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B.

El ESTANCAMIENTO (1600- 1774)

Prof. Dr. ERTUĞRUL ÖNALP

Las conquistas otomanas continuaron después de la muerte de Solimán I


el Magnífico, aunque fueron disminuyendo de forma gradual. Hubo algunos
cambios en el sistema clásico de la administración otomana después de Solimán
I. Por ejemplo, por la tradición, los sultanes otomanos habían comandado sus
tropas en las batallas, en cambio tanto Selim II (hijo de Solimán I) como su hijo
Murad III (1574-1595) carecían de interés en la participación militar activa.

Murad III y Mehmed III


Como habíamos mencionado antes, en la época de Selim II, los otomanos
percibían Rusia como una figura amenazadora después de su conquista de
Astracán en 1556. Rusia se había hecho más fuerte desde principios del siglo
XVI. Si el plan de Sokollu Mehmed Bajá para unir los ríos Volga y Don a través
de un canal, no hubiese fracasado habría sido posible impedir que Rusia se
expandiera más hacia el sur. De este modo no sólo se habría cercado a los
safávidas a través del mar Caspio sino que también las rutas comerciales de Asia
Central ubicadas en el oeste habrían sido tomadas bajo el control otomano. Uno
de los objetivos de este proyecto era llegar a los musulmanes sunnitas de Asia
Central, cuya colaboración habría ayudado a los otomanos contra los safávidas.
Otro de los proyectos de Sokollu era abrir el Canal de Suez a fin de controlar la
ruta comercial india. Sın embargo, estos planes fallaron por varios motivos.

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Aunque los otomanos llegaron al mar Caspio en 1590 tras una serie de victorias
contra los safávidas, la autoridad otomana en tierras ocupadas duró poco tiempo.
Tras asegurar la frontera del este, los otomanos volvieron a fijar su
atención en el oeste, donde se habían estado fraguando problemas desde 1587.
La guerra entre los otomanos y Austria empezó en 1593, llegando a su fin tras
catorce años sin que los otomanos obtuvieran ningún beneficio. Austria organizó
una cruzada con el objetivo de arrancar a los otomanos los Estados vasallos de
Valaquia, Bogdan y Transilvania. Mehmed III (quien se vio obligado a asumir el
mando de su ejército) derrotó a los cruzados en la Batalla de Keresztes (Hoçova)
en 1596.
A finales del siglo XVI, los sultanes otomanos abandonaron la práctica de
matar a sus hermanos. Mehmet III (1595-1603) fue el último sultán otomano
que hizo matar a sus hermanos. Los hermanos del sultán eran encerrados en un
pabellón lujoso del palacio, siendo obligados a permanecer en condiciones
aisladas según el denominado sistema de las jaulas (kafes). Así mismo se
abandonó la tradición de asignar gobiernos provinciales a los príncipes con el fin
de prepararlos como futuros sultanes. El sultán Ahmed I (1603-1617) introdujo
un código jurídico en el que se estableció que el miembro más avanzado en edad
de la dinastía Osmalí fuese ascendido al trono.
A principios del siglo XVII, el Imperio otomano era todavía el Estado más
poderoso en el mundo tanto en riquezas como en aptitudes militares. Aun así la
tradición personal de gobierno cultivada por los primeros sultanes había
desaparecido completamente a consecuencia de los ajustes en el sistema de
sucesión. Una vez los sultanes comenzaron a llegar al trono sin la preparación
práctica de un gobierno provincial y de disputas sangrientas por la sucesión,
fueron cada vez menos capaces de controlar sus propios asuntos domésticos y
los asuntos del Estado. Este declive en el sultanato es considerado como una de
las principales causas de la crisis del Imperio, y como resultado de ello, el poder
real se trasladó a otro lugar. Luchas de poder surgieron entre varios elementos

