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HUMILDAD CUALIDAD PARA SER UN TRIUNFADOR

La Biblia, nos enseña muy claramente que la humildad es clave para triunfar en la
vida. El mundo nos da otro mensaje; nos habla de tener alta autoestima y nos enseña
a exigir nuestros derechos.

La Biblia, en cambio, nos dice en el libro de los Salmos capitulo 25:9 lo siguiente: "El
Señor encaminará a los humildes por el juicio, y enseñará a los mansos su carrera”

También dice Isaías 66:2 parte b. “Pero miraré a aquel que es pobre y humilde de
espíritu, y que tiembla a mi palabra”.

Claramente, Dios busca a los humildes para bendecirlos. Él desea encontrar personas
que muestran la cualidad de la humildad para darles a conocer sus caminos y para
obrar justicia en sus vidas.

Pero parece ser que los humildes no triunfan en el mundo actual, y quizás parte de la
confusión está en que muchos tenemos un concepto equivocado o incompleto de lo
que significa la humildad. Creemos que la humildad es pensar mal de nosotros
mismos. Empecemos, entonces, definiendo el término.

¿Qué es la humildad?

Comencemos a definir el concepto viendo lo que nos dice el apóstol Pablo


en Romanos 12:3

“Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros, que no
tenga más alto concepto de sí que el que debe tener, sino que piense de sí con
cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.”

Según este versículo, cada creyente es llamado a tener un concepto apropiado de sí


mismo.

Ser humilde, entonces, significa conocer las debilidades y las habilidades que
tenemos, reconocer nuestras fallas y nuestros talentos, estar en balance cuando
se trata de nuestra imagen propia.

Se cuenta la historia de una tortuguita que laboriosamente subía el tronco de un árbol,


usando la boca para agarrarse de la corteza y empujando con las patas a toda fuerza.
Finalmente, llegó a la primera rama y empezó cuidadosamente a atravesarla. Cuando
había llegado casi al final, se lanzó al espacio, extendió las patas…y dio un fuerte
golpe en el suelo.

Volvió a repetir el proceso con mucha dificultad, se lanzó al vacío…y cayó


nuevamente. Dos buitres lo miraban sentados sobre una pared. De repente, uno le dijo
al otro: ¿No crees que es hora de decirle que fue adoptada?

Si no tenemos un concepto apropiado de nosotros mismos, podremos ser como esa


tortuga. En vez de buscar el lugar que Dios tiene preparado para nosotros, podremos
insistir en tomar posiciones que no fueron hechas para nosotros.
Esto sucede en la iglesia, por ejemplo, cuando una persona desea siempre estar al
frente, recibiendo halagos, cuando sus dones no se prestan a esa clase de servicio.
Cada uno de nosotros debe de considerar con honestidad cómo podemos servir mejor,
porque tampoco debemos de tener un concepto demasiado bajo de nosotros mismos
ya que vemos que hay personas que siempre responden con un "no puedo" cuando se
les invita a servir al Señor, pero como dijo alguno, Dios no hace basura. Si Dios te
creó, puedes estar seguro de que sirves para algo.

La humildad consiste en reconocer que tu valor no depende de lo que haces, sino de


lo que eres. Si estás en Cristo, eres hijo de Dios; ése es tu valor. Nos desequilibramos
tantas veces tratando de comprobar que valemos algo por el dinero que ganamos, por
nuestra apariencia física o aun porque somos más religiosos que otros. Hermanos

“VALEMOS LO QUE VALE LA SANGRE DE CRISTO”.

El apóstol Pablo, aprendió la importancia de hallar su identidad en Cristo. Leamos lo


que él dice en Filipenses 3:7-9:

“Pero cuantas cosas eran para mí ganancia, las he estimado como pérdida por amor
de Cristo, Y ciertamente, aun estimo todas las cosas como pérdida por la excelencia
del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por amor del cual lo he perdido todo, y lo
tengo por basura, para ganar a Cristo,
y ser hallado en él, no teniendo mi propia justicia, que es por la ley, sino la que es por
la fe de Cristo, la justicia que es de Dios por la fe;

Antes de su conversión, Pablo se consideraba digno de la aprobación de Dios en base


a sus logros, sus estudios, su pasión.

