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Vida Cristiana Vida Teologal Jose Roman Flecha - Ocr Digitalizado
Vida Cristiana Vida Teologal Jose Roman Flecha - Ocr Digitalizado
V1DA CRISTIANA,
VIDA TEOLOGAL
Para una moral de la virtud
SECRETARIADO TRINITARIO
F. Villalobos, 80 - 37007 SALAMANCA ·
© SECRETARIADO TRINITARIO, 2002
Filiberto Villalobos, 80
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GRAFICAS CERVANTES, S.A.
Ronda Sancci-Spiritus, 9-11
37001 - SALAMANCA
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"¡Salve, reina sabiduría, el Señor te salve con tu hermana la santa pu-
ra sencillez!
¡Señora santa pobreza, el Señor te salve con tu hermana la santa hu-
mildad!
1 ¡Señora santa caridad, el Señor te salve con tu hermana la santa obe-
diencia!
¡Santísimas virtudes, a todas os salve el Señor, de quien venís y proce-
déis!
Nadie hay absolutamente en el mundo entero que pueda poseer a una
de vosotras si antes no muere. Quien posee a una y no ofende a las otras,
1 las posee todas. Y quien ofende a una, ninguna posee y a todas ofende. Y
INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . .. . . . . . . . • . . . . . . . . . . 11
BIBLIOGRAFíA GENERAL .. . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 17
CAPITULO I.-LA ESENCIA DE LA VIRTUD . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 21
CAPITULO Il.-LA VIRTUD EN LA DOCTRINA BÍBLICA . . . . . . . . . . . 41
CAPITULO Ill.-LA VIRTUD EN LA HISTORIA DE LA TEOLOGÍA ... . 51
CAPITULO IV.-LAs VIRTUDES EN LA DOCTRINA DE LA IGLESIA .. . 63
CAPITULO V.-LA VIRTUD DE LA FE .........•............ 71
CAPITULO Vl.-LA ESPERANZA . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . . . . . . 105
CAPfTULO VIL-LA CARIDAD . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 141
CAPÍTULO VIII.-VIRTUD DE LA PRUDENCIA .. .. . . . . . . . . . . . . 175
CAPITULO IX.-LA VIRTUD DE LA JUSTICIA . . . . . . . . . . . . . . . . . 191
CAPITULO X.-VIRTUD DE LA FORTALEZA .... . . . . . . . . . . . .. . 209
CAPITULO XL-LA VIRTUD DE LA TEMPLANZA . . . . . . . . . . . . . . . 225
CAPÍTULO XII.-DONES DEL ESPÍRITU SANTO . . . . . . . . . . . . . . . 247
CAPfTULO XIII.-PARA UNA MORAL DE LA VIRTUD . . . . . . . . . . . . 277
CONCLUSIÓN . . . . . . . . . . . . . . . : . . • . . . . • . . . . -. . . . . • . . . . 293
1
Introducción
BIBLIOGRAFlA 19
"La virtud alcanza a toda la existencia, como un aco rde que la re-
úne en unidad, y, así mismo, se eleva hasta Dios, o mejor dicho, des-
ciende de él.
Esto ya lo supo Platón, cuando atribuyó a Dios el nombre de
agathón, 'lo bueno'. De la bondad eterna de Dios desciende la ilumi-
nación moral al espíritu de los hombres sensibles, y da a los diversos
caracteres, en cada caso, su especial disposición para el bien . En la fe
cristiana llega a su plenitud ese reconocirriiemo: pensemos en la mis-
teriosa imagen del Apocalipsis según la cual la síntesis del orden, la
Ciudad santa, desciende de Dios a los hombres (Ap 21 , lOs)" .
· Romano Guardini
Una ética para nuestro tiempo, 1.
l. LA NOCIÓN DE LA VIRTUD
8. San Agustín, Contra Iulianum, 4,3,21: PL 44, 749; ed. T.C. Madrid- L. Arias,
Obras completas de San Agustín, XXXV, Madrid 1984, 674-675.
LA ESENCIA DE LA VIRTUD 25
3. EL DESCRÉDITO DE LA VIRTUD
4. RETORNO DE LA VIRTUD
30. C[ T. Kennedy, "La virt1.l nella cultura e nella filosofia attuali", en Virtua
dell'uomo e responsabilita storica, 124-134.
31 . Esa es precisamente la tesis que preside toda la segunda parte de una obra
por muchas razones interesante, editada por E. Fuchs y M. Hunyadi, Éthique et natu-
re, Ginebra 1992, donde se analiza la preocupación ética en esos tres campos,
34 VIDA CRISTIANA, VIDA TEOLOGAL
35. San Agustín, Enar. in psalm. 83, 11: PL 37, 1065: ed. B. Martín, Obras de
San Agustín, XXI, Madrid 1966, 186-187.
36. San Agustín, In ep. Jo. ad Parthos tract. 8, 1: PL 35, 2035.
37. Cf. K. Rahner, o.e., 874.
38. San Policarpo, Ep. ad Philip. 3,2: PG 5, 1008.
LA ESENClA DE [,A VIRTUD 37
39. San Juan Crisóstomo, Hom. in Act. Apost. 40,2: PG 60, 285
40. San Agustín, Ep. 98, 10: PL 33, 364.
41. San Agustín, Enar. in psalm. 55, 19: PL 36, 659: ed. B. Martín, Obras de
San Agustín, XX, Madrid 1965, 390.
42. San Gregario Magno, In Ezeq. hom. 1, 5, 11: PL 76, 825.
38 VIDA CRISTIANA, VIDA TEOLOGAL
6. l . Fundamento de la virtud
La primera de ellas se refiere al fundamento de las virtudes y
a la comprensión antropológica que las sustenta. Son muchos
en efecto los que pretenden fundamentar la valía de las virtudes
en la majestad de las leyes positivas o en el consenso universal.
Sin embargo, en el seno de una sociedad multiculrural, cada vez
se plantea con más urgencia la necesidad de reflexionar sobre el
fundamento antropológico y metafísico de los valores y las vir-
tudes44.
Eso significa cuestionarnos sobre el contenido mismo de las
virtudes; De sobra sabemos que su percepción está inevitable-
mente sometida a la fuerza de los cambios históricos: la impor-
tancia concedida hoy a la equidad, la veracidad o la tolerancia
no encuentra paralelo en la reflexión aristotélica. Pero habrá que
preguntarse si su valía última depende de esa percepción históri-
43 . San Basilio, Hom. in psalm. 7,2: PG 29, 217; San Gregorio Magno, In Ezeq.
hom. 2,3,4: PL 76, 960 . .
44. Cf T. Melendo, Dignifad humana y bioética, Barañain (Navarra) 1999.
LA ESENCIA DE LA VIRTUD 39
ca y cambiante o, más bien, de la dignidad m isma del ser hu-
mano.
Es preciso tener en cuenta la relación d el ser humano con la
situación cambiante en la que actúa y ante la que reacciona, pe-
ro también los estereotipos con los cuales juzgamos la m ism a
existencia o ausencia de las virtudes en una persona o en un gru-
po social45 •
Nuestro juicio viene determinado por el ambiente y las cos-
tumbres , por las presiones sufridas y también por los intereses
personales o grupales . Estos y otros factores determinan la jerar-
quización de los valores llevada a cabo por una persona o por un
grupo y, en consecuencia, modifican la apreciación de las virtu-
des, en general, o bien, de determinadas formas de vivir una vir-
tud en un lugar y tiempo concretos. Pero siempre habrá que
preguntarse por ese fundamento metafísico que motiva la dife-
rencia objetiva entre el vicio y la virtud.
1. ANTIGUO TESTAMENTO
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44 VIDA CRISTIANA, VIDA TEOLOGAL
2. NUEVO TESTAMENTO
11. Cf. R. Schnackenburg, Testimonio moral del Nuevo Testamento, Madrid 1965,
229; J. Alfara, "Actitudes fundamentales de la existencia cristiana", en Cristología y
antropología, Madrid 1973, 420-426
LA VIRTUD EN LA DOCTRJNA BfBLICA 49
l. Ver, p. ej. San Ambrosio, S11per Lttcam, 5,6,20ss: PL 15, 1653; San Agustín,
De lib. arb. , 2,19: PL 32, 1268, donde ofrece una definición de cuño aristotélico:
"virtud es lo que hace bueno al que la posee y buena la obra que realiza"; De Trin.
6,4: PL 42, 927.
2. Orígenes, Cont. Cels11m, 3, 29: PG 11, 957 B.
3. A. Michel, "Vertu", en DTC 15, 2743-2748.
52 VIDA CRISTIANA, VIDA TEOLOGAL
4. Justino, Apol, I, 43, 6: PG 6, 393; ed. D. Ruiz Bueno, Padres apologetas grie-
gos, Madrid 1979 (2ª ed.) 228; ver también Apol. I, 12,2 y 28,4: PG 6,341.273 .
5. Juscino, Apol, II,9, 1: PG 6,460; o.e; 271; ver también Apol. II, 11, 7: PG
6,464.