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de la burocracia: el gran visir, el Diván, es decir el Consejo de visires, y
especialmente los militares (los jenízaros). Esto llevó a unos constantes cambios
de poder en el gobierno. Cabe recordar la influencia en los asuntos del Estado de
las madres de los sultanes (Valide Sultan, es decir Sultana Madre). Ellas se
convirtieron en un vínculo clave en el sistema partisano, comenzando con la
sultana Hürrem, esposa de Solimán I, las mujeres de un estatus superior en
palacio (la madre y las esposas del sultán) adquirieron una amplia influencia que
les permitió acceder a puestos de alto rango dentro del Imperio. Lo que
realmente se necesitaba en ese momento era un poderoso sultán en el trono ya
que Estado se enfrentaba a graves problemas sociales y económicos.
Durante la segunda mitad del siglo XVI, los otomanos comenzaron a
experimentar problemas de inflación por varios motivos, principalmente por la
pérdida de la hegemonía sobre las rutas comerciales asiáticas tradicionales. Los
metales preciosos que llegaban de América también afectaron de forma negativa
la economía del Imperio. Los cambios demográficos fueron otra causa
importante de la inflación: mientras que la población incrementaba, las tierras de
cultivo del Imperio (cuya economía se basaba prácticamente en la agricultura)
no se expandieron. Todas estas causas condujeron al aumento del precio de los
productos y, a su vez dio paso al incremento de las necesidades de la tesorería
para financiar un sistema militar que estaba cambiando.
El hecho de que los monarcas europeos dieran gran importancia al uso de
una infantería con armas de fuego, obligó a que los otomanos hicieran lo mismo.
Esto tuvo un efecto transformador en el sistema militar otomano clásico. El
sistema financiero necesitó adaptarse a esta política militar. Debido a que el
cuerpo de infantería se convirtió en un factor decisivo en el campo de batalla,
sobre todo contra los Habsburgos, los hombres del Estado otomano tuvieron que
reclutar mercenarios armados provenientes de sus clases subordinadas— los
conocidos como la infantería sekban. Los hombres del Estado también animaron
a los bajáes y a los nobles de las provincias a reclutar infanterías sekban que

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reemplazaran a los timarlı sipahi (caballería o espahí con feudo).
Simultáneamente al nuevo reclutamiento de infantería, los jenízaros estaban
creciendo en número (así como decrecía su disciplina y efectividad). Esto
supuso otra carga para la economía otomana. A fin de poder alcanzar sus gastos
militares, los otomanos produjeron un nuevo sistema de impuestos territoriales
llamado “iltizam”. Los iltizam se vendían, a través del gobierno, a las
eminencias acaudaladas (mültezim)— quienes después obtendrían una cantidad
cinco veces mayor mediante el cobro de impuestos a los campesinos y la
extracción de productos agrícolas. Esta situación creó un descontento entre los
contribuyentes, que tuvieron que abandonar sus tierras. Por otra parte, la
infantería sekban, a quienes no se les pagaba ningún salario en tiempos de paz,
se rebelaron bajo el vigoroso liderato de Djelalis. Los campesinos, que habían
sido desposeídos de su tierra mediante el sistema de iltizam, también se unieron
a la rebelión. Muchas tierras de cultivo, así como pueblos y aldeas, fueron
abandonados.
En Estambul, los jenízaros intimidaban a los oficiales y a la población, se
volvieron sujetos muy influyentes en el gobierno. Este es prácticamente el
resultado de la deteriorización del sistema devşirme. A lo largo del siglo XVII,
los jenízaros se habían apoderado lentamente del ejército y de puestos
administrativos importantes del gobierno y pasaban estos puestos a sus hijos, en
su mayoría a través de las tribus. Conforme iba adquiriendo poder, este cuerpo
militar se rebelaba en Estambul muy a menudo con el fin de situar en el poder a
sus propios hombres, a veces con la colaboración de las madres de los sultanes.
Como queda dicho, después de Solimán I, la mayoría de los sultanes otomanos
fueron demasiado inexpertos como para vencer estos problemas. Osmán II
(1618-1622)— también llamado “el joven Osmán”— intentó recuperar el poder
de los sultanes pero fue asesinado por los mismos jenízaros. Fue sucedido en el
trono por Murad IV, de once años de edad, el hijo de Ahmed I. El joven Murad
IV permaneció durante un largo tiempo bajo el control de su madre, la

