Está en la página 1de 1

18 INTRODUCCIÓN

a lo que he llamado estudio nunca acabado del acontecimiento de Jesús.


La utilización de determinados métodos es también un acontecimiento
dentro de una historia.
Sin embargo, prescindiendo de si se ha juzgado correctamente la in-
tención de mi primer libro sobre Jesús, en este segundo volumen ya no
intento precisar la aparición de Jesús en nuestra historia ni tampoco las
reacciones preneotestamentarias ante este hecho: es una temática que su-
pongo tratada (aunque no «solucionada» de una vez por todas) en mi pri-
mer libro. Lo que aquí nos interesa directamente es cómo el cristianismo
neotestamentario experimentó y tematizó la salvación en y a través de
Jesús y cuáles son las mediaciones históricas que (entonces y ahora) en-
vuelven este testimonio neotestamentario, el cual constituye una orienta-
ción normativa para nuestra experiencia e interpretación de la salvación
en Jesús. Por tanto, nos hallamos ante un planteamiento y un género lite-
rario distintos del primer volumen. Un autor que escribe sobre Jesús no
debe ser juzgado a partir de unos criterios «cristológicos» previos, sino
por el planteamiento y la perspectiva que adopte. Una cristología actual
que quiera ser fiel a Jesús y al evangelio, capaz de influir en nuestra con-
ciencia sedienta y de tener un papel mediador en la salvación, sólo puede
construirse por etapas. Quizá después de este segundo volumen se pueda
dar comienzo a lo que llamamos «cristología». Yo diría que también este
segundo volumen es un «prolegómeno». Y no movido por un escepticismo
crítico (ni por miedo a generalizaciones precipitadas), sino porque la visión
escatológica cristiana me hace pensar que una cristología significativa para
nuestra vida sólo es posible en forma de pro-legomenon —palabra penúl-
tima, búsqueda del legomenon o palabra justa—, pues en nuestra historia
la redención me es conocida exclusivamente por los fragmentos, vividos de
manera personal y colectiva, en que se apoya la promesa crítica y produc-
tiva, hecha por Jesús, de un futuro definitivo e indefinible de salvación.
En ningún sitio veo una redención «objetivamente realizada». No obstan-
te, creo que nuestra acción en favor del hombre y de su liberación polí-
tica, por fragmentaria que sea, tiene en sí y por sí un valor definitivo,
incluso en los fracasos, y creo también que el Dios vivo le ofrece un futu-
ro todavía mayor. El cristiano, incluso en su concepción cristiana de la
gracia y de la redención, tiene que ser consciente de su condición humana.
A él querría dedicar este segundo volumen en cumplimiento de una pro-
mesa que hice en el primero.

También podría gustarte