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LA PRINCESA CABALLEROSA Y EL CABALLERO

PRINCESOSO
Graciela Correa

E rase que se era, hace no mucho


tiempo y en un lugar no muy lejano,
una princesa no muy alta y no muy
tímida. La princesa Esmeralda siempre
estaba sonriendo, contando chistes e
historias de aventuras de caballeros y
dragones. Su papá, el rey, le contaba
esas historias desde que ella era bebé.
Y desde hacía un tiempo, a la princesa
le habían entrado ganas de vivir cosas
emocionantes como en esos cuentos.

Los reyes y la princesa tenían muchos caballeros en su castillo para pelear


por ellos. Peleaban contra los dragones que atacaban sin parar a la ciudad
para llevarse toda la comida. El más valiente de los caballeros se llamaba
Sebastián. y había derrotado a muchos dragones, echándolos para siempre
del reino.

La princesa siempre escuchaba sus relatos y se emocionaba tanto que ella


misma quería salir a combatir con su espada. ¡Ah, claro! La princesa
Esmeralda había comprado su propia espada con el dinero que le
regalaban para sus cumpleaños, y también una armadura plateada y
brillante.
Un buen día, no resistió más y se vistió de caballero para que no la
reconocieran; se subió a un caballo y se unió al grupo que salía al campo
en busca de los enemigos.
El caballero Sebastián se encontraba dando órdenes a todos para que
bajaran las armas y armaran las carpas, cuando de repente, miró su espada
y les dijo a los demás que estaba cansado de luchar, y que quería ser
príncipe para poder descansar y que lo atendieran bien.

Todos rieron porque pensaron que era una broma. Entonces, la princesa
disfrazada de caballero le gritó enojada que ella misma iría tras el más
poderoso de los dragones, ya que él se había convertido en un cobarde.
Desenfundó su espada y fue en busca de la bestia, que no se hizo esperar.
Sebastián se asustó al reconocer a la princesa, sabiendo que él debía
cuidarla para que nada malo le pasara. Entonces salió corriendo tan rápido
que olvidó sus armas, y cuando el dragón se acercó a Esmeralda para
lanzarle su aliento de fuego, Sebastián no tuvo mejor idea que gritarle:
“¡Alto!”.
Todos se quedaron quietos, incluyendo al dragón, que no entendía nada. Y
fue entonces que a Sebastián se le ocurrió que tal vez la bestia podía
entender si él le hablaba tranquilamente.

Así que continuó explicándole que todos podían convivir en paz en el


reino y trabajar juntos.

Fue entonces cuando llegaron los reyes, quienes habían partido en busca
de la princesa, y como vieron que Sebastián había mostrado mucho más
valor con sus palabras que con su espada, le otorgaron en matrimonio a su
hija Esmeralda, quien aceptó encantada al comprender que la verdadera
valentía no proviene de las armas ni de la violencia, sino de un gran
corazón.
EL LEÓN Y EL RATÓN