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apasionada sultana Kösem, quien prácticamente gobernó a través de él. El
Imperio cayó en la anarquía: los safávidas invadieron Irak, surgieron revueltas
en el norte de Anatolia, y en 1631 los jenízaros atacaron el palacio y mataron,
entre otros, al gran visir. Murad IV temía sufrir el mismo destino que su
hermano mayor, Osmán II, y decidió reafirmar su poder. Intentó detener la
corrupción que había estado creciendo durante las épocas de los sultanes
anteriores y que no habían sido controladas cuando su madre reinaba por
poderes, y tuvo éxito al restringir los gastos desorbitados del gobierno, así como
prohibió el alcohol y el tabaco en Estambul.
La hazaña militar más notable de Murad IV fue la victoria contra los
safávidas en la que los otomanos reconquistaron Tabriz, Hamadán y Bagdad en
1638. El mismo Murad IV comandó las tropas invadiendo Irak e Irán, asimismo
mostrando ser un destacado comandante de campaña. Fue el último sultán
otomano en comandar un ejército en el campo de batalla. Su campaña contra los
safávidas terminó en 1639 con la firma de un acuerdo denominado el Kasr-i
Shirin. Durante su expedición a Irán, aniquiló a todos los rebeldes en Anatolia y
restauró el orden en el Estado. Esto no duró mucho ya que murió a la edad de 27
años. Fue sucedido por su hermano Ibrahim (1640-1648). Las intrigas y
revueltas que Murad IV había aplacado durante su reinado, comenzaron a
reaparecer después de su muerte.
Ibrahim no fue capaz de ser sultán después de ser puesto en libertad del
confinamiento de kafes. No fue educado para la tarea de gobernar un gran
imperio. Muchos historiadores creen que Ibrahim estaba mentalmente enfermo.
Su estado mental puede que quedara afectado de forma negativa por el largo
tiempo que pasó encerrado en la kafes de palacio. Bajo el reinado de este sultán,
el Imperio otomano rápidamente estuvo a punto de desmoronarse. Ibrahim
suponía una amenaza también para el fin de la dinastía familiar ya que no tenía
hijos. Afortunadamente, al final tuvo un hijo, Mehmed, quien salvó la existencia
del Imperio. Al principio Ibrahim se mantuvo alejado de la política pero después

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tomó el poder en sus manos y ejecutó a algunos visires. Aunque esto no acabó
con las intrigas dominantes en palacio. El sultán Ibrahim fue asesinado en un
golpe de estado en 1648. Por fortuna, debido a que los europeos estaban
ocupados con la Guerra de los Treinta Años (1618-1648), los otomanos
pudieron luchar contra los safávidas y otros problemas externos sin que ninguna
amenaza llegase desde el Occidente.

El Período de Köprülü
Mehmet IV (1648-1687) sucedió a su padre cuando tenía solamente once
años, por lo cual su abuela, la sultana Kösem, actuó como regente (1648-1651).
Esto creó un vacío de poder: los aparatos del estado, como era de esperar, fueron
controlados en su mayor parte por los oficiales superiores de los jenízaros y los
espahís (sipahi), quienes tenían influencia para nombrar visires. Los
comandantes aterrorizaban el país y suprimieron a todos sus oponentes. La
estructura política y económica del imperio se volvió muy vulnerable. Las
disputas entre las mujeres de alto rango en el palacio causó un gran daño al
Estado ya que éstas tomaron parte en los asuntos internos y externos. La
prolongada disputa entre la sultana Kösem y la sultana Turhan Hatice (madre de
Mehmet IV) terminó con la estrangulación de la primera. La sultana Turhan, que
era tan apasionada como su suegra, se convirtió en la regente. Poco después los
comandantes y sus colaboradores fueron ahorcados.
Entre tanto, los otomanos habían invadido Creta en 1644. Hania, la
segunda ciudad más grande de la isla fue conquistada por los otomanos. Sin
embargo, la guerra prolongó mucho más ya que la entrada a los Dardanelos y los
puertos de Morea fueron bloqueados por los venecianos. En 1656 causó un gran
pánico en Estambul cuando una flota veneciana derrotó a los otomanos en la
entrada a los Dardanelos y después capturaron las islas de Ténedos y Lemnos.
La sultana Turhan buscó entonces un hombre sabio que pudiera solucionar los
problemas que el Imperio estaba experimentando. Nombró a Köprülü Mehmet,

