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Freud había dicho que hay que escuchar cada caso como si fuera el primero y Lacan
le siguió en ello, desvinculando asimismo el psicoanálisis de toda técnica o saber
hacer previo aplicable a todos. También afirmó que no hay cura-tipo ni criterios
objetivos de curación: el psicoanálisis se caracteriza por su rigurosidad ética.[4] El
único criterio a tener en cuenta en un análisis, señaló en 1954 es que “un
psicoanálisis es la cura que se espera de un psicoanalista”.[5] Esto desplaza el
interrogante sobre qué es un psicoanalista. En 1967, propondrá el dispositivo del
pase para verificar caso por caso, en el final de análisis, el paso de analizante a
analista.[6] Pero en 1958, su atención se dirige aún hacia la acción del analista e
introduce el concepto “deseo del analista” para dar cuenta de ella.[7]
Como medio, instrumento o función, el deseo del analista sostendrá el trabajo
analítico. Me propongo seguidamente hacer un recorrido no exhaustivo sobre la
introducción de este concepto en la enseñanza de Lacan, así como situar con
brevedad su evolución y su actualidad.
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¿Qué hace el analista? ¿Hace algo? En algunos momentos, Lacan habló de la no-
acción del analista,[9] pero se trata de un no-hacer, señala Miller, que revela lo
fundamental de la acción humana: es un actuar antes de saber la verdad para poder
descubrirla –como en el sofisma de los tres prisioneros. [10] El analista debe
precipitar una conclusión antes de tenerla elaborada lógicamente –esta es la esencia
del acto analítico, cuya elaboración Lacan hará ocho años después en su Seminario.
[11]
El acto analítico se anticipa así al saber en la conquista de la verdad.
Pero lo que Lacan señala en este escrito es que, si el analista dirige el tratamiento,
hay un poder en él. La situación analítica no es simétrica. Ello podría llevar a pensar
que el analista está en una posición superior. El problema no es que el analizante lo
interprete así; es muy probable que en un momento u otro la imaginarización de esa
disimetría irrumpa en el trabajo analítico bajo la forma propia del fantasma de cada
sujeto. Es algo a trabajar. El verdadero problema es que el analista interprete así su
posición, que se crea superior y entonces ejerza un poder; que se vuelva infatuado,
piense que ya sabe y deje de interesarse en saber.
En este escrito encontramos una crítica al ejercicio de cualquier poder por parte del
analista. El analista dirige el tratamiento, no al paciente. Tiene un poder y es
necesario que lo utilice bien, que sea responsable y no lo ejerza en el sentido de
aprovecharse de él. Hay una antítesis entre detentar un poder y ejercitarlo.
Hay una antítesis también entre poder y verdad. No se trata en el análisis del poder
sino, en la época de este escrito, de la verdad. Hay que elegir entre ambos.
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analistas han de abandonar toda posibilidad en ese sentido para que pueda abrirse
un nuevo camino, distinto del que el analizante demanda: el camino del deseo.
El término “acción”, que Lacan trabaja en “La dirección de la cura…”, pone distancia
con el concepto de contratransferencia, de moda en el psicoanálisis de la época, a
la vez que responde a él. Freud siempre negó que ella fuera un instrumento de la
cura.[17] En 1910, planteó por el contrario que es un obstáculo para que el analista
pueda dirigir la cura y que debe exigírsele “que la discierna dentro de sí y la domine”.
[18]
Y, en 1913, escribió asimismo a Binswanger que “el problema de la
contratransferencia es uno de los más difíciles de la técnica analítica”, aclarando
seguidamente que lo que el analista expresa al paciente no debe ser nunca un afecto
espontáneo sino de algo expresado conscientemente”, para concluir que “se debe
reconocer y superar para estar libre de uno mismo” y disponible para ejercer su
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función.[19] Para ello, el analista debe estar analizado. [20] Lacan sigue a Freud en este
punto.
Años más tarde, este último reconocerá que “La dirección de la cura…” no deja
resuelta en absoluto lo que es la transferencia. Queda intacta la cuestión de saber
si al analista se le puede suponer saber lo que hace.[21] Más adelante, como
veremos, responderá a ello.
Entonces, el analista acoge la demanda pero no responde a ella. “Lo que el analista
tiene para dar, señala Lacan, contrariamente a la pareja del amor, es lo que tiene. Y
lo que tiene no es más que su deseo, al igual que el analizante, haciendo la salvedad
de que es un deseo advertido”,[24] podemos añadir, porque está analizado. “¿Qué
puede ser ese deseo?” Lacan responde diciendo lo que no puede ser: el analista “no
puede desear lo imposible”.
