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E D I T O R I A L C L A R I D A D, S. A.
D irección G ene r al : A ntón o Zam ora
SAN JOSE 2621 [45. ~ BUENOS AIRES - - a r g e n t in a l, EDITORIAL
S ucursal en el U ruguay : C olonia Í164. - - M ontevideo CLARIDAD
■------------------- - B U E N O S A I R E S
Título original de la obra en la edición alemana:
“DAS WESEN DES CHRISTENTUMS”
T raducción directa del alemán pgr el
P kof . F r a n z H uber
IN T R O D U C C IO N
P R IM E R A PA RTE
SEGUNDA PARTE
LA ESENCIA FALSA, O SEA TEOLOGICA, DE
LA RELIGION
de Dios .................................................................... 23 7
ttX X V .— La contradicción en la Trinidad ...................... 243
X X V I.— La contradicción en los Sacramentos ...............
*} 247
,, X X V II.--La contradicción entre la fe y el amor .......... 25 7
,, XXVIII.-Aplicación final ..................................................... 277
APENDICE
Explicaciones, observaciones, citas 285
Notas .............................................. 287
P R O L O G O S
DE L A PRIM ERA EDICION A L E M A N A
10
Pero aunque la “infinita libertad y personalidad11 del
mundo moderno se ha apoderado de la religión cristiana y de
la teología, de tal manera que ía diferencia entre el Espíritu
Santo, como productor de la revelación divina, y el espíritu
humano, como consumidor, fuera anulado, siendo el conte
nido sobrenatural y sobrehumano del cristianismo desde hace
mucho completamente naturalizado y anttopomorfizado, la
esencia sobrehumana y sobrenatural del antiguo cristianismo
sigue, a pesar de esto, por lo menos como un espectro, todavía
en la conciencia de los hombres, aun en nuestro tiempo y
religión, debido a ¡a indecisión humana y la falta de carácter.
Habría sido, sin embargo, tarea sin ningún interés filosófico,
si el autor se hubiera propuesto demostrar en este trabajo que
dicho espectro moderno sólo es una ilusión y un engaño del
hombre, Los espectros son sombras del pasado y, en conse
cuencia, nos imponen esta pregunta: ¿Qué ha sido alguna vez
ese espectro, cuando era todavía un ser de carne y sangre?
El autor debe pedir al lector que no olvide que si es
cribe cosas de tiempos pasados, no las escribe sino en función
del presente y pata el tiempo presente; por lo tanto, que no
pierda de vista el espectro actual, mientras contempla la esen
cia original, y que recuerde, finalmente, que por más que el
contenido de esta obra sea patológico o fisiológico, sin em
bargo, su objeto es a la vez terapéutico y práctico.
DE L A SEGUNDA EDICION A L E M A N A
12
INTRODUCCION
I
CA PITU LO PRIMERO
LA ESENCIA DE LA RELIGION
Lo que hemos sostenido hasta ahora en forma general,
aun con respecto a los objetos sensibles, de la relación del hom
bre con el objeto, vale especialmente para nuestra relación con
el objeto religioso.
En relación a los objetos sensibles, la conciencia del ob
jeto se puede distinguir de la conciencia de sí mismo; pero re
ferente ni objeto religioso, la conciencia del mismo y la con
ciencia del mismo y la conciencia de sí mismo coinciden. El
objeto sensible existe fuera del hombre, el religioso se encuen
tra en él, le es intrínseco, — de ahí que sea un objeto que tam
poco puede abandonar al hombre como la conciencia de sí
mismo— , le es íntimo, y hasta el más íntimo, el más próximo
objeto. ‘"Dios” , dice por ejemplo Agustino, "nos está más
cerca que los cuerpos sensibles y corporales, y por eso es más
fácilmente conocible que ellos" (8 ). El objeto sensible es de
por sí algo indiferente, es independiente del ánimo, de la fuer
za intelectual; el objeto de la religión, en cambio, es un ob
jeto exquisito: es el ser más absoluto, más sublime y supre
mo; supone esencialmente un juicio crítico, o sea la diferencia
entre lo divino y lo que no es divino, entre lo que es digno
de ser adorado y lo que no lo es (9). Vale por lo tanto aquí
sin restricción alguna, la tesis que afirma: el objeto del hom
bre no es otra cosa que su esencia objetivada. Así como el
hombre piensa, así como el siente, así es su Dios; este es el va
lor que tiene el hombre y este es el valor que tiene su Dios. La
conciencia de Dios es Ja conciencia cine tiene el hombre de sí
mismo, el conocimiento de Dios es el conocimiento que tiene
el hombre de sí mismo. Conoces ni hombre por su Dios, y
viceversa, por su Dios conoces al hombre: ambas cosas son
idénticas. Lo que para el hombre es Dios, es su espíritu y su
alma: y lo que es el espíritu del hombre, su alma, ,su corazón,
es precisamente su Dios, y Dios es el interior revelado, el yo
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30 L U D WI G FEUERBACIí
L a E sencia p í ;l Cristianismo 59
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CAPITULO IV
DIOS COMO ESENCIA MORAL O LEY MORAL /
tad que es idéntica con la ley, que es la misma ley, sin conce
birla a la vez como objeto de la voluntad, vale decir, como
deber para mí. En una palabra: la idea del ser moralmentc
perfecto, no es de ninguna manera sólo una idea teórica y pa
cífica, sino que a la vez es práctica, pues incita .a la acción y
a la imitación y me pone en tensión y contradicción conmigo
mismo. Pues al decirme cómo debo ser, me dice a la vez sin
ninguna dase de adulación lo que no soy (31), Y esta dis
crepancia es en la religión tanto más penosa y tanto más terri
ble por cuanto opone al hombre su propio ser, como sí fuera
otro y además como si fuera un ser personal, como un ser
que odia y maldice a los pecadores excluyéndolos de su gracia
y de la fuente de toda salvación y felicidad.
¿Y de que modo se salva el hombre de esta discrepancia
que existe entre él y el ser perfecto, de la pena de la conciencia
de sus pecados, del sufrimiento proveniente de la sensación de
su nada? ¿Cómo le quita al pecado su aguijón mortífero?
Sólo convirtiendo el corazón y el amor en la conciencia del
poder y de la verdad, considerando el Ser Divino no ya como
una ley, como un ser moral, o un ser intelectual, sino más
bien como un ser amante y cordial y que subjetivamente sea
también humano.
La inteligencia sólo juzga según el rigor de la ley; el
corazón, en cambio, se acomoda, es benigno, benévolo, con
siderado, humano. A la ley, que sólo representa la perfección
moral, nadie puede satisfacerla; pero por eso mismo no basta
la ley para el hombre, para el corazón. La ley condena; pero
el corazón se apiada del pecador. La ley sólo me afirma como
ser abstracto, el corazón como ser real. El corazón me da la
conciencia de que yo soy hombre, la ley sólo me hace ver que
soy un pecador, que no soy nada (32). La ley somete al
hombre bajo su dominio, el amor lo hace líbre.
