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La indemnización por incumplimiento de las obligaciones del artículo 80

de la LCT (t.o.)
Ackerman, Mario E.

Publicado en: DT 2001-A, 541

SUMARIO: I. ¡Ay! Con el lenguaje del legislador y su técnica normativa - II. Una
reforma fiscalista con beneficios inmediatos y mediatos para el trabajador - III.
Evolución normativa del artículo 80 de la ley de contrato de trabajo (t. o.) - IV. Las
obligaciones del artículo 80 de la ley de contrato de trabajo (t. o.) - V. Presupuesto
de hecho y requisito formal para la procedencia de la indemnización tarifada - VI. La
indemnización - VII. Balance.

I. ¡Ay! con el lenguaje del legislador y su técnica normativa


Si un jurista extranjero leyera los artículos 43, 44 y 45 de la ley 25.345, podría suponer que
cada uno de ellos modifica cuerpos normativos diferentes, dado que el art. 43 agrega el
art. 132 bis a la ley 20.744 (t. o. por decreto 390/76), el 44 modifica el art. 15 de la ley de
contrato de trabajo y el 45 agrega un párrafo al art. 80 de la ley de contrato de trabajo (t. o.
por decreto 390/76).
Cualquier estudiante de derecho argentino, sin embargo, rápidamente sacaría de su error
al observador extranjero, y le explicaría que desde que la ley 20.744 aprobó el régimen de
contrato de trabajo (RCT) y, especialmente, luego de que éste fuera modificado por la ley
21.297 (DT, 1976-168) y el decreto 390/76 aprobara su texto ordenado, los sucesivos
legisladores han utilizado indistintamente, y a su mayor arbitrio, cualquiera de las
designaciones que aparecen en los arts. 43 a 45 de la ley 25.345. Y aún otras (1).
En rigor, esto no es -para nosotros, claro está- demasiado grave, ya que todos sabemos
que el legislador, o quien opere como tal, siempre se está refiriendo al régimen de contrato
de trabajo. Designación ésta que, luego de la ley 21.297, virtualmente desapareció no sólo
de los textos legislativos, sino, aún, del uso cotidiano, judicial y académico, ya que, sin
distinciones, todos hablamos de la ley de contrato de trabajo (LCT), desarrollando así las
iniciales que la ley 20.744 -por alguna extraña interferencia operada sobre la pluma, el
cerebro o el espíritu del legislador- puso entre paréntesis luego de la denominación que
asignó al cuerpo normativo que aprobó con su art. 1° (2).
Superada esa primera confusión, y al abordar el examen del art. 45 de la ley 25.345,
nuestro colega foráneo habrá de tropezar no ya con una transitoria confusión, sino con un
desconcierto mayúsculo.
En efecto, el párrafo que este artículo agrega al art. 80 de la ley de contrato de trabajo (t.
o.), hace referencia a los apartados segundo y tercero de este artículo.
Sin embargo, la simple lectura del art. 80 de la ley de contrato de trabajo (t. o.) permite
observar estos apartados no existen.
Y no existen por dos razones.
La primera razón consiste en que, por un acuerdo lingüístico implícito -que no parece
haber generado resistencias ni dificultades-, siempre hemos denominado apartado, inciso,
acápite o parágrafo a los párrafos o conjunto de éstos que, en los textos legales, suponen
divisiones o partes de los artículos y que tienen una individualización con letras
-mayúsculas o minúsculas- o números -arábigos o romanos-.
Reservamos en cambio la denominación párrafo a las frases o conjunto de frases que,
integrando o no un apartado, inciso, acápite o parágrafo, no tienen una identificación con
letra o número.
De hecho, este es el criterio seguido por el legislador en el propio art. 45 de la ley 25.345,
donde califica al texto que incorpora como párrafo.
La observación del art. 80 de la ley de contrato de trabajo (t. o.) muestra que los dos
párrafos que hasta la entrada en vigencia de la ley 25.345 lo conformaban no tienen
individualización con letra o número, lo que hace que ellos sean párrafos y no apartados.
Aparece entonces la segunda razón -esta vez no lingüística sino aritmética- de la
inexistencia de los apartados segundo y tercero, ya que, como acabo de anticipar, el texto
sólo tenía dos párrafos.
Sí había tres párrafos en el texto inicialmente aprobado por la ley 20.744, pero luego de la
reforma introducida por la ley 21.297, en el texto ordenado por el decreto 390/76 sólo
quedaron dos.
Y aquí ya no es el jurista vernáculo el que podrá dar alguna explicación al perplejo
extranjero, sino cualquier atento observador de la realidad argentina, que podrá advertir a
aquél que esta es una expresión apenas menor -y, por esta vez, sin trascendencia
práctica- de los hábitos adoptados por una sociedad resignada a la mediocridad y la
improvisación, una de cuyas consecuencias es el acostumbramiento a hacer las cosas
más o menos, por aproximación y a la ligera.
Práctica ésta que, en los hechos, tampoco se considera grave ni tan siquiera irregular, ya
que, como también en este caso, todos terminamos entendiendo de qué estamos
hablando.
Y esto será así hasta que un día los excesos y los defectos del lenguaje -sea normativo o
vulgar- hagan que ya no nos entendamos.
Aunque tal vez ese día ya haya llegado, y aunque pasó por delante de nuestras narices,
no pudimos reconocerlo, porque hablaba el lenguaje de las palabras correctas.

II. Una reforma fiscalista con beneficios inmediatos y mediatos para el trabajador
Por el contexto en el que se produce, podría suponerse que, al igual que otras reformas
laborales recientes, el art. 80 de la ley de contrato de trabajo (t. o.) es un protagonista más
de una suerte de migración que se ha producido en los últimos años en el bien jurídico
tutelado por aquéllas.
