Caminando

juntos
Historia
de una familia
pasión por los cueros
 1973 1992 2012

Págs 6—7
 Contenido

10 24 44
Renzo Costa
“Asumir riesgos es Responsabilidad
la única manera social
de convertirnos

18 38
Trabajo de todos
en pioneros”

Marina Nuestro Publicidad

Bustamante equipo El estado
“El aroma Artífices de un del arte
del cuero me gran éxito
recuerda a mi
infancia”

Págs 8—9
 “El aroma del cuero
me recuerda a mi

infancia”
Marina Bustamante

Págs 10 — 11
 Marina Bustamante
U
na mañana de 1968 caminaba por una ca-
lle cercana a la iglesia de San Francisco.
La casa donde vivía con mi padre y mis
cuatro hermanas quedaba en Barrios Al-
tos. Yo estaba por aquella zona porque tenía que
comprar un pasaje para visitar a mi mamá, quien
vivía en Jauja. El jirón áncash y las vías aledañas
conformaban un emporio de curtiembres donde
había tiendas, negocios italianos y galpones de
techos altos que exhibían sus mejores productos.
Aquella era la zona donde todos los zapateros com-
praban cueros, suelas y demás materiales. Fue en-
tonces cuando percibí un olor muy fuerte que me
trasladó a mi infancia.
Mi abuelo, Juan Méjico, era curtidor artesanal
en Masma, un pueblo a veinte minutos de Jauja.
Podría haber sido un empresario exitoso, pero era
muy caritativo y todo lo que ganaba se lo prestaba
a la gente que pedía su apoyo para pagar deudas.
Al final, quien terminó endeudado fue él, así que
tuvo que vender todos sus cueros e irse a trabajar
a una mina para mantener a su familia. No tuve el
privilegio de conocerlo, pues murió antes de que
yo naciera. Sin embargo, recuerdo el día en que,
de niña, descubrí el pozo enorme donde él trabajó.
De este emanaba un olor muy fuerte y yo, que era
muy curiosa y que me encantaba observar y pre-
guntar por todo, me acerqué a mi abuela para que
me contara la historia de aquel pozo que, con el
paso del tiempo, terminó cubierto por la maleza.
Págs 12 — 13
“
El olfato es el sentido con mejor memoria, y fue pre-
cisamente el recuerdo de una infancia feliz, con paisa-
jes tan líricos e inspiradores, lo que me obligó a acer-
carme a los locales que encontré en el centro de Lima.
Con el poco dinero que tenía le pedí a un vendedor que
Este
me mostrara sus cueros para ver con cuáles podría conjunto de
diseñar los cinturones con hebillas de metal enormes,
como los que usaba Jimi Hendrix. A mí me encantaba
experiencias
la moda hippie, me parecía de lo más transgresora. nos ha
Siempre dispuse de dinero ganado con mi esfuerzo. permitido
De niña vendía adoquines y queques en el colegio, así
que podía darme mis gustos. Por entonces acababa
aprender
de terminar la secundaria y durante el verano me pre- de aciertos
paraba para ingresar a San Marcos. Mi padre quería
que estudiara Derecho o Medicina, pero no era lo mío.
y errores.
Le decía que los abogados siempre están litigando y La clave del
que me aterraba la sangre. Lo que yo quería cursar era
Sociología, pero él respondía: “Sociología, imposible, éxito está en
porque te volverás comunista”. la unión y
Así que finalmente opté por Psicología, y por haber confianza que
negociado mi vocación logré que me prestara 600 so-
les para comprarme una máquina de coser. Era una
existen en el
de tercera mano, me la vendió un señor que tenía un equipo”
puesto en el mercado de la Unidad Vecinal N° 3. Con
ella empecé a hacer yo misma correas cada vez más
elaboradas, con pespuntes a los costados, así como
carteras y bolsas de tela. Había una tienda en el Ca-
llao, Sayuri, donde luego de ahorrar mucho compré
una cartera para deshacerla y aprender su confección.
 MARINA BUSTAMANTE
Me fue bien desde el comienzo porque, al igual
que yo, mucha gente se identificaba con esa moda.
Tenía mi taller en Barrios Altos, vendía mis acceso-
rios en la puerta de mi facultad o los dejaba consig-
nados en las boutiques de Miraflores.
Cuando cumplí 19 años pude alquilar un local en
una galería comercial ubicada en la cuadra 8 del
Jirón de la Unión, conocido entonces como la Gran
Vía. Contraté a unas amigas para que me ayudaran
a coser y a mi primer cortador, el maestro Julio
Pérez. Yo me dedicaba a las ventas, a hacer las bo-
letas y las guías de remisión, desde muy tempra-
no en la mañana hasta las seis de la tarde. A esa
hora iba a clases en San Marcos, pero me quedaba
dormida porque en plena campaña el trabajo era
durísimo.
Mi papá me preguntaba: “¿Por qué tienes que
estudiar de noche?”. Si tenía un hogar y un padre
que podía mantenerme, ¿para qué trabajar? Pero
a mí me encantaba disponer de mi propio dinero,
no para desperdiciarlo, sino para convertirlo en una
herramienta de trabajo: que no fuera un fin, sino un
medio. Creo que ese concepto me permitió com-
prarme un auto –un Datsun último modelo con el
que repartía la mercadería– y una segunda tienda
en el sótano de Vía Veneto, la galería más importan-
te de Lima en la década de los setenta. Esa tienda
la bauticé como “Renzo Costa”, el nombre de mi
primer hijo.
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Él había nacido ese mismo año, en 1973, y su nombre
resultó muy comercial. Mientras que las otras tiendas
se llamaban Boutique Sofía o Boutique Lorena, un local
llamado Renzo Costa vendía carteras, vestidos y polos
de mujer. La gente no estaba acostumbrada, ¡muchos
pensaban que se trataba de un modisto extranjero! Él
fue mi inspiración y, actualmente, es una pieza funda-
mental de la empresa. Yo soy puro sentimiento y estoy
llena de ideales, pero él es más cerebral. Además, soy
empírica, mientras que Renzo estudió Administración
de Empresas en la universidad. Actualmente yo me en-
cargo del tema de responsabilidad social; él de todo lo
referente a proyecciones futuras. Es un visionario que
siempre se adelanta a los hechos. Lo admiro muchísi-
mo: yo lo eduqué, pero él me superó.
Regresemos a 1973, cuando la marca se estaba ha-
ciendo conocida y ganábamos clientes porque ofrecía-
mos una propuesta innovadora. Por ejemplo, todas las
carteras eran duras y acartonadas; yo les di más versa-
tilidad y color. Cuando solo había modelos en marrón o
negro, yo empecé a jugar con el rosado y el verde. No
hacía carteras rígidas o chicas, sino bolsos grandes
con mucho espacio.
En 1974 ya tenía un taller grande en la urbanización
Los Cipreses, cerca de la universidad, desde el cual
abastecía a las tiendas que teníamos en Gran Vía, Vía
Veneto, Espaderos y dos más que compramos en la
cuadra 5 del Jirón de la Unión. Era un galpón al que le
mandé hacer un techo y habitaciones de madera. Por
entonces empezamos a confeccionar ropa, en especial
casacas y minifaldas de cuero.
A pesar de que el Perú vivía un gobierno dictatorial,