La ilusión de querer responder a esa demanda de felicidad reduce la situación
analítica a una relación dual donde se borra la separación que implica el deseo, límite
estructural. “Es imposible para el analista, si su deseo está advertido, consentir
detenerse en el señuelo que constituye una aspiración a una reducción a la nada de
esa distancia”. Esto solo refleja por parte del analista un deseo donde la propia
posición está insuficientemente elaborada, hasta confundirse con aquel que tiene a
su cargo. “Esa aspiración, señala Lacan, es patética en su ingenuidad”.
En el Seminario XI, Lacan sitúa que “el deseo del análisis no es un deseo puro. Es el
deseo de obtener la diferencia absoluta, la que interviene cuando el sujeto,
confrontado al significante primordial, accede por primera vez a la posición de
sujeción a él”.[36] Esta definición abre varias cuestiones.
En primer lugar, ¿es lo mismo decir el deseo del análisis que el deseo del analista?
¿Hay otro deseo del análisis por fuera del deseo del analista? ¿Podemos hablar del
deseo del analizante? Respecto a esto último, Lacan critica en este mismo seminario
la afirmación de Freud según la cual la transferencia se reduce al deseo del paciente,
y añade que se trata del “deseo del paciente en su encuentro con el deseo del
analista”,[37] es decir, el deseo del analista es el operador sine qua non del análisis. El
deseo del analista trabaja contra la demanda de amor del analizante y su no-querer
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saber sobre el objeto que esconde. Sin embargo, en este seminario, el objeto del
que se trata ya no es el objeto agalma sino el objeto causa: el analizante no quiere
saber sobre el objeto que causa su deseo.
En segundo lugar, ¿qué quiere decir que el deseo del analista no es un deseo puro
porque es un deseo de obtener la diferencia absoluta?
Mientras no se obtenga esa diferencia y se extraiga esa certeza final, Miller señala
que “no vale la pena jugar a hacer el pase” donde se trata de extraer un saber sobre
el goce, que no remite a un universal sino a una singularidad. “Mientras piensen que
pertenecen a una categoría, deben renunciar a hacerlo”.
No es entonces por la vía identificatoria con los otros que se deviene analista. En el
“Discurso en la EFP”, Lacan precisa: “El deseo del analista no tiene que ver con el
deseo de ser analista, el deseo del analista -precisa Lacan- solo se sitúa por el acto”.
[41]
Después de 1967, Lacan casi no vuelve a mencionar el término “deseo del analista”.
Podríamos pensar que después de formular los cuatro discursos, [42] el término
queda subsumido en el de “discurso del analista”, en el cual el analista en el lugar
del agente, haciendo semblante de objeto, opera para causar la división subjetiva del
analizante y ponerlo a trabajar, de lo que resultará al final del análisis la caída de los
S1 en el lugar de la producción y el saber en el lugar de la verdad.
En la “Nota italiana”, de 1973,[43] Lacan vuelve a hablar del deseo en relación al
analista pero se refiere a un “deseo de saber”: “No hay analista sin que ese deseo le
surja (…)”. En El banquete de los analistas, Miller señala que “ese nombre es más
adecuado para el deseo del analista”.[44] El analista aparece aquí como alguien que
ha surgido del deseo de saber. Pero, ¿qué quiere decir Lacan con “deseo de saber”?
No se trata en esta cita de “tener un saber” sino de un deseo de saber lo que no se
sabe. Si el deseo de saber debería habitar la asociación libre para que al final el
saber sobre la causa advenga al lugar de la verdad, el analista debe querer hacerse
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cargo de la operación y “saber ser el desecho de la susodicha humanidad” –precisa
dos páginas después. En su “Nota”, Lacan hace referencia al final de la vida de santo
Tomás, cuando su Suma Teológica, culmen de su trabajo y de su saber, a la que había
dedicado toda su vida, queda reducida para él a paja, a un resto: Sicut palea, dicen
que exclamó.
El analista debe “saber ser un desecho en la experiencia analítica misma”, “querer
acabar como un desecho”, como Edipo en Colono; debe “querer ser abandonado,
que es lo contrario de la demanda de amor”. El analista es aquel que responde a la
demanda de amor con el deseo de saber para hacer la contra al “no querer saber”
del analizante sobre la causa que lo habita.