En este caso, sin embargo, antes bien que un cambio, lo que la última reforma legislativa
ha aportado es un refuerzo del derecho hasta entonces reconocido a los trabajadores, aun
cuando, indirectamente -y este parece ser el propósito de la modificación introducida por el
art. 45 de la ley 25.345 y la consecuente traslación antes señalada-, la intención del
legislador es sumar un instrumento a la lucha contra la evasión fiscal.
Así, en sus efectos, y a diferencia, por ejemplo, del requisito agregado al art. 11 de la ley
24.013 (DT, 1991-B, 2333) -por el art. 47 de la misma ley 25.345-, la ampliación de los
fines de la norma no sólo no pone en riesgo sino, además, fortalece el derecho del
trabajador.
Concretamente, la reforma producida por el art. 45 de la ley 25.345 consiste en el
agregado de un tercer párrafo a los dos que hasta entonces conformaban el art. 80 de la
ley de contrato de trabajo (t. o.), cada uno de los cuales supone una obligación diferente
del empleador, y para cuyo incumplimiento se prevé ahora el pago de una indemnización a
favor del trabajador. Obligaciones aquéllas que, con relación al texto originario de la ley de
contrato de trabajo -aprobado por la ley 20.744- habían sido ya modificadas por las leyes
21.297 y 24.576 (DT, 1995-B, 2100).
Además, con el decreto 146/01, el Poder Ejecutivo, en un -enésimo- exceso reglamentario,
al tiempo que agregó un requisito para la operatividad de la regla incorporada por el art. 45
de la ley 25.345, parece haber limitado el ámbito material de aplicación del nuevo párrafo.
Todo esto, y como paso previo para intentar aportar algunas precisiones sobre el alcance
de la nueva reforma, reclama un repaso del contenido del art. 80 de la ley de contrato de
trabajo (t. o.), a partir de su evolución normativa.

III. Evolución normativa del artículo 80 de la ley de contrato de trabajo (t. o.)
1. De la ley 20.744 a la ley 24.576
En su redacción originaria, el que en el texto de la ley de contrato de trabajo aprobado por
la ley 20.744 llevaba el número 88, tenía tres párrafos.
El primero concretaba y reiteraba parcialmente la obligación general del empleador
contenida en el artículo anterior -descripta allí como deber de diligencia e iniciativa-, y
calificaba como obligación contractual al deber de ingresar los aportes y contribuciones al
sistema de seguridad social y a favor de las entidades sindicales.
El segundo párrafo imponía una segunda obligación al empleador, consistente en entregar
al trabajador constancia documentada del cumplimiento de los deberes de cotización que
se referían en el primer párrafo. Constancia ésta que debía ser expedida al trabajador
cuando éste lo requiriese durante el tiempo de la relación o a la época de su extinción.
Y el tercer párrafo obligaba al empleador a entregar también al trabajador, cuando el
contrato se extinguiere por cualquier causa, un certificado de trabajo que debía contener
las indicaciones sobre el tiempo de prestación de servicios, naturaleza de éstos,
constancia de los sueldos percibidos y de los aportes y contribuciones efectuados con
destino a los organismos de la seguridad social.
Luego de la reforma introducida por la ley 21.297, el actual art. 80 de la ley de contrato de
trabajo -en virtud del texto ordenado por el decreto 390/76-, presentaba frente a su
precedente inmediato una diferencia formal y una de fondo.
En lo formal, se unificaron en un único párrafo las reglas antes contenidas en el primero y
segundo.
En orden al contenido de éstos, la novedad consistió en limitar la obligación del empleador
de entregar las constancias documentadas durante el tiempo de la relación al supuesto de
que medien causas razonables.
Más adelante, en el año 1995, la ley 24.576 incorporó al Título II de la ley de contrato de
trabajo siete artículos que se ubicaron a continuación del art. 89 como Capítulo 8: De la
formación profesional. El sexto de estos artículos -que no tienen aún numeración-
establece que en el certificado de trabajo que el empleador está obligado a entregar a la
extinción del contrato de trabajo deberá constar, además de lo prescripto en el art. 80, la
calificación profesional obtenida en el o los puestos de trabajo desempeñados, hubiere o
no realizado el trabajador acciones regulares de capacitación.
Contenido éste que se agrega así a los que desde su redacción originaria establecía ya el
actual art. 80 de la ley de contrato de trabajo (t. o.).
2. El párrafo agregado por el art. 45 de la ley 25.345
El art. 45 de la ley 25.345 dice:
Art. 45. - Agrégase como último párrafo del art. 80 de la ley de contrato de trabajo (t. o.
por decreto 390/76), el que sigue:
Si el empleador no hiciera entrega de la constancia o del certificado previstos
respectivamente en los apartados segundo y tercero de este artículo dentro de los dos (2)
días hábiles computados a partir del día siguiente al de la recepción del requerimiento que
a tal efecto le formule el trabajador de modo fehaciente, será sancionado con una
indemnización a favor de este último que será equivalente a tres veces la mejor
remuneración mensual, normal y habitual percibida por el trabajador durante el año o
durante el tiempo de prestación de servicios, si éste fuere menor. Esta indemnización se
devengará sin perjuicio de las sanciones conminatorias que para hacer cesar esa
conducta omisiva pudiere imponer la autoridad judicial competente.
Al margen de la errónea -aunque irrelevante e innecesaria- referencia a los apartados
segundo y tercero -que, según anticipé, no existen y que debe entenderse como una
remisión a los párrafos primero y segundo-, el nuevo párrafo en nada afecta a las
obligaciones impuestas por los anteriores, y sí agrega ahora la posibilidad de que el
trabajador sea acreedor a una indemnización especial cuando, intimado formalmente el
empleador al cumplimiento de aquéllas, no lo hiciere en el plazo de dos días hábiles.
