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PEC ARTE AL MARGEN DE OCCIDENTE

FANON, Frantz, Los condenados de la tierra, Editorial


Txalaparta, 1999.

Último libro escrito por Fanon, fue publicado en 1961 en Francia


acompañado de un prefacio de Jean Paul Sartre (Éditions Maspero) y
traducido al español en 1963 por Julieta Campos.
Libro escrito en primera persona, no sólo como un recurso literario sino
por tratarse de una vivencia personal en la que aborda el proceso
colonizador no sólo de un espacio físico, sino de cuerpos y mentes, y
cómo a través de la lucha conseguirán liberarse de ese yugo.

“Atentar a la seguridad interior del Estado” fue la premisa que


acompañó a la prohibición de su difusión en la Francia de 1961,
palabras mayores que hacen presagiar que su lectura no dejará a
nadie indiferente.
FRANTZ FANON
Esta sensación, se afianza en las primeras palabras que Jean Paul
Nacido en Martinica, Frantz Sartre utiliza para el prefacio del mismo, prefacio en el que hace uso
Fanon (1925-61) se formó
de un lenguaje mordaz, sin tapujos y en ocasiones descarnado que
como psiquiatra en Lyon antes
señala al lector con el dedo, con afirmaciones categóricas que te
de ocupar un puesto en la
hacen asentir y a la vez te remueven, lanzando arengas que presagian
Argelia colonial. Ya había
lo que está por venir en sus páginas “Tener el valor de leerlo: la
experimentado el racismo
como voluntario en el Ejército primera razón es porque os avergonzará y la vergüenza, como ha
Francés Libre, en el que vio dicho Marx, es un sentimiento revolucionario” .
combate al final de la Segunda
Guerra Mundial. En Argelia, El libro no habla de los condenados de la tierra sino que lo hace a los
Fanon entró en contacto con el condenados de la tierra, una única palabra, una preposición, que lo
Front de Libération Nationale, cambia todo.
cuya despiadada lucha por la
independencia se encontró Paradojas de la vida, su publicación se hizo el día de su muerte y unos
con una violencia excepcional meses antes de que Argelia, gran protagonista, consiguiese su
por parte de las fuerzas independencia formal. Fanon lleva a cabo una operación a corazón
francesas. Se identificó
abierto de lo que entiende como males de una sociedad, en este caso
estrechamente con el
la argelina, pero extrapolable a cualquier otra sociedad del Africa
movimiento de liberación, y sus
colonizada, en donde la división campo-ciudad, la religión, el odio al
simpatías políticas finalmente
prójimo, la violencia, las relaciones dominador-dominado…son una
lo obligaron a salir del país,
con lo cual se convirtió en herencia que dejarán un poso tan profundo que les llevará a luchar
propagandista y embajador del entre sí, en una lucha fratricida clara herencia de ese pasado colonial,
FLN, así como en un teórico que dejó heridas sin cerrar, y que se abrirán de nuevo.
anticolonial fundamental.
Fanon se revela como un La violencia es un acto fundamental para el autor y para esos
humanista imperfecto y condenados de la tierra. La violencia con la que se abre el primer
apasionado profundamente capítulo ya no te abandonará hasta terminar el libro. Es el entrante,
comprometido con la pero también el hilo conductor y estará presente a lo largo de todos
erradicación del colonialismo. los capítulos de una forma palpable, se siente en cada una de las
partes. Es una violencia que incomoda, y es realmente explícita en
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ocasiones, acompañada de letras que reproducen crudeza, odio, venganza, justicia y en otras intenta
pasar desapercibida, pero está ahí.
La vergüenza, como recogía Sartre en su prefacio, va apoderándose del lector a medida que pasa sus
hojas y se ve reflejado en muchas ocasiones en el colono, en el que ejerce la violencia, la superioridad,
el racismo, pero también se ve reflejado en esa burguesía subdesarrollada de la que habla Fanon, que
vive de las migajas que ha dejado la mano del colono pero que se cree superior a sus vecinos, a los
Otros, y que ejercen otro tipo de violencia pero con el mismo resultado. Y así aparece la vergüenza,
porque has encontrado en el libro la patente impronta que ha dejado en ti la occidentalización desde el
momento que naces, e identificas perfectamente a ese Otro, que es considerado por los colonos
violento por naturaleza, y es en ese momento, sesenta años después, leyendo en tu sofá es cuando te
retumba ese discurso reiterado sobre moros, gitanos, gente del Europa del Este, minorías…¿realmente
son violentos por naturaleza? ¿en qué momento se ha quedado eso en tu cabeza? Y eso hace que
Fanon y su obra te agiten, llegándote a incomodar, a replantearte todo, es un jarro de agua fría, un
bofetón, un plato que te han puesto en bandeja, que has ido digiriendo poco a poco, página a página y
que te remueve las entrañas.

La violencia va de la mano de todo proceso de descolonización pero no sólo es una violencia física, es
una violencia pensada, presente en las mentes de los colonizados y recurrente en sus pensamientos de
su día a día fruto del odio, de la envidia, de la desigualdad, de la violencia recibida, de la raza, de la
religión y el derecho divino, de la educación, de la explotación, de la imposición de ser los Otros, una
masa uniforme carente de individualidad. Y esa violencia que sienten los Otros no se llega a ejercer en
primer lugar contra el colono, esa violencia se ejerce antes contra sus iguales en luchas fratricidas, se
escapa en sus danzas y rituales, se vive en los trances y se percibe en la tensión de sus cuerpos.

