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La perspectiva.

Un seguimiento «resucitado» y la esperanza de las «víctimas»


Jon SOBRINO*

La resurrección de Jesús es un acontecimiento ía de la resurrección, y, entre otras, las razones nos


escatológico, la irrupción de lo último en la historia. parecen ser estas dos. Una es que, aunque la resu-
Es, pues, una realidad de alguna forma totalizante, rrección remite al futuro de la historia, no parece
y por ello no es accesible en directo, sino desde una decir nada importante acerca del presente, en cuan-
determinada perspectiva, que de hecho suele cam- to presente. La otra es que, aunque la esperanza
biar a lo largo de la historia. En este capítulo intro- redescubierta por la nueva teología es importante,
ductorio queremos hacer explícita, desde la realidad es una esperanza precipitadamente universal y no
del Tercer Mundo, cuál es esa perspectiva específi- recoge la parcialidad que le es esencial, pues la re-
ca. Y para ubicarla mejor entre otras muchas, va- surrección de Jesús es esperanza, en directo, para
mos a comenzar recordando, aunque sólo sea a las víctimas.
grandes rasgos, lo que la teología reciente ha dicho
sobre la resurrección de Jesús. Para que la resurrección de Jesús pueda mante-
ner su identidad y relevancia nos parece necesario
Con anterioridad al concilio Vaticano II, la teo- adoptar una nueva perspectiva que, recogiendo la
logía católica no hablaba prácticamente de la resu- novedad de la teología postconciliar, vaya más allá
rrección de Jesús ni en la cristología ni en la sote- de ella. Según lo dicho, esta nueva perspectiva debe
riología1, sino que la relegaba a la apologética como incluir dos cosas. La primera, que la resurrección
portento sin igual, y en la espiritualidad se convert- de Jesús sea, de alguna manera, una realidad que
ía en anticipo y recordatorio del final de nuestra afecte eficazmente a la historia en su presente, lo
existencia, con la posibilidad de salvación y conde- cual supone la posibilidad de vivir ya como resuci-
nación, lo que llevaba a la desvalorización de la his- tados en la historia y la posibilidad de rehacer la
toria. experiencia de ultimidad implicada en las aparicio-
nes, con todas las analogías del caso, por supuesto.
En un radical cambio de paradigma, alrededor La otra, y más fundamental en el Tercer Mundo, es
del concilio la teología comenzó a retomar la resu- comprender la resurrección de Jesús en su relación
rrección de Jesús como realidad central2. Con ello esencial con las víctimas, de modo que la esperanza
se superaron, en principio, varios males: el doloris- que desencadena sea, ante todo, esperanza para las
mo de una teología y la crueldad de una soteriología víctimas. Veámoslo un poco más en detalle.
(mal) basadas en la cruz, y el sacrificialismo unila-
teral de la liturgia, la cual, a partir de entonces,
llegó a ser más enteramente pascual. Además, la 1. VIVIR EL SEGUIMIENTO DE JESÚS COMO
investigación bíblica superó un modo de presentarla RESUCITADOS
como acontecimiento mítico y pudo mostrar su rele-
vancia ante las exigencias del pensamiento moderno Quisiera comenzar esta reflexión con un recuer-
y su antropología. La resurrección de Jesús mos- do personal. Hace casi treinta años, en una euca-
traba, en efecto, el valor de la corporeidad, pues ristía en que unos jóvenes jesuitas hacían sus votos
Jesús resucitó en la totalidad de su ser, no a la religiosos, Ignacio Ellacuría habló del seguimiento
manera griega de alma liberada del cuerpo; la so- de Jesús, pero a ello añadió que debemos vivir ya
ciabilidad, pues, al resucitar como primogénito, como resucitados en la historia. Dado como era él a
apuntaba a la resurrección final de todos los seres historizar la fe cristiana, no constituyó una sorpre-
humanos; la cosmicidad, y aun la evolución hacia sa que historizase el seguimiento en lo que éste tie-
un punto omega, al recordar con Isaías y el Apoca- ne de encarnación, misión y cargar con la cruz. Pero
lipsis el advenimiento del nuevo cielo y la nueva tie- lo de «vivir como resucitados en la historia» me
rra, lo cual es todavía más importante hoy que se llamó poderosamente la atención, pues con ello re-
habla del Cristo cósmico3. Y revalorizaba sobre todo lacionaba el seguimiento de Jesús con lo plenifican-
el futuro y la esperanza, realidades centrales en el te y lo escatológico. Y, a la inversa, venía a decir que
pensamiento utópico de hace unas décadas. el lugar de verificar –sin alienaciones y autoenga-
ños– si y de qué forma participamos ya en la reali-
Estos progresos teológicos son indudables, pero dad escatológica es el seguimiento de Jesús y no.
no han sido suficientes4. A nuestro modo de ver, se otra cosa. En otras palabras, la resurrección de
da ahora una especie de estancamiento en la teolog- Jesús, en su realidad propia, se puede vivir en el
2 RESURRECCION Y VICTIMAS

