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Neuroeducación: un cambio en los modelos educativos tradicionales

Niños que se aburren, niños con dislexia, discalculia o con déficit de atención… Las necesidades educativas de
los alumnos son inmensas, pero la respuesta que se da desde los centros es a menudo tan limitada como
homogénea. Es prioritario dar paso a una nueva etapa, ahí donde la neuroeducación puede facilitarnos ese
enfoque y ese contexto psicobiológico tan necesario en estos casos.

No hace falta ningún estudio para darnos cuenta de algo. El término «neuro» aparece ya con más frecuencia en
casi cualquier contexto. El neuromárketing, la neurofelicidad, la neurocreatividad y la propia neuroeducación nos
sitúan en un escenario tan nuevo como interesante. Es el momento de descubrir al ser humano en profundidad. Es
el mejor instante para entender cómo pensamos, cómo aprendemos, cómo sentimos y cómo tomamos decisiones

«El alma está en el cerebro». -Eduard Punset-

Ese conocimiento trasciende a muchos de los esquemas que manejamos en la actualidad. Es sumergirnos en ese
tejido sináptico y orquestado por una serie de procesos cerebrales para entender, por ejemplo, que no todos los
niños aprenden al mismo ritmo. Que hay tiempos, que hay ciertas estructuras que pueden madurar más tarde; de
ahí las complicaciones en muchos alumnos a la hora de asentar las competencias lectoescritoras.

No podemos presionar a un niño a que aprenda algo si aún no está en predisposición de hacerlo. Dicha presión,
además, genera frustración, miedo y evitación. Todo lo contrario, a lo que debería ser el propio aprendizaje: un
proceso que parte desde la alegría, la curiosidad y la motivación.

Niño leyendo un libro

Neuroeducación, un nuevo modelo educativo

La ciencia está descubriendo aspectos excepcionales sobre el aprendizaje y la memoria que aún no se han
incorporado en los programas escolares. Hay un claro desfase entre aquello que las neurociencias manejan sobre
el desarrollo del cerebro infantil y juvenil y aquello que día a día puede verse en las aulas. Seguimos empeñados
en habilitar por igual a los niños en el dominio de ciertas competencias, en no escaparnos de esas metodologías
tradicionales, en remarcar el error, en señalar al alumno que se despista, al que no llega, al que no puede con las
mates, al que le bailan las letras cuando intenta comprender un texto…

Todas las habilidades humanas, incluido el propio aprendizaje, no responden a un mero capricho nuestro. No es
cuestión de actitud. Es el resultado de nuestra actividad cerebral. Por tanto, si fuéramos capaces de entender
cómo funciona nuestro cerebro seríamos más competentes a la hora de organizar una clase, a la hora de preparar
un material, de diseñar un proyecto educativo.
¿Qué finalidad tiene la neuroeducación?

La educación tradicional presenta múltiples limitaciones. Tenemos buenos profesores y excelentes maestros, pero
hay algo que falla. La educación necesita de una mejor base científica para entender en profundidad las claves del
desarrollo cognitivo. El objetivo de la neuroeducación, por tanto, es establecer una base científica real en la
enseñanza y el aprendizaje.

Esto implica integrar en nuestros modelos educativos los últimos hallazgos de la neurociencia, la psicología y la
ciencia cognitiva. Solo así daremos forma a una educación más sensible, inclusiva y válida. Ahora bien, para ello
debemos dejar a un lado esos mitos tan clásicos. Como aquellos que nos decían que solo utilizamos un 10% del
cerebro o que disponemos de un hemisferio artístico y otro matemático.

¿Cómo puede aplicarse la neuroeducación en las aulas?

Si bien es cierto que nos queda mucho camino por recorrer en el ámbito de la neuroeducación, cabe decir que ya
podemos ver ciertos avances. Las políticas educativas van cambiando y lo harán más con el tiempo. Los avances
en materia de educación especial también están apareciendo poco a poco, y todo ello nos sitúa en un buen
horizonte. No obstante, necesitamos de una mayor implicación de los agentes sociales y en especial, de las
políticas educativas.

Veamos por tanto cómo debería aplicarse en las aulas la neuroeducación.


Mejor identificación de las necesidades individuales

Niños con problemas de aprendizaje, alumnos con dislexia, con altas capacidades intelectuales… Esa
identificación temprana nos permitirá aplicar estrategias más ajustadas para optimizar el aprendizaje de los
alumnos lo antes posible.

Entorno de aprendizaje positivos y estimulantes

El aprendizaje debe ser positivo y que acontezca en un entorno divertido y estimulante. Algo así implica que
seamos capaces de crear nuevos entornos, con profesores implicados y hábiles a la hora de involucrar a los
alumnos en nuevos desafíos sin que el rigor académico se diluya.

Equipos de aprendizaje

Los niños recuerdan mejor la información si trabajan en grupos pequeños. Esos equipos conformados por distintos
alumnos hacen que el aprendizaje sea más dinámico y que aquello que se descubra, se convierta en un dato
significativo. De este modo se estimula además la cooperación, el respeto…

Niños jugando con bloques

Trasmitir al niño los descubrimientos de la neuroeducación

El alumno también debe entender cómo aprende. Aún más, los neurólogos indican que nada sería mejor que
enseñarles «funciones ejecutivas». Es decir, se trataría de darles pautas para que sepan, por ejemplo, cómo
funciona la atención, cómo reconocer sus emociones, saber cuándo están enfadados, cansados, tristes…

Asimismo, sería esencial que aprendieran a regular esas emociones para controlarse y conectarse mejor con las
tareas.

Tutorías cognitivas e instrucción individualizada

Este aspecto es sin duda uno de los más complicados a la hora de llevar a cabo. Necesitaríamos profesores
entrenados en este ámbito, personas capaces de intuir, por ejemplo, qué canal de aprendizaje es el más idóneo
para cada niño: cinestésico, auditivo, visual…

Asimismo, es prioritario también saber cómo progresa el alumno en materia de atención, de inferencia de la
información, en resolución de problemas, en motivación, en creatividad... Solo así podríamos diseñar mejores
estrategias para que cada niño fuera capaz de alcanzar todo su potencial.
Cambios en los horarios escolares

Según la neuroeducación sería esencial hacer un cambio en materia de horarios escolares. Se han hecho
estudios que demuestran, por ejemplo, que sería más adecuado que los descansos de verano fueran más cortos.
La escuela debería durar todo el año, pero estableciendo descansos frecuentes (por ejemplo, cada tres semanas
un descanso de una semana).

Asimismo, también sería necesario un cambio en los centros de secundaria. Lo ideal es que las clases empezaran
entre las 10.30 y 11 horas. Según la neurociencia los adolescentes necesitan dormir más horas y sus cerebros
aún no están receptivos a primera hora de la mañana.

Para concluir, a medida que nuestra comprensión del cerebro y el aprendizaje mejore es esencial que todos esos
avances se apliquen al campo de la enseñanza. No podemos quedarnos atrás, no podemos seguir instaurados en
mecanismos obsoletos que dan forma a alumnos sin motivación, a niños frustrados y a padres cada vez más
preocupados.

Hay que atreverse a innovar y sobre todo a estar en sintonía con el propio desarrollo cerebral del niño. Solo así le
permitiremos dar lo mejor de él, solo así tendremos a alumnos verdaderamente implicados en su propio
aprendizaje.

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