el cuarto encuentro comunitario a elaborar el proyecto
personal.
Horario. Este primer encuentro abre la puerta a todo el proceso formativo en el
seminario menor, por ello conviene que se establezca bien la modalidad del
encuentro comunitario. Como se ha señalado anteriormente, hay que dar holgura
de tiempo para su realización, una tarde entera, por ejemplo, si esa tarde puede
estar unida a un momento de convivencia de los seminaristas del curso con sus
formadores, de comer o cenar juntos, es mucho mejor, de modo que, sin palabras,
se comunique el mensaje de que es un evento importante, propiamente formativo y
que hay que tomarlo con seriedad. Es deseable que los muchachos lo perciban así y
adopten las actitudes que corresponden. Desde esta óptica, se sugiere seguir
aproximadamente el siguiente horario, procurando siempre una presentación
dinámica:
Explicación de la meta (5 minutos).
Recapitulación (25 minutos).
Oración con el texto de la vocación de Abrahán (10 minutos).
Objetivo del seminario menor (10 minutos).
Sentido del itinerario (10 minutos).
Objetivo del primer semestre e imagen-fuerza (15 minutos).
Descanso y juegos (30 minutos).
La casa del Padre (20 minutos).
Los retos de la formación (30 minutos).
Consignas (10 minutos).
Devoción mariana (10 minutos).
Consignas.
■ Haz un esfuerzo por encontrar el equilibrio entre los diversos retos de la
formación que se han presentado, en este esfuerzo, intenta aprovechar los medios
que te ofrece el seminario para tu crecimiento.
■ Si tienes compañeros de tu mismo pueblo o colonia, reúnete con ellos para
preparar la presentación de su lugar de origen a los demás del curso. Si no tienes
compañeros del mismo lugar. Prepárala tú solo, de modo que se puesa presentar en
el próximo encuentro comunitario.
■ Procura crecer en la confianza con los formadores, acércate a ellos y expresa
lo que piensas y sientes con tus propias palabras. Esta relación va a ser un referente
importante en todo el proceso.
Itinerarios formativos 152 Seminario menor

1er semestre / Segundo encuentro comunitario


Los estudios y el trabajo
Meta. El alumno comparte y afronta sus dificultades en los estudios y en el
trabajo propio del seminario y opta por cultivar un estilo de vida marcado por la
disciplina y el orden.
Recapitulación. Es frecuente que durante el primer semestre del seminario
menor se dé una gran dificultad en los estudios por la adaptación que exige el
mismo nivel académico del seminario o de la preparatoria a la que acuden los
muchachos. Ya después de casi dos meses de experiencia, queremos afrontar
comunitariamente el problema, para verlo con naturalidad y buscar las soluciones
que sean adecuadas. Si ya ha pasado la primera evaluación de la preparatoria y
algunos tuvieron malas calificaciones, el grupo estará muy sensible al tema. Para
comenzar el encuentro se pide a los seminaristas que expresen las principales
dificultades que han tenido con los estudios. Se trata de facilitar que los
muchachos expresen lo que sienten al respecto. Probablemente no vislumbrarán los
verdaderos motivos y menos las soluciones, pero esto se verá más adelante. Se les
motiva haciéndoles ver que es normal que existan dificultades y que los
formadores estamos para ayudarles. Después se les pide que dialoguen en grupos
pequeños, obteniendo una lista de dificultades que entregan a los formado-res.
Ellos hacen un resumen y lo exponen delante de los muchachos, solamente con la
intención de reflejar sus percepciones del problema.
Consejos de un padre para su hijo. Después de la recapitulación, el grupo
pasa a un momento de oración en el que se reflexiona sobre Prov 3, 1-12. Se trata
de una serie de consejos que da un padre a su hijo. Entre ellos queremos resaltar la
búsqueda de la sabiduría, que tiene tres expresiones: grabar en la propia
personalidad el amor y la fidelidad (3), caminar con humildad (8) y aceptar la
corrección (11-12).
Valoración de los estudios. En el seminario nos hemos preocupado por
conseguir el mejor centro de estudios que está a nuestro alcance y por ello se
espera que valores lo que se te ofrece. La formación que recibes en la preparatoria
es amplia, porque pretende disponer a los alumnos para estudiar una carrera
universitaria por medio de una cultura más elevada. El seminario se sitúa en este
nivel de educación superior, y los estudios del seminario mayor equivalen al nivel
universitario, por eso hay que tomarlos con seriedad. Estos tres años, bien
aprovechados, significan una oportunidad para ti. Se trata de la oportunidad de
adquirir conocimientos en diversas ramas del saber. Ninguna asignatura es de poca
importancia, al contrario, estudiar objetos diversos te ayuda a desarrollar diversas
habilidades de pensamiento y a conseguir una explicación más acertada de la
realidad.
No es suficiente con cumplir con los estudios, tampoco es suficiente obtener
buenas calificaciones; esto es lo mínimo que se puede esperar de quien cuenta con
todos los medios para estudiar y tiene en el estudio su ocupación fundamental. Los
valores espirituales que queremos vivir en el seminario y la misión que el Señor
nos encomienda como discípulos suyos exigen una verdadera dedicación al
estudio. Es conveniente que, yendo más allá de las exigencias del centro de
estudios, cultives aficiones intelec-
Itinerarios formativos 153 Seminario menor

tuales y desarrolles las habilidades de pensamiento que serán necesarias cuando


pases al seminario mayor. Cuando se presentan dificultades en los estudios es muy
fácil que uno caiga en actitudes negativas. El mayor obstáculo para ser un buen
estudiante suele ser la propia actitud. Se puede llegar incluso al bloqueo afectivo
cuando el estado emotivo es tal que te impide concentrar tu atención en un objeto;
en este caso el problema no está en la capacidad intelectual, sino en los estados
afectivos que te impiden pensar.
Si este es el sentido de los estudios, el clima formativo que debe existir en el
seminario es el de una auténtica dedicación a ellos. El seminario no es un lugar
para personas perezosas o negligentes, sino para individuos que desean aprovechar
al máximo las oportunidades que se les presentan. Entre los seminaristas es
necesario que exista un estímulo permanente para perseverar en el estudio.
Consecuentemente es necesario que seas cuidadoso en las percepciones y
comentarios que hagas a los demás sobre los estudios y sobre el aprovechamiento
del tiempo. Has de considerar este tema y estos espacios tan sagrados como la
capilla y como la liturgia. Para servir a los demás en el ministerio sacerdotal o en
cualquier otro servicio, no basta con ser buenos o piadosos, es necesario estar lo
mejor preparados que sea posible.
La mejor opción consiste en que mires más allá del mero ejercicio académico, y
estudies no para pasar los exámenes ni para cumplir con un requisito, sino para la
vida y para el mejor servicio de los demás. Puede ser muy útil una consideración
de las personas que se van a beneficiar con tu servicio a lo largo de la vida. ¿Qué te
parece que encuentren a un sacerdote con mala ortografía, incapaz de hablar en
público, o ignorante del mundo que le rodea? ¿Será posible evangelizar en estas
condiciones? Sólo si consideras lo que se espera de ti y el beneficio que puedes
hacer a tantas personas, encontrarás motivaciones de sobra para dedicarte al
estudio.
Los medios para ser un buen estudiante. Hacer la experiencia del seminario
menor, habiéndote separado de tu familia, implica la oportunidad de aprender a
estudiar; en concreto conviene adquirir una serie de hábitos en relación con los
estudios:
La organización del tiempo. El tiempo es el elemento en el cual se da la
dedicación de las personas a un objeto. En su organización y aprovechamiento se
juega la posibilidad de mejorar en los estudios. Si pierdes el tiempo, pierdes con él
la oportunidad de aprender. Por ello conviene que apliques ciertas técnicas para la
organización del tiempo, de modo que lo hagas rendir como conviene. Los mismos
maestros te pueden ayudar en ello.
El hábito de la lectura. Consiste en dedicar una parte del tiempo cotidianamente
a la lectura. En la época de la invasión de la técnica es difícil encontrar jóvenes
que aprecien la lectura. Pero es ésta, precisamente, una de las oportunidades que te
da el seminario. Los medios técnicos tienen su lugar en nuestra vida, pero aquí
tienes la oportunidad de adquirir un hábito precioso, que te abre realmente al
mundo del saber. Se trata de ir ampliando, poco a poco, tu capacidad de leer y de
disfrutar lo que lees. Hay dos grandes capítulos: la lectura que tiene que ver con las
materias de la preparatoria y la lectura que haces por afición, para disfrutar de ella.
Itinerarios formativos 154 Seminario menor

La ortografía y la redacción. Este es un asunto que resulta difícil para muchas per-
sonas, sin embargo, hay que señalar que tiene un fácil remedio. Para ello cuentas con dos
recursos. El primero son los estupendos materiales que hoy existen para mejorar la
ortografía, es cuestión de empeñarte en hacer una serie de ejercicios y pronto verás los
progresos. El segundo es el hábito de la lectura, porque allí aprendes el vocabulario y ves
cómo se escriben las palabras. Si descubres que tienes un problema con la ortogra fía, no
pierdas el tiempo en lamentaciones ni esperes a que te lo exijan en la escuela, ponte a
trabajar intensamente en ello. La redacción tiene sus técnicas, relativamente fáciles de
aprender, para ello tendrás una clase que te ayudará a progresar.
La lectura de comprensión. Es el ejercicio de lectura en el que se subraya la
comprensión de un texto. Puedes acostumbrarte a leer sin comprender y por eso se te
olvida lo que lees. Un buen ejercicio consiste en repetir con tus propias palabras lo que
has leído en un texto. La lectura de comprensión es necesaria para poder estudiar con
cierta eficacia.
Las habilidades del pensamiento. Según su formación y sus experiencias, las personas
desarrollan diversas habilidades de pensamiento, por ejemplo, el pensamiento práctico que
tiene un electricista; el pensamiento exacto de un matemático; el pensamiento abstracto de
un filósofo. En la preparatoria estudias toda clase de materias. Es conveniente que
detectes cuáles son las habilidades de pensamiento que has desarrollado y proponerte
desarrollar otras, sobre todo las que se utilizarán en los estudios de filosofía y teología. En
este sentido conviene que no te refugies en la pereza mental o en el temor a lo que pueda
ser novedoso para ti.
El uso de las fuentes de información. Es importante aprender a utilizar las fuentes de
información: un diccionario, un libro de consulta, un manual, la Wikipedia, una
enciclopedia, etc. En torno a las fuentes de información hay que adquirir familiaridad. A
veces les tienes miedo o te son indiferentes porque no te has acercado a ellas, cuando
rompes la distancia, descubres que son sumamente útiles.
La capacidad de análisis. Es la habilidad para desmenuzar los contenidos de la
realidad, observado los detalles, percibiendo con atención, examinando los distintos
factores o elementos que entran en juego. Cuando analizas, amplías tu percepción de un
objeto, de modo que llegas a percibir aspectos que antes no captabas. El análisis lleva a
una explicación más completa y profunda de la realidad. Lo contrario es la superficialidad
propia de quien está cómodamente instalado en sus prejuicios.
El hábito de reflexionar. La diferencia entre las computadoras y las personas es que
aquellas acumulan datos, pero no reflexionan como nosotros. En cualquier tipo de
estudios que hagas es fundamental que aprendas a reflexionar personalmente. El ideal no
es repetir lo que los libros dicen, sino que llegues a formular personalmente tu propio
pensamiento. El hábito de reflexionar se logra poco a poco; la puerta de entrada para
conseguirlo es el interés que tengas por lo que estudias. Sobre todo es importante que
descubras que tienes esta capacidad.
La capacidad de síntesis. Es la habilidad para llegar a conclusiones y para expresar el
conocimiento de manera esquemática. Supone siempre que se ha analizado y
Itinerarios formativos 155 Seminario menor

comprendido el contenido de aquello que se sintetiza. Para sintetizar es muy útil la


elaboración de resúmenes o cuadros sinópticos, lo realmente importante es que el
pensamiento que reflejes en la síntesis sea auténticamente tuyo, es decir, que no
intentes copiar lo que otros dicen, sino que lo expreses como tú lo puedes hacer.
La mnemotecnia. Consiste en establecer un "camino" mental para memorizar
ideas con mayor facilidad. Es útil cuando tienes que manejar muchos contenidos,
te ayuda a situarlos mentalmente en un orden lógico. La técnica memorística es útil
para situar en tu memoria lo que previamente has comprendido, porque siempre se
recuerda mejor lo que sabes explicar por ti mismo.
Las aficiones intelectuales. Más allá del contenido de los estudios es bueno
desarrollar aficiones intelectuales, éstas muestran y a la vez despiertan tus intereses.
El trabajo en casa. La dimensión intelectual incluye también el aspecto
laboral. En el seminario es normal que se te pida que hagas algunos trabajos, por
ejemplo, limpiar la casa, cortar el pasto, arreglar el jardín, lavar los platos. Hay
otro tipo de trabajos como el trabajo intelectual o apostólico. Existen varios pasos
de crecimiento en relación al trabajo que se pueden expresar en forma de niveles:
33) La valoración del trabajo. El paso de percibir el trabajo como una carga,
como algo desagradable o como una penosa obligación, a valorarlo como una
oportunidad. Aquí lo que se cuestiona es tu actitud ante el trabajo. La laboriosidad
es la virtud de quien cultiva una buena disposición para el trabajo. La vida cristiana
y especialmente el sacerdocio, exige un grado suficiente de laboriosidad.
34) El trabajo como fuente de identidad personal. Hay personas que sienten que
el trabajo les desgasta; esto es verdad porque produce cansancio, pero no es menos
verdad que el trabajo da plenitud, porque también es un camino de realización y de
identidad personal. Se trata de dar el paso de una percepción del trabajo como
pérdida de tiempo y de energías, a la percepción del aprendizaje y el desarrollo
personal a través del trabajo. El aprendizaje se da en torno a los trabajos más
sencillos: aprender a limpiar, a usar instrumentos, a emplear estrategias, etc.
35) El trabajo como servicio. Aquí ya estamos ante una interpretación del
trabajo. Es dar el paso de un trabajo carente de significado al trabajo entendido
como servicio a favor de los demás. Si en mi trabajo enfoco el servicio,
automáticamente desenfoco otros intereses, como el sueldo o el reconocimiento
que pueda llegar a recibir por él. Un buen trabajador goza con el servicio que hace,
por el puro afán de servir.
36) El trabajo como servicio evangélico. Es una interpretación peculiar del
trabajo que tiene que ver con la enseñanza de Jesús en el Evangelio. Jesús es el
hombre del trabajo y nos ha transmitido lo que podemos llamar "el evangelio del
trabajo". Tomas el modelo de Jesús para tu trabajo, cualquiera que sea éste.
Llegados a este punto, conviene que te preguntes: ¿En qué nivel de vivencia
del trabajo me sitúo? ¿Qué ocurre con los trabajos sencillos que hago cada día? ¿Y
con los trabajos que se me designan en la comunidad? Ya se puede concluir que el
trabajo es un maravilloso cauce de formación.
Itinerarios formativos 156 Seminario menor

Orden y disciplina. El seminario menor es un lugar privilegiado de orden y de


disciplina. No se prohibe nada, sino que simplemente se ordenan las cosas. El
orden y la disciplina se pueden imponer desde fuera por muchos medios:
proponiendo un horario, tocando la campana para que las personas recuerden lo
que les toca hacer, exigiendo orden en tus objetos personales. Pero debe llegar un
momento en que la disciplina se transforme en autodisciplina y en que optes
libremente por el orden y la disciplina como un medio necesario en tu vida. Es
verdad que cada persona tiene un modo distinto de mantener el orden. Hay quien
encuentra orden en su desorden. El otro extremo es el de una persona obsesionada
por el orden. Evitando estos dos extremos sí conviene que aprendas a establecer un
orden en tus cosas. El orden y la disciplina también son comunitarios, se refieren a
la buena marcha de la comunidad. Por ejemplo, si tú decides llegar tarde, afectas a
la marcha de la comunidad, que tendrá que estar esperándote. Al vivir en
comunidad es necesario que crezcas en la sensibilidad ante ella, de modo que no la
perjudiques, sino que la hagas caminar con tu propio comportamiento.
Horario. Se aborda en el segundo encuentro un tema práctico. El solo hecho de
afrontar los estudios desde el itinerario formativo une la dinámica de la
preparatoria al proceso formativo y espiritual; hay que dar este mensaje con
claridad. Para ello se propone el siguiente horario:
■ Explicación de la meta (5 minutos).
■ Recapitulación (30 minutos).
■ Oración con el texto de los Proverbios (15 minutos).
■ Valoración de los estudios (15 minutos).
■ Los medios para ser un buen estudiante (20 minutos).
■ Descanso (30 minutos).
■ El trabajo en casa (20 minutos).
■ El orden y la disciplina (20 minutos).
■ Consignas (10 minutos).
■ Devoción mariana (10 minutos).
Consignas.
■ Analiza los medios que pones para ser un buen estudiante y pregúntate: ¿En
qué aspectos puedo crecer? Consulta esta reflexión con los formadores o con los
profesores de la preparatoria.
■ Pregúntate qué habilidades de pensamiento has desarrollado y cuáles
necesitas desarrollar. Busca ayuda en esto si lo consideras necesario.
■ Haz un pequeño esfuerzo por ser un poco más ordenado y disciplinado.
Intenta vivir este esfuerzo con gozo, no sintiendo el orden y la disciplina como una
carga, sino gozando con los resultados.
Itinerarios formativos 157 Seminario menor

1er semestre / Tercer encuentro comunitario


El cuerpo, los afectos y el espíritu
Meta. El alumno integra su desarrollo físico, afectivo y espiritual como tres
elementos profundamente complementarios en la etapa en que se encuentra.
Recapitulación. Se retoma con los seminaristas la consigna en torno al orden y
la disciplina. Cada uno responde a las preguntas: ¿Has intentado poner un poco
más de orden y disciplina en tu vida diaria? ¿Cómo te has sentido y qué resultados
has conseguido? ¿Hemos puesto un poco más de orden en la vida comunitaria? ¿En
qué se nota? Comparten en grupos pequeños y después se ponen en común las
respuestas a las dos últimas preguntas. Los formadores vuelven a insistir en la
importancia del orden en nuestra vida.
Los cuatro jóvenes hebreos. Primeramente se lee y explica el texto de Daniel
1, 8-21. Estos cuatro jóvenes hebreos estaban al servicio del rey de Babilonia y
para ello tenían que permanecer saludables. Sin embargo, comiendo un alimento
distinto y siendo fieles al espíritu de Dios, cubren las expectativas del rey. Integran
en su formación la parte física, la afectiva, la racional y la espiritual. La voz del rey
representa la voz de Dios, que emite un juicio positivo sobre ellos. Podemos ver
reflejada la experiencia del seminario menor en estos muchachos, con su propuesta
de formación integral.
La educación física. El yo físico es una parte importante de la personalidad. No
es correcto decir "tengo cuerpo", como si se tratara de una cosa distinta de ti; lo
correcto es decir: "soy cuerpo", porque el cuerpo es una parte importante de tu
personalidad. Estamos apuntando a un tema delicado: la relación con tu propio
cuerpo. Todos tenemos aspectos de nuestra corporalidad que nos gustan o nos
disgustan, pero es necesario aprender a aceptar, respetar y cuidar tu propio cuerpo
tal y como es. Esto es muy distinto de dar culto al cuerpo, que es lo que ocurre en
ciertos ambientes sociales, pero es igualmente ¡legítimo despreciar o descuidar el
cuerpo. Lo importante es que revises tu actitud y des pasos significativos al
respecto.
El reto de la aceptación del cuerpo permanece a lo largo de toda la vida, pero
tiene una especial importancia en la adolescencia, porque es el momento en el que
se desarrolla el cuerpo y en el que conoces tu propio cuerpo. Un cuidado suficiente
del cuerpo es la base para un buen desarrollo de los afectos, de la inteligencia y de
la espiritualidad. El desarrollo físico es, consecuentemente, algo fundamental y
una parte integral de tu educación. Comprende varios aspectos que conviene
cuidar como parte de la formación en el seminario:
La alimentación. Evidentemente la comida del seminario es distinta de la de tu
casa. Conviene que aprendas a comer de todo, pero sobre todo conviene que
aprendas a comer bien. Comer bien no significa comer mucho, sino lo suficiente
para mantener saludable tu cuerpo, como aquellos jóvenes hebreos. Para regir la
propia alimentación hay que considerar dos factores. El primero es el del
equilibrio en los alimentos, de modo que tengas una alimentación balanceada; esto
se procura lo más posible en la cocina. El segundo es tu condición personal, por
ejemplo, si eres muy
Itinerarios formativos 158 Seminario menor

delgado, te conviene hacer un esfuerzo por comer, pero si tienes sobrepeso te


conviene tener más cuidado con lo que comes. En cualquier problema relacionado
con la alimentación es conveniente consultar a personas capacitadas. El primer
signo de buena salud es que una persona coma bien. Cuando estás en un momento
de crecimiento físico tiene una gran importancia que se cuide la alimentación.
El descanso. El descanso es tan importante como la alimentación. Es necesario
aprender a descansar bien. El hecho de estar en el seminario es una ocasión para
revisar tus hábitos de descanso, en parte porque depende del horario comunitario.
El criterio es similar al de la alimentación: Que exista equilibrio entre el trabajo y
el descanso; que se eviten dos extremos, el dormir poco y el de dormir en exceso;
que te conozcas a ti mismo y aprendas a descansar lo suficiente en el momento en
que lo necesites. Adquirir buenos hábitos de descanso compromete tu salud a largo
plazo; habitualmente quien descansa bien tiene buena salud y se relaciona mejor
con los demás. Cuando estás creciendo físicamente hay momentos en los que es
importante descansar muy bien.
El acondicionamiento físico. El concepto de acondicionamiento físico procede
del ámbito del deporte, significa originariamente que una persona cuenta con las
condiciones físicas para desempeñar alguna actividad deportiva. El seminario no es
un club deportivo, pero para estar en el seminario y también para la vida sacerdotal
es necesaria cierta aptitud física. Sobre todo nos interesa evitar el descuido en este
punto. El acondicionamiento físico se hace de acuerdo con cada sujeto en sentido
positivo, de modo que lo que se pretende es que cada persona desarrolle las
condiciones para ejercer con eficacia sus propias funciones. La salud así se define
no sólo como la falta de enfermedad, sino como el cuidado positivo de la
corporalidad.
El desarrollo de habilidades físicas. De acuerdo a las circunstancias, ya
conseguido el acondicionamiento físico, es conveniente que desarrolles
habilidades físicas. Para realizar actividades físicas no sólo se requiere fuerza,
también se requiere habilidad. Una persona madura cuando convierte sus
capacidades -lo que podría hacer- en habilidades -lo que actualmente puede hacer.
Hay habilidades físicas para hacer la limpieza, para cavar en el jardín, para jugar
basquetbol, para lavar ropa o para cargar un bulto. Se trata de que reflexiones sobre
cuáles habilidades físicas necesitas para realizar mejor tus actividades diarias y
proponerte desarrollarlas.
El deporte. En el seminario habitualmente hay un momento diario de deporte.
Lo mejor es que aprendas a jugar diversos deportes; siempre hay algunos que lo
hacen mejor o peor, pero la meta consiste en que juegues y en que el juego llegue a
ser algo que disfrutas. No es válida la postura de quien se niega a practicar un
deporte que no le gusta, porque aquí entra en juego la dinámica comunitaria. Como
en otras actividades formativas, no se busca un mero cumplimiento, sino que
asumas el deporte como parte de tu vida y de tu proyecto personal.
La educación afectiva. Así como hay que educar al yo físico,/convÍer^e educar
al yo afectivo. Todos necesitamos madurar en el manejo de nuestros sentimientos.
Para conseguirlo existen ejercicios, así como el ejercicio físico te ayuda a
acondicionar tu
Itinerarios formativos 159 Seminario menor

cuerpo. Si en el plano físico se buscaba la aptitud para una actividad, en el plano


de los afectos se busca la aptitud para relacionarte positiva y constructivamente
con los demás. La educación afectiva tiene una gran trascendencia en la vida
sacerdotal, porque un sacerdote que no sabe manejar adecuadamente sus
sentimientos termina por hacer daño a la comunidad a la que pretende servir. De
esta manera, lo que hay que conseguir es un cierto control de sí mismo. Controlar
no significa reprimir ni negar los sentimientos, sino simplemente expresarlos de un
modo conveniente. Los retos que se presentan a continuación pueden ser leídos en
la clave de un proceso de maduración afectiva, especialmente importante para los
adolescentes.
Valoración de los sentimientos. El primer paso en este ejercicio de maduración
consiste en percibir los sentimientos como una realidad positiva, es decir, como
parte de la riqueza de tu personalidad. Así como necesitas aceptar el color de tu
piel y tu estatura, necesitas aceptar los sentimientos que ocurren en tu interior. Los
sentimientos no son ni buenos ni malos, simplemente existen y se pueden conducir
en un sentido positivo y armónico. Lo contrario es avergonzarte de los
sentimientos. Los sentimientos surgen en referencia a dos realidades: las
circunstancias del mundo exterior -por ejemplo, la muerte de una persona querida-
y las resonancias de nuestro mundo interior -por ejemplo, los recuerdos-, ambas
realidades se mezclan en la percepción de cada persona. Es interesante saber que los
sentimientos son tan personales que es muy difícil conocer con exactitud qué siente
una persona; si tú tienes una experiencia similar te puedes aproximar a sus
sentimientos, pero nunca sentirás lo mismo, porque los sentimientos están
enclavados en la personalidad de cada uno. Por eso es fundamental respetar los
sentimientos propios y los de los demás. En principio todos los sentimientos son
válidos.
Reconocimiento de los sentimientos. Lo que se valora, se reconoce. Este es un
segundo paso, consiste en que el sentimiento no se quede como una nebulosa, algo
que me invade, pero no sé en qué consiste. Por eso tiene una gran importancia que
aprendas a poner nombre a tus sentimientos. Para ello es muy útil una lista de
sentimientos. Incluso es interesante poner un calificativo al sentimiento, de modo
que te aproximes a una descripción más exacta. Puedes decir: siento una alegría
desbordante, un temor intenso, una tristeza profunda. Jesús, cuando presentía su
final, puso nombre a sus sentimientos y dijo a sus discípulos: Siento una angustia
mortal (Mt 26, 38 / Me 14, 34). Cuando reconoces los sentimientos los apropias,
esto significa, los experimentas no sólo como algo que ocurre en ti, sino como algo
que te pertenece, que es parte de ti.
Confrontación de los sentimientos. Es necesario compartir los sentimientos,
porque al compartirlos los valoras más y los reconoces mejor. Existen sentimientos
que es más fácil comunicar, como la alegría, el disfrute, el interés; se comunican a
través de gestos y de expresiones corporales, y también a través de palabras. Pero
hay sentimientos más difíciles de comunicar, como la tristeza, el sentirse
enamorado, el dolor, el resentimiento; entonces es necesario buscar una persona
que te pueda ayudar a valorar y a reconocer tu sentimiento, para orientarlo
positivamente. Lo importante es que no te quedes sólo con tus sentimientos, sino
que tengas siempre alguien con quien confron-
Itinerarios formativos 160 Seminario menor

tarlos. Se parece a la situación en que tienes una basura en el ojo, enseguida buscas
un espejo para mirar por dónde está y sacarla; así, cuando te invade un
sentimiento, es útil buscar a otra persona para confrontarlo con ella, lo que hará
será reflejártelo, para que puedas entenderte mejor a ti mismo.
Expresión de los sentimientos. Confrontar los sentimientos es ya expresarlos,
pero es interesante dar un paso más libre y espontáneo en relación con los
sentimientos que ya he valorado, reconocido y confrontado, que consiste en
expresar oportunamente los sentimientos. Hay una buena expresión de los
sentimientos cuando los comunicas libre e intencionalmente; hay una mala
expresión de los sentimientos cuando se te escapan, y los expresas sin darte cuenta,
sin querer hacerlo. En el modo de expresar los sentimientos se pone en evidencia la
madurez de una persona. No tiene nada de raro que un adolescente de repente
exprese muy mal sus sentimientos, pero conviene aprender de la propia
experiencia. El proceso para manejar mejor tus sentimientos es algo que sólo tú
puedes hacer.
Formación del temperamento. Cuando aprendes a valorar, reconocer,
confrontar y expresar tus sentimientos, vas formando tu temperamento. La palabra
está tomada del proceso de los metales; se dice que un metal está atemperado
cuando se ha calentado y enfriado y ha adquirido a la vez la maleabilidad y la
resistencia suficientes. Algo así ocurre con la personalidad, a base de trabajar sobre
tus sentimientos vas moldeando tu temperamento. Hay un temperamento que es
propio de un joven cristiano y de la vida sacerdotal y que se aprende en el
seminario. Por ejemplo, una persona que habitualmente hace oración, irá
consiguiendo un temperamento alegre. Según trabajes sobre ti mismo en este
proceso irás reconociendo cómo se forma tu temperamento.
El ejercicio espiritual. El tercer nivel del yo es el racional-espiritual. El
alimento que sostiene a una persona no es sólo el material, también nos
alimentamos de afectos y sobre todo de significados, porque somos seres
racionales. La racionalidad no consiste sólo en la capacidad de pensar y
reflexionar, sino en la capacidad de dar un valor y un significado a los
acontecimientos. El conocimiento de Jesús a través de los Evangelios da a nuestra
vida un significado profundo. En eso consiste esencialmente la buena noticia, en
que nuestra vida tiene un inmenso valor y está en las manos amorosas de Dios.
También existe un camino para la maduración espiritual que se te invita a recorrer
en tu formación, incluye los siguientes elementos, con ellos irás consiguiendo una
espiritualidad juvenil, que es la que corresponde a este momento formativo del
seminario menor:
El silencio. Es un elemento fundamental para la vida espiritual. Dios se hace
presente en la vida de una persona cuando hace un espacio de silencio en su
interior. Por el contrario, en una interioridad turbulenta, llena de ruido, es muy
difícil escuchar la voz de Dios. El silencio implica un proceso de maduración.
Primero es silencio exterior, consiste en poder estar en silencio sin llenarte de
ruidos; esto es más difícil de hacer cuando te vas haciendo dependiente de los
aparatos electrónicos, pero es necesario. Después es silencio interior, consiste en
liberarte de las preocupaciones, de
Itinerarios formativos 161 Seminario menor

los ruidos internos, para dar lugar al misterio. Por último es recogimiento, es decir,
una cierta facilidad para encontrar la presencia de Dios en cualquier momento.
Siendo tan rica la experiencia del silencio, es lógico que llegue a ser una
experiencia deseada y no temida. No hay razón para temer al silencio.
La oración personal y comunitaria. La oración consiste en permanecer en la
presencia de Dios, en estar con Él. Es personal cuando la cultivas como individuo y
es comunitaria cuando permanecemos con Él como grupo. El seminario menor es
un lugar privilegiado de oración. No se trata de prolongar los momentos de
oración, sino de vivirlos con sinceridad y verdad, y sobre todo con un verdadero
amor. Cuando has entendido que Dios te ama es sencillo hacer oración, porque
consiste simplemente en corresponder a su amor. En el seminario se te enseñarán
métodos de oración. El más fundamental consiste en dar un lugar a la palabra de
Dios. La oración cristiana consiste en dar un lugar en el corazón a la palabra que
comprendemos como revelación del corazón de Dios. Supone todo un aprendizaje
y un proceso de maduración espiritual que irás recorriendo a lo largo de la vida. En
este momento nos interesa que decidas hacer un intento serio de orar, considerando
los momentos personales y comunitarios de oración una parte importante de tu
formación.
La vida sacramental. La liturgia de la Iglesia y los sacramentos son un alimento
continuo de la vida espiritual. En el seminario tienes la oportunidad de participar
con frecuencia de la Eucaristía y de la Reconciliación. Los momentos de la
celebración litúrgica tienen una densidad especial y requieren de un gran respeto.
La lectura creyente de los acontecimientos. Cuando vas creciendo en la vida
espiritual llegas a una lectura más positiva y confiada de toda la realidad y en
especial de los acontecimientos que marcan tu vida. Lo más contrario a la vida
espiritual es una visión desesperada o decepcionada de la vida. Esto es muy
frecuente en ciertos grupos de jóvenes que no tienen la oportunidad de profundizar
en la vida espiritual. Poco a poco notarás que va cambiando tu modo de sentir y
comprender la realidad, porque se irá impregnando de los valores espirituales.
El compromiso. Una fe verdadera se transforma en obras, es decir, en un
compromiso que se deriva de los valores espirituales que aceptamos. Por ejemplo,
si vives la amistad con Cristo a través de la oración, también te comprometes en la
amistad con los demás, que son como un signo de la presencia de Cristo; si
comprendes que Dios es compasivo, también actúas con compasión ante las
necesidades de los demás. El compromiso de la fe no es sólo personal, también nos
comprometemos comunitariamente, en acciones que muestran nuestra fe.
La confianza y el abandono. La consecuencia lógica de saberte amado por Dios
es confiar en él. La medida de esa confianza será la de tu percepción del amor de
Dios. La confianza en Dios es algo que irá creciendo con el tiempo, mucho más
allá del momento presente, pero ya es importante que la vivas desde ahora. El
hecho de entrar al seminario es un acto de confianza en Dios que te llama. La
confianza propia de la vida espiritual es también confianza en los demás, y
especialmente en aquellos que representan la presencia de Dios en tu vida. Existen
situaciones difíciles y doloro-
Itinerarios formativos 162 Seminario menor

sas, ante las cuales no encontramos una respuesta razonable, porque nos revelan el
misterio del mal. Ante ellas la confianza en Dios se transforma en abandono, es
decir, en la actitud de quien pone todo en sus manos y permite que Dios actúe.
Jesús se abandonó continuamente en las manos del Padre porque confiaba en él.
El discernimiento. Es la actitud de quien toma decisiones en su vida siguiendo
la voluntad de Dios, en coherencia con sus valores espirituales. El discernimiento
es un arte difícil de aprender, que tiene muchos matices, pero ya es conveniente
que en este momento aprendas a tomar las pequeñas decisiones de tu vida guiado
por la voz del Espíritu, es decir, por una conciencia iluminada por los valores de la
fe. Poco a poco irás aprendiendo el arte de discernir.
Horario. Este encuentro ofrece al seminarista mucha información, pero
plantea, antes de concluir el primer semestre, el sentido de la formación en el
seminario menor. Los temas que aquí se presentan, se ampliarán durante el
segundo año de preparatoria, por ello se pretende una presentación sintética de
cosas que luego se irán profundizando.
Explicación de la meta (5 minutos).
Recapitulación (25 minutos).
Oración con el texto de Daniel (15 minutos).
La educación física (20 minutos).
Descanso (15 minutos).
La educación afectiva (20 minutos).
Descanso y juegos (30 minutos)
El ejercicio espiritual (20 minutos).
Clarificación de dudas (10 minutos).
Consignas (10 minutos).
Devoción mariana (10 minutos).
Consignas.
■ Reconsidera los tres niveles del yo: físico, afectivo y espiritual y pregúntate
en cuál de ellos necesitas crecer más. Comparte tus conclusiones con los
forma-dores.
Itinerarios formativos 163 Seminario menor

1er semestre / Cuarto encuentro comunitario


El proyecto personal
Meta. El alumno evalúa su trayectoria de este primer semestre en el seminario
menor y elabora su proyecto personal para el segundo semestre.
Recapitulación. Durante los tres encuentros comunitarios precedentes se han
presentado a los alumnos los elementos esenciales para la formación, de modo que
ya les debe quedar claro el por qué y el para qué de su estancia en el seminario. En
este momento se recapitula lo visto bajo una doble consigna, por un lado qué sí es
el seminario menor y por otro lado qué no es el seminario menor. Se pretende que
ellos espontáneamente apunten hacia la esencia de la formación -vivir en la
misericordia del Padre- y al mismo tiempo hacia las dimensiones formativas. Se
trabaja primero por grupos pequeños y al final se hace una puesta en común. Los
formadores subrayan los elementos que van a servir para que los seminaristas
elaboren por primera vez su proyecto personal durante este encuentro.
Jesús crecía ante Dios y ante los hombres. La reflexión de este día se centra en la
contemplación de Jesús que crecía físicamente, en sabiduría y en gracia. Se les
pide a los seminaristas que construyan imaginativamente una imagen de Jesús de
su edad, o se consigue una imagen que evoque a Jesús adolescente, para hacer
desde allí un momento de oración. El texto de Le 2, 41-52 nos presenta el
crecimiento integral de Jesús. El seminario quiere reproducir las condiciones de
aquel hogar de Nazaret.
El proyecto personal. Durante los encuentros anteriores hemos conocido los
elementos que dan sentido a nuestra presencia en el seminario menor. Ya se termina
el primer semestre, que es el de la integración. A partir de ahora corresponde a
cada seminarista adquirir un verdadero compromiso de crecimiento. Hay que dar
un estirón en todos los sentidos. Ciertas deficiencias que se comprendían en el
primer semestre por todo el cambio que supone la entrada en el seminario ya deben
ser superadas en el segundo. Por eso conviene que cada quien, desde la experiencia
que ha tenido, plasme por escrito un proyecto personal en el que defina qué
objetivos pretende y qué medios va a utilizar para conseguirlos.
Hacer un proyecto personal significa trazar un camino para el futuro próximo,
prever las dificultades y los resultados que se ahelan. No significa definir la vida
para siempre, pero sí implica tomar la determinación de dar algunos pasos con
mayor seriedad en un plazo determinado. El proyecto que ahora vas a elaborar es
sólo para el segundo semestre, y debe quedar terminado antes de concluir el
primero. Hacer este proyecto le dará un significado preciso a tu proceso formativo
en el seminario y tenderá a unificar tus energías para que te dediques a la
formación.
Vamos a utilizar el esquema de los niveles del yo que se presentó en el pasado
encuentro comunitario. Elabora una tabla como la que se presenta a continuación,
de modo que te sirva como plantilla para hacer el análisis de tu realidad y para
proyectar el futuro.
Itinerarios formativos 164 Seminario menor

Esquema para el proyecto personal El cuadro retoma los


temas tratados en el itinerario, llénalo de la siguiente manera:
■ Intenta valorar cómo estás viviendo cada uno los 29 aspectos
mencionados, calificando del 0 al 5.
■ En la cuarta columna, coloca la palabra "sí" o "no" señalando si aquél
aspecto requiere una especial atención de tu parte.
■ Señala los medios que puedes poner para mejorar en ese aspecto y añade
algún comentario si te parece conveniente.
■ Por último, subraya con un color especial los tres o cuatro aspectos que
consideras prioritarios en tu proyecto personal.
La elaboración del proyecto incluye tres momentos, este primero, en el
encuentro comunitario, en el que llenas el cuadro. Intenta hacerlo con calma, en
un clima de silencio y de oración, pidiéndole ayuda a Dios para proyectar tu
futuro en el próximo semestre. El segundo momento consiste en un diálogo
personal con tus formadores. Allí ellos te pueden sugerir algunos puntos que
puedes matizar. El tercer momento consiste en pasarlo en limpio, en un cuadro
hecho originalmente, de modo que sea muy tuyo y lo puedas tener a la vista.

Niveles Aspecto Valora ¿Requiere Medios Algún comentario


del yo 0al5 atención?
El yo físico

Alimentación

Descanso

Acondicionamiento físico

Habilidades físicas

Deporte
El yo afectivo

Valoración de los
sentimientos
Reconocimiento de los
sentimientos
Confrontación de los
sentimientos
Expresión de los
sentimientos
Formación del
temperamento
Itinerarios formativos 165 Seminario menor
El yo racional-espiritual
El silencio

La oración
personal
La oración
comunitaria
La vida
sacramental
Lectura creyente de los
acontecimientos
El compromiso

La confianza y el
abandono
El discernimiento

La organización del
tiempo
El hábito de la
lectura
La ortografía y la
redacción
La lectura de
comprensión
Las habilidades del
pensamiento
Las fuentes de
información
La capacidad de
análisis
El hábito de
reflexionar
La capacidad de
síntesis
La mnemotecnia

Las aficiones
intelectuales

Momento de convivencia. Este último encuentro comunitario de primero de


preparatoria puede terminar con un momento de convivencia del curso, en el que
de alguna manera se celebre la pertenencia al grupo y los muchachos se sientan
impulsados a caminar hacia adelante siguiendo las líneas que trazaron en su
proyecto personal.
Itinerarios formativos 166 Seminario menor

Horario. El cuarto encuentro comunitario cierra el momento de integración y


abre el de crecimiento. Se quiere remarcar el paso de un momento a otro.
■ Explicación de la meta (5 minutos).
■ Recapitulación (25 minutos).
■ Oración con el texto de la vida oculta de Jesús (10 minutos).
■ Explicación: Qué es el proyecto personal y cómo se elabora (20 minutos).
■ Explicación del esquema del proyecto y dudas (10 minutos).
■ Descanso y juegos (30 minutos).
■ Elaboración del proyecto personal (50 minutos).
■ Momento de convivencia (30 minutos).
■ Consignas (10 minutos).
■ Devoción mariana (10 minutos).
Consignas.
■ Antes de concluir el primer semestre revisa con los formadores tu proyecto
y
pásalo en limpio, de modo que lo dejes ya bien preparado para iniciar el
segundo semestre.
Itinerarios formativos 167 Seminario menor

Segundo semestre
Momento de crecimiento
Se ha terminado ya el período de adaptación. Los muchachos deben haber
asumido los horarios y reglamentos del seminario y un modo de estar en él que
hemos definido como vivir en la misericordia. Los problemas en torno a los
estudios tienden a aislarse y a extinguirse, porque cuentan con todos los medios
para ello, sobre todo deben adquirir una mayor confianza en su capacidad
intelectual y deben dejar de reprobar materias. Se intenta dar a los seminaristas el
mensaje bien claro de que el tiempo de adaptación ha terminado y de que ahora
debe cambiar su modo de estar en el seminario.
Se trata así ya de otro momento en el que se pueden proponer cierto
crecimiento y un mayor compromiso de su parte. En concreto se han privilegiado
dos aspectos: el sentido social, es decir, el valor del compromiso comunitario y
social, y el sentido espiritual, situándose en una dinámica espiritual más vital,
porque son dos factores que responden a muchas inquietudes de los adolescentes y
preparan la estructura de las dimensiones formativas que se les presentará durante el
siguiente año y permanecerá a lo largo de toda la formación.
Los contenidos del itinerario se han distribuido de la siguiente manera:
ler. Encuentro: Los posibles desequilibrios. Se invita a los seminaristas a
colocarse en un punto de vista crítico respecto a su propio proceso, de manera que
puedan descubrir en qué sentido están cultivando desequilibrios en su proceso de
formación y buscar intencionalmente corregirlos.
2° Encuentro: El sentido social. Se presentan las coordenadas sociales del
llamado de Dios, nuevamente recurriendo a los textos vocacionales del Antiguo
Testamento, de modo que establezcan la vinculación con la realidad social como
un elemento necesario del proceso vocacional.
3er. Encuentro: El sentido espiritual. Se quiere mostrar a los seminaristas un
concepto más dinámico y equilibrado de espiritualidad, con el fin de que no
reduzcan la vida espiritual a las prácticas religiosas, sino que la conviertan en una
actitud de vida.
4o Encuentro: Evaluación y elaboración del proyecto. Se reserva un tiempo
suficiente para que los seminaristas evalúen su proceso del año que están
concluyendo y vuelvan a confeccionar su proyecto personal, pero ahora para todo
el próximo curso escolar. Se pretende introducir una dinámica de evaluación y
programación.
Los motivos bíblicos fueron tomados mayoritariamente del Antiguo
Testamento, se han elegido textos en los cuales adolescentes como ellos reciben la
llamada de Dios: Samuel, Gedeón, Salmo 139, David, Tobit, de modo que vayan
definiendo una espiritualidad juvenil y al mismo tiempo se aproximen a partes más
desconocidas del texto bíblico. Sería útil presentarles modelos de santos
adolescentes que muestren un estilo de santidad juvenil.
Itinerarios formativos 168 Seminario menor

2o semestre / Primer encuentro comunitario


El equilibrio formativo
Meta. El alumno confronta los desequilibrios de su propia formación y se
propone aplicar los medios para buscar una mayor armonía en su personalidad.
Recapitulación. Con antelación se pide a los seminaristas que traigan el
proyecto personal que elaboraron al finalizar el semestre anterior. Por parejas
comparten su proyecto asumiendo el compromiso de orar por el otro compañero y
de animarlo en su caminar. En una puesta en común se comparten solamente sus
sentimientos de ese momento y al iniciar un nuevo curso.
Tú me sondeas y me conoces. El salmo 139, 1-24 muestra una actitud espiritual
de primer orden. Consiste en ponerse delante de Dios y dejarse conocer y
transformar por El. Representa la dinámica de crecimiento que queremos
implementar en este segundo semestre. Conducimos a los seminaristas para que se
dirijan a Dios pidiendo rectitud de corazón.
Objetivo del segundo semestre. El segundo semestre marca un crecimiento
notable en la vida de los seminaristas. Dan un "estirón" en lo físico pero también lo
pueden dar en otras dimensiones de su personalidad y de la vida comunitaria. El
objetivo del segundo semestre es/ El alumno experimenta un crecimiento en
diversas dimensiones de su personalidad, tendiendo a un mayor equilibrio y a
relaciones más armónicas con compañeros y formadores.
La imagen-fuerza. Gedeón es un muchacho joven, el menor de su familia y de
la última tribu de Israel, sin embargo es llamado para ser líder de su pueblo en Je
6, Ιό.11-24. El Ángel del Señor utiliza la ironía cuando le llama "valiente
guerrero", porque en ese momento de valiente no tiene nada, pero confiando en la
promesa de Dios, llegará a realizar su misión.
Desequilibrios formativos. Es sumamente fácil que en el proceso formativo se
cultiven desequilibrios. Esto ocurre porque para todos es más fácil refugiarnos en
lo que hacemos bien o donde nos sentimos a gusto, que desarrollar habilidades
nuevas o incursionar en terrenos desconocidos. Pero la formación es precisamente
para lo contrario, para completar aspectos que puedan estar descuidados en la
personalidad de cada uno. El equilibrio es algo importante en todos los aspectos.
El yo físico se rige por un conjunto de equilibrios admirables entre los órganos del
cuerpo; el yo afectivo crece en el equilibrio entre dar y recibir afecto; el yo
racional y espiritual también juega con este principio. Existen tres pares de
desequilibrios muy típicos en los cuales pueden estar formándose los seminaristas:
■ El hombre de cuerpo pequeño y cabeza grande. La persona que se refugia en la
parte cerebral en detrimento de la corporalidad, sin afrontar su desarrollo
físico. Con frecuencia argumenta que los deportes "no se le dan" pero hay que
reconocer que se refugia en el pensamiento, y que las situaciones en las que
tiene que poner a funcionar su yo físico le son muy incómodas.
Itinerarios formativos 169 Seminario menor

■ El hombre de cuerpo grande y cabeza pequeña. Es lo contrario, la persona que


tiene un gran desempeño físico, pero descuida su desarrollo intelectual. No es raro
que experimente bloqueos en relación con la dimensión intelectual. Es fácil que se
sienta incapaz de afrontar ciertas tareas intelectuales. El ejercicio físico es el ámbito
donde encuentra una compensación de estas carencias.
■ El hombre-veleta, que se deja conducir por los sentimientos. Es la persona
débil, que accede a cualquier demanda que toque sus sentimientos, obra movido
por ellos incluso en contra de lo que le dicta su razón o de las reglas del grupo.
Consecuentemente es voluble, le falta estabilidad. Tiende a establecer amistades
incondicionales, pero en ellas no brilla el amor a la verdad. Se sentirá muy presio-
nado por los grupos para adoptar un comportamiento, estará siempre pendiente del
qué dirán.
■ El hombre-robot, que no permite que nadie toque sus sentimientos. Es el indivi-
duo frío, calculador. Es muy difícil acceder a su mundo afectivo porque en el fondo
teme verse vulnerable. Rechaza la expresión o la comunicación de los senti-
mientos. Será una persona solitaria, con una carencia en relación con los demás.
■ El espiritualoide. La palabra significa "falsamente espiritual". Es la persona que
cultiva formas espirituales, pero éstas no son coherentes con sus modos de
comportamiento, sus criterios y sus valores. Parece que huye hacia una forma
espiritual pero que no es verdadera espiritualidad. Puede haber un esplritualismo
contrario a lo material y corporal (desprecio del cuerpo) y otro contrario a lo
intelectual (desprecio o flojera ante el estudio).
■ El materialista. Es el individuo centrado en los bienes materiales, en el
consumo o el prestigio, los valores espirituales pasan a un segundo plano. En el
consumo de cosas materiales encuentra una compensación de otras carencias y por
eso no puede prescindir de ciertos satisfactores, como tener siempre dinero, hacer
gastos, ser reconocido y valorado.
■ El hombre técnico. Es el individuo que ha permitido que la técnica invada su
mundo interior, depende del internet, del Facebook y del ipod. No puede vivir sin
estos medios que se han convertido como en su forma de vivir y relacionarse.
Prescinde de la relación con personas reales para introducirse en su mundo
electrónico y virtual.
Los desequilibrios pudieron ser aprendidos desde la familia de origen, o
también por influencia de otras personas, en la escuela, o incluso en el mismo
ambiente del seminario. Nos interesa ahora que confrontes tus desequilibrios para
que tiendas más libremente a una formación integral. La regla a seguir es sencilla:
cultiva aquello que más trabajo te cuesta, lo que no te gusta, o donde te sientes más
débil. Intenta poner un límite a aquellos terrenos en los que te sientes seguro y
donde experimentas un gusto sensible. Una persona madura es la que cultiva
equilibradamente todas las dimensiones de su personalidad.
Buscando un mayor equilibrio. Vamos a dedicar un tiempo al análisis de
nosotros
Itinerarios formativos 170 Seminario menor

mismos, siguiendo una serie de pasos:


■ El primer paso consiste en identificar los desequilibrios que pueden existir en la propia
personalidad y que se van cultivando en la formación. ¿A cuál de los modelos te pareces?
¿En qué momentos? Intenta describir de un modo muy personal tus propios desequilibrios.
■ El segundo paso consiste en localizar los puntos que te ayudarían a conseguir un
mayor equilibrio: ¿Cuáles son las áreas o actividades en las que tendrías que poner un
mayor interés o un mayor esfuerzo, para que te hagan crecer integralmente?
■ El tercer paso consiste en proponer medios: ¿Qué medios te podrían ayudar a caminar
efectivamente en esa línea?
■ Con estos datos puedes enriquecer o matizar tu proyecto personal para este año. Quizá
son cosas que ya habías reflexionado, incluso que ya aparecen en tu proyecto, pero no tan
explícitamente.
Compartiendo con los demás. Al principio del encuentro los seminaristas compar-
tieron con sus compañeros el proyecto personal que elaboraron al final del primer
semestre. Ahora se trata de provocar otro momento para compartir las correcciones o
añadiduras que hicieron a su proyecto, que tiene como objeto que aprendan a matizarlo y
cuestionarlo, para que sea un documento vivo, un referente existencial. Los formadores
pueden motivar este momento señalando que lo importante no es tener un proyecto muy
"limpio", sino muy aplicable, como ocurre con el plano que tienen los albañiles cuando
están construyendo una casa, que está lleno de correcciones, porque los trazos que ellos
pintan allí es lo que efectivamente se construye.
Horario. La tonalidad del segundo semestre es la del crecimiento. Se entiende que los
muchachos ya se han adaptado a la vida del seminario y ahora tenderán a aprovechar con
más eficacia los medios que tienen para su formación. En este primer encuentro se
presenta el itinerario del segundo semestre y se cuestiona a los seminaristas sobre los
posibles desequilibrios en su proceso formativo. Interesa especialmente que aprendan a
enriquecer su proyecto personal, de modo que no sea un documento intocable, sino que
estén siempre dispuestos a enriquecerlo y a matizarlo.
■ Explicación de la meta (5 minutos).
■ Recapitulación (30 minutos).
■ Oración con el texto de la vocación de Gedeón (10 minutos).
■ Objetivo del segundo semestre e imagen-fuerza (15 minutos).
■ Explicación de los desequilibrios formativos (20 minutos)
■ Descanso y juegos (30 minutos).
■ Buscando un mayor equilibrio (20 minutos).
■ Compartiendo con los demás (20 minutos).
■ Consignas (10 minutos).
■ Devoción mariana (10 minutos).
Consignas.
■ Conversa más ampliamente, con tus formadores o con tus padres, sobre
algunos de los desequilibrios que has descubierto en tu proceso formativo.
Itinerarios formativos 171 Seminario menor

2° semestre / Segundo encuentro comunitario


El sentido social
Meta. El alumno dialoga sobre la realidad social de la Diócesis e incorpora a
su proyecto vocacional la actitud de solidaridad ante las necesidades del prójimo.
Recapitulación. Se reparten a los seminaristas recortes del periódico local que
reflejen diversas necesidades sociales que existen en la Diócesis. Se les pide que los
lean personalmente y hagan una síntesis añadiendo, si la tienen, su propia
experiencia de esas necesidades, pero sobre todo expresando su reacción, tanto a
nivel racional como emotivo, ante esta realidad. Con todo el grupo se hace un
mapa del conjunto de necesidades sociales que marcan la realidad diocesana,
remarcando cómo todos somos de alguna manera parte de esa realidad.
Venció a Goliat sin espada. Recurrimos a la imagen de David, un muchacho
lleno de fe que, en una circunstancia social muy determinada, confió en Dios y fue
capaz de vencer al mal, dando una nueva oportunidad a su pueblo: ISam 17, 1-51.
El texto es toda una lección sobre la fuerza de la juventud, ya que David no es más
que un muchacho. En él vemos reflejada la actitud de fe de los seminaristas que han
puesto su vida al servicio de los demás. Nosotros también nos enfrentamos,
animados por la fe, a una realidad difícil y a la arrogancia de los poderosos.
La dimensión horizontal de la vocación. Se divide a los seminaristas para que
estudien cada grupo un texto bíblico vocacional del Antiguo Testamento,
incluyendo la amplia descripción que se hace en ellos de la realidad social, aunque
sean largos. Las pautas de análisis son éstas: ¿Cuál es la realidad social en la que se
dio la vocación del personaje en cuestión? ¿Cómo vivió él esta situación? ¿En qué
consistió la llamada que Dios le hizo? Se pueden utilizar los textos de la vocación
de Moisés, Ex 2, 11-3, 17; de Gedeón, Je 6, 1-6.1-24; de Isaías, ls 5,1-7.6, 1-13; de
Jeremías, Jer 1, 4-19; de Ezequiel, Ez 1, 4-3, 15. En todos ellos se describe con
detalle una situación social a la cual responden las personas que son llamadas por
Dios. Según las circunstancias y el número de alumnos se puede hacer el ejercicio
de diversas maneras: comparando dos textos, analizándolos todos, etc. Conviene
hacerlo con tiempo suficiente para que los seminaristas puedan profundizar en los
textos, recreando la situación social en la que surgió la vocación de ese personaje.
En estos textos se pueden distinguir varios elementos:
■ Las necesidades. Se describen con precisión las necesidades por la que pasa
en ese momento el pueblo de Dios: la esclavitud, la opresión, el abuso de la
religión, la falta de atención a los pobres, la guerra, etc. La vocación de los
personajes bíblicos está enclavada en esta situación, de modo que ella es la
clave interpretativa de la misión. Es llamativo que los personajes están
inmersos en esa realidad, participan de ella como uno más, y sin embargo
son enviados a poner un remedio. Esto quiere decir que no vienen desde
"arriba", desde otra situación distinta, sino desde "abajo", de la misma
situación de todos.
Lo mismo ocurre con nosotros. Somos parte de las situaciones que se han
Itinerarios formativos 172 Seminario menor

reportado en el análisis del periódico local. En medio de estas situaciones y


como parte de ellas surge un llamado de Dios, al que hay que responder
transformando una realidad que parece excesivamente dura.
■ El clamor. En varios textos se subraya el clamor del Pueblo, que se vuelve a
Dios esperando una respuesta. Este clamor se sitúa en una profunda
tradición
según la cual Dios escucha el clamor, como en el caso de Ismael (Gn 21, 16-
17),
apenas lloró el niño, Dios desde el cielo escuchó su clamor y respondió con
prontitud. Dios escucha el clamor de los pobres y quien es enviado en su
nombre tiene también esta sensibilidad. Jesús actuará con misericordia ante
las
necesidades de los demás, mostrando con su vida esta capacidad profunda
de
escuchar.
Dios continúa escuchando el clamor de los pobres y quiere un pueblo de
hombres libres, dueños de sí mismos, capaces de caminar en la verdad, en la
libertad y en el amor. En el corazón de Dios hay compasión. De ahí la
necesidad de que quienes se ponen en su nombre al servicio de los demás se
acostumbren a contemplar con cuidado la realidad del pueblo de Dios con
un corazón compasivo y aprendan a actuar con prontitud, poniendo sus
capacidades al servicio.
■ La respuesta de Dios. No responde de un modo milagroso a la situación,
sino
enviando personas que en su nombre, y como un símbolo de su presencia
amorosa, actuarán a favor de los pobres, e intentarán resolver las
necesidades
que se presentan. Así Moisés va a ir a liberar al pueblo de Egipto, Gedeón
va a
salvar a Israel de la mano de Madián; Isaías va a hacer un pueblo de
corazón
puro. Esta mediación que los personajes bíblicos ejercen es sumamente seria
porque compromete todo el mensaje de salvación. Sus actitudes deberán
trans
parentar los sentimientos y actitudes de Dios que los envía. Jesús actuó de
esta
manera, su cercanía a los pobres y a los pecadores es una viva explicación
de
lo que hay en el corazón de Dios.
La respuesta de Dios a las necesidades es dada a través de personas pobres y
frágiles como cada uno de nosotros. Somos enviados por Él como símbolos
humildes de su presencia misericordiosa. Nuestros gestos, palabras y
actitudes son el signo que el pueblo de Dios espera y demuestran su cercanía
y su amor incondicional cuando se realizan con humildad y sencillez de
corazón.
■ La incapacidad del hombre. Los textos subrayan la incapacidad natural del
hombre para responder a la situación o para poner un remedio. Los
personajes
ponen objeciones bien reales, que podrían valer como argumentos para no
actuar en medio de la situación. Aparentemente Dios se equivoca al elegir a
estas personas: Moisés, un tartamudo para hablar al Faraón; Gedeón, un
hom
bre pequeño e insignificante para salvar a Israel; Isaías, un hombre de
labios
impuros para purificar a ese pueblo. Los autores bíblicos quieren mostrar
que
la misión se realiza con la ayuda de Dios.
También nosotros podemos sentirnos pobres, sin capacidad para realizar la
Itinerarios formativos 173 Seminario menor

misión. Esto no es extraño, porque Dios se complace en los pequeños. Al


contrario, es un motivo para permanecer muy humildemente en su servicio,
recordando siempre nuestras propias limitaciones.
■ La consagración que viene de Dios. Dios consagra a cada uno de los
personajes de un modo especial, facultando a cada uno de ellos para que
realicen la misión. Dice a Moisés: yo pondré mis palabras en tu boca (Ex 4,
13); a Gedeón: yo estaré contigo (Je 6, 16); al profeta Isaías: mira que he
purificado tus labios (Is 6, 7). Con esta acción de Dios se garantiza que la
misión podrá ser realizada de la mejor manera posible. Dios consagra y
protege a sus elegidos y les da la fortaleza y los medios para cumplir el
encargo que les hace, porque él es señor de la historia.
Hoy también el Señor protege a los que ha elegido y les otorga
continuamente los dones de su gracia, por eso no hay nada que temer. Las
debilidades o deficiencias son algo con lo que Él cuenta, de tal modo que la
roca firme de la misión es la confianza en Dios. Quien es enviado llega a
decir: tengo puesta mi confianza en ti.
Como se puede observar en los textos, la llamada de Dios implica siempre una
dimensión social, incluso surge de ella. No es jamás un don para uno mismo, ni
para realizar una voluntad de Dios que pudiera parecer caprichosa u oscura,
porque la voluntad de Dios es siempre la salvación de su pueblo, y en este sentido
es bien clara. La vocación es, consecuentemente, un don para el pueblo, y de modo
especial para quienes sufren por cualquier circunstancia. En el semestre pasado se
insistió en la dimensión intelectual y en la espiritual porque eran los elementos
novedosos en la etapa de adaptación, pero ahora queremos insistir en el
compromiso social como una parte necesaria del proceso vocacional y formativo.
Para comprender mejor el sentido social de la vocación se puede recurrir al
concepto de "mediación". Dios no habla a las personas directamente, no muestra
su voluntad salvífica por medio de apariciones milagrosas o de revelaciones en
boca de ángeles, sino a través de las realidades concretas y de nuestra propia
capacidad de interpretarlas. A estas realidades que nos muestran la voluntad de
Dios, les llamamos mediaciones. La principal mediación de la voluntad de Dios es
la historia, es decir, la situación real por la que pasan las personas y los grupos que
les hace clamar a Dios y esperar de Él la salvación.
Los grandes santos y fundadores que han existido fueron muy sensibles a las
necesidades de los demás. Sus iniciativas evangelizadoras surgieron de la
contemplación misericordiosa de las necesidades del pueblo de Dios, no de una
inspiración extraña o excesivamente teñida de tonos sobrenaturales. Por supuesto
que todo esto lo vivieron desde la oración, desde la unión con Dios y en una
comunidad, y Él confirmó, a través de muchos medios, su deseo de
comprometerse. Pero la sensibilidad ante los demás y la actitud de servir en medio
de las necesidades estaba allí.
Así, llega el momento de preguntar: ¿Cuáles son las coordenadas sociales de mi
vocación? ¿A qué necesidades del pueblo de Dios soy especialmente sensible?
¿Cómo
Itinerarios formativos 174 Seminario menor

conecto la posibilidad de un llamado de Dios para el sacerdocio con las necesidades de los
demás? Y más en concreto para el sacerdocio: ¿A quiénes debe servir de un modo especial
el sacerdote? ¿Considero la vocación sacerdotal sólo desde mis inquietudes personales o lo
hago desde las necesidades de los demás?
Las necesidades a las que cada persona responde tienen que ser bien concretas, como
concreta es la llamada de Dios. Por eso no basta responder con generalidades a estas
preguntas. En este momento de la formación aún no está clara tu vocación, que puede ser
por el sacerdocio pero puede ir por otros caminos. Sin embargo, lo que sí está claro es que
te puedes comprometer con los demás, incluso más allá de la decisión final por el
sacerdocio. Por eso es legítimo que te preguntes: ¿Tengo un compromiso social claro? ¿En
qué consiste? ¿Cómo lo puedo desarrollar? Dicen los documentos de la Iglesia (PDV 58)
que a través del conocimiento de la realidad se llega a un discernimiento vocacional más
auténtico. Lógicamente podemos afirmar que el desconocimiento de la realidad cierra la
posibilidad de un auténtico discernimiento de la vocación. Ya se puede apreciar qué íntima
liga une la vocación a la realidad social.
A veces el lenguaje del compromiso suena demasiado duro. Se opone, ordinariamente,
al lenguaje del poder, del interés económico, del prestigio, o del gusto. Pero hay que
advertir que quien se compromete en el servicio, además de hacer un indudable bien a los
demás, hasta consigue cierto prestigio, disfruta de lo que hace y hasta gana dinero. Con
esto se quiere decir que en el servicio está la esencia de una decisión vocacional correcta.
Los otros caminos son sumamente confusos porque, en realidad, son egoístas.
Horario. Queremos despertar en los seminaristas una mayor sensibilidad social, de
modo que relacionen sus actitudes ante los demás como clave interpretativa de su propia
vocación.
■ Explicación de la meta (5 minutos).
■ Recapitulación (25 minutos).
■ Oración con el texto de David y Goliat (10 minutos).
■ La dimensión social de la vocación, estudio de textos (25 minutos).
■ Descanso y juegos (30 minutos).
■ La dimensión social de la vocación,
puesta en común y explicación (40 minutos).
■ Consignas (10 minutos).
■ Devoción mariana (10 minutos).
Consignas.
■ Procura poner más atención a la realidad social que existe en la Diócesis, dialoga
sobre ello con tu familia, con los compañeros y los formadores.
■ Pregúntate: ¿Cuál debe ser mi compromiso en medio de esta realidad social?
Itinerarios formativos 175 Seminario menor

2° semestre / Tercer encuentro comunitario


El sentido espiritual
Meta. El alumno comprende con mayor precisión en qué consiste la
espiritualidad, eje de su proceso formativo.
Recapitulación. En este primer momento del itinerario pretendemos rescatar el
concepto de espiritualidad que tienen los seminaristas. Se les pide que se reúnan en
grupos pequeños y expresen por medio de un collage qué significa para ellos la
vida espiritual. Ya se tocó este tema en el tercer encuentro del primer semestre, pero
ahora queremos profundizar en él. Lo más normal será que los muchachos tiendan
a reducir la vida espiritual a una serie de prácticas de oración o de tipo litúrgico-
sacramental. Todo esto es ciertamente parte de la espiritualidad, pero hay algo más.
Para ello nos acercamos, en una clave orante, a la descripción de Tobit como un
israelita fiel.
Tobit, un israelita fiel. Tob 1, 3-22 hace una presentación de Tobit en primera
persona. Al contar su propia historia como un israelita fiel, Tobit no menciona
actos de culto, sino una serie de comportamientos que se derivan de su unión con
Dios y de la obediencia a la ley del Señor, de este modo surge la imagen de la
verdadera espiritualidad. Durante este momento de oración pedimos a Dios un
espíritu similar al de Tobit, que nos comprometa en el servicio a los demás.
Resuena el contenido del pasado encuentro comunitario sobre la realidad social
hallando su presencia en todas partes.
El sentido espiritual. La espiritualidad no consiste en una serie de prácticas
espirituales, sino en vivir según principios espirituales. Las prácticas religiosas no
son un fin en sí mismas, sino que están ordenadas a un fin mayor, que consiste en
traducir la propia vida espiritual en actitudes prácticas y concretas. Vamos a
aproximarnos a varios textos bíblicos que explican este concepto. [Se van leyendo
los textos despacio y luego se van explicando].
Un primer texto es la explicación que da el profeta Isaías sobre el ayuno en Is
58, 1-9. El texto hace una severa crítica de la práctica del ayuno entre los israelitas,
pero al final describe la verdadera espiritualidad diciendo: El ayuno que yo quiero
es... (6-7). La práctica del ayuno es transformada en actitudes muy prácticas y
concretas que traducen el conocimiento del Señor en una disposición práctica ante
los demás.
Otro texto interesante es el de Ruth, una mujer pagana, que comprendió, por el
comportamiento de su suegra Noemí, quién era el Dios de Israel (Rut 1, 1-17). A
partir de este modo de ver la vida, Rut toma la decisión de acompañar a su suegra
y expresa su decisión con una especie de voto (16-17), porque está haciendo una
decisión para siempre.
Un tercer texto nos muestra a otro personaje bíblico, Job, que se presenta a sí
mismo como un israelita fiel (Job 29, 1-20), sobre todo en la parte en que describe
su solicitud por los pobres, las viudas, los huérfanos y los inválidos (12-16).
El apóstol Santiago, en su carta, presenta también una visión crítica de la
espiritua-
Itinerarios formativos 176 Seminario menor

lidad y concluye que la fe se muestra a través de las obras (St 2, 14-26). Para él la fe
ha de ser la inspiración de las obras, es decir, de un modo de vivir y de actuar que
corresponda a los valores aprendidos a través de la fe, y considera que si no se da
este paso esa fe está muerta.
El recorrido por los textos nos ayuda a definir con mayor precisión en qué
consiste la espiritualidad. En el seminario menor tenemos la oportunidad de
desarrollar una verdadera espiritualidad. Ésta se aprenderá por el contacto con la
Palabra de Dios, sobre todo a través de las clases de educación en la fe; se
fortalecerá a través de los sacramentos y de la oración; pero se expresará en la
realidad de cada día: en nuestras propias familias, en el salón de clase, en el barrio
en el que vivimos, con los mismos compañeros del seminario, aprenderemos a
vivir según los valores espirituales. El texto evangélico de la casa edificada sobre
roca (Mt 7, 21-29) expresa muy bien esta idea y este camino formativo: se trata no
sólo de escuchar, sino de poner en práctica lo que se ha escuchado. Lógicamente lo
hacemos en los ámbitos sencillos en los que cada uno se mueve.
Momento de reflexión. El tema tal como se ha presentado, conducido por los
textos bíblicos, abre la posibilidad de un espacio de reflexión. Puede ser muy útil
que los muchachos tengan a la mano los textos fotocopiados, para que no se
enreden buscando las citas, de modo que puedan concentrase mejor en la reflexión.
También se les puede dar a elegir uno de los textos que se han utilizado, con el fin
de profundizar en él. Para este momento de reflexión pueden ser útiles las
siguientes preguntas: ¿Vivo una auténtica espiritualidad, tal como se ha definido?
¿Qué contradicciones percibo en mi espiritualidad, entre lo que creo y lo que vivo?
¿Cómo puedo crecer más en mi vida espiritual? ¿Qué medios tendría que poner en
práctica? ¿En qué ambientes necesito manifestar con mayor convicción mi fe?
Horario. El tema de este encuentro es delicado porque quiere replantear el con-
cepto de espiritualidad, central en la formación. Por ello conviene desarrollarlo
despacio, dando tiempo suficiente a la reflexión de los seminaristas. Después de la
reflexión final no hay un momento para compartir, ya se hará en el próximo
encuentro.
■ Explicación de la meta (5 minutos).
■ Recapitulación (25 minutos).
■ Oración con el texto de Tobit (10 minutos).
■ El sentido espiritual, estudio de textos y explicación (10 minutos).
■ Descanso y juegos (30 minutos).
■ Momento de reflexión (30 minutos).
■ Consignas (10 minutos).
■ Devoción mariana (10 minutos).
Consignas.
■ Procura aplicar a tu vida diaria el nuevo concepto de espiritualidad que has
aprendido, sobre todo con la consigna del Evangelio de poner en práctica la
Palabra de Dios. Ve reportando durante el mes tus propias actitudes para
com
partir tu experiencia con los hermanos en el siguiente encuentro
comunitario.
Itinerarios formativos 177 Seminario menor

2° semestre / Cuarto encuentro comunitario


Cierre del curso y proyecto personal
Meta. El alumno evalúa su trayectoria del primer curso, elabora su proyecto
personal y se dispone para el tiempo de vacaciones.
Recapitulación. En los dos encuentros comunitarios anteriores se ha presentado
un doble sentido de la vocación y del proceso formativo: el sentido social y el
sentido espiritual. Evidentemente están relacionados entre sí porque nuestra
relación espiritual con Dios nos lleva a asumir actitudes nuevas en relación a los
demás, pero al mismo tiempo el compromiso en la realidad social nos exige
levantar los ojos a Dios, porque sólo desde Él se puede explicar satisfactoriamente
esa realidad. Ambos temas, unidos al del primer encuentro, sobre el equilibrio en la
formación, han ayudado a los seminaristas a crecer en varios aspectos a la vez. Se
pide a los muchachos que intenten reportar qué ha significado para ellos este
semestre. Se puede releer el objetivo del semestre, que iba en la línea del
crecimiento personal y comunitario, para situar su análisis. Cada seminarista
reporta por escrito, de una manera original, lo que significó para él este semestre.
Después se comparte, si es posible con todo el grupo, si no, en grupos pequeños.
Ve con la fuerza que tienes. Se recurre a la imagen-fuerza del semestre que nos
presenta a Gedeón, un muchacho llamado por Dios para servir a su pueblo (Je 6, 1-
6.11-24). Ponemos atención al envío que recibe nuestro personaje en el v. 14:
Yahvé se volvió hacia él y le dijo: Vete, con esa fuerza que tienes y salvarás a
Israel de los madianitas. Soy yo quien te envía. A lo largo del proceso vocacional y
formativo vamos tomando conciencia del envío que el Señor nos hace a cada uno
de nosotros. Queda bien clara la confianza que el Señor nos tiene. Podemos
interpretar el texto diciendo: Vete, con todas las cualidades y posibilidades que
tienes, y pon todas tus energías en servicio de la misión. Yo estoy contigo. En un
momento de silencio se pide a los seminaristas que den gracias a Dios por sus
cualidades, preparación, educación, etc. y que le pidan que les ayude a poner todos
los dones que han recibido al servicio de la misión.
Cierre del primer año. En este momento queremos cerrar la experiencia del
primer año de preparatoria y proyectar el segundo. Para ello conviene recordar que
hemos llamado al primer semestre de "adaptación" y en él hemos intentado atender
los cambios que implica el ingreso al seminario menor. Eran fundamentalmente
tres: a) Comprender el sentido mismo de la formación, b) Afrontar las dificultades
en los estudios y el trabajo en casa, c) Comenzar a caminar en la formación
integral. Con ese primer semestre, el seminarista adquirió una visión de la
formación. Al segundo semestre le hemos llamado de "crecimiento" porque se
pretendía que el seminarista creciera en aspectos concretos. También se
propusieron tres elementos con el fin de facilitar el crecimiento: a) Detectar los
posibles desequilibrios en la formación, b) Descubrir el sentido social de la
vocación y de todo el proceso formativo. c) Afinar el sentido espiritual,
comprendiendo mejor qué significa una auténtica espiritualidad y cómo es
necesario construirla en el proceso formativo. Los elementos ofrecidos durante el
Itinerarios formativos 178 Seminario menor

segundo semestre hacen ver la formación como algo muy razonable y cómo vale
la pena poner un esfuerzo en aprovecharla lo mejor que se pueda.
Por otro lado, queremos proyectar el segundo año en su conjunto. Ahora no
se dividirá por semestres, sino que hemos titulado este segundo año como un
período de "estabilidad". Significa que el seminarista ha conseguido un
crecimiento objetivo y ahora intentaremos mantenerlo a lo largo de todo el año.
Este crecimiento implica a toda la persona: es crecimiento físico, afectivo,
racional y espiritual. Nuestro interés durante el período que comenzaremos
después de las vacaciones es el de sistematizar el proceso. Por ello la reflexión
del próximo curso se centrará explícitamente en las seis dimensiones formativas.
Se quiere ayudar al seminarista a situarse en un proceso continuo de
evaluación y de programación, porque se parte de la convicción de que
implicando a la persona con su inteligencia y voluntad, la formación es mucho
más eficaz. Antes de proponer la evaluación y elaboración del proyecto se
recuerda a los seminaristas su propia experiencia del segundo semestre, durante
el cual ya caminaron bajo la guía de un proyecto. Ahora repetiremos la
experiencia, pero ampliando el plazo del proyecto a un año.
Evaluación del primer curso. Se pide a los seminaristas que hagan una
revisión de su proceso formativo durante el primer año de preparatoria. Se trata
de una revisión detallada, de modo que se puedan detectar con precisión los
signos de crecimiento o de estancamiento en los diversos aspectos de su
personalidad. Se pretende que aprendan a poner atención al propio proceso,
sobre todo a los elementos que se les han presentado como camino de
formación. Se continúa utilizando el esquema de los tres niveles del yo. Puede
ser útil para ello la siguiente tabla. Es prácticamente el mismo esquema que se
propuso en el semestre anterior añadiendo algunas cuestiones que se vieron en el
segundo semestre, pero ahora lo utilizamos para revisar. En la tercera columna
deben indicar si se perciben creciendo o estancados en ese aspecto particular y
en la última columna, algunos indicadores de su respuesta. Los indicadores son
comportamientos que demuestran o confirman que hubo un verdadero
crecimiento o un verdadero estancamiento.

Niveles Aspecto ¿Crecimiento o Indicadores


del yo estancamiento?
Alimentación
físico
El yo
Descanso

Acondicionamiento físico

Habilidades físicas

Deporte

Itinerarios formativos 179 Seminario menor


El yo afectivo

Valoración de los
sentimientos
Reconocimiento de los
sentimientos
Confrontación de los
sentimientos
Expresión de los
sentimientos
Formación del
temperamento
El yo racional-espiritual

El silencio

La oración
personal
La oración
comunitaria
La vida
sacramental
Lectura creyente de los
acontecimientos
El compromiso

La confianza y el
abandono
El discernimiento

La organización del
tiempo
El hábito de la
lectura
La ortografía y la
redacción

La lectura de
comprensión
Las habilidades del
pensamiento
Las fuentes de
información
La capacidad de
análisis
El hábito de
reflexionar
Itinerarios formativos 180 Seminario menor

La capacidad de
síntesis
La mnemotecnia

Las aficiones
intelectuales
Otros

Superar los
desequilibrios
La sensibilidad
social
La verdadera
espiritualidad

El proyecto personal. Reportado este análisis un poco minucioso, pasamos


al momento de la elaboración del proyecto personal. Dos factores le dan
novedad frente al proyecto anterior: a) El plazo a un año, que está en relación
con le etapa de estabilidad que van a iniciar, b) La libertad para definir los
contenidos, que ya no van a ser los puntos presentados, sino los que ellos
consideren importantes en su caso. Existe un factor de continuidad: el esquema
de los tres niveles del yo. Puede ser de utilidad el siguiente esquema:
Niveles Objetivo Medios
del yo
Yo físico

Yo
afectivo y
social

Yo
racional
espiritual

Itinerarios formativos 181 Seminario menor

En la segunda columna de la tabla simplemente escriben el objetivo que se


proponen conseguir en cada nivel del yo integral. El objetivo puede ser complejo,
englobando dos o tres aspectos de los que analizaron o muy simple, señalando sólo
hacia un crecimiento global. Conviene advertir a los seminaristas que redacten los
objetivos en tiempo presente, como si ya estuvieran conseguidos, porque así se
visualiza mejor el resultado que se espera alcanzar. Los medios serán mucho más
concretos. Siempre conviene advertir a los muchachos que, antes de salir de
vacaciones, hayan consultado con los formadores su proyecto y lo hayan pasado en
limpio.
Previsión de las vacaciones. Se trata de las primeras vacaciones como
seminaristas. Es verdad que son seminaristas, pero también son muchachos
normales. Por eso no hay que llenar de obligaciones este tiempo, ni pedirles que
hagan un plan de vacaciones demasiado estricto. Sin embargo, es conveniente
prever algunos puntos que pueden llegar a ser conflictivos para ellos. Se trata de
dialogar sobre estos puntos para que tengan un criterio a la hora de actuar.
El primer dato que hay que resaltar es que el seminario no es un edificio, sino
las personas que lo forman, de modo que cada muchacho se lleva al seminario de
vacaciones. Todos los demás saben que es seminarista y esperan de él los
comportamientos correspondientes. Al mismo tiempo comprenden que es un
muchacho normal y por ello entienden perfectamente que funcione como tal. Este
dato muestra que el proceso formativo continúa en vacaciones. El proyecto
personal que han elaborado sigue teniendo validez en este nuevo contexto, porque
también la casa de sus padres y las vacaciones son ámbitos de maduración del yo
integral.
La familia. Es el ámbito más importante para compartir en vacaciones. La
separación de la familia durante este año les exige que den un paso de madurez en
ella, aceptando más profundamente a las personas y las circunstancias y
colaborando en todo lo posible para hacer una familia mejor. Las cosas que han
aprendido en el seminario, como limpiar la casa, hacer deporte, trabajar y estudiar,
deben mostrarse en la casa en una disposición excelente a colaborar en todo,
incluso en lo que no hacían antes de entrar al seminario. Es conveniente que se den
tiempo para estar con todos los miembros de la familia, manifestando el afecto a
todos. Si existen situaciones especialmente delicadas en la familia es conveniente
que se consulten con los formadores antes de salir, para que sepan afrontarlas
mejor.
La parroquia o la capilla. La parroquia y el párroco son un referente importante
para los seminaristas. Es lógico que se hagan presentes en ella. Si son varios del
mismo pueblo o colonia, lógicamente se encontrarán en la parroquia. Pero es
importante que su presencia en la parroquia no vaya en detrimento de su presencia
en la familia. En caso de incompatibilidad habría que optar preferentemente por la
familia. Hay párrocos que convocan a los seminaristas en vacaciones y hasta
organizan actividades con ellos y sus familias, pero hay otros que no lo hacen. En
tal caso, participar con alegría y disponibilidad. Si la parroquia está en otro pueblo,
será más difícil participar, incluso bastará con saludar al párroco y despedirse antes
de volver al seminario. En esto rige el sentido común. Evitar llenarse de
compromisos como acolitar en muchas misas.
Itinerarios formativos 182 Seminario menor

El barrio o el pueblo. La presencia de un seminarista en el barrio o en el pueblo debe


ser destacada. Desde el acto simple de saludar a las personas con cortesía, hasta la
participación en los eventos que haya en la localidad. Es un ámbito precioso para
profundizar en la sensibilidad social en la que tanto se ha insistido en el proceso y también
para manifestarla, porque allí también existe una realidad social y en ella deben funcionar
los principios espirituales que se han aprendido durante el año.
La vida espiritual e intelectual. Es conveniente cuidar la vida espiritual en lo posible,
pero sin rigidez. Si hay celebración eucarística, es fácil asistir todos los días. Garantizar un
momento de meditación personal, según se ha practicado en el seminario, pero al mismo
tiempo participar con entusiasmo en las prácticas religiosas de la familia o del pueblo.
También es conveniente dar alguna continuidad a los estudios, sobre todo al hábito de
lectura y atender algún punto en el que haya tenido dificultades.
Los amigos y amigas. Las vacaciones implican el reencuentro normal con los amigos
y amigas. Lógicamente harán muchas preguntas sobre el seminario, tal como se
preguntarán unos a otros sobre sus escuelas. Es importante responder con sencillez y con
verdad, si es posible, compartiendo algo más de lo que esperan, sobre todo con los amigos
más cercanos, por ejemplo algunos elementos formativos de los que se han propuesto en el
proceso. Casi todo lo que se propone a los seminaristas es válido para los jóvenes de su
edad. En este momento del proceso, los seminaristas ya distinguen entre la verdadera y la
falsa amistad, así que saben bien que no deben dejarse llevar por los amigos hacia cosas
que no son buenas en sí mismas. Quizá sea el momento de aprender a decir "no" a lo que
no les conviene.
Las muchachas. En este punto conviene tener un cuidado especial. Advertir con
claridad a los seminaristas que las muchachas merecen respeto, incluso cuando no se
respetaran a sí mismas. Es incorrecto que un seminarista busque "experiencias" de carácter
afectivo o sexual con muchachas, porque significaría no respetarlas como personas.
Conviene evitar situaciones en las que esto pueda surgir, por ejemplo, citas en privado. Si
surgiera un cierto enamoramiento, algo que siempre puede pasar, saber que es normal, no
guardarlo en secreto, sino buscar a alguien que le pueda ayudar.
Los compañeros del seminario. Es bueno mantener el contacto con los otros semi-
naristas, sobre todo si son del mismo lugar o de un lugar cercano. Incluso puede ser muy
positivo un encuentro entre las familias. Pero siempre que esto no vaya en detrimento de
la presencia en la familia. Tener cuidado de no estar conectados todo el tiempo por el
Face-book o por otros medios electrónicos con los demás seminaristas.
Horario. Queda un poco apretado:
■ Explicación de la meta (5 minutos).
■ Recapitulación (25 minutos).
■ Oración con el texto de Gedeón (10 minutos).
■ Cierre y evaluación del primer año (30 minutos).
■ Descanso y juegos (30 minutos).
■ Elaboración del proyecto personal (40 minutos).
■ Devoción mariana (10 minutos).
Itinerarios formativos 183 Seminario menor

Tercero y cuarto semestres


Momento de estabilidad
El segundo año de preparatoria corresponde al centro de la etapa. Se plantea
como un tiempo largo, marcado por cierta estabilidad de los seminaristas en todas
las dimensiones de la formación. La prioridad del primer semestre fue la
adaptación; en el segundo semestre fue proponer un crecimiento; ahora se trata de
dar estabilidad a ese crecimiento. Se ha optado por hacerlo a través de la
presentación de las dimensiones formativas. Hasta ahora los muchachos han
utilizado el esquema de los tres niveles del yo integral para elaborar el proyecto
personal, pero ahora se pretende que enriquezcan la visión de sí mismos con un
conjunto más amplio y armónico, el de las seis dimensiones de la formación. Se
introduce y se concluye con el primer y último encuentros y los demás se dedican
cada uno a una dimensión:
1er. Encuentro: Presentación del itinerario de segundo de preparatoria. Sobre
todo se insiste en que comprendan el sentido de estabilidad que se le quiere dar y
cómo esta función constituye un buen aporte a la marcha de la comunidad de todo
el seminario menor. El texto guía es el del nacimiento de Sansón quien, como Juan
el Bautista, fue consagrado a Dios desde su infancia. Se enfatiza así la valoración
del tiempo del seminario menor como una gracia recibida de Dios.
2° Encuentro: La dimensión espiritual. Hay que tener bien en cuenta que la
presentación de la dimensión espiritual se complementa y se equilibra con el tercer
encuentro del segundo semestre, en el cual se planteó la naturaleza de la vida
espiritual. Se interpreta la gracia como una relación de amistad con Cristo y por
ello el texto que guía la reflexión es el de la amistad de Jesús con Lázaro.
3er. Encuentro: La dimensión humana personal. El contenido de este encuentro
se complementa con el tercer encuentro del primer semestre, en el que ya se
abordó el tema de la madurez personal. Se repite el mismo esquema pero ahora se
añade el tema de la sexualidad. El texto guía de Gal 5, 13-26 expresa el valor de la
libertad de la persona que se determina a crecer.
4° Encuentro: La dimensión humana-comunitaria. El contenido de este
encuentro se complementa con lo visto hace seis meses en el segundo encuentro
del segundo semestre, en el que se presentaba el sentido social. Ahora se insiste
más en el nuevo modelo de relaciones humanas que hay que establecer en la fe,
guiados por el modelo de la carta a Filemón.
5° Encuentro: La dimensión apostólica. Más que en la actividad apostólica se
pone el acento en el apostolado como una dimensión y expresión de la identidad
cristiana, cuestionando a los seminaristas sobre su actitud evangelizadora en los
ámbitos en los cuales se desarrolla su vida. El texto que guía la reflexión es la
curación de un leproso en el primer capítulo de san Marcos, la fe del leproso se
hace expansiva hacia los demás después de su curación.
6° Encuentro: La dimensión académica-laboral. Al presentar esta dimensión
hay que tomar en cuenta el contenido del segundo encuentro comunitario del
primer
Itinerarios formativos 184 Seminario menor

semestre, que se dedicó a afrontar las dificultades de los seminaristas y a


proponerles un método de estudio. Ahora se presenta el estudio en una clave más
positiva, la de la visión cristiana del tiempo, avalada por Jesús que trabaja en todo
tiempo (Jn 5, 18) para presentar después en paralelo las exigencias de la formación
académica y las exigencias de la formación laboral.
7o Encuentro: La dimensión del proyecto. Se presenta la dimensión en un
sentido amplio y como una necesidad de la verdadera formación y se recoge la
experiencia que han tenido los seminaristas en la elaboración sucesiva de su
proyecto personal. El texto guía de la Carta a los Hebreos 5, 11-14 muestra cómo
todo cristiano formado en su fe tiene la capacidad de discernir.
8° Encuentro: Se dedica al cierre del año, incluyendo, como ya es costumbre, la
elaboración del proyecto personal para el siguiente semestre. Se propone el texto
de la confianza en la Providencia, en Mt 6, 19-34.
Es un año muy estable en sus contenidos que abre las perspectivas de las seis
dimensiones, dándole mayor sistematicidad a la formación.
Itinerarios formativos 185 Seminario menor

3o y 4° semestres / Primer encuentro comunitario


Presentación del tercero y cuarto semestres
Meta. El alumno retoma los retos pendientes del primer año de preparatoria,
comprende los objetivos del segundo año y se dispone a trabajar en ellos.
Recapitulación. Los seminaristas han pasado el primer tiempo largo de
vacaciones. Allí han tenido la ocasión de reencontrarse con sus familiares y amigos.
Aunque ya han conversado sobre las vacaciones, es un buen momento para
analizar lo ocurrido en tres planos: a) La familia, b) Los amigos y amigas, c) La
parroquia. Se les pide que reporten su experiencia de vacaciones en estos tres
ámbitos y si observaron algún cambio por el hecho de ser seminaristas, que
incuyan cómo se sintieron y cómo reaccionaron. Comparten por grupos. Al final,
los formadores comparten con todo el grupo su propia experiencia de la época en
que estaban en esta etapa de formación.
Nacimiento de Sansón. Se trata de un texto un poco largo: Je 13, 1-25, pero
puede ser interesante porque establece que la vida de Sansón está marcada por una
consagración a Dios. Se puede comenzar explicando a los seminaristas qué era el
nazareato, relacionándolo con Juan Bautista y mostrando con claridad que no tiene
nada que ver con el seminario menor, sin embargo, podemos reconocer en el
régimen de vida de Sansón (12-14) la vocación que se prepara remotamente. Se
puede hacer una reflexión sobre todo el sentido de preservación en tomo a un
llamado de Dios, es decir, cómo Dios prepara y preserva a los que va a enviar. Un
modelo precioso de esta preparación es el de la Virgen María, que fue preservada
por Dios.
Objetivo del segundo año. El segundo año está marcado por la estabilidad. Los
seminaristas conocen bien el funcionamiento de la casa y tienden a ser productivos
en su trabajo diario. El objetivo de este primer semestre es: El alumno de segundo
año de preparatoria aprovecha establemente los medios con los que cuenta para
su formación y reflexiona sobre cada una de las dimensiones formativas.
La imagen-fuerza. Nacimiento de Juan el Bautista Le 1, 57-80. Es un texto
similar al del nacimiento de Sansón. El nacimiento de Juan devuelve a Zacarías su
padre, el habla, quien proclama un himno de alabanza a Dios. Lo que dice sobre el
niño equivale a una consagración: Ya ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor para preparar sus caminos, para enseñar a su
pueblo la salvación y el perdón de los pecados (76-77). Sobre todo queremos poner
atención al v. 80: El niño crecía y su espíritu se fortalecía. Permaneció en el
desierto hasta el día en que se presentó a los israelitas. En esta imagen de Juan que
permanece en el desierto podemos reconocer un tiempo de preparación, similar al
seminario menor.
El itinerario de segundo de preparatoria. ¡Estás ya en segundo de preparatoria!
La característica de este momento es que ya conoces muy bien el funcionamiento
del seminario, ha crecido la confianza en ti mismo, tienes bien claro en qué
consiste el proceso formativo y se abre ante ti la oportunidad de un tiempo muy
estable de aprovechamiento. Desde esta situación has elaborado un proyecto para
todo el curso y has trazado tus propios objetivos a un mayor plazo de revisión. El
objetivo de este
Itinerarios formativos 186 Seminario menor

año no está en la línea de ofrecer algo nuevo, pues lo que se ha visto hasta ahora
permanece siendo válido e incluso existen muchos elementos que han quedado
pendientes y deben ser retomados. Más bien se coloca en una perspectiva
interpretativa, es decir, se te va a ir proponiendo que releas todo tu proceso desde
la clave de las seis dimensiones formativas. Es una perspectiva importante porque
es la que va a funcionar en adelante, para todo el proceso formativo. De alguna
manera ya las conoces y las has trabajado, pero ahora queremos ponerles nombre y
comprenderlas con mayor profundidad. Se va a dedicar un encuentro comunitario
a cada una de ellas y el octavo y último a hacer una síntesis y a elaborar tu nuevo
proyecto personal. Como ves, se trata de un programa sencillo y muy claro, que no
te va a plantear diferentes retos, sino algo quizá más difícil: la perseverancia.
Las seis dimensiones formativas se cultivan en el seminario a través de la
actividad de cada día. Por medio de estas dimensiones se quiere garantizar que
vayas consiguiendo una formación integral. Poco a poco vas cayendo en la cuenta
de que todo es importante, porque cultiva las diversas dimensiones de tu
personalidad. Esta es una primera idea que interesa subrayar: las dimensiones
formativas no son algo externo a ti, ni deben ser sentidas como una imposición,
porque se definen desde tu misma naturaleza, son las dimensiones de tu propio ser
como joven y como creyente. Su importancia en esta etapa de formación no
depende de que seas seminarista, sino de que son válidas para cualquier joven
creyente como tú. En cada una de ellas buscas la voluntad de Dios, porque Él
quiere tu mejor desarrollo. Para integrar conscientemente las seis dimensiones es
necesario comprender su naturaleza y los aspectos de tu personalidad que se ponen
en juego en cada una de ellas.
La dimensión espiritual. Es el eje de todo el proceso formativo y la clave de la
identidad de una persona cristiana. Lo que define tu identidad como joven creyente
y como seminarista son los valores que comprendes por el anuncio del Evangelio y
los ejemplos de Jesús, que aceptas como un camino de vida y pones en práctica con
alegría. Las parábolas gemelas del tesoro escondido y de la perla preciosa (Mt 13,
44-45) ilustran muy bien esta primacía de los valores espirituales en el seguimiento
de Cristo: el hombre que encuentra el tesoro lleno de alegría vende cuanto tiene y
compra aquel campo. Hay una inmensa alegría en aceptar los valores espirituales y
vivir de acuerdo a ellos. Si recuerdas es así como definimos el pasado semestre la
espiritualidad. Esta es la razón por la cual la capilla se colocó en el centro del
seminario y es como el lugar que rige la vida de los seminaristas. La prioridad
material es el signo de la prioridad interior, tanto para los seminaristas como para
los formadores. Los valores espirituales o evangélicos serán toda la vida objeto de
conocimiento. Nunca los posees del todo, sino que vas caminando dinámicamente
hacia ellos.
La dimensión humana es la base necesaria de todo el proceso. Si quieres dar
altura a la casa que construyes, tienes que cavar y poner unos cimientos
proporcionados. Los valores evangélicos son muy altos, muestran el modelo de
Cristo que es el del hombre perfecto, por eso requieren un gran esfuerzo por
construir la base humana que los sostiene. No se debe establecer ninguna
oposición entre lo espiritual y lo humano, al contrario, la primera exigencia para el
ser cristiano es ser hombre o mujer en plenitud.
Itinerarios formativos 187 Seminario menor

Para mayor practicidad es útil dividir esta dimensión en dos, por una parte lo
personal y por otra lo comunitario-social.
La dimensión humana-personal. Es la que se refiere a la maduración de tu
personalidad. En concreto, se pueden distinguir tres elementos que entran en juego
y a los que ya se ha referido el proceso formativo: a) La maduración física, es todo
lo relacionado con la aceptación del cuerpo, la alimentación, el deporte, las
habilidades físicas, etc. b) La maduración afectiva, es lo que se relaciona con los
sentimientos, su conocimiento, aceptación y expresión, c) La maduración sexual,
es el proceso de reconocimiento e integración de tu sexualidad en toda tu
personalidad. Como puedes ver, la formación toca todo lo que tú eres, y conviene
que en todo ello te dejes acompañar.
La dimensión humana-comunitaria y social. Incluye tus relaciones con los
demás. Comenzando por tu propia familia y tus amigos, pasando por la comunidad
del seminario, pero extendiéndose hasta todos los demás en la sociedad. En todos
estos aspectos se debe dar una maduración de tu persona, de modo que llegues a
establecer relaciones positivas y constructivas, coherentes con los valores
evangélicos que has aceptado como buenos para ti. La dimensión comunitaria y
social tiene una profunda resonancia en la personal, porque la personalidad se
construye también a través de las relaciones con los demás.
La dimensión académico-laboral. Se refiere al desarrollo de tu inteligencia, de
tu capacidad de hacer cosas y de tomar decisiones. Es la dimensión que ocupa la
mayor parte de tu tiempo. No se trata sólo de acumular conocimientos, sino de
encontrarles un sentido y aplicarlos en la medida de lo posible. Los conocimientos
se complementan con las habilidades prácticas y con el trabajo. También nos
podemos referir al trabajo intelectual. Aquí es fundamental ir más allá de los
medios y estudiar para la vida, es decir, ir más allá de los exámenes, los maestros,
incluso de las materias y obtener siempre algo importante que te servirá siempre.
La dimensión apostólica. No suele subrayarse mucho en el seminario menor,
sobre todo el en primer año. Se refiere a la capacidad de compartir la propia
experiencia de fe. La evangelización define a la misma Iglesia y por ello tiene una
gran importancia. En este momento lo más importante del apostolado no es lo que
tú compartes con los demás, sino lo que recibes de ellos. Es una experiencia
formativa, cuestionadora y te lleva a un mejor discernimiento. Lo más importante
es que vas al apostolado a aprender el arte de transmitir el evangelio de la
comunidad cristiana y de las personas que la forman.
La dimensión del proyecto. Es la que se refiere al desarrollo de tu libertad para
dedicarte realmente a la formación, incluye también el aprendizaje de la
metodología del proyecto personal. Si pones atención podrás observar que la
última de las sesiones del itinerario de cada semestre -en segundo de preparatoria
es al final del año- se han dedicado a la elaboración de un proyecto personal,
precisamente para darte las herramientas para crecer en esta dimensión. Poco a
poco debe ir creciendo en ti la determinación por formarte de la mejor manera
posible para poder servir mejor a los demás.
Itinerarios formativos 188 Seminario menor

Retomando los retos pendientes. El segundo año de preparatoria, con la carac-


terística de una mayor estabilidad, te servirá para comprender mejor los contenidos
de la formación. Se dará de manera gradual el paso del esquema de los tres niveles
del yo al esquema de las seis dimensiones formativas; es como desglosar o ampliar
el foco de atención. Pro por ahora conviene que retomes los retos pendientes del
año anterior, aún con el esquema que se ha utilizado hasta ahora. Te puede servir el
cuadro de análisis que se propuso en el último encuentro comunitario del año
anterior.
¿Cuáles de los puntos que se presentaron entonces calificaste como puntos de
estancamiento? Los indicadores que colocaste allí te dan una explicación al
respecto. Pero es útil compartir esos puntos con los demás. Ahora lo harás con los
compañeros en un pequeño grupo, como para pedirles su ayuda a la hora de
afrontar estas dificultades. Vamos a contar con un tiempo suficiente para hacerlo
con calma. No te sientas obligado a compartir todo. Si consideras que hay un punto
que es delicado o se te hace muy difícil abrirlo en el grupo, resérvalo para hablarlo
con más profundidad con los formadores.
Horario. Retomar los retos pendientes y vislumbrar las perspectivas del nuevo
curso es lo que se pretende. Para ello se ha confeccionado el siguiente horario:
■ Explicación de la meta (5 minutos).
■ Recapitulación (25 minutos).
■ Oración con el texto del nacimiento de Sansón (15 minutos).
■ Objetivo del segundo año e imagen-fuerza (15 minutos).
■ El itinerario de segundo de preparatoria (20 minutos).
■ Descanso y juegos (30 minutos).
■ Retomando los retos pendientes (30 minutos).
■ Consignas (10 minutos).
■ Devoción mariana (10 minutos).
Consignas.
■ Lleva a la entrevista con los formadores tu lista de retos pendientes y tu pro-
yecto personal para comenzar a trabajar desde el principio. También puedes
dialogar con tus padres al respecto, si lo consideras conveniente.
■ Procura cultivar de un modo muy claro la dimensión espiritual, porque es la
que define tu propio camino vocacional.
Itinerarios formativos 189 Seminario menor

3o y 4o semestres / Segundo encuentro comunitario


La dimensión espiritual
Meta. El alumno identifica el sentido de la vida espiritual, se introduce en el
concepto de amistad y conoce los medios para progresar en ella.
Recapitulación. El pasado encuentro comunitario se hizo una presentación de
conjunto de las dimensiones formativas. Ha sido la primera vez que se presenta
este panorama a los seminaristas. Por eso nos interesa que compartan lo que han
reflexionado al respecto. Para hacer una puesta en común original se les pide que
diseñen un plan de formación para muchachos y muchachas de preparatoria que
incluya las dimensiones formativas. Con el ejercicio se intenta que comprendan
que la propuesta que se les hace en el seminario es válida para cualquier joven,
porque las dimensiones formativas son parte de la personalidad de todos, sobre
todo si se trata de jóvenes cristianos.
Amistad de Lázaro y Jesús. Se trata de hacer una aproximación contemplativa a
Jn 11, 1-44, donde se describe la entrañable amistad entre Jesús y Lázaro. Al hacer
este momento de oración, se pueden subrayar las expresiones de intimidad que
Jesús tiene en relación al Padre y en relación a su amigo Lázaro. Una relación no
es obstáculo para la otra, antes al contrario, la relación íntima con el Padre le lleva
a relaciones de profunda fraternidad con los demás.
La amistad con el Señor. La vinculación que se establece entre Dios y el
hombre a través de la oración se puede designar con el nombre de "amistad". Se
trata de una vinculación íntima, en la que se dan los componentes típicos de las
relaciones de amistad. Se ha definido a la oración como "trato de amistad" en este
sentido. La amistad es una relación libremente asumida. No consiste, por tanto, en
cumplir con una obligación, sino que estamos hablando de una relación profunda.
La relación profunda con Dios se expresa en la misma etimología de la palabra
oración: os-oris significa "boca" y el término expresa la acción de besar, es decir,
una expresión amorosa.
En la Biblia esta relación se compara con diversas formas del amor humano.
Dios se revela como esposo, como padre, como madre, como pedagogo, como guía
en el camino. Con ello se quiere expresar que la relación con Dios rebasa con
mucho cualquiera de estas expresiones de amor, porque es siempre un misterio.
Jesús vivió la relación con Dios desde el punto de vista de la filiación. Queda bien
claro que se excluye una relación superficial, de mero cumplimiento, o mágica,
que esté siempre pendiente de sacarle bendiciones a Dios, para construir una
relación, más gratuita, de unión profunda, de amor incondicional.
Los santos que incursionaron ampliamente en el camino de la oración suelen
distinguir dos tipos de oración o dos momentos dentro de la oración. El primero
consiste en la consideración, ya sea intelectual o contemplativa, de un texto
bíblico. En este momento el hombre, iluminado por el Espíritu discurre por una
serie de contenidos, habitualmente derivados de la Palabra de Dios, pero también
son contenidos relacionados con la vida diaria o con el propio pensamiento, es
propiamente la oración
Itinerarios formativos 190 Seminario menor

mental. El segundo momento consiste en una comunicación directa con Dios, en la


cual el hombre se dirige personalmente a Él. Este momento es más propiamente
oración, porque expresa la intimidad de quien dialoga sobre lo profundo que lleva
en el corazón. Esta dimensión profunda, este abrir el corazón, este segundo
momento de la oración, nunca debe faltar, es como la cúspide en un proceso de
relación con Dios.
Jesús nos enseñó a cultivar esta oración profunda y personal con el Padre (Le
11, 9-13), según el modelo de su propia oración filial. Este modo de orar es típico
de la vida discipular, al grado de que no es posible el seguimiento de Cristo sin una
práctica orante de esta naturaleza. La práctica de la oración exige silencio,
concentración, esfuerzo constante por mantener esta relación. La oración no es
solo apertura a la trascendencia de Dios, sino participación en la dinámica propia
de su corazón, por eso desemboca siempre en una escucha y una misión, en un
mandato que obedecer y en un camino que recorrer.
Pero la relación con Dios es desigual. No parte de la voluntad del hombre que
anhela unirse a Dios, sino de la libérrima voluntad de Dios, que ha decidido unirse
al hombre de un modo gratuito. Consecuentemente hay que entender la vida de
unión con Dios como un don, al que llamamos "gracia". La gracia no es otra cosa
que la relación de amistad con Dios. Podemos llamar "gracia" a todos los dones
gratuitos recibidos de Dios por pura amistad, por puro amor. Este tipo de amor se
llama de predilección, porque ha procedido de Dios antes de que nosotros hagamos
nada por relacionarnos con él.
Los dones de la gracia son múltiples, de modo que se le aplican diversos
calificativos. Podemos hablar de la gracia "suficiente u ordinaria", es la que Dios
nos da continuamente sin que nosotros lo sepamos, por ejemplo, en el hecho
mismo de que podamos orar. Por contraposición, la gracia se llama
"extraordinaria" cuando supone un don más allá de lo normal o de lo cotidiano.
También se puede llamar gracia "sacramental", es decir, la que procede a través de
los sacramentos, como el Bautismo, la Eucaristía o la Reconciliación. Se habla de
la gracia "habitual" cuando una persona vive continua y habitualmente en la
amistad con Dios. También se habla de las gracias "de estado", es decir, la gracia
que Dios da a quien tiene un cargo o un oficio, como el Papa o el padre de familia,
para que pueda realizarlo mejor. El punto en el que queremos insistir es que Dios
nos otorga abundantemente sus dones y el creyente está siempre dispuesto a recibir
la gracia. Esta disposición es parte fundamental de la vida espiritual.
Aunque la gracia sea una amistad recibida por predilección de Dios, se hace
humana, y por ello práctica y concreta, por medio de nuestra correspondencia a la
gracia, es decir, por la actitud responsable de quien no echa los dones de Dios en
saco roto. Muy en concreto se hace sensible por medio de la oración y de la
dirección espiritual. Son actos que hacemos las personas que responden al don
gratuito de Dios. En el tercer encuentro comunitario del segundo semestre se tocó
el tema del sentido espiritual, allí se subrayaba el compromiso comunitario y social
que deriva de la experiencia espiritual, este es otro modo de corresponder a la
gracia de Dios. María respondió a
Itinerarios formativos 191 Seminario menor

los dones de Dios de un modo admirable, al grado de que se le llama "la llena de
gracia". Ella se convierte en modelo de vida espiritual para los creyentes y
establece un vínculo profundo que merece nuestra continua consideración.
Quien vive en la amistad con Dios y tiene confianza en Él, como reflejo de esta
unión y como signo de su esperanza, tiene una capacidad extraordinaria de leer los
acontecimientos de la historia desde un punto de vista positivo. Por su unión con
Dios sabe que El es señor de la historia y la conduce para su bien. Por ello sabe
reconocer, con una mirada de fe, los rasgos de esta plenitud que Dios construye y
ya están presentes en todo acontecimiento y sintoniza con ellos. Si se quiere
comprender más sencillamente, se sabe amado en medio de los acontecimientos,
aunque éstos puedan parecer muy difíciles o duros. Tiene una esperanza que va
más allá de todas las contradicciones y le llena de alegría.
Se han ido enumerando los medios para el cultivo de la vida espiritual: el
silencio, la oración mental o meditación, la oración confiada y profunda, la vida
sacramental, la dirección espiritual, la devoción mariana, la lectura creyente de los
acontecimientos. El cultivo de estos medios espirituales, que se puede hacer tanto
de manera personal como comunitaria, es lo que conocemos como dimensión
espiritual y es la expresión nítida de nuestra amistad con Dios. Es evidente que
existe todo un camino de crecimiento espiritual y que ahora, en el seminario
menor, apenas vas dando los primeros pasos. Pero ya desde el principio han de
estar presentes todos estos elementos.
Este encuentro comunitario es una invitación a cultivar de un modo decidido y
prioritario la amistad con el Señor. Jamás te arrepentirás de ello. Tiene un valor
especial vivir la adolescencia y la juventud en la amistad con el Señor, es un gran
privilegio que conviene valorar mucho.
La amistad en el Señor. La relación de amistad con Dios se refleja en las
relaciones humanas que establecemos, que también se realizan "en el Señor",
tradición que se conecta con Jesús mismo que llamó "amigos" a sus discípulos (Jn
15, 14-15). En la vida de la Iglesia existe toda una tradición en torno a las
relaciones humanas a las que se llama amistades en el Señor. Son famosas las
relaciones de amistad entre algunos santos, por ejemplo Francisco y Clara, cuya
vinculación se da en medio de toda una experiencia mística y carismática. De
modo que nuestras relaciones fraternas se interpretan y se comprenden desde la
vinculación amistosa que cada uno vive con Dios. Desde esta óptica, podemos
distinguir entre amistades falsas y verdaderas. En castellano hay una diferencia
entre los amigos y los amigotes. Estos últimos son falsos amigos, amigos del
momento. Vamos a poner atención a la diferencia.
El falso amigo. Es una persona con la que estableces una relación profunda,
probablemente la relación sea de carácter incondicional en el sentido de que
siempre lo encuentras y de que te es fiel. Sin embargo es un amigo incapaz de
confrontarte en tu propio comportamiento. Es el amigo que te dice sí a todo,
incluso cuando tus demandas o tus propuestas sean contrarias a la verdad. Más que
un amigo es un cómplice, un compañero de fatigas y de ilusiones, pero no alguien
que te ayude a crecer. Es fácil que en este tipo de amigo encuentres un refugio, un
consuelo, por supuesto un
Itinerarios formativos 192 Seminario menor

aliado, pero no un referente de verdad. Es probable que este amigo espere una
cierta reciprocidad, en el sentido de que no lo confrontes ni le exijas caminar en la
verdad. Debajo de la falsa amistad suele acurrucarse el miedo a quedarse solos.
Con tal de que esto no ocurra, transiges con toda clase de demandas y peticiones,
incluso al grado de realizar acciones contrarias a tus propias convicciones, guiado
por un cierto sentido de solidaridad con él.
En un internado como el seminario menor es muy fácil que se tejan relaciones
de falsa amistad. Cuando esto ocurre comienzan a existir entre los seminaristas
comportamientos de complicidad. Esto es muy notorio cuando los seminaristas
sienten la necesidad de ocultar a los formadores aquello que se comparte entre los
amigos, y no sólo a ellos, sino a la vista de cualquier ojo crítico. La falsa amistad
entre seminaristas les lleva fácilmente a obrar en contra de la verdad objetiva, de
los valores de la vocación y de los medios que se pro-ponen para su formación.
El verdadero amigo. Es verdadero amigo el que camina a tu lado, con cierto
grado de intimidad y de fidelidad, que está gratuitamente junto a ti, sin esperar
reciprocidad o una recompensa a cambio. Es quien te corrige y te confronta
cuando es necesario, asumiendo el riesgo de quedarse solo o de perder tu amistad.
El verdadero amigo no se pliega a cualquiera de tus demandas o de tus peticiones
porque podemos decir que te ama, pero ama más a la verdad, sobre todo porque
sabe que todos estamos llamados a crecer en la verdad. No entra en el juego de un
cómplice o de alguien que simplemente gratifica al otro, no intenta tenerte
contento y sólo darte lo que te gusta. En algunos momentos puede ser incómodo,
pero esto no impide que sea fiel.
El amigo en la fe. Es el amigo verdadero que, además, comparte contigo los
valores evangélicos, la amistad con el Señor. Este dato es de un gran valor para los
seminaristas porque la amistad que entre ellos se establece viene motivada y
situada en el seguimiento de Jesús. Por esta misma razón es particularmente
escandaloso que entre los seminaristas se den relaciones de falsa amistad. Los
falsos amigos tienden a nublar el contenido de los valores. Pero los verdaderos
amigos hacen vivo y sensible el camino del seguimiento de Jesús, se invitan
mutuamente a crecer en la fe, en el compromiso cristiano y en la opción
vocacional. Se estimulan en un continuo esfuerzo por responder al don de la
gracia. Lógicamente viven su amistad con una gran transparencia, porque no
tienen nada que ocultar a los demás. Su amistad misma es un verdadero testimonio
de fe.
Se ha incluido el tema de la amistad en la dimensión espiritual y no en la
dimensión comunitaria porque se parte de la consideración de que la amistad
humana es un reflejo y un efecto de la amistad con el Señor. Este tema, tocado
desde la dimensión espiritual, se transforma en una invitación a discernir la
amistad. No toda relación de amistad es válida en el proceso formativo. En este
discernimiento no hay que incluir sólo a los mismos seminaristas, sino también a
sus relaciones con otras personas fuera del seminario. El camino de la fe pone en
tela de juicio las relaciones, para que lleguen a ser coherentes con la verdadera
amistad.
Horario. Este encuentro comunitario está relacionado con el tercero del
semestre
Itinerarios formativos 193 Seminario menor

anterior que se dedicó al sentido espiritual. Gradualmente se va definiendo la


dimensión espiritual para que los seminaristas la vayan asumiendo poco a poco
como eje central de su formación. El tiempo se distribuye en dos partes
principales. Parece conveniente proponer un momento de reflexión personal y
grupal en cada una de ellas. Si no diera tiempo, se puede hacer una sola reflexión
al final.
Explicación de la meta (5 minutos).
Recapitulación (25 minutos).
Oración con el texto de la resurrección de Lázaro (10 minutos).
La amistad con el Señor / reflexión personal y grupal (50 minutos).
Descanso y juegos (30 minutos).
La amistad en el Señor/ reflexión personal y grupal (50 minutos).
Consignas (10 minutos).
Devoción mariana (10 minutos).
Consignas.
■ Vuelve a reflexionar más profundamente sobre el doble tema de este
encuentro comunitario: la amistad con el Señor y la amistad en el Señor. Si te
surgen dudas o inquietudes, llévalas al diálogo con los formadores.
■ Intenta cultivar más intensamente la amistad con el Señor, a partir de la vida
de la gracia, de la oración y de los otros medios espirituales.
■ Si lo consideras oportuno dialoga con tus amigos, especialmente los que son
seminaristas, sobre la falsa y la verdadera amistad.
Itinerarios formativos 194 Seminario menor

3° y 4° semestres / Tercer encuentro comunitario


La dimensión humana personal
Meta. El alumno conoce los factores del desarrollo de su personalidad y crece
en la valoración y respeto de su afectividad y de su sexualidad.
Recapitulación. Se pide a los seminaristas que compartan en grupos pequeños
sus reflexiones en torno a la vida espiritual y a la verdadera amistad. Dar tiempo
suficiente para que hablen con tranquilidad de un tema tan importante en su vida.
Al final sólo se ponen en común los sentimientos de este momento, para respetar
la privacidad de cada uno.
Engendrados para la libertad. El momento de oración se hace con el texto de
Gal 5, 13-26. San Pablo muestra cómo la libertad recibida del Espíritu es una
responsabilidad para cada uno de los creyentes. Hemos de hacernos responsables
de nosotros mismos para poder responder a la altura del don recibido.
El don del cuerpo. Es una costumbre muy extendida bendecir la comida con
palabras semejantes a éstas: Bendice, Señor, estos alimentos para que nos
fortalezcan y podamos dedicarnos con mayor empeño a tu servicio. Muestran
cómo el cuidado del cuerpo no es un fin en sí mismo, sino que tiene una finalidad
más allá. Cuidar el cuerpo se opone a abusar de él. Sin embargo, en el mundo
actual hay una gran confusión al respecto. Pareciera que el cuidado del cuerpo se
erige para algunos en el último fin, el valor más absoluto, de modo que se ve con
sospecha cualquier actitud que atente contra la satisfacción del cuerpo. Por otro
lado, nunca como ahora se abusó del cuerpo, sometiéndolo a terribles tensiones,
trasnochadas, drogas... todo esto parece verse como normal y hasta como un signo
de libertad. Frente a este panorama hay que afirmar con fuerza el valor del cuerpo
como don de Dios, pero al mismo tiempo el valor relativo del cuerpo que está
ciertamente ordenado a un fin superior.
Toda esta situación ha llevado a los creyentes a dejar atrás una serie de prácticas
penitenciales que atentaban contra la salud y a hacerse más conscientes de la
necesidad de cuidar el cuerpo. La virtud está en el justo medio: ni idolatrarlo ni
abusar de él. Para dar pasos prácticos en torno al cuidado de tu cuerpo conviene
primeramente identificar tu corporalidad: alto, bajo, delgado, grueso, sobre todo
mirando las proporciones: excesivamente delgado, con sobrepeso. Estás aún en un
momento de crecimiento, y aunque éste sea ya mínimo, sin embargo puede ser
importante en la configuración de tu corporalidad. Como ya se señaló en el tercer
encuentro comunitario del primer semestre, el cuidado del cuerpo se hace
fundamentalmente a través de la alimentación, el deporte y el descanso. Entonces
evaluabas estos aspectos que no vamos a repetir ahora. En este sentido quizá has
podido comprobar durante este año tu desarrollo corporal. Pero sí queremos poner
atención a cuidados más específicos del cuerpo, con los cuales quizá hayas tenido
algún problema y tienen que ver con tu responsabilidad personal. Algunos de estos
temas podrán ser tocados por personas especialistas en los momentos de formación
complementaria. Ahora sólo se señalan algunos criterios fundamentales.
Itinerarios formativos 195 Seminario menor

Los dientes. Es importante adquirir la costumbre de cepillarte los dientes


después de cada comida y que aprendas a utilizar otros métodos como el hilo
dental. Los dientes no deben doler nunca. Si experimentas dolor significa que hay
algún problema y debes acudir al dentista pronto. La negligencia en esto se paga
muy cara, porque los problemas se agravan mucho. Lo mejor es ir al dentista una
vez al año para prevenir cualquier problema con los dientes. Los oídos. Muchas
personas tienen la mala costumbre de meterse objetos en los oídos con la idea de
limpiarlos. Los médicos dicen que todo lo que sea más pequeño que el codo, hace
más daño que bien. Los oídos se limpian naturalmente, basta con enjuagarlos
cuando te bañas. La cerilla tiene una función importante. Si dejas de oír en algún
momento conviene acudir al médico. Los ojos. Este órgano tan delicado es
expuesto en la actualidad a una excesiva estimulación a través de los medios
electrónicos. Conviene evitar el abuso. Entre los adolescentes es frecuente que no se
detecten a tiempo los problemas de la vista. Si tienes alguna dificultad para ver o
experimentas irritación o cansancio, es necesario buscar ayuda porque lo más
importante es actuar a tiempo. El estómago y los intestinos. El aparato digestivo se
convierte fácilmente en el receptáculo de las tensiones. Cuando esto ocurre,
comienza a funcionar mal, produciendo gastritis (irritación del estómago) o colitis
(irritación de los intestinos). Ante los primeros síntomas en esta línea hay que
actuar, para que aprendas a manejar mejor las tensiones. Este padecimiento es muy
frecuente entre los sacerdotes. El corazón y la circulación. El sistema circulatorio
tiene como dos bombas que lo mueven, una es el corazón, que literalmente bombea
la sangre por las arterias y la otra son los pies, que por una especie de masaje
devuelve la sangre a través de las venas. A este conjunto complejo se le llama
"cardiovascular". De ahí la importancia de los deportes que facilitan la circulación
de la sangre, como caminar y correr. Es normal que un adolescente tenga buena
salud cardiovascular, pero también es importante aprender a cuidar este aspecto.
La vida afectiva. Ya se tocó anteriormente el tema del manejo de los
sentimientos. Se trataba de identificarlos, reconocerlos, apropiarlos y aprender a
expresarlos libremente. Entonces reconocíamos la vida afectiva como un valor;
ahora vamos a poner atención a ciertos equilibrios que conviene cultivar en la vida
afectiva y te ayudan a gestionarla en la práctica.
La soledad y las relaciones. La afectividad se vive en dos experiencias
alternativas que todos tenemos: la soledad y las relaciones. La pregunta que
queremos plantear es ésta: ¿Cómo vas madurando en tu experiencia de soledad y
en tus relaciones? Existe una soledad negativa. Ocurre cuando la soledad se
transforma en un ámbito de inquietud, de incomodidad, de pereza, de aburrimiento,
de pecado, entonces la soledad es temida como si fuera algo malo. Existe, por el
contrario, la soledad positiva, cuando es un ámbito de laboriosidad y de descanso,
de creatividad, de oración, de crecimiento, entonces la soledad es deseada.
Realmente construimos cosas excelentes cuando estamos solos. Por otro lado están
las relaciones, éstas son negativas cuando no llegamos a conectar con los demás y
son positivas cuando establecen lazos de comunión con ellos. El punto que
queremos subrayar ahora es que ambos elementos se implican mutuamente. Quien
tiene una experiencia positiva de soledad habitualmente
Itinerarios formativos 196 Seminario menor

tiene buenas relaciones y las buenas relaciones posibilitan una soledad positiva.
De modo que en el equilibrio entre ambos elementos se puede encontrar un criterio
sobre la madurez afectiva.
La autonomía y la dependencia. Este binomio está presente desde la niñez y lo
estará a lo largo de la vida. Es la tensión que se establece entre el deseo de gestionar
personalmente la propia vida y la necesidad que tenemos de los demás. En la
adolescencia es una tensión especialmente sentida porque dependes de tus padres.
Por ejemplo, quisieras tomar tus propias decisiones y mantenerte solo, pero
necesitas pedirle dinero a tu papá. Es frecuente que los jóvenes sientan los
momentos de dependencia como una humillación: "¡tengo que pedir permiso!",
"¡tengo que pedir dinero!", y los vivan como un mal trago. Este es el sentido
negativo de la dependencia. Pero también puede haber una dependencia positiva,
que consiste en optar libremente por hacer el camino junto con los otros: "¡He
decidido compartir con una comunidad y depender de ella!". Hay que notar que
esto se hace también con emoción. Hay, por último, una dependencia enfermiza,
consiste en no poder prescindir de la ayuda o del consejo de otra persona para
caminar. Si examinamos el punto de la autonomía, podemos hacer una
clasificación similar. La autonomía positiva es la de la persona que sabe tomar sus
decisiones y es coherente con ellas. La autonomía negativa, la del que no es capaz
de consultar o de pedir ayuda a los demás. Surge nuevamente el criterio del
equilibrio entre estas dos tendencias. Lo mejor es saber tomar tus decisiones y
hacerte responsable de ellas y al mismo tiempo saber depender de los demás en lo
que sea necesario o conveniente.
La emoción y la razón. Ante los acontecimientos que ocurren en nuestra vida,
en un primer momento surge una reacción afectiva, de ella deriva un juicio
emotivo, que juzga aquella realidad como agradable o desagradable. El juicio
emotivo forma intuiciones, que en ocasiones pueden ser muy certeras. Incluso hay
momentos en los que es conveniente dejarse llevar por el corazón. Pero existe un
segundo juicio que siempre elaboramos en torno a los mismos acontecimientos. Se
trata de un juicio racional hecho desde la clave de lo conveniente e inconveniente.
Cuando lo que te gusta, a la vez te conviene, no hay problema; pero cuando lo que
te gusta es inconveniente surge una dificultad muy sentida. Por ejemplo, a un
enfermo de diabetes, le gustan los pasteles azucarados, pero no le convienen;
siente el deseo de comer pasteles, pero sabe que esto le puede hacer mucho daño.
La solución ante este conflicto supone un cierto autocontrol. Consiste en
acostumbrarte a razonar lo que sientes y a sentir lo que razonas. Es decir, que
aquello que te gusta lo moderes por tu capacidad de hacer un juicio racional; que
aquello que sabes que tienes que hacer, aprendas a sentirlo y a gustarlo, poniendo
en juego tu capacidad emotiva. Es muy interesante aprender a hacerlo. Esto no
significa que dejarás de sentir impulsos; todo lo contrario, serás más consciente de
ellos.
A través de estos tres binomios te puedes aproximar a una cierta maduración en
los afectos, sobre todo si lo combinas con el manejo de los sentimientos que se
trató en el semestre anterior.
Itinerarios formativos 197 Seminario menor

La sexualidad. Queremos poner especial atención al tema de la sexualidad. Es


un punto que debe ser tratado con claridad y delicadeza en la formación y
especialmente en el diálogo con los formadores. Lo primero es situar el momento
en que estás viviendo tu sexualidad. Es un momento de descubrimiento, de
conocimiento y de reconocimiento que tiene un gran valor. La mayor parte de los
jóvenes hoy tienen una amplia información sexual pero, por el contrario, les falta
formación sexual, es decir, criterios objetivos para vivir su sexualidad. La
sexualidad tiene como grados de densidad que están presentes en nuestro cuerpo.
Hay una sexualidad difusa que impregna toda la realidad personal: el cuerpo, los
sentimientos, la inteligencia, la espiritualidad, de modo que está presente en todo
tu ser. Existe una sexualidad genital, que se identifica con los órganos genitales y
tiene su función de cara a la reproducción. Existen, por último, zonas erógenas,
especialmente sensibles y que entran en juego en la excitación sexual.
La primera actitud importante consiste en percibir toda esta realidad de la
sexualidad como algo positivo y como un don de Dios. Sin la sexualidad no
existiríamos y no seriamos nosotros mismos. De modo que la sexualidad es parte
esencial de nuestra identidad como personas. En el proceso de maduración de un
niño o de un adolescente es fácil que se den momentos en los cuales no se dé esta
aceptación positiva de la sexualidad, porque ocurren cambios en el cuerpo que son
desconcertantes. Este problema se puede dar en torno a la sexualidad en general,
tocando el punto de la identidad sexual, o en torno a aspectos secundarios de la
sexualidad, como las características sexuales secundarias (en el caso de los hombres
musculatura, vello, tamaño de los pies, etc.) o los roles que socialmente se asignan
a los diversos sexos (cargar objetos, reparar aparatos, manejar dinero, en el caso de
los hombres). En todo ello es necesario hablar con alguien con el fin de situar
correctamente la propias percepciones y sentimientos, y las personas idóneas para
ella son los padres. También pueden ser los formadores en el seminario.
La sexualidad no existe aislada de la personalidad, sino envuelta en ella. De
modo que está impregnada de impulsos y emociones, pero también de valores y de
razones. El juicio emotivo y el juicio racional al que antes nos referíamos se hacen
muy presentes en la vivencia de la sexualidad. La relación mutua entre sexualidad,
emoción y razón es típica del ser humano. Es una diferencia importante en relación
a la sexualidad de los animales. De esta realidad derivan dos actitudes más que
conviene analizar: el conocimiento de los impulsos y emociones que acompañan a
tu sexualidad y la elaboración de una serie de valores y de argumentos en torno a
la sexualidad.
Los impulsos y emociones. La segunda actitud que nos interesa cultivar es la de
reconocer los impulsos y emociones que acompañan a la sexualidad y dejarse
ayudar en ellos. El impulso sexual es algo muy natural, que hay que reconocer
como parte de la vida. En torno a la sexualidad se tejen sentimientos profundos,
como el enamoramiento. Implica lo profundo porque la sexualidad toca el mismo
misterio de la vida. Este tipo de impulsos y sentimientos se problematizan cuando
se hacen obsesivos, cuando se guardan en secreto y crean una perturbación en el
interior de la persona. Por ello un medio fundamental para manejarlos mejor es
hablar con quien te pueda ayudar.
Itinerarios formativos 198 Seminario menor
Los valores y convicciones. La sexualidad está también impregnada de
racionalidad y de espiritualidad, porque de lo contrario, no sería humana. Los
significados que das a las relaciones, los valores que has elegido, las convicciones
que manifiestas, se expresan en un modo de vivir la sexualidad. Por ejemplo, una
persona que está convencida del valor del respeto a los demás, especialmente a las
mujeres, nunca tendrá actitudes de abuso hacia ellas, sino de una gran
consideración. Es importante reflexionar sobre las propias convicciones sobre las
relaciones humanas, las relaciones de pareja y la sexualidad, porque al final son los
referentes para una vivencia serena y gozosa de este don de Dios.
La ayuda técnica. Los temas de este día son importantes porque tocan lo que
tú eres. Es probable que en cierto momento sientas la necesidad de consultar a un
profesional cualificado en cualquiera de las tres áreas presentadas, en concreto un
médico o un psicólogo. Si te surge esta inquietud no dudes en buscar ayuda. Los
formadores te pueden conectar con personas profesionales que conocen la
dinámica de la formación y pueden ayudarte a clarificar tus dudas.
Horario. Se repite la estructura de los tres niveles del yo que ya se utilizó en el
semestre anterior, pero ahora se explicitan puntos diferentes en cada nivel. Lo
novedoso es que trate directamente el tema de la sexualidad. A este tema se pone
toda la atención y se pide a los seminaristas que lo dialoguen con los formadores.
■ Explicación de la meta (5 minutos).
■ Recapitulación (25 minutos).
■ Oración con la Carta a los Gálatas (15 minutos).
■ El don del cuerpo (15 minutos).
■ La vida afectiva (15 minutos).
■ Descanso y juegos (30 minutos).
■ La sexualidad (20 minutos).
■ Reflexión, diálogo por grupos y preguntas (35 minutos).
■ Consignas (10 minutos).
■ Devoción mariana (10 minutos).
Consignas.
■ Localiza los puntos débiles o dudas que puedas tener sobre la formación hu-
mana y, si es necesario, busca ayuda.
■ Trabaja sobre ti mismo en lo que creas necesario, hazlo con alegría, sin
preocuparte excesivamente y sin obsesionarte por nada.
■ Busca un momento de diálogo con los formadores sobre el tema de la
sexualidad, lo puedes preparar contando con los elementos que se presentaron en
este encuentro comunitario.
Itinerarios formativos 199 Seminario menor

3o y 4° semestres / Cuarto encuentro comunitario


La dimensión comunitaria-social
Meta. El alumno cultiva las relaciones con los demás motivado por su fe,
tendiendo a una mayor integración con sus compañeros y con su propia familia.
Recapitulación. La temática que han trabajado los seminaristas durante este mes
es muy personal, de modo que no conviene hacerla objeto de recapitulación. Por
ello en este momento inicial se ha preferido introducir ya el tema del encuentro. Se
pide a los seminaristas que hagan una serie de representaciones de relaciones de
dominio que existen en diversos ambientes: la familia, el seminario, los medios de
comunicación, las fábricas, los pobres y los pequeños, los empleados domésticos, la
comunidad cristiana. Después de hacer las representaciones todo el grupo analiza los
rasgos de dominio que aparecen en ellas. Luego se pasa a la oración, en la cual se
va a presentar exactamente lo contrario.
Filemón y Onésimo. El breve texto de la carta a Filemón, que se puede leer en
su totalidad o sólo los versículos 8-20, muestra la exigencia de un modo nuevo de
relación entre los creyentes. Más allá de haber sido esclavos y amos, ahora todos
son hermanos queridos en el don recibido de Cristo. Si el antiguo cristianismo
venció barreras tan duras como la de la discriminación racial, la de la esclavitud y
la de la marginación de la mujer, será capaz de superar otros prejuicios y distancias
en nuestra sociedad actual.
Las relaciones entre creyentes. La carta a Filemón que se ha utilizado en la
oración tiene un contenido de enorme trascendencia en la vida social de los
cristianos. Onésimo era un esclavo que pertenecía a Filemón y se le había escapado.
San Pablo había evangelizado y bautizado a Filemón, y posteriormente hizo lo
mismo con Onésimo, cuando, curiosa o caualmente, estaba en prisión. Por medio
de esta breve carta envía al esclavo con su antiguo amo. La esclavitud era una
costumbre dura. Daba al amo el derecho de actuar muy duramente. Sin embargo,
san Pablo, haciendo referencia al don de la fe y de la verdadera libertad en Cristo,
propone un camino nuevo. Onésimo no será más un esclavo para Filemón, sino
que ahora será recibido con un título nuevo, el de hermano querido.
El dato expresado por la carta a Filemón va mucho más allá de la anécdota de
un esclavo que se escapó. El anuncio del evangelio ha cambiado definitivamente el
signo de las relaciones humanas. No serán más relaciones de dominio, sino de
fraternidad. Este cambio de perspectiva es parte esencial del mismo Evangelio. Es
sorprendente cómo el anuncio del Evangelio fue rompiendo barreras durísimas que
eran parte de la misma estructura social del Imperio Romano y de la sociedad judía
en la que nació: a) La barrera de la opresión por parte de los romanos. Jesús
propone un modo nuevo de actuar ante la injusticia continua de las leyes romanas,
amando en medio de la injusticia al grado de establecer una ley nueva del amor a
los enemigos (Mt 5, 38-48). b) La barrera de la marginación de la mujer.
Rompiendo con la tradición judía, en la comunidad cristiana las mujeres son parte
activa de la misión. La primera emisaria de la buena noticia es precisamente una
mujer (Jn 20, 17-18). Es una mujer quien instruye
Itinerarios formativos 200 Seminario menor

a Apolo con exactitud sobre el camino de la fe (Hech 18, 26). c) La comunidad


cristiana rompe una barrera durísima que era la de la distinción entre judíos y
paganos (Gal 1,16) para formar una sola comunidad en la que Cristo ocupa el
centro: No hay judío ni griego, no hay esclavo ni libre, no hay hombre ni mujer,
pues todos ustedes son uno en Cristo Jesús (Gal 3, 29). d) El libro de los Hechos
está diseñado de tal manera que describe la ruptura de una serie de barreras y
prejuicios culturales, primero entre judíos y samaritanos, después las fronteras de
Palestina, hasta llegar al centro simbólico del mundo conocido en Roma (Hech 1,
7-8). Se muestra así cómo el Evangelio establece lazos de fraternidad más allá de
los prejuicios de raza, e) Es preciosa la ruptura de las barreras de la esclavitud, bien
expresada en el caso de Onésimo y Filemón, pero también en Ef 6, 5-9.
El espíritu cristiano que venció las relaciones de dominio para crear nuevos
vínculos de fraternidad debe manifestarse en la sociedad contemporánea y
concretamente en nuestra Iglesia particular. La fe cristiana es capaz de romper las
barreras que existen entre las clases sociales y de establecer nuevos lazos entre las
personas de buena voluntad. El seminario es, inevitablemente, como una caja de
resonancia de las tensiones sociales, culturales y raciales que existen en la
sociedad, porque hay seminaristas de todas las condiciones, pero también ha de ser
un modelo de las nuevas relaciones fraternas que el Espíritu Santo crea en el
mundo. Los seminaristas deberán aprender a superar las barreras que están
establecidas para vivir relaciones nuevas al interno de la comunidad formativa y
con todas las personas con quienes se relacionan. Este es un dato fundamental que
condiciona la credibilidad del seminario. Desde tu experiencia de fe y de posible
opción por el sacerdocio, tienes la posibilidad de recrear las relaciones fraternas en
una serie de ámbitos familiares, comunitarios y sociales:
En la familia. Tus relaciones con tu propia familia se han de ir transformando
gradualmente en relaciones creyentes, que responden a los valores de la fe. La
familia es el ámbito más cercano, en el que las actitudes evangélicas del seminarista
muestran un verdadero compromiso. Intentas seguir el modo de las relaciones de
Jesús con su propia familia. Habiendo sorprendido a sus padres por su inteligencia
y sus respuestas, bajó con sus padres a Nazaret, donde vivió obedeciéndoles. Su
madre guardaba todas estas cosas en su corazón (Le 2, 51). Tiene mucho sentido
que, a la luz del comportamiento de Jesús, hagas una reflexión sobre lo que
significa ser joven en una familia y sobre lo que tú como joven seminarista puedes
aportar en ella. Incluso cuando tu familia tiene que enfrentar problemas difíciles,
una consulta con los formadores puede iluminar mucho tu modo de proceder.
En la comunidad formativa del seminario. Tiene una gran importancia el tipo
de relaciones que se crean entre los seminaristas. Han de ser un reflejo de su
experiencia de fe, auténticas amistades en el Señor, relaciones tejidas en una
creciente autenticidad. Que el ideal de las relaciones entre los seminaristas quede
claro no significa que no haya problemas de convivencia. Lo que debe dibujarse
bien es hacia dónde caminamos como grupo y como personas. Lo que se ha de
constatar es un progresivo crecimiento en la sensibilidad comunitaria, que te lleve
a salir cada vez más de ti mismo y a optar por edificar a la comunidad en todo. El
seminario enseña a todos sus miem-
Itinerarios formarivos 201 Seminario menor

bros a elevar sus costumbres hacia el modelo de Cristo. Quiere ser una experiencia
similar a la de la íntima fraternidad que realizó Jesús con el grupo de sus
discípulos.
En la comunidad cristiana. El comportamiento de un seminarista, aún del
menor, es contemplado con atención por la comunidad cristiana, especialmente en
los lugares donde haces apostolado o en tu parroquia de origen. La comunidad
espera ver en ti conductas edificantes para todos, que apoyen y sostengan la
comunión. Tus manifestaciones en medio de la comunidad cristiana han de ser
espontáneas y profundas, las que corresponden a quien está aprendiendo a amar la
comunidad y a entregarse por ella, poniéndote al servicio de los demás con alegría.
En relación con los pobres. El amor de Cristo depositado en nuestros corazones
nos lleva a mantener una atención especial a los pobres. En esta expresión,
"pobres" se incluye toda clase de pobreza. Los pobres materiales, las personas solas
o abandonadas, los enfermos, los ancianos, los que son despreciados. Todos ellos
caben en el corazón del cristiano. La actitud ante los pobres es un punto que debe
entrar en el campo de la oración, del arrepentimiento y de la acción comprometida
del cristiano. Más aún de un seminarista. Se trata de que adquieras habilidades en
la línea de la solicitud por los pobres y pequeños, de la acogida, del respeto, del
servicio.
En la relación con los extraños o desconocidos. El amor cristiano es expansivo,
por ello, aunque se deba especialmente a los miembros de la comunidad y a los
pobres, se abre a cualquier persona, de cualquier clase y condición, recibiéndola
como un hermano querido. Esta actitud profunda exige que el creyente cultive
actitudes de buena educación y de delicadeza y respeto con cualquier persona o
grupo, especialmente con los que piensan distinto o no comparten la misma fe.
Como seminarista también cultivas esta relación positiva con cualquier persona.
La densidad del amor cristiano es tan fuerte que se abre a realidades en las cuales
parecería imposible el amor, como en el caso del amor a los enemigos. El creyente
tiene una mirada profunda, la de su fe, que le ayuda a descubrir continuamente los
motivos para el amor.
En caso de problemas. En cualquiera de los ámbitos mencionados es fácil que
encuentres problemas. La fe es capaz de ¡luminar todos ellos, aunque no siempre
esté al alcance una solución. Para poder manejar mejor los problemas de relaciones
humanas se pueden señalar algunas indicaciones: a) Antes de elaborar un juicio
sobre cualquier otra persona, pregúntate a ti mismo si no estás haciendo algo mal,
si no eres parte del mismo problema. Habitualmente en las relaciones humanas las
dos personas tienen parte de culpa, b) Date la oportunidad de consultar el
problema con alguien que te pueda ayudar. Hablando las cosas se comprenden
mejor y puedes actuar con mayor seguridad, c) Relativiza los problemas de
relaciones, de modo que no te obsesiones con ellos o que no estés sufriendo
continuamente por las relaciones, d) En caso de que los problemas no se resuelvan
y se mantenga la dificultad en una relación, trata a esa persona con la mayor
educación posible.
Es interesante constatar que en este ámbito de las relaciones fraternas todos
necesitamos cambiar. Por ello es conveniente no perder demasiado tiempo en
justificaciones y dar el paso, valiente y sensato, a cuestionar el modo como cada
uno gestiona sus
Itinerarios formativos 202 Seminario menor

relaciones. Siempre es necesario aprender, siempre tenemos algo que corregir o


que mejorar.
Momento de reflexión y diálogo. El tema de hoy toca realidades vivamente
sentidas por los muchachos. Conviene dejar un tiempo largo de reflexión con las
siguientes preguntas: a) ¿Habías percibido el sentido cristiano de las relaciones
humanas? ¿Qué ha sido nuevo para ti de cuanto hemos tratado hoy? b) ¿En cuáles
de las relaciones mencionadas encuentras mayores dificultades? ¿En cuáles de ellas
quisieras crecer más? c) ¿Qué obstáculo necesitas vencer para mejorar
efectivamente tus relaciones, de modo que sean un reflejo de tu fe? Después de un
tiempo personal de reflexión se ponen en común las respuestas en grupos
pequeños.
Horario. Se vuelve a tocar el tema de las relaciones que antes se vio al hablar
de la dimensión espiritual. El interés está en que los seminaristas comprendan la
amplitud de la dimensión comunitaria social. Se propone primero el desarrollo del
tema y después una reflexión personal y grupal.
■ Explicación de la meta (5 minutos).
■ Recapitulación (25 minutos).
■ Oración con el texto de la carta a Filemón (15 minutos).
■ Las relaciones entre creyentes (30 minutos).
■ Descanso y juegos (30 minutos).
■ Momento de reflexión y de diálogo (50 minutos).
■ Consignas (10 minutos).
■ Devoción mariana (10 minutos).
Consignas.
■ Analiza con más cuidado en qué ámbito necesitas mejorar tus relaciones
fraternas. Contrasta con otros compañeros y con los formadores tus pensamientos
al respecto para que te aclares un poco más y puedas proponerte un cambio.
■ Intenta incluir en tu oración y en tu examen de conciencia la dimensión
comunitaria y social.
Itinerarios formativos 203 Seminario menor

3° y 4° semestres / Quinto encuentro comunitario


La dimensión apostólica
Meta. El alumno se introduce en el valor del servicio comunitario como un
signo de su propio crecimiento en la fe y en la vocación.
Recapitulación. Se recogen las resonancias del encuentro anterior, en el cual
se tocó el tema de la dimensión comunitaria. Se pide a los seminaristas que
respondan a esta doble pregunta: ¿Cuáles han sido las ventajas y las dificultades
que experimentas para vivir la dimensión comunitaria? Se puede responder en tres
planos: en la familia, en la comunidad del seminario y en la relación con los
pobres. Después de responder personalmente, comunican sus respuestas en grupos
pequeños. Al final se vuelve a subrayar la trascendencia de las relaciones.
La curación de un leproso. En un momento de oración se considera el texto de
la curación de un leproso (Me 1, 40-45). Se pueden distinguir dos partes en el
texto, en la primera aparece el tema fundamental, que es el de la fe. El leproso
manifiesta su fe en Jesús, sabe que si Él quiere puede curarle. En la segunda parte el
tema es el de la comunicación de esa fe. El hombre que ha sido curado no puede
sino divulgar lo que ha ocurrido en su vida, más allá incluso de la prohibición de
Jesús. En este gesto podemos reconocer el sentido del apostolado: consiste en
comunicar la propia experiencia viva de fe y de unión con Jesús.
La necesidad del apostolado. Es fácil que, al participar en muchas actividades en
el seminario, llegues a comprender y a sentir el apostolado como una actividad
más, parte del horario. Esto es riesgoso porque, como se subraya en el texto de la
curación del leproso, la actividad apostólica brota de la misma fe como una
necesidad de comunicar lo que la persona ha experimentado. Por eso se la designa
como una dimensión de la formación y no sólo como una serie de prácticas. Por
eso, a la hora de evaluar el apostolado, no sólo ponemos atención a las actividades,
sino a esta dimensión de tu vida de fe. El apostolado se experimenta como la
necesidad de compartir con los demás lo que uno ha visto y oído al grado de que
ha transformado su vida.
Si esta necesidad es real en tu personalidad, si poco a poco vas creciendo en tu
fe y en tu vocación, en la misma gradualidad necesitarás expresar esa fe ante los
demás, y esto en diversos ámbitos. En todos ellos existe un proceso fundamental
en cuatro pasos que explica maravillosamente Pablo VI en su encíclica Evangelii
Nuntíandi, nn 21-24. a) La proclamación de la buena noticia parte del testimonio
silencioso de los creyentes, que debe ser llamativo y original. Este testimonio
provoca una pregunta en el corazón de la gente que contempla su vida: ¿Por qué se
comporta de esta manera? b) El testimonio necesita ser esclarecido por la palabra.
Una palabra que vincule este comportamiento al anuncio explícito de Cristo. Por la
palabra, el creyente da razón de su fe. Este anuncio también se llama kerigma. c)
Ambos elementos, testimonio y anuncio explícito, provocan en el corazón de la
gente un cambio, una adhesión de corazón, a la que llamamos conversión. La
conversión hay que entenderla siempre como un don de la gracia, una intervención
creadora del Espíritu Santo. Esta adhesión de corazón es expresada en la forma de
una adhesión comunitaria que lleva a la
Itinerarios formativos 204 Seminario menor

persona que ha contemplado el testimonio y ha escuchado el kerigma a unirse a la


comunidad cristiana y a recibir los sacramentos, d) El proceso evangelizador no ha
concluido si el que ha sido evangelizado no evangeliza a su vez, de modo que
surge un nuevo impulso al apostolado, así, la evangelización es semejante a un
ciclo que se repite, todos los que se han incluido en el círculo son agentes y
destinatarios, todos pueden comprender mejor la esencia del camino discipular y
experimentar el don de Dios que llamamos "conversión".
Cuando en la Iglesia actual se nos invita a participar en la nueva
evangelización, el texto de Pablo VI es un referente necesario. La evangelización
nueva en sus métodos, en su ardor, en la fuerza de convicción con la que anuncia
la salvación puede y debe ser realizada por jóvenes como tú. Vamos ahora a
especificar los ámbitos en los cuales, como seminarista menor, estás llamado a
comunicar tu fe:
37) La familia. Es un ámbito privilegiado y al mismo tiempo difícil. Privilegiado
porque nadie como tu familia comprende lo que te ocurre, ellos son testigos de tu
crecimiento en la fe en primera línea. Son muy sensibles y notan tus cambios,
sobre todo los positivos. Sin embargo es difícil, porque comportante allí con
criterios de fe es comprometedor. A veces lo más difícil es utilizar un lenguaje de
fe con la propia familia. El corazón de la familia es el amor y si vives en el amor de
Cristo, que se llama caridad, poco a poco la caridad también será tu modo de
relacionarte con ellos. Lo que se expresa en las obras, también se dice con palabras,
dando razón de tu fe; para explicitar el kerigma en la familia quizá hay que esperar
la ocasión poniendo mucha atención. En la familia, el solo don de tu vocación es
un elemento transformador. Indudablemente toca el corazón de todos sus
miembros. En este sentido debes ser muy respetuoso, porque quien actúa es el
Espíritu de Dios. Al mismo ritmo misterioso, la familia se va incorporando a la
comunidad cristiana, cada uno a su modo y, también poco a poco, van llegando a
ser evangelizadores. Pero si tu comportamiento, en vez de edificar a tu familia, le
causa extrañeza o escándalo, no evangelizarás, sino que alejarás a tu propia familia
de la fe y del conocimiento de Cristo. En este caso se ve con claridad que la
evangelización es una responsabilidad.
38) En el mismo seminario. La comunidad del seminario es un ámbito
evangelizador. Lo es peculiarmente, porque todos somos en ella evangelizadores y
evangelizados. Se comprueba la necesidad que todos tenemos de un anuncio
continuo del Evangelio. Siguen rigiendo los pasos que señalaba el Papa. Lo
primero es el testimonio de vida por el que nos edificamos unos a otros. Es
precioso que llegue a sorprendernos el comportamiento de los hermanos por sus
rasgos evangélicos. Aquí entran todos, for-mandos y formadores. También ellos
suscitan preguntas en el corazón de los demás. La explicitación del mensaje
cristiano es muy discreta en la comunidad del seminario, pero se centra en la
continua reflexión que hacemos juntos sobre el Evangelio, sobre todo en las
celebraciones litúrgicas pero también espontáneamente. La adhesión del corazón
toma la forma de convicciones que van ahondando en el corazón de todos y se
expresa en un fuerte sentido de pertenencia comunitaria. Por último, nos sentimos
llamados a continuar en este proceso de evangelización aportando el propio
testimonio. Es conveniente que llegues a calibrar la gran fuerza que tiene un
testimonio de
Itinerarios formativos 205 Seminario menor
vida dado en la misma comunidad formativa. Porque es allí entre los mismos
hermanos donde los valores brillan con más fuerza, porque nos vamos conociendo
bien y todos calibran lo que significa un verdadero cambio de actitud.
39) Cualquier lugar. Cuando vas por la calle o frecuentas cualquier lugar, no
hace falta que lleves un símbolo o un uniforme del seminario. La mejor carta de
presentación es tu propio comportamiento. Un joven como tú, que tiene todos los
elementos de vida espiritual que ofrece el seminario, está llamado a dar un
testimonio elocuente en cualquier lugar a donde vaya. Testimonio de amabilidad,
de buena educación, de respeto, etc. Tal modo de comportante suscitará preguntas
en las personas. Quizá no surja la oportunidad de hacer un anuncio explícito, o
quizá sí. Lo importante es que ya se ha sembrado allí la semilla del Evangelio. Tu
comportamiento en cualquier lugar es parte del testimonio de fe que la Iglesia da y
es, sin duda, un elemento que la fortalece y la rejuvenece. Puede ser conveniente
que te preguntes: ¿Con tus obras acercas o alejas a los demás a Cristo y al
Evangelio?
40) La preparatoria. Este es un ámbito especialmente delicado. Allí todos saben
que eres seminarista. Y se espera el comportamiento que corresponde. Por otro lado
se te presenta la ocasión de hacer realidad aquel principio según el cual los jóvenes
son los evangelizadores de los jóvenes. El reto es que tu testimonio, que siempre es
silencioso y humilde, los desconcierte por su autenticidad evangélica y logre
suscitar aquellas preguntas: ¿Por qué siempre está alegre? ¿Por qué nos hace el bien?
¿Por qué devuelve bien cuando recibe mal? ¿Por qué es siempre solidario con los
más pequeños? Hay que reconocer que en el mismo ámbito de la preparatoria se
dan muchísimas ocasiones para ofrecer este testimonio. Además, se trata de un
testimonio colectivo dado por los seminaristas en su conjunto. Del testimonio se
pasa a la catequesis por tantos medios que hay en la Diócesis para la
evangelización de los jóvenes, o simplemente por tus mismas palabras, que
explicitan tu fe en Cristo. Por último, se crea una adhesión comunitaria por el
sentido de pertenencia que se va fortaleciendo y un nuevo testimonio de fe. Es
apasionante poder sembrar en el corazón de otros jóvenes como tú la semilla del
Evangelio.
41) La actividad apostólica. Se ha puesto al final, porque si viviéramos todo lo
anterior debidamente, casi no sería necesaria. Allí la evangelización se hace más
sistemáticamente y el objetivo no es precisamente que te hagas cargo de aquellas
tareas, sino que aprendas a evangelizar con la Iglesia. Todo lo que se dijo en
referencia a la familia, al seminario, a cualquier otro lugar y a la preparatoria, vale
muy especialmente en el ámbito de tu actividad apostólica.
Las actitudes en el apostolado. Vamos ahora a poner atención específicamente
a las actitudes que es necesario implementar en la actividad apostólica que se te
asigna en el seminario. Lo primero que hay que dejar muy claro es que vas al
apostolado a aprender, ésta será la razón de la actividad apostólica durante todo el
proceso de la formación básica. Y específicamente se trata de aprender de alguien
que ya está realizando el apostolado.
Disponibilidad para ser enseñado. El puesto que te corresponde en el
apostolado
Itinerarios formativos 206 Seminario menor

es el de un aprendiz. Existen personas que realizan las actividades apostólicas con


una gran eficacia: catequistas, animadores juveniles, animadores comunitarios,
servidores de los pobres, etc. La mayor parte de ellos son laicos. La mejor
actividad apostólica no es aquella en la cual puedes ejercer cierto protagonismo,
sino donde encuentras personas capacitadas que te enseñen. El aprendizaje del
apostolado tiene una dimensión teórica -por ejemplo, aprender cómo preparar una
catequesis- y otra dimensión práctica -en el mismo ejemplo, actuar en medio de un
grupo impartiendo la catequesis- que son complementarias entre sí. Es importante
que cultives la actitud de quien está dispuesto a aprender en los dos planos, de
modo que no te sientas demasiado seguro de lo que sabes, sino eso que sabes lo
enriquezcas siempre con nuevos puntos de vista. La actitud de aprender no es sólo
para este momento de vida, más bien tenderá a permanecer toda la vida y es
deseable que así ocurra.
Sentido de colaboración. El apostolado difícilmente se puede comprender
como una acción individual. Al contrario, se trata de una obra realizada por la
comunidad. No sólo aprendes de otra persona, sino de la comunidad que interviene
y que se organiza para brindar ese servicio evangelizador. Cuando las personas se
confían a nosotros en el apostolado, esperan de nosotros lo que esperan de la
Iglesia. Por ello es importante que trates de ofrecer un mensaje de la comunidad,
no sólo a través de las palabras, sino sobre todo con las obras, las actitudes, los
criterios. Cuando intervienes en el apostolado lo haces como representante de la
comunidad y actúas en su nombre. La colaboración con otros tiene, desde esta
perspectiva, una relevancia grande, porque expresa el origen y el sentido
comunitario de esta actividad.
Preparación. Estamos demasiado habituados a realizar las actividades
apostólicas de cualquier manera, como si no fuera una actividad importante.
Contra esta costumbre, conviene que te esfuerces por preparar concienzudamente
cualquier intervención, por insignificante que parezca. La calidad de la
preparación del apostolado debe ser efectivamente profesional, poniendo en juego
los mejores recursos con los que cuentas y tus mejores energías. Con el tiempo
debes ir desarrollando habilidades para diversos apostolados. En la vida cristiana y
en la vida sacerdotal el apostolado reviste la mayor seriedad. En este sentido hay
que ser muy cautos ante cierta mentalidad que devalúa o desprecia lo gratuito, para
nosotros ha de ser al revés. La gratuidad del apostolado exige una verdadera
donación personal al realizarlo.
Humildad. La palabra "apóstol" significa mensajero. Quien realiza un
apostolado representa, en su medida, a Cristo y por ello debe ejercerlo con una
gran humildad, tal como lo realizaría el mismo Cristo. Matizando un poco más,
podemos decir: Humildad en el modo de enseñar, quedando patente que no te
sientes poseedor de la verdad, sino un mensajero que necesita esforzarse cada día
por aprender más, capaz de corregirse a sí mismo y dispuesto a ser instruido en la
verdad. Humildad en el trato, una persona en la que no quepa la arrogancia o el
orgullo, porque se entiende a sí mismo como un humilde servidor. Humildad en la
relación con los pequeños y los pobres, dispuesto a ser a su vez evangelizado por
ellos y capaz de recibir correcciones de las personas más sencillas.
Itinerarios formativos 207 Seminario menor

Alegría. La sal de un buen apostolado es la alegría, a la que se oponen la tristeza o la


angustia. No es una actividad que se realiza con nerviosismo, sino con verdadero gozo. La
alegría en el apostolado deriva, por un lado, del contenido del mensaje que transmite. No
es muy creíble un anunciador de buenas noticias que realiza su función llorando. Es
alegría por el honor que siente de poder anunciar a Cristo y su mensaje de salvación, quien
se siente honrado por ser colaborador del Señor se muestra alegre. Es alegría por hacer el
bien gratuitamente, en el solo hecho de servir hay una fuente abundante de gozo. Alegría
incluso en medio de las contrariedades o de las dificultades, según la doctrina de las
bienaventuranzas.
Horario. El encuentro contiene dos temas fundamentales. El primero es una reflexión
sobre la naturaleza de la actividad apostólica. Se recurre al texto de la Evangelii nuntíandi,
que se puede copiar para los seminaristas como parte del material del encuentro, con el fin
de garantizar su contacto con el texto mismo de una encíclica tan importante. El segundo
tema es práctico. Se refiere a las actitudes de los seminaristas en su actividad apostólica.
Aquí conviene provocar una buena reflexión personal y un diálogo comunitario, de modo
que quede claro que estas actitudes deben ser vividas con profundidad.
■ Explicación de la meta (5 minutos).
■ Recapitulación (30 minutos).
■ Oración con el texto de la curación de un leproso (15 minutos).
■ Necesidad del apostolado (40 minutos).
■ Descanso y juegos (30 minutos).
■ Las actitudes en el apostolado (40 minutos).
■ Consignas (10 minutos).
■ Devoción mariana (10 minutos).
Consignas.
■ Busca un momento para reflexionar con mayor profundidad sobre tus actitudes en
el apostolado, incluso haciendo un examen de conciencia sobre ello que te lleve a
comprometerte más en el apostolado.
■ Intenta vivir la dimensión apostólica especialmente en alguno de los campos que se
han señalado: en la familia, en el seminario, en cualquier lugar, en la preparatoria, en la
actividad apostólica. Puedes tomar notas de tus logros, dificultades y sentimientos en
medio de todo ello. Trae tus notas para el próximo encuentro comunitario.
Itinerarios formativos 208 Seminario menor

3° y 4o semestres / Sexto encuentro comunitario


La dimensión académica-laboral
Meta. El alumno interpreta su dedicación al estudio y al trabajo como un
camino de desarrollo personal y de aprendizaje para la vida.
Recapitulación. Se recoge la experiencia de los seminaristas intentando aplicar
la dimensión apostólica en alguno de los ámbitos en los que se desenvuelve su
vida diaria. Puede ser un diálogo muy interesante porque muestra el alma de su
propia vida cristiana. Conviene darles suficiente tiempo para que compartan con
amplitud.
Jesús trabaja siempre. Jn 5, 10-18 nos enseña el valor del trabajo y en concreto
del trabajo apostólico. El fundamento del descanso sabático era que Dios había
descansado después de terminar la creación, pero Jesús hace otra interpretación del
ser de Dios, dice que su Padre trabaja siempre. Consecuentemente él también
trabaja en todo tiempo, y especialmente en sábado, que es el día para honrar al
Señor. Porque su trabajo consiste en hacer el bien que Dios quiere.
Los dos temas de este encuentro comunitario ya se tocaron en el segundo
encuentro del primer semestre. Entonces se trató el tema de los estudios desde el
punto de vista de la adaptación de los seminaristas a una nueva escuela, afrontando
las dificultades que encontraban. Por otro lado se les introducía a las labores
ordinarias que desarrollan en el seminario insistiendo en el sentido del trabajo.
Ahora se quiere dar un paso adelante, presentando con mayor amplitud la
dimensión académica y laboral. Se hace en tres momentos, el primero dedicado al
sentido y el valor del tiempo y su aprovechamiento, y los otros dos señalando las
exigencias de la formación académica y laboral. En todo ello, el modelo de Jesús
que trabaja en todo tiempo es oportuno.
El sentido del tiempo. El tiempo es percibido de muy distintas maneras según
el horizonte de los valores de la persona, siempre capaz de reflexionar sobre sí
misma. El valor que se concede al tiempo está relacionado con una visión del
mundo, de la historia y de sus acontecimientos. Por ejemplo, una persona que
tenga un sentido cíclico y fatalista de la historia, entenderá en tiempo como una
condena fatal, casi como una desgracia, y sus actitudes serán las de quien sobrevive
en medio de esta desgracia. Una persona que entienda el tiempo como camino
hacia la reencarnación en un ser superior, vivirá ese tiempo como oportunidad de
purificación.
El cristianismo implica una peculiar visión del mundo como creado por Dios
desde su eterno amor, al grado de que percibe el amor de Dios presente en todas
las criaturas. Este mundo se ordena a la consumación según el plan mismo de
Dios, de modo que se haya en un continuo progreso. Resulta fantástico vivir en un
mundo que ha nacido del amor y se ordena al amor, porque implica caminar
continuamente hacia algo mejor, más allá de todas las apariencias. En esta
interpretación del mundo como creación de Dios, los acontecimientos se
interpretan como providencia amorosa de Dios. No es que Dios controle todo lo
que ocurre, sino que conduce al mundo a través de todo lo que ocurre hacia el
bien, porque El es señor de la historia. El tiempo
Itinerarios formativos 209 Seminario menor

es comprendido como una oportunidad para colaborar en el plan misterioso de


Dios y para ir construyendo el bien en colaboración con el Creador.
Consecuentemente, para el cristiano el tiempo tiene un profundo sentido, es el
ámbito en el que se desarrolla la acción salvadora de Dios y en el que es invitado a
colaborar con esa salvación. El tiempo debe ser aprovechado al máximo porque es
pleno de sentido, coopera industriosa y diligentemente con la obra de Dios. Cristo
se ha hecho hombre en el tiempo, participando de nuestra temporalidad y
consagrándola. Él es el mejor ejemplo del modo como hay que aprovechar el
tiempo. La visión cristiana del tiempo previene a los creyentes ante dos actitudes
superficiales: el pesimismo y el orgullo. Por el contrario, la fe nos conduce a una
actitud optimista ante la vida. Es optimista porque la salvación que viene de Dios
no es sólo una promesa, sino una realidad, ya ha sido realizada en Cristo y sólo
espera su consumación. El cristiano no es orgulloso ni triunfalista porque sabe que
todo éxito es relativo, que siempre existe un más allá en los planes amorosos de
Dios. Situado así en el tiempo, encuentra siempre nuevos retos y oportunidades,
considerando todo tiempo como un don de Dios y una oportunidad de salvación.
Ahora se entiende mejor la expresión de Jesús: Mi Padre trabaja en todo
tiempo y yo también trabajo (Jn 5, 17). Es por ello que, desde el mismo ingreso en
el seminario, se te ha planteado una mística del aprovechamiento del tiempo. No
hay cosa más opuesta al espíritu cristiano que la pereza, la negligencia o la dejadez.
Se trata, por el contrario, de un espíritu laborioso. Esto no quiere decir que no sepa
descansar, ni tampoco que sea esclavo del trabajo. Pero tiene bien claro que no
pretende "matar" el tiempo, transcurriendo por él de cualquier manera.
Corresponde ahora preguntarnos: ¿Cuál es mi sentido del tiempo? Para
responder a esta pregunta no hay que hacer muchos planteamientos teóricos. Es
más fácil examinar el propio uso del tiempo. Dime a qué dedicas tu tiempo y podré
conocer lo que valoras verdaderamente. Podemos recurrir nuevamente al modelo
de Jesús considerando cómo distribuía su tiempo, a) Él garantizaba un tiempo
largo dedicado a la unión con su Padre, que consideraba como su alimento. La
oración era, sin duda, una parte importante de su vida, b) En los Evangelios se
describe a Jesús realizando jornadas de trabajo exhaustivas, dedicaba su tiempo
preferentemente a los más pobres y pequeños, a los pecadores y a los que no eran
amados o valorados en la sociedad de aquella época, c) Otra parte importante de su
tiempo la dedicó a la predicación del Reino de Dios. Es hermoso contemplar la
creatividad que tenía para ello. Consideraba la evangelización un verdadero trabajo
en el que ponía a funcionar todas sus habilidades y su ingenio, d) Jesús dedicó
buena parte de su tiempo a formar a sus discípulos y a convivir con ellos, les daba
instrucciones particulares, los invitaba a descansar y compartía con ellos sus
sentimientos y toda su vida, como en una familia, e) Jesús también disfrutó del
tiempo, contemplando los lirios del campo, visitando a sus amigos y dejándose
invitar a las casas de las personas que lo acogían con amabilidad.
Frente a este esquema de la distribución del tiempo de Jesús, intenta reflejar el
uso que haces del tiempo, sobre todo cuando tú mismo lo distribuyes, a través de
un
Itinerarios formativos 210 Seminario menor

esquema similar. ¿En qué se parecen ambos esquemas? ¿En qué difieren? Pregúntate:
¿Cómo tendría que organizar mi tiempo para que fuera efectivamente cristiano? El
tiempo de los seminaristas se dedica mayoritariamente al estudio y al trabajo. Por
eso queremos insistir en estas dos actividades para describir la dimensión
académica y laboral.
Exigencias de la formación académica. Afrontadas las dificultades propias
del primer semestre ya se supone que los seminaristas deben ser estudiantes
sobresalientes en la preparatoria. Esta afirmación contundente se funda en el hecho
de que cuentan con todos los elementos necesarios para serlo. Si un seminarista
fallara en esto, que es a lo que fundamentalmente se dedica, se trataría de un fallo
serio. La primera exigencia en esta área consiste en que se tomen en serio los
estudios. Esto implica que se aproveche muy bien el tiempo de la tarde y que cada
uno lleve al día el estudio de cada una de las asignaturas.
La formación intelectual del seminario debe ser muy exigente, porque la
misión evangelizadora lo requiere. Se trata de evangelizar la cultura, estableciendo
un diálogo con la sociedad actual. Esto requiere una verdadera preparación en
todos sentidos. Es útil referirse a los sacerdotes que en diversas épocas de la
historia fueron auténticos filósofos y hombres de ciencia porque comprendían la
amplitud de su misión evangelizadora. Un ejemplo muy típico es el de san Alberto
Magno, quien supo interesarse por las distintas áreas del saber sin que esto fuera
en detrimento de una verdadera dedicación al ministerio pastoral. Los estudios de
preparatoria son amplios, abrazan muchos aspectos del saber y desarrollan diversas
habilidades intelectuales. Por otro lado hay que considerar que los estudios de
filosofía y teología propios del seminario se sitúan en el nivel de la educación
universitaria.
Una segunda exigencia es la formación integral. Muchos estudiantes de
preparatoria dan mayor importancia a unas materias que a otras, movidos sobre
todo por sus gustos o por sus prejuicios. Hay quien privilegia las matemáticas y las
ciencias exactas porque dice que se va a dedicar a la ingeniería; hay quien, por el
contrario, da la prioridad a la literatura y al arte porque piensa que se dedicará a
esa área. Pero hay que reconocer que en estas posturas hay algo de prejuicios y
mucho de comodidad. Una cierta tendencia a refugiarse en lo más cómodo, o en lo
que más les gusta. El valor de los estudios de preparatoria está en que abre diversas
dimensiones del saber y exige el desarrollo de diversas habilidades. Es importante
que los seminaristas no adopten esta postura, sino que den la importancia que
corresponde a todas las materias, incluso a aquellas que parecen muy distantes de
los estudios eclesiásticos, pero que serán necesarias luego en la vida sacerdotal.
Por otro lado, la preparatoria es un tiempo importante para desarrollar aspectos
que con mucha frecuencia no se cultivan o se les da poca importancia en el clima
cultural positivista. Se les designa genéricamente como "humanidades", es decir,
aquello que prepara para el estudio de las ciencias del hombre. En concreto, la
literatura, la filosofía en sus diversas áreas, la historia, la psicología y la sociología.
Establecer bases en estas áreas del saber tiene la mayor importancia porque
implica ir cimentando ya
Itinerarios formativos 211 Seminario menor

una visión de Dios, del hombre y del mundo que es absolutamente necesaria para
la evangelización. Es verdad que todos estos contenidos se profundizarán en los
estudios del seminario mayor, pero todo lo que se cimiente bien desde ahora
facilitará la tarea de aquellas otras etapas.
Un tercer elemento al que hay que poner atención es la adquisición de
instrumentos para los estudios posteriores. Este es el sentido del nombre de
"preparatoria", que prepare para los estudios futuros. En concreto, la ortografía, la
gramática y la redacción; si es posible, el latín y el griego o al menos las
etimologías; alguna lengua moderna. Hay que tener mucho cuidado de no rechazar
el aprendizaje de las lenguas, creyendo que es algo inútil o que se trata de tener un
lujo o conseguir un status. Aprender otra lengua es un medio formativo de primer
orden, y te prepara para algo fundamental que es evangelizar la cultura. Junto a
ello, el desarrollo de ciertas habilidades intelectuales: de lectura, de análisis, de
síntesis, de argumentación, de investigación.
Exigencias de la formación laboral. La formación en el seminario es también
formación para el trabajo. Lo primero es establecer un hábito de trabajo. En este
sentido se juega con un impedimento: la imagen falsa del sacerdote que no traba,
es decir, que se conforma con sólo hacer actividades litúrgicas y que es incapaz de
trabajar con sus manos. Hay que hacer una enérgica contestación a este tipo de
imagen deva-luada del ministerio sacerdotal. Debe formarse en el espíritu
contrario, el de un real y profundo amor al trabajo y el de un hábito de trabajo
asiduo. Ya no se trata sólo de aprovechar el tiempo, sino de encontrar en el trabajo
un camino de desarrollo personal y de justicia, recordando que Dios puso al
hombre en la tierra para que trabajase (Gn 2, 15). La formación para el trabajo se
desarrolla en varios aspectos:
El trabajo manual. Es muy conveniente que los seminaristas tengan una
formación para el trabajo manual. Esta formación cubre varios planos.
Primeramente, que no desconozcan el modo de trabajo de la mayor parte de las
personas que viven en la Diócesis. Esto dependerá de cada lugar y de sus
condiciones concretas. Lo que hay que garantizar es que los seminaristas no crezcan
en el desprecio del trabajo manual, el que hace la gente más sencilla. Si la Diócesis
es agrícola o ganadera, se tratará de conocer el trabajo propio del campo; si es
industrial, quizá sea bueno incursionar en el trabajo de los obreros. También tiene
importancia el contacto con la tierra, con la naturaleza, una ocasión para esto la
brinda el cuidado de los jardines del seminario, que suelen ser amplios. Conviene
en este sentido que los seminaristas crezcan en la valoración de la ecología y
aprendan a hacer trabajos como la elaboración de compostas, el reciclaje del agua,
la poda de árboles o el cuidado de algunos cultivos. Otro punto es el de los trabajos
de limpieza, éstos debieran experimentarse de tai manera que los seminaristas
lleguen a sentir un sano orgullo de atender a sus propias necesidades: lavar su ropa,
limpiar los espacios que utilizan, hacer de repente acciones de mantenimiento como
destapar las tuberías, pintar las paredes, etc. Esta disponibilidad a trabajar debe
notarse cuando vas de vacaciones a casa de tus padres.
El trabajo intelectual. La vida intelectual puede y debe ser interpretada como
Itinerarios formativos 212 Seminario menor

trabajo. Se trata de un trabajo sutil, pero que provoca un desgaste aún mayor que el
trabajo físico. Ambos tipos de trabajo se complementan entre sí. Dado que los
seminaristas se dedican fundamentalmente a los estudios y se van a dedicar a ello
por un largo tiempo, conviene que aprendan a aplicarse asiduamente al trabajo
intelectual. Vale lo mismo que se ha dicho para el trabajo físico. Hay que llegar a
cultivar cierto sentimiento de sano orgullo por el trabajo intelectual bien hecho, a
un gozo por la investigación y el hallazgo intelectual, a una perseverancia en el
estudio de materias más áridas, a una buena presentación de los trabajos, al uso
adecuado de la metodología de la investigación, a una actitud crítica y al cultivo de
la honestidad intelectual.
El trabajo evangelizador. También la evangelización se constituye como un
ámbito laboral. Jesús lo entendió y lo vivió así, realizando amplísimas jornadas de
trabajo. San Pablo sintió la obligación de trabajar con verdadero empeño por la
difusión del Evangelio, adaptándose a toda clase de circunstancias y asumiendo
todo tipo de dificultades (ICor 9, 19-23). Se identifica a los evangelizadores con
los trabajadores de la viña del Padre, con los agricultores que siembran con
paciencia, con los pescadores de hombres. Todas estas expresiones muestran un
concepto del seguimiento de Jesús que está íntimamente vinculado al trabajo.
Conviene que te preguntes cuál es tu actitud ante el trabajo de cualquier tipo
que sea y cómo vinculas esta actitud con tu proyecto de vida cristiana y de
seguimiento de Jesús.
Horario:
■ Explicación de la meta (5 minutos).
■ Recapitulación (40 minutos).
■ Oración: Jesús trabaja siempre (10 minutos).
■ El sentido del tiempo (40 minutos).
■ Descanso y juegos (30 minutos).
■ Exigencias de la formación académica (20 minutos).
■ Exigencias de la formación laboral (20 minutos).
■ Consignas (10 minutos).
■ Devoción mariana (10 minutos).
Consignas.
■ Reflexiona más ampliamente sobre la dimensión académica-laboral para
descubrir los puntos en los cuales necesitas asumir más plenamente este aspecto
fundamental de tu formación. Lleva estas opciones a la oración para pedir a Dios
su ayuda en tu trabajo de cada día.
■ Procura hacer breves actos espirituales de consagración del trabajo manual,
intelectual y evangelizador antes de realizarlo, haciendo conciencia de que es
voluntad de Dios que trabajemos con alegría.
Itinerarios formativos 213 Seminario menor

3° y 4° semestres / Séptimo encuentro comunitario


La dimensión del proyecto
Meta. El alumno opta por la autoformación y por la autoexigencia como
camino de crecimiento personal y de servicio comunitario.
Recapitulación. Se retoma el tema del último encuentro, pidiendo a los
seminaristas que reporten sus propias actitudes en el estudio y en el trabajo. ¿Has
aprendido a asumir con mayor disponibilidad y alegría el trabajo diario? ¿Qué
sentimientos surgen en ti cuando te entregas al trabajo? ¿Cómo se percibe esto en
la comunidad? ¿Cómo lo percibe tu propia familia?
Aprender a discernir. El breve texto de Heb 5, 11-14 distingue entre los niños
en la fe y los que han llegado a ser adultos. Estos últimos se caracterizan porque, a
base de experiencia, han aprendido a discernir. Ya no necesitan que se les explique
todo, porque ellos mismos saben buscar lo que les conviene. Asumir la dimensión
del proyecto supone y exige esta capacidad de discernimiento.
Concepto de autoformación. En el sistema escolar es bastante frecuente que los
alumnos se dediquen a cumplir con lo que se les encomienda, a pasar pruebas, a
obtener calificaciones, pero sin asumir consciente y libremente su formación. El
resultado de esta actitud es bien claro, serán personas que han cumplido con
muchos requisitos, pero que no han aprendido de verdad, porque les ha faltado una
actitud básica de docilidad y disponibilidad para aprender. Esta actitud de fondo se
muestra en una serie de comportamientos absurdos: hacer los trabajos para quedar
bien con los maestros, copiar en los exámenes, hacer toda clase de trampas y de
plagios, cubrir los requisitos mínimos para aprobar, un gran nerviosismo en los
exámenes. AI contrario, quien tiene una actitud profunda de querer aprender, quien
muestra un verdadero interés por aprender para la vida, va más allá de los
requisitos y de las pruebas y encuentra su gozo en conseguir lo que anhela.
Algo similar puede ocurrir en la formación. Que te dediques a cumplir con lo
que se te propone, pero sin asumir personalmente la formación. El resultado de
esta actitud es que pasas por la formación pero no te formas verdaderamente.
Algunos ejemplos clarifican este asunto. Puedes bajar a jugar todos los días para
cumplir con el deporte y no tener problemas con los formadores, pero sin asumir el
deporte como algo necesario en tu vida. Puedes pasar todas las materias, incluso con
buenas calificaciones, pero sin asumir el estudio como una necesidad vital. Puedes
estar cada día en la capilla en las horas que corresponde, pero sin conseguir un
verdadero espíritu de oración. El seminario propone, en la medida de sus
posibilidades, todos estos elementos formativos, pero si tú no tomas la decisión de
formarte, todo será inútil a la larga.
De ahí el concepto de autoformación. Autoformación no significa que hagas lo
que quieras cuando tú quieras. Tampoco implica que deje de existir una
orientación concreta para la formación o que se dejen de proponer una serie de
tareas. Significa simplemente que tú asumes por propia voluntad los medios
formativos que se te proponen. Se parece mucho al trabajo que hace una persona
que se entrena para un
Itinerarios formativos 214 Seminario menor

deporte. Pongamos el ejemplo de la natación. El entrenador sugiere tareas para


mejorar la condición física del nadador y sus técnicas en los distintos estilos de
nado. Tiene una experiencia grande entrenando personas y por ello puede acertar
en lo que sugiere para cada uno. Hay que decir que el entrenador es una ayuda
necesaria, no se puede prescindir de él. Pero quien tiene que moverse en el agua y
ponerse a trabajar es el nadador. El entrenador no puede entrenar en su lugar,
porque la tarea concreta sólo le corresponde al nadador. En la formación ocurre
exactamente lo mismo. Es necesario que haya maestros y formadores que te
indiquen lo que te conviene hacer, lo hacen desde su experiencia, pero la única
persona que puede realizar efectivamente la formación eres tú.
El buen clima formativo se da cuando todos hacemos lo que debemos hacer
porque lo queremos hacer cuando corresponde hacerlo. Este concepto es muy
completo porque pone a funcionar tres elementos: a) Los valores objetivos. Hay
algo que "debemos" hacer y está claramente determinado. De modo que no hay
que opinar demasiado sobre ello, sino acatarlo como una norma, b) Existen
momentos bien determinados para hacer ¡as cosas, de modo que tales momentos
no están sujetos al gusto o al capricho de las personas. El horario comunitario pone
bien claros los momentos que corresponden a cada actividad, c) Pero el elemento
central es la motivación: "porque lo queremos hacer", donde media la decisión
libre de asumir aquello que se presenta objetivamente en un horario concreto. En
ese "querer" reside la esencia de la autoformación. Es un querer que acepta las
condiciones reales en las cuales la formación es posible, en el aquí y en el ahora.
Importancia de la determinación. La determinación espiritual es un fruto típico
de la vida de fe. Cualquier profundización en la vida de oración produce la toma
de decisiones en las condiciones de la propia vida. Es una regla tan clara que se
reconoce a una persona espiritual por el nivel de determinación que tiene. Los
místicos utilizan con frecuencia una expresión redundante para expresar el
contenido espiritual de esta actitud, hablan de una determinada determinación. San
Ignacio, por ejemplo, invita al creyente a decir: quiero, deseo y es mi
determinación deliberada (EE 98).
Esta determinación espiritual tiene por objeto el seguimiento de Cristo y, aún
más, la libre opción por un camino de vida marcado por la imitación personal de
sus ejemplos, incluso en rasgos que no sería una obligación o un deber seguir, sino
una devoción. La determinación es guiada por el amor, es una expresión muy
nítida del amor persona! a Cristo. Es una decisión fuerte, que tiende a marcar a la
persona espiritual de un modo definitivo y por ello se recurre a la expresión
redundante: determinada determinación. Ahora bien, es evidente que una
determinación de este estilo, hecha en torno a cosas grandes, implica a su vez la
determinación en ias cosas pequeñas, que son los medios para vivir aquellas. Por
ejemplo, si yo me determino a seguir a Cristo en ia pobreza, que es algo grande, se
incluye la decisión de abrazar las pequeñas incomodidades que la pobreza implica
Así se establece un vínculo entre las grandes y las pequeñas decisiones. Lo que
realmente importa se prepara y se mediatiza a través de muy pequeños detalles.
Quizá
Itinerarios formativos 215 Seminario menor

no estás en el momento de tomar grandes determinaciones, pero sí en el momento


de preparar esas decisiones que marcarán tu vida a través de la fidelidad a lo
pequeño. Es lo que le ocurrió a santa Teresita de Lisieux. Ella se sentía muy
pequeña y pobre para tomar grandes determinaciones y necesitaba un caminito, es
decir, una vía sencilla para plasmar su compromiso de fe. El gran camino espiritual
de ¡os místicos y de los mártires es tan valioso como el pequeño camino de santa
Teresita. La formación abre ante ti un pequeño camino, ante el cual es importante
que te atrevas a tomar tus propias determinaciones.
Virtudes que implica tener un proyecto. Hay tres elementos que entran en
juego en la vida espiritual. La oración es como la raíz de todo, porque se nutre del
amor de Dios. La determinación espiritual es como el tronco, que conduce los
dones de la gracia hacia una vida práctica. El proyecto es similar a las ramas, que
concretiza, calenda-riza, y propone medios para hacer real esa determinación. Raíz,
tronco y ramas tienen una función por desarrollar. El proyecto es la parte práctica y
concreta de la vida espiritual. Se te ha propuesto ya dos veces que elabores un
proyecto personal, para el segundo semestre y para el segundo año. Esta ha sido
probablemente una experiencia significativa. Ahora queremos retomar las actitudes
que implica la elaboración del proyecto.
Valentía. Es la capacidad de enfrentar los problemas asumiendo el riesgo de que
sea desagradable o duro. Es sobre todo valentía contigo mismo, para afrontar los
puntos difíciles o delicados llamando a las cosas por su nombre. Lo contrario es
evadir los problemas o, peor aún, disimularlos. La valentía que pones al enfrentar
en soledad los problemas la puedes poner de la misma manera al compartirlos con
quien te pueda ayudar, asumiendo el riesgo de pasar cierta vergüenza saludable.
Precisión. El diseño de un proyecto personal, como ya lo has experimentado,
pide cierta precisión. Que se detecte una situación, que se proponga un objetivo,
que se busquen los medios para realizarlo. La precisión consiste en puntualizar con
claridad las cosas y es opuesta a la ambigüedad. Porque sólo lo concreto y claro se
puede luego poner en práctica.
Paciencia. Trabajar con un proyecto personal supone una gran paciencia
consigo mismo. En muchísimas ocasiones no se nota un avance muy grande, y por
ello hay que volver a proyectar las mismas cosas una y otra vez. Es inevitable que
uno tropiece con sus propios límites si pretende trabajar consigo mismo. Ningún
proyecto se lleva adelante con nerviosismo y con prisas, al contrario, requiere hacer
las cosas despacio y lo mejor posible, porque toda construcción requiere unos
buenos cimientos.
Perseverancia. Es semejante a lo anterior. La perseverancia consiste en
mantenerse en la línea de un propósito, poniendo diversos medios hasta
conseguirlo. Esta virtud depende del grado de convicción con el que buscas un fin.
Uno es más perseverante en la medida en que cultiva convicciones profundas.
Humildad. Para trabajar con un proyecto es necesaria la humildad para dejarse
corregir, para pedir la ayuda de otros que completen la visión que tienes de ti
mismo y de los retos que se te presentan en tu vida.
Itinerarios formativos 216 Seminario menor

Vigilancia. Es una virtud muy recomendada por el Evangelio. Consiste en poner


atención a los peligros o a los puntos débiles, para evitar que allí obre el mal espíritu. Es
una actitud similar a la de los vigías, que pasaban día y noche en la torre de un castillo
para prevenir cualquier intención del enemigo de asaltarlo. El vigía daba una voz de
alarma que ponía en funcionamiento las defensas del castillo. Así en nuestro castillo
interior, es necesario un vigía que prevenga la acción del mal.
Horario. Este encuentro afronta en su primera parte la dinámica misma de la for-
mación bajo el doble concepto de autoformación y de determinación espiritual, la segunda
aparte del encuentro se ha reservado para la presentación de las virtudes que implica hacer
un proyecto personal, todo el encuentro quiere ser cuestionador y exigente para los
seminaristas, por contraparte conviene presentar los contenidos con amabilidad y simpatía:
Explicación de la meta (5 minutos).
Recapitulación (25 minutos).
Oración con el texto de la carta a los hebreos (15 minutos).
El concepto de autoformación (30 minutos).
Descanso y juegos (30 minutos).
Importancia de la determinación (30 minutos).
Virtudes que implica tener un proyecto (30 minutos).
Consignas (10 minutos).
Devoción mariana (10 minutos).
Consignas.
■ Para evaluar la dimensión del proyecto pregúntate por la raíz (oración), el tronco
(determinación) y las ramas (proyecto). ¿Qué tan fuertes son? ¿Cómo se relacionan entre
sí?
■ Trae contigo para el último encuentro comunitario el proyecto personal que
elaboraste en el último encuentro del primer curso. Procura reflexionar sobre él para que
traigas adelantada una cierta evaluación.
Itinerarios formativos 217 Seminario menor

3° y 4° semestres / Octavo encuentro comunitario


Cierre del segundo año y proyecto personal
Meta. El alumno hace una síntesis de su experiencia en el segundo año de
preparatoria y elabora su proyecto personal para el quinto semestre.
Recapitulación. Se pide a los seminaristas que elaboren el dibujo de un árbol en
el que queden bien señaladas las raíces, el tronco y las ramas para recapitular lo
visto en el encuentro anterior: la raíz es la unión con Dios, el tronco es la
determinación espiritual y las ramas son el proyecto personal. Ya que lo hayan
dibujado se les pide que compartan cuál de los tres elementos tienen más
desarrollado y en dónde tienen que poner mayor atención para que exista equilibrio
en la dimensión del proyecto.
Busquen el Reino de Dios. Se realiza un momento de oración comunitaria con
el texto de Mt 6, 19-34 que nos invita a buscar con todas nuestras fuerzas el reino
de Dios. El proyecto personal de los seminaristas para el próximo semestre necesita
considerar más intensamente a los demás, pues serán los mayores en la casa. Le
pedimos juntos a Dios que nos ilumine para ser aliento y estímulo para todos.
Evaluación del proyecto personal. Se pidió previamente a los seminaristas que
reflexionaran sobre el proyecto personal que habían elaborado el año anterior y
que lo trajeran a este encuentro comunitario. Ahora se trata de compartir con los
demás, con la confianza que nos permite la relación fraterna, cuáles han sido sus
logros y retrocesos. Si el grupo es grande se divide en pequeños grupos,
procurando que esté un formador con cada uno de ellos. No es sólo una puesta en
común, sino un análisis compartido del crecimiento que cada uno ha podido
conseguir, por ello es normal que el ejercicio se lleve un tiempo más largo.
El tercer año de preparatoria. El último año de la preparatoria se presenta con
dos características determinantes: el cierre de la etapa y el hecho de ser los mayores
en la comunidad. Para efectos del itinerario formativo se ha dividido en dos
semestres, tal como se hizo con el primer año. De modo que toda la preparatoria se
ha trabajado en una estructura concéntrica. Puede ser útil observar a esta altura el
conjunto del proceso, con el fin de que los seminaristas asuman más libremente el
compromiso que se les plantea en el momento presente:
a) Integración - Primer semestre. Se puso toda la atención en atender las
necesidades de adaptación, especialmente para que los seminaristas
comprendieran el sentido de su vida en el seminario y afrontaran las
dificultades en los estudios.
b) Crecimiento - Segundo semestre. Dejando atrás la adaptación, se propuso
un momento intenso de compromiso y de desarrollo personal marcado por
una mayor exigencia.
c) Estabilidad - Tercer y cuarto semestres. Se presentaron las dimensiones
formativas con la intención de que los seminaristas vivieran con mayor
eficacia su proceso formativo, caminando hacia un compromiso en la
auto-formación.
Itinerarios formativos 218 Seminario menor

d) Profundización - Quinto semestre. Se va a centrar la atención de los


seminaristas en la misión evangelizadora de la Iglesia, facilitando un
crecimiento intenso en la identidad cristiana y discipular, la misión como
clave de comprensión de la vocación sacerdotal.
e) Discernimiento - Sexto semestre. Se pondrán los medios para que cada
seminarista pueda hacer el discernimiento adecuado y tome la decisión de
pasar al curso introductorio o de dejar el proceso formativo.
El cierre de la etapa del seminario menor se hará, pues, en dos momentos. En
el primero se te pide la actitud de apertura para que camines hacia una
identificación con la misión evangelizadora de la Iglesia. Esto va a requerir un
esfuerzo de crecimiento más interior y una manera de comprender tu vida como
parte de esa misión. En el segundo momento se va a poner atención al
discernimiento. Aquí lo que se requiere es mucha honestidad de tu parte y un
diálogo intenso con los formadores.
Durante todo el año aparece con mucha claridad la responsabilidad que
implica ser los mayores. Se te exigirá el compromiso de ser aliento, estímulo y
buen ejemplo para los más jóvenes que ingresan al seminario. En este
compromiso debe existir una gran claridad.
Estos dos elementos van a ser esenciales para la elaboración del proyecto
personal del año siguiente.
Elaboración del proyecto personal. Esta será la tercera ocasión en que
elaboras tu proyecto personal, lo hiciste al terminar el primer semestre, con el
esquema de los tres niveles del yo; otra vez lo elaboraste, de un modo más libre,
considerando un objetivo para cada uno de los tres niveles del yo y buscando los
medios que te parecieron adecuados. En esta tercera ocasión vas a elaborar el
proyecto para el último año de la preparatoria. Ahora te proponemos el esquema
de las seis dimensiones formativas que ya has comprendido con mayor claridad.
Dimensión Diagnóstico Objetivo Medios

Espiritual

Humana
personal
Comunitaria y
social
Académica
laboral
Apostólica

Del proyecto

Mi prioridad

Itinerarios formativos 219 Seminario menor

En la primera columna necesitas hacer un balance de tu situación en cada una


de las dimensiones. Un diagnóstico es una conclusión sobre el estado de desarrollo
que tienes en cada una de ellas. Debe ser breve y claro. En la segunda columna
escribes un objetivo que expresa lo que te propones conseguir durante este tercer
curso en la dimensión correspondiente. En la tercera, enuncias algunos medios que
te pueden servir para conseguir el objetivo. Al final hay un renglón para que
señales tu prioridad. Se trata de aquella o aquellas dimensiones que consideras que
es más urgente trabajar para que consigas una formación más integral. El último
año debe ser aprovechado intensamente, porque tienes más elementos que nunca
para progresar en tu proceso formativo.
Recuerda que el proyecto personal hay que elaborarlo en un clima de oración y
de silencio, para enmarcar su elaboración te puede ser muy útil el texto que hemos
utilizado en la oración: Mt 6, 19-34, porque describe al hombre que quiere edificar
el reino de Dios y deja otras preocupaciones en un segundo plano.
Horario. En este encuentro se reserva el mayor tiempo posible para la
elaboración del proyecto. Conviene facilitar el clima espiritual adecuado para este
fin, de modo que los seminaristas se comprometan en ello y trabajen con seriedad.
Los formadores deberán permanecer atentos a las dificultades de los muchachos a
la hora de elaborar su proyecto:
■ Explicación de la meta (5 minutos).
■ Recapitulación (20 minutos).
■ Oración sobre buscar el reino de Dios (10 minutos).
■ Evaluación del proyecto personal (50 minutos).
■ El tercer año de preparatoria (15 minutos).
■ Descanso y juegos (20 minutos).
■ Elaboración del proyecto personal (60 minutos).
■ Consignas (3 minutos).
■ Devoción mariana (10 minutos).
Consignas.
■ Antes de salir de vacaciones, consulta tu proyecto personal en la entrevista
con
los formadores y pásalo en limpio.
Itinerarios formativos 220 Seminario menor

Quinto semestre
Momento de profundización: el sentido de la misión
Nos encontramos ya en el momento final de la etapa del seminario menor. Hay
que dedicar un tiempo a la decisión del paso al curso introductorio, pero no
demasiado, de modo que se atienda la decisión pero no se provoque un excesivo
nerviosismo de los muchachos en torno a ello. Una decisión de este estilo
consistirá sobre todo en depositar la confianza en Dios y no será más que el
resultado del proceso realizado previamente. Para ello se rodea el tema con
elementos propios de la vida espiritual y se proponen una serie de reglas para
discernir, las cuales les podrán ser útiles más adelante en su vida. Durante todo el
semestre conviene cultivar esta doble óptica. Por un lado la decisión inmediata,
por otro lado el futuro de todos y cada uno de los alumnos, actuando con la
convicción de quien sabe que vale la pena trabajar por la espiritualidad juvenil. El
orden de las sesiones es el siguiente:
1er. Encuentro: La identidad de la Iglesia. Es una reflexión sobre la
presentación de la Iglesia como enviada a una misión hecha por el Concilio
Vaticano II. Se pretende que los seminaristas comprendan cómo la misión está en
el corazón de la definición misma de la Iglesia y de la participación en ella. Se
explican los dinamismos fundamentales de la misión que deben estar presentes en
cada persona que participa de ella.
2o Encuentro: La participación en la misión. Se ofrece una interpretación de las
diversas vocaciones y ministerios en la Iglesia como participación de la misión. El
dinamismo de la misión se hace real de modo distinto y complementario en las
diversas vocaciones, que son profundamente complementarias entre sí.
3er. Encuentro: La misión y la vocación. Ahora se provoca una contemplación
de las personas que se han comprometido en la misión a través de un llamado
específico para que los muchachos se admiren de las exigencias grandes que se les
presentan. Al final se les invita a contemplar a otros jóvenes de su edad que se
comprometen en la misión, y a asumir un compromiso similar.
4° Encuentro: La misión irrenunciable. El último encuentro presenta la misión
como un elemento irrenunciable en la vida y vocación del cristiano, sea cual sea su
vocación específica. Se les invita a asumir definitivamente este vínculo apostólico
en su vida. Esta es la primera decisión "definitiva" que asumen ya para toda la
vida. Lo pueden hacer desde la convicción de que Cristo es un amigo verdadero
que no engaña, de quien se pueden fiar.
Los textos bíblicos giran en torno el envío evangelizador de Jesús, señalando
su origen en el amor de Cristo y la unión con Él y el modo gratuito de la
participación en la misión. Como imagen-fuerza del semestre, la misión universal
de los apóstoles en Mt 28, 16-20. La bendición de Jesús para sus discípulos en Le
24, 36-53. El envío de los 72 en Le 10, 1-24. El texto de la ascensión de Jesús en
Hech 1, 3-8. La alegoría de la vid y los sarmientos que describe el verdadero
discipulado en Jn 15, 1-17. Es un conjunto fuerte de textos que quiere afirmar el
sentido de pertenencia a la comunidad cristiana en la misión, que es su centro.
Itinerarios formativos 221 Seminario menor

5o semestre / Primer encuentro comunitario


La identidad de la Iglesia
Meta. El alumno comprende la finalidad del itinerario del quinto semestre,
reflexiona más ampliamente sobre la misión como elemento clave de la identidad
de la Iglesia y se descubre a sí mismo como partícipe de esa misión.
Recapitulación. La recapitulación de este encuentro se centra en la nueva
situación de los seminaristas que ya se ha anunciado en el encuentro anterior. Se les
pide que respondan a dos preguntas: ¿Cuáles son tus sentimientos al ser de los
mayores en el seminario? ¿Qué compromiso quieres asumir de cara a la
comunidad formativa? La puesta en común se hace con todo el grupo, llegando a
acuerdos en forma de compromisos del grupo de tercero.
Envío de los apóstoles y bendición de Jesús. En un momento de oración
comunitaria se reflexiona el texto de Le 24, 36-53. La buena noticia de la
resurrección de Jesús, que comprueban conviviendo con él, llena de alegría el
corazón de los discípulos, que son enviados a la misión acompañados siempre de
la bendición de Jesús. Reproducir este momento entrañable en el que Jesús
bendice a quienes ha enviado, en el que se va pero a la vez permanece a su lado.
Objetivo del quinto semestre. Durante este semestre queremos reconocer la raíz
de nuestra vida vocacional en el misterio de la Iglesia y de su misión
evangelizadora. El objetivo de este primer semestre es: El alumno de quinto
semestre de preparatoria profundiza en el sentido de la misión evangelizadora de
cara al discernimiento de su vocación sacerdotal.
La imagen-fuerza. Mt 28, 16-20: Misión universal de los discípulos. La misión
es presentada como el elemento esencial de la vida discipular. Así como Jesús fue
amado por el Padre y enviado por Él, así ama a los discípulos y los envía a
comunicar lo que han experimentado en su compañía, la buena noticia de la
paternidad de Dios y de la fraternidad entre los hombres. Ellos son enviados para
construir la civilización del amor. La Iglesia no es más que una profecía de un
mundo mejor y por ello se define como peregrina hacia un mundo nuevo y
anuncio de esa novedad.
La misión de la Iglesia. El Concilio Vaticano II fue convocado para dar una
definición de la Iglesia y de su misión salvadora. Estas palabras de Juan XXIII
muestran que la misión es parte de la definición esencial de la comunidad cristiana.
Si hablamos con un poco más de precisión, la singularidad de la Iglesia se define
por dos fuerzas contrapuestas y complementarias: la fuerza de la comunión y la
fuerza de la misión. Estos dos dinamismos se equilibran entre sí así como las
fuerzas centrífuga y centrípeta.
El dinamismo hacia dentro, que le da cohesión interna a la comunidad es la
comunión. Hay que poner atención porque la comunión no es uniformidad.
Participar de la comunión no implica ser idénticos, ni siquiera pensar de la misma
manera, porque la comunión se da en la diversidad, casi tiene como condición
precisamente la diversidad. Cristo ha convocado a pueblos dispersos y diversos en
la confesión de una sola fe. La vinculación que establecen los creyentes con Dios,
el totalmente distinto, hace
Itinerarios formativos 222 Seminario menor

cual las diferencias con los demás sean salvables. La unión con Dios es el espacio en
el que se hace posible la fraternidad entre personas de distinta condición. Por eso la
Lumen Gentium dice que la Iglesia es signo o sacramento de la unión con Dios y
de la unidad del género humano. La noción de comunión implica así una
dimensión vertical -la unión con Dios- y una dimensión horizontal -la unidad entre
los hombres. La comunidad cristiana sintoniza por ello con todos los hombres de
buena voluntad, participando de sus esperanzas y sus anhelos así como de sus
sufrimientos y dificultades. Su dinamismo de comunión le lleva a ser solidaria con
todos los que sufren y con las personas que buscan el bien. Este dinamismo
profundo de unión con Dios y de solidaridad con el prójimo debe estar presente no
sólo en la comunidad, sino en cada cristiano en particular. Cada uno de los
creyentes se une a Dios por medio de una oración confiada, a imitación de Cristo,
que vivió íntimamente unido a su Padre, y al mismo tiempo se sabe unido a los
demás, especialmente a los necesitados, como Cristo, que pasó haciendo el bien a
todos los oprimidos por el mal.
El dinamismo hacia fuera es la misión. Literalmente la palabra "misión"
significa envío. La comunidad cristiana se sabe enviada hasta los confines del
mundo para anunciar el evangelio. La misión de la Iglesia hunde sus raíces en el
misterio mismo de Dios Trinidad. El Hijo fue enviado por el Padre al mundo y el
Espíritu Santo fue enviado por el Padre y el Hijo. El dinamismo interno de la
Santísima Trinidad es el de la comunión y la misión. De modo que la misión de la
comunidad cristiana es continuidad de la misión salvadora del Hijo y es realizada
en el Espíritu Santo. La vida de la Iglesia no es sólo ni principalmente de
comunión, porque la naturaleza del amor que la une hacia dentro es expansiva, es
decir, es un amor que se vuelca hacia fuera. No puede ser de otra manera porque ni
el Dios de Jesucristo ni la comunidad fundada por Él puede ser indiferente ante el
mundo, sino que se abre a la realidad del mundo para transformarlo y conducirlo a
su plena consumación. Cristo fue enviado al mundo en unas circunstancias
históricas bien concretas y la Iglesia, de la misma manera, es enviada al mundo
actual en sus circunstancias, para ofrecer, en medio de esta realidad social, la luz
del Evangelio. La misión evangelizadora brota del ser más íntimo de la Iglesia, que
es una multitud congregada por el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Cada uno de
los discípulos de Jesús experimenta también el dinamismo de la misión, se sabe
enviado a comunicar lo que ha visto y oído, lo que ha experimentado en su propia
persona.
Entre comunión y misión existe un equilibrio permanente, de modo que la
comunidad cristiana es una realidad congregada para ser dispersada y dispersada
para ser reunida. Los términos se prestan a confusión porque por "congregación"
se ha entendido muchas veces un grupo religioso tradicionalista e incluso cerrado
en sí mismo. La auténtica congregación cristiana no es cerrada, ni defiende
pequeñas tradiciones, al contrario, es una convocación abierta, que admite
personas de diversa clase y condición en la confesión de una sola fe, pero sobre
todo es abierta porque está permanentemente lanzada hacia la misión. El grupo
creyente que madura, bien pronto se dispersa para comunicar el mensaje del
Evangelio a otras personas y en otros lugares. Pero al dispersarse, en aquellos
lugares a los cuales es enviado, vuelve a convocar nuevos
Itinerarios formativos 223 Seminario menor

creyentes porque el mensaje que transmite es un mensaje de comunión. Así


vivieron las primeras comunidades cristianas, con una sensibilidad grande ante los
demás, profundamente abiertas a la novedad de Dios y a nuevos hermanos. Se
vieron participando en la misma mesa en una fraternidad nunca imaginada.
La misión de la Iglesia crea en el interior de la comunidad cristiana dos
tensiones que son características: la tensión escatológica y la tensión
evangelizadora. Por estas tensiones se entiende la comunidad como una realidad en
continuo movimiento.
La Iglesia tiene como origen la primera venida del Señor en la historia,
presencia que se renueva por la escucha de la Palabra de Cristo y por la
celebración de la Eucaristía. El Señor está vivo y presente en medio de ella de tal
modo que experimenta viva y profundamente su amor; pero la presencia del Señor
se comprende como anuncio de una presencia más total y definitiva que se dará al
final, en la consumación. Así el acontecimiento de Cristo que ocurre
continuamente en su interior se abre al acontecimiento futuro del Señor que vendrá
y llevará la Creación a su plenitud. A esta tensión entre el ya de la presencia de
Cristo y el todavía no de la consumación se le llama "tensión escatológica". Esta
tensión interna de la comunidad provoca que relativice todo éxito y toda
realización y también todo fracaso o dificultad en el anhelo del bien que viene y
espera con certeza. Es una comunidad fuerte, que vive de la esperanza en el
mundo futuro y camina con decisión y activo compromiso hacia él.
La Iglesia lleva en su interior una íntima y profunda experiencia de Dios, que
brota de la Palabra y la Eucaristía que hacen presente al Señor resucitado. Esta
experiencia íntima es tan profunda y tan real, que despierta en ella el anhelo de
comunicarla a los demás. El contenido de esta comunicación se puede sintetizar en
la Buena Noticia de que Dios ama a la humanidad con amor eterno y que ha
garantizado su salvación. A la tensión que se establece entre el Evangelio
predicado en el interior de la Iglesia hasta su comunicación hasta los confines del
mundo se le llama "tensión evangelizadora". Esta tensión hace de la Iglesia una
permanente difusora de la Buena Noticia de la salvación. La predicación del
Evangelio no tiene un fin de expansión o de dominio cultural sobre los demás,
porque es capaz de iluminar las diversas culturas por dentro, respetando sus valores
propios. Esta es una característica del mensaje cristiano, se ha hecho parte de
diversas culturas a lo largo de la historia, transformándolas por dentro en el
dinamismo del reino de Dios. Es lo que recientemente se ha llamado "incultura-
ción", es decir, el Evangelio que se hace parte de las culturas. De modo que
aquello que transmite no es una cultura, sino la presencia misma de Cristo, que se
hace presente en las culturas. El cristianismo auténtico no es palestinense, ni
romano, ni mexicano y, sin embargo, es real y actuante en Palestina, en Roma y en
México.
Cada uno de los creyentes vive las dos tensiones mencionadas. Anhela el
encuentro definitivo con el Señor en el mundo futuro y experimenta, en el mundo
presente, la necesidad de anunciar la Buena Noticia del amor de Dios. Hablar de
"tensiones" en la sociedad de consumo resulta desconcertante, porque las tensiones
son temidas como si fueran una fuente de infelicidad. Es interesante poner
atención al funcionamiento del cuerpo. Hay un ritmo y una tensión en la
respiración, la tensión arterial
Itinerarios formativos 224 Seminario menor

muestra que ese cuerpo es vivo y saludable. Lo mismo ocurre con la parte afectiva,
hay una tensión entre la experiencia de la soledad y la tendencia que tenemos a
relacionarnos con los demás. Más aún a nivel racional, la capacidad de aspirar a un
valor y la tensión de renuncia que exige un esfuerzo por conseguirlo es típicamente
humana. Si al hombre se le quita la tensión escatológica, se queda en la pobreza de
un mundo presente sin esperanza, condenado a sobrevivir absurdamente o
pendiente de disfrutar cuanto pueda. Si se le quita la tensión evangelizadora, se
queda desocupado, con un vacío existencial. Este simple recuento hace ver que las
tensiones que se proponen no son ningún peligro, antes son los signos de una
persona que está viva, que reflexiona y tiene metas en su existencia.
Vamos a dedicar ahora un tiempo a reflexionar sobre la misión de la Iglesia,
sobre nuestra participación en ella y en los dinamismos que le son propios.
¿Experimentas actualmente el gozo de esta participación?
Horario. Lo que se pretende es una reflexión amplia de los seminaristas sobre
el tema, por eso, en la segunda parte del horario se propone un momento largo de
reflexión y de diálogo:
■ Explicación de la meta (5 minutos).
■ Recapitulación (25 minutos).
■ Oración con el texto del envío evangelizador (15 minutos).
■ Objetivo del quinto semestre e imagen-fuerza (10 minutos).
■ La misión de la Iglesia (30 minutos).
■ Descanso y juegos (30 minutos).
■ Momento de reflexión y diálogo (50 minutos).
■ Consignas (10 minutos).
■ Devoción mariana (10 minutos).
Consignas.
■ Incluye en tu oración personal la consideración de la tensión escatológica y
la tensión evangelizadora, pídele al Señor ser partícipe de la misión de la Iglesia y
de sus anhelos profundos.
■ Observa a las personas que están comprometidas en la vida de la Iglesia y
en la evangelización. ¿Notas en ellas una especial alegría y un sentido de vida?
¿Cuáles son los indicadores de que esto es así? Trae tus observaciones para el
próximo encuentro comunitario.
Itinerarios formativos 225 Seminario menor

5° semestre / Segundo encuentro comunitario


Participación en la misión
Meta. El alumno identifica con claridad las distintas vocaciones dentro de la
comunidad cristiana, vislumbra el modo de participar en la misión de cada una de ellas y
valora el sentido colegial de la misión.
Recapitulación. Los seminaristas han traído sus observaciones de personas com-
prometidas en la misión evangelizadora de la Iglesia. Comienzan poniendo en común sus
observaciones. Al finalizar sacan unas conclusiones al respecto. Los formadores les hacen
ver que este modo de vida peculiar del creyente que participa de la misión de la Iglesia
también debe existir en los seminaristas. Se puede hablar de seminaristas "com-
prometidos" y "no comprometidos" así como se habla de los laicos comprometidos.
Envío y regreso de los 72. Los setenta y dos discípulos enviados por Jesús delante de
Él en Le 10, 1-24 representan a toda la comunidad cristiana que participa de la misión. La
misión es una realidad comunitaria, un compromiso compartido en el que hay una
admirable variedad de cauces de participación.
La participación en la misión. La evangelización es una acción amplia y compleja a
través de la cual la comunidad cristiana intenta dar a conocer la Buena Noticia del
Evangelio y transformar con sus criterios, desde dentro, las diversas culturas y estructu ras
sociales. En esta obra compleja participan muchas personas de modos muy diversos,
desde la vida de clausura que da un testimonio de unión con Dios y de vida fraterna hasta
las misiones ad gentes, que anuncian el Evangelio en lugares en los que no ha sido
anunciado o que están descristianizados. La evangelización no se dirige sólo a los no
cristianos, sino que tiene también como destinatarios a la misma comunidad, porque todos
están necesitados de un anuncio del Evangelio, por ello se puede hablar de una
evangelización continua. Los obispos de Latinoamérica convocaron, con este sentido, a
toda la Iglesia del Continente a una misión permanente en el año 2007; los Papas Juan
Pablo II y Benedicto XVI han convocado a la Iglesia a una nueva evangelización, en la cual
la misma comunidad es agente y destinatario.
La misión evangelizadora es siempre una realidad compartida o colegial. Quizá
estamos acostumbrados a una imagen mítica del misionero individual, que va a tierras de
paganos y allí recibe el martirio. Pero la realidad no es así, los misioneros que han
existido en la historia han realizado una misión colegiada, siempre en grupo y en una
dinámica de colaboración. Muchos de los grupos de mártires que se celebran en la liturgia
de la Iglesia murieron en estas circunstancias. De modo que se trata siempre de una obra
en colaboración. En cualquier acción evangelizadora de la Iglesia brilla siempre la
colaboración. Ésta tiene un sentido más teológico que práctico. La colaboración es un
signo de la comunión que, como hemos visto anteriormente, es un rasgo esencial de la
comunidad cristiana y de Dios Trinidad. En los apostolados que has realizado no has ido a
ser protagonis-ta de una acción individual, sino a colaborar con personas experimentadas
en las tareas evangelizadoras, de las cuales has aprendido a realizar un aspecto de la
misión.
Itinerarios formativos 226 Seminario menor

El sentido colegial de la misión se realiza en todas las realidades de la Iglesia.