presente; y, dentro de ese presente, en el segui- seco a nosotros, algo no historizable ni verificable
miento. Sin embargo, esto no es nada obvio y en- en forma alguna, como sí lo es el seguimiento de
cuentra dificultades de varios tipos que hay que es- Jesús. Y no dejaría de ser paradójico –y hasta ab-
clarecer y a las que, en lo posible, hay que respon- surdo– que en la historia hubiese acaecido lo esca-
der. tológico y que no la configurara de alguna forma.

En el Nuevo Testamento, en efecto, la resurrec- Nuestra perspectiva presupone, pues, que el Re-
ción de Jesús –y las apariciones en que se muestra– sucitado se puede hacer victoriosamente presente
es presentada en radical discontinuidad con respec- en el seguimiento del Crucificado, de modo que el
to a nosotros. Por lo que toca a la realidad objetiva, seguimiento puede estar transido ya ahora de lo
la resurrección es la aparición de lo escatológico, y que en la resurrección de Jesús hay de triunfo. De
por ello «la Resurrección es algo único en la histo- esto hablaremos en detalle en los siguientes capítu-
ria»5. Por lo que toca a la captación subjetiva, el cre- los, pero, por decirlo desde el principio, en el se-
yente se ve esencialmente remitido al testimonio de guimiento de Jesús puede acaecer un como rever-
quienes tuvieron la experiencia pascual, los cuales bero histórico de su resurrección con dos elementos
«no pretendieron nunca hacer que otras personas esenciales: 1) lo que en la resurrección hay de pleni-
gozaran de visiones parecidas»6. Y esa discontinui- tud, aun en medio de las limitaciones de la historia,
dad se radicaliza con el retraso de la parusía: «la y 2) lo que en la resurrección hay de victoria contra
plenitud que para los discípulos se inició ya con las lo esclavizante de la historia. A esto alude la si-
apariciones del Resucitado y que podía palparse se guiente cita:
nos ha convertido de nuevo en promesa»7. En con-
clusión, entre la realidad de la resurrección, inclui- «El cristianismo es el permiso, la urgencia y
da la experiencia de las apariciones, y nuestra pro- la buena disposición para vivir ya aquí y ahora
pia realidad parece existir un abismo insalvable. la vida del mundo futuro. Y eso significa: vivir la
vida de la plenitud escatológica en un tiempo de
Por otra parte, el Nuevo Testamento hace otro ti- caducidad que no está preparado para ello; y so-
po de afirmaciones que van en dirección distinta. La portar todos los golpes y todas las desventajas
resurrección de Jesús, a través de la efusión del que tal vida supone»8.
Espíritu, ya configura la historia en el presente. Esa
acción es considerada en la teología lucana de for- Se mencionan aquí los dos elementos en los que
ma puntual y prodigiosa, mientras que es cotidiani- hemos insistido (plenitud en la contingencia), pero,
zada por Pablo. Preguntarse por la presencia del para que no queden en su nuda abstracción, hay
Resucitado en la historia no sería, pues, nada nue- que concretar qué significa «plenitud escatológica» y
vo, aunque el Nuevo Testamento también hace no- «soportar los golpes de la caducidad».
tar los peligros de comprenderla sólo como acción
del Espíritu tal como aparece en el ejemplo clásico Por lo que toca ala plenitud escatológica podemos
de los cristianos de Corinto, a quienes Pablo tiene decir, con cierta audacia, que el reverbero en la his-
que corregir severamente. toria del triunfo del Resucitado es la esperanza, la
libertad y el gozo en el seguimiento de Jesús9. Por lo
Pero, además de la crítica a este «espiritualismo que toca a la caducidad –en medio de la cual acaece
de la resurrección», a nuestro modo de ver, apelar al la plenitud– y a lo que hay que soportar, la esperan-
Espíritu no expresa todavía con la radicalidad debi- za acaece contra la resignación, el desencanto, la
da la relación entre resurrección y presente, si no se trivialidad; la libertad acaece contra las ataduras
historiza y concreta adecuadamente esa acción del que la historia impone al amor: riesgos, miedos,
Espíritu. El problema fundamental es si la resu- egoísmos; el gozo acaece contra la tristeza. La pleni-
rrección se hace presente, específicamente, en el tud, pues, llega a ser no sólo en tiempos de caduci-
seguimiento de Jesús y no en cualquier lugar y de dad sino contra la caducidad. Con mayor precisión,
cualquier manera. No se trata simplemente de que se hace presente no sólo contra el todavía-no de lo
el Espíritu se haga presente en la historia a través limitado, sino contra el ciertamente-no de lo opresor
de acciones novedosas y poderosas (carismáticas), y deshumanizante.
sino –además– de configurar «resucitadamente» la
estructura de encarnación, misión y cargar con lo Es evidente que el intento de concretar la pre-
oneroso de la historia. sencia de la resurrección en la historia es audaz y
tiene su peligrosidad, pero nos parece que sería más
Nuestra argumentación en favor de esta tesis no peligroso comprenderla como algo totalmente
es sustancialmente bíblica, sino producto de la re- extrínseca a nuestra realidad presente. Esto su-
flexión. Y es que si la realidad de la resurrección de pondría que en la historia habría acaecido lo esca-
Jesús no se hiciera de alguna forma presente en la tológico, pero que ello no configuraría nuestra vida
historia, permanecería como algo totalmente extrín- presente –a no ser en la esperanza–10.
RESURRECCION Y VICTIMAS 3