Es importante entonces recordar cual es el contenido de tales obligaciones, el sujeto
obligado y el acreedor de aquéllas, para poder examinar entonces los supuestos en los
que sería procedente la nueva indemnización y los requisitos formales para su exigibilidad.

IV. Las obligaciones del artículo 80 de la ley de contrato de trabajo (t. o.)
Si bien el obligado y el acreedor en ambos casos son, respectivamente, el empleador y el
trabajador, el art. 80 de la ley de contrato de trabajo (t. o.) impone a aquél dos
obligaciones cuyos objetos son diferentes, como lo son también la oportunidad en la que
son exigibles y, aún, los recaudos formales que condicionan su nacimiento.
1. Dos obligaciones que se diferencian por su objeto
La identificación -y diferenciación- del objeto de las dos obligaciones impuestas por el art.
80 tiene particular trascendencia, no sólo en orden a su cumplimiento -que de no
producirse se proyectará ahora sobre las consecuencias indemnizatorias previstas en el
párrafo agregado por el art. 45 de la ley 25.345-, sino también frente al sujeto obligado y, a
partir de éste, de cara a los distintos supuestos de responsabilidad solidaria que surgen de
la legislación laboral.
Y, además de esas primeras diferencias entre las constancias documentadas y el
certificado de trabajo, también cabe observar que tampoco coinciden los datos o
circunstancias a los que éste y aquéllas se refieren.
A) Constancia documentada del pago de cotizaciones
El primer párrafo del art. 80 de la ley de contrato de trabajo (t. o.), luego de atribuir
carácter contractual al deber del empleador de ingresar los fondos de seguridad social... y
los sindicales a su cargo, sea como obligado directo o como agente de retención, le
impone también el deber de entregar al trabajador constancia documentada de ello en dos
circunstancias distintas y con sujeción a un requisito formal al que en un caso se agrega
una exigencia causal.
El objeto de esta obligación de dar es la copia de los comprobantes de depósito de las
contribuciones debidas como obligado directo por el empleador y de los aportes y cuotas a
cargo del trabajador retenidas por aquél, en cuanto se trate de cotizaciones con destino a
la seguridad social o sindicales.
El nacimiento del deber de entregar estas constancias está subordinado a un
requerimiento expreso del trabajador, que podrá ser formulado por éste a la época de la
extinción del contrato de trabajo -lo que debe entenderse como luego de la manifestación
de la voluntad extintiva por alguna de las partes-, o durante la vigencia de la relación. En
este segundo caso, sin embargo, la exigibilidad está condicionada por la existencia de
causas razonables que, como es obvio, ante la eventual discrepancia, serán materia de
apreciación judicial (3).
En los términos expuestos, y para anticipar ya una de las diferencias con el certificado de
trabajo del segundo párrafo, no es discutible que no hay mora del empleador en la entrega
de las constancias documentadas sin requerimiento previo del trabajador.
Además, el empleador sólo podrá cumplir con dicha obligación cuando previamente haya
hecho el depósito, aunque éste fuera incorrecto o parcial. En cambio, si no hubo depósito,
no habrá cumplimiento de la obligación de la primera parte del primer párrafo ni posibilidad
de cumplimiento de la entrega de las constancias documentadas, aun cuando el
empleador reconociera y expresara documentadamente su omisión. Porque, claro está,
ese reconocimiento no será la constancia documentada que exige el primer párrafo del art.
80 de la ley de contrato de trabajo (t. o.) en su parte final.
B) Certificado de trabajo
Según anticipé al examinar la evolución de la norma, en virtud de la regla del segundo
párrafo del art. 80 de la ley de contrato de trabajo (t. o.), con el agregado que surge del
sexto artículo del Capítulo incorporado por la ley 24.576, una de las obligaciones del
empleador que nacen de la extinción del contrato de trabajo, es la de otorgar al trabajador
un certificado de trabajo, conteniendo las indicaciones sobre:
·el tiempo de prestación de servicios
·la naturaleza de éstos
·constancia de los sueldos percibidos
·constancia de los aportes y contribuciones efectuados con destino a los organismos de la
seguridad social
·calificación profesional obtenida.
El empleador cumple, en este caso, suministrando, por escrito, la información que
corresponda a estas circunstancias. Cumplimiento que debe entenderse perfeccionado
aun cuando aquél no hubiera ejecutado, total o parcialmente, alguna de las obligaciones
referidas en la extensión a la que lo obligue la norma aplicable. Y en tanto, claro está, la
información que surja del certificado sea correcta.
Estas aclaraciones son particularmente relevantes en orden a las constancias que deben
consignarse en el certificado, que no son las constancias documentadas del párrafo
anterior.
C) Diferencias entre las constancias documentadas y las constancias del certificado
de trabajo
En rigor, sólo en esta cuestión de los aportes y contribuciones es donde existe una
superposición parcial con la obligación de la segunda parte del primer párrafo del mismo
art. 80, materia éste en la que -amén de la carga a la que se subordina el nacimiento de la
obligación del primer párrafo, como se verá en el punto siguiente-, las diferencias entre
ambos párrafos son:
·en el primer párrafo se reclama la entrega de una constancia documentada -o sea, copia
de los comprobantes de depósito-, mientras que la constancia del certificado es sólo una
información, sin exigencia de respaldo instrumental, del monto y fecha de los depósitos
efectuados
·las constancias documentadas comprenden las cotizaciones a la seguridad social y las
correspondientes a las obligaciones -del empleador y del trabajador que aquél deba
retener- con las entidades sindicales; en el certificado de trabajo no es necesario incluir los
aportes y contribuciones sindicales
·el segundo párrafo admite que la exigencia del trabajador sea formulada luego de la
extinción del contrato de trabajo o durante su vigencia, pero en este segundo caso deben
existir causas razonables; el certificado de trabajo sólo debe ser entregado luego de la
extinción del vínculo laboral.