6. Atenágoras, Leg. 24,4: PG 6 948; o.e. 688; ver también Leg. 31,1.
7. Justino, Apol, II, 11,8: PG 6,464; o.e. 274. Taciano se burla de las pretendi-
das virtudes de los filósofos paganos, así como de Alejandro, discípulo de Aristóteles:
Discurso contra los griegos, 2: PG 6, 805-809; o.e. 574.
LA VIRTUD EN LA HISTORIA DE LA TEOLOGíA 53
· Teófilo de Antioquía enumera las virtudes practicadas por los
cristianos: templanza, continencia, unidad de matrimonio, cas-
tidad, justicia, obediencia a las leyes, culto divino, feª .
Lactancia es el primero que se ha esforzado en precisar el
concepto cristiano de la virtud. Para ello comienza adoptando la
etimología propuesta por Cicerón, según la cual virtus viene de
vir 9 • Lactancia procura establecer una cuidadosa distinción en-
tre la ciencia y la virtud. Aquélla viene del exterior, mientras que
la virtud es un principio interior que nos lleva a realizar el bien.
La ciencia del bien puede existir sin la virtud. Por tanto "la vir-
tud consiste no en conocer el bien y el mal, sino en hacer el bien
y evitar el mal" 10 •
San Ambrosio parece haber sido el primero en denominar
como virtudes "cardinales" las cuatro enumeradas por Platón,
que encuentran su correspondencia en Cicerón: prudencia, jus-
ticia, fortaleza y templanza 11 • De hecho intentando un curioso
paralelismo en su comentario a Gen 2, 1O, ve en el río del paraí-
so el símbolo de Cristo y en las cuatro corrientes las virtudes
cardinales: el Pisón es la prudencia, el Guijón es la templanza, el
Tigris es la fuerza y el Éufrates la justicia12.
Por otra parte, a pesar de haber puesto de relieve la conexión
que mantine unidas a las virtudes, no deja de anotar que, inclu-
so en los santos, una virtud puede adquirir un puesto predomi-
nante sobre las otras 13 •
Por lo que se refiere a la historia posterior, baste aquí evocar a
modo de ejemplo los escritos de San Agustín y San Isidoro.
lo que debe amarse, debe ser amado también con orden, y así
existirá en nosotros la virtud, que trae consigo el vivir bien. Por
eso me parece que la definición más breve y acertada de virtud
es ésta: la virtud es el orden del amor" 14 •
Las virtudes son las que hacen grande al ser humano, según
afirma en su obra Sobre el libre albedrío. No se puede dudar que
todas y cada una de las virtudes está por encima de toda suerte
de vicios y que cuanto son mejores y más sublimes son también
más firmes e invencibles 15 •
En la misma obra, pone en comparación las virtudes con
otros bienes de los que el ser humano puede usar y abusar:
"Las virtudes, por las cuales se vive rectamente, pertenecen a la
categoría de los grandes bienes; las diversas especies de cuerpos, sin
los cuales se puede vivir rectamente, cuentan entre los bienes míni-
mos, y las potencias del alma, sin las cuales no se puede vivir recta-
mente, son los bienes intermedios. De las virtudes nadie usa mal;
de los demás bienes, es decir, de los intermedios y de los inferiores,
cualquiera puede no sólo usar bien, sino también abusar. Y de las
virt1,1des nadie abusa, porque la función propia de la virtud es pre-
cisamente el hacer buen uso de aquellas cosas de las cuales pode-
mos abusar: pero nadie que usa bien abusa'' 16 •
La virtud, por tanto, es la recta razón, que lleva al ser huma-
no a apetecer y realizar su propia humanidad. Tal objetivo es
inasequible sin la fe, la esperanza y la caridad. Recordemos a
modo de ejemplo un paso que San Agustín nos ha dejado en sus
Soliloquios. En un primer momento, el Santo compara las vir-
tudes teologales con la función de la razón y su posibilidad para
establecer un diálogo entre el sujeto y el objeto. Para alcanzar la
salvación, el alma necesita tener ojos sanos, la decisión de mirar
confiadamente y desear la luz para ver. Curiosa-mente, su expo-
sición constituye un interesante esbozo de una "fenomenología
de la percepción":
14. San Agustín, De Civ. Dei, 15,22: PL 41,467; ed. J. Morán, Obras de San
Agustín, 17, Madrid 1965 (2• ed.) 175. La misma idea se encuentra en De Trin.
8,7,10: PL42, 956.
15. San Agustín, De lib. arb. I, 10.20: PL 32, 1232; ed. E. Seijas, Obras de San
Agustín, 3, Madrid 1963 (3ª ed.), 225-226.
16. San Agustín, De lib. arb. II, 19.50: PL32, 1268; o.e. 313.
LA VIRTUD EN LA HISTORIA DE LA TEOLOG1A 55
"La razón es la mirada del alma; pero como no todo el que mi-
ra ve, la mirada buena y perfecta, seguida de la visión, se llama vir-
tud, que es la recta y perfecta razón. Con todo , la misma mirada
de los ojos no puede volverse a la luz si no posee las tres condicio-
nes: la fe, creyendo que en la visión del objeto que ha de mirar está
su dicha; la esperanza, confiando en que lo verá si mira bien; la ca-
ridad, queriendo contemplarlo y gozar de él. A la mirada sigue la
visión misma de D ios, blanco adonde tira; no porque ya cese de
existir, sino porque Dios es el único objeto a cuya posesión aspira;
y tal es la verdadera y perfecta virtud, la razón que llega a su fin,
premiada con la vida feliz." 17 •
Pero, dicho esto, no se ha respondido todavía a todas las
cuestiones. San Agustín se pregunta de nuevo por la necesidad
de las tres virtudes teologales para la correcta realización de la vi-
da humana. Tal necesidad de las virtudes podría ser evidente por
lo que se refiere a consecución de la vida eterna y a la visión bea-
tífica. Pero cabe también preguntarse si son necesarias a lo largo
de esta vida mortal. Así responde a la primera cuestión:
"Indaguemos también si las tres cosas le serán necesarias al al-
ma una vez lograda la visión o intelección de Dios. La fe, ¿cómo
puede serle necesaria, pues lo ve? ¿Y la esperanza, cuando lo posee?
En cambio, la caridad, lejos de perecer, será robustecida grande-
mente. Pues contemplando aquella hermosura soberana y verdade-
ra le crecerá la llama de amor, y si no fijare sus ojos con poderosa
fuerza, sin retirarlos de allí para mirar a otra parte, no podrá per-
manecer en tan dichosa contemplación. Pero mientras el alma ha-
bite en este cuerpo mortal, aun entendiendo perfectamente a
Dios, con todo, porque también los sentidos se emplean en sus
ministerios, si bien no le seduzcan, aunque sí le hagan vacilar, pue-
de llamarse todavía fe la que se resiste a sus halagos y se adhiere al
sumo Bien".
Inmediatamente se plantea la segunda parte de la pregunta,
es decir la cuestión sobre la necesidad de las virtudes para el lo-
gro de una vida feliz. A ella responde San Agustín afirmando la
necesidad de las tres virtudes teologales para la vida terrenal del
17. San Agustín, Soliloquios, I, 6, 13: PL 32, 876; trad. V. Capanaga, Obras de
San Agustín, 1, Madrid 1946, 495.
56 VIDA CRISTIANA, VIDA TEOLOGAL
21. San Isidoro, Etim. 18, 22: "Virtus est inrnensitas viriurn in labore et pondere
corporis [vocata]": PL 82, 652; trad. J. Oroz y M.A. Marcos, Etimologías, Madrid,
BAC, II, 1994, 407.
22. San Isidoro, Etim. 7,5, 17: PL 82, 275; trad. J. Oroz y M.A. Marcos,
Etimologías, Madrid, BAC, I, 1993, 649.
23. San Isidoro, Etim. 2, 24,5: PL 82, 141 ; o.e. 395.
F
58 VIDA CRISTIANA, VIDA.TEOLOGAL
había dicho previamente (S. Th. 1-2, 49, 2). Por medio de las
virtudes, la persona adquiere unas cualidades que no poseía y
pierde otras que le impedían el alcance de la felicidad: así se
puede decir que la generosidad reemplaza al egoísmo y el valor
supera la timidez. En consecuencia, las virtudes son actividades
trasformadoras que implican la reestructuración de la persona28 •
"Según eso, cada uno según los propios dones y las gracias recibi-
das, debe caminar sin vacilación por el camino de la fe viva, que exci-
ta la esperanza y obra por la caridad" (LG 41) .
2. EL CONCILIO VATICANO II
r
l
1
1
LAS VIRTUDES EN LA DOCTRINA DE LA IGLESIA 67
3.1. Magisterio pontificio
No es posible recordar aquí las numerosas ocasiones en que
el tema de las virtudes aparece en el magisterio de Juan Pablo
IP. En general se encuentran evocadas en la encíclica Dominum
et Vivificantem 55 c. 67 a; en Sollicitudo Rei Socialis 39 j; y en
Veritatis Splendor 48 c. En esta última encíclica se alude tam-
bién explícitamente a las virtudes cardinales y las teologales (VS
64 a).
Además habría que recoger las numerosas referencias a cada
una de las virtudes como la fe, la esperanza, la solidaridad4
3. Como se sabe, el Papa Juan Pablo I dedicó las catequesis de su breve pontifica-
do a explicar las virtudes teologales. Juan Pablo II iniciaría su pontificado comentan-
do las virtudes morales.