los setenta fueron años de bonanza. El negocio era
distinto, no había muchas importaciones y la industria
nacional se fue para arriba. Nuestros clientes habitua-
les eran señores de cuarenta a sesenta años, quienes
valoraban el cuero según su peso y grosor, y decían:
“Esto sí es cuero”. Le vendíamos casacas a corpora-
ciones como Electrocentro, Electrolima, Entel y Pesca
Perú, que por motivos de trabajo necesitaban prendas
más duras, que nosotros llamábamos ropa industrial.
Eran perfectas para abrigar a trabajadores que labora-
ban cerca del mar o en la sierra. Sin duda, se trataba
de una época en la que lo práctico era más importante
que la moda, y los clientes esperaban que su casaca
durase para toda la vida.
Nuestras formas de generar ingresos eran inge-
niosas. No solo ganábamos por la venta de ropa y
accesorios, sino por el mantenimiento que ofrecía-
mos. Los clientes traían sus productos anualmente
1974
para que los limpiáramos y tiñéramos, para que les
cosiéramos botones o para que les cambiáramos
los cierres. Ahora el mercado de la moda ha cam- Desde muy joven, Marina emprendió el
biado por completo: el cliente no se pregunta cuánto negocio de moda en cueros que le ha valido
un reconocimiento internacional. Los inicios no
tiempo va a durarle una casaca, pues solo la usará
fueron fáciles, pero su esfuerzo y determinación
una temporada. También permitíamos que los clien- permitieron que alcanzara su objetivo.
tes que no pudieran pagar al contado los 120 dólares
que por entonces costaba una casaca, amortizaran
 MARINA BUSTAMANTE
el monto en cuotas mensuales de veinte dólares.
Una vez cancelada la prenda podían recogerla.
Nadie nos enseñó a vender, fue algo que fuimos
aprendiendo con el tiempo. Teníamos un estupendo
vendedor. Imaginen que al cliente la manga le quedara
muy baja. Le decía: “Señor, llévese esta casaca porque
esta zona es peligrosa y pueden robarle su reloj; no-
sotros hacemos nuestras prendas así para cuidar sus
pertenencias”. Tan bueno era que tenía unas clientas
huaralinas que lo mimaban y traían quesos de su tierra
especialmente para él.
Las ventas llegaron a ser exorbitantes, ni yo misma
podía creerlo. A veces trabajaba en la caja y termina-
ba con los dedos adoloridos porque todo el día estaba
apretando los botones de una máquina registradora
muy antigua. Era de segunda mano y algunos núme-
ros no funcionaban bien, por eso me costaba el doble
de esfuerzo. Como no había billetes grandes, guar-
dábamos el dinero en costales y no teníamos tiempo
para contarlo. Solo sellábamos las bolsas con una cifra
aproximada.
Así llegamos a los ochenta, con una nueva tienda
al costado del Hotel Bolívar y luego otra en Camino
Real (la cual sigue teniendo bastante éxito porque la
gente que trabaja en las oficinas cercanas hasta ahora
nos visita a la hora del almuerzo o a la salida). Fue un
tiempo terrible para toda Latinoamérica: las fábricas
cerraban por doquier y había la peor hiperinflación. A
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eso hay que sumarle el terrorismo que sufría el Perú,
un episodio que los chicos de hoy no conocen como
deberían. En Camino Real pusieron una bomba y la
gente no quería pasear por los centros comerciales
por miedo a un nuevo atentado, pues las explosiones
y los apagones eran pan de cada día. Parecía que el
negocio se iría al diablo.
Sin embargo, los chinos dicen que toda crisis es una
fuente de oportunidad y siempre tuvimos la voluntad
de reinventarnos. A principios de los noventa, mi fa-
milia y yo nos fuimos a vivir a Chile. Por entonces eran
muy comunes los chantajes, secuestros y asesinatos
a sangre fría, así que nos mudamos y dejamos encar-
gadas las tiendas a José Omar Cabanillas, hoy gerente
comercial de Renzo Costa. Ese fue el primer paso para
nuestra internacionalización, porque decidimos inau-
gurar locales en Santiago de Chile, ciudad en la que
hoy nos ubicamos en zonas estratégicas.
A decir verdad, lo peor para Renzo Costa fue el fe-
nómeno de El Niño ocurrido en 1997. Nuestro primer
producto eran las casacas de cuero, pero, ¿quién se
las iba a poner si todo el año hizo un calor infernal? No
vendimos nada y estábamos a punto de declararnos
en bancarrota cuando se nos ocurrió viajar a provin-
cias para organizar ferias. Con Cabanillas al volante,
partía la camioneta de Renzo Costa a puntos de venta
como Cusco, Cajamarca o Huancayo, donde seguía
haciendo frío. Así el stock de casacas empezó a liqui-
darse a toda velocidad.
5
sueños
de Marina
para un
futuro
1. Que Renzo Costa sea una marca reconocida
alrededor del mundo y que lidere la moda en cuero
de primera calidad.
2. Crear una fundación internacional para apoyar
a los jóvenes con habilidades diferentes que deseen
ingresar al mundo laboral.
3. Que nuestra marca esté presente en todos los
aeropuertos del mundo, y que sea distinguida como
peruana.
4. Llegar a las pasarelas más importantes en las
capitales de la moda.
5. Marcar tendencias, para que Renzo Costa siempre
se ubique a la vanguardia de la moda en cuero.
Cuando mi hijo Renzo volvió a Lima, apenas terminó
la universidad en Santiago, propuso la alternativa de
ofrecer billeteras. Fue una nueva manera de vender el
cuero. Hoy las billeteras, al igual que otros accesorios
como las agendas y las carteras, siguen siendo nues-
tros productos con mayor demanda.
Este conjunto de experiencias nos ha permitido
aprender de aciertos y errores. La clave del éxito de la
empresa está en la unión y confianza que existen en
el equipo. Algunos no están más con nosotros, otros
siguen acompañándonos desde los inicios (fueron tan
leales que, en tiempos de crisis, seguían viniendo aun-
que no tuviéramos cómo pagarles). También ha surgi-
do una nueva generación a la que veo preparada para
continuar el crecimiento de Renzo Costa. Los que per-
tenecen a mi época se jubilarán y se irán a su casita,
igual que yo. Pero aún no quiero dejar la fábrica, no por
un tema económico sino por la responsabilidad social
que tengo con los chicos discapacitados que confor-
man una parte esencial de nuestro personal.
El destino de las empresas familiares en el Perú es
muy particular: solo el 5% sobrevive a la segunda o ter-
cera generación. No me agrada la idea de que nuestra
empresa sea una de ellas. Quisiera que Renzo Costa
trascienda mis tiempos y mi vida, como también la
vida de mis hijos. Y que nunca se pierda la formación
que les he dado a ellos y a nuestros colaboradores,
sobre todo la ética y los valores que nos han permitido
proyectarnos hacia el futuro.
 “Asumir riesgos es la única
manera de convertirnos en