Los laicos habitualmente se asocian para realizar el apostolado, formando grupos
de catequistas o de animadores y asesores juveniles e incluso organizándose en
asociaciones y movimientos laicales desde los que se realiza una tarea
evangelizadora en común. Los religiosos y religiosas comparten una serie de tareas
y saben muy bien que las realizan dando continuidad a lo que otros hermanos y
hermanas han ido sembrando a lo largo de los años. Los colegios, hospitales o
centros sociales que ellos sostienen son obras realizadas más como comunidad que
como individuos. Lo mismo pasa en la vida sacerdotal, los presbíteros comparten
una sola misión, al grado de que el ministerio presbiteral se vive en la forma de un
colegio o cuerpo común que se llama presbiterio. Lo mismo ocurre con los
obispos, que forman parte de una conferencia episcopal y realizan un ministerio en
común.
Existe así una colegialidad amplia, la de los diversos órdenes y vocaciones en
la Iglesia, donde todos colaboran en una única misión. Y también una colegialidad
más precisa, entre los laicos, entre los religiosos y religiosas, entre los sacerdotes,
que es propia de su vocación concreta y del ministerio que ejercen. De modo que
es imposible comprender la propia función sin relacionarse con los demás. Esta
colegialidad o complementariedad no es solamente práctica, para la acción, sino
que también se da en la vida espiritual. A los presbíteros, por ejemplo, les hace
mucho bien el contacto con la vida contemplativa, porque la vida de sacrificio y de
oración de las religiosas es para ellos una invitación a vivir también con
profundidad espiritual su compromiso sacerdotal. Ocurre algo similar con las otras
personas y grupos en la Iglesia. Hay así una complementariedad entre los laicos,
los religiosos y los sacerdotes, en la cual la vida de unos es estímulo y reto para la
vida de los otros en una sola misión. Por eso es importante que todos crezcan en el
aprecio de las otras vocaciones y ministerios.
Tres modos de participación. Cada vocación o ministerio en la Iglesia es un
cauce de participación en la misión. El dinamismo propio de la misión se da en
cada uno de ellos. De esta manera podemos hablar de la misión de la vida
religiosa, la misión de los laicos y la misión de los sacerdotes. Vamos a especificar
un poco más estas misiones para que se comprendan mejor.
La misión de los laicos. Los laicos realizan los valores del Evangelio y viven
su vida discipular en la secularidad. Esto significa que su vida cristiana está como
entretejida con las realidades cambiantes del mundo presente: la familia, los
negocios, las relaciones sociales, las cosas materiales. Ellos gestionan todas estas
realidades humanas y sociales para construir desde dentro de ellas el misterio del
Reino de Dios, que es un Reino de justicia, de verdad y de paz. Se ha expresado la
misión de los laicos a través de la metáfora de la levadura que se mete en la masa
para que la fermente toda poco a poco; así los laicos viven inmersos en distintos
ambientes sociales a los que llenan por dentro de valores evangélicos. Su
compromiso es muy grande, porque muchos de esos ambientes son refractarios al
Evangelio. Realizan actividades en campos tan diversos como la salud, la política,
las obras públicas, el arte, las ciencias, las comunicaciones, las relaciones
internacionales. Para los laicos tiene una gran importancia su profesión, porque
ellos perfilan un modo cristiano del ejercicio profesional. Precisa-
Itinerarios formativos 227 Seminario menor

mente a través de su profesión transforman el mundo en muchos sentidos. Su


vocación es de un inmenso valor y ha de ser honrada y respetada por todos en la
Iglesia. Sin ellos la Iglesia sería muy ajena al mundo que la rodea, a la sociedad
más amplia a la que pertenece. Los laicos también desempeñan actividades dentro
de la comunidad cristiana: son catequistas, animadores juveniles, misioneros, etc.
Algunos de ellos se dedican a tiempo completo a la evangelización y adoptan
formas de vida que son muy antiguas dentro de la Iglesia como la virginidad
consagrada o la consagración secular. Estas realidades demuestran que los laicos
viven también una verdadera consagración a Dios y a la misión, que no es otra sino
la consagración bautismal.
La misión de los religiosos y religiosas. Los religiosos realizan los valores del
Evangelio y viven su vida discipular en la radicalidad. Esta palabra "radicalidad"
significa que siguen a Jesús en la exigente dinámica de un "más cada día". La
radicalidad marca aspectos fundamentales de su existencia como personas y como
grupo de un modo estable a través de los votos. El voto de pobreza les hace
especialmente libres ante todos los bienes materiales; el voto de castidad les deja
libres para amar a quienes más lo necesitan; el voto de obediencia les da la libertad
de obrar en común guiados por un superior o coordinador. Los religiosos están
insertos en muchas realidades humanas sirviendo a los pobres, como los laicos,
pero el modo de estar de ellos es el de la radicalidad, es decir, están radicalmente
disponibles, viven radicalmente entregados, se ponen radicalmente al servicio. Hay
religiosos en la vida contemplativa, que viven en monasterios dedicados a la
oración y al trabajo y constituyendo un símbolo de la unión con Dios. Hay
religiosos en la vida apostólica, que muestran su radicalidad en el servicio material
o en la evangelización. Hay otros de vida mixta, que combinan la dimensión
contemplativa y la dimensión apostólica de diversas maneras. La vida religiosa se
ha ido desarrollando a lo largo de la historia y ha ido enriqueciendo la misión de la
Iglesia con carismas de una gran fecundidad. Es parte necesaria de la vida de la
Iglesia.
La misión de los sacerdotes. Los ministros ordenados realizan la misión a
través de la eclesialidad. Son los hombres entregados a la Iglesia para su
organización y conducción, ejercen en ella una función que podemos llamar global.
Ejercen su función propia en nombre de Cristo, señalando siempre hacia Él, que es
el pastor del rebaño. Para explicar la vida sacerdotal se ha utilizado desde el origen
la metáfora evangélica del pastor que ha dado la vida por sus ovejas. Sean
diáconos, presbíteros u obispos, los ministros ordenados se entienden como
personas entregadas y consagradas por Dios para la edificación de la comunidad
cristiana. Desarrollan muy diversas funciones pero el común denominador de todas
ellas es el servicio a la comunidad cristiana. Todo en la persona de los ministros
ordenados se puede y se debe interpretar en función de la Iglesia. Por ejemplo, el
celibato de los sacerdotes es para el servicio de la comunidad y de los más pobres
en ella; están dispuestos a obedecer al obispo para edificar mejor al pueblo de Dios
como colaboradores suyos; disponen su casa y sus cosas de tal manera que no se
alejen en ningún sentido de los pobres. Ellos, como los religiosos, viven la pobreza,
la castidad y la obediencia, pero desde unas claves interpretativas que son
totalmente eclesiales. La consagración sacerdotal es muy fuerte,
Itinerarios formativos 228 Seminario menor

se realiza a través del sacramento del orden y señala a una persona como signo
personal de Cristo en medio de la comunidad, por eso tiene una especial exigencia
de santidad.
Hemos dedicado este tiempo a reflexionar sobre las distintas maneras de seguir
a Cristo y de participar de la misión evangelizadora porque es importante que
consideres el valor y el sentido de cada una de ellas, sintiéndote parte activa de este
cuerpo común. San Pablo comparó la realidad de la Iglesia con un cuerpo en el que
todos somos miembros los unos de los otros (ICor 12, 12-31), en el que nadie
puede prescindir de los demás porque somos parte de una sola realidad y
compartimos una misma responsabilidad. El sentido de pertenencia a la comunidad
cristiana es la base firme para hacer un adecuado discernimiento vocacional.
Porque, finalmente, cualquier vocación cristiana no es sino un modo de
participación en el cuerpo común.
Horario. Se continúan poniendo las bases eclesiales para el discernimiento de
la vocación. Es importante facilitar una reflexión y diálogo de los muchachos sobre
estos temas, que se prevé en el horario:
Explicación de la meta (5 minutos).
Recapitulación (30 minutos).
Oración con el texto de la misión de los 72 (20 minutos).
La participación en la misión (30 minutos).
Breve momento de descanso (10 minutos).
Tres modos de participación (30 minutos).
Descanso y juegos (20 minutos).
Momento de reflexión y de diálogo (30 minutos).
Consignas (10 minutos).
Devoción mariana (10 minutos).
Consignas.
■ Habiendo reflexionado sobre la función propia de los laicos, los religiosos y
religiosas y los sacerdotes, intenta comprender más profundamente su vida
observando su comportamiento. ¿Se ve reflejada su función secular, radical o
eclesial en su comportamiento? ¿Cómo enriquece esta realidad tu vida espiritual?
■ Profundiza espiritualmente en el sentido colegial de la participación de la
misión. ¿Te sientes parte del cuerpo común de la Iglesia? ¿Percibes como tuyos los
dones que el Espíritu ha plasmado en ella a través de las distintas vocaciones y
ministerios?
Itinerarios formativos 229 Seminario menor

5o semestre / Tercer encuentro comunitario


La misión y la vocación
Meta. El alumno expresa una valoración suficiente de la trascendencia de las
vocaciones para la misión de la Iglesia y deduce algunos criterios de
discernimiento vocacional.
Recapitulación. Se provoca un diálogo entre los seminaristas sobre su
experiencia en el contacto con otras vocaciones, sobre todo con los laicos y laicas
en el apostolado, con las religiosas de vida activa y contemplativa. Se trata de
compartir los aspectos positivos, lo que les ha admirado y edificado de esas
personas que han dado su vida en una vocación o ministerio eclesial. Al presentar
la actividad, advertir que a veces no hablamos seriamente de estas cosas, de modo
que eviten cualquier ironía o burla y traten con respeto y delicadeza a las personas
que colaboran en la misión de la Iglesia.
Despedida de Jesús. El momento de oración con Hech 1, 3-8 que narra la
despedida de Jesús en la ascensión y el envío de los discípulos subraya el sentido
de presencia y ausencia del Señor en medio de la comunidad cristiana, Él la
sostiene en medio de sus dificultades y la hace llegar hasta el extremo de la tierra.
La vocación y la misión. Ya ha quedado claro en el último encuentro
comunitario que la misión evangeüzadora es parte de la definición y de la
identidad misma de la Iglesia y que cada una de las vocaciones es una forma
peculiar de participación en la misión. Ahora queremos poner atención al dato que
aparece avanzando un paso más allá. La elección de las personas que van a asumir
la misión evangeüzadora debe ser muy cuidadosa, porque no está en juego
solamente la felicidad o la realización de esa persona, sino el futuro de la Iglesia
como comunidad de fe. De este argumento se deriva una interpretación de la
vocación en clave de misión y una serie de criterios de discernimiento vocacional.
Signo de la presencia de Dios. Pese a toda la fragilidad de las personas, quien
vive una vocación específica se erige como signo y garantía de la presencia
amorosa de Dios y de su fidelidad a la Alianza. Su promesa: Les daré pastores
según mi corazón (Jer 34 ) se cumple real y concretamente en esta persona que ha
sido elegida para el servicio comunitario. Quien es llamado y enviado de esta
manera, lógicamente deberá mantenerse unido a Dios que lo envía por medio de la
oración personal, de los sacramentos y de otros medios espirituales. Sus actitudes
han de ser un signo claro del amor del Padre que hace salir su sol sobre justos e
injustos. Debe definirse como una persona espiritual en el sentido de que vive
según los principios espirituales y muestra una solicitud evangélica para difundir el
Evangelio. Es importante que no tenga conductas que puedan herir la sensibilidad
religiosa y espiritual de los miembros de la comunidad, al contrario, respete,
promueva y apoye toda manifestación de fe en medio de ella. Más aún, ha de tener
cierto liderazgo espiritual y carismático que facilite su credibilidad en una
comunidad de fe.
Garantía del futuro de la Iglesia. La comunidad se juega su futuro eligiendo a
sus ministros, por ello deben ser personas que garanticen ese futuro por su buena
volun-
Itinerarios formativos 230 Seminario menor

tad, por la rectitud de sus intenciones y por la coherencia de sus actitudes. Es


importante garantizar la mejor realización de la misión y por ello no hay que
escatimar esfuerzos en la preparación de los ministros, invirtiendo todos los
recursos posibles en los procesos formativos. Por medio de su comportamiento, los
ministros están llamados a ser una demostración viva de cómo Dios no abandona a
su Iglesia, sino que la cuida como a su esposa, con toda delicadeza y amor. No es
fácil el desempeño actual de la misión. Para ello se requiere una preparación
esmerada en todas las dimensiones de la persona. Evidentemente no es válido
elegir a una persona que con sus conductas impida el buen desempeño de la
comunidad, por ejemplo, personas arrogantes, violentas, viciosas u orgullosas.
Respuesta a las necesidades. Las vocaciones son una respuesta de Dios a las necesi-
dades de los hombres y mujeres de nuestro tiempo. Por eso la persona llamada y
enviada debe crecer en la sensibilidad y la disponibilidad ante las necesidades de
los demás, las del cuerpo y las del espíritu. Debe estar convencido de que ha sido
llamado para servir y mantenerse en una radical actitud de servicio. El humilde
servicio está en el corazón de la identidad de cualquier vocación, especialmente de
la vocación sacerdotal. La disponibilidad pronta ante las necesidades es un signo
de la autenticidad de la vocación. Lo contrario serían las actitudes de negligencia o
de indiferencia ante los demás. Quien es puesto al servicio debe permanecer
especialmente atento ante las necesidades de los más pobres, a quienes debe
contemplar con la especial predilección con la que son contemplados por Dios y
fueron servidos por Jesús.
Parte de un cuerpo eclesial. Como ya hemos visto, la llamada de Dios nos hace
un miembro vivo del cuerpo de la Iglesia, por ello las actitudes de colaboración y
de trabajo en equipo deben ser sobresalientes. Por el contrario, el individualismo
mata los procesos vocacionales porque es profundamente contrario al dinamismo
propio de la evangelización. Esta disponibilidad para el trabajo en equipo necesita
ser clara hacia diferentes tipos de personas. Es necesario que supere los prejuicios
ante personas de diversa índole y más aún cualquier actitud que implique
discriminación o marginación de personas. Al contrario, ha de ser profundamente
incluyente.
Un camino extraordinario. Proponerse la vocación cristiana y en concreto la
vocación sacerdotal o religiosa significa optar por un camino extraordinario, que
implica, por ejemplo, la capacidad de coordinar los esfuerzos de una comunidad y
de conectar con muy diversos tipos de personas; que implica también una serie de
renuncias y de opciones que pueden revestir cierta dificultad. Un camino
extraordinario como este pide personas extraordinarias, en el sentido de que tengan
un equilibrio notable en todos los aspectos de su personalidad. No se le hace un
bien a una persona con ciertas deficiencias admitiéndola a una vocación específica,
porque al final afectará con ellas a la comunidad y a sí misma.
Criterios de discernimiento. Se propone a los seminaristas un ejercicio grupal
que consiste en describir las exigencias que se plantean a una vocación específica.
Este ejercicio es interesante porque lleva el discernimiento de la vocación a un
terreno objetivo y práctico. Para hacer el ejercicio pueden servir las siguientes
plantillas.
Itinerarios formativos 231 Seminario menor

Para una religiosa que trabaja con ancianos


Actividades Exigencias formativas
Escuchar las historias que los ancianos repiten.
Mantener limpios y dignos a los ancianos.
Alimentar a los que no pueden comer solos.
Velar por las noches a los enfermos.
Tratar con las familias de los ancianos.
Recibir grupos de voluntarios.
Organizar los momentos de fiesta.
Aplicar medicamentos.
Recibir a los médicos y otros profesionales.
Mover a los ancianos que no se valen.

Para una laica ministro extraordinario de la Eucaristía


Actividades Exigencias formativas
Visitar a los enfermos en sus casas.
Animar la oración de los enfermos y sus familias.
Leer la palabra de Dios y distribuir la comunión.
Atender especialmente a los enfermos pobres.
Dedicar tiempos largos a las visitas.
Escuchar a los enfermos que se sienten solos.
Informar al párroco la situación de los enfermos.
Visitar a los que tienen que ir al hospital.
Acompañar a los moribundos y a sus familias.

Para un monje de clausura


Actividades Exigencias formativas
Pasar ratos largos de soledad.
Trabajar manual e ¡ntelectualmente.
Aceptar a los hermanos y convivir con ellos.
Obedecer al Abad en cosas concretas.
Respetar los horarios de la comunidad.
Participar activamente en la oración.
Prestar servicios humildes y escondidos.
Cocinar para la comunidad.

Para un sacerdote diocesano


Actividades Exigencias formativas
Tratar empleados.
Solucionar problemas de convivencia.
Tratar con muchos colaboradores.
Participar en grupos juveniles y apostólicos.
Escuchar a toda clase de personas.
Visitar a los pobres y ayudar en sus problemas.
Acompañar enfermos en casas y hospitales.
Hacer funerales y consolar a los familiares.
Presidir las celebraciones litúrgicas.
Itinerarios formativos 232 Seminario menor

Se dividen los seminaristas en grupos para rellenar las plantillas, una para
cada grupo, facilitando que los muchachos discutan su respuesta antes de
escribirla. Después se hace una puesta en común. La conclusión es que existen
verdaderas exigencias para cualquier vocación dentro de la Iglesia porque la
misión que realiza cada quien es siempre de una gran trascendencia. Se puede
pedir a los muchachos que sugieran otro ministerio que no está en las plantillas
que se han preparado y elaborar juntos las actividades y las exigencias formativas
correspondientes. Sería interesante que este quinto ejemplo tocara realidades
cercanas a ellos, por ejemplo: un animador juvenil, un joven misionero, un
maestro cristiano, un catequista.
Horario. Se sigue reflexionando sobre la seriedad e importancia de la misión.
Se trata de que los seminaristas descubran la importancia que tiene cualquier
ministerio dentro de la Iglesia e indirectamente vayan reflexionando sobre las
exigencias del ministerio sacerdotal.
■ Explicación de la meta (5 minutos).
■ Recapitulación (25 minutos).
■ Oración con el texto de la despedida de Jesús (15 minutos).
■ Vocación y misión (40 minutos).
■ Descanso y juegos (30 minutos).
■ Criterios de discernimiento (50 minutos).
■ Consignas (10 minutos).
■ Devoción mariana (10 minutos).
Consignas.
■ Aprovecha el contacto que puedas tener durante este mes para preguntar a
las personas que colaboran en la misión de la Iglesia cómo tomaron su decisión
vocacional. Intenta captar al mismo tiempo cuáles son las condiciones y las
exigencias de su trabajo diario, para profundizar en el tema de este encuentro.
■ Incluye en tu oración a las personas que hemos considerado en el ejercicio
o a otras personas que ejercen diversos ministerios o servicios dentro de la Iglesia.
Itinerarios formativos 233 Seminario menor

5° semestre / Cuarto encuentro comunitario


La misión irrenunciable
Meta. El alumno descubre la opción definitiva por la misión como una
posibilidad para sí mismo más allá de su decisión vocacional, formando un
patrimonio irrenunciable de su vida cristiana.
Recapitulación. Durante los dos años y medio que han estado en el seminario
menor y probablemente desde antes, los seminaristas han participado en
actividades apostólicas. Se les pide que hagan una lista de los apostolados en los
que han participado y que anoten después los sentimientos que les produce el
recuerdo de cada uno de ellos y los aprendizajes que consiguieron. Se espera que
espontáneamente reconozcan que la actividad apostólica ha sido un gran bien
para ellos. Se pone en común el análisis que elaboraron. Se concluye señalando
que habitualmente recibimos en el apostolado más de lo que damos. Dar a los
seminaristas tiempo suficiente para que consigan una comunicación profunda.
La misión brota del amor. La oración compartida con el texto de la alegoría
de la vid y los sarmientos (Jn 15, 1-17) establece un vínculo importante entre la
misión evangelizadora y el amor y la unión personal con Jesús. La misión no
consiste principalmente en desarrollar una serie de tareas, ni en ser buenos
organizadores, cuanto en manifestar la experiencia gratuita del amor recibido de
Jesús.
Dar gratis lo que has recibido gratis. Cuando Jesús envía a los Doce en el
evangelio de Mateo, les da la siguiente consigna: Vayan y proclamen que está
llegando el Reino de los Cielos. Sanen a los enfermos, resuciten a los muertos,
limpien a los leprosos, expulsen a los demonios; gratis lo han recibido,
entréguenlo también gratis. No lleven oro ni plata ni dinero en el bolsillo; ni
morral para el camino ni dos túnicas ni sandalias ni bastón; porque el obrero
tiene derecho a su salario (Mt 10, 7-10). Las dos partes del texto nos muestran
con claridad en qué consiste el envío apostólico de Jesús.
En la primera parte se mencionan acciones que era totalmente imposible hacer
para los hombres: sanar enfermos, resucitar muertos, limpiar leprosos y expulsar
demonios. Ante estas situaciones había una legislación en Israel, porque se
consideraban un signo de la presencia del mal. Actuar ante ellas, como nos
enseñan muchos textos del Antiguo Testamento, sólo corresponde a Dios. Son
acciones que realizó Jesús y demuestran su identidad divina. Por ello parece casi
absurdo que se les encomienden a los discípulos. Queda muy claro que van a
realizar un ministerio que rebasa con mucho sus fuerzas y sus posibilidades, que
sólo se puede hacer con el poder de Dios. Por otro lado, los signos que se les
encomienda realizar son los mismos signos que hizo Jesús. Su acción apostólica
se desarrolla en dependencia de la de Jesús y como continuidad de ella. Este es
un gran honor para los discípulos, un honor absolutamente inmerecido. Por sus
manos pasarán los dones de la salvación y producirán bienes abundantísimos.
Precisamente en eso consiste el apostolado. Por eso, la consecuencia lógica es que
lo ejerzan gratuitamente. Sería vergonzoso que los apóstoles se aprovecharan de
estos dones haciendo de ellos un negocio o una fuente de prestigio
Itinerarios formativos 234 Seminario menor

personal. Consecuentemente, El sello de origen del apostolado cristiano es la


gratui-dad.
En la segunda parte de estas instrucciones Jesús envía a sus discípulos
desprovistos de lo necesario para un viaje. Lo primero que llevamos cuando
emprendemos un camino es un bordón y unas sandalias de repuesto, un poco de
dinero y algo con qué protegernos del frío, algo para comer y beber. Se trata de lo
más elemental. Van desprovistos porque el apostolado se realizará sólo con la
protección de Dios. Se quiere decir que es Él quien garantiza la realización y el
éxito de la misión. Los enviados deberán apoyarse en el poder de Dios y no
deberán confiar en sus propias fuerzas. La consigna de no saludar a nadie por el
camino que añade Le 10, 4, implica no utilizar las relaciones para conseguir una
acogida o un beneficio, el discípulo no debe depender tampoco de las buenas
relaciones o de las influencias que pueda tener, sino de Dios que lo envía y lo
protege.
Al colaborar en la misión de la Iglesia es importante que te preguntes qué
significa esta experiencia para ti, cómo lo estás haciendo, cuáles son tus actitudes,
en quién estás poniendo tu confianza. Jesús realizó su misión con un gran gozo, y
se maravilló de cómo Dios se manifestaba a los humildes. Así también cada uno
de nosotros, al hacer el apostolado, nos sorprendemos de los dones de Dios que
pasan por nuestras manos y experimentamos el inmenso gozo de colaborar en un
proyecto que nos sobrepasa.
Opción por el apostolado. Comenzamos este encuentro recordando la
experiencia de cada seminarista en el apostolado, que es un modo de participación
en la misión de la Iglesia. Ha sido un factor importante en el crecimiento de la fe
de cada uno, porque al expresar la propia fe e intentar comunicarla a los demás a
través de obras y palabras, se hace más sólida. Evidentemente la actividad
apostólica bien hecha afecta personalmente a quien la realiza. Vas acumulando
experiencias significativas, tienes el corazón lleno de nombres y la imaginación
llena de rostros de personas a las que has amado, de quienes has aprendido y a
quienes has servido. Lógicamente llegará un momento en el cual el apostolado
llegue a convertirse en algo irrenunciable en tu vida. Esto le ocurre a muchos
jóvenes de tu edad que participan en la misión de la Iglesia en diferentes
apostolados. Encuentran en esta participación una parte importante de su
identidad y un elemento necesario en su plan de vida. Es hermoso constatar cómo
muchos muchachos que vivieron su etapa de juventud en esta participación, se
mantienen a lo largo de su vida fieles al apostolado, colaborando siempre, según
sus posibilidades, en la misión de la Iglesia.
Si esto ocurre con un muchacho que participa en su parroquia o en un
movimiento de Iglesia, algo similar debe ocurrir con un seminarista. Al convivir
en el seminario y considerar continuamente la vocación sacerdotal, corremos el
riesgo de interpretar el sacerdocio como una especie de ocupación o de profesión.
Esta es una visión errónea del ministerio sacerdotal. El sacerdocio es propiamente
un apostolado y por ello debe vivirse con las notas de gratuidad y
desprendimiento que le son propias. Es verdad que hay que realizar las tareas
sacerdotales "profesionalmente", es decir, hacién-
Itinerarios formativos 235 Seminario menor

dolas de la mejor manera posible. Pero esta exigencia no se deriva principalmente


de un oficio, sino del mismo carácter apostólico del ministerio. Por otro lado, el
sacerdote convive toda la vida con personas que realizan el apostolado gratuita-
mente, con una gran generosidad y entrega. Él mismo debe ser testigo personal y
promotor de esa gratuidad.
Horario. El encuentro incluye dos partes sencillas pero profundas en la
experiencia de los seminaristas. Se intenta rescatar su propia experiencia apostólica
y darles claves interpretativas de la misma.
Explicación de la meta (5 minutos).
Recapitulación (25 minutos).
Oración con el texto de la alegoría de la vid (10 minutos).
Dar gratis lo que has recibido gratis (10 minutos).
Descanso y juegos (30 minutos).
La casa del Padre (20 minutos).
Opción por el apostolado (30 minutos).
Consignas (10 minutos).
Devoción mariana (10 minutos).
Consignas.
■ Intenta conversar con jóvenes que participan en la misión de la Iglesia por
medio de un apostolado o de un movimiento eclesial. Pregúntales qué hacen,
cómo se sienten en su actividad apostólica y que han aprendido de ella, tal como
hicimos entre nosotros al principio de este encuentro.
■ Procura profundizar, a través de la oración, en el valor del apostolado en tu
vida de cara a tomar una decisión de considerarlo parte de ella para siempre, más
allá de la decisión de continuar o no en el seminario.
Itinerarios formativos 236 Seminario menor
Sexto semestre
Momento de discernimiento: la decisión
Nos encontramos ya en el momento final de la etapa del seminario menor. Hay que
dedicar un tiempo a la decisión del paso al curso introductorio, pero no demasiado, de
modo que se atienda la decisión pero no se provoque un excesivo nerviosismo de los
muchachos en torno a ello. Una decisión de este estilo consistirá sobre todo en depositar
la confianza en Dios más que en poner pros y contras detalladamente. Para ello se rodea
el tema con elementos propios de la vida espiritual y se proponen una serie de reglas para
discernir, las cuales les podrán ser útiles más adelante en su vida. El orden de las
sesiones es el siguiente:
ler. Encuentro: El discernimiento espiritual. Coloca el tema de la decisión en un
campo mucho más amplio, que es el del discernimiento de fe en las actitudes y activi-
dades cotidianas. Se quiere establecer la base espiritual para un discernimiento ulterior.
Se da el mensaje: sólo puede discernir la vocación quien antes se coloca en un estilo
ordinario de discernimiento espiritual y sabe hallar la voluntad de Dios en las cosas más
sencillas de la vida.
2° Encuentro: El discernimiento vocacional. Se aplican los principios anteriores al
tema específicamente vocacional dando todo el peso de la decisión a la comunidad
cristiana, que tiene el derecho y el deber de elegir a las personas que van a servir en
medio de ella. Entre las consignas que se les dan se les pide que indaguen las opiniones
de otros, especialmente las de los buenos cristianos que los conocen y las de los
formadores y las contrasten críticamente entre sí.
3er. Encuentro: El paso al curso introductorio. Se afronta el objeto preciso de
discernimiento, poniendo una serie de condiciones y sugerencias para dar este paso con
serenidad y certidumbre. Éste será el momento más intenso para reflexionar sobre el
punto y tomar una decisión, que debe estar hecha preferentemente antes del próximo
encuentro para que puedan comunicar su decisión serenamente a los compañeros.
4° Encuentro: Cierre de la etapa del seminario menor. Se dedica todo el encuentro al
cierre de la etapa y a la comunicación de la decisión de cada uno. Se rodea todo el
encuentro de un clima de gratitud.
Los textos bíblicos que guían la reflexión están centrados en el acto de discernir: para
el primer encuentro el breve texto de la carta a los Romanos en el que se establece la
actitud del discernimiento: transfórmense, renueven su interior, para que puedan
descubrir la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto (Rm 12, 2);
en el segundo, el texto de la elección de Matías en el que se subraya la participación de
toda la comunidad: 77?, Señor, que conoces los corazones de todos, señala a cuál de
estos dos has elegido (Hch 1, 24); para el tercero, la exhortación de Josué antes de pasar
el Jordán hacia la tierra prometida: Así, pues, respeten al Señor y denle culto con entra
fidelidad (Jos 24, 14); para el cuarto y último, el cántico de gratitud de la carta a los
efesios: Desde lo alto del cielo nos ha bendecido con toda clase de bienes espirituales
(Ef 1,3).
Itinerarios formativos 237 Seminario menor

6° semestre / Primer encuentro comunitario


El discernimiento espiritual
Meta. El alumno retoma el proyecto que elaboró al final del semestre
anterior, comprende el sentido del discernimiento espiritual y comienza a
aplicarlo conscientemente en su vida diaria.
Recapitulación. Situarse en el último semestre de la preparatoria implica
hacer una síntesis y cerrar un proceso. Esta es la orientación precisa del proyecto
personal para este semestre. Se comienza el encuentro comunitario compartiendo
en grupos pequeños el proyecto personal de cada seminarista. Ya tienen práctica
haciéndolo, de modo que se conocen y pueden comprender el contenido de cada
uno de ellos. Para cerrar este momento, los formadores subrayan el valor de
caminar juntos y de compartir la vida para hacer el bien a los demás, incluso más
allá de la decisión que cada uno tomará libremente al concluir este semestre.
El discernimiento. Se hace un momento comunitario de oración con el texto
de Rm 12, 1-2. Es un texto breve pero con mucho contenido. Plantea que el
creyente ofrece toda su vida a Dios y se va haciendo gradualmente capaz de
distinguir cuál es su voluntad en cada momento. A través de la escucha de esta
Palabra de Dios nos sabemos invitados a poner en práctica el discernimiento
espiritual.
Objetivo del sexto semestre. El último semestre de la preparatoria está
centrado en el discernimiento vocacional para el paso al seminario mayor. El
alumno de sexto semestre de preparatoria aplica las reglas del discernimiento
espiritual a su propio proceso de cara a su decisión de pasar al seminario mayor.
El discernimiento espiritual. Uno de los frutos de la oración en cualquier
persona es el discernimiento. Cuando has hecho silencio y permites que la
palabra de Dios impregne tu mente, tu imaginación y tu espíritu, lógicamente
comienzas a obrar con criterios espirituales. Dicen que de la abundancia del
corazón habla la boca; del mismo modo, de la abundancia de los pensamientos,
sentimientos e imágenes relacionadas con los ejemplos de Cristo surgen
comportamientos, ideas y actitudes que se pueden llamar cristianas. Por el
contrario, cuando la mente y el corazón de una persona están llenas de otros
contenidos de carácter egoísta o individualista, sus acciones son el fiel reflejo de
su mundo interior.
El discernimiento espiritual, en su sentido cristiano, brota de la consideración
o la contemplación del misterio de Cristo. Los valores propuestos por el
Evangelio no son meramente teóricos, sino eminentemente prácticos. Jesús los
propuso con su propia vida, de modo que no son realidades que se transmitan
sólo de la mente a la mente, sino que van de la vida personal del Señor a la vida
del discípulo. Te sientes impulsado a reproducir aquello que contemplas en sus
ejemplos de vida, y esto de tal manera, que experimentas como una seducción o
solicitación existencial a comportarte así. Es como un no poder ser de otra
manera, un cuestionarte: ¿Qué haría Cristo en mi lugar y en mis circunstancias?
Podemos imaginar fácilmente cómo se comportaría el Señor en el autobús, o
conduciendo un coche, o relacionándose con las personas con
Itinerarios formativos 238 Seminario menor

las que cada uno de nosotros interactúa.


La imitación de Jesús se concreta en una serie de valores a los que podemos
llamar evangélicos, porque, aunque se corresponden con valores universales, en el
modo como son transmitidos tienen como referencia necesaria los ejemplos de
Cristo. Una lista cinco valores evangélicos es muy ilustrativa: a) La oración
confiada y perseverante. No se trata de cualquier tipo de oración, sino de un modo
de orar similar al de Jesús que confiaba totalmente en su Padre y se refería a Él
con gestos de ternura, que se supo acompañado por Él hasta en los momentos más
difíciles y a quien entregó su espíritu. Esa oración que enseñó a hacer a sus
discípulos y les lleva a una profunda unión con Dios y con su proyecto, b) El
perdón de las ofensas. No es cualquier perdón, sino el de quien perdona siempre y
todo, tal como el Padre está dispuesto a perdonar siempre. Un perdón gratuito que
contemplamos en Jesús durante toda su vida y especialmente al final, cuando
perdona a quienes lo matan y pide por ellos, c) La pureza de corazón. No se trata
de un cierto puritanismo, al contrario, frente a la pureza legal que practicaban los
judíos, Jesús nos muestra la verdadera pureza del corazón, de la persona que tiene
pensamientos limpios, que hace el bien a los demás con su modo de percibir, de
comprender y de expresar la verdad. Jesús descubre a Dios presente en todos,
especialmente en los pecadores y los enfermos porque tiene esta verdadera pureza
de corazón, d) El humilde servicio. Jesús aparece en muchas ocasiones sirviendo a
la mesa, sirviendo a los pobres y a los enfermos. Su actitud es la de quien ha
venido para hacer el bien y lo hace con suma sencillez. Enseñó a sus discípulos a
ocupar los últimos puestos y a hacerse esclavos y siervos de todos, e) La dispo-
nibilidad. A Jesús se le encuentra fácilmente, en el camino cerca de las personas
sencillas. Cuando lo llaman acude con simplicidad para hacer el bien.
Recomienda a sus discípulos que se ocupen de hacer el bien y se despreocupen de
todo lo demás, que no vivan pendientes de sus propias necesidades sino que
anuncien el reino de Dios.
Se podrían seguir enunciando valores que contemplamos en los ejemplos de
Cristo, pero quizá con estos es suficiente. Cada persona que vive en la fe tiene la
capacidad de discernir. No es necesario que otro le enseñe, porque ha
comprendido y aceptado el modelo de Cristo y tiene la capacidad de aplicarlo a
sus circunstancias. De modo que el discernimiento es el signo natural de cierta
madurez en la fe. Sabe cómo debe comportarse porque se deja conducir por los
ejemplos de Jesús. Hay que observar que a este tipo de sabiduría no se accede
sólo con la razón, sino con todo lo que la persona es: su mente-razones, su
corazón-sentimientos, sus manos-acciones. A veces el discernimiento se hace
desde una convicción racional, para ser fiel a la propia razón; a veces se hace bajo
el impulso de un sentimiento espiritual, dejando actuar al don de Dios; en otras
ocasiones se hace por la fuerza de la costumbre, por haber actuado muchas veces
así o lanzándose a actuar más allá de los propios sentimientos. La mayor parte de
las veces se implican estos tres componentes de la personalidad.
Quien discierne la voluntad de Dios encuentra un premio y una alegría en su
propio comportamiento, porque se percibe a sí mismo unido a Cristo en rasgos
concretos de su personalidad: su pobreza, su disponibilidad, su alegría, su
libertad, etc. Por ello no necesita la aprobación de los demás ni el mandato de una
autoridad, sino que por
Itinerarios formativos 239 Seminario menor

sí mismo encuentra el bien que es necesario hacer en cada momento. Cuando


alguien vive en un continuo discernimiento, se identifica con Jesús quien pasó
haciendo el bien y curando toda enfermedad y dolencia (Hch 10, 38). Por la
práctica, va hallando una serie de veredas en las que no tiene ninguna duda de
estar haciendo la voluntad de Dios. Es interesante adquirir esta seguridad en
ámbitos tan cercanos como el de la familia, la actividad apostólica o la misma
comunidad del seminario.
El criterio para hallar la voluntad de Dios, es decir, para discernir, es el amor
fraterno. Esta idea depende de un pensamiento simple. La buena noticia se puede
resumir en que tenemos un Padre bueno que nos ama siempre. Y la primera
consecuencia de este amor gratuitamente recibido es que hemos de ser hermanos
para los demás, personas cimentadas en el amor que aman siempre. Así, encuentra
la voluntad de Dios cuando elije libremente los comportamientos que edifican a
la comunidad y la hacen avanzar. Entiéndase comunidad en cualquier sentido:
familia, seminario, sociedad. Lo importante es que las propias actitudes sean
edificantes, una concreción y un signo del amor fraterno. Dice una canción
popular: Cristiano es quien da la mano. De un modo muy simple está enunciando
el criterio básico del discernimiento. En ocasiones será muy fácil saber qué
edifica a la comunidad, por ejemplo, no hay ninguna duda que ser puntual ayuda
a la comunidad; a veces, será más difícil aclararlo y se requerirá un esfuerzo
mayor; en otras ocasiones lo que era difícil se va haciendo fácil porque se
adquiere cierta práctica en ese modo de hacer el bien.
Es importante situarse espiritualmente en el discernimiento, porque la práctica
del discernimiento espiritual establece la base para poder dar más pasos en la vida
de fe y en la vocación personal. ¿Cómo va a discernir bien una persona si Dios lo
llama para el sacerdocio si no sabe discernir sobre la puntualidad, o sobre sus
actitudes en la familia?
Momento de reflexión y diálogo. El tema que se ha tocado es nuclear en la
comprensión de la fe. Por ello es conveniente dar tiempo a los seminaristas para
que busquen hacer una aplicación. Se les pide que reflexionen al respecto
siguiendo las siguientes cuestiones, se pueden responder armando una tabla o
cuadro sinóptico.
■ Ámbitos en los cuales es necesario discernir. Por ejemplo, la familia, la
comunidad del seminario, el apostolado, la calle, los amigos. Que seleccionen tres
o cuatro de ellos.
■ Actitudes que necesito cultivar en cada uno de esos ámbitos para hacer la
voluntad de Dios. Se responde a la pregunta: ¿Qué haría Jesús en mi lugar y en
mis circunstancias? Una actitud es un modo estable de actuar.
■ El bien que estas actitudes pueden traer a la comunidad en el ámbito
concreto que he seleccionado.
Después de analizar personalmente la propia actitud de discernimiento, los
seminaristas comparten en un grupo pequeño. Se puede terminar con una puesta
en común sólo de algunas actitudes que ellos consideran que también serían
válidas para los demás.
Itinerarios formativos 240 Seminario menor

Horario. Es el primer encuentro del semestre. Se quiere dejar bien establecido


un principio: que es necesario discernir. El contenido debe ser claramente
comprendido por los seminaristas y expresado con sus propias palabras. Para ello
hay que dar tiempo y facilitar lo más posible la comunicación confiada.
Explicación de la meta (5 minutos).
Recapitulación (25 minutos).
Oración con el texto de la Carta a los Romanos (10 minutos).
El discernimiento espiritual (50 minutos).
Descanso y juegos (30 minutos).
Momento de reflexión y diálogo (50 minutos).
Consignas (10 minutos).
Devoción mariana (10 minutos).
Consignas.

■ Intenta poner en práctica el discernimiento espiritual en cosas sencillas de


la vida diaria, procurando edificar a la comunidad con tu comportamiento. Date
un tiempo para preguntarte: ¿Cómo me he sentido actuando de esta manera? ¿Qué
reacción han tenido los demás? ¿Descubro con mayor claridad el vínculo entre
oración y acción?
■ Dialoga con los formadores sobre los puntos de discernimiento que has
localizado en diversos ámbitos en los que se desarrolla tu vida diaria.
Itinerarios formativos 241 Seminario menor

6° semestre / Segundo encuentro comunitario


El discernimiento vocacional
Meta. El alumno revisa sus actitudes de discernimiento, comprende el sentido del
discernimiento vocacional y se abre a su práctica en el momento formativo en que se
encuentra.
Recapitulación. Se comienza el encuentro compartiendo la práctica del discerni-
miento espiritual. Se pueden utilizar preguntas de tipo general para guiar el diálogo: ¿Has
puesto en práctica el discernimiento espiritual? ¿En qué áreas o en qué acciones lo has
hecho? ¿Cuáles han sido tus sentimientos en este discernimiento? ¿Has notado alguna
reacción de los demás ante tu modo de comportarte? Facilitar que los muchachos hablen
ampliamente compartiendo su experiencia. Insistir al final en la importancia de tener
siempre esta actitud discernidora.
La vocación de Matías. En un momento de oración comunitaria se propone el texto
de la vocación de Matías (Hch 1, 15-26). En este texto es muy evidente que cuando se
trata de discernir la vocación se llama a 120 hermanos, porque la vocación de una
persona en la Iglesia ya no es una cuestión personal o privada, sino un asunto que
compete a toda la comunidad. Aquellas personas pensaban que Dios hablaba a través de
las suertes, por eso hacen oración y echan las suertes para dejar la decisión en manos de
Dios. En este momento de decisión vocacional también es importante consultar a la
comunidad y poner tu vida en manos de Dios.
La vocación, un don comunitario. El dato más sobresaliente que nos reportan los
textos del Nuevo Testamento en los cuales se discierne la vocación de los creyentes es
que interviene toda la comunidad, en el texto de Matías, por ejemplo, los apóstoles
llaman a ciento veinte hermanos para que el discernimiento sea más claro. Este hecho
hace ver con claridad que la vocación, más que como un bien personal es comprendida
como un don comunitario. Es decir, la persona que es llamada por Dios para asumir un
servicio en la Iglesia es entregada, dada propiamente para beneficio de la comunidad. Lo
más importante no es que ella se realice, sino que se realice de la mejor manera posible la
misión. Es una práctica muy exigente, porque implica que la persona que es llamada y
enviada a cumplir una misión salga profundamente de sí misma y de sus intereses para
entregarse al servicio comunitario.
La mentalidad de los autores bíblicos choca frontalmente con la mentalidad de
muchas personas, casi de la gran mayoría, entre las que pueden estar personas signifi-
cativas para ti. Suelen pensar y sentir que la vocación es una cuestión individual, que
depende del gusto y de la búsqueda de la propia realización y por ello piensan que el
discernimiento de la vocación debe ser estrictamente personal. Pero hay que reconocer
que cuando se cultivan estos sentimientos y estas percepciones no se está hablando de la
vocación cristiana, sino de un concepto de vocación que es ajeno a la fe y a la vida de la
Iglesia. Evidentemente el hombre que es llamado por Dios encuentra en su camino
vocacional cierto nivel de realización personal. No es llamado para ser infeliz. Pero tal
realización o felicidad no es el objetivo directo del llamado de Dios. El verdadero
objetivo es el servicio comunitario, sin embrago, cuando una persona se entrega
Itinerarios formativos 242 Seminario menor

efectivamente al servicio evangélico, encuentra en el mismo servicio un camino


de cierta realización.
Si trasladamos este modo de percibir la vocación al momento presente se diría
así: no se trata de ser sacerdote como tú quieras, como te sea posible, o como te
salga o como te guste, mucho menos para lo que tú quieras; se trata de ser
sacerdote como Dios quiere y como la Iglesia lo necesita o, más profundamente,
para lo que Dios quiera. Esto implica que mantengas un plan abierto, es decir,
susceptible de ser cambiado según se vaya manifestando la voluntad de Dios, y
no un plan cerrado a tus personales intereses y perspectivas. Ahora no estás en el
momento de decidir ser sacerdote, pero sí estás en el momento de decidir seguir a
Jesús con un plan abierto, preguntándole con un corazón sincero: ¿Qué quieres de
mí? Esta actitud hacia Dios, como se ha insistido al hablar de la espiritualidad,
conlleva a su vez una dimensión horizontal, de modo que implica otra pregunta
igualmente abierta: ¿Qué necesita la comunidad cristiana?
No se puede discernir la vocación sin esta fundamental disponibilidad. Se
entiende que ya estás convencido de la importancia de la fe, que tienes tu
confianza puesta en Dios, que confías también en la Iglesia y por ello te abres a
lo que sea necesario. La presencia de los 120 hermanos te conduce a un camino
muy interesante y objetivador: el de consultar a los demás sobre tu propia opción
vocacional. Es verdad que conservas siempre tu libertad personal, porque al final
eres tú quien opta y quien se compromete, pero el procedimiento para clarificar tu
decisión libre consiste en escuchar no sólo la voz de Dios, sino también la voz de
la Iglesia, representada en la gente sencilla y creyente que te conoce, en los
mismos compañeros, y especialmente en aquellos que tienen la función de
discernir las vocaciones, en nuestro caso, los formadores. El fundamento último
de todo ello es que no se trata de caminos personales, sino comunitarios, como se
ha explicado.
Reglas para el discernimiento vocacional. Los principios que se han enunciado
se pueden traducir en "reglas" o normas de funcionamiento a la hora de discernir
la llamada de Dios. Son normas sencillas, al alcance de todos, que es fácil
practicar. Se colocan a continuación en forma de lista. Puede ser que te sientas
más cómodo aplicando algunas de ellas, porque las entiendes mejor, o van mejor
con tu situación personal.
Confiar en Dios. Cuando el Señor nos llama, no juega con nosotros, no nos
engaña. Un criterio básico es el de la confianza en Dios, que te ha traído por estos
caminos y te propone dar un paso adelante en tu proceso vocacional. Si no surge
una luz roja que te diga con mucha claridad que no es éste tu camino, en
principio sí lo es. Por ello es muy razonable confiar y dar un paso adelante. No es
conveniente introducir dudas de modo sistemático, porque siempre la confianza
está por encima de la duda. Para esto es útil la consideración de que en el curso
introductorio no se hace sino dar plenitud al proceso que se puso en marcha
cuando ingresaste al seminario menor: el discernimiento de la vocación
sacerdotal.
Proponer cosas buenas para elegir. No es válido que te propongas para elegir
Itinerarios formativos 243 Seminario menor

cosas malas o distractivas o menos buenas, porque entonces no habría nada que
discernir; el discernimiento se hace entre cosas positivas y buenas, que Dios
quiere. Por ejemplo, no es válido elegir entre el sacerdocio y perder el tiempo, u
oponer el paso al curso introductorio a tener una "experiencia" de noviazgo,
porque el noviazgo es algo serio, no es para experimentar; elegir de esa manera
sería elegir un mal. En estos casos, si ponemos en los platillos de una balanza
imaginaria ambas opciones, se comprobará que no pesan lo mismo, es decir, que
no hay equilibrio entre ellas. Sí es válido proponer para elegir la vida sacerdotal y
la vida laical. En este caso sí hay equilibrio.
Evitar la comparación de opciones de distinto nivel. Un error frecuente
cuando se trata de discernir la vocación es que se equiparen opciones de diverso
nivel, en concreto, las vocaciones y las formas de vida. Por ejemplo, elegir entre
el sacerdocio y una profesión, o entre sacerdocio y matrimonio. Solamente
existen tres vocaciones cristianas: laico, religioso y sacerdote. Las demás cosas,
como el matrimonio, la soltería, la profesión o la vida comunitaria, se hayan a
otro nivel, porque son formas de vida. Éstas se deben elegir en un segundo
momento. Si contrapones ambos elementos se puede esperar que termines
confundido.
Considerar lo más urgente. El creyente no va en busca de cualquier bien,
mucho menos de lo más fácil o de lo cómodo; al contrario, va en busca de la
voluntad de Dios, y ésta suele estar en la línea de lo más necesario, de lo que es
urgente en el contexto social. La vocación de las personas en la Iglesia es una
respuesta de Dios a los gritos de las necesidades de los hombres y las mujeres.
Consecuentemente acertarás mejor si te permites escuchar esos gritos, si mantienes
tus ojos limpios para captar las necesidades y consideres la entrega de tu vida al
servicio de quienes realmente te necesitan. Es muy útil pedirle a Dios unos ojos
bien abiertos y unos oídos dispuestos a captar lo que ocurre a tu alrededor.
Proceder simplemente. Hay dos maneras de proceder cuando te pones delante
de Dios para clarificar tu vocación. En la primera, tu punto de vista es simple,
porque buscas cumplir su voluntad donde Él quiera y como Él quiera. En la
segunda, tu punto de vista es complejo, porque quieres hacer la voluntad de Dios,
pero como tú quieres y donde tú quieres. Por ejemplo, es válido decir: "Quiero
servirte con mi vida, sea casado o no". Pero no es válido decir: "Quiero ser
casado y servirte en mi matrimonio". Otro ejemplo: "Quiero servirte con mi vida,
con dinero o sin él", por el contrario: "Quiero ser rico y servirte con mi dinero".
En el primer caso la persona busca la voluntad de Dios prescindiendo de otros
intereses; en el segundo, la persona busca su propio interés, y si puede, hará la
voluntad de Dios. Es evidente que es más segura y mejor la primera perspectiva.
Revisar el propio comportamiento. Si yo voy a elegir un camino de vida, es
lógico que ya esté realizando ese camino en cierta medida, de tal manera que mi
comportamiento sea coherente con lo que quiero elegir. Al contrario, resulta
extraño que una persona que quiere elegir un camino de vida, mantenga un
comportamiento totalmente contrario a ese camino. De donde la observación del
propio comportamiento es un criterio de discernimiento. Por ejemplo, quiero
entrar al seminario, pero no
Itinerarios formativos 244 Seminario menor

pierdo oportunidad de irme de discotecas, no participo en mi comunidad


parroquial y estoy siempre preocupado por conseguir dinero. Estos
comportamientos parecen muy lejanos a la opción por el sacerdocio. Al contrario,
si quiero entrar al seminario, lógicamente me acercaré más a la comunidad
cristiana y a la Palabra de Dios, comenzaré a poner cierto orden a mi vida y
tendré gestos de desprendimiento de las cosas materiales.
Tener buenas razones. La opción vocacional no es algo descabellado o loco, al
contrario, es razonable y justa. Es importante que yo sepa justificar racionalmente
mi decisión, de modo que tenga razones claras para dar este paso en mi vida. Un
buen ejercicio es preparar los argumentos para convencer a tus padres de la
razonabilidad de tu decisión. Al contrario, sería sospechosa la actitud de quien se
niega a pensar en torno a su opción o de quien sólo tiene argumentos de carácter
afectivo, en la línea del "me gusta" o "me siento bien", porque pueden ocultar una
opción ingenua o infantil.
Tener determinación espiritual. La prueba más contundente de que hay una
buena decisión es el consuelo de Dios, es decir, que la persona que elige sienta un
aumento de fe, de esperanza y de amor, una mayor cercanía de Dios y un mayor
deseo de comprometerse y de crecer. Esta situación de consuelo se refleja en el
mundo de los afectos como alegría, desprendimiento, gratitud, disponibilidad.
Quien está consolado de este modo, tiene una mayor determinación espiritual
para tomar decisiones. Lo contrario es la persona que está perturbada en su
decisión, decide tal cosa, pero esto le trae dudas, temores, una sensación de lejanía
de Dios y le despierta actitudes más egoístas, como querer asegurarse, querer
tenerlo todo planificado, tiende a la desconfianza, o se angustia con su decisión.
Ser coherente con lo ya elegido. Habitualmente nuestras decisiones se hallan
en un punto intermedio, entre cosas que ya he elegido y otras que tengo que
elegir. Un buen criterio vocacional es que elijas cosas nuevas que estén bien
enmarcadas en lo que ya has elegido. Por ejemplo, sería raro que un señor
casado, que ya ha elegido a su mujer, quiera irse de parranda, porque no es
coherente con lo que tiene. En tu caso que ya has elegido estar en el seminario
menor, conviene que te preguntes: ¿Las cosas que me propongo para elegir son
coherentes dentro de este marco? Si realmente estás pensando en el sacerdocio,
las cosas que actualmente eliges deben ser más o menos consonantes con esa
opción.
No ocultar nada. Hoy se utilizan con mucha frecuencia los procesos de
acompañamiento. En el seminario has tenido siempre la presencia de los
formadores. Un buen criterio es que no hayas ocultado nada a los formadores
durante el proceso, porque esto implica una mayor transparencia y por ello una
mayor libertad. Lo contrario sería que tuvieras la conciencia de haber ocultado
cosas importantes, a veces por vergüenza o por falta de confianza, entonces tu
opción se hace más turbia. Aún es tiempo para hacer un esfuerzo de mayor
claridad.
Escuchar la voz de la Iglesia. Al final es la Iglesia y sus responsables quienes
deciden porque la vocación no es sólo asunto tuyo, sino de todos. Es necesario
que te habitúes
Itinerarios formativos 245 Seminario menor

a escuchar la voz de las personas sencillas, que saben distinguir las auténticas
vocaciones por su comportamiento, también la voz de quienes te han enseñado a
realizar las actividades apostólicas, especialmente de los laicos. Al final, la voz de
tu director espiritual y tu formador, que te dan una orientación precisa sobre la
opción vocacio-nal que debes realizar.
Horario. Se ha dividido en dos partes fundamentales. La presentación de la
vocación como un don comunitario rompe con los criterios que circulan en el
ambiente, por ello es bueno explicarlo despacio, permitiendo que los seminaristas
aclaren sus dudas sobre la vocación como realización y la vocación como misión.
La segunda parte se centra en los criterios de discernimiento vocacional, interesa
que los muchachos comprendan muy bien los criterios, poniendo ejemplos con
sus propias palabras, para que durante el mes que sigue al encuentro puedan
aplicarlos a su propio discernimiento.
Explicación de la meta (5 minutos).
Recapitulación (25 minutos).
Oración con el texto de la vocación de Matías (15 minutos).
La vocación, un don comunitario (50 minutos).
Descanso y juegos (30 minutos).
Reglas de discernimiento (50 minutos).
Consignas (10 minutos).
Devoción mariana (10 minutos).
Consignas.
■ Intenta aplicar algunas de las reglas de discernimiento vocacional a tu
propia situación, hazlo siempre en un clima adecuado de oración. Si te surgen
dudas sobre el modo de aplicarlas, busca ayuda con el director espiritual.
■ Si te encuentras en la situación de que escuchas diversas opiniones de
personas que son significativas para ti sobre el paso que vas a dar, ponías por
escrito para objetivar mejor cuáles son sus argumentos y distinguir si son válidos
o no.
■ Consulta con los formadores, con toda transparencia y confianza, tu
decisión de pasar o no al curso introductorio, sabiendo que ellos están para
ayudarte sobre todo en esta decisión.
Itinerarios formativos 246 Seminario menor

6° semestre / Tercer encuentro comunitario


Discernimiento del paso al curso introductorio
Meta. El alumno reporta su reflexión sobre el discernimiento vocacional y se
plantea la posibilidad del paso al curso introductorio.
Recapitulación. Se reparte a los seminaristas la lista de los criterios de
discernimiento vocacional que se les explicaron en el encuentro anterior para que
compartan, en grupos pequeños, cómo han intentado aplicarlos a su
discernimiento vocacional. Se les advierte que se trata sólo de compartir cómo los
han aplicado, sin hablar aún de la decisión, porque la mayoría aún no la tiene
hecha. Esto se comunicará en otro momento.
El paso del Jordán. Llega un momento en que al pueblo de Dios, que había
peregrinado por el desierto, se le invita a pasar el río Jordán, límite de la tierra de
Israel (Jos 24, 1-18). Entonces Josué les hace una advertencia solemne, mostrando
que reciben aquella tierra como un don de Dios y que esto implica un nivel de
correspondencia a su gracia. Queda bien claro que el cambio que se les propone
implica un esfuerzo y una novedad que es importante afrontar con esperanza.
Algo similar ocurre en este momento, hemos llegado al final del proceso
formativo en el seminario menor y se abre ante nuestros ojos un panorama nuevo
y desconcertante.
Cambios de perspectiva. El proceso formativo en el seminario menor, como
otras realidades semejantes, suscita una experiencia un poco desconcertante, que
es propia de la adolescencia y consiste en el cambio de percepción de sí mismo a
través de un proceso de formación de la identidad personal. Para expresarlo de
otra manera, llegas a descubrirte a ti mismo con una serie de posibilidades que
antes no imaginabas. Este cambio de perspectiva depende del propio desarrollo
físico, afectivo, intelectual y espiritual, un desarrollo integral que ha sido el
objeto de la formación y debe producir regularmente sus frutos. Se puede
describir este desarrollo en varios sentidos.
En el plano físico. Basta con comparar tu talla y tu peso cuando llegaste al
seminario y cuando terminas para constatar que ha existido un cambio; no es lo
mismo tener quince años que dieciocho. El proceso natural de crecimiento, el
modo de la alimentación y la práctica del deporte han ido desarrollando y
fortaleciendo tu cuerpo, de modo que ahora te encuentras más seguro en este
terreno. En este sentido el seminario ha significado una oportunidad, porque has
aprendido cosas elementales como comer de todo, dormir, hacer deporte y otras
cosas que ha sido objeto de formación.
En el plano afectivo-sexual. Te descubres más seguro en los diferentes planos
de tu identidad sexual y, consecuentemente, capaz de establecer una relación de
noviazgo e incluso atraído hacia ella. Es posible que en esto te influya la
experiencia cercana de tantos jóvenes de tu edad que comienzan a establecer
relaciones de noviazgo. Sentir esta atracción es algo perfectamente normal
porque éste es un aspecto típico del proceso de maduración personal, que también
se traduce en una maduración para la relación con el otro sexo. Pudiera dar la
impresión de que la opción por el sacerdocio implica demasiadas renuncias en
este sentido, pero todo depende de cómo se entien-
Itinerarios formativos 247 Seminario menor

da y se viva la sexualidad, tal como se ha tratado en el proceso formativo.


En el plano intelectual. Los estudios de la preparatoria han sido exigentes y
los medios con que has contado en el seminario te han ayudado a estudiar mejor,
de tal suerte que ahora te experimentas con más posibilidades en el área
intelectual, capaz de estudiar casi cualquier profesión, con una cultura más
amplia en varios sentidos. Pesa la influencia de otros jóvenes de tu edad que
están eligiendo su carrera. Puedes tener la impresión de que optar por el
sacerdocio implica renunciar a una profesión. Esto no es exacto. Los estudios del
seminario mayor equivalen al nivel universitario y aún más, porque son más
completos que cualquier carrera, con un profundo valor ¡nterdisciplinar. Pero la
vocación sacerdotal se sitúa en una perspectiva mucho más amplia que la de una
profesión. Si se quiere decir en dos palabras, el sacerdocio no es una carrera, es
un apostolado, pero ese apostolado hay que ejercerlo con verdadera
profesionalidad.
En el plano espiritual. En este terreno también han existido cambios notables,
has aprendido a hacer oración y a compartirla con los demás, has dado un lugar
en tu corazón a la Palabra de Dios, has participado de los sacramentos de un
modo habitual, has experimentado los ejercicios espirituales, has elaborado tu
proyecto personal en repetidas ocasiones, has adquirido una visión más crítica y
completa de la espiritualidad. Con todos estos elementos eres un joven con cierta
profundidad espiritual que es más bien extraordinaria en el mundo de hoy, capaz
de afrontar muchos retos y de mantener la esperanza y la perseverancia, entre ellos
el de una posible relación de noviazgo y el de una profesión. Evidentemente estos
caminos de vida serán mejor vividos si tienes claves interpretativas de lo que
significan, especialmente desde los valores de la fe y del seguimiento de Jesús.
A la mayor parte de los seminaristas les es fácil comprobar su crecimiento en
todos estos aspectos. Pero corres el riesgo de dejarte deslumhrar por ellos y de
perder el rumbo en tu opción vocacional, que fue el motivo inicial por el cual
ingresaste al seminario. En este encuentro comunitario queremos replantear el
tema de la vocación sacerdotal y en concreto del paso al curso introductorio.
Podríamos decir que el paso al curso introductorio es el paso más natural en este
momento. Ingresaste al seminario menor con la finalidad de discernir tu posible
vocación sacerdotal, y el curso introductorio es precisamente para ese fin. De
modo que, en principio, lo normal es concluir el ciclo de cuatro años que forman
el menor y el curso introductorio, a no ser que existan señales muy claras de lo
contrario. Invertir un año de tu vida en este discernimiento y en la maduración
humana y cristiana que corresponde merece la pena.
Los fines del curso introductorio. Un dato importante es que para el curso
introductorio son convocados tres tipos de jóvenes, a) Los que proceden del
seminario menor, han hecho ya tres años de formación y en general se sienten
seguros en lo que se refiere a la vida interna del seminario: horarios, vida
espiritual, trabajo, apostolado, b) Los muchachos que terminaron la preparatoria,
habitualmente han participado en un grupo juvenil o en un movimiento
apostólico. Suelen ser jóvenes exigentes en lo que se refiere a la vida de la fe y a
la coherencia de vida, c) Otros no tan jóvenes, que
Itinerarios formativos 248 Seminario menor

han terminado los estudios profesionales e incluso han ejercido su profesión


durante algún tiempo. Ellos han desmontado todo un proyecto de vida para
responder al llamado de Dios.
El curso introductorio presenta contenidos válidos para estos tres tipos de
personas. No se trata fundamentalmente de un curso de nivelación académica, ni
ocupan el centro las clases de ortografía y redacción. Se trata más bien de una
experiencia centrada en la iniciación cristiana cuya finalidad es ayudarte a definir
tu identidad como discípulo de Jesús y clarificar tu llamado al sacerdocio.
Durante los años del seminario menor, tan llenos de contenidos de la preparatoria,
el itinerario formativo ha procurado tu crecimiento integral. Pero ahora se trata de
cubrir el objetivo inicial, que era definir tu opción por el sacerdocio. Este doble
objetivo es el que convoca a tres tipos de jóvenes tan diferentes.
Para situar mejor este momento de decisión puede ser útil reportar el proceso
general de decisión por la vocación sacerdotal, a) Para el ingreso en el seminario
menor se te piden dos cosas, que tengas cualidades para el sacerdocio y que no
excluyas la posibilidad de ser sacerdote. Todavía no hay una opción bien definida.
Sin embargo esa opción se va definiendo a lo largo del proceso a través del
aprovechamiento de los medios formativos, especialmente en la vida espiritual,
en el apostolado y en la vida comunitaria, b) Para el ingreso en el curso
introductorio es necesario que te propongas discernir la vocación sacerdotal más
en concreto; el fruto de este curso será una primera decisión más clara por el
sacerdocio, c) La etapa filosófica implica un proceso largo de tres años en un
momento muy importante de desarrollo de la personalidad, al concluir esta etapa
se espera que tu vocación se haya hecho más firme, de modo que no tengas dudas
importantes. Ésta es la condición para el paso a la etapa teológica, d) Al finalizar
la etapa teológica y para comenzar el proceso de órdenes, la opción vocacional se
hace definitiva. De modo que lo que ahora se te pide no es una opción definitiva,
sino simplemente tener la disponibilidad para emprender el discernimiento
vocacional.
Horario. El encuentro se divide en dos partes. Conviene que sean expresadas
con sencillez y claridad:
■ Explicación de la meta (5 minutos).
■ Recapitulación (25 minutos).
■ Oración con el texto del paso del Jordán (15 minutos).
■ Cambios de perspectiva y momento de diálogo-constataciones (40
minutos).
■ Descanso y juegos (30 minutos).
■ Los fines del curso introductorio y aclaración de dudas (40 minutos).
■ Consignas (10 minutos).
■ Devoción mariana (10 minutos).
Consignas.
■ Durante este mes intenta profundizar delante de Dios en tu decisión,
consulta
con los formadores ampliamente este punto.
Itinerarios formativos 249 Seminario menor

6° semestre / Cuarto encuentro comunitario


Cierre de la etapa del seminario menor
Meta. El alumno concluye la etapa del seminario menor, comunica a sus
compañeros la decisión vocacional que ha tomado y se dispone para el período de
vacaciones.
Recapitulación. Se recuerda a los seminaristas que éste es el último encuentro
comunitario y se les pide que reporten, a través de un dibujo o de un esquema, el
proceso que han realizado durante los tres años del seminario menor. Conviene
dejarles libres para que lo confeccionen como cada uno decida hacerlo, indicando
sólo que reporten, por un lado, las experiencias que valoran y por otro la
observación de su propio crecimiento durante estos años. Si es posible, se hace
una puesta en común con todo el grupo. Al final se puede hacer un común
denominador del crecimiento de todos. Hacerlo todo en un tono de gratitud por
los dones recibidos de Dios durante todo este tiempo que han compartido. Esta
recapitulación se llevará más tiempo de lo normal.
Oración de gratitud. Enlazando con el momento anterior, se hace una
oración compartida en gratitud por todos los dones recibidos. Se lee el texto del
cántico de gratitud de la Carta a los Efesios 1, 3-14 y después se pide a los
seminaristas que vayan enumerando en voz alta las gracias recibidas, el resultado
será una gran cantidad de dones de Dios. Se concluye la oración señalando que si
dejáramos de estar distraídos comenzaríamos a estar maravillados. Este clima de
gratitud es el más propicio para que los muchachos comuniquen su decisión.
Cierre de la etapa. Así como comenzamos la etapa poniendo claras las
actitudes con las que había que vivir en el seminario, es importante que al cerrarla
se señalen las actitudes correspondientes. Todavía quedan unos días en el
seminario, para que los muchachos puedan cultivar las actitudes en las que se
descubran frágiles. Se quiere invitar a los seminaristas a que hagan un buen cierre
de la etapa. Es sabio cerrar bien porque se recogen con mayor claridad los frutos y
se emprende mejor un nuevo camino. Simplemente se enuncian las actitudes
deseables en este cierre:
Gratitud. Como se ha constatado en la recapitulación, hay muchísimas cosas
que agradecer, tantas, que la verdadera gratitud crea el clima fundamental para
concluir la andadura en el seminario menor. Gratitud en general por todo lo
vivido, pero en particular por las personas, los aprendizajes, las relaciones, las
experiencias. El seminario menor ha dejado un recuerdo imborrable porque ha
marcado una etapa fundamental de tu desarrollo: la adolescencia. La gratitud te
ofrece una óptica muy especial para juzgar todos los acontecimientos, porque
descubres en cada uno de ellos una providencia de Dios.
Fe-confianza. La fe en el amor del Padre, en el ejemplo de Jesús y en la
asistencia del Espíritu Santo nos ha acompañado durante todo el proceso junto a
la presencia maternal de María. También cuando corresponde cerrar esta etapa
hay que hacerlo con una gran confianza en Dios, quien nos acompañará en todos
nuestros caminos. Sea cual sea la decisión tomada, cultivar la certeza de que Él te
asiste y nunca te
Itinerarios formativos 250 Seminario menor
abandonará. El hecho de haber vivido a su lado, con todos los dones de la gracia, esta
etapa de juventud, ha dejado en ti una amistad con profundas raíces que, con un poco de
cuidado, permanecerá siempre. El solo hecho de haber compartido la adolescencia con el
Señor y con los hermanos es todo un privilegio.
Fraternidad. En un mundo en el cual muchos no tienen hermanos, has compartido
estos años en una intensa experiencia fraterna. Es importante afirmar al final los vínculos
establecidos. Se dio importancia en su momento al tema de la amistad en el Señor, de la
amistad en la verdad. Ahora es el momento de recoger los frutos que esas amistades,
rectamente vividas, han producido. El vínculo fraterno, que es el modo cristiano de
interpretar las relaciones con los demás, va más allá de los compañeros y se extiende a
los formadores, a los empleados, a los maestros, también a tantas personas que oran por
el seminario y ayudan en la medida de sus posibilidades a la formación. Esta amplia
experiencia de fraternidad orienta tus pasos para el futuro, reconociendo en todos
verdaderos hermanos.
Reconciliación. Todos los grupos y las experiencias tienen defectos. También en tu
vida de seminarista y en estos tres años de convivencia han existido dificultades. Pero
sería muy penoso que terminases la etapa con resentimientos. La solución inteligente y
espiritual ante tales dificultades es la reconciliación. Es sabio terminar en paz con todo el
mundo, absorbiendo las dificultades desde la gratitud por tantas cosas positivas
conseguidas. Conviene incluso que la reconciliación se refiera a las personas y situacio-
nes concretas, de modo que no termines en conflicto con nadie. Si hubiese un caso más
difícil, que no falte un gesto, aunque sea muy simple, de perdón.
Continuidad. La vida no se puede establecer a base de rupturas. Al contrario, es
necesario leerla en la clave de la continuidad porque ella es una sola. Toda la experiencia
del seminario menor pide continuidad en la etapa siguiente, sea el curso introductorio o
sea otro camino de vida. A la hora de hacer tu proyecto personal brillará de un modo
evidente la continuidad. La pregunta es: ¿Qué elementos de la vida en el seminario
menor permanecerán durante la etapa siguiente y quizá para toda la vida?
Comunicación de la decisión. Se trata de un momento importante, que puede ser
muy impactante para los muchachos. Para situarlos mejor, conviene señalar que todos
han recogido muchos frutos del proceso, como ha quedado claro en la recapitulación y
en la oración precedentes y recordar que el cometido del seminario menor es ofre cer la
cultura vocacional suficiente para que cada quien pueda elegir con mayor libertad y
verdad lo que Dios quiere para su vida. Con este preámbulo se quiere dejar claro que la
mejor decisión es la que cada uno, convenientemente asesorado y habiendo pasado por
un discernimiento, ha tomado libremente.
Se pide a los muchachos que comuniquen su decisión, y especialmente a los que no
van a continuar en el seminario que digan algo sobre sus planes para el futuro. Se parte
de la convicción de que la mejor metodología es la verdad porque todos encuentran más
paz cuando comunican la verdad. Se supone que el equipo formador ha acompañado a
cada uno, de modo que llegan a este encuentro con la decisión hecha y con un grado
suficiente de serenidad para comunicarla.
Itinerarios formativos 251 Seminario menor

Al finalizar cada momento formativo se ha elaborado el plan de vida, de modo


que es fácil que los muchachos pregunten si corresponde hacerlo ahora. Se les
explica que por ahora es suficiente con que cada uno elabore un plan de
vacaciones, con los recursos que ha adquirido en la formación. Para los que pasan
al curso introductorio lo más importante es llevar una actitud de apertura ante la
nueva etapa de formación. Para quienes dejan el seminario, el plan de vida
dependerá de las circunstancias en que vivirán su próxima etapa, conviene para
ello una asesoría personal con los forma-dores antes de salir del seminario.
Convivencia comunitaria. Se cierra este último encuentro con un evento de
convivencia fraterna a modo de despedida, puede ser una merienda o una cena. Es
conveniente que este evento esté impregnado de los símbolos de comunión y
reconciliación que corresponden al cierre de la etapa.
Horario. Se trata de un encuentro para ser vivido con intensidad afectiva. El
clima grupal se puede sintetizar con las palabras: gratitud, fraternidad, gozo,
bendición.
Explicación de la meta (5 minutos).
Recapitulación (50 minutos). Oración de
gratitud (10 minutos). Cierre de la etapa (15
minutos). Descanso y juegos (30 minutos).
Comunicación de la decisión (20 minutos).
Convivencia comunitaria (30 minutos).
Consignas (10 minutos). Devoción mariana
(10 minutos).
Consignas.
■ Intenta cultivar las actitudes que se han recomendado para el cierre de la
etapa durante los últimos días en el seminario. Ellas pueden formar el esquema
para tu examen de conciencia durante estos días.
■ Antes de terminar, elabora un pequeño proyecto para tus vacaciones,
sabiendo que serán como una etapa de transición hasta comenzar la etapa
siguiente. Consulta ese proyecto con los formadores.
■ Garantiza que exista una reconciliación con todos antes de concluir, de
modo que te vayas con una gran paz en el corazón.
9. Itinerario para el curso introductorio

En esta etapa se pretende un primer discernimiento vocacional. En ella se unen


en un solo grupo los alumnos que han pasado por las etapas previas (seminario
menor) y los de nuevo ingreso. En los seminarios diocesanos de México se ha
perfilado muy bien el Curso Introductorio con esta finalidad precisa 1. El objetivo
general que proponen las Normas Básicas dice:
El seminarista logra una formación espiritual centrada en el
misterio de Cristo y de la Iglesia, profundiza en el discernimiento
vocacional en una vivencia comunitaria, se inicia en la
experiencia pastoral y adquiere una visión global de los objetivos
y contenidos de toda la formación sacerdotal.
Este objetivo se puede desglosar en cuatro:
■ Revisar la iniciación cristiana. El proceso de iniciación cristiana se
planteará en conjunto con la etapa filosófica, es decir, por medio de cuatro años
de formación. Mediante el curso introductorio se pretende sólo una primera
revisión de la iniciación cristiana. Por ello suele adoptar la forma de un
catecumenado. El itinerario tiene así un eje en torno al cual gira: Los elementos
que conforman la iniciación: La Sagrada Escritura, el símbolo de la fe, la moral
cristiana, las celebraciones litúrgicas propias del catecumenado.
■ Primer análisis de la personalidad. Es importante que estos elementos
tradicionales y espirituales vengan acompañados por un primer análisis de la
propia personalidad, es decir, por la consideración de los factores humanos que
entran en juego, de modo que el seminarista concluya el curso habiendo
elaborado un "mapa" de sus propias virtudes y defectos. Desde el primer mo-
mento de su formación debe tener noticia clara de que su opción vocacional exige
un camino de maduración personal.
■ Introducir a la vocación específica y al proceso formativo. El muchacho
ha optado por el sacerdocio, pero realmente no conoce con suficiente claridad el
ideal sacerdotal, ni tiene una experiencia suficiente del sacerdocio. Para ello se
prevé una clase sobre actualidad del sacerdocio. El itinerario debe facilitar una
comprensión más real del sacerdocio y del camino formativo que exige. Este
aprendizaje debe ser existencial y no sólo intelectual. De modo que el alumno
aprenda durante este curso a utilizar los medios básicos que le servirán para toda
la formación y para la vida.

1
Anteriormente existieron cursos de "nivelación" y el curso "propedéutico". Se pretendía sobre todo llenar
lagunas de la formación intelectual y de la formación cristiana de los candidatos. Esta perspectiva, más bien
negativa, se ha ido cambiando por la propuesta de un curso introductorio que tiene validez para quienes no
tienen estas lagunas, para los que proceden del seminario menor y para los candidatos de diversas edades.
Itinerarios formativos 254 Curso introductorio

■ Hacer un primer discernimiento vocacional. Al concluir el curso


introductorio el muchacho debe llegar a una primera decisión por el
sacerdocio que sea suficientemente clara. Esto no significa ni siquiera que
sea firme -este es el objetivo de la etapa filosófica- pero sí es necesario
que haya conseguido la libertad suficiente para comprometerse en la
formación.
Todos los elementos de esta etapa pretenden introducir al joven en el proceso.
Es como la puerta de entrada al camino formativo. Es importante que en esta
etapa introductoria el seminarista no se polarice por una dimensión, descuidando
las otras, es decir, que se implementen las diferentes dimensiones formativas
equilibradamente, porque el solo hecho de que sea así le hace descubrir al
seminarista la importancia de la integralidad de la formación para todo el proceso
como un hallazgo propio. Esto vale de modo especial para la dimensión
intelectual, la cual suele ser el talón de Aquiles de los cursos introductorios. El
hecho de que los objetivos prioritarios vayan por la línea de la vida espiritual y
del discernimiento vocacional no implica que se presente esta dimensión con
poca seriedad.
En la gran mayoría de los seminarios de México la etapa introductoria dura
un año. Cuando este año de formación se conserva establemente, es fácil ir
perfilando el proceso con sus materiales correspondientes, porque cada año se
puede renovar el programa, sin que exista el peso de una tradición. Esta
flexibilidad de la etapa introductoria ofrece a su vez la oportunidad de adaptar los
contenidos a la índole de los candidatos de cada grupo en particular, para cubrir
las necesidades que se van descubriendo en ellos.
El itinerario que se presenta está estructurado bajo la forma de un
catecumenado y se prevén encuentros comunitarios quincenales.
Consecuentemente se proponen 16 encuentros de tres horas de duración cada
uno, distribuidos en cinco módulos. Se distribuyen de la siguiente manera:
Introducción al itinerario formativo (1er. encuentro comunitario). Se presenta
el concepto de itinerario formativo y se insiste tanto en la dinámica formativa
que plantea como en los medios que se aplican.
Primer módulo: La Sagrada Escritura (2o, 3° y 4° encuentros). Se intenta
facilitar que el seminarista reciba la Palabra de Dios en su integridad, como libro
de oración y referencia indispensable para la vida espiritual y para el proceso
formativo.
Segundo módulo: El símbolo de la fe (5o, 6° y 7° encuentros). Se centra en el
Símbolo de los Apóstoles, para hacer una catequesis lo más ágil posible sobre el
contenido dogmático del Credo.
Tercer módulo: La moral cristiana (8o, 9° y 10° encuentros). Ayuda al
seminarista a definir el contexto moral que supone la opción que ha realizado y a
construir ese contexto en el grupo del curso introductorio.
Cuarto módulo: El conocimiento de sí mismo (11°, 12° y 13° encuentros).
Presenta unos ejercicios para el autoconocimiento. Aquí pueden intervenir los
psicólogos. Hay que advertir que por ahora sólo se pretende un primer
conocimiento de sí.
Itinerarios formativos 255 Curso introductorio

Quinto módulo: El discernimiento vocacional y cierre (14°, 15° y 16°


encuentros). Se busca establecer el hábito del discernimiento espiritual y
vocacional.
Todo el proceso se presenta bajo la forma de una catequesis cristológica y
vocacional, de modo que el muchacho descubra el valor del seguimiento de
Cristo como fundamento de todo el proceso formativo que emprenderá durante
los siguientes años de su vida. Las demás etapas formativas propondrán siempre
la contemplación de los ejemplos de Cristo como referente y fundamento del
proceso. Por eso es conveniente que desde el principio el seminarista dé la
centralidad al modelo de Jesús.
Medios formativos. Se hace a continuación una especificación del uso de los
medios formativos en esta primera etapa del seminario.
La Sagrada Escritura. Las catequesis dedicadas a la Palabra de Dios presiden
todo el proceso formativo, hay una entronización de la Biblia (2° encuentro
comunitario) y culminan con la entrega solemne del texto bíblico. Con ello se
quiere conseguir que el seminarista conceda desde el principio a la Palabra de
Dios un lugar especial. Conviene poner mucha atención a la traducción que se
elige y a la presentación de la Biblia, de modo que sea digna, útil para la vida
espiritual, comprensible para ellos. Cuidar mucho que la Sagrada Escritura sea
identificada como materia de oración antes que como objeto de estudio. Al
presentar el texto bíblico se puede aprovechar para introducir al uso de los
comentarios bíblicos.
La oración personal. La catequesis se complementa con la práctica de la
oración personal. Hasta el cuarto encuentro comunitario han contado con 15
minutos de oración, con la consigna de que los aprovechen bien. Del cuarto al
octavo encuentros se amplía a media hora. Para el segundo semestre ya se les exige
una hora. Se quiere conseguir un aprendizaje gradual de la práctica de la
meditación, pero a la vez que acepten el esfuerzo ascético que esta práctica
implica como parte necesaria del modo de vida que han elegido. Algo similar hay
que hacer con la dirección espiritual, las entrevistas con el prefecto, las
revisiones de grupo, la vida sacramental y otros elementos formativos. Hay que
garantizar desde el principio que la vida espiritual sea comprendida como camino
de unión íntima con Dios. Para ello se proponen, como parte del itinerario,
métodos básicos de oración. Es necesario verificar cómo cada seminarista los
pone en práctica para poder percibir en qué medida asume la oración personal
como eje interpretativo de su vida.
La vida sacramental. El proceso de tipo catecumenal hace una introducción
a la vida sacramental a través de las catequesis y de las celebraciones que se cuidan
especialmente a través de los retiros mensuales. Es importante, al mismo tiempo,
hacer una introducción a la práctica sacramental habitual, de modo que ya
busquen estos medios en sus primeras vacaciones, en la época de Navidad. Para
ello suele ser útil que se designe un día de la semana para las confesiones y que se
rodee la celebración de la Eucaristía de un cuidado especial, en el que participan
los mismos seminaristas. La celebración de la Hora Santa de los jueves es una
ocasión comunitaria para el aprendizaje del sentido del culto eucarístico fuera de
la Misa.
Itinerarios formativos 256 Curso introductorio

El contexto catecumenal. El contexto catecumenal se va ritmando a través de


las catequesis en los encuentros comunitarios y de los retiros mensuales. Los
seminaristas tienen un estudio del Catecismo de la Iglesia, pero en el itinerario
las lecciones correspondientes adoptan la forma de una catequesis de iniciación.
El proceso catecumenal viene ritmado por una serie de celebraciones:
■ La inscripción del nombre, en el primer encuentro comunitario.
■ La entronización de la Biblia, en el segundo encuentro comunitario.
■ La entrega solemne de la Sagrada Escritura, en el cuarto encuentro
comunitario.
■ La entrega del Credo, en el séptimo encuentro comunitario.
■ El exorcismo o liturgia penitencial, en el undécimo encuentro
comunitario.
■ La liturgia bautismal, en el trigésimo encuentro comunitario.
■ La liturgia eucarística, en el cuadragésimo encuentro comunitario.
Es útil que estas celebraciones se realicen pausada y profundamente, de modo
que marquen momentos significativos, por medio de ellas se establece el
contexto sacramental de la iniciación cristiana. Por este motivo se han incluido
como parte del itinerario. Los días que toca una celebración se puede alargar un
poco más el horario del encuentro comunitario. No se ha incluido la celebración
de la entrega de la sotana porque se hace de modo muy diverso en los distintos
seminarios. Es recomendable que no se dé a la sotana más importancia de la que
tiene, de modo que se evite el peligro de que el seminarista busque en ello
identidad o seguridad. Ésta la debe adquirir mejor por los elementos de la
iniciación cristiana. Por ello parece conveniente que la entrega de la sotana se
realice prácticamente al concluir el curso introductorio.
La lectura espiritual. Conviene enseñar a los seminaristas en esta primera
etapa la distinción clara entre la oración, que debe centrarse en la consideración
de la Palabra de Dios y la lectura espiritual. De modo que practiquen ambas pero
no las mezclen. La lectura espiritual se puede ir graduando de acuerdo a las
necesidades formativas. En esta etapa son muy útiles cuatro tipos de libros:
■ Las introducciones y comentarios bíblicos.
■ Los que apoyan la catequesis cristológica: vida de Jesús, modelo de
María.
■ Las biografías breves de los santos.
■ Los que instruyen sobre la vida de oración y sus métodos.
Tener un elenco de libros en una sección aparte, cerca de la capilla o en el
ámbito de la dirección espiritual puede ser útil. Proponer lecturas espirituales es
una de las tareas del director espiritual en esta etapa.
Los ejercicios espirituales. En medio del proceso tienen una importancia
especial los ejercicios espirituales. Se trata de la primera experiencia para la
mayoría de los
Itinerarios formativos 257 Curso introductorio

alumnos. En algunos seminarios se ha visto conveniente colocarlos en la apertura


del segundo semestre, después de las vacaciones de Navidad, con el fin de que
ayuden a afianzar la vida de oración. Deben prepararse de modo específico,
considerando dos factores: la introducción al silencio y a la misma práctica de
los ejercicios y las condiciones, especialmente las familiares, con las cuales los
muchachos llegan al Seminario. Los ejercicios pueden ser la ocasión para
ampliar definitivamente el tiempo dedicado a la oración y para restablecer los
vínculos de paternidad, filiación y fraternidad.
El autoconocimiento. Se pretende que el seminarista alcance un primer
conocimiento de sus virtudes y defectos, de modo que tenga localizada la materia
que deberá trabajar durante la etapa filosófica o con la ayuda del psicólogo. Se
ha concentrado este análisis en el cuarto módulo, terminada la catequesis de
iniciación para dar la prioridad a la vida espiritual y para que, estando lo más
cerca posible del final, se pueda dar un enlace adecuado con la etapa filosófica.
Se proponen para el autoconocimiento instrumentos sencillos que pueden ser
completados por los formadores o, mejor aún, por personas más especializadas.
La vida intelectual. Los seminaristas se introducen seriamente en la vida
intelectual. Es fundamental acostumbrarlos a que se cumpla el horario de clases
y a plantear una verdadera exigencia de estudio. Esto se consigue enseñándoles
los métodos de estudio adecuados:
■ Un método de lectura de comprensión.
■ Un método de investigación o de análisis.
■ Un método de síntesis.
■ El hábito de distribuir correctamente el tiempo de estudio.
Y verificando el aprendizaje del método personalmente. Es una oportunidad
para que intervenga en el curso introductorio el responsable de la dimensión
intelectual. Tiene una gran importancia el aprovechamiento del tiempo destinado
al estudio, de modo que se lo respete sin proponer otro tipo de actividades
durante el mismo. Conviene fomentar el desarrollo de las habilidades de
pensamiento que tendrán que poner en juego en las etapas siguientes. De entrada,
verificar su ortografía, caligrafía y redacción y proponer a los que tengan
deficiencias en ello la superación de este tipo de problemas como parte de su
formación en el curso introductorio.
El apostolado. Lo que más interesa en este momento es que los seminaristas
lleguen a comprender el apostolado como un ámbito de formación práctica, de
participación eclesial y de comunicación de su fe. Al contrario, hay que evitar
que se comprendan a sí mismos como pequeños sacerdotes. Por ello es mejor que
se les coloque junto a personas expertas para que aprendan, o en un ámbito
juvenil para que participen. En algunos cursos introductorios, para garantizar este
sentido formativo del apostolado, se hace circular a los muchachos en tres
actividades por trimestres:
■ Una de carácter social, con el fin de enfrentarlos a la realidad.
■ Otra de carácter comunitario, con el fin de afirmar la pertenencia eclesial.
Itinerarios formativos 258 Curso introductorio

■ Y otra de tipo catequético, con el fin de abrir un espacio para que


compartan
su fe.
En este primer momento conviene garantizar, lo más que se pueda, el
acompañamiento en la actividad apostólica, si es posible, integrando en ello a
laicos experimentados.
El deporte y el trabajo. Tanto el deporte como el trabajo son ámbitos muy
delicados, en el sentido de que tocan muy directamente la identidad personal
desde la base corporal. Hay que procurar un equilibrio en el que el muchacho se
vea exigido a crecer en este sentido pero a la vez no se le fuerce demasiado. Un
sano equilibrio entre la actividad lúdico-deportiva y la actividad productivo-
laboral es interesante.
■ En cuanto a lo deportivo, aprender sobre todo deportes de conjunto y aso-
marse también a los deportes de fondo, de modo que se cultive la dimensión
personal y comunitaria. Es conveniente proponer gradualmente este aprendizaje,
de modo que no sea agobiante para nadie. Lo que realmente interesa es que los
muchachos asuman el deporte como parte de su vida tanto personal como
comunitaria.
■ El cuanto a lo laboral, suelen cultivarse dos líneas, la de la limpieza y
mantenimiento de la casa y la del trabajo manual, sobre todo el que es más
común entre la población de la Diócesis. Aquí se trata de que asuman el trabajo
con seriedad, como algo irrenunciable para su vida, por un lado, asumiendo tareas
como lavar su ropa, limpiar su habitación y las áreas comunes; por otro lado,
descubriendo el gran valor del trabajo como ámbito de crecimiento y de
expresión personal. En este primer momento formativo hay que dar con mucha
claridad el mensaje de que el seminario no promueve el aburguesamiento y la
comodidad.
Los encuentros comunitarios. Son un momento central en el sentido de que
dan la clave interpretativa de la formación. Es conveniente que haya en ellos
holgura de tiempo, por ejemplo, toda una tarde cada dos semanas, de modo que
se puedan realizar las actividades con comodidad. En el Curso Introductorio se
plantea un proceso formativo intenso, por ello es útil que los encuentros se
realicen dos veces al mes. Lo más posible, han de ser preparados por el prefecto
y el director espiritual, y siempre es mejor que actúen como equipo. De vez en
cuando se puede invitar a intervenir a otros de los sacerdotes del equipo
formador o incluso a otras personas externas si el tema lo requiere.
La entrevista. Se realiza tanto con el prefecto como con el director espiritual.
Es conveniente que se presente entre los medios formativos en el primer
encuentro comunitario. Es importante que los seminaristas asuman desde el
primer mes la obligación de ir a la entrevista con ambos formadores y que vayan
aprendiendo a prepararla convenientemente, a aprovecharla y a disfrutarla, es
decir, que consigan una percepción positiva de este medio. La frecuencia de las
entrevistas marca el ritmo de la formación a nivel personal. Es un campo
precioso para la escucha, la confrontación y la exigencia personalizada. La
duración de las entrevistas debe ir acercándose gradual-
Itinerarios formativos 259 Curso introductorio

mente a una hora. En el curso introductorio hay que permanecer abiertos a


intensificar más el proceso de las entrevistas si algún seminarista así lo requiere.
La revisión comunitaria. Se hace con todo el grupo de un modo formal y
programado. Conviene que tenga el mismo ritmo de las entrevistas: cada tres o
cuatro semanas. Al incluirla en la programación ordinaria, se entiende que es algo
normal. Como su nombre lo dice se trata de revisar la marcha ordinaria del
grupo. Es importante que el prefecto escuche con atención el sentir de los
alumnos, pero también debe confrontar claramente al grupo. De esta
confrontación depende, en buena medida, que se vaya consiguiendo un clima
grupal que facilite la formación.
El proyecto personal. Se propone para elaborarse cada tres meses. El centro
del proyecto en esta etapa es la aceptación de los medios formativos y su correcto
aprovechamiento. Con su proyecto, el seminarista contesta a las preguntas:
¿Cómo me estoy comprometiendo en la formación? ¿Estoy aprovechando
realmente los medios que se me ofrecen para ello? Se propone la renovación del
proyecto en las consignas de los encuentros comunitarios 4°, 10° y 15°. En este
último se ofrece un procedimiento para que se haga en un clima espiritual. Los
formadores deberán proporcionar a los seminaristas un esquema más sencillo
para la elaboración del proyecto entre los encuentros 4° y 5°.
Itinerarios formativos 260 Curso introductorio

Primer Encuentro Comunitario:


Introducción
Meta. El alumno que inicia el curso introductorio se sitúa en los objetivos de
esta etapa de formación, clarifica el concepto de itinerario formativo e identifica
las diferentes partes del proceso para este año.
Recapitulación. El proceso previo.
El curso introductorio reúne tres tipos de personas
■ Los que han ingresado directamente de la preparatoria y hasta uno o dos
años en la Universidad. Habitualmente han participado en grupos juveniles o en
movimientos eclesiales, donde adquirieron diversos niveles de formación.
■ Los que proceden del seminario menor. Su proceso vocacional se ha
desarrollado dentro de la casa de formación. Están acostumbrados a las actividades
del seminario, cuando se unen a los otros suelen manifestar excesiva seguridad en
torno a estas actividades, pero se ven cuestionados por los otros.
■ Los que han concluido una carrera e incluso han ejercido su profesión o
simplemente se han dedicado a trabajar. Han desmontado un proyecto de vida
para formar otro; esta experiencia provoca que, en un primer momento, tengan
muchas dudas, pero éstas suelen clarificarse pronto.
Tiene una gran importancia que cada uno de estos grupos acepte a los demás
y aprendan a funcionar en un mismo plano, yendo más allá de las diferencias de
edad, preparación o experiencia apostólica. Para este fin, se propone a cada uno
de los seminaristas que presente, de modo original, su propio proceso vocacional.
Después se dedica tiempo suficiente para que todos conozcan el proceso de
todos, ya que van a compartir un camino largo de formación.
Contenido.
A. El concepto de itinerario formativo.
El itinerario formativo es el conjunto de pasos que se te proponen
pedagógicamente para que consigas, de una manera intencional y libre, el
objetivo propio de una etapa de formación. Es una propuesta que hace el equipo
formador, situándose siempre en el marco de las normas que la Iglesia da para los
seminarios.
El itinerario plantea un camino netamente espiritual. Pero la espiritualidad
cristiana es verdadera cuando implica todo lo que la persona del discípulo es. Por
ello conlleva un proceso global de maduración, especialmente de los factores
humanos que entran en juego para dar una respuesta al Señor que llama, pero
también de las dimensiones intelectual y apostólica.
Es un camino comunitario. Esto tiene un gran valor, porque el sólo hecho de
compartir el camino con los hermanos es un factor de continuo estímulo y
retroalimenta-ción. Se te invita a abrir tu corazón y a compartir la vida. La
propuesta que se hace en los encuentros comunitarios se revisa y completa por
medio de las entrevistas con el
Itinerarios formativos 261 Curso introductorio

prefecto y el director espiritual, cuyo fin es acompañar a cada uno en su proceso.


El itinerario es el elemento aglutinante de todos los factores que entran en
juego en la formación. Por ello no se trata de algo que te pida un simple
cumplimiento, sino de un camino de vida y de maduración que te pedimos que
asumas libremente. Va a plantear retos para toda tu vida, que es conveniente
asumir desde el principio de la formación.
B. Características del itinerario del Curso Introductorio.
Se parte siempre del objetivo que proponen las normas básicas: El seminarista
logra una formación espiritual centrada en el misterio de Cristo y de la Iglesia,
profundiza en el discernimiento vocacional en una vivencia comunitaria, se
inicia en la experiencia pastoral y adquiere una visión global de los objetivos y
contenidos de toda la formación sacerdotal.
Este objetivo es secundado especialmente por la dimensión intelectual. Por
ello, muchos de los contenidos de las clases van a incidir con fuerza en el proceso
formativo. En los encuentros comunitarios no se pretende repetir lo que ya se ve
en clase, sino proponer el camino de maduración espiritual y vocacional que haga
aquellos contenidos vivos y prácticos en tu vida. Por eso ha adoptado una forma a
la vez catecumenal y mistagógica.
El catecumenado era el proceso catequético comunitario que la Iglesia antigua
proponía a los nuevos conversos para su iniciación cristiana. Era propiamente un
proceso con pasos, es decir, un itinerario de maduración en la fe. Aquella Iglesia
descubrió bien pronto que también los ya bautizados necesitaban renovar su
iniciación, y por ello se practicó la catequesis mistagógica, que consistía en una
enseñanza en torno a los misterios ya vividos. Por ejemplo, una reflexión sobre el
bautismo para los ya bautizados, para que les ayudara a releer lo ocurrido en su
vida y a comprometerse en su fe. Los modernos procesos catequéticos mezclan
ambas perspectivas. Facilitan por un lado una introducción al misterio y, por otro
lado, una profundización en él.
La característica más típica del itinerario del curso introductorio es su
intensidad. Plantea temas fundamentales para el discípulo de Jesús que opta por la
vocación sacerdotal, que son de una gran trascendencia en este momento de tu vida.
Por eso se realizarán los encuentros comunitarios cada quince días y dedicaremos a
ello toda una tarde.
C. Imagen fuerza.
Está tomada de las Normas Básicas y a su vez de Jn 1, 38-39. Se trata del
momento en que los discípulos emprenden el seguimiento de Jesús aconsejados por
Juan el Bautista: Maestro, ¿dónde vives? Él les respondió: vengan y lo verán. Se
trata de descubrir quién es Jesús, de comenzar a compartir la vida con él. Apenas
han comenzado el seguimiento, El les pregunta: ¿Qué buscan? Una pregunta
inquietante, que pretende dar solidez a un proceso que está iniciando. Las
preguntas básicas del itinerario del curso introductorio girarán en torno a la
persona de Jesús y a su seguimiento. Como aquellos discípulos de Juan, nosotros
hemos sido invitados a caminar detrás de Jesús y tenemos delante la tarea de
conocerlo personalmente.
Itinerarios formativos 262 Curso introductorio

D. Desarrollo del Itinerario.


El itinerario del curso introductorio se desarrolla a través de cinco momentos formati-
vos. Hay que notar que estos cinco momentos se implican unos a otros y tienen su centro
en la persona de Jesús y en su seguimiento. Por ello les llamaremos en su conjunto las
"catequesis cristológicas". Nos preguntamos: ¿Quién es Jesús, que nos ha llamado?
¿Cuáles son las exigencias del seguimiento de Jesús en este camino de formación? Lo más
importante es que logres colocarte en la actitud formativa que corresponde, la cual
seguirás cultivando a lo largo de toda la formación y de tu vida. Los cinco momentos
formativos están concatenados en la siguiente secuencia:
■ La Sagrada Escritura. Se busca una primera aproximación al libro sagrado de
modo que llegues a la decisión de poner la Palabra en tu corazón, lugar que le
corresponde en tu vida discipular. Se intenta que aprendas a aproximarte con confianza a
la Palabra de Dios, te familiarices con ella, dándole un lugar central en tu vida espiritual.
■ El Credo. Procura una revisión de los contenidos de la fe del discípulo, con el fin
de que adquieras una conciencia más clara de lo que significa ser creyente. Se pretende
que comprendas y aceptes mejor la fe de la Iglesia que se resume en el símbolo de los
apóstoles. A los enunciados del Credo se les llama "artículos", estos artículos van a ser el
objeto de las catequesis durante el segundo momento formativo.
■ La moral. Ofrece algunos elementos básicos de ética cristiana, para que logres
establecer el ethos o contexto moral que es propio de la vida discipular que has
emprendido. Se busca que descubras con claridad las características del comportamiento
moral de un seminarista, es decir, de un creyente que ha optado, al menos inicialmente,
por la vocación sacerdotal.
■ Los factores humanos. Se quiere facilitar un análisis pormenorizado de las propias
virtudes y defectos, de modo que llegues a ser más consciente de las caracte rísticas
negativas que tendrás que enfrentar y trabajar en el futuro y de las características positivas
que tendrás que desarrollar. Se pretende que tomes contacto contigo mismo para poder
seguir a Jesús.
■ El discernimiento vocacional. Propone las herramientas para que puedas hacer el
discernimiento vocacional correspondiente al paso hacia el seminario mayor.
Muchos de los contenidos de estos temas del itinerario, serán estudiados más amplia-
mente a lo largo del curso en las diversas materias de la dimensión intelectual. De modo
que hay una complementariedad entre la presentación académica de los mismos y la
propuesta catequética en los encuentros comunitarios. Debes hacer vida práctica y
personal lo que vas a ir estudiando.
E. Medios.
■ La oración. Es un medio básico. Se trata de ir aprendiendo a cultivar la
unión con Dios a través de la escucha de su Palabra. Gradualmente se irá
aumentando el
Itinerarios formativos 263 Curso introductorio

tiempo dedicado a la oración y se te irán proponiendo métodos para


realizarla.
■ Los encuentros comunitarios. Son para la catequesis grupal. Se realizan
quincenalmente. Hay que darles la importancia debida porque son el medio para
proponer el camino de formación. En ellos conviene que manifiestes todas tus
dudas para que luego puedas poner en práctica las consignas que se te irán dando.
■ La entrevista. La tendrás mensualmente o incluso con mayor frecuencia,
tanto con el prefecto como con el director espiritual. Es el modo de personalizar
los contenidos del proceso formativo.
■ Tu diario. Es una libreta en la que vas consignando tus experiencias en la
formación y sobre todo en la oración personal. Te sirve también para preparar las
entrevistas con los formadores. Procura llevar en el diario un registro de lo que
vas reflexionando, sobre todo de las luces que vas descubriendo.
■ La revisión comunitaria. Es una reunión mensual del prefecto con el
curso en la cual se critica el funcionamiento del grupo y se proponen medios para
mejorarlo.
■ Tu proyecto personal. Te ayuda a ir perfilando tu propio camino de
formación. Se te ofrecerán los materiales correspondientes para su elaboración al
final de cada trimestre.
Horario sugerido.
Hora Actividad Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Jn 1, 35-42. 2:10 Imagen fuerza
0:10 Explicación de la meta. 2:30 Desarrollo del itinerario.
0:15 Recapitulación: El proceso previo. 2:45 Medios.
1:15 Concepto de itinerario formativo. 3:05 Consignas.
1:30 El itinerario del Curso Introductorio 3:15 Rito de la inscripción del nombre.
1:50 Descanso. 3:30 Salida

Consignas.
■ Comienza a aplicar los medios que se proponen para el proceso
formativo. Consigue los materiales que necesites: una libreta para el
diario, una traducción adecuada de la Biblia.
■ Haz tus citas para las entrevistas con el prefecto y el director espiritual.
Itinerarios formativos 264 Curso introductorio

Primer módulo: La Sagrada Escritura


El corazón del itinerario formativo está en la meditación orante de la Palabra
de Dios, marcando dos elementos desde este primer momento: La oración
personal. Se introduce al seminarista gradualmente en el espíritu de oración. Por
ello en los seis primeros encuentros comunitarios la recapitulación versa sobre la
experiencia de la oración. Los seminaristas hacen solamente quince minutos de
oración, pero van aprendiendo a dar el valor de un tiempo de calidad a ese
pequeño lapso y a aprovecharlo como conviene. La Palabra de Dios. Se
introduce prácticamente el conocimiento de Cristo a través de la Palabra
revelada. Este conocimiento se irá profundizando a lo largo del año y de toda la
formación. Por eso los tres encuentros comunitarios que se describen para este
módulo son meramente introductorios.
Los formadores han de ser muy conscientes de que, a través de estas sencillas
cate-quesis, están estableciendo las bases para todo el proceso formativo. El
módulo está organizado en tres encuentros comunitarios:
2° Encuentro comunitario: La Palabra de Dios en tu corazón. Quiere dejar
bien establecido el valor de la meditación orante de la Palabra de Dios en la vida
del seminarista. Este va a ser el eje central del curso introductorio y de todo el
proceso formativo. Al dedicar el primer encuentro formal a este tema se está
dando la prioridad a la vida espiritual. Este segundo encuentro comunitario
culmina con la entronización de la Biblia. Se quiere señalar, de un modo visual y
ceiebrativo, el lugar que corresponde a la Sagrada Escritura en la vida espiritual
del creyente.
3er Encuentro comunitario: La figura de Cristo en el Antiguo Testamento.
Se ha
colocado este tema, con el método de oración correspondiente, para que los
seminaristas se atrevan a incursionar en los textos del Antiguo Testamento,
facilitando una recepción más completa de la Sagrada Escritura. Esto prepara y
afirma los contenidos que estudiarán en la clase de Historia de la Salvación. El
encuentro culmina con un acto de devoción mariana. Hay que realizarlo de tal
modo que sea significativo para los seminaristas, dejando claro que ésta es una
parte importante de su vida espiritual y del camino discipular.
4° Encuentro comunitario: La revelación de Cristo en los Evangelios. Se
pretende el mismo movimiento del encuentro anterior. Primeramente se hace ver
el sentido de la revelación de Cristo en el Nuevo Testamento, para proponer el
método de la contemplación. El encuentro culmina con una ceremonia en la que
se entrega solemnemente la Sagrada Escritura. Se pretende que no sea un objeto
más en la habitación del seminarista, sino el objeto más preciado, puesto en un
lugar especial también en su corazón. Los seminaristas deben valorar desde este
momento el don grandísimo de una versión comprensible y bien presentada de la
Biblia.
El icono para este primer momento puede ser el del verdadero discipulado
en Me 4, 31-35. Discípulo es quien, a ejemplo de María, escucha la Palabra de
Dios y la pone en práctica, llegando a convertirse en verdadero pariente de Jesús.
A esta vida de familia, en torno a la Verdad, han sido convocados los
seminaristas por el Señor.
Itinerarios formativos 265 Curso introductorio

Segundo Encuentro
Comunitario: La Palabra de
Dios en tu corazón
Meta. El alumno se aproxima a la Sagrada Escritura reconociendo en ella la
fuente de su vida espiritual y aprende un método para la meditación.
Recapitulación. El primer mes. Después de un mes en el seminario, se intenta
recoger la experiencia de los seminaristas:
■ ¿Cuáles han sido tus principales sensaciones, sentimientos y pensamientos
durante estos primeros días de experiencia en el seminario?
■ ¿Has tenido la experiencia de llamar "hermanos" a los otros seminaristas?
¿Qué significa esto para ti? ¿Cómo resuena esa palabra en tu interior?
■ ¿Has tenido relación con tu familia y amigos? ¿Por qué medios? ¿Cómo
piensas que debe ser tu relación con ellos?
Se trata, simplemente, de recoger la experiencia que han tenido. Después de
que cada uno haya respondido a las preguntas y de que se hayan compartido las
respuestas en pequeños grupos, los formadores subrayan el sentido de participar
en el seminario y el tipo de relaciones que esto implica.
Contenido.
A. La Sagrada Escritura en tu vida vocacional.
En el proceso formativo, que es un proceso de fe, la Sagrada Escritura es una
referencia fundamental. Es el alimento de tu vida cristiana y de tu vocación, y por
ello conviene que tenga un lugar especial entre tus cosas y en tu corazón. [Se
presentan a los seminaristas varias traducciones de la Biblia, indicando sus
características, y señalando las traducciones que son más recomendables para su
vida espiritual].
Para la aproximación orante a la Escritura es útil seleccionar sólo una
perícopa cada vez. Una perícopa es una unidad de texto que hace sentido en sí
misma. Vienen señaladas en forma de párrafos y a través de pequeños títulos en
las traducciones de la Biblia. También se puede seleccionar un conjunto de
perícopas breves, cuando existe entre ellas una relación profunda.
La aproximación orante a los textos bíblicos no sigue siempre el mismo
procedimiento. Éste depende de las características del texto. Te puede servir para
iniciar la siguiente distinción:
■ Los textos discursivos, es decir, los que están elaborados en forma de
discurso,
son propios para la meditación. La meditación es la consideración
cuidadosa
de algo que es importante para ti. Por ejemplo: Las bienaventuranzas: MT
5,
1-16. La limosna, la oración y el ayuno: Mt 6, 1-18. La atención a los
pequeños,
la corrección fraterna y el perdón: Mt 18, 6-34. Dios cuida de nosotros: Le
12,
22-34. Elegir el último lugar: Le 14, 7-14. El discurso eucarístico: Jn 6, 51-
59. La
alegoría de la vid: Jn 15, 1-17.
Itinerarios formativos 266 Curso introductorio

■ Los textos narrativos son los que describen una historia o un


acontecimiento. Éstos son propios para la contemplación, sobre todo cuando
narran los hechos de la persona de Jesús. Jesús camina sobre las aguas: Mt 14,
24-34. La multiplicación de los panes: Mt 15, 32-39. La transfiguración: Mt 17,
1-13. Jesús sana a un leproso: Me 1, 40-45. Curación del endemoniado de
Gerasa: Me 5, 1-20. Curación de la mujer pagana: Me 7, 24-30. Lamento de Jesús
sobre Jeru-salén: Le 13, 31-35. Los primeros discípulos: Jn 1, 35-51. Encuentro de
Jesús con la mujer adúltera: Jn 8, 1-11.
■ Los textos históricos, jurídicos y apocalípticos. Este tipo de textos, aunque
poseen una extraordinaria riqueza, son más difíciles de usar en la oración, porque
requieren de claves interpretativas que hay que estudiar previamente. Las cuatro
fieras: Daniel 7, 1-8. Un hombre vestido de lino: Dan 10, 1-21. Presentación de
Cristo resucitado: Ap 1, 9-20. La Jerusalén celestial: Ap 21, 9-26.
■ Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamentos existen preciosas
descripciones de los hechos de los personajes bíblicos con un mensaje de
sabiduría de gran valor. Llamada a Abrahán: Gn 12, 1-9. Jacob lucha con Dios:
Gn 32, 23-33. José se da a conocer a sus hermanos: Gn 45, 1-28. Llamada a
Moisés: Ex 3,1 - 4,17. David y Goliat: ISam 17, 1-57. Elias en el Horeb: IRe 19,
9-13. Fidelidad de Rut: Rut 1, 1-22. Daniel en el foso de los leones: Daniel 6, 11-
19. Historia de Susana: Daniel 13, 1-64.
■ Tienen especial relevancia las parábolas de Jesús que explican el misterio
del Reino de Dios. La parábola del sembrador: Me 4, 3-9. Parábolas vegetales:
Me 4, 26-32. La parábola de los talentos: Mt 25, 14-30. El buen samaritano: Le
10, 25-37. El grano de mostaza y la levadura: Le 13, 18-21. Parábolas de la
misericordia: Le 15-31.
Todos estos textos pueden ser útiles para que vayas aprendiendo a hacer
oración personal.
B. Metodología para la oración.
Al principio conviene aplicar una metodología simple a la oración. Se te
propone a continuación la siguiente, que contiene diez pasos. Puede ser muy útil
que te acostumbres a ponerlos en práctica.
■ Preparación remota. Consiste en la selección del texto y el estudio previo
de las notas de tu Biblia o de algún comentario. Si entiendes mejor el texto,
puedes orar mejor. Es preparar la cita previamente para leerla con fruto dentro de
la oración.
■ Preparación próxima. Es tu disposición personal para la oración. Antes de
orar te dispones dando un paseo, o con un ejercicio de relajación o de
concentración, según lo necesites. Incluye elegir un lugar y una postura para la
oración y llevar los materiales que serán necesarios, tu libreta, tu Biblia, un lápiz,
un reloj...
■ Pedir ayuda a Dios. Inicias la oración con la conciencia de que es el
Espíritu de Dios quien ora en ti. A través de una breve oración le pides la
asistencia de su
Itinerarios formativos 267 Curso introductorio

gracia para este momento de encuentro con él. Son útiles para esto las
invocaciones al Espíritu Santo.
■ Leer tres veces. Puedes utilizar distintos criterios como leer, subrayar los
verbos, subrayar lo que más te llama la atención. Lo importante es que leas con
verdadera atención. Para ello es bueno repetir la lectura.
■ Discurrir sobre el texto. Se trata de reflexionar sobre el texto y su
contenido. Ya no es sólo leer, sino preguntarte: ¿Qué dice el texto? Y luego: ¿Qué
me dice este texto en las circunstancias de mi vida? Este es el paso que se lleva más
tiempo en la oración. Es importante leer con calma, saboreando lo que lees.
■ Hablar con Dios. Es el momento más intenso de la oración. Te diriges al
Padre, a Jesús o a María y abres tu corazón, expresando lo que sientes y piensas en
ese momento. Es a la vez expresión del Espíritu Santo que ora en ti. Este hablar
con Dios puede estar unido a la oración vocal.
■ Pedir por los demás. Siempre es una buena práctica dedicar unos minutos a
orar por otras personas, por sus necesidades, o por los acontecimientos del
momento. Es tener presentes a los demás ante Dios.
■ Dar gracias. Así como pediste ayuda a Dios, le das gracias por haber
podido pasar este momento de oración con Él.
■ Evaluar. Después de terminada la oración evalúas cómo te fue y qué
podrías mejorar. También tomas nota de las inspiraciones que el Señor te ha dado
en la oración.
■ Compartir con tu director espiritual. Tu experiencia de la oración del mes
es parte del contenido de la entrevista con el director espiritual. Para ello es útil
que prepares una síntesis de tu oración del mes.
En este primer año se pretende que te introduzcas en el espíritu de la
oración, por ello al inicio habrá sólo quince minutos para la oración, pero
después se irá aumentando el tiempo. Por ahora lo que interesa es que sepas
cómo aprovechar muy bien esos quince minutos, para ello tendremos a
continuación una práctica.

Horario sugerido.
Hora Actividad Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Heb 4, 12-14. 2:20 Metodología para la oración.
0:10 Explicación de la meta. 2:50 Práctica de oración.
0:15 Recapitulación: Primer mes en el 3:05 Entronización de la Biblia:
Seminario. Neh 8,1-12.
1:15 La Sagrada Escritura en 3:15 Consignas.
tu vida vocacional.
2:00 Descanso. 3:30 Salida
Itinerarios formativos 268 Curso introductorio

Consignas.
■ Coloca la Palabra de Dios en un lugar especial en tu habitación, de modo que no
sea un libro más, sino el referente fundamental, tratado con verdadero honor y cariño.
■ Localiza en la biblioteca un comentario bíblico que te pueda servir cuando
tengas dudas sobre algún texto bíblico. Lee dos o tres comentarios para que en el
momento en que lo requieras lo sepas utilizar.
■ Ejercítate durante el mes en el espíritu de oración y en el aprecio de la Sagrada
Escritura, aprovechando los instrumentos que tienes. Posteriormente irás aprendiendo
más.
Itinerarios formativos 269 Curso introductorio

Tercer Encuentro
Comunitario: La figura de
Cristo en el A. T.
Meta. El alumno reafirma su valoración de la oración personal y reconoce la
figura de Cristo presente en toda la Escritura.
Recapitulación. La experiencia de la oración.
Durante estos quince días se te propuso tomar muy en serio los quince minutos
de oración que están previstos en el horario. Ahora queremos recoger la experiencia
a través de las siguientes preguntas:
• ¿Qué ha significado en tu vida mantener este ritmo de oración diaria?
■ ¿Te han surgido buenas inspiraciones o propósitos en la oración?
■ ¿Cuáles han sido tus principales dificultades en la oración?
Después de responder a estas tres preguntas, comparten por grupos pequeños.
Se termina haciendo una puesta en común de aciertos y deficiencias en la
oración, sobre todo para resolver las dudas que han surgido a los seminaristas
sobre la práctica que han llevado a cabo, sobre el método que han aprendido y
para alentarlos a continuar.
Contenido:
A. La figura de Cristo en el Antiguo Testamento.
En la clase de Historia de la Salvación estudiarás este tema con suficiente
amplitud. Aquí solamente queremos subrayar el sentido cristológico de algunos
textos del Antiguo Testamento. Recuerda que el centro del itinerario en el curso
introductorio es la catequesis cristológica o, según la imagen-fuerza, descubrir
dónde mora Jesús, a quien queremos seguir.
Podemos distinguir dos percepciones de la persona de Jesús en el Nuevo
Testamento:
■ La cristología "baja", que postularon al principio los discípulos de Jesús,
ciertamente presentaban a Jesús como el Hijo de Dios, bendecido por el Padre y
animado por el Espíritu. Afirmaban su identidad mesiánica, pero no llegaban a
concebir a Cristo como el pre-existente. Dos ejemplos son el discurso de Pedro en
casa de Comelio (Hech 10, 38-41) y la exhortación de Pedro en su primera carta
(IPe 2, 21-25).
■ La cristología "alta", elaborada después de una amplia reflexión sobre la
persona de Jesús, reconocía abiertamente a Cristo como el origen y sostén del
universo y lo contemplaba presente desde la creación del mundo, siguiendo el
prólogo del evangelio de San Juan, en el que aparece como el "Verbo" de Dios.
Dos ejemplos son los himnos cristológicos de las cartas paulinas (Ef 1, 3-14; Col
1,15-20).
Para los Padres de la Iglesia fue muy querida la idea de que Cristo, el Verbo
de Dios, está presente a lo largo de toda la Historia de la Salvación. Tenían la
idea de que toda la Escritura de alguna manera revela el misterio de Cristo,
porque Cristo, que se
Itinerarios formativos 270 Curso introductorio

hizo parte de nuestra historia, está más allá de la historia. Con esta idea dan
continuidad a la "cristología alta" de los autores del Nuevo Testamento.
Muchas pinturas antiguas representan plásticamente la ¡dea de que en Cristo
fueron creadas todas las cosas, dibujándolo junto al Padre en el momento de la
creación. Pero los Padres de la Iglesia sobre todo valoraron las imágenes del
Cristo histórico que iban descubriendo en su lectura orante de la Sagrada
Escritura. Vamos a recorrer algunas de estas figuras a título de ejemplo, sabiendo
que hay muchas más.
■ En el sacrificio de Isaac (Gn 22, 1-19), que sube a la montaña junto a su
padre, reconocieron a Jesús, el inocente, en el camino de la Cruz. Al mismo
tiempo vieron en la fe de Abrahán, dispuesto a sacrificar a su hijo, la actitud
obediente de Jesús hasta la muerte.
■ En José, vendido por sus hermanos como esclavo (Gn 37, 12-36),
reconocen a Cristo, vendido por unas monedas y despojado de sus vestiduras,
pero aún lo ven con mayor claridad en el momento en que se revela a sus
hermanos (Gn 45, 1-28) descubren a Jesús, enviado para la salvación del género
humano.
■ Moisés, el que es salvado a través de las aguas (Ex 2, 1-10) es otra figura
del Salvador, que conduce y protege al pueblo elegido por Dios. En el rostro res-
plandeciente de Moisés (Ex 34, 29-35) reconocen a Cristo que dialoga conti-
nuamente con el Padre y que es transfigurado en el monte Tabor. Una tercera
imagen de Moisés es la del que alimenta a los israelitas con el maná, bajado del
cielo (Ex 15, 22-16, 20).
■ El episodio de la serpiente de bronce es una típica interpretación
figurativa. En la serpiente que Moisés levantó en alto para que fueran curados los
israelitas (Nm 21, 4-9), el autor del cuarto evangelio reconoce a Cristo, que será
levantado en alto, sobre la cruz, para dar a los hombres la salvación (Jn 3, 14-16).
■ En la sabiduría de Salomón (IRe 3, 10-28; 5, 9-14; 10, 1-13), el rey que
hablaba con Dios, que resolvía los enigmas y juzgaba justamente, también
descubrieron los Padres de la Iglesia una figura de Cristo, sabio y humilde de
corazón.
■ En Elias, el profeta de fuego, que fue alimentado por los cuervos en el
desierto, resucitó al hijo de una viuda (IRe 17, 1-24), experimentó la presencia
cercana de Dios, llamó a sus discípulos (IRe 19, 9-21) y fue arrebatado al cielo
(2Re 2, 1-18), vieron una imagen muy completa de Jesús.
■ En el Siervo del Profeta Isaías, contemplaron una anticipación la vida y
pasión de Jesús (Is 42, 1-7; 49, 1-7; 50, 4-9; 52, 13-53), en la que descubrían
detalles sorprendentes.
■ En el profeta Jeremías, que sumergido en el pozo eleva su oración a Dios
(Jer 38, 1-13), y en Susana, que, condenada a muerte, levantaba sus ojos al cielo
porque su corazón confiaba en el Señor (Dan 13, 1-64), reconocieron los rasgos
de Jesús en la Pasión, que puso toda su confianza en Dios.
■ En los tres jóvenes que, lanzados por Nabucodonosor al horno encendido,
por
Itinerarios formativos 271 Curso introductorio

haber puesto su confianza en Dios (Daniel 3, 1-90) fueron librados de una muerte
segura, reconocieron a Cristo resucitado.
B. Metodología para la oración.
Te sugerimos el método de los cuatro sentidos de la Escritura. Es una forma de me-
ditar los textos del Antiguo Testamento practicada por los padres de la Iglesia. Ellos,
desde su conocimiento de Cristo y en continuidad con la Tradición, descubrieron que en
el Antiguo Testamento existían figuras de la persona de Jesús, es decir, textos que, de
algún modo, ya nos hablan sobre Cristo. Una ventaja de este método es que nos
aproxima a una lectura unitaria de la Escritura. Todo tiene un mismo sentido porque se
debe al Verbo del Padre, que en la antigüedad se comunicó a través de los profetas, pero
en la plenitud de los tiempos se ha comunicado a través de su Hijo.
La mentalidad alegórica se aplica también a otras circunstancias, no sólo a las
personas. Los Padres de la Iglesia encontraron un modo de meditar los textos desde la
clave de los ejemplos de Jesús. Siguen en su método la inspiración del mismo Cristo,
quien se identificó con algunos personajes y situaciones del Antiguo Testamento. Es un
método sencillo y fácil de usar. Presenta cuatro pasos. En cada uno de ellos conviene
volver a leer el texto, para ir descubriendo su profundidad:
42) Sentido literal. Consiste en considerar lo que el texto dice expresamente, cuál es la
historia que narra y el mensaje que quiso transmitir. Repetimos el gesto de los Padres:
observaron con detenimiento y amor los detalles del texto, dándole su verdadero lugar en
la vida espiritual. Para ello es útil considerar el contexto histórico. Cuanto más
comprendas el sentido literal, tanto más preparado estarás para dar los pasos siguientes.
Es bueno hacer despacio esta consideración porque es la base de todo lo demás. Te dejas
conducir por tu inteligencia, intentando comprender lo que el texto dice.
43) Sentido analógico. Se trata de encontrar una analogía, es decir, cierta similitud con
el modelo de Jesús, y profundizar en ella. Las analogías nunca son perfectas, por ello no
se puede establecer un paralelismo estricto; basta con algunos rasgos de semejanza. En
este segundo momento se plantea la pregunta: ¿Qué nos revela este texto sobre Cristo?
¿Es posible reconocer algunos rasgos de su figura, ya presente en el Antiguo
Testamento? ¿Con qué pasaje del Nuevo Testamento o con qué ejemplos de Cristo lo
podemos relacionar? Se trata de internarse en el texto para descubrir, desde un momento
más pleno de la revelación, el sentido profundo del texto antiguo. Te dejas conducir por
el amor a Cristo; quien lo ama, lo descubre presente en la Escritura.
3. Sentido tropológlco. Este paso apunta ya hacia el compromiso. La raíz griega
tropos significa caminar, moverse hacia algún lugar o hacia una nueva condición.
Nos preguntamos: ¿Hacia dónde encamina nuestros pasos la meditación de este
texto bíblico? ¿Qué compromiso debo asumir a partir de la meditación de esta
Palabra? ¿Qué me enseña para mi vida práctica? Aquí se trata de dejarte conducir
por el amor práctico.
Itinerarios formativos 272 Curso introductorio

4. Sentido anagógico. Es lo relacionado con los bienes futuros, siempre


anunciados en la Escritura. Al final te preguntas: ¿Cómo afirma este texto
nuestra esperanza? ¿Cuál es la verdad que este texto nos comunica sobre
Dios mismo? Nos hace ver que el fin de la oración no es sólo asumir un
compromiso, sino descubrir con más nitidez el rostro de Dios y la bondad
de sus promesas. Te dejas conducir por la fe en Dios, que está siempre
cerca de nosotros y se revela a través de la Escritura.
Usando el esquema de la meditación, el método se aplicaría así:
a) Preparación remota, b)
Preparación próxima.
c) Invocación al Espíritu Santo.
d) Consideración de la Palabra de Dios. Sentido
literal. Sentido analógico. Sentido tropológlco.
Sentido anagógico. d') Conversación íntima con
Dios, c') Oración de gratitud, b') Evaluación o
examen de la oración, a') Revisión y diálogo
con el director espiritual.
Horario sugerido.
Hora Actividad Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Heb 1,1-4. 2:15 Metodología para la oración.
0:15 Explicación de la meta. 2:30 Práctica de oración.
0:25 Recapitulación: La experiencia de la oración. 3:00 Consignas.

1:00 La figura de Cristo en el Antiguo 3:15 Devoción mariana.


Testamento.
1:45 Descanso. 3:30 Salida

Consignas.
■ Continúa aprovechando lo más posible los quince minutos de oración,
ahora aplicando el método de los cuatro sentidos de la Escritura.
■ Procura preparar lo mejor que puedas las entrevistas con el director
espiritual y con el prefecto.
■ Consigue una imagen de Cristo que te ayude a recordarlo durante el día.
Itinerarios formativos 273 Curso introductorio

Cuarto Encuentro Comunitario:


La revelación de Cristo en los Evangelios
Meta. El alumno se aproxima a la revelación de Cristo en el los Evangelios y
recibe la Sagrada Escritura como instrumento básico de su camino discipular.
Recapitulación. La experiencia de la oración.
Durante estos quince días se te propuso aplicar el método de los cuatro sentidos
de la Escritura.
■ ¿Qué ha significado para ti?
■ ¿Has conseguido una mayor familiaridad con los textos del Antiguo
Testamento?
■ ¿Cuáles han sido tus principales dificultades en la oración?
Después de responder a estas tres preguntas, comparten por grupos pequeños.
Se termina haciendo una puesta en común de aciertos y deficiencias en la
oración, sobre todo para resolver las dudas que han surgido a los seminaristas
sobre la práctica que han llevado a cabo y para alentarlos a continuar.
Contenido:
A. La revelación de Cristo en los Evangelios.
Las acciones de Jesús son presentadas en los Evangelios como revelación de su
persona y del corazón del Padre. Esto tiene una gran trascendencia porque los
creyentes podemos contemplar el misterio de Dios a partir de la contemplación
de la humanidad de Jesús. Es decir, de su corporalidad, de sus acciones, palabras,
actitudes, motivaciones, sentimientos...
Cada uno de los evangelistas busca una manera de presentar a Jesús. Lo que es
realmente importante es que parten de la fe en Jesús. En él, Dios ha revelado de
un modo definitivo su designio de amor a los hombres. La palabra "evangelio"
significa buena noticia. Al principio era un anuncio verbal por el cual se
transmitía la fe y se invitaba a la conversión. Su contenido no son ideas
abstractas, sino los acontecimientos de la vida de Jesús que conducen a un
cambio radical de la historia.
El Evangelio es continuidad del anuncio que hizo Jesús de la proximidad del
Reino de Dios. Esta expresión significa que se han cumplido las promesas que
Dios había hecho a su pueblo y se ha dado una nueva interpretación de las
relaciones humanas, que ya no serán en adelante de dominio, sino de compasión.
Si se quiere resumir el mensaje evangélico en una palabra, esta puede ser
"misericordia". Jesús es la encarnación de la misericordia del Padre.
El núcleo de los Evangelios es el anuncio de la pasión, muerte y resurrección
de Jesús. Ésta es la parte más antigua de su composición. Después se añadieron
dichos y hechos de Jesús y, por último, los evangelios de la infancia. Esto
significa que todos los textos del Evangelio son revelación del misterio de Cristo.
Queremos proponerte la contemplación de los Evangelios como camino
discipu-
Itinerarios formativos 274 Curso introductorio

lar. Esto es, que a través de una aproximación vital a los textos, llegues a
descubrirte como discípulo. Es el camino que recorrieron los discípulos de Jesús.
Lo miraron, lo escucharon, compartieron con él. No todos los textos del
evangelio funcionan para este fin. Por eso aparece a continuación una selección
de perícopas evangélicas que te pueden ayudar a contemplar a la persona de
Jesús.
Anuncio del nacimiento de Jesús: Le 1, 26-38. Nacimiento de Jesús: Mt 1,
18-25. Bautismo de Jesús: Mt 3, 13-17. Tentaciones en el desierto: Le 4, 1-13.
Los primeros discípulos: Jn 1, 35-51. El llamamiento en el lago: Mt 4,18-22.
Jesús sana a un leproso: Me 1, 40-45. Comida con los pecadores: Me 2,13-17.
Jesús sana al criado de un oficial romano: Mt 8, 5-13. Tres quieren seguir a Jesús:
Mt 8, 18-22. La tempestad calmada: Me 4, 35-41. El endemoniado de Gerasa:
Me 5, 1-20. Jesús resucita al hijo de una viuda: Le 7, 11-17. Simón el fariseo y la
mujer pecadora: Le 7, 36-49. La purificación del Templo: Jn 2, 13-22. La
multiplicación de los panes: Jn 6, 1-15. La mujer adúltera: Jn 8, 1-11. Confesión
mesiánica de Pedro: Me 8, 27-30. Transfiguración de Jesús: Le 9, 28-36. El
mayor en el Reino: Mt 18, 1-5. Resurrección de Lázaro: Jn 11, 17-44. Entrada en
Jerusalen: Mt 21, 1-11. Eucaristía y traición: Me 14,12-31. Oración en
Getsemaní: Mt 26, 36-46. Muerte de Jesús en la Cruz: Me 15, 33-41. El sepulcro
vacío: Me 16, 1-8. Camino de Emaús: Le 24,13-35. Aparición junto al lago: Jn
21,1-23.
B. Metodología para la oración.
La contemplación es un método en el que se utiliza la capacidad sensitiva e
imaginativa del hombre. Si en la meditación lo importante era el discurrir por las
ideas, el pensar o rumiar el mensaje del texto bíblico, en la contemplación se
hace hincapié en la imaginación. Ahora se trata de discurrir por las imágenes, los
sonidos, las palabras, las acciones relatadas en el texto. También contemplas
cuando te internas en el corazón de los personajes intuyendo sus intenciones y
motivaciones, su mundo afectivo, muy especialmente cuando se trata de la
persona de Jesús. Es recrear una escena del Evangelio, poniendo a funcionar
nuestros sentidos según se requiera. La contemplación no es algo complicado o
reservado para personas muy avanzadas en la vida espiritual, es más bien el
camino de los sencillos. Por eso es practicada con frecuencia por los pobres, por
los niños, quienes en su sencillez se aproximan al misterio.
Para la contemplación se requiere un esfuerzo de sencillez. Se trata de dejarse
impactar, de ver, oír, oler, gustar, sentir, es decir, aplicando los sentidos. La
contemplación es la senda del amor. En las relaciones humanas, hay una primera
impresión, pero después hay que contemplar la interioridad, los sentimientos, la
sensibilidad del otro.
El fundamento de la contemplación radica en que el mensaje evangélico
comunica la verdad sobre Dios a través de narraciones que tienen por
protagonista a Jesús. Dios, al hacerse hombre, nos ha comunicado sus
sentimientos y pensamientos a través de la forma de actuar y desenvolverse de
Jesús, de su misma persona. Contemplando a Jesús, acompañándole en su
caminar por las tierras de Palestina, nos transformamos en seguidores suyos, tal
como ocurrió a los discípulos. De esta forma se nos da la gracia de conocer, de
un modo más intenso y personal, a Jesús y en Él a Dios mismo. La
contemplación conviene al proceso formativo porque:
Itinerarios formativos 275 Curso introductorio

■ Es un camino humano natural, por el cual hemos conocido aquello que


más íntima y profundamente ha afectado nuestra vida. Las personas queridas, los
acontecimientos significativos, han permeado nuestra conciencia por los sentidos.
■ Nos aproxima al modo como los discípulos llegaron a conocer y a amar a
Jesús. Escucharon su voz, se alimentaron con su pan, celebraron con él las fiestas,
caminaron juntos, lo miraron en la cruz, comieron con él después de la
resurrección.
La contemplación se puede poner en práctica a través de tres pasos muy
sencillos:
• Composición imaginativa. Consiste en establecer la escena en la cual
contemplarás a los personajes. Habitualmente el mismo texto "dicta" la
composición de lugar. Para ello es necesario leerlo antes. La técnica teatral
y cinematográfica, a la que hoy estamos acostumbrados, nos ayuda a dar
este paso. Imaginar la cueva de Belén, el camino llegando a Jericó, el
Gólgota o el sepulcro de Jesús.
■ Hacer propiamente la contemplación. Este paso consiste en poner
verdadera atención a lo que ocurre en esa escena. Contemplar es aplicar los
sentidos, percibiendo de una manera directa y clara lo que en el texto se relata:
ver, oler, sentir, oír. Se puede dar en diversos grados de profundidad, pero lo
importante es que discurras sobre las imágenes, las palabras, los sonidos, los
sentimientos, motivaciones y pensamientos de los personajes, haciéndote parte de
aquella realidad, dejándote impactar por ella.
■ Conversación íntima con Dios. El coloquio que se ha aplicado en otros
métodos de oración se torna más profundo, más sentido, porque está de por
medio la contemplación de los personajes.
Integrado en el esquema general, el método de la contemplación quedaría
así: a) Preparación remota, b) Preparación próxima.
c) Invocación al Espíritu Santo,
d) Composición imaginativa.
e) Contemplación de los personajes, d')
Conversación íntima con Dios. c') Oración de
gratitud, b') Evaluación o examen de la oración,
a') Revisión y diálogo con el director espiritual.
Nótese que los pasos "d" y "e" se fundamentan en el mismo texto evangélico
que se ha propuesto para la contemplación. La composición imaginativa es
"dictada" por el texto. La contemplación de los personajes se basa en lo que el
texto dice y en lo que, aunque no aparezca literalmente, puede ser coherente con
él. Esto quiere decir que quien contempla se puede mover con libertad, recreando
la escena que se le propone, siempre que siga el sentido común.
Itinerarios formativos 276 Curso introductorio

Horario sugerido.
Hora Actividad Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Heb 1, 1-4. 2:20 Metodología para la oración.
0:10 Explicación de la meta. 2:50 Práctica de oración.
0:15 Recapitulación: 3:05 Entrega solemne de la Sagrada Escritura.
La experiencia de la oración.
1:15 La revelación de Cristo en los 3:20 Consignas.
Evangelios.
2:00 Descanso. 3:30 Salida

Consignas.
■ Al recibir la Sagrada Escritura has dado un paso importante en el camino
catecumenal. Consiste en aceptar la Palabra como parte fundamental de tu vida.
Intenta dar el lugar que le corresponde a la traducción de la Biblia que has recibido.
■ Durante los próximos quince días intenta conocer más a Jesús por medio
del método de la contemplación.
■ Elabora tu proyecto personal para los próximos tres meses. Después de
elaborarlo y antes de pasarlo en limpio, consúltalo con el director espiritual.
Itinerarios formativos 277 Curso introductorio

Segundo módulo: El símbolo de la fe


El segundo módulo se dedica a la reflexión inicial sobre la fe, que se complementa
con la clase de Catecismo de la Iglesia. Se ha distribuido el contenido simplemente,
en tres encuentros, siguiendo el esquema de las tres divinas personas. Comenzar
explicando a los seminaristas por qué hay diversas versiones del Credo, cómo se
fueron formando y por qué se utilizan en la liturgia en diversos momentos, y
proponer para el itinerario el Símbolo de los Apóstoles. El conjunto de los tres
encuentros concluye con la celebración en la que se entrega el símbolo de los
apóstoles solemnemente.
5o Encuentro comunitario: Creo en el Hijo de Dios. Se divide la reflexión en
dos momentos, el primero se centra en el valor de la profesión de la fe y el segundo
en la fe en Cristo como Hijo de Dios. En esta sesión puede ser útil que se les
presenten las diversas versiones del Credo, explicando su génesis. Ya en el encuentro
anterior se ha presentado a los seminaristas la oración cristocéntrica. Se amplía el
tiempo de la oración a media hora. Todo ello con el fin de que el seminarista no sólo
haga una reflexión sobre la fe, sino que lleve esta reflexión al encuentro con Dios.
Estamos poniendo las bases para que en el futuro los contenidos dogmáticos puedan
ser transformados en vida espiritual.
6o Encuentro comunitario: Creo en Dios Padre. La primera parte del encuentro
se centra en la revelación de Dios, el Padre de Jesús. Es fundamental la afirmación de
la paternidad de Dios en la vida espiritual. La segunda parte presenta a Dios
Creador. Aquí se da un sesgo más cósmico al proceso. Ya se ha recapitulado el tema
de la oración durante los cinco primeros encuentros con el fin de establecer bien el
espacio y el tiempo de la oración como prioritario, pero a partir de ahora se quiere
insistir en la relación entre la oración y la contemplación de la naturaleza. La
relación con Dios nos lleva a recuperar los vínculos con todo lo creado,
especialmente con las personas.
7° Encuentro comunitario: Creo en el Espíritu Santo y en la Iglesia. Presenta en
dos momentos complementarios la tercera Persona de la Santísima Trinidad y a la
Iglesia como objeto de fe. Junto a la Iglesia, se presenta a la persona de María. Se
les pide en las consignas que incorporen una invocación al Espíritu Santo para
iniciar su oración personal cotidiana. La catequesis sobre la Iglesia tiene una
importancia especial porque concreta la vivencia de la fe en la pertenencia a la
comunidad, en concreto a esta Iglesia Particular. Conviene aclarar el sentido
espiritual que tiene esta pertenencia. El séptimo encuentro comunitario concluye con
la entrega solemne del Credo. Se puede entregar en un pergamino, si puede ser,
elaborado por algún grupo cristiano, de modo que en el mismo hecho de su
recepción, experimenten el sentido de pertenencia a la Iglesia y la gratitud hacia
ella.
El icono para este segundo módulo puede ser el texto de la curación del hijo de
un centurión romano (Mt 8, 5-13). El evangelista destaca la fe de este hombre, que
es llamativamente elogiada por Jesús: no soy digno de que entres en mi casa, pero
una palabra tuya bastará. Esta actitud ha quedado como una reliquia en el momento
litúrgico de la comunión, porque muestra que tiene una gran importancia la disposi-
ción de fe ante Cristo que viene.
Itinerarios formativos 278 Curso introductorio

Quinto Encuentro
Comunitario: Creo en el Hijo
de Dios
Meta. El alumno comienza la revisión de su fe cristiana a partir del estudio del
Credo, aceptando la fe, centrada en la aceptación de Cristo como Hijo de Dios,
como clave interpretativa de su existencia y pertenencia a una comunidad discipular.
Recapitulación. La oración cristocéntrica.
Nos hemos propuesto contemplar a Cristo en la Sagrada Escritura. Esta oración
contemplativa va a ser un elemento necesario para todo el proceso formativo, que
consiste en la configuración gradual con Cristo, Buen Pastor.
■ ¿Te ha servido la contemplación para conseguir una imagen más objetiva de
Cristo?
■ ¿Has caminado hacia una relación más íntima y personal con él?
• ¿Notas algún efecto de tu oración en tus actitudes y tu comportamiento
cotidiano?
Después de responder a estas tres preguntas, comparten por grupos pequeños. Se
termina haciendo una puesta en común y un momento de oración entre todos,
centrado en una imagen de Cristo.
Al finalizar este momento de oración se anuncia a los seminaristas que a partir
de este día se levantarán quince minutos antes, para conseguir media hora de
oración, en la que podrán aplicar los métodos que han ido aprendiendo. Los
formadores resuelven las dudas de los seminaristas poniendo atención a cómo
distribuir el tiempo durante la oración.
Contenido:
A. La profesión de la fe.
En los momentos solemnes de la asamblea cristiana se recita el símbolo de la fe.
Esta costumbre expresa la naturaleza profunda de la comunidad cristiana, que ha
sido reunida por la fe en Jesucristo y se sostiene a través de ella. El centro de esta
profesión no son las verdades que contiene, sino la aceptación del misterio en la
propia vida y en la comunidad creyente.
Cuando los antiguos cristianos comenzaban la preparación para el bautismo
inscribían los nombres de los catecúmenos en un libro, previo examen. Tal examen
no versaba sobre conocimientos, sino sobre la vida. No interesaba en ese momento
su ortodoxia, sino su ortopraxis. A través de la catequesis ¡rían poniendo el
fundamento de una forma de vida nueva y transformadora a la que llamaban
cristianismo. En el curso introductorio queremos hacer un proceso similar.
En la clase de Catecismo de la Iglesia Católica se estudiará con detenimiento el
contenido del Credo, pero en los encuentros comunitarios queremos recibir la tradi-
ción de la Iglesia y comprometernos en la fe. Por ello el Credo ocupará los tres si-
Itinerarios formativos 279 Curso introductorio

guientes encuentros, tal como se hizo con la Sagrada Escritura. Procuraremos una
triple aproximación al símbolo de la fe:
■ Una aproximación intelectual a los contenidos centrales de la fe, que nos
lleve a entender un poco mejor qué es lo esencial.
■ Una aproximación existencial a la nueva forma de vida que esta fe exige, que
cuestione nuestro modo de actuar y de vivir.
■ Una aproximación espiritual y litúrgica que nos ayude a vibrar con la
profesión de la fe de la Iglesia.
La temática se ha dividido en tres grandes partes, que se corresponden con las
personas divinas: el Hijo, el Padre y el Espíritu Santo, con la intención de expresar
cómo la profesión de la fe nos une íntimamente a Dios y al mismo tiempo a la
comunidad cristiana y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad. Durante
estos tres encuentros queremos dejar bien claro el fundamento creyente de todo el
proceso formativo. En cada uno de los pasos que vayamos dando aparecerá siempre
el símbolo de la fe.

B. Cristo crucificado, centro de la fe.


Las normas litúrgicas disponen que todos los templos sean presididos por una
imagen de Jesús Crucificado. El motivo de esta práctica está en que Cristo es el
centro de la profesión de la fe. La Iglesia primitiva resumió el contenido de la fe a
través de un anuncio fundamental al que llamó "kerigma".
Un ejemplo de estas breves formulaciones está en Flp 2, 5-11. Señala que Cristo
se abajó hasta morir en la cruz y fue luego exaltado por Dios. Así, Cristo crucificado
es el signo de que el plan salvador de Dios se ha realizado, abrazando toda la
realidad humana, con todo su contenido de dolor y de muerte, para restablecer la
vida. La cruz es por ello el símbolo de la fe. A partir del kerigma, por un
procedimiento de ampliación y de explicación, se fueron redactando las diversas
fórmulas del credo.
San Pedro, en su discurso en casa de Cornelio (Hech 10, 38) centra en Jesús su
testimonio de fe, quien pasó haciendo el bien y curando a los oprimidos por el
demonio. Se trata así del conocimiento de todo lo que el Señor ha hecho por
nosotros. Efectivamente, los últimos momentos de la vida de Jesús consignados en
los relatos de la pasión, son como la síntesis y el resultado de toda una vida de
entrega y de humilde servicio. Así, aceptamos que el Señor nos ha amado y
comprendemos que este amor nos compromete a amar de un modo similar al
prójimo. El modo de actuar de Jesús ha interpretado novedosamente las relaciones
interhumanas, que ya no serán más de dominio, sino de humilde servicio. Este giro
está hermosamente expresado en la parábola del buen samaritano (Le 10, 25-37) y
en la carta a Filemón.
Desde esta experiencia viva, la Iglesia fue formulando su fe en Jesús, es decir, fue
intentando comprender mejor y expresar con más claridad el misterio de Cristo en la
forma de artículos o enunciados:
Itinerarios formativos 280 Curso introductorio

■ El Hijo unigénito del Padre. Aceptar a Jesús como el Mesías esperado implica
reconocerlo como el Hijo de Dios. Es decir, reconocer su divinidad. Esto se puede explicar
de diversas maneras, pero lo central es reconocer la humanidad y divinidad de Jesús. Su
humanidad y su divinidad no entran en conflicto, sino en una profunda armonía, de modo
que puede decirse que Jesús es totalmente hombre y es totalmente Dios. Existe una unión
profunda de ambas naturalezas en una sola persona.
■ Concebido por obra del Espíritu Santo y nacido de santa María Virgen. La
encarnación en el seno de María es el modo concreto como se realizó el miste rio
del Dios-Hombre. A partir de este momento todo lo humano ha sido rescatado,
relacionándolo con Dios por el amor. El misterio de María, concebida sin pecado
original y asunta al cielo, es un signo de esta actitud de Dios que abraza al mundo y
se hace uno con él. La encarnación se refiere a lo más profundo de la identidad
humana, todo en el hombre es tocado y por ello será rescatado por Cristo.
■ Padeció, fue crucificado, muerto y sepultado. La dinámica propia de la encarnación
asume lo más difícil y conflictivo de la naturaleza humana: el pecado, la injusticia y la
muerte. Confesar que Jesús padeció implica reconocer en todo padecimiento un camino de
redención y de vida. La fe en Cristo muerto y resucitado implica resituar el mal y cultivar
las disposiciones adecuadas para transformarlo en una oportunidad para el bien.
■ Descendió a los infiernos y resucitó. El don de Dios a través de Cristo se extiende
a todas las generaciones. Las pinturas antiguas lo representan rescatando a los muertos,
desde Adán hasta el último de sus descendientes. La salvación que procede de Cristo es para
todo hombre, envuelve a todos los pueblos y a todas las épocas, es profundamente universal
y reconciliadora.
■ Subió a los cielos. El kerigma siempre contiene la imagen de Jesús exaltado a la
derecha del Padre, que participa de la gloria de Dios. Nuevamente se afirma con fuerza su
divinidad. Jesús es la primicia de los que viven en Él y son llamados con Él a la vida nueva
junto al Padre.
■ Vendrá a juzgar a vivos y muertos. Por último, se confiesa que ha de venir de
nuevo para llevar a plenitud su obra de reconciliación y de paz, según el proyecto de Dios.
Es importante insistir en que el centro de la profesión de la fe no son sólo las verdades
contenidas en ella, sino la actitud y el compromiso de vida de quien recibe estas verdades y
acepta al Hijo como modelo para su vida. La verdad ilumina la conducta del creyente y tal
conducta te lleva a reafirmar la verdad. En tu vida como seminarista, esta experiencia va a
ser central, es el verdadero cimiento de tu formación. Hay que dejar bien claro que el
proceso formativo es un camino de fe.
Tocado este tema es interesante que los seminaristas saquen las consecuencias prácticas
para su vida comunitaria. Si creer es una actitud de vida, ¿Cuáles son los
Itinerarios formativos 281 Curso introductorio

comportamientos comunitarios que expresan la fe con autenticidad en el


seminario? ¿Cuáles modos de actuar son contrarios a la fe que profesamos?
Horario sugerido.
Hora Actividad Hora Actividad
0:00 Recapitulación: La oración cristológica. 2:20 Cristo crucificado, centro de la fe.
0:40 Oración con la imagen de Cristo: 2Tim 2, 8- 3:05 Consignas.
13.
1:00 Explicación de la meta. 3:15 Devoción mariana: la encarnación.
1:15 La profesión de la fe. 3:30 Salida
2:00 Descanso.

Consignas.
■ Continúa esforzándote en la oración cristocéntrica, ya sea por medio de la
meditación o de la contemplación. Ahora contarás con media hora diaria.
■ Pon especial atención a la clase de Catecismo de la Iglesia Católica, para
comprender mejor los contenidos del Credo.
■ Consigna por escrito: ¿Qué implicaciones tiene la fe cristiana en tu
personalidad y en tus relaciones con los demás? Lleva estas ideas al diálogo con los
formadores.
■ Recita con especial devoción el Credo, en las celebraciones comunitarias, o
de manera personal. Puedes para ello hacer una meditación del símbolo de la fe.
Itinerarios formativos 282 Curso introductorio

Sexto Encuentro Comunitario:


Creo en Dios Padre
Meta. El alumno continúa la revisión de su fe cristiana en el reconocimiento de
Dios Creador y en el descubrimiento de la naturaleza y de las personas como un don
suyo.
Recapitulación. Media hora de oración.
Se te ha propuesto aumentar el tiempo para la oración personal y darle a la
oración un sentido más comprometido, relacionándola con la profesión de la fe.
■ ¿Qué aciertos y dificultades has tenido al emplear media hora en la oración
personal?
■ ¿Has experimentado el deseo de comprometerte más en tu camino de fe?
■ ¿Te gustaría compartir esta experiencia de fe y de oración con otras personas?
¿Con quiénes?
Se comparten las respuestas a estas preguntas en grupos pequeños. Posteriormente
los formadores responden a las preguntas que haya sobre dificultades en la oración,
haciendo ver que un don de Dios de esta naturaleza tiende a compartirse con los
demás.
Contenido:
A. El Padre de Jesús.
Jesús se relacionaba continuamente con su Padre del cielo y hablaba de Él a los
demás. No se dirige al Padre de cualquier manera, sino con una expresión
entrañable, profundamente afectiva que los autores bíblicos conservaron en su
lengua original: Abba. Esta vinculación tan especial con Dios fue objeto de un
proceso gradual de aprendizaje en el que se pueden señalar varios pasos:
■ A través del comportamiento de sus padres y de sus tradiciones religiosas fue
intuyendo la presencia de Dios. Allí adquirió, como todos nosotros, la seguir-dad
básica para poder relacionarse con Dios. María y José fueron una estupenda
mediación de la presencia de Dios en su vida.
■ Jesús frecuentaba la sinagoga. Allí escuchaba y leía la Palabra de Dios. Segura-
mente dedicó muchos ratos a meditarla y a memorizarla. No sólo conoció la
revelación de Dios en el Antiguo Testamento, sino que llegó a una interpretación
particular de esa revelación desde todo lo que implica la categoría de Padre.
■ Jesús dedicó largos ratos de su tiempo a cultivar la relación con el Padre, per-
maneció atento para ir comprendiendo gradualmente su designio de salvación y de
amor; enseñó a sus discípulos a vivir en unión íntima con el Padre y a recorrer este
mismo camino.
■ Se comprendió a sí mismo como el Hijo amado del Padre, llamado con amor
Itinerarios formativos 283 Curso introductorio

de predilección y enviado para realizar una misión. Esto al grado de que su


enseñanza y su comportamiento tienen la intención de revelar lo que hay en
el corazón del Padre.
La enseñanza de Jesús sobre el Padre es de una extraordinaria riqueza (Mt 11,
27). El Padre es la expresión de una nueva imagen de Dios, lleno de bondad y de
misericordia, que actúa a favor de su Pueblo y tiene para él un designio de
salvación. La consecuencia práctica de esta enseñanza es bien expresada por Heb:
acerquémonos con corazón sincero, con plena confianza (10,11). El cuarto
evangelio llega a una formulación nítida de la relación del discípulo de Jesús con el
Padre: Mi Padre lo amará, y mi Padre y yo vendremos a él y viviremos en él (Jn 14,
23).
Cada uno de los creyentes estamos llamados a hacer un camino similar al que
recorrió Jesús, por el cual llegó a conocer al Padre, a través de la escucha de la
Palabra y de la oración, participando de la íntima comunión que existe entre el
Padre y el Hijo y de su designio amoroso a través de una misión. Esta vinculación
amorosa es el núcleo de la vocación.

B. Dios creador.
La fe del Antiguo Testamento en Dios creador es la consecuencia de todo un
camino recorrido. El primer modo de invocar a Dios fue como el "vengador", es
decir, el que mira la sangre del inocente que ha sido derramada y hace justicia.
Antes que justiciera, esta imagen de Dios es entrañable, porque toca la experiencia
del dolor. De allí se pasó a otra imagen de Dios que escucha el clamor de su pueblo y
atiende sus necesidades. Este modo de comprender el misterio de Dios lo hace
profundamente cercano a la realidad humana, a la historia de un pueblo. Es el Dios
de los padres, quien conduce la Historia. Por último se formula la fe en la creación.
Ese Dios que actúa y salva, con ese mismo amor, ha creado todas las cosas. He aquí
una expresión nítida de tal modo de entender a Dios: Tú tienes compasión de todos
porque todo lo puedes, y pasas por alto los pecados de los hombres para que se
arrepientan. Porque amas todo cuanto existe y no desprecias nada de lo que
hiciste; si odiaras alguna cosa, no la habrías creado (Sab 11, 23-24).
Más que de un Dios todopoderoso, se está hablando de un Dios todo amoroso.
Es decir, que en todo es movido por el amor, que es profundamente y esencialmente
amor. Ahora bien, si estas son las características de la revelación sobre Dios
creador, ¿Cuál deberá ser la actitud del hombre que la acepta por la fe?
Especialmente, ¿Cuál deberá ser su disposición ante el prójimo, creado a imagen de
Dios? Ya se puede apreciar que la fe en Dios creador tiene consecuencias prácticas
para la vida del creyente. Conviene que estas consecuencias sean objeto de atenta
consideración en el proceso formativo:
■ Autoaceptación. El discípulo de Jesús se reconoce a sí mismo como creatura
de Dios, y por tanto bueno en sí mismo. Cultiva una relación armoniosa
consigo mismo en la cual tanto lo positivo como lo negativo se interpretan
para el bien, como providencia de Dios.
Itinerarios formativos 284 Curso introductorio

■ Amor y solidaridad. El creyente se sabe llamado al amor y a la solidaridad con


todo el género humano. Todo lo humano es para él rescatable, valioso, digno de toda
consideración. La persona humana encuentra en su corazón y en sus criterios una total
prioridad. En ella reconoce el rostro del Padre. Y especialmente cuando la dignidad humana
se ve disminuida o afectada, entonces surge en su corazón la fuerza del amor, capaz de
vencer toda injusticia.
■ Integración con la naturaleza. También está llamado a una relación armónica
con la naturaleza. Todo lo que le rodea le habla del amor y la bondad de Dios. Tanto en los
elementos naturales como en los acontecimientos históricos sabe descubrir la mano amorosa
y providente de Dios. Éste es el modo más espontáneo para su unión con Él.
■ Sentido ecuménico. El Dios que se revela como creador es el Padre de todos los
pueblos, el Dios del cielo y la tierra. Por ello el creyente se sabe unido a toda realidad
humana y social, a todas las religiones y culturas. Salta prodigiosamente las barreras
culturales y sociales para establecer con todos relaciones nuevas de fraternidad.
■ Contemplación. La obra entera de la creación es para el creyente objeto de
contemplación amorosa. Sabe contemplar las estrellas del cielo y los lirios del campo
encontrando en todo lo creado el reflejo de la suma perfección del Creador. Se puede decir
que "respira" a Dios a través de la naturaleza.
■ Compromiso. Todo ello le lleva a un compromiso en el cuidado de toda la
realidad creada, en el respeto al equilibrio ecológico y la atención a toda persona en este
contexto. Parte de su vocación es ser como una extensión en el tiempo de la mano creadora
de Dios.
Horario sugerido.
Hora Actividad Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Salmo 8. 2:20 Dios creador.
0:15 Recapitulación: media hora de oración. 3:05 Consignas.
1:00 Explicación de la meta. 3:15 Devoción mañana: rosario.
1:15 El Padre de Jesús. 3:30 Salida
2:00 Descanso.