El amor es el vínculo, el principio de medición entre el
ser perfecto y el imperfecto, entre el ser pecaminoso y el puro,
entre lo general y lo individual, entre la ley y el corazón,
entre lo divino y lo humano. El amor es Dios mismo y fuera
del amor no hay Dios. El amor hace del hombre un Dios y
convierte a Dios en un hombre. El amor fortifica lo débil y
debilita lo fuerte, humilla lo altivo y eleva lo humilde, espi
ritualiza la materia y materializa al espíritu. El amor es la
unidad verdadera entre el Dios y el hombre, entre el espíritu
La Esencia del Cristianismo 63
f
C A P IT U L O V I
nombre por cierto puede ser otro diferente, pero cuya esen
cia, cuya substancia, es la esencia propia del corazón. Y, pre
cisamente, del corazón, de la necesidad intrínseca de hacer
bien, de vivir y morir para los hombres, del instante divino
de la beneficencia que quiere hacer felices a todos, que no
excluye a nadie, ni al más detestable, al más humilde, del
deber moral de la beneficencia en el sentido supremo; esa
beneficencia que se ha convertido en una necesidad intrínseca,
o sea en un asunto del corazón que se ha formado de la esen
cia humana tal como se manifiesta como corazón y por el
corazón, ha nacido la esencia del cristianismo, libre de ele
mentos y contradicciones teológicas, es decir, el cristianismo
legítimo.
Pues lo que en la religión es predicado, esto lo podemos
convertir, según lo que ya hemos visto, en sujeto, y lo que
es en ella sujeto, lo podemos haber predicado, de manera
que invertimos los oráculos de la religión para conocer la
verdad. Dios sufre — sufrir es el predicado— pero para los
hombres, para otros, no para sí mismo. ¿Qué significa eso en
nuestro idioma? No significa otra cosa sino que sufrir para
otros es divino; quien sufre para otros perdiendo por ellos
su alma y su vida, obra divinamente, es para los hombres
Dios (41).
Pero la pasión de Cristo no representa solamente el su
frimiento moral y automático, el sufrimiento del amor, de la
fuerza de sacrificarse en bien de los demás; sino que repre
senta también el sufrimiento como tal, el sufrimiento en
cuanto a expresión de la capacidad de sufrir. La religión cris
tiana es tan poco sobrehumana, que hasta santifica la divi
nidad humana. Cuando el filósofo pagano, aún al recibir la
noticia de la muerte de su propio hijo exclama: “Ya sabía que
yo había dado la vida a un ser mortal”, Cristo derrama, en
cambio — por lo menos el Cristo bíblico, pues del Cristo pre
bíblico y no bíblico no sabemos nada — lágrimas sobre la
muerte de Lázaro, muerte que sin embargo en realidad sólo
era una muerte aparente. Cuando Sócrates, con ánimo ínte
gro vacía la copa de veneno, Cristo exclama: ”Oh, si fuera
posible no quisiera apurar este cáliz” (42). Cristo a ese res
pecto es Ja confesión de la sensibilidad humana. 1:1 cristiano
en oposición al principio estoico con su rigurosa energía de
voluntad y su independencia, atribuyo la conciencia de la
L a E sencia del Cristianismo 79
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C A P IT U L O V II
EL M ISTERIO DE LA TRIN ID A D Y LA MADRE
DE DIOS
Así como un Dios sin sentimiento, sin el poder de su
frir, no basta al hombre por ser éste un ser sensible y un ser
que sufre, así no le basta tampoco un ser que sólo tenga sen
timiento, un ser sin inteligencia y sín voluntad. Solamente
un ser que represente en sí todo el hombre, puede también
satisfacer al hombre enteramente. La conciencia del hombre
en sí es ya en su totalidad la conciencia de la Trinidad, La
Trinidad reúne las determinaciones, o sea las fuerzas que
hasta ahora han sido consideradas separadamente. Reunién
dolas convierte la esencia general de la inteligencia, vale de
cir, Dios como Dios en un ser especial, transformando así la
inteligencia en una facultad especial.
Lo que es designado por la teología como reproducción,
imagen y símbolo de Trinidad lo debemos sólo concebir co
mo la cosa misma, la esencia y el original para resolver el
enigma. Las imágenes supuestas por las cuales se trataba de
hacer comprensible a la Trinidad, eran principalmente: el
espíritu, la inteligencia, la memoria, la voluntad y el
amor (46).
Dios piensa y Dios ama, pero pensando y amándose a
sí mismo; lo pensado y ío amado es Dios mismo: La objeti
vación de la conciencia propia es lo primero que encontramos
en la Trinidad. La conciencia de sí misma se impone nece
sariamente y por sí sola al hombre como algo absoluto,
Existir es para él lo mismo que ser consciente de sí mismo.
Existir con la conciencia es para él simplemente existir. El
no existir o el existir sin saber que se existe significa lo mis
mo. La conciencia propia tiene para el hombre, en efecto, un
significado absoluto. Un Dios que no se conoce a sí mismo,
un Dios sín conciencia, no es Dios. Así como el hombre no
puede pensar en sí sin la conciencia, así tampoco lo puede ha
cer Dios. La conciencia propia divina no es otra cosa que 1.a
conciencia de la conciencia como esencia absoluta o divina.
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La Esencia del Cristianismo 107
r +
CAPITULO XI
EL SECRETO DE LA PROVIDENCIA Y DE LA CREA
CION PROVENIENTE DE LA NADA
objeto cíe la creación. Todas las cosas ban sido creadas por el
hombre y no por ellas mismas. Quien declare esta doctrina,
como lo hacen los piadosos investigadores científicos cristia
nos de la naturaleza, por altivez, declara al mismo cristianis
mo por altivez; porque, asegurar que el mundo material ha
ya sido creado por el hombre, significa mucho menos que de
cir que Dios, o por lo menos, según San Pablo, un ser que es
casi Dios y que apenas puede (distinguirse de Dios, se haya
hecho hombre por el hombre.
Pero, sí el hombre es el objeto de la creación, es tam
bién su verdadera causa, pues el Hijo es el principio de la ac
ción. La diferencia entre el hombre como objeto de la crea
ción y el hombre como causa de la misma, consiste sólo en
que la causa es la esencia abstracta y deductiva del hombre, el
fin u objeto; en cambio, el hombre individual y real, c en
otras palabras, que el hombre sabe que es el objeto de la crea
ción; pero no sabe que es la causa, porque distingue la causa
como otro ser personal diferente de él (79), Pero este otro
ser personal y creador, no es en realidad otra cosa que la per
sonalidad humana fuera de todo contacto con el hombre, esa
personalidad humana que para la creación, o sea la realiza
ción del mundo, de la existencia objetivada de otro ser de
pendiente finito y nulo da la seguridad de su exclusiva exis
tencia real. En la creación no se trata de la verdad y de la
realidad de la naturaleza o del mundo sino de la verdad y de
la realidad de la personalidad, de la subjetividad en oposición
al mundo. Trátase de la personalidad de Dios, pero allí es
la personalidad del hombre, librada de todas las determinacio
nes y limitaciones de la naturaleza. De ahí la participación
íntima en la creación; la repugnancia de las cosmogonías pan
teísticas; pues la creación es, como el Dios personal mismo,
no un objeto científico, sino personal, no un objeto de la
inteligencia libre, sino del interés del sentimiento. Trátase
de la creación sólo de la garantía, de la última prueba ima
ginable de la personalidad subjetiva como de una esencia abso
lutamente separada, que no tiene nada que ver con la esencia
de la naturaleza, que está por encima y fuera del mundo (80).