pioneros”
Renzo Costa

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 Renzo costa
“
Mi nombre y apellido llevan a pensar a muchos
que Renzo Costa es un italiano”, confiesa con
una sonrisa el joven administrador de empresas,
quien se perfila como el futuro conductor de la
marca de cueros más exitosa del Perú. Nació en 1973,
el mismo año en el que su madre, Marina Bustamante,
comenzó a confeccionar carteras, correas y accesorios
pequeños que vendía de manera informal, mientras es-
tudiaba Psicología en San Marcos. Todo indica que el
destino jugó a su favor y en poco tiempo la universita-
ria ya contaba con su primer local en el centro de Lima,
epicentro del comercio por aquella época. Sin duda, el
nombre de su hijo fue de buen augurio.
De pocas palabras, Renzo se ha mantenido al mar-
gen de la sobreexposición mediática que el triunfo sue-
le atraer. Debido a ello, su historia permanece casi des-
conocida hasta la fecha. Pero lo cierto es que, desde el
día en que culminó sus estudios superiores en Santia-
go de Chile y regresó a Lima, pasó a formar parte del
equipo que lidera junto a Marina.
Cuando entró a Renzo Costa en 1996, la empresa
no andaba nada bien.
Bueno, cabe mencionar que estoy involucrado con
la empresa desde muy chico. Acompañaba a mi mamá
a su trabajo y veía todo el movimiento que existía a su
alrededor, así que inconscientemente fui aprendiendo
cómo funcionaba este negocio. Y luego, cuando me fui
a Chile a estudiar mi carrera, tuve que ocuparme de las
tiendas que habíamos inaugurado allá.
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¿El motivo fue el fenómeno de El Niño?
Ocurre que la empresa fue por mucho tiempo sinóni-
mo de casacas de cuero, muy adecuadas para las épo-
cas de frío, y un año entero de verano nos hizo tambalear.
Así que tuvimos que aplicar otras estrategias y eso, en
parte, fue bueno. Aunque haya sido una experiencia difí-
cil, la creatividad a la que nos vimos obligados a recurrir
para salir adelante nos dio una lección: jamás quedarnos
dormidos en nuestros laureles y buscar siempre el cam-
bio que nos diferencie y nos ubique a la vanguardia.
Comenzamos a estudiar varios factores del merca-
do. Por ejemplo, para todas las empresas el mes de
diciembre era el más rentable gracias a la Navidad,
pero para nosotros era un mes que ni siquiera estaba
entre los cuatro de mayor venta. Pensamos: “¿Qué está
pasando? ¿Cuánta gente puede regalar una prenda de
cuero que cuesta mil soles y cuánta gente puede hacer
un regalo que esté entre los cien y doscientos soles?”.
Obviamente la diferencia era abismal, así que había
que buscar un regalo de ese monto. “¿Por qué no hace-
mos billeteras?”, me pregunté, pues todo el mundo las
usa sin importar la temporada. Así que le sugerí a mi
mamá que diversificáramos. Si ya teníamos el nombre
de la marca bien posicionado, ¿por qué limitarnos a la
fabricación exclusiva de casacas?
¿Pero no había mayor competencia en el rubro de
billeteras?
Por supuesto, y las marcas de billeteras fabricadas
en el Perú estaban bien posicionadas, pero para entrar
en un mercado tu producto tiene que ser igual o mejor.
Así que comenzamos a ver lo que ofrecía la competen-
cia: apenas tres modelos y tres colores… lo básico. De-
bíamos lanzar muchos más modelos y colores y a un
precio mucho más competitivo. Tuvimos que sacrificar
un poco de utilidad, pero ¿qué importaba si el objetivo
era apropiarnos de ese mercado? Concluimos que la
única manera de hacerlo era viajar al extranjero y bus-
car a socios que llevaran años diseñando billeteras y
que quisieran aportar su trabajo a nuestra marca.
¿Qué sacrificios se vio obligado a hacer por esta
empresa en crisis?
No teníamos dinero ni para el primer viaje que nos
permitiría estudiar el mercado extranjero de billeteras.
Pero apostamos por ello, así que juntamos dinero de
donde sea. Con ello logramos viajar a unas ferias en
Europa y contactar a proveedores que trabajaban úni-
camente por pedidos grandes; al entrevistarnos per-
sonalmente con ellos pudimos convencerlos para que
fabricaran las cantidades que estaban dentro de nues-
tras posibilidades. De esa manera, presentamos co-
lecciones muy variadas para que la gente conociera el
producto. Nuestros competidores nos subestimaban
pensando que no pasaría nada con los nuevos aires
que le dimos al mercado de billeteras, pero hoy somos
líderes de este rubro. Creo que mi aporte fue bueno,
haber sacado a Renzo Costa del terreno exclusivo de
la ropa y llevarlo hacia accesorios como billeteras y
correas. Así le dimos la vuelta a la historia, porque di-
ciembre es el mes en el que más vendemos.
 Renzo costa
¿Siente que ese cambio se notó de inmediato o
necesitaron mucha paciencia para ver sus frutos?
Fue muy rápido, porque nuestros clientes visitaban
las tiendas y se encontraban con veinte modelos de
billeteras y a un precio accesible. Esa fue la apuesta al
futuro y hoy estamos cosechando lo que sembramos.
Su trabajo le permite viajar por todo el mundo, des-
de Milán hasta la India…
Al viajar nos sentimos obligados a ubicarnos en un
estándar internacional. La moda que fabricamos no
tiene nada que envidiarle a lo que se está haciendo
en Italia y eso significa que podemos posicionarnos
en cualquier lugar del mundo. Es necesario vivir supe-
rándonos día a día y, en ese sentido, nosotros mismos
somos nuestra competencia.
La última colección que lanzaron apuesta por colo-
res azulados que quizás en el Perú no se usen mucho.
¿Tanta vanguardia es positiva?
En un reciente estudio de mercado la gente ha opi-
nado que fue un cambio radical y agresivo, aunque
las ventas van muy bien. Es verdad que algunos la en-
cuentran un poco chocante, pero ese es el riesgo de la
moda y nosotros apostamos por la diferencia. El mer-
cado pide los mismos modelos y colores, y con eso pa-
rece ser suficiente; nosotros no pensamos así, pues la
idea es ser pioneros en todo lo que hacemos. Hace un
par de años propuse hacer un catálogo en la India para
darle fuerza a nuestras fotos. Muchos se preguntaron
para qué gastábamos tanto en una propuesta así, pero
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La moda que fabricamos no
tiene nada que envidiarle a lo
que se está haciendo en Italia y
eso significa que podemos posicionarnos
en cualquier lugar del mundo”
Usualmente de viaje por motivos de negocios, Renzo ha recorrido el
mundo y ha podido ver las últimas tendencias de la moda.
hoy es común invertir de esa forma en publicidad. Creo
que asumir riesgos es la única manera de convertirnos
en pioneros.
¿Eso significa que es usted el responsable del
cambio?
Estoy metido el 99% de mi tiempo en el diseño y de-
sarrollo diciendo qué va y qué no. Del tema administra-
tivo no me encargo, pero sí de la identidad de la marca.
¿Cómo definiría la producción actual de Renzo
Costa?
Posee mucho de la escuela italiana que hemos ob-
servado en Milán. De ahí proviene nuestro concepto
del color que distingue a nuestra moda. Claro que cho-
ca mucho a la gente clásica (y continuaremos con esa
línea clásica, pues no podemos darnos el lujo de per-
der a los clientes a quienes les gusta ese estilo). Hay un
mercado muy grande con personas que siguen esta
tendencia.
Aparte del nuevo local en la exclusiva zona de Cos-
tanera, en Santiago de Chile, ¿cuáles son los siguien-
tes pasos para la internacionalización?
Para las empresas chilenas es increíblemente difí-
cil tener sus tiendas en el aeropuerto de Santiago o
en Costanera, así que imagínate lo complicado que ha
sido para una marca peruana llegar a estos lugares.
Para mí es un orgullo cuando un peruano va a Chi-
le y reconoce una marca de su país en el aeropuerto.
Nuestra meta es llegar a toda Sudamérica y mi sueño
es que podamos convertirnos en un producto bandera
en lugares como Colombia o Argentina.
Llegará el día en que tanto su madre como el equi-
po que la ha acompañado por más de 25 años deban
retirarse y usted tome la posta con una generación
más joven. ¿Cómo ve ese día?
Yo también me voy a retirar en algún momento… El
desarrollo de una empresa es un proceso: todo tiene
su comienzo y su final. Lo más importante es que a
ese final le siga otro comienzo, y que el pasado sirva de
impulso e inspiración para llegar cada vez más lejos.
 Sin ellos, la historia hubiera sido
diferente. Estuvieron presentes
en los comienzos, se “pusieron la
camiseta” en tiempos de crisis y
aportan sus respectivos talentos para
cumplir un sueño de largo aliento.