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un anciano, como gran visir en octubre de 1656. La sultana Turhan entonces se
retiró de los asuntos imperiales. Mehmet IV— comocido como “el cazador”
(Avcı) ya que esta actividad al aire libre le tomaba mucho de su tiempo— dio a
sus grandes visires la mayor parte de su poder ejecutivo. A partir de entonces la
familia de Köprülü dominó la política y costumbres durante veintiocho años.
Este periodo es llamado la época de los Köprülü (1656-1683). Por primera vez
en la historia otomana, un periodo histórico era llamado después de un gran visir
y no un sultán.
Durante el periodo de Köprülü Mehmet Bajá (1656-1661) y Köprülü Fazıl
Ahmed Bajá (1661-1676) el Imperio otomano regresó a la gloria de la época de
Solimán I. Los Köprülü recuperaron de los venecianos las islas en el Egeo y
lucharon en campañas exitosas contra Transilvania en 1664 y Polonia en 1670-
1674. También tuvieron éxito en sofocar las revueltas de los jenízaros. Cuando
Ahmed Bajá murió en 1676, el Imperio otomano mantuvo algún tiempo su
poderío ya que Kara Mustafá Bajá, el último miembro de la familia Köprülü,
sucedió a Ahmet Bajá como gran visir.
El Imperio otomano había estado proporcionando asistencia militar a los
húngaros y a las minorías no católicas en las tierras húngaras ocupadas por los
Habsburgos. En 1681, los protestantes y otras fuerzas anti-habsburgo dirigidas
por Imre Thokoly se rebelaron contra Leopoldo I. Los rebeldes pidieron ayuda a
los otomanos. Los otomanos reconocieron a Imre como rey de “la Alta Hungría”
(este de Eslovaquia y parte del noreste de lo que actualmente es Hungría) y
decidió luchar contra Austria. El objetivo otomano fue la toma de la ciudad de
Viena, que sería un punto estratégico importante para el Imperio otomano
debido a su control sobre el sureste danubiano de Europa (desde el Mar Negro
hasta el oeste de Europa) y las rutas de comercio terrestres (desde el este del
Mediterráneo hasta Alemania).

La estructura del Imperio otomano: su fortaleza y debilidad

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El islamismo ejerció durante siglos, una inmensa influencia civilizadora
sobre gran parte de Asia y Africa. Y, a pesar de ello, puede decirse que,
verdaderamente, ese pasado adoleció de una debilidad: su rigidez. Siempre fue
difícil a los Estados musulmanes cambiar sus instituciones para adaptarlas a las
nuevas circunstancias. Ello es consecuencia de la idea esencial sobre la que se
fundó la religión. El Islam sostenía que, no sólo las creencias religiosas, sino la
legislación y la sociedad civil, habían sido creadas y ordenadas por Dios, y sólo
podían ser cambiadas por Él y no por el hombre. De aquí que el Islam no sólo
regulara la vida espiritual del hombre, sino igualmente su vida material. El
mundo occidental cristiano mantenía otro punto de vista con respecto a este
importante tema: el de dar, “al César lo que es del César y a Dios lo que es de
Dios”. En cambio, en el islamismo el pueblo había de dar a Dios, no solamente
lo de Dios, sino lo del César.
Poco después de la muerte de Mahoma en 632, sus ideas y palabras fueron
compiladas por hombres prudentes y sabios. Y, dos siglos más tarde, uno de
ellos, Bukhari, un nativo turco de Bukhara, nacido el año 810 de la nuestra era,
que estudió en Arabia, fue responsable de gran parte de esa compilación, aunque
otros realizaron también esa labor. De forma gradual, llegó a crearse una escuela
de doctores de la ley y guías espirituales, que empezó a codificar una Ley
Sagrada del Islam, conocida con el nombre de Sheria. Entretanto, las palabras y
los sermones del Profeta eran codificados, los cuales según la tradición islámica
son denominados Hadis.
Después del colapso del califato Abbasida y del Imperio árabe, a los
turcos seljúcidas correspondió la misión de conservar la tradición islámica y
hallar un Estado y un poder temporales sobre la base de tradiciones islámicas.
Esto significaba que la Ley Sagrada era la norma para el bienestar, material y
espiritual del hombre. Posteriormente correspondió a los turcos otomanos la
tradición, y especialmente la interpretación sunnita del Islam.