Debe advertirse, finalmente, que el certificado de trabajo del art. 80 de la ley de contrato
de trabajo (t. o.) es distinto del previsto en el inc. g) del art. 12 de la ley 24.241, que tiene
otros contenidos y otros acreedores (4).
2. Tipo y jerarquía de las obligaciones
En orden al tipo de obligación que suponen, es interesante observar dos diferencias entre
la entrega de las constancias documentadas y el otorgamiento del certificado de trabajo.
La primera es una obligación de dar una cosa -la constancia documentada de los
depósitos efectuados-, que por sus características puede considerarse incierta y fungible.
En el caso del certificado de trabajo, si bien el cumplimiento se perfecciona con su
entrega, lo relevante es la información que el empleador debe incluir en él, lo que supone
un hacer.
El otorgamiento del certificado es así comparable a la locación de obra, cuyo objeto no
deja de suponer principalmente una obligación de hacer, aunque lógicamente ella
presuma su entrega al comitente.
En cuanto a la jerarquía de estas obligaciones, también es posible señalar que, si bien
ambas son autónomas entre sí y ninguna de ellas puede considerarse accesoria de una
tercera obligación, el deber de entregar las constancias documentadas está directamente
vinculado al de efectuar las cotizaciones a la seguridad social y las sindicales.
Esta vinculación, sin embargo, no implica que el deber de depositar los aportes y
contribuciones sea una obligación principal frente al de acreditar tal cumplimiento, cuando
menos en los términos en los que la legislación (5) y la doctrina (6) definen a las
obligaciones principales y accesorias.
Esta autonomía se ve claramente en la inaplicabilidad al caso de la regla del art. 525 del
Cód. Civil, ya que es evidente que la extinción por cumplimiento de la obligación de
depositar las cotizaciones no sólo no libera, sino que es el presupuesto que obliga al
empleador a entregar las constancias documentadas de ello (7).
Podría calificarse así a estas obligaciones como interdependientes sin accesoriedad (8).
Distinto es el caso del otorgamiento del certificado de trabajo, que no tiene relación con las
obligaciones de la primera parte del primer párrafo del art. 80 de la ley de contrato de
trabajo (t. o.).
3. Nacimiento de la obligación
También en esta materia hay una diferencia importante entre el primero y el segundo
párrafo del art. 80 de la ley de contrato de trabajo (t. o.).
En efecto, el empledor no está obligado a entregar las constancias documentadas -en
ninguna de las dos oportunidades que prevé la ley-, si el trabajador no cumple
previamente con la carga de exigir su entrega al empleador.
La mora en el otorgamiento del certificado de trabajo, en cambio, se produce de pleno
derecho por la mera extinción del contrato, y aun cuando el trabajador no lo reclame
expresamente (9).
4. Obligado. Extensión de la obligación a los deudores solidarios
Si bien el único obligado -de acuerdo con la ley- tanto a la entrega de las constancias
documentadas como al otorgamiento del certificado de trabajo es el empleador, cabría
hacer una distinción entre aquélla y éste, como consecuencia de que en el primer caso se
trata de una obligación de dar cosa incierta fungible y en el segundo de una obligación de
hacer.
Esta diferenciación tiene alguna trascendencia en los supuestos en los que la ley de
contrato de trabajo (t. o.) responsabiliza solidariamente a terceros -tales como sucesores
por distintos títulos (art. 225), comitentes y contratistas principales (art. 30), empresas
usuarias en contrataciones con empresas de servicios eventuales (arts. 29 y 29 bis)- por
las obligaciones laborales del empleador.
Así, en las situaciones en las que exista la responsabilidad solidaria frente al deber de
efectuar las cotizaciones a la seguridad social o sindicales, también se extenderá al
deudor solidario la obligación de entregar las constancias documentadas que acrediten los
depósitos.
La obligación de otorgar el certificado de trabajo, en cambio, en cuanto obligación de
hacer del empleador, no parece que pueda ser extendida a terceros no empleadores, aun
cuando estos resulten responsables solidarios por las obligaciones laborales de aquél.
Sin embargo, los criterios jurisprudenciales sobre la extensión a los deudores solidarios
del deber de otorgar el certificado de trabajo no han sido coincidentes, y hasta podría
reprocharse a algunos pronunciamientos haber incurrido en una cierta autocontradicción.
En efecto.
Así como en algún caso se ha resuelto que la condena solidaria de quien no ha sido
empleador no incluye el otorgamiento del certificado de trabajo (10), también se interpretó
lo contrario en un supuesto de aplicación del art. 29 de la ley de contrato de trabajo (t. o.)
(11).
Pero al margen de estas discrepancias -naturales y condicionadas por las circunstancias
de hecho- entre tribunales distintos, lo que a mi juicio parecería contemplar, por una vía
indirecta, ambas posibilidades en un mismo pronunciamiento -con la probable
autocontradicción que ello implica- es el criterio de imponer astreintes al empleador por la
falta de extensión del certificado de trabajo y, simultáneamente, ordenar su otorgamiento
por el tribunal (12).
La contradicción se manifestaría en imponer astreintes -instrumento que, en principio,
persigue provocar el cumplimiento de una obligación que no puede ser ejecutada por otro-
pero disponiendo también la confección del certificado por quien no ha sido empleador -en
el caso el tribunal-.
A partir de esa línea interpretativa, y en cuanto se entienda que no es una obligación
intuitu personae del empleador, también podría llegarse a que se extienda al tercero
solidario la obligación de expedir el certificado de trabajo, aun cuando él no hubiera sido el
empleador del trabajador que lo reclama.
Pero, claro está, si la obligación puede ser cumplida por un tercero -sea el deudor solidario
o el tribunal-, las sanciones conminatorias pierden justificación.