Artífices de un

gran éxito
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 Nuestro equipo
José Omar
Cabanillas
(Gerente Comercial)
Y
o entré a Renzo Costa como chofer a los diecinueve años. Mi
esposa Anita me presentó a la señora Marina, quien me dijo:
“Joven, necesitamos que usted recoja a nuestros trabajadores
que viven en Villa el Salvador, Villa María del Triunfo, San Juan
de Miraflores, La Victoria y Barrios Altos”. De inmediato acepté. “Pero
tiene que empezar a las seis de la mañana, porque a las ocho en punto
ellos deben ingresar a la empresa. ¿Podrá usted?”, me preguntó, des-
confiando un poco de mi corta edad. Le aseguré que no tenía por qué
preocuparse, a pesar de que era julio de 1987 y había toque de queda,
de doce de la noche a cinco de la mañana.
En ese entonces yo vivía en el Callao y debía recoger el auto en la
fábrica, en la urbanización Los Cipreses. Para ser puntual con mi hora-
rio de trabajo, salía de mi casa a las 5:05 de la mañana y esperaba en
una esquina a que los tanques de la Marina de Guerra del Perú se reti-
raran. Cronometré el primer autobús, que pasaba por el paradero a las
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5:17 a.m., siempre con el mismo cobrador. Si no tomaba ese carro no
llegaba a la fábrica. Me habían dado las llaves para entrar, pero había
un dóberman y yo le tenía pánico a ese perro. Así que llevaba siempre
un pedazo de pan que le tiraba para distraerlo. Como la señora vio que
yo me sacrificaba sin poner ningún reparo, pronto decidió darme su
auto y me dijo: “Para que no tengas que venir hasta acá”.
Tuve la oportunidad de seguir en la empresa a pesar de que una vez
me chocaron. Estaba en una avenida y por culpa de un bus parado
un carro que venía detrás no me vio y se me vino encima. Podrían
haberme botado pero no lo hicieron y esa misma oportunidad que me
dieron se la doy ahora a los jóvenes cuando se equivocan. Les señalo
sus fallas y les pido que pongan más atención, pero lo primordial es
que uno debe educar más que castigar. De esta manera la gente que
trabaja aquí es más leal y por eso tenemos muy poca rotación de per-
sonal.
El día en que yo realmente me gané la confianza de la señora Mari-
na fue cuando la estaba llevando al banco y ella tenía una gran suma
de dinero en un sobre. El tráfico no nos permitía avanzar por una calle
del centro de Lima cuando, de pronto, un ladrón le arranchó el sobre
y se dio a la fuga. De inmediato me bajé del auto y corrí lo más rápido
que pude, hasta que lo agarré del cuello y lo obligué a devolver el di-
nero. ¡Se me salió el chalaco! Pero cuando regresé al auto y le devolví
a la señora lo recuperado, yo estaba temblando como nunca. Ambos
estábamos muy asustados y ella, a pesar de sentirse agradecida, me
reprendió por haber arriesgado mi vida.
Poco a poco fui mostrando mis habilidades en otros rubros hasta
que contrataron a un chofer para que me sustituyera. A partir de en-
tonces comencé a comprar los cueros y los materiales que se usaban
 Nuestro equipo
para hacer las casacas, y administraba las ferias en donde presentá-
bamos nuestra marca. Cuando Marina, su esposo y sus hijos se mu-
daron a Chile, fui yo quien se quedó a cargo de la fábrica y todas las
tiendas por un período de dos años. Yo tenía 24 en ese momento y
profesionalmente fue un fogueo para mí. Lo que para ellos fue una
amenaza de muerte, para mí fue una oportunidad.
Cuando regresaron a Lima yo ya era otra persona. Me llevaba muy
bien con todos, sobre la base del mutuo respeto. Nunca me peleé con
nadie y, si la gente me reclamaba algo, trataba de escuchar y accedía
a todo lo que fuera justo. No quisiera jactarme de nada, pero creo que
tengo mucha inteligencia emocional.
Durante el fenómeno de El Niño, la empresa casi se declara en
bancarrota. Dos factores la salvaron: empezar a hacer billeteras y las
campañas de venta que hacíamos al interior del país, que fue mi idea.
Teníamos nuestra camioneta, una combi de color verde a la que le pin-
tamos de puño y letra “GRAN OFERTA CASACAS DE CUERO RENZO
COSTA”. Como no teníamos dinero, armábamos la exhibición no en el
hotel más caro, sino en el segundo de cada ciudad. En la camioneta
cargábamos los exhibidores y la mercadería. Los miembros del equipo
que me acompañaba se convertían en electricistas, mecánicos, deco-
radores, vendedores y cajeros. Mi juventud me permitió manejar por
todo el país durante largas horas. Y cuando llegábamos a un destino
perifoneábamos por todas las calles y plazas de la ciudad. También
nos levantábamos a las cinco de la mañana para repartir volantes de
puerta en puerta.
A veces hasta nos entrevistaban en distintas estaciones radiales
de cada zona. Tenía muy buena labia cuando salía al aire: por ejem-
plo, en Huancayo aseguraba que en nuestra base de datos figuraban
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muchos clientes huancaínos y por eso habíamos decidido visitarlos
directamente en su ciudad. “Ustedes son grandes conocedores de la
moda”, decía, “aprovechen en comprar nuestros productos con ofer-
tas”. El éxito nos sonreía pero, al terminar, buscábamos un menú de
S/. 2.50 y los hoteles más baratos, porque nuestro objetivo era ahorrar.
Recuerdo que como vendíamos hasta las once de la noche y el públi-
co pagaba en efectivo, enrollaba los billetes y los metía en los tubos
donde colgábamos las casacas. Así evitaba el robo y al otro día depo-
sitaba el dinero en el banco.
A veces llevábamos a un mimo de la Escuela Superior de Arte Dra-
mático, porque la idea de entonces era jalar público aplicando un poco
de marketing acorde a la época. Ahora no sería válido, nos tacharían
de ridículos, pero en los noventa era muy exitoso. Este mimo, de nom-
bre “Pitita”, repartía los volantes de todos los eventos que organizá-
bamos, desde Chimbote hasta Chanchamayo. Era parte de nuestro
equipo, hasta le hicimos un frac de cuero, con su cola, para que se lo
pusiera cada vez que salía a actuar con la cara pintada. Pero un día
alguien no cerró bien la puerta de atrás de la camioneta y se cayó su
maleta, con el frac y toda su ropa adentro.
Nunca llamamos a estas exhibiciones “Oferta” o “Liquidación”,
pues nos dimos cuenta de que esas palabras implicaban que nos
queríamos deshacer de la mercancía. Así que las bautizamos como
“Gran Exhibición/Venta”, con productos directamente de fábrica. En
un principio la gente pensaba que para ingresar a una exhibición ha-
bía que pagar entrada. Así que le pedía a los conductores de la radio
que me preguntaran si tenía costo, a lo que yo respondía: “¡No señor,
porque no solo queremos que la gente compre nuestros productos,
sino que nos conozca! De solo conocernos, sabemos que en el futuro
comprarán…”.
Cuando en los noventa estuvo a cargo de la empresa, José Omar Cabanillas se ganó
el cariño de todos los trabajadores, gracias a su buen ánimo e inteligencia emocional.
Y así pasamos muchas aventuras en el camino. En una oportuni-
dad casi nos lleva un huaico: lo vimos ante nuestros ojos, cómo se
desarmaba el cerro y caía al río, llevándose todo lo que había a su
paso. Otra vez viajé a Huancayo con un amigo y su papá, quienes