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Cabe citar que, la idea fundamental permanente tras la organización
política de los Estados islámicos era la concepción de la existencia de dos
mundos: el mundo del Islam y el mundo de los no creyentes. Este último, sin
embargo se hallaba subdividido: en él estaban los idólatras y, también las Gentes
del Libro (Ehli Kitab), constituidas éstas por los judíos y los cristianos, cuyas
religiones se reconocían como emparentadas con el islamismo y basadas en las
antiguas escrituras, e incorporadas al Antiguo Testamento, aunque creían que
fueron cambiadas posteriormente por mano de hombre, eran respetadas
plenamente por la razón de que tenían el mismo origen divino. A pesar de que
los idólatras habían de ser convertidos por la fuerza, las Gentes del Libro
merecían el respeto y el derecho a su fe y propio gobierno en todas las
cuestiones religiosas. Mas para obtener esta tolerancia, judíos y cristianos habían
de pagar tributos. En los remotos días de la Hégira existían cuatro
interpretaciones del Sheria que aceptan ser sunnitas: la de Ibn Malik
(Maliquitas), la de Abu Hanifa (Hanefitas), la de Shafie (Shafitas) y la de Ibn
Khambal (Khambelitas). La que finalmente fue adaptada por los turcos en
general fue la interpretación y la doctrina de Abu Hanifa, un jurista de origen
turco que vivió en el siglo VIII y que gozaba fama de mayor liberalidad de la
corriente.
El Imperio otomano era, en teoría una monarquía autócrata, pero sus
poderes estaban, en la realidad, limitados por un comité de ancianos estadistas
religiosos, conocido por el nombre de ulema, que dirigía el Sheikh-ul Islam y
que actuaba a modo de Tribunal Supremo. A medida que el Imperio otomano
evolucionaba, la maquinaria del Estado y la sociedad se hacían más complejas
que las primitivas tribus árabes en que el Islam tuvo su origen. El sultán, en
realidad, no podía manejar por sí mismo los asuntos del Estado, así como el
ulema llegó a ser insuficiente como cuerpo consultivo, fue así como surgió a la
sombra del trono, otro poder que recibió el nombre de diván.

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Este sistema de interpretar La Ley Sagrada fue ideado para superar la
rigidez del sistema estatal islámico y hacer posibles algunos cambios. De otra
forma, el Imperio otomano se hubiera derrumbado. El Estado no podía funcionar
sin establecer de vez en cuando algunas modificaciones sobre las leyes del país.
De esta forma el ulema podía interpretar la ley Sheria a la luz de las
circunstancias, y esto fue lo que hizo. Durante el reinado del sultán Solimán el
Magnífico, se promulgó el llamado kanun, que consistía en un cuerpo de leyes
creado por el hombre, independiente de la Ley Sagrada. Pero seguían síendo casi
imposibles los cambios fundamentales, y a consecuencia de ello, el Imperio
otomano fracasó en la solución de las necesidades del mundo moderno. La
emancipación de la mujer, por ejemplo, se hizo imposible bajo este sistema, que
igualmente se oponía a que los musulmanes tomaran parte en el comercio o en
las profesiones liberales. Ello motivó que los cristianos del Imperio fueran los
principales comerciantes y ejercieran las profesiones liberales, y que se
introdujera el sistema de castas en un Estado que, socialmente era ya muy
rígido.
El sistema de gobierno carente de parlamentos y legislaturas, y
consistentes en jueces que interpretaban la Ley Sagrada, se extendía sobre toda
la estructura del Imperio, hasta llegar a los niveles inferiores de las provincias.
En cada distrito (sancak- sanjaco) había jueces de las leyes civiles, llamados
cadíes y muftíes, que habían de ser consultados sobre todos los asuntos que
afectaban a la Ley Sagrada, y cuya palabra era ley, que sólo podía revocarse
mediante apelación a Estambul. Allí se encontraba el muftí principal, o el
Sheikh-ul Islam, guía religioso, de cuyo consejo dependía absolutamente del
sultán. A pesar de cuanto pueda decirse acerca de la naturaleza jerárquica de la
administración otomana, los escritores y viajeros de la época aportan pruebas de
que el sistema funcionaba perfectamente. En realidad, parece ser que en los
primeros tiempos del Imperio, éste se regía mejor que en cualquier otro Estado
de Europa. La administración se llevaba a cabo con una rapidez razonable y con