D espués de un
largo día de caza, un
león se echó a
descansar debajo de
un árbol. Cuando se
estaba quedando
dormido, unos ratones
se atrevieron a salir de
su madriguera y se
pusieron a jugar a su
alrededor. De pronto, el más travieso tuvo la ocurrencia de esconderse
entre la melena del león, con tan mala suerte que lo despertó. Muy
malhumorado por ver su siesta interrumpida, el león atrapó al ratón entre
sus garras y dijo dando un rugido:
-¿Cómo te atreves a perturbar mi sueño, insignificante ratón? ¡Voy a
comerte para que aprendáis la lección! -
El ratón, que estaba tan asustado que no podía moverse, le dijo temblando:
- Por favor no me mates, león. Yo no quería molestarte. Si me dejas te
estaré eternamente agradecido. Déjame marchar, porque puede que algún
día me necesites –
- ¡Ja, ja, ja! – se rió el león mirándole - Un ser tan diminuto como tú, ¿de
qué forma va a ayudarme? ¡No me hagas reír!.
Pero el ratón insistió una y otra vez, hasta que el león, conmovido por su
tamaño y su valentía, le dejó marchar.
Unos días después, mientras el ratón paseaba por el bosque, oyó unos
terribles rugidos que hacían temblar las hojas de los árboles.
Rápidamente corrió hacia lugar de dónde provenía el sonido, y se encontró
allí al león, que había quedado atrapado en una robusta red. El ratón,
decidido a pagar su deuda, le dijo:
- No te preocupes, yo te salvaré.
Y el león, sin pensarlo le contestó:
- Pero cómo, si eres tan pequeño para tanto esfuerzo.
El ratón empezó entonces a roer la cuerda de la red donde estaba atrapado
el león, y el león pudo salvarse. El ratón le dijo:
- Días atrás, te burlaste de mí pensando que nada podría hacer por ti en
agradecimiento. Ahora es bueno que sepas que los pequeños ratones
somos agradecidos y cumplidos.
El león no tuvo palabras para agradecer al pequeño ratón. Desde este día,
los dos fueron amigos para siempre.
MORALEJA:
-Ningún acto de bondad queda sin recompensa.
-No conviene desdeñar la amistad de los humildes.

MI JARDINCITO
Teresa es una niña muy aplicada. Todos los días va al
jardín.

Un día su maestra le dijo:

- Teresa, ¿puedes describir tu jardín?

Ella respondió:

- ¡Claro que sí, maestra! “Mi jardín es bonito y


grande. En ella hay muchas aulas de clase,
dirección, biblioteca, comedor, servicios
higiénicos y juegos. También hay plantitas”.

La maestra le pregunto:

- ¿Teresa como cuidas lo que hay en tu jardincito?

Teresa respondió:

- Maestra cada vez que ensuciamos el aula todos los niños y niñas limpiamos. No
pintamos las paredes, las mesas o sillas. Si vamos al baño dejamos limpio, y
botamos las basuras al tacho. Después de comer limpiamos nuestro lugar.
Algunos días regamos las plantitas y cuidamos vuestro huerto.

La maestra dijo:

- ¡Qué bien! es muy importante hacer todo eso, ahora responde ¿por qué te gusta
ir a la escuela?

Teresa le respondió:

- Porque allí aprendo muchas cosas importantes, mi maestra es muy cariñosa y


tengo muchos amiguitos, juego, estudio y me divierto. Todos los niños debemos
ir siempre a la escuela para aprender y poder ser alguien importante en el futuro.
Mi mamá y mi papá siempre me hablan de eso y me ayudan en mis tareas
¡cuánto les tengo que agradecer!. Pero también es importante cuidar de nuestro
jardincito.