no eran de la empresa. De regreso a Lima, antes de pasar por Ticlio,
cayó una piedra sobre el parabrisas. El vidrio se rajó como granos de
arroz, pero no se desprendió: pasar sin vidrio por Ticlio era morir. A
medida que yo avanzaba cruzando La Oroya, iba preguntando si ven-
dían un parabrisas para la Nissan Pickup 4 x 4, pero me decían: “No,
señor, eso venden en Lima”. Cada vez que aceleraba iban cayendo
más pedacitos y para colmo… ¡empezó a llover! Tenía tanto miedo
de que las esquirlas me cayeran en los ojos que tuve que romper el
vidrio apenas pasé Ticlio. Así que me puse unos anteojos que tenía
para manejar moto y solo con esa protección llegué a Lima, con fie-
bre a causa del frío intenso.
Algunas personas que llegaban a las ferias, a veces muy acriolla-
das, lo primero que hacían era pedir descuento. Con muchos de los
clientes yo había conversado por teléfono y me decían: “Mire que yo
soy amigo del señor Cabanillas”. Y es que la gente estereotipa y cree
que el gerente comercial de Renzo Costa es un tipo alto, rubio y de ojos
verdes. Yo respondía: “Ah, sí, el señor es buena gente y seguro le haría
un descuento, pero en estos momentos yo no se lo puedo hacer”.
De chofer a gerente comercial y a accionista de Renzo Costa. Mi ca-
mino ha sido indudablemente de muchos sacrificios, pero también de
enormes satisfacciones. Hace poco terminé mi carrera de Marketing
y Publicidad y actualmente estoy haciendo mi MBA en la Universidad
del Pacifico. Me siento muy orgulloso de la empresa y muy feliz de tra-
bajar con mis compañeros Luis Colmenares y Rubén Palomino, con
quienes seguiré compartiendo nuestros logros y éxitos.
 nuestro equipo
Carmen
Bustamante
S
iempre apoyé a mi hermana Marina desde que ella abrió
Renzo Costa y cuando se mudó a Chile empecé a trabajar en
la fábrica a tiempo completo. Soy obstetra de profesión, pero
me inicié en la empresa en el rubro de supervisión de ventas.
No teníamos una computadora para facilitarnos la vida, aunque por
entonces solo contábamos con siete tiendas y un personal más redu-
cido. Yo me dedicaba también al control de calidad de la mercadería
que se exportaba a Chile, pues teníamos que hacer de todo un poco.
Ahora cada uno se especializa en su propio rubro.
Pude haber continuado mi carrera en la medicina, que me permi-
tió ejercer en el Hogar de la Madre y en la clínica Javier Prado. Pero
fui trasladada a Huancayo y, para permanecer unida a mi esposo e
hijos, regresé a Lima y me incorporé a Renzo Costa. Fue idea mía te-
ner este outlet que dirijo con tanto esfuerzo e ilusión, pues me pareció
conveniente que una fábrica tuviera un punto de venta. Y al lado de mi
Págs 30 — 31
oficina tengo un botiquín de primeros auxilios para atender al personal
en caso de emergencia, así tampoco me he desligado por completo
de mi vocación original.
Ver crecer este negocio, desde un punto de vista familiar, ha sido
algo muy emotivo. Soy la tercera de cuatro hermanas y a Marina le
llevo cuatro años. Mientras yo era nombrada como coordinadora del
centro médico huancaíno, mi hermanita universitaria vendía correas
en la puerta de la facultad. Sentí que cuando abrió su tienda en la
Gran Vía, todo había sucedido de la noche a la mañana. Dedicarse
al diseño de modas hubiera disgustado mucho a mi padre y por eso
yo nunca lo propuse como carrera para mí, no me hubiera atrevido a
hacerlo. Del mismo modo ocurrió cuando una hija mía quiso estudiar
diseño y yo se lo negué, solo para darme cuenta al final de que tenía
que acceder a lo que la hiciera feliz. De todos modos, ver a Marina
triunfar en esta aventura me hizo admirarla aún más. Los últimos re-
cuerdos han opacado a los anteriores, porque actualmente vivimos
nuestro mejor momento. Pero crecer no ha sido nada fácil y hemos
pasado por momentos en que no pensábamos que íbamos a sobrevi-
vir, como cuando ocurrió esa catástrofe llamada fenómeno de El Niño.
Los trabajos no son eternos, yo lo sé. Pronto me tocará jubilarme
y dejarle mi puesto a otra persona, pero eso no significa que no ten-
ga aún muchos proyectos para el futuro de la empresa. Mi deseo a
corto plazo es construir un tópico donde se puedan atender nuestros
trabajadores, como también un pequeño museo para los clientes que
vengan a visitarnos. He guardado todo lo que ha caído en mis manos:
por ejemplo, el primer celular que llegó a la empresa lo tuve yo y aún
lo conservo, parece un ladrillo. También tengo los primeros cabezales
de las máquinas, los botones y los broches que se usaban a inicios de
los setenta.
 nuestro equipo
Adriana
BRENNEISEN
(Gerente de Diseño y Desarrollo)
S
oy hija de Carmen Bustamante y sobrina de Marina. Mi área
es el corazón de la empresa, el inicio de todo el proceso que
finaliza con el producto en la tienda. El trabajo de diseño
y desarrollo consiste en recoger la información necesaria
para cada temporada, con visitas a ferias en el extranjero, donde
elegimos desde los insumos hasta los productos terminados con los
que vamos a trabajar. Chequeamos revistas y navegamos en Internet
para conocer las nuevas tendencias en cuanto a colores y a formas,
y también nos informamos de los requerimientos de los clientes. Es
entonces que empiezan los diseños con dibujos a mano o a com-
putadora, elegimos los modelos para desarrollar los moldes y, una
vez listos, seleccionamos los materiales para realizar los prototipos
que se confeccionarán y modificarán para su posterior aprobación.
Estamos vinculados al área comercial, pues evaluamos el éxito del
Págs 32 — 33
producto en tiendas y de ese factor depende una mayor producción
o la descontinuación del producto.
Comencé haciendo moldes para prendas en Chile, en el taller de
Renzo Costa que estaba en la comuna de Ñuñoa. En ese tiempo yo
era estudiante de la carrera de Diseño de Vestuario y aquellas eran
mis prácticas. En 1998 se dio mi primer trabajo profesional, cuando
realicé junto a un grupo de diseñadoras una colección inspirada en el
Señor de Sipán. Desde el 2000 trabajo como jefa de producción, pero
la verdad es que yo estoy vinculada a la empresa desde que era muy
pequeña. Junto con mi primo Renzo fuimos criados en este ambiente
y nos preparamos para trabajar aquí.
Lo que más me gusta de mi trabajo es diseñar, buscar materiales
y viajar para ello. Lo que menos, cuando hay que repetir varias mues-
tras para poder lograr un nuevo producto. Siempre falta algo y demora
mucho encontrar el acabado que deseamos. A veces debemos hacer
hasta cinco muestras para que resulte. Pero este trabajo le ha dado
muchos logros a mi equipo, el cual está compuesto por un grupo de
diseñadoras muy talentosas. Es difícil reunir a tan buenas profesiona-
les en una misma área.
La gerencia que dirijo se creó hace apenas dos años y aún quedan
muchos objetivos por cumplir. Necesitamos lograr una mejor organi-
zación en cuanto a tiempos de trabajo, espacio y maquinaria. Asimis-
mo, educamos al personal para que adquiera mayor conocimiento
sobre el cuero. Pero lo que más me interesa es que cada vez más
productos satisfagan al cliente, para tratar de cubrir la mayor cantidad
de sus necesidades.
 nuestro equipo