4. Véase el buen índice de temas en la ed. de J .A. Martínez Puche, Encíclicas de
juan Pablo JI, Madrid 1993.
5. C. Schonborn, "Los criterios de redacción del Catecismo", en O. González de
Cardedal - J.A. Martínez Camino, El catecismo posconciliar. Contexto y contenidos,
Madrid 1993, 92.
68 VIDA CRISTIANA, VIDA T),OLOGAL
6. CEC 2086-2094, así como 2134: "El primer mandamiento llama al hombre
para que crea en Dios, espere en Él y lo ame sobre todas las cosas".
7. C( R. Tremblay, "Le role du Christ dans la Morale Fondamemale du
Catéchisme de l'Église Catholique", en StMor 32 (1994) 45-60, esp. 61.
1 ,J
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1
Capítulo V
1
la virtud dle la fe
"Fe que agrada a Dios es la que cree sin tener prendas de milagros ni
razo n es. El amor verdadero en ausencia del amado está más fuerte, y
la esperanza entonces será buena cuando, viniéndo nos las cosas con-
trarias a las que esperamos, se mostrare firm e y perseverante.
Entonces se muestra la buena paciencia, cuando, asidos de su bondad
y palabra, estamos firmes entre muchas ondas de desconfianzas que
nos combaten al contrario de lo que noso tros sentimos. Quiere el
Señor que aprendamos a tenerlo por verdadero y bueno"
San J~an de Ávila, Carta 20 (2) .
LA VIRTUD DE LA FE 73
LA VIRTUD DE LA FE 75
LA VIRTUD DE LA FE 77
LA VIRTUD DE LA FE 79
revelan en íntima conexión. No es la firmeza social y política la
que genera la fe . Es la fe la que producirá como fruto la estabili-
dad. "La palabra de Dios es el punto de apoyo de la historia de
salvación, la fe es el centro de gravedad. La fe funda la existencia
del pueblo y la conserva, por la fe viven. La fe se ha de apoyar en
la palabra de Dios, que se cumplirá, frente a los planes huma-
nos, que no se cumplirán" 13 •
Ante la oferta de una "señal" divina, el rey parece rechazarla
delicadamente, apoyado al parecer en escrúpulos religiosos, co-
mo si solicitar y aun aceptar esa señal fuera una provocación a
Dios. En realidad, la respuesta del rey constituye un gesto ambi-
guo e hipócrita: si aceptara la señal de Dios habría de cambiar
de política. Lo que parece evidente es que el rey no está dispues-
to a escuchar la llamada del profeta.
Así pues, el relato político-militar se convierte de pronto en
un texto que constituye una especie de teología narrativa. No se
habla tanto de la defensa estratégica de la ciudad cuanto de Dios
que es su verdadera defensa. Nos encontramos frente a una de
las experiencias religiosas más profundas entre los hebreos. Dios
no se muestra en la fuerza, sino en la debilidad.
Un conocido oráculo de Habacuc resume el mensaje proféti-
co: "He aquí que sucumbe quien no tiene el alma recta, mas el
justo por su fidelidad vivirá" (Hab 2,4). El contexto nos lleva a
ver la contraposición entre el caldeo y Judá. El primero sucum-
be, pero el segundo se mantiene en pie gracias a su fidelidad a
Dios, es decir, a su palabra (cf. Os 2,22; Jer 5, 1,3). El texto
griego ha hecho una traducción significativa al sustituir "fideli-
dad" por "fe". Gracias a esa leve modificación esta frase se con-
vertirá en un axioma para la teología neotestamentaria (cf. Rom
1,17; Gál 3,11; Heb 10,38).
c. También en los textos que recogen la oración del piadoso
israelita, la fe se nos muestra siempre como un misterio de de-
cisiones libres.
Los salmos recuerdan que el pecado del pueblo consistió pre-
cisamente en no tener fe en su Dios ni confiar en su auxilio (Sal
13. L. Alonso Schokel - J.L. Sicre Díaz, Profetas, I, Madrid 1980., 147.
80 VIDA CRISTIANA, VIDA TEOLOGAL
LA VIRTUD DE LA FE 81
LA VIRTUD DE LA FE 83
17. Pastor de Hermas, vis. 3, 8,3: PG 2, 904; trad. Padres Apostólicos, BAC,
Madrid 1979, 958.
18. San Teófilo deAntioquía, AdAutolycum, 1,7: PG 6, 1036.
19. San Clemente Alej. Strom., 7, 10, 57,3: PG 9, 481.
84 VIDA CRISTIANA, VIDA TEOLOGAL
LA VIRTUD DE.LA FE 85
4. DOCTRINA DE LA IGLESIA
LA VIRTUD DE LA FE 89
32. Cf. B. Sesboüé, "La constitución dogmática Dei Filius del Concilio Vaticano
!", en Id., o.e., 226-238.
90 VIDA CRISTIANA, VIDA TEOLOGAL
LA VIRTUD DE LA FE 91
34. CE B: Sesboüé, "La Iglesia católica y 'los otros': la libertad religiosa y las reli-
giones no cristianas", en Id., o.e., 451 -453.
35. "De ea loquimur, cuius vi omnino assentimur iis quae tradita sunt divinitus"
(Pars prima. De fide et Symbolo fidei). Esa definición es ampliada ulteriormente, al
comentar el primer artículo dd Credo: "Credendi verbum quid significet": ed. P.
Martín Hernández, Catecismo Romano, BAC, Madrid 1956, 29 y 38.
36. "Verum illud praeterea doceat Parochus eum, qui dicit credo, praeterquam
quod intimum mentís suae assensum declarar, qui interior fiei actus est, debere id,
quod animo inclusum haber, aperta fidei professione prae se ferre, summaque alacrita-
te palam fu.teri ac praedicare": De primo articulo, 4: o.e., 39.
LA VIRTUD DE LA FE 93
En la explicación del primer mandamiento, señala el Cate-
cismo Romano que en él se contiene el precepto de vivir en la fe,
la esperanza y la caridad. Es interesante observar que, en este
contexto, el significado de la fe no se refiere solamente a la fir-
meza del asentimiento antes descrito, sino también a la "con-
fianza en la bondad divina". En consecuencia, los pecados con-
tra la fe no se reducen a la herejía, sino que se manifiestan
también en el apoyo excesivo que se pretende buscar en las ri-
quezas, en la salud o en las fuerzas corporales 37 •
Como si el texto tratara de aceptar la mejor intuición de la fe
"fiducial" propuesta por los luteranos, el Catecismo Romano
afirma explícitamente que para prepararse a la oración, el cre-
yente esa fe en la omnipotencia y misericordia de Dios, de la
cual nace la confianza del orante. Si la fe lleva a la oración, la
oración hace a la fe firme y estable38 •
b. En un lenguaje moderno y accesible para el hombre de la
calle, el Catecismo Católico para adultos se refiere explícitamente
a los valores antropológi,cos que enriquecen la experiencia de la
fe:
"La fe es un camino. Hay que recorrer este camino fundados
en la esperanza, que nos permite conocer el fin. Esto significa que
la fe es un riesgo, un abandonar antiguas seguridades y un cambio
radical de los puntos de vista y modos de conducta habituales.
Cambio sólo posible porque la fe es la respuesta a una llamada
previa. El creyente se entrega a esa llamada y pone su confianza en
Dios y en su palabra. Por esta razón la primera palabra de la fe no
es 'Yo creo que.. .', sino 'Yo creo en ti' En este abandono confiado
en Dios se le abre al creyente una luz. En las palabras y las obras
externas de la revelación conoce al Dios que se le revela. La fe,
pues, ofrece un conocimiento nuevo. Pero no cree porque conoce,
sino que conoce porque cree. Al amor ya conocido de Dios no
puede responder de otro modo que con amor. La fe es en cierto
modo una declaración de amor a Dios. El hablar de Dios al hom-
bre conduce al creyente a hablarle a Dios, es decir, a la oración,
37. "... qui de sua salute spem abiiciunt, nec divinae bonitatae confidunt; qui di-
vittis tantum, qui corporis valetudine ac viribus nituntur": De primo praecepto, 2 y 5:
o.e., 708 y 710.
38. De praeparatione adhibenda, 3: o.e., 891-892.
94 VlDA CRISTIANA, VlDA TEOLOGAL
5. FE Y RESPONSABILIDAD MORAL
Si observamos la estructura misma del creer y del acto de fe,
entenderemos la vinculación entre la fe y el compromiso con-
creto de los creyentes 41 • Lo mismo se deduce del análisis de los
textos cimentales de la fe cristiana.
La relación fe-obras o la implicación verdad-amor constitu-
ye una cuestión inevitable en la historia del cristianismo. Se en-
contraba en los pronunciamientos de los teólogos salmantinos
del siglo XVI que, a partir de la fe, reflexionaron con osadía de
pioneros sobre las cuestiones sociales, políticas o eclesiásticas
que les venía a plantear la conciencia nueva de las dimensiones
reales del planeta, tras el descubrimiento de América. Y se ha
vuelto a plantear en nuestro siglo, ante la colaboración de los
42. Cf. R. Schnackenburg, El mensaje moral del Nuevo Testamento, II, Barcelona
1991, 40-43.
