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presente; y, dentro de ese presente, en el segui- seco a nosotros, algo no historizable ni verificable
miento. Sin embargo, esto no es nada obvio y en- en forma alguna, como sí lo es el seguimiento de
cuentra dificultades de varios tipos que hay que es- Jesús. Y no dejaría de ser paradójico –y hasta ab-
clarecer y a las que, en lo posible, hay que respon- surdo– que en la historia hubiese acaecido lo esca-
der. tológico y que no la configurara de alguna forma.
En el Nuevo Testamento, en efecto, la resurrec- Nuestra perspectiva presupone, pues, que el Re-
ción de Jesús –y las apariciones en que se muestra– sucitado se puede hacer victoriosamente presente
es presentada en radical discontinuidad con respec- en el seguimiento del Crucificado, de modo que el
to a nosotros. Por lo que toca a la realidad objetiva, seguimiento puede estar transido ya ahora de lo
la resurrección es la aparición de lo escatológico, y que en la resurrección de Jesús hay de triunfo. De
por ello «la Resurrección es algo único en la histo- esto hablaremos en detalle en los siguientes capítu-
ria»5. Por lo que toca a la captación subjetiva, el cre- los, pero, por decirlo desde el principio, en el se-
yente se ve esencialmente remitido al testimonio de guimiento de Jesús puede acaecer un como rever-
quienes tuvieron la experiencia pascual, los cuales bero histórico de su resurrección con dos elementos
«no pretendieron nunca hacer que otras personas esenciales: 1) lo que en la resurrección hay de pleni-
gozaran de visiones parecidas»6. Y esa discontinui- tud, aun en medio de las limitaciones de la historia,
dad se radicaliza con el retraso de la parusía: «la y 2) lo que en la resurrección hay de victoria contra
plenitud que para los discípulos se inició ya con las lo esclavizante de la historia. A esto alude la si-
apariciones del Resucitado y que podía palparse se guiente cita:
nos ha convertido de nuevo en promesa»7. En con-
clusión, entre la realidad de la resurrección, inclui- «El cristianismo es el permiso, la urgencia y
da la experiencia de las apariciones, y nuestra pro- la buena disposición para vivir ya aquí y ahora
pia realidad parece existir un abismo insalvable. la vida del mundo futuro. Y eso significa: vivir la
vida de la plenitud escatológica en un tiempo de
Por otra parte, el Nuevo Testamento hace otro ti- caducidad que no está preparado para ello; y so-
po de afirmaciones que van en dirección distinta. La portar todos los golpes y todas las desventajas
resurrección de Jesús, a través de la efusión del que tal vida supone»8.
Espíritu, ya configura la historia en el presente. Esa
acción es considerada en la teología lucana de for- Se mencionan aquí los dos elementos en los que
ma puntual y prodigiosa, mientras que es cotidiani- hemos insistido (plenitud en la contingencia), pero,
zada por Pablo. Preguntarse por la presencia del para que no queden en su nuda abstracción, hay
Resucitado en la historia no sería, pues, nada nue- que concretar qué significa «plenitud escatológica» y
vo, aunque el Nuevo Testamento también hace no- «soportar los golpes de la caducidad».
tar los peligros de comprenderla sólo como acción
del Espíritu tal como aparece en el ejemplo clásico Por lo que toca ala plenitud escatológica podemos
de los cristianos de Corinto, a quienes Pablo tiene decir, con cierta audacia, que el reverbero en la his-
que corregir severamente. toria del triunfo del Resucitado es la esperanza, la
libertad y el gozo en el seguimiento de Jesús9. Por lo
Pero, además de la crítica a este «espiritualismo que toca a la caducidad –en medio de la cual acaece
de la resurrección», a nuestro modo de ver, apelar al la plenitud– y a lo que hay que soportar, la esperan-
Espíritu no expresa todavía con la radicalidad debi- za acaece contra la resignación, el desencanto, la
da la relación entre resurrección y presente, si no se trivialidad; la libertad acaece contra las ataduras
historiza y concreta adecuadamente esa acción del que la historia impone al amor: riesgos, miedos,
Espíritu. El problema fundamental es si la resu- egoísmos; el gozo acaece contra la tristeza. La pleni-
rrección se hace presente, específicamente, en el tud, pues, llega a ser no sólo en tiempos de caduci-
seguimiento de Jesús y no en cualquier lugar y de dad sino contra la caducidad. Con mayor precisión,
cualquier manera. No se trata simplemente de que se hace presente no sólo contra el todavía-no de lo
el Espíritu se haga presente en la historia a través limitado, sino contra el ciertamente-no de lo opresor
de acciones novedosas y poderosas (carismáticas), y deshumanizante.
sino –además– de configurar «resucitadamente» la
estructura de encarnación, misión y cargar con lo Es evidente que el intento de concretar la pre-
oneroso de la historia. sencia de la resurrección en la historia es audaz y
tiene su peligrosidad, pero nos parece que sería más
Nuestra argumentación en favor de esta tesis no peligroso comprenderla como algo totalmente
es sustancialmente bíblica, sino producto de la re- extrínseca a nuestra realidad presente. Esto su-
flexión. Y es que si la realidad de la resurrección de pondría que en la historia habría acaecido lo esca-
Jesús no se hiciera de alguna forma presente en la tológico, pero que ello no configuraría nuestra vida
historia, permanecería como algo totalmente extrín- presente –a no ser en la esperanza–10.
RESURRECCION Y VICTIMAS 3