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un mínimo de venalidad. Los monarcas y sus consejeros eran, a veces,
oportunistas carentes de ideales, pero eran prácticos, y aunque preservaban la
rigidez de formas del Estado musulmán, de hecho verificaban ciertos cambios
legales para atender a las más urgentes necesidades tel momento.
En el trancurso del tiempo, además del ulema o el Consejo de hombres
sabios, el sultán requirió un gran Consejo de Estado, al que poder consultar
sobre todas las cuestiones de importancia, ya que los problemas con que se
enfrentaba el Imperio eran cada vez más complejos, y no sólo los religiosos,
sino asimismo, los seculares. Este Consejo de Estado fue comunmente conocido
por el diván, y sus miembros eran altos funcionarios de los departamentos
estatales, diplomáticos, militares y miembros del ulema. El consejo estaba
presidido por el gran visir, que era el primer ministro del sultán. Cuando el
sultán era enérgico y capaz, el gran visir cumplimentaba sus órdenes, después de
que aquél había sido aconsejado por el ulema y el diván, pero al paso del
tiempo, su persona fue adquiriendo mayor poderío y la figura del sultán quedó
algo obscurecida. Bajo la perniciosa influencia de Estambul, el caudillaje del
sultán fue declinando, y el favoritismo y la corrupción esparcieron la simiente de
la decadencia del Imperio. Mas en la época de los grandes sultanes, el diván y el
ulema reforzaban poderosamente su prestigio, tanto en el interior como en el
extranjero.
Como habíamos mencionado antes, una de las mayores flaquezas del
Estado que perjudicaba la buena marcha del Imperio otomano, era el abandono
de los sultanes a la vida sedentaria, absteniéndose de participar en sus
campañas. El poderío otomano se dependía básicamente de la persona del
sultán, especialmente, cuando éste acompañaba en sus campañas al ejército; su
presencia servía, no sólo para animar a sus soldados, sino para evitar abusos de
los capitanes ambiciosos. Tan pronto como los sultanes posteriores al reinado de
Solimán abandonaron esta práctica, empezó a desvanecerse la tradición de los
primeros tiempos de los turcos otomanos y la indisciplina hizo su aparición.

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Como habíamos mencionado antes, empezó a producirse un fenómeno
todavía peor cuando los hijos y parientes jóvenes del sultán muerto comenzaron
a asesinarse entre sí, en lucha por el trono, y a intrigar para servirse del ejército y
de los miembros del Diván, al objeto de lograr sus fines. De tal modo llegó a
crearse el hábito conceder al hijo elegido por el sultán para su sucesión (no había
de ser precisamente el primogénito ni el hijo de la mayor de sus esposas) el
derecho a matar a todos sus hermanos, para evitar rivalidades. En realidad, esto
fue el procedimiento que utilizó Selim el Feroz para acceder al trono, a pesar de
no haber sido elegido por su padre. La consecuencia final de este estado de
cosas era la eliminación a temprana edad de capaces miembros de la familia
imperial, con lo que el Estado se veía privado de sus valiosos servicios. El arriba
mencionado sistema de kafes, llegó a ser, entonces práctica usual; mediante este
sistema los herederos del sultán, si escapaban del asesinato por las madres de los
harenes rivales, eran mantenidos aislados del mundo exterior, sin ninguna
preparación cultural o política. De los veinte sultanes que gobernaron, desde la
muerte de Solimán hasta el final del siglo XVIII, cuatro perecieron asesinados y
cinco fueron depuestos por su incompetencia, lo que, naturalmente, contribuyó
en gran modo a la debilitación del Imperio. No cabe duda de que era una
flaqueza inherente a todos los despotismos orientales, a la que, hasta entonces,
habían escapado los turcos, pero que finalmente, empezaba también a afectarles.
Sin embargo no debe atribuirse exclusivamente a los despostismos orientales,
puesto que lo mismo podríamos decir en mayor o menor grado, de algunas
grandes monarquías europeas, y especialmente de Rusia, durante el período de
la historia que se inicia en la segunda mitad del siglo XVII.