LA RIDÍCULA CREMA INVISIBLE


M ario era un niño bueno, pero
tan impaciente e impulsivo que pegaba
a sus compañeros casi todos los días.
Laura, su maestra, decidió entonces
pedir ayuda al tío Perico, un brujo un
poco loco que le entregó un frasco
vacío.
- Toma esta poción mágica que ni se ve, ni se huele. Dásela al niño en
las manos como si fuera una cremita, y dejará de pegar puñetazos.
La maestra regresó pensando que su locuelo tío le estaba gastando una
broma, pero por si acaso frotó las manos de Mario con aquella crema
invisible. Luego esperó un rato, pero no pasó nada, y se sintió un poco
tonta por haberse dejado engañar.
Mario salió a jugar, pero un minuto después se le oía llorar como si lo
estuvieran matando. Cuando llegó la maestra nadie le estaba haciendo
nada. Solo lo miraban con la boca abierta porque… ¡Le faltaba una mano!
- ¡Ha desaparecido! ¡Qué chuli! ¡Haz ese truco otra vez! - decía Lola.
Pero Mario no había hecho ningún truco, y estaba tan furioso que trató de
golpear a la niña. Al hacerlo, la mano que le quedaba también desapareció.
Laura se llevó corriendo a Mario y le explicó lo que había ocurrido, y
cómo sus manos habían desaparecido por usarlas para pegar. A Mario le
dio tanta vergüenza, que se puso un jersey de mangas larguísimas para que
nadie se diera cuenta, y ya no se lo volvió a quitar. Entonces fueron a ver
al tío Perico para que deshiciera el hechizo, pero este no sabía.
- Nunca pensé darle la vuelta. No sé, puede que el primo Lucas sepa
cómo hacerlo…
¡Qué horror! El primo Lucas estaba aún más loco que Perico, y
además vivía muy lejos. La maestra debía empezar el viaje cuanto antes.
- Voy a buscar ayuda, pero tardaré en volver. Mientras, intenta ver si
recuperas tus manos aguantando sin pegar a nadie.
Y Laura salió a toda prisa, pero no consiguió nada, porque esa misma
noche unas manos voladoras -seguramente las del propio Mario- se la
llevaron tan lejos que tardaría meses en encontrar el camino de vuelta.
Así que Mario se quedó solo, esperando a alguien que no volvería. Esperó
días y días, y en todo ese tiempo aguantó sin pegar a nadie, pero no
recuperó sus manos. Siempre con su jersey de largas mangas, terminó por
acostumbrarse y olvidarse de que no tenía manos porque, al haber dejado
de pegar a los demás niños, todos estaban mucho más alegres y lo trataban
mejor. Además, como él mismo se sentía más alegre, decidió ayudar a los
otros niños a no pegar, de forma que cada vez que veía que alguien estaba
perdiendo la paciencia, se acercaba y le daba un abrazo o le dejaba alguno
de sus juguetes. Así llegó a ser el niño más querido del lugar.
Con cada abrazo y cada gesto amable, las manos de Mario volvieron a
crecer bajo las mangas de su jersey sin que se diera cuenta. Solo lo
descubrió el día que por fin regresó Laura, a quien recibió con el mayor de
sus abrazos. Entonces pudo quitarse el jersey, encantado por volver a tener
manos, pero más aún por ser tan querido por todos. Tan feliz le hacía tanto
cariño que, desde aquel día, y ante el asombro de su maestra, lo primero
que hacía cada mañana era untarse las manos con la crema mágica, para
asegurarse de que nunca más las volvería a utilizar para pegar a nadie.
LOS JUGUETES ORDENADOS

É rase una vez un niño que cambió de


casa y al llegar a su nueva habitación vio
que estaba llena de juguetes, cuentos,
libros, lápices... todos perfectamente
ordenados. Ese día jugó todo lo que quiso,
pero se acostó sin haberlos recogido.
Misteriosamente, a la mañana siguiente todos los juguetes aparecieron
ordenados y en sus sitios correspondientes. Estaba seguro de que nadie
había entrado en su habitación, aunque el niño no le dio importancia.
Y ocurrió lo mismo ese día y al otro, pero al cuarto día, cuando se
disponía a coger el primer juguete, éste saltó de su alcance y dijo "¡No
quiero jugar contigo!". El niño creía estar alucinado, pero pasó lo mismo
con cada juguete que intentó tocar, hasta que finalmente uno de los
juguetes, un viejo osito de peluche, dijo: "¿Por qué te sorprende que no
queramos jugar contigo? Siempre nos dejas muy lejos de nuestro sitio
especial, que es donde estamos más cómodos y más a gustito ¿sabes lo
difícil que es para los libros subir a las estanterías, o para los lápices saltar
al bote? ¡Y no tienes ni idea de lo incómodo y frío que es el suelo! No
jugaremos contigo hasta que prometas dejarnos en nuestras casitas antes
de dormir"
El niño recordó lo a gustito que se estaba en su camita, y lo incómodo que
había estado una vez que se quedó dormido en una silla. Entonces se dio
cuenta de lo mal que había tratado a sus amigos los juguetes, así que les
pidió perdón y desde aquel día siempre acostó a sus juguetes en sus sitios
favoritos antes de dormir.
LA CLASE DE LA PROFESORA TINA