Si Lacan quiso fijar la posición del analista como un saber –añade Miller– en relación
a un deseo, fue para explicar que no se identifica con el sujeto supuesto saber y, a la
vez, que no responde con amor a la demanda de amor . Del lado del analizante, el
recorrido analítico va de la demanda de amor al deseo de saber, como explica la
Proposición.[45]
En su último seminario, Lacan vuelve a tomar el término “deseo del analista” al
referirse al saber del analista.[46] Subraya que ha puesto el acento en el deseo del
analista porque si el sujeto supuesto saber se soporta de la transferencia, hay que
preguntarse a qué se refiere ese supuesto saber. ¿Es un saber de qué modo operar?
“Sería completamente excesivo decir que el analista sabe cómo operar” –responde.
“Lo que sería necesario es que sepa operar convenientemente, es decir, que pueda
darse cuenta de la pendiente de las palabras para su analizante, lo que
incontestablemente ignora”. Entiendo que se refiere a que el analista no debe de
operar desde el fantasma y debe saber que no se trata del sentido de las palabras
que dice el analizante sino de lo que circula entre ellas sin que el analizante lo sepa
-ni lo quiera saber. Y, para eso, él debe haber resuelto en sí mismo sus embrollos
con la verdad y extraído un saber sobre la causa: “El saber del analista sobre sí
mismo solo adquiere valor en el psicoanálisis si le permite saber hacer de desecho en
la experiencia misma”.
Para concluir
Como hemos visto, Lacan no deja de interrogarse a lo largo de su enseñanza sobre el
deseo del analista. Y lo hace, dice, en tanto atañe a la formación del analista que es el
objetivo de ella.[47] El análisis didáctico no puede servir sino para conducir a él.[48]
Sin embargo, Lacan añade en su “Discurso a la EFP” que, una vez instalados, los
psicoanalistas se olvidan del acto que los ha constituido y “no quieren creer en el
inconsciente para reclutarse”.[49] No consideran un criterio de selección la
elaboración del inconsciente. Pero, una vez acabado el análisis, el analista ha de
seguir interrogando su relación con él.
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¿Cómo alguien deviene, ha devenido analista? Para responder a esta pregunta,
Lacan inventó el pase, donde se trata de reclutar al analista a partir de cómo la
experiencia analítica modificó su inconsciente, como varió la economía de su goce,
cómo el sujeto se las arregló con el “sé” final, qué hizo con el resto pulsional. Cada
testimonio de AE, deja ver una respuesta.
* Texto publicado en Cuadernos de Psicoanálisis 34. Revista del Instituto del Campo
Freudiano en España. Madrid, 2015. Sobre este tema, se puede leer también la
entrada http://www.elblogdemargaritaalvarez.com/2015_02_01_archive.html
Notas
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[33]. Lacan, Jacques. El Seminario, libro IX: La identificación (1961-1962), clase del 9
de mayo de 1962. Inédito.
[34]. Lacan, Jacques. El Seminario, libro X: La angustia (1962-1963). Buenos Aires,
Paidós, 2010, p. 168.
[35]. Ibid., p. 365.
[36]. Lacan, Jacques, Los cuatro conceptos fundamentales…, op.cit., p. 284.
[37]. Ibid., p. 281.
[38]. Ibid., p. 276.
[39]. Lacan, Jacques. Le Séminaire, livre XXII: RSI, clase del 18.3.1975. Inédito.
[40]. Miller, Jacques-Alain. Sutilezas analíticas. Buenos Aires, Paidós, 2011, p. 40.
[41]. Lacan, Jacques. “Discurso en la Escuela Freudiana de París” (1967), en Otros
escritos, op. cit. Buenos Aires, Paidós, 2012, p. 289.
[42]. Lacan, Jacques, El reverso del psicoanálisis, op. cit.
[43]. Lacan, Jacques. “Nota italiana” (1973), en Otros escritos, op. cit., p. 329.
[44]. Miller, Jacques-Alain. El banquete de los analistas. Buenos Aires, Paidós, 2000,
p. 415.
[45]. Ibid., p.418.
[46]. Lacan, Jacques. Le Séminaire, livre XXV: Le moment de conclure, clase del 15 de
noviembre de 1978. Inédito.
[47]. Lacan, Jacques, Los cuatro conceptos fundamentales…, op. cit., pp. 238-9.
[48]. Ibid., p. 18.
[49]. Lacan, Jacques. “Discurso a la EFP”, op. cit., p.299.
[50]. IX Congreso de la AMP: “Lo real en la experiencia analítica”, celebrado en París,
en abril de 2014. Notas propias en:
Tomado de: http://www.elblogdemargaritaalvarez.com/2014_04_01_archive.html
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Pblicado: Mar 24 2015
Etiquetas: amor de transferencia, Dirección de la cura, Final de
análisis, interpretación, Sinthome, Sujeto Supuesto Saber, transferencia
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