Consignas.
■ Acentúa en tu oración personal la relación confiada con el Padre, sabiendo
que tienes acceso a Él a través del Hijo. Considera durante el día el amor
del Padre, que te ama personalmente, tal como Jesús experimentaba ese
amor.
■ Procura contemplar la naturaleza y disfrutar tu vinculación con ella, tanto en el
ámbito de las cosas creadas como en el de las personas, subrayando el sentido ecuménico y
ecológico.
■ Comunica de una forma original a las personas que amas tu fe en el amor del
Padre y en la bondad de todo lo creado.
Itinerarios formativos 285 Curso introductorio

Séptimo Encuentro Comunitario:


Creo en el Espíritu Santo y en la
Iglesia
Meta. El alumno continúa la revisión de su fe cristiana profundizando en el don
y la presencia del Espíritu Santo en su vida y recibe el texto del Credo como signo
de su pertenencia eclesial.
Recapitulación. Vinculación con la naturaleza.
En el encuentro anterior se subrayaba el valor de la vinculación con la
naturaleza y con los demás desde el sentido de pertenencia a la obra de la creación.
■ ¿Has sentido a Dios como Padre, que te ama personalmente? ¿Cómo has
vivido el sentido de lo creado?
■ ¿Piensas que es algo importante percibir y valorar la mano creadora de Dios?
■ ¿Qué te enseña esto sobre el valor de las personas?
■ ¿Cómo se ha relacionado esta sensibilidad ecológica con tu vida espiritual y
con tu oración personal?
Se comparten las respuestas a estas preguntas en grupos pequeños. Posteriormen-
te, los formadores proponen algunos ejemplos de santos que en su vida espiritual le
dieron una gran importancia a la creación, como san Francisco de Asís o san Ignacio
de Loyola.
Contenido:
A. El don del Espíritu Santo.
Los Evangelios recurren a diversas imágenes para describir cómo Jesús
resucitado dio el Espíritu Santo a sus discípulos. La tercera persona de la Santísima
Trinidad es parte de la misma Revelación. Es descrita como el amor, como un fuego,
o como la acción de Dios en nuestra vida. Jη 3, 8 es muy ilustrativo cuando dice: El
viento sopla donde quiere; oyes su rumor, pero no sabes ni de dónde viene ni a
dónde va. Así como el viento es la presencia del Espíritu Santo, no es tan importante
saber de dónde viene ni a dónde va, no es posible controlarlo, sino que simplemente
se mueve y mueve a los creyentes.
Al Espíritu Santo se le aplican los modos de actuar de Dios en el Antiguo Testa-
mento, en especial los que se atribuían a los ángeles: es consuelo de Dios, aliento de
Dios, medicina de Dios... Así como se dijo que el Hijo, Verbo de Dios, existía desde
el principio, así se dice que el Espíritu que aleteaba sobre las aguas (Gn 1, 2) habló
por los profetas e inspiró la Escritura.
Es el Espíritu de Jesús. Este modo de hablar subraya su unidad con la segunda
persona y compromete al creyente a actuar como Jesús actuaba, con sus mismos
criterios y, sobre todo, movido por el mismo amor. Cuando san Pablo invita a los
creyentes a dejarse conducir por el Espíritu o a no entristecer al Espíritu (Ef 4, 30)
se refiere a las obras del creyente que son coherentes con su fe y con el seguimiento
de Jesús.
Itinerarios formativos 286 Curso introductorio

En el Credo se le llama Espíritu Vivificador. Es decir, fuente de vida nueva, de la


vida que procede del Padre y que ha sido entregada por Cristo. Por eso se le invoca
en todo acontecimiento de vida. En los ritos de cada uno de los sacramentos de la
iniciación cristiana juega un papel central, a través del gesto de la imposición de las
manos, repetido de muy diversas maneras. Nos interesa subrayar especialmente que
se le invoca en cada uno de los pasos de la consagración sacerdotal.
La teología clásica occidental dejó de lado la reflexión sobre el Espíritu Santo, al
grado de que en el tiempo del Concilio se hablaba de Él como "el gran
desconocido". Pero no ocurrió lo mismo con la liturgia y con la espiritualidad,
donde siempre estuvo presente. Hoy estamos habituados a la invocación del Espíritu
Santo para cada acto de oración o de discernimiento, como una parte integral de
nuestra fe. Es continuamente invocado en la vida espiritual. Sobre todo hay que
considerar que los actos espirituales dirigidos al Padre, al Hijo, a María se hacen en,
con y por el Espíritu Santo. Pero lo mismo podemos decir de las obras de
misericordia o de cualquier apostolado.
Así como el Espíritu ora en nosotros (Rm 8, 26), así es guía de la caridad, es
decir, del amor de Dios con el cual nos ponemos al servicio de los demás y con su
ayuda edificamos la vida fraterna. La Iglesia invoca a María, disponible ante la voz
del Espíritu, que se deja mover por Él. En este sentido es también modelo de los
discípulos (Misal Romano, Colectas de la Santísima Virgen María, 8).

B. La Iglesia como objeto de fe.


Para el creyente la Iglesia no es sólo el lugar desde el que cree o la comunidad a
la que pertenece, sino que ella es objeto de fe. Por eso se incluye en el Credo un
artículo concreto. Decimos "Creo en la Iglesia, una, santa, católica y apostólica".
Esto significa que más allá de la realidad humana de la comunidad, se reconoce en
ella algo más, una parte importante del misterio mismo de Dios Trinidad que se ha
confesado en el símbolo de la fe.
Para comprender mejor lo que esto implica es útil el concepto de "mediación". A
Dios nadie lo ha visto, pero sí vemos sus mediaciones, es decir, las realidades
humanas que, aunque sean deficientes y pobres, son como signos de su presencia.
Una mediación típica es la de los sacramentos. Creemos que Dios Trinidad actúa a
través de ellos y alimenta nuestra vida. Desde esta lógica, la Iglesia es la mediación
fundamental de la presencia de Cristo. Así lo define el documento central del
Concilio Vaticano II, la Lumen Centium: La Iglesia es signo y sacramento de la
unión con Dios y de la unidad del género humano (n. 1). Es la mediación
fundamental porque la Iglesia tiene como esencia dar continuidad a la misión de
Cristo, es decir, prolongarlo en el tiempo. De modo que de esta mediación brotan
otras y en ella se sostienen, como la Palabra de Dios y los sacramentos. Estos dones
espléndidos nos han sido dados a través de una comunidad que los ha transmitido.
■ La Iglesia nos da la Palabra. Hemos recibido el don de la Palabra a través de
la Iglesia, primeramente en una tradición oral y después en unos escritos,
especialmente los Evangelios, que son el reflejo de la vida de esa
comunidad. Los
Itinerarios formativos 287 Curso introductorio

estudiosos de la Biblia aceptan que el texto sagrado ha pasado por todas las
deficiencias de la transmisión humana del pensamiento, y sin embargo es
maravilloso contemplar cómo a través de todos estos avatares, se ha
revelado con autenticidad e integridad la Palabra de Dios.
■ La Iglesia nos da los sacramentos. Es a través de las personas que forman la
comunidad, con todas sus deficiencias e imperfecciones, como el Señor vivifica a
sus hijos con los sacramentos. Toda la vida litúrgica, con los ritos y símbolos que se
han elaborado y transmitido a través de los siglos, es parte de la cultura de la Iglesia
y mediación de la gracia.
■ Comunión y misión. Los dos elementos más nucleares de la identidad de la
vida cristiana y de cada una de las vocaciones en ella también nos son dados por la
mediación de la Iglesia. La autoridad de la Iglesia aprueba los diversos carismas y
ministerios como parte de la vida y misión del pueblo de Dios, dando para cada uno
de ellos una norma de identidad y de funcionamiento. En ella funciona la comunión
en medio de las diferencias, y en ella compartimos una sola misión.
El hecho de creer en la Iglesia exige una serie de actitudes hacia ella como
Madre y Maestra: agradecimiento, delicadeza, prudencia, discreción, diálogo,
colaboración, obediencia... tales actitudes son signo auténtico de la fe en
Jesucristo y deben perfilarse nítidamente en los candidatos al sacerdocio. La
Iglesia está representada muy particularmente en María, asunta al cielo. Ella es
como la primicia y la garantía de lo que todo el pueblo de Dios espera alcanzar en
el mundo futuro, pero a la vez, según el relato de los Hechos, es precioso signo de
comunión en la comunidad discipular.
Horario sugerido.
Hora Actividad Hora Actividad
0:00 Oración inicial: 2:20 La Iglesia como objeto de fe.
0:15 Recapitulación: vínculo con la 3:05 Entrega solemne del Credo.
naturaleza.
1:00 Explicación de la meta. 3:20 Consignas.
1:15 El don del Espíritu Santo 3:30 Salida
2:00 Descanso.

Consignas.
■ Incorpora al principio de tu oración personal una invocación al Espíritu
Santo, haciéndote consciente de que es Él quien ora en ti, de modo que percibas que
es oración hecha en el Espíritu.
■ Reflexiona sobre tu propia experiencia de amor a la Iglesia. ¿Amas a la
comunidad a ejemplo de Cristo, que da su espíritu por ella? ¿Cómo manifiestas este
amor? Dialoga sobre este amor con los formadores.
■ Profundiza a través de la introducción de tu Biblia, o en los documentos de
la Iglesia sobre la Palabra y los sacramentos, para descubrir su honda raíz eclesial.
Itinerarios formativos 288 Curso introductorio

Tercer módulo: La moral cristiana


La consecuencia práctica de la aceptación de la Palabra de Dios y de la fe es la
definición de una moralidad específicamente cristiana. Es parte necesaria de la vida
discipular, al grado de que aparece como la tercera parte en el Catecismo de la
Iglesia. Este módulo comienza a definir el contexto moral en el que se desarrolla la
vida cristiana y especialmente la vida de los seminaristas. Pretende hacerles
conscientes de la gran importancia que tiene el traducir en comportamientos
prácticos, personales y comunitarios, la fe que formulan en su mente y aceptan en su
corazón.
Se intenta aproximar al seminarista a la experiencia de encontrar un premio en
su propio comportamiento, porque es expresión de lo que lleva en el corazón. Es
afirmar el gran valor de la convicción en el camino de la fe y también en la
aplicación de los medios formativos para su proceso de maduración vocacional.
8o Encuentro comunitario: El contexto moral y la formación de la
conciencia. El
centro de esta catequesis consiste en dejar claro que la fe exige la definición de un
contexto moral, de modo que ser creyente implica tener criterios prácticos que rigen
el propio comportamiento. También se intenta dejar claro que en el grupo de
seminaristas ya se define un contexto moral comunitario, desde el cual hay
comportamientos que responden o no a los valores que se intentan poner en práctica.
Se quiere adelantar el contenido que después estudiarán en la moral fundamental,
sobre todo para que descubran el valor de la conciencia.
9° Encuentro comunitario: El desarrollo de la conciencia. Interesa especialmente
que los seminaristas amplíen el contenido de su conciencia y de su arrepentimiento,
de modo que salgan del intimismo y del individualismo que son frecuentes en la
vida espiritual para afirmar una conciencia con carácter más social y comunitario.
Aparecen tres temas en vez de dos, que marcan el desarrollo de la conciencia: la
sensibilidad espiritual, el sentido de responsabilidad y la sensibilidad social. Esto
supone una alteración del horario al que ya se han acostumbrado. Se pide a los
seminaristas que amplíen, a partir de ahora, el tiempo de la oración a una hora,
poniendo en práctica lo que han aprendido. Aquí es útil señalar que valen los
mismos métodos de oración, pero hay que aplicarlos más profundamente.
10° Encuentro comunitario: Vida moral y relaciones humanas. Se afronta un
punto delicado de la vida moral de los seminaristas, sobre todo si nos situamos en el
contexto hedonista de la sociedad actual. Se propone el movimiento inverso al de
los temas del encuentro anterior. Ahora se procede desde la sensibilidad social hacia
la vida personal. Son nuevamente tres temas: El valor de las relaciones, la
sensibilidad comunitaria y la vida afectiva y sexual. Se mantiene la intención de
ampliar la conciencia moral de los seminaristas. Estos temas serán fundamento para
el desarrollo de la moral sacerdotal en etapas posteriores.
Como icono para este tercer módulo puede utilizarse la parábola de los dos hijos
en Le 21, 28-32. Ante Dios no es importante lo que el hombre declara con su boca
"voy" o "no voy" a trabajar a la viña; lo realmente importante es que haya ido a
trabajar, es decir, que actúe de acuerdo al mandato del Señor.
Itinerarios formativos 289 Curso introductorio

Octavo Encuentro Comunitario: El contexto


moral y la formación de la conciencia
Meta. El alumno se introduce en la formación de un contexto moral creyente y
analiza el desarrollo de su propia conciencia moral a lo largo de su vida.
Recapitulación. El sentido eclesial.
En el encuentro anterior se tocó el tema de la Iglesia como objeto de fe y del
sentido de pertenencia y amor a la Iglesia. Ahora vamos a retomar estas ideas y la
experiencia que implican para compartirlas en el grupo.
■ ¿En qué momentos y situaciones te sientes más perteneciente a la Iglesia?
■ ¿En qué momentos y situaciones te es más difícil experimentar este sentido
de pertenencia?
■ ¿Qué significa para ti amar a la Iglesia? ¿Cómo relacionas este amor con tu
opción por la vocación sacerdotal?
Las preguntas son de una importancia grande porque señalan hacia una raíz cen-
tral de la vida de fe y de la vocación, pero que es muy cuestionada en el mundo
actual. Después de trabajar las preguntas en grupos y de hacer un plenario, los
formadores insisten en la importancia de pasar del mero sentimiento de pertenencia
al sentido de pertenencia a la Iglesia.
Contenido:
A. El contexto moral.
Todas las personas, porque somos inteligentes, tenemos la capacidad de establecer
un contexto moral. Tal contexto depende de los valores que cada quien acepte y de
las circunstancias en las que vive. En esta situación determinada se clarifica qué es
bueno, qué es malo y qué es mejor. No se trata de una mera formulación subjetiva,
sino de expresar la moralidad objetiva que hay que vivir en este contexto.
Si toda persona define un contexto moral, también en la vida de la fe se define
este contexto. Es decir, quien experimenta la fe en Jesús y acepta el Evangelio,
establece una moralidad derivada de su misma experiencia de fe. Se pregunta: ¿qué
consecuencias prácticas tiene la aceptación de la persona de Jesús y de sus ejemplos
para mi comportamiento cotidiano?
San Pablo hace este ejercicio cuando distingue entre las obras de la carne y las
obras del espíritu (Gal 5, 16-26). Describe el contexto ético en el cual se mueve e
interpreta su vida una persona creyente. Ya no es el de su "desorden egoísta",
marcado por las tendencias naturales o espontáneas, sino el del espíritu de Jesús,
aprendido como un modelo de vida válido, que se hace vivo a través de sus obras.
Los moralistas le llaman a este contexto moral un ethos, se entiende algo así
como un ámbito, un ecosistema, el de la persona creyente, desde el cual es más fácil
encontrar la verdad.
Itinerarios formativos 290 Curso introductorio

En el seminario también se define con objetividad un ethoso contexto moral.


Viene dibujado por el comportamiento que, en buena lógica, es aceptable para un
seminarista. No se trata de establecer una norma disciplinar más, porque tales
comportamientos son válidos para él fuera o dentro del seminario, sino de sacar la
consecuencia natural y práctica de la opción que va realizando y del proceso
formativo que vive.
Definir el contexto moral en el seminario tiene una gran importancia, porque de
ello dependerá el clima comunitario en el que viven los seminaristas. Dice la
Pastores Dabo Vobis (n. 42) que éste debe ser un clima formativo. Es decir, que
facilite la formación, casi que forme por sí mismo.

B. El desarrollo de la conciencia.

Normalmente todas las personas tenemos una especie de santuario interior, al


que la Biblia llama "el corazón" y al que podemos considerar fundamentalmente
bueno. Aunque somos capaces de hacer el mal objetivo, este mal no suele
comprometer el interior, lo profundo de la personalidad, que permanece bueno
como realidad creada por Dios. A este núcleo positivo de la personalidad le llaman
los moralistas la "opción fundamental". Esto supone una visión optimista del
hombre. No es un ser totalmente dañado, sino que conserva siempre el don original
de Dios y por ello la capacidad de responder con fidelidad al amor que
continuamente recibe de Él.
La opción fundamental abre un espacio interior, de carácter a la vez intelectual y
afectivo, al que llamamos "conciencia". Es como la voz interior que le permite
distinguir entre el bien y el mal. Siempre el hombre conserva un mínimo de
conciencia. Sin embargo, la conciencia se puede desarrollar o se puede empobrecer.
Consecuentemente se puede hablar de una conciencia más formada o poco formada.
Incluso de una conciencia oscura, deformada o ciega. Esto es muy interesante
porque abre la posibilidad del desarrollo moral. Un desarrollo que se da en un ethos
o contexto moral determinado.
Este tema es parte del itinerario formativo en el curso introductorio porque
constituye una clave importante de la vida personal y comunitaria para todo el
proceso formativo. A cada una de las etapas de formación corresponde un nivel de
desarrollo moral y un modo específico de convivencia comunitaria. Este desarrollo
es objeto de los diálogos personales con el director espiritual y con el prefecto, pero
también de los momentos de revisión del curso con el prefecto. No se trata sólo ni
principalmente de asuntos disciplinares, cuando de la misma vida espiritual y sus
consecuencias prácticas.
Así, el proceso formativo exige un desarrollo gradual de tu conciencia. Esto
implica que irá creciendo tu sensibilidad espiritual y que el objeto de tu reflexión,
de tu arrepentimiento y de tu conversión se irá ampliando cada vez más. Por ahora
nos interesa dejar clara la necesidad de este desarrollo. A través de los dos
encuentros comunitarios que siguen se intentará definir con mayor especificidad el
contenido del ethos de\ curso introductorio.
Una clave fundamental para valorar este desarrollo es la integralidad. Es decir,
que cada seminarista crezca en la valoración integral de la realidad y de sus deberes
en
Itinerarios formativos 291 Curso introductorio

medio de ella. Vivir este desarrollo implica un gran gozo porque la maduración de
tu conciencia moral es una parte importante de tu desarrollo como persona.
En este momento puede ser útil un análisis de los contextos morales en los
cuales te has desarrollado hasta ahora. En concreto, nos interesan tres que
comparten todos los seminaristas:
■ El ethos de tu familia. ¿Qué valores aprendiste de tus padres y de tu vida
familiar? ¿Qué antivalores aprendiste también en tu familia, que consideras que
deben ser superados o reinterpretados?
■ La escuela o universidad. En el desarrollo de una persona es fundamental la
convivencia que tuvo en su niñez posterior y adolescencia, porque allí se completan
los contenidos aprendidos en la familia. ¿Qué aspectos nuevos se incorporaron a tu
visión del mundo, de la sociedad y del bien a través de la escuela?
■ En el proceso vocacional. El conocimiento de la persona de Jesús y de su
llamado tiene que haber afectado necesariamente a tu modo de percibir la realidad y
de vivir los valores. ¿Cómo puedes describir el crecimiento de tu conciencia durante
este período?
Durante el mismo encuentro comunitario se pueden contestar estas preguntas y
compartir en los equipos, llegando a una conclusión de todo el grupo sobre la
importancia del desarrollo moral.
Horario sugerido.
Hora Actividad Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Gal 5, 16-26. 2:20 El desarrollo de la conciencia.
0:15 Recapitulación: El sentido eclesial. 2:40 Trabajo personal y grupal.
1:00 Explicación de la meta. 3:05 Consignas.
1:15 El contexto moral. 3:15 Devoción mariana.
2:00 Descanso. 3:30 Salida

Consignas.
Reflexiona más ampliamente sobre la evolución de tu conciencia moral a
lo largo de tu desarrollo personal y dialoga con los formadores consultando
tus dudas.
Continúa aprovechando la media hora diaria de oración lo mejor posible,
preparando bien los momentos de oración y viviéndola con intensidad.
Itinerarios formativos 292 Curso introductorio

Noveno Encuentro Comunitario: El


desarrollo de la conciencia
Meta. El alumno aplica el concepto de contexto moral a la etapa de formaci ón en que se
encuentra y acepta ampliar el tiempo dedicado a la oración personal.
Recapitulación. El contexto moral.
Se pide a los grupos de seminaristas que preparen sendas representaciones sobre el
contexto moral en diversas circunstancias.
■ El contexto moral en un reclusorio de menores.
■ El contexto moral en una familia musulmana, con un padre, tres esposas y veinte
hijos.
■ El contexto moral en un grupo de voluntarios que van a África a prestar servicios
profesionales.
Después de ver las representaciones, se analiza la diferencia entre estos contextos
morales, de modo que se dé pie a la definición de un contexto moral dentro del seminario.
Se aprovecha esta recapitulación para anunciar a los seminaristas que a partir de la
próxima semana se levantarán media hora antes con el fin de ganar más espacio para la
oración personal: una hora.
Contenido:
A. Sensibilidad espiritual.
El hecho de seguir a Jesús, de haber respondido a su llamada para el sacerdocio y la
unión con quienes comparten el mismo ideal define un contexto moral que contie ne, en
primer lugar, una sensibilidad espiritual. Descubres el sentido de la relación con Dios y
algunos deberes que implica, como el de aprovechar los momentos para la oración, el de
respetar los lugares sagrados, etc.
Valoras elementos que quizá antes no entraban en tu vida tan plenamente como ahora: el
silencio, la atención a la Palabra de Dios, la actitud contemplativa, la vida sacramental, la
participación en la oración comunitaria. Creces más en sensibilidad espiritual cuando haces
una interpretación creyente de los acontecimientos, pasados y presentes, que te lleva a
poner tu confianza en Dios, viviendo con esperanza y alegría. Cuando alguien pone
atención al misterio y lo aplica en su vida, dibuja una forma de vida evangélica.
El creyente intenta encontrar la voluntad de Dios y realizarla a través de todos los actos
de su vida. Esto se llama "discernir" y es una actitud vital del discípulo de Jesús. La carta a
los Hebreos describe al adulto en la fe: es quien, por sucesivas aproximaciones ha
aprendido el arte del discernimiento (Heb 5, 14). Ya no necesita que le estén señalando el
camino porque él mismo sabe buscarlo, a imagen de Jesús, que buscó continuamente la
voluntad del Padre.
Itinerarios formativos 293 Curso introductorio

En el curso introductorio estás justamente en el tiempo de esas sucesivas


aproximaciones, es decir, tienes delante la tarea de aprender a discernir qué es lo que
Dios quiere. Este aprendizaje y este discernimiento se aplica a dos planos. Primero
al plano de la conducta ordinaria: debes aprender a comportarte como creyente y
como seminarista. Luego surgirá el segundo plano, que es el de la vocación
sacerdotal, objetivo principal del curso introductorio.
Así surge una regla de oro: quien sepa discernir su comportamiento en los peque-
ños detalles, podrá tomar las grandes decisiones de acuerdo a la voluntad de Dios.
Ambos planos están relacionados entre sí. El discernimiento vocacional se da en el
contexto de esto que podemos llamar la sensibilidad espiritual.
B. Sentido de responsabilidad.
La sensibilidad espiritual se traduce en sentido de responsabilidad. Esto es
capacidad de responder, o de asumir lo que te corresponde. Es un criterio humano,
pero fundado, en nuestro caso, sobre una base espiritual. Si has hallado la voluntad
de Dios, deberás hacerte responsable. El campo de esta virtud es amplio:
■ La vida espiritual. Te has hecho responsable de la media hora de oración, a
partir de la próxima semana se ampliará el tiempo de oración a una hora, con el fin
de profundizar más. También te haces responsable de la vida sacramental.
■ El estudio y el trabajo. Son dos campos básicos porque constituyen tu
ocupación actual. Hallarás la voluntad de Dios si asumes con responsabilidad el
estudio de cada día y aprovechas el tiempo con que cuentas; también si asumes
libremente los pequeños trabajos que hay que hacer.
■ La vida comunitaria. Cada uno se hace responsable de cómo colabora para
que la vida comunitaria funcione bien y se construyan relaciones fraternas. El
ambiente comunitario depende del aporte de cada persona que cae en la cuenta de la
trascendencia de su conducta.
■ El apostolado. Es un campo precioso de responsabilidad. Desgraciadamente
existe la mala costumbre de realizar el apostolado de cualquier manera. En tu caso
no debe ser así, porque la revisión de la iniciación cristiana que estamos haciendo te
exige que asumas con seriedad las oportunidades que tienes para compartir tu fe.
■ Tu vida fuera del seminario. Muchos seminaristas de esta etapa se
confunden pensando que una cosa es la vida en el seminario y otra la vida fuera de
él. Debe quedarte claro que el seminario no es un edificio, sino que el seminario eres
tú. Por ello, a donde quiera que vayas, habrás de comportarte como seminarista.
■ Tus relaciones. La vida que has emprendido exige que te hagas responsable de
las relaciones, de tal modo que las establezcas y mantengas en coherencia con
Itinerarios formativos 294 Curso introductorio

la forma de vida que has elegido. En especial la relación con tu familia, con
los amigos y con las mujeres.
Ser responsable supone que has dejado de obrar motivado por el
cumplimiento o por quedar bien con los demás, para actuar desde la convicción.
Si esto es verdad, hallarás un premio en tu mismo comportamiento y cada vez
necesitarás menos la aprobación o el reconocimiento de otros. Este es el estilo
que pretendemos cultivar en adelante en el proceso formativo.
C. Sensibilidad social.
La vocación implica siempre un contenido social, porque no se agota en el
individuo, sino que es para los demás. A esta dimensión social le podemos llamar
coordenada horizontal de la llamada de Dios. En la sociedad y en la Iglesia es
frecuente que las personas no capten esta coordenada social. Existe un riesgo
importante cuando se da este olvido, porque la experiencia vocacional se puede
tornar intimista. Si analizas los textos vocacionales de la Biblia descubrirás que el
llamado siempre es para el Pueblo de Dios y que se sitúa en la realidad histórica.
Dios es eterno, pero se complace en intervenir en la Historia mostrando un
camino de salvación. Su acción tiene el fin de liberar a los hombres de cualquier
tipo de esclavitud, porque Él sueña con un pueblo libre, dueño de su destino, que
le sirva en el amor.
[Se propone a los seminaristas el análisis de textos bíblicos en los que aparece
esta dimensión: El llamado a Moisés: Ex 3, 1-4, 17; la vocación de Gedeón: Je 6,
1-7.11-24; el llamado a Isaías: Is 6, 1-13; la vocación de Jeremías: Jer 1, 1-10; la
vocación de María: Le 1, 26-38; la elección de Los Siete: Hech 6, 1-7. Después del
análisis se les pide que intenten describir, como hacen los textos, el mundo actual
y la sociedad en la que viven, para hacer su propio relato vocacional: ¿Quiénes
son los beneficiarios de tu opción por el sacerdocio? ¿Cuáles piensas que son las
coordenadas sociales de tu vocación? Se les da un tiempo para que redacten y
luego comparten en grupos. Entre todos, intentan hacer una redacción sobre el
ethos social de un seminarista en la diócesis. Lo que interesa es que descubran y
formulen un compromiso social].
El seminario es una caja de resonancia de la realidad social de la diócesis. Por
eso no debe extrañar que existan tensiones internas por este motivo. La llamada
de Dios tiene la fuerza necesaria para vencerlas. La vida comunitaria del
seminario está llamada a ser una profecía de un nuevo orden social. Por eso tiene
una gran importancia permanecer atentos al clima comunitario que estamos
construyendo, de modo que obedezca al modelo de Cristo, el servidor.
Horario sugerido.
Hora Actividad Hora Actividad
0:00 Cantos vocacionales. 2:00 Descanso
0:15 Oración inicial: Heb 5, 14. 2:20 Sensibilidad social.
1:00 Explicación de la meta. 3:05 Consignas.
1:15 La sensibilidad espiritual. 3:15 Devoción mariana.
1:35 Sentido de responsabilidad. 3:30 Salida
Itinerarios formativos 295 Curso introductorio

Consignas.
■ Haz un esfuerzo por adaptar tu método de oración, de modo que sepas em-
plear con provecho la hora completa. Si tienes dudas al respecto consulta al director
espiritual.
■ Intenta localizar con mayor precisión las áreas en las que eres más
responsable y aquellas en las que consideras que te ha faltado responsabilidad, con
el fin de crecer en ello. Puedes llevar al diálogo con los formadores este análisis.
Pregúntate con frecuencia: ¿Esto que hago es voluntad de Dios?
■ Intenta subrayar la dimensión del servicio y tu sensibilidad social como parte
de tu contexto moral como seminarista.
Itinerarios formativos 296 Curso introductorio

Décimo Encuentro
Comunitario: Vida moral y
relaciones humanas
Meta. El alumno comparte con los demás su experiencia de oración y
continúa aplicando el concepto de contexto moral a la etapa de formación en que
se encuentra, aplicándolo ahora al clima comunitario, a sus relaciones y a su
realidad afectiva y sexual.
Recapitulación. Una hora de oración.
Al iniciar el segundo semestre se propuso a los seminaristas que ampliaran el
tiempo de su oración personal. También se tocó en el encuentro anterior el tema de
la responsabilidad. Combinando ambos elementos, se recapitula con las siguientes
preguntas:
■ ¿Cómo te ha ido con la experiencia de una hora diaria de oración? ¿Qué
dificultades y qué aciertos has tenido al realizarla?
■ ¿Piensas que este ritmo de oración puede mantenerse para el resto de la
formación? ¿Qué consecuencias puede tener esto para tu vida?
■ ¿Has intentado poner en práctica un mayor sentido de responsabilidad,
tanto en la oración como en las otras áreas señaladas? ¿Has intentado obrar por
convicción?
Se trabajan las preguntas personalmente y luego se ponen en común en
pequeños grupos. Se abre una sesión de preguntas con todos sobre dificultades en
la oración. Los formadores intentan percibir las dificultades que más se repiten
para ayudarles en los momentos de oración guiada y de resolver las dudas de los
seminaristas.
Contenido:
A. El valor de las relaciones.
Toda vocación y especialmente la sacerdotal tiene un referente importante en
las relaciones que la persona llamada establece con los demás. Esto es tan serio
que se puede decir que el modo de relacionarnos compromete la autenticidad y la
eficacia de la misión.
■ La relación con Dios. Es la fuente de cualquier otra relación. Jesús actúa
con misericordia, de un modo gratuito y libre, privilegiando a los más humildes.
Así nos muestra lo que hay en el corazón de Dios. Todas nuestras relaciones
siguen ya el modelo de Cristo. No son para el dominio, sino para el servicio.
Miramos a todos con los ojos de Dios, con bondad y compasión. La relación con
Dios es el espacio en el cual aprendes a relacionarte con el prójimo.
■ La relación con los formadores. Ellos representan la autoridad. Ha de ser
una relación transparente y leal, cimentada en el amor a la verdad y en el deseo de
hacer el bien. Por ello debes ir más allá del temor, de tus relaciones previas con
tus padres y con la autoridad o de la comodidad, para dejarte ayudar en tu proceso
de maduración humana y cristiana.
Itinerarios formativos 297 Curso introductorio

" La relación con los hermanos. Los hermanos del curso concretan la vida
fraterna. Hay que procurar relaciones de verdadera amistad, de amistad en
el Señor. Ya no vale la complicidad ni la camaradería. Se trata de construir
relaciones en orden a la verdad y al bien, a la colaboración y al servicio, a
la mutua edificación y a la donación apostólica.
■ La relación con los pobres. Esta fue una de las más importantes relaciones
de Jesús. Dedicó a ellos la mayor parte de su tiempo y de sus energías. Se enten-
dió a sí mismo como el que anuncia la buena noticia de la salvación a los pobres.
Con ello transforma profundamente toda relación humana, reconociendo con
amor la dignidad de toda persona. A través del apostolado tienes contacto con
personas nuevas a las que estás llamado a amar como Cristo ama.
■ La relación con tu familia. Se debe transformar de un modo gradual. Vas
pasando de la relación natural que existe entre padres e hijos a una relación
fundada en la caridad o el amor de Dios, es decir, con el mismo amor con que
amas a los pobres. Esta modalidad abre nuevas posibilidades en la relación con tu
familia.
■ La relación con la mujer. Tiene una especial importancia por dos
motivos: Porque el celibato sacerdotal implica un profundo respeto a la mujer,
pero sobre todo porque Jesús se vinculó con las mujeres de tal modo que podemos
decir que fue su defensor. Es conveniente que venzas, desde el principio de tu
formación, cualquier tendencia al machismo clericalista que tanto ha hecho sufrir
a la Iglesia, y llegues a ser profundamente justo en la relación con las mujeres.

6. La sensibilidad comunitaria.
La vida cristiana se vive y se realiza en la pertenencia a una comunidad. Por
ello, las formas de vida común que vivimos adquieren una gran trascendencia.
Existen tres niveles de experiencia comunitaria típicos del creyente, que también
se dan en la vida sacerdotal y en el proceso formativo:
■ La pertenencia a la sociedad. El creyente está llamado a participar de un
modo claro y hasta sobresaliente en la sociedad. Allí se convierte en una profecía
del Reino de Dios. Los textos bíblicos señalan que el deber del cristiano es con los
hermanos y con todos (Vgr.: Gal 6, 9-10). Dice la sabiduría popular que cristiano
es quien da la mano, se entiende a cualquiera, más allá de su raza, su sexo o su
confesión religiosa.
■ La pertenencia a la Iglesia. El segundo ámbito de pertenencia comunitaria
es la Iglesia. El cristiano profesa un verdadero y práctico amor a la Iglesia, tanto
universal como diocesana, de modo que busca siempre su defensa y de ninguna
manera se permite ofenderla. Esto que vale para todos es importante para un
seminarista.
Itinerarios formativos 298 Curso introductorio

■ La participación en la comunidad. El sentido comunitario tiene un


rostro
concreto en la comunidad del seminario. Es allí donde efectiva e
inmediatamente
aprendes el comportamiento que edifica a la Iglesia y a la sociedad. Por
ello has
de cultivar una sensibilidad exquisita al respecto. Desde las normas básicas
de
urbanidad hasta las aportaciones más trascendentes. Todo tiene una gran
importancia porque tu formación depende en buena medida de la calidad
de la
vida comunitaria que construyan entre todos. Al principio se trata de evitar
todo
comportamiento que desdiga de la grandeza de la vocación recibida, pero
después se trata de ofrecer intencionalmente los elementos que hacen una
comunidad de fe.

C. La vida afectiva y sexual.


Al ingresar en el seminario viniste con todos los componentes de tu
personalidad. Uno de ellos es la vida afectiva y sexual. Este aspecto,
profundamente personal, debe ser objeto de formación porque tu opción conlleva
un modo concreto de vivir la afectividad y la sexualidad que se llama celibato
sacerdotal. Esto es sabido por todos, pero llega un momento en el cual es
conveniente enfrentar esta realidad. Al decir que ingresaste con tu afectividad y tu
sexualidad se está afirmando que no se intenta negar esta realidad personal; al
contrario, en la formación hay que asumirla y dimensionarla desde los valores
sacerdotales. Al respecto conviene afirmar tres conceptos clave:
■ Se trata de amar. El camino de la fe es una invitación al amor. Por ello, tu
opción por el sacerdocio implica y exige que ames más, que ya desde seminarista
ensayes un auténtico camino de amor. No es una opción egoísta, que mire a ti
mismo, sino una opción amorosa, que mira a los demás. Aún más, la formación
debe constituir un verdadero y fuerte entrenamiento para el amor. Debe llevarte a
amar con intensidad a los demás, en muy diferentes planos: el de los hermanos en
el seminario, el de los pobres, el de tu propia familia, etc.
■ La castidad. Es la integración de la sexualidad en la personalidad. Esta
integración se va logrando poco a poco, y va consiguiendo que tu comportamiento
sexual tienda a ser cada días más coherente con los valores que profesas y las
realidades que amas. Todo creyente está llamado a vivir la castidad, pero en tu
caso, como seminarista, has de llegar a ser un modelo de la castidad juvenil. No
sólo se trata de evitar los actos contrarios a la castidad, sino de ser proactivo en
esta virtud, mostrando por tu modo de ser y de actuar un camino de maduración
válido para otros jóvenes, por ejemplo, en la amabilidad para con todos, en la
capacidad de salir de ti mismo hacia el servicio, en la disponibilidad para amar a
los que, por diferentes motivos, no son amados.
■ La castidad sacerdotal. Hacia ella se orienta toda tu formación. Es
propiamente pastoral y por ello es una expresión de la caridad pastoral, virtud
nuclear de la vida sacerdotal. Consiste en orientar la propia afectividad y
sexualidad a la edificación de la comunidad cristiana y al bien del Pueblo de Dios.
La castidad sacerdotal se realiza en el contexto bien determinado de una serie de
relaciones que viven los presbíteros, fundamentalmente en tres
Itinerarios formativos 299 Curso introductorio

planos: con el obispo, con el presbiterio y con los fieles. También los
religiosos y religiosas viven la castidad, ellos lo hacen comprometidos por un
voto, y son para todos, también para los sacerdotes, un modelo de castidad.
Horario sugerido.
Hora Actividad Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Gal 6, 1-10. 2:00 Descanso.
0:15 Recapitulación: Una hora de oración. 2:20 La afectividad y la sexualidad.
1:00 Explicación de la meta. 3:05 Consignas.
1:15 El valor de las relaciones. 3:15 Devoción mariana.
2:35 El sentido comunitario. 3:30 Salida

Consignas.
■ Intenta incluir en tu examen de conciencia la dimensión comunitaria. Pregúntate.
¿Qué estoy aportando para la edificación de una verdadera comunidad discipular?
■ Dialoga con los formadores sobre tu vivencia de la afectividad y la sexualidad.
¿Cómo estás implicando estos grandes valores a tu formación y al ideal vocacional que
anhelas vivir?
■ Evalúa y vuelve a elaborar tu proyecto personal, para otros tres meses.
Itinerarios formativos 300 Curso introductorio

Cuarto módulo: El autoconocimiento


Este cuarto módulo pretende facilitar al seminarista un fundamental
conocimiento de sí mismo. Teóricamente este módulo podría ir al principio del
proceso, pero se ha preferido dejar bien clara la prioridad de la vida espiritual.
Por otro lado, estos ejercicios de autoconocimiento ofrecen una clave importante
tanto para el discernimiento vocacional como para el trabajo que deberá hacer en
la etapa filosófica, de modo que ahora se inicie en el análisis de sí mismo para
profundizarlo allá. Se proponen dos ejercicios en creciente profundidad y una
síntesis.
11° Encuentro comunitario: Conocimiento de sí y penitencia. Este encuentro
comunitario lleva al seminarista a poner la atención en la propia personalidad
como una parte necesaria del proceso de maduración. Tiene tres partes. En la
primera se hace ver al seminarista la necesidad de conocerse a sí mismo. En la
segunda se propone un ejercicio concreto para iniciar este análisis. En la tercera
se realiza un acto penitencial, llevando al ámbito religioso, en forma de
arrepentimiento, este mismo análisis. Se pretende integrar el elemento humano y
el espiritual en un solo encuentro. Es importante conseguir una visión bien
equilibrada de los conceptos de culpa, arrepentimiento y penitencia y por otro
lado de los conceptos de debilidad, limitación, defecto.
12° Encuentro comunitario: El yo integral. Se presentan en un primer
momento los tres niveles del yo, a saber: el yo psico-físico, el yo psico-afectivo y
el yo racional-espiritual, para que, a partir de ellos, los seminaristas hagan un
análisis más pormenorizado de su propia personalidad, respondiendo a un
conjunto amplio de cuestiona-mientos. Se trata de un ejercicio difícil porque
plantea exigencias en todos los niveles de la personalidad. Hay que dar
claramente el mensaje de que todos necesitamos crecer, en un aspecto o en otro.
Es un mensaje muy sano que nos descubre como personas en camino, siempre
por hacerse, con mucho que trabajar sobre sí mismos.
13° Encuentro comunitario: Una visión de sí mismo. En el Curso
Introductorio se pretende que el seminarista llegue a formular un retrato básico de
sí mismo, como una radiografía, equilibrando virtudes y defectos, consiguiendo
una especie de "mapa" de su personalidad. Esto con el fin de que pueda trabajar
sobre ella en el futuro. Por medio de este encuentro se quiere conseguir esta
primera síntesis. El encuentro culmina con una celebración bautismal, que
recupera toda la experiencia catecumenal de los meses anteriores. También se da
un mensaje sin palabras: por medio del bautismo, el Señor abraza nuestra realidad
humana y la redime. Es conveniente que esta celebración se haga con solemnidad
y profundidad, explicando los signos propios del bautismo, relacionando la
experiencia bautismal con el autoconocimiento y preparando ya una síntesis de
todo el proceso del Curso Introductorio.
Como icono para este cuarto módulo puede servir la metáfora del constructor
de una torre y del rey que se prepara para la guerra, tienen que calcular lo que
tienen para poder emprender la obra que se proponen, que se complementa con la
metáfora de la sal (Le 14, 25-35). Así también el seminarista tiene que calcular si
su personalidad es apta para esta opción vocacional.
Itinerarios formativos 301 Curso introductorio

Décimo Primer Encuentro


Comunitario: Conocimiento de sí y
penitencia
Meta. El alumno sintetiza el proceso que ha hecho por medio del itinerario
forma-tivo, acepta la necesidad de conocerse a sí mismo y celebra la liturgia
penitencial.
Recapitulación. La iniciación cristiana.
Ya hemos concluido los tres grandes bloques del itinerario formativo: La
Sagrada Escritura, el Credo y la Moral. A través de ellos hemos pretendido
cuestionar y reafirmar tu identidad cristiana. Que comprendas y vivas mejor lo
que significa ser un discípulo de Jesús. Ya profundizarás en ello durante la etapa
filosófica. Ahora queremos recoger lo que ha significado para ti esta experiencia, a
través de unas preguntas:
■ Después del proceso que hemos realizado, ¿te identificas mejor como
discípulo de Jesús?
■ ¿Qué aspectos de la vida discipular has vivido mejor desde tu ingreso al
seminario?
■ ¿En qué aspectos de la vida discipular piensas que necesitas profundizar?
■ ¿Las personas que te conocen han notado un cambio en ti?
Después de responder personalmente, los formadores anuncian que al final de
este encuentro comunitario se realizará una liturgia penitencial, para reconocer
que no siempre hemos estado a la altura de la fe que nos ha convocado y valorar
la gracia de Dios que nos conduce en nuestra vida.
Contenido:
A. El conocimiento de sí mismo.
Es muy llamativo que en los textos del Nuevo Testamento, que describen a los
grandes líderes de la Iglesia primitiva, como Pedro y Pablo, no ocultan su
debilidad; antes la describen con detalle (Vgr.: 2Cor 11, 7-10; Le 22, 54-71; ICor
1, 26-31), insistiendo en que la verdadera fuerza de los creyentes está en el don
de Dios. Esto nos muestra que es necesario abrazar la propia realidad,
emprendiendo un camino de autoconocimiento. Este proceso estará presente toda
la vida, y conviene iniciarlo con verdadera determinación espiritual en el curso
introductorio.
Tu opción por el seguimiento de Jesús y por el sacerdocio constituye una
aspiración muy alta. A ese ideal corresponde un análisis profundo de ti mismo.
Este análisis es necesario para que puedas vivir los valores que corresponden a la
vocación sacerdotal en tu personalidad concreta, que es diferente de la de los
demás.
Durante el proceso formativo del seminario se propone el autoconocimiento
en tres etapas:
■ En el curso introductorio. Se pretende un primer conocimiento de ti
mismo,
de modo que llegues a tomar conciencia de tus virtudes y defectos,
haciendo
el "mapa" o la "radiografía" de tu personalidad.
Itinerarios formativos 302 Curso introductorio

■ En la etapa filosófica. Se procura profundizar en los defectos y potenciar


las virtudes, de modo que llegues a ser una persona más libre, más dueño de ti
mismo, para que te puedas dedicar con mayor empeño a tu formación y al servicio
de los demás.
■ En la etapa teológica. Se retoman tus virtudes y defectos, pero ahora para
interpretarlos en relación con el misterio pascual de Cristo, de modo que
"crucifiques" con Él tus debilidades y defectos y unas a él el ejercicio de tus
cualidades y virtudes, configurándote con Cristo, Buen Pastor del rebaño.
Ya se comprende que ahora se trata sólo de introducir un elemento que estará
presente a lo largo de todo el proceso formativo. Lo más importante es que
permanezcas abierto para conocer cada día más de ti mismo, para cuestionar tus
propios esquemas, para percibir aspectos nuevos de ti mismo y para caminar cada
día con mayor libertad.

B. Ejercicio de autoconocimiento.
Vamos a comenzar con un ejercicio muy simple. Dibuja esquemáticamente
una silueta que te represente a ti mismo. Ve colocando en cada una de las partes
del cuerpo que se señalan la respuesta a las siguientes preguntas:
■ En la cabeza. ¿Cuáles son las ideas o convicciones que rigen mi vida? ¿De
qué estoy convencido al grado de que defiendo esa idea?
■ En la mano derecha. ¿Cuáles son mis principales habilidades, es decir, para
qué soy bueno, qué es lo que me gusta hacer?
■ La mano izquierda. ¿Cuáles son mis principales torpezas, es decir, en qué
me equivoco o para qué no tengo habilidad, o no me gusta hacerlo?
■ El pie derecho. ¿Hacia dónde encamino mis pasos? ¿Cuáles son los proyectos
que son importantes para mí y que quisiera realizar en un tiempo más próximo o
más remoto?
■ El pie izquierdo. ¿Qué me hace tropezar? ¿En qué circunstancias me he
percibido retrocediendo? ¿Cuáles son los defectos que me impiden avanzar?
■ En el estómago. ¿Cuáles son mis sentimientos más frecuentes? Los más
positivos y también los más negativos. ¿Cómo se caracteriza mi vida afectiva?
¿Cuál es tu tono vital?
■ En el corazón. ¿Qué es lo que verdaderamente amo? ¿Qué me conmueve y
me lleva a actuar? ¿Con qué personas y grupos estoy comprometido?
Después de contestar pausadamente a estas preguntas, los seminaristas comparten
sus respuestas con los demás haciendo una descripción detallada de sí mismos.
Terminada la puesta en común, los formadores invitan a todos a caminar en el
proceso de maduración personal y ofrecen su propia experiencia a través de
algunas anécdotas de su propia formación, con el fin de hacer ver la importancia
que tiene trabajar sobre sí mismos.
Itinerarios formativos 303 Curso introductorio

Todos tenemos la necesidad de conocernos y de trabajar sobre nosotros mismos,


porque el proceso de maduración es parte necesaria de la condición misma del
hombre. La primera exigencia de la formación sacerdotal consiste en que lleguemos a
ser hombres en plenitud.

C. Liturgia penitencial.
Al acercarse el fin del curso introductorio y habiendo recorrido un camino amplio
de catequesis sobre la iniciación cristiana, llega el momento de llevar estos contenidos
a la celebración litúrgica, coronando el proceso realizado. Siguiendo al antiguo catecú-
menado, se irán proponiendo diversas celebraciones. La primera de ellas es la liturgia
penitencial, puede estar unida a un exorcismo. Sobre todo interesa mostrar que el
pecado es bien real y que todos necesitamos convertirnos y ser sanados de nuestro mal.
Se prepara para ello una celebración, siguiendo el ritual de la penitencia en su
forma comunitaria. Es mejor que esta celebración no incluya la confesión sacramental
porque los seminaristas tienen fácilmente con quién confesarse.
Conviene buscar un lugar significativo para esta celebración, de modo que marque
como un comienzo en la participación en los misterios que se irá haciendo en los
encuentros comunitarios. Por otro lado, señalar cómo en todas las celebraciones litúr-
gicas de la Iglesia se incluye el elemento penitencial, porque es parte de la vida de los
creyentes. Puede ser útil que los seminaristas aprendan a distinguir desde ahora la parte
penitencial de la Misa y de la Liturgia de las Horas, de modo que descubran que la
penitencia es parte de nuestra vida.
Horario sugerido.
Hora Actividad Hora Actividad
0:00 Oración inicial: 2:00 Descanso.
0:15 Recapitulación: La iniciación cristiana. 2:20 Compartir el ejercicio.
1:00 Explicación de la meta. 2:50 Celebración penitencial.
1:15 El conocimiento de sí mismo. 3:15 Consignas.
2:35 Ejercicio de autoconocimiento. 3:30 Salida.

Consignas.
■ Procura aprovechar mejor el sacramento de la Reconciliación y en
general la vida de penitencia.
■ Vuelve al ejercicio de autoconocimiento para profundizar más en él,
completando más detalles, y llévalo al diálogo con los formadores.
Itinerarios formativos 304 Curso introductorio

Décimo Segundo Encuentro


Comunitario: El yo integral
Meta. El alumno comparte con los demás su experiencia de reconciliación,
profundiza un poco más en el conocimiento de sí y se abre a la retroalimentación
que los otros le pueden dar.
Recapitulación. Experiencia de reconciliación.
Como vimos en el 11° encuentro comunitario, la vida penitencial de la Iglesia
tiene muchas facetas. El sacramento de la reconciliación está en el centro. Pero
también existen otros ritos penitenciales y la práctica misma de la penitencia. Al
iniciar este nuevo encuentro, queremos retomar tu experiencia de la
reconciliación, por medio de estas preguntas:
■ ¿Has dado el paso hacia una confesión más frecuente, que se corresponda con
tu participación diaria en la Eucaristía?
■ ¿Qué ha significado la penitencia en tu vida espiritual? ¿Alguna vez has
asumido una penitencia de manera voluntaria, como limitarte en la comida o
buscar momentos especiales de oración? ¿Con qué fin?
■ ¿Qué función piensas que tiene la penitencia en la vida espiritual?
Después de responder personalmente y de compartir en grupos pequeños, los
formadores intentan clarificar las dudas de los seminaristas sobre la vida
penitencial de la Iglesia, el sacramento de la reconciliación y las prácticas
penitenciales que convine o no hacer en la formación.
Contenido:
Los tres niveles del yo.
Continuamos con el tema del autoconocimiento. Ahora se pretende cierta
profun-dización. Lo hacemos a través del siguiente ejercicio centrado en los
niveles del yo. Toda personalidad está configurada por tres niveles
armónicamente integrados entre sí:
El yo psico-físíco. Es la parte más material y externa del yo, el cuerpo, el
funcionamiento de los órganos. El yo físico tiene una estructura congénita que va
evolucionando con el tiempo: una estatura, una complexión, a veces unas
deficiencias. La madurez en el plano físico tiene que ver con el desarrollo y
cuidado de la corporalidad de acuerdo a un fin; esto quiere decir que no se trata
sólo de cuidar el cuerpo, sino de darle un valor y un sentido. Por ejemplo, cuando
las capacidades físicas se transforman en habilidades, se le está dando un fin a la
corporalidad; también cuando se ordenan las capacidades físicas hacia el servicio
de los demás. Todo hombre necesita:
* Aceptar su propia corporalidad con las características objetivas que le son
propias. ¿Qué te gusta o te disgusta de tu propio cuerpo? ¿Qué es lo que
más te cuesta aceptar? ¿Tienes alguna dificultad para aceptar tu origen
racial, cultural o social? ¿Cuál es tu principal fortaleza? ¿Cuáles de tus
órganos consideras fuer-
Itinerarios formativos 305 Curso introductorio

tes o débiles?
■ Cuidar su salud, intentando alimentar su cuerpo y mantener lo más posible
su
buen funcionamiento a través del deporte, el descanso, etc. ¿Gozas de un
descanso reparador? ¿Cuidas tus momentos de descanso? ¿Haces algún
depor
te? ¿Has aprendido a hacerlo en el seminario? ¿Lo disfrutas? ¿Lo necesitas?
¿Te
alimentas bien? ¿Cuál es tu criterio a la hora de seleccionar los alimentos?
¿Tienes alguna enfermedad? ¿Cómo la atiendes? ¿Temes a alguna posible
enfermedad?
■ Aplicar sus capacidades físicas a un fin, desarrollando habilidades. ¿Cuáles son
tus principales habilidades físicas? ¿Quisieras desarrollar otras habilidades?
¿Cuáles? ¿Cómo estás viviendo tu sexualidad? ¿Tienes alguna preocupación al
respecto?
El yo psico-afectivo. Es la parte más interna de la personalidad: las necesidades
psíquicas, las emociones y sentimientos, los mecanismos de defensa, el modo de
sentir y percibir la realidad. Así como tenemos una estructura física, así existe una
estructura psíquica que se ha formado de un modo profundo, a partir de las
experiencias de la vida y de la educación recibida. La madurez afectiva se da
cuando el mundo de las emociones es proporcionado a la realidad y cuando la
persona es capaz de expresar sus sentimientos adecuadamente y establece
relaciones constructivas con los demás. De modo que todos necesitamos:
■ Conocer y aceptar nuestra realidad psíquica, que se formó desde el
principio, pero se ha ¡do completando y perfilando a lo largo del tiempo. ¿Sabes
identificar tus fortalezas y debilidades psíquicas? ¿Existe alguna necesidad que
parece dominarte por momentos? ¿Qué modos de reaccionar aprendiste en tu
familia? ¿Los valoras como positivos o negativos?
■ Cuidar su salud psíquica y madurar en el desarrollo de su personalidad,
para que éste sea más armónico. ¿Tienes algún cuidado de tu salud psíquica y
moral? ¿O por el contrario, asumes riesgos en este sentido? ¿En qué puntos
concretos piensas que debes madurar para un mejor manejo de tu personalidad?
■ Expresar convenientemente los propios sentimientos. ¿Sabes poner un
nombre a tus sentimientos más frecuentes? ¿Cuáles son? ¿Entras en estados
afectivos que son preocupantes para ti o que te meten en problemas? ¿Cuáles son
los sentimientos que más te cuesta manejar adecuadamente? ¿Algo te da miedo?
■ Dar y recibir afecto. ¿Tienes verdaderos amigos? ¿Quiénes? ¿Has
aprendido a dar y recibir afecto de un modo equilibrado?
El yo racional-espiritual. Es la parte superior de la personalidad. Establece los
principios espirituales y racionales que rigen nuestra vida. El yo racional también
es susceptible de un desarrollo, de una continua maduración, que incluye desde
las habilidades de pensamiento hasta los valores morales y espirituales. Hay
madurez racional cuando la razón se ajusta a su objeto, que es la verdad. La
inmadurez intelectual se da cuando la persona vive en la fantasía, en su propio
mundo, sin conectar con la realidad. Toda
Itinerarios formativos 306 Curso introductorio

persona necesita:
■ Aceptar sus limitaciones intelectuales y desarrollar las habilidades del
pensamiento. ¿Existen limitaciones en tu capacidad intelectual que necesitas
aceptar con sencillez? ¿Has desarrollado las habilidades de pensamiento de un
modo equilibrado? ¿Has conseguido los hábitos que corresponden a dichas
habilidades?
■ Conocer los valores objetivos y optar libremente por ellos. ¿Cuáles son
tus convicciones profundas, las que son ¡rrenunciables para ti? ¿Cuáles son los
valores que defiendes, por los que vale la pena dar la vida?
■ Llegar a una explicación de la realidad y hacerse responsable de ella.
¿Qué explicación racional das a la realidad de la creación y al universo material?
¿Cuál es tu concepto de hombre y de mujer y de las relaciones humanas? ¿Qué
consecuencias tiene este concepto en tu comportamiento? ¿Qué idea tienes sobre
Dios y cómo te relacionas con él?
Horario sugerido.
Hora Actividad Hora Actividad
0:00 Oración inicial: 2:00 Descanso.
0:15 Recapitulación: Experiencia de 2:20 Los tres niveles del yo (ejercicio)
reconciliación.
1:00 Explicación de la meta. 3:05 Consignas.
1:15 Los tres niveles del yo (explicación). 3:15 Devoción mariana.
2:35 El sentido comunitario. 3:30 Salida.

Consignas.
■ Aprovecha la entrevista con los formadores para compartir con ellos tus
respuestas al ejercicio de los tres niveles del yo. Consulta tus dudas al respecto.
■ Reflexiona sobre ti mismo y pregúntate si tienes alguna necesidad de
consultar con un psicólogo, con un médico o algún otro especialista.
Itinerarios formativos 307 Curso introductorio

Décimo Tercer Encuentro


Comunitario: Una visión de sí
mismo
Meta. El alumno expresa sintéticamente una visión de sí mismo, localizando
los puntos que deberá trabajar en el futuro y celebra el don recibido por medio
del bautismo.
Recapitulación. Conocimiento de sí.
Se han dedicado los dos encuentros comunitarios anteriores al conocimiento
de sí y se ha dado la consigna de llevar estos contenidos al acompañamiento
personal. Ahora se intenta recapitular esta experiencia.
■ ¿Qué ha significado para ti el hecho de enfocar tu personalidad, en el
análisis de tus virtudes y defectos y de los tres niveles del yo?
■ ¿Has llevado este análisis al diálogo con los formadores? ¿Qué ha
significado este diálogo para ti?
■ ¿Qué conclusión puedes sacar sobre el valor del autoconocimiento?
Cada seminarista reflexiona y comparte con otros estas cuestiones. Después los
formadores insisten en el valor del autoconocimiento durante todo el proceso
formativo. Para subrayarlo puede recurrir a la experiencia de los santos, que
insisten en la gran importancia que tiene conocerse a sí mismo.
Contenido:
A. Una visión de mí mismo.
El análisis de ti mismo durante este mes ha sido breve pero intenso. Breve
porque en el curso introductorio solamente se pretende comenzar a trabajar.
Habrá oportunidad de profundizar en ello durante la etapa filosófica y de darle un
significado más propiamente espiritual durante la etapa teológica. Ahora nos
interesa hacer una especie de síntesis, por medio de la cual puedas localizar
puntualmente lo más importante y adquieras claridad suficiente sobre lo que
necesitarás trabajar en el futuro. Para ello, se propone este ejercicio:
a) Elabora el mapa de tu personalidad. Intenta expresar gráficamente, de un
modo
original y muy tuyo, el "mapa" de tu propia personalidad. Es decir, las
características
de ti mismo que ya has identificado. Recurre para ello al esquema muy simple de
fortalezas y debilidades, y al esquema de los tres niveles del yo, de modo que tu
análisis pueda ser más completo.
b) Localiza las fortalezas. Puntualiza cuáles son las fortalezas que
descubres,
aquello que consideras positivo y por lo cual experimentas la gratitud. Intenta ser
preciso, de tal manera que puedas expresar estas fortalezas con nitidez, matizando
en
qué medida existen en tu personalidad. Repite este paso tres veces, en relación al
yo
físico, al yo afectivo y al yo racional, de modo que te acerques a un análisis más
detallado. Recuerda siempre que tales fortalezas son un don recibido de Dios.
Itinerarios formativos 308 Curso introductorio

c) Localiza las debilidades. Ahora intenta puntualizar, con una precisión y


matización similares, tus propias debilidades. ¿Cuáles son los puntos débiles, de
los
que has llegado a adquirir conciencia? Es importante localizarlos bien porque en
el
futuro deberás trabajar sobre ellos en un proceso de liberación de todo aquello
que te
ata o te esclaviza. Repite este ejercicio tres veces, en relación a los tres niveles del
yo,
de modo que también consigas un análisis detallado de tus debilidades. Recuerda
que
la gracia nos ha sido dada precisamente para superar estas debilidades.
d) Exprésate originalmente. Intenta hacer una expresión gráfica original,
recurriendo a alguna imagen o metáfora, que añada al análisis un toque muy tuyo
y
muestre la unidad de tu personalidad. Busca una expresión que al mismo tiempo
sea
estética, esquemática y clara.
e) Comparte con los demás. Comparte con otros dos compañeros la síntesis
de
esta visión de ti mismo. En este compartir no te sientas obligado a hablar de
cuestio
nes delicadas, que más bien sería materia del acompañamiento con los
formadores,
pero a la vez esfuérzate por darte a conocer a los hermanos con transparencia. Re
cuerda que: Narrar las propias fortalezas no es motivo de orgullo, porque tienes
una
actitud agradecida ante Dios y las circunstancias de la vida que te han dado esas
fortalezas. AI narrar no haces sino describir los dones de Dios y agradecerlos.
Compar
tir las propias debilidades no es humillante, porque es la mejor manera de
manifes
tarte tal como eres y de pedir la ayuda fraterna a los demás. Al concluir este
momen
to, los formadores piden a los seminaristas que guarden este documento con
cuidado
porque va a ser una pieza clave al iniciar su proceso formativo en la etapa
filosófica.
Ya has localizado aquello que será objeto de un trabajo sistemático.
B. Celebración bautismal.
El proceso que ha propuesto el itinerario formativo del curso introductorio
tiene un punto cumbre de expresión en esta celebración bautismal. En ella los
seminaristas renovarán los compromisos de su bautismo, de los que han adquirido
mayor conciencia a través de la catequesis cristológica en sus tres planos: la
Sagrada Escritura, el Credo y la Moral. Conviene que antes de la celebración se
explique a los seminaristas cada uno de los ritos propios del bautismo y se
explicite la relación que guardan con el proceso formativo que han realizado.
Pueden resaltarse los siguientes elementos:
La señal de la cruz. Este gesto, conocido como spraghis en la Iglesia antigua,
recuerda la marca que se pone a las ovejas para señalar su pertenencia a un rebaño.
Así subrayamos nuestra pertenencia al rebaño de Cristo y a la comunidad
cristiana.
El exorcismo y la unción prebautismal. Se trata de un reconocimiento de los
pecados y limitaciones que se dan en toda persona y de cómo dependemos de la
gracia de Dios para nuestra vida espiritual. Esta unción quiere fortalecer al
creyente para la lucha que exige su fe. Lucha detrás de Cristo, que ha vencido a!
mal en la cruz. En estos ritos podemos sintetizar todo el análisis de la propia
personalidad y la liturgia penitencial que se han realizado en los últimos tres
encuentros comunitarios.
El effetá. Es un gesto litúrgico que recuerda el hecho de Jesús que abrió los
oídos a
Itinerarios formativos 309 Curso introductorio

un sordo y le soltó la lengua (Me 7, 31-37). El Señor abre nuestros oídos para escuchar
su Palabra y suelta nuestra lengua para proclamar su salvación. Aquí simbolizamos las
catequesis sobre la Sagrada Escritura y toda la experiencia de oración persona! y de
apostolado de este curso.
Renuncia al mal y profesión de fe. Los catecúmenos, vueltos hacia el occidente,
donde se pone el sol, hacían las renuncias al mal; luego, vueltos al oriente, saludaban a
Cristo que viene, con la profesión de fe. Por este gesto se simbolizaba la conversión.
Ser creyente implica y exige esta opción fundamental por vencer el mal y por vivir de
la fe en el Hijo de Dios.
El rito del agua. Es un rito de purificación y de salvación. Es el rito central. Se
recuerda que los creyentes han nacido a una nueva vida, participando del misterio de la
muerte y resurrección de Jesús. En la vigilia de la Pascua se sumerge el cirio en la pila
bautismal representando este misterio y nuestra participación en él. La aspersión con el
agua bendita equivale a la renovación de este don.
La unción postbautismal. Se hace con el santo Crisma, el mismo aceite
perfumado con el que se unge a los reyes y que se usa en la ordenación sacerdotal.
Subraya la dignidad del cristiano. El buen olor con que está impregnado representa el
buen olor de las obras del creyente, que agrada a Dios por medio de un discernimiento
de todas sus actitudes, desde lo más sencillo de su vida diaria.
La vestidura blanca y la luz. Se vestía de blanco a los catecúmenos, de modo
que, ya bautizados, salían a las calles revestidos de Cristo y comprometidos a ser como
otro Cristo para los demás. En ella podemos ver reflejadas nuestras reflexiones sobre
el ethos del seminarista, dentro y fuera del seminario. Se entrega la luz como participa-
ción de la luz de Cristo y de su dinamismo pascual. El bautismo es para iluminar al
mundo con el propio testimonio de vida.
Horario sugerido.
Hora Actividad Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Me 7, 31-37. 2:00 Descanso.
0:15 Recapitulación: Conocimiento de sí. 2:30 Celebración bautismal.
0:45 Explicación de la meta. 3:15 Consignas.
1:00 Ejercicio "Una visión de ti mismo". 3:30 Salida.
Consignas.
■ Pasa en limpio el análisis de tu personalidad, para que lo conserves de
cara al futuro, sobre todo para compartirlo con tu formador en la etapa
filosófica.
■ Continúa aprovechando los momentos de oración e intenta interpretar los textos
del Nuevo Testamento con sentido bautismal.
■ Investiga la fecha de tu bautismo, para que puedas celebrarlo tal como celebras
tu cumpleaños. Trae una foto de tu bautismo y redacta una crónica del mismo, como para
el periódico, con el fin de compartirla con los demás en el próximo encuentro
comunitario
Itinerarios formativos 310 Curso introductorio

Quinto módulo: Discernimiento


El fin principal del Curso Introductorio es que se realice un primer
discernimiento de la vocación sacerdotal. El discernimiento es una actitud de fe,
la propia de quien busca en su vida la voluntad de Dios. La capacidad de
discernir que tienen todos los creyentes se enfoca en nuestro caso al objeto
específico de la vocación. Pero al ocurrir esto la comunidad de fe adquiere una
función central. Es ella, con sus responsables, quien da la última palabra sobre el
llamado de Dios. Por eso es fundamental que los seminaristas, desde este primer
momento de decisión se acostumbren a escuchar la voz de la Iglesia, que se hace
concreta en la mediación de la comunidad creyente y de los formadores. Los tres
últimos encuentros comunitarios se colocan en esta tesitura. Al mismo tiempo
proponen el cierre del Curso Introductorio.
14° Encuentro comunitario: Criterios y método del discernimiento. El
encuentro introduce el tema del discernimiento vocacional. Para ello se ofrecen
unos criterios de discernimiento y después se propone un método para la oración
de discernimiento vocacional que está relacionado con los métodos que se
propusieron al inicio del curso. El encuentro concluye con una celebración
especial de la Eucaristía, que es parte del proceso catecumenal. Conviene
celebrarla intentando reproducir la relación de Jesús con sus discípulos, tal como
se hace en la celebración del Jueves Santo.
15° Encuentro comunitario: La Confirmación y el proyecto
personal. La
recapitulación de este encuentro es importante porque en ella los seminaristas
comunican a sus compañeros la decisión vocacional que han tomado. La
iniciación cristiana concluye con el sacramento de la Confirmación. En nuestro
itinerario apenas da tiempo de referirse a él. Es un punto que se toca ligeramente.
Es interesante recuperar la experiencia de los seminaristas que han recibido este
sacramento recientemente o de quienes lo han renovado participando en un curso
de Confirmación. Después se presenta un esquema para la elaboración del
proyecto personal. Hecho el trabajo de todo el año, el seminarista ya tiene la
capacidad de elaborar más conscientemente un proyecto personal que prevea su
modo de vida hasta el ingreso en la etapa filosófica. Por último, se dan los
elementos para que preparen el cierre del curso introductorio, que se realizará en
el siguiente encuentro comunitario.
16° Encuentro comunitario: Cierre del Curso Introductorio. Es el momento
final del itinerario. Primeramente cada muchacho dedica un tiempo a identificar
los frutos de este año de formación y los comparten en grupo. Después se revisan
los materiales del itinerario para que los seminaristas propongan enmiendas,
sobre todo las que han traído preparadas. En un tercer momento, elaboran un plan
para las vacaciones. Esto es importante porque son sus primeras vacaciones
largas. Por último se realiza una comida de despedida.
El icono propuesto para este módulo es el de la elección de Matías (Hech 1,
15-26). Matías es elegido para el ministerio apostólico y Barsabás no. Esto no
significa que Barsabás perdió el sentido de su vida, habrá continuado como un
miembro destacado de la comunidad cristiana, habiendo aceptado la decisión de
la Iglesia, representada en Pedro y en 120 hermanos.
Itinerarios formativos 311 Curso introductorio

Decimocuarto Encuentro Comunitario:


Criterios y método del discernimiento
Meta. El alumno adquiere los elementos metodológicos para un correcto discerni-
miento de su vocación de cara a su posible paso a la etapa filosófica.
Recapitulación. Crónica de mi bautismo.
La recapitulación de este día consiste en que los seminaristas compartan la crónica de
su bautismo, que han preparado con anterioridad. Al compartirla, también comunican lo
que ha significado para ellos la revisión de la iniciación cristiana y del sentido de
pertenencia a Cristo y a la Iglesia durante este curso escolar. AI finalizar se canta un
canto relacionado con el bautismo y con el sentido cristiano de la vida.
Contenido:
A. Criterios de discernimiento vocacional.
El curso introductorio tiene un objetivo concreto para el discernimiento vocacional.
Consiste en tomar una primera decisión por el sacerdocio, sabiendo que después se darán
más pasos: una decisión firme, al concluir la etapa filosófica y una decisión definitiva al
concluir la etapa teológica. Esto quiere decir que por ahora no puedes tener una gran
claridad, pero sí debes tomar una verdadera decisión.
El contexto de esta decisión viene dado por los dos primeros objetivos propios del
curso introductorio, a saber: una revisión de la iniciación cristiana y un conocimiento
más preciso del sacerdocio y del proceso formativo. En estos dos puntos, indudablemente
has avanzado durante este año. La decisión es facilitada también por el breve proceso de
autoconocimiento que has emprendido. De modo que todo apunta hacia el discernimiento
vocacional. Para hacer este discernimiento te pueden servir los siguientes criterios:
La unión con Cristo. Has ido ampliando el tiempo de la oración personal y has
aprendido para ello diversos métodos. La unión con Cristo a través de la oración ya
debe significar algo central para ti; ya va a ser parte de tu vida en adelante. No se
trata de cualquier tipo de oración, sino aquella centrada en la escucha de la Palabra y
que suscita la íntima unión con Dios.
Conocimiento del sacerdocio. Este año has tenido más contacto con sacerdotes, has
conocido mejor a la diócesis y has convivido con los formadores. Has ido más allá de
la visión limitada que probablemente tenías al momento del ingreso. Has estudiado
más sobre el tema del sacerdocio. Este conocimiento existencial te da la posibilidad
de discernir mejor, porque te queda más claro lo que vas a elegir.
Capacidad de autonomía. El hecho de haber salido de la casa de tus padres y de
haberte desprendido en buena medida de la familia hace de ti una persona más
autónoma, es decir, más capaz de tomar tus propias decisiones. Esto significa que
dependes menos de lo que otras personas puedan opinar. Sabes pedir un consejo y
escuchar una advertencia, pero esto no impide que elabores tu propio juicio.
Itinerarios formatívos 312 Curso introductorio
Disponibilidad para la obediencia. Bien establecida la autonomía, debes
estar disponible para aplicar en tu vida el ideal sacerdotal que la Iglesia te
presenta, de modo que quieras ser sacerdote pero al estilo que es necesario, y
no como tú quieras. Parte de esta disponibilidad es la docilidad ante lo que te
proponga el equipo formador y ante el juicio que haga sobre tu proceso
vocacional. A través de estas mediaciones imitas a Jesús, obediente a la
voluntad del Padre.
Docilidad. Debe haber una verdadera disposición para asumir el proyecto
formati-vo de la etapa filosófica, poniendo todo tu empeño, tomando
seriamente la formación. Docilidad para dejarte acompañar por los
formadores. La docilidad es, en fin, la capacidad de asumir las condiciones y
retos que la vida te presenta y de responder a ellos positivamente.
Autenticidad. Has llegado a mostrar ante los demás tus verdaderos motivos
para ser sacerdote. De modo que obras con transparencia, es decir, tal y como
eres, sin necesidad de deformar tus sentimientos y pensamientos para quedar
bien con los demás, especialmente con la autoridad. Apareces como persona
que ama la verdad y la muestra en su comportamiento.
Rectitud. Que los motivos por los que quieres ser sacerdote sean rectos, es
decir, los adecuados para el ministerio sacerdotal, servir a los demás, edificar
la comunidad, ponerte al servicio. Por ejemplo, no es válido querer ser
sacerdote para huir de la realidad social, o para enriquecerte, o como un
medio para obtener beneficios y privilegios. Si hubo este tipo de
motivaciones, han sido ya reconocidas y confrontadas, de modo que no
constituyan ya un impedimento.
Aprovechamiento. Durante el año se te han ofrecido elementos de diversa
índole: casa y comida, estudios, aprendizaje del deporte, de la vida
comunitaria, del apostolado, etc. Un signo vocacional positivo consiste en que
hayas aprovechado todo ello consiguiendo verdaderos aprendizajes en las
diversas dimensiones de la formación, aprendizajes que hoy valoras y
desearías continuar.
Sentido comunitario. La experiencia comunitaria ha sido algo novedoso en
tu vida. Debe haber resultados positivos al respecto, de modo que hayas
asumido liderazgos positivos al interno del grupo formativo. Es lo contrario
de los lideraz-gos negativos, que se centran en el dominio de los demás. Como
se ha dicho en otro momento, has aprendido a hacer un aporte eficaz y
discreto a la comunidad.
Sentido apostólico. Has profundizado en el valor del apostolado y en su
sentido gratuito. Has descubierto que no se trata de una mera actividad, sino
en un original campo de entrega y de servicio a los demás. Es sorbe todo un
ámbito de aprendizaje de la misma actividad apostólica.
Se entiende que cada uno de estos rasgos ya va apareciendo en tu
comportamiento, y que son expresión del amor recibido de Dios y del amor
entregado a los hermanos. Desde la observación de tu comportamiento, y
ayudado por la retroa I i mentación que te dan los demás, en especial tus
formadores, tus compañeros y tu familia, puedes elaborar un juicio sobre la
conveniencia de permanecer en el seminario durante la
Itinerarios formativos 313 Curso introductorio

etapa filosófica.
Se te pedirá que elabores una solicitud dirigida al rector, como signo de tu
voluntad personal de dar un paso en el proceso formativo. Este paso implica una
decisión y un compromiso. Por ello conviene rodear la elaboración de esta
solicitud de afecto y del sentido espiritual que le corresponde.
B. La oración vocacional.
Puesto el contexto del proceso formativo, el mejor ámbito para el
discernimiento de la vocación es el de la oración. Para eso has ¡do ganando un
tiempo suficiente a lo largo del curso. En la oración resuenan los consejos y
opiniones que te dan tus forma-dores, tus compañeros y tu familia, pero al final
quedas tú solo ante Dios. Durante el último mes del curso, que se dedica
especialmente al discernimiento vocacional, sería conveniente que hagas un nuevo
esfuerzo para aprovechar mejor los tiempos dedicados a la oración. Para esos
momentos te queremos proponer una metodología, siguiendo este esquema:
a) Preparación remota, b)
Preparación próxima.
c) Invocación al Espíritu Santo,
d) Composición imaginativa.
e) Meditación de un texto bíblico, d')
Coloquio vocacional. c') Oración de gratitud, b')
Evaluación o examen de la oración. a') Revisión
y diálogo con el director espiritual.
Si observas atentamente, se trata del mismo modo de proceder, pero se añade,
en el paso d' un "coloquio vocacional". Este coloquio consiste en una
conversación íntima con Dios que versa específicamente sobre tu opción
vocacional. Hay que hacerlo de un modo muy abierto, como diciendo: ¿Qué es lo
que quieres de mí? ¿En dónde puedo servir mejor a ti y a mi prójimo? Sigues el
ejemplo de la oración de Jesús (Le 22, 39-42). Se trata así de una decisión orante,
es decir, realizada en el diálogo con Dios.
Todas las consideraciones que has hecho previamente en la línea de los pros y
contras para tomar una decisión, todas las consultas con otras personas, las haces
pasar ahora por la oración, de modo que le pidas a Dios que confirme, de algún
modo, lo que vas decidiendo, sea continuar en la etapa filosófica o dejar el
proceso formativo. Lo realmente importante es que Dios confirme tu decisión, de
modo que te sepas consolado por él en la decisión, y por tanto, seguro y feliz de
tomarla. Este lenguaje de Dios se percibe en el silencio y en una reiterada
consideración de aquello que tienes que decidir.
El consuelo de Dios no se experimenta sólo una vez, más bien se irá dando a
través de un tiempo prolongado, a base de repeticiones. Es decir, si cada día
durante el tiempo que queda de curso, le presentas a Dios tu decisión, él te irá
dando signos de
Itinerarios formativos 314 Curso introductorio

su voluntad. Fíjate cómo la Palabra de Dios tiene su lugar, y va antes del


coloquio vocacional, para que sea esa Palabra la que te ilumine.
Aplicando este sencillo método puedes ya habituarte a "lavar" tus
decisiones abundantemente con el agua clara de la oración, para que sean cada
vez más seguras y nítidas. Por otro lado, a superar el hábito de tomar decisiones
movido sólo por la razón o los sentimientos, pero sin tener en cuenta la
voluntad de Dios sobre tu vida.
Horario sugerido.
Hora Actividad Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Me 10, 17-22. 2:00 Descanso.
0:15 Recapitulación: Crónica de mi 2:30 Celebración eucarística.
bautismo.
0:45 Explicación de la meta. 3:15 Consignas.
1:00 Criterios de discernimiento vocacional. La 3:30 Salida.
oración vocacional.

Consignas.
■ Pon en práctica la oración de discernimiento vocacional en el espacio de
la meditación de cada día y consulta tus dudas con los formadores.
■ No te inquietes por la decisión que tomarán tus compañeros. Está
previsto un momento para comunicar estas decisiones en el grupo. Ese
momento será vivido con un carácter festivo, dando gracias a Dios por
cada persona que has tenido la oportunidad de conocer en este año y por
los medios con los que contaste para tu formación.
Itinerarios formativos 315 Curso introductorio

Décimo Quinto Encuentro Comunitario:


La Confirmación y el proyecto personal
Meta. El alumno comparte su experiencia del discernimiento vocacional, comprende
el valor del sacramento de la Confirmación y comunica el estado de su decisión de pasar
o no a la etapa filosófica.
Recapitulación. Oración vocacional.
Durante la última quincena has puesto en práctica la oración vocacional. La idea es
que este tipo de oración se repita una y otra vez, así como la lluvia cae con abundancia
sobre el campo y lo hace reverdecer.
■ ¿Cuál ha sido tu experiencia de la oración vocacional durante estos últimos días?
■ ¿Cuál es el estado de tu decisión? Es decir, ¿en este momento, hacia qué decisión
te inclinas?
■ ¿Te experimentas consolado en la decisión? Es decir ¿con paz interior, con la
conciencia de estar haciendo lo que Dios quiere?
Después de responder a las preguntas, los seminaristas comparten su decisión en
pequeños grupos. Finalmente se hace una puesta en común donde ya queda más o menos
claro quiénes pasarán a la etapa filosófica. Es un momento importante para el grupo y
por ello hay que garantizar que se haga el diálogo con la madurez debida.
Contenido:
A. La Confirmación.
El sacramento de la Confirmación forma una unidad con el Bautismo y la Eucaristía.
Las celebraciones solemnes del proceso formativo han dado un ritmo a la revisión de la
iniciación cristiana: Inscripción del nombre, entrega de la Sagrada Escritura, entrega del
Credo, exorcismo o acto penitencial, liturgia bautismal y Eucaristía. La Confirmación es
el sacramento que culmina la iniciación cristiana. Lógicamente junto a esa culminación
va la decisión vocacional. Por eso nos interesa recordar este sacramento al finalizar el
proceso formativo del curso introductorio.
El discernimiento que hemos planteado y toda la vida de oración se hace en el
Espíritu Santo. Espíritu, quien ilumina nuestro caminar y nos fortalece en las dificulta-
des. La presencia del Espíritu Santo es como una síntesis de todo el misterio en la vida
del cristiano. La unción de la confirmación se hace con el mismo aceite del bautismo y
de la ordenación sacerdotal, señalando hacia la unidad de los sacramentos en un solo
proceso personal. Precisamente en ese camino de fe nos encontramos al ir tomando
decisiones vocacionales.
Los contenidos del itinerario formativo del curso introductorio son muy similares a
los que se proponen en la preparación para la Confirmación. Durante toda la vida serán
objeto de profundización, porque siempre podemos comprender y vivir con mayor
plenitud los misterios de la fe. Esta idea es importante porque nos sitúa en un continuo
crecimiento, como personas en camino, siempre por hacerse.
Itinerarios formativos 316 Curso introductorio

B. Tu proyecto personal.
Con las consignas de cada encuentro comunitario hemos ¡do apuntando hacia
un modo más intencional de vivir, es decir, sabiendo hacia dónde encaminas tus
pasos y actuando con convicción. Llega el momento de formular un proyecto para
tu futuro. Proyectar no significa tenerlo todo previsto, pero sí implica atreverte a
marcar unas líneas por las cuales quieres ir definiendo el futuro. El proyecto se
define como la decisión de perfilar un modelo para el futuro. Observa que el
centro está en la decisión. Esto tiene mucho que ver con la vida espiritual porque
la decisión vocacional es una determinación espiritual.
Tal determinación se implementa a través de algún esquema. Puede servir uno
muy simple: aspectos para vencer y aspectos para desarrollar. U otro más
complejo, por ejemplo, el de las dimensiones formativas. Lo que importa es que
exista una verdadera determinación y que seas práctico en su elaboración. El
proyecto debe tender a ser integral, es decir, a abrazar todas las dimensiones de tu
personalidad. Por ahora basta con que comiences a caminar con rumbo más o
menos fijo. En las etapas siguientes se irá afinando y especificando la
metodología del proyecto.
Para elaborarlo, puedes dar los siguientes pasos:
■ Ponte en manos de Dios, como si fueras a hacer un rato de oración, y
encomiéndale la elaboración del proyecto, elaborado en la presencia de Dios y
para servirle.
■ Reporta tu situación personal. Quizá basta con un análisis de aciertos y
deficiencias. Al reportar comprendes mejor la situación concreta por la que estás
atravesando.
■ Localiza los puntos en los cuales quisieras buscar más intencional y
libremente un crecimiento y elabora un objetivo para cada uno de esos puntos.
Procura que no sean demasiados para que no se disperse tu atención.
■ Para cada objetivo, describe los recursos o medios que necesitas emplear.
■ Localiza tu reto fundamental, es decir, el que no debes dejar de atender en
este momento de tu vida.
■ Pon un plazo de revisión, que no sea demasiado largo, por ejemplo, a
inicio del curso siguiente.
■ Consúltalo con el Director Espiritual antes de pasarlo en limpio.
C. Cierre del curso introductorio.
Nos acercamos al final de este recorrido. AI cierre de la etapa se dedicará el
último encuentro comunitario. Pero es conveniente que vayas preparando lo que
te corresponde. Ha sido un año intenso, lleno de contenidos de fe y culminado
con un proceso de decisión. Conviene, pues, recoger con cuidado los frutos de
este trabajo, que quedarán como un regalo de Dios para tu vida. Responde por
escrito a las siguientes preguntas, que corresponden a los bloques del
itinerario formativo y a otros
Itinerarios formativos 317 Curso introductorio

elementos importantes.
■ Dedicamos el primer encuentro comunitario a aclarar el concepto de
itinerario formativo. ¿Cómo lo podrías explicar hoy? ¿Qué opinas sobre este
proceso de formación?
■ ¿Qué ha significado para ti el proceso gradual de aprendizaje de la
oración? ¿Realmente ocupó la oración el centro de tu vida? ¿Cómo se podría
facilitar mejor este aprendizaje?
■ A través de tres encuentros comunitarios se tocó el tema de la Sagrada
Escritura. ¿Ha sido la Palabra de Dios un elemento central de tu caminar en la fe?
¿En qué lo notas?
■ La catequesis sobre el Credo se realizó en otros tres encuentros. ¿Te
ayudaron estas catequesis a afianzar tu vida de fe?
■ Los tres encuentros dedicados a la Moral, ¿te ayudaron a definir un
contexto moral en tu situación personal? ¿Este contexto moral se reflejó en el
contenido de tu examen de conciencia y en el sacramento de la Reconciliación?
■ Otros tres encuentros se dedicaron al conocimiento de sí mismo.
¿Lograste crecer en este sentido? ¿Qué piensas del documento que quedó
pendiente para retomarlo en la etapa filosófica?
■ Los últimos dos encuentros se han dedicado al discernimiento vocacional.
¿Ha sido significativa la oración de discernimiento?
Horario sugerido.
Hora Actividad Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Hech 6, 1-7. 2:00 Elaboración del proyecto personal.
0:15 Explicación de la meta. 2:30 Cierre del curso introductorio.
0:30 Recapitulación: La oración vocacional. 3:15 Consignas.
1:30 El sacramento de la Confirmación. 3:30 Salida

Consignas.
■ Revisa con calma los materiales del itinerario del curso introductorio y
trae tu carpeta al próximo encuentro comunitario con las correcciones o
sugerencias que se te ocurran, para que las puedas aportar en el momento
oportuno con el fin de mejorar el proceso para los alumnos del año siguiente.
■ Continúa presentando a Dios en los momentos de oración tu elección
vocacional.
■ Elabora tu proyecto personal.
■ Prepara convenientemente la última entrevista con el prefecto y el
director espiritual.
Itinerarios formativos 318 Curso introductorio

Decimosexto Encuentro
Comunitario: Cierre del curso
introductorio
Meta. El alumno sintetiza su experiencia formativa del curso introductorio,
hace sus aportaciones para mejorar los materiales del itinerario y diseña un plan
para las vacaciones de verano.
Contenido:
A. Síntesis de la experiencia formativa.
Con este último encuentro comunitario llegamos al final del curso
introductorio. Ha sido un año vivido con la intensidad y la novedad que implica el
proceso formati-vo. Queremos recoger los frutos de nuestro esfuerzo que a la vez
son los dones de Dios, identificándolos por su nombre. Para ello utilizaremos el
siguiente esquema:
■ Los básicos. En el primer año del seminario aprendes o re-aprendes
cuestiones básicas, tales como comer lo que haya, dormir a sus horas, hacer
diversos deportes, dialogar con quien debes hacerlo, limpiar, lavar tu ropa,
aprovechar el tiempo, trabajar, etc. ¿Cuáles han sido tus aprendizajes básicos más
significativos? ¿Por qué son importantes?
■ La vida espiritual. Desde el principio quisimos dar la prioridad a la vida
espiritual. ¿Has aprendido a cultivar tu vida espiritual? ¿Qué medios te han
servido más para ello? ¿Cómo valoras el proceso de aprendizaje de la oración?
■ El hábito de estudio. Hemos insistido en la disciplina de estudio. Las
materias del curso introductorio suponen una novedad en tu vida, en el sentido de
que exigen otro tipo de habilidades de pensamiento y otra metodología. ¿Cómo
juzgas tu crecimiento en este sentido?
■ La vida fraterna. El sólo hecho de convivir como hermanos en una
comunidad implica una gran novedad. ¿Qué ha significado para ti la vida
fraterna? ¿Has establecido relaciones positivas en el curso? ¿Piensas que la
comunidad refleja el modo de relación que existió entre Jesús y sus discípulos?
¿Cómo se puede mejorar?
■ Los formadores. Reportar tu proceso frecuentemente a través de las
entrevistas, sea con el prefecto o con el director espiritual, supone una experiencia
importante porque te exige que no pretendas caminar sólo. ¿Qué ha significado
para ti el acompañamiento? ¿Has aprendido a aprovechar esta doble instancia
formadora? ¿Cómo piensas proceder en el futuro, especialmente si pasas a la
etapa filosófica?
■ El apostolado. Los diversos apostolados del curso introductorio
pretendían tres fines: a) facilitar un contacto con la realidad, b) afirmar el sentido
de pertenencia a la comunidad cristiana y c) descubrir un rostro más concreto del
sacerdocio. ¿Se han conseguido estos fines en tu caso? ¿Cuál de ellos necesita ser
reforzado?
Itinerarios formativos 319 Curso introductorio

■ Tu proyecto. A través de todos los elementos formativos has aprendido a


vivir
con un proyecto personal. ¿Qué percepción tienes de tu proyecto de vida
en
este momento? ¿Necesitas aprender a formularlo mejor?
[Los seminaristas revisan detalladamente estas preguntas y contestan por
escrito. Después se busca algún modo dinámico para compartir sus respuestas y su
visión de la formación. Este ejercicio se complementa con el siguiente, en el que
harán las aportaciones que han traído preparadas para mejorar el itinerario].
B. Revisión de los materiales del itinerario.
El itinerario se ha definido como un camino probado de formación. Se prueba
aplicándolo a diferentes grupos de seminaristas. Por eso es importante que cada
grupo haga sus críticas y aportaciones para mejorar el instrumento. Éstas pueden
¡r en tres planos:
■ Críticas de fondo, que proponen otros planteamientos más completos, o
señalan que tal o cual tema se tocó insuficientemente.
■ Críticas de forma, desde la comprensión de los términos hasta la
presentación de los materiales.
■ Críticas de método, que plantean una revisión de los métodos que se
proponen.
Es conveniente dar el tiempo suficiente, para que todos, con su carpeta en la
mano, vayan pasando las hojas, poniéndolas en orden y vayan haciendo sus
sugerencias. Un secretario toma nota para hacer más eficaz el procedimiento.
Al final conviene agradecer a los seminaristas sus aportaciones, haciendo ver
que es un gesto de generosidad esforzarse por ofrecer, a los que vienen detrás, un
mejor proceso de formación.
C. Plan de vacaciones.
Antes de salir a unas merecidas vacaciones, conviene que elabores un pequeño
plan, de modo que preveas las circunstancias en las que vas a estar, tanto en la
experiencia apostólica como en casa de tu familia. Para elaborar este plan
conviene que consideres tres principios:
■ No puedes realizar allí el horario del seminario. Tendrás que adaptarte a las
circunstancias y a las personas. Quizá convenga salvar algunos elementos como la
Eucaristía diaria, si la hay en el lugar, y la hora de oración, tal como has
aprendido a hacerla durante el año.
■ Es importante que asumas algunas costumbres o situaciones de tu familia o
de la comunidad en la que participes. Por ejemplo, sus devociones, diversiones,
relaciones, compromisos sociales... de modo que vivas todo esto con un sentido
preciso que tú le das. Esto evita que te margines o que intentes colocarte por
encima de los demás.
Itinerarios formativos 320 Curso introductorio

■ En aquello que veas conveniente, proponte un objetivo específico que te


ilumine sobre el modo de afrontar tal o cual situación. En todo ello pregúntate:
¿Yo qué debo y puedo aportar? Si tienes dudas en esto, consulta a los forma-
dores.
■ Este plan se elabora allí mismo, pero ya no se comparte en grupo, será
materia de revisión en el primer encuentro del curso siguiente.
Horario sugerido.
Hora Actividad Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Ef 4,1-6.14-16. 2:00 Descanso.
0:15 Explicación de la meta. 2:30 Elaboración de un plan de vacaciones.
0:20 Síntesis de la experiencia formativa. 3:30 Cena de despedida.
1:00 Revisión de los materiales del
itinerario.
10. Itinerario para la etapa filosófica (estructuradora)

Esta etapa pretende conseguir una decisión "firme" por la vocación específica. Se
llama estructuradora porque se trata de formar las estructuras que se pondrán en
práctica en adelante, en especial en la etapa teológica. También se le puede llamar
educativa^ porque intenta educar al candidato por medio de la adquisición de
hábitos formativos. Pero su nombre más propio es el de etapa discipular, en un
sentido más positivo y religioso, pues se pretende conseguir una formación sólida
como discípulos del Señor. El resultado final será una opción firme por el
sacerdocio, o por otra vocación, pero quedará claro es que el seminarista optará
por ser discípulo de Cristo para siempre.
Afianzar la vocación del joven es una tarea difícil. Supone, primeramente, una
definición más nítida del ideal por el que ha optado, que viene dado por el
Evangelio, por los ejemplos de Cristo y los documentos de la Iglesia pero, al
mismo tiempo, exige una valiente aproximación a las verdaderas motivaciones de
su opción vocacional, y por ello implica un cuestionamiento del individuo a nivel
profundo. Además, exige afrontar y trabajar los conflictos, deficiencias y
experiencias negativas del pasado, que son cada vez más frecuentes entre los
seminaristas. Se trata así de una profundización espiritual y carismática en la línea
discipular y de un análisis sistemático de los factores humanos que entran en
juego en la decisión vocacional. Para hacer este trabajo es necesario fundamentar
una metodología que brota de la antropología vocacional, es decir, de una visión
del hombre como llamado al seguimiento de Cristo.
Es el momento para recurrir a la ayuda médica o psicológica si fuera
necesario. Lo ideal es que este tipo de ayudas se concentren en la etapa
estructuradora o antes, y no en las etapas siguientes. Conviene señalar que la
terapia psicológica no debe ser un procedimiento generalizado. Al contrario, hay
que procurarla en casos puntuales y en una proporción más bien baja. Durante
estos tres años da tiempo para iniciar y concluir cualquier tratamiento.
Esta tarea no se puede llevar a cabo sino con holgura de tiempo. Por eso hay
que considerar que son necesarios tres años. El análisis más profundo de la
personalidad y su estructuración no se podrán conseguir si no hay un
acompañamiento cuidadoso y sistemático. Los formadores de esta etapa conviene
que tengan un conocimiento más amplio de las ciencias humanas en lo que se
refiere al proceso formativo, para que acierten en sus intervenciones. Mirando al
perfil final del alumno de esta etapa se puede apreciar la profundidad de sus
contenidos y la intensidad del proceso.
Objetivo general. El seminarista adquiere una conciencia crítica y
constructiva de la realidad del hombre, del mundo y de Dios, pero sobre todo de
sí mismo en su seguimiento de Cristo, de modo que llegue a consolidar su vida
discipular y desde allí su opción por el sacerdocio.
Imagen fuerza. Me 8, 27-33: La confesión mesiánica de Pedro.

1
Así la llama A. Cencini en El árbol de la vida. Ed. Paulinas, 2005.
Itinerarios formativos 322 Etapa filosófica

Cuadro sintético de la etapa


Título Objetivo o meta Icono o texto para la oración

1° de filosofía. La El alumno de primero de filosofía asume la identidad de Me 8,27-33: La Confesión me-siánica


actitud de "estar Jesucristo sacerdote como modelo del hombre ideal y se de Pedro marca el primer paso de su
atento a". experimenta invitado a realizarlo en sí mismo. vida discipular: conocer a Jesús como
maestro.

1er. encuentro. El alumno de primero de filosofía se ubica en el momento Me 8, 27-33: Se toma la imagen fuerza
Presentación del 1° pedagógico que le corresponde en el itinerario de del curso para mostrar la necesidad de la
de filosofía. formación y empieza a identificarse con la imagen fuerza aproximación espiritual a Jesús.
respectiva.

2" encuentro. La El alumno toma conciencia de los cambios que ha La actitud discipular mostrada por
actitud de representado el formar parte de la etapa filosófica, María, que, sentada a los pies del Señor
"atender a". comprende su propio papel, el del prefecto y el del escuchaba su palabra: Le 10, 38-42.
director espiritual en el itinerario y conoce la actitud de
"atender a".

3er. encuentro. El alumno hace una valoración de lo que ha sido su Gal 5, 1: La obra que el Señor realiza en
Jesús, hombre libre. caminar durante estos meses en la etapa filosófica y se nuestra vida es la de una liberación
aproxima a la libertad de Jesús como valor fundamental integral, nos ha dado la libertad.
de su personalidad.

4° encuentro. La El alumno reflexiona sobre el significado de la La libertad recibida del Señor tiene un
autotrascen-dencia autotrascendencia como dinamismo de la libertad y fin muy concreto: para servir a los
en el amor. ejercicio del amor teocéntrico al estilo de Jesucristo, demás en el amor: Gal 5, 13-14..
sabiendo que el discipulado es una llamada a la libertad
para trascenderse en el amor.

5o encuentro. Jesús, El alumno verifica su comprensión del concepto de Flp2, 5-11; 1 Pe 2, 22-25; 1 Tm 15-17:
hombre para los autotrascendencia y profundiza en el conocimiento de la Son textos que nos invitan a la
demás. personalidad de Jesús. contemplación de la persona de Jesús.

6° encuentro. El alumno reflexiona sobre la autotrascendencia como un Jesús, el Hijo, nos ha abierto el acceso
Jesús, fiel a la compromiso amoroso y continúa profundizando en el al Padre, para que nos acerquemos con
voluntad del conocimiento de la persona de Jesús. confianza: Hb. 9,11-4. 10, 19-25.
Padre.

7° encuentro. María El alumno acepta la presencia de María en su vida como Jn 19, 25-27: El discípulo que ha sido
en la vida discipular. Madre y modelo discipular y se dispone para evaluar con amado por Jesús recibe a María como
sinceridad este primer curso que está concluyendo. madre.

8o encuentro. El alumno expresa una visión gozosa del camino Jn 1, 38-43: El seguimiento de Jesús
Cierre del primer que ha recorrido y puede ver con esperanza el siguiente ocurre en el gozo, al grado de invitar a
año de filosofía. momento de la formación. otros a conocerlo.

Itinerarios formativos 323 Etapa filosófica


2° de filosofía La El alumno del segundo año de filosofía adquiere la El texto del hombre rico, Mt 19,16-22,
actitud de capacidad de profundizar en el conocimiento crítico de es la imagen-fuerza del curso; muestra
"liberarse de". la realidad del hombre y de las aptitudes y la necesidad de enfrentarse a sí mismo
potencialidades que conforman su identidad personal, de para poder seguir a Jesús.
modo que las confronta con el ideal vocacional propuesto
por Cristo.

1er. encuentro. El alumno se identifica con la idea fuerza Le 12, 35-48: El discípulo tiene que
Presentación del correspondiente al segundo año de filosofía e inicia un estar preparado para el momento en que
segundo año de proceso de mayor conocimiento y maduración personal. venga el Señor.
filosofía.

2° encuentro. El alumno adquiere elementos que le permitan pasar de la Me 5, 1-20: El endemoniado de Gerasa
Ejercicio "atención a" a la "liberación de" y asume este paso recupera su dignidad y se convierte en
metodológico como parte de su camino espiritual. discípulo.
"liberarse de".

3er. encuentro. La El alumno revisa la comprensión y el sentido de los pasos Hech 10, 34-43: El discurso de Pedro en
madurez y sus que implica el ejercicio método-lógico de "liberarse de" y casa de Cornelio muestra un entrañable
raíces sociales. adquiere elementos de carácter social que le ayudan a recuerdo de Jesús.
centrarse en los procesos de maduración personal.

4° encuentro. La El alumno continúa profundizando en la comprensión de Le 2, 41-52: Jesús creció en una familia
vida de familia y los pasos que implica el ejercicio metodológico de como la nuestra, en la obediencia a sus
la madurez. "liberarse de" y opta por el análisis de su realidad familiar pades.
como un medio para conseguirlo.

5o encuentro. La El alumno incluye como parte del ejercicio metodológico Le 7, 11-17: La sensibilidad de Jesús
sexualidad y la de "liberarse de" el análisis de su propia vida afectiva y ante la viuda de Naím es un ejemplo de
formación. sexual y el acompañamiento correspondiente. afectividad en la vida cristiana.

6° encuentro. La El alumno conoce el concepto de dialéctica de base y Rm 7, 14-25: El hombre esclavizado por
dialéctica de base. descubre la dinámica interna que se ha puesto en práctica la ley del pecado, grabada en él.
en el paso metodológico "liberarse de"

7° encuentro. El El alumno sintetiza los contenidos del itinerario formativo Le 17, 7-10: El servicio como parte
servicio como actitud de segundo de filosofía y del ejercicio "liberarse de" en ordinaria del deber de un discípulo de
fundamental. actitudes prácticas y simples de servicio comunitario Jesús.
y social, haciendo desde esta experiencia una interpre-
tación del ministerio sacerdotal como humilde servicio

8° encuentro. Cierre El alumno cierra el itinerario del segundo año de El fariseo y el publicano, una parábola
del segundo año de filosofía, expresa sus avances y retos pendientes y que muestra la actitud espiritual del que
filosofía. elabora un plan personal para las vacaciones. es libre: Le 18, 9-14.
Itinerarios formativos 324 Etapa filosófica

3o de filosofía. El alumno del tercer año de filosofía, consciente Le 24, 13-35: El episodio de los
Liberarse para de su identidad personal y de la propuesta vocacional que discípulos de Emaús es una expresión
tomar una Jesús le hace en la Iglesia, opta libremente por el amplia de todo el camino discipuilar.
decisión. sacerdocio como estado de vida propio y se dispone para
continuar su formación en la etapa teológica.

1er. encuentro. El alumno se ubica en el momento presente: inicio del Le 24, 13-35: Se recurre a la imagen-
Presentación del último año de la etapa, conoce los rasgos de la madurez fuerza del curso para iniciar el primer
tercer año de humana pedidos por la Iglesia para los futuros pastores y encuentro comunitario.
filosofía. tiene un primer contacto con la imagen fuerza de este año.

2° encuentro. El paso El alumno conoce el tercer paso método-lógico del Gal 5, 13-26: El uso correcto de la
metodológico discernimiento {libertad para) y se dispone a normar su libertad.
"liberarse para". vida por medio de él.

3er. encuentro. La El alumno comienza a integrar los tres ejercicios Dios cuida de aquellos que edifican el
libertad ordenada. metodológicos y comprende el proceso en el que está Reino de los Cielos: Le 12, 22-34.
trabajando desde una perspectiva espiritual.

4° encuentro. La El alumno verifica su comprensión del ejercicio La presencia de Dios es discreta como
fase subliminal. metodológico "liberación para" y si ya está trabajando en una suave brisa: IRe 19, 9-13a.
él, recibe los elementos que le ayudan a profundizar este
ejercicio y que orienten su disposición hacia una mayor
confianza en Dios.

5o encuentro. El El alumno hace un ejercicio de síntesis, El discernimiento como una actitud


proceso de la etapa reconstruyendo su historia personal y localiza los puntos fundamental del creyente: Rm 12, 1-8.
filosófica. en los cuales necesita trabajar antes del cierre de la etapa
filosófica.

6° encuentro. Un El alumno retoma el ejercicio "liberarse para" y se sabe Sb 11, 23-26; Sal 139, 1-3.13-17.23-24:
continuo trabajo. invitado a seguir profundizando en él durante el próximo Dios nos conoce profundamente y nos
mes y a lo largo de su vida. ama porque nos ha creado.

7° encuentro. El El alumno sintetiza su experiencia del tercer paso y La libertad recibida de Jesús para vivir
paso distingue los componentes del cuarto paso metodológico en la verdad: Jn 8, 31-32.
metodológico del proceso de discernimiento vocacional propuesto por el
"decisión-acción". itinerario formativo de la etapa filosófica.

8o encuentro. Cierre El alumno cierra la etapa filosófica con una actitud La gratitud es un signo de la salvación
de la etapa agradecida y se dispone para vivir las vacaciones y que viene de Dios: Le 17,11-19.
filosófica. para comenzar la etapa siguiente.

Itinerarios formativos 325 Etapa filosófica

Descripción existencial
El seminarista de la etapa filosófica pasa por un proceso intenso, por medio del
cual su seguimiento de Cristo adquiere la firmeza de una verdadera determinación
espiritual y desde esta experiencia se consolida su opción por el sacerdocio. Para
que esto pueda ocurrir, es necesario que adquiera una visión crítica de toda la
realidad y sobre todo de sí mismo. Desde aquí se justifican los estudios filosóficos y
de las ciencias del hombre. Tal proceso incluye una percepción más completa del
camino discipular, que deberá elegir al final de la etapa para toda su vida, más allá
de la decisión de continuar o no en el proceso formativo; una aproximación crítica y
sistemática a sus virtudes y defectos que llegue a cuestionar y a revisar sus
motivaciones vocacionales; una metodología práctica para el discernimiento de la
vocación en este momento del paso a la etapa teológica.
■ Primer año: La actitud de "permanecer atento". Se centra toda la dinámica en
el primer paso de la metodología. La acumulación de datos se hace en torno a dos
objetos principales: los ejemplos de Cristo, el hombre perfecto y el propio
comportamiento. El fruto de este primer año de la etapa consiste en que el
seminarista ha dejado de estar distraído y comienza a poner atención, percibiendo
con mayor agudeza la realidad.
■ Segundo año: La actitud de "liberarse de". Ahora toca el turno al segundo y
tercer pasos de la metodología. Intentamos que el seminarista entienda bien la
necesidad que tiene de Dios en su vida y se cuestione profundamente. Para ello
planteamos un prolongado descenso a los infiernos de la propia interioridad, con
todas sus contradicciones. Procuramos que llegue al reconocimiento puntual y
preciso de las propias esclavitudes, debilidades e inconsistencias, de modo que no
solamente las toque, sino las trabaje sistemáticamente, tomando la decisión de
dejarse acompañar en ellas para toda la vida.
■ Tercer año: la actitud de "liberarse para tomar una decisión". Se aplica el
cuarto paso, que consiste en la afirmación más profunda de la verdad que ha
conocido. Ahora se abordan los defectos y virtudes desde una perspectiva más
positiva, en la línea del desarrollo de la propia capacidad de amar a Dios, al prójimo
y especialmente a los que más lo necesitan. Este año cierra la etapa con un
acompañamiento para la decisión del paso a la etapa teológica o, si conviene, para
interrumpir el proceso formativo del seminario temporal o definitivamente.
Medios formativos.
■ La Sagrada Escritura. Los seminaristas ya se han familiarizado con la
meditación
de la Sagrada Escritura. Esta meditación cotidiana va a tomar ahora el sesgo
más definido de la vida discipular. Consistirá específicamente en contemplar
los rasgos humanos de la personalidad de Jesús en los evangelios. Se pretende
que los seminaristas hagan una meditación continuada del texto de Marcos
en
el primer año, del texto de Mateo en el segundo y del texto de Lucas en el
ter-
Itinerarios formativos 326 Etapa filosófica

cero. El discipulado en el cuarto evangelio será objeto de otras consideracio-


nes.
■ La oración personal. Se trata de mantener establemente la hora de oración.
El método básico que han aprendido se amplía a través del conocimiento de otros
métodos de oración. Se puede designar un día para que la meditación sea en
pequeños grupos de la etapa filosófica, de modo que los seminaristas vayan
acumulando una experiencia de animación de la oración y al mismo tiempo de
aplicación de varios métodos. La experiencia orante ha de ser aglutinadora de todo
el proceso formativo de la etapa.
■ La vida sacramental. Normalmente habrá confesores designados por el
Obispo para el seminario mayor. Ellos asistirán al Seminario en el horario
establecido. Lo importante es que los muchachos aprovechen este servicio, ya sea
por ellos o por los directores espirituales, de modo que tengan un fácil y frecuente
acceso a la reconciliación. Una de las estructuras que necesitan aprender es una
buena metodología para la preparación de la confesión.
■ El contexto discipular. Viene marcado por toda la temática del itinerario y
de un modo gráfico por una serie de iconos de la vida discipular que los forma-
dores, de acuerdo con los alumnos, deberán seleccionar, por ejemplo, el llamado a
los discípulos, Pedro caminando sobre el agua, María a los pies de Jesús, etc.
Conviene que estos iconos se coloquen en los ámbitos propios de la etapa filosófica.
■ La lectura espiritual. Se proponen libros más sustanciosos. Primeramente
las notas de su Biblia, una buena introducción a los evangelios y al que les corres-
ponde meditar cada año, biografías de santos más completas, libros y revistas sobre
diversos métodos de oración, manuales sobre oración y meditación, que muestren
los diversos modos de orar, algunas obras de santos como poemas o cartas.
■ Los ejercicios espirituales. Es conveniente que se organicen en torno al tema
discipular, de modo que sea una ocasión anual para profundizar en el tema central
del itinerario. Aquí se puede incluir la perspectiva del cuarto evangelio, la de los
documentos de la Iglesia y otros aspectos del discipulado.
■ El autoconocimiento. Si el seminarista llega a la etapa con el "mapa" de su
personalidad: virtudes y defectos, se pretende que comience a trabajar sobre ellos
sin tardanza. Si se detectó la necesidad de una ayuda psicológica es el momento
ideal para iniciarla, de modo que el tratamiento se termine dentro de los tres años de
la etapa y venga precedido y envuelto por el acompañamiento de los formadores. El
trabajo sobre sí mismo debe ser sistemático y profundo, de modo que quede la
sensación de haber afrontado todo lo que era necesario trabajar. Este proceso se
debe hacer con todos los alumnos, aunque no se detecten problemáticas especiales.
Itinerarios formativos 327 Etapa filosófica

■ La vida intelectual. Los estudios de filosofía suponen un trabajo amplio y


profundo que se garantiza con tres años bien aprovechados. Es fundamental que los
seminaristas se sitúen en el nivel universitario que corresponde a estos estudios, de
modo que puedan interactuar con los jóvenes de su edad que hacen estudios del
mismo nivel. No basta con que tengan cierto método de estudio, sino que han de ir
construyendo un hábito profundo, que luego sostenga su trabajo en los estudios
teológicos.
■ El apostolado. Los apostolados de la etapa filosófica son una expresión del
proceso discipular que están haciendo los seminaristas. Han de encontrar un ámbito
para aprender a compartir su fe y para iniciar a otros en el seguimiento de Jesús. Por
eso son muy indicadas las actividades relacionadas con la cate-quesis, la iniciación
cristiana y la pastoral de adolescentes. El hecho de compartir la fe ha de llegar a ser
para ellos una experiencia realmente significativa.
■ Los encuentros comunitarios. El ritmo de encuentros comunitarios es menos
intenso que en el curso introductorio. Cuatro encuentros en cada semestre. Es
importante que se realicen con holgura de tiempo y que se preparen conve-
nientemente. La calidad de los materiales e instrumentos que se les ofrezcan y la
profundidad del acompañamiento sostendrán este proceso de tres años.
■ El proyecto personal. En esta etapa el proyecto personal está polarizado por
el establecimiento de hábitos personales y de estructuras formativas. Se puede
elaborar anualmente, de modo que el seminarista tenga la oportunidad de evaluar en
qué medida los va consiguiendo.
Itinerarios formativos 328 Etapa filosófica

Primero de filosofía:
La actitud de permanecer atento
El primer año de filosofía tiene un valor pedagógico importante porque pretende
afirmar los hábitos que se iniciaron en el curso introductorio y establece el modo de
funcionamiento para todo el seminario mayor. Por otro lado, propone el camino
discipular que los seminaristas han de asumir como camino de vida y para toda la
formación.
Tal como se ha diseñado, el proceso pedagógico tiene tres ejes.
a) El sentido de la etapa y del curso. Se introduce despacio al estilo del
itinerario
en la etapa filosófica y a los objetivos propios de la etapa y del curso. Por
otro
lado, al final, se prevén con tiempo suficiente los esquemas para la
evaluación
del curso y para la planificación de las vacaciones:
■ Presentación del itinerario, objetivos de la etapa y del curso, imagen
fuerza y dinámica de la formación en la etapa filosófica / Primer encuentro.
■ Esquema para la evaluación del curso / Séptimo encuentro.
■ Guía para la planificación de las vacaciones / Octavo encuentro.
Por medio de este primer eje ponemos la atención en que los seminaristas se
habitúen lo más pronto posible a la aplicación y aprovechamiento de los
medios que se les están ofreciendo para su formación. Conviene pedirles que
vayan coleccionando con cuidado los materiales del itinerario en una carpeta
y que tengan su libreta para anotaciones personales. También se insiste en el
papel del prefecto y el director espiritual, los muchachos deben llegar a dar
verdadera importancia a los dos formadores y conseguir que tanto las
entrevistas como el acompañamiento grupal lleguen a ser elementos
necesarios y dinámicos para su formación.
b) La contemplación de las actitudes humanas de Jesús. Nos basamos en la idea
ignaciana de la segunda semana de los ejercicios espirituales, según la cual, la
vocación se clarifica desde la contemplación amorosa de la persona de Jesús,
es decir, se trata de amarle y seguirle, sin invertir este orden. Presentamos a
Jesús como el hombre perfecto, y por ello como modelo válido para cada
persona, específicamente para los seminaristas, pero a la vez estos valores
humanos aparecen como la base para el proyecto sacerdotal. Se han
distribui
do de la siguiente manera:
■ Jesús, el hombre libre / Tercer encuentro.
■ Jesús, el hombre para los demás / Quinto encuentro.
■ Jesús, fiel a la voluntad del Padre / Sexto encuentro.
■ María en la vida discipular / Séptimo encuentro.
Para hacer esta contemplación se les propone que hagan durante todo el año
Itinerarios formativos 329 Etapa filosófica
la meditación de! Evangelio de san Marcos, pero es necesario que el director
espiritual vaya presentando métodos de meditación y de contemplación para
que esto llegue a ser una realidad para cada uno de los seminaristas. En esta
contemplación parece muy oportuno aprovechar los tiempos litúrgicos,
especialmente los ciclos de Adviento-Navidad y Cuaresma-Pascua. Durante
la Semana Santa se puede recomendar a los alumnos una reposada
contemplación de la pasión según san Marcos.
c) El paso metodológico. El primer paso metodológico se presenta
insistentemente e impregna todos los materiales, pero se hace explícito en
tres momentos:
■ Atención a: una recopilación de datos / Segundo encuentro.
■ Estar libres para el amor autotrascendente / Cuarto encuentro.
■ Recapitulación general / Octavo encuentro.
El paso metodológico es difícil de comprender en un primer momento. Por
ello, en los mismos encuentros comunitarios se prevén espacios para
verificar su comprensión y para que los seminaristas lo expresen con su
propio lenguaje. Durante las entrevistas conviene verificar el nivel de
comprensión y aplicación de este primer paso y estimular el compromiso de
los seminaristas cuando sea necesario.
Se ha intentado subrayar el carácter juvenil que es propio de la etapa filosófica
pero, al mismo tiempo, dándole la seriedad suficiente para que los alumnos asuman
realmente la propuesta que se les hace.
Itinerarios formativos 330 Etapa filosófica

Γ de filosofía / Primer encuentro comunitario


Presentación de la etapa y del curso
Meta. El alumno de primero de filosofía se ubica en el momento pedagógico que le
corresponde en el itinerario de formación y empieza a identificarse con la imagen fuerza
respectiva.
Recapitulación. ¡Ya estamos en Filosofía!
44) Se forman tres equipos en los que se redactará una breve historia del grupo desde el
proceso vocacional hasta el final del curso introductorio.
45) Plenario en el que se distinguen los puntos más importantes de cada historia y se
intenta recomponer un relato común para todo el curso.
46) Regresan a los equipos y allí hacen una lluvia de ideas sobre las posibles diferencias
más significativas de la experiencia de formación entre el curso introductorio y la etapa
filosófica.
47) Plenario y complementación. Los formadores deberán estar muy atentos para
escuchar todas las opiniones y hacer las aclaraciones o acentos necesarios de la idea que se
tenga sobre la formación en la etapa que están iniciando.
Contenido.
La verdad del hombre revelado por Jesucristo.
Durante este primer año se busca la identificación del "Yo Ideal", pero para darle un
giro menos técnico y más formativo al lenguaje, el Yo Ideal es conocido en nuestro
itinerario como "el hombre revelado por Jesucristo". Para ello recurrimos a la preciosa
orientación de Caudium et Spes 22: Cristo revela al hombre lo que es el hombre, y así le
descubre la sublimidad de su vocación. Este es el camino que queremos recorrer:
contemplar a Cristo, el hombre perfecto y a partir de esta contemplación permitir que nos
revele en qué puede consistir nuestra propia vocación, primeramente como personas y
después como llamados al sacerdocio. Durante la etapa filosófica se pretende edificar la
propia identidad desde el punto de vista humano (ser hombres) y desde el punto de vista
cristiano (ser discípulos). Esta es la base que es necesario poner para plantear posteriormente
la santidad sacerdotal. La atención puesta en el modelo de Jesús nos conduce, lógicamente
a atender al propio comportamiento dentro y fuera del seminario y al clima grupal en el que
convivimos cotidianamente.
Objetivos de la etapa y del curso. Es la primera reunión formal de la etapa, conviene
dedicar un tiempo a presentar los objetivos, provocando una reflexión sobre ellos y
respondiendo a la inquietud que todos tienen en este momento sobre el sentido y las
características de la etapa filosófica.
Objetivo de la etapa: El seminarista adquiere una conciencia crítica y
constructiva de la realidad del hombre, del mundo y de Dios, pero sobre todo
de sí mismo en su seguimiento de Cristo, de modo que llegue a consolidar su
vida discipular y desde allí su opción por el sacerdocio.
Itinerarios formativos 331 Etapa filosófica

Objetivo de este primer curso: El alumno de primero de filosofía asume


la identidad de Jesucristo Sacerdote como modelo del hombre ideal y se
experimenta invitado a realizarlo en sí mismo.
Imagen fuerza:
Es la persona misma de Jesús, la humanidad de Jesucristo contemplada desde la
perspectiva de Me 8, 27-33. Como hombre perfecto; es el modelo de hombre que
vive su existencia en la forma de una respuesta a la llamada de Dios, ampliando su
libertad para trascenderse en el amor. Como imagen central tenemos el
reconocimiento de Jesús en boca de Pedro en la confesión mesiánica en Cesárea de
Filipo. Distinguimos algunos elementos de esta perícopa: Los discípulos están con
Jesús. Están en el camino. Jesús pregunta por una opinión impersonal y ajena en
torno a su persona. Después pide una respuesta personal. Pedro responde con
precisión, pero no sabe bien lo que dice. Jesús se revela para ser conocido por los
discípulos.
Hay que aproximarse a Jesús aceptando el proyecto que Dios tiene para él y no
buscando otro proyecto "según los hombres". Durante la etapa filosófica queremos
hacer una aproximación contemplativa a la persona de Jesús siguiendo la intuición
de la segunda semana de los ejercicios espirituales: discernir la llamada de Dios al
calor de la contemplación de la persona de Jesús. Esto quiere decir que la oración
personal durante este primer año de Filosofía y durante toda la etapa se centrará en la
contemplación de Cristo. En esta actitud contemplativa queremos vivir el año
litúrgico.
Dinámica del itinerario.
Lo más importante del itinerario es que el seminarista emprenda un camino de
maduración humana y espiritual, es decir, que lo tome en serio y haga un esfuerzo
verdadero. El corazón del itinerario está en mantener esta mirada atenta y
contemplativa ante toda la realidad, que será matizada e interpretada por la persona
de Jesús, subrayando especialmente sus aspectos humanos. Desde aquí queremos
perfilar los hábitos y las actitudes que son propias del discípulo y ponerlas en práctica
tanto en el ámbito personal como en el comunitario.
■ Los encuentros comunitarios. Serán una vez al mes, con la presencia del
prefecto y el director espiritual, durante toda la tarde y de preferencia fuera del
seminario. En cada una de estas reuniones se darán elementos para formar en la
actitud de permanecer atentos y en el espíritu de la oración contemplativa. En ellas se
dejarán consignas para ir trabajando diariamente. Hacer notar que los encuentros
están más distanciados que en el curso introductorio. Se supone y se exige el trabajo
personal durante el mes que transcurre entre un encuentro y otro.
■ La oración personal y comunitaria. Se hará en el tiempo que el horario del
seminario destina todos los días a la meditación. Este tiempo, bien aprovechado, será
la base espiritual de todo el trabajo formativo. En algunas ocasiones la oración
contemplativa puede ser comunitaria, compartiendo un método e incluso guía-da,
para perfilar mejor el método. El objetivo es que los alumnos hayan meditado en su
integridad el evangelio de San Marcos. Para hacerlo se propone la
Itinerarios formativos 332 Etapa filosófica

meditación continuada del texto de san Marcos, aprovechando para ello


las ocasiones que ofrece el calendario litúrgico. Puede ser útil elaborar un
programa para la oración, considerando la totalidad del texto.
■ El acompañamiento personal. El acompañamiento personal se hará a través
de las entrevistas, al menos una vez al mes, tanto con el prefecto como con el
director espiritual. Estas entrevistas tendrán como norma general una hora de
duración y deberán hacerse sistemáticamente. Es necesario que los mismos
seminaristas asuman este medio como uno de los más importantes en su proceso
formativo. Ya durante los primeros días del curso se hubieron de repartir las citas para
las entrevistas, de modo que, al presentar el itinerario, ya han comenzado y todos los
alumnos saben cuándo les corresponde acudir tanto con el director espiritual como
con el prefecto. Si se ve oportuno se les puede insistir en la conveniencia de preparar
las entrevistas por escrito.
■ El acompañamiento grupal lo hará el prefecto, una vez al mes, en una
reunión con todo el curso; su objetivo es ayudar a cultivar el ambiente grupal
propicio para la formación. Lo normal es que el prefecto confronte más de una vez
al grupo, criticando las actitudes que en él se dan y ayudándolo a dar pasos hacia un
clima formativo más adecuado, de modo que no deben extrañar a nadie estas
advertencias.
Horario sugerido.
Hora Actividad Procedimiento
0:00 Cantos vocacionales significativos. Repartir las letras de los cantos.
0:15 Oración: Me 8, 27-33. Repartir el texto y su comentario.
0:35 Explicación de la meta. Presentar la meta en un cartel.
0:45 Recapitulación: ya estamos en Filosofía. Repartir las preguntas Trabajo
personal y grupal.
1:50 Descanso. Café.
2:10 Objetivos de la etapa y del 1er. curso. Carteles con los objetivos.
2:20 Presentación de la imagen-fuerza. Reflexión sobre la contemplación de Jesús.
2:30 Dinámica del itinerario en la etapa filosófica. Se trata de que asuman los elementos formativos.

2:45 Consignas. Dictar las consignas.


3:00 Momento de oración eucarística. Contemplar a Jesús como hombre perfecto.
3:30 Fin del encuentro comunitario.

Consignas.
■ Aproximarte al evangelio de San Marcos a través de la introducción de tu
Biblia. Intenta comprender su estructura y el contexto en el cual fue escrito.
■ Asumir con diligencia las entrevistas con los formadores como elemento
necesario del proceso formativo, desde este primer momento de la etapa.
■ Estructurar tu método para la oración y consultarlo con el director espiritual.
■ Consignar en una libreta el proceso de la oración, las entrevistas, encuentros
comunitarios y revisiones de curso.
Itinerarios formativos 333 Etapa filosófica

1° de filosofía / Segundo encuentro comunitario


La actitud de "atender a"
Meta. El alumno toma conciencia de los cambios que ha representado el
formar parte de la etapa filosófica, comprende su propio papel, el del prefecto y
el del director espiritual en el itinerario y conoce la actitud de "atender a".
Recapitulación. Se retoma la experiencia de los seminaristas durante su primer
mes en la etapa con la pregunta: ¿Qué ha cambiado? Se concreta la cuestión con
las siguientes preguntas: ¿Qué ha sido lo que más ha afectado a mi vida durante
este mes en la etapa filosófica? ¿Los estudios? ¿El tipo de oración? ¿La vida en los
sectores? ¿Las propuestas del itinerario? ¿La imagen fuerza? ¿El tipo de
entrevistas?... ¿por qué? ¿Cuáles son los cambios en el tipo de relaciones con los
hermanos? ¿En qué ha cambiado mi curso durante estos meses? ¿Para mejorar o
para empeorar?
Contenido.
La actitud "atención a" es una recopilación de datos. No hablamos sólo de una
habilidad, sino de la atención como estilo de vida. Atención significa tener fija la
mirada en aquello que se ha buscado y esperado pacientemente. Significa
transformar todo acontecimiento en experiencia; es decir, en reflexión de lo
vivido, para llegar a un nuevo modo de enfrentar el mismo acontecimiento; en
fin, vivir conscientemente. Es así que se hace de cada momento un memorial. El
solo hecho de permanecer atento, faculta a la persona para poner un nombre a lo
que observa, es decir, para llegar a llamar a las cosas por su nombre. El fruto del
primer año de Filosofía será una aproximación a la verdad. La actitud de
permanecer atento se enfoca en tres objetos:
■ Atención a uno mismo. Significa hacer el "mapa" de tu propia
personalidad, atendiendo al yo con su historia, sus rasgos de madurez e
inmadurez, intentando corregir las distorsiones perceptivas a las que nos vamos
acostumbrando. De modo que llegues a descubrir el inmenso potencial que llevas
dentro de ti; sea el ligado a tu propia persona: dotes, cualidades, habilidades; sea
el derivado de aquello que valora: convicciones, valores, anhelos, aspiraciones;
sea el que procede del don del Espíritu y de la Palabra que opera en ti: las buenas
inspiraciones que proceden de Dios y se reconocen en la consolación y en el
compromiso evangelizador.
■ Atención ai entorno. Aquí pondrás atención a lo que ocurre alrededor de
ti, en especial tu realidad familiar y social. Se trata de que mires con atención al
grado de que puedas poner un nombre a lo que ocurre, con valentía y claridad.
Esta actitud también deberás aplicarla a tu entorno inmediato adquiriendo una
capacidad crítica ante tu grupo, el seminario y el ámbito en el que realizas el
apostolado. Antes de concluir la etapa filosófica debes llegar a una solución
definitiva en el ámbito de la realidad social y de la familia. En la realidad social,
venciendo todo prejuicio y haciéndote capaz de interactuar con cualquier persona
de toda clase o condición; en el ámbito familia, afrontando los problemas
familiares y actuando en ellos con criterios evangélicos y con
Itinerarios formativos 334 Etapa filosófica

suficiente eficacia. En estos dos puntos tienes un gran trabajo por hacer,
por ello es importante aprovechar bien el tiempo.
■ Atención a la persona de Jesús. Durante el presente año, la actitud de
estar atento a se dirigirá de un modo muy especial a la persona de Jesús y
en concreto a los rasgos que caracterizan su madurez humana. De tal
modo que llegues a percibir sus actitudes, el estilo de su relación con las
personas, sus prioridades, sus sentimientos y motivaciones. Para percibir
cómo en Él todo se orienta al cumplimiento de la voluntad de Dios. Aquí,
precisamente, radica su perfección. Para ello será necesaria una
aproximación a los evangelios, que permanecerá ahora y para toda la
vida.
Durante este segundo mes, como discípulo de primer año de filosofía debes
esforzarte por entrar en esta actitud de vida, medir tus fuerzas y observar también
las dificultades que experimentas, para comentarlas con el prefecto y el director
espiritual. La actitud recomendada se hace muy concreta en el camino discipular,
tal como es presentada en los textos de san Lucas. Queremos dejar claro que el
camino discipular comienza y tiene su fundamento en una actitud orante y
contemplativa que se describe por medio de la expresión "a los pies del maestro",
sobre todo en el texto de Mar-tha y María en Le 10, 38-42. Para comprender esta
actitud del discípulo, se pueden leer o hacer referencia a otros dos versículos
lucanos: Le 8,35 y Hech 22,3.
El primero pertenece al relato de la curación del endemoniado de Gerasa.
Cuando ya ha sucedido la curación, se acercan los lugareños para comprobar lo
sucedido: Salieron, pues, a ver lo ocurrido y, al presentarse donde estaba Jesús,
encontraron al hombre del que habían salido los demonios sentado a los pies de
Jesús, vestido y en su sano juicio; y se llenaron de miedo. El hombre, recuperada
su dignidad y su cordura, escucha la palabra de Cristo adoptando la posición del
discípulo ante el Maestro. Es lógico que, como consecuencia de este aprendizaje,
pidiera ir con él (v. 38), aunque Jesús no le admitió en su compañía, sino que lo
envió a dar testimonio entre los suyos, en su propio ambiente, donde el mismo
Jesús no fue admitido.
El segundo se halla en el discurso que san Pablo dirige al pueblo en Jerusalén
en plan autobiográfico. Dice: Yo soy judío. Nacido en Tarso de Cilicia, pero
educado en esta ciudad, instruido a los pies de Camaliel en la fiel observancia
de la ley de nuestros padres y lleno del celo de Dios, como ustedes que están hoy
reunidos. El discípulo aprende a los pies del maestro la doctrina, que después le
llevará a actuar de modo nuevo, lleno de celo de Dios.
Con esta doble referencia, se lee el texto de Le 10, 38-42 y se hace un
comentario: Se trata de la enseñanza de Jesús sobre la oración, viene seguido del
Padrenuestro. La actitud de María, que, sentada a los pies del Señor, escuchaba
su palabra (v.39) es típica del discípulo que inicia su camino junto al maestro.
Antes de cualquier acción o compromiso, es necesario permanecer a los pies del
Maestro, pendiente de sus palabras. Se entiende que hay más invitados, a quienes
Marta atiende afanosa en los muchos quehaceres del servicio. El contraste entre
la actividad de las dos hermanas es evidente y la sentencia final de Jesús es
contundente. Señala cómo en realidad una
Itinerarios formativos 335 Etapa filosófica

sola cosa es necesaria, la escucha de la palabra, aunque todas las otras cosas no dejan
de tener importancia, y por eso es la parte mejor, que nadie se la quitará. Con ello el
evangelista enseña que es necesario comenzar el discipulado por la seria y atenta
escucha de la Palabra, que es capaz de transformar el corazón del hombre hasta que
adquiera las actitudes del discípulo. Vale la pena señalar que entre los judíos del
tiempo de Jesús una mujer no podía ser discípulo de un rabino. Lucas presenta a Jesús
rompiendo esta costumbre, como muchas otras, para señalar que también las mujeres
y toda persona tiene la dignidad para ser discípulo del Señor.
Horario sugerido.
Hora Actividad Procedimiento
0:00 Cantos vocacionales significativos. Repartir las letras de los cantos.
0:15 Oración: la actitud discipular: Le 10, 38-42. Repartir el texto y su comentario.

0:35 Explicación de la meta. Presentar la meta en un cartel.


0:45 Recapitulación. Repartir las preguntas-Trabajo personal y
grupal.
1:30 Papel del prefecto y del director Explicación y dudas.
espiritual.
1:50 Momento de juego / descanso. Juegos preparados.
2:10 Paso metodológico "Atender a". Texto "Atención a". Personal-grupal-plenario.
3:00 Consignas. Dictar las consignas.
3:15 Devoción mariana: María, la discípula. La actitud de escucha discipular de María.
3:30 Fin del encuentro comunitario.

Consignas.
■ Compartir el proceso de cada uno a través del diálogo con los compañeros: ¿qué
estamos descubriendo en la etapa filosófica?
■ Hablar de nuestros hallazgos en las entrevistas de acompañamiento vocacional.
■ Tener el texto "Estar atento a" en un lugar visible y leerlo con frecuencia (pp. 333-
334).
Itinerarios formativos 336 Etapa filosófica

Γ de filosofía / Tercer encuentro comunitario


Jesucristo, el hombre libre
Meta. El alumno hace una valoración de lo que ha sido su caminar durante estos
meses en la etapa filosófica y se aproxima a la libertad de Jesús como valor fundamental
de su personalidad.
Recapitulación. Toma tu libreta y examina tus notas, en ellas se refleja el trabajo
realizado durante estos meses, y responde a las siguientes preguntas: ¿Cómo he hecho
para contemplar la madurez humana de Jesús? ¿Con qué instrumentos he contado? ¿Qué
es lo que más me lo ha dificultado? ¿Qué es lo que se me ha hecho más fácil? Durante
estos meses ¿qué ha significado para mí el "atender a"? ¿Qué he descubierto de mí
mismo, del curso, de Jesucristo? ¿Qué es lo que más me ha llamado la atención de la
madurez de Jesús al contemplarla en el evangelio de Marcos? ¿Cómo he realizado la
oración personal? ¿Qué uso le he dado a mi libreta? Ahora reúnete con otros tres
hermanos (grupos de cuatro) y comparte con ellos tus respuestas, preparando una
respuesta en común que pueda ayudar a los demás a enriquecerse con los recursos que
ellos han encontrado.
Jesús, hombre libre. Pautas para el estudio de textos (individual-grupal). La
personalidad de Jesús debió ¡mpactar fuertemente a sus contemporáneos. Una de sus
facetas fue, sin duda, la libertad con que actuaba, especialmente ante las normas
establecidas y los grupos de aquella sociedad que no siempre respetaban al hombre en su
integridad. Te proponemos un grupo de textos para que te acerques a ellos, intentando
responder a las siguientes cuestiones: a) Situación que se describe en el texto (¿Qué
pasa?), b) Rasgos de libertad en la conducta de Jesús, c) ¿Qué valor respalda su
actuación? d) ¿Hay una enseñanza para los discípulos y para la comunidad?
Pueden ser útiles estos textos: Me 7, 1-23: La pureza legal. Jn 4, 4-26: Encuentro con
la samaritana. Mt 5, 21-48: La nueva ley de Jesús. Mt 9, 9-13: Comida con publícanos.
Le 7, 36-50: Simón y la mujer pecadora. Le 19, 1-10: Encuentro con Zaqueo. Jn 8,2-11:
La mujer adúltera. Elige sólo dos textos para analizarlos. Procura hacer un trabajo
individual y profundo, con cierto carácter orante, abriéndote a la luz del Espíritu. En tus
respuestas procura expresarte con palabras que aparezcan en el texto mismo, evitando
por ahora dar tu propia opinión. Al terminar reúnete con los demás hermanos y comparte
tus respuestas, después intenta sacar con ellos alguna conclusión en relación con cada
una de las preguntas, para poner en común con todo el curso.
Jesús, hombre libre. Explicitación. Una lectura atenta del Evangelio descubre a
Jesús como un hombre sorprendentemente libre. No existe para él nada que le haga
claudicar de sus valores y del proyecto que tiene para su vida. Sabe lo que quiere y a
dónde va. Se ocupa de las cosas de su Padre (Le 2, 49). Aunque también aparece su
debilidad como hombre, se mantiene fiel a la voluntad de su Padre. Esta lucidez en su
proyecto de vida lo mantiene libre ante toda clase de personas, instituciones y
circunstancias. Todo queda relativizado ante lo que él llama "su alimento": la voluntad y
el designio de su Padre. Los grupos religiosos pugnan por el dominio: saduceos,
Itinerarios formativos 337 Etapa filosófica

escribas, fariseos, zeiotas... a ninguno de ellos se adhiere. Ante todos se mantiene


con una actitud abiertamente crítica:
■ Los fariseos. Es el grupo de mayor influencia. Todos les temen. Jesús se
enfrenta a ellos con toda energía. Rechaza su aparente justicia, fuente de su
prestigio y de su poder, por ser superficial y externa (Me 7, 18-23). Los acusa de
hacerla compatible con la mayor injusticia. No duda en llamarles "hipócritas",
denunciando que están limpios por fuera para ser vistos, pero vacíos por dentro,
en lo que se refiere a la misericordia, la justicia y la lealtad (Mt 23, 23).
■ Ante la autoridad civil. Dios es el único Señor (Mt 23, 8-10) y, aunque
Jesús paga el tributo del César, también reconoce que toda autoridad viene de
Dios. Para Jesús nada ni nadie está por encima del hombre. Se enfrenta a las
costumbres de los "grandes de las naciones" que tiranizan y oprimen a los
pueblos (Mt 20, 25), e invita a los suyos a transformar todo poder en humilde
servicio. Esto lo enseña con palabras y con su propio ejemplo, sirviendo siempre
y aceptando los títulos mesiánicos sólo hasta el momento de la cruz. Se muestra
señor de sí mismo, especialmente en el momento de la pasión, cuando se enfrenta
a los poderes de este mundo.
■ Su libertad es mayor ante el sistema religioso de Israel. Como un judío
devoto, Jesús cumple con las normas religiosas, pero las interpreta de tal modo
que no se somete ciegamente a ellas. Jesús llena de vida las instituciones
religiosas. En el cumplimiento de las tradiciones israelitas cultiva y expresa la
relación profunda con el Padre del Cielo y abre a sus discípulos el acceso al Padre.
El vino nuevo del Reino no puede ser contenido por los odres viejos de una
religión gastada (Mt 9, 17). Con él se inicia la etapa nueva de la presencia
definitiva de Dios. Esta actitud religiosa hará de él un personaje controvertido y
será lo que le lleve a la muerte, en una sociedad en la cual lo religioso ocupa el
centro.
■ Jesús cuestiona en particular la ley. La ley se imponía como un deber
absoluto, a través de múltiples preceptos que bajaban hasta los mínimos detalles.
Jesús rompe con esta creencia y obra seguro de sí mismo. No es un rebelde, sino
un intérprete del sentido radical de las exigencias de la ley. Propone su palabra
como una nueva ley, frente a aquella que ya se ha quedado antigua. La alternativa
que propone es el nacimiento de un hombre nuevo. Sus discípulos no podrán
contentarse ya con la justicia de los escribas y fariseos, deberán buscar una
justicia mayor (Mt 5, 20). Consiste en situarse en el horizonte del amor mismo de
Dios, que es perfecto y no discrimina a nadie (Mt 5, 45; Jn 13, 16.34), en hacer el
bien incluso a quien hace el mal o a los propios enemigos.
■ Cuestiona el culto. Apenas se había concluido la restauración del templo
de Jerusalén, consecuentemente era para el sistema religioso de Israel una época
de esplendor. Jesús, desde su libertad, relativiza el culto. Expulsa a los vende-
dores señalando el verdadero sentido de ese recinto (Jn 2, 13ss) consagrado a la
oración. Rechaza la ritualización del culto que no siempre responde a un corazón
sincero (Mt 7, 21). Relativiza los sacrificios que no siempre son
Itinerarios formativos 338 Etapa filosófica

expresión de la misericordia y el perdón (Mt 9, 13.12, 7). Establece el


nuevo culto de una vida fundada en el amor y el perdón (Mt 5, 23; Me
12, 33), en la solidaridad y en el humilde servicio. El encuentro con
Dios se dará en el corazón del hombre que le sirve en espíritu y en
verdad (Jn 4, 21s). Anuncia la destrucción de ese templo, señalando al
Templo de su cuerpo (Jn 2, 21-22) y a la comunidad cristiana como
verdadero templo de Dios.
Horario sugerido.
Hora Actividad Procedimiento
0:00 Cantos sobre la libertad Repartir las letras de los cantos.
0:15 Oración inicial con Gal 5,1. Reflexionando sobre la libertad del cristiano.
0:35 Explicación de la meta. Presentar la meta en un cartel.
0:45 Recapitulación. Repartir las preguntas Trabajo
personal y grupal.
1:30 Momento de juego / descanso. Explicación y dudas.
1:50 Tema: Jesús, el hombre libre. Trabajo personal-grupal-plenario sobre textos.
3:00 Consignas de profundización. Dictar las consignas.
3:15 Devoción mariana: Magníficat. Contemplar el magníficat como canto de libertad.

3:30 Fin del encuentro comunitario.

Consignas. Al contemplar a Jesús, hombre libre, surge la pregunta sobre tu


libertad como discípulo. Para ser libres nos ha liberado Cristo, recuerda san
Pablo. No vaya a ser que considerándonos discípulos del Señor volvamos a la
esclavitud (Gal 5, 1). Algunas pistas:
■ Para profundizar:
48) Realiza personalmente el estudio de todos los textos que se han
presentado, de manera que sistematices tu percepción de la libertad de Jesús.
49) Lleva a tu oración personal estos textos o las conclusiones que
obtengas de su estudio.
c) Dialoga con otras personas, especialmente en la entrevista
con los
formadores, sobre la libertad de Jesús.
■ Para profundizar en tu libertad:
50) Haz una lista de las esclavitudes que hoy impone la sociedad a las
personas.
51) ¿Observas que estas esclavitudes te afectan? ¿Cuáles? ¿En qué lo notas?
52) ¿Cómo se ilumina tu situación si intentas permanecer atento al
comportamiento de Jesús?
Itinerarios formativos 339 Etapa filosófica

Io de filosofía / Cuarto encuentro comunitario


La autotrascendencia en el amor
Meta. El alumno reflexiona sobre el significado de la autotrascendencia
como dinamismo de la libertad y ejercicio del amor teocéntrico al estilo de
Jesucristo, sabiendo que el discipulado es una llamada a la libertad para
trascenderse en el amor.
Recapitulación. Se presentan a los seminaristas dos preguntas para su
reflexión personal: En el proceso del itinerario ¿En qué punto me encuentro
ahora? ¿Qué significa para mí el término "autotrascendencia"? Con esta última
pregunta se pretende una aproximación intuitiva al tema que se va a tratar, con
ello se señala como un tema importante.
En equipos: Compartir la primera pregunta y tratar de establecer en qué punto
del itinerario se encuentra actualmente el grupo. Hacer un dibujo que ilustre la
respuesta del equipo. Después, compartir y sacar una única respuesta de la
segunda pregunta.
Plenario: Leer y meditar Gal 5, 13-14: Porque de hecho hermanos, han sido
llamados a la libertad; sólo que no tomen de esa libertad pretexto para vivir
según la carne; sírvanse por amor los unos a los otros. Pues toda la ley alcanza
plenitud en este solo precepto: Amarás a tu prójimo como a ti mismo. Responder
a las preguntas: ¿Qué quiere decir este texto? ¿Cuál es la relación que presenta
entre amor y libertad? Si queremos hacer referencia a la persona de Jesús ¿qué
relación hay entre él y lo que expresa este texto?
Contenido: Estar libres para el amor autotrascendente. Pistis y ágape, fe y
amor cristiano, están inseparablemente unidos al libre abandono receptivo del
hombre ante la actividad del Espíritu; la fe activa en el amor consiste en recibir
continuamente la actividad salvadora de Dios (cf. Gal 3, 5). Además esta fe, que
es una dócil y constante receptividad de la acción del Espíritu de Dios, se
convierte constantemente en el dinamismo en que se funda la esperanza (cf. Rm
15, 13). Así, la esencia de la vocación y de la existencia cristiana comporta un
componente motivacional fundamental: el cristiano está llamado a permitir la
acción del Espíritu en él, por medio de un consentimiento que afecta a su
libertad; más concretamente: la vida del cristiano se caracteriza por la libertad
de renunciar a parte de la propia libertad'para dejar que Dios ame en él como Él
quiere. No consiste en dejar de ser libre, al contrario, supone una mayor libertad,
la del que va más allá de sí mismo. La llamada del cristiano a la libertad para
amar (Gal 5, 13-14) tiene su fundamento en su libertad de dejarse amar por el
Espíritu, de no resistir al Espíritu; esta libertad es la condición necesaria para que
el hombre pueda abrazar y vivir activamente los valores autotrascendentes, que
lo comprometen en su libertady en su responsabilidad.
La vocación y la vida cristiana consisten en un consentir, un abandonarse
libre y activamente a lo que Dios ha hecho en Cristo y a lo que Él, ahora, hace en
nosotros por medio del Espíritu de Cristo: como el Padre me amó, Yo también los
he amado a ustedes (Jn 15, 9s); unido al mandamiento nuevo de Cristo ámense
como yo los he amado (Jn 13, 34). En esta perspectiva de renuncia a la propia
libertad, por el amor
Itinerarios formativos 340 Etapa filosófica
autotrascendente, la vocación cristiana implica seguir las huellas de Cristo, que se
"vació" por amor (Flp 2, 5s), y realizar en nosotros cuanto Pablo dice de sí
mismo: no soy yo quien vive, es Cristo quien vive en mí{Ca\ 2,20); el cristiano
debe permitir que la actividad de Cristo se expanda en su propia actividad, así,
mientras ésta es totalmente la actividad del Espíritu de Cristo, también es
verdaderamente su propia actividad mediante un "sí" continuo de su libertad. Es
cierto, que la vocación cristiana es un don gratuito de Dios, pero también es
verdad que este don está condicionado por la disposición de la voluntad de quien
lo recibe para conservarlo: esta condición permanente de la gracia está siempre
expuesta a la libertad del hombre (K. Rahner, Investigaciones Teológicas, VI, p.
228). Por tanto, como dijimos, la vocación cristiana es un don de Dios y una
conquista del hombre. (Cf. Rulla, L M., Antropología de la Vocación Cristiana,
Ed. Atenas, Madrid, 1990, pp. 243-246).
Definir la libertad cristiana por la capacidad de receptividad no implica dejar
al hombre en la pasividad. Al contrario, se trata de una libertad activa, y no sólo
activa, sino pro-activa. La pro-actividad significa que no sólo colabora con el
don de la gracia, sino que se convierte en testigo personal de lo que ese don
produce en la vida del hombre, porque él es el primero que ve su propia vida
transformada por el Espíritu.
Entonces podemos ver la vocación cristiana como "el don de la libertad
humana". Una de las características esenciales de la antropología de la vocación
cristiana reside en la capacidad de una persona de disponer plenamente de sí
misma hasta autodonar-se enteramente. Por esto, hablando de la vocación
religiosa, Juan Pablo II puede decir: La vocación religiosa es fruto de la libertad
de Espíritu suscitada por Cristo, de la cual surge la disponibilidad de la
donación total a Dios (10-nov-1978). La vocación cristiana representa la
expresión más alta de la libertad, y como tal, el testimonio más convincente de la
trascendencia.
Cuanto hemos dicho, se puede sintetizar en el cántico de entrega de san
Ignacio de Loyola (EE. 234): Toma, Señor y recibe toda mi libertad, mi
memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y mi poseer; tú me
lo diste, a ti Señor te lo devuelvo, todo es tuyo, dispon según tu voluntad, dame
tu amor y tu gracia, que ésta me basta. No se trata de una petición, sino de un
cántico de entrega, una oblación hecha activa y libremente por el hombre, para
una donación, que es fruto de la libertad y que implica a toda su persona
(memoria, inteligencia, etc.).
Así, la vocación cristiana no es sólo una llamada para la autotrascendencia
del amor, en el sentido de una autotrascendencia que ama, sino para la
autotrascendencia que se deja amar, llamada a la donación total de nuestra
libertad, como Jesús lo hizo al Padre por nosotros. El ejercicio de la libertad es el
presupuesto del amor y la condición para poder "perderse" en la
autotrascendencia del amor del ágape; para "amar como Cristo nos amó" y para
hacer siempre y con amor la voluntad del Padre.
Para el hombre la libertad es ontológica y teológica; esto es cierto para el
cristiano, en cuanto que en Cristo recupera su libertad para amar. En palabras del
Concilio: la verdadera libertad... es en el hombre un signo privilegiado de la
imagen divina {CS
Itinerarios formativos 341 Etapa filosófica

17). En esta línea Balthasar (1981) escribe: el único acto con el cual un hombre
puede corresponder al Dios que se revela, es el de la disponibilidad ilimitada.
Esto es la unidad de la fe, esperanza y amor, y es también, el sí que Dios exige
cuando quiere servirse de un creyente según sus planes divinos... sólo este sí,
de ilimitada disponibilidad, es la arcilla con la que Dios puede dar forma a
algo; sólo ésta tiene fuerza redentora, en la gracia de Cristo, corredentora.
La libertad del cristiano no consiste sólo la capacidad psíquica para una
elección, sino en la posibilidad de realizarse escogiendo aquello que tiene un
significado para su vida, escogiendo los significados derivados de los valores
trascendentes realizados por Cristo, es decir, la auto-trascendencia. El yo del
hombre ha sido creado para vivir en orden a significados, a valores que lo
trascienden. Con Weigel (1960) se puede decir, que un uso de la libertad que
sea inconsistente con dicha estructura y orientación, no es una afirmación, sino
una negación de sí mismo; por tanto seria una manifestación de la libertad,
pero no su verdadero fruto; no es uso, sino un abuso de libertad.
La libertad del cristiano no comporta sólo una disponibilidad programada o
preconcebida para alguna actividad específica para el Reino; sino una
disponibilidad no programada, abierta a la novedad sorprendente de Dios. Pues
una disponibilidad programada, aunque sólo lo sea en la imaginación, no es
verdadera disponibilidad, ya que así la persona no se abandona activamente a
la voluntad del Padre, como Cristo hizo (Flp 2,5ss); es sólo una disponibilidad
como la de Cristo, que es una disponibilidad no programada, la que, por su
naturaleza, no comporta las limitaciones y las reservas propias de una idea
preconcebida, incluidas las que se refieren a cómo vivir o morir, a la salud o la
enfermedad, a la riqueza y la pobreza, etc. Esta es la libertad de María, libre de
mancha de búsqueda de sí misma, libre para hacer totalmente la voluntad de
Dios y para encontrar en esto la realización del amor perfecto. María, a los pies
de la cruz, acepta el absurdo de que el Hijo sufra por su madre y no al
contrario, como cualquier madre desearía. María dice "sí" para dejar hacer,
para dejarse amar como el Hijo quiere.
Horario sugerido.
Hora Actividad Procedimiento
0:00 Explicación de la meta. Presentar la meta en un cartel.
0:10 Recapitulación Cuestionario correspondiente.
1:00 Oración: el uso de la libertad: Gal La oración cierra la recapitulación.
5, 13-14.
1:30 Papel del prefecto y del director Explicación y dudas.
espiritual.
1:50 Momento de juego / descanso. Juegos preparados.
2:10 El amor autotrascendente. Texto. Personal-grupal-plenario.
3:00 Consignas. Dictar las consignas.
3:15 Devoción mariana: el sí de María. María que se trasciende.
3:30 Fin del encuentro comunitario.

Consignas.
■ Hacer un intento serio por vivir durante el mes una dinámica
autotrascenden-
Itinerarios formativos 342 Etapa filosófica

te, es decir, de entrega voluntaria a la voluntad de Dios, más allá de los


límites de lo programado y contemplando los ejemplos de
autotrascendencia de Cristo y de María. Para ello te pueden servir algunos
ejercicios:
■ Permanecer disponible ante las necesidades de los demás, especialmente
de la comunidad del seminario, aunque puedan parecer inoportunos, o rompan el
programa que tenías establecido previamente.
■ Cultivar actitudes de entrega más radical en tus obligaciones de cada
día, en las que sea notable la gratuidad y la convicción.
■ Acudir con mayor prontitud a las necesidades de tu familia, en los
tiempos en los cuales tienes la oportunidad de estar con ellos, de modo que te
muestres como persona que ama y sirve, y no como quien espera ser servido.
■ Llevar el análisis de tu propia actitud autotrascendente al diálogo con los
formadores. Continuar trabajando por escrito, con tu libreta.
Itinerarios formativos 343 Etapa filosófica

Γ de filosofía / Quinto encuentro comunitario


Jesús, hombre para los demás
Meta. El alumno verifica su comprensión del concepto de autotrascendencia y
profundiza en el conocimiento de la personalidad de Jesús.
Oración inicial. Comenzar con una breve invocación al Espíritu Santo. Leer cada
uno de estos textos, por sendos lectores, advirtiendo a los participantes que se trata de
textos del nuevo Testamento que describen el recuerdo que la Iglesia tenía de Cristo en
su vida terrena: Flp 2, 5-11; 1 Pe 2, 22-25; 1 Tim 1, 15-17. Terminar cantando un himno
cristológico.
Recapitulación. Forma un grupo de trabajo con cuatro de los hermanos.
53) Dialoguen durante unos minutos sobre el concepto de autotrascendencia. ¿En qué
consiste? ¿Cómo vive una persona que opta por valores egotrascendentes? ¿Cómo vive,
por el contrario, una persona que no cultiva la autotrascendencia?
54) Preparen juntos una representación que ilustre el concepto de autotrascendencia
que hemos estudiado en el cuarto viernes comunitario.
55) Ensayen bien la representación y añádanle efectos teatrales: ruidos, música de
fondo, etc.
Contenido: Jesús, un hombre para los demás.
Pautas para el estudio de textos (individual-grupal): Intentamos ahora permanecer
atentos a la personalidad de Jesús como servidor. Para ello vamos a analizar algunos
textos evangélicos que lo retratan en esta actitud: Le 10, 25-37: El buen samaritano. Mt
25, 31-46: El juicio definitivo. Mt 20, 20-28: Servir y dar la vida con Jesús. Mt 18, 1-14:
La atención a los más pequeños. Me 8, 1-10: Segunda multiplicación de los panes. Jn
13,1-15: El lavatorio de los pies. Pueden ser útiles las siguientes preguntas:

56) Situación que se describe en el texto (¿Qué pasa?)


57) Rasgos del servicio de Jesús.
58) ¿Existe alguna declaración o enseñanza de su parte?
59) ¿Hay un contraste con otras actitudes opuestas al servicio?
Elige sólo un texto para analizar. Procura hacer un trabajo individual profundo, con
cierto carácter orante, abriéndote a la luz del Espíritu. En tus respuestas procura
expresarte con palabras que aparezcan en el texto mismo, evitando por ahora dar tu
propia opinión. Al terminar reúnete con los demás hermanos y comparte tus respuestas,
después intenta sacar con ellos alguna conclusión en relación con cada una de las
preguntas, para poner en común con todo el curso.
Jesús, hombre para los demás. Explicitación.
Se puede comenzar con el texto del documento de Puebla, que en el n. 190 dice:
"Jesús de Nazaret nació y vivió pobre en medio de su pueblo Israel, se compadeció de
las multitudes e hizo el bien a todos. Ese pueblo agobiado por el pecado y el dolor,
Itinerarios formativos 344 Etapa filosófica

esperaba la liberación que él les promete (Mt 1, 21). En medio de él, Jesús
anuncia: Se ha cumplido el tiempo. El Reino de Dios está cercano, conviértanse y
crean en el evangelio (Me i, 15). Jesús, ungido por el Espíritu Santo para
anunciar el evangelio a los pobres, para proclamar la libertad a los cautivos, la
recuperación de la vista a los ciegos y la liberación a los oprimidos, nos ha
entregado en las Bienaventuranzas y el sermón de la montaña la gran
proclamación de la nueva ley del reino de Dios".
El servicio es uno de los ejes existenciales en la vida de Jesús. Toda su vida
está consagrada a los demás. Para definir su modo de estar entre los hombres y el
modo como deberán estar sus discípulos, dice: el hijo del hombre no ha venido
para que le sirvan, sino para servir (Me 10, 45). Su forma de vivir, sin tener
dónde reclinar la cabeza (Mt 8, 20), da testimonio de su total disponibilidad para
anunciar la buena noticia a los hombres.
No acepta el éxito como forma de su vida ni como instrumento para hacer
prosperar su causa. Cuando lo quieren hacer rey, rechaza esta pretensión
profundizando en su relación orante con el Padre (Jn 6, 15). Más bien, adopta
para sí mismo la figura del siervo, que da su vida por muchos, anunciada por el
profeta Isaías. Invita a sus discípulos a un servicio incondicional y radical a favor
de los demás: Tuve hambre, y me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de
beber; era un extraño, y me hospedaron; estaba desnudo, y me vistieron;
enfermo, y me visitaron; en la cárcel, y fueron a verme (Mt 25, 35-36). Su solo
testimonio es la mejor razón para seguirlo y adoptar su modo de vida
caracterizado por el servicio.
Dentro de esta vocación de servicio a los demás, Jesús manifiesta una
cercanía y una disponibilidad especial ante los más necesitados. Acepta en su
compañía a los que en el ambiente religioso judío eran excluidos por su
condición o por su comportamiento moral. Esto le valió el título de amigo de
publícanos y pecadores. No porque tolerara que vivieran de cualquier manera,
sino porque Jesús se acercaba a los hombres devolviéndoles la posibilidad de
ocupar un puesto en el pueblo de Dios. Con mucha frecuencia dice a las personas
con las que se encuentra no vuelvas a pecar (Jn 8, 11), invitándolos a una nueva
vida. Se acerca a todos ellos en una actitud positiva y abierta:
■ Come con ellos y les hace descubrir que también son invitados a las bodas
del Reino de los cielos (Mt 8, 10-11; Le 14, 16-24).
■ Los acepta en su auditorio (Le 15, 1-2), los protege y defiende
enérgicamente ante el escándalo que los pueda dañar (Me 9, 42; Mt 18, 10-14).
■ Los perdona sin echarles en cara sus pecados (Jn 8, 3-11).
■ Pasa por alto si su condición de "impuros" puede llegar a mancharlo. Al
contrario, se acerca a su impureza y la transforma en algo mejor (Le 7, 39; Me
1,41; Me 5, 25-34).
■ Restituye en ellos la esperanza, presentándoles la imagen de Dios Padre,
que los espera, los busca y se alegra con su vuelta a casa (Le 15, 4-32).
Itinerarios formativos 345 Etapa filosófica

Con estas actitudes Jesús muestra que todos tienen un lugar en el Reino de Dios y
anuncia una fraternidad universal sin fronteras ni límites. Incluye siempre a los demás,
aunque piensen diferente. Desde este sentido del valor incondicional de las personas,
se entiende su consigna de amar a los enemigos y hacer el bien a los que nos odian.
Pero sobre todo hizo creíble su mensaje con sus propias actitudes de perdón y de amor
universal en el momento de la cruz. Perdona a quienes lo torturan, ora por quienes lo
persiguen, salva a sus mismos compañeros de suplicio.
Jesús quiso señalar de una manera muy clara este carácter servicial de su vida du-
rante la última cena. El episodio del lavatorio de los pies es como una representación
de su vida entregada siempre al servicio y de su perdón incondicional. La consigna
para los discípulos es bien clara: hacer entre ellos lo mismo. Este gesto de Jesús,
puesto al servicio, sirviendo a la mesa, parece que fue característico en su manera de
participar en las comidas. Aparece nuevamente en Jn 21, 9-14. Los discípulos recono-
cen al Señor resucitado, y nadie duda que sea él, no por su aspecto físico, sino por sus
actitudes de servicio y de perdón. Para los judíos admitir a alguien a la mesa común es
admitirlo a la amistad para siempre. Al servirles Jesús, los está readmitiendo a la
comunión con él, sin un solo reproche por su traición en el momento de la cruz.
El camino discipular es así un camino de servicio. A imitación del Maestro somos
llamados a servir y a hacernos cada día más sensibles a las necesidades del prójimo
para ofrecer la buena noticia de que todos están incluidos en el Reino de Dios. Con-
viene por eso estar atentos a las necesidades de los demás. Ellas son mediación clara
de la llamada de Dios en nuestra vida.
Horario sugerido.
Hora Actividad Procedimiento
0:00 Explicación de la meta. Presentar la meta en un cartel.
0:10 Oración: Utilizar textos e himno cristológico.
Flp 2, 5-11; 1 Pe 2, 22-25; 1 Tm 1,15-17.
0:30 Recapitulación. Preparación y ejecución de representaciones.
1:45 Descanso.
2:00 Jesús, hombre para los demás. Estudio individual, grupal y plenario.
3:10 Consignas. Dictar las consignas.
3:15 Devoción mariana: María servidora. La actitud de María puesta al servicio.
3:30 Fin del encuentro comunitario.

Consignas.
■ Intenta asumir actitudes más radicales y a la vez espontáneas de servicio, tanto
en el Seminario como en el apostolado.
■ La identificación con Jesús siervo debe llegar a ser existencial comprometiendo
tu modo de pensar y sentir, haciendo de ti una persona decididamente dedicada al
servicio. Reflexiona durante este mes en torno a la actitud de servicio e intenta criticar
tus propias actitudes.
■ Anota con cuidado los rasgos contrarios al auténtico servicio que descubres en
tu comportamiento y compártelos con los formadores en las entrevistas.
Itinerarios formativos 346 Etapa filosófica

Io de filosofía / Sexto encuentro comunitario


Jesús, fiel a la voluntad del Padre
Meta. El alumno reflexiona sobre la autotrascendencia como un compromiso
amoroso y continúa profundizando en el conocimiento de la persona de Jesús.
Recapitulación. Queremos retomar la dinámica fundamental del itinerario de
primero de filosofía. El proceso se ha caracterizado con la actitud de permanecer
atento, presentada en el 2° encuentro comunitario. Esta actitud se relaciona
dinámicamente con el concepto de autotrascendencia que se introdujo en el 4°
encuentro comunitario. Para ello, se reparte a cada seminarista esta pregunta,
pidiéndole que intente profundizar en su respuesta:
■ ¿Cómo piensas que se relaciona la actitud de "permanecer atento a..." y
el carácter autotrascendente de la vocación discipular?
Los seminaristas, que ya están familiarizados con los términos, comparten en
grupos de tres y después ponen en común sus respuestas en un plenario. Los
formadores intentan rescatar el pensamiento expresado y puntualizan que el
objeto de la atención a viene matizado por el amor, constituyendo un objeto
amoroso. Así, no se trata sólo de imitar los ejemplos de Cristo, sino de unirse a él
y a su Padre de un modo profundo. Por eso le llamamos "autotrascendencia en el
amor" a este estilo de vida. Elegir a Dios y a Cristo como objeto amoroso
significa mantener la actitud atenta y amorosa ante sus mediaciones, es decir,
ante la realidad cósmica y humana que es como el reflejo y el signo de su
presencia. Pero a la vez significa no sólo intentar amarlo, sino dejarse amar por
él, también a través de sus mediaciones.
Contenido: Jesús, fiel a la voluntad del Padre.
Lee con atención el siguiente texto. Tómate suficiente tiempo como para
consultar en tu Biblia las citas que aparecen. Después responde a las preguntas
que vienen al final. Las actitudes y el comportamiento de Jesús, que hasta ahora
hemos analizado, encuentran su origen y su explicación en su interioridad, tan
profundamente abierta al misterio de Dios, que estaba en grado de poder llamar a
Dios Padre. Jesús lo hace no como se aplicaba este término en el ambiente judío
o en las otras religiones, en las que siempre existió un padre de los dioses, sino
con una fórmula entrañable, extraída del lenguaje de la familia y de los niños:
Abba. La expresión es conservada en la lengua original por el evangelista (Cf.
Me 14, 36) pero a la vez es aplicada por san Pablo a la comunidad cristiana,
señalando este tipo de relación con Dios como un verdadero camino de fe (Cf.
Rm 8,15; Gal 4, 6).
La expresión equivale a nuestro "papá", o aún mejor, "papito". Nadie se había
atrevido a llamar así a Dios. Con este modo de hablar, Jesús expresaba una
proximidad, libertad, amistad y espontaneidad con Dios sin precedentes. Hay que
considerar que, aunque Jesús se dirige a su Padre con la conciencia de ser Hijo de
Dios, fue creciendo humanamente en la conciencia de sí a través de su personal
camino ascético y de su vida orante. Muchas veces se le describe orando, y sobre
todo, en el momento final de la muerte, continúa dirigiéndose entrañablemente a
Dios, de modo que se
Itinerarios formativos 347 Etapa filosófica

adivina un hábito cultivado de relación con el Padre.


Jesús llegó así, a través de esta profunda relación con su Padre, a una
conciencia singular de ser el Hijo y el enviado. Es el enviado del Padre para
manifestar el único y verdadero rostro de Dios. Esta conciencia llega al punto de
considerarse una sola realidad con Dios: El Padre y yo somos uno mismo (Jn 10,
30). El que me ha visto a mí ha visto al Padre (Jn 14, 9). Jesús es, por
consiguiente, el rostro humano de Dios. Hay que poner atención a lo que
decimos: es rostro de Dios en sus actitudes humanas, en los rasgos de su
personalidad, en su comportamiento como persona y en relación con los demás. A
través de su persona, de su vida, de sus palabras y obras, el Padre habla, actúa y se
hace presente. Por eso la Teología dice que Jesús es el sacramento del Padre, el
primer sacramento.
Es llamativo que Jesús no aparece en los evangelios como sacerdote. No
nació de una familia sacerdotal ni ejerció un oficio sacerdotal en el culto al estilo
judío. Mucho menos fue sacerdote al estilo pagano. Sin embargo, sus actitudes y
el tipo de relación que establece con su Padre le llevaron a realizar gestos propia
y específicamente sacerdotales. El culmen de este comportamiento será la última
cena, en ella entrega su cuerpo y derrama su sangre por la salvación de todos
{Me 14, 24). Ejerce las funciones del padre de familia en la liturgia doméstica. La
sola presentación del cuerpo y la sangre por separado, en el contexto de la
Pascua, en que se realizaban tantos sacrificios, es una referencia al culto. Pero a
la vez es un sacrificio por todos, es decir, con sentido expiatorio. Aquí adopta la
postura del sacerdote que ofrece el sacrificio, y además ocupa el lugar de la
víctima que es ofrecida.
Estas actitudes propiamente sacerdotales, que señalan hacia su sacrificio en la
cruz, se adelantan en su conducta. Muy notoriamente, en la purificación del
templo (Me 11, 15-19), y en todos esos momentos en los que Jesús actúa en el
espacio sagrado como en su propia casa (Cf. Le 2, 46; Jn 7, 14; Le 22, 53) pero
sobre todo en su vida ordinaria, que constituye un culto verdadero a Dios, culto
vivo, en espíritu y en verdad (Jn
60) 23). Su comportamiento nos muestra así un nuevo modo de ser
sacerdotes. La carta a los Hebreos hace una amplia reflexión sobre el sentido del
sacerdocio de Jesús (Hb
61) 11-10, 39) que consagran toda su vida.
Jesús expresó su experiencia como Hijo de Dios en la práctica por su entrega
total a la voluntad del Padre. Con esta actitud nos da a entender la importancia
que este saberse Hijo tenía en su propia personalidad, porque da a Dios una
primacía absoluta. Su conciencia de Hijo, pese a usar una expresión infantil, no
implica una actitud infantil ante Dios. Todo lo contrario, va unida siempre a una
actitud de compromiso efectivo y real con la causa de Dios, con los hombres y el
mundo. La autenticidad de tal sentido de vida puede verificarse en el
comportamiento de Jesús, en sus obras (Jn 5, 36; 7, 17-18). El primer
mandamiento de la ley antigua consiste en amar a Dios. Jesús lo completa
dándole una dimensión de concreción: amor a Dios y amor al hermano (Cf. Mt 5,
43-48; 22, 34-40). También reclama para los hombres una relación de fraternidad
basada en la paternidad universal de Dios: ustedes todos son hermanos... uno
sólo es su Padre del cielo (Mt 23, 8s.).
Itinerarios formativos 348 Etapa filosófica

Otro rasgo de la experiencia filial de Jesús es la posesión del Espíritu. Jesús


se manifiesta como el auténtico santuario o templo donde el Espíritu Santo
habita. La profecía de la destrucción del templo señala hacia su propio cuerpo
como verdadero Templo de Dios. De este modo que el sacerdocio queda
reinterpretado a partir de su experiencia espiritual. Ya no es sacerdote quien
ofrece sacrificios, sino quien se ofrece a sí mismo, llegando a ser como canal y
guía de la salvación que procede de Dios. La finalidad típica del sacerdocio,
agradar a Dios, es también reinterpretada: ya no le agrada con sacrificios, sino
con toda la vida y su corazón abierto a Dios que llega a la más profunda y
radical intimidad. La víctima a su vez se reinterpreta: al ofrecerse a sí mismo
como víctima, resume su existencia como don total de sí.
La muerte de Jesús será la prueba más clara de su compromiso, el punto
final al que le llevó, de manera consecuente, su experiencia de filiación. Ante
el aparente abandono de Dios, Jesús sigue aceptando a su Padre y entregándose
en sus manos. Jesús ha muerto creyendo y amando a su Padre.
62) Para Jesús su "alimento" es hacer la voluntad del Padre. ¿Cómo se puede
traducir esa experiencia en tu vida cristiana actual?
63) Jesús reinterpreta el concepto "sacerdocio". ¿En qué actitudes concretas
puedes vivir ya como seminarista las actitudes sacerdotales de Jesús?
64) Nos hemos acercado a la personalidad humana de Jesús. ¿En qué sentido
cuestiona o enriquece tu vocación?
Después de contestar a las preguntas, forma un grupo de 3 o 4 hermanos, y
comparte con ellos las exigencias humanas que el estilo sacerdotal de Jesús te
plantea.
Horario sugerido.
Hora Actividad Procedimiento
0:00 Cantos vocacionales significativos. Repartir las letras de los cantos.
0:15 Oración: Jesús, el Hijo: Repartir el texto y su comentario.
Hb. 9, 11-4. 10,19-25.
0:35 Explicación de la meta. Presentar la meta en un cartel.
0:45 Recapitulación. Repartir las preguntas-Trabajo personal y
grupal.
1:50 Momento de juego / descanso. Juegos preparados.
2:10 Jesús, fiel a la voluntad del Padre. Lectura, trabajo por grupos y plenario.
3:00 Consignas. Dictar las consignas.
3:15 Viacrucis. Contemplar a Jesús, unido a su Padre.
3:30 Fin del encuentro comunitario.

Consignas.
■ Durante este mes intenta subrayar lo más posible las actitudes de unión
con el Padre, así como Jesús vive unido con su Padre, recordando que éste es el
núcleo de la vida espiritual.
■ Dialoga con otras personas acerca de la interpretación del sacerdocio de
Jesús. Pregúntate: ¿Qué consecuencias tiene este modo de entender el sacerdocio
para los sacerdotes actuales?
Itinerarios formativos 349 Etapa filosófica

Io de filosofía / Séptimo encuentro comunitario


María en la vida discipular
Meta. El alumno acepta la presencia de María en su vida como Madre y
modelo discipular y se dispone para evaluar con sinceridad este primer curso que
está concluyendo.
Recapitulación: Evaluando el curso. Queremos darle toda la seriedad a la
dinámica de evaluar. Por ello, la recapitulación se propone para hacerla durante
todo el mes, aprovechando las entrevistas con el prefecto y el director espiritual.
Para ello, se les presenta despacio a los seminaristas el siguiente formato, dando
oportunidad para que aclaren sus dudas. Los seminaristas deberán presentar la
evaluación por escrito y dialogarla con los formadores antes del último encuentro
comunitario.
Etapa filosófica. Evaluación de fin de curso / Primer año.
El ingreso a la etapa filosófica representa un conjunto muy grande de
cambios, por ello es determinante para vivir con una perspectiva adecuada el
tiempo que queda a la formación sacerdotal. Este año fuiste introducido al
camino del "discipulado", para iniciarte en la experiencia de "estar con
Jesucristo" (Me 3, 13). Este curso ha sido regido por la contemplación de la
máxima expresión de la madurez humana, es decir, "el hombre revelado por
Jesucristo", para lo cual nos hemos valido de la contemplación de la persona de
Jesucristo como hombre perfecto, modelo de hombre que vive su existencia
como respuesta a la llamada a la libertad para trascenderse en el amor (imagen
fuerza), desde la perspectiva de Me 8,27-33.
Además, se ha impulsado el trabajo personal y comunitario para formarse en
un verdadero espíritu de oración a través de la contemplación atenta de los
valores que rigen la vida de Jesús y se expresan tanto en sus actitudes como en
sus actos. La propuesta pedagógica de este año ha consistido en ejercitarse en la
capacidad de poner "atención a" Jesús, mi Maestro, a mi realidad personal y a la
realidad de mi entorno.
Teniendo en cuenta lo que se acaba de expresar, evalúa tu proceso de
formación y crecimiento después de un año en la etapa filosófica:
65) ¿Te consideras discípulo del Señor? ¿Cuáles son los indicadores que
sustentan tu respuesta?
66) Describe, al menos en cinco pasos, el avance que has tenido en tu camino
como discípulo en este primer año.
67) ¿Consideras haber adquirido la capacidad de mirar atentamente a Jesús
como el ideal de la madurez humana? ¿Cuáles son los indicadores que sustentan tu
respuesta?
68) Después de este año ¿ha cambiado tu relación personal con la Palabra de
Dios? ¿En qué lo notas? De todos los textos que has leído y reflexionado en el
Itinerarios formativos 350 Etapa filosófica

Evangelio de Marcos durante este curso ¿cuál es el que te ha sido más


significativo?, ¿por qué?
69) ¿Has caminado hacia algunos comportamientos novedosos en la línea del
amor y la autotrascendencia? ¿Cuáles?
70) ¿Cuál consideras que ha sido tu avance más significativo en cada
dimensión de la formación? A saber: dimensión espiritual-carismática, dimensión
humana-personal, dimensión humana-comunitaria, dimensión académica-laboral,
dimensión apostólica, dimensión del proyecto.
71) ¿Cuáles son los retos que se te presentan para el siguiente curso escolar en
cada una de las mencionadas dimensiones?
h) ¿Cómo calificas tu asistencia a las entrevistas con el prefecto y el director
espiritual y tu aprovechamiento de las mismas? ¿Por qué?
i) ¿Ha sido útil tener una libreta para hacer tus anotaciones correspondientes
al itinerario? ¿Cómo has utilizado tu libreta?
Contenido: María en la vida discipular.
Durante el presente curso escolar se ha intentado introducir a los seminaristas
en la vida discipular. Parece oportuna una catequesis sobre el valor y sentido de
la presencia de María en la vida que han emprendido. Para ello partimos de tres
datos fundamentales:
■ El dato antropológico: La importancia de la mujer en la vida personal y
espiritual. El referente femenino es esencial en nuestra vida. Un elemento que
está íntimamente presente en la elaboración de la identidad personal y de la vida
misma. La continua presencia de María, de nuestras madres y en general de las
mujeres tiene así un valor trascendente.
■ El dato tradicional: María fue entregada al discípulo como Madre (Jn
19, 25-27) y él la recibió como parte de su vida. Es voluntad del Señor que María
sea un referente en la vida discipular y vocacional.
■ El dato bíblico: Si hacemos un examen de todos los textos del Nuevo
Testamento en los que aparece María, podemos con toda seguridad presentarla
como modelo de la vida discipular.
Estos tres datos brotan de la vida misma de Jesús, fueron experimentados por
sus discípulos y nos muestran una parte importante de la vida espiritual. La
devoción mariana se puede expresar de muchas maneras, dependiendo de las
diversas culturas y sensibilidades. Especialmente uniendo la devoción mariana a
los momentos de meditación personal o de oración comunitaria, de modo que se
establezca un vínculo entre el contenido de la oración y la invocación de María.
Pero lo más importante es la vinculación personal con ella, como modelo y
referente necesario de la vida discipular.
Como seminarista tienes varias referencias significativas de devoción
mariana: a)
Itinerarios formativos 351 Etapa filosófica

Las devociones que se cultivaban en tu familia y probablemente aprendiste


desde la infancia, b) Las devociones que se practican en el Seminario, c) Las
devociones que están presentes en la vida del Pueblo de Dios, del cual
aprendes la entrañable vinculación con María. Hay que advertir que la unión
con María tendrá una gran importancia en la vida sacerdotal.
Horario sugerido.
Hora Actividad Procedimiento
0:00 Oración al Espíritu Santo. Alguna oración al Espíritu Santo.
0:10 Explicación de la meta. Presentar la meta en un cartel.
0:20 Recapitulación: esquema para Presentar el esquema y aclarar dudas.
evaluación.
0:50 Momento largo de juegos y convivencia. Juegos preparados.
1:20 Descanso
1:30 María en la vida discipular. Explicación y reflexión.
3:00 Consignas: el fin de curso. Subrayar el modo de vivir el fin de curso.
3:00 Devoción mariana: Jn 19, 25-27. María en la vida discipular.
3:30 Fin del encuentro comunitario.

Consignas.
■ Continuar trabajando asiduamente en la actitud de "estar atento a..." hasta
el último día del curso, sabiendo que lo que se propone no es un mero ejercicio,
sino una actitud de vida, que deberá permanecer ya como parte de tu personalidad
en el futuro.
■ Elaborar despacio la evaluación del curso, mediando una reflexión
reposada y compartirla en las entrevistas con los formadores antes del octavo y
último encuentro comunitario.
Itinerarios formativos 352 Etapa filosófica

1° de filosofía / Octavo encuentro comunitario


Cierre del primer año de filosofía
Meta. El alumno expresa una visión gozosa del camino que ha recorrido y
puede ver con esperanza el siguiente momento de la formación.
Recapitulación. Intentamos recoger el trabajo de todo el año por medio de
las siguientes preguntas. Algunas de ellas forman parte de la evaluación que se ha
repartido en el séptimo encuentro comunitario y ya han sido compartidas en las
entrevistas.
■ ¿Cuál es el objetivo del itinerario para el primer año de filosofía?
■ Describe, al menos en cinco pasos, el avance que has tenido en tu camino
como discípulo en el primer año de filosofía.
■ ¿Ha cambiado tu relación con Jesús y con el evangelio durante el presente
curso escolar? ¿En qué lo notas?
■ ¿Han cambiado tus inquietudes vocacionales a partir de tu relación con
Jesús? ¿Se ha matizado tu ideal vocacional?
■ De todos los textos que has leído y reflexionado en el Evangelio de
Marcos durante este curso ¿cuál es el que te gusta más? ¿Por qué?
Contenido: "Maestro, ¿dónde vives? Vengan y verán" (Jn 1, 38).
La juventud es una etapa hermosa de la vida en la cual la búsqueda es una
actitud y una actividad importante. El joven busca su identidad, busca construir
un proyecto de vida, busca encontrar su vocación, busca servir, busca dónde
crecer, busca amar, busca... busca... busca... Entonces no es de extrañar que miles
de interrogantes surjan en el corazón de los jóvenes, ni que su espíritu inquieto
busque respuestas en quienes lo rodean.
Desde la perspectiva anterior, podemos reconocer la sincera búsqueda que
realizamos de Jesús durante la etapa filosófica, ese amigo cercano y amoroso en
quien confiar y a quien queremos conocer de verdad.
Es entonces cuando la pregunta que hacen los discípulos de Juan a Jesús
"Maestro, ¿dónde vives?", toma un sentido vital. Detrás de ella no hay otra cosa
que un espíritu de jóvenes ansiosos por saber dónde encontrar al Señor y el
reconocimiento implícito de que no podemos buscar solos: necesitamos de otros,
pero fundamentalmente, necesitamos del mismo Señor Jesús para buscarlo a Él.
En su admirable pedagogía, Jesús reconoce que tras esta pregunta hay una
disposición entera a buscar. Nadie busca si no está dispuesto a emprender un
camino. Entonces viene la invitación, el llamado: "Vengan y verán". Jesús, a
quien el joven ama y busca, será su compañero de camino; con Él recorrerá los
senderos de la vida descubriendo cada lugar donde se hace presente e ilumina la
vida, donde habita amorosamente...
La etapa filosófica es la etapa juvenil del Seminario. Todo el contenido de los
estu-
Itinerarios formativos 353 Etapa
filosófica

dios plantea preguntas importantes sobre Dios, sobre el hombre y sobre el mundo,
preguntas que tiene un gran valor responder porque te ofrecen una visión de la
realidad y te sugieren un modo de relacionarte con ella. Juventud y filosofía juntas
construyen un espíritu de búsqueda, una sorprendente capacidad de idealismo, una
oportunidad para el diálogo y un camino de compromiso social y evangelizador. Es así
una etapa para ser vivida con una gran intensidad, profundizando en cada uno de los
aspectos de la formación.
Las preguntas que se plantean y se responden no son sólo ni principalmente teóri-
cas. Lo que realmente se cuestiona es tu relación con Dios, la sociedad en la que
vives, tu misma persona y en concreto tu personalidad. Es importante que te dejes
tocar por la filosofía, para que todo esto te lleve a un cuestionamiento personal y a dar
respuestas originales a problemas reales.
Lectura personal de Jn 1, 38-43:
Contestar las siguientes preguntas:
■ ¿Cuáles son tus búsquedas actualmente?
■ ¿Qué estás dispuesto a dar con tal de encontrar lo que buscas?
■ ¿Qué actitud necesitas fortalecer para buscar de verdad?
Horario sugerido.
Hora Actividad Procedimiento
0:00 Cantos vocacionales significativos. Repartir las letras de los cantos.
0:15 Explicación de la meta. Presentar la meta en un cartel.
0:20 Recapitulación. Repartir las preguntas-Trabajo personal y grupal.

1:30 Momento de juego / descanso. Juegos preparados.


1:50 Maestro, ¿dónde vives? Reflexión sobre el sentido de la búsqueda
2:10 Oración: Jn 1, 38-43. Repartir el texto y su comentario.
2:30 Consignas. Elaboración del plan. Guía para un plan de vacaciones.
3:15 Devoción mariana: María, la discípula. Rosario.
3:30 Fin del encuentro comunitario.

Consignas: Guía para un plan de vacaciones.