El hombre se distingue de la naturaleza. Esa diferencia
en su Dios — la distinción de Dios con respecto a la natura
leza no es otra cosa que la distinción del hombre con respecto
a la naturaleza. La oposición entre panteísmo y personaba-
La Esencia del Cristianismo 123
L
CAPITULO XII
EL SIGNIFICADO DE LA CREACION EN
EL JUDAISMO
La doctrina de la creación tiene su origen en el judais
mo; esta doctrina misma es la doctrina característica y fun
damental de la religión judía. Pero el principio que tiene por
base, no es tanto el principio de la subjetividad, sino más
bien el del egoísmo. La doctrina de la creación en su signifi
cación característica, sólo se forma en el punto de vista donde
el hombre, prácticamente, subyuga la naturaleza a su volun
tad y su necesidad, y por eso la rebaja en su fuerza imagina
tiva, convirtíéndoia en una mala obra y en simple pérdida de
la voluntad. Ahora, él se ha explicado su existencia, expli
cándola en su propio sentido e interés. La cuestión: ¿de dón
de vino ía naturaleza, o el mundo? supone de por sí un
asombrarse del hecho que exista, o sea: supone la pregunta
¿por qué existe? Pero este asombro, esta pregunta, sólo se
origina donde el hombre ya se ha separado de la naturaleza,
convirtiéndola en un simple acto de voluntad. El autor del
Libro de la Sabiduría (capítulo 13), dice con razón, que
“ los paganos, debido a la admiración que tienen por la belle
za del mundo, no se habían elevado al concepto del crea
dor” . Para quien la naturaleza es un ser bello, le parece el ob
jeto de sí mismo, y para él tiene la causa de su existencia en
sí misma y no llega a formular la pregunta: ¿por qué existe?
El concepto de la naturaleza en la divinidad no se diferencia
en su conciencia, en su concepto del mundo. La naturaleza,
tal como se presenta a sus sentidos, es creada para él y ha
principiado- pero no ha sido creada en el sentido propio, en
eí sentido de la religión, no ha sido hecha como un producto
arbitrario. Con aquel “ha principiado” , no expresa nada sos
pechoso; el origen no tiene nada de impuro o de no divino
para él; él se forja basta sus propios dioses como originados.
La fuerza creadora es para él la fuerza primaria: el pone, por
128 L udwig F euerbach
l
CA PITU LO X III
EL SECRETO DE LA FE —- EL SECRETO
DEL MILAGRO
i
cialmente entre los hindúes, no tienen un significado tan inten
so como la encarnación cristiana de Dios. Y precisamente porque
se han producido a menudo, se hacen indiferentes y pierden su
valor. La naturaleza humana de Dios es su personalidad; Dios
es un ser personal, es decir: Dios es un ser humano, Dios es
hombre. La personalidad es una idea que sólo tiene realidad
como hombre real (116), El objeto, que sirve de base para
todas las encarnaciones de Dios, se logra por eso infinitamen
te mejor por una sola encarnación, por una personalidad.
Donde Dios aparece sucesivamente en varias personas, desapa-
dece esta personalidad, Pero se trata precisamente de tenar una
personalidad permanente, una personalidad exclusiva. Donde
hay muchas encarnaciones, allí hay lugar para innumerables
otras; la fantasía no está limitada; y además, las encarnaciones
ya realizadas pasan a la categoría de las solamente posibles o
imaginables, a la categoría de fantasía o de simples apariciones.
Y donde se cree exclusivamente en una sola personalidad como
encarnación de la divinidad, se impone ésta en seguida con la
fuerza de una personalidad histórica, la fantasía se destruye, la
libertad de imaginarse todavía otras encarnaciones se rechaza.
Esta única personalidad me impone la fe en su realidad. Pues
el carácter de la personalidad real es la exclusividad — el prin
cipio de la diferencia de que, como dice Leíbníz, ninguna cosa
que existe se parece perfectamente a otra. El tono, la manera
con que se habla de aquella personalidad única, hace una im
presión tal sobre el sentimiento que éste se lo imagina direc
tamente como una personalidad real, haciendo de un objeto de
fantasía un objeto de la opinión general histórica. El anhelo es
la necesidad del sentimiento, y el sentimiento anhela un Dios
personal. Pero este anhelo hada la personalidad de Dios, sólo
es un anhelo verdadero, serio y profundo si es el anhelo hacía
. . . y . ___
La Esencia del Cristianismo 161
una sola personalidad, si se contenta con ésta única. Con la
pluralidad de personas, desaparece la verdad de la necesidad, se
convierte la personalidad en un artículo de lujo de la fantasía.
Pero lo que tiene en su favor la fuerza de la necesidad, influye
también sobre el hombre con la fuerza de la realidad. Lo que-
especialmente para el sentimiento, es algo necesario, le es inme
diatamente también algo real. El anhelo dice: debe haber un
Dios personal, es decir, no pide un ser; el sentimiento satisfecho
dice; existe. La garantía de su existencia está, para el senti
miento, en la necesidad de su existencia — en la necesidad de ser
satisfecho— , en el poder de la necesidad. La necesidad no co
noce ley fuera de ella misma; la necesidad vence todo. Pero el
sentimiento no conoce otra necesidad sino la propia, su propio
anhelo: le repugna la necesidad de la naturaleza, la necesidad de
la inteligencia. Por tanto, es necesario para el sentimiento un
Dios subjetivo, sensitivo y personal; pero necesaria es una sola
personalidad y ésta debe ser necesariamente una personalidad
real e histórica. Sólo en la unidad de la personalidad el senti
miento se satisface y se recoge; la pluralidad dispersa,
Pero así como la verdad de la personalidad es ía unidad- y
la verdad de la unidad la realidad; así es la verdad de la perso
nalidad real la sangre. La última prueba, especialmente recalca
da por el autor del cuarto Evangelio, de que la persona visible
de Dios no ha sido ningún fantasma, ninguna ilusión, sino un
hombre real, consiste en que ha salido sangre de su costado en la
cruz. Donde el Dios personal es una verdadera necesidad del co
razón, allí debe sufrir él mismo necesidad. Sólo en el sufrimien
to está la seguridad de su realidad, sólo en la impresión y fuerza
esencial de la encarnación. Ver a Dios no le basta al corazón: los
ojos no dan todavía una garantía suficiente. La verdad de la
representación visual, afirma solamente el sentimiento. Pero co
mo el sentimiento es subjetivo, así es también la posibilidad de
ser palpado, de ser tocado y de ser afectado por el sufrimiento,
el último argumento de la realidad; por eso la pasión de Cristo
es suprema seguridad, el más alto placer, el más sublime consue
lo del sentimiento; pues sólo en la sangre de Cristo se ha sacia
do la sed de un Dios personal, humano, compasivo y sensitivo.
“Por eso creemos un error muy perjudicial que, por el he
cho de que Cristo, según su humanidad haya perdido la majes
tad divina, se haya quitado a los cristianos el consuelo extrenjo
que tienen en la promesa de que el rey y sacerdote supremo irían
a estar presentes y vivir entre ellos, porque no es solamente un
Ludwi g Feüerbach
Dios que envía contra nosotros, los pobres pecadores, un fuego
destructor, sino que es también el hombre que ha hablado con
los hombres, que ha probado toda clase de aflicciones en su fi
gura humana adoptada, que por eso también con nosotros, como
con hombres y hermanos, puede tener compasión, y quien quiere
estar con nosotros en nuestras necesidades, también según aque
lla naturaleza según la cual es nuestro hermano y nosotros car
ne de su carne1' (117).