las preguntas importantes en torno a la resurrec-


2. RESURRECCIÓN DE JESÚS Y VÍCTIMAS ción: qué posibilidad hay hoy de comprender y de
rehacer la experiencia de los primeros creyentes,
En e1 kerygma primitivo la resurrección es aunque sea de forma análoga; qué posibilidad existe
anunciada en unidad con la cruz de Jesús (cf. 1Cor de vivir ya como resucitados en la historia y qué de
15,3s.), pero no sólo en el obvio sentido de yuxtapo- la dimensión de triunfo, tal como aparece en la re-
sición lógico-cronológica –sin muerte no puede surrección de Jesús, puede hacerse realidad en la
haber resurrección–, sino en un sentido mutuamen- historia; qué esperanza –y con qué realismo– tiene
te explicativo: «a quienes vosotros asesinasteis, Dios un pueblo crucificado de ser también un pueblo re-
resucitó» (Hech 2,23s. par.). Y esta relación se man- sucitado; qué hay de verdad en la fe de que Dios es
tiene en el Nuevo Testamento en la identificación un Dios de vida, de que hizo justicia i una víctima
del Resucitado con el Crucificado (Jn 20,25-28). inocente resucitándola de la muerte y de que al fi-
nal Dios será todo en todos...
Mantener esta relación (transcendental) entre
cruz y resurrección es decisiva para la comprensión Estas preguntas por Dios y por la justicia, y
del misterio pascual yb que tiene de revelación y de otras similares, son las que surgen en el mundo de
salvación. De ello hablaremos en los siguientes cruces, y no simplemente si hay supervivencia tras
capítulos, pero tener en cuenta esa relación es tam- la muerte. Se trata del problema humano de la es-
bién importante –y quizás la teología no suele dete- peranza, pero no de cualquier esperanza, sino de la
nerse en esto suficientemente– para determinar el esperanza de las víctimas. Las palabras de campe-
lugar adecuado de comprensión de la resurrección sinos salvadoreños que vamos a citar –y que pueden
de Jesús. Si es cierto que resurrección (realidad multiplicarse– no usan lenguaje de cruz y resurrec-
histórico-escatológica) dice relación esencial a ción, pero a ello apuntan en lenguaje de muerte y
muerte (realidad histórica), no parecerá desatino de vida. En tiempo de cruz se preguntan:
hacer de ésta lugar para comprender aquélla. Y no
sólo eso. Como en el Nuevo Testamento no se habla «Cuántas veces no decimos que Dios actúa en
sólo de muerte, sino de cruz de Jesús, serán los nuestra historia... Pero, padre, y si actúa,
crucificados de la historia el lugar más apto para ¿cuándo acaba esto? ¿Y tantos años de guerra y
comprender la resurrección de Jesús, los que intro- tantos miles de muertos? ¿Qué pasa con
ducen en ella la necesaria dialéctica, y los que posi- Dios?»11.