La situación en Chipre y la traición de la Iglesia ortodoxa


A pesar de la equidad y el gobierno sin discriminación de los turcos, las
altas jerarquías de la Iglesia ortodoxa se vieron envueltas en varios hechos que
traicionaban la confianza que los otomanos le habían otorgado después de la

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conquista. A principios del siglo XVI, sólo treinta años después de la llegada de
los turcos, el alto clérigo ortodoxo inició contactos con Carlos Manuel de
Saboya y Fernando I, el gran duque de Toscana, quienes abrigaban una gran
ambición sobre Chipre. El duque de Saboya mantuvo negociaciones secretas con
el arzobispo de Chipre, según las cuales los chipriotas debían reconocerle como
soberano de la isla. En 1601, el duque recibió mediante su enviado Accidas, un
documento de 24 artículos que estipulaba las condiciones del pueblo de Chipre.
Asimismo el duque anunciaba al arzobispo que le enviaría otros confidentes
suyos para continuar negociaciones. Sin embargo, al poco tiempo otros asuntos
más importantes en su país hicieron desviar su atención de la isla. En 1607, el
gran duque de Toscana estuvo más activo en lo referente a materializar su
intervención en la isla y decidió enviar una expedición militar a Chipre. Pero su
flota, en lugar de asaltar Famagusta se alejó de su objetivo y se dedicó a una
devastación pirática en el Levante. Durante esta expedición apresaron un
cargamento turco que venía de Alejandría, junto con una gran cantidad de dinero
que alcanzaba los dos millones de ducados de oro.
De esta manera el arzobispo y el alto clero, olvidando la tiranía que
sufrían de los latinos, quisieron pagar su agradecimiento con estas traiciones.
Los arzobispos griegos no cesaron en sus intentos de enviar repetidas cartas al
duque de Saboya incitándole a tomar la isla, como ocurrió en 1644 y 1668.
Al principio los arzobispos sólo tenían autoridad e influencia religiosas,
pero con el tiempo aumentaron su poder político y llegaron a ser representantes
de los súbditos ortodoxos en Chipre. Este poder político tenía la aprobación
oficial del Gobierno otomano, por lo que contaban con el privilegio de presentar
directamente al sultán peticiones diversas firmadas por los propios arzobispos
con tinta roja y sello oficial. La autoridad de los arzobispos llegó a tal punto en
la isla que los müsellim (representante del gran almirante que gobernaba la isla
en su nombre) no podían efectuar el menor negocio sin el consentimiento de las
autoridades ortodoxas, que incluso poseían el privilegio de recaudar los

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impuestos. Las tierras, bienes y dinero pertenecientes a la Iglesia ortodoxa no
podían ser intervenidos por ninguna autoridad. El arzobispo como tenía el
privilegio de recaudar los impuestos en nombre del sultán, podía imponer su
autoridad material y espiritual en toda la isla. De esta manera con el paso del
tiempo se transformó en el foco de las acciones insurreccionales en contra del
Gobierno local.

Un antiguo mapa de Chipre

Pero la mayor traición de los arzobispos griegos se vio en la primera


mitad del siglo XIX. Kiprianos, el arzobispo de Chipre tuvo contactos secretos
con la organización Filiki Eteria, que propugnaba la independencia de Grecia,
cuyos agentes llegaron a la isla en 1818. El arzobispo Kiprianos recibió con gran
simpatía a los miembros de esta organización, hospedándoles en el colegio
sacerdotal que se encontraba en frente de las dependencias del Arzobispado, con
el que lo unía una galería subterránea. En esta primera visita el arzobispo
prometió su apoyo a la Filiki Eteria, lo que originó que su líder Alejandro
Ipsilanti, diera en 1821 instrucciones a un agente para que visitara Chipre y
registrara al alto clero como miembro de su organización. Como resultado de
estas negociaciones, un primo de Kiprianos, el sacerdote Teofilos Teseus se
dirigió clandestinamente a Larnaka donde comenzó a distribuir panfletos a la
población para convocar un levantamiento general. Algunos de estos
documentos llegaron a manos de Küçük Mehmet Bajá, gobernador turco en

