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Origen del dinero

Enrique Rus Arias


Lectura: 5 min

Desde el trueque hasta los apuntes bancarios en cuenta, el dinero ha


sufrido una evolución importante. Veamos el origen del dinero, por
qué cambio y, en definitiva, la razón por la que llegó a ser lo que
conocemos hoy.

El dinero es algo asumido por en nuestra vida cotidiana. De hecho no


solemos fijarnos en él. Sin embargo, cuando nos hablan de este concepto,
la imagen que viene a nuestra mente es un billete en la moneda oficial de
nuestro país. En México es el peso mexicano, en Venezuela el bolívar, en
Hungría el forinto, en Suiza el franco suizo, en Noruega la corona noruega y
en Alemania el euro.

Pero ¿que pasaría si esa misma pregunta sobre el dinero se la hubiéramos


hecho a un legionario de la antigua Roma?. Es más que probable que él
pensara en sextercios, la moneda de la época. Si nos remontamos a la
prehistoria y pudiéramos preguntar a aquellos habitantes, algo harto difícil,
la respuesta podría ser ¡un queso o una vaca! e incluso la sal.

El origen del dinero fue el trueque


Imaginemos una época sin tecnología y sin bancos. Los humanos ya nos
habíamos hecho sedentarios, así que unos elaboraban quesos y otros
criaban vacas. Uno de los maestros queseros ese día quería comer vaca y
tenía que buscar el momento en que el vaquero quisiera queso. A eso se
unía la dificultad del transporte. O bien él iba con el queso o el otro venía
con la vaca. Todo esto era complicado y lo hemos exagerado, pero es el
trueque.

El trueque fue el origen del dinero que conocemos hoy. Yo quiero algo y te
doy algo a cambio. Su problema fundamental era que podía suceder que en
ese momento nadie quisiera mis quesos y yo me quedara sin comer vaca.
Por tanto, alguien pensó que sería interesante utilizar algo que fuera fácil
de transportar a modo de unidad de intercambio y así, apareció el primer
concepto de dinero.

El origen del dinero. De la sal al oro o la plata


Se utilizaron varios productos destacando el maíz o la sal, de esta proviene
la palabra salario. Ambos servían perfectamente como dinero, pero solo en
una de sus dos funciones, el intercambio. Pero hay otra, el ahorro, y para
eso, era necesario que fuera duradero. El maíz se pudre y la sal, si se moja,
pierde todo su valor. Había que buscar otra cosa y surgieron el oro y la
plata. Estos eran fáciles de transportar y duraderos, sobre todo el primero.

Comenzaron a acuñarse monedas de estos dos metales preciosos, pero


surgió un problema. Es cierto que cumplían las funciones de intercambio y
de ahorro o que eran fáciles de transportar, pero esto no era suficiente. Por
un lado, cierta cantidad de dinero suponía una bolsa muy grande y la
incomodidad que eso conlleva. Además, si te lo robaban te quedabas sin él.
Había que inventar otra cosa y después de cierto tiempo, surgió el dinero
como hoy lo conocemos, en monedas y billetes.

Y llegaron los bancos


Con los problemas de delincuencia y el miedo a los robos, algunos
agudizaron el ingenio y el proceso de origen del dinero dio lugar a los
bancos, que pensaron que una buena idea era emitir dinero en algo que no
fuera oro o plata , los billetes. Los clientes dejaban su «dinero» en depósito
y a cambio recibían este otro dinero. Era más fácil de transportar y el
verdadero valor estaba seguro.

También comprobaron que nunca iban todos los clientes a retirar su oro a
la vez. De hecho, eran pocos los que lo hacían y pensaron: ¿por qué no
prestar esos excedentes? Y lo hablaron con sus clientes, contestando ellos
que les parecía bien. Pero claro, si antes pagaba por la custodia, ahora
querían cobrar algo por hacer estos préstamos a través del banco.

Y llegaron los préstamos y las hipotecas


Así pues, aquellos «depositarios de dinero» se convirtieron en los bancos.
Los billetes de no hace tanto tiempo (que estaban respaldados por oro)
después de los acuerdos de Bretton Woods» se convirtieron en promesas
de pago del banco central del país correspondiente. Es el llamado dinero
fiducitario. Y la moneda de referencia surgida de aquel pacto fue el dólar
norteamericano.

De esta forma, si tenemos un billete de veinte euros quiere decir que


el Banco Central Europeo (BCE) promete que nos pagaría ese dinero. Algo
que en la realidad nunca va a suceder, ya que con ese dinero podemos
comprar y ahorrar, es decir, cumple las dos funciones que necesitamos de
él.

En la mayoría de países, los bancos tienen muy poco dinero físico. La


mayoría está en las anotaciones en cuenta. Además, existe el «coeficiente
de caja» que es un indicador que informa al banco de que cantidad (en
porcentaje) debe tener de dinero físico, que respalde el que presta. Así, si
ese coeficiente es del 10% quiere decir que si el banco tiene en circulación
100 millones de € debe tener en dinero 10 millones de € en su caja fuerte.

Por ejemplo, si tenemos una hipoteca, el banco no nos da esos 200.000 de


€ del valor de nuestra casa. Lo que hace es ingresarlo en nuestra cuenta a
través de un apunte contable. Luego nosotros ese dinero se lo
transferimos al vendedor. A su vez, la entidad debe respaldarlo con 20
millones de € en dinero físico, si el coeficiente de caja fuera del 10%.

Internet ha facilitado estas transacciones y en la actualidad lo habitual es


operar con cuentas online. Sin embargo, muchos usuarios siguen
prefiriendo las oficinas físicas y el dinero en billetes, sobre todo personas
jubiladas que no recibieron suficiente educación tecnológica.

Una curiosidad sobre la inflación. El sextercio romano


La inflación, que es una subida continuada de precios de bienes o servicios,
puede tener un origen monetario. Esta es al menos una de las teorías de la
escuela austriaca de economía, cuyo fundador fue Ludwing Von Mises,
economista de los llamados «liberales». Lo cierto es que dependiendo del
punto de vista, los factores puede ser variados, desde los aumentos de
costes, hasta los excesos de demanda, como predicaba John Maynard
Keynes.

Esto nos lleva a una curiosidad respecto a la moneda más habitual en


Roma, el sextercio. Parece ser que algunos emperadores, ávidos de poder,
descubrieron que podían adulterar el sextercio de oro mezclando otros
metales más baratos. De esta forma, podían acuñar monedas por un valor
nominal muy superior al real y así, financiar sus enormes campañas de
conquistas. Pero claro, esas monedas, en realidad, estaban infladas.

Sin embargo, los empresarios acostumbrados a estar ojo avizor se dieron


cuenta. La moneda no valía su peso en oro. ¿Y qué hicieron? Pues
incrementar sus precios para compensar esa pérdida de valor. Así apareció,
según estos teóricos austriacos, el fenómeno de la inflación, con su causa
monetaria que se explica a través de la depreciación del dinero. Como
vemos, todo tiene relación con el origen del dinero.

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