bilitan que se vayan desplegando las diversas di-
mensiones de ésta. Y hablan también sin ingenuidad, teo-logal-
mente, de resurrección. Esto decían en 1987:
Algo de esto aparece, aunque sólo sea a la mane-
ra de insinuación, al final del evangelio (anti- «Nosotros somos unas comunidades abando-
triunfalista) de Marcos. No hay en él apariciones, nadas por nuestra diócesis. Nunca ha habido
sino sólo el mandato: «id a Galilea, y allí lo veréis» preocupación por nosotros. De lo que sí estamos
(Mc 16,7). Sea como fuere lo ocurrido geográfica e claros es que Dios no nos ha abandonado ni nos
históricamente, Galilea es el lugar de lo pobre y de abandonará jamás. Pues hemos podido experi-
lo pequeño. Y ahí, según Marcos, se dejará ver el mentar su cercanía y su acompañamiento en los
Resucitado. Es por eso lugar teológico. Este no es momentos más duros que hemos vivido a lo lar-
fundamentalmente un ubi categorial, sino un quid go de esta guerra, donde lo único que se nos ha
substancial, y desde él las fuentes del conocimiento ofrecido ha sido la muerte. El nos ha ofrecido y
teológico dan de sí una u otra cosa. Pues bien, esa dado la vida»12.
«Galilea» es la que permite leer los textos de la resu-
rrección de una determinada manera y es la reali- Hemos expuesto en esta introducción cuál es el
dad que dirige a esos textos las preguntas más ati- interés que guía nuestro análisis: poder vivir como
nadas. Por eso es también el lugar en que los textos resucitados –en la caducidad de la historia– en el
dan más de sí. Dicho en forma de tesis, la cruz es el seguimiento de Jesús, y tener la esperanza de las
lugar teológico privilegiado para comprender la re- víctimas de que Dios triunfará sobre la injusticia.
surrección, y otros lugares lo serán en la medida en Esta es la perspectiva. Digamos para terminar que
que análogamente reproduzcan la realidad de la no tenemos nada especial que ofrecer a la investiga-
cruz. ción y al debate exegético de los textos. Por ello,
aunque los analicemos un mínimo, la novedad que
Para nosotros Galilea es El Salvador, que bien podamos ofrecer consiste en la luz que dé la doble
puede servir como ejemplo de muchos otros pueblos perspectiva que hemos mencionado.
crucificados (los Grandes Lagos, Timor Oriental..,
en el momento de escribir estas líneas). En esa rea- En primer lugar, abordaremos el problema her-
lidad concreta, y por su propia naturaleza, surgen menéutico que ofrece la resurrección no sólo por ser
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un acontecimiento acaecido en el pasado y en un cemos ninguna novedad exegética, pero sí haremos