43 . Cf. C.H. Dodd, Interpretación del cuarto evangelio, Madrid 1978, 187-194:
"Fe"; R. Schnackenburg, El Evangelio según San juan, 1, Barcelona 1980, 543-561:
"La fe joánica".
44. Cf. R. Schnackenburg, Cartas de San juan, Barcelona 1980, 151-156: "El
amor fraterno".
LA VIRTUD DE LA FE 99
45. Cf. R. Schnackenburg, El mensaje moral del Nuevo Testamento, II, Barcelona
1991, 252-263. .
46. Pastor de Hermas, vis. 3, 8,7-8: PG 2, 904; trad. Padres Apostólicos, 959.
100 VIDA CRISTIANA, VIDA TEOLOGAL
47. M. Cozzoli, Etica teologale. Fede, carita, Speranza, San Paolo Cinisello
Balsarno 1991, 45-121, donde presenta las exigencias éticas de la fe en términos de fi-
delidad, respuesta, obediencia, conversión y testimonio.
48. Véase, p. ej., A. Royo Marín, Teología moral para seglares, I, Madrid 1957,
239,
LA VIRTUD D E LA FE 101 1
tad. Como decía San Agustín, "nadie pierde la fe a no ser que la
desprecie" 49 •
Tras haber recordado de forma positiva la responsabilidad
moral cristiana con relación a la acogida y el cultivo de la fe,
también el CEC se refiere a continuación y de forma explícita a
algunos pecados contra esa virtud teologal.
En ese contexto, se mencionan la duda voluntaria y la duda
involuntaria. Tras explicar su sentido se añade que "si la duda se
fomenta deliberadamente, puede conducir a la ceguera del espí-
ritu" (2088). De todas formas, puesto que se ha iniciado el dis-
curso aludiendo a las "diversas maneras de pecar contra la fe",
hubiera sido deseable una mayor explicitación sobre la responsa-
bilidad culpable en la admisión o provocación de la duda. Junto
a estos "pecados", se enumeran todavía otros, como la increduli-
dad, la herejía, la apostasía y el cisma (cf. CEC 2089).
c. En los manuales de Teología Moral se incluía con frecuen-
cia un apartado sobre Los peligros contra La fe. Entre ellos se enu-
meraban: a) el trato con acatólicos, no en los asuntos civiles, si-
no en el ámbito estrictamente religioso, peligro que exige
evitar el peligro de perversión y el escándalo; 6) la asistencia a.
escuelas acatólicas, en las que se afirmaba que no puede evitarse
el peligro de perversión; c) la lectura de libros heréticos, y d) el
matrimonio con herejes o incrédulos 50 •
La sola enumeración de tales peligros, tan frecuentemente
recordados en la catequesis tradicional, nos indica el clima nue-
vo creado en la Iglesia católica por el Concilio Vaticano II. En
sus documentos no sólo se recohocen con frecuencia valores po-
sitivos en los no creyentes (LG 16; GS 12a; 21f), sino que se
propugna la evangelización y la oferta del mensaje de la salva-
ción entre ellos (LG 28 d; SC 9,6; PO 4a; AA 6c) y aun se llega
a trazar líneas de actuación para promover la solicitud pastoral
por los no creyentes (CD 13a; PO 9c; OT 19a).
El creyente sabe hoy que el mayor peligro contra la fe no está
precisamente en el encuentro con los no creyentes, sino en la
49. San Agustín, Ena,: in psalm. 55, 19: "Fidem nema perdet nisi qui spreverit":
PL 36, 659; ed. B. Martín, Obras de San Agustín, XX, Madrid 1965, 390.
SO. A. Royo Marín, o.e., 248-252.
102 VIDA CRISTIANA, VIDA TEOLOGAL
51. Cf. G. de Rosa, r'ede cristiana e senso della vita, LDC, Leurnann-Torino
2000.
LA VIRTUD DE LA FE 103
52. Cf. J.R. Flecha, "Creo en Dios Padre Todopoderoso", en El Credo. Reflexiones
sobre la formula de fe del pueblo cristiano, Cristiandad, Madrid 1982, 46-47.
Capítulo VI
La esperanza
4. P. Laín Entralgo, Creer, esperar, amar, Barcelona 1993, 176; véanse también
sus obras La espera y la esperanza, Madrid 1957, y Antropología de la esperanza,
Barcelona-Madrid 1978.
5. O. F. Bollnow, Filosofta de la esperanza. El problema de la superación del existen-
cialismo, Buenos Aires 1962, 88-89.
6. G. Marce!, Horno viator, Paris 1944, 41-44.
LA ESPERANZA 107
2. l. La esperanza personal
a. Por lo que se refiere al Antiguo Testamento, es preciso re-
cordar, en primer lugar, que la esperanza se presenta en la
Escritura como la espera de un bien futuro (Eclo 9, 4). Los ma-
les entrevistos no generan esperanza sino temor. Tal actitud ha-
cia el bien resume la tensión general de la persona. De hecho, se
reconoce que, si se pierde la esperanza, se pierde todo (Lam 3,
18; Job 6, 11; 7, 6) 9 •
Con mucha frecuencia, y sobre todo en los textos oraciona-
les, la esperanza se confunde con la confianza que el creyente
deposita en Dios (Sal 24, 2; 27, 7; 30, 7. 15; 32, 18. 22 ... ). Dios
es el fundamento de la esperanza. En consecuencia, nadie debe
confiar en sus riquezas, por abundantes que sean (Sal 51, 9; Job
31, 24). Pero tampoco puede fundamentarse la esperanza en la
propia justicia y santidad del esperante (Ez 33, 13).
Las esperanzas intermedias de la persona son importantes,
ciertamente. Pero toda esperanza se resume en el aguardo de
una salvación escatológica, que necesariamente dependerá de la
iniciativa y la dádiva de Dios: Is 25, 9; 26, 8; 30, 15.
b. Si volvemos nuestra mirada a los evangelios sinópticos, es
evidente que presentan a Jesús como el cumplimiento de las es-
peranzas mesiánicas y, a la vez, como objeto de una esperanza
12. Cf. J. Galot, "La parusia nell'epistolario paolino", en CivCat 3611 (2000,
IV) 431-443.
LA ESPERANZA 111 r
no r de es te anuncio, la espera de la manifestación del Señor se
'
convierte en motivo fundamental para un comportamiento éti- ':
co en relación con lo otro, con los otros y con el absolutamente
O tro.
O tros escritos del "corpus paulino" subrayan que "nosotros" ,
los que tenemos puesta la esperanza en Cristo, hemos sido elegi-
dos para ser, tanto en la vida presente como en el destino eter-
no, alabanza de la gloria de Dios (Ef 1, 12).
ven, senor
2.4. "TJ: - Jesus
T. I"
15. Cf. K.H. Schelkle, Teología del Nuevo Testamento, III, Barcelona 1975, 125-
145-166.,
16. Cf. F. Kerstiens, "Esperanza", en SM, 2, Barcelona 1976 (2ª ed.) 792-803.
L>\ ESPERANZA 117
LA ESPERANZA 11 9
22. San Agustín, Enchir. 7: PL 40, 234; trad. A. Centeno, Obras de San Agustín,
IV, BAC, Madrid 1956, 468-471.
23. San Agustín, Enchir. 8: o.e. 470-473.
24. J. Letilly, L'espérance, Desclée, Paris 1950 (2• ed.) 5.
120 VIDA CRISTIANA, VIDA TE.OLOGAL
27. Cf. J.R. Flecha, "Un Concilio para la esperanza", en StLg 23 (1982) 121-
143.
LA.ESPERANZA 123 1
r
El mismo capítulo II, dedicado al pueblo de Dios, subraya
que en este pueblo de Dios, todos los miembros están llamados
a ofrecerse a Dios, a dar testimonio de Cristo y a ofrecer razón
de su esperanza (LG 10). El capítulo IV, dedicado a los laicos,
recuerda en diversas ocasiones la esperanza cristiana, de la que
han de estar prontos a dar testimonio (LG 31). Una es la fe y
una es la caridad. También es una la esperanza que los mantiene
unidos (LG 32). Más adelante se denomina a los cristianos co-
mo "hijos de la promesa". Como intentando dar respuesta a las
conocidas acusaciones de alienación a causa de una fe transcen-
dente y desencarnada, se vincula expresamente el ejercicio de su
esperanza con su compromiso terrenal en las estructuras de la
vida secular (LG 35).
LA ESPERANZA 125
30. Será útil consultar la obra de G. Turbanti, Un concilio per il mondo moderno:
la redazione della costituzione pastora/e Gaudium et Spes del Vaticano Il II Mulino,
Bologna 2000; cf. presentación en CivCat2001, II, 203-205.
1 '
LA ESPERANZA 127
31. Cf. P. Teilhard de Chardin, "La crise présente. Réflexions d'un naturaliste",
. en Etudes 233 (1937) 165.