Es superficial decir que el cristianismo no es la religión de
un solo Dios personal, sino de tres personalidades. Por cierto,
estas tres personalidades tienen existencia en la dogmática; pe
ro también aquí la existencia del Espíritu Santo sólo es un dic
tamen arbitrario que ya es refutado por las determinaciones im
personales que, por ejemplo, como aquella que el Espíritu San
to sea el don, el don del Padre y del Hijo es ampliamente re
futado (118). Ya la manera como el Espíritu Santo procede
es un pronóstico desfavorable para su personalidad, porque se
produce un ser personal sólo por la generación, pero no por una
emanación indeterminada o por una inspiración. Y el mismo
Padre que representa el concepto riguroso de la divinidad, sólo
es un ser personal según la imaginación y la aseveración, pero
no según sus determinaciones: es un concepto abstracto, un ser
solamente imaginado. La personalidad plástica sólo es Cristo,
pero a la personalidad sólo pertenece la figura, la figura es la
realidad de la personalidad. Sólo Cristo es el Dios personal —
él es el Dios verdadero y real de los cristianos, cosa que no
puede repetirse lo suficiente— (119). En él sólo se concentra
la religión cristiana y la esencia de la religión en general. Sólo
él satisface el anhelo bada el Dios personal; sólo él es una
existencia que corresponde a la esencia del sentimiento; sólo en
él se colman todas las alegrías de la fantasía y todos los sufri
mientos del sentimiento; sólo en él se agota el sentimiento y se
agota 1.a fantasía. Cristo es la unidad del sentimiento y de la
fantasía.
Por eso se distingue el cristianismo de todas las demás reli
giones; porque en éstas se separan el corazón y la fantasía, mien
tras que en el cristianismo coinciden. La fantasía ya no vaga
por todos lados, abandonada a sí misma; ella sigue ahora las
indicaciones de su corazón; describe ahora un círculo, cuyo
centro es el sentimiento. La fantasía es limitada aquí por las
necesidades del corazón, cumple solamente los deseos del sen
timiento, se refiere solamente a lo único que hace falta; en
La Esencia del Cristianismo 163
t
CA PÍTU LO XVII
LA DIFERENCIA ENTRE EL CRISTIANISMO Y EL
PAGANISMO
Cristo es la omnipotencia de ía subjetividad, el corazón
redimido de todas las cadenas y leyes de la naturaleza; es
el sentimiento concentrado' en sí mismo con la exclusión del
mundo; es el cumplimiento de todos los deseos del corazón;
es la ascención celestial de la fantasía; es la resurrección del
corazón. Por eso, Cristo es la diferencia entre el cristianis
mo y el paganismo.
En el cristianismo se concentraba el hombre solamente
a sí mismo, se desligaba de la conexión con el mundo ente
ro, se convertía en un factor satisfecho de sí mismo, en un
ser absoluto sobre y extranatural. Pero precisamente por el
hecho de que ya no se contemplaba como un ser que perte
necía al mundo y por el hecho de que rompió su relación
con este mundo, se sentía como un ser limitado — porque
la barrera de la subjetividad es precisamente el mundo, la ob
jetividad— y ya no tenía ningún motivo para dudar de la
verdad y de la validez de sus deseos y sentimientos subjeti
vos, En cambio, los paganos, recogidos en sí mismos, no
ocultándose de la naturaleza, limitaban su subjetividad por
la contemplación del mundo. Por más que los antiguos ce
lebraran la gloria de la inteligencia y de la razón, eran, sin
embargo, tan liberales y objetivos como para dejar vivir tam
bién lo contrarío del espíritu o sea ía materia, y de dejarla
vivir eternamente, tanto en la teoría como en la práctica. Los
cristianos, en cambio, demostraban su intolerancia práctica y
teórica también por el hecho de que creían en la destrucción
del mundo, por ser esto lo contrarío de la subjetividad (120).
Los antiguos eran libres de sí mismos; pero su libertad era
la libertad de la indiferencia hacía sí mismos; los cristianos
eran libres de la naturaleza, pero su libertad no era la liber
tad de la razón, la libertad verdadera, — la libertad verda
dera es aquella que se limita por el concepto que tiene el mun
do, o sea por la naturaleza— ■, sino que era una libertad del
166 I.UDWIG FniJHRB ACH
:
La Esencia del Cristianismo 207
da— ; por eso hay también milagros de la ira. Con sólo sangre
fría no se produce ningún milagro. Pero precisamente en el afec
to manifiéstase el alma. El hombre tampoco reza siempre con el
mismo calor e intensidad. Semejantes oraciones carecen por eso
mismo de éxito. Peto sólo la oración afectiva manifiesta la esen
cia de la oración. Se reza cuando se considera que la oración de
por si es un poder santo, una fuerza divina. Lo mismo puede
decirse también con respecto al milagro. Los milagros se produ
cen — no importa si son pocos o muchos — donde la base es una
convicción afectiva. Pero el milagro no es ninguna convicción
teórica del mundo o de la naturaleza; el milagro satisface a las
necesidades prácticas, pero en contradicción con las leyes, que se
imponen a la razón; en el milagro el hombre somete la natura
leza a sus finalidades como si ella fuera una existencia nula; el
milagro es el grado más alto del egoísmo espiritual o religioso:
en el milagro todas las cosas están al servicio del hombre que su
fre. De ahí se comprende que la concepción esencial de la reli
gión, desde el punto de vísta práctico y subjetivo, es la convic
ción de que Dios — porque la esencia del poder sobrenatural es
idéntica con la esencia de Dios— es un ser práctico o subjetivo,
pero un ser que sustituye la deficiencia y la necesidad de la con
templación teórica. Luego, no es ningún objeto del pensamiento
o de la inteligencia, como tampoco lo es el milagro, el cual debe
su origen sólo a la ausencia del pensamiento. Si yo aceptara el
punto de vista del pensamiento, de la investigación, de la teoría,
donde considero todas las cosas en sí mismas y en relación a
ellas mismas, desaparece en la nada aquella esencia que hace mi
lagros, y en la nada el milagro — se comprende el milagro reli
gioso, que es absolutamente diferente del milagro natural—
aunque siempre se confunden ambas cosas para ofuscar la inteli
gencia a fin de que introduzca, bajo la apariencia de una cosa
natural, el milagro religioso en el imperio de la razón.
Pero precisamente porque la religión no sabe nada de este
punto de vista, de la esencia de la teoría, por eso, la verdadera
y general esencia de la naturaleza y de la humanidad, que para
ella es oculta y que sólo el ojo teórico ve, se transforma en una
esencia distinta, milagrosa y sobrenatural — transformándose
el concepto de la especie en el concepto de Dios, que a su vez es
una esencia individual, pero que se distingue de los individuos
humanos por el hecho de que posee cualidades en una medida
que es propia a la especie. Por eso en la religión el hombre exte
rioriza su esencia fuera de sí, contemplando su propia esencia
20a L U DWI G F n a P, R B A C H
■i
CAPÍTULO XXI
H,
La E sen c ia del C r ist ia n ism o 229
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CAPITULO XXVII
LA CONTRADICCION ENTRE LA FE Y EL AMOR
Los sacramentos hacen ver la contradicción entre el idea
lismo y el materialismo, y entre el subjetivismo y el objetivis
mo que constituyen la esencia más intrínseca de la religión.
Pero los sacramentos no son nada sin la fe y el amor. Por eso,
la contradicción existente en los sacramentos no conduce a la
contradicción entre la fe y el amor. La esencia secreta de la
religión es la esencia del ser divino con el humano, pero la for
ma de la religión, o sea la esencia consciente y manifiesta de la
misma, es la diferencia entre aquellos dos seres. Dios es el ser
humano, pero la conciencia lo representa como otro ser distin
to. El amor es aquel factor que manifiesta la esencia oculta de
la religión; la fe, en cambio, es aquel factor que constituye su'
forma consciente. El amor identifica al hombre con Dios y a
Dios con el hombre; por eso también identifica al hombre con
el hombre. En cambio, la fe separa a Dios del hombre, y por
eso también al hombre del hombre; porque Dios no es otra
cosa sino el concepto genérico místico de la humanidad, y por
eso la separación de Dios de los hombres, significa la separa
ción del hombre de sí mismo, o sea la disolución del vínculo
común. Medíante la fe la religión se pone en contradicción con
la moral, la inteligencia, el sencillo sentido de verdad del hom
bre; en cambio, por el amor se opone nuevamente a esta con
tradicción, La fe aísla a Dios, lo convierte en un ser especial
y distinto; el amor generaliza; convierte a Dios en un ser co
mún, cuyo amor es idéntico con el amor al hombre. La fe
desune al hombre en su interior consigo mismo, y en conse
cuencia también en el exterior; pero el amor sana las heridas
que produce la fe en el corazón del hombre. La fe convierte a la
fe en Dios en una ley; el amor es libertad, ella ni siquiera con
dena al ateo, porque el amor mismo es ateo, pues niega aun
que no sea teóricamente, pero sí prácticamente, la existencia de
un Dios especial opuesto al hombre.