Rubén Palomino Lady Claros

(Publicista) (Costurera)
Formar parte de Renzo Costa ha sido una Trabajé vendiendo papas y de mesera en
aventura que nos ha permitido tener una pu- restaurantes. Como el pago no era suficiente
blicidad comparable a la de Brasil o Argentina. buscaba otras opciones. Mis padres son cos-
“Quisiera mencionar El primer logo que diseñé para la empresa tureros y de niña me habían enseñado a coser,
a los cortadores fue el del carnero. No miento: presenté doscien- fue así que llegué a Renzo Costa hace 23 años.
Carlos Sipán y tas opciones de todo tamaño y color… ¡todas Al llegar vi las casacas y me pregunté: “¿Podré
Mario Monterrey. fueron rechazadas! Tal era el nivel de exigencia. yo hacer esto?”. Una vez mis acabados estuvie-
Bordeaban los Finalmente dibujé el logo con un cuerno en ron mal: el cuello lo había puesto en el sentido
70 años cuando forma de ‘C’. Un diseño con un animal atípico, contrario. Me pegué el susto de mi vida y pen-
más agresivo, y ese fue el que gustó. Fue enton- sé: “Hasta aquí llegué”. Pero me respondieron:
yo ingresé, tenían
ces que me integré a la empresa. siva, es creación mía. Y gracias a este trabajo Nora Huacre “No te preocupes, malogrando vas a aprender”. do. Aquí conocí a mi esposo, el cortador Luis
mucha experiencia Lo que pocos saben es que el actual diseño conocí, en la Cámara de Comercio, a la madre (Costurera) Fue como recibir una descarga de electricidad Alberto Mansilla. Tenemos dos hijos, Alexander
cortando cuero. de la marca, cuya forma es una rúbrica en cur- de mis hijos. Buscaba trabajo por el Jirón de la Unión que me dio más ánimos para seguir trabajan- y Óscar. Lo que yo no tuve, ellos lo tienen ahora.
Me enseñaron todo y encontré un aviso con la dirección de la
sobre este oficio y Milagros Palomino que decidí estudiar secretariado. Hace 25 años fábrica, en Los Cipreses. Tenía nociones de Luis Alberto Mansilla mi hermana, quien trabajaba en el área de
jamás dejaron de (Asistente de finanzas) ingresé a trabajar aquí por recomendación de costura, pues había trabajado en tela. “Está (Cortador) costura, me recomendó con Marina Busta-
orientarnos” Estudié enfermería e hice prácticas en una la señora Carmen Bustamante. Entonces Ren- bonito, hijita, ven dentro de tres días”, me dijo En 1993 había un puesto disponible en el mante. Yo había ido para que me entrevista-
ambulancia, pero me daba miedo la sangre, así zo Costa solo contaba con un pequeño taller la señora Marina al ver el resultado. Dicho y sector de mantenimiento y lo obtuve porque ran, pero ese mismo día ya estaba trabajando.
(Luis Alberto Mansilla) y empecé haciendo un inventario manual de hecho, regresé a la fábrica y me di con la sor- Ahora que veo a la fábrica más grande, quisie-
las prendas, pero pronto me dieron una oficina presa de que el lugar ya estaba lleno de gente ra mencionar a dos personas: los cortadores
para dedicarme al departamento de tesorería trabajando, mesas y máquinas de coser. Fue Carlos Sipán y Mario Monterrey. Bordeaban
y finanzas. No contábamos con la tecnología así como todo empezó. Rápidamente aprendí los 70 años cuando yo ingresé, tenían mucha
de hoy, pero aprendí a ser muy disciplinada. De a tratar el cuero, aunque muchas veces me experiencia cortando cuero. Me enseñaron
poder estudiar una carrera hoy, elegiría Admi- cosí los dedos por accidente, pero las heridas todo sobre este oficio y jamás dejaron de orien-
nistración. Estoy casada con un ingeniero eléc- no impedían que siguiera trabajando. Creo tarnos cada vez que consultábamos nuestras
trico que ocasionalmente le presta servicios a que me concentré tanto en el trabajo porque, dudas. Y no solo eso: también ponían la cuo-
la empresa, y tenemos una hija de quince años, como soy de Apurímac, me sentía sola en ta de buen humor en el ambiente, lo que hizo
Yasmile. Ella tiene arte en sus manos y quiere Lima. Ahora tengo dos hijas de 18 y 17 años, que el trabajo se volviera aún más agradable.
ser chef o diseñadora de modas. y un hijo de 12. Soy padre y madre para ellos. Quiero que sean siempre recordados.