La descolonización no deja de ser una reordenación de esa violencia en la que las élites
subdesarrolladas ocupan el puesto del colono y los Otros de nuevo, se les deja ajenos a todo. Así, en la
obra se evidencia que en los movimientos nacionalistas de países colonizados, existe un claro
enfrentamiento entre las masas de las élites urbanas, que Fanon llama burguesía subdesarrollada y el
mundo rural, viéndose como personajes antagónicos que hasta hace poco compartían una misma
realidad. Sigue así presente la violencia, esta vez entre “iguales”, derivada para Fanon de una ausencia
de la representación e inclusión del campo en los partidos nacionalistas. Con esta ausencia de diálogo
se establece una relación entre las elites y el campo que llega a ser de gran toxicidad, incluso llega a ser
en cierta forma obscena, pues de nuevo habrá alguien por encima de los Otros y esto hace y debe
hacer, para Fanon, que en un determinado momento el campo se revele, se arme y se lance a una lucha
encarnizada, lucha que será utilizada por las elites nacionalistas para poner distancia con aquellos que
consideran no representan al país pero sin embargo, sí lo aprovechan como arma para amedrentar al
enemigo, a los colonizadores, son una especie de perros de caza que sueltan, que azuzan contra la
presa, son mano de obra barata para la lucha armada, son marionetas que se subestiman en todo
momento.

Cuando el enemigo común desaparece, el colono, es cuando esa unión de conveniencia también lo
hace y aparecen odios entre “iguales”, luchas tribales, luchas de clases, y se establece una especie de
cadena trófica, donde los más fuertes devoran a los más débiles que son siempre los mismos. Pero en
un intento de no ser ese último eslabón, se produce una de esas desventuras a las que alude Fanon, en
las que las clases bajas, las últimas del eslabón, hunden a otro, lo ahogan, lo colocan en esa parte final
de la cadena que hasta entonces ellos ocupaban, así lo hacen con población extranjera negra, minorías
étnicas de otros países… pasando a convertirse en antropofagia.

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La dictadura burguesa está feliz porque le han dado el papel protagonista, es la sustituta de los
burgueses colonos pero en realidad no deja de ser un personaje secundario que por circunstancias le
ha tocado estar en la cúspide y por ello se cree con poder y además lo ejerce, de forma que represente
lo mejor posible ese papel principal. Pero esta actuación con nuevos protagonistas está patrocinada,
dirigida y producida por un viejo conocido que ha cambiado de nombre, el neocolonialismo y sus
actores no son reales aunque ellos ni siquiera lo saben, están lobotomizados, pero no por ello son
inocentes y así lo verá el pueblo, que es consciente de que, de nuevo, le ha tocado hacer el mismo
papel en esta obra. Todo en esta obra nos suena, nos es familiar porque en realidad ya la hemos visto y
la hemos vivido.

Elemento crucial desde los albores de las conquistas por parte de los europeos será la religión, objeto
de confrontación por excelencia y que para Fanon crea una mayor distancia entre lo rural y lo urbano en
una competición entre sectas y religiones locales en el campo, y las grandes religiones en la ciudad. La
religión ha sido, es y será elemento de confrontación, y así se sentencia con la frase atemporal y
aespacial que recoge este libro “Dentro de una misma nación la religión divide al pueblo y enfrenta
entre si a las comunidades espirituales”.

Como psicólogo deja una última parte, la guinda del pastel, que en este caso no tiene nada de dulce. Es
un capítulo dedicado a los efectos mentales de la opresión, de la violencia en todos sus estados, físico y
mental. Fanon utiliza un lenguaje médico-descriptivo que no cae en el sentimentalismo ni en la
compasión, poniendo una distancia lingüística que hace que, a pesar de leer casos totalmente
desgarradores, te mantengas con cierta lejanía. No hace distinción entre torturadores y torturados, no
victimiza a los que se le ha infringido esas prácticas ni criminaliza al que ha torturado, los testigos de
esas torturas, de ambos bandos, también serán víctimas. Los efectos de estas prácticas son
innumerables pero todos confluyen en seres humanos de los que se nos ofrecen algunas pinceladas de
sus biografías como edades, género, profesión, nacionalidad…todos condenados, condenados a un
sinsentido que hace que la violencia vaya más allá de los protagonistas y traspase los muros de sus
hogares, impidiendo que todo aquello que ha sucedido fuera, no puedan dejarlo atrás al cerrar la
puerta de sus casas pues tanto la violencia recibida como la realizada es ya parte de su piel.

Fanon alenta a sus condenados a desaprender, a renacer, a despertar del coma inducido primero por
los colonizadores y después por una burguesía subdesarrollada que ni supo ni quiso hacer despertar al
pueblo. Las palabras, la dialéctica con ese pueblo hubiese sido la cura de ese marasmo, la violencia ante
la ausencia de cura dialectal será su sanación.

Como Sartre hacia presagiar ya en su prefacio su lectura consigue librar al europeo de su “maldad”. Sólo
así, la humanidad podrá salvarse y los «condenados/malditos de la tierra» serán los hombres nuevos.

Amelia Mº Prada Fernández


aprada56@alumno.uned.es

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