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Nicosia quien dio orden para su detención inmediata. Pero Teseus consiguió huir
de la isla gracias a la ayuda proporcionada por los cónsules extranjeros. En
forma paralela el arzobispo Kiprianos, principal responsable de la conspiración,
había escrito cartas a todos los griegos notables de la isla para avisarles de que el
levantamiento se iniciaría con un cañonazo en Nicosia. Con esta señal empezaría
el asesinato de la población turca de la isla. El gobernador se enteró de este
designio por un griego llamado Dimitiros, quien le dio a conocer la situación.
Por estos días un miembro de Filiki Eteria llamado Petros Boskos fue capturado
por los turcos con numerosas cartas de esa organización que implicaban de
manera irrefutable al arzobispo en esta conspiración. Ante esta situación el
gobernador turco no tardó en tomar medidas para evitar la revuelta e inició una
investigación que concluyó con el descubrimiento de varios arsenales y
municiones escondidos en las iglesias. Los responsables de la revuelta
encabezada por el arzobispo Kiprianos fueron detenidos por las autoridades
turcas y ahorcados públicamente por alta traición con la debida aprobación de la
Sublime Puerta. El hecho de que no hubiera mayor derramamiento de sangre
demuestra que el pueblo grecochipriota no apoyó esta rebelión y sólo fueron
ejecutados los cuatro conspiradores: el arzobispo y tres obispos.

Vista de Nicosia Dragomán griego

Pese a todas las acciones clandestinas llevadas a cabo por los líderes
griegos en la isla, las autoridades turcas no actuaron con rencor y venganza
contra los griegos y la Iglesia ortodoxa, sino que iniciaron un plan de reformas

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administrativas que aplicaron con entera equidad. Dichas reformas se
comenzaron a aplicar a partir de 1830 y estaban destinadas a mejorar la
situación política y económica, así como dar a la comunidad griega una mayor
autonomía. En el mismo año una delegación compuesta de cuatro eclesiásticos
visitó Estambul logrando conseguir ciertos privilegios de la Sublime Puerta,
entre los cuales figura la autorización para abrir una representación en la capital
otomana. Además, se reconocía a los arzobispos y obispos como los líderes de la
comunidad grecochipriota.
Las leyes turcas aplicadas en Chipre se basaban en un sistema de igualdad
entre dos comunidades, que impedían la opresión y discriminación étnica,
religiosa y administrativa. Durante su hegemonía de 308 años en la isla, los
otomanos la dotaron de bellos edificios como mezquitas, mansiones, fuentes,
mausoleos, caravasares, baños públicos, bibliotecas, puentes, etc. Una de las
instituciones que establecieron fue el vakıf, una fundación pía organizada gracias
a las donaciones para obras benéficas o caritativas sin discriminación de religión
o raza, cuyo beneficiario era el pueblo que disfrutaba de sus servicios
gratuitamente. A pesar de estas libertades y concesiones otorgadas por el
Gobierno otomano, los arzobispos siguieron cometiendo continuos abusos de
autoridad. Junto con los arzobispos y obispos, los dragomanes (interprete)
griegos de la Corte se consideraban como los verdaderos dirigentes de Chipre
con quienes los gobernadores y otros dignatarios turcos compartían su autoridad.
El gobernador turco no podía hacer nada contra un griego, sin la participación e
intervención del dragomán. Esta realidad fue corroborada por el testimonio de
un viajero español, Domingo Badía y Leblich, quien disfrazado de un jeque
árabe y utilizando el nombre de Alí Bey El Abbasí, visitó la isla a principios del
siglo

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Domingo Badía y Leblich: Alí
Bey El Abbasi

XIX. Éste nos entrega la siguiente información:


“El arzobispo de Chipre, patriarca independiente en el seno de la Iglesia
griega, es asimismo príncipe y jefe supremo espiritual y temporal de la nación
griega en la isla. Es responsable para con el Gran Señor, de los impuestos y
acciones de los chipriotas griegos. Para evitar meterse en deslindar negocios
criminales y descargarse de una buena parte del gobierno temporal, ha delegado
sus poderes al dragomán de Chipre, el cual en virtud de esta delegación, ha
llegado a ser la primera autoridad civil, goza del rango y atribuciones del
príncipe de la nación, porque el gobernador turco no puede hacer nada contra un
griego, sin la participación e intervención del dragomán, quien está asimismo
encargado de presentar los votos de la nación al pie del trono del Gran Señor” .

Pregunta:
1 ¿Cree Vd que los turcos fueron tolerantes con los
grecochipriotas? Explica con ejemplos.

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