Ahora, sin embargo, valora mucho más el conocer a Cristo. Ya no valora esas cosas.
Sigue siendo judío, sigue siendo ciudadano romano, sigue usando su conocimiento del
Antiguo Testamento - pero esto no es lo que importa para mostrar su valor ante Dios
o ante las personas. Su valor verdadero lo encuentra en el hecho de que Cristo lo amó
y murió por él.

Así mismo nosotros hallaremos la verdadera humildad cuando empecemos a


encontrar nuestra identidad en Cristo, en lugar de estarnos comparando con otras
personas. No tenemos que ser más inteligentes, más guapos o más fuertes que otros
para valer algo, al unirnos a Cristo, llegamos a ser lo que verdaderamente somos.

La realidad es que, cuando vivimos separados de Cristo, nuestro auto-concepto es


falso. Se define por cosas insignificantes. Cuando entendemos quienes somos en
Cristo, cuando encontramos nuestro valor en él, somos liberados para ser quienes
Dios nos creó para ser. Ejemplo: Mami comparándome con Nancy…

La Escritura también nos habla de un hombre muy humilde: Moisés, era muy manso
(Números 12:3) “Y aquel varón Moisés era muy manso, más que todos los hombres
que había sobre la tierra.

Moisés podía mantener un buen equilibrio entre los extremos emocionales. ¿Cómo era
Moisés? Era paciente y sufrido con los israelitas. Cuando pudo haberlos criticado
duramente por sus pecados y rebelión, rogó por ellos en cambio. Cuando Dios le
ordenó liderarlos y guiarlos, aguantó décadas de reniegos y quejas e insolencia de
estas personas que nunca parecían cansarse de probar su paciencia y resistencia.
¡Pero cuando bajó de estar reunido con el Señor en la cima de la montaña y vio a los
israelitas inclinarse y venerar al becerro de oro que habían hecho, se enojó tanto que
tiró las tablas con los Diez Mandamientos escritos en ellas!

Hay un tiempo para reprimir la cólera y hay un tiempo para expresar la cólera, y el
sabio conoce la diferencia. Una persona mansa no es alguien que nunca muestra
enojo, sino alguien que nunca permite que su cólera salga de control. Aunque Moisés
era un hombre manso, no era un hombre perfecto. Hubo una ocasión en que Moisés
dejó salir su cólera fuera de control, y Dios lo castigó por ello. La mansedumbre no
significa no tener emociones; implica estar a cargo de la emoción y canalizarla en la
dirección correcta para el propósito correcto. Moisés era un hombre a quien Dios
confió gran poder y responsabilidad. Dios le había dado mucho, y esperaba mucho de
él.

Ahora ¿cómo la podemos desarrollar en nuestra vida?

¿Cómo se aprende la humildad?

El apóstol Santiago en su epístola nos enseña a desarrollar la humildad en nuestra


vida, leamos Santiago 1:9-10:

“El hermano que es de humilde condición, gloríese en su exaltación;


pero el que es rico, en su humillación; porque él pasará como la flor de la hierba.

La primera clave es reconocer lo que realmente importa

Si hacemos parte de la gran familia de la fe, si somos hijos de Dios, si somos


"hermanos" - sin importar cuál sea nuestra condición económica, tenemos motivos
para sentirnos contentos con nosotros mismos. No tiene que ver con nuestros logros
ante el mundo, ni con nuestro nivel económico, ni con las metas que hayamos
alcanzado; tiene que ver con el amor que Dios tiene por nosotros, y el hecho de que
hemos sido creados a su imagen y semejanza.

Si tienes alguna posición en el mundo, tendrás que recordar que ante Dios, eso no
vale para nada. Tendrás que encontrar valor en tu humilde condición ante Dios. En
cambio, si no tienes ningún renombre en el mundo, podrás gozarte en tu posición
exaltada ante el Señor.

Ejemplo luna de miel Lucila y Jorge…

La segunda clave es reconocer y contemplar al Señor. Vamos a Santiago (4:10)


"Humillaos delante del Señor, y él os exaltará”

Fijémonos que existe una falsa humildad, una imitación de esta virtud. Son esas
personas que constantemente reducen el valor de sus logros, esperando a la vez que
otro los exponga. Una persona verdaderamente humilde no se preocupa por lo que
dirán los demás porque está demasiado enfocada en lo que Dios piensa.

