Comentario sobre el capítulo El mito de la belleza del libro de Naomi Wolf
El libro fue publicado hace ya casi 30 años
La belleza se volvió un valor sustentable de la economía consumista Una sociedad claramente dividida por clases sociales y roles de género El mito de la belleza es un arma política, económica y cultural que funciona en contra de los logros del feminismo. En ciertas oraciones pareciera que la autora sostiene la idea de acciones sistémicas con una clara finalidad. Sin embargo, casi al final asegura que no se trata de una conspiración sino de ambientes. Desde que tengo uso de razón, el tema de la belleza me ha quitado el sueño. Desde muy niña comprendí que la belleza era un valor importante con el cual se pueden obtener cosas y afectos; y que establece jerarquías entre las mujeres. La dictadura de la belleza me ha acompañado durante toda mi vida. Las consecuencias del mito de la belleza son los trastornos alimenticios, las cirugías plásticas, las jerarquías y competencias implícitas entre mujeres, la naturalización del estereotipo de lo que debe ser y hacer una mujer, pero sobre todo la objetivación de ésta. ¿Cómo es la relación entre la belleza femenina y su libertad? ¿Por qué el mito de la belleza es un arma contra los logros del feminismo? Conocidas que se operan, líderes que se operan, los canales de YouTube que más ven las mujeres son de cosméticos. Siempre me he preguntado si una mujer que se opera el cuerpo para cubrir algún estándar de belleza se encuentra realmente ejerciendo su libertad o es una esclava del sentido común patriarcal. ¿Cómo ¿Cuál es el ambiente que propicia el mito de la belleza? La industria de la belleza No te engañes, amiga, estás cumpliendo un estereotipo, estas siendo pensada y fabricada por el sistema patriarcal, sujetos sujetados, cuerpos disciplinados y dóciles, cuerpos enfermos y descuidados Enfatiza con maestría en el poder del mito como creador de realidades dañinas para los logros de la lucha feminista. Los logros aludidos son el voto, el acceso real a la educación superior, al ambiente laboral y a los puestos altos del gobierno, y el desmantelamiento del mito doméstico, entre otros. Sin embargo, deja de Rosa y Margarita no se conocen, sin embargo, ambas compartieron el mismo deseo y se sometieron a una cirugía para modificar una parte de su cuerpo. El motor principal de ese deseo y esa elección común es el mito de la belleza. Ambas, por ser mujeres de esta época, fueron Éste es el respondenominador de sus historias es el contexto Hay trazos de unión entre sus historias que sortean sus diferencias, ¿cuál es el común denominador? ¿Qué fue lo que suscitó la aparición de ese deseo y esa elección? Sin duda, fue el mito de la belleza. Ambas desearon, eligieron y actuaron de acuerdo con el patrón generado por el mito de la belleza. Hay dos maneras. La disyuntiva en la interpretación: su elección fue libre o fue producto del mito de la belleza ¿Por qué el mito de la belleza es un arma contra la libertad de la mujer? El mito de la belleza es un arma contra la libertad de la mujer Naomi Wolf sostiene la tesis de que el mito de la belleza es un arma política, económica y cultural contra los logros del feminismo y, por ende, en contra de la libertad de las mujeres. Cuestiona y critica agudamente el carácter universal, biológico y esencialista que subyace al mito. Asevera atinadamente que el mito es un sistema de valores comerciales regulado por la política, que establece jerarquías, genera competencia y mantiene las relaciones de poder patriarcales y hegemónicas. Después de un recorrido histórico breve sobre el mito, afirma que el orden social lo genera por razones económicas. Pese a todo este despliegue brillante de razones puntuales sobre porqué el mito es un poderoso creador de realidades y conciencias que perjudican los logros de la lucha feminista, Naomi soslaya la explicación sobre cómo éste afecta la libertad de nuestro sexo. El tema sobre la libertad queda entre líneas en todo el capítulo, no se discute directamente. Debido a lo anterior y con el fin de ahondar más sobre esto, los siguientes párrafos son una disertación sobre la relación entre el mito de la belleza y la libertad de las mujeres. Rosa pasa por dos años sus tres primeras décadas, vive con su esposo y dos hijos en la colonia Doctores y se dedica a vender sandalias en el mercado. Cuando se dio cuenta de que la escuela no era