La vida discipular no se interrumpe durante las vacaciones. Sea en el apostolado o
con la familia, tu búsqueda y cierto orden de vida deben ser mantenidos. Para esto es
útil la consideración de que el Seminario no es ni el edificio ni el horario, sino que el
Seminario lo llevas tú mismo y lo vives allí donde estés a través de tus actitudes. Sin
embargo, es fundamental reconocer las condiciones en las cuales vas a vivir tu vida
discipular y es necesario hacer un plan realista y práctico. Por ejemplo, no puedes
pretender realizar el horario del Seminario en la casa de tus papas, porque hay com-
promisos familiares o con los amigos que también son importantes; pero sí puedes
hacerte un horario por medio del cual garantices el cuidado de tu vida espiritual.
Un plan para vacaciones puede contener los siguientes elementos:
Itinerarios formativos 354 Etapa filosófica

■ Algún tiempo destinado diariamente a la oración, garantizando sobre todo


la meditación personal.
■ Vida sacramental, sobre todo ¡a Eucaristía diaria si es posible, la confesión
y algún momento de adoración eucarística.
■ Algún modo de compartir la vida espiritual de la familia, aprovechando
las prácticas que ellos realicen, compartiendo con ellos alguna iniciativa espiri-
tual...
■ Un objetivo en la línea de la formación humana: hacer deporte, ejercitar
una virtud, poner más atención a tus reacciones...
■ Un objetivo de integración comunitaria y social: un servicio que puedes
prestar en tu comunidad, parroquia, familia, o ambiente social; recuperar la rela-
ción con los amigos o parientes; acercarte más a los pobres...
■ Un objetivo de estudio: leer un libro, repasar unos apuntes, etc.
■ Un objetivo en la línea apostólica: compartir la fe con alguna otra persona,
participar con moderación en alguna actividad de la parroquia o de un grupo
apostólico, etc.
No olvides que lo más importante en vacaciones es descansar, aunque se
puedan cultivar también los puntos mencionados.
Itinerarios formativos 355 Etapa filosófica

Segundo de filosofía: La
actitud de "liberarse de"
El segundo año de filosofía plantea a los seminaristas un reto central: el examen de
sus propias esclavitudes o inconsistencias. Los encuentros comunitarios se tornan
especialmente densos y el acompañamiento muy delicado, porque se intenta
ayudar a los alumnos a bajar a su interioridad. Podemos llamar a este momento el
"descenso a los infiernos". No se trata sólo de tocar tangencialmente los
problemas que la personalidad de los seminaristas plantea en su proceso
vocacional, sino de afrontarlos lo más sistemática y profundamente que sea
posible, incluso con la ayuda de personas especializadas. También se puede
comparar este momento a una cirugía, que es dolorosa, pero necesaria.
El proceso de los temas y el ritmo de su presentación hacen ver a los
seminaristas que no pueden darse el lujo de desperdiciar el tiempo en este
momento, porque la formación es urgente y el tiempo pasa con rapidez. El
itinerario, al mismo tiempo, muestra retos y propone actitudes que permanecerán
en su vida de un modo definitivo.
Los dos primeros encuentros tienen un carácter introductorio. El primero hace
el enlace con el año anterior y el segundo presenta el contenido fundamental del
itinerario. Los formadores necesitan hacer un esfuerzo para presentar con mucha
claridad el reto que se propone a los muchachos, de modo que ya se estén
afrontando las actitudes defensivas que normalmente surgen ante este tipo de
planteamientos.
■ Primer encuentro: Abre el espacio para retomar los retos pendientes del
curso anterior, presenta la imagen fuerza del joven rico y plantea la dinámica del
itinerario en segundo de filosofía.
■ Segundo encuentro: Presenta el ejercicio metodológico "liberarse de" y los
cuatro pasos que servirán de mediación para hacer este ejercicio. Conviene
advertir siempre que estos pasos deberán aplicarse no sólo en este momento, sino
a lo largo de la vida, porque lo que se quiere conseguir es una actitud permanente.
Los tres encuentros siguientes añaden a la dinámica propuesta tres contenidos
de gran importancia para el proceso formativo: origen social, familia y
sexualidad. Son temas centrales porque comprometen la libertad del sujeto, que
es precisamente el objetivo del itinerario. Son elementos que deberán trabajarse
con seriedad y profundidad de aquí en adelante. Para presentar estos temas desde
un punto de vista muy espiritual puede ser útil el recurso a las vidas y anécdotas de
los santos sobre estos tres puntos y también a las películas sobre los santos.
* Tercer encuentro: Se centra en una doble temática. Por un lado, el concepto
dinámico de madurez. Por otro lado, las raíces sociales de la madurez
personal. Se propone como consigna, además de continuar aplicando los
cuatro pasos, hacer un análisis de la propia realidad social. Se puede
recurrir para ello a la ayuda de un análisis sociológico.
Itinerarios formativos 356 Etapa filosófica
■ Cuarto encuentro: Aborda las raíces familiares de la madurez personal y
presenta a la Sagrada Familia como un modelo de educación en la madurez.
Ahora se propone a los alumnos que investiguen su propia realidad familiar para
encontrar algunas causas de su facilidad y dificultad para progresar en el proceso
de maduración personal.
■ Quinto encuentro: Después de retomar las raíces sociales y familiares de
la madurez personal, se aborda el tema de la sexualidad humana y de la sexuali-
dad en la vida presbiteral, de cara a un discernimiento de la madurez sexual del
seminarista. Se propone un ejercicio de diálogo y crecimiento en este aspecto.
El sexto encuentro intenta hacer un alto en el camino para releer lo que se ha
trabajado ya y provocar una profundización. Se hace a partir del concepto
dinámico de "dialéctica de base". Espiritualmente conviene plantearlo como un
momento exigente en el seguimiento de Jesús. El contenido es denso y exige que
se vuelva una y otra vez sobre él, tanto de modo personal como a través de las
entrevistas.
■ Sexto encuentro: Presenta el concepto clave de "dialéctica de base". Es
impor
tante que este encuentro provoque una relectura y una profundización de
cuanto se ha trabajado durante el presente curso en el itinerario formativo.
Se
aborda el tema desde un análisis bíblico para darle toda su densidad
espiritual.
Los dos últimos encuentros pretenden cerrar el proceso, dando un poco más
de tiempo para la asimilación de las propuestas del itinerario.
■ Séptimo encuentro: Se intenta hacer una síntesis del proceso vivido en el
itinerario perfilando la actitud de humilde servicio como un rasgo esencial de la
vida discipular y clave de discernimiento para la vocación presbiteral.
■ Octavo encuentro: La síntesis del curso se culmina con la elaboración de
un plan para las vacaciones, una celebración penitencial y una cena fraterna.
Itinerarios formativos 357 Etapa filosófica

2° de filosofía / Primer encuentro comunitario


Presentación del segundo año de filosofía
Meta. El alumno se identifica con la idea fuerza correspondiente al segundo
año de filosofía e inicia un proceso de mayor conocimiento y maduración
personal.
Recapitulación. Suscitar una conversación informal con los seminaristas
sobre cuál ha sido el proceso del grupo desde que llegaron al curso introductorio
hasta este inicio del segundo de filosofía. Después se propone que cada
seminarista ponga por escrito sus temores y esperanzas al iniciar este curso:
nuevas materias, nuevos integrantes, nuevos apostolados, itinerario, las cosas
que han oído de los demás seminaristas sobre el segundo año de filosofía...
Sobre todo interesa que expresen sus expectativas en torno a este curso. Se
puede proponer la pregunta: ¿Qué necesitas para tu formación en este momento
central de la etapa? Luego se ponen en común los temores y esperanzas de todos
intentando hacer una síntesis.
Contenido.
Proceso de los alumnos de segundo de filosofía:
En este momento se trabaja el "Yo Actual", es decir, la condición objetiva del
sujeto que está en formación, que en el itinerario es conocido como "la verdad
del hombre en camino", tratando de expresar la dinámica de crecimiento y
maduración en la que se encuentra todo hombre y específicamente el seminarista
que se esfuerza por conocerse para ser más libre. Este proceso está incluido en el
objetivo que se propone para la etapa filosófica en las normas para los seminarios
de México "la maduración en la fe, el conocerse y aceptarse a sí mismo, la
madurez afectiva y el fortalecimiento de una conciencia crítica y constructiva ante
el hombre y ante el mundo" (NBFSM, 84).
Objetivo: El alumno del segundo año de filosofía adquiere la capacidad de
profundizar en el conocimiento crítico de la realidad del hombre y de las
aptitudes y potencialidades que conforman su identidad personal, de modo que
las confronta con el ideal vocacional propuesto por Cristo.
Imagen fuerza: Manteniendo la inspiración bíblica de nuestro itinerario,
hemos elegido el texto de Mt 19, 16-22 -el hombre rico- como la imagen que
inspire nuestra reflexión y crecimiento durante este año. Se invita al seminarista a
conocerse a profundidad, de modo que durante el año pueda ir reconociendo
precisa y puntualmente las propias esclavitudes psicológicas y espirituales; para
que su seguimiento del Maestro sea más auténtico y también lo sea su
discernimiento vocacional. El joven rico entra en diálogo con Jesús, este amigo
difícil que pone exigencias grandes. Jesús le hace una invitación a "vender" todo
lo que tiene, es decir, sus seguridades, sin reservarse a sí mismo, sin aferrarse a la
comodidad. Lo hace a través de seis verbos, que ponen en movimiento al joven:
ve, vende, da, ven, sigúeme. La tristeza final del hombre rico muestra que la
única manera de Jesús es viviendo un verdadero desprendimiento.
Dinámica del itinerario. El itinerario mantiene un ritmo similar al del
primero de filosofía en cuanto a la frecuencia de las reuniones, la revisión grupal y
las entrevistas con
Itinerarios formativos 358 Etapa filosófica

los formadores. Sin embargo, por los contenidos que se examinan, exige una
mayor intensidad y una más profunda aplicación por parte del seminarista. Hay
que subrayar que los contenidos que presenta serían deseables para cualquier
joven, de modo que no se haga depender la aplicación del itinerario de su posible
decisión de abandonar el proceso formativo; al contrario, si vas a dejar el
seminario, es mejor que te lleves todo el aprendizaje, que te va a servir no sólo
para la vida sacerdotal, sino para cualquier cosa que pretendas hacer bien en tu
vida.
■ Las reuniones comunitarias. En las reuniones comunitarias se
proporcionarán elementos útiles para el conocimiento de ti mismo, de modo que
puedas llegar a percibir con mayor objetividad quién eres como hombre-en-
camino, reconociendo y abrazando tu propia verdad.
■ La oración personal y comunitaria. Mantenemos la actitud contemplativa,
pero ahora, contemplando los ejemplos de Jesús, se trata de dejar que el Señor te
interrogue sobre el cumplimiento de los mandamientos y te invite a recorrer,
como al hombre rico, un camino de perfección. Si lo queremos decir con una
palabra, será una oración cuestionadora, tomando como base la meditación del
Evangelio de San Mateo.
■ Trabajo diario. Es necesario que trabajes todos los días sobre ti mismo, de
modo que tanto en tus momentos de oración como en cualquier otro momento,
trabajes sistemáticamente en el propio conocimiento. Se trata de un camino que ya
comenzaste a recorrer desde el curso introductorio pero ahora adquiere más
intensidad. Nos interesa no sólo una reflexión puntual, sino sistemática sobre ti
mismo. Para ello continúa siendo muy recomendable que tengas una libreta
destinada para tu proceso de itinerario y vayas anotando en ella las cosas
cuidadosamente.
■ "Liberarse de". Si durante el primer curso se propuso la actitud de
permanecer "atento a" la verdad del hombre revelado por Jesucristo... ahora
aplicamos esta atención a tu propia verdad como hombre en camino de un modo
más intenso, examinando tus propias esclavitudes psicológicas y espirituales, hasta
que surja la necesidad de libertarte de... esas esclavitudes. Este curso es muy
adecuado para trabajar los elementos que se relacionan con la madurez afectiva y
sexual, que son una parte importante de la propia verdad, o cualquier otro
elemento que sea juzgado como importante en la condición concreta del
seminarista, en su historia personal o en su realidad actual.
■ La reconciliación sacramental. Este curso puede ser muy oportuno para
profundizar en el valor y la práctica del sacramento de la penitencia, como gracia
de Dios que nos ayuda a liberarnos de las propias esclavitudes. De hecho se
incluye en el último encuentro comunitario una celebración penitencial que
pretende coronar todo el proceso. Conviene insistir en el modo de preparar la
confesión sacramental y en la integración de la confesión con el análisis de las
propias debilidades; el reconocimiento sereno de la debilidad se complementa
con el arrepentimiento de los pecados.
Itinerarios formativos 359 Etapa filosófica

Horario sugerido.
Hora Actividad Procedimiento
0.Ό0 Oración en torno al servicio: Le 12, Insistiendo en el modelo de Jesús como servidor.
35-48.
0:30 Explicación de la meta. Presentar la meta en un cartel.
0:45 Recapitulación. Repartir las preguntas-Trabajo personal y grupal.

1:30 Objetivos de la etapa y del curso. Presentar los objetivos en carteles.


1:50 Descanso.
2:20 Imagen fuerza y dinámica del itinerario. Clarificación de dudas.
2:50 Consignas. Dictar las consignas.
3:00 Devoción mariana. María, madre de los creyentes.
3:30 Fin del encuentro comunitario.

Consignas.
■ Durante este mes es importante retomar lo más posible los objetivos del año
anterior, de modo que se puedan suplir las deficiencias que haya podido haber en la
vivencia del itinerario. A todos nos conviene reafirmar lo aprendido.
■ Al mismo tiempo, haciéndote consciente de la imagen fuerza de este nuevo
curso y de su objetivo, intenta disponerte lo mejor posible para lo que el Señor te
pida. Es hacerte más responsable de tu propia formación, porque realmente eres el
primer protagonista de la misma.
■ Procura dar un lugar importante a la oración con el evangelio de Lucas.
Consulta a tu director espiritual sobre el modo de aproximarte a él.
■ Si se te terminó tu libreta, estrena una nueva para este curso, dándole la
importancia que tiene a este registro de lo que va ocurriendo en tu formación.
Retoma también con determinación espiritual las entrevistas con los formado-res,
que este año serán de una gran trascendencia.
Itinerarios formativos 360 Etapa filosófica

2° de filosofía / Segundo encuentro comunitario


Ejercicio metodológico "liberarse de"
Meta. El alumno adquiere elementos que le permitan pasar de la "atención a" a
la "liberación de" y asume este paso como parte de su camino espiritual.
Recapitulación. Se proponen las siguientes preguntas a los seminaristas para que
retomen el encuentro anterior, pero sobre todo preparando el terreno para el tema de
hoy, que se entrada será cuestionante.
■ ¿Qué ha significado para ti iniciar un diálogo con Jesús, como el Joven
ricol
■ ¿Cuáles han sido los descubrimientos que más te han ¡mpactado? ¿Por qué?
■ ¿Cuáles son las dificultades que has encontrado?
■ ¿Qué instrumentos nuevos tienes para tu discernimiento y para tu
autoformación?
Contenido: "Liberarse de".
Durante este encuentro se presenta la metodología propia para la formación en
este segundo año de la etapa filosófica. Tiene una especial importancia que se
perciba no solamente como una propuesta pedagógica o como un mero ejercicio,
sino como un verdadero camino espiritual, necesario para el discípulo de Jesús que
seguirán aplicando a lo largo de su vida. Por ello conviene hacer una reflexión
amplia sobre la necesidad de conocerse a sí mismo. Al explicar el fundamento de la
formación, en el capítulo 5, se desarrolló el tema del autoconocimiento. Esta puede
ser la materia de la introducción, inspirados por el texto bíblico: ¿De qué le sirve al
hombre haber ganado el mundo entero, si él mismo se pierde o se arruina? (Le 9,
24-25).
No se puede hacer una verdadera opción por los valores trascendentes que
implica la vocación sacerdotal sin afrontar la condición real de la persona que
emprende el camino de la formación; sin tocar la realidad personal se estaría
edificando en el vacío. Es lo que llamamos anteriormente el "Yo real", es decir, la
persona real en la cual se habrán de encarnar los valores evangélicos y sacerdotales a
través del proceso formativo. A continuación se explican los pasos para conseguir la
actitud de "liberarse de". Estos pasos van a llevar todo el año; los seminaristas
deben darlos con valentía y con precisión, procurando un análisis sistemático de sí
mismos. Se trata de meter al seminarista en una crisis saludable, que le ayude a
seguir al Señor con mayor autenticidad. Lo que más nos interesa es el paso hacia
esta mayor autenticidad, aunque sabemos bien que tal paso es siempre relativo y
precario y por ello siempre es necesario darlo otra vez. Conviene explicar con
mucho detalle estos cuatro pasos. Al preparar el encuentro, es fácil que los mismos
formadores se vean cuestionados, puede ser útil reconocer esto con serenidad,
presentándose también ellos ante los muchachos como personas en camino,
dispuestos a corregir la senda.
Primer paso: reconocer precisa y puntualmente la esclavitud psicológica y
espiritual. Estas esclavitudes representan todo aquello que te aleja de la verdad del
Itinerarios formativos 361 Etapa filosófica

propio yo e impide tu auténtica realización. Se trata de puntualizar, es decir, recono-


cer con exactitud qué es lo que está ocurriendo, para dejarte acompañar en ello. Ya
hiciste una primera aproximación en el curso introductorio, pero ahora se trata de
puntualizar con mayor precisión. Este paso va a requerir que te abras realmente a
tus formadores dejándote tocar en puntos muy importantes de tu personalidad.
■ Que descubras las necesidades y motivaciones que están dirigiendo
realmente tus decisiones.
■ Que detectes en tu conducta las manifestaciones que son aparentemente ¡no-
centes o neutras, pero muestran el motivo de fondo, lo que se mueve en tu interior.
Se trata de adquirir conciencia.
■ Que escuches las percepciones y opiniones de los demás. Ellos te muestran
eso que te mueve y tú no sabes ver. Ventana de Johari... [Si se ve conveniente, se
puede explicar con detalle la Ventana de Johari y proponer a los alumnos que la
apliquen intencionalmente].
■ Conviene que narres estos motivos más profundos para que llegues a com-
prenderlos. Narrando comprendes.
Segundo paso: Impedir la gratificación del deseo mismo. Consiste en romper el
nexo entre el "me gusta" y "lo hago". Dando este paso, bloquearás el proceso de
sedimentación de un automatismo y, por supuesto, te sentirás desconcertado. Si en
el paso anterior era importante confiar, ahora es necesaria la valentía y la
perseverancia. Estos son dones que Dios nos da, por ello conviene incluso que se lo
pidas en la oración, haciendo de este esfuerzo humano una verdadera práctica
ascética, es decir, descubriendo en ello un modo de secundar los dones de la gracia.
■ Que, aunque te cueste, aprendas a decir a ti mismo: "¡No!" en aquello que
bien sabes que no te ayuda a crecer o que paraliza tu crecimiento.
■ Que renuncies a ciertas gratificaciones, por pequeñas y veniales que te
parezcan, y llegues a comprobar que eres capaz de evitarlas, de prescindir de ellas,
experimentando cierta ampliación de tu libertad.
■ Que desestructures lo que ya se hizo habitual y no te ayuda a crecer. Todo lo
que implica acomodación, falta de compromiso real, búsqueda de seguridades.
■ Que te atrevas a cuestionar los propios "andamiajes", es decir, aquellas cos-
tumbres que has ido construyendo y tienen una función defensiva.
■ Que cuestiones lo aparentemente razonable para aceptar la verdad.
Tercer paso: Descender a la propia interioridad. Consiste en entrar en ti
mismo, para experimentar de un modo nuevo y agudo tu propia debilidad. Este
momento es indispensable para tu crecimiento. No hay que tener miedo de hacerlo,
porque aceptando tu debilidad, afirmas tu personalidad. Palpar tu debilidad y
comunicarla no es humillante, te experimentarás libre y auténtico, sin máscaras.
Aquí vas a necesitar humildad, para dejarte tocar y abrazar en tus propias
debilidades.
Itinerarios formativos 362 Etapa filosófica

■ Que te sientas débil y frágil; herido y enfermo, afrontando con realismo tu


propia pobreza personal.
■ Que tengas experiencia de tu impotencia ante tus propias esclavitudes.
■ Que toques fondo y permanezcas en él por algún tiempo.
■ Que vivas la sensación de andar a tientas en la oscuridad.
■ Que llegues a sentir un poco de miedo y de vergüenza saludables.
■ Que sientas la necesidad de ser acompañado, de no poder caminar solo, de
una mediación clarificadora.
■ Que desarrolles funciones psíquicas y espirituales importantes para tu
formación, como una mayor humildad, o la capacidad de reconocer tus pecados.
Cuarto paso: Abrirse realmente a Dios. Desde el reconocimiento de tu propia
verdad, redescubres la verdad de Dios. Llegado a este punto sientes el impulso
hacia un nuevo modo de orar. El descubrimiento existencial que necesitas hacer es
el de la misericordia. Primeramente en la relación con Dios, que acoge todo lo que
eres y especialmente tus limitaciones con inmensa misericordia. En un segundo
momento contigo mismo, que aprendas a mirarte, especialmente en tus aspectos de
debilidad, con los ojos bondadosos de Dios. Posteriormente con los demás, y esto
en dos sentidos, en el sentido de que permitas que actúen con misericordia ante tus
debilidades y también en el sentido de que aprendas a ver con misericordia las
debilidades de los demás. Se requiere esa virtud tan difícil que llamamos tolerancia.
Que reces con corazón de pobre, de persona que sabe que no puede preciarse
ante Dios de ningún mérito, como el publicano de la parábola.
Que supliques como el que vive la conciencia de su propia impotencia.
Que uses una oración desnuda y esencial, contrita y verdadera.
Que guardes silencio para abrirte verdaderamente a la Palabra de Dios,
capaz de iluminar el fondo del corazón.
Que consigas la sensibilidad de quien considera como pérdida lo que antes
ambicionaba como ganancia.
Que habiendo pasado por una crisis, descubras de modo más profundo y ver-
dadero el rostro de Dios.
Que superes intereses egoístas y utilitaristas, llegues a relativizar lo que no
es Dios y lo que no conduce a Dios.
Que te percibas como persona perfectible, siempre en camino, con retos por
afrontar y con capacidad de crecer.
Que te dispongas a vivir en la fe la perspectiva de la decisión en espera de
que llegue el momento de tomar esa decisión.
Itinerarios formativos 363 Etapa filosófica

Horario sugerido.
Hora Actividad Procedimiento
0:00 Momento de convivencia inicial. Café o botanas.
0:15 Oración: la actitud discipular: Me Insistir en el conocimiento de sí.
5,1-20.
0:35 Explicación de la meta. Presentar la meta en un cartel.
0:45 Recapitulación. Repartir las preguntas-Trabajo personal y grupal.

1:30 Sentido espiritual del itinerario de este año. Explicación y dudas.

1:50 Momento de juego / descanso. Juegos preparados.


2:10 Paso metodológico "Liberarse de..." Explicación detallada de los cuatro pasos.
Preguntas.
3:00 Consignas. Dictar las consignas.
3:15 Devoción mariana: Rosario
3:30 Fin del encuentro comunitario.

Consignas.
■ Iniciar el proceso de "liberarse de..." aplicando el primer paso de la
metodología propuesta. En concreto, hacer una lista de tus esclavitudes
intentando dar un nombre preciso a aquellos elementos que te impiden
caminar hacia un verdadero encuentro con Cristo.
■ Iniciar este análisis profundizando a la vez en tu vida espiritual, que hemos
definido como contemplación de la persona de Jesús.
■ Presentar la lista de tus esclavitudes en las entrevistas de este mes con los
formadores.
Itinerarios formativos 364 Etapa filosófica

2° de filosofía / Tercer encuentro comunitario


La madurez y sus raíces sociales
Meta. El alumno revisa la comprensión y el sentido de los pasos que implica el
ejercicio metodológico de "liberarse de" y adquiere elementos de carácter social que
le ayudan a centrarse en los procesos de maduración personal.
Recapitulación. Se divide al curso en cuatro grupos y se pide a cada uno de
ellos que, sin ver sus notas, preparen una explicación de uno de los pasos
presentados en el segundo encuentro, es decir, de los pasos para "liberarse de".
Después de la puesta en común los formadores afinan las apreciaciones de los
seminaristas repitiendo algunos de los contenidos del encuentro anterior. Es
conveniente dejar espacio para que manifiesten todas sus dudas y señalar que esto
tiene que quedar claro porque es la materia del trabajo personal de cada uno y del
acompañamiento.
Contenido.
A. Concepto de madurez.
Suele manejarse un concepto comparativo de madurez, en la clave de mayor o
menor madurez. Esto es inútil cuando se propone un proceso de crecimiento como
el del itinerario formativo. ¿Quién puede considerarse suficientemente maduro o,
peor aún, más maduro que los demás? El concepto de madurez está tomado de la
agricultura, se dice de las frutas de un árbol, las que están en la copa maduran de un
modo distinto que las que están metidas entre las frondas. No se trata de elaborar un
juicio sobre la madurez de cada uno, sino de facilitar un proceso de maduración que
sea válido y necesario para cada uno. El grado de madurez de cada persona se da en
una edad, una situación y unas circunstancias determinadas, de tal modo que cada
quien madura de modo distinto y, al mismo tiempo, todos estamos en proceso de
maduración. Así, existe el proceso evolutivo de cada persona. Esta evolución
desarrolla:
■ La autonomía. Es la capacidad de gestionar la propia personalidad más allá
de la influencia que recibimos de los demás. Es la capacidad de regirse por sí mismo,
de tener un criterio propio.
■ La alteridad. Es el sentido del valor de los demás. De tal valoración se
derivan actitudes de respeto, escucha, y consideración seria de su pensamiento.
Consiste en caer en la cuenta de que existen los demás y que no siempre piensan o
sienten de la misma manera.
■ El discernimiento. Es la capacidad de juzgar y decidir de acuerdo a unos
valores. En nuestro caso, se refiere a los valores del evangelio. El discernimiento
cristiano se hace a la luz del Espíritu Santo y en un clima de oración.
■ La adaptación. Es la capacidad de asumir los conflictos y fracasos que se
dan en la realidad, tanto personal como comunitaria y social. Cuando se asume la
realidad se aprende, a la vez, a actuar en medio de ella, transformándola en algo
mejor.
Itinerarios formativos 365 Etapa filosófica

Nuestro proceso de maduración se da en el contexto del Seminario, un internado


en el que los seminaristas tienen resueltas prácticamente todas sus necesidades. Este
contexto conlleva ciertos riesgos de regresión en el proceso evolutivo a los que hay
que estar muy atentos:
■ El infantilismo. En el ámbito de la obediencia es fácil que surjan actitudes
irresponsables; ante alguien que manda fácilmente juegas, te escondes, mientes,
simulas, disimulas, te quedas en el mero cumplimiento o haces las cosas para que te
vean. Es fácil que una persona que se comportaba como adulto, de repente, al verse
protegido, se regrese a sus actitudes infantiles.
■ La comodidad. Te acostumbras a tener garantizados tus espacios, tus
comidas, las relaciones, lo necesario para vivir. Mientras otros jóvenes tienen que
ganarse la vida o viven en condiciones mucho más limitadas. Existe el riesgo de
volverte exigente o de considerar que todo se te debe. Es un riesgo grave porque
perfila la posibilidad de un ministerio sacerdotal acomodado.
■ La dificultad para la renuncia. Asumes de mala gana las renuncias
relacionadas con el placer, el dinero disponible, el alojamiento, quedando en una
semi-adolescencia en el plano del deseo, por ejemplo, cuando no puedes satisfacer
el deseo de ver toda la televisión que quieras, de quedarte dormido hasta más tarde,
de salir a la calle cuando quieras, de usar los medios tecnológicos, etc.
La vida de oración, con el recogimiento que exige, contribuye a un salir de sí
mismo, totalmente necesario para la maduración. La oración continua nos remite al
conocimiento personal y a la interioridad, nos enfrenta a nosotros mismos, nos
invita a quitarnos las máscaras y a purificar nuestras motivaciones. Pero debe estar
acompañada de la conversión y del sentido comunitario: "si al presentarte ante el
altar recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja ahí tu ofrenda y vete
primero a reconciliarte con tu hermano" (Mt 5, 24).
En la vida de comunidad, el aprendizaje de un verdadero diálogo con los otros,
es también un elemento de maduración, con todo lo que comporta de silencio, de
escucha a otros, y de capacidad para expresar el propio pensamiento. En muchas
comunidades existe la dificultad para un diálogo sencillo y fecundo. Es importante
que en las relaciones dentro del seminario estemos atentos a la perversión de la
palabra, que es una de las expresiones de la perversión de la ley. Es necesario
suscitar la suficiente reflexión acerca de lo que significa hablar. La vida en
comunidad y el estudio ayudan mucho a madurar en este sentido. La ley ética en la
vida común se basa sobre tres prohibiciones:
■ No matarás: no matar la palabra del otro en la comunidad, la libertad que
tiene de decir lo que piensa, respetando su pensamiento y su palabra, aceptando las
diferencias como una realidad capaz de complementarnos.
■ No abusarás de tu prójimo: la palabra de alguien que se coloca en una
postura de superioridad o de dominación, que absorbe y excluye las palabras de los
otros, entendidos como inferiores o como poco capaces.
Itinerarios formativos 366 Etapa filosófica

■ No mentirás: la palabra falsa que engaña. Quien engaña a sabiendas, con


toda
la mala intención o quien engaña diciendo verdades a medias, que muestran
sólo la parte de verdad que es de la propia conveniencia.
El apostolado y el servicio social juegan un papel importante en la maduración
de las personas. En las responsabilidades apostólicas aprendes cómo el servicio real
a los otros exige el olvido de sí mismo. También aquí, el encuentro con el otro,
quien es diferente y tiene sus propias opiniones y necesidades reales, es un lugar de
maduración, en la medida en la que se reflexionen y se evalúen las experiencias
realizadas.
B. Raíces sociales de la madurez.
Las personas maduramos en un ambiente social determinado. No se trata sólo de
un proceso interior, sino también de un proceso de relaciones. Estas relaciones tocan
lo más profundo de la definición o identidad personal. Representan una parte impor-
tante del conocimiento de sí. Se da un paso de madurez cuando adquirimos la
capacidad de mantener la atención al propio comportamiento social y a nuestro
modo de interactuar con los demás, mirándonos críticamente. Dos conceptos
ayudan a comprender con mayor claridad de qué se trata.
■ El conflicto social. Nos guste o no, cada uno pertenece a una clase social, a un
grupo étnico o sociológico: es rico o pobre, de tal o cual raza, con tal nivel o
modalidad cultural. Estas realidades inciden en la vida del seminario porque una
casa de formación es como una caja de resonancia de los conflictos que existen en
la sociedad a la que pertenece. Ya durante los primeros días del curso introductorio,
los seminaristas catalogan a sus propios compañeros como miembros de un grupo
social. Lógicamente surgirán, como parte de la vida, las afinidades o los
resentimientos sociales que puedan existir. En el ambiente grupal del seminario, que
es una comunidad cristiana, se debe llegar a superar estas barreras y prejuicios de
clase, como muy bien enseña S. Pablo: Ya no existe distinción entre judíos y no
judíos, circuncidados y no circuncidados, más y menos civilizados, esclavos y
libres, sino que Cristo es todo en todos (Col 3, 11). Durante la etapa filosófica los
seminaristas deben llegar a dejar de sentirse superiores o inferiores, lejanos o
distantes, para que puedan llamarse efectivamente "hermanos". Para este fin puede
ser muy útil la elaboración de un sociograma del grupo, que muestre las tensiones
que existen en él. Un sociograma es algún modo de plasmar gráficamente las
relaciones que existen en un grupo. También puede ser de gran utilidad la
intervención de un sociólogo, que ayude a un análisis de la realidad social de la
Diócesis y a aquilatar el impacto que tiene en la comunidad formativa.
■ Los roles sociales. Más allá de la clase social a la que cada quien pertenece,
está el rol social que cada uno desempeña y las actitudes que tiene ante los demás.
Durante esta etapa de formación es necesario que el grupo de seminaristas llegue a
la convicción de que Dios ha formado con ellos una nueva familia, en la cual es
fundamental que todos se acepten entre sí, saltando fronteras que sin la luz de la fe
pudieran parecer insuperables. Para este análisis
Itinerarios formativos 367 Etapa filosófica

es muy útil el feed back o retroalimentación que los demás ofrecen a cada
una de las personas que participan en el grupo. La intención formativa es
que todos lleguen a desarrollar un verdadero rol de servicio evangélico en
la comunidad humana y cristiana
Queda claro que es necesario emprender un trabajo en el que se aplican las dos
actitudes propuestas hasta ahora: "estar atento a" la realidad social y los prejuicios
de clase para "liberarse de" estar defendiendo una clase u otra; por otro lado, estar
atento al propio comportamiento social para criticarlo y ser más libre para
establecer relaciones de amistad y fraternidad y para servir al Pueblo de Dios,
constituido por personas de toda clase y condición. El presbítero tendrá que ser
puente de comunión entre las clases sociales. Esta calidad de puente social es una
de las funciones que definen el ministerio presbiteral. Implica hacerse consciente
del propio origen social y asumirlo de tal manera que no sea un obstáculo, sino un
puente en la evangelización. Un ejemplo conocido es el de san Francisco de Asís,
un muchacho de clase alta burguesa, que siempre fue un burgués, sin embargo, se
conoció a sí mismo de tal modo, que esta característica no le estorbó, sino que
incluso le ayudó a relacionarse con los más pobres de aquella sociedad y a vivir
como pobre entre ellos.
Para continuar profundizando en el conocimiento de sí mismos, se sugiere
proponer a los seminaristas el ejercicio de poner por escrito su propio origen
social, con preguntas como éstas: ¿A qué estrato social y cultural pertenece tu
familia? ¿Cuáles son los valores y los antivalores de ese ambiente social? ¿Cuáles
de estos rasgos están claramente presentes en ti? ¿Con qué personas te es más
difícil entablar una relación y con quiénes te es más fácil? ¿Cuáles son los
prejuicios de clase que necesitas superar para servir a la Iglesia?
Horario sugerido.
Hora Actividad Procedimiento
0:00 Oración: Recuerdo de Jesús: Contemplación de Jesús cercano a los pobres.
Hech 10, 34-43.
0:30 Explicación de la meta. Presentar la meta en un cartel.
0:40 Recapitulación. Ejercicio por cuatro grupos.
1:30 Concepto de madurez. Definiciones personales - Explicación - dudas.
2:10 Descanso.
2:30 Raíces sociales de la madurez Explicación.
3:00 Explicación del ejercicio. Ejercicio: redacción de mi origen social.
3:15 Consignas. Dictar las consignas.
3:25 Devoción mañana: Magníficat. María, solidaria con los pobres.
3:30 Fin del encuentro comunitario.

Consignas.
■ Continuar aplicando el primer paso propuesto por el itinerario y comenzar
a compartir las esclavitudes con los formadores.
■ Hacer el ejercicio de poner por escrito el propio origen social y compartir
esta realidad con los formadores.
Itinerarios formativos 368 Etapa filosófica

2° de filosofía / Cuarto encuentro comunitario


La vida de familia y la madurez
Meta. El alumno continúa profundizando en la comprensión de los pasos que
implica el ejercicio metodológico de "liberarse de" y opta por el análisis de su
realidad familiar como un medio para conseguirlo.
Recapitulación. Nuevamente se revisa la comprensión de los pasos que se
propusieron en el segundo encuentro comunitario. Ahora se les pide que traigan
elaborada una redacción que exprese con sus propias palabras en qué consiste el
ejercicio de "liberarse de". El formador se queda con las redacciones y las revisará
con cada uno de los alumnos en la siguiente entrevista.
Contenido.
A. Raíces familiares de la madurez.
Todo ser humano, al nacer, trae consigo las posibilidades para desarrollarse
como un ser pleno. Qué se necesita para ese desarrollo y en qué medida, es algo que
no tiene una respuesta categórica, dependerá más bien de cada caso. Diversos
estudios realizados, en este último siglo, nos dicen que la afectividad demostrada
por los adultos que rodean al niño, es uno de los factores primordiales para su
desarrollo integral.
Tomando en cuenta la importancia que tiene la educación afectiva, Georges
Mau-co dice: Los primeros sentimientos del niño, las primeras emociones de su
sensibilidad, son las que condicionan su desarrollo ulterior. De ellos dependen, no
solamente los rasgos de su personalidad y de su carácter, sino también los de su
inteligencia e incluso los de su salud física (Mauco, 1980 p.3). Está comprobado
que los primeros conflictos afectivos, son los que determinan la mayoría de las
dificultades de carácter que presentará posteriormente el adulto. Parece necesario
reiterar que si es cierta la importancia que tiene la afectividad tanto en los niños
como en los adultos, no es tan claro cómo o qué es lo que favorece su desarrollo.
Comúnmente se le asocia con aquellos sentimientos que tienen que ver con el amor
a sí mismo o a otros, o con sentimientos a los que se les asigna un valor positivo
(dar y recibir cariño, etc.) o negativo (rabia, tristeza, etc.).
El psiquiatra Milton Flores distingue en el ser humano diferentes planos de
expresión de sí mismo: el del cuerpo, el de las ideas y el de las emociones. El
desarrollo integrado de estos planos es el desarrollo afectivo. Según Humberto
Maturana El desarrollo normal sano de un niño, como un ser humano amoroso,
física, emocional e intelectualmente bien integrado, está en nuestra cultura
frecuentemente alterado. Si los ojos de la madre o del padre no se encuentran con
los ojos del bebé cuando lo miran, o si la madre o el padre no responden a los
sonidos del bebé con sonidos congruentes según el fluir de sus interacciones con él,
o si ellos no tocan al niño o bebé cuando éste los toca, el niño o bebé se queda
como un ser sin identidad ni sentido propio, esto es, en un vacío existencial, al
carecer de la referencia operacional a través de la cual él o ella genera las
coordinaciones sensomotoras, que al hacer de él o de ella un ser social en el
lenguaje, lo harán ser humano. (Maturana, 1994, p.143).
Itinerarios formativos 369 Etapa filosófica
¿Qué factores participan en el desarrollo de la afectividad de un niño? Son
múltiples los factores que intervienen y muestran que se trata de una realidad
compleja. Con esa realidad compleja nos enfrentamos en la formación. Cada
seminarista tiene un mundo interior en el que se va a dar el proceso de maduración
personal. La realidad personal puede ser comprendida y explicada en algunos
sentidos, sin embargo siempre permanece como misterio incomunicable, es decir,
como algo que pertenece profundamente al sujeto. Por ello es mejor abstenerse de
hacer juicios en esta materia.
En primer lugar están los factores internos, es decir, los que genéticamente
vienen determinados, como el temperamento. No es fácil distinguir entre lo que ha
sido heredado y lo que ha sido aprendido, porque principalmente aprendieron de
sus padres, durante los cinco primeros años de vida, los modos de actuar, de
reaccionar y de relacionarse. Sin embargo hay que reconocer que existe una base ya
dada, que no va a cambiar. El conocimiento de estos factores es fundamental porque
sobre ellos tendrá que trabajar el sujeto.
En segundo lugar están los factores externos, es decir, aquellos factores del
mundo exterior que influyen en el desarrollo del niño o niña. ¿Cuáles son éstos?
Sobre todo las personas que rodean al niño y la niña, es decir, padres, hermanos,
grupo familiar, educadores, etc. Ellos influyen primeramente en la misma
formación de la personalidad, que se está terminando de estructurar a los cinco años
de edad. Posteriormente influyen en todo el proceso educativo de la persona, a
veces de un modo muy cercano y determinante, otras veces de un modo más
distante. Cuando la familia tiene valores fuertes, su influencia es muy positiva. Es
importante valorar positivamente la influencia de la familia, de modo que se
rescaten con profundidad los valores que cada seminarista ha recibido en ella.
En tercer lugar, la pertenencia cultural, es decir, la incorporación de los rasgos
culturales en el proceso educativo. Es relativamente fácil identificar los estereotipos
o modelos culturales que están presentes en los seminaristas. No basta con
identificarlos, una parte del proceso de maduración consiste en salir de estos
estereotipos para hacer verdaderas opciones personales. Ningún modelo debe
quedar inalterado, como si fuera un absoluto. Es fácil que ocurra así y el muchacho
quiera vivir como burgués, como rebelde, como posmoderno, etc., pero este modelo
no sería más que una caricatura. Los modelos socioculturales afectan al modo de
comprender realidades tan importantes para la formación como la familia, la vida
comunitaria y la sexualidad.
Finalmente se puede mencionar la vivienda, la alimentación, las condiciones de
vida que cada persona ha tenido, como factores que favorecen o retrasan la madura-
ción personal. No hay que poner el acento en los acontecimientos mismos, sino en
el contenido simbólico que la persona ha adjudicado a tales acontecimientos. De
donde tiene una gran importancia que cada quien profundice sobre su propia
historia con las condiciones que la han marcado, reconociendo en ella, tal como es,
con sus luces y sus sombras, parte de las raíces de la propia vocación.
El análisis de la realidad familiar es parte necesaria de la formación, por ello no
hay que emprender este análisis solamente cuando se detecta alguna anomalía, sino
en
Itinerarios formativos 370 Etapa filosófica

todos los casos. La propuesta del itinerario formativo es la de un análisis


pormenorizado de la realidad familiar, que aparecerá como consigna en el presente
encuentro comunitario. De modo que desde la pastoral de la formación se tienda a
realizar una verdadera pastoral familiar.
B. La persona de Jesús: modelo de integración familiar.
En el camino contemplativo que hemos planteado, queremos atender al ejemplo
de la Sagrada Familia. La Iglesia nos enseña que Jesús es el hombre perfecto.
También su proceso humano de maduración ha sido perfecto. ¿Cómo se fue
formando la madurez afectiva en la personalidad de Jesús? Este es un capítulo
central de la cristología. Cuando el niño está en el vientre de su madre, aún no es
capaz de distinguirse diverso de la mamá, en categorías que nosotros no alcanzamos
a comprender porque nuestro pensamiento ya es mucho más estructurado que el de
un bebé. El niño se percibe a sí mismo como parte de un universo protector
representado por la madre, del cual es un componente. Los psicólogos creyentes
dicen que la experiencia de confianza básica que hace el niño, es una condición
favorable que le permitirá después creer en Dios y confiar en Él. La protección y el
bienestar en que el niño se encuentra, posibilitan que, cuando comprenda que Dios
es Padre providente, que cuida, que está cerca, que nunca se olvida de nosotros, aún
sin darse cuenta, se remita a esa experiencia. Desde allí ya se empieza a formar su
afectividad.
En la educación de Jesús hubo dos referentes muy importantes: María y José; un
hombre y una mujer excepcionales que volcaron un amor equilibrado y maduro
sobre el niño. En esta relación de amor, cuidado, afecto, protección, pero al mismo
tiempo, conforme el niño va creciendo, de respeto a su autonomía, Jesús va
formando su propia identidad. Todo esto Jesús lo va viviendo, y va afirmando su
identidad y su afectividad, siendo hijo de padres fuera de serie, también su
equilibrio es fuera de serie.
Jesús vivió una relación original con Dios como Padre, que se funda en las
profundas relaciones en su familia. Llegó a saberse el hijo del Padre. Las tres
relaciones con María, con José y con el Padre van determinando la identidad de
Jesús y su afectividad al experimentarse amado, cuidado, protegido... En esta lógica
desarrolla una afectividad amorosa, cuidadosa, delicada, capaz de darse a los
demás.
En cada familia se establecen roles originales: el del papá, el de la mamá, el de
los hermanos, abuelos y parientes. Es necesario que te preguntes: ¿cómo han sido
vividas estas relaciones? En nuestro proceso de descenso a la propia interioridad es
uno de los puntos que deben ser tocados con mucha seriedad: ¿Cómo mi familia ha
sido un ámbito de aprendizaje de grandes valores? Pero también ¿cómo mi familia
me ha atado a diversas esclavitudes?
El hecho de que Jesús vivió este proceso de maduración, es para nosotros una
gran esperanza: nosotros también, con la ayuda de la gracia, podemos rescatar lo
que nos ha tocado vivir, pues en todas nuestras familias se han dado situaciones
positivas pero también han existido situaciones que nos han condicionado y que
requieren ser trabajadas para obtener una mayor libertad. Para hacer un análisis de
la realidad familiar pueden ser útiles algunas pautas generales:
Itinerarios formativos 371 Etapa filosófica

¿Cómo ha sido la relación entre tus padres? Intenta describirla poniéndole


una serie de adjetivos. ¿Cómo percibías esta relación cuando eras niño?
¿Cuáles son las actividades que hacía tu familia? ¿Cuáles son tus principales
recuerdos familiares? ¿Era una familia armónica?
¿Qué otras personas aparecían en tu entorno familiar? ¿Parientes? ¿Amigos?
¿Personas vinculadas a un trabajo social o a una actividad religiosa?
¿Cómo era tu relación personal con tu padre? ¿Puedes decir que era una
relación de confianza y de afecto? ¿Cómo era tu relación personal con tu
madre? ¿Era una relación de confianza y afecto?
¿Cómo se relacionaba tu familia con el entorno social? ¿Prestaban algún
servicio a los demás? ¿Asumían algún liderazgo?
Antes de ingresar al seminario, ¿pensabas en formar una familia? ¿Qué
clase de familia te hubiera gustado formar? ¿Cómo hubiera sido la relación
con tu esposa y con tus hijos?
¿Cuáles son los aprendizajes positivos que hiciste en tu familia? ¿Cuáles son
las experiencias familiares que valoras y te han servido en la vida?
¿Cuáles son las experiencias negativas que viviste en tu familia? ¿Hay
algún punto negativo en el que necesitas profundizar?
Horario sugerido.
Hora Actividad Procedimiento
0:00 Cantos vocacionales significativos. Repartir las letras de los cantos.
0:15 Oración: la sagrada familia: Le 2, 41-52. Orar por la familia con la sagrada familia.
0:35 Explicación de la meta. Presentar la meta en un cartel.
0:45 Recapitulación. Recoger las redacciones de los seminaristas.
0:50 Raíces familiares de la madurez. Explicación y dudas.
1:50 Momento de juego / descanso. Juegos preparados.
2:10 Jesús, modelo de integración familiar. Explicación y dudas.
3:00 Consignas. Dictar las consignas.
3:15 Devoción mariana: María, madre. María fue madre siempre: Le 11, 27-28.
3:30 Fin del encuentro comunitario.

Consignas.
■ Continuar trabajando en el proceso de "liberarse de".
■ Investigar con la mayor precisión posible la propia historia familiar y
relatarla en la entrevista con el prefecto y el director espiritual. Es de
mucha utilidad ofrecer un material para que este análisis se haga con
profundidad y verdad.
Itinerarios formativos 372 Etapa filosófica

2o de filosofía / Quinto encuentro comunitario


La sexualidad y la formación
Meta. El alumno incluye como parte del ejercicio metodológico de "liberarse
de" el análisis de su propia vida afectiva y sexual y el acompañamiento
correspondiente.
Recapitulación. Durante los dos meses anteriores se ha trabajado paralelamente
en el análisis de la realidad social y familiar. Es el momento de recoger ambos
elementos. Se pide a los alumnos que elaboren en ese momento un reporte de las
conclusiones a las que han llegado hasta el momento y las compartan en un grupo
pequeño. En vez de hacer una puesta en común con todo el grupo, los formadores
retoman ambos temas haciendo una síntesis, e insistiendo en que estos dos temas
inciden en el de hoy, que es la sexualidad.
Contenido.
A. La sexualidad humana.
La sexualidad humana no es una realidad aislada. AI contrario, está integrada en
un todo que es la persona, es decir, pertenece a una persona. En la vivencia de la
sexualidad están implicados tres niveles: el nivel racional (lo que yo creo o
entiendo), el nivel afectivo (lo que yo siento y expreso) y el nivel físico (el
funcionamiento sexual del cuerpo y en concreto de los órganos genitales y de las
zonas erógenas). La armónica integración de estos tres elementos es la clave para la
vivencia de la sexualidad humana. En este sentido se distingue de la sexualidad de
los animales, la cual se rige solamente por el instinto; en contraste, la sexualidad
humana se rige por significados.
Por otro lado, la sexualidad se expresa y se simboliza en dos dimensiones: la
interna de la persona, hombre o mujer, (identidad sexual) y la de sus relaciones
(relación sexual). El tipo de relación que cada quien establece con las otras personas
depende del modo como se entiende a sí mismo. La persona lleva consigo la
sexualidad todo el tiempo y en todas las relaciones porque toda ella tiene un
carácter sexual. A esta sexualidad que impregna la personalidad y está siempre
presente se le llama sexualidad difusa, en contraste con la genitalidad, que es la
sexualidad concentrada en los órganos sexuales y en las zonas erógenas.
Para hacer un análisis de la propia experiencia sexual hay que referirse a todos
estos contenidos, a saber:
■ Racional, afectivo y genital.
■ Identidad sexual y relación sexual.
- Sexualidad difusa y sexualidad genital.
La sexualidad humana se orienta hacia la castidad, que no es más que un
proceso de integración de la sexualidad en la personalidad, de modo que exista cada
vez mayor coherencia entre lo que la persona cree, entiende, siente, expresa y hace
en este plano, sea desde el punto de vista de su intimidad como desde eí punto de
vista de sus relaciones. Todas las personas necesitan caminar hacia la castidad
porque es la vir-
Itinerarios formativos 373 Etapa filosófica

tud que corresponde a su carácter sexual. Así, podemos referirnos a diversas formas
de castidad: la castidad de los jóvenes, de los solteros, de los casados, de los viudos,
de las personas consagradas... Este proceso de maduración por el que la sexualidad
se integra positivamente en la personalidad, lo tienen que vivir todos,
independientemente de su forma de vida e incluso de su orientación sexual. Pero la
castidad nunca es un bien totalmente logrado, sino que implica siempre un proceso
de maduración y por ello la vida sexual siempre presenta dificultades.
Consecuentemente no hay que asustarse de que existan estas dificultades,
simplemente hay que trabajar sobre ellas.
La conducta sexual es una de las expresiones más típicas de la personalidad. Por su
misma naturaleza es un reflejo de lo que ocurre en los niveles racional-espiritual y
afectivo. Por eso, es absurdo querer explicar el comportamiento sexual por sí
mismo, dándole un significado genérico a los comportamientos; al contrario, el
significado del comportamiento sexual sólo se puede investigar conociendo a la
persona, es decir, desde el conjunto de la personalidad con sus contenidos
simbólicos. En alguna medida se podrá trabajar sobre ello, pero en cierta medida
no, porque la persona es un misterio que nunca se podrá explicar del todo.
El control de la sexualidad y de la afectividad no es absoluto; tampoco es algo
sencillo. Detrás de esta pretensión de un control de este tipo se ocultan conflictos
psicológicos graves. En vez de hablar de control de la sexualidad y de la
afectividad, hay que referirse a la expresión ordenada de estos impulsos que
pertenecen a la naturaleza humana y son parte de su extraordinaria riqueza.
B. La sexualidad en la vida presbiteral.
También en la vida presbiteral hay una vivencia de la sexualidad, porque para
servir a Dios y a la Iglesia no podemos prescindir de lo que somos. El celibato es la
decisión de permanecer soltero, tal decisión lo distingue de la soltería. El celibato
habitualmente está unido a un fin social, que en este caso es el servicio al Pueblo de
Dios. Todos los factores que se han mencionado están presentes en el celibato
sacerdotal. Siguiendo el mismo esquema, podemos explicar el celibato sacerdotal
en tres coordenadas:
■ El sacerdote entiende el celibato como un don de Dios integrado profunda-
mente con su vocación y misión. Desde esta comprensión de su vida y su vocación
vive su afectividad y sexualidad como un todo. De modo que el referente propio de
esta integración es el amor recibido de Dios (amor gratuito, de predilección) y
volcado en una relación con Él (amor gratuito de correspondencia) y con el prójimo
(amor gratuito, de carácter expansivo). Hay que notar que el celibato sacerdotal es
una forma de amar, y por ello exige amar más, no amar menos.
■ El amor espiritual que marca la vida presbiteral le ayuda a afirmar su propia
identidad sexual como varón y le permite establecer relaciones de verdadero amor
pastoral con los miembros del Pueblo de Dios, especialmente con los más
necesitados o con quienes necesitan ser amados. Este amor llega a convertirse en una
clave interpretativa de todas sus relaciones y en especial de la
Itinerarios formativos 374 Etapa filosófica

relación con su propia familia.


■ La sexualidad difusa se expresa en la vida sacerdotal por medio de
relaciones
afectivas, tanto con varones como con mujeres, asumidas desde el rol
masculi
no de un modo muy peculiar al que podemos llamar "pastoral". Es el modo
como podemos imaginar y contemplar las relaciones afectivas de Jesús con
los
apóstoles, con la familia de Lázaro, María y Marta, con los pobres y los
enfer
mos, con su propia familia. Este tipo de relaciones afectivas enfocan
dinámica
mente a su genitalidad y el control que puede tener de su propia sexualidad.
Es interesante describir la vida afectiva y sexual del presbítero porque así se
objetiva a los alumnos hacia dónde debe ir madurando su vivencia de la sexualidad
en el seminario, considerando todos los factores que entran en juego. Es importante
que cada muchacho, siempre con ayuda de sus formadores o de personas
especializadas, llegue a una conclusión sobre su disposición para vivir el celibato,
porque este va a ser un factor a considerar para el paso a la etapa teológica. Dejar
claro que para la vivencia del celibato sacerdotal es necesario un grado de madurez
personal, tanto o mayor del que se requiere para el matrimonio.
Para madurar en la vivencia de la sexualidad en el celibato es necesario cultivar
tres capacidades:
■ La capacidad de renuncia, es decir, de tolerar libremente el déficit que
produce la opción por el celibato y va a ser sentido desde el primer momento y a lo
largo de la vida. Tal déficit se sentirá de diversas maneras a lo largo de la vida. Se
puede explicar como un hueco afectivo. En la juventud se experimentará como
sentimiento de la falta de una pareja; en un segundo momento se vivirá una fuerte
añoranza de la paternidad; en un tercer momento, sobre todo ante la muerte de los
padres, se experimentará como soledad. Es importante que el seminarista sepa que
estos sentimientos son normales en la vida de una persona que ha optado por el
celibato.
■ El amor oblativo. El paso del amor infantil que demanda la gratificación y el
afecto al amor oblativo adulto, que se centra más en amar que en ser amado. Este
paso tendrían que darlo todos en el matrimonio: cuando vienen los hijos, los padres
han de dejar de pensar en sí mismos, para entregarse a aquellos que los necesitan. En
la vida sacerdotal y en el mismo proceso formativo en el seminario debe darse una
experiencia similar, el seminarista necesita aprender, de un modo existencial, qué
significa una entrega por los demás.
■ Pasión por el ideal. La entrega apasionada por un ideal, gracias a la cual la
persona se polariza por el servicio evangélico, tendiendo a integrar en torno a él
todo lo que es, también la sexualidad. Cuando el ideal se vive a medias tintas, sin un
verdadero interés, es más difícil que se realice un camino celiba-tario, pero cuando
la persona pone todas sus energías en función de la misión, todas sus capacidades,
también su sexualidad, tienden a unificarse en torno a ese fin.
Horario sugerido.
Hora Actividad Procedimiento
0:00 Oración inicial: Contemplación de la afectividad de Jesús.
Le 7, 11-17: la viuda de Naím.
0:20 Explicación de la meta. Presentar la meta en un cartel.
0:30 Recapitulación. Trabajo personal y de grupos. Explicación.
1:00 La sexualidad humana. Trabajo por grupos. Explicación.
1:50 Momento de juego / descanso. Juegos preparados.
2:10 La sexualidad del presbítero. Explicación y dudas.
3:00 Consignas. Dictar las consignas.
3:15 Devoción mariana: Jn 19, 25-27. Contemplar la madurez afectiva de María.
3:30 Fin del encuentro comunitario.

Consignas.
■ Hacer un ejercicio de análisis de la propia experiencia sexual (se puede ofrecer un
material para ello) y compartirlo durante las entrevistas con los formadores a lo largo del
mes.
■ Ensayar las tres condiciones psíquicas para la vivencia del celibato, a saber:
renuncia, amor oblativo y pasión por el ideal.
■ Continuar trabajando en los pasos para la "liberación de".
Itinerarios formativos 376 Etapa filosófica

2° de filosofía / Sexto encuentro comunitario


El concepto de "dialéctica de base"
Meta. El alumno conoce el concepto de dialéctica de base y descubre la dinámica
interna que se ha puesto en práctica en el paso metodológico "liberarse de".
Recapitulación. Cada alumno prepara el esquema de una conferencia que daría a
jóvenes de su edad, para explicar su propia experiencia aplicando el paso metodológico
"liberarse de". Debe describir este paso, intentar definir la justificación antropológica del
mismo (tema central del presente encuentro) y proponer los medios para conseguirlo.
Después comparten sus esquemas en pequeños grupos y al final se escuchan dos o tres de
ellos ante todo el grupo.
Contenido: La dialéctica de base.
Ejercicio preparatorio. En los mismos grupos, los alumnos reflexionan en torno a
diferentes textos bíblicos que muestran la experiencia de la dialéctica de base en la vida
cristiana, a saber: Rom 7, 14-25; Col 3, 5-17; Ef 4, 25-5, 5; Gal 5, 16-26. Después de leer
el texto, contestan a esta pregunta: ¿Se parece en algo la experiencia que narra el texto a la
que describen las breves ponencias que acabamos de escuchar? Detallar en qué se parecen.
Después comparten en un nuevo grupo, juntando los distintos textos. Cada grupo saca unas
conclusiones que comparten con todos.
Después del descanso se reparte el texto "La dialéctica de base". Conviene advertirles
que es un texto fuerte y que les va a llevar tiempo asimilarlo. Se explica detalladamente,
intentando clarificar las dudas que surjan en este primer momento y dejando clara la
consigna de seguir reflexionando sobre ello. Presentar el texto de tal manera que
reconozcan su valor.
Texto "La dialéctica de base".
La experiencia de la vida cristiana y vocacional que nos es narrada en el Nuevo
Testamento descubre un rasgo que está de tal modo presente que marca una dinámica: la
respuesta al llamado de Dios se da en el contexto de la tensión dialéctica entre dos
opuestos. A veces aparece como lucha interior entre tendencias opuestas; a veces, como
lucha exterior entre los valores cristianos y las tendencias de los grupos sociales. Hay así
una dialéctica personal, pero también una dialéctica comunitaria y social. El punto central
es que tanto los ideales humanos como los valores de la fe encuentran sus opuestos y no se
accede a ellos si no es a través de un enfrentamiento con esas tendencias diversas, a través
de cierta crisis. La experiencia de la fe ejemplifica un fenómeno humano de primer orden:
Una de las características profundas del hombre es desear y ser confrontado con algo que
vaya más allá de su limitación, de su finitud, del orden sensible o intuitivo-emotivo. Este
anhelo por el Infinito, por el Objeto, abraza nuestro espíritu sin destruir lo finito, lo
limitado que hay en nosotros. De ahí la dialéctica presente en nuestro ser entre el infinito
al que tendemos con nuestros ideales y lo finito de nuestra realidad. Es la
autotrascendencia por sí misma la que comporta tensión entre el yo como trascendente y el
yo como trascendido (Lonergan, Método en teología, 1973). Esta dialéctica es ontológica,
es inherente al hombre, a su ser
Itinerarios formativos 377 Etapa filosófica

(Rulla, L.M., Antropolo-gía de la vocación cristiana, 1, p. 139).


Si la experiencia humana de tener un ideal en la vida supone esta dialéctica de
base, es razonable que la dificultad sea especialmente sentida por personas que
consideran los valores cristianos y vocacionales, valores tan altos, que el hombre no
puede alcanzar por sus fuerzas, sino con la ayuda de Dios. Desde este punto de
vista hay realidades que, sin ser malas en sí mismas, pueden constituir un estorbo
para la vivencia de un valor extraordinario. Lo que es valorado en el ambiente
social, desde una óptica de fe, pasa a un segundo o tercer plano (Cf. Flp 3, 7-11) no
porque pierda su valor, sino porque queda relativizado.
A este modo de vivir, determinado por los valores evangélicos, que trascienden
lo que se valora socialmente, le podemos llamar la "autotrascendencia en el amor".
Autotrascendencia porque te lleva a relativizar valores que serían legítimos para
optar por valores trascendentes de un orden mayor. En el amor porque supone una
orientación del yo hacia el Tú de Dios y el tú social en forma de entrega personal.
Los valores cristianos y vocacionales son siempre aceptados desde la disponibilidad
consciente, pero los otros valores no siempre se encuentran en el nivel consciente.
De modo que, junto a la opción consciente por un valor trascendente, puede existir,
y sucede con frecuencia, una motivación inconsciente. Así, la dialéctica no sólo se
establece entre la persona y su entorno o la persona y su pasado, sino que hunde sus
raíces en la personalidad misma, en la profundidad del yo.
El valor al que nuestro espíritu tiende nunca es una abstracción. Sólo lo
concreto es bien. De modo que el ideal autotrascendente señala a un bien concreto
(más desde la conciencia) y la tendencia no trascendente señala hacia otro bien
concreto (más desde el inconsciente). Por eso la lucha interior es experimentada
viva y dinámicamente. La aproximación al ideal, al infinito, se tropieza con nuestra
limitación y finitud. De modo que, llegado el momento en que el hombre se da la
oportunidad de sentir ambas fuerzas, se produce una sensación de desencanto en la
que se pregunta si vale la pena lo que hace o aquello que ha elegido. Esta pregunta
pone en evidencia, desde la dinámica interna, el realismo de esta tensión o
dialéctica de base.
Lo que se ha afirmado del individuo se puede afirmar del grupo y de la comuni-
dad, que aspira a unos valores grandes pero se tropieza con su incapacidad de
vivirlos en plenitud. De modo que es en medio de tendencias opuestas, no siempre
manejadas con razonabilidad ni desde la vida consciente, como el grupo avanza
hacia su fin. Es llamativa la conciencia que la Iglesia ha tenido siempre de la
tensión que caracteriza la vida de los grupos y su propia vida. Quizá esta conciencia
obedezca a la sublimidad de los valores que persigue, que ponen en evidencia su
constante necesidad de perdón y de purificación. El reconocimiento de la tensión
interna de quien opta por los valores cristianos está bien expresado en el siguiente
texto del Concilio Vaticano 11: Mientras Cristo, santo, inocente, inmaculado (Heb
7, 26), no conoció el pecado (2Cor 5, 21), sino que vino a expiar sólo los pecados
del pueblo (Heb 2, 17), la Iglesia, recibiendo en su propio seno a los pecadores,
santa al mismo tiempo que necesitada de purificación constante, busca sin cesar la
penitencia y la renovación (Lumen Gentium, n. 8).
Itinerarios formativos 378 Etapa filosófica

Si esto se dice de la Iglesia en su conjunto, con más razón se dirá de cada uno
de los creyentes y de los que han sido llamados a servir en ella. La conciencia de
un llamado de Dios y más aún al sacerdocio, es al mismo tiempo conciencia de la
propia pobreza y de las inconsistencias que existen en la persona. Por ello, la
persona llamada se caracteriza por un mayor conocimiento de sí, por una
aceptación más honda de esta dialéctica de base y una capacidad mayor para la
confrontación. Es la experiencia de los apóstoles, narrada en el Nuevo
Testamento: muestra su debilidad y su tensión interna, como quien conoce bien la
dialéctica y comprende que es necesario vivirla.
En el itinerario formativo de este segundo año de filosofía, nos interesa
constatar si se ha conseguido un crecimiento en este sentido: Después de tres
años de formación, ¿somos más capaces de confrontación y de autocrítica? ¿La
experiencia orante y voca-cional que nos ha hecho conscientes de valores
trascendentes, nos ha hecho a la vez conscientes de las tendencias contrarias que se
dan en nosotros? ¿Aceptamos con más claridad, tanto en el nivel personal como
grupal, esta dialéctica de base? ¿Somos capaces de poner los medios para
afrontar y atender esta lucha de contrarios?
Hay que concluir que no hay crecimiento si no hay confrontación y juego
dialéctico entre los opuestos. ¿He sentido esto en mi dinámica personal? ¿Qué
podemos decir de la dinámica grupal? Esta dinpamica grupal se ha cultivado a
través de las revisiones mensuales de curso con el prefecto. La experiencia íntima
de la dialéctica de base, y también la experiencia grupal, producen desazón,
incomodidad, cuestiona-miento. Hemos insistido en la necesidad de permanecer
más prolongadamente en el "fondo", es decir, en esa situación desconcertante,
para poder dar pasos de crecimiento. Incluso lo expresábamos como un "sentirse
enfermo" en el sentido de reconocer ampliamente la contradicción. Ahora hemos
dado una explicación sobre el fenómeno de fondo para aceptar la contradicción
como parte de la naturaleza del hombre y de la experiencia de las personas y los
grupos que buscan un ideal para su vida.
Horario sugerido.
Hora Actividad Procedimiento
0:00 Oración: Rm 7, 14-25. Meditación sobre la condición humana.
0:20 Explicación de la meta. Presentar la meta en un cartel.
0:25 Recapitulación. Preparación de argumentos. Puesta en común.
1:10 Ejercicio introductorio. Estudio de textos bíblicos.
1:50 Momento de juego / descanso. Juegos preparados.
2:10 La tensión dialéctica de base. Texto "Dialéctica de base"
3:00 Consignas. Dictar las consignas.
3:15 Contemplación de Jesús: Le 22, 39-46. Oración en Getsemaní.
3:30 Fin del encuentro comunitario.

Consignas.
■ Continuar trabajando en el paso metodológico "Liberarse de" y profundizar
a la vez en el concepto "dialéctica de base" desde la propia vida espiritual.
■ Mantener la actitud contemplativa del misterio de Cristo que ilumina la
propia realidad.
Itinerarios formativos 379 Etapa filosófica

2o de filosofía / Séptimo encuentro comunitario


El servicio como actitud fundamental
Meta. El alumno sintetiza los contenidos del itinerario formativo de segundo de
filosofía y del ejercicio "liberarse de" en actitudes prácticas y simples de servicio
comunitario y social, haciendo desde esta experiencia una interpretación del
ministerio sacerdotal como humilde servicio.
Recapitulación. Se retoma el tema anterior pidiendo a los seminaristas que
hagan por grupos un sociodrama en el que se represente a un seminarista que ha
asumido la dialéctica de base Esto implica que conoce el ideal, que confronta su
realidad personal y ha llegado a asumirla, al grado de ver sus propias deficiencias
con buen humor. Se pretende que vean reflejada en actitudes prácticas esta actitud
profunda. Después de las representaciones, se les pide que compartan sus reflexiones
sobre este tema.
Contenido.
A. El servicio a los demás.
Se puede comenzar esta parte con un estudio grupal sobre los siguientes textos:
Mt 20, 20-28; Jn 13, 1-13; Le 22, 24-30; Le 12, 37-38; Jn 21, 9, preguntando a los
seminaristas simplemente: ¿Qué tienen estos textos en común? ¿Qué valor
evangélico expresan?
La prueba de toque del cristiano es el amor y este amor se muestra
cotidianamente a través del servicio. Dice un clásico refrán: el que no vive para
servir no sirve para vivir, reflejando el sentido profundo que tiene el servicio en la
vida de toda persona, y del cristiano. En los Evangelios, el servicio es el criterio
fundamental del discernimiento de la vocación. El modelo contundente está en Mt
20, 20-28. Jesús se separa radicalmente de quienes intentan aprovecharse de los
demás y propone a sus discípulos la actitud de servicio. Pero Lucas traslada este
lógion al momento de la última cena (Le 22, 24-30), para señalar que los íntimos de
Jesús deben compartir con él su espíritu de servicio. La intensa reflexión de los
evangelistas tiene un motivo: ya en aquel tiempo había personas que, dentro de la
Iglesia, tenían actitudes de dominio.
Pongamos atención al razonamiento de Jesús: Los jefes de las naciones ejercen
su dominio sobre ellas, y los que tienen autoridad reciben el nombre de
bienhechores. Pero entre ustedes no deben proceder de esta manera (Mt 20, 26).
Queda bien claro que Jesús se distancia del modo de proceder de quienes ocupan en
la sociedad los primeros puestos. Este es el primer discernimiento que hay que
hacer. ¿Es mi perspectiva la del mando, el dominio, la búsqueda del
reconocimiento? Todos necesitamos liberarnos de tales ambiciones que anidan tan
comúnmente en el corazón humano.

El segundo elemento es positivo: Entre ustedes, el más importante ha de ser


como el menor, y el que manda como el que sirve (Mt 23, 11; Me 9, 35). Aquí se
ofrece un criterio positivo de discernimiento: ¿Estoy verdadera y radicalmente
puesto al servicio? ¿En qué actitudes se nota que así es? ¿Vivo el servicio a los
demás con ambigüedad, es decir, buscando a la vez el reconocimiento y el
dominio? ¿O lo hago
Itinerarios formativos 380 Etapa filosófica
con radicalidad y desprendimiento, entregándome verdaderamente a los demás?
Pero en el texto hay un tercer argumento: ¿Quién es más importante, el que se
sienta a la mesa o el que sirve? ¿No es el que se sienta a la mesa? Pues bien, yo
estoy entre ustedes como el que sirve (Le 22, 27). Se nos presenta el mismo modelo
de Jesús, puesto no en el primer sitio, sino en el último. Esta actitud de Jesús,
expresada en el cuarto evangelio por el gesto del lavatorio de los pies (Jn 13, 1-13),
no fue sólo un acto simbólico realizado al final de su vida, sino una actitud
cotidiana. Podemos imaginar a Jesús frecuentemente puesto al servicio, sirviendo a
la mesa. Lucas, nuestro evangelista de este segundo año, tiene un cariño especial
por los gestos de Jesús-siervo. Lo retrata en Le 12, 37-38: Dichosos los criados a
quienes el amo encuentre vigilantes cuando llegue. Les aseguro que se ceñirá, los
hará sentarse a la mesa y se pondrá a servirlos. Si viene a medianoche o a la
madrugada y los encuentra así, dichosos ellos. Los discípulos reconocerán a Jesús
resucitado por el servicio a la mesa: Al saltar a tierra, vieron unas brasas, con
peces colocados sobre ellas y pan (Jn 21, 9). Al final, se conocerá el servicio
apostólico como el servicio de las mesas (Hch 6, 2). El servicio es así el rasgo más
concreto del auténtico seguimiento de Jesús y del ministerio en la Iglesia.
B. El servicio presbiteral.

Los presbíteros están destinados al servicio, son propiamente los servidores de


la comunidad cristiana. Una de las realidades más difíciles de enfrentar para los
seminaristas es la ambigüedad con que muchos ministros ordenados viven su
propio ministerio. Por un lado se presentan como los servidores, pero por otro lado
aparecen como personas poderosas, que buscan su propio beneficio o incluso se
aprovechan de los demás. El servicio es tan importante que al Papa se le designa
tradicionalmente como el siervo de los siervos de Dios. La diaconía es la puerta de
entrada al ministerio ordenado, porque han de permanecer siempre en el espíritu de
servicio. Ya en la Iglesia antigua hubo ministros ordenados cuyo comportamiento
era ambiguo en este sentido. Por ello existen textos bíblicos que intentaban corregir
esta situación.
El más clásico es el de IPe 5, 1-5. Se dirige expresamente a los pastores del
Pueblo de Dios: Apacienten el rebaño que Dios les ha confiado, no a la fuerza,
sino de buen grado, como Dios quiere; no por ambición de dinero, sino con ánimo
generoso; no como déspotas con quienes les han sido confiados, sino como
modelos del rebaño. Difícilmente se puede hablar con mayor claridad. Es evidente
que éste se entiende como el primer criterio para el ministerio presbiteral. Y que a
todo el que oriente sus pasos hacia él ha de exigírsele un verdadero discernimiento
en esta materia.
Otro texto significativo es Tito 1, 5-9. En su brevedad deja claro qué se permite
y qué no se permite en el ministerio presbiteral: no soberbio, ni iracundo, ni
borracho, ni violento, ni codicioso, sino hospitalario, amigo del bien, prudente,
justo, piadoso, dueño de sí... Ya se reflexionará abundantemente en la etapa
teológica sobre estos textos, lo que ahora queremos dejar claro es que en el
seminario no se debe tolerar la ambigüedad al respecto, al contrario, lo que más
recomienda a los seminaristas para el paso a la etapa teológica, son las actitudes
bien cultivadas de verdadero servicio.
Itinerarios formativos 381 Etapa filosófica

Es así que se nos plantea un discernimiento vocacional específico. Se trata de


una pregunta que ya se ha respondido desde el curso introductorio, pero hay que
seguir respondiendo en cada una de las etapas formativas: ¿Para qué quieres ser
sacerdote? Muy en concreto: ¿Para dominar o para servir? ¿En qué actitudes
concretas se nota esta opción? ¿A qué decisiones te ha llevado esta voluntad de
servicio hasta este momento? ¿Has enfrentado tus esclavitudes, como lo propone
el itinerario, para poder servir mejor?
Horario sugerido.
Hora Actividad Procedimiento
0:00 Cantos vocacionales sobre el servicio. Repartir las letras de los cantos.
0:15 Oración: El servicio: Le 17, 7-10. Reflexión compartida sobre el servicio.
0:35 Explicación de la meta. Presentar la meta en un cartel.
0:45 Recapitulación: la dialéctica de base. Representaciones.
1:30 El servicio a los demás. Estudio de textos y explicación.
1:50 Momento de juego / descanso. Juegos preparados.
2:10 El servicio presbiteral. Explicación en base a dos textos bíblicos.
3:00 Consignas. Dictar las consignas.
3:15 Devoción mariana: María, la servidora. La actitud de servicio de María: Le 1, 39-45.
3:30 Fin del encuentro comunitario.

Consignas.
■ No dejar de trabajar en los cuatro pasos presentados desde el segundo
encuentro comunitario; no dar por ya trabajado lo que bien sabemos que
necesitamos trabajar toda la vida. Al contrario, aprovechar el tiempo
presente, en este momento intenso de la formación.
■ Contemplar las actitudes de servicio de Jesús, de los santos, de los
sacerdotes, para ir dibujando tu propio estilo en el servicio.
■ Ensayar actitudes de servicio en todos los órdenes de la vida y en todos los
ámbitos en los cuales se desarrolla: seminario, apostolado, familia, en la calle. Que
en todas partes se te conozca como persona real y prontamente dispuesta al servicio.
■ Confrontar las actitudes de dominio, explotación o insolidaridad que
puedan existir en tu propio comportamiento.
Itinerarios formativos 382 Etapa filosófica

2° de filosofía / Octavo encuentro comunitario


Cierre del segundo año de filosofía
Meta. El alumno cierra el itinerario del segundo año de filosofía, expresa sus
avances y retos pendientes y elabora un plan personal para las vacaciones.
Recapitulación. Se pide previamente a los seminaristas que traigan preparado
un balance personal de su proceso en el itinerario formativo de segundo de
filosofía, dejando claro que el reto formativo que se les propuso es difícil de
cumplir y por ello lo normal es que les quede mucho por hacer. Para ello su libreta
es siempre un instrumento útil.
Su análisis debe detectar principalmente los avances, es decir, lo que han podido
conseguir y algunos puntos pendientes, de modo que la puesta en común se haga
sobre todo en tomo a los avances, alentándose unos a otros a seguir caminando. Los
puntos pendientes se han de trabajar con los formadores en las entrevistas, pero no
con los compañeros. Es conveniente ayudar a los muchachos a discernir qué es lo
que deben compartir en este tipo de diálogos y qué deben reservar.
Contenido: Un plan de vida.
Las vacaciones después de este segundo año tienen una importancia especial,
precisamente porque se ha analizado su realidad de origen (social y familiar) y se
ha intentado un camino de confrontación. Las vacaciones se visualizan como un
espacio en el que tienen la oportunidad de ensayar una mayor libertad en todos los
órdenes. Este ensayo constituirá un buen fundamento para el discernimiento del
paso a la etapa teológica que deberán hacer dentro de un año.
Se comienza haciendo un análisis de cómo han vivido los dos veranos
anteriores: al terminar el curso introductorio y el primer año de filosofía. Con qué
dificultades y oportunidades se han encontrado; cuáles han sido sus aciertos y
deficiencias. Estos elementos pueden ser muy valiosos para diseñar un nuevo
proyecto de vacaciones teniendo más en cuenta las circunstancias reales en las que
viven las vacaciones. También pueden servir las pautas que se les dieron el año
pasado en el último encuentro comunitario.
En segundo lugar, conviene definir el contexto. Ya no estamos iniciando el
camino, sino que nos encontramos en pleno seguimiento de Jesús. Hemos intentado
aplicar el ejercicio metodológico "liberarse de", ejercicio que implica cambios
sustanciales y definitivos en nuestra vida. Por otro lado, van a ser las últimas
vacaciones de verano antes de decidir el paso a la etapa teológica. Todo recomienda
que se haga este plan con mucha seriedad.
La experiencia de los años anteriores nos ha enseñado que es importante ser
realistas en lo que podamos planificar. Como se señalaba en el último encuentro del
año pasado, no se debe pretender una aplicación de toda la vida del seminario en
otros contextos. Hay que proponerse un plan flexible y es necesario distinguir, con
sentido comín, lo que sí se puede aplicar y lo que no se puede aplicar en la
situación que
Itinerarios formativos 383 Etapa filosófica

vivirá cada uno, sea de apostolado, misiones o vida de familia.


Pero es aún más importante que intenten ensayar un estilo personal de mayor
libertad y radicalidad. Para ello se puede recurrir a la meditación ignaciana del
Rey temporal (EE 91-98). Es una invitación a una forma de vida radical en el
seguimiento de Cristo, síntesis del camino espiritual que ha trazado el itinerario
formativo.
Celebración penitencial.
Después de haber recorrido este camino en el cual los seminaristas han
reconocido puntualmente las propias esclavitudes y se han dejado acompañar en
ellas, tiene mucho sentido hacer una celebración penitencial en la cual se subraye
el incondicional amor de Dios, amor de predilección, que es el cimiento de toda
la vida espiritual. Para esta celebración el texto central puede ser el de Le 18, 9-
14: la parábola del fariseo y el publicano. Quien se reconcilia auténticamente con
Dios es quien se ha dado la oportunidad de sentir agudamente su propia debilidad
y recibe gratuitamente la misericordia.
Cena fraterna.
Para terminar el encuentro comunitario, y como continuación de la
celebración penitencial, celebrar una cena fraterna, en la cual compartan los
seminaristas, en la sencillez de la pobreza, el gozo de la reconciliación. Esta cena
es ya un anticipo del encuentro que tendrán con los pobres en el apostolado de
verano y con su propia familia, ámbitos en los cuales ya se han propuesto estar
presentes de una manera nueva.
Horario sugerido.
Hora Actividad Procedimiento
0:00 Explicación de la meta. Presentar la meta en un cartel.
0:15 Recapitulación. Compartir en pequeños grupos.
0:45 Explicación del plan de vida. Explicación.
1:00 Descanso.
1:20 Elaboración del plan de vida. Elaboración y puesta en común de la experiencia.
2:00 Descanso.
2:20 Celebración penitencial. Texto del fariseo y el publicano: Le 18, 9-14.
2:50 Consignas. Dictar las consignas.
3:00 Cena fraterna. Tener la comida preparada.
3:30 Fin del encuentro comunitario.

Consignas.
■ Poner en limpio su plan de vida antes de salir de vacaciones.
■ No preocuparse por los puntos del itinerario que les han quedado
pendientes, ya se retomarán durante el tercer año.
Itinerarios formativos 385 Etapa filosófica

Tercero de filosofía: La actitud de liberarse


para tomar una decisión
El itinerario para tercero de filosofía se aboca en su conjunto al cierre de la
etapa y a la preparación de la decisión que los seminaristas deberán tomar, de
acuerdo con sus formadores y como fruto del camino recorrido durante sus
primeros cuatro años de formación. Como praxis general existen tres posibilidades:
Pasar a la etapa teológica. Este paso supone que el seminarista toma una
decisión firme por el sacerdocio y que es consciente del perfil de egreso de la etapa
filosófica, tal como es presentado por las Normas Básicas y por los documentos de
la Iglesia, con sus personales aciertos y deficiencias.
Tomar un año de trabajo o de servicio. Cuando no se dan las condiciones
requeridas puede ser recomendable que el muchacho viva un año fuera del
seminario. La experiencia fuera no garantiza por sí misma un discernimiento
adecuado, si no es conveniente-mente acompañada. Este discernimiento ya ha de
ponerse en práctica en el momento de tomar la decisión. Esto en varios sentidos:
■ Dejando claro el motivo por el cual se decide suspender el proceso por un
año, de modo que al seminarista no le queden dudas al respecto. Se aclare también
por qué razones se opta por la modalidad de servicio o la de trabajo.
■ Definiendo un objetivo para el año de trabajo o de servicio y un programa
que establezca metas concretas, para que puedan ser evaluadas. Aquí conviene que se
describan con detalle los puntos que se recomienda al seminarista que trabaje
durante este año. Definiendo también los medios a los que es necesario recurrir,
especialmente si se trata de ayudas médicas o psicológicas.
■ Proponiendo el acompañamiento adecuado. El acompañamiento personal a
través un ritmo adecuado de entrevistas con algún formador y el acompañamiento
grupal a través de los encuentros con otros seminaristas que están en esta situación.
■ En cualquiera de los casos, estableciendo unos plazos concretos para el
discernimiento vocacional.
Abandonar definitivamente el proceso. Cuando la conclusión del proceso es
que no hay vocación sacerdotal. Esta opción no debe hacerse en detrimento de la
identidad discipular del muchacho. Por ello hay que atender a la pregunta: ¿Cómo
vas ahora a responder al llamado de Dios? Acompañar al muchacho lo más posible
en su vida de fe, en la definición práctica de su vocación laical, en la elección de su
carrera u ocupación y en otras decisiones que sean importantes para él. En este caso
es muy recomendable ofrecer un acompañamiento a largo plazo, por ejemplo,
durante un año, a través de entrevistas mensuales, sabiendo que el mismo
muchacho llegará a decidir libremente concluir el acompañamiento.
Si durante todo el segundo año nos situamos en la perspectiva ciertamente
negativa de examinar las propias esclavitudes a través del ejercicio "liberarse de",
el
Itinerarios formativos 386 Etapa filosófica

itinerario para este tercer año incluye dos ejercicios metodológicos que se
integran entre sí desde una perspectiva positiva:
"Liberarse para". Hace un planteamiento más positivo de la libertad,
colocando el amor como objeto de las verdaderas decisiones humanas. Si el
Señor nos ha liberado es para que, a imitación suya, hagamos el don de nosotros
mismos en el amor. Se trata del amor autotrascendente y no de cualquier clase de
amor. A este paso se dedican seis encuentros comunitarios. Contiene tres
catequesis fundamentales:
■ Presentación del ejercicio metodológico "Liberarse para", en el segundo
encuentro. Aquí se quiere dejar clara la metodología que se va a aplicar durante el
año. Tal metodología que intenta sintetizar los pasos anteriores desde un todo y
proponiendo una actitud de vida, la del hombre que permaneciendo atento a..., se
ha liberado de... haciéndose más capaz de amar.
■ La fase subliminal, en el cuatro encuentro. Es una reflexión sobre el
camino de la fe como descentramiento de sí mismo, de los propios planes y
proyectos, para ir cada día con mayor libertad hacia la voluntad de Dios.
■ El continuo trabajo sobre sí mismo, en el sexto encuentro. Ofrece un toque
de realismo, haciendo ver los límites de la naturaleza humana y cómo, si en
verdad queremos agradar a Dios, estamos obligados a un continuo y humilde
trabajo sobre nosotros mismos.
Decidir. Es el último paso del itinerario. Se trata en los últimos dos
encuentros, el séptimo y el octavo. Es importante insistir mucho en que la
metodología se ha de aplicar a las pequeñas decisiones. Es decir, que el centro de
la cuestión no es el paso a la etapa teológica, sino la libertad del hombre para
decidir iluminado por el Espíritu en un proceso de discernimiento. La gran
decisión vocacional tiene su lugar, pero no es la única y no debe distraer de lo
fundamental. En el octavo encuentro se prevé un momento para que comuniquen
esta decisión a sus compañeros. Lo ideal es que todos los seminaristas que
iniciaron la etapa la concluyan, sabiendo que no todos optarán por el sacerdocio
y, sin embargo, el proceso formativo les prepara para ser verdaderos discípulos
del Señor.
El itinerario propone dos medios fundamentales:
■ La contemplación de Jesús en el evangelio de Lucas, dando continuidad al
estilo espiritual que se propuso en los dos cursos anteriores.
■ La bitácora del caminante. Es una libreta como la que utilizaron los años
anteriores, pero dándole un carácter especial, que se relaciona con la toma de
decisiones.
El itinerario de tercero de filosofía plantea una mayor exigencia. Los
seminaristas deben trabajar con mayor seriedad, aplicándose profundamente a
la propuesta formativa y retomando los retos pendientes de los años
anteriores. Debe quedar muy claro que se ha dado una ampliación de su
libertad, un crecimiento notable en su madurez personal.
Itinerarios formativos 387 Etapa filosófica

3o de filosofía / Primer encuentro comunitario


Proceso de tercero de filosofía
Meta. El alumno se ubica en el momento presente: inicio del último año de la etapa,
conoce los rasgos de la madurez humana pedidos por la Iglesia para los futuros pastores
y tiene un primer contacto con la imagen fuerza de este año.
Meditación inicial. Meditación con el texto del camino de Emaús (Le 24, 13-35).
Buscar una manera original de presentar el texto para que sea escuchado y meditado con
profundidad. Reflexionar en torno a las preguntas:
¿De dónde vengo y a dónde me dirijo?
¿De qué vamos conversando por el camino?
¿Me ha alcanzado Jesús por el camino? ¿Lo he escuchado?
¿Le he invitado a quedarse?
¿Lo reconozco en la fracción del pan?
¿Después qué sigue?
Recapitulación. Es frecuente que los alumnos hayan terminado el segundo año con
muchos puntos pendientes, que necesitan ser trabajados. En este momento conviene
retomar lo que significó el ejercicio "liberarse de", verificando que en cierta medida se
ha conseguido, pero que en todos los casos el reto permanece, porque lo que hemos
planteado no es el programa para un curso, sino una actitud de vida. Dar tiempo
suficiente para que revisen sus libretas y para que compartan entre sí cómo se visualizan
al inicio de este nuevo curso. Se supone que entre los seminaristas, a causa de su propio
desarrollo, se ha logrado un nivel suficiente de confianza para compartir estos puntos
más personales.
Contenido.
A. Perfil de egreso de la etapa filosófica. Al iniciar el último curso de la etapa es
muy conveniente que se presente a los seminaristas el perfil de egreso que proponen
los documentos de la Iglesia. Se puede recurrir a la Pastores Dabo Vobisnn. 43-44 y al
perfil que proponen las Normas Básicas para la Formación Sacerdotal en México. Lo
importante es que lo vean con claridad y que se deje tiempo suficiente para que
reflexionen sobre él y localicen los puntos más importantes sobre los que tienen que
trabajar para cerrar la etapa antes de las vacaciones de verano. Nuevamente transmi
timos el mensaje: "no hay tiempo que perder en la formación".
B. Presentación del proceso de los alumnos de tercero de filosofía: Este es el año
para la síntesis de la vida, mediante la confrontación de "el hombre revelado por
Jesucristo" -Yo ideal- y "la verdad del hombre en camino" -Yo actual-. Al finalizar este
curso el seminarista debe ser capaz de expresar una opción comprometida con el
llamado que Jesucristo le hace y esta opción debe estar fundada en un discernimiento
real que le permita verse a sí mismo con su verdad, capaz de responder -con la ayuda de
Itinerarios formativos 388 Etapa
filosófica

la gracia- al llamado que Dios le hace, de un modo muy especial en el discernimiento del
paso a la etapa teológica.
Objetivo:
El alumno del tercer año de filosofía, consciente de su identidad
personal y de la propuesta vocacional que Jesús le hace en la Iglesia,
opta libremente por el sacerdocio como estado de vida propio y se
dispone para continuar su formación en la etapa teológica.
Imagen fuerza: Le 24, 13-35. Es la narración evangélica del camino de Emaús. Esta
será la imagen que inspirará la vida de los discípulos durante el presente curso. Los
seminaristas son hombres en camino y lo serán toda su vida. La madurez es un proceso
permanente y que se ha de trabajar tenazmente, para que al finalizar la etapa hayan
dibujado los rasgos del cristiano maduro, partiendo en primer lugar de la confianza en
Dios y de una inspiradora vida de gracia, apoyada en una relación íntima y personal del
discípulo con su Maestro. El Evangelio de Lucas es adecuado para este último año de
filosofía porque subraya el valor de la pobreza y del seguimiento radical de Jesucristo en
la vida discipular.
Manual para la oración: El Evangelio de Lucas. La metáfora del camino inspira todo
el itinerario. La Palabra será la clave hermenéutica para comprenderse a sí mismo y a la
vida, y por tanto también como criterio para discernir su conducta diaria y para decidir su
futuro. A esta altura de la formación la oración debe haber llegado a constituir no sólo un
hábito, sino el centro de la vida discipular.
Corazón del itinerario: Se centra en el análisis de los criterios-guía que en tu
experiencia diaria están normando tu vida y tus decisiones. Por ejemplo: hoy por la
mañana tuve una hora libre de clase, porque el maestro no llegó. En vez de estudiar me
fui a la capilla a rezar un rosario por los sacerdotes enfermos y por las misiones. Ante
esta situación me pregunto: ¿Qué criterios seguí para tomar dicha decisión? ¿La
emotividad? ¿La evasión? ¿La misericordia? ¿El cultivo de mi imagen ante los demás?
Una vez ubicados los criterios que orientaron mi decisión y mi acción, los confronto
con los cinco valores objetivos y revelados (unión con Dios, seguimiento de Jesucristo,
castidad, pobreza y obediencia) y con las situaciones de la vida de Jesús que puedan
iluminar la mía. Finalmente, distingo si mis criterios son los del Evangelio o son los del
mundo. En el primero de los casos, doy gracias a Dios y me apropio conscientemente de
esta actitud. En el segundo caso, tengo que poner atención, en orden a liberarme de las
trabas que me impiden manejar los mismos criterios de Jesús en algunos aspectos de mi
vida.
A partir de hoy, este trabajo debe ser parte de lo que se analice en el momento de
realizar "la bitácora del caminante". Un diario espiritual en el que reflejes tu diálogo
con Jesús y tu discernimiento. Recordar que en el diálogo que Jesús sostiene en el
camino de Emaús, el tema de la Cruz tiene mucha importancia, ya que primero es
incomprendida por los discípulos, pero después es presentada como instrumento de
redención y como espacio para la autodonación del amor autotrascendente. Este
Itinerarios formativos 389 Etapa filosófica

ejercicio tiene necesariamente su cuota de cruz. No lo olvides. A estas alturas el


seminarista debe estar bien adiestrado en su capacidad de "atender a" y debe
haber realizado un trabajo suficiente en cuanto a la "liberación de". Ahora debe
formarse en la "libertad para" y en el "valor de" decidirse.
Horario sugerido.
Hora Actividad Procedimiento
0:00 Momento de meditación. Le 24,13-35: Los discípulos de Emaús.
0:25 Explicación de la meta. Presentar la meta en un cartel.
0:35 Recapitulación. Redacción personal y compartir.
1:00 Perfil de egreso de la etapa. Presentación, trabajo personal y de grupo.
1:50 Momento de juego / descanso. Juegos preparados.
2:10 Presentación del Itinerario de tercero. Explicación detallada. Bitácora del caminante.
3:00 Consignas. Dictar las consignas.
3:15 Devoción Mariana. Rezo del Rosario.
3:30 Fin del encuentro comunitario.

Consignas.

■ No caigas en la tentación de la superficialidad, para este ejercicio debes


dedicar un tiempo de calidad diario empezando el día de hoy. Si tienes
dificultades coméntalas con el prefecto o con el director espiritual.
■ Ten en cuenta que ahora inicias este camino, recta final de la etapa
filosófica, camino de síntesis de vida y decisión vocacional; ten
paciencia y en tu mochila carga una buena dosis de esperanza, porque
sólo la esperanza es realista y ella es la virtud del dinamismo y el coraje
cristiano.
Itinerarios formativos 390 Etapa filosófica

3° de filosofía / Segundo encuentro comunitario


El ejercicio metodológico "liberarse para"
Meta. El alumno conoce el tercer paso metodológico del discernimiento
{libertad para) y se dispone a normar su vida por medio de él.
Recapitulación. Basta con recoger en qué ha consistido su aproximación al
Evangelio de Lucas y cómo han utilizado la "bitácora del caminante", con el fin
de reforzar ambos elementos. Se les plantean ambas preguntas, se les pide que
compartan entre sí y después los formadores insisten en la importancia de
aplicarse al proceso formativo. Es conveniente quitar a los seminaristas la
preocupación en tomo a lo que quedó pendiente del paso metodológico anterior,
haciéndoles ver que el paso que se les ha propuesto incluye siempre el anterior, y
con ello la capacidad de retomar lo pasado.
A. Contenido. Formar en la "libertad para".
"Liberarse para" es una fase importante del proceso de decisión que te
ayudará a cuestionar las pequeñas decisiones que vas haciendo en la vida
cotidiana y culmina con la decisión del paso a la etapa teológica. El objetivo
específico de esta fase, es que, habiéndote experimentado ya liberado de algunas
esclavitudes, ejercites concretamente tu libertad abrazando responsablemente la
verdad, primeramente en lo cotidiano y después formulando tu decisión
vocacional. El método que se te propone consiste en hacer emerger, desde el
análisis la propia experiencia y del camino ya hecho, algunos criterios-guía, para
confrontarlos después con los valores cristianos objetivos y vinculantes (unión
con Dios, seguimiento de Jesucristo, castidad, pobreza y obediencia) y con los
mismos ejemplos evangélicos de la persona de Cristo. ¿Por qué este método?
Porque respeta las dos condiciones centrales para el discernimiento: Que tú seas
artífice de tus decisiones más vitales. Que te confrontes con los valores
evangélicos, especialmente presentes en tu proceso formativo, a través del
contacto profundo con la Palabra de Dios.
Marco teórico. El paso previo -"liberación de"- fue la parte negativa del
trabajo, ahora toca dar el paso positivo y constructivo. Sabemos que el hombre
no nace libre, sino que se hace libre y esto no sucede de modo espontáneo o
instintivo. La formación para la libertad necesita de puntos de referencia precisos
y de intervenciones adecuadas. Esto se debe a que la libertad es un modo de ser y
establece un estilo de vida y de comportamiento; es un componente humano que
tiene sentido sólo en relación con los demás componentes, por ejemplo, los
valores, los objetivos; en sí mismo no es ni representa un fin, por eso es absurdo
buscar concentrar las fuerzas sólo en buscar la libertad o la felicidad; es más, no
existe ni siquiera la libertad sin un engarce con valores precisos y razones
existenciales que le den un fin explícito. La libertad se da, consecuentemente, en
unas circunstancias y por eso siempre se realizará en el marco de unos límites.
El objetivo general del proceso formativo es ampliar la libertad para la
autotras-cendencia en el amor. Objetivo específico de la fase en la que nos
encontramos ahora es conseguir la libertad para juzgar en la verdad y con
responsabilidad, en este
Itinerarios formativos 391 Etapa filosófica

sentido, serás libre en la medida en la que juzgues y decidas responsablemente


según la verdad. Ante todo hay que hacer una opción por la verdad. En este punto
del camino es de esperarse que dispongas ya de un notable conocimiento del
ideal al que aspiras -Yo ideal-, que conozcas suficientemente la verdad actual
sobre ti mismo -Yo real-, incluso la menos grata; sin embargo, tendrás que abrirte
aún a la verdad ideal-objetiva: la verdad revelada, la palabra de Dios, desde la
cual se puede optar por la vocación sacerdotal.
¿Cuál es, entonces, el papel del itinerario para favorecer tu apertura y la consi-
guiente aprobación-apropiación de los valores evangélicos? Su papel se
concretiza en dos aspectos muy específicos:
■ Que sea un solo proceso. La formación ofrece elementos espirituales,
intelectuales, culturales, sociales, deportivos, apostólicos, etc. Todos estos
contenidos deben llegar a unificarse en un solo proceso, de modo que lleguen a
convertirse en un camino de formación. Este es el sentido de la "bitácora del
caminante". Es un medio para objetivar la unidad del proceso. En todo ello la
escucha de la Palabra de Dios y la contemplación de los ejemplos de Cristo ocupa
un lugar central. Pero para que se consiga esta unidad debe darse una segunda
condición.
■ Que comprometa a todo el hombre. No sólo la mente, sino también la
voluntad, el corazón; no debe ser puro raciocinio, sino también emoción. Por ello
es necesario que te eduques en el amor a la Palabra, ella tiene el poder de abrazar
a todo el hombre, involucrándolo a niveles profundos. Se trata de una nueva
sabiduría, que afina el gusto y crea sintonías con los dones del Espíritu, y es
precisamente sobre la que empiezas a construir tu conciencia. Una conciencia
nueva, iluminada por los valores revelados, que no se contenta con evitar el mal,
sino se abre a hacer positivamente al bien, siguiendo el modelo de Jesús.
B. Ejercicio para crecer en la "libertad para".
Has intentado, durante el segundo curso, un camino hacia adentro,
reconociendo tus esclavitudes y llamándolas por su nombre. Todo ese análisis,
que ha sido costoso, produce sus frutos, te va conduciendo a una nueva relación
con Dios, más libre y profunda. Cultivada esta habilidad para reconocer tus
verdaderos motivos, aunque a veces sean muy contradictorios, se trata ahora,
durante el tercer curso, de confrontarlos con los valores cristianos, objetivos y
revelados (unión con Dios, seguimiento de Jesucristo, castidad, pobreza y
obediencia), y con los mismos ejemplos evangélicos de la persona de Cristo, que
aceptas como camino de libertad y apropias como objetivo para tu vida
vocacional. El ejercicio anterior (2S año) subrayaba el aspecto negativo del
discernimiento: "liberarse de". Este ejercicio (3er. Año) se centra en el aspecto
positivo o iluminativo: "liberarse para"; para conseguir un orden de vida habitual
y consciente. Entre ambos pasos hay una conexión dinámica. Lo practicaremos
mediante los siguientes pasos:
Itinerarios formativos 392 Etapa filosófica

■ Primer paso: Localizar la materia de la decisión. Intentas distinguir


cuáles son las decisiones significativas para ti, las que muestran tus verdaderos
criterios y motivaciones. Por ejemplo: A partir de la evaluación del curso pasado
he decidido preparar mejor el apostolado. Es algo importante para mí porque
quizá no he tomado con la seriedad debida la actividad apostólica.
■ Segundo paso: Ubicar los criterios reales de mi decisión. Ante esta
situación te preguntas: ¿Qué criterios seguí para tomar dicha decisión? ¿La
emotividad, porque en el momento de la evaluación me sentía mal? ¿La evasión,
para tranquilizarme sobre ciertas dudas vocacionales que he tenido? ¿La
misericordia, para hacer el bien a los demás y buscar mi mejor formación? ¿El
cultivo de mi imagen ante los demás, para quedar bien con los compañeros y con
el párroco? ¿La búsqueda del éxito, para ser popular y reconocido en el
apostolado?
■ Tercer paso: confrontar los criterios con el evangelio. Una vez ubicados
los criterios que orientaron tu decisión y tu acción, los confrontas con los cinco
valores objetivos y revelados (unión con Dios, seguimiento de Jesucristo, casti-
dad, pobreza y obediencia) y con las situaciones de la vida de Jesús que puedan
iluminar la tuya. Puedes considerar el modelo de Jesús, profundamente entregado
a la misión, que pone toda su creatividad y su ingenio para comunicar la Buena
Noticia del Reino de Dios. También puedes considerar el valor del seguimiento de
Cristo que te invita a colaborar con él en el apostolado. Finalmente, distingues si
tus criterios son los del Evangelio o son los del mundo:
Si encuentras que has optado por criterios evangélicos, como la gratuidad
y la entrega personal en el apostolado, das gracias a Dios y te apropias
conscientemente de esta actitud, para hacerla habitual e intencional.
Si descubres criterios opuestos al evangelio, como la búsqueda del éxito o
el miedo al fracaso, o el deseo de sobresalir, necesitas poner "atención a",
en orden a "liberarte de" las trabas que te impidan manejar los mismos
criterios de Jesús en algunos aspectos de tu vida.
Este trabajo es parte de lo que hay que analizar en el momento de realizar "la
bitácora del caminante". Puedes poner diversos objetos y preguntarte sobre los
motivos de fondo que rigen tus decisiones. Puede ser útil ensayar con decisiones
más grandes y más pequeñas, pero que muestran por dónde van tus motivaciones.
Se trata de actualizar el diálogo de Jesús con los de Emaús: el motivo de su ir
conversando tan llenos de tristeza, el llegar a una explicación más profunda de
esa actitud, explicando la ley y los profetas; facilitando una experiencia nueva, la
de Cristo resucitado, marcada por una mayor autenticidad y verdad, para actuar
inmediata y alegremente comunicando la gracia recibida.
Observa cómo los dos ejercicios anteriores, "estar atento a..." y "liberarse
de..." no se pueden considerar como una "prueba superada", sino que están
profundamente presentes en este tercer ejercicio y permanecerán a lo largo de tu
vida discipular.
Horario sugerido.
Hora Actividad Procedimiento
0:00 Cantos vocacionales significativos. Cantos en torno al seguimiento.
0:15 Oración: vivir según el espíritu: Gal 5, Repartir el texto y su comentario.
13-26.
0:35 Explicación de la meta. Presentar la meta en un cartel.
0:45 Recapitulación. Repartir las preguntas. Trabajo
personal y grupal.
1:15 Formar en la "libertad para..." Explicación y dudas.
1:50 Momento de juego / descanso. Juegos preparados.
2:10 Ejercicio para crecer en la libertad para. Texto Libertad para...
3:00 Consignas. Dictar las consignas.
3:15 Devoción mariana. Preparada por los seminaristas.
3:30 Fin del encuentro comunitario.

Consignas.
■ Comenzar a aplicar el ejercicio "liberarse para..." tal como se aplicó en el
año anterior el ejercicio "liberarse de". Poner atención a !a repetición del ejercicio
en diversas circunstancias y a llevar un registro en la "bitácora del caminante". Este
ejercicio se centra en pequeños comportamientos, pero que son significativos para
ti.
■ Reportar detalladamente con los formadores el ejercicio que vas haciendo,
de modo que junto con ellos te vayas aproximando al discernimiento.
■ Dar a la contemplación de los ejemplos de Jesús en el Evangelio un lugar
verdaderamente central, el que realmente debe ocupar en la vida discipular.
Itinerarios formativos 394 Etapa filosófica

3o de filosofía / Tercer encuentro comunitario


La libertad ordenada
Meta. El alumno comienza a integrar los tres ejercicios metodológicos y comprende el
proceso en el que está trabajando desde una perspectiva espiritual.
Recapitulación.
A partir del encuentro anterior los seminaristas han comenzado a aplicar el ejerci cio
"liberarse para". Sin embargo, es fundamental recordar que se trata de un proceso
acumulativo y progresivo, es decir, que los dos ejercicios anteriores permanecen como una
actitud de vida. El mismo planteamiento de este tercer ejercicio remite a los anteriores. Por
ello queremos hacer ahora una recapitulación de todo el proceso, para que los alumnos
comiencen a tener la visión unitaria del mismo, el cual continuarán aplicando en adelante y
especialmente en la etapa teológica.
En un primer momento se les pide que describan su experiencia durante este último
mes, relacionándola con los dos ejercicios anteriores. Se puede hacer en un formato a tres
columnas, de modo que distingan la experiencia que han tenido en cada uno de los tres
ejercicios y a la vez vean la relación que existe entre ellos. Se comienza con un trabajo
personal, luego se pone en común por grupos pequeños y al final los formadores retoman
con la siguiente explicación:
Repaso de los pasos anteriores. Conviene revisar el camino que hemos recorrido
juntos al afrontar el tercero de los cuatro momentos del proceso. Sobre todo esclarecer qué
pasos metodológicos se pueden dar de modo que se garantice el avance en un proceso de
formación que permita ejercitar una libertad madura capaz de optar por la voluntad de Dios
por medio de una respuesta responsable a la altura del llamado.
Percepción existencial: formar la "atención a". No es sólo una habilidad, sino la
atención como estilo de vida. Atención significa tener fija la mirada en aquello que se ha
buscado y esperado pacientemente. Es transformar todo acontecimiento en experiencia; es
decir en reflexión de lo vivido. Implica un nuevo modo de enfrentar la vida y sus
circunstancias; en fin, vivir conscientemente. Así cada momento se hace un memorial, para
lo cual será necesario hacer el mapa de la propia vida, atendiendo al yo: historia personal,
madurez e inmadurez, memoria afectiva, distorsiones perceptivas... Se debe llegar a
llamarle a cada cosa por su nombre.
Atención a uno mismo significa percatarse del inmenso potencial positivo que uno
lleva dentro de sí: sea el ligado a la propia persona (dotes, cualidades, etc.), sea el derivado
de los valores en que se cree, del don del Espíritu y de la fuerza de la Palabra que opera en
él. También hay que prestar atención a la realidad del entorno, de modo que también en ella
se pueda encontrar a Dios.
El ejercicio "atender a" ha dejado claramente impresa en nuestra fantasía la imagen y
los ejemplos de Jesús y el ideal de la vida discipular, de modo que se ha convertido en una
referencia existencial. Sabes poner nombre a lo que buscas y da sentido a tu vida.
Itinerarios formativos 395 Etapa filosófica

Comprensión práctico-intuitiva: formar en la "liberación de". En esta fase se


verifica una interpretación inmediata de los datos de experiencia que surge de
modo automático-instintivo y que con frecuencia está en el origen de los pequeños
pero significativos discernimientos cotidianos. Estas interpretaciones muestran lo
que está presente en el corazón y en el nivel inconsciente, que está condicionando
las distintas decisiones, sin que sean adecuadamente corregidas por la reflexión
racional. En este punto del proceso es necesario efectuar una "liberación de" las
inclinaciones que, como hemos dicho, condicionan las decisiones. Se han
propuesto y practicado cuatro pasos para ejercitar la "liberación de":
ls El reconocimiento preciso y puntual de la esclavitud psicológica espiritual.
2° Impedir la gratificación del deseo mismo o, en otras palabras, romper el nexo
entre el "me gusta" y "lo hago".
3S El descenso a la propia interioridad, sintiendo la propia debilidad de modo
nuevo y agudo y al grado de saberte profundamente necesitado. Es un momento
importante en el proceso que no debe ser ahorrado al formando, ya que permite
el conocimiento de la verdad de sí para redescubrir la verdad de Dios.
4S Aprender a estar ante Dios o aprender a orar. Llegados a este punto surge la
necesidad de la oración, es la necesidad del inválido que se sabe incapaz de
caminar solo. Lleva a la indiferencia como liberación interior de aquello que
esclaviza el corazón y la mente, como capacidad de relativizar lo que no es de
Dios y no conduce a Dios, dejando de lado motivaciones o intereses egoístas o
utilitarios. Nunca llegamos a alcanzar la libertad plena, pero ya es auténtica
liberación de algunas de las falsedades que nos impiden elegir un bien real.
Por medio de este ejercicio, has llegado a objetivar tu realidad y a trabajar sobre
ella suficientemente, de tal modo, que vas adquiriendo la convicción de que no
queda nada importante en tu personalidad que no haya sido confrontado, y por otro
lado, de que necesitas continuar trabajando sobre ti mismo durante toda la vida. El
ejercicio ha sido exigente y te ha llevado a cierto desarrollo de tu capacidad crítica,
ya sabes que tienes mucho que trabajar, que tu vida personal presenta retos
continuos. Al menos has salido de la visión ingenua de sí mismo que tiene la
persona que no ha dado pasos en el camino del propio conocimiento.
Percepción de sí abierto al futuro: "liberarse para".
En este momento se comienza a hacer una consideración del futuro. Habiendo
tocado la verdad profunda de ti mismo, miras al horizonte, de cara a tomar una
decisión. Es un paso importante porque revela qué significa la verdadera libertad.
No es totalmente libre quien sólo se libera de algunos condicionamientos, sino
quien ordena todo lo que es y lo que tiene a un fin. De ahí la importancia del paso
desde el ejercicio "liberarse de" hasta el ejercicio "liberarse para".
Aquí la oración ocupa un puesto especial, porque el contenido de ese futuro lo
estás comprendiendo en el contexto discipular, de cara al discernimiento de la
vocación presbiteral. Habiendo confrontado tus debilidades o afectos desordenados
y
Itinerarios formativos 396 Etapa filosófica

habiendo conseguido cierto orden mayor, te pones en manos de Jesús, para que sea
él quien conduzca tu vida.
Contenido: La libertad ordenada a un fin.
El presente encuentro comunitario ya ha tenido suficiente contenido con la
recapitulación que se ha hecho. Ahora se pretende subrayar la dimensión espiritual
del itinerario utilizando el lenguaje ignaciano, para hablar de lo mismo. El fin de los
ejercicios espirituales es preparar y disponer el ánima, para quitar de sí todas las
afecciones desordenadas, y después de quitadas para buscar y hallar la voluntad
divina en la disposición de su vida para la salud de su alma (EE 1). San Ignacio
define así la vida espiritual. Sabe que Dios actúa siempre y que la tarea espiritual
del hombre consiste fundamentalmente en mantenerse dispuesto a recibir los dones
de la gracia, procurando quitar los obstáculos o afecciones desordenadas que
siempre existen.
Este breve texto hace obvio que los tres ejercicios que se han propuesto en el
itinerario son parte de la vida espiritual. Es necesario conocer las propias
afecciones desordenadas, "estar atento a"; para quitar de sí esas afecciones,
"liberarse de"; de modo que pueda buscar y hallar la voluntad divina, "liberarse
para"; eligiendo un bien verdadero, "tomar una decisión". El núcleo que
compromete la vida espiritual está en el segundo paso, que se ha practicado
asiduamente en el segundo año de filosofía.
El término afecciones desordenadas muestra que la tendencia contraria a los
valores del Evangelio está arraigada en la vida afectiva. Se habla propiamente de
afectos. El problema no está en el afecto mismo, sino en el desorden con que se
vive, es decir, se trata de un afecto orientado a un fin contrario a los valores del
evangelio y a la misma naturaleza humana. Por ello la meta de la vida espiritual no
consiste sólo en quitar los afectos desordenados, sino en orientarlos
convenientemente. Ordenar el afecto significa que se oriente a un fin superior. Es
importante amar lo que hacemos, pero este afecto debe enfocarse a un bien real. El
afecto desordenado es más intenso y arrastra a la persona a actuar; por el contrario,
el afecto ordenado es menos intenso, pero es el resultado de una opción por la
verdad. El primero se parece más a la pasión; el segundo es más parecido a la paz
espiritual. Por ejemplo, puedes sentirte muy interesado por un tema de
investigación porque satisface tu curiosidad, se trata de un afecto desordenado
porque no conduce a un fin; pero puedes sentir mucho interés por una investigación
porque con ella prestarás un mejor servicio a los demás. Puedes amar a tu familia
con los lazos de las relaciones humanas, por ejemplo sintiendo gratitud por todo lo
que has recibido de ella. Pero también puedes amar a tu familia con el amor de
Dios, que se llama caridad, encontrando las claves interpretativas de ese amor en la
fe.
La voluntad divina se realiza en las circunstancias muy específicas que vive
cada persona. Es un trabajo bien específico, que debe hacer cada uno por sí mismo.
Porque todos tenemos afectos desordenados, y todos necesitamos trabajar en
nuestra vida espiritual. Es útil referirse al sentido ignaciano de la indiferencia. No
significa desprecio de las cosas, sino la actitud de quien es verdaderamente libre
para vivir los valores del evangelio. Así, por ejemplo, eres indiferente a tener
dinero o no tenerlo, porque has
Itinerarios formativos 397 Etapa filosófica

dado al dinero el sentido utilitario que le corresponde, de modo que no haces


depender tus acciones de la posibilidad que tengas de conseguir dinero. Puedes
cultivar la indiferencia ante el aplauso de la gente, no vives, como muchos
artistas, de aplausos, sino que tienes otras fuentes de vida, de modo que eres
capaz de cumplir con tu deber con aplausos o sin ellos. La indiferencia es una
actitud profundamente recomendada para la formación sacerdotal. La indiferencia
bien cultivada marca un camino de profundidad espiritual que es explicado por
san Ignacio a! proponer el segundo grado de humildad: Me hallo en tal punto,
que no quiero ni me afecto más a tener riqueza que pobreza, a querer honor que
deshonor, a desear vida larga que corta, siendo igual servicio de Dios nuestro
Señor y salud de mi ánima [EE. 166]. Hay que notar que está describiendo una
actitud de suprema libertad ante todas las cosas, a las que ama en el Señor, en la
búsqueda de su voluntad y del bien, es decir, una libertad ordenada a un fin.
Horario sugerido.
Hora Actividad Procedimiento
0:00 Cantos vocacionales significativos. Cantos sobre el gozo de la entrega.
L 0:15 Oración: Dios nos cuida: Le 12, 22-34. Vivir en la Providencia de Dios.
0:35 Explicación de la meta. Presentar la meta en un cartel.
0:45 Recapitulación. Trabajo personal y grupal. Síntesis.
1:50 Momento de juego / descanso. Juegos preparados.
2:10 La libertad ordenada a un fin. Reflexión sobre la espiritualidad ignaciana.
3:00 Consignas. Dictar las consignas.
3:15 Devoción mariana: Rosario. Rosario preparado por los seminaristas.
3:30 Fin del encuentro comunitario.

Consignas.
■ Continuar trabajando en el tercer ejercicio metodológico, intentando vivirlo
como parte normal de la vida espiritual. Subrayar en la oración personal y
comunitaria la devoción mariana, como realidad que implica a todo el
hombre en el proceso formativo.
■ Busca conseguir una actitud de indiferencia ante bienes concretos que se te
presentan. Para ello puedes localizar los puntos en los que gozas de mayor
libertad y, por contraparte, los puntos en los cuales tu libertad no es
suficiente o está comprometida.
Itinerarios formativos 398 Etapa filosófica

3o de filosofía / Cuarto encuentro comunitario


La fase subliminal

Meta. El alumno verifica su comprensión del ejercicio metodológico "liberación


para" y si ya está trabajando en él, recibe los elementos que le ayudan a profundizar
este ejercicio y que orienten su disposición hacia una mayor confianza en Dios.
Recapitulación. En esta ocasión nos interesa recoger la experiencia espiritual de
los seminaristas durante el mes que ha transcurrido. Es interesante llevarlos a un
nivel de comunicación más profundo, desde el que puedan compartir lo que
habitualmente no es motivo de conversación entre ellos. Para ello se les pide que
analicen las notas de su bitácora e intenten compartir específicamente su
experiencia espiritual. Para facilitar la recapitulación se pueden recordar los
conceptos de afecto desordenado y de indiferencia que se presentaron durante el
encuentro anterior.
La fase subliminal. Se puede comenzar con una representación de los textos del
sacrificio de Isaac (Gn 22, 1-9) y de la conversión de san Pablo (Hch 9, 1-19).
Después de ver las dos representaciones, pedir a los seminaristas que se pregunten:
¿Qué tienen en común estas representaciones? ¿Qué nos enseñan sobre la vida de fe?
Este encuentro comunitario está centrado en un análisis de la experiencia de la
fe presentado por A. Cencini en Amarás al Señor tu Dios, pp. 107-118. Conviene
proporcionar a los seminaristas el texto íntegro para que lo reflexionen por el gran
interés que tiene para su propio proceso. Aquí se presenta sólo un breve sumario. El
texto presenta conceptos muy delicados, porque tocan la sensibilidad creyente de
los alumnos. Es importante que se procure una primera aproximación al concepto
de "fase subliminal" para que luego se facilite una reflexión más profunda al
respecto.
El término "subliminal" significa literalmente salir fuera de los límites. Se
refiere a los límites que ponemos en nuestro camino de fe e implican la pretensión
de mantener el control, de continuar siendo el "sujeto" de nuestro propio proceso
sin depender realmente del proyecto de Dios. El hombre asume una serie de
sacrificios, hace unas opciones que pueden parecer radicales, pero pretende que
Dios sea "razonable", que se deje encontrar, que no exija demasiado o de que en
algún sentido se deje controlar, es en el fondo no dar a Dios el lugar que
legítimamente le corresponde.
Una serie de modelos bíblicos ayudan a clarificar en qué consisten estos límites
que tendemos a poner en la vida de fe: Abrahán, quien salió de su tierra para ir a
donde Dios le enviara, con la esperanza de que el Señor cumpliera su promesa (Gn
12, 1-10). Pablo de Tarso, quién movido del celo por las tradiciones paternas (Hch
22, 1-5; ICor 15, 9) se dedicó a perseguir a la Iglesia. Pedro, quien habiendo dejado
su oficio de pescador, está dispuesto a dar su vida por Cristo (Le 5, 1-11; Jn 13, 36-
38). O cualquier discípulo que declara, no sin cierto tono de arrogancia e
ingenuidad: Te seguiré a donde quiera que vayas (Le 9, 57-62). En todos estos
casos hay una auténtica entrega, se ha recorrido un camino espiritual, pero surge la
pregunta: ¿Es suficiente ante el misterio de Dios que se manifiesta muy por encima
de las expectativas humanas? En medio del camino, ya emprendido el seguimiento,
llega un momento en el que Dios
Itinerarios formativos 399 Etapa filosófica

pide algo más, algo desconcertante y misterioso, que obliga al discípulo a salir de
los límites que ha establecido. Dios "visita" a estos amigos suyos y les pide un
seguimiento más hondo. Esto es difícil porque se propone la renuncia a cuanto la
persona ha pretendido construir en su proyecto vocaciona!, como se ha dicho,
con cierto aire viciado por el orgullo, pero no se ve claro hacia dónde hay que
caminar, de modo que el discípulo tiene que aprender a continuar su camino en la
oscuridad. Pierde sus seguridades y tiene que confiar como nunca lo ha hecho.
Siempre llega un momento en el cual el Señor pide al discípulo algo que nunca
había imaginado, y que le parece imposible. Los ejemplos bíblicos son claros:
■ Dios pide a Abrahán que sacrifique a su hijo, el signo y la garantía de la
promesa (Gn 22, 1-19), en su camino hacia la montaña del sacrificio, lleva en el
corazón en una profunda oscuridad, no sabe qué ocurrirá unos minutos después;
cuando Isaac le pregunta idónde está el cordero para el holocausto? el padre
responde: Dios proveerá, sin saber bien lo que dice, la única certeza que le queda
consiste en que debe confiar en el Dios que lo llamó desde el principio y ahora le
pide algo que parece imposible y contradictorio.
■ Jesús se aparece a Pablo en el camino de Damasco (Hch 9, 1-19; 22, 6-
21), a partir de esa visión queda ciego, profundamente inseguro, sin saber a dónde
ir y esperando la ayuda de aquellos a quienes perseguía. Tiene que ser llevado de
la mano por personas que, al menos aparentemente, son menos capaces y
preparados que él, recorriendo un camino de despojo de todo cuanto creía y
esperaba para descubrir el don sorprendente de Dios. Luego dirá que todo lo que
antes consideraba ganancia llegó a valorarlo como pérdida, como algo sin
verdadero valor.
■ Pedro vivirá una experiencia de total confusión y oscuridad a partir de la
triple negación de Jesús. Su confusión está bien reflejada en la mirada de Jesús en
la pasión (Le 22, 54-65) y en el llanto de Pedro. Sus promesas envalentonadas
quedan en una oscura mediocridad y pierde el rumbo. Después de haberlo dejado
todo para seguir a Jesús se encuentra confundido, sin saber qué hacer, necesitado
del consuelo y la comprensión de los demás a quienes probablemente llegó a
mirar con desprecio.
A través de estas experiencias, Dios parece demostrar que el discípulo tiene
aún que conocerlo, que quizá no ha comenzado a caminar realmente. El problema
es que los valores por los que el discípulo ha dado la vida se han demostrado, en
cierta medida, falsos, pero aún no aparece en su corazón ninguna certeza y tiene
que caminar en la oscuridad. En medio de esta situación, los personajes bíblicos
necesitan una mediación, es decir, la guía de otra persona que les muestre el
camino. En el caso de Pablo es bien claro: Ananías, un hombre más bien
limitado, será su guía; Job encuentra a sus tres amigos, que lo confrontan y lo
juzgan de un modo torpe, pero es a través del diálogo con ellos como descubre el
rostro de Dios. En la fase subliminal es necesario buscar ayuda porque hay
siempre un Ananías para quien tenga la humildad suficiente para dejarse guiar,
reconociendo la propia ceguera. Se dice que a Pablo lo
Itinerarios formativos 400 Etapa filosófica

llevaron de la mano (Hch 9, 8), con todo el sentido simbólico y pedagógico que con-
tiene esta expresión.
El hombre es verdadero creyente cuando pierde el control de la propia existencia y
se atreve a confiar, pero no aprende esta lección de vida sino al precio de sacrificar lo
que más quiere, allí donde ha puesto su corazón, aparentemente en un camino de fe.
Proyectos apostólicos, estilos de vida, opciones más o menos radicales. Si el discípulo
es honesto descubrirá que ama todas estas cosas, pero Dios ocupa un segundo o tercer
plano en su corazón. Tiene necesidad de que Dios lo visite con sus pruebas para que
pueda descubrir con mayor nitidez la verdad. La prueba, la fase subliminal en la que
Dios lo mete, no quiere comprobar si hay amor. Evidentemente lo hay porque sólo
quien ama se compromete como lo ha hecho el discípulo. La prueba revela al corazón
del discípulo que puede amar mucho más de lo que ha amado hasta ahora. Y le abre un
camino de fe más auténtico.
El camino discipular consiste en un continuo apartarse de la inautenticidad, en un
gradual abandono en las manos de Dios, en un paulatino descubrimiento de su volun-
tad y de su amor, que continuará a lo largo de la vida. El itinerario formativo de la
etapa filosófica ha ayudado a los seminaristas a dar un primer paso en este sentido,
pero hay que reconocer que éste es sólo un primer paso, y que este proceso se repetirá
a lo largo de su vida en una continua purificación.
Horario sugerido.
Hora Actividad Procedimiento
0:00 Cantos vocacionales significativos. Repartir las letras de los cantos.
0:15 Oración: La experiencia de Dios.
El camino de la fe: IRe 19, 9-13a.
0:35 Explicación de la meta. Presentar la meta en un cartel.
0:45 Recapitulación. Procurar un compartir más profundo.
1:50 Momento de juego / descanso. Juegos preparados.
2:10 La fase subliminal. Representaciones, explicación, dudas.
3:00 Consignas. Dictar las consignas.
3:15 Devoción mariana: Le 2,1-21. Nacimiento de Jesús en pobreza.
3:30 Fin del encuentro comunitario.

Consignas.
■ Releer varias veces el texto de A. Cencini sobre la fase subliminal, de
modo que durante el mes se consiga una profundización al respecto:
¿Cómo he vivido mi camino de fe y de discipulado? ¿Realmente
recurro a la ayuda de los formadores con la humildad que se requiere?
■ Continuar trabajando en el ejercicio "liberarse para" sin centrarse aún en las
decisiones para el futuro. Procurar dar a esta reflexión un sentido más espiritual,
tomando muy en serio los momentos de oración personal.
■ Durante el mes, intenta detectar los momentos de purificación que han existido
en tu vida discipular, localizando cuándo has pasado de cierta inautenticidad hacia una
mayor autenticidad. Reportar este análisis en las entrevistas.
Itinerarios formativos 401 Etapa filosófica

3o de filosofía / Quinto encuentro comunitario


El proceso de la etapa filosófica
Meta. El alumno hace un ejercicio de síntesis, reconstruyendo su historia
personal y localiza los puntos en los cuales necesita trabajar antes del cierre de la
etapa filosófica.
Recapitulación. Revisar la relación entre el concepto de "fase subliminal" y
el de "tensión dialéctica de base". Brevemente se recuerda la definición de cada
uno, para que todos se sitúen:
■ La fase subliminal es el momento en el cual Dios te pide algo que parece
imposible porque rebasa los límites que tú mismo habías puesto en la relación
con él y en tu proyecto discipular; la expresión significa literalmente rebasar los
límites. La fase subliminal es necesaria en el proceso de maduración en la fe y en
la vocación porque representa dinámicamente una oportunidad para vivir el amor
autotrascendente, aunque resulte dolorosa o muy difícil de experimentar y en
cierto sentido antinatural.
■ La tensión dialéctica de base es la contradicción que experimentas entre la
percepción de ti mismo como capaz de trascender (yo ideal) y la percepción de ti
mismo como limitado (yo real). Es el contraste sentido entre lo que quisieras
llegar a ser y tu comportamiento objetivo. Es bueno sentir esta tensión porque en
ella se da la posibilidad del amor autotrascendente, aunque pudiera ser muy
desagradable.
Preguntar a los seminaristas: ¿Piensas que existe una relación entre ambos
conceptos? ¿Cuál es tu experiencia al respecto? Después de compartir, se pasa a
un momento de puesta en común y clarificación de dudas y para establecer la
relación entre ambos conceptos, de la siguiente manera: Cuando experimentamos
la "fase subliminal" se ven rebasados-los límites aparentemente razonables y
naturales que habíamos puesto en el propio proyecto, eso que se ha llamado
anteriormente "disponibilidad programada". Parece que Dios se complace en
señalar y brincar estos límites, porque en el fondo son ilegítimos, y así queda
demostrado que él es el único dueño de la Historia y de nuestra vida. La "tensión
dialéctica de base" también nos muestra los límites que nuestra propia
personalidad tiene y se ponen de relieve cuando aspiramos a valores grandes, y
específicamente a los valores cristianos y vocacionales. Entonces resulta que
ambos conceptos son muy parecidos. La conciencia de la fe que despierta la fase
subliminal acentúa y facilita la percepción de la tensión dialéctica que nos
caracteriza. Todo redunda en una constatación práctica y viva de las propias
inconsistencias.
Contenido.
A. La importancia de cerrar procesos.
La maduración de las personas se va dando gradualmente. Las etapas
formativas de la formación en el Seminario también definen pasos claros de
maduración humana, cristiana y vocacional. Tiene una gran importancia que en
cada etapa se haga el cierre
Itinerarios formativos 402 Etapa filosófica

adecuado. Cerrar una etapa no significa que se han cumplido al cien por ciento
todas las metas propuestas. Este tipo de perfección es imposible. Más bien
consiste en reconocer lo que ha sido, haciendo un balance que sirve para
aquilatar, por un lado, los innegables avances, pero también para tomar
conciencia, por otro lado, de los puntos que siempre quedan pendientes.
La valoración de los procesos vocacionales no es comparativa. Ni las
personas ni los grupos avanzan de una manera uniforme. Nunca son procesos
perfectos. El proceso de maduración de cada persona es irrepetible como ella. Lo
mismo pasa con los grupos, recorren un camino profundamente original. Por eso
es absurdo calificar a las personas y a los grupos comparativamente. No hay
seminaristas buenos y malos, ni cursos buenos y malos. Simplemente existen
personas y grupos diferentes que hacen un proceso de maduración con las
normales deficiencias y vacilaciones que son propias de las cosas humanas.
El discernimiento no califica, pues, a las personas. Simplemente verifica que
hay la madurez suficiente para dar un paso determinado en el camino de la fe y
de la vocación. A este grado de madurez se le llama "idoneidad". Hay que poner
atención a que la idoneidad tiene más que ver con los comportamientos prácticos
de las personas que con su instrucción o sus aprendizajes. Lo importante no es
que sepas muchas cosas, sino que actúes maduramente, de modo que tu
comportamiento sea reflejo de una auténtica opción por los valores de la fe y de
la vocación sacerdotal. Este tipo de discernimiento es un gran bien para ti, porque
te da seguridad en el proceso y te ayuda a confiar más en Dios.
Ya en el primer encuentro comunitario se reflexionó sobre el perfil de egreso
de la etapa filosófica, de modo que los rasgos de comportamiento que hay que
evaluar son claramente conocidos por los alumnos. El juicio sobre la idoneidad
pertenece a la vez al seminarista y al equipo formador. Es decir, lo más natural es
que cada uno establezca un juicio sobre sí mismo y desde allí tome sus
decisiones. Pero la última palabra la tiene la Iglesia, representada por el obispo y
su equipo formador. ¿Por qué son así las cosas? Porque lo que estás eligiendo es
un ministerio eclesial y la Iglesia tiene el derecho de seleccionar a sus ministros.
El cierre de la etapa se orienta hacia una decisión "firme". La firmeza de la
decisión debe ser clara en la opción por el sacerdocio, pero también para quien
abandona el proceso formativo, porque la base de cualquier opción vocacional
específica "firme" es la opción definitiva por el seguimiento de Cristo. Esta es la
roca firme de tu camino vocacional. Esta es la primera vez que surge en el
proceso formativo el concepto de definitividad. En adelante las decisiones serán
más serias, en el sentido de definitivas. Se va terminando la etapa juvenil y se
comienzan a tomar compromisos. Por eso es conveniente mirar rectamente hacia
la definitividad de esta decisión por la vida cristiana.
Al terminar la etapa filosófica aún no es el momento de preguntarse por las
órdenes sagradas, pero se van a plantear tres posibles opciones. Es quizá la
decisión más importante que has tomado hasta este momento. El modo de decidir
ha de incluir
Itinerarios formativos 403 Etapa filosófica

explícitamente el discernimiento, es decir, la consideración de la voluntad de


Dios sobre tu vida y la ayuda de la gracia. El mejor modelo de este
discernimiento es el de Jesús, que elige la voluntad del Padre. Contamos también
con el modelo de las comunidades cristianas que disciernan la vocación de sus
miembros. Las tres opciones posibles son:
■ Pasar a la etapa teológica, optando con firmeza suficiente por la vocación
sacerdotal. Esta opción "firme" es el criterio tradicional para el paso a la teología.
Se entiende que no hay dudas importantes porque se ha clarificado el ideal
sacerdotal por el que has optado, has examinado suficientemente tu propia
personalidad y puedes dar este paso con serenidad y alegría.
■ Realizar un año de trabajo y/o de servicio apostólico o social de cara a un
mejor discernimiento. Esta opción implica el diseño detallado de un programa de
acuerdo a tu situación y el acompañamiento correspondiente. Esta opción se
recomienda cuando se descubren elementos que no están suficientemente
trabajados, sobre todo a nivel de la maduración personal.
■ Abandonar el proceso formativo, eligiendo la vida discipular, pero en otro
camino distinto del sacerdocio. En este caso la opción debe ser también firme y
clara, de modo que no te queden dudas importantes. Lo ideal es que los mismos
formadores te ayuden a elaborar un nuevo proyecto de vida e incluso te
acompañen durante los primeros doce meses. Hay que recordar que, aún
abandonando el proceso, los objetivos de la etapa filosófica permanecen siendo
válidos, porque te preparan para la vida.
B. Ejercicio de narración vocacional.
En la tradición bíblica se narra la vocación. Se narra porque es un
acontecimiento trascendente no sólo en la vida del hombre que es llamado, sino
también para la vida del pueblo de Dios. Así, se puede decir que la historia
bíblica es una historia de vocaciones.
Como parte del proceso de síntesis propio de este fin de la etapa filosófica,
elabora un escrito, pensando que lo estás contando a alguien muy querido, que
narre tu propia historia vocacional. Hazlo despacio, con cuidado. Intenta matizar
aquellos detalles que consideres importantes en tu propio proceso. Para ello te
pueden servir las siguientes pautas:
Los orígenes.
Las primeras motivaciones.
Las personas que han intervenido (mediaciones personales).
La decisión de entrar al seminario.
El proceso que has llevado.
La purificación de las intenciones y las motivaciones.
Itinerarios formativos 404 Etapa filosófica

■ Las necesidades a través de las cuales descubres un llamado de Dios


y adquieres la seguridad para mantener esta opción (mediaciones históricas y
sociales).
■ Tu paso por las diversas etapas.
■ Los momentos en los que percibiste con mayor claridad la presencia
de Dios.
■ Los momentos de crecimiento más significativos.
■ Las crisis más duras.
Al finalizar tu narración escribe con sencillez el resultado al que hoy llegas:
¿hacia dónde se orienta tu respuesta vocacional?
Horario sugerido.
Hora Actividad Procedimiento
0:00 Cantos vocacionales significativos. Repartir las letras de los cantos.
0:15 Oración: El discernimiento: Rom 12,1-8. Repartir el texto y su comentario.
0:35 Explicación de la meta. Presentar la meta en un cartel.
0:45 Recapitulación. Trabajo personal y grupal.
1:30 La importancia de cerrar procesos. Explicación y dudas.
1:50 Momento de juego / descanso. Juegos preparados.
2:10 Ejercicio de narración vocacional. Ejercicio de redacción y comunicación de
sentimientos.
3:00 Consignas. Dictar las consignas.
3:15 Devoción mariana: María, la discípula. La actitud de escucha discipular de María.
3:30 Fin del encuentro comunitario.

Consignas.
■ Completar tu narración vocacional a través de un proceso de análisis y
síntesis, de modo que te quede un texto breve pero profundo, semejante a las
narraciones vocacionales de la Biblia. Después, compartirla en la entrevista con
los formadores. Traer la narración para compartirla en el sexto encuentro
comunitario.
■ Continuar trabajando en el proceso de "liberación para..." a través de la
oración y reportándolo en la "bitácora del caminante".
Itinerarios formativos 405 Etapa filosófica

3o de Filosofía / Sexto encuentro comunitario


Un continuo trabajo
Meta. El alumno retoma el ejercicio "liberarse para" y se sabe invitado a
seguir profundizando en él durante el próximo mes y a lo largo de su vida.
Recapitulación. Retomar el ejercicio de la narración vocacional que se les
encargó en el encuentro anterior. Los seminaristas comparten con sus compañeros
su redacción en grupos pequeños. Se concluye haciendo un momento de oración
con todo el grupo usando dos textos, al principio Sab 11, 23-26 y al final Salmo
139, 1-3.13-17.23-24. El común denominador de los textos es la gratitud a Dios
por sus obras, especialmente por la propia vida y vocación. El clima grupal que
corresponde es el del afecto a los demás en su proceso y en consecuencia el de la
acogida profunda.
Contenido.
A. Continuo trabajo sobre sí mismo.
Estamos ya entrando a la recta final de la etapa filosófica. En escasos tres
meses estarás de vacaciones y habrás tomado una decisión importante para tu
vida. Los últimos dos encuentros comunitarios se enfocarán en esta dirección.
Pero no es bueno anticiparse demasiado, porque en la formación la clave más
importante no es la decisión, sino la profundización. Quien realmente ahonda en
un proceso y se deja acompañar, puede caminar con seguridad poniendo su futuro
en las manos providentes de Dios. Por eso te invitamos a continuar trabajando
sobre ti mismo durante este mes en el ejercicio metodológico "liberarse para",
que fue presentado en el segundo encuentro comunitario.
En relación a cada uno de los ejercicios metodológicos propuestos por el
itinerario nunca se puede declarar una "prueba superada". Se puede decir que vas
aprendiendo una actitud de vida que corresponde a los valores de la fe y de la
vocación. Dicha actitud es descrita magistralmente por Bernard Lonergan en
Método en Teología, Ed. Sigúeme, 2006, p. 111. Se presenta el texto divido por
partes, siempre en cursiva, intercalado con un comentario:
El desarrollo religioso no consiste simplemente en que el estado dinámico de
estar enamorado sin restricciones se despliegue en todas sus consecuencias.
Porque ese amor es la cima de la autotransencencia y la autotranscendencia del
hombre es siempre precaria. Este estar enamorado significa el amor a Jesucristo y
al prójimo que profesa normalmente un seminarista. No basta con que digas o
sientas que estás enamorado, es necesario que ese amor llegue a transformarte en
el plano objetivo, es decir, el del comportamiento práctico. A tal transformación
le llama "autotrascendencia". El adjetivo "precaria" significa inacabada, siempre
en vías de realización, limitada y en algún sentido pobre. Es lo que has
experimentado por medio del itinerario de la etapa filosófica, principalmente
durante el segundo año.
La autotranscendencia implica en sí misma una tensión entre uno mismo en
cuanto transcendente y uno mismo en cuanto transcendido. Ya nos hemos
referido en el
Itinerarios formativos 406 Etapa filosófica

sexto encuentro del segundo año a la dialéctica de base, y en el cuarto encuentro del
tercer año, a la fase subliminal. Dicho simplemente, existe un contraste entre lo que
anhelas y lo que eres. En este contraste se da la fascinante aventura de la fe. El deseo del
bien no destruye la propia debilidad, ni las inclinaciones naturales ni las necesidades
profundas de la persona, que permanecen intactas porque son parte de su misma
personalidad. Por ello es necesario aprender a sentir la contradicción y a caminar con
humildad, confrontándose a sí mismo y aceptando las correcciones de los demás.
Así pues, la autenticidad humana nunca es una posesión pura, serena, segura.
Siempre es un apartarse de la inautenticidad y todo apartarse que tenga éxito sólo
descubre la necesidad de seguir apartándose de ella. Baja el autor al nivel existencia!.
Después del camino recorrido durante estos tres años, es difícil hacer profesiones
solemnes de autenticidad. Has tenido noticia de tu propia debilidad. Y sabes por
experiencia que necesitas estar siempre en la disposición de corregir tus pasos, que
siempre existe un riesgo de autoengaño, de inautenticidad, ante el cual es necesario
precaverse.
Nuestro progreso en el entender es también la eliminación de inadvertencias y
falsedades. Aplica el principio al nivel intelectual. Es oportuna esta aplicación después
de haber realizado los estudios filosóficos y de haber crecido en tu capacidad crítica. Ya
eres consciente, precisamente porque has aprendido algo, de que te falta mucho por
aprender, y que tu desarrollo intelectual se irá dando a lo largo de tu vida. Has aprendido
a no sentirte tan seguro de tus postulados intelectuales, a cultivar una duda saludable, a
renunciar a la pretensión de imponer tu pensamiento a los demás.
Nuestro desarrollo moral se logra a través del arrepentimiento de nuestros pecados.
Ahora se aplica el principio al plano moral. Desde esta aplicación puedes releer lo que ha
significado el camino discipular. El discipulado implica permanecer atento a la
contemplación del bien y conseguir, poco a poco, un desarrollo moral. Has aprendido el
sentido del pecado y el valor del arrepentimiento. Te has comprometido en una dinámica
de continua profundización en este sentido.
La genuina religión se descubre y se realiza redimiéndose de las muchas trampas de
la aberración religiosa. Por último aplica el principio a la religión. Después de cuatro
años en el Seminario has conocido vivamente el sacerdocio. Sabes que existe la
aberración religiosa y que en este plano se hace necesario vigilar tus propios pasos. La
opción más firme por el sacerdocio que harás al finalizar el curso está vinculada nece-
sariamente a una religión más auténtica.
Es así como estamos obligados a vigilar y a orar, a hacer nuestro camino con temor
y temblor. Y son los más grandes santos los que se proclaman más pecadores, aunque
sus pecados parecen de veras insignificantes a gente menos santa que carece del
discernimiento y del amor que ellos tienen. Baja el principio a la modalidad de la
existencia, es decir, al nivel más práctico y concreto. El modo de vivir del creyente es la
santidad, pero no se trata de una santidad mágica o automática, sino de un camino de
vida en el cual se construye día a día a través de la confrontación, del discernimiento
espiritual y de la vida ascética.
Β. ΕΙ ejemplo de los santos.
Para cerrar el encuentro comunitario se sugiere hacer un cine foro sobre
algunas escenas selectas de alguna película de la vida de un santo. Especialmente
si puede ser un santo sacerdote. Como sugerencia puede ser "Romero", sobre el
obispo mártir de El Salvador; "Amén" sobre un sacerdote en la Segunda Guerra
Mundial; "El Juego Perfecto", que presenta la figura sacerdotal en la pastoral
juvenil. En el comentario de la película subrayar la observación de los ejercicios
metodológicos propuestos por el itinerario y cómo se va construyendo una vida
de santidad.
Horario sugerido.
Hora Actividad Procedimiento
0:00 Cantos vocacionales significativos. Repartir las letras de los cantos.
0:15 Explicación de la meta. Presentar la meta en un cartel.
0:25 Recapitulación. Ejercicio de la narración vocacional.
1:00 Oración: Concluyendo el compartir de la narración.
Sb 11, 23-26; Sal 139,1-3.13-17.23-24
1:30 Momento de juego / descanso. Juegos preparados.
1:50 Continuo trabajo sobre sí mismo. Comentario pausado a Lonergan.
3:00 Consignas. Dictar las consignas.
3:15 El ejemplo de los santos. Cineforo con escenas selectas
3:30 Fin del encuentro comunitario.

Consignas.
■ Continuar trabajando asiduamente en el ejercicio metodológico "liberarse
para", de modo que consigas una profundización aún mayor de la que ya has
logrado.
■ No preocuparte aún de la decisión del paso a la Teología. Ya se planteará en
el próximo encuentro comunitario.
■ Acentuar en tu vida espiritual la devoción eucarística y mariana.
Itinerarios formativos 408 Etapa filosófica

3° de filosofía / Séptimo encuentro comunitario


El paso metodológico "decisión-acción"
Meta. El alumno sintetiza su experiencia del tercer paso y distingue los
componentes del cuarto paso metodológico del proceso de discernimiento
vocacional propuesto por el itinerario formativo de la etapa filosófica.
Recapitulación. Con este séptimo encuentro se inicia el cierre de la etapa
filosófica. Se insistió en el encuentro anterior en la importancia de perseverar
trabajando sobre las propuestas del itinerario y en concreto en el tercer paso
metodológico. En este momento cada seminarista elabora una síntesis del proceso
que ha vivido a lo largo de la etapa, pero con la forma literaria de un artículo
periodístico dirigido a jóvenes de su edad. No se trata de repetir los pasos, pues ya
los hemos repetido muchas veces, sino de invitar a los jóvenes a hacer una
experiencia viva. Por eso es mejor no enunciar los títulos: "estar atento a...",
"liberarse de...", "liberarse para...", sino simplemente proponer con palabras
juveniles un camino de maduración en la vida cristiana. Después de elaborar el
artículo, se comparten en grupos y se leen ante todos tres artículos selectos.
Contenido.
A. Cuarto paso metodológico: Decisión-acción.
Los pasos anteriores, a saber, "estar atento a", "liberarse de", y "liberarse para",
tienen como finalidad prepararte para decidir y actuar. El objetivo específico de este
paso es que ejercites tu libertad abrazando responsable y confiadamente la verdad.
En el caso positivo: abrazar el sacerdocio como forma de vida propia (Normas
Básicas, n. 251). Para dar este paso son necesarias dos condiciones previas:
■ Que tengas un conocimiento suficiente de ti mismo, de modo que se evite el
riesgo de un autoengaño profundo. Para esto ha sido fundamental la fase subliminal
y el ejercicio "liberarse de".
■ Que tu libertad esté referida a la autotrascendencia en el amor. La libertad
no existe para sí misma ni representa un fin... sólo existe en la medida en que se
engarza con valores específicos en un contexto cultural, que en nuestro caso
llamamos cultura vocacional.
En el acto de decidir, conviene considerar:
■ Que la propuesta va dirigida a todo el hombre. Por tanto no sólo está
implicada tu razón, sino también tu voluntad y tu emotividad.
■ La escucha de la Palabra y la obediencia a la voluntad de Dios juegan un
papel central en el camino de la autotrascendencia. Es éste un paso que das en la fe y
conlleva los riesgos de creer.
■ Para que sea verdadero discernimiento espiritual, el punto de referencia de
tu libertad debe desplazarse desde lo que tú quieres y puedes hacer hacia lo que
Dios, tu Padre, ha hecho y hace por ti; desde lo que te conviene personalmen-
Itinerarios formativos 409 Etapa filosófica

te hacia lo que es más conveniente y necesario para el bien común, para el


pueblo de Dios.
La confianza es la actitud básica en este momento. Hunde sus raíces en dos
elementos:
■ Uno humano: la relación con la familia y las figuras parentales. Una
experiencia infantil. Es la historia remota y el fundamento humano de tu capacidad
de percibir a Dios como Padre y de confiar en él.
■ Uno espiritual: la propia experiencia de fe y el camino recorrido a través del
itinerario. Una experiencia adulta en la cual ha caído una confianza ingenua y
orgullosa y ha nacido otra, más pobre y desprendida.
De modo que la capacidad de confiar, fundada en tu historia personal, se ha
reinterpretado y transformado convirtiéndose en fe. Ya no es tan importante lo que
antes pasó (experiencia infantil) porque todo ha sido releído e interpretado desde tu
proceso de fe (experiencia adulta), se ha integrado en una sola vida y se orienta
hacia una sola decisión.
Te corresponde tomar tu decisión en el contexto de una cultura juvenil marcada
por la indecisión. Esto complica un poco tu capacidad de optar. El contexto de la
cultura juvenil actual nos exige subrayar:
■ Que necesitas renunciar a las seguridades, ya se trate de garantías objetivado-
ras o de la dependencia del formador. Ningún dato objetivo te va a ofrecer una
garantía absoluta en tu acto de decidir. Ningún formador te podrá profetizar con
toda certeza que eres llamado al sacerdocio.
■ Que debes apropiarte el discernimiento espiritual y llegar a ser verdadero
sujeto de la decisión. Esto no significa que optes por un estilo de sacerdocio a tu
medida. Al contrario, se trata de aceptar el modelo sacerdotal que la Iglesia propone
como bueno para ti, implicando tu libertad y toda tu personalidad.
■ Que necesitas cultivar un clima de esperanza y de amor a Dios y al prójimo.
Sólo en el contexto de la fe y del amor cristiano se entiende la decisión que vas a
tomar, que ha de darse circundada por el consuelo y la alegría espiritual.
El hombre que decide se puede describir por:
■ Su confianza que se vuelve fe a través de la certeza de un amor incondicional
recibido de Dios.
■ Su abandono de la pretensión de actuar apoyándose tan sólo en las propias
capacidades.
■ Su fe como libertad interior de arriesgar y lanzarse más allá de lo ya visto y
experimentado, de lo seguro y contrastado para avanzar de la mano de Dios.
■ Su fuerza de ánimo que permite poner en ejecución lo que la mente y el
corazón han descubierto como verdadero y bueno.
Itinerarios formativos 410 Etapa filosófica

■ Su pasión que le impulsa a obrar de modo coherente y a comprometerse


con
alegría en un camino de servicio y en torno a unos valores.
B. El concepto de libertad.
Se puede comenzar esta parte analizando una serie de refranes sobre la
libertad o algunas canciones. Elegir las canciones o frases que ejemplifiquen los
dos conceptos de libertad que hay que superar.
Al acercarse el momento de la decisión conviene una reflexión explícita sobre
el concepto de libertad que ha estado presente a lo largo del proceso. Sobre todo
interesa que los seminaristas den dos pasos significativos:
■ De la concepción mítica de la libertad como una realidad absoluta a la con-
cepción práctica de la libertad como capacidad de opción en medio de los límites.
La exaltación de la libertad absoluta que en muchas ocasiones hace nuestra sociedad
no es más que una quimera. No se pone atención a lo más importante, que es el uso
real de esa libertad. La libertad no es absoluta porque en nuestra vida existen
límites. Es siempre relativa y se ejercita como capacidad de opción en las
circunstancias concretas de la vida.
■ Del concepto de "libertad de" al concepto de "libertad para". Este paso ha
estado en el corazón del itinerario. La libertad del hombre no es mera emancipación
de un yugo que le oprime, sino que está orientada a un fin. Esta idea se concreta
muy bien en la frase célebre: "No canta libertad más que el esclavo, el pobre
esclavo, el libre canta amor".
Aplicar esta sencilla reflexión sobre la libertad como contexto de la decisión
que los seminaristas tienen que hacer al terminar la etapa filosófica.
Horario sugerido.
Hora Actividad Procedimiento
0:00 Cantos vocacionales significativos. Repartir las letras de los cantos.
0:15 Oración: Jesús nos libera: Jn 8, 31-32. Repartir el texto y su comentario.
0:35 Explicación de la meta. Presentar la meta en un cartel.
0:45 Recapitulación. Elaboración de un artículo periodístico.
1:30 El cuarto paso metodológico. Presentarlo con detalle. Resolución de dudas.
1:50 Momento de juego / descanso. Juegos preparados.
2:10 El concepto de libertad. Análisis, exposición y dudas.
3:00 Consignas. Dictar las consignas.
3:15 Devoción mariana: Rosario.
3:30 Fin del encuentro comunitario.

Consignas.
■ Comenzar a aplicar el cuarto ejercicio metodológico, sabiendo que las
pequeñas decisiones son tan importantes como las grandes, y por ello
requieren de verdadero discernimiento. Compartir ambos niveles de
decisión con los for-madores en las entrevistas.
Itinerarios formativos 411 Etapa filosófica

3° de Filosofía / Octavo encuentro comunitario


Cierre de la etapa filosófica
Meta. El alumno cierra la etapa filosófica con una actitud agradecida y se
dispone para vivir las vacaciones y para comenzar la etapa siguiente.
Recapitulación. Se pide a los seminaristas que elaboren una lista de las decisiones
a las que fueron aplicando el cuarto ejercicio metodológico. Ya que hayan hecho
una lista, se les pide que reflexionen sobre qué experiencia de libertad es la que ha
operado en sus decisiones durante este mes de acuerdo al concepto de libertad
expresado en el último encuentro comunitario. Después se hace una puesta en
común en grupos pequeños. Se advierte que no comenten aún con los compañeros
su decisión final sobre el proceso formativo, porque para ello habrá un momento en
este último encuentro. Esto para que se centren en el ejercicio mismo de decidir.
Contenido.
A. La vida fundada en el amor.
Sea cual sea tu decisión, es conveniente terminar la etapa con gratitud. Has sido
conducido por el Señor, a través de diversas mediaciones, en el camino apasionante
de la formación. En este momento puedes contemplar con gozo tu propio
crecimiento. Consecuentemente, puedes dar el paso a la gratitud. Jesús ha sido para
ti Camino, Verdad y Vida de un modo muy específico. Esta experiencia, vivida en
una etapa de juventud, es de un valor incalculable porque establece bases para tu
vida.
Te presentamos para este momento de meditación personal la famosa oración de
San Ignacio: "Tomad Señor". Es una oración que se repite con frecuencia entre las
personas piadosas. Tiene su contexto original en la última meditación de los
ejercicios espirituales, que se llama "Contemplación para alcanzar amor" [EE. 230-
237]. Es una meditación muy adecuada para este momento final de tu proceso en la
etapa, en el que se subraya la actitud de confianza en Dios. Dicho de manera muy
simple y parafraseando el texto original ignaciano, consiste en lo siguiente:
Advirtiendo que el amor debe ponerse más en las obras que en las palabras... y
que amar consiste en la comunicación de las dos partes, es decir, dar el amado al
amante de lo que tiene o puede y dar el amante al amado de lo que tiene o puede... y
que ciertamente Dios tiene mucho más que darme, pero recibe con alegría lo que le
doy desde mi pobreza...
Traer a la memoria todos los dones recibidos de Dios a través de la creación, la
redención y los dones particulares... todo lo que he recibido de él durante estos
tres años... y cómo Dios habita en las criaturas y a su modo trabaja por mí... y
cómo los verdaderos bienes vienen de arriba, como descienden los rayos del sol
y la lluvia del cielo...
Ponderar con mucho afecto cómo junto a todo lo que Dios me ha dado y me
da, aún desea dárseme, sólo porque me ama...
Itinerarios formativos 412 Etapa filosófica

Considerar con mucha razón y justicia lo que yo debo de mi parte ofrecer a


Dios, a saber... todas mis cosas... y a mí mismo con ellas...
Diciendo con mucho afecto: Tomad, Señor, y recibid toda mi libertad, mi
memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad, todo mi haber y poseer; vos me
lo disteis, a vos, Señor, lo torno; todo es vuestro, disponed a toda vuestra
voluntad; dadme vuestro amor y gracia, que ésta me basta.
B. Comunicación de las decisiones.
En este último encuentro comunitario ya se ha preparado la decisión de cada
seminarista. Es conveniente buscar un momento para que comuniquen su decisión,
de modo que ésta sea acogida con espíritu de fe. El hecho de que no todos pasen
inmediatamente a la etapa teológica hace ver que los objetivos del Itinerario
formativo son válidos para todos y para toda la vida. Es éste un momento intenso,
que hay que facilitar y orientar debidamente, sabiendo que la mejor información es
la que se da directamente. Se supone que la decisión está hecha y se ha preparado
con la ayuda de los formadores y que los seminaristas están ya serenos en su
decisión.
C. La continuidad en la etapa teológica.
Al finalizar el itinerario de la etapa filosófica es hora de levantar la mirada con
esperanza hacia la etapa teológica para advertir a los seminaristas los giros que va a
dar la formación y para que vivan el tiempo de vacaciones en esta sintonía. El
cierre de la etapa y la continuidad con la siguiente se hará también en las entrevistas
con el prefecto y el director espiritual, pero es útil sentar las bases que son comunes
para todos en este momento.
Los cuatro ejercicios metodológicos que se han planteado, a saber, "estar atento
a...", "liberarse de...", liberarse para...", "decidir", han establecido un modo de
situarte ante la vida y sus acontecimientos. Por eso se ha insistido en que se trata de
conseguir una metodología, de adquirir unas actitudes. Este es el sentido
acumulativo y progresivo del itinerario. Los cuatro ejercicios se implican y
retroaiimentan haciendo un todo que perdurará a lo largo de tu vida, entendida ésta
como camino discipular y comunitario. Aprender el método es como aprender a
andar en bicicleta. Al principio tienes en la cabeza muchas instrucciones, cada
movimiento que tienes que hacer, tienes miedo de caer o de lastimarte. Pero
después, adquieres la destreza para coordinar todos esos movimientos y ya disfrutas
esa sensación de libertad. Del mismo modo, has aprendido una metodología paso a
paso, de un modo más o menos inseguro. Pero llega el momento de disfrutar este
modo de vivir, experimentando la gran libertad de los hijos de Dios.
El fin principal del itinerario de la etapa filosófica era que aprendieras
existencial-mente la metodología. En la etapa teológica se pretende que apliques
esta metodología en torno a la dinámica de configuración con Cristo Buen Pastor
que da la vida por el rebaño, en un discernimiento muy específico, no sólo de la
vocación sacerdotal, sino del modo de vivir esta vocación en el contexto histórico y
bien real que te corresponde. Este contexto viene definido por tres elementos: el
momento histórico-
Itinerarios formativos 413 Etapa filosófica

social, la situación de una Iglesia Particular y las características de tu propia


personalidad.
Durante la etapa filosófica se ha preparado la vasija para que en ella se
reciban dones abundantísimos de la gracia: el contenido de los tratados
teológicos, una vida espiritual que ya es propiamente sacerdotal, los apostolados
más específicos, una comunidad más adulta en el seguimiento de Jesús, una
responsabilidad mayor en la comunidad formativa. Son los elementos por los
cuales te configurarás con él.
Al cambiar de etapa, cambiarás de formadores. Este cambio debe ser asumido
con buena disposición, sabiendo que es lo mejor para ti. De ella depende un
pronto engarce en la nueva etapa. Es conveniente que te des a conocer con
claridad a los nuevos formadores, ya tienes experiencia de haberlo hecho al inicio
de las dos etapas anteriores. Sobre todo debes tener muy claro lo que ya se ha
conseguido y lo que queda pendiente, para que puedas ponerte a trabajar
inmediatamente.
D. Las vacaciones.
En el último encuentro comunitario de los dos años anteriores se ha pedido a
los seminaristas que elaboren un plan para su vida espiritual en vacaciones. Ya
tienen experiencia de ello, de modo que ahora, sin mayores elementos
pedagógicos, pueden elaborarlo. El plan responde sobre todo a la pregunta: ¿En
qué circunstancias puedes aplicar con mayor agilidad la metodología que has
aprendido durante esta etapa?
Horario sugerido.
Hora Actividad Procedimiento
0:00 Cantos vocacionales significativos. Repartir las letras de los cantos.
0:15 Oración: la gratitud. Le 17, 11-19. Repartir el texto y su comentario.
0:35 Explicación de la meta. Presentar la meta en un cartel.
0:45 Recapitulación. Repartir las preguntas Trabajo
personal y grupal.
1:30 La vida fundada en el amor. Explicación y dudas.
1:50 Comunicación de las decisiones. Cuidando la dinámica grupal.
2:10 Momento de juego / descanso. Juegos preparados.
2:30 Continuidad en la etapa teológica. Explicación y dudas.
2:50 El plan de vacaciones. Dejarlo de tarea.
3:00 Consignas. Dictar las consignas.
3:15 Devoción mariana.
3:30 Fin del encuentro comunitario.

Consignas.
■ Hacer el cierre de la etapa en la última entrevista con el prefecto y el
director espiritual.
■ Preparar un programa para vacaciones.
11. Itinerario para la etapa teológica (configuradora)

Es la etapa más prolongada y exigente de la formación básica. Le llamamos


"configu-radora" porque su objetivo consiste en que el candidato se configure con
Cristo en la línea de los valores y el carisma de la propia vocación -Cristo Buen
Pastor que da la vida en favor del pueblo de Dios- y de la institución concreta: en
esta Iglesia Particular, con sus necesidades, su historia, su proceso de maduración
comunitaria. Es la etapa más propiamente "formativa" porque los recursos de la
formación se aplican ahora con intensidad a los valores específicos. Se entiende
que tenemos un candidato que ya ha trabajado sobre sí mismo, de modo que ha
llegado a ser más libre para dedicarse con productividad a su formación en todas
las dimensiones, de modo que es capaz de cultivar todas las dimensiones de la
formación equilibradamente. Tiene una visión más unitaria del proceso. Este es el
momento más delicado de la formación, porque la acción de configurar significa
en la práctica volver a tocar todo lo que la persona es, pero subrayando muy
claramente la dimensión espiritual y carismática. Es necesario que el seminarista
responda a la pregunta sobre el modo de gestionar los distintos aspectos de su
personalidad que son interpretados ahora desde los consejos evangélicos en el
marco de las promesas y compromisos sacerdotales.
Esta etapa suele ser de una duración más prolongada. No sólo por la
complejidad de los estudios, sino sobre todo por las exigencias del proceso
formativo. Al elaborar el itinerario se han considerado los cuatro años de los
estudios, pero con frecuencia suele alargarse la etapa a través de períodos de
servicio pastoral. El material para estos períodos se puede encontrar en el itinerario
de la etapa pastoral. El candidato debe reflexionar ampliamente sobre el sentido
de su vocación sacerdotal y las posibilidades reales que tiene para vivirla. A la
hora de aplicar el itinerario los formadores deberán considerar estos períodos de
servicio que se añaden al proceso en la realidad concreta. El reto pedagógico
básico de esta etapa consiste en que el seminarista elabore un proyecto personal a
largo plazo que responda a la pregunta: ¿Qué clase de sacerdote, puedo y debo ser
en el contexto de la realidad social, de esta Iglesia Particular y de mi propia
personalidad? Para ello hay que considerar tres factores: la definición de la propia
vocación en los documentos de la Iglesia; la condición del sacerdocio en el
contexto de la cultura actual; las posibilidades reales de la persona, con sus
características concretas. Este proyecto a largo plazo será objeto de diálogo y
confrontación en las entrevistas y ayudará a perfilar pasos concretos que el
individuo debe dar para conseguir la configuración. Conviene que el proyecto
sacerdotal se elabore antes de salir a un período de servicio, por ello se le ha
colocado en el segundo curso. Por esta misma razón no parece recomendable que
se envíe a los seminaristas a un año de servicio pastoral antes del segundo de
teología.
El análisis de las motivaciones que se ha realizado durante la etapa anterior y
el conocimiento más profundo de sí mismo, se interpreta en este momento desde
la clave mística de la unión con Cristo en su misterio pascual, de modo que todo
es
Itinerarios formativos 416 Etapa teológica

reinterpretado y asumido desde una perspectiva de fe y desde la gratitud por


haber sido llamado. Este ejercicio supone que se vuelva a los puntos que se
trabajaron anteriormente para releerlos con más profundidad y relacionarlos
con el sacerdocio que el alumno vislumbra ahora con mayor claridad. Toda la
realidad de la persona se interpreta desde la fe y el seguimiento del Señor en la
vida sacerdotal y por ello el proceso conduce a la disponibilidad para asumir
los compromisos definitivos.
Objetivo general
El seminarista consolida una opción fundamental que lo lleva a
configurarse con Cristo Buen Pastor, asumiendo sus criterios, actitudes y estilo
de vida, haciéndose apto para ejercer en la Iglesia el ministerio sacerdotal
como hombre de comunión y pastor casto, pobre y obediente capaz de entregar
la vida por sus hermanos (NBFSM n. 260).
Imagen-fuerza
Se ha recurrido a una doble imagen que muestra a Cristo, buen pastor que
da su vida por el rebaño. Por un lado, la solemne manifestación de Jesús: Yo
soy el buen pastor en Jn 10, 11-16; por otro lado, la imagen entrañable de Jesús
como buen pastor en las parábolas gemelas de la oveja perdida y la moneda
perdida, en Le 15, 1-10. La imagen del pastor tiene una profunda raigambre
bíblica.

Cuadro sintético de la etapa


Momento Objetivo o meta Icono o texto para la oración
formativo

Γ de teología. El seminarista se adapta a la nueva etapa, asume el Ef4, 11-16 y Gal 4, 18-19: Cristo que se
Las virtudes objetivo espiritual de la configuración con Cristo Buen va formando en los creyentes.
teologales. Pastor y comienza a perfilar su proyecto sacerdotal.

1er. encuentro. El alumno que inicia la etapa teológica se sitúa en los Jn 10, 11-16: Corresponde a la imagen-
Presentación de la objetivos de esta etapa de formación, comprende la fuerza de la etapa. Se toma para
etapa teológica. estructura del itinerario de la etapa y toma conciencia de subrayar la configuración con Cristo
las oportunidades y dificultades que se le presentarán. Pastor.

2° encuentro. El alumno dialoga con sus compañeros sobre el objetivo Cristo se forma en los creyentes: Ef 4,
La configuración con del primer año, clarifica el concepto de configuración con 11-16. Todo creyente emprende en su
Cristo pastor. Cristo Pastor e identifica las diferentes partes del vida el camino de la configuración con
proceso para este año. Cristo.

3er. encuentro. El alumno acepta el camino de la contemplación de Jesús Is 40, 9-11: Se sitúa en el estudio de la
Jesús, un hombre de como hombre de fe y concreta algunos rasgos de Cristo imagen del pastor que se va a comenzar
fe. pastor que se derivan de los textos del Antiguo a partir de este encuentro comunitario.
Testamento.

Itinerarios formativos 417 Etapa teológica

4° encuentro. La El alumno profundiza en el valor de la oración Jer 23, 1-4: El texto pertenece al estudio
oración contemplativa contemplativa y en el proceso de maduración que sobre la imagen del pastor en el Antiguo
y el discernimiento implica y continúa profundizando en la imagen del Testamento.
vocacional. pastor en el Antiguo Testamento.
5° encuentro. El alumno recupera y comparte las expectativas de los Jer 3, 14-17: Se centra nuevamente en la
Jesús, un hombre de fieles sobre el sacerdote, reflexiona sobre la virtud de la reflexión sobre los pastores en el
esperanza. esperanza y concluye el estudio de la imagen del pastor Antiguo Testamento para fundamentar
en el Antiguo Testamento. la imagen de pastor.

6° encuentro. El alumno profundiza en la relación existente entre los Mt 13, 51-52: El maestro de la ley que
El estudio de la estudios que realiza, su vida espiritual y su actividad se ha hecho discípulo de Jesús sabe
teología y la vida apostólica para descubrir, de un modo práctico, la combinar lo antiguo y lo nuevo.
espiritual. integralidad de la formación.

7° encuentro. El alumno de primero de teología revisa la intensa Le 15, 11-32: La revelación de la


Contemplación de la experiencia de estudio de la teología, comprende mejor la misericordia del Padre, expre-sada en la
caridad de Jesús. virtud teologal de la caridad y se dispone para evaluar parábola del hijo pródigo, es el
convenientemente el primer año en la etapa. fundamento de la virtud de la caridad.

8o encuentro. El alumno de primero de teología se hace más consciente Ef 4, 11-16: Icono del curso, el hombre
Síntesis del itinerario y del valor del sentido integral de su formación, comprende que va creciendo hasta alcanzar la talla
preparación de las algunas directrices sobre el proceso de órdenes y prepara de Cristo.
vacaciones. convenientemente sus vacaciones.

2° de teología. El seminarista comprende con mayor precisión el La imagen de san Pedro que reflexiona
Los consejos concepto de configuración con Cristo Pastor, reflexiona sobre su propio ministerio y escribe a
evangélicos. sobre la forma de vida apostólica a partir del esquema de los pastores de la Iglesia en 1Pe 5,1-5.
los consejos evangélicos y elabora por primera vez su
proyecto de vida sacerdotal.

1er. encuentro. El alumno que inicia el segundo año de teología El icono del curso: IPe 1, 1-5. Coloca a
Presentación del recapitula su experiencia del año anterior y de las los seminaristas en la reflexión sobre su
segundo año de vacaciones, se sitúa en el objetivo del curso y asume el propio futuro sacerdotal.
teología. reto que se le propone para este año en su proceso de
configuración con Cristo Pastor.

2° encuentro. El alumno de segundo te teología llega a una Un texto clásico de la imagen del
La imagen del comprensión más global y sintética de la imagen del pastor: La parábola de la oveja perdida:
pastor en el pastor en la Sagrada Escritura estableciendo la base para Le 15,1-7.
Nuevo su proceso de configuración con Cristo Pastor.
Testamento.

Itinerarios formativos 418 Etapa teológica

3er. encuentro. El alumno de segundo de teología recupera y comparte Col 3, 1-17: La llamada de todos los
Los consejos su experiencia de oración contemplativa, comprende el creyentes a la santidad. Posteriormente,
evangélicos. valor de la llamada universal a la santidad y la dinámica en 3, 18 - 4, 1 se especifica ese camino
propia de los consejos evangélicos. en distintos estados.

4° encuentro. El alumno de segundo de teología conoce con mayor 2Cor 8,1-15: Exhortación de la colecta
La pobreza precisión la normativa de la Iglesia sobre la pobreza a favor de los pobres, propone los
sacerdotal. sacerdotal, cuestiona su propio estilo de vida y descubre principios evangélicos de la pobreza
en ella una oportunidad para la configuración con Cristo que se aplicarán a la pobreza sacerdotal.
pobre y disponible.
5° encuentro. El alumno de segundo de teología profundiza en el valor Cántico de la carta a los fili-penses que
La obediencia de la obediencia sacerdotal, objetiva sus dificultades y exalta la obediencia de Cristo hasta la
sacerdotal. contradicciones en esta materia y descubre en la muerte, es decir, su actitud de disponi-
obediencia una oportunidad para la configuración con bilidad radical ante la voluntad del
Cristo obediente a la voluntad del Padre. Padre: Flp 2, 5-11.

6° encuentro. El alumno de segundo de teología retoma el tema de la Me 1, 29-39: Describe una jornada de
El celibato castidad, profundiza en el valor del celibato sacerdotal, y Jesús, un modelo claro de la castidad
sacerdotal. descubre en el celibato una oportunidad para la sacerdotal. Jesús vive intensamente el
configuración con Cristo totalmente entregado a Dios y amor en torno a la misión.
al prójimo.

7o encuentro. El alumno de segundo de teología retoma los temas de la Jn 10, 10: Un versículo, tomado de la
El proyecto de vida obediencia y el celibato sacerdotales, comprende el imagen fuerza de la etapa. El Buen
sacerdotal. sentido del proyecto sacerdotal e inicia su elaboración. Pastor tiene un proyecto bien
determinado.

8o encuentro. El alumno de segundo de teología comparte con sus Jn 13, 34-35: La vida sacerdotal tiene
Síntesis y compañeros su proyecto sacerdotal, cierra el proceso del un profundo sentido comunitario.
preparación de segundo año y prepara las vacaciones.
vacaciones.

3o de teología. El seminarista continúa profundizando en la dinámica El texto de la purificación del templo en


La caridad formativa de la configuración con Cristo Pastor a través Jn 2, 13-22 muestra el sentido profundo
pastoral y las de la reflexión sobre la caridad pastoral, las relaciones de la caridad pastoral: El celo de tu
prioridades del presbítero y la definición de las prioridades en la vida casa me devora.
presbiterales. sacerdotal; por medio de ello enriquece su proyecto
sacerdotal.

1er. encuentro. El alumno que inicia el tercer año de teológica recapitula Utilizamos el texto del ¡cono del curso:
Presentación del su experiencia en la formación hasta ahora, se sitúa en el Jn 2,13-22, la purificación del templo.
tercer año de objetivo del curso y asume el reto que se le propone para
teología. este año en su proceso de configuración con Cristo
Pastor.

Itinerarios formativos 419 Etapa teológica

2° encuentro. El alumno de tercero de teología comprende el valor de Gal 2, 19b-20: Expresa el origen de la
El concepto de la la caridad pastoral en su sentido teórico y práctico y lo caridad pastoral en Cristo, que me amó
caridad pastoral. acepta como camino para la configuración con Cristo y murió por mí.
Pastor.

3er. encuentro. El alumno de tercero de teología retoma su investigación Hech 13, 1-3; 14, 26-28: Dos textos que
La comunión sobre la caridad pastoral, descubre el valor de las narran el envío y el regreso de Pablo y
jerárquica. relaciones en la espiritualidad y el ministerio presbiteral Bernabé. Lo que brilla es la comunión.
y específicamente la relación con el obispo.

4o encuentro. El alumno de tercero de teología comprende el sentido Hech 20, 17-38: Despedida de los
La fraternidad preciso de las relaciones entre los presbíteros, acepta la presbíteros de Éfeso.
presbiteral. vida fraterna como parte de su vocación y perfila medios
concretos para ponerla en práctica.
5° encuentro. El alumno comprende el sentido de la relación fraterna Flp 1, 1-11: Saludo de la carta a los
La fraternidad con los fieles, tanto seglares como religiosos, como filipenses. Expresa la vinculación de
apostólica. cauce de la caridad pastoral e incorpora este san Pablo con los fieles.
elemento a su proyecto sacerdotal, aprendiendo a
discernir el modo y la forma de esas relaciones.

6o encuentro. El alumno de tercero de teología contempla la opción Me 1, 40-45: Curación de un leproso.


La atención a los prioritaria de Jesús por los pobres y los enfermos y Jesús desafía la ley para obrar con
pobres y a los visualiza la dedicación a ellos como un campo prioritario misericordia.
enfermos. de su futuro ministerio sacerdotal.

7° encuentro. El alumno de tercero de teología comprende la Le 2, 41-52: La sagrada familia de


La prioridad de la trascendencia de la pastoral familiar, juvenil y vocacional Jesús, María y José, modelo para las
familia y los jóvenes. y asume como parte de su proyecto sacerdotal esta familias cristianas.
prioridad.

8o encuentro. El alumno de tercero de teología comprende la Col 1, 24-2, 5: Pablo ha emprendido


El cuidado de las importancia de la vida religiosa en la Iglesia y acepta toda clase de trabajos para que Cristo se
personas el cuidado de las personas consagradas como parte de su forme en cada uno de los creyentes.
consagradas. futuro ministerio presbiteral.

4o de teología. El seminarista sintetiza su proceso formativo, continúa Mt 18,1-5: Se ha seleccionado el texto


Las actitudes profundizando en la dinámica de la configuración con de Jesús que pone a un niño entre sus
sacerdotales. Cristo Pastor a través de la reflexión sobre los textos discípulos porque muestra que todo
sacerdotales del Nuevo Testamento y del conocimiento discípulo tiene la necesidad de cambiar
de las actitudes sacerdotales y enriquece desde estas para entrar en el Reino de Dios.
perspectivas su proyecto sacerdotal.

Itinerarios formativos 420 Etapa teológica

1er. encuentro. El alumno que inicia el cuarto año de teología sintetiza Mt 18, 1-5: Se utiliza el icono de la
Presentación del su experiencia en la formación en el seminario y si ha etapa para profundizar en la necesidad
cuarto año de tenido algún año de servicio, se sitúa en el objetivo del de cuestionar las propias actitudes.
teología. curso y asume el reto de definir las actitudes sacerdotales
como parte de su proceso de configuración con Cristo
Pastor.

2° encuentro. El alumno de cuarto de teología identifica el humilde Mt 20, 17-28. Jn 13, 1-20: Los dos
El humilde servicio como clave de todo discernimiento vocacional y textos proponen una contemplación de
servicio. específicamente de la vocación sacerdotal, de tal modo Jesucristo que se identifica con el valor
que toma la decisión de excluir las actitudes opuestas al del humilde servicio a favor de los
servicio y de asumirlo como parte necesaria de su demás.
proyecto personal.

3er. encuentro. El alumno de cuarto de teología, guiado por IPe 5, 1-5, IPe 5, 1-5: Pedro como pastor se dirige
El respeto y la identifica la ambición de dinero, de dominio y de a los pastores pidiéndoles que excluyan
cortesía. reconocimiento como contrarias al espíritu evangélico y ciertos comportamientos escandalosos y
asume el respeto y la cortesía como parte de su proyecto que opten por actitudes que secunden el
sacerdotal. don recibido.
4° encuentro. El alumno de cuarto de teología profundiza en el valor St 3, 1-18: Se dirige a todos los
El silencio, la del silencio como parte de su vida espiritual y del creyentes pidiéndoles que a-prendan a
escucha y el ministerio sacerdotal, asume la actitud de escucha como controlar su lengua, es decir, a guardar
consuelo. un medio fundamental de su futuro ministerio presbiteral silencio y a ser prudentes al hablar.
e incorpora el valor de la prudencia en el hablar a su
proyecto de vida.

5° encuentro. El alumno de cuarto de teología reflexiona sobre la Hch 9, 1-19; Gal 1, 11-2, 10: Dos
Liberalidad y necesidad de la liberalidad para con los demás, confronta relatos en los cuales se discierne la
magnanimidad. sus actitudes de poca generosidad y asume como parte de vocación de san Pablo.
su proyecto sacerdotal una inclinación al perdón de las
ofensas.

6o encuentro. El alumno de cuarto de teología, iluminado por la Hech 18, 24-28: Priscila y Aquila
Libertad y reflexión bíblica, critica su propio modo de proceder y disciernen la vocación de Apolo.
comunicación. asume actitudes de profunda libertad y de transparencia
como parte de su proyecto sacerdotal.

7o encuentro. El alumno de cuarto de teología se deja confrontar por el ITm 3, 1-13: Tito 1, 5-9. Proponen los
Disponibilidad y texto bíblico en el nivel humano, espiritual y sacerdotal criterios de discernimiento para la
corresponsabilidad para perfilar un conjunto de actitudes más coherentes con vocación presbiteral en el nivel de los
el ministerio presbiteral. valores humanos, de la vida espiritual y
sacerdotal.

Itinerarios formativos 421 Etapa teológica

8° encuentro. El alumno de cuarto de teología reconoce el valor de la Heb 10, 11-25: Es una reflexión sobre
etapa pastoral, hace una síntesis ponderada de todo su el sacerdocio de Cristo del cual todos,
proceso formativo, puntualizando los avances incluido el presbítero, somos
conseguidos y sus deficiencias, y se prepara para iniciar beneficiarios, él también ha de
Cierre de la etapa la etapa pastoral. acercarse a Dios por medio de Cristo
teológica. sacerdote.