La fe distingue entre lo que es verdad y lo que es menti
ra y reclama para sí solamente la verdad. La fe tiene una ver
dad determinada y especial que por lo tanto, necesariamente, es-
2Í>8 L u d w i g P e ü ií r b a c H
j
L a iísiincía cnr. Cristianismo 259
lid dad y el honor de Dios. Por eso la fe tiene una posición pri
vilegiada cuando tiene por objeto el fomento de sí misma; por
que es ella, en el sentido riguroso de a palabra, el único bien
para el hombre, así como Dios mismo es el único ser bueno; por
eso el primero y más alto mandamiento es la fe (219).
Precisamente porque no hay ninguna relación natural e in
trínseca entre la fe y los sentimientos morales (más bien la
esencia de la fe requiere que ella sea indiferente para con los
deberes morales (220), que sacrifica el amor hacia los hombres
al honor de Dios, precisamente por eso se exige que la fe tenga
por consecuencia buenas obras y que se manifieste por las obras
del amor. La fe indiferente hacia el amor, o sea la fe sin amor,
contradice a la inteligencia, al sentimiento de la justicia en el
hombre, al sentimiento moral al cual el amor se impone direc
tamente como una ley y como una verdad. Por eso la fe se limita
de por sí, y en contradicción con su esencia, a la moral; una fe
que no se manifieste por el amor, no es una fe verdadera. Pero
esta limitación no proviene de la misma fe. Es el poder y el
amor independientes de la fe los que les imponen estas leyes;
porque la cualidad moral se convierte en un signo característico
de la fe verdadera. La verdad de la fe se hace depender de la ver
dad moral — una relación que en el fondo contradice a la fe.
En efecto, a fe beatífica al hombre; pero es cierto también
que no le proporciona ningunos sentimientos veraderamente
morales. Si corrige al hombre, si tiene por consecuencia senti
mientos morales, entonces proviene esto de una convicción in
trínseca independiente de la fe religiosa, de la convicción de la
verdad absoluta de la moral. Sólo es la moral que le dice a los
creyentes: “ T u fe es una nada si no te hace bueno” ; pero no lo
dice la fe. Por cierto, la certeza de la eterna felicidad, el perdón
de los pecados, la redención de todos los castigos, pueden ser un
estímulo para el hombre de proceder bien. El hombre que cree
esto, tiene todo, es beato (221) ; se hace indiferente para con
los dones de este mundo; ninguna envidia, ninguna ambición,
ningún sensualismo pueden ligarlo; todo lo que es terrenal des
aparece ante el aspecto de la divina gracia y de la eterna beati
tud. Pero las obras buenas no provienen de los sentimientos de
la misma virtud. Ni el amor mismo ni el objeto del amor o sea
el hombre, que es la base de toda moral, es eí incentivo de sus
buenas acciones. No, él no hace el bien por el bien, ni por el
hombre, sino por Dios, por gratitud hacia Dios, que ha hecho
todo por él, y por el cual, a su vez, él debe hacer todo lo que
270 L udwí g Feuciíbach
está en su poder. El suprime e! pecado, porque ofende a Dios,
a su Salvador, a su Señor y benefactor (222). El concepto de la
virtud es aquí el concepto del sacrificio recompensador. Dios se
ha sacrificado por el hombre; pero éste a su vez se sacrifica por
Dios. Cuanto más alto el sacrificio, tanto mejor la acción.
Cuanto más algo contradice al hombre, a la naturaleza, cuanto
más alta la abnegación, tanto más grande la virtud. Y este con
cepto puramente negativo del bien, lo ha realizado y perfeccio
nado especialmente el catolicismo. Su concepto moral más su
blime es el del sacrificio — de ahí el alto significado de la nega
ción del amor sexual, de la virginidad. El castigo, o más bien
la virginidad, es la virtud característica de la fe católica— es*
la virtud más transcendental y fantástica, la virtud de una fe so
brenatural— ; es para la fe la virtud más alta pero en sí no es
ninguna virtud. Por eso la fe convierte en una verdad lo que
según su contenido no es ninguna; quiere decir, que nc tiene
sentido de la virtud, necesariamente tiene que degradar la vir
tud verdadera porque eleva una virtud puramente aparente,
porque no es guiada por ningún otro concepto que por el de la
negación, de la contradicción con la naturaleza del hombre,
Pero aunque las acciones contradictorias al amor cometi
das durante la historia de la religión cristiana estén conformes
con el cristianismo, y que por eso los adversarios de! cristianis
mo tengan razón al inculparle las crueldades dogmáticas de los
cristianos, ellos sín embargo se equivocan con respecto al cris
tianismo, porque el cristianismo no es solamente una religión
de la fe, sino también del amor, no sólo obliga a creer sino tam
bién a amar. Los actos de la barbarie y del odio con respecto a
los herejes, corresponden y contradicen al mismo tiempo al cris
tianismo. ¿Cómo es posible esto? Por cierto lo es porque el
cristianismo sancionó a la vez los actos provenientes del amor y
los actos provenientes de la fe sin amor, Si el cristianismo hu
biera tenido como ley solamente la fe sus adeptos tendrían ra
zón, y no sólo podrían inculpar las crueldades de la historia de
la religión cristiana; entonces los reproches de los infieles serían
justificados sin restricción alguna. El cristianismo no ha dado
curso libre al amor, no se ha elevado al punto de vista de que
el amor sería la ley absoluta. No ha tenido esta libertad ni tía
podido tenerla porque es una religión — y por eso el amor está
sometido a la dominación de la fe, El amor es sólo una doi'irína
esotérica, la fe en cambio una doctrina esotérica del crístíonis-
LA Esencia del Cristianismo 1 1 1
*
AP ENDI CE
E X P L I C A C I O N E S . O B S E R V A C I O N E S , C I T A S
L a c o n c i e n c i a d e ! s e r i n f i n i t o n o e s o t r a c o s a q u e la c o n c i e n c i a
d e l h o m b r e d e l a i n f i n i d a d d e s u s e r , o s e a : e n e l s e r i n f i n i t o , q u e
e s e l o b j e t o d e la r e l i g i ó n ; e l h o m b r e v e c o m o o b j e t o s ó l o s u p r o p i o
s e r i n f i n i t o .
“ D i o s — d i c e S a n t o T o m á s d e A q u i n o — n o e s n i n g ú n c u e r
p o , C a d a c u e r p o es f i n i t o . Y n o s o t r o s p o d e m o s l l e g a r , c o n n u e s t r a
i n t e l i g e n c i a e i m a g i n a c i ó n , h a s t a m á s a l l á d e c u a l q u i e r c u e r p o f i n i t o .