A mi juicio, en cambio, el deber de otorgar el certificado de trabajo sí es una obligación
intuitu personae del empleador, que no se encuentra comprendida entre las obligaciones
laborales a las que se extiende la responsabilidad solidaria de los terceros no
empleadores. Y es precisamente esta calidad lo que explica y justifica la imposición
judicial de sanciones conminatorias para forzar su cumplimiento.
5. Acreedor
Todas las obligaciones impuestas por el art. 80 de la ley de contrato de trabajo (t. o.)
tienen un único acreedor: el trabajador dependiente.
Aparece aquí una significativa diferencia con la obligación de otorgar el certificado de
servicios, remuneraciones, aportes y contribuciones impuesta por el inc. g) del art. 12 de la
ley 24.241, y que debe ser entregada al trabajador o a sus derechohabientes.
En este sentido, la regla de la ley 24.241 se adecua más a la realidad, ya que tanto el
trabajador como los beneficiarios de los derechos previsionales originados en el
fallecimiento de aquél podrían encontrarse en la necesidad de acreditar, por ejemplo, el
tiempo de servicios o el nivel de ingresos que será la base de referencia para determinar
el monto del beneficio.
La explicación de la limitación de la regla del art. 80 de la ley de contrato de trabajo (t. o.)
podría estar en que, por sus contenidos, el certificado de trabajo parece recoger
fundamentalmente informaciones que interesan principalmente al trabajador. Y, en orden a
las constancias documentadas, ellas podrían considerarse suplidas -para los
derechohabientes- por la certificación del inic. g) del art. 12 de la ley 24.241.

V. Presupuesto de hecho y requisito formal para la procedencia de la indemnizacion


tarifada
El párrafo agregado al art. 80 de la ley de contrato de trabajo (t. o.) por el art. 45 de la ley
25.345, hace referencia a la omisión de entrega de la constancia o del certificado previstos
en los párrafos anteriores de aquél, como presupuestos de hecho que dan lugar al pago
de una suma de dinero -que la ley llama indemnización pero que manda pagar como
sanción- a favor del trabajador.
Para ser acreedor a esta indemnización el trabajador deberá cumplir con la carga de
intimar a su empleador respetando los plazos que surgen del texto legal y del decreto
146/01.
1. Configuración del incumplimiento
Las dos obligaciones del empleador a las que se refiere el nuevo párrafo del art. 80 de la
ley de contrato de trabajo (t. o.), son las antes examinadas, esto es, la entrega de las
constancias documentadas del depósito de los aportes y contribuciones correspondientes
a la seguridad social y sindicales y el otorgamiento de un certificado de trabajo, con las
indicaciones que prevé el segundo párrafo del mismo artículo -a las que debe adicionarse
la información sobre la formación profesional adquirida por el trabajador, de acuerdo con la
modificación introducida por la ley 24.576-.
Así como es obvio que la omisión de cumplimiento de una u otra obligación -en el plazo
que fija la nueva norma- configura el presupuesto de hecho que da lugar al pago de la
indemnización especial, el cumplimiento imperfecto o parcial de cada una de ellas podría
tener consecuencias diferentes.
A) Cumplimiento defectuoso del deber de entregar las constancias documentadas
Según expliqué, la entrega de las constancias documentadas, sin llegar a ser una
obligación accesoria del deber de efectuar las cotizaciones a la seguridad social y
sindicales, no es plenamente autónoma, dado que el cumplimiento de aquélla sólo se
podrá producir cuando haya habido efectivo depósito, aunque éste haya sido parcial.
Pero si no hubo pago de aportes y contribuciones, no habrá posibilidad de entregar el
comprobante que lo acredite.
Y, con el mismo criterio, el empleador cumple entregando copia de los comprobantes que
acrediten el depósito realmente efectuado, y debe entenderse cumplida su obligación -de
entregar la constancia documentada- aun cuando él haya depositado una suma inferior a
la debida.
La finalidad de información veraz perseguida por la norma -esto es, saber cuánto y cuándo
se depositó- quedaría así satisfecha, ya que a partir de tal información el trabajador
contará con los elementos para reclamar por sus derechos de seguridad social o
sindicales en los ámbitos que corresponda.
No habrá cumplimiento, en cambio, si no se entregan las copias de los comprobantes -que
son en realidad las constancias documentadas- o si éstos no reflejan la realidad de los
depósitos efectuados -extremo éste que supondría una adulteración o falsedad del
instrumento-.
Y, como también anticipé, tampoco habría satisfecho el empleador su obligación si,
habiendo omitido efectuar los depósitos, se limitara a reconocer su omisión, ya que tal
manifestación no supone la entrega de una constancia documentada del pago de las
cotizaciones.
B) Cumplimiento defectuoso del deber de entregar el certificado de trabajo
Una de las diferencias entre el certificado de trabajo del segundo párrafo del art. 80 de la
ley de contrato de trabajo (t. o.) y las constancias documentadas del primero, radica en la
autonomía plena de aquél frente al deber de efectuar las cotizaciones a la seguridad social
y sindicales, que también el primer párrafo, en su primera frase, califica como obligación
contractual.
En efecto, la obligación de hacer que supone la certificación queda limitada a un deber de
informar con veracidad sobre todas las circunstancias indicadas en la norma -que se
completa con el contenido del sexto artículo del Capítulo agregado por la ley 24.576-.
En consecuencia, debe considerarse que el empleador dio cumplimiento a su deber de
entregar el certificado de trabajo, aunque en el mismo conste, por ejemplo, que no
abonaron salarios o no se efectuaron aportes y contribuciones a la seguridad social (13).
