Está en la página 1de 1

Virtud Cristiana: La Humildad - Parte I

“Nada hagáis por contienda o por vanagloria; antes bien con humildad, estimando cada uno a los demás
como superiores a él mismo; no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual también por lo de
los otros. Haya, pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”
Filipenses 2:3-5

Hay una imagen que puede estar atravesando nuestras mentes al mencionar el tema de la humildad: algún
buen hombre entre ropas desgastadas, amable en su trato, nada ostentoso, teniendo lo suficiente para vivir
y con contadas palabras a la hora de entablar alguna conversación. Esta imagen dista demasiado de lo que
la biblia nos enseña acerca de la humildad; durante esta serie devocional veremos cómo se relaciona esta
virtud en la vida cristiana y la correcta manera de enfocarla a fin de dar gloria a nuestro Dios.

La humildad se opone al orgullo, tanto como dos imanes no pueden juntarse por sus polos iguales; el
consejo de Dios (Sal. 10:4; Pr. 21:4; Is. 2:11) nos insta a renunciar a toda altivez de corazón, en cambio,
nos hace un llamado a ser humildes. Un corazón altivo es motivado principalmente por el beneficio
personal, “por vanagloria”; cada acción, por muy generosa que se vea a los ojos de los hombres está
viciada por la codicia o la autosatisfacción, sin embargo, el orgullo se pasea sutilmente por los pasillos del
corazón del hombre.

Recordemos que el propósito principal del hombre es “glorificar a Dios y disfrutar de él para siempre”,
nos debemos por completo a Él, somos sus siervos; en semejanza, podemos hablar que el trato con
nuestro prójimo sigue este mismo principio, “no mirando cada uno por lo suyo propio, sino cada cual
también por lo de los otros”. Un corazón humilde está dispuesto a dejar de lado sus méritos, elogios o
logros por entregarse en servidumbre, pero dada nuestra condición de lucha constante para resistir el
pecado, aún nos atrevemos conscientemente a velar primero por nuestros intereses.

Pero más allá de los moralismos, Pablo nos motiva a contemplar la Fuente de toda virtud humana: “Haya,
pues, en vosotros este sentir que hubo también en Cristo Jesús”; de manera que al mirar la cruz donde se
hizo maldición por nosotros, retrata el mayor acto de humildad hacia la miseria humana envuelta en
pecado y constante enemistad con el Creador. Ahora podemos ver la gracia redentora por la mediación del
Siervo: el Justo muriendo por los injustos, el Santo sirviendo a los inmundos, Dios haciéndose hombre.

Gloria a Dios por Jesucristo, Amén.

También podría gustarte