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Cuando hablamos del mérito (ingreso de los mejores), olvidamos que su contenido se sustenta en
las valoraciones culturales que afectan tanto a varones como a mujeres. En el discurso, entonces,
el acceso estaría sustentado en la voluntad, habilidad y esfuerzo personal y no se incluye la mirada
sobre la forma en que funcionan estos espacios como estructuras institucionales. Se rigen por
ciertas prácticas y valores sobre los cuales no han sido socializadas las mujeres: el individualismo,
la competencia, las jerarquías, etc.
Institucionalizar la perspectiva de género en la educación superior significa incluir el principio de la
igualdad de género en las prácticas y estructuras que organizan la vida universitaria, de manera
que este valor esté presente tanto en el contenido del conocimiento, como en su desarrollo como
proceso.
Aspectos centrales:
- Voluntad político administrativa explícita, que se manifieste en mandatos institucionales y
definición de acciones a favor de la igualdad de género en el nivel más alto de la jerarquía
institucional.
- Creación de unidades de género en las universidades: Esta es una de las principales estrategias
para institucionalizar la perspectiva de género, la que va acompañada de la elaboración de
programas sustentados en diagnósticos sobre la población universitaria.
-Definir la IPG de manera específica para la vida universitaria debe incluir un diseño institucional
donde las sanciones, pero también los incentivos hacia buenas prácticas en materia de actuación a
favor de la igualdad de género estén presentes.
- Formación y capacitación en género para transferir y legitimar un conocimiento más allá de los y
las especialistas en el tema. La reflexión sobre el tema de género con el personal de la
organización en todos los niveles.
Es preciso que, además de proponer cambios que vinculen las políticas educativas y sus principios
rectores con la igualdad de género, se institucionalicen los valores de la igualdad, respeto y no
discriminación, en un sentido mucho más profundo que el que supone que tanto mujeres como
varones tienen permitido ingresar a la universidad.
En síntesis, institucionalizar el enfoque de género dentro de las IES implica dar cuenta de cuáles
son las inequidades existentes, y en qué ámbitos éstas se manifiestan, pero por, sobre todo,
generar una conciencia de comunidad que comparte el valor de la igualdad como un principio
rector del quehacer universitario. Aspectos ligados al mérito, las promociones, las dinámicas de
discriminación y las posibilidades de cambio son sumamente necesarias de investigar y promover.
Es preciso institucionalizar la perspectiva de género en la educación superior con el objetivo de
incluir el principio de la igualdad de género en las prácticas y estructuras que organizan la vida
universitaria: tanto en el contenido del conocimiento, como en su desarrollo como proceso.
Reconocer las inequidades existentes, y en qué ámbitos éstas se manifiestan, estableciendo
medidas claras y continuas para revertirlas, generar una conciencia de comunidad que comparte el
valor de la igualdad como un principio rector del quehacer universitario.
Reformas normativas, creación de mecanismos o unidades de género, generación de políticas
institucionales de difusión de la noción de equidad, transformación de programas de estudio,
entre otras medidas, han sido las estrategias seguidas para institucionalizar el género en las
universidades.
Texto sobre Hellen Hardy y Ana Luisa Jiménez. Construcción de nuevas masculinidades.
La feminidad y la masculinidad parten de constructos sociales cuya educación inicia en la infancia,
si no es que, desde antes de que el ser humano nazca. A lo largo del tiempo, se han considerado
que el “deber ser hombre” implica poseer fuerza ante las adversidades, autonomía y control de las
emociones, mientras que en las características atribuidas a la feminidad tiene cabida la expresión
emocional. Así, se ha considerado a las cualidades “masculinas” como portadoras de éxito y
reconocimiento social, mientras que las cualidades “femeninas” traen consigo la desaprobación
social y estigma de debilidad, estas formas de educación que nos han sido impuestas han marcado
la vida de muchos hombres y mujeres. La figura paterna se le presenta al niño como un modelo de
disciplina y responsabilidad, el niño se desarrollará en un ambiente patriarcal.
Transformaciones actuales: desmontar formas de pensamiento producto de la masculinidad
hegemónica: liberación e integración de la mujer en el espacio público, lucha constante por
desaparecer las figuras patriarcales de las mujeres y han plantado la idea del “deber ser de los
hombres” y las contribuciones de los estudios de género, han marcado la pauta para cuestionar y
aminorar la brecha de las desigualdades.
El género: concepto dinámico, que requiere transformaciones, que está en constante cambio. Las
mujeres cada día han conseguido una mayor participación social, sin embargo, en el espacio
privado aún sigue la creencia de que las labores domésticas son responsabilidades para las
mujeres. Para construir nuevas formas de percibir la masculinidad de una forma igualitaria y con
perspectiva de género implica entonces hablar de “masculinidades y feminidades” que no son
propiamente dependientes del sexo con el que nacemos, en donde caben diversas posibilidades,
formas de pensamiento, sentires y comportamientos que no estén sujetos en el “deber de ser
hombre o el deber ser mujer”, sino en una perspectiva más justa que les permita a los hombres
cuestionar las formas en las cuales está sujeta su identidad y visibilizar las formas de trato más
justas para todas y todos; que debe partir desde el nacimiento y permanecer durante el trascurso
del desarrollo humano.