Descripción existencial
El seminarista de la etapa teológica comienza el camino espiritual propio del
ministerio ordenado, que es el de la configuración con Cristo Buen Pastor, que da
la vida por el rebaño. Aplica cada año de la etapa teológica la metodología
aprendida durante la etapa filosófica a diversas facetas del misterio de Cristo
Pastor, de modo que va afirmando, con creciente nitidez, una opción definitiva
por la vida sacerdotal.
■ Primer año: Las virtudes teologales. El itinerario del primer año gira en
torno a tres ejes. El primero consiste en la necesaria adaptación a la etapa y a la
vez la recuperación del proceso realizado durante la etapa filosófica. El segundo
eje corresponde a las virtudes teologales; se provoca una reflexión sobre la fe, la
esperanza y la caridad que establezca con mayor arraigo la vida cristiana de los
alumnos y prepare la aplicación de estas virtudes a la vida presbiteral. El tercer
eje consiste en una introducción al tema de la configuración con Cristo Pastor; se
hace a través del concepto de configuración y de la presentación de la imagen del
pastor en el Antiguo Testamento. Tal como se hizo en el curso introductorio,
interesa volver a establecer una vinculación personal con los textos bíblicos en su
integridad, provocando una experiencia espiritual en torno a la rica reflexión de
los profetas y los sabios de Israel sobre el pastoreo.
■ Segundo año: Los consejos evangélicos. Nuevamente se teje en una triple
trama. La primera y la más nuclear es la presentación del proyecto sacerdotal. Los
alumnos comienzan a responder a la pregunta: ¿Qué clase de sacerdote voy a ser?
Es importante que esta pregunta se conteste en segundo de teología porque así dará
tiempo para ir afinando su proyecto sacerdotal durante los años siguientes y
contando con las experiencias típicas de la etapa teológica. La segunda trama
consiste en la reflexión sobre los consejos evangélicos, hasta definir con claridad
el sentido específico del celibato sacerdotal, de la pobreza que exige el ministerio
sacerdotal y de la obediencia al obispo en el contexto de la Iglesia Particular. El
tercer elemento es la reflexión sobre la imagen del pastor en el Nuevo
Testamento, que pretende completar la visión que se presentó durante el año
anterior.
■ Tercer año: La caridad pastoral y las prioridades sacerdotales. Elaborado el
proyecto sacerdotal, ahora se quiere bajar al fundamento o al alma de la vida
sacerdotal, que es la candad pastoral. Se han puesto los elementos previos a través
de la reflexión sobre las virtudes teologales y los consejos evangélicos. Ahora se
trata de dar un paso hacia el valor específico del sacerdocio como un compromiso
amoroso y a focalizar ese compromiso en las prioridades que son
Itinerarios formativos 422 Etapa teológica

señaladas por los documentos de la Iglesia. Se continúa afinando el


proyecto sacerdotal y se provoca una reflexión sobre el sacerdocio de
Cristo en la carta a los Hebreos.
■ Cuarto año: Las actitudes sacerdotales. En muchos casos los seminaristas
han
pasado por un año de servicio en una parroquia o en otro servicio
diocesano.
Esta experiencia, si se ha dado, puede hacer más viva la reflexión sobre las
actitudes y habilidades propias del sacerdote, que los muchachos deberán
desarrollar durante los próximos años. Este ejercicio es paralelo al que se
hizo
en la etapa filosófica sobre las virtudes humanas que entran en juego en la
formación. Se pretende que los muchachos asuman que la configuración ha
de
tocar sus propias capacidades, transformándolas, a través de un proceso de
maduración, en habilidades pastorales.
Medios formativos.
■ La Sagrada Escritura. La Palabra de Dios se ha convertido ya en
alimento ordinario de la vida de los seminaristas durante la etapa anterior. Ahora
se persigue una profundización en la sagrada escritura, no sólo intelectual, a
través del estudio pormenorizado de los libros bíblicos, sino al mismo tiempo una
asimilación decididamente espiritual. El alumno debe ya haber conseguido la
capacidad de programar su práctica de la meditación de la palabra, de modo que
sepa darse a sí mismo puntos adecuados de meditación. La aproximación crítica a
los textos bíblicos debe tener el correlativo de una más profunda asimilación
espiritual de su mensaje.
■ La oración personal. La hora de oración que se ha conseguido desde el
curso introductorio se convierte en un valor tan estable, que ya es algo
irrenunciable en la vida de los seminaristas, será vista por ellos como una parte
necesaria de su vida espiritual. Ya no se pone la atención en los métodos, sino en
los contenidos de la oración, que tienen una vinculación importante con el
contenido de los estudios teológicos que están realizando. Interesa subrayar el
sentido cristocéntrico y trinitario de su oración, de modo que sean aptos para
formar al pueblo de Dios en el espíritu de la oración más originalmente cristiana.
También que aprendan a alimentar su espiritualidad de la liturgia de la Iglesia y lo
hagan en sintonía con ella.
■ La lectura espiritual. Tiene un gran interés que los muchachos
¡ncursionen en una literatura espiritual más profunda. Se pueden señalar algunas
líneas. La más fundamental es la profundización en la literatura mística.
Conseguir algún contacto con los santos y los místicos de la Iglesia, sobre todo a
través de los mismos textos de los santos y de las obras místicas, pero también por
medio de biografías científicamente elaboradas. Un segundo elemento es la
aproximación a la espiritualidad propia del sacerdote diocesano, para ello existen
publicaciones muy específicas, de diversas épocas. El tercer elemento está en la
línea de la valoración de los otros ministerios y vocaciones, de modo que
Itinerarios formativos 423 Etapa teológica

descubran también otros modos y testimonios de santidad con los cuales


está vinculada su propia vocación.
■ Los ejercicios espirituales. En ellos se refleja toda la riqueza de los estudios
teológicos. Es conveniente que se organicen buscando caminos muy prácticos
para la configuración y que ilustren a los seminaristas sobre el modo de proceder
en su meditación diaria. Los ejercicios en esta etapa construyen el fundamento
espiritual para la elaboración del proyecto sacerdotal. De modo que ayudan a la
determinación en esta línea. Los temas más típicos tenderán a completar la visión
del sacerdocio: el profetismo del presbítero, la caridad pastoral, la fraternidad
presbiteral, la disponibilidad del sacerdote...
■ El autoconocimiento. Durante las dos etapas anteriores se ha realizado un
largo y profundo camino de autoconocimiento. El seminarista cuenta con los
elementos que se han objetivado durante el proceso con suficiente precisión.
Ahora se trata de releerlos, resituarlos, interpretarlos. No sólo interesa el reco-
nocimiento de las características de su personalidad. Sino que camine más
eficazmente hacia el descubrimiento del potencial de su realidad personal en el
servicio pastoral que va a asumir en el futuro. Es así autoconocimiento para un fin
muy específico y por ello exige que camine hacia un cierto control de sí mismo,
de sus emociones e inclinaciones, para el fin que se pretende.
■ La vida intelectual. Los estudios teológicos son muy exigentes en el
sentido de que se requiere verdadera dedicación. La amplitud de lo presentado en
clase supone una buena organización del tiempo y una dedicación profunda. El
alumno debe terminar la etapa con una visión completa y equilibrada de los
tratados teológicos y habiendo definido sus propios intereses intelectuales para el
futuro. Sobre todo importa que estudien para la vida, descubriendo en su
dedicación a la vida intelectual un medio necesario para el servicio pastoral.
■ El apostolado. Los apostolados en la etapa teológica son muy diversos.
Evidentemente no da tiempo en los cuatro años para que los seminaristas adquie-
ran una visión suficientemente amplia del apostolado propio del ministerio
sacerdotal. Hay que estar muy atentos a evitar los reduccionismos en este sentido,
garantizando que se dé un descubrimiento de nuevas facetas de lo que significa
ser sacerdote. Para una graduación de la actividad pastoral, consultar el capítulo 7
sobre las dimensiones formativas.
■ El acompañamiento personal. Tiene una gran importancia que se
mantenga el ritmo del acompañamiento personal, tal como se estableció desde el
curso introductorio y se fortaleció en la etapa filosófica. El proceso de
configuración es tan delicado y exigente como los procesos anteriores. Si se
pierde el ritmo en el acompañamiento se estará dando a los seminaristas el
mensaje de que no es importante, de que ya son mayores y no necesitan la ayuda
de los formado-res. Se pretende precisamente lo contrario, que a partir de la
continuidad del acompañamiento en todas las etapas del seminario, los candidatos
se abran a la necesidad de ser acompañados también en la vida presbiteral. Así se
sitúa
Itinerarios formativos 424 Etapa teológica

mejor la formación básica en el contexto necesario de la formación


permanente.
■ Los encuentros comunitarios. Se mantiene el ritmo mensual de los
encuentros comunitarios. Bien aprovechado, es un espacio suficiente para la
formación. Para los formadores se puede hacer un poco difícil atender a los cuatro
cursos, sobre todo cuando hay pocos alumnos en algunos de ellos, pero conviene
hacer un esfuerzo por dar a cada curso su carácter específico. Si en los estudios se
puede hacer un programa cíclico sin afectar al proceso, aquí conviene mantener la
diferenciación de los cursos. Se supone que los muchachos se han acostumbrado a
tener los encuentros comunitarios, por ello hay que evitar la rutina y promover
una participación que combine la buena disposición y la creatividad.
■ La revisión de curso. Se le puede dar un sentido más participativo, de
modo que el prefecto se sitúe más como facilitador del buen clima comunitario y
no como confrontador. Se supone que los muchachos se han acostumbrado a la
confrontación grupal durante los cuatro años anteriores, de modo que ahora serán
más capaces de proporcionarse a sí mismos una confrontación adecuada.
■ El proyecto personal. En esta etapa el proyecto personal se polariza por
los valores sacerdotales. Va a ser una parte importante del proceso formativo y del
acompañamiento tanto con el prefecto como con el director espiritual.
Itinerarios formativos 425 Etapa teológica

Primero de
Teología: Las
virtudes teologales
El cambio a la etapa teológica es muy significativo en el proceso formativo
por dos motivos. Por un lado se pasa a una etapa en la que los compromisos de
cara al sacerdocio se perciben más cercanos y concretos. Por otro lado, el cambio
de método en los estudios exige una gran apertura y una mayor dedicación.
También cambia el talante formativo, hemos pasado de la estructuración de la
personalidad a la configuración, un proceso distinto que el seminarista tiene que
comprender y luego aplicar a su vida. El objetivo de este primer curso es así
principalmente introductorio: El seminarista se adapta a la nueva etapa, asume
el objetivo espiritual de la configuración con Cristo Buen Pastor y comienza a
perfilar su proyecto sacerdotal.
El itinerario del primer año gira, consecuentemente, en torno a tres ejes.
■ La necesaria adaptación a la etapa y a la vez la recuperación del proceso
realizado durante la etapa filosófica. Para ello se prevé una reflexión amplia y
reiterativa sobre el sentido espiritual de la etapa y sobre el cimiento que se ha
intentado poner en la etapa filosófica.
■ Las virtudes teologales; se provoca una reflexión sobre la fe, la esperanza y
la caridad que establezca con mayor arraigo la vida cristiana de los alumnos y
prepare la aplicación de estas virtudes a la vida presbiteral.
■ Una introducción al tema de la configuración con Cristo Pastor; se hace a
través del concepto de configuración y de la presentación de la imagen del pastor
en el Antiguo Testamento.
Los ocho encuentros comunitarios quedan así llenos de contenidos que hacen
el puente entre una etapa y otra.
■ Primero: La nueva etapa, su objetivo y la aplicación de la metodología. Se
hace una explicación detallada de todo el proceso para que lo comprendan y no
quieran adelantar elementos que saldrán más tarde.
■ Segundo: La configuración con Cristo Pastor y el objetivo del primer año.
Aquí se concentra la atención en el primer año y muy específicamente en el
concepto de configuración.
■ Tercero: Contemplación de la fe de Jesús. Se toca la primera virtud
teologal. Junto a ello se hace la primera parte del estudio de la imagen del pastor
en el Antiguo Testamento.
■ Cuarto: La oración contemplativa y el discernimiento vocacional. Se dan
los instrumentos para la oración que van a funcionar durante la etapa teológica. Se
continúa estudiando la imagen del pastor y se dan ya la primera parte de las
conclusiones, que miran más al ser del pastor.
■ Quinto: Contemplación de la esperanza de Jesús, la segunda virtud teologal
coincide con la tercera parte de la imagen del pastor y la presentación de la
Itinerarios formativos 426 Etapa teológica

dimensión práctica del pastoreo centrada en las actividades y actitudes del


pastor.
■ Sexto: El estudio de la Teología y la vida espiritual. Se dedica todo el
encuentro a la recuperación del valor del estudio de la teología en el proceso
formativo de la etapa teológica. Con ello se quiere dar toda la importancia que
corresponde a los estudios y relacionarlos dinámicamente con la vida espiritual.
■ Séptimo: Contemplación de la caridad de Jesús. Se presenta la tercera
virtud teologal; junto con ella, se adelanta un cuestionario para evaluar el primer
año de teología. Se parte del principio de que los muchachos deben ser muy
conscientes de los pasos que van dando y por ello le damos toda la importancia a
la evaluación.
■ Octavo: Síntesis del itinerario y preparación de las vacaciones. Junto a este
tema se introduce el del proceso de órdenes. Aquí se pretende quitar una serie de
prejuicios que los seminaristas suelen tener sobre el proceso de órdenes, para que
comiencen a caminar en él con naturalidad. Lo que interesa en este momento es
atender sus inquietudes y romper los prejuicios.
Itinerarios formativos 427 Etapa teológica

Γ de Teología / Primer encuentro comunitario


Presentación de la etapa teológica
Meta. El alumno que inicia la etapa teológica se sitúa en los objetivos de esta etapa
de formación, comprende la estructura del itinerario de la etapa y toma conciencia de las
oportunidades y dificultades que se le presentarán.
Oración inicial. Jn 10, 11-16. Este texto corresponde a la imagen fuerza de la etapa.
Parece oportuno retomar esta imagen durante el primer encuentro comunitario que se
realiza dentro de la etapa teológica. Se quiere enfocar desde el principio, con mucha
claridad, el postulado de la configuración con Cristo Pastor. Puede ser oportuna una
explicación exegética que clarifique cuál es el significado preciso de la expresión "Buen
Pastor" en el texto de Juan.
Recapitulación: La etapa filosófica.
El paso a la etapa teológica implica un cambio de carácter. Si la etapa filosófica era
de carácter educativo, la nueva etapa es marcadamente formativa. La diferencia reside en
que ahora se visualizan objetivos estrictamente sacerdotales y carismáticos. Sin embargo,
nunca se puede considerar que los objetivos complejos de la etapa filosófica sean una
prueba superada. Al contrario, como se ha insistido, mantienen toda su vigencia. Los
retos de permanecer atento, liberarse de, liberarse para y decidir continuarán funcionando
dinámicamente, más aún, van a ser el armazón interno del itinerario en la etapa teológica
y posteriormente en la vida sacerdotal. Por otro lado, nadie ha cubierto perfectamente los
objetivos del itinerario de filosofía. Al contrario, quedan muchos elementos que es
necesario revisar y retomar. Precisamente el itinerario ha ayudado a los alumnos a ser
más críticos consigo mismos.
El camino recorrido durante la etapa anterior procuraba establecer estructuras en la
personalidad religiosa del seminarista, estructuras que ahora tendrán que entrar en
funcionamiento: hábitos de estudio y de trabajo; de oración y de diálogo con los
formadores; en la vida comunitaria y en la familia; estructuras en todas las dimensio nes
de la formación. Todo ello se llenará ahora de contenidos teológicos, es decir, con una
comprensión de toda la realidad desde el punto de vista del misterio de Cristo y desde la
elaboración teológica, que va a ser el objeto de estudio, y, por otro lado, de una mayor
profundidad y sintonía con el misterio. Es un camino que conduce a la opción definitiva
por el sacerdocio.
Se pide a los seminaristas que expresen por escrito, personalmente, cuáles de las
estructuras que se intentaron formar durante la etapa anterior son más fuertes o más
débiles en su personalidad: a) Método de oración, b) Dirección espiritual, c) Comuni-
cación y corrección fraterna, d) Método de estudio, e) Trabajo en equipo, f) Espíritu
apostólico, g) Proyecto personal, h) Diálogo con el formador. i) Hábitos de higiene y
deporte, j) Relación con la familia, k) Capacidad de aceptar la confrontación. 1) Otros.
Se pueden agregar otras que fueron significativas en la etapa filosófica de este seminario
en concreto. Después se hace una puesta en común para identificar las debilidades y
fortalezas más frecuentes en el grupo.
Itinerarios formativos 428 Etapa teológica

Contenido.
A. La nueva etapa y su objetivo.
La idea de configurarte con Cristo Buen Pastor, quien ha dado la vida por el rebaño,
impregna la etapa teológica y toda la vida sacerdotal. El sacerdocio es imitación de
Cristo en esta función específica que llamamos "pastoral" y que comparten los obispos,
los presbíteros y los diáconos, así como otras vocaciones reproducen otros aspectos del
mismo misterio, por ejemplo, la radicalidad de los religiosos y la secularidad de los
laicos. De lo pastoral, que no es sólo una actividad, sino sobre todo una actitud, brota la
espiritualidad del sacerdote diocesano. Podemos señalar diversos niveles en la
configuración, desde la imitación externa de las obras de Cristo Pastor hasta la
identificación con su corazón de pastor. Al núcleo de esta configuración le llamamos
"caridad pastoral". Consiste en amar con el amor de Dios y siguiendo el modelo del
Pastor. El objetivo de la etapa teológica es:
El seminarista consolida una opción fundamental que lo lleva a configurarse con
Cristo Buen Pastor, asumiendo sus criterios, actitudes y estilo de vida, haciéndose apto
para ejercer en la Iglesia el ministerio sacerdotal como hombre de comunión y pastor
casto, pobre y obediente capaz de entregar la vida por sus hermanos (NBFSM, n. 260).
Es importante que los seminaristas experimenten un verdadero cambio al pasar a la
etapa teológica porque realmente los objetivos son otros. Se quiere dar el mensaje de que
no basta con permanecer en el seminario, sino que es necesario perseverar en un camino
de formación que presenta cada vez mayores exigencias. Siempre existe la posibilidad de
que un seminarista esté ya en la etapa teológica pero no haya cubierto suficientemente
los objetivos de la etapa anterior. Si se da este caso, es necesario que el seminarista en
cuestión caiga en la cuenta de ello, y asuma el reto que se le propone de remontar,
mediante un doble esfuerzo, lo que ha ¡do quedando pendiente. Así se quiere evitar el
riesgo de desdibujar la etapa teológica. Si así son las cosas, la exigencia en la nueva
etapa será mayor, y la aplicación de los medios formativos como la entrevista y la
revisión de grupo se hace aún más necesaria.
B. La aplicación del método en la Etapa Teológica.
Se ha insistido en que los pasos metodológicos aplicados durante la etapa filosófica
suponen un aprendizaje que se seguirá aplicando a lo largo de la vida. Allá intentábamos
conseguir la estructura, es decir, que se aprendieran bien esos pasos, aplicándolos de
manera sistemática y consiguiendo una experiencia significativa. Ahora queremos
aplicarlos en sucesivas ocasiones, en concreto, en cada uno de los cursos de la etapa
teológica. Así, por ejemplo, si este primer curso está polarizado por las virtudes teolo-
gales, lo que pretendemos es:
■ Permanecer atento a las virtudes teologales, tal como las vive Jesús y las
han vivido los santos, pero a la vez observando la vivencia de estas
virtudes en ti mismo. Esto significa acumular datos, observar con
detenimiento, sacar conclusiones.
Itinerarios formativos 429 Etapa teológica

■ Liberarte de aquello que te impide vivir las virtudes teologales con más
nitidez, confrontando especialmente las actitudes opuestas a ellas, como la
desconfianza, la desesperación, la distancia afectiva, el desamor, la indiferencia.
■ Liberarte para una vivencia más profunda y más cristiana de las virtudes
teologales, fundamentales en el camino de la fe y que fundamentan tu vocación
sacerdotal, descubriendo caminos concretos para vivirlas.
■ En orden a la decisión de continuar avanzando en el camino de la fe y la
vocación sacerdotal, lleno de fe, de esperanza y amor.
La ¡dea es que el método aprendido en la etapa filosófica se comience a aplicar
en la etapa teológica de un modo más ágil y flexible.
C. Imagen fuerza.
El icono de la etapa teológica está tomado del cuarto evangelio. Se trata de la
imagen de Cristo que dice: Yo soy el buen pastor (Jn 10, 11-16). El texto es mucho
más que un discurso, es un retrato de las actitudes de entrega de Jesús por la Iglesia.
Se complementa esa imagen con las parábolas gemelas de la oveja y la moneda
perdidas (Le 15, 1-10). Éstas nos muestran la imagen del pastor misericordioso que
actúa a favor del rebaño que se le ha encomendad y como consecuencia dibuja las
prioridades del ministerio presbiteral. Esta imagen fuerza se irá enriqueciendo con
muchos otros textos bíblicos que dibujan la figura del buen pastor del rebaño.
D. Desarrollo del Itinerario.
El itinerario de la etapa teológica es más complejo y largo que los anteriores.
Incluye los cuatro años de teología, pero también puede incluir tiempos, a veces
uno o dos años, dedicados especialmente al servicio en el ámbito diocesano. Esos
tiempos de servicio tendrán un tratamiento especial. El contenido para los cuatro
años se ha perfilado de la siguiente manera:
Γ de teología: Las virtudes teologales. Este primer año es introductorio. El
cambio de objeto y de método en los estudios es relativamente desconcertante y
requiere una adaptación. Algo similar ocurre con el curso. Es bastante normal que
se incorporen nuevos miembros y que otros dejen el proceso o salgan
temporalmente del seminario. Al contemplar a Cristo que vive las virtudes
teologales, queremos reafirmar las bases de la vida discipular que se pusieron en
la etapa anterior.
2o de teología: Los consejos evangélicos. El segundo curso es de una gran
intensidad. Los consejos evangélicos de castidad, pobreza y obediencia adquieren
una densidad especial cuando se refieren a la vida sacerdotal, se perfila así el
celibato sacerdotal, la pobreza sacerdotal, la obediencia en el ámbito diocesano. En
este curso el seminarista iniciará la elaboración de su proyecto sacerdotal,
respondiendo a la pregunta: ¿Qué clase de sacerdote voy a ser? Este proyecto se
irá perfilando y puliendo durante los años siguientes, incluido el tiempo de
servicio.
3o de teología: La caridad pastoral y las prioridades presbiterales. Para el tercer
curso se ha reservado un concepto central de la espiritualidad sacerdotal: la caridad
pastoral. Se
Itinerarios formativos 430 Etapa teológica

trata de descubrir el ministerio presbiteral como una realidad movida y sostenida


por el amor. Si el seminarista entra en la órbita del amor de Dios por su pueblo,
señalará hacia las prioridades de Cristo, quien movido por este amor actuaba a
favor de los pobres. Se preguntará: ¿Cuáles serán las prioridades en mi vida
sacerdotal?
4° de teología: Las actitudes del presbítero. Este es un curso muy especial,
porque es el último en el seminario. Después de uno o dos años de servicio, es
normal que el seminarista quiera aprovecharlo bien. Se le quiere dar un clima de
cenáculo, es decir, de especial cercanía y familiaridad con Jesús y con los hermanos.
Se pretende afinar en las actitudes propias del presbítero, que son propiamente
pastorales porque edifican al pueblo de Dios. El candidato necesita adquirir
habilidades, disposiciones y actitudes que serán esenciales en el ejercicio del
ministerio sacerdotal.
E. Medios.
La oración. El director espiritual pedirá con frecuencia a los alumnos que
elaboren un plan para su oración personal, por ejemplo, mensualmente. Siempre es
conveniente que incluya la contemplación de Jesús en las líneas que subraya el
itinerario. Pero también es importante que la materia densa de estudio se haga
objeto de oración. Se quiere garantizar que la hora diaria de meditación sea
utilizada con intensidad y con contenidos bien seleccionados. Al mismo tiempo
que estos contenidos sean seleccionados autónomamente por cada persona.
Los encuentros comunitarios. En ellos se quiere facilitar un clima especial, que
ya anticipa la fraternidad presbiteral. Nos comprendemos como familia y por ello
damos el paso a una relación confiada y profunda, tanto con el Señor que nos
llama como con los hermanos que han sido convocados.
La entrevista mensual, tanto con el prefecto como con el director espiritual.
Es también más profunda, porque la configuración es un proceso más fino, que
toca la realidad personal del seminarista y la interpreta desde los valores
sacerdotales, apuntando hacia un proyecto sacerdotal.
Una libreta para ir consignando los elementos que van siendo importantes en
la configuración con Cristo Pastor. Sobre todo los que brotan de la oración, pero
también los que se van comprendiendo mejor a partir del estudio de la teología y
del acompañamiento de los formadores.
El proyecto sacerdotal. Aunque es un instrumento que se presentará en el
segundo año, ya desde el principio tiene que ser objeto de reflexión personal y de
diálogo con los formadores y con los hermanos. El proyecto personal ahora
adquiere un nuevo calificativo, es un proyecto sacerdotal, es decir, toda la persona
con lo que es y lo que tiene, se ordena al servicio en la comunidad cristiana y para
ese servicio específico se diseña un proyecto.
La revisión comunitaria, que antes fue conducida principalmente por el
prefecto, revestirá ahora la forma más específica de la corrección fraterna y de la
revisión de vida, convirtiéndose gradualmente en un ámbito de mutua exigencia
entre los seminaristas, que después deberá funcionar en la vida presbiteral.
Itinerarios formativos 431 Etapa teológica

Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Jn 10, 11-16.
0:10 Explicación de la meta.
0:15 Recapitulación: la etapa filosófica.
1:15 Objetivo de la etapa teológica y
aplicación de la metodología.
2:00 Descanso.
2:15 Desarrollo del itinerario y medios.
2:50 Consignas.
3:00 Contemplación de Cristo: Le 15, 1-10.

Consignas.
■ Pon atención a los cambios que implica el paso a la etapa teológica: método de
estudio, conformación del curso, espacios físicos, modalidad de la oración, etc. y
reflexiona sobre cómo los estás viviendo.
■ Revisa en la entrevista con los formadores las fortalezas y debilidades de tu
formación anterior, que has perfilado en este encuentro.
■ Identifica algunos contenidos de los estudios que podrías llevar a la oración y
configura un método para hacerlo. Consulta, si es necesario, al director espiritual.
Itinerarios formativos 432 Etapa
teológica

Io de Teología / Segundo encuentro comunitario


La configuración con Cristo pastor
Meta. El alumno dialoga con sus compañeros sobre el objetivo del primer año,
clarifica el concepto de configuración con Cristo Pastor e identifica las diferentes partes
del proceso para este año.
Oración inicial. Cristo se forma en los creyentes: Ef 4, Π-16. En este texto aparece
una expresión interesante de san Pablo que se refiere a todos los creyentes, pero también
se aplica a los candidatos al ministerio ordenado. Hay que observar cómo se relacionan
dinámicamente dos conceptos: Él capacita así a los creyentes para la tarea del
ministerio y para construir el cuerpo de Cristo, hasta que lleguemos todos a la unidad
de la fe y del pleno conocimiento del Hijo de Dios, hasta que seamos hombres perfectos,
hasta que alcancemos en plenitud la talla de Cristo. El concepto del crecimiento del
cuerpo de Cristo y la formación de la plenitud de Cristo en cada uno, entre quienes se
incluye el mismo autor. Se trata así de crecer juntos, de crecer continuamente, porque la
formación de Cristo en cada uno es lo que facilita y promueve el crecimiento del cuerpo
común.
Recapitulación: La etapa teológica.
Una de las consignas del encuentro anterior proponía a los seminaristas que pusieran
atención a los cambios que implica el paso a la etapa teológica. Ahora se inicia el
segundo encuentro recogiendo sus opiniones y sentimientos. Primeramente los com-
parten en grupos pequeños, insistiendo en que expresen cómo lo están viviendo.
Después se hace un elenco de los cambios que ellos perciben. Los formadores hacen
acentuaciones de lo que es significativo.
Contenido.
A. La configuración con Cristo Pastor.
La expresión "configuración", en el contexto espiritual en el que se presenta, signi-
fica realizar en la propia personalidad algunos rasgos de la persona de Jesús que vemos
reflejados en los evangelios. Distintas personas, que viven carismas diferentes, pueden
configurarse con rasgos concretos de la persona de Jesús. Así, por ejemplo, las
religiosas y religiosos, se configuran con la radicalidad de Jesús. En nuestro caso se
trata de asumir los rasgos de Cristo, el buen pastor, que da la vida por su rebaño.
Literalmente la expresión significa repetir la figura, es decir, hacer presente a Cristo
en la propia vida. Este significado del término puede tener dos sentidos. Hacerlo pre -
sente en uno mismo, como un camino de identidad personal, diríamos "adquirir la
figura". También significa hacerlo presente para los demás, presentar la figura de Cristo
a los otros. De este modo podemos descubrir que la configuración tiene un sentido hacia
dentro y otro hacia fuera. Evidentemente no puede adquirir la figura de Cristo
externamente quien no se configura internamente con él. Esto nos hace descubrir que
vida y ministerio están indisolublemente ligados. El ministerio o servicio apostólico por
medio del cual hacemos presente al Señor exige e implica una identificación
Itinerarios formativos 433 Etapa teológica

profunda con él. Viceversa, la identificación con Cristo exige e implica una serie
de actitudes que lo muestran por fuera.
Los ejemplos de Cristo y los valores que promueve son objetivos y revelados,
es decir, se pueden leer en los Evangelios, de modo que establecen una norma
para los creyentes. No se trata de ser sacerdote como puedas o como te salga, sino
como viene señalado por los ejemplos de Cristo y ha sido declarado por los
documentos de la Iglesia sobre la vocación sacerdotal. A este proceso de
aceptación de los valores objetivos y revelados le llaman los psicólogos
"intemalización" o "interiorización". A ese mismo proceso se le llama en la vida
espiritual "configuración". De modo que intemalización y configuración, en la
práctica, son sinónimos. Se trata, así, de poner en práctica los ejemplos de Cristo
que definen un modo específico de seguimiento, como es la vida presbiteral.
Para ello en el Nuevo Testamento existe una amplísima reflexión sobre la
idoneidad de los ministros ordenados que muestra con mucha claridad el modelo.
El proceso es necesariamente largo, porque exige que el seminarista vaya
apropiando el modelo que se le propone. Un modelo que nunca es poseído del
todo, sino que se va conociendo gradualmente y en la misma gradualidad se va
llevando a la práctica. Por eso hay que decir que la configuración inicia en la
etapa teológica, pero constituitá un reto para toda la vida presbiteral. Los pasos
metodológicos aprendidos en la etapa filosófica son perfectamente válidos para
la configuración:
Estar atento a los rasgos sacerdotales de Cristo, a la reflexión sobre la vida
presbiteral en el texto bíblico y en los documentos de la Iglesia, a las
expectativas de la gente sencilla que anhela un modelo de sacerdote y al
propio comportamiento, que puede ser coherente o incoherente con el
modelo, acumulando datos, e intentando fundamentar bien el ideal sacerdotal
que va confeccionando, haciendo un esfuerzo por comprenderlo mejor y por
clarificar las dudas. Este poner atención está relacionado con la investigación
teológica; para un seminarista es importante comprender la teología y
espiritualidad del sacerdocio porque le ayudará a definir mejor el ideal por el
que está entregando su vida.
Liberarse de las tendencias naturales que pueden ser contrarias a los valores
objetivos y revelados del sacerdocio ministerial. Estas tendencias intentan
satisfacer algunas necesidades profundas de la persona, pero deben ser
objetivadas y trabajadas porque el solo hecho de vivir gratificándolas implica
que se desfigure la imagen de Cristo pastor, en vez de configurarse. Estas
tendencias contrarias son objetivadas por la misma reflexión bíblica y el
magisterio: por ejemplo, la tendencia a tratar a los demás con despotismo o a
dominarlos, a conseguir dinero, cargos o prestigio, etc.
Liberarse para cultivar actitudes sacerdotales más nítidas, que también están
bien definidas en los textos bíblicos, en los documentos de la Iglesia y en la
opinión de los fieles cristianos. Estas actitudes definen y concretan la vida
sacerdotal en la práctica, dibujando el estilo sacerdotal que es necesario vivir
en el contexto de la Iglesia actual y en la realidad de la comunidad diocesana.
Las virtudes sacerdotales
Itinerarios formativos 434 Etapa teológica

son susceptibles de una interpretación en las circunstancias en las que hay


que vivirlas. Los seminaristas deben gozar de la libertad suficiente para hacer
esta adaptación.
Decidir hacer propios los rasgos que se definen clara y objetivamente y
dibujan un camino de mayor autenticidad en la vida sacerdotal. Siempre
habrá diversos puntos de vista en torno a la decisión vocacional que deben
tomar los alumnos de teología al diseñar su proyecto sacerdotal. Existen en
este intento muchas cosas discutibles, peor también existen las que tienen una
validez indiscutibles y es necesario aplicar. Por otro lado existen rasgos
sacerdotales generales, que se pueden exigir a todos y otros rasgos más
particulares que cada seminarista puede elegir. De modo que, ya desde el
seminario, el ministerio pastoral se vivirá en la unidad en torno a lo esencial y
cultivará la diversidad en lo accidental.
Es necesario repetir muchas veces estos cuatro pasos, de modo que cada uno
de ellos retroalimente dinámicamente a los otros, formando el círculo
hermenéutico de la propia personalidad en proceso de configuración con la
imagen de Cristo pastor. La aplicación de la metodología se repetirá cada año en
torno a un aspecto de la configuración y se aplicará mensualmente en torno a los
contenidos que va proponiendo el itinerario formativo.
B. Objetivo del primer año de teología.
El seminarista se adapta a la nueva etapa, asume el objetivo espiritual de la
configuración con Cristo Buen Pastor y comienza a perfilar su proyecto
sacerdotal.
C. Icono.
Estamos en un momento de engarce, como en la bisagra entre la etapa
filosófica y la teológica. Por eso la configuración atiende a los rasgos del discípulo
que quiere ser sacerdote, es decir, a los dos puntos de vista al mismo tiempo. Por
eso se ha elegido como ¡cono para este curso una imagen que es válida para todo
discípulo, la que presenta san Pablo en Ef 4, 11-16 y Gal 4, 18-19. Se trata de la
imagen de Cristo que se forma en cada uno de los creyentes. También en cada uno
de los seminaristas, se tiene que dibujar esta imagen con claridad. Y se hará a
través de las virtudes teologales de fe, esperanza y caridad. El icono es difícil de
imaginar, pero es muy contemplativo. Contemplamos cómo Cristo se forma en
cada uno de los hermanos y en uno mismo.
Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Cristo se forma en ustedes: Ef 4, 11-16.
0:10 Explicación de la meta.
0:15 Recapitulación: la etapa teológica.
1:15 La configuración con Cristo pastor.
2:00 Descanso.
2:15 Objetivo e ¡cono de primero de teología.
2:50 Consignas.
3:00 Devoción mariana.
Itinerarios formativos 435 Etapa teológica

Consignas.

■ Investiga para profundizar en el concepto de configuración,


relacionándolo con la idea de internalizar los valores vocacionales. Hay que
advertir que se trata de un concepto que entra en el campo interdisciplinar de los
estudios bíblicos, la patrología, la teología, la espiritualidad, la psicología y la
pedagogía.
■ Dialoga con los compañeros, con los formadores o con otros sacerdotes o
personas consagradas sobre el concepto de configuración, intentando detectar
cómo lo viven y en qué ha consistido para ellos.
Itinerarios formativos 436 Etapa teológica

Io de Teología / Tercer encuentro comunitario


Jesús, un hombre de fe
Meta. El alumno acepta el camino de la contemplación de Jesús como
hombre de fe y concreta algunos rasgos de Cristo pastor que se derivan de los
textos del Antiguo Testamento.
Oración inicial. Is 40, 9-11. Se sitúa en el estudio de la imagen del pastor
que se hará a partir de este encuentro comunitario. El texto forma parte del
oráculo inicial de la consolación de Israel. Incluye, como signo e instrumento de
la actuación misericordiosa de Dios la imagen de un pastor que amorosamente
reúne a su rebaño. Podemos reconocer en este misterioso personaje un signo del
Buen Pastor que será Jesucristo.
Recapitulación: El concepto de configuración. Se pide a los seminaristas
que compartan con los demás, en pequeños grupos, sus investigaciones y
reflexiones sobre el concepto de configuración. Al final se ponen en común estas
reflexiones para hacer entre todos una definición de la configuración.
Contenido.
A. La fe-confianza.
La fe como virtud teologal no se reduce a una mera creencia: "yo creo" tal
cosa y "no creo" tal otra. Este modo de manifestar las creencias es incierto.
Equivale a un "yo pienso", a un "me parece" o incluso a un "no sé". Más bien
hay que entenderla como relación con otra persona; entonces significa: "te creo",
o "yo creo en ti". Por eso un buen modo de designar esta virtud es el binomio fe-
confianza. Desde el nivel humano podemos hablar de la fe-confianza que doy a
otra persona cuando ella se me "revela", es decir, cuando manifiesta sus
intenciones o expresa su interioridad. Creo y confío en que aquello que
comunica es verdad. Esta actitud es vinculante. Te creo, y por eso me
comprometo contigo.
La fe cristiana es una virtud similar. Consiste en aceptar la revelación que
viene de Dios a través de la Tradición, en adquirir una profunda vinculación con
Dios Trinidad, contenido fundamental de la revelación, y en asumir el
compromiso que corresponde {Dei Verbum, 5). Como en las relaciones humanas,
no se puede creer impunemente, es decir, la fe en Dios Trinidad supone la
entrega confiada a él y una percepción de todas las cosas, especialmente de las
relaciones humanas, iluminada por esa fe. La actitud de fe-confianza tiene como
objeto no sólo a Dios, sino a sus mediaciones, y de un modo muy concreto a la
Iglesia, que es para los creyentes no sólo un lugar desde el cual creen, sino objeto
de fe. De modo que el hombre creyente aplica esta virtud teologal a la realidad,
siempre limitada y pobre, de la comunidad cristiana. Este dato es especialmente
importante para los presbíteros, porque su ministerio se desarrolla en una red de
relaciones en las cuales es fundamental que brille una actitud de fe.
La definición de la Carta a los Hebreos se puede aplicar en los tres niveles
que se han mencionado: el de la aceptación de Dios Trinidad, el de la vinculación
amorosa con él y el de la percepción de todas las demás cosas: La fe es el
fundamento de lo
Itinerarios formativos 437 Etapa teológica

que se espera y la prueba de lo que no se ve. Por ella obtuvieron nuestros


antepasados la bendición de Dios. La fe es la que nos hace comprender que el
mundo ha sido formado por la palabra de Dios, de modo que lo visible proviene
de lo invisible (Heb 11, 1-3). Lo interesante de esta definición es su sentido
existencial. No se refiere a una hermosa teoría, sino a un modo de vida práctico,
el que corresponde a una persona que ha aceptado en su vida la revelación de
Jesucristo, su modo de vida y sus valores. Vamos a desarrollar un poco más estos
tres niveles:
El de la aceptación de Dios Trinidad. La fe cristiana no consiste
principalmente en la aceptación de Dios como origen de las cosas, y en este
sentido Creador, sino en el conocimiento de la Santísima Trinidad como
comunidad de personas, en quien la esencia más honda es el amor. El sentido
comunitario que el creyente vive en relación con cualquier hombre o mujer y
especialmente en la comunidad creyente, tiene así una profundísima razón de ser,
hunde sus raíces en la Trinidad santa y santificadora. Comprende y acepta la
comunidad humana como reflejo de la comunión amorosa de Dios mismo. Por
eso la definición de la Iglesia en L.G. 1 es muy iluminadora: signo o sacramento
de la unión con Dios y de la unidad del género humano. Este es el modo de ser
de los creyentes.
El de la vinculación amorosa con Dios Trinidad. Pero la comprensión y
aceptación del misterio lleva a los creyentes a una vinculación personal. No se
trata sólo de comprender, cuando de involucrarse, de vincularse. El vínculo
religioso que el creyente establece con Dios-amor tiende a ser definitivo. Se
puede decir que la persona instala su propia existencia en el amor recibido de
Dios y revelado por Jesucristo, de tal modo, que este amor llega funcionar como
un instinto, como el móvil fundamental, como una segunda naturaleza que
impregna todo su ser. Así el creyente experimenta como una iluminación interior
que le conduce a un comportamiento semejante al de Jesucristo, revelación viva
del misterio de Dios, que es objeto de su contemplación en los Evangelios.
Evidentemente esta vinculación también tiende a hacerse definitiva con las
mediaciones, y en especial con la comunidad de la Iglesia.
El del compromiso práctico. La aceptación del misterio y la vinculación
trascendente lleva al creyente al desarrollo de una serie de actitudes prácticas,
que constituyen y expresan un compromiso de fe. Estas actitudes tocan
profundamente la realidad de la persona y se desarrollan en forma de
habilidades, disposiciones, hábitos, criterios de acción y de funcionamiento. Así
se concreta y se especifica la vida de fe en unas circunstancias determinadas, las
que marcan la vida de la persona creyente. En el texto bíblico aparecen
numerosos ejemplos de cómo la fe se hace una realidad práctica y concreta en
terrenos muy diversos: en el matrimonio, en la vida de familia, en la soltería, en
la viudez, en la esclavitud, etc. Toda situación se ve iluminada y transida por la
experiencia de la fe.
Esta virtud será central en la vida sacerdotal. No sólo por el carácter cristiano
de los sacerdotes, sino por su ministerio específico. Ellos como nadie deberán
ser testigos de la fe y educadores del pueblo cristiano. Tal función es realizada
primera y principalmente sin palabras, con la modalidad misma de su vida. Por
eso nunca se habla
Itinerarios formativos 438 Etapa teológica

sólo del ministerio sacerdotal, sino de la vida y ministerio de los sacerdotes.


Se podrían poner muchos ejemplos de personas que vivieron guiados por su
fe, tal como hace la Carta a los Hebreos en el capítulo 11. Pero el ejemplo de fe
más claro que tenemos es el del mismo Jesús. Él fue un hombre de fe, conducido
por la íntima unión con Dios, que supo juzgar los acontecimientos de su vida y
de su mundo con los ojos de la fe. Por ello es posible contemplar esta virtud en
los ejemplos de Jesús. El creyente no hace otra cosa sino seguirlo en su camino
de fe.
Las virtudes teologales son un don de la gracia, pero al mismo tiempo son
verdaderas virtudes humanas, de modo que se da en ellas una cooperación
profunda entre la naturaleza y la gracia. Por ello es conveniente pedir el don de
la fe, pero al mismo tiempo cultivarlo con verdadera diligencia. Cuando las
personas desarrollan la virtud teologal de la fe, pueden contemplar su propio
crecimiento en la vida discipular. Este crecimiento debe ser constatado
positivamente en el proceso formativo a partir de la etapa teológica. La visión de
fe se especifica y se concreta en este ministerio y en la realidad específica de una
iglesia particular.
¿Qué se quiere decir con la expresión: constatación positiva! Se quiere decir
que a esta altura de la formación ya no es suficiente que los seminaristas tengan
buen comportamiento. El buen comportamiento es algo que se pide a los presos
en la cárcel, y cuando lo tienen, se les reduce la pena. Pero en la etapa teológica
es necesario que la fe de los seminaristas se manifieste establemente a través de
comportamientos positivos que muestran y concretan su vida de fe. Por esta
razón se ha insistido en presentar la fe no como un postulado teórico, sino como
una actitud práctica. Y conviene que te preguntes: ¿Tienes actitudes prácticas que
muestran tu fe? ¿Cuáles? ¿En qué contextos son más fuertes y claras? ¿En qué
contextos tienden a diluirse? La comunidad de los seminaristas, y especialmente
tu curso, ¿se puede calificar como una comunidad de fe?
B. La imagen del pastor en el A.T. (1)
Durante tres encuentros comunitarios se va a dedicar un espacio a la
consideración de los textos del Antiguo Testamento que utilizan la imagen del
pastor. Se puede sugerir a los seminaristas que recurran a algunos de estos textos
para su meditación. Con ello comenzamos a apuntar hacia la elaboración de un
proyecto sacerdotal.
En el contexto del antiguo oriente se designa a los dirigentes políticos y
religiosos bajo la imagen del pastor. El uso de esta imagen en la Biblia se origina
en la experiencia ancestral nómada de los patriarcas y en concreto en la
experiencia histórico-salvífica y simbólico-profética de Abraham, Moisés y
David, sacados de detrás del rebaño para ser pastores del pueblo del Señor. El
rebaño es una metáfora muy clara para aludir a las situaciones de dispersión y de
peligro que pasa el pueblo de Dios. La imagen del pastor irresponsable se utiliza
con frecuencia para mostrar cómo los dirigentes, sean políticos o religiosos, no
cumplieron su deber. Ante el fracaso de los pastores, la reflexión profética y
sapiencial, aplica a Dios mismo la imagen del auténtico pastor, y a su enviado
final, el Mesías-rey-pastor, cuya descripción coincide con la del siervo sufriente
del profeta Isaías. Así se perfila la figura sorprendente del pastor que da la vida
por las ovejas, cosa que nunca ocurre con los pastores reales, figura del
Itinerarios formativos 439 Etapa teológica

verdadero pastoreo con su sentido simbólico. Los textos subrayan el mal hecho
por los malos pastores, que han provocado la dispersión de las ovejas y las han
expuesto a las fieras salvajes. Y promete un verdadero pastor. Dios mismo
remediará el mal hecho por quienes se han aprovechado del rebaño, Él actuará
como pastor.
Estudio de los textos. Estos textos, leídos desde la función pastoral de los
presbíteros, tienen el sentido profundo de una denuncia. Se puede decir con toda
verdad que la comunidad cristiana se dispersa y sufre cuando los pastores, en vez
de cuidar al rebaño, se apacientan a sí mismos. Sufren de modo especial los
miembros más débiles de la comunidad, a quienes los pastores deben su atención
y su más delicado servicio. Es provechoso que los seminaristas se sientan
cuestionados en su proyecto sacerdotal a través de la meditación de las denuncias
contra los malos pastores. Un signo positivo es que lleguen a preguntarse: ¿Qué
clase de pastor pretendo llegar a ser?
Se han colocado los textos siguiendo el orden de los libros bíblicos y se han
distribuido en tres encuentros comunitarios. Nos interesa que cada seminarista
estudie todos los textos, de modo que hagan una reflexión personal en torno a
ellos. Poco a poco se irán acercando a unas conclusiones sobre lo que significa
ser pastor. Para su estudio pueden servir las siguientes pautas de análisis: a)
Situaciones a las cuales alude el texto, b) Causa de estas situaciones, c) Términos
que expresan la función propia de los pastores, d) ¿De qué manera se propone un
nuevo pastoreo?
Para el presente encuentro comunitario se proponen siete textos: Nm 27, 15-
21. IRe 22, 17. Sal 23, 1-4. Sal 80, 2-4. Is 40, 9-11. ls 44, 24-28. ls 56, 9-11.
Después de estudiar los textos y de poner en común las respuestas a las pautas de
análisis, los seminaristas y los formadores sacan algunas conclusiones al
respecto, sobre todo en torno a la última pregunta: ¿De qué manera se propone
un nuevo pastoreo? Y añadiendo: ¿qué clase de pastores necesita hoy el pueblo de
Dios?
Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Jn 6.
0:10 Explicación de la meta.
0:15 Recapitulación: el concepto de configuración.
1:15 Jesús, un hombre de fe.
2:00 Descanso.
2:15 La imagen del pastor en el A.T. (I).
2:50 Consignas.
3:00 Devoción mariana.
Consignas.
■ Intenta entrar más intencionalmente en el camino de la fe, pidiendo a Dios
este don e intentando juzgar los acontecimientos desde esta óptica.
■ Utiliza algunos de los textos del Antiguo Testamento sobre la imagen del
pastor para tu meditación. Trae al próximo encuentro comunitario tus conclusio-
nes al respecto.
Itinerarios formativos 440 Etapa
teológica

Io de Teología / Cuarto encuentro comunitario


La oración contemplativa y el discernimiento vocacional
Meta. El alumno profundiza en el valor de la oración contemplativa y en el proceso
de maduración que implica y continúa profundizando en la imagen del pastor en el
Antiguo Testamento.
Oración inicial. Jer 23, 1-4. El texto para la oración pertenece al estudio que se hará
en este encuentro sobre la imagen del pastor en el Antiguo Testamento.
Recapitulación: La imagen del pastor.
Se pide a los seminaristas que compartan sus reflexiones en torno a los textos de la
imagen del pastor en el A.T. ¿Cómo se relacionan con las actitudes de Jesús, que lleno
de fe y de confianza en su Padre realiza una misión? Primeramente dialogan en grupos
pequeños, después se hace una puesta en común con todo el curso.
Contenido.
A. La oración contemplativa y el discernimiento vocacional.
Existen diversos tipos de contemplación, que se van sucediendo gradualmente y
marcan un verdadero camino espiritual. Se puede decir que el método es el mismo, pero
va variando la profundidad. En la etapa filosófica se presentó el método, ahora
queremos profundizar en las etapas de la contemplación:
Primera etapa: contemplación externa. Se llama así porque se trata de mirar desde
fuera, atendiendo a los personajes, a los acontecimientos. Este suele ser el primer paso
porque es más superficial. Se parece a la actitud con la cual vemos el cine o
participamos en una función de teatro. Ves algo que te impacta, puede llegar a
conmoverte, pero no te involucra. Puede ser intenso en el momento, pero después queda
en el plano de los recuerdos, como algo del pasado y, sobre todo, como algo que queda
allá, en la pantalla o en el escenario. Las escenas se suceden rápidamente, y pasan.
Seguramente los discípulos pasaron por este primer tipo de contemplación. Miraron
a Jesús, escucharon su voz. Les habrá impresionado, sobre todo por su personalidad.
Pero sólo como desde fuera. Habrán comentado con sus parientes y amigos que
conocieron al Maestro de Nazaret, como quien conoce a un personaje famoso. El
discípulo en este momento está entre la multitud. No se acerca. Aún no se da a conocer
personalmente.
Segunda etapa: contemplación profunda. Es profunda porque la persona se invo-
lucra en lo que contempla. Aquí ya existe un vínculo personal. Miras haciéndote parte
de los acontecimientos que son ya importantes para ti. Se parece a lo que nos ocurre
cuando una persona querida, por ejemplo, tu amigo, viene de visita después de un
tiempo largo de no verle. Ya no es un mirar superficial, sino profundo en el sentido de
que verdaderamente te afecta. Ocurre también cuando hay desastres naturales. No miras
con superficialidad los restos de lo que habías construido con esfuerzo. Es un
Itinerarios formativos 441 Etapa teológica
mirar que penetra en tu corazón, te afecta, y probablemente te lleve a tomar una
determinación. Esta contemplación más profunda exige detener las escenas, para
entrar en ellas con mayor detenimiento y delicadeza.
Los discípulos nos reportan el momento en el cual entraron en esta
contemplación más profunda del maestro. Cuando se vieron involucrados y
empujados a irse con él, porque comenzó a ser una presencia trascendente en su
vida. Se da en el momento en que Pedro vislumbra la divinidad de Jesús y
exclama: apártate de mí, que soy un pecador (Le 5, 8). En el relato de Juan se
expresa así: Se fueron con él, vieron dónde vivía y pasaron aquél día con él.
Eran como las cuatro de la tarde (Jn 1, 39). Muchas veces habrán quedado
profundamente impactados por las actitudes y las palabras de Jesús, que se
transformaron en recuerdos imborrables en su memoria.
Tercera etapa: contemplación interior. Llega un momento en que la actitud
contemplativa penetra en la interioridad de la persona que es contemplada: sus
sentimientos, sus intenciones, sus motivaciones. Ya no se trata de mirar desde
fuera, sino desde dentro, para intentar comprenderla. Por eso se le puede llamar
contemplación interior. Aquí se hace más lenta, morosa, afectiva. Adquiere un
sentido sagrado, religioso. Es más o menos lo que ocurre cuando contemplas el
sufrimiento de una persona amada. Quisieras meterte en su corazón y
solidarizarte con ella. Adivinas lo que necesita y te pones a su servicio. Haces un
esfuerzo por compartir su vida afectiva en la medida en que esto es posible.
También ocurre ante las grandes energías vitales que se ponen en juego en el
amor, en el compro-miso social, en el arte.
Según fueron profundizando en el conocimiento de Jesús, los discípulos
comenzaron a imaginar su mundo interior, pues lo que compartían con él era
intenso y profundo. Esta contemplación se hizo más honda según se acercaban a
Jerusalén, sobre todo porque los iba instruyendo en torno a su propio fin. Llega a
su cumbre en los momentos de la pasión: la cena, con ese conjunto de
sentimientos encontrados; la oración en el huerto, los diferentes momentos de
juicio, las acusaciones de la multitud, el camino de la cruz. Basta imaginar el
impacto que habrá tenido en ellos esa manifestación de Jesús: me muero de
tristeza (Me 14, 34). Se nos describe abundantemente cómo experimentaron los
discípulos una tristeza similar.
Cuarta etapa: contemplación global. Es esa mirada que tendemos sobre los
acontecimientos más importantes de nuestra vida. Intentas hacer una síntesis de
lo ocurrido y sacas las consecuencias prácticas para el futuro. Nos ocurre cuando
ha pasado una fiesta, o un encuentro con personas queridas, o después de un
viaje, o después de una muerte. Aquí ya no son los detalles los que ocupan tu
atención sino el sentido de lo ocurrido en su conjunto. Vuelves sobre las
imágenes y los recuerdos, pero ahora los interpretas. No es raro que surjan en ti
sentimientos como la gratitud, y el deseo de un compromiso futuro.
Los discípulos vivieron esta cuarta etapa en torno a las apariciones de Jesús
resucitado. Su mismo cuerpo era una especie de síntesis viva de los
acontecimientos: aparece con las marcas de la cruz. No eran los detalles físicos,
sino la contemplación interior, en la cual brotan los sentimientos aún con mayor
profundidad. La alegría
Itinerarios formativos 442 Etapa teológica

incontenible, el gozo desprendido por el bien del amado, la gratitud profunda, la


certeza de hallarse ante el misterio, el amor incondicional a su persona. Es el
momento en que comienzan a ser apóstoles.
La contemplación, con el proceso que se ha descrito, marca también los
caminos del discernimiento vocacional. Existe un primer discernimiento que
tiene que ver con el seguimiento "externo" de Jesús, muy impregnado de
emociones pero con un conocimiento superficial del Maestro. Es lo que quizá
ocurrió en el momento de tu ingreso al seminario. Hay un segundo
discernimiento, en el que descubres con más precisión los comportamientos de
Jesús y con ellos caminos más concretos para su seguimiento. En un tercer
momento te identificas con la interioridad de Jesús y descubres la importancia de
buscar una transformación interior. Al final estableces una unión definitiva con
él, en la cual ya todo lo tuyo le pertenece, como Pedro en su segunda llamada.
B. La Imagen del pastor en el A.T. (11).
Se continúa con el estudio de textos sobre la imagen del pastor. Se recuerdan
las pautas de análisis: a) Situaciones a las cuales alude el texto, b) Causa de estas
situaciones, c) Términos que expresan la función propia de los pastores, d) ¿De
qué manera se propone un nuevo pastoreo?
Para esta ocasión se han reservado textos del profeta Jeremías: Jer 2, 8-9. Jer
3, 14-17. Jer 10,17-22. Jer 23,1-4. Jer 25, 34-37. Jer 31,10-11.
Después del estudio personal y de la puesta en común, se explican las
siguientes ideas. Tienen que ver más con el "ser" del pastor. Para poder ejercer la
función de pastor es necesario cultivar una identidad.
Contenido simbólico-personal de la imagen del pastor. En el símbolo-
persona del pastor encontramos el aspecto de misterio de gracia. Pastor es
alguien-persona que es dado, enviado, entregado. Un don de Dios para el pueblo.
Expresiones como les daré pastores; les enviaré un pastor, nos hacen ver cómo
el don es una persona, no un objeto, no una actividad, no una simple función. Es
la persona que ha llegado a ser signo de la presencia amorosa de Dios, de la
actitud del Señor, que amorosamente reúne a su rebaño. El sujeto de esta
donación, quien da y envía en su nombre, por su iniciativa, de su parte, es Dios.
Y lo hace desde su voluntad salvífica, movido por el amor a su pueblo, desde la
fidelidad de él a la alianza que ha establecido.
Aparece un conjunto de situaciones del pueblo a las cuales Dios responde
con la promesa de enviar pastores, y que subrayan la centralidad y globalidad de
este enviar-destinar personas. El envío de verdaderos pastores está rodeado de
una gravedad grande en los textos. Está en juego:
■ La causa de Dios. Su proyecto en relación con el hombre y con el pueblo,
su fidelidad, su alianza. El enviar pastores compromete la continuidad de
la alianza y la relación íntima de Dios con el pueblo {mis ovejas, mi
pueblo); la relación de servicio filial y de señorío (Hijos apóstatas de Jr
3,14; su dueño, la consigna de no servir más a otros dioses). De modo
que el verdadero pastor es una especie de revelación del Dios de Israel, de
garante de su causa justa.
Itinerarios formativos 443 Etapa teológica

■ La causa del pueblo. Primera y básicamente del pueblo en cuanto pueblo:


su dispersión, su división, su destierro, su esclavitud. Pero también en cuanto
pueblo de Dios: la ruptura de la alianza, la infidelidad de los pastores que
dominan y dilaceran al pueblo contraviniendo la voluntad de Dios. Y en cuanto
pueblo desorientado, perdido, esclavizado: ovejas fuertes y débiles, pueblo que
sigue su corazón obstinado, que genera un dinamismo de opresión y de
esclavitud.
■ La causa del hombre. Como persona, imagen de Dios, llamado a ser
dueño de su destino y de su vida. Se muestra con imágenes concretas al hombre
afectado y disminuido en su dignidad: ovejas débiles, lánguidas y flacas,
perseguidas, perdidas, descarriadas, presa del temor y el amedrentamiento. Dios
quiere ovejas conocidas por su nombre, protegidas por el amor.
Participar del ministerio pastoral significa, pese a todas las debilidades,
identificar la propia existencia y darle unidad desde los sentimientos-opciones
del irrenunciable amor de Dios por su pueblo. El don que Dios promete: les daré
pastores según mi corazón, se concreta en la mediación sacramental de pastores
que él acredita y que con un corazón semejante al suyo, es decir, que comparte la
identidad amorosa de Dios que se revela así, como amor irrenunciable, son el
signo elocuente de su fidelidad. El signo es la persona con sus opciones, sus
actitudes profundas, y sólo secundariamente con su actividad. Estas personas
enviadas se erigen como garantía de la fidelidad de Dios a su pueblo.
Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Jer 23,1-4.
0:10 Explicación de la meta.
0:15 Recapitulación: la imagen del pastor.
1:15 La oración contemplativa y el discernimiento
vocacional
2:00 Descanso.
2:15 La imagen del pastor en el A.T. (II).
2:50 Consignas.
3:00 Devoción mariana.

Consignas.
■ Continuar haciendo oración con los textos de la imagen del pastor en el
A.T.
■ Escuchar la voz de los sencillos, ya sea en el apostolado, en la familia o
en otro grupo: ¿Qué esperan del sacerdote? ¿Qué actitudes desearían ver en él?
Itinerarios formativos 444 Etapa teológica

Γ de Teología / Quinto encuentro comunitario


Jesús, un hombre de esperanza
Meta. El alumno recupera y comparte las expectativas de los fieles sobre el
sacerdote, reflexiona sobre la virtud de la esperanza y concluye el estudio de la
imagen del pastor en el Antiguo Testamento.
Oración inicial. Jer 3, 14-17. La oración inicial se centra nuevamente en la
reflexión sobre los pastores en el Antiguo Testamento. Se le quiere dar toda la
importancia a esta reflexión para fundamentar la imagen de pastor que después
aplicarán a su vida. Es la promesa de pastores que actuarán con inteligencia y
sabiduría, reflejo de la suma sabiduría de Dios.
Recapitulación: El punto de vista de los fieles.
Se pide a los seminaristas que pongan en común lo que han escuchado de la
gente: ¿Qué esperan del sacerdote? ¿Qué actitudes desearían ver en él? Después se
intenta sintetizar estas opiniones para obtener un retrato del ideal sacerdotal que
los fieles anhelan. Se cuestiona a los seminaristas. ¿Estás en disposición de
ofrecer esto? ¿Cómo te estás preparando para ello? ¿Te sientes invitado a la
conversión en algún sentido?
Contenido.
A. La esperanza. La esperanza es una dimensión de toda religión. En todas
las religiones e ideologías se puede investigar la forma que adquiere la esperanza.
Está profundamente unida a la fe-confianza. Jesucristo es nuestra esperanza (Col
1,27). En el cristianismo la esperanza adquiere una forma muy determinada,
vinculada con la revelación de Dios Trinidad y con la persona de Jesús. Es decir,
es la esperanza de una comunión profunda con Dios y con los hombres,
semejante a la unión de Jesús con su Padre. Tal esperanza adquiere, en la cultura
hebrea, un nombre preciso: "el Reino de Dios". Jesús expresó desde esta categoría
su propia esperanza y enseñó a sus discípulos a anhelar la realización del Reino
de Dios, su Padre amoroso y a comprometerse en su edificación. Desde esta
explicación se vislumbra con más claridad en qué consiste la vinculación entre la
revelación de Dios Trinidad y la esperanza cristiana del Reino de los cielos y de
la vida futura.
Jesús explicó de muchas maneras el misterio del Reino de los cielos,
haciendo ver que es una realidad ya presente entre los hombres pero que al
mismo tiempo es objeto de esperanza. Está ya presente porque el misterio del
Reino se identifica con su misma persona y se realiza en ella. En su vida y su
comportamiento ya está realizándose el Reino del Padre, porque su alimento es
hacer la voluntad del Padre (Jn 4, 34). Pero ese misterio es una realidad
dinámica, que está por llegar a su plena realización. Desde aquí tiene sentido que
Jesús, plena revelación del Padre, haga un discurso de carácter escatológico. Tras
la muerte y resurrección de Jesús el misterio del Reino adquiere todavía mayor
claridad. En la mano derecha de Cristo resucitado está fuertemente asido el
destino de las iglesias (Ap 1, 16). Los creyentes tienen la esperanza cierta de que
lo realizado ya en Jesús y consignado en los Evangelios llegará a su plenitud en
el futuro.
Itinerarios formativos 445 Etapa teológica

La esperanza cristiana lleva a los hombres y mujeres de fe a mantener una


reserva permanente ante todo intento de rebajar la esperanza a los límites de las
construcciones históricas humanas. El creyente es capaz de relativizarlo todo: no
se entristece con los fracasos ni con los males de este mundo porque lo guía la
esperanza del Reino de Dios, pero por este mismo motivo; tampoco se
engolosina con los éxitos o con los bienes conseguidos, porque sabe que el
verdadero triunfo depende sólo de Dios y será siempre un don de su gracia. El
creyente no espera alcanzar nada más que lo que ya ha experimentado.
Comprende todo bien como explanación del misterio de Cristo, presente en su
más íntima experiencia a través de la Palabra y de la Eucaristía. Por eso camina
con alegría y muestra una esperanza a toda prueba.
La esperanza en el mundo futuro y en la segunda venida del Señor no distrae
a los creyentes de su compromiso en el mundo presente. Al contrario, es el mejor
motivo para involucrarse en el caminar del mundo y en la transformación de la
sociedad humana, porque sabe que, a través de este compromiso, adelanta el
misterio del Reino que viene. La esperanza se convierte así en una virtud que
consiste en mantener la plena certeza de conseguir los bienes futuros y de
adelantar en el presente cuanto ya prepara y hace eficaces esos bienes en la
realidad histórica y social. Evidentemente la esperanza cristiana conecta con
muchas otras esperanzas humanas, pero va mucho más allá porque está referida
al misterio de Cristo y a los dones de la gracia.
La esperanza de Jesús. Así como Rm 4, 1-12 elogia la fe y la esperanza de
Abrahám podemos elogiar y contemplar la esperanza de Jesús. Él fue
construyendo pacientemente el misterio del Reino de los Cielos, sobre todo en la
comunidad discipular. Su esperanza le llevó a continuar edificando esta
comunión más allá del aparente fracaso. La imagen de María en la comunidad
discipular (Hech 1, 14) es el modelo vivo de la participación de esta esperanza.
Más allá de todas las contradicciones encuentra en esa comunidad y en esas
personas el ámbito para edificar en el misterio.
B. La imagen del pastor en el Antiguo Testamento (11!).
Se finaliza el estudio de textos sobre la imagen del pastor en el Antiguo
Testamento. Al iniciar esta parte se recuerdan las pautas de análisis: a)
Situaciones a las cuales alude el texto, b) Causa de estas situaciones, c) Términos
que expresan la función propia de los pastores, d) ¿De qué manera se propone un
nuevo pastoreo?
Para esta ocasión se estudiará un texto largo y profundo, el oráculo de
Ezequiel contra los malos pastores y un breve texto de Zacarías: Ez 34, 1-31. Zac
10, 1-2. Después del estudio personal y de la puesta en común, se explican las
siguientes ideas. Tienen que ver más con el "hacer" del pastor. Para poder ejercer
la función de pastor es necesario desarrollar una serie de habilidades y actitudes.
Aspectos fundamentales del actuar del pastor. Los textos recogen un
amplio vocabulario de verbos, alrededor de veinte distintos, por medio de los
cuales se explica la acción del pastor. Todos ellos hacen referencia a la persona
del pastor y a su vida que se entrega a favor del rebaño. Esto especialmente dicho
frente a los malos pastores, que se distancian del rebaño y lo explotan en su
propio provecho. Para una mejor comprensión del actuar del pastor, se pueden
clasificar en cuatro apartados:
Itinerarios formativos 446 Etapa teológica

■ Pastorear-llevar a pastos, guiar-conducir. Designa la función de identificar el


camino, pero con el matiz de ir delante, garantizando la seguridad en él. Pas tor es quien
conoce el territorio y conduce al rebaño a lugares en con pastos abundantes que aseguran
su vida. Este guiar no se entiende principalmente como gobernar, sino como ese ir
delante, indicando el camino, garantizando los pastos, protegiendo. Contiene también el
sentido de abrir caminos nuevos, y por ello se identifica al mismo pastor con el camino,
modelo del rebaño.
■ Apacentar, alimentar, proveer de lo necesario para la vida. Es el pastor que
providencia y cuida, que tiene cuidado (cura) de las ovejas. Proporciona el agua y la
mesa. Se subraya la preocupación por la vida del rebaño. Se hace especial referencia a
las ovejitas debilitadas por falta de alimento, dispersas por falta de cuidado. Se trata de
hacer frente al desaliento de quienes viven en situaciones adversas y no tienen quién les
ayude a interpretar su existencia. Desde estas claves se comprende el promover a las
personas para que lleguen a ser ellas mismas, con verdadera dignidad y categoría de
hijos.
■ Reunir, congregar, atraer, formar un único rebaño, una comunión. Es la función
más característica del pastor: ayuda a superar las barreras de las divisiones. Las que
proceden de la opresión mutua (ovejas fuertes y débiles). Hace conciencia de los
motivos de unidad. Hace salir del aislamiento para emprender el camino de la
solidaridad del pueblo con el proyecto de Dios que es el de su propia historia. Divisiones
que proceden de una interpretación errónea de las diferencias de raza, cultura, edad,
sexo, religión, condición social. El servicio del pastor es el de la reconciliación. Se trata
de hacer volver al rebaño.
■ Guardar, dar seguridad, defender. Es llamativa la presencia de las fieras salvajes,
con toda la carga evocativa y simbólica que tienen en el lenguaje bíblico. El pastor debe
asegurar la vida libre del miedo que paraliza y de la violencia que aplasta.
Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Jer 3,14-17.
0:10 Explicación de la meta.
0:15 Recapitulación: El punto de vista de los fieles.
1:15 Jesús, un hombre de esperanza.
2:00 Descanso.
2:15 La imagen del pastor en el A.T. (111).
2:50 Consignas.
3:00 Lectura comunitaria de Ez 34.

Consignas.
■ Procura hacer una meditación personal más reposada del texto de Ez
34. Es un texto realmente importante para definir la figura del buen
pastor.
Itinerarios formativos 447 Etapa teológica

Γ de Teología / Sexto encuentro comunitario


El estudio de la teología y la vida espiritual
Meta. El alumno profundiza en la relación existente entre los estudios que
realiza, su vida espiritual y su actividad apostólica para descubrir, de un modo
práctico, la integralidad de la formación.
Oración inicial. Mt 13, 51-52. En este breve texto se presenta al maestro de
la ley que se ha hecho discípulo de Jesús. Sabe combinar lo antiguo y lo nuevo.
Jesús mismo es un buen ejemplo de cómo se integran los diversos momentos de
la Historia de la Salvación, la revelación del Antiguo Testamento con la buena
noticia del Evangelio. Del mismo modo los seminaristas de teología ya deben
saber integrar los distintos saberes y experiencias que han adquirido en una sola
mentalidad y en una sola vida espiritual.
Recapitulación: Teología y oración.
Se recuerda a los seminaristas que desde el primer encuentro comunitario se
dio la consigna de localizar contenidos de los estudios para llevarlos a la oración.
Se les pide que expresen espontáneamente su opinión al respecto y que
compartan su experiencia. ¿Qué contenidos de los estudios han sido
significativos para ti y te han ayudado en tu vida espiritual? ¿Has empleado en tu
apostolado algunos de los conocimientos adquiridos? ¿Cuáles? Se hace un elenco
de los elementos que, en su opinión, les han servido para este fin. Los formadores
concluyen dando una orientación general sobre cómo llevar algunos elementos
de la teología a la oración.
Contenido.
A. El estudio de la teología, la vida espiritual y el apostolado.
La materia de estudio de la etapa teológica es de una riqueza espiritual
grandísima. Tradicionalmente se insiste en que hay que "hacer la teología de
rodillas", se quiere decir, convirtiendo en oración los tratados teológicos. Pero
esta consigna se puede quedar, a la hora de la verdad, en un mero postulado
teórico. Es importante que se baje a la práctica. Por eso ya se ha dado a los
seminaristas, desde el primer encuentro comunitario, la consigna de localizar
contenidos de los estudios que puedan llevar a la oración. Por otro lado, toda la
formación, y especialmente los estudios, deben tener una orientación pastoral.
De tal modo que lo comprendido y explicado en las clases de teología pueda ser
ofrecido a las personas más sencillas y pueda ser asimilado por ellas a través de
la catequesis. La capacidad de transmitir los contenidos de la fe en un lenguaje
accesible supone que el seminarista ha llegado a una formulación personal,
sintética y profunda de los misterios de la fe. Es importante conseguir esta
capacidad porque el sacerdote la pondrá en práctica continuamente en su
ministerio.
El estudio de las diversas ramas de la teología lleva a un postulado crítico de
la fe. Se corre el peligro de que los seminaristas adquieran un mayor bagaje
cultural y crítico pero no conecten este crecimiento con la vida espiritual y por
ende con su proceso vocacional. Por eso interesa insistir en que los estudios se
realicen en positivo, es decir,
Itinerarios formativos 448 Etapa teológica

apuntando hacia una fe más profunda y hacia la construcción de la propia vida


espiritual. Si se ponen unos ejemplos de las distintas áreas de la teología se
entiende mejor lo que se pretende:
La aproximación crítica a la Sagrada Escritura echa por tierra una serie de
creencias populares en torno al mensaje bíblico y a la historia sagrada de las
cuales participan los seminaristas, pero esta aproximación produce el fruto de
una comprensión más completa del mensaje de la Escritura y de una iluminación
más profunda de la vida. Si nos quedamos en la primera parte nos haremos
personas muy críticas pero poco espirituales; si se da el paso al segundo
elemento, se integrará mucho mejor el conocimiento de las investigaciones
bíblicas a la vida espiritual y pastoral.
El estudio de la teología sistemática. La comprensión más profunda y
detallada de los misterios de la fe te lleva a asumir esta fe con mayor integridad y
claridad. Esto es notorio cuando existe el gozo de profundizar en el misterio de
Dios, de Cristo, de la Iglesia, del hombre, del mundo, siempre desde la
perspectiva teológica y en la integración más armónica de todas estas verdades.
Sería una pena que el estudio de la teología sistemática se quedase en un mero
postulado teórico o en un ejercicio académico ajeno a la vida y al compromiso de
los seminaristas. Al contrario, debe incidir con mucha fuerza en la propia fe y
debe fundamentar la acción pastoral.
El conocimiento de la teología moral. Los pasos que se han dado previamente
en la formación encuentran aquí una fundamentación suficiente, por ejemplo, el
concepto de conciencia moral, el de opción fundamental o el de "ethos"
comunitario. Después será el estudio de la moral específica, de la persona y de
las relaciones sociales. Todo ello incide en un modo de ser y relacionarse al que
se puede llamar cristiano. Son contenidos profundamente significativos para el
discípulo que quiere ser sacerdote y será en el futuro guía de las conciencias de
los fieles. Debe aprender a responder desde una visión de fe a problemas muy
vivos, los que se dan en la realidad pastoral.
La historia de la Iglesia. El conocimiento de la historia de la Iglesia lleva al
seminarista a profundizar en la fuerza y debilidad de la comunidad cristiana,
localizando las raíces de la propia espiritualidad y encontrando caminos
preciosos para la conducción de la comunidad cristiana. Probablemente
continúan existiendo los prejuicios en relación al estudio de la historia, que
deberán superarse para aprender del caminar de la propia comunidad. El estudio
de la Historia de la Iglesia es vivo cuando el alumno aprende a hacer un juicio
ponderado y crítico de los momentos históricos obteniendo las lecciones que la
Historia da para la vida; cuando establece conexiones personales con la historia
de santidad que ha regido la evolución de la comunidad cristiana, es deseable que
esta interpretación personal de la Historia, con la interpelación que produce, se
realice más o menos con todas las épocas, de modo que ninguna de ellas sea vista
como distante por el seminarista.
La teología espiritual es un área muy interesante porque explica los
dinamismos y etapas de la vida espiritual, sus reglas y procedimientos;
explicación que lleva al seminarista a sacar conclusiones sobre su propio proceso
espiritual y le dispone para acompañar la vida espiritual de los creyentes.
Conviene que los seminaristas consigan
Itinerarios formativos 449 Etapa teológica

alguna claridad sobre cómo proceder en los medios que se ponen en


práctica en la vida espiritual, como los ejercicios espirituales, la dirección
espiritual o la oración personal y comunitaria, de modo que consideren
esta materia como parte integral de su futuro ministerio presbiteral. En la
práctica existen muchos sacerdotes que se sienten lejos de este tipo de
servicios y no llegan a realizarlos.
La teología pastoral y el derecho canónico sitúan al alumno en la
perspectiva práctica, tan importante a la hora de evangelizar. Estas dos
áreas deben ser descubiertas por los muchachos como de sumo interés
para el futuro, rompiendo los prejuicios que con frecuencia se tienen ante
ellas.
En conclusión, lo que más nos interesa es que los seminaristas analicen
cómo están haciendo los estudios teológicos y establezcan las conexiones
pertinentes con su propia vida y con la misión pastoral que van a
desarrollar en el futuro. Quizá sorprenda que se toque este tema en el
itinerario formativo. Con ello se está dando el mensaje de que los estudios
tienen una verdadera importancia en la formación en la etapa teológica.
B. El método de estudio.
El cambio a la etapa teológica implica una ampliación del método de
estudio. La razón es simple: porque se estudian materias muy diferentes
que tienen metodologías distintas. Sumariamente, podemos distinguir: Los
estudios bíblicos, la teología sistemática, la teología moral, el derecho
canónico, la historia de la Iglesia, la teología espiritual, la teología pastoral.
Puede ser oportuna una intervención del responsable de la dimensión
intelectual o de un profesor de teología con el fin de que detalle un poco
más sobre el método en cada una de las áreas del estudio teológico.
Pero lo que más interesa es que los seminaristas cuenten con el tiempo
para reflexionar sobre sus aciertos, dificultades y retos en el estudio de la
teología. Para ello puede servir el siguiente cuestionario, que se llevarían
los seminaristas para traerlo resuelto al séptimo encuentro comunitario:
■ ¿Cómo has vivido la experiencia de iniciar el estudio de la
teología?
■ ¿Qué significa para ti estar estudiando continuamente contenidos
relacionados con la fe?
■ ¿Cuál ha sido el área de la teología que más has disfrutado y cuál te
ha costado más trabajo?
■ a algún aspecto de la teología?
¿Tiene
■ ¿Cómo ha influido el estudio de la teología en tu vida espiritual?
s
algún ■ ¿Cómo valoras ahora la plataforma de pensamiento que se fue
prejui construyendo durante la etapa filosófica?
cio en ■ ¿Qué piensas que necesitas mejorar en el estudio de la teología
torno para los próximos años?
Itinerarios formativos 450 Etapa teológica

■ ¿Hay algún punto de la teología en el que te gustaría profundizar?


Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Mt 13, 51-52.
0:10 Explicación de la meta.
0:15 Recapitulación: teología y oración.
1:15 El estudio de la teología y la vida espiritual.
2:00 Descanso.
2:15 El método de estudio.
2:50 Consignas.
3:00 Devoción mariana.

Consignas.
■ Pon verdadera atención al cuestionario sobre el estudio de la teología, date
tiempo para reflexionar sobre ello y trae preparadas tus respuestas para el séptimo
encuentro comunitario.
■ Vuelve a hacer un esfuerzo por localizar la materia de la oración en los estudios
teológicos.
Itinerarios formativos 451 Etapa teológica

Γ de Teología / Séptimo encuentro comunitario


Contemplación de la caridad de Jesús
Meta. El alumno de primero de teología revisa la intensa experiencia de
estudio de la teología, comprende mejor la virtud teologal de la caridad y se
dispone para evaluar convenientemente el primer año en la etapa.
Oración inicial. Le 15, 11-32, la revelación de la misericordia del Padre. La
caridad es una virtud que tiene su origen en el amor de Dios. La parábola del
hijo pródigo expresa de un modo contundente este amor. El centro literario del
texto está en las actitudes del padre que revelan elocuentemente lo que hay en el
corazón de Dios.
Recapitulación: El estudio de la teología.
Durante este primer año en la etapa, el estudio de la teología ha sido amplio y
exigente. El siguiente cuestionario fue entregado a los seminaristas en el
encuentro comunitario precedente para que lo reflexionaran. Ahora se ponen en
común las respuestas: ¿Cómo has vivido esta experiencia? ¿Qué significa para ti
estar estudiando continuamente contenidos relacionados con la fe? ¿Cuál ha sido
el área de la teología que más has disfrutado y cuál te ha costado más trabajo?
¿Tienes algún prejuicio en torno a algún aspecto de la teología? ¿Cómo ha
influido el estudio de la teología en tu vida espiritual? ¿Cómo valoras ahora la
plataforma de pensamiento que se fue construyendo durante la etapa filosófica?
¿Qué piensas que necesitas mejorar en el estudio de la teología para los
próximos años? ¿Hay algún punto de la teología en el que te gustaría
profundizar? Los formadores van colectando el común denominador de las
respuestas de los seminaristas, de modo que se provoque una reflexión en común
sobre el nivel de asimilación espiritual y pastoral de la teología que se está dando
en el grupo.
Contenido.
A. La caridad.
La caridad es la tercera virtud teologal. El amor, en su sentido más alto, es
una fuerza que lleva a las personas a un compromiso real con los demás. Es, al
mismo tiempo, el corazón de la definición del Dios revelado por Jesús. En el
corazón de Dios hay un amor eterno, incondicional, inasible. A través del modo
de actuar de Jesús hemos conocido este amor (1 Jn 3, 16-24), al que podemos
llamar "misericordia". El corazón de Jesús es misericordioso y fiel, revelación de
la esencia misma de Dios.
El hecho de colocar el amor en el centro significa que la vida del creyente es
una existencia ordenada al amor y por el amor, es decir, fundada en la
correspondencia al amor recibido y enviada para entregar el amor. El discípulo
de Jesús pretende poner en práctica la misericordia y así se sitúa en un
dinamismo amoroso muy particular, que es a la vez expresión de la fe y de la
esperanza. Si la caridad está en el centro de la vida discipular, entonces cualquier
vocación específica puede y debe ser interpretada desde el amor. La caridad
pastoral es como el núcleo de identidad del ministerio sacerdotal y al mismo
tiempo la motivación profunda de sus acciones. Pero podemos
Itinerarios formativos 452 Etapa teológica

decir algo similar de la caridad esponsal en la vida consagrada y de la caridad


eficaz en la vida laical.
La revelación de Dios como amor inaugura un nuevo modo de relaciones
interhumanas. Las relaciones de dominio han dado paso al vínculo del amor
desinteresado y fiel. Así queda claro que, para amar con el amor de caridad o
ágape es necesario excluir un tipo de vínculos que le son contrarios. El paso del
hombre viejo, guiado por su instinto egoísta, al hombre nuevo, conducido por el
amor, en quien Cristo vive y actúa a través de su Espíritu (2 Cor 5, 17; Gal 2,
20), es un paso de conversión que todos necesitamos dar gradual y
reiterativamente en nuestra vida de fe.
Para alimentar la virtud de la caridad tiene una gran importancia la práctica
de la contemplación de Jesús, manso y misericordioso. Toda la tradición
espiritual en torno al corazón de Jesús es una invitación a conocer su interioridad
transida por la misericordia y a dejarse transformar por ella. La misericordia se
convierte en un deber para el creyente (Mt 18, 33) porque tiene la necesidad de
comunicar lo que a su vez ha recibido. El amor recibido de Dios, infundido por
el Espíritu Santo, es capaz de redimir y transformar las relaciones amorosas que
marcan la vida del creyente. De modo que ha de llegar a amar con caridad a
personas tan entrañables como el padre, la madre o el hermano. Es decir, lo que
ha de brillar es este amor que es ciertamente mayor que cualquier otro porque
procede del amor de Dios. Esto es importante por-que unifica el corazón del
creyente, que no ama con un corazón dividido, sino con un único amor.
El punto que nos interesa fundamentar, y será el objeto prioritario del
itinerario de tercero de teología, es que la caridad pastoral debe ser desarrollada
en el proceso formativo. Y para esto es necesario que antes exista esta virtud
teologal. La caridad es la virtud teologal por la cual amamos a Dios sobre todas
las cosas por Él mismo y a nuestro prójimo como a nosotros mismos por amor de
Dios. Se trata de vincular la referencia al amor de Dios con nuestra natural
capacidad de amar al prójimo, haciendo de ambos elementos un solo amor. Es
decir, existe un modo de amar que es el propio de los pastores y es capaz de
orientar toda su vida.
B. Evaluación del primer año de teología.
Se aborda este tema en el séptimo encuentro comunitario para recogerlo en el
último, de modo que los seminaristas tengan tiempo para preparar la evaluación
del curso. Dados los cambios que supone el paso a la teología, nos interesa hacer
con mayor reflexión y cuidado la evaluación. Se propone a continuación en
forma de cuestionario para que los muchachos respondan libremente, con sus
propias palabras. Conviene advertir que las respuestas serán compartidas en el
octavo encuentro comunitario.
72) ¿Cuáles han sido las dificultades que se te han presentado con el cambio
de etapa? Haz una lista de tres o cuatro e intenta responder: ¿Cómo las has
afrontado? Puedes referirte a distintas dimensiones de la formación.
73) ¿Ha cambiado tu grupo en algún sentido? ¿Cómo percibes el ambiente
formativo en tu grupo actual?
Itinerarios formativos 453 Etapa teológica

74) ¿Has llevado a la oración personal el tema de la imagen del pastor en el


Antiguo Testamento? ¿Qué ha significado esta experiencia?
75) ¿Has comprendido mejor las virtudes teologales? ¿Te has sentido
confrontado en algunos comportamientos para que puedas vivirlas mejor?
76) ¿Has logrado transformar en oración algunos de los contenidos de los
estudios de teología? ¿Qué método has utilizado para ello?
77) Desde tu experiencia en la etapa teológica, ¿Cómo puedes explicar el
concepto de formación integral?
Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Le 15, 11-32.
0:10 Explicación de la meta.
0:15 Recapitulación: El estudio de la teología.
1:15 La caridad
2:00 Descanso.
2:15 Evaluación del primer año de teología.
2:50 Consignas.
3:00 Devoción mariana.

Consignas.
■ Intenta contemplar en tu oración a Jesús misericordioso. Pregúntate: ¿cómo
muestra Jesús a través de su comportamiento que conoce el amor del
corazón del Padre?
■ Prepara con cuidado la evaluación del primer año de teología.
Itinerarios formativos 454 Etapa teológica

Io de Teología / Octavo encuentro comunitario


Síntesis del itinerario y preparación de las vacaciones
Meta. El alumno de primero de teología se hace más consciente del valor del
sentido integral de su formación, comprende algunas directrices sobre el proceso
de órdenes y prepara convenientemente sus vacaciones.
Oración inicial. Ef 4, 11-16. Para la oración inicial se vuelve a la imagen
fuerza del curso: el hombre que va creciendo hasta alcanzar la plenitud de la talla
de Cristo. A partir de esta imagen, se invita a los seminaristas a contemplar su
propia trayectoria durante el curso que está terminando.
Recapitulación: Evaluación del primer año de teología.
Los alumnos ponen en común sus respuestas al cuestionario para evaluar el
primer año de teología que se les repartió en el séptimo encuentro comunitario.
Se les da el tiempo suficiente para que puedan compartir personalmente y sacar
entre todos unas conclusiones. La recapitulación se concluye volviendo a
profundizar en el tema de la formación integral, tal como se explica a
continuación.
Contenido.
A. La formación integral.
Durante las primeras etapas en el seminario se ha presentado el valor de la
formación integral, sobre todo a través de la toma de conciencia de las
dimensiones formati-vas y de su cultivo intencional. Los seminaristas han
emprendido un trabajo en cada una de ellas, consiguiendo logros significativos
en la línea de una formación más completa de la persona. Se ha procurado
eliminar los desequilibrios entre estas dimensiones, tomándolas todas con
seriedad, especialmente las que para cada persona en particular presentaban
mayor dificultad.
Durante la etapa teológica la integralidad debe adquirir una dinámica más
profunda. Si anteriormente, en ciertos momentos, se subrayaba una dimensión en
detrimento de las otras, por ejemplo, el que estba en época de exámenes no
encontraba tiempo para el apostolado; el que estaba en el apostolado no
encontraba tiempo para el estudio, etc., ahora el seminarista se va haciendo más
capaz de cultivar todas las dimensiones siempre, de modo que su proceso
formativo es más estable, profundo y armónico.
Dicha estabilidad le ayuda a descubrir con serenidad los nexos existentes entre
las diversas dimensiones formativas. Por ejemplo, entre el estudio y la vida
espiritual, como ya se ha señalado en otros encuentros comunitarios; entre el
apostolado y el estudio; entre el apostolado y la vida espiritual. Así, el
seminarista va pasando de una dimensión a otra naturalmente, de acuerdo a las
exigencias mismas de su proceso.
La formación integral prepara la formación permanente, en el sentido de que
dispone al seminarista para el difícil reto de la unidad de vida en el ministerio
presbiteral. El problema que se presenta es el siguiente: el sacerdote tiende a
dispersarse en un
Itinerarios formativos 455 Etapa teológica

sinnúmero de actividades. La tendencia natural es hacia la dispersión en todas


ellas. Es fácil imaginar el cuadro de vida de un presbítero joven: vicario de una
parroquia, con un cargo en una comisión diocesana, clases en el seminario,
dedicando muchas horas a la atención de las personas, responsable de algún
grupo juvenil y de la catequesis parroquial. Es lógico que en esta situación
comience a descuidar elementos que suponen dedicación de más tiempo y exigen
mayor concentración, como la oración, el estudio, la elaboración intelectual. La
situación empeora si consideramos que dedica largos tiempos al uso del internet y
de la tecnología. Puede ser que comience a verse afectado en cuestiones más
básicas como el descanso o la alimentación. Por ello tiene un interés muy grande
que desde la formación teológica se vaya consiguiendo y preparando la unidad
de vida para que luego se puedan afrontar coherentemente estas dificultades.
Tradicionalmente te argumenta que la oración es lo que unifica la vida del
presbítero. Pero no es sólo la oración. Si se quiere decir con más precisión, se
trata de la íntima vinculación entre las diferentes dimensiones de su personalidad
sacerdotal. De modo que se consiga que cada una nutra a las otras
dinámicamente.
Ya se ve que estamos hablando de un ejercicio arduo, que exige cierto orden
de vida, madurez personal y capacidad de organización. Estos rasgos de la
personalidad deben dibujarse muy notoriamente durante la etapa teológica, de
modo que, teniendo conseguida una base suficientemente coherente y bien
arraigada, luego le sirva para afrontar las condiciones en las que deba ejercer el
ministerio sacerdotal. De ahí la gran importancia de que, ya desde ahora, se
camine con paso firme hacia un sentido más profundo de la formación integral.
B. El proceso de órdenes.
Durante el segundo año de teología o al comienzo del tercero se inicia en la
mayor parte de los seminarios el proceso de órdenes. Es útil tocar serenamente
este tema al concluir el primer año de teología, cuando hay aún una perspectiva
suficiente, para que los seminaristas se sitúen en él adecuadamente. Una buena
introducción al proceso de órdenes libera a los muchachos de algunas ¡deas falsas
que pueden tener al respecto, dándoles paz y serenidad. Se señalan algunas
características objetivas del proceso:
Un proceso estrictamente personal. El primer dato que conviene dejar claro es
que el proceso de órdenes es estrictamente personal. Los pasos no se dan como
grupo, sino que dependen de la madurez de cada una de las personas e incluso de las
necesidades de la diócesis o de las circunstancias del momento. Así ocurren los
dones de la gracia, en el contexto de una realidad histórica y a través de
mediaciones. Siguiendo este principio, conviene evitar cualquier comparación
entre los seminaristas. Sobre todo no vivir preocupados con la sensación de que
se "alarga" o "se acorta" el proceso de órdenes. En vez de pensar y sentir así, es
más práctico y realista considerar que el proceso de cada persona es simplemente
diferente, percibiendo consecuentemente cada paso en su positividad.
No tener prisa. Los formadores irán indicando a los seminaristas los tiempos
oportunos para hacer las solicitudes correspondientes. Es necesario hacerlas en su
momento, pero no es bueno tener prisa en ello y mucho menos estar demasiado
preocupados por ello. La Iglesia plantea un proceso prolongado que es mejor
cumplir con amplitud. Hay
Itinerarios formativos 456 Etapa
teológica

así un equilibrio entre la solicitud diligente de un paso como la admisión a órdenes, el


discernimiento que es necesario hacer, y su realización efectiva. Cada cosa llegará a su
tiempo. En principio es mejor que se alargue el proceso y no que se pretenda correr
demasiado. El diálogo amplio con los formadores debe preceder a cualquier decisión, de
modo que se haya clarificado suficientemente y se pueda dar la serenidad que corres -
ponde. Es fundamental para esto la confianza y la transparencia.
El caso de quien no es admitido. Tiene importancia que se advierta a los seminaristas
cómo afrontar una negativa en este proceso. Se pueden dar dos casos. El más severo es
que se niegue a un seminarista un ministerio definitivamente, interrumpiendo su proceso
de formación. Si esto ocurriera es fundamental que esa decisión sea acogida con espíritu
de fe. Es un caso extremo, que puede llegar a darse, sobre todo cuando la relación con
los formadores no es suficiente. Si la formación está bien cimentada, el seminarista debe
poder retirarse en paz, manteniendo sus vínculos con la Iglesia como un miembro más
de la comunidad, como habrá sucedido con José Barsabás, el otro que fue presentado
junto con Matías y no fue elegido (Hch 1, 23-26). La otra posibilidad es que se aplace la
admisión a un paso concreto del proceso de órdenes. Las razones para esto suelen ser
muy diversas, van desde la necesidad de maduración de la persona hasta la conveniencia
del calendario. En este segundo caso, es importante que se aproveche el tiempo que se
está dando al candidato para vivir con mayor profundidad el momento en que se
encuentra, sin perder el tiempo en comparaciones inútiles o en lamentos. El hecho de
que el seminarista cuente con un plazo mayor hay que considerarlo, en todos los casos,
una gracia de Dios, y en concreto como una gracia de maduración, y nunca como un
castigo o una desgracia. Esta interpretación debe ser transmitida por el mismo semina-
rista a su familia y amistades, que lógicamente, tienen sus expectativas, no siempre claras,
en torno al proceso de órdenes.
El discernimiento vocacional. El discernimiento de la vocación sacerdotal pertenece
más a la comunidad que al individuo porque lo que está en juego no es sólo la realiza -
ción personal del candidato, sino la realización de la misión y el futuro de la comunidad.
Evidentemente el candidato es quien firma una solicitud y quien acepta ser ordenado,
pero es la comunidad con sus responsables quien admite a las órdenes, realizados los
escrutinios correspondientes, y es el obispo quien las confiere. Los escrutinios no deben
ser una fuente de preocupación para el candidato. Es mejor que ni se entere de ello
porque es un asunto fundamentalmente del equipo formador. Los muchachos deben
habituarse a escuchar la voz de la Iglesia que emite un juicio sobre su idoneidad
vocacional. No se trata sólo de un juicio general que da un sí o un no para tal o cual
paso, sino también de los detalles que abren la posibilidad de un proceso de maduración:
retos de crecimiento, puntos débiles que hay que fortificar, exigencias formativas que no
se han cubierto del todo, factores humanos que impiden la correcta maduración. La voz
de la Iglesia que discierne la vocación se hace audible principalmente a través de los
formadores y es sancionada por el obispo, pero también a través de los otros miembros
de la comunidad cristiana.
El ejercicio de los ministerios. La Iglesia ha establecido una normativa para que los
diversos ministerios que los candidatos van recibiendo se ejerzan con serenidad y
Itinerarios formativos 457 Etapa teológica

profundidad. Este es un bien en sí mismo, porque ayuda a la persona a vivir


mejor el proceso. Por ello es conveniente que los candidatos conozcan bien las
posibilidades que se dan en ellos y puedan ejercerlas con amplitud. Los rituales
correspondientes siempre parten del esquema vida-ministerio, y subrayan
equilibradamente ambas partes. Cada ministerio supone un crecimiento en la vida
espiritual que se expresará en el servicio ministerial. De modo que se va
caminando hacia un equilibrio entre el ser y el hacer.
La praxis de la Iglesia Particular. El proceso de órdenes se sitúa en la praxis que
ha ido forjando la Iglesia Particular. El camino más común comienza con la
recepción del lectorado, continúa con el acolitado, la admisión a órdenes y
culmina con la recepción del diaconado y el presbiterado. Se proponen medios
diversos para la preparación espiritual como retiros y ejercicios espirituales. Es
mejor que el proceso se realice paso por paso y no sólo se respeten los intercicios
correspondientes, sino incluso de alarguen. Esto quiere decir que no es igual en
todas partes ni en todos los casos. Es importante que el seminarista comprenda
cuáles son las costumbres al respecto para que se pueda situar convenientemente. En
este momento conviene explicar a los seminaristas cuáles son las costumbres
concretas de la diócesis sobre este punto. Incluso puede ser interesante expresar
cuáles fueron los factores que llevaron a establecer esta práctica.
C. Preparación de las vacaciones.
Son las primeras vacaciones en la etapa teológica. Con frecuencia incluyen un
tiempo de apostolado o de estudios y otro de convivencia con la familia. En
ambos terrenos se da un cambio importante. Hay un cambio en la modalidad y el
tipo de apostolado. Hay un cambio en el tipo de estudios complementarios que se
realizan. Hay también un cambio en el modo de situarse ante la familia. Estos
cambios se corresponden con la opción vocacional más firme que se supone en la
etapa teológica. Lo que nos interesa es que el seminarista se haga consciente de
estos cambios y de las exigencias que conllevan, y se dispongan a asumirlos
convenientemente.
Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Ef 4,11-16.
0:10 Explicación de la meta.
0:15 Recapitulación: Evaluación del Γ de teología.
1:15 La formación integral.
1:45 Descanso.
2:00 El proceso de órdenes.
2:30 Preparación de las vacaciones.
2:50 Consignas.
3:00 Devoción mariana.

Consignas.
■ Consulta con los formadores las dudas que puedas tener sobre el proceso
de órdenes. Intenta manifestar con confianza todas tus inquietudes al respecto.
■ Entrega por escrito tus sugerencias y correcciones al itinerario formativo
de primero de teología con el fin de mejorarlo.
Itinerarios formativos 459 Etapa teológica

Segundo de Teología:
Los consejos evangélicos
Si el primer año de teología se entendía como una introducción, el segundo
año ayuda al seminarista a entrar intensamente en la dinámica de la
configuración con Cristo Pastor. Se hace desde la perspectiva de los consejos
evangélicos que adoptó la encíclica de Juan XX11I Sacerdotii nostri primordia
(1959) a la que luego han dado continuidad los documentos conciliares y
posconciliares. Se sigue reflexionando con los seminaristas sobre el discípulo de
Jesús llamado al servicio presbiteral. Los consejos evangélicos son un buen cauce
para esta reflexión porque se entienden como invitación para todos los creyentes,
llamados a la perfección de la caridad, pero se especifican en cuestiones tan
importantes como la pobreza, la obediencia y el celibato sacerdotales. Se
descubre así a los seminaristas la continuidad de la vida cristiana con la vida
sacerdotal, pero al mismo tiempo la especificidad que corresponde a los presbíte-
ros. Así, la única y común vocación bautismal se hace seguimiento concreto del
Señor en un camino específico. Ésta es la tesitura en la que se encuentran los
muchachos de segundo año de teología.
El objetivo del curso es: El seminarista comprende con mayor precisión el
concepto de configuración con Cristo Pastor, reflexiona sobre la forma de vida
apostólica a partir del esquema de los consejos evangélicos y elabora por
primera vez su proyecto de vida sacerdotal. Consecuentemente el proceso cultiva
dos polos de referencia: la reflexión sobre los consejos evangélicos y la
elaboración del proyecto sacerdotal. Se trata de un proceso más lineal y específico,
en el que hay una secuencia lógica y en el que un paso lleva al otro
dinámicamente.
En el camino que marcan los encuentros comunitarios se pueden localizar
tres partes muy definidas. Como se está trabajando más sistemáticamente en la
etapa teológica, tienen más importancia que en el año anterior las consignas que
se dejan a los seminaristas y que se van recogiendo en los momentos de
recapitulación.
El primer bloque tiene carácter introductorio. Es conveniente recapitular la
experiencia que han tenido en primero de teología para que se defina con mayor
claridad el sentido configurador de la etapa. Se retoma y se concluye el estudio
sobre la imagen del pastor que después va a ser determinante para la elaboración
del proyecto sacerdotal, que se les pedirá al final del curso. Contiene dos
encuentros comunitarios:
■ Primero: Presentación del segundo año de teología.
■ Segundo: La imagen del pastor en el Nuevo Testamento.
El segundo bloque se centra en la presentación de los consejos evangélicos.
Al principio se proponen como parte de la vida discipular y por ello válidos para
todos los creyentes; aquí conviene suscitar una contemplación de los consejos
evangélicos vividos y testimoniados por personas de distinta condición de vida.
Luego, en los encuentros 4°, 5o y 6o se especifica el sentido de los consejos
evangélicos en la vida y ministerio sacerdotal.
Itinerarios formativos 460 Etapa teológica

■ Tercero: Los consejos evangélicos.


■ Cuarto: La pobreza sacerdotal.
■ Quinto: La obediencia sacerdotal.
■ Sexto: El celibato sacerdotal.
El tema central del tercer bloque es la elaboración del proyecto sacerdotal. Se
une al cierre del curso porque se entiende que este proyecto se irá afinando a lo
largo de los dos años restantes de la etapa teológica.
■ Séptimo: El proyecto de vida sacerdotal.
■ Octavo: Cierre del itinerario y preparación de las vacaciones.
Itinerarios formativos 461 Etapa teológica

2° de Teología / Primer encuentro comunitario


Presentación del segundo año de teología
Meta. El alumno que inicia el segundo año de teología recapitula su
experiencia del año anterior y de las vacaciones, se sitúa en el objetivo del curso
y asume el reto que se le propone para este año en su proceso de configuración
con Cristo Pastor.
Oración inicial. Para la oración inicial se utiliza el texto que nos ofrece el
icono del curso: IPe 1, 1-5. Coloca a los seminaristas en el ambiente de una
reflexión sobre su propio futuro sacerdotal. El texto se sitúa en una perspectiva
crítica ante el modo de comportamiento de los presbíteros y propone el
discernimiento espiritual que corresponde. Es un buen marco para el itinerario
configurador.
Recapitulación: El primer año de teología y las vacaciones.
Siempre es importante brindar a los seminaristas un tiempo concreto para
retomar los logros del año anterior y los retos que quedaron pendientes. Lo
hacemos de un modo aparentemente simple, con dos preguntas básicas: a)
¿Cuáles son los rasgos por los que has asumido, durante el primer año de teología
y las vacaciones, la responsabilidad de ser alumno de la etapa teológica? ¿A
través de qué indicadores puedes mostrar que ha sido así? b) ¿Cuáles son los
retos que te quedaron pendientes del primer año de teología y de las vacaciones?
¿Hacia qué puntos concretos necesitas enfocar tus energías? Los seminaristas
reflexionan personalmente sobre ello. Para garantizar esta reflexión se les pueden
hacer llegar las preguntas previamente, de modo que las traigan respondidas al
encuentro comunitario. Después comparten en grupos pequeños o con todo el
grupo, según el número de alumnos. Los formadores pueden puntualizar la
importancia que tiene el asumir con seriedad la etapa.
Contenido.
A. Presentación del segundo año de teología.
La idea de configurarse con Cristo Pastor toma un sesgo concreto en el
segundo año de teología. Estamos plenamente en el proceso del discípulo de Jesús
llamado a la vida presbiteral. Este proceso coincide con el inicio de los
compromisos más definitivos: la admisión a las órdenes sagradas, la recepción
del lectorado y del acolitado, según las costumbres de la Iglesia Particular. Por
ello el itinerario plantea una reflexión que abrace el sentido del discipulado
(vocación común a todos los creyentes o sacerdocio común) y el de la vida
sacerdotal (vocación específica para el ministerio presbiteral o sacerdocio
ministerial). Se ha optado por el concepto de los consejos evangélicos, que son
dados para todos señalando la llamada de todos a la santidad, pero se concreta en
una forma bien específica: la pobreza voluntaria de los sacerdotes, la obediencia
en un único presbiterio y el celibato sacerdotal. Hay que notar que se están
tocando temas que son nucleares en la definición del ministerio presbiteral y por
ello marcan un camino preciso en la vida espiritual del seminarista.
Es conveniente clarificar el concepto de "espiritualidad" para que desde allí
se construya con mayor certidumbre el proyecto sacerdotal. La espiritualidad no
consiste
Itinerarios formativos 462 Etapa teológica

en un conjunto de prácticas espirituales. Esta sería una lamentable reducción. La


verdadera espiritualidad consiste en vivir según principios espirituales, siendo
éste el marco en el que se hacen comprensibles las prácticas espirituales.
Entonces tiene una gran importancia comprender con claridad esos principios,
asumirlos libremente como parte de la propia identidad, y ponerlos en práctica
con la fuerza propia de la convicción. Si afinamos un poco más, podemos hablar
de la "espiritualidad cristiana". Ésta no es ajena a la vida espiritual de todos los
hombres y mujeres no cristianos, al contrario, una verdadera espiritualidad
cristiana nos lleva a compartir los gozos y las esperanzas de los hombres de
nuestro tiempo (G.S. 1). Se puede definir como un vivir según los principios del
evangelio y los ejemplos de Cristo. Esta ha sido la materia amplia de reflexión
durante toda la etapa filosófica. La "espiritualidad del sacerdote diocesano" se
mueve en la misma línea. Comparte con todos los demás seguidores de Jesús,
sean laicos o religiosos, un patrimonio común, una vocación común a la santi-
dad, pero se hace específica al mismo tiempo proponiendo y aceptando el
modelo de sacerdote que nos ha sido revelado y se consigna en la Sagrada
Escritura y que es definido por la Iglesia en sus documentos. Por eso hemos
estudiado con calma la figura del pastor en el Antiguo Testamento y ahora
estudiaremos esa misma figura en el Nuevo Testamento. Así la espiritualidad del
sacerdote diocesano se ha de vivir en comunión con las otras vocaciones, contra
distinguiéndose y complementándose con ellas.
La espiritualidad sacerdotal se comprende mejor recurriendo a la imagen
bíblica del pastor. Como ya se ha estudiado en los encuentros anteriores, lo más
importante no es lo que el pastor hace sino lo que es. De su vida de unión con
Dios brota su actividad ministerial. El esquema vida y ministerio, utilizado por la
Presbyterorum Ordinis, establece esta prioridad de la vida configurada con Cristo
Pastor. Queda claro que es absurdo buscar la identidad sacer-dotal en la
actividad, y menos aún en las formas externas. Hay que fundarla más bien en lo
profundo del corazón del discípulo que, llamado al ministerio presbiteral y
movido por el amor fraterno discierne su propio comportamiento para beneficio
de la comunidad que se le encomendará. Conseguir este fundamento es un gran
bien para los seminaristas y para la Iglesia que debe quedar establecido en la
etapa teológica.
El grado de convicción al que el seminarista va llegando, se expresa,
acercándose ya al final del curso, en la confección de un proyecto de vida
sacerdotal. Se trata de una primera aproximación. No se intenta que definan un
estilo de vida para siempre, pero sí que comiencen a definirlo, que aprendan a
definirlo. Existe un vínculo importante entre la experiencia espiritual y el
proyecto de vida. Por la experiencia espiritual el hombre profundiza en sus
determinaciones. Los santos subrayan esta profundización con la expresión
determinada determinación, que quiere decir, una decisión profunda y bien
fundada. Pero la determinación espiritual se concreta y se hace práctica a través
de un proyecto. Así es importante que la decisión vocacional que se va
profundizando en la etapa teológica tenga el correlativo de la elaboración de un
proyecto por medio del cual defina el modo como esta persona en concreto vivirá
a largo plazo el ministerio presbiteral.
Itinerarios formativos 463 Etapa teológica

B. Objetivo del segundo año de teología.


El seminarista comprende con mayor precisión el concepto de configuración
con Cristo Pastor, reflexiona sobre la forma de vida apostólica a partir del
esquema de los consejos evangélicos y elabora por primera vez su proyecto de
vida sacerdotal. El objetivo es triple:
■ Primeramente se pretende una comprensión más clara de la figura del
pastor. Hecho el estudio del Antiguo Testamento, corresponde ahora el turno al
Nuevo Testamento, que naturalmente retoma aquella figura y la redimensiona
desde el misterio de Cristo. Los textos son bien específicos y definen el núcleo de
la espiritualidad del pastor. Continuamos estableciendo con ello las bases para el
ejercicio de la configuración, siempre a través de la metodología aprendida.
Interesa especialmente que los seminaristas se aparten de ciertas comprensiones
ambiguas del ministerio pastoral para que adopten, con la radicalidad propia de
los consejos evangélicos, por un estilo sacerdotal definido.
■ En un segundo momento se dará una reflexión amplia sobre la vida
sacerdotal bajo el esquema de los consejos evangélicos. Se trata de que el
seminarista descubra cuál es el sentido preciso de la pobreza, la obediencia y la
castidad en la vida sacerdotal, cuáles son las motivaciones para vivir estos valores
y cómo puede concretarlas en su vivencia actual y futura.
■ Puestos estos elementos, se dará un tercer paso con la primera elaboración
del proyecto sacerdotal. Se intenta que los seminaristas pongan por escrito, con los
elementos que se les han proporcionado, un proyecto sacerdotal, respondiendo a
una triple pregunta: ¿En qué consiste el ministerio sacerdotal? ¿Qué sacerdote
necesitan la sociedad y la Iglesia de hoy? ¿Qué sacerdote puedo y debo ser yo,
conociendo las condiciones de mi propia personalidad? Son preguntas centrales
que preparan los primeros compromisos de cara a la consagración sacerdotal.
C. Icono.
El seminarista comienza a seguir a Cristo más específicamente en el camino de
la consagración sacerdotal. Puede ser que comience a solicitar ser admitido a las
órdenes o a los ministerios de lector y acólito, según las costumbres de la
diócesis. Por ello nos interesa un icono más específico de la vida sacerdotal.
Puede ser muy útil para ello la imagen de san Pedro reflexionando sobre su
propio ministerio (IPe 5, 1-5) Lo hace bajo esta consigna: Escribo a los
responsables de las comunidades, yo que comparto con ellos ese mismo
ministerio y soy testigo de los padecimientos de Cristo y partícipe ya de la gloria
que está a punto de manifestarse. Es un lenguaje, pues, plenamente pastoral. El
breve texto no tiene desperdicio, pues puntualiza con mucha claridad que el
ministerio pastoral tiene sus exigencias.
D. El proceso de los ocho encuentros.
Los ocho encuentros comunitarios marcan un ritmo a este nivel de la
configuración con Cristo Pastor. Se puede observar que se trata de un proceso
intenso y profundo, de carácter muy específicamente sacerdotal.
Itinerarios formativos 464 Etapa teológica

Primero: Presentación del segundo año de teología. Se recupera la


experiencia del año anterior y se explica con detenimiento el itinerario
correspondiente al segundo año de teología.
Segundo: La imagen del pastor en el Nuevo Testamento. Se retoma el estudio
del Antiguo Testamento, realizado durante el año anterior y se profundiza
desde la perspectiva del Nuevo Testamento.
Tercero: Los consejos evangélicos. Se explícita el sentido y el valor de los
consejos evangélicos en toda vida cristiana. Se pretende una contemplación
de la radicalidad evangélica no sólo en el sacerdocio, sino también en la vida
religiosa y laical.
Cuarto: La pobreza sacerdotal. Se reflexiona sobre el sentido y la motivación
de la pobreza en la vida sacerdotal dando los criterios para la austeridad de
vida y para el uso de los bienes.
Quinto: La obediencia en la vida sacerdotal. Se reflexiona sobre el sentido y
la motivación de la obediencia en la pertenencia a un único presbiterio y se
señalan los criterios para aplicarla en las circunstancias de la vida sacerdotal.
Sexto: El celibato sacerdotal. Se explícita el valor, el sentido y la motivación
del celibato sacerdotal en la Iglesia, profundizando en el valor de la castidad
que ya se ha presentado en la etapa filosófica.
Séptimo: El proyecto de vida sacerdotal. Se propone una metodología
concreta para la elaboración del proyecto sacerdotal. Se trata de una primera
elaboración que se irá mejorando y perfilando en los siguientes años de la
etapa teológica, también si se da la circunstancia de un año de servicio
pastoral.
Octavo: Síntesis del itinerario y preparación de las vacaciones. Se cierra el
proceso del itinerario.
E. La aplicación de la metodología.
Durante el segundo año de teología se continúa aplicando la metodología ya
asimilada en los procesos anteriores. En concreto, se describen a continuación
los rasgos de esta aplicación:
Estar atento a los rasgos sacerdotales de Cristo en el Nuevo Testamento,
dando un paso a la contemplación de la figura sacerdotal de Jesús y muy
específicamente a la vivencia de la pobreza, la obediencia y la castidad tal
como son descritas en los documentos de la Iglesia. Al mismo tiempo poner
atención a la vivencia de los consejos evangélicos de tantos hombres y
mujeres que traducen en su vida el seguimiento de Jesús. Permanecer atento
ante los modelos de vida sacerdotal que han existido en la historia y existen
en el propio presbiterio.
Liberarse de los modos insuficientes o reductivos de comprender y de vivir
los consejos evangélicos, muy especialmente en la vida presbiteral,
intentando objetivar y confrontar los comportamientos inconsistentes en las
áreas de la posesión o
Itinerarios formativos 465 Etapa teológica

utilización de los bienes, de la disponibilidad y la colaboración y de la


sexualidad celibataria, dejándose acompañar en estas materias por los
formadores, resolviendo las dudas que puedan tener al respecto.
Liberarse para vivir en su sentido real y pleno los consejos evangélicos
como discípulos llamados al ministerio sacerdotal, manifestando conductas
que muestren una mayor libertad y una más profunda opción por amar a la
comunidad cristiana puestos a su servicio.
Decidir perseverar en la configuración con Cristo Pastor a través de la
elaboración de un proyecto sacerdotal y solicitar los pasos que van
comprometiendo la vida en el ministerio presbiteral.
De esta manera respondemos a la pregunta: ¿Cómo se hace la configuración
con Cristo Pastor en el segundo año de teología? Es, evidentemente, un proceso
intenso que conviene realizar con verdadera entrega.
Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Oración inicial: me dirijo a los pastores: IPe 1, 1-5.
0:10 Explicación de la meta.
0:15 Recapitulación: El Γ de teología y las vacaciones.
1:15 Presentación, objetivo e icono par el curso.
2:00 Descanso.
2:15 El proceso del itinerario y la aplicación de la metodología.
2:50 Consignas.
3:00 Devoción mariana.

Consignas.
■ Retoma con mayor profundidad los logros y retos del año anterior,
llevando este tema al diálogo con los formadores, para que llegues a detectar esos
logros y retos con mayor precisión.
■ Investiga en algunas biografías de los santos, hombres y mujeres, bajo qué
rasgos vivieron los consejos evangélicos de pobreza, obediencia y castidad. Trae
tu investigación para el segundo encuentro comunitario.
■ Localiza algunos contenidos de los estudios que puedas llevar a tu oración
personal.
■ Reflexiona personalmente sobre el texto de IPe 5, 1-5 que nos servirá
como ¡cono para este segundo curso. Para ello te pueden servir estas preguntas:
a) ¿Cuál es la realidad ministerial que está afrontando san Pedro en el texto?
¿Qué nos dice el texto sobre las circunstancias de la comunidad? b) ¿Cuál es el
modelo sacerdotal que Pedro, pastor, propone a los pastores? ¿Por qué son
importantes los rasgos sacerdotales que presenta? c) ¿En qué experiencias se
funda san Pedro para proponer estos valores a los presbíteros? ¿Desde dónde está
hablando y exhortándolos? d) ¿Todo esto tiene algo que ver con el ministerio
sacerdotal actual, especialmente en la Diócesis?
Itinerarios formativos 466 Etapa teológica

2° de Teología / Segundo encuentro comunitario


La imagen del pastor en el Nuevo Testamento
Meta. El alumno de segundo te teología llega a una comprensión más global
y sintética de la imagen del pastor en la Sagrada Escritura estableciendo la base
para su proceso de configuración con Cristo Pastor.
Oración inicial. En la oración inicial se utiliza uno de los textos más clásicos
de la imagen del pastor en el Nuevo Testamento, se trata de la parábola de la
oveja perdida (Le 15, 1-7), en la que se muestra el sentimiento por la oveja
perdida, el afán de buscarla hasta que la encuentra y el gozo de recuperarla con
vida. Es el modo como Jesús explicó su cercanía con los pecadores, y a la vez es
una revelación de lo que hay en el corazón del Padre.
Recapitulación: Las biografías de los santos. Los seminaristas debieron
investigar en las biografías de los santos cómo vivieron los consejos evangélicos.
Se pone en común su investigación. Los formadores concluyen subrayando la
llamada universal a la santidad. Este será el tema del siguiente encuentro
comunitario, se puede advertir que se profundizará en este tema entonces.
Contenido.
A. La imagen del pastor en el N.T.
La imagen del pastor que aparece en los textos proféticos y sapienciales es
retomada por los autores del Nuevo Testamento, siguiendo una tradición que
hunde sus raíces en la persona misma de Jesús. Se pueden señalar tres momentos
en que se aplica, de modo reiterativo, la imagen del pastor al ministerio en la
Iglesia:
■ Jesús interpreta su propio ministerio desde la imagen del pastor. Esto se
nota especialmente en las parábolas, que hacen referencia a la persona de Jesús y
a la explicación que da sobre su modo de actuar. Hay que poner atención al modo
de utilizar la imagen, porque subraya las actitudes que brotan de la misericordia
en su actuar. La imagen del pastor se extrapola, se exagera, para mostrar los
rasgos misericordiosos de la acción de Jesús. Ningún pastor da la vida por las
ovejas, ni experimenta los sentimientos de ternura que se le adjudican en el texto.
■ El envío a los Doce, y en general el envío evangelizador a los discípulos
se hace bajo la doble imagen del pastor y el agricultor: ser enviados como pasto-
res, como trabajadores de la viña. Jesús aplicó esta imagen a sus discípulos. Aquí
se subraya la dependencia respecto del Padre, del Maestro que les envía y el
Espíritu Santo que los sostiene y conforta. Son jornaleros, no dueños, pastores
que cuidan al rebaño no en nombre propio, sino en nombre del verdadero pastor
y dueño de las ovejas.
■ La imagen del pastor es una clave interpretativa para los ministerios en la
Iglesia naciente. Nuevamente se hace una fina matización de la imagen del
Itinerarios formativos 467 Etapa teológica

pastor para subrayar el sentido gratuito y entregado del ministerio eclesial


y la entrega personal que supone y exige.
Este modo de utilizar la imagen del pastor señala hacia un nuevo pastoreo, es
decir, un modo de conducción de la comunidad cristiana que se aparta de otros
estilos contradictorios, denunciados en Antiguo Testamento. Las referencias a las
denuncias proféticas contra los malos pastores son literales en los textos
evangélicos. De modo que se está proponiendo un tipo de relaciones marcadas
por la dinámica de la fe, por el misterio del reino de Dios.
Estudio de los textos. Al acercarnos a los textos bíblicos lo haremos
simplemente desde el análisis del uso de la figura del pastor, para descubrir cuáles
son las matizacio-nes que introducen los textos del Nuevo Testamento. Pueden
servir las siguientes pautas de análisis: a) ¿Qué matizaciones se hacen a la acción
del pastor cuando se aplica esta figura a la persona de Jesús? b) ¿Cuáles son las
consignas para los discípulos a la hora de ser enviados para realizar la función del
pastor? c) ¿Qué rasgos de la acción del pastor se descubren en los textos que
refieren la vida de la Iglesia naciente? Este análisis se hará de tal modo que todos
los seminaristas puedan reflexionar sobre al menos la mitad de los textos. Los
textos son los siguientes: Mt 9, 35-38; Mt 10, 5-10; Mt 12, 9-13; Mt 15, 22-24;
Mt 25, 31-33; Mt 26, 30-32; Le 15, 1-7; Jn 10, 1-18; Jn 21, 15-19; Hech 20, 17-
38; Ef 4, 7-13; Hb 13, 20-21; IPe 2, 21-24; IPe 5, 1-4. Después del estudio
personal y de una puesta en común, se sistematiza el tema:
Contenido simbóüco-personal de la imagen del pastor. La imagen del pastor,
retomada en el Nuevo Testamento, tiene un profundo contenido trinitario. El
ministerio presbiteral aparece como sacramento-epifanía-signo de Cristo, que se
ha revelado como el buen pastor del rebaño. Él, ungido por el Espíritu, hace
visible, presente y actuante el corazón del Padre. Su actividad y sus prioridades
son un signo de lo que ocurre en el cielo, de la misericordia de Dios. La
dimensión trinitaria se pone de relieve examinando las reacciones del pastor ante
las situaciones de abandono e injusticia que vive el pueblo:
■ En primer lugar, se revela el corazón misericordioso, materno y paterno,
de Dios. Los textos se complacen en acumular términos que expresan
cordialidad, cercanía, ternura, preocupación, pasión, celo.
■ Anuncian, acentúan y explicitan la encarnación-humanización de esa
ternura en el corazón del Hijo: se conmovieron sus entrañas ante la
muchedumbre que andaba como ovejas sin pastor (Me 6,34); el sentimiento por
la oveja perdida y el gozo de haberla encontrado (Le 15, 1-7), el gesto de
conocerlas por su nombre (Jn 10, 3). El amor del Hijo le lleva a perder su vida,
entregándola voluntariamente, para que las ovejas tengan vida en abundancia, a
darse en alimento (Jn 10, 10). El amor-entrega de Cristo pastor a su rebaño-
iglesia puede ser calificado en términos esponsales (Cf. PDV 22) por la entrega
definitiva que supone.
■ Se pone también de relieve la fuerza del Espíritu, que es quien pone el
amor en el corazón del pastor y lo anima, alienta y fortalece para la entrega de su
vida.
Itinerarios formativos 468 Etapa teológica

Cristo es el ungido en relación con la misión, aquél que posee la plenitud


del Espíritu para actuar con misericordia (Cf. Le 4, 18-21; PDV 19.33).
Los presbíteros, sostenidos por el Espíritu y guiados por él, están llamados
a ejercer un verdadero pastoreo en nombre de Dios.
Los textos dan testimonio de una profundización y una catequesis en torno a
la imagen del pastor en el ambiente de las comunidades cristianas. La expresión
más acabada es la del cuarto evangelio, que lo hace con la solemne proclamación
de la identidad de Jesús por medio del "yo soy" aplicado a la imagen del pastor.
La aplicación a Jesús de esta imagen del pastor se hace coincidir con la del siervo
de Yahvé, expresamente mediante las expresiones que implica un "dar-poner su
vida" por el rebaño. Estos rasgos se pueden perfilar de la siguiente manera:
■ El pastor no sólo conduce al rebaño, sino que se pone al frente, en el
sentido de abrir el camino, de señalar hacia delante con el ejemplo de su vida.
Pastor es quien ha recorrido los caminos y los conoce y por eso puede ser guía
para el rebaño. Quien arriesga la propia vida para que el rebaño recorra el camino
con seguridad. Es proactivo.
■ El pastor no sólo busca a la oveja perdida y apacienta el rebaño, sino que
la busca hasta encontrarla, es decir, sin renunciar a esta búsqueda, pasando más
allá de las dificultades, poniendo todos los medios para buscar y hallar a aquellos
que necesitan la salvación. Manifiesta con esta actitud la indeclinable decisión de
Dios de perdonar todo y a todos. Y por ello sale hacia quienes lo necesitan,
especialmente ante quienes son excluidos. Es perseverante.
■ El pastor se revela a sí mismo, su personalidad irrepetible, que ha sido
marcada con el rasgo de la misericordia. Dice como Jesús: yo soy el buen pastor.
Porque ha cultivado una identidad profunda y entrega todo lo que es. No sólo
realiza un trabajo, sino que pone su vida y—persona en función de este fin, sus
capacidades y habilidades para construir la comunidad. Es convincente.
■ El pastor ha optado por hacer el bien, que se corresponde con la voluntad
de Dios, por ello aprovecha toda ocasión para hacer lo bueno y sintoniza con
todo aquél que hace el bien a los demás. Muestra en este sentido una
disponibilidad que no tiene más límite que las necesidades de los demás. Nece-
sidades no sólo del espíritu, sino también del cuerpo. Permanece disponible.
■ El pastor es también la puerta de las ovejas, en el sentido de que su misión
es convocar y reconvocar, hacer volver al rebaño, abrir continuamente las posibi-
lidades de acogida y de reconciliación. Es un símbolo personal de la casa del
Padre, abierta siempre para todos y en especial para quien se ha apartado de ella.
Es reconciliador.
■ El pastor no sólo alimenta al rebaño, sino que se da a sí mismo en
alimento. Las palabras de la consagración: esto es mi cuerpo que se entrega por
ustedes debe poder decirlas son sentido realista en primera persona, de su propia
persona. Se entrega a sí mismo.
Itinerarios formativos 469 Etapa teológica

■ El pastor ya no va a donde él quiere, sino que se deja conducirá donde


Dios
quiera, mediando la entrega de su vida, sus proyectos y sus búsquedas.
Cada
vez tiene menos planes personales porque ha unido su vida y vocación a la
marcha de una comunidad y a sus necesidades. Es obediente.
Al final del período del Nuevo Testamento se realiza una aplicación también
explícita a los dirigentes de las comunidades cristianas, incluyendo el ser
"pastor" entre los dones personales del Espíritu a favor de la Iglesia y describiendo
su actuación y las exigencias para su vida en clave de "pastoreo" (Hch 20,17-38;
IPe 5,1-5; Jn 21, 15-17; ITes 5, 12-14; Hb 12, 7.17)
Aplicaciones al ministerio del pastor en la Iglesia. El uso de la imagen del
pastor en los textos nos ayuda a definir la identidad del ministerio presbiteral, y
junto con él, de cualquier ministerio en la Iglesia, que conlleva las mismas
características:
■ El sacramento personal. El ministerio presbiteral se configura como un
"sacra
mento personal". El presbítero es una persona convertida toda ella en
sacra
mento, signo de Jesús, el Buen Pastor. Hablar así significa reconocer que
el
ministerio presbiteral es un don, y que este don no consiste en una
actividad ni
en una actuación (visión externa), sino en el don de una persona (visión
holística). La persona del presbítero es donada, entregada a la comunidad
para
darle salvación.
Es Dios el sujeto, el donante, quien entrega este don. Parte de su iniciativa,
como bien expresa PDV: Os daré pastores... con estas palabras del
profeta Jeremías Dios promete a su pueblo no dejarlo nunca privado de
pastores que lo congreguen y lo guíen (n.l). La existencia entregada de los
ministros es un signo de la fidelidad de Dios a sus promesas, de su alianza.
La gracia que reciben los ministros no es para ellos mismos, sino que se
ordena profundamente a la realización de la misión de la Iglesia, es una
gracia de la que son meros depositarios, porque está destinada a la
comunidad. Es él quien constituye cada uno de los ministerios para
construir el cuerpo común (Cf. Ef 4, 1.12).
Desde esta perspectiva hay que afirmar el sentido de totalidad en el
ministerio presbiteral. La vida toda de los presbíteros queda afectada por
este don o cansina del pastor. Toda su persona, su personalidad, su acción
quedan destinadas a la edificación de la Iglesia y al crecimiento de cada
cristiano en ella.
■ Es sacramento del Siervo. El símbolo del pastor se halla enmarcado, como
co
rregido o matizado, por la figura enigmática del Siervo, con la cual se
identifi
có personalmente Jesús, al unirse a la imagen pastoral la fórmula de "dar
la
vida" o de "darse en alimento". El pastor es así símbolo del Siervo que se
entrega y da la vida. Con ello se corrige cualquier tentación del pastor de
arrogarse una posición de superioridad o de dominio. El término
"misterio"
sitúa al pastor en la línea de Cristo, el Siervo de Dios. La imagen más
auténtica
del pastor es así la del pastor-siervo, por eso con toda confianza podemos
hablar de Cristo siervo y pastor.
Itinerarios formativos 470 Etapa teológica

La imagen del Siervo conlleva el don de toda la vida, hasta el sacrificio de


sí mismo. El ministro ordenado se entiende como destinado y consagrado
para repetir estos rasgos, tomando la condición de siervo, haciéndose
semejante a los hombres, humillándose a sí mismo. La condición de siervo
no consiste en una mera servicialidad, sino que constituye la entraña
misma del servicio evan-gelizador y de la persona del ministro.
■ Es a la vez un signo colegial. La figura del siervo no se aplica
principalmente a personas individuales, sino a un cuerpo, un colegio. No
es un carisma solitario, sino inserto en una profunda red de relaciones.
Nadie es presbítero para sí y mucho menos por sí mismo. El ministerio
presbiteral es encomendado colegial-mente, supone la participación en un
cuerpo, la incorporación a un "orden", en una fraternidad.
El ministerio presbiteral tiene una radical forma comunitaria. No puede
ser ejercido si no es desde la comunión. Y aunque esta comunión se
refiere a todo el cuerpo de la Iglesia, sin embargo remite especialmente a
la relación con el obispo y a la pertenencia a un presbiterio de hermanos.
Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Le 15, 1-7.
0:10 Explicación de la meta.
0:15 Recapitulación: Las biografías de los santos.
1:15 La imagen del pastor en el NT.
Introducción y estudio.
2:00 Descanso.
2:15 La imagen del pastor en el NT.
Puesta en común y explicación.
2:50 Consignas.
3:00 Devoción mariana.

Consignas.
■ Lleva a la oración personal los textos del Nuevo Testamento sobre la
imagen del pastor que se han estudiado, de modo que hagas pasar por el tamiz de
la contemplación cuanto se ha explicado en este encuentro comunitario.
■ Observa a los sacerdotes que conoces y pregúntate: ¿Cuáles son los rasgos
del Buen Pastor que se dibujan en su comportamiento? ¿Transparentan, como
Jesús, el corazón misericordioso del Padre?
Itinerarios formativos 471 Etapa teológica

2° de Teología / Tercer encuentro comunitario


Los consejos evangélicos
Meta. El alumno de segundo de teología recupera y comparte su experiencia
de oración contemplativa, comprende el valor de la llamada universal a la
santidad y la dinámica propia de los consejos evangélicos.
Oración inicial. Col 3, 1-17. Se trata de un texto sobre la llamada de todos
los creyentes a la santidad. Posteriormente, en 3, 18-4, 1 se especifica ese camino
en distintos estados. Es llamativo cómo la vida de santidad, que agrada a Dios, se
puede realizar en medio de las situaciones más variadas e incluso difíciles. El
hombre nuevo existe en todas ellas, que se complementan entre sí siendo todas
ellas signo del misterio de Dios y de la presencia de Cristo. Para todas hay un
objeto común y se plantean retos similares.
Recapitulación: Contemplación de Cristo Pastor.
Los seminaristas comparten su experiencia de oración con los textos del
Nuevo Testamento que hablan sobre el pastoreo. Pueden servir estas preguntas
para la puesta en común: ¿En qué ha consistido el ejercicio contemplativo que has
hecho? ¿Cuántos y cuáles textos has contemplado? ¿Cuáles son los rasgos del
buen pastor que han llamado más tu atención? ¿Por qué?
Contenido.
A. La llamada universal a la santidad en LG.
La Asamblea del Concilio Vaticano II rechazó el esquema que fue presentado
para el documento sobre la Iglesia. Un esquema marcadamente verticalista y
jerárquico. Este esquema fue corregido por el cardenal Suenens, quien,
conservando la estructura original, añadió un capítulo anterior al de la
constitución jerárquica de la Iglesia sobre el pueblo de Dios y otro capítulo
antecediendo al dedicado a los religiosos sobre la universal vocación a la
santidad. Con ello se pretendía poner un correctivo a la eclesiología de los
ministerios: todo ministerio o vocación en la Iglesia es participación y
concreción del don que el Espíritu ha realizado en la comunidad de los fieles. Por
tanto, no coloca a las personas en un estatuto de superioridad, sino de servicio al
bien común de la comunidad cristiana y ésta, a su vez, se ordena al bien de toda
la humanidad.
Con esta idea se rompían las fronteras, muchas veces rígidas, que se habían
establecido entre las diversas vocaciones y se invitaba a una reflexión
eclesiológica desde la complementariedad vocacional. Esto se desarrolla en el
mismo documento sobre la Iglesia y posteriormente en los decretos
correspondientes. Queremos poner atención al capítulo V de este documento,
titulado Universal vocación a la santidad en la Iglesia, porque centra el objeto
principal de la reflexión del itinerario de segundo de teología: los consejos
evangélicos.
Este capítulo de la Lumen Centium sigue un esquema simple, que se reporta
muy sintéticamente de la siguiente manera:
Itinerarios formativos 472 Etapa teológica

■ 39. Cristo convocó y constituyó a la Iglesia para santificarla, entregándose


a sí mismo por ella, de modo que todos, ya pertenezcan a la jerarquía o a la grey,
son llamados a la santidad. La voluntad de Dios es así la santificación de los
creyentes. Tal vocación a la santidad se expresa de muchas maneras, entre ellas,
en la práctica de los consejos evangélicos que algunos cristianos abrazan de
manera privada y otros de manera pública.
■ 40. Jesucristo predicó con su vida y su palabra la santidad de vida, invita a
sus discípulos a imitar la perfección del Padre del cielo y envió al Espíritu Santo
para que los fieles amasen a Dios con todo el corazón y para que se amaran unos
a otros. Los discípulos de Jesús, por la gracia de Dios, han sido santificados en la
fe del bautismo, pero deben conservar y perfeccionar esa santidad durante toda
su vida.
■ 41. En cualquier clase de vida o profesión los creyentes son llamados a
una única santidad. Sin embargo esta llamada de Dios toma formas distintas, las
que corresponden a los dones y gracias recibidas por cada uno. En primer lugar
los pastores, por su propio ministerio, son llamados a la santidad. Luego están los
presbíteros, los diáconos y todos los clérigos. Los seglares escogidos por Dios y
totalmente entregados a las tareas apostólicas. Los cónyuges y padres cristianos.
Los cristianos en estado de viudez o de celibato. Los trabajadores y los que viven
especiales dificultades. Todos los fieles, precisamente en su condición de vida y
en las circunstancias que los rodean, están llamados a la santidad.
■ 42. Dios caridad está en el origen de la vida de santidad de los creyentes,
que es una vida en la caridad, de modo que el amor hacia Dios y hacia el prójimo
es la nota distintiva del verdadero discípulo de Cristo. Desde los primeros
tiempos de la Iglesia hubo cristianos que se supieron llamados a dar un
testimonio máximo de amor delante de todos, principalmente delante de los
perseguidores. Por medio del martirio el discípulo llega a hacerse semejante al
Maestro. La santidad se fomenta también a través de los múltiples consejos que
el Señor propone en el Evangelio, en especial la continencia perfecta, la pobreza
y la obediencia. Quedan invitados todos los fieles a vivir estos valores.
Los consejos evangélicos.
Los tres consejos evangélicos: pobreza, obediencia y castidad, tocan en
profundidad la realidad humana. Por eso tienen una gran importancia en la vida
cristiana y en la vivencia de las vocaciones específicas. La gracia de Cristo y su
seguimiento se hacen concretos a través de ellos en las personas y en los grupos
humanos.
Para toda persona es una referencia el uso y la posesión de los bienes, pero
todo cristiano debe llegar a regirse por el criterio evangélico en su gestión de los
bienes materiales. Comprende que debe usar de ellos tanto cuanto le sirvan para
un fin superior. Así sabe que los bienes fueron dados para todos, de modo que no
puede disponer de lo superfluo cuando otros carecen de lo necesario. Sabe
también que las personas están siempre por encima de los bienes materiales y
por ello las cosas se
Itinerarios formativos 473 Etapa teológica

deben poner a su servicio. Sabe, por fin, que es fundamental que mantenga su
libertad ante los bienes, sobre todo si se mueve en un contexto social de
consumismo y de absolutización de lo material. Quien comprende esto e intenta
vivirlo según el modelo de Jesús, opta por la pobreza.
Se puede pensar en los diversos regímenes de la pobreza: a) La pobreza de
los laicos, que en medio de sus limitaciones, saben ser solidarios con sus
hermanos y con la misma Iglesia. Entre ellos hay admirables ejemplos de
desprendimiento y de un sentido cristiano del uso de los bienes, b) La pobreza de
los religiosos, que se desprenden de todas sus posesiones para seguir a Cristo y se
someten a la ley del trabajo para su sustento diario, c) La pobreza de los
sacerdotes, que viven un estilo de austeridad para estar cerca del pueblo de Dios
que se les ha encomendado, d) La pobreza de los jóvenes o de los seminaristas,
que prescinden de muchos satisfactores para prestar un servicio a la comunidad.
La vida de fe toca también la realidad comunitaria y la voluntad de las
personas en ella. El creyente comprende que está llamado a cumplir la voluntad
de Dios en su vida, a ejemplo de Cristo, y que en la comunidad más personas
juzgan mejor sobre las cosas, de modo que no es demasiado amigo de su propio
criterio. Al contrario, va más allá para comprender qué es lo que los demás
necesitan y cómo se manifiesta esa necesidad. La obediencia consiste en
mantenerse disponible para lo que sea necesario. El discípulo de Jesús no necesita
que las cosas le sean ordenadas por un autoridad, sino que posee la sensibilidad
necesaria para percibir las necesidades por sí mismo y para ponerse al servicio.
También acoge la interpretación que la autoridad hace de esas necesidades,
poniéndose igualmente al servicio.
Existen distintos regímenes de la obediencia. Si usamos el mismo esquema
podemos pensar en: a) La obediencia de los laicos, que van más allá de su propio
criterio para ponerse al servicio de las necesidades de los demás, especialmente
en el ámbito de la familia y del servicio social, b) La obediencia de los
religiosos, que permanecen radicalmente disponibles para lo que el Señor les
pida a través del mandato de sus superiores, c) La obediencia de los sacerdotes,
que están disponibles ante el obispo y secundan el plan diocesano de pastoral, d)
La obediencia de los jóvenes y de los seminaristas, que permanecen disponibles
para toda clase de servicios.
Por último, el seguimiento del Señor toca también a la vida afectiva y sexual.
El creyente sabe que su cuerpo es un templo del Espíritu Santo, que está llamado
a una vida de castidad y a crecer continuamente en el amor. Esto significa que
ejerce su sexualidad en el marco de una serie de valores y de relaciones que han
comprometido su vida. La castidad es un camino de vida que tiende
continuamente a la integración de la persona y a su profunda armonía y por ello
todos necesitamos perseverar en ella.
Existen diversos regímenes de la castidad: a) La castidad de los laicos, vivida
en el matrimonio, en la soltería, en la consagración secular o en la virginidad
consagrada, b) La castidad de los religiosos, vivida como imitación del modo de
vida que tuvo Jesús. c) La castidad de los sacerdotes que les lleva a entregar su
vida afectiva y sexual en
Itinerarios formativos 474 Etapa teológica

función de un mayor bien para el pueblo de Dios, d) La castidad de los jóvenes


cristianos o de los seminaristas, que les lleva a ser prudentes e inteligentes en su
vida afectiva.
Sobre todo interesa que los seminaristas contemplen a muchas personas que
viven estos valores, que no son exclusivos de la vida sacerdotal y religiosa e
incluso que, entre ellos, se contemplen a sí mismos en el régimen de vida que ya
están experimentando. Más adelante se interpretarán estos tres consejos
evangélicos desde el ámbito estrictamente sacerdotal. Ahora lo importante es
establecer una corriente de simpatía con todos aquellos que configuran su
personalidad con los valores del Evangelio y con los ejemplos de Cristo.
Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Col 3,1-17.
0:10 Explicación de la meta.
0:15 Recapitulación: La contemplación de Cristo Pastor.
1:15 La llamada universal a la santidad en L.G. 39-42.
2:00 Descanso.
2:15 Los consejos evangélicos.
2:50 Consignas.
3:00 Devoción mariana.

Consignas.
■ Observa los ejemplos de vivencia de los consejos evangélicos en distintas
personas, sobre todo en los fieles laicos, en los religiosos y en los sacerdotes.
■ Lee y reflexiona personalmente los números 39 al 42 de la Lumen
Centium.
■ Continúa utilizando en la oración los contenidos de las materias de
estudio y los textos del Nuevo Testamento sobre el Pastor.
Itinerarios formativos 475 Etapa
teológica

2° de Teología / Cuarto encuentro comunitario


La pobreza sacerdotal
Meta. El alumno de segundo de teología conoce con mayor precisión la normativa
de la Iglesia sobre la pobreza sacerdotal, cuestiona su propio estilo de vida y descubre
en ella una oportunidad para la configuración con Cristo pobre y disponible.
Oración inicial. 2 Cor 8,1-15 Es la exhortación de Pablo para la colecta a favor de
los pobres de Judea. Establece los principios en la vivencia evangélica de la pobreza que
luego se aplicarán a la pobreza sacerdotal. La pobreza es una nítida manifestación de la
fe que está profundamente unida al seguimiento de Jesucristo, quien ha entrado en la
paradoja de hacerse pobre para enriquecer a todos. San Pablo invita a los cristianos a
hacer un camino similar, desprendiéndose de los bienes materiales.
Recapitulación: Los consejos evangélicos.
Los seminaristas comparten entre sí la observación que han hecho de las personas
que viven los consejos evangélicos desde su conciencia cristiana. Al final los formado-
res hacen ver que existen comportamientos objetivos que muestran si existe o no el
sentido cristiano de la vida. Sobre todo interesa subrayar la seguridad, la claridad y la
confianza que suscitan este tipo de comportamientos.
Contenido.
A. El consejo evangélico de la pobreza.
En el texto bíblico existe una amplia reflexión sobre el sentido de la posesión y el
uso de los bienes materiales. El sabio israelita vincula el uso de los bienes a la vida
espiritual: No mes des ni pobreza ni riqueza; dame sólo el alimento necesario. No sea
que saciado, reniegue de ti y diga: "¿Quién es el Señor?" o que siendo pobre me dé al
robo y profane el nombre de mi Dios (Prov 30, 8-9). Por otro lado, muchos textos
reflejan una aguda conciencia social, que está bien resumida en el testimonio de Job: Yo
liberaba al pobre que clamaba, al huérfano que no tenía protector. Los vagabundos me
bendecían y llenaba de alegría el corazón de la la viuda. La rectitud era mi vestido, la
equidad, mi manto y mi turbante. Era yo ojos para el ciego y pies para el cojo. Era el
padre de los pobres y me o ocupaba de la causa del desconocido (Job 29, 12-16). En el
antiguo Israel existió toda una legislación que proponía compensaciones sociales, por
ejemplo, la de los años jubilares, señalando no sólo hacia la pobreza personal, sino
también hacia la justicia social.
Jesús exhortó a sus discípulos a desprenderse de todos sus bienes para seguirlo con
prontitud (Le 14, 33); puso especial atención a los pobres y a los enfermos, en quienes
reconoció al resto fiel de Israel, como la viuda que echó en el cepillo del templo todo lo
que tenía para vivir (Le 21, 4); dedicó su tiempo y sus energías a la cercanía con los
pobres, alimentó a la multitud hambrienta mostrando con su propio comportamiento
cómo la buena noticia del Evangelio promueve la liberación integral del hombre. San
Lucas es conocido como el evangelista de la pobreza porque da un relieve mayor a este
consejo evangélico y muestra de muchas maneras el ejemplo de desprendimiento
Itinerarios formativos 476 Etapa teológica

y de pobreza de Jesús y de María.


La Lumen Gentium señala con mucha claridad el sentido cristiano de la
pobreza en la sección que se estudió en el encuentro anterior: Todos los
cristianos han de orientar rectamente sus deseos para que el uso de las cosas de
este mundo y el apego a las riquezas no les impidan, en contra del espíritu de
pobreza evangélica, buscar el amor perfecto (L.G. 42). La primera de las
bienaventuranzas que proclama Jesús se refiere a la pobreza (Mt 5, 3; Le 6, 20).
Son los pobres quienes reciben con gozo el mensaje evangélico porque tienen
por única riqueza a Dios. Se puede discutir mucho si se trata de pobreza real o
espiritual, lo que realmente importa es que la pobreza es parte esencial de toda
vida cristiana. Se puede llamar pobreza de espíritu a la actitud voluntaria de
renuncia a los bienes materiales que realiza una persona guiada por su fe. En los
evangelios no se puede ocultar el lamento de Jesús por la suerte de los ricos
(vgr.: Le 6, 24) porque encuentran su consuelo en la abundancia de los bienes y
en esta vida y tienden a olvidarse del Reino de Dios que viene. Por otro lado, la
prueba final del creyente (Mt 25, 31-46) versará sobre la solidaridad con el
prójimo, en quien el creyente supo descubrir la misma presencia de Cristo.
El episcopado latinoamericano, en sus documentos, elogia el espíritu de
pobreza de las familias sencillas e insiste muchísimas veces en la importancia de
descubrir el rostro sufriente de Cristo en los pobres y sencillos de corazón (Cfr.
Documento de Puebla nn. 1148-1150). Queda muy claro que el sacerdote no
puede ser ajeno a todos estos planteamientos. Al contrario, deberá ir un paso
adelante del rebaño, siendo para todos ejemplo de pobreza y de desprendimiento
evangélico. Es en este espíritu en el que es necesario educar a los seminaristas,
para evitar el escándalo y el dolor que produce a la comunidad cristiana ver a sus
ministros demasiado interesados por el dinero. Lo señala taxativamente en su
carta san Pedro: no por los beneficios que pueda traerles, sino con ánimo
generoso (IPe 1, 2).
B. La pobreza sacerdotal.
Viene maravillosamente presentada en la Presbyterorum ordinis, η 17. Para
explicar el tema puede ser oportuno pedir a los seminaristas que lleven sus
documentos del Concilio Vaticano II para que realicen una lectura del texto por
pequeños grupos. Posteriormente los formadores pueden remarcar los siguientes
puntos. El pensamiento conciliar se desarrolla como en cascada, partiendo de los
principios generales y bajando después a los asuntos particulares. Es llamativo
que en varias ocasiones se incluye a los obispos junto con los presbíteros,
señalando que esta normativa vale para todos, precisamente porque viene exigida
por su propia vocación al ministerio ordenado.
■ Parte de la libertad y docilidad de los presbíteros ante los bienes creados.
Han de sentirse auténticamente libres y a la vez han de ser respetuosos de estos
bienes. Queda muy claro que la pobreza sacerdotal no se improvisa, sino que
tiene un fondo espiritual profundo, pero tampoco se impone, sino que brota de la
vida de fe de los presbíteros.
■ De esta libertad y docilidad emana la discreción espiritual con que se
halla la recta postura frente al mundo y a los bienes terrenos. Se señala un punto
central
Itinerarios formativos 477 Etapa teológica

que consiste en que el presbítero, en nuestro caso el seminarista, llegue a


establecer la recta postura ante los bienes. Se trata de que aprenda a usar de
ellos con libertad y gratitud, pero al mismo tiempo a distanciarse de ellos,
de tal modo, que no lleguen a ser un obstáculo en su misión
evangelizadora. El texto subraya la gran importancia que tiene establecer
esta recta postura ante los bienes porque los presbíteros realizan su
ministerio en el mundo y necesitan esos bienes para su propia sustentación
y para la conducción de la comunidad. Deben liegar a juzgar sobre todo
ello a la luz de la fe, desde un criterio espiritual.
■ Pues los sacerdotes... deben usar de los bienes temporales tan sólo para
aquellos fines a los que pueden lícitamente destinarlos. El documento deja muy
claro que hay una norma evangélica general y una norma eclesiástica para la
administración económica de los sacerdotes. Por tanto, deberán estar atentos a esa
norma y disponibles para obedecerla.
■ Se establece el concepto de bienes eclesiásticos. Son aquellos bienes que
resultan del ejercicio ministerial y pertenecen a la comunidad cristiana. El
sacerdote no es su dueño, sino un simple administrador, que ha de dar cuenta de
lo que no es suyo. Hay que ayudar a los seminaristas a distinguir con claridad
entre el ministerio presbiteral y una carrera profesional. Si el profesional podría
consi-derar que puede lucrar con su actividad, esto es totalmente inconveniente
en el ministerio sacerdotal. Porque el ministerio no es una carrera, sino un
apostolado. Se deja claro para qué fines se ordena la administración de los bienes
eclesiásticos: para el desarrollo del culto divino, para la honesta sustentación del
clero, para las obras de apostolado y de caridad, para la ayuda de los
necesitados. Este criterio incluye los bienes que recaban con ocasión del ejercicio
de algún oficio eclesiástico. De modo que, cualquier beneficio, no hay que
entenderlo como una ganancia ni debe ser empleado para engrosar su propio
caudal. Por ello han de evitar toda clase de ambición y abstenerse con cuidado de
toda especie de comercio.
■ A continuación invita a los sacerdotes a abrazar la pobreza voluntaria y
señala las ventajas que esto trae: los semeja más a Cristo (perspectiva de la vida de
los presbíteros) y los dispone mejor para el sagrado ministerio (perspectiva de su
actividad apostólica). La pobreza ha sido siempre parte de la forma de vida
apostólica, es decir, propia de los apóstoles quienes muestran que el don
gratuitamente recibido de Dios hay que distribuirlo gratuitamente.
■ Se presenta la posibilidad de que los presbíteros vivan entre sí cierta
comunidad de bienes y cómo ello prepara a las personas para la caridad pastoral
y facilita que los presbíteros puedan practicar el espíritu de pobreza como un
consejo evangélico. Hay que notar que esta es una proposición abierta, permite a
los grupos de presbíteros que busquen los caminos para compartir los bienes. Un
ejemplo muy claro de esta comunión es la del mismo equipo formador del
seminario.
■ Termina el número 17 presentando una regla de oro: eviten cuanto pueda
alejar de alguna forma a los pobres, desterrando de sus cosas toda clase de
vanidad.
Itinerarios formativos 478 Etapa teológica

Dispongan su morada de forma que a nadie esté cerrada, y que nadie,


incluso el más pobre, recele frecuentarla. Regla de oro que se puede
aplicar prácticamente a cualquier caso de posesión y uso de los bienes en la
vida presbiteral. Hay que tener valentía y radicalidad para aplicar estas
normas a cosas tan comunes como el tipo de auto que usa, los viajes que
realiza, las amistades que frecuenta, los muebles que posee, la ropa que
usa, la tecnología a la que recurre, etc.
En sus ejercicios espirituales san Ignacio incluyó unas normas que se titulan:
En el ministerio de distribuir limosnas [EE 337-344]. Se trata de una normativa
espiritual para las personas que en la Iglesia reciben y dan limosnas. El santo
pensaba muy especialmente en los sacerdotes, que acudían a hacer ejercicios
espirituales y necesitaban regirse en el aspecto económico. Merece la pena poner
atención a esta normativa general:
Se coloca en un caso concreto: si yo hago distribución a parientes o amigos,
o a personas a quien estoy aficionado, tendré cuatro cosas que mirar. La primera,
que sienta primero en mí que el amor con que actúo y doy la limosna, proceda
del amor de Dios, de modo que en las causas y el modo de ayudar a otros, brille
con claridad el amor de Dios. La segunda, que imagine qué consejo daría a otro
hombre que estuviese en mi caso. La tercera, que me imagine el día de mi muerte
y piense cómo me gustaría haber obrado. La cuarta, que piense en el día del juicio
final. Con estas reglas quiere decir que hay que tener mucho cuidado de no obrar
en asuntos económicos movidos por afectos desordenados, que se requiere un
verdadero discernimiento también en estas materias. Por eso insiste en que,
cuando se descubre una afición de este estilo, la persona espiritual se detenga y
rumie bien estas reglas, examinando y probando su afición con ellas y no dé la
limosna hasta que haya superado la afición desordenada.
Cuando la persona espiritual está llamada a administrar los bienes y a ayudar a
otras personas, no tiene ninguna culpa, pero donde se presenta el peligro es en el
cuánto y la cantidad de lo que ha de tomar para sí mismo y de lo que tiene para
dar a otros. Así que en ello conviene que, ante cualquier duda, intente reformar
su vida y estado, para servir a Dios con un corazón más libre. No dar por sentado
con ligereza que tales o cuales criterios administrativos son correctos, sino
enfrentar con claridad las cosas, consultar las dudas y no tener miedo de definir
criterios más objetivos y evangélicos. Esto es muy interesante para quienes, por
ejemplo en las parroquias o en las diócesis, cuentan con un consejo económico.
En vez de dejar este terreno en la ambigüedad y por ello en la sospecha, dejarlo
meridianamente claro, consultando como debe los consejos económicos.
Respecto a lo que aplica para sí mismo, dice: siempre es mejor y más seguro,
en lo que a su persona y estado de casa toca, cuanto más se cercenare y disminuye-
re, y cuanto más se acercare a los ejemplos de Cristo, será mejor. Es decir, obrar
con rigor respecto de sí mismo, cortando por lo sano y evitando no sólo los
excesos, sino toda apariencia de exceso o de vanidad. Recurre al ejemplo de san
Agustín. Resulta que este santo, que era el obispo, organizó un cenobio sacerdotal
en el que compartía los bienes con los presbíteros, y alguien quiso regalarle un
abrigo muy costoso. El santo rechazó el regalo, argumentando que él no podría
poseer un abrigo que no pudiera poner en el ajuar
Itinerarios formativos 479 Etapa teológica

común con los presbíteros. Así se trata de establecer criterios comunes para la
propia sustentación, desde los cuales quede clara una norma objetiva, válida para
cualquiera, que haga del uso de los bienes un camino válido para reforzar la
fraternidad presbiteral y no un medio para establecer diferencias y rupturas. Si
este criterio vale para el obispo, cuánto más para los presbíteros o para los
seminaristas.
Aplica la misma regla a otros estados de vida, como el matrimonio,
recurriendo al ejemplo de San Joaquín y Santa Ana. Probablemente sacó esta idea
de un evangelio apócrifo. Dice que, en su administración económica, la familia de
la Virgen María dividía sus ingresos en tres partes. Una para los pobres, otra para
el servicio del templo y otra para su propia sustentación y la de su familia. Lo
que quiere decir es que conviene establecer un criterio estable y objetivo en la
administración económica, de modo que ésta no dependa de impulsos
momentáneos ni de aficiones particulares. Es curioso como son estos mismos
criterios los que aparecen en Presbyterorum Ordinis a la hora de afrontar la
sustentación de los sacerdotes.
Estas reglas ignacianas nos recuerdan que hay que establecer una firme conexión
entre la vida espiritual y la administración económica, llevando siempre los temas
administrativos al diálogo con la comunidad, a la consulta con expertos y al
examen de conciencia. Este modo de proceder es un medio estupendo que dispone
para la vida fraterna, para el apostolado y da a las personas que tienen que
administrar los bienes eclesiásticos, que no son suyos, una gran tranquilidad.
Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Oración inicial: 2Cor 8, 1-15.
0:10 Explicación de la meta.
0:15 Recapitulación: los consejos evangélicos.
1:15 El consejo evangélico de la pobreza.
2:00 Descanso.
2:15 La pobreza sacerdotal.
2:50 Consignas.
3:00 Devoción mariana.

Consignas.
■ Mete en cuestión tu propio estilo en la vivencia de la pobreza a través de
la oración y del diálogo con los formadores.
■ Intenta aplicar a tu vida actual en el seminario las normas que la Iglesia da
en P.O. 17 para la pobreza sacerdotal. Lee con atención el documento y pregún-
tate si tienes algo que cambiar o si deseas abrazar con mayor libertad la pobreza
voluntaria.
■ Intenta poner en práctica un estilo de vida más austero y distante de los
bienes materiales, especialmente de aquellos que para ti han sido importantes
durante los últimos años, y sobre todo los que se ven con naturalidad en la
cultura posmoderna, como los medios tecnológicos o ciertas comodidades.
Itinerarios formativos 480 Etapa teológica

2o de Teología / Quinto encuentro comunitario


La obediencia en la vida sacerdotal
Meta. El alumno de segundo de teología profundiza en el valor de la
obediencia sacerdotal, objetiva sus dificultades y contradicciones en esta materia
y descubre en la obediencia una oportunidad para la configuración con Cristo
obediente a la voluntad del Padre.
Oración inicial. Se propone para la oración inicial el cántico de la Carta a los
Filipenses, en él se exalta la obediencia de Cristo hasta la muerte, es decir, su
actitud de disponibilidad radical ante la voluntad del Padre (Flp 2, 5-11). Ya se
está colocando la obediencia en el plano teologal. No se trata así de una mera
disciplina, como la obediencia militar, sino de una verdadera actitud espiritual
que hay que vivir en relación a Dios y al prójimo.
Recapitulación: La pobreza sacerdotal.
La presentación de la pobreza sacerdotal en el cuarto encuentro comunitario
habrá cuestionado a los seminaristas. Es el momento para compartir sus
impresiones, sentimientos y convicciones al respecto. Es conveniente que la
puesta en común de su experiencia de este mes no se quede a nivel teórico, sino
que, de alguna manera, los toque en su vivencia afectiva de la pobreza
provocando sintonías comunitarias en torno a un estilo de vida desprendido y
pobre. Se puede concluir ofreciendo el testimonio de algún santo sacerdote sobre
la pobreza.
Contenido.
A. El consejo evangélico de la obediencia.
La obediencia cristiana tiene su origen en el modelo de Cristo, obediente a la
voluntad del Padre (Flp 2, 8). La reflexión de los autores del Nuevo Testamento
sobre este tema centra la atención en el núcleo de la pasión. Jesús acepta
libremente la muerte y camina voluntaria y amorosamente hacia ella eligiendo
con su voluntad humana que se haga la voluntad del Padre. Los textos que
relatan la agonía en el huerto de los olivos presentan con una gran intensidad el
discernimiento hecho por Jesús (Mt 26, 42 y paralelos). La obediencia de Jesús
hasta la muerte es anticipada en la última cena, anticipa la ofrenda libre de su
vida a través del sacramento de su cuerpo entregado (Le 22, 19) y su sangre
derramada (Mt 26, 28).
Los gestos de Jesús en la última cena no son sólo un anticipo de su entrega
definitiva, son también el testamento y el resumen de toda una vida entregada
para hacer la voluntad del Padre (Jn 4, 34.8, 29), en la que encuentra su alimento
y su sentido de vida, ante la cual está permanentemente disponible (Le 4, 43-44).
Es una característica de la personalidad de Jesús que toca su mismo corazón (Le
2, 49). El cumplimiento de la voluntad de Dios es un criterio para discernir el
auténtico discipulado (Me 3, 35). María vivió también desde el principio esta
radical disponibilidad (Le 2, 38).
Literalmente la palabra obediencia significa tomar lo que está delante, es
decir, acceder a lo que a uno le es presentado. Se entiende que el objeto de la
obediencia es
Itinerarios formativos 481 Etapa teológica

presentado y percibido como un bien mayor. Así, una persona es obediente cuando acude a una necesidad
que se le presenta, por sencilla que ésta sea. Para el creyente la obediencia está fundamentada en la voluntad
de Dios. La desobediencia, por el contrario, consiste en mantener la rebeldía ante Dios. Pero la voluntad de
Dios sólo puede ser conocida a través de mediaciones, entre ellas la de los superiores que hacen la función
de intérpretes de la misma. Así se establecen como cuatro círculos concéntri cos que sirven para explicar la
obediencia en el camino de la fe. El primero y fundamental es el de la obediencia a Dios. El discípulo de
Jesús, a imitación del Maestro, quiere secundar siempre el designio salvador de Dios y para ello pone su
vida, su tiempo, sus capacidades. Pero la voluntad de Dios se descubre, en un segundo círculo, por la
mediación de las necesidades de los demás. Así el discípulo es obediente ante cual quier necesidad del
prójimo; como el buen samaritano (Le 10, 25-37), desvía su camino para servir a los demás en aquello que
requieren, yendo más allá de sus propias previsiones. El tercer círculo es el de la comunidad cristiana. Es
voluntad de Dios todo lo que edifica a la comunidad y hace crecer en ella el amor. Por eso el creyente está
disponible ante cualquier necesidad comunitaria. Por último está el cuarto círculo, representado por la
obediencia a los superiores, que se entienden como intérpretes de ios tres círculos anteriores. Evidentemente
no se trata de una obediencia ciega al superior, sino de la opción libre y razonable por seguir la voluntad de
Dios, por edificar a los demás y a la comunidad siguiendo las directrices del superior. Para esto se requiere
inteligencia, voluntad y un amor grande.

La obediencia es importante en la vida de las personas porque toca un punto muy delicado que es el de
la propia autonomía y la propia voluntad. Obedecer no implica que se anule la autonomía o la libertad, al
contrario, una persona capaz de tomar sus propias decisiones y madura en su voluntad es el sujeto ideal para
la obediencia. Porque ésta supone la libertad de sometimiento a una voluntad mayor. Entendiendo así la
obediencia y aplicando el concepto al proceso vocacional, el acto radical de obediencia consiste en intentar
configurar la propia existencia con un modelo presentado por el Evangelio y por la Iglesia. Obedientemente
asumes un proyecto de vida como el sacerdotal para ser el sacerdote que Dios quiere, el que la Iglesia y el
mundo necesitan. Cuando se dice que Cristo fue obediente hay que entender una obediencia de este estilo,
que configura la vida.

En este contexto se entiende mejor la obediencia a los mandatos concretos de los superiores, a los
cambios de destino o de trabajo, etc. Es decir, se trata de propuestas que se sitúan en el contexto de lo ya
dado. Y por ello no son especialmente costosas. La obediencia a los superiores tiene varios aspectos que
conviene detallar. El primer acto de obediencia es la aceptación de los superiores, personas limitadas como
todos, pero puestas para presidir y organizar una comunidad. El segundo rasgo es el diálogo con ellos, que
contiene el doble principio de respetar y acatar sus disposiciones y de exponer confiadamente la propia
opinión y las propias necesidades. El tercer rasgo es el del respeto y el sometimiento a sus decisiones.

Es conveniente que los seminaristas observen con cierto detenimiento las actitudes positivas de
obediencia que existen en la comunidad cristiana, en los laicos y en los
Itinerarios formativos 482 Etapa teológica

religiosos y especialmente en los sacerdotes para que comprendan mejor el consejo evangélico de la
obediencia. Con frecuencia se trata este tema con poca seriedad, o se ven ejemplos duros de desobediencia.
Esto no es lo normal en un ámbito de Iglesia determinado, pero es fácil que tienda a generalizarse. Por eso
es importante que se aquilaten bien los ejemplos positivos. Para localizar estos ejemplos se puede traducir la
palabra "obediencia" por "disponibilidad". Los buenos creyentes permanecen disponibles ante las
necesidades de los demás, especialmente de los pobres; ante las necesidades comunitarias y ante los
superiores. Y en todo ello encuentran que están realizando la voluntad de Dios.

B. La obediencia en el ministerio sacerdotal.


Para explicar la obediencia sacerdotal se recurre nuevamente a la Presbyterorum Ordinis, ahora en el n.
15. Se hace un comentario al texto:

■ Comienza presentando la obediencia como una virtud y una disposición personal de los presbíteros
preparados a buscar no sólo su voluntad, sino la voluntad de quien los envió. Se trata así de una decidida
imitación de Cristo y de una radical configuración con su misterio. A actitud obediente no es sólo un camino
místico, es también el resultado del autoconocimiento: conodendo su propia debilidad, el verdadero
ministro de Cristo trabaja con humildad, buscando lo que es grato a Dios. Se le invita, consecuentemente, a
descubrir y cumplir la voluntad de Dios en los aconteceres diarios y a servir con humildad a quienes Dios le
ha confiado y en el ministerio concreto que le ha sido entregado.

■ Sitúa el ministerio ordenado en la comunión jerárquica de la Iglesia, señalando hacia la raíz


sacramental de la obediencia. Este punto es central porque pone un fundamento importante. El ministerio
presbiteral es participación, en segundo grado, del ministerio del obispo. Por tanto se ha de ejercer desde el
sentido de la colegialidad y de la colaboración en el único presbiterio y en una misión que es compartida con
los hermanos. Por eso son absurdas las actitudes de rebeldía o de oposición al obispo. La consagración
sacerdotal es para esta colaboración.

■ Lo que se dice del obispo se aplica, en una buena medida, a aquellos que le ayudan en la
conducción de la Iglesia Particular, como los vicarios episcopales, el consejo de consultores y el consejo de
pastoral de la diócesis. Pero también en referencia al plan diocesano de pastoral. Ante una Iglesia que
camina se espera la pronta colaboración y la actitud obediente de los sacerdotes. Este modo de actuar es el
primer camino práctico para ejercer la caridad pastoral.

■ La obediencia exige que los presbíteros reciban con actitud de fe las decisiones y determinaciones
de la Iglesia en sus diferentes niveles: universal, nacional, local, parroquial, de pequeña comunidad, aunque
incluso no estuvieran totalmente de acuerdo con ellas, secundando lo que ya constituye un acuerdo o un
mandato.

■ Se describe el objeto de esta obediencia: los preceptos y recomendaciones del Sumo Pontífice, del
propio obispo, de otros superiores; gastándose y desgastándose de buena gana en cualquier servicio que se
les haya confiado, por humilde y
Itinerarios formativos 483 Etapa teológica

pobre que sea. Se apunta especialmente hacia la aceptación de los oficios,


destinos y nombramientos dados por los superiores. Se entiende que las
obras de apostolado se asumen más comunitaria que personalmente, es
decir, como realidades que pertenecen a la comunidad.
■ La obediencia debe conducir a la libertad más madura de los hijos de
Dios y supone la confiada manifestación de los propios proyectos, iniciativas o
inquietudes en torno al servicio del Pueblo de Dios. Así queda muy claro un
doble principio. Por un lado la confiada manifestación de las propias inquietudes,
por otro lado la disposición de fe que les lleva a obedecer las determinaciones de
quienes están al frente de la comunidad.
■ Al final se vuelve a insistir en el tema de la configuración. Con esta
humildad y obediencia responsable y voluntaria, se asemejan a Cristo que se hizo
obediente hasta la muerte y que reparó con su obediencia la desobediencia de
Adán.
San Ignacio de Loyola también incluyó al final de sus ejercicios espirituales
unas reglas para el sentido verdadero que en la Iglesia militante debemos tener
[EE. 352-370]. Las propone al final porque, recorrido un camino de conversión,
esta conversión ha de tener como término a la misma Iglesia, porque creer en
Cristo es al mismo tiempo creer en la comunidad fundada por él. Las reglas
establecen una serie de principios muy aplicables a la vida sacerdotal.
■ La primera plantea el principio fundamental: depuesto todo juicio,
debemos tener ánimo aparejado y pronto para obedecer en todo a la vera esposa
de Cristo nuestro Señor, que es nuestra santa madre Iglesia jerárquica. Plantea el
deber de ir más allá del propio juicio, es decir, de las propias razones o conve-
niencias, para afirmar ante todo el valor de la comunión. Se trata no de cualquier
tipo de obediencia, sino de una obediencia pronta y decidida, profunda y
completa, que expresa un verdadero compromiso de la persona espiritual.
■ Desde la segunda hasta la octava, comienzan con la palabra "alabar" y se
refieren a múltiples detalles de la vida de la Iglesia. En la comunidad estamos para
alabar las cosas que pertenecen a la Iglesia y para edificar en ella. No para destruir.
Por eso conviene alabarlo todo, no sólo con los labios, sino con las actitudes que
muestran la autenticidad de la vida espiritual.
■ La novena regla es concisa: Alabar finalmente todos los preceptos de la
Iglesia, teniendo ánimo aparejado y pronto para buscar razones en su defensa y
en ninguna manera en su ofensa. No tiene sentido echar piedras al propio tejado,
desde un supuesto criticismo. La verdadera crítica es constructiva y no ofensiva.
Hemos de aprender a tratar a la Iglesia como hacemos con nuestra familia,
corrigiendo lo que sea necesario pero tratándola siempre con amor.
■ La décima regla se refiere a la relación con nuestros mayores, es decir, con
los superiores. Nuevamente se trata de alabar y de hablar bien de ellos sobre todo
a la gente sencilla, evitando toda clase de murmuraciones, que no hacen sino
quebrar el sentido de la autoridad. Pero recomienda, que si hubiese algo incon-
Itinerarios formativos 484 Etapa teológica

veniente, se acerque a los superiores y los corrija con verdadera caridad


fraterna. Se plantea así una postura muy equilibrada y responsable, leal y
constructiva, que no da pie ni al servilismo ni al orgullo.
■ En la regla décimo tercera afronta la dificultad máxima que se puede dar
con la autoridad, esto es, cuando se toma una decisión en contra de la
propia opinión o de la propia convicción. En ese caso, la solución
presentada por san Ignacio es radical: Debemos siempre tener, para en
todo acertar, que lo blanco que yo veo, creer que es negro, si la Iglesia
jerárquica así lo determina; creyendo que entre Cristo nuestro Señor
esposo y la Iglesia su esposa, es el mismo espíritu que nos gobierna y rige.
Se propone una actitud de radical sujeción a las determinaciones hechas,
pero se da la razón teológica para ello, que es una confianza inquebrantable
en la asistencia del Espíritu Santo a la comunidad cristiana y a sus respon-
sables.
Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Flp 2, 5-11.
0:10 Explicación de la meta.
0:15 Recapitulación: la pobreza sacerdotal.
1:15 El consejo evangélico de obediencia.
2:00 Descanso.
2:15 La obediencia de los presbíteros.
2:50 Consignas.
3:00 Devoción mariana.

Consignas.
■ Pregúntate seriamente si estás cultivando una verdadera actitud de
obediencia y contrasta con los formadores las dificultades que experimentas para
crecer en este sentido.
■ Incluye en tu oración la contemplación de Jesús, obediente a la voluntad
de Dios.
■ Pon en práctica la obediencia, en cosas sencillas, y considerando los
cuatro círculos concéntricos que se han explicado.
Itinerarios formativos 485 Etapa teológica

2° de Teología / Sexto encuentro comunitario


El celibato sacerdotal
Meta. El alumno de segundo de teología retoma el tema de la castidad, profundiza
en el valor del celibato sacerdotal, y descubre en el celibato una oportunidad para la
configuración con Cristo totalmente entregado a Dios y al prójimo.
Oración inicial. Me 1, 29-39. En este texto se presenta una jornada de Jesús. Vive
con intensidad la relación con Dios, con sus discípulos, con los enfermos y los ende-
moniados. Es un modelo claro de la castidad sacerdotal. Jesús vive intensamente el
amor en torno a la misión que le ha sido encomendada. Se trata de un amor recibido del
Padre y entregado al Mundo, en el cual se adivina un profundo equilibrio entre dar y
recibir.
Recapitulación: La castidad.
La castidad fue un tema que se trabajó en la etapa filosófica. Probablemente los
seminaristas no lo recuerdan con precisión. Se pide a los seminaristas que elaboren
personalmente una definición de la castidad. Después comparten sus respuestas en
pequeños grupos y las funden en una sola definición. Esto sirve ya como introducción
del tema de hoy. Se da sin palabras el mensaje de que es algo que ya se ha trabajado y,
por tanto, lo que corresponde ahora es una profundización.
Contenido.
A. El consejo evangélico de castidad.
La castidad es la integración de la sexualidad y la afectividad en la personalidad.
Implica un cierto control del impulso sexual y un ordenamiento de las relaciones
afectivas, pero este control no la define, porque lo que realmente importa es que se viva
el amor con intensidad y profundidad, como podemos contemplar en la persona de Jesús
en Me 1, 29-39. Cuando se propone tal integración de la sexualidad en la personalidad
no se quiere hablar de algo ya logrado o terminado, sino de un proceso gradual, que
lleva toda la vida, y en el que comúnmente se presentan dificultades. Esta integración es
un factor importante de la maduración de la personalidad. Así es la naturaleza humana,
está siempre por hacerse, en un continuo desarrollo hacia una capacidad mayor de
entrega.
Integrar la sexualidad y la afectividad implica un crecimiento en la madurez perso-
nal y en el amor. La palabra "persona" significa "a través del que suena". La persona se
define por su capacidad de relación. Lo mismo pasa con las personas divinas, se definen
como relación entre sí y con el mundo. Pero la definición más íntima de Dios es el
amor. Quienes han recibido de Dios el aliento de vida, son llamados al amor. Es así que
la persona madura ama más, no ama menos. Se convierte en un símbolo y un reflejo del
amor. El consejo evangélico de la castidad exige que el creyente se comprometa en el
amor, es decir, amando prácticamente a cualquiera como a un hermano querido, a un
hermano en el Señor. Desde aquí se entiende mejor lo que puede significar esa
integración de la sexualidad y la afectividad, se trata de que la expresión
Itinerarios formativos 486 Etapa teológica

sexual y afectiva sea cada vez más coherente con los valores que la persona profesa y ha aceptado como
buenos para sí, en concreto, con los valores de la fe.

Como en los demás consejos evangélicos, hay que entender la castidad como una gracia o un don de
Dios, pero ese don requiere de un proceso de crecimiento en la propia capacidad de amar. Hay grados de
madurez en esta evolución, cada uno de ellos viene marcado por dos polos. El primero es el del
conocimiento de sí mismo; el segundo es el del respeto a los demás. Esto quiere decir que una persona
alcanza un grado de madurez mayor cuando conoce sus propias inclinaciones afectivas y sexuales y aprende
a ordenarlas de acuerdo a sus valores y convicciones; pero al mismo tiempo, cuando reconoce el valor y la
autonomía de los demás y aprende a situarse correctamente ante ellos. Consecuentemente las preguntas que
se plantean a los seminaristas son las siguientes: ¿Conoces tus propias inclinaciones afectivas y sexuales?
¿Has aprendido a ordenar su gratificación? ¿Cuál es el marco de referencia para ello? ¿Valoras a los demás
como personas de valor incondicional? ¿Has aprendido a respetar a los demás y a buscar sólo su bien, sin
utilizarlos para otro fin?

Ya se ve que la castidad incluye mucho más que no sólo el punto de la abstinencia sexual. Puede existir
una abstinencia sexual aparentemente muy perfecta, pero llena de rasgos de inmadurez. A este tipo de
continencia no se le puede llamar castidad. La castidad ha de ser racional y libremente buscada. Incluye,
como los demás consejos evangélicos, un sentido místico de unión con Dios amor y un sentido ascético de
esfuerzo humano por secundar ese don.
Este camino es recorrido por diversas personas, definiendo diversos regímenes de castidad, tal como se
dijo antes de la pobreza y de la obediencia. Es llamativo que el texto evangélico que contiene la enseñanza
sobre el celibato también contiene una enseñanza sobre el matrimonio (Mt 19, 1-12). La llegada del Reino
de Dios abre un nuevo horizonte para ambas formas de vida, tanto para los que se casan, según el proyecto
original del Creador como para los que deciden no casarse por causa del Reino de los cielos. Es importante
este paralelismo, no sólo para explicar ambos caminos como auténticas realizaciones de la castidad, sino
también para mostrar la vía práctica de la complementariedad entre ambos. Ninguno es superior al otro, son
simplemente diversos.

Las diversas formas de la castidad se dan según el estado de las personas. Se distingue la castidad de
los jóvenes, la castidad de los solteros y de los célibes, la castidad de los matrimonios y de los viudos y
viudas, la castidad en la virginidad consagrada, la castidad en el celibato sacerdotal. La Iglesia recomienda
el camino de la castidad también a las personas divorciadas y a las personas homosexuales y se compromete
a realizar el cuidado pastoral de las personas que invita a este camino. Queda bien claro que el consejo
evangélico incluye a todos los creyentes, sea cual sea su condición.

En la persona de Jesús encontramos un modelo supremo de castidad. Vivió entregado a la misión y al


servicio de los demás y sintetizó su experiencia de vida en la Eucaristía. Las palabras centrales de la
consagración: Esto es mi cuerpo que se entrega
Itinerarios formativos 487 Etapa teológica

por ustedes suponen y expresan una orientación de toda la persona al servicio


radical de los demás. Así, cada uno de los creyentes debe repetir estas palabras
en primera persona. Lo dirá san Pablo con mucha claridad: Les pido, hermanos,
por la misericordia de Dios, que ofrezcan sus cuerpos como sacrificio vivo,
santo, agradable a Dios. Este ha de ser su auténtico culto (Rm 12, 1).
B. El celibato sacerdotal.
Para explicar el celibato sacerdotal, seguimos la Presbyterorum Ordinisen el
número 16. Se trata de una detallada catequesis sobre el tema. Como hemos
hecho en los encuentros anteriores, se explica cuidadosamente el documento y se
invita a los seminaristas a profundizar en él.
■ Comienza recordando el gran aprecio que la Iglesia ha tenido siempre de
la continencia por el reino de los cielos, especialmente para la vida sacerdotal,
porque es emblema y estimulo de la caridad pastoral y fuente peculiar de la
fecundidad espiritual en el mundo. Queda muy claro que el celibato no es un
camino ni de desamor ni de esterilidad. Al contrario, tiene una honda raíz en lo
más nuclear de la vida sacerdotal, que es la caridad pastoral y es un cauce de
fecundidad pastoral en la Iglesia y fuera de ella.
■ Reconoce que el celibato no pertenece a la naturaleza del ministerio
ordenado. Al mismo tiempo recomienda el celibato sacerdotal y reconoce el valor
del ministerio ejercido desde la vida matrimonial. Al presentarse en paralelo la
forma celibataria y matrimonial del ministerio presbiteral se está proponiendo el
celibato positivamente, es decir, en los rasgos que definen, unido al ministerio
sacerdotal, un verdadero camino místico y ascético.
■ En el párrafo "b" desarrolla el valor propio del celibato sacerdotal en tres
puntos concretos: a) Es un modo de consagración a Cristo y de mantener la unión
con él con un corazón indiviso, b) Deja al sacerdote más libre para dedicarse a
Cristo y por Él al servicio de Dios y de los hombres, c) Sirven más
expeditamente a la obra de la evangelización. Los presbíteros, por medio del
celibato, participan de la paternidad de Cristo y manifiestan con claridad el deseo
que tienen de dedicarse al ministerio que se les ha confiado.
■ Señala la significación del celibato sacerdotal, que es como un signo del
mundo futuro. Es interesante notar que esta significación no es privativa para la
vida sacerdotal, sino que la comparten con la vida religiosa.
■ Confirma la legislación de la Iglesia latina que exige el celibato para los que
se destinan al presbiterado, haciendo ver que se trata de un don de Dios que es
necesario pedir con humildad y constancia, como algo que importa a toda la
comunidad de los fieles. Invita a los presbíteros a abrazar el celibato con magna-
nimidad de corazón.
■ Afronta la opinión que no pocas personas tienen de que es algo imposible
y propone los medios espirituales y ascéticos que son necesarios para vivirlo.
Itinerarios formativos 488 Etapa teológica

Puede complementar el tema una reflexión sobre el prefacio de la fiesta de


Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote. El texto del prefacio está impregnado con el
valor de la caridad pastoral y da una orientación para la vivencia del celibato
sacerdotal. Se hacen a continuación algunos subrayados que hacen ver cómo
existe un marco bien definido para la vivencia del celibato sacerdotal. Con ello
queda muy claro que no se trata de una ley impuesta, sino de una realidad que
toca lo más nuclear del mismo ministerio. Una argumentación similar habría que
hacer para los presbíteros casados que existen en otros ritos, pero lo que aquí nos
interesa es la realidad concreta de los seminaristas que se configuran con Cristo
Pastor en la forma concreta del celibato sacerdotal.
Con especial predilección y mediante la imposición de las manos elige a
algunos de entre los hermanos. El amor de predilección está en el origen de la
vocación sacerdotal. Es así una vocación nacida del amor, que sólo se entiende
desde ese amor y profundamente orientada al amor.
Los hace partícipes de su ministerio, a fin de que renueven el sacrificio...
fomenten la caridad en tu pueblo santo... lo alimenten... lo fortifiquen... Las
acciones que se describen tienen que ver con la imagen bíblica del pastor que se
ha trabajado en el itinerario. Se trata de una actividad múltiple, a favor del
pueblo de Dios, marcada por el sello de la caridad.
Y consagrando su vida a ti y a la salvación de los hermanos se esfuercen por
reproducir en sí ¡a imagen de Cristo y te den un constante testimonio de
fidelidad y de amor. La vida sacerdotal implica una consagración a Dios y al
prójimo que es similar a los votos matrimoniales o a los votos religiosos, que
exige fidelidad y constancia.
Por último, se pueden presentar a los seminaristas algunas cuestiones
importantes para que las consideren antes del próximo encuentro comunitario:
¿Tu experiencia del seminario te ha enseñado a amar a más personas?
¿Puedes decir que has crecido en la capacidad de amar, esto es, de entregarte a
los demás?
El proceso de autoconocimiento que has hecho, ¿te ha ayudado a conocer
mejor tu afectividad y tu sexualidad?
¿Piensas que has dado pasos hacia la integración de estos elementos en tu
personalidad como seminarista?
¿En qué actitudes lo notas?
¿Comprendes con mayor claridad el valor positivo del celibato sacerdotal?
¿Qué tipo de amistades y de expresiones afectivas piensas que te pueden
ayudar a vivirlo mejor?
¿Cuáles piensas que te pueden perjudicar?
¿Tendrías que poner algunos medios ascéticos para crecer en la vivencia del
celibato? ¿Cuáles?
Itinerarios formativos 489 Etapa teológica

¿Cómo se incorpora el celibato a tu proyecto sacerdotal?


Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Me 1, 29-39.
0:10 Explicación de la meta.
0:15 Recapitulación: la castidad.
1:15 El consejo evangélico de castidad.
2:00 Descanso.
2:15 El celibato sacerdotal.
2:50 Consignas.
3:00 Devoción mariana.

Consignas.
■ Ya en otros momentos has tratado con los formadores los temas de la
afectividad y la sexualidad. Procura volver a tocar estos temas, pero ya
viéndolos desde la etapa teológica, en la que te encuentras.
Itinerarios formativos 490 Etapa teológica

2° de Teología / Séptimo encuentro comunitario


El proyecto de vida sacerdotal
Meta. El alumno de segundo de teología retoma los temas de la obediencia y
el celibato sacerdotales, comprende el sentido del proyecto sacerdotal e inicia su
elaboración.
Oración inicial. Jn 10, 10. Se trata de un solo versículo, tomado de la imagen
fuerza de la etapa. El Buen Pastor tiene un proyecto bien determinado. Se
distingue con claridad de los malos pastores, que vienen únicamente para sus
fines y define su proyecto para dar vida en plenitud, en el cual media la entrega
de sí mismo. Para definir un proyecto personal siempre es útil dar un primer paso
en el que uno se distancie de lo que no quiere ser, de un modelo como el de los
ladrones de la parábola, que definitivamente no aceptará para su vida, de modo
que después se formule en positivo, en nuestro caso, en qué consiste ser buen
pastor.
Recapitulación: La obediencia y el celibato sacerdotales. En este momento
se recuperan las reflexiones de los seminaristas sobre la obediencia y el celibato
sacerdotales, que aún no se han recogido. Se les pide que compartan su
pensamiento y sus sentimientos al respecto, después de haber contrastado sus
dudas en privado con los formadores. Los formadores advierten que se han ido
acumulando durante los últimos dos años de la formación los elementos
fundamentales para que ya pueda hacerse una primera elaboración del proyecto
de vida sacerdotal. La elaboración de este proyecto tiene una gran trascendencia
porque va a ser un elemento aglutinador de la experiencia formativa.
Contenido: El proyecto sacerdotal.
La etapa teológica se caracteriza por la definición de un proyecto a futuro.
Durante las etapas anteriores el seminarista ha adquirido ciertas estructuras y ha
examinado con detenimiento sus virtudes y defectos, reconociendo con mayor
objetividad su realidad personal. Ha revisado su origen familiar y social, y ha
establecido un nuevo modo de relación con su familia y con los demás, más
regido por principios evangélicos. Está, consecuentemente, en una situación de
mayor libertad para pensar en el futuro. La pregunta central que necesita
responder al elaborar su proyecto es ésta: ¿Qué sacerdote voy a ser? Esta
pregunta sólo podrá ser respondida coherentemente considerando otras similares:
¿Qué sacerdote necesitan los demás que yo sea, en este contexto cultural? ¿Qué
sacerdote debo ser? ¿Qué sacerdote puedo llegar a ser? Es importante que
responda a todas, porque su vocación obedece a un ideal normativo que no
confecciona a su gusto, sino que acepta como algo bueno para sí, pero se hace
realidad en esta personalidad irrepetible, con tus virtudes y defectos, y debe
llegar a ser significativa en el ambiente social. Así son tres los elementos que ha
de examinar para la elaboración de su proyecto:
a) Los ideales normativos que acepta. Éstos están bien definidos en los
documentos de la Iglesia. Deberá llegar a ser el sacerdote que allí se indica, y no
lo que le salga, o lo que pueda, o lo que le guste, o lo que está de moda. Para la
vida sacerdotal los
Itinerarios formativos 491 Etapa teológica

documentos fundamentales son: Presbyterorum Ordinis; Pastores Dabo Vobis;


Directorio de los presbíteros. Es importante partir del estudio de los documentos
haciendo un análisis más profundo y personal, aunque aparentemente se los sepa
casi de memoria.
78) La situación social y eclesial. El ideal de la vocación se sitúa en unas
coordenadas de tiempo y espacio que son fundamentales para que ésta sea real.
Tales coordenadas estuvieron presentes desde el inicio de su camino vocacional.
Pero ahora deben ser reinterpretadas desde el conocimiento más preciso que ha
conseguido del ideal sacerdotal y de la realidad misma. Lo que entonces era sólo
una intuición, debe convertirse en una decisión que defina su vida. Por ejemplo:
no es lo mismo ser jesuíta en Holanda en el siglo XVI, que ser jesuíta en
Nicaragua en el siglo XXI. Las condiciones culturales y sociales piden una
interpretación del ideal que el candidato acepta como bueno para sí. Por ejemplo,
no es lo mismo ser sacerdote antes y después de los escándalos sacerdotales del
año 2000; tal situación exige una interpretación del sacerdocio. Para responder a
la pregunta: ¿Qué sacerdote necesitan los demás en este momento histórico y en
este lugar? el seminarista cuenta con una serie de elementos. Quizá le ha tocado
en su formación pasar por diversas parroquias, algunas de la ciudad y otras del
campo, o incluso por diversos países y culturas. Quizá a lo largo de su formación
le ha tocado ejercer diversos roles, que han ¡do completando su visión del
carisma sacerdotal. Con los elementos que tenga, es la hora de hacer una
interpretación personal, lo mejor fundamentada que pueda en las necesidades que
ha percibido en la realidad. A lo largo de la vida comprobará y corregirá su visión
de estas cosas, pero es importante tener ahora una opinión clara al respecto.
Porque la vocación es siempre una respuesta a las necesidades sociales y un
servicio a los demás.
79) Las características de su personalidad. Durante los años anteriores de su
formación el seminarista ha analizado su personalidad. Esto le ha llevado a
madurar como persona. En concreto dio dos pasos. El primero consistió en el
reconocimiento de sus virtudes y defectos. Tomó conciencia de su realidad
personal. Llegó a formular una lista, que representó como una radiografía de tu
personalidad. En la etapa filosófica se le pidió que diera un paso más. Intentó un
análisis valiente y sistemático de sus virtudes y defectos. Esto le ayudó a
conocerse a sí mismo con más profundidad. Quizá recurrió a la ayuda de algún
especialista, primeramente del director espiritual y los formadores, pero luego de
un médico, psicólogo o psiquiatra. Ellos le ayudaron a comprender mejor algo de
su personalidad. De modo que, llegado este momento, corresponde intentar una
interpretación de su personalidad desde el punto de vista de la unión mística con
Cristo y del carisma sacerdotal. Es decir, que llegue a descubrir en sus virtudes y
defectos un camino específico de identificación con la persona de Jesús y una
oportunidad para hacer el bien a los demás en la línea del llamado a la vida
presbiteral. De esta manera el evangelio llegará a ser parte de su propia
personalidad. La pregunta que se planteas es: ¿Qué sacerdote puedo ser, dadas las
condiciones de mi personalidad? No se intenta poner un límite al ideal, sino
aprovechar las condiciones objetivas de su personalidad para definirlo más
objetivamente. En esto consiste, precisamente, la configuración.
Itinerarios formativos 492 Etapa teológica

Los tres elementos tienen un gran valor y determinan la calidad del proyecto
sacerdotal. Algunos de ellos miran más al ideal, otros a la realidad, pero lo
realmente importante es la conjunción de ambas perspectivas. Conviene hacerlo
con calma, considerándolo bien y en un clima de oración, porque al definir este
proyecto nos encontramos en la parte más nuclear y delicada de la formación.
El objetivo del proyecto es el siguiente: El seminarista diseña un estilo bien
definido para su futuro en la vida sacerdotal. El nivel pedagógico en el que se
encuentra este objetivo es el de la toma de decisiones. Supone que ha pasado
antes por todo un proceso de formación.
Conviene hacer una descripción del proyecto, con la finalidad de que quede
más claro qué es lo que se le propone: Diseñar un proyecto significa buscar los
rasgos de comportamiento que caracterizarán y cualificarán su modo de ser
sacerdote. No se trata de hallar rasgos generales, que se aplicarían con cierta
facilidad a cualquier seminarista, e incluso se le podrían exigir a todos.
Intentamos más bien dar con aquellos rasgos que él elige como camino de
santidad para el servicio que le toca prestar, como persona única e irrepetible.
Diseñará conductas o rasgos de comporta-miento que no se pueden exigir a todos
pero que sí puede exigirse a sí mismo. Están en la línea de la entrega amorosa, de
lo gratuitamente dado. Por eso el nivel pedagógico de este ejercicio es el de la
toma de decisiones.
Un rasgo de comportamiento es la disposición personal a responder en una
línea determinada. Por ejemplo, ante los mandatos de la autoridad una persona
puede habituarse a responder con un criticismo exagerado, o puede habituarse a
responder con docilidad. La disposición a responder de un modo u otro es un
rasgo que va caracterizando y modelando la personalidad en concreto en el
proceso formativo. Para ser sacerdote es necesario tener una personalidad. Uno
no se quita la personalidad para responder al llamado de Dios. Estos rasgos, por
un lado, los tiene ya adquiridos como parte de su modo de ser, y por eso el
proyecto necesita partir del propio análisis; pero, por otro lado, los puede
adquirir y reafirmar, modelando y reconduciendo ese modo de ser.
Justificación: Es importante definir un estilo personal en la vida sacerdotal
porque no somos robots, fabricados con la misma pasta y cortados con el mismo
molde, sino personas bien particulares. La espiritualidad toca el corazón, la
intimidad de la persona, afecta a la personalidad, es leída desde claves bien
específicas. Consecuentemente se expresa de un modo irrepetible. No basta con
llegar a la ordenación sacerdotal. Hay que ser sacerdote de un modo concreto.
Acercándose a las vidas de los santos, es fácil descubrir estilos de vida sacerdotal
o religiosa bien definidos. Un san Ignacio de Loyola, alegre y reservado; un san
Juan María Vianney, dedicado a los más pequeños; un san Vicente de Paúl, hábil
para los trucos de magia, caracterizado por la amabilidad y la sonrisa. Un san
Francisco de Asís, amante de la pobreza y de lo simple; una Teresa de Jesús,
alegre y emprendedora. Una Teresita de Lisieux, humilde, discreta, amiga de lo
pequeño. Estilos válidos todos y todos diferentes, que plasman un camino
irrepetible de santidad.
Itinerarios formativos 493 Etapa teológica

La tarea: La tarea que se propone al seminarista no consiste en hacer un


resumen de los contenidos de la teología del ministerio sacerdotal. Se hallan bien
sintetizados en los documentos correspondientes. Se intenta más bien una
aplicación práctica de estos contenidos a su vida personal. Tiene tanto que ver
con su vida y su personalidad como con aquello que la Iglesia propone como
válido para todos. Se trata de buscar aquellos aspectos que más le han interesado
en la lectura de los documentos que va conociendo con más precisión. Que se
pregunte: ¿Qué ha tocado fondo en mí? ¿Qué tipo de comportamiento me atrae
dentro del sacerdocio y cuál rechazo? ¿Por qué me impacta este aspecto? ¿Es una
opción que me lleva a responder a Dios en el Espíritu? Quizá algunas de esas
propuestas, válidas para todos, se acentúan y se convierten para él en los cauces
de un estilo sacerdotal.
Hacer un proyecto. Asusta un poco la ¡dea de elaborar un proyecto de esta
naturaleza. Suena a definitivo y a definitorio. Pero al versar ese proyecto sobre la
propia vida, con su sentido dinámico, no significa definir para siempre. Sí
significa, y es lo que interesa ahora, comenzar a definir, aprender a definir,
atreverse a definir. El proyecto se hace con las luces y sombras que actualmente
caracterizan su existencia en esta etapa de formación. No hay que esperar ni a
tener una inspiración celeste ni a tener todos los datos en la mano. Nunca se dan
las condiciones óptimas para el proyecto. Sin embargo tiene un valor inestimable
el hecho mismo de ya proyectar. El mayor aprendizaje se da en la misma
elaboración del proyecto: se aprende a proyectar proyectando. Y se aprende
también que los resultados de nuestra existencia como sacerdotes o seminaristas
son los que vamos pretendiendo y proponiendo intencionalmen-te; y, por otra
parte, que es difícil conseguir lo que no se proyecta.
El esquema. Se pueden utilizar muchos esquemas para hacer el proyecto. Se
ha optado por un esquema muy sencillo en tres pasos:
Primer paso: Partir de la figura ennudeadora del sacerdocio que es la de Jesús
pastor/siervo. Para definir esa figura contamos con la profunda raigambre bíblica
de la imagen del pastor como símbolo personal y la del siervo de Yahve, que ya
han sido objeto de reflexión en el itinerario formativo. Ambas figuras fueron
tomadas por el mismo Jesús para explicar su misión salvífica y son aplicadas a
los apóstoles en el nuevo Testamento. Cristo, el buen pastor del rebaño, que
tomando sobre sí los pecados de los hombres, da la vida en rasgos de humilde e
incondicional servicio, hasta el extremo del sacrificio voluntario de sí mismo, es
el modelo sacerdotal. Subrayar cómo él define rasgos: ser siervo y esclavo de
todos.
El primer paso consiste en describir, dentro de este modelo del buen pastor,
cuál es la virtud ennudeadora con la que el seminarista se identifica para la
vivencia del ministerio presbiteral. Su definición depende mucho de la
sensibilidad de cada uno ante la sociedad en la cual vive y la Iglesia local. Por
ejemplo, puede ser la imagen del pastor/siervo en la opción por el trabajo en
equipo; allí uno se entrega a sí mismo facilitando el protagonismo de los demás y
prestando el humilde servicio de la animación. Puede ser la preciosa imagen del
pastor/siervo en la opción por la amabilidad, fue la elección de san Vicente de
Paúl, tratar amablemente a todos, especialmente a
Itinerarios formativos 494 Etapa teológica
los pobres. Puede concretar la imagen del pastor/siervo en la opción por la
disponibilidad incondicional, allí uno muere a sí mismo poniéndose al servicio
de las necesidades de los hombres y de la diócesis. Se pretende que el
seminarista profundice en sí mismo para buscar ese rasgo ennucleador de su
personalidad sacerdotal. El rasgo por el cual los demás lo reconocerán y lo
recordarán. Dirán: el padre fulano es así...
Segundo paso: Derivándose de este rasgo ennucleador de su futura vida
sacerdotal, el seminarista define los rasgos de comportamiento que subrayaría,
recorriendo los contenidos de la espiritualidad propia. Para ello puede servir esta
lista: La oración sacerdotal. La representación sacramental. La unión con el
obispo. La fraternidad presbiteral. El ejercicio del ministerio de la Palabra. El
ejercicio del ministerio de los sacramentos. El ejercicio del ministerio de la
conducción de la comunidad. El cuidado de los más pequeños. El celibato
sacerdotal. La pobreza sacerdotal. El equipo sacerdotal. La pertenencia a la
Iglesia particular. La disponibilidad universal. No todas las cosas mencionadas
tienen la misma categoría. Tampoco tienen la misma importancia en el proceso
histórico de la Iglesia particular. Pero sobre todo interesan rasgos personales e
irrepetibles, no simples normas generales de comportamiento. Se trata de dar con
lo que a él le convence, con lo que ve posible dadas las características de su
personalidad sacerdotal y su momento histórico, y que lógicamente le ayudará en
el camino de la santidad. Puede utilizar también esquemas más simples. Por
ejemplo, el de las dimensiones de la formación; o aún más simple el de los rasgos
de comportamiento hacia dentro y hacia afuera.
Tercer paso. Cuando haya diseñado su proyecto de futuro, intentará
expresarlo de un modo original. El modo de esta expresión es un reflejo más de
su personalidad. Puede hacer un esquema, un dibujo, un cuadro sinóptico, u otro
modo que invente para expresarlo. Este proyecto será un referente para su vida
durante la etapa teológica y la etapa pastoral de la formación inicial y
probablemente para los primeros años de la formación permanente. Se irá
enriqueciendo con los elementos que vaya adquiriendo en los años siguientes.
Hecho el proyecto a largo plazo, queda aún otra tarea pendiente. Hacer un
proyecto más breve, respondiendo a la pregunta: ¿Qué pasos estoy dando para
conseguir ya lo que me propongo en mi proyecto sacerdotal? Esta es una materia
importante de diálogo con tu director espiritual. Porque de nada sirve perfilar un
modelo si no va dando los pasos que aquí y ahora necesita dar para alcanzarlo.
De este modo, el proyecto a largo plazo y el proyecto a corto plazo se
complementan. El primero define los fines; el segundo detalla los medios. El
primero formula un anhelo -perspectiva de la utopía, mi utopía- pero el segundo
concreta un compromiso -perspectiva de la realidad, mi realidad-. Ambas
perspectivas son importantes para ir consiguiendo el fin de la etapa, que es la
configuración con Cristo Pastor.
Después de explicar con detalle el proyecto sacerdotal, se abre un espacio
amplio para que los seminaristas manifiesten sus dudas. Si da tiempo, se les pide
que comiencen a elaborarlo, sabiendo que después tendrán todo el mes para ir
perfilándolo y mejorándolo. Se trata de dejar comenzado el trabajo.
Itinerarios formativos 495 Etapa
teológica

Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Jn 10, 10.
0:10 Explicación de la meta.
0:15 Recapitulación: la obediencia y el celibato sacerdotales.
1:15 Explicación del proyecto sacerdotal.
2:00 Descanso.
2:15 Inicio del trabajo personal elaborando el proyecto.
2:50 Consignas.
3:00 Devoción mariana.

