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La violencia va de la mano de todo proceso de descolonización pero no sólo es una violencia física, es
una violencia pensada, presente en las mentes de los colonizados y recurrente en sus pensamientos de
su día a día fruto del odio, de la envidia, de la desigualdad, de la violencia recibida, de la raza, de la
religión y el derecho divino, de la educación, de la explotación, de la imposición de ser los Otros, una
masa uniforme carente de individualidad. Y esa violencia que sienten los Otros no se llega a ejercer en
primer lugar contra el colono, esa violencia se ejerce antes contra sus iguales en luchas fratricidas, se
escapa en sus danzas y rituales, se vive en los trances y se percibe en la tensión de sus cuerpos.
La descolonización no deja de ser una reordenación de esa violencia en la que las élites
subdesarrolladas ocupan el puesto del colono y los Otros de nuevo, se les deja ajenos a todo. Así, en la
obra se evidencia que en los movimientos nacionalistas de países colonizados, existe un claro
enfrentamiento entre las masas de las élites urbanas, que Fanon llama burguesía subdesarrollada y el
mundo rural, viéndose como personajes antagónicos que hasta hace poco compartían una misma
realidad. Sigue así presente la violencia, esta vez entre “iguales”, derivada para Fanon de una ausencia
de la representación e inclusión del campo en los partidos nacionalistas. Con esta ausencia de diálogo
se establece una relación entre las elites y el campo que llega a ser de gran toxicidad, incluso llega a ser
en cierta forma obscena, pues de nuevo habrá alguien por encima de los Otros y esto hace y debe
hacer, para Fanon, que en un determinado momento el campo se revele, se arme y se lance a una lucha
encarnizada, lucha que será utilizada por las elites nacionalistas para poner distancia con aquellos que
consideran no representan al país pero sin embargo, sí lo aprovechan como arma para amedrentar al
enemigo, a los colonizadores, son una especie de perros de caza que sueltan, que azuzan contra la
presa, son mano de obra barata para la lucha armada, son marionetas que se subestiman en todo
momento.
Cuando el enemigo común desaparece, el colono, es cuando esa unión de conveniencia también lo
hace y aparecen odios entre “iguales”, luchas tribales, luchas de clases, y se establece una especie de
cadena trófica, donde los más fuertes devoran a los más débiles que son siempre los mismos. Pero en
un intento de no ser ese último eslabón, se produce una de esas desventuras a las que alude Fanon, en
las que las clases bajas, las últimas del eslabón, hunden a otro, lo ahogan, lo colocan en esa parte final
de la cadena que hasta entonces ellos ocupaban, así lo hacen con población extranjera negra, minorías
étnicas de otros países… pasando a convertirse en antropofagia.
Curso 2020-21 2
PEC ARTE AL MARGEN DE OCCIDENTE
La dictadura burguesa está feliz porque le han dado el papel protagonista, es la sustituta de los
burgueses colonos pero en realidad no deja de ser un personaje secundario que por circunstancias le
ha tocado estar en la cúspide y por ello se cree con poder y además lo ejerce, de forma que represente
lo mejor posible ese papel principal. Pero esta actuación con nuevos protagonistas está patrocinada,
dirigida y producida por un viejo conocido que ha cambiado de nombre, el neocolonialismo y sus
actores no son reales aunque ellos ni siquiera lo saben, están lobotomizados, pero no por ello son
inocentes y así lo verá el pueblo, que es consciente de que, de nuevo, le ha tocado hacer el mismo
papel en esta obra. Todo en esta obra nos suena, nos es familiar porque en realidad ya la hemos visto y
la hemos vivido.
Elemento crucial desde los albores de las conquistas por parte de los europeos será la religión, objeto
de confrontación por excelencia y que para Fanon crea una mayor distancia entre lo rural y lo urbano en
una competición entre sectas y religiones locales en el campo, y las grandes religiones en la ciudad. La
religión ha sido, es y será elemento de confrontación, y así se sentencia con la frase atemporal y
aespacial que recoge este libro “Dentro de una misma nación la religión divide al pueblo y enfrenta
entre si a las comunidades espirituales”.
Como psicólogo deja una última parte, la guinda del pastel, que en este caso no tiene nada de dulce. Es
un capítulo dedicado a los efectos mentales de la opresión, de la violencia en todos sus estados, físico y
mental. Fanon utiliza un lenguaje médico-descriptivo que no cae en el sentimentalismo ni en la
compasión, poniendo una distancia lingüística que hace que, a pesar de leer casos totalmente
desgarradores, te mantengas con cierta lejanía. No hace distinción entre torturadores y torturados, no
victimiza a los que se le ha infringido esas prácticas ni criminaliza al que ha torturado, los testigos de
esas torturas, de ambos bandos, también serán víctimas. Los efectos de estas prácticas son
innumerables pero todos confluyen en seres humanos de los que se nos ofrecen algunas pinceladas de
sus biografías como edades, género, profesión, nacionalidad…todos condenados, condenados a un
sinsentido que hace que la violencia vaya más allá de los protagonistas y traspase los muros de sus
hogares, impidiendo que todo aquello que ha sucedido fuera, no puedan dejarlo atrás al cerrar la
puerta de sus casas pues tanto la violencia recibida como la realizada es ya parte de su piel.
Fanon alenta a sus condenados a desaprender, a renacer, a despertar del coma inducido primero por
los colonizadores y después por una burguesía subdesarrollada que ni supo ni quiso hacer despertar al
pueblo. Las palabras, la dialéctica con ese pueblo hubiese sido la cura de ese marasmo, la violencia ante
la ausencia de cura dialectal será su sanación.
Como Sartre hacia presagiar ya en su prefacio su lectura consigue librar al europeo de su “maldad”. Sólo
así, la humanidad podrá salvarse y los «condenados/malditos de la tierra» serán los hombres nuevos.
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