Texto de Hellen Hardy y Ana Luisa Jiménez. Políticas y estrategias en salud pública.
La masculinidad surge durante el embarazo y continúa…Las relaciones de género son los patrones
de comportamiento en que el poder y la desigualdad favorecen al hombre. Mayor participación de
la mujer en el espacio social e inserción más igualitaria del hombre en el espacio privado. Nada
impide que los hombres adopten algunas conductas femeninas y viceversa. El dilema que
enfrentan los hombres es cómo ser hombres u al mismo tiempo ser justos con las mujeres. El
dilema de las mujeres es cómo hacer las cosas que los varones hacer y reafirmarse como mujeres.
Género: construcción social que define lo que significa ser de un sexo o de otro. Es una categoría
dinámica construida socialmente. Sexo: característica biológica, anatómica. El ambiente y el
contexto social determinan las expresiones de los comportamientos asociados a lo que se
acostumbra llamar de masculinidad y feminidad. La masculinidad se ha sexualizado y es tratada
como sinónimo de virilidad. Mujer: objeto de deseo sexual para el hombre que es viril que rechaza
lo posible femenino de su conducta. Desde que son niños lo varones juegan en la calle y las niñas
más en casa. La moral se mide con diferente vara si es hombre o si es mujer. Las mujeres pueden
caer en adicciones, depresión o manifestaciones somáticas. Hay también mucha violencia sexual.
En general, falta de autonomía de la mujer para decidir y su desvalorización social en los servicios
de salud. Otra manifestación de desigualdad es en el mercado de trabajo. En el hombre hay
morbimortalidad pues corren mayores riesgos, hasta en las transmisiones sexuales o en
tratamientos de fertilidad cuando no reconocen que son ellos los del problema. La aparición del
feminismo ha traído mayor equidad entre hombres y mujeres. Nuevos métodos masculinos
anticonceptivos.
La perspectiva de género permite repensar lo que significa ser mujer y ser hombre como una
posibilidad para resignificarnos como individuos. El análisis de género permite redefinir las
diferencias entre hombres y mujeres desde las normas morales y reconstruirlas con una nueva
perspectiva. Esto implica en el hombre analizar las transgresiones y formas de vida, así como de
propiciar el autocuidado de su cuerpo, olvidando estereotipos que los someten a riesgos
innecesarios.
Teoría de liberación masculina busca escaparse de los comportamientos típicos de la masculinidad
como la opresión, agresión y dominación de la mujer. Los cambios de la mujer han provocado
conflictos emocionales en los varones, tanto en lo público como en lo privado.
El hombre debe entender que, las aparentes ventajas que le dan poder, los hacen prisioneros de
estereotipos patriarcales que los atan y ahogan.
Texto de Alí Roberto Chaves Jiménez. Masculinidad y feminidad: ¿De qué estamos hablando?
Anuncios publicitarios donde lo primero que resalta es la discriminación: un ejemplo de ello es la
constante mercantilización de la figura femenina. Asimismo, la música, como expresión de las
diversas subculturas que se desarrollan en la sociedad, es también reproductora de ese modelo
patriarcal, por medio de letras misóginas. Los programas de educación carecen de una perspectiva
de género que conlleve a una reflexión crítica del tema en las aulas; además, que la misma
educación
universitaria que reciben los maestros y las maestras adolece de un enfoque género sensitivo.
Dentro de los planes de estudio se minimiza el tema de género a la simple incorporación de este
como un eje transversal, y se reprime solo al hecho de escribir “los y las” para el caso que sea
necesario.
Si queremos realizar esa transformación real, sustantiva y trascendental, es necesario iniciar por
una educación universitaria con un verdadero enfoque de género.
Un requisito fundamental es incorporar, además, en este proceso transformador, a toda la
sociedad, lo cual incluye el repensar el modelo de sociedad, el pasar de un modelo capitalista a
uno en el que el respeto de lo humano esté sobre la mercantilización, ya que al existir esta
relación de subordinación (mercancías-ser humano) se da un detrimento de las relaciones sociales.
Es necesario buscar modelos alternativos en los cuales el valor de las personas esté por encima de
cualquier otro aspecto que vaya a menoscabar las relaciones entre hombre-mujer, mujer-mujer y
hombre-hombre. Un modelo que respete diversidades y la aceptación de las mismas como medios
para potencializar las relaciones de igualdad entre los géneros.
Resulta imperativo dejar atrás valores como los del capitalismo patriarcal, la mercantilización de
los cuerpos, la competitividad extrema, para pasar a un respeto de nosotras y nosotros mismos y
de las demás personas y, partir del principio de cooperación, como medio para tender puentes
que promuevan una sociedad sin discriminación. Se debe promover, desde la educación, lo que
supone repensar esta como proceso transformador de las sensibilidades necesarias para convertir
los demás entornos de la vida social.