para ella, terminó la preparatoria y comenzó a trabajar. Su familia no estaba de acuerdo con esa decisión, pero al final la apoyaron. Ella piensa que todos los políticos son iguales y que todo ya está arreglado, y por eso no vota. Se caso a los pocos años de empezar a laburar. Después de tener a su segundo bebé, se miró al espejo y supo que su vida sería mucho mejor si tan solo fuera un poco más nalgona. Su esposo desaprobó esa decisión, pero ella ahorró por dos años y se operó. Ahora camina presumiendo su andar por los pasillos del mercado y ahorra para la operación de pechos. Margarita no llega a la segunda década de vida, vive con sus papás en Ecatepec y estudia enfermería en la universidad del Estado. No está segura de que le guste la política, pero cumple con su obligación de votar. Ella es una joven muy estudiosa y responsable, y por eso, cuando le pide algo a su hermano que trabaja en Estados Unidos, él se lo concede. Un día, saliendo de la escuela, pasó con sus amigas a la tienda de maquillaje. Mientras se probaba un rubor coral claro, la invadió un deseo intenso por cambiar de nariz. Llegó a casa esa tarde y buscó toda la información médica sobre ese tipo de cirugías y las opciones para realizársela. Al cabo de una semana, le comunicó a sus papás y a su hermano su decisión: ella dejaría atrás esa nariz tan estorbosamente fea que le había heredado la abuela. Ellos desaprobaron su intención, pero ella insistió y al final del mes su hermano le envió el dinero. Ahora Margarita goza de una nariz sin genética y un rostro más respingado. Rosa y Margarita son mujeres de su época que, al igual que 900,000 mil mujeres en 2016, se realizaron una cirugía estética en el país. Ambas fueron capturadas por los tentáculos del mito de la belleza. El patrón de deseos, elecciones y comportamientos que crea y nutre el mito las alcanzó como un susurro en sus conciencias. Actuaron siendo presas de una narrativa que mantiene los privilegios de los hombres y prioriza lo superficial y el consumo. Sin embargo, y en apariencia contradictorio, las dos actuaron con libertad, ¿cómo es posible que hayan sido presas y libres al mismo tiempo? Descifremos esta supuesta paradoja, pues es rica en posibilidades éticas. El mito de la belleza afecta directamente la libertad de las mujeres porque empeora la relación con nuestros cuerpos, impone valores que favorecen nuestra dominación y sumisión, obstaculiza las relaciones entre nosotras y nos objetiva. Desde inicios de la modernidad se ha reproducido la idea del cuerpo máquina y del cuerpo separado de la mente. El cuerpo con sus afectos y sus sensaciones fue relegado y domesticado por la razón. Esto produce cuerpos dóciles, disciplinados, enfermos y descuidados, listos para las necesidades del mercado y no para la expresión de la existencia de cada sujeto. Si a estas desventajas del cuerpo moderno se suman los estándares de belleza que se le imponen a la mujer, la situación se agrava terriblemente. La desconexión existente entre el cuerpo de las mujeres y sus conciencias, esa negación siempre latente propiciada por el mito de la belleza es el motivo por el cual muchas lo maltratan, lo dañan, lo odian y lo mutilan. Esa falta de conexión con la herencia biológica e histórica, y con el presente sensorial que porta el cuerpo, es una de las fuentes de inseguridades de las mujeres. El modelo de belleza hegemónico es un ideal imposible y sofocante para la gran mayoría de nosotras. Es una barrera a nuestra libertad en la medida en que nos separa del único medio que tenemos para experimentar el mundo y expresarnos. En lugar de cuidar el cuerpo que poseemos, nuestros esfuerzos se dirigen hacia conseguir el ideal. Los valores que promueve el mito para nuestro sexo nos restan libertad. El ideal es la imagen de una mujer joven, frágil y tonta que pueda ser cuidada y adorada por un hombre. La libertad está ligada necesariamente a los valores opuestos: experiencia, fortaleza e inteligencia. Envejecer es malo para la belleza de la mujer, según el mito, pero es uno de los procesos que permiten mayor libertad económica, política, de pensamiento y discusión. Temer a la vejez es temer a la libertad. Además, estos valores terminan materializándose en atuendos y arreglos estéticos incómodos que, una vez más, van en contra de nuestro libre andar por las calles. Las relaciones entre mujeres se dificultan principalmente por la competencia