S i D i o s f u e r a u n c u e r p o , p o d r í a m o s pensar c o n n u e s t r a i n t e l i g e n c i a
y n u e s t r a f u e r z a i m a g i n a t i v a a l g o q u e s e r í a m á s g r a n d e q u e D i o s ,
c o s a q u e s e c o n t r a d i c e / ’ ( S U M M A C O N T R A G E N T I L E S , l i b . I ,
c . 2 0 ) . “ E l c i e l o y l o s á n g e l e s t i e n e n f u e r z a s f i n i t a s , l u e g o n o p u e
d e n l l e n a r l a i n f i n i t a f u e r z a d e c o m p r e n s i ó n d e n u e s t r o e s p í r i t u / '
( J . L . V I W A S W V E R I T . F I E D E I C H R I S T , l i b . I , d e f i n e
h o m ). “ L a b e a t i t u d e s ntiesfro d e s e o ú l t i m o y ú n i c o . P e r o e s t e tíeseo
n o l o p u e d e H e n a r n i n g ú n b i e n t e r r e n a l , p u e s t o d o l o q u e e s t e r r e n a l
e s t á d e b a j o d e t e s p í r i t u h u m c t n o . D i o s s ó l o e s e l s e r q u e p u e d e l l e
n a r e l d e s e o d e l h o m b r e , q u e p u e d e h a c e r l o b e a t o ; pues e l e s p í r i t u
h u m a n o c o n o c e p o r s u i n t e l i g e n c i a ; é l d e s e a m e d i a n t e s u v o l u n
t a d e l b i e n u n i v e r s a l ( e s d e c i r , e l b i e n i n f i n i t o ) ; p e r o s ó l o e n D i o s
s e e n c u e n t r a e l b i e n u n i v e r s a l / ’ ( T o m á s d e A q u i n o , D E P R I N C .
R E G Í M , l i b . I , c . 8 ) . “ E l o b j e t o d e l a i n t e l i g e n c i a h u m a n a es l a
v e r d a d u n i v e r s a l ( u n i v e r s a l e v e r u m , e s d e c i r , l o v e r d a d e r o e n g e n e
r a l , o s e a l a v e r d a d q u e n o e s l i m i t a d a d e u n m o d o d e t e r m i n a d o ) ;
e l o b j e t o d e l a v o l u n t a d h u m a n a o s e a d e l d e s e o h u m a n o , e s , e m
p e r o , e l b i e n u n i v e r s a l , q u e n o s e e n c u e n t r a e n n i n g ú n s e r, c r e a d o ( e s
d e c i r , f i n i t o ) , s i n o q u e s e e n c u e n t r a s o l a m e n t e e n D i o s . L u e g o s ó l o
D i o s p u e d e l l e n a r l a v o l u n t a d h u m a n a / ’ ( T o m á s , P U N T O S U M -
M A T H E O L . S A C P R I M A S E C U N D A R , Q a . I I , 8 ) . P e r o s i e l
o b j e t o c o r r e s p o n d i e n t e y a d e c u a d o p a r a e l e s p í r i t u h u m a n o , n o
p u e d e s e r n a d a d e l o q u e e s c o r p o r a l o t e r r e n a l , n a d a q u e e s d e t e r
m i n a d o o f i n i t o , s i s o l a m e n t e l o p u e d e s e r e l i n f i n i t o , s i s ó l o é s t e
s e r p u e d e l l e n a r l a v o l u n t a d d e l a i n t e l i g e n c i a d e t h o m b r e , e n t o n c e s
286 L udwig F euerbach
p a r a e l h o m b r e s ó l o la i n f i n i d a d d e l p r o p i o s e r e s e l o b j e t o e n e l
s e r i n f i n i t o , y e l s e r i n f i n i t o n o e s o t r a c o s a q u e a n a e x p r e s i ó n ,
u n a a p a r i e n c i a , a n a r e v e l a c i ó n o u n a o b j e t i v a c i ó n d e l p r o p i o s e r i l i
m i t a d o d e l h o m b r e . i ( U n s e r m o r t a l n o s a b e n a d a d e u n s e r i n m o r
t a l . " ( S o l l u s t i u s b e i H . G r o t i u s D E V E R 1 T . R E L I G . C H R 1 S E . ,
l i b . I , c . 24, N o t . 1 ) . E s d e c i r , a q u e l s e r p a r a e l c u a l u n s e r i n m o r t a l
e s e l o b j e t o , d e b e s e r t a m b i é n i n m o r t a l . E n e l s e r i n f i n i t o , s ó l o e n m i
c a l i d a d d e s u j e t o y d e s e r e s p a r a m í a q u e l l o u n o b j e t o , l o q u e e s u n
p r e d i c a d o o u n a p r o p i e d a d d e m í m i s m o , E l s e r i n f i n i t o n o e s o t r a
c o s a q u e l a i n f i n i d a d p e r s o n i f i c a d a d e l h o m b r e ; D i o s n o e s o t r a c o s a
q u e l a d e i d a d o d i v i n i d a d d e l h o m b r e p e r s o n i f i c a d a y r e p r e s e n t a d a
c o m o u n s e r .
t.
T
NOTAS
IV capitulo, párrafo 8 ).
288 L üdwí g F e ü é r Bach
(7 ) Así dice por ejemplo Christ. Huygens en su Cosmotheo-
ros, lib. I: “ Es probable que el placer de la música y de la matemá
tica no sólo se límite a nosotros los hombres, sino que se extienda
también a varios otros seres". Esto quiere decir: la cualidad es idén
tica; el sentido para la música y para la ciencia es el mismo; sólo el
número de los que disfrutan la música y la ciencia debe ser ilimitado.
(8 ) D e lib. V, c. 16.
G e n e s i a d l í t t e r a m ,
Kroners.
(1 8 ) El pelagianísmo niega, a Dios, a la religión; "ellos atri
buyen a la voluntad tanto poder, que debilitan el poder de la oración
piadosa” (Agustín, De nal', et grat, cont. Pelagium, c. 5 8 ). El pe-
lagianismo tiene por base solamente al Creador, es decir, a la natura
leza, no al Redentor, el Dios verdaderamente religioso, en una pala
bra, él niega a Dios, pero en cambio eleva el hombre hacía Dios al
convertirlo en un ser independiente, que no necesita de un Dios (Ver
al respecto Lulero contra Erasmo y Agustín, 1. c.c. 3 3 ). El agustí-
nismo niega al hombre, pero en cambio humilla a Dios hasta con
vertirlo en hombre, hasta degradarlo a la muerte en la cruz por el
hombre. Aquél coloca al hombre en lugar de Dios, éste coloca a Dios
en lugar del hombre; ambos terminan en lo mismo; la diferencia
sólo es una apariencia, sólo una ilusión piadosa. El agustinísmo es
un pelagianísmo inverso, lo que éste pone como sujeto k> pone aquél
como objeto.
(1 9 ) La objetivación religiosa y original del hombre debe,
por lo demás, como está expresado claramente en el presente libro,
diferenciarse bien de la autoobjetivacíón de la reflexión y especula
ción; ésta es arbitraria, aquélla e¡s obligatoria, necesaria, tan necesaria
como el arte, como el idioma. Con el tiempo la teología siempre coin
cide con la religión.
(2 0 ) 5. Mose 23, 12, 13.
(21) Ver por ejemplo I. Mose 35, 2; 3 Mose II, 44; 20,
26 y Leclerc.
(22) En su libro contra los académicos que Agustín escribió
cuando era todavía, en cierto modo, pagano, dice (lib. III, c. 12),
que el bien supremo del hombre consta en el espíritu o más bien en
la inteligenfcia. En cambio en el libro (lib. I, c. I) que el mismo
Agustín escribió como teólogo cristiano, corrige esta manifestación
en la siguiente forma: ‘‘mejor habría dicho; en Dios; porque el es
píritu disfruta, para ser beato, a Dios como su ser supremo. ¿Acasd
importa esto una diferencia? ¿No es acaso mi ser allí donde es mí
ser supremo?”