128 VIDA CRJSTIANA, VIDATEOLOGAL
5. CATEQUESIS Y ESPERANZA
LA ESPERANZA 129
LA ESPERANZA 13 1
39. Catecismo Católico para adultos, II. Vivir de lafe, BAC, Madrid 1998, 41-44.
LA ESPERANZA 133
41. Cf. I. Fi:ícek, "Il primo comandamento", en R. Fisichella (ed.), Catechismo de-
lla Chiesa Cattolica, Piemme, Casale Monferrato 1993, 995-996.
42. Ch. Péguy, Le porche du mystere de la deuxieme vertu, en CEuvres poétiques
completes, Ga,llimard, París 1975, 534-535; trad. y selección en Ch. Péguy; Palabras
cristianas, Sígueme, Salamanca 1966, 26.
LA ESPERANZA 135
LA CARIDAD 143
8. X. Zubiri, f.c.
9. Cf. H. Greeven - J. Fichtner, "Filéo", en TWNT9, 112-169
10. R. Patai, L'amour et la couple aux temps bibliques, París 1969; G. Quell, - E.
Stauffer, Caridad, Madrid 1974.
LA CARIDAD 145
LACARJQAD 147
12. Cf K.H. Schelkle, Teología del Nuevo Testamento, III, Barcelona 1975, 179-
200; G. Theissen, La religión de los primeros cristianos, Salamanca 2002, 89-96.
13. R Guardini, Mundo y persona, Madrid 1967, 244.
LACARJDAD 149
16. San Clemente, Ep. ad Cor. L 49: PG 1, 309; trad. D. Ruiz Bueno, Padres
Apostólicos, BAC, Madrid 1979, 222-223.
17. San Ireneo, Adv. haer. IV, 33, 8: PG 7, 1077.
18. San Gregario Nys. In Cant. Cantic. hom. 1: PG 44, 765.
19. San Basilio, Reglas extensas. Interrogación IIl· PG 31, 915; trad. de D. Ruiz
Bueno, en R. Sierra Bravo, El mensaje social de los Padres de la Iglesia, Ciudad Nueva,
Madrid 1989, 135-136, donde se encontrarán muchos otros textos.
154 VIDA CRISTIANA, VIDA TEOLOGAL
20. San Gregario Nacianceno, Orat. 14, 5: PG 35, 859: ver R. Sierra Bravo, o.e.,
146.
21. San Juan Crisóstomo, InAct. Apost. hom. 40,2: PG60, 285.
22. San Juan Cristóstomo, Hom. de caritate perfecta 2: PG 56, 280-281; véase so-
bre estos temas la sencilla antología editada por P. Cawley, El humanismo de los Padres
de la Iglesia, Santiago de Chile s.a.
1 1
LACARJDAD 155
23. San Juan Crisóstomo, In 1 Cor., hom. 32, 6: PG 61, 290-291; ver R. Sierra
Bravo, El meniaje social de los Padres de la Iglesia, 249-250.
24. San Jerónimo, In epist. ad Gal. comment. 3,5,22: PL 26, 432.
25. San Ambrosio, Epist. 37 ad Simplicianum, 23: PL 16, 1090.
26. San Agustín, Enchiridion, 8,2: PL 40, 234-235.
27. San Agustín, In Epist. Joan. ad Parthos, 7,8: PL 35, 2033; ed. B. Martín,
Obras de San Agustín, XVIII, Madrid 1959, 304 . .
28. San Agustín, Op. imperf c. Jul. 2, 165: PL 45, 1212: ed. L. Arias, Obras de
San Agustín, XXXVI, Madrid 1985, 373.
156 VIDA CRISTIANA, VIDA TEOLOGAL
Por la caridad amamos a Dios por sí mismo sobre todas las co-
sas, y a nosotros mismos, al prójimo y a la creación entera por
Dios. La caridad es el criterio último de discernimiento por el
que se distinguen los hijos del reino eterno y los hijos de la eter-
na perdición. Nada hay más excelente que este don del mismo
Dios. El Espíritu Santo puede conceder otros dones, pero si no
van acompañados de la caridad nada aprovechan. La misma fe
puede subsistir sin la caridad, pero no aprovecha para la salva-
ción29.
La caridad ha de entenderse en primer lugar como amor a
Dios. Al que ha amado a Dios, le es purificado el corazón. Y
una vez purificado (castum), ya ama gratuitamente a Dios y no
pide otra recompensa que Él: "El premio que da Dios es el mis-
mo Dios. Esto es lo que ama, esto es lo que aprecia; si amase
otra cosa, no sería amor puro" 30 . Sobre este tema del amor gra-
tuito a Dios vuelve San Agustín en repetidas ocasiones, para re-
cordar que Dios es el supremo galardón de quien lo ama gratui-
tamente31.
En la misma obra, incluye el Santo una de las exhortaciones
más bellas a amar a la Iglesia con el mismo amor que se dirige al
Señor: ''Amemos al Señor, Dios nuestro y amemos a su Iglesia; a
Él como a Padre, a ella como. a madre; a Él como a Señor, a ella
como a esclava, porque somos hijos de la esclava. Pero estema-
trimonio se halla unido con gran caridad. Nadie ofende al uno y
tiene propicio al otro (... ) Luego, carísimos, .r etened todos uná-
nimemente a Dios por padre y a la Iglesia por madre" 32 •
Pero la caridad se manifiesta también en el amor al prójimo.
El comienzo y el prólogo de la caridad es dar de los bienes su-
perfluos al indigente y librar al hermano de su tribulación.
29. San Agustín, De Trinit. 15, 18, 32: PL 42, 1082: ed. L. Arias, Obras de San
Agustín, V, Madrid 1948, 901.
30. San Agustín, Enar. in psalm. 72, 32: "Praemium Dei, ipse Deus est. Hoc
amat, hoc diligit, si aliud dilexerit, non erit castus amor": PL 36, 928; trad. B.
Martín Pérez, Obras de San Agustín. Enarraciones sobre los Salmos (2°), BAC, Madrid
1965, 925.
31. San Agustín, Enar. inpsalm. 134, 11: PL37, 1745.
32. San Agustín, Enar. in psalm. 88, 2, 14: PL 37, 1140; trad. B. Martín Pérez,
Obras de San Agust/n. Enarraciones sobre los Salmos (3"), BAC, Madrid 1966, 332-
333.
LA CARIDAD 157
33. San Agustín, In ep. Joan: ad Parthos, 6,1: PL 35, 2019; cf. R. Sierra Bravo,
o.e., 456; B. Martín, o.e., 276.
34. San Agustín, In ep. Joan. ad Parthos, 8, 5: PL 35, 2038; cf. R. Sierra Bravo,
o.e., 457; B. Martín, o.e., 314-315.
158 VIDA CRISTIANA, VIDA TEOLOGAL
35. San Agustín, Enar. in psalm. 36 (II) 13: PL 36, 371; trad. B. Martín Pérez,
Obras de San Agustín. Enarraciones sobre los Salmos (1°), BAC, Madrid 1964, 607-
608; e( R. Sierra Bravo, o.e., 458.
36. San Isidoro, De vétere et Novo Testamento. Quaestiones, q. 32-33: PL 83, 205 :
"Die mihi, dilectio ve! charitas in quot modis consistunt? In N. Hoc est, primum in
Dei timore, ve! dilectione. Secundum, sicut nosmetipsos, sic Deum amemus. Tei:tium
proximos. Quartum etiam inimicos. Deum ergo plus quam nos diligere debemus:
proximum, sicut nos; inimicum ut proximum. Et nisi Deum primum dilexerimus,
nosmetipsos minime diligere poterimus".
LA CARIDAD 159
37. San Bernardo, Serm. 1, en el nacimiento de San Andrés, 10: Obras completas
de San Bernardo, IV, Madrid, BAC 1986, 692-693.
38. El elenco de las fuentes puede verse en la introducción al tratado, preparada
por M. Llamera, Suma Teol6gica, VII, BAC, Madrid 1959, 648-652.
39. S. Th. 2-2, 23, l.
160 VIDA CRISTIANA, VIDA TEOLOGAL
LA CARIDAD 161 l,
na en las cosas terrenales y lo hace incapaz para captar lo divino, ¡j
eso es precisamente el pecado (46,2). Ll
@
El solo recorrido poc este tratado de la Suma Teológica nos ili
demuestra el gran esfuerzo de síntesis que en él puso Santo
To mas pero también la riqueza inago table de la tercera vi rtud
teologal, reina y forma de todas las virtudes .
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162 VIDA CRISTIANA, VIDA TEOLOGAL
LACARJDAD 165
41. Cf. P. Martín Hernández (ed.), Catecismo Romano, BAC, Madrid 1956, 792-
799. 821-823.
166 VIDA CRJSTIANA, VIDA TEOLOGAL
LA CARIDAD 167
43. Catecismo Católico para adultos. 11. Vivir de la fe, BAC, Madrid 1998, 47.
168 VIDA CRISTIANA, VIDA.TEOLOGAL
LACARJDAD 169
45. · A. Royo Marín, Teología moral para seglares, I, BAC, Madrid 1957, 268-
270.
46. S. Th. 2-2, 92, 1.
47. A. de Mier. Vélez, "Supersticiones entre los cristianos visigodos y francos", en
Religión y cultura 41 (1995) 811-839.