No habría cumplimiento, en cambio, si la información fuera inexacta o incompleta, aun
cuando, en estos casos, por aplicación analógica de las reglas de los arts. 53 y 142 de la
misma ley de contrato de trabajo (t. o.), excepcionalmente, y en cuanto la inexactitud o la
omisión no sean relevantes y no desnaturalicen el propósito de la certificación, el juez
podría considerar cumplida la obligación le-gal (14).
2. Requisito formal
El incumplimiento que da lugar al pago de la indemnización sólo se produce cuando el
empleador no entrega las constancias documentadas o el certificado de trabajo dentro de
los dos días hábiles computados a partir del día siguiente al de la recepción del
requerimiento que a tal efecto le formulare el trabajador de modo fehaciente.
Nuevamente tiene relevancia aquí la diferencia -en rigor, las dos diferencias- entre la
obligación de entregar las constancias documentadas y el certificado de trabajo, ya que
este último debe ser otorgado por el empleador por la mera extinción del contrato de
trabajo, en tanto que aquéllas reclaman un requerimiento formal. Requerimiento éste que
puede ser formulado luego de la extinción -a la época de la extinción, según el texto legal-
del contrato o durante su vigencia cuando medien causas razonables -y he aquí la
segunda diferencia-.
En consecuencia, el reclamo formal y por un medio fehaciente de las constancias
documentadas cumpliría la doble función de hacer nacer la obligación de entregarlas y, si
ello no fuera ejecutado por el empleador dentro de los dos días hábiles posteriores, haría
además acreedor al trabajador a la percepción de la indemnización especial.
La exigüidad del plazo de dos días hábiles, que seguramente afecta más severamente a
las empresas de menores dimensiones -en más de un caso carentes de una estructura
administrativa apta para cumplir en término-, llevó al Poder Ejecutivo a dictar el decreto
146/01, del 9/2/01, cuyo art. 3°, so pretexto de reglamentar el art. 45 de la ley 25.345,
estableció que:
El trabajador quedará habilitado para remitir el requerimiento fehaciente al que se hace
alusión en el artículo que se reglamenta, cuando el empleador no hubiere hecho entrega
de las constancias o del certificado previstos en los apartados segundo y tercero del art.
80 de la ley de contrato de trabajo 20.744 (t. o. por decreto 390/76) y sus modificatorias,
dentro de los treinta (30) días corridos de extinguido, por cualquier causa, el contrato de
trabajo.
Amén de la reiteración de la inexacta -e innecesaria- referencia a los apartados segundo y
tercero -del art. 80 de la ley de contrato de trabajo (t. o.)-, este nuevo requisito merece
observaciones formales y sustanciales.
La primera se refiere a la fuente de la regulación, ya que, con independencia de la
justificación que pueda darse al otorgamiento de este plazo adicional de treinta días
corridos posteriores a la extinción del vínculo laboral -para que el empleador cumpla
espontáneamente con el deber de otorgar el certificado de trabajo o entregue las
constancias documentadas cuando éstas hubieran sido requeridas por el trabajador-, lo
cierto es que se trata de una modificación de las reglas del art. 80 de la ley de contrato de
trabajo (t. o.) en su redacción actual, lo que supone un exceso reglamentario que pone en
duda la validez de la norma.
El segundo reproche aparece al observar que el art. 3° del decreto 146/01 no contempla el
supuesto de requerimiento de las constancias documentadas durante la vigencia de la
relación laboral -según admite expresamente la frase final del primer párrafo del art. 80 de
la ley de contrato de trabajo (t. o.) cuando medien causas razonables-. A menos que se
interprete que también en este supuesto la indemnización especial sólo procederá cuando,
producido en su oportunidad el requerimiento y omitida la entrega durante la vigencia de la
relación de trabajo, deba transcurrir también un plazo de 30 días corridos a partir de la
extinción del vínculo para que, recién entonces, el trabajador pueda formular un nuevo
requerimiento hábil para generar su derecho indemnizatorio.
El absurdo de esta interpretación, que desvirtuaría el sentido de la procedencia restringida
del reclamo de las constancias documentadas cuando la relación se encuentre vigente,
lleva a dos respuestas posibles.
La primera, en cuanto tal interpretación supone una virtual derogación del derecho
reconocido por la ley -a reclamar las constancias documentadas durante la vigencia de la
relación laboral-, sería considerar inconstitucional al art. 3° del decreto 146/01, en cuanto
configura un claro supuesto de inconstitucionalidad indirecta.
La segunda respuesta, que evitaría la declaración de inconstitucionalidad, podría
generarse por la vía del ejercicio por la autoridad administrativa del trabajo de la facultad
aclaratoria, complementaria y de aplicación que le otorga el art. 4° del decreto 146/01.
Así, el Ministerio de Trabajo, Empleo y Formación de Recursos Humanos, sin contradecir
el propósito de ampliar en treinta días corridos el plazo otorgado al empleador -y
suponiendo que no se cuestionara la validez del art. 3° del mismo decreto en esta
materia-, podría fijar algún criterio que permita proyectar ese plazo al supuesto de
requerimiento de las constancias documentadas durante la vigencia de la relación de
trabajo, sin que sea entonces necesario esperar a su terminación para que el trabajador
pueda formular la intimación y ser así acreedor a la indemnización especial, si el
empleador no le hiciera entrega de aquéllas.

VI. La indemnización
De acuerdo con la regla del nuevo párrafo incorporado al art. 80 de la ley de contrato de
trabajo (t. o.), la consecuencia jurídica de la omisión del empleador de cumplir con su
obligación de entregar las constancias documentadas o de otorgar el certificado de
trabajo, dentro del plazo legal de dos días hábiles, consiste en la imposición del pago, a
favor del trabajador, de una suma equivalente a tres veces la mejor remuneración
mensual, normal y habitual de éste.
La circunstancia de que la norma califique a este pago como sanción e indemnización
reclama algún señalamiento sobre esta aparente contradicción, antes de formular también
algunas observaciones sobre el monto indemnizatorio y su compatibilidad con las
eventuales sanciones conminatorias que se impongan judicialmente.