(23) Quiere decir, como se comprende por sí solo, que se
trata aquí la inteligencia separada de la sensualidad, de una inteli
gencia teística hecha ajena a la naturaleza.
(24) Kant, L e c c i o n e s -
s o b r e l a d o c t r i n a f i l o s ó f i c a d e l a r e t í
página 232,
(32) “ Todos hemos pecado. . . Con la ley empezaron los
parricidas” . Séneca. “La ley nos mata” , Lutero, (T . XVI, pág. 3 2 0 ).
(3 3 ) “Este mi Dios y Señor ha adoptado mí naturaleza,
carne y sangre, tal como yo las tengo, y ha sido tentado y ha sufrido
al igual que yo, pero sin cometer pecados; por eso puede tener compa
sión con mi debilidad” . Hebr. 5 Lutero (T . XVI, página 5 3 3 ).
“ Cuanto más podamos traer a Cristo en nuestra carne, m ejor” . (En
el mismo lugar, pág. 565) : “ Dios mismo, sí se quiere tratar con él
estando uno fuera de Cristo, es un Dios terrible, donde no se en
cuentra solaz, sino únicamente ira y desgracia” . (T . XV, pág. 2 9 8 ).
(34) “ Semejantes descripciones, donde la Escritura habla de
Dios como de un hombre y le apropia todo lo que es humano, son
muy humanas y agradables, es decir, cuando habla amistosamente
con nosotros y de cosas de que los hombres suelen hablar entre ellos,
cuando se alegra, se aflige y sufre como un hombre, por causa del
misterio de la futura humanidad de Cristo” , Lutero, (T . 11, pági
na 3 3 4 ).
La Esencia del Cristianismo 291
como varios padres eclesiásticos han dicho cosas que expresan la ver
dadera realidad. “ Con ello — dice Lutero por ejemplo (T . I, pág.
334) — que Moisés llama al hombre “ la imagen de Dios, igual
a Dios” , ha querido insinuar en forma obscura, que “Dios debía
convertirse en hombre” . Aquí, pues, se considera a la encarnación
de Dios como una consecuencia de la divinidad del hombre.
(3 6) Así, en este sentido, la antigua fe entusiasta e incon
dicional celebraba la encarnación” . El amor venció a Dios — dice
por ejemplo San Bernardo — . Y sólo en el significado de una ver
dadera abnegación de sí mismo y de una negación de la divinidad
se encuentra la realidad, la fuerza y el significado de la encamación,
aunque esta autonegación es de por sí sólo una fantasía; porque
considerada a la luz, Dios no se niega a la encarnación, .sino que
se muestra sólo lo que es un ser humano. Lo que Ja mentira de
la teología posterior racionalístka-ortodoxa y bíblica, pietística-ra-
cionalista, arguye contra las imaginaciones embriagadoras y las ex
presiones de la antigua fe con respecto de la encarnación, no merece
ser mencionada, ni mucho menos refutada.
(3 7) “Nosotros sabemos que Dios tiene compasión de nos
otros y que no solamente ve nuestras lágrimas sino que hasta cuenta
nuestras lagrímitas, como lo dice el salmo 5 6 ” . “El Hijo de Dios
es realmente conmovido por los sentimientos de nuestros sufrimien
tos'’M e l a n c h t h o n i s e t a l í o r u m T . III, páginas
D e c í a m a t . A r g e n t o ? .
T . II, pág, 1 4 7 ).
(4 3 ) “Mi Dios está colgado en la cruz, ¿cómo podría yo
dedicarme a la fornicación? . Entre los escritos
( B o n n . h o n v i t a s .
d e e s t e m u n d o . V e r a L, 4, c. 2, pá
e f i g i e d e l o s p r i m e r o s c r i s t i a n o s .
rrafo 7 ).
(48) Así como el alma femenina del catolicismo, en oposi
ción al protestantismo, cuyo principio es el Dios masculino, el alma
masculina es la madre de Dios.
(49) “Encantadoras son para la contemplación, las propie
dades y la comunidad del Padre y del Hijo; pero lo más encantador
La Esencia dei. Cristianismo 293
quisedec el sacerdote sea, por decir así, sin padre y sin madre” ,
Ambrosio.
(5 6 ) “El cristiano tiene su nombre de Cristo. Por eso, quien
no reconoce en Cristo a su señor y Dios, no puede ser de ninguna
manera cristiano” . Fulgentíus Por la mis
( a d . D o n a t u m l i b . u n u s ) .
1751.
r t a s
] 0, can. 3.
(6 1 ) Sobre el significado de la palabra Logos en el Nuevo
Testamento se ha escrito mucho. Aquí nos ajustaremos a la palabra
de Dios por tener ella un significado sagrado en el cristianismo. So
bre el Logos en los escritos de Phílo véase Gfrórer. Pbilo pone en
lugar d'e Logos también sermón de Dios. Ver también Tertuliano
A d o . c. 5, donde demuestra que viene a ser lo mismo sí
P c a x e a m ,
se traduce Logos con sermón o con razón. Que además "la palabra"
es el sentido verdadero del Logos, se desprende del hecho de que la
creación, en el Antiguo Testamento, se ha hecho depender de un
mandamiento expreso y que desde un principio se ha identificado
esta palabra creadora con el Logos. Por cierto tiene la palabra Logos
también el sentido de virtud, espíritu, fuerza, inteligencia, etc., por
que, ¿qué es la palabra sin sentido, sin inteligencia, es decir, sin
fuerza?
(6 2 ) "T an grande poder tiene el nombre de Jesús sobre
los demonios, que este nombre a veces es eficaz hasta cuando ha sido
pronunciado por hombres malos". O r í g e n e s lib. I, ver
a d o , C ' e l s u m ,
I, pág. 3 0 2 ).
(64) Es, por lo tanto, un gran error si se cree poder expli
carse la existencia dd mundo mediante la suposición de la existencia
de un Creador.
(65) No es el objeto de este libro criticar semejante opinión
puramente mística. Sólo quiero observar que la obscuridad, sólo se
J. a E sencia del Cristianismo 295
no hay suerte más grande que hacer feliz a los demás. La beatitud
se encuentra en el acto de la comunicación. Pero comunicativa es
solamente !a alegría, el amor. Por eso el hombre pone como prin
cipio de la existencia, el amor comunicativo. "El éxtasis de la bon
dad pone a Dios fuera de sí", T odo lo esencial sólo se
D i o n i s i o .
sen?. 1, 3 ).
C e n e s .
(8 8 ) I. Kónige, c. 4, 30-34.
(8 9 ) Por lo demás, pensaban de un modo distinto sobre
ello (ver, por ejemplo, Aristóteles; Lib. I, c. 10). Pero
D e c o e í o
m a t a d e u t s c h & r N a t í o n .
e n Melancbtbonis. T . III.
D e c l a m a t .
o r t u , V. 1 700, ps. 6 6 8 -6 6 9 ).
A u g .
(1 1 3 )
Interesante en este sentido es la confesión, de Agus
tín. Lib. X, c. 3 3 ).
( C o n f e s s .
T h e o t . C o l l . P o s n a n . d e t r i n o1656, c. II,
e t u n o D e o , I r e n o p o l i
repudio
c r i s t i a n o s y ' s u (1. c. Bd. ÍV,
d e t o d a c l a s e d e e g o í s m o .
c. 12, pár. 7 -1 6 ).