Conforme más tiempo pasemos en la presencia de Dios, aprendiendo de él,


adorándole a él, conociéndole a él, más humildes llegaremos a ser. Conforme más
contemplemos su grandeza, su amor, su perfección, más nos iremos dando cuenta de
nuestra insignificancia.
El salmista escribió en el salmo 84:10 "Porque mejor es un día en tus atrios que mil
fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios, que habitar en
las moradas de maldad”

Amada iglesia; es mejor servir en la casa del Señor que ser jefe en la casa del
enemigo. Es mejor ser portero en el templo de Dios que sentarse a la mesa con los
malvados. Si queremos entender lo que realmente nos dará valor en la vida, tenemos
que valorar el tiempo con el Señor. La adoración es una gran humillación.

De igual modo, cuando estamos ante Dios, cuando llegamos a sentir su presencia y su
poder, nos damos cuenta de lo realmente insignificantes que somos. Nos damos
cuenta del milagro de su amor y su atención por nosotros, y no podemos hacer más
que adorar. De aquí nace la humildad - la humildad que Dios busca y galardona.

La tercera clave es aprendamos a ser últimos. (Lucas 14: 8-11)

El mundo se ve agitado por las luchas por ser el primero en todos los ámbitos: en el
político, el religioso, el social, el cultural… Nos gusta posicionarnos, ser protagonistas
de la historia, ser el centro de atención y muchas veces pretendemos que el mundo
gire a nuestro alrededor.

Pero debemos entender y comprender que más allá de nosotros existe una realidad
muy rica y diferente, y no es más ni menos importante que nuestra realidad, ante la
cual no podemos cerrar nuestros ojos, ante la cual no podemos ser indiferentes es un
mundo perdido que tiene sed de Dios.

El humilde vive en paz. No busca competir con nadie ni pasar por delante de los
demás. El mensaje de hoy es un llamado a hacer un alto y analizarnos y preguntarnos

Será que me afano por poseer más? Será que quiero dominar más? será que
pretendo ser más que los demás? Soy un orgulloso sin límites? O antes bien cada día
aprendo y valoro lo que realmente importa, me humillo y adoro al Señor en todas las
áreas de mi vida?

Sólo los últimos son felices, libres de la competitividad, del afán de figurar y de la
vanagloria. Tan sólo en una cosa hemos de afanarnos: en correr para ayudar y
atender a quienes nos necesitan, a los más pobres y olvidados. Únicamente en esto
hemos de apresurarnos para ser primeros. En cambio, a la hora de buscar poder,
reconocimiento, prestigio y honor… en esto, seamos últimos.

Ejemplo: Pastora Isidora…predica Dios la exaltó y el Pastor también…


La cuarta clave es: Fuimos creados para servir

Hermanos, si alguien nos coloca ahí donde estamos es porque cree en nosotros y
confía que estamos capacitados para prestar un servicio a los demás.

Fijemos nuestra mirada y pongamos nuestro corazón especialmente en los más


pobres, los alejados, los que sufren. Esos cojos, ciegos y lisiados de los que habla
Jesús son, en realidad, los humildes. Los que no poseen nada ni pueden presumir de
nada, en su pequeñez. Los humildes sintonizan con el corazón de Dios de un modo
especial. Y nosotros, hijos de Dios y creados a imagen suya, somos transmisores de
su humildad. Ser humilde, en clave cristiana, no es otra cosa que ser una persona
abierta a Dios. Ser humilde es poner el corazón en Dios, y no en el dinero, ni en el
prestigio, ni en el conocimiento intelectual.

Los humildes sólo cuentan con su bondad, su sencillez y su gratitud. Pero tienen el
mayor tesoro: el amor de Dios.

Debemos vivir con la sensibilidad despierta y tengamos nuestras puertas abiertas a


quienes más sufren. Dichosos los humildes, dice la bienaventuranza, porque ellos
recibirán la tierra por heredad, bienaventurados los limpios de corazón porque ellos
verán a Dios. Lo veremos en el rostro de tantas y tantas personas sencillas,
necesitadas, carentes de ayuda y afecto. En ellos, cuando sepamos acogerlos,
veremos a Dios.

“Ojalá podamos todos aprender a imitar la humildad de Cristo y de sus siervos. Sólo
así triunfaremos”

ORACIÓN

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