horizonte cultural distinto al actual, sino porque de algunas reflexiones sobre la realidad de los cambios
ella se afirma que es la irrupción de un aconteci- ocurridos a los discípulos y su significado, y sobre
miento «escatológico». No es obvio que un hecho es- la necesidad y el sentido de hacer (o no hacer) hoy
catológico pueda ser comprendido, y por ello hay nosotros una experiencia (análoga) a la de las apa-
que averiguar bajo qué condiciones puede serlo pa- riciones.
ra saber, dicho en palabras sencillas, «de qué esta-
mos hablando». Por último, abordaremos el problema teológico,
es decir, qué dice la resurrección de Jesús sobre
En segundo lugar, abordaremos el problema Dios, sobre Jesús y sobre los seres humanos.
histórico: qué es lo que realmente acaeció. No ofre-

sucitado y el modo en que los discípulos de Jesús llegaron


*
SOBRINO, J., «La perspectiva. Un seguimiento “resuci- a la misma fe (E. Schillebceckx, Jesús. La historia de un
tado” y la esperanza de las “víctimas”», en Id., La fe en Je- viviente, Madrid, 1981, p. 319). Sobre esto volveremos en
sucristo. Ensayo desde las víctimas, Madrid, Trotta, 1999, el capítulo 5.
p. 25-32. 11
M. López Vigil, Muerte y vida en Morazán, San Sal-
1
Se hizo clásica la crítica de K. Rahner a la cristología vador, 31989, p. 119.
de la Biblioteca de Autores Cristianos (Sacrae Theologiae 12
Summa. De Verbo incarnato, Madrid, 1956), usual en los M. López Vigil y J. Sobrino, La matanza de los po-
años anteriores al concilio Vaticano II, en la que a la resu- bres, Madrid, 1993, p. 249.
rrección de Jesús se le dedica menos de una página (cf.
Escritos de teología IV, Madrid, 1964, p. 159).
2
Baste recordar el impacto de la aparición del libro de
L. Durwell La resurrección de Jesús, misterio de Salvación,
Barcelona, 1962.
3
Cf. J. Moltmann, Cristo para nosotros hoy, Madrid,
1997, especialmente el apartado «La resurrección en la
perspectiva de la naturaleza» (pp. 71-74).
4
Hoy en día los problemas se acrecientan por otras ra-
zones. Teológicamente, la crítica histórica hace cada vez
más difícil leer ingenuamente los textos sobre la resurrec-
ción de Jesús. Y, cultural y psico-socialmente, la pregunta
por la posibilidad de vida en el más allá en buena medida
está dejando de ser central en muchos lugares, y no gene-
ra la angustia a la que la resurrección de Jesús debía dar
una respuesta cristiana. Estamos lejos de Unamuno.
5
J. I. González Faus, La humanidad nueva. Ensayo de
cristología, Santander, 61984, p. 145, subrayado en el ori-
ginal. A lo largo de la obra citamos por esta edición de
forma abreviada.
6
J. Moltmann, El camino de Jesucristo, Salamanca,
1993, p. 308.
7
W. Pannenberg, Fundamentos de cristología, Sala-
manca, 1973, p. 135.
8
K. Stendahl, «Jesus und das Reich Gottes»: Junge
Kirche 3 (1969), p. 130, citado en J. I. González Faus, op.
cit., p. 166.
9
Decía monseñor Romero: «Cristo resucitado pertenece
ya a la historia presente y es fuente de libertad y de digi-
nidad humana» (Homilía del 24 de febrero dc 1980, en
Monseñor Oscar A. Romero. Su pensamiento VIII, San Sal-
vador, 1980-1988, p. 266).
10
Algo análogo se puede decir de la posibilidad de re-
hacer la experiencia pascual de los primeros discípulos, de
tal modo que el anuncio de pascua pueda ser interpretado
también como invitación a revivir esa experiencia. No exis-
te tanta diferencia entre el modo en que nosotros podemos
alcanzar tras la muerte de Jesús la fe en el Crucificado re-

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