(1 3 3 ) ¡Cuán distintos eran los primeros cristianos! "Es
difícil y hasta imposible disfrutar a la vez los bienes actuales y los
futuros", J e r ó n i m ‘'Eres demasiado ambicioso,
o . ( E p i s t . J u l i a n o ) .
m a s c e n u s . lib. IV, c. 2 5 ).
( O r t h o d . f i d e i ,
d o r e t , lib. V, 2 4 ).
( H a e r e t i c . F a b u l .
c. 1 0 1 ). "El otro hombre será renovado para vivir una vida espi
ritual; será igual a Dios en su vida, en justicia, en gloría y en sa
biduría", (T . I, pág. 3 2 4 ).
L o t e r o .
pág. 6 9 8 ),
(145) "El cuerpo celestial es un cuerpo espiritual, porque
306 L U D WI G FEUERBACH
pugnante habrá allí, nada de lo que pudiera ser hostil, contrario, de
formado. o que pudiera ofender el espíritu". El mismo: (L, c.,
pág. 7 0 7 ). “Sólo el beato vive como quiere". El mismo: (De ci
tad. íib. 10, c. 2 5 ).
D e l ,
de su propia salvación".
La Esencia del Cristianismo 307
d e la d o c t r i n a y G, Ch, Knapp:
d e S a n P a b l o C o n f e r e n c i a s o b r e l a
fo 75 y 76.
(1 5 9 ) “Mientras que estamos en el cuerpo, estamos alejados
de Dios", Bernardo. (Epist. 18 en la edición de Basel de 1 5 5 2 ).
Por eso el concepto de la otra vida no es más que el concepto cié
la religión verdadera y perfecta, librada de las barreras y de los
obstáculos de esta vida, es decir,, que el concepto de la otra vida es,
como ya se ha dicho arriba, sólo la verdadera opinión de la reli
gión. Aquí creemos; allí lo vemos; allí no hay nada fuera de Dios,
es decir, no bay nada que se ponga entre Dios y el alma; es la ver
dadera opinión de 1.a religión. “ Todavía Dios se nos presenta como
308 L U DWIG FliUERBACH
do lo que ha sido creado, aunque haya sido bien hecho por Dios,
no es bueno en comparación con el creador, así como cu compara
ción con él es también una nada; porque sólo a sí mismo atribuye
Dios la existencia en el sentido mas alto y más propio, pues dice:
Yo soy quien soy", A g u s t í n . ( Dc. 14).
e p c t i e c t j u s t . h o m . ,
I, c, 2 0 ).
(1 6 5 ) Pero al mismo tiempo también el fin de verificar la
esencia del hombre. Las diferentes pruebas no son otra cosa sino di
ferentes formas muy interesantes de la afirmación del ser humano
i .a E sencia del Cristianismo 309
T . XIX, pág. 4 0 7 ),
(1 6 8 ) La negación de un hecho no tiene ningún significado
indiferente y superficial, síno un significado moralmente malo. En
el hecho de que el cristianismo ha convertido sus artículos de fe en
hechos sensitivos, es •decir, innogales c intangibles, venciendo así la
inteligencia por hechos sensitivos, tenemos también la verdadera y
última explicación de porqué y cómo en el cristianismo, tanto ca
tólico como protestante, se ba podido expresar c imponer con toda
solemnidad la tesis fundamental de que la herejía, es decir, la nega
ción de un artículo de fe o de un hecho que es objeto de la fe,
es un objeto de la autoridad mundial, o sea que es un crimen. El
hecho que en la teoría es sensitivo se convierte en la práctica en un
poder sensitivo. El cristianismo está con esta doctrina en mucho de
trás del mahometanismo, por lo menos detrás de la doctrina del
Corán, que desconoce el crimen de la herejía.
(1 6 9 ) "A menudo los dioses indican su presencia", C i
(De
c e r ó n . D, 1. I f) . Los libros de Cicerón
N a t . , , D e N a t D m r .
Agustín) •
L a E sen c ia nr.i. C r ist ia n ism o 311
d e v a n o s d o c t o r e s a n t e s y Ham-
d e s p u é s d e l o s t i e m p o s d e T a u l e r ,
47 y la capítulo 49.
T e o l o g í a a l e m a n a ,
19. c. 7, 8, 9 ). “ Luego los tres que son uno y que son ligados
por la ligadura inconcebible de la divinidad, que los une de un mo
do inenarrable son un solo Dios” . (L. I.t c. c. 6 ) . “ ¿CómoP e t r a s .
puede la inteligencia admitir o crear que tres son uno y uno tres?*',
(T . XIV, pág. 13).
L u t e r o ,
312 L U D w I c. F e u e r b a c h
XV I, pág. 5 6 0 ).
(1 8 9 ) Hace gran honor a la inteligencia y a la veracidad
de Lutero el hecho de que él, especialmente en su publicación con
tra Erasmo, negaba incondicionalmente la libre voluntad frente a la
gracia divina. "El nombre voluntad libre — dice Lutero muy bien
desde el punto de vísta de la religión — es un título y un nombre
divino que no corresponden a nadie sino a la majestad suprema y
divina". (T . XIX, pág. 2 8 ).
(1 9 0 ) Sin embargo, ya los teólogos antiguos de fe incondi
cional admitieron que los efectos del bautismo, por lo menos en
esta vida, serían muy limitados. "E l bautismo no destruye todo lo
que es punible en esta vida” , M , T . IV, pág.
e z g e t . T h e o l . s c h o l .
251. Ver también Petrus, Lomb. lib, IV, dist. 4, c. 4; lib. II,
dist. 32, c. I ) .
(1 9 1 ) Hasta en la ficción absurda de los luteranos de que
"los chicos, en el bautismo, creían ellos mismos", se reduce el mo
mento subjetivo nuevamente a la fe de los demás al suponer que la
fe de los niños "es excitada por Dios medíante la oración de los pa
drinos en la fe de la Iglesia Cristiana", (T . X III, págs. L u t e r o .
Lutero niega que d cuerpo de Cristo, aunque sea corporal mente con
sumido, "sea con los dientes destrozado y con el vientre digerido
La Esencia de i. Cristianismo 313
pág. 127.
(198) “Pero si ciertos ilusos creen que esto es simplemente
pan y vino, entonces es así como creen, y, en consecuencia, comen
únicamente pan y vino” , (T . X íX , pág. 4 3 2 ). Es decir,
L u l e r o .
p r i a n o . 193
( E p i s t . c id m a g i s t . I v o n e m C a e d . ) .
17, sect. 6 ).
(213) Philipper 2, 10, 11. “ Cuando se oye el nombre de
Jesucristo, deben asustarse todos aquellos que en el cíelo y en la
tierra son infieles y ateos’’, (T , XVI, pág. 3 2 2 ). “El cris
R u t e r o .
b i t r a Opuse.
d i v . p. 2 9 7 ). "Si alguien sostiene que aquel
' P h e o l ,
,
b u r g o 3 ), "¿Cóm o puedo yo entonces recompensar tus ac
a r t í c u l o
d a d e s E v a n g é l i c a s .
IV. pág. 2 3 7 ).
(2 2 9 ) “A quien me honra, yo también le honro, peto a
quien me desprecia lo despreciaré yo también". I. Samuel 2, 30,
"Ya tiene buen padre el gusano más abominable y más digno del
odio eterno, la confianza de ser amado- por tí; porque siente
el amor, o más bien porque presiente que es amado, no se atreve
a no amar a su vez. Por eso nadie que ame, duda de que sea ama
do", B e r n a r d o a d T (h o m 107 ), Es una palabra muy
a m . E p i s t .