Págs 34 — 35

Carmen Mechato
(Costurera)
Trabajo aquí desde 1988. Estudié costura
en un Cenecape, estando ya casada y con
cuatro hijos. Fue mi marido quien me com-
pró mi primera máquina de coser, porque él
sabía que era lo que siempre me había gus-
tado. Como teníamos tres niñas, yo quería
hacerles sus vestiditos. Pero no sabía utilizar
su regalo y me dijo: “Entonces te pongo a es-
tudiar”. Así fue que aprendí a hacer blusas y
faldas. Pronto estaba cosiendo para mis ve-
cinos, ¡me hice popular en mi barrio! Es in-
creíble cómo pasa el tiempo y que hoy pueda
especializarme en hacer casacas, carteras y
billeteras con máquinas industriales. Mi tra-
bajo me ha permitido sacar adelante a mi ho-
gar y viajar, porque la empresa nos ha llevado
de vacaciones a Cusco, Cajamarca y Trujillo.
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nuestro equipo
Luis Colmenares
(Supervisor de materias primas)
Ya han pasado casi veinte años desde que
vine de Piura, donde estudiaba Mecánica. No
sabía nada sobre cueros, aquí lo aprendí todo.
Ahora me encargo del control de calidad. Lo
primero que me atrajo del cuero es su olor, pero
es a través de la vista, el tacto y la concentración
que puedo saber si el cuero es bueno.
Soy “renzocostino” de corazón, me siento or-
gulloso de pertenecer a esta empresa y de haber-
la visto crecer. Me dio la oportunidad de conocer
a personas maravillosas como José Cabanillas y
la señora Marina, a quien recuerdo ayudándome
con su mandil azul. Mi alegría y satisfacción es-
Margarita Oviedo
(Costurera)
Ya estoy jubilada, pues tengo 65 años,
pero sigo trabajando porque me gusta y me
tán constituidas por los más de treinta puntos de
venta que, en realidad, son el reflejo de nuestro
esfuerzo y sacrificio.
distrae. Entré en 1973, cuando todo esto em-
pezó. Con mi hermana Anita Oviedo (quien
falleció de cáncer hace cinco años) llegamos
a una boutique en el Jirón de la Unión luego
de leer un aviso en el periódico. No voy a ne-
garlo, es un trabajo difícil, pero aquí hemos
formado un equipo bien unido y me siento
en familia. No sé cuántos años más siga tra-
bajando, pero supongo que me retiraré cuan-
do empiece a sentirme cansada. Me iré sa-
biendo que saqué adelante a mis dos hijos,
quienes actualmente tienen 40 y 34 años. El
segundo de ellos trabaja en la sucursal que
Renzo Costa tiene en el Jockey Plaza, y me
cuentan que es un gran vendedor.
Flor González
(Costurera)
He cumplido 24 años trabajando en Renzo
Costa y actualmente me dedico a la produc-
ción de casacas. Entré a los 16 años, apenas
terminé el colegio. Tuve que ir con mis papás a “Una vez mis
sacar mi permiso de trabajo al ministerio. Ten- acabados estuvieron
go una hija de 19 años, Yajaira García. Su padre mal. Me pegué el
trabajaba en la fábrica como costurero, pero susto de mi vida y
nunca vivimos juntos. En un viaje que hicimos pensé: ‘Hasta aquí
a provincias salí embarazada. Yo apenas tenía llegué’. Pero me
21. Fue una preocupación para mi familia, pero
respondieron que
en el trabajo recibí el apoyo de mis compañe- trabajado para la tienda, durante las campañas
ras y quieren a Yajaira como si fuera una sobri- que coincidían con sus vacaciones, y ahora es-
malogrando iba a
na, pues la han visto desde que nació. Ella ha tudia Administración de Negocios en IPAE. aprender. Fue como
recibir una descarga
Isabel Anchayhua de los quehaceres del hogar. La ayudaba co- de electricidad
(Supervisora de fábrica) cinando o cuidando a Renzo, mientras ella que me dio más
Soy ayacuchana y en 1980 entré a trabajar iba a comprar cuero o a repartir mercadería. ánimos para seguir
a casa de la señora Marina y me encargaba Cuando viajaba, yo me quedaba en la fábrica
trabajando”
cocinando para los operarios. Poco a poco,
con el tiempo, dejé las ollas y pasé a contro- (Lady Claros)
lar la mercadería que recibimos. No tengo
estudios, pero soy buena con los números y
también he aprendido a cortar cuero. Gracias
a mi trabajo pude seguir manteniendo a mis
hijos al fallecer mi esposo. Ahora, ambos es-
tudian y uno de ellos, Luis Ángel, trabaja aquí
en el área de carteras.
 Trabajo de
todos
Renzo Costa no solo se
ubica a la vanguardia de la
moda. También lo hace en el
mercado laboral, pues brinda
la oportunidad a jóvenes con
habilidades diferentes de
integrarse a la sociedad.

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 predicar con el ejemplo
E
l término “discapacidad” no hace
referencia a la inferioridad de una
persona, sino a las capacidades
diferentes que, por diversos motivos,
posee respecto a los estándares comúnmente
aceptados. Según la Organización
Internacional del Trabajo (OIT), las posibilidades
para que una persona con discapacidad se
integre a la sociedad y conserve un empleo,
suelen ser considerablemente reducidas en
diversas empresas como consecuencia de
una disminución física, sensorial, intelectual
o mental. La fábrica de Renzo Costa batalla
contra todo tipo de prejuicio y discriminación,
para evitar que las personas con habilidades
diferentes sean excluidas o tratadas sin
igualdad de oportunidades.
En el Perú, de acuerdo con el último Censo de Población y Vi-
vienda, el 13,08% de la población nacional está conformado por
personas con discapacidad. Es decir, 3,5 millones de la demo-
grafía total. Las discapacidades suelen dividirse en cinco rubros:
motrices, visuales, del habla, de la audición, intelectuales y psico-
sociales. De aquel porcentaje de la población con discapacidad,
aproximadamente dos millones de personas ya se encuentran en
edad para trabajar. Este grupo, en su gran mayoría, está desem-
pleado o viviendo del subempleo. Apenas 45 mil personas poseen
un empleo adecuado.
Págs 40 — 41
ROSA JOYA
Es posible que un joven con
habilidades diferentes haga
línea de carrera dentro de
Renzo Costa, y el mejor ejemplo
de ello es Rosa Joya. Ingresó
a la fábrica para ayudar en el
área de costura y, mostrando
creatividad y perseverancia,
pronto ascendió a asistente en
el área de diseño. Tiene un gran
talento para dibujar y sus ideas
se han visto reflejadas en varias
colecciones.
Sobre la base de los valores en torno a la responsabilidad social ello, la inserción laboral de personas con discapacidad es una de las
planteados por el especialista Peter Druker, Renzo Costa es cons- prioridades para Renzo Costa.
ciente de que una organización debe asumir la plena responsabili-
dad de sus acciones y del efecto que estas tengan en sus emplea- Con el propósito de que la inserción laboral de personas no oyentes
dos. Del mismo modo en que se pone énfasis en la producción de sea exitosa, la empresa cumple ciertas condiciones. En primer lugar,
bienes y servicios o en el cumplimiento de la ley, la empresa asume se requiere un nivel educativo adecuado del trabajador, lo cual no solo
responsabilidades éticas (hacer siempre lo justo, correcto y razona- se limita a la educación básica completa, sino también al manejo de
ble) y filantrópicas: una buena ciudadanía corporativa es lograda a un lenguaje de señas, lectura de labios y (de ser posible) vocalización,
través de la práctica de actividades o programas que promueven el con la finalidad de otorgar fluidez al proceso de comunicación durante
bienestar social y mejoran la calidad de vida de la población. Por el trabajo. Otro factor clave es un buen nivel de socialización, lo que
 predicar con el ejemplo
implica aprender ciertos códigos de conducta social determinados en
procura de un buen clima laboral. Por último, es importante el apoyo
familiar: si el trabajador no oyente ha sido sobreprotegido en su hogar,
a tal punto que no se le ha dejado realizar sus actividades comunes
por el miedo de los familiares a que le suceda algo malo, luego él/ella
podría sufrir dependencia y dificultaría su proceso de integración so-
cial. Por ello se espera que el ambiente familiar adecuado, en donde
se acepte a la persona con discapacidad como alguien que puede
desenvolverse en la sociedad normalmente, devenga en la capaci-
Págs 42 — 43
dad del empleado para lidiar con conflictos y poder asumir sus equi-
vocaciones como parte de su aprendizaje.
Renzo Costa cuenta con un equipo de profesionales que llevan a
cabo el debido proceso de reclutamiento y selección de personal, se-
gún la capacidad del postulante. Por ello se trabaja con fundaciones
como el Centro Ann Sullivan o la Asociación de Sordos de Lima, que
sirven como canales de reclutamiento. Se fomentan los valores de in-
tegración y no discriminación en la cultura de la empresa; se educa al
personal oyente a involucrarse en el desarrollo profesional de personas
con discapacidad; y se educa en el lenguaje de señas a todos los oyen-
tes para mejorar la comunicación del personal. Asimismo, se involucra
a la familia del trabajador no oyente en el proceso laboral, por medio
de charlas y actividades de esparcimiento que fomenten la inclusión.
Esta empresa insta a las demás a derribar los mitos que rondan en
cuanto al empleo de personas con discapacidad. Se cree erróneamente
que este personal es menos productivo, demasiado costoso y deman-
Ellos son nuestros
compañeros
El principal objetivo de incluir a
personas con habilidades diferentes
dentro del personal de Renzo Costa es
ofrecer la oportunidad de integrarse a
la sociedad. El proyecto permite que
aprendan a valerse por sí mismos,
al tiempo que aportan un ingreso
económico en sus hogares. Un equipo de
profesionales lleva a cabo la selección
de personal y los trabajadores con mayor
experiencia ofrecen sus conocimientos
para la capacitación en las áreas
correspondientes. Si bien esta política
empresarial es poco común en el Perú,
la fábrica de Renzo Costa recibe cada
vez más trabajadores provenientes de
fundaciones como Ann Sullivan y la
Asociación de Sordos de Lima, y los
resultados son más que satisfactorios.
dante, que tiene problemas para adaptarse al trabajo, o que constituyen
un compromiso demasiado grande que asumir. Renzo Costa demues-
tra todo lo contrario con su política empresarial: no solo genera más
empleo en el país, sino que también establece un clima organizacional
donde los valores de los trabajadores oyentes y no oyentes se ven for-
talecidos. Para un trabajador no oyente, un empleo adecuado eleva su
autoestima, le brinda independencia, lo hace más sociable y le permite
trazar un plan de vida. Sobran los beneficios de esta política humanitaria
como para no ponerla en práctica en todas las empresas del Perú.
 El estado
del arte
Avisos y campañas