Consignas.
Durante el mes date a la tarea de concluir tu proyecto sacerdotal. Hazlo siem pre
en un clima de oración y discernimiento. Consúltalo con los formadores antes de
pasarlo en limpio. Prepáralo convenientemente para presentarlo a los hermanos
del curso en el octavo y último encuentro comunitario.
Itinerarios formativos 496 Etapa teológica

2° de Teología / Octavo encuentro comunitario


Síntesis del itinerario y preparación de las vacaciones
Meta. El alumno de segundo de teología comparte con sus compañeros su
proyecto sacerdotal, cierra el proceso del segundo año y prepara las vacaciones.
Oración inicial. Jn 13, 34-35. La vida sacerdotal tiene un profundo sentido
comunitario. Jesús pide a sus discípulos que se amen unos a otros. Un buen
camino para fomentar este amor es conocer lo que los demás anhelan y proyectan
para su vida. Por eso se va a dedicar este último encuentro a compartir el
proyecto sacerdotal.
Recapitulación: El proyecto sacerdotal.
Los seminaristas han elaborado ya su proyecto sacerdotal. El fin de curso es
un momento oportuno para compartirlo, de modo que lleguen a identificar los
anhelos de cada uno de ellos en torno a su futuro vocacionai. Conviene crear el
clima grupal y espiritual adecuado para una comunicación de este estilo,
dedicando todo el tiempo que sea necesario y garantizando que los muchachos se
puedan escuchar entre sí. Por este medio se sintetiza vivamente el itinerario de
segundo de teología. El nivel de comunicación que se pretende es profundo
porque toca el núcleo íntimo de cada seminarista y lo da a conocer a los demás.
Si se considera oportuno se puede iniciar el ejercicio con una explicación de
los niveles de comunicación, más o menos como sigue: Existen cuatro niveles de
comunicación que se pueden dar entre las personas. El primer nivel es "externo",
se le llama así porque las personas se comunican sobre cosas que son externas a
ellos: los horarios, la política, el clima, los negocios, el apostolado. Existe la
relación pero no hay un compromiso interpersonal. El segundo nivel es
"tangencial". Se llama así porque sólo toca tangenciaimente a las personas. Entre
ellas hablan de lo "nuestro", es decir, de aquellas cosas que comparten: nuestro
dinero, nuestros compromisos, nuestras actividades en común, los planes. El
tercer nivel es "superficial". Aunque ya se habla del yo, sin embargo se habla de
lo superficial del yo... lo que pienso, lo que me gusta, qué tengo ganas de hacer,
lo que me hace reír. El cuarto nivel es "profundo" porque el punto de la
comunicación son los sentimientos actuales sobre sí mismo: quién soy, qué
quiero hacer con mi vida. Cómo me siento en este momento, conmigo mismo. El
ejercicio de compartir el proyecto se debe situar en este cuarto nivel de
comunicación. Esto no es fácil de conseguir, pero puede producir una unidad
profunda en el grupo de seminaristas, que les ayude a acercarse con mucho
respeto y delicadeza a la realidad personal de los demás.
Contenido.
A. Cierre del segundo año.
Con la recapitulación, que se ha llevado más de la mitad del encuentro,
prácticamente se ha cerrado el segundo año, ya que los proyectos elaborados son
una síntesis muy viva de lo visto durante el año. Al final del año anterior era muy
importante evaluar, porque se trataba de asimilar la novedad de la etapa
teológica. En esta oca-
Itinerarios formativos 497 Etapa teológica

sión la evaluación pasa a un segundo plano, para colocar en el primer plano la


continuidad. Se trata de dar el siguiente mensaje a los seminaristas: solamente
hemos iniciado el proceso de configuración con Cristo Pastor, que se plasma en
la formulación de un proyecto, este proceso va a continuar durante toda la vida,
pero especialmente en tercero y cuarto de teología, de modo que se seguirá
trabajando sobre ello. Lo más importante es que las perspectivas queden abiertas,
porque los valores de la vocación revisten una novedad permanente. Es ingenuo
decir que los conocemos y menos aún que los ponemos en práctica. Nuestra vida
vocacional consiste sólo en una humilde aproximación hacia ellos.
Si se diera el caso de que algunos seminaristas vayan a interrumpir los
estudios para prestar un año de servicio en alguna parroquia o en otro ámbito
diocesano, conviene decir una palabra al respecto, haciendo ver que esta
experiencia es parte del proceso de configuración con Cristo Pastor y explicando
cómo hay que dar continuidad al itinerario formativo en esa situación. En este
tipo de experiencias se da una asimilación más práctica y realista de lo que se va
trabajando en las reuniones comunitarias.
Incluso puede ser una buen ocasión para que los alumnos que van a realizar
esta experiencia, lo den a conocer al resto del grupo. Lo que más interesa en este
caso es que se muestre con mucha claridad que quienes salen para este fin siguen
perteneciendo a la etapa teológica.
B. Preparación de las vacaciones.
Como se ha hecho en otras ocasiones, es conveniente insistir en que los
seminaristas hagan un buen programa de vacaciones. En este momento ya deben
conocer los lugares de apostolado o de estudio para el verano, de modo que
puedan prever cómo van a cultivar su proceso formativo.
Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Jn 13, 34-35.
0:10 Explicación de la meta.
0:15 Recapitulación: El proyecto sacerdotal.
2:00 Descanso.
2:15 Cierre del segundo año
y preparación de las vacaciones.
2:50 Consignas.
3:00 Devoción mariana.

Consignas.
■ Si no has terminado de elaborar tu proyecto sacerdotal, pásalo en limpio
antes de salir de vacaciones, de modo que quede bien concluido el trabajo.
■ Consulta tu plan de vacaciones con el director espiritual.
■ Entrega por escrito tus sugerencias y correcciones al itinerario formativo
de segundo de teología con el fin de mejorarlo.
Itinerarios formativos 499 Etapa teológica

Tercero de Teología:
Caridad pastoral y las prioridades presbiterales
El tercer año de teología pretende una profundización en la dinámica
formativa de la configuración. Se intentará tocar el corazón del proceso
formativo en la etapa teológica a través del tema central de la caridad pastoral,
pero uniéndolo a la necesidad de definir prioridades en la vida sacerdotal y en la
vida de la Iglesia, muy en sintonía con las enseñanzas del episcopado
latinoamericano, desde la opción por los pobres en Medellín (14, 4-11) hasta la
tradición ya forjada del reconocimiento del rostro de Cristo en los rostros
sufrientes de los pobres del continente (Puebla, 1134-1165 ; Santo Domingo,
178-181; Aparecida, 391-398.407-430). Los documentos son de una
extraordinaria elocuencia, de modo que por sí mismos invitan a los seminaristas
a comprometerse en la línea de la caridad pastoral. Por ello se pretende darles
toda la importancia.
El objetivo del curso es: El seminarista continúa profundizando en la
dinámica formativa de la configuración con Cristo Pastor a través de la
reflexión sobre la caridad pastoral, las relaciones del presbítero y la definición
de las prioridades en la vida sacerdotal; por medio de ello enriquece su proyecto
sacerdotal. Hay que considerar que el concepto de caridad pastoral como tal es
relativamente nuevo, de modo que no está tan claramente presente en los
colectivos sacerdotales o en el mismo clima del seminario. Es necesario
explicarlo, conducir a los alumnos al hallazgo del mismo y promover la
investigación al respecto.
En el camino espiritual que marcan los encuentros comunitarios se pueden
local-zar tres partes muy definidas, siguiendo el mismo esquema del año anterior.
Ya que se está trabajando más sistemáticamente en la etapa teológica, se continúa
dando importancia a las consignas que se dejan a los seminaristas al final de cada
encuentro y se van recogiendo en los momentos de recapitulación. Hay que
procurar que los seminaristas asuman los contenidos con intensidad. Si en la
etapa filosófica el punto crucisl fue de carácter negativo, "liberarse de las
esclavitudes", en la etapa teológica el punto central es definitivamente positivo,
"optar por la caridad pastoral y establecer prioridades para la vida sacerdotal".
Mediante aquella etapa se buscaba establecer estructuras, pero ahora se pretende
la configuración, que es una meta positiva.
El primer bloque presenta el tema nuclear de la caridad pastoral, un concepto
relativamente nuevo en la espiritualidad sacerdotal. Se une a la introducción al
itinerario del curso porque va a ser el tema nuclear, que luego se desarrollará y
se aplicará en la línea de las prioridades sacerdotales.
■ Primero: Presentación del tercer año de teología.
■ Segundo: El concepto de caridad pastoral.
El segundo bloque pone atención a la vivencia íntima de la caridad pastoral
como amor a la Iglesia y capacidad de establecer y mantener relaciones dentro de
ella. Antes de ser un motivo de acción hacia afuera, es un rasgo de identidad
personal del sacerdote, un motivo de comunión y de vida al interno de la
comunidad cristiana.
Itinerarios formativos 500 Etapa teológica
■ Tercero: La comunión jerárquica.
■ Cuarto: La fraternidad presbiteral.
■ Quinto: La fraternidad apostólica.
El tercer bloque toca las prioridades sacerdotales, interpretando la candad
pastoral como servicio al pueblo de Dios. Se ha seguido para este tercer bloque el
esquema de Presbyterorum ordinis ajusfando los contenidos a las tres sesiones
que se dedican al tema, pero es importante que se complemente con la doctrina
sobre los pobres que se ha propuesto a los seminaristas como texto de referencia
para este año. Lo que interesa que quede claro es que en la vida sacerdotal
existen estas prioridades porque lo que mueve al sacerdote a actuar es la caridad
pastoral.
■ Sexto: La atención a los pobres y los enfermos.
■ Séptimo: La prioridad de la familia y los jóvenes.
■ Octavo: El cuidado de las personas consagradas. Cierre del itinerario.
Se han añadido, en el momento de las consignas, tareas de percepción y
análisis de las expectativas del pueblo de Dios en relación con los sacerdotes,
para afirmar desde la realidad misma de la comunidad la necesidad de que la
caridad pastoral se exprese con nitidez. Este es el tema que gira durante todo el
curso: el ministerio sacerdotal es un ministerio de caridad.
Itinerarios formativos 501 Etapa teológica

3° de Teología / Primer encuentro comunitario


Presentación del tercer año de teología
Meta. El alumno que inicia el tercer año de teológica recapitula su
experiencia en la formación hasta ahora, se sitúa en el objetivo del curso y asume
el reto que se le propone para este año en su proceso de configuración con Cristo
Pastor.
Oración inicial. Utilizamos el texto del icono del curso: Jn 2, 13-22, la
purificación del templo. El texto pertenece a la sección del segundo signo del
evangelio de Juan cuyo subrayado es la novedad de Jesús. Frente al antiguo
templo y su culto, está el nuevo templo del cuerpo de Cristo (2, 21); frente a las
tinajas de las abluciones del antiguo Israel está el vino mejor y abundante que
Jesús trae (2, 10); frente a la noche de las antiguas revelaciones de Dios está el
nuevo nacimiento que brota del bautismo y hace hombres nuevos (3, 3); frente al
pozo de Jacob surge el don del agua viva que brota del corazón del creyente y
salta hasta la vida eterna (4, 13-14). En todo ello está presente el Espíritu Santo,
que es como el motor y guía de esta novedad (3, 6-8; 4, 23-24). La novedad de
Jesús es el contexto en el que se puede comprender y vivir la caridad pastoral.
Recapitulación: El proceso formativo y las vacaciones.
Se pide a los seminaristas que intenten sintetizar cuál ha sido el proceso
formativo por el que han pasado desde que ingresaron al seminario, describiendo
sus logros y dificultades en cada una de las etapas anteriores. En tercero de
teología ya se comienza a vislumbrar el final del seminario. Revisar el camino
realizado puede ayudar a tomar conciencia de lo que falta por conseguir. Por ello,
después de una puesta en común, se pide a los seminaristas que hagan una lluvia
de ¡deas sobre los elementos que faltan a su formación. Los formadores insisten
al final en la importancia que tiene formarse en la caridad pastoral, que es el
corazón de la vida sacerdotal.
Contenido.
A. Presentación del tercer año de teología.
Durante el tercer año de teología se afronta de un modo directo y profundo el
reto de la configuración con Cristo Pastor, centrando las reflexiones del itinerario
sobre la caridad pastoral. Ya se han presentado las virtudes teologales y los
consejos evangélicos. En ambos elementos tiene su raíz la caridad pastoral.
Como se ha visto ya en el itinerario del año anterior, la caridad pastoral brota de
la caridad como virtud teologal, ¡nfundida por el Espíritu Santo y muestra un
camino concreto para la castidad sacerdotal. Queda claro que el sacerdocio es un
camino para el amor.
La conversión es un movimiento de vuelta hacia Dios que implica tres
dinamismos. El primero es de carácter intelectual, y consiste en una vuelta hacia
la verdad. Se trata de aceptar los valores objetivos y de amar la verdad. Así, hay
una parte de la conversión en la etapa teológica que consiste en comprender y
aceptar los contenidos del ministe-rio y del cansina sacerdotal. Al mismo tiempo
es un movimiento de vuelta hacia el bien. Es decir, ha de definir lo bueno para
mí en este contexto determinado.
Itinerarios formativos 502 Etapa teológica

Esto bueno depende de la comprensión de la verdad, pero implica ahora la voluntad. Se trata de querer ese
bien, definir un contexto moral, y caminar hacia él. El tercer dinamismo es el del amor. La vocación
sacerdotal debe llegar a significar un verdadero compromiso amoroso, un modo concreto y dinámico de
amar. Al reflexionar sobre la candad pastoral se están englobando los tres aspectos, de modo que implica
una opción por la verdad, por el bien y por el amor.

B. Objetivo del tercer año de teología.


El seminarista continúa profundizando en la dinámica formativa de la configuración con Cristo Pastor a
través de la reflexión sobre la caridad pastoral y de la definición de las prioridades en la vida sacerdotal; por
medio de ello enriquece su proyecto sacerdotal.

C. Icono.
Es necesario un icono que muestre el sentido de la caridad pastoral. Ya se han utilizado las dos
imágenes de Jesús buen pastor en Jn 10 y de la oveja perdida en Le 15. Por eso se ha optado para este año
por el texto de la purificación del templo en Jn 2, 13-22. El texto es parte de una sección que subraya la
sustitución del antiguo orden por la novedad de Jesús. Y cita el salmo 69: El celo de tu casa me devora. Ese
celo de la casa de Dios es precisamente la caridad pastoral. Parece conveniente este ¡cono porque muestra el
sentido profundo, no meramente volcado hacia la actividad, de la caridad pastoral.

D. El proceso de los ocho encuentros.

En el proceso de los encuentros comunitarios se pueden localizar tres bloques bien definidos. Se
trabajará más sistemáticamente en la configuración con Cristo Pastor que es la dinámica propia de la etapa
teológica. Es el momento más intenso de la etapa teológica porque ya están presentes muchos de los
elementos necesarios para la configuración y ya se ha hecho una primera redacción del proyecto sacerdotal.

El primer bloque presenta el tema nuclear de la caridad pastoral, un concepto relativamente nuevo en la
espiritualidad sacerdotal.

■ Primero: Presentación del tercer año de teología.

■ Segundo: El concepto de caridad pastoral.

El segundo bloque pone atención a la vivencia íntima de la caridad pastoral como amor a la Iglesia y
capacidad de relaciones dentro de ella. Antes de ser un motivo de acción hacia afuera, es un motivo de
comunión.

■ Tercero: La comunión jerárquica.

■ Cuarto: La fraternidad presbiteral.

■ Quinto: La fraternidad apostólica.

El tercer bloque toca las prioridades sacerdotales, interpretando la caridad pastoral como servicio al
pueblo de Dios.
Itinerarios formativos 503 Etapa teológica

■ Sexto: La atención a los pobres y los enfermos.


■ Séptimo: La prioridad de la familia y los jóvenes.
■ Octavo: El cuidado de las personas consagradas. Cierre del itinerario.
E. La aplicación de la metodología.
Durante el tercer año de teología se continúa aplicando la metodología ya
asimilada en los procesos anteriores. En concreto, se describen a continuación los
rasgos de esta aplicación:
Estar atento a la interioridad de Cristo que actúa como buen pastor del
rebaño. La contemplación de Jesús adquiere un rasgo más profundo, más
unitivo, concentrando la atención en sus sentimientos y motivaciones. Detrás
del modo de ser y de actuar de Jesús, y como fundamento de todo está el amor
de Dios. Un amor que viene transido por dos elementos, el amor recibido del
Padre y del Espíritu Santo y el amor entregado a los discípulos y a los pobres.
Se trata de observar cómo los ejemplos de Cristo brotan del amor. Al mismo
tiempo, de poner atención a las propias motivaciones y sentimientos,
preguntándose con valentía si éstas no necesitan ser purificadas. ¿Mi modo de
ser y de actuar brota de la caridad pastoral? Un ejemplo puede hacer ver la
importancia de esta pregunta: Si fuera la caridad pastoral lo que me mueve a
estudiar, sería un excelente estudiante. Por esa misma regla conviene poner
atención al propio comportamiento. Atender, por último, a los ejemplos vivos
de verdadera caridad pastoral que siempre existen en el presbiterio.
Liberarse de otro tipo de motivaciones que, aunque parezcan inofensivas,
tienen un fundamento muy distinto. Por ejemplo, el deseo de éxito, el
perfeccionismo, la búsqueda del reconocimiento. El hecho de reflexionar
sobre la caridad pastoral debe provocar un cuestionamiento. Liberarse
igualmente de los motivos inauténti-cos en las relaciones con los superiores,
los compañeros y los fieles. Ya se debe ensayar la triple fraternidad que va a
ocupar una parte importante del itinerario. En este momento de la formación
el seminarista ya debe tener claro las actitudes que ha decidido excluir para su
futura vida sacerdotal porque son contradictorias con el mismo ministerio.
Liberarse para servir auténticamente al pueblo de Dios, edificando la
comunión y asumiendo prioridades en la vida personal y en la evangelización.
Este sentido positivo de la liberación personal debe quedar mucho más claro
ahora que en la etapa filosófica, porque constituye el centro, ahora más
positivo, de la dinámica formativa que se está proponiendo. Las prioridades
de la Iglesia, que se reflejan en la vida sacerdotal, deberán ser vistas por los
seminaristas con verdadera pasión, en el sentido de que les lleve a
comprometer su vida en opciones valientes y claras.
Decidir permanecer disponible ante las prioridades que los ejemplos de Jesús
y los documentos de la Iglesia ponen bien claras para el ministerio
presbiteral, asumiendo de buena gana el modelo sacerdotal que propone el
Concilio Vaticano II, y ha sido reiterado por los documentos posteriores y
especialmente por los del episco-
Itinerarios formativos 504 Etapa teológica

pado latinoamericano.
El itinerario quiere así bajar al fondo de la cuestión de la configuración. Se
trata de poner en juego el corazón e ir preparando a los seminaristas para una
opción definitiva en su vida.
Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Oración inicial: me dirijo a los pastores: IPe 1, 1-5.
0:10 Explicación de la meta.
0:15 Recapitulación: El Γ de teología y las vacaciones.
1:15 Presentación, objetivo e icono par el curso.
2:00 Descanso.
2:15 El proceso del itinerario y la aplicación de la metodología.
2:50 Consignas.
3:00 Devoción mariana.

Consignas.
■ Desde el inicio de este tercer año, intenta aprovechar al máximo tu
formación, sabiendo que ya sólo te quedan dos años en el seminario.
■ Observa con especial atención algunos ejemplos de compromiso, de
santidad sacerdotal y de rectitud en el presbiterio, toma algunas notas de tus
observaciones y tráelas para el segundo encuentro comunitario.
■ Sitúa en su contexto las dos figuras más típicas de la caridad pastoral: Jesús
que dice yo soy el buen pastor en el capítulo 10 de san Juan y la parábola de la
oveja perdida, en el capítulo 15 de san Lucas. Reflexiona en torno a ellas en tu
oración personal.
Itinerarios formativos 505 Etapa teológica

3° de Teología / Segundo encuentro comunitario


El concepto de caridad pastoral
Meta. El alumno de tercero de teología comprende el valor de la caridad
pastoral en su sentido teórico y práctico y lo acepta como camino para la
configuración con Cristo Pastor.
Oración inicial. Gal 2, 19b-20. En este breve texto san Pablo expresa el
origen de la caridad pastoral en Cristo, que me amó y murió por mí. Esto
significa que la candad pastoral implica estar crucificado con Cristo, es decir, es
primero y principalmente un camino de unión con él, para después convertirse en
servicio al Pueblo de Dios. Tal unión se da en los tres planos: el de la verdad, el
del bien y el del amor.
Recapitulación: La observación de los sacerdotes. Durante la formación se ha
dado varias veces la consigna de observar las actitudes positivas en el presbiterio.
A veces tenemos mucha sensibilidad ante lo negativo, pero no captamos los
ejemplos de compromiso y de santidad sacerdotal que tenemos delante. Se quiere
recuperar en este momento la observación hecha para introducir el tema de la
candad pastoral. Primeramente se pide a los seminaristas que compartan sus
observaciones de actitudes de compromiso y de santidad sacerdotal. Hecha una
lluvia de ¡deas, ahora se preguntan como grupo: ¿En qué consiste la caridad
pastoral? Los formadores facilitan que los muchachos expresen sus
percepciones, luego se clarificará con la exposición del tema.
Contenido.
A. Naturaleza de la caridad pastoral. El concepto de caridad pastoral es
relativamente novedoso en la teología del sacerdocio. Antiguamente se decía
celo pastoral. El término "celo" es más pobre que el término "caridad", porque el
celo difícilmente remite al origen divino y puede ser interpretado de un modo
intimista, en cambio, la caridad es claramente procedente de Dios y se sitúa en
un plano más objetivo. Quizá por eso tuvo tanto éxito en el ámbito del
sacerdocio. El primer documento de la Iglesia en el que se emplea la expresión
es la Lumen Gentium, n. 41, hablando del oficio de los obispos. Después fue
utilizada en la Presbyterorum Ordinis, en los números 14-17. En la Pastores
Dabo Vobis se repite muchas veces, ocupando el lugar central que le
corresponderá en el futuro, porque sirve para definir el mismo carisma
sacerdotal. Cuando se utiliza el término "caridad pastoral" inmediatamente se
refiere al ministerio ordenado. Es decir, se trata del modo concreto de amor que
están llamados a vivir los obispos, los presbíteros y los diáconos en su mismo
oficio evangelizador. Se entiende entonces la caridad sacerdotal, sin confundirse
con la virtud de la caridad que corresponde a todo cristiano. Desde la reflexión
de los Padres de la Iglesia se puede decir que el concepto de caridad pastoral
pertenece a la forma de vida apostólica o sacerdotal. Los documentos citan
repetidamente a san Agustín, que se refiere al amor propio del oficio de apacentar
la grey del Señor.
En un primer momento aparece la tendencia a interpretar la caridad pastoral
como entrega personal del sacerdote a las obras de apostolado, como disposición
sacrificada ante cualquier necesidad de las personas en la Iglesia. Incluso se
tiende a
Itinerarios formativos 506 Etapa
teológica

dibujar un estilo de martirio incruento en la caridad pastoral. Pero esta visión, un tanto
romántica, debe dejar su lugar a otra que fundamente bien la caridad pastoral del
sacerdote en la participación de la caridad pastoral de Jesucristo. Así, la caridad pastoral
es sobre todo unión mística con Cristo y con Dios Trinidad, porque la unción
sacramental que confiere el orden sagrado es participación no sólo del "poder", sino del
amor propio del ministerio salvífico de Jesús (PDV 70). Esta afirmación tiene un amplio
fundamento en la teología misma, porque todo el poder creador de Dios ha de ser
comprendido e interpretado como fuerza creadora del amor. Es decir, lo que brilla en la
acción salvadora de Dios es la profundidad de su amor, no la fuerza de su poder. Por ello
la fe antigua de Israel partió de la constatación del Dios amoroso para posteriormente
hacer la formulación de Dios poderoso. De la misma manera, el sacerdote participa del
amor de Jesucristo, que le capacita para el ministerio sacerdotal. Con frecuencia se
hacen enunciados sobre la participación del "poder" y del "ministerio" de Jesucristo,
pero difícilmente se hacen enunciados sobre la participación de su amor-afectividad, que
corresponde, precisamente, al tercer nivel de la conversión, que es la conversión
afectiva. En los momentos de los ejercicios espirituales en los que san Ignacio de Loyola
propone que el ejercitante asuma un compromiso, le pide que lo haga afectándose
mucho, es decir, poniendo a funcionar su afectividad desde un punto de vista positivo.
Es fundamental, como se ha dicho, dejar claro el origen de la caridad pastoral. El
sacerdote participa de ella a través de la Ordenación y ella se nutre continuamente de la
Palabra y de la Eucaristía, máxima manifestación del amor misericordioso de Cristo. La
caridad pastoral es propiamente el carisma sacerdotal. Desde esta perspectiva se puede
definir como el despliegue de los sentimientos y actitudes de Cristo y a la vez del don
recibido en la ordenación. Este origen es señalado por los ritos de las celebraciones en
los que el sacerdote es el primero que venera la palabra evangélica y se alimenta de la
Eucaristía. De modo que el primer objeto de la caridad pastoral es el mismo Cristo y
Dios Trinidad, es decir, es correspondencia amorosa y personal a un don recibido.
Un segundo objeto de la caridad pastoral es la comunidad cristiana, esposa de
Cristo. Quien ama con el amor pastoral de Cristo, dirige su compromiso hacia el mismo
objeto que él ama. Es así como la caridad pastoral no consiste primeramente en la
disponibilidad heroica del sacerdote, sino en la conciencia que ha adquirido de que sus
actitudes edifican a la comunidad. La promesa profética que da título a la Pastores Dabo
Vobis, Les daré pastores según mi corazón se cumple a través de estas personas frágiles
y limitadas que intentan amar a la comunidad con el mismo amor de Cristo, de este
modo podemos decir que es el mismo Cristo quien pastorea a su rebaño. Esta conciencia
hace que el sacerdote sea muy cuidadoso en sus relaciones, concediéndoles no sólo un
valor instrumental, sino simbólico: la relación con el obispo, la relación con los co-
presbíteros y la relación con los laicos.
El tercer plano es el del servicio directo al pueblo de Dios. La caridad urge al pastor
para que haga una serie de opciones prioritarias, especialmente por la oveja descarriada,
abandonada, olvidada. Por eso la Presbyterorum Ordinis en el n. 6c
Itinerarios formativos 507 Etapa teológica

propone una serie de encomiendas específicas y prioritarias a los presbíteros. Este


es el tercer campo del compromiso amoroso de quienes han sido enviados para
esta misión. Estos datos son hermosamente ampliados y profundizados por los
citados documentos del episcopado latinoamericano sobre el tema de la pobreza:
Medellín 14, 4-11; Puebla 1134-1165; Santo Domingo 178-181; Aparecida 391-
398.407-430. Es conveniente provocar una reflexión de los seminaristas sobre la
solidez de esta doctrina que se ha ido repitiendo en la historia de la Iglesia del
Continente.
Se puede concluir que la caridad pastoral, comprendida de esta manera, da
forma o configura al sacerdote con Cristo Pastor. Por eso se afirma una y otra
vez que es propiamente el carisma sacerdotal.
B. Implicaciones de la caridad pastoral. La caridad pastoral tiene una serie de
implicaciones prácticas tanto para la vida presbiteral como para la formación,
especialmente en la etapa teológica.
La unificación de la persona y la vida del sacerdote. La caridad pastoral es el
principio interior y dinámico (PDV 24) capaz de unificar la vida y actividades
del sacerdote. La condición para que verdaderamente lo sea es que ocupe el
centro de la vida sacerdotal. Este es un gran reto de la formación. De poco
serviría formar en una serie de conocimientos y habilidades si no se forma el
corazón. A esta formación se accede con todo lo que la persona es, es decir,
contando con todas sus facultades, en concreto, la inteligencia, la voluntad y la
afectividad. La orientación amorosa a un objeto es al mismo tiempo un elemento
de la vida espiritual y un signo de madurez humana. La ascética de la
configuración deberá contar con estos tres niveles del yo e implicarlos de un
modo consciente, libre, intencional. Así se ponen los cimientos de la futura
perseverancia. En este momento de tercero de teología parece fundamental
preguntarte: ¿Se han implicado los tres niveles del yo en la opción por el
sacerdocio? ¿En cuál de ellos necesito insistir más para conseguir una opción
más nítida y profunda?
La donación de sí mismo. Dice PDV 23 que el contenido esencial de la
caridad pastoral es la total donación total de sí a la Iglesia. Este tipo de
enunciado siempre remite a un proceso. La donación de sí tiende a ser total, pero
se va alcanzando poco a poco. Lo realmente importante es que efectivamente se
camine hacia ella, de modo que vaya determinando el modo de pensar, de sentir y
de actuar primero del seminarista y después del presbítero. Es un proceso donde la
persona aprende a entregarse en campos concretos. Se pueden señalar una serie de
líneas para dar este paso formativo. Por ejemplo, el paso hacia la gratuidad, que
lleva al seminarista o al sacerdote a encontrar una especial alegría en lo gratuito;
el paso hacia la calidad en lo que hace, que le lleve a ser diligente en el servicio,
preparando las cosas como conviene; el paso hacia la disponibilidad, que le
permite actuar con prontitud y generosidad en el momento en que se presenta una
necesidad. Siempre se puede plantear la cuestión: ¿En qué áreas concretas necesito
aprender a vivir en una donación mayor de mí mismo? Lo que se plantea es un
crecimiento constante, capaz de responder en medio de las novedades de la vida.
La comunión eclesial. El ministerio presbiteral es fundamentalmente eclesial
se trata de la persona entregada a la Iglesia y disponible en ella. Por eso es
importante que la
Itinerarios formativos 508 Etapa teológica

comunidad cristiana se constituya como parte integrante de su objeto amoroso.


Quien ha hecho esta opción procura edificar en todo a la comunidad y de ninguna
manera destruirla o lastimarla. El sentido de la comunión se vive en diversos
niveles: la Iglesia universal, la Iglesia particular, la comunidad concreta,
parroquial o de otro tipo. Se vive también con diversas personas: el obispo, los
presbíteros, los laicos. Por último, en diversas instancias: las comisiones
diocesanas, la parroquia, las pequeñas comunidades. Una expresión nítida de este
amor es la disponibilidad pronta, ya sea para aceptar un cargo o un destino o para
ponerse al servicio en el ámbito comunitario.
La vivencia del celibato. P.O. 16 y PDV 29 establecen el nexo entre caridad
pastoral y celibato. Si la caridad pastoral se entiende como participación de la
caridad pastoral de Jesucristo y el celibato se entiende como un camino de amor,
entonces los nexos entre ambas realidades se hacen evidentes. El celibato,
expresión estable de la caridad pastoral, marca la forma de vida de la persona. La
doble polaridad que se señalaba al estudiar el tema del celibato es profundamente
válida: unión personal con Cristo desde el amor de predilección y constante
testimonio de fidelidad y de amor.
Sentido martirial. La caridad pastoral se va transformando en testimonio de
entrega personal y definitiva, asumiendo los rasgos sacrificiales de la vida de
Jesús. Es participación en su sacrificio y en su entrega hasta el final. El concepto
de martirio incruento que se aplicó tantas veces a la fidelidad sacerdotal es útil en
este sentido. No es necesario ser martirizado, basta con entregar la vida
radicalmente en cada día y en cada actividad. Según la antigua tradición de la
Iglesia los apóstoles murieron martirizados, con ello se señala hacia un vínculo
entre vida apostólica y entrega martirial. Es algo que hay que comenzar a vivir
desde la formación básica.
Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Gal 2, 19b-20.
0:10 Explicación de la meta.
0:15 Recapitulación: La observación de los sacerdotes.
1:15 Naturaleza de la caridad pastoral.
2:00 Descanso.
2:15 Implicaciones de la caridad pastoral.
2:50 Consignas.
3:00 Devoción mariana.

Consignas.
■ Investiga más sobre la caridad pastoral como valor central de la vida
sacerdotal y reporta tu investigación por escrito, para compartirla en el próximo
encuentro comunitario.
■ Localiza los números 391-398.407-430 del documento de Aaparecida y
haz de ellos un referente para tu formación durante este curso.
■ Confronta con los formadores los momentos en los que te has sentido
muy lejos de la vivencia de la caridad pastoral.
Itinerarios formativos 509 Etapa teológica

3° de Teología / Tercer encuentro comunitario


La comunión jerárquica
Meta. El alumno de tercero de teología retoma su investigación sobre la
caridad pastoral, descubre el valor de las relaciones en la espiritualidad y el
ministerio presbiteral y específicamente la relación con el obispo.
Oración inicial. Hech 13, 1-3; 14, 26-28. Se trata de dos breves textos que
narran el envío y el regreso de Pablo y Bernabé. La misión evangelizadora que
realizan nace de la comunidad y les remite nuevamente a ella. Lo que brilla es la
comunión. Tiene una gran importancia que los seminaristas vayan dando el paso
de la consideración de lo "mío" a la consideración de lo "nuestro", como bien se
muestra en el texto de los Hechos de los Apóstoles, abriendo todo lo que hacen
al discernimiento eclesial.
Recapitulación: La caridad pastoral.
Los seminaristas comparten las investigaciones que han realizado sobre la
caridad pastoral. Si es posible lo hacen en pequeños grupos. Al finalizar, se
elabora una lista de los aspectos nuevos que han descubierto sobre el concepto
de candad pastoral. Se trata de que amplíen el concepto y vislumbran las
consecuencias prácticas de la caridad pastoral. Los formadores establecen los
nexos entre estos aspectos nuevos y la espiritualidad sacerdotal.
Contenido.
A. Las relaciones del presbítero.
El ministerio sacerdotal está tejido por múltiples relaciones. Los presbíteros
no producen objetos de consumo, lo que producen es una comunidad: la
convocan, la alimentan, la alientan, la conducen. Se trata de la formación de una
comunidad cristiana (P.O. 6d). Esto significa que las relaciones tienen un gran
valor en el ejercicio del ministerio, al grado de que condicionan la eficacia del
mismo. Un presbítero que vaya provocando o manteniendo conflictos hará que su
ministerio, en cualquier lugar en el que lo ejerza, sea totalmente ineficaz. Al
contrario, han de llegar a ser agentes de comunión y de reconciliación. No es
cualquier comunidad la que convocan, ésta se entiende como continuidad de la
íntima comunidad convocada por Jesucristo y por sus discípulos, comunidad que
se teje en torno al misterio y se alimenta de la Eucaristía. Hay que notar el
paralelismo con la caridad pastoral. Es decir, tanto la caridad pastoral como la
comunidad se entienden como don recibido de Cristo y sólo en un segundo
momento como realidad humanamente secundada o edificada. De modo que la
dinámica que vive íntimamente el ministro es exactamente el dinamismo que
vivirá la comunidad. Esto no se conseguirá si no existe en su vida un cierto
equilibrio, que ha de tener en cuenta los siguientes elementos:
La convocación-acogida. En una gran parte, antes que regir o conducir a la
comunidad, el presbítero ha de ser convocador de la misma. Esto implica que
deberá acoger a las personas de cualquier clase y condición, para hacerles sentir
que son una parte importante de la comunidad. La convocación de la comunidad
toca realidades muy
Itinerarios formativos 510 Etapa teológica

vivas, como el problema de las clases sociales, las distinciones raciales o


culturales, la enemistad y el resentimiento social, entre las cuales el ministerio del
presbítero está llamado a ser puente de unión y de diálogo. Pero también entre las
diversas ideologías o tendencias culturales, políticas y sociales. Según el
testimonio de vida de muchos santos presbíteros, tiene la responsabilidad de
convocar a aquellos que por cualquier motivo se han alejado de la Iglesia o han
elaborado, por cualquier motivo, prejuicios contra ella. Debe también tender un
puente, con su propia vida y con sus actitudes, hacia los hermanos que
pertenecen a otras denominaciones cristianas. En su corazón no cabe el
resentimiento o la actitud virulenta de quien elige a unos y desprecia a los otros,
al contrario, se espera una extraordinaria madurez a la que podemos llamar
madurez social, según la enseñanza de san Pablo: Ya no hay distinción entre
judío y no judío, entre esclavo y libre, entre varón y mujer, porque todos ustedes
son uno en Cristo Jesús (Gal 3, 28). Él mismo ya no es judío o no judío, sino
ministro de Cristo, el convocador y reconciliador de la comunidad.
El sentido de la comunión. Lo que se dice respecto de todos los de fuera hay
que aplicarlo insistentemente hacia dentro. Si se le pide al presbítero la madurez
social para convocar la comunidad, se le pide un profundo sentido de comunión
para pertenecer a ella y continuar edificándola. Comunión con el Papa, con la
Iglesia universal y con el Magisterio; comunión con la Iglesia particular, con el
obispo diocesano y con las estructuras de gobierno y conducción de la diócesis;
comunión con el presbiterio del que se sabe perteneciente y en medio del cual
está llamado a construir la comunidad; comunión con los fieles laicos, con las
diversas estructuras, movimientos y asociaciones evangelizadoras; comunión con
la vida religiosa y con toda forma de consagración a Dios y de servicio al
prójimo; comunión con los diáconos casados y sus familias, con los ministros
laicos y con todo aquel que presta un servicio comunitario. Tal comunión no
consiste sólo en una cierta unión con los demás, sino en una tolerancia profunda,
que se da en medio de las diferencias y ayuda a todos a vencer las deficiencias e
incluso las debilidades en su vida cristiana. Es de un gran valor la reflexión sobre
la Iglesia que hacen los Evangelios en este sentido: Los criados salieron a los
caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos, y la sala del
banquete se llenó de invitados (Mt 22, 10). Si para todos la Iglesia es objeto de
fe, la edificación de la Iglesia en todos sus niveles es para el presbítero el objeto
de sus esfuerzos y el sentido de su vida.
El respeto y la colaboración. Para poder ejercer el ministerio sacerdotal es
totalmente necesaria una actitud respetuosa ante los demás. El respeto es la
consideración de algo o de alguien que conlleva el reconocimiento de su valor.
En la ordenación sacerdotal los presbíteros prometen respeto y obediencia al
obispo, y en su persona a la comunidad de la Iglesia y a cada uno de sus
miembros. Lo contrario al respeto es el desprecio, la falta de valoración, la
difamación de los demás. El respeto conduce a las personas a ser mejores de lo
que son, contribuye siempre a su formación y a su santificación. Es interesante
que al tratar el tema de las relaciones humanas, san Pablo se refiere al misterio
de Cristo: Guárdense mutuamente respeto en atención a Cristo. Que las mujeres
respeten a sus maridos como si se tratase del Señor (Ef 5, 21-22); esclavos,
Itinerarios formativos 511 Etapa teológica

obedezcan a sus amos terrenos con profundo respeto y con sencillez de corazón,
como si de Cristo se tratara (Ef 6, 5). Si la fe es capaz de iluminar realidades tan
complejas como la vida matrimonial o la esclavitud, mucho más las relaciones
del presbítero, hombre de fe, con quienes forman la comunidad cristiana y con
cualquier otra persona.
El perdón y la reconciliación. El presbítero es el ministro del perdón
sacramental. Está en continuo contacto con el misterio del Padre que ama a sus
hijos entrañablemente y al mismo tiempo con la debilidad de las personas,
tendiendo un puente de comunicación y de afecto. Este ministerio ha de hacer de
él una persona capaz de ir más allá del pecado, de la ofensa y del resentimiento
hacia la comunión. Cuando Pedro pregunta si tiene que perdonar siete veces, se
sitúa en la perspectiva de la perfección humana y de la generosidad, pero Jesús lo
resitúa en una perspectiva nueva, setenta veces siete (Mt 18, 21-22), que no es
otra que la del perdón indefectible y eterno del Padre. Atención al movimiento,
que es siempre el mismo: desde el misterio hacia el ministerio. No es ministro de
cualquier perdón, sino del perdón infinito de Dios, el que corresponde a la
candad pastoral. El presbítero ha de ser persona capaz de responder según el
corazón de Dios, de reaccionar ante cualquier dificultad humana y ante el mal
desde la perspectiva profunda y fecunda de la caridad o amor de Dios. Esto al
grado de transformar los males en una oportunidad para el bien.
El sentido escatológico. Para prestar un servicio en el ministerio presbiteral es
necesario situarse en la perspectiva escatológica. Es decir, el mundo perfecto y
totalmente terminado es un anhelo hacia el cual caminamos con fe. Pero en el
estado actual todo es más bien pobre y limitado. Por ello ni se exaspera con las
deficiencias ni se engolosina con los éxitos, porque sabe perfectamente que
camina hacia algo mejor. No se trata de una utopía cualquiera, sino de la
promesa de Cristo de que surgirán cielos y tierra nuevos en los que habite la
justicia. La comunidad cristiana se define en un peregrinaje hacia la vida futura
(G.S. 1), donde todas las demás cosas son vistas como transitorias.
B. La comunión jerárquica.
Para este tema se puede tomar el texto de P.O. 7. Ya se ha tocado en el año
anterior el tema de la obediencia sacerdotal. Ahora el punto de vista es diferente,
se trata de matizar la relación con el obispo desde la óptica de la caridad pastoral.
La primera persona hacia la que hay que tener una actitud caritativa es el obispo.
Reza un antiguo aforismo que donde está el obispo está la Iglesia. Esta debe ser
una convicción profunda en los presbíteros. El amor a la Iglesia se hace visible y
concreto en la persona del obispo. El texto de Presbyterorum Ordinisafronta el
tema de la siguiente manera:
■ El punto de partida es la participación de todos, obispos y presbíteros, en el
único sacerdocio y ministerio de Cristo. Esta común participación en el
mismo don se hace patente en la pertenencia a un único presbiterio y en la
concelebración litúrgica. La Eucaristía típica de la Iglesia particular es la
presidida por el obispo, con la presencia de todo el presbiterio, como en la
misa crismal del jueves santo. En esta celebración de la comunidad
diocesana y en muchas otras se
Itinerarios formativos 512 Etapa teológica

muestra el sentido profundo, sacramental y espiritual de la comunión jerárquica. Este es un don


que se renueva continuamente también a través de la liturgia ordinaria. Desde el mismo origen de
su sacerdocio, aunque sea de diverso grado, hay un fundamento para la comunión.

■ Los presbíteros han sido dados a los obispos como necesarios colaboradores y consejeros. En el
rito de la ordenación presbiteral se pide a Dios que infunda en el candidato el espíritu de gracia y de consejo
a semejanza de la participación del espíritu de Moisés por setenta hombres prudentes. La relación entre
obispos y presbíteros es regida por este principio. Decir que son colaboradores necesarios significa que no se
puede prescindir de ellos, porque tienen una responsabilidad propia en la misión de la Iglesia. Los
presbíteros han de comprenderse como verdaderos colaboradores del obispo, y por ello mantienen de buena
gana las actitudes humanas que exige la colaboración.

■ Antes que una relación de autoridad, han de vincularse entre sí como hermanos y amigos. La
relación ha de ser cordial. Desde aquí el obispo ha de procurar el bien material y espiritual de los presbíteros
y su continua formación. A este modo de relación corresponde la escucha, la consulta y el diálogo. Este tipo
de relación se hace realidad también a través del consejo presbiteral o de otros organismos de conducción de
la comunidad diocesana.

■ Los presbíteros, por su parte, han de estar unidos al obispo por los lazos de la sincera caridad y
obediencia. El fundamento de la obediencia está en la participación del sacramento del orden y de la misión
canónica. Ambos elementos hacen que el presbítero dependa del obispo, como ministro de segundo grado
que es. Estas dos palabras: dependencia y de segundo grado, deben ser bien entendidas por los seminaristas,
de modo que vean en ellas un cauce de verdadera libertad. Ya en la etapa filosófica se reflexionó sobre la
interpretación de la dependencia en su sentido positivo, ahora lo hacemos en el sentido espiritual y eclesial.

■ La unión de los presbíteros con los obispos viene especialmente exigida en nuestro tiempo, porque
la acción pastoral excede los límites de la parroquia para realizar una obra común. Aquí es importante
revisar las actitudes presbiterales no sólo ante el obispo, sino también ante el consejo de consultores, la curia
diocesana, el plan diocesano de pastoral y las comisiones diocesanas. Todos estos son ámbitos de comunión
y colaboración.

■ Hay que decir una palabra sobre la participación en acciones pastorales que exceden también los
límites de la diócesis, que hoy son tan frecuentes a nivel regional, nacional e incluso internacional. Todas
estas acciones han de ser expresión de la caridad pastoral y por ello deben conectarse espiritualmente con
ella. Son, al mismo tiempo, un cauce para la formación continua del corazón del pastor.

Durante este tercer curso de teología se intenta formar el corazón. Es importante que cada seminarista
llegue a opciones claras, las que brotan de una interioridad iluminada por la caridad pastoral, en el ámbito
de la relación con el obispo y con aquellos que lo
Itinerarios 513 Etapa
formativos teológica

representan, de modo que se establezca firmemente una actitud de comunión, de con-


fianza para manifestar sus propias inquietudes, de verdadera disponibilidad y de
obediencia.
En el contexto de México parece importante subrayar que el modo de relación del
obispo con el presbítero es el de la fraternidad y no tanto el de la autoridad. Conviene
afrontar las actitudes de servilismo que con frecuencia se viven delante de la autoridad
para proponer otro tipo de vinculación, que responda más auténticamente a la caridad
pastoral. Es evidente que este tipo de relaciones sean ensayadas ya durante la formación,
tanto en las relaciones con el equipo formador, que representa para ellos la autoridad,
como con los párrocos y con el mismo obispo. El tema se ha trabajado anteriormente,
sobre todo al afrontar el tema de la relación con sus padres, pero en este momento la
tarea central consiste en que también en el terreno de la autoridad y la obediencia se
consiga la configuración con Cristo pastor.
Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Hech 13, 1-3; 14, 26-28.
0:10 Explicación de la meta.
0:15 Recapitulación: la caridad pastoral.
1:15 Las relaciones del presbítero.
2:00 Descanso.
2:15 La comunión jerárquica.
2:50 Consignas.
3:00 Devoción mariana.

Consignas.
■ Durante toda la vida sacerdotal, los presbíteros presentan a Dios oraciones por el
obispo. Esto es un signo de la importancia que tiene una actitud de comunión jerárquica.
Procura poner especial atención a estos momentos de la liturgia de las horas y de la
Eucaristía, orando de corazón por el obispo y sintiéndote unido a él.
■ Lee el n. 7 de Presbyterorum Ordinis, busca los textos correlativos en Pastores
Dabo Vobis y en el Directorio para la vida y ministerio de los presbíteros y reflexiona
personalmente sobre la relación del presbítero con el obispo.
Itinerarios formativos 514 Etapa teológica

3° de Teología / Cuarto encuentro comunitario


La fraternidad sacerdotal
Meta. El alumno de tercero de teología comprende el sentido preciso de las
relaciones entre los presbíteros, acepta la vida fraterna como parte de su
vocación y perfila medios concretos para ponerla en práctica.
Oración inicial. Hech 20, 17-38. Despedida de los presbíteros de Éfeso. El
texto expresa la profunda vinculación personal que existe entre los presbíteros y
Pablo desde la misión encomendada. Parece muy conveniente para establecer el
puente entre caridad pastoral y fraternidad presbiteral. Los presbíteros que se nos
presentan en el texto tienen la disponibilidad para reunirse, se muestran como
hermanos en la misión y son capaces de expresar el afecto entre sí.
Recapitulación: La relación con la autoridad.
Se comienza recordando el tema tocado en el encuentro anterior, al que se
llamó la comunión jerárquica. Se pide a los seminaristas que, trabajando en
grupo, elaboren una lista de actitudes válidas y no válidas en la relación con
quien representa la autoridad en la Iglesia en cualquiera de sus niveles. Después
de hacer el elenco de actitudes, se les pide que desarrollen su análisis un poco
más, describiendo los indicadores de esas actitudes en el comportamiento de los
mismos seminaristas, colocando ahora conductas válidas y no válidas en relación
con la autoridad en el seminario. Al final se hace una puesta en común. Esta
recapitulación sirve para cerrar el tema anterior. Interesa facilitar un diálogo
franco sobre este tema, que pueda ayudar a que los seminaristas asuman un
compromiso personal y grupal.
Contenido.
A. La íntima fraternidad sacramental.
El ministerio ordenado tiene una radical forma comunitaria, porque se trata
de un ministerio colegial. Sin embargo, el modo como se concreta su sentido
comunitario es diverso en cada presbiterio y en las diversas circunstancias. El
tema viene condensado en Presbyterorum ordinis 8. Describe la relación entre
los presbíteros a través de tres términos clave: íntima fraternidad sacramental.
Conviene desarrollar con más detalle el contenido denso de esta expresión.
■ El sustantivo "fraternidad". Está tomado de la vida de la familia. Los
presbíteros se reciben entre sí en calidad de hermanos. En la familia uno
no elige a los hermanos, sino que le vienen dados como un don que hunde
sus raíces en el misterio de la vida. Esto quiere decir que la relación entre
ellos no parte de la simpatía o de la antipatía que pueda surgir, sino que
será continuamente fomentada desde la convicción del don recibido. Los
presbíteros son, unos para otros un don inestimable de Dios, quien los ha
hecho dignos de servirle. Si el presbítero es un símbolo personal de Cristo
pastor, la comunidad presbiteral es también un signo, si cabe más fuerte,
de esta presencia sacramental. Consecuentemente hay que tomar la
relación humana sobre la cual se
Itinerarios formativos 515 Etapa teológica

construye esta significación con la debida seriedad. Las relaciones conflictivas o dependientes
entre los presbíteros desdibujan el signo sacramental que están llamados a ser, son profundamente
contrarias al ministerio que ellos tienen que desarrollar.

■ El adjetivo "sacramental". Señala al origen y fundamento de la relación. El vínculo entre los


presbíteros se funda en la común ordenación y en la común misión. Durante la ordenación presbiteral se
invita a todos los presbíteros presentes a imponer las manos sobre la cabeza del ordenando con el fin de
manifestar la participación colegial en el ministerio. Se trata así de un solo ministerio sacerdotal, en el
sentido de que es participación del único ministerio de Cristo. Si se explica así la relación entre el sacerdocio
común de los fieles y el sacerdocio ministerial, cuánto más la relación entre los mismos presbíteros. Pero
además se trata de una misión compartida. El obispo hace a cada presbí tero una encomienda concreta, que
está en estrecha vinculación con los demás y exige actitudes de comunión y de colaboración. Por la común
ordenación y la común misión los presbíteros, también los que pertenecen a la vida religiosa, forman parte
de un solo presbiterio, que se designa con el término "ordo", y supone una organización en común.

■ El adjetivo "íntima". Hace referencia a una relación que toca con profundidad la ¡ntegralidad de la
persona. Una relación íntima es lo contrario a otra superficial. Es la relación que corresponde a los hermanos
y a la familia, más aún, a los hermanos en el sacerdocio y a la familia de Dios. Esto significa que los pres -
bíteros están llamados a ser solidarios entre sí en todas las dimensiones de su persona y a ser, unos para
otros, referencia de ayuda mutua en todos los órdenes de la vida. El primer recurso ante las dificultades de la
vida ha de ser el propio grupo presbiteral, que es como una familia.

El texto se refiere a la diversidad de campos del ministerio sacerdotal: parroquial o interparroquial, en


la investigación y en la enseñanza o en los trabajos manuales; en múltiples trabajos y nuevas adaptaciones,
en la vida diocesana y en la vida religiosa. Entre ellos existen vínculos especiales de caridad apostólica, de
ministerio y de fraternidad. Luego se dice que están unidos por el vínculo de la caridad, de la oración y de
la total cooperación. Es decir, una relación fundada en la caridad pastoral, que se traduce en la colaboración
en tareas y en responsabilidades compartidas y tiene un fuerte sello espiritual.

A continuación saca las consecuencias del postulado general. Se refiere primeramente a la relación de
los presbíteros mayores con los jóvenes. Los mayores han de comprender la mentalidad de los jóvenes y
mirar con benevolencia sus iniciativas; los jóvenes han de tener la actitud humilde de quien respeta a los
mayores, les pide consejo y colaboran gustosos con ellos. Debajo de esta aplicación concreta podemos leer
otras tensiones que puedan existir en el presbiterio, por ejemplo, las que se derivan de las diferencias
culturales y de lengua, las que dependen de posturas ideológicas y del origen social de las personas, las que
proceden de las tensiones que son normales en
Itinerarios formativos 516 Etapa teológica
cualquier grupo humano. Todo ello ha de ser asumido con una actitud de fe y con
una disponibilidad para construir la comunidad.
Para los presbíteros es fundamental la solidaridad con los hermanos que pasan
por diversas necesidades: los enfermos y afligidos, los que están recargados de
trabajo, los aislados y exiliados, los que se ven perseguidos. El gesto solidario, de
interés por el hermano en su situación real, es algo que nunca debe faltar. Es
importante educarse en este sentido, de modo que a nadie extrañe la solicitud de
unos por otros.
Otro capítulo de la forma comunitaria del presbiterio es el descanso en
común y el cultivo de la vida intelectual y espiritual, siempre desde la clave de la
ayuda mutua. Aquí se engarza todo el tema de la formación permanente. Hay
siempre una parte que programa la diócesis y otra, la más importante, que es
responsabilidad de cada uno, pero aquí se quiere insistir en lo que corresponde al
grupo presbiteral. Es maravilloso cuando la relación entre los presbíteros es tal
que se forma el clima comunitario propicio para la formación permanente, sólo
estar en el grupo implica una formación.
Se propone una gradualidad de posibilidades para que los presbíteros
establezcan alguna conexión de vida entre sí. Hay que observar que este tema se
deja abierto a muy diversas posibilidades. No se trata de uniformar, pero sí de
procurar que se establezcan los cauces para que la vida en común adquiera un
rostro concreto. Se ponen tres grados: la vida en común, la mesa en común o las
reuniones frecuentes. Estas formas de vida común en el presbiterio se
corresponden con la vivencia del celibato, todo leído desde la clave de la caridad
pastoral.
Por último se insiste en la solidaridad con aquellos que pasan por dificultades
de cualquier orden o los que han fallado en algo. Han de ser siempre unos para
otros como hermanos y amigosbrillando entre ellos la caridad fraterna y la
magnanimidad.
B. Cauces prácticos para la vida fraterna.
En cada presbiterio y en cada seminario existen modos bien específicos de
poner en práctica la vida fraterna. Dependerán mucho de las costumbres y
tradiciones de cada lugar, pero también de las estructuras que se van
construyendo en la vida presbiteral. Nos interesa partir de lo que es más familiar a
los seminaristas para apuntar después a su futura vida en el presbiterio. No hay que
olvidar que el objetivo es enriquecer con más elementos su proyecto sacerdotal.
El curso. Un cauce elemental pero muy vivo es la pertenencia a un curso. Los
seminaristas han caminado con un grupo de compañeros desde su ingreso al
seminario. Algunos permanecen desde el seminario menor, la mayoría se
incorporaron en el curso introductorio, terminada la filosofía el grupo se ha
compuesto y recompuesto varias veces. Es importante que ellos valoren el
significado profundo de caminar juntos y el compromiso existencial de ayuda
mutua que esto implica, no sólo ahora, sino para toda la vida. Y cuestionar si
realmente la estructura del curso está siendo convenientemente utilizada. ¿Qué
somos unos para otros? ¿Se da una auténtica solidaridad en la verdad? ¿Qué rasgos
de madurez se manifiestan en la convivencia del grupo? A través de las revisiones
de curso con el prefecto se ha reportado y confrontado gradualmente este
Itinerarios formativos 517 Etapa teológica

caminar, pero ha de llegar el momento en que los seminaristas se confronten a sí


mismos, exigiéndose mutuamente relaciones en la verdad y en el misterio de
Cristo. La vida fraterna que gocen en el futuro depende directamente de lo que
hoy sepan invertir en la relación. Sería penoso y profundamente contradictorio que
se mantuvieran entre ellos las malas relaciones y que éstas se perpetuaran.
La etapa. Es un segundo nivel, también han participado en diversas
composiciones de las etapas por las que han pasado, desde el grupo compacto en
el curso introductorio hasta una mayor diversidad y dispersión en la etapa
teológica. Pero queda claro que hay una referencia entre las generaciones cercanas
que luego va a funcionar en la formación permanente, por ejemplo, cuando sean
sacerdotes de los cinco o diez primeros años, y así para toda la vida. Ya se puede
apreciar que todo lo que se trabaje por crear el clima fraterno en este nivel va a
repercutir en el ambiente formativo en adelante. Tiene una gran importancia que
se tomen con seriedad las relaciones fraternas en el seminario, porque es lo que
se va a necesitar después.
La relación con la familia. Poco a poco la familia de cada uno ha de descubrir
la presencia de un presbiterio. El sacerdote no es una persona solitaria, si pertenece
a este cuerpo de hermanos, la familia percibirá este sentido de pertenencia. Desde
aquí provocar una vinculación de la familia con la institución seminario, pero
también con el curso, con la etapa y con las personas concretas. Acoger a una
persona es acoger a su familia. Quien establece estos puentes es, antes que nadie,
el mismo seminarista. Se ha dado ya un proceso interesante durante la formación,
marcado por varios pasos: la separación de la familia en el menor o el en curso
introductorio; el análisis de las relaciones familiares que llevó al seminarista a
hacer una aportación más positiva a la dinámica familiar, durante la filosofía;
ahora la meta consiste en aprender a amar a la propia familia con el amor de
Dios, es decir, con la misma caridad pastoral con la que ama a todos los demás y
les puede llamar "hermano querido". ¿En qué medida es esta relación fraterna con
tu propia familia una realidad? ¿Qué pasos ya has dado y cuáles puedes dar para
conseguirla?
La comunidad del seminario. Los teólogos deben llegar a ser una referencia
para todos en la comunidad del seminario. En tercero de teología esta referencia ya
debe estar claramente marcada. No sólo por su buen ejemplo, sino por su
capacidad de establecer relaciones positivas y constructivas entre sí y con todo el
seminario. Ya se perfila lo que van a ser las relaciones fraternas en el futuro.
¿Cómo lo estamos viviendo?
La relación con los sacerdotes. De un modo especial con los padres en el
apostolado y con el párroco o vicarios de la parroquia a la que el seminarista
pertenece, o en los momentos de encuentro de los seminaristas con los sacerdotes,
también con los padres del equipo formador, debe ir dándose una relación más
profunda y confiada, la propia de quien en poco tiempo ya se incorporará al
presbiterio. La convivencia con los hermanos en el seminario ha sido un
entrenamiento para ello. Deben irse rompiendo las fronteras entre los padres y los
seminaristas para establecer una relación más fraterna. ¿Se va logrando este paso de
pertenencia y de relación? Al señalar cauces concretos para la vida fraterna se está
ayudando a los seminaristas a imaginar cómo serán las relaciones en
Itinerarios formativos 518 Etapa teológica

el futuro y a construirlas desde el presente.


Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Hech 20, 17-38.
0:10 Explicación de la meta.
0:15 Recapitulación: La relación con la autoridad.
1:15 La íntima fraternidad sacramental.
2:00 Descanso.
2:15 Cauces prácticos para la vida fraterna.
2:50 Consignas.
3:00 Devoción mariana.

Consignas.
■ Pon atención para analizar la calidad de las relaciones fraternas que estás
viviendo en el seminario de cara al futuro ¿Estás construyendo firmemente?
¿Cuál es el motivo de estas relaciones? ¿En ellas se realiza la íntima fraternidad
sacramental de que hemos hablado? ¿Cómo se puede trabajar sobre ello? Trae este
análisis para el quinto encuentro comunitario.
■ Lee con atención y reflexiona sobre el concepto de fraternidad sacerdotal
en ΡPresbyterorum ordinis n. 8. Busca las referencias en la Pastores dabo vobisy
en el Directorio para la vida y ministerio de los presbíteros.
Itinerarios formativos 519 Etapa teológica

3° de Teología / Quinto encuentro comunitario

La fraternidad apostólica

Meta. El alumno comprende el sentido de la relación fraterna con los fieles, tanto seglares como
religiosos, como cauce de la caridad pastoral e incorpora este elemento a su proyecto sacerdotal,
aprendiendo a discernir el modo y la forma de esas relaciones.

Oración inicial. Flp 1, 1-11. Es el saludo de la carta a los filipenses. Allí san Pablo expresa la profunda
vinculación que experimenta en su relación con los fieles, le han llegado a ser muy queridos. Un modelo de
vida fraterna con la comunidad. San Pablo convivió y trabajó solidariamente con los fieles laicos, que para
él son entrañables. Estableció con ellos vínculos profundos.

Recapitulación: Dificultades para la vida fraterna.

Se pide a los seminaristas que se reúnan como grupo y expresen las dificultades que se dan con mayor
frecuencia para la vida fraterna, que es el tema que se tocó en el encuentro anterior. Se exponen estas
dificultades con todo el grupo, de modo que los formadores intentan responder a ellas desde la propia
experiencia. Como hicimos con el tema de la autoridad, se trata de afrontar las dificultades reales, con el fin
de facilitar un compromiso.

Contenido.

A. La fraternidad apostólica.
El tema es tratado en Presbyterorum ordinis 9, formando una trilogía con los dos números anteriores. La
vocación específica tiene siempre como fundamento la común vocación de todos los cristianos. De modo
que entre todos los fieles se establece una radical igualdad que es importante reconocer. Por eso también se
utiliza el término "fraternidad apostólica" para designar las relaciones de los ministros ordenados con los
fieles. Han de ser verdaderas relaciones fraternas, en las cuales los presbíteros son hermanos entre los
hermanos. Estas relaciones no deben ser unilaterales, es decir, sólo del presbítero que ama a los fieles y se
entrega a ellos, sino recíprocas, donde también él es amado y recibe la ayuda de los demás. El equilibrio
entre dar y recibir, amar y ser amado hay que cuidarlo siempre porque es la base de las auténticas relaciones
humanas.

Sentado el común origen y la común dignidad que comparten presbíteros y laicos, el documento pone
atención al motivo de esta relación, que es la misión compartida. Parece conveniente nunca perder de vista
este elemento. Son relaciones tejidas en torno a la misión y en orden a su mejor realización. Los laicos
estiman al sacerdote por ser sacerdote y miembro de la comunidad. Como el presbítero es el hombre de la
misión, esto no debe causar ningún problema. Sus relaciones con los demás se entienden desde lo que él es.
El documento señala dos polos. El primero consiste en que el presbítero no busque sus propios intereses,
sino los de Jesucristo, porque en tal caso estaría utilizando la relación; el segundo, que valore la
responsabilidad de los seglares
Itinerarios formativos 520 Etapa teológica

en la misión y por ello los escuche con gusto, los consulte y aproveche su
experiencia y su competencia. Se quiere excluir cualquier actitud interesada,
prepotente o manipuladora. Al contrario, han de ser relaciones libremente
ordenadas a la mejor realización de la misión de la Iglesia y de la comunidad
concreta.
Los presbíteros tienen la misión de descubrir y fomentar los carismas de los
seglares facilitando que tomen conciencia de ellos, procurando su profundizacion
espiritual y su preparación técnica y práctica, dejándoles libertad y radio de
acción, invitándolos incluso a que emprendan sus obras por propia iniciativa. Se
muestran así toda una serie de actitudes que el presbítero necesita cultivar ante
los laicos, no sólo como cooperadores en la misión, sino como verdaderos
responsables de la misma. Es necesario que los presbíteros tengan bien fundada la
teología del laicado, desde la cual han de actuar.
Es importante que el presbítero valore con profundidad la vocación y los
servicios y ministerios que realizan los laicos. Esto muy especialmente cuando
asesora a movimientos laicales o a grupos apostólicos. El contacto con ellos
representa una verdadera oportunidad para vivir con mayor profundidad y
entrega la propia espiritualidad sacerdotal. Ha de saber estar con humildad entre
ellos, no sólo actuando para corregir las desviaciones o dificultades que tengan,
sino para aprender de ellos, tanto en la actividad práctica que realizan como de su
misma vida espiritual. Con mucha frecuencia los laicos dan al sacerdote lecciones
de vida, que él ha de estar dispuesto a aprovechar como parte de su formación
permanente. Este camino se comienza desde el apostolado de los seminaristas,
sobre todo cuando les toca aprender a realizarlo a través de la enseñanza de los
laicos.
El presbítero está puesto entre los laicos como garante y agente de la unidad
de la comunidad. Parte de su tarea es armonizar las tensiones que puedan existir
entre ellos, dando a todos la seguridad de que tienen un lugar en la comunidad y
en la misión, y muy especialmente a aquellos que han abandonado la vida
sacramental o han desfallecido en su fe.
Por otro lado, los laicos ayudan al sacerdote con la oración, con el trabajo
apostólico y con su presencia y cercanía. Es interesante observar que muchos
laicos, sobre todo los que provienen de movimientos eclesiales, cultivan una gran
sensibilidad hacia los sacerdotes y su vida, de modo que no se limitan a ser
colaboradores de la misión, sino también se preocupan por la vida de los
sacerdotes y actúan a su favor, a veces con su ayuda y compañía, a veces con su
interés y solidaridad. Lo hacen desde una auténtica vinculación amorosa, con un
marcado desinterés. La mejor palabra para designar estas relaciones es "amistad".
Se trata de cultivar serias y auténticas amistades, según el modelo de Jesús, que
mantuvo relaciones fraternas con diversas personas.
El presbítero también vive la fraternidad apostólica en su relación con los
religiosos y religiosas, colaborando con ellos en múltiples actividades y en la
vida misma de la comunidad cristiana. Se aplican fundamentalmente los mismos
principios, pero ya se ampliará este tema en el octavo encuentro comunitario
como una prioridad del ministerio sacerdotal.
Itinerarios formativos 521 Etapa teológica

B. Integración de las tres relaciones.


Se han presentado tres relaciones típicas de los presbíteros. La comunión
jerárquica, la fraternidad presbiteral y la fraternidad apostólica. Conviene que los
seminaristas tiendan a armonizar estas tres relaciones y ajusten sus expectativas a la
naturaleza de cada una de ellas. La inspiración y el modelo de los tres niveles será
Jesús, que llama a sus discípulos "amigos" (Jn 15, 15). Una verdadera amistad en la
fe debe llevar la relación del presbítero con el obispo más allá de la figura de
autoridad, hacia una confiada manifestación de sí mismo; debe llevar también la
relación entre los presbíteros, más allá de la simple camaradería, hacia una íntima
comunicación y una eficaz solidaridad; debe llevar, en fin, la relación con los
laicos, más allá de la búsqueda de algún provecho, hacia el mutuo agradecimiento
de quienes se saben amados.
De esta manera la fe es la que guía a los presbíteros en sus relaciones, siempre en
el marco del modelo de Cristo, hermano y amigo. Sin embargo, es importante que
cada uno se esfuerce por ser leal en estas relaciones, para que no se echen a perder.
Por ello es recomendable enseñar a los seminaristas a tener ciertas cautelas:
En cuanto a la relación con el obispo y con los superiores en general,
conviene ser muy cauto ante las actitudes de servilismo y ante la ambición de
influir o de colocarse en una posición de privilegio. Evitar, por todos los medios,
el afán de quedar bien con los superiores o el fingimiento delante de ellos. Ante los
superiores el presbítero está para colaborar lealmente, excluyendo cualquier otro
interés, aunque pareciera lícito o bien intencionado. El equilibrio entre la
verdadera obediencia y la confiada manifestación de sí mismos pone al presbítero
a salvo de estas tentaciones que son tan comunes. El modo de la relación con la
autoridad se ensaya desde el mismo seminario, especialmente en el trato con los
formadores, que debe ser profundamente educativo para este fin.
Así como el presbítero está llamado a comunicarse transparentemente con los
superiores, no debe esperar la reciprocidad en la misma medida. Esta línea es
importante para la comunicación ordinaria, porque no siempre la autoridad está
en la posibilidad de responder inmediatamente e incluso de ser comprendida en
sus decisiones. Pero también es aplicable para la relación afectiva. A veces se espera
del obispo que exprese el afecto personalmente a todos los sacerdotes, pero hay que
reconocer que, aunque auténticamente los ame, esto muchas veces no es posible.
Donde los sacerdotes deben resolver su situación afectiva es en el presbiterio y no
hay que esperar que el obispo supla lo que está descuidado. Por eso se dice que la
relación entre los presbíteros es "íntima" y la relación con el obispo es "confiada".
Lo que realmente importa es que no se tengan expectativas irrealistas que lleven al
presbítero a exigir a sus superiores lo que no se puede dar.
La íntima fraternidad sacramental es realmente el núcleo de la vida relacional
porque es el ámbito más propio de pertenencia para el sacerdote. Sobre todo debe
quedar claro que los problemas espirituales, económicos, afectivos, o de
cualquier tipo que tenga, deben resolverse en este ámbito fraterno. Es allí donde
encuentra la dirección espiritual y la confesión sacramental, la amistad profunda y
permanente, la previsión de sus necesidades económicas o de cualquier otro tipo.
Es importante que no espere solucionar este tipo de problemas recurriendo a
los
Itinerarios formativos 522 Etapa teológica

laicos. Ellos pueden ayudar en todas estas cosas con generosidad, pero siempre que lo
hagan espontáneamente y no obligados o manipulados por el sacerdote, quien ha de
presentarse con la vida resuelta ante ellos, precisamente para que la relación con los
laicos sea gratuita y apostólica. En este sentido también debe ajustar sus expectativas.

Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Flp 1, 1-11.
0:10 Explicación de la meta.
0:15 Recapitulación: dificultades para la vida fraterna.
1:15 La fraternidad apostólica.
2:00 Descanso.
2:15 La integración de estas tres relaciones.
2:50 Consignas.
3:00 Devoción mariana.

Consignas.
■ Haz un análisis de tus relaciones de amistad con los laicos y pregúntate, ¿Son
relaciones unilaterales o bilaterales? ¿Se da adecuadamente el juego de dar y recibir,
propio de una verdadera amistad? ¿Alguna vez ha funcionado como una huida ante las
tensiones que vives en el seminario o en la comunidad fopmaíiva?
■ Pregúntate específicamente por el modo de la relación con tu familia. ¿Piensas
que es posible y conveniente que llegues a amar a tu propia familia con amor pastoral, es
decir, fundándote en la caridad pastoral?
Itinerarios formativos 523 Etapa teológica

3° de Teología / Sexto encuentro comunitario

La atención a los pobres y los enfermos

Meta. El alumno de tercero de teología contempla la opción prioritaria de Jesús por los pobres y los
enfermos y visualiza la dedicación a ellos como un campo prioritario de su futuro ministerio sacerdotal.

Oración inicial. Me 1, 40-45 Curación de un leproso. La ley de Israel enseñaba que el contacto con los
leprosos contaminaba. Jesús, desafiando la ley y lleno de misericordia, extiende su mano para tocar al
leproso, pero lejos de quedar contaminado, lo purifica de su mal. Muestra así la fuerza de la caridad pastoral.

Recapitulación: La relación con la propia familia.

Se retoma la segunda consigna del encuentro anterior que invitaba a los seminaristas a profundizar en
su reflexión sobre la relación con su propia familia. Se les pide que elaboren el vínculo entre caridad pastoral
y la relación del sacerdote con su familia. Se puede utilizar el esquema simple de lo que debe ser y lo que no
debe ser. Después de hacer el ejercicio, se les pide un momento de reflexión sobre su propia familia. ¿Se está
preparando desde ahora el tipo de relación que debe ser? ¿O se está preparando lo contrario? Comparten en
grupos de tres, sin hacer una puesta en común.

Contenido.
A. Consideración del ministerio de Jesús.

Se comienza el tema repartiendo a los seminaristas una serie de textos de Marcos sobre Jes ús cerca de
los pobres y los enfermos: Me 1, 40-45: Curación de un leproso; Me 3, 1-12: El hombre de la mano atrofiada
y muchos enfermos; Me 5, 1-20: El endemoniado de Gerasa; Me 5, 21-43: La mujer enferma y la hija de
Jairo; Me 6, 6b-13: Actividad de Jesús y misión de los doce; Me 6, 53-56: Curaciones en Genesaret; Me 7,
31-37: Curación de un sordomudo; Me 8, 22-26: El ciego de Betsaida; Me 9, 14-29: Curación de un
epiléptico; Me 10, 46-52: El ciego Bartimeo; Me 12, 41-44: La viuda pobre. Cada seminarista analiza dos o
tres textos con estas pautas: a) ¿Qué tiene que hacer el enfermo o el pobre para acercarse a Jesús? b) ¿Cuáles
son las actitudes de Jesús para con el enfermo o el pobre? c) ¿Se descubre algo sobre el mundo interior de
Jesús, sus sentimientos y motivaciones?

Después de analizar los textos y de poner en común los resultados, todo el grupo intenta sacar unas
conclusiones sobre el lugar de los pobres y los enfermos en el ministerio de Jesús. Después se completa el
tema como sigue.

Se han puesto sólo textos de Marcos para mostrar que el tema de los pobres y los enfermos es
abundantísimo en los relatos evangélicos. Lo es porque ellos fueron una prioridad en el ministerio de Jesús y
en la dedicación de su tiempo. Desde nuestro punto de vista sacerdotal diríamos que fue su prioridad
pastoral. Citando al profeta Isaías, Jesús arguye la atención a los pobres y la liberación de los enfermos
como signo de la autenticidad de su misión (Le 7, 22; Cf. Is 35, 5-6), con esta actitud recupera
Itinerarios formativos 524 Etapa teológica

toda la doctrina del Antiguo Testamento que muestra cómo Dios escucha el
clamor de los pobres y acude en su ayuda con prontitud.
Es llamativo cómo Jesús es accesible a los pequeños. Se encuentra en el
camino, provoca un momento de encuentro, pone atención y percibe la presencia
de los pobres. La acción de Jesús con los enfermos es directa y clara, pronta y
decidida. Su intención al acercarse a quienes sufren es vencer el mal. Los toca con
sus manos, los consuela con sus palabras y con sus actitudes, tiene hacia ellos la
consideración que se tendría hacia la propia familia. Consecuentemente se
expresa mediante gestos de ternura y les ofrece palabras de aliento. Tiene su
mayor alegría en que Dios se revele a los sencillos, porque ha venido no para los
sanos, sino para los enfermos.
Los evangelistas subrayan cómo Jesús se acerca a los pobres movido por la
misericordia. Siente compasión, se pone en su lugar, acude en su ayuda con
prontitud. De modo que no se trata sólo de una acción milagrosa o externa, sino
que tiene su fuente en el mismo corazón misericordioso de Jesús. Algunos
ejemplos transparentan la interioridad de Jesús, que es objeto de contemplación
para el creyente: sintió compasión de ellos, porque estaban cansados y abatidos,
como ovejas sin pastor (Mt 9, 36); Jesús, compadecido, extendió la mano, lo
tocó y le dijo: quiero, queda limpio (Me 1, 41); El Señor, al verla, se compadeció
de ella y le dijo: no llores (Le 7, 13). Estos sentimientos de Jesús describen en
qué puede consistir la caridad pastoral. Efectivamente, su modo de sentir y de
actuar ante los pobres es un signo de la infinita misericordia que hay en el
corazón del Padre.
Jesús dio a sus apóstoles la consigna de curar a los enfermos y atender a los
pobres como un elemento central de la misión: les dio poder para expulsar los
espíritus inmundos y para curar toda clase de enfermedades y dolencias (Mt 10,
1). El anuncio del Evangelio se hace a través de obras y de palabras, mostrando
que se trata de una liberación integral. Para Jesús el amor a los pobres es
incompatible con el afán de riquezas. Esta doctrina es válida para todo cristiano y
debe guiar los pasos de la entera comunidad eclesial, pero tiene unas resonancias
centrales para el ejercicio de los ministerios y específicamente para el ministerio
sacerdotal.
B. Aplicación al ministerio sacerdotal.
Presbyterorum ordinis 6c propone la atención a los pobres y a los enfermos
como la prioridad principal del sacerdote: Los presbíteros tienen encomendados
a sí, de una manera especial a los pobres y a los más débiles, a quienes el Señor
se presenta asociado, y cuya evangelización se da como prueba de la obra
mesiánica... atiendan con toda solicitud a los enfermos y agonizantes,
visitándolos y confortándolos en el Señor. Es llamativo un proyecto que una al
sacerdote especial y prioritariamente a los pobres. Este es el proyecto que
reiterativamente han elegido los obispos de Latinoamérica, sin embargo no suele
ser una prioridad en el ministerio de muchos sacerdotes.
La atención a los pobres y a los enfermos no es sólo una prioridad del
sacerdote, es al mismo tiempo una prioridad de la misma comunidad cristiana,
que es capaz de poner en el centro a los más débiles y postergados, porque ha
superado la tendencia a la exclusión. Es una comunidad incluyente. La atención a
los pobres y a los enfermos
Itinerarios formativos 525 Etapa teológica

ha sido como un icono de la caridad pastoral a lo largo de la historia. Las


actitudes del sacerdote hacia los pobres son así un referente para toda la
comunidad, porque la educa, señalando las prioridades.
En los ritos eucarísticos la ofrenda a favor de los pobres ocupa un lugar
importante. Es el caso de la liturgia del jueves santo, la ofrenda para los pobres se
considera una expresión del amor fraterno que se celebra ese día como un
mandato de Jesús. En la organización pastoral de la comunidad cristiana la
atención a los pobres (diaconía) es uno de los pilares fundamentales. En la liturgia
de las horas, por fin, se recuerda continuamente a los pobres. Todo ello
recomienda que el sacerdote busque caminos concretos para servir personalmente
a los pobres y a los enfermos. Quizá sea útil señalar algunas líneas para hacerlo:
Mantener la cercanía con los enfermos y los pobres. Esto implica dos
actitudes sacerdotales.
■ La primera consiste en presentarse de tal manera que los pobres no recelen
acercarse a él o frecuentarlo. Es el criterio que se indicó para la pobreza sacerdotal.
Como Jesús, se trata de estar accesible, en el camino, en disposición de recibir
sobre todo a los más débiles. Es mantener la puerta abierta acogiendo de corazón
a los pobres y dedicándoles el tiempo. Muchos laicos profesionistas lo hacen
desde su conciencia cristiana, dedican su tiempo y su habilidad profesional a los
pobres, abren sus espacios, como despachos y consultorios a su presencia. En este
sentido puede ser muy útil que el sacerdote se obligue a hacer siempre algún
servicio material a los pobres, haciendo vivo el ejemplo de Jesús de lavar los pies
a los discípulos. Es deseable que los sacerdotes acumulen una práctica de este
estilo, de modo que vayan desarrollando las habilidades correspondientes.
■ La segunda actitud sacerdotal es la de visitar frecuentemente a los pobres y
a los enfermos. Es clásico el sacerdote que tiene bien localizados a los más pobres
y los visita espontáneamente, dedicando con gusto, por ejemplo, algunos ratos
libres. Un rasgo se santidad sacerdotal es la visita frecuente a los pobres, y a los
enfermos, el saber compartir momentos con ellos, el estar especialmente cerca de
los que por algún motivo sufren. El hecho de que el servicio a estos hermanos esté
organizado y que existan laicos dedicados a ellos no impide, antes exige su
disponibilidad personal para confesar a los enfermos, para visitarlos
acompañando a los ministros y para atender a los pobres.
Al tocar este tema conviene recordar, con especial afecto, la reflexión de los
obispos de Latinoamérica sobre los pobres en la comunidad cristiana. En especial
la opción preferencial por los pobres hecha en la Conferencia de Medellín (1968)
y el reconocimiento de Cristo en los rostros de los pobres, del documento de
Puebla (1979) y retomado por el de Aparecida (2008). Para ello se recomendó
desde el principio del curso la lectura de estos documentos. Remarcar la
vinculación que se establece en estos documentos entre la opción por los pobres y
la pastoral juvenil, sobre todo cuando se designa a los jóvenes como los pobres
entre los pobres. Convie-
Itinerarios formativos 526 Etapa teológica

ne también hacer un cuestionamiento sobre la opción por los pobres en la Iglesia


particular.

Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Oración inicial: c 1, 40-45.
0:10 Explicación de la meta.
0:15 Recapitulación: la relación con la propia familia.
1:15 Consideración del ministerio de Jesús.
2:00 Descanso.
2:15 Aplicación al ministerio sacerdotal.
2:50 Consignas.
3:00 Devoción mariana.

Consignas.
■ Analiza con cuidado cómo es el modo de tu relación con los pobres. ¿Es
auténticamente cristiano? ¿Qué le falta para serlo? Sobre todo, pregúntate:
¿Qué necesitas afrontar para que tengas más libertad para aplicar a tu vida
la opción preferencial por los pobres que ha reiterado la Iglesia
latinoamericana?
Itinerarios formativos 527 Etapa teológica

3° de Teología / Séptimo encuentro comunitario


La prioridad de la familia y los jóvenes
Meta. El alumno de tercero de teología comprende la trascendencia de la
pastoral familiar, juvenil y vocacional y asume como parte de su proyecto
sacerdotal esta prioridad.
Oración inicial. Le 2, 41-52 La sagrada familia de Jesús, María y José es un
claro modelo para las familias cristianas y nos recuerda la gran importancia de
evangelizar la familia, ella es el ámbito natural de la educación de los jóvenes y
del surgimiento de la vocación. El texto muestra cómo Jesús creció en una
familia que establece una íntima conexión con la paternidad de Dios.
Recapitulación: La opción preferencial por los pobres.
Se pide a los seminaristas que compartan sus reflexiones sobre la opción
preferencial por los pobres, reflexión que se supone que han realizado durante
todo el año. Para compartir sus reflexiones puede servir el esquema triple: a)
¿Qué sentimientos suscita en mí la consideración de la opción preferencial por
los pobres? b) ¿He llegado a adquirir algunas convicciones sobre el servicio
sacerdotal a los pobres? c) ¿Cuáles son mis actitudes prácticas ante los pobres?
Después, ya como grupo, se les pide que elaboren una lista de los impedimentos
que pueden existir para que esta opción llegue a ser nítida en su vida como
candidatos al sacerdocio. Al final se puede cuestionar a los seminaristas cómo la
caridad con los pobres es un signo muy claro de la caridad pastoral, que no debe
faltar en la vida sacerdotal.
Contenido.
A. La evangelización de la familia.
Presbytrerorum ordinis 6c presenta con breves palabras esta prioridad:
también se atenderá con diligencia especial a los jóvenes, a los cónyuges y a ¡os
padres de familia. El texto se refiere en concreto a los que viven penosamente o
con muchas dificultades su realidad familiar. En los planes diocesanos de pastoral
cada vez se pone más de relieve la importancia de la familia en la evangelización.
Ella es el ámbito más natural para la transmisión de los valores de la fe. El
sacerdote es parte de la historia de las familias porque se hace presente en
momentos muy importantes de su vida y de su desarrollo. Así como puede
convertirse en una referencia para la fe de los miembros de la familia, puede
llegar a ser un motivo de escándalo. Todo dependerá de sus actitudes en
momentos tan delicados como la preparación de un matrimonio, el nacimiento de
los hijos, las dificultades en la vida conyugal, la viudez, la muerte.
En la cultura actual se han hecho muy evidentes las situaciones difíciles por
las que pasa la familia y las dificultades para que las familias cristianas lleguen a ser
un ámbito evangelizador. Estas situaciones han de ser atendidas de un modo
delicado por los sacerdotes, que habitualmente tienen la oportunidad de intervenir
en ellas. Siempre será laudable que los sacerdotes tomen iniciativas para favorecer a
las familias. Algunos de los campos específicos que toca desarrollar al sacerdote son
los siguientes:
Itinerarios formativos 528 Etapa teológica

■ El discernimiento de la vocación conyugal. El acompañamiento a los


novios durante el mismo noviazgo y en la decisión de casarse es una de las grandes
oportunidades evangelizadoras que tiene la Iglesia. Sin embargo suele ser una
oportunidad mal aprovechada. Todo lo que se haga por mejorar la catequesis
prematrimonial, por acompañar a los novios, por hacer mejor las presentaciones
matrimoniales y la preparación de la ceremonia del matrimonio redundará en un
crecimiento de la comunidad cristiana y de la vida sacerdotal. No hay que olvidar
que los buenos sacerdotes proceden habitualmente de buenos matrimonios y de
buenas familias.
■ El acompañamiento y sostenimiento de las familias. Si el primer momento
en el cual se funda una familia es importante, no lo son menos los momentos
sucesivos. En los planes diocesanos de pastoral se subraya sobre todo esta
perspectiva. Hay que pensar no sólo en la valiosísima tarea de ayudar a los
matrimonios en sus dificultades, sino también en la tarea positiva de fomentar su
crecimiento y su compromiso social y eclesial. El trato frecuente con matrimonios
es al mismo tiempo una ayuda para la vida del sacerdote. Algunos movimientos
matrimoniales se han hecho muy sensibles a la realidad de los sacerdotes y se
proponen específicamente poner atención a ella.
■ La ayuda en la educación de los hijos. Desde el bautismo, pasando por la
catequesis de la iniciación cristiana hasta llegar a la confirmación, la Iglesia tiene la
preciosa oportunidad de ayudar a la familia en la educación integral de sus hijos,
sobre todo a las familias cristianas. Evidentemente se trata de una responsabilidad
de los padres de familia, sin embargo el sacerdote puede ofrecer cauces y ayudar a
los padres en su labor. Es importante que al organizar las acciones educativas, sea
en la pastoral de niños, de adolescentes o de jóvenes, el sacerdote perciba a las
familias como aliados a favor de la misma causa y establezca con ellas una corriente
de simpatía.
■ La atención a las personas divorciadas. Así como hay un cuidado del
matrimonio que va progresando en su compromiso, también es importante el
cuidado pastoral de las personas divorciadas, sobre todo de las que continúan
formando una familia en medio de muchísimas dificultades. La caridad pastoral
tiene mucho que hacer en este caso, que se recomienda especialmente a los
sacerdotes. Hay que poner una especial atención a las personas que intentan vivir
su divorcio cristianamente.
■ La atención a los solteros y a los viudos. Hay aquí dos campos preciosos de
apostolado familiar. Se trata de ayudar a ambos grupos de personas a vivir con un
sentido cristiano su propia situación. Cuando se trabaja en este ámbito es
sorprendente verificar el profundo espíritu cristiano con el que muchas personas
afrontan la realidad de su vida. Los solteros son especialmente cercanos al
corazón de Jesús, y lo han de ser al corazón de la Iglesia y de los sacerdotes. En la
comunidad cristiana encuentran un hogar un punto de referencia para su vida.
¿Qué decir de los viudos y las viudas, a quienes Jesús miro con especial
Itinerarios formativos 529 Etapa teológica

predilección?
■ El cuidado pastoral de las personas homosexuales. También las personas
con tendencias homosexuales son parte de una familia y de la comunidad
cristiana. Con mucha frecuencia los sacerdotes son consultados al respecto.
Es un campo delicado y fecundo de apostolado. El sacerdote debe mostrar
actitudes de acogida a las personas homosexuales, y proponerles un
camino de santidad en su condición de vida, además de estimular su
compromiso familiar y social.
B. La pastoral juvenil y vocacional.
La atención pastoral a los jóvenes se encomienda especialmente al cuidado de los
sacerdotes: también se atenderá con especial diligencia a los jóvenes. Esta encomienda no
es exclusiva para los sacerdotes jóvenes. Para que la pastoral juvenil funcione es necesario
que una comunidad cristiana la acoja y la proteja, exactamente como ocurre en una
familia, los jóvenes son guardados y protegidos por los adultos; la familia invierte en
ellos sus mejores recursos y tiene en ellos sus mayores esperanzas. Si la comunidad
cristiana está llamada a ejercer una maternidad espiritual especialmente con los jóvenes,
el sacerdote, guía de la comunidad, ha de señalar en la misma dirección. El presbítero es
un referente central a la hora de implementar la pastoral juvenil porque enseña a toda la
comunidad a dar un lugar a los jóvenes. Puede ser útil desarrollar un elenco de las
actividades sacerdotales en la pastoral juvenil:
La primera acción pastoral del presbítero en la pastoral juvenil es su sola presencia,
que ha de ser gratuita, cercana, significativa, misericordiosa. Su presencia da solidez a las
estructuras de la comunidad juvenil. Los jóvenes deben sentirse amados y acogidos
personalmente por el sacerdote. Una segunda acción es la asesoría, es decir, el trabajo
que hace convocando, formando y sosteniendo a los animadores y asesores de la pastoral
juvenil. En colaboración con los animadores y asesores, la asesoría del sacerdote toma
muchos caminos complementarios entre sí, desde la preparación de temas hasta la
organización de las fiestas. Esta asesoría incluye el apoyo a la pastoral juvenil en lo que
sea necesario. La tercera acción típica del presbítero es el acompañamiento y la dirección
espiritual de los jóvenes. En este acompañamiento es fundamental la flexibilidad y la
claridad. Es interesante que se fomente directamente el acompañamiento a los jóvenes.
La cuarta acción del presbítero en la comunidad juvenil es la celebración de la liturgia con
los jóvenes. Los jóvenes se incorporan ordinariamente a la celebración de la comunidad,
pero existen momentos muy especiales en los que es necesaria una liturgia propia, por
ejemplo, para introducir a los muchachos a la celebración de la Eucaristía, o para la
reconciliación.
La pastoral vocacional. Para el sacerdote la pastoral de las vocaciones sacerdotales es
una cuestión que compromete su propia identidad sacerdotal, y por ello es normal que
tenga la mayor diligencia y atención que le sea posible. El compromiso en la pastoral
juvenil y vocacional es algo que ya puede ser bien claro desde la misma etapa teológica.
Su función en este campo es doble. Por un lado debe fomentar el clima vocacional de la
comunidad; por otro lado, debe acompañar los procesos vocacionales, especialmente de
quienes se proponen el ingreso en el seminario o en una comunidad religiosa. Debe
Itinerarios formativos 530 Etapa teológica

quedar manifiesto el aprecio que hace de las distintas vocaciones. Al mismo


tiempo, la amplitud con que propone acciones vocacionales dirigidas a todos los
jóvenes que pertenecen a su apostolado o al territorio parroquial.
Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Le 2, 41-52.
0:10 Explicación de la meta.
0:15 Recapitulación: la opción preferencial por los pobres.
1:15 La evangelización de la familia.
2:00 Descanso.
2:15 La pastoral juvenil y vocacional.
2:50 Consignas.
3:00 Devoción mariana.

Consignas.
■ Pregúntate si has asumido un compromiso en la pastoral juvenil y
vocacional y qué significa esto en tu propio proceso formativo. ¿Cuál es la
actitud con la que te acercas a los jóvenes? ¿Has sido un referente para
nuevos candidatos al seminario? ¿Qué puedes decir de tu compromiso en
el mismo seminario, especialmente de cara a los seminaristas que son más
jóvenes que tú?
Itinerarios formativos 531 Etapa teológica

3o de Teología / Octavo encuentro comunitario


El cuidado de las personas consagradas
Meta. El alumno de tercero de teología comprende la importancia de la vida
religiosa en la Iglesia y acepta el cuidado de las personas consagradas como
parte de su futuro ministerio presbiteral.
Oración inicial. Col 1, 24-2, 5. En este texto san Pablo manifiesta que ha
emprendido toda clase de trabajos para que Cristo se forme en cada uno de los
creyentes. Es un buen retrato del presbítero que ayuda a que cada persona llegue
a ser lo que debe ser en la comunidad cristiana, de acuerdo al don recibido de
Dios. La actitud pedagógica es importante de cara a la intervención del sacerdote
en las comunidades religiosas y en el fomento de sus vocaciones.
Recapitulación: La pastoral juvenil y vocacional.
Se retoma la consigna del encuentro anterior sobre el compromiso en la
pastoral juvenil y vocacional. Se trata de un punto de revisión importante porque
ya muestra por dónde irá su compromiso sacerdotal en el futuro. Así como se
habla de laicos comprometidos y no comprometidos, se puede hablar de
sacerdotes comprometidos y no comprometidos. ¿Cuál es nuestra situación?
Contenido.
A. La vida religiosa en la Iglesia.
Para que el sacerdote y el seminarista se convenzan de que la atención a la vida
consagrada es parte de su ministerio pastoral es necesario que comprendan bien el
valor que tiene la vida consagrada en la Iglesia. Es un punto en el que insisten
siempre los documentos sobre la vida consagrada. Es necesario reafirmar con
fuerza que dicha vocación religiosa pertenece a la plenitud espiritual que el
mismo Espíritu Santo suscita y plasma en el pueblo de Dios. Sin las órdenes
religiosas, sin la vida consagrada por medio de los votos de castidad, pobreza y
obediencia, la Iglesia no sería plenamente ella misma". Juan Pablo II a los
superiores generales, 24-IX-78. Hay que percibirla, pues, como un don de Dios
profundamente perteneciente a la Iglesia, parte de su mismo ser, que se ve
enriquecido y como completado por los carismas de los religiosos. Esto es
especialmente visible en la Iglesia particular, cuya historia ha sido tejida con la
presencia y la colaboración de las comunidades religiosas y de los institutos
seculares.
Consecuentemente en la configuración de una Iglesia particular y en su
historia la presencia de los carismas de la vida consagrada son un elemento
importante, muchas veces comprometido en la misma fundación de esa Iglesia. Si
aplicamos la misma ¡dea a la parroquia, las comunidades de vida consagrada
comprendidas en el territorio parroquial son un elemento imprescindible de dicha
comunidad, que se define a sí misma como una comunidad de comunidades. Por
ello la organización diocesana y parroquial han de contar con estos dones del
Espíritu como una riqueza y un cauce estimadísimo de evangelización.
La presencia de la vida religiosa fue, desde sus orígenes, como un
recordatorio vivo
Itinerarios formativos 532 Etapa teológica

del Evangelio para la comunidad cristiana. Ellos muestran con su vida de


radicalidad que el mensaje cristiano no es un castillo en el aire, sino que es
transformado en realidad práctica y concreta a través de su vida en común y en su
servicio apostólico. Por eso la vida religiosa debe atraer a todos a una radicalidad
similar, es decir, a I cumplimiento de los deberes propios de la vocación de cada
uno. Es así un testimonio de santidad que atrae a todos a la santidad, tanto a los
laicos como a los ministros ordenados.
La vida consagrada participa en el proyecto evangelizador de la Iglesia
particular y de la parroquia, pero obedeciendo siempre a su propia naturaleza y a
su carisma. Por eso, para facilitar su participación, es necesario que quienes
conducen la vida de la diócesis y de la parroquia conozcan sus carismas y sugieran
el cauce idóneo para su participación. Evidentemente hay una diferencia entre el
modo de presencia de las religiosas de vida activa, la de las vírgenes consagradas
y la de las monjas de clausura. Pero la hay también entre religiosos y religiosas
dedicados a diversas obras de apostolado. Ellos son responsables de fecundar a la
Iglesia con su carisma y la Iglesia debe acoger ese carisma como un don del
Espíritu dado para su propio desarrollo.
B. El cuidado pastoral de las personas consagradas.
Presbyterorum ordinis 6 también señala esta prioridad: No olviden los
presbíteros que todos los religiosos, por ser la porción selecta en la casa del
Señor, merecen un cuidado especial para su progreso espiritual en bien de toda la
Iglesia. Con los religiosos y religiosas hay que tener una consideración especial
porque son personas que han entregado toda su vida al servicio de la comunidad
cristiana. El servicio a los consagrados es un rasgo peculiar de la caridad pastoral,
es decir, del amor con que Cristo ama a su Iglesia. El motivo de este cuidad es más
teológico que práctico. Conviene señalar algu-nos rasgos del comportamiento
sacerdotal en las comunidades religiosas:
El respeto a las personas consagradas. Este es el primer rasgo de una atención
pastoral adecuada. Se espera del sacerdote que sea el primero que trate con suma
veneración y respeto a las personas consagradas y a las instituciones de vida
consagrada. Su actitud ha de ser un reflejo de la valoración que hace la Iglesia de
este don del Espíritu Santo. El respeto significa el reconocimiento de su valor,
pero también implica que dé a conocer ese valor, especialmente en el ámbito
pastoral en el que trabaja, por ejemplo, en el seminario o en la parroquia. En el
sentido negativo, no permitirse hablar mal de las religiosas o hacer bromas de
mal gusto sobre la vida religiosa.
El cuidado de las vocaciones religiosas. Habitualmente las vocaciones religiosas
son presentadas y avaladas por un sacerdote, con frecuencia el párroco. Esta es una
función típica, no sólo para las vocaciones sacerdotales. Presentar a un candidato o
candidata significa haberlo conocido previamente y haber realizado algún proceso
de acompañamiento. El sacerdote presta dos servicios importantes antes del
ingreso. El primero es la clarificación de la vocación religiosa y la canalización de
la persona a una congregación concreta. Este servicio supone que el sacerdote
distingue con claridad los diversos tipos de vida consagrada y sabe percibir los
signos vocacionales que orientan al candidato hacia un instituto o hacia otro. El
segundo servicio es la ayuda para el momento del ingreso, que puede tener
diversas facetas, según las circunstancias. Conviene que el
Itinerarios fbrmativos 533 Etapa teológica

sacerdote siempre haga un tiempo para prestar estos servicios. Su orientación en el caso
de las vocaciones consagradas tiene un gran valor, porque está en una posición neutra al
no pertenecer a ningún instituto.
La confesión de las personas consagradas. Habitualmente son confesiones de devo-
ción, donde el arrepentimiento y el perdón se hacen con mayor finura y detalle. El hecho
de que las personas consagradas no cometan grandes pecados, que es lo normal, no
significa que no necesiten el sacramento. Habitualmente se nombran confesores para los
conventos y casas de formación. Para las religiosas de clausura este oficio incluso es dado
por el obispo. Esto muestra que se trata de una tarea típicamente pastoral.
La dirección espiritual. Se trata de una actividad muy delicada. Cuando se trata de
personas que viven un verdadero camino de santidad, el sacerdote sale profundamente
beneficiado del trato espiritual con ellas. Cuando se trata de situaciones más o menos
problemáticas se requiere de una gran prudencia y discreción. El acompañamiento a las
personas consagradas se da durante tiempos muy específicos, habitualmente condicio-
nados por sus cambios de destino. La dirección espiritual es muy necesaria en la vida de
las personas consagradas y requiere sacerdotes bien preparados para ello. Se trata de
estar disponible cuando es necesario y también de saber retirarse discretamente en el
momento oportuno.
La atención pastoral de las comunidades religiosas. Con frecuencia se nombra a los
sacerdotes capellanes de alguna comunidad religiosa, sea masculina o femenina. Ser
capellán implica mucho más que presidir la Eucaristía en el convento. Supone que el
sacerdote conoce el carisma propio de la comunidad y lo fomenta desde su propia com-
petencia. Suele implicar también la confesión de las personas consagradas y la asesoría a
la comunidad. El sacerdote ha de ser el primero en respetar las normas de funcionamien-
to de un convento, por ejemplo, la clausura. De modo que su presencia sea discreta,
claramente servicial, edificante. Ser capellán de religiosas o de un instituto secular implica,
de algún modo, la participación de su carisma.
Hay que distinguir muy bien cuatro grandes ámbitos en la vida consagrada, porque la
intervención del sacerdote es diferente en cada uno de ellos:
■ La vida apostólica o activa. Son las instituciones de vida religiosa que asumen un
apostolado. Aunque siempre conservan la vida comunitaria, están dedicados o dedicadas
a ese apostolado. Existen institutos con apostolados múltiples y otros que tienen
solamente un apostolado. Es importante conocer bien el apostolado que realizan, las
formas tradicionales de hacerlo y los retos que se les presentan. El sacerdote ayuda
muchas veces a encarnar el carisma en una realidad específica. Siempre hay la posibilidad
de colaborar en el apostolado de los religiosos asumiendo un compromiso
específicamente sacerdotal en el ámbito pastoral que cultivan.
■ La vida contemplativa. Prácticamente son mujeres porque los institutos contem-
plativos de varones cuentan con monjes ordenados para servicio del convento. El
sacerdote necesita conocer bien la espiritualidad propia de la institución monástica y sus
tradiciones específicas. Son muy diferentes en cada convento. Conviene
Itinerarios formativos 534 Etapa teológica

que tenga un respeto grande a la clausura, de modo que sea el primero que
obedece la consigna de no traspasar la clausura. Aunque sea el capellán,
sólo podrá entrar allí en casos de verdadera necesidad, como confesar a
una monja muy enferma. El contacto con la vida contemplativa suele ser
muy enriquecedor para la espiritualidad del sacerdote.
■ La consagración secular. Son los institutos de vida consagrada que son
propiamente laicales. La mayor parte de ellos realizan tareas seculares muy
diversas. Pueden vivir comunitariamente o de modo individual. Hay instituciones
que comparten ambas formas de vida. Lo importante es comprender bien su
carisma para poder fomentarlo, primero entre los mismos miembros de la
Institución, y luego en la promoción vocacional.
■ La consagración virginal. El orden de las vírgenes consagradas es muy
antiguo en la Iglesia. La consagración de vírgenes se hace siempre en el ámbito
diocesano, de modo que todas pertenecen a una Iglesia particular concreta. Pueden
vivir su consagración de modo individual o asociadamente. En muchas diócesis
existe una organización de vírgenes consagradas. Su vocación requiere un
acompañamiento muy cuidadoso.
Vida religiosa y configuración. El contacto con la vida religiosa es una
oportunidad importante para los sacerdotes. Los religiosos viven con radicalidad
el seguimiento de Cristo y especialmente la configuración con Cristo en los rasgos
históricos de su vida. El sólo hecho de contemplar su vida, más aún, la
participación de sus carismas, es de un gran enriquecimiento para la
espiritualidad sacerdotal.
C. Cierre del tercero de teología.
Corresponde en este encuentro comunitario cerrar el tercer año de teología. Ha
sido un curso centrado en la configuración, se supone que el seminarista va
descubriendo más específicamente en qué consiste ser sacerdote y va
recomponiendo su proyecto sacerdotal con los elementos que se han ido
presentando. Se puede hacer un balance recurriendo a la estructura del método,
con estas preguntas:
■ ¿Hacia qué contenidos se ha volcado tu actitud de permanecer atento?
¿Han surgido elementos del ideal sacerdotal que han resultado en algún sentido
novedosos para ti? ¿Cuáles? ¿Por qué motivo? ¿Esto te ha llevado a permanecer
atento a tus propias actitudes?
■ Los contenidos el itinerario se han centrado en tres partes, el concepto de
caridad pastoral, las tres relaciones del presbítero y las especiales encomiendas
que la Iglesia le hace. ¿Estos contenidos te han exigido liberarte de tendencias
contrarias al ideal que se ha presentado? ¿De qué tendencias en concreto?
■ ¿El itinerario de este tercer año te ha descubierto con mayor claridad la
finalidad de tu opción por el sacerdocio? ¿Has comprendido mejor la necesidad
de liberarte para prestar un mejor servicio al pueblo de Dios?
■ Los contenidos del itinerario, especialmente las prioridades señaladas, ¿te
han
Itinerarios formativos 535 Etapa teológica

ayudado a tomar decisiones para tu futura vida sacerdotal? ¿En qué consisten esas
decisiones?
Después de reflexionar personalmente, pueden compartir en grupos. Tanto la
recapitulación como este análisis final plantean una pregunta importante sobre el nivel de
compromiso que los seminaristas han asumido en su propia formación. Lógicamente, a
un año de terminar la formación en el seminario, se debe estar llegando a un compromiso
más definido. Ahora no se presenta un esquema para preparar las vacaciones. Se entiende
que los seminaristas ya tienen un hábito de prepararlas, sin embargo puede ser prudente
recordarlo.
Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Col 1, 24 - 2, 5.
0:10 Explicación de la meta.
0:15 Recapitulación: la pastoral juvenil y vocacional.
1:15 La vida religiosa en la Iglesia y su cuidado pastoral.
2:00 Descanso.
2:15 Cierre del tercero de teología.
2:50 Consignas.
3:00 Devoción mariana.

Consignas.
■ Antes de salir de vacaciones, vuelve a revisar tu proyecto sacerdotal, e intenta
incorporar los elementos que han enriquecido tu visión del sacerdocio durante el curso
que estamos terminando.
■ Entrega por escrito tus sugerencias y correcciones al itinerario formativo de
tercero de teología con el fin de mejorarlo.
Itinerarios formativos 537 Etapa teológica

Cuarto de Teología:
Las actitudes del presbítero
Durante el cuarto año de teología se continúa la profundización en la
dinámica formativa de la configuración, pero ahora se hace desde una
perspectiva práctica. Se han puesto ya las bases para la configuración: virtudes
teologales, consejos evangélicos, caridad pastoral y prioridades sacerdotales.
Ahora pasamos a la parte modal de la existencia, Es decir, el modo práctico y
concreto como la configuración funciona en la vida diaria del presbítero, es decir,
a través de sus virtudes, actitudes y habilidades. Es difícil distinguir estas tres
cosas. Lo importante es que están ligadas entre sí: una virtud conseguida se
refleja en actitudes prácticas, y las actitudes prácticas nos llevan al desarrollo de
las habilidades correspondientes. Por ejemplo, la transparencia es una virtud, al
mismo tiempo es una actitud que la persona puede cultivar ¡ntencionalmente y,
por último, implica el desarrollo de habilidades como la de comunicar
oportunamente a los demás lo que sea necesario.
El itinerario de cuarto de teología se ha pensado recurriendo continuamente a
dos polos o referencias para la formación de las actitudes sacerdotales.
El primer polo de cada encuentro comunitario de cuarto de teología es de
carácter bíblico. Se pretende afianzar el talante contemplativo y espiritual del
itinerario a través de la meditación del riquísimo contenido de los textos del
Nuevo Testamento sobre el sacerdocio. En ellos se refleja la praxis de la Iglesia en
el discernimiento de la vocación sacerdotal. Por ello se propone en cada uno de
los encuentros comunitarios una exégesis de estos textos y se hace su aplicación a
la vida presbiteral y al mismo proceso formativo. El fin que se quiere conseguir
es que los seminaristas experimenten una aproximación a la vez crítica y
espiritual a los textos que pueden ¡luminar su proyecto de vida. Se han elegido
diez textos: Mt 18, 1-5: Hacerse como niños; Mt 20, 17-28: Los jefes deben
servir y dar la vida; Jn 13, 1-20: El lavatorio de los pies; IPe 5, 1-5: Discurso a
los presbíteros; St 3, 1-13.4, 1-5: El control de la lengua; Hech 9. 1-19; Gal 1, 11
- 2,10: Dos textos paralelos sobre el discernimiento de la vocación apostólica de
Pablo; Hech 18, 24-28: Discernimiento de la vocación de Apolo como
predicador; Tito 1, 5-9 y Tm 3, 1-3.4, 6-16: Criterios para la elección de los
presbíteros; Heb 10, 11-25: Jesús, el sumo sacerdote. Como se puede apreciar son
textos de una gran importancia en la vida espiritual de los seminaristas en
proceso final de configuración con Cristo Pastor.
El segundo polo es de carácter práctico, espiritual y sacerdotal. En cada uno de
los encuentros comunitarios se propone una actitud sacerdotal práctica para que
los seminaristas comprendan su trascendencia y se les invita a optar por ella
como un camino de configuración con Cristo Pastor. Se han elegido las siguientes
actitudes: El humilde servicio; el respeto y la cortesía; el silencio, la escucha y el
consuelo; liberalidad y magnanimidad; libertad y comunicación; disponibilidad y
corresponsabilidad. Era difícil hacer una selección, pero con estas seis actitudes
se intenta englobar el conjunto de las actitudes y habilidades que exige el
ejercicio ministerial. En el quinto encuentro comunitario se pide a los
seminaristas sus sugerencias para completar esta lista, o para
Itinerarios formativos 538 Etapa teológica

dialogar sobre otras virtudes que no están aquí consignadas o que puedan
juzgarse necesarias para el proceso formatlvo de los seminaristas desde la
realidad diocesana.
El objetivo del curso es: El seminarista sintetiza su proceso formatlvo,
continúa profundizando en la dinámica de la configuración con Cristo Pastor a
través de la reflexión sobre los textos sacerdotales del Nuevo Testamento y del
conocimiento de las actitudes sacerdotales y enriquece desde estas perspectivas
su proyecto sacerdotal.
El proceso que marcan los encuentros comunitarios se parece a una lanzadera,
que va de un lado al otro, es decir, desde la contemplación de los textos bíblicos
hasta la caracterización de las actitudes sacerdotales, dibujando un vaivén que
quiere ser armónico. Queda organizado de la siguiente manera:
■ Presentación del itinerario del cuarto año de teología.
■ Segundo: El lavatorio de los pies y la petición de los hijos de Zebedeo que
conduce a la actitud del humilde servicio.
■ Tercero: La exhortación de Pedro a los presbíteros para apacentar el
rebaño que se les ha confiado que conduce a la actitud de respeto y cortesía.
■ Cuarto: La invitación del apóstol Santiago a mantener el control de la
lengua que conduce a la actitud sacerdotal de silencio, escucha consuelo.
■ Quinto: Los relatos paralelos de la conversión y vocación de san Pablo
que invitan a reflexionar en la actitud sacerdotal de liberalidad y magnanimidad.
■ Sexto: Meditación del texto de los Hechos de los Apóstoles en el que se
discierne la vocación de Apolo como predicador, que conduce a la consideración
de la actitud presbiteral de libertad y comunicación.
■ Séptimo: Meditación de los ejemplos sacerdotales de Timoteo y Tito que
se proponen el discernimiento de la vocación presbiteral, culminando con la acti-
tud de disponibilidad y corresponsabilidad.
■ El texto de la Carta a los Hebreos sobre el sacerdocio de Cristo que ayuda
al cierre de la etapa teológica.
Itinerarios formativos 539 Etapa teológica

4° de Teología / Primer encuentro comunitario


Presentación del cuarto año de teología
Meta. El alumno que inicia el cuarto año de teológica sintetiza su
experiencia en la formación en el seminario y si ha tenido algún año de
servicio, se sitúa en el objetivo del curso y asume el reto de definir las
actitudes sacerdotales como parte de su proceso de configuración con
Cristo Pastor.
Oración inicial. Mt 18, 1-5 Utilizamos el texto del ¡cono del curso.
Ante la pregunta sobre quienes ocuparán los primeros puestos, el Señor
pone a un niño en medio de los discípulos y les señala la necesidad de
cambiar. Todos necesitamos cambiar y hacernos como niños, no sólo para
ocupar los primeros puestos, sino simplemente para entrar en el reino de
Dios. Si no se da esta actitud básica luego será imposible ejercer el
servicio presbiteral. Se advierte a los seminaristas que a partir del segundo
encuentro comunitario no habrá oración inicial, porque cada encuentro
incluirá un momento más prolongado de oración comunitaria en torno a
los textos sacerdotales. Con esto se le quiere dar el sesgo de un cenáculo,
es decir, de una especial cercanía con Cristo y con los hermanos.
Recapitulación: Síntesis del proceso formativo.
Se está iniciando la recta final de la formación básica dentro del
seminario. Ya desde el primer encuentro comunitario queremos visualizar
la síntesis de toda la formación. Por ello conviene recuperar ahora lo que
ha significado para los alumnos la vida en el seminario durante todos estos
años. Varios seminaristas pudieron haber pasado por un año de servicio.
Probablemente otros seminaristas no han tenido esta experiencia. En todo
caso hay que estimular el deseo de aprovechar muy bien este último año,
profundizando en la configuración con Cristo Pastor. Para ello les
planteamos dos preguntas: a) ¿Cómo podrías resumir tu experiencia en el
seminario desde que ingresaste al menor o al curso introductorio? Intenta
identificar con claridad las etapas y los retos formativos que te plantearon,
b) ¿Qué esperas de este último año de teología? Después de responder
person Los formadores subrayan al final la necesidad de aprovechar muy bien
almen este último año de formación.
te a
las Contenido.
dos A. Presentación del cuarto año de teología.
pregu
ntas, El cuarto y último año de teología tiene como finalidad continuar la
los configuración con Cristo Pastor, pero ahora se hace desde una perspectiva
mucha práctica-práctica. Ya se han puesto las bases de la configuración: virtudes
chos teologales, consejos evangélicos, caridad pastoral y prioridades
compa sacerdotales. También se han puesto los medios para ir consiguiéndola:
rten oración contemplativa, proyecto sacerdotal, que se añaden a los medios
con ordinarios de la formación: entrevistas con los formadores, encuentros
todo comunitarios, revisión de curso, etc.
el Ahora queremos afinar en los detalles, centrando la atención en dos
curso.
polos: Por un
Itinerarios formativos 540 Etapa teológica

lado, los textos del Nuevo Testamento que reflexionan sobre el sacerdocio y, por
otro lado, las actitudes prácticas que hay que cultivar en la vida sacerdotal. Con
ello queremos a la vez profundizar en la configuración con Cristo Pastor y al
mismo tiempo aplicar esta configuración a la vida cotidiana. Queremos poner
toda nuestra atención a la vida diaria, allí donde se configura nuestra existencia
de un modo práctico y sencillo.
Los textos bíblicos que se van a reflexionar muestran en su conjunto el
profundo sentido de las actitudes prácticas en la vida cristiana y sacerdotal. El
comportamiento de los creyentes es el signo más elocuente de que el amor fraterno
es la fuerza que los mueve. Es tal su comportamiento que sólo se puede explicar
desde el amor abundante de Dios manifestado en Cristo, y en el caso de los
presbíteros recibe el nombre de caridad pastoral.
Por otro lado, se han seleccionado seis actitudes sacerdotales básicas. Por
medio de su estudio se quiere facilitar a los seminaristas la toma de conciencia de
la importancia de desarrollar éstas y otras actitudes y habilidades que
corresponden al ministerio sacerdotal. Se intenta hacer una síntesis de todo el
proceso formativo pero volcada hacia la vida práctica. Estamos en el terreno
existencial, en el que siempre es necesario afinar, corregir no sólo detalles, sino
incluso, si es necesario, las líneas básicas y los motivos profundos del
comportamiento.
B. Objetivo del cuarto año de teología.
El objetivo del curso dice: El seminarista de cuarto de teología sintetiza todo
su proceso formativo, continúa profundizando en la dinámica de la configuración
con Cristo Pastor a través de la reflexión sobre los textos sacerdotales del Nuevo
Testamento y del conocimiento de las actitudes sacerdotales y enriquece desde
estas perspectivas su proyecto sacerdotal.
C. Icono.
Se ha elegido como ¡cono el breve texto de Mt 18, 1-5. Jesús pone a un niño
en medio de sus discípulos y da la consigna: Les aseguro que si no cambian y se
hacen como los niños no entrarán en el reino de los cielos. Es interesante porque
la pregunta de los discípulos es por los primeros puestos, pero Jesús da una
respuesta abierta, que muestra la necesidad de que aquellos que ocupan los
primeros puestos se comporten como verdaderos creyentes. Todos necesitamos
cambiar y llegar a ser como niños, adquiriendo las actitudes y habilidades que
muestran la presencia de Dios en nuestra vida.
D.El proceso de los ocho encuentros.
Se han reservado el primer y el octavo encuentros para introducir y concluir
el itinerario formativo de este curso. Esto es importante porque se trata del último
curso en el seminario. Desde el principio se quiere dar a conocer el valor de la
etapa pastoral, que es la que sigue, pero a la vez valorando profundamente la vida
en el seminario, de cara al aprovechamiento de este último año. Ya desde el
principio es muy recomendable que los seminaristas vivan este curso desde la
gratitud por tantos dones recibidos de Dios y de la Iglesia a través de la
formación.
Itinerarios formativos 541 Etapa teológica

Los otros seis encuentros comunitarios están siempre divididos en tres partes:
a) La exégesis de un texto del Nuevo Testamento aplicando su contenido a la
vida presbiteral, b) La descripción de un grupo de actitudes sacerdotales que se
proponen a los seminaristas para que enriquezcan su proyecto sacerdotal, c) Un
momento comunitario de oración en torno al texto que se ha explicado. Por
medio de estos seis encuentros se pretende sólo afinar lo que ya se ha trabajado
durante los tres primeros años de la etapa teológica y, si es el caso, en el año de
servicio. Para visualizar mejor el contenido de estos seis encuentros, se
presenta a continuación un cuadro. En esta etapa final se entiende que los
seminaristas son los primeros protagonistas y corres-ponsables de la formación.
Encuentro Texto bíblico Actitudes sacerdotales

2° encuentro Mt 20, 17-28: Petición de los hijos de Zebedeo; El humilde servicio.


Jn 13, 1-20: Lavatorio de los pies.
3er. encuentro IPe 5, 1-5: Discurso de Pedro, pastor, dirigido a los El respeto y la cortesía.
pastores para que apacienten el rebaño.

4° encuentro St 3, 1-18: El control de la lengua como base para la El silencio y la escucha.


edificación comunitaria.
5o encuentro Hch 9, 1-19; Gal 1, 11 - 2, 10. Dos textos que hacen el Liberalidad y magnanimidad.
discernimiento de la vocación de san Pablo como
apóstol.

6° encuentro Hch 18, 24-28: Discernimiento de la vocación de Apolo Libertad y comunicación.


como predicador.

7° encuentro Tito 1, 5-9; ITm 3, 1-13.4, 6-16: Criterios humanos, Disponibilidad y


espirituales y específicos para el discernimiento de la corresponsabilidad.
vocación presbiteral.

E. La aplicación de la metodología.
Ya se supone que el seminarista ha conseguido cierta habilidad para aplicar
la metodología. Tanto los textos del Nuevo Testamento como las actitudes
sacerdotales provocarán una fuerte confrontación, más en positivo que los
textos de la imagen del pastor que se presentaron al principio de la etapa
teológica. El seminarista deberá aceptar esta confrontación con docilidad y
disponibilidad. La aplicación de la metodología durante el cuarto año se puede
describir de la siguiente manera:
Estar atento al modelo sacerdotal que presentan los textos del Nuevo
Testamento y que se concreta en las actitudes y habilidades para el
ministerio presbiteral, percibiendo los datos objetivos que señalan hacia una
configuración más detallada y existencial con Cristo Pastor.
Liberarse de las actitudes contrarias que puedan existir o las capacidades no
cultivadas y por tanto no maduradas, que pueden llegar a convertirse en un
obstáculo para la misión sacerdotal. Es conveniente que esta confrontación
sea llevada al diálogo comunitario y a la entrevista con los formadores, de
modo que se pueda profundizar la necesidad de cultivar tales capacidades
libre e intencionalmente, de
Itinerarios formativos 542 Etapa teológica

cara a conseguir más plenamente la idoneidad para el ministerio presbiteral.


Liberarse para ensayar las actitudes y habilidades sacerdotales que
caracterizarán el futuro ministerio presbiteral, experimentando el gozo de
ampliar y profundizar los signos de la presencia del reino de Dios en la propia
vida y siempre con la finalidad última de servir con ellas al Pueblo de Dios.
Decidir incorporar las sugerencias del Nuevo Testamento y del proceso
formativo en el propio proyecto sacerdotal, plasmando por escrito en el propio
proyecto lo que sea conveniente y llegando a una síntesis existencia! del
proceso formativo.
La pretensión del itinerario es detallar la configuración con Cristo pastor, con
la mayor finura posible, provocando a los seminaristas un cuestionamiento
sistemático en la dimensión práctica-práctica.
Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Oración inicial: Puso a un niño entre ellos: Mt 18, 1-5.
0:10 Explicación de la meta.
0:15 Recapitulación: Síntesis del proceso formativo.
1:15 Presentación, objetivo e icono para el curso.
2:00 Descanso.
2:15 El proceso del itinerario y la aplicación de la metodología.
2:50 Consignas.
3:00 Devoción mariana.

Consignas.

■ Busca algún momento de oración personal para repetir la meditación del


texto de Mt 18, 1-5, pidiendo especialmente al Señor la determinación espiritual
para implementar los cambios que sean necesarios para acoger el misterio del
reino de Dios durante este último año de la preparación para el ministerio
sacerdotal.
■ Dialoga con los formadores sobre tu actitud inicial al emprender este
último año de formación.
Itinerarios formativos 543 Etapa teológica

4° de Teología / Segundo encuentro comunitario


El humilde servicio
Meta. El alumno de cuarto de teología identifica el humilde servicio como
clave de todo discernimiento vocacional y específicamente de la vocación
sacerdotal, de tal modo que toma la decisión de excluir las actitudes opuestas al
servicio y de asumirlo como parte necesaria de su proyecto personal.
Recapitulación: El último año en el seminario.
Por medio de esta recapitulación se retoman las reflexiones de los seminaristas
en torno a este último año de formación. Para ello se proponen las siguientes
preguntas: a) ¿Cuáles son tus convicciones sobre la formación al iniciar el último
curso? Intenta expresarte a nivel de las ¡deas, b) ¿Cuáles son tus sentimientos en la
formación? Pon atención a dos factores, el hecho de estar al final y ser los
mayores y el hecho de haber pasado por un tiempo de servicio fuera del
seminario, en el caso de haber tenido esta experiencia. Exprésate a nivel de los
sentimientos, c) ¿Has conseguido un compromiso existencial con la formación?
Ya queremos apuntar hacia la próxima etapa, en la que no existirán las
condiciones del seminario. ¿Te sientes preparado para ello? ¿Qué tendrías que
afinar para afrontar el momento de la salida del seminario?
Contenido.
A. El humilde servicio en el Evangelio.
Se han elegido dos textos evangélicos para la reflexión en torno al humilde
servicio. El primero de los sinópticos (Mt 20, 17-28) y el otro joánico (Jn 13, 1-
20).
Mt 20, 17-28. El relato tiene como tema la petición de los puestos de honor
de parte de los hijos de Zebedeo. Es interesante observar que viene precedido por
el anuncio de la pasión de Jesús (17-19) y seguido por el relato de la curación de
dos ciegos (29-34). Estos dos ciegos representan a los discípulos, que reconocen
a Jesús como "Señor" y, sin embargo, aún no han comprendido ni han aceptado
su misterio y su proyecto. Justo después de anunciar la pasión la petición de estos
dos discípulos les hace ver como verdaderos ciegos, porque no comprenden nada
de lo que está ocurriendo. Jesús habla de servir y dar la vida y ellos están
preocupados por dominar y asegurar los primeros puestos. Mateo coloca la
petición en labios de su madre, con ello hace ver aún más lo absurdo e infantil de
la petición. No debe sorprender que esta perspectiva miope surja también hoy
entre los discípulos de Jesús, en especial entre los seminaristas. No es raro que
entre los presbíteros se cultiven ambiciones profundamente ajenas al proyecto de
Jesús y aún contrarias a él. Esta es la primera pregunta que el texto plantea a los
seminaristas: ¿En qué perspectiva te colocas? ¿La de Jesús, que da su vida? ¿O en
otra perspectiva aparentemente más humana y más razonable, de conseguir los
primeros puestos?
La primera respuesta de Jesús recoloca la cuestión en el contexto de la pasión.
La expresión beber la copa de amargura se repetirá en la oración de Getsemaní
(26, 39). Simboliza en el Antiguo Testamento el sufrimiento y el castigo (Is 51,
17; Jr 25, 15; Sal
Itinerarios formativos 544 Etapa teológica

75, 8). Los discípulos son invitados a participar de la pasión de Jesús. Tal
participación no es entendida como un requisito para tener los puestos de honor,
sino como la condición indispensable para que puedan ser fieles a su misma
condición de discípulos. Por eso Jesús los remite al Padre. Independientemente
de si ocupan o no los primeros puestos, deberán seguir a Jesús en el camino de la
pasión, esta idea queda subrayada con un enfático "beberán la copa". Pero el
ocupar los primeros puestos es siempre un don de Dios y no se debe a ningún
mérito humano. La perspectiva de la pasión es la adecuada para el discípulo
llamado a la vida sacerdotal, que es el caso de los seminaristas. Su atención
deberá estar puesta en compartir el camino de Jesús y en imitarlo, y no en el afán
miope y egocéntrico de ocupar los primeros puestos o de rivalizar con los demás.
Si los discípulos no entienden esto, están totalmente fuera de foco y son
profundamente ajenos al proyecto de Jesús.
En el texto se distingue una segunda parte que describe la reacción de los
otros discípulos (24) seguida por la enseñanza de Jesús (25-28). La indignación
de los otros diez muestra que este problema no es sólo de los hijos de Zebedeo,
sino de todos los discípulos. Los doce están ciegos porque no perciben lo que está
ocurriendo delante de sus ojos. La ceguera de los discípulos consiste en que
conservan expectativas de poder y de dominio que son incompatibles con el
seguimiento de Jesús y el servicio apostólico; en que se dejan mover por la
envidia y no por el amor. Se plantea un contraste entre lo que ocurre con los jefes
de las naciones y lo que debe ocurrir en la comunidad cristiana. El evangelista no
sólo reporta un hecho y unas palabras de Jesús, en la redacción del texto media un
análisis crítico de lo que ocurría en la comunidad cristiana. Hay quienes
ocupaban en ella los primeros puestos pero actuaban de un modo despótico y
opresor. Ya en el cuarto año de teología, los seminaristas conocen muy bien la
vida presbiteral. Saben que estos estilos contrarios al Evangelio son una realidad
bastante frecuente en el presbiterio. Es importante que adquieran una visión
crítica ante todo afán de dominio en la vida y el ministerio sacerdotal, de modo
que positivamente excluyan este tipo de comportamientos de su propio proyecto
de vida. A esta altura de la formación ya no vale argumentar que se trata de
motivaciones inconscientes, o que eso han aprendido en sus familias o en su
ambiente social. Para esto se trabajaron tales temas durante las etapas anteriores.
Un problema muy frecuente en la vida sacerdotal es la ambigüedad en esta
materia. Decimos que estamos para servir pero realmente nos dedicamos a
dominar, a aprovecharnos, nos servimos de los demás. Por eso es recomendable
una severa autocrítica.
La consigna de Jesús para quienes ocuparán los primeros puestos es bien
clara. Utiliza para ello la típica doble afirmación semítica (26-27): ha de ser
servidor y esclavo. Las palabras han sido elegidas cuidadosamente. Señalan no
sólo hacia una actitud de vida, sino también hacia el puesto social más bajo. El
término "esclavo" tiene fuertes resonancias en el contexto social de la época.
Quien ocupa los primeros puestos en la comunidad cristiana ha de colocarse
intencional y libremente en el último lugar, haciendo las funciones de un humilde
servidor. Tomando esta postura no hace sino imitar al Hijo del hombre, que no ha
venido a ser servido, sino a servir y a dar su vida en rescate por todos (28). La
expresión remite al anuncio de la pasión y
Itinerarios formativos 545 Etapa teológica

a los cantos del siervo del profeta Isaías. Los seminaristas deben hacer una
opción libre, radical y clara por el humilde servicio. Esta actitud es la esencia de
todo ministerio eclesial y se erige como la clave fundamental del discernimiento
vocacional, más aún del ministerio sacerdotal. En la dinámica personal del
seminarista de cuarto de teología ha de constatarse positivamente esta opción, y
ella ha de ser capaz de aglutinar y ordenar su vida. Los seminaristas deben estar
ya convencidos de que son personas destinadas para el servicio, capaces de dar su
vida, humildes en el servicio.
Jn 13, 1-20. Probablemente existieron dos relatos independientes del lavatorio
de los pies. En el primero (6-11) se describe la acción profética de Jesús como un
signo que revela el misterio de Cristo, un misterio que los discípulos aún no son
capaces de comprender. El segundo (12-20) presenta la acción de Jesús como un
ejemplo para los discípulos, una acción que deberán imitar. La introducción es
compleja (1-5) porque conserva el inicio de ambos relatos y a la vez introduce al
tema de la traición de Judas (21-30). El texto está relacionado con el que hemos
estudiado antes en Mt 20 porque pone en el corazón de la vida discipular el
humilde servicio. Lavar los pies era una acción propia de los esclavos. El texto
paralelo de Lucas une la institución de la Eucaristía al logion sobre el servicio
(Le 22, 14-30); representa así un punto intermedio entre el texto de Mateo y el de
Juan. En los tres casos, ocupar los primeros puestos y presidir la celebración
eucarística supone y exige una actitud de humilde servicio. El término "esclavo"
es utilizado también por san Pablo cuando intenta profundizar en el tema del
ministerio ordenado en 2Cor 4, 5.
El primer dato que llama la atención es la autoconciencia de Jesús (Jn 13, 1.3)
toda la densidad de conciencia que supone la institución de la Eucaristía está
concentrada en el servicio. En este acto de Jesús que lava los pies de los
discípulos está resumiendo su propia existencia radicalmente entregada al
servicio de los demás. El servicio tiene un sentido sagrado, un valor profundo,
que hunde sus raíces en la identidad personal de Jesús y marca un camino de
identificación para el discípulo. Él está entre nosotros como el que sirve. Los
gestos, descritos con detalle, muestran una acción realizada con toda la
intencionalidad. El servicio es para Jesús la expresión más acabada y auténtica
del amor.
Nuevamente se constata la dificultad de los discípulos para comprender el
modo de pensar y de actuar de Jesús. Todo el diálogo con Pedro sobre si se deja
lavar o no (6-10) gira en torno a esta participación y se resume en la sentencia de
Jesús: lo que estoy haciendo, tú no lo puedes comprender ahora lo comprenderás
después (7). No tiene nada de extraño que el discípulo no comprenda lo que hace
el Maestro. Lo mismo ocurría en los textos de Mt 20 y Le 22. Sin embargo, la
participación en el modo de vida de Jesús es necesaria. Se dará plenamente después
de su resurrección.
La tercera parte del texto se refiere a la imitación del gesto de Jesús. Se
presenta un argumento contundente. Si Jesús, siendo el Maestro y el Señor, ha
asumido la condición del esclavo lavando los pies a los discípulos, ellos deberán
hacer lo mismo entre sí y con los demás, porque no pueden pretender ser más que
quien los envía, ocupando las posiciones de privilegio que Jesús rechazó. Así se
establece un vínculo necesario
Itinerarios formativos 546 Etapa teológica

entre vocación y servicio. La vocación, específicamente la de aquellos que


representan a Cristo, estará siempre profundamente marcada por el servicio. Allí
se compromete la felicidad del discípulo: Sabiendo esto, serán dichosos si lo
ponen en práctica (17).
B. El servicio en la vida sacerdotal.

Los textos que se han reflexionado conducen a la interpretación del sacerdocio


como un camino de servicio a los demás, el cual viene cualificado por un
adjetivo: humilde servicio. Se trata de colocarse en el plano más humilde que sea
posible y desde allí actuar con prontitud a favor de los demás. Hay que notar que
no se está hablando de una hermosa teoría, sino de una actitud práctica y
concreta, que implica comportamientos nuevos y el desarrollo de habilidades
específicas.
La humildad es un modo de estar ante los demás, una nota típica de los
creyentes. Para vivirla hay que aprender a ocupar los lugares más bajos y
preferirlos, a tolerar las humillaciones que puedan venir sin darles demasiada
importancia, a preferir el trabajo anónimo y callado, sin buscar el protagonismo o
el reconocimiento, a pasar voluntariamente a un segundo plano. Si los
seminaristas ensayaran estas actitudes en el cuarto año de teología marcarían, ya
en el mismo ámbito del seminario, un estilo profundamente evangélico: los
mayores pasando a un humilde segundo plano, puestos radical y alegremente al
servicio. La virtud de la humildad nos ayuda a servir a los demás. Es lo que se
espera de un sacerdote en medio de su comunidad. Obrar con humildad significa
un complejo grupo de actitudes: estar siempre a punto para ayudar en lo sencillo,
ser accesible a todos, considerándolos personas valiosas y dignas de crédito,
conservar la capacidad de aprender de los demás, aprender a hacer servicios
materiales. La humildad nos da la libertad para ofrecer siempre una sonrisa y una
atención. La humildad consiste, al mismo tiempo, en la capacidad de reconocer la
propia verdad, sobre todo los propios límites o errores y de percibirlos con afecto.
La persona llega a mirar con buen humor incluso sus deficiencias, de modo que
éstas dejan de ser un obstáculo y se convierten incluso en un puente para la
relación con los demás.
Es importante que se superen las ambigüedades que puedan existir al
respecto, porque resulta muy contradictorio que, por medio de palabras se dé un
continuo mensaje en torno al servicio, pero luego, a través del comportamiento,
el sacerdote haga la consideración de sí mismo como persona no sólo que tiene
que ser servida, sino que incluso reclama para sí un lugar de dominio y de
especial reconocimiento. El servicio, siguiendo los cuatro textos a los que nos
hemos referido, a saber: Mt 20, 17-28; Jn 13, 1-20; Le 22, 14-30; 2Cor 4, 5,
implica la identificación con los más sencillos, en concreto con los esclavos. El
sacerdote es una persona que ha conseguido la libertad suficiente para tender a
colocarse siempre en el papel del servidor. Se pueden describir algunos caminos
concretos que pueden ayudar a los seminaristas y luego a los sacerdotes a
mantener esta actitud de servicio.
El servicio material. Parece muy sano que el presbítero conserve siempre la
disponibilidad pronta para el servicio material, es decir, el que se realiza con sus
manos. Decidir hacer del servicio material una parte integral de la propia vida
sacerdotal. Que siempre esté en la disposición para servir con sus manos, de
modo que sea más pronto
Itinerarios formativos 547 Etapa teológica

para servir que para ser servido. Este servicio material tiene una especial
relevancia cuando los destinatarios son los pobres, los jóvenes, y todos aquellos
que se encomiendan especialmente a su cuidado pastoral. Que llegue a ser un
hombre conocedor del servicio, hábil para servir en muy diversas circunstancias,
habituado al servicio y con una marcada tendencia a colocarse en una posición
humilde. En varias instituciones a lo largo de la historia se proponía una
experiencia de servicio material, por ejemplo, en hospitales, como cauce para el
discernimiento de la vocación sacerdotal. El servicio material pasa también por el
tamiz de servirse a sí mismo, sin esperar o exigir que otros se hagan cargo de
cosas tan simples como limpiar su habitación, lavar su ropa o preparar la comida.
El servicio sacerdotal. Se trata del servicio que está llamado a prestar
propiamente como sacerdote. Por ejemplo, el servicio de confesar, de visitar a los
enfermos, de predicar, de acompañar personas y grupos, de consolar, etc. Aquí el
término "servicio" adquiere resonancias de carácter laboral y profesional. Es
decir, debe realizar su ministerio como un verdadero servicio profesional, con la
calidad que le corresponde y con la pronta disponibilidad que expresa su entrega a
los demás. Es lo que se pide a cualquier trabajador. Así se perfila una actitud
servicial en el ejercicio ministerial. Lo más opuesto a ello es la actitud orgullosa
o interesada de quien busca de alguna manera su propio provecho, o de quien
hace las cosas de mala gana, como por obligación, pero no se pone
verdaderamente al servicio.
La preferencia por lo gratuito. En un mundo en el que todo parece cobrarse y
en un ambiente eclesial en el que también se cobran los servicios sacerdotales,
tiene una gran importancia que el sacerdote haga una opción por lo gratuito.
Conservar siempre tiempos dedicados gratuitamente a los demás, por ejemplo, en
la dirección espiritual, en la atención a las personas que nunca van a pagar, en la
confesión, en la pastoral juvenil, en la formación. Despegarse cada vez más de
cualquier beneficio, sea económico, afectivo o social, para prestar el servicio con
verdadero desprendimiento. Esto se logra gradualmente y exige pequeñas
decisiones en la línea de la gratuidad. La consigna evangélica es bien clara: den
gratuitamente lo que han recibido gratuitamente (Mt 10,8).
La cercanía a los que sirven. En el ejercicio de su ministerio el sacerdote tiene
relación con todo tipo de personas. Se espera de él una especial cercanía a todos
los que sirven en cualquier ámbito y una sentida valoración de su trabajo, por
ejemplo, las personas que sirven en la cocina, en la limpieza, en la recolección de
la basura, en cualquier trabajo humilde, comenzando por los empleados de su
propia casa. Que el sacerdote no sea lejano a los sencillos, sino profundamente
solidario con ellos. De modo que siempre ponga atención a su presencia, valore
su trabajo y se disponga a echar una mano y a servir junto con ellos. Esto es
especialmente importante cuando en los diversos apostolados las personas
prestan este tipo de servicios voluntariamente. La misma actitud se espera en
relación con quienes sirven en tareas apostólicas, como los catequistas, los
animadores y asesores de la pastoral juvenil, los profesores, etc. El presbítero es
una persona muy capaz de infundir en todas las personas con quienes se
relaciona una mística del servicio, que tiene su máxima profundidad en
Itinerarios formativos 548 Etapa teológica

Jesús siervo.
Oración compartida. Mt 20, 17-28. Hacer un momento de oración
compartida en torno al texto de Mateo, en la línea de la contemplación de Jesús
que se pone al servicio entregando en él su propia vida. Desde este segundo
encuentro, se pide a los seminaristas que lleven su Biblia, de modo que la puedan
utilizar en el estudio y en la oración. Procurar la utilización de un método de
oración bien depurado, que sea práctico para lo que se pretende. Importa mucho
que la oración sea compartida, de modo que se toquen las resonancias personales
que surgen en torno al tema del humilde servicio, y así en los encuentros
sucesivos.
Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Explicación de la meta.
0:10 Recapitulación: la etapa filosófica.
0:45 El humilde servicio en los Evangelios:
Mt20,17-28 y Jn 13, 1-20.
1:45 Descanso.
2:00 El humilde servicio en la vida sacerdotal
2:30 Oración compartida.
2:55 Consignas.
3:00 Salida

Consignas.
■ Haz una lista de las actitudes y habilidades para el humilde servicio que
necesitas desarrollar y aplicar en el mismo contexto del seminario, y haz un
esfuerzo por ponerlas en práctica, observando las reacciones de las personas que
te rodean. Por medio de este ejercicio intenta comprobar en la práctica la tras-
cendencia que tiene el servicio en la vida sacerdotal.
■ Define los ámbitos en los que puedes aplicar la actitud de humilde
servicio. ¿En cuáles de ellos te pones con mayor o menor claridad al servicio?
Puedes considerar los siguientes: en el curso, en el seminario, con tu familia, en el
apostolado, con los empleados del seminario, en los momentos en los que se hace
urgente el servicio.
Itinerarios formativos 549 Etapa teológica

4o de Teología / Tercer encuentro comunitario


El respeto y la cortesía
Meta. El alumno de cuarto de teología, guiado por IPe 5, 1-5, identifica la
ambición de dinero, de dominio y de reconocimiento como contrarias al espíritu
evangélico y asume el respeto y la cortesía como parte de su proyecto sacerdotal.
Recapitulación: Actitudes y habilidades para el servicio.
La disposición al servicio nos lleva a desarrollar una serie de actitudes y
habilidades, por ejemplo, la habilidad de poner atención a las necesidades de los
demás o la de responder con prontitud ante ellas. Cuando comienzas a formar
parte de un ámbito determinado, aprendes a desarrollar habilidades; por ejemplo,
el primer día que vas a servir a un asilo de ancianos te sientes perdido, no sabes
cómo actuar, pero poco a poco aprendes a servirles de modo más efectivo. Intenta
hacer una lista de las actitudes y habilidades para el servicio que has desarrollado
a través de los apostolados durante todo el proceso formativo. Haz, por otro lado,
una lista de las habilidades que te imaginas que desarrollarás en tu futura vida
sacerdotal.
Contenido.
A. IPe 5,1-5.
El autor se presenta como co-presbítero y se dirige a los pastores. Es
llamativo que no se presente a sí mismo con ningún título de autoridad sino,
humildemente, como un hermano entre los hermanos. El verdadero jefe de los
pastores es Cristo (4), quien dará al final la corona de la gloria a quienes hayan
sido fieles. El texto es una vehemente invitación a ejercer con humildad el
ministerio presbiteral: todos sean humildes, considerándose servidores de los
demás (5). Se dirige especialmente a los jóvenes, quizá porque tienen que
aprender cómo se ejerce este ministerio, pero incluye a todos (5). El título al que
recurre para hacer esta exhortación es el de testigo de los sufrimientos de Cristo
(1), que con toda humildad se puso al servicio de los demás. Alude a cierta
conexión entre la experiencia del sufrimiento y el servicio a los demás, que tiene
como clave y fundamento el amor.
Si se invita a los presbíteros a un comportamiento humilde es porque
seguramente existía lo contrario. Cuando los pastores se comportan arrogante y
violentamente la comunidad sufre. El discernimiento de la vocación de los
pastores pertenece por ello más a la comunidad que al individuo porque la
comunidad tiene derecho a poner su futuro en manos confiables. De este modo,
el pastor debe habituarse a adaptar su comportamiento a las necesidades del
rebaño y no al revés. También debe acostumbrarse a percibir la opinión de la
comunidad sobre su ministerio y a responder humilde y generosamente a cuantas
correcciones le puedan hacer.
La atención del autor no se pone en el "qué" del ministerio pastoral -no nos
dice qué hace un presbítero- sino en el "cómo" de ese ministerio. Para el
discernimiento de la vocación es de una enorme trascendencia el modo de hacer,
más incluso que el objeto mismo de la acción. Hay que poner verdadera atención
a los modos de actuar.
Itinerarios formativos 550 Etapa teológica

En este sentido va la triple contraposición de los versículos 2-3. Si se pone


atención a cada una de estas exhortaciones, se percibirá que está refiriéndose a
comportamientos de ministros reales que la comunidad sufría.
¿Cómo hay que apacentar al pueblo de Dios? a) No a la fuerza o de mala
gana, sino con gusto, a la manera de Dios, b) No con ambición de dinero, sino
con entrega generosa, c) No como si fueran dueños de los que están a su cargo,
sino tratando de ser modelos del rebaño. Tres puntos ante los que conviene
siempre permanecer vigilantes, especialmente los presbíteros jóvenes y todos.
Cada uno de ellos muestra una degeneración del ministerio pastoral, a) Cuando el
presbítero se convierte en una especie de empleado, que sólo cumple con las
tareas asignadas, pero no realiza su oficio de corazón, b) Cuando el presbítero
deja que anide en su corazón la ambición de dinero, y tasa su ministerio en
función de los bienes que le produce, c) Cuando el presbítero se coloca en la
postura arrogante del dueño de la comunidad, usurpando el lugar que sólo le
corresponde a Cristo.
En síntesis, el presbítero ha de actuar a la manera de Dios (2), obrando como
un símbolo personal de la presencia de Dios en medio de su pueblo. El texto
viene seguido de una preciosa exhortación general que enmarca la invitación a
los presbíteros: humíllense, pues, bajo ¡a poderosa mano de Dios, para que él los
levante a su tiempo. Depositen en él todas sus preocupaciones, pues él cuida de
ustedes (6-7). Nos recuerda que es Dios quien conduce a su pueblo y que todos
somos llamados a vivir con verdadera humildad en medio de él.
B. El respeto y la cortesía en la vida sacerdotal.
El respeto se puede definir como el reconocimiento de que algo o alguien tiene
valor por sí mismo. La cortesía consiste en procurar que las demás personas se
experimenten comprendidas, valoradas o estimadas. Por eso ambos conceptos están
profundamente relacionados. El respeto se expresa en la cortesía. En las relaciones
sociales se espera cierta reciprocidad en estas actitudes, porque el respeto de uno
por otro, habitualmente produce una reacción similar o correlativa. Sin embargo,
desde el punto de vista cristiano, nos interesa descubrir el trasfondo teológico de
estas actitudes.
El respeto tiene que ver con la amabilidad objetiva. Es éste un concepto
interesante. Todos los seres, por el sólo hecho de ser creados, tienen un valor
objetivo, es decir, que va más allá del juicio que podamos hacer sobre ellos.
Evidentemente no todos tienen el mismo valor, pues hay una jerarquía entre ellos.
El valor más grande corresponde a Dios, a continuación vienen las personas, los
animales, las plantas, las cosas materiales. En todo ello, especialmente en el
hombre y en la mujer, el creyente reconoce una huella de la mano bondadosa de
Dios. El valor objetivo de las cosas y especialmente de las personas nos lleva a
reconocer que son objetivamente amables. Es decir, que toda persona merece ser
apreciada y respetada, merece ser amada porque en ella subsisten los dones de Dios.
Por ejemplo, el don de la vida, el don del bautismo, el don de la inteligencia, el
don de la consagración sacerdotal. Los ejemplos sitúan la amabilidad objetiva en
un espectro muy amplio, que toca concretamente también la vida presbiteral en la
que está presente el don objetivo de la ordenación sacerdotal. La amabilidad
objetiva no depende del
Itinerarios formativos 551 Etapa teológica

comportamiento de las personas, sino que va más allá, hacia su misma esencia. El
hombre que ha cometido un crimen no es despreciable en sí mismo; podemos
reprobar su comportamiento, pero hay que reconocer su amabilidad objetiva,
porque él mismo sigue siendo un hombre. Este es el fundamento de la consigna
evangélica del amor a los enemigos. Si no existiese allí un don objetivo, no se
podría amar al malo.
Podemos dar un paso existencial hacia el respeto cuando intentamos
permanecer atentos al valor objetivo que está presente en las cosas y en las personas.
Esta actitud se puede ensayar en muy diversos ámbitos, por ejemplo, reconocer el
valor objetivo de una pieza musical o de un objeto artístico, descubrir el valor
objetivo de la naturaleza, calibrar el valor objetivo del argumento que presenta
otra persona, reconocer el valor objetivo de la práctica profesional que se realiza
en un hospital, reconocer el valor incuestionable de los sentimientos de una
persona. En la evangelización tiene una función central el reconocimiento de la
amabilidad objetiva, porque esto es precisamente lo que Dios ha hecho con
nosotros y nos ha sido revelado por Cristo. Dios nos ha amado cuando éramos
pecadores, cuando nos habíamos alejado, incluso cuando no lo habíamos respetado.
En este tipo de valoración ya no rige la reciprocidad, sino la gratuidad y la
profundidad de la verdad. Evangelizar es dar a los demás la buena noticia de que
son valiosos en sí mismos y por ello dignos de ser amados, yendo más allá de
todas las limitaciones humanas, de todos los pecados y de toda maldad. Este
principio es aplicable a cualquier ámbito pastoral: la pastoral penitenciaria, la
pastoral juvenil, la pastoral social, la pastoral familiar. Por eso es terriblemente
contradictorio que exista la falta de respeto en las relaciones evangelizadoras, por
ejemplo, cuando lo que funciona realmente son los juicios y los prejuicios sobre
los demás.
De esta manera queda claro que en la tarea evangelizados el respeto a los demás
es absolutamente necesario. Tanto más en el ejercicio del ministerio presbiteral.
¿A quién tiene que respetar el sacerdote? Dicho en bulto, a toda persona y a toda
institución, porque el respeto ha de ser su modo de estar entre los demás. Pero,
concretando, puede ser de mucha utilidad presentar una lista: a) A las personas
que forman parte de la comunidad cristiana, en la triple relación que define su
ministerio: al obispo, a los co-presbíteros y a los fíeles, b) A las personas que
ejercen funciones en el ámbito civil: el gobernante, el policía, el servidor público,
el vendedor, c) A toda persona que pueda verse marginada o cuya dignidad no sea
reconocida: los pobres, los enfermos físicos o mentales, los jóvenes, los extranjeros,
los huérfanos, d) A quienes son juzgados y rechazados en cierto ambiente social: los
presos, los divorciados, las personas homosexuales, los enfermos, e) A las
instituciones con las que entra en contacto: el gobierno, los hospitales, las
instituciones educativas, f) A la cualificación profesional de quien presta un
servicio: el carpintero, el albañil, el mesero, el arquitecto, el médico y la enfermera,
el sacristán, la secretaria, el empleado doméstico. En cada uno de estos ámbitos el
sacerdote tiene motivos de sobra para reconocer el valor de las personas y de las
instituciones y para permanecer atento a su amabilidad objetiva.
La cortesía es el efecto práctico y la expresión intencional de una actitud
respetuosa. Es el modo adecuado de relacionarse con los demás. Constituye un
verdadero arte que consiste en dar su lugar a los demás, facilitando que se sientan
apreciados y valorados.
Itinerarios formativos 552 Etapa teológica

Una persona madura es capaz de expresar esta valoración con autenticidad. Para el
creyente la cortesía está relacionada con la bendición. Bendecir significa decir bien de los
demás, es decir, pronunciar, proclamar, publicar el bien objetivo que existe en ellos. De
modo que se sepan reconocidos, estimados, escuchados, valorados y se promueva que
sean reconocidos, estimados, escuchados y valorados por todos. Esto es lo que Dios ha
hecho con nosotros. No sólo nos ha respetado, sino que ha sido cortés con nosotros, nos
ha llenado de toda clase de bendiciones.
El acto de bendecir es parte del oficio sacerdotal. El sacerdote no lo realiza princi-
palmente en el propio nombre, sino en nombre de Dios. Por ello es importante que el
sacerdote sea portador de una extraordinaria bendición, cultivando intencional y
libremente una actitud bene-dicente. Se pueden describir varios momentos sucesivos por
los cuales se pone en práctica esta actitud cortés: a) Poner verdadera atención a los
aspectos positivos de las personas, de los grupos y las instituciones. Esto al grado de que
llegue a una auténtica convicción del bien que allí permanece y tiene ante sus ojos. La
primera acción benedicente consiste así en pensar bien. Implica considerar amablemente
lo bueno y dejar de lado lo malo que pueda haber. Para realizar esta acción es necesario
que antes la persona haya confrontado lo bueno y lo malo que hay en sí misma, y llegue
a un nivel suficiente de apropiación de sí mismo en ambos sentidos. Se supone que esto
se ha trabajado en la etapa filosófica, b) Después de reconocer lo bueno, la segunda
acción consiste en retro-alimentarlo. Esto se hace principalmente sin palabras; se expresa
con gestos de acogida, de consideración, de atención, de delicadeza. Se trata de tender
una mirada amorosa sobre los demás, sus iniciativas, sus pensamientos, sus sentimientos,
contemplando con buenos ojos su realidad. Para esto hace falta que la persona se libere
de cualquier clase de prejuicios, c) Una tercera acción consiste en reportar eso bueno,
manifestando la cercanía y el aprecio. Hay muchas maneras de dar este paso: poner
atención a lo que el otro dice y dedicarle el tiempo, elogiar su punto de vista, incorporar
su opinión, consultarle honestamente, d) El verdadero interés por las cosas del otro se
traduce en la posibilidad de aportar para que sean aún mejores, haciéndolo con delica -
deza y finura. Aportar un elemento nuevo, ofrecer una corrección o advertencia, ayudar
al otro a que tenga una visión más amplia, enriquecer su punto de vista.
Todas estas acciones merecen el calificativo de "corteses" porque todas ellas expresan
el respeto por la otra persona. Si podemos hablar de una cortesía personal, también se
puede considerar la cortesía institucional. Es decir, las actitudes que se han descrito en
relación con la otra persona, pueden ser cultivadas decididamente en relación con las
instituciones. En la Iglesia esto es importante porque los presbíteros se relacionan conti-
nuamente con instituciones: la curia diocesana, la oficina de la economía de la diócesis,
las congregaciones religiosas, los movimientos apostólicos, los grupos juveniles. Es una
gran injusticia hablar mal de estas instituciones porque habitualmente tales juicios depen-
den de una generalización. Al contrario, parece conveniente tener la mayor delicadeza
con ellas y bendecirlas continuamente. En todas estas instituciones existe una historia
objetiva de santidad y de amor que es fundamental reconocer antes de si quiera interve -
nir en ellas. Algo similar hay que decir de las actitudes del presbítero ante las instituciones
civiles, gubernamentales o sociales.
Itinerarios formativos 553 Etapa teológica

El respeto y la cortesía llevan a una tercera actitud: la reverencia. El término se aplica


sobre todo a Dios. Significa una disposición previa a obedecer. Era la actitud que se tenía
ante los antiguos señores. Se entendía que el señor era digno de crédito y por ello se
mostraba la disponibilidad para obedecerlo. La palabra obediencia significa literalmente
tomar lo que está delante, es decir, aceptar la verdad que está frente a uno. Ante toda
verdad el hombre está llamado a tener reverencia, porque es razonable y justo. En primer
lugar ante Dios, pero esta actitud también se puede tener ante las personas en aquello que
son capaces, tienen autoridad y nos merecen confianza. Por ejemplo, ante el director
espiritual en el seminario, ante un médico o cualquier otro profesional, ante un empleado
en las cosas de su competencia o ante cualquier persona, especialmente si piensa distinto.
Confío en aquello que me propone y me dispongo a tomarlo.
Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Explicación de la meta.
0:10 Recapitulación:
Actitudes y habilidades para el servicio.
0:45 1Pe5, 1-5.
1:45 Descanso.
2:00 El respeto y la cortesía en la vida sacerdotal.
2:30 Oración compartida.
2:55 Consignas.
3:00 Salida

Consignas.
■ Haz un análisis valiente de las situaciones en las cuales te ha faltado el respeto y
la cortesía, tanto ante las personas como ante las instituciones. Después de conseguir una
lista, intenta poner atención a los aspectos positivos que tendrías que haber resaltado.
Comparte este análisis con los formadores. Incluye en la materia de tu confesión los
momentos en los cuales hayas pensado o hablado mal de ellas.
■ Intenta localizar dos o tres situaciones de tu vida diaria en las que te gustaría
crecer en tu actitud de respeto y cortesía y pon un esfuerzo especial por conse guirlo,
aplicando para ello los medios espirituales y humanos que sean necesarios.
■ Investiga un poco más sobre el valor humano de la cortesía y su interpretación
cristiana.
Itinerarios formativos 554 Etapa teológica

4° de Teología / Cuarto encuentro comunitario


El silencio, la escucha y el consuelo
Meta. El alumno de cuarto de teología profundiza en el valor del silencio
como parte de su vida espiritual y del ministerio sacerdotal, asume la actitud de
escucha como un medio fundamental de su futuro ministerio presbiteral e
incorpora el valor de la prudencia en el hablar a su proyecto de vida.
Recapitulación: Aprendiendo de los errores.
Entre las consignas dadas en el encuentro anterior sobresalía el análisis de las
propias faltas de respeto y de cortesía. Una manera práctica de aprender consiste
en analizar los errores. Se pide a los seminaristas que compartan algunas de las
situaciones en las que consideran que les faltó ser más respetuosos o corteses,
sobre todo aquellas que les produjeron cierta vergüenza por la incoherencia que
suponían. Después de compartirlas, y aprovechando las investigaciones de los
seminaristas sobre el tema, sacan algunas conclusiones sobre la cortesía
sacerdotal.
Contenido.
A. St 3,1-18.
El texto se refiere a los maestros (1), es decir, quienes toman la palabra y
enseñan en la comunidad, lógicamente están más expuestos a cometer errores (2)
y serán juzgados con mayor severidad. Ya desde esta constatación se entiende la
pertinencia del texto para nuestro itinerario. Los presbíteros, ministros de la
palabra, habituados a enseñar al pueblo de Dios, han de tener sumo cuidado
porque es fácil que cometan lamentables errores, como pueden ser la arrogancia,
la fanfarronería, la presunción, la palabrería, la calumnia y la mentira. A estos
clásicos defectos de quien toma la palabra en público podemos añadir un fallo
muy frecuente en la vida presbiteral: la negligencia de quien ofrece a los demás
palabras no suficientemente reflexionadas ni oradas, sino producto de la
superficialidad y de la improvisación.
El autor utiliza tres comparaciones de una gran plasticidad: el freno de los
caballos (3), el timón de los barcos (4), una llama pequeña que provoca un
incendio (5b). Con ellas quiere mostrar la gran importancia que tiene el control
de la lengua para todas las personas, pero especialmente para quien se dedica al
ministerio de la Palabra. Compara la lengua con los animales domesticados para
subrayar la gran dificultad que el hombre tiene en mantener bajo control su
propia lengua (7). Por último la compara sutilmente con las serpientes venenosas
(8), así como la lengua de las serpientes puede hacer un gran mal, así la palabra
imprudente, puede esparcir un veneno mortal.
La ambigüedad en el uso de la lengua llega a su culmen cuando saca a la luz
el doble uso que ha llegado a tener en la comunidad cristiana: por un lado,
bendice a Dios y, por otro lado, maldice a los hombres hechos a imagen de Dios
(9). No hay que olvidar que quienes bendicen en nombre de Dios son
principalmente los presbíteros. Con ello se pone en evidencia la doble vida de
quien proclama por un lado el bien pero luego puede hacer un terrible mal.
Culmina con tres comparaciones más: la
Itinerarios formativos 555 Etapa teológica

fuente que no puede producir a la vez agua dulce y amarga; la higuera que no
puede dar aceitunas e higos; el mar que no puede tener agua dulce (11-12).
En la última parte del texto el autor busca la raíz de este comportamiento
ambiguo (13-18). El hombre verdaderamente sabio se deja conducir por el amor,
por la sabiduría que procede de lo alto. Pero el hombre que hace daño con su
lengua, tiene envidia y ambiciones en el corazón, se siente superior a los demás y
vive en la mentira (14-15). La sabiduría se reconoce por la abundancia de la
rectitud, la justicia, la paz, la tolerancia y la comprensión (17-18).
En el camino de la configuración con Cristo, quien abrió su boca para enseñar
la palabra de Dios, tiene una importancia central el uso que hacemos de la
palabra, por supuesto en el sentido litúrgico, pero también en el sentido más
ordinario. Merece la pena hacer un continuo examen de nuestro uso de la palabra.
Así se nos plantea una buena pregunta: ¿Qué es lo que me mueve a hablar? ¿El
don que viene de lo alto? ¿O la envidia, la rivalidad y la ambición, de cualquier
tipo que sea? ¿De qué está lleno mi interior?
B. El silencio, la escucha y el consuelo del sacerdote.
Dice un proverbio chino que Dios dio al hombre una boca y dos orejas para
que escuche el doble de lo que habla. La reflexión sobre el texto del apóstol
Santiago nos obliga a considerar un conjunto de actitudes y habilidades en torno al
silencio, la escucha, la prudencia en el hablar y el control de la lengua que son muy
provechosas en la vida sacerdotal. A la base de estas actitudes y habilidades está lo
que se ha tratado en los encuentros anteriores: el humilde servicio, el respeto y la
cortesía. Una reflexión sobre el silencio y la escucha en el ámbito sacerdotal tiene
como referencia obligada el entrañable recuerdo de Jesús, en una continua
experiencia de silencio y de apertura al misterio del Padre y con una capacidad
extraordinaria para la escucha y para consolar a los demás en medio de las
situaciones de sus vidas.
Partimos del silencio como actitud espiritual. Ya se ha reflexionado sobre esto
desde el curso introductorio. El sacerdote, como persona espiritual, debe estar
acostumbrado al silencio. Entonces se reflexionaba sobre el silencio exterior, el
silencio interior y el recogimiento como grados del silencio en la vida espiritual.
Para guardar silencio es necesario un cierto autocontrol, pero al mismo tiempo el
silencio conduce a una actitud contemplativa. Por medio del silencio llegamos a
ser más respetuosos con la realidad que nos rodea, con la naturaleza, con el
ambiente y especialmente con las personas. En el silencio se crea un espacio de
reflexión, desde el cual el pensamiento será más fecundo y las respuestas ante la
realidad y ante los demás serán más ponderadas y estarán más relacionadas con los
criterios espirituales. En muchas ocasiones el sólo hecho de guardar silencio es ya un
bien en sí mismo. El silencio contemplativo es, de esta manera, muy recomendable
en la vida pastoral. El sacerdote deberá ser el hombre del silencio, y por ello, de la
palabra serena y cualificada, de la intervención acertada y delicada. En la
sociedad tecnificada hay dificultades para el silencio, sobre todo cuando la persona
se ve invadida por los medios de comunicación, pero después de todos estos años
de formación, los seminaristas debieron haber conseguido ya avances
significativos.
Itinerarios formativos 556 Etapa teológica

El silencio abre un campo precioso para la vida cristiana y sacerdotal: el de la


unión con Dios Trinidad a través de la oración. Es allí donde se define el carácter
teocéntrico (vinculación amorosa con el Padre según el modelo de Cristo),
cristocéntrico (de relación personal con Cristo y representación sacramental como
alter Christus) y neumatológico (de apertura a los dones del Espíritu Santo y
discernimiento espiritual) de su vida, pero también desde allí se afirma su sentido
eclesial y comunitario (su pertenencia a la Iglesia y su opción por la edificación
comunitaria). No se trata sólo de que exista cierto hábito de silencio, sino que ese
silencio sea específicamente orante, cristiano y sacerdotal, y sea considerado como
elemento necesario de la vida espiritual del sacerdote. El silencio orante será,
consecuentemente, una referencia continua para el sacerdote, el ámbito y la
referencia fundamental a donde lleva todas las circunstancias de su vida y de su
actividad pastoral. Cuando una persona cultiva la interioridad como se ha
descrito, se le nota. Ha de ser una persona marcadamente espiritual. Conviene
hacer una pregunta insistente a los seminaristas al respecto: ¿En qué medida has
definido con claridad la referencia al silencio y a la oración como parte necesaria
de tu vida?
La escucha. El primer resultado del silencio es la escucha, porque quien ha
hecho silencio en su interior se encuentra más disponible para atender a los demás.
Hay una diferencia entre oír y escuchar. La escucha implica un elemento nuevo
que consiste en salir de sí mismo para intentar comprender a los demás desde sus
puntos de vista, es decir, para empatizar con ellos. La capacidad de escucha viene
dada por la madurez de la persona. Sin embargo no basta con esto, porque la
escucha también es una habilidad que es necesario desarrollar. Los presbíteros
deben ser personas bien capacitadas para la escucha en ambos sentidos, el de la
propia personalidad y el de la técnica adecuada para una verdadera escucha. Es éste
uno de los elementos más básicos de la preparación práctica de un sacerdote. El
primer ámbito de la escucha es el de las relaciones humanas ordinarias. En seguida
se distingue a una persona que sabe escuchar o que está dispuesta para la escucha:
pone atención al argumento y al punto de vista del otro, percibe la realidad con
mayor exactitud. Conviene aplicar esta habilidad para la escucha a las relaciones
con los colaboradores, los empleados, las demandas sencillas de la gente. Un
segundo ámbito de escucha es el de la relación más significativa con los
colaboradores, podríamos llamarle diálogo, porque se da en un nivel más
profundo de comunicación. Conviene al presbítero un entrenamiento para el
diálogo que haga de él una persona realmente relacionada con los demás. Un
tercer ámbito es el del acompañamiento y la dirección espiritual. Los presbíteros
escuchan a diferentes personas habitualmente y en muchas ocasiones siguen
procesos personales. El acompañamiento pide una especial habilidad para la
escucha que le permite la discreción y el acierto a la hora de dar un consejo o de
facilitar el crecimiento del otro.
El control de la lengua. Como bien señala el apóstol Santiago, la lengua es un
instrumento traicionero, capaz de hacer un gran bien y también un gran daño. Si
se trata de construir la comunidad, las palabras del presbítero han de ser edificantes.
Por eso el creyente necesita conseguir un cierto control de la lengua. La prudencia
en el hablar es necesaria para el sacerdote porque no habla sólo en su propio
nombre. Cuando predica, cuando aconseja a los demás, cuando es consultado,
habla en nombre de Dios y de la
Itinerarios formativos 557 Etapa teológica

Iglesia. Por ello necesita saber responder según Dios, es decir, guiado por la
experiencia del misterio y por los criterios que vienen bien expresados en el
Magisterio de la Iglesia. Es muy contradictorio con el ideal sacerdotal ser una
persona de lengua floja, un parlanchín imprudente o un fanfarrón. El hablar
sacerdotal está muy unido a una preciosa función: el consuelo. San Pablo reporta
que en su ministerio consolaba a los creyentes con el consuelo que a su vez recibía
de Dios (2Cor 1,4). Consolar espiritualmente es más que atenuar un dolor u ofrecer
cierta iluminación; se trata de que las personas descubran la voluntad de Dios en
sus vidas y se experimenten profundamente unidas a él. Esta experiencia es con
frecuencia fruto de la escucha y de buen hablar de un pastor.

Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Explicación de la meta.
0:10 Recapitulación: Aprendiendo de los errores.
0:45 El control de la lengua: Si 3, 1-18.
1:45 Descanso.
2:00 El silencio y la escucha en la vida sacerdotal.
2:30 Oración compartida.
2:55 Consignas.
3:00 Salida

Consignas.
■ Indudablemente, la primera obra buena que hace el hombre es pensar bien,
y después, hablar bien. Durante este mes haz ensayos de un positivo
hablar bien de los demás, de las personas y de las instituciones, de los
compañeros y de la autoridad. Observa los efectos que ese bendecir tiene
en los demás. Observa también tus sentimientos cuando das este paso.
Puedes tomar nota de ello para que tu análisis sea más objetivo.
Itinerarios formativos 558 Etapa teológica
4° de Teología / Quinto encuentro comunitario
Liberalidad y magnanimidad
Meta. El alumno de cuarto de teología reflexiona sobre la necesidad de la liberalidad para con los
demás, confronta sus actitudes de poca generosidad y asume como parte de su proyecto sacerdotal una
inclinación al perdón de las ofensas.

Recapitulación: Saber hablar y saber callar.


El tema del encuentro anterior es profundo, en el sentido de que compromete a una actitud de vigilancia
sobre sí mismo específicamente en algo tan delicado como el uso de la palabra. Vamos a intentar aprender
del error a través del humorismo. Se pide a los seminaristas que reporten por escrito dos o tres experiencias
incómodas que hayan vivido por ser imprudentes al hablar: un juicio que después resultó falso, una
interpretación apresurada y equivocada de la realidad, etc. Se explica el concepto de "humorismo", que
consiste en ver con simpatía la realidad, en nuestro caso los propios defectos, para saber reír de ellos. Se
quiere provocar un momento de risa a través de estas anécdotas. Después de oírlas, los formadores recuerdan
el tema del encuentro anterior y subrayan la gran importancia que tiene en la vida sacerdotal saber callar y
saber hablar oportunamente.

Contenido.
A. Hch 9, 1-19; Gal 1,11 - 2, 10.

El caso de la conversión de san Pablo es muy especial. La comunidad cristiana necesitaba discernir la
autenticidad de su vocación porque estaba predicando justamente el que antes había sido el perseguidor de la
comunidad. Los textos conservan la referencia cercana a esta experiencia viva de duda, de sospecha y de
temor por parte de la comunidad. Queremos examinar el caso con cuidado, recurriendo a los dos textos
paralelos.

El texto de los Hechos de los Apóstoles ha sido cuidadosamente elaborado en torno a una serie de
rasgos espectaculares -caída, luz esplendorosa, ceguera, visión de Ananías, escamas en los ojos- rasgos que
tienen un profundo sentido simbólico: quedar indefenso, ser conducido de la mano, ser admitido en la
comunidad, ser iluminado por los humildes. Al leerlo comparativamente se puede descubrir que se trata
precisamente de una situación espiritual, más que de un relato histórico. El relato de Calatas es mucho más
breve y austero. Esta brevedad demuestra que lo importante para Pablo no es su conversión, en el sentido
personal, sino la misión encomendada. Esta escueta descripción nos pone en guardia ante una lectura
demasiado literal de la amplia y milagrera descripción de Hechos.

Se puede comenzar distribuyendo a los seminaristas en dos grupos. A unos se les da el texto del libro de
los Hechos y a otros el de Calatas. Se les pide que respondan a estas preguntas: a) ¿Cuáles son las
circunstancias en las que se discierne la vocación apostólica de Pablo? b) ¿Quién es el sujeto del
discernimiento vocacional? c) ¿Cuáles son los criterios que se proponen para discernir la vocación?
Itinerarios formativos 559 Etapa teológica

Trabajan primero personalmente y luego como grupos. Al finalizar se hace una puesta en común, que
quedaría más o menos así:
Hechos 9, 1-31. Cali, 11-2,10.
Circunstancias Circunstancias
Saulo perseguía a la comunidad cristiana. Por medio de una Una revelación de Jesucristo. Pablo
visión Jesús le hace comprender su pasado y le revela un perseguía a la Iglesia. Su celo por las
destino nuevo. tradiciones.

Sujeto del discernimiento Sujeto del discernimiento


La comunidad de Damasco. Quienes lo La comunidad de Damasco.
condujeron. Ananías. Los apóstoles. Cefas y los apóstoles.
Bernabé. La comunidad de Jerusalén. La misma comunidad de Galacia.
Criterios del discernimiento. Criterios de discernimiento.
Lo llevaron de la mano. Subí a Jerusalén para conocer a Cefas.
Se levantó y fue bautizado. Reconocieron que la gracia me había sido
Pronto se puso a predicar en las sinagogas. concedida.
Intentó ponerse en contacto con los discípulos. Nos tendieron la mano en señal de comunión.
Bernabé lo tomó consigo y lo presentó a los Nos hemos acordado de los pobres.
apóstoles.
Empezó a andar con ellos predicando con
valentía el nombre del Señor.
También hablaba y discutía con los helenistas.

Las circunstancias del llamado de Pablo son extraordinarias. Su celo por las tradiciones paternas,
aunque tenía un objeto equivocado, es visto en ambos textos como base para su futuro ministerio
apostólico; deberá vivir el apostolado con un celo similar y deberá sufrir por Cristo. La tensión que
presentan los textos no es sólo una figura literaria, fue una tensión real, la que produjo el cambio de Pablo,
al transformarse de perseguidor en perseguido.

El sujeto del discernimiento es muy amplio. Intervienen varias comunidades, los apóstoles y personas
concretas como Ananías y Bernabé. Se comprueba nuevamente que en la medida en que el problema
afecta a la Iglesia y a su misión, intervienen más personas. La vocación de Pablo no es un asunto personal
sino comunitario y eclesial.

Los criterios del discernimiento se consiguen examinando los comportamientos concretos de Pablo
que muestran la autenticidad de su amor por la comunidad cristiana y su entrega a la predicación. Estos
criterios se pueden clasificar de la siguiente manera:

80) Docilidad-disponibilidad para ser ayudado e instruido. Lo primero que llama la atención es que
Pablo ha pasado humildemente por un proceso de conversión, de acompañamiento y de instrucción por parte
de la comunidad. Ha sido llevado de la mano, levantado, curado, bautizado, instruido. Nada más contrario a
esta realidad que cierta imagen de un Pablo orgulloso e individualista.

81) Ejercicio del ministerio de la predicación. Como en el caso de Apolo (Hech 18,
Itinerarios formativos 560 Etapa teológica

24-28), Pablo predica con "parresía" precisamente en las sinagogas, lugares a


donde iba antes a buscar a los cristianos para perseguirlos y donde era bien
conocido. También predica a los helenistas, es decir, a los que hablan la lengua
griega. El modo de hacer la predicación es un criterio de discernimiento
vocacional porque implica un riesgo.
c) Sentido de comunión. Este parece ser el criterio definitivo. Se multiplican
los gestos de comunión: la pertenencia a la comunidad, el afán de buscar a los
apóstoles, la mediación de Bernabé, el gesto de chocar la mano con ellos, el
continuo recuerdo de los pobres de Jerusalén.
Si intentamos hacer una aplicación a la vida en el seminario, resulta
relativamente sencillo. Tiene una gran importancia dejarse guiar, mantenerse
siempre en la actitud de quien está dispuesto a aprender, porque nunca dejamos
de ser discípulos. Hay que poner una gran atención al modo como se ejerce un
servicio en la comunidad, que sea coherente con la función que aquella persona
representa. Hay que mantener la comunión, por encima de todas las diferencias,
temores, prejuicios y dificultades, porque todos pertenecemos a una sola Iglesia.
Quedan así una serie de innegociables, es decir, de requisitos indispensables para
poder realizar un ministerio como el de Pablo.
B. Liberalidad y magnanimidad.
Liberalidad y magnanimidad son dos virtudes que se implican mutuamente.
La liberalidad es la disposición a dar generosamente de lo suyo. La conducta
contraria a la liberalidad es la tacañería o la desconfianza. La magnanimidad es la
disposición a perdonar y a ir más allá de los defectos de la persona. La actitud
contraria es el resentimiento o la crítica desmedida. Ambas virtudes son un signo
de madurez humana. Un alma grande, una persona que ha logrado salir de sí
misma, por ese sólo hecho tiende a ser generosa y sabe buscar el camino para
perdonar las ofensas.
Son habilidades muy unidas a lo sagrado porque parten de la generosidad y el
perdón infinitos de Dios. La liberalidad es ampliamente recomendada por Jesús
que invita a sus discípulos a dar gratis lo que han recibido gratis (Mt 10, 8). Dar
con generosidad de lo que uno tiene o puede es una parte esencial de la vida
cristiana (Le 6, 38). No sólo se trata de dar cosas materiales, también, y de un
modo prioritario, se trata de perdonar como Dios perdona. Aquí el vínculo entre
liberalidad y magnanimidad: Sean compasivos como es compasivo el Padre de
ustedes. No juzguen y no serán juzgados; no condenen y no serán condenados;
perdonen y serán perdonados. Den y se les dará (Le 6, 36-38). La magnanimidad
es un reflejo del corazón del Padre, que perdona todo mal y de Jesús
misericordioso, que perdona siempre. La consigna del Evangelio de perdonar
setenta veces siete (Mt 18, 21-35) es especialmente significativa, más aún si se
considera que Jesús murió perdonando.
La liberalidad tiene varios objetos en la vida sacerdotal. Primeramente es
liberalidad para con Dios, consiste en permanecer dispuesto a dar a Dios lo que él
pida en cada momento, sabiendo muy bien que la generosidad que podamos tener
con él no es más que una humilde correspondencia a la grandísima liberalidad que
Él ha tenido para con nosotros. Es también liberalidad hacia la institución a la
que uno pertenece, en nuestro
Itinerarios formativos 561 Etapa teológica

caso, la Diócesis. Consiste en estar dispuesto a ofrecer con espontaneidad y


simplicidad lo que sea conve-niente para que esta institución camine mejor: el
trabajo, la oración, el aporte econó-mico, la ayuda a obras importantes como el
seminario, etc. Un tercer objeto de la liberalidad son los demás. La generosidad
del sacerdote que da su tiempo, sus energías, su creatividad en la actividad pastoral
es leída por los fieles como un signo y un reflejo de la generosidad de Dios. Esto
es especialmente importante cuando el sacerdote se encuentra con necesidades
urgentes que hay que atender inmediatamente. La liberalidad con los pobres, los
jóvenes y cualquier otra persona que nos necesite es un rasgo muy típico de la
santidad sacerdotal. La parábola del buen samaritano (Le 10, 25-37) puede ser el
emblema de esta actitud sacerdotal.
La magnanimidad tiene también rasgos sacerdotales. El sacerdote es el ministro
del perdón sacramental de Dios; su actitud benévola ante los pecados y defectos
de los demás es un efecto inmediato de su continua vinculación al perdón y una
exigencia de su oficio. Si según el argumento evangélico quien ha recibido el
perdón está obligado a perdonar (Mt 18, 33), ¿qué se exigirá a quien realiza el
ministerio del perdón? Al menos que sepa ir más allá de los defectos de los
demás, mirándolos como Dios los mira y suscitando en ellos un cambio hacia
algo mejor. Especialmente en la vida sacerdotal se ven muy mal las actitudes de
resentimiento. Es mejor que éstas se superen pronto.

Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Explicación de la meta.
0:10 Recapitulación: Saber hablar y saber callar.
0:45 Hch9, 1-19; Gal 1, 11-2, 10.
1:45 Descanso.
2:00 Liberalidad y magnanimidad.
2:30 Oración compartida.
2:55 Consignas.
3:00 Salida

Consignas.
■ Pregúntate seriamente en qué medida has aprendido a ser liberal y magnáni-
mo. ¿En qué ámbitos o en qué relaciones necesitas un crecimiento en estas
dos virtudes?
Itinerarios formativos 562 Etapa teológica

4° de Teología / Sexto encuentro comunitario

Libertad y transparencia

Meta. El alumno de cuarto de teología, iluminado por la reflexión bíblica, critica su propio modo de
proceder y asume actitudes de profunda libertad y de transparencia como parte de su proyecto sacerdotal.

Recapitulación: Virtudes, actitudes y habilidades sacerdotales.

A través de los encuentros comunitarios el grupo de cuarto de teología ha reflexionado sobre las
virtudes, actitudes y habilidades del sacerdote. Se pide a los alumnos que expresen por escrito qué ha
significado para ellos esta reflexión. Posteriormente comparten con el grupo. Después de escucharlos, los
formadores piden a los seminaristas que sugieran otras virtudes, actitudes o habilidades del sacerdote que no
están incluidas en el programa. Si se juzga oportuno, se pueden incluir aún en el siguiente encuentro
comunitario.

Contenido.

A. Hch 18, 24-28.

El texto se refiere al ministerio de la predicación, personificado en Apolo, no específicamente al


ministerio presbiteral. Pero nos interesa porque refleja una práctica del discernimiento de la vocación de los
ministros. Es el mismo Apolo al que se refiere san Pablo en ICor 1, 12; 3, 4-6. También nos interesa por la
importancia que tiene el ministerio de la predicación en la configuración actual del ministerio presbiteral.

Un primer dato que nos interesa resaltar consiste en que se discierne el ministerio en ejercicio, es decir,
Apolo ya está predicando el nombre de Jesús y lo hace de una manera extraordinaria. Sin embargo su
dedicación a la predicación es objeto de discernimiento porque es de una gran trascendencia para la Iglesia,
que se halla en plena fase de expansión. La vocación se haya así en un continuo discernimiento. Así la vivió
Jesús y así han de vivirla sus discípulos. De modo que no es algo ya conseguido y acabado, sino siempre
algo por construir y por mejorar. Lo que prima no es la realización de la persona que ejerce un ministerio,
sino la mejor realización de la misión.

El sujeto del discernimiento vocacional es aquí la comunidad cristiana de Éfeso y específicamente un


matrimonio: Priscila y Aquila. Ellos lo tomaron consigo y le explicaron con más exactitud el Camino (26).
Nótese que se menciona primero a la mujer que al marido. Este va a ser un argumento importante. Hay
autenticidad en la vocación de Apolo, porque éste se deja instruir por otros miembros de la comunidad,
porque permanece abierto a la novedad de la fe. El sentido comunitario queda muy bien expresado en el
hecho de que los hermanos le animaron y escribieron a los discípulos (de Acaya) para que lo recibieran
(27). La comunión es el sello de origen de la vocación auténtica.

Hay, por último, una serie de argumentos en torno al ejercicio mismo de la predicación: Era hombre
elocuente, que dominaba las Escrituras (24). Aquí más bien se refieren a su preparación remota para ejercer
la predicación. Hablaba con fervor de
Itinerarios formativos 563 Etapa teológica

espíritu y con esmero (25. Se subraya el modo de hacerlo, con verdadera


dedicación. Comenzó a hablar con valentía en la sinagoga (26). La parresía es
una mezcla de valor, audacia e inspiración espiritual que está muy unida a la
predicación. Rebatía vigorosamente en público a los judíos (28). El hecho de
enfrentar a los judíos es importante porque él también era judío; entre ellos
parece que se incluye a los judaizantes, es decir, a quienes querían imponer a los
cristianos procedentes del paganismo la práctica de la ley judía.
El texto nos enseña cómo se realiza el discernimiento vocacional: con la
intervención de la comunidad y subrayando el sentido de la comunión, ordenado
a la mejor realización de la misión, facilitando que la persona ponga sus propias
habilidades en función de la misión, procurando la mejor preparación posible,
realizando el ministerio con profundo sentido espiritual. Frente a los criterios
descritos es fácil dibujar los contrarios: un ministerio ejercido burocráticamente,
sin impulso espiritual, que subraya más la realización personal que la realización
de la misión, que se sitúa en el orgullo en torno a las propias cualidades y a la
propia preparación, que rompe con la comunión.
Conviene así, aplicar estos criterios a tu discernimiento vocacional. ¿A cuál
de los dos retratos te pareces? ¿Cuáles son tus actitudes delante de una comunidad
que tiene derecho a juzgar sobre la idoneidad de sus ministros, especialmente
ante los laicos?
B. Libertad y transparencia en la vida sacerdotal.
Todo cristiano tiene ante sí el reto de la propia libertad. Cristo nos ha liberado
(Cf. Gal 5, 1-15) y ha inaugurado un nuevo modo de relaciones interhumanas, que
ya no se viven bajo el signo de la dominación sino de la fraternidad. Es por eso
que a los valores de la fe se accede libremente, no a través de la coacción o del
cumplimiento. Por ello la formación debe implicar un crecimiento gradual de la
libertad y un estilo de relación entre formadores y formandos que sea cada vez
más fraterno. El seminario no necesita un régimen autoritario y mucho menos
coercitivo; por el contrario, debe llegar a constituir un verdadero ámbito de
libertad. Sin embargo, esta libertad se enturbia notablemente cuando las personas
no se comportan con transparencia, es decir, cuando no muestran con claridad
cuáles son sus intereses, ocupaciones, inquietudes, proyectos y necesidades. De aquí
el vínculo entre libertad y transparencia.
La vida presbiteral debe estar marcada por estas dos virtudes que, como ya se
ha indicado, a la vez son actitudes e implican el desarrollo de habilidades. Al ser
el ministerio presbiteral un ministerio colegiado, en el cual las relaciones juegan un
papel central, la libertad con que actúen y la transparencia con que se manifiesten
van a ser de gran importancia.
El presbítero ha de comportarse muy libremente delante de la autoridad. Ya se
ha tocado el tema de la relación con el obispo, que es una relación de obediencia y
de colaboración. Es necesario que el presbítero aprenda a cultivar una relación
libre con él. La contraparte de la obediencia es la confiada manifestación de sí
mismo, que incluye la capacidad de expresar, por un lado, su situación personal y,
por otro lado, las propias inquietudes y proyectos. En cualquier problema o
necesidad que tuviese es él mismo
Itinerarios formativos 564 Etapa teológica

quien debe informar a quienes representan a la autoridad en la Iglesia. Ya no se


trata de un adolescente que anhela su autonomía, sino de una persona
suficientemente libre que, a ejemplo de Cristo, opta por depender en las cosas
fundamentales de la institución a la que pertenece, mostrándose ante ella tal y
como es.
Un segundo ámbito de libertad y transparencia es el presbiterio. Después de
todo un proceso de formación, el presbítero debe ser una persona muy libre ante
las relaciones con los iguales, específicamente en el presbiterio. Ya no obra por
presiones o por conveniencia, sino con una gran libertad, caminando hacia la
verdad. No establece relaciones codependientes, de amigotes, que atentan contra
la propia libertad, sino relaciones de auténtica amistad en medio de las cuales es
posible la corrección fraterna. El presbiterio es el ámbito en el cual el sacerdote
resuelve fundamentalmente sus necesidades de todo tipo, especialmente las
espirituales. Allí es donde encuentra los referentes de su continuo crecimiento
humano y espiritual.
El tercer ámbito es el de los destinatarios de su misión. Con ellos adopta más
bien el papel del orientador y del guía, que le corresponde por su ministerio y
poco a poco le corresponderá también por edad. Allí ha de ser un decidido
fomentador de la libertad y la transparencia de las personas. Lo que vive al
interno del presbiterio se expresa hacia fuera en un estilo pastoral que facilita el
desarrollo de todos y construye verdaderas amistades.
Lo más sano es que la transparencia sea norma habitual de su vida, mostrando
su interioridad con toda espontaneidad. Que se sepa a dónde va, con quién
convive, cuáles son sus inquietudes y sus anhelos, que encuentre con quién
compartir sus problemas y dificultades. La transparencia se prepara desde la
madurez personal. Y se vive en relación con todas las personas, desde el obispo,
los hermanos en el presbiterio, el consejo económico de la parroquia, los
empleados de la casa.
Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Explicación de la meta.
0:10 Recapitulación: Virtudes, actitudes y habilidades.
0:45 El caso de Apolo: Hech 18, 24-28.
1:45 Descanso.
2:00 Libertad y transparencia en la vida sacerdotal.
2:30 Oración compartida.
2:55 Consignas.
3:00 Salida

Consignas.
■ Examínate sobre estas dos actitudes de libertad y transparencia, ¿cómo las
has vivido en tu proceso formativo? Haz un esfuerzo por relacionarte con
los demás, especialmente con los formadores y los compañeros de curso,
con mayor libertad y transparencia.
Itinerarios formativos 565 Etapa teológica

4o de Teología / Séptimo encuentro comunitario


Disponibilidad y corresponsabilidad
Meta. El alumno de cuarto de teología se deja confrontar por el texto bíblico
en el nivel humano, espiritual y sacerdotal para perfilar un conjunto de actitudes
más coherentes con el ministerio presbiteral.
Recapitulación: Otras virtudes, actitudes y habilidades sacerdotales.
Los formadores recogen las sugerencias de otras virtudes, actitudes y
habilidades sacerdotales que hicieron los seminaristas en la recapitulación del
encuentro anterior, y dan una explicación al respecto, complementando lo que se
ha trabajado en el itinerario formativo durante el año.
Contenido.
A. Tito 1, 5-9; ITm 3, 1-13.
En un texto muy breve, el autor hace toda una descripción de las condiciones
para la vida presbiteral. Era costumbre de san Pablo fundar comunidades
cristianas y después nombrar personas que se encargaran de ellas. En este caso
encomienda a Tito que nombre presbíteros y propone una serie de condiciones
para los candidatos. Lo primero que llama la atención en el texto es el vínculo
entre la "organización" de la comunidad y el orden de los presbíteros. Ellos han
sido constituidos para el orden comunitario, es decir, para que la comunidad
llegue a ser aquello que está llamada a ser. Con esto se define la función más
esencial de los ministerios ordenados, que consiste en edificar la comunidad
cristiana. En el texto se utilizan indistintamente dos términos: el "presbítero" y el
"epíscopo". Son prácticamente sinónimos, porque aún no se distinguía entre
ambos grados del ministerio ordenado.
Lo que más nos interesa subrayar son las actitudes y habilidades que cualifican
a los candidatos para recibir el ministerio presbiteral. Estas actitudes y
habilidades son un signo de la caridad pastoral, que mueve a los presbíteros a
entregar su vida. Se postula un realismo fundamental: el comportamiento de los
candidatos tiene un valor central en el discernimiento porque en su correcta
elección se está comprometiendo el futuro de la comunidad. Estamos, de esta
manera, ante una comunidad que reflexiona en torno a la idoneidad de los
ministros ordenados. Los rasgos de comportamiento que se describen para los
futuros presbíteros se pueden clasificar en tres apartados:
Rasgos positivos. Irreprochable (6.7). Se trata de una persona que por su
comportamiento se ha hecho digna de confianza, que tiene credibilidad en la
comunidad. Casado con una sola mujer, cuyos hijos sean creyentes, no dados al
libertinaje o a la rebeldía (6). Esta característica apunta hacia la estabilidad de su
vida. Se podría aplicar a otros estados de vida, como el celibato, diríamos: que
viva el celibato con serenidad y solidez. Quien gestiona bien su vida y sabe
educar a sus hijos podrá administrar bien la casa de Dios y educar a los creyentes.
Hospitalario, amigo del bien, sensato, justo, piadoso, dueño de sí (8). Estos cinco
rasgos describen la bondad y la capacidad de autocontrol de una persona que ha
desarrollado su propio camino de fe.
Itinerarios formativos 566 Etapa teológica

Rasgos negativos. No ha de ser arrogante, ni colérico, ni bebedor, ni violento,


ni dado a negocios sucios (7). Se propone la exclusión de personas que no tienen
control de sí mismas, porque pueden dañar a la comunidad con su propio
comportamiento. Estos cinco rasgos negativos habría que tomarlos muy en serio
para excluir de la vida sacerdotal a quienes no hacen un progreso claro en la
superación de sí mismos y en concreto de las debilidades que se mencionan.
Deberán ser motivo constante de examen para el presbítero, porque sabe muy
bien que la falta de control de sus propios impulsos puede ser un obstáculo muy
grave en la tarea evangelizadora que se le ha encomendado. El factor humano es
así un componente primordial del discernimiento.
Rasgos que lo cualifican específicamente. Que esté adherido a la palabra
fiel, conforme a la enseñanza, para que sea capaz de exhortar con la sana
doctrina y refutar a los que la contradicen (9). Se trata de los rasgos típicos del
creyente y del apóstol. Por un lado, que esté firmemente adherido a la palabra de
Dios, referente de toda la evangelización y de su propia vida espiritual. Por otro
lado, que tenga capacidad de refutar a los enemigos con valentía, tal como se
plantea para los predicadores de la época.
ITm 3,1-13.
Es un texto similar a Tito 1, 5-9. Los conceptos de "episcopo" y de "diácono"
no son claros, como tampoco se sabe bien a qué se refiere cuando habla de las
mujeres, si a las mujeres de los diáconos o a mujeres diaconisas. El texto describe
más bien las características del comportamiento de quienes ejercen en la Iglesia
algún ministerio. En este contexto, la referencia a los ministerios ordenados es
bien clara. De modo que las normas dadas aquí nos pueden servir para aplicarlas
al ministerio sacerdotal, aunque también se pueden aplicar a otros ministerios.
La primera y la última frase del texto establecen un marco interpretativo. El v.
1 dice si alguno desea el cargo de obispo, desea una hermosa obra. El v. 13 dice:
los que ejercen el diaconado alcanzan un puesto honroso y grande entereza en la
fe de Cristo Jesús. Se valora muy explícitamente la gran importancia que tiene
prestar un servicio en la comunidad cristiana y en concreto en el ministerio
ordenado. Es una realidad que toca lo sagrado. Hay que recordar que en lenguaje
paulino la expresión "cuerpo de Cristo" significa primeramente la comunidad
cristiana, es decir, el cuerpo místico de Cristo. De modo que ejercer una función
de cara al servicio de ese cuerpo tiene todo el sentido sagrado de la relación con
Cristo y con Dios. Los criterios de discernimiento que se presentan se pueden
clasificar en tres apartados:
Las condiciones humanas básicas que corresponden a una persona madura
elegida para la función propia del ministerio ordenado. Irreprensible, casado solo
una vez, sobrio, sensato, educado, hospitalario (2). Que tenga buena fama entre
los de fuera, para que no caiga en descrédito (7). Dignos (8). Sobrias (las
mujeres), fieles en todo (11). Se trata de comportamientos estables, de conductas
positivamente comprobadas que manifiestan la personalidad del sujeto y por ello
lo cualifican. Es importante definir estos criterios positivos, y no conformarse
con que no haya comportamientos negativos o escandalosos.
Itinerarios formativos 567 Etapa teológica

Los comportamientos negativos que es necesario excluir. Μ bebedor, ni


violento, enemigo de pendencias, desprendido del dinero (3). Que no sea
neófito, no sea que, llevado por la soberbia... (6). Sin doblez, no dados a beber
mucho vino ni a negocios sucios {8). No calumniadoras (11). A la lista de Tito
se añade el requisito de que no sea neófito. Parece que está reportando malas
experiencias, las cuales recomiendan la exigencia de una fe probada y
suficientemente madura. Hay que estar muy alerta ante la soberbia de quien
ambiciona un puesto. Entre los seminaristas tiene importancia crear un clima de
profunda libertad al respecto.
Las condiciones que disponen más propiamente para el ministerio en la
Iglesia. Apto para enseñar (2). Que gobierne bien su propia casa y mantenga
sumisos a sus hijos con toda dignidad (4); pues si alguno no es capaz de
gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la casa de Dios? (5). Que
guarden el misterio de ¡a fe con una conciencia pura (9). Los presbíteros serán
los garantes de la autenticidad de la comunidad cristiana. Llama la atención el
lugar central que ocupa la enseñanza en el ministerio sacerdotal.
B. La disponibilidad y la corresponsabilidad.
Optar por la vida sacerdotal no es lo mismo que elegir una carrera. En el libro
de los Hechos de los apóstoles se pone en boca del Espíritu Santo la siguiente
expresión: Sepárenme a Bernabé y a Saulo para la tarea que he decidido
encomendarles" (Hch 13, 2). Esta separación y designación para un fin se refiere
a toda la persona de los que han sido llamados. No es sólo su tiempo libre, o sus
horas de trabajo lo que se consagra a la misión, sino todo lo que son y lo que
poseen. Quienes se han consagrado en la vida sacerdotal también han de estar
disponibles de la misma manera. Para explicar la disponibilidad se puede recurrir
a la metáfora de los fondos bancarios. Se dice que uno tiene fondos disponibles
cuando puede recurrir a ellos en cualquier momento. Como los fondos del
banco, el presbítero debe estar disponible para cuando se le requiera. La
disponibilidad no se reduce sólo a la voluntad pronta para prestar un servicio,
supone un trasfondo personal profundo. Para que la disponibilidad se pueda
mantener en el tiempo es necesario que la persona llegue a la convicción de que el
sentido de su existencia está fuera de ella misma, es decir, en función del Otro y
de los otros. Dicho negativamente, que no se pertenece a sí misma, sino a Dios
que lo creó y a aquellos con quienes convive. Tal convicción crea un
descentramiento de sí mismo.
Pero la disponibilidad para el cristiano sigue el modelo de Cristo, disponible
en cuerpo y alma para hacer la voluntad del Padre y para servir humildemente a
los demás. La vida de Jesús es un ejemplo continuo de disponibilidad. Se le
encuentra en el camino, se acerca a quien lo necesita, ofrece el homenaje de su
escucha y el consuelo de su comprensión. Podríamos seguir describiendo la
disponibilidad de Jesús y resultaría de ello el retrato vivo de la caridad pastoral.
Así, en torno a esta virtud, que es a la vez una actitud y una habilidad, podemos
sintetizar todo el proceso de configuración con Cristo Pastor. Los elementos de
esta configuración, que han sido objeto de reflexión en el itinerario formativo,
apuntan hacia una real y profunda disponibilidad sacerdotal. La disponibilidad
del presbítero tiene varios campos de aplicación.
Itinerarios formativos 568 Etapa teológica

Disponibilidad ante los pobres. Como ya se ha reflexionado, el sacerdote es


una persona dedicada al servicio. Por ello es fundamental que lo encuentre quien lo
necesita, especialmente los que, en algún sentido, son pobres. Jesús dedicó a ellos
la mayor parte de su tiempo y de sus energías. También hemos reflexionado sobre
las prioridades en la vida sacerdotal. En principio el sacerdote nunca debe negarse
a prestar un servicio, a no ser por imposibilidad. Esto no significa que viva
disperso. Precisamente cierto orden en su vida será la base necesaria para mantenerse
siempre disponible ante las necesidades de los demás. Existen situaciones en las
cuales la disponibilidad sacerdotal es inexcusable. Ante personas angustiadas o
atribuladas, ante la injusticia, ante la agonía o la muerte. El modelo del buen
samaritano, que cambia su propia ruta de viaje e invierte sus propios recursos en
un desconocido marca un rumbo necesario para la disponibilidad sacerdotal.
Disponibilidad para un destino. El presbítero ha recibido el orden sacerdotal
para colaborar con el obispo en el presbiterio. Por ello su disponibilidad está
mediatizada por la obediencia a los mandatos del obispo. Ya se ha reflexionado
sobre el sentido de la obediencia sacerdotal, ahora lo que hay que subrayar es la
importancia de mantenerse verdaderamente disponible para lo que sea necesario
en la diócesis. En principio, un presbítero nunca debiera negarse a un mandato del
obispo. Y si tiene que negarse, debe una explicación razonable. La disponibilidad
para los cambios de destino incide directamente en la configuración con Cristo
Pastor. Porque el ministerio se ejerce en roles concretos y estos roles, aunque
realizan los valores sacerdotales, también los desgastan. Un cambio de oficio o de
destino es así una oportunidad para profundizar en la inerna-lización de los
valores sacerdotales, en la caridad pastoral y en la configuración con Cristo
Pastor. Así es como han de ser leídos los cambios. Otro tipo de lecturas, que
interpretan los cambios como una imposición o una coacción, son profundamente
lejanos a la vida espiritual y a los criterios de la fe. Por ello la insistencia en que
estas realidades, que tocan vivamente la propia existencia, sean percibidas desde el
punto de vista de la fe. Es Dios quien, a través de diversas mediaciones, provee
providencialmente la propia configuración sacerdotal.
Disponibilidad ante las necesidades de la comunidad. El pastor es la persona
entregada al servicio de la comunidad de un modo radical y definitivo, por ello es
lógico que se espere de él que permanezca disponible ante las necesidades de la
comunidad. Además de lo que se ha dicho de la disponibilidad ante los pobres,
tiene una gran importancia que aprenda a participar de corazón en la actividad
comunitaria. La raíz de las actitudes prácticas está en que él mismo se sienta
miembro de la comunidad. La consigna clásica de san Agustín: Para ustedes soy
obispo, con ustedes soy hermano es profundamente válida para el presbítero en la
comunidad de los fieles. Su disponibilidad ante la comunidad se expresa por una
gran calidad de presencia. El presbítero evangeliza con su sola presencia, dedicando
su tiempo, aunque muchas veces su acción se reduzca a saludar y despedir a las
personas.
La corresponsabilidad se puede definir literalmente como una responsabilidad
compartida. Se trata de una actitud-habilidad que lleva a la persona a
solidarizarse con las responsabilidades de los demás. Negativamente, a no
mantenerse indiferente ante ellas. La corresponsabilidad es necesaria en muchos
ámbitos de la vida, en todos aquellos
Itinerarios formativos 569 Etapa teológica

en los cuales la colaboración es importante, en donde hay un equipo de trabajo,


sobre todo cuando el comportamiento de unos afecta al desempeño de otros. Los
presbíteros son corresponsables en el presbiterio desde el momento en que son
enviados a trabajar en obras que no han construido, para dar continuidad a la
labor de quienes les han precedido.
La corresponsabilidad en la vida sacerdotal supone la conciencia de que la
misión recibida es una misión compartida, colegialmente asumida. Los presbíteros
pertenecen a un único presbiterio y comparten una única misión. La misión
canónica que da el obispo a cada uno de ellos, entendida desde esta clave, es una
misión en la corresponsabilidad. Así podemos hablar de una corresponsabilidad
específicamente sacerdotal. Se puede describir esta corresponsabilidad desde las
relaciones propias del ministerio presbiteral.
Corresponsabilidad con el obispo. Los presbíteros son, por definición,
colaboradores del obispo. Esto significa que han sido llamados a compartir las
responsabilidades del obispo en la misión. Esta participación es habitual en todo
lo que corresponde al ministerio sacerdotal, muy especialmente en el caso de los
párrocos, pero se hace especialmente profunda cuando el presbítero comparte
responsabilidades de carácter global en la diócesis, como la tarea formativa en el
seminario, las comisiones diocesanas o los órganos de gobierno. La
corresponsabilidad en este plano supone y exige el leal convencimiento de que
está llamado a ser un verdadero colaborador y por tanto ha de tener un auténtico
respeto por la persona del obispo.
Corresponsabilidad en el presbiterio. Es la que se da entre los mismos presbíteros
y es expresión de la íntima fraternidad sacramental. La corresponsabilidad en el
presbiterio tiene manifestaciones de un gran valor: la capacidad de sustituirse
mutuamente, la disponibilidad para colaborar en acciones pastorales comunes, la
participación en las reuniones de decanato y de presbiterio. Pero es también
corresponsabilidad que toca la vida de los hermanos, tejiendo las posibilidades de
colaborar desde las capacidades de cada uno y desde la aceptación de los demás, de
ayudarse mutuamente en sus situaciones de vida y de salud. Merece la pena
referirse al caso concreto de los equipos sacerdotales, sobre todo en las
parroquias. La relación entre el párroco y los vicarios no es un relación de jefe y
empleado, sino de personas verdaderamente corresponsables en la única misión
que se les ha encomendado en conjunto. Esto tiene una gran trascendencia,
porque supone, de parte del párroco la capacidad no sólo de consultar, sino de
compartir las decisiones, y de parte de los vicarios, la disponibilidad para
secundar las decisiones tomadas en común. Cuando se vive un verdadero
ministerio pastoral en la parroquia o en cualquier otra tarea, se hace necesaria la
corresponsabilidad presbiteral.
Corresponsabilidad con los fíeles. La misión sacerdotal se realiza en continua
colaboración con los fieles, laicos, religiosos o religiosas. El presbítero necesita
desarrollar la actitud-habilidad de corresponsabilidad también para con ellos.
Significa que no mira su trabajo como algo ajeno, que no le pertenece, sino como
algo propio, en lo que está personalmente comprometido. La corresponsabilidad
en este plano exige una serie de aprendizajes importantes: saber apoyar a los
colaboradores sin buscar el protagonismo, aprender a pasar al segundo plano,
ayudar en la preparación de temas, en la disposición
Itinerarios formativos 570 Etapa teológica

de los espacios, sustituirles cuando sea necesario. Sobre todo redunda en una
presencia simpática, cercana, eficaz, comprensiva, alentadora. Las personas que
colaboran con el sacerdote esperan este tipo de actitudes. La corresponsabilidad
con los fieles se da también a nivel institucional, cuando el presbítero colabora con
instituciones de muy diverso tipo, como los colegios, o los hospitales católicos;
como las asociaciones laicales y los movimientos eclesiales; como las
congregaciones religiosas y sus casas de formación.
En nuestro tiempo, en una comunidad diocesana organizada, la disponibilidad
y la corresponsabilidad tienen un rostro nuevo: el plan diocesano de pastoral y las
comisiones diocesanas. Cada vez más se subrayan las acciones globales, facilitadas
por las comunicaciones. Los cambios de vida que la presencia de los medios
técnicos y la facilidad para las comunicaciones y los transportes han provocado en
nuestra vida afecta directamente a la disponibilidad y la corresponsabilidad, que
ahora es más amplia, más ágil, más versátil.
Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Explicación de la meta.
0:10 Recapitulación: Otras virtudes, actitudes y habilidades
sacerdotales.
0:45 Rasgos del comportamiento de los presbíteros. Tito 1,5-9
y lTm 3, 1-13.
1:45 Descanso.
2:00 La disponibilidad y corresponsabilidad.
2:30 Oración compartida.
2:55 Consignas.
3:00 Salida

Consignas.
■ Lleva a tu oración personal los textos de Tito y Timoteo. A partir de ellos
pregúntate: ¿Qué actitudes-habilidades necesito desarrollar para servir mejor al
pueblo de Dios? ¿Qué actitudes negativas tengo que confrontar y trabajar para
que no sean un obstáculo en la evangelización?
■ Intenta hacer una síntesis de las actitudes sacerdotales que han sido objeto
del itinerario de cuarto de teología, de modo que puedas hacer un balance de las
actitudes y habilidades que necesitarás desarrollar durante la etapa pastoral.
Prepara esta síntesis para compartirla en el último encuentro comunitario.
Itinerarios formativos 571 Etapa teológica

4o de Teología / Octavo encuentro comunitario


Cierre de la etapa teológica
Meta. El alumno de cuarto de teología reconoce el valor de la etapa pastoral,
hace una síntesis ponderada de todo su proceso formativo, puntualizando los
avances conseguidos y sus deficiencias, y se prepara para iniciar la etapa pastoral.
Recapitulación: Las actitudes sacerdotales.
Se pide a los seminaristas que compartan el análisis que han hecho de actitudes
y habilidades a las que necesitarán poner especial atención durante la etapa
pastoral. Mientras comparten, se va elaborando una lista de actitudes y
habilidades. Después se hace un ejercicio grupal que consiste en ir revisando cada
una de las actitudes y habilidades enlistadas, argumentando como grupo en torno
a la justificación de estas actitudes en la vida sacerdotal. ¿Por qué convienen a un
sacerdote?
Contenido.
A. Hb 10,11-25.
La carta a los Hebreos aplica a Jesús la imagen sacerdotal, la cual se
complementa con la imagen del pastor, que ya hemos reflexionado y que es más
abundante en el Nuevo Testamento. El v. 11 se refiere a los sacerdotes que están
de turno en el Templo de Jerusalén, que ofrecen sacrificios diariamente durante
su turno, y compara con ellos a Cristo, que se ofreció de una vez para siempre
como nuevo sacrificio. Ya está considerando todo el misterio de Cristo, desde su
encarnación, su vida y sobre todo su pasión. El autor canta los beneficios que nos
ha traído el sacrificio de Cristo. El primero de todos es la participación de la
santidad de Dios (14). El fundamento de la alianza nueva y del nuevo sacerdocio
está en Cristo, ha sido recibido como un don de Dios y se trata de un don
continuamente renovado por el Espíritu Santo (15).
Por eso cualquier acción sacerdotal posterior será como una prolongación del
único sacerdocio de Cristo. Se ha dado un paso definitivo desde lo que se ofrece
en el exterior por medio de un sacrificio de animales hasta la ofrenda de toda la
vida de Cristo, que es obediencia a la voluntad del Padre. Este es el sacrificio que
agrada a Dios y trae la reconciliación. Se están poniendo las bases para
interpretar la vida y ministerio de todos los creyentes y también de los
presbíteros. Se trata de una nueva vida, que compromete la mente y el corazón
del hombre (16), ya cimentado en el amor recibido de Cristo. La ofrenda de
Cristo es eficaz porque es causa de vida eterna.
Los versículos 19 al 25 son una exhortación reiterada: ¡acerquémonos!
(19.21). Podemos acercarnos a Dios con toda seguridad y confianza porque es
Cristo quien ha abierto el camino de acceso al Padre con su propio cuerpo. Para
ello sólo hace falta hacerlo con plena fe, con sinceridad de corazón, con la
conciencia limpia (21). La conciencia nueva del creyente ha sido sellada con el
bautismo (22), reiterando que se trata siempre de un don de Dios y no de una
ofrenda del hombre. Esta vida nueva se realiza también a través de la esperanza
(23). El nuevo sacerdocio, que se realiza más con la vida que con los ritos, es
profundamente comunitario. El ejemplo de unos
Itinerarios formativos 572 Etapa teológica

creyentes para otros es el mejor estímulo para continuar amando y para hacer el
bien, sin abandonar la reunión comunitaria y litúrgica (24-25).
Nos interesa reflexionar sobre este texto al final de la etapa teológica porque
muestra la esencia de la configuración con Cristo: la transformación del
corazón. La liturgia cristiana no es una mera acción externa, sino que nace de lo
profundo, de la interioridad del hombre iluminada por la Palabra y por el
Espíritu y expresada en las formas externas. Este es el camino de la auténtica
espiritualidad y específicamente de la espiritualidad sacerdotal. La ofrenda de
Cristo que ofrece el presbítero deberá ser antes, durante y después del rito,
ofrenda de su propia vida, realizada en primera persona, en obediencia a la
voluntad del Padre.
B. Cierre de la etapa teológica.
No puede pasar desapercibido el hecho de que éste es el último encuentro
comunitario que vivirán los seminaristas dentro del seminario. Indudablemente
se trata de un momento importante en su vida. Se propone cerrar el proceso
recapitulando todo el proceso formativo desde un triple plano: el de la
maduración de su fe, el de la maduración humana y el de la conciencia
vocacional. Con ello se quieren retomar los elementos más esenciales del
proceso. Puede ser útil la siguiente plantilla:
Maduración de la fe. Reporta Maduración humana. Reporta Conciencia vocacional.
algunos rasgos de maduración algunos rasgos de maduración Reporta la evolución de tu
de tu vida de fe en cada etapa. de tu personalidad en cada compromiso vocacional en
etapa. cada etapa.
Etapa previa
Seminario
menor
Etapa
introductoria
Curso
introductorio
Etapa
estructuradora
Etapa filosófica
Etapa
configuradora
Etapa teológica

Después de rellenar personalmente la plantilla se comparte en el grupo y se


sacan algunas conclusiones mirando a los retos pendientes de la formación.
C. La etapa de pastoral.
En este momento se presenta a los seminaristas la etapa formativa que van a
comenzar. Es importante que, desde el principio, se deje muy claro que aún no
estarán en la formación permanente. La etapa de pastoral comienza cuando un
seminarista sale del seminario y es destinado en alguna tarea pastoral, y termina
con la ordenación presbiteral. Por tanto es aún parte de la formación básica. Es
importante que acepten este modo de definir la etapa y que comprendan que,
consecuentemente, hay unos responsables de
Itinerarios formativos 573 Etapa teológica

su formación, que serán coordinados por el rector del Seminario. Esto implica que
las actividades formativas tendrán la prioridad. La etapa tiene una vinculación
central con el proceso de órdenes, de modo que la preparación y realización de
cada uno de los pasos van a ser elementos muy significativos.
En la mayoría de los seminarios de México y en otras naciones apenas se está
dibujando la etapa pastoral. Por ello puede ser útil que se les expliquen las
distintas modalidades por las que es posible que se realice esta etapa.
■ Dentro del seminario. Esta es una estructura más clásica. En algunos
seminarios el proceso de órdenes se hace durante el cuarto año de teología o en un
quinto año de teología, a veces adquiere la forma de una síntesis de los estudios,
otras veces la de una comunidad de ordenandos. El punto es que se realiza dentro
del seminario. Esta modalidad tiene la ventaja de que todo está organizado y de
que garantiza los momentos formativos. Pero tiene la desventaja de que puede ser
lejana a la realidad pastoral y a la convivencia que después se dará en un equipo
presbiteral.
■ En una vivienda común. En algunas diócesis se ha implementado una casa
para la etapa pastoral. Allí viven los seminaristas todo su proceso de órdenes o
parte de él, bajo el cuidado de algún sacerdote, y asisten a sus lugares de
apostolado durante el día. Tiene la ventaja de que se forma una comunidad tipo
cenáculo y se garantiza la participación en actividades formativas, pero existe el
riesgo de que la experiencia pastoral pase a un segundo plano o que se entienda
como un mero trabajo u oficio con el cual hay que cumplir en unas horas
determinadas.
■ Inserto en la tarea pastoral. Esta forma se da cuando el seminarista vive en
una parroquia o en otra realidad pastoral, compartiendo en un equipo sacerdotal.
Tiene la ventaja de que facilita una verdadera inserción en la realidad, tanto de la
actividad pastoral como del equipo, del decanato y del presbiterio. Sin embargo,
al estar dispersos los seminaristas, se hace más difícil garantizar un buen acompa-
ñamiento y la participación en las actividades formativas.
Como se puede apreciar, cada modalidad tiene ventajas e inconvenientes. Es
difícil garantizar una buena experiencia porque están implicados muchos factores.
Algunos dependen del mismo seminarista en etapa pastoral; otros, de la
organización que hace el seminario; otros de los responsables del lugar donde se
realiza el apostolado. En todo caso las actitudes del seminarista serán determinantes,
muy en especial su transparencia y disponibilidad con quienes están encargados de
su formación. Queda más patente que él es el primer responsable de su propia
formación.
Importancia de evitar las comparaciones. El proceso de órdenes es
estrictamente personal. Aunque las actividades formativas se realicen como grupo,
es fundamental que todos acepten el carácter personal del proceso. Por ello hay que
evitar cualquier clase de comparaciones y de sentimientos de adelantarse o
atrasarse en el proceso. Al contrario, hay que insistir en que cada proceso es único.
En el caso de que tarde más tiempo, habrá que considerar ese tiempo más largo
como una oportunidad de maduración. En todo caso, es mejor dar estos pasos
despacio que con demasiada prisa. El proceso requiere una
Itinerarios formativos 574 Etapa teológica

atención muy personalizada de los formadores, que les ayudarán a vivirlo con
serenidad y alegría.
Es conveniente explicar la modalidad concreta como se va a realizar esta
etapa e incluso dar la fecha y el lugar de la primera reunión comunitaria.
Horario sugerido
Hora Actividad
0:00 Explicación de la meta.
0:05 Recapitulación: Las actitudes sacerdotales.
0:30 Heb 10, 11-25: El sacerdocio de Cristo.
1:15 Cierre de la etapa teológica.
2:00 Descanso.
2:15 La etapa pastoral.
2:50 Consignas.
3:00 Devoción mariana.

Consignas.
■ Ponte en comunicación con quien sea necesario para que puedas iniciar la
etapa pastoral en el momento más conveniente.
■ Entrega por escrito tus sugerencias y correcciones al itinerario formativo
de cuarto de teología con el fin de mejorarlo.
12. Itinerario para la etapa pastoral (de concreción)

El nombre, etapa de "concreción", se justifica porque el seminarista, a partir de la


participación en una comunidad apostólica o parroquial, intenta poner en práctica
lo que ha aprendido en la casa de formación concretando un modo de vivir su
vocación en esta circunstancia determinada. En el seminario diocesano
corresponde a la etapa de pastoral, que coincide, además, con el proceso de
órdenes y el ejercicio del diaco-nado; en algunas diócesis se ha perfilado una
comunidad de candidatos a las órdenes como una etapa formal, distinta del
seminario. En otras diócesis este proceso se gace dentro del seminario. En otras,
los candidatos están destinados habitualmente a una parroquia. Algunos
elementos de esta etapa formativa se adelantan en ocasiones, cuando se
interrumpe la formación durante la etapa configuradora para un año de servicio.
Se pretende que el candidato viva ya las condiciones ordinarias en las que va
a realizar su proyecto vocacional durante toda la vida, enfrentando las
dificultades que la realidad comunitaria y pastoral le plantea. Desde este contacto
con la realidad y con el conveniente acompañamiento, se pretende que se afiance
aún más su decisión vocacional. La puesta en práctica de esta etapa ha llevado a
un mayor respeto de los ritmos educativos que marcan los intercicios en el
proceso de órdenes. Se consigue así una mayor flexibilidad para alargar un poco
más el proceso, si es conveniente, desde las necesidades del candidato. Es natural
que este proceso ya no se haga prioritariamente como grupo, sino desde las
condiciones personales de cada candidato.
Como en todas las etapas anteriores hay una necesidad de acompañamiento
personal y grupal. Este acompañamiento se debe garantizar más allá de la
dispersión de los candidatos. El acompañamiento se pone en riesgo cuando
teóricamente se ha encargado al párroco, pero efectivamente no se hace. Para
salvar esta dificultad parece conveniente nombrar a una persona en la diócesis,
pertenezca o no al equipo forma-dor, para el acompañamiento de la etapa
pastoral. Las reuniones en esta etapa suelen ser muy productivas. En este
momento adquieren relieve la dimensión pastoral y la experiencia comunitaria.
Conviene que la etapa introduzca de manera viva y concreta en la vivencia del
carisma del sacerdote diocesano en ambos planos: una vivencia positiva de la
fraternidad presbiteral y un ejercicio válido del apostolado desde el punto de
vista del carisma sacerdotal.
Se ha dividido la etapa en cuatro momentos formativos que a su vez incluyen
cuatro encuentros comunitarios cada uno. Al ser realidades tan diversas, es
importante que se apliquen los materiales de un modo muy flexible, adaptándose
a las circunstancias en las que se realiza la etapa pastoral. El primer momento
formativo es de carácter introductorio para atender a la adaptación a la inserción
pastoral y situar desde allí el proyecto de vida. Cuando los seminaristas
interrumpen la etapa teológica para un año de servicio, se puede usar este
material porque las situaciones que viven son muy similares. Los otros tres
momentos formativos se han organizado de acuerdo al proceso de órdenes, de
modo que cuando el seminarista reciba el ministerio corres-
Itinerarios formativos 576 Etapa pastoral

pondiente, se entiende que pasa al siguiente momento formativo. El segundo se


dedica a los ministerios laicales, el tercero a la preparación para el diaconado y
el cuarto a la preparación para el presbiterado. Con la ordenación presbiteral se
da por concluida la etapa de pastoral y comienza la primera etapa de la
formación permanente. A continuación se presenta el cuadro de objetivos de la
etapa que se ha de aplicar, como ya se ha indicado, con una gran flexibilidad.
Momento formativo. Objetivo o meta Icono o texto para la
oración.

El candidato se inserta en la realidad pastoral Le 4,14-30 Comienzo


1er momento formativo. aprovechando los elementos presentes en ella para dar del ministerio de Jesús.
continuidad a su proceso formativo y comparte su
Introduccción. experiencia con los demás.

1er. encuentro. El candidato hace una síntesis de su proceso formativo, lCor9, 19-23. He tratado
La inserción pastoral. localiza los puntos de crecimiento que han quedado de adaptarme a todos.
pendientes y se prepara para la inserción en la realidad
pastoral.

2° encuentro. El candidato dialoga con los demás sobre las ventajas y Mt 23, 8-12. Todos
La fraternidad presbiteral. dificultades que ha encontrado en la inserción pastoral y ustedes son hermanos.
adquiere una visión crítica de su propio comportamiento
fraterno.

El candidato comunica su situación en el plano de la vida ICor 3, 5-9:


3er. encuentro. Una fraterna y adquiere una visión crítica en torno a la Colaboradores de una
actividad pastoral que realiza. obra común.
obra común.

4o encuentro. El candidato retoma el proyecto sacerdotal que elaboró Le 4, 14-30 Se retoma


El proyecto sacerdotal. en la etapa teológica y lo enriquece con los elementos que la imagen-fuerza.
le ha ofrecido la inserción pastoral.

El candidato recibe y ejerce los ministerios de lector y de Me 10, 17-31: El hombre


2° momento formativo. acólito, es admitido a las órdenes sagradas y reflexiona rico que es llamado por
sobre el carácter definitivo de su compromiso vocacional. Jesús.
Ministerios laicales.

1er encuentro. El candidato, habiendo asumido la inserción pastoral, Ef4, 1-13. Salmo
La ministerialidad eclesial. sitúa su propia vocación en el contexto de la 133. Jn 13, 31-
ministerialidad de la Iglesia y profundiza en la valoración 35.
de todos los ministerios y vocaciones.

2° encuentro. El candidato sintetiza el sentido de su pertenencia al Jer20, 7-18. Salmo 119,


El ministerio de lector. cuerpo ministerial de la Iglesia, comprende mejor la 89-104. Jn 4, 27-42.
finalidad del ministerio de lector y se prepara para
recibirlo.

3° encuentro. El candidato comparte su experiencia en el ejercicio del Heb4,14-16.


El ministerio de acólito. ministerio de lector, comprende mejor la finalidad del Salmo 43. Jn4,
ministerio de acólito y se dispone para recibirlo. 13-22.

Itinerarios formativos 577 Etapa pastoral

4° encuentro. El candidato comparte su experiencia en el ejercicio del Hech 1, 12-26. Sal


La admisión a órdenes. ministerio de acólito, comprende mejor el sentido de la 40, 2-11. Le 9, 57-
admisión a las órdenes y se dispone para ser admitido. 62.

3er. momento formativo. El candidato solicita el orden sagrado del diaconado, se ICor 12, 4-11: Los
Preparación para el prepara para recibirlo y reflexiona sobre los compromisos diversos dones del
diaconado. del celibato eclesiástico y de la oración con el pueblo de Espíritu edifican la
Dios. comunidad.
1er. encuentro. El candidato comparte su experiencia en el ejercicio de Mt20, 17-28:
El humilde servicio. los ministerios de lector y acólito y profundiza en el Petición de los
humilde servicio como clave interpretativa de todos los Zebedeos.
ministerios en la Iglesia.

2° encuentro. El candidato comparte su propia experiencia de servicio, Jnl5, 1-17: La vid y los
La pertenencia al comprende el valor de la pertenencia a un solo presbiterio sarmientos. Depender de
presbiterio. y lo asume para su vida futura. Cristo y de la Iglesia.

3er. encuentro. El candidato comparte sus convicciones en torno a la ICor 9, 1-27: El


El celibato eclesiástico. pertenencia al presbiterio y hace una reflexión sobre el apóstol vive unido a Cristo
compromiso de celibato que hará en breve. sirviendo al Pueblo de
Dios.

4° encuentro. El candidato comparte su experiencia de amor en el ICor 12, 4-11: Se retoma


La ordenación diaconal. celibato, reflexiona sobre el contenido del ministerio el icono de este
diaconal y se dispone para recibirlo. momento formativo.

4° momento formativo. El candidato retoma críticamente su ejercicio diaconal, ITim 3, 1-7. Presenta el
Preparación para el solicita el orden sagrado del presbiterado y se prepara ministerio como una noble
presbiterado. para la celebración de la Eucaristía y para el ministerio de función.
la reconciliación.

1er. encuentro. El candidato retoma críticamente su ejercicio diaconal Le 4, 14-30: Texto


El ministerio diaconal. compartiendo los aciertos y errores con sus compañeros y programático de la
descubre el sentido de la diaconía en el ministerio misión de Jesús.
presbiteral.

2° encuentro. El candidato reflexiona sobre la centralidad de la Me 8, 1-10: La


La celebración eucarística. celebración eucarística en el ministerio presbiteral y multiplicación de los
descubre la importancia que tiene el modo de panes.
presidirla.

3er. encuentro. El candidato reflexiona sobre el sentido profundo del 2Cor 5, 18-21 y 2Cor 1, 3-
El ministerio de la ministerio de la reconciliación y saca las consecuencias 7: paralelo entre la
reconciliación. para la realización práctica de este ministerio. reconciliación y consuelo.

4° encuentro. El candidato comparte sus expectativas en torno a la Ef 1,3-14: El cántico de


La ordenación presbiteral. ordenación presbiteral, prepara algunos detalles gratitud de san Pablo.
significativos y cierra el proceso de la formación
básica.

Itinerarios formativos 578 Etapa pastoral

Descripción existencial

El seminarista de la etapa pastoral está concluyendo el proceso de la configuración con Cristo Buen
Pastor. Sin embargo, este final de la formación básica es a su vez el inicio de un proceso que no termina,
pues la configuración continuará siendo el objetivo de la formación permanente. Aparecen dos nuevos
elementos capaces de contribuir decisivamente en la configuración: la inserción en una comunidad cristiana
concreta y el proceso de órdenes. Lógicamente ya no se plantea el proceso bajo el esquema de los años
escolares, sino atendiendo a los pasos que el seminarista va dando hacia los compromisos definitivos y
específicamente hacia la recepción de las órdenes sagradas. Tenemos entonces dos partes en el proceso:

■ La inserción en una comunidad cristiana. El seminarista vive su proceso


forma-
tivo inserto en una realidad concreta, habitualmente en una parroquia o en
otro servicio diocesano. Esta inserción tiene un valor importante porque
no
consiste sólo en la necesaria adaptación, sino también en la aplicación
práctica
de lo aprendido en el seminario durante toda la formación básica. El modo
de
realizar esta adaptación va a ser una clave significativa para la formación
permanente. Necesita adaptar su propio proyecto de vida y todos los
medios
que pone para su formación en las seis dimensiones formativas. La
inserción
presenta también un reto importante en la línea de las relaciones en las
cuales
se teje el proceso formativo, en continuidad con lo vivido en el seminario:
la
relación con la autoridad, la relación en el presbiterio y la relación con los
fieles laicos, religiosos y religiosas. Los seminaristas requieren un
acompaña
miento cuidadoso en el momento de la inserción porque no siempre resulta
fácil asimilar la realidad con la que se encuentran.
En algunos seminarios se propone a los alumnos un período de servicio con la interrupción de la
etapa teológica. En algún sentido se "adelanta" esta primera parte de la etapa de pastoral. Incluso se
le suele llamar "experiencia pastoral". En otros seminarios no existe esta interrupción, de modo que
la experiencia pastoral se da cuando ya se ha concluido la etapa teológica. Los materiales se han
diseñado pensando en ambas realidades, de modo que, con algunas adaptaciones, valdrían para las
dos modalidades. Para esta primera parte se han diseñado cuatro encuentros comunitarios, tomando
en cuenta de que no es siempre fácil reunir a los seminaristas en esta etapa.

■ El proceso de órdenes. Esta segunda parte es más compleja. También


existen
diversas modalidades en los seminarios, desde el seminario en el que se
tiende
a comenzar el proceso de órdenes desde los primeros años de teología
hasta el
régimen en el que se espera hasta el final. El modo como se realice el
proceso
de órdenes depende de muchos factores: las normas generales de la
Iglesia, las
costumbres de la Diócesis, las situaciones históricas por las que atraviesa
la
comunidad diocesana y el proceso personal de cada seminarista. Por ello
la
mejor recomendación es que el proceso de órdenes se haga con calma,
aten
diendo a todos estos factores y atendiendo prioritariamente a la mejor
prepa-
Itinerarios formativos 579 Etapa pastoral

ración de los candidatos en un proceso que suele venir acompañado de


dificultades. Es fundamental que sea captado por el seminarista como
parte de la formación básica, que no termina sino hasta la recepción del
presbiterado.
El proceso se ha dividido en tres momentos formativos. El primero viene
ritmado por la recepción del lectorado y el acolitado y por la admisión a
las órdenes. Los otros dos se ordenan respectivamente a la recepción del
diacona-do y del presbiterado. Se ha privilegiado la consideración
espiritual de los rituales correspondientes.
Adaptación de algunos medios formativos. La etapa pastoral hace la
transición entre la formación básica y la formación permanente. Desde esta
transición hay que adaptar el uso de algunos medios formativos. La dirección
espiritual necesita mantenerse sistemáticamente, subrayando la responsabilidad
del seminarista, sobre todo cuando se hace difícil reunirse o poner otros medios
comunitarios. A veces los seminaristas hacen los ejercicios espirituales con el
presbiterio. Conviene acompañar bien esta experiencia para que la adaptación sea
la correcta. Cambian los espacios para la oración personal, que son menos
privados y menos sistemáticos que en el seminario. Muchas veces no existe la
oración comunitaria o se limita a breves momentos. La participación de la
Eucaristía se hace de otra manera y con otro estilo. Aspectos que eran
estructurados por el horario del seminario, como el deporte, el tiempo para el
estudio y las horas de comer, varían radicalmente.
Ruidos en el proceso de órdenes. Es previsible que la mayoría de los
seminaristas de la etapa de pastoral tengan que enfrentar diversos "ruidos" en
torno al proceso de órdenes. Por ejemplo, las expectativas de la familia, que
muchas veces puede confundir este proceso con una graduación o con algo
similar a una boda; las tradiciones del lugar, que a veces pueden ejercer mucha
presión; los comentarios no siempre conflu-yentes de algunos presbíteros, que
pueden llegar a confundir al seminarista. El mejor remedio para esto es una
comunicación fluida y clara con quienes son los verdaderos responsables del
proceso de órdenes.
Itinerarios formativos 581 Etapa pastoral

Primer período
Momento introductorio
Objetivo del momento formativo. El candidato se inserta en la realidad
pastoral aprovechando los elementos presentes en ella para dar continuidad a su
proceso formativo y comparte su experiencia con los demás.
Imagen-fuerza. Le 4, 14-30 Después de un tiempo largo de preparación,
Jesús comienza su ministerio en Nazaret. Se trata de un texto programático, en el
que ya aparece la sombra de la cruz como parte de su misión evangelizadora. La
cita del profeta Isaías sitúa la inserción pastoral en la realidad de los pobres y en
el anuncio del Evangelio. En el candidato, que es enviado por la Iglesia a un
lugar concreto, se cumple la Escritura si es dócil al Espíritu Santo.
Proceso de los encuentros comunitarios.
El primer período de la etapa pastoral pretende ayudar al seminarista a
situarse en la realidad pastoral a la que ha sido destinado. La referencia es la
novedad de esa realidad pastoral y las dificultades que el muchacho encuentra
para la realización de los valores vocacionales en medio de ella. Se le ofrecen
claves positivas para que pueda interpretar esa realidad como un camino
providencial para la maduración de su vocación. Por otro lado se provoca el
diálogo sobre las dificultades que pueda encontrar en esa comunidad. Se han
planeado cuatro encuentros comunitanos que se realizarán muy flexiblemente, de
acuerdo a las posibilidades del grupo:
■ El primero se centra en la misma experiencia de la inserción pastoral, el
tema del diálogo es la síntesis de su proceso formativo en el seminario,
localizando los puntos pendientes de su formación que deberán cubrirse en la
inserción pastoral independientemente de la comunidad a la que haya sido
destinado. Se pone especial atención a las oportunidades y dificultades que es
común encontrar en esta etapa y a la responsabilidad personal necesaria para
asumirlas. Se propone el texto de san Pablo a los Corintios en el que declara
haberse adaptado a diversas circunstancias y personas (ICor 9, 12-23).
■ El segundo encuentro se dedica a la fraternidad presbiteral y muy en
concreto al modo de relación del seminarista con los presbíteros, con quienes
convive diariamente, tanto a nivel del equipo sacerdotal como del decanato. Se
provoca un diálogo sobre ventajas y dificultades de la inserción pastoral que
recoge las conclusiones del encuentro anterior y se trazan las líneas de una
relación positiva en el ámbito del presbiterio. Se propone para la oración Mt 23,
8-12, en el que se invita a los creyentes a superar toda relación de paternidad o
magisterio para considerarse todos hermanos en el Señor. Este es el modelo de la
relación en el presbiterio y en toda la comunidad cristiana.
■ El tercer encuentro comunitario aborda el tema de la continuidad en las
tareas pastorales encomendadas y del peligro de la búsqueda del protagonismo.
Se comienza recogiendo el trabajo anterior sobre las relaciones en el presbiterio.
Después se le ofrecen elementos para que pueda hacer una crítica de su propio
Itinerarios formativos 582 Etapa pastoral

modo de situarse en la realidad pastoral, subrayando sobre todo que se


trata de una obra común, compartida por toda la comunidad cristiana y
por sucesivas generaciones de evangelizadores. El texto de ICor 3, 5-9
ayuda a relativi-zar la intervención de una u otra persona en torno a la
obra común que Cristo realiza por medio de todos ellos.
■ El cuarto encuentro comunitario se dedica a la revisión y elaboración del
proyecto sacerdotal. Se parte del proyecto que ya habían elaborado los
seminaristas en segundo de teología para después resituar el proyecto en
la situación nueva que están experimentando. Para ¡luminar este ejercicio
se suscita una reflexión sobre el concepto del "ideal-de-sí-en-la-
situación". Para la oración se retoma la imagen-fuerza de Le 4, 14-30.
Sugerencias pedagógicas.

Más importante que los contenidos del itinerario es la comunicación de la


percepción de la realidad pastoral en la cual los seminaristas han sido insertados.
En muchas ocasiones las circunstancias reales en las que están viviendo pueden
agobiarlos. La función del formador consiste en ayudarles a descubrir las
posibilidades que tienen en medio de ellas y a aceptar con sencillez los límites
que existen en toda realidad. Los contenidos pretenden ampliar la visión que los
seminaristas tienen de esa realidad para que puedan dar los pasos hacia su
aceptación y provocar la elaboración de un proyecto personal en las
circunstancias.
Conviene esforzarse por establecer con claridad los momentos de reunión por
medio de un calendario bien elaborado, de modo que el hecho de estar dispersos
no llegue a ser un impedimento para realizar los encuentros comunitarios. Los
formadores deberán establecer lo más posible lazos de fraternidad con los
seminaristas propiciando que se comience a superar la distinción formando-
formador para afirmar un vínculo más horizontal.
Itinerarios formativos 583 Etapa pastoral

Introducción / Primer encuentro comunitario


La inserción pastoral
Meta. El candidato hace una síntesis de su proceso formativo, localiza los
puntos de crecimiento que han quedado pendientes y se prepara para la
inserción en la realidad pastoral.
Comunicación. Se propone a los seminaristas que hagan un balance de su
proceso formativo, pidiéndoles que reporten a través de un breve comentario
sus aciertos y deficiencias en cada una de las dimensiones formativas durante
las tres etapas precedentes, según la siguiente tabla:
Etapas Dimensiones Aciertos Deficiencias
Curso Espiritual-
introductorio carismática
Humana-
personal
Comunitaria-
social
Académica-
laboral
Apostólica

Etapa Espiritual-
filosófica carismática
Humana-
personal
Comunitaria-
social
Académica-
laboral
Apostólica

Etapa Espiritual-
teológica carismática
Humana-
personal
Comunitaria-
social
Académica-
laboral
Apostólica

Al finalizar el análisis comparten cuáles son las líneas de continuidad que se


han dado en su proceso y los retos de crecimiento que se les presentan en este
momento. Conviene insistir en que los retos que se propongan van más allá de
las circunstancias en las que realizan la etapa pastoral, porque dependen de su
propio proceso y no de la situación. Esta advertencia es conveniente porque es
fácil que, al vivir intensamente en una realidad determinada, pierdan de vista la
continuidad del proceso.
Itinerarios formativos 584 Etapa pastoral

Oración. Para un momento de oración compartida se ha elegido el texto de


ICor 9, 19-23. En él muestra san Pablo su disponibilidad a adaptarse a todos,
salvando las fronteras naturales de la raza, de la cultura y de las deficiencias
humanas para difundir eficazmente el Evangelio. El texto ilustra bien la
responsabilidad del candidato en este momento de inserción, se trata de estar
dentro de la misma realidad con un interés evangelizador acogiendo y
procurando redimensionar todo lo que hay en ella.
Contenido: La inserción pastoral.
Una adaptación difícil. Cuando dejas la estructura formativa del seminario y
te insertas en la realidad pastoral es necesario realizar una adaptación que no
siempre resulta fácil. Se plantea un reto fundamental, que consiste en dar
continuidad a las estructuras que hiciste tuyas en cada una de las dimensiones
formativas durante el proceso formativo del seminario. Resulta habitualmente
difícil porque tropiezas con las dificultades que siempre existen en la realidad: las
personas, las condiciones, la comunidad. Algunas de estas limitaciones pueden
ser muy difíciles de aceptar. El común denominador de todas ellas es que te
exigen una adaptación personal muy flexible y una profundización en los valores
que has aprendido, de modo que al final provocan todo un crecimiento personal
que conduce hacia la interiorización de los valores sacerdotales.
La orientación al valor y la orientación al rol. Los valores vocacionales no
son meros postulados teóricos, sino que se internalizan por medio de
realizaciones concretas. Por ejemplo, uno aprende a unirse con Dios por medio
de la oración en una capilla concreta, con un horario y un método; uno aprende
las relaciones fraternas en una comunidad de personas con características
determinadas. Esta realidad concreta se llama "rol" y se puede definir como un
modo legítimo de vivir el valor. Aunque es legítimo, es sólo un modo; esto
implica que existan otros modos igualmente legítimos para vivir el mismo valor.
El problema surge cuando tiendes a absolutizar este modo concreto y,
consecuentemente, a perder la percepción del valor, de modo que te será costoso
tratar de vivir el valor en otro contexto. Por ejemplo, si te acostumbraste a rezar
laudes y vísperas en una capilla grande y silenciosa como la del seminario, en un
horario fijo y en comunidad, el día que tengas que rezar laudes y vísperas sólo o
con un solo compañero, te puede resultar muy difícil. Algo similar ocurre con el
deporte, el estudio, el trabajo... e incluso con realidades más básicas: los
momentos de comer, el descanso. El ejercicio de diversos roles ayuda a las
personas a profundizar en la intemalización de los valores. Este dato es
importante porque muestra que no es una desgracia cambiar de rol, sino una
oportunidad para aprender con mayor claridad el valor mismo. Comprende mejor
lo que significa el valor del deporte quien se adapta y aprende a hacer deporte en
diversas circunstancias: con grupo y sin él, en un clima cálido y en un clima frío.
Así se comprende que en una época, como en la formación en el seminario, es
importante apegarse al ejercicio de un rol, porque es el modo de aprender el
valor, pero en otra época, como la etapa pastoral, puede ser muy productivo
cambiar de roles, porque así se profundiza en la vivencia del valor. El concepto
es fácil de entender, pero con frecuencia es difícil de aplicar.
Itinerarios fbrmativos 585 Etapa pastoral

Una dificultad afectiva. Los valores que caracterizan la vocación cristiana y


específica tocan profundamente nuestra personalidad. No se trata de cosas
superficiales, sino de realidades muy importantes en nuestra vida, que incluso
nos ha costado trabajo asumir en el pasado y pueden tender a perderse.
Aprendemos a amar las circunstancias o roles en que vivimos los valores y éstos
se dan en relación con personas que son significativas porque constituyen una
referencia durante el proceso. En el proceso complejo del aprendizaje de los
valores los afectos que nos vinculan con los demás funcionan como un
"pegamento". Es decir, los valores se adhieren a nuestra personalidad a través de
los sentimientos que nos suscita el hecho de vernos identificados con ellos.
Cuando repentinamente cambian las circunstancias en las que vives los valores
surge la dificultad: se dice que uno "extraña" los espacios, las personas y las
maneras de hacer las cosas. Lo que realmente añoras no es todo eso, sino la
tesitura afectiva en la cual realizabas aquellas actividades. Es importante poner
atención a este argumento porque allí está la verdadera causa de la dificultad en
un momento de inserción pastoral y de adaptación a una nueva realidad.
El cambio que acompaña a esta primera inserción pastoral se va a repetir
muchas veces a lo largo de la vida ministerial. Los cambios de destino implican
un ajuste profundo de cosas tan básicas como las relaciones interpersonales, el
grado de satisfacción en el trabajo, el modo de descansar y de distenderte. Por eso
conviene analizar bien esta primera experiencia para prepararte para futuras
experiencias. El proyecto personal queda marcado desde ahora por la adaptación
a las circunstancias concretas en las cuales respondes al llamado de Dios. Una
buena estrategia para la formación permanente consiste en que el plazo de
revisión del proyecto se haga depender de la duración de un destino concreto.
Para vivir la adaptación se pueden señalar algunas líneas, que pueden servir
como vía de reflexión y de análisis de tu propia experiencia.
La aceptación. Una primera y fundamental actitud consiste en aceptar la
realidad que te rodea. Desde la aceptación del destino que se te ha dado, pasando
por el clima, el nivel cultural, las condiciones físicas, hasta llegar a las personas
con quienes convives o de quienes dependes. Es importante aceptar de corazón
esas condiciones porque dicha aceptación compromete algo tan central como tu
seguridad básica. Uno tiene que aprender a respirar a gusto en el lugar donde
está, a sentirse en casa, a trabajar con alegría, a querer a la gente con quienes
convive. Hay un argumento fundamental para aceptar la realidad pastoral,
consiste en reconocer que has sido enviado legítimamente a aquel lugar y, más
profundamente, en reconocer en ello la mano de la Providencia. Para algo el
Señor te ha destinado, a través de tus superiores, a este lugar donde estás llamado
a crecer en el camino de tu vocación. Por el contrario, el rechazo de la realidad
concreta es un grandísimo obstáculo para la inserción pastoral. Habitualmente los
argumentos que nos llevan a rechazar una realidad pastoral tienen una dosis
grande de fantasía o de imaginación. Imaginas las razones por las cuales te
enviaron a un lugar y, como contraparte, lo bien que estarías en otro sitio.
Participas del imaginario colectivo cuando prestas oídos a ¡deas absurdas como
la idea de que te "castigaron" en este sitio o que "privilegiaron" a otros. Nunca
faltan voces, procedentes del presbiterio o de los fieles, que estimulan este tipo de
fantasías, ante las cuales es
Itinerarios formativos 586 Etapa pastoral

necesario un verdadero ejercicio discernidor. Este tipo de fantasías se estimulan grandemente cuando se
unen a la sensación de que se "atrasa" el proceso de órdenes. Es absurdo pensar así porque el proceso de
órdenes es estrictamente individual, de modo que ni se retrasa ni se adelanta, sino que simplemente se da de
un modo determinado, siempre como un don de Dios y jamás como un mérito personal. Lo que realmente
importa es que se realice bien.

El contacto físico y afectivo. Un camino práctico para amar la realidad pastoral y comprometerte en ella
consiste en exponerte ¡ntencionalmente al contacto físico y afectivo con ella. Por ejemplo, ponerte a limpiar
la casa, a reparar las ventanas o a podar el jardín, son actividades físicas que te conducen a sentir esa
realidad material como tuya. También es interesante dejarte tocar en el plano afectivo por las personas con
quienes convives, especialmente por las más sencillas: la gente que trabaja en la cocina, en la secretaría, o en
el apostolado. Este puede ser un ejercicio adecuado del amor célibe, que brota de un corazón dedicado
totalmente a un fin, en el que caben todos aquellos que por algún motivo no son amados. La distancia física
y afectiva, efecto de la desconfianza o de la comodidad, provoca un sentir los espacios y las personas como
no tuyas, y a la larga te lleva a situarte mal en esa realidad. Es evidente que esta realidad tiene sus límites y
que éstos son sentidos especialmente cuando vienes de una estructura física y formativa como el seminario.
Extrañarás los espacios amplios, la privacidad, el horario, el orden. Pero es allí, con esas personas y en esos
lugares físicos donde se te pide que te comprometas y donde tienes una oportunidad de crecimiento.

La comunicación. La comunicación profunda es la clave en la resolución positiva de las relaciones


humanas. Conviene garantizar la comunicación con el párroco o con el superior correspondiente. Que no sea
sólo comunicación tangencial, de lo que ocurre o que se limite a hablar de las tareas, sino que toque el
interior, tus pensamientos, tus sentimientos, tus planes y dificultades, la misma experiencia de formación que
estás teniendo. Pero es bueno que exista también la comunicación con otros, especialmente con los
colaboradores en la tarea pastoral. Esto no significa que seas indiscreto y mucho menos chismoso. Por esta
razón es importante elegir bien a las personas con las que te comunicas. Siempre en las comunidades
cristianas hay personas de un gran valor, que edifican a todos, también a un seminarista de la etapa pastoral.
Así como aprendes de ellas a hacer el apostolado, también puedes aprender de su vida y de su testimonio de
fe. Siempre está la referencia a un director espiritual o a los mismos formadores del seminario, para
comunicar tu situación o para buscar ayuda cuando te tropiezas con problemas delicados o difíciles de
afrontar. El aislamiento es peligroso en el sentido de que te aleja de los demás y te lleva a cultivar
sentimientos de soledad y de tristeza. Al contrario, una cierta expansión es muy recomendable.

La colaboración. En cualquier tarea pastoral que desempeñes se da un campo de colaboración,


especialmente con laicos, o con religiosos o religiosas. Conviene hacer una opción profunda por el trabajo
en equipo, sabiendo sobre todo que tú pasarás pronto pero las tareas deben continuar y las otras personas
permanecerán. Procurar llevar siempre al campo objetivo las tareas emprendidas, llevando archivos de los
Itinerarios formativos 587 Etapa pastoral

materiales elaborados y garantizando la continuidad de las tareas a través de


personas que estén bien enteradas de lo que se está haciendo y hayan participado
en su elaboración. Un aspecto importante de la colaboración en esta etapa de
formación reside en la capacidad de consultar tus proyectos y tus inquietudes con
quien está a cargo de la acción pastoral, especialmente con los presbíteros que
tienen más experiencia en la vida pastoral y en la conducción de la comunidad.
Es deseable que se establezca el hábito de consultarlo todo, y de tal manera se
afirme, que ya se convierta en una opción de vida. El individualismo es un mal
hábito, especialmente cuando está teñido de cierto orgullo y va creando la
incapacidad de consultar.
La creatividad pastoral. Dentro de tus propios límites es conveniente que te
atrevas a tomar iniciativas. El estilo de tales iniciativas dependerá mucho de las
habilidades que has ido consiguiendo y de tu experiencia pastoral previa. En
principio se espera de ti que aportes lo que tienes capacidad de aportar, no menos.
La negligencia es la actitud contraria, es muy negativa porque da la impresión de
que no tienes interés por las cosas que se llevan entre manos.
Itinerarios formativos 588 Etapa pastoral

Introducción / Segundo encuentro comunitario


La fraternidad presbiteral
Meta. El candidato dialoga con los demás sobre las ventajas y dificultades
que ha encontrado en la inserción pastoral y adquiere una visión crítica de su
propio comportamiento fraterno.
Comunicación. Transcurrido un mes de iniciada la etapa, se pide a los
seminaristas que compartan con cierta amplitud las condiciones que se dan en su
experiencia de inserción pastoral. Para hacer un análisis se les sugiere el esquema
a) Vida fraterna en el equipo sacerdotal, b) Relación con los laicos y otros
colaboradores, c) Actividad pastoral que ha desempeñado.
Después de compartir en este nivel, que es el de las relaciones y las
actividades, se les pide que den un paso adelante hacia la gestión de su propio
proceso vocacional, siguiendo las siguientes pautas: a) Vida espiritual, oración
personal, vida sacramental.
82) Estudio, sobre todo materiales que han sido objeto de estudio durante este
tiempo.
83) Deporte, sobre todo la actividad física planificada expresamente. Con este
segundo diálogo se apunta hacia su propia responsabilidad formativa, más allá de
las circunstancias que les toca vivir.
Oración. Para este momento de oración se ha reservado el texto de Mt 23, 8-
12. El contexto es el de una denuncia de Jesús contra la hipocresía de los
maestros de la ley y los fariseos. Especialmente nos interesa la segunda parte,
que en positivo muestra el modo de las relaciones que deben existir entre
ustedes, es decir, al interno de la comunidad cristiana y muy expresamente del
presbiterio. Poco a poco deberán ir desapareciendo los roles de maestro, padre y
jefe, para llegar a una realidad comunitaria en la cual todos ustedes son
hermanos. Hermanos en la fe, en la común vocación y misión y en el servicio a
la comunidad cristiana. Es conveniente esta reflexión porque los seminaristas
pueden estar funcionando más como empleados o como subalternos que como
personas corresponsables de la misión.
Contenido. Durante este primer momento de inserción en la realidad pastoral
tiene una gran importancia el modo de relación que se establezca en la
comunidad presbiteral. El modo adecuado de estas relaciones, como bien señala
Presbyterorun ordinis n. 8 y ha sido abordado anteriormente en el itinerario, es el
de la íntima fraternidad sacramental. Es decir, una relación profunda, en la que
se pone en juego el corazón; una relación fundamentalmente igualitaria, la propia
de los hermanos; una relación que se funda claramente en la común vocación y
en la común misión y no en la afinidad o la simpatía. En estas coordenadas
conviene hacer una interpretación de las relaciones específicas que se dan entre el
sacerdote encargado del acompañamiento del candidato, los otros sacerdotes del
equipo o del decanato y el seminarista en la etapa pastoral. Deben dibujarse
relaciones profundas e igualitarias, de ayuda mutua, de aprendizaje y de
verdadera colaboración.
Una primera orientación nos viene dada por el conjunto de los textos
evangélicos en los cuales Jesús da instrucciones a los Doce o a los discípulos en
general (Cf. Vgr.:
Itinerarios formativos 589 Etapa pastoral

Mt 20, 26; Mt 23, 8; Me 10, 43), en estos y en otros textos Jesús utiliza la
cláusula entre ustedes para señalar el comportamiento que corresponde a la
comunidad discipular. El primer lugar en el que es necesario vivir y testimoniar
los valores del evangelio es la misma comunidad de los discípulos. Los valores
que Jesús enseña, como el de la oración confiada y perseverante, el perdón de las
ofensas o la verdadera pureza del corazón deben ser vividos con claridad en la
comunidad discipular que forman todos los fieles. ¿Qué diremos de la comunidad
presbiteral? La fraternidad entre los presbíteros se sitúa en este contexto
evangélico porque el primer ámbito donde resuena la misión evangelizadora es
entre los mismos que la realizan y la conducen. Es importante la definición de
este "nosotros" que forma la comunidad de los presbíteros y en la cual comienza
a participar el candidato al orden presbiteral. Más aún, hay que señalar la
importancia de que él mismo comprenda el modo de estar entre los presbíteros
desde un "nosotros" claramente determinado. Lo contrario sería que se percibiera
desde un "ellos", es decir, distanciándose de esta íntima comunidad o mirándola
con una actitud excesivamente crítica, o con cierta indiferencia, o simplemente
con distancia. En este "nosotros" existen deficiencias, a veces muy grandes, pero
pese a todas esas deficiencias, esta comunidad presbiteral es signo de la presencia
de Cristo y del espíritu evangélico. El seminarista necesita aprender a situarse en
la comunidad presbiteral desde una valoración teológica y cultivar
intencionalmente el sentido de pertenencia a ella.
Una segunda orientación viene dada por el texto que se ha elegido para la
oración de hoy, en el que se insiste: todos ustedes son hermanos (Mt 23, 8). La
relación con los presbíteros no debe reducirse a una mera relación de jefe y
subalterno, mucho menos una relación de dominio o incluso de explotación o de
rivalidad. Este tipo de lecturas de las relaciones al interno de la Iglesia son
profundamente ajenas al Evangelio. Las relaciones debidas son de fraternidad, en
las que poco a poco se debe superar cualquier percepción de superioridad o
inferioridad para compartir como hermanos. Este proceso también debe ocurrir
entre los seminaristas y los formadores del seminario. Quienes fueron los
formadores y superiores del seminarista, poco a poco deben ir transformándose
en hermanos. Si esto es verdad, se hace evidente que no es correcto que el
seminarista adopte la actitud de un empleado, que simplemente cumple con el
trabajo que le mandan, pero no entra en una relación profunda y, en el fondo, no
se hace verdaderamente corresponsable de la misión y de las tareas
encomendadas. Hay que superar cualquier tendencia a vivir y a situarse de esta
manera, para buscar otro tipo de relación más adecuada; debajo de esta actitud
suele ocultarse un problema mayor, porque en el fondo es una actitud defensiva.
Esto no quiere decir que se le pierda el respeto a las personas, especialmente a los
sacerdotes mayores, o que no se les dé su lugar como últimos responsables de
una comunidad. Pero es importante subrayar que la relación ha de ser
fundamentalmente fraterna, espiritual y familiar.
Un tercer camino para las relaciones fraternas está en la línea de la apertura
de corazón. Este es un elemento que depende sólo del seminarista. Consiste en
mostrar lo que lleva dentro con transparencia. Tener el corazón abierto implica
desterrar los misterios. Que se sepa con quién anda, qué sueña y siente, cómo
vive, qué planea, a
Itinerarios formativos 590 Etapa pastoral

quién frecuenta, cómo vive la relación con su familia y amigos, qué le preocupa
o le altera, etc., con toda claridad y espontaneidad. Incluso ha de dar a conocer
prudentemente cuáles son sus dificultades y debilidades. La apertura de corazón
se puede ir consiguiendo "abriendo" intencionalmente diversos aspectos de la
vida y de la propia personalidad. Por ejemplo, "abrir" la realidad familiar, de
modo que las personas con quienes conviva conozcan cómo es su familia, qué
medios pone para frecuentarla, cómo ayuda a su familia y qué le preocupa de
ella. Se puede "abrir" el ámbito de las amistades, de modo que se sepa con
claridad quiénes son sus amigos y amigas, dónde los conoció, qué tipo de
relación lleva con ellos, por qué los valora. "Abrir" también el mundo de sus
actividades en el apostolado, qué planea, cómo percibe la realidad apostólica, qué
ideas se le ocurren, qué dificultades tiene con los colaboradores. Así, por partes y
punto por punto, podrá ir consiguiendo una mayor apertura de corazón, hasta
llegar a cosas tan importantes como sus sentimientos y sus dificultades perso-
nales.
Es imposible vivir y fomentar las relaciones fraternas sin recurrir al perdón.
En todas las relaciones existen malentendidos y fricciones, momentos de crisis y
dificultad. Por ello es fundamental que el seminarista cultive una disposición
espiritual y humana al perdón. La mejor actitud para esto es la de una
predisposición positiva en este sentido, que vaya más allá de las circunstancias,
como una especie de perdón previo, que es parte de la aceptación profunda de los
demás y se deriva del misterio de Cristo presente entre nosotros. Si es verdad que
las crisis y abandonos de la vida sacerdotal tienen como común denominador un
mal estar en el presbiterio, del mismo modo es verdad que un cultivo sensato de
las relaciones fraternas en el presbiterio es fuente de bienestar y clave
fundamental para la perseverancia vocacional. Es útil la consideración del perdón
como parte necesaria del mismo ministerio presbiteral. Más allá de las
disposiciones de vida de los presbíteros con quienes convive, el seminarista
deberá ya tener la madurez suficiente para afrontar las relaciones positiva y
constructivamente.
Las relaciones del presbítero con los religiosos, religiosas y laicos son como
un reflejo de las propias relaciones en el presbiterio. No deben suplir el elemento
fundamental, que es la misma relación entre los presbíteros. Las personas con las
que el seminarista convive en el ámbito de la Iglesia esperan de él un
comportamiento adecuado a su condición de candidato para el ministerio
presbiteral. Cualquier anomalía al respecto debe ser consultada oportunamente
con el director espiritual. Positivamente conviene evitar relaciones extrañas con
los laicos o religiosos, ya sea por una excesiva familiaridad, ya por una
selectividad exagerada, ya por algún tipo de interés de parte del seminarista. Sus
relaciones, en fin, han de ser expresión del amor pastoral, que corresponde al
celibato sacerdotal y deben ser formativas en orden a este fin. Si se ve oportuno,
se puede provocar un diálogo entre los seminaristas sobre las relaciones que han
establecido en este plano de los colaboradores, sabiendo que el siguiente
encuentro comunitario comenzará con una comunicación más profunda sobre la
relación con los presbíteros.
Itinerarios formativos 591 Etapa pastoral

Introducción / Tercer encuentro comunitario


Una obra común
Meta. El candidato comunica su situación en el plano de la vida fraterna y
adquiere una visión crítica en torno a la actividad pastoral que realiza.
Comunicación. Se profundiza en el tema tratado en el encuentro anterior: la
vida fraterna en la comunidad de inserción pastoral donde está viviendo el
seminarista. Es probable que existan situaciones difíciles que necesitan ser
compartidas e iluminadas. Por eso puede ser útil este momento de comunicación.
Sobre todo interesa reportar si han intentado aplicar algunas de las
recomendaciones que se dieron en el encuentro anterior. Al finalizar este
momento de comunicación y yendo más allá de las circunstancias negativas que
hayan sido expuestas, los formadores insisten en la importancia de gestionar con
madurez personal cualquier situación. Incluso se puede hacer un recuento de las
actitudes infantiles que son frecuentes en estas circunstancias para que los
seminaristas las tengan en cuenta y permanezcan vigilantes al respecto.
Oración. Para este momento de oración se ha seleccionado el breve texto de
ICor 3, 5-9 que muestra a los distintos evangelizadores como agentes que
colaboran en una obra común. Lo más importante en cada uno de ellos es que
adopte actitudes de verdadero servicio y excluya la búsqueda del protagonismo o
del poder, perspectivas que son tan ajenas al espíritu cristiano y a la misión
evangelizadora de la Iglesia. Del mismo modo todos nosotros estamos de paso en
una comunidad, y es fundamental que, poniéndonos al servicio con autenticidad,
edifiquemos bienes que permanezcan en ella y fortalezcamos los cauces de
continuidad a través de otras personas.
Contenido. Colaborar en la misión de la Iglesia significa siempre formar
parte de una obra común. Para comenzar se puede pedir a los seminaristas que
compartan lo que conocen de la historia de la comunidad o parroquia a la que han
sido enviados: la fecha de su fundación, las primeras actividades pastorales, las
personas que han pasado por allí, las características actuales del apostolado que en
ellas se desarrolla, las condiciones de edad y cultura de los fieles que la forman.
Quizá más de uno se dé cuenta de que desconoce buena parte de la historia de esa
comunidad, o que no se ha interesado suficientemente en ella. Terminar
señalando que cada uno está trabajando en una tierra que no ha sembrado y cómo
puede estar allí gracias al esfuerzo de las generaciones precedentes. Insistir sobre
todo en que esta realidad histórica nos muestra que el trabajo que cada uno
desempeña no es individual, sino profundamente comunitario. Es fundamental
percibir este dato porque nos obliga a asumir una serie de actitudes que
corresponden a tal concepción de la acción pastoral.
Aprender a pasar a un segundo plano. Colaborar con otras personas en el
apostolado implica el aprendizaje de una actitud fundamental: Pasar a un
segundo plano, evitando en especial un protagonismo excesivo o incluso la
búsqueda del protagonismo. Se trata de un aprendizaje importante porque la vida
pastoral existe en continua colaboración con distintas personas y en distintos
planos. El cultivo de esta actitud exige, por otra parte, una verdadera mística en
el apostolado -hemos sido invitados misericordiosamente por el Señor a trabajar
en su viña (Cf. Mt 20,1-16)- y la ascesis
Itinerarios formativos 592 Etapa pastoral

correspondiente -hemos de ser humildes y misericordiosos al realizar su encargo-.


El protagonismo personal es un obstáculo porque tiende a anular el sentido de
grupo tan propio de la actividad apostólica. El seminarista debe llegar a
profundizar en el gozo espiritual que implica facilitar y promover el
protagonismo de los demás, lanzándolos a poner a funcionar sus mejores
capacidades, desarrollando habilidades que quizá eran desconocidas para ellos
mismos y pasando personalmente al segundo plano. Este desarrollo tiene una
radical importancia para los jóvenes, con quienes el seminarista entra
normalmente en contacto. Gestos como invitar a las personas a asumir una
responsabilidad, a realizar una actividad nueva, a involucrarse en la organización
de la actividad pastoral, tienden a ayudar a cada uno a conocerse a sí mismo en el
plano del apostolado e inclusive son un medio para un mejor discernimiento
vocacional. Actitudes como valorar el trabajo de los otros, felicitarlos, alentarlos,
tienen un profundo sentido pastoral. Los momentos de revisión y evaluación de
la actividad, manifiestan el valor de la fraternidad. No se trata así de "sacar
adelante" una serie de actividades, sino de propiciar y fomentar la experiencia de
una comunidad apostólica que se trasciende y lleva a trascenderse a todos sus
miembros.
Secundar los acuerdos del equipo. Colaborar en la misión implica la
participación en equipos, en los cuales y por medio de los cuales se toman las
decisiones. El seminarista necesita entrar en la dinámica del respeto a estas
instancias comunitarias, el hábito de consultar cualquier decisión y el apoyo a las
decisiones que se van tomando en los distintos equipos, aunque no sean del todo
de su agrado. En un primer plano está el equipo sacerdotal. El apoyo a las
decisiones que en él se han tomado es clave para su solidez y eficacia. En este
plano conviene que el seminarista se habitúe a no obrar sin la anuencia del
equipo sacerdotal y a secundar dinámicamente sus acuerdos. La falta de respeto a
los acuerdos del equipo sacerdotal puede ser fuente de fatales divisiones en la
comunidad que no conducen a ninguna parte. Hay que poner mucha a atención a
no aparecer nunca como opuesto al responsable último de la actividad pastoral.
Un respeto y consideración similares es debido a los equipos de laicos o de
animadores juveniles. Ellos trabajan gratuitamente en el apostolado y muchas
veces tienen más experiencia que el mismo seminarista, aunque la formación
filosófica y teológica de éste pueda parecer superior. Es conveniente que el
seminarista conserve siempre la actitud de aprender de ellos, de valorar sus
propuestas o costumbres y de ofrecer humildemente algunos elementos que
puedan enriquecer su acción pastoral, venciendo la tentación de imponerse al
grupo. El respeto a los acuerdos en este segundo nivel garantiza la construcción
de la unidad de la comunidad apostólica. Con sus actitudes el seminarista debe
llegar a ser un perseverante constructor de comunidad en el ámbito pastoral.
Privilegiar el trabajo en equipo. En todos los casos es conveniente equilibrar
el trabajo personal y el trabajo en equipo. La actividad personal nutre y fortalece
al trabajo en equipo y viceversa. Reconocer la importancia del trabajo personal
no es aprobar el individualismo y mucho menos la búsqueda del protagonismo.
Un seminarista de la etapa pastoral debe tener hecha ya una opción por el trabajo
en equipo, pasando de la mera ejecución de las actividades pastorales a la
animación de otros que a su vez las
Itinerarios formativos 593 Etapa pastoral

ejecutan. La opción por la animación pastoral supone la conciencia de que se trata de una obra común. No se
trata sólo de contar con la ayuda de otros. Un verdadero equipo analiza la realidad pastoral, programa su
acción en común y si es posible la ejecuta en común. La animación y coordinación de equipos de trabajo
corresponde en muchas ocasiones a los presbíteros. Es importante colocarse en un plano de igualdad con los
demás, sobre todo para incorporar sus iniciativas y darles el cauce conveniente. Evidentemente en los
equipos pastorales no todos tienen la misma preparación. Habitualmente el seminarista jugará con ventaja en
este sentido. Pero este hecho objetivo no justifica que se coloque en un estatuto de superioridad. Al
contrario, tiene una gran importancia que ofrezca con humildad los conocimientos que pueda aportar.
Estamos entrando en un terreno precioso: el de la aplicación práctica de los conteni dos teológicos de su
formación. Esta aplicación pone en tela de juicio las propias construcciones intelectuales, que pueden tener
coherencia lógica pero no siempre cuentan con la debida aplicabilidad práctica. Un buen ejercicio de la
actividad pastoral realizada en equipo representa para el seminarista la oportunidad de hacer una relectura de
los contenidos de su formación desde la nueva perspectiva en que se encuentra. Aquí tiene una gran
importancia que él también se halle en la disposición de aprender de las personas sencillas que forman parte
de la comunidad y desde su vida de fe le ofrecen verdaderas lecciones de vida. Recordar al respecto la
amplia doctrina de la Iglesia Latinoamericana sobre los pobres que evangelizan a la Iglesia.

Aplicar el plan diocesano de pastoral. El referente más objetivo de la obra común del presbiterio y de la
Iglesia Particular es el plan diocesano de pastoral. Todos los planes diocesanos tienen defectos, y también
los tiene la metodología que proponen. Pero representan la vía más práctica y concreta de comunión para los
agentes de pastoral en sus responsabilidades. Los seminaristas de esta etapa deben conocer, secundar y
aplicar con fluidez el plan diocesano de pastoral y aún explicarlo a la comunidad y promover su aplicación
en diversos ámbitos. Ante el plan diocesano de pastoral hay que cultivar la misma actitud de obediencia que
se tiene ante el obispo, porque el plan expresa y realiza las opciones pastorales del obispo con su presbiterio
y con toda la comunidad diocesana. Aceptar la propuesta del plan de pastoral no significa ser acríti-cos. Al
contrario, una verdadera aceptación lleva a la persona a implicar sus propias capacidades en la realización
del plan, añadiendo incluso las matizaciones críticas que sean convenientes en un contexto determinado.
Habitualmente los mismos planes consideran esta posibilidad. Las matizaciones que se hagan, pasarán
evidentemente por el equipo sacerdotal y por los equipos de laicos antes de su aplicación.

Dar continuidad a lo realizado en el pasado. Ninguna actividad pastoral parte de cero. La valoraci ón de
lo que se ha hecho en el pasado y de las personas que han trabajado es esencial. Ignorar lo que ha ocurrido
en este lugar con anterioridad, dando por supuesto que no se hizo nada o que aquella actividad no tuvo valor,
puede tener graves consecuencias. La comunidad cristiana se parece a un muro de ladrillos, toda nueva
actividad debe asentar firmemente sobre lo realizado en el pasado. Una hones ta valoración de lo que se ha
realizado es así totalmente necesaria. Existirán realidades pastorales a las que es necesario dar continuidad y
otras no. Independientemente de
Itinerarios formativos 594 Etapa pastoral
ello todas deben ser valoradas y reconocidas. Lo contrario es establecer rupturas. Esta postura llega a nivel
de lo absurdo cuando la persona nueva que llega adopta aires de "fundador", como si antes de él no se
hubiese realizado nada positivo. Es aún peor en el caso de un seminarista, que sabe perfectamente que no
durará en ese lugar más de dos años.

Garantizar la continuidad en el futuro. Un modo muy concreto de construir la obra com ún consiste en
garantizar la continuidad de la acción pastoral que se emprende en el presente. Si una persona se considera a
sí misma indispensable, tenderá a hacer depender hasta los mínimos detalles de su autoridad. Pero un líder
consciente de su papel pondrá todos los medios para que aquella obra perdure en el tiempo. Es válida la
comparación con la construcción de un arco de piedra. Cuando se construye un arco se hace previamente un
andamio que soporta las piedras del arco. El andamio es una verdadera obra de ingeniería y tiene cierto
grado de belleza, pero por hermoso que parezca, después de poner la piedra angular, pasa a ser un objeto de
desecho. De la misma manera, quien con auténtico amor trabaja en la Iglesia, procura la continui dad de las
acciones pastorales y aprende a pasar a un segundo plano. Para asegurar la continuidad a las obras se
perfilan una serie de actitudes y actividades: a) Elaborar la programación pastoral en equipo, porque sus
miembros serán las personas preparadas para darle continuidad, ya que conocen el plan por dentro, b)
Asentar la programación por escrito y corregirla continuamente, de modo que no sólo se realice una
actividad sino que se vaya mejorando con el tiempo, c) Dar a conocer la programación a toda la comunidad,
para que la actividad sea apoyada por todos, d) Archivar ordenadamente todos los materiales de la actividad,
de modo que se consignen los horarios, temas, ejercicios, etc., de un modo sistemático y puedan servir para
posteriores experiencias, e) Buscar las personas que podrían ser los sucesores de esa acción pastoral, más
allá del protagonismo de quienes la realizan actualmente. Lo contrario es pensar sólo en el presente, como
hacen los malos políticos, que no mueven un dedo por establecer la continuidad con sus sucesores.

Los seminaristas están haciendo una primera aplicación del proyecto sacerdotal que realizaron durante
la etapa teológica. Por eso les pedimos que traigan al próximo encuentro su proyecto sacerdotal para
analizarlo en su momento, sugiriéndoles que vayan adelantando un primer balance del mismo.
Itinerarios formativos 595 Etapa pastoral

Introducción / Cuarto encuentro comunitario


El proyecto sacerdotal
Meta. El candidato retoma el proyecto sacerdotal que elaboró en la etapa
teológica y lo enriquece con los elementos que le ha ofrecido la inserción
pastoral.
Comunicación. Se pide previamente a los seminaristas que traigan su
proyecto sacerdotal, el que elaboraron en la etapa teológica. Se les da un tiempo
personal para que hagan una revisión del proyecto respondiendo a estas dos
preguntas: ¿Qué aspectos del proyecto se van realizando en el presente? ¿Qué
aspectos del proyecto no se están realizando? ¿Por qué? El tema da para un
diálogo profundo que les ayude a conocerse entre sí un poco más y en su
situación actual. Se puede terminar con una segunda ronda de comunicación de
los sentimientos que surgen en torno al proyecto que han evaluado. Para esta
actividad se requiere un tiempo amplio.
Oración. Se retoma la ¡magen-fuerza correspondiente a este momento
formativo en Le 4, 14-30, el comienzo del ministerio de Jesús en Nazaret. El
texto es de una gran riqueza porque sitúa el ministerio de Jesús en una doble
coordenada: la de los pobres y la de la cruz. Por un lado, es enviado
específicamente a los pobres, los cautivos, los ciegos, los oprimidos. En la misión
recibida existen unos destinatarios privilegiados de su tiempo y de sus energías.
El candidato necesita descubrir en este momento cuáles son los destinatarios
privilegiados de su misión y tomar la determinación de entregarse a ellos
gratuitamente. Por otro lado queda muy claro que Jesús no viene para complacer
a nadie, sino para realizar la voluntad del Padre, la cual no se podrá comprender
sin el misterio de la cruz. También el candidato debe conservar su propia libertad
para entregarse a la misión encomendada, sin estar preocupado por complacer a
la gente, sino por cumplir el encargo recibido. Estos son datos que orientan el
proyecto personal en este momento de inserción pastoral. En el texto podemos
reconocer una expresión del propio proyecto de Jesús, que explica de un modo
nítido el para qué de su misión. Hay que subrayar que Jesús no conoce
exactamente el plan de Dios, su proyecto consiste más bien en buscarlo
continuamente a través de una actitud de discernimiento. Lo mismo pasa a los
seminaristas, las líneas trazadas para su proyecto sacerdotal deberán permanecer
abiertas a las eventualidades de la Providencia.
Contenido. El proyecto personal es un medio importante en el proceso de
formación porque formula objetivamente no sólo el ideal al cual se orienta la
vida de un seminarista, sino también su realidad personal y la puesta en práctica
de ese ideal. Quizá sea útil repasar la finalidad del proyecto tal como se propuso
en las etapas anteriores para que se comprenda mejor qué es lo que se le propone
en este momento, a) Durante el seminario menor se elaboró tres veces, al final
del primer semestre, al final del segundo y al terminar el segundo año. Se trataba
de un proyecto centrado en las necesidades de crecimiento de los adolescentes.
Fue utilizado primeramente el esquema de los tres niveles del yo y al final se
introdujeron las seis dimensiones formativas. b) Durante el curso introductorio el
proyecto se elaboró en cada trimestre. Lo que se pretendía era que el seminarista
incorporara a su vida los elementos que se le iban presentando en la formación.
Se insistió no sólo en el nivel personal, sino también en
Itinerarios formativos 596 Etapa pastoral

la formación de un ambiente comunitario que ayudara al proceso formativo. c)


La etapa filosófica vino marcada por los pasos metodológicos. Aquí el proyecto
perseguía la estructuración de la personalidad cristiana del seminarista, de modo
que adquiriera efectivamente métodos y estructuras en cada una de las
dimensiones. Los seminaristas aprendieron a revisar continuamente su proyecto y
a permanecer atentos a sus avances, registrándolos oportunamente, d) Durante la
etapa teológica se aplicó la metodología a un objeto distinto cada año, objetos
que estaban íntimamente relacionados con la configuración con Cristo Pastor.
Los seminaristas elaboraron en el segundo año de teología el proyecto sacerdotal,
que respondía a la pregunta: ¿Qué sacerdote voy a ser? Y lo fueron
complementando con el proyecto personal, el cual respondía a la pregunta más
directa: ¿Cómo lo voy consiguiendo aquí y ahora? e) Para la etapa pastoral se
pretende dar continuidad al proyecto sacerdotal elaborado, pero situando este
proyecto en la realidad concreta en la cual el seminarista está inserto. Respon-
demos a la pregunta: ¿Cómo se puede realizar el ideal sacerdotal que ha aceptado
como bueno para sí en la situación pastoral concreta en la cual le toca vivir?
Como se puede observar, se intenta definir el ¡deal-de-sí-en-la-situación. Vamos
a situar este concepto porque puede iluminar el momento presente.
El ideal-de-sí es, en nuestro caso, el modelo sacerdotal que la Iglesia de
nuestro tiempo nos presenta. La espiritualidad debe ser vivida en la cultura actual
y siguiendo el Magisterio de la Iglesia. Por eso es absurdo, por ejemplo, querer
ser sacerdote imitando sólo al Cura de Ars. San Juan María Vianney es un
modelo sacerdotal válido, por algo es patrono de los sacerdotes, pero pertenece al
siglo XVIII francés, una realidad profundamente distinta de la nuestra. Por ello
este modelo requiere una adaptación. El ideal sacerdotal debe situarse
primeramente en las coordenadas bíblicas, que se han estudiado con amplitud en
el itinerario de la etapa teológica, especialmente en las evangélicas. Pero no basta
con esto, es absolutamente necesaria la clave interpretativa del Concilio Vaticano
11 que fue después asumida y enriquecida por la Pastores dabo vobis. Sin estas
referencias, esenciales hoy para su definición, el ideal seria anacrónico. Es
importante señalar que estas coordenadas documentales son fuertes y claras,
teológicamente válidas, nunca como en la época posconciliar la Iglesia tuvo
claridad sobre el valor y el sentido del ministerio presbiteral.
Un segundo elemento que define el ¡deal-de-sí es la realidad diocesana y en
concreto el ideal sacerdotal que propone la Iglesia Particular. Este modelo es
definido con frecuencia por los sínodos diocesanos o por los planes diocesanos de
pastoral. Si la coordenada de los documentos era la de la definición del
sacerdocio, esta coordenada es la de la realidad pastoral. Tiene una importancia
grande situarse en esta realidad porque, de no ser así, se estaría definiendo un
ideal irrealista, Es decir, un modelo ideal que no entra en diálogo con la realidad.
Esto es peligroso porque no concreta ni traduce los valores en la cultura.
Podemos preguntarnos positivamente: ¿Cuál es el ideal sacerdotal en la
postmodernidad? ¿Qué exigencias plantea al ideal sacerdotal la realidad pastoral
de la Diócesis? Seguramente se pueden perfilar exigencias bien claras en la línea
de la vida espiritual, de la preparación intelectual y práctica, de la comprensión
del apostolado, etc., que brotan del análisis de la realidad social en ia que se
Itinerarios formativos 597 Etapa pastoral

realizará el ideal sacerdotal.


El tercer elemento para la confección del ¡deal-de-sí es el conocimiento de la
realidad personal. No se puede responder a la pregunta: "¿Qué sacerdote voy a
ser?" sin un conocimiento suficiente de sí mismo. Porque el ideal que se quiere
formular es "de sí", es decir, para un sujeto concreto, con una naturaleza bien
específica que acoge el don de la gracia. Estamos hablando del principio de
individuación que concreta la vivencia de los valores objetivos en una
personalidad. Para conseguir la capacidad de elaborar este proyecto se ha
trabajado gradualmente en el conocimiento de sí a lo largo del proceso
formativo, siguiendo una secuencia: a) Durante el curso introductorio, la
elaboración de un "mapa" de la propia personalidad, reconociendo sus rasgos
fundamentales, virtudes y defectos, b) En la etapa filosófica se ayudó al
seminarista a permanecer atento a los rasgos de su personalidad y, especialmente
en el segundo año, a puntualizar sus propias esclavitudes e inconsistencias y a
confrontarlas con los formadores, de modo que pudo conseguir una
profundización. c) Durante la etapa teológica se cuestionaron las características
de la personalidad que impedían la configuración en las líneas complementarias
de las virtudes teologales, los consejos evangélicos, la caridad pastoral y las
actitudes sacerdotales. Este proceso ha ayudado a que en el momento presente se
pueda contar con un sujeto que ha trabajado sobre sí mismo o que al menos no
ignora las características personales que entran en juego en la vida sacerdotal y
definen la posibilidad que tiene de definir un ideal sacerdotal.
Pero el ideal-de-sí debe llegar a concretarse en una situación determinada
formulándose como ideal-de-sí-en-la-situación. Efectivamente, las diversas
situaciones por las que una persona va realizando consecutivamente los valores
vocacionales no son neutras en relación con la definición de su proyecto, sino
que lo enriquecen a través de diversas interpretaciones y adaptaciones. La
realización de los valores es semejante a las piezas musicales que repiten la
misma melodía pero con diferentes matices complementarios entre sí, provocando
una profundización de la experiencia estética. Consecuentemente es
recomendable la actualización del proyecto sacerdotal en las coordenadas de una
realidad determinada, la de este destino concreto, que ya ha sido suficientemente
conocida y en la cual se sitúa el proyecto formativo durante la etapa pastoral.
Algo similar ocurrirá en el proceso de la formación permanente. Los valores se
irán concretando y realizando en situaciones determinadas, a través de diversos
encargos recibidos, por ello es recomendable que los seminaristas aprendan en
este momento a elaborar el proyecto personal en relación a esas situaciones, y
consecuentemente se reelabore en el futuro con ocasión de los cambios de
destino.
En este momento se deja a los seminaristas más libres para que elaboren el
proyecto personal. Se supone que antes han adquirido los elementos necesarios y
ahora los aplican con mayor flexibilidad y soltura, siempre teniendo como
referencia el proyecto sacerdotal que elaboraron en segundo de teología. Si da
tiempo durante la sesión, conviene que pongan por escrito su proyecto y después
lo compartan con los demás. Esta puesta en común se entiende que mira más al
futuro próximo con una actitud nueva.
Itinerarios formativos 599 Etapa pastoral

Segundo período
Los ministerios laicales
Objetivo del momento formativo. El candidato recibe y ejerce los
ministerios de lector y de acólito, es admitido a las órdenes sagradas y reflexiona
sobre el carácter definitivo de su compromiso vocacional.
Imagen-fuerza. Me 10, 17-31: El hombre rico que es llamado por Jesús. Se ha
seleccionado este texto porque muestra la radicalidad del llamado de Jesús, a la
que el candidato se aproxima a través de la recepción de los ministerios laicales.
Esta radicalidad se expresa en el texto a través de cinco verbos concatenados
entre sí: ve, vende, da, ven, sigúeme, secuencia que pone al hombre rico en
actividad en orden a una mayor libertad. Algo similar ha de ocurrir al seminarista
en este momento, que se sienta invitado a optar radical y libremente por Jesús y
por el servicio comunitario. Los pasos que dará vienen marcados por el
desprendimiento y el don de sí mismo.
Proceso de los encuentros comunitarios.
El itinerario viene ritmado por el acceso gradual a los ministerios. El modo de
aplicarlo dependerá de las costumbres que existan en la diócesis al respecto.
En el primer encuentro se quiere dejar muy claro el valor de la ministerialidad
de la Iglesia como el marco en el cual se debe comprender todo servicio
evangelizador. Los ministerios no son una cuestión individual, al contrario,
ayudan a la persona a caminar hacia una mayor y más profunda pertenencia
comunitaria, en la cual la vinculación espiritual, afectiva y efectiva con los
demás tiene una gran trascendencia. En el proceso de recepción de los
ministerios no caben las actitudes de distancia y mucho menos de desprecio ante
cualquier servicio o ministerio eclesial.
El segundo y tercer encuentros pretenden provocar una reflexión sobre los
ministerios del lector y del acólito fundada en la experiencia de proclamar la
Palabra de Dios y de acolitar que los seminaristas han acumulado a lo largo de
todo el proceso formativo y en el estudio del ritual para la institución de lectores
y acólitos. Interesa que los seminaristas calibren la importancia de los pasos que
están dando al ser instituidos en estos ministerios como parte de su configuración
con Cristo Pastor. Hay que evitar que vean estos ministerios sólo como un
requisito para las órdenes mayores, al contrario, conviene que les concedan una
atención especial y descubran los dones de la gracia y los retos de crecimiento en
cada uno de ellos. Hay que considerar que las funciones del lector y del acólito
no terminan con la ordenación sacerdotal, sino que siempre continuarán
ejerciendo estos ministerios.
El cuarto encuentro se centra en el rito de la admisión a órdenes. Además del
estudio del ritual correspondiente se añade una reflexión sobre el sentido del
proceso de órdenes en su totalidad, resaltando los datos objetivos y señalando las
voces a las cuales debe o no debe poner atención en este proceso. Se subraya el
sentido de la gratuidad del don de Dios y la importancia de conservar en todo
momento la disponibilidad para lo que la Iglesia necesite.
Itinerarios formativos 600 Etapa pastoral

Sugerencias pedagógicas.
Para este período se propone un tipo de oración un poco más larga, de
carácter celebrativo, con tres lecturas, de modo que se parta de una reflexión
espiritual más prolongada. Se puede realizar en la forma de una liturgia de la
Palabra, de modo que se celebre anticipadamente el paso que van a dar
comprometiendo su vida.
Se pone un acento importante en la profundidad del momento de
comunicación, para que los seminaristas puedan sacar a la luz sus dificultades de
comprensión y de realización de los aspectos que se van proponiendo.
El momento de utilizar estos materiales va a cambiar en cada lugar, de
acuerdo con las costumbres que se han establecido. Aquí partimos de la
consideración de los ministerios de lector y acólito como laicales, y por eso se
colocan antes de la admisión a órdenes. En algunas diócesis se hace al revés. Lo
que hay que garantizar es una reflexión compartida sobre estos acontecimientos
en la vida de los seminaristas.
Itinerarios formativos 601 Etapa pastoral

Ministerios laicales / Primer encuentro comunitario


La ministerialidad eclesial
Meta. El candidato, habiendo asumido la inserción pastoral, sitúa su propia
vocación en el contexto de la ministerialidad de la Iglesia y profundiza en la
valoración de todos los ministerios y vocaciones
Comunicación. Se provoca un momento de comunicación entre los
seminaristas sobre su experiencia de interacción con otras vocaciones y
ministerios durante la etapa pastoral. Se puede preguntar: ¿Has tenido la
oportunidad de conocer nuevas formas de vocaciones, servicios y ministerios
dentro de la Iglesia? ¿Cuáles? ¿Qué ha significado en tu vida espiritual y pastoral
la relación y la colaboración con los demás en diversos planos? Con ello
queremos preparar el tema que se va a desarrollar: la ministerialidad de la
Iglesia.
Oración. Se propone para el momento de oración este conjunto de textos: Ef
4, 1-13. La unidad de la comunidad en el amor se construye en el día a día, con
paciencia, respeto y delicadeza, en el reconocimiento y la valoración de la
diversidad de los carismas que la constituyen y la enriquecen continuamente.
Salmo 133. Se le puede llamar el salmo de la unidad, que canta la alegría de los
hermanos unidos. Todos en la Iglesia tienen derecho a experimentar esa alegría y
el presbítero es el garante de ella. Jn 13, 31-35. El mandato del amor se aplica
primeramente a la comunidad discipular. En la manifestación del amor entre los
discípulos se juega la credibilidad del mensaje cristiano.
Contenido. Uno de los ejes más importantes de la doctrina del Concilio
Vaticano II, y por tanto de la Iglesia de nuestro tiempo es el de la ministerialidad
eclesial. El único ministerio de Cristo se realiza a través de múltiples formas
ministeriales que no sólo forman parte de la Iglesia, sino la constituyen como tal
en su caminar histórico. Durante la época del Concilio se hicieron grandes
esfuerzos por equilibrar los términos que se referían a los diversos ministerios
eclesiales. Antes del Concilio se hablaba de "dones jerárquicos" y "dones
carismáticos" como oponiéndolos entre sí; de Iglesia discente (la que aprende,
destinataria de la misión) de Iglesia docente (la que enseña, depositaría de la
misión; de ministerios clericales (los ordenados) y ministerios laicales (los no
ordenados). Estas distinciones que buscaban la complementariedad entre los
ministerios no lograban desprenderse de cierta mentalidad piramidal. Todas ellas
se fundieron en la explicación más amplia que forma el cuerpo central de la
constitución conciliar Lumen Gentium.
El punto de partida es la definición de la Iglesia desde la misión, con un
sentido trinitario, porque la misión y la identidad de la Iglesia no son más que la
continuidad de la misión del Hijo y el envío del Espíritu Santo. En este
dinamismo misionero que marca el origen de la comunidad cristiana se enraizan
las diversas vocaciones, ministerios y servicios. Cada uno de ellos es legítima
manifestación del único ministerio de Cristo. La afirmación de la autonomía de
las diversas vocaciones, ministerios y servicios no dice nada en contra de la
constitución jerárquica de la Iglesia, al contrario, la jerarquía se entiende como la
armonizadora y discemidora de los diferentes carismas
Itinerarios formativos 602 Etapa pastoral

que conforman la comunión. Los documentos conciliares abren un trípode


fundamental: el de la vocación sacerdotal, la vocación laical y la vocación
religiosa. Pero el modo de plantear cada una de ellas es sorprendente, porque se
implican mutuamente entre sí complementándose en el único dinamismo de la
misión.
Así, la vocación de los laicos es el signo y la manifestación de la laicidad de
la Iglesia; la vocación de los religiosos es la expresión visible de la Iglesia
deseosa de vivir la vida de santidad y el radicalismo de las bienaventuranzas; el
ministerio sacerdotal, garante de la autenticidad y de la continuidad de la
comunidad cristiana, es la manifestación de la eclesialidad. Así se caracterizan tres
grandes carismas, los cuales a su vez se desarrollan en múltiples formas de vida y
se concretan en una gran diversidad de tareas: El carisma de la secularidad
-propio de los laicos- por el que el seguimiento de Cristo se concreta y se realiza
en los compromisos temporales, profundamente inserto en la realidad del mundo.
El carisma de la radicalidad -correspondiente a los religiosos y religiosas- por él
otros siguen a Cristo en la imitación de los rasgos de su presencia histórica, en
pobreza, castidad y obediencia. El carisma de la eclesialidad -que corresponde a
los ministros ordenados- por el cual estos ministros siguen a Cristo en la
edificación y conducción de la comunidad cristiana. Entre estos tres carismas
fundamentales existe una admirable complementariedad, porque cada uno de
ellos expresa una parte esencial de la vida cristiana y al mismo tiempo se hace
presente en la vida espiritual de todos. De modo que lo que se dice de algunos se
dice a la vez de todos y lo que se afirma de todos se concreta y visibiliza en
algunos. No se puede ser creyente sin secularidad, radicalidad y eclesialidad.
Diversos teólogos han reflexionado sobre este conjunto presentado por el
Concilio y llegan a la conclusión de que más que de diversas vocaciones, hay que
hablar de una sola vocación común o bautismal con diversas modalidades
específicas. El documento de Aparecida lleva a la dimensión práctica esta
percepción y por ello insiste en la importancia de que todos sean discípulos y
misioneros, porque cada vocación no es sino una concreción del discipulado y de
la misión. La explicación conciliar es más profunda. En la Lumen Centium se
antepone a la explicación sobre la jerarquía -capítulo 111-un capítulo sobre el
pueblo de Dios -capítulo II-, y a la explicación sobre la vida religiosa -capítulo
VI- otro capítulo sobre la universal vocación a la santidad -capítulo V-. Hay una
intención bien clara. Se quiere decir que la jerarquía es un ministerio entre otros
ministerios, evidentemente tiene una función coordinadora de todos, pero no es el
único ministerio. Se quiere decir, además, que la vida religiosa no es el único
camino de santidad, y aunque es un signo y un estímulo para la santidad de todos,
no es más que un camino entre otros. Con ello se postula la idea fundamental de
la minis-terialidad de la Iglesia. Es decir, se trata de un cuerpo todo el ministerial,
donde todos están llamados a ejercer diversas funciones en una admirable
complementariedad semejante a la que existe entre los órganos del cuerpo o entre
los elementos de la naturaleza.
Creciente especificidad. El hecho de afirmar la complementariedad de las
vocaciones, incluso el hecho explicarlas como una vocación con diversas
modalidades, no dice nada en contra de su especificidad. Al contrario, cada una
de las vocaciones tiende a
Itinerarios formativos 603 Etapa pastoral

hacerse cada vez más específica en la historia de la persona que la vive. No se


puede seguir a Cristo en genérico, sólo como discípulo y misionero, hay que
hacerlo en una modalidad concreta: como laico, religioso o ministro ordenado.
Pero además, cada una de estas vocaciones se especifica aún más, formando
como un arcoíris de muy diversos colores, armónicos entre sí. Es necesario que
una persona de Iglesia sepa apreciar la gama de posibilidades que tiene la vida
religiosa, con tan diversas formas de vida y carismas específicos; la diversidad de
grados del ministerio ordenado y las formas concretas de vivirlo; los modos de la
vida laical entre los que sobresalen formas nuevas de consagración en la
secularidad. En cada diócesis se puede elaborar el "mapa" de las vocaciones
específicas, que al final será un recuento de los dones recibidos de Dios para que
esta Iglesia Particular llegue a ser lo que está llamada a ser. Cada uno de los
carismas es parte irrenunciable de su ser y debe ser comprendido y valorado
como tal.
Diverso camino de comprensión. Las vocaciones en la Iglesia no se
comprenden por el mismo camino siempre. Existen diversas explicaciones sobre
ellas que se complementan entre sí. Si se quieren señalar los caminos
fundamentales, son cuatro. Primero, el de las vocaciones. La vocación común de
los creyentes se concreta en un llamado específico, por ejemplo, el llamado a ser
mujer-cristiana-religiosa-hija de la caridad. En segundo lugar están los
ministerios. Aquí se subraya la vinculación con la Iglesia, que es al mismo
tiempo espiritual y jurídica. Por ejemplo, el ministerio del acólito, el del diácono
o el del obispo. En tercer lugar está la comprensión de las vocaciones como
servicios a la comunidad. Desde este punto de vista se adaptan continuamente a
las necesidades del Pueblo de Dios, por ejemplo, el servicio ocasional de quien
enseña espontáneamente algún elemento de la fe a quien lo ignora, el servicio
habitual del catequista que imparte la catequesis todos los sábados y el servicio
más oficial del coordinador de la catequesis. Un cuarto punto de vista es el de los
carismas. Es un modo más espiritual y dinámico de hablar. Se aplica toda la
teología de los caris-más tal como la explica san Pablo en la Segunda Carta a los
Corintios. Por ejemplo, el carisma de la vida religiosa, el carisma de tal o cual
comunidad religiosa , el carisma sacerdotal o el carisma de tal o cual movimiento
eclesial. Desde aquí se puede intuir la gran importancia que tiene en la vida
espiritual la participación de los carismas de los demás.
Se presenta a continuación un cuadro genérico que incluye las diversas
vocaciones, ministerios y formas de vida con el fin de que los seminaristas se
pregunten en qué medida conocen, aprecian y saben explicar cada una de ellas.
Sobre todo interesa que se pregunten qué necesitarán estos grupos de ellos como
sacerdotes en el futuro y cómo enriquecerán su propio ministerio sacerdotal.
Sería útil, con el directorio de la Diócesis en la mano, completar el cuadro
existente en ella, clasificando en el lugar correspondiente a cada una de las
instituciones. En este sentido puede ser muy interesante resolver las dudas de los
seminaristas sobre cómo se comprenden y se clasifican las distintas vocaciones y
ministerios que existen en la comunidad diocesana, e incluso las obligaciones que
la Diócesis tiene para cada una de ellas. Este ejercicio les puede aproximar a
descubrir la complejidad del tema.
Itinerarios formativos 604 Etapa pastoral

Vocación Forma de vida o ministerio ¿Lo conozco-aprecio-explico?

Laical Matrimonio-viudez.

Soltería.

Paternidad-maternidad-familia.

Profesionalidad.

Consagración secular.

Virginidad consagrada.

Ministerios y servicios laicales.

Movimientos eclesiales laicales.

Vida Contemplativa o de clausura.


religiosa
Apostólica o activa.

Vida mixta.

Antiguas órdenes o familias religiosas: Benedictinos,


Cistercienses, Carmelitas, y sus ramas modernas.
Ordenes religiosas mendicantes del final de la edad media:
Franciscanos, Dominicos, Mercedarios y sus ramas modernas.

Congregaciones religiosas educativas de los siglos XVII-XIX:


Escolapios, Lasallistas, Maristas.
Congregaciones religiosas dedicadas a los pobres y a la misión:
Hijas de la Caridad, Congregación de la Misión, Misioneras de
la Caridad, etc.
Congregaciones de carácter evangelizador y misionero, que
colaboran directamente en la misión.
Instituciones de espiritualidad sacerdotal, como las Obras de la
Cruz.
Congregaciones unidas a movimientos eclesiales.

Ministerio Episcopado.
ordenado Presbiterado.

Diaconado.

Asociaciones sacerdotales.

Sociedades de vida apostólica.

La Pastores dabo vobis explica muy bien el sentido de esta profunda y práctica
comunión del sacerdote con los diversos carismas: La conciencia de la Iglesia como
Itinerarios formativos 605 Etapa pastoral

«comunión» ayudará al candidato al sacerdocio a realizar una pastoral


comunitaria, en colaboración cordial con los diversos agentes eclesiales:
sacerdotes y Obispo, sacerdotes diocesanos y religiosos, sacerdotes y laicos.
Pero esta colaboración supone el conocimiento y la estima de los diversos dones
y carísmas, de las diversas vocaciones y responsabilidades que el Espíritu ofrece
y confía a los miembros del Cuerpo de Cristo; requiere un sentido vivo y preciso
de la propia identidad y de la de las demás personas en la Iglesia; exige mutua
confianza, paciencia, dulzura, capacidad de comprensión y de espera; se basa
sobre todo en un amor a la Iglesia más grande que el amor a sí mismos y a las
agrupaciones a las cuales se pertenece (n. 59). De modo que esta capacidad de
comunión, de valoración y de relación con los demás en la Iglesia se puede
considerar un punto importante en el discernimiento vocacional de los futuros
sacerdotes.
El concepto de ministerialidad tiene otra veta importante en toda la tradición
de la Iglesia sobre la colegialidad. Es un concepto amplio y complejo que
implica no sólo la colaboración entre los agentes pastorales, sino la comprensión
de la transmisión de los dones de Dios y específicamente de las vocaciones en la
estructura de "colegios" o cuerpos comunes. Es el mismo concepto que se
expresa con el término "Ordo". El Ordo es un colegio, una colectividad que es
depositaría de un don y corresponsable de dar una respuesta acorde al don
recibido. Existe la colegialidad episcopal, pero también hay un espíritu de
colegialidad en el presbiterio y prácticamente en cualquier estructura
comunitaria de la Iglesia. Sobre todo podemos hablar de un espíritu de
colegialidad que ha de impregnar el mismo ser del sacerdote y su modo de
organizar la actividad pastoral.
Nos interesa que el seminarista comprenda y viva con mucha claridad el
sentido de la ministerialidad de la Iglesia porque a través de los ministerios está
entrando a formar parte de esa ministerialidad de un modo oficial. En el ejercicio
de los ministerios entrará en diálogo y en colaboración con otros ministerios, y
ha de hacerlo con la conciencia de pertenecer a un cuerpo común y de asumir
una común responsabilidad, sin celos, sin rivalidades, sino con un profundo
afecto hacia los demás, como bien señala el documento citado.
Itinerarios formativos 606 Etapa pastoral

Ministerios laicales / Segundo encuentro comunitario


El ministerio de lector
Meta. El candidato sintetiza el sentido de su pertenencia al cuerpo ministerial
de la Iglesia, comprende mejor la finalidad del ministerio de lector y se prepara
para recibirlo.
Comunicación. Se comunica la reflexión y la experiencia que los seminaristas
han tenido en la línea de la comunión con los demás ministerios en la Iglesia,
tema que se ha dejado suficientemente claro en la sesión anterior y se ha
señalado como una exigencia para la admisión a las órdenes. Pueden servir estas
preguntas: ¿Cómo podrías describir tu vinculación actual con la vida religiosa, la
vida laical y otras expresiones de consagración al Señor o de colaboración en la
misión? ¿Tienes hacia ellas más conocimiento, valoración y apoyo o más
distancia, desconocimiento y prejuicios? ¿De cuáles de ellas te sientes más cercano
o más distante? Se pretende suscitar una comunicación más profunda, que ponga a
la luz la actitud real de los seminaristas ante la riqueza ministerial de la Diócesis.
Nos interesa que lleguen a descubrir y a valorar las diversas vocaciones y
ministerios superando la comprensión el presbiterado como el "único" ministerio
eclesial. El diálogo ha de llevar a los candidatos a descubrir su propia necesidad
de crecer en este sentido, esto en tres líneas: el conocimiento, el aprecio y el
cuidado de las diversas vocaciones y ministerios.
Oración. Se proponen tres textos para la oración. Jer 20, 7-18 presenta al
hombre que vive polarizado por la escucha de la Palabra que le "quema" las
entrañas, se trata de una adhesión profunda, que incluso lleva al profeta a
enfrentarse con quienes le atacan sin piedad. La Palabra de Dios será fuente de
luz y de consuelo en la difícil vida del profeta. Jeremías es un precioso modelo
para la vida sacerdotal comprendida como profecía en medio de un mundo que
muchas veces es hostil al mensaje evangélico. El Salmo 119, 89-104 es una
alabanza a la Palabra, cuya consistencia reside en el hecho de que es expresión de
la eterna fidelidad de Dios, es la guía certera para el corazón humano. En la ley
del Señor, meditada asiduamente, se encuentra el camino para formar el corazón.
Jn 4, 27-42. Toda la sección del segundo signo expresa la novedad de Jesús. El
vino nuevo (2, 1-12), el nuevo templo de su cuerpo (2, 13-21), el nuevo
nacimiento (3, 1-21), el agua viva que tendrán quienes adoren a Dios en espíritu
y en verdad (4, 1-42). La fuente de esta novedad es ciertamente Jesús, pero Él
tiene como "alimento" y como "bebida" hacer la voluntad de Dios (v. 30-34). El
envío evangeli-zador, que se representa con la imagen del segador que no ha
sembrado (v. 35-38) depende, como en el caso de Jesús, de la escucha atenta de
la voluntad del Padre.
Contenido. La Palabra de Dios ha ocupado un lugar central en la vida del
seminarista desde el curso introductorio. Durante toda la formación del
seminario se ha trabajado por salvaguardar el encuentro íntimo con Dios a través
de su Palabra, mediatizado siempre por los métodos de oración. La
contemplación de los ejemplos de Cristo ha sido una clave repetida a lo largo de
la etapa filosófica. En la etapa teológica ha sido la Palabra de Dios el medio
fundamental para el proceso de configuración con Cristo Pastor. La Palabra toca,
pues, la identidad profunda del seminarista y marca su
Itinerarios formativos 607 Etapa pastoral

personalidad como candidato a las órdenes sagradas. El seminarista, a esta altura


de la formación, debe ya haber establecido la primacía de la vida espiritual y en
concreto la práctica de la meditación personal como un valor irrenunciable. Debe
haberse ejercitado en esta práctica en contextos muy diversos: la capilla del
seminario, la casa de sus padres en los tiempos de vacaciones, las parroquias de
apostolado, los viajes. La vinculación personal con la Palabra de Dios que se
expresa en la entrega del libro de la Escritura en el rito de institución de lectores
no es, pues, en este sentido, ninguna novedad para él.
El seminarista también ha pasado por un proceso de formación en torno al
estudio de la Palabra de Dios. Ha realizado tres aproximaciones al texto bíblico
en su integridad, ha meditado especialmente los evangelios en la etapa filosófica
y ha profundizado a través de todo un conjunto de asignaturas que han ocupado
un lugar central en el curriculum académico durante la etapa teológica. El estudio
crítico de los textos ha enriquecido el modo de su aproximación espiritual a la
Palabra, comprendiendo cada vez con mayor claridad su verdadero mensaje. Ha
crecido en su capacidad de aplicar el mensaje de la Palabra a la realidad personal,
comunitaria y social. También ha aprendido a conducir los momentos de oración
comunitaria con métodos concretos y a enseñar el mensaje revelado en la
Escritura por medio de la catequesis.
Según Ministeria quedam. El lector queda instituido para la función que le es
propia de leer la Palabra de Dios en la asamblea litúrgica. Por lo cual
proclamará las lecturas de la Sagrada Escritura, pero no el Evangelio, en la
Misa y en las demás celebraciones sagradas; faltando el salmista, recitará el
salmo interleccional; proclamará las intenciones de la oración universal de los
fieles cuando no haya a disposición diácono o cantor; dirigirá el canto y la
participación del pueblo fiel; educará a los fieles para que participen
dignamente de los sacramentos... Para realizar estas funciones, medite con
asiduidad la Sagrada Escritura (n. 5). El ministerio del lector no se limita a hacer
una mera lectura, sino que configura al seminarista como un verdadero catequista
que acerca al Pueblo de Dios a la Palabra. Entendiéndolo así, y para el caso de los
seminaristas, representa como una coronación del proceso formativo en torno a la
Palabra y un cauce idóneo de configuración con Cristo Pastor, cuyo alimento es
toda Palabra que sale de la boca de Dios (Le 4, 4). Es deseable que los seminaristas
vengan con todo este proceso acumulado, para que la recepción de este ministerio
cumpla su propia función de sintetizar el proceso de configuración espiritual y
vocacional en torno a un elemento tan significativo en la vida del pastor como la
Sagrada Escritura. El ministerio del lector se sitúa en el contexto del envío
evangelizador de Jesús, que confió a la Iglesia su Palabra de vida. De modo que
se está confiando al ministro algo valiosísimo, con el fin de que la Palabra llegue
a ser vida en el Pueblo de Dios. Se trata así de "un oficio especial al servicio de
la fe" (Alocución del ritual).
El ritual de la institución de los lectores ofrece una serie de elementos para
una mejor comprensión y vivencia del lectorado que son perfectamente válidos
para quienes lo reciben en el camino de la formación sacerdotal:
El ministerio de lector plantea a quien lo recibe un reto fundamental,
expresado
Itinerarios formativos 608 Etapa pastoral

en la oración que lo consagra y en los ritos complementarios. Se trata del deber


de meditar la Palabra para que llegue a ser viva y eficaz. La Palabra poderosa de
Dios, pasa por los actos humanos y humildes de quien se deja "penetrar y
transformar" por ella.
■ Oración de consagración. Dios nuestro, fuente de toda luz y de toda
bondad,
que nos enviaste a tu Hijo único, Palabra de vida, para que revelara a los
hombres el misterio de tu amor, bendice a estos hermanos nuestros,
elegidos
para el ministerio de lectores; concédeles que, meditando asiduamente tu
palabra, sean penetrados y transformados por ella y la anuncien con
fidelidad
a sus hermanos. Por Cristo nuestro Señor. Amén.
* Entrega de la Sagrada Escritura. Recibe el libro de la Sagrada Escritura y
transmite fielmente la Palabra de Dios, para que sea cada día más viva y
eficaz en el corazón de los hombres.
Según la alocución sugerida, el ministerio de lector plantea tres pasos bien
definidos para la vida espiritual del candidato:
■ Cuando proclamen la Palabra de Dios a los demás, sean dóciles al
Espíritu Santo, acójanla en su corazón con sinceridad y medítenla con
diligencia. Se trata así de una meditación diligente y asidua de la Palabra, de un
afán continuo de conocerla, de un compromiso personal con ella.
■ Para que día a día vaya creciendo en ustedes un suave y vivo amor por
ella. La meditación asidua de la Palabra va formando el corazón del ministro,
haciendo crecer el amor. Una obra discreta y oculta, pero de una fecundidad
inmensa, que en el caso de los seminaristas ya se ha comenzado y deberá
solidificarse con la recepción del lectorado.
■ Así la vida de cada uno de ustedes será una manifestación clara de
Jesucristo, nuestro Salvador. La meditación de la Palabra y el amor por ella,
transforman el corazón del ministro, de modo que su vida llega a convertirse en
manifestación clara de Jesucristo. Se parte de la confianza en el poder
transformante de la Palabra en nuestra vida.
La recepción del ministerio de lector toca la vida del candidato al ministerio
ordenado de un modo definitivo, pues siempre será proclamador de la Palabra de
vida. Esta sensibilidad se conservará toda la vida presbiteral en el gesto
sacerdotal del beso al libro de los evangelios y en otros ritos que se hacen en
torno a su proclamación. Con ello se expresa que, quien proclama la Palabra a
los demás antes ha acogido y meditado esa Palabra en su corazón.
Se puede insistir aún en algunos elementos prácticos en torno a la Palabra de
Dios que fundamentalmente habrán sido ya asumidos por los seminaristas, pero
pueden ser también reafirmados y subrayados en este momento final de su
formación:
■ La meditación de la Palabra con métodos adecuados. A estas alturas el
semina
rista debe tener configurado un método propio de oración formando el
hábi-
Itinerarios formativos 609 Etapa pastoral

to de meditar la Palabra. Se puede dar el caso del que nunca haya


aprendido un método, o también del que ha ¡do desgastándolo. La
recepción del ministerio es una ocasión para la recuperación del hábito de
escuchar la Palabra de Dios con un corazón dócil. No está de más recordar
que esta es la definición misma del discipulado, de modo que se está
comprometiendo su propia identidad como discípulos del Señor.
■ La digna proclamación de los textos bíblicos. La meditación asidua de la
Palabra conduce a una proclamación adecuada de la misma, en la que no sólo se
subraye su sentido y se lea siguiendo las reglas de la gramática, sino en la que se
exprese también la íntima vinculación del lector con el mensaje contenido en ella.
La sola lectura de la Palabra de Dios, si es hecha con este fondo espiritual, debe
convertirse en un medio evangelizador de primer orden. Al contrario, una
proclamación indigna de la Palabra, deteriorará la capacidad comunicativa del
mensaje evangelizador. La correcta proclamación de la Palabra no tiene como
fundamento sólo la vida espiritual del que lee, sino también se sujeta a las reglas
gramaticales de una lectura correcta de los textos. El seminarista debe progresar
muy notablemente en la calidad de su lectura en voz alta, de modo que se
disponga a continuar proclamando la Palabra durante toda su vida, esta
disposición implica también el correcto uso de los micrófonos.
■ La lectura de los textos litúrgicos, en su caso, de las preces de la oración de
los fieles. El ministerio incluye también la selección, redacción y lectura de la
oración de los fieles. Este servicio tiene una gran trascendencia en la formación
sacerdotal en dos sentidos: a) Porque inicia al alumno en el arte de la lectura en
voz alta de los ritos de la Iglesia, la cual se debe hacer de manera inteligible y con
el ritmo y la dignidad que le corresponde. Se aproxima a un verdadero arte, cuya
calidad ha de corresponder a la austeridad y belleza es propia de la liturgia de la
Iglesia, b) Porque enseña al seminarista a recoger ordenadamente y presentar con
corrección la oración del Pueblo de Dios, sobre todo por la confección de
formularios para la oración de los fieles. Se está preparando la función típica
sacerdotal de recoger y ofrecer la oración de la comunidad.
■ La enseñanza de la doctrina contenida en la Sagrada Escritura. El
ministerio del lector supone también una capacidad mayor para transmitir el
contenido de la Sagrada Escritura, no sólo por la lectura litúrgica, sino también a
través de la enseñanza y en concreto en la catequesis en sus diversos niveles y en
una variedad de oportunidades. El modo de esta enseñanza muestra la pasión por
el evangelio que mueve al candidato a entregar su vida en el ministerio sacerdo-
tal, ha de ser un signo de su propia preparación para la nueva evangelización.
■ Existe una dimensión comunitaria y social del ministerio del lector. Quien
lee la Palabra de Dios, ha de ser cauto en el uso de la palabra, de modo que de
una misma boca no lleguen a salir la bendición y la maldición (St 3, 10), bus-
cando siempre la palabra edificante, que hace bien a los demás y que por sí
misma es ya una bendición y un signo del amor misericordioso de Dios.
Itinerarios formativos 610 Etapa pastoral

Ministerios laicales / Tercer encuentro comunitario


El ministerio de acólito
Meta. El candidato comparte su experiencia en el ejercicio del ministerio de
lector, comprende mejor la finalidad del ministerio de acólito y se dispone para
recibirlo.
Comunicación. Se entiende que los seminaristas ya han ejercido, aunque sea
mínimamente el ministerio del lector después de haberlo recibido. En esta
comunicación se recogen las resonancias del contenido del encuentro anterior en
su vida diaria. Conviene dar el tiempo suficiente para que la comunicación sea
profunda. Según las circunstancias puede convenir un breve recordatorio, sobre
todo del sentido espiritual de la proclamación de la Palabra.
Oración. Se han seleccionado las siguientes lecturas: Heb 4, 14-16. Muestra la
obra de Cristo, el nuevo sumo sacerdote que mediante la entrega de su vida, ha
abierto para todos los creyentes un camino libre de acceso al Padre, por ello
podemos acercarnos con confianza a Dios a través de la oración, de la liturgia y
de la reunión comunitaria. El salmo 43 centrado en la expresión del v. 4: Me
acercaré al altar de Dios, al Dios de mi alegría. Jn 4, 13-22. Se trata de un texto
que es parte de la misma sección del segundo signo, utilizada en el encuentro
anterior. La novedad de Jesús se expresa por la sustitución del templo; aquel
templo nuevo, lleno de magnificencia, será sustituido por el templo del cuerpo de
Cristo, en el que se realizará el culto en espíritu y en verdad. Con este gesto Jesús
rompe las fronteras entre el acto de culto y la vida toda de la persona, que se
entiende toda ella como culto agradable al Señor. Los ministerios en la Iglesia, y
en especial el acolitado deben ser comprendidos desde esta perspectiva amplia, no
como meras funciones litúrgicas, sino como verdadera consagración de una vida
que es toda ella signo de la presencia salvadora de Dios.
Contenido. Los seminaristas están acostumbrados a hacer funciones litúrgicas,
especialmente en la función de acólitos. En general los seminarios diocesanos
enseñan bien a los muchachos a realizar estos roles. Se les ha enseñado a lo largo
del proceso forma-tivo la participación activa en la liturgia y un respeto profundo
a lo sagrado. Han desarrollado una serie de hábitos en esta dimensión. Han
aprendido a utilizar los utensilios propios de la liturgia, a seleccionar las
plegarias en los libros litúrgicos y a ejercer funciones menores en la liturgia. Así
como la recepción del ministerio de lector implica para ellos un paso adelante en
la unión con la Palabra, así la recepción del ministerio de acólito les exige hacer
una síntesis de todo lo aprendido en torno a la participación sacramental y
litúrgica.
El acólito queda instituido para ayudar al diácono y prestar su servicio al
sacerdote. Es propio de él... distribuir como ministro extraordinario la sagrada
Comunión cuando faltan los ministros de que habla el canon 845 del Código, o
están imposibilitados por enfermedad, avanzada edad o ministerio pastoral, o
también cuando el número de fieles que se acerca a la sagrada mesa es tan
elevado que se alargaría demasiado la Misa. En las mismas circunstancias
especiales se le podrá encargar que exponga públicamente a la adoración de los
fieles el sacramento de la Sagrada Eucaristía y hacer después la reserva, pero
que no bendiga al pueblo. Todas estas funciones las
Itinerarios formativos 611 Etapa pastoral

ejercerá más dignamente participando, con piedad cada día más ardiente, en la
Sagrada Eucaristía, alimentándose de ella y adquiriendo un más profundo
conocimiento de ella {Ministeria quedam, VI). El ministerio del acólito se sitúa
en el contexto del don de Cristo, que ha dado a la Iglesia el Pan de vida. Es así
participación de esta misma entrega. La palabra "Cuerpo" tiene tres significados
en los ritos litúrgicos. Se trata del cuerpo de Cristo que es entregado, del cuerpo
sacramental que está presente y del cuerpo místico de Cristo, que es la Iglesia.
Así, el acólito, está llamado a vivir esta triple dimensión:
■ La de la entrega de sí mismo, de su cuerpo, que significa toda su persona,
a ejemplo de Cristo. El servicio asiduo del altar no sólo se realiza en un altar
material, sino en el altar de la vida diaria y del trabajo cotidiano.
■ La de una participación especial, más profunda y contemplativa, del
misterio de Cristo presente en las especies eucarísticas. Esta participación le hace
ministro idóneo de la Eucaristía en las celebraciones litúrgicas, pero de un modo
especial para llevarla a los enfermos. Se describe este modo de participación por
el término "asiduidad", significa constante amor y servicialidad ante Jesús y ante
el prójimo.
■ La de una contribución cualificada para la edificación del Cuerpo místico
de Cristo que es la Iglesia. Así como se propone un amor a la Palabra de Dios y
un amor a Jesús en la Eucaristía, se propone un amor profundo y fecundo a la
comunidad en la cual la Palabra y el Sacramento se hacen presentes.
Si se pone atención al ritual de la institución de acólitos se descubrirá que
este ministerio se presenta como una participación especial del misterio Cristo y
específicamente de la Eucaristía. Exige una profundización en el amor. Así dicen
las oraciones de consagración y de los ritos complementarios:
■ Padre misericordioso, que por medio de tu Hijo único, has dado a la
Iglesia el
pan de vida, bendice a estos hermanos nuestros, elegidos para el
ministerio de
acólitos; que tu gracia, Señor, los haga asiduos en el servicio del altar,
para que
distribuyendo con fidelidad el pan de vida a sus hermanos y creciendo
siempre
en la fe y en la caridad, contribuyan a la edificación de tu Iglesia. Por
Cristo
nuestro Señor, Amén.
m
Recibe esta patena con el pan para la celebración de la Eucaristía, y vive
de tal forma que puedas servir dignamente a la mesa del Señor.
Según la homilía del ritual, el ministerio del acólito implica una serie de
actitudes espirituales:
■ Van a participar de una manera especial en las celebraciones litúrgicas
de la
Iglesia... van a vivir más intensamente el sacrificio del Señor y
procurarán iden
tificarse cada vez más plenamente con él. Esfuércense por ir captando el
senti
do más profundo y espiritual de las acciones que realizan. Es todo el
sentido
espiritual de la participación de los misterios, de la veneración de las
cosas
sagradas y del cuidado diligente de las mismas.
Itinerarios formativos 612 Etapa pastoral

■ Van a distribuir, como ministros extraordinarios, el Cuerpo del Señor en


la comunidad de los fieles y especialmente a los más necesitados y enfermos. El
sentido de llevar el Cuerpo de Cristo a los demás, con las actitudes de consuelo,
aliento, estímulo.
■ Amen con amor sincero al Cuerpo místico de Cristo, es decir, al Pueblo
de Dios. El amor al Pueblo de Dios se expresa en acciones que lo edifican. Desde
el modo de proceder en el liturgia hasta las acciones organizativas. Se trata de
mostrar el amor con actitudes concretas que vayan más allá de la subjetividad
para edificar objetivamente un cuerpo común, respetando a los creyentes tal
como se respeta a Cristo.
Interpretando el ministerio de acólito en orden al presbiterado, con todo el
sentido que se ha explicado es parte integral del ministerio presbiteral. Las
actitudes que corresponden se continuarán expresando a lo largo de la vida
sacerdotal en el acto de comulgar el celebrante antes que todos los demás. Lo
hace así para mostrar que él es el primero que necesita alimentarse con el Cuerpo
de Cristo. Algo similar ocurre con el hecho de distribuir la Eucaristía
personalmente. Se quiere expresar el afán por alimentar al Pueblo de Dios con los
dones recibidos de Cristo.
El ministerio del acolitado se ejercita también a través de una serie de
actitudes prácticas.
■ La adecuada preparación de las celebraciones litúrgicas. El ministerio del
acolitado se ejerce en la coherente preparación de las celebraciones litúrgicas que
sólo se puede hacer si quien las prepara comprende su orden y su orientación
específica. Aquí se puede hablar de una mezcla de sentido común y de cono-
cimiento del valor litúrgico, antropológico y sacramental de los ritos. Este
aprendizaje se puede dar en un sentido muy amplio cuando los seminaristas de la
etapa pastoral están insertos en una parroquia, por la multiplicidad de cele-
braciones y ocasiones que en ella se dan. Saber preparar, por ejemplo, una liturgia
sacramental, juvenil, popular o infantil.
■ La enseñanza a los monaguillos. Una función típica del acólito instituido
es la enseñanza a los monaguillos. Al ser seminarista tiene un especial relieve esta
función por constituir para los niños y jóvenes una referencia de aproximación a
la vocación sacerdotal. Además de los monaguillos está la iniciación de los
jóvenes en la liturgia de la Iglesia, y muy especialmente de aquellos jóvenes que
ejercen el ministerio extraordinario de la Eucaristía en las misiones o en otras
circunstancias.
■ Una verdadera actitud de servicio. Dice el ritual que el acólito sirve al
diácono y al presbítero. La función del acólito en torno al altar es un verdadero
servicio que debe ser realizado con diligencia, sentido común y humildad. Por su
parte los diáconos y presbíteros han de agradecer el servicio que se les presta. Para
todos es fundamental que guarden el comportamiento adecuado en el altar.
Penosamente existen sacerdotes que se comportan inadecuadamente en las
funciones litúrgicas, por ejemplo, ofendiendo a los acólitos y monaguillos o
Itinerarios formativos 613 Etapa pastoral

incluso utilizando malas palabras. Estas costumbres hay que desterrarlas de


una vez para siempre de la vida de los seminaristas de la etapa pastoral.
Advertirles con severidad que estén muy en guardia para no repetir
esquemas de comportamiento que lamentablemente se han hecho
comunes.
■ El cuidado de los pobres y los enfermos. Subrayar el sentido social del
ministerio del acólito, que suele ser vivido tan profundamente por los
ministros extraordinarios de la Eucaristía; ellos se acercan a los enfermos
no sólo para leerles la Palabra de Dios y darles la Comunión, sino también
para atender sus necesidades corporales, cuidando muchísimas veces de su
alimentación, de su atención médica, de la limpieza de sus casas, etc. Ellos
son un vivo recordatorio de lo que hacía Jesús con los enfermos y con los
pobres, a quienes dio un lugar especial en su ministerio y atendió con toda
solicitud. Es un rasgo precioso para la vida sacerdotal que configura al
seminarista con Cristo servidor.
Itinerarios formativos 614 Etapa pastoral

Ministerios laicales / Cuarto encuentro comunitario


La admisión a órdenes
Meta. El candidato comparte su experiencia en el ejercicio del ministerio de
acólito, comprende mejor el sentido de la admisión a las órdenes y se dispone
para ser admitido.
Comunicación. Ha transcurrido un poco de tiempo en el cual los seminaristas
han ejercido el ministerio del acólito. Por medio de esta comunicación se
recogen las resonancias del contenido del encuentro anterior sobre el ministerio
del acólito en su vida diaria. Conviene dar el tiempo suficiente para que la
comunicación sea profunda. Según las circunstancias puede convenir un breve
recordatorio de lo visto en el encuentro anterior, señalando los principales
puntos, siempre bajo el esquema "vida y ministerio".
Oración. Hech 1, 12-26. El texto de la elección de Matías hace ver que a la
hora de discernir la vocación apostólica, Pedro convoca a ciento veinte
hermanos, porque es una decisión que afectará al futuro de la comunidad y a la
realización de la misión. Del mismo modo, los candidatos al ministerio
ordenado, han de estar dispuestos a permitir que la comunidad examine su
idoneidad para el ministerio que quieren ejercer, de modo que adquieran la
costumbre de escuchar la voz de la Iglesia. Sal 40, 2-11. Nos recuerda la gran
importancia que tiene mantener una actitud libre y abierta a la voluntad de Dios:
aquí estoy yo para hacer lo que está escrito en el libro sobre mí{v. 8). Hemos de
permanecer disponibles para lo que Dios quiera, postergando cualquier otro
interés o inclinación personal. Le 9, 57-62. Es un texto que se refiere a la vida
discipular, pero nos es útil en este momento en el que se comienzan a dar pasos
hacia el ministerio presbiteral. Para poder acceder a las órdenes es necesario estar
preparados, no sólo en el ámbito de los estudios, sino en todos los aspectos de la
vida, como bien lo expresan las respuestas de Jesús a estos tres personajes que
quieren seguirlo. No se trata principalmente de tener habilidad para hacer cosas,
cuanto de ser verdaderos discípulos.
Contenido. El rito de la admisión a las órdenes sagradas es relativamente
nuevo en la Iglesia y por ello conviene explicarlo detalladamente a los
seminaristas. Expresa que el propósito de recibir las sagradas órdenes, que estuvo
presente desde el inicio de la formación, ha conseguido en este seminarista en
concreto la suficiente madurez. Hay que dejar bien claro a los muchachos que,
como consecuencia de este criterio, no se tiene que dar a todos la admisión a
órdenes, sino a aquellos de quienes se reciba, como dice el mismo ritual, un
informe favorable y a quienes se juzgue idóneos. Aunque se realice este rito no
quiere decir que el candidato ya es admitido al diaconado y al presbiterado; no se
está prometiendo nada, simplemente se está declarando que tiene la autorización
de la Iglesia para iniciar el proceso de órdenes. Esta idea viene muy bien
expresada por la conclusión del rito: La Iglesia recibe su propósito con alegría.
Hablamos, pues, sólo de un propósito. Para el candidato la admisión a órdenes es
una invitación a continuar empeñándose en su formación, con el fin de que llegue
a ser apto, como bien lo expresan las preguntas que les hace el celebrante:
Itinerarios formativos 615 Etapa pastoral

■ ¿Quieren, respondiendo al llamado de Dios, continuar preparándose


debidamente, de tal manera que se hagan aptos para recibir, en el
momento oportuno, el ministerio en la Iglesia por medio del Orden
sagrado?
* ¿Quieren formar su espíritu de manera que sean capaces de servir
fielmente a Cristo el Señor y a su Cuerpo místico, que es la Iglesia?
La bendición final está impregnada de los mismos contenidos: Dígnate
bendecir a estos hijos tuyos que desean consagrarse al culto divino y al servicio
de tu pueblo en el ministerio sagrado, concédeles que perseveren en la comunión
y que unidos con amor sincero a Cristo sacerdote lleguen a ser aptos para
recibir el ministerio apostólico.
Principios generales.
Puede ser oportuno presentar en este momento a los seminaristas una
reflexión sobre el discernimiento de la vocación sacerdotal. Se trata de un tema al
que se han aproximado en diversas ocasiones. Ahora se van a recordar unos
principios generales del discernimiento de la vocación sacerdotal y después de
insistirá en las actitudes prácticas de los seminaristas en torno a este
discernimiento.
Una cuestión eclesial. El primer elemento que hay que dejar muy claro
consiste en que el discernimiento de la vocación sacerdotal es una cuestión más
eclesial que personal. No prima la realización de la persona, sino la mejor
realización de la misión. Por ello el sujeto del discernimiento de las vocaciones
es principalmente la comunidad cristiana, ella tiene el derecho de elegir a sus
ministros y de poner unas condiciones para su idoneidad. El caso del celibato
eclesiástico es bien claro. La Iglesia puede determinar si confiere las órdenes
sagradas sólo a aquellos que han optado por el celibato. Este es el sentido de la
convocación de toda la comunidad en los textos bíblicos y en la praxis actual es
el sentido de los escrutinios.
Actitudes contraindicadas. En los textos bíblicos que hablan de la elección de
los ministros se señalan algunas condiciones de las personas que impiden el
acceso a los ministerios. En concreto: quien pretende ser el primero y busca
dominar u oprimir a los demás (Mt 20, 24); quien es demasiado amigo de su
juicio, soberbio, bebedor, colérico, violento o codicioso (Tito 1, 7); quien hace
las cosas a la fuerza, buscando su beneficio personal o se comporta
despóticamente con los demás (IPe 5, 2). En este sentido no hay que engañarse:
cuando se dan estas actitudes y la persona no ha cambiado durante todo un
proceso formativo de cerca de diez años, es previsible que no cambiará y,
consecuentemente, hará más mal que bien en el ministerio sacerdotal. Por su
propio bien y por el de la comunidad sería mejor retirarse.
Actitudes positivas. Estas actitudes deben manifestarse de un modo estable,
hasta ser positivamente comprobadas. Son importantes porque muestran que la
persona se deja conducir por el amor en su modo de participar en la comunidad;
amor que constituye el alma del ministerio sacerdotal y al que llamamos caridad
pastoral. Las actitudes son igualmente específicas: ser servidor de todos, hacerse
esclavo, dar la vida a ejemplo de Jesús (Mt 20, 26-28); ser hospitalario, amigo
del bien, justo, piadoso, dueño de sí mismo, estable, buen administrador de su
propia casa (Tito 1, 8-9); que
Itinerarios formativos 616 Etapa pastoral

haga las cosas de buena gana, con ánimo generoso, que su comportamiento sea
un modelo para el rebaño (IPe 5, 2). Cuando este tipo de actitudes se han
convertido en verdaderos hábitos y se han comprobado positivamente, en lo
humanamente posible, se puede predecir un buen servicio a la comunidad eclesial
e incluso la perseverancia vocacional.
Actitudes específicas. Además existen unas actitudes específicas en el sentido
de que se relacionan directamente con el objeto del ministerio sacerdotal: que
esté firmemente adherido a la Palabra, tal y como ha sido enseñada, sea capaz de
exhortar según la sana doctrina (Tito 1,9); nutrido con las palabras de la fe,
siendo modelo para los creyentes por la propia palabra, la conducta, la caridad, la
fe y la pureza, entregándose completamente (ITim 4, 6-16); sea capaz de hablar
con valentía y sea conocedor de las Escrituras (Hch 18, 24-28), personas de
buena reputación, llenos del Espíritu Santo y de sabiduría (Hch 6, 4). Queda bien
claro que se pide una preparación específica que cualifica a la persona para el
servicio que va a prestar, pero además se pide una conducta correlativa a ese
conocimiento a la que se tiende a llamar "sabiduría", porque implica a toda la
persona y su comportamiento en la entrega ministerial.
El discernimiento en el ejercicio del mismo ministerio. Es llamativo que en
los textos del Nuevo Testamento que describen la elección de los ministros el
discernimiento de su vocación se hace desde el ejercicio actual de ese mismo
ministerio. Se trata de una práctica muy recomendable que da todo el relieve a la
actividad apostólica de los seminaristas durante todo el proceso de formación y
especialmente en la etapa pastoral. Si queremos responder a la pregunta: ¿Qué
clase de sacerdote va a ser este candidato?, bastará con observar sus actitudes
actuales en el apostolado. Difícilmente será distinto de lo que ya está mostrando
en su comportamiento en medio de la comunidad y de lo que ha ido mostrando a
lo largo de los años tanto en la vida interna del seminario como en su actividad
apostólica.
Evidentemente hay otros elementos que hay que tomar en cuenta: las
motivaciones, la paz interior, la consolación espiritual, la recta intención. Sería
un error admitir a una persona que vive los valores sacerdotales pero como
forzado o con una tensión interior demasiado fuerte. Pero si no se dan las
conductas que se han descrito, ningún sentido tendría el preguntarse por su
interioridad.
Actitudes prácticas.
La perspectiva de la gracia. Es importante que en todo momento el
seminarista entienda los pasos que va ir dando como dones de la gracia. Por pura
misericordia de Dios será admitido al ministerio diaconal o presbiteral. Las
oraciones y los ritos litúrgicos repiten continuamente esta idea. De modo que el
candidato se aleje positivamente de cualquier percepción de estos
acontecimientos como fruto del propio mérito o de la propia generosidad. En
todo caso el generoso es Dios, quien nos da su gracia. Debe brillar positivamente
la humilde aceptación de los dones de Dios, a ejemplo de la Virgen María, que
cuando es elegida y exaltada no hace más que humillarse, poniéndose en el lugar
de la esclava y haciéndose solidaria de los pobres y pequeños. Cualquier
expresión de vanagloria, de jactancia o de mérito personal sería contraindicada
Itinerarios formativos 617 Etapa pastoral

para el proceso de órdenes. En esta línea cada quien ha de ser muy estricto
consigo mismo. El seminarista debe aceptar profundamente el principio de que la
ordenación se comprende como misterio y jamás como derecho. Este es uno de
los sentidos del calificativo "sagrada" que continuamente se usa en los rituales y
en los documentos de la Iglesia para referirse al orden sacerdotal.
Un proceso de maduración. En la etapa pastoral se da un proceso intenso de
revisión de toda la formación anterior y de maduración, porque los elementos que
se han trabajado en las etapas anteriores entran en funcionamiento en las
circunstancias de la vida práctica. Consecuentemente no hay tiempo que perder.
La etapa pastoral y en concreto la preparación para las órdenes sagradas debe ser
un proceso intenso y exigente. En el caso de que este proceso dure un poco más
-con frecuencia y por muy diversos motivos se "alarga" el tiempo para la
recepción de las órdenes- el seminarista debe interpretar esta prórroga como una
gracia y providencia de Dios que le permite una mayor maduración. En estos
casos nunca faltan las voces que dicen a su oído: "te han castigado", voces a las
cuales una persona medianamente inteligente sabrá dar de lado como a auténticas
tentaciones que le desvían de su camino espiritual. Si se quiere formular con
precisión, en este momento todo "retraso" en el proceso de órdenes es una
oportunidad de maduración y debe ser positivamente aprovechado para ese fin,
sin perder el tiempo en lamentos y sin cobijar sentimientos de rivalidad o de
envidia.
La disponibilidad y la obediencia. Uno no recibe el orden sacerdotal para
hacer su propia voluntad, sino para obedecer a la voluntad de Dios a través de los
designios de los superiores. En este momento cercano a la ordenación, la
disponibilidad a la obediencia debe ser radical, al grado de que el seminarista esté
dispuesto a acatar con obediencia religiosa incluso un fallo negativo sobre su
idoneidad vocacional. Tal situación, si se diera, puede llegar a ser humanamente
dolorosa, sin embargo, cualquier decisión de la autoridad debe ser acogida con
una verdadera actitud de fe. Si se dice esto de una posible exclusión de las
órdenes, hay que afirmarlo enfáticamente de cosas de menor importancia como
un aplazamiento de las mismas, un destino con tales o cuales características o una
recomendación de ¡os formadores o superiores para la propia maduración. Si en
este momento el seminarista se niega a obedecer o pone condiciones y
resistencias, sería un signo muy contradictorio para su idoneidad.
La mejor preparación posible. En cualquier circunstancia el criterio que ha de
prevalecer es el de garantizar la mejor preparación posible para las sagradas
órdenes. Si el ministerio sacerdotal es realmente algo precioso a sus ojos, el
seminarista pondrá toda la diligencia y la prontitud en su preparación, de modo
que no escatimará medios y esfuerzos para poder servir de la mejor manera. En
este espíritu se debió haber vivido todo el proceso formativo. Incluso en este
momento final de la formación el seminarista tendría que mostrar un cierto
arrepentimiento por los recursos mal utilizados o por el tiempo perdido durante
los años de su estancia en el seminario. Lo contrario sería casi escandaloso, que
se dejen de hacer las cosas por negligencia o por pereza. Esta actitud de
prepararse se muestra en la continua disposición a aprender, y también en la
preparación esmerada de las actividades pastorales.
Itinerarios formativos 618 Etapa pastoral

El mayor desprendimiento posible. Cuando una persona hace una decisión


voca-cional ha de experimentar el consuelo de Dios, esto significa, un aumento
de fe, de esperanza y de amor, una mayor unión con Él y con su proyecto de
salvación, un mayor deseo de entregarse y de comprometer su vida. La
consolación de Dios se manifiesta a través de la alegría profunda, no superficial;
por el desprendimiento de los bienes materiales; por la disponibilidad para lo que
sea necesario; por una más radical entrega a los demás en el servicio. Al contrario,
una persona desolada es la que acumula dudas, se experimenta lejos de Dios, sin
fe, sin esperanza, sin amor, que se aferra a los bienes materiales o a los
privilegios o a su comodidad, muestra una alegría superficial, por los éxitos o por
el reconocimiento, pero no por la verdad, que tiende a conservar su vida, no se
arriesga, no se compromete. Desde este criterio se hace muy evidente, que el
desprendimiento es una prueba más de la autenticidad en la vivencia vocacional y
es por ello un criterio claro de discernimiento. Hablamos del mayor des-
prendimiento posible, en el sentido de que en esta materia viene siempre bien
cierta radicalidad.
Itinerarios formativos 619 Etapa pastoral

Tercer período
Preparación para el diaconado
Objetivo del momento formativo. El candidato solicita el orden sagrado del
diaconado, se prepara para recibirlo y reflexiona sobre los compromisos del
celibato eclesiástico y de la oración con el pueblo de Dios.
Imagen-fuerza. ICor 12, 4-11: Los diversos dones del Espíritu edifican la
comunidad. Se intenta sintetizar la visión que se ha intentado presentar a los
seminaristas desde el principio del itinerario de la etapa pastoral: por medio de la
ordenación diaconal nos integramos a una comunidad toda ella ministerial, para
servir a los demás y colaborar con ellos en la edificación del único cuerpo de
Cristo, conducidos por el Espíritu Santo.
Proceso de los encuentros comunitarios.
Ya estamos en el tercer período de la etapa pastoral, el cual se concentra en la
ordenación diaconal. Se pretende ayudar al seminarista a prepararse
conscientemente para el diaconado. Los cuatro encuentros comunitarios pueden
realizarse de distintos modos, dependiendo del tiempo con que se cuente y de la
posibilidad de reunirse:
■ El primero sitúa el diaconado en la perspectiva del humilde servicio, clave
interpretativa de los ministerios en la Iglesia. Es un tema que se ha tocado
insis
tentemente con anterioridad, pero se repite para reconocer el lugar central
que le corresponde. En el proceso de órdenes los mismos rituales guían la
re
flexión y sintetizan sorprendentemente todo el proceso del itinerario de la
etapa teológica. Para este primer encuentro se utiliza la oración colecta de
las
órdenes, que cita el texto de Mt 20, 17-28, que servirá como motivo para
la
oración y coincide con el tema del encuentro comunitario. Se quiere
ofrecer a
los muchachos una doctrina sólida que les ayude a dar el paso
correspondiente
con confianza en Dios y con firmeza.
" El segundo encuentro tiene como finalidad sensibilizar a los seminaristas
sobre el sentido de pertenencia al presbiterio. Es un elemento importante
porque a partir de la ordenación diaconal ellos participarán ya
ordinariamente de la vida del presbiterio. Nuevamente se rescata todo lo
tocado antes en torno a la fraternidad presbiteral, subrayando cómo la
pertenencia se sitúa en la triple coordenada de la teología del ministerio,
de los afectos y de las actitudes prácticas. Desde la liturgia se rescata el
doble gesto de recibir la bendición del presbítero para proclamar el
evangelio y de recibir la comunión de manos del presbítero. Se ha elegido
para la oración la alegoría de la vid y los sarmientos (Jn 15, 1-17),
poniendo de relieve que la vida de fe y el ministerio se viven en
dependencia de Cristo y de la comunidad cristiana, en nuestro caso de la
comunidad del presbiterio.
■ El tercer encuentro comunitario se concentra en el celibato sacerdotal. Se
sigue
la misma metodología, rescatando en un primer momento la formación
recibida en las etapas anteriores sobre la sexualidad, la afectividad y el
celibato
Itinerarios formativos 620 Etapa pastoral

sacerdotal para darle ahora al tema un sentido bien específico de cara a la promesa de celibato que
ya está cercana. Se hace una reflexión sobre las condiciones psíquicas para la vivencia del celibato
para provocar una reflexión sobre las propias posibilidades de vivirlo. Este punto puede ser un
motivo suficiente para aplazar la ordenación diaconal, si fuera necesario. Posteriormente se hace
una reflexión sobre el texto litúrgico de la aceptación del celibato que sintetiza todo lo visto al
respecto en el proceso formativo. La oración gira en torno al texto 1Cor 9, 1-27, en el cual san
Pablo muestra cómo vive unido a Cristo y sirviendo al Pueblo de Dios. Éstas son las coordenadas
en las que se sitúa el celibato sacerdotal.

■ El cuarto encuentro comunitario se ha reservado para la reflexión sobre los


elementos propios del ritual de la ordenación de los diáconos. En el
análisis de los textos del ritual, siguiendo los textos litúrgicos, se pone el
acento más sobre la vida que sobre la actividad de los diáconos. Se
retoma para la oración el icono de este tercer momento formativo sobre la
diversidad de los ministerios.
Sugerencias pedagógicas.

Dos elementos pedagógicos entran en juego en este tercer momento formativo. El primero es una
comunicación confiada y profunda que sirva a los seminaristas como preparación inmediata para la
ordenación diaconal. El segundo consiste en que estamos ante la última oportunidad de un discernimiento de
la vocación sacerdotal. El tono de los encuentros comunitarios quiere plantear con seriedad este
discernimiento, en el que aún cabe la posibilidad de dar un paso hacia a atrás. Así se establece un juego entre
el clima fraterno y la exigencia formativa. El mejor clima formativo es aquél en el que se da una verdadera
exigencia.
Itinerarios formativos 621 Etapa pastoral

Preparación para el diaconado / Primer encuentro comunitario


El humilde servicio
Meta. El candidato comparte su experiencia en el ejercicio de los ministerios
de lector y acólito y profundiza en el humilde servicio como clave interpretativa
de todos los ministerios en la Iglesia.
Comunicación. Se provoca una revisión del ejercicio de los ministerios de
lector y de acólito. Se pueden proponer para ello las siguientes preguntas: a)
¿Cómo se ha enriquecido tu vida espiritual con el ejercicio de los ministerios de
lector y de acólito? ¿Ha sido real en tu caso que los ministerios son antes vida
que actividad? b) ¿Cómo has ejercido los ministerios de lector y acólito? ¿Qué
actividades has realizado? ¿Cómo te has sentido en ellas? c) Los ministerios son
un signo para muchas personas que prestan servicios en la comunidad, ¿con qué
personas te has relacionado a partir del ejercicio ministerial? ¿Con los catequistas,
los jóvenes, los ministros de la Eucaristía, los lectores, los acólitos? ¿Qué tipo de
relación has tenido con ellos? Se supone un compartir amplio. Los formadores
recogen la experiencia de los seminaristas insistiendo en que se deben cultivar
los tres planos, a saber, vida, ministerio y relaciones.
Oración. Mt 20, 17-28: Petición de los Zebedeos. Es el texto más clásico
sobre el servicio ministerial. Se ha seleccionado este texto porque es citado
directamente en la oración colecta de la celebración de las ordenaciones de
diáconos y presbíteros. La primera parte es el anuncio de la pasión. Se puede
subrayar el contraste entre la actitud de Jesús que se entrega y la actitud de los
discípulos que buscan colocarse en los primeros lugares. Hay un contraste
profundo, como si fueran movimientos opuestos. Por otro lado se presenta un
contraste entre los jefes de las naciones y quienes ocupan los primeros puestos en
la comunidad cristiana. Todo ello nos lleva a reflexionar sobre el sentido del
ministerio como servicio comunitario.
Contenido.
El humilde servicio.
En la segunda carta a los Corintios (2Cor 2, 14-6, 13) san Pablo se enfrenta
con algunos discípulos venidos de Jerusalén a quienes designa irónicamente con
el nombre de "superapóstoles" (11, 5), con el fin de defender su propio
ministerio. Lo que ocurría con estos enviados es que se presentaron con ciertas
recomendaciones, como autorizados por los apóstoles, revestidos de cierta
arrogancia en las formas y adornados con un discurso elocuente. La comunidad
de Corinto había sido evangelizada por Pablo, quien tenía, ciertamente, un
aspecto más modesto, mucho menos impresionante. Corinto era una ciudad
próspera, con dos puertos que significaban un flujo grande de comercio y por
tanto un cierto poder económico y cierto estilo social. En este contexto, el
ministerio de los enviados de Jerusalén les llegó a parecer a los cristianos de la
comunidad de Corinto más acomodado a su realidad, más civilizado, más fino,
que lo que Pablo podía aparentar. Ante esta situación el argumento central de san
Pablo dice: Porque no nos anunciamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo, el
Señor, y no somos más que servidores de ustedes por amor a Jesús (4, 5). El
enunciado de la
Itinerarios formativos 622 Etapa pastoral

defensa de Pablo contiene dos elementos a los que conviene poner un poco más
de atención:
84) No nos anunciamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo, el Señor. El
ministro del Evangelio corre el riesgo de convertirse en una especie de
profesional, sobre todo cuando cae en la tentación de presentarse a sí mismo con
un aire de salvador. Pablo tiene claro que el único salvador es Jesucristo, y que
todos los demás son meros siervos, enviados para anunciar la única salvación que
viene por Él. En la interpretación que hace Pablo del ministerio apostólico una
clave fundamental es la unión del ministro con Jesucristo porque la persona de
Jesús con sus actitudes y sus obras es el corazón del Evangelio que hay que
anunciar. Desde aquí se comprende mejor la expresión el Evangelio de Jesucristo
(4, 4) frente a la posibilidad de otro evangelio. El contenido de su mensaje
procede de Dios y no de sí mismo: No presumimos de poder pensar algo por
nosotros mismos; si algo podemos, a Dios se lo debemos. Dios que nos ha
capacitado para ser ministros de una alianza nueva, basada no en la letra de la
ley, sino en la fuerza del Espíritu (3, 5-6). Se comprende, pues, a sí mismo como
servidor de Dios y de Jesucristo en su plan de salvación.
85) No somos más que servidores de ustedes por amor a Jesús. En la segunda
parte de su argumento Pablo ha seleccionado el término doúlous que significa
literalmente "esclavo". La elección de este término no es una casualidad, sino que
se ha elegido intencionalmente. La esclavitud era algo corriente en aquella
sociedad. La posición de los esclavos contrastaba específicamente con el estilo
liberal y progresista de Corinto y con las expectativas de algunos miembros de la
comunidad. De modo que Pablo elige el término más fuerte para hacer su
interpretación del ministerio apostólico; es un ministerio para el humilde servicio.
En la elección del término y en el pensamiento que lo guía en tal elección hay un
referente necesario: Jesucristo el siervo quien asumió la condición de esclavo y se
puso radicalmente al servicio. Hay así un paralelismo estricto entre la
interpretación del ministerio dependiente de Jesucristo y la interpretación del
ministro desde Jesús el siervo. Al hacerlo así no deja ninguna escapatoria: las
actitudes de arrogancia y de presunción son totalmente contraindicadas para los
ministros del Evangelio, quienes deben aparecer como Jesús, en la condición de
esclavos: no somos más que esclavos de ustedes por amor a Jesús.
La reflexión de san Pablo sobre el ministerio en la Iglesia matizada por el
término "esclavo" no es una realidad aislada. Al contrario, se pueden rastrear en
los textos del Nuevo Testamento otras ocasiones en las que se utiliza la
simbología del esclavo para interpretar el ministerio ordenado. Algunos de ellos
lo hacen literalmente: Mt 20, 17-28; Le 12, 37; Le 22, 26-27; Jn 13, 1-20. Otros
lo hacen recurriendo a la imagen del trabajador de la viña o del sirviente. Nos
interesa subrayar que la interpretación del ministerio ordenado en la clave del
humilde servicio tiene una raigambre evangélica importante. A lo largo del
proceso formativo se ha reflexionado en sucesivas ocasiones sobre este tema, de
modo que pueda parecer en principio redundante para los seminaristas. La
intención de volverlo a tocar es la de subrayar la actitud de auténtico servicio
como el fundamento indispensable del ministerio sacerdotal específicamente en
este momento formativo en el cual el seminarista se prepara para la recepción del
Itinerarios formativos 623 Etapa pastoral

orden sagrado del diaconado.


La oración colecta para la ordenación de diáconos y presbíteros rescata como
un elemento necesario el tema del servicio, tomando literalmente el texto de Mt
20: Dios nuestro, que enseñaste a los ministros de tu Iglesia, no a buscar que
alguien los sirva sino a servir a todos, concédeles ser infatigables en el don de sí
mismos, constantes en la oración, alegres y bondadosos en el ejercicio de su
ministerio. La puerta de entrada para el ministerio ordenado es,
consecuentemente, la exclusión de cualquier pretensión de ser servido y la opción
decidida por la entrega de sí mismo según el modelo de Cristo, quien se ha puesto
al servicio de todos. Éstas serán también las claves del discernimiento vocacional.
Como en los demás textos del Nuevo Testamento, a la hora de interpretar el
ministerio ordenado no se pone el acento en el qué de ese ministerio, sino en el
cómo, es decir, en el modo de ejercer ese ministerio, que es el don de sí mismo.
Es un ministerio que se deberá vivir en un clima permanente de oración, en
continua referencia a Jesucristo, modelo perfecto en la entrega de sí. La alegría y
la bondad en el ejercicio ministerial brotan de la unión con el Señor y de la
opción clara por el servicio. La oración colecta tiene una profunda unidad en
torno a un modo preciso de comprender el ministerio. Estos elementos, puestos
en la misma puerta de entrada al ministerio ordenado, son válidos para los
diáconos transitorios y permanentes, pero también para los presbíteros y para los
obispos. De esta manera podemos hablar de la diaconía propia del ministerio
ordenado. Será siempre un ministerio diaconal, es decir, decididamente dedicado
al servicio, que encuentra en el humilde servicio su clave más profunda de
identidad.
Las tres dimensiones de la misión. La misión de la Iglesia se realiza a través de
tres dimensiones que le pertenecen esencialmente y se complementan entre sí, a
saber, la dimensión de la martiría, la de la diaconía y la de la koinonía. Las tres
deben existir equilibradamente en toda comunidad cristiana porque la definen en
su misión evangelizados. Hoy que se invita a toda la Iglesia a una nueva
evangelización es conveniente reflexionar ampliamente sobre el renovado
sentido de cada una de ellas.
La martiría consiste en el testimonio y la enseñanza de la fe. Es la dimensión
más doctrinal y catequética de la misión. La comunidad cristiana es
proclamadora de la Buena Noticia y depositaría de un mensaje de salvación,
mensaje que se va profundizando a lo largo del tiempo. En el ejercicio de esta
dimensión, la comunidad cristiana entra en diálogo con las culturas. La martiría
es una dimensión esencial en la evangelización porque especifica los contenidos
de la fe. En la dimensión de la martiría se incluye la inmensa labor de los
proclamadores del kerigma, de los catequistas, de los animadores juveniles, de
los teólogos, los investigadores y los comunicadores, es decir, todo el ministerio
de la comunidad cristiana que gira en torno a los contenidos de la fe y a su
anuncio explícito.
La diaconía consiste en el servicio evangelizador, que es parte integral del
mismo anuncio del Evangelio. Jesús y los apóstoles anunciaron el Reino de Dios
no sólo con palabras, sino mediante obras y palabras. Se trata así de la acción de
la Iglesia que anuncia el Evangelio por medio de obras a favor de los demás, y
en especial de los
itinerarios formativos 624 Etapa pastoral

más necesitados. Con mucha razón se puede decir que es una dimensión
liberadora de la misión de la Iglesia. La dimensión de la diaconía rompe todas las
fronteras porque se acerca a toda persona que sufre para actuar oportunamente.
En la dimensión de la diaconía se incluye toda la acción caritativa y educativa de
la Iglesia, que se puede entender como liberación de la ignorancia, del
sufrimiento, del abandono, del dolor, de la marginación, de la pobreza, de la
segregación social. La diaconía impregna la misión de la Iglesia al grado de que
es imposible concebir esta misión sin una acción liberadora bien organizada,
expresión nítida del amor de Dios.
La koinonía es la tercera dimensión de la misión. Se refiere al servicio de la
unidad y de la comunión en la Iglesia. Toca la misma identidad de la comunidad
cristiana, que es signo de la unión con Dios y de la unidad del género humano. Es
el sentido profundo de comunión del que están impregnadas todas las acciones
caritativas y testimoniales de la comunidad cristiana, es decir, las que pertenecen
a la dimensión de la martina y las que pertenecen a la dimensión de la diaconía.
La koinonía tiene acciones propias, son las que se refieren a la construcción y
reconstrucción de la unidad. Siempre en la comunidad cristiana es necesario que
existan personas que mantienen las relaciones, tantas veces frágiles, para que la
comunidad sea un signo eficaz del misterio de Dios Trinidad.
Toda comunidad cristiana necesita desarrollar equilibradamente las tres
dimensiones de la misión. Esto implica que al testimonio de la fe corresponda el
servicio liberador y que todo se realice con el fin de construir la comunión. Los
servicios ejercidos por los laicos o por las comunidades religiosas pueden
situarse en una de las dimensiones de la misión. Pero nos interesa señalar que no
ocurre lo mismo con el ministerio ordenado, porque éste no es sectorial, como los
ministerios laicales, sino global. Consecuentemente podemos hablar de la
martina, la diaconía y la koinonía de cada uno de los ministerios ordenados. Cada
uno de los grados del ministerio tendrá responsabilidades en las tres dimensiones
de la misión. Precisamente al estudiar los rituales de órdenes se resaltan estas tres
responsabilidades.
Las tres dimensiones tienen una gran importancia. Cuando a lo largo de la
historia se ha reflexionado sobre el ministerio ordenado, la reflexión ha
discurrido a través de estas dimensiones. Por ejemplo, durante la época de los
padres apostólicos, se subrayó la interpretación del ministerio ordenado desde la
dimensión de la martina, se explica el ministerio del obispo como un ministerio
en torno a la enseñanza y al testimonio de la fe. Pero en el siglo XIX se insistió
mucho en el episcopado como el signo visible de la unidad de la comunidad
cristiana, en el marco de la koinonía. La teología de la liberación, especialmente
en América Latina durante los años 60 y 70 subrayó la lectura del ministerio
ordenado como servicio liberador, estableciendo una mística sacerdotal que
produjo verdaderos frutos de santidad. Todas estas interpretaciones son válidas,
pero una mejor interpretación será la que pueda reunir el desarrollo de las tres
dimensiones en el ejercicio del ministerio ordenado.
Por otro lado, la puerta de entrada para el ministerio ordenado es propiamente
el diaconado. Cuando se quiere distinguir entre el grado de los presbíteros y el de
los
Itinerarios formativos 625 Etapa pastoral

diáconos se dice que éstos últimos reciben la imposición de manos no en orden


al sacerdocio, sino en orden al ministerio (Lumen Gentium, 29). Con esta
distinción se quiere subrayar la unión profunda que existe entre el ministerio del
diácono y el servicio. Esto no quiere decir nada en contra del servicio como clave
interpretativa de los otros grados del ministerio ordenado. Más bien al contrario,
el servicio, que es la puerta de entrada del ministerio ordenado, permanece como
una característica de quienes reciben después el presbiterado y el episcopado, de
modo que se puede elaborar toda una teología y espiritualidad de la diaconía
presbiteral y de la diaconía episcopal.
Desde esta perspectiva se abre un panorama formativo interesante para el
caso de los diáconos transitorios. El ejercicio diaconal será un tiempo
privilegiado para buscar y cimentar la conexión profunda de su vida y de su
espiritualidad con la diaconía de la Iglesia, pero con la finalidad de asumir
definitivamente la diaconía como parte de su futura vida presbiteral. Un ejercicio
que debe marcar, consecuentemente, su proceso vocacional hacia el presbiterado,
especialmente durante el breve lapso de tiempo de al menos seis meses que se
prevé para el ejercicio del diaconado. Es coherente que se interprete este tiempo
desde el servicio, toda vez que hemos dicho que el humilde servicio, como modo
de actuar, es un referente necesario del ministerio. ¿Cómo se consigue esta
vinculación con la diaconía de la Iglesia? ¿Cómo la debe conseguir cada uno de
los candidatos? Hay que contar, por supuesto, con la preparación que han
recibido durante los años del seminario, en la que el tema del servicio estuvo
presente. Pero una insistencia en el servicio en este momento de la formación
parece necesaria.
El servicio del diácono. El ministerio diaconal puede tener muy diversos
enfoques prácticos. Algunos de estos enfoques dependen de antiguas tradiciones
en la Iglesia, otros se sitúan en el contexto más moderno de una comunidad bien
organizada, también pueden ir por la línea de la administración o de la pastoral
juvenil y vocacional. Lo que más interesa es que la experiencia suponga un
verdadero aprendizaje del servicio en la Iglesia. Para ello es indispensable que en
el sujeto en cuestión haya una verdadera disposición al servicio.
Itinerarios formativos 626 Etapa pastoral

Preparación para el diaconado / Segundo encuentro comunitario


La pertenencia al presbiterio
Meta. El candidato comparte su propia experiencia de servicio, comprende el
valor de la pertenencia a un solo presbiterio y lo asume para su vida futura.
Comunicación. Se pide a los seminaristas que compartan su propia
experiencia en el humilde servicio. Se pueden proponer las siguientes preguntas
para facilitar el diálogo: ¿En qué ámbitos has ensayado las actitudes de humilde
servicio? ¿Cómo te has sentido actuando de esta manera? ¿Qué reacciones has
observado en los demás, sobre todo en quienes esperaban otra cosa? ¿Qué
convicciones se van arraigando en ti a partir de esta experiencia? Nos interesa
una comunicación más profunda al respecto, de modo que contraste con la
superficialidad con la que con frecuencia se habla de este tema en los ambientes
presbiterales.
Oración. Jn 15, 1-17. La alegoría de la vid y los sarmientos muestra cómo el
discípulo depende de Cristo, sin embargo, se puede hacer una aplicación a la
comunidad de la Iglesia y muy especialmente al presbiterio. Así como
dependemos de Cristo para la fecundidad de la misión, así dependemos de la
comunidad que lo representa y es para cada uno de nosotros mediación
sacramental. La fecundidad del ministerio dependerá así de la unión con el
obispo y de la pertenencia a un único presbiterio. Esta doble vinculación no es
sólo una estrategia, brota más bien del mismo origen del ministerio ordenado.
Contenido. A partir de la ordenación diaconal el seminarista ya va a
pertenecer al presbiterio. Parece, entonces, muy oportuna una reflexión sobre el
sentido de pertenencia al presbiterio. Como ocurre con todos los grupos
humanos, al principio, aunque uno sea parte del grupo, se siente extraño en él.
Más aún cuando no encuentra las actitudes de acogida que lógicamente cabría
esperar.
El tema de la pertenencia al presbiterio se ha ido preparando a lo largo del
proceso formativo. En el séptimo encuentro del curso introductorio se presentó a
la Iglesia como objeto de fe, mostrando la óptica desde la cual conviene
interpretar las relaciones humanas en la Iglesia. En el tercer encuentro de
segundo de filosofía se abordaron las raíces sociales de la madurez personal,
haciendo ver que el comportamiento comunitario es muchas veces reflejo de la
propia experiencia de relaciones sociales en la historia personal. En el quinto
encuentro de segundo de teología se tocó directamente el tema de la obediencia
sacerdotal, presentando los principios para la relación con la autoridad. Por
último, en el cuarto encuentro de tercero de teología se abordó el tema de la
fraternidad presbiteral, situándola en las coordenadas de Presby-terorum ordinis
n. 8, las de una íntima fraternidad sacramental. Con este proceso se han querido
poner las bases para la relación fraterna entre los presbíteros. Se puede comenzar
el encuentro haciendo un breve recuento de los contenidos de este recorrido para
desde ahí profundizar un poco más en el tema. Se trata de un tema de gran
importancia porque del modo de vivir el sentido de pertenencia al presbiterio va a
depender, en buena medida, el bienestar de los diáconos y de los nuevos
sacerdotes.
Itinerarios formativos 627 Etapa pastoral

La pertenencia como un dato de fe. El presbiterio es mucho más que un mero colectivo humano, es el
la expresión colegiada del sacramento del orden. Si ha quedado claro que la Iglesia es para el creyente no
sólo el lugar desde el que cree, sino propiamente objeto de fe, por eso dice: "creo en la Iglesia", de la misma
manera el presbiterio debe ser visto con ojos de fe, porque está en el corazón de la Iglesia Particular. En la
celebración típica de la comunidad diocesana presidida por el obispo, el presbiterio ocupa un lugar
importante. Es el ámbito en el que se desenvuelve la vida de los presbíteros que están llamados a formar un
solo presbiterio.

Motivo de la pertenencia. El motivo de la pertenencia al único presbiterio es la común ordenación y la


común misión. Todo en la vida del presbítero gira en torno al don recibido, don que ha sido recibido de las
manos del obispo y de los presbíteros. El don recibido del obispo y de los presbíteros en la ordenación se
continúa recibiendo en la vida diaria a través del contacto continuo, del diálogo, del ejemplo de vida, de la
mutua edificación. De modo que el presbiterio continúa siendo mediación sacramental y por ello fuente de
vida. La conciencia del don continuamente recibido lleva a un inquebrantable sentido de pertenencia. Más
allá de todas las contradicciones, el presbítero sabe encontrar en los hermanos la fuente de la gracia y de la
vida.
La mutua dependencia. Los diáconos reciben la Eucaristía de manos del presbítero o de quien preside la
celebración. También reciben la bendición antes de leer el Evangelio. Estos gestos litúrgicos muestran la
dependencia del diácono respecto del presbítero. El contexto es más profundo. La Eucaristía es la fiesta de la
comensalidad abierta en la que participan personas de diversa índole y en la cual todas dependen del don de
Dios que se comparte. Para que el pan eucarístico llegue a la mesa es necesaria la intervención de muchos, la
mayor parte anónimos, especialmente de los pobres y, sobre todo, la intervención del Señor que nos invita a
participar. Así como todos dependen de todos para poder participar, así el diácono en concreto depende de la
comunidad presbiteral, como el presbítero depende del obispo. Es importante vivir esta dependencia desde el
sentido de pertenencia. El término "dependencia" puede ser interpretado en sentido negativo, como un
empobrecimiento. Aquí lo entendemos más bien como capacidad de vinculación real con los demás, en su
sentido positivo. El sentido de pertenencia al presbiterio es parte del proceso de configuración porque el
diácono transitorio depende de la comunidad presbiteral para aprender a ser presbítero. Al mismo tiempo son
gestos de comunión, específicamente comunión en el ministerio de la Palabra y en el servicio del altar.