48 . "La superstición es la desviación del sentimiento religioso y de las prácticas
que impone. Puede afectar también al cuico que damos al verdadero Dios, por ejem-
plo, cuando se atribuye una importancia de algún modo mágica a ciertas prácticas,
por otra parce legítimas o necesarias. Atribuir su eficacia a la sola materialidad de las
oraciones o de los signos sacramentales, prescindiendo de las disposiciones interiores
que exigen, es caer en la superstición (cE Me 23, 16-22). (CEC 2111) .
170 VIDA CRISTIANA, VIDA TEOLOGAL
"No son los ídolos los que defienden a los hombres, sino los
hombres los que defienden a los ídolos. Entonces, ¿cómo es po-
sible que se les dé culto para que defiendan a la ciudad y sus ha-
bitantes, si ellos no son capaces de defenderse a sí mismos?" 50 •
Ante el celo a veces inmoderado de los que querían destruir
con rapidez todos los restos de la idolatría del imperio, el mismo
Agustín rogaba a los cristianos que no se apresurasen a destruir
las imágenes, sino que ayudaran a cambiar las actitudes para que
los paganos destruyeran los ídolos que tienen en su corazón
(Serm. 62, 17).
Pero, dando un paso más, afirma Agustín que con razón pue-
den llamarse idólatras aquellos que dan a los simulacros el ser-
vicio que se debe dar a Dios 51 • Los cristianos, aunque, no lo cre-
an, no están exentos de aquella tentación: "Si los ídolos han sido
ya arrojados de los templos paganos, ¡con cuanta más razón han
de ser arrojados de los corazones de los cristianos!" 52 • En el mis-
mo comentario al evangelio de San Juan afirma explícitamente:
"Si piensas en Dios con pensamientos carnales, tu corazón será
una fábrica de ídolos" 53 • ·
La idolatría es una degeneración de la religión y es un pecado
contra la adoración y el amor que se deben solamente a Dios.
Ninguna época está libre de esa tentación. Tampoco la nuestra54.
El creyente debe rechazar toda verdadera idolatría, practicada
con la intención de dar culto a una cosa creada o a una persona
o institución, a la que se considera como un dios. La ignorancia
y el error, también en éste como en tanto otros casos, pueden
disminuir la culpabilidad personal55.
CONCLUSIÓN
Capítulo VIH
[
Virtud de la prudencia
l. NOTAS ANTROPOLÓGICAS
2. l. De la alianza a la sabiduría
Un pueblo que ha tenido que vivir tantas veces en situación
de alerta o bien en la diáspora no podía menospreciar la pruden-
cia, que venía a significar con frecuencia su propia capacidad de
superviviencia8 • ·
14. Cf. Th. Deman (ed.), Somme Théologique: La Prudence, Paris 1949, 390-
393.
184 VIDA CRISTIANA, VIDA TEOLOGAL
3. TEOLOG1A DE 1A PRUDENCIA
22. San Agustín, De civ. Dei 19, 4, 4: PL 41, 629; trad. J. Morán, Obras de San
Agustín, XVII/2, BAC, Madrid 1965, 466.
23. San Agustín, De musica 6, 13,37: PL 32, 1183: trad. A. Ortega, Obras com-
pletas de San Agustín, XXXIX, BAC, Madrid 1988, 338.
24. San Agustín, Exp. proposit. ex Ep. ad Rom. 49: trad. B. Martín Pérez, Obras de
San Agustín, XVIII, BAC, Madrid 1959, 33. Cree San Agustín que las virtudes mora-
les de alguna forma pueden pervivir en la gloria eterna, donde la prudencia ya no
tendría peligro de error ni podrá ejercitarse en prevenir asechanzas: De Trinitate, 14,
9, 12: PL42, 1046.
25. San Isidoro, Sent. 11, 34: PL 83, 6366. Ver también San Gregario Magno,
Moralia in Job 22, 1,2: PL 76,212.
VIRTUD DE LA PRUDENCIA 187
1
29. San Agustín, De serm. Doni. in monte 4: PL 34, 1234.
rl
1
• 1
Capítulo IX
La virtud de la justida
l. NOTAS ANTROPOLÓGICAS
r
200 VIDA CRISTIANA, VIDA TEOLOGAL
3. TEOLOGÍA DE LA JUSTICIA
· 11. Véase la obra de R. Sierra Bravo, EL mensaje social de Íos Padres de fa Iglesia,
Ciudad Nueva, Madrid 1989.
1 J_
15. San Agustín, De doctr. christ. IY, 18, 35: PL 34, 105.
16. San Agustín, Enar. in Psal. 84, 12: PL 37, 1078.
LA VIRTUD DE LA.JUSTICIA 203
17. Cf. P. de León, Guía del cielo, Flors, Barcelona 1963, 358-373.
18. Cf. Esquilo, Prometeo encadenado, 236-242.
206 VIDA CRISTIANA, VIDA TEOLOGAL
Capítulo X
Virtud de la fortaleza
1. NOTAS ANTROPOLÓGICAS
esta virtud los dotados de valor cívico, los que se muestran lle-
nos ·de coraje, los animosos y los que se muestran intrépidos
por ser ignorantes del peligro. En conclusión, para él, "el valor
tiene relación con la confianza y el temor, pero no se refiere a
ambos de la misma manera, sino, más bien a las cosas que inspi-
ran temor" 2 •
He ahí una nota que merece ser destacada. Considerando la
relación entre el valor con el placer y el dolor, añade Aristóteles
que "no en todas las virtudes existe una actividad agradable, si-
no en la medida en que se alcanza el fin"3. Tan sólo habría que
añadir que ese fin no se refiere a la pura intencionalidad del
agente, sino a la realización de su naturaleza. De la verdad de su
ser, se podría decir.
Cicerón presentaba la fortaleza como la virtud que afronta
los peligros y soporta los trabajos 4• En otra ocasión la describe
como la asunción del peligro y el aguante en los trabajos 5
La virtud de la fortaleza es buena y necesaria. De hecho, to-
das las virtudes requieren la decisión de un espíritu esforzado 6•
Ni la prudencia ni la justicia lo serán de verdad si no van acom-
pañadas por la tenacidad y la decisión de los esforzados. El mis-
mo Cicerón alaba a los Estoicos cuando definen la fortaleza co-
mo aquella virtud que lucha en favor de la equidad7 •
b. Aunque pronto les otorgó un alcance más alto, la literatu-
ra cristiana no se alejó demasiado de aquellas definiciones.
De una forma retórica, San Agustín ofrece una atinada defi-
nición de esta virtud: "Y la fortaleza, ¿no es acaso aquel senti-
miento del alma por el que despreciamos todas las incomodida-
2. Arist6teles, o. e, 1117a.
3. Arist6teles, o. e, 11176.
4. Cicer6n, Rhetoríca, 2,54: S. Th. 2-2, 123, 2.
5. Cicer6n, De Inventione Rhetoríca, 2, 54, 163: "Fortitudo est considerata peri-
culorum susceptio et laborum perpessio".
6. Arist6teles, Ética, 2, 4, 3; S. Th. 2-2, 123, 11.
7. Cicer6n, De officíis 1, 19, 62-63; él mismo había hecho observar que la for-
taleza en los asuntos civiles no es inferior a la que se exige en las empresas militares:
De officíís 1,2.
VIRTUD DE LA FORTALEZA 211
8. San Agustín, De Lib. arb., 1, 13, 27: ed. E. Seijas, Obras de San Agustín, 3,
Madrid 1963 (3• ed.), 233.
9. J. Pieper, Las virtudes fandamentales, 184.
212 VIDA CRISTIANA, VIDA TEOLOGAL
10. Sobre este tema, ver P. Biard, La puissance de Dieu dans /a Bib!e, Paris 1960.
L __¡ ' 1
medios casi ridículos con los que el guerrero ahuyenta a los ene-
migos (Jue 7) 12 •
b. Si el libro del Deuteronomio avisa contra la arrogancia del
que se atribuye a sí mismo su fuerza (Dt 8,17), los salmos afir-
man una y otra vez que Dios es la fuerza del hombre justo (Sal
18), que la fuerza y la victoria no vienen del arsenal de los ejérci-
tos (Sal 33,16s), sino del auxilio del Señor (Sal 60,14).
Los libros sapienciales, por su parte, se detienen con frecuen-
cia sobre este tema. Baste aquí evocar un par de pensamientos:
"El ·sabio escala la ciudad de los fuertes y derriba la fortaleza en
que confiaban. Al insolente y altivo se le llama arrogante; actúa
en el exceso de su insolencia" (Prov 21,22'.24).
12. Pueden consultarse las reflexiones que sobre estas figuras quedan reflejadas
en J.R. Flecha, Buscadores de Dios, l, 2 y 3, Madrid-Salamanca 1992, 1993, 1998.
VlRTUD DE LA FORTALEZA 215
3. TEOLOGÍA DE LA FORTALEZA
13. San Juan Crisóstomo, Homilía al partir al exilio, 1-3: PG 52, 427-430: in-
cluida en la Liturgia de las horas de su fiesta (13. sept.) .
216 VIDA CRISTIANA, VIDA.TEOLOGAL
todos los que, como él han de soportar con fortaleza a los que
les atacan y a los que intentan seducirlos. 19
19. San Gregorio Magno, Moralia in Job, 3, 39-40: PL 75, 619-620: incluido en
la Liturgia de las Horas del lunes XX del tiempo ordinario.
