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Melissa Salamanca Bedoya

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En el lado oscuro de Jean Veneuse

Piel negra, máscaras blancas es un libro del año 1952. Es de origen francés, por lo que su
nombre natal es: Peau noire, masques blancs. Su autor: Frantz Fanon fue un psiquiatra,
filósofo y escritor francés-caribeño. Cuya repercusión literaria logró influir en los
movimientos y pensamientos revolucionarios de 1960 a 1970. Piel negra, máscaras
blancas aborda a la identidad negra con los ojos del psicoanálisis y de cómo esta se
desarrolla en una sociedad imponentemente blanca. La obra de Fanon utiliza elementos
como los sentimientos de inferioridad y dependencia de los negros en contraste a los
blancos para explicar los atisbos de las relaciones coloniales que se padecen. Y aunque su
recepción inicial haya permanecido entre las sombras por mucho tiempo, Piel negra,
máscaras blancas es ahora uno de los clásicos para reconocer el racismo y el colonialismo.

El hombre de color y la mujer blanca

Para la realización de esta reseña nos vamos a centrar en el apartado número tres: El
hombre de color y la mujer blanca. Aquí Fanon tiene un interés por demostrar la relación
de inferioridad que construye el hombre de color a partir de la mujer blanca. Pues dirá:
¿quién más puede reconocer al hombre de color como blanco?, sólo la blanca… (Fanon,
1952, pág. 52) El capítulo se basa en la novela de René Maran: Un homme pareil aux
autres (Un hombre como los demás de 1947) y gira alrededor del personaje Jean Veneuse,
un huérfano negro que ha vivido desde muy pequeño en Francia y, por lo tanto, piensa
como europeo, aun si sus raíces lo delatan.

Más adelante, en el desarrollo analítico de Jean Veneuse, descubrimos que es intensamente


amado por una mujer blanca. Pero, Veneuse le cierra las puertas al amor como un acto de
rechazo hacia sí mismo, hacia su propia piel… Andrée Marielle es la mujer de quien se ha
enamorado, hija de un poeta, de Louis Marielle.

Entonces me pregunto si no me ocurre a mí lo mismo y si, casándome con usted,


que es una europea, no me daré aires de proclamar que nos está prohibida a nosotros
los negros desde que los hombres blancos reinan sobre el mundo, me vengo
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oscuramente en una europea de todo lo que sus antepasados han hecho a los míos a
lo largo de los siglos (Fanon, 1952, pág. 57).

Veneuse no quiere reconocer que es amado por Marielle, pues se siente inferior a ella, y lo
que busca es la aceptación de un hombre blanco que le recuerde que como ha nacido en
Europa, él no puede ser negro y de negro sólo va a tener las pieles, que es un hombre como
los demás, y que hace parte de la cara buena del mundo. Sin embargo, Veneuse al igual que
Mayotte tiende, sin saberlo, a la lactificación. Él intenta escalar en la jerarquía de razas,
siendo un negrófobo consigo mismo.

Fanon va a encasillar a Veneuse en la categoría de “abandonista”: un hombre que no ama


para no ser abandonado. Y por ello adentra al texto a Germaine Guex con La nevrose
d’abandon. Toda la sintomatología de esta neurosis se edifica sobre el trípode de la
angustia que despierta el abandono, la agresividad que este origina y la no-valoración de sí
correspondiente (Fanon, 1952, pág. 60). Veneuse no es aceptado por los blancos y su
pueblo de origen (la cara mala del mundo), reniega de él, tal estado lo deja a un nivel de
incomprensión y una no-valoración del sí mismo. Y en un vano afán por hallar refugio en
sus “congéneres” blancos, pierde algo precioso, como si de un tesoro se tratase, pierde a su
identidad, identidad de riqueza musical y cultural… para caer en la santa imposición de los
hombres que van a salvar a la fraternidad de las máscaras blancas.

