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Contra- pedagogía de la crueldad, Clase 2.

Raza y género: la
importancia de nombrar las representaciones sociales hegemónicas
Segato R. (2018)
ADVERTENCIA: Esta guía es un resumen del texto original. No equivale a la lectura
del texto, sino que solo desarrolla sus puntos nodales.

Retoma la idea primordial de los mitos de origen. Se reproduce diariamente en la


escala ontogenética, es decir en la emergencia de cada individuo a la vida en sociedad
pues en el interior del contexto familiar surge también una escena marcada por la
asimetría. Por lo que la escena familiar es una escena asimétrica, patriarcal, con sus
variaciones, con sus nuevas formas, pero aún modelada por un simbólico arcaico,
pautada por un valor diferencial atribuido a sus personajes. Ese aprendizaje de
asimetría de poder y prestigio, de un diferencial de valor de las voces al interior de la
escena familiar, de subordinación y de dominación, es un aprendizaje por el que muy
probablemente todos los seres humanos pasamos al ingresar en el nicho social a
través de la vida familiar.

Ese orden asimétrico que formatea el psiquismo, sus modelos, sus aspiraciones y
formas de satisfacción, se traspone más tarde a las otras escenas de desigualdad por
las que el sujeto irá a transitar (ejemplo: asimetría racial).

Género y raza son análogos en la estructura de producción de la diferencia como


desigualdad, aunque la raza lo hace en un tiempo histórico mucho más corto. Raza es
el centro de gravedad y el resultado de la convergencia entre la ciencia moderna y la
nueva grilla u ordenamiento planetario que se instala. Racismo no es, como
vulgarmente se piensa, la mera discriminación de la diferencia civilizatoria, la
xenofobia, la tensión tribal, el conflicto entre naciones, sino un concepto mucho más
preciso e históricamente situado, engendrado. Raza es la atribución de una biología,
de un fundamento orgánico, a una desigualdad que se ha instalado como
consecuencia de una victoria bélica. La biología entra aquí como una ideología que se
impone a la racionalidad colonial-moderna, consolida y facilita la dominación. La raza
es la “biologización" de la desigualdad. Género es exactamente lo mismo, pero en un
lapso temporal mucho mayor. Ambos conceptos tienen una estructura muy semejante.

Patriarcado y género son sinónimos por el tiempo que dure la prehistoria patriarcal de
la humanidad, es decir no hay evidencias documentales, ni históricas ni etnográficas,
de otra forma de estar en el genero que no sea patriarcal. Generar un concepto, una
categoría como el género, fue un gran esfuerzo para el pensamiento feminista,
justamente para poder libertar la sexualidad, los roles, la personalidad y los afectos.

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Raza y género, son creaciones históricas para la dominación, funcionales para la
extracción de valor no reconocido, no remunerado – una plusvalía racial y patriarcal.
Las categorías que sirven para discriminar y excluir, que constituyen representaciones
sociales poderosas y perniciosas para la expropiación de valor no retribuido, deben ser
nombradas. Sin sus nombres, no podemos analizarlas, trabajar en su crítica y alcanzar
su abolición. Dejar de nombrarlas no las hace desaparecer ni las destituye en su papel
de mantener en pie un orden asimétrico de género y raza. Esa ha sido históricamente
una de las estrategias mas eficaces de las élites: no nombra, pues los nombres llevan
el reconocimiento de los problemas. El trabajo de los Derechos Humanos es,
justamente, un trabajo nominativo.

Hasta hace muy poco tiempo no se hablaba de la violencia contra las mujeres. Se
comenzó a nombrar, a dar imagen a algo que hasta entonces había sido costumbre.
Imagínense el salto hasta nombrar algo tan sutil como la violencia psicológica. No
vemos la violencia psicológica hasta que comenzamos a nombrar sus procedimientos.
La violencia psicológica y moral son la argamasa que mantiene el edificio de las
asimetrías en pie, la atmósfera en la que hemos aprendido a vivir. La violencia
alimentar, por la cual los hombres de la casa y visitantes comen primero y mejor
dejando sólo sobras. Es violencia material no nombrada en ninguna ley y es simbólica,
una manera de significar la atribución de valor diferencial a las personas según el
género.

Por lo tanto, sin nombrar el género y sin nombrar la raza no tendremos como hablar de
las formas de desigualdad, ni podremos poner en práctica la “discriminación positiva”
como instrumento nivelador y reparador de la discriminación negativa.

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