La oración en común. El diácono se compromete en la ordenación a servir al Pueblo de Dios por medio
del rezo de la liturgia de las horas. Es la oración del Pueblo de Dios, pero también crea un vínculo con el
presbiterio porque es expresión de la comunión y al mismo tiempo de la fraternidad presbiteral. De aquí el
valor que tiene el hecho de rezar juntos algunas partes de la liturgia de las horas o también el com partir
cualquier otro tipo de oración en común, en especial la adoración eucarística. Orar juntos es un gesto clásico
en las reuniones de los presbíteros, gesto que implica el orar unos por otros.
Itinerarios formativos 628 Etapa pastoral

La pertenencia como factor psico-afectivo. No basta con saberse miembro


del presbiterio, es importante "sentirse" parte de él. Para toda persona es
necesario que pueda respirar hondo en la propia casa y poder manifestarse tal y
como es, compartiendo sus ideas, percepciones y sentimientos. Lo contrario es
hallarse incómodo, como fuera de lugar, sin confianza suficiente. Nos interesa
conseguir una experiencia afectiva positiva de pertenencia al presbiterio.
El primer paso para esto es la definición de un "nosotros". Dicen los filósofos
que el "Tú" constituye al "Yo"; es decir, cuando otra persona nos llama por
nuestro nombre y nos trata como un tú, nos está dando personalidad, pues la
persona se define como ser en relación. Algo similar ocurre con el "nosotros". El
sentimiento de pertenencia a un "nosotros" de alguna manera nos da
personalidad, nos constituye como un "Yo", porque el sacerdocio se vive en la
relación y en la pertenencia al presbiterio. Es inevitable captar las deficiencias
del presbiterio, pues son evidentes para quien participa de la vida diaria en medio
de él, sin embargo, para construir el "nosotros" es fundamental aprender a ir más
allá de esas deficiencias, situando las deficiencias en un marco positivo que
siempre existe. Saber percibir los aspectos positivos es un rasgo de madurez; por
el contrario, subrayar los aspectos negativos para ver a los demás en el
presbiterio como "ellos", distintos de mí, es un rasgo de inmadurez. Cada quien
es responsable de verificar la actitud más o menos inmadura con la que está
funcionando en el presbiterio y hacerse cargo de buscar un verdadero
crecimiento.
Aceptado el "nosotros" como una referencia vital es necesario dar el paso a
aportar algo positivo a ese "nosotros", de modo que cada vez más me comprenda
como constructor y corresponsable de la comunidad, y no como mero
consumidor de comunidad. Quien pretende que la comunidad lo lleve fácilmente
establece la distancia entre el "Yo" y "Ellos"; al contrario, quien construye
comunidad, se percibe inmerso en un "Nosotros". Evidentemente el aporte que
haga al presbítero un nuevo miembro o un miembro joven será el que se puede
esperar de un joven, un aporte discreto, en la línea de sus capacidades y de su
experiencia. En este marco es muy conveniente tomar la iniciativa. Esta
aportación personal es una expresión clara del sentido de pertenencia al
presbiterio.
El sentido de pertenencia al presbiterio puede funcionar como guía en el
aprendizaje de la vida presbiteral, sobre todo cuando se comparte la vida en él.
Durante el proceso formativo se procuró construir el "ethos" comunitario, es
decir, el clima comunitario que ayudara a la formación. En el presbiterio también
se debe crear este clima formativo en el cual los criterios de acción y las opciones
son coherentes con los valores vocacionales.
El camino práctico de la pertenencia. El discurso teórico sobre el sentido
de pertenencia necesita concretarse en actitudes prácticas por medio de las cuales
no sólo se expresa la pertenencia, sino que se va consiguiendo y fortaleciendo. Se
enlistan a continuación algunas de estas actitudes prácticas, lista que puede ser
completada con otras que los formadores o los seminaristas perciban como
importantes. Existe así un flujo desde las convicciones hacia las actitudes y otro
que va desde las actitudes hacia
Itinerarios formativos 629 Etapa pastoral

las convicciones. Esta retroalimentación entre pensamiento, sentimientos y


actitudes es especialmente importante cuando se trata de la pertenencia al
presbiterio.
Asegurar el bienestar. Es fundamental que las personas se sientan a gusto en
casa, que puedan respirar profundamente en ella. Esto es lo que hace de una casa
material y de una serie de relaciones un hogar. Pero el hogar no se construye a
partir de situaciones ideales, sino en medio de muchas limitaciones. La verdadera
base de un hogar son las actitudes maduras de quienes conviven en él. Algo
similar ocurre con el presbiterio. Por ello podemos proponer a los seminaristas
que están a punto de recibir la ordenación diaconal que aseguren el bienestar en
el ámbito presbiteral en el que les tocará realizar su propio ministerio. Este
bienestar se puede entender en general como estar cómodo, lo cual incluye la
satisfacción de las necesidades humanas básicas de la persona en el grupo:
sentirse amado, sentirse útil, compartir los bienes y los saberes, aprender de los
demás, expresarse. Es importante subrayar que este bienestar depende
principalmente de cada persona, no de los demás. Tal bienestar debe darse a
varios niveles: el equipo sacerdotal, el decanato, el presbiterio en general.
Presencia significativa. El modo adecuado de estar en el presbiterio, en cada
uno de los niveles mencionados, no debe ser neutro. Se espera de un diácono que
se incorpora al presbiterio que haga un aporte positivo, de modo que su presencia
en el grupo llegue a ser significativa. El aporte que puede hacer es solamente el
que corresponde a su juventud, de modo que no se trata de pedir demasiado o de
someter a la persona a una presión excesiva, sino de dar lo que naturalmente le
corresponde. Las actitudes que vienen a continuación consiguen esta presencia
significativa. Si se quiere resumir en una palabra consiste en ser consciente de la
responsabilidad de construir la comunidad con lo que humilde pero realmente
puede aportar.
Actitud respetuosa y cortés. Ya se ha insistido en estas dos actitudes
dinámicamente relacionadas entre sí como típicamente sacerdotales. El presbítero
a donde quiera que vaya ha de mostrarse respetuoso y, consecuentemente ha de
cultivar la cortesía que corresponde. Cuando falta el binomio respeto-cortesía
surgen actitudes que hieren a los demás, por ejemplo: la arrogancia, la
indiferencia, la imprudencia, la fanfarronería. Estas actitudes que se exigen hacia
fuera, deben vivirse también hacia dentro del grupo presbiteral con un cuidado
muy especial. Evidentemente, cuando se convive de manera muy próxima con un
grupo, se conocen tanto los defectos de las personas que lo forman como las
deficiencias del funcionamiento mismo del grupo. El respeto y la cortesía no
dependen de ello, sino del individuo que sabe situarse ante la realidad y sabe
relativizar las deficiencias de la misma mirándolas con afecto. Se trata de ser
respetuoso con todos e incluso más con los que se muestran débiles o frágiles.
Comunicación con el párroco o director de la obra apostólica. La pertenencia
al presbiterio tiene un primer referente, el inmediato, que es el equipo sacerdotal
en el cual participa el diácono y más en concreto el párroco o el director de la
obra apostólica correspondiente. Una comunicación oportuna, estable, amplia,
que toque lo más posible todos los niveles. Tal comunicación debe incluir las
cosas sencillas de cada día: comunicar a dónde va y con quién, los planes que
tiene para cada día, no dando las
Itinerarios formativos 630 Etapa pastoral

cosas por hechas, sino consultándolas debidamente y manteniéndose abierto a


hacer los ajustes pertinentes. Pero también debe incluir los planes y proyectos a
más largo plazo, las cosas que prepara, lo que busca, los anhelos que cultiva, los
aprendizajes, la planificación de las actividades.
Orar por el presbiterio. El modo de relación que se da entre los creyentes es
parte de su propia espiritualidad. Esto ocurre muy especialmente con las
personas con las que los presbíteros tratan por su mismo ministerio, por ejemplo
con un muchacho que viene a la orientación vocacional o a la dirección
espiritual; antes de encontrarse con él se supone que el presbítero ha orado por
él, envolviendo la relación en un clima de intercesión y de afecto espiritual.
Exactamente lo mismo debe realizarse en relación con los hermanos en el
presbiterio. La relación debe ir precedida por una vinculación espiritual gratuita,
como la que tienen muchos laicos y religiosas con los sacerdotes más allá de sus
méritos, simplemente por ser sacerdotes.
Hablar bien de todos. La primera obra buena que podemos hacer a favor de
los demás es pensar bien y hablar bien de ellos. Es importante cultivar una
finísima sensibilidad al respecto. De modo que, incluso conocidos los defectos de
los demás, se guarden con la discreción que corresponde a una familia. Así
solemos hacer con los miembros de nuestras familias. Conocemos sus defectos y
no andamos proclamándolos a los cuatro vientos, sino que los tratamos con la
debida discreción. La consigna ignaciana es bien clara al respecto: Se ha de
presuponer que todo buen cristiano ha de ser más pronto a salvar la proposición
del prójimo que a condenarla; y si no la puede salvar, inquiera cómo la entiende,
y si mal la entiende, corríjale con amor, y si no basta, busque todos los medios
convenientes, para que bien entendiéndola se salve [EE. 22]. La sentencia
ignaciana es presentada como un postulado general al principio de los ejercicios
espirituales, postulado válido para muchas cosas y aplicable, entre otras
realidades, al ámbito del presbiterio. La consecuencia de esta actitud es hablar
bien de todos.
Disponibilidad pronta. El modo correcto de estar en un grupo es aportando lo
que uno pueda. Especialmente cuando un diácono recién ordenado se incorpora
al grupo presbiteral se espera que exista una disponibilidad pronta prácticamente
para todo, desde el servicio material hasta el servicio litúrgico. Con frecuencia se
hacen bromas de mal gusto sobre el servicio de los diáconos, si esto ocurre,
habría que ir más arriba de ello ofreciendo una verdadera disponibilidad.
Colaboración en las comisiones diocesanas. En la Iglesia actual la
colaboración en el presbiterio ha ¡do adquiriendo un rostro muy específico que es
el de la colaboración con las comisiones diocesanas y con el plan diocesano de
pastoral. Desde la disponibilidad para colaborar con responsabilidad en las
pequeñas comisiones del decanato o de la parroquia hasta la colaboración directa
en la organización de las comisiones diocesanas.
Itinerarios formativos 631 Etapa pastoral

Preparación para el diaconado / Tercer encuentro comunitario

El celibato eclesiástico

Meta. El candidato comparte sus convicciones en torno a la pertenencia al presbi terio y hace una
reflexión sobre el compromiso de celibato que hará en breve.

Comunicación. Mediante este momento de comunicación se recupera el tema del encuentro pasado
sobre la pertenencia al presbiterio. La pretensión consiste en que los seminaristas expresen sus dificultades
para vivir el sentido de pertenencia. Pueden proceder de dos ámbitos, el primero se sitúa en un plano más
objetivo, se refiere a los comportamientos que se dan en el presbiterio y pueden llegar a convertirse en una
barrera difícil de brincar. El segundo es más subjetivo, se sitúa a nivel de los sentimientos. Uno puede tener
muy claro el valor del presbiterio, pero otra cosa muy distinta es sentirse realmente perteneciente a él. El
esquema para la comunicación puede ser, consecuentemente, éste: dificultades objetivas y subjetivas para
experimentar el sentido de pertenencia al presbiterio. El discernimiento entre ambos elementos puede ser
muy ilustrativo para los seminaristas.

Oración. 1Cor 9, 1-27. San Pablo expresa en este texto, de diversas maneras, cómo el apóstol, movido
por el Evangelio, es capaz de prescindir de los propios derechos para ponerse al servicio de la comunidad.
Las expresiones que utiliza son extremas en el sentido de que hacen ver un contraste entre el apostolado de
Pablo y otras maneras de hacer el apostolado: Lo hago gratuitamente, no haciendo valer mis derechos por la
evangelización (9, 18); Siendo como soy plenamente libre, me he hecho esclavo de todos, para ganar a
todos los que pueda (9, 19); Disciplino mi cuerpo y lo esclavizo, no sea que después de enseñar a los demás
quede descalificado (9, 27). Al abordar el tema del celibato sacerdotal hemos de colocarnos en la perspectiva
de lo gratuito. No se trata sólo de cumplir una ley o de una obligación, sino de una expresión profunda de lo
que la persona es específicamente en el ministerio presbiteral.

Contenido. Ya se ha tocado el tema del celibato, durante la etapa teológica, en el sexto encuentro
comunitario del segundo año. Allí se situaba el celibato en el contexto del consejo evangélico de castidad, se
recordaba el planteamiento de Presbyterorum ordinisen el número 16 y se provocaba una reflexión sobre el
prefacio de la fiesta de Jesucristo, Sumo y Eterno Sacerdote. Con ello se quería presentar una visión amplia
sobre el celibato sacerdotal. Ya en el quinto encuentro comunitario de segundo de filosofía se tocó el tema de
la sexualidad y la formación. Se subrayaba allí el contraste entre la sexualidad humana en general y la
sexualidad presbiteral, haciendo ver la importancia que tiene contar con una clave interpretativa para la
vivencia de la propia sexualidad. Se concluía ese encuentro presentando las condiciones psíquicas para la
vivencia del celibato: capacidad de renuncia, amor oblativo y pasión por el ideal.

Se han establecido así dos contextos que parecen necesarios para una correcta interpretación del
celibato: el de la sexualidad humana y el del consejo evangélico de castidad. Durante el presente encuentro
comunitario se desarrollará más específicamente el tema del celibato sacerdotal, de cara a la promesa de
celibato que harán los seminaristas al finalizar este momento formativo. Se realizará esta reflexión en dos
Itinerarios formativos 632 Etapa pastoral

partes, en la primera se desarrollarán más ampliamente las condiciones psíquicas para la


vivencia del celibato en el contexto específico del celibato sacerdotal y en la segunda se
retomarán las fórmulas para la promesa de guardar el celibato del ritual de la ordenación
de los diáconos.
A. Las condiciones psíquicas para la vivencia del celibato. Las tres condiciones
psíquicas para la vivencia del celibato que fueron presentadas en el sexto encuentro
comunitario del segundo año de teología se amplían a continuación para abordar el
celibato sacerdotal desde un punto de vista integral.
La capacidad de renuncia. Es necesario enfrentar que el celibato supone una fuerte
renuncia en el ámbito de la vida afectiva y sexual, renuncia que deja necesariamente un
déficit. De algún modo se puede decir que es un camino "antinatural", porque prescindir
de las relaciones sexuales no es lo más ordinario ni aquello a lo que tiende la propia
naturaleza. Lo normal es que las personas se casen y tengan hijos. Emprender un camino
como el del celibato supone que el sujeto acepta vivir ciertas experiencias de soledad,
que tiene un nivel aceptable de madurez afectiva y que goza de la capacidad de algún
control sobre sus propios impulsos, específicamente los sexuales. Así, las relaciones
humanas, la afectividad y la sexualidad son tres elementos que van a entrar en juego
continuamente. A ninguna de las tres renuncia la persona célibe, y no puede renunciar a
ellas porque son parte de su propia naturaleza. A lo que renuncia es a un modo de
gratificar sus necesidades en torno a esos tres elementos. Esto significa que para las
personas célibes existe un estilo de relaciones humanas que les son más conve nientes,
hay un modo de vida afectiva y de vivencia de la sexualidad que les es pro pio. Tal
enunciado se puede decir también de las personas casadas, de los solteros, de los viudos.
Desde este contexto surge la pregunta: ¿Cuál es el modo de las relaciones humanas, de la
afectividad y de la sexualidad que ayudan a la vivencia serena del celibato sacerdotal?
Más en concreto: ¿Cuáles son las renuncias que la persona célibe asume en los tres
planos mencionados? Detallando aún más: ¿Cómo se experimentan estas renuncias a lo
largo de la vida y qué problemas se pueden presentar? Cuando un seminarista hace el
compromiso del celibato considera intuitivamente estos cuestio-namientos. Vamos a
intentar responder a ellos a través de tres párrafos breves.
El modo de las relaciones humanas. Cuando los candidatos al diaconado permanente
comienzan su formación suelen tener una serie de dificultades con su familia. La razón
de estas dificultades consiste en que ya no pueden participar como antes de la vida social
y familiar que caracteriza a los laicos. El candidato y su familia dan entonces un paso
para comprender que la vocación diaconal del que ya es padre de familia va a implicar
un cambio para todos. Esto que sienten tan vivamente las familias de los diáconos
permanentes debe ser sentido de manera similar por los sacerdotes y por los candidatos
al sacerdocio. Los vínculos personales y sociales que establecen con los demás ya no
serán en adelante neutros; no sólo deberán ser compatibles con el ministerio presbiteral,
sino expresión del mismo. Este es un campo específico de renuncia que se va a sentir de
diversas maneras a lo largo de la vida sacerdotal. El mejor modelo de este modo de
relaciones humanas es el de Jesús, que se mantiene libre para cumplir la voluntad de
Dios cuando las gentes trataban de retenerlo (Le 4, 42-43). No
Itinerarios formativos 633 Etapa pastoral

se relaciona incondicionalmente con nadie, ni siquiera con sus más íntimos seguidores (Me 8, 33), a quienes
siempre deja libres para irse. Tal modo de vida implica un cierto nivel de soledad, sobre todo exige vencer el
miedo a quedarse sólo. Hace falta una personalidad recia para mantenerse en esta línea, pero esto es
necesario para el servicio de la comunidad. Las relaciones de los presbíteros son así expresión de su opción
por el celibato.

La afectividad. Para vivir el celibato se hace especialmente importante una cierta madurez afectiva
porque está comprobado que a la raíz de la mayoría de los problemas relacionados con el celibato está una
experiencia afectiva difícil, sea de soledad, de aislamiento, de incomprensión, etc. Si se quiere poner una
tasa para medir la madurez afectiva, se puede encontrar en tres indicadores: a) La adecuada proporción entre
los sentimientos y la realidad a la que corresponden. Falta madurez cuando las reacciones afectivas del
sujeto son desproporcionadas en relación a los hechos reales que las provocan, de modo que funciona como
un amplificador de pequeños problemas. Será una persona que sufra continuamente por este motivo. Para
vivir el celibato es necesario que el sujeto sea medianamente feliz, que esté más o menos satisfecho con lo
que vive, b) El suficiente conocimiento y apropiación de sus sentimientos. Que lo que ocurre en su vida
afectiva no resulte extraño para él, al contrario, sea reconocido no sólo como algo que ocurre en él, sino
como algo que le pertenece profundamente y es una riqueza de su personalidad. Todo el proceso de
autoconocimiento que se ha propuesto a los seminaristas debe dar fruto en este terreno de la apropiación de
los sentimientos, c) La expresión adecuada de los sentimientos. Que tenga la habilidad conseguida para
expresar los sentimientos en el momento oportuno y con las personas que conviene hacerlo. Sobre todo que
no esté solo en su vida afectiva, dejándose acompañar en esta materia. Evidentemente hay una renuncia que
se hace en este plano, sobre todo a los vínculos posesivos o exclusivos, esta renuncia se sentirá a lo largo de
la vida. El presbítero necesita estar preparado para ello.

La sexualidad. La renuncia más clara que se hace con el celibato es al ejercicio de la sexualidad. No se
puede renunciar a la sexualidad porque ésta no sólo es parte de la persona sino un elemento central de su
identidad. La sexualidad está allí siempre. La renuncia al ejercicio de la sexualidad debe ser clara en el plano
genital y en el plano de la sexualidad difusa. Es decir, hay una renuncia a las relaciones genitales pero tam -
bién hay una renuncia a todo lo que rodea las relaciones genitales, como el coqueteo, el juego sexual o los
dobles sentidos. Esta renuncia debe ser notoria en la vida sacerdotal. La renuncia en el ámbito de la
sexualidad podrá adquirir diversos rostros a lo largo de la vida del presbítero. Primeramente en la línea de la
falta de una pareja, después en la línea de la generatividad, por último en la necesidad de compañía en la
vejez. Hoy somos muy conscientes de la gran diversidad de problemas que pueden surgir en la sexualidad de
las personas célibes. El punto central no es la existencia de estos problemas, sino la capacidad de dejarse
acompañar en ellos.

El amor oblativo. La opción por el celibato, como la opción por el matrimonio, tiene un carácter
definitivo y supone un sujeto que ha entrado claramente al estado adulto. Por eso nos interesa la descripción
del paso de la edad infantil a la edad
Itinerarios formativos 634 Etapa pastoral

adulta, es decir, a un grado suficiente de madurez personal. Existen varios


factores de maduración que preparan a una persona para una decisión definitiva.
El primero de ellos es el conocimiento suficiente de aquello que elige, es un
factor que se sitúa al nivel de la verdad objetiva. Consiste en saber qué es el
celibato, cuáles son las exigencias que conlleva y qué consecuencias tiene la
opción por él. Un segundo factor es la suficiente autonomía, que consiste en la
capacidad de tomar la vida en las propias manos y de hacer una decisión libre.
Cuando la persona depende de los demás para tomar sus decisiones, carece de la
necesaria autonomía. El tercer plano es el del amor, el sujeto debe ser
suficientemente maduro para entregarse a sí mismo en una opción amorosa, de
modo que descubra en el celibato un camino específico para el amor.
El abandono de las actitudes infantiles. La afectividad infantil es
profundamente egocéntrica, coloca en el centro la gratificación de las
necesidades del individuo, que necesitan ser satisfechas inmediatamente. La
afectividad del adulto es de otro signo, ya no se coloca en el centro, sino que va
dando pasos hacia un modo distinto de gestionar las propias necesidades, primero
hacia la vinculación con un objeto amoroso, luego hacia la generación de vida
nueva y por último hacia el apoyo a las generaciones más jóvenes. El proceso de
autoconocimiento debe ayudar a que los seminaristas den los pasos que
corresponden a su edad evolutiva en esta materia. Quien se sitúa en este
momento en una actitud adulta tiene más posibilidades de seguirlo haciendo en el
futuro.
La capacidad de entrega y de abnegación. No existe el amor si no implica
cierta capacidad de abnegación, es decir, una disponibilidad al sufrimiento, sobre
todo cuando es necesaria para salvaguardar un valor. La abnegación va siempre
unida a la entrega a los demás. Por ejemplo, cuando una persona tiene hijos, con
frecuencia se desprende de sus propios bienes para mantener y cuidar de sus
hijos, aunque ello implique un nivel de sufrimiento. También en la vida
sacerdotal existen sufrimientos y sacrificios que el sacerdote ha de esta dispuesto
a asumir y son expresión de su entrega a una comunidad concreta. Lo contrario es
el presbítero que se coloca siempre en el centro y pretende gratificar
continuamente sus necesidades.
El desprendimiento. Es la capacidad de mantenerse libre ante cualquier clase
de bienes. Los bienes materiales, las obras de la propia autoría, el protagonismo.
Una persona que vive el desprendimiento puede pasar fácilmente a un segundo
plano sin mayor problema, está dispuesto a dejar su puesto a otro y a facilitar la
continuidad. Para vivir el desprendimiento es válido un postulado de máximos:
cuanto más pueda desprenderse de toda posesión, mejor. Porque el
desprendimiento es un signo de la propia libertad. Al revés, cuando el presbítero
está demasiado pendiente de cualquier tipo de posesiones, resulta mucho más
difícil la vivencia del celibato.
La pasión por el ideal. Es la capacidad de vivir los valores con intensidad, es
decir, de un modo suficientemente consistente. Se utiliza el término "pasión" con
un sentido especial. No se entiende como padecimiento, como si habláramos de
la pasión de Cristo; tampoco como un impulso ciego que arrastra o que ciega,
sino como la confluencia de las fuerzas vitales del individuo en torno a un fin. La
persona opta libre-
Itinerarios formativos 635 Etapa pastoral

mente por una serie de valores que conoce suficientemente de tal modo que esta
opción unifica sus energías y capacidades ordenándolas a un fin. Cuando se vive
un ideal con este género de "pasión", no es posible la distracción. Podríamos
decir que la pasión, en el sentido que se le quiere dar, conlleva la concentración
de las energías del individuo en torno a valores que ha aceptado como buenos
para sí.
Pasión por Jesucristo. En el pasado encuentro comunitario se recurría a la
defensa que san Pablo hace de su ministerio, el apóstol entiende que la unión
personal con Jesucristo es un elemento central de su ministerio. Desde esta
premisa el ministerio no puede ser interpretado principalmente como una
actividad, como si se tratara sólo de predicar, o de presidir liturgias, o de
bendecir, o de realizar actividades sociales, como hacían aquellos
"superapóstoles"; el ministerio consiste más bien en una forma de vida por la
cual el ministro se une profundamente a Jesucristo en una relación continuamente
fomentada. La relación entre esta "pasión" por Jesucristo con el celibato se ha de
entender entonces como una unión definitiva, similar a la que se da en el matri-
monio. Un ejemplo vivo de esta unión definitiva y personal es el de san Pablo:
Estoy crucificado con Cristo, y ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en
mí. Ahora, en mi vida mortal, vivo creyendo en el Hijo de Dios que me amó y se
entregó por mí (Gal 2, 19-20). Esta es una nota fácilmente constatable en la vida
de los sacerdotes santos. Para ellos la unión con Jesucristo es incuestionable,
como su punto esencial de referencia. Consecuentemente lo cultivan de modo
continuo.
Pasión por el Evangelio. En el corazón de la vida presbiteral está la misión
evangelizados. Volviendo al ejemplo de san Pablo, la fuerza de convicción con la
que se refiere al Evangelio muestra que hay algo más que un ejercicio con
carácter más o menos profesional: Porque anunciar el Evangelio no es para mí
un motivo de gloria; es una obligación que tengo, ¡y pobre de mí si no
evangelizara! (ICor 9, 16). Hay más bien una vinculación amorosa, con carácter
definitivo, que muestra la existencia de un mensaje profundo que ha tocado a la
persona y es necesario comunicar. El celibato sacerdotal es un signo de la vida
interior del sacerdote y a la vez una especie de confirmación del mensaje
evangélico que hace con su vida entera.
Pasión por la comunidad cristiana. El objeto específico de la opción
sacerdotal es la comunidad cristiana. Los ministros ordenados están puestos para
la edificación de la comunidad. Esto implica que la comunidad signifique para
ellos algo más que el lugar o el ámbito donde se realiza una función, llegando a
convertirse en un verdadero objeto amoroso. Su unión con la comunidad
cristiana es definitiva. Todo lo que son, lo que poseen y su actividad se interpreta
desde la clave de esta unión. Su plena dedicación a la comunidad cristiana es
capaz de unificar sus energías, enfocándolas a este fin e incluyendo todos los
aspectos o dimensiones de su personalidad. En ellos debe ser notorio un gran
amor por la Iglesia que les lleve a superar cualquier visión utilitaria o cualquier
tendencia, humanamente comprensible, hacia la búsqueda del dominio.
B. Ritual de la ordenación de los diáconos. En este momento puede ser útil
un breve comentario a la alocución previa a la promesa del celibato en el ritual
de la ordenación de los diáconos.
Itinerarios formativos 636 Etapa pastoral

Puesto que ustedes quieren libremente formar parte del orden de los diáconos, deben tener presente
que tendrán que desempeñar este ministerio guardando el celibato toda la vida. La puerta de entrada del rito
es la libre opción del candidato, de modo que el celibato, aunque viene exigido por una normativa
eclesiástica, no ha de ser entendido como una mera norma disciplinar y mucho menos como una imposi ción.
En la práctica más bien hay que hablar de "libertad suficiente", es decir de que el sujeto goce de tal grado de
libertad que pueda optar por el celibato como un bien verdadero, tanto para sí mismo como para los demás.
Esta libertad será fruto de una comprensión adecuada del celibato y de todo el proceso formativo.

El celibato será para ustedes un signo y estímulo de la caridad pastoral y una fuente especial de
fecundidad apostólica. Se enuncia el sentido positivo del celibato específicamente sacerdotal en el esquema
de vida y ministerio, que se corresponden con los conceptos de caridad pastoral y fecundidad apostólica.
Hay que notar que se utiliza el lenguaje del amor, que cuenta siempre con esos dos elementos, una
dimensión íntima, que tiene que ver con la identidad -la da la caridad pastoral- y una dimensión hacia fuera,
que transforma la experiencia amorosa una fuente de fecundidad espiritual y de creatividad pastoral.

Movidos por un sincero amor a Cristo y viviendo una en una perfecta entrega a El en este estado,
ustedes se consagran al Señor de manera nueva y especial. El celibato implica una verdadera consagración a
Dios cuya motivación no puede ser otra que el amor a Cristo y la unión con él. Se trata de una nueva
consagración en relación con la consagración bautismal y al mismo tiempo de una consagración especial o
específica porque está unida al ministerio ordenado. El celibato constituye, para esta persona concreta que ha
sido llamado al ministerio sacerdotal, un auténtico camino para la unión espiritual con Cristo.

Por el celibato ustedes se unirán a Cristo más fácilmente con un corazón no dividido, se entregarán
con más libertad al servicio de Dios y de los hombres y prestarán con más diligencia sus servicios en la
obra de la regeneración de la humanidad. Se repite el mismo esquema haca dentro -unión con Cristo- y
hacia fuera -servicio más diligente- pero ahora se utiliza la expresión corazón indiviso, subrayando sobre
todo el celibato como un camino para la unificación de todas las energías de la persona en orden a un fin. El
celibato supone y exige la unidad de corazón y de vida del ministro que ha optado por él en orden a un mejor
servicio al Pueblo de Dios.

Este mismo estado de vida será para sus hermanos un constante recordatorio de que Dios debe ser
amado sobre todas las cosas y de que hay que servirlo a El en todo y sobre todo. Por último, se pone de
relieve el sentido simbólico del celibato sacerdotal en la comunidad cristiana. La misma vida del presbítero
se convierte en signo del valor absoluto de Dios en la vida de fe y en una invitación para que todos los
creyentes asuman esta dinámica desde su propia condición de vida.

Los contenidos de este encuentro comunitario son densos, se está retomando lo visto sobre este tema a
lo largo del proceso y al mismo tiempo provocar una reflexión previa al compromiso del celibato. Conviene
dar al tema la importancia que merece.
Itinerarios formativos 637 Etapa pastoral
Preparación para el diaconado / Cuarto encuentro comunitario

La ordenación diaconal

Meta. El candidato comparte su experiencia de amor en el celibato, reflexiona sobre el contenido del
ministerio diaconal y se dispone para recibirlo.

Comunicación. Los dos temas que se han tocado en los encuentros comunitarios precedentes son de
una gran importancia para la vida presbiteral y en concreto en la ordenación diaconal, a saber, la pertenencia
al presbiterio y el celibato sacerdotal. Los dos puntos se han considerado específicamente para el diaconado
transitorio, es decir, mirando al ministerio presbiteral y no sólo a! diaconado. La comunicación sobre estas
materias es delicada, por ello parece mejor provocar una comunicación a nivel general respondiendo a esta
pregunta: Queda poco tiempo para la ordenación diaconal, ¿cómo se encuentra cada uno en este momento en
el que ya miramos hacia las opciones definitivas? Para moderar el diálogo se puede introducir con el "efecto
vértigo" que causan las opciones definitivas. Este efecto consiste en que al percibir la cercanía de los
compromisos definitivos surge más que una duda, cierta intranquilidad, cierto nerviosismo, que es muy
natural, porque no se está decidiendo cualquier cosa, sino el futuro mismo de la persona. Que surjan estas
inquietudes es un signo de buena salud, por ello no debe dárseles una gran importancia.

Oración. ICor 12, 4-11: Los diversos dones del Espíritu edifican la comunidad. Se retoma el ¡cono de
este tercer momento formativo. El don que los seminaristas van a recibir a través de la ordenación diaconal
es para el servicio de la comunidad y ha de integrarse armónicamente con los demás servicios que en ella se
prestan. La clave para circular en esta comunidad ministerial es la humildad.

Contenido. El contenido de este encuentro comunitario se centra exclusivamente en la reflexión sobre


el ritual de la ordenación del diácono. Ya se han adelantado en los encuentros precedentes dos elementos: la
oración colecta que hablaba sobre el humilde servicio y la promesa del celibato. De modo que ahora nos
queda por considerar los siguientes elementos: a) La admisión de los candidatos, b) La alocución del obispo,
en lo que corresponde a los diáconos, c) El examen previo a la ordenación, d) La imposición de manos y la
oración consecratoria. e) Los ritos complementarios. Se propone a continuación una reflexión sobre cada
uno de estos elementos. Una buena recomendación es hacerlo a un doble ritmo, explicando primero cada
parte y facilitando la comunicación de las resonancias de cada uno.

a) La admisión de los candidatos. Es un breve rito que tiene lugar entre la lectura del Evangelio y la
alocución del obispo. Tiene cuatro partes en las que intervienen sendas personas. El diácono llama a los
candidatos por su nombre, sacándolos de entre la comunidad de los fieles. Se está expresando la pertenencia
a la comunidad cristiana, que es la madre de las vocaciones. En este momento tiene importancia la presencia
de la familia del candidato; ellos han sido la comunidad de fe más inmediata, que les ha acompañado en todo
su proceso de vida. A continuación el rector del seminario o un presbítero pide al obispo el don de la
ordenación, el diálogo que establecen entre ambos versa sobre la idoneidad del candidato. Se está
sintetizando
Itinerarios formativos 638 Etapa pastoral

todo el proceso de discernimiento de la vocación del candidato. El tercer


momento corresponde al obispo, quien elige públicamente, en el nombre del
Señor, a los candidatos para el orden de los diáconos. La fórmula que utiliza
subraya el misterio de la vocación: con el auxilio de Dios y de Jesucristo, nuestro
salvador, elegimos a estos hermanos nuestros para el orden de los diáconos. La
última parte corresponde al Pueblo de Dios, es una aclamación de gratitud por el
don de la vocación y por el don de estas personas concretas que entregan su vida.
Es hermoso observar cómo la comunidad está presente en el origen y en la
finalidad del llamado.
86) La alocución del obispo, en lo que corresponde a los diáconos. Los cuatro
primeros párrafos y los tres últimos se refieren en conjunto a los diáconos y a los
presbíteros. Se subraya el ministerio de la edificación de la comunidad, la
finalidad de ambos ministerios es apacentar y acrecentar el Pueblo de Dios. El
ministerio sacerdotal que reciben tiene como principal exigencia que sean
verdaderos discípulos de aquél que no vino a ser servido, sino a servir. Se
subraya igualmente la comunión con el obispo y con el presbiterio. Los cuatro
párrafos siguientes se dedican específicamente a los diáconos. El texto está tejido
de referencias al Nuevo Testamento, en concreto a los textos que han sido
meditados en el itinerario de cuarto de teología. Mt 20,17-28: La petición de los
primeros puestos. Procedan en su vida como Él procedió... como servidor,
cumpliendo gustosamente la voluntad de Dios... sirvan con amor y alegría. Hch
6, 1-7: la elección de los Siete. Como aquellos varones elegidos... también
ustedes deben dar testimonio del bien, llenos del Espíritu Santo. Tit 1, 5-9; ITim
3, 2-7; 2Tim 2, 24-26: Condiciones para la elección de los presbíteros. Teniendo
por raíz y cimiento de su vida la fe, muéstrense sin mancha e irreprensibles... el
Evangelio al que deben no sólo escuchar, sino además servir. Se concluye con
una exhortación: muestren en sus obras la Palabra de Dios que proclaman.
87) El examen previo a la ordenación. Incluye cinco preguntas y la promesa de
obediencia. Ponemos atención a la materia de estas preguntas: a) ¿Quieren ser
consagrados al servicio de la Iglesia? Se subraya el sentido de consagración que
tienen las órdenes sagradas. Hay que notar la voz pasiva que se utiliza. No se
trata principalmente de que ellos se consagren a Dios, cuanto de que Dios los
consagre por la imposición de las manos y el don del Espíritu Santo, b) Se pone
atención al modo de ejercer el ministerio diaconal, con humildad y amor, como
colaboradores de los que pertenecen al orden sacerdotal. Es importante esta
perspectiva que acentúa el modo de actuar, tal como se ha reflexionado en los
encuentros comunitarios precedentes, c) La tercera pregunta se refiere al
ministerio de la Palabra, se trata de guardar el misterio de la fe en un corazón
limpio y anunciarlo con la palabra y con la vida. El primero que recibe el
mensaje del Evangelio y alimenta su fe es el mismo diácono que lo proclama, d)
La cuarta pregunta toca el punto de la oración. Enmarca la celebración de la
liturgia de las horas en el espíritu de oración, que es parte esencial de su
ministerio, e) La última pregunta se refiere al servicio del altar, se invita a los
diáconos a imitar con su vida el ejemplo de Cristo cuyo cuerpo y sangre servirán
con sus manos. Conviene poner atención a que en estas cinco preguntas el acento
se pone más en la vida que en la actividad. Porque los diáconos son un símbolo
de la presencia de Dios para el
Itinerarios formativos 639 Etapa pastoral

Pueblo cristiano más que meros funcionarios. Por último está la promesa de
obediencia al obispo y a sus sucesores, la cual se separa del examen y se subraya
como un compromiso definitivo.
88) Imposición de manos y oración consecratoria. La imposición de las manos
del obispo se hace, después de las letanías de los santos, en silencio como
concentrando a través de este gesto la oración de toda la comunidad de la Iglesia
puesta de rodillas e intercediendo ante Dios por estos elegidos. La larga oración
con que se consagra a los diáconos comienza con cuatro párrafos introductorios
en los que se pone de relieve cómo el Espíritu Santo actúa en la Iglesia
repartiendo los ministerios y señalando a cada uno su propio oficio y cómo cada
uno de los ministerios tiene como finalidad hacer crecer a la Iglesia; se compara
la acción que se está realizando con la elección de los levitas en el Antiguo
Testamento y con la elección de los Siete, destinados al cuidado de los pobres. La
parte central de la oración insiste una y otra vez en el modo de ejercer el
ministerio: con fidelidad, amor sincero, solicitud por los pobres, el ejercicio
humilde de la autoridad, la pureza de corazón, una vida profundamente
espiritual, el ejemplo de castidad. Por último se vuelve a citar el texto de Mt 20,
17-28: imitando en la tierra a tu Hijo, que no vino a ser servido sino a servir. Es
interesante, pues, que el acento se ponga de un modo tan claro en la vida y en las
actitudes de los diáconos y no en su actividad, que será diversa, según las
circunstancias en que les toque ejercer su ministerio.
89) Ritos complementarios. Son sumamente simples, pero profundamente
significativos. Primeramente la imposición de la estola y la dalmática por los
presbíteros, signo del ministerio recibido y de la pertenencia al único presbiterio.
La fórmula de la entrega del libro de los Evangelios merece una atención
especial: Recibe el Evangelio de Cristo, del cual has sido constituido mensajero;
esmérate en creer lo que lees, enseñar lo que crees y vivir lo que enseñas. Da la
prioridad al ministerio de la Palabra como clave interpretativa de todo su
ministerio, litúrgico y no litúrgico. Establece un camino espiritual que parte de la
ascética de la fe, pasa por la enseñanza y se corona con el testimonio de vida.
Es muy recomendable que los candidatos al diaconado mediten asiduamente
en torno al ritual de la ordenación antes de que llegue ese día. Con este encuentro
comunitario se cierra el tercer momento formativo de la etapa pastoral. Si se ve
oportuno se puede hacer con el grupo un balance del proceso presentando
previamente una síntesis de los contenidos.
Itinerarios formativos 641 Etapa pastoral

Cuarto período
Preparación para el presbiterado
Objetivo del momento formativo. El candidato retoma críticamente su
ejercicio diaconal, solicita el orden sagrado del presbiterado y se prepara para la
celebración de la Eucaristía y para el ministerio de la reconciliación.
Imagen-fuerza. ITim 3, 1-7. Presenta el ministerio como una noble función.
Desde esta valoración se plantean exigencias muy claras, de carácter positivo y
negativo, como ya se ha analizado en encuentros anteriores. Se pretende que por
medio de este cuarto y último período de formación de la etapa pastoral los
ordenandos tomen una mayor conciencia de lo que significa el ministerio
presbiteral que van a recibir.
Proceso de los encuentros comunitarios.
El itinerario de este último momento está totalmente enfocado en la
ordenación presbiteral. Nos interesa principalmente que el candidato se visualice
como sacerdote y descubra la importancia del modo práctico de actuar en el
ministerio sacerdotal, criterio en el cual se ha insistido durante todo el proceso.
Se sitúa así en una perspectiva eminentemente práctica. Propone la consideración
del ministerio sacerdotal y al mismo tiempo provoca el diálogo de los diáconos
sobre los pequeños detalles de la ordenación. Se entiende este último período
como los seis meses anteriores a la ordenación presbiteral.
El primer encuentro se ha reservado para un compartir amplio entre los
nuevos diáconos sobre su breve experiencia en el diaconado, con el fin de que les
ayude a situarse en la práctica misma del ministerio. Es prudente reafirmar las
primeras experiencias porque funcionarán como un referente en otros momentos
del proceso. El texto para la oración es Le 4, 14-30, un texto programático de la
misión de Jesús. El texto subraya la espiritualidad de Jesús siervo. La
interpretación del diaconado cuenta de modo especial con la imagen de Cristo
pastor y siervo.
El segundo y tercer encuentros abordan el doble ministerio de la presidencia
de la Eucaristía y de la confesión sacramental, si es posible con la intervención
de algún sacerdote mayor que, desde su propia experiencia, pueda dar una serie
de indicaciones fraternas a los ordenandos. Se pretende un compartir fraterno que
ofrezca pautas para estos servicios tan importantes en la vida de la Iglesia. Para el
encuentro sobre la presidencia de la Eucaristía se propone el relato de Me 8, 1-10,
la segunda multiplicación de los panes, subrayando el gozo de distribuir el
cuerpo de Cristo. Para el encuentro sobre la reconciliación se han seleccionado
dos secciones de la Segunda Carta a los Corintios, sobre la reconciliación y el
consuelo que vienen de Dios: 2Cor 5, 18-21 y 2Cor 1, 3-7 estableciendo un
paralelismo entre ambos textos y relacionándolos dinámicamente con el
sacramento de la reconciliación.
El cuarto encuentro se centra en la reflexión sobre el ritual de la ordenación
presbiteral, completando lo que ya se vio para la ordenación diaconal. Además se
hace el cierre y la evaluación de la etapa. Por último se hace una breve
presentación de la formación permanente. Se ha rodeado este encuentro de un
espíritu de gratitud y por
Itinerarios formativos 642 Etapa pastoral

ello se ha seleccionado para la oración el cántico de Ef 1, 3-14.


Sugerencias pedagógicas.
El presente momento formativo consiste prácticamente en la preparación para la
ordenación presbiteral. Es conveniente que el clima de las reuniones se dé con mucha
naturalidad, como si se tratara del espontáneo compartir entre un ordenando y un
sacerdote con experiencia en el ministerio. Conviene así conducirlo muy suavemente.
Como parte de este proceso final están los ejercicios espirituales de preparación para
la ordenación. Según las costumbres de la diócesis se prepararán convenientemente.
Algunos de los elementos que se presentan en el itinerario pueden incidir en los
ejercicios espirituales, de modo que se hagan las referencias que sean necesarias.
Itinerarios formativos 643 Etapa pastoral

Preparación para el presbiterado / Primer encuentro comunitario


El ministerio diaconal
Meta. El candidato retoma críticamente su ejercicio diaconal compartiendo
los aciertos y errores con sus compañeros y descubre el sentido de la diaconía en
el ministerio presbiteral.
Comunicación. Se propone a los diáconos que compartan los aspectos más
externos de la ceremonia de la ordenación: cómo la vivieron, las impresiones de
sus familias, la fiesta, etc. Se trata de una comunicación informal, más bien ligera,
que haga la función de abrir el encuentro. Incluso se puede hacer mirando las
fotografías o un video de la celebración.
Oración. Se sugiere que la oración se alargue un poco más, contrastando un
poco con la comunicación inicial y expresando la importancia de la oración como
parte del mismo ministerio diaconal. Se ha reservado para esta ocasión el texto de
Le 4, 14-30 que describe el inicio del ministerio de Jesús en Nazaret bajo la
figura enigmática del siervo del profeta Isaías. Es un texto de una extraordinaria
riqueza espiritual y muy adecuado para este momento en el que los nuevos
diáconos comienzan su andadura en el camino ministerial y continúan
proyectando su vida presbiteral. Conviene facilitar una reflexión compartida y
profunda del texto, que prepare el compartir de su ejercicio ministerial en el
diaconado que se propone a continuación.
Contenido. Los nuevos diáconos llevan un tiempo breve pero muy
significativo en el ejercicio de su ministerio y se espera que sientan la necesidad
de compartir entre ellos esta experiencia. Por esta razón el encuentro se dedicará a
una amplia recapitulación sobre el tema. A continuación se definen una serie de
preguntas para facilitar el diálogo. Para hacer este análisis se ha optado por las
dimensiones de la misión de la Iglesia, que deben estar presentes en un ministerio
de carácter global como es el diaconado. Estas dimensiones permanecerán a lo
largo de la vida sacerdotal, porque son parte esencial del ministerio ordenado. Se
presentan muchas opciones para que cada uno de ellos elija lo que desea
compartir, sin que se sientan obligados a abordar personalmente en cada una de
ellas.
a) En la línea del testimonio de la fe (martiría). Incluye todo lo que se refiere
al anuncio del Evangelio, a la enseñanza de la fe y a la transmisión de los valores
cristianos. Es expresión de la tensión evangelizadora que marca íntimamente el
ser mismo de la comunidad cristiana y tiene dos polos: el conocimiento de la
persona de Jesús en el Evangelio y su difusión hasta los confines del mundo.
Cada creyente experimenta esta tensión en su interior y de ella surge el anhelo de
compartir la fe. Los diáconos han de redescubrir esta tensión evangelizadora
desde el ministerio que han asumido y comienzan a ejercer. El desarrollo de esta
dimensión no implica necesariamente que tengan tareas nuevas, más bien lo
experimentarán en las tareas que ya realizaban en el ámbito de su inserción
pastoral.
■ ¿Has realizado durante este tiempo algunas actividades de carácter
kerigmá-tico, es decir, como anuncio fundamental de la fe?
Itinerarios formativos 644 Etapa pastoral

¿Has continuado estudiando y profundizando en los contenidos de la fe?


¿Te lo ha exigido la misma actividad pastoral?
¿Has podido ser un referente para la animación y formación de los
catequistas y animadores juveniles?
¿Has ejercido alguna función de enseñanza en la Iglesia, por ejemplo
preparar clases? ¿En qué ámbitos? ¿Qué ha significado esto para ti?
¿Has ayudado a las personas a clarificar sus conceptos en torno a la fe, a
los dogmas, a la moral o a la actividad pastoral?
¿Has intervenido en la preparación de las personas para recibir los
sacramentos?
b) En la línea del servicio liberador (diakonía). Se refiere al servicio a los
pobres y a
los enfermos, todo lo que tenga que ver con las necesidades de los demás y con la
administración económica, que cuando es cristiana está polarizada por el anhelo
de
compartir los bienes. Al utilizar el término "dimensión" se quiere expresar que es
una
parte integral de la misión de la Iglesia y por tanto debe estar presente en todos
los
ministerios ordenados. Hay que observar que el servicio no es algo exclusivo de
los
diáconos. Sin embargo, al recibir el ministerio diaconal se debe desarrollar, como
se
explicó antes de la ordenación, en el mismo itinerario, una vinculación definitiva
con
el servicio liberador como parte de la configuración con Cristo Pastor. El punto
es
cómo en sus tareas ordinarias han vivido con más profundad esta vinculación con
los
pobres y los enfermos, que fue tan característica de la vida y del ministerio de
Jesús.
En esta dimensión es probable que se les hayan asignado tareas más específicas a
partir
de la ordenación diaconal, pero esto no es lo más importante. Hay que afirmar
con
mucha claridad el ser sobre el hacer también en la dimensión del servicio.
¿Has cultivado una mayor cercanía con los pobres? ¿Con quiénes en
concreto y en qué circunstancias?
¿Has aprendido a contemplar con misericordia las necesidades de los
pobres? ¿Qué necesidades específicamente?
¿Te has puesto espontáneamente al servicio, sobre todo en servicios
materiales? ¿En cuáles? ¿En qué oportunidades?
¿Cómo ha resonado en tu corazón la intercesión por los pobres, que tantas
veces aparece en las preces de la liturgia de las horas?
¿Has asumido algunas tareas relacionadas con la administración
económica? ¿Cuáles? ¿Por qué han sido interesantes?
¿El ministerio diaconal te ha acercado a los adolescentes y a los jóvenes?
¿Reconoces en ellos a los pobres entre los pobres?
c) En la línea de la comunión (koinonía). Esta dimensión se desarrolla en
todas las
actitudes y actividades por las que se procura edificar la unidad del Cuerpo de
Cristo y
buscan la conducción de la comunidad hacia un solo fin. Se pueden identificar
con
Itinerarios formativos 645 Etapa pastoral

cierta facilidad los diversos niveles en los que esto ocurre. El primero de ellos es
el que edifica la unidad del matrimonio y de la familia, como Iglesia doméstica,
para los diáconos puede ser algo nuevo el contacto con los movimientos
matrimoniales, la preparación para el matrimonio y la pastoral familiar. Un
segundo nivel es el del trabajo en equipo, que en la Iglesia se hace presente en
casi todos los campos: el equipo sacerdotal, equipos de catequistas, de
animadores juveniles, de liturgia, etc. Un tercer nivel es el de la convocación de
grupos, sobre todo cuando se pretende la misma experiencia grupal como un
signo de lo que es la comunidad, especialmente en la pastoral de adolescentes y
de jóvenes o en la pastoral vocacional. El cuarto nivel es el de los organismos
parroquiales o comunitarios que edifican la unidad, como los consejos de pastoral
y de economía. Aún se puede hablar de un quinto nivel, el del decanato y las
comisiones decanatales. Por último está el nivel de las comisiones diocesanas.
Más allá de los límites de la comunidad cristiana está la tarea del ecumenismo y
del diálogo interreligioso, que puede ser más o menos sensible en los distintos
ámbitos pastorales en los cuales están insertos los diáconos.
■ ¿Cómo has vivido la dimensión de la koinonía en el equipo sacerdotal?
¿Cuál ha sido tu relación con los diáconos permanentes y con otros ministros?
■ ¿Has tenido una mayor proximidad con la realidad del matrimonio y de la
familia? ¿Ves oportunidades para evangelizar en este ámbito? ¿Te has acercado a
los movimientos matrimoniales o familiares?
■ ¿Has tenido la ocasión de trabajar en equipo con otras personas? ¿Alguno
de estos equipos ha sido significativo? ¿Por qué? ¿Qué piensas del equipo sacerdo-
tal en el que participas?
■ ¿Qué clase de experiencia grupal has tenido durante este tiempo? ¿Te
sientes perteneciente a algún grupo?
■ ¿Qué ha significado para ti participar en los organismos parroquiales
como el consejo de pastoral y el consejo de economía? ¿Descubres estos consejos
como camino para la comunión? ¿Has participado en otro tipo de consejos?
■ ¿Cuál ha sido tu experiencia en el decanato y en las comisiones
decanatales? ¿Has podido colaborar en algunas actividades en las comisiones
diocesanas?
■ ¿Has tenido alguna experiencia significativa en la línea del ecumenismo o
del diálogo interreligioso?
d) En la línea de la liturgia (leiturgía). La liturgia no es propiamente una
cuarta dimensión de la misión, sino más bien la coronación de todas las
dimensiones. Cuando se dice que la liturgia es fuente y cumbre de la misión de la
Iglesia y de los ministerios en ella, muy especialmente del ministerio ordenado,
se quieren decir dos cosas. Por un lado, que el ministerio y la vida de la Iglesia
no se reducen a la acción litúrgica, al contrario, la intervención litúrgica que
corresponde a este ministerio o a cualquier otro es el signo de la realización de la
misión en los ámbitos más ordinarios de la vida de la comunidad. Por otro lado se
expresa que toda la actividad ministerial debe conducir a la expresión litúrgica,
encontrando en el continuo don de Dios, especialmente
Itinerarios formativos 646 Etapa pastoral

en la Eucaristía, su fruto más precioso. En esta dimensión hay que incluir el tema
de la oración que se subraya con tanta insistencia en el ritual para la ordenación
de los diáconos y se expresa en el compromiso de rezar con la liturgia de las
horas en nombre de todo el Pueblo de Dios.
■ ¿Cómo has experimentado la oración con la liturgia de las horas? ¿Has
compartido este tipo de oración con los presbíteros o con los laicos? ¿Cómo ha
sido tu vida de oración durante este tiempo en el diaconado?
■ ¿Qué ha significado para ti la proclamación del Evangelio en la asamblea
de los fieles? ¿Cómo es tu vinculación con la Palabra de Dios? ¿Has colaborado en
la preparación de los lectores?
■ ¿Has participado en la Eucaristía haciendo los oficios propios del diácono,
sobre todo la preparación de los dones en el altar y la distribución de la
Comunión? ¿Cómo lo has vivido espiritualmente? ¿Has colaborado en la
preparación de los acólitos y de los ministros extraordinarios de la Eucaristía?
■ ¿Has realizado la exposición de la Eucaristía? ¿Cómo te has situado en esta
circunstancia?
Para terminar este encuentro se puede planear un momento de convivencia
fraterna, subrayando la sencillez, de modo que se comprenda que el ministerio
recibido también pide un modo de funcionamiento como grupo, marcado por la
austeridad y la fraternidad.
Itinerarios formativos 647 Etapa pastoral

Preparación para el presbiterado / Segundo encuentro comunitario


La celebración de la Eucaristía
Meta. El candidato reflexiona sobre la centralidad de la celebración
eucarística en el ministerio presbiteral y descubre la importancia que tiene el
modo de presidirla.
Comunicación. Si se juzga conveniente se puede provocar un momento de
diálogo de los diáconos sobre lo que hay que preparar para la celebración de la
ordenación presbiteral, comenzando por los ejercicios espirituales, y pasando por
los pequeños detalles, desde las casullas que van a usar hasta la fiesta que se va a
organizar. Es interesante que el diálogo sobre estos detalles se enmarque en el
mismo proceso formativo porque, efectivamente, todo ello es materia de
formación. Si es necesario se pueden recordar algunos principios de austeridad,
de sencillez y de fraternidad que deben rodear tanto la celebración litúrgica como
la fiesta, así como el valor de las tradiciones que se han ido forjando en la
Diócesis en torno a este tipo de celebraciones. También se pueden prever los
detalles relativos a las cantamisas y a algunas primeras celebraciones que pueden
ser significativas, por ejemplo, con monjas de clausura, con jóvenes o en ámbitos
que por algún motivo se puedan considerar significativos.
Oración. Se propone para este encuentro comunitario la narración de la
segunda multiplicación de los panes en Me 8, 1-10, subrayando especialmente los
versículos 6 y 7: Mandó entonces a la gente que se sentara en el suelo. Tomó
luego los siete panes, dio gracias, los partió y se los iba dando a sus discípulos
para que los repartieran. Ellos los repartieron a la gente. Tenían además unos
pocos pecedllos. Jesús los bendijo y mandó que los repartieran también. Se trata
de una de las escenas favoritas de los cineastas y dramaturgos. Suelen describir
con imágenes el gozo de los discípulos que colaboran con Jesús alimentando a la
multitud. El texto representa de modo directo el gozo del presbítero que ha sido
llamado a compartir con Jesús el prodigio del pan eucarístico y muestra cómo se
ha de hacer con alegría y fidelidad.
Contenido. La presidencia de la Eucaristía es un elemento central en el
ministerio sacerdotal que los candidatos se preparan para recibir próximamente.
Es costumbre en las diócesis que algún presbítero con experiencia se reúna con
los candidatos pocos días antes de la ordenación para explicarles cómo se hace la
presidencia de la Eucaristía. Es una costumbre hermosa, que subraya la relación
familiar entre los presbíteros e incluso cierta paternidad espiritual. En el presente
encuentro comunitario queremos rescatar esta costumbre haciendo una
introducción grupal al acto de presidir la Eucaristía. Las dos encíclicas de los
papas Juan Pablo II y Benedicto XVI contienen un cuerpo de doctrina amplio que
es una referencia para este tema. En nuestro caso seguimos el esquema de la
misma celebración. Para dar este tema, si se juzga oportuno, se puede invitar a un
sacerdote mayor, que tenga experiencia y una especial sensibilidad para la
celebración litúrgica. Antes de proceder al esquema de la celebración conviene
referirse a algunos criterios generales que rigen toda la celebración de la liturgia:
La atención a las rúbricas. De quien va a presidir la celebración eucarística se
espera un conocimiento exacto de las rúbricas. Esto implica que continuamente
recurra a ellas y que cuando no conozca una celebración suficientemente, las
estudie con detenimien-
Itinerarios formativos 648 Etapa pastoral

to. Las rúbricas han sido elaboradas sobre la experiencia y pretenden guiar al
celebrante, el problema surge cuando el celebrante las da por supuestas o las
ignora. Al contrario, debe acercarse a ellas para aprender continuamente. Quien
conoce con precisión las rúbricas puede realizar más fácilmente los ritos con su
verdadero sentido y puede incluso flexibilizar la ejecución de los mismos.
La austera belleza. Se trata de una norma de primer orden, sumamente clara y
útil. Se aplica a la construcción de los templos, a su decoración, a la confección de
los manteles y vasos sagrados, y también a los ritos. El binomio austeridad-
belleza excluye, por un lado, la vulgaridad y, por otro lado, el barroquismo. La
vulgaridad es profundamente contraria a las cosas sagradas que están presentes en
la liturgia. Por ejemplo, existen sacerdotes que se permiten decir malas palabras o
hacer gestos descorteses en el mismo altar; se trata de faltas graves que no deben
pasarse por alto. Al contrario, conviene extremar la delicadeza en el trato y en el
uso de la palabra, especialmente hacia todos aquellos que sirven al altar y
también ayudan al sacerdote. Nunca serán suficientes los gestos de gratitud y de
amabilidad hacia ellos. El barroquismo consiste en sobrecargar la liturgia de
elementos sin sentido, es perjudicial porque distrae de lo esencial y del misterio
que está en medio de la comunidad. Por ello es importante evitar el
amontonamiento de ritos o la sobrecarga de elementos de cualquier tipo:
moniciones, cantos, decoraciones, exceso de palabras, etc.
El sentido de lo sagrado. Al presidir la Eucaristía el sacerdote necesita ser
consciente de que su misión es señalar hacia el misterio de Dios y de Cristo que
está presente en ella, a esta sensibilidad le llamamos "el sentido de lo sagrado". Le
lleva a mostrar el misterio con sus gestos corporales, con su palabra y su silencio,
empleando los ritmos adecuados para la celebración. En todos los gestos que se
refieren a la presencia de Dios ha de ser sumamente respetuoso, desde hacer una
genuflexión hasta dar la bendición, de modo que haga especialmente sensible la
presencia de Dios. La sensibilidad ante lo sagrado se expresa preparándose
convenientemente para la celebración de la Eucaristía. Conviene rescatar el valor
del ayuno eucarístico del sacerdote en este sentido, junto con la costumbre de
reservar un tiempo para prepararse espiritualmente para la celebración.
El sentido común. En las rúbricas está prácticamente previsto todo lo que
tiene que hacer, sin embargo, siempre es necesario el sentido común para hacer las
pequeñas adaptaciones que le corresponden. Siempre se trata de pequeños
detalles que requieren sensibilidad. Algunas adaptaciones se refieren al mismo
rito; otras implican una consideración de los destinatarios, otras se sitúan en la
comunidad concreta con la que se celebra. Así no es lo mismo la liturgia
pontifical que la liturgia en una localidad rural; no es igual celebrar con jóvenes
que con religiosas; en un lugar con mucho calor que en un lugar con clima frío;
con una gran multitud o con un grupo pequeño, etc. Cuando surgen dudas sobre
esto es muy conveniente conversarlas con otro presbítero que tenga más
experiencia.
El sentido antropológico. Los ritos litúrgicos juegan con un simbolismo
universal, se trata de un lenguaje humano profundo, del que el sacerdote debe ser
consciente
Itinerarios formativos 649 Etapa pastoral

porque desde este nivel se transmiten contenidos esenciales. Una inclinación, un


gesto de oblación, un silencio, tienen un valor simbólico fundamental. Así
conviene que se haga la pregunta: ¿cómo se entiende este símbolo litúrgico en
este contexto? Un ejemplo muy sencillo es el del uso del incienso en los pueblos
indígenas de México. En estos contextos el incienso es un signo arraigado de
penitencia y de purificación, no de honor, como en la liturgia romana, o de
alabanza, como entre los hebreos. Por eso lo colocan en otro momento de la
celebración. Surge la pregunta: ¿Qué entenderán estas personas cuando
incensamos el altar o las imágenes? No se trata de suprimir nada desde estos
criterios, sino de hacerse consciente del simbolismo para saber utilizar los signos
como conviene.
El lenguaje corporal. En la vida ordinaria comunicamos más con las
expresiones corporales que con las palabras. Si siempre es importante cuidar el
lenguaje corporal lo es mucho más en las acciones litúrgicas. Se puede decir que
en ellas el cuerpo habla. Habla de sus propias tensiones interiores y habla de las
acciones que se están realizando. La celebración de la Eucaristía implica un
ejercicio intenso. Es fundamental que haya una preparación para ella que parta de
lo corporal. Además de la preparación espiritual, el bienestar corporal y anímico
del sacerdote es una base importante porque en la celebración se va a expresar el
cuerpo y los sentimientos del celebrante, que han de transmitir paz y serenidad.
Junto al lenguaje corporal conviene cuidar los ritmos propios de la celebración:
los silencios, las debidas pausas, la solemnidad de los movimientos, por ejemplo,
en la procesión de entrada, para incensar, para dar la bendición, etc.
La dicción y la lectura. Los documentos sobre la celebración de la liturgia
insisten mucho en la importancia de una dicción adecuada a la hora de recitar los
textos litúrgicos. Conviene hacer un verdadero esfuerzo en este sentido. La
dicción en la recitación de los textos litúrgicos es expresión del misterio que está
presente, de la misma espiritualidad del celebrante y del respeto a la comunidad.
Es contraproducente que se reciten los textos litúrgicos de prisa, sin ponerles la
atención adecuada. Puestos estos criterios generales, pasamos a los diversos
momentos de la celebración. Se han colocado concéntricamente, para mostrar el
ritmo general de la celebración.
a) Acogida de los fieles. La puede hacer el sacerdote por sí mismo o con la ayuda
de otros ministros. El solo gesto de recibir en la puerta a las personas, de tener un
detalle personal con ellas es de una gran importancia y marca una diferencia. Si
lo puede hacer el sacerdote personalmente, mejor, sobre todo en las celebraciones
del domingo o en las ceremonias como bodas, etc. El gesto de acogida se puede
hacer de muchas maneras, en todas ellas conviene cuidar que se dé el contacto
visual. La acogida debe hacerse con sumo cuidado cuando hay situaciones
difíciles, por ejemplo, personas que han perdido a sus seres queridos, padres de
los novios que están divorciados, etc. Se espera del sacerdote una sensibilidad
muy atenta a estas situaciones, de modo que las personas se sientan respetadas y
queridas, tal como se describe en los encuentros de Jesús en los Evangelios. Para
acoger a los fieles son muy útiles las moniciones de entrada, hechas, de
preferencia, por una persona distinta al sacerdote. Tiene interés prepararais
convenientemente.
Itinerarios formativos 650 Etapa pastoral

b) Procesión de entrada. El celebrante debe distinguir entre diversos tipos de


procesiones de entrada. No es lo mismo una celebración con el obispo, que
una boda o una Eucaristía juvenil. El modo de organizar la procesión de
entrada debe guiarse no sólo por las normas litúrgicas, sino por el sentido
pastoral. La procesión representa a la comunidad en camino, con los rasgos
propios de su caminar y de aquello que se está celebrando, dando la
importancia debida a las personas que entran en juego. Delante del altar hay
que hacer las reverencias pertinentes o la genuflexión, si corresponde, con la
debida pausa, garantizando que el gesto sea notado por la comunidad. Cuando
el celebrante sale directamente de la sacristía, conviene que baje las gradas del
presbiterio para reverenciar el altar debidamente. Si se utiliza el incienso hay
que ajustarse a las normas correspondientes, haciéndolo con verdadera
solemnidad. Cuando las personas que participan en la procesión no tienen
experiencia en ello, es conveniente instruirlas previamente.
c) Saludo y acto penitencial. El saludo litúrgico de la Eucaristía se hace en
nombre de la Santísima Trinidad. Conviene que sean éstas las primeras
palabras de la celebración, dando la centralidad al misterio. Sin embargo,
según las circunstancias es muy adecuado añadir un saludo espontáneo a las
personas que participan. El saludo forma un todo con el acto penitencial,
que consiste en un presentarse ante Dios con más profundidad. Se
proponen varias fórmulas para el acto penitencial dejando una puerta
abierta para situar el arrepentimiento en el contexto de la celebración. Es
útil considerar para el acto penitencial varios factores: los motivos de la
celebración litúrgica, el tiempo litúrgico, los motivos sociales, el
sacramento que se celebra, las situaciones sociales por las que pasa la
población, la edad de los participantes. La flexibilidad del acto penitencial
se hace aún mayor cuando se implementa una breve monición previa a los
tropos y a la absolución. En las solemnidades y los domingos se une a esta
introducción el gloria, que es propiamente un himno.
d) Oración colecta. Se llama "colecta" porque pretende recoger la
oración de todos los fieles. El texto de esta oración sintetiza el
contenido de toda la celebración. A la breve monición "oremos" que
hace el presbítero se puede añadir, si conviene, algún motivo que
facilite la oración de todos. Se debe decir con mucha claridad y con la
terminación que indican las rúbricas.
e) Liturgia de la Palabra. Se supone siempre que quien preside la
celebración ha meditado previamente las lecturas, de modo que da a
la Palabra de Dios que se proclama allí toda la importancia que le
corresponde. Él es como el anfitrión de los lectores, y por ello debe
facilitar que desempeñen su función lo mejor posible. Es el primero
que se alimenta con la Palabra, por ello debe escuchar con
verdadera atención y con profunda devoción, siendo modelo de
escucha para los fieles. La proclamación del Evangelio tiene una
importancia central, debe hacerse como si se estuviese anunciado
por primera vez. Una lectura bien realizada es ya por sí misma
evangelizadora. Los gestos litúrgicos que rodean esta proclamación
deben realizarse con la debida solemnidad.
Itinerarios formativos 651 Etapa pastoral

f) Liturgia de la Eucaristía. Se ha puesto a la misma altura que la


liturgia de la Palabra porque forma un todo con ella. En la Iglesia
todas las celebraciones incluyen la proclamación de la Palabra
porque necesita existir el equilibrio entre las palabras y las obras.
Durante el ofertorio se dan circunstancias diversas. Si hay procesión
de ofrendas conviene extremar la atención con las personas que las
acercan al altar. Los gestos corporales y la colocación de las
ofrendas sobre el altar deben hacerse de tal manera que se muestre,
sin palabras, que se trata de la ofrenda del Pueblo de Dios y no de
algo que pertenezca al sacerdote. El prefacio comienza con un
diálogo que debe ser vivo, como algo que está aconteciendo en ese
momento. La buena entonación en la lectura del prefacio permite
que todos resuman los motivos de la celebración. La plegaria
eucarística es una larga oración rítmica y espiritual, con un profundo
sentido teológico, el modo de proclamarla va conduciendo
suavemente la oración de la comunidad. Conviene evitar una lectura
superficial o precipitada de estos textos. Es útil distinguir los
movimientos que se dan dentro de ella. La anamnesis debe expresar
la gratitud por la obra de la salvación y por el don continuo de la
gracia en la vida de la comunidad. La epíclesis es un momento
solemne en el que adquieren una gran importancia los gestos
corporales, en concreto la imposición de las manos. Los mementos
de vivos y difuntos han de hacerse con el debido respeto a las
personas que se mencionan, pero a la vez con mucha discreción, de
modo que no se rompa el ritmo de la plegaria. La doxología final
conviene hacerla con claridad y solemnidad. La mejor estrategia
consiste en que el celebrante sea consciente de estos movimientos.
e') Rito de comunión. El celebrante hace presente el sentido
comunitario, comenzando por la invitación a la recitación del
Padrenuestro. El rito de la paz hay que hacerlo respetando las
costumbres de cada lugar y de cada grupo. Conviene siempre el
gesto personal de dar la paz a los concelebrantes y a los acólitos y,
dependiendo de las circunstancias, a algunos de los fieles. Al hacer
la fracción del pan conviene mostrar los gestos con claridad, de
modo que todos los puedan ver. La comunión del sacerdote se hace
en primer lugar para mostrar que es él el primero que necesita
alimentarse con el Cuerpo de Cristo, conviene, pues, que lo haga
reverentemente, como señala tan acertada-mente la rúbrica para la
comunión del viernes santo. La distribución de la comunión a los
fieles debe hacerse respetando las normas litúrgicas y con suma ama-
bilidad, poniendo verdadera atención en especial a la comunión de
los enfermos y de los niños. El silencio después de la comunión de
los fieles tiene una importancia especial, debe ser expresión de la
espiritualidad de la comunidad y por ello no debe interrumpirse ni
con avisos, ni con oraciones o devociones. La función de quien
preside es garantizar estos momentos privilegiados de silencio.
Itinerarios formativos 652 Etapa pastoral

d' ) Oración final. Es una oración menos central que la colecta, por ello
se utiliza el final más breve. No es aún el momento para dar avisos,
sino para cerrar adecuadamente la acción litúrgica.
c') Rito de despedida. Incluye dos elementos. Primeramente la bendición.
El que preside debe tener presente que se trata de la bendición de Dios y
por ello él mismo es destinatario de la misma. Conviene que realice este
gesto con una gran humildad, como quien representa a otro y es signo vivo
de su generosidad. El segundo elemento es la despedida, que corresponde
al diácono. Cuando se juzgue conveniente también se pueden dar unas
palabras de afecto a la comunidad. El lugar idóneo para los avisos es entre
la bendición y la despedida. Si hay más de un aviso que dar, conviene
pedir a las personas que se sienten para que puedan escuchar con calma.
b') Procesión de salida. Hacerla sin prisas, guardando las normas básicas de
cortesía con los acólitos o cualquier otro ministro que participe. El beso al
altar y la reverencia final son acciones que representan a toda la comunidad y
por ello deben de realizarse muy visiblemente.
a') Despedida de los fieles. Así como se acogió a los fieles es muy conveniente
despedirlos personalmente. Esto es fácil de hacer cando no hay procesiones de
salida complicadas. La salida de la celebración es una ocasión aprovechable para
que las personas se acerquen al sacerdote, especialmente los domingos y cuando
se trata de personas más o menos desconocidas, que no tendrían confianza para
buscarlo en la sacristía.
Itinerarios formativos 653 Etapa pastoral

Preparación para el presbiterado / Tercer encuentro comunitario


El ministerio de la reconciliación
Meta. El candidato reflexiona sobre el sentido profundo del ministerio de la
reconciliación y saca las consecuencias para la realización práctica de este
ministerio.
Comunicación. Se propone para este momento una comunicación mirando al
futuro próximo, pidiéndoles que se imaginen a sí mismos presidiendo la
Eucaristía. Evidentemente hay estilos en este servicio. La pregunta para
compartir sería: ¿Cuál quiero que sea mi estilo a la hora de presidir la Eucaristía?
De todo lo que se ha visto en el encuentro anterior, ¿Qué ha producido
resonancias en mí? La comunicación puede ser muy interesante, porque está
tocando directamente, desde la capacidad imaginativa de cada uno, el mismo
proyecto sacerdotal poco tiempo antes de la ordenación. Al mismo tiempo, un
dialogo de esta naturaleza puede fortalecer a los candidatos en sus convicciones
sobre este tema.
Oración. Se han seleccionado para la oración dos textos entre los que existe
cierto paralelismo. En 2 Cor 5, 18-21 san Pablo expresa el valor del ministerio de
la reconciliación por medio de un juego de palabras. Un juego de palabras similar
es utilizado en 2 Cor 1, 3-7, pero ahora en torno al tema del consuelo que procede
de Dios. El ministerio apostólico es así un ministerio de reconciliación y de
consuelo. La combinación de estos dos elementos parece oportuna para introducir
el tema del ministerio de la reconciliación sacramental. El perdón de los pecados,
en continuidad con el mismo ministerio de Jesús, debe ir acompañado del
consuelo de Dios que fortalece a las personas abriéndoles un nuevo camino de
vida. La reconciliación sacramental acerca a cada persona la salvación que viene
de Dios de un modo incomparable. La capacidad de invitar a los fieles a la
reconciliación y al consuelo depende de la disposición del mismo presbítero a
dejarse reconciliar y consolar por Dios, de modo que el juego de palabras se hace
vivo y concreto: consolar y reconciliar con el consuelo y la reconciliación que
sólo procede de Dios y que el mismo presbítero recibe continuamente.
Contenido. Como introducción al ministerio de la reconciliación se puede
partir del breve texto del documento de Aparecida: El sacramento de la
reconciliación es el lugar donde el pecador experimenta de manera singular el
encuentro con Jesucristo, quien se compadece de nosotros y nos da el don de su
perdón misericordioso, nos hace sentir que el amor es más fuerte que el pecado
cometido, nos libera de cuanto nos impide permanecer en su amor, y nos
devuelve la alegría y el entusiasmo de anunciarlo a los demás con corazón
abierto y generoso (Documento de Aparecida, 254). El texto está muy bien tejido,
subraya los elementos esenciales de la pastoral del sacramento de la
reconciliación. Si entendemos que está dicho en primera persona por los obispos,
adquiere todo el sentido que tienen las palabras de san Pablo que han sido
meditadas en la oración. Así como se sugería que se invitara al encuentro
precedente a un sacerdote mayor para hablar del modo de presidir la Eucaristía,
vale para este tema la misma sugerencia, sobre todo si se encuentra un presbítero
que comparta vivamente la experiencia de ser ministro de la reconciliación. Se
sugieren algunos aspectos de la práctica de este ministerio, como se ha hecho con
la Eucaristía,
Itinerarios formativos 654 Etapa pastoral

siguiendo el ritual correspondiente. Las rúbricas del ritual de la penitencia son


bien claras, sin embargo, muchas veces están lejos de la práctica real de la
reconciliación. Por ello se abre un campo de aplicación de lo que se presenta en el
ritual y de creatividad pastoral, los datos que aquí se presentan pueden ser
completados con otros documentos de la Iglesia sobre la penitencia.
Un primer punto consiste en que el mismo sacerdote reciba regularmente el
perdón sacramental. Es bueno dar a la confesión, sobre todo al principio del
ministerio, un ritmo estable, por ejemplo, una vez al mes. La propia práctica de la
reconciliación es la mejor preparación remota para ejercer el ministerio de la
reconciliación. El hábito de confesarse tiene un sentido también pastoral. El
sacerdote ha de ser una persona habitualmente reconciliada, que vive
continuamente en el consuelo de Dios, bien situado en este sentido, en un
continuo estado de gracia. La mejor práctica es que se realice con un confesor del
mismo presbiterio y a ser posible con la misma persona. Muchos sacerdotes unen
esta práctica a la dirección espiritual. Cuando el presbítero hace un proceso fino
en este sentido, también es capaz de comprender los procesos de conversión de las
personas espirituales que se les acercan y a quienes acompañan.
El lugar donde se realizan las confesiones ordinariamente tiene una gran
importancia. Su diseño juega con dos principios. El primero, que muestre de
modo evidente que se trata de un sacramento, por tanto se haga a ser posible en el
confesionario y el sacerdote se revista con alba y estola. El segundo no es menos
importante, que se garanticen las condiciones humanas para un encuentro
espiritual, por ejemplo, que se oiga bien, que el penitente pueda optar por la
confesión sin rejilla, que el confesionario sea discreto y acogedor. En muchos
templos es urgente que se construyan confesionarios más modernos, que
respondan mejor a los planteamientos del ritual actual de la penitencia. Sugerir
cambios en este sentido puede ser una aportación interesante de un presbítero
joven. Especialmente en la reconciliación sacramental hay que distinguir
finamente las personas y los ambientes. No es lo mismo la confesión de
religiosas, que la de jóvenes o la de niños, que las confesiones en el templo
parroquial; no es lo mismo la primera confesión de un niño que la confesión de
una persona que lleva años sin acercarse al sacramento. Jugando con los dos
principios mencionados, tiene que entrar en juego el sentido común. Podríamos
decir: que a esta persona en concreto o a este grupo le quede claro que se trata de
un sacramento y además se sientan cómodos.
a) La recepción del penitente. En el ritual se hace el saludo trinitario, tal como se
hace en la Eucaristía, seguido de una invitación a confiar en el perdón de Dios.
Para ello se presentan tres fórmulas opcionales. Según las circunstancias esta
acogida inicial tiene un gran valor. Si recurrimos a las parábolas de la
misericordia del capítulo 15 de san Lucas, la acogida inicial equivale a la actitud
del Padre que percibe desde lejos la presencia de su hijo, o a la actitud del pastor
que sale a buscar a la oveja perdida. Con ellas el confesor muestra que esa
persona es de un inestimable valor para Dios. Tiene una gran importancia hacerle
sentir al penitente esta acogida, de modo que se experimente positivamente
amado. El modo de acoger a las personas es un cauce interesante para expresar el
amor célibe propio del sacerdote.
Itinerarios formativos 655 Etapa pastora!

b) La lectura de la Palabra de Dios. Se propone una breve lectura de la


Palabra de Dios, también con múltiples opciones. Esta es una ventaja grande
de las celebraciones comunitarias de la penitencia, porque facilitan que la
Palabra de Dios ilumine todo el proceso del arrepentimiento y del perdón.
Hay que recordar que los sacramentos siempre incluyen la Palabra porque
ambas partes se complementan profundamente. Cuando hay muchas personas
que necesitan confesarse se hace difícil cuidar estos detalles, pero conviene
estar preparados para ello. A la vista de esta dificultad, en muchos lugares se
han preparado materiales gráficos para la recepción del penitente y la
meditación de la Palabra para ser utilizados antes de la confesión auricular.
Estamos ante un precioso campo de creatividad pastoral.
c) La confesión de los pecados y la aceptación de la satisfacción. Las
rúbricas de! ritual proponen tres pasos: a) Una fórmula de confesión
general como el "Yo confieso", b) La confesión auricular y si es necesario
un diálogo con el confesor, c) La oración del penitente, por ejemplo el
"Señor mío Jesucristo", junto a nueve posibilidades más. Es llamativo que
en los tres pasos se ofrece una gran diversidad de fórmulas y de
posibilidades, flexibilizando muchísimo este momento. Dice la rúbrica
correspondiente que el sacerdote debe adaptarse totalmente a la
condición del penitente, tanto en su forma de hablar como en sus
consejos. El confesor ha de ser muy consciente de la delicadísima función
que está realizando y de cómo está dando un mensaje al penitente con cada
una de sus actitudes y de sus palabras. Es deseable que este mensaje sea de
consuelo. La última parte antes de la absolución es la satisfacción. El ritual
dice que el confesor le propone una obra de penitencia, no que le impone
una penitencia. Nótese la importancia de afinar en el lenguaje y la actitud
pastoral que esto supone. Especialmente en la confesión de los niños este
momento se torna profundamente pedagógico, lo cual vale también para
otro tipo de personas.
b') La imposición de manos y la absolución. El gesto de la imposición de
manos es central en el rito junto con las palabras de la absolución, por ello no
se debe omitir. Cuando no hay rejilla se aprecia con más claridad este gesto.
Si hay rejilla se debe hacer notar el gesto. Las palabras de la de la absolución
contienen tres elementos: La reconciliación como parte de la obra redentora
de Cristo, en una fórmula trinitaria; el ministerio de la Iglesia y la absolución
de los pecados en nombre de Dios Trinidad. En lo posible conviene hacer
audible y comprensible la fórmula de la absolución, porque es educativa para
los fieles.
a') Alabanza a Dios y despedida. El rito concluye con un momento de alabanza a
Dios por el don del perdón. Este último acto subraya la gratuidad del perdón. Es
algo que muchos penitentes hacen espontáneamente después de recibir la
absolución, pero es difícil realizar cuando hay muchas personas. Nuevamente se
puede recurrir al material impreso, por ejemplo, tener una estampa impresa para
agradecer a Dios este don, o incluir esta parte en un instructivo general. O
también se puede indicar al penitente que dedique un tiempo a este gesto de
gratitud para con Dios.
Itinerarios formativos 656 Etapa pastoral

No hay tiempo ahora para ¡ncursionar en el ritual de la confesión de muchos


penitentes. Basta decir que es de una gran riqueza y se complementa
profundamente con la práctica de la confesión individual. Es muy conveniente
que antes de la ordenación sacerdotal los diáconos se den un tiempo para estudiar
con detalle el ritual de la penitencia, de modo que no entren en una práctica pobre
o meramente tradicional de este sacramento. Esta puede ser una consigna final de
este encuentro comunitario.
Es fácil apreciar la belleza de este sacramento y las amplias posibilidades
pastorales que es necesario desarrollar. Se trata de uno de los campos más
hermosos del ministerio presbiteral que debe ser puesto en práctica con
profundidad desde los primeros años.
Itinerarios formativos 657 Etapa pastoral

Preparación para el presbiterado / Cuarto encuentro comunitario


La ordenación presbiteral
Meta. El candidato comparte sus expectativas en torno a la ordenación
presbiteral, prepara algunos detalles significativos y cierra el proceso de la
formación básica.
Comunicación. Estamos en el último encuentro comunitario que corresponde
a la formación básica. Así como en el primer encuentro comunitario de la etapa se
insistió en que la etapa pastoral era parte de la formación básica, de la misma
manera conviene señalar ahora el inicio de la formación permanente. Se puede
hacer una breve introducción al concepto de formación permanente o continuada,
señalando la necesidad de continuar formándose durante toda la vida y en todas
las dimensiones de la personalidad. La formación permanente no sólo se refiere a
la actividad pastoral de los sacerdotes, sino que incluye siempre lo relacionado
con su vida. De modo que el esquema que se va a mantener a lo largo de la vida
presbiteral es siempre el de vida y ministerio. Desde esta óptica queremos analizar
ahora el largo proceso de la formación básica con dos preguntas sencillas: ¿Cómo
ha enriquecido este proceso tu vida, en el plano humano, cristiano y sacerdotal?
¿Cómo te ha preparado para el ministerio presbiteral?
Oración. Para cerrar este momento de comunicación se hace una oración de
gratitud, leyendo el himno de la carta a los Efesios sobre el plan salvador de Dios:
Ef 1, 3-14, un texto que aquilata la continua intervención de la gracia de Dios en
nuestra vida y de modo muy particular en la vida del apóstol.
Contenido.
A. El ritual de la ordenación.
Nos encontramos a pocos días de la ordenación sacerdotal, conviene continuar
la reflexión que se hizo pocos días antes de la ordenación diaconal. El ritual es el
mismo, de modo que ahora solamente se tocan las partes correspondientes a la
ordenación de los presbíteros.
La presentación de los candidatos es exactamente igual que en la ordenación
de los diáconos. Se puede recordar brevemente: Comienza con la llamada por el
propio nombre, hecha por un diácono, que recuerda que las vocaciones son
presentadas por la comunidad; continúa con el testimonio de idoneidad dado por
el rector del seminario o por un presbítero, culmina con la elección del candidato
para el orden de los presbíteros hecha por el obispo y finaliza con la aclamación
de gratitud del Pueblo de Dios.
Alocución del obispo. Solamente tiene cuatro párrafos dedicados
específicamente al presbítero, con los siguientes contenidos: Primero se subraya
su participación en la misión de enseñar en nombre de Cristo, comunicando a
todos la Palabra de Dios que han recibido con gozo. Para el ministerio de la
Palabra se da una triple consigna: procuren creer de corazón lo que leen, enseñar
lo que leen y practicar lo que enseñan. Nuevamente se toma el esquema
ministerio y vida: Que su doctrina sea verdadero
Itinerarios formativos 658 Etapa pastoral

alimento para el pueblo de Dios y que su vida sea un estímulo para los
discípulos de Cristo. En segundo lugar se refiere a la misión de santificar en
nombre de Cristo la cual es interpretada como exigencia de santidad en la vida
sacerdotal: mediten el sentido profundo de lo que llevan a cabo; traten de
imitarlo fielmente en su vida... esfuércense por hacer morir el mal en ustedes y
por avanzar continuamente en el camino de una vida nueva. Conversión y
formación permanente son dos realidades cotidianas en la vida presbiteral. La
vida de santidad viene exigida por el mismo ministerio sacerdotal, de modo que
no son necesarios más motivos.
Examen de los candidatos al presbiterado. Contiene cuatro preguntas. La
primera sobre el carácter indeleble del ministerio sacerdotal y la colaboración
con el orden episcopal. La segunda, sobre la celebración de la Eucaristía para la
alabanza de Dios y la santificación del pueblo cristiano. La tercera sobre el
ministerio de la Palabra. La última sobre la unión personal con Cristo en un
camino de santificación. El examen culmina con la promesa de obediencia al
obispo.
Imposición de las manos y oración consecratoria. Primeramente el obispo y
después todos los presbíteros presentes, imponen las manos sobre la cabeza de los
ordenandos. Es un gesto prolongado y profundo, en el que se expresa al mismo
tiempo la participación del ministerio del obispo y la pertenencia a un único
presbiterio. Los contenidos trabajados durante el proceso formativo se concentran
en este momento. Toda la oración consecratoria gira en torno al ministerio del
presbiterado comprendido como segundo grado del orden sacerdotal y por tanto
como colaborador del orden episcopal. Se menciona a los levitas y a los setenta
ancianos del Antiguo Testamento, a los colaboradores de los apóstoles en el
Nuevo Testamento y se pide a Dios que conceda al obispo la ayuda de estos
nuevos colaboradores. La parte central de la oración señala la vinculación entre el
ministerio presbiteral y el espíritu de santidad, relacionando íntimamente la vida
de los presbíteros con su ministerio. Por último, se vuelve a recordar la fiel
colaboración con el orden episcopal. Si se quiere sintetizar en dos conceptos el
contenido de la oración consecratoria serían el del sacerdocio de segundo orden y
el de la santidad sacerdotal.
Los ritos complementarios se realizan en cuatro momentos. Primeramente
algunos presbíteros revisten a los recién ordenados con los ornamentos
presbiterales; se trata de un signo que recuerda la fraternidad presbiteral y la
pertenencia al presbiterio. El segundo momento es la unción de las manos. La
fórmula utilizada recuerda a Jesucristo, el Ungido y sintetiza las funciones
sacerdotales: santificar al pueblo y ofrecer a Dios el sacrificio. La unción tiene un
sentido profundo, el de la consagración que procede de Dios y capacita a la
persona para realizar la misión encomendada. El santo crisma vincula la misión
sacerdotal con la entera misión del Pueblo de Dios. Por último está la entrega de
la ofrenda del Pueblo de Dios. Es importante notar que no se entregan los
instrumentos, sino la ofrenda misma. La fórmula correspondiente da una
consigna al neo sacerdote: advierte bien lo que realizas, imita lo que tendrás en
tus manos y configura tu vida con el misterio de la cruz del Señor. Cabe señalar
que de algún modo están presentes los pasos que se han señalado en la
metodología de la formación: permanecer atento, traducir los valores en la vida
para configurarse con
Itinerarios formativos 659 Etapa pastoral

Cristo Buen Pastor del rebaño. Esto significa que la formación en las etapas
teológica y pastoral se ordena finalmente hacia la formación permanente, en la
que continúa el reto de la configuración. Por último está el abrazo de la paz al
obispo y a los presbíteros presentes, un signo fraterno correlativo al de la
imposición de las manos.
B. Detalles para la ordenación. Se supone que ya se han preparado la
ceremonia
de la ordenación, el convivio posterior y las cantamisas. Ahora queremos poner
aten
ción a detalles que tienen que ver con las personas que estarán presentes y con las
cuales conviene tener la delicadeza que corresponde. Se trata de prever esas cosas
que
con mucha facilidad se olvidan, a) Un gesto comunitario de agradecimiento para
el
obispo y para los formadores del seminario, de quienes el ordenando ha recibido
toda
la formación, b) Los padrinos de la ordenación. Son los sacerdotes que han
revestido a
los neo sacerdotes con los ornamentos propios, c) Las familias de cada uno,
especial
mente los papas. Prever exactamente cuál sería su participación en la liturgia de la
ordenación y compartir iniciativas sobre los gestos de gratitud hacia ellos, d) Los
semi
naristas. La ordenación es especialmente significativa para ellos. Prever qué estilo
de
presencia y de detalles conviene tener, e) Las personas de la vida consagrada.
Muchas
de ellas han sido sostén espiritual del nuevo sacerdote, lo menos que se puede
hacer es
corresponder a la finura de su oración y de su apoyo, f) Las personas que vendrán
de
fuera de la ciudad. Se intenta que cada uno de los ordenandos se haga consciente
de
los detalles de gratitud que con necesarios y, en aquello que corresponde al grupo,
se
compartan criterios comunes de actuación y se definan momentos para cada cosa.
También se puede hacer un diálogo sobre el contenido de los "discursos" de
los recién ordenados. Con frecuencia se les piden unas palabras durante la fiesta
de la ordenación o en las cantamisas. Que no se dejen estas palabras a la
improvisación, sino que se comparta previamente por dónde irían, qué mensaje se
quiere transmitir, qué mensaje también quieren transmitir como grupo que
comparten la ordenación.
C. Cierre de la etapa. En la comunicación inicial ya se adelantaron varios
elemen
tos, los de carácter más personal, para el cierre de la etapa y la evaluación del
itine
rario. Sin embargo conviene reservar un momento para pedir a los ordenandos sus
sugerencias para mejorar el itinerario formativo de la etapa de pastoral. Puede
ayudar
para ello concentrar su atención en tres puntos: a) Contenidos y materiales del
itinera
rio. ¿Cómo mejorarlos y enriquecerlos? b) Clima formativo. ¿En qué medida
ayudó
para hacer un buen proceso? c) Modalidad. ¿Fueron adecuadas la convocación y
dura
ción de las reuniones comunitarias? Se puede añadir alguna otra pregunta.
Pedirles
también que si tienen alguna sugerencia más formal puedan hacerla por escrito
antes
de la ordenación.
D. Medios para la formación permanente. Este último momento se reserva
para
hacer una brevísima introducción a la formación permanente. Ya se clarificó el
concep
to al principio de este encuentro, pero ahora se trata de perfilar algunos medios
para
que la formación permanente comience a funcionar de modo inmediato. Aquí
sólo se
enuncian y se da una brevísima orientación, a) La dirección espiritual. Siempre ha
sido
un medio fundamental, pero ahora adquiere mayor relieve. Conviene buscar un
buen
Itinerarios formativos 660 Etapa pastoral

director espiritual, a ser posible en el mismo presbiterio, y realizarla con seriedad y constancia, b) El diálogo
con el obispo y con las instancias de gobierno de la diócesis y con el superior inmediato. Recordar los dos
principios correlativos, por un lado, la obediencia-disponibilidad y por otro lado la manifestación confiada de
sí mismos. Es importante que cada presbítero, sobre todo en los primeros años, haga un esfuerzo en esta
línea, manifestando su disponibilidad con la debida radicalidad y consiguiendo un verdadero diálogo, c) La
colaboración y el trabajo en equipo. El modo de hacer tiene una gran importancia, que no se deje la puerta
abierta al individualismo, sino que aplique lo que ha aprendido a lo largo del proceso formativo al trabajo en
equipo, tanto en el ámbito presbiteral como en la colaboración con los laicos, d) El cultivo de todas las
dimensiones formativas. Para esto se puede presentar el perfil de los sacerdotes de los primeros años con el
fin de especificar qué se pretende en cada una de las dimensiones. En el capítulo siguiente se presenta un
perfil que puede servir para esto. Aquí interesa que visualicen con claridad un reto formativo en cada una de
las dimensiones.
13. El contexto de la formación permanente

En muchas ocasiones la formación permanente ha sido percibida como la continuidad de la formación


básica. Es evidente que muchos elementos que se aprendieron en el proceso formativo van a tener
continuidad durante toda la vida presbiteral. Pero con la propuesta de los itinerarios formativos nos
queremos colocar en una perspectiva diferente, aparentemente la contraria, la cual se puede formular así: la
formación permanente precede y envuelve a la formación básica. Esto se puede afirmar en dos sentidos.

Primeramente porque la formación permanente del presbiterio y muy en concreto la del equipo formador
es el contexto en el cual se puede ofrecer a los seminaristas un proyecto formativo. Existen una serie de
contenidos que se transmiten de la vivencia del presbiterio a los seminaristas. Esto es inevitable, porque los
valores evangélicos no son principalmente una teoría, sino una realidad viva, que se transmiten de persona a
persona y de grupo a grupo, es decir, desde quienes han sido consagrados en el ministerio sacerdotal a
quienes son llamados para ejercerlo en el futuro. Por ello es necesario que no sólo se trabaje en la formación
básica en el seminario, sino a la vez y con semejante intensidad, se cultive la formación permanente del
clero. La dinámica interna del equipo formador es especialmente importante, porque si el equipo formador
está en una auténtica actitud formativa, transmitirá a los alumnos esta misma actitud y suscitará en ellos el
movimiento propio de la formación. Si ocurre lo contrario, un equipo formador que no está en una actitud
formativa, será muy difícil que despierte en los alumnos el deseo de formarse.

En segundo lugar, porque los elementos educativos que se proponen en la formación básica deben
presentarse de tal manera que se pueda garantizar o al menos facilitar su continuidad a lo largo de la vida
sacerdotal. Se trata así de un proceso educativo orientado a la formación permanente. Unos ejemplos pueden
aclarar lo que se quiere decir: Si la dirección espiritual se hace con intensidad durante las primeras etapas y
después se le va dejando de dar importancia, con el argumento de que los seminaristas ya son mayores, se
está preparando el terreno para que, terminado el seminario, nunca más busquen la dirección espiritual. Al
contrario, si se mantiene establemente la dirección espiritual a lo largo de todo el proceso, terminado el semi-
nario los nuevos sacerdotes continuarán buscando la dirección espiritual, porque han descubierto la necesidad
que tienen de ella. Otro ejemplo es el de los ejercicios espirituales. Si a los seminaristas no se les enseña la
metodología de los ejercicios espirituales, sino que se les imponen una serie de experiencias negativas de
ejercicios, saldrán del seminario con el deseo de no tener nunca más ejercicios, pero si, por el contrario, se
les ofreció un proceso de maduración a través de los ejercicios espirituales, continuarán deseando
profundizar en ellos. Algo similar se puede decir de la oración, del estudio, del trabajo o del deporte y de
otros muchos aspectos de la formación básica.
Itinerarios formativos 662 Formación permanente

Esta es la tesitura en la que se han confeccionado los itinerarios formativos. El


hecho de colocarnos en esta perspectiva no sólo nos lleva a plantear procesos de
aprendizaje de los medios formativos, sin dar nada por supuesto, para cimentar
bien las posibilidades de formación permanente, sino que se van a proponer
experiencias de maduración que de alguna manera adelantan y previenen las
dificultades que normalmente surgen en la formación permanente. Por ejemplo,
todos sabemos que a la mitad de la vida, cerca de los cuarenta años, las personas
en general y también los sacerdotes, tienen que afrontar con mayor profundidad
las motivaciones que entraron en juego desde el principio en su decisión
vocacional. El ejercicio del examen de las motivaciones que se ha propuesto por
tres veces -curso introductorio, etapa filosófica y etapa teológica- prepara
remotamente al seminarista para afrontar aquella crisis. Entonces el examen de
las motivaciones no será algo desconocido, sino que incluso la metodología para
hacerlo le será suficientemente familiar.
Por esta razón hemos incluido una descripción de cada una de las etapas de la
formación permanente, acompañada del perfil correspondiente. Hay que advertir
que se trata de perfiles de mínimos, es decir. Lo mínimo que se puede pedir al
concluir la etapa correspondiente. El hecho de que no se cubran algunos aspectos
ayuda a cada persona a caer en la cuenta de los puntos en los cuales tiene que
trabajar. Esta publicación versa sobre la formación básica, pero a modo de
apéndice se ha colocado este capítulo con el fin de ofrecer una perspectiva amplia
y de objetivar la complementa-riedad de la formación básica con la formación
permanente. Para los padres del equipo formador los perfiles pueden servir para
ubicar su situación personal. Esto es útil porque coloca a todos los que están
interviniendo en la formación en una tesitura for-mativa. Ya se comprende mejor
cómo la formación permanente precede y envuelve a la formación básica como
una condición de posibilidad.
Pasamos, pues, sin más a la descripción de cada una de las etapas y a los perfiles
correspondientes. Es conveniente señalar que, para definir las etapas de la
formación permanente, hay que considerar dos factores. El primero es la edad
evolutiva. Es el factor humano, base necesaria de todo el proceso vocacional. El
segundo factor es el proceso de la vida espiritual y vocacional. Por ello, al
introducir cada una de las etapas se hace una consideración de ambos factores.
Así no basta con proponer los diez primeros años desde la ordenación sacerdotal,
porque no es lo mismo, por ejemplo, el caso del que se ordenó muy joven, que el
caso, hoy frecuente, del que se ordenó cerca de los cuarenta años. El diálogo
entre factores humanos y proceso vocacional debe ser intenso y ayuda a discernir
con mayor claridad ios medios que necesitan ser empleados en cada una de las
etapas de la formación permanente.
Se ha seguido un esquema de cinco etapas para la formación permanente, a
saber, la iniciación, para los primeros cinco años después de la ordenación; la de
estabilidad, hasta antes de los cuarenta años; la vuelta a la raíz, de los cuarenta a
los cincuenta y cinco años; la etapa de sabiduría, de los cincuenta y cinco años
hasta que la situación de salud de la persona lo permita y la etapa del testamento
espiritual, cuando ya se trata de sacerdotes ancianos o enfermos.
Itinerarios formativos 663 Formación permanente

Etapa de iniciación
Con esta etapa se inicia la formación permanente o continuada. Su
duración tiende a ser fija porque depende más de la iniciación en la vida
presbiteral que de la etapa evolutiva. Para los que recibieron el
presbiterado muy jóvenes, entre los 26 y los 30 años, parece conveniente
que dure cinco años. Para alguno que fuera más mayor, por ejemplo, que
se haya ordenado de presbítero con más de 40 años, quizá convendría
acortar esta etapa para que se incorpore pronto a la siguiente o incluso la
salte. La etapa de iniciación es la de los sacerdotes jóvenes. Suele ser una
etapa de intenso aprendizaje en la vida pastoral, con abundantes relaciones
y compromisos.
Desde la edad evolutiva se está viviendo plenamente el reto de la
generatividad. Este ya ha sido el reto durante la etapa teológica, pero ahora
toma forma concreta al ejercer el ministerio sacerdotal en una comunidad
concreta, por decirlo así, en la vida real. El presbítero joven define
espontáneamente un estilo pastoral y vocacional, genera proyectos, aporta
a la Iglesia Particular cierta originalidad desde las actividades específicas
que le toca realizar. Es lógico que el presbítero recién ordenado tienda a
estabilizarse rápidamente. Sin embargo, también suelen surgir problemas
durante estos primeros años, e incluso abandonos de la vida sacerdotal.
Cuando esto ocurre, casi siempre se debe a asuntos no suficientemente
afrontados durante la formación básica. Una buena estrategia para estos
casos, ual. Cultiva la vida espiritual en medio de la actividad pastoral, consigue
si es dar a la espiritualidad la prioridad efectiva. Garantiza una vida suficiente
posibl de oración, no sólo con el rezo de la liturgia de las horas, sino también
e, es mediante la meditación de la Palabra de Dios. Acepta la mediación de la
que comunidad para enriquecer vida espiritual, adaptándose a las costumbres y
recurr valorando la religiosidad y las costumbres del lugar. Comienza a
an a desarrollar de un modo original y propio el carisma sacerdotal. Busca la
los ayuda estable de un director espiritual. Se acerca con frecuencia a la
que reconciliación sacramental. Se mantiene disponible para el servicio de
fueron quien lo necesita.
sus ■ En la dimensión humana personal. Establece en su vida sacerdotal
forma hábitos de deporte e higiene. Se entrega efectivamente al trabajo en aquello
dores que se le ha encargado, haciéndose corresponsable de la actividad pastoral.
o No se comporta como un empleado que simplemente hace lo que le
direct mandan, sino como un verdadero colaborador, corresponsable de la misión.
ores Cuida de sí mismo, atendiendo los retos que quedaron pendientes de su
espirit formación básica. Muestra signos de madurez personal en sus reacciones y
uales, actitudes.
porqu
e los ■ En la dimensión humana comunitaria. Acepta las críticas y
conoc advertencias que le hacen los demás, en este sentido permanece dispuesto a
en aprender y a corregir sus pasos. Pide y agradece las correcciones. Consulta
bien. sus proyectos con quien debe hacerlo y los comparte con la comunidad. Se
Inclus relaciona con los laicos en
o se
les
puede
plante
ar que
retom
en el
proces
o
format
ivo de
etapas
anteri
ores.
El
perfil
de la
etapa
de
iniciac
ión se
puede
descri
bir
así:

En la
dimen
sión
espirit
Itinerarios formativos 664 Formación permanente

un plano fraterno, sin imponerse, sino aprendiendo de ellos y colaborando


con ellos. Participa asiduamente en la comunidad presbiteral, aportando lo
que naturalmente se espera de una persona joven. Establece con su familia
la relación que corresponde a los valores de su vida presbiteral.
■ En la dimensión académica-laboral. Hace estudios más especializados.
Mantiene un ritmo aceptable de lectura y de trabajo intelectual así como sus
aficiones intelectuales y culturales. Se interesa por las oportunidades que se
ofrecen para la formación permanente en el presbiterio. Aprende a utilizar su
tiempo libre adecuadamente. Aporta elementos para la formación de las personas
que colaboran en la comunidad.
■ En la dimensión apostólica. Adapta su proyecto personal a las necesidades
y posibilidades de la comunidad en la que está inserto. Se compromete en la
pastoral juvenil y vocacional. Se muestra disponible ante las necesidades
comunitarias. Pone los medios para mejorar su formación teórica y práctica para
realizar mejor el encargo pastoral que ha recibido. Manifiesta su disponibilidad
para cualquier servicio o para un nuevo destino.
■ En la dimensión del proyecto. Continúa elaborando su proyecto personal.
Trabaja los puntos que quedaron pendientes de su formación básica, tiene la
capacidad de recuperarlos. Participa con interés en la propuesta de formación
permanente de la Diócesis. Cultiva equilibradamente las dimensiones de su
personalidad presbiteral.

Etapa de estabilidad
Habiéndose introducido a la vida sacerdotal durante cinco años, los
presbíteros pasan a una etapa nueva que tiende a una mayor estabilidad. La
duración de esta segunda etapa varía, dependiendo del proceso vocacional y la
edad evolutiva de cada uno. Cuando el sujeto ha recibido la ordenación
presbiteral entre los 26 y los 30 años, esta etapa se prolonga aproximadamente de
cinco a diez años. En el caso de los que se ordenaron con más de 40 años
convendría incluso saltar esta etapa, de modo que pasen directamente de la etapa
de iniciación a la de la vuelta a la raíz. El sacerdote ha adquirido cierta
experiencia, que comienza a sistematizar y a aplicar en otros lugares,
dependiendo de los cambios que le den y de las circunstancias en las que vive su
ministerio, marcando un estilo más definido en el ministerio sacerdotal. El límite
natural de la etapa de estabilidad es la crisis de la edad intermedia, que ocurre en,
especialmente en el caso de los varones, en torno a los 40 años de edad. En
muchas diócesis se utiliza el criterio de los diez primeros años de sacerdocio, pero
sería más acertado un criterio que combine la edad evolutiva y el proceso
vocacional, por ejemplo: desde los cinco años de la ordenación sacerdotal hasta
los 40 años de edad.
Dicha estabilidad se afianza aún más cuando los proyectos realizados se
trasladan a otros lugares y el estilo conseguido llega a ser un referente para otras
personas, por ejemplo, para los laicos o para las personas consagradas o para un
movimiento apostólico. El individuo sabe que ha hecho un aporte personal, el
cual define su modo de
Itinerarios formativos 665 Formación permanente

vivir el ministerio sacerdotal y de estar en la Diócesis. Se puede decir que durante esta
etapa la aportación de cada uno hará en su vida sacerdotal queda definida, aunque sea
germinalmente, en sus rasgos esenciales, y por ello es importante que la llegue a hacer,
desde su capacidad objetiva y que se pueda sentir orgulloso de ello.
El individuo ve realizado, en cierta medida, y contando con los límites que la realidad
misma le presenta, el proyecto que perfiló durante la etapa de la configuración. La
relectura de este proyecto establece un dinamismo interior en el que la persona se
experimenta plena, en un proceso gradual hacia una identidad vocacional bien definida y
hacia compromisos que, al menos en este momento, parecen suficientemente claros y
radicales. El sujeto suele tener la convicción de que está caminando efectivamente hacia
la santidad.
Durante la etapa de estabilidad ocurre la llamada crisis de "realismo", distinta de la
de la crisis de la edad intermedia y previa a ella. Esta crisis consiste en una dificultad
profundamente sentida para aceptar las condiciones reales en que tiene que vivir su
propia vocación y misión. Es una crisis que tiende a resolverse con relativa facilidad,
mediante la opción por aceptar esos límites y por actuar en medio de ellos, realizando
efectivamente el propio proyecto aunque quizá no al ritmo que hubiese deseado.Es una
crisis de realismo porque supone la superación de perspectivas excesivamente utópicas.
El perfil de la etapa de estabilidad se puede describir así:
■ En la dimensión espiritual. Cultiva la vida espiritual en medio de la actividad
pastoral, consigue dar a la espiritualidad la prioridad efectiva más allá de sus ocupaciones.
Garantiza una vida estable de oración que se adapta ágilmente a las circunstancias de sus
encomiendas pastorales. Desarrolla de un modo original y propio el carisma sacerdotal,
podemos decir que ya tiene identidad carismática. Mantiene la ayuda estable de un
director espiritual y de un confesor.
■ En la dimensión humana personal. Mantiene los hábitos del deporte y de la
higiene. Busca el equilibrio entre la actividad y el ocio, de modo que aprende a trabajar
asiduamente y también a dedicar momentos al descanso y a la relación con su familia. El
compromiso apostólico que ha asumido interpreta y orienta su vida afectiva y sexual,
concentrando en él todas sus energías. Vive con pasión la misión evangelizadora
experimentando una verdadera entrega en el ministerio sacerdotal.
■ En la dimensión humana comunitaria. Acepta las críticas y advertencias que le
hacen los demás. Pide y agradece las correcciones. Consulta sus proyectos con quien
debe hacerlo y los comparte con la comunidad. Vive un compromiso intenso en el ámbito
social y laboral. Hace un aporte real a la comunidad diocesana como signo de su
generatividad. Establece y mantiene los vínculos de auténtica amistad con los
colaboradores, especialmente con los laicos.
■ En la dimensión académica-laboral. Hace estudios más especializados si tiene la
oportunidad. Mantiene un ritmo aceptable de lectura y de trabajo intelectual. Desarrolla
sus aficiones intelectuales y culturales. Se interesa por las oportuni-
Itinerarios formativos 666 Formación permanente

dades de formación que se ofrecen en el presbiterio y en las reuniones de


formación permanente. Se aplica al descanso con fruto en su tiempo libre,
especialmente el día libre y los tiempos de vacaciones. Da a estos períodos
de descanso un sentido familiar y presbiteral.
■ En la dimensión apostólica. Adapta su proyecto personal a las necesidades
de la comunidad y a los encargos que va recibiendo. Mantiene su compromiso en
el fomento de la espiritualidad juvenil y de nuevas vocaciones. Desarrolla pro-
yectos apostólicos de mayor alcance, más establemente. Es muy notoria su
entrega en el apostolado.
■ En la dimensión del proyecto. Continúa elaborando su proyecto personal y
lo adapta a las circunstancias de la comunidad o a los cambios de destino.
Mantiene retos de crecimiento en cada una de las dimensiones formativas.
Conserva el interés en la propuesta de formación permanente de la Diócesis.

La vuelta a la raíz
Esta etapa se caracteriza por la crisis de la edad intermedia, una crisis por la
que pasan todas las personas porque mezcla un origen físico y hormonal con una
serie de contenidos psíquicos y espirituales. Se trata de un problema profundo,
que implica una gran dificultad para la persona. No se trata fundamentalmente de
una crisis de vocación, sino una crisis de la personalidad, que lógicamente afecta
a la vivencia vocacional. Sus componentes fundamentales son: la constatación del
declive físico, acompañada de la aparición de enfermedades en fase inicial; el
cansancio en los compromisos asumidos, en la vida apostólica y vocacional, con
la sensación de que la vida se escapa; la experiencia de fracaso, de prueba, de
persecución y de dificultades en el camino emprendido; el descubrimiento y
reconocimiento de motivaciones que el individuo antes no quiso ver, pero ahora
tiene que afrontar. Esta situación compleja puede manifestarse en actitudes
críticas, en una dificultad para creer y confiar, y en un redescubrimiento de la
propia afectividad y sexualidad.
Le hemos llamado la "vuelta a la raíz" porque es la necesidad más sentida en
este momento: recuperar lo fundamental, poner firmemente los pies en lo
esencial, aunque muchas de las realizaciones de la etapa anterior se vean
cuestionadas. Las personas suelen vivir esta crisis en medio de grandes
responsabilidades. Estamos al mismo tiempo en una etapa de gran actividad
apostólica y laboral. El sujeto ha adquirido experiencia de la vida y del trabajo
diario, y por ello es capaz de coordinar proyectos, de aportar al avance de la
propia institución y de ayudar a otras personas en su caminar.
Si en la crisis el realismo hablábamos de cierta "resolución", aquí es muy
difícil plantear el final de esta crisis en esos términos, porque los elementos que
salen a la luz en este momento pertenecen a lo profundo de la personalidad, y por
ello se trata más bien de "afrontar" la situación y de aprender a caminar con ella.
Este "afrontar" se lleva entre diez o quince años. Por ello es imposible pedir una
resolución inmediata. La
Itinerarios formativos 667 Formación permanente

crisis provoca heridas que probablemente no cicatrizarán nunca, y por ello marcan
la personalidad. Sin embargo, hay que reconocer que en esta tesitura es donde se
han dado las grandes conversiones. Es posible un cambio hacia una orientación
más positiva de la existencia, pero no se hace sino al precio de enfrentarse
consigo mismo. Evidentemente es un momento en el cual el acompañamiento
espiritual e incluso técnico se hace imprescindible y en el que la persona necesita
ser acogida por su comunidad por lo que es, en concreto, por ser sacerdote y para
que llegue a serlo con mayor coherencia. Estos son los rasgos finales de la etapa:
■ En la dimensión espiritual. Más allá de las dificultades que la vida le
plantea, mantiene la prioridad de la vida espiritual, la cual se ha convertido para él
en algo irrenunciable. Afronta la crisis de la edad intermedia con la ayuda
sistema-tica del director espiritual. Transforma las dificultades en una ocasión
para profundizar en el carisma sacerdotal. Adapta el uso de los medios espirituales
al momento que le toca vivir.
■ En la dimensión humana personal. Recurre, si es necesario, a la ayuda
técnica en su salud física y psíquica. Mantiene un ritmo moderado de actividad,
sin dejarse llevar por el activismo o por la pereza. Enfrenta y trabaja las dificulta-
des que puedan surgir en su vida afectiva y sexual. Acepta la acogida que le
ofrecen los demás más allá de sus limitaciones, se deja amar gratuitamente, de un
modo especial dentro del presbiterio.
■ En la dimensión humana comunitaria. Incorpora las propuestas de los
demás a su vida y a su trabajo. Mantiene su compromiso social aunque existan
dificultades o críticas. Profundiza en su compromiso en los diversos aspectos de
la vida sacerdotal. Encuentra en la pertenencia a la comunidad cristiana una
referencia existencial en medio de la crisis.
■ En la dimensión académica laboral. Ofrece su experiencia en el apostolado
formando a otros más jóvenes. Las relaciones que establece en el apostolado
reafirman su vocación. Pone su reflexión intelectual al servicio de la comunidad.
Estimula el desarrollo intelectual de los sacerdotes más jóvenes y de los
seminaristas. Da un sentido comunitario y positivo a su tiempo libre.
■ En la dimensión apostólica. Mantiene sus compromisos apostólicos que ha
asumido en el pasado más allá de las dificultades. Sistematiza su experiencia en el
apostolado y la ofrece a los demás en la medida en que pueda serles útil. Se
muestra disponible para asumir la dirección de obras apostólicas si es necesario.
Es fuente de estímulo y de aliento para otras personas que se han involucrado en
la actividad apostólica.
■ En la dimensión del proyecto. Afronta la situación de crisis de un modo
profundo. Se ha convertido en un referente vocacional para los sacerdotes más
jóvenes y para los seminaristas. Elabora un proyecto esencial, que atiende a su
situación real.
Itinerarios formativos 668 Formación permanente

La opción por la sabiduría


Esta etapa es conocida como la "tercera edad". La crisis de la mitad de la vida
se ha asimilado suficientemente y la persona ha tomado la determinación de
mantenerse fiel en su compromiso vocacional. Le llamamos "la opción por la
sabiduría" porque la experiencia de vida le ha dado una solidez y una serenidad
suficientes ante los acontecimientos y sobre todo ante las limitaciones que la
realidad impone, que matizan su propio proyecto, su visión de sí mismo, de los
demás y del presbiterio. Si en la etapa anterior se trataba de volver a lo esencial,
aquí ya se ha recuperado la raíz y por ello la persona avanza con más seguridad y
confianza, con un sentido más auténticamente espiritual. Se hace en todo más
flexible y adaptable, pero a la vez obra con mayor seguridad.
La duración de la tercera edad es variable. Depende del estado de salud física
y mental del individuo. Quienes no experimentan limitaciones notables en este
sentido pueden alargarla mucho. Podemos hablar de veinte a treinta años. Están
en la tercera edad las personas mayores que aún no son ancianas, o que no
experimentan limitaciones que les impidan continuar colaborando en un
apostolado. Dicho en positivo, son personas con sabiduría acumulada, capaces de
responder a los retos de la realidad desde su amplia experiencia.
Es fundamental que el presbítero de esta etapa pueda seguir desarrollando
aquellas habilidades que practicó en las etapas anteriores, esto lo hará muy bien y
se convertirá en maestro para otros más jóvenes. Sin embargo puede ser
contraproducente pedir que desarrolle nuevas habilidades o que incursione en
ambientes y actividades totalmente nuevos. La contraparte de la sabiduría es la
pérdida de la agilidad para emprender nuevas tareas.
Esta etapa se vive en plenitud cuando el individuo toma la resolución de pasar
a un segundo plano, el que naturalmente se pide a quienes ya son abuelos,
dejando de lado la búsqueda del protagonismo o del poder. Por eso hemos
insistido en la palabra "opción". Debe llegar a la determinación de continuar
aportando a los demás, pero ya lo hace desde este nuevo punto de vista. Deja de
aferrarse a los residuos de juventud que le quedan, y se afirma con nitidez en los
valores racionales y espirituales que serán permanentes y se seguirán
desarrollando hasta el último momento.
El rasgo más típico de una buena resolución de la tercera edad es el de la
opción por la generación siguiente. El sujeto es capaz de ver con buenos ojos a sus
sucesores y valora positivamente el modo que tienen para vivir los valores
sacerdotales y su estilo en la ejecución de las actividades. Por esta simpatía en
relación con los más jóvenes, adquiere credibilidad ante ellos. El perfil al finalizar
la etapa es el siguiente:
■ En la dimensión espiritual. Ha llegado a una síntesis de su vida espiritual y
sacerdotal. Se convierte en un maestro de vida espiritual para los demás. Su
aportación a la comunidad viene matizada por los valores espirituales.
Subraya el valor de la oración y del discernimiento en su estilo de vida y
en sus actividades. Ha conseguido una estabilidad espiritual grande.
Itinerarios formativos 669 Formación permanente

■ En la dimensión humana personal. Expresa sus sentimientos con ecuanimidad y oportunamente.


Reconoce sus habilidades y sus límites con sencillez. Atiende los problemas de salud que se le presentan
convenientemente, entrando en una dinámica de salud preventiva. Continúa haciendo ejercicio, el adecuado
para su condición física. Ha aprendido a disfrutar de la vida en las cosas más simples.

■ En la dimensión humana comunitaria. Es un referente de estabilidad en la comunidad del presbiterio,


más que lo que hace, aporta su presencia y su testimonio de vida. Apoya decididamente a las generaciones
más jóvenes, es un estímulo para ellos. Presta a los demás los servicios que sean necesarios con más libertad
y humildad. No se aferra a los cargos, de modo que sabe hacerse responsable de ellos y a la vez está dispuesto
a prescindir de ellos. Es más libre en este sentido.

■ En la dimensión académica laboral. Desarrolla y sintetiza su trayectoria intelectual y laboral,


ofreciendo el resultado a los demás. Comunica su propia sabiduría enseñando a los más jóvenes en el plano
teórico y práctico. Ha hecho del trabajo un hábito al que se mantiene fiel. Continúa manteniendo un ritmo de
estudio suficiente. Conoce y aprecia los avances que se han dado con el tiempo en las materias que conoce
con profundidad.

■ En la dimensión apostólica. Pasa con naturalidad a un segundo plano propiciando el protagonismo


de otras personas, principalmente de los más jóvenes. Incorpora en su servicio apostólico las aportaciones de
los jóvenes. Continúa sirviendo con espontaneidad en los apostolados que realizó en el pasado. Incorpora
medios técnicos más modernos en su apostolado. Tiene actitudes de comunión más profunda con el plan de
pastoral de la Diócesis y con las nuevas iniciativas, incluso yendo más allá de las diferencias o de su
sensibilidad pastoral.

■ En la dimensión del proyecto. Es más humilde en la percepción de sí mismo y al mismo tiempo más
comprensivo con los demás. Interpreta su proyecto personal como un testimonio de vida a favor de las nuevas
generaciones.
Itinerarios formativos 670 Formación permanente

El testamento espiritual
Nos situamos por último en la etapa final, la de las personas mayores. Son los
que podemos llamar propiamente ancianos. Conviene hacer una distinción clara
entre los simplemente ancianos y los enfermos. Estos segundos son los que
necesitan asistencia continua. Las personas ancianas tienen una tarea importante
que hacer en relación con su propia vocación. Es el momento en que corresponde
afrontar la posibilidad de no ser. Esto frente a otros momentos de la vida en los
cuales se subrayaba el llegar a ser o el seguir siendo.
La primera tarea de las personas mayores es recuperar su vida de oración, que
estuvo presente siempre pero ahora se puede vivir con mayor radicalidad y con
holgura de tiempo. Este situarse desde lo espiritual, que hemos dicho que es el
elemento central del proceso, sigue teniendo una función rectora en este
momento, marca la calidad del envejecimiento, de las relaciones, de la atención a
las enfermedades y de la muerte. En este ámbito espiritual hay que tener en
cuenta también el contenido del carisma sacerdotal y los estilos por medio de los
cuales ese carisma se ha puesto en práctica a lo largo de la vida. Por ejemplo, una
persona que ha vivido siempre en la disponibilidad y la pobreza, continúa
haciéndolo espontáneamente en esta etapa. Hoy se ha avanzado mucho en la
atención médica de los mayores, sin embargo, no hay que olvidar dónde está el
centro.
El individuo hace una síntesis de vida desde cada una de las dimensiones de la
formación. Los valores que se fueron haciendo ¡rrenunciables a lo largo de su
vida, ahora son objeto de un testimonio callado y profundo, marcado por una
actitud de esperanza. La mirada benevolente que cultivó en la etapa anterior en
relación con las generaciones más jóvenes se transforma en testamento espiritual.
Se trata de dejar una buena herencia a los demás, que es el fruto de su vida y su
trabajo. Evidentemente la mejor herencia es la vivencia de los valores
vocacionales hechos vida en su persona y en sus actitudes.
El modo de afrontar las limitaciones propias de la edad y las enfermedades
viene determinado por la vida espiritual y la identidad pastoral que continúa
cultivando en medio de esas limitaciones. Es un momento de vida en el cual el
acompañamiento se hace especialmente significativo y profundo, al mismo
tiempo que sencillo y cotidiano. Da el paso de ayudar a otros a dejarse ayudar casi
por cualquiera, y saberse acompañado en lo cotidiano y lo simple de cada una de
las dimensiones. El amor se hace más profundo recibiendo ayuda de los demás.
Se describen a continuación algunos rasgos del comportamiento vocacional de los
mayores:
■ En la dimensión espiritual. La vida espiritual ha dejado una marca
¡rrenuncia-ble en su personalidad. Es testigo de vida en medio del
presbiterio y en la comunidad cristiana. Su modo de ser y de estar subraya
y expresa los valores espirituales. Pese a las dificultades de su edad, se
mantiene en el esfuerzo por hacer oración y por continuar utilizando otros
medios espirituales. Manifiesta una actitud profunda de gratitud ante el
misterio de la vida, de su propia vocación y de esperanza en Dios.
Itinerarios formativos 671 Formación permanente

■ En la dimensión humana personal. Reconoce con optimismo los signos de


envejecimiento, asumiendo las limitaciones con un talante claramente espiritual.
Se deja ayudar por otras personas en su salud, mostrando una actitud agradecida
hacia ellos. Recurre a los tratamientos que sean necesarios. Conserva y subraya los
aspectos positivos de su personalidad. Continúa planteándose retos de maduración
personal.
■ En la dimensión humana comunitaria. Participa con alegría en la vida del
presbiterio y de la comunidad cristiana según sus posibilidades. Mantiene una
actitud positiva ante los jóvenes y es para ellos un motivo de esperanza. En la
medida de sus limitaciones continúa sirviendo a la comunidad, en la cosas sen-
cillas que puede aportar. Respeta las decisiones de las personas más jóvenes que
están a cargo de la comunidad cristiana.
■ En la dimensión académica laboral. Mantiene las aficiones intelectuales
que marcaron su vida en el pasado. Comparte su visión de la realidad con los
demás. Continúa trabajando en la medida de sus posibilidades. Se informa sobre
lo nuevo que hay y lo valora.
■ En la dimensión apostólica. Reduce sus espacios de protagonismo pastoral.
Está dispuesto a servir en lo que pueda en el apostolado sin querer ocupar lugares
centrales. El apostolado de los más jóvenes es un motivo para su oración.
Estimula y alienta los nuevos proyectos apostólicos.
■ En la dimensión del proyecto. Asume las limitaciones propias de su edad y
pone los medios para sobrellevarlas. Vuelve su mirada a la siguiente generación
dejando su testamento espiritual.
Hemos recorrido las diversas etapas de la vida vocacional, que se
corresponden con la edad evolutiva. El recorrido ilustra la relación profunda que
existe entre etapas previas, la formación básica y la formación permanente. Los
tres procesos se implican unos a otros. La formación permanente es como el
referente de todo lo demás, porque es la meta hacia donde cada uno camina y lo
que hay que definir con nitidez. De poco serviría una formación básica muy
exigente que no se continuara a lo largo de toda la vida. Por eso hay que insistir
en que los medios formativos que se ponen en práctica en los itinerarios de la
formación básica deben tender a establecer hábitos y costumbres que
permanecerán a lo largo de la vida. Esta mirada a largo plazo es un ejercicio que
cualifica a los formadores.
Por otro lado, la mirada global a todas las etapas nos recuerda que es posible
elaborar itinerarios formativos para cada una de ellas. Evidentemente en cada
etapa se pondrán medios pedagógicos distintos y se vivirá con diferentes ritmos.
No es lo mismo, por ejemplo, tener al grupo en una sola casa que tenerlos
dispersos en diferentes parroquias. Pero hay que insistir en la conveniencia de que
exista un proyecto forma-tivo para cada etapa y en especial para las de la
formación permanente.
14. Organizando los encuentros comunitarios

El trabajo que se ha presentado hasta ahora es relativamente sencillo. Se ha


presentado un modelo formativo y los materiales correspondientes para cada una
de las etapas del proceso. Hemos pasado por tres grandes niveles: el de la
formación en general para plantear el método y la metodología; el de las etapas
formativas y el de cada uno de los momentos formativos en los cuales se ha
dividido el contenido del proceso formativo para cada etapa. Haciendo un
brevísimo sumario, el seminario menor se ha dividido en cinco momentos
formativos de distinta duración: integración, crecimiento, estabilidad,
profundización y discernimiento. El curso introductorio se ha estructurado con
una introducción y cinco módulos: la Sagrada Escritura, el símbolo de la fe, la
moral cristiana, el autoconocimiento y el discernimiento. La etapa filosófica se ha
articulado en tres momentos: la actitud de "permanecer atento", la actitud de
"liberarse de" y la actitud de "liberarse para tomar una decisión. Para la etapa
teológica se propone un proceso que consta de cuatro momentos formativos: las
virtudes teologales, los consejos evangélicos, la caridad pastoral y las prioridades
presbiterales y las actitudes del presbítero. Finalmente, la etapa pastoral contiene
cuatro momentos más flexibles en su aplicación: un momento introductorio, los
ministerios laicales, recepción del diaconado y recepción del presbiterado.
El objeto de esta segunda edición de los itinerarios formativos era
precisamente ofrecer un desarrollo de cada uno de los momentos formativos,
aunque sirviese sólo como un esquema básico que pueda guiar a los formadores,
dejando claro el contenido más específico de los itinerarios. Pero estos materiales,
tal como están presentados, no se pueden aplicar directamente a los seminaristas.
La tarea del equipo formador de cada etapa consiste en diseñar los materiales que
se van a entregar a los seminaristas, completando y corrigiendo cuanto aquí se
presenta y ajustando los contenidos a la realidad diocesana antes de su aplicación,
y ya aplicados, continuar corrigiendo, contando con las propuestas que los
seminaristas van haciendo al terminar cada momento formativo o cada año
escolar, para ir consiguiendo un proceso probado de formación.
Probado significa que se ha aplicado y corregido en sucesivas ocasiones, es
decir, con diversas generaciones de seminaristas. Esto significa que lleva un
tiempo largo. Para organizar los encuentros comunitarios en un seminario en el
que no existía esta estructura formativa es necesario dar varios pasos.
a) Vender la idea de los itinerarios formativos. Que todos lleguen a descubrir
que contar con un proceso de formación es una bendición y una providencia de
Dios. De modo que no se perciba como una imposición del equipo formador ni
como una moda, sino como algo totalmente necesario. Es difícil conseguir esta
convicción cuando eso que es necesario, por los motivos que sean, no se ha
conseguido y no es una tradición en el seminario, antes suena como una novedad
no carente de cierto aire de revulsión y de exigencia. Para proponer los itinerarios
se puede recurrir a las Normas Básicas para la Formación Sacerdotal, que insisten
una y otra vez en cómo cada seminario debe confeccionar su propio proyecto
integral de formación. Por otro
Itinerarios formativos 674 Ejecución

lado, presentar a unos y a otros, continuamente la ¡dea y la dinámica de los itinerarios tal como se propone
en los primeros capítulos de esta publicación.

90) Garantizar el acuerdo del equipo formador. El sujeto que propone los itinera rios es propiamente el
equipo formador. Los padres del equipo son quienes deberán comprometerse en su elaboración y quienes lo
pondrán en práctica. Por ello es indispensable conseguir el apoyo de todo el equipo formador. Sin esto sería
imposible ponerlos en práctica. En algunos equipos habrá que dedicar mucho tiempo. La pieza central para
conseguir el acuerdo de los formadores es la verdad, es decir, que haya verdaderos argumentos para defender
el paso hacia un proyecto educativo más detallado y exigente. De modo que los formadores obren con la
suficiente convicción. Puede ser necesario que al principio se dediquen muchas energías a conseguir este
acuerdo y siempre será necesario mantenerlo, sobre todo cuando va renovándose el equipo con personas
diferentes. Se da un salto de calidad en esta línea cuando llegan a ser formadores los alumnos que ya pasaron
por los itinerarios formativos.

91) Ganar el espacio para los encuentros comunitarios. Conseguir que se dedique el tiempo suficiente
para un proceso formativo es una batalla difícil de ganar. En general los seminaristas suelen estar muy
ocupados y no va a ser fácil que de buen grado acepten que se dedique a esto una tarde al mes. Si hacemos la
cuenta no es para tanto, en el curso introductorio serían diez y seis tardes y para los demás años serían sólo
ocho. Si es difícil abrir ese espacio en la agenda de los alumnos, tampoco será fácil conseguirlo en la agenda
de los formadores, quienes tendrán que dedicar mucho más tiempo a la formación. Pensar, por ejemplo, que
los formadores de la etapa filosófica deberán estar presentes en veinticuatro encuentros comunitarios, ocho
para cada curso. También puede ser interesante conseguir espacios físicos que se puedan dedicar a esto, que
no sean exactamente los salones de clase, puede ser en el mismo seminario o fuera de él, por ejemplo en casas
de comunidades de vida consagrada o en las parroquias cercanas. En el momento de implementar los
encuentros comunitarios se pide a los formadores un esfuerzo grande para abrir estos espacios. Hay que
considerar que este esfuerzo es una gran inversión, porque se ganará la oportunidad de una mejor formación,
En este sentido no conviene aceptar los "recortes", es decir, transigir en procesos que se presenten más
superficialmente. Si uno quiere que un jardín se ponga hermoso, debe regarlo abundantemente.

92) Diseñar los materiales. Al contar con estos materiales ya preparados, será mu cho más fácil elaborar
los materiales propios. Pero quiero insistir en la importancia de hacerlo. Es necesario diseñar los materiales
en tres planos. El plano de los contenidos, es decir, los elementos teóricos que se presentan. Es importante
que se re-elaboren añadiendo más datos, bibliografía, documentos de la Iglesia, de modo que se presente un
cuerpo de doctrina sólido, tanto en los papeles como en la mente de los forma-dores. El plano del proceso
pedagógico, que conviene revisar con cuidado y perfilar aún mejor, de modo que no tenga resquebrajaduras.
Un paso debe llevar a otro, dando a los seminaristas el tiempo suficiente para recapitular y profundizar. Por
último, el plano de la presentación gráfica de los materiales. Esto tiene una gran importancia.
Itinerarios formativos 675 Ejecución

que se llegue a un acuerdo sobre el modo de presentarlos, el formato que se va a usar, los documentos que
se van a resaltar y muchos detalles más.

e) Perseverar en su aplicación y evaluación. La aplicación del itinerario formativo


requiere cierto ingenio. Saber crear los momentos formativos, mantener la motivación
de los alumnos, suscitar el interés para que lo tomen con seriedad. Revisar los coneni-
dos personalmente a través de las entrevistas. Es importante que los formadores se
mantengan en el empeño de ofrecer la formación, de modo que se logre un ritmo
estable, en el que no se interrumpan los encuentros comunitarios y en la medida de lo
posible no se aplacen. Se está dando con ello un mensaje fundamental: la formación
es lo más importante, para esto estamos en el seminario. Por esta misma razón se
sugiere en cada uno de los momentos formativos que se pida a los alumnos sus apor
taciones para mejorar los itinerarios. Habrá un buen tono formativo cuando los semi
naristas hagan efectivamente aportaciones significativas al proceso. Los contenidos del
itinerario pueden llegar a convertirse, incluso, en materia de estudio y de investigación
para los seminaristas en la elaboración de sus trabajos científicos y también para los
formadores.

f) Coleccionar los materiales. Poco a poco se irán coleccionando los materiales de


los itinerarios, de modo que se vaya formando la carpeta de cada curso o momento
formativo, de modo que esta carpeta irá pasando por las manos de distintos formado-
res estableciendo una tradición. Cuando un formador es cambiado, se entiende que
dedicará el tiempo suficiente para explicar a su sucesor el proceso formativo que se
aplica con los seminaristas. Tiene un gran valor que intervengan diversos formadores,
que se van sucediendo en el equipo formador hasta llegar a perfilar un método forma
tivo, que no es de uno ni de otro, sino de todos. La continuidad es la pieza clave en
este proceso. El solo hecho de que se trabaje de esta manera ofrece a los alumnos un
mensaje y una solidez que es trascendente. Conviene que todos los que colaboran en
el proceso formativo también tengan algún conocimiento de los materiales que se
utilizan para la formación.

A la hora de ¡mplementar los itinerarios formativos, lógicamente cuestiona el esquema general de las
actividades del seminario, los horarios y los roles al interno del equipo formador. Todo ello debe ser
discutido por el equipo formador, llegando a acuerdos que van haciendo, en lo que sea necesario,
costumbres nuevas. La más importante de ellas consiste en separar a los seminaristas en etapas y en grupos.
El principio pedagógico que nos rige es el de subsidiaridad, es decir. El trabajo en los niveles más
específicos fortalece lo que se pueda hacer a nivel general, de modo que rige entre ambos niveles la
complementariedad.

La sola distinción fundamental de tres niveles tiene un gran valor: El primer nivel es el de la gran
comunidad del seminario, que incluye todas las etapas, incluso cuando no conviven en la misma casa.
Deben existir momentos en que se reúnan todos y se muestre la gran comunidad que forma el seminario. El
segundo nivel es el de la etapa formativa. Después de presentar los itinerarios queda muy claro que no es lo
mismo el curso introductorio que la etapa teológica, y que para muchos asuntos requieren de
Itinerarios formativos 676 Ejecución

tratamientos diferentes. En principio es mejor separar las etapas lo más posible,


hasta para actividades cotidianas como el deporte, los espacios de comedor o la
limpieza de la casa. El tercer plano es el que corresponde al curso o al momento
formativo, aquí distinguimos, por ejemplo, entre los seminaristas de primero y
tercero de filosofía. Existen asuntos y procesos específicos para cada momento
formativo que no deben confundirse entre sí.
El equipo formador deberá discutir cómo se plantea cada uno de estos niveles
y qué actividades les corresponden. En el seminario existen actividades que se
realizan a nivel de toda la comunidad formativa. Esto es conveniente porque
fomenta la comunión entre todos. Pero las actividades que pertenecen
propiamente al itinerario, es decir, las más específicamente formativas, deberán
realizarse en el pequeño grupo, incluso cuando fuera muy pequeño. Si esto no se
hace así, se tenderá a desdibujar el proceso y con ello el proceso vocacional de
cada seminarista. A la larga se vería afectada la tan valorada unidad de la
comunidad.
Si se quiere hacer una distribución ideal de las actividades formativas que
corresponden a cada nivel, podríamos hacer la siguiente: A nivel de la gran
comunidad, es decir, reuniendo a todas las etapas de formación, las grandes
fiestas y una o dos convivencias al año. Si la gran comunidad vive en la misma
casa, se puede tener también una eucaristía a la semana, los retiros que
corresponden a los tiempos litúrgicos fuertes como los de adviento y cuaresma y
algún otro momento significativo para todos. Al nivel de la etapa corresponden
las actividades que conviene presentar gradualmente, por ejemplo, los ejercicios
espirituales, los métodos de oración, el deporte, las actividades de aseo, la
formación complementaria, pastoral y práctica, los paseos comunitarios, las
comidas, etc. Todo lo que se pueda separar en etapas ayudará a una mejor
formación, aunque cueste más trabajo hacerlo así. En el nivel del curso entran las
actividades propias del momento formativo: los encuentros de itinerarios, los
retiros mensuales, las clases, las revisiones de grupo.
Los materiales para el itinerario pretenden una presentación pedagógica y
gradual que tiene como fin que el alumno comprenda la propuesta que se le hace,
la acepte como un camino formativo y la ponga en práctica. El momento en que
se presentan estos materiales y se trabaja con ellos no debe confundirse con los
retiros mensuales ni con las revisiones o evaluaciones de curso. Más bien se
parece a lo que clásicamente se llamaba "charlas de formación", es decir, un
momento especial, una vez al mes, en el que se plantea el proceso de la
formación. Prácticamente en todos los seminarios se tienen estos espacios, al
menos al inicio de las etapas y de los cursos.
La idea es que existan ocho encuentros anuales, a un ritmo aproximado de
una vez al mes. Su distribución dependerá de la organización de los momentos
formativos. En las etapas más breves, muy especialmente en el curso
introductorio, se supone un proceso más intenso que en las etapas que duran
varios años. Estos encuentros se llevarán una tarde o una mañana. Conviene
rodear su realización de un ambiente especial, considerando que son los
encuentros que definen nuestro caminar como personas y como grupo. Cada
encuentro supone diversos momentos: recapitulación de I
Itinerarios formativos 677 Ejecución

mismo proceso, explicación del paso que se va a dar, diálogo en grupos


pequeños, clarificación de dudas, oración en la que se pide a Dios la fuerza
necesaria para caminar. Podríamos entender cada encuentro como una verdadera
sesión de catequesis, en la que se comprende y se acepta un valor y
posteriormente se ponen los pasos para comprometerse en su cultivo. El talante
de los encuentros cambiará de acuerdo al momento del proceso en que se hallan.
El itinerario formativo de cada una de las etapas se ha diseñado de acuerdo a
las características de la etapa correspondiente, de modo que no son todos iguales.
Hay situaciones en las que es necesario dar más tiempo para las introducciones. En
algunas etapas se aprieta el paso, metiendo más contenidos. A veces se provoca
una recapitulación precisa y hasta se pide a los seminaristas que hagan un trabajo
para poner en común para el siguiente encuentro, pero otras veces se respeta con
discreción la intimidad de los seminaristas, porque el tema que se tocó en el
encuentro anterior es delicado. En la introducción de cada etapa y de cada
momento formativo se especifica la opción pedagógica que se ha hecho para
cada caso. Esta diversidad da variedad a los encuentros comunitarios. Conviene
realizarlos de tal manera que se evite la sensación de que los seminaristas ya
conocen la rutina.
El diseño del itinerario para cada momento formativo sigue más o menos el
esquema clásico de la catequesis que se presenta a continuación y se sintetiza en
un esquema gráfico al final de la página. Se comienza con un encuentro
comunitario introductorio, en éste se presenta el momento formativo y
habitualmente se rescatan los puntos que quedaron pendientes del momento
anterior. Casi siempre se dedica el segundo encuentro comunitario a presentar el
objetivo particular, de modo que los muchachos capten la esencia del momento
formativo en el que se encuentran. Luego se hace un desarrollo sistemático en el
que suele existir uno o dos temas nucleares, que funcionan como polos de
atracción. El último encuentro comunitario suele cerrar el proceso y, si con él se
concluye un año escolar o una etapa, se pide a los alumnos la retroalimentación
del proceso.
Tema
nuclear
Itinerarios formativos 678 Ejecución
Al principio los formadores irán a los encuentros comunitarios con una elaboración esquemática de los
temas correspondientes, más o menos como se ofrecen en la presente publicación. Pero esos materiales se
irán perfilando y mejorando a lo largo de los años, acumulando experiencias significativas en la formación e
incorporando las sugerencias de los mismos alumnos.

Tiene una gran importancia definir un objetivo para cada encuentro y examinar la coherencia de los
objetivos entre sí, de modo que se defina un proceso que sea transitable. Es conveniente que los muchachos
conozcan el objetivo, para que luego puedan evaluar en qué medida lo han conseguido. Cuanto más
conscientes sean de lo que se pretende con los encuentros, tanto más habrá la posibilidad de que asuman su
formación como primeros responsables de la misma porque se sitúan con claridad en un proceso.

Siempre se propone un momento de oración. Es conveniente que a este momento de oración se le dé un


carácter específico de acuerdo con el tema que se trata y a la etapa en la que se encuentran los seminaristas,
de modo que conduzca a un estilo de discernimiento espiritual. A veces puede hacerse grupalmente, pero
otras se puede proponer una oración individual y una puesta en común. El encuentro está centrado en la
propuesta formativa y por ello tiene un carácter más bien pedagógico. No es un retiro espiritual, pero deberá
vivirse en un clima espiritual que sitúa mucho mejor el proceso.
15. El acompañamiento

Al proponer a los seminaristas los itinerarios formativos se hace indispensable el acompañamiento, al grado
de que podríamos afirmar que la calidad de la formación dependerá directamente de la calidad del
acompañamiento. Los contenidos del itinerario, por claros que sean, se quedarían como sin alma si faltara la
relación viva y profunda, positiva y amable, entre el formador y el seminarista. Tan necesaria es ¡a
vinculación personal del seminarista con el formador como la relación del formador con el grupo, una
presencia profundamente fraterna y a la vez exigente, que se corresponde con la verdadera amistad. Uno de
los problemas frecuentes en la formación es que en ocasiones esta relación no existe, es superficial o es
defensiva. No se llega a formar a las personas porque no hay una relación real y profunda entre formador y
formando o entre formador y grupo. Si las relaciones en este ámbito son defensivas o no se viven en la
verdad, es imposible que exista la formación. En este sentido se puede parafrasear la famosa sentencia: sólo
lo que es abordado con confianza y con verdad en una relación positiva puede ser formado.

Pero el proceso formativo que hemos elaborado, con todas las dificultades que experimenta el alumno
para vivirlo, desde la dificultad para aceptar la propuesta hasta su puesta en práctica, requieren de una doble
actitud que es típica de los procesos de fe: la confrontación o corrección fraterna -manifestación directa y
clara de los afectos desordenados o inconsistencias vocacionales- y el discernimiento -búsqueda de la
voluntad de Dios en las circunstancias reales de la persona. Estos dos serán los instrumentos que los
formadores utilizarán habitualmente en la etapa que les corresponde. Los mismos seminaristas necesitan
desarrollar habilidades en ambas direcciones, tanto en el ámbito personal como en el grupal, de modo que
lleguen a habituarse a la confrontación y hagan del discernimiento una práctica cotidiana.

Acompañamiento personal y grupal son como los dos rieles de la vía sobre la cual avanza el tren de la
formación. Vamos a especificar a continuación el valor del acompañamiento personal y grupal y a dar
algunas pautas para su aplicación en cada una de las etapas formativas. Nos interesa dejar bien asentado que
siempre es necesario el acompañamiento y lo seguirá siendo a lo largo de la vida sacerdotal. La razón para
afirmar tan enfáticamente la necesidad del acompañamiento proviene de la naturaleza misma de los procesos
de fe. No hay experiencia religiosa ni proceso de fe sin una buena dosis de autoengaño. Para que se pueda
caminar en esos procesos es indispensable una voz amiga que confronte al formando los autoengaños, que
también se llaman en la tradición espiritual de la Iglesia "afecciones desordenadas", o en la psicología
religiosa las "inconsistencias vocacionales". Esa misma persona debe ser capaz de confortar, es decir, de
descubrir, fomentar y estimular las consistencias, los afectos bien ordenados, las verdaderas certezas. El
resultado es el discernimiento adecuado que ayuda a todos a caminar efectivamente, a conseguir un bien real
y no sólo un bien aparente al que llamamos voluntad de Dios.
Itinerarios formativos 680 El acompañamiento

El acompañamiento personal
La personalización es una clave fundamental de los procesos educativos en la
fe. La fe y los valores de la vocación específica se transmiten de persona a
persona y por ello es necesario que el acompañamiento personal se realice con
estabilidad y eficacia. Ya se ha señalado en los primeros capítulos cuál es el ritmo
ordinario de las entrevistas en la formación básica. Puntualizando brevemente se
pueden señalar estos criterios:
■ Una entrevista cada tres semanas o cada mes con el responsable de la etapa
de formación. Se da el tiempo suficiente para que el muchacho experimente y
para que no olvide lo que se propuso o convino en la última entrevista. Una
entrevista cada tres semanas o cada mes con el director espiritual. Al presentar
estas dos instancias dándoles una importancia similar, se está facilitando la
solidez al proceso.
■ Cada una de las entrevistas, sea con el director espiritual o con el
responsable de la etapa, de más o menos una hora de duración. Es el tiempo
suficiente para profundizar. Si dura más de una hora, tiende a ser redundante. Si
dura menos de 40 minutos tiende a ser superficial.
De este modo, un proceso suficiente de acompañamiento incluye entre diez y
doce entrevistas al año con cada uno de los dos formadores de la etapa. Se trata
de un proceso intenso, al cual conviene que tanto los formadores como los
alumnos le den la debida importancia. Cuanto más se dé formalidad a las
entrevistas será mejor. Durante los momentos centrales de la formación, es decir,
las etapas filosófica y teológica la entrevista debe ser rigurosamente sistemática.
El motivo de esta exigencia es que se está proponiendo a los alumnos un proceso
difícil de vivir, que por sí mismo es exigente, en el cual es necesario verificar la
comprensión y aplicación que está haciendo cada uno de ellos de los contenidos
del itinerario formativo. La frecuencia y duración de las entrevistas no deben
dejarse a la voluntad del alumno; al contrario, hay que presentarlas como parte
integral de la propuesta formativa y como medio indispensable para la formación.
El formador debe llegar a percibir con toda claridad el momento en el que
hace la confrontación al seminarista, de modo que lo vaya conduciendo,
paulatinamente, hacia un proceso en el que conozca más exactamente el ideal por
el que ha optado y profundice en el conocimiento de sí mismo. Esta actitud del
formador exige un modo peculiar de relación con el alumno que podemos
describir desde la imagen del padre o la madre. Es decir, se sitúa claramente como
persona más mayor y desde allí se propone emprender junto al alumno un camino
educativo. Evidentemente la confrontación quiere conducir a un crecimiento y,
posteriormente, a un discernimiento de la voluntad de Dios en las etapas de la
formación básica.
Durante la formación permanente cambia el ritmo y el modo de las
entrevistas porque también cambia el rol del orientador. De la figura de padre y
madre se va pasando gradualmente a la figura del hermano o compañero de
camino. Lo más
Itinerarios formativos 681 El acompañamiento

ordinario es que esta relación cambie por etapas, las cuales dependen de las
circunstancias de la vida del sujeto y de su proceso evolutivo y vocacional. Al
mismo tiempo se va pasando de la persona que busca ayuda a la que comienza,
por ley de vida, a ser referencia y ayuda para los más jóvenes que vienen detrás.
El principio que debe quedar claro es que siempre es necesario el
acompañamiento, aunque el modo de realizarlo no sea el mismo que se daba en
la formación básica.
Durante las etapas previas -seminario menor- ocurre lo contrario. La
entrevista ha de ser de tal modo cercana al adolescente que se adapte a las
situaciones por las que va pasando, de modo que no necesita la formalidad que se
dará posteriormente. En el curso introductorio es necesario enseñar al alumno a
aceptar la entrevista como un medio formativo y a utilizarla adecuadamente.
La confrontación tiene características diversas en cada una de las etapas
formativas. Estos rasgos vienen definidos por el objetivo de la etapa, por la edad
evolutiva del candidato y por su grado de madurez personal. Vamos a especificar
cuál es el sentido de la confrontación en las etapas de la formación básica.
En el seminario menor. Se está trabajando con muchachos que están en la
última etapa de la adolescencia cuya característica principal es la volubilidad. Los
muchachos dependen en esta variabilidad de su carácter de dos factores
fundamentales: su situación física y su imagen ante los grupos a los cuales
pertenecen. Sin embargo, caminan rápidamente hacia la estabilidad propia de la
etapa de juventud. Por otro lado, están realmente ocupados con el amplio
programa de estudios de la preparatoria y con las tareas propias del mismo
seminario menor. En medio de todo ello los formadores deberán permanecer muy
atentos a la situación de cada seminarista, prácticamente como hacen los padres
en una familia. Hay que ir estableciendo la entrevista formal, pero en esta etapa
tiene una gran importancia la relación informal y sobre todo la capacidad del
formador de percibir el momento y la oportunidad de acompañar a cada
muchacho. Por ello es muy recomendable que se haga un esfuerzo por mantener
un número suficiente de formadores, de modo que los muchachos estén realmente
atendidos. Desde aquí se puede juzgar la gran importancia de contar con
directores espirituales bien preparados y de tiempo completo para el seminario
menor. Es necesario subrayar más el acompañamiento espiritual que la disciplina.
Durante el curso introductorio. Estamos en el momento inicial de la
formación para el sacerdocio. Se pretende la revisión de la iniciación cristiana.
Por ello la confrontación se centra en las actitudes de coherencia o incoherencia
en relación con los valores fundamentales de la fe. Por otro lado es interesante
confrontar la actitud de apertura o cerrazón al proceso formativo que se le está
presentando y el grado de aprovechamiento que tiene de los medios que se le
están ofreciendo. El resultado que esperamos alcanzar es un joven que se define
más coherentemente como cristiano en sus actitudes prácticas y que ha llegado a
introducirse con verdadera disponibilidad en el camino de la fe y de la vocación
sacerdotal en cada una de las dimensiones de la formación. En este momento,
ciertas actitudes de fondo que pueda percibir el formador a partir del
comportamiento del candidato, conviene que aún no sean confronta-
Itinerarios formativos 682 El acompañamiento

das, en espera de que durante la etapa siguiente se puedan trabajar con mayor
asiduidad y con mayor precisión. En este momento basta con que el chico haga
un balance de su personalidad, llegue a percibirse de un modo general con
virtudes y defectos, y puntualice estos datos. Si se recurre a una comparación con
el trabajo del dentista, se trata de hacer una radiografía para detectar la situación,
es bueno advertir al paciente lo que encontramos, pero aún no queremos
intervenir en ella.
Durante la etapa filosófica. Es el momento más típicamente juvenil de la
formación básica. El formador pone atención a los hábitos o modos de hacer a los
cuales el seminarista está acostumbrado. Se intenta desmontar los que no se
corresponden con los valores de la fe y de la vocación sacerdotal, y se pretende
que el muchacho adquiera otros hábitos nuevos, más coherentes con su proceso
vocacional y formativo. Lógicamente la confrontación se centra más en los
factores humanos que entran en juego y llegan a impedir un crecimiento
vocacional estable. El resultado que se espera conseguir es un joven más seguro
en su proceso y más libre para dedicarse con verdadera determinación a su
formación. Por contraposición con el curso introductorio, en la etapa filosófica sí
es conveniente profundizar. Si volvemos a la comparación con el dentista, es el
momento de intervenir, con una cirugía si es necesario, para escarbar o ahondar
en el problema, hasta reconocerlo más plenamente. La confrontación adquiere un
carácter sistemático, es más exigente y detallada. Podríamos decir que baja a la
raíz de la personalidad del seminarista.
Durante la etapa teológica. Se da el paso de la etapa juvenil a la del joven
adulto, es decir, que comienza a pasar del reto de la intimidad al reto de la
productividad. Un seminarista de la etapa teológica debe ser altamente
productivo en la línea de su propio proceso formativo. Los avances deben ser
notables, mostrando una creciente definición vocacional y carismática. Las
estructuras que se han conseguido en la etapa anterior se convierten en
receptáculos del contenido teológico y carismático propio de la vocación
presbiteral. La confrontación mira más rectamente al futuro apostólico del
candidato y por ello a las actitudes que manifiestan la autenticidad de su opción
por este camino de pertenencia eclesial. Es una confrontación detallada y
exigente, que no mira principalmente a corregir defectos cuanto a proponer
desarrollos, definiendo comportamientos específicos que ya son propios del
sacerdote. Lo que se pretende conseguir es una serie de actitudes intencional y
habitualmente cultivadas, que llegarán a definir rasgos de la personalidad en la
vida sacerdotal. El resultado final es un candidato dispuesto a aceptar
compromisos definitivos. Si volvemos a la comparación con el trabajo del
dentista, es el momento de preparar las piezas que se van a colocar sobre la
dentadura, para que puedan cumplir una función. Hay que ajustarías con pre-
cisión, de modo que efectivamente lleguen a realizar la función para la cual
fueron diseñadas. Se trata así de un trabajo de precisión, donde la exactitud es
importante.
Durante la etapa pastoral. Esta etapa se puede realizar de modos muy
diversos. En todos ellos los elementos comunes son el enfrentamiento con la
realidad y el proceso de órdnes. El reto para el individuo es traducir los valores
que ha admitido como buenos para sí en la realidad ordinaria, tal y como es,
afinando su configuración con Cristo Pastor. La confrontación se centra en la
observación de la conducta en medio
Itinerarios formativos 683 El acompañamiento

de esa realidad y la adaptación que es capaz de lograr en medio de ella. Si en la etapa anterior se tornaba
exigente, ahora el formador tiene que ser más bien comprensivo, ayudando a la persona en un momento que
suele revestir muchas dificultades. Se parece al dentista que ya ha instalado las piezas nuevas en la
dentadura y pone a prueba su funcionamiento. Con mucha delicadeza tiene que hacer las correcciones que
convengan para que funcionen bien. En casos muy extraordinarios habrá que retirar la pieza y hacer otra
nueva. Pero esto ocurrirá raramente. Lo normal en esta etapa formativa es que se trate sólo de hacer algunas
adaptaciones, de perfilar algunas reacciones por las que se muestra la dificultad que la realidad misma le
plantea.

El acompañamiento grupa/

No menos importante que el acompañamiento personal es el grupal. Es frecuente que este elemento sea
poco percibido y por ello poco valorado en algunos ambientes formativos. Pero hay que advertir que aquello
que ocurre en el grupo tiene una gran trascendencia para el proceso mismo. Uno es el mensaje que los
formadores intentan transmitir con palabras a los alumnos y otro es el mensaje que se transmiten ellos
mismos, a veces sin palabras, pero de un modo muy eficaz. Para calibrar el valor de las relaciones grupales
en la formación basta recurrir a la experiencia que todos hemos tenido en un pequeño grupo: nuestra propia
familia. Allí, sin demasiadas palabras, se transmitieron una serie de convicciones y de valores que continúan
siendo de primera importancia en el comportamiento de cada uno. La razón de este fenómeno es simple. Los
valores se transmiten a través de relaciones afectivas entre personas que son signifi cativas entre sí. Es el
fenómeno de la identificación. Lo que ocurre en las relaciones apunta hacia un modo de ser y de comportarse
porque toca las motivaciones profundas de cada uno. Las relaciones afectivas son como el adhesivo de los
valores. Para que un valor se adhiera a mi personalidad es necesario que pase a través del ejemplo de una
persona de carne y hueso que lo viva, alguien con quien me relaciono y a quien estimo y llega a convertirse
en un referente existencial del valor.

Por esta razón no basta con acompañar a los individuos, es del todo necesario acompañar a los grupos.
Los formadores han de realizar también con el grupo ese doble camino pedagógico que se ha referido
anteriormente: la confrontación y el discernimiento. Un cuidado cercano y exigente de las personas se
tornará ineficaz si el ambiente en que estas personas se mueven cotidianamente promueve o simplemente
muestra otros valores que entran en contradicción con aquellos que definen la opción de cada uno.

En el acompañamiento grupal existe una doble referencia. Por un lado está el mismo grupo de
seminaristas. Conviene observar detalladamente lo que ocurre en los grupos y confrontarlo con verdadera
exigencia, de modo que se defina con suficiente claridad cuál es el clima comunitario que debe existir. Por
contraste, los seminaristas deben entender qué actitudes ya no son aceptables en la etapa en la que se encuen-
tran, de modo que ciertos comportamientos sean gradualmente excluidos. Estas actitudes contrarias a los
valores serán la materia cotidiana de la confrontación grupal. El
Itinerarios formativos 684 El acompañamiento

otro punto de referencia es el equipo formador. El comportamiento de los


formado-res transmite al grupo de alumnos un mensaje sin palabras que debe ser
coherente con los valores sacerdotales, a los cuales el mismo proceso pretende
introducir a los grupos. Este testimonio es evidentemente más eficaz cuando se
da como grupo de forma-dores y no sólo como individuos.
Se describen a continuación los rasgos de la confrontación grupal que deberán
practicar los formadores en el acompañamiento durante la formación básica.
En el seminario menor. Aún no se perfilan los valores específicamente
sacerdotales en el horizonte formativo. La confrontación grupal se sitúa en un
proceso previo, poniendo atención a dos polos. Primeramente a los valores
humanos que se deben garantizar en un internado de adolescentes. Se trata de
poner bien claras las reglas del juego y objetivar los comportamientos grupales
que no son humanamente aceptables. En este sentido hay que tener paciencia
porque los muchachos traen costumbres que han aprendido en los grupos
precedentes, que suelen estar arraigadas. Pero no basta con que se conviva en un
ambiente humanamente aceptable, es necesario que se defina con mayor nitidez
un clima grupal que merezca el nombre de cristiano. Es decir, que los contenidos
de la fe se hagan palpables y claros en el grupo formativo. Esto se irá dando de
manera gradual. Los muchachos del seminario menor deben percibir así
continuos retos de crecimiento en lo que se refiere al funcionamiento del grupo al
que pertenecen. La estructura de los tres cursos de preparatoria puede ayudar
mucho para definir esta gradualidad.
Durante el curso introductorio. Los muchachos están experimentando,
como una novedad, la vida comunitaria. Es como un laboratorio en el que surgen
una serie de elementos formativos bien concretos. Desde las tareas de limpieza
hasta las relaciones afectivas. El formador confronta los comportamientos
comunitarios, de modo que al grupo le quede claro cuáles son los rasgos positivos
y negativos de la relación comunitaria que están viviendo. Hay que garantizar que
se establezcan bien las bases de esta experiencia. La comunidad formativa pasa
por las fases normales del desarrollo de un grupo, a saber: la convocación, la
objetivación superficial de los miembros, el establecimiento de prejuicios, la
profundización de las relaciones y la aceptación de las personas con la
integración del grupo. Hay que observar que se den todos estos pasos práctica y
concretamente. Pero además se da un proceso en el que se perfila el modo de
convivencia que corresponde a una comunidad cristiana que convive en una casa
de formación. Por ejemplo, hay que confrontar el tipo de relaciones que no
responden a una verdadera amistad, o ciertos comportamientos que crean un
vínculo de complicidad entre los alumnos, pero impiden un verdadero
compromiso. El resultado que se espera conseguir es un grupo bien integrado, en
el que se dan verdaderas amistades, que lleva a sus miembros a un compromiso en
los medios y recursos que se ponen a su alcance en el seminario. Si se compara la
comunidad con un río, lo primero que hay que garantizar es que haya agua,
porque si no tendríamos sólo un yermo seco.
Durante la etapa filosófica. Tal como se ha indicado para el
acompañamiento personal, en esta etapa se trata de desarraigar costumbres y de
arraigar otras nuevas,
Itinerarios formativos 685 El acompañamiento

consiguiendo también estructuras de convivencia y de funcionamiento grupal. La


confrontación grupal será clara y exigente, de modo que impida que se
establezcan malos hábitos en la convivencia comunitaria o que se construyan
tradiciones que paralizan el crecimiento del grupo. En la línea de lo social hay
que evitar que funcione un dinamismo de discriminación entre los que tienen
diversos niveles en lo económico, intelectual o formativo, al contrario hay que
fomentar un dinamismo de aceptación de las diferencias. En la línea de lo
psicológico se trata de superar las actitudes defensivas que tienden a elaborar
mitos y causas falsas del mal funcionamiento del grupo para afrontar las
verdaderas causas de los problemas y fomentar un compromiso libre de todos en
su resolución. En la línea de lo moral, se intenta impedir que se establezca cierta
dinámica de doble vida y de mutua conveniencia para afirmar la corresponsabi-
lidad de todos en la formación. Estos ejemplos bastan para hacer evidente que
hay mucho trabajo que hacer en el acompañamiento grupal de esta etapa.
Especialmente en este momento más juvenil, si se deja a un grupo caminar solo
es muy fácil que vaya a la deriva porque los muchachos tienden, como dice el
dicho, a saltarse las trancas. Al contrario, una corrección grupal hecha a tiempo,
garantiza. Volviendo a la comparación con un río, es importante velar porque el
agua del río no se estanque, porque cuando el agua circula, no se pudre.
Durante la etapa teológica. En este momento el grupo se define ya en la
línea del futuro ministerial. Se puede hablar con mayor verdad de un estilo de
convivencia propio del presbiterio. Si antes dijimos que en esta etapa conviene
facilitar desarrollos, es decir, el crecimiento de la persona hacia actitudes
presbiterales positiva y establemente comprobadas, esto mismo hay que exigir al
grupo. Son los mayores en la casa de formación y han de ser molde y ejemplo
para todos los demás. El grupo de esta etapa ha de aprender a pasar a un segundo
plano, evitando los protagonismos y acogiendo a los seminaristas más jóvenes
mediante la valoración de sus capacidades. Pero sobre todo ha de poner como
centro de su dinámica la humildad en el servicio. Es el criterio evangélico para el
discernimiento de los ministros que se va a ir repitiendo en los encuentros
comunitarios. En este momento se establecen hábitos que derivan de la común
vocación y de la común misión, por ejemplo, la corrección fraterna, el trabajo en
una obra común, la capacidad de dar continuidad a los proyectos, la abnegación y
el sacrificio. Ya no basta con un funcionamiento positivo del grupo, hay que pedir
que sea como el ensayo de la forma comunitaria que caracterizará su vida en el
futuro. Los alumnos de esta etapa aprenden a ser facilitadores del clima formativo
de cara a las demás etapas de formación, primeramente con el ejemplo de su vida
y también con el modo de realizar sus actividades. Si llegan a ser un referente de
los valores para los demás seminaristas, su testimonio será incluso más eficaz que
el del equipo formador, por razón de su cercanía generacional con ellos. Al
contrario, cuando los mayores viven una dinámica grupal contradictoria con los
valores, trasmiten esta dinámica a las otras generaciones. En la imagen del río, ha
llegado a tener un gran caudal por la acumulación de datos y de la cultura
vocacional, como cuando los ríos hacen represas, de modo que puede ser fuente
de grandes bienes o de grandes males, todo depende de cómo se encauce la fuerza
del agua.
Itinerarios formativos 686 El acompañamiento

Durante la etapa pastoral. Esta etapa formativa viene marcada por el


contacto con la realidad pastoral y la inserción en una comunidad. En el grupo
formativo de la etapa son referencia vocacional unos para otros, principalmente
cuando se reúnen y a la vez por las relaciones interpersonales que, más allá de la
distancia, suelen mantener a través de medios electrónicos. Por otro lado, queda
en primer plano la referencia grupal de la comunidad apostólica o parroquial en la
que están insertos. Allí han de poner a funcionar las convicciones que han
adquirido a través de todo un camino de convivencia comunitaria. En el
acompañamiento a este grupo de candidatos al sacerdocio, ya más próximos a las
órdenes, es necesaria una confrontación propositi-va. Esto es, que ilumine
positivamente los retos y dificultades que se les presentan en su vida diaria y al
mismo tiempo les ayude a superar los desánimos y bloqueos que casi
inevitablemente surgen. Debe ilustrar el camino para hacer un aporte positivo a la
comunidad local o parroquial en circunstancias reales, en sus diversos niveles, el
del presbiterio, el de los colaboradores más cercanos y el de los fieles. También
debe ayudar en el discernimiento de lo que sí es posible en esta realidad y aquello
a lo que por el momento conviene renunciar. El candidato en esta etapa del
proceso necesita aceptar a la comunidad en su realidad concreta y dejarse ayudar
por ella. Evitar de un modo muy claro las actitudes de orgullo o de prepotencia,
para optar decididamente por la pertenencia comunitaria, la disponibilidad y el
trabajo en común. En este momento se perfilan los modos de hacer que serán casi
definitivos en su vida posterior. Comparando con un río, sería el momento en el
que el río, ancho y sereno, mezcla sus aguas con las del mar. Es una fuente de
renovación para las aguas saladas. En la mezcla de las dos aguas se da una
fecundidad extraordinaria.

El acompañamiento a través del itinerario


El solo hecho de presentar el itinerario formativo a través de los encuentros
comunitarios supone todo un proceso de acompañamiento personal y grupal. La
primera exigencia que plantea es que los formadores dediquen tiempos
específicos a cada uno de los cursos de su etapa, situando a los seminaristas con
mucha claridad en un momento formativo, el que les corresponde en el proceso.
No es lo mismo un seminarista de primero de preparatoria que uno de tercero; o
un seminarista que comienza el curso introductorio y otro que lo está terminando
ya.
La relación de acompañamiento comienza en el equipo formador de la etapa,
con la preparación cuidadosa de los materiales para los encuentros comunitarios.
Ya se advertía en la introducción que estos materiales están sólo dibujados de
manera genérica y que es necesario que los formadores los completen y los
adapten a la realidad de la comunidad formativa. Esto supone verdadero estudio,
dedicación esmerada y trabajo en equipo. La preparación de los materiales ha de
cuidar el fondo y la presentación de los mismos, de modo que sean efectivamente
utilizados y coleccionados por los seminaristas. La "carpeta" de materiales que
tienen los formadores no es sólo una guía para ellos, es también para los
seminaristas, que deben ir completando su propia carpeta, complementada por
una libreta de notas personales.
16. Bibliografía

La bibliografía sobre la formación sacerdotal es amplia. Más aún si se extiende


hacia la teología de las vocaciones. Los formadores tienen siempre una tarea
exigente en torno a su propia formación. Por ello se recomiendan a continuación
una serie de textos en calidad de instrumentos para uso de los formadores.
El primer referente es el Concilio Vaticano II, conviene tener los documentos
del Concilio como el punto de partida y como material fundamental de trabajo,
por ello son los textos más citados en los materiales para los seminaristas. Es
conveniente que los seminaristas se habitúen a citar el estos documentos y tengan
una gran familiaridad con ellos. Específicamente nos interesan tres de ellos:
Lumen Centíum, Presbyterorum Ordinis, Optatam Totíus.
Juan Pablo II, Pastores dabo vobis, 1992. Este documento tiene una gran
trascendencia, no sólo para la formación sacerdotal, sino para la formación de
todas las vocaciones. Lo que más nos interesa son los principios y criterios que
propone para todo el proceso formativo, incluida la formación permanente. En
concreto, la definición de cuatro dimensiones formativas y la descripción de las
etapas del proceso vocacional.
Junto a este documento central, otros elaborados por las Congregaciones
romanas y por las conferencias episcopales. Especialmente los siguientes. Pablo VI,
Sacerdotalis coelibatus, 19667. Ministeria Quaedam, 1972. Juan Pablo II,
Sapientia christíana. Sobre las universidades y faculta-des eclesiásticas, 1979.
Colecciones de documentos sobre la formación sacerdotal. National
Conference of Catholic Bishops, Norms for Príestly Formation, Washington,
D.C., 1993.Comisión Episcopal de Seminarios y Universidades, El enchirídion:
Documentos de la Iglesia sobre la formación sacerdotal, 1999. En Latinoamérica:
La formación sacerdotal. Documentos 1961-2001. Publicaciones del CELAM,
2002.

De la Congregación para la educación católica:


La enseñanza de la filosofía en los seminarlos, 1972. Orientaciones
educativas para la formación al celibato sacerdotal, 1974. Sobre la enseñanza
del Derecho Canónico en los seminarios, 1975. Sobre ¡a formación teológica de
los futuros sacerdotes, 1976. Instrucción sobre la formación litúrgica en los
seminarios, 1979. Carta circular sobre algunos aspectos urgentes de la
formación espiritual en los seminarios, 1980. Ratio fundamentalis institutionis
sacerdotalis, 1985. Cada conferencia episcopal elabora su propia ratio, adaptando
los contenidos de esta normativa universal a su realidad. La pastoral de la
movilidad humana en la formación de los futuros sacerdotes, 1986. Orientaciones
para la formación de los futuros sacerdotes para el uso de los medios de la
comunicación social, 1986. La Virgen María en la formación intelectual y
espiritual, 1988. Orientaciones para el estudio y enseñanza de la doctrina social
de la Iglesia en la formación de los futuros sacerdotes, 1988. Ratio para la
formación de los diáconos
Itinerarios formativos 688 Bibliografía

permanentes, 1988. Instrucción sobre el estudio de los padres de la Iglesia en la


formación sacerdotal, 1989. La preparación de los educadores en los seminarios,
1993. Directrices sobre la formación de los seminaristas acerca de los problemas
relativos al matrimonio y a la familia, 1995. Documento informativo sobre el
período propedéutico, 1998. Instrucción sobre los criterios de discernimiento en
relación con las personas de tendencias homosexuales antes de su admisión al
Seminario y a las Ordenes sagradas, 2005. Orientaciones para el uso de las
competencias de la psicología en la admisión y en la formación de los candidatos
al sacerdocio, 2008. Instrucción sobre los institutos superiores de ciencias
religiosas, 2008.

De otras congregaciones romanas


Congregación para el clero. Directorio para el ministerio y vida de los
presbíteros, 1994. Directorio para el ministerio y vida de los diáconos
permanentes, 1998. Instrucción y formación permanente del clero, 1969. El
presbítero, maestro de la Palabra, ministro de los sacramentos y guía de la
comunidad en vistas al tercer milenio, 1999. El presbítero, pastor y guía de la
comunidad parroquial.
Congregación para los institutos de vida consagrada y las sociedades de vida
apostólica. La vida fraterna en comunidad, 1994. El servicio de la autoridad
y la obediencia, 2008.

Directamente sobre el tema de la formación, tiene un especial interés:


Autores varios, Formación sacerdotal. Sigúeme, 1965. Pastores dabo vobis.
Texto y comentarios. Seminarios 125-126 (1992).
Arrieta, L, Itinerarios en la formación. Pistas para el camino del seguimiento de
Jesús, Frontera Hegian, 56, 2007.
Bacarreza, F., La dimensión espiritual, corazón de la formación sacerdotal,
Seminarium, 4 (2006) 799-826.
Cencini, Α., Por amor, con amor, en el amor: libertad y madurez afectiva en el
celibato consagrado. Sigúeme, 1986. Vida consagrada. Itinerario formativo,
San Pablo, 1996. El árbol de la vida, hacia un modelo de formación inicial y
permanente, Paulinas, 2005. La formación permanente, Paulinas, 2006.
Consejo Episcopal Latinoamericano, Las dimensiones de la formación
sacerdotal, DEVYM, Bogotá, 1992.
Covolo, E., et al., La dimensione umana come fondamento della formazione
sacerdotale nel magisterio di Ciovanni Pao/o II, Seminarium, 4 (2006) 788-
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Garrido, J., Proceso humano y gracia de Dios, Sal Terrae, 2000.
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Para el fundamento de la propuesta formativa, sobre todo desde el
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ÍNDICE

Introducción....................................................................................................................................3

1. ¿Qué es un itinerario formativo?................................................................................................5


Definición y características del itinerario ...............................................................................6
Resonancias psicoafectivas.....................................................................................................7
Justificación............................................................................................................................8
Salto de calidad en la formación .............................................................................................9

93).............................................................................................................. El
seminarista.....................................................................................................................................13

94).............................................................................................................. El
equipo formador.............................................................................................................................19
El equipo sacerdotal...............................................................................................................19
Existencia del equipo formador ...........................................................................................22
Funcionamiento del equipo formador...................................................................................25
Proceso de afianzamiento del equipo formador....................................................................28
Solidez creciente del equipo formador..................................................................................34
Funciones al interno del equipo formador............................................................................37
El equipo formador como tal ........................................................................................37
El rector.........................................................................................................................38
El vicerrector.................................................................................................................39
Los prefectos ................................................................................................................39
El ecónomo....................................................................................................................40
Los directores espirituales ..............................................................................................41
El equipo de cada etapa ..................................................................................................41
Los auxiliares ...............................................................................................................42
Los responsables de las dimensiones formativas............................................................43

4. El clima formativo...................................................................................................................45
Lo que ocurre entre los seminaristas ....................................................................................45
Lo que ocurre en el equipo formador....................................................................................47

5. El fundamento.........................................................................................................................55
La conversión.......................................................................................................................56
El autoconocimiento.............................................................................................................60
La gradualidad......................................................................................................................66

6. La metodología ........................................................................................................................71
Introducción: perspectivas vocacionales ...............................................................................71
Los itinerarios en este contexto............................................................................................73
La metodología concreta......................................................................................................75
Aplicación de la metodología a las etapas formativas ..........................................................78
Itinerarios formativos 694 índice

7. Las dimensiones de la formación.............................................................................................83


Integración de las dimensiones.............................................................................................83
Dimensión espiritual-carismática..........................................................................................87
Esquema .......................................................................................................................90
La meditación asidua de la Palabra de Dios....................................................................91
La participación activa en la liturgia .............................................................................94
La formación del corazón..............................................................................................96
La dirección espiritual...................................................................................................97
Los ejercicios espirituales y los retiros mensuales.........................................................99
Dimensión humana-personal...............................................................................................105
Esquema ......................................................................................................................107
El proceso de maduración humana ..............................................................................108
La formación cultural y complementaria........................................................................113
Dimensión humana-comunitaria...........................................................................................116
Esquema .......................................................................................................................118
Formación de las relaciones familiares .........................................................................118
La comunidad formativa ...............................................................................................119
Sentido comunitario y social .........................................................................................119
La verdadera amistad ....................................................................................................119
La libertad y la obediencia............................................................................................120
Dimensión académica-Iaboral..............................................................................................121
Esquema ......................................................................................................................123
Áreas de la formación académica ................................................................................124
La calidad de la enseñanza...........................................................................................126
Sentido del trabajo y del descanso ...............................................................................127
Dimensión apostólica..........................................................................................................129
Esquema ......................................................................................................................133
El estudio de la teología pastoral .................................................................................134
Capacitación práctica ...................................................................................................134
El fomento de la caridad pastoral.................................................................................134
La actividad pastoral como ámbito de discernimiento..................................................134
La capacidad de colaboración ......................................................................................135
El servicio como clave ministerial ...............................................................................135
El aprecio de los diversos carismas .............................................................................135
Dimensión vocacional o del proyecto.................................................................................136
Esquema ......................................................................................................................138
La intencionalidad y libertad en la formación ..............................................................138
La elaboración del proyecto personal ..........................................................................139

8. Itinerario para el seminario menor..........................................................................................141


Primer semestre: momento de integración..........................................................................146
Γ Presentación del itinerario y del primer semestre.....................................................147
2° Los estudios y el trabajo.........................................................................................152
3° El cuerpo, los afectos y el espíritu..........................................................................157
Itinerarios formativos 695 índice

4° El proyecto personal...............................................................................................163
Segundo semestre: momento de crecimiento .....................................................................167
Γ El equilibrio formativo............................................................................................168
2° El sentido social ......................................................................................................171
3o El sentido espiritual................................................................................................175
4° Cierre del curso y proyecto personal.......................................................................177
Tercero y cuarto semestres: momento de estabilidad...........................................................183
Γ Presentación del tercero y cuarto semestres ............................................................185
2° La dimensión espiritual...........................................................................................189
3o La dimensión humana personal...............................................................................194
4° La dimensión comunitaria-social............................................................................199
5° La dimensión apostólica.........................................................................................203
6° La dimensión académica-laboral............................................................................208
7o La dimensión del proyecto......................................................................................213
8o Cierre del segundo año y proyecto personal............................................................217
Quinto semestre: momento de profundización ...................................................................220
Io La identidad de la Iglesia.........................................................................................221
2° Participación en la misión.......................................................................................225
3o La misión y la vocación..........................................................................................229
4° La misión irrenunciable .........................................................................................233
Sexto semestre: momento de discernimiento ......................................................................236
Γ El discernimiento espiritual.....................................................................................237
2° El discernimiento vocacional..................................................................................241
3° Discernimiento del paso al curso introductorio ......................................................246
4o Cierre de la etapa del seminario menor...................................................................249

9. El itinerario para el curso introductorio ..................................................................................253


Γ Introducción ...........................................................................................................260
Primer módulo: la Sagrada Escritura ..................................................................................264
2° La Palabra de Dios en tu corazón ...........................................................................265
3o La figura de Cristo en el Antiguo Testamento.........................................................269
4° La revelación de Cristo en los Evangelios .............................................................273
Segundo módulo: El símbolo de la fe .................................................................................277
5o Creo en el Hijo de Dios...........................................................................................278
6o Creo en Dios Padre.................................................................................................282
7° Creo en el Espíritu Santo y en la Iglesia.................................................................285
Tercer módulo: la moral cristiana .......................................................................................288
8o El contexto moral y la formación de la conciencia..................................................289
9° El desarrollo de la conciencia.................................................................................292
10° Vida moral y relaciones humanas ........................................................................296
Cuarto módulo: el autoconocimiento ................................................................................300
11° Conocimiento de sí y penitencia ..........................................................................301
12° El yo integral........................................................................................................304
13° Una visión de sí mismo .......................................................................................307
Itinerarios formativos 696 índice

Quinto módulo: discernimiento.........................................................310


14° Criterios y método del discernimiento ..................................3Π
15° La confirmación y el proyecto personal...............................315
16° Cierre del curso introductorio ..............................................318

10.Itinerario para la tapa filosófica (estructuradora)................................321


Primero de filosofía: la actitud de "permanecer atento" ...................328
Γ Presentación de la etapa y del curso ........................................330
2° La actitud de "atender a" ........................................................333
3° Jesucristo, el hombre libre .....................................................336
4° La autotrascendencia en el amor.............................................339
5° Jesús, el hombre para los demás .............................................343
6° Jesús, fiel a la voluntad del Padre...........................................346
7° María en la vida discipular .....................................................349
8° Cierre del primer año de filosofía...........................................352
Segundo de filosofía: la actitud de "liberarse de" .............................355
Γ Presentación del segundo año de filosofía .......................................357
2° Ejercicio metodológico "liberarse de"....................................360
3° La madurez y sus raíces sociales..............................................364
4° La vida de familia y la madurez .............................................368
5° La sexualidad y la formación .................................................372
6° El concepto de "dialéctica de base" .......................................376
7° El servicio como actitud fundamental....................................379
8° Cierre del segundo año de filosofía .......................................382
Tercero de filosofía: la actitud de liberare para tomar una decisión . 385
Γ Proceso de tercero de filosofía ................................................387
2° El ejercicio metodológico "liberarse para" ............................390
3° La libertad ordenada...............................................................394
4° La fase subliminal....................................................................398
5° El proceso de la etapa filosófica ............................................401
6° Un continuo trabajo .......................................................................405
7° El paso metodológico "decisión-acción" ...............................408
8° Cierre de la etapa filosófica ....................................................411

11. Itinerario para la etapa teológica.........................................................415


Primero de teología: las virtudes teologales ......................................425
Γ Presentación de la etapa teológica...........................................427
2° La configuración con Cristo Pastor.........................................432
3° Jesús, un hombre de fe.............................................................436
4° La oración contemplativa y el discernimiento vocacional......440
5° Jesús, un hombre de esperanza ...............................................444
6° El estudio de la teología y la vida espiritual...........................447
7° Contemplación de la caridad de Jesús ....................................451
8° Síntesis del itinerario y preparación de las vacaciones............454
Itinerarios formativos 697 índice

Segundo de teología: los consejos evangélicos .....................................................................459


1° Presentación del segundo año de teología...............................................................461
2° La imagen del pastor en el Nuevo Testamento........................................................466
3o Los consejos evangélicos........................................................................................471
4o La pobreza sacerdotal .............................................................................................475
5o La obediencia en la vida sacerdotal ........................................................................480
6o El celibato sacerdotal .............................................................................................485
7° El proyecto de vida sacerdotal ...............................................................................490
8o Síntesis del itinerario y preparación de las vacaciones ...........................................496
Tercero de teología: caridad pastoral y prioridades presbiterales..........................................499
Γ Presentación del tercer año de teología....................................................................501
2° El concepto de caridad pastoral..............................................................................505
3° La comunión jerárquica..........................................................................................509
4° La fraternidad sacerdotal .......................................................................................514
5o La fraternidad apostólica ........................................................................................519
6° La atención a los pobres y a los enfermos ..............................................................523
Τ La prioridad de la familia y los jóvenes...................................................................527
8o El cuidado de las personas consagradas..................................................................531
Cuarto año: las actitudes del presbítero................................................................................537
Γ Presentación del cuarto año de teología...................................................................539
2° El humilde servicio.................................................................................................543
3° El respeto y la cortesía ...........................................................................................549
4o El silencio, la escucha y el consuelo .......................................................................554
5o Liberalidad y magnanimidad...................................................................................558
6° Libertad y transparencia..........................................................................................562
7° Disponibilidad y corresponsabilidad.......................................................................565
8o Cierre de la etapa teológica.....................................................................................571

12. Itinerario para la etapa pastoral.............................................................................................575


Momento introductorio: .......................................................................................................581
Γ La inserción pastoral................................................................................................583
2° La fraternidad presbiteral........................................................................................588
3o Una obra común......................................................................................................591
4o El proyecto sacerdotal.............................................................................................595
Los ministerios laicales........................................................................................................599
Γ La ministerialidad eclesial.......................................................................................601
2° El ministerio de lector.............................................................................................606
3o El ministerio de acólito...........................................................................................610
4o La admisión a órdenes.............................................................................................614
Preparación para el diaconado .............................................................................................619
Γ El humilde servicio..................................................................................................621
2° Pertenencia al presbiterio........................................................................................626
3o El celibato eclesiástico ...........................................................................................631
4° La ordenación diaconal...........................................................................................637
Itinerarios formativos 698 índice

Preparación para el presbiterado .......................................................641


Γ El ministerio diaconal .............................................................643
2° La celebración de la Eucaristía...............................................647
3° El ministerio de la reconciliación ..........................................653
4o La ordenación presbiteral........................................................657

13. El contexto de la formación permanente............................................661


Etapa de iniciación......................................................................663
Etapa de estabilidad ....................................................................664
La vuelta a la raíz........................................................................666
La opción por la sabiduría ..........................................................668
El testamento espiritual ..............................................................670

95) Organizando los encuentros comunitarios .........................................673

96) El acompañamiento............................................................................679
El acompañamiento personal........................................................680
El acompañamiento grupal ..........................................................683
El acompañamiento a través del itinerario ..................................686

16. Bibliografía ........................................................................................687

índice............................................................................................693
SACERDOTES
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OS
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