¿A dónde va a parar este análisis? Nada menos que a demostrar a Jean Veneuse que,
efectivamente, él no es semejante a los otros. Hacer que la gente se avergüence de
su existencia, decía Jean-Paul Sartre. Sí: llevarlos a tomar conciencia de las
posibilidades que los hombres se han prohibido a sí mismos, de la pasividad que
exhiben en situaciones en las que habría que clavarse en el corazón del mundo como
una astilla, forzar si así conviniese el ritmo del corazón del mundo, desplazar si
fuera preciso el sistema de mando, y en cualquier caso, pero con absoluta certeza,
plantar cara al mundo. Jean Veneuse es el cruzado de la vida (Fanon, 1952, pág.
64).
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Jean Veneuse finalmente opera como una necesidad de una reestructuración del mundo,
pues son justificables sus deseos, su faltante, todo aquello que quiere ser, pero no puede
porque no lo tiene, y es esa “blancura” que a cualquier costo va a conseguir para despellejar
su piel. Aun si son perjudiciales sus ideas (que en últimas son ideas impositivas del
imaginario colectivo), no le importaría exiliarse de sí mismo para aterrizar en la nada
lechosa de una casa ajena.

Habiendo juzgado, condenado, abandonado sus formas culturales, su lengua, su


alimentación, sus costumbres sexuales, su manera de sentarse, de descansar, de reír,
de divertirse, el oprimido, con la energía y la tenacidad del náufrago, se arroja sobre
la cultura impuesta (García, 2017, pág. 95)

Sin duda considero que la lectura alrededor de Piel negra, máscaras blancas es oportuna
para un análisis de la sociedad del hoy, y de cómo aún persisten estereotipos sesgados sobre
las pieles de cada uno, de nuestra narcisa particularidad de vivir en el cuero que nos tocó.
Incluso, me atrevo a proponer una relectura, o en su defecto una “reescucha”, de la canción
“El lado oscuro” de Jarabe de Palo, con el microscópico mirar de nuestro autor.

Puede que hayas nacido en la cara buena del mundo, yo nací en la cara mala, llevo
la marca del lado oscuro. Y no me sonrojo si te digo que te quiero, y que me dejes o
te deje eso ya no me da miedo. Habías sido sin dudarlo la más bella de entre todas
las estrellas que yo vi en el firmamento. ¿Cómo ganarse el cielo cuando uno ama
con toda el alma? (El lado oscuro, 2009).

Desde el inicio el personaje de la canción deja en claro que ha nacido en la “cara mala del
mundo”, el lado siniestro (izquierda) del planeta, que lleva consigo una “marca”, la máscara
del lado oscuro y por esa razón no es capaz de sonrojarse. Simbólicamente nos hace pensar
en un hombre de condescendencia africana y que en su contraparte hay una mujer
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salvadora, posiblemente Europa, que brilla y reluce de entre todas las sombras, dando a luz
a su amado. La idea del cielo reclama el tabú de la relación de un hombre de color que está
enamorado de una blanca. Del castigo que podría padecer si se diera alas al amor.
Recordemos que Fanon nos habla de la castración que puede padecer el negro si se acuesta
con una blanca: Históricamente, sabemos que el negro culpable de haberse acostado con
una blanca era castrado. El negro que ha poseído una blanca queda tabú para sus
congéneres femeninas (García, 2017, pág. 74)

Aunque la historia que simple vista se puede extraer de esta canción no habla en ningún
momento de la estratificación racial, sí se pueden vislumbrar relaciones de poder, de raza,
de amor, del amo y del esclavo Hegeliano. Y de la misma forma sucede con el
colonialismo, con los sentimientos de inferioridad enclaustrados en la psique del negro, que
logran alimentar al monstruoso narciso blanco. Para apreciar todo este panorama invisible,
es necesario regresar a nuestros antepasados, reencontrar a Fanon en aras de nuestro
contexto actual. Despojarnos de las máscaras blancas de una vez por todas y destruir a
aquel primer dios negrofóbico que tanto daño nos ha causado.
Melissa Salamanca Bedoya
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BIBLIOGRAFÍA

Fanon, F. (1952). Piel negra, máscaras blancas. Argentina: Abraxas.


García, F. V. (2017). Leer a Fanon medio siglo después. Buenos aires: Clacso.
El lado oscuro [Online]. (2009). Tronco Records. Recuperado de
https://www.youtube.com/watch?v=jW89DwNY3Os

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