1. Sanción o indemnización
El párrafo agregado al art. 80 de la ley de contrato de trabajo (t. o.) por el art. 45 de la ley
25.345 establece que cuando el empleador omita entregar al trabajador la documentación
prevista en sus párrafos anteriores, será sancionado con una indemnización a favor de
este último ....
En rigor, lo relevante no es discernir si supone o no una contradicción conceptual calificar
a una indemnización como sanción, sino definir si la suma que debe pagar el empleador
es una u otra. O ambas.
De hecho, Mosset Iturraspe, siguiendo a Barbero, ha entendido que el resarcimiento del
daño es una forma de sanción por la violación de la norma jurídica, que asume así el
carácter de sanción resarcitoria o reparatoria (15).
En estos términos, la indemnización o reparación es, para quien debe abonarla, una
verdadera sanción patrimonial (16).
Sin embargo, y aun cuando pueda entenderse que en la indemnización concurren ambas
funciones, y como señalan Stiglitz y Echevesti, sin perjuicio de implicar un aspecto
sancionatorio-civil, la indemnización ... cumple una función prevalentemente reparatoria
(17).
La trascendencia de esta definición, y la asignación de un carácter reparador a la
indemnización, en el caso de la regla del nuevo párrafo del art. 80 de la ley de contrato de
trabajo (t. o.), se manifiesta en su compatibilidad -expresamente admitida por la ley- con
las sanciones conminatorias de fuente judicial.
En efecto, si se tratara sola o principalmente de una sanción, sería difícil explicar su
acumulación a las astreintes y, especialmente, a las sanciones administrativas que
pudieran corresponder por la omisión del cumplimiento de una obligación legal, ya que en
tal supuesto se violaría una de los principios de los regímenes sancionatorios, cual es la
veda del bis in ídem.
De todos modos, y aun cuando se atribuya a esta indemnización carácter exclusivo o
fundamentalmente reparador, su acumulación a las sanciones conminatorias que fueren
impuestas por aplicación del art. 666 bis del Cód. Civil también aparece como una
excepción a la incompatibilidad de ambos institutos que suele señalar la doctrina (18).
En orden al objeto de la reparación, la tarifa legal, en este caso, y al igual que la mayoría
de las previstas en la legislación laboral, opera como una cuantificación predeterminada y
limitada del daño causado por el ilícito contractual que supone la omisión de entrega de
las constancias documentadas o del otorgamiento del certificado de trabajo, y cancela así
toda posibilidad de reclamar un resarcimiento adicional por tal incumplimiento.
2. Quantum indemnizatorio
El legislador ha establecido como indemnización única y uniforme, con independencia de
cualquier circunstancia laboral o personal del trabajador, el monto equivalente a tres veces
la mejor remuneración mensual, normal y habitual percibida por el trabajador durante el
último año o durante el tiempo de prestación de servicios, si éste fuere menor.
Sin perjuicio de la reiteración de las discrepancias que puedan generarse en torno de la
identificación de la mejor remuneración mensual, normal y habitual -según la fórmula que
con propósitos limitativos introdujo la reforma producida por la ley 21.297 en el que en el
texto ordenado por el decreto 390/76 sería el art. 245 de la ley de contrato de trabajo (19)-,
debe sí destacarse que:
·el pago de la indemnización no está subordinado a una antigüedad mínima del trabajador;
·la remuneración computable no tiene límite;
·para determinar la base salarial que sirve de referencia para el cálculo de la
indemnización deben incluirse todas las prestaciones remuneratorias, sean éstas en
dinero o en especie, para lo cual estas últimas deberán ser cuantificadas adecuadamente.
Como consecuencia de esto, no debe sorprender que, en muchos casos, y en particular
en los supuestos de despidos regidos por las reglas de la ley 25.013 (DT, 1998-B, 1888),
el monto de la indemnización especial del último párrafo del art. 80 de la ley de contrato de
trabajo (t. o.), sea superior al que corresponda por despido injustificado.

VII. Balance
Una vez más, el fondo y la forma.
Con el instrumento creado por el art. 45 de la ley 25.345, el legislador amplía los
mecanismos con los que pretende comprometer e interesar al trabajador en el control del
cumplimiento de las obligaciones de su empleador con los organismos de la seguridad
social -y, en este caso, también con las entidades sindicales-.
En realidad, la práctica probablemente muestre que el mayor interés del trabajador no va a
estar en el cumplimiento por el empleador de la obligación de entregar las constancias
documentadas o de otorgar el certificado de trabajo, sino en su incumplimiento, para poder
acceder así al premio de tres sueldos completos, que en muchos casos supondrá una
suma más atractiva que la indemnización por despido injustificado.
Habrá que ver si esta amenaza opera como un estímulo para que el empleador cumpla
con las obligaciones del art. 80 de la ley de contrato de trabajo (t. o.) y, especialmente, con
sus deberes de retención y cotización, que son los que subyacen en las reglas de la ley
25.345.
En términos de pronóstico, y de cara a la experiencia dejada por los arts. 11 y 15 de la ley
24.013 -que funcionaron como un mecanismo para elevar las indemnizaciones por
despido o la base de los acuerdos conciliatorios, pero no han operado eficazmente para
promover la regularización del empleo-, no parece descaminado imaginar que la reforma
del art. 80 de la ley de contrato de trabajo (t. o.) apenas si servirá para agravar las
consecuencias económicas de la terminación de los contratos de trabajo -y,
simultáneamente, para mejorar el quantum indemnizatorio que habrá de percibir el
trabajador (20)-.
Y está también la cuestión de la forma.
La primera aproximación al Capítulo VIII de la ley 25.345 muestra un uso confuso e
incorrecto del lenguaje.