20. S. Th. 2-2, 123, 2.
218 VIDA CRISTIANA, VIDA TEOLOGAL
21. San Francisco de Sales, Introducción a la vida devota, III, 9: trad. P. de Silva,
Vida devota, Apostolado de la Prensa, Madrid 1958, 130-132.
22. G. Angelini Le virtu e lafede, Milán 1994, 137.
23. Santa Teresa de Jesús, Libro de la vida, 10, 4.6; 11,13. Véase la oración con la
que pide a Dios que fortalezca su alma: o.e. 21,5.
VIRTUD DE LA FORTALEZA 221
25. San Policarpo, Mart. 14, 2-3: PG 5, 1039; citado por el CEC 2474.
26. San Agustín, Contra Cresconium Donat. III, 47, 51: PL 43, 524.
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Capítulo XI
La virtud de la templanza
1. NOTAS ANTROPOLÓGICAS
8. San Agustín, De lib. arb., I, 13, 27: PL 32, 1235; ed. E. Seijas, Obras de San
Agustín, 3, Madrid 1963 (3ª ed.), 233.
9. J. Pieper, Las virtudesfimdamentales, 220.
228 VIDA CRISTIANA, VIDA TEOLOGAL
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1
2. 2. Templanza y vigilancia
Al acercarnos al Nuevo Testamento podemos comprobar que
la templanza y la austeridad se llenan de un sentido nuevo y po-
sitivo.
Jesús de Nazaret no se parece a los monjes que se retiraban al
desierto, como para expresar su desentendimiento respecto a un
mundo irredento y perverso. Jesús no es un esenio. Parece haber
sido criticado por llevar una vida normal, bastante diferente de
la austeridad de Juan el Bautista. Hasta se atreve a bromear so-
bre los extremismos inconsecuentes de su pueblo, que le recuer-
dan el célebre juego de niños que consiste en cambiar de sem-
blante a tenor de la música que canta el otro grupo: "Vino Juan,
que ni comía ni bebía, y dicen: Demonio tiene. Vino el Hijo del
hombre, que come y bebe, y dicen: Ahí tenéis a un comilón y
un borracho, amigo dé publicanos y pecadores" (Mt 11, 18-19).
Y, sin embargo, todos saben que ni siquiera tiene dónde re-
clinar la cabeza (Mt 8,20), que es capaz de ayunar durante largo
tiempo haciendo suya la palabra bíblica que afirma que "no sólo
de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca
de Dios (Mt 4,4)". Su alimento, en efecto, es hacer la voluntad
del que le ha enviado y llevar a cabo su obra en fidelidad Qn
4,34).
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3. TEOLOGÍA DE LA TEMPL'\NZA
14. San Agustín, De moribus Eccl. Cath. I, 19, 35-36: PL 32, 1326.
15. San Agustín, o.e.,. I, 21, 39: PL 32, 1328.
16. San Agustín, De doctr. christ. III, 12, 19: PL 34, 73.
17. San Agustín, De utilitate ieiunii, 5, 6: PL 40, 711.
LA VIRTUD DE LATEMPLANZA 235
que busca más los deleites "adventicios" que los placeres natura-
les y que denota una actitud pueril ante la vida (2-2, 142, 2),
como anota el Doctor, adelantándose en muchos siglos a los es-
tudios de la Psicología. "En los placeres de la intemperancia no
se descubre la luz de la inteligencia, de la cual procede toda cla-
ridad y hermosura virtuosa'' (2-2, 142, 4).
Sentadas estas cuestiones fundamentales, Santo Tomás dedi-
ca su atención a considerar algunas virtudes y vicios relaciona-
dos con la templanza: la vergüenza y la honestidad; la abstinen-
cia y el ayuno, la gula, la sobriedad y la embriaguez; la castidad
y la virginidad; la lujuria y la continencia; la clemencia y la
mansedumbre; la ira y la crueldad, la modestia, la humildad y la
soberbia. Después de dedicar tres cuestiones al pecado del pri-
mer hombre (2-2, 163-165) , vuelve al tema inicial para estudiar
la estudiosidad y la curiosidad, la modestia y el ornato exterior,
para concluir recordando que los preceptos bíblicos sobre la
templanza y virtudes anejas se fundamentan en su relación con
el respeto y el amor a Dios y al prójimo (2-2, 170) 19 •
1
1
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238 VJDA CRISTIANA, VJDA TEOLOGAL
21. Ver R. Guardini, Una Ética para nuestro tiempo, Madrid 1974, 86-95.
1 1
24. Cf. A. Bonora, 'Tuorno coltivatore e custode del suo mondo in Gen 1-11",
en Questione ecologica e coscienza cristiana, 155-166.
244 VIDA CRISTIANA, VIDA TEOLOGAL
25. De entre las muchas aportaciones que a estos temas ha hecho J. Moltmann,
véase su estudio "La crisi ecologica: pace con la natura", en Questione ecologica e cos-
cienza cristiana, 137-153.
26. J.R. Flecha, El respeto a la creación, BAC, Madrid 2001, 124-128.
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l. l. El don humano
El hombre es un ser que da. Y al dar cosas, se da a sí mismo.
La donabilidad es una de las cualidades fundamentales que con-
figuran la humanidad. El yo no llega a serlo en realidad, hasta
que no decide salir de su enclaustramiento al encuentro de los
otros.
1 --l
2. l. Antiguo Testamento
La concepción de la salvación como don de Dios encuentra
en el Antiguo Testamento muchas formas expresivas. La más
3. Cf. Juan Pablo II, Audiencia general, 9. l. 1980, en Ecclesia 1996 (19.1.1980)
6-7.
4 . Cf. J. Tonneau, "Don de soi", en Dsp 3, 1567-1573.
DONES DEL ESPlRITU SANTO 251
11. San Ireneo, Adv. haer., 3,17: PG 7, 929-930; trad. J. Vives, Los Padres de la
Iglesia, Herder, Barcelona 1971, 154-155.
12. Orígenes, Hom. 3 in lsaiam: PG 13, 227-228.
13. San Basilio, De Spiritu Sancto, 9: PG 32, 109.
DONES DEL ESPÍRITU SANTO 257
14. San Cirilo de Jerusalén, Cateches. 16: PG 33, 960. El mismo texto de Isaías
es citado por San Gregorio Nacianceno, Orat. 41 in Pentecosten, 3: PG 36, 431.
También lo cita Dídimo de Alejandría, De Trinitate II, 7: PG 39, 559, donde la con-
sideración de sus dones le lleva a afirmar la igualdad del Espíriru con el Padre y el
Hijo.
15. San Cirilo de Jerusalén, Cateches. 18,29: PG 33, 1049; este texto ha sido in-
cluido en el CEC 1050.
16. San Juan Crisóstomo, Expos. in Psal. 44, 11,2: PG 55, 185.
17. Procopio de Gaza, Coment. a Proverbios, 9: PG 87, 1, 1299-1303. Este texto
se halla incluido en la Liturgia de las Horas del miércoles VI del Tiempo Ordinario.
258 VIDA CRISTIANA, VIDA TEOLOGAL
Madrid 1954, 786-789 y 930-933. Ese pasaje admirable es retomado por Santo
Tomás en el marco de su reflexión sobre las siete peticiones de la oración dominical:
S. Th. 2-2-, 83, 9, ad 3m. Véanse también otros pasajes agustinianos corno De doctrina
christiana, II, 7, 9-11: PL 34, 39-40 y Quaestiones Evangeliorum l, 8: PL 35, 1325.
26. San Gregorio Magno, Moralia 11, 49, 77: PL 75, 592-593.
27. M. Caliaro, "I doni dello Spirito Santo secando San Bernardo", en Divus
Thomas 47-49 (1944-1946) 267-290.
28. O. Lottin, "Les dons du Saint-Esprit du )CTle siecle a l'époque de Saint
Thornas d'Aquin", en Psychologie et mora/e aux Xlle et XIII siecles': III, Louvain-
1
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DONES DEL ESPÍRITU SANTO 26 1 t
A ella se adscriben San Buenaventura, Santo Tomás y el
Beato Jan van Ruusbroec. He ahí tres cumbres de pensamiento,
en tantos puntos coincidentes, que nos ayudan a reconciliar la
reflexión teológica con la experiencia mística y la exhortación
moral.
Gembloux 1949, 329-456. Id., "Les dons du Saine-Esprit de Saint Thomas d'Aquin
a PierreAuriol", en o.e.,
IV, Louvain-Gembloux 1954, 667-736.
29. San Buenaventura, Breviloquio, V, 5: ed. L. Amorós - B. Aperribay - M.
Oromí, Obras de San Buenaventura, I, BAC, Madrid 1955, 398-399.
1
i
262 VIDA CRISTIANA, VIDA TEOLOGAL
las otras. Es cierto que Dios actúa en todas las creaturas por ra-
zón de su acción creativa y es pecialmente en el ser humano en
virtud de su cualidad racional. Pero los dones del Espíritu reve-
lan otra fo rma de presencia divi na y de acción que trasciende el
modo meramente humano de percibir el bien y de realizarlo.