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 publicidad

La Voz
DE LOS OCHENTA,
1987-1989
E
l crecimiento de la empresa hacia finales de los ochen-
ta fue ocasión propicia para anunciar los productos de
Renzo Costa en los diarios más leídos del país. Sin los
recursos que harían posibles las grandes producciones que
se realizarían dos décadas después, se dieron a conocer pro-
ductos como casacas y minifaldas de cuero, con anuncios
que a todas luces reflejaban el humor y el ingenio peruanos.
A pesar de los tiempos difíciles que atravesaba el Estado
en aquel entonces, se ideó una estrategia publicitaria que
mencionaba temas como la inflación, lo cual fue un guiño
de complicidad entre la marca y el público a nivel nacional.
Contra viento y marea, la moda se impuso.

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 publicidad

LA GENTE NO DEBE SER JUZGADA POR SU PIEL.

Los Valores
DE LA MODA,
2002-2009
L
a publicidad puede ser una declaración de principios,
como lo prueba este anuncio contra la discriminación pu-
blicado en el 2002. Tras la crisis que provocó el fenómeno
de El Niño, las carteras, billeteras y agendas ratificaron la cali-
dad de la marca tanto como las casacas de cuero, por lo que NUESTRAS CARTERAS, SI.
cobran mayor presencia en los catálogos de Renzo Costa. Des-
de entonces, el logo se convierte en una rúbrica que le otorga
al producto modernidad y audacia.

Los reconocidos fotógrafos de moda Chayo Saldarriaga y

Lucía Arana fueron responsables de estas campañas en las
que posaron la actriz Anahí de Cárdenas y la modelo Nicole
Faverón.
JOCKEY PLAZA OVALO OVALO CAMINO AEROPUERTO
PLAZA SAN MIGUEL MIRAFLORES HIGUERETA REAL JORGE CHAVEZ

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 publicidad

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 publicidad

Hong Kong,
OTOÑO-INVIERNO
2009

P
or motivos de negocios, el empresario Renzo Costa había
visitado en varias oportunidades la región administrativa
de China. El catálogo para dicho año estaba a punto de
realizarse en Lima, pero durante un almuerzo con el fotógrafo
Vito Mirr (quien desde entonces viene realizando todas las cam-
pañas de la empresa), Renzo sugirió la idea de hacerlo en Hong
Kong. Con la voluntad de innovar la publicidad local, buscaron
modelos por Internet y por fortuna descubrieron que la ciudad
oriental era muy liberal respecto a los permisos para fotografiar
espacios públicos.

Mirr recorrió Hong Kong en cinco días para elegir las loca-
ciones y la sesión de fotos demoró apenas dos jornadas. Con
Renzo como único apoyo detrás de su cámara, recuerda esta
producción como un trabajo bastante libre y agradable, pues
solo precisó de un flash y los modelos cooperaron en todo
momento.

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 publicidad

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 publicidad

India,
OTOÑO-INVIERNO
2010
C
on locaciones ubicadas en Jaipur y Mumbai, el fotógra-
fo Vito Mirr (acompañado esta vez por un traductor, un
asistente de styling y Renzo Costa) aprovechó la espon-
taneidad ofrecida por la India para realizar uno de los catálogos
más celebrados en los últimos años.

En una cultura donde la vaca es un animal sagrado, producir

un catálogo sobre cuero podría haber sido materia de polémi-
ca. Sin embargo, la sesión es recordada por sus artífices como
un momento grato, debido a la calidez de la gente y al exotismo
de unos paisajes de ensueño.

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 publicidad

Campaña
OTOÑO-INVIERNO
2011
L
a temporada de frío fue propicia para el lanzamiento de
diseños inspirados en las últimas tendencias de la moda
europea. Basándose en la novedad de formas y colores
impresos en las prendas y accesorios, Renzo Costa y el fotógra-
fo Vito Mirr idearon la producción más grande en la historia de
la marca, que contó con la participación de modelos interna-
cionales. Realizada en el estudio de Mirr, se construyeron sets
que dieron vida a una discoteca ubicada en el corazón de una
ciudad cosmopolita y posmoderna, donde los guiños a la onda
retro de los ochenta se entremezclan con la actualidad de una
capital de la moda.

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Págs 62 — 63
 publicidad

Campaña
PRIMAVERA-VERANO
2012
C
on diseños en cuero italiano, de colores mediterráneos
y motivos como el animal print, se lanzó una colección
que aportó vida y frescura a la marca. La artista Úrsula
Bertello participó en la dirección de arte para idear el atelier de
una joven artista –interpretada por la modelo rusa Vera Chiliko-
va–, el cual se recreó en el estudio del fotógrafo Vito Mirr. Los
productores Gerardo Larrea, Toño Choy Kay y Joy Rosenblum
se encargaron del styling de este catálogo, cuyo principal obje-
tivo fue dar a conocer una línea de accesorios sin precedentes
en Renzo Costa.

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publicidad

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 publicidad

Nuevos aires
OTOÑO-INVIERNO
2012
E
l concepto de un avión –montado en un estudio de la
ciudad de Lima– deja claro que los rumbos a los que se
dirige la marca trascienden las fronteras del Perú. Refle-
jando una vez más las últimas tendencias, se comprueba que
Renzo Costa no conoce límites.

Se añaden al catálogo los nuevos modelos de billeteras,

además de incursionar en dos nuevos rubros: los equipajes y
el calzado de cuero.

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publicidad
Caminando juntos
Historia de una familia
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