Inmediatamente después, el dec. 146/01, so pretexto de reglamentar el art. 45 de aquélla,
produce un claro quebrantamiento de normas de derecho.
El reproche común a éste y a aquélla, es el abandono de las reglas.
Olvido de las reglas del lenguaje y desprecio de las reglas del derecho, lastimando así, al
mismo tiempo, a dos de las más extraordinarias creaciones de la inteligencia humana.
Y tampoco esta vez el fin justifica los medios.
Especialmente cuando el medio contradice al fin.
Porque, finalmente, si lo que se pretende con la ley 25.345 es que el empleador cumpla
con las normas que le imponen obligaciones fiscales, no parece que para esto sea
necesario -ni conveniente- violentar otras normas, sean las del lenguaje o las del derecho.
No es éste, empero, el criterio que suele guiar los actos normativos de estos tiempos.
Y así estamos.
Por eso, bien podría repetir hoy y aquí Simone Weil (21) aquella sentencia que, desde el
exilio, dirigió a Francia, su patria ocupada:
muchas cosas pueden decirse de nuestra desgracia, pero no que sea inmerecida.
Especial para La Ley. Derechos reservados (ley 11.723)
(1) Por ejemplo, en el decreto 146/01, reglamentario de los artículos 43 a 45 de la ley
25.345, se hace referencia a la ley de contrato de trabajo 20.744 (t. o. por decreto 390/76)
(DT, 2000-B, 2395; 1974-805, t. o. 1976-238).
(2) En un punto intermedio, yo suelo referirme a la ley de contrato de trabajo (t. o.).
(3) Podría imaginarse, por ejemplo, que el trabajador encuentre una discordancia entre lo
que surge del informe periódico de la Administración Federal de Ingresos Públicos o de la
administradora de fondos de jubilaciones y pensiones y las constancias de sus recibos de
sueldo.
(4) El inc. g) del art. 12 de la ley 24.241 establece que es obligación de los empleadores
otorgar a los afiliados y beneficiarios y a sus derechohabientes, cuando éstos lo soliciten, y
en todo caso a la extinción de la relación laboral, las certificaciones de los servicios
prestados, remuneraciones percibidas y aportes retenidos, y toda otra documentación
necesaria para el reconocimiento de servicios u otorgamiento de cualquier prestación (DT,
1993-B, 1482).
(5) Arts. 523, 524 y concordantes del Cód. Civil.
(6) Ver, por ejemplo, BOFFI BOGGERO, Luis María, "Tratado de las obligaciones", t. III, p.
201 y sigtes., Ed. Astrea, Buenos Aires, 1975.
(7) Muy por el contrario, el deber de entregar las constancias documentadas tiene como
propósito acreditar ante el trabajador el cumplimiento de la obligación de efectuar los
depósitos.
(8) Las constancias documentadas son la prueba del cumplimiento de la obligación de
hacer de la primera parte del primer párrafo del art. 80. Dichas pruebas deberían estar en
poder del empleador -esto es, el obligado- y, así, la entrega al trabajador de dicho prueba
se transforma en una obligación de dar cosa cierta fungible, que supone el cumplimiento
previo de la obligación de hacer -que, a su vez, no es intuitu personae-. Como este dar
cosa cierta fungible está vinculado con el cumplimiento de la obligación de depositar, el
deber de entregar la constancia documentada es transferible a todo aquél que resulte
obligado a retener y contribuir, sea como obligado principal o solidario.
(9) Bien entendido que tal situación de mora no es suficiente para que el trabajador sea
acreedor a la indemnización ahora prevista en el párrafo agregado por el art. 45 de la ley
25.345.
(10) CNTrab., sala III, 17/5/96, DT, 1996-B, 3036.
(11) CNTrab., sala X, 29/5/98, DT, 1999-B, 2297.
(12) Así, por ejemplo, lo resolvió la sala laboral del TSJ de Córdoba (auto inerlocutorio
302, 5/7/00, en Revista 14 bis, N° 14, p. 10).
(13) Cabe reiterar que no hay obligación de certificar las cotizaciones sindicales
depositadas, sobre las que sí, en cambio, debe otorgarse constancia documentada de
acuerdo con el párrafo anterior.
(14) Esta situación de excepción se configuraría, por ejemplo, si sólo existiera una
diferencia menor en los montos de las remuneraciones o en la antigüedad del trabajador,
pero siempre que tales diferencias no afecten los derechos laborales o previsionales de
éste.
(15) MOSSET ITURRASPE, Jorge, "Responsabilidad por daños; parte general", t. I, p.
228, Ed. Ediar, Buenos Aires, 1979.
(16) ALTERINI, Atilio A., "Responsabilidad civil; límites de la reparación civil", p. 179, Ed.
Abeledo-Perrot, Buenos Aires, 1974.
(17) STIGLITZ, Gabriel y ECHEVESTI, Carlos A., "La determinación de la indemnización",
en MOSSET ITURRASPE, Jorge (dir.), "Responsabilidad civil", p. 289, Ed. Hammurabi,
Buenos Aires, 1992.
(18) AMEAL, Oscar J., en BELLUSCIO, Augusto C. (dir.), "Código Civil y Leyes
Complementarias, comentado, anotado y concordado", t. III, p. 249, Ed. Astrea, Buenos
Aires, 1981.
(19) Ver sobre esta cuestión ETALA, Carlos A., "Contrato de Trabajo", 3ª ed. actualizada y
ampliada", p. 596 y sigtes., Ed. Astrea, Buenos Aires, 2000.
(20) Que, en supuestos de despido con justa causa, renuncia o extinción por mutuo
acuerdo, podría cobrar una indemnización superior a la que correspondería por despido
injustificado.
(21) WEIL, Simone, "Echar raíces", p. 80, Ed. Trotta, Madrid, 1996.

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