Si los dones responden a inspiraciones especiales de Dios no
se pueden considerar como supererogatorios, sino que son nece-
sarios para que el ser humano pueda alcanzar su verdadero fin
en la felicidad divina.
Sin embargo, no se pueden pensar los dones y las virtudes en
un sujeto humano dividido. Tanto los dones como las virtudes
se conceden a la misma persona y contribuyen a su realización
integral, diríamos hoy. Los dones no suplantan la "humanidad",
es decir, la naturalidad y racionalidad de las virtudes morales .
Esos hábitos humanos, que son fruto de la experiencia y el es-
fuerzo de la persona, son asumidos y perfeccionados por un há-
bito superior que es pura dádiva de Dios . Y si esto ocurre con
las virtudes morales, también se puede decir que las virtudes te-
ologales se presuponen como raíces de los dones (1-2, 68, 4, ad
3m) . ·
Conviene recordar aquí otra intuición de Santo Tomás relati-
va a la vinculación entre las virtudes y los dones: "El Espíritu
Santo habita en nosotros por la caridad (cf Roro 5,5), al modo
que la razón se perfecciona por la prudencia. Por tanto, así co-
mo las virtudes morales se vinculan entre sí por medio de la
prudencia, así los dones del Espíritu Santo se conectan entre sí
en la caridad" (1-2, 68,5) 30 •
Así pues, la caridad, en su doble e indisoluble vertiente de
amor a Dios y amor al prójimo, es, por tanto la forma de todas
las virtudes, la clave de arco de todos los dones, la fuente de la
vida cristiana. Agraciada por la autodonación del Dios Trinidad,
la persona que hace de la caridad su ambiente y su norma puede
vivir en plenitud el proyecto de Dios.
33. Una exposición más abreviada sobre los dones del Espíritu Santo se encuen-
tra en su obra Bodas del alma, en o.e., 421-435.
34. Cf. J.M. Rovira Belloso, Trento. Una interpretación teológica, Barcelona 1979,
153-244; J.L. Ruiz de la Peña, El don de Dios. Antropología teológica fundamental, Sal
268 VIDA CRISTIANA, VIDA TEOLOGAL
Terrae, Santander 1991, 297; L.F. Ladaria, Teología del pecado original y de La gracia,
BAC, Madrid 1993, 211.
35. J.A. de Aldama, "¿Habló el Concilio Tridentino de los dones del Espíritu
Santo?", en Estudios Eclesiásticos 20 (1946) 241-244.
1 l
36. Se cita en cambio Is 11, 10-12, aplicando a la Iglesia la imagen del estandarte
de los pueblos con la que el texto profético se refería al futuro Mesías.
1 1 l f
39. San Francisco de Sales, Tratado del amor de Dios, XI, 15: BAC, Madrid
1995, 685.
1 j
ayudan a superar los vicios que atentan contra esa vocación éti-
ca . .
Recordando el rico y articulado tratamiento que les dedica
Santo Tomás, pensamos en los frutos de gracia y de moralidad
que los dones aportan a nuestro comportamiento responsable.
Mirando con admiración las encendidas meditaciones del
"divino Rusbroquio" anhelamos que los dones del Espíritu lle-
ven nuestra acción moral por el camino de la contemplación ha-
cia el misterio de Dios.
Capítulo YJII
Para una moral de fa_virtud
1. Misal Romano, Oración colecta del domingo 16° del tiempo ordinario.
2. Misal Romano, Oración colecta del domingo 30° del tiempo ordinario.
278 VIDA CRJSTIANA, VlDA TEOLOGAL
gracia creada con que los teólogos designaron esa cualidad divina
;:idquirida por el hombre" 7•
Esa presencia trinitaria de Dios por la gracia reproduce en el
hombre la riqueza triforme de la dynamis de Dios. La "virtud"
que conforma la paternidad, la filialidad y la espiritualidad son
participadas por el justo. Y esas "virtutes" primordiales, esos mo-
dos de habérselas en la realidad última de su ser creatural-divini-
zado, se traducen en las virtudes teologales y teificantes. Aquél
en el que Dios ha confiado, aprende a creer y confiar. Aquél cu-
ya respuesta ha esperado Dios, aprende a caminar en la esperan-
za. Gratuitamente amado, aprende a amar y a vivir en el amor.
Somos imagen de Dios. Pero sabemos que la iconalidad pri-
mera es una propiedad personal del Hijo de Dios. Nuestra fe
trinitaria nos dice que "el Espíritu Santo forma en el alma hu-
mana al Hijo, impronta en la cual está depositada la semejanza
con el ser de Dios, que nos sumerge en el Padre. Por eso San
Cirilo llamaba a la infusión de la gracia 'formación de Cristo en
nosotros'"ª.
Somos ontológicamente imagen del Dios Trinidad. Y esta-
mos llamados a convertirnos en semejanza del Dios Trinitario.
Nuestro quehacer no puede apartarse de nuestro ser, si no es a
riesgo de no-ser. "Por el hecho de tratarse de una vida sobrenatu-
ral en agápe, en amor, la vida natural misma se halla sometida a
imperativos éticos que derivan específicamente de la vida sobre-
natural"9.
1O. Cf. N .M. Sosa, "Ecología y Éticá', en M. Vidal (ed.), Conceptos fondamenta-
Íes de htica Teológica, Madrid 1992, 857-870, con abundante bibliografía.
282 VIDA CRISTIANA, VIDA TEOLOGAL
14. San Agustín, De mor. eccl. 1, 25, 46: PL 32, 1330-1331; trad. T. Prieto, en
Obras de San Agustín, IY, BAC, Madrid 1956, 319; este texto de San Agustín se en-
cuentra resumido en el CEC 1809.
286 VIDA CRISTIANA, VIDA TEOLOGAL
4. HUMANOS Y SANTOS
l.
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5. EL PAPEL DE LA VIRTUD
1
PARA UNA MORAL DE LA VIRTUD 289
ii. L~cta:ii~i~:.b~v. I~Íizt. 6,{Ú: PC6:is1. : ,;_ :' ...... .·. - . ;'' :.. ·;
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'de Espirinialidad, Madrid 1984 (3ª'ed.}, 258, ; ,· ' '
290 VIDA CRJSTIANA, VIDA TEOLOGAL
CONCLUSIÓN
ÍN DICE DE AUTORES
Isidoro, s.: 57-59, 136, 158, 177, Mi che!, A.: 19, 22, 51.
186. Mier Vélez, A. de.: 169.
Moeller, Ch.: 128.
Jankélévitch, V.: 18, 62. Moltmann, J.: 105, 140, 244.
Jerónimo, s.: 155, 258. Mondin, B.: 105.
Johnson, L.T.: 50. Mongillo, D .: 19.
Juan Crisóstomo, S.: 37, 117, 154, Moussé, J.: 105.
155,201,215,233,257.
Juan de Ávila, s.: 63, 175, 209, Nedoncelle, M.: 142.
247. Nicolas, J.H.: 108.
Juan de la Cruz, s.: 105. Nietzsche, F., 30.
Juan Pablo 1: 67. Noemi, J.: 138.
Juan Pablo II: 67, 250. Nygren, A.: 141.
Justino, S.: 52, 255.
Orígenes: 51, 185, 256.
Kennedy, T.: 33. Ortega y Gasset, J.: 141.
Kerstiens, F.: 116.
Palazzini, P.: 19.
Labourdette, M .M.: 263. Pastor Ramos, F.: 47.
Lacroix, X.: 141. · Patai, R., 144.
Lactancio: 53, 289. Pegon, J.: 189.
Ladaria, L.F.: 268. Péguy, Ch.: 134.
Laín Encralgo, P.: 71, 106, 142, Pesch, O.H.: 19.
143. Piana, G.: 29.
Laurentin, R.: 105. Philippe, M.D.: 141.
León, P. de: 18, 205. Pieper, J.: 19, 34, 62, 177, 187,
Lecilly, J.: 119. 193, 211, 227, 288.
Lipovetstky, G.: 31. Pikaza, X.: 241.
López Quintás, A.: 141. Pinckaers, S. : 19.
Lorenzetti, L.: 13, 24. Platón: 27, 45, 53.
Lottin, O.: 18, 260. Policarpo, S.: 36, 223.
Lubomirski, M ., 18. Pons, G.: 255.
Procopio de Gaza: 257.
Macintyre, A.: 19, 30, 31, 62.
Maillot, A. 76. Quelt G.: 144,194.
Malebranche, N .: 40.
Manzanedo, M.F.: 142. Rahner, K.: 19, 23, 36, 40, 96,
Marce!, G.: 73, 106. 135,140,152,222,279.
Martín Hernández, P.: 92, 129. Ramírez, S.: 187.
Martínez Puche, J.A.: 67. Ratzinger, J.: 19.
Máximo, s.: 216. Rawls, J.: 206.
298 INDICE DE AUTORES
INTRODUCCIÓN . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . ... . . . . . . . . . . . 11
SIGLAS Y ABREVIATURAS 13
BIBLIOGRAFÍA GENERAL 17
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3. l. Pensamiento de los Padres . . . . . . . . . . . . . , . . . . . . . . 232 ~
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304 ÍNDICE GENERAL