implícita que generan los estándares de belleza. La envidia que corroe cualquier vínculo entre nosotras es en gran medida generado por el sistema patriarcal que nos clasifica y ordena en una escala de guapura. El sentido común dice que mientras mejor punteadas salgamos, mejor nos ira en todos los aspectos, principalmente laboral y afectivo. Este panorama nos convierte en rivales. Nos hace sentir miedo cuando vemos que otra puede bajar nuestra calificación, porque se nos amenaza tácitamente con que perderemos seguridad, autoridad, poder, afecto, dinero, ciertas facilidades o que simplemente se nos dificultará todo. El sistema patriarcal nos hace utilizar la belleza como moneda de cambio para obtener cosas y hasta para ser escuchadas y atendidas. En otras palabras, la idea que se nos enseña es que mientras más bellas seamos, pues seremos más poderosas, seguras y libres. La voz popular sentencia “una mujer bella obtiene lo que quiere”. Esto último es totalmente falso. En apariencia, la belleza como virtud facilita la vida para quien la detenta porque le da cierto poder y libertad. Sin embargo, el mito de la belleza y su respectivo sentido común no dice que la belleza es una virtud pasajera, relativa, costosa y fuera del control de la persona. Invertir en nuestra belleza para asegurarnos poder y libertad es tan confiable como comprar maíz como un ahorro a largo plazo. Nos hace esforzarnos el doble que los hombres para obtener las mismas cosas, pues debemos ser bellas y, al mismo tiempo, muy capaces; y al final, el machismo de la opinión pública dirá que seguro sólo fue por nuestra habilidad de despertar la concupiscencia de los hombres. La rivalidad entre nosotras merma nuestra libertad porque dificulta la comunicación de experiencias y enseñanzas. Esa comunicación es necesaria para la construcción de realidades más favorables para nosotras. También, porque nos corta las redes de apoyo. La razón principal por la que el mito de la belleza afecta nuestra libertad es que nos objetiva. Las mujeres deben personificar la belleza y los hombres adquirir a los mejores ejemplares, es decir, nuestro sexo es la cosa y el otro el que la compra. En esa fórmula, las mujeres somos esclavas de la aprobación del Otro varón y de la opinión pública que es siempre machista. La libertad es una actitud que sólo pueden ejercer las mujeres constituidas plenamente como sujetas capaces de pensar, actuar y decidir pese a la desaprobación ajena. El proceso de afirmación de una misma como voluntad libre consiste en una permanente desobediencia ante lo establecido acompañada de una enorme valentía para soportar ser descrita como fea, arrogante, insoportable, loca, bruja… En este combate contra el mito de la belleza, habremos de ser cuidadosas de no tirar al bebé con el agua sucia. Vivimos tiempos de resignificación de todos los valores, tiempos para construir relaciones con el mundo más libres y justas que nos hagan gozar plenamente de nuestra existencia como mujeres. El mito patriarcal nos impone una manera de relacionarnos con la belleza que, como mencioné párrafos arriba, nos esclaviza y que debemos combatir. Junto con la exploración creativa de nuevas formas de convivir con la belleza, debe existir una actitud de respeto por las que ya existen y las que vendrán, ¿cómo rescatar el acto libertario del fondo de una decisión encerrada en la lógica del mito de la belleza? La decisión de Rosa por agradarse el trasero y de Margarita por cambiar de nariz fueron libres porque cada una modificó una realidad que le incomodaba y que le fue impuesta. Ir en contra de una ley natural o artificial con voluntad, es por definición un acto libre. En este caso, no se combate la ley del mito, pero claro que se transforma una imposición biológica. Modificar el propio cuerpo a voluntad es una libertad que el movimiento feminista ha logrado. La independencia económica En conclusión, el mito de la belleza es un arma en contra de los logros de las mujeres y su libertad. Sin embargo, habremos de estar abiertas ante las distintas posibilidades de expresión de la libertad de todas. Nuevas formas de relacionarnos con la belleza pueden estar en llevar al límite los estándares solicitados. Las exigencias estéticas que pesan sobre los hombros de las mujeres
La libertad es el derecho que tienen todas las personas de pensar, actuar y decidir conforme sus propias facultades, conocimientos y deseos