L a profesora Tina estaba


muy enfadada con sus
alumnos, últimamente no
hacían más que saltarse las
normas del aula, sobre todo
en los recreos.
Jugaban en las zonas del
jardín que no se podía,
llegaban tarde a la clase, se
dejaban el material escolar sin recoger, gritaban molestando a los más
pequeños y un sinfín de travesuras más.
Tina pensaba día y noche qué podía hacer para que los niños entendieran
que tenían que respetar las normas y disfrutaran de su tiempo en armonía.
Una noche estaba apoyada en la barandilla de su casa mirando a la Luna
lunera cuando paso una brillante estrella fugaz y se le ocurrió pedir un
deseo especial: ¡Ojalá encontrara la forma de que los niños se portasen
bien!
La luminosa estrella se fue y Tina pensó que su petición no había dado
resultado pero al día siguiente comprobó que no era así.
Nada más despertarse miró asombrada a su mesita y vio un libro gordo
verde esperanza que en su portada traía escrito en tinta dorada: "Cómo
conseguir que los niños se porten bien". Ante su sorpresa lo abrió y
encontró lo siguiente:
Querida Tina aquí tienes la solución a tu problema. Verás cómo da
resultado
La profesora muy impaciente por encontrar una solución reunió a los
niños en el aula ese mismo día, los sentó a su alrededor y les dijo:
- Queridos niños, sabéis que estáis siendo muy traviesos así que a
partir de ahora seguiremos unas nuevas normas: 1. Queda prohibido
llegar puntual a clase.
Los niños empezaron a reír, gritar y saltar de alegría en cuanto escucharon
la primera norma. La profesora Tina, estaba atónita y no entendía nada
pero siguió leyendo las normas que había en el libro.
- 2. Queda prohibido recoger el material escolar.
De nuevo los niños empezaron a aplaudir y a gritar y la profesora seguía
sin entender nada de nada.
- 3. Queda prohibido regar las plantas..
Los niños se callaron de repente y se hizo un enorme silencio. Las nuevas
normas empezaban a no ser tan divertidas.
- 4. Queda prohibido que la profesora enseñe a sus alumnos.
- 5. Queda prohibido celebrar fiestas de Navidad y de fin de curso
- ¡No profesora! - interrumpió un niño - Esas normas no nos gustan,
preferimos las que teníamos antes.
- ¿Están seguros? Eso significa que tendrán que ser buenos y obedecer...
- Sí profe - añadió un niño
- ¡Sí! cumpliremos todo lo que nos digas para que no dejes de enseñarnos,
ni dejemos de regar las plantas, ni de celebrar las fiestas del cole.
- Muy bien – contestó Tina – En ese caso creo que deberíamos hacer una
lista de todas las cosas buenas que vamos a hacer a partir de ahora. Así, si
algún día hay algún travieso al que se le olvida de alguna y se empieza a
portar mal, siempre podrá leerla. ¿les parece bien?
- ¡Síiii! - contestó toda la clase.
Y todos empezaron a confeccionar la lista mientras la profesora Tina
sonreía satisfecha.
EL ÁRBOL MÁGICO

H ace mucho mucho tiempo,


un niño paseaba por un prado en
cuyo centro encontró un árbol
con un cartel que decía: soy un
árbol encantado, si dices las
palabras mágicas, lo verás.
El niño trató de acertar el hechizo, y probó con
abracadabra, tan-ta-ta-chán,,
supercalifragilisticoespialidoso y muchas otras, pero
nada. Rendido, se tiró suplicante, diciendo: ¡Buenos
días!" ¡por favor, arbolito!", y entonces, se abrió una
gran puerta en el árbol. Todo estaba oscuro, menos un
cartel que decía: "sigue haciendo magia". Entonces el
niño dijo "¡¡Gracias, arbolito!!", y se encendió dentro
del árbol una luz que alumbraba un camino hacia una
gran montaña de juguetes y chocolate. Él salió y se
despidió diciendo: “Hasta luego arbolito”
El niño pudo llevar a todos sus amigos a aquel árbol y
tener la mejor fiesta del mundo, y por eso se dice
siempre que "por favor" y "gracias", son las palabras
mágicas, pero también existen otras palabras como
Buenos días, puedo, permiso y perdón.

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